lunes, 23 de julio de 2018

GWHC39. Especial Navidad III. Un juicio muy particular.




Sentada en su silla de acusada Kerria aguardaba el veredicto. No tenía ni idea de qué iban a resolver en su caso. Si la cosa iba mal sólo lo lamentaría por su hijo y por Abby. Sería una enorme decepción para ellos. Entonces el juez, a punto de agarrar el mazo, dijo.

-El tribunal va a hablar, y la señora Malden es…

            La mujer suspiró pensando en tanto movía la cabeza.

-Desde luego, no sé como pude meterme en este lío…

            Y es que varios días antes, una de tantas mañanas llevaba al pequeño Brian al colegio. Samantha estaba muy ocupada con una campaña de lanzamiento publicitario de modo que le sería imposible ocuparse del crío durante unos días. Por suerte siendo ahora una abogada independiente para elegir sus litigios, Kerria no tenía problemas a ese respecto. El niño, que contaba ya con siete años, iba atrás, en su silla especial y provisto de su cinturón. Su madre conducía en tanto le escuchaba.

-Mama Ky. ¿Hará la abuela Bertie buñuelos?
-No lo sé tesoro, tendrías que habérselo preguntado a ella.
-Sí, es verdad.- Repuso el pequeño con gesto preocupado alegando.- Es que, nos han dicho en el colegio que, antes de las vacaciones de Navidad van a hacer un concurso de postres. Y todos los papás, abuelos, abuelas y mamás, van a participar.
-Bueno, en ese caso, tanto mamá Sam, como yo, podríamos hacer alguna cosa.- Le ofreció ella.-

            Pero el niño puso un gesto de circunstancias que, por suerte para Kerria, ésta no pudo ver, al estar mirando a la carretera. Al fin, la madre insistió.

-¿Qué te parece la idea?. En cuanto volvamos a casa se lo digo a mamá Sam…
-Es que prefiero que los haga la abuela, Les salen mejor que a vosotras.- Opuso el crío.- O al abuelo Roy, cuando venga de jugar por ahí con su equipo. Él sí que cocina muy bien.

            Esa era una de tantas ocasiones en las que Kerria se arrepentía de haber educado a  su hijo para que le dijera siempre la verdad. Pero no podía negar que tenía toda la razón. Suspirando repuso eso sí, con tono jovial.

-Cuando regresemos a casa les preguntaremos a los abuelos.
-¡Bien!- Exclamó el niño con patente alegría.-

            Aquello la hizo reír. El niño siempre lo conseguía no importaba lo cansada o llena de trabajo que estuviera. Y de todos modos, era cierto. Sus padres eran mucho mejores cocineros que cualquiera de ellas dos.

-Así me los podré comer también yo.- Pensó divertida.- Aunque no muchos, tengo una silueta que cuidar.- Se dijo ahora con menor entusiasmo.-

            Al fin llegaron al colegio. Tras aparcar y desatar a su hijo Kerria le ayudó a bajar. Tomándole de la mano se dirigió al interior. Una vez pasó, le dejó ir con sus amiguitos. Sonriéndole con ternura vio como el crío la despedía agitando una mano para enseguida ponerse a charlar con otros pequeños según pasaban a las clases.

-Bueno, ahora a trabajar.- Se dijo suspirando.-

            Y es que eso no le parecía tan divertido. Por lo menos llevaba unos días de tranquilidad. Sebastián la había liberado bastante desde que hacía un par de años más o menos comenzase a viajar a Bios o Nature a atender algunos casos. La abogada aún recordaba especialmente ese en el que defendió a aquella piloto, Sabra Leví, de un cargo de agresión. Y lo hizo sobre todo a requerimiento de Susan Hunter, que fuera subordinada de su hermano Leval, y, además, que era la hermana mayor de Debbie, la novia de Kerria en el instituto.

-Aquello fue realmente duro y difícil. Y esa tal Daphne cometió perjurio.- Rememoraba sin poder evitar indignarse todavía.- Aunque entiendo por qué lo hizo, pero eso no lo justifica….

            De todos modos era preocuparse fútilmente. Ya nada se podía hacer ante eso. La cosa no fue tan mal pese a todo y el agredido, el novio de esa Daphne, retiró los cargos.

-Y luego lo de esa pobre niña, Nelly. ¡Ojalá hubiese podido ayudarla más!- Pensó con pesar.-

            Aquello fue otra cosa totalmente distinta, a requerimiento de Giaal, el esposo de Susan, tuvo que ir en plena noche a tratar de sacar a esa cría del calabozo. Sin embargo, cuando llegó el abogado designado por el padre de la muchacha, no le quedó otra que retirarse. En fin, fueron demasiadas cosas y no pudo ocuparse de todas. A la vuelta informó cumplidamente a sus jefes y estos la apoyaron amén de disculparse por haberle exigido tanto.

-Eso tiene fácil arreglo.- Les pidió entonces.- Dadme autonomía para elegir los casos…

            Y pese a que Sebastián y su marido Pedro se miraron entre sí perplejos y luego la miraron a ella como si estuviera loca, finalmente transigieron. Desde entonces la abogada gozaba casi de plena autonomía para decidir qué casos iba a llevar. Últimamente se había tomado un respiro para pasar más tiempo junto a su hijo. Teniendo en cuenta que Samantha estaba hasta los topes de trabajo.

-Ahora me toca a mí hacerme cargo de Brian con más asiduidad. Mi pobre esposa ha tenido que ejercer en la práctica como su única madre durante mucho más de lo que hubiese debido. - Meditó no sin cierto complejo de culpabilidad.-

            Así fue. Samantha se había ocupado las más de las veces de llevar a Brian a la guardería, después al colegio, de hablar con sus tutores e involucrarse en los médicos. Todo porque ella había estado inmersa en una vorágine de caso, tras caso, llegando al sumun con esos viajes a Nature y a Bios. Al menos, pudo visitar ocasionalmente a su hermano Leval, a su cuñada Amatista, a sus sobrinos Asthel y Maray y al resto de los familiares y amigos que allí vivían.

-Idina en su escuela, el primo Cory con su esposa Sandy y su hijo Granate.- Suspiró repasando mentalmente aquello.-

            Y en Nature, bueno, además de Susan, Giaal y otros conocidos, incluso coincidió con Esmeralda, la madre de Amatista, cuando fue para allá a intervenir en ese caso. Aunque lo que más la sorprendió fue volver a ver a su antigua novia Maggie. Rompieron de mala manera eso sí. Aquella chica que estudiaba para enfermera cuando ambas comenzaron a salir, justo tras la ruptura de Kerria con el padre de su hijo, la engañó con esa mujer morena que encima quiso chantajearla amenazándola con desvelar su verdadera orientación sexual.

-Al menos, eso me contó Maggie tiempo después. De hecho, para evitar esa posibilidad, salí yo misma del armario en ese programa de Al Mats. Tuve suerte de contar a mi lado con Kathy y con Idina.- Recordó agradecida a sus primas y amigas, dando que por aquel entonces,  Amatista, Leval, Mazoui , Satory y otros muchos amigos, y familiares, viajaban a bordo de la SSP-1 que estaba desaparecida por entonces.-

            Desde luego la vida daba muchas vueltas. Maggie terminó por embarcarse en la SSP-2, allí conoció a un saiyajin. Increíblemente su antigua novia se enamoró de él, se casaron y tuvieron una niña monísima a la que llamaron Gloria. Kerria pudo conocerla y era un encanto de cría, pero la madre de esa pequeña se había tornado en una especie de fanática religiosa homófoba.

-No pude creerlo ni aun cuando lo vi, Maggie era otra persona totalmente distinta.- Reflexionó especulando.- Quizás el trauma de estar clínicamente muerta la cambió.

            Esas cosas eran realmente difíciles de procesar. De todos modos ella fue a ese planeta, lo hizo lo mejor que pudo y retornó.  Y eso que al principio no tuvo ninguna gana de ir, aunque su viejo amigo, el capitán Enzo Cortés, se ocupó también de alentarla a aceptar aquel reto.

-Nunca sé exactamente en qué está pensando, es un tipo realmente misterioso, y con muchos secretos que guardar.

            También se acordó de cómo había representado años atrás al esquivo capitán, en un juicio para que el ejército reconociera su cambio de sexo.

-En fin, será mejor que deje de divagar y me concentre en el papeleo.- Se aconsejó a sí misma.-

            Le solía suceder mucho, cuando debía revisar una enorme cantidad de tediosos informes en su Tablet. Su mente volaba de unas cosas a otras y se perdía en aquellos momentos del pasado. Finalmente se centró y pudo resolver la tarea del día. Para su respiro, al salir del trabajo no tuvo que ir a buscar a su hijo.

-Menos mal que mamá ha podido ocuparse.- Pensó agradecida.-

            De modo que condujo directamente a casa. Al llegar, como de costumbre, se quitó los zapatos, bostezó algo y estaba lista para ir a darse un baño reparador durante el que, invariablemente, solía dar alguna cabezadita. No obstante esta vez la casa estaba extrañamente desierta y silenciosa.

-¡Qué raro!- Pensó algo desconcertada.- Se suponía que mis padres iban a estar. Y mamá ya tuvo tiempo de volver con Brian de la escuela.

            No quería inquietarse ni pensar mal. Con tantos fanáticos religiosos, por no hablar de los críticos e incluso enemigos acérrimos de los soberanos terrestres que la identificaban a ella y a los suyos como lunáticos, es decir, partidarios de Serenity y Endimión, no sería la primera vez que habían recibido amenazas. Kerria no se preocupaba por ella ni por sus padres, eran perfectamente capaces de protegerse solos, pero sí temía por su hijo y por Sam.

-No podría soportar que algo malo les sucediese.- Pensaba con zozobra.-

            Aunque una exclamación de júbilo la calmó de inmediato. Provenía de la cocina y era la voz de su pequeño. Todo estaba normal. Sonriendo y moviendo la cabeza, juzgándose como una tonta por aquel acceso de desasosiego, no tardó en ir hacia allí. Al abrir la puerta la imagen era de lo más divertida y entrañable. Teniendo en cuenta el desbarajuste de cacharros y utensilios manchados y la visión de sus padres, provistos de delantales, allí habían estado haciendo algo. Fue Brian quien, al verla, corrió hacia ella y la abrazó a la altura de la cintura para desvelarle con patente entusiasmo.

-¡Mama Ky! Los abuelos han hecho buñuelos…
-¿De veras?- Se rio la recién llegada intentando que su emocionado hijo no le manchase el blazer y la falda con algún pegote de masa y restos de chocolate.-
-Sí hija, Brian nos ha contado lo del certamen culinario.- Repuso Beruche.- De modo que, una vez llegamos, decidimos hacer unos postres en familia.
-Lástima no haberme esperado.- Comentó jovialmente la joven.-
-Seguro que no te importará haber llegado a tiempo para probarlos.- Se rio su padre.-

            Su hija asintió, ¡de eso no había duda! Quiso tomar uno de los que había sobre una bandeja en la isla de la cocina, aunque su padre le atizó descuidadamente con una espátula.

-¡Au!- Se quejó Kerria, agitando su dolorida mano y protestando de seguido.- ¡Papá! ¿No habías dicho que podía probarlos?
-Sí, pero no dije que ahora. Tendrás que aguardar hasta después de la cena.- Le indicó su progenitor con tono entre divertido y algo gamberro.-
-Así es, hija.- Secundó Bertie, remachando con humor.- Caso cerrado.
- Apelaré.- Se rio Kerria haciéndose ahora con un buñuelo y comiéndoselo con celeridad al aprovecharse de que su padre se había ido al fregadero.-
-¡Ja, ja! Hice lo mismo que tú, mami Ky.- Se rio Brian observándola divertido.-
-Pues al hijo y a la madre les vamos a castigar, en nombre de Luna.- Aseveró jovialmente Bertie.-
-Protesto, no hay habeas corpus.- Contratacó su hija.-

            Aunque el perplejo Brian, mirando a su madre con estupor, le preguntó de inmediato.

-Mamá Ky. ¿Qué es veas curpus?
-¡Ja, ja! - Habeas corpus, hijo.- Le corrigió ella que añadió para explicarle de una forma lo más sencilla que pudo, teniendo en cuenta la corta edad del crío.- Es cuando te llevan corriendo ante el juez.  Sin embargo, no te pueden detener de forma arbitraria…
-¡Ja, ja! No digas que no hay pruebas.- Se rio su padre agitando la espátula.-
-Eso no tiene que ver.- Sonrió condescendientemente ella respondiendo. – Puede haber pruebas o no, pero el que determina si el arresto es procedente o no es el juez.- Clarificó la profesional en derecho. -
-Sí, sí, ¡pues aquí el juez soy yo y hablando de probar cosas, tú bien que has probado los buñuelos, letrada!.- Intervino Roy agarrándola cómicamente de una oreja. – Ya hay uno menos.
-Eso no puede demostrarse técnicamente si no llevabas la cuenta.- Se rio su hija.-
-Hacías lo mismo de pequeña cuando te comías las galletas. De modo que, voy a sentenciarte igual que entonces, a un tironcito de orejas.- Se sonrió algo aviesamente su padre, tirando en efecto con algo más de intensidad del lóbulo de la joven.-
-No papá. ¡Ay!.- Protestaba cómicamente la así agredida.-

            Brian se reía viendo esa divertida escena, el abuelo era muy gracioso, y  pese a sus quejas (más bien fingidas) su madre se lo estaba pasando en grande también. Aunque el niño no entendía esas cosas tan raras, que si había pruebas o que su madre sí que lo probaba, y luego eso que mamá Ky dijo de los arbitrarios esos. Supuso que, como su abuelo era entrenador de baloncesto, algo tendrían que ver. En esas reflexiones estaba cuando oyó la voz de mamá Sam que volvía de su trabajo.

-Hola familia.- Saludó Samantha. –

            Recibió un sonoro “hola” a coro del resto. Al ver aquello se sonrió. Estaba claro que se lo estaban pasando de maravilla. No tardó en ser puesta al corriente de lo que sucedía, y fue Brian quien, en medio de las sonrisas generales, lo resumió a su manera.

-Mira mama Sam, los abuelos han hecho buñuelos para el concurso del cole, mamá Ky llegó y se comió uno. Entonces el abuelo la regañó pero ella dijo que no tenía corpus y que como no había árbitros no la podían detener.
-¿Qué?- se rio la recién llegada sin entender nada de aquello.-

            Tras el coro de risas que hubo entre los presentes, su esposa le aclaró aquello a Samantha.

-Solamente utilicé algo de lenguaje legal.- Sonrió Kerria una vez liberada de aquel ataque a sus pabellones auditivos y añadiendo con humor.- En suma, papá no puede demostrar que me he comido el buñuelo si no tiene pruebas. Y eso le será difícil. Literalmente las he eliminado.
-Pero tengo testigos, ¡listilla! - Se rio su progenitor tirándole de la oreja una vez más.-
-Ay!.- Se quejó ella una vez más. -Mira, eso sí, pero tengo atenuantes.- Se defendió jocosamente su hija una vez logró liberarse, remachando con humor.- Están muy buenos.

            Todos volvieron a reír. Al fin, Beruche “levantó la sesión” y la familia se dispuso a cenar. Al día siguiente, Kerria volvió a llevar a su hijo al colegio. Brian recordaba lo acontecido el día anterior y quiso saber con evidente curiosidad.

-Mami Ky, ¿en tu trabajo tienes que decir todas esas cosas tan complicadas?
-¿Cosas complicadas?- Repitió ella en ese momento sin caer en la cuenta de a lo que el crío se refería.-
-Lo que le dijiste al abuelo Roy ayer.- Aclaró el pequeño.-
-¡Ah, eso! - Rio su madre asintiendo divertida.- Sí, algo parecido.
-¿Y cómo te sabes tantas palabras raras?- Inquirió el atónito niño.-
-Bueno, porque he tenido que estudiar mucho, cariño.- Le contó ella.- Para ser abogado igual que para la mayoría de las cosas, hay que estudiar.
-¿Como yo en el cole?- Preguntó el animado niño.-
-Sí, igual.- Convino su madre.-
-Pues yo quiero ser abogado como tú, para decir tantas palabras extrañas.- Afirmó entusiásticamente Brian.-

            Kerria se rio, visiblemente orgullosa además de su hijo. No estaría mal tener a otro letrado en la familia.

-Pues ya sabes, tienes que sacar muy buenas notas, cielo.- Le animó.-

            Al fin llegaron al colegio. Dejó al niño allí y volvió al trabajo, aquello se repetía como el día de la marmota.  Su madre se ocupó una vez más de recoger al niño. Samantha había ido de viaje a Seattle esa misma mañana y tardaría en retornar unos días. Ambas charlaron la noche anterior, en la cama, antes de dormirse.

-Bueno.- Le comentó Sam.- El acuerdo con esa empresa está casi cerrado, pero me han pedido que vaya en persona a rubricarlo. También debo aprovechar para hacer una gira por otros sitios de interés potencial para algunas campañas.
-Vaya, ¡qué lata!- Suspiró Kerria abrazándose a ella.- ¿Y cuándo volverás?
-Puede que dentro de una semana.- Estimó su pareja acariciándola el pelo. -En cualquier caso, antes de Navidad.
-Así lo espero, tenemos ese concurso de postres de Brian en el colegio.- Suspiró la agotada abogada.-
-Tranquila. Seguro que tus padres harán un magnífico papel.- Se rio Samantha.- Mucho mejor que el nuestro.
-Desde luego. No paso de hacer galletas algo requemadas y porque la tía Connie me enseñó.- Sonrió Kerria, recordando eso con nostalgia y cariño.-

            Y es que siendo una niña pequeña aprendió junto a su prima Idina y en compañía de Nehie, la que ahora era la reina Neherenia de la Luna Nueva. ¡Qué tiempos aquellos cuando únicamente eran tres crías entusiastas, encantadas de hornear galletas! Pero lo que más les gustaba hacer era comérselas después. ¡Sobre todo a ella! En eso era y continuaba siendo una golosa impenitente.

-Agradezco esta fisonomía de saiyajin.- Pensó con alivio.- O de lo contrario ya tendría que haberme comprado varias tallas más.

            Pese a que ella no se transformaba en súper guerrero como otros miembros de su familia y no parecía tener una fuerza en exceso destacable, quizás por no haber dedicado tiempo a esos terribles entrenamientos que su padre y su hermano habían tenido, sí que notaba que su metabolismo era privilegiado respecto a otras mujeres de su edad. Y eso que no era demasiado mayor, apenas si había sobrepasado la treintena. Comentando esto con su esposa, ésta le respondió con un ligero tono de sana envidia.

-¡Qué suerte tienes! Yo sí me noto algo más rellenita.
-No digas bobadas, estás perfecta.- Afirmó Kerria.-
-La verdad es que no paro de moverme.- Admitió Sam, añadiendo divertida.- Y cuando estoy en casa hago algo de aerobic con tu madre. ¡Bertie es increíble!, se mantiene en una forma admirable.
-Sí, de joven mi madre tuvo una época muy movida.- Musitó Kerria a quien se le comenzaban a cerrar los párpados.-

            Y apenas si se acordaba de mucho más, ella y Samantha debieron de dormirse al poco de eso. Ahora, suspirando se encaminó a su bufete. Tras su jornada habitual fue ella quien esta vez retornó al colegio a por Brian. Su madre tenía compromisos que no podía soslayar en su propio centro de estudios, en donde era subdirectora. Una vez que llegó, Kerria aparcó y se dirigió hacia la entrada de la escuela, donde los padres solían aguardar a que salieron los críos. No llevaba ni un par de minutos esperando cuando escuchó que alguien la llamaba.

-Buenas tardes, señora Malden.- La saludó una voz de hombre que le sonaba familiar.-

            Se giró saludando a su vez, era el jefe de estudios. Un tal Ernest Ross, según recordó.  Un hombre joven, quizás en la treintena, de la estatura de ella, con el cabello rubio ceniza y ojos marrones, no era un adonis pero tampoco estaba mal. Le conocía de haber ido alguna vez a hablar sobre su hijo. De hecho era asimismo el tutor de Brian en ese curso.

-Me alegra verle. ¿Qué tal todo?- Le preguntó amablemente la interpelada.-
-¡Oh!, muy bien, muchas gracias. Espero que ustedes lo estén también. Hace mucho que no veo a la señora Malden. Bueno, ya me entiende, no a usted, a la otra señora Malden.- Comentó con algo de azoramiento.-

            Kerria podía comprenderlo bien. Eso de ser dos mujeres que, no solamente eran pareja sino que estaban casadas, todavía provocaba confusión y cosas peores aún, a mucha gente. Pero Ross era un tipo agradable y un buen profesional. La abogada no tenía ni idea de cuál sería su opinión personal al respecto, y ese le gustaba, dado que aquel hombre se centraba única y exclusivamente en el bienestar y la formación de Brian, que era la función que debía cumplir. Por eso, ella misma admitió.

-Entiendo que le suene raro. Eso de que las dos seamos “la señora Malden”, ¡y no puede ni imaginarse el desconcierto que hay en casa cuando mi madre y mi cuñada están presentes y alguien pregunta por alguna de nosotras! - Se rio divertida.-
-Sí, debe de ser interesante.- Convino el director quién, dejando el tema de lado, le comentó ya más seriamente.- Verá, es una feliz coincidencia el haberla visto. Quería hablar con usted o con su esposa. Aunque a Samantha, si me permite que llame así a su cónyuge para distinguirlas a ustedes, hace tiempo que no la veo.- Afirmó con tinte afable ahora.- Espero que se encuentre bien.
-No se preocupe señor Ross, sé que mi mujer le tutea, de hecho ha venido mucho más a menudo que yo. Está perfectamente no se inquiete y gracias por preguntar. - Le contó ahora con buen talante para explicar.- Lo que sucede es que ahora está muy liada con sus campañas de publicidad y yo he tenido días libres. Por ello, por favor, llámeme Kerria a mí y así no tendremos más confusiones.
-Pues en ese caso, por favor, tutéeme también.- Le pidió él, añadiendo para ir al grano.- Quisiera hablar de Brian y de su clase.

            Ahora la sonrisa de Kerria se extinguió, no pudo evitar preocuparse. Quisiera o no, su trabajo como abogada penalista y como representante de muchas personas del colectivo LGTBI, le hacían temerse siempre algún problema en forma de insultos o comentarios hirientes. De hecho, no era ningún secreto para los compañeros de su hijo que Brian tenía dos madres. Y si bien la inmensa mayoría de sus condiscípulos no tenían el menor inconveniente en eso, nunca se podría asegurar al cien por cien que algo no surgiese. Por ejemplo, algún roce entre niños,  influenciado más que nada, por comentarios de algunas familias. De todas formas, Ernest sonrió de inmediato para negar con la cabeza y apresurarse a tranquilizarla a ese respecto.

-No temas, no hay ningún problema en absoluto. Es precisamente al contrario. Supongo que tu hijo te habrá hablado de las actividades que tenemos en marcha.
-Sí, me comentó lo de las jornadas de cocina.- Presupuso ella, admitiendo ahora no sin rubor.- Aunque ni yo ni Sam somos demasiado buenas en eso. Quizás mis padres puedan hacer un mejor papel.
-¡Ja, ja! - Se rio su interlocutor sorprendiéndola un poco.- No, no se trata de eso.- Añadió él, con tinte desenfadado, para comentarle a Kerria.- Estamos preparando un trabajo de clase. Algunos críos han comentado a qué se dedican sus padres. Y lo cierto es que Brian llamó la atención de sus compañeros, contando que eres abogada y que hablas muy bien de esas cosas.

            Kerria no pudo evitar reírse, el pobre crío se impresionaba con bien poco, aunque lo siguiente que Ross le comentó sí que la dejó perpleja.

-Tu hijo contó algo de un juicio por unos buñuelos. No sabía que ese tipo de cosas existieran.
-¡No!- Se apresuró a matizar una divertida Kerria.- Fue una broma que tuvimos en casa el otro día.
-Bueno.- Sonrió el tutor del crío a su vez.- El asunto es que, tras debatirlo un poco en clase, le preguntamos a Brian si podría hablar contigo. Los niños desean saber cómo se hace un juicio de verdad.
-Bien, pues… uno de estos días podría ir a explicárselo.- Repuso la letrada con buena disposición. –
-Eso estaría fenomenal. Y te agradecería que hicieras algo más.- Le pidió Ernest mirándola con patente interés.-
-¿De qué se trata?- Quiso saber ella.- Si está en mi mano, sería un placer.

            Aquel tipo carraspeó un poco entonces y le explicó.

-Hemos puesto en marcha un proyecto cooperativo, los niños aprenden mucho mejor si llevan las cosas a la práctica, de modo que van a celebrar un juicio en la clase. Algunos tomarán el papel de juez, otros el de abogado, el de fiscal y el resto serán testigos y jurado. Bueno, como la clase es reducida, el jurado estará compuesto únicamente por seis críos, tres niños y tres niñas. Antes de todo eso, van a inventar unas leyes para juzgar el delito que elijan.
-¡Es una idea genial!- Se sonrió Kerria, visiblemente encantada con ese proyecto.-

            No obstante aquí, el jovial tono del tutor de su hijo decayó un poco cuando éste le confesó.

-El problema es que, ninguno de los pequeños quiere ser el acusado. Claro, eso de ser el malo o la mala de la historia, no les va.
-Vaya, eso sí que es un inconveniente.- Comentó ella. – Lo comprendo, solamente tienen siete años y eso les puede afectar luego. Aunque sea fingido.

            Y entonces, para perplejidad de la abogada, ese tipo se sonrió de forma algo ladina para reseñar.

-Y ahí es dónde entra Brian. Verás, recordó ese incidente de los buñuelos en vuestra casa, y dijo que tú podrías ser la acusada.
-¿Quién, yo?- Se señaló Kerria a sí misma con expresión entre risueña y sorprendida.-
-¿Quién mejor?- Comentó animosamente el señor Ross, argumentando.- De ese modo podrías irles corrigiendo y explicando cosas sobre la marcha. Y no condicionar sus decisiones desde un puesto de juez o jurado…y menos aun siendo la abogada o la fiscal. ¡Los pobres no tendrían oportunidad contra ti!

            Kerria meditó sobre esas palabras. Era cierto. Además, tenía ganas de hacer alguna actividad de esas con su hijo…

-Será un placer.- Sonrió queriendo saber.- ¿Cuándo tendría lugar ese proceso?. Debo tenerlo en cuenta para solicitar permiso en mi bufete, ¡ja, ja!. Lo mismo me lo niegan alegando incompatibilidad de intereses.
-En tres días empezaremos, mientras tanto hemos distribuido los papeles y Brian ha dicho que quiere ser tu abogado defensor.

            Eso la hizo sonreír. ¿Qué mejor defensa que la de su propio hijo?. Ya hablaría con él para concretar aquello.

-Y hay una cosa más.- Añadió el señor Ross.-
-¿De qué se trata?- Quiso saber Kerria.-

            Ahora el gesto de ese hombre se puso algo más serio cuando le comentó de modo confidencial.

-Es algo muy importante, que servirá para educar a los niños y niñas en muchas cosas. Y para ayudar a alguno o alguna en concreto…


            Y tras desvelarle aquello, Kerria asintió, incluso sonriendo de forma fugaz, para reiterarse.

-Estaré encantada de hacerlo, sabiendo que servirá a que los pequeños aprendan el valor de la  justicia…Espero poder decírselo a mi hijo enseguida…

No hubo de aguardar mucho para hacerlo, el niño salió de clase a los pocos minutos y tras despedirse de su tutor tanto ella como Brian retornaron a casa, de camino charlaron sobre ese tema.

-Has tenido una idea estupenda, hijo.- Le alabó ella.-
-Así aprenderé a ser abogado como tú.- Replicó el pequeño con visible entusiasmo.-
-Muy bien, pues te daré algunos consejos.- Dijo su orgullosa madre, añadiendo divertida.- Tienes que procurarme la mejor defensa posible, ese es el cometido de todo abogado para con sus clientes.

            El pequeño asintió con los ojos muy abiertos y poniendo muchísima atención a lo que su mamá le explicaba. Así, entre esas y otras recomendaciones llegaron a casa. Tras saludar a los abuelos y contarles aquello, Brian corrió a su cuarto. El pequeño estaba muy motivado para ser capaz de aprender muchas cosas y defender bien a su madre.

-Voy a buscar el libro de leyes que estamos haciendo.- Le dijo a todos con evidente contento.-
-¿Nos lo dejarás ver?- Inquirió Kerria, no sin una buena dosis de genuina curiosidad.-

            El crio asintió, de hecho estaba entusiasmado con mostrarlo. No tardó en volver con una agenda.

-¿No lo haces en la Tablet? – Le preguntó su extrañada abuela.-
-Es que el señor Ross nos ha dicho que mejor lo anotemos todo, como se hacía antiguamente, y que luego ya lo pasaremos.- Le respondió el crio.-

            Bertie asintió con aprobación, de ese modo los niños mejoraban su caligrafía y su ortografía. Fue Roy quien, tras echar un vistazo, se sonrió y como siempre tomó la palabra con comicidad, preguntando.

-¿Habéis puesto la ley de la botella?
-¿La ley de la botella?- Repitió su nieto sin comprender.-
-¡Quién la tira va a por ella!- Sentenció su abuelo entre risas.- Es una norma fundamental en las pachangas callejeras.
-Papa.- Suspiró Kerria, moviendo la cabeza divertida para reconvenirle con jovialidad.- Que esto es serio…
-Lo siento.- Se apresuró a disculparse su interlocutor de modo grandilocuente, lo que mostraba que, precisamente, muy en serio no se lo tomaba, aunque sí que matizó.- Muy bien, Brian. A ver que leyes son esas. Tu mamá Ky tendrá que estar familiarizada con ellas y tú también, para que la defiendas estupendamente.

            Desde luego eso abría un gran horizonte de posibilidades, la letrada ojeó alguna de esas normas que los niños habían escrito y por ejemplo, leyó.

-El que se suene la nariz demasiado será castigado sin poder comer pizza.- ¿Qué tipo de ley es esta?- Inquirió mirando atónita a su hijo.-
-Una que puso Mandy Durham.- Suspiró el pequeño moviendo la cabeza, para informar a sus oyentes no sin tintes de hastío.- Es una pesada. Dice que le da mucho asco que alguien se suene la nariz.
-Buena idea, ¡podrías elevarlo al supremo y convertirlo en delito federal! - Se rio Roy.-

            Su esposa intervino al punto obsequiándole con un capón para que se callase y provocando la risa de su nieto…Kerria entre tanto prosiguió con la lectura de esas cuando menos, pintorescas regulaciones legales.

-No pisar las baldosas negras del pasillo o serás condenado a recibir un capón y a fregarlas…
-Sí, esa es de Kenny López, es muy gracioso.- Se sonrió Brian.-
-Pues a mí me recuerda a las leyes que dictaba la reina de Corazones. -Pudo decir su madre moviendo la cabeza con total incredulidad por lo que leía.-
-¿Quién es esa?. ¿Otra como la reina Serenity?- Quiso saber su sorprendido hijo.-
-No precisamente tesoro, es un personaje de una novela, de Alicia en el país de las Maravillas, de Lewis Carroll, un escritor inglés de mitad del siglo diecinueve.- Le respondió su abuela Bertie.-
-¡Que le corten la cabeza!.- Terció jocosamente Roy, explicando a su divertido nieto.- Eso es lo que decía esa pirada.
-No podemos hacer eso.- Le contó Brian.- El señor Ross, dijo que los castigos tienen que ser flojitos. O enseñar a hacer cosas.

            Los adultos asintieron con aprobación. Les parecía muy adecuado que los críos tuvieran esas premisas. De hecho fue Kerria quien comentó.

-Eso está bien, los castigos deben ser ejemplarizantes y permitir que los condenados se reformen una vez los cumplan. Al menos hasta ahora no he visto ninguna ley que prohíba comer buñuelos.
-Sí que hay una que se parece.- Le indicó su hijo, tomando las notas por un momentos para mostrársela.- Aquí mamá Ky…

            Y su progenitora leyó, asintiendo esta vez.

-Quien se atiborre de dulces será castigado, el castigo variará dependiendo de la cantidad y de las horas en las que se los coma. Es decir, antes de comer o de cenar. Vaya, esta tiene algo más de .. sentido.- Musitó no deseando molestar a su hijo con esa valoración, para añadir ya con su tono habitual.- Entonces, supongo que seré acusada de infringir esta ley.
-¿Infringir?- Preguntó Brian.- ¿Qué es eso?
-Cuando no cumples una norma, cariño.- Le contestó Kerria.-

            Así continuaron leyendo alguna más que sí parecía estar mejor encaminada que las anteriores. Había que tener en cuenta, claro está, que eran normas y leyes que los pequeños habían elaborado para su propia clase y escuela, en el marco de su convivencia.

-Esto va a ser de lo más instructivo.- Se dijo la abogada.-

            Y así pasó el día, a la mañana siguiente fue Roy quien llevó a su nieto al colegio en tanto Kerria se pasaba por su bufete. Su jefe Sebastián, aquel tipo de pelo cano y eterno usuario de jerséis de cuello alto vuelto, (casi no se los quitaba ni en verano) la saludó al verla entrar decididamente en su despacho.

-¿Se te ofrecía algo?
-Sí, tengo que tomarme unos días. Me ha salido un caso.- Sonrió ella.-
-Espero que no sea otra vez en Nature.- Repuso su interlocutor.-
-No, es aquí mismo.- Le comentó ella, con desenfado eso sí, para sentenciar casi entre risas.- He sido demandada por incontinencia buñuelística.
-¿Qué te han demandado por… qué?.- Exclamó el habitualmente serio y mesurado Sebastián preguntando atónito.- ¿Te refieres al director de cine? ¿Qué tiene que ver eso con Buñuel? ¿Has citado alguna de sus obras o las has usado en algún juicio sin permiso de sus herederos?

            Ver la cara de pasmo de su jefe y escuchar aquello desde luego valía la pena. Kerria se rio durante un buen rato y cuando al fin pudo controlar sus carcajadas, puso a Sebastián al tanto de su particular juicio.

-Comprendo.- Se permitió sonreír este, mucho más relajado, y sobre todo, aliviado ahora, para comentar.- Espero que te declaren inocente, no sé yo si una mancha tan grave como esa podría perjudicar seriamente tu historial.- Remachó con humor.-
-¡Seguro que si es de chocolate, será muy difícil de quitar! - Bromeó su contertulia también.-

            Y tras algunas risas más Kerria obtuvo el pertinente permiso de su jefe quien le pidió que, por supuesto, documentase el juicio. Ella se sonrió, pese a que eso iba a ser complicado, por no decir imposible. Al estar rodeada de niños, siendo estos menores, tenían sus derechos de imagen protegidos. De todos modos se lo plantearía al señor Ross, por si se pudiera hacer algo, apelando a que era una actividad del colegio.

-Sí.- Pensó Kerria.- Es como si se tratase del festival de fin de curso.- Lo cierto es que me encantaría conservarlo de recuerdo…

            Y al fin llegó el ansiado día. Para darle más solemnidad al asunto los críos incluso habían sido vestidos con ropas de mayores, o al menos, a tenor de cómo les sentaban a algunos, más bien disfrazados. Las niñas con vestiditos o pantalones y pequeñas blusas, y los niños con corbatas y chaquetas.

-¡Qué guapo estás, Brian!- Decía Bertie sin poder evitar que toda su pasión de abuela se desatase antes de despedir a su nieto. –
-Pues hoy también te llevaré yo al cole. Tu madre debe ir más tarde para presentarse.- Le comentó Roy al niño.-
-¡Vale!- Asintió el pequeño, quien llevaba su pequeña carpeta portafolios bajo el brazo derecho, como si de un consumado letrado se tratase.

            Y es que la tarde anterior, su madre y él se habían “ reunido” para repasar el caso…

-Bueno, cariño.- Sonreía Kerria sin poderlo evitar al leer ese sumario tan particular.- Fíjate bien, como mi abogado tienes que estar perfectamente enterado de todos los hechos y las pruebas, tanto las que haya a mi favor, como en mi contra.
-Pero mama Ky.- Inquirió agudamente el niño.- Si es un juicio de mentira entonces no has hecho nada. Así que eres inocente.
-Ya, cielo, pero haremos una reconstrucción.- Le comentó ella agradada de lo despierto que era su hijo al darse cuenta de aquello.- Se trata de que practiquéis como si fuera de verdad.

            Lo que sucedía era que Kerria debería hacer algo en el comedor del colegio para que existiera un caso. De modo que, tras explicarle a su hijo algunas cosas que Brian apuntó diligentemente en su cuaderno, el crío le comentó, incluso preocupado.

-No quiero que digan que eres culpable, mamá Ky, tú eres buena.
-A veces cariño, ser culpable o inocente de algo no significa que seas bueno o malo. Es un poco más complicado.- Quiso explicarle su interlocutora, en tanto le acariciaba el pelo, para acto seguido, tranquilizarle con tono dulce y lleno de afecto.- No debes preocuparte por eso, es solamente una demostración de cómo se hace un juicio.
-¿Y si no te defiendo bien y perdemos?- Añadió el crio, inquieto pese a todo.-
-Lo harás muy bien, mi amor.- Le aseguró su madre dándole un beso en una mejilla.- Y lo sé, porque sé lo mucho que me quieres, como yo a ti. Y no vamos a perder. Nunca podríamos.

            Reconfortado y mucho más animado, Brian sonrió. Asintió con energía, ¡claro que lo haría bien! Así quedaron las cosas y, al día siguiente, el crio fue en efecto llevado al cole por su abuelo.

-Entonces, lo tenéis preparado para empezar en cuanto llegue tu madre. ¿Verdad?- le preguntó Roy.-
-Sí abuelo.
-¿Y qué vais a hacer? ¿tenéis alguna estrategia?- Quiso saber su interlocutor.-

            Aunque Brian, moviendo la cabeza, le miró para replicar con tono serio.

-No puedo decírtelo, abuelo. Mamá Ky dice que las conversaciones entre un abogado y su cliente son secretas.
-¡Ah!, muy bien. Es cierto, se me había olvidado.- Convino Roy esbozando una leve y divertida sonrisa.-

            Llegaron finalmente y el crío bajó del vehículo, su solicito abuelo le acompañó hasta la entrada y con tono jovial, le alentó.

-¡A por ellos Perry Mason!
-¿Quién?- Inquirió le perplejo niño sin entender.-
-¡Nada, cosas mías! - Se sonrió su contertulio poniendo abierta la palma de su mano para invitarle.- Chócala y suerte.

            Brian asintió, haciéndolo con entusiasmo. Tras decir adiós a su abuelo que se alejó una vez elevó uno de sus pulgares y le guiñó el ojo, el niño entró en clase. Hoy era un día especial, las mesas y las sillas estaban colocadas de forma diferente. La mesa del profe, más grande y alta que las otras, simularía el puesto del juez. Allí se colocaría su compañero Simon Liesenthal, al que le había tocado por sorteo. (Y también porqué no admitirlo, era el que mejores notas sacaba, Brian se temía que el señor Ross le había puesto ahí sin hacer caso de las papeletas, pero, como su mamá Ky decía, no lo podía probar, de modo que optó por callarse).

-Buenos días, señor abogado.- Le saludó su profesor al verle llegar.-
-Buenos días, señor Ross.- Repuso educadamente él.-

            De hecho era el primero, su abuelo Roy le había traído muy pronto porque mamá Ky le dijo que siempre había que llegar un poco antes para ver la sala y comprobar en qué sitio iba a estar el jurado y esas cosas. Una vez se sentó en el puesto que le tocaba para representar su papel, sacó sus documentos del portafolios. Tenía un par de monigotes dibujados en una hoja que juzgó eran poco apropiados para ese momento de modo que los guardó.

-Hola Brian.- Le saludó su compañera Sally Fieldman, una de las testigos. –

            Era una chica de raza negra, pelo rizado y muy simpática. Seguro que la tendría a su favor. La que no sería tan fácil de convencer era Nora Wilkins, sus papás trabajaban en eso de las comidas sanas. O al menos, eso pudo averiguar cuando mamá Ky le pidió que se informase sobre los miembros del jurado…

-Según me dijo mami Ky, no verá bien que la gente coma buñuelos. Aunque no acabo de entender el por qué. Están muy buenos.

            Algunos compañeros más que ejercían como jurado terminaron de llegar. Al fin, su contrincante, la temida Agnes Winslow hizo acto de presencia. Después de Simón,  era la que mejores notas sacaba, y encima era también muy modosita, la típica niña con gafitas redondas y pelo recogido en un moño. Además, con esa falda hasta las rodillas blanca y esa blusa azul que llevaba parecía incluso más responsable de lo que ya era para su edad. 

-¡Jo!, ya es mala suerte que esa repipi sea la fiscal.- Suspiró el crío.- Sabe hablar muy bien, casi tanto como mi madre…

            Y de hecho, esa cría se acercó a él con gesto adusto y extendiendo protocolariamente una mano, le saludó.

-Hola distinguido colega.
-Hola.- Pudo responder el atónito Brian.-
-Te deseo suerte, que sepas que el acusar a tu madre no es nada personal, es mi función.- Le advirtió con un tono entre conciliador y algo perdona vidas.-
-Vale.- Asintió el chico.-

            Su contrincante se alejó dirigiéndose a su sitio. Al fin, el señor Ross entró, y no lo hizo sólo. Junto a él, cruzó la puerta una señora elegantemente vestida a la que Brian conocía muy bien. Una vez la clase estuvo en silencio y todos en sus lugares, su profesor les comunicó.

-Hola niños y niñas. Como sabéis, hoy tendremos un juicio. Para eso, contamos con la participación y el asesoramiento de la mamá de vuestro compañero Brian. Le cedo la palabra para que ella misma se presente y os cuente cómo lo vamos a hacer.

            Y amablemente se apartó permitiendo que su invitada pasara al interior de la clase. Una vez estuvo en el centro, con la atención de los críos puesta en ella, tomó la palabra.

-Buenos días, niños y niñas. Como vuestro profesor, el señor Ross, os ha contado, soy la mamá de Brian. Bueno, una de ellas.- Sonrió levemente para proseguir, antes de que ningún pequeño hiciera observación alguna a ese detalle.- Me llamo Kerria Lorein Malden, soy abogada penalista. O sea, que me dedico a defender a las personas acusadas de algún delito, o también, a veces puedo ejercer de acusación. Hoy vamos a celebrar un juicio aquí. Yo seré la acusada. Para eso he tenido que hacer algo que induzca a alguien a denunciarme o a la policía a detenerme. Aquí en clase, alguno de vosotros, los que actuaréis como testigos, me habéis visto antes. De hecho habéis escrito brevemente lo que visteis. Tanto la defensa como la acusación tienen una copia para que estén informados. Durante un ratito los dos van a leerse esos documentos. Luego, cada uno expondrá lo sucedido. La fiscal, esta niña tan bien vestida que está aquí.- Sonrió dirigiéndose a esa cría.- ¿Cómo te llamas?
-Agnes Winslow, encantada.- Repuso rápida y educadamente ella valorando a la propia Kerria con la mirada.-
-Muy bien, Agnes. Tú me vas a acusar. Pero debo decirte que la fiscalía también tiene la función de sopesar bien las pruebas y si encontrase algo que me exculpase, tendría la obligación de ponerlo en conocimiento del juez y del jurado.
-Sí, lo sé.- Afirmó la niña con un tonillo algo autosuficiente.-
-Estupendo.- Asintió Kerria, mirando ahora  a su hijo para afirmar.- Y tú, Brian, tienes que hacer lo mismo, pero si vieras que hay indicios de que pueda ser culpable, no tienes la obligación de hacerlos públicos.
-¿No hay que decir siempre la verdad?- Se sorprendió el pequeño, y con él, todos los de su clase.-
-Bueno, sí que es conveniente hacerlo siempre, pero en este caso, como tienes que defenderme, tu obligación es lograr para mí la mejor sentencia posible. -Le explicó su madre.-

            Lo cierto es que era más complicado de lo que pensó. Tener que matizar esas cosas ante unos niños tan pequeños no era nada sencillo. Ella siempre le estaba diciendo a Brian que no se debía mentir y las mentiras y medias verdades eran precisamente consustanciales a su profesión.

-A veces ni yo misma como adulta puedo comprenderlo.- Tuvo que admitirse.-

            Sin embargo y con expresión risueña prosiguió con sus instrucciones.

-Todos habéis sido puestos al corriente de lo que tenéis que hacer. Durante el tiempo que esto dure seréis vosotros quienes llevaréis todo el proceso. Yo seré sencillamente una más, excepto si tenéis alguna duda de lo que hacer o si veo algo que haya que corregir. Entonces saldré por un momento de mi papel y os daré las indicaciones adecuadas. Luego continuaremos como si nada hubiese pasado. ¿Lo habéis entendido?

            La mayoría asintieron rápidamente con sus cabecitas. La letrada sonrió, agregando.

-Ahora saldré de la clase y cuando el juez entre y comience con el proceso me llamarán a mí y a  mi abogado, junto con la acusación. Nos sentaremos y empezará el juicio.

            Así sucedió. Kerria abandonó el aula junto con los “ letrados y el juez”. Al fin, pasaron de nuevo colocándose ceremoniosamente en sus lugares. Después aquel niño, Simón, entró al ser anunciado por el señor Ross.

-Todos en pie, preside el honorable Juez Simón Liesenthal.

            El resto de los pequeños, jurado y testigos, se levantaron.  Antes de comenzar su profesor les había comentado que el respeto al juez era fundamental, dado que él representaba a la justicia. Al fin, el crío en cuestión, sentándose de forma muy protocolaria, dio dos golpes con un martillo de goma que había en su pupitre, el resto de los presentes volvió a sentarse y Simón  ordenó.

-Que vengan los abogados.

            Y tanto Brian como Agnes se aproximaron a él. El  pequeño juez les preguntó.

-¿Habéis llegado a un acuerdo?.

            Kerria carraspeó, indicando con tono suave.

-Su Señoría, debe tratar de usted a los letrados, del mismo modo que ellos deberán hacer entre sí y con su persona.
-Vale.- Se azoró un poco el niño, repitiendo la pregunta. - ¿Han llegado a un acuerdo?
-No señor...Señoría.- Corrigió enseguida Agnes.-
-No Señoría.- Repitió Brian.-
-Muy bien, pues…- Dudó un poco Simón, para finalmente recordar.- Pues vamos a empezar el juicio. Primero tienen que acusar a la señora Malden. Le toca a Agnes, digo a la señora Winslow.- matizó demostrando haberse tomado en serio las recomendaciones de Kerria.-

            Ésta no pudo evitar sonreír, esos críos estaban muy monos tratando de actuar como personas mayores. ¡Ojalá los juicios de verdad fueran como este!. Aunque antes le indicó al bisoño juez en tanto ambos “ letrados” retornaban a sus asientos.

-Señoría, tiene usted que preguntarme como me declaro.
-Eso es en San Valentín.- Comentó un niño del jurado. Añadiendo con interés.- Mi papá me lo dijo, se declaró a mi mamá ahí.
-¡En este caso es otra cosa distinta! - Se rio Kerria sin poder evitarlo.-

Y es que se imaginaba a algunos de sus colegas declarándose de ese modo ante algunos jueces y no podía evitar troncharse. Ahora los críos la observaban y se reían  a su vez. Incluso un risueño señor Ross, le preguntó, de modo formal, eso sí, al estar en ese juicio.

-¿Está usted bien? Quiere que paremos un momento.

            Echándose una mano al abdomen y tapándose la boca con la otra, la aludida movió la cabeza. Al fin se dominó para replicar con jovialidad.

-Esto perfectamente. Veréis. - Se dirigió a la clase para esclarecer aquella divertida confusión.- Tengo que decir si me considero culpable o inocente.

            Una tal Mandy levantó la mano haciendo que Brian se tapara los ojos con la suya, al temerse algunos de los comentarios de los que esa niña solía hacer gala.

-Perdone.- Intervino en efecto la cría con tono de irritante obviedad.- Pero todos los acusados se declararán inocentes siempre. No querrán que les castiguen.
-Bueno. No siempre.- La rectificó afablemente su interlocutora que pasó a explicar.- A veces, si las pruebas y los testimonios en contra son demasiados pueden declararse culpables y negociar una rebaja en el castigo que les impongan. Decir que se es inocente cuando lo más seguro es que te condenen implica que las penas serán mayores. Y si hay cargos distintos en una acusación me puedo declarar inocente de algunos o culpable de otros, depende.
-Es como jugártela y que te salga mal.- Intervino agudamente un tal Conner, un crío pelirrojo y delgadito.-
-Algo así.- Concedió Kerria, quien recordó a Simón una vez más.- Pues su señoría me tiene que preguntar. Antes de poder comenzar.
-Vale, ¿Cómo se llama? , digo, ¿Cómo se declara?- Rectificó  éste algo azorado.-
-De comer gominolas sin permiso me declaro inocente, señoría. Y no culpable de comer buñuelos. - Sonrió la acusada en tanto posaba una afectuosa mano sobre el hombro izquierdo de su hijo, para remachar.- Confío en mi defensa. Y ahora le toca a la fiscal empezar…
-Que empiece la fiscal. – Secundó Simón.-       
-Con permiso.- Pidió Agnes quien, esperando durante unos segundos para que la atención e todos se centrase en ella, carraspeó dos veces y por fin comenzó.- Damas y caballeros, jurado y señor juez, profesor y todos los demás…- hizo memoria y expuso.- La señora Malden está acusada de comerse un montón de buñuelos y algunas gominolas. Demostraré que ese comportamiento tan glotón no es aceptable en alguien de su edad.
-¿De mi edad? - Se preguntó mentalmente Kerria, moviendo levemente la cabeza.- ¿Cuántos años se creerá esta repipi que tengo?

            De hecho, estaba a punto de cumplir treinta y dos. Era muy joven todavía, aunque quizás, a los ojos de unos niños tan pequeños, esa era una edad realmente avanzada, se dijo divertida. Y además, con ese blazer azul marino que llevaba con falda a juego, rematando el conjunto por zapatos negros de tacón medio, incluso daba la impresión de ser mayor. Menos mal que por esta vez se había dejado su informal trenza en lugar de recogerse el cabello en un moño como a veces hacía cuando tenía un juicio.

-Muchas gracias.- Terminó esa mocosa.-

            Turno de Brian, quien algo nervioso, se adelantó ahora para decir.

-Hola, señores y señoras del jurado. Soy Brian Malden, defiendo a mi mamá Ky…-Pudo balbucir.-

            Algo enternecida y preocupada por su hijo, Kerria le susurró con afectuoso tono para corregirle.

-Soy tu cliente…
-Eso, mi cliente.- Afirmó el crio, repitiendo ahora.- Mamá Ky…

            Algunos niños se rieron un poco, Simón enseguida dio con el mazo y dijo esa frase que había escuchado en las películas.

-¡Orden en la sala!

            Tras unos instantes para tranquilizarse, una vez se callaron todos, Brian continuó.

-Demostraré que mi madre, bueno, la señora Malden…no es culpable de nada de lo que la acusación dice.

            Y tras eso, sintiéndose algo tonto, se sentó. Entonces el juez le indicó a Agnes.

-La fiscala puede empezar.

            Aquella pequeña fiel al guion se levantó. Y llamó a su primer testigo.

-Llamo a declaran a Jaqueline Chou.

            Una niña de rasgos orientales se acercó y otro pequeño, ejerciendo de alguacil, le preguntó.

-¿Jura decir la verdad sin cruzar los dedos?
-Sí.- Afirmó cándidamente la niña que separó los dedos de sus manos cuanto pudo para demostrar sus palabras.-

            Kerria se tapó la boca para no reírse, aquello era realmente cómico. ¡Sin cruzar los dedos! Aunque enseguida puso un gesto más serio para escuchar a la acusadora que le preguntó a esa cría.

-¿Qué vio usted esta mañana de coches?. Digo de autos…- Se corrigió enseguida poniéndose algo colorada.-

            Ahora sí que la adulta acusada sonrió ampliamente sin poderlo evitar. Jacqueline entonces respondió, con tono entre serio y algo cohibido.

-Pues vi a la señora Malden, la mamá de Brian.- Aclaró, aunque era bastante obvio.- Comerse unas gominolas.
-¿Y algo más?- Inquirió la fiscal.-
-Sí, bueno, luego se comió unas galletas.- Completó la cría.-
-Muchas gracias, no hay más preguntas.- Replicó Agnes.-

            Durante la declaración de la testigo, Brian parecía estar muy nervioso, quizás le pesara su dubitativo comienzo. Al fin le tocó a él cuando oyó al juez.

-¿La defensa quiere preguntar?
-Sí señoría.- Musitó el niño.-

            Antes de levantarse, Kerria sostuvo afectuosamente la mano de su hijo y le susurró con cariño.

-Tranquilo.

            Brian asintió rápidamente, aunque muy calmado el pobre no parecía. De todos modos se aproximó preguntando.

-¿Vio a mi cliente comerse todo eso?
-Sí.- Repuso rápida y contundentemente su testigo.-

            Ahora la madre del abogado defensor suspiró con una leve sonrisa. ¡Si es lo esa cría  acababa de decir! Quizás Brian tuviera algo pensado. El niño no obstante, agregó…

-Entonces. ¿Está segura, señora testigo?
-Claro Brian, no soy tonta.- Alegó esa cría que parecía empezar a molestarse.-
-Vale, pues no hay más preguntas.- Dijo el niño algo azorado.-

            En cuanto esa niña se levantó abandonando el sitio reservado a los testigos y Brian retornó a su puesto, su madre le cuchicheó.

-Pide un receso, hijo…
-No tengo hambre, mami Ky. Y no hacen recesos de esos aquí. - Contestó el perplejo niño.-

            Ahora Kerria sí que fue incapaz de no reírse. Moviendo la cabeza divertida, le aclaró.

-Un descanso, me refiero a que pidas una pausa. Cariño.

            El aludido al fin entendió, levantando la mano como solía hacerse en clase, esperó a que el señor Ross le preguntase.

-¿Qué sucede, Brian?
-¿Puedo pedir un descanso?- Inquirió él.-

            Su maestro, mirando al niño que hacía de juez, le respondió.

-Eso lo tiene que dictaminar su Señoría.

            A lo que Simón dijo entonces con tono solemne y dándole una vez más al mazo, cosa que le gustaba especialmente.

-Tendremos un descanso de cinco minutos, bueno, mejor de diez por si queréis ir al baño.

            Muchos pequeños asintieron, aliviados ante esa posibilidad. Por su parte Brian y su madre fueron a un apartado rincón de la clase, el pobre crío estaba algo desanimado lamentándose.

-Lo he hecho muy mal, perdona mami Ky.
-¡Qué va, cariño!- Le sonrió animosamente ella, admitiendo con genuina sinceridad.- Esto es muy interesante y lo estoy pasando muy bien.

Y es que era una ruptura de la rutina realmente entretenida y original. Le quitaba la tensión de su trabajo y la sustituía por esas simpáticas anécdotas de los críos diciendo aquellas cosas tan raras o confundiéndose con los términos legales que les sonaban a chino. Y lo más importante para Kerria era que deseaba pasar más tiempo con Brian, y sobre todo, tiempo de calidad, se dio cuenta de eso cuando sus padres lo intentaban con ella, y luego más aun, al descubrir las obligaciones que tenían.

-Ahora que estoy en el lugar de mis padres los comprendo muy bien.- Pensaba entre reconocida y algo culpablemente.- Aparte de sus trabajos, tenían su obligación de luchar por el bien y de ayudar al planeta en tantas batallas. Y a pesar de todo, siempre sacaban tiempo para estar con mi hermano Leval y conmigo.

Por todo ello, el resultado de ese juicio era lo de menos, claro está, pero tampoco quería que su pobre niño pasara por algún tipo de trauma. Y es que el crio le comentó, con algo de vergüenza.

-¡Jo!, he dicho muchas tonterías, se han reído de mí.

Su madre movió lentamente la cabeza y le susurró con cariño pero firmeza.

-Brian, a veces las cosas no nos salen como deseamos. Nos podemos poner nerviosos o cometer errores, eso es normal, cielo. A mí también me pasa. No te preocupes, nadie se ha reído de ti.

            El crio pareció quedarse más tranquilo. Su madre le sugirió que fuera al servicio aprovechando esa pausa, ella hizo lo propio. El señor Ross le indicó el camino hacia los baños de los profesores. Una vez retornó, el jefe de estudios le dijo con tinte animado.

-Esto está muy interesante. Por fortuna pedí permiso a los padres y lo estamos grabando, como trabajo escolar, tal y como me aconsejaste.
-Me encantará verlo.- Sonrió ella.-
-Como madre que eres de un alumno no habrá ningún problema.- Convino él.-

            Y dicho eso, ambos volvieron al interior del aula y a sus lugares. Brian ya estaba allí, mirando algunas de sus notas de la Tablet. Al poco, el juez les avisó a todos.

-Vamos a continuar. La señora fiscal puede llamar a otro testigo.
-Llamo a Geoffrey Martinson. – Dijo la cría.-

            Un niño regordete y con algunas pecas subió al estrado. Tras la promesa de rigor de decir la verdad sin cruzar los dedos, Agnes le preguntó.

-¿Estaba usted esta mañana a eso de las nueve en la escuela?
-Si, estaba.- Contestó el niño.-
-¿Vio a la acusada ir hacia la zona del comedor?
-Sí que la vi.- Convino el testigo.-
-¿Y la vio comer gominolas y algunas galletas?
-Sí, al menos dos galletas y unas tres gominolas.- Puntualizó el niño.-

            Algunas risitas se escucharon y una voz de crío se oyó entonces.

-¡Qué bien las has contado!
-¡Te las iba a comer tú, seguro!- Se burló otro.-

            El pequeño se puso algo colorado, Kerria le hizo una seña al juez para que usara su mazo, éste no se hizo esperar.

-Orden.- Dijo otra vez, sin tener idea de qué añadir.-

            Aunque fue Kerria, quien, levantándose y tomando la palabra, afirmó con tono serio.

-Los espectadores deben guardar silencio mientras interviene cualquiera de los implicados. Si hacen comentarios que no sean adecuados o que puedan molestar u ofender a alguien el juez les llamará al orden. Y hasta les podría acusar de desacato. Ese es un delito.
-¿Qué es desacato?- Quiso saber Nora.-
-Es una falta grave.- Y aquí Kerria casi recitó el manual de derecho para responder.- “Cualquier acto que obstruya la administración de justicia por un tribunal o que falte al respeto a un tribunal o a su autoridad”.-Enciclopedia jurídica online.-  

            La mayor parte de los pequeños la miraron con la boca abierta, excepto Brian que sonrió  contemplando muy orgulloso a su mamá Ky. De hecho, su amiguito Kenny López, le hizo sentir realmente bien cuando exclamó.

-¡Jo!, tu madre sabe un montón…

            Ahora Kerria se sonrió una vez más, ¡parecía recordar sus tiempos de niña en clase! Entonces no era habitual que ella destacase en esa faceta. Y eso que mala estudiante nunca fue, pero quizás no se lo tomaba tan seriamente como hubiese debido, al menos en su adolescencia. En cualquier caso, dejó esos pensamientos de lado, y añadió, ya con tinte más jovial.

-Es el juez quien deberá valorar si el desacato puede producirse y advertirá a cualquier persona que esté en riesgo de cometerlo.
-¿Y si te condenan por eso, qué pasa?- Quiso saber Agnes, con patente curiosidad.-
-Pues que hasta te pueden mandar a la cárcel.- Respondió Kerria afirmándolo con patente seriedad ahora. – Por eso no se deben tolerar burlas contra nadie.

            Ella lo sabía de sobra. Cuando se descubrió su orientación sexual en su instituto tuvo que afrontar muchas burlas, desprecios e insultos. Eso terminó terriblemente, con ella siendo abducida por esos sicarios de las fuerzas del mal, quienes aprovechando toda aquella rabia e impotencia que sufría, la convirtieron en aquella horrorosa Devilish Lady. Y es que por muchos años que hubiesen transcurrido desde aquello, Kerria era incapaz de olvidarlo. Hizo cosas espantosas y el mero pensamiento de ello, estando ahí, junto a su hijo y los otros niños, le producía una gran vergüenza y desazón. Sin contar todos los casos de acoso, insultos y hostigamiento a personas tanto del colectivo LGTBI como fuera del mismo, que había tenido que llevar en su carrera como abogada. Por eso mismo, estaba decidida por completo a evitar cualquier atisbo de bullying o descalificaciones durante esta simulación. De modo que remachó.

-No se debe ofender a ninguna persona, ni prejuzgar a nadie. Esa es una gran falta de educación y puede hacer mucho daño.

            Ahora los críos se miraron unos a otros entre atónitos e incluso algo amedrentados. ¡Ninguno quería ir a la cárcel! Bueno, si era a una de mentira en la que podías jugar a escaparte sí. Pero a buen seguro que la mamá de Brian se refería a la de los mayores, esa con barrotes de verdad. De modo que sería mejor no arriesgarse. Así pues, una vez reinstaurada la calma, la fiscal le cedió el turno a su colega el abogado defensor. El niño subió con más decisión ahora.

-Señor testigo.- Le preguntó Brian a  su compañero con el tono más serio que pudo, al hilo de unas recomendaciones que su madre le diera durante la pausa.- ¿Cómo sabe que a la acusada no le ofrecieron comer esas gominolas y esas galletas?
-Pues, no lo sé.- Admitió Geoffrey.-
-Entonces, ¿se las podrían haber dado y ella aceptarlas por educación, verdad?- Inquirió  el esforzado defensor pensando que esa era una de las cosas que a veces le decía su abuela Bertie.-
-Sí.- Musitó tímidamente aquel chaval.-
-Gracias, no tengo que preguntar nada más.- Afirmó un más que satisfecho Brian.-

            Al sentarse ese niño hubo una breve pausa hasta que se llamase al siguiente testigo, el abogado regreso junto a su madre y ella le felicitó, exhibiendo una complacida sonrisa.

-Muy bien cariño, has sembrado la duda razonable.
-¿Y eso qué es?- Le cuchicheó Brian.-
-Significa que no pueden estar totalmente seguros de que yo sea culpable. Contamos con la ventaja de mi presunción de inocencia. Es decir, los acusados siempre son inocentes hasta que el ministerio fiscal demuestre lo contrario.
-¿Y si te han pillado?- Le preguntó el crío visiblemente desconcertado.- Entonces eres culpable. ¿No?
- Aun así, el acusado tiene derecho a un juicio justo en el que se vean todas las pruebas. Porque incluso siendo culpable podrían existir agravantes o atenuantes, incluso eximentes.- Le explicó su madre.-

            Aquello pareció marear un poco a Brian. No comprendió bien esas últimas palabras. Eran demasiadas cosas, su progenitora así lo entrevió, afirmando con suavidad en la voz.

-Tranquilo, ya te lo iré explicando poco a poco, hijo. De momento lo estás haciendo muy bien, de verdad.

            El juez tomó entonces la palabra. Al parecer se estaba acabando el tiempo de clase.

-Vamos a parar hasta mañana, como dijo el señor Ross.- Informó a todos los presentes.-

            Así pues, tanto los críos como Kerria y el jefe de estudios, se levantaron. Como iba a ser hora de salir se despidieron volviendo para casa. La abogada pudo llevarse a su hijo directamente. De camino fueron comentando las incidencias del proceso.

-Oye mami Ky.- Inquirió el crío.- ¿Qué pasará si te llaman a ti para que hables?
-¿Para que hable?- Repitió ella, sonriendo al percatarse.- Para que testifique, cielo.- Le corrigió al niño.-
-Bueno, eso.- Asintió el chico, comentando.- Si te preguntan si has comido los buñuelos y las gominolas y lo has hecho, tendrás que decir que sí. Y habremos perdido.
-No necesariamente.- Le comentó su madre, explicándole.- Puedo no decir toda la verdad.
-Pero tú siempre dices que no se debe mentir.- Objetó el perplejo crío.-

            Kerria suspiró, en tanto miraba de reojo a sus manos en el volante tras parar ante un semáforo. Quizás no tuvo que haber dicho eso. En fin, Ahora tendría que salir de aquel lío. De modo que, con tinte reflexivo, intentó matizar.

-No he dicho que fuera a mentir. Pero no tengo porque decir toda la verdad.
-¿Eso no es una cosa mala?. Los testigos tiene que decir la verdad. Se les pregunta cuando juran. - Le recordó Brian.-
-Sí, claro, los testigos sí, hijo. Pero un acusado tiene derecho incluso a mentir para defenderse. Es labor del juez y del jurado dictaminar si dice la verdad o no. Y obligación de la acusación el descubrirlo.
-Entonces, si yo algún día hago algo malo podré mentir.- Afirmó el pequeño que parecía contento con esa idea.-
-De eso nada, jovencito.- Se apresuró a negar su madre, agregando.- Por dos razones. Primero porque en casa no estás en un juicio, segundo porque la verdad al final siempre acaba saliendo a la luz.

            Tras esas palabras hubo un silencio de algunos segundos. Brian pensaba que su mamá Ky debía de ser muy lista.

-Seguro que se sabe todas las mentiras. Estando todos los días con acusados.- Pensó algo amilanado.- Mejor no intentar engañarla, me pillaría.

            Y llegaron a casa, tras abrir con su mando a  distancia la verja de la entrada y la puerta del garaje, Kerria introdujo el vehículo en ese aparcamiento familiar. Al detenerlo le indicó a Brian, quien evidentemente iba detrás.

-Cariño, ya te puedes quitar el cinturón y salir.

El niño obedeció, como solía hacer, con rapidez, al menos en esto. Estaba deseando contarles a los abuelos lo que había pasado y también tenía mucha hambre. Enseguida corrió al interior de la casa trasponiendo la puerta que separaba el garaje de un pasillo interior que daba al recibidor. Su madre le siguió a pocos metros, tras cerrar el vehículo y comprobar que no se habían dejado nada dentro.

-Abuela Bertie, abuelo Roy.- Exclamó el crío según entró en la cocina.-
-¡Vaya, hola Brian! – Sonrió su abuelo, que estaba precisamente allí.- ¿Qué tal ha ido?
-Muy bien, bueno, no sé si vamos ganando o no.- Admitió el muchachito.-

            En eso que Kerria entró también a la estancia, sonriente al oír ese comentario, saludó jovialmente.

-¡Hola mamá, hola papá! Digamos que, por ahora, la cosa va en empate.

            No hubo tiempo a hacer más comentarios, fue Bertie quien intervino a renglón seguido saludando.

-Hola, ¿qué tal os ha ido el día?
-No ha estado mal. Una experiencia muy interesante pero ahora toca descansar. Hasta mañana no tenemos que proseguir con la vista.- Comentó Kerria.-

            Brian la miró sin comprender. ¿Se suponía que hasta mañana no iban a poder mirar? Eso hizo reír a todos y su abuelo le aclaró.

-A los juicios también se les llaman así, porque se ve el caso, en el sentido de averiguar si el acusado es o no culpable.

            Su hija iba a precisar algo cuando su teléfono móvil sonó. Enseguida lo atendió.

-¿Diga? Sí, buenas tardes Sebastián. Sí, muy bien…te hubiera encantado. Sí, mañana tengo que volver a ir. ¿Por qué?...¿Qué?.. sí, sí… claro.- Exclamó con una mezcla de sorpresa y preocupación. - ¿Es muy urgente?. Bueno, si mañana me das un par de horas hablaré con el tutor de mi hijo. No te preocupes…se los daré de tu parte, hasta mañana…

            Y suspiró cortando la comunicación, ahora tenía las miradas de su familia puestas en ella.

-¿Qué pasa, hija?- Quiso saber Bertie observando la expresión de la joven.-
-Nada mamá, era Sebastián.- Musitó ella sin tener muchas ganas de entrar en eso.-
-Anda cielo, ve a poner la mesa.- Le pidió Bertie a su nieto, al darse cuenta de ello, añadiendo con un tinte más desenfadado.- Y que te ayude tu abuelo.
-A la orden, señora.- Replicó Roy saludando militarmente.- Comentándole a su nieto.- ¿Por cierto, te he contado que un abuelo mío estuvo en la Segunda Guerra Mundial?

            El crío negó con la cabeza y Roy se alejó con él rumbo al armario en tanto le contaba algo de aquello. Los varones de la casa se hicieron con algunos platos y cubiertos y fueron para el comedor. Una vez se marcharon, Kerria le confió a su madre.

-Tenemos un nuevo caso. Sebastián me ha llamado para que me ocupe de él. No sé si podré seguir con lo de Brian.
-¿Qué ha pasado? Para que te llame tan repentinamente la cosa debe de ser seria.- Inquirió su madre.-
-Sí, por desgracia lo es.- Suspiró la joven letrada, refiriéndole con tono de consternación.- Una chica ha sido víctima de una violación correctiva.
-¿Qué es una violación correctiva, mama Ky?- Escucharon entonces preguntar a Brian.-

            Las dos se quedaron tan congeladas como envaradas. El crio había retornado a por más cubiertos sin que se diesen cuenta. Su abuelo le seguía justo detrás y también se quedó helado al escuchar eso. Aunque fue rápido en reaccionar.

-Cuando cometes una falta y te corrigen, como cuando haces pasos en baloncesto.- Improvisó.-
-¡Ah!, seguro que mamá Ky estaba hablando de los Knicks.- Se rio ahora el crío, comentando algo apenado.- Es que no ganan nunca…Abuelo, tienes que fichar a mejores jugadores.
-¡Cómo que no, pillastre!- le contestó el aludido fingiendo un tono reprobatorio.- Llevamos un récord ganador esta temporada. Vamos directos a Play off. Anda, lleva los cubiertos a la mesa.

            Brian asintió y una vez lo hizo saliendo de allí, Kerria suspiró aliviada dirigiéndose a su padre con voz queda.

-Gracias papá. No le vi volver.
-De nada hija, anda deja ese tema y vamos a cenar.- Le pidió Roy, yendo a reunirse con su nieto en tanto llevaba los platos que restaban. –

            Aunque antes de ir, Bertie comentó ahora con pesar.

-¡Qué cosa más horrible, pobre chica!
-Sebastián no ha sido demasiado explícito, pero al parecer, ha debido de ser obra de algunos de esos fanáticos de la Nueva Congregación para la fe. Al menos eso se sospecha. La muchacha volvía a casa, tras una cita con otra chica. La siguieron y la llevaron a un callejón…- Relató su hija con visible indignación al sentenciar.- Es un caso que no puedo rechazar, mamá.
-Lo comprendo.- Convino su interlocutora, con ese mismo tono de enfado.- Alguien tiene que dar su merecido a esos canallas.

            Tras unos instantes de reflexión, compadeciéndose de esa pobre chica, Bertie retomó un tinte más calmado para decir.

-Bueno, no dejemos que eso nos amargue la noche. Hay que cenar en armonía.

            Su hija asintió, para declarar no sin pesar.

-Sí, solamente espero que mañana pueda tener tiempo de acudir al colegio. No me lo perdonaría si dejase a Brian sólo. Tenía muchas ganas de hacer esto con él…Sebastián iba a enviarme los detalles del caso. Después de cenar los estudiaré para ir ganando tiempo.
-No te agotes demasiado.- Le pidió Bertie observándola con algo de preocupación.-
-Tranquila mamá, estoy bien, y también deseando que Sam regrese. Espero que llame pronto a ver qué tal está.
-Pues tan liada como tú.- Sonrió su interlocutora, animándola ya.- ¡Vamos! Tenemos que preparar algo.

            Y a ello se pusieron, no es que Kerria fuera buena cocinera pero como pinche sí que se defendía. Al poco llegó su padre quien era realmente el talento culinario de la casa y la libró de esa tarea, quedándose con su esposa para preparar la cena. Kerria aprovechó para ir a su despacho y mirar esos informes. Enseguida los descargó de la nube segura en donde Sebastián los había dejado. Iba a empezar a leerlos cuando Brian entró.

-Mami Ky. ¿Tienes que trabajar más?- Le preguntó.-
-Sí cariño.- Admitió resignadamente ella.-

            El niño la miró diríase que admirado, sonrió entonces y le comentó para sorpresa y agrado de ella.

-Ahora sé porque trabajas tanto. Es muy difícil defender bien a alguien y tienes que estudiar mucho.
-Así es, tesoro. Hay que hacerlo muy bien.- Convino su madre explicándole.- Cuando defiendes a alguien o le representas como acusación puedes llegar a tener su futuro en tus manos. No puedes hacer las cosas mal o a medias. Una persona y  a veces también su familia dependen de ti.
-¡Seguro que tú ganarás, eres la mejor abogada del mundo!.- La animó entusiásticamente el niño.-

            Kerria se levantó y le dio un afectuoso abrazo. Tras mesarle el pelo y darle un beso en una mejilla, le susurró con cariño maternal.

-Bueno, ya no estoy tan segura de eso, ahora que te tengo como competencia.

            Su pequeño contertulio sonrió, le ponía muy contento que su mamá pensase así. La propia abogada se sentía muy orgullosa viendo como se tomaba interés por ayudar a otros y le contó algunas cosas más. Tras un ratito charlando con su pequeño, Kerria le pidió que la dejase trabajar un poco antes de la cena. El niño así lo hizo. Después, todos juntos tomaron la ensalada y la pasta que habían preparado los abuelos. Estaban  a medias cuando llamó el video teléfono. Era Samantha

-Hola. ¿Qué tal estáis todos?- Saludó la publicista con gesto sonriente.-
-¡Mami Sam!- Se alegró Brian en cuanto la vio. –
-¿Cómo va el juicio, cielo?- Quiso saber la interpelada.-
-Por ahora estamos con los testigos.- Le comentó el niño algo inquieto al señalar.- Y esa empollona de Agnes les pregunta cosas muy interesantes.
-Pero Brian lo está haciendo muy bien.- Terció afablemente Kerria preguntándole a su esposa. -¿Y tú qué tal estás?
-Pues he tenido un par de reuniones y me toca visitar a dos clientes. Muy cansada, pero contenta. Todo va bien.- Afirmó ésta.-
-Espero que puedas volver pronto, Sam.- Le deseó Bertie.-
-Sí, hicimos más buñuelos.- Le informó Roy.-
-¡Ja, ja!. Me gustaría estar allí.- Declaró la publicista.- Pero no me tientes, que luego me cuesta mucho quemar tantas calorías…

            Kerria se sonrió mirando a su esposa de una forma muy reveladora. A ella se le ocurría una forma estupenda para hacer eso. Sam debió de percatarse dado que sonrió también, aunque claro, delante de los demás y particularmente de su hijo, no iban a ser más explícitas.

-Bien, pues os dejo entonces. Tendréis mucho que preparar para mañana.- Sonrió la publicista.-

            Si a Samantha le extrañó ver el gesto serio de su esposa al decir aquello, desde luego que no lo comentó. Se despidió de su familia volviendo a sus ocupaciones. Al cortar la conexión, Bertie le dijo a su nieto.

-Pues tendrás que irte a la cama pronto. Que mañana tendrás que estar bien descansado.
-Sí abuela.- Asintió el niño, alegando con entusiasmo.- Me voy a mi cuarto a estudiar los documentos como mami Ky.

            Y tras dar a todos besos de buenas noches allá que corrió. Roy se rio entre divertido y muy orgullo al ver así a su nieto, aunque su esposa y su hija, en cambio apenas si sonrieron fugazmente. Una vez se hubo ido el crio, él les preguntó.

-¿Qué os pasa?

            Kerria le puso al tanto, Roy suspiró con pesar, comentando…

-¡Vaya! Al pobre Brian le va a dar mucha pena…
-No quiero decepcionarle, papá. El pobre está esforzándose muchísimo.- Comentó la consternada abogada, añadiendo con pesar.- Pero Sebastián me ha enviado un WhatsApp un poco antes de la cena. Insiste en que vaya mañana a primera hora al bufete. Esa chica va a estar allí. No podré ir con Brian.


            Era una verdadera lástima. Aunque tras unos segundos de cavilación fue Beruche la que discurrió.

-Podría ir yo con él. ¿Y si me llamase a mí como testigo?. Diremos que la acusada se ha puesto enferma y.. que yo sepa, te pueden juzgar en ausencia, ¿no? Podrían simular eso también.
-Normalmente no, pero hay algunos casos como eso, es posible. – Replicó su hija, añadiendo con perspicacia.- Seguro que ya has pensado en algo.
-Sí cariño. No te preocupes. Ya verás como Brian estará contento. Y tranquila, no estaremos solos. - Le aseguró Bertie.-


            Y una vez acordaron los pasos a seguir se retiraron a  descansar. A la mañana siguiente, en efecto, Kerria tuvo que salir temprano. Fue su abuela quien levantó a Brian y le contó.

-Hoy iré contigo. Tu madre me ha pedido que sea testigo. La van a juzgar en ausencia para ver cómo se te da.
-¿Yo sólo?- Exclamó el ahora asustado niño.- Pero, sin mamá Ky, no sé cómo hacerlo.- Objetó apesadumbrado.-
- Tu madre intentará ir luego. Diremos que esta enferma. Para que legalmente se pueda hacer.- Le explicó su abuela mostrándole al niño un documento en la Tablet que este tenía para desvelarle.- Te ha dejado unas instrucciones.  Así que venga, a lavarse, a desayunar y en tanto te llevo al cole las vas estudiando de camino. Luego quiero que le cuentes todo a ella cuando vaya.

            El niño asintió algo dubitativamente, Bertie sonrió dándole un beso en la frente. La veterana maestra tenía otra sorpresa, no solamente para su nieto, sino para el resto de esos críos. Tras decirle adiós a su esposo llevó a su nieto a la escuela. Fiel a su cometido el pequeño fue leyendo las anotaciones que le había dejado su mamá Ky. Al llegar ocuparon sus lugares y una vez que Beruche informó al señor Ross de lo que pasaba, el juicio prosiguió. Turno del abogado de llamar a su testigo.

-Llamo a declarar a mi abuela Bertie, bueno a la señora Malden.- Corrigió haciendo sonreír a la interpelada.-

            Y con mucha elegancia Beruche se sentó en una silla para mayores que habían puesto junto al pupitre del juez. Entonces, tras prometer decir la verdad sin cruzar los dedos, la divertida profesora escuchó las preguntas de su nieto.

-¿Conoce usted a la acusada?- Quiso saber recordando las cuestiones que su propia madre le había dejado escritas.-
-Desde que nació.- Sonrió Bertie.-
-¿Se portaba bien de pequeña?
-Claro, era una niña muy buena.- Afirmó la testigo.-
-¿Solía pedir permiso para comer galletas?
-Sí, por supuesto.- Convino Bertie.-
-¿Y gominolas?- Inquirió Brian.-
-Bueno, ella prefería y todavía prefiere las palomitas dulces.- Explicó su interlocutora.-
-Muchas gracias.- Sonrió Brian, afirmando.- No tengo más preguntas.

            Aunque fue el turno de Agnes, la cría no parecía impresionada. Se dirigió hacia Beruche que la observaba con curiosidad.

-Díganos señora Malden, como mamá de la acusada. ¿Alguna vez vio si se portó mal?
-Bueno, sí, claro, como todos los niños y niñas.- Repuso esta con naturalidad.- Pero era raro.
-¿Y se comió alguna vez alguna galleta sin preguntar?
-Sí, supongo que sí.- Admitió Bertie.- Pero solamente cuando era pequeña.
-Entonces, lo podría haber hecho otra vez. ¿verdad?- Replicó agudamente la cría.-
-No lo sé. Pero ya es mayor para hacer esas cosas.- Desestimó Beruche.-
-Muchas gracias, señora. No tengo nada más que preguntar.- Replicó la fiscal.-

            Bertie se levantó dirigiéndose  a una silla que le habían preparado en la zona reservada a los testigos. Brian entonces anunció a otra testigo que era realmente famosa.

-Llamo a la princesa de Mercurio.

            Los críos miraron a la entrada de la clase con la boca abierta. Vieron entrar a una mujer de apariencia joven, cabello corto de tonalidad azul oscura, y que vestía con ropa normal. Una blusa, una falda hasta la rodilla y zapatos de poco tacón. Muchos se habían esperado que llegase vestida de princesa de cuento o algo así. Aunque al sentarse en la silla reservada a los testigos y cumplimentar el ritual de prometer decir la verdad, Brian, siguiendo las indicaciones que tenía anotadas de su madre, le pidió.

-¿Nos puede decir quién es y cómo se llama?
-Sí, claro. Me llamo Ami Mizuno, soy doctora en medicina y princesa de Mercurio.
-¿Y conoce mucho a la acusada?- Quiso saber Brian, quien asimismo la observaba con admiración.-
-Mucho, es mi ahijada, la he visto nacer.- Sonrió Ami.-

            Ahora fue el propio señor Ross quien se sorprendió. Sabido era que las princesas planetarias se mantenían muy jóvenes, y que eso era motivo de polémica para algunos sectores de la población. De hecho, un rato antes de empezar las clases por ese día, aquella mujer había llegado presentándose.

-Es un gran honor, alteza.- Pudo decir el perplejo individuo cuando la vio aparecer.-
-Por favor, nada de formalidades, he venido de incognito y simplemente como un testigo más.- Respondió afablemente aquella mujer.- Esperaré fuera hasta que me llamen, no se preocupe.

            Y así lo hizo, ahora Ami estaba allí sentada como si de una mamá más se tratase, colaborando en una actividad de esos pequeños. Así pues, Brian prosiguió con su interrogatorio.

-¿Mi mamá Ky se portaba bien? Quiero decir, era buena y hacía caso de sus padres.
-Claro que sí.- Sonrió Ami.- Era una niña adorable y se ha convertido en una mujer estupenda. Y una gran mamá, ¿verdad?- Preguntó a su vez.-

            Brian asintió, estaba muy contento de que esa señora tan importante estuviera allí y que hablase tan bien de su mami Ky. Al fin, lleno de satisfacción, remachó.

-No hay más preguntas.

            Fue Agnes quien, impresionada igualmente, se acercó para querer saber ante todo.

-¿Es usted una princesa de verdad?
-Eso creo.- Asintió la aludida.-
-Ha dicho que era médico también, ¿verdad señora?- Le recordó la cría.-
-Sí. – Convino Ami.-
-¿A qué es malo comer demasiados buñuelos y gominolas porque luego te duele la barriga?- Inquirió agudamente Agnes.-
-Claro, hay que comer con moderación.- Aconsejó la divertida doctora.-
-Entonces la acusada se comió las gominolas sin moderación.- Concluyó la fiscal.-
-No lo sé, no estaba allí para verla.- Sonrió Ami.-
-Muchas gracias.- Sonrió Agnes, quien no dejaba de mirar perpleja a esa increíble señora.-


            Ami asintió despidiéndose de todos los niños, debía irse ya, apenas tenía tiempo en su apretada agenda. De hecho, cuando su amiga Bertie la llamó el día anterior tuvo suerte. Justo unas horas antes se había cancelado una reunión que tenía con la OMS. Ahora sin embargo debía irse. Al salir en efecto se encontró con su vieja amiga que le dijo.

-Muchas gracias por venir, Ami-chan.
-No hay de qué, te agradezco a ti que me hayas llamado. Ha sido divertido Bertie-chan. Lástima no ver a Kerria.- Repuso ésta.-
-Bueno, seguro que, cuando tengas un rato, podrías pasarte por casa y vernos a todos.- Le propuso afablemente su interlocutora.-
-Sería estupendo.- Convino la princesa quien, tras dar dos besos en las mejillas a su amiga, se marchó.-

            La vista concluyó por ese día, aunque antes de irse una nueva niña llegó a la clase. El señor Ross la introdujo al grupo.

-Esta es Abby Danvers, la acaban de trasladar. Espero que todos la recibáis amablemente.

            El resto de los críos asintió. La pequeña, de tez morena y pelo rizado saludó tímidamente.

-Hola…
-Bueno, ahora tendrás que integrarte en algún grupo de este juicio que estamos celebrando.- Le comentó su tutor.-

            Sin embargo eso era ya muy difícil,  todo estaba ya trazado y la cría no podía ser testigo ni jurado. Fue Brian quien, amablemente, le ofreció.

-Podría estar en la defensa conmigo.
-Me parece una estupenda idea.- Asintió su tutor.-

            Así que Abby tomó asiento al lado del niño,  el resto del tiempo antes de irse, Brian le pudo contar un poco de qué iba todo aquello.

-Podríamos vernos mañana un poco antes a ver que se nos ocurre. ¿Quieres? - Le propuso amablemente Brian.-
-Bueno, no sé..- Musitó la cría con apuro en la voz.-

Bertie estaba cerca de su nieto y de aquella niña. Tenía la suficiente experiencia como para saber que algo no acababa de ir bien.

-Trasladada de repente y con ese miedo. Podría ser que es tímida para con la gente que no conoce o algo peor.- Reflexionó.-

            Aprovechó  para aproximarse de modo jovial a los niños y saludar.

-Hola. Soy la abuela de Brian. ¿Y tú?...
-Hola, me llamo Abby.- Casi susurró la cría apenas enfrentado su mirada a la de ella.-
-Me parece que mi nieto ha tenido una buena idea. Podríais quedar antes, para eso quizás tengas que pedirle permiso a tus papás.

            Ahora la cría no respondió, miraba hacia el suelo con evidente gesto de tristeza. El propio Brian , sorprendido, le preguntó.

-¿Te pasa algo?

            La aludida movió la cabeza, pero estaba claro que algo le sucedía. Beruche le pidió a su nieto que esperase junto a su compañera y se dirigió hacia el señor Ross. En cuanto pudo abordarle sin críos cerca, preguntó al jefe de estudios.

-¿Le ocurre algo a esa niña nueva?. No la veo precisamente contenta.
-La acaban de enviar aquí desde servicios sociales. La esperábamos desde hace unos días. - Le desveló el cariacontecido tutor.-
-¡Vaya! Pobre, mi nieto le pidió quedar antes para ponerla al corriente del caso. Y yo, ¡tonta de mí!, le propuse que pudiera permiso a sus padres…- Suspiró Bertie.-
-Por ahora está a la espera de ser enviada a una familia de acogida.- Le comentó Ross.-

            Su interlocutora estuvo cavilando por unos instantes y entonces propuso, dejando atónito al tutor de los críos.

-¿Podría venir con nosotros? Me refiero a mi casa, hasta que formalicen los trámites.
-Eso no está en mi mano, señora Malden. -Opuso aquel tipo pareciendo un poco apurado.-
-Ya lo sé. Llamaré a mi hija, ella es abogado como usted ya sabe. Quizás si contacta con los servicios sociales y pide permiso…
-Como usted quiera.- Concedió Ross sin mucha esperanza en ello.-

            Bertie fue rápida, enseguida marcó el número del despacho de Kerria, con suerte estaría aun allí. Y en efecto, a los pocos tonos ésta le respondió.

-Bufete Koen-Zerol. Al habla Kerria Malden.
-Soy yo, hija.- La saludó Bertie.-
-¡Ah, sí!, perdona mamá, ni me fijé en el número entrante de la llamada.- Se disculpó su contertulia.-

            Y es que el día había sido duro. Tuvo que asistir a esa pobre chica a la que habían violado de una forma cruel y horrible, echándole en cara su orientación sexual. Y lo peor es que por lo que ella le contó, parecía que uno de los culpables pertenecía incluso a su propia familia. Esa desgraciada tenía un terrible dilema. No sabía si mantener la denuncia e ir a juicio, a sabiendas de que su entorno la rechazaría por ello.

-Es muy injusto e inmoral.- Pensaba la abogada.- Esa pobre muchacha ha sufrido un infierno y ahora, encima, parece que la culpable fuese ella.

            De modo que, preparando la acusación formal y tras tratar de convencerla para que la presentase en un juicio, el tiempo le había pasado volando. Esa desgraciada no sabía qué hacer y quedaron en verse otro día. Después de aquello y de ponerse al día en otros casos pendientes  Kerria se percató de que ya era la hora de salir para su hijo. Sabía que su madre se ocupaba de él y eso la tranquilizaba. Aunque ahora, tras escuchar lo que ésta le contó acerca de  la situación de esa cría, se tomó unos instantes para meditar y repuso.

-Sí, Ross me comentó algo el otro día. Pero no estaba muy seguro de si le iban a enviar a esa cría a su escuela. No he tenido tiempo de ocuparme de eso por el caso que me han encomendado. Ese de ayer.- Aclaró la joven letrada con pesar, agregando ahora con más optimismo.- Pero podría llamar a los servicios sociales y pedirles un permiso de custodia temporal. Hasta que ellos mismos encuentren una familia. Alegaré que es compañera de colegio de mi hijo y que tienen que hacer un trabajo juntos. Será como si sus padres le dieran permiso para venir a nuestra casa.

            Sin embargo ella sabía que no era tan sencillo, pero conocía a algunas personas en esos mismos servicios sociales, a los que, en calidad de abogada, había echado una mano a veces. Contaba con que le devolverían el favor sin mayor problema.

-¿Quién tiene ahora mismo la responsabilidad sobre esa cría? ¿El señor Ross?- Inquirió la letrada.-
-Sí, en tanto esté en el centro educativo.- Le comentó Bertie.-
-Pues esperad un poco sin marcharos todavía, voy a hacer un par de llamadas y te cuento.- Replicó su  hija.-

            En eso quedaron y Beruche se dirigió hacia los niños. El resto ya se habían marchado.

-Mira Brian. He hablado con tu mamá Ky para que pida permiso y que dejen venirse a Abby a casa. ¿Qué te parece?
-¡Genial!.- Exclamó el pequeño.-

            Aunque ahora, tras dejar pasar unos instantes, la veterana profesora miró afectuosamente a esa pequeña y le susurró con calidez.

-¿Y tú que dices? ¿Te gustaría venir a nuestra casa a preparar el caso?
-No sé, supongo.- Musitó la niña apenas devolviéndole la mirada.-
-Vamos a esperar un poquito aquí.- Les pidió Bertie a los dos críos.-

            Y no fue mucho desde luego, a los diez minutos Kerria envió un WhatsApp a su madre informándo de que podía llevar a esa niña a casa. Muy contenta por ello, Beruche se lo dijo a los dos pequeños y ambos fueron al coche. Tras asegurar a Abby atrás con el cinturón y poner a Brian en su silla bien sujeto a su vez, la profesora condujo a casa. Esa niña iba muy callada observando el recorrido mientras la abuela y su nieto intercambiaban algunas palabras. Tras unos treinta minutos llegaron a la urbanización

-Muy bien cariño, creo que hoy hemos ganado.- Sonrió Beruche en tanto abría la puerta del garaje.-
-Sí, y ahora con Abby se nos ocurrirán más cosas para ayudar a mamá Ky.- Comentó el satisfecho niño.-
-Tenéis una casa muy grande.- Intervino al fin la cría en cuestión con visible asombro.-
-Sí, es que vivimos mucha gente.- Le comentó Brian con total naturalidad.-  

            Bajaron del coche una vez Bertie aparcó, la dueña de la casa indicó amablemente a la niña que la siguiera. Pasaron por la puerta del garaje que comunicaba con esa pasillo que, a su vez, daba al recibidor.

-Pasa cariño. -Le pidió con dulzura.-

            La cría caminaba despacito mirando perpleja en todas direcciones. Estaba claro que nunca había visto una mansión como esa. Entonces vio a un hombre muy alto y fuerte que le sonrió.

-Hola, ¿quién eres tú?- Le preguntó él.-
-Es una compañera. Se llama Abby. - Se adelantó a responder Brian, antes de que la amedrentada pequeña  se atreviese incluso a separar los labios.-
-Pues bienvenida.- Declaró Roy mirando a esa pequeña que desde luego parecía asustada solamente con mirarle.- No pasa nada, no tengas miedo.- Le susurró con afabilidad.-

            La chiquilla asintió de forma dubitativa y se dejó conducir dócilmente hasta el salón. Una vez allí, Bertie le comentó.

-Tenemos una habitación libre, puedes usarla para quedarte por unos días si quieres.
-¿Voy a vivir aquí?- Inquirió tímidamente la pequeña.-
-Bueno, por ahora.- Sonrió débilmente su anfitriona, matizando.- No depende de nosotros.

            Desde luego tener una nieta extra en casa no era algo con lo que hubieran contado. Además, esa niña tenía una familia y a buen seguro que una solitud formal de acogida. Supuso que su hija le contaría más cuando retornase. Así, tras ayudar a la cría a instalarse y darle algo de merendar junto a Brian, aguardaron hasta que Kerria volvió.

-Hola a todos.- Saludó la abogada al entrar.-
-¡Hola mamá Ky! - Exclamó Brian corriendo a su encuentro.-

            La recién llegada se había librado de sus zapatos como era costumbre en ella y abrazó al crío. Aunque no trató de levantarle en brazos, diciendo algo apurada aunque asimismo divertida.

-Ya no puedo contigo. ¡Estás muy grandote!

            Y tras separarse de ese abrazo Brian le presentó enseguida.

-Mira mami, esta es mi amiga Abby.
-Hola, encantada de conocerte.- Sonrió ampliamente la abogada agachándose un poco para mirarla más de cerca.-

            Desde luego la niña quedó impresionada, esa señora se parecía mucho a la abuela de Brian, hasta llevaba una trenza como ella. No obstante su pelo no era blanco sino castaño claro y sus ojos en lugar de azules eran verdes. Como los del abuelo de su nuevo amiguito.

-Brian. ¿Por qué no le enseñas a Abby tu cuarto?- Propuso desenfadadamente Bertie.-

El crio asintió con entusiasmo llevando a la pequeña de la manita. Se alejaron siendo seguidos con la mirada por los adultos que sonrieron. Al fin, la abogada les comentó a sus padres a solas, aprovechando que los niños ya jugaban en otra habitación.

-Por lo que he podido averiguar sobre esa cría, tiene una solicitud para un hogar de acogida, - le confirmó su hija, agregando.- Está en un buen sitio, zona de clase media-alta. Aunque los solicitantes se harán cargo de ella en unos pocos días. Una vez esté listo el papeleo.
-Bueno, hasta entonces puede quedarse aquí.- Afirmó Roy.-
-Ya, lo malo es que se encariñe con nosotros, eso no es bueno para una niña tan pequeña. Necesita estabilidad.- Opuso Bertie quien ahora se planteaba eso no sin preocupación.-
-Lo hecho, hecho está, mamá. -Suspiró Kerria.- Ahora no podemos enviarla otra vez a asuntos sociales.
-No, ¡claro que no! - Se apresuró a convenir su madre para aclarar.- No quise decir eso.
           
            Y tras un leve e incómodo silencio fue Roy quien cambió de tema, fiel a su costumbre.

-Vamos a cenar, que tengo mucha hambre…
-Llamaré a los niños.- Asintió Bertie.-

            Entre tanto los críos habían estado charlando un poco también. Brian le contó a Abby de qué iba el caso. La niña suspiró afirmando con cierto pesar.

-A veces, yo también he comido chuches sin pedir permiso. No sabía que te podían meter en la cárcel por eso.
-No, es sólo un trabajo de clase.- Le comentó Brian.-
-Pues mis papás han ido a la cárcel. No sé si será por comerse golosinas.- Titubeó la pequeña.-
-¿De verdad?- Se asombró su interlocutor.-
-Sí, muchas veces no veo a ninguno, como ahora. Aunque otras estoy solamente con mi mamá o con mi papá.- Le contó la cría.-
-Vaya, ¡menos mal que ni mi mamá Ky, ni mi mamá Sam, han ido a la cárcel.- Comentó un aliviado Brian.-

            Aunque ahora fue esa niña quién le observó perpleja para preguntar.

-¿Has dicho mamá Ky y mamá Sam? ¿Es que tienes dos mamás?
-Sí, las dos están casadas porque se quieren mucho.- Le explicó su contertulio.-
-¡Qué cosa más rara!- Opinó Abby.-
-No es tan raro, hay más mamás juntas y también papás. Me lo han dicho.- Replicó Brian algo a la defensiva.-
-¿Y no tienes papá?- Quiso saber la niña.-
-No, bueno sí, pero hace mucho que no le veo.- Suspiró el niño, entristecido ahora.-

            Lo cierto es que hacía bastante que no se acordaba de su padre, siendo muy pequeño creía recordar a un hombre muy simpático que vino a verle. Aunque ya no estaba seguro. Y menos todavía cuando su interlocutora inquirió.

-¿Está en la cárcel como el mío?.
-¡No!, - Replicó enseguida el crío, pese a que a los pocos instantes tuvo que admitir con algo de zozobra y pesar. – Bueno, no lo sé
-¿Y tu otra mamá?- Se interesó Abby, creyendo intuir.- ¿Es esa otra señora de la trenza que estaba contigo en el cole? Dijiste que era tu abuela.
-Y es mi abuela Bertie.- Le aclaró el niño, detallando.- Es la madre de mi mamá Ky.
-¿Y dónde está esa otra mamá tuya?- Preguntó su invitada.-
-Pues de viaje, tiene que trabajar mucho fuera.- Le contó Brian quien no tardó en tomar un holo proyector de fotos y mostrarle una imagen de esa otra mamá suya a su invitada.-

            Estaban los dos juntos. Aquella mujer en cuclillas, pasándole un brazo a Brian por la cintura, los dos sonreían. Abby pensó que esa señora era también muy guapa, rubia, de pelo algo rizado que le caía algo por debajo de los hombros, y con unos ojos azules muy grandes y hermosos. Y por si fuera poco, llevaba un vestido verde muy bonito.

-¡Jo, que suerte tienes!- Suspiró la cariacontecida niña.- ¡Si al menos yo tuviera a mis padres conmigo alguna vez!

            Su amiguito la observó no sin cierta pena. Apenas atreviéndose a preguntar.

-¿Les ha pasado algo malo antes? además de eso de la cárcel…
-No lo sé, pero están mucho tiempo fuera, dicen que tienen que viajar mucho.- Suspiró Abby con tono desencantado.- Bueno, eso me contaban antes de que ahora les encerraran en la cárcel.
-No pasa nada.- Replicó enseguida Brian con una sonrisa aseverando.- Mi mamá Ky y mi mamá Sam, viajan mucho también. Ya te he dicho que mamá Sam está ahora en otro Estado. Espero que no la hayan metido en la cárcel, pero no lo creo porque no le van mucho las chuches, sólo le gustan los vestidos y los zapatos.
-¿Se los come?- preguntó la atónita niña.-
-No, ¡se los compra y hace colección! - Rio Brian divertido al imaginarse esa posibilidad tan ridícula.- Tiene muchísimos, mamá Ky a veces se enfada un poco. Dice que ya no les queda sitio en el armario. Y no sé, una vez la escuche decirle a mamá Sam que tuvo que salir ella también del armario para que metiera sus ropas.
-¿Tu madre Ky vivía dentro de un armario?- Inquirió su contertulia con tono entre perplejo y divertido.-
-No, será una broma, supongo. La gente no vive en armarios. A lo mejor de pequeña se escondía en alguno. ¡Ja, ja!  - Especuló Brian, que lanzó una carcajada para remachar.- O buscaba una entrada a Narnia…

            Eso animó a Abby, se rio también. Dejando ese tema aparte repasaron un poco del “caso” y luego jugaron. Al fin escucharon la voz de Bertie llamándoles a cenar. Fueron raudos dado que tenían mucha hambre. La velada transcurrió sin más novedades y al cabo de un rato los críos se fueron a dormir. Una vez a solas, los adultos charlaron un poco de temas más serios.

-¿Qué tal vas con el caso de esa pobre chica?- Quiso saber Beruche dirigiéndose a su hija.-
- Pues no demasiado bien. La pobre está destrozada, traumatizada y además, tiene un miedo atroz a que su propia familia la rechace.- Resumió Kerria con evidente desencanto.-
-Es algo realmente terrible.- Repuso su madre con el asentimiento de Roy.-
- Si pudiéramos ocuparnos de esos canallas al estilo de Nuevo Vegeta. Iban a saber lo que es bueno.- Añadió el padre de la letrada.-

            Kerria no hizo comentario alguno sobre eso, por un lado lo comprendía y muchas veces así lo sentía, pero su obligación era respetar la ley y conducirse dentro de sus cauces.  Al fin se levantó suspirando y declaró.

-Voy a repasar un poco más el caso…
-¿El de esa chica?- Inquirió su padre.-
-No.- Sonrió ella esta vez, para aclarar.- El mío con Brian. El otro  se demorará un poco, hay que localizar evidencias y hacer otras cosas antes de proseguir. Si es que finalmente mi representada desea continuar. Leeré un poco lo que mi hijo y su nueva compañera han escrito.
-Muy bien cariño. Hasta mañana.- Le deseó Beruche.-
-Que duermas bien, hija.- Afirmó Roy.-
           
La interpelada les deseó lo mismo y fue a su despacho. No tardó mucho en leerse esas ideas que los críos había apuntado con toda su ingenuidad y buena voluntad infantil.

-¡Ja, ja! Contar las chuches para saber si falta alguna…Decírselo al señor Ross. - Leía en voz alta.- Poner un letrero, “ por favor, no comer”. Ojalá la vida fuese así de sencilla. -Suspiró una vez más.-

Quizás sí que lo fuera y los culpables de hacerla tan complicada fuesen los adultos. Al menos ella recordaba que, siendo niña, le daba la impresión de tener las cosas mucho más claras Con esos pensamientos se fue a dormir para encarar bien el día siguiente. En efecto, fue ella la que se ocupó de llevar a los críos al colegio. Era una mañana como otra cualquiera y por suerte, tendría un par de días antes de seguir con aquel caso tan duro que le ocupaba. Desde luego agradecía esa pausa. En eso reflexionaba cuando al llegar con el coche al recinto escolar no encontró plazas libres.

-¡Vaya un fastidio! - Dijo resignadamente.-
-Tendrás que salir, mami Ky.- Le indicó Brian.-
-Sí cariño.- Admitió ella.-

 Y eso hizo, condujo fuera del parking escolar a la calle. Allí su logró encontrar un sitio. Finalmente aparcó y tras salir del vehículo y ayudar a los críos a quitarse los cinturones, tomó a ambos uno de cada mano, y se dirigió a la escuela. Estaba a punto de decirles algo a los pequeños cuando una voz de hombre, teñida de ironía, hizo alusión a ella desde el otro lado de la calle, a unos pocos metros.

-¡Ey!, fíjate que mamá tan guapa, ¡guau!.- Exclamó con tono deliberadamente elevado.-

            Sin querer girarse del todo ni pararse, Kerria observó a  dos tipos, iban vestidos de modo corriente, con camisa, pantalones cortos y zapatillas. Uno llevaba un pañuelo en la cabeza, parecía de origen chicano, el otro era blanco y de pelo moreno corto. Fue este último quien añadió.

-No creo que sea la madre de esos niños, está demasiado bien para eso. Será la canguro.
-Pues espero que me cuide a mí también.- Replicó el otro con un acento que confirmaba la impresión de Kerria.-

            Brian se detuvo mirando a esos dos individuos sin comprender, aunque le hizo gracia.

-Mami Ky, eres tan guapa que se creen que vienes al colegio con nosotros.
-Eso será, cariño.- Repuso ella con tono suave y voz baja.-
-Espera.- Le dijo el moreno a su amigo, sin querer aparentar dirigirse a ella.- Esa chica me suena. ¿No era esa cantante que ahora es abogada? Ya sabes…
-Sí “wey”, esa mismita es.
-Entonces no creo que nos vaya a hacer mucho caso, ¿no crees compañero?. Creo que además está casada con una rubia muy guapa.- Rio el otro quien entonces elevó más la voz.-

            Kerria tuvo un escalofrío en la espina dorsal. Estaba muy claro que esos dos tipejos no eran unos simples pandilleros idiotas. Estaban demasiado bien informados. Fue el de aspecto chicano el que agregó, asintiéndole a su amigo y dedicándole una malévola mirada de reojo a ella y a los críos.

-Tienes toda la razón, compadre. A esa otra la he visto aquí, con ese niño…

            Eso llamó la atención de Brian más aún y con gesto de asombro le preguntó a su madre.

-¿Es que les conoces? Ellos saben quiénes sois tú y mamá Sam.
-No, no hijo, lo que pasa es que he salido a veces por la televisión.- Se apresuró a responder su apurada madre.- Será eso.
-Vámonos. Esos señores me dan miedo. - Intervino Abby con voz trémula. Dedicándoles una mirada de temor a esos dos tipos.-

            Aunque ninguno de esos sujetos se movía del sitio. No daban impresión tampoco de querer hacerlo. Sin embargo el moreno, se dirigió a Brian con una voz, y emulando el corte de unas tijeras con dos dedos le preguntó con sorna…

-¿Qué chaval? ¿haces muchos trabajos manuales en casa? Apuesto a que tus mamás sí, deben de usar unas buenas tijeras, ¡ja, ja, ja!…

            Kerria le miró indignada y rabiosa, rechinaba los dientes tratando de contenerse. ¡De no estar su hijo y esa cría allí, de buena gana les hubiera roto la cara a esos cerdos! Pero no, debía controlarse. Aquello le daba la impresión de ser una trampa. Ignoraba con que fin, pero estaba muy claro que no podía permitirse el lujo de caer en la más mínima provocación y menos delante de los niños.

-Mamá Ky. ¿Por qué dice eso?- Se extrañó su hijo mirándola ahora con un poco de temor y sorpresa.-
-Deben de ser muy malos en trabajos manuales, seguro que les han suspendido.- Replicó Kerria forzando una sonrisa, para agregar con tono algo apremiante.- Vamos, que llegamos tarde al juicio y eso está muy mal…

            Y los críos la siguieron raudos, agarrados de cada una de sus manos, al fondo se oían los silbidos de aquellos individuos, quienes sin embargo, no dijeron ni hicieron nada más. Aliviada, Kerria entró  con los niños en el colegio. Antes de pasar a clase, se dirigió a una de las profesoras.

-¿Podría llevarles a su aula, por favor? Tengo que hablar con el señor Ross.
-Por supuesto.- Le sonrió una muchacha joven bastante más baja que ella, de pelo corto rubio rizado.-

            Y la señorita, a quien Brian reconoció como Miss Kayla, les llevó para allí. Kerria les sonrió animosamente asegurando que no tardaría. Después se fue directa al despacho de Ross quien aun estaba allí, antes de ir a clase.

-¿Tienes un momento, antes de que vayamos con los niños?- Le preguntó la abogada tras tocar a la puerta.-
-Claro. -Asintió él, mirándola con intriga.- ¿Qué sucede?

            Y es que ahora Kerria lucía su verdadera expresión de malestar. No tardó en referir aquel desagradable incidente al jefe de estudios. Ross enseguida se ofreció a llamar a la policía.

-Seguramente ya no estarán. Daban la impresión de saber bien lo que hacía y lo que decían, para no traspasar ciertos límites. Pero debo denunciarlo, por si volviesen. Para tener un antecedente de cara a otro posible incidente.- Comentó ella.-
-¿Y no les conocías de algo? Piensa a ver.- Le sugirió su interlocutor.-
-No.- Negó ella moviendo la cabeza.- De nada, pero ellos a mí, sí. Y estaban demasiado bien informados. O eso,  es que han vigilado a mi esposa cuando ha traído a Brian al colegio. No sé que es lo que me inquieta más.- Suspiró ahora con preocupación.-
-Me ocuparé de dar aviso a la policía enseguida. Mientras por favor, ve a clase, seguro que los críos estarán aguardando impacientes.- Le pidió su interlocutor.-

            Asintiendo y deseosa de dejar a un lado ese desagradable incidente, Kerria se encaminó hasta allí. Los críos estaban charlando entre ellos y jugando. Aunque al verla llegar corrieron a sus sitios, pensando que el juicio iba a reanudarse enseguida. La “ acusada” ocupó su lugar y una vez se colocaron todos, les explicó.

-Hoy es el último día del juicio, niños. Al menos espero a que de tiempo de concluirlo hoy.

            Hubo un ¡ooh!, generalizado, Kerria sonrió, a los críos les estaba gustando aquello, de modo que animosamente les dijo.

-Lo estáis haciendo muy bien, tengo mucha curiosidad por saber qué sentencia me pondréis. Y ya sabéis, si queréis ser jueces, o fiscales, o abogados defensores cuando seáis mayores, tenéis que estudiar mucho.

            Algunos asintieron a esas palabras, otros en cambio no parecían tan convencidos. Entre tanto llegó el señor Ross y tras hacerle un gesto a Kerria se dirigió a sus alumnos.

-Bueno, ya podemos empezar.

            Y así fue, el juez le dio al mazo con deleite como era su costumbre y llamó a la fiscal.

-Señorita fiscala.- Le pidió.- ¿Puede subir aquí arriba?
-Al estrado.- Le apuntó Kerria.-
-Eso. - Confirmó Simón.-

            Agnes asintió subiendo rauda. Al fin, dirigiéndose a todos en la sala, dijo.

-Llamo a la acusada, para que explique lo de las gominolas, bueno, para que declare.

            Y obedientemente Kerria se puso en pie ocupando la silla destinada a los testigos. Una vez sentada, uno de los críos le trajo un libro para que jurase. Al principio la acusada pensó que sería una Biblia o una Constitución, casi no pudo evitar la risa al ver que en realidad era el cuento de Frozen.

-Es que se parece usted mucho a Elsa, señora.- Se excusó un colorado Simón.-
-Además, son una reina y una princesa. Elsa y su hermana Anna. - Añadió Agnes con seriedad.- Es un libro muy importante

            Y tras reírse un rato, con alguna que otra carcajada secundándola, Kerria asintió.

-¡Sí, sí que lo es!

            Brian escuchó divertido, además, su mamá Ky le había dicho que un acusado podía mentir. Y entonces fue la misma testigo la que les recordó a todos.

-En mi caso, no tengo porqué prometer nada, mi derecho a la defensa incluye el poder mentir o no decir todo lo que sé. Y es cosa de la fiscal y del juez y el jurado el dictaminar si soy sincera o no.
-¿Es como las adivinanzas?- Inquirió Simón.-
-Algo parecido.- Convino Kerria, sin querer ser más precisa.-

            De todas formas no iba a ponerse a disertar sobre legalismos con esos pobres críos. Aunque enseguida afirmó.

-En este caso en particular, diré la verdad. Eso sí os lo prometo, porque no me gustan las mentiras. Aunque sean para defenderse.
-¡Genial!- Exclamó Agnes.-

            Tanto Ross como Kerria sonrieron ampliamente, era muy refrescante ver esa inocencia infantil.

-Si todos los juicios fueran como este, el mundo sería un sitio mucho mejor.- Pensó una vez más la abogada.-

            Aunque tuvo que centrarse en su pequeña cuestora, quien, sin dar más tregua, pasó a inquirir.

-¿Cómo se llama usted?. Bueno, ya lo sabemos, pero aquí dice que tengo que preguntárselo.- Indicó mostrando una agenda en la que llevaba apuntadas algunas cosas acerca del procedimiento.-
-Me parece muy bien.- Asintió la acusada, quien sonriente, respondió.- Me llamo Kerria Lorein Malden.
-¿Y lo de mamá Ky?- Preguntó la fiscal, casi más por curiosidad que mor por de su obligación, recordando.- Mi papá dijo que eso es un alias, ¿Qué es un alias?.
-Es un apodo cariñoso por el que mi hijo me llama.- Le explicó su contertulia moviendo levemente la cabeza ante tal aseveración de esa cría.- Un alias es otra manera de llamar a alguien, pero tiene una connotación negativa, suelen usarlo los delincuentes. Yo prefiero decir que Ky es un apodo o un mote. Me lo puso mi hermano mayor, cuando los dos éramos niños.
-Ese es mi tío Leval.- Le susurró Brian a Abby en tanto escuchaban el interrogatorio.- Vive en Bios.
-Vale.- Convino Agnes entre tanto.- Ahora, por favor, ¿me podría decir si comió usted gominolas cuando llegó al colegio hace tres días?
-Sí.-Admitió Kerria, aclarando.- Me las ofrecieron y me pareció descortés rehusar.
-Entonces se declara culpable.- Repuso agudamente la cría.-
-No, de las gominolas me declaro inocente, y de los buñuelos no culpable.- Matizó Kerria.- Ya lo dije al principio.

            La niña la miró extrañada y miró asimismo al juez, aunque Simón se encogió de hombros para decir.

-Eso quiere decir que dice que es inocente de todo.
-No del todo.- Le corrigió la acusada.-
-¿Cuál es la diferencia?- Quiso saber el bisoño juez.-
-Verá, su Señoría.- Repuso la letrada extendiendo su explicación a todos los demás presentes.- Ser inocente es probar más allá de toda duda que el acusado no ha cometido el delito que le imputa.- Kerria se detuvo en su exposición, al ver las caras perplejas de los críos y les aclaró.- Quiero decir, de lo que me acusan. En tanto que no culpable quiere decir que hay algunas pruebas de que haya podido cometer ese delito pero no son suficientes para demostrarlo del todo. O bien que exista algún atenuante.
-¿Qué es un atenuante?- Preguntó una niña del jurado.-
-Una especie de justificación o de excusa.- Le respondió afablemente la letrada.- En tal circunstancia el caso puede quedar sobreseído. Es decir, el acusado quedaría libre.

            Un murmullo de confusión y asombro recorrió al clase. Brian miraba a su mamá Ky cada vez con más admiración. ¡Sí que sabía de todo!. Tendría que estudiar mucho para ser como ella. Por su parte Abby la observaba con un poso de tristeza. Parecía querer decir algo pero no se atrevía. Finalmente optó por no intentarlo dado que el cuestionario de la acusación se reanudó.

-Entonces es verdad que se las comió.- Insistió Agnes.-
-Sí, pero mi abogado demostrará que con las gominolas tuve un motivo.- Alegó Kerria.- Me las ofrecieron.
-¿Y quien fue? ¿Quién se las ofreció?- Inquirió la cría.-
-Pues, un niño de aquí.- Repuso ella, tratando de recordar.- No sé si era de esta clase.
-Comprendo.- Se sonrió la pequeña fiscal para replicar.- No sabe quién. Entonces no puede demostrar que se las ofrecieran.- Remachó mirando su libretita de notas.-

            Al parecer esa mocosa repipi había hecho los deberes, eso pensó la divertida abogada. No estaba nada mal para alguien tan pequeña.

-Esta promete como futura juez del Supremo.- Pensó no sin algo de ternura, para acto seguido exponer.- No, pero no soy yo quien debe demostrar que soy inocente, sino usted como fiscal la que tiene que demostrar que soy culpable. Y como ya dije, en caso de tener dudas o de poder averiguar datos que conduzcan a mi inocencia, es deber de la fiscalía investigar.

            La niña la miró sin saber qué más decir, apuntó algo en su libretita, al fin le dijo al juez.

-Ya he terminado de preguntar.

            Fue el turno de Brian. El niño se acercó ahora con gesto más confiado. No en vano había preparado aquello con su madre el día anterior. Tras pedir permiso al tribunal, se dirigió a ella para preguntar, obviando eso sí, el tratamiento de usted.

-¿Es cierto que, como has dicho, te ofrecieron gominolas?
-Sí, claro.- Afirmó la interpelada.-
-Entonces las comiste por educación y tenías permiso.- Afirmó Brian.-
-Eso es.- Asintió su madre.-
-Luego no fue culpa tuya si faltaban esas gominolas.- Concluyó el crio con alivio.-
-Yo creo que no.- Convino Kerria.-
-Pues ya está.- Comentó triunfalmente Brian.-

            Dicho esto Kerria pudo abandonar la silla de los testigos. Turno de Agnes para sus conclusiones. La pequeña, siguiendo el guion que le habían escrito se levantó y mirando hacia el jurado, dijo.

-Bueno, señoras y señores del jurado. Esta señora dice que le ofrecieron gominolas. Aunque no se acuerda de quién fue. En ese caso tendríamos que preguntar. Que levante la mano quien haya sido.- Exigió dirigiéndose ahora a todos sus compañeros.-

            Nadie hizo el menor gesto, tras un momento de total silencio, Agnes retomó su discurso con un tono más animado.

-Eso quiere decir que la acusada nos ha engañado.
-¡Protesto!.- Saltó Brian como un resorte.- Mi mamá Ky dijo que iba a contar la verdad.
-Pero no nos podemos fiar.- Replicó agudamente Agnes, alegando.- Incluso cuando dijo eso podría haber mentido porque nos explicó que tenía derecho a hacerlo.
-Pues yo creo a mi madre.- Opuso Brian molesto ahora.-

            Kerria le tomó de la mano y le sonrió enternecida. Asintió y le susurró entre conciliadora y cariñosamente.

-No te enfades, tesoro. Agnes ha dado una buena respuesta.- Admitió la consumada abogada. - Yo misma no lo habría hecho mejor.

            Esa niña entonces prosiguió su perorata para concluir de un modo más desenfadado desde luego.

-Pues eso es queso. Si no sabemos quién le dio permiso podría ser mentira. Y tenemos eso que pasó en su casa con los buñuelos.- Agregó consultando su libretita para remachar.- Si ya se comió uno sin permiso, podría haberlo hecho igual ahora.
-¡Vaya!- Suspiró la acusada alabándola.- Esta pitufa es buena, ha sentado precedente.
-¿Qué ha sentado qué?- Quiso saber Abby, mirando atónita a esa niña para afirmar.- No veo a nadie en su silla.

            La adulta se sonrió divertida. Al fin, Agnes concluyó su alegato y se sentó con aire de darse importancia.

-Le toca a la defensa.- Indicó Simón.-

            Entonces Brian se levantó para responder.

-Señoras y señores, jurado y Señoría.- Dijo algo dubitativamente el niño, eso sí, alentado por la animosa expresión de su madre.- Una persona es inocente hasta que se demuestre lo contrario, y no se ha podido demostrar que mi clienta fuera culpable. Como tenemos dudas, eso es imposible. Si ella dice que le ofrecieron yo me lo creo. Mi mamá Ky no miente. Y además la fiscal no lo sabe.
-Nadie ha dicho que le ofreciera comer.- Insistió Agnes.-

            Simón utilizó una vez más su amado mazo, tras ordenar silencio le pidió a la niña.

-Ahora te tienes que callar. No puedes interrumpir. Le toca a Brian.
-Perdón.- Se sonrojó la cría.-

            Kerria movió la cabeza pero en un modo divertido. Lo dicho. Tentada estaba de contratar a esa niña para su bufete. ¡Una pena que tuviese únicamente siete años! Aunque ahora siguió pendiente de su hijo quien tampoco lo estaba haciendo nada mal.

-Pues como no se sabe, no se la puede echar la culpa, bueno, condenar.- Rectificó consultando unas notas que su madre le había escrito.- Ya está.- Concluyó.-
-Muy bien.- Repuso Simón.- Ahora toca deliberar….

            Los críos componentes del jurado se reunieron como si de una melé de equipo de football se tratara. Tras un ratito de cuchicheo, Nora, la niña que ejercía como portavoz, comentó.

-Ya hemos decidido, Señor Juez.
-Muy bien.- Asintió Simón.- ¿Y cuál es la decisión?
-Encontramos a la acusada no culpable de comer chuches pero sí culpable de zamparse buñuelos sin permiso.
-Entonces, ¿qué sentencia le ponemos?- preguntó Simón a la propia acusada.-
-Pues, esa es una prerrogativa de su Señoría.- Afirmó Kerria.-
           
            Simón asintió y se levantó para ir a charlar con sus compañeros del jurado. Entre tanto, la adulta les comentó a sus esforzados defensores.

-Ahora toca apelar.
-Pero las chuches no se pelan sino son caramelos.- Objetó Brian sin comprender en tanto Abby asentía solidariamente.-

            Tras algunas risas de su madre, ésta les explicó lo que eso significaba.

-Vale.- Comentó esa niña.- Tengo una idea.

            Y cuando el juez volvió a su sitio, aguardaron hasta que al fin Simón dictaminó.

-Pues se condena a la acusada a traer chuches para toda la clase y a estar castigada sin comer ninguna durante un mes.
-Protesto.- Intervino Abby.-
-No seas protestona.- Se rio uno de los críos de la clase.-

            Algunos otros se rieron también, Abby torció el morro pero enseguida se rehízo para insistir.

-Estoy apelando… la sentencia.- Añadió tras serle cuchicheado aquel término por Kerria.- Quiero decir, que, por ejemplo. ¿Son los buñuelos, chuches? A nuestra cliente se la estaba juzgando por comer gominolas en el cole. Los buñuelos se los comió en su casa entonces son tenemos….esto…¿cómo era esa palabra rara?- Musitó algo desconcertada intentando localizarla en su agendita.-
-Jurisdicción.- Le susurró cómplicemente Kerria.-
-Eso, no tenemos jurisdicción de esa.- Repitió la cría.-
-¿Qué es eso? ¿Lo podemos ir a buscar?- Preguntó Sally.-
-No, quiere decir que lo que haya pasado fuera del colegio no es cosa nuestra.- Les informó Ernest. -
-Es verdad.- Convino Brian.- La sentencia no vale…

            Eso causó el inmediato silencio del resto. Lo cierto es que no estaban seguros ahora. Entonces terminó la clase. Todos se miraron algo fastidiados. Ross se ocupó de indicarles que recogieran sus cosas para la siguiente materia.

-Bueno, espero verte mañana. Tendrás que volver. Me consume la curiosidad por saber qué deciden tras esta brillante apelación.- Le sonrió a Kerria.-
-Y  a mí.- Replicó ésta de buen talante a su vez.- Intentaré quedarme un rato después de traer a Brian y a Abby…

            Dicho esto se despidió de los críos y se marchó. Salió con cuidado, mirando por si esos tipejos siguiesen allí, afortunadamente no era así.

-Menos mal, ahora al trabajo.- Se dijo con determinación.-

            Pasó antes por una comisaría, aquella a la que llamó Ross, e interpuso esa denuncia. La policía quedó en enviar un coche patrulla para cuando volviera a recoger a los niños y también para el día siguiente. Una vez hecho esto, fue a su trabajo. En el bufete las cosas no eran tan divertidas desde luego. Eso sí, en algún rato de descanso pudo comentarle a Sebastián lo acontecido en la escuela y sus propias reflexiones. El veterano abogado se permitió una adusta sonrisa, comentando por su parte.

-Tienes toda la razón. Deberían ser los niños los que resolvieran los problemas. Son mucho más naturales y bienintencionados que los adultos.

            Y tras dejar aquellas anécdotas pasaron a temas mucho más serios. Kerria quiso saber tras contarle a su jefe aquel tenso momento vivido al llegar a la escuela con su hijo y con Abby.

-¿Se ha comunicado nuestra cliente?
-No, hoy no ha llamado.- Repuso Sebastián.-
-No lo sé, pero tengo la impresión de que quizás esos tipos pudieran estar relacionados con este caso. Es mucha casualidad que aparecieran justo ahora.- Meditó ella en voz alta.-
-De cualquier forma, hiciste muy bien evitando la confrontación.- La felicitó su interlocutor.-  Podrías tener razón. No sería la primera vez que mandan a alguien con el fin de provocar y grabarlo en vídeo, para desprestigiar a la defensa.
-La policía va a estar allí. No creo que vuelvan.- Comentó Kerria quien ahora agregó con tono desafiante.- Me gustaría que fueran lo bastante idiotas como para intentarlo de nuevo.
-Será mejor no tentar a la suerte.- La aconsejó Sebastián.-
-También tengo ganas de que vuelva Sam.- Suspiró la muchacha con un tinte de inquietud que su jefe enseguida percibió.-
-No debes preocuparte, seguro que tu esposa estará bien. Si como me dijiste ha ido al otro extremo del país…
-No me fio. Ya sabes de lo que algunos de esos fanáticos pueden llegar a ser capaces.- Rebatió ella, recordando con amargura.- No sería la primera vez que la agreden o que sufre por mi causa.
-Nunca debes pensar así.- Le ordenó Sebastián con un tono algo más cortante que enseguida suavizó para matizar.- Jamás ha sido culpa tuya. Eso es lo que esa gentuza quisiera. Que te culpases tú como si hubieses cometido algún delito. No has hecho nada malo por ser como eres ni por tus preferencias, Kerria. Ninguno tenemos de qué avergonzarnos.  Si permitimos que esa gente nos influencie de esa manera les estaremos dando una gran victoria y un enorme poder. No podemos comprar sus argumentos. ¿Acaso es que nos están castigando por algo malo que hayamos hecho?. No, ellos son los que actúan mal, guiados por su odio y sus prejuicios irracionales.
-Tienes razón.- Suspiró la chica.- Lo siento, a veces es difícil no pensarlo. Pero es que no puedo soportar la idea de que Samantha o mi hijo, incluso mis padres, sufran por algo relacionado conmigo.
-Te comprendo, eso es normal. Pero te repito que nunca será culpa tuya. Tú no vas haciéndole daño a nadie.

Kerria asintió una vez más. Tras la pausa se dedicó a su trabajo. Al concluir su jornada fue a por los niños. La policía estaba allí, tal y como le habían asegurado y no había ni rastro de esos individuos. Aliviada por eso y una vez los pequeños estuvieron en el coche, partieron rumbo a casa.

-Mama Ky. ¿Crees que mañana podremos hacer que te quiten la sentencia?- Quiso saber Brian.-
-Así lo espero. Habéis planteado una muy buena apelación.- Les halagó la conductora.-
-Es injusto que te acusen de cosas que no has hecho.- Comentó Abby, agregando entristecida.- Como a mis papás. Ellos seguro que son buenos.

            Brian asintió aunque Kerria no lo tenía tan claro, a juzgar por algún informe que pudo consultar en lo referente al tema de esa cría. Existían más que indicios de que los progenitores de esa pobre niña estaban envueltos en tráfico de drogas y en blanqueo de dinero. Pero no iba a ser ella quién le quitara esa ilusión. Ya no hablaron mucho más durante el viaje. Al llegar a casa y dejar a Brian y a Abby para que merendasen, Kerria fue directa a saludar a sus padres.

-¿Qué tal fue, hija?- Quiso saber Bertie, entre expectante y divertida.-
-Bueno, tendré que cumplir condena.- Sonrió débilmente Kerria.-  Me han castigado a no comer chuches en un mes. Y a llevar para toda la clase. Pero apelaremos.
-En fin, ¡será terrible pero podrás sobrellevarlo! - Se rio Roy.-

            Aunque los dos se sorprendieron al ver que su hija parecía estar muy seria. Creyendo saber a qué era debido Beruche comentó.

-Cariño, no te sientas mal por Brian, seguro que él sabe que esto era una especie de teatro.
-No mamá, no tiene que ver con eso.- Repuso la aludida con voz queda, para confesarles.- Es por algo que pasó cuando llegamos a la escuela esta mañana.

            Y puso al corriente a sus padres de aquel desagradable incidente. Bertie movió la cabeza llena de indignación, pero fue Roy quien estalló, exclamando.

-Si llego a estar ahí, les hubiera dado tal paliza que no hubieran vuelto a tener ganas de molestarte. Lástima que no hayas podido darles una lección.
-¿Y qué hubiera demostrado eso, papa?- Replicó Kerria entre consternada y reprobatoriamente.- ¿Qué con la violencia se soluciona todo? ¿Ese es el ejemplo que debo darle a mi hijo? ¿Qué debe responder a golpes a cualquier provocación?
-Eres una Justiciera, igual que lo fue tu madre, y siempre habéis combatido a esa clase de tipejos.- Expuso más conciliatoriamente Roy sorprendido por esa reacción.-

            Aunque fue su esposa quien terció para decir, con un tinte de voz más calmado, y aun así, reflexivo y tan reprobatorio como el de Kerria.

-Sí, nuestra hija podría haberse convertido en Justiciera y ver si seguían allí después de dejar a los niños. Y a buen seguro que les habría dado una lección, Roy. Pero Kerria tiene razón. Nuestros poderes y nuestra responsabilidad no son para tomarlos tan a la ligera. Tú lo sabes.
-No estoy hablando de herir gravemente a nadie .- Se apresuró a replicar él.-
-No papá. Esa no es la cuestión.- Suspiró la joven abogada para explicarle con un tono más cordial.- Me dedico a defender a otras personas utilizando la ley. Como Justiciera intervengo si hay inocentes amenazados. Pero no puedo rebajarme a recurrir a mis poderes solamente para responder a unos cretinos provocadores o por venganza.
-Es cierto. Si hubiese tenido que zurrar a cada uno que nos ha dicho alguna estupidez. Incluso yo hubiera terminado agotado. - Suspiró Roy sonriendo débilmente.- Perdona cielo. Tienes razón. A buen seguro que eran unos malditos imbéciles sin nada mejor que hacer.
-No te preocupes papá. Aunque mucho me temo que esos hombres trataban  de hacer algo más que decirme estupideces. Tengo la impresión de que era un intento deliberado de provocarme. Es mucha casualidad.- Declaró Kerria, recordando a sus progenitores lo que ya les había dicho.- Lo he comentado con Sebastián y coincide conmigo en eso. Sabían demasiadas cosas y de un modo muy preciso. Unos simples idiotas diciendo groserías no hubiesen sido tan concretos.
-Eso es cierto.- Asintió Bertie.-

            Tras unos momentos de silencio, Roy tuvo que admitir, con tono ya más sentido y relajado.

-Por eso vosotras sois las intelectuales de la familia. Pensáis las cosas antes de actuar. Yo siempre he sido mucho más bruto.
-No creas que no es difícil para mí. No hacer nada.- Pudo decir Kerria, quebrando su voz, y apretando los puños, casi hasta  el punto de sollozar.- Y más teniendo a mi hijo allí, escuchando aquello. Y pensando también en que Sam esté a salvo.

            Beruche abrazó enseguida a su hija, le susurró con todo el cariño que pudo en tanto le acariciaba aquella trenza larga y sedosa que la chica llevaba.

-Lo sabemos, cariño. Lo sabemos perfectamente. Por eso estamos tan orgullosos de ti. Por mucho que quieran sacarte de tus casillas no lo van a conseguir. No les darás argumentos para perjudicarte. Ahora, cálmate.

            De hecho los niños entraron en el salón, en donde los adultos estaban. Kerria se enjugó alguna lágrima, aunque Brian enseguida se dio cuenta al mirarla y preguntó algo inquieto.

-¿Por qué lloras mami Ky?
-No hijo, yo sólo...- Intentó responder la interpelada.-
-No se quiere quedar sin comer gominolas.- Terció Roy afirmando con afabilidad.- Y le he dicho que seguro que vosotros lograréis que el juez cambie de opinión.
-Claro.- Asintió Abby.- No te preocupes. Mi mamá lloraba muchas veces cuando no estaba mi papá, pero yo siempre le decía que iba a volver. Ahora tampoco ella está… puede que estén juntos.

            Los adultos se quedaron perplejos al escuchar eso, y apenados por esa cría. Fue la propia Kerria quien se acercó a ella para susurrarle agradecida.

-Gracias cielo. No te preocupes, estoy bien. Todo se arreglará.


            Y por esa jornada no tuvieron mucho más que comentar, al menos sobre el juicio y esos otros temas más enojosos. Los niños cenaron y se fueron a dormir. Al día siguiente tocaba esa apelación. Kerria fue con los críos y al llegar al colegio observó que ese coche patrulla de la policía seguía allí. Eso debió de espantar a esos tipos dado que no dieron señales. Aliviada al menos por eso, fue a ver qué pasaba con su sentencia. Entraron en clase y, una vez más, el jurado de los niños se reunió para deliberar a la luz de las evidencias aportadas por defensa y acusación. Cada cual ejerció el derecho a una nueva ronda de exposiciones, comenzando por Agnes.

-Señores del Jurado y Señoría.- Dijo la pequeña.- Hemos pensando que significa comer chuches sin permiso. Y hemos visto que aquí se ha hablado de las gominolas del cole. Como el niño que le dejó comer a la acusada no ha aparecido no podemos saber si es verdad lo que dice. Pero como en su casa se comió los buñuelos de sus papás sin pedir permiso, pues la acusación piensa que la señora Malden es culpable de “buñuelicidio”. Aunque fuera en otro sitio, el asunto importantes es portarse bien. O sino , ser castigado por malo.
-¡Buñuelicidio!- Se sonrió Kerria moviendo la cabeza, en tanto pensaba.- Esa sí que es una figura legal nueva. Como se introduzca en el código penal me veo en la cárcel para toda la vida.

            Y ajena a esas jocosas reflexiones de la abogada, la cría proseguía.

-Ese es el caso, está mal comerse algo sin pedir permiso cuando no es tuyo. Y la señora Malden es una adulta, así que tiene que darnos ejemplo a los niños. Así que pido una condena que la haga aprender que eso no se debe hacer. Gracias.

            Ahora fue Brian quien se levantó, el crío comentó.

-Pedimos permiso para hablar los dos, como defensores, Abby y yo.
-Vale. - Asintió Simón.- ¿Quién va a empezar?
-Yo.- Se señaló Brian.-

            Y levantándose afirmó convencido.

-Mi mamá Ky no es culpable de comer gominolas sin permiso, si dice que se lo dieron la creemos, y si no se puede demostrar que no se lo dieron…pues entonces no vale que la fiscal pida que la condenen. Y en cuanto a los buñuelos, ya mi abuelo Roy la castigó tirándola de las orejas. A parte de que eso pasó fuera del cole, mi madre dice que no se puede castigar dos veces por el mismo delito.
-Ni juzgarte dos veces por lo mismo tampoco.- Le apuntó Kerria. –

            Brian asintió y se sentó, dejando paso a Abby quien, algo tímidamente habló para todos los niños y niñas…

-Pues…creo que mi amigo Brian tiene razón. Su mamá es inocente. Y además, si la pobre tenía hambre y no había nadie a quien le pudiera preguntar, no sería nada malo que se comiera algún buñuelo o chuche. A mí me ha pasado. A veces cuando mis papás no estaban en casa he tenido que salir y conseguir comida, porque no me podía aguantar más. Es muy difícil estar sola.

            Todos la miraron perplejos. Incluso Kerria abrió la boca entre atónita y apenada por esa cría. Eso si que era mucho más serio. De todos modos, cuadraba con lo que Ross le había contado. Y con el favor que le pidiera cuando esa chiquilla llegó.

-Tiene que sacar eso de dentro y que este juicio le sirva como terapia. En cierto modo es como si ella misma estuviera siendo juzgada, a través de ti, podrá admitir algunas cosas y sentirse mejor.- Recordó que le había dicho el tutor de los niños.- ¡Pobre niña!- pensó compadecida.-
-Por eso. -Continuaba Abby.- Hay que comprenderla. No debía pensar que le estaba haciendo daño a nadie. Es muy buena persona. Yo llevo unos días en casa con ella y con sus papás y con Brian. Y no la he visto portarse mal.

            Y con eso concluyó, ahora los demás niños sí que se reunieron a dictaminar su decisión final. Sentada en su silla de acusada Kerria aguardaba el veredicto. No tenía ni idea de qué iban a resolver en su caso. Si la cosa iba mal sólo lo lamentaría por su hijo y por Abby. Sería una enorme decepción para ellos. Entonces el juez, a punto de agarrar el mazo, dijo.

-El tribunal va a hablar, y la señora Malden es…

            La mujer suspiró pensando en tanto movía la cabeza.

-Desde luego, no sé cómo pude meterme en este lío…


            Pensaba en todo el trabajo que la aguardaba después, en esos dos tipejos que quién sabe dónde andarían o de parte de quienes habrían venido a provocarla, de esa otra pobre muchacha que aun dudaba en demandar a sus violadores y también meditaba sobre la situación de Abby. Sin embargo, estaba muy orgullosa de la labor que esos niños, empezando por su hijo y su nueva amiguita, habían desarrollado en esos días. ¡Ojalá que esta experiencia les hubiera acercado al mundo de la justicia, la ecuanimidad y el respeto a los demás! Y lo que era incluso más importante, les hubiera ayudado a aprender a empatizar con otras personas y sus vivencias y circunstancias. Al menos en el caso de Abby eso parecía haber funcionado. Ross de hecho miró a la abogada y sonrió. Por los informes que tenían esa niña no se había abierto tanto con nadie en mucho tiempo…Dejó de lado todas esas reflexiones cuando la portavoz del jurado se levantó finalmente y dijo.

-Encontramos a la acusada, culpable…un poquito nada más.- Matizó dejando perplejos al resto.-
-¿Seríais tan amables de explicar eso de un poquito y nada más?-. Le pidió su profesor, aseverando.- Se es culpable o no se es.
-Esto…- Musitó esa niña, cuchicheando una vez más con sus compañeros de jurado y al fin aclaró.- Bueno, pensamos que no es para tanto, pero que la señora Malden hizo algo mal. Tenía que haber estado segura de quién le dio permiso. Pero creemos que castigarla durante un mes es mucho tiempo.
-Entonces es no culpable. Tenía un motivo. - Intervino agudamente Brian, recordando las lecciones de su madre y lo que Abby había contado.-
-Eso es.- Añadió Simón quien, siendo el juez era el encargado de dictar la pena.- Así que solamente estará castigada sin comer chuches durante una semana, incluyendo buñuelos, pero se lo perdonamos si trae golosinas y buñuelos a clase.

            Y dicho esto le dio con el mazo a la mesa. Caso cerrado. Brian suspiró algo apenado musitando con evidente desencanto.

-¡Pues vaya! No me gusta esta sentencia. Es como si hubieras sido culpable.
-No cariño, la sentencia está muy bien. Lo habéis hecho de maravilla. Los dos. - Les animó Kerria tomando una mano de cada crío entre las suyas para agregar.- Tenemos que ser respetuosos con la justicia. Así que la cumpliré y traeré golosinas para la clase.


            Aunque ese juicio había tenido montones de defectos de formas y las acusaciones no habían estado sustentadas en nada firme. Desde luego que ella, cuando llegó al colegio el primer día, comió golosinas, un crío se las ofreció. Ross le contó que era de otra clase.

-¡Ja, ja! - Debimos haber ido a llamarle como testigo.-  Se dijo la letrada.-

No obstante, lo importante es que los críos hubieran aprendido. Kerria no podía evitar sonreírse. Esa había sido una buena lección para todos, incluida ella misma. Al fin la clase concluyó y tras prometer una vez más con las dedos de las manos sin cruzar, que al día siguiente traería golosinas para todos, Kerria salió de clase con los niños.

-Bueno, lo celebraremos tomando algo rico. – Les propuso desenfadadamente a los niños.-

            Estos se animaron con sendos hurras. Kerria sonrió, aunque esa sonrisa le duró poco. Dos hombres venían a su encuentro. Iban demasiado trajeados. Por un instante pensó que sus acosadores hubieran cambiado de táctica y recurriesen ahora a otro tipo de coacciones. No obstante, Ross se unió a ellos. Al llegar junto a Kerria, y con tono resignado y entristecido le comunicó, mirando a la cría que la acompañaba.

-Son de servicios sociales, vienen a llevarse a Abby.

            Por la cara entre angustiada y consternada de la niña estaba claro que no quería irse con ellos. Sin embargo, antes de que Kerria pudiera ni esgrimir el menor argumento en contra de eso, uno de aquellos hombres sacó un documento que le mostró.

-Está todo en regla. Vamos a llevarla con su familia de acogida. – Afirmó el funcionario.-
-¡Mama Ky!.- Le pidió Brian con tono suplicante.- No dejes que se la lleven.
-No puedo hacer nada, cariño. Es la ley.
-¡Esa ley es mala! - Exclamó Brian entonces, a punto de llorar.-

            La letrada tuvo que agacharse para mirar a los ojos a su lloroso hijo y con tono dulce y condescendiente, responder.

-A veces sí que lo parece tesoro, pero las cosas son así por algún motivo.  Ahora nos da mucha pena separarnos de Abby, pero seguro que es por su bien. De todas formas, no te preocupes.- Le sonrió ahora a la compungida cría.- Iré contigo, por lo menos hasta ver quienes te acogen.
-Yo también quiero ir.- Solicitó Brian.-

            Su madre no supo que replicar a eso. Tampoco podía dejar a su hijo allí hasta que sus padres pudieran llegar. ¡Eso si estaban cerca o localizables! Asintió entonces y les pidió a esos dos agentes de servicios sociales.

-Les ruego que nos dejen a acompañarla, ha estado viviendo en nuestra casa durante estos días.
-No sé, señora. - Respondió apuradamente uno de esos individuos rascándose ligeramente su engominada y morena cabellera.- Legalmente hablando no tiene usted ningún tipo de custodia, ¿no es así?
-No, pero solicité un permiso de acogimiento temporal, además soy abogado.- Les contestó ella exhibiendo ahora sus credenciales.- Estoy colegiada aquí, en Nueva York, y puedo ejercer como representante legal de la pequeña en ausencia de sus tutores o padres.
-Muy bien.- Concedió el otro tipo, que era algo mayor que su compañero, un poco más bajo, regordete y algo calvo.- Vengan ustedes, pero sígannos en su coche.

            Kerria asintió, tras indicarle la dirección a la que iban se dirigió al aparcamiento del colegio. No tuvo otro remedio que dejar que Abby fuera con esos dos tipos. Ella y Brian les siguieron en su propio vehículo.

-Mira hijo, haz una cosa.- Le pidió su madre tras sentarle detrás y abrocharle el cinturón de su silla.- Llama a los abuelos. Diles a donde vamos. ¿vale? Es fundamental que lo sepan.
-Sí mama Ky.- Asintió el niño, sintiéndose importante.-


            Y tras leer en la Tablet aquella dirección marcó el número de la casa de sus abuelos. Eso le parecía una especie de misión secreta en la que iban a  rescatar a su amiguita. Su madre no estaba tan convencida desde luego de aquello. Por un lado temía incluso que esos dos fuesen unos impostores y les estuvieran llevando a una trampa. Por desgracia había padecido  bastantes malas experiencias en el pasado como para fiarse así por las buenas. Por muchas placas de agentes del servicio social y documentos que le mostrasen siempre los podrían haber falsificado. Aunque ahora, con el esperanzado Brian sentado atrás de su coche y teniendo a Abby en el vehículo que les precedía, Kerria no tenía valor para echarse atrás. Si algo sucediera siempre le quedaría el último recurso, pese a no querer hacerlo delante de su hijo, invocar su poder de justiciera.

-Ojalá que eso no sea necesario.- Pensó no sin inquietud.-

            Tras recorrer algunas calles y travesías durante al menos unos treinta minutos, llegaron. Aquel era un barrio de clase media-alta, sus guías aparcaron un poco más arriba en la calle que cortaba la avenida principal y Kerria hizo lo propio. Esos dos tipos bajaron y le abrieron la puerta de atrás a Abby quien descendió a su vez siguiéndoles dócilmente. A pesar de no gustarle nada la idea de que la separasen de sus nuevos amigos esa niña ya parecía estar acostumbrada a ese ritual. En fin, la letrada abrió su puerta, bajó y su hijo hizo lo propio. Tras darle la mano, Kerria le dijo animosamente.

-¡Vamos Brian!  

            No tardaron en alcanzar a Abby, los niños se dieron las manitas, gesto que conmovió a Kerria, en pocos días se habían hecho muy amiguitos. Caminaban junto a los adultos hasta llegar a la puerta de una vivienda unifamiliar que no era tan grande como la de la familia Malden pero no estaba mal. Los agentes de servicios sociales llamaron a la puerta. Al cabo de unos momentos, una mujer de color abrió.

-¿Sí?- Preguntó mirando con gesto curioso a todos esos recién llegados.-
-¿Señora Couto? ¿Es usted Johana Couto?
-Soy yo.- Admitió ésta.-
-Servicios sociales, le traemos a esta niña, usted solicitó su custodia.- Le informó el tipo de pelo moreno.-
-¡Oh sí! - Sonrió aquella mujer asintiendo.- Pasen por favor.

            No obstante, enseguida se percató de la presencia de ese otro niño y comentó con extrañeza.

-Solamente pedimos la custodia de una niña…
-Es mi hijo.- Intervino la abogada presentándose.- Me llamo Kerria Malden, he tenido el acogimiento provisional de Abby hasta ahora.  Ella y mi hijo Brian se han hecho muy amigos. Por eso quisimos acompañarla.
-Vaya, pasen también, por favor.- Les pidió esa amable mujer.-
-Nosotros tenemos que irnos, una vez comprobemos la documentación.- Intervino el tipo calvo.-
-En tal caso, no quiero entretenerles. – Repuso esa señora.-

            Entraron todos a la casa, igual a como parecía desde el exterior, el interior no estaba mal. Al menos daba la impresión de estar ordenada y con la apariencia de un hogar de clase media. Esa sensación le dio a Kerria. Ella, Abby y Brian tomaron asiento en un sofá que presidía el salón, en tanto que aquellos tipos rehusaron cortésmente manteniéndose de pie. Johana fue a por la documentación y se la entregó a los agentes. Tras comprobarla asintieron.

-Todo en orden.- Afirmó el calvo.-
-Buenos días, y buena suerte.- Les deseó el de pelo engominado.-

            Y se marcharon. Kerria suspiró aliviada, por una vez no hubo sorpresas, esos dos eran lo que habían dicho ser, dos funcionarios del gobierno.

-Sí, ese aura de aburrimiento y rutina es casi imposible de falsificar.- Pensó la letrada casi con regocijo. –

            Sin embargo se centró en la expresión inquisitiva de esa mujer. No era demasiado alta y estaba algo entrada en kilos, de hecho miraba a Kerria elevando levemente el cuello, entre la estatura de la abogada y esos tacones medianos que llevaba a su anfitriona debería de parecerle una gigante.

-Bueno.- Eso es exagerar un poco.- Pensó la letrada, quien tomó la palabra para explicarse.-  Además de tener el acogimiento temporal de Abby soy abogada…
-Todo está en regla.- Se apresuró a terciar esa mujer.- Mi marido y yo llevamos meses esperando nuestro turno y hemos pasado todas las entrevistas.
-No lo pongo en duda.- Sonrió amablemente su interlocutora.- Como le dije antes, mi hijo y Abby se han hecho muy amigos y queríamos ver a dónde la traían. Y a ser posible, permanecer en contacto. ¿Verdad niños?- Preguntó a ambos que rápidamente asintieron.-

            La expresión de Johana se relajó, asintió a su vez declarando.

-Me alegra mucho que tengas ya un amiguito, Abby.
-Íbamos a tomar un helado cuando llegaron esos señores.- Comentó Brian con tinte desencantado.-
-Bueno, no veo porqué no podemos ir todos a tomar alguno.- Comentó esa mujer.- Así le daremos tiempo a mi esposo a volver del trabajo.
-Es una gran idea. – Convino Kerria quien no obstante consultó la hora en su teléfono, tampoco podía entretenerse mucho más.-

            Y sin perder tiempo salieron los cuatro dirigiéndose a una cercana heladería. Los niños disfrutaron del helado y charlaron de sus cosas, entre tanto, Kerria conversó a su vez con Johana que le contó un poco al margen de los críos.

-Verá, mi esposo y yo no hemos podido tener hijos. Llevamos mucho tiempo queriendo adoptar, pero es difícil. Nos dijeron que acoger a niños y niñas con problemas podría ser una opción.
-Bueno, eso se valora positivamente.- Asintió su interlocutora.- Suelo ocuparme de custodias y de adopciones y un juez siempre considera mejor a las familias que ya han intentado esa vía, siempre y cuando no haya sido por el mero hecho de ganar puntos.- Comentó ahora con más prevención.-
-Le aseguro que no es nuestro caso.- Afirmó Johana con un cierto tinte de malestar.- Todo lo contrario, no somos como algunas parejas que quieren adoptar a un niño o niña desde que sea un bebé. Nosotros casi preferimos que tengan cierta edad para poder ayudarles y comunicarnos con ellos.
-Bueno, si los servicios sociales les han considerados apropiados para hacerse cargo de Abby no dudo que lo serán.- Convino Kerria no deseando ofender a esa mujer.-

            Por su parte, mientras comían sus helados, Brian le preguntó a su amiguita.

-¿Seguirás viniendo al cole?
-No lo sé.- Musitó ésta con gesto cariacontecido.- Dependerá de los señores que me vayan a cuidar.
-Les pediremos que te dejen.- Repuso entusiásticamente su contertulio.-
-Ojalá que sí, creo que eres un chico genial.- Sonrió Abby.-
-Tú también era una chica guay.- Contestó Brian.-

            De modo que, sin pérdida de tiempo corrieron a proponérselo a Johana. La mujer les escuchó no sin cierta ternura, para responder.

-Bueno, ahora vendrá John, mi marido, le dejé un mensaje en el teléfono. Y veremos que tal…


            El aludido no tardó mucho en aparecer, de tez oscura, era un poco más bajo que la propia Kerria, aunque quizás eso cambiase de quitarse ella sus tacones. Rondaría la cincuentena y tenía algunas canas en su pelo rizado. Vestía traje azul claro y corbata verde, con camisa blanca. Llegó sonriente y tras ser presentado y saludar, su esposa le expuso aquella petición.

-Me parece muy razonable, Abby. - Comentó, mirando a la niña quien asintió al escuchar su nombre.- Si ya tienes un amigo y estás contenta en ese colegio, no hace falta cambiarte.

            La cría sonrió abrazándose a Brian muy contenta, eso hizo sonreír a todos los adultos. Kerria entonces suspiró algo apenada, pero tuvo que intervenir para decir.

-Mi hijo y yo debemos irnos ya. Les dejamos con Abby para que vayan conociéndose.  Y, si ustedes lo desean y pueden, estaría encantada que viniesen con la niña a mi casa este fin de semana. Seguro que mis padres y mi esposa desearán conocerles, y también despedirse de ella.

            Fue terminar de decir aquello y ver como los sonrientes rostros de los Couto se quedaban perplejos.

-Sí, ¡Brian tiene dos mamás! - Les informó Abby con entusiasmo.- Pero una de ellas está de viaje.
-Bueno, pues...sería estupendo.- Afirmó John forzando una sonrisa, aunque objetando.- Tendremos que consultar la agenda.
-¿Sabe qué? La llamaré para concretarlo. O le enviaremos un mensaje. - Replicó Johana.- ¿Qué día les vendría mejor?
-Pues el que ustedes quieran.- Replicó su interlocutora sonriendo a su vez.-


            Así quedó convenido, Brian se fue de la mano de su madre. Kerria movió lentamente la cabeza. Por desgracia, a esas alturas de su vida para algunas cosas, no era ninguna ingenua. Todo estaba yendo de maravilla hasta que mencionó a su esposa. Quizás pudiera haber dicho pareja, pero le pareció mezquino y cobarde. Ella estaba casada con una mujer, sencillamente porque amaba a esa mujer. Sin embargo, lo que no esperaba era que su propio hijo, al subir al coche y antes de arrancar, le dijera con tono triste.

-¿Pasa algo malo, mama Ky? Cuando Abby habló de mamá Sam esos señores parecían asustados.
-No cariño, no estaban asustados. No te preocupes.- Respondió no obstante, tratando de parecer jovial al argüir.- Quizás estaban pensando qué día les iría mejor para venir a vernos.
-Sí, es verdad. No sabían si el sábado o el domingo.- Asintió el crío, visiblemente aliviado.-

            Kerria se giró mirando hacia atrás para sonreírle, aunque al darse la vuelta de nuevo para mirar al frente esa sonrisa desapareció. Condujo hasta casa y al llegar, una vez Brian fue a bañarse, charló con su madre.

-¿No está papá?- Quiso saber la muchacha.-
-No, le tocaba entrenamiento con sus jugadores. Mañana tienen partido.- Le respondió Beruche.-
-¡Ah sí!, casi lo olvidaba, es aquí, en el Madison.- Recordó ella, que era desde luego una gran hincha de los Knicks.-

            Bertie vio entonces la expresión algo ausente de su hija y quiso saber a su vez.

-¿Va todo bien, cariño?...¿Dónde está Abby, no la he visto entrar.
-Bueno.- Suspiró la interpelada.- No va del todo mal…es que…
-¿Qué ocurre?. No te veo demasiado contenta.- Inquirió Beruche.-

            Sin desear posponer aquello, le contó a su madre un resumen de lo ocurrido, no queriendo mencionar lo último. Bertie la escuchó con mucho interés meditando sobre aquel relato y finalmente declaró.

-Espero que esa pareja sepa hacer muy feliz a Abby, lamentaré que se vaya, es una niña encantadora y ha debido de pasarlo muy mal la pobre. Tiene esa expresión en los ojos.
-¿Expresión?- Preguntó Kerria sin comprender.-
-Cariño, soy maestra desde hace muchos años y he visto las caras de muchísimos críos. A veces por desgracia, algunos no tiene ese brillo en la mirada y ese entusiasmo que deberían tener todos a esas edades. A Abby le faltaban cuando vino aquí, aunque me di cuenta de que, estando con Brian, lo ha ido recobrando. ¡Ojalá que podamos seguir en contacto con ella y que lo mantenga!
-No lo sé, mamá.- Musitó Kerria entrelazando ambas manos y desvelándole.- Les ofrecí venir este fin de semana a conocernos, todo parecía estar bien hasta que mencioné que estaba casada… con otra mujer.

            Su progenitora abrió la boca ahora y algo alarmada preguntó.

-¿Te dijeron algo inapropiado, hija? ¿Algo que mi nieto oyese?
-¡No, qué va! - Se apresuró a desmentir Kerria.- Al contrario, se mostraron muy educados, pero sus caras…en fin, sobre todo la mirada de ese tal John, cambiaron. Quizás sea simplemente una percepción mía. Aunque debo decirte que Brian notó algo raro también. Él dijo que, cuando Abby habló de Sam, parecieron asustarse.
-Ya.- Suspiró Bertie con pesar, sentenciando.- Asustarse no es la palabra…
-Quizás sí, si traducimos lo que literalmente significa homofobia.- Rebatió su hija con tono entristecido y molesto.-
-Bueno.- Dijo animosamente Bertie tomando de las manos a la muchacha.- No te pongas en lo peor. Quizás les sorprendió y eso es todo. Ten en cuenta que, pese a llevar años siendo legal, el matrimonio entre personas del mismo sexo todavía es raro para muchos.
-¡Ojalá tengas razón, mamá! De veras.- Deseó Kerria, añadiendo con inquietud.- No es por mí, estoy acostumbrada a esas reacciones por parte de mucha gente. Solamente lo sentiría mucho por los niños. Se han hecho muy amigos y no merecen que nada enturbie eso.

            Su madre asintió, justo entonces abrieron la puerta del exterior, tras sonar algunos pasos Kerria sonrió ampliamente, allí estaba su esposa, junto con su padre.

-¡Cariño!- Exclamó la letrada.-

            Las dos se abrazaron y tras un beso en los labios y sonreírse un momento más, Samantha declaró.

-Ya tenía ganas de volver.
-Sí, la pobre está agotada. Por lo que me ha contado durante el camino a casa.- Intervino Roy, enumerando.- Entre el cambio de horario, y todos los sitios que ha recorrido, ni yo estaría en pie.
-Creía que tendrías entrenamiento antes del partido.- Comentó Kerria, agregando ahora para dirigirse a su mujer.- Y no sabía que tú fueras a regresar tan pronto.
-Bueno, llamé a casa avisando de que iba a venir pero no estabas. Tu padre me contestó y se ofreció a ir a buscarme. Me contó que estabas muy liada con un juicio.
-Se refería al de Brian.- Sonrió Kerria.-
-¿Y dónde está?- Quiso saber Sam, deseosa de ver a su hijo.-
-En la bañera del baño de aquí abajo.- Le respondió Bertie.-
-Pues iré a la ducha del cuarto de arriba.- Afirmó Samantha.- Espero que, cuando yo salga él esté fuera también.
-¡Dependerá de si está con sus barquitos y ha montado alguna batalla naval! - Se rio Roy.-
-Mejor pasaré a verle antes de subir.- Sonrió Sam.-

            La joven se dirigió pues al baño, acompañada de su esposa. Kerria le resumió muy rápidamente algunas de las cosas ocurridas antes de que entrasen a ver a Brian.

-Entonces, esa familia de acogida. ¿Crees que serán buenos con Abby?
-No tengo por qué dudar de su disposición hacia la niña. Es lo que te he contado al final lo que no me gusta.
-Te comprendo.- Asintió Samantha con el mismo gesto de tristeza que su mujer había exhibido antes. –

            Aun así, quiso ser optimista, sobre todo pensando en Brian, y agregó.

-Espero que únicamente sea fruto de nuestras malas experiencias anteriores. Nos hemos vuelto desconfiadas. Es natural. Quizás esa pobre gente ni ha pensado en ello y nosotras aquí, dándole vueltas.
-¡Ojalá tengas razón, cariño!- Repuso Kerria.-

            Y sin querer seguir con aquello, abrieron la puerta y volvieron a sonreír. Allí estaba Brian jugando en efecto con sus barcos. No obstante, fue ver a la recién llegada y levantarse como un resorte, salpicando a las adultas.

-¡Mamá Sam!.- Exclamó tratando de abrazarse a ella.-

            Samantha le sujetó para que no se cayera y pudo replicar entre risas.

-¡Pensaba ducharme pero creo que ya lo has hecho por mí! Hola tesoro.

            Tras unos cuantos besos en las mejillas de su otra madre, el excitado crío enseguida le contó de forma atropellada.

-Hemos tenido un juicio en el cole, y he defendido a mamá Ky, al final como apelamos, no va a estar castigada, pero tiene que llevar golosinas…y…
-¡Vale, vale, tranquilo!- Volvió a reír su oyente proponiéndole.- Hagamos una cosa. Cuando salgas de la bañera, y yo de la ducha, durante la cena me lo cuentas. ¿Te parece bien?

            El niño asintió sonriente, momento que Kerria aprovechó para decirle.

-Muy bien, pues hala para fuera, que ya llevas mucho rato en la bañera, te vas a volver un pez.
-Prefiero ser un barco de guerra. ¡El destructor Brian! - Exclamó el pequeño elevando uno de sus barquitos en una mano para ilustrar aquello.-
-¡Anda, destructorcillo! - Se rio Kerria haciéndole cosquillas.- No te vayas a hundir.

            Y mientras le hacía reír, le sacó de la bañera envolviéndole afectuosamente en una toalla. Samantha aprovechó para irse a la ducha. En efecto, una vez estuvieron listos ambos, la familia al completo se reunió para cenar. El entusiasmado crio narró una vez más lo sucedido en esos días y los adultos le dejaron contarlo escuchando con sonrisas y sin interrumpir. Al concluir Samantha cariñosamente le preguntó.

-De modo que te has hecho muy amiguito de Abby, ¿verdad?
-Sí.- Asintió el pequeño, afirmando ahora esperanzado.- Espero que sus papás nuevos no se la lleven del colegio. Y que vengan este finde…
-Sí, quiero conocerles a todos.- Convino Sam.-

            Con ese deseo terminaron de cenar, sus madres llevaron a la cama a Brian que se durmió contento. Tras observarle un poco con la única iluminación del pasillo, Kerria suspiró declarando.

-Esa carita es lo que más me motiva en la vida. Por verle feliz haría cualquier cosa. Y me temo que, desgraciadamente, esa sonrisa se le borrará este fin de semana.
-Hagamos como te dijo tu madre. No nos pongamos en lo peor.- La animó Sam.-

            Su esposa asintió, pese a que no estaba nada convencida. Así se fueron a dormir. Al día siguiente, Samantha se ocupó de llevar al crio al colegio. Brian quería presentarle a Abby pero la niña no había llegado todavía. De hecho Sam tuvo que marcharse también y el niño entró en el aula. Las clases comenzaron y su amiga no venía.

-Se habrá puesto mala.- Pensó con total ingenuidad.-

Y llegó el tan ansiado fin de semana. Por la mañana nadie llamó a Kerria y ni Abby ni sus nuevos padres de acogida fueron a verles ese sábado. Ya a la tarde, sí les llegó un lacónico mensaje de texto.

-Lamentamos no poder ir ni hoy ni mañana, teníamos compromisos previos. Otra vez será. Un saludo. – Leyó Kerria con tinte desencantado.-
-¿Me lo dejas ver, cariño?- Le pidió su madre.-

Y en tanto Beruche lo leía con inusitado interés su nieto se puso bastante triste. Sus madres y abuelos, al ver al niño así, también se sintieron apenados.

-¡Pocas veces he deseado tanto equivocarme!- Suspiró Kerria llena de pesar e incluso contrariedad.-
-No es culpa tuya.- Se apresuró a intervenir Bertie quien, tras haber tomado un lumiboli y un papel anotó algo. Luego, mirando también a su nuera, agregó.- De ninguna de las dos.
-Ya lo sé.- Musitó Kerria sin dejar de observar la expresión de su hijo, para sentenciar en voz baja.- Pero eso no va a consolar a Brian.
-Pero nosotras sí.- Sonrió Samantha, proponiendo.- ¡Vamos a llevarle a algún sitio!
-¡Oye, vamos a hacer más buñuelos, que le gustan mucho!- Propuso su abuelo.- Y los que sobren que los lleve a clase para redimir a su golosa madre en cumplimiento de la condena, ja, ja ¡Buñuelicida!.

            Escuchando aquellas cosas que tenía su padre Kerria sonrió al fin moviendo la cabeza, pero le pareció una estupenda sugerencia. De modo que la familia al completo se dispuso a ello. A Brian le encantó la idea e incluso llegó a olvidarse por un momento de la ausencia de su amiga. Más cuando su abuelo le ofreció.

-¿Te gustaría venir a ver el partido de mi equipo mañana? En primera fila.
-¡Sí!- Exclamó el entusiasmado niño.-
-¿Y esa invitación es extensible también a tu hija, papá?- Terció Kerria con tono divertido.-
-Eso ni se pregunta. Necesitaremos a cuanta más hinchada, mejor.- Sonrió Roy. –
-Anda, anímate Sam.- Le propuso su cónyuge.-
- No gracias, lo mío no son los deportes.- Rehusó educadamente la interpelada.-
-¡Sí, mami Ky y yo somos de los Knicks a tope!.- Afirmó un eufórico Brian quien disminuyó un poco su alegría al admitir.- Pero a mami Sam no le gusta el baloncesto, prefiere las tiendas de ropa.
-¡Oye! No solamente me gusta ir de compras.- Protestó jocosamente Samantha. – También me encanta el teatro, ir a museos…
-Eso es muy aburrido.- Declaró Brian para regocijo de su abuelo quién no podía estar más de acuerdo.-
-No tengas tantos prejuicios sobre esos sitios.- Le pidió jovialmente Sam.-
-¿Qué son prejuicios? ¿Es como el juicio que hemos hecho en el colegio?- Inquirió el niño.-
-No cariño.- Terció Kerria, que más seria de lo que nadie esperaba, le comentó.- Un prejuicio es cuando opinas sobre como es una persona o un lugar mirando solamente las apariencias. Cuando crees que alguien o algo es malo sin conocerlo.

            Pensaba desde luego en lo sucedido con aquella pareja de padres de acogida. Únicamente bastó una palabra para que la actitud abierta y afable hacia ella se tornase desconfiada y aquel mensaje tan frío como tajante era la mejor muestra…

-Pues le conoces y ya está.- Contestó despreocupadamente el niño encogiéndose de hombros.-
-Sí hijo. ¡Ojalá siempre fuese así!.- Sonrió débilmente la letrada.- Pero a veces no es tan fácil…por mucho que lo intentes.

            El resto la escuchó con perplejidad e incluso algo de preocupación. Sabían bien a lo que se estaba refiriendo, sobre todo Bertie quien sufría al ver el pesar reflejado en la mirada de su hija. Por muchas veces que se hubiera enfrentado a esa clase de prejuicios siempre le dolían. Kerria era más sensible de lo que a primera vista aparentaba. No es que no fuese en verdad una mujer fuerte y luchadora, pero también se implicaba mucho y era muy pasional a la hora de defender lo que creía justo. Por ello lo pasaba mal en este tipo de situaciones. Y cuando además personas a las que amaba, como por ejemplo su hijo, estaban implicadas, era todavía peor.

-Bueno cariño.- Intervino la solícita abuela, tratando de sacar a su nieto de allí.- Vente conmigo, quiero que me cuentes con todo detalle qué tal fue el juicio. Y si al final os van a dar la grabación.
-Vale.- Asintió el pequeño, desviando la atención de su madre, para responder con alegría.-  El señor Ross dijo que tendrían que prepararla pero que sí. Que nos darían el vídeo…
-¡Qué bien! Así podré ver lo buen abogado que eres. - Exclamó su abuela tomándole de una mano para dirigirle hacia otra habitación. -

            Una vez que Bertie se alejó con Brian, Roy les comentó animosamente a las dos mujeres.

-No os preocupéis, lo vamos a pasar estupendamente el fin de semana. Al menos tú, Brian y yo.- Matizó con jovialidad dirigiéndose a su hija.- Samantha se va a perder un estupendo partido.
-¡Qué le voy a hacer!- Se sonrió la aludida, comentando con fingido pesar.- Deberé conformarme con una visita a algunas tiendas y ver una película romántica en casa, con muchas palomitas dulces.
-No me tientes.- Repuso una más animada Kerria.-
-Pues si prefieres ese plan, cielo, tranquila. Yo llevaré a Brian.- Sonrió Roy.-
-Ya que he dicho delante suya que quiero ir, estaría mal no hacerlo. Ya ha tenido bastantes decepciones por este fin de semana.- Replicó ésta con suavidad y tristeza.-

            Tanto Samantha como Roy asintieron. De modo que, una vez resuelto eso, se pusieron manos a la obra.

-Pues eso será mañana, ahora vamos a la cocina, tenemos unos buñuelos que hacer.- Aseveró Roy. –

            Y se dedicaron a eso, entre tanto Brian puso a su abuela al corriente de todo. Tras escucharle atentamente Bertie comentó.

-Lo habéis hecho muy bien, tanto tu amiguita como tú.
-Pero sus papás nuevos no han llamado.- Suspiró el entristecido Brian.-
-Bueno, habrán tenido algún compromiso, como decían en ese mensaje.- Opinó Beruche.-

            Aunque la veterana maestra estaba recapitulando. Tenía muy buena memoria, y había recordado algo. Fiel a su forma de ser, incluso en tiempos de su antigua época de Ayakashi, le daba vueltas a un elaborado plan. Y es que cuando su hija leyó aquel mensaje ella tuvo interés no en el texto, sino en el número de teléfono que lo acompañaba. Lo anotó cuidadosamente y en cuanto pudo lo cotejó en su Tablet con algunas de las entrevistas que tendría el lunes siguiente.

-Sabía que el nombre de ese tipo y el de Abby me sonaban.- Pensó esbozando una leve sonrisa.-
-¿De qué te ríes, abuela?- Inquirió el perplejo chico al verla.-
-No es nada, cielo. – Repuso ella discurriendo rápidamente para contestar.- Pienso en tu abuelo haciendo buñuelos y en tu madre tratando de comérselos.

            Eso hizo reír a su nieto. ¡Era verdad!

-Mama Ky dice que no te pueden juzgar dos veces por lo mismo. Así que podría comerse un montón.- Dedujo el niño.-
-No exactamente.- Rebatió su abuela para explicarle.- No pueden juzgarla dos veces por los buñuelos que se comió el otro día. Pero si lo hace hoy, sería un delito nuevo. ¿Comprendes?

            Al ahora atónito crio asintió. ¡Claro! Era como portarse mal otra vez.

-¡Tenemos que ir corriendo a decírselo! - Exclamó con toda su ingenuidad infantil.-
-¡Anda ve tú, yo no puedo correr tanto! - Rio Beruche.-

            De hecho eso le vino bien. Una vez que su concernido nieto se fue a toda prisa a la cocina ella aprovechó para consultar más en profundidad sus informes. Se sonrió una vez más con algo de malicia y musitó.

-Este fin de semana no, pero creo que el próximo no faltarán.

Por su parte Brian llegó a la cocina y advirtió (o al menos eso creyó él) a su mamá Ky. Tras las risas de los adultos ésta le aseguró que no debía preocuparse.

-Esta vez me portaré bien y pediré permiso.- Prometió solemnemente Kerria levantando una mano con la palma extendida y por supuesto, sin cruzar los dedos.-

            Así fue, en esta ocasión la abogada fue paciente y aguardó. A la noche todos cenaron y pudieron disfrutar de aquellos buñuelos como postre. Después a dormir. Al día siguiente, efectivamente Kerria y Brian fueron con Roy al Madison. El niño lo pasó estupendamente, tenía el privilegio de entrar mucho antes de que comenzase el encuentro. Incluso pudo tirar algo a canasta con su abuelo y estar con algunos jugadores. Más tarde, se sentó cerca de las primeras filas con su madre y los dos animaron todo cuanto pudieron al equipo. Y la cosa funcionó. Al menos eso les aseguró Roy tras el partido, cuando los “Knicks” ganaron por nueve puntos. Fue un día emocionante y divertido para el crio quien afortunadamente había olvidado  la ausencia de su amiga. Al retornar a casa ya era tarde. No tuvieron que cenar puesto que habían comido algunos perritos calientes y tomado unos refrescos y batidos.

-¿Qué tal fue?- Inquirió Samantha al verles aparecer.-

            Estaba junto con Beruche, las dos sentadas en el sofá viendo la holo tele. Brian iba a responder cuando se fijó en que su mamá Ky salía cantando en la pantalla.

-¡Anda, eres tú!
-Sí, terminamos la película y tu abuela puso unos videos musicales que tenía de mama Ky.- Le contó Samantha.-

            Justamente empezaba uno en el que una cría de alrededor de doce o trece años que lucía su cabello castaño peinado en forma de trenza, estaba dándose las manos con otra niña de su edad y largo cabello moreno. Después ambas eran rodeadas por algunos críos más. Estos daban la impresión de estar metiéndose con ellas, dado que las dos se separaban y corrían, queriendo escapar. La pequeña de la trenza intentó plantarles cara pero al final huyó. Tras una carrera se detenía con lágrimas en los ojos y jadeando por el esfuerzo.  Kerria aparecía a su lado cantando y observándola con rostro entristecido, sin embargo, esa  cría no parecía darse cuenta de su presencia.

Más y más profundo y más y más profundo 
Más y más dulce, más y más dulce 
No puedo evitar enamorarme 
Me enamoro más y más profundo de donde vaya 
Besos enviados del cielo 
Son más y más dulces, más de los que conozco 

Cuando sabes las notas para cantar 
Puedes cantar mejor que cualquiera 
Eso fue lo que mi mamá me dijo 
Vas y vas y vas y vas alrededor 
Cuando encuentres el amor siempre lo sabrás 

En otro cambio de escena, esa niña de la trenza discutía con un hombre adulto, éste señalaba inmisericordemente hacia unas escaleras, la niña subía corriendo y llorando, refugiándose en la habitación, ante la consternada mirada de Kerria que seguía cantando, colocada en un lado de esas escaleras.

Dejo que mi papá me eduque 
Papá no puede estar equivocado 
(No te voy a dejar sola, siempre voy a estar ahí) 
Y mi mamá me hizo aprender esta canción 
(Me traerás tu amor, te voy a atrapar) 

            En la habitación, la niña era abrazada por una mujer adulta que debía ser su madre. Esta le mesaba el cabello con afecto. Aunque después, se marchaba. La cría aprovechaba a mirar recelosamente por una rendija de la puerta de su habitación y descendiendo algunos escalones presenciaba a sus padres discutir, en tanto Kerria, invisible a todos ellos, seguía con su canción…

Porque 
No puedo evitar enamorarme 
Me enamoro más y más profundo de donde vaya 
Besos enviados del cielo 

Son más y más dulces, más de los que conozco 
Cuando sabes las notas para cantar 
Lo más profundo donde voy 

            Aprovechando que sus padres salían de esa estancia, la cría bajó corriendo las escaleras escapando de casa. Tras andar siempre con Kerria a su lado, entraba en una especie de discoteca, donde se ponía a saltar y bailar alocadamente, bebiendo de varios vasos, ante el gesto entristecido de la cantante que seguía desgranando esa letra…

Todo está permitido en el amor dijo 
Piensa con el corazón no con la cabeza 
Eso fue lo que mi mamá me dijo 
Todas las pequeñas cosas que hagas 
Terminarán regresando a ti
Dejo que mi padre me eduque 
(No te voy a dejar sola, siempre voy a estar ahí) 

            La cantante movía la cabeza con expresión triste cuando algunos individuos con caretas de monstruos se aproximaban a la niña. Ahora ésta se asustaba queriendo escapar, rodeada de globos con caras demoniacas. Al fin la propia Kerria se hizo visible ante ella y tras sonreírla le dio la mano sacándola de allí…sin dejar de cantar…

Y mi mamá me hizo aprender esta canción 
(Me traerás tu amor, te voy a atrapar) 
Porque 
No puedo evitar enamorarme 
Me enamoro más y más profundo de donde vaya 
Besos enviados del cielo 
Son más y más dulces, más de los que conozco 

Alguien dijo que el romance había muerto 
Y lo creí en vez de recordar 
Lo que mi mamá me dijo 
Dejo que mi padre me eduque 
Después trataste de abrazarme 
Me recordaste lo que ellos me dijeron 
Este profundo sentimiento 

            Y la pequeña era conducida por la artista hasta su casa. Allí, sus preocupados padres la recibieron abrazándola. Todo parecía estar solucionado. Kerria entonces sonreía al presenciar aquello.

Que no puedo explicar
Pero mi amor está vivo
Y no lo voy a esconder nunca más
Papá no puede estar equivocado
(No te voy a dejar sola, siempre voy a estar ahí)
Y mi mamá me hizo aprender esta canción
(Me traerás tu amor, te voy a atrapar) 

Porque
No puedo evitar enamorarme
Me enamoro más y más profundo de donde vaya
Besos enviados del cielo
Son más y más dulces, más de los que conozco
Más y más profundo
No lo volveré a ocultar
Más y más dulce 

Y la intérprete concluía la canción, observando complacida a esa niña reír y jugar con sus compañeros del colegio una vez más.

Nunca tendré que fingir
Sólo deja que tu cuerpo se mueva con la música
Sólo deja que tu cuerpo siga la corriente
Enamorada, enamorada, enamorada
No puedo evitar enamorarme de ti
Sabes que no hay nada mejor que me guste

            (Deeper and Deeper. Madonna. Crédito a la artista)


Kerria recordaba muy bien aquel video. Adaptó una canción clásica de una de sus artistas favoritas.  Para ella el rodarlo fue una especie de catarsis.

-¿Qué le pasaba a esa niña, mama Ky?- Se interesó Brian, sacándola de esas reflexiones.-
-Estaba perdida y triste, tesoro.- Musitó su interlocutora.- Pero al final, volvió con sus padres y todo estuvo bien.
-¡Y tú la ayudaste!- Afirmó el encantado niño.-
-En cierto modo, sí.- Sonrió débilmente Kerria, agregando con tinte enigmático.- Y ella me ayudó también a mí…

            Bertie y Sam no decían nada pero miraban la escena entre emocionadas y algo entristecidas. Las dos conocían muy bien el verdadero significado de aquello. Esa cría de la trenza era la propia Kerria, en esa etapa tan difícil de su vida en la que fue consciente de su verdadera inclinación sexual y en la que tuvo un desencuentro con su padre que terminó tan terriblemente, convirtiéndola en aquel monstruo llamado Devilish Lady. Al final y gracias a Dios que todo se resolvió bien.  Pero claro, no iban a contarle aquello al pequeño quien, a todo eso, se percató de un detalle.

-¿Y el abuelo?- Inquirió Brian.- ¿Dónde está?

            Y es que Roy hacía un rato que no estaba allí. Su hija enseguida comprendió. Forzando una sonrisa le pidió a su esposa.

-Anda Samantha. Lleva a Brian a su cuarto, ya es tarde, tiene que irse a la cama. Mañana hay cole.-
-¡Qué lata!- Suspiró resignadamente el niño pidiendo.- Pon más vídeos, mami Sam.
-Anda, que ya has tenido muchas emociones por hoy.- Le sonrió la interpelada quien tras levantarse del sofá le dio a su hijo un beso en la mejilla y le acompañó arriba.-
-Estas escaleras se parecen a las de la casa de esa niña.- Observó el pequeño en tanto se alejaban.-
-¿Ah sí?- Exclamó Samantha fingiendo sorpresa para remachar con pretendida despreocupación.- Ni me había dado cuenta.

            A su vez, Kerria suspiró, diciendo en voz baja a su madre.

-Iré a hablar con él.
-No te preocupes hija. Él sabe que no le reprochas nada.- Quiso tranquilizarla Bertie.-

            La interpelada asintió débilmente, pese a todo fue en busca de su padre. Roy estaba en el jardín, pretendiendo colocar algunas macetas.

-¡Qué desastre tenemos aquí fuera!- Decía con tono aparentemente despreocupado.-
-Lo siento, papá.- Pudo decir Kerria, posando sus manos sobre las de él, nada más verle.- Sabes que yo no…
-Cariño, lo sé.- Respondió afablemente Roy.- Hace muchos años que grabaste ese vídeo y hasta me consultaste antes de hacerlo. Es sólo qué, ahora que lo he vuelto a ver tras tanto tiempo. No sé, de pronto no he sido capaz de mirar a mi nieto a la cara.- Confesó ahora con pesar.- Me he sentido avergonzado. Cada vez que veo al idiota ese del video abroncar a esa niña. Le partiría la cara por insensible.
-No, no pienses eso.- Le pidió cariñosamente su hija.- Eres el mejor abuelo del mundo, y también el mejor de los padres. Aquello ya pasó y todos aprendimos de ello.
-Me di cuenta de que tu madre, tu hermano y tú erais lo mejor que tenía en la vida, junto con mis amigos.  Y ahora también están Sam y Brian.- Afirmó él.- Por eso quiero hacerlo lo mejor posible. Demostraros que os quiero.
-Lo sé, papá. Y no te inquietes por eso, nos lo demuestras todos los días.- Le sonrió la muchacha.- Anda, vamos dentro. Brian quería saber dónde estabas.
-Sí, voy a darle las buenas noches.- Asintió un más animado Roy. -

 Y fiel a su propósito subió ya a la habitación del pequeño con su tono jovial de costumbre. Tras desearle dulces sueños a Brian le dejó descansar.  Al menos el crío se durmió contento, cosa que animó a todos, más si cabía a Kerria. Su padre le deseó buenas noches a ella también y fue a acostarse junto con Bertie que declaró estar agotada. Por su parte la abogada se sentía muy fatigada a su vez. A eso se juntaba que al día siguiente tendría que tratar de persuadir a su cliente, esa pobre chica, para que fuera a juicio.

-Cada cosa a su tiempo, como mi madre siempre dice.- Musitó la abogada mientras se metía en la cama con Samantha.-
-¿Decías cariño?- Inquirió ésta.-
-No, nada, mañana será un día difícil. – Le contó, tras resumirle esas tribulaciones.-
-Seguro que lo conseguirás.- Afirmó Sam abrazándola por detrás.- Y no te preocupes por tu padre. Sé que no te culpa por nada de ese video.
-Lo sé, Samantha.- Aseguró su contertulia, aclarando.- Sé que todavía se culpa a sí mismo y no quiero que lo haga.
-¡Me gustaría ser tan buena cantante como tú y rodar un video parecido para arreglar las cosas con mis padres! - Suspiró Sam cambiando de tema.-

            Kerria se giró, quedando a escasos centímetros del rostro de su esposa, cuyos ojos ahora brillaban, quizás a punto de liberar algunas lágrimas. La abogada enseguida le dio un suave beso en los labios y comentó con dulzura.

-Algún día lo harás…ten confianza.
-Sé que no será así. Al menos con mi padre. Puede que con mi madre y mi hermana Terry sea posible.- Musitó Samantha quien, pese al dolor que le producía evocar aquello, quiso sonreír para sentenciar.- No te preocupes. Anda, vamos a dormir. Yo también estoy muy cansada.
-Ya no somos tan jovencitas.- Comentó Kerria intentando sonar desenfadada.-
-¡Oye!, habla por ti, ¿quieres?- Repuso Sam con idéntico tono para reivindicarse.- Yo soy una niña todavía.
-Te recuerdo que eres cuatro años mayor que yo.- Se sonrió su pareja.-
-Pero no lo aparento.- Contratacó jovialmente Sam.-
-Eso es verdad. ¡Anda mocosa, ven aquí que te cante una nana! - Rio Kerria abrazándola.-

            Su esposa rio también y se besaron con ganas. Pese a todo las dos estaban demasiado cansadas para nada más y poco a poco fueron quedándose plácidamente dormidas…

Entre tanto, durante esos días del fin de semana, Abby había estado conociendo a sus nuevos anfitriones. No eran malas personas, al contrario, Johana se preocupaba mucho por ella y porque todo estuviese a su gusto, y John era simpático. Ese fin de semana incluso la llevaron al parque de atracciones y lo pasó muy bien, llegando hasta a olvidarse de Brian. Lo único que le dio pena fue cuando aquel hombre, con amables y bonitas palabras, eso sí, le dijo que iba a cambiar de escuela.

-Hemos pensado en llevarte a un colegio de pago. De los mejores. Hay uno cerca de aquí que es muy prestigioso.  Harás muy buenos amigos y amigas y aprenderás muchísimas cosas.
-Ya tenía amigos en el otro.- Susurró tímidamente Abby, sin atreverse a protestar demasiado.-
- Los informes que nos dieron de servicios sociales dicen que eres una buena alumna y muy lista. En una escuela pública no te dedicarán tanta atención como en ese otro sitio.- Intervino Johana.- Y allí enseguida conocerás a más niñas y niños estupendos.
-Bueno.- Musitó la pequeña, aceptando aquello.-

            Los adultos la dejaron un momento a solas y charlaron en otra habitación, pese a todo, la cría pudo acercarse a hurtadillas y escucharles.

-Pero John, no sé si tendremos bastante para pagar uno de esos centros privados.
-He concertado una entrevista con la subdirectora de uno para este mismo lunes. Es muy prestigioso y creo que dan becas.- Le respondió su esposo.- Esta niña tiene buenas calificaciones a pesar de sus circunstancias. No sería descabellado pensar que la otorgasen una.
-¿Y qué tenía de malo la escuela a la que iba? Si hasta se había hecho muy amiga de ese otro pequeño.
-Ya, pero… no me hace gracia la idea, considerando el tipo de familia que ese niño tiene.- Objetó su esposo.-
-¿Qué tiene de malo su familia? Su madre era realmente muy agradable.
-¿Cuál de ellas?- Preguntó él, no sin algo de retintín, agregando con algo de indignación.- Sabes que mis creencias no me permiten aceptar ese tipo de cosas. No quiero que una niña que va a ser nuestra hija, crezca pensando que ese tipo de… relaciones… son normales, y mucho menos para criar niños.
-Pues por lo que pude ver, esa mujer era una madre estupenda. Y su hijo un crio muy educado y bueno.
-Será mejor que dejemos el asunto.- Replicó John con tono molesto.- ¡No quiero discutir con la niña aquí!

            Su mujer tuvo que asentir y aparcar ese tema. Abby pese a todo oyó aquello y derramó alguna lágrima. ¿Qué tenía de malo la mamá de Brian? Al menos la que ella conocía era una mujer muy simpática. Y en ese juicio les ayudó mucho. Además, los abuelos de su amigo eran personas estupendas. ¿Qué vería John de malo en ellos?...Quizás fueran cosas de mayores que ella no comprendía. Como lo que hacían sus padres, esos viajes, estar tanto fuera de casa y luego ir a la cárcel. Pese a que le dijeran que la querían mucho y que fuese buena. Pudiera ser que ellos hubieran sido malos y les castigasen.

-Es una lástima, voy a echar de menos a Brian, pero ya estoy acostumbrada a ir perdiendo amigos.- Pensó muy compungida.-

            Por su parte Johana lo sentía, ella era mucho más abierta y tolerante que su marido. Éste no era malo, pero había crecido en el seno de la iglesia protestante y era un admirador de ese reverendo Waters, quien, a juicio de John, predicaba las “verdades del Evangelio” y la vuelta a costumbre más “decentes”. Aquel clérigo culpaba también en gran medida a esos nuevos soberanos del avance de esas relaciones tan poco ortodoxas.

-Por suerte  John no hace tanto caso a tipos como ese Lench, o a ese otro que hay en ese planeta tan lejano, uno que estuvo hace algún tiempo por aquí, con Waters. Corbin, creo que se llamaba.- Pensó ella con alivio.- Por lo poco que me contó de él, me dieron escalofríos.

            De este modo, apenada por la cría, lo dejó estar. Al lunes siguiente su esposo, fiel a su palabra, acudió a ese prestigioso centro privado. Con nombre bastante cristiano, Saint Mary. Eso sí, más tirando a católico quizás. Pese a ello, decidió que era un sitio adecuado. A fin de cuentas, el mismo reverendo Waters decía que eran todos hermanos en la fe y que, pese a las diferencias, estaban de acuerdo en lo esencial. Aunque un detalle que no le gustó fuese que aquel colegio pese a ser confesional permitía asimismo una opción más laica.

-Bueno, tendrán que captar clientes de más espectros.- Pensó John un poco decepcionado por ello.-

            Aunque viendo las instalaciones y los estudiantes uniformados que discurrían en armonía por el patio ajardinado, pensó que merecía la pena. También estaba preocupado por el precio. A buen seguro sería muy costoso.  Él se dedicaba a la construcción, era aparejador y ganaba un buen sueldo. Y su esposa trabajaba ocasionalmente como decoradora de interiores. Pese a ello, ya el pagar la casa y los gastos cotidianos les absorbían la mayor parte de su presupuesto. Sin embargo, quería que esa niña fuera al mejor centro posible y estaba seguro de poder conseguir una beca para ella.  De este modo fue directo a recepción. Tras preguntar le encaminaron al despacho de la Jefa de Estudios o Subdirectora, creyó entender. Llegó hasta una puerta de nogal y tocó. Una voz femenina, con tono amable, le indicó.

-Adelante, por favor.

            Pasó contemplando a una mujer de quizás unos cincuenta años o algo más, sentada tras una mesa de roble, con un pantalla plana de ordenador, estanterías con algunos libros y fotografías a la antigua. Desde luego su cara y aspecto le parecieron familiares. Ella se levantó de inmediato al verle. Pese a llevar tacones era unos centímetros más baja que él. Lucía elegante y atractiva, parecía incluso más joven que en esa primera impresión, pese a aquel cabello tirando a blanco, con lo que semejaban tintes azulados, no daba la sensación de pertenecer a una persona entrada en años. Su rostro era asimismo suave, algo pálido y muy terso, sus ojos azules oscuros e inquisitivos. La mujer sonrió, se aproximó ofreciéndole una mano que John estrechó y pasó a presentarse.

-Soy Bertierite Malden, subdirectora y encargada de admisiones. Usted es el señor John Couto. ¿No es así?- Inquirió.-
-Sí señora Malden. – Admitió él, expresando de seguido.- Venía a interesarme por su centro. Para mi hija…bueno, en realidad, acabamos de acogerla.
-¡Vaya!- Sonrió débilmente su interlocutora.- Veamos pues qué puedo hacer por usted.- Contestó la subdirectora en tanto consultaba la ficha que tenía de esa pequeña.-
-Verá. Mi esposa y yo deseamos que la niña se eduque en un buen ambiente, con niños y niñas de buenas familias. No es que nos pareciera mal el colegio al que estaban llevándola los de servicios sociales, pero creemos que aquí tendrá muchas más oportunidades.
-Muy bien.- Convino Bertie, sin evidenciar ningún tipo de emoción.- Permítame entonces que le ponga al tanto de las normas del centro y de sus prestaciones.

            Y en tanto comentaba aquello miró con interés a su contertulio, su historia y de hecho esos nombres que tenía en el informe preliminar que su secretaria le dio cuando concertó aquella entrevista, le eran ahora muy familiares. Sobre todo cuando consultó el número de teléfono del que procedía aquel mensaje que leyó. Inequívocamente se trataba de la familia de acogida de Abby. Desde luego eran demasiadas coincidencias, claro que, ver aparecer a ese hombre en su despacho era una tremenda casualidad. ¿O quizás no? Dada su experiencia en la vida, comenzaba a pensar que todo ocurría por alguna razón. No obstante, quiso escuchar las explicaciones que aquel tipo le diera sin mostrarle en absoluto que sabía quién era. Pudiera ser que sus motivaciones de sacar a Abby de la escuela que esa cría había estado compartiendo con su nieto obedecieran a otras causas que no la mera homofobia. En tanto reflexionaba sobre ello, John la puso al corriente.

-La niña es muy inteligente, en el informe que nos dieron sobre ella, cuando nos adjudicaron su custodia, indicaba que sus resultados académicos eran buenos y que podrían ser excelentes. Todo dependería de su entorno. Un sitio seguro y en el que pudiera vivir de forma más estable potenciaría eso.
-Sí, eso es lógico.- Admitió Bertie para comentar.- Tenemos plazas y estaré encantada de informarle de las condiciones y el importe de la matrícula. Pueden ustedes abonarla mensualmente o pagar todo el año por adelantado, en cuyo caso se beneficiarían de un quince por ciento de descuento.

            Y sin más, le extendió su Tablet a John para que éste viera la cuantía de los pagos. Aquel hombre frunció el ceño y hasta llegó a abrir la boca. Bertie estaba disfrutando. Desde luego su colegio era bastante caro. Al alcance de pocos bolsillos. Y aquel tipo se estaba dando cuenta de ello.

-Ustedes anuncian que también poseen un sistema de becas. ¿No es verdad? Para críos con potencial.- Quiso saber su interlocutor. -
-En efecto.- Afirmó la subdirectora, para enseguida matizar.- Siempre y cuando se den determinadas condiciones. Ofrecemos becas parciales, totales e incluso extendidas.
-¿En qué consisten?- Preguntó el atónito señor Couto.-
-Verá usted.- Le resumió Bertie.- Una beca parcial cubre entre el veinte y el ochenta por ciento del coste. La total, como su nombre indica, el cien por cien, y la extendida además, da una subvención extra para gastos escolares como residencia, viajes de fin de curso, etc., que no están incluidos en las anteriores. Para conceder cada una de ellas se utiliza un sistema de baremación. Si tiene la bondad de esperar un momento voy a consultar la situación de su hija.

            Su interlocutor por supuesto que la tuvo. Bertie entró en la base de datos de su colegio y cotejó su expediente académico con los informes que John había traído. A su vez, éste se fijó distraídamente en algunas de las fotografías que su contertulia tenía en el despacho. Una le llamó particularmente la atención. Aparecía...

¡Esa mujer!- Comentó sorprendido mirando una de las imágenes.- Me es conocida.

            La subdirectora se sonrió, con un gesto que a John se le antojó algo malévolo, fue no obstante una impresión que desapareció enseguida, cuando aquella señora le desveló.

-Es mi hija Kerria Lorein, es abogada.- Le comentó aludiendo a que en esa imagen la joven aparecía vestida con una toga.- Estoy muy orgullosa de ella. Ha tenido que luchar mucho y afrontar grandes inconvenientes. Ahora es una letrada de éxito, además de una magnífica madre y esposa.
-¡Vaya! Cuanto me alegro por usted.- Pudo responder el ahora envarado John intentando sonar lo más elogioso posible al sentenciar.- Seguro que ha triunfado al tener su ejemplo.

            Aunque otra llevaba por dentro el anonadado individuo. Aquella chica. ¡Era ella!, esa abogada gay que vino acompañando a Abby. ¿Cómo era posible?. Ya era casualidad que justo la subdirectora de ese colegio y encargada de las admisiones fuese su madre.

-Es usted muy amable.- Agradeció Bertie quién, con tono neutro y aparentemente analítico, expuso.- Mi marido y yo hemos tratado de educarla siempre en el respeto y la consideración a los demás. Y en luchar contra las injusticias. Fíjese, recientemente hasta ha tenido un juicio como acusada, simulado claro, en la clase de su hijo. Aprovechó aquello y les explicó a los niños lo que es el derecho y la ley. Y también los prejuicios. Por eso, no se preocupe usted. Consideraré el caso de… ¿Cómo dijo que se llamaba esa niña?- Fingió no recordar con un muy sutil tono de retintín.-
-Abby. No me acuerdo de su apellido.- Admitió el nervioso John.-
-Pues..- Replicó la subdirectora, consultando el expediente de la cría.- Tiene varios aquí, Abby Mathews, Danvers, y ahora el de usted, Couto. -Recapituló prosiguiendo.- Pese a ser una niña de acogida, con vaivenes por distintos hogares, da la impresión de ser muy prometedora. Me fijaré sobre todo en su currículum y en su personalidad, cuando la traiga usted aquí para establecer su puntuación de ingreso. ¡O mucho mejor!.- Sonrió ahora añadiendo con tono lleno de jovialidad.- ¿Por qué no vienen todos a mi casa? Digamos el próximo fin de semana. Me gustaría ver a esa pequeña en un ambiente, llamémosle más relajado e informal con ustedes, me refiero a que también acuda su esposa. ¿Le parece bien?
-Claro.- Se apresuró a convenir su interlocutor.- Se lo agradezco mucho, es usted realmente muy considerada. Hablaré con mi mujer, seguramente estará encantada.
-Magnífico.- Sonrió Beruche acotando.- ¿Les viene bien este sábado a las seis de la tarde?
-Supongo que sí, en cuanto lo consulte le enviaré un mensaje.- Repuso aquel tipo.-

            Y tras darle la mano se fue, Bertie se sonrió una vez más musitando.

-Eso para que aprendas a tener prejuicios sobre mi hija o cualquier persona. Podrás ver bien de cerca lo maravillosa que es nuestra familia.

            Deseando estaba de volver a casa para contar lo sucedido a su hija y al resto. Kerria entre tanto estaba en su despacho. Allí, tras mostrarse remisa, su clienta había acudido, sentada frente a  ella, permaneció callada durante unos instantes hasta que se decidió a hablar. Con tono trémulo aquella joven de cabello moreno y rizado le susurró.

-Verá, yo… no deseo denunciar.
-Pero, lo que te han hecho ha sido muy grave.- Pudo oponer la perpleja Kerria.-
-¡Eso lo sé muy bien! ¿No cree?- Fue capaz de sollozar aquella infeliz.-

            La abogada maldijo su falta de tacto. Suspiró levantándose de su sillón para aproximarse más afectuosamente a esa muchacha.

-Lo lamento. Claro que lo sabes.- Se disculpó sentidamente, eso sí, para alegar.- Pero precisamente por eso. Es algo terrible y los responsables deben pagar por lo que te hicieron.
-¿Y si uno de los responsables es de mi propia familia?- Replicó amargamente la joven.-
-Con más motivo todavía.- Insistió Kerria.- Tienen que darse cuenta de que eres una mujer libre e independiente, y que no es asunto suyo a quien ames. No tienen ningún derecho a coaccionarte, y menos aun a abusar de ti, Ally.

            Esa chica suspiró a su vez. Movió la cabeza consternada.

-Si denuncio a mi primo por eso, y voy a juicio, dará igual si gano o pierdo. Mi familia quedará destrozada. Mis padres dejarán de hablarse con mis tíos. Y con el resto de mis primos.
-Eso no tiene porqué ser así. Tú no has hecho nada malo, él sí. -Opuso la letrada.-
-Usted no conoce a mi familia.- Contestó la muchacha con la voz rota por el dolor y la tristeza.- Son devotos del reverendo Waters. ¡Y más aún, tienen parientes en Nature que adoran a ese otro, Julius Corbin! Hacerme esto para muchos de ellos ha sido tratar de ayudarme.

            Fue oír eso y un escalofrío recorrió la espalda de Kerria. El último nombre le era demasiado familiar. Lo recordaba todavía de su periplo en Nature, cuando defendió a Sabra. Ese predicador o lo que fuera era quien marcaba prácticamente el estado de opinión de la vida social de aquel planeta. Y era totalmente hostil a su colectivo. Cuando estudió el caso de la entonces alférez Leví, leyó cosas a cual más inquietante sobre ese individuo.

-Bueno.- Suspiró Kerria admitiendo su derrota para añadir con tono conciliador.- Eres tú quien debe decidir que hacer. Como abogada solamente te puedo aconsejar.
-¿Es que cree que no quiero justicia?- Gimió aquella pobre desgraciada. – Pero, pero...no a costa de mi familia.

            Ally rompió a llorar y su compadecida abogada solamente pudo abrazarla y susurrarle con el tono más suave y afectuoso que pudo.

-Tranquila. Te comprendo…no haremos nada que tú no desees hacer…te lo prometo. Mira, piénsatelo, ¿vale? Tenemos contactos con algunos gobiernos, de aquí e incluso de otros planetas. Si esta situación te resultase insoportable podríamos arreglarte un cambio de aires.
-¿Cambio de aires?- Se sorprendió esa llorosa joven.-
-Consiste en dotarte con una nueva identidad. Te llevarían lejos, donde podrías comenzar una nueva vida y nadie te juzgaría por tus preferencias ni por a quién ames. – Quiso animarla Kerria.-
-Y no volver a ver jamás a mis padres, ni a mis hermanos.- Suspiró ella moviendo la cabeza.- No, no quiero hacer eso.
-Bueno.- Afirmó la abogada con tono suave.- Si algún día cambias de parecer, solamente tienes que contactar con nosotros.

            Y es que Kerria podría hablar con su madrina Ami, quien a su vez tenía muy buenos contactos para hacer algo así posible. Lo que sin embargo más tristeza le causó fue escuchar a esa chica balbucir en tanto rompía a llorar de nuevo.

-Y encima, creo que he sido yo quien les ha fallado. En cierto modo sé que lo que me han hecho ha sido pensando en ayudarme de buena fe. Por eso, tampoco puedo denunciarlo…

            La abogada no supo que decir a eso, sencillamente abrazó a esa pobre desgraciada. Estuvieron un rato así hasta que, finalmente, esa muchacha se marchó. A su pesar, Kerria tuvo que dejarla ir sintiéndose frustrada y furiosa, tanto que golpeó la mesa de su despacho con ambos puños soltando un grito. Al poco, un preocupado Sebastián entró a todo correr, dejando de lado su proverbial calma para preguntar entre jadeos por esa carrera.

-¿Qué te ocurre? ¿estás bien?
- Ya no tenemos caso.- Fue lo único que la joven contestó llena de rabia.- Se acabó. ¡Esos canallas nos han ganado sin siquiera empezar a luchar! ¡Esa pobre chica está tan asustada y avergonzada! ¿Cómo puede ser ella la que se avergüence?¡Maldita sea!

            Sebastián no tardó en recobrar la calma y tras aquel sobresalto le dijo con tono sosegado.

-Tranquilízate, por favor, siéntate y me cuentas lo que ha ocurrido.

            Y aunque le tomó unos minutos el serenarse lo suficiente Kerria finalmente accedió. Una vez le explicó lo acecido Sebastián la miró con tristeza pero declaró con resignación.

-A veces no podemos ganar. Tenemos que aceptarlo. Otras incluso ni podemos presentar batalla.
-¡Es injusto!. Totalmente injusto y erróneo.- Espetó su contertulia moviendo la cabeza para sentenciar con amargura. – En los últimos días no he parado de decirle a mi hijo lo importante que es hacer justicia y respetar la ley. Incluso cuando esta parece equivocada. Y ahora soy yo misma quien no lo entiende.
-A todos nos pasa.- Afirmó solidariamente su jefe, añadiendo con un tinte más suave y hasta relajado. - ¿Te he contado alguna vez el origen del día del orgullo?
-Sí.- Sonrió la muchacha.- Al menos un par de veces. Fue por la protesta en aquel bar. ¿No?
-Así es.- Concedió Sebastián, quien agregó ahora con un tinte algo más misterioso.- Pero nunca te he contado quien estaba en ese bar.
-Eso no.- Admitió la joven, queriendo saber.- ¿Quién?...
           
            Aunque no tuvo que aguardar a la respuesta, solamente el ver la sonrisa en la cara de su jefe contestó a su pregunta.

-Un momento. ¿Tú?- Exclamó Kerria moviendo la cabeza con incredulidad en tanto afirmaba.- Eso no puede ser. Fue hace muchísimos años…
- El veintiocho de junio de mil novecientos sesenta y nueve. -Precisó su interlocutor, quien, tras reír moderadamente como era su costumbre, le desveló.- No, evidentemente no era yo, querida. Solamente era un niño muy pequeño por aquel entonces. Y te aseguro que no me hubieran dejado entrar. Pero un tío mío sí que estuvo allí. Años después, cuando supe cual era mi orientación sexual fue al primero a quién se lo confesé. Todos en la familia sabíamos que era así también y él a su vez me contó lo que pasó en aquel lugar. Y me dijo algo que nunca he olvidado hasta ahora.

            Y como la expresión de curiosidad de su interlocutora era evidente, Sebastián, sentenció desvelando.

-La vida siempre será injusta, es un hecho. Ante eso nada podrás hacer, lo que sí puedes es adoptar una actitud. O asumirlo y no hacer nada, o pelear contra esa injusticia. Yo elegí pelear. Lo mismo que tú. Incluso cuando no haya batalla que librar.
-¿Y cómo podemos luchar entonces cuando ni nos lo permiten?  - Inquirió su joven empleada con frustración.-
-Pues preparándonos para la siguiente oportunidad y no bajando la guardia nunca.- Respondió Sebastián.- Siempre habrá alguna lucha que podamos emprender por alguien. Siempre tendrás personas a las que ayudar.

            Hubo unos instantes de silencio durante los cuales Kerria meditó acerca de esas palabras. Al fin asintió despacio y suspiró.

-Gracias Sebastián. Tienes razón. No puedo rendirme. Ni por mí, ni por los míos. Se lo debo a los que amo, especialmente a mi hijo. Quiero que crezca en un mundo mejor y más justo para todos. Como mis padres lo quisieron para mi hermano y para mí.
-Tu hijo es muy afortunado, teniendo dos madres como tú y como Samantha.- Afirmó Sebastián, añadiendo ya con un tinte más afectuoso y jovial.- Anda, vete a casa, descansa, disfruta de su compañía y dales recuerdos de mi parte.
-Gracias. Por cierto.- Se interesó ella.- ¿Cómo está Pedro.-
-Va un poco mejor. Le han dado la primera sesión y parece que responde bien.- Repuso afablemente su jefe.-

            El marido de Sebastián tenía cáncer, hacía poco se lo detectaron. Pese a todo ese hombre había estado trabajando hasta la primera sesión de quimio. Era un tipo realmente dinámico y luchador. Más extrovertido que Sebastián. A Kerria le caía muy bien, solamente pudo sonreír y darle un beso en la mejilla a su jefe para desearle con afecto.

-Espero que se recupere muy pronto. Dale un beso y una brazo muy fuerte de mi parte.
-Así lo haré, anda vete a casa.- Sonrió Sebastián.-

 Kerria así lo hizo, cumplió también su promesa de llevar buñuelos y dulces a la clase de Brian. El niño y sus compañeros, se alegraron mucho de verla por allí, aunque tuvo que irse pronto esta vez. Lo único que apesadumbraba al pequeño era que su amiguita Abby no estuviera. Sus padres de acogida había decidido darle unos días sin llevarla al colegio para que se acostumbrase a su nueva casa, esperando también la resolución de su petición en aquel centro tan exclusivo. Precisamente Johana le comentaba a su esposo, cuando éste le refirió su conversación con aquella subdirectora.

-Al final, tendremos que ir a visitarles. Parece que Dios quiere que así sea.
-No sé si será cosa de Nuestro Señor.- Suspiró John quien entonces comentó con agudeza. – Lo que me extraña es que, siendo la abuela de ese crío, no lo tenga en su colegio. Quizás eso de tener dos madres, como dicen ahora, no guste tanto a sus superiores después de todo.
-Pregúntaselo cuando vayamos a verles.- Le propuso su esposa.-
-¿Y que nos deniegue la beca? Ni hablar.- Se opuso él.-
-Se puede sacar el tema de un modo más sutil y calmado.- Repuso pacientemente Johana.-


            Su marido se encogió de hombros, así lo esperaba. Pasaron los días sin nada importante que reseñar. Durante la semana Bertie le contó aquello a esposo, hija y a su nuera. Habían charlado sobre ello aprovechando que Brian estaba en el colegio y que los cuatro coincidieron en casa.

-Al final la vida tiene este tipo de cosas.- Declaró filosóficamente Samantha.- Se les llama karma.
-No me acaba de gustar.- Comentó a su vez Kerria.- 
-¿Por qué no, hija?- Intervino Roy, afirmando.- A mí me parece genial. Si no estaban interesados en veros por ser un matrimonio de dos mujeres, ahora tendrán que tragarse sus prejuicios.

            La abogada suspiró, moviendo la cabeza para replicar.

-La cuestión no es esa. No deseo que nos impongan nada pero tampoco me gusta imponer nada a nadie.- Razonó explicando.- Si solamente vienen movidos para obtener una beca para Abby la cosa nunca podría ir bien. Si mamá se la concede la llevarán a su centro, sino, no creo que les caigamos muy simpáticos y posiblemente no querrían que Abby volviera a ver a Brian de nuevo. Y los críos pagarían por algo que no tiene nada que ver con ellos.

            Los demás guardaron silencio. Esa posibilidad no les había pasado por la cabeza. Ni siquiera Bertie, que había pensado prácticamente en todo, cayó en la cuenta de aquello.

-Tienes razón, hija.- Admitió con tono lleno de pesar.- En cierto modo es una imposición. Como una especie de coacción. Lo siento…
-Pero no es nada malo que vengan aquí y que pasemos una tarde agradable.- Intervino Samantha que deseaba ser más optimista al añadir.- Puede que, después de todo, no sea algo tan grave que los niños no vayan al mismo colegio si pueden seguir viéndose como amigos.
-Eso es complicado.- Opuso su esposa, alegando.- Tarde o temprano harán amiguitos nuevos, cada uno en su escuela.
-Al menos Abby podrá verte a ti, cubito, todos los días, si va a tu colegio.- Comentó Roy.-
-En cualquier caso, seamos lo más amables posibles. Desterremos de sus mentes esa sensación de imponerles nada. Cuando vean a los niños juntos, puede que esos problemas ni importen.- Deseó Kerria.-

            Y llegó el sábado. Esta vez el mensaje que ese matrimonio envió era inequívoco, estarían allí a las seis de la tarde. Todo estuvo preparado y la familia Couto llegó en un taxi. Llamaron a la puerta y la voz de Beruche se hizo audible a través del intercomunicador.

-Enseguida les abro.

            Así fue. En el interior de la casa todos estaban expectantes. Sobre todo Brian, quien parecía muy contento.

-Estas deseando ver a tu amiguita. ¿Verdad?- Sonrió Samantha mesándole el pelo.-
-Sí, mami Sam.- Asintió enérgicamente el niño.-

            Al fin esa familia entró. Para su sorpresa un hombre bastante alto y en la cincuentena, pero muy bien conservado físicamente les abrió. Fue John quien se le quedó mirando con la boca abierta.

-Buenas tardes.- Saludó Johana, presentándose ella y su esposo, para agregar.- Y esta es Abby.
-Sean bienvenidos, mi esposa , mi hija y mi nuera están dentro con Brian.- Les informó guiñándole un ojo a la niña que se sonrió.- Yo soy Roy Malden.
-¿Es usted el entrenador de los Knicks?- Preguntó el perplejo John.-
-Por el momento.- Sonrió su anfitrión.- Espero que podamos entrar en playoff este año.
-Seguro que sí, llevamos una buena racha.- Sonrió aquel tipo que daba la impresión de estar entusiasmado ahora.-
-¡Así que es un hincha del equipo! - Sonrió su interlocutor a su vez.-
-Puede apostar a que sí.- Asintió el señor Couto.-

            Dejaron aquello por el momento dado que Roy les invitó a pasar. Brian enseguida corrió hasta Abby y los dos se dieron un abrazo que despertó la ternura de todos.

-Bienvenidos.- Saludó Beruche quien junto con Kerria y Sam se reunió con ese matrimonio y los demás en el salón.- Celebro mucho que hayan podido venir.
-La pasada semana tuvimos un compromiso previo, pero esta vez nos aseguramos de poder hacerlo.- Afirmó diplomáticamente Johana.-
-Por favor, tomen asiento.- Les ofreció Kerria señalando hacia un gran sofá que dominaba la estancia.-

            Los Couto obedecieron en tanto miraban respetuosamente la decoración y algunas holo fotos. Eran de la familia Malden al completo, los allí presentes estaban retratados así junto con otra pareja, un hombre y una mujer jóvenes. Al percatarse de la curiosidad de sus invitados, fue la propia Kerria quien les explicó.

-Mi hermano mayor Leval  y su esposa Amatista. Viven en Bios. Él es militar. Ella científica.
-Mi tío Leval es piloto de cazas.- Intervino Brian sin ocultar su admiración.-
-¡Qué guay!- Exclamó la perpleja Abby.-

            Kerria no dudó entonces en presentarles a su pareja, algo tímidamente Sam se acercó.

-Esta es mi esposa, Samantha.
-Mucho gusto.- Repuso Johana sonriendo con amplitud.-
-Encantado.- Añadió algo más comedidamente John.-
-Tú eres mamá Sam.- Intervino la curiosa Abby señalándola perpleja.-
-Si, soy yo. - Sonrió la aludida.-
-Ya te conté que estaba de viaje.- Terció Brian.-

            Pasados esos saludos los adultos se mantuvieron ahora en un silencio que parecía irse volviendo algo tenso.

-Bueno, pues…- Dijo Roy entonces.- Si les apetece tomar algo…
-Oh, no, muchas gracias.- Declinó Johana.-
-Hemos hecho buñuelos.- Le cuchicheó Brian a su amiga.-
-¿Qué os parece si venís conmigo y os coméis algunos?- Les preguntó amablemente Sam, tornándose ahora hacia los tutores de Abby.- Si a ustedes les parece bien.
-Sí, por supuesto.- Sonrió John.-

            Aquello despejó un poco la atmósfera. Tras sentarse todos en el sofá y algunos sillones, y conversar sobre temas intrascendentes como el tiempo e incluso la situación de los Knicks por la que tanto John como Kerria, y no digamos Roy, estaban vivamente interesados, fue al fin Bertie quien tomó la palabra.

-Debo decirles que ya conocíamos a Abby. Sobre la niña no tengo ningún tipo de inconveniente. Como ya le comenté, deseaba verles a todos juntos en un ambiente más relajado.
-¿Y qué opina ahora?- Quiso saber John sin ocultar su interés.-
-Bueno, ella parece estar feliz con ustedes.- Repuso la interpelada.- Forman una bonita familia. Y créame, sé de lo que hablo.
-Claro.- Convino Johana quién parecía algo apurada. Como si no quisiera decir lo que tenía en mente. Aun así, finalmente se atrevió y con tacto y afabilidad preguntó.- Verá, tengo una curiosidad. Y espero que no lo tome a mal señora Malden.- Comentó mirando directamente a Beruche para que se hiciera obvio a qué señora Malden se refería.- Usted tiene un nieto estupendo. Debo decir que Brian es un niño maravilloso y que Abby se ha acordado mucho de él.
-Sí, mi hijo también ha pensado en ella.- Terció Kerria.-
-Bueno.- Suspiró Johana yendo directa al grano.- No entiendo por qué no va al colegio de usted.  Siendo tan reputado y tan difícil acceder al él, y siendo la subdirectora, imagino que podría haberle conseguido una plaza.

            Ahora John miró a su esposa como si hubiera cometido un crimen. También escrutó las expresiones de sus anfitriones. Nada parecía darle indicación de si esa cuestión les había disgustado o no. Al fin, Beruche sonrió levemente, asintió y repuso.

-Verá usted, señora Couto. Comprendo que tenga esa duda y me la planteé. Sin embargo, es fácil de responder. No es decisión mía a qué colegio debe asistir mi nieto. Eso es cosa de sus madres. Y ellas pensaron que, para evitar todo tipo de suspicacias, precisamente por su admisión, sería mejor que asistiera a la escuela pública a la que va. Además de estar más cerca de nuestra casa, es un buen lugar.
-Así es.- Añadió Kerria.- Queríamos que Brian viera a su abuela como lo que es, su abuela. No una profesora o subdirectora de colegio. Ahora todavía no tiene edad para que mi madre le de clases, pero algún día la tendrá. Preferimos separar esos ámbitos.
-Para cualquier cosa que mi nieto necesite me tendrá aquí, en casa. Pero no interferiré en la voluntad de sus madres ni le daré ventajas solamente por ser quien es. - Remachó Bertie.-
-Ya veo.- Asintió Johana con aprobación.- Me parece estupendo.
-Nosotros estaríamos encantados de que Abby asistiera a su colegio, Señora Malden. Dado que es un sitio muy prestigioso y que le dará la oportunidad de desarrollar todo su potencial.- Intervino muy diplomáticamente John.-
-Lo es. Pero le aseguro que la escuela a la que va con Brian también es magnífica.- Afirmó la subdirectora.-
-Es curioso.- Comentó el señor Couto con fina ironía.- No parece muy propio alabar a la competencia.
-No es cuestión de alabar a nadie gratuitamente. Es ser sinceros.- Repuso Beruche quien, decidió ir directa a la cuestión, al afirmar.- No tengo ningún prejuicio contra las escuelas públicas, ni contra quienes van a ellas. La mejor prueba es mi propio nieto. Y no dudo que Brian será cualquier cosa que decida en la vida si trabaja duro, se esfuerza y es fiel a sí mismo.
-Y tanto mi esposa como yo misma compartimos la opinión de mi madre.- Secundó Kerria.- De hecho, así nos educaron nuestros padres a mi hermano y a mí. Nos dieron su ejemplo de lucha y de entrega a la verdad y al respeto hacia todas las personas, sin importar raza, ideas, religión u orientación sexual.

            Esa última parte de la frase sí que dio la impresión de afectar a los Couto. Justo entonces Samantha volvió de la cocina. Sonreía y comentó al resto.

-Los buñuelos han tenido mucho éxito. No sé cuantos nos quedarán. Los niños han terminado de merendar y están jugando en el cuarto de Brian.
-Estupendo.- Afirmó Kerria quien se hizo a un lado del sofá y con un ademán invitador, indicó a su mujer que se sentase junto a ella.- Ven cariño. 

Los Couto intercambiaron unas fugaces miradas al presenciar aquello. Fue ahora Johana quien comentó con tono moderado y conciliador.

-Eso es estupendo. Se debe respetar a todo el mundo. Claro está. Nosotros pensamos que cada cual es libre, en nuestro caso somos de creencias religiosas. Más mi esposo que yo.
-Sí, sin ir más lejos, su colegio el Saint Mary, es católico. Y estamos interesados en llevar a Abby pese a que no compartimos ese credo. Puesto que, ante todo, nos atrae el prestigio de su centro. Señora Malden. - Añadió John.-
-Yo también soy católico.- Intervino Roy, añadiendo con un tono más jovial, en un intento de distender ese ambiente que progresivamente se iba cargando.- ¡Y no vea lo que rezo antes de cada partido!
-Y mis padres nos educaron en esa fe.- Añadió Kerria.- De pequeña llevaba una cruz que ahora cuelga del cuello de mi hijo.
-Mi padre es pastor evangélico.- Afirmó entonces Samantha con un poso de tristeza.-
-Sus padres son personas muy abiertas entonces.- Comentó Johana.-
-Sí, sé a qué se refiere.- Aseveró Kerria, dándole la mano a su esposa para proseguir con orgullo y tono reivindicativo.- Para muchas personas creyentes, sin importar la religión, a veces es difícil aceptar que dos mujeres estén juntas, se amen y estén casadas. Crean que lo sabemos muy bien.
-Cada cual, en su casa, que haga lo que quiera.- Pudo responder la envarada Johana.-
-Hemos sufrido mucho a causa de eso. Mis propios padres por ejemplo, no quisieron verme más, desde que supieron que yo amaba a Kerria.- Confesó Samantha.- ¡Y es muy duro! - Pudo sonreír de forma sardónica, tratando de evitar las lágrimas al añadir.- Pero sé que aquí tengo una familia que me quiere y me acepta tal y como soy. Y eso es lo más importante.

            Su cónyuge apretó su mano con ternura mirándola de forma alentadora. Por suerte ese momento no ascendió en emotividad. Los adultos oyeron pasos de carreras, ambos críos entraron en el salón. Se les veía contentos y Abby exclamó con entusiasmo…

-Brian me ha enseñado algunos videos de su mama Ky y de sus amigas. ¡Qué bien cantaban!
-¿Amigas?- Se sorprendió Johana.-
-Se refiere a mi cuñada Amatista y a mis primas y mi primo Granate. Teníamos un grupo musical.- Les aclaró Kerria.-
-El otro día vi un video de mamá Ky. Y estaba cantando con una niña que llevaba una trenza como ella y que estaba triste. Pero mi mamá la ayudaba y la niña se puso contenta otra vez.- Les explicó Brian.-

            Sus madres y abuelos sonrieron. Ese resumen era el mejor que habrían podido hacer. Los críos siempre se las apañaban para simplificar las cosas en el buen sentido. La palabra ayuda era la clave. La misma Kerria se daba cuenta. Su hijo había leído perfectamente entre líneas aquel mensaje que hasta para ella misma era poco claro. Hizo ese video recreando aquel terrible episodio de su vida  como una forma de pedir y dar ayuda a las personas en su misma situación. Para luchar contra los prejuicios.

-Sí, lo hemos visto.- Secundó Abby añadiendo con agudeza.- A mí me parecía que esa niña era como tu mamá Ky. Pero más pequeña. Lo tenéis que ver.- Les sugirió a sus padres de acogida.-
-Claro cielo, cuando volvamos a casa.- Convino Johana sonriendo trémulamente.-

            Tras esas palabras, otro tenso silencio que Brian rompió para alegría de los adultos.

-Y el señor Ross ha dicho que dentro de poco podremos ver el juicio grabado en clase.
-¡Jó, que suerte! – Suspiró Abby, entristeciendo su semblante ahora.- Yo no podré.
-Bueno, eso se arregla fácilmente.- Terció Johana mirando a la cría con ternura y algo de pena, aunque afirmando con renovado ánimo.- Mañana volverás a la escuela con Brian. Así podrás verlo.
-¿De verdad?- Exclamó la cría batiendo palmas y dando saltitos.- ¡Qué bien!

            Aunque la cara de John no expresaba esa misma alegría precisamente. En esta ocasión, fue Roy quien, dándose cuenta al igual que el resto de los adultos, propuso jovialmente a los niños.

-¡Qué buenos saltos das! ¿Os apetece que lancemos un poco a canasta?. Tenemos una de verdad en el jardín.
-Sí, ¡qué guay!- Afirmó Brian.-

            Dicho y hecho, el veterano ex jugador se fue con los críos para dejar que los mayores hablasen. Fue el envarado John quien dijo, con tono de reprobación hacia su esposa que apenas pudo ocultar.

-Cariño. No creo que sea buena idea que vuelva a esa escuela. Si vamos a llevarla al centro de la Señora Malden.
-Por mí no se preocupen.- Replicó Beruche con tinte neutro.- Decidan ustedes en el mejor interés de su hija.

            Aunque fue Johana quién, cansada de aquella situación, tomó la palabra con un tono más sincero.

-Lo siento John. Pero creo que esto no es lo adecuado. Solamente has tenido que ver la alegría que Abby ha experimentado cuando le he propuesto volver con Brian a su escuela. Allí estaba feliz. No sé si debemos cambiarla.
-Al principio claro que le echará de menos. Los críos son así. Pero luego hará amigos en el otro centro.- Opuso su esposo, añadiendo con malestar.- Creía que estábamos de acuerdo.
-No por mi parte, lo lamento señora Malden. Le agradezco muchísimo su amabilidad, y la de toda su familia, de su hija y su nuera y la de su esposo. – Comentó la señora Couto.- Pero, ni siquiera con la beca esa. La completa que le explicó a mi esposo que tenían, me parecería bien llevar a Abby a su centro.
-Y yo lo comprendo muy bien.- Sonrió Beruche ahora, conviniendo con esa mujer.- Y pienso que toma usted la decisión adecuada. Además. En el caso de Abby, teniendo en cuenta el nivel socio económico de ustedes dos, lo máximo que creo que podríamos darles es una beca parcial del cincuenta por ciento.

            John transfiguró su cara. Ahora la decepción predominaba. Aunque no iba a evidenciarlo de palabra. Fue más comedido y declaró, mirando a su mujer.

-Quizás tengas razón. Me he estado preocupando tanto del futuro de esa niña que no he prestado atención al presente. Y… si la señora Malden misma nos recomienda la escuela a la que va su propio nieto…
-Abby será muy feliz en la escuela de nuestro hijo.- Aseguró Kerria.- Y nos tendrán a su lado siempre que necesiten cualquier cosa.
-Muchas gracias.- Sonrió Johana afirmando con sinceridad.- Son ustedes muy buenas personas.

            Su esposo tuvo que admitirlo a su vez, asintiendo despacio. Tras ese momento las cosas se suavizaron. Siguieron charlando un poco. El propio Roy retornó con los críos y le regaló a John unas entradas para el próximo partido en el Madison, afirmando.

-Venga a verlo con su familia. Necesitamos el apoyo de la afición.

            Muy agradecidos los Couto aceptaron. Al fin, tras una tarde muy amena, se despidieron de sus amables anfitriones, esta vez con la promesa de verse muy pronto. Y así fue durante un tiempo. John superó sus perjuicios, viendo que aquella familia era realmente encantadora. Johana hizo amistad con Kerria y Sam y quedaron de vez en cuando. Sin ir más lejos, ese año para celebrar alguna fiesta de Navidad. Abby y Brian decoraron el árbol de los Malden y lo pasaron muy bien juntos. También siguieron siendo amiguitos e hicieron buenas migas con otros niños. Después el destino les llevaría a cada uno por diferentes caminos. Aunque esas son ya otras historias.


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