miércoles, 10 de mayo de 2017

GWTN17 Careos y planificaciones

Al arrancar su taxi deslizador, Esmeralda vio todavía a esa joven durante un instante. La diseñadora suspiró moviendo la cabeza.


-Parece buena chica, pero creo que es demasiado ingenua. Espero que no se deje envolver por algo que no pueda manejar…al menos me da la impresión de ser honesta. No como Brenda…



            Y centró entonces sus pensamientos en el viaje que la llevó hasta Nature. Tras algunas averiguaciones y las comprobaciones que el hijo de Cooan realizó sobre las cuentas del lugar que Esmeralda recibía regularmente, la diseñadora sospechó que algo ahí no iba bien. Tampoco tenía demasiadas noticias de las modelos que trabajaban en ese planeta. De modo que, aprovechando que deseaba ver a su hija y a sus nietos en Bios, se acercaría también a aquel lejano planeta. Una vez visitó a la familia de Amatista y Leval, partió en nave regular de pasajeros. Allí, para su sorpresa, coincidió con Kerria. La vio al poco de partir. La muchacha estaba caminando por la zona de paseo de aquel transporte estelar. No era una nave tan grande como las famosas de la clase SSP pero tendría al menos las dimensiones de tres o cuatro campos de futbol. Esmeralda meditaba sobre ello recorriendo ese largo pasillo adornado con plantas.



-Éste Ian. - Se decía acordándose de su multimillonario y viejo amigo.- Ha conseguido montar una red de transporte muy rentable. ¡Menuda inversión ha efectuado!



            Fue entonces cuando descubrió a la joven. Caminaba en dirección opuesta y se aproximaba a ella. No dudó en saludarla.



-¡Kerria!



            La aludida la vio de inmediato, sonrió con gesto de sorpresa y alegría.



-¡Esmeralda! ¿Qué haces tú aquí?

-Lo mismo podría preguntarte yo.- Se sonrió la diseñadora, añadiendo.- Fui a  visitar a mi hija y a tu hermano, y claro a mis nietos, que son tus sobrinos.- Le recordó con algo de malicia.-



            Y es que no la vio por allí, ni Amatista ni su esposo dieron cuenta de que hubiese estado recientemente. Por ello, la diseñadora enseguida ató cabos. Posiblemente esa joven no hubiera ido a ver a su hermano ni a su cuñada y sobrinos.



-Tienes razón. ¡Ojalá hubiera podido verles también yo.- Suspiró su interlocutora, con aire entristecido e incluso algo culpable ahora.-  Lo lamento mucho. Pero embarqué directamente desde la Tierra y apenas hice escala en el astropuerto de Vitae.



            Y ante la atónita mirada de su contertulia, la joven se explicó algo apurada.



-No tuve más remedio, voy a defender a un cliente en un caso. Sebastián me dijo que era mejor no hacer escalas porque debía llegar lo antes posible. Espero que a la vuelta tenga tiempo de verles.

-Tranquila, querida.- Sonrió la diseñadora.- Supongo que tienes tus razones. Sé cuánto quieres a tu hermano, a mi hija y a tus sobrinos. Así que eso está fuera de toda discusión. Pero dime. Por curiosidad y si puedes hacerlo, claro. ¿Qué caso es ese tan importante que te reclama desde Nature?

-Bueno, algo te puedo decir.- Convino su contertulia.-



            Tras caminar un poco y sentarse en unos butacones al final del paseo, Kerria le contó sucintamente lo que era de dominio público. Esmeralda asintió con gesto más serio.



-Comprendo. Está en juego mucho más que el veredicto hacia tu cliente.

-Así es. Y por eso, es fundamental que me centre en este caso.- Subrayó la muchacha.-

-Te deseo mucha suerte.- Dijo Esmeralda.-

-Gracias. ¿Y tú qué vienes a hacer a Nature? Si es que me lo puedes contar. - Inquirió Kerria a su vez, devolviéndole la pregunta.-

-Digamos que tengo que ocuparme de mis inversiones.- Sonrió la diseñadora.-



            También relató lo que pudo, guardándose lo más importante y delicado al tiempo que añadiendo divertida.



-En cuanto acabes con tu caso, quizás me vendría bien una buena abogada.

-No creo que me resulte tan sencillo.- Sonrió la chica, alegando con modestia.- Y lo mío son derechos civiles, igualdad de género, ya sabes. De fianzas y economía no entiendo mucho. Te convendría más la ayuda de mi esposa.

-Sí, Sam sería una excelente elección. Pero creo que no le vendría muy bien viajar hasta aquí. ¿Verdad?. ¡Es una lástima! De haber venido las dos con vuestro niño…- Dejó caer la diseñadora.-

-Me lo propuso, pero no quise.- Le confesó Kerria, alegando.- Tengo miedo por su seguridad. Ya me comprendes.

-Sí, querida.- Tuvo que admitir su interlocutora.- Es triste pero es así. Hiciste bien en venir sola.

-Se me va  a hacer muy largo, tanto tiempo sin ellos.- Suspiró la joven.-

-A buen seguro les vas a echar mucho de menos, pero te conozco, te volcarás en tu trabajo y eso te ayudará.- Afirmó su contertulia.-

-Es verdad.- Reconoció Kerria, declarando con sincero pesar.- Me gustaría poder ayudarte, pero voy a estar realmente ocupada con esto. Aparte de que , ya te he dicho que no domino las finanzas.

-No temas por eso. Lance me estuvo aconsejando en esa materia.- Le contó Esmeralda.-

-En tal caso, estás en muy buenas manos.- Afirmó su interlocutora sentenciando más aliviada.- No me necesitas a mí. El primo es un genio en eso.



            Charlaron un poco más sobre sus respectivas familias y amigos. Al fin, al llegar a su destino, se despidieron cuando bajaron de la nave y Esmeralda se fue con Brenda.



-Te deseo suerte, querida. Tomando en cuenta lo que me has contado, y sobre todo lo que debes callar. La vas a necesitar.- Pensaba ahora la diseñadora en tanto se dirigía a descansar a su hotel tras su cena con Sonia.-



            Kerria por su parte, recordó también ese viaje. Supuso que la madre de su cuñada Amatista estaría planeando algo. La conocía bien. Tenía ese brillo tan particular en su mirada. Se sonrió, eso no era asunto suyo, mejor así. Ya tenía bastantes cosas en las que pensar. Al verla marchar junto con esa obsequiosa cursi volvió a centrarse en el caso.



-Espero que Enzo no se demore demasiado. Al menos me dijo que vendría a recogerme.



            Y así fue, no tardando mucho, la familiar voz, suave y casi átona del capitán Cortés, la llamó.



-Aquí estoy, Kerria. ¿Tuviste un buen viaje?

-Sí, gracias.- Convino ella que enseguida le saludó dándole la mano.- Me alegra volver a verte en persona.

-Lo mismo digo.- Repuso su interlocutor añadiendo.- Vamos pues, no tenemos tiempo que perder.



            La joven asintió, siguiendo a su amigo que la guió hacia un deslizador que aguardaba aparcado a la salida de la terminal. Subieron ambos y, tras programar la ruta en el computador de abordo, Enzo le comentó.



-Supongo que estarás cansada. Puedo llevarte a tu hotel y mañana vas a hablar con  tu cliente.

-No, estoy bien.- Comentó Kerria que había podido dormir en el viaje.- Preferiría ir ahora mismo si fuera posible. Es más, cuanto antes tenga la oportunidad de conocer su versión, mucho mejor.



            Cortés asintió, eso pareció complacerle. De modo que cambió la ruta indicando la dirección de la instalación militar en la que la acusada estaba detenida. De camino le pasó a su acompañante los últimos datos disponibles. Tras una rápida lectura Kerria asintió. Al poco llegaban a la base. Enzo mostró sus credenciales para que les franquearan el paso. A su vez, la abogada recibió una tarjeta de visitante. Fueron hechos pasar a una salita vacía de gente, con algunas sillas y una mesa, para que pudieran tener privacidad. Solo transcurrieron unos minutos cuando una mujer morena de media melena y estatura algo superior a la media, entró.



-Me alegro mucho de volver a verte, Kerria. Y a usted, capitán Cortés.- Saludó la mayor Hunter pues de ella se trataba.-

-Hola Susan, lo mismo digo.- Respondió la abogada, interesándose a su vez.- ¿Qué tal la familia?

-Muy bien, mi hijo está bastante crecidito, Giaal se pasa la vida cuidándole.- Sonrió.- Ya sabes, el trabajo…- añadió con un toque de pesar para remachar.- No puedo estar con  ellos tanto como me gustaría.

-Te entiendo muy bien, entre Sam y yo nos tenemos que ir turnando para criar a nuestro hijo Brian. Le veo muy poco, desde luego  muchísimo menos de lo que quisiera. Es lo que tiene ser a la vez madre y mujer trabajadora.- Suspiró entre resignada, apenada y satisfecha a un tiempo.-

-Veo que sois antiguas conocidas, eso está bien.- Aprobó Enzo, subrayando con diplomático tacto.- Y ahora el trabajo os une también…

-Sí, es verdad. Tenemos que centrarnos en el caso.- Convino la letrada pidiéndole a la mayor.- ¿Podríamos ver a la acusada?

-Sí, enseguida la llamo.- Asintió Susan.-

-Por favor, cuanto antes pueda saber por su testimonio lo que pasó, tanto mejor.- Afirmó Kerria.-



            Susan salió entonces en busca de la interesada. La abogada aprovechó para sacar su tablet y consultar información y un blog de notas con el que se sentía más cómoda, apuntando cosas a modo de ideas y recordatorios.



-Ahora, vamos allá.- Suspiró Kerria.-

-Con tu permiso debo irme, tengo algunos otros asuntos que atender.- Comentó Enzo.- Además, las charlas de abogado y cliente son confidenciales. Recuerdo que eso me lo dijiste tú.

-Claro, te agradezco mucho que me hayas traído.- Sonrió su interlocutora.- Espero verte de nuevo.



            Como respuesta el capitán Cortés esbozó una de sus enigmáticas sonrisas y se despidió dejándola allí sola. Kerria se la devolvió y en cuanto se quedó sola pensó en cómo abordar ese caso. A primera vista no tenían demasiadas posibilidades, daba la impresión de estar muy claro.



-Una agresión ante testigos y sin provocación aparente. ¡En fin!- Suspiró.- Me las he visto en peores circunstancias. Aunque no muchas veces.- Se matizó ella misma.-



En eso meditaba cuando la puerta volvió a abrirse, junto con la mayor Hunter estaba otra chica un poco más baja, de pelo moreno algo más largo recogido en una coleta, ojos igualmente azules y gesto decidido. Vestía una especie de chándal militar. Fue su superiora quien hizo las presentaciones.



-Esta es la alférez, Sabra Leví.- Le dijo a la visitante para agregar, ahora dirigiéndose a su subordinada.- Sabra, ella es Kerria Lorein Malden. Abogada penalista y buena amiga.

-Es un honor para mí, señora.- Saludó la israelí en posición marcial.-

-Lo mismo digo, pero, por favor, no soy su superior, ni siquiera soy militar, no me salude. Con darnos la mano bastará.- Sonrió la aludida.- Y tutéame, por favor.

-Claro, haz lo mismo.- Repuso la oficial relajando su semblante con otra sonrisa en tanto estrechaba la  mano de su defensora.-

-Por favor, siéntate.- Le ofreció la abogada.-



La israelí así lo hizo, estaban sentadas frente a frente, Kerria comentó.



-Ante todo, Susan, te agradecería si pudieras dejarnos a solas. Tendré que preguntarle muchas cosas, que son confidenciales en el marco de la relación abogado-cliente, a Sabra ¿Puedo llamarte así?

-Así me llamo.- Sonrió ella, concediendo con tono afable.- Claro que puedes.

-Muy bien.- Convino la mayor Hunter.- Os deseo suerte.

-Muchas gracias, señora.- Dijo la alférez poniéndose en pie y saludando a su superiora que le devolvió el saludo antes de salir.-





            Al fin a solas, Sabra se sentó de nuevo y entonces Kerria, centrándose ya en el asunto, le pidió con interés.



-Ahora, por favor, cuéntame todo lo que pasó.

-¿Sobre la agresión?- Inquirió su contertulia.-

-Mejor desde el principio de la historia.- Matizó Kerria.- Desde que conociste a esa…-repasando sus notas extraídas de los informes, añadió.- Daphne. Y por favor, sé absolutamente sincera conmigo. Soy tu representante legal, todo lo que me digas en privado será confidencial. Ningún juez puede exigirme decir nada sobre ello. Ni yo contarlo fuera de estas paredes. Pero sí que tengo que saber la verdad, sea cual sea, para elaborar la mejor estrategia posible en tu beneficio.

-Muy bien.- Convino Sabra quien suspirando, comenzó.- Verás…



            Y durante un buen rato estuvo poniendo al corriente a su abogada. Kerria escuchó con atención, tomó notas e hizo algunas preguntas. Al terminar su defendida de exponer todo aquello, la abogada tomó la palabra para recapitular.



-Así que, en efecto, atacaste a ese chico porque pensabas que, de algún modo, estaba coaccionando a Daphne. ¿Es así?

-Sí, así es.- Convino la israelí, afirmando con tono vehemente.- No puede estar enamorada de él. ¡Estoy convencida! Si tan solo pudiera verla, hablar con ella…donde nadie la presionara. Seguramente que me confesaría la verdad.



            Su abogada movió levemente la cabeza con gesto desaprobatorio y no tardó en explicar el porqué.



-Lo malo es que, si hablaras con ella, la acusación podría argumentar precisamente eso. Que eres tú quien la coacciona. Tendría mucho sentido de acuerdo a la estrategia que parece estar planeando el fiscal. 

-¿A qué se refiere?- quiso saber la piloto.-

-En el fondo es muy simple. Verás.- Le expuso su abogada.- Por lo que parece, ese tal Emmanuel Hastings, el acusador, es un tipo de convicciones religiosas profundas.

-¿Le conoce?- Se sorprendió Sabra.-

-No, pero me han proporcionado informes sobre él junto a los del caso.- Repuso su interlocutora, añadiendo.- No dejará pasar la menor ocasión de censurar tu conducta. Dirá que está fuera de lugar. Claro, legalmente no puede acusarte de ser homosexual, pero sí de haber agredido a un joven sirviéndote de tu entrenamiento militar.

-¡Eso es mentira!- Exclamó la israelí, insistiendo.- Fue un accidente, le hice una simple llave para inmovilizarle, sí. Bueno, al menos eso es lo que pretendía. Pero me salió ese golpe casi sin darme cuenta.- Remachó ya algo más insegura. -

-Pues ese es el problema. Eres una oficial militar muy bien entrenada para el combate. Algún tipo de arte marcial específico que no logró recordar, lo leí en el informe de Enzo.- Musitó Kerria.-

-Estoy entrenada en el Krav Magá. Es un arte marcial de lucha cuerpo a cuerpo y defensa, que se enseña en mi país a los militares.- Le explicó la Alférez.-

-¿Y eres un cinturón alto?- Quiso saber Kerria, agregando dubitativamente.- No sé, si es que usáis de eso…

-Sí, ostento el segundo parche del cinturón negro. Bueno, lo que en kárate se llamaría cinturón negro segundo dan.

-¡Pues estás a un nivel similar a mi hermano, entonces! - Afirmó su contertulia con admiración, aunque enseguida varió ese tono por otro más inquieto para añadir.- Con ese nivel tan alto, tienes reacciones instintivas que apenas puedes controlar. Lo sé porque precisamente  Leval es militar, piloto igual que tú y  también se ha adiestrado muy duramente.- Le explicó para concluir.- Podrían hasta catalogarte como arma mortal.- Suspiró la abogada.- Y encima ese chico tuvo la mala fortuna de golpearse en la cabeza y quedar inconsciente. Lo que, en cierto modo, confirmaría esta aseveración.



            Eso asustó a Sabra. Su defensora no le estaba pintando desde luego un buen panorama, todo lo contrario. No obstante, Kerria quiso animarla y matizó.



-Pero podemos servirnos precisamente de eso en tu beneficio y argumentar lo opuesto. – Alegó la letrada explicando. -Si como esa hipótesis sugiere eres un arma mortal y hubieras querido, habrías podido hacerle muchísimo más daño. Y lo más importante, después, ¿trataste de auxiliarle, verdad?

-Sí, así es. Fui la primera en asustarme al ver que no se movía.- Repuso la piloto.-

-Eso es un punto a nuestro favor. Una manera de demostrar que no hubo intencionalidad. Y es un atenuante, el arrepentimiento inmediato.- Comentó la abogada indicando entre resignada e incluso molesta.- Esto no me gusta nada porque es recurrir a los estereotipos. Si se airea que eres lesbiana… bueno. Una mujer fuerte, segura de sí misma e independiente, a quien le gustan otras mujeres. Hay bastantes hombres e incluso mujeres todavía, que no “perdonan” eso. Y en este caso habrá jurado. No sabemos las convicciones e ideas de esas personas. Cuando elijamos podré vetar a algunos, pero no a todos, igual que lo hará el fiscal. Sea como fuere, lo primero que tendrás que hacer es cuidar tu imagen.

-¿Mi imagen? No lo entiendo.- Sonrió una desconcertada Sabra permitiéndose añadir con irónico humor.- ¿Tendré que pasarme por la peluquería?

-Eso depende, pero desde ahora desaconsejo que vayas vestida de uniforme en cuanto tengamos que ir ante el tribunal. - Repuso Kerria.-

-Pero soy militar.- Se afirmó la israelí.- Estoy orgullosa de lo que hago. Y tengo condecoraciones incluso…Eso me podría venir bien.

-En eso discrepo, al menos en este caso  no nos beneficia, al contrario.- Le explicó su contertulia.- Así refuerzas la imagen de que eres un soldado entrenado para el combate, verán al agredido como al débil, aunque sea un hombre. Por el contrario, si llevas un vestido y luces algo más femenina… Pues, sé que puede parecerte algo insultante, pero para muchos miembros del jurado no darías la impresión de ser tan peligrosa como el fiscal pueda decir. La clave es que sus mentes se resistan a aceptar que tú pudieras ser capaz de hacer algo así. Eso les moverá a la benevolencia.

-O sea, ¡tener que esconderme! - Repuso una molesta Sabra, enumerando irritada.- Negar mi forma de ser, y pasarme por una muchachita sumisa y dulce. Humillarme delante de esos tipos. Como si tuviera que pedir perdón por ser mujer y militar y sobre todo por amar a otra mujer. – Espetó ya con manifiesta indignación.-¡Maldita sea! ¿Qué clase de justicia es esa?

-Sé lo que se siente, cuando debes contenerte y ocultar como eres y lo que puedes hacer ante otros para que no te señalen. Créeme, lo sé. –Sentenció algo amargamente su contertulia.- Y además, no he dicho eso.- Suspiró pacientemente Kerria.- Me gusta tan poco como a ti, pero debemos ganar todos los puntos que podamos. Escucha, tú eres militar, eso nadie podrá quitártelo…pero responde a unas preguntas. –Le pidió a su interlocutora queriendo saber con interés.- ¿La noche del incidente vestías de uniforme?

-No, iba de paisano.- Repuso la piloto.-

-Pero eso no te impidió aplicar tus técnicas de combate, ¿verdad?- sonrió perspicazmente Kerria.-

-No.- Admitió su interlocutora.- Por supuesto que no.

-Y si el alto mando te enviase a una misión secreta y tuvieras que vestirte de digamos, princesa, ¿lo harías?

-Claro.- Repuso Sabra sin vacilar.- Si fuera imprescindible para llevar a cabo con éxito la misión.

-Pues imagínate que esto es una misión de ese tipo. Lo importante es que podamos salir triunfantes.- Declaró la abogada.- Por lo demás, eso no cambia como eres tú. Y otra cosa más…-Añadió guardando un breve silencio.-

-¿El qué?- Quiso saber Sabra.-

-Tienes que controlar en lo posible tu enfado. Si reaccionas ante el fiscal como lo has hecho ante mí, lo aprovechará. Quedaría perfectamente plausible que alguien que tiene esos ataques de ira mal controlada fuera capaz de agredir a un chico como ese tal Martin, por todos descrito como amable, paciente y un estupendo maestro infantil, al que sus pequeños alumnos adoran. Entonces estaríamos perdidas, irían a por ti sin piedad. ¿Lo comprendes?

-Sí, tienes razón.- Reconoció la aludida bajando la cabeza.- Lo siento.



            Sabra se daba perfecta cuenta de lo impulsiva que podía llegar a ser. En este caso, eso le podría traer muchísimos problemas, tal y como su abogada le había advertido.



-Lo malo es que me resulta muy complicado cambiar, o controlarme en eso.- Reconoció apurada.-

-Pues debes intentarlo. O me será muy difícil ayudarte.- Sentenció su contertulia de forma tajante.-



Dicho esto, Kerria se levantó de la silla y caminó unos pasos, estaba pensando algo y enseguida comentó aquellos pensamientos en voz alta.



-Lo mires por donde lo mires, hay testigos y pruebas de que le atacaste. Varios testimonios de que primero le tiraste encima una jarra de cerveza y que luego le lanzaste contra la barra del bar. No vamos a obtener un veredicto de inocencia en eso, pero sí que podemos suavizar la culpabilidad. Y ahí es donde entra la segunda cosa que debemos hacer. Y esa es conseguir que esa chica, Daphne, admitiese lo que dices, que te quiere.

-Sí, solo es cuestión de que pueda hablar con ella. Ya te lo he dicho. La miraré a los ojos y no lo podrá negar.- Insistió la piloto.-

-Y ya te contesté que eso sería retorcido por la acusación.- Afirmó Kerria.-

-Tengo mensajes suyos.- Dijo la israelí que sonrió al recordarlo.- ¡Claro! ¿Cómo no lo había pensado antes? Nos decimos muchas cosas. Algunas bastante íntimas.

-Eso podría venirnos bien. Sin embargo, no nos conviene airearlos a no ser que tengamos muy mal las cosas. La acusación siempre podría argumentar que te los enviaba para seguirte la corriente. Hay precedentes similares entre víctimas de acoso. Y conozco uno de primera mano.



            De hecho, Kerria pensaba en su propia esposa, cuando fuera secuestrada por aquel perturbado de Steve, su primer marido. Durante ese breve pero traumático cautiverio, la pobre Sam tuvo que fingir y sonreírle diciendo que le amaba más que nunca. Al menos eso le contó tiempo después cuando habían reunido el valor para hablar de ese terrible episodio.



- De manera que es mucho mejor para tus intereses que no contactes con esa chica. Susan hizo muy bien manteniéndote alejada de ella. No podemos emplear esa vía.- Desestimó Kerria, quién, tras unos instantes de reflexión, añadió más animosa pese a todo.- Bien, quizás tú no puedas hablar con Daphne, pero yo sí. Sabré que decirle, confía en mí porque te comprendo muy bien.

-Confío en ti.- Asintió su interlocutora.-



            Sabra seguía preocupada pero tenía el consuelo de comprobar que esa abogada parecía conocer muy bien la situación y hablar desde la experiencia, incluso personal. Efectivamente daba la impresión de entenderla perfectamente. Eso pensaba cuando su defensora le preguntó atando cabos.



 - Y esa joven… ¿Trabaja en un colegio religioso, no es así? Por eso se muestra tan remisa a admitir vuestra relación.

-Así es.- Siempre estaba apurada por si alguien nos veía.- Suspiró una entristecida Sabra, comentando al recordar.- Por eso, solo quedábamos en lugares discretos o en sitios de ambiente. Ni siquiera quería que la besara o le tomara de la mano en público. Tenía demasiado miedo a que alguien nos viese y se lo contase a su familia o a alguien de su trabajo.



            Kerria asintió, lamentablemente se hacía cargo de esa situación. Habida cuenta del clima que se respiraba en ese determinados sectores sociales de ese planeta en cuanto a las relaciones de personas del mismo sexo. No era de extrañar que esa muchacha estuviese aterrada de las posibles consecuencias de ser descubierta. De modo que, pese a sentirlo mucho, declaró.



-Gran parte de nuestro caso, por no decir todo, gira en torno a esa chica. Si ella admitiera lo que me estás contando…que te quiere y que erais pareja, entonces tendría sentido que tú hubieses reaccionado para protegerla de ese chico. La agresión aun así existe, pero tendríamos un atenuante evidente. Él sería entonces el acosador.

-Es verdad.- Afirmó una más animada Sabra, sentenciando.- ¡Eso cambiaría todo!



            No obstante, su abogada no parecía estar tan entusiasmada como su clienta, cuando reflexionó en voz alta.



-Lo malo sería precisamente eso. Significaría que ella debería admitir públicamente su homosexualidad. Y eso es algo que, acorde con la ley, es un derecho a la intimidad. Está protegido. No podemos obligarla a declararlo ante terceros si no lo desea.

-Pero sí podría decir bajo juramento que ella y yo manteníamos una relación...bueno, de amistad.- Terció Sabra.- Que yo tenía justificación para comportarme como lo hice…por protegerla. Sobre todo cuando ese cerdo me enseñó aquel vídeo.

-Un momento.- Intervino su perpleja defensora preguntando.- ¿A qué vídeo te refieres?



            Y es que, en su resumen atropellado de los hechos, la israelí había pasado de puntillas sobre eso. Quizás le dolía demasiado como para mentarlo. No obstante, ahora sí que lo hizo.



-Ese chico me mostró una grabación de él con Daphne. En ese mismo bar. Estaban… bueno, en actitudes muy cariñosas. Y te parecerá que estoy loca pero ella vestía exactamente igual que cuando estuvo conmigo, en ese mismo sitio.

-En el mismo bar.- Afirmó Kerria.- Ese tipo fue allí con ella y luego se encontró contigo.

-El mismo bar y el mismo sitio, me refiero al sillón, y en el mismo cuarto de baño, las mismas posturas. - Le comentó Sabra señalando una vez más.- ¡Te lo juro, no estoy paranoica!



            Eso extrañó muchísimo a la abogada. Era una coincidencia demasiado increíble. Aunque ella ya tenía experiencia y mucho mundo como para creer en ese tipo de casualidades.



-Eso podría ser interpretado como algo parecido al chantaje. Tendría sentido. Si ese muchacho os vio y se sintió celoso, pudo haberos grabado y después amenazar a Daphne. Es algo típico de un comportamiento paranoide o psicópata. No lo sé con seguridad, se trata de alguna patología. En eso mi amiga Michelle Arneau, una psicóloga que conozco de París, podría haberme ilustrado.- Se lamentó por no poder consultar a la francesa.-  Pero a mi modo de ver las cosas es evidente. Repetir exactamente la situación, con tu novia llevando la misma ropa que cuando estuvo contigo... es como si de esa manera te la estuviera arrebatando. Borrándote a ti para ponerse en tu lugar. Es algo importante, tendríamos que investigarlo…



            Sabra estaba perpleja, incluso la asaltó un sudor frío. Eso le sonaba demasiado estrafalario para ser cierto. Incluso hasta paranoico. Como si de una elaboradísima teoría de la conspiración se tratase. Apenas sí pudo musitar.



-¿Crees que ese tipo pudo haberme tendido una trampa? ¿Podría haber chantajeado a Daphne con publicar ese video en las redes sociales? Entonces, es lo que yo creo, ¡la está coaccionando!, tienes que llamarla a declarar.



Kerria suspiró una vez más, haciendo un gesto con ambas manos para pedir calma a su defendida y objetar.



-No te apresures. Eso es muy difícil, por no decir, casi imposible de demostrar, si no tenemos pruebas. Y aun en el caso de que así fuera. Si yo estuviera en el lugar del fiscal haría lo imposible para que esa chica no testificase. Y de hecho, yo no puedo obligarla sino es algo muy relacionado con lo ocurrido. Dime, ¿recuerdas si Daphne estuvo presente cuando todo sucedió? ¿Presenció aquello?

-No, creo que no.- Repuso la israelí.- Bueno, sé que estaba allí, en ese local, pero no lo vio. Me parece recordar que llegó cuando ese chico estaba en el suelo sin sentido.

-Entonces me va a ser muy difícil convencer al juez para que la obligue a declarar. Si no fue testigo directo del incidente. El fiscal enseguida alegará que no tiene información relevante. Salvo que invoquemos su relación contigo. Así que volvemos al punto de partida. Eso es peligroso…para ella y para ti.- Advirtió Kerria explicándole a su consternada clienta.- Si tiene que declarar no podría mentir, sería cometer perjurio. En tal caso, una de dos, si se le pregunta, y así tendría que ser, cual era vuestra relación, Si Daphne acepta que erais pareja, estaría saliendo del armario ante todo el mundo. Si lo niega, a su vez hay dos opciones, y no sé cuál sería peor. Que sea cierto y tú seas víctima de una malsana obsesión por ella, cosa que actuaría como agravante, o que mienta.

-No, yo la amo de veras, y sé que ella también a mí. Pero que mintiese sería terrible. Cualquiera de esas posibilidades.- Musitó una abatida y temerosa Sabra.-

           

            La israelí se daba perfecta cuenta de aquello. Para Daphne sería malo el admitir su amor por ella, y malo el mentir. La pondría ante un terrible dilema…miró entonces a su abogada con un gesto entre suplicante y perdido…esta asintió, tomando la palabra y tratando de sonar más tranquilizadora.



-Por eso, antes de hacer nada irreparable para ella, quisiera hablar con esa chica en un entorno neutral en el que se sintiera protegida y segura. Así al menos tendría la posibilidad de ver como enfoco tu defensa y qué puedo alegar sin dañaros en lo posible a ninguna de las dos.- Declaró Kerria, consultando a su contertulia.- ¿Te parece bien?

-Ya te he dicho que confío en ti. Haz lo que creas mejor. – Afirmó su contertulia.- Pero, ¿crees que se atreverá a hablar?

-Solamente lo sabré si lo intento.- Aseveró la abogada.-



            Así, tras perfilar algunas cosas más de cara al juicio, Kerria se despidió de su clienta. Ahora sí que estaba cansada. Fue directa al hotel y no tardó en acostarse, pensando, eso sí, en Samantha y en su hijo. Y asimismo en que en ese juicio había en efecto, mucho más de lo que a primera vista parecía. Por un lado, su conciencia la acosaba. Si tenía que defender a Sabra de la mejor forma posible, tendría que utilizar todas las armas disponibles. Aunque obligar a esa otra chica a salir del armario contra su voluntad… a sabiendas de que aquello podría traerle graves consecuencias…en su familia, y en su trabajo…no le gustaba nada. Sin embargo, pudiera ser la única posibilidad para Sabra. De hecho, era un terrible dilema.



-No sé si estará bien. Esperaré a hablar con ella.- Se dijo en tanto le vencía el sueño.- Si pudiera convencerla…de hacer lo correcto. Pero no puedo decírselo explícitamente o me acusarían de influir o de manipular a una testigo potencial. Y eso bastaría para que Hastings pudiese logra que el juez descartase su testimonio. Esto es algo muy complicado. No sé cómo debo proceder. - Suspiró realmente desconcertada, pensando también.- Y estar agotada no ayuda nada…



            De modo que al fin pudo conciliar el sueño, tras mirar una holofoto de su esposa y su hijo y lanzarles un simbólico beso. Al día siguiente no tardó en levantarse, desayunar y disponerse a ver a esa joven. A buen seguro estaría en el colegio. Hizo unas cuantas pesquisas antes y aguardó a la hora de salida. Después tomó un deslizador para ir hasta allí. De camino iba pensando en cómo abordar a esa chica cuando una voz familiar la llamó con patente alegría.



-¡Kerria! ¿Eres tú?..



            Al mirar hacia la persona que le había lanzado esa pregunta se quedó sorprendida. ¡Era Maggie!



-¡Pero!- Exclamó a su vez con la boca abierta.-

-¡No me lo puedo creer!- Sonrió su ex pareja en tanto se sentaba junto a ella en un lugar libre del deslizador, preguntándole en tanto intercambiaban sendos besos en las mejillas.- ¿Qué haces aquí?

-He venido por trabajo.- Le comentó para rápidamente variar de tema.- ¿Y tú, cómo estás?...



            Creía recordar que Maggie tuvo un hijo o una hija, no estaba segura, y que su salud estuvo mal. Por un mínimo de tacto no quiso preguntar sobre eso, aunque su interlocutora sonrió enseguida para comentar.



-Muy bien, gracias. Estoy muy feliz con mi marido y mi hija.

-¡Cuánto me alegro! ¡Así que tienes una niña!- Dijo Kerria con tono alegre para replicar.- Yo tengo un hijo. Se llama Brian. Tiene cinco años

-Mi Gloria va a hacer seis, son casi de la misma edad.- Afirmó Maggie.- Justo iba a recogerla del colegio.

-¿Podría acompañarte?- Le preguntó.-

-Claro. Así la conoces.- Sonrió Maggie, añadiendo con afabilidad.- Y también me gustaría invitarte a mi casa, a cenar, ya sabes. Para ponernos al día.

           

            Aquella propuesta le trajo a Kerria unos tórridos recuerdos. Aunque no pensaba que su interlocutora quisiera referirse a eso.



-Eres muy buena cocinera.- Afirmó con tono algo apurado.- Lo recuerdo bien.



            A buen seguro que Maggie captó aquello y del mismo modo repuso con cierto envaramiento.



-Una cena en familia, con mi esposo y mi hija, claro…

-Por supuesto. Estaré encantada de aceptar. Muchas gracias.- Asintió Kerria con alivio.-



            Y es que no podía dejar de acordarse de como terminaban esas cenas cuando  las dos eran pareja. Ahora aquello le parecía irreal. Por suerte, dejaron ese tema y descendieron del deslizador en cuanto éste se detuvo en la parada cercana a la escuela.



-Vamos-. Le indicó Maggie.-



            Ambas mujeres caminaron un trecho hasta una bonita entrada forjada con arcos de metal. Ésta antecedía a un largo camino flanqueado por árboles y un gran y bonito jardín. Los niños y niñas salían acompañados por sus padres, madres y algunos profesores. Al cabo de unos momentos Margaret vio a alguien conocido, puesto que sonrió señalando con un dedo y declarando con orgullo y alegría.



-¡Ahí está mi hija!



            Kerria miró en aquella dirección, enseguida descubrió a una niña vestida con ese uniforme escolar de falda color gris y jersey granate, que iba de la mano de una chica rubia y bastante atractiva, acompañadas ambas por un muchacho de pelo castaño y estatura media. Para su asombro le reconoció del dossier. ¡Era ese tal Martin!, sin perder ni un segundo y, aprovechando que Maggie se había adelantado para saludarles, consultó una Holo foto que Sabra le había enviado. Efectivamente, aquella chica era Daphne.



-Esto sí que ha sido una suerte. Así no tendré que buscarla. Pero debo que ser cautelosa.- Pensó.-



            Tampoco era ese el mejor sitio para decir nada sobre el caso. Por una parte incluso se sentía mal al ver como esa muchacha, tras sonreírle cariñosamente a la cría, la entregaba a su madre. Luego, tanto ella como ese chico se daban la mano. Por su parte, ajena a eso, Maggie tomó a la pequeña Gloria de su manita y la condujo hasta su antigua pareja para presentar.



-Mira cariño, esta señora se llama Kerria. Es una antigua amiga de mamá. Kerria, mi hija Gloria Elua.

-Hola.- Sonrió la abogada.-

-Hola.- Repuso la cría devolviéndole la sonrisa y no recatándose en decir.- Tú eres como yo…

-¿Cómo?- Se sorprendió Kerria.-

-Tu papá es un señor que brilla como el mío.- Afirmó la niña dejándola atónita.-



            Hasta Maggie le dedicó una asombrada mirada, primero a su amiga y después a su propia hija.



-Pues, es cierto.- Admitió Kerria, sin poder evitar preguntar.- ¿Cómo lo sabes?...



            La niña no tuvo ocasión de responder, la voz de aquella joven rubia se le anticipó desde la distancia.



-Hasta mañana, Gloria, hasta mañana Maggie.- Las saludó.-

-Nos vemos.- Repuso la enfermera que entonces cayó en la cuenta.- Os voy a presentar. Daphne, Martin, ella es una vieja amiga. Kerria Malden.

-¿Kerria Malden?- Se sorprendió la atónita maestra queriendo conformar al aproximarse.- ¿La cantante de las Justices?

-Bueno, sí.- Sonrió la aludida, añadiendo con modestia.- Aunque eso ya se terminó. Solo canto de vez en cuando con mi prima Kathy. O en reuniones familiares.



            Y en efecto, pudo constatar que lo era en cuanto estuvo a unos pocos metros. Sin contenerse, Daphne afirmó con visible alegría y emoción.



-¡Las Ky- Kat! Soy una gran fan. Tuya y del resto del grupo de las Justices. ¿Me darías tu autógrafo por favor?

-Claro.- Convino ésta, aprovechando incluso a proponer.- Si quieres tomar algo en algún sitio, no tengo nada que hacer esta tarde y no conozco el lugar…



            La expresión de Daphne varió entonces, pareció perder algo de aquel entusiasmo, y dudó..



-Quiero decir, todos juntos.- Matizó Kerria incluyendo a ese muchacho que la observaba con gesto algo desconfiado y a la propia Maggie y su hija..

-Nosotras tenemos que volver a casa.- Intervino la enfermera.- Pero gracias. Y no olvides lo que hemos acordado, ¿eh?. Ven esta noche a cenar para que conozcas a mi esposo.

-Te lo agradezco. No faltaré.- Aseguró la interpelada.-



            Maggie se despidió de ellos y llevando de la mano a su hija se alejó. Entonces fue Daphne quien pareciendo más aliviada tomó la palabra.



-Éste es Martin, mi prometido. -Le presentó.-



            El chico estrechó la mano de Kerria quien sonrió. Al fin él pareció mostrarse más confiado y amable al afirmar.



-Es usted una de las ídolos de Daphne. Tiene todos sus Holo discos y los de su grupo.

-Muchas gracias. De veras.- Repuso la aludida que ahora se sentía algo incómoda.-



            Y es que le parecía poco ético aprovecharse de aquello, pero no lo había buscado. Sencillamente sucedió de ese modo. Quizás era una suerte, como ya pensó, de esa manera podría charlar con esa chica sin haber forzado el encuentro. Aunque estando su novio y parte interesada del juicio delante, sería algo muy complicado…



-Vamos al Clargin.- Les propuso desenfadadamente él.- La invitaremos a tomar algo allí. A cambio de ese autógrafo. ¿Verdad cariño?- Le consultó a la rubia muchacha que asintió nuevamente entusiasmada.-

-Pues vamos allá.- Convino la antigua miembro de las Justices.-



            De modo que Kerria se dejó conducir hasta una cafetería bastante agradable. Al poco de llegar y tomar asiento fueron atendidas por una rubia camarera.



-Hola Clarisa.- La saludó Daphne.-

-¿Qué tal parejita?  Sonrió ésta.-

-Bien. ¿Sabéis algo de Dean?- Inquirió Martin ya con más seriedad y preocupación.-

-No, y es terrible, la pobre Gin está muy deprimida.- Suspiró esa mujer perdiendo aquella sonrisa.- La policía no ha podido encontrarle…Solamente podemos rezar para que esté bien.

-Sí, eso siempre ayuda.- Convino el chico quien, quiso retomar un tema más alegre, presentando a Kerria.-



            La camarera la miró entre sorprendida y contenta para comentar.



-Es usted una celebridad. Seguro que tenemos en el karaoke algunas canciones suyas y de su compañera de grupo que era muy amiga de Ginger. ¿Amatista, verdad?

-¡Sí, Tist es mi cuñada y gran amiga, más bien la considero una hermana!  - Se rio Kerria.-  Está casada con mi hermano Leval. Desde luego, ¡qué coincidencias tiene la vida!

-También es usted amiga de Maggie.- Recordó Daphne.-

-Tutéame.- Le pidió su interlocutora alegando divertida.- No soy tan mayor.



            La joven maestra asintió, ahora parecía mucho más accesible y confiada. Encantada de hecho de tener esa oportunidad de compartir unos minutos con su ídolo musical favorita. ¡Qué poco se imaginaba cual era el verdadero motivo de Kerria, para estar allí! La letrada por su parte, no quiso entrar en nada de eso. Menos todavía con el novio de aquella muchacha allí presente. De hecho, charlaron de música y de las otras componentes del grupo. Kerria les contó que Amatista e Idina vivían en el planeta Bios. Luego observó con una sonrisa las holofotos de su cuñada Amatista con las dueñas de ese local. También algunas en las que salía Leval.



-Este es mi hermano.- Les indicó a sus anfitriones, señalándole en la holofoto.-

-Es muy guapo.- Afirmó Daphne con un tono que pretendía mostrar entusiasmo.-

-Me voy a poner celoso.- Sonrió Martin, con humor.-

-No tienes motivos, tonto. -Declaró la joven dándole un ligero beso en los labios que él encajó encantado.-



Kerria observaba todo eso sin perder detalle. A su juicio ese beso parecía estar algo impostado. Carente ya no solo de pasión, sino de un genuino sentimiento amoroso. Aunque debía tener en cuenta la moralidad imperante en esa zona.



-¿Podríamos hacernos unas fotos contigo?- Le pidió precisamente esa chica.-

-Será un placer.- Concedió ella.-



Tanto Daphne, como Martin, e incluso Clarisa se fotografiaron con esa célebre cantante. La artista hasta estuvo dispuesta a interpretar alguna canción del karaoke, dedicándosela a la pareja de “ enamorados” Es más, se levantó dejando la mesa en la que estaban y tomando el micrófono de esa máquina, se dirigió a los allí presentes.



-Señoras y señores, con su permiso, voy a cantar un tema que grabé hace algún tiempo. Se lo dedico a todos ustedes, para que, cuando lo escuchen, piensen en esa persona especial que ocupa su corazón.



            Martin sonrió mirando a Daphne, ella le devolvió una sonrisa que, no obstante, parecía congelada. Kerria les observaba en tanto hacía esa alocución y ese detalle no le pasó desapercibido. Es más, quiso decir esas palabras para ver que efecto producían en esa chica, y su intuición no la engañó. Y para confirmarla plenamente, comenzó a cantar…



Whooo

Tu amor es como una suave brisa, sobre un nuevo y maravilloso día
Tu toque y lo que me hace,

como una flor necesita la lluvia


Somos como uno,

nuestro amor es difícil de encontrar.



No puedo ir otro día

Solo escúchame cuando digo


Te pido, ¿me amarás, si nada más fuera bien?

Y te pido, ¿me mantendrás, siempre en tu vida?

Y no me dejes caer, porque solo puedo dártelo todo



            Martin le dio la mano a su novia, ésta sonrió levemente aunque escuchando esa bella letra parecía estar muy lejos, sumida en sus pensamientos…


Aquí estoy
te pido


Encontré el lugar donde pertenezco,

es justo a tu lado

Y nada más importa ahora,

con todo lo que hemos pasado…


No puedo seguir tratando de negar

lo que siento en mi interior
Pero ahora antes de que te deje ir

vas a dejarme saber


Si te pregunto, ¿me amarás, si nada más fuera bien?

Y te pido, ¿me mantendrás, siempre en tu vida?

Y no me dejes caer

porque solo puedo dártelo todo


Aquí estoy

Te pido


Si, te pido
Si, lo hago
Te pido


Y Kerria por su parte cantó con esa voz poderosa y profunda, mirando ahora a la impresionada Daphne…


oooh oh



Nunca pensé realmente

Nunca pensé realmente



Que lo serías todo para mí


Que serías todo lo que realmente importa para mí
Que te daría todo lo que soy


Oh, cariño, cariño, sé que sientes de esa forma también.
Si te pregunto, ¿me amarás, si nada más fuera bien?

Y te pido, ¿me mantendrás siempre en tu vida?



Y no me dejes caer

porque solo puedo dártelo todo


Aquí estoy

Te pido


No puedo fingir…



La impresionada Daphne no pudo evitar derramar lágrimas cuando la canción terminaba, apenas siendo capaz de enjugárselas con los últimos ecos de la misma.



Te pido

Te pido

Te pido


(I Ask to you. Anastacia, crédito a la artista)



            Al acabar, los demás clientes prorrumpieron en una atronadora ovación. Tras sonreír y agradecer aquello con humildad, Kerria retornó a la mesa con la pareja.



-Hacía mucho que no cantaba así, en directo. Estoy algo desentrenada.- Sonrió divertida.-

-¿Desentrenada? ¡Eres realmente fabulosa!.- Afirmó Martin con patente admiración.- No me sorprende que Daphne sea fan tuya, desde ahora también yo voy a serlo.

-Eres muy amable.- Contestó la abogada.-

-Ha sido maravilloso,- Agregó la propia Daphne, emocionada todavía.- Eres muchísimo mejor en directo. ¡Gracias, muchas gracias!…escucharte cantar esa canción, ha sido muy importante para mí.

-Ha sido un placer. De veras. Gracias a vosotros.- Respondió Kerria.-



            La propia Clarisa se aproximó, elogiando a esa artista.



-Hemos tenido grandes cantantes aquí, he escuchado a Amatista, a Keiko, y ahora a usted. Todas son increíbles.

-¿Y cuál te ha gustado más?- Intervino un divertido Martin.-

-¡Como eres!- Pudo recriminarle Daphne con afabilidad.- Eso no se pregunta. ¡Y menos con Kerria delante!

-No pasa nada.- Afirmó jovialmente la artista, viendo como la pobre camarera estaba azorada.- Tist y Keiko son mejores que yo, seguro. Sé que han interpretado temas increíbles y que han logrado grandes cosas con sus canciones…



            Aunque no especificó qué tipo de cosas. Sus interlocutores pensaron que se refería a premios Grammy o algo así y enseguida, añadió.



- Y mis primas Idina y Katherine son maravillosas también.



A propósito de eso, hablaron un poco más y Kerria les contó algunas cosas de su carrera musical, y de la de sus primas y su cuñada. Al rato, Martin comentó casi disculpándose por ello, tras recibir un mensaje en su teléfono.



-Lo estoy pasando genial, pero tengo algunas cosas que hacer. Espero que me disculpéis. Un placer conocerla, señorita Malden.- Afirmó él.-

-Lo mismo digo.- Repuso Kerria.-



Aunque no se molestó en corregir el tratamiento, dado que era señora al estar casada. No obstante, no le pareció prudente sacar eso colación con ese joven. Sería recordarle su condición sexual y eso era lo que menos le interesaba ahora tratándose de él.



-Bueno cariño, luego te veo.- Añadió Martin que obsequió con un beso en los labios a su novia.-



            Daphne lo aceptó aunque parecía algo remisa. Quizás fuera por vergüenza delante de su admirada artista. Al fin, ella despidió a su novio y ambas mujeres quedaron a solas, Kerria decidió que era el momento…



-Parece un buen muchacho... ¿Dijiste que estabais comprometidos, verdad?- Preguntó como queriendo asegurarse.-

-Sí, así es.- Afirmó la maestra con un tono que no dejaba adivinar alegría.-

-También yo estoy casada.- Le confió su interlocutora.- Con una chica estupenda, tenemos un hijo. Les echo mucho de menos.

-Sí, lo sé.- Añadió Daphne que pareció mudar nuevamente su expresión.- Esas noticias llegaron aquí.



            Kerria asintió, tratando de encontrar la mirada de su contertulia y le dijo.



-Pero…no siempre fue así. Antes salí con un chico. Un muchacho maravilloso que me quería mucho.- Le contó ahora con voz queda.- Lamentablemente, yo no podía corresponderle. Y lo intenté, te prometo que lo hice, con todas mis fuerzas.



            Su rubia interlocutora la miraba ahora con una mezcla de asombro y de interés. Teñida asimismo de cierta dosis de angustia. La propia Kerria se emocionaba al recordarlo.



-Al final tuve que dejarle. Hubiera sido injusto para conmigo y sobre todo, con él.

-Tuvo que ser muy duro.- Musitó la chica.-

-Lo fue, lo pasamos muy mal, los dos…después admití que era gay.- Le contó Kerria.- Ante todo el mundo, en un programa de holo televisión.

-Lo sé.- Admitió Daphne.- Lo vi…y fue muy bonito el modo en cómo te apoyaron tus compañeras. Deben de ser muy buenas chicas.

-Sí, sí que lo son. Las quiero muchísimo a todas ellas. Son unas mujeres formidables.- Afirmó Kerria añadiendo nuevamente con tristeza.- Pese a todo, al principio fue muy difícil. Perdí a muchas personas que decían admirar mi música y mis canciones, pero que no admitían que yo fuera lesbiana. La mayor parte eran adolescentes que me tenían idealizada. Para ellos era la novia perfecta, la chica a la que querían aspirar. Lo interpretaron como una especie de traición. Pero esa jamás fue mi intención. Yo solamente quería que me aceptasen tal y como era. Pasé por mucho, tuve que soportar el desprecio, e incluso el odio de gente que ni me conocía, y ¿sabes qué?



Le preguntó a su atónita contertulia que la interrogó con la mirada. Entonces Kerria sentenció con mejor ánimo y determinación.



- Que al final, no me arrepiento de nada. Hice lo que hice y fue lo correcto. Gracias a Dios mis padres y mis seres queridos me apoyaron. Y por  eso y por la decisión que tomé, hoy en día puedo ser yo misma, sin mentiras, ni coacciones.



            Tras esas palabras guardó silencio, estudiando la reacción de su interlocutora. Y es que Daphne parecía estar librando una dura batalla interior. Al fin, la joven maestra musitó.



-Para algunos es más fácil que para otros, cuando tienen a las personas que quieren de su lado, pero si tu familia te hubiera rechazado y se hubiese avergonzado de ti por ser así... ¿Qué habrías hecho?

-No lo sé. Admito que pasé por momentos muy duros, siendo una adolescente. Pero eso no tuvo que ver directamente con mi sexualidad. La primera vez que salí del armario con mi familia, sí lo pasé mal. Particularmente mi padre y yo, tuvimos una época muy complicada.- Admitió Kerria.-

-¿Él te rechazó por ser?…ya me entiendes.- Matizó la envarada Daphne.-        

-Fue una mezcla de muchas cosas. Yo estaba muy rebelde entonces, tratando de encajar.- Le explicó su contertulia agregando.- Al final, mi padre me demostró que me quería por encima de cualquier otra cosa.- Después, tanto él como el resto de mi familia y amigos estuvieron conmigo al cien por cien cuando salí del armario a nivel mundial. Y aún de no haber sido así, a pesar de ello, en mi caso creo que hubiese preferido vivir a solas con la verdad que estar rodeada de personas que me quieren por una mentira.



            Daphne apartó la mirada apoyando sus codos en la mesa y posando su cabeza entre las manos. Daba la impresión de estar pasando un mal rato. Su contertulia no pudo evitar compadecerse de aquella pobre chica. Era evidente que se guardaba algo. Y aquí, una vez más, el dilema moral que la atenazaba volvió a manifestarse.



-Si no le digo lo que hago aquí, quizás se sincere conmigo voluntariamente. De esa forma en modo legal podría usar todo lo que me contase, para luego llamarla a declarar. Pero si hago eso…sería una bajeza por mi parte, como si la estuviese traicionando, y sobre todo podría destrozarla.- Pensaba con evidente remordimiento al observar cómo sufría esa infeliz.- Es una buena chica, no tiene ninguna culpa, no se merece esto…



            Iba a hablar cuando la propia maestra sonrió de modo trémulo y le contó, no sin cierta vergüenza.



-Recuerdo como escuchaba tus canciones con mi hermana pequeña Steph. Era una gran fan tuya.

-Pues si quieres que le dedique…



            Sin embargo, Daphne la detuvo con un gesto moviendo la cabeza para desvelar, llena de pesar.



-Pero cuando ella supo lo que me acabas de contar…tiró todos tus discos. Al principio no entendí lo que había pasado. Luego me enteré. Mi madre se los había prohibido. De hecho, no nos dejan escuchar tu música en casa de mis padres. A veces yo, a escondidas, cuando no hay nadie o estoy sola en mi cuarto, pongo algunas de tus canciones. O de otros artistas que son gays. Pero si mi hermana entra en mi cuarto o llaman ella, o mi madre…enseguida las quito.- Suspiró con voz queda, sintiéndose avergonzada de aquella confesión, y alegando para justificarse ante su perpleja oyente.-  ¡No te puedes imaginar cómo es eso! Sobre todo en el caso de Stephanie, en fin. De la noche a la mañana mi hermana pequeña había pasado de ser una niña que soñaba con ser como tú, a una adolescente llena de prejuicios. Unos prejuicios que mis propios padres y compañeros de la escuela, le habían inculcado sin que yo me diese apenas cuenta. Considera que los homosexuales…somo… son - se corrigió de inmediato a trompicones dejando atónita a su interlocutora, a quién ese detalle no le pasó desapercibido.- Quiero decir, son personas enfermas o llenas de lujuria. Despreciables en cualquier caso. Y para mí es terrible ver… ¡que mi propia hermana!… ¡Lo siento! - Fue capaz de remachar entre sollozos con la voz entrecortada.- ¡No quiero que te ofendas!…

-No lo hago, tranquila. - Le contestó comprensivamente Kerria acercándole un pañuelo.- Sé perfectamente lo que se sufre. Sam… Samantha, mi esposa, pasó por algo así. Sus propios padres son muy religiosos, la repudiaron cuando hizo pública nuestra relación. Y yo jamás me lo he perdonado. Ahora sé que es feliz conmigo y con nuestro hijo. Aunque también entiendo lo que ha perdido. Y a veces, la observo cuando no se da cuenta, y la noto triste. Por eso…en fin.- Suspiró largamente para confesar consternada.- Te ruego que me perdones. No he sido del todo sincera contigo. Y tengo que decirte algo importante.



            Esas últimas palabras hicieron que Daphne la mirase sorprendida tras enjugar sus lágrimas. Kerria entonces le desveló.



-No vine aquí a visitar a Maggie, ni como cantante. En realidad, me contrataron como abogada. Estoy llevando un caso que te sonará…el de esa piloto detenida por agresión.

-¿Sabra?- Exclamó la muchacha palideciendo entonces.- ¿Cómo está?- Quiso saber con evidente preocupación.-

-Bien, pero te echa mucho de menos.- Le contó Kerria que ahora varió su tono endureciéndolo para advertir a su contertulia.- Tengo la obligación moral y legal de avisarte. Soy su abogada defensora y, si hablas conmigo del caso, cualquier cosa que ahora me digas podría ser utilizada en su favor durante el juicio. Y me refiero a cualquier cosa.- Remachó insistiendo en esas últimas dos palabras.- De modo que, si desde este mismo instante deseas dar por concluida esta conversación, lo entenderé.

-Yo quiero ayudarla.- Afirmó la joven maestra.-

-Por desgracia, eso podría acarrearte problemas.- Le advirtió la abogada.- Si me dices algo que considere relevante, podría pedirte que declarases ante el tribunal. Y entonces estarías bajo juramento de decir la verdad. ¿Comprendes lo que eso significaría?



            Un escalofrío recorrió la espalda de Daphne, comenzaba a darse cuenta de las consecuencias que aquello podría traerle.



-No quiero problemas, pero tampoco quiero que la condenen. Hizo mal, pero...- Suspiró moviendo la cabeza, entre confusa y angustiada, para finalmente romper a llorar y gemir.- ¡No sé qué debo hacer!... ¡Dios mío!...



            Kerria no pudo evitar compadecerse una vez más. Éste era uno de esos momentos en los que odiaba su trabajo. Entendía a Katherine cuando a veces su prima se veía en el dilema de airear un reportaje con información importante que podía traer mucho dolor o complicaciones a personas inocentes. Recordando a Kathy, ésta no pudo ir con ella a Nature. Según le comentó cuando le envió un mensaje acerca de este caso, la periodista tenía ya un reportaje en marcha y estaba investigando otra cosa. Pero le pidió que, a la vuelta, le contara lo sucedido.



-¿Y qué le podría contar? ¿Que para tratar de librar a mi clienta tendría que hacer pedazos la vida de esta chica? -Pensaba con creciente sentimiento de culpabilidad.- Haga lo que haga, alguien saldrá dañado. Y eso no está bien.



            Se imaginaba regresando a casa para recibir las felicitaciones de Sebastián si obtenía un buen resultado tras forzar a esta pobre muchacha a que confesase su homosexualidad.  Y es que ahora lo veía muy claro. Esa chica realmente amaba a Sabra. La piloto tenía razón.  Únicamente con mirarla a los ojos y escuchar el timbre de su voz rota por el dolor y la zozobra, le era evidente. Y sin embargo, se había prometido a aquel muchacho, quien, por cierto, daba la impresión de ser exactamente como le habían descrito, una buena persona. De hecho, en muchos aspectos le recordaba a Brian. Al padre de su propio hijo.



-¡Señor! - Musitó Kerria, pensando acto seguido con pesar.- Esto no me puede estar pasando. Es como tener el arma y estar apuntando a la cabeza de alguien inocente para acabar una guerra, pero no ser capaz de disparar…



            Pensaba que, si se aprovechaba de aquello, después no será capaz de mirar a su propio hijo a la cara. Pero, por otra parte, el futuro de su clienta estaba en juego y también la situación de muchas personas de esa misma orientación sexual que se ahogaban en esa cárcel de prejuicios y falsas apariencias. Y eso, sobre todo, la destrozaba. Ella era una activista del colectivo LGTBI. Luchaba precisamente por combatir esa oleada de retroceso en los derechos civiles que parecía estar tan extendida en Nature como en la misma Tierra. Al fin, posando una mano sobre la espalda de la todavía llorosa Daphne, le dijo con toda la comprensión y amabilidad que pudo.



-Escucha, no voy a presionarte. Esto es algo entre tu conciencia y tú. A fin de cuentas se trata de tu vida y de tu futuro.

-No sé qué puedo hacer… Martin.. y yo…



            La abogada asintió, aunque con tono suave y amable la interrumpió.



-No digas más. Solo escúchame. Te estuve observando mientras cantaba. Vi tu expresión. Hazte a ti misma esta pregunta. Cuando escuchaste mi canción, ¿en quién de los dos pensabas que debería estar a tu lado? ¿A qué persona visualizabas junto a ti? Esa es la clave de todo, Daphne. Piénsalo bien. Buena suerte…



            Y tras esas palabras, Kerria dejó allí a su llorosa interlocutora que era incapaz de elevar la mirada y se marchó. Tendría que encontrar alguna otra forma menos lesiva de defender a su cliente y su mente se afanaba en ello sin lograrlo…



-Quizás haya alguna otra manera. Esta noche veré que me cuenta Maggie. Ella tiene que conocerles bien.- Se dijo.-



            En otra parte, tras volver a casa del hospital, el doctor Ginga estuvo pensando durante mucho tiempo qué hacer. También se culpaba indirectamente por lo sucedido.



-Si yo no le hubiera dicho nada a Edgar… ahora lo que más me preocupa es lo que le haya sucedido a Nelly. Tengo que encontrarla, y si ese imbécil no la acepta…hablaré con Susan. Quizás podamos acogerla.



            Con ese pensamiento salió tras su turno y recorrió algunas zonas de Sagan City.  Puso sus dotes telepáticas a trabajar, aunque desgraciadamente no halló ni rastro de la niña.



-La encontraré.- Se prometió.- No permitiré que sufra por algo de lo que no tiene culpa.



            Tras unas horas, Kerria en efecto acudió al domicilio del embajador Derail y su esposa. Los guardias que custodiaban la entrada al gran jardín que rodeaba la casa la detuvieron a la puerta. En cuanto dijo su nombre la permitieron pasar con rapidez, incluso saludándola al modo saiyajin, cruzando un brazo en la diagonal del pecho e inclinándose con reverencia.



-Vaya, son muy educados por aquí.- Comentó la abogada entre atónita y divertida mientras se inclinaba un poco a su vez.-



            Aunque la explicación la tuvo enseguida. Fue el propio embajador, un hombre de cabellos morenos hasta casi los hombros, alto y con unos penetrantes ojos azabaches, quien salió a recibirla en persona y se la dio. Junto a él estaba Maggie, muy sonriente, dándole la mano a su hija. Así, la enfermera comentó.



-Kiros, cariño, ésta es Kerria.

-Es un honor conocerla. Sea muy bienvenida a nuestra casa, princesa Malden.- Comentó el saiyajin.-

-¿Princesa Malden?- Se sorprendió ella.-



            Aunque enseguida se dio cuenta. Su padre era hermano del que fuera soberano saiyajin, su tío Lornd.  Eso le confería aquel rango entre los de ese pueblo. Sonrió para decir de inmediato.



-Por favor, llámeme solamente Kerria. Eso de los títulos no me va mucho.

-Es un título de gran honor entre los nuestros.- Pudo oponer el apurado Kiros.-

-Le ruego me disculpe, no quiero menospreciar ni ese título, ni al pueblo saiyajin, del que proviene parte de mi sangre.- Le comentó conciliatoriamente Kerria, para explicar.- No es eso…es que, para mí, los únicos títulos que deseo son los que yo misma haya ganado con mi esfuerzo. Como el de abogado por Harvard.- Sonrió, añadiendo con humildad.- El del princesa saiyajin me lo dieron por el mero hecho de nacer, y no hice nada por merecerlo.



            Ahora su contertulio asintió con lo que parecía aprobación.



-No lo había visto de ese modo.- Admitió el saiyajin.-

-Y además.- Añadió más jovialmente la letrada.- Lo mío no es la pompa ni el protocolo.

-Sí, ¡déjate ya de tanta rimbombancia, cariño! - Rio Maggie, amonestando afablemente a su esposo y haciendo causa común con su invitada para señalar.- Kerria es una antigua amiga… y muy querida.- Suspiró ahora.-



            Aunque ya no la veía como lo hizo antaño, aquella pasión y ese amor habían ido convirtiéndose en cariño y después en aprecio.



-Por favor. Pase.- La invitó Kiros asintiendo.- Dejemos pues las formalidades.

-Pues tutéame.- Le pidió la recién llegada.-

-Si es lo que deseas. Adelante por favor, siéntete como en tu casa.- Concedió el embajador.-



            Pasaron a ese chalet y se sentaron un rato en un cómodo sofá del salón. Allí, Kiros se interesó por la situación de la Tierra.



-Poco puedo contaros que no sepáis.- Les dijo Kerria.- Los soberanos siguen gobernando pero hay grupo que se les oponen. Algunos hasta les acusan de tiranía.

-Siempre hay idiotas.- Desestimó el saiyajin.- Que yo sepa, los reyes Serenity y Endimión no gobiernan, son los países de la Tierra los que rigen sus propios destinos.

-Si ellos gobernasen posiblemente las cosas serían mejores.- Terció Maggie.-

-No me cabe ninguna duda de eso. Sin embargo, ellos no pueden inmiscuirse en asuntos nacionales.- Les recordó la abogada, suspirando.- A veces me gustaría que pudieran. Todavía hay mucha injusticia en el mundo, demasiada opresión.

-Hay que tener fe.- Repuso su amiga.-



            Su interlocutora asintió. Supuso que su interlocutora se referiría a confiar en los soberanos y en las personas en general. Al poco rato se sentaron a la mesa. La señora de la casa trajo a la pequeña Gloria que llevaba un vestidito muy bonito de color blanco y rosa. Kerria sonrió, la niña era una auténtica monada, con ese pelito moreno liso que ya le llegaba más abajo de los hombros y aquellos enormes ojos violetas. Parecía estar muy bien educada. Desde luego Maggie estaba haciendo un buen trabajo en su papel de madre.



-Mami. ¿Podremos jugar en el jardín?-Quiso saber la pequeña.-

-Ahora vamos a cenar, cariño.- Le contó la interpelada, añadiendo.- Hala, vamos a bendecir la mesa.



            Eso sí que sorprendió a Kerria, ¿bendecir la mesa, Maggie? Más atónita quedó, cuando oyó a su antigua amante animar a la cría.



-¿Por qué no lo haces tú?



            Y la niña juntó sus manitas de una forma enternecedora a la par que con su vocecita pedía.



-Señor, bendice los alimentos que vamos a tomar, a mamá, a papá y a todos también…



            La abogada no pudo evitar sonreír divertida y se quedó impresionada al observar a Maggie y darse cuenta de la mirada de orgullo y amor que le dedicaba a su pequeña. Eso era algo que podía comprender muy bien. Lo sentía por su propio hijo. Por su parte, Kiros no dijo nada, se limitó a esperar a que su esposa e hija hicieran los honores. Al fin, terminada esa improvisada bendición, la cría quiso tomar una fuente de ensalada. Su madre la detuvo de modo claro aunque amable.



-Espera Gloria, primero hay que servir a nuestra invitada.



            La niña se detuvo con expresión desconcertada y entonces, con su tonillo infantil, le preguntó a Kerria.



-¿Quieres un poquito?

-Gracias cielo.- Sonrió ella.-



            Una vez servida la invitada los demás hicieron lo propio y cenaron sin más interrupciones. Hablaron de temas poco serios, centrándose sobre todo en los deberes de Gloria que a veces se quejaba de tener que escribir tantas letras, pero que declaró estar encantada de dibujar a sus papás y su casa. Al fin, la abogada le preguntó risueña.



-¿Qué tal tus profes? ¿Son simpáticos?

-Sí.- Afirmó la niña declarando convencida.- Cuando sea mayor me casaré con el profe Martin. Pero primero que yo va la seño Daphne. Como es mayor se va a casar con él antes.

-¡Hija! - Sonrió Maggie moviendo la cabeza con divertida reprobación.- Eso de casarse es una cosa muy seria.

-Es verdad, - convino la niña afirmando con la característica ingenuidad de su corta edad relatando.- El profe le ha regalado un anillo muy bonito a la seño Daphne. Si me caso con él seguro que me regala otro igual.



            Kerria lanzó una carcajada sin poder evitarlo. Era muy refrescante escuchar a una pequeña desprovista de maldad, analizando algo así de esa manera. También Maggie se rio, incluso Kiros sonrió ampliamente afirmando divertido.



-Así que ya no te quieres casar conmigo…

-¡También!- Replicó la niña como si tal cosa.-



            Maggie se sonreía moviendo la cabeza. Hasta que esa cría le preguntó a la invitada.



-¿Tú te vas a casar con alguien?

-Bueno, yo ya estoy casada.- Replicó desenfadadamente Kerria.-

-¿Te ha regalado un anillo?- Quiso saber la pequeña.-

-Sí, nos regalamos uno cada una.- Sonrió su interlocutora.-



            Fue en ese punto cuando Maggie, con tono algo envarado, le indicó a la cría.



-Ya es tarde, cariño. Es hora de irte a la cama.

-¡Jo, mami! - Protestó la niña.-

-Tienes que ser buena. Los mayores tenemos que hablar de nuestras cosas y tú tienes cole mañana.- Insistió pacientemente la enfermera ordenándole a su hija sin abandonar un tono suave pero lleno de autoridad.- Dile buenas noches a nuestra invitada y a papá.



            La niña se resistía a ello pero al fin obedeció. Le dio un beso a su padre y otro a Kerria.



-Hasta mañana.- Musitó la cría.-

-Adiós cielo. Me ha encantado conocerte.- Sonrió la invitada guiñándola un ojo.-

-Yo la llevaré a la cama.- Se ofreció Kiros.-



            El embajador la subió a hombros, cosa que Gloria disfrutaba especialmente. También estaba deseando ver a su papá cambiar de color y le preguntó.



-¿Puedes brillar un poquito?

-Sí, cariño. Cuando te metas en la cama.- Le sonrió él.-



            Y los dos se alejaron con Gloria diciendo adiós con la manita. Su madre respondió al saludo con una gran sonrisa, al fin las dos mujeres quedaron a  solas en el gran salón.



-Es una niña encantadora. Eres una madre estupenda.- Valoró Kerria.-

-Gracias ¿Quién lo hubiera dicho de mí, verdad?- Sonrió su interlocutora con un ligero poso de ironía, agregando ya con sinceridad.- Después de todo lo que he pasado y lo que hice. Mi mayor deseo en la vida es que mi hija sea feliz y ande por el buen camino.

-Te comprendo muy bien.- Aseguró solidariamente Kerria.- Para mí y para Sam, nuestro hijo es lo primordial.



            Maggie la obsequió con una mirada de sorpresa pudiendo decir a modo de pregunta



-¿Quién es la madre?

-Las dos lo somos.- Replicó de inmediato Kerria.-

-No, ya me comprendes. Quiero decir, quién le trajo al mundo.

-Fui yo, pero Samantha es igualmente la madre de mi hijo. Además de ser mí esposa le cuida tanto o más que yo. Sin ir más lejos, ahora. - Aseveró su interlocutora con tono de reivindicación.-



            Maggie suspiró. Quizás ese tema se había ido de las manos, pero conocía y apreciaba a Kerria. No podía negar que incluso hubo mucho entre ellas hacía años. Fueron pareja sentimental, con todo lo que aquello significó, algo que ahora, solo de pensarlo, la horrorizaba.



-Escucha.- Le pidió a su invitada tratando de sonar cordial.-  Sé que tú lo crees así. Y te comprendo. Una vez fui como tú. De hecho, ambas compartimos mucho.

-Yo sí que no lo comprendo.- Declaró Kerria mirándola con estupor y haciendo a su vez un esfuerzo por conciliar posiciones.- Maggie. Has cambiado mucho. Y para bien en la mayor parte de los aspectos. Sin embargo, no lo puedo entender. Una cosa es que te enamorases de un hombre y otra…

-Ya.- La cortó con sequedad su interlocutora, añadiendo con más tacto en lo que parecía una interpretación del pensamiento de su invitada.- Sé lo que crees. ¡Esta chica era lesbiana!, ¡era atea! ¿Cómo se ha podido cambiar de bando?

-No, no hablo de bandos, para mí no existen esos bandos.- Afirmó Kerria.- Simplemente opino que cada persona tiene libertad para ser y sentir como quiera. Mientras no dañe, ni les quite derechos a otros. Al menos eso he creído siempre.

-Y yo lo creía también, pero estaba equivocada.- Repuso su contertulia.- Dices que se puede ser como se quiera mientras no se dañe a otros. Pero, ¿cómo estás tan segura que un comportamiento como el nuestro años atrás no dañó a otros? Sin ir más lejos, yo sé que  te hice daño, y sigo lamentándolo.- Le confesó.-

-Eso fue por otros motivos, la orientación sexual no tuvo que ver.- Contestó la abogada.-

-Destrocé la vida de mi primer amor.- Le desveló una cariacontecida Maggie que entonces le contó.- Y cuando tuve a mi hija…



            Y para perplejidad de Kerria le contó su historia. Aquella visión terrible que la hizo cambiar. Sentenciando.



-Estuve muerta, estuve allí. No hay duda. Por mucho que tú y los de tu colectivo queráis engañaros, diciendo que ese tipo de relaciones son amor, que son igual que las normales, eso no es cierto. Es pecado, y uno muy grave. Del tipo que cierra las puertas del reino de Dios.

-No estoy de acuerdo con eso, Maggie, escucha.- Le pidió una todavía impactada Kerria.- Según lo que me has contado, esa profesora tuya no estaba en el Infierno por haber sido homosexual sino por cometer suicidio.

-Una cosa le llevó a la otra.- Afirmó inflexiblemente su contertulia.-

-No comparto esa visión. Verás. También yo tuve una experiencia muy cercana a la muerte.  Estuve en coma y a mi vez pude ver muchas cosas. Pero jamás se me castigó por amar a otras mujeres. Creo sinceramente que esa visión tuya fue fruto de tus propias heridas sentimentales.

-¡Tú no estuviste allí!- Replicó Maggie ahora con tono más agitado, evidentemente molesta por esa observación.-

-Estuve en el propio Cielo.- Le desveló Kerria con aplomo pero total firmeza y seguridad.- Y me dieron la oportunidad de luchar por la justicia y por el bien. De ayudar a otros. Desde entonces juré que así sería. Y tú, que ahora eres tan religiosa, deberías saber que Dios es amor. Amor con mayúsculas, nos ama a todos, Maggie.- Aseveró casi con tono suplicante al añadir.- Sin ir más lejos yo misma soy cristiana y mis padres me educaron como católica.



            Incluso le mostró la cruz que llevaba al cuello, réplica de la que sus padres le regalaron siendo una adolescente. Después de creerla perdida tras su terrible experiencia al ser dominada por el mal, la recuperó. Más tarde, cuando su hijo nació, se la puso al cuello y ella se hizo esa otra. Así se lo comentó a su interlocutora con visible emoción. Remachando.



-No considero que amar a mi mujer sea un mal comportamiento. ¿Qué habría de malo en ello a los ojos de Dios?



No obstante, su anfitriona la escuchó sin parecer impresionada para responder.



-Pues deberías leer la Biblia y verías que ese comportamiento se considera desviado.- Le contestó con visible enojo ahora.- ¿Cómo te puedes llamar cristiana? – Le recriminó para citarle de memoria, dejando a su invitada atónita.-1.- 1 Corintios 6:9, “¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No erréis; ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los que se echan con varones”. -Sentenció agregando.- Y evidentemente también se refiere a la mujer que yazca con otra persona de su sexo, eso son actos contra natura.

-¡No puedo creer lo que oigo! Y menos viniendo de ti. - Fue capaz de replicar una anonadada Kerria.- Hablas igual que Waters o ese tipo, Lench.- Le recriminó a su vez, refiriéndose a otro de esos fanáticos neo religiosos.- No, ni siquiera el propio reverendo Waters es tan duro. Lo sé bien, he debatido de estos mismos temas con él.

-Me halagas comparándome con el reverendo Waters, no lo merezco. Pero solamente hablo repitiendo la palabra de Dios. -Contestó Maggie agregando una cita más.- “Pero al principio de la creación Dios los hizo hombre y mujer”.  “Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su esposa, y los dos llegarán a ser un solo cuerpo. Así que ya no son dos, sino uno solo”.- Recitó para preguntar.- Y así es como siempre ha sido. Por mucho que digas que esa chica a la que llamas esposa y tú seáis madres de un niño, eso es imposible. Supongo que te someterías a fecundación con el esperma de un hombre…

-No,- negó Kerria que, bajando la mirada, le desveló.- Me acosté con Brian. Y lo hice porque quería un hijo nacido del amor que los dos nos profesábamos, aunque de distinta manera.



            Maggie abrió la boca ahora, era su turno de sentirse sorprendida y así lo manifestó.



-¿Lo ves?- Exclamó creyéndose cargada de razón.- Ese era el muchacho del que me hablaste. Era tu novio. Y yo quizás contribuí a apartarte de él. Eso es algo que siempre lamentaré. Y te pido perdón por ello. Porque esa relación vuestra era lo natural. ¡Lo acabas de reconocer!



            Kerria movió la cabeza tratando de razonar una vez más, casi sumida en la impotencia por lo que escuchaba.



-No, Maggie. Yo había decidido dejarle antes siquiera de conocerte. No tuviste nada que ver en eso. Decidí ser sincera conmigo misma y con él. Y eso no quiere decir que no le amase, le quería y le quiero con todo mi corazón. Pero no para vivir del modo en el que vivo con Samantha.

-¿Y qué fue de él? ¿Sabes si pudo rehacer su vida? ¿Acaso tiene la posibilidad de ver a su hijo? ¿Sabe siquiera que es su padre?- Inquirió Maggie.-

-Claro que lo sabe.- Contestó la abogada.- Y después conoció a una chica y se casó con ella. Sam y yo fuimos a la boda.- Suspiró guardando un incómodo silencio.-

-No parece que eso te hiciera muy feliz.- Afirmó perspicazmente su contertulia.- ¿O es que quizás es él quien no lo es?



            Aquí Kerria se detuvo en su argumentación por unos instantes para meditar. Lo cierto es que Maggie tenía parte de razón en eso. Brian tuvo momentos muy malos tras su ruptura con ella, y no podía olvidar esa única vez en la que se acostaron, como el chico le suplicó volver. Pero no pudo concederle eso. Hubiera sido engañarle. Y esas reflexiones le llevaron precisamente al caso que ahora le ocupaba.



-Sé que él lo pasó muy mal por mi causa. Pero hubiese sido peor aún vivir una mentira.- Le explicó Kerria a su contertulia.- Es lo mismo que esa chica, Daphne.- Añadió dejando perpleja a Maggie.-

-¿Qué quieres decir?- Inquirió la enfermera.-

           

            Su interlocutora suspiró largamente y declaró.



-Se ve claramente que no quiere a ese muchacho. Bueno, le quiere como yo a Brian. La diferencia es que ella está dispuesta a tragarse sus verdaderos sentimientos y aceptar algo que no desea.

-¿Cómo puedes saber tú cuáles son sus sentimientos? ¿Acaso ella te lo ha dicho?- La acusó Maggie ahora con indignación.-

-No, no me lo ha dicho de palabra. Pero me ha bastado verla, y observar cómo reaccionaba.- Respondió su contertulia.-

-No puedes estar hablando en serio. ¿Desde cuando eres adivina?...

-¡Por favor!- Replicó Kerria del mismo modo.- Tú no eres tonta. Por mucho que hayas cambiado, sabes muy bien lo que es sentir deseo y amor por otras mujeres. ¿Me vas a decir que eso no te ha vuelto a ocurrir jamás?- Inquirió casi a  modo de desafío, sentenciando.- Las personas no cambian su esencia de la noche a la mañana…



            Kerria esperaba a buen seguro que su contertulia lo negara con vehemencia, sin embargo Maggie no lo hizo y casi con voz entrecortada contestó, admitiendo consternada.



-No, no puedo decir eso. A veces… sí, a veces cuando veo a una mujer hermosa siento algo dentro de mí. Incluso al verte a ti, ahora, después de tantos años, algo hace que mi corazón lata más fuerte. ¡Pero está mal! – Exclamó. - Por eso lo controlo. ¿Crees que no es difícil para mí?- Añadió casi entre sollozos.- Es duro, pero me refugio en la palabra de Dios. En el amor de mi marido y en la devoción por mi hija. ¡Gloria jamás se avergonzará de su madre por ese motivo! ¡Jamás!



            Su antigua novia la observó estupefacta. No daba crédito a que esas palabras saliesen de boca de la que fuera su amante. Así lo aseveró.



-Es increíble.- Suspiró Kerria moviendo la cabeza.-  No sé qué han hecho contigo pero me da mucha tristeza.



            Aunque su contertulia supo replicar a eso de modo similar.



-Yo sí que lo siento mucho por ti. Eres buena persona, siempre lo fuiste. Eso no lo niego. Sin embargo, no quieres ver la verdad. Y eso te condenará. Solamente te pido que dejes en paz a esa chica, ¡por favor! Es una muchacha dulce y buena, y va a casarse con un muchacho maravilloso…no siembres la duda en ella, no arruines su felicidad.



            La abogada suspiró. Se levantó entonces de la mesa y declaró con pesar.



-Es muy tarde, debo irme ya. Te agradezco mucho la invitación y la velada. Tienes una familia adorable, despídeme de ellos, por favor. Y ojalá que algún día pudieras venir a mi casa y conocer a la mía. Te darías cuenta de lo equivocada que estás. A pesar de todo te deseo lo mejor, Maggie. Sé que, lo que dices, lo dices buscando mi bienestar. Pero no puedo estar de acuerdo contigo.

-Adiós Kerria.- Contestó la aludida con voz queda.- Rezaré por ti, no lo dudes.



            Su invitada no respondió ya a eso alejándose hacia la salida. Aquello la había decidido a actuar más de lo que hubiese imaginado.



-Sí, ahora sé lo que debo hacer.- Pensó la letrada.-



            Entre tanto, en el dormitorio de Gloria, su padre emitía aquel cálido y dorado resplandor que iluminaba la estancia para deleite de su pequeña.



-Me gusta mucho tu luz, papi.- Sonrió la niña.- Yo también quiero brillar…

-Tú ya brillas para mí, cariño.- Afirmó afectuosamente él.- Y cuando seas mayor seguro que podrás hacer lo mismo.

-¿Cuándo vaya con la abuela Elua?- Inquirió la cría con algo de preocupación.-

-Sí, ella te ayudará a conseguirlo.- Aseguró su interlocutor.-

-No quiero dejaros a ti y a mami.- Suspiró entristecida.-

-No será por mucho tiempo. Además, harás muchos amigos allí, con los que podrás jugar sin tener que aguantarte. –La animó su padre.-



            Gloria asintió más contenta por eso. Era un rollo para ella, cada vez que jugaba con otros niños y niñas no podía empujarles, ni darles fuerte, porque sus papás le decían que eso les haría mucho daño y que los padres de sus amiguitos también sufrirían y estarían tristes. Pensó en eso y comentó.



-Y la señora guapa que ha venido a cenar. ¿También tiene un niño que brilla?

-Seguro que, cuando sea mayor, podrá hacerlo.- Convino Kiros.-

-Podría venir a jugar conmigo.- Propuso Gloria.-

-¿Quién sabe? A lo mejor algún día.- Concedió el saiyajin, quién, retornando a su estado normal le dijo a la niña.- Ahora a dormir.



            La cría asintió, se le empezaban a cerrar los ojitos. Su padre le dio un beso de buenas noches en la frente y la dejó soñando con amigos con los que poder jugar sin temor.



-Paciencia cariño, un día serás una gran guerrera saiyajin.- Pensaba él, henchido de orgullo para después centrarse en su esposa.-  Espero que Maggie haya pasado una velada agradable con su antigua novia. La verdad, es que es una mujer realmente notable. Digna heredera de la realeza de nuestro pueblo. Le deseo lo mejor.



            Y fue a reunirse con su esposa y su invitada. Aunque ya no vio a Kerria.



-¿Dónde está?- Quiso saber preguntándole a su esposa.-

-Tuvo que irse ya, se le hacía tarde. Me pidió que la despidiera de ti y de Gloria.- Suspiró Maggie.-



            Kiros pareció darse cuenta de que algo no iba bien, y así lo preguntó.



-¿Ha pasado algo?

-Nada, solamente que, a pesar de que Kerria haya venido a Nature y haya estado sentada a mi lado, estamos a un universo entero de distancia.- Sentenció Maggie.-



            Kiros no dijo nada, supuso que sería algo entre su esposa y su ex novia. El rostro de Maggie estaba tenso y sus palabras marcadas por la tristeza. Decidió que lo mejor sería dejar así las cosas. Y además se iba haciendo ya tarde.



-Bueno, tendremos que ir pensando en dormir nosotras también. O en otras cosas, si lo prefieres.- Le sugirió a su mujer.-

-Gracias, pero estoy cansada. Ha sido un día muy ajetreado.- Declinó ella.-



            Llevaban ya un tiempo sin muchas relaciones íntimas. Entre la cada vez más religiosidad de Maggie y las ocupaciones de ambos, que incluían criar a su pequeña. La enfermera quizás pensó que su marido pudiera reprocharle aquello y musitó.



-Quizás te haya desilusionado. Solamente he sido capaz de darte una hija. No sé lo usos de tu pueblo en eso. Supongo que querréis también tener varones y más descendencia.



            Kiros la observó con gesto de sorpresa. Tras el parto que tuvo su esposa y su milagrosa resurrección, teóricamente estaba en perfectas condiciones después de comer esa alubia que él le dio. Empero, era cierto que Maggie no había vuelto a concebir. Y viendo el gesto cariacontecido de ella, enseguida respondió con afecto.



-Tengo la familia más maravillosa que nadie, ni saiyajin, ni humano, pudiera desear. Y tal como tú dices, si es voluntad de Dios, otros hijos vendrán.

-Gracias, mi amor. Yo sí que he sido bendecida por Él con vosotros.- Sonrió ella dándole un beso en los labios.-

-Vayamos a descansar.- Le propuso entonces Kiros.-



Y ambos se dispusieron a ello. Por su parte, tras ese encuentro con Kerria, una angustiada Daphne había llegado horas antes a su domicilio con pocas ganas de conversación. Saludó lacónicamente a su familia y se metió en su habitación. Ahora suspiraba ante otra ironía. La ilusión de sus padres por su boda. Incluso le habían prometido ayudarla para que ella y Martin pudieran comprarse una casa. Entre tanto, les propusieron vivir en el apartamento que ellos poseían en la ciudad, en ese mismo piso en el que ella y Sabra habían mantenido aquellos ardientes y apasionados encuentros. Y cada vez que pensaba en eso lo encontraba más insoportable. Sencillamente no podría estar en la misma cama en la que…



-¡Oh Dios! ¿Cómo he podido llegar a esto?- Se recriminaba con pesar.-



            Y es que, antes de que Kerria le hablase, lo tenía aparentemente muy claro. Había sepultado cualquier sentimiento que no fuera el de hacer feliz a todo el mundo. Sin embargo, eso no la incluía a ella. Y fueron precisamente esas palabras de su admirada artista las que removieron algo en su interior. “ Hazte a ti misma esta pregunta. Cuando escuchaste mi canción, ¿en quién de los dos pensabas que debería estar a tu lado? Piénsalo bien. Buena suerte”…



-¡Esto no está bien! No puedo seguir mintiendo…no sé qué debo hacer. O quizás… sí lo sé, eso haré.- Se dijo tratando de reunir todo su valor.-



            Sus pensamientos fueron interrumpidos de golpe por una inesperada llamada en la puerta. Aun sobresaltada fue a abrir. Era su hermana pequeña.



-¡Ja, ja! ¿Te he asustado?- Rio Stephanie.-

-Un poco.- Sonrió trémulamente Daphne.-



            La muchacha entonces le comentó al mejor estilo adolescente.



-¡Qué lata! ¿Te has enterado de las noticias? Al parecer, el actor Ben Crew va a ir a rodar a la Tierra. ¡Nos vamos a quedar sin él!- Suspiró desencantada.-

-Bueno, ¡ya habrá más chicos guapos! - Rio su hermana, divertida ahora por la reacción de esa jovencita.-

-¿Y a qué no sabes quién va a ir con él de coprotagonista?- Le preguntó Steph con retintín.-

-No, ni idea.- Admitió su hermana mayor.-

-Sonia Calderón. ¡Qué suerte tiene!- Suspiró la chica, añadiendo.- Ya se dice desde hace tiempo en alguna holo revista que esos dos son más que compañeros de reparto. Algunos comentan incluso que la han elegido porque son novios secretos y que ella no quiere que ninguna otra actriz guapa se aproxime a su chico. Y la entiendo. Yo haría lo mismo. ¡Sonia es una chica estupenda! Todavía me acuerdo cuando fue tan amable conmigo…

-El amor es complicado, sí.- Convino una ausente Daphne, decayendo en su tono.-



            Su hermana la observó ahora con extrañeza.



-¿Te pasa algo, Dap? -Le preguntó algo preocupada.-

-No, que va.- Repuso ésta forzando una sonrisa.-

-Pero, todo va bien con Martin, ¿verdad?- Inquirió la muchacha con tono suspicaz.-

-¡Claro que todo va bien!- Exclamó la interpelada, quizás exagerando un poco, para añadir tratando de sonar convincente.- Nunca he estado más segura de algo que respecto de lo que siento por él.



            Stephanie sonrió asintiendo con aprobación. Incluso se permitió afirmar.



-¡Qué suerte tienes! Es el tío más guapo de Nature, si exceptuamos a Ben, claro. Y ahora que él se irá… ¡Pues le darían el título de Míster Nature a Martin, si es que hubiera uno de esos concursos aquí!



            A su pesar Daphne se tuvo que reír, al menos eso le aliviaba un poco su cargo de conciencia. Su hermana, feliz de verla así, incluso comentó con tono pícaro y lleno de complicidad.



-Vosotros vais a ser una pareja más guay todavía que la de Ben y Sonia. Cuando te cases con Martin será estupendo, y luego…espero poder ser tía pronto.



            Eso sí que la tomó completamente descolocada. ¡Vaya con su hermanita! Desde luego se estaba haciendo mayor a pasos agigantados.



-¡Eh!- Exclamó Daphne dándole con un cojín.- ¿Cómo dices esas cosas?

-¡Es lo natural!- Se rio Stephanie, quitándole aquel suave arma y devolviéndole el “cojinazo” en tanto añadía con tono burlón. – Vamos, hermanita sexy. ¿Cuántos sobrinitos me darás?



            A modo de réplica Daphne agarró otro de los cojines y se sucedió una pequeña batalla entre las dos. Al fin, despeinadas, exhaustas, pero entre divertidas risas, firmaron la tregua. Stephanie se abrazó entonces a ella para decir llena de ilusión y afecto.



-Te quiero mucho…



            Su hermana mayor la abrazó extinguiendo su sonrisa. ¿Qué podía hacer? Si Steph llegara a saber la verdad de cómo era ella en realidad. Estaba claro que si al fin tomaba esa decisión de ser sincera, así sería…



-Y yo a ti, siempre y pase lo que pase.- Musitó dominando a duras penas su impulso de llorar.-



            Por fortuna, la llamada a la puerta de su hermano Byron las sacó de allí, al ser reclamadas para cenar. Al separarse del abrazo, Stephanie se sorprendió pues no pudo por menos de ver lágrimas en el rostro de su hermana.



-¿Qué te ocurre? ¿te encuentras bien, Dap?- Quiso saber con preocupación.-

-Sí, no es nada.- Replicó ella, forzando una sonrisa para decir a modo de explicación.- Entre los pelos y la almohada me he llevado un golpe en el ojo.

-Lo siento.- Se disculpó Stephanie, quien con mejor humor le aconsejó.- ¡Anda, lávate la cara, o mamá me reñirá por hacerte llorar!



            Su hermana mayor se rio un poco, más tranquila Step salió de la habitación. Una vez cerró la puerta Daphne no pudo soportarlo más, abrazada a la almohada rompió a llorar.



-No puede ser, Kerria. ¡Lo siento pero no puedo! - Sollozó.- No buscaré mi felicidad a costa de la de mi familia.



            Y tras unos instantes, para evitar que sus padres o sus hermanos fueran a ver qué le ocurría, la joven se restañó las lágrimas y se fue al baño a lavarse la cara. Salió de allí como si nada hubiera pasado, sonriente y dispuesta a interpretar el papel que el destino le había dado en esa tragicomedia en la que se había convertido su vida.

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