domingo, 11 de diciembre de 2016

GWDN 02 Puesta al día.


De un lado para otro y sin parar. Lo cierto es que Ginger no había podido apenas sentarse. Su nuevo local estaba teniendo una aceptación considerable. Incluso demasiada. Desde luego que, ni en sus mejores expectativas pudo haberlo previsto. Si eso continuaba así hasta podría ser víctima de tal éxito. Quizás pudiera ser debido a que fuera la única cafetería en aquella nave. Al menos que ella supiera, los de Flowers & Flavours no habían puesto ninguno de sus locales. Ni sabía de otro tipo de competencia. Eso era bueno sin duda. Lo malo era la carga de trabajo que tenía desde casi abrir. Y pese a que su amiga Clarisa se había embarcado con ella en ese negocio y la ayudaba en lo que podía, estaba claro que las dos solas no daban abasto para atender a todos los clientes. Unido a eso, no era fácil contratar a más empleados entre aquella tripulación y pasaje tan bien cualificado y con profesiones tan definidas ya. Y además, le surgía otro problema. Uno con el que antes no contaba. En apenas una hora tendría que ir a buscar a Dean a la guardería.



-Sí señor, marchando su pedido, un café y una porción de tarta Sandy.- Le decía a uno de sus impacientes clientes.- Enseguida estoy con usted.- Añadía preguntándole conciliatoriamente a otro.- Eran un té y unas pastas, ¿verdad?



            En eso que, a lo lejos y aproximándose, divisó a través del escaparate una figura que le era muy familiar. La chica sonrió alegre pese a todo ese caos que la rodeaba de platos y tazas de té, café y pedidos de las múltiples mesas.



-¡Doctor Ginga!- Exclamó realmente feliz cuando él entró, acompañado de esa otra mujer.- ¡Cuánto me alegra verle de nuevo!

-Hola Ginger, ¿qué tal? ¿Mucho trabajo?- Sonrió amablemente él.-

-Sí, lo siento, ahora no puedo hablar mucho.- Se disculpó la azorada chica en tanto corría a atender a otra mesa.- ¡Ya va!…



            Tanto Maggie como Giaal observaban realmente sorprendidos. Fue la enfermera quién comentó.



-¡Vaya, sí que está concurrido este sitio!

-Ya se lo dije. Ginger es una estupenda repostera.- Afirmó el médico.-



            Otra muchacha rubita y bastante mona se pasó a su vez con una bandeja repleta de platos y tazas ya utilizados de regreso a la cocina. Los recién llegados miraban atónitos todo aquel ajetreo sin decidirse a hacer nada hasta que Giaal le indicó a su acompañante.



-Allí hay una mesa vacía. Será mejor que nos sentemos y aguardemos.



            Maggie convino en ello. Así pues no tardaron en ocuparla por si alguien se les adelantaba. Por fortuna la hora punta parecía ir remitiendo, aunque pese a ello tuvieron que esperar un buen rato hasta que la agotada camarera se acercó.



-Lo lamento, esto está así casi todos los días desde que abrimos.- Se excusó entre respiraciones entrecortadas.-

-Me alegra mucho comprobar que tu negocio marcha.- Repuso afablemente Giaal quien le presentó, centrando su atención en su acompañante.- Ésta señorita es mi compañera de trabajo, Margaret Kendall.

-Soy enfermera en el centro de salud del sector tres.- Le comentó la aludida en tanto le estrechaba la mano.- Encantada de conocerla.

-Lo mismo digo. ¡Uy! - exclamó entonces la alarmada Ginger.- ¡Me había olvidado de Dean! Tengo que ir a recogerle a la guardería. ¡Perdón!  - Se disculpó una y otra vez mirando alrededor.-

-No te preocupes, me das permiso y voy a recogerle yo.- Se ofreció Giaal.- Además, iba a llamar a Susan. Acaba de incorporarse a su destino y quiero saber qué le parece.

- ¿No me diga que la alférez Hunter también ha venido?- Exclamó Ginger con visible contento.-

-Sí, y ahora es teniente.- Le aclaró su interlocutor.-

-Me alegro mucho por ella. Se lo merece. Y en lo relativo a mi hijo. Pues si me hiciera ese gran favor, doctor. Su amiga puede quedarse mientras tanto y le serviré la especialidad de la casa.- Declaró la camarera.- Una porción extra grande de tarta Sandy.



            Aunque Maggie se levantó a la vez que el doctor Ginga para declinar amablemente la oferta. A fin de cuentas, esa pobre muchacha estaba desbordada y ella tenía prisa, el tiempo le había pasado mucho más rápido de lo que había calculado. Y ese era un defecto suyo muy recurrente. Pero esta vez evitaría quedar mal, de modo que dijo.



-No, muchas gracias. Se me está haciendo tarde ya y había quedado.  Quizás en otra ocasión…



            Así, tras llamar rápidamente a la escuela y advertir que una persona de su confianza iría a recoger a su hijo, Ginger se despidió para seguir atendiendo a sus clientes.



-Es una chica muy agradable. – Valoró Maggie.-

-Es realmente encantadora, muy trabajadora y sobre todo buena persona.- Añadió Giaal.- Se hace querer.



Dicho esto, se encaminaban los dos hacia la puerta cuando algo captó la atención de Maggie. Eran unas fotos holográficas en las que aparecía esa muchacha junto a otra chica que le era muy familiar. Fijándose bien en esa joven rubia, y bastante alta que pasaba un afectuoso brazo sobre los hombros de la propietaria del local pudo reconocer a…



-Esa chica me suena… creo que es cantante.

-Amatista Lassart.- Le desveló Giaal, corrigiendo de inmediato.- Bueno, ahora se apellida Malden. Se casó con su novio Leval y los dos viven en Bios. Son unos buenos amigos míos.



            Maggie abrió la boca realmente sorprendida. ¡Ahora recordaba! Ese apellido…y el nombre del marido de aquella chica. Quizás fuera una casualidad…



-¿Les conocía usted?- Pudo preguntar la joven.-

-Viajamos juntos en el SSP-1- Fue la respuesta.-  ¿También le resultan conocidos? ¿Viajó usted en esa nave?

-No.- Contestó la interpelada.- Es solo que creo haber visto a esa chica antes.

-Era en efecto una cantante famosa antes de embarcarse. Y le aseguro que yo fui testigo del talento que tiene. – Afirmó Giaal declarando con admiración.- Sus canciones fueron mucho más que inspiradoras.



            Entonces Maggie recordó. ¡Las Justices! Ese grupo en el cual…Debió de palidecer puesto que su acompañante se interesó por ella mirándola con algo de inquietud.



-¿Se encuentra bien?

-Sí, gracias.- Musitó.- Y por favor, tutéeme si lo desea.

-Lo mismo digo.- Convino su interlocutor.-



            Al fin salieron de la cafetería. Anduvieron un rato hasta que tuvieron que separarse. Margaret sonrió para despedirse.



-Hasta mañana, doctor Ginga. Te veré en el turno.

-Que descanses.- Le deseó Giaal alejándose para ir en busca de aquel crío.-



            Maggie le observó alejarse con gesto pensativo. Lo cierto es que averiguar aquello la dejó sorprendida primero y entre nostálgica y entristecida después. Esa chica, esa tal Amatista… había oído su nombre varias veces, y también el de Leval. Pero no porque viajaran en aquella nave o porque esa joven fuese una famosa cantante, o debido a que conociera a ese otro chico, al menos no debido a esa única razón. La verdad es que Margaret se los había oído nombrar especialmente a una antigua pareja. Una persona realmente estupenda. Llena de talento y de pasión también. Y ella fue lo bastante estúpida como para dejarla escapar.



-Donde quiera que estés ahora y en lo que estés haciendo te deseo lo mejor. Fuiste muy valiente cuando saliste al mundo.- Suspiró.- Y en buena parte me siento culpable de ello.



            Aunque quiso dejar esos recuerdos de lado, su cita la aguardaba y ya la había hecho esperar bastante…de modo que se encaminó hacia la casa de aquella persona. Por su parte Penélope había estado poniéndose al día con el laboratorio y todos los proyectos de investigación que ya estaban abiertos. La ayuda de la doctora Chang le fue muy  útil. Esa mujer, bastante joven y de nombre Mei Ling, era otra de las componentes de las Fairy Five de la nave y, junto con la hija de Tomoe, había estado al frente de todo hasta su llegada. Ahora se había marchado ya, terminado su turno. Era la doctora Winters la que estaba tratando de acabar un informe junto a Keiko.



-Me alegro mucho de volver a trabajar contigo.- Le dijo aquella pelirroja muchacha dedicándole una amable mirada desde el fondo de esos lindos ojos grisáceos con tintes amatistas al tiempo que añadía.- Una de las cosas que lograron convencer a mis padres fue el hecho de que tú participaras en este viaje.

-Muchas gracias.- Repuso la aludida sin apartar la vista de la pantalla del ordenador en donde trabajaba.- A mí también me alegra mucho poder contar contigo, Keiko.- Afirmó ahora sí, mirando afablemente a su interlocutora.-

-Pues ya verás cuando conozcas a las demás. -La animó ésta.- A la doctora Chang ya la has visto y a Melissa la conoces, nos falta una. La técnica informática, Caroline Drummont. Una mujer realmente impresionante con los ordenadores.

-Debe serlo. Para que tú misma estés impresionada.- Declaró Penélope.-



            Keiko se limitó a asentir. Era cierto. Ella desde muy niña había conocido a personas excepcionales en el ámbito de la ciencia. Comenzando por sus propios padres. El doctor y la doctora Tomoe. Su padre era un biólogo muy reputado, autor de muchísimos estudios y ensayos y gran impulsor de muchas técnicas que luego fueron aplicadas a la terraformación de Bios. La propia madre de Keiko, Kaori, era su asistente y a su vez una mujer muy notable por méritos propios. Ambos trabajaron sin descanso, siempre investigando y experimentando. Aunque eso nunca les impidió a los dos ser unos buenos padres para ella. Le dedicaron atención y cariño y la alentaron a seguir sus pasos. La joven siempre deseó ser como ellos. Y podría decir que estaba en el camino de lograrlo. No obstante, tenía otra pasión, la canción, que la tentaba cada vez de un modo más irresistible.



-A veces me gustaría dedicarme solamente  eso.- Suspiró ahora embebida en sus recuerdos.- Pero no creo que esté bien.



            Eso sí que no se había atrevido a decírselo a sus progenitores. Por supuesto que ellos la alababan en esa faceta y estaban encantados de escucharla cantar, pero siempre desde un punto de vista muy concreto. Para sus padres aquello no pasaba de ser un divertimento que su hija practicaba en sus ratos de ocio. Una vez incluso charló con Hotaru sobre eso. Su hermana mayor era una joven muy hermosa, de pelo oscuro y ojos violetas muy profundos. Podría decirse que acumulaban una gran sabiduría en ellos y parecía haber vivido mucho ya, pese a ser una chica que por entonces no tenía los treinta años. Las dos conversaban el día en el que la más joven de las hermanas cumplía quince años. Keiko estrenaba además un bonito vestido blanco con adornos violetas, regalo precisamente de la princesa de Saturno que la congratulaba con cordialidad y afecto.



-¡Muchas felicidades, hermanita! Ya eres toda una mujer.

-¡Muchas gracias, Hota! Me encanta este vestido. Has sido muy amable.- Respondió la jovencita.- Pero no debiste hacerlo, te habrá costado muy caro.

- No te preocupes por eso. Tengo un buen sueldo. – Contestó con desenfado su hermana alabándola acto seguido.- Además, estás preciosa, te sienta de maravilla. ¡La de chicos que vas a tener suspirando por ti!- Rio su interlocutora.- ¿O es ya tienes a alguno?



            Eso hizo que la muchacha se ruborizase, aunque no dijo nada durante un rato hasta que pudo musitar no sin azoramiento.



-No, no hay nadie en especial.

-Ya llegará.- Afirmó su interlocutora.- Eres muy bonita y agradable.

-Tú también sigues soltera.- Comentó Keiko.- ¿Tampoco hay nadie en tu vida?

-Mi caso es distinto.- Declaró ahora Hotaru con menos animación al alegar.- Tengo muchas responsabilidades. Ya lo sabes… sin embargo nunca se puede estar segura.- Remachó con pretendida jovialidad, como si desease zanjar ese tema cuanto antes.- ¿Quién sabe?



            La chica se percató desde luego de lo incómodo que era para su hermana mayor hablar de eso. De modo que llevó la conversación hacia otro terreno.



-Me alegra mucho que hayas podido venir.

-No me lo hubiese perdido por nada.- Aseguró su contertulia agregando con desenfado.- Y además, estoy deseando que cantes alguna canción. Aunque Haruka y Michiru no hayan podido venir para tocar el piano y el violín, tenemos karaoke.

-Claro, para ti cantaré la que quieras.- Respondió la joven sonriendo débilmente.-

-Eres tan buena que deberías presentarte a algún concurso de talentos.- Afirmó Hotaru.-



            Ahora fue Keiko la que se incomodó un poco, mirando hacia sus manos entrelazadas sobre esa blanca falda que llevaba. Su hermana enseguida se dio cuenta de eso.



-¿He dicho algo malo?

-No, no es eso.- Suspiró la chica.- No creas que a veces no lo he pensado, pero no puedo dedicarle tanto tiempo a la canción.

-¿Por qué no?- La animó Hotaru.- Tienes muy buenas condiciones. Serías un éxito, seguro.

-¿Cómo las Justices?- Sonrió ahora Keiko sin mucha convicción.-

-Para mí eres mejor todavía.- La halagó su interlocutora.- Y míralas a ellas, cantan y estudian. Eso no es ningún impedimento.



            La muchacha quedó pensativa durante unos momentos. Al fin, casi como si le costase pronunciar cada palabra, declaró con voz queda.



-La verdad, a mí me gusta la investigación, no tanto como a nuestro padre ni como a mi madre. Pero sé que ellos esperan de mí que siga esa tradición de la familia. Tienen puestas muchas expectativas. Papá siempre lo dice. Y mi madre…



            Hotaru enseguida posó una mano sobre las de su hermana menor y le dijo con tono cariñoso y tranquilizador.



-No, Keiko. Nuestro padre nunca te obligaría a hacer algo que tú no quisieras. ¿Es por eso? ¿Estudias ciencias solamente para agradar a papá y a Kaori?

-No, no es eso, de veras.- Se apresuró a rebatir la interpelada.- A mí me interesan las ciencias. Me gusta aprender, sobre todo cuando estoy con papá y con mi madre en el laboratorio…

-¿Pero?…- quiso saber Hotaru enfrentando su profunda mirada violeta a las grises pupilas de tintes lavanda de su hermana.-

-Me encanta cantar. Me gusta tanto que, si me volcase en ello quizás no querría hacer nada más.- Le confesó la chica.- Para mí es como si de ese modo pudiera expresar lo que siento, lo que hay en mi interior. Las cosas que normalmente no soy capaz de decir con palabras. Y cuando canto es como poder ser libre por completo.



            Hotaru la escuchaba con mucha atención. En su expresión se adivinaba la comprensión y el gran afecto que le tenía a su hermana pequeña. Asintió solidariamente y le confesó a su vez.



-Cuando era niña estuve encerrada en mí misma durante mucho tiempo. Era muy tímida y me costaba un tremendo esfuerzo expresar lo que sentía. No cometas el mismo error que yo. Al final tuve la suerte de estar rodeada de personas maravillosas, Haruka, Michiru y Setsuna, antes de que se marchase a Nuevo Vegeta. Las demás guerreras y por supuesto, papá. Me costó darme cuenta y literalmente tuve que renacer. Sin embargo, tú les has tenido a todos siempre a tu lado.



            Era el turno de Keiko de atender a esas palabras con semblante reflexivo. Cuando su contertulia terminó su exposición asintió para responder.



-Tienes razón, sin embargo, Hota, hay algo que no entiendo. Y que a veces me pone triste.-Suspiró con un mirada llena de consternación.-

-¿El qué?- quiso saber su hermana mirándola con inquietud.- Dime… ¿Qué es eso que te afecta tanto?



            La joven se tomó unos segundos antes de contestar. Parecía remisa a tener que hacerlo, pero ya era tarde puesto que fue ella misma además quién había sacado el tema. Y en su interior llevaba mucho tiempo deseando sincerarse con su hermana y que ésta le diera una explicación. Finalmente declaró con tinte entre resignado y tintado de pesar.



-Mi madre y tú nunca os habéis llevado bien. Hace mucho tiempo que me di cuenta. Y no comprendo el porqué.

-Keiko…- Fue apenas capaz de musitar su interlocutora, con tono consternado.- No es así, solo tuvimos algunas diferencias, eso es todo. Pero hace mucho que lo solucionamos.

-Pero nunca os he visto charlar de forma amigable, ni cordial.- Opuso la chica añadiendo.- Cuando papá o yo estamos delante sí que mantenéis las apariencias. Y a veces me siento culpable, creo que de algún modo soy la responsable de eso.



            Su contertulia le dedicó una mirada entre sorprendida y preocupada. Llegó hasta a abrir la boca y enseguida se apresuró a rebatir aquello moviendo la cabeza.



-Te aseguro que no tiene nada que ver contigo. Eres mi hermana y no hay nadie en el mundo a quién quiera más que a ti, a papá o a mis amigas. ¡Sois mis seres más queridos!



            No obstante, el gesto apenado de la muchacha no varió, más cuando repuso.



-Sé muy bien que mi madre no es la tuya. Que papá estuvo casado antes. Y que su mujer murió en un accidente. También sé que me pusieron su nombre. A veces tengo la sensación de que puedas pensar que de algún modo estoy usurpando su puesto…

-¡No!- Exclamó su contertulia tomando a la chica de las manos.- ¿Cómo puedes creer eso? Cuando naciste fue uno de los días más felices de mi vida. ¡Trajiste la alegría a esta familia! No te puedes ni imaginar lo que significó para mí tener una hermana. Eres una chica maravillosa Keiko, buena, amable… ¡estoy muy orgullosa de ti!- Concluyó tratando a duras penas de no emocionarse.-



            Aunque la joven aludida no pudo evitar dejar caer unas lágrimas.



-Gracias, Hotaru…te quiero mucho.- Sollozó la chica.- Y sé que tú eres alguien muy especial. Lo mismo que Haruka, Michiru y las demás. Siempre lo he sabido. Solamente que, me hubiera gustado pasar más tiempo junto a ti, y a nuestro padre.



            Su hermana la abrazó con todo el cariño que pudo. Aquello pasó y tiempo después, cuando Keiko anunció su deseo de irse en ese viaje, Hotaru la apoyó en todo lo que le fue posible.



-Tengo que ir, no es únicamente por la oportunidad de hacer algo nuevo. También quiero aclarar mi vida. En muchos aspectos.

-¿Quieres saber si lo que de veras te gusta es la investigación? - Inquirió su hermana mayor.-

-Eso y otras cosas, Hota. - Confesó la joven con tono algo apagado cuando musitó.- Necesito alejarme de aquí.

-Si ese es tu sueño, si quieres encontrarte a ti misma. Estaré siempre a tu lado.- Le dijo con dulzura Hotaru cuando supo lo que pretendía.- Ve a ese viaje y vive la experiencia.



            Sonrió agradecida por la comprensión de su hermana. Sin embargo, había algo que no se atrevía a confesarle, ni siquiera a ella. Ahora pensaba recordando aquello con afecto



-Siempre estuviste ahí, para mí. Pese a todas las cosas de las que tenías que ocuparte. Y esas conversaciones contigo me han ayudado mucho, te echaré muchísimo de menos…



Y entre esas reflexiones la joven continuó con el trabajo. Lo mismo que su recién llegada compañera. Entre test realizado e informe confirmado iban charlando.



-Entonces, ¿ usted doctora Winters se ha aficionado a los viajes espaciales?- Preguntó Keiko con tono divertido.-

-Me apasionan esta clase de proyectos. Quedé muy satisfecha por como salió todo en Bios. Sin embargo, creo que aún es posible mejorar aquello.- Respondió Penélope.- Y ese es un reto  que tengo muchas ganas de superar.

-Y al parecer, esta vez no ha venido sola.- Comentó su compañera.-

-No- se sonrió débilmente la aludida.- Esta vez no lo estoy. Y no seas tonta, tutéame. Ya nos conocemos.



            Hacía referencia a las prácticas de Keiko cuando la misma Penélope era una recién licenciada en la Masters Corporation. De modo que la pelirroja asintió para tomar la palabra, volviendo al tema de ese acompañante de su jefa.



-¿Es guapo?- Se interesó Keiko.-



            Penélope se sonrió ahora más si cabe y movió la cabeza para responder.



-Sí, y no sabe tener la boca cerrada. Siempre está con bromas. Pero es un buen muchacho. Lo demostró en el viaje de la SSP-1. ¿Y tú?- Quiso saber ahora  con patente interés a su vez.- ¿Qué pasa contigo?

-¿Conmigo?- Repitió la interpelada.- Bueno, estoy demasiado ocupada con el trabajo. No tengo planes de pareja por ahora.

-Eso mismo pensaba yo. Pero nunca puedes decir que esos planes no vayan a presentarse.- Declaró Penélope quién propuso.- A ver si cuando estemos todos bien instalados podemos quedar para conocernos. Además de mi novio tengo muy buenos amigos que han venido también a esta expedición.

-Por mí encantada.- Convino Keiko que no obstante cambió de tema al añadir.- Aunque no sé cuánto tiempo libre vamos a tener con los preparativos que hay que llevar a cabo para la Terraformación.

-En este caso no son tantos como fueron necesarios en Bios.- Le comentó su jefa.- Ese planeta que aparece en las cartas de los Bureds es más pequeño y según nos informaron, tiene ya océanos propios.

-En tal caso podría contener vida… y entonces.- Objetó su interlocutora.-

-Sé lo que vas a decir. Pero en la carta estelar no se indica que eso sea así.- Aseveró Penélope.-



            La doctora Winters suspiró. El mismo inconveniente que provocó la negativa de Naya a ir con ellos. No había hablado con Giaal de eso, pero suponía que fue un punto de tensión en la habitualmente afectuosa y compenetrada relación que el doctor Ginga mantenía con su hermana menor. A su vez, su compañera no contestó a eso, realmente ni estaba segura de que ese planeta estuviese ahí. De este modo las dos siguieron con su trabajo. En otra parte de la nave, Melissa revisaba los componentes de algunos varitech. A su lado una mujer de color, con una computadora portátil conectada a ese mismo aparato, declaraba hablando como si lo hiciese con ese avión.



-Sí señor…ya estás casi a punto, cariño. Unos cuantos programas más por depurar.

-¡Y será el número cuarenta y ocho! - Suspiró Melissa.- Todavía nos quedan al menos trescientos más, Carol.

-Sí, hay un buen número de estos condenados cacharros.- Repuso la aludida animando su tono para sentenciar.- Pero gracias a ellos vamos a viajar muy seguros a bordo de esta nave.



            Su interlocutora estaba de acuerdo en eso. Tras varios años de investigación enriquecidos por los informes de los pilotos que participaron en la expedición a Bios, habían diseñado unos aviones realmente formidables. Además, esa capacidad de convertirse en robots gigantes diseñados para el combate les daría una ventaja que el enemigo ni podría llegar a imaginarse.



-Lo malo es que tenemos que trabajar de lo lindo. Espero que pronto nos envíen ayudantes.- Deseó Melissa, añadiendo como necesaria puntualización.- Y si pudiera ser alguien capacitado, mejor.

-¡Pues hablando del rey de Roma!- Se rio su interlocutora.- Ahí tienes a uno.



            Su compañera miró hacia su derecha, a donde Caroline le señalaba y vio aproximarse a un hombre de complexión y de estatura media, entre rubio y algo cano ya, que llevaba unas gafas. Era agradable a la vista y caminaba de modo tranquilo. Al llegarse a ellas enseguida saludó.



-¿Cómo están señoritas? ¿Puedo ayudarlas?

-Sería un placer, doctor Adams.- Replicó la informática.- Tenemos todavía mucha tarea. ¡Que me aspen si terminamos antes de una semana!

-Esperemos que no se prolongue tanto.- Sonrió el científico mirando de reojo a Melissa que hizo lo propio.- Creo que la nave va a partir en unas horas, todo lo más mañana. Saldremos de la órbita de Bios y nos adentraremos en el sistema solar vecino.

-¡Uy! territorio desconocido.- Comentó Caroline con humor.-

-Vamos bien preparados.- Aseguró Melissa.- En esta nave casi hay más militares que civiles.

-Eso es porque este asteroide es más pequeño que el SSP-1.- Replicó su compañera.- La capacidad para llevar colonos es bastante menor.

-Eso es cierto.- Afirmó el doctor, añadiendo.- Y también se han hecho más concesiones a la confortabilidad de todos los que viajan en esta nave que a la capacidad. Es razonable dado que el recorrido será más corto.

-Pensaron eso en el viaje de la SSP-1 – Dijo Melissa con tono entre reflexivo y suspicaz para sentenciar.- A veces las cosas no salen como estaban previstas.



            Ella podría dar fe de eso. Desde hacía bastantes años su vida cambió de modo radical. Al principio siendo joven se unió a aquella diabólica organización de Brujas Cinco, presidida por el Doctor Tomoe, que estaba poseído por una especie de invasor alienígena. Melissa, o Eudial, como entonces se llamaba, era ambiciosa y no reculaba ante nada para ascender. Por desgracia para ella sus otras compañeras pensaban igual. Fue Mimette, con la que de siempre había tenido alguna diferencia, pese a lo sumiso de las maneras de ésta, la que la traicionó saboteando los frenos de su coche. Podía recordar aún su desesperación, cuando casi estuvo a punto de obtener los talismanes que buscaba y de derrotar a las guerreras de la justicia. En vez de eso hubo de huir y al arrancar y acelerar se percató enseguida de que algo iba mal. Vio esa nota de su “compañera” y supo que estaba condenada. A pesar de sus desesperados intentos el coche salió despedido por un lateral de la carretera rompiendo la protección y cayó al mar desde una gran altura. Eudial trató de abrir la puerta, por fortuna fue lista y había dejado la ventanilla bajada. Sabía de sobra que, de no haberlo hecho, la presión del agua le hubiese imposibilitado escapar y puesto muy difícil el romper el cristal. De modo que se sujetó lo mejor posible protegiéndose cuando el vehículo impactó contra el océano. Al sentir el gélido contacto del agua tomó todo el aire que pudo y salió por la abertura de la ventana. Nadó logrando ponerse a salvo aunque cuando estaba tratando de ganar la costa algo le golpeó en la cabeza. Posiblemente fuera alguna roca o piedra que se desprendiera a raíz de su caída. No supo qué pasó, solamente recordaba haberse despertado en un hospital. Su cabeza le dolía y todo era una nebulosa a su alrededor. Cuando la visión se le aclaró una amable enfermera que rondaría la cincuentena, estaba a su lado preguntándole…



-¿Qué tal está usted?..

-Bien…gracias… ¿qué ha pasado?- Quiso saber con voz queda.-

-Sufrió una buena contusión en la cabeza. Unos chicos que navegaban con su barca la encontraron flotando boca abajo. Por fortuna la rescataron y pudieron sacarla  del mar, también le hicieron expulsar el agua que había tragado antes de que fuera tarde.

-Les debo la vida entonces.- Musitó con una media sonrisa.- Me gustaría darles las gracias.

-Llamaron a una ambulancia y se marcharon. No dejaron sus nombres, lo lamento.- Pudo decir la enfermera algo apurada.-

-No pasa nada. Les estoy igualmente agradecida.- Afirmó la joven.-

-Y hablando de nombres.- Dijo su interlocutora.- ¿Cuál es el suyo?... Al traerla no llevaba encima ningún carnet ni nada que la identificase.

-Claro.- Convino la muchacha que enseguida respondió.- Me llamo…



            Sin embargo, no fue capaz de continuar. No recordaba nada. Ni tan siquiera su nombre. Se llevó las manos a las sienes, le dolía aquel intento por buscar una respuesta. Su expresión se tensó y apenas si musitó con inquietud.



-No me acuerdo…no sé cómo me llamo.

-Tranquila. En los casos de golpes en la cabeza es algo normal. No tenga prisa. Los recuerdos regresarán.- La calmó la enfermera.-



            La paciente asintió, se giró para mirar hacia una mesa que lucía una pequeña maceta con una planta de flores entre blancas y violetas…



-Es bonita.- Valoró.-

-Es una planta de Melissa.- Le comentó la enfermera.- Es medicinal. Muy útil contra la ansiedad y los nervios.

-Me gusta ese nombre.- Comentó la convaleciente que agregó entonces como si le viniera una inspiración.- Hasta que recuerde el mío podría llamarme así. ¿Y usted, cómo se llama?- Inquirió la chica.-

-Joanna Prentis.- Sonrió la enfermera.-

-Una cosa.- Le preguntó la que ahora se hacía llamar Melissa.- ¿Cuánto tiempo cree que estaré así?



            Su interlocutora tornó su gesto en uno más reflexivo y de circunstancias. Apenas si pudo tratar de responder con la impresión de elegir cuidadosamente sus palabras.



-No es seguro. En la mayoría de los casos se produce una amnesia pasajera. Verá.- Le comentó con tacto y amabilidad.- Usted ha sufrido una conmoción. A veces eso produce un gran movimiento del cerebro (llamado discordante) en cualquier dirección puede provocar pérdida de la lucidez mental (quedar inconsciente) en una persona. La cantidad de tiempo que permanezca inconsciente puede ser un signo de qué tan grave es la conmoción cerebral. Aunque no siempre hay una pérdida del conocimiento. De hecho, la mayoría de las personas nunca pierden el sentido. Ellas pueden describir que ven todo blanco, todo negro o estrellas. Una persona puede también padecer una conmoción cerebral y no darse cuenta. (Extraído de https://medlineplus.gov/spanish/ency/article/000799.htm)



            Su oyente asintió despacio, con la preocupación reflejada en su semblante.



-Ya veo.- Musitó.- Y yo estuve bastante tiempo sin sentido, ¿verdad?

-Al menos un par de días.- Admitió Joanna quien quiso ser optimista cuando agregó.- Pero eso también le ha dado más tiempo a su cerebro para irse recobrando. No pierda la esperanza.

-No lo sé.- Suspiró Melisa.- Quizás sea mejor así. No estoy segura de querer recordar qué me sucedió. Ni quién era yo antes.

-Por lo pronto tiene que descansar y recuperarse para que le den el alta. Luego, si no sabe a dónde ir, los servicios sociales se ocuparán de ayudarla.- Declaró animosamente la enfermera.-



            Su paciente asintió. Ahora volvía de aquellos recuerdos y se veía a través de uno de los cristales de las carlingas de aquellos aviones que estaba programando. A sus cuarenta y algunos años todavía era atractiva, pelirroja y con ojos casi rojizos, piel blanca algo pálida y con pocas arrugas. Desde luego no aparentaba la edad que tenía y seguía muy entregada a su trabajo como lo estuvo  siendo joven y ambiciosa. Aunque ahora ya no era por causa de ese deseo de medrar. Simplemente le gustaba lo que hacía y le había dado la oportunidad de trabajar junto a las personas a quienes más ligada se había sentido. Al menos hasta que embarcó. De hecho, cuando aclaró las cosas con su hermana Mimette, ésta pasó a ser realmente su familia. Pese a que en un primer momento Melissa optó por alejarse tras lo que había intentado hacer. Pero finalmente la persuadieron de volver y dejar su vida como maestra para retornar a su vocación de ingeniera cibernética. De ese modo junto a Mimette, el esposo de ésta, Daniel y la hija de ambos, Mimí, además claro del doctor Tomoe, Kaori y la hija de ambos, Keiko, se incorporó a la Masters Corporation. Todos la recibieron con los brazos abiertos y fue bastante feliz. Luego surgió esta oportunidad de ir con Keiko, la hija de Tomoe y de Kaori, a la que también quería como si de otra sobrina se tratase. De hecho, los padres de esa jovencita tan brillante se alegraron mucho sabiendo que alguien de la experiencia y cercanía de Melissa la iba a acompañar. Y se decidió a hacerlo en parte porque era un reto apasionante y por otro lado dado que Mimí, a la que consideraba como a una hija, se había casado y ya tenía su propia vida. En el fondo Melissa pensaba que era como si volviera a intentar huir de quién había sido. En fin, dejó aquellas reflexiones de lado cuando el doctor Adams le comentó con amabilidad a ella y a su compañera.



-Si desean tomar algo cuando terminemos el turno. Será un placer para mí invitarlas.

-Es muy amable, doc. No le diré que no.- Repuso enseguida Caroline.- Vamos Mel, ¡anímate! - La arengó con ese tono tan típico suyo entre mandón y jovial.- Una proposición así de un caballero tan amable no se recibe todos los días.

-Claro.- Sonrió ella de modo tímido.- Estaré encantada, muchas gracias, doctor.



            Y las dos le siguieron hacia la cafetería una vez concluyeron sus turnos. Para entonces Giaal había recogido al hijo de Ginger. El pequeño Dean jugaba a corretear seguido muy de cerca por el médico.



-¿Te lo has pasado bien en la guarde?- Le preguntaba afablemente Giaal.-

-¡Chi! - Exclamaba el crío sin parar de correr dando vueltas en torno de su acompañante.-

-Bueno, pues ahora vamos con mamá.- Sonrió el alien.-



            Dean asintió con gesto alegre y se aferró a una mano de aquel adulto. Por alguna razón se sentía a gusto con él. No tardaron en recorrer la distancia que les separaba de la cafetería. El doctor entró con el pequeño cuando por fortuna la ocupación del local había descendido bastante. Era Clarisa la que se ocupaba de los clientes restantes. Y fue la madre del crio quien enseguida acudió al encuentro de los recién llegados.



-¡Cariño!- Recibió al pequeño levantándole en brazos y dándole unos cuantos besos.-

-¡Mami! He jugado mucho.- Declaró el crío muy contento.-

-¡Qué bien, tesoro! - le sonrió tiernamente ella que enseguida se dirigió a su amigo.- Muchas gracias. Me ha salvado la vida. Otra vez…

-Ha sido un placer.- Repuso Giaal sin darle importancia.-

-Quédese y tomemos algo.- Le ofreció la agradecida joven.-

-Me encantaría, pero se ha hecho tarde. Quiero llamar a Susan, aun no pude contactar con ella.- Respondió su interlocutor quien sonrió recordándole a la camarera de modo jovial.- Y no me trates de usted.

-Claro, espero que ella haya comenzado bien en su primer día. Dale recuerdos y en cuanto podáis pasaros por aquí, siempre os tendré mesa reservada.- Afirmó Ginger.-



Giaal asintió a modo de agradecimiento y se marchó dejando al crío con su madre. Esperaba poder contactar al fin con Susan. Entre tanto Maggie iba camino de reunirse con su cita. Pensaba en aquella otra chica, con  la que estuvo hacía ya algún tiempo. Tras una de esas tardes de pasión que ambas compartían. De hecho, esa muchacha acababa de romper con su novio y ella la enseñó a disfrutar de hacer el amor en muchas formas nuevas. Tras terminar uno de aquellos ardientes encuentros, y todavía entre jadeos, Maggie la besó en los labios de modo apasionado y después le susurró.



-No creo que tu antiguo novio te hiciera sentir así.

-No.- Admitió su interlocutora afirmando también con la respiración entrecortada.- Ni siquiera le di la oportunidad.



            Maggie volvió a besarla y ambas rodaron por la cama con sus cuerpos abrazados. Aquella joven la besó por diversas partes del cuerpo haciéndola excitarse una vez más. Luego ella le devolvió la gentileza explorando sus partes más íntimas para arrancarla gemidos de placer. Al fin las dos reposaron abrazadas en la cama. Aunque ahora observando a esa preciosa chica de pelo castaño claro peinado en una trenza y ojos profundamente verdes, Maggie suspiró queriendo saber.



-¿Va todo bien?...

-Sí.- Musitó ella.- Solamente pensaba.

-Espero que en los buenos ratos que pasamos juntas.- Sonrió su interlocutora tratando de animarla.-



            La otra chica le devolvió la sonrisa aunque enseguida adoptó una apariencia más seria para declarar con tono entristecido.



-Echo mucho de menos a mi hermano y a mis otros amigos y familiares.

-¿Los que se fueron en esa nave?- Replicó Maggie.-

-Sí. Hace mucho tiempo que no sabemos dónde están. Y mi madre…bueno, cada día que pasa la veo encerrarse más en sí misma.



            La muchacha se incorporó sobre la cama, Maggie hizo lo propio tomándola de una mano y tras mirarla a los ojos con afecto quiso alentarla.



-No pierdas la esperanza. Seguro que aparecerán. Si es una nave tan enorme como dices no puede haberse volatilizado sin más.

-A esa ilusión me aferro cada día cuando me levanto.- Afirmó con voz queda.- Y me siento culpable…

-¿Por qué?- quiso saber Maggie observándola con incredulidad.- ¿Qué culpa tienes tú de que eso haya sucedido?

-No es por la desaparición de la nave. Es más bien por las personas que seguimos aquí….por mis padres. Yo, no sé cómo explicarlo.- Suspiró con desasosiego.-

-Inténtalo.- La animó su contertulia.- Seguro que encontrarás el modo.



            Y escuchó a su pareja mientras ésta era capaz de confesar no sin emocionarse.



-Mi hermano siempre ha sido mucho mejor que yo. En todos los sentidos. Y ahora no está. ¡Y le necesito! Mi amiga Amatista, mi primo Mazoui…¡todos ellos….valen mucho más que yo!

-¡No digas tonterías!- Replicó Maggie a quién no le gustaba el tinte de voz de su amante.- Eres la chica más fantástica que he conocido nunca. Y entiéndeme bien. No lo digo solamente por como lo pasamos en la cama. ¡Es mucho, muchísimo más! Eres buena persona, inteligente, llena de pasión y luchas por lo que quieres. Lo que me contaste de tu novio fue…en fin.- Suspiró tratando de elegir sus palabras con cuidado.- No hay mucha gente capaz de tal sinceridad.

-Lo pasé muy mal, y él también.- Convino su compañera.- Y a pesar del daño que le hice no ha dejado de ser mi amigo y de apoyarme. Muchas veces también me siento muy culpable por haber roto con él.- Concluyó entre sollozos.-



            Maggie la atrajo hacia sí estrechándola en un afectuoso abrazo. Le susurró a su amante con toda la delicadeza de la que fue capaz.



-Tú le aprecias mucho pero no le amabas. Hiciste lo mejor que podías haber hecho. Te liberaste y le dejaste libre a él. No te tortures más. Si ese chico sigue a tu lado es porque te aprecia de veras y  ha demostrado ser un buen amigo. Pero un amigo no es una pareja. Y menos para las que somos así. A nosotras no nos gustan los hombres de ese modo. Y realmente a mí, nunca me han gustado casi de ninguna manera. Ahora veo que no todos son unos interesados. Porque en mi caso no he tenido mucha suerte tratando con la mayoría de ellos. Excepción de mi padre.



No quiso contar más, todavía se sentía demasiado vulnerable a ese respecto, quizás andando el tiempo confiaría en su pareja como para contárselo. Y su entre tanto novia asintió dejándose acunar por Maggie. Después durmieron un poco y luego se ducharon juntas, se secaron y tras vestirse se despidieron para ir cada una a sus respectivos trabajos y estudios. Lástima que esa relación se terminase de la forma en la que lo hizo.



-¡Qué estúpida fui!- Pensaba ahora no sin cierta amargura.- Pero no se puede dar marcha atrás en el tiempo ni evitar cometer nuestros errores. Aunque de todo se aprende…



Ella había cometido unos cuantos y algunos de ellos con resultados realmente duros para sí misma y otras personas. Y pese a que intentó enmendar algunos la cosa no fue tarea fácil ni logró hacerlo como hubiese deseado.



-Esta vez quisiera hacer las cosas bien.- Se prometió.-



Y mientras meditaba sobre ello se reunió con su cita que la aguardaba ya con algo de impaciencia. Al encontrarse al fin y tras darse un largo beso en los labios, la enfermera se disculpó.



-Perdona, se me hizo tarde. Llegó el nuevo médico y el idiota de mi compañero volvió a retrasarse como de costumbre.

-Deberías dar parte de él.- Le aconsejó aquella persona con tintes admonitorios.-



            Era una mujer joven, de rasgos orientales, pelo negro y lacio y ojos oscuros. Miraba a Maggie con una mezcla de malestar y deseo. Se sentía incómoda porque su pareja la había hecho esperar una vez más pero por otra parte no podía resistirse a ella. Aunque por ahora iban a ir a cenar, después llegaría el momento que ambas aguardaban, el de dar rienda suelta a sus pasiones. Sin embargo, era mejor ir paso a paso, para disfrutar aquello más, de modo que esa joven pudo decir con un tono más afable, olvidada ya aquella tardanza.



-¿Dónde te apetece ir a cenar? ¿Al italiano o al japonés?

-La verdad, me gusta la comida japonesa y el italiano ya lo hemos frecuentado mucho en estos últimos días.- Repuso Maggie que añadió.- Aunque me gusta cocinar. Quizás un día aceptes venir a casa a cenar, antes de…

-Sí, me gustaría.- Sonrió su interlocutora.-

-Bueno, pues acordado, el próximo día vienes a mi piso antes y cenamos juntas. ¡Ahora vamos o no encontraremos mesa! - La arengó Maggie.-



            Y se alejaron camino al restaurante, uno de los pocos que había en esa reducida ciudad. En ese mismo momento en el puente de mando de la nave, el Contralmirante Hazzar daba las órdenes pertinentes para comenzar el viaje.



-Capitán Smith, ordene encender los motores de propulsión.

-Sí señor, enciendan motores y preparados para abandonar la órbita de Bios.- Les indicó el oficial a la dotación del puente.-



            La gran nave empezó su avance en tanto algunas de sus partes rotaban sobre sí mismas para compensar su estabilidad, creando de ese modo la gravedad necesaria para la vida en su interior sin que este se viese alterado. Aquella era otra mejora tecnológica respecto a su predecesora. Al poco su velocidad era más que notable dejando atrás el planeta del que había partido. Hazzar supervisaba todo aquello sentado en su silla de mando del puente. Sabía que esa no iba a ser una tarea fácil. Al menos contaba con la experiencia de haber sido el segundo de a bordo en la SSP-1.



-Ahora comprendo mejor a Spar.- Se decía.- Aunque, por suerte para nosotros, sabemos a lo que vamos desde un principio.

           

            Confiaba en que fuera así, aunque por el tipo de instrucciones que había recibido no podía dejar de sentirse preocupado. Aquella nave era muy poderosa sin duda, pero no indestructible. Y pese a toda su equipación de combate las cosas podrían ponerse muy feas.



-Ojalá que cuando llegue el momento salgamos con bien.- Meditaba en tanto veía pasar las distantes estrellas a gran velocidad a través de la pantalla de alta definición que presidía el centro de mando.- Será crucial que todos estemos preparados para cumplir con lo que de nosotros se espera.



            Uno de sus subordinados le distrajo entonces para informarle de algo inquietante.



-Señor, tenemos algunos problemas con los refrigeradores de babor.

-Precise.- Le pidió Hazzar.-



            El aludido, un comandante, enseguida respondió.



-Fallos en el sistema de enfriado. Algunas conducciones de plasma están comenzando a sobrecalentarse.

-¡No me lo puedo creer! – Musitó entre dientes el contraalmirante para de seguido añadir con un tono más controlado y profesional.- Envíen de inmediato un equipo de técnicos de clase especial. Pasen a alerta tres.

-A la orden.- Replicó el subalterno apresurándose a cumplir esas instrucciones.-

-Puente, reduzcan a velocidad de impulso.- Ordenó Hazzar.-

-Sí, contraalmirante.- Contestó un capitán.-



            Aquel era un grave contratiempo. Todos los ocupantes del puente intercambiaron miradas de preocupación. ¡Ojalá se tratase de una falsa alarma o de un error!. En caso contrario podrían tener un serio problema. De inmediato se dispusieron a cumplir las órdenes. Mientras eso sucedía Kiros estaba tumbado en su cama. Aquellas comodidades humanas le desconcertaban. No lograba entender cómo podrían llegar a ser unos buenos guerreros con semejantes facilidades.



-Este sistema es erróneo.- Se decía con talante desaprobatorio.- Los saiyajin jamás entrenaríamos, ni viviríamos así. No sería nada bueno para progresar.



            Y es que, pese a ser de un alto rango, o precisamente debido a ello, su vida siempre fue sobria y espartana como correspondía a un auténtico guerrero del espacio. Aunque la reina Meioh había mejorado mucho la forma de vivir y aumentado la permisividad en bastantes facetas de la cultura saiyajin. Sin embargo, se seguían respetando las tradiciones de educar a los hijos e hijas en el combate y las privaciones, para fomentar la disciplina y el espíritu de sacrificio. Y eso demostró ser lo más acertado, teniendo en cuenta la dura prueba que habían tenido que superar en fechas recientes. Desde luego que no eran pocos los saiyajin que estaban disconformes con ese acercamiento a las costumbres humanas. Un sector creciente abogaba por la vuelta a las antiguas tradiciones denunciando además que la reina no representaba a los guerreros del espacio. De hecho la soberana no era una saiyajin. Kiros solamente conocía la historia por boca de sus padres y de los nobles Seira y Calix, sus propios tíos. Le relataron que, en efecto, la reina Meioh vino de otro planeta y se prometió con el rey Lornd. Sin embargo, a pesar de su aparente debilidad, fue capaz de derrotar a la propia Seira en el combate por el derecho a desposar al monarca. Desde entonces se convirtió en la legítima soberana y todos la acataron sin dudar. Al menos los que no quisieron deshonrarse negando la traición. Y, tras los últimos acontecimientos que a punto estuvieron de destruir el reino, el joven guerrero era muy consciente de lo importante de su tarea.



-No defraudaré la confianza que habéis puesto en mí.- Se repetía.- El honor de mi familia y el mío propio van empeñados en ello.



            El sonido de su comunicador le sacó de aquellas reflexiones. Se le ordenaba acudir a un punto concreto de la nave. No titubeó. Se levantó de inmediato, se puso el uniforme terrestre y salió de su cuarto.



-¡Vaya amigo! ¿A qué tanta prisa?- Le preguntó Tracer que estaba viendo una película en la holo pantalla del salón

-Tengo una llamada del alto mando.- Replicó éste sin siquiera mirarle.-

-Oye, si quieres puedo…-Aunque Rick no pudo terminar la frase, el tipo aquel ya se había largado tras abrir la puerta y casi con divertida resignación, finalmente completó.- Ir contigo a ver qué pasa… ¡Vaya con el chico! No es lo que se dice muy sociable.- Suspiró.-



            Y decidió seguir con la película. Total, si ese saiyajin quería ir a su aire, allá él.  Ganas le daban de llamar a Pennie pero a buen seguro que estaría ya enfrascada en sus investigaciones. Decidió dejarlo por esa noche y terminar de ver ese largometraje.



-Este es raro hasta para ser un saiyajin de esos. A su lado el pobre Leval era el alma de las fiestas. Amigo Kiros, va a ser difícil socializar contigo.- Se dijo divertido.-



            Y su aludido compañero de piso ya se dirigía con paso rápido a abordar un deslizador. Podría haber ido mucho más rápido volando pero le habían ordenado que, de no ser absolutamente necesario, mantuviera sus capacidades lo más ocultas que le fuera posible.



-No entiendo a estos humanos y sus tontos miedos. Soy su aliado. No comprendo por qué les preocupa tanto que muestre mi poder. Pero son las órdenes y di mi palabra de acatarlas.



            Se lo dejaron bien claro y para un saiyajin las órdenes no se discutían. Y de ese modo se limitó a obedecer y dejarse llevar por aquel aparato hasta llegar a la zona indicada. Al descender un par de oficiales que estaban allí le saludaron de inmediato.



-A sus órdenes, mayor.- Dijo uno.-

-¿Qué sucede, teniente?- Quiso saber Kiros.-

-Algo va mal en el sistema de refrigeración del reactor, señor.- Contestó el interpelado, un muchacho de pelo rubio y unos veinte pocos años.-

-¿Está informado mantenimiento?- Preguntó el saiyajin.-

-Sí, señor.- Respondió el otro oficial, otro teniente.- Ya están trabajando en el área. Hemos sellado la zona y cerrado las compuertas de seguridad.



            Kiros les miró sin comprender. ¿Para qué demonios le habían llamado a él entonces? Aunque no tardaría en saberlo. Ahora fue él mismo quien, junto a esos dos oficiales, saludó militarmente cuando un capitán apareció en escena.



-Descansen.- Les pidió el recién llegado para presentarse.- Soy el capitán Harris. Me envía el contraalmirante Hazzar. ¿Es usted el mayor Derail?- Le preguntó al saiyajin.-

-Sí, señor.- Replicó lapidariamente éste.-

-Muy bien, haga el favor de seguirme, le pondré al tanto de la situación.- Le indicó su superior.-



            El interpelado asintió, el capitán se alejó de esos otros dos oficiales y el guerrero del espacio fue tras él. Deseando saber por fin qué estaba sucediendo…

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