Mei
Ling estaba a punto de terminar el turno. Junto a ella estaba Emma, la joven
científica no hablaba demasiado, eso, unido al habitual mutismo de la oriental,
hacía que las horas de trabajo transcurrieran silenciosas. Paradójicamente era
la propia Penélope quién, tras su reincorporación al servicio, estaba más
habladora. Solía compartir bastantes confidencias con Sharon. La rubia en un
principio se sintió mal por ella, tenía hasta cierto cargo de conciencia. Por
ello, queriendo ser honrada y consecuente, se sinceró con su jefa desde el
primer día. Todavía recordaba aquella conversación. Estaban concluyendo un
experimento y Sharon abordó a la doctora Winters.
-Por
favor, Penélope. Tendrás un momento después. Cuando acabemos…
-Sí,
claro.- Concedió ésta.- Pero si no te importa, ante iré a ver a mi hijo. Está
en la guardería.- Le explicó llena de orgullo.-
-Claro
que sí.- Sonrió Sharon.-
Y una vez que Penélope fue a ver a
su pequeño y pasó un rato con él, dado que su jornada era todavía reducida,
pudo charlar con su compañera en otro descanso. Al principio y de modo
dubitativo, Sharon preguntó.
-¿Qué
tal tu niño?
-James
está muy bien, dormidito cuando le fui a ver. No quise despertarle, le di un
beso y me quedé mirándole un rato.- Sonrió su jefa.-
-Me
alegro. Es un niño monísimo.- Afirmó su interlocutora.- Espero que seas muy
feliz con él y tu marido.
-Sí,
lo soy. Jonathan es un buen esposo. LO malo es que está muy ocupado, como yo. Y
quizás hasta le trasladen a la Tierra.
-¿Y
qué vas a hacer?- Quiso saber Sharon con verdadera curiosidad.-
-Tendría
que ir con él.- Suspiró la doctora Winters.- No creo que tuviera problemas en
trabajar en la sede de la Masters Corporation en Nueva York. Al menos, espero
que el doctor Tomoe tuviera un hueco para mí.
-Ojalá
que sigas aquí. Eres muy valiosa. - Deseó Sharon.-
-Gracias.-
Sonrió la aludida.-
Viendo ese gesto afable y esa bondad
de su jefa, Sharon tuvo un repentino cargo de conciencia. Con un gesto más apurado,
quiso confesar.
-
Verás, tengo que decirte algo, y no es fácil para mí. Por eso quería saber que
eras feliz…sé que tu ruptura con Tracer debió de ser algo duro.
-Sí,
lo fue.- Admitió su contertulia bajando la mirada y añadiendo, eso sí, de forma
rotunda.- Pero él lo provocó. Quizás si su actitud hubiera sido otra, si
hubiese luchado por mí de otra manera…
Sharon la miró con cierto pesar
aunque también alarmada. Penélope hablaba como si todavía sintiera algo por
Rick. Por suerte la doctora sonrió, moviendo la cabeza para sentenciar.
-Pero
eso está pasado. Ahora me alegro mucho de haber tomado esta decisión. Lo único
que lamento es que él no haya querido arreglar las cosas para que al menos
fuéramos amigos.- Remachó con renovada tristeza.-
La propia Sharon lo sabía bien. Rick
nunca había ido a verla a su trabajo, ni a esperarla a la salida. Aunque sí lo
hacía cuando salía con Penélope. Y la muchacha era consciente de que no se
debía a que él no quisiera hacerlo por ella, estaba claro que no deseaba
encontrarse con su antigua novia. Por una parte, pese a no tener culpa de esa
situación, se sentía como si estuviese traicionando a su compañera. Así que se
decidió. Carraspeó un poco, tragó saliva y se decidió a confesar.
-Yo…
Verás Penélope. Le vi cuando te estaba buscando, después de aquel incidente.-
Le contó Sharon.- Se sentía muy mal. El caso es que, después de eso, nos fuimos
conociendo y poco a poco….
La doctora la cortó entonces
elevando una mano y enseguida declaró con lo que parecía un tinte conciliador.
-No
tienes que darme ninguna explicación, Sharon. Los dos sois personas adultas y
él ya estaba libre de compromiso…solamente te pido que me hagas un favor. ¿Lo
harás?- Le dijo casi con expresión suplicante.-
-Dime.-
Contestó su interlocutora con cautela.-
-Cuida
bien de él. Sé que en el fondo es un buen hombre. Pero necesita a alguien a su
lado. Alguien que le pueda comprender y compartir con él algunos momentos. A
pesar de su apariencia jovial muchas veces sufre y no quiere dejarlo ver.
Sharon suspiró aliviada. Su jefa
acababa de darle su bendición. Posiblemente hasta lo hubiese supuesto. Era muy
aguda e inteligente, no únicamente en la investigación, sino en otras cosas.
-Lo
intentaré. Claro.- Le aseguró su interlocutora añadiendo voluntariosa.- Y
seguro que, cuando pase algún tiempo, podréis ser amigos.
Aunque el gesto de su contertulia se
entristeció ahora, mostrando incredulidad para dudar.
-No
lo sé. Quizás él crea que rompimos por lo que pasó aquella tarde. Sin embargo,
era algo que venía de antes. Cada vez estaba más distante y preocupado. Y no me
dejaba entrar en su vida para ayudarle. Por eso solo te advierto una cosa. Que
tengas cuidado. Podrías sufrir mucho con él, si no logras que se abra a ti.
-Gracias,
lo tendré, pero le quiero.- Sonrió Sharon.-
-Rick
es fácil de querer y también te sacará de quicio muchas veces.- Afirmó la doctora Winters alegando.- Ya te he
dicho que no es malo, en el fondo es como un crío. Y en ocasiones está igual de
perdido que un niño. Por eso, si alguna vez necesitas o quieres consejo…
-Sí,
te lo diré.- Aseveró la muchacha.-
Y desde entonces ella y Penélope se
hicieron bastante amigas. Ahora compartían un rato tras la jornada. La doctora
Winters iba a recoger a su hijo de la guardería y Sharon la acompañó tras
despedirse del resto que apenas si les devolvió lacónicos adioses…
-No
sé.- Dijo la rubia.- Noto a las demás algo extrañas.
-Sí,
eso mismo creo yo. Bueno, quizás en el caso de Mei Ling sea lo normal. Me da a
mí que está inquieta por algo. Además,
es su manera de ser. Al final sé que se puede contar con ella. Pero tanto Emma
como Shania, me preocupan bastante.- Admitió.-
-Espero
que las cosas se resuelvan. Emma y Shania nunca se han llevado bien.- Declaró
la rubia.- Y no acabo de entender la razón.
Pararon unos instantes antes de
entrar en el recinto de la guardería y en confianza, Penélope le contó.
-Esas
dos cada día me dan peores sensaciones. Es como si un volcán estuviera a punto
de estallar. Por suerte, dentro de poco ese no será mi problema.
-¿Qué
quieres decir?- Quiso saber su contertulia.-
-Verás,
¿recuerdas que hace meses te comenté que mi esposo podría ser trasladado a la
Tierra?- Repuso Penélope.-
-Sí,
me acuerdo. ¿Sabes algo nuevo?
-Pues
que al fin se ha confirmado. Le han llamado. Volverá allí en un par de meses.
-¿Y
tú al final qué harás? – Inquirió su compañera.-
-Bueno,
ya te dije que iba a preguntar a mi vez. Lo hice hará unas semanas y hace un
par de días me llegó una respuesta de Kaori, la esposa y asistente del doctor
Tomoe. Al parecer, su hija Keiko ha dejado la investigación y va a dedicarse a
la canción. Ha quedado una plaza libre en su grupo y me ha dicho que si la
quiero, es mía. He respondido que sí. Aun me quedan ese par de meses hasta que nos
vayamos. Entre tanto tengo que dejar esto listo. De cara a quien sea mi
sucesora.
-Supongo
que será Mei Ling.- Vaticinó Sharon.-
-No
lo sé. No seré yo quien lo decida.- Comentó la doctora Winters.- Aunque si
tuviera que recomendar a alguien no iba a ser a ella. Serías tú.- Sentenció.-
-¿Yo,
pero, por qué? Quiero decir. Ella lleva más tiempo aquí, y estuvo contigo en la
SSP-2.- Opuso Sharon que todavía no salía de su asombro.-
Su contertulia suspiró para
explicarle al cabo de unos instantes.
-Mei
Ling está más pendiente de otras cosas. Creo que trabaja porque tiene que
hacerlo pero no disfruta, ni se implica demasiado. No me interpretes mal, no
digo que no le guste lo que hace. Más bien, en mi opinión, algo en su vida
privada la tiene bastante absorbida. No es la persona idónea, al menos ahora,
como para hacerse cargo del grupo. Y no quiero decir que no sea capaz. Es una
científica brillante y muy competente. Lo hizo bastante bien durante mi baja.
Sin embargo, tengo la impresión de que lo último que querría ahora serían más
responsabilidades.
-¿Lo
has hablado con ella?
-No
todavía. Aunque no creo que me equivoque.- Aseguró Penélope.- Pero, de todos
modos, hablare con ella…
-Bueno,
pues te echaré mucho de menos.- Sonrió la rubia sin saber qué más decir.-
-Lo
mismo digo, eres una buena chica, Sharon. Ten cuidado.- Le aconsejó la doctora
Winters alegando con cierto temor.- Puesto que aquí las cosas cada día están
más enrarecidas…
Así lo pensaba Sharon también, se
despidieron y la todavía jefa de las Fairy Five de Nature fue a recoger a su
hijo. Por otro lado, Mei Ling, en efecto, estaba preocupada. Había recibido una
llamada con mensaje de voz de Sonia. La modelo le pedía verla para contarle
algo muy importante.
-Espero
que lo sea. Lleva un día entero sin dar señales.- Se decía la oriental con algo
de enojo.-
Y es que no llevaba demasiado bien
eso de que su pareja fuera una modelo tan atractiva y cotizada. Otras veces se
enfadaba consigo misma por ser tan celosa. Y el resto del tiempo pensaba en si alguna
chica guapa, o pudiera ser que un chico, lograría atraer la atención de Sonia.
Aquello era un inconveniente, al ser bisexual, tenía una doble amenaza. Aunque
otras veces recordaba lo sucedido con Maggie. Por tanto declararse totalmente
lesbiana al parecer no ofrecía muchas garantías a ese respecto. Y al final,
volvía a tener cargo de conciencia. Su novia de ahora no tenía porque ser como
lo fue su ex.
-No
puedo ser tan insegura.- Pensaba censurándose de inmediato.-
De modo que tecleó una respuesta.
Diciendo que terminaría su turno y que quedaban en su casa. Si es que Sonia
podía. La réplica enseguida le llegó.
-¿No
podrías venir tú? Estoy muy ocupada. Tengo que ir a ver a mi jefa, la señora
Deveraux. Quedamos a la salida de mi trabajo.
Mei Ling suspiró largamente al leer
aquello. No tenía demasiadas ganas pero, ¡qué remedio! Al menos podrían verse.
-Espero
que podamos estar a solas y tener algo de tiempo para nosotras.- Deseó la
oriental.-
Ya estaba recogiendo para irse, Emma
pasó a su lado musitando un simple…
-¡Disculpa!
Lo cierto es que esa chica no le
caía bien. Siempre la estaba mirando de una manera entre acusatoria y
despectiva. Aunque no decía nada que corroborase aquello. Quizás es que la
propia Mei Ling estaba pasando por uno de esos momentos en los que uno cree que
otros murmuran mal a sus espaldas.
-¡Y
menos mal que Shania libraba hoy! - Pensó la oriental.- Porque entre ellas es
aún peor…
Su compañera en efecto recorría las
calles de la ciudad con un conjunto de falda larga y vaporosa hasta los
tobillos y una camisa oscura. Llevaba un bolso y gafas de sol. Miró algunos
escaparates sin demasiado interés y prosiguió su paseo. Al poco dobló por una
esquina que daba acceso a una calle poco concurrida. Allí se detuvo. Tras
asegurarse de no ver a nadie sacó un teléfono y llamó.
-Aquí
estoy. Sí, todo bien. Entonces ¿Ya es el momento?... Magnífico, ya estaba harta
de soportar lo mismo día tras día. Muy bien. Esperaré aquí al contacto…
Al fin estaba fuera del trabajo. Mei
Ling tomó el deslizador. No tardó en llegar al centro Deveraux. Fiel a su
palabra, Sonia la aguardaba en la puerta. Cuando la científica descendió, la
modelo sonrió de forma fugaz.
-Me
alegro de verte.
-Sí.
Yo también.- Convino su pareja.-
Se dieron un beso aunque en la
mejilla. El pudor todavía dominaba a Mei Ling tras muchos años de educación
tradicional, y Sonia no deseaba tampoco airear su relación. Su novia era una
persona anónima para el gran público. Y así quería que siguiera siendo. Sobre
todo ahora cuando tenía tanto en juego. De modo que, tras ese discreto saludo,
ambas caminaron directas hacia una cafetería cercana.
-Dime.
¿Qué era tan importante?- Quiso saber la oriental.-
-Primero
sentémonos y pidamos algo.- Sugirió la española.-
Así lo hicieron, dos tés verdes.
Tras ser servidas, Sonia apoyó los codos sobre la mesa y, poniendo su barbilla
sobre sus manos entrelazadas, suspiró…
-No
sé bien como empezar. Es algo complicado.
-Bien,
empieza por el principio.- Aconsejó su interlocutora al mejor estilo de un
maestro oriental de zen.-
La modelo asintió despacio y
sabiendo que no tenía sentido dar rodeos, desveló.
-Me
han ofrecido una oportunidad muy buena para ir a la Tierra. En principio,
además de para ser modelo de pasarela, para actuar en una película.
-Ya.-
Musitó Mei Ling quien se temía algo similar.-
-Sí,
pero es que eso no es todo.- Añadió su pareja con tinte apurado.- Mira, he
hablado con la Señora Deveraux. Ella me ha dado su permiso para compaginar
ambas cosas. Aunque hay un problema, bueno quizás dos.
-¿Y
cuáles son?- Inquirió su contertulia clavando en ella una intensa mirada.-
-El
primero es que tendré que pasar bastante tiempo allí. Al menos un año…
-Eso
lo imaginaba. Una película no se rueda así como así.- Comentó Mei Ling alegando
con más ánimo.- Pero siempre tendrás descansos en los que puedas venir a Nature
o yo puedo pedir un permiso para ir a verte en la Tierra.
-Es
cierto.- Admitió su interlocutora que, no obstante agregó con más inquietud.-
El segundo problema. Bueno… está relacionado con Ben Crew.
-¿El
actor? ¿Qué tiene él que ver?- Quiso saber la ahora descolocada asiática.-
-Verás.-
Susurró Sonia.- Como parte de la promoción de esa película en la que actuaremos
interpretando a dos enamorados… pues… En fin, la promotora desearía que
pasáramos tiempo juntos.
-¡Qué!-
Exclamó Mei Ling levantándose de golpe.-
Eso atrajo algunas miradas y la
apurada Sonia enrojeció. Su pareja al fin se calmó lo bastante como para
sentarse de nuevo.
-Es
largo de contar. Y no es para nada lo que piensas. Será mejor si lo hablamos en
casa, a solas.- Le sugirió la modelo con visible envaramiento.-
Su acompañante no dijo una palabra,
se limitó a pedir al cuenta. Tras pagar se levantó pronunciando un lacónico.
-Vamos…
Entre tanto, en el Clargin, una más
contenta Gloria disfrutaba de su premio. Allí estaba comiendo a dos carrillos y
con la cara manchada de chocolate, sobre todo alrededor de los labios y en su
nariz. Su madre había cumplido su promesa y la cría se deleitaba con una gran
porción de tarta Sandy. Maggie la observaba comer alternando sonrisas
enternecidas con miradas inquietas hacia una gran ventana que daba a la calle.
Temiendo ver a esa zorra en cualquier momento. Su cara debía de reflejar esa
angustia dado que hasta Clarisa se había acercado a ella preguntándole con
extrañeza y algo de preocupación.
-Maggie,
¿va todo bien?
-Sí,
sí.- Sonrió ésta con poca convicción.-
La propietaria asintió sin parecer
creer eso demasiado, aunque si esa mujer lo decía, no era asunto suyo el
inmiscuirse en sus cosas. Enseguida cambió de tema mirando a la cría para decir
con jovialidad.
-Al
parecer Gloria tiene hambre.
-Sí.
Come mucho, en eso ha salido a su padre.- Afirmó con orgullo Maggie.-¿Qué tal
tu hijo?- Se interesó a su vez.-
-Franklin
está muy bien.- Aseguró Clarisa.- Sigue creciendo de maravilla y cada día nos
sorprende con algo nuevo. Es realmente inteligente. Incluso Scott se pregunta
cómo es capaz de hacer algunas cosas a su edad.
Le contó brevemente a su
interlocutora algunas de esas cosas y Maggie asintió asombrada.
-¡Pues
sí que es un niño fuera de serie! Dentro de poco tendremos un gran genio en
Nature.
-Me
conformo con que siga estando bien.- Suspiró Clarisa ahora con un semblante
entristecido.-
Maggie enseguida comprendió. No
tardó mucho en preguntar.
-¿No
hay todavía noticias de Dean?
-No.-
Repuso su contertulia.- No sé dónde se habrá podido meter ese chico. Su madre
desde luego está hecha polvo la pobre. Teme que le haya podido suceder
cualquier cosa. Al principio yo trataba de animarla diciéndole que no tardaría
en volver. Ahora ya, también tengo miedo. Pero no puedo decirle eso.
-Claro.-
Convino su interlocutora haciéndose cargo.- Le deseo lo mejor a Gin. Es muy
buena mujer, no merece ser desgraciada. Rezaré por ella y por Dean.
-Así
es, ya ha pasado por mucho.- Convino Clarisa.-
La dueña tuvo que alejarse porque la
reclamaban de otra mesa. Maggie centró la atención en su hija. Y sonriendo
trató de limpiarla.
-Te
he dicho muchas veces que hay que comer como una señorita.- Declaró con una
mezcla de condescendencia y amorosa paciencia.-
Tomando un par de servilletas de
papel limpió en lo posible la boca y nariz de la cría. Ésta que no parecía muy
interesada en las lecciones de urbanidad, aunque sí que sentenció.
-La
tarta Sandy está muy buena, mamá. ¿No quieres una?
-No,
cariño. Gracias.- Sonrió débilmente su progenitora.-
Y es que Maggie había perdido todo
apetito desde que viera a esa odiosa mujer. ¿Qué andaría buscando en Nature? Lo
único que anhelaba era que aquel encuentro hubiera sido una siniestra
casualidad. Por desgracia, conociendo un poco a Marla lo dudaba. El tintineo de
la campanilla de la puerta la sacó de sus meditaciones y de paso le dio un buen
susto. Fue pensar en esa individua y entraba… por fortuna no era ella, sino una
pareja que venía a tomar algo.
-¡Oh,
Dios mío!.- Suspiró aliviada.- Tengo que controlarme…
Por fortuna eran Daphne y Martin,
que no debieron de verla al principio pues entraron con rapidez y sin
saludarla. De hecho, parecían sumidos en sus propias reflexiones. Eso se
justificaba dado que ambos venían tras tener su particular catarsis. Y es que
después de esa extraña confesión, Daphne no tardó en llamar a su prometido.
Queriendo verle enseguida aduciendo que era importante le citó en el parque.
Martin por supuesto dijo que acudiría. Tras un rato ambos se vieron allí. Cerca
del Clargin.
-Bueno,
dime. ¿Qué era tan importante?- Quiso saber el chico.- Creía que ibas a
confesarte hoy.-
-Lo
hice.- Replicó ella con voz queda.- El padre Harper me absolvió. Aunque no me
hacía falta para saber lo que de verdad siento.
-¿Lo
que de verdad sientes?- Repitió él con estupor.- ¿A qué te refieres?
Verás…Martin.-
Musitó con tono apagado y ojos haciendo aguas para anunciarle llena de pesar.-
No puedo casarme contigo.
Aquello le parecía una especie de
déjà -vi terrible que amenazaba con hacer repetir la historia. Más cuando su
novio la observó con gesto estupefacto y ella se dio cuenta, mirando la hora, y
es que tan solo faltaban cinco minutos para las siete de la tarde.
-¿Qué?-
Se sorprendió el joven, tratando de sonar conciliador para añadir.- Quizás sea
muy precipitado. Podemos aplazarlo…
-Eso
no cambiará nada...- Pudo responder la atribulada chica dándose cuenta de que
sus sentimientos hablaban por ella.- Pero yo…
Con la atónita mirada de su pareja
puesta en ella, la joven hizo un enorme esfuerzo por controlarse.
-¿Qué
ocurre?- Quiso saber él con creciente ansiedad.-
-Solo…
¡solamente espero que me quieras tanto como yo a ti! - Suspiró Daphne entre sollozos.-
Martin pareció quedar más aliviado.
La abrazó de inmediato para asegurar categóricamente.
-Pues
claro que te quiero. ¡Te amo más que a nadie! No podría vivir sin ti. ¿Eso es
lo que te asusta? ¿Qué quieres que haga para probártelo?- Le pidió, asegurando
con rotundidad.- Haré lo que sea.
Por un instante Daphne vaciló. ¿Y si
le confesaba la verdad pidiéndole en nombre de ese amor que la tenía que lo
comprendiera?. Pese a todo su corazón sufría y su mente era un caleidoscópico
de confusión. No obstante, cuando tuvo otro destello en su cabeza de Martin,
tirado en aquel charco de sangre y sin vida, el pánico la invadió y únicamente
pudo decir con voz entrecortada.
-Nunca
me dejes…¡por favor!, no te alejes…
-Claro
que no.- Sonrió el chico mirándola amorosamente a los ojos en tanto apoyaba con
suavidad su frente en la de ella, agregando con tinte entre preocupado y
afable.- No sé que te ocurre, pero será mejor que te tranquilices. Demos un
paseo, vamos al Clargin..
Daphne asintió todavía temblorosa,
con una mezcla de alivio y horror vio pasar el deslizador, consultando su
reloj, vio que eran exactamente las siete. Eso la hizo lanzar una exclamación.
-¿Te
encuentras bien?- Quiso saber Martin con evidente sorpresa e inquietud.-
La joven rompió a llorar entre
deshecha y aliviada. Era una extraña mezcla de sensaciones. Se sentía desolada
por permanecer en aquella especie de cárcel en la que ella misma se había
encerrado y al tiempo contenta de ver que ese muchacho estaba a su lado, a
salvo.
-Dar
la vida por los amigos.- Musitó.-
-Me
estás asustando.- Dijo el chico tratando de abrazarla con el máximo cuidado.-
¿Qué te ocurre?...¿De veras va todo bien?
-Sí,
estoy bien, de verdad.- Le aseguró ella.- Y estaré mejor…lo estaré.- Sentenció
más dirigiéndose a sí misma que a su interlocutor.- Lo siento, debo de
parecerte una desequilibrada. Por mis miedos, y mis dudas...
-Nada
de eso. Todo lo contrario, me haces muy feliz con tu amor, y no te defraudaré.
Yo también quiero que seas muy dichosa. Te prometo que haré lo posible para que
así sea.- Sonrió al fin el muchacho.-
Los dos caminaron de la mano por el
parque. Daphne Incluso pasó un brazo por el que su novio le ofreció. Así
tomados resultaban una estampa realmente romántica. Al menos eso pensaba él.
Martin recordó como antes de recibir la llamada de su prometida el teléfono
había sonado. Contestó pensando en que sería precisamente ella, cuando,
sorprendido, escuchó una voz familiar que al principio no pudo ubicar
advirtiéndole con tono entre divertido y reprobatorio.
-Ten
cuidado, estás a punto de perderla.
-¿Qué?-
Preguntó el chico.- ¿A qué se refiere, quién es?
-Quien
te ha ayudado.- Le recordó esa voz, que pertenecía a un hombre añadiendo.- Y
toda mi ayuda será inútil si Daphne al final sigue sus instintos. El juicio
comienza mañana. Y esa abogada que defiende a tu agresora es muy buena. Tendrás
que ser muy cuidadoso.
-¿Abogada?
¿Quién es?- Quiso saber el joven.
-Es
Kerria Malden, la conozco.- Repuso su interlocutor.-
-¿Kerria
Malden? Pero si estuvo tomando algo con nosotros y no me dijo...
Martin comenzó a atar cabos y su
gesto pasó a ser de temor en tanto su interlocutor le explicaba.
-Vino
a tantear a tu novia. Quiere que vuelva a su lado, ese lado depravado y sáfico
del que con tanto esfuerzo la pudimos arrancar. Esa mujer es realmente
peligrosa, no solo por su belleza, sino por que es muy buena abogada.
-¿Y
no podrías ocuparte de ella? Me refiero a hacer algo parecido a lo que hiciste
por mí con Daphne y con esa tía.- Le pidió Martin.-
Y es que el chico había hablado
también con su propio abogado, ese tal Enmanuel Hastings que sería quien
ejercería como acusación contra la tal Sabra Leví. Eso fue haría un par de días
cuando el letrado iba a reunirse con la letrada de la parte contraria, sin
todavía conocer su identidad. Aunque le habían informado de que iba a ser una
mujer. Así se lo contó a Martin .
-No
será tan fácil como parece.- Le advirtió el abogado.- Mi colega defensora
insiste en que tiene una buena base para exculpar a su cliente. Y que
posiblemente haga subir al estrado a la señorita Kensington.
-No
puede hacer eso.- Se molestó Martin.-
-Puede
hacerlo si los argumentos que invoca le son admitidos por el juez.- Rebatió su
contertulio.-Personalmente creo que son tesis muy al filo del caso. No
obstante, podrían ser plausibles. De modo que, como tengo que reunirme con ella
para negociar antes del juicio, quiero pedirle a usted, y a sus padres, que me
autoricen a sopesar cualquier oferta que mi colega me haga. E igualmente que me
den su permiso por escrito para contra ofertar a mi vez.
Martin asintió, tras leer esas
posibles ofertas dio su consentimiento a la de su propio abogado. Después dejó
el asunto en sus manos… Así que ahora, saliendo de esos recuerdos, quiso
preguntar.
-¿Acaso
no podrías hacer que esa abogada tuviera otras cosas de las que encargarse?
-No
hay necesidad. Kerria tiene ya sus propios problemas. Yo no interferiré en eso.
Y tampoco podría aunque quisiera. Sin embargo, te aseguro que no le faltarán
distracciones.- Afirmó ese individuo con total seguridad, añadiendo.- Además,
tras esta nueva intervención ya no podré ayudarte en muchas ocasiones más.
-
No entiendo nada.- Replicó el desconcertado muchacho, queriendo saber.- ¿Qué
intervención?
-Solo
te diré que la confesión le ha hecho mucho bien al alma de tu novia.- Sentenció
ese tipo con evidente sorna, para sentenciar.- Y por el momento, ha fortalecido
su determinación de estar contigo. Al menos por ahora.
Y tras desvelar algo al atónito
Martin, el muchacho inquirió con total estupefacción.
-¿Cómo
sabes eso? La confesión es secreta…
-Tengo
buenos contactos, tú no te preocupes de eso.- Replicó más contundentemente
aquel individuo para remachar.- Sin embargo, ya no intervendré mucho más. A
partir de ahora la mayor parte de las cosas seguirán su curso. Sea éste el que
sea. ¿Podrás luchar tú solo para obtener su amor haciendo lo que sea necesario
o dejarás que se te escape?
-No
la perderé. Puedes apostar por ello.- Afirmó Martin con mayor convicción.-
-Bien,
eso es lo que quería oír. Por ello te daré una última ayuda por si la
precisaras. Escucha con atención puesto que podría ocurrir esto…
Y para estupefacción del muchacho
aquel tipo le contó cosas que, según él, sucederían. Al principio Martin se
negó a creer aquello.
-¿Cómo
sabes esas cosas? ¿Acaso eres capaz de leer el futuro?- Inquirió no sin cierta
sorna.-
-Digamos
que literalmente.- Repuso su interlocutor con pareja apariencia de ironía para
añadir.- Yo te he advertido. El tomar medidas para impedirlo solamente
dependería de ti. Aunque quizás suponga hacer cosas que no te gusten.
-No
me importa. Con tal de no perder a Daphne, si es que lo dices se cumple, haría
lo que fuera necesario para evitarlo.
-¿Aun
en contra del mismo destino?- Quiso saber su misterioso contertulio.-
-¡Contra
lo que fuera o luchando contra quien sea!- Espetó el joven con manifiesta
determinación, agregando incluso con tintes llenos de agresividad.- Ella es
mía, ¡mía! Esa lesbiana maldita no me la quitará.
Y tras unos tensos instantes de
silencio para Martin, que incluso respiraba agitado tras sentenciar aquello, su
interlocutor remachó para cortar después la comunicación.
-Así
me gusta, buena suerte…
El muchacho no obstante se quedó
preocupado. Luego el teléfono volvió a sonar, esta vez sí que era Daphne y le
pedía verle con urgencia. Tenía que hablar con él. Al principio se inquietó,
sobre todo habida cuenta de su anterior conversación. Luego pudo calmarse un
poco. Era la muchacha quien daba la impresión de estar asustada. Afortunadamente porque no quería estar sin él.
-Me
quiere, estoy seguro de que así es.- Pensaba Martin una y otra vez.- Y también
desea tener una vida normal y que su familia esté orgullosa. Y así será. Cuando
este maldito juicio termine…Sin embargo, tal y como me han aconsejado, no debo
dar nada por hecho hasta no estar totalmente seguro…Bien, mañana veremos.
Y es que al día siguiente, al fin se
celebraría esa vista. Por eso sería por lo que su novia estaba tan agitada y
nerviosa. Lo más posible es que tuviera que enfrentarse a aquella loca. En fin,
él estaría a su lado siempre.
-No
llores más.- Le pidió dulcemente él.- Verás como todo se arreglará. Seremos muy
felices. Haré que olvides cualquier temor. Si tú me quieres como yo a ti, nada
nos podrá separar.
Daphne se abrazó a él buscando esa
certeza. Lo que iba a hacer, ¡lo que tendría que hacer! Le supondría un muy
alto precio. ¡Ojalá que mereciera la pena! No solo para ella sino para todos a
quienes amaba.
-Estoy
dispuesta.- Pensó.-
Al fin llegaron a casa. Mei Ling
estaba impaciente. Nada más entrar la modelo le pidió que se sentara. La
asiática lo hizo con visible inquietud. Su novia estaba muy seria y finalmente
supo por qué.
-Tendré
que fingir una relación con Ben. Cuando vayamos a la Tierra, por motivos de
promoción.
-¿Qué?-
Exclamó una vez más Mei Ling.- ¿Fingir una relación?...¡Vaya! Menos mal que me
lo has advertido.- Añadió con patente sarcasmo y enfado.- Aunque siendo tan
buenos actores seguro que lo haréis muy bien. Lo que me preocupa es que él se
meta mucho en papel.
-Por
favor. Te aseguro que no hay nada entre nosotros y que nunca lo habrá.- Afirmó
la española.-
-Tú
no puedes hablar por él.- Negó la oriental remachando con malestar y enojo.- ¿Y
si te pide ensayar las escenas de cama en su casa? ¿También lo harías para
promocionar la película?
-¡Ya
basta Mei Ling! - Estalló su interlocutora.- Es absurdo. Jamás me pedirá tal
cosa.
-Es
un hombre y tú una mujer muy atractiva. ¿Estando contigo quién no lo haría? Y
tú no pareces muy preocupada por eso.- La recriminó.-
Aquella enfureció a Sonia. ¿Acaso su
novia la acusaba de querer serle infiel? Encima se permitía opinar la ligera de algo que no sabía. Replicó
perdiendo la calma.
-¡No
tienes ni puñetera idea de lo que hablas!
-¿Ah
no? Tengo algo de experiencia en esos temas.- Replicó la asimismo enojada
oriental.- Y sé lo bastante como para darme cuenta de que ese tipo es muy
solícito contigo.
-¡Ben
Crew es homosexual!- Desveló la modelo con vehemencia.- Yo no le intereso en
absoluto…
Tras aquello se produjo un tenso
silencio entre ambas. Sobre todo fue la oriental quien miró a su pareja con
asombro. Ahora tuvo a su vez que aguantar la reprimenda de la española.
-Eso
quería decirte. Es todo un montaje. Sorprendí a Ben y a ese amigo suyo quien,
según tú, te comía con la vista. Y fue muy embarazoso.- Añadió ahora tiñendo su
indignación de vergüenza.-
-Ya.-
Suspiró la oriental, insistiendo pese a todo.- ¿No te has parado a pensar que
podrían ser bisexuales? ¿Qué pasa si te piden unirte a ellos?
Sonia movió la cabeza con hastío,
aunque esa posibilidad no le había cruzado la mente. Pero tenía la clara
impresión de que ese no era el caso…
-No
temas. Ben no tiene el más mínimo interés por las mujeres en lo que al sexo se
refiere. Solo quiere salvar su carrera y proteger su intimidad. ¿Acaso no lo
puedes comprender?- Remachó dolida.- Es un buen hombre. No merecería que le
atacasen por eso. Ha hecho mucho bien en obras benéficas y es un modelo para
los críos. Pero cualquiera podría destruir toda su obra si esto saliera a la
luz…
Mei Ling no supo que decir a eso. La
verdad. Era algo que no hubiera esperado. Todavía le daba vueltas a la
embarazosa situación que su novia le había descrito. Pese a ello, pudo decir.
-Esa
no es la cuestión. Si es por tu carrera lo entiendo. Sin embargo, esa idea no
puede salir bien. ¿Cuánto tiempo tendrías que prestarte a esa mascarada?-
Inquirió con tono de reproche, agregando ya con un tinte más conciliador.- Sé
muy bien lo que es eso. Me pasé muchos años de mi vida fingiendo por mis
padres. Incluso eludiendo el compromiso de boda que fijaron para mí. Al final
tuve que ser sincera con ellos. Al principio lo pasé mal, pero después me quité
un peso de encima.
-Él
no puede hacer eso. Hay muchos intereses que dependen de la imagen que tiene.
Es poco menos que un ídolo para las adolescentes y el héroe a quien los niños
desean imitar.
-¿Y
qué habría de malo en un héroe gay?- Inquirió agudamente Mei Ling.-
Sonia suspiró cruzando sus brazos
sobre el pecho y moviendo la cabeza para responder más calmada pero igualmente
molesta.
-¿Y
eres tú quien me hace esa pregunta?. ¡Por favor! Lo sabes perfectamente. No
sería prudente por el mismo motivo que a todos nos cuesta tanto salir del armario.-
Le refirió la modelo.- Porque esta sociedad sigue llena de prejuicios y
lamentablemente, lejos de ganar terreno, lo estamos perdiendo. Hay algunas
personas valientes sí, que se niegan a callar y declaran la verdad. Aunque en
la mayor parte de los casos los afectados saben que tendrán que pagar un alto
precio y callan.
-¿Hablas
también por ti?- Se atrevió a preguntar su pareja.-
-Sí.-
Musitó la española que ahora rebajó su tono para admitir con voz queda.-
También por mí. Sé que es una postura cobarde. Que podría salir ante las
cámaras y presentarte como a mi novia. Pero, para empezar, tú deberías afrontar
a los paparazis y a la prensa del corazón, no te dejarían tranquila. Después,
aunque sé que la mayoría de mis compañeras y la señora Deveraux me apoyarían,
también soy consciente de los problemas que podría causar a terceros…
Mei Ling la miró de soslayo, no
pareció quedar muy conforme con esa justificación, de forma que replicó.
Acusando a su pareja de ello.
-Tienes
miedo. Una mujer tan segura de sí misma y tan decidida tiene miedo de mostrarse
simplemente tal cual es.- Suspiró entre resignada y dolida.-
-Sí,
tengo miedo.- Reconoció Sonia con pesar.- Y sin embargo te quiero y no deseo
renunciar a lo nuestro. Y si tan importante es para ti saldré al mundo y les
contaré que te amo, y que eres mi pareja.- Sentenció mirando a su interlocutora
con gesto suplicante.- Créeme, ¡por favor!
Fue la oriental quien negó una vez
más con la cabeza para responder.
-No
quiero que te veas forzada a hacer algo como eso. Ni es mi intención ponerte
entre la espada y la pared, Sonia. Si deseas aceptar esa oferta, no me opondré.
Pero tampoco puedo ir contigo…
Una vez más el silencio se hizo
entre las dos. La española estaba pensando su contestación. Sabía que era un momento
clave en la relación de ambas. Quizás de lo que replicase dependiera su futuro
como pareja…
-Te
quiero, Mei Ling.- Declaró finalmente.- Sin embargo, si lo digo públicamente
dejaré totalmente comprometido a Ben. Para mí sería un terrible cargo de conciencia.
Únicamente te pido, ¡te suplico!, que tengas un poco de paciencia. Y te aseguro
que mis sentimientos por ti no van a cambiar. Confía en mí, ¡por favor!
A su vez la asiática se tomó unos
dramáticos instantes para responder. Lo hizo con resignación y sinceridad.
-Claro
que tengo confianza en ti. Y sé que a veces soy muy celosa. Pero tengo mis
razones, comprende que, cuando salía con Maggie, ella no solo me engañó
pensando en otra mujer sino que al final se fue con otro hombre. De eso ha
pasado mucho tiempo. Lo superé, la perdoné de corazón y soy su amiga. Bueno, al
menos lo era cuando no tenía ese afán religioso.- Sonrió débilmente y
prosiguió.- Aunque tras aquello me volví mucho más precavida. No quiero que
nadie me rompa el corazón otra vez.
-¡Te
juro que no lo haré! - Se apresuró a replicar Sonia, tomando las manos de su
novia entre las suyas.- ¡Te lo juro!
Mei Ling sonrió y las dos se dieron
un largo y romántico beso para concluir esa discusión.
-Espero
que todo te vaya muy bien.- Le deseó la asiática a su pareja.-
-Por
muy lejos que esté, seguiremos estando juntas.- Le prometió la española.-
Justo entonces, sonó su móvil. Al
ver el nombre que parecía junto a la llamada se estremeció.
-Señora
Deveraux.- Pudo contestar realmente nerviosa.-
Por su parte, Nelly no pasó una
buena noche en aquel refugio. A pesar de que la cama no era incómoda apenas
pudo dormir. Pensaba mucho en los últimos momentos de su madre. Al menos de la
persona a la que ella siempre había querido como a tal. Tampoco olvidaba las
crueles palabras del que pensó que era su padre. Y, por supuesto, sentía haber
dejado abandonado a su hermano Orix.
-Mi
vida ha sido toda una mentira.- Se decía consternada.- Ahora no sé quién soy,
ni lo que soy…ni tampoco sé que puedo hacer…
Sin embargo tenía que vivir, quizás
empezar de cero. Por eso se decidió. Comenzaría por crear un hogar en esa
habitación que le habían asignado. Por lo pronto se levantó para desayunar.
Tras aguardar y poder lavarse en el baño común que tenían fue a la sala que
hacía las veces de cocina. Nelly sabía desenvolverse bien en esa estancia.
Desde que su madre enfermase se ocupó en muchas ocasiones de hacer la comida,
para ella y para Orix sobre todo. Su padre se pasaba la mayor parte del tiempo
fuera de casa.
-Apenas
sí veía a mamá.- Pensaba con amargura.- La dejó de lado por culpa de su
trabajo…
La voz de Pierce la sacó de esas
tristes reflexiones.
-Buenos
días, Nelly.- Sonrió el chico.-
Ella le devolvió la sonrisa. Era un
chico agradable y guapo también. A estas alturas había olvidado su atracción
por Stephano. Aquel chico rubio que le gustaba en el colegio le parecía ahora
tan irreal como uno de esos actores o modelos que aparecían en las películas.
-¡Tendría
las mismas posibilidades de ligar con Ben Crew! - Pensaba, aunque ahora con
humor.- Desde luego está muy bueno. ¡Es todo un tiarron! A lo mejor si me hago
modelo como esa Calderón…
No era ajena a alguna holo revista
que pudo ver en sus andanzas callejeras. Esa película que se rodaría en la
Tierra con la pareja de moda en Nature. ¡Qué suerte tenía esa chica!
-Bien,
mi vida nada tiene que ver con eso…- Suspiró en tanto lo pensaba.-
-Te
veo muy callada.- Declaró Pierce.-
-No
suelo hablar mucho.- Repuso ella.-
-Esa
es una buena cualidad para los que tenemos que vivir a nuestro aire.- Convino
el muchacho.- Y tú te has adaptado muy bien. Parece que naciste para ser libre.
-No
sé para lo que nací.- Suspiró la joven volviendo a un tono y gesto entristecido
al sentenciar.- Ni siquiera sé si nací o me fabricaron.
-No
digas esas cosas. Eres una chica estupenda.- Afirmó Pierce aproximándose a
ella.-
Y sin que Nelly pudiera casi darse
cuenta él acercó sus labios a los de ella y la besó. Al principio la tomó por
sorpresa pero luego se dejó hacer. Necesitaba sentir cariño y además, aquel
chico le gustaba. Al que no le hizo ninguna gracia fue a Dean. El muchacho
llegaba justo a la cocina en ese momento. Estaba a la entrada y sus dos
compañeros no advirtieron su presencia. Sin embargo, él pudo ver los instantes
anteriores y el momento del beso. ¡Ese maldito Pierce! Molesto e incluso
avergonzado, salió de allí rápidamente antes de que le vieran. Al poco rato
Bonnie y Pancho entraron en la cocina. Junto a otros los dos muchachos se
dispusieron a desayunar.
-¿Dónde
está Dean?- Preguntó Nelly.-
-No
lo sé.- Repuso la recién llegada.- Quizás siga durmiendo.
-Bueno,
tendrá hambre cuando se despierte. Le guardaremos algo.- Comentó Pierce con la
aprobación de ambas chicas.-
-Que
se apure o me lo comeré todo.- Rio Pancho, mirando con deseo el plato de las
tostadas y el bote de mermelada.-
Los demás rieron con él. Ahora Nelly
se sentía mejor. Entre aquel beso que la hizo enrojecer y el ambiente de
camaradería que se respiraba, pensó que posiblemente hubiera encontrado su
sitio.
-Al
menos aquí me aceptan tal cual soy. Aunque ni yo misma sepa lo que soy.
Tras deambular por las calles de
Sagan City y llegar a su punto de encuentro, Shania no tuvo que aguardar mucho
rato. La voz de su contacto sonó tras de ella. Al girarse descubrió a esa mujer
morena, de su altura, que sonreía.
-Hola.
¿Qué tal por aquí?.- Saludó la voz de Marla.-
-Llegas
tarde.- La recriminó su compañera.-
-Lo
siento, es que me entretuve saludando a una vieja amiga.- Afirmó divertida.-
-Sabes
que nuestra misión es muy importante. La discreción tiene que ser máxima.- Le
respondió una Shania con cara de pocos amigos.-
-¡No
tengas tanto miedo! - Se rio Marla.- No pasará nada.
-Así
lo espero, por tu bien.- Llegó a amenazarla su interlocutora.-
Marla guardó un incómodo silencio.
Aunque ya estaba muy acostumbrada a recibir amenazas. La mayor parte, eso sí,
vacuas y poco creíbles. Sin embargo, sabía que esa mujer no bromeaba.
-Descuida.-
Afirmó sin dar la impresión de temer nada.- Por el dinero que me pagan soy la
primera interesada en que todo salga según lo previsto.
Shania asintió y se alejó sin más.
Marla la miró de arriba a abajo para pensar.
-No
está mal, pero desde luego es arriesgado… quizás por eso me gusta más todavía.
Y es que estaba muy habituada a
tener que vivir peligrosamente. Desde cría solo conoció a su progenitora y a su
tía, por llamarla de alguna manera. Aquel bastardo que preñó
a su madre la abandonó al poco de nacer ella. Típico de los hombres.
Pasar un buen rato y desentenderse después. Más tarde otro cabrón le vendió a
su madre una dosis adulterada que la mató. O ese le contaron al principio.
Aunque la echó poco de menos, su tía April la encontró y se hizo cargo de ella.
Sucedió cuando Marla era una niña. No lo recordaba demasiado bien. Pero luego
descubrió la verdad.
-Mi
madre era una loca con doble personalidad. No suena demasiado bien para
engrosar un currículo.
Y además, la encerraron por
asesinato. Mató a su chulo. Según ella, por proteger a su hija, cosa que fue
cierta. En cualquier caso, que su madre hubiese matado a un hombre, lejos de
preocupar a Marla, le producía una gran satisfacción.
-¡
Los machos son como reses! No se pierde nada con que les sacrifiquen. -
Pensaba.- Pero lo malo es que esa loca me dejó sola.
Tuvo que ir de una casa de acogida a
otra, hasta que una periodista la, digamos adoptó. Y es que con quince años se
hizo amante de aquella mujer. De ella
aprendió muchos trucos del oficio, pese a no cursar la carrera, tenía talento
para investigar y era mucho mejor periodista que cualquier estúpida salida de
la facultad.
-Sí,
esas zorra de Katherine O´Brian y su putita, Tania Spencer, no me llegan ni a
la suela de los zapatos. Por muy universitarias que sean. Solamente han subido
por cepillarse a los tíos que mandan. Al menos yo solamente me he acostado con
mujeres.- Se dijo con satisfacción.-
Desde luego que sabía cómo buscarse
la vida sola. Jamás se acostaría con un hombre, aunque ya de niña calentaba
bastante a esos cerdos con los que su mami se había relacionado. Aunque siempre
consiguió evitar pasar a mayores. Los tíos le daban asco. En eso fue en casi lo
único en lo que le daba la razón a su tía, quien siempre le dijo.
-Los
hombres son únicamente unos monos ansiosos por copular. Hasta los que fingen
mejor, queriendo pasar por atentos. – Pensaba con manifiesto desprecio del sexo
masculino.- En el fondo solo quieren meter esa cosita suya dentro de ti y
sacarla lo antes posible. No les importan las consecuencias. Y bueno, una
consecuencia fui yo.- Suspiraba evidentemente resentida por ello.-
Sin embargo, entre mujeres no era
así. Ella misma era muy apasionada y le encantaba tener el control, cualquier
perversión la excitaba. Y lo que descubrió con solo quince años fue aún mejor.
Cuando por vez primera tuvo la gran idea de usar una cámara escondida para
grabarse con una mujer mayor y casada. La muy zorra tendría los cuarenta,
pasaba por una madre y esposa ejemplar de familia bastante acomodada, pero le
iban los coños más que nada. Especialmente los jóvenes. A Marla le tocó la
lotería. Aun recordaba la cara de asombro y horror cuando, en su última cita,
obsequió a esa individua con lo que le dijo era una copia de la grabación.
Luego recibió un suculento cheque.
-No
usé lo que tenía grabado.- Pensaba divertida.-
Menos mal que esa estúpida pensó que tenía copia, tuve que darle la
única que poseía. Pero funcionó.
Y cuando se unió a la era digital
fue mejor todavía. Entonces si que pudo copiar los archivos y seguir con su particular
juego. Fue metiéndose en el mundo del cotilleo y la prensa rosa. Ligando con
alguna redactora mayor que la enchufó. Y a la vez, aquella técnica de acercarse
por tiendas de moda selectas e ir vigilando a algunas clientas para intimar
primero y sacarles la pasta después… Parecía oler el aroma de las que eran gays
y querían diversión. Incluyendo a la propia Maggie.
-Ironías
del destino.- Se dijo ahora con una mueca de decepción.- Creí haber encontrado
mi alma gemela. Para una vez que me enrollé con una tía sin pensar en el
dinero…
Y luego estaba esa maldita
Kerria. Fue ella quien rompió su
relación con Maggie, aunque eso fue un efecto colateral. Marla llevaba
investigándola años, como parte de la trama para hallar su verdaderos orígenes.
-Esa
mujer esconde muchos secretos. Más que yo.- Pensaba entre atónita e incluso
admirada.- Si no hubiera traicionado a su sexo confraternizando con los macho,
yo la adoraría. Y para colmo, hasta mi propia madre la tomó bajo su tutela. Por
ese tipo de cosas jamás la perdonaré.- Pensó ahora con inquina.-
Y es que, la madre de Marla, pudo
cumplir gran parte de su condena, tras un eximente por enfermedad mental y
pasar por lo que llamaban rehabilitación ( en opinión de la joven,
sencillamente un lavado de cerebro) su madre se convirtió en otra sierva más.
Hasta se sacó la carrera de derecho en prisión. Y¡ cómo no! Tuvo a la tal
Kerria trabajando para ella como becaria.
-Si
algún día hablo con la Malden le preguntaría si se tiró a mi mamaita. Bueno,
quizás no. No quiero saberlo.- Rectificó con desagrado.-
Aunque un mensaje en su teléfono la
sacó de esos agridulces pensamientos. No obstante, al leerlo se llevó una
agradable sorpresa.
-¡Vaya!
Será mi día de suerte…bésala, hazla tuya y recogerás el fruto…- Leyó viendo una
atractiva suma de créditos.-
Además la foto de una hermosa mujer,
más bien una chica joven…que la atrajo de inmediato. Algo en su percepción le
indicaba que esa muchacha compartía sus mismas inclinaciones.
-Nada
más fácil.- Se sonrió con lascivia.- Tengo mis encantos y, por si eso no
funcionase, algunas ayudas para persuadir a cualquiera.
Sin embargo, en ese mensaje se
indicaba una fecha y lugar determinados para ello.
-¡Qué
raro! -Se dijo Marla aunque enseguida cayó en la cuenta.- Supongo que será un
beso bastante esperado…y que alguien querrá grabar para la posteridad. Me
conozco el truco. Muy bien… -sonrió tecleando una réplica a ese anónimo
interlocutor.- Eso te costará el doble…y quiero un anticipo. La mitad ahora, el
resto cuando haga el trabajo.
Y al cabo de unos instantes , para
su deleite leyó …
-Hecho.
No me decepciones.
Le pedían su cuenta y la muchacha
indicó una que tenía protegida, y compuesta por
bitcoin. Al poco, tras solicitar la suma que deseaba, chequeó el estado
de sus finanzas y con gran regocijo comprobó que éstas habían aumentado en esa
medida. Aquel misterioso cliente le prometía además un plus si la escena era lo
bastante fogosa. En este caso le daba igual si era un hombre o no. A veces le
convenía aprovecharse de ellos.
-Los
machos valen para pocas cosas, pero servir de fuente de ingresos es una de
ellas.- Se sonrió ladinamente.-
Tras lo que no tardó en contestar.
-No
tendrás queja de mis servicios…
Y pensando en eso se daba cuenta de
que, al menos en esa parcela, siempre tuvo mucha suerte. Cuando deambulaba por
ahí, sin oficio ni beneficio, era muy diestra en poner carita de ángel para
despertar la compasión. Tenía un semblante de niña buena que primero
enternecía, y después despertaba la lujuria en esas mujeres triunfadoras de
mediana edad, con esas lésbicas pasiones inconfesables. De la mano de alguna de
ellas, hasta pudo matricularse en
periodismo. Volvió a pensar con “ agradecimiento” en su “madre adoptiva”
-Fui
inteligente, con una de mis benefactoras no tuve que recurrir al chantaje casi
hasta el final. Esa mujer, Linda, me pagó una buena educación. Aunque no la
concluyese. Fue una prueba tener que sentarme al lado de machitos que siempre
querían ligarme e ignorarles, cuando no rechazarles. Pero también tuve alguna
que otra compañera muy atractiva…y no pocas cayeron presa de mis dotes de
seducción.- Se sonrió recordándolo.-
Esa
época estuvo bien, flirteando con chicas, e incluso robándole las novias a un
par de idiotas que jamás lo vieron venir. Marla no necesitaba recurrir a cobrar entonces. Con Linda tuvo todo cuanto
podía desear. Quizás lo estropeó engañándola en su propia casa, al ser
descubierta en la cama como una de esas compañeras de estudios.
-Por
fortuna fue en el último curso. Y Linda
fue muy sensata. No le habría gustado que yo hiciera públicas algunas de las
actividades que ambas practicábamos. Siendo una periodista y presentadora tan
prestigiosa. Lo increíble fue que nadie sospechase jamás de lo nuestro.
Su protectora y amante desde luego
que lo era. Y la propia Marla nunca supo cómo le pudo falsificar el expediente
para hacerla pasar por una becada. Así pudo ejercer oficialmente como
periodista pese a no haber concluido sus exámenes. Era como si una mano
invisible la hubiese estado ayudando en momentos puntuales de su vida. Su protectora, mentora y amante fue una más
de esas ayudas. Al principio Marla se vio atraída genuinamente por ella. No estaba
mal y era muy dinámica, siempre
dispuesta a conseguir cualquier cosa que desease, logrando la exclusiva a
cualquier precio. Aunque tras su ruptura comenzó a perder ese entusiasmo que
tenía para dar y buscar noticias. En eso Marla también aprendió de ella. Cuanto
más escandalosa la primicia, tanto mejor. Aunque Linda no deseaba claro está,
ser ella misma la fuente de una de esas exclusivas.
-¡
Ja, ja! Medio mundo hubiese estado encantado de lincharla de ese modo. ¡Famosa
reportera, abusando de su hija adoptiva menor de edad! Pero se portó bien
conmigo. Al menos eso debo concedérselo. Por eso hice una excepción. Y al poco
apareció esa Kathy O´ Brian que la desplazó en las audiencias. ¡Pobre Linda! De
veras lo sentí cuando se suicidó. Acostumbrada a ser la número uno no pudo
encajar el inicio de su declive.
Ese sí fue el escándalo final. La
periodista fue hallada en su casa, muerta por sobredosis de barbitúricos.
-Al
menos eligió una manera muy elegante de irse de este mundo. A lo Marilyn. Y por
una vez no quise aprovecharme de eso. Hasta yo puedo tener respeto a la memoria
de alguien. Era una mujer que nunca se dejó controlar por un macho. Merecía ese
gesto por mi parte.- Pensó con satisfacción .-
A su vez, Daphne y Martin llegaron
al Clargin. Ella fue un momento al baño. Entre tanto el chico se entretenía
mirando en el bolso de la joven. Quiso leer sus mensajes para ver que podía
encontrar. Tras las revelaciones de su misterioso benefactor se aseguró de que
no hubiera peligro.
-Muy
bien.- Se dijo satisfecho una vez hubo terminado.- No hay mensajes de esa tía.
Y borró un par de cosas que había
hecho. Así pues, todo estaba listo. Justo a tiempo. Daphne retornó, ahora tenía
mejor cara tras habérsela lavado.
-¿Quieres
una porción de tarta?- le ofreció gentilmente él.-
-No
tengo mucho apetito. Gracias. - Rechazó la joven.-
-Pues
un té.- Le propuso Martin.- Te vendrá bien.
-Claro.-
Asintió su pareja.-
Entonces vieron a Maggie sentada
unas mesas más atrás con la pequeña Gloria. Al parecer la mujer estaba muy
atareada limpiando a su hija de tarta como para haberles visto. El chico no
desaprovechó la ocasión para comentar a su novia con tono esperanzado.
-¿Te
imaginas si algún día tuviéramos una niña así de preciosa? Yo sería enormemente
feliz.
-Sí,
sería bonito.- Convino ella con poco entusiasmo a su vez.-
-Bueno,
niña o niño. Me da igual. Siempre y cuando fuera de los dos, tuyo y mío.-
Sonrió él posando una mano sobre otra de Daphne.-
La joven apenas esbozó una leve
sonrisa de compromiso, retirando esa mano a los pocos segundos. Tuvo la excusa
de ver venir a Clarisa con las tazas de té.
-Aquí
tenéis.- Les dijo la camarera.-
Sin embargo, para sorpresa de ambos,
Clarisa se aproximó y cuchicheó con tono algo preocupado a modo confidencial.
-No
sé qué le ha pasado. Pero Maggie estaba pálida…parecía haber visto un fantasma…
La miraron los dos aunque ahora no
daba la impresión de verse fuera de lo habitual.
-Habrá
tenido un día duro.- Elucubró Martin.- A todos nos pasa. ¿Verdad, cariño? -
Inquirió a su pareja con tono de complicidad.-
-Sí.
Es verdad.- Convino ella con voz apagada.-
-¿Alguna
noticia de Dean?- Se interesó Martin.-
-Nada
todavía.- Suspiró Clarisa.-
-¿Y
Ginger?- quiso saber Daphne a su vez, volcando en eso su preocupación.-
-Mal.
Aunque tratamos de animarla en todo lo posible.- Suspiró la camarera alegando.-
No lo entiendo. Con todos los momentos tan duros que tuvimos que pasar en el
viaje, pero al menos entonces ella tenía el consuelo de su hijo. Ahora, cuando
tenemos paz y el negocio va bien, está hundida por haberlo perdido. La pobre
Gin parece estar destinada a no alcanzar nunca la felicidad. Es como si alguien
la hubiera tomado manía.
Esas palabras hicieron pensar a
Martin. Pero desde luego él no tenía nada que ver en eso. Apreciaba mucho a esa
mujer y le deseaba lo mejor. ¡Ojalá que ese misterioso individuo que le había
ayudado tanto con Daphne hiciese algo por ella!
-Bueno,
a fin de cuentas, eso no es asunto mío.- Meditó con frialdad.- Debo centrarme
únicamente en mi objetivo.
Y su objetivo estaba sentada a su
lado. Él sabía que no se podía permitir el menor error. De modo que afirmó.
-La
puedo comprender. Y seguro que tú también, ¿verdad, cariño?- Inquirió a Daphne
que, algo distraída, asintió en tanto él remachaba.- Nosotros cuidamos de niños
y niñas muy pequeños. Les tenemos mucho afecto y ellos a nosotros. Para mí son
lo mejor del mundo. No sé qué podría hacer si les perdiera. Sería terrible. No
poder estar a su lado porque me odiaran o quisieran apartarse de mí por cualquier
motivo. Por eso, deseo de corazón que Ginger vuelva a reunirse con Dean muy
pronto. Si hay algo que pueda hacer…buscarle de alguna forma. Apoyar a Gin. ¡Lo
que sea! Solo dímelo.
-Gracias
Martin, eres un cielo.- Sonrió Clarisa.- Siempre has sido un gran chico. Desde
luego Daphne, tienes suerte. De no ser porque también tengo un marido
maravilloso te envidiaría.
-Sí,
lo sé.- Sonrió trémulamente la aludida enrrojeciendo sus mejillas.-
Aunque ese rubor era por causas bien
distintas a lo que su contertulia pudiera imaginar. Aquellas palabras aun la
angustiaban más. Daphne se sentía muy culpable. Ella no sentía lo mismo que su
novio y si Clarisa o su familia y amigos supiesen la verdad… Incluso aunque no
la censurasen por ser gay, lo harían por ser egoísta y falsa. ¡Pero eso no iba
a suceder! Haría lo posible. Se esforzaría para ser la mujer perfecta.
Mostrarse feliz y dar gracias por la fortuna que tenía. Ser capaz de traer la
alegría a todos quienes la rodeaban aceptando esa situación.
-Es
verdad. Al pobre no se lo digo tanto como debería.- Declaró ampliando su
sonrisa y abrazándose al muchacho.-
Clarisa sonrió también. Martin en
cambio la miró agradablemente sorprendido. Su benefactor tenía toda la razón.
Había que escoger cuidadosamente las palabras a decir y pronunciarlas en el
momento justo. Y tal y como ese tipo le prometió, Daphne estaba con él y era
porque la propia chica así lo había decidido.
-Ahora
solo nos queda que ese maldito juicio termine…- Pensó deseando.- Y que esa
individua se aleje de mi novia cuanto más, mejor.
Entre
tanto, la aludida en las reflexiones de Martin estaba lista. Sabra deseaba que
aquello comenzase pronto para que terminase cuanto antes. Si la sentencia era
benévola podría retornar a su vida. Y,
sobre todo, ansiaba volver a ver a Daphne. Estaba segura de una cosa. En cuanto
la mirase a los ojos descubriría la verdad. O al menos la confirmaría, dado que
no tenía la más mínima duda acerca de los sentimientos de su pareja. Eso la
animaba. Tocaron a la puerta de su alojamiento, dado que le estaba permitido ya
permanecer en sus habitaciones de la base en lugar de en el calabozo. Eso debía
agradecérselo también a la mayor Hunter.
-¿Quién
es?- Preguntó.-
-Soy
Kerria.- Se anunció la abogada.-
Sabra abrió enseguida. Con una
sonrisa afable la invitó a pasar. Su defensora así lo hizo. Llevaba un maletín
y su tablet. Una vez acomodadas en sendas sillas, le expuso.
-Me
reuní con el abogado de la acusación. Vengo a informarte. Hemos discutido un
principio de acuerdo pero es necesario que lo conozcas y que lo autorices o no.
-Muy
bien. Te escucho. Por favor.- Le pidió una ansiosa piloto.-
Kerria no se demoró en comenzar. Le
contó que el día anterior quedó en el hall de su hotel con Emmanuel Hastings.
El tipo, de pelo encanecido y estatura media, con algo de sobrepeso y vestido
de traje y corbata color gris, llegó con unos minutos de retraso. Al verle
aparecer al fin, ella sonrió pensando.
-La
táctica de llegar un poco tarde para hacer que me ponga nerviosa. Si recurre a
esos trucos tan infantiles creo que tendremos una oportunidad muy razonable de
sacar un buen resultado.
Al detenerse ante ella, ese tipo la
saludó pretendiendo querer cerciorarse, aunque a la joven le constaba que sabía
perfectamente quien era ella. Al menos tras enviarle esa misma mañana la
confirmación.
-¿La
señorita Malden?
-Soy
señora Malden, pero básicamente sí.- Repuso la interpelada.-
-Emmanuel
Hastings.- Se presentó él de modo imperturbable, ofreciéndole una mano que ella
estrechó en tanto aquel hombre añadía. - He oído hablar de usted, pero no la
conocía en persona. Es un placer.
-Lo
mismo digo.- Aseveró su contertulia.- Bien, señor Hastings, vayamos al grano.
-Me
parece bien.- Convino él, alegando de inmediato.- Tenemos testigos, su cliente
es culpable. Nada más claro que eso. Oficial militar, entrenada para matar,
casi lo logra con un pobre muchacho que se dedica a enseñar a niños pequeños.
No le veo mucho futuro en el caso, abogada.
-Dicho
así, desde luego que no.- Se sonrió Kerria para a su vez alegar.- Habría mucho
que discutir sobre esas premisas, señor Hastings. Está claro que no tenemos la
misma visión del asunto. Mi clienta fue provocada y se contuvo muy y mucho. Su
cliente posiblemente sea un acosador. Y tenemos un testigo que podría arrojar
mucha luz sobre eso.
-Ya
lo veremos.- Repuso el impávido fiscal yendo al asunto que le interesaba.- Por
lo pronto le ofrezco esto. Su cliente se declara culpable, se disculpa, es
condenada a dos años de prisión revisables y se le dicta una orden de alejamiento
de mi representado de al menos quinientos kilómetros.
Al oír aquello Kerria se echó a
reír. Aunque enseguida se detuvo y con marcada ironía replicó.
-Le
agradezco que no haya considerado la pena de muerte, ni la cadena perpetua.
-Creo
que es un buen trato. Podría sacar más. Por ejemplo, que la expulsaran del
ejército por conducta deshonrosa o acusarla de tentativa de homicidio
involuntario.- Alegó Hastings.-
-¡Eso
es un disparate!- Rebatió su interlocutora ya con visible enojo.-
-Muy
bien. ¿Qué propone usted?- Quiso saber su contertulio.-
-Mi
cliente se declara culpable de la agresión. Con atenuantes.- Matizó Kerria,
tirando también por la posibilidad más halagüeña para sus intereses. - Acepta
mantener las distancias con ese chico, se disculpa y cumple treinta días de
trabajo social, de los que habría que descontarle su permanencia en los
calabozos de la base.
Turno de Hastings para reírse a su
vez. Moviendo la cabeza aquel tipo sentenció.
-¡Una
de dos, o es muy ingenua o muy optimista! Pero sea como usted quiera. Vamos a
jugar un poco. ¿Qué le parece si rebajo a un año de prisión y alejamiento de
doscientos kilómetros de mi cliente?
-Un
año y sin que tenga que entrar en la cárcel por no tener antecedentes.- Pensó
Kerria.- Sigue siendo demasiado, sería reconocer un delito en lugar de que fue
un accidente.
Lo cierto es que esa oferta la hizo
dudar. Se trataba de una aproximación bastante generosa por parte del fiscal a
lo mejor que podrían esperar, dadas las circunstancias. No obstante, fiel a su
espíritu batallador, contra ofertó.
-Sesenta
días de trabajo social, mi representada se disculpa y aceptaría una orden de
alejamiento de al menos cien kilómetros.
-¿No
es usted fácil de convencer, verdad?- Se sonrió Emmanuel, alegando con un tono
de condescendencia que casi rayaba en el paternalismo.- ¿Es que no ve que lo
tiene perdido?
Kerria mantuvo unos instantes de
silencio y al fin respondió decidida.
-Mis
padres me enseñaron a no rendirme nunca y a crecerme cuanto más difícil está la
situación en mi contra. Lo llevo en la sangre, señor Hastings.
-En
ese caso. Porque me siento generoso y mi representado no busca arruinarle la
vida a su cliente, le haré la última e inamovible oferta. La toma o vamos a
juicio.- Sentenció aquel tipo pasando a informar a su interlocutora.- Seis
meses de arresto. Disculpas públicas admitiendo su error y su hostigamiento a
mi cliente y alejamiento a cien kilómetros de él.
-Tendrá
que darme tiempo para discutirlo con mi defendida.- Contestó finalmente Kerria
tras sopesar aquello, no sin antes advertir.- Aunque creo que no aceptará.
-Eso
allá ustedes.- Sonrió Hastings remachando antes de irse.- Les doy hasta la
víspera del comienzo del juicio para que respondan.
Dicho lo cual se levantó del sillón
en el que estaba y se alejó. Ahora Kerria miraba fijamente a Sabra tras
concluir y le preguntó.
-¿Y
bien?...¿Qué decides?
A su vez la israelí le sostuvo
aquella mirada aunque con expresión dubitativa, casi desesperada, a la busca de
algo que la ayudase a tomar esa decisión. Al fin, pudo responder con otra
cuestión.
-Lo
tenemos mal. ¿No es cierto?...las
evidencias están en mi contra después de todo.
-Todo
no.- Suspiró Kerria pese a lo cual tuvo que admitir.- Pero sí que es una
situación muy complicada. Me he movido por ese sitio al que ibais. He hablado
incluso con algunas personas que estaban allí. Ninguna recuerda haberte visto a
solas con Daphne…
-No
puede ser.- Musitó Sabra.- Siempre hay mucha gente en ese local. Y los
que…bueno, los de nuestra orientación no somos tantos aquí. Les tenemos que ser
familiares. Quizás deberían vernos juntas para reconocernos.- Conjeturó.-
-Entre
las luces, el ruido y que cada uno va a lo que va.- Comentó su abogada con
pleno conocimiento de causa.- La gente no suele fijarse en los que están
alrededor, sino en sus propias parejas o la persona que buscan. Aunque tampoco
nadie me dijo nada de haber visto a ese chico con tu novia. O eso, o
sencillamente nadie quiere verse involucrado. A pesar de ir allí como una más y
sacar el tema de modo informal, no me dieron demasiadas respuestas. Parece que
hay demasiada cautela, por no decir temor, por aquí.- Tuvo que reconocer
Kerria.-
Aunque sí que tuvo varias
proposiciones a cual más picante, tanto de hombres como de mujeres. Con
paciente gentileza las declinó todas. Era una mujer felizmente casada les
contestó. Dejó de rememorar aquello entonces al observar el gesto
angustiado de su clienta.
-Está
bien.- Asintió la israelí.- En ese caso…mi respuesta es no.- Sentenció de modo
tajante para justificarse.- Aceptar ese trato sería como renunciar a Daphne.
Estaría admitiendo ante ella y los demás que la versión de ese chico es cierta.
Prefiero afrontar las consecuencias.
-Es
tu decisión.- Suspiró su defensora.- Iremos a juicio pues. Haré todo cuanto
esté en mi mano, pero te prevengo. No será nada fácil.
-Nunca
lo ha sido para mí.- Sonrió la israelí remachando con más sentido del humor.-
No veo por qué iba a serlo ahora. Perdería el interés.
-Será
una batalla dura pues.- Sonrió más animosamente su abogada no sin remachar.-
Pero la libraremos juntas.
La israelí le ofreció la mano, y
Kerria la estrechó decididamente. Ambas estaban listas y preparadas. Lo mismo
que Esmeralda. La diseñadora ya tenía tomadas unas cuantas decisiones, entre
ellas las de quienes iban a ser las modelos que retornaran a la Tierra junto a ella. Se dirigió a la sede de Modas Deveraux con ánimo de hacérselo saber. Nada más llegar fue
directa al despacho de Brenda. También tenía que charlar con ella sobre esas otras
cosas relativas a la administración y el balance de las finanzas. Aunque lo
primero era el otro asunto.
-Buenos
días.- Saludó entrando decidida y sin anunciarse.-
Brenda se incorporó con rapidez de
su sillón en el que, reclinada, disfrutaba de una copa de brandy.
-Señora
Deveraux.- Saludó entre desconcertada y sorprendida, admitiendo.- No la
esperaba…
-Lo
sé, querida.- Sonrió su interlocutora con sibilina malevolencia.- Ya hablaremos
luego, pero antes quiero que hagas venir a las modelos con las que hablé. Esas
entre las que debo elegir.
-Sí,
claro. De inmediato.- Asintió la todavía atónita joven.-
-Esta
mujer va a ser realmente una bruja. Llega como por arte de magia.- Pensaba con
una mezcla de disgusto y temor.-
Y es que no le gustó nada ese tono
que había usado al dirigirse a ella para que llamase a esas chicas. ¿Y qué
quiso decir con eso de ya hablaremos luego?
-No
puede saber nada. No, no tiene nada contra mí. Es impoisble.- Se dijo con
ferviente intención de creerlo.-
Por supuesto que obedeció rauda el
mandato de su jefa. Fue en busca de esas bobas
y en pocos minutos las convocó a todas. Las chicas no habían viajado a
ninguna otra ciudad sabedoras que la decisión de Madame Deveraux les iba a ser
anunciada en esos días. Así que, una vez juntas, Esmeralda se permitió el lujo
de sonreír afablemente y tomar la palabra.
-Me
alegra veros a todas. A continuación os voy a comunicar cual es mi elección.
Las chicas contenían la respiración.
Y es que recordaban las palabras que Esmeralda les dijera en aquella
improvisada merienda días antes. Siendo fiel a su palabra, la diseñadora las
invitó a todas, junto con el resto del personal, para saber por ellas qué
pensaban de la forma en la que se dirigía la empresa. Por supuesto que, de cara
a Brenda y en público, las modelos y el resto del personal, manifestaron lo
bien que se sentían y lo atenta que era su responsable. Aunque fue distinto
cuando la propietaria se pasó por los corrillos que hacían sus empleados. Allí,
lejos de los oídos de su jefa directa, algunas muchachas se atrevieron a decir
más cosas. Esmeralda pensaba en eso ahora. Recordaba perfectamente las palabras
de esas chicas que ahora aguardaban. Por ejemplo las de Debra Azov. La
muchacha, de origen ruso, le contó lo dura que podía llegar a ser su encargada.
-En
fin, a veces se confunde ser duro con estricto. La exigencia en mi empresa es
fundamental.- Le respondió Esmeralda con gesto impávido, rematando.- Y Brenda
es una gran profesional. Sabe muy bien cuál es su función. Obtener lo mejor de
cada una de vosotras.
-Sí,
señora Deveraux.- Convino la joven, que sin embargo, insistió.- Pero en mi
opinión eso no pasa por hacer llorar a algunas pobres chicas gritándoles lo
inútiles que son a cada momento.
Aquello hizo que la jefa guardase un
incómodo silencio. Asintió en esta ocasión.
-Nadie
es perfecto, pero eso desde luego no es aceptable. Hay mejores formas de
corregir errores.- Dictaminó la dueña, queriendo saber.- Dime querida. ¿Te ha
gritado a ti?
-A
mí no.- Admitió Debra.- Pero sí a otras chicas, algunas eran amigas mías. Y
tenían mis mismos sueños. Muchas se fueron muy dolidas cuando Brenda las
humilló. Tenga cuidado.- Le susurró en confianza.- Ante usted se presenta muy
sumisa y muy cordial, pero está amargada. Este planeta se le queda pequeño.
Quiere salir de aquí, de un modo u otro.
-Gracias
por tu franqueza. Y dime. ¿Personalmente a qué aspiras tú?- Preguntó la
diseñadora.-
-Aspiro
a ser una buena modelo. A ganar dinero y a
ayudar a mi familia.- Le contó.- Verá, en mi país la gente de clase
media pasa a veces por situaciones complicadas. Tengo dos hermanos menores que
están estudiando todavía. Mi sueño es ayudar a mis padres a que les den una
buena educación, a ser posible en el extranjero. Y que en mi casa no pasen
estrecheces.
-¿Acaso
ahora no puedes hacerlo?- Inquirió su contertulia.-
-Gracias
a este trabajo sí que gano dinero y les envío lo que puedo.- Declaró la
muchacha, eso sí, admitiendo.- Pero si llego a ser conocida en la Tierra ganaré
más y aseguraré su bienestar.
-¿No
es el sueño de desfilar lo que te mueve?- Preguntó su jefa.-
-Podría
fingir diciendo que sí. Pero si le soy sincera, no. Esto es un medio para un
fin. – Reconoció la rusa.- Yo no pude
estudiar en la universidad, pero he disfrutado de la instrucción recibida aquí
y eso me ha resultado muy útil. Sé que este mundillo no dura para siempre y
quiero ganar dinero también para resolver mi futuro y el de los míos. La fama
en sí no me interesa demasiado. El bienestar de mi familia, sí. Y también hacer
bien mi trabajo.
-Eso
es loable querida. Muy loable. Te deseo lo mejor. Muchas gracias por tu
franqueza. - Repuso Esmeralda para aproximarse a otra muchacha.-
Habló entonces con Keisha, la
africana le contó que provenía de Nigeria.
-Verá
señora Deveraux, me gusta ser modelo. Aunque para mí es un paso más.
-¿Un
paso más? ¿Hacia donde?.- Inquirió su jefa con visible interés.-
-Le
sonará superficial en un principio, pero deseo llegar a ser famosa y valorada.-
Declaró la chica.-
-No
me parece superficial. Tienes derecho a aspirar a lo que quieras. Si haces un
buen trabajo seguro que lo lograrás. -Contestó la veterana diseñadora.-
Aunque Keisha movió la cabeza, quizás
percatándose de que no se había explicado bien. De modo que matizó.
-La
fama no sirve de nada sino se puede emplear en algo útil.- Sentenció explicando
a su jefa.- Quisiera llegar a algo en mi país. Ser elegida para un puesto de
gobierno, incluso llegar a presidenta. De ese modo podría luchar por mejorar la
vida de mis compatriotas. Y si no consigo eso, siendo una figura de notoriedad,
también tendría la ocasión de hacer algo por ellos.
-Un
objetivo muy encomiable.- Concedió Esmeralda.-
Aquello sonaba impresionante, la
diseñadora tuvo que admitir que esa chica parecía creer en aquello. Le deseó
buena suerte y preguntó.
-¿Y
qué te parece como se hacen las cosas por aquí?
-
No tengo queja hasta ahora. Nuestra supervisora es justa. Si trabajas bien tienes
pases. Si no te obliga a esforzarte más.
Tras darle las gracias, y
despedirse, pasó a charlar con la siguiente jovencita. Esa tal Renata. Una
muchacha milanesa.
-¿Qué
te gustaría hacer si vas a la Tierra?- Le preguntó.-
-Lo
primero de todo ver a mi familia.- Sonrió la italiana.- Hace más de un año que
no lo hago. Luego desfilar mucho, sobre todo por la pasarela de mi ciudad
natal. Deseo ser una de sus mejores modelos.
-¿No
la mejor?- Se sonrió Esmeralda.-
-Eso
es muy difícil.- Admitió su contertulia.- Hay que ser realista. Quiero ser la
mejor versión mía posible.
Su jefa asintió, aunque a la
veterana ex modelo aquella replica le parecía la típica contestación preparada
para un casting.
-Y
hasta ahora, ¿qué tal todo por aquí?- Le preguntó a la muchacha.-
-Muy
bien. ¡Lo cierto es que Brenda a veces nos exprime de desfile en desfile! -
Suspiró alegando de inmediato.- Pero ¿qué le vamos a hacer?. Es algo necesario
para poder estar bien preparada…mi objetivo es hacerlo cada día mejor. Y ¿quién
sabe?. Puede que entonces sí que llegue a ser la modelo más cotizada. Pero eso
no es lo que en verdad me gustaría
-¿Y
qué sería lo que más te gustaría entonces?- Inquirió su interlocutora.-
-¿Sabe?
Mi madre fue modelo también. Y actriz. No famosa pero sí respetada. Me
encantaría seguir sus pasos. Ser como ella. Y luego quizás dentro de unos diez
o quince años, fundar una familia.
Así, la diseñadora le deseó buena
suerte y fue a conversar con la cuarta de las muchachas. La tal Bai Chen. Era
china y bastante callada. Pese a ello por supuesto que habló con su jefa. Y ante
las preguntas de ésta respondió tras meditar un poco.
-Quiero
ser buena en mi trabajo, como quiero serlo en todo. La perfección se persigue a
través del esfuerzo. En eso no puedo estar más de acuerdo con usted.
-¿Y
qué metas tienes?- Inquirió Esmeralda.-
-Me
gusta esta profesión. Deseo labrarme un futuro y un nombre. Y en pocos años,
quizás retirarme y contraer matrimonio. Pero eso solo si lo deseo. Preferiría
estudiar y llegar a ser directiva de alguna de sus sucursales, por ejemplo, la
de Beijing
-Tienes
una altas miras.- Valoró Esmeralda.-
-Sí,
señora Deveraux.- Admitió la joven.- Y
soy consciente de la gran cantidad de trabajo y de aprendizaje que debo llevar
a cabo para alcanzarlas.
-Muy
bien. ¿Y te parece que aquí has tenido un buen aprendizaje?- Quiso saber la
propietaria.-
-Me
ha enseñado que tengo que ser siempre competente y centrarme en mis objetivos.
Sí.- Asintió la china añadiendo.- A parte de mi idioma natal y del inglés,
hablo también francés. Además, he estado estudiando dirección de empresas.
Siempre en mi tiempo libre y vacaciones.
-Pero
tienes un fondo de becas para eso.- Opuso su interlocutora.- Puede pedir días
libres cuando tengas exámenes e incluso para preparar algún trabajo de carrera
si te es preciso.
-Sí,
señora, aunque eso aquí sería contraproducente.- Observó la oriental.- Me
refiero a que perdería la ocasión de participar en desfiles y adquirir
experiencia.
-Claro.-
Asintió Esmeralda.-
Esa muchacha no dijo nada contra
Brenda aunque a la propietaria le sorprendió aquello. Se suponía que la
supervisora tendría que haberla informado de ese tipo de cosas. En ese momento dejó eso de lado. Ahora, tras
recapitular, miraba a las ansiosas jovencitas, lista para dar su veredictos. No
obstante, antes de eso, pensó en su conversación con Sonia. La modelo habló con
ella haría una hora tan solo. De hecho, escuchó el mensaje suyo anterior y ella
misma le devolvió la llamada. Esa chica parecía algo agitada.
-Dime
querida.- Dijo Esmeralda.- ¿Has tomado ya tu decisión?
-Sí,
señora Deveraux.- Repuso la joven.- Y tengo un problema. Verá, usted dijo que
me apoyaría… aunque no sé si querrá seguir haciéndolo…
Y la puso al tanto de esa situación
que había surgido. De la discusión con su pareja y sus dudas. Esmeralda la
escuchó atentamente y al fin respondió.
-No
soy quien para meterme en tu vida privada ni en tus prioridades, Sonia. Con tal
de que eso no afecte tu trabajo. Si eres capaz de cumplir con el nivel que se
te exigirá en la Tierra y con tu agenda de la Casa Deveraux, por mí no hay inconveniente
si luego ruedas una o cien películas. Únicamente te avisaré, y es un consejo
tan bienintencionado como el que podría darle a mi propia hija. Ten mucho
cuidado en dónde te metes. El mundo de la fama puede ser muy gratificante, pero
también efímero y traicionero.
-Gracias
señora. No lo olvidaré.- Respondió la española.-
-Por
lo que me cuentas, ese actor tiene que ser muy buena persona. Obras benéficas, ejemplo para los niños.
Admiro eso. En nuestra Casa Deveraux tenemos muchos programas a beneficio de la
infancia.- Comentó para acto seguido añadir con más prevención.- Si su productora y él mismo te quieren como
coprotagonista por tu talento me parece bien. Pero si es una mera campaña
publicitaria te pido que reflexiones.
-Lo
he hecho. Y quiero dar el máximo en las pasarelas y en los escenarios. Sé que
puedo hacerlo.- Sentenció la joven.-
-Muy
bien. Sea pues.- Convino Esmeralda.- Vendrás conmigo. Prepárate para salir
hacia la Tierra lo antes posible. O si lo prefieres, en atención a esa
productora y a su estrella, si quieres puedes ir con ellos. Siempre y cuando
estés en París antes de dos meses. ¿Queda claro?
-Sí,
señora Deveraux.- Afirmó la joven añadiendo con patente reconocimiento.-
Muchísimas gracias por confiar en mí.
-Mi
confianza no viene gratis, querida. Tendrás que demostrar que la mereces.- Le
advirtió antes de despedir la comunicación.-
Sonia resoplaba tras cortar la
llamada. Su novia llegó incluso a mirarla con inquietud. Parecía desde luego
que esas noticias eran de una gran trascendencia. Mei Ling no había querido
inmiscuirse en esa importantísima conversación, ni siquiera estando presente,
para no distraer a su pareja y se había retirado prudentemente a otra
habitación.
-Tiene
que decidir por sí misma y libremente.- Se dijo la oriental.-
Ahora, tras oír algunas
exclamaciones y después de unos instantes de silencio, había vuelvo a la
estancia en la que su pareja se encontraba. Y tras verla así, quiso saber.
-¿Qué
te ha dicho?
Y tras suspirar largamente para
aliviar la tensión que tenía, la española sentenció.
-Todo
está en marcha.
-¿En
marcha?- Inquirió Mei Ling, mirándola sin comprender durante unos instantes.-
-Sí,
cariño.- Musitó Sonia con voz queda pidiéndole con una suplicante mirada.- Por
favor, ten confianza en mí.
La oriental asintió, y las dos se
abrazaron. A su vez, después de colgar Esmeralda reflexionó. Sabía por
experiencia que, poner a una jovencita contra la espada y la pared no era
rentable. Y por otro lado debía admitir que le gustaba esa tal Sonia.
-Tiene
madera como modelo, parece íntegra y sus dudas son genuinas. No quiere dejar a
nadie en la estacada. Pero eso a veces es imposible querida niña. Nunca vas a
poder complacer a todo el mundo.- Pensaba.-
Sin embargo, simpatizaba con ella.
En su día aprendió lo complicado que llegaba a ser el combinar varias
ocupaciones importantes al mismo tiempo. Ella tuvo que hacerlo, nada menos que
como modelo, diseñadora, justiciera y madre.
-Y
nunca, nunca puedes dar el cien por cien en todo. Tristemente debes renunciar a
algo. Yo lo pagué muchas veces perdiéndome a mi hija en muchos momentos.
Dejando de verla crecer. Y eso es algo que, desgraciadamente no se puede
recuperar. No ignoro que Amatista
todavía lleva eso dentro. En tu caso, querida, únicamente el tiempo dirá en qué
debes centrarte. Espero que sea en el mundo de la moda. Pero creo que mereces
al menos una oportunidad. Como muchas de tus compañeras.
Entonces volvió de esos recuerdos y
contempló a esas muchachitas que le devolvían miradas mezcla de esperanza,
temor e impaciencia. En ese caso, como en lo anterior, no tendría más remedio
que desilusionar a algunas mientras hacía felices a las otras.
-Así
es la vida.- Se dijo con filosofía.-
Empero,
alargar ese momento era innecesario. Esas chicas no merecían seguir sufriendo.
Por ello no quiso hacer que las pobres aguardasen más, de modo que la dueña y
máxima responsable de la Casa Deveraux, anunció.
-Pues
bien. Las elegidas para acompañarme a la Tierra son las señoritas siguientes…
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