De
un lado para otro y sin parar. Lo cierto es que Ginger no había podido apenas
sentarse. Su nuevo local estaba teniendo una aceptación considerable. Incluso
demasiada. Desde luego que, ni en sus mejores expectativas pudo haberlo
previsto. Si eso continuaba así hasta podría ser víctima de tal éxito. Quizás pudiera
ser debido a que fuera la única cafetería en aquella nave. Al menos que ella
supiera, los de Flowers & Flavours no habían puesto ninguno de sus locales.
Ni sabía de otro tipo de competencia. Eso era bueno sin duda. Lo malo era la
carga de trabajo que tenía desde casi abrir. Y pese a que su amiga Clarisa se
había embarcado con ella en ese negocio y la ayudaba en lo que podía, estaba
claro que las dos solas no daban abasto para atender a todos los clientes. Unido
a eso, no era fácil contratar a más empleados entre aquella tripulación y
pasaje tan bien cualificado y con profesiones tan definidas ya. Y además, le
surgía otro problema. Uno con el que antes no contaba. En apenas una hora
tendría que ir a buscar a Dean a la guardería.
-Sí
señor, marchando su pedido, un café y una porción de tarta Sandy.- Le decía a
uno de sus impacientes clientes.- Enseguida estoy con usted.- Añadía
preguntándole conciliatoriamente a otro.- Eran un té y unas pastas, ¿verdad?
En eso que, a lo lejos y aproximándose,
divisó a través del escaparate una figura que le era muy familiar. La chica
sonrió alegre pese a todo ese caos que la rodeaba de platos y tazas de té, café
y pedidos de las múltiples mesas.
-¡Doctor
Ginga!- Exclamó realmente feliz cuando él entró, acompañado de esa otra mujer.-
¡Cuánto me alegra verle de nuevo!
-Hola
Ginger, ¿qué tal? ¿Mucho trabajo?- Sonrió amablemente él.-
-Sí,
lo siento, ahora no puedo hablar mucho.- Se disculpó la azorada chica en tanto
corría a atender a otra mesa.- ¡Ya va!…
Tanto Maggie como Giaal observaban
realmente sorprendidos. Fue la enfermera quién comentó.
-¡Vaya,
sí que está concurrido este sitio!
-Ya
se lo dije. Ginger es una estupenda repostera.- Afirmó el médico.-
Otra muchacha rubita y bastante mona
se pasó a su vez con una bandeja repleta de platos y tazas ya utilizados de
regreso a la cocina. Los recién llegados miraban atónitos todo aquel ajetreo
sin decidirse a hacer nada hasta que Giaal le indicó a su acompañante.
-Allí
hay una mesa vacía. Será mejor que nos sentemos y aguardemos.
Maggie convino en ello. Así pues no
tardaron en ocuparla por si alguien se les adelantaba. Por fortuna la hora
punta parecía ir remitiendo, aunque pese a ello tuvieron que esperar un buen
rato hasta que la agotada camarera se acercó.
-Lo
lamento, esto está así casi todos los días desde que abrimos.- Se excusó entre
respiraciones entrecortadas.-
-Me
alegra mucho comprobar que tu negocio marcha.- Repuso afablemente Giaal quien le
presentó, centrando su atención en su acompañante.- Ésta señorita es mi
compañera de trabajo, Margaret Kendall.
-Soy
enfermera en el centro de salud del sector tres.- Le comentó la aludida en
tanto le estrechaba la mano.- Encantada de conocerla.
-Lo
mismo digo. ¡Uy! - exclamó entonces la alarmada Ginger.- ¡Me había olvidado de
Dean! Tengo que ir a recogerle a la guardería. ¡Perdón! - Se disculpó una y otra vez mirando
alrededor.-
-No
te preocupes, me das permiso y voy a recogerle yo.- Se ofreció Giaal.- Además,
iba a llamar a Susan. Acaba de incorporarse a su destino y quiero saber qué le
parece.
-
¿No me diga que la alférez Hunter también ha venido?- Exclamó Ginger con
visible contento.-
-Sí,
y ahora es teniente.- Le aclaró su interlocutor.-
-Me
alegro mucho por ella. Se lo merece. Y en lo relativo a mi hijo. Pues si me
hiciera ese gran favor, doctor. Su amiga puede quedarse mientras tanto y le
serviré la especialidad de la casa.- Declaró la camarera.- Una porción extra
grande de tarta Sandy.
Aunque Maggie se levantó a la vez
que el doctor Ginga para declinar amablemente la oferta. A fin de cuentas, esa
pobre muchacha estaba desbordada y ella tenía prisa, el tiempo le había pasado
mucho más rápido de lo que había calculado. Y ese era un defecto suyo muy
recurrente. Pero esta vez evitaría quedar mal, de modo que dijo.
-No,
muchas gracias. Se me está haciendo tarde ya y había quedado. Quizás en otra ocasión…
Así, tras llamar rápidamente a la
escuela y advertir que una persona de su confianza iría a recoger a su hijo,
Ginger se despidió para seguir atendiendo a sus clientes.
-Es
una chica muy agradable. – Valoró Maggie.-
-Es
realmente encantadora, muy trabajadora y sobre todo buena persona.- Añadió Giaal.-
Se hace querer.
Dicho esto, se encaminaban los dos hacia la puerta
cuando algo captó la atención de Maggie. Eran unas fotos holográficas en las
que aparecía esa muchacha junto a otra chica que le era muy familiar. Fijándose
bien en esa joven rubia, y bastante alta que pasaba un afectuoso brazo sobre
los hombros de la propietaria del local pudo reconocer a…
-Esa
chica me suena… creo que es cantante.
-Amatista
Lassart.- Le desveló Giaal, corrigiendo de inmediato.- Bueno, ahora se apellida
Malden. Se casó con su novio Leval y los dos viven en Bios. Son unos buenos
amigos míos.
Maggie abrió la boca realmente
sorprendida. ¡Ahora recordaba! Ese apellido…y el nombre del marido de aquella
chica. Quizás fuera una casualidad…
-¿Les
conocía usted?- Pudo preguntar la joven.-
-Viajamos
juntos en el SSP-1- Fue la respuesta.- ¿También le resultan conocidos? ¿Viajó usted
en esa nave?
-No.-
Contestó la interpelada.- Es solo que creo haber visto a esa chica antes.
-Era
en efecto una cantante famosa antes de embarcarse. Y le aseguro que yo fui
testigo del talento que tiene. – Afirmó Giaal declarando con admiración.- Sus
canciones fueron mucho más que inspiradoras.
Entonces Maggie recordó. ¡Las
Justices! Ese grupo en el cual…Debió de palidecer puesto que su acompañante se
interesó por ella mirándola con algo de inquietud.
-¿Se
encuentra bien?
-Sí,
gracias.- Musitó.- Y por favor, tutéeme si lo desea.
-Lo
mismo digo.- Convino su interlocutor.-
Al fin salieron de la cafetería.
Anduvieron un rato hasta que tuvieron que separarse. Margaret sonrió para
despedirse.
-Hasta
mañana, doctor Ginga. Te veré en el turno.
-Que
descanses.- Le deseó Giaal alejándose para ir en busca de aquel crío.-
Maggie le observó alejarse con gesto
pensativo. Lo cierto es que averiguar aquello la dejó sorprendida primero y
entre nostálgica y entristecida después. Esa chica, esa tal Amatista… había
oído su nombre varias veces, y también el de Leval. Pero no porque viajaran en
aquella nave o porque esa joven fuese una famosa cantante, o debido a que
conociera a ese otro chico, al menos no debido a esa única razón. La verdad es
que Margaret se los había oído nombrar especialmente a una antigua pareja. Una
persona realmente estupenda. Llena de talento y de pasión también. Y ella fue
lo bastante estúpida como para dejarla escapar.
-Donde
quiera que estés ahora y en lo que estés haciendo te deseo lo mejor. Fuiste muy
valiente cuando saliste al mundo.- Suspiró.- Y en buena parte me siento
culpable de ello.
Aunque quiso dejar esos recuerdos de
lado, su cita la aguardaba y ya la había hecho esperar bastante…de modo que se
encaminó hacia la casa de aquella persona. Por su parte Penélope había estado
poniéndose al día con el laboratorio y todos los proyectos de investigación que
ya estaban abiertos. La ayuda de la doctora Chang le fue muy útil. Esa mujer, bastante joven y de nombre
Mei Ling, era otra de las componentes de las Fairy Five de la nave y, junto con
la hija de Tomoe, había estado al frente de todo hasta su llegada. Ahora se
había marchado ya, terminado su turno. Era la doctora Winters la que estaba
tratando de acabar un informe junto a Keiko.
-Me
alegro mucho de volver a trabajar contigo.- Le dijo aquella pelirroja muchacha
dedicándole una amable mirada desde el fondo de esos lindos ojos grisáceos con
tintes amatistas al tiempo que añadía.- Una de las cosas que lograron convencer
a mis padres fue el hecho de que tú participaras en este viaje.
-Muchas
gracias.- Repuso la aludida sin apartar la vista de la pantalla del ordenador
en donde trabajaba.- A mí también me alegra mucho poder contar contigo, Keiko.-
Afirmó ahora sí, mirando afablemente a su interlocutora.-
-Pues
ya verás cuando conozcas a las demás. -La animó ésta.- A la doctora Chang ya la
has visto y a Melissa la conoces, nos falta una. La técnica informática, Caroline
Drummont. Una mujer realmente impresionante con los ordenadores.
-Debe
serlo. Para que tú misma estés impresionada.- Declaró Penélope.-
Keiko se limitó a asentir. Era
cierto. Ella desde muy niña había conocido a personas excepcionales en el
ámbito de la ciencia. Comenzando por sus propios padres. El doctor y la doctora
Tomoe. Su padre era un biólogo muy reputado, autor de muchísimos estudios y
ensayos y gran impulsor de muchas técnicas que luego fueron aplicadas a la
terraformación de Bios. La propia madre de Keiko, Kaori, era su asistente y a
su vez una mujer muy notable por méritos propios. Ambos trabajaron sin
descanso, siempre investigando y experimentando. Aunque eso nunca les impidió a
los dos ser unos buenos padres para ella. Le dedicaron atención y cariño y la
alentaron a seguir sus pasos. La joven siempre deseó ser como ellos. Y podría
decir que estaba en el camino de lograrlo. No obstante, tenía otra pasión, la
canción, que la tentaba cada vez de un modo más irresistible.
-A
veces me gustaría dedicarme solamente
eso.- Suspiró ahora embebida en sus recuerdos.- Pero no creo que esté
bien.
Eso sí que no se había atrevido a
decírselo a sus progenitores. Por supuesto que ellos la alababan en esa faceta
y estaban encantados de escucharla cantar, pero siempre desde un punto de vista
muy concreto. Para sus padres aquello no pasaba de ser un divertimento que su
hija practicaba en sus ratos de ocio. Una vez incluso charló con Hotaru sobre
eso. Su hermana mayor era una joven muy hermosa, de pelo oscuro y ojos violetas
muy profundos. Podría decirse que acumulaban una gran sabiduría en ellos y
parecía haber vivido mucho ya, pese a ser una chica que por entonces no tenía los
treinta años. Las dos conversaban
el día en el que la más joven de las hermanas cumplía quince años. Keiko estrenaba
además un bonito vestido blanco con adornos violetas, regalo precisamente de la
princesa de Saturno que la congratulaba con cordialidad y afecto.
-¡Muchas
felicidades, hermanita! Ya eres toda una mujer.
-¡Muchas
gracias, Hota! Me encanta este vestido. Has sido muy amable.- Respondió la
jovencita.- Pero no debiste hacerlo, te habrá costado muy caro.
-
No te preocupes por eso. Tengo un buen sueldo. – Contestó con desenfado su
hermana alabándola acto seguido.- Además, estás preciosa, te sienta de maravilla.
¡La de chicos que vas a tener suspirando por ti!- Rio su interlocutora.- ¿O es
ya tienes a alguno?
Eso hizo que la muchacha se
ruborizase, aunque no dijo nada durante un rato hasta que pudo musitar no sin
azoramiento.
-No,
no hay nadie en especial.
-Ya
llegará.- Afirmó su interlocutora.- Eres muy bonita y agradable.
-Tú
también sigues soltera.- Comentó Keiko.- ¿Tampoco hay nadie en tu vida?
-Mi
caso es distinto.- Declaró ahora Hotaru con menos animación al alegar.- Tengo
muchas responsabilidades. Ya lo sabes… sin embargo nunca se puede estar
segura.- Remachó con pretendida jovialidad, como si desease zanjar ese tema
cuanto antes.- ¿Quién sabe?
La
chica se percató desde luego de lo incómodo que era para su hermana mayor
hablar de eso. De modo que llevó la conversación hacia otro terreno.
-Me
alegra mucho que hayas podido venir.
-No
me lo hubiese perdido por nada.- Aseguró su contertulia agregando con
desenfado.- Y además, estoy deseando que cantes alguna canción. Aunque Haruka y
Michiru no hayan podido venir para tocar el piano y el violín, tenemos karaoke.
-Claro,
para ti cantaré la que quieras.- Respondió la joven sonriendo débilmente.-
-Eres
tan buena que deberías presentarte a algún concurso de talentos.- Afirmó
Hotaru.-
Ahora fue Keiko la que se incomodó
un poco, mirando hacia sus manos entrelazadas sobre esa blanca falda que
llevaba. Su hermana enseguida se dio cuenta de eso.
-¿He
dicho algo malo?
-No,
no es eso.- Suspiró la chica.- No creas que a veces no lo he pensado, pero no
puedo dedicarle tanto tiempo a la canción.
-¿Por
qué no?- La animó Hotaru.- Tienes muy buenas condiciones. Serías un éxito,
seguro.
-¿Cómo
las Justices?- Sonrió ahora Keiko sin mucha convicción.-
-Para
mí eres mejor todavía.- La halagó su interlocutora.- Y míralas a ellas, cantan
y estudian. Eso no es ningún impedimento.
La muchacha quedó pensativa durante
unos momentos. Al fin, casi como si le costase pronunciar cada palabra, declaró
con voz queda.
-La
verdad, a mí me gusta la investigación, no tanto como a nuestro padre ni como a
mi madre. Pero sé que ellos esperan de mí que siga esa tradición de la familia.
Tienen puestas muchas expectativas. Papá siempre lo dice. Y mi madre…
Hotaru enseguida posó una mano sobre
las de su hermana menor y le dijo con tono cariñoso y tranquilizador.
-No,
Keiko. Nuestro padre nunca te obligaría a hacer algo que tú no quisieras. ¿Es
por eso? ¿Estudias ciencias solamente para agradar a papá y a Kaori?
-No,
no es eso, de veras.- Se apresuró a rebatir la interpelada.- A mí me interesan
las ciencias. Me gusta aprender, sobre todo cuando estoy con papá y con mi
madre en el laboratorio…
-¿Pero?…-
quiso saber Hotaru enfrentando su profunda mirada violeta a las grises pupilas
de tintes lavanda de su hermana.-
-Me
encanta cantar. Me gusta tanto que, si me volcase en ello quizás no querría
hacer nada más.- Le confesó la chica.- Para mí es como si de ese modo pudiera
expresar lo que siento, lo que hay en mi interior. Las cosas que normalmente no
soy capaz de decir con palabras. Y cuando canto es como poder ser libre por
completo.
Hotaru la escuchaba con mucha
atención. En su expresión se adivinaba la comprensión y el gran afecto que le
tenía a su hermana pequeña. Asintió solidariamente y le confesó a su vez.
-Cuando
era niña estuve encerrada en mí misma durante mucho tiempo. Era muy tímida y me
costaba un tremendo esfuerzo expresar lo que sentía. No cometas el mismo error
que yo. Al final tuve la suerte de estar rodeada de personas maravillosas,
Haruka, Michiru y Setsuna, antes de que se marchase a Nuevo Vegeta. Las demás
guerreras y por supuesto, papá. Me costó darme cuenta y literalmente tuve que
renacer. Sin embargo, tú les has tenido a todos siempre a tu lado.
Era el turno de Keiko de atender a
esas palabras con semblante reflexivo. Cuando su contertulia terminó su
exposición asintió para responder.
-Tienes
razón, sin embargo, Hota, hay algo que no entiendo. Y que a veces me pone
triste.-Suspiró con un mirada llena de consternación.-
-¿El
qué?- quiso saber su hermana mirándola con inquietud.- Dime… ¿Qué es eso que te
afecta tanto?
La joven se tomó unos segundos antes
de contestar. Parecía remisa a tener que hacerlo, pero ya era tarde puesto que
fue ella misma además quién había sacado el tema. Y en su interior llevaba mucho
tiempo deseando sincerarse con su hermana y que ésta le diera una explicación. Finalmente
declaró con tinte entre resignado y tintado de pesar.
-Mi
madre y tú nunca os habéis llevado bien. Hace mucho tiempo que me di cuenta. Y
no comprendo el porqué.
-Keiko…-
Fue apenas capaz de musitar su interlocutora, con tono consternado.- No es así,
solo tuvimos algunas diferencias, eso es todo. Pero hace mucho que lo
solucionamos.
-Pero
nunca os he visto charlar de forma amigable, ni cordial.- Opuso la chica añadiendo.-
Cuando papá o yo estamos delante sí que mantenéis las apariencias. Y a veces me
siento culpable, creo que de algún modo soy la responsable de eso.
Su contertulia le dedicó una mirada
entre sorprendida y preocupada. Llegó hasta a abrir la boca y enseguida se
apresuró a rebatir aquello moviendo la cabeza.
-Te
aseguro que no tiene nada que ver contigo. Eres mi hermana y no hay nadie en el
mundo a quién quiera más que a ti, a papá o a mis amigas. ¡Sois mis seres más
queridos!
No obstante, el gesto apenado de la
muchacha no varió, más cuando repuso.
-Sé
muy bien que mi madre no es la tuya. Que papá estuvo casado antes. Y que su
mujer murió en un accidente. También sé que me pusieron su nombre. A veces
tengo la sensación de que puedas pensar que de algún modo estoy usurpando su
puesto…
-¡No!-
Exclamó su contertulia tomando a la chica de las manos.- ¿Cómo puedes creer
eso? Cuando naciste fue uno de los días más felices de mi vida. ¡Trajiste la
alegría a esta familia! No te puedes ni imaginar lo que significó para mí tener
una hermana. Eres una chica maravillosa Keiko, buena, amable… ¡estoy muy
orgullosa de ti!- Concluyó tratando a duras penas de no emocionarse.-
Aunque la joven aludida no pudo
evitar dejar caer unas lágrimas.
-Gracias,
Hotaru…te quiero mucho.- Sollozó la chica.- Y sé que tú eres alguien muy
especial. Lo mismo que Haruka, Michiru y las demás. Siempre lo he sabido. Solamente
que, me hubiera gustado pasar más tiempo junto a ti, y a nuestro padre.
Su hermana la abrazó con todo el cariño
que pudo. Aquello pasó y tiempo después, cuando Keiko anunció su deseo de irse
en ese viaje, Hotaru la apoyó en todo lo que le fue posible.
-Tengo
que ir, no es únicamente por la oportunidad de hacer algo nuevo. También quiero
aclarar mi vida. En muchos aspectos.
-¿Quieres
saber si lo que de veras te gusta es la investigación? - Inquirió su hermana
mayor.-
-Eso
y otras cosas, Hota. - Confesó la joven con tono algo apagado cuando musitó.-
Necesito alejarme de aquí.
-Si
ese es tu sueño, si quieres encontrarte a ti misma. Estaré siempre a tu lado.-
Le dijo con dulzura Hotaru cuando supo lo que pretendía.- Ve a ese viaje y vive
la experiencia.
Sonrió
agradecida por la comprensión de su hermana. Sin embargo, había algo que no se
atrevía a confesarle, ni siquiera a ella. Ahora pensaba recordando aquello con
afecto
-Siempre estuviste ahí, para mí. Pese a todas
las cosas de las que tenías que ocuparte. Y esas conversaciones contigo me han
ayudado mucho, te echaré muchísimo de menos…
Y entre esas reflexiones la joven continuó con el
trabajo. Lo mismo que su recién llegada compañera. Entre test realizado e
informe confirmado iban charlando.
-Entonces,
¿ usted doctora Winters se ha aficionado a los viajes espaciales?- Preguntó
Keiko con tono divertido.-
-Me
apasionan esta clase de proyectos. Quedé muy satisfecha por como salió todo en
Bios. Sin embargo, creo que aún es posible mejorar aquello.- Respondió
Penélope.- Y ese es un reto que tengo
muchas ganas de superar.
-Y
al parecer, esta vez no ha venido sola.- Comentó su compañera.-
-No-
se sonrió débilmente la aludida.- Esta vez no lo estoy. Y no seas tonta,
tutéame. Ya nos conocemos.
Hacía referencia a las prácticas de
Keiko cuando la misma Penélope era una recién licenciada en la Masters Corporation.
De modo que la pelirroja asintió para tomar la palabra, volviendo al tema de ese
acompañante de su jefa.
-¿Es
guapo?- Se interesó Keiko.-
Penélope se sonrió ahora más si cabe
y movió la cabeza para responder.
-Sí,
y no sabe tener la boca cerrada. Siempre está con bromas. Pero es un buen
muchacho. Lo demostró en el viaje de la SSP-1. ¿Y tú?- Quiso saber ahora con patente interés a su vez.- ¿Qué pasa
contigo?
-¿Conmigo?-
Repitió la interpelada.- Bueno, estoy demasiado ocupada con el trabajo. No
tengo planes de pareja por ahora.
-Eso
mismo pensaba yo. Pero nunca puedes decir que esos planes no vayan a
presentarse.- Declaró Penélope quién propuso.- A ver si cuando estemos todos
bien instalados podemos quedar para conocernos. Además de mi novio tengo muy
buenos amigos que han venido también a esta expedición.
-Por
mí encantada.- Convino Keiko que no obstante cambió de tema al añadir.- Aunque
no sé cuánto tiempo libre vamos a tener con los preparativos que hay que llevar
a cabo para la Terraformación.
-En
este caso no son tantos como fueron necesarios en Bios.- Le comentó su jefa.-
Ese planeta que aparece en las cartas de los Bureds es más pequeño y según nos
informaron, tiene ya océanos propios.
-En
tal caso podría contener vida… y entonces.- Objetó su interlocutora.-
-Sé
lo que vas a decir. Pero en la carta estelar no se indica que eso sea así.-
Aseveró Penélope.-
La doctora Winters suspiró. El mismo
inconveniente que provocó la negativa de Naya a ir con ellos. No había hablado
con Giaal de eso, pero suponía que fue un punto de tensión en la habitualmente
afectuosa y compenetrada relación que el doctor Ginga mantenía con su hermana
menor. A su vez, su compañera no contestó a eso, realmente ni estaba segura de
que ese planeta estuviese ahí. De este modo las dos siguieron con su trabajo.
En otra parte de la nave, Melissa revisaba los componentes de algunos varitech.
A su lado una mujer de color, con una computadora portátil conectada a ese
mismo aparato, declaraba hablando como si lo hiciese con ese avión.
-Sí
señor…ya estás casi a punto, cariño. Unos cuantos programas más por depurar.
-¡Y
será el número cuarenta y ocho! - Suspiró Melissa.- Todavía nos quedan al menos
trescientos más, Carol.
-Sí,
hay un buen número de estos condenados cacharros.- Repuso la aludida animando
su tono para sentenciar.- Pero gracias a ellos vamos a viajar muy seguros a
bordo de esta nave.
Su interlocutora estaba de acuerdo
en eso. Tras varios años de investigación enriquecidos por los informes de los
pilotos que participaron en la expedición a Bios, habían diseñado unos aviones
realmente formidables. Además, esa capacidad de convertirse en robots gigantes
diseñados para el combate les daría una ventaja que el enemigo ni podría llegar
a imaginarse.
-Lo
malo es que tenemos que trabajar de lo lindo. Espero que pronto nos envíen
ayudantes.- Deseó Melissa, añadiendo como necesaria puntualización.- Y si
pudiera ser alguien capacitado, mejor.
-¡Pues
hablando del rey de Roma!- Se rio su interlocutora.- Ahí tienes a uno.
Su compañera miró hacia su derecha,
a donde Caroline le señalaba y vio aproximarse a un hombre de complexión y de
estatura media, entre rubio y algo cano ya, que llevaba unas gafas. Era
agradable a la vista y caminaba de modo tranquilo. Al llegarse a ellas
enseguida saludó.
-¿Cómo
están señoritas? ¿Puedo ayudarlas?
-Sería
un placer, doctor Adams.- Replicó la informática.- Tenemos todavía mucha tarea.
¡Que me aspen si terminamos antes de una semana!
-Esperemos
que no se prolongue tanto.- Sonrió el científico mirando de reojo a Melissa que
hizo lo propio.- Creo que la nave va a partir en unas horas, todo lo más mañana.
Saldremos de la órbita de Bios y nos adentraremos en el sistema solar vecino.
-¡Uy!
territorio desconocido.- Comentó Caroline con humor.-
-Vamos
bien preparados.- Aseguró Melissa.- En esta nave casi hay más militares que
civiles.
-Eso
es porque este asteroide es más pequeño que el SSP-1.- Replicó su compañera.-
La capacidad para llevar colonos es bastante menor.
-Eso
es cierto.- Afirmó el doctor, añadiendo.- Y también se han hecho más
concesiones a la confortabilidad de todos los que viajan en esta nave que a la
capacidad. Es razonable dado que el recorrido será más corto.
-Pensaron
eso en el viaje de la SSP-1 – Dijo Melissa con tono entre reflexivo y suspicaz
para sentenciar.- A veces las cosas no salen como estaban previstas.
Ella podría dar fe de eso. Desde
hacía bastantes años su vida cambió de modo radical. Al principio siendo joven
se unió a aquella diabólica organización de Brujas Cinco, presidida por el
Doctor Tomoe, que estaba poseído por una especie de invasor alienígena.
Melissa, o Eudial, como entonces se llamaba, era ambiciosa y no reculaba ante
nada para ascender. Por desgracia para ella sus otras compañeras pensaban
igual. Fue Mimette, con la que de siempre había tenido alguna diferencia, pese
a lo sumiso de las maneras de ésta, la que la traicionó saboteando los frenos
de su coche. Podía recordar aún su desesperación, cuando casi estuvo a punto de
obtener los talismanes que buscaba y de derrotar a las guerreras de la
justicia. En vez de eso hubo de huir y al arrancar y acelerar se percató
enseguida de que algo iba mal. Vio esa nota de su “compañera” y supo que estaba
condenada. A pesar de sus desesperados intentos el coche salió despedido por un
lateral de la carretera rompiendo la protección y cayó al mar desde una gran
altura. Eudial trató de abrir la puerta, por fortuna fue lista y había dejado
la ventanilla bajada. Sabía de sobra que, de no haberlo hecho, la presión del
agua le hubiese imposibilitado escapar y puesto muy difícil el romper el
cristal. De modo que se sujetó lo mejor posible protegiéndose cuando el vehículo
impactó contra el océano. Al sentir el gélido contacto del agua tomó todo el
aire que pudo y salió por la abertura de la ventana. Nadó logrando ponerse a
salvo aunque cuando estaba tratando de ganar la costa algo le golpeó en la
cabeza. Posiblemente fuera alguna roca o piedra que se desprendiera a raíz de
su caída. No supo qué pasó, solamente recordaba haberse despertado en un
hospital. Su cabeza le dolía y todo era una nebulosa a su alrededor. Cuando la
visión se le aclaró una amable enfermera que rondaría la cincuentena, estaba a
su lado preguntándole…
-¿Qué
tal está usted?..
-Bien…gracias…
¿qué ha pasado?- Quiso saber con voz queda.-
-Sufrió
una buena contusión en la cabeza. Unos chicos que navegaban con su barca la
encontraron flotando boca abajo. Por fortuna la rescataron y pudieron sacarla del mar, también le hicieron expulsar el agua
que había tragado antes de que fuera tarde.
-Les
debo la vida entonces.- Musitó con una media sonrisa.- Me gustaría darles las
gracias.
-Llamaron
a una ambulancia y se marcharon. No dejaron sus nombres, lo lamento.- Pudo
decir la enfermera algo apurada.-
-No
pasa nada. Les estoy igualmente agradecida.- Afirmó la joven.-
-Y
hablando de nombres.- Dijo su interlocutora.- ¿Cuál es el suyo?... Al traerla
no llevaba encima ningún carnet ni nada que la identificase.
-Claro.-
Convino la muchacha que enseguida respondió.- Me llamo…
Sin embargo, no fue capaz de
continuar. No recordaba nada. Ni tan siquiera su nombre. Se llevó las manos a
las sienes, le dolía aquel intento por buscar una respuesta. Su expresión se
tensó y apenas si musitó con inquietud.
-No
me acuerdo…no sé cómo me llamo.
-Tranquila.
En los casos de golpes en la cabeza es algo normal. No tenga prisa. Los
recuerdos regresarán.- La calmó la enfermera.-
La paciente asintió, se giró para
mirar hacia una mesa que lucía una pequeña maceta con una planta de flores
entre blancas y violetas…
-Es
bonita.- Valoró.-
-Es
una planta de Melissa.- Le comentó la enfermera.- Es medicinal. Muy útil contra
la ansiedad y los nervios.
-Me
gusta ese nombre.- Comentó la convaleciente que agregó entonces como si le
viniera una inspiración.- Hasta que recuerde el mío podría llamarme así. ¿Y
usted, cómo se llama?- Inquirió la chica.-
-Joanna
Prentis.- Sonrió la enfermera.-
-Una
cosa.- Le preguntó la que ahora se hacía llamar Melissa.- ¿Cuánto tiempo cree
que estaré así?
Su interlocutora tornó su gesto en
uno más reflexivo y de circunstancias. Apenas si pudo tratar de responder con
la impresión de elegir cuidadosamente sus palabras.
-No es seguro.
En la mayoría de los casos se produce una amnesia pasajera. Verá.- Le comentó
con tacto y amabilidad.- Usted ha sufrido una conmoción. A veces eso produce un gran movimiento del cerebro
(llamado discordante) en cualquier dirección puede provocar pérdida de la
lucidez mental (quedar inconsciente) en una persona. La cantidad de tiempo que
permanezca inconsciente puede ser un signo de qué tan grave es la conmoción
cerebral. Aunque no siempre hay una pérdida del conocimiento. De hecho, la
mayoría de las personas nunca pierden el sentido. Ellas pueden describir que
ven todo blanco, todo negro o estrellas. Una persona puede también padecer una
conmoción cerebral y no darse cuenta. (Extraído de https://medlineplus.gov/spanish/ency/article/000799.htm)
Su oyente asintió despacio, con la
preocupación reflejada en su semblante.
-Ya veo.-
Musitó.- Y yo estuve bastante tiempo sin sentido, ¿verdad?
-Al menos
un par de días.- Admitió Joanna quien quiso ser optimista cuando agregó.- Pero
eso también le ha dado más tiempo a su cerebro para irse recobrando. No pierda
la esperanza.
-No lo
sé.- Suspiró Melisa.- Quizás sea mejor así. No estoy segura de querer recordar
qué me sucedió. Ni quién era yo antes.
-Por lo pronto tiene que descansar y
recuperarse para que le den el alta. Luego, si no sabe a dónde ir, los
servicios sociales se ocuparán de ayudarla.- Declaró animosamente la enfermera.-
Su
paciente asintió. Ahora volvía de aquellos recuerdos y se veía a través de uno
de los cristales de las carlingas de aquellos aviones que estaba programando. A
sus cuarenta y algunos años todavía era atractiva, pelirroja y con ojos casi
rojizos, piel blanca algo pálida y con pocas arrugas. Desde luego no aparentaba
la edad que tenía y seguía muy entregada a su trabajo como lo estuvo siendo joven y ambiciosa. Aunque ahora ya no
era por causa de ese deseo de medrar. Simplemente le gustaba lo que hacía y le
había dado la oportunidad de trabajar junto a las personas a quienes más ligada
se había sentido. Al menos hasta que embarcó. De hecho, cuando aclaró las cosas
con su hermana Mimette, ésta pasó a ser realmente su familia. Pese a que en un
primer momento Melissa optó por alejarse tras lo que había intentado hacer.
Pero finalmente la persuadieron de volver y dejar su vida como maestra para retornar
a su vocación de ingeniera cibernética. De ese modo junto a Mimette, el esposo
de ésta, Daniel y la hija de ambos, Mimí, además claro del doctor Tomoe, Kaori
y la hija de ambos, Keiko, se incorporó a la Masters Corporation. Todos la recibieron
con los brazos abiertos y fue bastante feliz. Luego surgió esta oportunidad de
ir con Keiko, la hija de Tomoe y de Kaori, a la que también quería como si de
otra sobrina se tratase. De hecho, los padres de esa jovencita tan brillante se
alegraron mucho sabiendo que alguien de la experiencia y cercanía de Melissa la
iba a acompañar. Y se decidió a hacerlo en parte porque era un reto apasionante
y por otro lado dado que Mimí, a la que consideraba como a una hija, se había
casado y ya tenía su propia vida. En el fondo Melissa pensaba que era como si
volviera a intentar huir de quién había sido. En fin, dejó aquellas reflexiones
de lado cuando el doctor Adams le comentó con amabilidad a ella y a su
compañera.
-Si desean tomar algo cuando terminemos el
turno. Será un placer para mí invitarlas.
-Es muy amable, doc. No le diré que no.- Repuso
enseguida Caroline.- Vamos Mel, ¡anímate! - La arengó con ese tono tan típico
suyo entre mandón y jovial.- Una proposición así de un caballero tan amable no
se recibe todos los días.
-Claro.- Sonrió ella de modo tímido.- Estaré
encantada, muchas gracias, doctor.
Y
las dos le siguieron hacia la cafetería una vez concluyeron sus turnos. Para
entonces Giaal había recogido al hijo de Ginger. El pequeño Dean jugaba a
corretear seguido muy de cerca por el médico.
-¿Te lo has pasado bien en la guarde?- Le
preguntaba afablemente Giaal.-
-¡Chi! - Exclamaba el crío sin parar de correr
dando vueltas en torno de su acompañante.-
-Bueno, pues ahora vamos con mamá.- Sonrió el
alien.-
Dean
asintió con gesto alegre y se aferró a una mano de aquel adulto. Por alguna
razón se sentía a gusto con él. No tardaron en recorrer la distancia que les
separaba de la cafetería. El doctor entró con el pequeño cuando por fortuna la
ocupación del local había descendido bastante. Era Clarisa la que se ocupaba de
los clientes restantes. Y fue la madre del crio quien enseguida acudió al
encuentro de los recién llegados.
-¡Cariño!- Recibió al pequeño levantándole en
brazos y dándole unos cuantos besos.-
-¡Mami! He jugado mucho.- Declaró el crío muy
contento.-
-¡Qué bien, tesoro! - le sonrió tiernamente
ella que enseguida se dirigió a su amigo.- Muchas gracias. Me ha salvado la
vida. Otra vez…
-Ha sido un placer.- Repuso Giaal sin darle
importancia.-
-Quédese y tomemos algo.- Le ofreció la agradecida
joven.-
-Me encantaría, pero se ha hecho tarde. Quiero
llamar a Susan, aun no pude contactar con ella.- Respondió su interlocutor
quien sonrió recordándole a la camarera de modo jovial.- Y no me trates de
usted.
-Claro, espero que ella haya comenzado bien en
su primer día. Dale recuerdos y en cuanto podáis pasaros por aquí, siempre os
tendré mesa reservada.- Afirmó Ginger.-
Giaal asintió a modo de agradecimiento y se
marchó dejando al crío con su madre. Esperaba poder contactar al fin con Susan.
Entre tanto Maggie iba camino de reunirse con su cita. Pensaba en aquella otra
chica, con la que estuvo hacía ya algún
tiempo. Tras una de esas tardes de pasión que ambas compartían. De hecho, esa
muchacha acababa de romper con su novio y ella la enseñó a disfrutar de hacer
el amor en muchas formas nuevas. Tras terminar uno de aquellos ardientes
encuentros, y todavía entre jadeos, Maggie la besó en los labios de modo
apasionado y después le susurró.
-No
creo que tu antiguo novio te hiciera sentir así.
-No.-
Admitió su interlocutora afirmando también con la respiración entrecortada.- Ni
siquiera le di la oportunidad.
Maggie volvió a besarla y ambas
rodaron por la cama con sus cuerpos abrazados. Aquella joven la besó por
diversas partes del cuerpo haciéndola excitarse una vez más. Luego ella le
devolvió la gentileza explorando sus partes más íntimas para arrancarla gemidos
de placer. Al fin las dos reposaron abrazadas en la cama. Aunque ahora
observando a esa preciosa chica de pelo castaño claro peinado en una trenza y
ojos profundamente verdes, Maggie suspiró queriendo saber.
-¿Va
todo bien?...
-Sí.-
Musitó ella.- Solamente pensaba.
-Espero
que en los buenos ratos que pasamos juntas.- Sonrió su interlocutora tratando
de animarla.-
La otra chica le devolvió la sonrisa
aunque enseguida adoptó una apariencia más seria para declarar con tono
entristecido.
-Echo
mucho de menos a mi hermano y a mis otros amigos y familiares.
-¿Los
que se fueron en esa nave?- Replicó Maggie.-
-Sí.
Hace mucho tiempo que no sabemos dónde están. Y mi madre…bueno, cada día que
pasa la veo encerrarse más en sí misma.
La muchacha se incorporó sobre la
cama, Maggie hizo lo propio tomándola de una mano y tras mirarla a los ojos con
afecto quiso alentarla.
-No
pierdas la esperanza. Seguro que aparecerán. Si es una nave tan enorme como
dices no puede haberse volatilizado sin más.
-A
esa ilusión me aferro cada día cuando me levanto.- Afirmó con voz queda.- Y me
siento culpable…
-¿Por
qué?- quiso saber Maggie observándola con incredulidad.- ¿Qué culpa tienes tú
de que eso haya sucedido?
-No
es por la desaparición de la nave. Es más bien por las personas que seguimos
aquí….por mis padres. Yo, no sé cómo explicarlo.- Suspiró con desasosiego.-
-Inténtalo.-
La animó su contertulia.- Seguro que encontrarás el modo.
Y escuchó a su pareja mientras ésta
era capaz de confesar no sin emocionarse.
-Mi
hermano siempre ha sido mucho mejor que yo. En todos los sentidos. Y ahora no
está. ¡Y le necesito! Mi amiga Amatista, mi primo Mazoui…¡todos ellos….valen
mucho más que yo!
-¡No
digas tonterías!- Replicó Maggie a quién no le gustaba el tinte de voz de su
amante.- Eres la chica más fantástica que he conocido nunca. Y entiéndeme bien.
No lo digo solamente por como lo pasamos en la cama. ¡Es mucho, muchísimo más!
Eres buena persona, inteligente, llena de pasión y luchas por lo que quieres.
Lo que me contaste de tu novio fue…en fin.- Suspiró tratando de elegir sus
palabras con cuidado.- No hay mucha gente capaz de tal sinceridad.
-Lo
pasé muy mal, y él también.- Convino su compañera.- Y a pesar del daño que le
hice no ha dejado de ser mi amigo y de apoyarme. Muchas veces también me siento
muy culpable por haber roto con él.- Concluyó entre sollozos.-
Maggie la atrajo hacia sí
estrechándola en un afectuoso abrazo. Le susurró a su amante con toda la
delicadeza de la que fue capaz.
-Tú
le aprecias mucho pero no le amabas. Hiciste lo mejor que podías haber hecho.
Te liberaste y le dejaste libre a él. No te tortures más. Si ese chico sigue a
tu lado es porque te aprecia de veras y ha demostrado ser un buen amigo. Pero un amigo
no es una pareja. Y menos para las que somos así. A nosotras no nos gustan los
hombres de ese modo. Y realmente a mí, nunca me han gustado casi de ninguna
manera. Ahora veo que no todos son unos interesados. Porque en mi caso no he
tenido mucha suerte tratando con la mayoría de ellos. Excepción de mi padre.
No quiso contar más, todavía se sentía
demasiado vulnerable a ese respecto, quizás andando el tiempo confiaría en su
pareja como para contárselo. Y su entre tanto novia asintió dejándose acunar
por Maggie. Después durmieron un poco y luego se ducharon juntas, se secaron y
tras vestirse se despidieron para ir cada una a sus respectivos trabajos y
estudios. Lástima que esa relación se terminase de la forma en la que lo hizo.
-¡Qué
estúpida fui!- Pensaba ahora no sin cierta amargura.- Pero no se puede dar
marcha atrás en el tiempo ni evitar cometer nuestros errores. Aunque de todo se
aprende…
Ella había cometido unos cuantos y algunos de
ellos con resultados realmente duros para sí misma y otras personas. Y pese a
que intentó enmendar algunos la cosa no fue tarea fácil ni logró hacerlo como
hubiese deseado.
-Esta
vez quisiera hacer las cosas bien.- Se prometió.-
Y mientras meditaba sobre ello se reunió con su
cita que la aguardaba ya con algo de impaciencia. Al encontrarse al fin y tras
darse un largo beso en los labios, la enfermera se disculpó.
-Perdona,
se me hizo tarde. Llegó el nuevo médico y el idiota de mi compañero volvió a
retrasarse como de costumbre.
-Deberías
dar parte de él.- Le aconsejó aquella persona con tintes admonitorios.-
Era una mujer joven, de rasgos
orientales, pelo negro y lacio y ojos oscuros. Miraba a Maggie con una mezcla
de malestar y deseo. Se sentía incómoda porque su pareja la había hecho esperar
una vez más pero por otra parte no podía resistirse a ella. Aunque por ahora
iban a ir a cenar, después llegaría el momento que ambas aguardaban, el de dar
rienda suelta a sus pasiones. Sin embargo, era mejor ir paso a paso, para
disfrutar aquello más, de modo que esa joven pudo decir con un tono más afable,
olvidada ya aquella tardanza.
-¿Dónde
te apetece ir a cenar? ¿Al italiano o al japonés?
-La
verdad, me gusta la comida japonesa y el italiano ya lo hemos frecuentado mucho
en estos últimos días.- Repuso Maggie que añadió.- Aunque me gusta cocinar.
Quizás un día aceptes venir a casa a cenar, antes de…
-Sí,
me gustaría.- Sonrió su interlocutora.-
-Bueno,
pues acordado, el próximo día vienes a mi piso antes y cenamos juntas. ¡Ahora
vamos o no encontraremos mesa! - La arengó Maggie.-
Y se alejaron camino al restaurante,
uno de los pocos que había en esa reducida ciudad. En ese mismo momento en el
puente de mando de la nave, el Contralmirante Hazzar daba las órdenes
pertinentes para comenzar el viaje.
-Capitán
Smith, ordene encender los motores de propulsión.
-Sí
señor, enciendan motores y preparados para abandonar la órbita de Bios.- Les
indicó el oficial a la dotación del puente.-
La gran nave empezó su avance en
tanto algunas de sus partes rotaban sobre sí mismas para compensar su estabilidad,
creando de ese modo la gravedad necesaria para la vida en su interior sin que
este se viese alterado. Aquella era otra mejora tecnológica respecto a su
predecesora. Al poco su velocidad era más que notable dejando atrás el planeta
del que había partido. Hazzar supervisaba todo aquello sentado en su silla de
mando del puente. Sabía que esa no iba a ser una tarea fácil. Al menos contaba
con la experiencia de haber sido el segundo de a bordo en la SSP-1.
-Ahora
comprendo mejor a Spar.- Se decía.- Aunque, por suerte para nosotros, sabemos a
lo que vamos desde un principio.
Confiaba en que fuera así, aunque
por el tipo de instrucciones que había recibido no podía dejar de sentirse
preocupado. Aquella nave era muy poderosa sin duda, pero no indestructible. Y
pese a toda su equipación de combate las cosas podrían ponerse muy feas.
-Ojalá
que cuando llegue el momento salgamos con bien.- Meditaba en tanto veía pasar
las distantes estrellas a gran velocidad a través de la pantalla de alta
definición que presidía el centro de mando.- Será crucial que todos estemos
preparados para cumplir con lo que de nosotros se espera.
Uno de sus subordinados le distrajo
entonces para informarle de algo inquietante.
-Señor,
tenemos algunos problemas con los refrigeradores de babor.
-Precise.-
Le pidió Hazzar.-
El aludido, un comandante, enseguida
respondió.
-Fallos
en el sistema de enfriado. Algunas conducciones de plasma están comenzando a
sobrecalentarse.
-¡No
me lo puedo creer! – Musitó entre dientes el contraalmirante para de seguido
añadir con un tono más controlado y profesional.- Envíen de inmediato un equipo
de técnicos de clase especial. Pasen a alerta tres.
-A
la orden.- Replicó el subalterno apresurándose a cumplir esas instrucciones.-
-Puente,
reduzcan a velocidad de impulso.- Ordenó Hazzar.-
-Sí,
contraalmirante.- Contestó un capitán.-
Aquel
era un grave contratiempo. Todos los ocupantes del puente intercambiaron
miradas de preocupación. ¡Ojalá se tratase de una falsa alarma o de un error!.
En caso contrario podrían tener un serio problema. De inmediato se dispusieron
a cumplir las órdenes. Mientras eso sucedía Kiros estaba tumbado en su cama.
Aquellas comodidades humanas le desconcertaban. No lograba entender cómo
podrían llegar a ser unos buenos guerreros con semejantes facilidades.
-Este sistema es erróneo.- Se decía con talante
desaprobatorio.- Los saiyajin jamás entrenaríamos, ni viviríamos así. No sería
nada bueno para progresar.
Y
es que, pese a ser de un alto rango, o precisamente debido a ello, su vida
siempre fue sobria y espartana como correspondía a un auténtico guerrero del
espacio. Aunque la reina Meioh había mejorado mucho la forma de vivir y
aumentado la permisividad en bastantes facetas de la cultura saiyajin. Sin
embargo, se seguían respetando las tradiciones de educar a los hijos e hijas en
el combate y las privaciones, para fomentar la disciplina y el espíritu de
sacrificio. Y eso demostró ser lo más acertado, teniendo en cuenta la dura
prueba que habían tenido que superar en fechas recientes. Desde luego que no
eran pocos los saiyajin que estaban disconformes con ese acercamiento a las
costumbres humanas. Un sector creciente abogaba por la vuelta a las antiguas
tradiciones denunciando además que la reina no representaba a los guerreros del
espacio. De hecho la soberana no era una saiyajin. Kiros solamente conocía la
historia por boca de sus padres y de los nobles Seira y Calix, sus propios
tíos. Le relataron que, en efecto, la reina Meioh vino de otro planeta y se
prometió con el rey Lornd. Sin embargo, a pesar de su aparente debilidad, fue
capaz de derrotar a la propia Seira en el combate por el derecho a desposar al
monarca. Desde entonces se convirtió en la legítima soberana y todos la
acataron sin dudar. Al menos los que no quisieron deshonrarse negando la
traición. Y, tras los últimos acontecimientos que a punto estuvieron de
destruir el reino, el joven guerrero era muy consciente de lo importante de su
tarea.
-No defraudaré la confianza que habéis puesto
en mí.- Se repetía.- El honor de mi familia y el mío propio van empeñados en
ello.
El
sonido de su comunicador le sacó de aquellas reflexiones. Se le ordenaba acudir
a un punto concreto de la nave. No titubeó. Se levantó de inmediato, se puso el
uniforme terrestre y salió de su cuarto.
-¡Vaya amigo! ¿A qué tanta prisa?- Le preguntó
Tracer que estaba viendo una película en la holo pantalla del salón
-Tengo una llamada del alto mando.- Replicó
éste sin siquiera mirarle.-
-Oye,
si quieres puedo…-Aunque Rick no pudo terminar la frase, el tipo aquel ya se
había largado tras abrir la puerta y casi con divertida resignación, finalmente
completó.- Ir contigo a ver qué pasa… ¡Vaya con el chico! No es lo que se dice
muy sociable.- Suspiró.-
Y decidió seguir con la película.
Total, si ese saiyajin quería ir a su aire, allá él. Ganas le daban de llamar a Pennie pero a buen
seguro que estaría ya enfrascada en sus investigaciones. Decidió dejarlo por
esa noche y terminar de ver ese largometraje.
-Este
es raro hasta para ser un saiyajin de esos. A su lado el pobre Leval era el
alma de las fiestas. Amigo Kiros, va a ser difícil socializar contigo.- Se dijo
divertido.-
Y
su aludido compañero de piso ya se dirigía con paso rápido a abordar un
deslizador. Podría haber ido mucho más rápido volando pero le habían ordenado
que, de no ser absolutamente necesario, mantuviera sus capacidades lo más
ocultas que le fuera posible.
-No
entiendo a estos humanos y sus tontos miedos. Soy su aliado. No comprendo por
qué les preocupa tanto que muestre mi poder. Pero son las órdenes y di mi
palabra de acatarlas.
Se lo dejaron bien claro y para un
saiyajin las órdenes no se discutían. Y de ese modo se limitó a obedecer y
dejarse llevar por aquel aparato hasta llegar a la zona indicada. Al descender
un par de oficiales que estaban allí le saludaron de inmediato.
-A
sus órdenes, mayor.- Dijo uno.-
-¿Qué
sucede, teniente?- Quiso saber Kiros.-
-Algo
va mal en el sistema de refrigeración del reactor, señor.- Contestó el interpelado,
un muchacho de pelo rubio y unos veinte pocos años.-
-¿Está
informado mantenimiento?- Preguntó el saiyajin.-
-Sí,
señor.- Respondió el otro oficial, otro teniente.- Ya están trabajando en el
área. Hemos sellado la zona y cerrado las compuertas de seguridad.
Kiros les miró sin comprender. ¿Para
qué demonios le habían llamado a él entonces? Aunque no tardaría en saberlo.
Ahora fue él mismo quien, junto a esos dos oficiales, saludó militarmente
cuando un capitán apareció en escena.
-Descansen.-
Les pidió el recién llegado para presentarse.- Soy el capitán Harris. Me envía
el contraalmirante Hazzar. ¿Es usted el mayor Derail?- Le preguntó al saiyajin.-
-Sí,
señor.- Replicó lapidariamente éste.-
-Muy
bien, haga el favor de seguirme, le pondré al tanto de la situación.- Le indicó
su superior.-
El interpelado asintió, el capitán
se alejó de esos otros dos oficiales y el guerrero del espacio fue tras él.
Deseando saber por fin qué estaba sucediendo…
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