sábado, 20 de mayo de 2017

GWTN19 Resurgen viejos temores


Mei Ling estaba a punto de terminar el turno. Junto a ella estaba Emma, la joven científica no hablaba demasiado, eso, unido al habitual mutismo de la oriental, hacía que las horas de trabajo transcurrieran silenciosas. Paradójicamente era la propia Penélope quién, tras su reincorporación al servicio, estaba más habladora. Solía compartir bastantes confidencias con Sharon. La rubia en un principio se sintió mal por ella, tenía hasta cierto cargo de conciencia. Por ello, queriendo ser honrada y consecuente, se sinceró con su jefa desde el primer día. Todavía recordaba aquella conversación. Estaban concluyendo un experimento y Sharon abordó a la doctora Winters.



-Por favor, Penélope. Tendrás un momento después. Cuando acabemos…

-Sí, claro.- Concedió ésta.- Pero si no te importa, ante iré a ver a mi hijo. Está en la guardería.- Le explicó llena de orgullo.-

-Claro que sí.- Sonrió Sharon.-



            Y una vez que Penélope fue a ver a su pequeño y pasó un rato con él, dado que su jornada era todavía reducida, pudo charlar con su compañera en otro descanso. Al principio y de modo dubitativo, Sharon preguntó.



-¿Qué tal tu niño?

-James está muy bien, dormidito cuando le fui a ver. No quise despertarle, le di un beso y me quedé mirándole un rato.- Sonrió su jefa.-

-Me alegro. Es un niño monísimo.- Afirmó su interlocutora.- Espero que seas muy feliz con él y tu marido.

-Sí, lo soy. Jonathan es un buen esposo. LO malo es que está muy ocupado, como yo. Y quizás hasta le trasladen a la Tierra.

-¿Y qué vas a hacer?- Quiso saber Sharon con verdadera curiosidad.-

-Tendría que ir con él.- Suspiró la doctora Winters.- No creo que tuviera problemas en trabajar en la sede de la Masters Corporation en Nueva York. Al menos, espero que el doctor Tomoe tuviera un hueco para mí.

-Ojalá que sigas aquí. Eres muy valiosa. - Deseó Sharon.-

-Gracias.- Sonrió la aludida.-



            Viendo ese gesto afable y esa bondad de su jefa, Sharon tuvo un repentino cargo de conciencia. Con un gesto más apurado, quiso confesar.



- Verás, tengo que decirte algo, y no es fácil para mí. Por eso quería saber que eras feliz…sé que tu ruptura con Tracer debió de ser algo duro.

-Sí, lo fue.- Admitió su contertulia bajando la mirada y añadiendo, eso sí, de forma rotunda.- Pero él lo provocó. Quizás si su actitud hubiera sido otra, si hubiese luchado por mí de otra manera…



            Sharon la miró con cierto pesar aunque también alarmada. Penélope hablaba como si todavía sintiera algo por Rick. Por suerte la doctora sonrió, moviendo la cabeza para sentenciar.



-Pero eso está pasado. Ahora me alegro mucho de haber tomado esta decisión. Lo único que lamento es que él no haya querido arreglar las cosas para que al menos fuéramos amigos.- Remachó con renovada tristeza.-



            La propia Sharon lo sabía bien. Rick nunca había ido a verla a su trabajo, ni a esperarla a la salida. Aunque sí lo hacía cuando salía con Penélope. Y la muchacha era consciente de que no se debía a que él no quisiera hacerlo por ella, estaba claro que no deseaba encontrarse con su antigua novia. Por una parte, pese a no tener culpa de esa situación, se sentía como si estuviese traicionando a su compañera. Así que se decidió. Carraspeó un poco, tragó saliva y se decidió a confesar.



-Yo… Verás Penélope. Le vi cuando te estaba buscando, después de aquel incidente.- Le contó Sharon.- Se sentía muy mal. El caso es que, después de eso, nos fuimos conociendo y poco a poco….



            La doctora la cortó entonces elevando una mano y enseguida declaró con lo que parecía un tinte conciliador.



-No tienes que darme ninguna explicación, Sharon. Los dos sois personas adultas y él ya estaba libre de compromiso…solamente te pido que me hagas un favor. ¿Lo harás?- Le dijo casi con expresión suplicante.-

-Dime.- Contestó su interlocutora con cautela.-

-Cuida bien de él. Sé que en el fondo es un buen hombre. Pero necesita a alguien a su lado. Alguien que le pueda comprender y compartir con él algunos momentos. A pesar de su apariencia jovial muchas veces sufre y no quiere dejarlo ver.



            Sharon suspiró aliviada. Su jefa acababa de darle su bendición. Posiblemente hasta lo hubiese supuesto. Era muy aguda e inteligente, no únicamente en la investigación, sino en otras cosas.



-Lo intentaré. Claro.- Le aseguró su interlocutora añadiendo voluntariosa.- Y seguro que, cuando pase algún tiempo, podréis ser amigos.



            Aunque el gesto de su contertulia se entristeció ahora, mostrando incredulidad para dudar.



-No lo sé. Quizás él crea que rompimos por lo que pasó aquella tarde. Sin embargo, era algo que venía de antes. Cada vez estaba más distante y preocupado. Y no me dejaba entrar en su vida para ayudarle. Por eso solo te advierto una cosa. Que tengas cuidado. Podrías sufrir mucho con él, si no logras que se abra a ti.

-Gracias, lo tendré, pero le quiero.- Sonrió Sharon.-

-Rick es fácil de querer y también te sacará de quicio muchas veces.-  Afirmó la doctora Winters alegando.- Ya te he dicho que no es malo, en el fondo es como un crío. Y en ocasiones está igual de perdido que un niño. Por eso, si alguna vez necesitas o quieres consejo…

-Sí, te lo diré.- Aseveró la muchacha.-



            Y desde entonces ella y Penélope se hicieron bastante amigas. Ahora compartían un rato tras la jornada. La doctora Winters iba a recoger a su hijo de la guardería y Sharon la acompañó tras despedirse del resto que apenas si les devolvió lacónicos adioses…



-No sé.- Dijo la rubia.- Noto a las demás algo extrañas.

-Sí, eso mismo creo yo. Bueno, quizás en el caso de Mei Ling sea lo normal. Me da a mí que está  inquieta por algo. Además, es su manera de ser. Al final sé que se puede contar con ella. Pero tanto Emma como Shania, me preocupan bastante.- Admitió.-

-Espero que las cosas se resuelvan. Emma y Shania nunca se han llevado bien.- Declaró la rubia.- Y no acabo de entender la razón.



            Pararon unos instantes antes de entrar en el recinto de la guardería y en confianza, Penélope le contó.



-Esas dos cada día me dan peores sensaciones. Es como si un volcán estuviera a punto de estallar. Por suerte, dentro de poco ese no será mi problema.

-¿Qué quieres decir?- Quiso saber su contertulia.-

-Verás, ¿recuerdas que hace meses te comenté que mi esposo podría ser trasladado a la Tierra?- Repuso Penélope.-

-Sí, me acuerdo. ¿Sabes algo nuevo?

-Pues que al fin se ha confirmado. Le han llamado. Volverá allí en un par de meses.

-¿Y tú al final qué harás? – Inquirió su compañera.-

-Bueno, ya te dije que iba a preguntar a mi vez. Lo hice hará unas semanas y hace un par de días me llegó una respuesta de Kaori, la esposa y asistente del doctor Tomoe. Al parecer, su hija Keiko ha dejado la investigación y va a dedicarse a la canción. Ha quedado una plaza libre en su grupo y me ha dicho que si la quiero, es mía. He respondido que sí. Aun me quedan ese par de meses hasta que nos vayamos. Entre tanto tengo que dejar esto listo. De cara a quien sea mi sucesora.

-Supongo que será Mei Ling.- Vaticinó Sharon.-

-No lo sé. No seré yo quien lo decida.- Comentó la doctora Winters.- Aunque si tuviera que recomendar a alguien no iba a ser a ella. Serías tú.- Sentenció.-

-¿Yo, pero, por qué? Quiero decir. Ella lleva más tiempo aquí, y estuvo contigo en la SSP-2.- Opuso Sharon que todavía no salía de su asombro.-



            Su contertulia suspiró para explicarle al cabo de unos instantes.



-Mei Ling está más pendiente de otras cosas. Creo que trabaja porque tiene que hacerlo pero no disfruta, ni se implica demasiado. No me interpretes mal, no digo que no le guste lo que hace. Más bien, en mi opinión, algo en su vida privada la tiene bastante absorbida. No es la persona idónea, al menos ahora, como para hacerse cargo del grupo. Y no quiero decir que no sea capaz. Es una científica brillante y muy competente. Lo hizo bastante bien durante mi baja. Sin embargo, tengo la impresión de que lo último que querría ahora serían más responsabilidades.

-¿Lo has hablado con ella?

-No todavía. Aunque no creo que me equivoque.- Aseguró Penélope.- Pero, de todos modos, hablare con ella…

-Bueno, pues te echaré mucho de menos.- Sonrió la rubia sin saber qué más decir.-

-Lo mismo digo, eres una buena chica, Sharon. Ten cuidado.- Le aconsejó la doctora Winters alegando con cierto temor.- Puesto que aquí las cosas cada día están más enrarecidas…



            Así lo pensaba Sharon también, se despidieron y la todavía jefa de las Fairy Five de Nature fue a recoger a su hijo. Por otro lado, Mei Ling, en efecto, estaba preocupada. Había recibido una llamada con mensaje de voz de Sonia. La modelo le pedía verla para contarle algo muy importante.



-Espero que lo sea. Lleva un día entero sin dar señales.- Se decía la oriental con algo de enojo.-



            Y es que no llevaba demasiado bien eso de que su pareja fuera una modelo tan atractiva y cotizada. Otras veces se enfadaba consigo misma por ser tan celosa. Y el resto del tiempo pensaba en si alguna chica guapa, o pudiera ser que un chico, lograría atraer la atención de Sonia. Aquello era un inconveniente, al ser bisexual, tenía una doble amenaza. Aunque otras veces recordaba lo sucedido con Maggie. Por tanto declararse totalmente lesbiana al parecer no ofrecía muchas garantías a ese respecto. Y al final, volvía a tener cargo de conciencia. Su novia de ahora no tenía porque ser como lo fue su ex.



-No puedo ser tan insegura.- Pensaba censurándose de inmediato.-



            De modo que tecleó una respuesta. Diciendo que terminaría su turno y que quedaban en su casa. Si es que Sonia podía. La réplica enseguida le llegó.



-¿No podrías venir tú? Estoy muy ocupada. Tengo que ir a ver a mi jefa, la señora Deveraux. Quedamos a la salida de mi trabajo.



            Mei Ling suspiró largamente al leer aquello. No tenía demasiadas ganas pero, ¡qué remedio! Al menos podrían verse.



-Espero que podamos estar a solas y tener algo de tiempo para nosotras.- Deseó la oriental.-



            Ya estaba recogiendo para irse, Emma pasó a su lado musitando un simple…



-¡Disculpa!



            Lo cierto es que esa chica no le caía bien. Siempre la estaba mirando de una manera entre acusatoria y despectiva. Aunque no decía nada que corroborase aquello. Quizás es que la propia Mei Ling estaba pasando por uno de esos momentos en los que uno cree que otros murmuran mal a sus espaldas.



-¡Y menos mal que Shania libraba hoy! - Pensó la oriental.- Porque entre ellas es aún peor…



            Su compañera en efecto recorría las calles de la ciudad con un conjunto de falda larga y vaporosa hasta los tobillos y una camisa oscura. Llevaba un bolso y gafas de sol. Miró algunos escaparates sin demasiado interés y prosiguió su paseo. Al poco dobló por una esquina que daba acceso a una calle poco concurrida. Allí se detuvo. Tras asegurarse de no ver a nadie sacó un teléfono y llamó.



-Aquí estoy. Sí, todo bien. Entonces ¿Ya es el momento?... Magnífico, ya estaba harta de soportar lo mismo día tras día. Muy bien. Esperaré aquí al contacto…



            Al fin estaba fuera del trabajo. Mei Ling tomó el deslizador. No tardó en llegar al centro Deveraux. Fiel a su palabra, Sonia la aguardaba en la puerta. Cuando la científica descendió, la modelo sonrió de forma fugaz.



-Me alegro de verte.

-Sí. Yo también.- Convino su pareja.-



            Se dieron un beso aunque en la mejilla. El pudor todavía dominaba a Mei Ling tras muchos años de educación tradicional, y Sonia no deseaba tampoco airear su relación. Su novia era una persona anónima para el gran público. Y así quería que siguiera siendo. Sobre todo ahora cuando tenía tanto en juego. De modo que, tras ese discreto saludo, ambas caminaron directas hacia una cafetería cercana.



-Dime. ¿Qué era tan importante?- Quiso saber la oriental.-

-Primero sentémonos y pidamos algo.- Sugirió la española.-



            Así lo hicieron, dos tés verdes. Tras ser servidas, Sonia apoyó los codos sobre la mesa y, poniendo su barbilla sobre sus manos entrelazadas, suspiró…



-No sé bien como empezar. Es algo complicado.

-Bien, empieza por el principio.- Aconsejó su interlocutora al mejor estilo de un maestro oriental de zen.-



            La modelo asintió despacio y sabiendo que no tenía sentido dar rodeos, desveló.



-Me han ofrecido una oportunidad muy buena para ir a la Tierra. En principio, además de para ser modelo de pasarela, para actuar en una película.

-Ya.- Musitó Mei Ling quien se temía algo similar.-

-Sí, pero es que eso no es todo.- Añadió su pareja con tinte apurado.- Mira, he hablado con la Señora Deveraux. Ella me ha dado su permiso para compaginar ambas cosas. Aunque hay un problema, bueno quizás dos.

-¿Y cuáles son?- Inquirió su contertulia clavando en ella una intensa mirada.-

-El primero es que tendré que pasar bastante tiempo allí. Al menos un año…

-Eso lo imaginaba. Una película no se rueda así como así.- Comentó Mei Ling alegando con más ánimo.- Pero siempre tendrás descansos en los que puedas venir a Nature o yo puedo pedir un permiso para ir a verte en la Tierra.

-Es cierto.- Admitió su interlocutora que, no obstante agregó con más inquietud.- El segundo problema. Bueno… está relacionado con Ben Crew.

-¿El actor? ¿Qué tiene él que ver?- Quiso saber la ahora descolocada asiática.-

-Verás.- Susurró Sonia.- Como parte de la promoción de esa película en la que actuaremos interpretando a dos enamorados… pues… En fin, la promotora desearía que pasáramos tiempo juntos.

-¡Qué!- Exclamó Mei Ling levantándose de golpe.-



            Eso atrajo algunas miradas y la apurada Sonia enrojeció. Su pareja al fin se calmó lo bastante como para sentarse de nuevo.



-Es largo de contar. Y no es para nada lo que piensas. Será mejor si lo hablamos en casa, a solas.- Le sugirió la modelo con visible envaramiento.-



            Su acompañante no dijo una palabra, se limitó a pedir al cuenta. Tras pagar se levantó pronunciando un lacónico.



-Vamos…



            Entre tanto, en el Clargin, una más contenta Gloria disfrutaba de su premio. Allí estaba comiendo a dos carrillos y con la cara manchada de chocolate, sobre todo alrededor de los labios y en su nariz. Su madre había cumplido su promesa y la cría se deleitaba con una gran porción de tarta Sandy. Maggie la observaba comer alternando sonrisas enternecidas con miradas inquietas hacia una gran ventana que daba a la calle. Temiendo ver a esa zorra en cualquier momento. Su cara debía de reflejar esa angustia dado que hasta Clarisa se había acercado a ella preguntándole con extrañeza y algo de preocupación.



-Maggie, ¿va todo bien?

-Sí, sí.- Sonrió ésta con poca convicción.-



            La propietaria asintió sin parecer creer eso demasiado, aunque si esa mujer lo decía, no era asunto suyo el inmiscuirse en sus cosas. Enseguida cambió de tema mirando a la cría para decir con jovialidad.



-Al parecer Gloria tiene hambre.

-Sí. Come mucho, en eso ha salido a su padre.- Afirmó con orgullo Maggie.-¿Qué tal tu hijo?- Se interesó a su vez.-

-Franklin está muy bien.- Aseguró Clarisa.- Sigue creciendo de maravilla y cada día nos sorprende con algo nuevo. Es realmente inteligente. Incluso Scott se pregunta cómo es capaz de hacer algunas cosas a su edad.



            Le contó brevemente a su interlocutora algunas de esas cosas y Maggie asintió asombrada.



-¡Pues sí que es un niño fuera de serie! Dentro de poco tendremos un gran genio en Nature.

-Me conformo con que siga estando bien.- Suspiró Clarisa ahora con un semblante entristecido.-



            Maggie enseguida comprendió. No tardó mucho en preguntar.



-¿No hay todavía noticias de Dean?

-No.- Repuso su contertulia.- No sé dónde se habrá podido meter ese chico. Su madre desde luego está hecha polvo la pobre. Teme que le haya podido suceder cualquier cosa. Al principio yo trataba de animarla diciéndole que no tardaría en volver. Ahora ya, también tengo miedo. Pero no puedo decirle eso.

-Claro.- Convino su interlocutora haciéndose cargo.- Le deseo lo mejor a Gin. Es muy buena mujer, no merece ser desgraciada. Rezaré por ella y por Dean.

-Así es, ya ha pasado por mucho.- Convino Clarisa.-



            La dueña tuvo que alejarse porque la reclamaban de otra mesa. Maggie centró la atención en su hija. Y sonriendo trató de limpiarla.



-Te he dicho muchas veces que hay que comer como una señorita.- Declaró con una mezcla de condescendencia y amorosa paciencia.-



            Tomando un par de servilletas de papel limpió en lo posible la boca y nariz de la cría. Ésta que no parecía muy interesada en las lecciones de urbanidad, aunque sí que sentenció.



-La tarta Sandy está muy buena, mamá. ¿No quieres una?

-No, cariño. Gracias.- Sonrió débilmente su progenitora.-



            Y es que Maggie había perdido todo apetito desde que viera a esa odiosa mujer. ¿Qué andaría buscando en Nature? Lo único que anhelaba era que aquel encuentro hubiera sido una siniestra casualidad. Por desgracia, conociendo un poco a Marla lo dudaba. El tintineo de la campanilla de la puerta la sacó de sus meditaciones y de paso le dio un buen susto. Fue pensar en esa individua y entraba… por fortuna no era ella, sino una pareja que venía a tomar algo.



-¡Oh, Dios mío!.- Suspiró aliviada.- Tengo que controlarme…



            Por fortuna eran Daphne y Martin, que no debieron de verla al principio pues entraron con rapidez y sin saludarla. De hecho, parecían sumidos en sus propias reflexiones. Eso se justificaba dado que ambos venían tras tener su particular catarsis. Y es que después de esa extraña confesión, Daphne no tardó en llamar a su prometido. Queriendo verle enseguida aduciendo que era importante le citó en el parque. Martin por supuesto dijo que acudiría. Tras un rato ambos se vieron allí. Cerca del Clargin.



-Bueno, dime. ¿Qué era tan importante?- Quiso saber el chico.- Creía que ibas a confesarte hoy.-

-Lo hice.- Replicó ella con voz queda.- El padre Harper me absolvió. Aunque no me hacía falta para saber lo que de verdad siento.

-¿Lo que de verdad sientes?- Repitió él con estupor.- ¿A qué te refieres?

Verás…Martin.- Musitó con tono apagado y ojos haciendo aguas para anunciarle llena de pesar.- No puedo casarme contigo.

           

            Aquello le parecía una especie de déjà -vi terrible que amenazaba con hacer repetir la historia. Más cuando su novio la observó con gesto estupefacto y ella se dio cuenta, mirando la hora, y es que tan solo faltaban cinco minutos para las siete de la tarde.



-¿Qué?- Se sorprendió el joven, tratando de sonar conciliador para añadir.- Quizás sea muy precipitado. Podemos aplazarlo…

-Eso no cambiará nada...- Pudo responder la atribulada chica dándose cuenta de que sus sentimientos hablaban por ella.- Pero yo…



            Con la atónita mirada de su pareja puesta en ella, la joven hizo un enorme esfuerzo por controlarse.



-¿Qué ocurre?- Quiso saber él con creciente ansiedad.-

-Solo… ¡solamente espero que me quieras tanto como yo a ti! - Suspiró Daphne entre sollozos.-



            Martin pareció quedar más aliviado. La abrazó de inmediato para asegurar categóricamente.



-Pues claro que te quiero. ¡Te amo más que a nadie! No podría vivir sin ti. ¿Eso es lo que te asusta? ¿Qué quieres que haga para probártelo?- Le pidió, asegurando con rotundidad.- Haré lo que sea.



            Por un instante Daphne vaciló. ¿Y si le confesaba la verdad pidiéndole en nombre de ese amor que la tenía que lo comprendiera?. Pese a todo su corazón sufría y su mente era un caleidoscópico de confusión. No obstante, cuando tuvo otro destello en su cabeza de Martin, tirado en aquel charco de sangre y sin vida, el pánico la invadió y únicamente pudo decir con voz entrecortada.



-Nunca me dejes…¡por favor!, no te alejes…

-Claro que no.- Sonrió el chico mirándola amorosamente a los ojos en tanto apoyaba con suavidad su frente en la de ella, agregando con tinte entre preocupado y afable.- No sé que te ocurre, pero será mejor que te tranquilices. Demos un paseo, vamos al Clargin..



            Daphne asintió todavía temblorosa, con una mezcla de alivio y horror vio pasar el deslizador, consultando su reloj, vio que eran exactamente las siete. Eso la hizo lanzar una exclamación.



-¿Te encuentras bien?- Quiso saber Martin con evidente sorpresa e inquietud.-



            La joven rompió a llorar entre deshecha y aliviada. Era una extraña mezcla de sensaciones. Se sentía desolada por permanecer en aquella especie de cárcel en la que ella misma se había encerrado y al tiempo contenta de ver que ese muchacho estaba a su lado, a salvo.



-Dar la vida por los amigos.- Musitó.-

-Me estás asustando.- Dijo el chico tratando de abrazarla con el máximo cuidado.- ¿Qué te ocurre?...¿De veras va todo bien?

-Sí, estoy bien, de verdad.- Le aseguró ella.- Y estaré mejor…lo estaré.- Sentenció más dirigiéndose a sí misma que a su interlocutor.- Lo siento, debo de parecerte una desequilibrada. Por mis miedos, y mis dudas...

-Nada de eso. Todo lo contrario, me haces muy feliz con tu amor, y no te defraudaré. Yo también quiero que seas muy dichosa. Te prometo que haré lo posible para que así sea.- Sonrió al fin el muchacho.-



            Los dos caminaron de la mano por el parque. Daphne Incluso pasó un brazo por el que su novio le ofreció. Así tomados resultaban una estampa realmente romántica. Al menos eso pensaba él. Martin recordó como antes de recibir la llamada de su prometida el teléfono había sonado. Contestó pensando en que sería precisamente ella, cuando, sorprendido, escuchó una voz familiar que al principio no pudo ubicar advirtiéndole con tono entre divertido y reprobatorio.



-Ten cuidado, estás  a punto de perderla.

-¿Qué?- Preguntó el chico.- ¿A qué se refiere, quién es?

-Quien te ha ayudado.- Le recordó esa voz, que pertenecía a un hombre añadiendo.- Y toda mi ayuda será inútil si Daphne al final sigue sus instintos. El juicio comienza mañana. Y esa abogada que defiende a tu agresora es muy buena. Tendrás que ser muy cuidadoso.

-¿Abogada? ¿Quién es?- Quiso saber el joven.

-Es Kerria Malden, la conozco.- Repuso su interlocutor.-

-¿Kerria Malden? Pero si estuvo tomando algo con nosotros y no me dijo...



            Martin comenzó a atar cabos y su gesto pasó a ser de temor en tanto su interlocutor le explicaba.



-Vino a tantear a tu novia. Quiere que vuelva a su lado, ese lado depravado y sáfico del que con tanto esfuerzo la pudimos arrancar. Esa mujer es realmente peligrosa, no solo por su belleza, sino por que es muy buena abogada.

-¿Y no podrías ocuparte de ella? Me refiero a hacer algo parecido a lo que hiciste por mí con Daphne y con esa tía.- Le pidió Martin.-



            Y es que el chico había hablado también con su propio abogado, ese tal Enmanuel Hastings que sería quien ejercería como acusación contra la tal Sabra Leví. Eso fue haría un par de días cuando el letrado iba a reunirse con la letrada de la parte contraria, sin todavía conocer su identidad. Aunque le habían informado de que iba a ser una mujer. Así se lo contó a Martin .



-No será tan fácil como parece.- Le advirtió el abogado.- Mi colega defensora insiste en que tiene una buena base para exculpar a su cliente. Y que posiblemente haga subir al estrado a la señorita Kensington.

-No puede hacer eso.- Se molestó Martin.-

-Puede hacerlo si los argumentos que invoca le son admitidos por el juez.- Rebatió su contertulio.-Personalmente creo que son tesis muy al filo del caso. No obstante, podrían ser plausibles. De modo que, como tengo que reunirme con ella para negociar antes del juicio, quiero pedirle a usted, y a sus padres, que me autoricen a sopesar cualquier oferta que mi colega me haga. E igualmente que me den su permiso por escrito para contra ofertar a mi vez.



            Martin asintió, tras leer esas posibles ofertas dio su consentimiento a la de su propio abogado. Después dejó el asunto en sus manos… Así que ahora, saliendo de esos recuerdos, quiso preguntar.



-¿Acaso no podrías hacer que esa abogada tuviera otras cosas de las que encargarse?

-No hay necesidad. Kerria tiene ya sus propios problemas. Yo no interferiré en eso. Y tampoco podría aunque quisiera. Sin embargo, te aseguro que no le faltarán distracciones.- Afirmó ese individuo con total seguridad, añadiendo.- Además, tras esta nueva intervención ya no podré ayudarte en muchas ocasiones más.

- No entiendo nada.- Replicó el desconcertado muchacho, queriendo saber.- ¿Qué intervención?

-Solo te diré que la confesión le ha hecho mucho bien al alma de tu novia.- Sentenció ese tipo con evidente sorna, para sentenciar.- Y por el momento, ha fortalecido su determinación de estar contigo. Al menos por ahora.



            Y tras desvelar algo al atónito Martin, el muchacho inquirió con total estupefacción.



-¿Cómo sabes eso? La confesión es secreta…

-Tengo buenos contactos, tú no te preocupes de eso.- Replicó más contundentemente aquel individuo para remachar.- Sin embargo, ya no intervendré mucho más. A partir de ahora la mayor parte de las cosas seguirán su curso. Sea éste el que sea. ¿Podrás luchar tú solo para obtener su amor haciendo lo que sea necesario o dejarás que se te escape?

-No la perderé. Puedes apostar por ello.- Afirmó Martin con mayor convicción.-

-Bien, eso es lo que quería oír. Por ello te daré una última ayuda por si la precisaras. Escucha con atención puesto que podría ocurrir esto…



            Y para estupefacción del muchacho aquel tipo le contó cosas que, según él, sucederían. Al principio Martin se negó a creer aquello.



-¿Cómo sabes esas cosas? ¿Acaso eres capaz de leer el futuro?- Inquirió no sin cierta sorna.-

-Digamos que literalmente.- Repuso su interlocutor con pareja apariencia de ironía para añadir.- Yo te he advertido. El tomar medidas para impedirlo solamente dependería de ti. Aunque quizás suponga hacer cosas que no te gusten.

-No me importa. Con tal de no perder a Daphne, si es que lo dices se cumple, haría lo que fuera necesario para evitarlo.

-¿Aun en contra del mismo destino?- Quiso saber su misterioso contertulio.-

-¡Contra lo que fuera o luchando contra quien sea!- Espetó el joven con manifiesta determinación, agregando incluso con tintes llenos de agresividad.- Ella es mía, ¡mía! Esa lesbiana maldita no me la quitará.



            Y tras unos tensos instantes de silencio para Martin, que incluso respiraba agitado tras sentenciar aquello, su interlocutor remachó para cortar después la comunicación.



-Así me gusta, buena suerte…



            El muchacho no obstante se quedó preocupado. Luego el teléfono volvió a sonar, esta vez sí que era Daphne y le pedía verle con urgencia. Tenía que hablar con él. Al principio se inquietó, sobre todo habida cuenta de su anterior conversación. Luego pudo calmarse un poco. Era la muchacha quien daba la impresión de estar asustada. Afortunadamente  porque no quería estar sin él.



-Me quiere, estoy seguro de que así es.- Pensaba Martin una y otra vez.- Y también desea tener una vida normal y que su familia esté orgullosa. Y así será. Cuando este maldito juicio termine…Sin embargo, tal y como me han aconsejado, no debo dar nada por hecho hasta no estar totalmente seguro…Bien, mañana veremos.



            Y es que al día siguiente, al fin se celebraría esa vista. Por eso sería por lo que su novia estaba tan agitada y nerviosa. Lo más posible es que tuviera que enfrentarse a aquella loca. En fin, él estaría a su lado siempre.



-No llores más.- Le pidió dulcemente él.- Verás como todo se arreglará. Seremos muy felices. Haré que olvides cualquier temor. Si tú me quieres como yo a ti, nada nos podrá separar.



            Daphne se abrazó a él buscando esa certeza. Lo que iba a hacer, ¡lo que tendría que hacer! Le supondría un muy alto precio. ¡Ojalá que mereciera la pena! No solo para ella sino para todos a quienes amaba.



-Estoy dispuesta.- Pensó.-



            Al fin llegaron a casa. Mei Ling estaba impaciente. Nada más entrar la modelo le pidió que se sentara. La asiática lo hizo con visible inquietud. Su novia estaba muy seria y finalmente supo por qué.



-Tendré que fingir una relación con Ben. Cuando vayamos a la Tierra, por motivos de promoción.

-¿Qué?- Exclamó una vez más Mei Ling.- ¿Fingir una relación?...¡Vaya! Menos mal que me lo has advertido.- Añadió con patente sarcasmo y enfado.- Aunque siendo tan buenos actores seguro que lo haréis muy bien. Lo que me preocupa es que él se meta mucho en papel.

-Por favor. Te aseguro que no hay nada entre nosotros y que nunca lo habrá.- Afirmó la española.-

-Tú no puedes hablar por él.- Negó la oriental remachando con malestar y enojo.- ¿Y si te pide ensayar las escenas de cama en su casa? ¿También lo harías para promocionar la película?

-¡Ya basta Mei Ling! - Estalló su interlocutora.- Es absurdo. Jamás me pedirá tal cosa.

-Es un hombre y tú una mujer muy atractiva. ¿Estando contigo quién no lo haría? Y tú no pareces muy preocupada por eso.- La recriminó.-



            Aquella enfureció a Sonia. ¿Acaso su novia la acusaba de querer serle infiel? Encima se permitía opinar  la ligera de algo que no sabía. Replicó perdiendo la calma.



-¡No tienes ni puñetera idea de lo que hablas!

-¿Ah no? Tengo algo de experiencia en esos temas.- Replicó la asimismo enojada oriental.- Y sé lo bastante como para darme cuenta de que ese tipo es muy solícito contigo.

-¡Ben Crew es homosexual!- Desveló la modelo con vehemencia.- Yo no le intereso en absoluto…



            Tras aquello se produjo un tenso silencio entre ambas. Sobre todo fue la oriental quien miró a su pareja con asombro. Ahora tuvo a su vez que aguantar la reprimenda de la española.



-Eso quería decirte. Es todo un montaje. Sorprendí a Ben y a ese amigo suyo quien, según tú, te comía con la vista. Y fue muy embarazoso.- Añadió ahora tiñendo su indignación de vergüenza.-

-Ya.- Suspiró la oriental, insistiendo pese a todo.- ¿No te has parado a pensar que podrían ser bisexuales? ¿Qué pasa si te piden unirte a ellos?



            Sonia movió la cabeza con hastío, aunque esa posibilidad no le había cruzado la mente. Pero tenía la clara impresión de que ese no era el caso…



-No temas. Ben no tiene el más mínimo interés por las mujeres en lo que al sexo se refiere. Solo quiere salvar su carrera y proteger su intimidad. ¿Acaso no lo puedes comprender?- Remachó dolida.- Es un buen hombre. No merecería que le atacasen por eso. Ha hecho mucho bien en obras benéficas y es un modelo para los críos. Pero cualquiera podría destruir toda su obra si esto saliera a la luz…



            Mei Ling no supo que decir a eso. La verdad. Era algo que no hubiera esperado. Todavía le daba vueltas a la embarazosa situación que su novia le había descrito. Pese a ello, pudo decir.



-Esa no es la cuestión. Si es por tu carrera lo entiendo. Sin embargo, esa idea no puede salir bien. ¿Cuánto tiempo tendrías que prestarte a esa mascarada?- Inquirió con tono de reproche, agregando ya con un tinte más conciliador.- Sé muy bien lo que es eso. Me pasé muchos años de mi vida fingiendo por mis padres. Incluso eludiendo el compromiso de boda que fijaron para mí. Al final tuve que ser sincera con ellos. Al principio lo pasé mal, pero después me quité un peso de encima.

-Él no puede hacer eso. Hay muchos intereses que dependen de la imagen que tiene. Es poco menos que un ídolo para las adolescentes y el héroe a quien los niños desean imitar.

-¿Y qué habría de malo en un héroe gay?- Inquirió agudamente Mei Ling.-



            Sonia suspiró cruzando sus brazos sobre el pecho y moviendo la cabeza para responder más calmada pero igualmente molesta.



-¿Y eres tú quien me hace esa pregunta?. ¡Por favor! Lo sabes perfectamente. No sería prudente por el mismo motivo que a todos nos cuesta tanto salir del armario.- Le refirió la modelo.- Porque esta sociedad sigue llena de prejuicios y lamentablemente, lejos de ganar terreno, lo estamos perdiendo. Hay algunas personas valientes sí, que se niegan a callar y declaran la verdad. Aunque en la mayor parte de los casos los afectados saben que tendrán que pagar un alto precio y callan.

-¿Hablas también por ti?- Se atrevió a preguntar su pareja.-

-Sí.- Musitó la española que ahora rebajó su tono para admitir con voz queda.- También por mí. Sé que es una postura cobarde. Que podría salir ante las cámaras y presentarte como a mi novia. Pero, para empezar, tú deberías afrontar a los paparazis y a la prensa del corazón, no te dejarían tranquila. Después, aunque sé que la mayoría de mis compañeras y la señora Deveraux me apoyarían, también soy consciente de los problemas que podría causar a terceros…



            Mei Ling la miró de soslayo, no pareció quedar muy conforme con esa justificación, de forma que replicó. Acusando a su pareja de ello.



-Tienes miedo. Una mujer tan segura de sí misma y tan decidida tiene miedo de mostrarse simplemente tal cual es.- Suspiró entre resignada y dolida.-

-Sí, tengo miedo.- Reconoció Sonia con pesar.- Y sin embargo te quiero y no deseo renunciar a lo nuestro. Y si tan importante es para ti saldré al mundo y les contaré que te amo, y que eres mi pareja.- Sentenció mirando a su interlocutora con gesto suplicante.- Créeme, ¡por favor!



            Fue la oriental quien negó una vez más con la cabeza para responder.



-No quiero que te veas forzada a hacer algo como eso. Ni es mi intención ponerte entre la espada y la pared, Sonia. Si deseas aceptar esa oferta, no me opondré. Pero tampoco puedo ir contigo…



            Una vez más el silencio se hizo entre las dos. La española estaba pensando su contestación. Sabía que era un momento clave en la relación de ambas. Quizás de lo que replicase dependiera su futuro como pareja…



-Te quiero, Mei Ling.- Declaró finalmente.- Sin embargo, si lo digo públicamente dejaré totalmente comprometido a Ben. Para mí sería un terrible cargo de conciencia. Únicamente te pido, ¡te suplico!, que tengas un poco de paciencia. Y te aseguro que mis sentimientos por ti no van a cambiar. Confía en mí, ¡por favor!



            A su vez la asiática se tomó unos dramáticos instantes para responder. Lo hizo con resignación y sinceridad.



-Claro que tengo confianza en ti. Y sé que a veces soy muy celosa. Pero tengo mis razones, comprende que, cuando salía con Maggie, ella no solo me engañó pensando en otra mujer sino que al final se fue con otro hombre. De eso ha pasado mucho tiempo. Lo superé, la perdoné de corazón y soy su amiga. Bueno, al menos lo era cuando no tenía ese afán religioso.- Sonrió débilmente y prosiguió.- Aunque tras aquello me volví mucho más precavida. No quiero que nadie me rompa el corazón otra vez.

-¡Te juro que no lo haré! - Se apresuró a replicar Sonia, tomando las manos de su novia entre las suyas.- ¡Te lo juro!



            Mei Ling sonrió y las dos se dieron un largo y romántico beso para concluir esa discusión.



-Espero que todo te vaya muy bien.- Le deseó la asiática a su pareja.-

-Por muy lejos que esté, seguiremos estando juntas.- Le prometió la española.-



            Justo entonces, sonó su móvil. Al ver el nombre que parecía junto a la llamada se estremeció.



-Señora Deveraux.- Pudo contestar realmente nerviosa.-



            Por su parte, Nelly no pasó una buena noche en aquel refugio. A pesar de que la cama no era incómoda apenas pudo dormir. Pensaba mucho en los últimos momentos de su madre. Al menos de la persona a la que ella siempre había querido como a tal. Tampoco olvidaba las crueles palabras del que pensó que era su padre. Y, por supuesto, sentía haber dejado abandonado a su hermano Orix.



-Mi vida ha sido toda una mentira.- Se decía consternada.- Ahora no sé quién soy, ni lo que soy…ni tampoco sé que puedo hacer…



            Sin embargo tenía que vivir, quizás empezar de cero. Por eso se decidió. Comenzaría por crear un hogar en esa habitación que le habían asignado. Por lo pronto se levantó para desayunar. Tras aguardar y poder lavarse en el baño común que tenían fue a la sala que hacía las veces de cocina. Nelly sabía desenvolverse bien en esa estancia. Desde que su madre enfermase se ocupó en muchas ocasiones de hacer la comida, para ella y para Orix sobre todo. Su padre se pasaba la mayor parte del tiempo fuera de casa.



-Apenas sí veía a mamá.- Pensaba con amargura.- La dejó de lado por culpa de su trabajo…



            La voz de Pierce la sacó de esas tristes reflexiones.



-Buenos días, Nelly.- Sonrió el chico.-



            Ella le devolvió la sonrisa. Era un chico agradable y guapo también. A estas alturas había olvidado su atracción por Stephano. Aquel chico rubio que le gustaba en el colegio le parecía ahora tan irreal como uno de esos actores o modelos que aparecían en las películas.



-¡Tendría las mismas posibilidades de ligar con Ben Crew! - Pensaba, aunque ahora con humor.- Desde luego está muy bueno. ¡Es todo un tiarron! A lo mejor si me hago modelo como esa Calderón…



            No era ajena a alguna holo revista que pudo ver en sus andanzas callejeras. Esa película que se rodaría en la Tierra con la pareja de moda en Nature. ¡Qué suerte tenía esa chica!



-Bien, mi vida nada tiene que ver con eso…- Suspiró en tanto lo pensaba.-

-Te veo muy callada.- Declaró Pierce.-

-No suelo hablar mucho.- Repuso ella.-

-Esa es una buena cualidad para los que tenemos que vivir a nuestro aire.- Convino el muchacho.- Y tú te has adaptado muy bien. Parece que naciste para ser libre.

-No sé para lo que nací.- Suspiró la joven volviendo a un tono y gesto entristecido al sentenciar.- Ni siquiera sé si nací o me fabricaron.

-No digas esas cosas. Eres una chica estupenda.- Afirmó Pierce aproximándose a ella.-



            Y sin que Nelly pudiera casi darse cuenta él acercó sus labios a los de ella y la besó. Al principio la tomó por sorpresa pero luego se dejó hacer. Necesitaba sentir cariño y además, aquel chico le gustaba. Al que no le hizo ninguna gracia fue a Dean. El muchacho llegaba justo a la cocina en ese momento. Estaba a la entrada y sus dos compañeros no advirtieron su presencia. Sin embargo, él pudo ver los instantes anteriores y el momento del beso. ¡Ese maldito Pierce! Molesto e incluso avergonzado, salió de allí rápidamente antes de que le vieran. Al poco rato Bonnie y Pancho entraron en la cocina. Junto a otros los dos muchachos se dispusieron a desayunar.



-¿Dónde está Dean?- Preguntó Nelly.-

-No lo sé.- Repuso la recién llegada.- Quizás siga durmiendo.

-Bueno, tendrá hambre cuando se despierte. Le guardaremos algo.- Comentó Pierce con la aprobación de ambas chicas.-

-Que se apure o me lo comeré todo.- Rio Pancho, mirando con deseo el plato de las tostadas y el bote de mermelada.-



            Los demás rieron con él. Ahora Nelly se sentía mejor. Entre aquel beso que la hizo enrojecer y el ambiente de camaradería que se respiraba, pensó que posiblemente hubiera encontrado su sitio.



-Al menos aquí me aceptan tal cual soy. Aunque ni yo misma sepa lo que soy.



            Tras deambular por las calles de Sagan City y llegar a su punto de encuentro, Shania no tuvo que aguardar mucho rato. La voz de su contacto sonó tras de ella. Al girarse descubrió a esa mujer morena, de su altura, que sonreía.



-Hola. ¿Qué tal por aquí?.- Saludó la voz de Marla.-

-Llegas tarde.- La recriminó su compañera.-

-Lo siento, es que me entretuve saludando a una vieja amiga.- Afirmó divertida.-

-Sabes que nuestra misión es muy importante. La discreción tiene que ser máxima.- Le respondió una Shania con cara de pocos amigos.-

-¡No tengas tanto miedo! - Se rio Marla.- No pasará nada.

-Así lo espero, por tu bien.- Llegó a amenazarla su interlocutora.-



            Marla guardó un incómodo silencio. Aunque ya estaba muy acostumbrada a recibir amenazas. La mayor parte, eso sí, vacuas y poco creíbles. Sin embargo, sabía que esa mujer no bromeaba.



-Descuida.- Afirmó sin dar la impresión de temer nada.- Por el dinero que me pagan soy la primera interesada en que todo salga según lo previsto.



            Shania asintió y se alejó sin más. Marla la miró de arriba a abajo para pensar.



-No está mal, pero desde luego es arriesgado… quizás por eso me gusta más todavía.



            Y es que estaba muy habituada a tener que vivir peligrosamente. Desde cría solo conoció a su progenitora y a su tía, por llamarla de alguna manera. Aquel bastardo que  preñó  a su madre la abandonó al poco de nacer ella. Típico de los hombres. Pasar un buen rato y desentenderse después. Más tarde otro cabrón le vendió a su madre una dosis adulterada que la mató. O ese le contaron al principio. Aunque la echó poco de menos, su tía April la encontró y se hizo cargo de ella. Sucedió cuando Marla era una niña. No lo recordaba demasiado bien. Pero luego descubrió la verdad.



-Mi madre era una loca con doble personalidad. No suena demasiado bien para engrosar un currículo.



            Y además, la encerraron por asesinato. Mató a su chulo. Según ella, por proteger a su hija, cosa que fue cierta. En cualquier caso, que su madre hubiese matado a un hombre, lejos de preocupar a Marla, le producía una gran satisfacción.



-¡ Los machos son como reses! No se pierde nada con que les sacrifiquen. - Pensaba.- Pero lo malo es que esa loca me dejó sola.



            Tuvo que ir de una casa de acogida a otra, hasta que una periodista la, digamos adoptó. Y es que con quince años se hizo amante de aquella mujer.  De ella aprendió muchos trucos del oficio, pese a no cursar la carrera, tenía talento para investigar y era mucho mejor periodista que cualquier estúpida salida de la facultad.



-Sí, esas zorra de Katherine O´Brian y su putita, Tania Spencer, no me llegan ni a la suela de los zapatos. Por muy universitarias que sean. Solamente han subido por cepillarse a los tíos que mandan. Al menos yo solamente me he acostado con mujeres.- Se dijo con satisfacción.-



            Desde luego que sabía cómo buscarse la vida sola. Jamás se acostaría con un hombre, aunque ya de niña calentaba bastante a esos cerdos con los que su mami se había relacionado. Aunque siempre consiguió evitar pasar a mayores. Los tíos le daban asco. En eso fue en casi lo único en lo que le daba la razón a su tía, quien siempre le dijo.



-Los hombres son únicamente unos monos ansiosos por copular. Hasta los que fingen mejor, queriendo pasar por atentos. – Pensaba con manifiesto desprecio del sexo masculino.- En el fondo solo quieren meter esa cosita suya dentro de ti y sacarla lo antes posible. No les importan las consecuencias. Y bueno, una consecuencia fui yo.- Suspiraba evidentemente resentida por ello.-



            Sin embargo, entre mujeres no era así. Ella misma era muy apasionada y le encantaba tener el control, cualquier perversión la excitaba. Y lo que descubrió con solo quince años fue aún mejor. Cuando por vez primera tuvo la gran idea de usar una cámara escondida para grabarse con una mujer mayor y casada. La muy zorra tendría los cuarenta, pasaba por una madre y esposa ejemplar de familia bastante acomodada, pero le iban los coños más que nada. Especialmente los jóvenes. A Marla le tocó la lotería. Aun recordaba la cara de asombro y horror cuando, en su última cita, obsequió a esa individua con lo que le dijo era una copia de la grabación. Luego recibió un suculento cheque.



-No usé lo que tenía grabado.- Pensaba divertida.-  Menos mal que esa estúpida pensó que tenía copia, tuve que darle la única que poseía. Pero funcionó.



            Y cuando se unió a la era digital fue mejor todavía. Entonces si que pudo copiar los archivos y seguir con su particular juego. Fue metiéndose en el mundo del cotilleo y la prensa rosa. Ligando con alguna redactora mayor que la enchufó. Y a la vez, aquella técnica de acercarse por tiendas de moda selectas e ir vigilando a algunas clientas para intimar primero y sacarles la pasta después… Parecía oler el aroma de las que eran gays y querían diversión. Incluyendo a la propia Maggie.



-Ironías del destino.- Se dijo ahora con una mueca de decepción.- Creí haber encontrado mi alma gemela. Para una vez que me enrollé con una tía sin pensar en el dinero…



            Y luego estaba esa maldita Kerria.  Fue ella quien rompió su relación con Maggie, aunque eso fue un efecto colateral. Marla llevaba investigándola años, como parte de la trama para hallar su verdaderos orígenes.



-Esa mujer esconde muchos secretos. Más que yo.- Pensaba entre atónita e incluso admirada.- Si no hubiera traicionado a su sexo confraternizando con los macho, yo la adoraría. Y para colmo, hasta mi propia madre la tomó bajo su tutela. Por ese tipo de cosas jamás la perdonaré.- Pensó ahora con inquina.-



            Y es que, la madre de Marla, pudo cumplir gran parte de su condena, tras un eximente por enfermedad mental y pasar por lo que llamaban rehabilitación ( en opinión de la joven, sencillamente un lavado de cerebro) su madre se convirtió en otra sierva más. Hasta se sacó la carrera de derecho en prisión. Y¡ cómo no! Tuvo a la tal Kerria trabajando para ella como becaria.



-Si algún día hablo con la Malden le preguntaría si se tiró a mi mamaita. Bueno, quizás no. No quiero saberlo.- Rectificó con desagrado.-



            Aunque un mensaje en su teléfono la sacó de esos agridulces pensamientos. No obstante, al leerlo se llevó una agradable sorpresa.



-¡Vaya! Será mi día de suerte…bésala, hazla tuya y recogerás el fruto…- Leyó viendo una atractiva suma de créditos.-



            Además la foto de una hermosa mujer, más bien una chica joven…que la atrajo de inmediato. Algo en su percepción le indicaba que esa muchacha compartía sus mismas inclinaciones.



-Nada más fácil.- Se sonrió con lascivia.- Tengo mis encantos y, por si eso no funcionase, algunas ayudas para persuadir a cualquiera.



            Sin embargo, en ese mensaje se indicaba una fecha y lugar determinados para ello.



-¡Qué raro! -Se dijo Marla aunque enseguida cayó en la cuenta.- Supongo que será un beso bastante esperado…y que alguien querrá grabar para la posteridad. Me conozco el truco. Muy bien… -sonrió tecleando una réplica a ese anónimo interlocutor.- Eso te costará el doble…y quiero un anticipo. La mitad ahora, el resto cuando haga el trabajo.



            Y al cabo de unos instantes , para su deleite leyó …



-Hecho. No me decepciones.



            Le pedían su cuenta y la muchacha indicó una que tenía protegida, y compuesta por  bitcoin. Al poco, tras solicitar la suma que deseaba, chequeó el estado de sus finanzas y con gran regocijo comprobó que éstas habían aumentado en esa medida. Aquel misterioso cliente le prometía además un plus si la escena era lo bastante fogosa. En este caso le daba igual si era un hombre o no. A veces le convenía aprovecharse de ellos.



-Los machos valen para pocas cosas, pero servir de fuente de ingresos es una de ellas.- Se sonrió ladinamente.-



            Tras lo que no tardó en contestar.



-No tendrás queja de mis servicios…



            Y pensando en eso se daba cuenta de que, al menos en esa parcela, siempre tuvo mucha suerte. Cuando deambulaba por ahí, sin oficio ni beneficio, era muy diestra en poner carita de ángel para despertar la compasión. Tenía un semblante de niña buena que primero enternecía, y después despertaba la lujuria en esas mujeres triunfadoras de mediana edad, con esas lésbicas pasiones inconfesables. De la mano de alguna de ellas,  hasta pudo matricularse en periodismo. Volvió a pensar con “ agradecimiento” en su “madre adoptiva”



-Fui inteligente, con una de mis benefactoras no tuve que recurrir al chantaje casi hasta el final. Esa mujer, Linda, me pagó una buena educación. Aunque no la concluyese. Fue una prueba tener que sentarme al lado de machitos que siempre querían ligarme e ignorarles, cuando no rechazarles. Pero también tuve alguna que otra compañera muy atractiva…y no pocas cayeron presa de mis dotes de seducción.- Se sonrió recordándolo.-



Esa época estuvo bien, flirteando con chicas, e incluso robándole las novias a un par de idiotas que jamás lo vieron venir. Marla no necesitaba recurrir  a cobrar entonces. Con Linda tuvo todo cuanto podía desear. Quizás lo estropeó engañándola en su propia casa, al ser descubierta en la cama como una de esas compañeras de estudios.



-Por fortuna fue en el último curso. Y  Linda fue muy sensata. No le habría gustado que yo hiciera públicas algunas de las actividades que ambas practicábamos. Siendo una periodista y presentadora tan prestigiosa. Lo increíble fue que nadie sospechase jamás de lo nuestro.



            Su protectora y amante desde luego que lo era. Y la propia Marla nunca supo cómo le pudo falsificar el expediente para hacerla pasar por una becada. Así pudo ejercer oficialmente como periodista pese a no haber concluido sus exámenes. Era como si una mano invisible la hubiese estado ayudando en momentos puntuales de su vida.  Su protectora, mentora y amante fue una más de esas ayudas. Al principio Marla se vio atraída genuinamente por ella. No estaba mal y  era muy dinámica, siempre dispuesta a conseguir cualquier cosa que desease, logrando la exclusiva a cualquier precio. Aunque tras su ruptura comenzó a perder ese entusiasmo que tenía para dar y buscar noticias. En eso Marla también aprendió de ella. Cuanto más escandalosa la primicia, tanto mejor. Aunque Linda no deseaba claro está, ser ella misma la fuente de una de esas exclusivas.



-¡ Ja, ja! Medio mundo hubiese estado encantado de lincharla de ese modo. ¡Famosa reportera, abusando de su hija adoptiva menor de edad! Pero se portó bien conmigo. Al menos eso debo concedérselo. Por eso hice una excepción. Y al poco apareció esa Kathy O´ Brian que la desplazó en las audiencias. ¡Pobre Linda! De veras lo sentí cuando se suicidó. Acostumbrada a ser la número uno no pudo encajar el inicio de su declive.



            Ese sí fue el escándalo final. La periodista fue hallada en su casa, muerta por sobredosis de barbitúricos.



-Al menos eligió una manera muy elegante de irse de este mundo. A lo Marilyn. Y por una vez no quise aprovecharme de eso. Hasta yo puedo tener respeto a la memoria de alguien. Era una mujer que nunca se dejó controlar por un macho. Merecía ese gesto por mi parte.- Pensó con satisfacción .-



            A su vez, Daphne y Martin llegaron al Clargin. Ella fue un momento al baño. Entre tanto el chico se entretenía mirando en el bolso de la joven. Quiso leer sus mensajes para ver que podía encontrar. Tras las revelaciones de su misterioso benefactor se aseguró de que no hubiera peligro.



-Muy bien.- Se dijo satisfecho una vez hubo terminado.- No hay mensajes de esa tía.



            Y borró un par de cosas que había hecho. Así pues, todo estaba listo. Justo a tiempo. Daphne retornó, ahora tenía mejor cara tras habérsela lavado.



-¿Quieres una porción de tarta?- le ofreció gentilmente él.-

-No tengo mucho apetito. Gracias. - Rechazó la joven.-

-Pues un té.- Le propuso Martin.- Te vendrá bien.

-Claro.- Asintió su pareja.-



            Entonces vieron a Maggie sentada unas mesas más atrás con la pequeña Gloria. Al parecer la mujer estaba muy atareada limpiando a su hija de tarta como para haberles visto. El chico no desaprovechó la ocasión para comentar a su novia con tono esperanzado.



-¿Te imaginas si algún día tuviéramos una niña así de preciosa? Yo sería enormemente feliz.

-Sí, sería bonito.- Convino ella con poco entusiasmo a su vez.-

-Bueno, niña o niño. Me da igual. Siempre y cuando fuera de los dos, tuyo y mío.- Sonrió él posando una mano sobre otra de Daphne.-



            La joven apenas esbozó una leve sonrisa de compromiso, retirando esa mano a los pocos segundos. Tuvo la excusa de ver venir a Clarisa con las tazas de té.



-Aquí tenéis.- Les dijo la camarera.-



            Sin embargo, para sorpresa de ambos, Clarisa se aproximó y cuchicheó con tono algo preocupado a modo confidencial.



-No sé qué le ha pasado. Pero Maggie estaba pálida…parecía haber visto un fantasma…



            La miraron los dos aunque ahora no daba la impresión de verse fuera de lo habitual.



-Habrá tenido un día duro.- Elucubró Martin.- A todos nos pasa. ¿Verdad, cariño? - Inquirió a su pareja con tono de complicidad.-

-Sí. Es verdad.- Convino ella con voz apagada.-

-¿Alguna noticia de Dean?- Se interesó Martin.-

-Nada todavía.- Suspiró Clarisa.-

-¿Y Ginger?- quiso saber Daphne a su vez, volcando en eso su preocupación.-

-Mal. Aunque tratamos de animarla en todo lo posible.- Suspiró la camarera alegando.- No lo entiendo. Con todos los momentos tan duros que tuvimos que pasar en el viaje, pero al menos entonces ella tenía el consuelo de su hijo. Ahora, cuando tenemos paz y el negocio va bien, está hundida por haberlo perdido. La pobre Gin parece estar destinada a no alcanzar nunca la felicidad. Es como si alguien la hubiera tomado manía.



            Esas palabras hicieron pensar a Martin. Pero desde luego él no tenía nada que ver en eso. Apreciaba mucho a esa mujer y le deseaba lo mejor. ¡Ojalá que ese misterioso individuo que le había ayudado tanto con Daphne hiciese algo por ella!



-Bueno, a fin de cuentas, eso no es asunto mío.- Meditó con frialdad.- Debo centrarme únicamente en mi objetivo.



            Y su objetivo estaba sentada a su lado. Él sabía que no se podía permitir el menor error. De modo que afirmó.



-La puedo comprender. Y seguro que tú también, ¿verdad, cariño?- Inquirió a Daphne que, algo distraída, asintió en tanto él remachaba.- Nosotros cuidamos de niños y niñas muy pequeños. Les tenemos mucho afecto y ellos a nosotros. Para mí son lo mejor del mundo. No sé qué podría hacer si les perdiera. Sería terrible. No poder estar a su lado porque me odiaran o quisieran apartarse de mí por cualquier motivo. Por eso, deseo de corazón que Ginger vuelva a reunirse con Dean muy pronto. Si hay algo que pueda hacer…buscarle de alguna forma. Apoyar a Gin. ¡Lo que sea! Solo dímelo.

-Gracias Martin, eres un cielo.- Sonrió Clarisa.- Siempre has sido un gran chico. Desde luego Daphne, tienes suerte. De no ser porque también tengo un marido maravilloso te envidiaría.

-Sí, lo sé.- Sonrió trémulamente la aludida enrrojeciendo sus mejillas.-



            Aunque ese rubor era por causas bien distintas a lo que su contertulia pudiera imaginar. Aquellas palabras aun la angustiaban más. Daphne se sentía muy culpable. Ella no sentía lo mismo que su novio y si Clarisa o su familia y amigos supiesen la verdad… Incluso aunque no la censurasen por ser gay, lo harían por ser egoísta y falsa. ¡Pero eso no iba a suceder! Haría lo posible. Se esforzaría para ser la mujer perfecta. Mostrarse feliz y dar gracias por la fortuna que tenía. Ser capaz de traer la alegría a todos quienes la rodeaban aceptando esa situación.



-Es verdad. Al pobre no se lo digo tanto como debería.- Declaró ampliando su sonrisa y abrazándose al muchacho.-



            Clarisa sonrió también. Martin en cambio la miró agradablemente sorprendido. Su benefactor tenía toda la razón. Había que escoger cuidadosamente las palabras a decir y pronunciarlas en el momento justo. Y tal y como ese tipo le prometió, Daphne estaba con él y era porque la propia chica así lo había decidido.



-Ahora solo nos queda que ese maldito juicio termine…- Pensó deseando.- Y que esa individua se aleje de mi novia cuanto más, mejor.



Entre tanto, la aludida en las reflexiones de Martin estaba lista. Sabra deseaba que aquello comenzase pronto para que terminase cuanto antes. Si la sentencia era benévola  podría retornar a su vida. Y, sobre todo, ansiaba volver a ver a Daphne. Estaba segura de una cosa. En cuanto la mirase a los ojos descubriría la verdad. O al menos la confirmaría, dado que no tenía la más mínima duda acerca de los sentimientos de su pareja. Eso la animaba. Tocaron a la puerta de su alojamiento, dado que le estaba permitido ya permanecer en sus habitaciones de la base en lugar de en el calabozo. Eso debía agradecérselo también a la mayor Hunter.



-¿Quién es?- Preguntó.-

-Soy Kerria.- Se anunció la abogada.-



            Sabra abrió enseguida. Con una sonrisa afable la invitó a pasar. Su defensora así lo hizo. Llevaba un maletín y su tablet. Una vez acomodadas en sendas sillas, le expuso.



-Me reuní con el abogado de la acusación. Vengo a informarte. Hemos discutido un principio de acuerdo pero es necesario que lo conozcas y que lo autorices o no.

-Muy bien. Te escucho. Por favor.- Le pidió una ansiosa piloto.-



            Kerria no se demoró en comenzar. Le contó que el día anterior quedó en el hall de su hotel con Emmanuel Hastings. El tipo, de pelo encanecido y estatura media, con algo de sobrepeso y vestido de traje y corbata color gris, llegó con unos minutos de retraso. Al verle aparecer al fin, ella sonrió pensando.



-La táctica de llegar un poco tarde para hacer que me ponga nerviosa. Si recurre a esos trucos tan infantiles creo que tendremos una oportunidad muy razonable de sacar un buen resultado.



            Al detenerse ante ella, ese tipo la saludó pretendiendo querer cerciorarse, aunque a la joven le constaba que sabía perfectamente quien era ella. Al menos tras enviarle esa misma mañana la confirmación.



-¿La señorita Malden?

-Soy señora Malden, pero básicamente sí.- Repuso la interpelada.-

-Emmanuel Hastings.- Se presentó él de modo imperturbable, ofreciéndole una mano que ella estrechó en tanto aquel hombre añadía. - He oído hablar de usted, pero no la conocía en persona. Es un placer.

-Lo mismo digo.- Aseveró su contertulia.- Bien, señor Hastings, vayamos al grano.

-Me parece bien.- Convino él, alegando de inmediato.- Tenemos testigos, su cliente es culpable. Nada más claro que eso. Oficial militar, entrenada para matar, casi lo logra con un pobre muchacho que se dedica a enseñar a niños pequeños. No le veo mucho futuro en el caso, abogada.

-Dicho así, desde luego que no.- Se sonrió Kerria para a su vez alegar.- Habría mucho que discutir sobre esas premisas, señor Hastings. Está claro que no tenemos la misma visión del asunto. Mi clienta fue provocada y se contuvo muy y mucho. Su cliente posiblemente sea un acosador. Y tenemos un testigo que podría arrojar mucha luz sobre eso.

-Ya lo veremos.- Repuso el impávido fiscal yendo al asunto que le interesaba.- Por lo pronto le ofrezco esto. Su cliente se declara culpable, se disculpa, es condenada a dos años de prisión revisables y se le dicta una orden de alejamiento de mi representado de al menos quinientos kilómetros.



            Al oír aquello Kerria se echó a reír. Aunque enseguida se detuvo y con marcada ironía replicó.



-Le agradezco que no haya considerado la pena de muerte, ni la cadena perpetua.

-Creo que es un buen trato. Podría sacar más. Por ejemplo, que la expulsaran del ejército por conducta deshonrosa o acusarla de tentativa de homicidio involuntario.- Alegó Hastings.-

-¡Eso es un disparate!- Rebatió su interlocutora ya con visible enojo.-

-Muy bien. ¿Qué propone usted?- Quiso saber su contertulio.-

-Mi cliente se declara culpable de la agresión. Con atenuantes.- Matizó Kerria, tirando también por la posibilidad más halagüeña para sus intereses. - Acepta mantener las distancias con ese chico, se disculpa y cumple treinta días de trabajo social, de los que habría que descontarle su permanencia en los calabozos de la base.



            Turno de Hastings para reírse a su vez. Moviendo la cabeza aquel tipo sentenció.



-¡Una de dos, o es muy ingenua o muy optimista! Pero sea como usted quiera. Vamos a jugar un poco. ¿Qué le parece si rebajo a un año de prisión y alejamiento de doscientos kilómetros de mi cliente?

-Un año y sin que tenga que entrar en la cárcel por no tener antecedentes.- Pensó Kerria.- Sigue siendo demasiado, sería reconocer un delito en lugar de que fue un accidente.



            Lo cierto es que esa oferta la hizo dudar. Se trataba de una aproximación bastante generosa por parte del fiscal a lo mejor que podrían esperar, dadas las circunstancias. No obstante, fiel a su espíritu batallador, contra ofertó.



-Sesenta días de trabajo social, mi representada se disculpa y aceptaría una orden de alejamiento de al menos cien kilómetros.

-¿No es usted fácil de convencer, verdad?- Se sonrió Emmanuel, alegando con un tono de condescendencia que casi rayaba en el paternalismo.- ¿Es que no ve que lo tiene perdido?



            Kerria mantuvo unos instantes de silencio y al fin respondió decidida.



-Mis padres me enseñaron a no rendirme nunca y a crecerme cuanto más difícil está la situación en mi contra. Lo llevo en la sangre, señor Hastings.

-En ese caso. Porque me siento generoso y mi representado no busca arruinarle la vida a su cliente, le haré la última e inamovible oferta. La toma o vamos a juicio.- Sentenció aquel tipo pasando a informar a su interlocutora.- Seis meses de arresto. Disculpas públicas admitiendo su error y su hostigamiento a mi cliente y alejamiento a cien kilómetros de él.

-Tendrá que darme tiempo para discutirlo con mi defendida.- Contestó finalmente Kerria tras sopesar aquello, no sin antes advertir.- Aunque creo que no aceptará.

-Eso allá ustedes.- Sonrió Hastings remachando antes de irse.- Les doy hasta la víspera del comienzo del juicio para que respondan.



            Dicho lo cual se levantó del sillón en el que estaba y se alejó. Ahora Kerria miraba fijamente a Sabra tras concluir y le preguntó.



-¿Y bien?...¿Qué decides?



            A su vez la israelí le sostuvo aquella mirada aunque con expresión dubitativa, casi desesperada, a la busca de algo que la ayudase a tomar esa decisión. Al fin, pudo responder con otra cuestión.



-Lo tenemos  mal. ¿No es cierto?...las evidencias están en mi contra después de todo.

-Todo no.- Suspiró Kerria pese a lo cual tuvo que admitir.- Pero sí que es una situación muy complicada. Me he movido por ese sitio al que ibais. He hablado incluso con algunas personas que estaban allí. Ninguna recuerda haberte visto a solas con Daphne…

-No puede ser.- Musitó Sabra.- Siempre hay mucha gente en ese local. Y los que…bueno, los de nuestra orientación no somos tantos aquí. Les tenemos que ser familiares. Quizás deberían vernos juntas para reconocernos.- Conjeturó.-

-Entre las luces, el ruido y que cada uno va a lo que va.- Comentó su abogada con pleno conocimiento de causa.- La gente no suele fijarse en los que están alrededor, sino en sus propias parejas o la persona que buscan. Aunque tampoco nadie me dijo nada de haber visto a ese chico con tu novia. O eso, o sencillamente nadie quiere verse involucrado. A pesar de ir allí como una más y sacar el tema de modo informal, no me dieron demasiadas respuestas. Parece que hay demasiada cautela, por no decir temor, por aquí.- Tuvo que reconocer Kerria.-



            Aunque sí que tuvo varias proposiciones a cual más picante, tanto de hombres como de mujeres. Con paciente gentileza las declinó todas. Era una mujer felizmente casada les contestó. Dejó de rememorar aquello entonces al observar el gesto angustiado  de su clienta.



-Está bien.- Asintió la israelí.- En ese caso…mi respuesta es no.- Sentenció de modo tajante para justificarse.- Aceptar ese trato sería como renunciar a Daphne. Estaría admitiendo ante ella y los demás que la versión de ese chico es cierta. Prefiero afrontar las consecuencias.

-Es tu decisión.- Suspiró su defensora.- Iremos a juicio pues. Haré todo cuanto esté en mi mano, pero te prevengo. No será nada fácil.

-Nunca lo ha sido para mí.- Sonrió la israelí remachando con más sentido del humor.- No veo por qué iba a serlo ahora. Perdería el interés.

-Será una batalla dura pues.- Sonrió más animosamente su abogada no sin remachar.- Pero la libraremos juntas.



            La israelí le ofreció la mano, y Kerria la estrechó decididamente. Ambas estaban listas y preparadas. Lo mismo que Esmeralda. La diseñadora ya tenía tomadas unas cuantas decisiones, entre ellas las de quienes iban a ser las modelos que retornaran  a la Tierra junto a ella. Se dirigió  a la sede de Modas Deveraux con  ánimo de hacérselo saber. Nada más llegar fue directa al despacho de Brenda. También tenía que charlar con ella sobre esas otras cosas relativas a la administración y el balance de las finanzas. Aunque lo primero era el otro asunto.



-Buenos días.- Saludó entrando decidida y sin anunciarse.-



            Brenda se incorporó con rapidez de su sillón en el que, reclinada, disfrutaba de una copa de brandy.



-Señora Deveraux.- Saludó entre desconcertada y sorprendida, admitiendo.- No la esperaba…

-Lo sé, querida.- Sonrió su interlocutora con sibilina malevolencia.- Ya hablaremos luego, pero antes quiero que hagas venir a las modelos con las que hablé. Esas entre las que debo elegir.

-Sí, claro. De inmediato.- Asintió la todavía atónita joven.-

-Esta mujer va a ser realmente una bruja. Llega como por arte de magia.- Pensaba con una mezcla de disgusto y temor.-



            Y es que no le gustó nada ese tono que había usado al dirigirse a ella para que llamase a esas chicas. ¿Y qué quiso decir con eso de ya hablaremos luego?



-No puede saber nada. No, no tiene nada contra mí. Es impoisble.- Se dijo con ferviente intención de creerlo.-



            Por supuesto que obedeció rauda el mandato de su jefa. Fue en busca de esas bobas  y en pocos minutos las convocó a todas. Las chicas no habían viajado a ninguna otra ciudad sabedoras que la decisión de Madame Deveraux les iba a ser anunciada en esos días. Así que, una vez juntas, Esmeralda se permitió el lujo de sonreír afablemente y tomar la palabra.



-Me alegra veros a todas. A continuación os voy a comunicar cual es mi elección.



            Las chicas contenían la respiración. Y es que recordaban las palabras que Esmeralda les dijera en aquella improvisada merienda días antes. Siendo fiel a su palabra, la diseñadora las invitó a todas, junto con el resto del personal, para saber por ellas qué pensaban de la forma en la que se dirigía la empresa. Por supuesto que, de cara a Brenda y en público, las modelos y el resto del personal, manifestaron lo bien que se sentían y lo atenta que era su responsable. Aunque fue distinto cuando la propietaria se pasó por los corrillos que hacían sus empleados. Allí, lejos de los oídos de su jefa directa, algunas muchachas se atrevieron a decir más cosas. Esmeralda pensaba en eso ahora. Recordaba perfectamente las palabras de esas chicas que ahora aguardaban. Por ejemplo las de Debra Azov. La muchacha, de origen ruso, le contó lo dura que podía llegar a ser su encargada.



-En fin, a veces se confunde ser duro con estricto. La exigencia en mi empresa es fundamental.- Le respondió Esmeralda con gesto impávido, rematando.- Y Brenda es una gran profesional. Sabe muy bien cuál es su función. Obtener lo mejor de cada una de vosotras.

-Sí, señora Deveraux.- Convino la joven, que sin embargo, insistió.- Pero en mi opinión eso no pasa por hacer llorar a algunas pobres chicas gritándoles lo inútiles que son a cada momento.



            Aquello hizo que la jefa guardase un incómodo silencio. Asintió en esta ocasión.



-Nadie es perfecto, pero eso desde luego no es aceptable. Hay mejores formas de corregir errores.- Dictaminó la dueña, queriendo saber.- Dime querida. ¿Te ha gritado a ti?

-A mí no.- Admitió Debra.- Pero sí a otras chicas, algunas eran amigas mías. Y tenían mis mismos sueños. Muchas se fueron muy dolidas cuando Brenda las humilló. Tenga cuidado.- Le susurró en confianza.- Ante usted se presenta muy sumisa y muy cordial, pero está amargada. Este planeta se le queda pequeño. Quiere salir de aquí, de un modo u otro.

-Gracias por tu franqueza. Y dime. ¿Personalmente a qué aspiras tú?- Preguntó la diseñadora.-

-Aspiro a ser una buena modelo. A ganar dinero y a  ayudar a mi familia.- Le contó.- Verá, en mi país la gente de clase media pasa a veces por situaciones complicadas. Tengo dos hermanos menores que están estudiando todavía. Mi sueño es ayudar a mis padres a que les den una buena educación, a ser posible en el extranjero. Y que en mi casa no pasen estrecheces.

-¿Acaso ahora no puedes hacerlo?- Inquirió su contertulia.-

-Gracias a este trabajo sí que gano dinero y les envío lo que puedo.- Declaró la muchacha, eso sí, admitiendo.- Pero si llego a ser conocida en la Tierra ganaré más y aseguraré su bienestar.

-¿No es el sueño de desfilar lo que te mueve?- Preguntó su jefa.-

-Podría fingir diciendo que sí. Pero si le soy sincera, no. Esto es un medio para un fin. – Reconoció la rusa.-  Yo no pude estudiar en la universidad, pero he disfrutado de la instrucción recibida aquí y eso me ha resultado muy útil. Sé que este mundillo no dura para siempre y quiero ganar dinero también para resolver mi futuro y el de los míos. La fama en sí no me interesa demasiado. El bienestar de mi familia, sí. Y también hacer bien mi trabajo.

-Eso es loable querida. Muy loable. Te deseo lo mejor. Muchas gracias por tu franqueza. - Repuso Esmeralda para aproximarse a otra muchacha.-



            Habló entonces con Keisha, la africana le contó que provenía de Nigeria.



-Verá señora Deveraux, me gusta ser modelo. Aunque para mí es un paso más.

-¿Un paso más? ¿Hacia donde?.- Inquirió su jefa con visible interés.-

-Le sonará superficial en un principio, pero deseo llegar a ser famosa y valorada.- Declaró la chica.-

-No me parece superficial. Tienes derecho a aspirar a lo que quieras. Si haces un buen trabajo seguro que lo lograrás. -Contestó la veterana diseñadora.-



            Aunque Keisha movió la cabeza, quizás percatándose de que no se había explicado bien. De modo que matizó.



-La fama no sirve de nada sino se puede emplear en algo útil.- Sentenció explicando a su jefa.- Quisiera llegar a algo en mi país. Ser elegida para un puesto de gobierno, incluso llegar a presidenta. De ese modo podría luchar por mejorar la vida de mis compatriotas. Y si no consigo eso, siendo una figura de notoriedad, también tendría la ocasión de hacer algo por ellos.

-Un objetivo muy encomiable.- Concedió Esmeralda.-



            Aquello sonaba impresionante, la diseñadora tuvo que admitir que esa chica parecía creer en aquello. Le deseó buena suerte y preguntó.



-¿Y qué te parece como se hacen las cosas por aquí?

- No tengo queja hasta ahora. Nuestra supervisora es justa. Si trabajas bien tienes pases. Si no te obliga a esforzarte más.



            Tras darle las gracias, y despedirse, pasó a charlar con la siguiente jovencita. Esa tal Renata. Una muchacha milanesa.



-¿Qué te gustaría hacer si vas a la Tierra?- Le preguntó.-

-Lo primero de todo ver a mi familia.- Sonrió la italiana.- Hace más de un año que no lo hago. Luego desfilar mucho, sobre todo por la pasarela de mi ciudad natal. Deseo ser una de sus mejores modelos.

-¿No la mejor?- Se sonrió Esmeralda.-

-Eso es muy difícil.- Admitió su contertulia.- Hay que ser realista. Quiero ser la mejor versión mía posible.



            Su jefa asintió, aunque a la veterana ex modelo aquella replica le parecía la típica contestación preparada para un casting.



-Y hasta ahora, ¿qué tal todo por aquí?- Le preguntó a la muchacha.-

-Muy bien. ¡Lo cierto es que Brenda a veces nos exprime de desfile en desfile! - Suspiró alegando de inmediato.- Pero ¿qué le vamos a hacer?. Es algo necesario para poder estar bien preparada…mi objetivo es hacerlo cada día mejor. Y ¿quién sabe?. Puede que entonces sí que llegue a ser la modelo más cotizada. Pero eso no es lo que en verdad me gustaría

-¿Y qué sería lo que más te gustaría entonces?- Inquirió su interlocutora.-

-¿Sabe? Mi madre fue modelo también. Y actriz. No famosa pero sí respetada. Me encantaría seguir sus pasos. Ser como ella. Y luego quizás dentro de unos diez o quince años, fundar una familia.



            Así, la diseñadora le deseó buena suerte y fue a conversar con la cuarta de las muchachas. La tal Bai Chen. Era china y bastante callada. Pese a ello por supuesto que habló con su jefa. Y ante las preguntas de ésta respondió tras meditar un poco.



-Quiero ser buena en mi trabajo, como quiero serlo en todo. La perfección se persigue a través del esfuerzo. En eso no puedo estar más de acuerdo con usted.

-¿Y qué metas tienes?- Inquirió Esmeralda.-

-Me gusta esta profesión. Deseo labrarme un futuro y un nombre. Y en pocos años, quizás retirarme y contraer matrimonio. Pero eso solo si lo deseo. Preferiría estudiar y llegar a ser directiva de alguna de sus sucursales, por ejemplo, la de Beijing

-Tienes una altas miras.- Valoró Esmeralda.-

-Sí, señora Deveraux.- Admitió la joven.-  Y soy consciente de la gran cantidad de trabajo y de aprendizaje que debo llevar a cabo para alcanzarlas.

-Muy bien. ¿Y te parece que aquí has tenido un buen aprendizaje?- Quiso saber la propietaria.-

-Me ha enseñado que tengo que ser siempre competente y centrarme en mis objetivos. Sí.- Asintió la china añadiendo.- A parte de mi idioma natal y del inglés, hablo también francés. Además, he estado estudiando dirección de empresas. Siempre en mi tiempo libre y vacaciones.

-Pero tienes un fondo de becas para eso.- Opuso su interlocutora.- Puede pedir días libres cuando tengas exámenes e incluso para preparar algún trabajo de carrera si te es preciso.

-Sí, señora, aunque eso aquí sería contraproducente.- Observó la oriental.- Me refiero a que perdería la ocasión de participar en desfiles y adquirir experiencia.

-Claro.- Asintió Esmeralda.-



            Esa muchacha no dijo nada contra Brenda aunque a la propietaria le sorprendió aquello. Se suponía que la supervisora tendría que haberla informado de ese tipo de cosas.  En ese momento dejó eso de lado. Ahora, tras recapitular, miraba a las ansiosas jovencitas, lista para dar su veredictos. No obstante, antes de eso, pensó en su conversación con Sonia. La modelo habló con ella haría una hora tan solo. De hecho, escuchó el mensaje suyo anterior y ella misma le devolvió la llamada. Esa chica parecía algo agitada.



-Dime querida.- Dijo Esmeralda.- ¿Has tomado ya tu decisión?

-Sí, señora Deveraux.- Repuso la joven.- Y tengo un problema. Verá, usted dijo que me apoyaría… aunque no sé si querrá seguir haciéndolo…



            Y la puso al tanto de esa situación que había surgido. De la discusión con su pareja y sus dudas. Esmeralda la escuchó atentamente y al fin respondió.



-No soy quien para meterme en tu vida privada ni en tus prioridades, Sonia. Con tal de que eso no afecte tu trabajo. Si eres capaz de cumplir con el nivel que se te exigirá en la Tierra y con tu agenda de la Casa Deveraux, por mí no hay inconveniente si luego ruedas una o cien películas. Únicamente te avisaré, y es un consejo tan bienintencionado como el que podría darle a mi propia hija. Ten mucho cuidado en dónde te metes. El mundo de la fama puede ser muy gratificante, pero también efímero y traicionero.

-Gracias señora. No lo olvidaré.- Respondió la española.-

-Por lo que me cuentas, ese actor tiene que ser muy buena persona.  Obras benéficas, ejemplo para los niños. Admiro eso. En nuestra Casa Deveraux tenemos muchos programas a beneficio de la infancia.- Comentó para acto seguido añadir con más prevención.-  Si su productora y él mismo te quieren como coprotagonista por tu talento me parece bien. Pero si es una mera campaña publicitaria te pido que reflexiones.

-Lo he hecho. Y quiero dar el máximo en las pasarelas y en los escenarios. Sé que puedo hacerlo.- Sentenció la joven.-

-Muy bien. Sea pues.- Convino Esmeralda.- Vendrás conmigo. Prepárate para salir hacia la Tierra lo antes posible. O si lo prefieres, en atención a esa productora y a su estrella, si quieres puedes ir con ellos. Siempre y cuando estés en París antes de dos meses. ¿Queda claro?

-Sí, señora Deveraux.- Afirmó la joven añadiendo con patente reconocimiento.- Muchísimas gracias por confiar en mí.

-Mi confianza no viene gratis, querida. Tendrás que demostrar que la mereces.- Le advirtió antes de despedir la comunicación.-



            Sonia resoplaba tras cortar la llamada. Su novia llegó incluso a mirarla con inquietud. Parecía desde luego que esas noticias eran de una gran trascendencia. Mei Ling no había querido inmiscuirse en esa importantísima conversación, ni siquiera estando presente, para no distraer a su pareja y se había retirado prudentemente a otra habitación.



-Tiene que decidir por sí misma y libremente.- Se dijo la oriental.-



            Ahora, tras oír algunas exclamaciones y después de unos instantes de silencio, había vuelvo a la estancia en la que su pareja se encontraba. Y tras verla así, quiso saber.



-¿Qué te ha dicho?



            Y tras suspirar largamente para aliviar la tensión que tenía, la española sentenció.



-Todo está en marcha.

-¿En marcha?- Inquirió Mei Ling, mirándola sin comprender durante unos instantes.-

-Sí, cariño.- Musitó Sonia con voz queda pidiéndole con una suplicante mirada.- Por favor, ten confianza en mí.



            La oriental asintió, y las dos se abrazaron. A su vez, después de colgar Esmeralda reflexionó. Sabía por experiencia que, poner a una jovencita contra la espada y la pared no era rentable. Y por otro lado debía admitir que le gustaba esa tal Sonia.



-Tiene madera como modelo, parece íntegra y sus dudas son genuinas. No quiere dejar a nadie en la estacada. Pero eso a veces es imposible querida niña. Nunca vas a poder complacer a todo el mundo.- Pensaba.-



            Sin embargo, simpatizaba con ella. En su día aprendió lo complicado que llegaba a ser el combinar varias ocupaciones importantes al mismo tiempo. Ella tuvo que hacerlo, nada menos que como modelo, diseñadora, justiciera y madre.



-Y nunca, nunca puedes dar el cien por cien en todo. Tristemente debes renunciar a algo. Yo lo pagué muchas veces perdiéndome a mi hija en muchos momentos. Dejando de verla crecer. Y eso es algo que, desgraciadamente no se puede recuperar.  No ignoro que Amatista todavía lleva eso dentro. En tu caso, querida, únicamente el tiempo dirá en qué debes centrarte. Espero que sea en el mundo de la moda. Pero creo que mereces al menos una oportunidad. Como muchas de tus compañeras.



            Entonces volvió de esos recuerdos y contempló a esas muchachitas que le devolvían miradas mezcla de esperanza, temor e impaciencia. En ese caso, como en lo anterior, no tendría más remedio que desilusionar a algunas mientras hacía felices a las otras.



-Así es la vida.- Se dijo con filosofía.-



Empero, alargar ese momento era innecesario. Esas chicas no merecían seguir sufriendo. Por ello no quiso hacer que las pobres aguardasen más, de modo que la dueña y máxima responsable de la Casa Deveraux, anunció.



-Pues bien. Las elegidas para acompañarme a la Tierra son las señoritas siguientes…




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