lunes, 29 de agosto de 2016

GWHC37 Lazos desde el pasado I

A mi amigo Charlie Meiou (zhudo) que me dio la idea en una de sus historias.


Lazos desde el pasado.


Era un día realmente atareado, a pesar de no tener ningún partido que jugar. Aprovechando una supuesta lesión Roy estaba en casa ordenando algunas cosas. Tenía ese privilegio en el marco de aquel acuerdo que tanto él como el resto de sus amigos habían suscrito con los representantes de los gobiernos de la Tierra y sus respectivos servicios secretos y agencias de información. Bertie había salido, le tocaba una reunión del claustro de profesores en su nuevo colegio privado. La joven estaba conociendo a sus nuevos compañeros y comenzando a familiarizarse con las clases de la secundaria tras su curso puente.

-Bueno, espero poder darle una sorpresa. – Se decía el chico.- Hace poco que volvimos de la Luna de Miel y me gustaría que la casa estuviera totalmente ordenada. Para que luego diga que soy un perezoso.- Se sonrió pensando en esto último.-

            Pensaba en el retorno de su viaje de novios, tras esas aventuras que tuvieron por Europa. Ahora él era un jugador importante en la plantilla de los Knicks y su esposa acababa de entrar en ese prestigioso colegio privado. Luego llegó esa crisis del meteorito y apareció su hermano mayor Lornd, que era nada menos que el soberano de los saiyajin. Aunque por suerte todo se solucionó bien y daba la impresión de que parecía que su hermano y la Sailor Plutón había conectado. Tras un par de meses de aquello los problemas y las amenazas habían cesado. Al menos de momento.

-Bueno, ya iba siendo hora de tener tranquilidad por un periodo prolongado.- Pensaba el muchacho con optimismo.- Si hay algo que quiero tras tantas peripecias es tener paz y vivir de modo normal con Bertie.

Sin embargo, otro reto en forma de varias pilas de cajas de grueso cartón cerradas le aguardaba…las había traído de su piso hacía un par de días. Junto con algunas cosas de Bertie que quedaban dado que, con tanto ajetreo para salvar el planeta, no habían tenido tiempo hasta hacía bien poco de ocuparse de temas tan domésticos, que no por ello dejaban de ser laboriosos.

-¡Y yo que pensaba que una mudanza no era nada! - Suspiró moviendo la cabeza, diciéndose divertido.- Podría haber sido una de las pruebas del maestro Piccolo en el Rincón del Alma y del Tiempo. ¡Aunque creo que ni él hubiera sido tan duro!

            Se rio de su propia ocurrencia. Eso de hablar sólo no parecía muy normal pero ayudaba. También pensó en sus amigos, Tom y Connie en Portland, quienes al parecer estaban muy contentos. El paleto de Kansas había hecho su propia mudanza algo antes que él y siendo tan mañoso como era seguramente que no le llevó mucho el organizarlo todo ayudado por la hermana de Bertie.

-Viviendo en la naturaleza, como a Tommy le gusta. Tienen una bonita casa en esa zona. Tendremos que ir a visitarles cuando podamos. A ver si se estira un poco y nos invita a una parrillada de chuletas.

Por su parte el principito y Esmeralda estarían en París, Diamante había estado liado a su vez con su sempiterna duda de aceptar o no trabajar para Masters. Ese millonario era persistente y al fin Roy creyó recordar que su amigo había cedido aconsejado por el doctor Tomoe y Zafiro.

-Este chico, sigue siendo muy orgulloso. Hace días me contó algo de que estuvo en una tribu india y que aprendió a meditar. ¡Desde luego que se estaba tomando su tiempo para decidirse!  Y claro, le hice la broma típica. ¡ Anda que no paras de hacer el indio!, Por supuesto no la comprendió. ¡ja, ja!. Bueno, él sabrá. Y Esmeralda sigue arrasando como modelo. No hay día que no aparezca en alguna noticia en ese canal de moda que sigue Bertie.

Sus otros compañeros tampoco se podía quejar. Zafiro y Petz en Japón, la tienda de Otafukuya iba viento en popa. Petz había tenido que contratar dependientas. Una de ellas, fue esa tal Mimette, una chica muy simpática sin duda. Luego se puso a trabajar en la Masters como científica.

-Tanto ella como Kaori, la esposa de Tomoe, fueron a su vez viejas enemigas de las sailors. ¡Y luego me quejo de todas las batallas que he librado! Usagi y compañía podrían escribir varios libros. ¡Qué digo libros! Una serie de televisión. O una de esas de dibujos japoneses basados en sus aventuras. ¡Se harían famosas! - Suspiró sonriendo. -

En lo que Ail y Anne se refería, andarían por ese planeta al que se marcharon. Llevaban tiempo sin saber de ellos.

-Espero que se encuentren bien. Al menos, Landar no me comentado nada cuando le pregunté por última vez. nada malo, y en tal caso la ausencia de noticias, son buenas noticias.

Y es que hacía un par de semanas que fue a visitar a ese mago para pedirle información acerca del paradero de sus amigos. El anciano se limitó a decirle que no se preocupase, que ellos estaban escribiendo sus propias historias.

-Vosotros debéis seguir escribiendo las vuestras.- Le comentó antes de despedirse.-
-El viejo como siempre, tan claro a la hora de responder.- Pensó Roy con ironía.-

Aunque si Landar le dijo que no se preocupase por sus amigos, eso sería buena señal. En la Tierra, los que se daban  menos a ver eran Nephrite y Amanda. Los dos afincados en Londres. Su amigo había pasado a ser un prestigioso anticuario bastante snob. Hasta Diamante se metía con él por eso. Y en este caso Roy le tenía que dar la razón al principito.

-Esa chica, Amanda, es bastante misteriosa.- Reflexionó.- Cuando supo quienes éramos y los poderes que tenemos no dio la impresión de sorprenderse mucho. No me acabo de tragar eso de que sea periodista.  En fin, no es asunto mío.

 Y de eso su mente fue hacia Karaberasu. Ahora mismo no tenía idea de donde pudiese estar. Y le prometió no utilizar su translación instantánea para encontrarla. De todos modos, la energía de esa chica no era significativa, salvo que estuviera en modo Justiciera. De manera que Dios sabría dónde estaría ahora. Aunque motivos no le faltaban al muchacho para pensar que se encontraría bien. Al menos eso le comentó Ami la última vez. Al parecer, la amiga de su esposa tenía información de primera mano.

-No puedo desvelarte la fuente, pero sé que Kalie vive su vida y por ahora, se encuentra perfectamente.- Fueron las palabras de Sailor Mercurio.-

Ahora dejó todos esos pensamientos a un lado por ahora y dedicó su atención a esos mamotretos de cartón.

-Vamos a ver.- Se dijo.- Aquí hay cajas que deben de tener cosas de mis padres. Ni siquiera las he abierto en años. Creo que después de su accidente ni tuve el valor de mirar lo que habría dentro.- Pensó con tristeza.-

            Pero se obligó a dejar de apenarse. Sabía que los dos estaban en el Cielo y que se sentían muy orgullosos de él. No en vano les vio allí y pudieron despedirse. Volvió a sonreír recordándoles ahora. Decidió que había llegado el momento de abrir aquellos embalajes y dar un vistazo…

-Seguro que habrá cosas muy interesantes aquí. Y mi madre me echaría la bronca si me viera con todos estos trastos aquí en medio y sin ordenar. En eso era clavadita a mi Cubito. Por eso la quiero tanto a mi mujercita. Así que, para que nos e enfade cuando vuelva más me vale tener esto limpio y ordenado entonces. - Se dijo para animarse a hacerlo.-

            Bertie por su parte asistió a esa reunión con muchas ganas de empezar en su nuevo trabajo. La mayor parte de sus colegas eran amables, quizás había alguno más estirado pero en general le causaron muy buena impresión. El señor Richards, que era el director, le dio la bienvenida en su nombre y en el del claustro, a ella y a otra profesora nueva, una tal Sally Gilmore, que iba a dar clases de biología.

-Bueno- pensaba la muchacha.- Al menos Melanie tenía razón, ese curso puente da muchas posibilidades.-

            Pensando en su ex compañera, rememoró los meses que coincidieron en ese cursillo. Ahora habían completado su formación y las dos podían dar historia del arte, historia americana o literatura inglesa en la secundaria. Lo que era desde luego toda una ventaja. A su mente vino una conversación que mantuvo con Melanie ya el último día.

-¿Ves cómo este curso no estaba nada mal?- Le comentaba su compañera con una sonrisa.-
-Es cierto. – Admitió ella.- Con este título ya somos legalmente capaces de impartir clases de high school e incluso presentarnos a profesoras de universidad, sacando un doctorado. Al menos eso me gustaría hacer lo primero. ¿Y tú?...
-Bueno, ¿recuerdas que te comenté que estaba interesada en ganar una plaza en la Golden?-Le preguntó Melanie.-
–Sí- asintió su interlocutora.-
-Pues he tenido mucha suerte. Un par de profesores se jubilan este año y la señorita Parker me llamó para decirme que si presentaba mi currículum y a la vista de que soy antigua alumna, podría tener muchas posibilidades. Incluso hacer los estudios de posgrado allí mismo. Podría hacer prácticas. Y en cuanto me doctorase…
-¡Vaya! ¡Cuánto me alegro por ti! – Exclamó Bertie realmente contenta por su amiga, aunque añadiendo con patente sorpresa.- ¿Y dices que fue la Señorita Parker quien te avisó?
-Fue muy amable.- Le explicó Melanie.- También me dio muchos recuerdos para tu hermana, Tom, Roy y especialmente para ti.
-Después de como la traté me cuesta creerlo, Mel.- Suspiró al muchacha.-
-Estabas bajo muchísima presión y muy afectada cuando creíste que Roy…en fin.- Repuso su compañera con cierto apuro, agregando de un modo más jovial.- Ella lo entendió. Realmente no es mala persona. Sufrió mucho a nuestra edad.
-Sí, luego me enteré.- Suspiró Bertie.- ¡Pobre mujer! Bueno, espero poder pasarme por la Golden pronto para saludarla.
-¿Y qué tal tu hermana y Tom? - Quiso saber Melanie.-
-Pues en Portland, muy contentos con su nueva vida. – Repuso Bertie preguntando a su vez.- ¿Y Malcolm?...
-En su equipo de Football, realmente encantado.- Sonrió la ex animadora.- Enseguida empezarán la temporada. Supongo que Roy también.
-Sí, chica. Ya está tan pesado como siempre con sus cosas del baloncesto.- Se rio Beruche, exclamando divertida.- ¡Hasta se ha hecho poner una canasta en el jardín!

            Su interlocutora la imitó de buena gana. Sabía por experiencia que ese chico se apasionaba por su deporte, declaró incluso entre risas.

-¡Ya en la Golden, lo único que le interesaba más que unas faldas era un balón!...
-Pues sigue igual, ¡créeme!  – Afirmó su risueña amiga.-
-Hay cosas que no cambiarán nunca.- Rio Melanie a su vez.-

            Tras compartir esa chanza la antigua jefa de animadoras se puso más seria preguntando a su amiga.

-¿Habéis tenido algún problema últimamente? Ya sabes a lo que me refiero.

            La interpelada suspiró, tras esbozar una leve sonrisa respondió.

-No, por suerte. Al menos nada que no hayamos sido capaces de afrontar.

            Mejor no extenderse en detalles. La verdad, parecía que las aventuras y las complicaciones les seguían. ¡Incluso en su Luna de Miel pasaron por una! De hecho, Beruche se animó a confiárselo a Melanie…

-Si te contara lo que nos sucedió en nuestro viaje de novios no lo creerías.

            Ahora fue la otra joven quien se sonrió. No tardó en replicar divertida.

-Después de lo que sucedió el  último año de la carrera, te aseguro que me creeré cualquier cosa.- Le prometió.-

            Y Bertie le hizo un breve resumen dejando a su interlocutora realmente pasmada…

-A ver si lo he comprendido bien.- Se sonrió la chica.- Dices que tras visitar varios países, llegasteis a España y allí os alojasteis en una especie de hotel donde habían un fantasma al que ayudasteis a vencer una maldición. ¿Fue así?
-Más o menos.- Se sonrió Beruche.- Al final fue divertido. Tuvimos unas buenas vacaciones.

            Tras mover la cabeza divertida Melanie se rio y ella la imitó. Y eso que no le contó alguna que otra aventura más que tuvieron luchando contra seres del espacio exterior. Así la conversación viró hacia temas más mundanos. Compartieron algún cotilleo más de antiguos compañeros de facultad aunque el semblante de Melanie se tornó triste y preocupado cuando recordó a April Sinclair, su amiga y antigua compañera de animadoras.

-Hace mucho que no sabemos nada de ella. Malcolm y yo fuimos a casa de sus padres. Por fortuna llegamos a tiempo.
-¿A tiempo?- Inquirió Bertie queriendo saber.- ¿Qué pasó?
-April les encerró en un sótano que tenían. Por suerte para ellos era un lugar acondicionado como refugio y tenían agua y comida.
-¿Por qué haría eso?- Preguntó su interlocutora con visible estupor.-
-No está bien. Nos enteramos de que sufre una especie de esquizofrenia. En realidad, su mente está dividida en dos personas. Su hermana Paige y ella misma.

            Mel le contó brevemente aquello. Beruche quedó atónita y consternada por esa chica. Al final, su amiga remachó.

-Cuando indagamos descubrimos que tiene una hija pequeña. Muy posiblemente se unió a esa secta para poder cuidarla. Y bueno, pensé que tú y Roy, como os enfrentasteis a ellos, quizás la hubierais visto.
-¿A una niña pequeña? ¿En esa secta? No, lo lamento.- Suspiró Bertie moviendo la cabeza.-

            Melanie bajó la mirada y asintió. Era muy difícil desde luego, aunque recobrando el ánimo afirmó.

-Seguiré investigando. Quizás algún día podamos encontrarlas.
-Claro, si podemos hacer algo.- Comentó Bertie.-

            Pensó entonces en Roy y en su capacidad para trasladarse detectando energías de personas. Aunque no dijo nada. Tenían esa promesa de no usar sus poderes salvo para emergencias. Y este caso no estaba claro. También podría ser que April o como quiera que se hiciese llamar ahora, no desease ser molestada. Lo mismo que su propia hermana Karaberasu.

-Aunque nos duela, no somos quienes para inmiscuirnos en sus vidas ni no lo desean.- Pensó Bertie con pesar.-

Al fin dejaron esos temas y tras tomarse unos tés se dijeron hasta pronto. En tanto retornaba a casa de su nuevo colegio meditaba sobre todo aquello.

-Espero que a Mel y a Malcolm les vaya muy bien. Y que tengan suerte encontrando a April. Pero algo me dice que eso no es asunto mío. A decir verdad, ¡bastantes cosas tengo ya que hacer!

Así era. Ahora Beruche estaba lista para comenzar con su nueva e ilusionante etapa profesional. Tras despedirse de sus compañeros volvió a casa. Subió al coche que acababan de comprarse y arrancó. Desde luego que, aparte de ese cursillo, empleó bien el tiempo en obtener la licencia de conducir. Roy le había dado algunas clases que le recordaron las que el propio Mamoru les brindase a ella y al resto de sus hermanas en Japón. Le parecía que eso fuera hacía una eternidad.

-Han pasado tantas cosas en los últimos tres años que es como si hubiese vivido una vida entera en ese tiempo.- Se dijo. –

Por suerte no había mucho tráfico a esas horas y llegó relativamente pronto. Al abrir la puerta de la casa pasó al interior. Todo estaba tranquilo. El comedor parecía limpio y ordenado. Algo a destacar teniendo en cuenta que Roy estaría por allí. No obstante, en lugar de aparecer tumbado en el sofá y viendo algún partido, su marido no parecía estar en casa. Eso la sorprendió. Posiblemente hubiera salido a entrenar. ¿Podría haber usado la translación para reunirse con el resto? Mira que lo había hablado con él…nada de poderes para trivialidades, pero en fin. Se estaba encogiendo de hombros con resignación cuando oyó un ruido procedente de la cocina.

-¿Roy?- Inquirió acercándose hacia allí con cierta cautela.-

            Sin embargo, la voz de su jovial esposo la hizo relajarse y sonreír. Más cuando le escuchó.

-Estoy aquí, cubito. Preparando una de las recetas secretas de los Malden.

            Su mujer se aproximó hasta la puerta de la cocina y la abrió, del interior salía un aroma delicioso. Al parecer el pobre Roy había estado allí, seguramente queriendo darle una sorpresa. Aunque ella había llegado demasiado pronto y ya había empezado a pensar mal de él.

-Pobrecito. No le he dado ni siquiera una oportunidad.- Se decía admonitoriamente la chica.-
-¿En qué piensas? Te veo muy concentrada.- Le dijo él.-
-Huele muy bien.- Fue lo primero que comentó ella para salir del paso. Lo cierto es que estaba visiblemente agradada y preguntó.- ¿Alguna receta de tu madre?
-No, es de la abuela Ethel.- Sonrió el chico explicando con orgullo.- Pollo de almendras. Un pollo troceado, una cebolla grande, un puñado de almendras, un tomate maduro, un ajo, de cinco o seis dientes. –Enumeraba con entusiasmo prosiguiendo ante la sonrisa de su esposa.- Una pastilla de caldo de pollo, pan, un trozo. Vino blanco, una copa de aceite, sal, azafrán y laurel.
-¿Te echo una mano?- Se ofreció ella.-
-No, tranquila. Vendrás cansada. Ahora me cuentas que tal tu primer día mientras cenamos.- Repuso jovialmente él para sugerirle.- Anda, ve a cambiarte y a ponerte cómoda.
Beruche asintió, aunque antes dio un vistazo a aquel librito de hojas amarilleadas por el paso del tiempo descubriendo una bonita caligrafía. Pudo leer…
-Compra el pollo troceado o trocéalo en casa, como prefieras. Luego hay que lavarlo bien, dejarlo escurrir y echarle sal. Luego vamos a dorarlo un poco por todos lados en una olla con una buena cantidad de aceite de oliva virgen extra. Pásalo hasta que quede bien marcado y sácalo de la olla. Echa en ese mismo aceite el trozo de pan para freírlo un poco, y cuando lo saques lo echas en el vaso de la batidora. Repite el proceso con las almendras. Por ultimo echa a la olla los ajos laminados y la cebolla bien picada, hasta que se pochen bien. Añade el tomate troceado y deja que el sofrito se concentre un poco. Una vez este sofrito esté bien hecho, lo agregas al vaso de la batidora y lo bates bien hasta que quede una mezcla uniforme. Vuelve a colocar el pollo en la olla a fuego lento, añade el contenido del vaso de la batidora, junto a la pastilla del caldo de pollo, el vino, una hoja de laurel y un poco de azafrán. Deja a fuego lento durante unos cincuenta o sesenta minutos removiendo el pollo cada cierto tiempo, para evitar que se nos pegue a la olla. Si ves que la salsa ha tomado consistencia y está espesa, ya puedes servir el pollo junto a la misma. 
-Anda cubito. ¡No distraigas al artista! - Se rio él palmeando el trasero de la chica.-

            Ella movió la cabeza y sonrió, por toda réplica le dio un rápido beso en los labios. Luego salió efectivamente para cambiarse. En ello estaba cuando sonó el teléfono.

-¿Diga?... ¡Ami-chan!.. ¿Cómo dices? ¿Qué has llegado de Tokio?... No sabía que fueras a venir… ¡Ah!, un congreso de medicina mañana… Si quieres podemos ir a recogerte… ¡Claro que no es molestia, tonta! Espérame en la terminal. Tardaré unos treinta minutos o así. No, no tomes un taxi…Eso te saldría por un dineral. - Añadió entre afectuosa y algo reprobatoriamente.- Hasta ahora mismo…

            Y colgó el teléfono. Enseguida volvió a vestirse aunque de modo más informal. Con un pantalón vaquero, una blusa y una chaqueta. Se calzó unas zapatillas de deporte y fue a poner al corriente a su esposo.

-¿Que Ami está aquí?- Se sorprendió el chico.-
-Sí, lamento tener que dejarte solo, pero voy a ir a recogerla.- Le comentó Bertie.-
-Si quieres llámala y dile que  voy a por ella con la translación instantánea.- Le propuso él.-
-Sabes que no debemos usar nuestros poderes para cosas que no sean realmente graves.- Le recordó su esposa una vez más.-
-Ya, pero llegar pronto para una cena como esta podría estar encuadrado en esa categoría.- Se sonrió el joven alegando con humor.- Junto a huracanes, ataques extraterrestres o inundaciones.

            Aunque viendo el gesto inflexible de su mujer, el chico se rio llevándose una mano al cogote para añadir.

-Vale, no te preocupes, prepararé un poco más y pondré mesa para tres. Para cuando queráis llegar todo estará listo…
-Gracias, cariño.- Sonrió ella dándole un nuevo beso en los labios que él encajó encantado.- Te dejo con tu obra maestra, ¡ji, ji, ji!…

            Y se marchó dispuesta a ir a buscar a su querida amiga. Aunque la tarde se había complicado algo, gruesas nubes habían cubierto el cielo y se descargó un considerable aguacero.

-¡Oh Cielos! – Musitó la joven en tanto conducía despacio hacia el JFK.- Espero que no haya mucho atasco.

Aunque desgraciadamente lo había. Bertie se encontró atrapada en una larga cola de vehículos. Enseguida usó su teléfono móvil y llamó a su amiga…

-Ami-chan. El tráfico está imposible. Tardaré algo más en llegar. No puedo decirte cuánto… gomen...

            Atenta a las palabras de su interlocutora la recién llegada estaba sentada en un banco de la terminal junto a su equipaje. Sonrió respondiendo.

-No te apures, Bertie-chan. No tengo prisa.
-En cuanto esté llegando te vuelvo a llamar.- Afirmó su amiga.-
-Muy bien, esperaré aquí leyendo un poco…-Se despidió Ami que pensó.- Es una suerte que ya existan este tipo de teléfonos en esta época. No podemos usar tecnología del siglo treinta porque sí. Y acordamos con las chicas no emplear los aparatos de nuestros uniformes para comunicarnos, salvo por causa muy urgente.

            Aunque claro. Bertie habría tenido que transformarse en la Dama del Hielo para haber utilizado su comunicador y Ami no veía eso muy probable.

-Dentro del coche no hubiera tenido mucho espacio para transformarse.- Se sonrió con solamente pensarlo.- Y por suerte ahora las cosas están tranquilas. Espero que no haya tenido que usar su colgante mucho.

Y es que la joven estudiante de medicina  reflexionaba sobre lo tranquilo que estaba ahora todo. Tal y como les comentó Usagi todas podían dedicarse a tratar de hacer realidad sus sueños al fin. Libres de batallas y enfrentamientos contra fuerzas malignas. Al menos de momento. Hacía un par de días de hecho se despidió de sus amigas. Quedaron en el Santuario Hikawa.

-De modo que un congreso, ¿eh?- Le comentaba Rei en tanto barría unas escaleras cercanas.-
-Es una gran ocasión para conocer a los mejores doctores de todo el mundo.- Respondió la joven.-
-¡Y dentro de poco serás uno de ellos!- Afirmó Usagi con su habitual entusiasmo.-
-Siendo tan inteligente serás tú quien les deje maravillados.- Opinó Makoto.-
-Sí, chica. La verdad es que nos alegramos mucho por ti.- Añadió Minako.-
-Lo único que espero es que no haya ningún problema. Ya me comprendéis.- Comentó Ami con cierto apuro.-
-Tranquila.- Sonrió Usagi para declarar con tono rotundo.- Todo está en calma por ahora. Es momento de que cada una nos dediquemos a perseguir nuestros sueños.
-En tu caso a dormir y seguir soñando.- Se burló Rei que terminaba de pasar la escoba por esa zona.- Con despertarte para comer… ¡Ja, ja!
-¡Ya tuviste que salir!- Le reprochó la aludida con algo de malestar en el tono que trató de camuflar con cierto retintín, agregando.- La sacerdotisa tuvo que hacer su predicción. Si no te metes conmigo no te quedas tranquila.
-¡Era una broma! - Replicó su contertulia con sorprendente buen talante.- Anda, no te enfades, si es para que Ami se lleve un recuerdo divertido y se lo cuente a nuestros amigos.
-¡Claro!- Se rio la joven estudiante de medicina.- Daré muchos recuerdos a Bertie y a Roy de vuestra parte.
-Ojalá yo tenga ocasión de ir a ver a Cooan y a Tom.- Dijo Rei entonces.- De hecho, Cooan no para de decirme que les visite en Portland.
-Eso está muy bien.- Afirmó Usagi deseosa de sellar la paz definitivamente con su amiga.- Pues deberías aceptar.

            Sin embargo, Ami se dio cuenta de que la expresión de Minako se había endurecido y parecía molesta. Fue entonces cuando la aspirante a ídolo comentó algo de forma muy seca, mirando ostensiblemente su reloj de pulsera.

-Se me ha hecho muy tarde, tengo que irme. Te deseo buen viaje, Ami.
-Sí, a mí también. Tengo que ir a mi  casa, dejé tareas pendientes.- Afirmó Makoto con gesto de circunstancias.-

            Rei las miró extrañada, lo mismo que la propia Ami que vio también como el gesto de Usagi se ensombrecía. La estudiante de medicina apenas sí pudo musitar en tanto sus amigas se alejaban.

-Hasta mañana, chicas…
-Lo siento.- Musitó Rei sentándose sobre las escaleras con las manos entrelazadas sobre el pecho.- No debí decir eso.
-No has dicho nada malo.- La animó Usagi.-
-Pero, Minako…ella no lo está pasando bien.- Repuso la abatida sacerdotisa.- Ya lo sabes.
-Ante eso nada se puede hacer.- Declaró tajantemente Usagi, bastante más seria ahora de lo que solía ser.- Ella lo sabe perfectamente.

            Hubo un silencio algo embarazoso que la propia Ami se encargó de romper para comentar con un tono pretendidamente jovial.

-Es verdad que se ha hecho tarde. También debo irme. Tengo que hacer las maletas, comprobar la documentación y no olvidar el billete de avión.

            Sus amigas sonrieron, Se despidieron de ella dado que al día siguiente no les sería posible acompañarla al aeropuerto. Así fue y Ami partió sin novedad. Durante el vuelo pensó en aquello y ahora lo recordaba una vez más. Quizás hablase de ese tema con Roy llegada la ocasión…

-Sí, no sé si él habrá indagado pese a lo que le dije. Por un lado desearía que así fuera.- Se decía.-

            Por su parte el joven estaba terminando aquella receta de su abuela. Ya únicamente tuvo que remover un poco la salsa y dejar el pollo para que se empapase de ella. Se sonrió. Aquello tenía muy buena pinta. A buen seguro su mujer y Ami iban a quedar encantadas. Se alegraba de que la gran amiga de Bertie hubiera venido. Él también la apreciaba mucho, lo mismo que al resto de las guerreras. Demostraron ser muy buenas amigas y compañeras. Ahora solamente le restaba esperar a que llegasen. Puso la mesa enseguida, dos copas por comensal, una para vino y otra para agua…

-Será una buena ocasión para abrir alguna botella de las que me regaló Diamante.- Pensó en tanto colocaba los platos.- No soy un entendido como él pero creo que un tinto irá mejor con el pollo…

            Y colocó a su vez unas servilletas e incluso unas flores del jardín dentro de uno de esos jarrones de cristal esmerilado que tanto le gustaban a su mujer. Tras ultimar los retoques y haber puesto cubiertos y hasta los platitos de postre decidió que ya estaba todo.

-Ahora habrá que esperar…- Pensó.- Es una lata pero ¡Qué le vamos a hacer!...
           
            Quizás poniendo la tele se entretuviera, aunque entonces se acordó de la caja en la que había encontrado el libro con las recetas de su abuela. La había dejado en la cocina. Seguro que Bertie le reñiría por eso. De modo que fue a por ella y la cargó para subirla al desván. Una vez la dejó sobre otros paquetes que tenía almacenados allí se dispuso a cerrarla, no sin antes dar un vistazo para comprobar que las solapas de cartón se ajustaban. Entonces vio moverse algo…eran papeles sueltos. En la penumbra de esa estancia no acertaba a ver con claridad. Encendió la bombilla que tenía colgando del techo.

-Tengo que poner un aplique en cuanto tenga tiempo.- Se dijo a modo de nota mental.-

            La luz se hizo en el cuarto y entonces se dio cuenta de que esos papeles eran en realidad unos cuantos sobres. Tenían un color ocre y parecían muy desgastados. Debían de ser bastante antiguos. Uno de ellos era grande. Una ojeada confirmó su impresión. Leyó la parte del envés sorprendido al ver un sello de tinta casi borrada.

-Pearl City, enero de mil novecientos cuarenta y cinco.- Susurró atónito.- ¡Es una carta!, debe de ser del abuelo Harry. ¡Esto es de la guerra!

            Comprobó que, en efecto, el remite era la dirección de sus abuelos paternos.  En ese sobre grande había un pequeño librito. Parecía una especie de diario. Y asimismo descubrió bastantes sobre más, algunos sujetos por unas cuerdas. Con patente curiosidad las sacó y desató un nudo diestramente hecho.

-Vaya…- Se dijo con gesto sorprendido.- Son cartas que mi abuelo Harry envió a mi abuela Ethel, cuando estuvo destinado en Hawái y en ¡Japón!...No, él nunca estuvo allí por lo que yo sé. Pero hay algo escrito en japonés. Al menos aquí dice algo sobre Iwo Jima…-Comprobó leyendo una dirección, esta vez en alfabeto latino.- ¿Y estas otras?- Se extrañó al ver luego una rara caligrafía con exóticos símbolos.- Estas otras deben de estar en japonés también. En cuanto vuelvan Bertie y Ami les preguntaré. Seguro que ellas podrán leerlo…

Por su parte, la estudiante de medicina estaba ocupada leyendo unos apuntes en tanto aguardaba a su querida amiga.

-Espero que podré aprender mucho en este congreso.- Se decía.- Es un tema muy interesante. Lástima que Mamo-chan se lo pierda. La cardiología es su especialidad.

            La muchacha recordaba ahora alguna que otra conversación con Mamoru. Además de su papel cada vez más importante como futuro rey Endimión, ese chico siempre tuvo la vocación de ser médico. Igual que ella. Alguna vez sus amigas habían bromeado con eso. Sobre todo Rei y Minako, para sacar por supuesto a Usagi de sus casillas y hacerla rabiar un poco. Fue una semana antes de salir de viaje.

-¡Ja, ja, ja! - Recordaba haber escuchado exclamar a su amiga la sacerdotisa, cierta tarde soleada en Hikawa, estando  las cinco allí.- Ami, creo que Mamo-chan y tú no haríais mala pareja después de todo.
-Es cierto. Seríais una joven pareja de médicos, guapos, inteligentes...- Se unió Minako con una amplia y divertida sonrisa.-
-¡Eh! ¿Qué pasa con vosotras?- Terció Usagi poniéndose roja de enfado por momentos.-  Mamo-chan es mío y bien mío…Dejad de malmeter…
-Bueno, chica. No te pongas así. Era solo un comentario.- Se sonrió pérfidamente Rei, más al agregar.- Aunque claro… bien visto no es para nada una mala idea…
-¡Tú no has tenido una buena idea en tu vida!- Exclamó Usagi elevando un puño.- No las sabes distinguir de las tuyas.
-¡Ja, ja!  ¡Quien se pica ajos compre!- Se rio Minako.-
-Quién se pica ajos come.- La corrigió Ami ruborizada a su vez.-
-Anda chicas, dejadlo ya.- Les pidió Makoto.-
-Pero, ¿a que no vamos tan desencaminadas, Mako-chan? - Quiso saber la sacerdotisa, recreándose al contemplar la cara de enfado de Usagi.-

            La interpelada se permitió una leva sonrisa para  afirmar no sin humor.

-Lo cierto es que parecen tal para cual. Me los imagino compartiendo una velada romántica, a la luz de las velas y estudiando gruesos tomos de medicina…
-¡Lo que me faltaba! – Terció Usagi cruzándose de brazos con visible enojo.- Que empieces tú también…Creo me iré a casa para dejar de oír tonterías…

            Y se levantó presta para marcharse cuando fue la propia Ami quién la detuvo…

-Por favor, Usa-chan. Es una broma. Mamoru y yo solamente somos amigos. Él está coladito por ti. ¿No es cierto, chicas?- Inquirió al resto en tanto las miraba con algo de severidad.-
-Claro mujer.- Se apresuró a responder Minako, ahora de modo conciliatorio.- No te pongas así. Solamente te estábamos gastando una broma.
-Es verdad. No te lo tomes de esa manera.- Le pidió Makoto a su vez arrastrando las palabras con tinte casi maternal.- Venga…

            Su amiga entonces volvió a sentarse, más calmada pero todavía mirándolas con desaprobación. Fue entonces Rei quien intervino declarando casi a modo de sentencia psicológica…

-No seas niña. Que te enfades de esta manera por una broma inocente denota tu clara inseguridad.
-¿Qué quieres decir con eso?- Inquirió la aludida con tono receloso.-
-Quiero decir que si de veras confías en el amor de Mamoru hacia ti, este tipo de cosas deberían resbalarte.- Le aclaró su interlocutora añadiendo no sin cierto poso de indignación.- ¿Somos tus amigas y eres capaz de ponerte así? ¿Qué harías si una desconocida se le acercase?

            Usagi pareció meditar sobre aquello y unió sus manos en tanto respondía más calmada, admitiendo.

-Sí, en eso tienes razón…
-Anda, anímate.- Sonrió Makoto.- Vamos a tomar algo al Crown.
-Sí, te invito a un batido.- Le ofreció Rei, ahora con tintes más joviales.- Para que se te pase el mal rato.
-¡Vaya! ¿Me vas a invitar tú?- Exclamó la aludida de nuevo, para contratacar con un tonillo de retintín.- Debe de ser un día especial, a juzgar por lo tacaña que eres.

            Ahora fue la aludida la que enrojeció su semblante para espanto del resto que ya se temían una buena…más cuando la sacerdotisa replicó a su modo hosco habitual cuando se enfadaba.

-No, ¡si todavía tendré que partirte la cara!
-Calma Rei.- Le pidió Makoto tratando de mediar en tanto hacía un espacio con las manos entre las dos contendientes.-
-Eso, no te pongas así.- Se sonrió ahora Usagi repitiendo con sorna los argumentos de su polemista.- Que te enojes de esa forma por un comentario inocente denota tu inseguridad.

            Aunque apenas si tuvo tiempo de salir corriendo cuando la aludida empuñó una de las escobas que tenía en el templo y la persiguió al grito de.

-¡Ya verás lo segura que soy utilizando esto! Lo vas a “denotar” por el chichón que te haré en la cabeza para acompañar a los que ya tienes en el pelo…

            Las demás asintieron a ese “corre que te pillo” suspirando y moviendo la cabeza. Ami lo rememoraba con una sonrisa. En el fondo sus dos amigas se querían muchísimo. De hecho tras esa corta batalla a base de escobazos y tirones de pelos acabaron tan contentas compartiendo un batido doble en el Crown…

-Sí, os voy a echar de menos.- Se decía la joven.- Aunque aquí también tengo a unos estupendos amigos.

            Y a todo eso consultó su reloj de pulsera. Eso sí, tras adaptarlo a la hora de Nueva York. Ya llevaba aguardando más de cuarenta minutos y Bertie no aparecía. Desde su banco podía mirar a través de las cristaleras de la terminal y comprobar que la lluvia no había cesado. Seguramente su pobre amiga estaría atrapada en el tráfico de esa gran ciudad. Le pesaba haberla metido en ese embrollo cuando podría haber estado tan tranquila en su casa. Suspiró, seguiría consultando sus anotaciones. Pensaba una vez más en Mamo-chan, eran desde luego bastante parecidos en su interés por la medicina, aunque por supuesto que eso no significaba nada. Ella le veía como a un buen amigo, incluso una especie de sempai, o hermano mayor que la ayudaba y la escuchaba cuando tenía alguna duda o se sentía algo más baja de ánimos. Y es que para Ami estudiar medicina además de una vocación, era una especie de responsabilidad. Durante años su familia había contado con médicos. Su madre, su  tío e incluso su abuelo, quien fue el que había comenzado con esa tradición.

-¡Ami chan! ¡Gomen nasai! - Escuchó entonces la voz de su amiga, entre jadeos.-

            Al levantar la vista vio a Bertie que respiraba agitada tras una larga carrera. La muchacha enseguida se levantó y ambas se abrazaron…

-Perdona, pero la carretera de circunvalación veintisiete estaba imposible. Y encima están de obras con la nueva terminal uno y la ampliación de la  siete.
-No pasa nada. Te agradezco que hayas venido a buscarme.- Sonrió su amiga.- Dime. ¿Qué tal todo por aquí? ¿Cómo están Roy, tu hermana y Tom?

            Y mientras ayudaba a Ami con el equipaje y salían de la terminal dirigiéndose al coche su contertulia le contó.

-Mi marido está en casa. Haciéndose el lesionado de cara a su equipo. - Sonrió para agregar.- Estábamos terminado la mudanza. Todavía tenía cosas en el piso de sus padres que le faltaban por traer. El pobre estaba preparando la cena cuando llegué a casa. Justo al poco rato llamaste tú.
-¡Oh, cuanto lo siento! – Se disculpó la azorada Ami.- No quería estropear vuestra velada.
-No te preocupes, mujer. Nos ha hecho mucha ilusión que hayas venido. Es más, Roy nos aguarda para la cena.- Le comentó jovialmente su interlocutora.- Espero que la mantenga caliente, ji, ji, ji…
-¿Y de los demás que puedes contarme?- Inquirió la recién llegada.-
-Mi hermana y Tommy están muy felices allá en Portland. Ella trabajando en la guardería de una escuela elemental y él en un dojo de artes marciales. Aunque Tom ya está pensando en montar uno propio.- Le refirió su amiga para querer saber a su vez.- ¿Y el resto de las chicas?
-Pues…- Replicó Ami en tanto metían el equipaje en el maletero y subían al coche.- Usagi y Rei peleándose como de costumbre, Minako tratando de hacerse famosa, acudiendo a cuantos castings puede, y Makoto pensando en abrir su propio negocio de floristería combinada con repostería y cafetería. Mamoru como yo, pero algo más adelantado en la carrera de medicina y Luna y Artemis yendo y viniendo del futuro a ver a Chibiusa y a su hija Diana.
-Me alegra saber que todo va bien.- Declaró Bertie arrancando el auto para enfilar la salida del aeropuerto.- Aquí tampoco podemos quejarnos.

            Las dos charlaron un poco más contándose alguna que otra anécdota. Por fortuna el viaje de regreso fue mucho más rápido. No encontraron atasco en esa dirección. En apenas treinta minutos llegaron y, tras meter el vehículo en el garaje, Beruche ayudó a su amiga con las maletas y abrió la puerta.

-¿Roy?- Le llamó pero no obtuvo respuesta.- Este marido mío nunca aparece cuando hace falta.- Suspiró con resignada paciencia.-
-Pobre, le hemos hecho esperar bastante.- Comentó Ami llevando otra de sus maletas disculpándose una vez más.- Lamento haberos interrumpido. De veras.
-No te inquietes por eso. Está muy contento de que hayas venido.- Le repitió su amiga con tono jovial.-

            Ambas jóvenes entraron al salón, dejando el equipaje ahí. Bertie volvió a llamar a su marido pero éste no daba señales.

-¡Qué raro!- Comentó ella mirando a la atónita Ami.- No sé dónde podrá haberse metido.

            El caso es que, mirando más atentamente en el salón, ambas vieron una mesa muy bien puesta para tres, hasta con un jarrón de flores adornado con hermosas kerrias amarillas y rosas rojas y todo.

-¡Vaya! - Exclamó Ami con agrado.- Quizás es que tu esposo ha estado muy ocupado preparando esto. ¡Está precioso!
-Sí, cualquiera le echa la bronca por no aparecer.- Sonrió Bertie enternecida por aquello.- La verdad, no me lo esperaba. Y hasta ha puesto mis flores favoritas.

            No obstante, no tuvieron que aguardarle mucho, oyeron pasos que bajaban de las escaleras del piso de arriba. Era el chico que venía con aspecto jovial, luciendo uno de sus  chándales del equipo de los Knicks.

-Disculpad, no os había oído llegar.- Comentó añadiendo enseguida en tanto se dirigía a su invitada y le daba un cariñoso beso en la mejilla.- Me alegra verte, Ami.
-Igualmente. Roy. - Repuso la recién llegada algo ruborizada.-

Lo cierto es que no se acostumbraba a la relajada familiaridad en el trato que tenían los occidentales y su amigo en particular. Casi con que le presentasen a alguien ya parecía conocerle de toda la vida. Ella, pese a apreciarle mucho, se limitó a hacer una leve inclinación de cortesía y añadir.

- Es un placer estar aquí…
-Pues poneos cómodas y vamos a cenar.- Les propuso él.-
-¡Tú te has puesto demasiado cómodo! - Se rio su mujer.-
-No te fíes de las apariencias.- Afirmó él con tintes desenfadados mientras se quitaba la chaqueta del chándal.-

            De este modo reveló que debajo llevaba una camisa de color azul pálido regalo de su mujer y hasta una corbata roja. Eso sorprendió a Bertie. A su vez el pantalón largo de entrenamiento cedió paso a otro de vestir de color azul marino. El chico se lo había quitado de un tirón revelando que estaba sujeto por un velcro al otro más elegante que llevaba debajo. Así tras ver las caras de perplejidad de sus interlocutoras, se sonrió pícaramente para declarar.

-¿Lo veis? Me transformo más rápidamente que vosotras… ¡ja, ja!…

            Su esposa y su amiga se rieron de aquello.

-Anda, ¿dónde tienes tus maletas, Ami?
-He traído un par, no te preocupes.-Sonrió esta algo apurada.-

            Roy por supuesto no le hizo el menor caso, Bertie le indicó que estaban en la entrada. El chico las tomó sin esfuerzo y las subió al segundo piso. Luego bajó las escaleras.

-Te las he dejado en tu habitación.- Le dijo a su invitada.-
-Muchas gracias, eres muy amable.- Sonrió la reconocida Ami.-

            Entonces Bertie y ella se disculparon durante unos momentos. La anfitriona guio a Ami al cuarto de invitados. Después ella fue a su propia habitación. Se cambiaron y bajaron luciendo sendos vestidos, blanco  era el de Beruche y aguamarina la invitada. Roy por su parte las había estado aguardando con su tiempo ocupado en la lectura con ese pequeño diario que tanto le había intrigado.

-A ver…- Se dijo en tanto leía.- “Querida Ethie, estamos en medio del Pacífico. Viajo aquí con el resto de los muchachos en la Task Force cincuenta y seis. Es una gran flota, al menos doce portaviones. Se prepara una buena…Yo voy a bordo del acorazado New Jersey, como parte de la quinta división de marines. Sé que eso no te dirá nada, pero aquí estamos acostumbrados ya a detallar nuestra situación y posición, ¡ja, ja!…en fin. Hasta ahora la travesía ha sido tranquila. Ningún submarino japonés nos ha estado acechando, al menos que sepamos”…

-Ya estamos listas.- Sonó la voz de Bertie.-

Esto hizo que el chico interrumpiera la lectura y deslizara el librito bajo la servilleta que tenía sobre la mesa. Con bastante galantería él se ocupó de separar las sillas para que ambas chicas se sentasen, después, haciendo lo propio, les comentó.

-Ahora preparos a extasiar vuestros paladares.
-Lamento mucho haberos hecho posponer la cena hasta tan tarde.- Se excusó nuevamente Ami.-
-¡Que va! – Repuso su anfitrión con tono animado.- Al contrario. Me disteis tiempo para terminar. Ahora mismo tengo el pollo en el horno. Voy a por él enseguida…

            Y se levantó yendo raudo a la cocina y retornando enseguida con una bandeja que mostraba muslos y alas de pollo, recubiertos de una salsa que tenía realmente muy buena pinta, con guarnición de almendras, patatas fritas y guisantes. Tras depositar aquello sobre la mesa, sirvió a las dos muchachas…

-Bueno, pues voilá, como dirían el estirado de Diamante y la Esmy.- Sonrió él contagiando a sus interlocutoras.- Aquí está el pollo con almendras a la Malden…

            Dicho eso comieron todos con gran apetito. La primera en elogiar el sabor de aquel plato fue la invitada.

-Está muy bueno. Debo admitir que eres un gran cocinero.- Afirmó Ami.-
-Muchas gracias. Me defiendo un poquito.- Sonrió él visiblemente complacido añadiendo.- Además, practiqué mucho en el Rincón. Sobre todo cuando estuvimos con el maestro Kaio. A parte de aprender sus técnicas de combate intercambiamos chistes malos y por supuesto recetas y métodos de cocina. En ambas cosas los dos éramos grandes expertos, ¡ja, ja, ja!…

            Eso provocó las risas de sus interlocutoras. ¡Podían dar fe de ello!

-Si Mako-chan hubiera probado esto hasta te haría una oferta de unirte a ella para abrir un restaurante.- Le elogió Ami.-
-Hay que admitir que te ha quedado delicioso.- Convino Bertie.-

            Su esposo sonrió pleno de satisfacción. Pasaron el resto de la velada charlando distendidos sobre sus amigos y sus proyectos de futuro. Remataron la velada con algunos sucedidos de la Luna de Miel de los chicos. Tal y como Beruche le contase a su antigua compañera de facultad, refirió a su amiga aquel viaje a España tan interesante…

-¿El fantasma de un Conde? ¡No me lo puedo creer!- Sonreía Ami observando atónita a sus amigos.-
-Pues sí, fue tal y como te lo cuento.- Aseguró Bertie quien suspiró con resignado humor.- ¡Es que hasta de vacaciones nos tienen que pasar cosas raras! Ya le conté a Melanie algo de esto.
-O sea que vas y le largas a Mel nuestros secretos mejor guardados.- Se sonrió su esposo no sin cierta malicia, añadiendo no sin algo de broma.- Lo de los fantasmas pase. Aunque espero que no le relatases todo lo que pasó en aquel dormitorio…

            Visiblemente sonrojada Bertie no se privó de levantarse y obsequiar a su marido con un buen capón arrancando una tímida risa de su invitada. Tras frotarse el golpe el chico añadió todavía de modo jovial.

-Sí, es cierto. Estamos siempre de servicio. Aunque ese conde al final era un buen tipo, y su prometida Doña Blanca, una mujer realmente estupenda. Se conservaba muy bien a pesar de llevar muerta setecientos años. Mejorando lo presente.- Añadió algo aturullado.- Me refiero a que vosotras dos también lo sois…estupendas quiero decir…

Sus interlocutoras movieron la cabeza divertidas. ¡No sabían cómo tomarse aquello!

-No lo intentes arreglar, por favor.- Se rio finalmente Beruche.-

Su marido asintió, los tres se rieron y dejaron ese tema al fin. Bertie no quiso empañar la velada sacando a relucir lo que Melanie le contó acerca de la pobre April. Ya hablaría de ello con Roy en privado. En tanto pensaba eso se había producido un breve momento de silencio en la mesa. Fue Ami quien lo rompió, cuando quiso saber dirigiéndose a su gran amiga.

-¿Y todo lo que me contaste de esa chica que sufría bulling y de ese centro tan conflictivo?

            Se refería al curso de prácticas que Bertie hizo dentro de su master para convalidar sus estudios de primaria de cara a la secundaria. De modo que la interpelada le respondió.

-Bueno, aquello fue el curso pasado. Ahora en mi nuevo colegio las cosas son mucho más tranquilas. Al menos eso espero.

 Su contertulia asintió escuchando atentamente. De hecho habían dado buena cuenta de la cena y para terminar Roy se puso en pie para ir a por los postres. Fue entonces cuando al levantar una servilleta apareció aquel pequeño libro que había estado leyendo.

-¿Qué es eso?- Quiso saber su esposa observando las amarillentas páginas de ese librito  con curiosidad.-
-Ya se me había olvidado.- Contestó su cónyuge que les contó a ambas.- Estaba haciendo algo de orden en el desván cuando llegasteis. Por eso no os escuché. Y encontré unas cuantas cartas que mi abuelo Harry debió de enviarle a mi abuela Ethel, la dueña de esta receta de pollo. Y también estaba este libro. Creo que es una especie de diario de mi abuelo. He leído algo y es bastante interesante. Es más, arriba tengo cartas escritas incluso en japonés. Espero que luego me las podáis traducir.
-Claro.- Asintió Ami que le propuso.- ¿Por qué no empiezas por leernos este libro? Si es que es apropiado. No quiero enterarme de cosas íntimas de tu familia.- Aclaró no sin rubor.-
-No creo que a mis abuelos les importe ya. Fallecieron incluso antes de que mis padres me adoptasen. Y esto era de mi abuelo Harry. Murió en la guerra.-  Comentó Roy, evidenciando un poso de tristeza en esas últimas palabras.-Me hubiera gustado mucho conocerle a él y a los demás.
-Será muy bonito saber lo que tu abuelo le decía a tu abuela. A ver si se parecía a ti.- Le animó Beruche.- Y es una forma de poder acercarse a ellos.

            Su marido asintió, aunque antes fue a por unos helados y algo de fruta a modo de postre. El trio terminó de cenar y, ya acomodados en el sofá del salón, Roy comenzó a leer. Tras ese párrafo que ya había visto anteriormente prosiguió.

-“Estamos viajando a buen ritmo, la flota llegará pronto a aguas japonesas. El grupo de combate está dispuesto. La mayoría tenemos algo de miedo. Sabemos que los “japos” son duros y que la batalla se prevé encarnizada. Sin embargo, tengo fe en que Dios me ayudará”

-No es lo que yo llamo tranquilizar a su esposa.- Suspiró Bertie al oír aquello.-
-Quizás mi abuela confiaba también en la Providencia, cubito. Y supongo que ella sabría que mi abuelo no iba precisamente a un baile.- Comentó Roy.-
-Aun así. Recuerdo cuando tú mismo me ocultaste tu reto contra ese maldito demonio.- Dijo su interlocutora aun con cierto tono de reproche.- No debiste guardarte todo eso para ti.
-No fue lo mismo. Yo no quería hacerte sufrir inútilmente, ni que te vieras involucrada en eso.- Afirmó conciliatoriamente él.- Pero mi abuelo Harry sabía que su mujer no iba a venir desde los Estados Unidos hasta Iwo Jima. Además, quizás esto fueran notas para sí mismo. Siendo su diario sería confidencial.

            Bertie le obsequió con una mirada algo recelosa, no le gustó ese velado reproche. Aunque enseguida Ami se ocupó de disipar aquello al pedirle a su anfitrión.

-¿Podrías continuar leyéndolo? Está muy interesante.
-Por supuesto.- Sonrió ahora él haciéndolo de inmediato.-

-“El día Dieciséis de febrero de mil novecientos cuarenta y cinco nuestra flota comenzó a bombardear posiciones enemigas. El día diecisiete el crucero Pensacola se acercó demasiado y fue alcanzado por baterías de la defensa costera. ¡Pobres muchachos! Perdieron a algunos de los suyos. Hay que andarse con ojo, los defensores de la isla parecen dispuestos a todo. No me extraña que se la esté comenzando a llamar “la picadora de carne”.

            Al pasar la siguiente hoja algo cayó, era una cartulina rectangular. Ami la recogió del suelo y se dio cuenta con asombro de que uno de los allí retratados le era vagamente familiar.

-Se parece a…no sé. El caso es que juraría haberlo visto antes, en alguna parte.

            De hecho era claramente japonés. Aparecía uniformado con uniforme de campaña y distintivos de asistente médico, junto  a un joven soldado con casco y uniforme de tonos claros, que debería ser caqui. Teniendo en cuenta que la fotografía era en blanco y negro sería lo más lógico. Roy entonces comentó atónito.

-¡Éste es mi abuelo Harry!, en fin. Al menos fue el primer marido de mi abuela Ethel. Seguro. Mirad, al pie de la foto, pone… ¡No lo puedo creer! Debe ser casualidad…

            Su mujer tomó la foto en su mano derecha y fue la que leyó, presa de la misma sorpresa e incredulidad.

-Veintisiete de febrero de mil novecientos cuarenta y cinco. Harold Drexler y Kenshiro Mizuno… Siempre amigos pese a todo.
-¡Ese era el nombre de mi abuelo!- Exclamó Ami ahora totalmente perpleja, cuando les reveló a sus también asombrados amigos.- Mi madre no ha hablado nunca mucho de él. Fue médico, creo que empezó la tradición familiar. Su hijo mayor Naoki, mi  tío, siguió sus pasos. Y después mi madre…
-Creía que el apellido Mizuno era el de tu padre.- Comentó el atónito Roy.-
-No, en Japón las leyes permiten a la mujer divorciada retomar su apellido de soltera y mi madre me lo puso a mí. Mi padre no se negó. Quizás por el hecho de abandonarnos cuando era yo muy pequeña. - Les aclaró ahora incluso más sorprendida que triste al pensar en eso.-
-Pero cariño, el apellido de tu abuelo… ¿No debería de ser Malden?- Comentó Bertie con extrañeza dirigiéndose a su esposo.-
-No, bueno, sí. Es lo que os he dicho antes. Éste fue el primer marido de mi abuela. Veréis, mi padre me lo contó cuando yo era un chaval.- Les explicó su contertulio.- Mi abuelo paterno, en fin. Esto es algo lioso.- Sonrió y reformuló su frase.- El padre biológico de mi padre murió en la guerra. Él era muy pequeño. Entonces su madre, la abuela Ethel, se volvió a casar tras unos años. Su nuevo marido le dio su apellido, Malden. Luego creo que se divorciaron. Pero para mi padre, el segundo marido de su madre fue su auténtico padre, el que le crió. No conoció otro. ¿Entendéis?
-Suena un poco a trabalenguas, pero creo que sí.- Le sonrió su esposa, agregando divertida.- ¡Y yo creyendo que en Némesis nuestras relaciones de parentesco eran complicadas! Un día tendré que hablarte de mi abuela Kim.
-Sí, debe ser una historia realmente interesante.- Convino su esposo.-
-La verdad es que esto es una casualidad realmente increíble.- Comentó Ami, observando esa fotografía con mucha atención.-
-Sí, realmente lo es.-  Convino el muchacho contemplándola también con interés, para remachar casi con admiración.- De modo que éste fue el padre biológico de mi padre…por eso él siempre me entendió tan bien. Cuando me desvelaron que yo mismo era adoptado.- Musitó ahora con un sentimiento de melancolía.- Me hablaba sintiendo de verdad cada una de las cosas que me decía. Sabía ponerse perfectamente en mi lugar.

            Bertie se dio cuenta y enseguida le tomó tiernamente de una mano para sonreír y declarar mirando a la foto

-Pues tu primer abuelo era un chico guapo…

            Y eso pese a que aquel hombre de la fotografía parecía tener el pelo castaño claro que lucía despeinado, una barba de tres días y sonreía con expresión cansada, pasándole un brazo por los hombros a ese hombre, claramente japonés, de pelo oscuro y casi dos palmos más bajo que él que, con un semblante más serio, miraba seguramente hacia la cámara.

-Entonces, esas cartas en japonés podrían ser de tu abuelo, ¿verdad Ami? - Terció Bertie.-
-Quizás sería mejor leer más de este diario. A ver si habla de él. – Comentó ésta con cautela.-

            Roy asintió. Prosiguió entonces donde lo había dejado.

-“Día diecinueve de febrero. Nos hemos espabilado muy pronto. La ofensiva ha comenzado a eso de las seis y media de la mañana. La mayor parte no hemos querido desayunar. Es imposible no vomitar hasta la papilla cuando te embarcan en esos lanchones para ir a tierra. Entre el movimiento del mar y el miedo que se tiene no hay nada que resista en el estómago. Al menos el mar está bastante calmado y hace sol. Es un día bonito, de no ser porque en la costa y en toda la isla nos esperan miles de diablos amarillos dispuestos a jugar al tiro al blanco con nosotros”. Perdonad la expresión.- Dijo Roy interrumpiendo la lectura.-
-No pasa nada. Es  comprensible.- Repuso Ami sin darle importancia.-
-Bueno, en mi caso realmente yo no soy japonesa.- Añadió Bertie.- No tengo nada que perdonar.
-Esa es otra cosa que me intriga.- Comentó ahora su esposo.- Siempre se me olvida preguntártelo pero. ¿Sabes de dónde provenían tus antepasados? Porque como viniste del siglo treinta es posible que ahora estés conviviendo con algunos de ellos sin saberlo.
-La verdad. No tengo ni idea y prefiero ni pensar en ello. De todos modos, la que más sabe de eso es mi hermana Petz. Es la mayor y la que más se enteraba de esas cosas. Cuando hablaba con nuestra madre y ella le contaba algunas historias. Las demás éramos muy pequeñas para recordarlo. - Repuso su esposa con un toque de tristeza que trataba de no evidenciar sin conseguirlo.-
-Sería estupendo que me las contases a mí también.- La animó su marido.-
-Quizás en otro momento, ahora me gustaría que siguieras leyendo.- Le pidió ella para zanjar aquello.-
-La verdad es que a todos nos sucede un poco lo mismo.- Declaró Ami.- Añoramos encontrar parte de nuestras raíces.
-Sí, Roy, y al menos tú puedes aproximarte un poco más a las de tu familia en la Tierra.- Le animó Bertie recobrando su buen ánimo.-

            Su marido asintió. La cosa estaba de veras interesante, pasó otra página más y continuó.

-“Las LTV se han lanzado, voy en la primera oleada. No sé qué significan esas siglas.- Les dijo a  las chicas para proseguir la lectura. - Al menos por ahora el enemigo no ha hecho nada por tratar de detenernos. Los chicos de la marina están dándoles un buen repaso a base de un bombardeo concienzudo. Al menos varios acorazados están haciendo fuego sobre la isla. No es que sea mucho consuelo saber que ellos deben de estar tan asustados como nosotros. Y aunque yo, como veterano, trato de animar a los más novatos, esto no me huele nada bien. Los japoneses no van a dejarnos llegar así por las buenas. Seguramente traman algo y están aguardando su momento. Incluso he oído a algún capellán rezar esa famosa oración de Sir Jacob Ashley: “Señor, ya sabes lo ocupado que voy a estar hoy. Si yo te olvido, no te olvides tú de mí”.
-Tuvo que ser horrible.- Comentó Bertie con gesto de pesar.- Esos pobres muchachos sabiendo que muchos de ellos iban a morir nada más poner un pie en esa playa.
- También nosotros sabemos muy bien lo que significan el temor y las dudas antes de una batalla.- Convino Ami.-
-Si te digo la verdad, cuando peleábamos contra vosotras poco menos que nos creíamos invulnerables. Y a mí personalmente no me gustaban demasiado las confrontaciones directas. Solía utilizar más a mis droidas. Y al final, más que miedo a la muerte sentí dolor y tristeza por perder el apoyo de mis hermanas.- Les confesó Bertie.-
-Yo puedo imaginar lo que mi abuelo y los demás debieron sentir.- Admitió a su vez Roy cuando recordaba.- La primera vez que me enfrenté a Nagashel sabiendo que no tenía ninguna posibilidad de derrotarle…por eso no quise preocuparte…lo lamento mucho, sé que lo pasaste muy mal.- Insistió ahora con tono de disculpa.-

            Su mujer le dio la mano y le estampó un cariñoso beso en la mejilla. Eso borraba el comentario anterior. El chico sonrió. Ami les miró enternecida a su vez. Sabía muy bien por lo que ambos pasaron. Y lo que ella misma sufrió, al igual que el resto de las guerreras, sin poder hacer nada por evitarlo. Por fortuna aquello quedaba muy atrás. Así, tras unos momentos de reflexión, el joven reanudó la lectura.

-“Ya quedan muy pocos metros para llegar a la playa, los acorazados y otros buques nuestros han disparado más salvas para cubrirnos. Y también hay unos cuantos aviones haciendo pasadas. Por ahora, pese a alguna vomitona que ya estaba en el guion, todo parece ir bien” Aquí termina está página, no está completa. –Dijo Roy que tras voltearla, añadió.- Continúa por la siguiente.
-Pues sigue leyendo. Por favor.- le pidió una muy interesada Bertie.-

            Ami convino con su amiga asintiendo y su anfitrión no se hizo de rogar, estaba tan o más atrapado por ese relato que ellas, así prosiguió.

-“Llevamos ya un par de horas en la playa, fortificando la posición. Desembarcamos a eso de las nueve. Milagrosamente los “japos” no han contratacado. Al parecer se ha dividido la cabeza de playa por sectores, “Green” “Red” y “Yellow”. Estoy en el “Green”. Tuvimos que subir por montículos de más de cuatro metros pero ahora parece que nuestros anfitriones se hubieran marchado. No seré yo el que se queje de que nos hayan dado plantón. Lo malo es esta arena gris en la que te metes casi hasta la cintura. Ni siquiera los tanques anfibios han podido moverse, sus cadenas se hunden. Vamos a tener que trabajar mucho para sacarlos de ahí.

-Pobrecillos. Además de los disparos, tener que esforzarse tanto.- Afirmó Bertie.-
-Si hubiera podido estar yo, los hubiese sacado sin problemas.- Comentó Roy pero lo hizo de un modo analítico, sin jactarse de ello.-
-¿Tú sabes lo que deben de pesar esas cosas?- Inquirió una incrédula Ami.-
-No podrán ser más pesadas que lo levantábamos en el Rincón.- Sonrió su interlocutor.- De eso no tengo duda alguna.

            Aunque tras ese interludio humorístico el chico prosiguió con la lectura y aquello era mucho menos amable.

-“Esos malditos japoneses nos estaban esperando, fue confiarnos y avanzar para recibir toda la potencia de fuego que guardaban escondida. Fuego de ametralladora, de mortero… ¡Esto es un infierno! Los nuestros han caído por centenares. Los puestos médicos no dan abasto. Aunque cavemos hoyos en la arena no sirven de nada, al ser tan blanda se deshacen o se colmatan enseguida”.

-¡Qué horrible!- Musitó Ami.-
-Sí. Debió de ser espantoso.- Convino Bertie con el mismo tono de pesar.-

            Roy continuó leyendo ante la atenta mirada de ambas mujeres.

-“Además, para colmo, ha llegado la segunda oleada de desembarco. Apenas si pueden avanzar por la playa entre los restos de los tanques y barcazas destruidas por el enemigo. Ese cabrón de Kuribayashi ha calculado perfectamente”
-¿Quién era ese tal Kuribayashi?- Quiso saber Bertie.-
-Debió de ser un general. No recuerdo mucho de esa parte de la historia.- Repuso Ami llevándose una mano al mentón.-

            Aquello era realmente insólito, una cosa que su amiga desconocía. Aunque era normal, sus estudios estaban enfocados a la medicina. Sin embargo, Roy enseguida tuvo una idea y declaró.

-Supongo que el que estuviera al mando de la guarnición japonesa.
-Podemos mirarlo en internet.- Sugirió Ami.-
-No tenemos aquí. Al menos todavía.- Replicó Roy, casi excusándose por ello.-
-¡Vaya! En Japón tenemos ya en casi todas partes.- Comentó su interlocutora.-
-Todo llegará. Aunque admito que a veces se me hace raro vivir en este tiempo. Es un poco… antiguo.- Pudo decir Bertie no queriendo sonar ofensiva.-
-¡Anda cubito, di que te parecemos primitivos y ya está! – Se rio su esposo.-
-Algunos lo parecéis más que otros.- Se sonrió ella ahora en tanto su marido se aporreaba cómicamente el pecho.- ¿Serás tonto?...

            Y por toda réplica él la sujetó juguetonamente de la cintura y le susurró al oído divertido.

-Yo… Tarzán, tú… Jane…luego tú y yo…¡unga… unga!…

            Eso provocó las risas de las chicas, Bertie guiñaba un ojo fingiéndose escandalizada aunque sonreía tratando de zafarse, pasándolo realmente bien con aquellas tonterías. Ami se ruborizaba incluso al ver aquello. Más cuando Roy hizo su típica broma del delantal. El joven se puso uno que tenía en la cocina. Era bastante cómico, llevaba dibujado unos conejitos. Regalo de Usagi, como no. Pero lo más vergonzante de aquello fue que, a la altura de su entrepierna, algo surgió empujando ese delantal hasta formar una especie de prolongación picuda, en tanto el joven fingía gruñir y repetía.

-Mí gustar chica del futuro, ¡ñam, ñam!…levantárseme el ánimo. ¡Ja, ja, ja!
-¡No seas payaso! – Se reía Beruche, pese a todo, colorada a su vez.- ¿Es que no te da vergüenza?

            Ami se tapaba la cara con las manos, aunque de forma cómica y con los dedos entreabiertos. Al fin, su anfitrión destapó el truco sacando de entre sus piernas y de debajo del delantal una cuchara de madera que era lo que había estado empujando contra esa tela a fin de provocar tal efecto…

-Este gamberro siempre tiene que estar haciendo tonterías.- Comentó su mujer moviendo la cabeza con fingida reprobación.- ¡No tiene sentido del ridículo!…
-Es verdad, cubito, ¡pero tú sabes que otras veces lo hago de verdad y sin efectos especiales!…- Se rio él.- Y de ridículo nada, ¡ja, ja!… no me puedo quejar en cuanto al tamaño… ¡Y creo que tú tampoco!…

            Ambas chicas enrojecieron a ojos vistas. Lo peor es que, entre risas, la propia Beruche tras darle un repaso de coscorrones a su esposo, le cuchicheó a su amiga que no paraba de reírse a su vez entre azorada y divertida.

-Lo malo es que es verdad. A veces me ha cocinado algo llevando el delantal… y solamente el delantal…

            Tardaron un poco en acallarse las carcajadas y ponerse todos un poco más serios. Con esas chanzas casi habían olvidado ese diario. Ami entonces recordó algo.

-Puedo consultar mi mini ordenador. Tengo enlace al banco de datos del reino de Cristal Tokio del futuro…
-¿Y cómo es posible eso?- Quiso saber Roy mirándola con expresión atónita.-
-Bueno, básicamente tiene que ver con la teoría de cuerdas.- Repuso su mujer.-
-¿Qué cuerdas?- Inquirió el chico sin saber si lo decía en serio o en broma cuando añadió.- Aquí no veo ninguna.

            Y tras hacerse con ese pequeño aparato, la guerrera Mercurio añadió tratando de no reírse de ese último comentario.

-Según la teoría de cuerdas, las partículas que nos rodean y también de las que estamos constituidos son en realidad "estados vibracionales" de un objeto extendido más básico llamado "cuerda". Cuerdas minúsculas que vibran en un espacio-tiempo de más de cuatro dimensiones. Una de las proposiciones de esta teoría (teoría M) es la existencia de 11 dimensiones.
-Es cierto y no solo las cuatro con las que estamos familiarizados: largo, ancho, profundidad y tiempo, principalmente desde el planteamiento de la Teoría de la Relatividad. - Remachó Bertie.- De ese modo se pueden utilizar pasillos interdimensionales para obtener una serie de datos de otras épocas o viajar en el tiempo. Como mis hermanas y yo hicimos.

            Roy estaba con los ojos como platos y la boca abierta. ¡No había entendido absolutamente nada de aquello!

-Lo, ¿lo cualo?- Exclamó perplejo.-

            Ambas muchachas cruzaron sendas miradas de regocijo y se rieron. Finalmente fue la esposa del atribulado chico la que quiso dejar de lado aquello.

-Digamos que Ami tiene conexión con una gran central de datos…
-Así es, y voy a consultar sobre ese tal Kuribayashi.- Añadió la joven estudiante de medicina.-

            Y tras teclear el nombre  algo apareció en ese monitor. La muchacha enseguida leyó…

-Tadamichi Kuribayashi (栗林忠道, Nagano, 7 de julio de 1891 - Iwo Jima, 23 de marzo de 1945), fue un militar japonés, general del Ejército Imperial durante la Segunda Guerra Mundial que dirigió la defensa de la isla Iwo Jima, en el transcurso de la cual resultó desaparecido. (Wikipedia)
-Qué curioso. Le sucedió igual que a mi abuelo Harry. Tampoco regresó nunca de allí.- Comentó el muchacho que parecía hacer memoria cuando añadió.- Al menos eso es lo que mi abuela Ethel le contó a mi padre. Según me explicó él.
-¿No dijiste que murió?- Se extrañó su mujer.-
-Supongo que murió en la batalla y que su cuerpo no fue encontrado.- Alegó el muchacho encogiéndose de hombros.-
-A lo mejor sí continuas leyendo su diario tenemos más datos para saber lo que sucedió.- Le propuso Ami con patente curiosidad.-

Roy asintió, enseguida lo retomó dirigiéndose a las dos chicas.

-Bueno, ¿sigo leyendo entonces?- Preguntó el joven.-
-Por favor.- Le pidió Ami con el asentimiento de Bertie.-

            Y así lo hizo, retomando aquella desgastada libreta, volviendo a la página en la que se detuvo y leyendo en voz alta con una mezcla de intriga y respeto.

-“Nos ha costado cerca de una hora avanzar hasta llegar al aeródromo número uno. Nos disparan desde cualquier parte. Es imposible saber por dónde te puede llegar una bala o un obús. Tenemos que movernos con mucho cuidado e ir atrincherándonos casi a cada paso que damos.

-Tuvo que ser terrible. Estar en esas condiciones.- Musitó Ami.-
           
            Aunque enseguida se disculpó algo colorada por haber interrumpido. Sin embargo, Roy no le dio ninguna importancia y prosiguió.

-“Avanzo con el vigésimo octavo regimiento de marines. Estamos sorteando el monte Suribachi. Hay demasiado fuego enemigo viniendo desde allí. Se está rumoreando que enseguida vendrán los Sherman para abrir camino. Tendremos que esperar dado que los búnkeres y las alambradas enemigas nos bloquean”

-¿Qué son esos Sherman?- Quiso saber Bertie.-
-Carros de combate.- Respondió su marido que continuó con aquel relato.-“Desde las playas blue uno y dos llegaron refuerzos. Perdimos a muchos muchachos en la “Cantera” pero aun así se pudo consolidar la posición. Aunque hay cosas demasiado terribles como para contarlas a nadie. Un pobre tipo, el teniente Roselle, creo que se llamaba. Estaba tumbado en la arena, a cubierto del bombardeo cuando le cayó un obús encima de una pierna y se la arrancó de cuajo…-Pudo completar Roy con visible aprehensión.-
-¡Qué horrible!- Exclamó Bertie llevándose las manos a la boca…
-Sí, es una amputación traumática, de lo más doloroso que hay.- Comentó la también impresionada Ami, contándoles a sus amigos.- Por desgracia he podido ver algunos casos en el hospital, debidos a accidentes de tráfico.
-Pero es que esto no es todo. ¡Pobre tipo! -  Suspiró Roy que parecía impresionado, más cuando siguió leyendo.-“Estaba gritando de dolor, cuando una explosión cercana de mortero le inutilizó la otra pierna. Y todavía sufrió una herida de metralla en el brazo dejándole manco. Pese a todo, los sanitarios pudieron salvarle…
-¡Santo Dios! -Exclamó Bertie. - ¡Pobre hombre!
-Luego dice que el apodo de la “Picadora de carne” venía de casos como el de este desgraciado.- Les explicó Roy.-
-¡Es terrible! Que forma más triste y tan inútil de destrozar vidas de inocentes.- Suspiró Ami.-
-Tienes razón. Y debo confesar que cuando estaba en la Luna Negra ni siquiera pensaba en el sufrimiento de otros.- Se censuró Bertie añadiendo con pesar.- Todo esto a fin de cuentas trata de lo mismo. Por culpa de las ambiciones de algunos, hacer sufrir a tantos. ¿Y para qué?

            Nadie respondió enseguida a esa cuestión, todos guardaron un reflexivo silencio. Al fin Roy continuó con la lectura.

-“Caída la noche llegó la cuarta división de marines y nos fortificamos. Entre el frío, las bombas y demás, no era muy fácil poder descansar.

            Hizo una pausa en la lectura. Al parecer se terminaba ese capítulo. Al pasar la hoja él inquirió a las chicas.

-¿Queréis que siga leyendo?
-Por una parte creo que ya hemos tenido suficiente de tantas matanzas.- Suspiró Bertie aunque pareció pensarlo mejor y añadió.- Sin embargo, tengo curiosidad por ver cuando entra el abuelo de Ami en esta historia.
-Sí, a mí también me gustaría saberlo.- Convino la aludida.-

            Roy asintió, y entonces continuó la lectura.

-“Segundo día de la batalla. Veinte de febrero, el tiempo ha empeorado. Grandes nubarrones, negros como el carbón, nos cubren. Llueve a cántaros y hay un viento terrible. Una compañía de marines ha tratado de llegar a la cima del monte Suribachi. Durante horas el vigésimo octavo regimiento estuvo luchando por conquistar esa maldita montaña, fueron repelidos pese al apoyo de los tanques.  Aun así, han llegado noticias de que ya controlamos al menos la cuarta parte de la isla. Por mi parte no puedo quejarme. Pese al frío, la diarrea y alguna que otra herida superficial. Por lo menos me han dado algo para cortar esta maldita descomposición. Sin embargo, creo que es más por el miedo que por otra cosa.

            Ahí Roy cerró por un momento el libro y miró a las dos con cara de circunstancias, como si quisiera disculparse por lo que acababa de leer y darles a entender que no era una broma suya.

-Es comprensible, ¡pobre hombre! - Comentó sin embargo Bertie con un tono lleno de compasión.-
-Voy a seguir leyendo, ahora sí que no puedo dejar de saber lo que pasó.- Afirmó su intrigado esposo.-
-Sí, por favor.- intervino Ami.-

            Y Roy abrió nuevamente el diario y continuó.

-“Alguien ha comentado que nuestra flota ha sufrido un ataque kamikaze. Corre el rumor de que han dañado seriamente al Saratoga. Hay que admitir que esos “japos” tienen agallas. Entre tanto aquí las cosas siguen muy complicadas. Ahora nos hemos replegado un poco y los sanitarios hacen horas extras atendiendo a los heridos”. Desde aquí, pasa al día siguiente.- Informó Roy a sus atentas oyentes.-
-Pues continúa, si eres tan amable.- Le pidió Bertie.-

Su marido asintió y así lo hizo.

-“Veintitrés de febrero. Sobre el Monte Suribachi se combatía encarnizadamente en cada risco y cada túnel. A las ocho horas zulú, un grupo de cuarenta hombres dirigidos por el teniente Chandler Johnson, arrastrando el vientre sobre la roca con el machete entre los dientes, escalaron hasta el risco más alto del borde con el cráter del volcán. Desde el interior del inmenso cráter los japoneses empezaron a dispararles, con lo que tuvieron que recurrir a las granadas para vencerlos. Exactamente a las diez y veinte izaron una bandera americana sobre la cima, incrustándola en una vieja tubería. Por lo que los chicos de la prensa militar nos comentaron, los protagonistas del hecho fueron el propio teniente Johnson con cinco hombres más, entre ellos el subteniente Harols Schier y el indio Louis Charlo. Sin embargo, la bandera era muy pequeña y apenas se veía desde otras partes de la isla, por lo que ordenaron sustituirla por otra más grande. Los marines entonces la quitaron, justo antes de que dos soldados japoneses, uno con una bomba de mano y el otro con una espada, les atacasen. Lograron salir ilesos porque unos compañeros más atrás les acribillaron”. A los japoneses.- Matizó innecesariamente Roy, para remachar ese párrafo.- Una vez suprimida la amenaza esa primera bandera fue puesta a salvo”.
-Eso me resulta familiar.- Comentó Bertie tratando de recordar.-
-Pues claro. ¡ Es la famosa foto de Iwo Jima! – Exclamó el muchacho antes sus atónitas acompañantes.- Es una foto histórica. Creo que la tengo en algún libro.

            Y dejando por un momento ese diario buscó un tomo de alguna enciclopedia de las que guardaba de sus padres. Efectivamente, consultó en la parte de historia y al llegar a la Segunda Guerra Mundial ahí estaba. Un grupo de esforzados marines sujetando el mástil y elevándolo en una posición de unos cuarenta y cinco grados más o menos. De su extremo superior pendía la bandera norteamericana. El chico entonces declaró con patente orgullo.

-¡Y pensar que cuando era pequeño me imaginaba a mí mismo ayudando a colocar esa bandera! Si hasta hice un trabajo en la escuela sobre eso. ¡Ahora me acuerdo!, mi padre me contó  con orgullo que el abuelo Harry estuvo allí.

            Fue Bertie la que leyó entonces el pie de foto que aparecía en aquel libro.

-“Izada de la bandera de Estados Unidos sobre el Monte Suribachi en Iwo Jima. Toma obtenida por el fotógrafo Joe Rosental. Primera fila de izquierda a derecha: Ira Hayes, Frankliin Sously, John Bradley y Harlon Block. Segunda fila de izquierda a derecha: Mike Stank y Rene Gagnon”
-No deja de ser un puñado de tierra estéril por el que la gente murió.- Suspiró Ami que no parecía precisamente impresionada por aquello.- Me parece una absurda pérdida de vidas.
-Es un símbolo de valentía. – Replicó Roy añadiendo eso sí, con más tacto.- Al margen de lo útil o no que aquello fuera. O de lo terrible. Personas como mi abuelo contribuyeron con mucho a éste país. Jamás dejaremos de estarles agradecidos por ello.
-No veo como matar a otros pueda contribuir a nada.- Se lamentó su invitada.-
-No, Ami-chan, Roy no quiso decir eso.- Terció Bertie tratando de suavizar ese tenso instante.- Todos luchaban por lo que creían justo.
-Tanto los soldados americanos, como los japoneses cumplieron con su deber.- Afirmó Roy de un modo más conciliatorio, para proponer.- Quizás si pudierais traducir las cartas que encontré sabríamos la versión de tu abuelo.

            Ambas mujeres se miraron. ¿Por qué no?... Hasta ahora habían estado leyendo el punto de vista de una de las partes. Enseguida tomaron algunas cartas. Con muchísimo cuidado las sacaron de esos amarilleados sobres y la propia Ami leyó, casi con voz temblorosa, las palabras escritas por su abuelo hacía más de cincuenta años.

-“Aquí estamos, listos para la defensa de nuestra nación. Los americanos van a golpearnos con todas sus fuerzas y por nuestro honor y el futuro de Japón, debemos hacer cuanto esté en nuestra mano por resistir. En mi caso no es que la idea de luchar hasta morir me agrade demasiado. Soy estudiante de medicina, mi deber es el de salvar vidas. Sin embargo, el destino y el futuro de mi país me han puesto en esta situación. Te echo de menos Saeko. Ojalá que pudiera volver a verte, o al menos hacerte llegar estas letras para que, un día, nos sonriamos al leerlas los dos juntos”. – La muchacha interrumpió la lectura comentando con gesto emocionado.- Saeko es también el nombre de mi madre. Se lo pusieron por mi abuela…

            Ahora le tocó el turno a Bertie, mientras su amiga se enjugaba alguna lágrima de emoción el continuar leyendo...

-“Seguro que los americanos pensarán que somos unos fanáticos. Pero no es verdad. El general que nos manda, Tadamichi Kuribayashi, es un gran oficial. Estuvo de agregado militar en los Estados Unidos y les conoce bien. Quizás no podamos derrotarles, nos dijo, pero sí hacerles pagar caro su intento por conquistar suelo japonés. Así pudiera ser que, viendo lo difícil que les va a resultar hacerse con este islote, se lo piensen dos veces antes de invadir el propio Japón”
-Hay que reconocer que lo consiguieron. Se lo hicieron pasar muy mal a los nuestros.- Admitió Roy con su voz teñida ahora por el respeto.- Esos tipos fueron unos valientes.
-Es muy triste pensar que el valor tenga que demostrarse de esa forma.- Musitó Ami.-
-A veces no queda otro remedio. Y tú lo sabes mejor que nadie.- Le dijo afectuosamente Bertie.- Recuerda, estuviste dispuesta a sacrificar tu propia vida por tus amigas cuando luchaste contra mí. Aquello fue lo que más me impresionó. Y  fue entonces cuando me hiciste empezar a dudar de mis motivaciones. Ahora lo comprendo. Debiste heredar el sentido del deber y del honor de tu abuelo. Aparte claro está, del que ya poseías en tu anterior vida.

            La aludida sonrió reconfortada, dejándose abrazar por Beruche. Roy las miró con simpatía. Aunque fue entonces cuando la joven estudiante de medicina comentó.

-Es muy tarde ya, estoy muy cansada. Si me disculpáis me gustaría retirarme.
-Sí, es verdad.- Convino su amiga.- Será mejor que nos vayamos a dormir.
-Ya continuaremos mañana. –Propuso amablemente Roy.- Ami, cuando vuelvas de tu congreso por favor, tenemos que seguir leyendo.
-Me parece una gran idea.- Sonrió ella a su amigo, tratando de hacer olvidar aquellos momentos anteriores de reproches.- Gracias por compartir esto conmigo.

            Lo dejaron para el día siguiente. Al menos la invitada les dio las buenas noches y subió al cuarto que le habían reservado. El matrimonio Malden se quedó en el salón, Roy aprovechó entonces para comentar con expresión seria.

-No quise lastimar, ni ofender a Ami con mis comentarios. Lo sabes, ¿verdad?
-Claro que lo sé, cariño. Pero debes comprender que, pese al tiempo transcurrido, para los japoneses este tema todavía puede ser algo hiriente.
-Es algo que sucedió hace mucho tiempo. Ninguno de nosotros habíamos nacido siquiera. Bueno, quiero decir, ninguno nos habíamos reencarnado todavía.- Matizó él.-
-Supongo que a Ami le habrán contado cosas igual que tus padres te las contarían a ti.- Argumentó su esposa.- El punto de vista no podrá ser más distinto.
-Al menos hemos visto la foto de mi abuelo con el suyo. Y posan como dos amigos.- Sonrió Roy afirmando lleno de curiosidad.- Quiero llegar al fondo de esto. ¡Tengo que saber qué pasó entre ellos! Si pudiéramos descubrir cómo y en qué circunstancias se tomaron esa fotografía, quizás aclararíamos muchas cosas. ¿No crees?

            Su mujer asintió, ella misma estaba llena de curiosidad. Y era desde luego algo sorprendente que los antepasados de su marido y de su mejor amiga se hubieran conocido, al principio luchando como encarnizados enemigos y más tarde, según parecía a juzgar por esa fotografía, entablando una autentica amistad. La muchacha estaba realmente impresionada por aquello aunque pensaba que no podía ser casualidad. Era como si en su propio caso con Ami la historia se repitiese. Entonces se le ocurrió una idea. Enseguida la expuso a su esposo.

-¿Y si le pidieras a Landar que te echase una mano? A lo mejor él podría hacernos ver que sucedió.

            Roy se llevó una mano a la barbilla adoptando una pose reflexiva, enseguida asintió con visible entusiasmo.

-¡Oye cubito, es una magnífica idea! Eres la más lista de la clase. Con permiso de Ami-chan… claro.

            Bertie movió la cabeza divertida. No sabía cómo tomarse aquello. Aunque su marido tampoco le dejó mucho tiempo para meditarlo. Sin pensarlo dos veces abrazó a su esposa rodeándola la cintura con un brazo, puso un dedo sobre su frente y dijo.

-Ahora si que la ocasión lo requiere…

Y tras pronunciar estas palabras ambos desaparecieron. Se materializaron al instante sobre la blanca superficie del Cielo. Fiel a su costumbre Roy comenzó a llamar al mago a grito pelado haciendo bocina con ambas manos.

-Así que aquí estuvisteis entrenando.- Musitó Bertie casi para sí misma dando un atónito vistazo alrededor en tanto su marido no dejaba de gritar.- Vaya un sitio tan…vacío.

            Ajeno a ese comentario su esposo no cesaba en sus gritos.

-¡Landar! ¡Eh amigo! ¿Podrías aparecer?...
-No sé si esto será buena idea.- Se cuestionó su mujer ahora.- Quizás me dejé llevar…
-Tranquila. Seguro que vendrá…- Le aseguró su interlocutor.-
-Pues sí, he venido.- Le respondió la voz del aludido, como siempre aparecida de ninguna parte, y agregando con reproche en su tono.- Con los alaridos que das este lugar deja de tener su paz celestial.

            Ahora la joven pareja observó que, por su izquierda, llegaba caminando aquel anciano de túnica y barbas inmaculadas. Portaba su característico cayado y se llegó a ellos andando despacio. Al fin declaró con tono entre inquisitivo y algo molesto.

-¿Qué deseas de mí, Roy? Sabes muy bien que no debes venir aquí salvo que haya un grave problema. Y ahora no me parece que sea el caso.
-Bueno, no…verás.- Pudo replicar el muchacho llevándose una mano al cogote.- Es que…
-Te ruego que nos perdones.- Le pidió Bertie interrumpiendo a su esposo.- Por favor, no le eches la culpa a mi esposo, fue idea mía…
-Princesa Lorein… Beruche.- Sonrió ahora el mago añadiendo con mucho mejor talante.- Si ha sido idea tuya entonces seguro que habrá una buena razón.
-¡Oye! – Le recriminó Roy ahora con los brazos en jarras.- ¿Qué pasa, tío? Como te creíste que era cosa mía ya me estabas dando la charla. Pero como se le ocurrió a mi mujer  pues… ¡Oh, seguro que hay una buena razón! – Remachó poniendo voz de falsete para imitar al mago y afearle después.- Aquí no estamos aplicando la misma vara de medir… por mucho bastón gordo que lleves, que te pareces a Gandalf pero en relamido.

            Hasta Bertie se tapó la boca para no reírse. Landar a su vez le escuchó sin inmutarse y finalmente suspiró.

-Esta vez tienes razón.- Concedió algo a desgana.- Te pido disculpas. Decidme, ¿Qué os ha traído aquí?

            En pocas palabras y al alimón ambos le contaron lo sucedido. Su interlocutor se mesó ligeramente la barba y repuso.

-Si lo he comprendido bien, os gustaría saber más del abuelo de Roy y del abuelo de Ami. ¿Es así?
-Sí, así es.- Asintió Bertie.-
-Sin embargo, las cosas del pasado ya han sucedido, y no se pueden, ni se deben cambiar.- Contestó el mago.- Son puntos fijos en el tiempo.

            Roy sintió un leve escalofrío al escuchar aquello. Era como si ya lo hubiera oído antes. No obstante era incapaz de recordar cuando. No obstante fue quien replicó.

-Eso me es familiar… ¿No me lo has dicho antes?
-Pudiera ser.- Admitió el mago.- Es algo que un hombre muy sabio me comentó hace mucho…
-Sí. - Creyó recordar Roy ahora.- De eso me acuerdo…me lo contaste o eso me parece. ¿No sería ese tipo que iba de aquí para allá en una cabina de teléfonos? Dijo que era más grande por dentro que por fuera. ¡Menudo chalado!

            El mago asintió despacio ante el gesto de perplejidad de Beruche que no entendía nada de lo que hablaban. Aunque no le dio ocasión a preguntar dado que su esposo se apresuró a aseverar dirigiéndose al anciano.

-No te preocupes. No queremos cambiar nada. Comprendo que son hechos históricos y podríamos alterar todo el presente. Únicamente nos gustaría saber que sucedió con ellos. Hay muchas cosas que supongo no saldrán en el diario ni en las cartas.

            Landar asintió una vez más. Entonces hizo aparecer una bola de cristal en su mano que a los chicos les resultó familiar. Se la entregó a la pareja y les indicó.

-Aquí podréis sintonizar con esos momentos en el tiempo. Tendréis que concentraros en ellos y tener algo de esa época que os sirva de catalizador. Accederéis a los pensamientos de las personas a las que os une el destino. Será como si pudierais ver las cosas desde su punto de vista o incluso del vuestro. Como espectadores pasivos.
-Muchas gracias, amigo.- Dijo Roy.-
-Esta bola únicamente servirá para este fin. Abrirá una ventana al pasado. Cuando hayáis aprendido todo lo que debáis de esta experiencia perderá todo su poder.- Les advirtió el mago.-
-¿Debemos traértela cuando eso ocurra?- Inquirió Beruche.-

            Ahora Landar se permitió sonreír para negar con la cabeza y declarar, casi con jovialidad.

-Consideradlo un regalo de bodas atrasado por mi parte.
-Bueno, por lo menos es bonita. Para poner en el centro del aparador.- Valoró Roy en tanto la sostenía con ambas manos.-

            Era una esfera esmerilada, transparente como un diamante. Tendría el tamaño de un balón de fútbol europeo. Daba unos bonitos reflejos de luz.

-Es preciosa.- Alabó Bertie.-
-Roy, tu abuelo fue un buen hombre. No te imaginas el valor de lo que hizo. Espero que, cuando veas esto lo comprenderás y sabrás agradecérselo.- Declaró el mago.- Ahora debéis volver.
-Seguro que tienes toda la razón. Únicamente con leer lo que sufrió allí merecería un homenaje, y me gustaría decírselo, aunque no veo cómo podría. Lleva muerto más de cincuenta años.- Le recordó el muchacho.-

            No obstante, su interlocutor solo esbozó una fina sonrisa pero no dijo nada durante unos instantes hasta que sentenció.

-Aprended las valiosas lecciones del pasado y seguro que eso os ayudará a proteger mejor el futuro.

 Los dos jóvenes asintieron y tras despedirse educadamente del mago se abrazaron. El muchacho se concentró en la energía de Ami y le costó trabajo hacerlo dado que su amiga seguía dormida. Al fin pudo conseguirlo y los dos se desvanecieron del Cielo reapareciendo en la habitación contigua a la que ocupaba su invitada, ambos sobre una cama.

-Vaya, menos mal que calculé de maravilla.- Se sonrió el chico que, tumbado y abrazando a su esposa de esa guisa le guiño un ojo y añadió con un susurro.- ¿Y ya que hemos aterrizado aquí sabes lo que se me está ocurriendo?
-Sí.- Convino ella, que sujetaba ahora la bola, con un tonillo de cierto regocijo.- Que tenemos que irnos a dormir o mañana se nos pegarán las sábanas.

            El muchacho puso una mueca de decepción, pero tuvo que transigir suspirando.

-Pues no era exactamente eso, pero tendrá que servir…

Salieron de ese cuarto y fueron a  su dormitorio. Antes dejaron la bola en el salón. Su esposa, al percatarse de su estado, le consoló alegando con total lógica.

-Será mucho mejor que estemos descansados para mañana. Al menos yo tengo que ir al colegio a trabajar y tú ordenar la casa. Ami debe asistir a su congreso. De modo que prométeme que no jugarás con esa bola hasta que estemos todos juntos.
-Vale cubito, prometido.- Suspiró él añadiendo.- Aunque, ¿podré leer algo más, verdad?
-A eso no me opongo.- Concedió la joven.-

            Y así los dos se fueron a dormir. A la mañana siguiente Beruche se levantó temprano, su marido dormía o eso parecía, haciéndose el remolón, tapándose con la sabana en cuanto tenía ocasión. Desde luego le recordaba a un crío. Sonriendo divertida, su esposa le estampó un afectuoso beso en la mejilla y fue a ducharse. Tras terminar bajó a la cocina, allí se encontró con Ami.

-Buenos días.- Le dijo su amiga que estaba haciendo un zumo de naranja.- ¿Te apetece?
-Sí, muchas gracias.- Contestó la aludida interesándose por su huésped.- ¿Pasaste buena noche, Ami-chan?
-Dormí de maravilla.- Afirmó ésta.-

            Las dos amigas se sentaron a la mesa tras preparar el desayuno. Con unas tostadas, mantequilla, algo de mermelada, unos zumos de naranja y café. Bertie terminó de hacer sendos huevos fritos con algo de bacón y, divertida, le comentó a su invitada.

-Me he adaptado al estilo americano. Ya sabes. “American way of life”. ¡Ji, ji, ji!…aunque signifique comer bastante. Menos mal que como justiciera todavía hago ejercicio y no he aumentado de peso.
-Ya lo veo, y me encanta que estés tan feliz.- Sonrió su interlocutora que ahora preguntó algo envarada.- ¿No esperamos a Roy?
-¡Oh no! - Rio Bertie una vez más.- Le va a costar levantarse de la cama. Es un auténtico vago. Pero prefiero que duerma y que descanse. Esta noche, cuando regreses, tenemos algo muy interesante que hacer.- Remachó la muchacha envolviendo sus palabras en un halo de misterio.-

            Ami la miró sin comprender,  aunque se puso algo colorada. Beruche se ruborizó a  su vez apresurándose a aclarar.

-No, no me refería a eso…
-Sois marido y mujer, es lo natural.- Pudo decir su amiga esbozando una vergonzosa sonrisa.-

            Ahora fue Bertie la que se rio un poco para afirmar en ese tono de confesión que empleaban entre ambas amigas.

-No voy a negar que cuando nos ponemos a ello no está nada mal. Es… ¿cómo lo diría? Algo salvaje pero delicado al mismo tiempo…

            Ante el azoramiento de su amiga, Beruche sonrió una vez más y posando una mano sobre las de ella quiso saber con tintes llenos de complicidad.

-¿Acaso tú no tienes a nadie especial?...Bueno, no todo en la vida va a ser estudiar y luchar.
-No, bueno…en mi caso. Algún chico me ha gustado. Pero lo mío no son esa clase de relaciones.
-Me consta que ha habido varios que han suspirado por ti.- Afirmó su interlocutora.- Eres una chica atractiva e inteligente. Pero muy tímida. –La halagó para confesarle divertida.- En eso nos parecemos. Al menos así era. Debo admitir que después de conocer a Roy he cambiado mucho en ese aspecto.
-Sí, es cierto.- Convino Ami todavía algo ruborizada.-
-Los occidentales son en general bastante más directos en estas cosas. –Repuso su amiga recordando con humor.- Al principio sencillamente me dejaba atónita y me enfurecía su forma de hablarme. ¡Era un descarado! Pero luego…en fin.- Sonrió ahora con la mirada algo perdida en la pared.-
-Le quieres mucho y él a ti. Eso es maravilloso.- Sonrió Ami.-
-¡Y pensar que mis propias hermanas llegaron a pensar que me gustaban las mujeres!- Se rio Beruche mirando ahora a su amiga para revelarla.- ¡Si hasta creyeron que entre tú y yo había algo! Como nos pasábamos tardes enteras jugando al ajedrez en Hikawa o en tu casa.

            Los colores le volvieron a subir a la interpelada. Sus mejillas estaban encendidas. Apenas si pudo balbucir.

-¿Co…cómo pudieron creer eso?..
-Ya sabes cómo son de chismosas. En especial Kalie.- Declaró Bertie.-

            Aunque con la sola pronunciación del nombre de su hermana desaparecida su sonrisa se extinguió. Ahora fue Ami quién la tomó animosamente de las manos para tratar de alentarla.

-Ya verás cómo volverá.
-Eso espero- suspiró su amiga.- A veces lo hablo con Roy. Él siempre dice eso. No negaré que en ocasiones estoy tentada de pedirle que use su translación para localizar a mi hermana. Sin embargo, ella dijo que no quería que la buscásemos.
-Confía en Karaberasu, es una chica muy lista y sabrá arreglárselas. Estará bien.- Declaró Ami dándole un abrazo a su amiga.- Seguro que sí.

Bertie soltó alguna lágrima ahora. Sin embargo, se forzó a sonreír y a dejar de lado aquello. Su interlocutora, más por que pasara ese mal trago que otra cosa, quiso volver al tema inicial de toda aquella conversación y le pidió con tono curioso.

-Entonces anoche, cuando me fui a dormir, sucedió otro asunto que no era…eso…y lo que tenéis planeado para esta noche entonces ¿qué es?…

Su amiga asintió a ese razonamiento y no tardó en explicarle lo acaecido la noche anterior en lo relativo a la consulta que le hicieron al mago. Al oír aquello la estudiante de medicina dijo con tono de sorpresa…

-¿Eso quiere decir que podremos ver a mi abuelo y al de Roy?
-Landar nos dijo que sería como abrir una ventana al pasado.- Le contó Bertie.-
-En tal caso deberemos ser muy cuidadosos.- Aconsejó su contertulia ahora con más preocupación en su voz.- No podemos cambiar nada.
-No temas. Solamente seremos espectadores, no podremos influenciar.- La tranquilizó su amiga.-
-En ese caso, ya aguardo con impaciencia a que llegue la noche.- Repuso Ami.-

            Las dos terminaron de desayunar y fueron a  sus respectivas habitaciones a vestirse y arreglarse. Bertie eligió un sencillo vestido de tonos claros y color crema que le llegaba hasta la mitad del muslo, con zapatos a juego y Ami se decantó por uno más largo de color amarillo. Salieron juntas.

-Te llevaré a tu convención, tengo tiempo de sobra para llegar a mi escuela.- Se ofreció Beruche.-
-Eres muy amable, la verdad, no creo que supiera aclararme mucho por la ciudad.- Admitió Ami.-

            De modo que subieron al coche y salieron hacia el lugar donde se iba a celebrar ese congreso. Por fortuna el tráfico no estaba en sus peores momentos.

-¿Qué tal tus compañeros de trabajo?- Quiso saber Ami por mantener alguna conversación.-
-Son amables y parecen buena gente. Aunque les acabo de conocer.- Respondió su contertulia.-
-¿Y los niños?
-Bien, por el momento bastante educaditos. Pero ya sabes, los críos primero te miden para ver hasta donde pueden llegar. La clave es dejarles bien claro cuales son los límites.- Declaró Bertie quien quiso saber a su vez.- ¿Y tú qué tal en el congreso?
-Hasta ahora está siendo bastante interesante. Algunas autoridades a nivel mundial han depuesto y estoy aprendiendo muchas cosas.
-Estoy convencida de que, no tardando mucho, tú serás una de esas autoridades que den la conferencia mientras los demás escuchan.- Sonrió su amiga.-

Ami se ruborizó un poco agradeciendo esas amables palabras. Así charlaron un poco más. Al fin llegaron al salón de congresos y la estudiante de medicina bajó del vehículo y se despidió de su amiga que arrancó para dirigirse hacia su colegio. Ami la vio alejarse en tanto suspiraba.

-Bien, vamos allá. Mamoru querrá que le cuente todo con detalle.

            Y accedió al interior tras mostrar su acreditación. Era de hecho todo un honor que la organización la hubiera invitado. Ese tipo de seminarios solamente admitían a médicos licenciados y con prestigio. Sin embargo, a algunos estudiantes excepcionales se les permitía acudir con invitación. La muchacha ocupó su asiento y se dispuso a aprender de los más reputados especialistas. Por su parte Beruche llegó al colegio aún con unos cinco minutos de margen. Tras aparcar en las plazas destinadas a los profesores se dirigió al despacho que le habían asignado. Se alegró, precisamente la primera clase era de historia. Trataría de indagar sobre el tema que tanto a ella como a  su marido y a su amiga les interesaba.

-Vamos a ver cómo se da mi debut con los mayores.- Se dijo la muchacha encaminándose hacia el aula.-

A su vez, y antes de que comenzasen las ponencias, Ami pensó en una conversación que mantuvo con Mamo-chan un par de días antes del viaje. Se sentaban en el Crown, aguardando a las otras.

-Siempre llegando tarde.- Suspiraba el joven mirando su reloj con resignación.-
-No te preocupes, no tardarán mucho más.- Afirmó Ami.- Al menos eso espero.
-No pasa nada, así tenemos un rato para charlar nosotros.- Declaró Mamoru.- Nunca podemos compartir nuestras aficiones e intereses comunes.
-Es verdad.- Convino la muchacha.- Y más ahora que me voy de viaje.
-Te envidio, ese congreso médico tiene mucha reputación. Me habría gustado ir pero ya sabes que otros asuntos me reclaman.- Se lamentó él.-
-Te contaré todo lo que suceda.- Le prometió la chica.-

            Mamoru esbozó una agradecida sonrisa. Apenas si pudo tratar de añadir algo dado que la voz chillona de Usagi les llegaba desde la entrada.

-¡Ya estamos aquí!..
-¿Habéis llegado hace mucho?- Quiso saber Minako quien, junto con Rei y Makoto acompañaban a su amiga.-
-No, hará apenas diez minutos.- Repuso Ami.-
-Seguro que han estado hablando de cosas de médicos.- Aseveró Makoto.-
-Desde luego. Cuando empiezan a emplear esa jerga no hay quien les comprenda.- Sonrió Rei.-
-Eso es porque mi prometido y mi amiga Ami son dos personas muy inteligentes.- Remachó Usagi con patente orgullo.-
-¡Uy, uy! No sé, aquí los dos juntitos, más parecía una cita.- Se rio Minako.-
-¡Deja de decir bobadas! –Repuso Usagi con los brazos en jarras.-
-Bueno chica, no hace falta que te enfades, era solo una broma.- Pudo decir su interlocutora tratando de apaciguarla.-

            Aunque tanto Ami como Mamoru ya tenían subidos los colores. La propia Usagi agregó entre divertida y conciliatoriamente en tanto les señalaba.

-¿Lo ves? Ya les has hecho pasar un mal rato.
-Claro, ¡es que vaya unos comentarios que haces, Mina-chan! - Se rio Makoto.-
-Eso es. Aquí no ha pasado nada. Estoy segura. - Convino Usagi, declarando a renglón seguido con un tinte de malicia.- Si se hubiera tratado de ti, Minako, de Mako-chan, o de la bruja de Rei, me preocuparía… ¡Pero Ami!
-¡Eh! ¿Cómo que si hubiéramos sido nosotras te preocuparías?- Replicó Makoto con tono molesto.-
-¿Y qué me has llamado, eh? - Espetó Rei a su vez.-
-Bueno chicas, por favor.- Terció Ami.-
-Sí eso. Vamos a dejarlo.- Afirmó Minako mirando con reprobación a  Usagi para sentenciar.- Antes de que alguien que todos conocemos diga alguna tontería más carente de todo fundamento.

            La aludida se llevó una mano al cogote y pudo decir azorada al tiempo que tratando de hacerse perdonar.

-Era broma chicas. No os pongáis así.  Venga, a esta ronda invito yo…

            Ami se sonreía moviendo la cabeza. Las demás se sentaron mirando hacia otro lado, pretendiendo estar ofendidas. Sin embargo le tomaron la palabra a su compañera y a modo de poética venganza pidieron los helados y batidos más caros. La pobre Usagi acabó con el  monedero vacío…no obstante un poso de tristeza quedó en el corazón de la estudiante de medicina. Ninguna de sus amigas, ni tan siquiera hablando en broma, la consideraban como a una chica que pudiera estar enamorada o tener una cita con un hombre. Al menos por algo que no fuera meramente intelectual o relacionado de algún modo con sus estudios.  Aunque mucho de eso era culpa suya. Siempre quiso proyectar esa imagen. Ahora se acordaba de Rio, aquel chico tan especial. Salió de esos recuerdos cuando se anunció el comienzo de las ponencias…

-Vaya, ahora van a dar una sobre el sistema cardiopulmonar. – Se percató, aprestándose a tomar notas.-

            Bertie había llegado a su colegio y antes de pasar por el aula se dirigió en efecto hacia el despacho que le habían asignado en busca de algunos libros. Lo compartiría con otra profesora nueva. Esa mujer llamada Sally. Aunque no recordaba su apellido. Sin embargo, fue ésta misma la que la saludó cuando entró.

-Hola. ¿También eres nueva, verdad?...
-Sí. Beruche Malden. Encantada.- Replicó sonriendo.-
-Sally Gilmore. Es un placer. ¿Qué asignaturas vas a dar?- Se interesó esa mujer.-
-Por lo pronto historia e historia del Arte.- Repuso su interlocutora.- Aunque también podré impartir literatura inglesa.
-Por tu acento veo que no eres de aquí.- Comentó agudamente su compañera.-
-No, vengo de Japón.- Contestó Bertie.-
-No tienes aspecto de japonesa.- Se sonrió su contertulia mirándola con detenimiento.-
-Es verdad, mis hermanas y yo nos mudamos allí cuando éramos pequeñas.- Respondió, repitiendo aquella coartada que ya había utilizado antes.-

            De hecho recordó que la primera vez que afirmaron algo así fue cuando Tom las conoció a Cooan y a ella misma. El primer día de sus clases en la Golden. Justo un poco antes Roy la había atropellado en el pasillo. ¡Hacía ya tanto tiempo de aquello! O eso le parecía. Quizás hubiesen pasado poco más de dos años solamente, pero era como si se hubiera tratado de una vida entera.

-¿Tienes hermanos?- Comentó entonces su compañera casi con tono divertido para confesar a su vez.- Yo tengo dos, una mayor y otra pequeña. ¡Las chicas Gilmore nos llaman!
-Pues te gano.- Se sonrió Beruche.- Yo tengo tres hermanas, soy la tercera en edad.

            Esa muchacha parecía desde luego muy extrovertida y simpática. Aunque no pudieron seguir charlando más. La música les dio a entender que comenzaban las clases.

-Yo voy a dar ciencias, matemáticas, biología…- Le enumeró en tanto recogía una carpeta y bolso de su mesa.- En eso somos distintas.
-Bueno, a mí me apasionan también las ciencias.-  Afirmó Bertie recogiendo a su vez el bolso.- Mi mejor amiga de hecho está estudiando para ser doctora y ha venido a un congreso. He parado a dejarla allí.

            Las dos salieron del despacho, de camino hacia sus respectivas aulas, Sally comentó con algo de prevención.

-Perdona si te he parecido demasiado curiosa, a fin de cuentas nos acabamos de conocer.
-No es nada. Además, vamos a ser compañeras y espero que amigas.- Declaró su contertulia.-

            Esa joven sonrió en tanto se desviaba por un lateral del pasillo hacia su aula. Beruche continuó en línea recta hacia la suya. Al fin llegó. Era un octavo grado. Equivaldría a un segundo curso de secundaria. Precisamente las edades más difíciles…pero tras todo lo que había vivido no sería una clase llena de preadolescentes de un colegio caro lo que la intimidase.

-¡Allá voy! – Se dijo animosamente en tanto abría la puerta y saludaba.- Buenos días a todos…

            Entre tanto, en casa, Roy proseguía con la lectura de ese diario. Fiel a su palabra ordenó y limpió antes. Después se sentó en el sofá del salón y buscó la página en la que se había quedado…

-A ver… era por aquí.- Y leyó.- “Estamos listos para asaltar una de las posiciones japonesas. Estos japos se han atrincherado en unos complicados laberintos de galerías subterráneos fuertemente armados. Los defienden con  fanatismo. En estos últimos días los muchachos de la prensa que se han destacado aquí nos han informado de lo siguiente:” ¡Vaya!, esto también debió de ser muy duro.-

Suspiró agitando su mano derecha para continuar.

-“Al llegar el 24 de Febrero el Aeródromo Nº2 se convirtió en el objetivo prioritario de los marines. Los acorazados USS Idaho y USS Pensacola bombardearon dicho aeródromo a la vez que aviones embarcados lo hicieron sobre sus instalaciones. El 21º Regimiento con tanques Sherman en cabeza inició el avance entre el Aeródromo Nº1 y el Aeródromo Nº2. Cuando se acercaron a los aeropuertos los carros de combate se internaron en un campo de minas antitanque, siendo en pocos segundos destruidos dos Sherman. Entonces los marines tuvieron que avanzar por los campos de minas internándose 350 metros hacia dentro, una vez allí se enfrentaron a los bunkers y casamatas de los japoneses en un cuerpo a cuerpo con fusiles y granadas de mano. Murieron unos 50 japoneses y un número similar de norteamericanos. Por la tarde el 24º Regimiento se unió a la lucha, pero a las 17:00 horas el avance se suspendió temporalmente para que los americanos cavaran hoyos y pudieran pasar la noche a salvo de los proyectiles de morteros que caían sobre ellos. Sin embargo, aprovechando las últimas horas de luz se lanzaron al asalto y tomaron por fin el Aeródromo Nº1”. A pasar la página.

Se dijo el muchacho tras llegar al final de la que estaba, lo hizo y continuó leyendo con avidez…

-“El Aeródromo Nº1 empezó a repararse y extenderse gracias a los trabajos de ingenieros el 25 de Febrero. El objetivo seguía siendo el Aeródromo Nº2 y por supuesto el Aeródromo Nº3, entre ambos aeropuertos había una zona peligrosa de valles, colinas, cañones, riscos y cuevas. El ataque contra ese lugar empezó a las 9:30 horas de la mañana cuando la 3ª División de Marines avanzó por el oeste y tomó la aldea de Motoyama. Por el flanco derecho inició el ataque la 5ª División de Marines superando unas formidables defensas niponas, pero chocando de bruces contra la Cota 382. Los 23º y 24º Regimientos de Marines llegaron también a una colina denominada “Meatgrinder” cercana a la Cota 382, donde el 26th Batallón Blindado Japonés lanzó un masivo contraataque a su derecha que detuvo su avance y los estadounidenses tuvieron que quedarse clavados en el suelo. Al caer la oscuridad nocturna los ataques japoneses desde la Cota 382 y “Meatgrinder” continuaron con mucha intensidad, de hecho esa noche los marines americanos sufrieron 500 bajas y les fueron destruidos 9 de sus tanques Sherman” .- Desde luego estos pobres tipos no lo tuvieron nada fácil.- Pensaba Roy realmente impresionado en tanto leía.-

            Ni se dio cuenta de que la puerta de la casa se abría. Al fin la voz de su esposa le sacó de aquellas reflexiones cuando le preguntó.

-Hola. ¿Has leído mucho?...
-La verdad es que sí.- Admitió él.- Según parece mi abuelo y sus compañeros estaban enterados de los avances que se hacían. El departamento de propaganda y prensa los hacía circular para dar moral. Pero también estaban al tanto de  los rumores y de lo que ellos mismos veían y experimentaban. El enemigo se defendía con gran tenacidad…
-Vaya, debió de ser terrible.- Afirmó su contertulia.-
-Supongo que más o menos como tu primera clase.- Sonrió su marido dejando ahora el diario sobre una mesa en tanto se levantaba y besaba a Bertie.- Anda cuéntame…
-Bueno, no te creas.- Replicó la joven.- Es cuestión de mantenerse firme y hacerse respetar…
-¡Entonces esos críos están perdidos! - rio él - ¡Cualquiera se mete con mi cubito!
-No seas tonto.- Sonrió ella moviendo la cabeza con fingida reprobación.-

            Aunque ahora Roy cayó en la cuenta de que su amiga no estaba con ella y le preguntó.

-¿No has venido con Ami?
-Supongo que el congreso médico al que asiste se habrá alargado. De todos modos me comentó que no me preocupase. Que quizás sería así y que no pasara a buscarla. Tomará un taxi…
-No sé. ¿Deberíamos esperarla para probar la esfera esa que nos dio Landar?- Le consultó él.-
-Creo que sería lo más apropiado.- Convino Bertie.- Es más, le prometí que lo haríamos todos juntos.

            Su interlocutor asintió. También parecía lo más correcto. Así lo hicieron, los dos charlaron un poco sobre temas intrascendentes, luego recordaron a sus amigos y Roy le contó que en dos días volvía a jugar…

-No les está yendo demasiado bien a mis compañeros del equipo.- Suspiró.-
-Pero tampoco puedes llegar tú y ganar todos los partidos.- Le respondió Bertie.-
-Ya lo sé, cubito. Y eso que sé que podría encestar todas las veces.- Se sonrió.- Aunque no sería justo. Y en bastantes ocasiones ni te podrías imaginar lo que me cuesta mantener mi potencial al mínimo. O dejar que me taponen o me roben un balón. Aunque otras muchas veces creo que es injusto y que me estoy aprovechando al jugar con tanta ventaja.- Le confesó él.-

            Su esposa le acarició la barbilla con dulzura y le sonrió moviendo la cabeza.

-Ya hemos hablado de esto antes. Y te digo lo mismo. Tú ya eras muy bueno cuando te conocí. Y no tenías poderes entonces.
-En ocasiones no estoy seguro de si era bueno gracias a mi particular condición o si lo gané con mi esfuerzo. Como mi padre siempre me decía.- Musitó el joven.-
-Debes hacerlo lo mejor que puedas y no te agobies por eso. Yo confío en ti.- Le contestó Bertie abrazándose a él.- Sabes perfectamente cuales son los límites que no debes traspasar…

            Su marido sonrió agradecido. Siempre podía contar con el apoyo de esa mujer tan maravillosa con la que se casó. La única que podía comprenderle de ese modo. En eso pensaba cuando llamaron a la puerta.

-Debe ser Ami-chan.- Comentó Beruche dirigiéndose a abrir.-

            En efecto, la joven estudiante de medicina estaba tras la puerta. Su anfitriona la invitó a pasar. Tras saludar a sus amigos todos entraron en el salón.

-¿Qué tal tu congreso?- Quiso saber Roy.-
-Muy interesante. Gracias.- Afirmó la interpelada.- Estuvo genial pero me ha dejado agotada.

            Sus amigos se miraron, fue su anfitrión quien suspiró diciendo resignado…

-Quizás sea mejor dejar esto para otro momento entonces.
-¿Dejar el qué?- Inquirió Ami.-
-¿No te acuerdas? Lo de ver qué sucedió.- Le apuntó Bertie.-
-Es verdad. Tenéis razón. Descuidad, con vuestro permiso me doy una ducha y me despejo. Y entonces nos ponemos con ello. También tengo muchísima curiosidad.- Afirmó la joven.- Y mañana por la tarde debo volver a Japón.

            Sus anfitriones estuvieron conformes en ello. La joven subió a su habitación y después se encaminó a la ducha del cuarto de baño sito en la segunda planta. Entre tanto Roy trajo la bola.

-En cuanto Ami esté lista veremos cómo se maneja esto.- Comentó el chico.- El caso es que no veo ningún manual de instrucciones, cubito.
-A mí no me mires.- Replicó ella igualmente desconcertada.- No tengo ni la menor idea de qué hay que hacer para que funcione.

            Su marido se encogió de hombros y decidieron aguardar a Ami. Ésta ya estaba en la ducha. El agua caliente caía sobre su cabello y su cuerpo proporcionándola un agradable alivio. Entonces vino a su mente un recuerdo infantil. Siendo niña, quizás con seis años, cuando hablaba con su madre acerca de su familia.

-Mami, cuando sea mayor quiero ser doctora como tú.- Afirmaba llena de entusiasmo.-
-Claro cariño, serás una maravillosa doctora.- Respondió afectuosamente su madre.- Como yo y como tu tío y tu abuelo.
-¿Quién es el abuelo?- Preguntó sin comprender aun qué significaba eso.-

            Aunque notó como la expresión de contento de su madre se desvanecía. Entonces ella le contestó.

-Bueno, él fue el padre de tu tío Naoki y el mío.
-¿Y ya no está?- Quiso saber la niña.-
-No, ya no está, cielo. Se fue con nuestros antepasados…
-¿Se murió?- Preguntó agudamente Ami.-
-Sí, - musitó su madre.- Hace ya mucho tiempo.
-¿Tú le querías mucho?
-Claro, era mi padre.- Afirmó la mujer tratando nuevamente de sonreír.- Anda, vamos a preparar la cena…

            Y la niña asintió. Ami recordaba eso con una extraña sensación. Como si la mención de su abuelo hubiera levantado dolorosos recuerdos a su madre. O algo que ella prefería no recordar. Al fin cortó el torrente de agua y salió de la ducha. Se secó y no tardó en vestirse. Bajó enseguida. Allí esperaban sus amigos.

-Ya estoy preparada.- Les anunció.-
-Estupendo, porque Bertie y yo nos preguntábamos como poner en marcha esto.- Comentó Roy.-

            Ahora fue Ami quién les miró con estupor.

-Creía que Landar os había explicado cómo utilizar esa bola.- Comentó.-
-Quizás tenga que ver con nuestros deseos de ver el pasado o se active cuando tú y Roy estéis juntos. –Conjeturó Bertie.-

            Entonces fue su marido quién pareció acordarse de algo. Tomó la palabra para declarar.

-Landar dijo que necesitaríamos algo de entonces como catalizador. ¿Qué tal la fotografía de ellos dos? Me gustaría saber por qué se la tomaron.
-Sí, así es. - Añadió Beruche.- Algo del pasado, que tuviera relación con los hechos… esas fueron más o menos sus palabras.

            Su esposo fue a por esa fotografía y la acercó junto a la esfera. Aunque no sucedió nada. Pasaron algunos momentos más y no percibieron ningún cambio.

-Pues no sé en qué nos estamos equivocando.- Comentó él con gesto desconcertado.-
-Quizás es que deberíamos esperar un poco más.- Comentó Ami aproximándose.-

            Y fue acercarse hasta Roy y provocar que esa bola comenzara a brillar con un cálido tono dorado…Enseguida fueron formándose imágenes en su interior. Los tres estaban perplejos y quisieron aguzar la vista para observar. Sin embargo, un súbito fogonazo les cegó durante unos instantes. Cuando finalmente recobraron la visión se hallaban en el interior de una especie de cueva. Ahora oían ruidos de disparos y explosiones de fondo, acallados por las gruesas paredes de piedra que les rodeaban.

-¡Esto sí que es hacer las cosas a lo grande!- Exclamó Roy dando un vistazo en derredor.- Es como la realidad virtual.
-En este caso es bastante real.- Afirmó su esposa.-
-Están en plena batalla.- Indicó Ami.-

            Y no tardaron en ver pasar a algunos soldados del ejército imperial japonés armados con fusiles en un frenético deambular para ocupar sus posiciones. Otros llevaban heridos. Algunos presentaban un terrible estado. La estudiante de medicina hubiera deseado poder ayudar. Desgraciadamente, todo lo que veían era como una película. No se podía cambiar. Eran hechos ya acaecidos. En eso pensaba cuando Roy comentó.

-No sé dónde podrán estar  tu  abuelo o el mío. Creí que aparecerían enseguida.
-No tengo ni la menor idea.- Confesó Ami.- Podríamos ir a buscarles.
-Creo que lo mejor sería aguardar aquí.- Opinó Bertie.- Esto no me parece demasiado seguro para moverse.

            De hecho no sabían si ellos mismos podrían estar en peligro. Roy desde luego no lo creía. Además, en caso de existir la más mínima posibilidad él era lo bastante poderoso como para rechazar cualquier ataque de las armas que allí existían. Hasta un disparo de acorazado a bocajarro no le haría mella alguna. Al menos eso pensaba aunque no querría tener que averiguarlo.

-Bueno, eso se me aplica a mí, pero las chicas…- Meditó no obstante con algo de temor.- Espero que sea cierto y no podamos intervenir en nada ni ser afectados por lo que pasó aquí.

            Entre tanto los oficiales y soldados japoneses seguían yendo y viniendo de modo interminable. Recorrían una especie de pasillos de piedra que atravesaban una gran montaña. Más explosiones y órdenes en japonés que Ami tradujo.

-Van a disparar con cañones o algo así.

            Pudieron mirar por la abertura de una pared de aquel durísimo granito observando como muy lejos, desde la playa, las unidades de marines avanzaban bajo un denso fuego.

-¡Maldita sea! Mi abuelo podría estar ahí.- Masculló Roy impotente para hacer nada.-

            Bertie le miró con pesar posando una mano sobre las de él. El chico asintió. Aquellas eran las sombras de algo ya sucedido. No se podían alterar.

-Si pudo escribir todo ese diario es que salió con bien de esto.- Razonó Beruche.-
-Es cierto.- Suspiró un aliviado Roy. –

Fue Ami quién también subrayó de forma solidaria.

-Y mi abuelo estará por algún corredor de estos.

            Decidieron avanzar por uno de ellos al azar, dado que no pensaron que quedarse allí fuera buena idea. Los heridos seguían llegando y eran amontonados con pocos miramientos ya. Para alguien como Ami aquello era muy duro de ver, casi insoportable. Tantos lamentos y gritos desgarradores de dolor y no poder ser capaz de intervenir.

-Creía que nuestra lucha contra vosotras fue muy dura, pero no fue nada comparado con esto.-Admitió Bertie con gesto lleno de horror a su vez.-

            Otro japonés gritó algo, fue la propia Bertie quién en esta ocasión tradujo.

-Adelante, moriremos antes que permitir que conquisten nuestra isla de azufre…Adelante
-Ha dado el grito de banzai.- Comentó una horrorizada Ami.- Y ha desenvainado una katana.

            En efecto, aquel tipo que parecía un oficial se puso una cinta con los colores de la bandera zeta japonesa atada a la frente y espada en mano guió a unas decenas de soldados hacia el exterior. Atardecía y los chicos les vieron salir con sigilo, tomando posiciones entre los escasos matorrales quizás aguardando a que oscureciera.

-¡Esos tipos están locos! - Afirmó Roy.-
-O quizás simplemente desesperados.- Rebatió Ami.- Si han sido llevados hasta el extremo de tener que hacer algo así.
-Podrían haberse rendido.- Replicó su interlocutor.- Se hubiesen ahorrado muchas muertes inútiles. ¡Pero no! Tenían que aferrarse como lapas a este maldito peñasco.
-Era su hogar, luchaban por nuestro país. ¿Acaso tú no luchaste hasta el final contra el enemigo cuando éste invadió tu casa?- Le contestó una enojada Ami.-
-¡Maldita sea! Hay una gran diferencia.- Espetó Roy enfadado también.- ¿Y de qué les sirvió todo esto, eh? Para que les tirasen dos bombas atómicas. Todo por su obstinación.
-¡Eso fue una salvajada!- Exclamó su indignada interlocutora.- Ni siquiera nuestros peores enemigos llegaron a  hacer algo así. Y no te consiento que lo hagas parecer como si la culpa hubiese sido de Japón.
-¡Cuando los japoneses atacaron Pearl Harbor lo empezaron!…- Opuso su asimismo airado polemista.- Nosotros lo terminamos.
-¡Basta, por favor! - Les pidió una agitada Bertie que estaba realmente preocupada al verles cada vez más tensos en esa escalada de reproches.- ¿Os estáis escuchando? ¡Nosotros, ellos!…como si estuvierais en dos bandos enfrentados. ¡Por el amor de Dios! Sois dos de las personas que más quiero en el mundo. Dejad de pelearos por algo que sucedió hace más de cincuenta años. Ya no podemos hacer nada por cambiarlo. Únicamente lamentarlo, por ambos lados. ¿Cuántas vidas se perdieron por esta locura? ¡Miles, millones!, cada una tendría su propia historia, sus ilusiones, sus amigos…sus seres queridos…-Sollozó la chica moviendo la cabeza.- Y de pronto, en apenas un segundo, todo eso deja de existir…Recuerdo cuando no valoraba nada la existencia de los demás, pensando que eran simples peones…y ahora no sé cómo pude ser tan insensible y tan mezquina….Una vida, ¡una sola!, es algo irrepetible y precioso…perderla es una tragedia y ver morir a tantos por algo tan estéril es un terrible drama…

            Y en tanto escuchaban aquella reprimenda los dos polemistas bajaron la cabeza avergonzados ahora.

-Lo siento.- Musitó Roy estrechando a su esposa entre los brazos.- Es muy difícil ir en contra de todo lo que he aprendido siendo niño. Mi padre siempre me contó que ésta fue una guerra para salvar la democracia y la libertad.
- Los japoneses deseábamos la paz.- Suspiró Ami.- La mayor parte de la gente no tenía nada que ver con esa idea imperialista.
-Lo mejor será que vayamos por otro lugar.- Les dijo Bertie ahora con tono conciliador.-

            Así lo hicieron cuando de pronto se toparon con una patrulla japonesa. Cuál sería la sorpresa de los muchachos al ver como esos soldados les atravesaban como si de fantasmas se tratasen.

-Está claro que no podemos intervenir.- Afirmó Ami.- Nuestra presencia aquí es totalmente inmaterial. Como si nos hubieran proyectado.
-Claro, esa bola.- Comentó Roy.- Es verdad que esto se parece mucho a la realidad virtual.
-Sí, me recuerda a la tecnología del siglo treinta.- Convino Beruche, recordando emocionada.- Cuando derrotamos al Sabio de aquí, nuestra madre se nos apareció de un modo similar.

            Roy y Ami escucharon aquello mientras se cruzaban miradas de apuro. Lamentaban haberse dicho esas cosas, de modo que guardaron silencio. De este modo, caminaban a través de aquellos pasillos cuando llegaron a una sala más amplia. Allí varios heridos eran atendidos. Ami sintió entonces algo, un escalofrío que le recorrió la espalda al oír aun oficial dirigirse a uno de los enfermeros.

-Mizuno, no pierdas el tiempo. La mayor parte morirá enseguida.

            La joven se aproximó caminando despacio hacia aquel muchacho que infructuosamente trataba de reanimar a uno de los convalecientes. Bertie y su marido se aproximaron a su vez. Al ver el rostro consternado de aquel chico enseguida le reconocieron. ¡Era el que aparecía en la foto con el abuelo de Roy! Ninguno fue capaz de decir nada. Ese todavía aspirante a médico se llevaba las manos a la cabeza tumbado ahora junto al cadáver del recién fallecido que tenía al lado. Se le veía muy cansado. Aun así, enseguida se levantó tratando de atender a otros camaradas.

-No esperaba menos de tu antepasado.- Sonrió ahora Roy añadiendo con admiración y de paso reconciliarse con su amiga.- ¡Tan buena persona y tan valiente como su nieta!

            La aludida tenía lágrimas en los ojos viendo aquello. ¡Ojalá pudiera unírsele y echarle una mano! Pocas veces se había sentido tan impotente. En ese momento, tras un par más de explosiones, se aproximaron unos oficiales que iban despejando el camino. Al llegar a esa sala todos se pusieron firmes y un japonés más alto que la mayoría y con un sable envainado en el lado derecho de la cintura se acercó. Al instante el abuelo de Ami se cuadró saludando.

-¡Oh, Dios mío!- Musitó su descendiente al ver a ese recién llegado.- ¡Es él!
-¿Quién? -Quiso saber Bertie.-
-Tadamichi Kuribayashi – Replicó su amiga con tono entre admirado y atónito.-
-Vaya, ¿éste tipo era el jefe de las tropas japonesas?- Se asombró Roy admitiendo.- La verdad es que impresiona.

            Era un hombre con mirada determinada y semblante tranquilo pese a todo. Estaría en la cincuentena más o menos. Traslucía bastante fuerza interior y estaba claro que tenía el más absoluto respeto por parte de sus soldados. Al poco otro oficial se acercó a él y tras hacerle una gran inclinación esperó permiso para hablar. Entre Ami y Bertie le tradujeron al atónito Roy esa conversación.

-Mi general. Algunos oficiales y soldados han desobedecido las órdenes y atacaron al enemigo al grito de banzai…Hemos perdido a centenares de ellos.
-Eso no hará más que debilitar nuestras posiciones y hacer que nuestra resistencia dure menos tiempo.- Repuso el aludido entre molesto y resignado.- Aunque comprendo a esos hombres, eso no les excusa en su desobediencia. Capitán. Cuide de que no vuelvan a producirse esas actuaciones o de lo contrario los americanos acabarán muy pronto con todos nosotros y con nuestra defensa.
-Sí, mi general.- Replicó su subordinado, aunque atreviéndose a añadir.- Comprenda que los hombres ven difícil el no honrar las tradiciones.
-Lo sé. Provengo de una familia samurái.- Asintió Kuribayashi para añadir con tono pausado y hasta filosófico.- Pero a veces se debe de estar dispuesto a renunciar hasta a las más arraigadas tradiciones si deseamos preservarlas para el futuro.
-Sí, señor.- Se inclinó nuevamente el capitán partiendo de inmediato para hacer cumplir esas órdenes.-

            El general se paró entonces a inspeccionar la habitación. Una puerta de hierro cerrada pareció atraer su atención. Al menos le dedicó una mirada que parecía de inquietud. Aunque enseguida se centró en saludar a los heridos. A todos los que estaban conscientes les daba ánimos y les felicitaba por su valentía.  Al fin dedicó su atención a su cuidador para preguntarle.

-¿Cómo te llamas, muchacho?
-Mizuno Kenshiro. Mi general.- Replicó éste haciendo una gran inclinación.-
-¿No hay más médicos por aquí? - Quiso saber su superior.-
-Señor, han muerto o están muy atareados. A mí me ordenaron permanecer aquí y cuidar de todos estos heridos. Hablo inglés, de modo que, si pese a todo el enemigo nos capturase, podría pedir asistencia para los heridos, señor.
-Soka.- Añadió su superior.-
¿Qué ha dicho?- Quiso saber Roy hablando en una respetuosa voz baja.-
-Ya veo. Significa que lo comprende. - Le tradujo Bertie con un susurro.-

            Entre tanto el jefe del ejército japonés continuaba hablando con el abuelo de Ami.

- Yo pasé también dos años en los Estados Unidos como agregado militar. Conozco a los americanos. Son testarudos y poderosos. Pero, si se diera el caso, usted podrá convencerles de que auxilien a los heridos. Eso al menos, además de ayudar a los nuestros, les distraerá parte de sus recursos. Por mi parte lamento mucho no poder enviarle ayuda, ni material médico. Todo lo que nos queda está comprometido en las líneas de defensa más importantes. Y ya sabe que de aquí ninguno volveremos. No es algo que me guste, pero nuestra misión es demorar a los norteamericanos y causarles tantas bajas como nos sean posibles. De ese modo tal vez reconsideren el ataque a nuestro suelo patrio.
-Sí, mi general, lo comprendo.- Pudo responder Mizuno para suspirar.- Al menos me gustaría atender a estos hombres para que no sufrieran tanto en sus últimos momentos.
-Sea así, permanezca aquí. Es el lugar más seguro. Se defenderá hasta el final. – Afirmó el general para luego ordenar al joven.-  Y de no ser capturados, cuando no haya otra alternativa… a todos los que puedan elegir…
-¿A qué se refiere?- Quiso saber Roy mirando a Ami que se había quedado pálida.-
-Se refiere al sepukku ritual.- Le aclaró la apenada muchacha.- Si han de morir que sea por su propia mano y con honor.

            En eso, otro oficial se acercó a Kuribayashi y tras hacer una nueva y sentida inclinación le informó.

-Mi general. Con su permiso. Colocaremos algunos hombres para defender este emplazamiento.
-Los soldados hacen falta en la defensa principal, coronel.- Replicó éste.-
-Con todo el respeto, y como usted sabe, señor. El propio ministro Tojo ordenó proteger bien este lugar.- Dijo ese oficial con tono entre comedido y confidencial.-

            Kuribayashi volvió  a mirar hacia aquella puerta de metal y al cabo de unos instantes asintió.

-Muy bien, haga usted lo que considere oportuno en ese aspecto. Mi misión fundamental aquí es luchar contra el enemigo. Aunque siempre dije que los Estados Unidos son el último país contra el que Japón debería haberse enfrentado.- Remachó con un breve suspiro de resignación.-

            Roy y las chicas se miraron sin comprender, más cuando ellas terminaron de traducirle toda esa conversación.

-En eso tenía razón.- Afirmó Roy.- Ese tipo era muy inteligente.
-El almirante Yamamoto compartía ese punto de vista.- Comentó Bertie que le explicó a su esposo.- Sin embargo, como buen militar obedeció las órdenes de sus superiores y preparó y dirigió el ataque a Pearl Harbor.
-Lo sé. Sé que estos pobres diablos solamente obedecían órdenes. Y no quise ofenderte, Ami.- Resopló el chico.- Cree que no es nada personal.
-Lo sé. No te preocupes por eso.- Le sonrió la interpelada quién parecía más atenta a esa extraña puerta que a las disculpas de su interlocutor, y así lo evidenció.- Lo que no entiendo es qué tendrá ahí, para que sea tan importante custodiarlo.
-Yo tampoco comprendo nada.- Dijo él.-
-¿Qué podrá haber aquí tan valioso?- Se preguntó a su vez Bertie en voz alta.-
-Ya veremos.- Declaró Ami mirando a su alrededor como si quisiera encontrar la solución allí delante.- No sé qué podría ser. Puede que tras esa puerta tengan equipo o armamento de reserva. Algún polvorín o sus aparatos de radio.
-Quizás se refieren a la totalidad de la isla. Desde aquí los japoneses podían detectar los ataques de los bombarderos que iban hacia Japón y dar el aviso.- Comentó Roy.-  Y teniendo un aeródromo era un punto estratégico para su defensa. Cuando los nuestros conquistaron ese lugar pudieron escoltar a los B-29 con cazas Mustang.

            Sus interlocutoras le escucharon con atención aunque no llegaban a entender demasiado de toda esa jerga militar. Entonces, otra serie de explosiones hizo que Kuribayashi prosiguiera su ronda junto a los oficiales y soldados que le seguían. Allí quedó Mizuno, tratando de confortar en lo posible a los heridos y moribundos. Los chicos por su parte prosiguieron andando un poco a través de esos túneles. No antes de que Ami le dedicase una admirada y afectuosa mirada a su antepasado que, ajeno a toda la conversación anterior, seguía desviviéndose por los heridos.

-No lo comprendo.- Musitó ella atrayendo la atención de sus amigos.- Mi abuelo fue un héroe. Mi familia tendría que haber estado orgullosa de él. Y sin embargo, ni mi madre, ni mi tío…en fin, ninguno de los dos estaba cómodo al mencionar su nombre. Como si hubiera hecho algo deshonroso. Siempre me dio la impresión de que incluso podría haber estado loco o algo así, cuando escuchaba a los míos hablar de él. Decían por ejemplo que, a veces, en sus últimos momentos, canturreaba una extraña canción en inglés que no comprendían, ni conocían…
-Todavía no hemos visto la historia completa.- Le recordó Bertie.- Aunque estoy contigo, me parece un buen hombre y alguien digno de elogio. No de ser ninguneado.
-Sí, - convino Roy.- Debo admitir que no esperaba esto. Desde crío pensaba que los japoneses atacaban como bestias, gritando con sus bayonetas, listos para matar a todo el que encontrasen. Y no les había visto como personas. Ahora me doy cuenta de que son exactamente iguales a los soldados americanos. Todos peleando por lo que creían justo.
-La guerra es algo terrible y cruel. Además de estúpido.- Sentenció Ami con pesar.- Desagraciadamente muchas buenas personas se ven arrastradas dentro de ella y se convierten en víctimas.

            Sus interlocutores asintieron concediéndole la razón. Entre tanto ya había anochecido. Era curioso, el tiempo les parecía que transcurriese muy deprisa. Andando habían llegado casi a una salida de uno de aquellos largos corredores. Pese a la desaparición del sol, las bengalas y el resplandor de las explosiones iluminaban gran parte del terreno. Prefirieron no mirar mucho dado que el panorama era dantesco. Muchos cuerpos mutilados y gritos de agonía. Aunque parecía que un grupo de soldados americanos estaba avanzando y subía la colina.

-Es un batallón de marines.- Comentó Roy al ver alguna de las insignias y banderas.- Van a asaltar la posición.

            Así era. El grupo trataba de aproximarse con sigilo. Casi lo consiguieron hasta que algún defensor debió de descubrirles y dio la alarma. De inmediato una zarabanda de disparos y explosiones casi dejó sordos a los muchachos que, en un acto reflejo, corrieron a meterse nuevamente por aquel laberinto de túneles. Llegaron una vez más a las cercanías de la sala en donde Mizuno atendía a los heridos.

-Me transformaré.- Dijo Ami, invocando su poder.-
-Te sigo.- Añadió Bertie.-

            Y tras la coreografía habitual de luces y vueltas sobre sí mismas las chicas aparecieron respectivamente como Sailor Mercury y como la Dama del Hielo.

-No lo comprendo.- ¿Por qué os transformáis?- Quiso saber el atónito joven.- No podréis intervenir.
-Lo sé. Pero de este modo puedo usar mi visor.- Replicó Ami.- Y comprobar dónde están las tropas americanas y las japonesas.
-Y yo… bueno, es la costumbre.- Se justificó una azorada Bertie encogiéndose de hombros.- Por no dejar sola a Ami, ya me entiendes, ¡ji, ji!…

            A todo eso, Mercurio activó su visor y su microordenador. En él aparecían distintos puntos que debían de ser los soldados de uno y otro bando. Aunque para su sorpresa detectó asimismo una extraña fluctuación energética.

-¡Qué raro!- Pudo decir observando aquello sin comprender.- No sé a qué es debido esto. Y viene de la sala.
-No noto nada anormal.- Comentó Roy.-
-Es una especie de aura.- Aclaró Ami.-

El atronar de más explosiones les distrajo de aquello. Enseguida miraron hacia uno de los túneles, ruidos de disparos y gritos en inglés y japonés se entremezclaban. Había una encarnizada lucha. Los americanos trataban de avanzar y los defensores japoneses recurrían a todas sus reservas de hombres y municiones para impedirlo.

-Se acercan.- Comentó Roy quien de modo inopinado se transformó en súper guerrero.-

            Ahora fueron las dos mujeres quienes le dedicaron una sorprendida mirada. Él, dándose cuenta de eso retornó resignadamente a su estado normal.

-Sí, es inútil… lo sé…

            Sin poder intervenir vieron como un pelotón de soldados americanos irrumpía en la sala ametrallando a los restantes defensores. Kenshiro se arrojó al suelo en un acto reflejo. Algunos de los soldados incluso dispararon contra uno o dos heridos, hasta que se oyó la orden de uno de sus jefes.

-¡Basta ya, alto el fuego!

            Aquel soldado se aproximó quitándose su casco, dejó a la vista una barba de varios días y una expresión agotada en su rostro. Roy entonces exclamó con la boca abierta.

-¡Es mi abuelo!

            Ami y Bertie se quedaron igualmente perplejas. Pero no pronunciaron palabra. Aquel joven soldado, en realidad poseía el rango de sargento primero, enseguida les indicó a sus hombres que no tomasen represalias contra los heridos. Pese a que alguno protestó

-¡Esos cabrones nos han estado haciendo picadillo, sargento! -Clamó indignado uno.-
-Sí, vamos a darles su merecido.- Gritaba otro.- Si fuera al revés ellos no tendrían ningún miramiento con nosotros.
-Ahora son heridos y prisioneros de guerra.- Les detuvo su interlocutor interponiéndose entre sus hombres y ellos.- Me da igual lo que ellos harían. Nosotros no somos ellos y tenemos unas leyes que respetar.
-¿Y qué pasa con este amarillo? No está herido. - Dijo otro de los soldados que había descubierto a Kenshiro que se había levantado para intentar auxiliar a un herido.- ¡Maldito japonés!

            Con un golpe de la culata de su fusil derribó al nipón. La cara de éste se llenó de sangre por la brecha que el impacto le abrió en un pómulo. Por fortuna para él aquel suboficial enseguida llamó al orden a sus subordinados.

-¡He dicho que ya basta! Cabo, este hombre es prisionero de guerra y además debe de ser médico. No estaría aquí cuidando de sus heridos sino. Y siendo sensatos y prácticos no nos vendría mal que viese a alguno de los nuestros.
-¡Antes muerto que fiarme de un sucio japo! - Espetó otro de los soldados.-
-¡Eso se lo dices a nuestros compañeros de ahí fuera que precisan de un sanitario!- Estalló a su vez el sargento.- No lo volveré a repetir, irá ante un consejo de guerra todo aquel que desobedezca mis órdenes.

            Ya nadie se atrevió a replicar, tanto Roy, como Ami y Bertie observaban sin perder detalle como aquel chico se aproximaba a Kenshiro y le preguntaba con tono claro y sin apresurarse.

-¿Habla usted mi idioma?
-Sí.- Repuso el aludido tapándose la herida con una mano.-
- Soy el sargento primero de marines Harold Drexler, le hago saber oficialmente que tanto usted, como todos sus compañeros, deben considerarse desde ahora mismo bajo la custodia del ejército de los Estados Unidos, como prisioneros de guerra. Si colaboran se les dispensará el trato que merecen acorde con la Convención de Ginebra.
-Muy bien. Soy el teniente Kenshiro Mizuno.- Se presentó este a su vez dando su nombre al modo occidental.-

            Harold le saludó militarmente. No en vano, pese a ser su prisionero, ese hombre ostentaba una graduación superior a la suya, siendo oficial. Y el nipón agregó con gesto y voz cansada mientras se aplicaba una venda para restañar la sangre de su pómulo.

- Solo quiero que me permitan aliviar el sufrimiento de mis camaradas. No están en condiciones de oponérseles y yo… no soy médico, sino solamente un asistente. Uno muy malo, que ni tan siquiera tiene medicinas o vendas suficientes.
-Por eso no se preocupe. Trataremos de proporcionarle algo de material médico. Y a mí vez le agradecería que se ocupara de ver a algunos de mis hombres.- Contestó amablemente su contertulio.-
-Por supuesto.- Convino su interlocutor.- Yo me dedico a tratar de sanar, no a matar.

            Ami apenas si pudo sonreír emocionada para comentar a Roy.

-Tu abuelo también era un buen hombre.

            Su amigo asintió con visible orgullo. Entre tanto el sargento Drexler a su vez dio algunas órdenes a sus soldados. Algunos ayudaron a unos de sus compañeros heridos tumbándoles en camastros junto a los japoneses. Harold descubrió entonces aquella puerta de hierro cerrada con un grueso candado y una cadena.

-¿Qué es esto? - Le preguntó a Kenshiro.-
-No lo sé. Lleva cerrada desde que vine aquí. Solamente el general Kuribayashi y sus oficiales de alto rango lo saben.
-Por desgracia no creo que podamos preguntarle a su general.- Dijo Harold.- No pienso que venga ya por aquí. Ignoro incluso si seguirá vivo. Aunque no hemos localizado su cuerpo. De todos modos aguardaré a que llegue alguno de mis superiores para ver que hacemos.

            Así lo hizo. Pasaron algunos minutos, Kenshiro atendió efectivamente a algunos soldados americanos, aunque otros, los que estaban menos graves, no querían dejarse curar por un japonés. Al fin, un oficial americano llegó. Todos se pusieron firmes.

-Mi capitán.- Terció Harold.- Hemos hecho estos prisioneros, señor.

            Aquel tipo, de pelo rubio y ojos azules aun cubierto por el casco y con un pañuelo tapándole la boca, miró de modo despectivo a los japoneses para replicar al poco.

-¡Malditos japos! Sargento, sáquelos de aquí para acomodar a nuestros hombres.
-Pero señor, están heridos, algunos de gravedad.- Quiso oponer su interlocutor.-
-¡Como si se mueren ahora mismo! - Espetó el capitán incluso con regocijo para remachar.- Ya ha oído mis órdenes.
-Sí, señor.- Suspiró Harold no sin resignación para ordenar a un par de soldados que empezaran a mover a los heridos del enemigo.- Smith, Thompson… Id trasladándoles al exterior.

            Se ocupó no obstante de dar esa instrucción a los hombres que menos parecían odiar a sus adversarios. Pese a ello, Ami movió al cabeza con tristeza. El propio Roy no se sintió bien al ver aquello, pero trató de hacérselo comprender a su amiga.

-Después de una batalla tan sangrienta no les tenían demasiada simpatía a los vuestros.
-No deja de ser algo inhumano.- Denunció la joven.-
-Los japoneses ni tan siquiera hacían prisioneros.- Le respondió Roy.-
-La guerra es horrible.- Intervino Bertie que no deseaba que su esposo y su amiga se enzarzasen en otra discusión.-

            Aunque las palabras de Harold dirigidas a su superior les distrajeron de aquello. Ahora charlaban sobre esa puerta. Tras dar el informe al capitán, el muchacho preguntó.

-¿Qué podría ser, señor? Quizás un depósito de armas y municiones.
-No lo sé.- Repuso pensativamente el capitán.-  Esperaremos al coronel Liversedge y que él decida. Entre tanto, usted ocúpese de atender a nuestros heridos y de vigilar esto. Que nadie se acerque a esa puerta.
- A la orden, señor.- Repuso el sargento.-

            En ese momento su oficial superior se percató de la presencia de Kenshiro. Hizo gestos para que lo apresaran pero Harold intervino con rapidez.

-Es un asistente médico. Le pedí que cuidara a nuestros hombres, señor. Al menos hasta que tengamos sanitarios o un doctor disponible. No podemos recurrir a nadie más.
-Muy bien, puede quedarse entonces.- Concedió a desgana ese oficial.-

            Kenshiro estaba asustado. No sabía cómo aquel individuo podría reaccionar, pese a todo y cumpliendo lo que consideraba su obligación, se atrevió a hablar.

-Le suplico que me permita velar también por los míos.
-Lo primero son mis hombres.- Espetó secamente el capitán.- Ahora atiéndales…

            Y sin dar pie a ninguna réplica más se alejó de allá seguido de algunos de sus soldados. Harold se aproximó entonces al sanitario japonés y le ofreció un poco de agua de su cantimplora. Kenshiro tenía mucha sed, allí el calor era insoportable y apenas si había bebido en horas. Aceptó agradecido dando un largo sorbo.

-Descanse un poco, amigo.- Le sugirió el sargento.- No tiene buen aspecto.
-No puedo, hay muchos heridos que necesitan cuidados. De los suyos y de los míos.- Suspiró su interlocutor.-
-No les ayudará si cae usted también enfermo.- Opinó Harold.-
-Ellos han cumplido con su deber hasta el final. No puedo ser menos.- Argumentó el japonés.- Y mi deber es el de atenderles.

            Harold le dio una amistosa palmada en el hombro y prosiguió con su ronda. Después se tumbó en un rincón de uno de esos túneles y echó una cabezada. Al rato, o eso pensó él, un soldado vino a despertarle.

-Mi sargento, el coronel está aquí. Le ha hecho llamar.

            Tras despabilarse un poco el joven se levantó acudiendo enseguida tras ese soldado. No tardó en llegar a la sala donde estaban los heridos. Allí,  su capitán, acompañado de un tipo de mediana edad que llevaba todavía puesto el casco con una chapa metálica que semejaba una hoja de roble plateada pegada al mismo, le dijo.

-Muy bien, ¿es usted el sargento al cargo de este puesto?

            Tras cuadrarse y saludar, Harold afirmó.

-Sí, mi teniente coronel.
-No hemos podido averiguar que tienen los japoneses ahí dentro. Lo haremos ahora mismo. Abra esa puerta y lleve a ese médico.- Le ordenó su oficial al mando señalando a Kenshiro que, al parecer, se había quedado dormido sentado contra la pared.-
-Señor, solamente es un asistente sanitario. No creo que sepa nada.- Objetó el muchacho.-
-Seguro que sabrá más de lo que ha dicho.- Se sonrió el capitán añadiendo con tono paternalista. - No sea usted ingenuo, sargento.

            Harold le miró con cara de pocos amigos pero obedeció dando órdenes a su vez a alguno de sus subordinados de que trajeran al asistente. Así pues dos soldados despertaron al japonés sin muchas contemplaciones. Tras unos momentos que le concedieron para volver a la realidad tras su sueño interrumpido le explicaron a Kenshiro lo que debía hacer.

-¡Vamos! –Les instó el capitán.- Sargento, usted con dos hombres y ese “japo”. Verifiquen lo que sea que haya ahí.

            Enseguida trajeron una gran cizalla para romper el candado. Luego forzaron la cerradura. Por si acaso nadie quiso disparar dado que temían que los japoneses hubiesen almacenado explosivos.

-Debería estar cuidando de los heridos.- Pudo pretextar el joven nipón.-
-Tranquilo. Ya ha llegado parte de nuestro personal sanitario.- Le calmó Harold.-  Puedes venir sin problemas conmigo. Y quizás hasta sea más seguro para ti que quedarte aquí.

            En efecto, un grupo de sanitarios del ejército de los Estados Unidos atendía ya a los heridos, incluidos los japoneses.

-Eres un buen hombre, sargento americano.- Afirmó Kenshiro  con patente agradecimiento.- Has cumplido tu palabra.
-Mi padre siempre me decía que nos lo pueden quitar todo, todo menos la palabra que demos. Eso solamente lo podemos perder nosotros.- Sentenció Harold.-
-Es usted un hombre de honor, en mi cultura eso es algo fundamental.- Contestó su contertulio con tono lleno de respeto.- Iré con usted y le ayudaré en lo que pueda.

            Roy observaba conmovido aquella escena, y más cuando oyó esas palabras. No pudo impedir que dos lágrimas le resbalasen.

-¿Estás bien, cariño?- Quiso saber su esposa mirándole preocupada.- ¿Qué te ocurre?

            Él sonrió entonces. Asintió para decir en voz baja y casi reverencial.

-Son casi las mismas cosas que mi padre me decía a mí. Nuestra palabra de honor es lo único que nadie nos puede quitar, únicamente nosotros podemos perderla cuando la incumplimos. Parece que esa frase forma parte de una larga tradición familiar. Y me siento muy orgulloso de que así sea. Y de poder perpetuarla.

            Bertie pensó en ello y le sonrió con ternura. Ahora comprendía por qué su esposo siempre le decía que él jamás incumplía sus promesas. Incluso cuando le conoció siendo aquel gamberro tan alocado e irreverente las cumplía. La verdad es que jamás faltó a su palabra. Solamente lo hizo a su pesar cuando aquel demonio le mató. Pero luego retornó del Cielo y allí estaban los dos, casados y juntos, de modo que técnicamente sí que la cumplió. La joven le dio una mano y él se la sujetó con un leve y cariñoso apretón. Aunque enseguida volvieron a centrarse en las escenas que se desarrollaban ante ellos. Uno de los soldados vino entonces con una cámara de fotos. Algo arcaica pero útil para documentar cualquier cosa que hubiera tras la puerta. Al verla Harold tuvo una idea.

-Oye Jimmy, haznos una foto al japonés y a mí. ¿Cómo dijiste que te llamabas, amigo?
-Mizuno, Kenshiro.- Respondió éste mirando con sorpresa aquel aparato.- ¿De verdad quieres hacerte una foto conmigo? Somos enemigos.
-Por lo que a mí respecta ya no. Tu guerra ha terminado. – Comentó su interlocutor.- Me llamo Harold Drexler. Pero puedes llamarme Harry.
-Harry-san…-repitió el japonés haciendo una leve inclinación.- Hajimemashite…tomodachi

            Ami entonces les dijo a sus dos amigos sin salir de su asombro y llena de emoción.

-¡Le ha llamado amigo! Entonces… ¡Claro! ¡La foto! Ésta es la foto que tenías en casa…

            Roy iba a sentir aunque de pronto un flash de luz les inundó a los tres y reaparecieron de repente en el salón de la casa de los Malden.

-Pero. ¿Por qué hemos vuelto? - Se preguntó Roy sin comprender.- ¿Por qué?
-Pudiera ser que el efecto de esta esfera haya pasado.- Conjeturó su mujer.-
-Sí... o que quizás hayamos visto. ¡Claro!- Comentó Ami.- ¿Acaso no  queríamos saber cuándo y cómo se tomó la fotografía?
-¿Qué quieres decir?- Preguntó Roy mirándola sin comprender.-
-Quizás al utilizarla como catalizador la visión nos ha llevado al momento en el que se produjo.- Elucubró Bertie.- Y se ha terminado precisamente ahí.
-Pues ahora me gustaría saber qué había tras esa puerta.- Comentó su marido.- Quizás el diario del abuelo nos dé más información…

            Ambas mujeres asintieron con el mismo interés que él. Roy  no se hizo de rogar y con rapidez fue a consultar ese cuadernito. Quedaban ya muy pocas páginas y la última de ellas terminaba de modo abrupto.

-A ver…aquí dice. Veintisiete de febrero. Sí, justo cuando se tomaron esa fotografía.- Se percató él que leyó.-“Ken (Como afectuosamente llamo a mi amigo japonés) y yo mismo entramos por aquella puerta una vez que se forzaron los candados y la cerradura. Dos soldados más nos seguían. Tim y Jimmy que llevaba la cámara. Aquello no fue demasiado emocionante al principio. Al abrirla vimos que daba a otra larguísima galería que, tras unos cuantos metros hacia abajo, se diversificaba en varios corredores más. Desde luego, si el alto mando esperaba encontrar algo valioso, ya fueran explosivos, municiones o los planos del palacio imperial, se van a quedar muy desilusionados”

            Ahí Roy detuvo un momento la lectura y miró a ambas chicas encogiéndose de hombros.

-Entonces no parecía haber allí nada interesante.- Afirmó Bertie.-
-Espera un momento, cubito. – Le pidió enigmáticamente su marido al matizar.- Aquí pone que al principio…Quedan todavía unas pocas páginas más…
-Sigue leyendo, por favor.- Le pidió una a su vez intrigada Ami.-

            Roy así lo hizo y pudo leer en voz alta.

-“Salimos de ese laberinto de túneles dejando algunos por explorar. Algunas inscripciones en japonés nos resultaron extrañas. Pero nuestro guía nos las descifró. Ken es un tipo bastante agradable y condenadamente educado, aunque un poco reservado.  Al principio creía que estos tipos eran diablos amarillos que solo querían hacernos trizas. Un grupo de fanáticos enloquecidos y leales a la figura de su emperador. Desde luego luchaban como si así fuera. Pero charlando un poco con Ken me he dado cuenta de que no es así. Él a su vez me decía que ellos pensaban lo mismo de nosotros. Que éramos un pueblo de bárbaros que queríamos destruir sus tradiciones y su cultura. Y que carecíamos de honor. Celebro comprobar que tanto él como yo estábamos equivocados en nuestras valoraciones iniciales. Este muchacho no es el típico japonés que quiere suicidarse para matar al enemigo. Lo que en verdad desea es llegar a ser un buen médico y salvar vidas. Ha atendido muy bien a algunos de nuestros propios soldados y hasta el coronel ha llegado a valorarle. Menos mal, porque al capitán Rogers parece que se le haya atravesado desde que le conoció. Será porque es japonés. En fin, ahora se nos ha ordenado que, tras descansar por hoy, volvamos a explorar esa red de túneles mañana. Es curioso, pese a no ver nada aparentemente fuera de lo normal, percibo una extraña sensación. Mi amigo piensa lo mismo. No parece que a Jimmy y a Tim les haya sucedido igual. De todos modos, mañana bajaremos Ken y yo. Desde luego Ethie que este laberinto de túneles es muy complejo. Él me dice que no se parece a los que excavaron como defensa en la roca. Tampoco se aprecian marcas del ejército japonés. Incluso tienen una extraña iluminación y no vemos bombillas por ninguna parte. Ni tampoco es luz diurna. El suelo está pulido y las paredes, pese a ser de roca, son suaves al tacto. A nuestro hijo le encantaría gatear por aquí. Ahora me acuerdo mucho de ti y del pequeño Johnny. Espero que hayáis celebrado por todo lo alto su primer cumpleaños cuando recibáis mi carta de felicitación.”
-¿Johnny?- Inquirió Bertie.-
-Se refiere a mi padre adoptivo.- Sonrió Roy con visible afecto y añoranza explicándoles a sus interlocutoras.- Su cumpleaños era el veintiocho de febrero. En este diario al menos cuenta bastantes cosas de ese túnel. Aquí vienen más anotaciones…
-Pues ¿a qué esperas? Lee.- Le pidió una impaciente Bertie con el asentimiento de Ami.-


            Y su esposo asintió y siguió leyendo con visible intriga….

-“Durante casi un mes cuando nuestras obligaciones nos lo han permitido, nos hemos dedicado a explorar un sin fin de galerías pero no encontramos nada. Muchas estaban selladas por muros de cemento que tuvimos que romper a golpe de pico. Además, apenas si he podido escribir porque hemos tenido mucho jaleo terminando con la resistencia que quedaba e instalándonos en el aeródromo de la isla. Hoy, día veintitrés de marzo, tanto Ken como yo vamos a bajar por una de las galerías que nos faltan por recorrer”…

            Fue leer aquello y Roy guardó un repentino silencio.

-¿Ocurre algo?- Inquirió Ami.-
-El diario acaba aquí.- Les comentó el joven.-
-Eso significa que tu abuelo…- Pudo decir apuradamente Ami.-
-Sí, debió desaparecer justo ese día.- Suspiró el muchacho.-
-¡Pobre hombre! Es una lástima. Y además de eso, jamás podremos saber lo que le sucedió.- Comentó Bertie.-

             Su esposo asintió, quería pensar en algo. Aunque lo cierto es que comentó.

-La verdad es que tengo mucha hambre. Podríamos seguir después de tomar algo. ¿Os parece?

            Ambas chicas quedaron sorprendidas al principio por ese cambio de tema, pero asintieron. También estaban hambrientas. En esta ocasión  ayudaron a Roy en la cocina. Tras preparar una ensalada y hamburguesas comieron tratando de encontrar una respuesta…

-Un poco de música no vendría mal.- Propuso el chico que conectó un reproductor de cd, comentando al oír una canción que comenzó a sonar.- ¡Vaya!, el título nos viene que ni pintado para toda esta situación. Loco. Como este condenado enigma.

            Los tres escucharon un poco aquella letra que parecía versar sobre algunas difíciles situaciones también…

Solo un niño sabe
En la fachada de una iglesia
Él habla de la gente que se hunde
Sólo el niño sabe

Un hombre decidió después de los setenta años
Que iría allí
Es la puerta cerrada

Mientras algunos a su alrededor critican y duermen
Y a través de una pared que se rompe
Te veo mi amigo y toco tu cara otra vez
Los milagros ocurrirán mientras viajamos

Pero nunca vamos a sobrevivir, a menos que
Estemos un poco
Locos…

Nunca sobreviviremos, a menos que
Estemos un poco
Locos…

Roy oía esa tonada en tanto acariciaba entre sus manos aquel diario. La esfera estaba a pocos centímetros de él y juraría que la vio brillar de forma tenue. La gente está loca caminando a través de mi cabeza
Uno de ellos consiguió un arma y le disparo al otro
Y sin embargo ambos eran amigos de la escuela
¡Entiéndelo, entiéndelo, entiéndelo! ¡Sí!

Si todos estábamos allí cuando fuimos los primeros en tomar la píldora
Entonces quizá, entonces quizá, entonces quizá
Los milagros ocurrirán como hablamos

Pero nunca vamos a sobrevivir, a menos que
Estemos un poco
Locos…

Nunca sobreviviremos, a menos que
Estemos un poco
Locos…

No, nunca sobreviviremos, a menos que estemos un poco locos
Un hombre decide seguir adelante después de los 70 años
¡Oh querida!...

En un cielo lleno de gente sólo algunos quieren volar
¿No es eso loco?

En un mundo lleno de gente sólo algunos quieren volar
¿No es eso loco?
Loco

-Vamos abuelo. ¿Qué fue lo que te ocurrió?- Pensaba el muchacho en tanto oía aquella letra.-

En un paraíso lleno de gente donde sólo algunos quieren volar
¿No es eso loco?
¡Oh nena, oh querida!

En un mundo lleno de gente sólo algunos quieren volar
¿No es eso loco?
¿No es eso loco? ¿No es loco? ¿No es loco?
¡Ohh!…

            Bertie y Ami se percataron a su vez. Cuando Roy se aproximaba con el diario esa esfera parecía iluminarse.

Pero nunca vamos a sobrevivir, a menos que
Estemos un poco
Locos…

Nunca sobreviviremos, a menos que
Estemos un poco
Locos…

            Y el fulgor aumentaba, como si cada vez que el estribillo de esa canción resonase le proporcionase nuevas fuerzas.

Pero nunca vamos a sobrevivir, a menos que
Estemos un poco
Locos…

Nunca sobreviviremos, a menos que
Estemos un poco
Locos…

-¿Has visto eso, cariño?- Le preguntó Bertie.-

Ante aquello su marido guardó un reflexivo silencio para tomar la palabra tras unos instantes.

-Lo he visto, y he pensado que quizás, si usamos el diario como catalizador, los tres juntos cerca de la esfera…
-Sí, ya veo a dónde quieres llegar.- Asintió Beruche.- ¿Qué opinas Ami-chan?
-Hagámoslo.- Aceptó la sailor.-  También me he dado cuenta. Si nos aproximamos con ese librito esa bola comienza a brillar.

Pero nunca vamos a sobrevivir, a menos que
Estemos un poco
Locos…

Nunca sobreviviremos, a menos que
Estemos un poco
Locos…

Y cuando veas cosas
Del tamaño que nunca has visto antes
Antes de que lo rompan
Algún día

Sólo el niño sabe
Sus cosas
Del tamaño
que nunca has visto antes
Algún día...

(Crazy. Seal. Crédito al autor) https://www.youtube.com/watch?v=-bSAK6hWv4M


            Y se dispusieron a ello, con el diario y dándose las manos rodeando a aquella piedra. Por fortuna la intuición de Roy no les falló esta vez, tras otro flash los tres se vieron en medio de un largo corredor. Tenía el mismo aspecto descrito por Harold en el cuadernillo.

-¿Y ahora qué hacemos?- Preguntó Beruche.-
-Pues seguir hacia adelante. Supongo.- Repuso su marido.-

            Los tres lo hicieron y al poco pudieron oír sonidos de conversación. Eran Harold y Ken. Avanzaban por delante de ellos.

-No lo comprendo.- Decía el abuelo de Roy.- Si no sabíais nada de la existencia de este túnel…
-Yo la desconocía. Al igual que la mayoría de mis compañeros. Pero nuestros altos mandos posiblemente sí que supieran de su existencia.- Matizó Kenshiro.-
           
            A los pocos metros llegaron ante otra puerta. Sin embargo, ésta era muy extraña. Para empezar parecía estar hecha de una aleación desconocida para ambos hombres. Al verla y tocarla Harold interrogó a su acompañante con la mirada y éste se encogió de hombros.

-Tendremos que regresar para pedir ayuda. No tiene ni picaporte ni cerradura.- Comentó el sargento.-

            A poca distancia, Ami había activado su visor Y las lecturas que éste le indicaba la sorprendieron.

-Esto me resulta muy familiar.- Pudo decir con expresión desconcertada.-
-¿Lo habías visto antes?- Le preguntó Bertie.-
-Creo que sí. Pero hace bastante tiempo…- Repuso su amiga sentenciando con rotundidad.- Hay algo muy extraño tras de esa puerta.
-Lo malo es que nos vamos a quedar con las ganas de ver lo que es.- Terció Roy.-
-O quizás no.- Le contestó su esposa al ver cómo tanto Harold como Ken eran abordados por alguien que venía por una galería adyacente.- Mirad…

            Y para sorpresa de todos ante ellos apareció el general Kuribayashi.

-Pero, ¿no estaba muerto éste tío?- Exclamó Roy.-
-Puede que para el resto del mundo, sí.- Repuso una asimismo asombrada Ami.- Pero evidentemente está aquí. Espera.- Le pidió comprobando los datos de su miniordenador para exclamar con asombro.- ¡La fecha de su muerte corresponde a este mismo día!

La misma cara de sorpresa tenían los dos hombres que le vieron venir. Fue Harold quién desenfundó su arma apuntando al nipón.

-¿Quién es usted?- Inquirió.- ¡Identifíquese!

            El recién llegado sin inmutarse por la amenaza de esa Browning mil novecientos once se aproximó hasta un metro del americano y tras hacer una pequeña inclinación repuso.

-General Tadamichi Kuribayashi. Comandante en jefe de la isla.
-Mi general.- Le saludó Ken quien enseguida hizo una pronunciada inclinación al estilo japonés.- Es un honor.
-Eso no es necesario ahora.- Replicó el veterano militar.-
-Señor. Debo informarle que hemos tomado posesión de la plaza. Conforme a las leyes internacionales es usted mi prisionero. Tendré que escoltarle arriba.- Le dijo Harold sin dejar de apuntarle.-

            Aunque para su sorpresa su interlocutor no inmutó su semblante, finalmente respondió con tono calmado y hasta teñido de una ligera gravedad.

-No hará usted eso, sargento. Porque hay cosas más importantes que debemos atender.
-Si reúsa rendirse me veré obligado a emplear la fuerza.- Le advirtió Harold.-
-Mis hombres todavía luchan en la isla. Ahora mismo es de noche en el exterior y combaten contra un batallón de sus marines. Pero eso ya carece de toda importancia.- Declaró el general.-
- Pero señor. Eso quiere decir que la batalla está perdida.- Terció Ken.-
- Y la guerra.- Sentenció Kuribayashi que agregó para asombro de todos, tanto de sus coetáneos como de los observadores del futuro.- Pero hay otra guerra en ciernes que es muchísimo más peligrosa y terrible. Y en esa tenemos que ser aliados. Por el bien de la humanidad entera.
-¿Y pretende que me lo crea?- Replicó un escéptico Harold para rebatir.- Hemos leído algunos de los panfletos que usted mandó distribuir entre sus hombres. Algunos traducidos incluso al inglés, para desmoralizarnos. Aquí tiene.

            Efectivamente de su bolsillo sacó uno que mostró al general. En él aparecían escritas seis máximas para la defensa de la isla que Roy, aproximándose, pudo leer.

“1 Defenderemos esta isla con todas nuestras fuerzas hasta el final.
2 Nos arrojaremos nosotros mismos contra los tanques enemigos llevando explosivos para destruirlos
3 Mataremos al enemigo apostándonos entre ellos para matarles
4 Cada uno de nuestros disparos debe dar en el blanco y matar al enemigo
5 No moriremos hasta haber matado a diez de nuestros enemigos
6 Continuaremos acosando al enemigo con tácticas de guerrilla incluso si solo queda uno de nosotros vivo.”

            Aunque el general japonés asintió diciendo.

-En efecto. Esas eran las órdenes. Pero ahora no estamos hablando de la guerra de ahí afuera sino de la que hay aquí dentro.
-No sé de qué demonios está hablando.- Dijo Harold.-
-Envié mi mensaje de despedida hace unos días a mi cuartel general. Con los tres tradicionales poemas de la muerte en su forma waka. Es una costumbre japonesa. Aunque no apruebo el envío de tantos hombres para morir. Y hace unos minutos radié mi último mensaje al mayor Hori. Le dije, “A todos los oficiales y hombres de Chichi Jima, adiós desde Iwo.”
-¿Y eso qué significa?- Quiso saber Harry.-
-Significa que el general se ha despedido y está listo para afrontar la muerte como un samurái.- Le explicó Ken.- 

            El militar americano se apartó un par de metros y pensativo le preguntó a ese Kuribayashi.

-Usted sabe lo que hay ahí dentro, ¿verdad?... Por eso defienden con tanto ahínco esta isla. No solamente por la posición estratégica. Hay algo aquí que desean a toda costa preservar.- Remató agudamente el joven.-

            Tanto Roy como Bertie y Ami se vieron entonces transportados, pero continuaban allí. Era como si tuvieran acceso visual a los recuerdos del general. Estaba acompañado de varios oficiales más, y algunos soldados armados cuando descendieron por esa galería hasta desembocar en la extraña puerta.

-¿Qué habrá ahí dentro?- Se preguntaba Roy tan atento como su esposa y Ami a aquellas imágenes.-

            En esta ocasión no iban a tardar en saberlo. Al aproximarse algunos soldados japoneses aquella puerta se empezó a abrir. Era corredera y se desplazó hacia un lateral.

-Por eso no tenía pomo ni cerraduras. – Comentó Bertie.-
-Detecto una energía muy fuerte. Y que me es muy familiar.- Les informó Ami.-

            Dos soldados japoneses entraron al recinto que esa puerta custodiaba. Una especie de vapor comenzó a salir inundándolo todo. Al cabo de unos segundos no daban señales de responder a la llamada de uno de sus superiores.

-Preparen las armas y estén alerta.- Les ordenó Kuribayashi a sus hombres.- 

            El propio general se decidió a pasar, katana en mano, seguido por algunos de sus subordinados. Al entrar en aquella sala esa especie de humo se fue disipando. Al fin descubrieron a  los dos soldados nipones en el suelo. Parecían estar muertos. Aunque por más que miraron alrededor no vieran a nadie.

-El nivel de energía se ha disparado. Y es una energía muy negativa.- Les dijo Ami a sus compañeros.-

            Ninguno pudo replicarla, una voz casi gutural salió entonces del fondo de ese salón que estaba en una casi total oscuridad. Hablaba en una extraña lengua que los japoneses no parecían comprender, aunque Ami se puso pálida.

-¿Qué te pasa?- Le preguntó Bertie mirándola con preocupación.-
-Es… el idioma del Reino de la Oscuridad.- Repuso la descompuesta joven.-

            Oyeron a Kuribayashi preguntar a su vez en tanto sus hombres apuntaban hacia el origen de esa voz cavernosa…

-¿Quién es?...
-Soy el amo de este mundo. La energía oscura Metalia… - Exclamó esa voz, ahora en japonés.- Ahora vosotros sois mis siervos.
-¡Fuego! – Ordenó el general.-

            Una ráfaga de disparos de ametralladoras y pistolas resonó por toda la cámara. Tras unos atronadores instantes hubo silencio absoluto. La niebla se comenzó a dispersar y cuando los nipones miraban a su alrededor tratando de descubrir al autor de esa voz se oyó una gran carcajada.

-¡Ja, ja, ja, ja! ¡Patéticos humanos!...
-Mi general. ¡Mire!- Le señaló un capitán a Kuribayashi.-

            Para estupor de todos, coetáneos y observadores incluidos, los dos hombres que estaban tendidos en el suelo se levantaron envueltos en una tonalidad oscura. Sus ojos se abrieron centelleando rojizos. Avanzaron sin prisa pero sin pausa hacia sus antiguos compañeros.

-Dispárenles.- Ordenó el general.-

            De nuevo una zarabanda de descargas que no afectaron lo más mínimo a esos dos individuos. Pese a que las balas les atravesaron haciéndoles caer, ambos se levantaron al instante.

-Salgan de aquí.- Urgió Kuribayashi a sus soldados.-
-No tan deprisa.- Se escuchó una voz más suave, al parecer de hombre.-

            Ami volvió a quedarse perpleja cuando descubrió de quién se trataba y señalándole con un dedo apenas si pudo decir.

-¡Jadeite!

            Ahora se veía a un tipo rubio de metro ochenta y cinco más o menos que vestía una especie de uniforme que parecía militar, de tono gris perla, rematado por unas botas de montar.

-¿Quién leches es ese?- Quiso saber Roy.-
-Fue nuestro primer enemigo. Uno de los Shitennou. Compañero de Nephrite en el reino oscuro.- Le explicó Ami.- Metalia les lavó el cerebro igual que a Beryl.
-¿Esos tipos eran los antiguos vasallos del rey Endimión?- Inquirió la atónita Bertie.- ¿Pero qué está haciendo este aquí?
-Eso es lo que no sé.  –Repuso su amiga.-
-Le podría partir la cara en un momento.- Declaró Roy tensándose aunque enseguida suspiró relajando su postura para admitir resignado.- Si pudiera tocarle, claro.
           
            De modo que, impotentes, tuvieron que ver como Jadeite iba eliminando a todos los soldados que, pese a disparar sus armas contra él, eran incapaces de dañarle.

-Vosotros reuniréis más energía para nuestro gran líder. –Les dijo.- Será dentro de poco.

            Afortunadamente Kuribayashi y otros dos oficiales pudieron salir. No sin que el veterano general se fijase bien en algunos detalles del interior. Para su alivio la puerta que guardaba la entrada se cerró en cuanto lo hicieron…

-¡Pero qué demonios!- Exclamó Roy.-

            No le dio tiempo a decir más, tanto él como Bertie y Ami reaparecieron de nuevo junto a Harold y a Ken. Junto a ellos estaba el general que parecía haberles contado a sus acompañantes lo mismo que acababan de presenciar.

-¿Y piensa que me voy a creer eso?- Le preguntaba un más que escéptico Harold al alto mando japonés.-
-Crea lo que quiera. Pero si dejamos que ese poder maligno salga al exterior, tanto los suyos como los míos estarán condenados.- Replicó gravemente el general detallando.- Usted no lo comprende. Los muertos se levantaban poseídos por esa extraña energía. Y nada podía detenerles. Nada, salvo esta puerta. Y cuando salimos al exterior…

            Una vez más Ami, Bertie y Roy se retrotrajeron a los recuerdos del militar. Volvieron a verle con sus oficiales, justo tras salir de aquel terrible lugar. Aquella puerta estaba cerrada y uno de los subordinados de Kuribayashi le preguntó.

-Mi general. ¿Cree que podrán salir?
-Supongo que de igual modo que abrieron para atraernos dentro podrían hacerlo de nuevo.- Conjeturó el interpelado.-

            Roy miró a sus acompañantes con extrañeza y planteó de igual forma.

-No lo comprendo. Esos tipos del Reino de la Oscuridad. ¿Para qué abren y cierra esa puerta? ¿Por qué no salen sin más?
           
            Ami se paró a pensar para meditar sobre esa cuestión, lo mismo que hizo Bertie. Fue Mercurio quién contestó en primer lugar.

-Quizás no puedan salir todavía. O mucho me equivoco o estarán tratando de reunir energía.
-¡Claro! Atrajeron a seres humanos al interior para robársela. Pero no eran suficientes.- Añadió Bertie, quien con gesto inquieto añadió.- Sin embargo, con la batalla.
-¡Habrá decenas de miles de muertos en la isla y también de heridos!- Completó Ami con horror.- Si son capaces de absorber esa enorme cantidad de energía, la que emana del odio y la lucha, se liberarían…
-Pero no lo hicieron. ¿Verdad? ¿O es que ya luchasteis antes con ellos?
-No.- Repuso Ami.-  Al menos que yo recuerde. Desperté como guerrera tras Usagi y Rei…y eso fue en mil novecientos noventa y dos. Apenas tenía catorce años.
-Quizás hubo otra batalla contra los poderes de la Oscuridad y la historia no la recuerde.- Conjeturó Bertie, añadiendo.- Tú misma me contaste que, tras la derrota de Metalia perdisteis la memoria y solo la recobrasteis al enfrentaros a Ail y Ann. ¿No pudiera haberos sucedido antes también?
-No lo sé. Ya no estoy segura de nada.- Pudo decir la desconcertada aludida.-

            Los japoneses entre tanto salieron de allí. Kuribayashi dio orden de sellar esas galerías y después de poner aquella puerta con el candado. Al poco cursó un informe confidencial dirigido al ministro de la guerra Tojo. Éste, para su asombro, le respondió que no debía preocuparse por eso y sí por defender la isla a cualquier precio. Ese informe secreto le aseguraba que, con unos nuevos aliados muy poderosos, la guerra daría un vuelco a favor de Japón. Todo eso pasó delante de Bertie, Ami y Roy. Las dos mujeres tradujeron esa carta confidencial en tanto observaban como la leía el general.

-Ese tal Tojo estaba como una regadera.- Declaró Roy.- ¿Acaso se creía que esos tipos de la oscuridad iban a  ayudarle a ganar la guerra y ya está?
-Imagino que pensaba poder servirse de ellos y eliminarles cuando le conviniera.- Suspiró Ami, afirmando.- Un grave error. Más bien sería al contrario.
-Sí, lo mismo creyeron Diamante y Esmeralda del Hombre Sabio. - Añadió Bertie dirigiéndose a su esposo.-
-Es cierto, cariño. Nos lo contaron.- Asintió el interpelado.-
- Cuando recurres a los poderes del mal para lograr tus fines las cosas nunca salen bien.- Sentenció Ami, añadiendo ahora en un destello de clarividencia.- Y por fortuna el general Kuribayashi era un hombre muy inteligente y lo comprendió a tiempo.
 -Aun así, cumplió las órdenes de defender la isla.- Objetó Roy.-
-Una cosa era cumplir con su deber, y la otra permitir que el mal escapase.- Repuso firmemente Ami.- Eran asuntos bien distintos. Kuribayashi fue leal a su país y también al mundo entero.

            Y parecía que aquella era la suposición correcta. Ahora volvían a estar ante el general, Harold y Ken. El americano mantenía su arma apuntada hacia el oficial nipón.

-Si fuera como usted dice, ¿acaso no sería mejor que un grupo de soldados vinieran con unos bazokas y volasen todo esto?- Inquirió Harold que visiblemente extrañado escuchaba también aquella canción. –
-¿Es cosa de los suyos?- Le preguntó su interlocutor que le aclaró.- La música…puede que propaganda americana para que los míos se rindan.
-Si es así, no tengo ni la menor idea. Además, no me suena nada ese tipo de música. Será algo nuevo que han compuesto en casa.- Se encogió de hombros Harry quién dejó eso de lado para insistir en su idea.- Con un pelotón podríamos venir y volar esto enseguida.
-Sus hombres podrían ser atacados y muertos antes de lograrlo.- Objetó el general.- Nunca podrían acercarse lo bastante, pero nosotros sí.
-¿A qué música se referirán?- Comentó una sorprendida Bertie.-
-No sé. No creo que sea a la que tenemos nosotros puesta.- Se sonrió Roy.-

            Bertie tampoco lo creía. Ellos sí la escuchaban y quizás los antepasados de su marido y de Ami estuvieran oyendo otra por allí que quedaba tapada por el sonido de la que tenían ellos mismos en casa.

-Debiste de equivocarte al apagar el cd. Lo has dejado en repetir canción.- Le comentó ella a su esposo que se limitó a encogerse de hombros y declarar.-
-Con las prisas, la verdad, ni me fijé.- Admitió su esposo.-

Por su parte su abuelo se giró hacia Ken y le preguntó con incredulidad y hasta sarcasmo.

-¿No te parece que es una historia un poco difícil de creer?

            No obstante, su amigo le replicó con seriedad y contundencia, algo inédito en él hasta ese instante.

-Si el general Kuribayashi dice que ha sucedido, entonces yo lo creo. Nunca mentiría. Es un samurái…

            Harold se encogió de hombros pero había cometido el error de dejar de apuntar a su prisionero. Aprovechándose de ello el general le hizo una rápida llave de judo que le derribó en el suelo. El nipón además se hizo con su arma y pasó a ser él quien apuntase al desprevenido sargento.

-¡Maldita sea! – Escupió Roy sintiéndose impotente.-

            Ahora fue su abuelo el que suspiró asintiendo despacio para suspirar.

-Bien que me la ha jugado con ese cuento. Ahora ya puede matarme y salir corriendo de aquí.

            Empero, para sorpresa suya, su oponente dejó de apuntarle e incluso tomando la pistola por el cañón se la ofreció de regreso. Harold apenas si podía creerlo pero se apresuró a recuperar su arma antes de que su enemigo cambiase de opinión. Fue entonces cuando Kuribayashi declaró con tono calmado y serio.

-¿Se convence ya? No quiero escapar, para todos los de afuera ya estoy muerto. Ni tampoco deseo matarle a usted. Le dije que la guerra entre nosotros había terminado, al menos mientras estemos aquí. Ahora somos aliados frente a esa cosa.

            Y tras meditar aquello durante unos instantes el americano entonces preguntó mientras guardaba su pistola en la cartuchera, se cuadraba y saludaba militarmente para preguntar.

-Muy bien, mi general. ¿Y qué debemos hacer entonces?

            Su interlocutor le devolvió el saludo y sacó una granada de mano. Eso alarmó a Harold aunque Kuribayashi enseguida le tranquiló.

-No tema. No voy a tirarla aquí para suicidarme ni nada por el estilo. Debemos entrar en ese cuarto y arrojarla dentro. La vez anterior cuando estuve en el interior de esa sala vi algo similar a un pedestal del que surgía esa energía. Tengo la impresión de que eso pueda ser una especie de puerta que comunica ese extraño lugar con nuestro mundo.
-Para mí será un honor acompañarle, mi general.- Declaró Ken haciendo una gran y duradera inclinación.-

            El aludido asintió. Y Harold entonces sonrió levemente para añadir a su vez.

-Ningún americano se va a echar atrás en la tarea de salvar el mundo. A cambio, si lo logramos, usted será mi prisionero y ordenará la rendición de sus hombres.
-Si logramos salir con bien de eso tiene mi palabra.- Le prometió su contertulio.- Ya basta de muertes inútiles por ambos bandos.

            Roy, Bertie y Ami se miraron con asombro y expectación cuando el general japonés estrechó la mano que aquel sargento americano le ofreció para sellar el acuerdo. Aunque ahora fue Kuribayashi quien le dijo a Ken.

-Tú quédate tras nosotros, cúbrenos la retaguardia y si nos hieren estate listo para atendernos.

            El interpelado miró con gesto interrogador al general pero Kuribayashi no añadió nada más hasta que le indicó al americano.

-Acérquese con sigilo al lado de esa puerta y compruebe que esté cerrada. No me gustaría que tuviéramos sorpresas.

            Harold asintió dirigiéndose hacia allí. El oficial nipón aprovechó por su parte para acercarse a Ken y reclamar su atención.

-Tengo una cosa que ordenarle. Y pase lo que pase. Deberá usted obedecer. No solamente la suerte del Japón, sino la de todo el mundo estarán en juego dependiendo de lo que haga.
-Sí, mi general.- Se cuadró Kenshiro de inmediato.-

            El veterano oficial sacó un sobre de su guerrera y se lo entregó para decirle.

-Custodie esto bien. Y léalo cuando concluya la misión. Luego destrúyalo...o deposítelo en algún lugar seguro, por si fuera necesario en el futuro.
-A sus órdenes.- Saludó el joven.-

            Después le dio un trozo de papel con algo escrito para indicarle.

-Esto puede leerlo ahora…
-Sí, mi general. ¿Debo quedarme aquí entonces hasta que me llamen?

            Kuribayashi asintió enérgicamente. Aunque para sorpresa suya y de sus acompañantes se escuchaba música y a alguien cantando una canción. Ken escuchó atónito.

-Parece una canción americana, la que sonaba antes.
-Será el servicio de propaganda del enemigo. La deben de estar repitiendo por toda la isla para levantar la moral de los suyos. -Afirmó el general coincidiendo con la conjetura del propio Kenshiro, y añadiendo.- Usted no se preocupe por eso y haga lo que le he dicho.-

Y una vez le dio esa orden el general se alejó de él para dirigirse hacia donde estaba el sargento americano. Cuando llegó a su lado le vio analizando aquella puerta.

-Lo primero será hacer que se abra.- Afirmó Harold valorando esa plana y lisa superficie de aquel material desconocido.-

            Aunque el general le dijo entonces al atónito chico.

-Hay una cosa que no le he comentado todavía. Verá. No estuve una única vez dentro de esa sala.
-¿Qué?- Exclamó el joven, aunque su interlocutor le hizo una seña para que guardase silencio y le explicó.- Ese hombre se presentó como Jadeite. Yo fingí cooperar con él, porque me contó que mi propio gobierno le había contactado y ofrecido una alianza contra los americanos. Yo no estaba de acuerdo pero no tuve más remedio que obedecer. Sin embargo, viendo lo que les hizo a mis hombres y la maldad que se encierra ahí dentro, enseguida supuse que lo que en verdad deseaban era destruirnos a todos.
-Entonces ¿Qué vamos a hacer?-Quiso saber su atónito interlocutor.- ¿Sabe usted entrar ahí?
-Me mostró muchas cosas. En una especie de bola que proyectaba imágenes. Imágenes del futuro.- Respondió el general añadiendo con tono preocupado.- Por ello el asistente Mizuno no debe correr ningún peligro.
-¿Qué quiere decir con eso?- Se sorprendió Harold.-
-Digamos que es alguien a quién vamos a necesitar.- Contestó enigmáticamente el general.-

            Eso sí que dejó anonadados a Roy y a las chicas. Sobre todo a Ami. La muchacha tenía una intuición, pero no se atrevía a expresarla en voz alta. Se decantó por seguir observando. Así, al igual que sus amigos vio como el general se aproximó hasta la puerta y tocó un lateral. Al instante y para asombro de todos se materializó una especie de teclado con unos símbolos extraños. Kuribayashi tocó algunos y la puerta no tardó en abrirse.

-Adelante.- Le pidió el general advirtiéndole.- Y deje que hable yo…

            El atónito Harold asintió. Accedieron a una gran sala que estaba débilmente iluminada con un resplandor cenital. A lo lejos se veía algo parecido a unos escalones y sobre ellos una forma antropomórfica de color oscuro que parecía condensarse. Aunque lo que asustó realmente al muchacho fue el grupo de soldados japoneses que estaban de pie en posición de firmes. Todos tenían los ojos de un color rojo refulgente y parecían aguardar órdenes. Kuribayashi entonces dijo en voz alta.

-Comandante Jadeite, ya estoy aquí. Y he traído un aliado.

            Aquel rubio individuo se materializó de la nada para asombro del americano. Vestía del mismo modo que Roy y las demás recordaban. Sin embargo, Harold no pudo evitar exclamar asombrado.

-¡Capitán Rogers!
-Vaya, sargento. Nos volvemos a ver. Me alegra que se haya unido a nosotros. - Se sonrió pérfidamente aquel hombre quien admitió.- Sí, me hacía llamar de ese modo cuando tomé la identidad de ese oficial. Hay que reconocer que me lo he pasado en grande. Los humanos pueden llegar a extremos de salvajismo tales que ni siquiera nuestros youmas podrían imaginar. Esta guerra es realmente divertida. Y nos ha proporcionado muchísima energía para el despertar de nuestro líder.
-No comprendo nada.- Pudo decir el chico.-

            Aunque el general nipón le dedicó una dura y acusatoria mirada. El muchacho al percatarse guardó silencio y fue Kuribayashi quien afirmó.

-He cumplido con mi parte. A la vista de lo que usted me mostró.
-Es verdad.- Convino Jadeite sacando una esfera de color azulado que emitía pálidos fulgores de ese mismo color.-

            Ahora fueron Bertie, Ami y Roy quienes se miraron asombrados.

-¿Habéis visto eso? ¡Es igual que la nuestra! - Declaró Beruche con estupor.-

            Y si eso les había sorprendido, lo que a continuación observaron les dejó sin habla. En esa misma bola se proyectaron imágenes de ellos mismos en la casa de los Malden. Incluso pudo oírse la canción que habían estado escuchando cuando pensaban en como activar su esfera.

-¿Quiénes son?- Quiso saber Drexler.-
-Son habitantes del futuro.- Le respondió Jadeite.- Y una en particular es muy peligrosa para nuestros intereses.
-Sin embargo, según me contó usted. No hay nada que temer.- Replicó Kuribayashi.- Si triunfamos ahora…
-Exacto. Por ello hay que terminar con cualquier antepasado conocido de esa chica. ¿Hizo usted lo que le encargué, general? - Preguntó aquel rubio individuo.-
-Ordené al soldado que usted identificó como el antepasado de esa muchacha que atacara al enemigo.- Replicó éste.- Morirá como un buen japonés…
-¡Maldito traidor!- Espetó Harold mirando a su contertulio con inquina.-

            Aunque una especie de energía le impactó haciéndole gritar. Acabó tendido en el suelo y dolorido.

-Silencio sargento. Y ahora.- Aseveró un complacido Jadeite tras bajar una de sus manos con las que había proyectado aquella ráfaga de poder.- Estamos en la situación propicia. Los habitantes de ese futuro han activado su esfera, nosotros la nuestra. Podremos crear un pasillo dimensional para viajar a su tiempo y conquistar el mundo desde allí. Ya nos llega su sonido y ahora sus imágenes. La energía cada vez es mayor. Dentro de poco incluso podremos materializarnos allí.

            Eso dejó anonadados a los chicos. Roy entonces miró a  su esfera que brillaba también con un tono azul cada vez más intenso. Horrorizado dijo al darse cuenta de un detalle.

-¡Yo había visto esta piedra antes! Sabía que me era familiar.
-¡Oh, Dios mío! – Añadió Bertie con el mismo gesto de horror.- Es cierto. Ahora caigo. Es una de las piedras Yalmutud. Las que Valnak y Armagedón deseaban reunir para comunicar nuestra dimensión con el Infierno.
-Entonces no podrán hacer nada. Necesitarían tenerlas todas.- Objetó Ami.- Y en el mismo sitio… ¡Oh no! – Clamó ahora espantada.- A menos que…
-¿A menos que, qué?- La interrogó Roy con premura.-
-A menos que dos de ellas puedan intercomunicarse a través del espacio y del tiempo. No tendrían que dejar pasar a un ejército de demonios a otra dimensión. Solamente se necesitaría alimentarlas con mucha energía para poder hacer que algo viajase de un sitio al otro sin tener todas las esferas…
-Ya te comprendo.- Asintió una horrorizada Beruche.- Por eso estaban almacenando toda la de esa batalla.
-Así que con energía, ¿eh?- Inquirió Roy transformándose en súper guerrero para sentenciar.- ¿Algo como esto quizás?...

 En ese preciso instante Jadeite, Kuribayashi y Harold fueron deslumbrados por una intensa luz de color dorado que emergió entonces de la esfera que tenían. Cuando el resplandor terminó quedaron tan sorprendidos como los tres individuos, dos chicas y un chico, que les observaban.

-¿Quiénes sois? – Quiso saber Harry sin poder apartar la vista de aquellos aparecidos.-
-Es una historia muy larga.- Sonrió Roy que seguía brillando en aquel resplandor dorado.- Ahora no hay tiempo para contarla.
-Pero sepan que estamos de su lado, contra los poderes de la oscuridad.- Intervino Ami-
-¿Tú?- Exclamó Jadeite señalándola.- La Guerrera Mercurio. ¡Estabas muerta al igual que las demás! El Milenio de Plata fue destruido.
-Pero he vuelto, todas regresaremos.- Replicó la joven sentenciando con audacia.- Y te detendremos. A ti y a los demás, puedes darlo por seguro…

            Aunque para su sorpresa, su interlocutor no pareció prestarle atención a ella ahora y se giró para encarar al general japonés.

-¡Me has engañado! ¿Dónde está ese maldito asistente?

            Y sin darle tiempo a responder disparó contra aquel hombre una ráfaga de energía  que le derribó. Roy, furioso, le atacó con un rayo pero ante su asombro y el del resto éste pasó inofensivamente a través de Jadeite. El villano se miró atónito aunque pasados los primeros segundos de desconcierto se rio.

-¡Maldita sea! ¿Cómo es posible?- Se preguntó Roy en voz alta.-
-Landar nos lo advirtió. No podemos cambiar nada.- Le recordó Bertie que añadió con el mismo estupor del resto.- Seguramente que la energía de ambas esferas al combinarse ha hecho posible que nos veamos mutuamente. Pero todavía no es lo bastante fuerte como para que ninguno se transporte a la dimensión del otro.
-Exacto. Eres muy inteligente. - La alabó Jadeite quien sonrió a renglón seguido de forma pérfida para sentenciar.- Pero eso lo arreglaré enseguida. En cuanto libere al maestro Metalia.

            Y miró hacia aquel pedestal en donde esa oscura forma antropomórfica comenzó a reír con un estruendo cada vez mayor. Aunque antes de que nadie pudiera reaccionar se oyeron varios disparos. Harold estaba descargando la munición de su Browning sobre Jadeite que primero sorprendido, y después, herido, cayó al suelo.

-Puede que ese tipo rubio que brilla no pueda alcanzarte, amigo. Pero yo sí…

            Aunque eso no sirvió de mucho, su enemigo se estaba levantando a los pocos segundos como si aquello no le hubiera representado más que una leve molestia…

-¡Voy a  acabar contigo por tu insubordinación, sargento!- Sentenció con creciente ira aquel villano.-

            Ahora fue la katana del general Kuribayashi la que, de un tajo, derribó a Jadeite que sangraba por un costado. Pese a todo, esa herida comenzó a cerrarse recubierta de una especie de halo oscuro. El sirviente del poder maligno sonrió para después reír tan frenéticamente como su amo y ordenó.

-Eso no te servirá de nada conmigo. ¡Ja, ja!… esclavos del poder de Metalia, ¡acabad con ellos!

            Los que fueran en vida soldados japoneses comenzaron a avanzar hacia el general y el sargento como si de zombis se tratasen. Extendieron los brazos en tanto sus ojos refulgían rojizos. Kuribayashi derribó a uno con su espada y Harold hizo lo propio con otro tras recargar su arma y disparar…

-¡No podemos hacer nada!- Se lamentó amargamente Roy apretando los puños.- Van a matarles a los dos.

            Aunque Harold enseguida cayó en la cuenta y le dijo a su aliado.

-¡General, la granada!…

            Éste asintió, pero para su desgracia se le había caído cuando Jadeite le derribó con aquel rayo. Al fin la vieron, había rodado hasta casi la entrada.

-¡Mercurio shaboon spray!- Gritó Ami emitiendo una gran cantidad de burbujas que nublaron la visión del enemigo. Ante la sorpresa de Harold y del general nipón, la joven sonrió afirmando.- Quizás no podamos dañarles, pero como pueden vernos también podemos cegarles. ¡Dense prisa!

            Harold iba a por esa bomba cuando alguien se le adelantó. Era Kenshiro quien, tras oír aquellos disparos y explosiones, se acercó. Pese a las órdenes recibidas quiso ayudar. Entonces vio a esa chica de extraños cabellos azules,  ataviada con aquel curioso uniforme. Apenas musitó.

-¡Saeko! ¿Eres tú?

            Ahora fueron Ami y sus amigos los que miraron atónitos a aquel hombre. La sailor pudo rehacerse lo bastante como para esbozar una afectuosa sonrisa y responder con suavidad y ternura.

-Usted me confunde, señor.

            El efecto del ataque pantalla de Ami se desvaneció, Jadeite reaccionó con rapidez señalando al estupefacto Kenshiro para ordenarles a sus zombis.

-Acabad con él, idiotas. Es el antepasado de esa maldita sailor Mercurio. ¡Lo he visto en la bola!

            Aunque entre el general Kuribayashi y Harry lograron apartar al chico de esos engendros.  Al menos lo bastante como para que Kenshiro pudiera preguntar dirigiéndose a una emocionada Ami.

-¿Sailor Mercurio? ¿Quién eres tú?
-Tu nieta…- Confesó ella.- Y quiero ser doctora, igual que tú…
-Pero yo solo soy un simple asistente.- Pudo decir el muchacho.-
-Serás un gran médico algún día.- Sollozó la guerrera sonriendo con afecto para remachar.- Y tus hijos después de ti…les mostrarás el camino para ayudar a otros. Y eso es lo más hermoso del mundo. Yo… siempre he querido ser como ellos y como tú.

            Su anonadado contertulio apenas podía cerrar la boca del asombro que le produjo oír aquello. Pero poco amigo de aquellos momentos tan entrañables, Jadeite le apuntó con su mano.

-¡De eso nada! Porque vas a morir ahora…y ella desaparecerá como si nunca hubiese existido.

            Y disparó una tremenda ráfaga de energía. El tiempo pareció ralentizarse cuando Ken se cubrió con ambas manos de modo instintivo. Por desgracia aquello no le serviría de nada. Roy y Ami trataron de hacer algo pero era inútil. Esa energía les atravesaba de modo inocuo a ellos. Bertie a su vez era incapaz de congelar a aquellos zombis. El general japonés, sí que luchaba con bravura derribándoles una y otra vez y Harold…

-¡Noo!- Aulló Roy impotente para intervenir.- ¡Abuelo!

            Éste cayó derribado por aquella potente energía. El sargento americano tuvo el tiempo justo como para interponerse entre el ataque de Jadeite y su ahora atónito amigo japonés. Harry no estaba muerto pero sí muy malherido. Pese a ello pudo musitar sonriendo con su boca manchada de sangre…

-No podemos permitir que no nazca esa chica tan bonita… ¿no crees, Kenny?
-Salvaste mi vida.- Pudo decir el impactado Ken.- Arigato gozaimashita, tomodachi.

            Roy se arrodilló junto a aquel bravo soldado americano y apenas pudo sollozar dejando de ser un súper guerrero.

-Lo siento, abuelo…No pude protegerte…Ahora cierra los ojos un momento.- Le pidió con afectuoso tono para agregar mirando al resto.- Cerradlos.

            Ami y Bertie asintieron, Ken y el general así lo hicieron. Jadeite se rio en cambio para declarar con sorna.

-El no mirar a la muerte no hará que ésta pase de lago, ja, ja, ja. ¡Cobardes!…

            La réplica de Roy fue solamente una cuando llevándose ambas manos abiertas hacia la frente y con las  palmas hacia fuera y los dedos extendidos gritó…

-¡Viento solar!

            Un tremendo resplandor cegó por completo a Jadeite e incluso a esos seres de pesadilla que se estaban levantando.

-¡Ahh! ¡Maldita sea, no puedo ver nada!- Aulló el comandante de la oscuridad.-

El saiyajin entonces les dijo a sus interlocutores del pasado.

-Podéis abrir los ojos. El efecto durará tan solo unos segundos. ¡Aprovechad y salid de aquí!
-Yo no iré a ninguna parte.- Repuso a duras penas Harry que notaba como las fuerzas le iban abandonando, pese a ello no pudo por menos que preguntar, con asombro.- Pero tú… ¿eres de verdad mi nieto?...
-Sí- sonrió Roy sin vacilar, añadiendo con una mezcla de afecto y orgullo.- No lo dudes…

            Pudiera ser que no de sangre, pero desde luego ahora se sentía más unido que nunca a aquel hombre tan valiente. Así le dijo.

-Soy hijo del pequeño Johnny. Quien siempre me ha dicho que debemos mantener nuestra palabra, que nadie nos podrá quitar eso salvo nosotros mismos.
-Lamento no poder veros más ni a él ni a ti.- Suspiró Harold que pudo esbozar una complacida sonrisa. – Pero me alegra comprobar que mi Johnny te educará tan bien. Es un orgullo para mí. Parece que eres todo un héroe, muchacho.
-No, el orgullo es mío. Y no soy ningún héroe abuelo, tú sí…- Sollozó el emocionado Roy. -¡Tú eres el auténtico héroe!

            Entre tanto Bertie le decía al general con gesto angustiado pues el efecto del resplandor iba remitiendo…

-Salgan de aquí. Todavía están a tiempo.
-No.- Negó Kuribayashi moviendo la cabeza para sentenciar.- El mal debe de ser destruido.
-La granada, mi general.- Dijo Ken alargándosela a su oficial superior.-

            Éste la tomó asintiendo agradecido y le ordenó.

-Salga de aquí y cierra la puerta. Es el momento de usar ese papel que sí podía leer. Ahí está la clave para hacerlo.
-Pero ustedes morirán.- Opuso el joven nipón.-
-Recuerde. Para el resto del mundo yo ya morí luchando.- Aseveró el veterano militar.- Ahora le toca a usted cumplir con su deber. Vuelva a la patria. Ayude a ganar la paz. Tenga una familia. Que esa joven pueda nacer para combatir al mal en el futuro. Es mi última orden.
-Sí…amigo.- Sonrió Harry esforzándose por hablar.- Y…por favor. Hazle llegar mi diario y mis cartas a mi Ethie.

            Los zombis comenzaban a levantarse y Jadeite rumiaba su disgusto. Seguía desconcertado por aquel fogonazo de luz, empero ya comenzaba a aclarársele la visión y trataba de localizar a sus molestos enemigos. Entonces Kuribayashi le espetó a Ken.

-¡Hayai!
-¡Rápido!- Tradujo una llorosa Ami, aunque en esta ocasión hasta Roy pudo entenderlo.-

            Kenshiro pese a todo se inclinó larga y profundamente ante su general y después estrechó la mano de su amigo americano. No hubo ya más palabras salió corriendo y cerró la puerta. Justo entonces Jadeite pudo ver.

-¡No os servirá de nada! Abriré esa maldita puerta.- Amenazó el maligno individuo sentenciando.- No fallaré como el idiota de Zoisite.
-¡Banzai!- Exclamó el general sin darle tiempo a reaccionar, lanzándose contra aquella energía oscura.-

            Una horrísona explosión sacudió aquel pedestal y se oyó un aullido terrible, lleno de desesperación y rabia. Aquella figura cayó dentro de una especie de vórtice producido por ese estallido. Y tras él fue absorbida la azulada esfera que Jadeite tenía en su poder.

-¡Nooo!- Chilló el comandante de la oscuridad.- ¡Lo habéis estropeado todo, malditos!

            Era como si el cuarto en donde estaban comenzara a desvanecerse. Se distorsionaba atraído por aquella abertura. Los zombis cayeron al suelo quedando como los cuerpos sin vida que eran. Entonces Bertie les comentó alarmada a su amiga y a su esposo.

-Esto se está volviendo inestable. Toda la estancia va a ser tragada por otra dimensión. Podría incluso afectarnos a nosotros. Tenemos que irnos…
-¡Espera, por favor! - Le pidió su marido para dirigirse a Harold con tono entre emocionado y lleno de respeto.- Abuelo, siempre te recordaré… siempre serás un ejemplo para mí. Te juro por lo más sagrado que haré honor a tu memoria.

            Por toda réplica éste sonrió con afecto y le guiñó un ojo, luego perdió el conocimiento. Roy no pudo evitar que dos lágrimas le cayeran por las mejillas.

-¡Vamos, cariño!  Lo siento muchísimo pero sabes que no puedes hacer nada por él. - Le insistió una también emocionada Bertie tomándole de un brazo .- ¡Por favor!

            Tanto ella, como Ami y el abatido muchacho se dieron la mano. Justo a tiempo para ver como Jadeite, el cuerpo de Harold y los del resto de los fallecidos eran tragados por aquel agujero oscuro. Aunque ellos reaparecieron en medio del salón de la casa de los Malden y junto a ellos la esfera, que ahora no emitía luz alguna…

-Hemos vuelto.- Musitó Bertie una vez se rehicieron.-

            Aunque su esposo no pronunció palabra, Ami tampoco. Los dos se miraban con una incontenible emoción. Beruche enseguida pasó sendos brazos por los hombros de su esposo y de su amiga. Fue ella quien, algo más entera, les propuso.

-¡Las cartas! Esas cartas en japonés…Puede que nos revelen el final de esta historia.

            Su marido enseguida fue a buscarlas. Beruche aprovechó para preocuparse por su amiga.

-¿Estás bien, Ami chan?- Quiso saber con  afectuoso interés.-

            Su interlocutora apenas sí asintió. Tras suspirar largamente para contener esa emoción que la embargaba pudo decir.

-Ahora entiendo muchas cosas. El porqué mi madre no hablaba apenas del abuelo. Siempre me dijeron que la guerra le trastornó. Que al volver estudió medicina con tesón pero que hablaba de cosas muy extrañas. Y que quiso que su hijo siguiera sus pasos como médico.- Le contó Ami.- Y luego también animó a estudiar medicina a mi madre.

            Bertie asintió en tanto la escuchaba, en eso que Roy volvió con una caja donde había metido cuantas cartas en japonés encontró. Abrieron enseguida la que correspondía a la fecha más antigua.

-Uno de abril.- Tradujo Ami quién comenzó la lectura ante la atenta mirada de sus amigos.- Después de salir de aquellos túneles pude ganar el acceso a la puerta. Los norteamericanos me interrogaron sobre lo sucedido. Aquella explosión derrumbó las paredes cegando por completo el acceso a ese lugar. Aunque algo me dice que ese cuarto desapareció tragado por otra dimensión. Por suerte para mí, asumieron que todo fue debido a explosivos que nuestras tropas almacenaban allí abajo. Sin embargo, algunos soldados me culparon de haber saboteado de alguna forma aquello. Por suerte el propio coronel americano al mando del puesto desestimó esas acusaciones que podrían haberme costado ser fusilado. Afortunadamente para mí, los americanos querían tener prisioneros de guerra japoneses para desmontar el mito de que nunca nos rendíamos. De hecho, he sido de los pocos japoneses en sobrevivir y me han enviado como prisionero a un campo militar. Allí tendré que esperar a que termine la guerra.

-Pobre hombre, eso fue muy injusto.- Suspiró Bertie.-
-Aquí hay más cartas.- Indicó Roy.-

Y le pasó otra a Ami quién tradujo una vez más resumiendo el contenido…

-Diez de junio. Llevo aquí un par de meses y me han destinado a la enfermería del campo. Cuido de los heridos y he tratado de contactar con alguno de los soldados que sirvieron bajo el mando de Harry-san. Quisiera poder cumplir su última voluntad. Su esposa tiene derecho a saber que hasta el último momento pensó en ella. Yo mismo todavía no me creo lo que sucedió. A veces pienso que debí de ser herido por alguna explosión y que soñé todo aquello. Aunque de algún modo sé que sucedió de verdad.

-No dice nada de nosotros.- Comentó Roy.-
-Es normal, supongo que estas cartas estarían censuradas. La correspondencia de los prisioneros se leería por si quisieran enviar información a su superiores.- Repuso lógicamente Bertie.-

            Aunque Ami les llamó la atención a todos cuando tomó una carta más y leyó.

-Escuchad esto. “Quince de agosto. Japón se ha rendido. Al parecer los americanos lanzaron dos bombas poderosísimas que redujeron a escombros Hiroshima y Nagasaki. Ojalá que esa fuerza tan terrible de destrucción no provenga de aquellos malvados a los que tuvimos que enfrentar en Iwo-To”…
-¿Iwo-To? ¿No era Iwo-jima?- Inquirió un extrañado Roy.-
-Iwo-To era el nombre original. Ambos palabras significan isla.- Le aclaró Ami quién prosiguió.- Dice más... “hay noticias, algunos de nuestros guardianes nos han dicho que pronto podremos volver a Japón. Cuando se firme oficialmente la rendición la guerra habrá terminado y dejaremos de ser prisioneros. Estoy deseando volver a ver a mi esposa y quiero ser ese médico del que esa joven guerrera se sentía tan orgullosa” –Pudo terminar Ami ahora con lágrimas aflorándole.-
-Mira, otra carta más. ¿Puedo?- Le pidió afectuosamente Bertie, tomando el relevo en la lectura de su emocionada amiga, que asintió en tanto se enjugaba las lágrimas.- “Veinte de septiembre, al fin en casa. Mi esposa Saeko y yo nos reencontramos. Fueron momentos muy felices. Ahora solamente deseo comenzar de nuevo. Me he apuntado a la facultad de medicina. Nuestro país deberá ser reconstruido y también hacen falta muchos doctores

            Roy asintió, sonriendo levemente en tanto pasaba un confortador brazo tras los hombros de Ami y le decía.

-Me alegro por ellos. Se merecían disfrutar de sus vidas.

            Beruche guardó silencio mirando con emoción como su amiga asentía entre sollozos, no tardó en proseguir la lectura.

-“Más buenas noticias. Pude contactar al fin con uno de los hombres de la compañía de Harry-san. Me confirmó que sus efectos personales le fueron enviados a su viuda. Al menos en eso me aseguré de que sus últimos deseos se viesen cumplidos, solo me resta una cosa más por hacer. El último encargo del general”…- Remachó Bertie.- Termina aquí.
-No tenemos más cartas. – Comentó Roy que añadió intrigado.- Lo que no sé es cómo llegaron estas que escribió tu abuelo a poder de mi abuela Ethel.
-Tendríamos que preguntárselo a él.- Suspiró resignadamente Ami.-

            Aquello pareció darle a Roy una idea. El chico se agachó para susurrarle algo a su mujer. Luego se separó un poco de ella para decir en voz alta.

-Creo que en un caso así, estaría más que justificado.

            Beruche esbozó una cálida sonrisa y asintió despacio, para contestar con tono suave.

-Sí, lo estaría…

            Roy sonrió a su vez pidiéndole a Ami.

-¿Podrías contactar con tus compañeras? Me gustaría que me guiasen con su energía. Vamos a viajar a Japón sin sacar billete de avión…
-Podemos ir sin problema, a estas horas en nuestro país, Rei suele está sola en la sala de meditación de su santuario.- Les dijo Ami.-
-¿Entonces nos vamos?- Quiso saber Roy mirando con simpatía a la sailor.-

            Aunque en ese instante tanto Roy como Bertie y Ami sufrieron una transformación en su vestuario. Él apareció con un traje, chaqueta y pantalones blancos y corbata negra. Ellas con un vestido, Bertie negro y zapatos a juego. En el caso de Ami, llevaba un kimono blanco ceremonial.

-¿Qué significa esto?- Quiso saber el chico.-
-Confiad en mí. Lo necesitaréis.- Le respondió la voz de Landar.-
-¿Para qué? – Inquirió el chico.-

            Sin embargo, el mago no habló. Entre tanto Bertie y Ami se miraron como si ellas sí que comprendieran el significado de aquella vestimenta.

-Luego te lo explicamos, cariño.- Le susurró Beruche.-

            Pero Roy estaba lejos de estar satisfecho  e hizo otra pregunta con un tono teñido de malestar y enfado.

-Dinos. ¿Por qué nos diste esa piedra Yalmutud? ¿Sabías lo que íbamos a ver, verdad? También lo que iba a ocurrir. No podríamos alterar nada pero en cierto modo si lo hemos hecho. ¡Responde, maldita sea!- Remató con visible enojo.- No soporto estos estúpidos juegos tuyos. Y menos cuando se trata de nuestras vidas y familias.

            A eso siguió un momento de incomodo silencio que Bertie rompió rogándole a su esposo con tono conciliador.

-Ya basta, por favor. Si no te contesta sus razones tendrá. Debemos confiar en él. Ahora será mejor que nos vayamos ya.-  Añadió dirigiéndose a su amiga.- ¿Podrías avisar a Rei, Ami-chan?

Y mientras Roy se calmaba y asentía Ami no se hizo de rogar. Utilizando su miniordenador enseguida se comunicó con su compañera haciéndole un breve resumen de lo acontecido…La sacerdotisa de Hikawa le confirmó que podían transportarse sin riesgo de ser vistos. Acto seguido se concentró en la postura del loto, meditando junto al fuego del santuario emitiendo algo de su energía. Eso bastó para Roy, Ami y Bertie aparecieran de pronto junto a ella unidos de las manos.

-Me alegra verte, Rei-chan.- Saludó Beruche.-
-Igualmente.- Replicó ésta tras levantarse.- Bertie- chan, Ami-chan, Roy-san.


            Lucía su kimono de miko. Se acercó a su amigo y le ofreció la mano. Éste se la estrechó dándole después un par de afectuosos besos en cada mejilla. La muchacha no pudo evitar ponerse colorada en tanto su amigo le preguntaba con afabilidad.

-¿Sabes algo del paleto de Kansas y señora? Hace unos días que no hablamos con ellos.
- No, nada nuevo.- Repuso la todavía azorada muchacha.-
-Roy.- Terció Beruche con tono entre paciente y amonestador.- ¿Qué te tengo dicho cuando saludes a nuestras amigas?
-Sí, vale.- Suspiró éste.- Disculpa Rei.- Añadió haciendo una leve inclinación.- Perdonad, siempre olvido que hacéis este saludo tan soso.
-En nuestra cultura es una muestra de respeto.- Le explicó distendidamente Ami.- Y la inclinación es mayor cuanto más se respeta a la persona.
-¡Me tendré que tirar al suelo entonces! - Sonrió el joven tratando de distender la atmósfera.-

            Y lo logró. Las muchachas se rieron moviendo la cabeza sin poderlo evitar. ¡Ya le conocían! Ese chico no cambiaría nunca. Era un pillastre, pero encantador. Aunque enseguida recobraron un tinte más serio en cuanto Ami le comentó a su colega guerrera y amiga con algo más de concreción el motivo de su visita.

-Bueno.- Intervino Rei ya con su dinamismo habitual.- Entonces, por lo que me habéis contado deseáis algo de información sobre tu abuelo. ¿Era eso?- Le preguntó a  su compañera Sailor.- ¿Ver qué pasó? ¿Saber cómo está su alma? ¿Por eso habéis venido vestidos de luto?
-¿De luto?- Se extrañó Roy mirándose el traje sin comprender.-
-El blanco es el color del luto en oriente. Al menos el tradicional. Aunque ahora muchos aquí suelen vestir de negro al modo occidental.- Le aclaró Bertie.- Eso es lo que íbamos a explicarte.

            Entre tanto Ami le pidió a su compañera.

-Por favor. Si pudieras detectar algo con tus poderes de clarividencia.

            La morena sacerdotisa asintió y volvió a sentarse con las piernas cruzadas. Tomando uno de sus papeles especiales en donde tenía algo escrito en kanji comenzó a meditar. Dio varias palmadas y recitó una cuenta en japonés. De pronto las llamas ardieron con más energía y se alzaron levemente. Al cabo de unos instantes Rei sonrió ligeramente para afirmar.

-Su alma está en paz. Y se siente muy feliz y orgullosa de ti, Ami-chan. Y... espera… creo que tiene algo para ti…debes ir a su encuentro…- Añadió algo crípticamente la sacerdotisa, remachando en tanto obsequiaba a su amigo con una enigmática mirada de sus profundos ojos malva.- Tú y también Roy…
-Me gustaría poder hacerlo pero la esfera que usamos perdió su poder.- Se lamentó ésta.-
-No hará falta que viajéis en el tiempo. Solamente dime una cosa. ¿Dónde reposan sus cenizas?- Quiso saber Rei.-
-Tendría que preguntárselo a mi madre.- Repuso Ami que había sacado ya su miniordenador para llamar a su progenitora.-
-Pues hazlo. Entre tanto avisaré a las demás.- Dijo la sacerdotisa.-

            Así lo hicieron, Ami se comunicó con la doctora Mizuno llamando al teléfono de esta. La interpelada se extrañó mucho de aquella pregunta. Sin embargo, su hija le contó al menos parte de la historia, que el abuelo de Roy y el propio padre de Saeko se conocieron en la Segunda Guerra Mundial y se hicieron amigos. La atónita mujer le contestó.

-Mi padre habló de eso alguna vez. De un soldado americano que salvó su vida. Esto debe de ser karma sin duda. Verás, sus cenizas reposan en una tumba que está en el cementerio Yanaka Reien.
-¿Dónde están las tumbas de algunos miembros de la familia Tokugawa?- Se sorprendió su hija.-
-Sé dónde está. Muy cerca de la estación de Nippori.- Les comentó entre tanto Rei a sus amigos.- La línea Yamanote. Ese barrio, el de Yanaka, fue de los pocos no destruidos durante la Segunda Guerra Mundial.
-Muchas gracias, mamá.- Se despidió Ami tras añadir.- ¿Querrías venir con nosotros? ¿Estás muy ocupada?...Sí, claro. Podemos aguardar un par de horas a que termines tu guardia. Nos veremos allí…

            Tras colgar la muchacha les comentó que su madre deseaba ir a darle las gracias a Roy en persona. El atónito muchacho se sorprendió preguntando.

-¿Darme las gracias a mí? ¿Por qué? Yo no he hecho nada.
-Pero mi madre desea dártelas en honor a la deuda que mi abuelo contrajo con el tuyo.- Le explicó su amiga.- Y créeme cuando te digo que, sabiendo lo ocupada que siempre está, el hecho de decirme que nos verá allí en un par de horas ya es algo realmente increíble. Y demuestra lo importante que para ella es.
-Así tendremos tiempo para que lleguen las demás.- Suspiró Rei afirmando con tono categórico.- Ya sabéis lo tardonas que son. Sobre todo Usagi y Minako.

            Enseguida las llamó advirtiéndolas de ir apropiadamente vestidas. Desde luego que Usagi comenzó despotricando sobre lo imprevisible que era Rei para citarlas, aunque en esta ocasión el tono de la sacerdotisa no le dio lugar a la duda. Empero no quiso entrar en detalles.

-Os pondremos al corriente cuando lleguéis.-Le prometió la miko.-
-Entiendo que es algo muy importante.- Afirmó ya más seriamente Usagi.- Muy bien, llegaré lo antes que pueda.

Minako aseguró lo mismo y las muchachas, en efecto, tardaron apenas una hora en aparecer. Todas lucían atuendos similares a los de Ami. Saludaron enseguida a sus amigas y a los visitantes. Esta vez Roy hizo aquella cómica inclinación aunque fue Usagi la que le ofreció la mano afirmando con tono desenfadado.

-¡Chócala!
-¡Tú eres de las mías! - Rio su amigo, dándole aquel característico saludo americano del “give me five”-
-Bueno. ¿A qué se debe esta urgencia?- Quiso saber Makoto.- Tuve que regar las plantas a todo correr.-
-Y yo estaba ensayando una de mis canciones para las pruebas de ídolo.- Añadió Minako.-
-Pues yo estaba tumbada en la cama y sin nada que hacer. ¡Qué bien que hayáis venido!- Se rio Usagi llevándose una mano al cogote.-

            Aunque los rostros de sus amigos lucían serios ahora. En pocos minutos les resumieron lo que había sucedido. En esta ocasión Usagi dejo de interpretar el papel de alocada que muchas veces adoptaba y les escuchó con gesto serio. Cuando terminaron comentó de un modo críptico.

-Deberíais hablar con Haruka y Michiru de una cosa. Aunque eso puede esperar. Debemos ir para allá cuanto antes. No sería de buena educación llegar tarde. Sobre todo si viene la madre de Ami.
-En metro aquello no está a mucho más de media hora de aquí.- Calculó Makoto.-
-Pues no perdamos tiempo, nos quedan poco más de cuarenta y cinco minutos.- Les recordó Rei.-

            La joven sacerdotisa ni tan siquiera se cambió de ropa, yendo con su kimono ceremonial. Tuvieron que andar un rato hasta la estación pero finalmente abordaron el metro. Por suerte no era hora punta y podían ir con relativa comodidad. Invirtieron un total de cincuenta minutos y al llegar la madre de Ami ya estaba allí. Era una mujer de apariencia agradable, muy similar a su hija. Frisaría los cuarenta y cinco años aunque parecía más joven debido a que su piel era muy tersa. Vestía un kimono muy similar al de su hija.

-Disculpa el retraso, mamá.- Le pidió Ami llegándose a ella para presentar.-  A mis amigas ya las conoces, estos son Roy y su esposa Bertie.

            Ahora el muchacho ofreció su mano con seriedad, lo mismo que su mujer. Saeko se la estrechó y acto seguido se inclinó respetuosamente ante el joven manteniéndose así durante unos instantes que se antojaron interminables.

-Por favor, señora Mizuno. Le aseguro que eso no es necesario.- Pudo decir el atónito chico que se sentía algo envarado por aquello.-
-Por la memoria de mi padre y de su abuelo, sí que lo es.- Sonrió la mujer quien tras recobrar su posición normal, invitó a todos.- Vamos, os guiaré hasta la tumba.

            Y así la siguieron caminando hasta que por fin llegaron ante una lápida con inscripciones en kanji. Y una fecha que, sin embargo, estaba escrita en caracteres occidentales.

-Mizuno Kenshiro.- Leyó respetuosamente Ami.- Mil novecientos veinticuatro, a mil novecientos setenta y siete. Murió un año antes de nacer yo. Lástima no haberle conocido.- Agregó más que nada para dirigirse a su propia madre.-
-Murió joven, con la salud deteriorada. Trabajó muchísimo para atender a otras personas y no se cuidó de él mismo.- Se lamentó Saeko quien, esbozando una sonrisa de añoranza, les comentó.- Siempre hablaba de su amigo americano. Y durante años envió cartas a la dirección que tenía de él. Incluso algunas de las que le había mandado a mi madre durante la guerra.
-Sí, las tenemos en nuestra casa.- Afirmó Roy, agregando con amabilidad.- Si quiere puedo devolvérselas. Son suyas, señora Mizuno.
-No - repuso su interlocutora.- Mi padre quería que le llegasen a su familia. Era muy raro para eso, pero tendría sus razones.  De pequeña me contaba como su amigo del ejército de Norteamérica y su jefe el general, pelearon contra unos malvados seres de otro mundo. A mí eso me fascinaba. Aunque luego crecí. Y claro…él había sufrido mucho en la guerra y es normal que se viese afectado por traumas y psicosis, para inventarse esas historias.

            Sus oyentes cruzaron miradas de asombro y complicidad, pero no replicaron a eso. La doctora Mizuno tras una breve pausa, añadió.

-Mi padre decía unas frases algo extrañas cuando yo le afeaba el ir contando aquellas extrañas historias suyas. Más bien las canturreaba. Quizás se refería al abuelo de usted .- Conjeturó Saeko y haciendo memoria, recitó.

 Te veo amigo y toco tu cara otra vez.
Los milagros ocurrirán cuando viajamos.
Aquella puerta cerrada.  
Nunca sobreviviremos a no ser que estemos un poco locos.

            Roy, Bertie y Ami se miraron atónitos, el resto sencillamente no comprendía nada. Y la doctora suspiró para añadir.

-Nunca entendí lo qué quería decir…El pobre debía de estar alucinando. Aunque fue muy extraño. Insistió en escuchar una canción de un artista extranjero poco antes de morir. Pero esa canción no existía. Es más, por curiosidad indagamos y pasaron años hasta que apareció. Eso sí que me dejó atónita. Jamás me lo pude explicar. ¿Cómo sabía la letra?

            Roy, Bertie y Ami se miraron con asombro una vez más. Esas frases correspondían a aquella canción que escucharon justo cuando entablaron contacto con Ken, Harold y el general. Y ellos pudieron escucharla antes de verles. Fue el muchacho quien cantó entonces algunas estrofas para sorpresa de Saeko y perplejidad de Usagi, Minako, Makoto y Rei.

Y cuando veas cosas
Del tamaño que nunca has visto antes
Antes de que lo rompan
Algún día

Sólo el niño sabe
Sus cosas
Del tamaño
que nunca has visto antes
Algún día...

-¡Si! Esa era…Pero ¿cómo lo sabe?
-Debió de mandar alguna carta poco antes de morir donde lo escribiera.- Trató de justificar Bertie.-

            Por su parte Roy no respondió a eso, se adelantó y en el mejor modo nipón hizo una gran y larga inclinación reverencial. Esta vez con total seriedad. Las mujeres, impresionadas por ese gesto, le imitaron. Ami, Saeko y Bertie a su lado, el resto se mantuvo prudente y respetuosamente unos metros atrás. Únicamente Rei, como sacerdotisa, se colocó arrodillada ante la tumba para llevar a cabo un ritual de purificación y de honras al difunto. Al cabo de unos instantes que parecieron transcurrir a cámara lenta recuperaron sus posturas normales. Fue entonces cuando Ami creyó ver algo en aquella lápida. Unos extraños caracteres. Sin embargo, optó por no decir nada de momento. Su madre a todo eso, se despidió de todos tras colocar unas flores que había traído. 

-Si alguna vez necesita cualquier cosa no dude en llamarme.- Le ofreció amablemente a Roy agregando con tono muy reconocido.- Mi padre siempre dijo que, de no ser por su abuelo, él hubiese muerto y nosotros jamás habríamos nacido. Ni mi hermano Naoki, ni yo…E incluso me llegó a decir que tampoco mi hija. Es curioso.- Se sonrió la mujer dejándoles a todos entre atónitos y emocionados.- ¿Cómo podría predecir que yo tendría una niña? Otra extraña coincidencia más.
-Quizás en sus últimos momentos pudiera tener una revelación. A veces los espíritus nos dicen cosas importantes. - Terció respetuosamente Rei quién enseguida quiso bendecir aquel lugar con sus ritos sintoístas.-
-Gracias.- Sonrió Saeko que, tras hacer una leve inclinación que le fue correspondida por el resto, dijo antes de alejarse.- Ha sido todo un honor conocerles, señor Malden, señora Malden. Y a vosotras, espero veros pronto. Ami, te veré en casa.
-Hasta luego mamá.- Replicó la aludida.-
-Adiós, señora Mizuno.- Corearon el resto de sus compañeras al alimón.-

            Y cuando la  doctora se perdió caminando a través del camposanto, Ami les comentó al resto lo que había visto anteriormente, afirmando.

-Parece una clave alfanumérica. Recuerdo que, en una de las cartas de mi abuelo, aparecía una secuencia.
-¿Te acuerdas de ella de memoria?- Se sorprendió Roy.- ¡Es increíble!
-Eso no es nada para Ami-chan.- Intervino Minako con una leve sonrisa.-

            Y la aludida se acercó tocando en aquellos caracteres. Para sorpresa del resto una especie de pequeña tabilla de metal se abrió dejando al descubierto un paquetito del tamaño de un sobre. Allí dentro había otra nota.

-Esa es la carta que el general le entregó a Ken.- Comentó la atónita Bertie.- La que le dijo que no debía leer todavía.

            Ami extrajo un papel de aquel sobre y, en efecto, se trataba de una carta que pudo leer ante la expectación del resto…

-“Esta misiva no es como las demás. Las otras quise hacerlas llegar a mi esposa para que sirvieran como crónica de nuestra lucha por el Japón. Sin embargo, en este escrito está mi deseo de que la humanidad entera pueda vencer en una guerra mucho más importante y terrible. Va dedicada a vosotros, los guerreros del mañana. Algunos, descendientes de los que son mis enemigos hoy, seréis los amigos en los que confío para que se consiga la derrota del mal. Sé que, igual que nosotros hemos de hacer hoy, en vuestro futuro tendréis también grandes sacrificios que realizar para preservar el mundo que conocéis. Hacedlo con honor. Sois los elegidos para ello. Tú en especial, guerrera del agua. Gracias al engaño al que sometí al enemigo haciéndole creer que era su aliado, éste me reveló parte de lo que había visto del futuro en su bola. Querían impedir que ese porvenir de esperanza para la humanidad sucediera. Tanto tú, como tus compañeras y los otros aliados que tendréis, seréis fundamentales para derrotarles. Por ello mismo, cuando averigüé la identidad de tu antecesor, me aseguré de destinarle aquí y de que no tomara parte en los combates. Su vida es preciosa. No debe perderse. Pese a todo, el enemigo intentará acabar con él y acceder a nuestro mundo por otros lugares. Ya lo hizo y por suerte, otro intento similar llevado a cabo en Francia, fracasó. Si logramos que éste intento también lo haga el continuo devenir del espacio temporal no se verá afectado y hasta esos malvados olvidarán lo que suceda. Al menos eso creí entender de sus extrañas palabras. Eso os dará tiempo a nacer en este mundo y estar preparados para cuando traten de intentarlo de nuevo. Por mi parte haré lo que debo hacer. Suerte y banzai”- Concluyó una emocionada Ami.-

            Hubo un momento de respetuoso silencio en el que todos reflexionaron sobre el alcance de aquellas proféticas palabras. Al fin fue Roy quien tomó la palabra declarando.

- Tenía toda la razón. Hemos hecho grandes sacrificios.- Suspiró el chico ante las miradas amables y comprensivas de las chicas, cuando agregó con un ligero poso de amargura y también de reflexión.- Mi familia adoptiva se vio envuelta de lleno en esto. El destino les obligó a sacrificarse una y otra vez. Hasta hoy creía que aquello solamente les sucedió a mis padres. Ahora, incluso mi primer abuelo tuvo que hacerlo. Pero es curioso. Al parecer todo estaba trazado del mismo modo. Los que comenzamos siendo enemigos terminamos convirtiéndonos en amigos buenos y leales.
-Es cierto.- Convino su mujer aferrándole cariñosamente de un brazo con sus dos manos.- A mis hermanas y a mí nos sucedió. A ti también cuando te libraste de Armagedón.
-Incluso a Nephrite. Quizás él sepa algo de esto. Era compañero de ese tipo.- Recordó Roy.-
-No lo creo.- Terció Ami.- Fue tal y como el general Kuribayashi pensaba. Al fracasar el plan el tejido espacio- temporal volvió a su ser y olvidaron todo eso como si jamás les hubiera sucedido.
-Y sin embargo, hay alguien que creo os podría contar más.- Intervino enigmáticamente Usagi que pasando a un tinte más jovial le recordó a Bertie.- Otra cosa, antes de iros sería bonito que vierais a Petz y a Zafiro.-
-Es cierto.- Convino ésta.- Hace  bastante que no coincidimos. Lo haremos, ¿verdad Roy? Ya que estamos aquí.

            Aunque su esposo no respondió a eso, se había quedado con las primeras palabras de su amiga y le insistió con curiosidad.

-¿A quién te refieres? ¿Quién nos podría contar más? ¿Landar quizás?

            Usagi se sonrió levemente ahora, no tardó en contestar.

-No estoy al corriente de los detalles. Ya te lo dije antes. Tendrías que hablar con Haruka y Michiru, y sobre todo con tu cuñada Setsuna. Ellas saben de quién se trata. Incluso puede que Esmeralda también lo sepa a estas alturas. No estoy segura de eso. Por si acaso, mejor que no le preguntes nada ni a Diamante ni a ella.

            Ni Roy ni el resto parecieron comprender eso.

-¿A qué te refieres?- Inquirió el chico.- ¿Qué es lo que no debo preguntarles?

            Aunque en esta ocasión Usagi le miró con expresión seria y replicó con tono sereno y suave. Como si no fuese ella sino la reina Serenity quien hablase.

-Confías en mí, ¿verdad?
-Sí. Siempre. - Repuso él sin vacilar.-
-Entonces sigue mi consejo, dale tiempo al tiempo. Y habla con las exteriores. Pero no le cuentes nada a Diamante ni a Esmeralda todavía. No es su momento de saberlo aún.
-Bueno, y por si acaso, mejor no hablaremos de ello con mi hermana Petz y con Zafiro cuando vayamos a visitarles. Podrían contárselo sin querer.- Terció Bertie.-

Roy asintió. De todos modos se hacía tarde y decidieron marcharse del cementerio tras presentar sus respetos por última vez ante la tumba de Kenshiro. En efecto Beruche y su marido se despidieron de sus amigas.

-Me ha encantado veros a todas.- Sonrió Bertie, que enseguida recordó un pequeño detalle.- Pero Ami, tendrás que volver con nosotros, te dejaste el equipaje en nuestra casa.
-No hay prisa.- Sonrió la chica.- Aprovechad para ver a tu hermana. Lo otro me lo podéis enviar.
-O mejor déjalo allí. Así tendrás otra razón para volver a visitarnos.- Sonrió Afablemente Roy. -

Ami asintió a su vez y tras darles la mano se marchó junto con sus compañeras. La pareja se quedó allí, observándolas en tanto se alejaban. Finalmente Roy declaró.

-¡Ha sido una experiencia increíble! Y me ha reforzado en la creencia de que existe una razón para todo lo que hemos hecho.
-Es verdad. Todo parece interconectado de un modo muy sutil y perfecto.- Admitió su esposa.-

 Y sin más decidieron irse ya.  Visitaron a Petz y Zafiro quienes se sorprendieron mucho de verles allí. Los recién llegados arguyeron que habían venido de vuelta con Ami. Cosa que técnicamente era cierta.

-¿Y habéis usado la traslación?- Se sorprendió Zafiro.-
-Sí, bueno…- Se sonrió algo traviesamente Roy.-
-Se supone que no debemos usar nuestros poderes si no es por una buena razón.- Terció Petz con tintes admonitorios.-
-Ha sido culpa mía, quise traer pronto a Ami-chan para que viese a su madre.- Intervino Bertie.-

            Roy miró a su esposa con apuro, la pobre se estaba adjudicando toda la responsabilidad.

-De tu marido me lo podía imaginar, pero de ti.- La riñó su hermana mayor.-

            Bertie bajó la mirada sin replicar, aunque Petz enseguida sonrió, moviendo levemente la cabeza y agregó ya con desenfadado tono.

-De todas formas, me alegro de que hayáis venido a vernos.
-Sí, eso. Es difícil que podamos quedar.- Añadió un animado Zafiro.-
-¡La próxima vez llamamos a tu hermano el principito, al paleto de Kansas y al estirado del Nephrie con sus respectivas y montamos una fiesta!- Propuso Roy fiel a su estilo alocado.-

            Todos se rieron con aquello. Pasaron un buen rato todos juntos charlando de cómo les iban las cosas, aunque Bertie y su esposo no les contaron aquella sorprendente historia. Después de despedirse pudieron charlar con Haruka y Michiru a quienes sí pusieron al corriente de lo acaecido. Ellas les orientaron sobre aquellas enigmáticas palabras de Usagi, aunque sin darles muchos detalles.

-Algo ocurrió en Francia, sí.- Admitió Haruka.- en esa misma época más o menos. Fue un hecho aparentemente sin importancia en el curso de la guerra pero fundamental para el destino de este mundo. Lo mismo que vuestra aventura.
-Tiene muchísimo que ver con lo que os ha pasado. Pero digamos que sucederá en otro momento. Al menos desde el punto de vista de Esmeralda. Y es muy importante que no lo sepa.- Les advirtió Michiru.-
-Por eso, contamos con vuestra discreción.- Añadió Haruka.-
-Entonces, está claro que no debemos decirle nada a Esmeralda sobre esto.- Consultó Bertie una vez más.-
-No, dejad que sea ella quien lo descubra, en su momento. Debe ser así.- Repuso crípticamente Michiru.-
-Apuesto a que Setsuna tuvo mucho que ver en eso.- Comentó Roy.-
-Lástima que esté de viaje con Lornd.- Agregó Beruche.-
-Tampoco podría contaros más que nosotras.- Les aseguró Haruka.-
-Bueno, ¡qué le vamos a hacer! Contadnos algo vosotras de cómo os van las cosas. ¿Tú Haruka vas a venir a correr a América?- Quiso saber Roy.-
-Eso espero.- Sonrió la interpelada mirando con afabilidad a ese chico desde sus azules ojos, al tiempo que se apartaba un poco un mechón de su rubio y corto cabello.-
-Pues en tal caso, si vas cerca de casa, pásate a vernos. Lo mismo te digo Michiru, si das algún concierto por allí.
-Lo haremos, muchas gracias por la invitación.- Respondió amablemente esa atractiva muchacha de cabellos y ojos verdemar.-
-Vamos a tomar algo y nos contáis qué tal os va todo con Hotaru.
-Bueno, ella pasa mucho tiempo con su padre últimamente.- Empezó diciendo Michiru en tanto se sentaban en una cafetería de la zona.-

Y tras departir con esas dos, finalmente y utilizando el avión esta vez, los esposos retornaron a los Estados Unidos. Estaban interesados en saber qué tendría que averiguar su amiga Esmeralda.

-Es una pena no poder ponerla en antecedentes.- Opinaba Roy.-
-Pero ya sabes que si Usagi, Haruka y Michiru nos lo han desaconsejado, sus motivos tendrán.- Le recordó Bertie.-
-Eso es verdad.- Reconoció su esposo, quien pese a todo comentó.- Pero estoy impaciente por saber qué le sucederá a nuestra amiga.

Beruche convino ene so. No obstante, con los avatares de sus vidas y demás aventuras poco a poco se fueron olvidando de aquello. Fue bastantes años después cuando conocieron la respuesta. Esmeralda heredó la dirección de la firma Deveraux y con ella algunos secretos de la que fuera su mentora Madame Alexandra Deveraux. Fue precisamente tras el entierro de su jefa cuando la joven modelo y diseñadora pudo así enterarse de una historia realmente interesante que, sin embargo tal y como las sailors les advirtieron a Roy y Bertie, deberá ser contada en otra ocasión.

Gracias a las siguientes páginas que me sirvieron de fuentes de información.














No hay comentarios:

Publicar un comentario

Por favor, si sois tan amables y no os es molestia, comentar vuestras impresiones sobre lo que habéis leído. Me vendría muy bien para mejorar y conocer vuestras opiniones sobre mis historias. Muchas gracias. ;)