Sentada en su silla de acusada Kerria
aguardaba el veredicto. No tenía ni idea de qué iban a resolver en su caso. Si
la cosa iba mal sólo lo lamentaría por su hijo y por Abby. Sería una enorme
decepción para ellos. Entonces el juez, a punto de agarrar el mazo, dijo.
-El tribunal va a hablar, y la señora
Malden es…
La
mujer suspiró pensando en tanto movía la cabeza.
-Desde luego, no sé como pude meterme en
este lío…
Y
es que varios días antes, una de tantas mañanas llevaba al pequeño Brian al
colegio. Samantha estaba muy ocupada con una campaña de lanzamiento
publicitario de modo que le sería imposible ocuparse del crío durante unos días.
Por suerte siendo ahora una abogada independiente para elegir sus litigios,
Kerria no tenía problemas a ese respecto. El niño, que contaba ya con siete
años, iba atrás, en su silla especial y provisto de su cinturón. Su madre
conducía en tanto le escuchaba.
-Mama Ky. ¿Hará la abuela Bertie
buñuelos?
-No lo sé tesoro, tendrías que habérselo
preguntado a ella.
-Sí, es verdad.- Repuso el pequeño con
gesto preocupado alegando.- Es que, nos han dicho en el colegio que, antes de
las vacaciones de Navidad van a hacer un concurso de postres. Y todos los
papás, abuelos, abuelas y mamás, van a participar.
-Bueno, en ese caso, tanto mamá Sam,
como yo, podríamos hacer alguna cosa.- Le ofreció ella.-
Pero
el niño puso un gesto de circunstancias que, por suerte para Kerria, ésta no
pudo ver, al estar mirando a la carretera. Al fin, la madre insistió.
-¿Qué te parece la idea?. En cuanto
volvamos a casa se lo digo a mamá Sam…
-Es que prefiero que los haga la abuela,
Les salen mejor que a vosotras.- Opuso el crío.- O al abuelo Roy, cuando venga
de jugar por ahí con su equipo. Él sí que cocina muy bien.
Esa
era una de tantas ocasiones en las que Kerria se arrepentía de haber educado
a su hijo para que le dijera siempre la
verdad. Pero no podía negar que tenía toda la razón. Suspirando repuso eso sí,
con tono jovial.
-Cuando regresemos a casa les
preguntaremos a los abuelos.
-¡Bien!- Exclamó el niño con patente
alegría.-
Aquello
la hizo reír. El niño siempre lo conseguía no importaba lo cansada o llena de
trabajo que estuviera. Y de todos modos, era cierto. Sus padres eran mucho
mejores cocineros que cualquiera de ellas dos.
-Así me los podré comer también yo.-
Pensó divertida.- Aunque no muchos, tengo una silueta que cuidar.- Se dijo
ahora con menor entusiasmo.-
Al
fin llegaron al colegio. Tras aparcar y desatar a su hijo Kerria le ayudó a
bajar. Tomándole de la mano se dirigió al interior. Una vez pasó, le dejó ir
con sus amiguitos. Sonriéndole con ternura vio como el crío la despedía
agitando una mano para enseguida ponerse a charlar con otros pequeños según
pasaban a las clases.
-Bueno, ahora a trabajar.- Se dijo
suspirando.-
Y
es que eso no le parecía tan divertido. Por lo menos llevaba unos días de
tranquilidad. Sebastián la había liberado bastante desde que hacía un par de
años más o menos comenzase a viajar a Bios o Nature a atender algunos casos. La
abogada aún recordaba especialmente ese en el que defendió a aquella piloto,
Sabra Leví, de un cargo de agresión. Y lo hizo sobre todo a requerimiento de
Susan Hunter, que fuera subordinada de su hermano Leval, y, además, que era la
hermana mayor de Debbie, la novia de Kerria en el instituto.
-Aquello fue realmente duro y difícil. Y
esa tal Daphne cometió perjurio.- Rememoraba sin poder evitar indignarse
todavía.- Aunque entiendo por qué lo hizo, pero eso no lo justifica….
De
todos modos era preocuparse fútilmente. Ya nada se podía hacer ante eso. La
cosa no fue tan mal pese a todo y el agredido, el novio de esa Daphne, retiró
los cargos.
-Y luego lo de esa pobre niña, Nelly.
¡Ojalá hubiese podido ayudarla más!- Pensó con pesar.-
Aquello
fue otra cosa totalmente distinta, a requerimiento de Giaal, el esposo de
Susan, tuvo que ir en plena noche a tratar de sacar a esa cría del calabozo.
Sin embargo, cuando llegó el abogado designado por el padre de la muchacha, no
le quedó otra que retirarse. En fin, fueron demasiadas cosas y no pudo ocuparse
de todas. A la vuelta informó cumplidamente a sus jefes y estos la apoyaron
amén de disculparse por haberle exigido tanto.
-Eso tiene fácil arreglo.- Les pidió
entonces.- Dadme autonomía para elegir los casos…
Y
pese a que Sebastián y su marido Pedro se miraron entre sí perplejos y luego la
miraron a ella como si estuviera loca, finalmente transigieron. Desde entonces
la abogada gozaba casi de plena autonomía para decidir qué casos iba a llevar.
Últimamente se había tomado un respiro para pasar más tiempo junto a su hijo.
Teniendo en cuenta que Samantha estaba hasta los topes de trabajo.
-Ahora me toca a mí hacerme cargo de
Brian con más asiduidad. Mi pobre esposa ha tenido que ejercer en la práctica como
su única madre durante mucho más de lo que hubiese debido. - Meditó no sin
cierto complejo de culpabilidad.-
Así
fue. Samantha se había ocupado las más de las veces de llevar a Brian a la
guardería, después al colegio, de hablar con sus tutores e involucrarse en los
médicos. Todo porque ella había estado inmersa en una vorágine de caso, tras
caso, llegando al sumun con esos viajes a Nature y a Bios. Al menos, pudo
visitar ocasionalmente a su hermano Leval, a su cuñada Amatista, a sus sobrinos
Asthel y Maray y al resto de los familiares y amigos que allí vivían.
-Idina en su escuela, el primo Cory con
su esposa Sandy y su hijo Granate.- Suspiró repasando mentalmente aquello.-
Y
en Nature, bueno, además de Susan, Giaal y otros conocidos, incluso coincidió
con Esmeralda, la madre de Amatista, cuando fue para allá a intervenir en ese
caso. Aunque lo que más la sorprendió fue volver a ver a su antigua novia
Maggie. Rompieron de mala manera eso sí. Aquella chica que estudiaba para
enfermera cuando ambas comenzaron a salir, justo tras la ruptura de Kerria con
el padre de su hijo, la engañó con esa mujer morena que encima quiso
chantajearla amenazándola con desvelar su verdadera orientación sexual.
-Al menos, eso me contó Maggie tiempo
después. De hecho, para evitar esa posibilidad, salí yo misma del armario en
ese programa de Al Mats. Tuve suerte de contar a mi lado con Kathy y con
Idina.- Recordó agradecida a sus primas y amigas, dando que por aquel
entonces, Amatista, Leval, Mazoui , Satory
y otros muchos amigos, y familiares, viajaban a bordo de la SSP-1 que estaba
desaparecida por entonces.-
Desde
luego la vida daba muchas vueltas. Maggie terminó por embarcarse en la SSP-2,
allí conoció a un saiyajin. Increíblemente su antigua novia se enamoró de él,
se casaron y tuvieron una niña monísima a la que llamaron Gloria. Kerria pudo
conocerla y era un encanto de cría, pero la madre de esa pequeña se había
tornado en una especie de fanática religiosa homófoba.
-No pude creerlo ni aun cuando lo vi,
Maggie era otra persona totalmente distinta.- Reflexionó especulando.- Quizás
el trauma de estar clínicamente muerta la cambió.
Esas
cosas eran realmente difíciles de procesar. De todos modos ella fue a ese
planeta, lo hizo lo mejor que pudo y retornó.
Y eso que al principio no tuvo ninguna gana de ir, aunque su viejo
amigo, el capitán Enzo Cortés, se ocupó también de alentarla a aceptar aquel
reto.
-Nunca sé exactamente en qué está
pensando, es un tipo realmente misterioso, y con muchos secretos que guardar.
También
se acordó de cómo había representado años atrás al esquivo capitán, en un
juicio para que el ejército reconociera su cambio de sexo.
-En fin, será mejor que deje de divagar
y me concentre en el papeleo.- Se aconsejó a sí misma.-
Le
solía suceder mucho, cuando debía revisar una enorme cantidad de tediosos
informes en su Tablet. Su mente volaba de unas cosas a otras y se perdía en
aquellos momentos del pasado. Finalmente se centró y pudo resolver la tarea del
día. Para su respiro, al salir del trabajo no tuvo que ir a buscar a su hijo.
-Menos mal que mamá ha podido ocuparse.-
Pensó agradecida.-
De
modo que condujo directamente a casa. Al llegar, como de costumbre, se quitó
los zapatos, bostezó algo y estaba lista para ir a darse un baño reparador durante
el que, invariablemente, solía dar alguna cabezadita. No obstante esta vez la
casa estaba extrañamente desierta y silenciosa.
-¡Qué raro!- Pensó algo desconcertada.-
Se suponía que mis padres iban a estar. Y mamá ya tuvo tiempo de volver con
Brian de la escuela.
No
quería inquietarse ni pensar mal. Con tantos fanáticos religiosos, por no
hablar de los críticos e incluso enemigos acérrimos de los soberanos terrestres
que la identificaban a ella y a los suyos como lunáticos, es decir, partidarios
de Serenity y Endimión, no sería la primera vez que habían recibido amenazas.
Kerria no se preocupaba por ella ni por sus padres, eran perfectamente capaces
de protegerse solos, pero sí temía por su hijo y por Sam.
-No podría soportar que algo malo les
sucediese.- Pensaba con zozobra.-
Aunque
una exclamación de júbilo la calmó de inmediato. Provenía de la cocina y era la
voz de su pequeño. Todo estaba normal. Sonriendo y moviendo la cabeza,
juzgándose como una tonta por aquel acceso de desasosiego, no tardó en ir hacia
allí. Al abrir la puerta la imagen era de lo más divertida y entrañable. Teniendo
en cuenta el desbarajuste de cacharros y utensilios manchados y la visión de sus
padres, provistos de delantales, allí habían estado haciendo algo. Fue Brian
quien, al verla, corrió hacia ella y la abrazó a la altura de la cintura para
desvelarle con patente entusiasmo.
-¡Mama Ky! Los abuelos han hecho
buñuelos…
-¿De veras?- Se rio la recién llegada
intentando que su emocionado hijo no le manchase el blazer y la falda con algún
pegote de masa y restos de chocolate.-
-Sí hija, Brian nos ha contado lo del
certamen culinario.- Repuso Beruche.- De modo que, una vez llegamos, decidimos
hacer unos postres en familia.
-Lástima no haberme esperado.- Comentó
jovialmente la joven.-
-Seguro que no te importará haber
llegado a tiempo para probarlos.- Se rio su padre.-
Su
hija asintió, ¡de eso no había duda! Quiso tomar uno de los que había sobre una
bandeja en la isla de la cocina, aunque su padre le atizó descuidadamente con
una espátula.
-¡Au!- Se quejó Kerria, agitando su
dolorida mano y protestando de seguido.- ¡Papá! ¿No habías dicho que podía
probarlos?
-Sí, pero no dije que ahora. Tendrás que
aguardar hasta después de la cena.- Le indicó su progenitor con tono entre
divertido y algo gamberro.-
-Así es, hija.- Secundó Bertie,
remachando con humor.- Caso cerrado.
- Apelaré.- Se rio Kerria haciéndose
ahora con un buñuelo y comiéndoselo con celeridad al aprovecharse de que su
padre se había ido al fregadero.-
-¡Ja, ja! Hice lo mismo que tú, mami
Ky.- Se rio Brian observándola divertido.-
-Pues al hijo y a la madre les vamos a
castigar, en nombre de Luna.- Aseveró jovialmente Bertie.-
-Protesto, no hay habeas corpus.-
Contratacó su hija.-
Aunque
el perplejo Brian, mirando a su madre con estupor, le preguntó de inmediato.
-Mamá Ky. ¿Qué es veas curpus?
-¡Ja, ja! - Habeas corpus, hijo.- Le
corrigió ella que añadió para explicarle de una forma lo más sencilla que pudo,
teniendo en cuenta la corta edad del crío.- Es cuando te llevan corriendo ante
el juez. Sin embargo, no te pueden
detener de forma arbitraria…
-¡Ja, ja! No digas que no hay pruebas.-
Se rio su padre agitando la espátula.-
-Eso no tiene que ver.- Sonrió
condescendientemente ella respondiendo. – Puede haber pruebas o no, pero el que
determina si el arresto es procedente o no es el juez.- Clarificó la
profesional en derecho. -
-Sí, sí, ¡pues aquí el juez soy yo y hablando
de probar cosas, tú bien que has probado los buñuelos, letrada!.- Intervino Roy
agarrándola cómicamente de una oreja. – Ya hay uno menos.
-Eso no puede demostrarse técnicamente
si no llevabas la cuenta.- Se rio su hija.-
-Hacías lo mismo de pequeña cuando te
comías las galletas. De modo que, voy a sentenciarte igual que entonces, a un
tironcito de orejas.- Se sonrió algo aviesamente su padre, tirando en efecto
con algo más de intensidad del lóbulo de la joven.-
-No papá. ¡Ay!.- Protestaba cómicamente
la así agredida.-
Brian
se reía viendo esa divertida escena, el abuelo era muy gracioso, y pese a sus quejas (más bien fingidas) su madre
se lo estaba pasando en grande también. Aunque el niño no entendía esas cosas
tan raras, que si había pruebas o que su madre sí que lo probaba, y luego eso que
mamá Ky dijo de los arbitrarios esos. Supuso que, como su abuelo era entrenador
de baloncesto, algo tendrían que ver. En esas reflexiones estaba cuando oyó la
voz de mamá Sam que volvía de su trabajo.
-Hola familia.- Saludó Samantha. –
Recibió
un sonoro “hola” a coro del resto. Al ver aquello se sonrió. Estaba claro que
se lo estaban pasando de maravilla. No tardó en ser puesta al corriente de lo
que sucedía, y fue Brian quien, en medio de las sonrisas generales, lo resumió
a su manera.
-Mira mama Sam, los abuelos han hecho
buñuelos para el concurso del cole, mamá Ky llegó y se comió uno. Entonces el
abuelo la regañó pero ella dijo que no tenía corpus y que como no había
árbitros no la podían detener.
-¿Qué?- se rio la recién llegada sin
entender nada de aquello.-
Tras
el coro de risas que hubo entre los presentes, su esposa le aclaró aquello a
Samantha.
-Solamente utilicé algo de lenguaje
legal.- Sonrió Kerria una vez liberada de aquel ataque a sus pabellones
auditivos y añadiendo con humor.- En suma, papá no puede demostrar que me he
comido el buñuelo si no tiene pruebas. Y eso le será difícil. Literalmente las
he eliminado.
-Pero tengo testigos, ¡listilla! - Se
rio su progenitor tirándole de la oreja una vez más.-
-Ay!.- Se quejó ella una vez más. -Mira,
eso sí, pero tengo atenuantes.- Se defendió jocosamente su hija una vez logró
liberarse, remachando con humor.- Están muy buenos.
Todos
volvieron a reír. Al fin, Beruche “levantó la sesión” y la familia se dispuso a
cenar. Al día siguiente, Kerria volvió a llevar a su hijo al colegio. Brian
recordaba lo acontecido el día anterior y quiso saber con evidente curiosidad.
-Mami Ky, ¿en tu trabajo tienes que
decir todas esas cosas tan complicadas?
-¿Cosas complicadas?- Repitió ella en
ese momento sin caer en la cuenta de a lo que el crío se refería.-
-Lo que le dijiste al abuelo Roy ayer.-
Aclaró el pequeño.-
-¡Ah, eso! - Rio su madre asintiendo
divertida.- Sí, algo parecido.
-¿Y cómo te sabes tantas palabras
raras?- Inquirió el atónito niño.-
-Bueno, porque he tenido que estudiar
mucho, cariño.- Le contó ella.- Para ser abogado igual que para la mayoría de
las cosas, hay que estudiar.
-¿Como yo en el cole?- Preguntó el
animado niño.-
-Sí, igual.- Convino su madre.-
-Pues yo quiero ser abogado como tú,
para decir tantas palabras extrañas.- Afirmó entusiásticamente Brian.-
Kerria
se rio, visiblemente orgullosa además de su hijo. No estaría mal tener a otro
letrado en la familia.
-Pues ya sabes, tienes que sacar muy
buenas notas, cielo.- Le animó.-
Al
fin llegaron al colegio. Dejó al niño allí y volvió al trabajo, aquello se
repetía como el día de la marmota. Su
madre se ocupó una vez más de recoger al niño. Samantha había ido de viaje a
Seattle esa misma mañana y tardaría en retornar unos días. Ambas charlaron la
noche anterior, en la cama, antes de dormirse.
-Bueno.- Le comentó Sam.- El acuerdo con
esa empresa está casi cerrado, pero me han pedido que vaya en persona a
rubricarlo. También debo aprovechar para hacer una gira por otros sitios de
interés potencial para algunas campañas.
-Vaya, ¡qué lata!- Suspiró Kerria
abrazándose a ella.- ¿Y cuándo volverás?
-Puede que dentro de una semana.- Estimó
su pareja acariciándola el pelo. -En cualquier caso, antes de Navidad.
-Así lo espero, tenemos ese concurso de
postres de Brian en el colegio.- Suspiró la agotada abogada.-
-Tranquila. Seguro que tus padres harán
un magnífico papel.- Se rio Samantha.- Mucho mejor que el nuestro.
-Desde luego. No paso de hacer galletas
algo requemadas y porque la tía Connie me enseñó.- Sonrió Kerria, recordando
eso con nostalgia y cariño.-
Y
es que siendo una niña pequeña aprendió junto a su prima Idina y en compañía de
Nehie, la que ahora era la reina Neherenia de la Luna Nueva. ¡Qué tiempos
aquellos cuando únicamente eran tres crías entusiastas, encantadas de hornear
galletas! Pero lo que más les gustaba hacer era comérselas después. ¡Sobre todo
a ella! En eso era y continuaba siendo una golosa impenitente.
-Agradezco esta fisonomía de saiyajin.-
Pensó con alivio.- O de lo contrario ya tendría que haberme comprado varias
tallas más.
Pese
a que ella no se transformaba en súper guerrero como otros miembros de su
familia y no parecía tener una fuerza en exceso destacable, quizás por no haber
dedicado tiempo a esos terribles entrenamientos que su padre y su hermano
habían tenido, sí que notaba que su metabolismo era privilegiado respecto a
otras mujeres de su edad. Y eso que no era demasiado mayor, apenas si había
sobrepasado la treintena. Comentando esto con su esposa, ésta le respondió con
un ligero tono de sana envidia.
-¡Qué suerte tienes! Yo sí me noto algo
más rellenita.
-No digas bobadas, estás perfecta.-
Afirmó Kerria.-
-La verdad es que no paro de moverme.-
Admitió Sam, añadiendo divertida.- Y cuando estoy en casa hago algo de aerobic
con tu madre. ¡Bertie es increíble!, se mantiene en una forma admirable.
-Sí, de joven mi madre tuvo una época
muy movida.- Musitó Kerria a quien se le comenzaban a cerrar los párpados.-
Y
apenas si se acordaba de mucho más, ella y Samantha debieron de dormirse al
poco de eso. Ahora, suspirando se encaminó a su bufete. Tras su jornada
habitual fue ella quien esta vez retornó al colegio a por Brian. Su madre tenía
compromisos que no podía soslayar en su propio centro de estudios, en donde era
subdirectora. Una vez que llegó, Kerria aparcó y se dirigió hacia la entrada de
la escuela, donde los padres solían aguardar a que salieron los críos. No
llevaba ni un par de minutos esperando cuando escuchó que alguien la llamaba.
-Buenas tardes, señora Malden.- La
saludó una voz de hombre que le sonaba familiar.-
Se
giró saludando a su vez, era el jefe de estudios. Un tal Ernest Ross, según
recordó. Un hombre joven, quizás en la
treintena, de la estatura de ella, con el cabello rubio ceniza y ojos marrones,
no era un adonis pero tampoco estaba mal. Le conocía de haber ido alguna vez a
hablar sobre su hijo. De hecho era asimismo el tutor de Brian en ese curso.
-Me alegra verle. ¿Qué tal todo?- Le
preguntó amablemente la interpelada.-
-¡Oh!, muy bien, muchas gracias. Espero
que ustedes lo estén también. Hace mucho que no veo a la señora Malden. Bueno,
ya me entiende, no a usted, a la otra señora Malden.- Comentó con algo de
azoramiento.-
Kerria
podía comprenderlo bien. Eso de ser dos mujeres que, no solamente eran pareja sino
que estaban casadas, todavía provocaba confusión y cosas peores aún, a mucha
gente. Pero Ross era un tipo agradable y un buen profesional. La abogada no
tenía ni idea de cuál sería su opinión personal al respecto, y ese le gustaba,
dado que aquel hombre se centraba única y exclusivamente en el bienestar y la
formación de Brian, que era la función que debía cumplir. Por eso, ella misma
admitió.
-Entiendo que le suene raro. Eso de que las
dos seamos “la señora Malden”, ¡y no puede ni imaginarse el desconcierto que
hay en casa cuando mi madre y mi cuñada están presentes y alguien pregunta por
alguna de nosotras! - Se rio divertida.-
-Sí, debe de ser interesante.- Convino
el director quién, dejando el tema de lado, le comentó ya más seriamente.- Verá,
es una feliz coincidencia el haberla visto. Quería hablar con usted o con su
esposa. Aunque a Samantha, si me permite que llame así a su cónyuge para
distinguirlas a ustedes, hace tiempo que no la veo.- Afirmó con tinte afable
ahora.- Espero que se encuentre bien.
-No se preocupe señor Ross, sé que mi
mujer le tutea, de hecho ha venido mucho más a menudo que yo. Está
perfectamente no se inquiete y gracias por preguntar. - Le contó ahora con buen
talante para explicar.- Lo que sucede es que ahora está muy liada con sus
campañas de publicidad y yo he tenido días libres. Por ello, por favor, llámeme
Kerria a mí y así no tendremos más confusiones.
-Pues en ese caso, por favor, tutéeme
también.- Le pidió él, añadiendo para ir al grano.- Quisiera hablar de Brian y
de su clase.
Ahora
la sonrisa de Kerria se extinguió, no pudo evitar preocuparse. Quisiera o no,
su trabajo como abogada penalista y como representante de muchas personas del
colectivo LGTBI, le hacían temerse siempre algún problema en forma de insultos
o comentarios hirientes. De hecho, no era ningún secreto para los compañeros de
su hijo que Brian tenía dos madres. Y si bien la inmensa mayoría de sus
condiscípulos no tenían el menor inconveniente en eso, nunca se podría asegurar
al cien por cien que algo no surgiese. Por ejemplo, algún roce entre niños, influenciado más que nada, por comentarios de
algunas familias. De todas formas, Ernest sonrió de inmediato para negar con la
cabeza y apresurarse a tranquilizarla a ese respecto.
-No temas, no hay ningún problema en
absoluto. Es precisamente al contrario. Supongo que tu hijo te habrá hablado de
las actividades que tenemos en marcha.
-Sí, me comentó lo de las jornadas de
cocina.- Presupuso ella, admitiendo ahora no sin rubor.- Aunque ni yo ni Sam
somos demasiado buenas en eso. Quizás mis padres puedan hacer un mejor papel.
-¡Ja, ja! - Se rio su interlocutor
sorprendiéndola un poco.- No, no se trata de eso.- Añadió él, con tinte
desenfadado, para comentarle a Kerria.- Estamos preparando un trabajo de clase.
Algunos críos han comentado a qué se dedican sus padres. Y lo cierto es que
Brian llamó la atención de sus compañeros, contando que eres abogada y que
hablas muy bien de esas cosas.
Kerria
no pudo evitar reírse, el pobre crío se impresionaba con bien poco, aunque lo
siguiente que Ross le comentó sí que la dejó perpleja.
-Tu hijo contó algo de un juicio por
unos buñuelos. No sabía que ese tipo de cosas existieran.
-¡No!- Se apresuró a matizar una
divertida Kerria.- Fue una broma que tuvimos en casa el otro día.
-Bueno.- Sonrió el tutor del crío a su
vez.- El asunto es que, tras debatirlo un poco en clase, le preguntamos a Brian
si podría hablar contigo. Los niños desean saber cómo se hace un juicio de
verdad.
-Bien, pues… uno de estos días podría ir
a explicárselo.- Repuso la letrada con buena disposición. –
-Eso estaría fenomenal. Y te agradecería
que hicieras algo más.- Le pidió Ernest mirándola con patente interés.-
-¿De qué se trata?- Quiso saber ella.-
Si está en mi mano, sería un placer.
Aquel
tipo carraspeó un poco entonces y le explicó.
-Hemos puesto en marcha un proyecto
cooperativo, los niños aprenden mucho mejor si llevan las cosas a la práctica,
de modo que van a celebrar un juicio en la clase. Algunos tomarán el papel de
juez, otros el de abogado, el de fiscal y el resto serán testigos y jurado.
Bueno, como la clase es reducida, el jurado estará compuesto únicamente por
seis críos, tres niños y tres niñas. Antes de todo eso, van a inventar unas
leyes para juzgar el delito que elijan.
-¡Es una idea genial!- Se sonrió Kerria,
visiblemente encantada con ese proyecto.-
No
obstante aquí, el jovial tono del tutor de su hijo decayó un poco cuando éste
le confesó.
-El problema es que, ninguno de los
pequeños quiere ser el acusado. Claro, eso de ser el malo o la mala de la
historia, no les va.
-Vaya, eso sí que es un inconveniente.-
Comentó ella. – Lo comprendo, solamente tienen siete años y eso les puede
afectar luego. Aunque sea fingido.
Y
entonces, para perplejidad de la abogada, ese tipo se sonrió de forma algo
ladina para reseñar.
-Y ahí es dónde entra Brian. Verás,
recordó ese incidente de los buñuelos en vuestra casa, y dijo que tú podrías
ser la acusada.
-¿Quién, yo?- Se señaló Kerria a sí
misma con expresión entre risueña y sorprendida.-
-¿Quién mejor?- Comentó animosamente el
señor Ross, argumentando.- De ese modo podrías irles corrigiendo y explicando
cosas sobre la marcha. Y no condicionar sus decisiones desde un puesto de juez
o jurado…y menos aun siendo la abogada o la fiscal. ¡Los pobres no tendrían
oportunidad contra ti!
Kerria
meditó sobre esas palabras. Era cierto. Además, tenía ganas de hacer alguna
actividad de esas con su hijo…
-Será un placer.- Sonrió queriendo
saber.- ¿Cuándo tendría lugar ese proceso?. Debo tenerlo en cuenta para
solicitar permiso en mi bufete, ¡ja, ja!. Lo mismo me lo niegan alegando
incompatibilidad de intereses.
-En tres días empezaremos, mientras
tanto hemos distribuido los papeles y Brian ha dicho que quiere ser tu abogado
defensor.
Eso
la hizo sonreír. ¿Qué mejor defensa que la de su propio hijo?. Ya hablaría con
él para concretar aquello.
-Y hay una cosa más.- Añadió el señor
Ross.-
-¿De qué se trata?- Quiso saber Kerria.-
Ahora
el gesto de ese hombre se puso algo más serio cuando le comentó de modo
confidencial.
-Es algo muy importante, que servirá
para educar a los niños y niñas en muchas cosas. Y para ayudar a alguno o
alguna en concreto…
Y
tras desvelarle aquello, Kerria asintió, incluso sonriendo de forma fugaz, para
reiterarse.
-Estaré encantada de hacerlo, sabiendo
que servirá a que los pequeños aprendan el valor de la justicia…Espero poder decírselo a mi hijo
enseguida…
No hubo de aguardar
mucho para hacerlo, el niño salió de clase a los pocos minutos y tras
despedirse de su tutor tanto ella como Brian retornaron a casa, de camino
charlaron sobre ese tema.
-Has tenido una idea estupenda, hijo.-
Le alabó ella.-
-Así aprenderé a ser abogado como tú.-
Replicó el pequeño con visible entusiasmo.-
-Muy bien, pues te daré algunos
consejos.- Dijo su orgullosa madre, añadiendo divertida.- Tienes que procurarme
la mejor defensa posible, ese es el cometido de todo abogado para con sus
clientes.
El
pequeño asintió con los ojos muy abiertos y poniendo muchísima atención a lo
que su mamá le explicaba. Así, entre esas y otras recomendaciones llegaron a
casa. Tras saludar a los abuelos y contarles aquello, Brian corrió a su cuarto.
El pequeño estaba muy motivado para ser capaz de aprender muchas cosas y
defender bien a su madre.
-Voy a buscar el libro de leyes que
estamos haciendo.- Le dijo a todos con evidente contento.-
-¿Nos lo dejarás ver?- Inquirió Kerria,
no sin una buena dosis de genuina curiosidad.-
El
crio asintió, de hecho estaba entusiasmado con mostrarlo. No tardó en volver
con una agenda.
-¿No lo haces en la Tablet? – Le
preguntó su extrañada abuela.-
-Es que el señor Ross nos ha dicho que
mejor lo anotemos todo, como se hacía antiguamente, y que luego ya lo
pasaremos.- Le respondió el crio.-
Bertie
asintió con aprobación, de ese modo los niños mejoraban su caligrafía y su
ortografía. Fue Roy quien, tras echar un vistazo, se sonrió y como siempre tomó
la palabra con comicidad, preguntando.
-¿Habéis puesto la ley de la botella?
-¿La ley de la botella?- Repitió su
nieto sin comprender.-
-¡Quién la tira va a por ella!-
Sentenció su abuelo entre risas.- Es una norma fundamental en las pachangas
callejeras.
-Papa.- Suspiró Kerria, moviendo la
cabeza divertida para reconvenirle con jovialidad.- Que esto es serio…
-Lo siento.- Se apresuró a disculparse
su interlocutor de modo grandilocuente, lo que mostraba que, precisamente, muy
en serio no se lo tomaba, aunque sí que matizó.- Muy bien, Brian. A ver que
leyes son esas. Tu mamá Ky tendrá que estar familiarizada con ellas y tú
también, para que la defiendas estupendamente.
Desde
luego eso abría un gran horizonte de posibilidades, la letrada ojeó alguna de
esas normas que los niños habían escrito y por ejemplo, leyó.
-El que se suene la nariz demasiado será
castigado sin poder comer pizza.- ¿Qué tipo de ley es esta?- Inquirió mirando
atónita a su hijo.-
-Una que puso Mandy Durham.- Suspiró el
pequeño moviendo la cabeza, para informar a sus oyentes no sin tintes de
hastío.- Es una pesada. Dice que le da mucho asco que alguien se suene la nariz.
-Buena idea, ¡podrías elevarlo al
supremo y convertirlo en delito federal! - Se rio Roy.-
Su
esposa intervino al punto obsequiándole con un capón para que se callase y
provocando la risa de su nieto…Kerria entre tanto prosiguió con la lectura de
esas cuando menos, pintorescas regulaciones legales.
-No pisar las baldosas negras del
pasillo o serás condenado a recibir un capón y a fregarlas…
-Sí, esa es de Kenny López, es muy
gracioso.- Se sonrió Brian.-
-Pues a mí me recuerda a las leyes que
dictaba la reina de Corazones. -Pudo decir su madre moviendo la cabeza con
total incredulidad por lo que leía.-
-¿Quién es esa?. ¿Otra como la reina
Serenity?- Quiso saber su sorprendido hijo.-
-No precisamente tesoro, es un personaje
de una novela, de Alicia en el país de las Maravillas, de Lewis Carroll, un
escritor inglés de mitad del siglo diecinueve.- Le respondió su abuela Bertie.-
-¡Que le corten la cabeza!.- Terció
jocosamente Roy, explicando a su divertido nieto.- Eso es lo que decía esa
pirada.
-No podemos hacer eso.- Le contó Brian.-
El señor Ross, dijo que los castigos tienen que ser flojitos. O enseñar a hacer
cosas.
Los
adultos asintieron con aprobación. Les parecía muy adecuado que los críos
tuvieran esas premisas. De hecho fue Kerria quien comentó.
-Eso está bien, los castigos deben ser
ejemplarizantes y permitir que los condenados se reformen una vez los cumplan.
Al menos hasta ahora no he visto ninguna ley que prohíba comer buñuelos.
-Sí que hay una que se parece.- Le
indicó su hijo, tomando las notas por un momentos para mostrársela.- Aquí mamá
Ky…
Y
su progenitora leyó, asintiendo esta vez.
-Quien se atiborre de dulces será
castigado, el castigo variará dependiendo de la cantidad y de las horas en las
que se los coma. Es decir, antes de comer o de cenar. Vaya, esta tiene algo más
de .. sentido.- Musitó no deseando molestar a su hijo con esa valoración, para
añadir ya con su tono habitual.- Entonces, supongo que seré acusada de
infringir esta ley.
-¿Infringir?- Preguntó Brian.- ¿Qué es
eso?
-Cuando no cumples una norma, cariño.-
Le contestó Kerria.-
Así
continuaron leyendo alguna más que sí parecía estar mejor encaminada que las
anteriores. Había que tener en cuenta, claro está, que eran normas y leyes que
los pequeños habían elaborado para su propia clase y escuela, en el marco de su
convivencia.
-Esto va a ser de lo más instructivo.-
Se dijo la abogada.-
Y
así pasó el día, a la mañana siguiente fue Roy quien llevó a su nieto al
colegio en tanto Kerria se pasaba por su bufete. Su jefe Sebastián, aquel tipo
de pelo cano y eterno usuario de jerséis de cuello alto vuelto, (casi no se los
quitaba ni en verano) la saludó al verla entrar decididamente en su despacho.
-¿Se te ofrecía algo?
-Sí, tengo que tomarme unos días. Me ha
salido un caso.- Sonrió ella.-
-Espero que no sea otra vez en Nature.-
Repuso su interlocutor.-
-No, es aquí mismo.- Le comentó ella,
con desenfado eso sí, para sentenciar casi entre risas.- He sido demandada por
incontinencia buñuelística.
-¿Qué te han demandado por… qué?.-
Exclamó el habitualmente serio y mesurado Sebastián preguntando atónito.- ¿Te
refieres al director de cine? ¿Qué tiene que ver eso con Buñuel? ¿Has citado
alguna de sus obras o las has usado en algún juicio sin permiso de sus
herederos?
Ver
la cara de pasmo de su jefe y escuchar aquello desde luego valía la pena.
Kerria se rio durante un buen rato y cuando al fin pudo controlar sus
carcajadas, puso a Sebastián al tanto de su particular juicio.
-Comprendo.- Se permitió sonreír este,
mucho más relajado, y sobre todo, aliviado ahora, para comentar.- Espero que te
declaren inocente, no sé yo si una mancha tan grave como esa podría perjudicar
seriamente tu historial.- Remachó con humor.-
-¡Seguro que si es de chocolate, será
muy difícil de quitar! - Bromeó su contertulia también.-
Y
tras algunas risas más Kerria obtuvo el pertinente permiso de su jefe quien le
pidió que, por supuesto, documentase el juicio. Ella se sonrió, pese a que eso
iba a ser complicado, por no decir imposible. Al estar rodeada de niños, siendo
estos menores, tenían sus derechos de imagen protegidos. De todos modos se lo
plantearía al señor Ross, por si se pudiera hacer algo, apelando a que era una
actividad del colegio.
-Sí.- Pensó Kerria.- Es como si se
tratase del festival de fin de curso.- Lo cierto es que me encantaría
conservarlo de recuerdo…
Y
al fin llegó el ansiado día. Para darle más solemnidad al asunto los críos
incluso habían sido vestidos con ropas de mayores, o al menos, a tenor de cómo
les sentaban a algunos, más bien disfrazados. Las niñas con vestiditos o
pantalones y pequeñas blusas, y los niños con corbatas y chaquetas.
-¡Qué guapo estás, Brian!- Decía Bertie
sin poder evitar que toda su pasión de abuela se desatase antes de despedir a
su nieto. –
-Pues hoy también te llevaré yo al cole.
Tu madre debe ir más tarde para presentarse.- Le comentó Roy al niño.-
-¡Vale!- Asintió el pequeño, quien
llevaba su pequeña carpeta portafolios bajo el brazo derecho, como si de un
consumado letrado se tratase.
Y
es que la tarde anterior, su madre y él se habían “ reunido” para repasar el
caso…
-Bueno, cariño.- Sonreía Kerria sin
poderlo evitar al leer ese sumario tan particular.- Fíjate bien, como mi
abogado tienes que estar perfectamente enterado de todos los hechos y las pruebas,
tanto las que haya a mi favor, como en mi contra.
-Pero mama Ky.- Inquirió agudamente el
niño.- Si es un juicio de mentira entonces no has hecho nada. Así que eres
inocente.
-Ya, cielo, pero haremos una
reconstrucción.- Le comentó ella agradada de lo despierto que era su hijo al
darse cuenta de aquello.- Se trata de que practiquéis como si fuera de verdad.
Lo
que sucedía era que Kerria debería hacer algo en el comedor del colegio para
que existiera un caso. De modo que, tras explicarle a su hijo algunas cosas que
Brian apuntó diligentemente en su cuaderno, el crío le comentó, incluso
preocupado.
-No quiero que digan que eres culpable,
mamá Ky, tú eres buena.
-A veces cariño, ser culpable o inocente
de algo no significa que seas bueno o malo. Es un poco más complicado.- Quiso
explicarle su interlocutora, en tanto le acariciaba el pelo, para acto seguido,
tranquilizarle con tono dulce y lleno de afecto.- No debes preocuparte por eso,
es solamente una demostración de cómo se hace un juicio.
-¿Y si no te defiendo bien y perdemos?-
Añadió el crio, inquieto pese a todo.-
-Lo harás muy bien, mi amor.- Le aseguró
su madre dándole un beso en una mejilla.- Y lo sé, porque sé lo mucho que me
quieres, como yo a ti. Y no vamos a perder. Nunca podríamos.
Reconfortado
y mucho más animado, Brian sonrió. Asintió con energía, ¡claro que lo haría
bien! Así quedaron las cosas y, al día siguiente, el crio fue en efecto llevado
al cole por su abuelo.
-Entonces, lo tenéis preparado para
empezar en cuanto llegue tu madre. ¿Verdad?- le preguntó Roy.-
-Sí abuelo.
-¿Y qué vais a hacer? ¿tenéis alguna
estrategia?- Quiso saber su interlocutor.-
Aunque
Brian, moviendo la cabeza, le miró para replicar con tono serio.
-No puedo decírtelo, abuelo. Mamá Ky
dice que las conversaciones entre un abogado y su cliente son secretas.
-¡Ah!, muy bien. Es cierto, se me había
olvidado.- Convino Roy esbozando una leve y divertida sonrisa.-
Llegaron
finalmente y el crío bajó del vehículo, su solicito abuelo le acompañó hasta la
entrada y con tono jovial, le alentó.
-¡A por ellos Perry Mason!
-¿Quién?- Inquirió le perplejo niño sin
entender.-
-¡Nada, cosas mías! - Se sonrió su
contertulio poniendo abierta la palma de su mano para invitarle.- Chócala y
suerte.
Brian
asintió, haciéndolo con entusiasmo. Tras decir adiós a su abuelo que se alejó
una vez elevó uno de sus pulgares y le guiñó el ojo, el niño entró en clase.
Hoy era un día especial, las mesas y las sillas estaban colocadas de forma
diferente. La mesa del profe, más grande y alta que las otras, simularía el
puesto del juez. Allí se colocaría su compañero Simon Liesenthal, al que le
había tocado por sorteo. (Y también porqué no admitirlo, era el que mejores
notas sacaba, Brian se temía que el señor Ross le había puesto ahí sin hacer
caso de las papeletas, pero, como su mamá Ky decía, no lo podía probar, de modo
que optó por callarse).
-Buenos días, señor abogado.- Le saludó
su profesor al verle llegar.-
-Buenos días, señor Ross.- Repuso
educadamente él.-
De
hecho era el primero, su abuelo Roy le había traído muy pronto porque mamá Ky
le dijo que siempre había que llegar un poco antes para ver la sala y comprobar
en qué sitio iba a estar el jurado y esas cosas. Una vez se sentó en el puesto
que le tocaba para representar su papel, sacó sus documentos del portafolios.
Tenía un par de monigotes dibujados en una hoja que juzgó eran poco apropiados
para ese momento de modo que los guardó.
-Hola Brian.- Le saludó su compañera
Sally Fieldman, una de las testigos. –
Era
una chica de raza negra, pelo rizado y muy simpática. Seguro que la tendría a
su favor. La que no sería tan fácil de convencer era Nora Wilkins, sus papás
trabajaban en eso de las comidas sanas. O al menos, eso pudo averiguar cuando
mamá Ky le pidió que se informase sobre los miembros del jurado…
-Según me dijo mami Ky, no verá bien que
la gente coma buñuelos. Aunque no acabo de entender el por qué. Están muy
buenos.
Algunos
compañeros más que ejercían como jurado terminaron de llegar. Al fin, su
contrincante, la temida Agnes Winslow hizo acto de presencia. Después de Simón,
era la que mejores notas sacaba, y
encima era también muy modosita, la típica niña con gafitas redondas y pelo
recogido en un moño. Además, con esa falda hasta las rodillas blanca y esa
blusa azul que llevaba parecía incluso más responsable de lo que ya era para su
edad.
-¡Jo!, ya es mala suerte que esa repipi
sea la fiscal.- Suspiró el crío.- Sabe hablar muy bien, casi tanto como mi
madre…
Y
de hecho, esa cría se acercó a él con gesto adusto y extendiendo
protocolariamente una mano, le saludó.
-Hola distinguido colega.
-Hola.- Pudo responder el atónito
Brian.-
-Te deseo suerte, que sepas que el
acusar a tu madre no es nada personal, es mi función.- Le advirtió con un tono
entre conciliador y algo perdona vidas.-
-Vale.- Asintió el chico.-
Su
contrincante se alejó dirigiéndose a su sitio. Al fin, el señor Ross entró, y
no lo hizo sólo. Junto a él, cruzó la puerta una señora elegantemente vestida a
la que Brian conocía muy bien. Una vez la clase estuvo en silencio y todos en
sus lugares, su profesor les comunicó.
-Hola niños y niñas. Como sabéis, hoy
tendremos un juicio. Para eso, contamos con la participación y el asesoramiento
de la mamá de vuestro compañero Brian. Le cedo la palabra para que ella misma
se presente y os cuente cómo lo vamos a hacer.
Y
amablemente se apartó permitiendo que su invitada pasara al interior de la
clase. Una vez estuvo en el centro, con la atención de los críos puesta en
ella, tomó la palabra.
-Buenos días, niños y niñas. Como
vuestro profesor, el señor Ross, os ha contado, soy la mamá de Brian. Bueno,
una de ellas.- Sonrió levemente para proseguir, antes de que ningún pequeño
hiciera observación alguna a ese detalle.- Me llamo Kerria Lorein Malden, soy
abogada penalista. O sea, que me dedico a defender a las personas acusadas de
algún delito, o también, a veces puedo ejercer de acusación. Hoy vamos a
celebrar un juicio aquí. Yo seré la acusada. Para eso he tenido que hacer algo
que induzca a alguien a denunciarme o a la policía a detenerme. Aquí en clase,
alguno de vosotros, los que actuaréis como testigos, me habéis visto antes. De
hecho habéis escrito brevemente lo que visteis. Tanto la defensa como la
acusación tienen una copia para que estén informados. Durante un ratito los dos
van a leerse esos documentos. Luego, cada uno expondrá lo sucedido. La fiscal,
esta niña tan bien vestida que está aquí.- Sonrió dirigiéndose a esa cría.-
¿Cómo te llamas?
-Agnes Winslow, encantada.- Repuso
rápida y educadamente ella valorando a la propia Kerria con la mirada.-
-Muy bien, Agnes. Tú me vas a acusar.
Pero debo decirte que la fiscalía también tiene la función de sopesar bien las
pruebas y si encontrase algo que me exculpase, tendría la obligación de ponerlo
en conocimiento del juez y del jurado.
-Sí, lo sé.- Afirmó la niña con un
tonillo algo autosuficiente.-
-Estupendo.- Asintió Kerria, mirando
ahora a su hijo para afirmar.- Y tú,
Brian, tienes que hacer lo mismo, pero si vieras que hay indicios de que pueda
ser culpable, no tienes la obligación de hacerlos públicos.
-¿No hay que decir siempre la verdad?-
Se sorprendió el pequeño, y con él, todos los de su clase.-
-Bueno, sí que es conveniente hacerlo
siempre, pero en este caso, como tienes que defenderme, tu obligación es lograr
para mí la mejor sentencia posible. -Le explicó su madre.-
Lo
cierto es que era más complicado de lo que pensó. Tener que matizar esas cosas
ante unos niños tan pequeños no era nada sencillo. Ella siempre le estaba
diciendo a Brian que no se debía mentir y las mentiras y medias verdades eran precisamente
consustanciales a su profesión.
-A veces ni yo misma como adulta puedo
comprenderlo.- Tuvo que admitirse.-
Sin
embargo y con expresión risueña prosiguió con sus instrucciones.
-Todos habéis sido puestos al corriente
de lo que tenéis que hacer. Durante el tiempo que esto dure seréis vosotros
quienes llevaréis todo el proceso. Yo seré sencillamente una más, excepto si
tenéis alguna duda de lo que hacer o si veo algo que haya que corregir. Entonces
saldré por un momento de mi papel y os daré las indicaciones adecuadas. Luego
continuaremos como si nada hubiese pasado. ¿Lo habéis entendido?
La
mayoría asintieron rápidamente con sus cabecitas. La letrada sonrió, agregando.
-Ahora saldré de la clase y cuando el
juez entre y comience con el proceso me llamarán a mí y a mi abogado, junto con la acusación. Nos
sentaremos y empezará el juicio.
Así
sucedió. Kerria abandonó el aula junto con los “ letrados y el juez”. Al fin, pasaron
de nuevo colocándose ceremoniosamente en sus lugares. Después aquel niño, Simón,
entró al ser anunciado por el señor Ross.
-Todos en pie, preside el honorable Juez
Simón Liesenthal.
El
resto de los pequeños, jurado y testigos, se levantaron. Antes de comenzar su profesor les había
comentado que el respeto al juez era fundamental, dado que él representaba a la
justicia. Al fin, el crío en cuestión, sentándose de forma muy protocolaria,
dio dos golpes con un martillo de goma que había en su pupitre, el resto de los
presentes volvió a sentarse y Simón ordenó.
-Que vengan los abogados.
Y
tanto Brian como Agnes se aproximaron a él. El
pequeño juez les preguntó.
-¿Habéis llegado a un acuerdo?.
Kerria
carraspeó, indicando con tono suave.
-Su Señoría, debe tratar de usted a los
letrados, del mismo modo que ellos deberán hacer entre sí y con su persona.
-Vale.- Se azoró un poco el niño,
repitiendo la pregunta. - ¿Han llegado a un acuerdo?
-No señor...Señoría.- Corrigió enseguida
Agnes.-
-No Señoría.- Repitió Brian.-
-Muy bien, pues…- Dudó un poco Simón,
para finalmente recordar.- Pues vamos a empezar el juicio. Primero tienen que
acusar a la señora Malden. Le toca a Agnes, digo a la señora Winslow.- matizó
demostrando haberse tomado en serio las recomendaciones de Kerria.-
Ésta
no pudo evitar sonreír, esos críos estaban muy monos tratando de actuar como
personas mayores. ¡Ojalá los juicios de verdad fueran como este!. Aunque antes
le indicó al bisoño juez en tanto ambos “ letrados” retornaban a sus asientos.
-Señoría, tiene usted que preguntarme
como me declaro.
-Eso es en San Valentín.- Comentó un
niño del jurado. Añadiendo con interés.- Mi papá me lo dijo, se declaró a mi
mamá ahí.
-¡En este caso es otra cosa distinta! -
Se rio Kerria sin poder evitarlo.-
Y es que se imaginaba
a algunos de sus colegas declarándose de ese modo ante algunos jueces y no
podía evitar troncharse. Ahora los críos la observaban y se reían a su vez. Incluso un risueño señor Ross, le
preguntó, de modo formal, eso sí, al estar en ese juicio.
-¿Está usted bien? Quiere que paremos un
momento.
Echándose
una mano al abdomen y tapándose la boca con la otra, la aludida movió la
cabeza. Al fin se dominó para replicar con jovialidad.
-Esto perfectamente. Veréis. - Se
dirigió a la clase para esclarecer aquella divertida confusión.- Tengo que
decir si me considero culpable o inocente.
Una
tal Mandy levantó la mano haciendo que Brian se tapara los ojos con la suya, al
temerse algunos de los comentarios de los que esa niña solía hacer gala.
-Perdone.- Intervino en efecto la cría
con tono de irritante obviedad.- Pero todos los acusados se declararán
inocentes siempre. No querrán que les castiguen.
-Bueno. No siempre.- La rectificó afablemente
su interlocutora que pasó a explicar.- A veces, si las pruebas y los
testimonios en contra son demasiados pueden declararse culpables y negociar una
rebaja en el castigo que les impongan. Decir que se es inocente cuando lo más
seguro es que te condenen implica que las penas serán mayores. Y si hay cargos
distintos en una acusación me puedo declarar inocente de algunos o culpable de
otros, depende.
-Es como jugártela y que te salga mal.-
Intervino agudamente un tal Conner, un crío pelirrojo y delgadito.-
-Algo así.- Concedió Kerria, quien
recordó a Simón una vez más.- Pues su señoría me tiene que preguntar. Antes de
poder comenzar.
-Vale, ¿Cómo se llama? , digo, ¿Cómo se
declara?- Rectificó éste algo azorado.-
-De comer gominolas sin permiso me
declaro inocente, señoría. Y no culpable de comer buñuelos. - Sonrió la acusada
en tanto posaba una afectuosa mano sobre el hombro izquierdo de su hijo, para
remachar.- Confío en mi defensa. Y ahora le toca a la fiscal empezar…
-Que empiece la fiscal. – Secundó
Simón.-
-Con permiso.- Pidió Agnes quien,
esperando durante unos segundos para que la atención e todos se centrase en
ella, carraspeó dos veces y por fin comenzó.- Damas y caballeros, jurado y
señor juez, profesor y todos los demás…- hizo memoria y expuso.- La señora
Malden está acusada de comerse un montón de buñuelos y algunas gominolas. Demostraré
que ese comportamiento tan glotón no es aceptable en alguien de su edad.
-¿De mi edad? - Se preguntó mentalmente
Kerria, moviendo levemente la cabeza.- ¿Cuántos años se creerá esta repipi que
tengo?
De
hecho, estaba a punto de cumplir treinta y dos. Era muy joven todavía, aunque
quizás, a los ojos de unos niños tan pequeños, esa era una edad realmente
avanzada, se dijo divertida. Y además, con ese blazer azul marino que llevaba
con falda a juego, rematando el conjunto por zapatos negros de tacón medio,
incluso daba la impresión de ser mayor. Menos mal que por esta vez se había
dejado su informal trenza en lugar de recogerse el cabello en un moño como a
veces hacía cuando tenía un juicio.
-Muchas gracias.- Terminó esa mocosa.-
Turno
de Brian, quien algo nervioso, se adelantó ahora para decir.
-Hola, señores y señoras del jurado. Soy
Brian Malden, defiendo a mi mamá Ky…-Pudo balbucir.-
Algo
enternecida y preocupada por su hijo, Kerria le susurró con afectuoso tono para
corregirle.
-Soy tu cliente…
-Eso, mi cliente.- Afirmó el crio,
repitiendo ahora.- Mamá Ky…
Algunos
niños se rieron un poco, Simón enseguida dio con el mazo y dijo esa frase que
había escuchado en las películas.
-¡Orden en la sala!
Tras
unos instantes para tranquilizarse, una vez se callaron todos, Brian continuó.
-Demostraré que mi madre, bueno, la
señora Malden…no es culpable de nada de lo que la acusación dice.
Y
tras eso, sintiéndose algo tonto, se sentó. Entonces el juez le indicó a Agnes.
-La fiscala puede empezar.
Aquella
pequeña fiel al guion se levantó. Y llamó a su primer testigo.
-Llamo a declaran a Jaqueline Chou.
Una
niña de rasgos orientales se acercó y otro pequeño, ejerciendo de alguacil, le
preguntó.
-¿Jura decir la verdad sin cruzar los
dedos?
-Sí.- Afirmó cándidamente la niña que
separó los dedos de sus manos cuanto pudo para demostrar sus palabras.-
Kerria
se tapó la boca para no reírse, aquello era realmente cómico. ¡Sin cruzar los
dedos! Aunque enseguida puso un gesto más serio para escuchar a la acusadora
que le preguntó a esa cría.
-¿Qué vio usted esta mañana de coches?.
Digo de autos…- Se corrigió enseguida poniéndose algo colorada.-
Ahora
sí que la adulta acusada sonrió ampliamente sin poderlo evitar. Jacqueline entonces
respondió, con tono entre serio y algo cohibido.
-Pues vi a la señora Malden, la mamá de
Brian.- Aclaró, aunque era bastante obvio.- Comerse unas gominolas.
-¿Y algo más?- Inquirió la fiscal.-
-Sí, bueno, luego se comió unas
galletas.- Completó la cría.-
-Muchas gracias, no hay más preguntas.-
Replicó Agnes.-
Durante
la declaración de la testigo, Brian parecía estar muy nervioso, quizás le
pesara su dubitativo comienzo. Al fin le tocó a él cuando oyó al juez.
-¿La defensa quiere preguntar?
-Sí señoría.- Musitó el niño.-
Antes
de levantarse, Kerria sostuvo afectuosamente la mano de su hijo y le susurró
con cariño.
-Tranquilo.
Brian
asintió rápidamente, aunque muy calmado el pobre no parecía. De todos modos se
aproximó preguntando.
-¿Vio a mi cliente comerse todo eso?
-Sí.- Repuso rápida y contundentemente
su testigo.-
Ahora
la madre del abogado defensor suspiró con una leve sonrisa. ¡Si es lo esa cría acababa de decir! Quizás Brian tuviera algo
pensado. El niño no obstante, agregó…
-Entonces. ¿Está segura, señora testigo?
-Claro Brian, no soy tonta.- Alegó esa
cría que parecía empezar a molestarse.-
-Vale, pues no hay más preguntas.- Dijo
el niño algo azorado.-
En
cuanto esa niña se levantó abandonando el sitio reservado a los testigos y
Brian retornó a su puesto, su madre le cuchicheó.
-Pide un receso, hijo…
-No tengo hambre, mami Ky. Y no hacen
recesos de esos aquí. - Contestó el perplejo niño.-
Ahora
Kerria sí que fue incapaz de no reírse. Moviendo la cabeza divertida, le
aclaró.
-Un descanso, me refiero a que pidas una
pausa. Cariño.
El
aludido al fin entendió, levantando la mano como solía hacerse en clase, esperó
a que el señor Ross le preguntase.
-¿Qué sucede, Brian?
-¿Puedo pedir un descanso?- Inquirió
él.-
Su
maestro, mirando al niño que hacía de juez, le respondió.
-Eso lo tiene que dictaminar su Señoría.
A
lo que Simón dijo entonces con tono solemne y dándole una vez más al mazo, cosa
que le gustaba especialmente.
-Tendremos un descanso de cinco minutos,
bueno, mejor de diez por si queréis ir al baño.
Muchos
pequeños asintieron, aliviados ante esa posibilidad. Por su parte Brian y su
madre fueron a un apartado rincón de la clase, el pobre crío estaba algo
desanimado lamentándose.
-Lo he hecho muy mal, perdona mami Ky.
-¡Qué va, cariño!- Le sonrió
animosamente ella, admitiendo con genuina sinceridad.- Esto es muy interesante
y lo estoy pasando muy bien.
Y es que era una
ruptura de la rutina realmente entretenida y original. Le quitaba la tensión de
su trabajo y la sustituía por esas simpáticas anécdotas de los críos diciendo
aquellas cosas tan raras o confundiéndose con los términos legales que les
sonaban a chino. Y lo más importante para Kerria era que deseaba pasar más
tiempo con Brian, y sobre todo, tiempo de calidad, se dio cuenta de eso cuando
sus padres lo intentaban con ella, y luego más aun, al descubrir las
obligaciones que tenían.
-Ahora que estoy en el lugar de mis
padres los comprendo muy bien.- Pensaba entre reconocida y algo culpablemente.-
Aparte de sus trabajos, tenían su obligación de luchar por el bien y de ayudar
al planeta en tantas batallas. Y a pesar de todo, siempre sacaban tiempo para
estar con mi hermano Leval y conmigo.
Por todo ello, el
resultado de ese juicio era lo de menos, claro está, pero tampoco quería que su
pobre niño pasara por algún tipo de trauma. Y es que el crio le comentó, con
algo de vergüenza.
-¡Jo!, he dicho muchas tonterías, se han
reído de mí.
Su madre movió
lentamente la cabeza y le susurró con cariño pero firmeza.
-Brian, a veces las cosas no nos salen
como deseamos. Nos podemos poner nerviosos o cometer errores, eso es normal,
cielo. A mí también me pasa. No te preocupes, nadie se ha reído de ti.
El
crio pareció quedarse más tranquilo. Su madre le sugirió que fuera al servicio
aprovechando esa pausa, ella hizo lo propio. El señor Ross le indicó el camino
hacia los baños de los profesores. Una vez retornó, el jefe de estudios le dijo
con tinte animado.
-Esto está muy interesante. Por fortuna
pedí permiso a los padres y lo estamos grabando, como trabajo escolar, tal y
como me aconsejaste.
-Me encantará verlo.- Sonrió ella.-
-Como madre que eres de un alumno no
habrá ningún problema.- Convino él.-
Y
dicho eso, ambos volvieron al interior del aula y a sus lugares. Brian ya
estaba allí, mirando algunas de sus notas de la Tablet. Al poco, el juez les
avisó a todos.
-Vamos a continuar. La señora fiscal
puede llamar a otro testigo.
-Llamo a Geoffrey Martinson. – Dijo la
cría.-
Un
niño regordete y con algunas pecas subió al estrado. Tras la promesa de rigor
de decir la verdad sin cruzar los dedos, Agnes le preguntó.
-¿Estaba usted esta mañana a eso de las
nueve en la escuela?
-Si, estaba.- Contestó el niño.-
-¿Vio a la acusada ir hacia la zona del
comedor?
-Sí que la vi.- Convino el testigo.-
-¿Y la vio comer gominolas y algunas
galletas?
-Sí, al menos dos galletas y unas tres
gominolas.- Puntualizó el niño.-
Algunas
risitas se escucharon y una voz de crío se oyó entonces.
-¡Qué bien las has contado!
-¡Te las iba a comer tú, seguro!- Se
burló otro.-
El
pequeño se puso algo colorado, Kerria le hizo una seña al juez para que usara
su mazo, éste no se hizo esperar.
-Orden.- Dijo otra vez, sin tener idea
de qué añadir.-
Aunque
fue Kerria, quien, levantándose y tomando la palabra, afirmó con tono serio.
-Los espectadores deben guardar silencio
mientras interviene cualquiera de los implicados. Si hacen comentarios que no
sean adecuados o que puedan molestar u ofender a alguien el juez les llamará al
orden. Y hasta les podría acusar de desacato. Ese es un delito.
-¿Qué es desacato?- Quiso saber Nora.-
-Es una falta grave.- Y aquí Kerria casi
recitó el manual de derecho para responder.- “Cualquier acto que obstruya la administración de justicia por un
tribunal o que falte al respeto a un tribunal o a su autoridad”.-Enciclopedia
jurídica online.-
La
mayor parte de los pequeños la miraron con la boca abierta, excepto Brian que
sonrió contemplando muy orgulloso a su
mamá Ky. De hecho, su amiguito Kenny López, le hizo sentir realmente bien cuando
exclamó.
-¡Jo!, tu madre sabe un montón…
Ahora
Kerria se sonrió una vez más, ¡parecía recordar sus tiempos de niña en clase! Entonces
no era habitual que ella destacase en esa faceta. Y eso que mala estudiante
nunca fue, pero quizás no se lo tomaba tan seriamente como hubiese debido, al
menos en su adolescencia. En cualquier caso, dejó esos pensamientos de lado, y
añadió, ya con tinte más jovial.
-Es el juez quien deberá valorar si el
desacato puede producirse y advertirá a cualquier persona que esté en riesgo de
cometerlo.
-¿Y si te condenan por eso, qué pasa?-
Quiso saber Agnes, con patente curiosidad.-
-Pues que hasta te pueden mandar a la
cárcel.- Respondió Kerria afirmándolo con patente seriedad ahora. – Por eso no
se deben tolerar burlas contra nadie.
Ella
lo sabía de sobra. Cuando se descubrió su orientación sexual en su instituto
tuvo que afrontar muchas burlas, desprecios e insultos. Eso terminó
terriblemente, con ella siendo abducida por esos sicarios de las fuerzas del
mal, quienes aprovechando toda aquella rabia e impotencia que sufría, la
convirtieron en aquella horrorosa Devilish Lady. Y es que por muchos años que
hubiesen transcurrido desde aquello, Kerria era incapaz de olvidarlo. Hizo
cosas espantosas y el mero pensamiento de ello, estando ahí, junto a su hijo y
los otros niños, le producía una gran vergüenza y desazón. Sin contar todos los
casos de acoso, insultos y hostigamiento a personas tanto del colectivo LGTBI
como fuera del mismo, que había tenido que llevar en su carrera como abogada.
Por eso mismo, estaba decidida por completo a evitar cualquier atisbo de
bullying o descalificaciones durante esta simulación. De modo que remachó.
-No se debe ofender a ninguna persona,
ni prejuzgar a nadie. Esa es una gran falta de educación y puede hacer mucho
daño.
Ahora
los críos se miraron unos a otros entre atónitos e incluso algo amedrentados.
¡Ninguno quería ir a la cárcel! Bueno, si era a una de mentira en la que podías
jugar a escaparte sí. Pero a buen seguro que la mamá de Brian se refería a la
de los mayores, esa con barrotes de verdad. De modo que sería mejor no
arriesgarse. Así pues, una vez reinstaurada la calma, la fiscal le cedió el
turno a su colega el abogado defensor. El niño subió con más decisión ahora.
-Señor testigo.- Le preguntó Brian
a su compañero con el tono más serio que
pudo, al hilo de unas recomendaciones que su madre le diera durante la pausa.-
¿Cómo sabe que a la acusada no le ofrecieron comer esas gominolas y esas
galletas?
-Pues, no lo sé.- Admitió Geoffrey.-
-Entonces, ¿se las podrían haber dado y
ella aceptarlas por educación, verdad?- Inquirió el esforzado defensor pensando que esa era una
de las cosas que a veces le decía su abuela Bertie.-
-Sí.- Musitó tímidamente aquel chaval.-
-Gracias, no tengo que preguntar nada
más.- Afirmó un más que satisfecho Brian.-
Al
sentarse ese niño hubo una breve pausa hasta que se llamase al siguiente
testigo, el abogado regreso junto a su madre y ella le felicitó, exhibiendo una
complacida sonrisa.
-Muy bien cariño, has sembrado la duda
razonable.
-¿Y eso qué es?- Le cuchicheó Brian.-
-Significa que no pueden estar
totalmente seguros de que yo sea culpable. Contamos con la ventaja de mi
presunción de inocencia. Es decir, los acusados siempre son inocentes hasta que
el ministerio fiscal demuestre lo contrario.
-¿Y si te han pillado?- Le preguntó el
crío visiblemente desconcertado.- Entonces eres culpable. ¿No?
- Aun así, el acusado tiene derecho a un
juicio justo en el que se vean todas las pruebas. Porque incluso siendo
culpable podrían existir agravantes o atenuantes, incluso eximentes.- Le
explicó su madre.-
Aquello
pareció marear un poco a Brian. No comprendió bien esas últimas palabras. Eran
demasiadas cosas, su progenitora así lo entrevió, afirmando con suavidad en la
voz.
-Tranquilo, ya te lo iré explicando poco
a poco, hijo. De momento lo estás haciendo muy bien, de verdad.
El
juez tomó entonces la palabra. Al parecer se estaba acabando el tiempo de
clase.
-Vamos a parar hasta mañana, como dijo
el señor Ross.- Informó a todos los presentes.-
Así
pues, tanto los críos como Kerria y el jefe de estudios, se levantaron. Como
iba a ser hora de salir se despidieron volviendo para casa. La abogada pudo
llevarse a su hijo directamente. De camino fueron comentando las incidencias
del proceso.
-Oye mami Ky.- Inquirió el crío.- ¿Qué
pasará si te llaman a ti para que hables?
-¿Para que hable?- Repitió ella,
sonriendo al percatarse.- Para que testifique, cielo.- Le corrigió al niño.-
-Bueno, eso.- Asintió el chico,
comentando.- Si te preguntan si has comido los buñuelos y las gominolas y lo
has hecho, tendrás que decir que sí. Y habremos perdido.
-No necesariamente.- Le comentó su
madre, explicándole.- Puedo no decir toda la verdad.
-Pero tú siempre dices que no se debe
mentir.- Objetó el perplejo crío.-
Kerria
suspiró, en tanto miraba de reojo a sus manos en el volante tras parar ante un
semáforo. Quizás no tuvo que haber dicho eso. En fin, Ahora tendría que salir
de aquel lío. De modo que, con tinte reflexivo, intentó matizar.
-No he dicho que fuera a mentir. Pero no
tengo porque decir toda la verdad.
-¿Eso no es una cosa mala?. Los testigos
tiene que decir la verdad. Se les pregunta cuando juran. - Le recordó Brian.-
-Sí, claro, los testigos sí, hijo. Pero
un acusado tiene derecho incluso a mentir para defenderse. Es labor del juez y
del jurado dictaminar si dice la verdad o no. Y obligación de la acusación el
descubrirlo.
-Entonces, si yo algún día hago algo
malo podré mentir.- Afirmó el pequeño que parecía contento con esa idea.-
-De eso nada, jovencito.- Se apresuró a
negar su madre, agregando.- Por dos razones. Primero porque en casa no estás en
un juicio, segundo porque la verdad al final siempre acaba saliendo a la luz.
Tras
esas palabras hubo un silencio de algunos segundos. Brian pensaba que su mamá
Ky debía de ser muy lista.
-Seguro que se sabe todas las mentiras.
Estando todos los días con acusados.- Pensó algo amilanado.- Mejor no intentar
engañarla, me pillaría.
Y
llegaron a casa, tras abrir con su mando a
distancia la verja de la entrada y la puerta del garaje, Kerria
introdujo el vehículo en ese aparcamiento familiar. Al detenerlo le indicó a
Brian, quien evidentemente iba detrás.
-Cariño, ya te puedes quitar el cinturón
y salir.
El niño obedeció,
como solía hacer, con rapidez, al menos en esto. Estaba deseando contarles a
los abuelos lo que había pasado y también tenía mucha hambre. Enseguida corrió
al interior de la casa trasponiendo la puerta que separaba el garaje de un pasillo
interior que daba al recibidor. Su madre le siguió a pocos metros, tras cerrar
el vehículo y comprobar que no se habían dejado nada dentro.
-Abuela Bertie, abuelo Roy.- Exclamó el
crío según entró en la cocina.-
-¡Vaya, hola Brian! – Sonrió su abuelo,
que estaba precisamente allí.- ¿Qué tal ha ido?
-Muy bien, bueno, no sé si vamos ganando
o no.- Admitió el muchachito.-
En
eso que Kerria entró también a la estancia, sonriente al oír ese comentario,
saludó jovialmente.
-¡Hola mamá, hola papá! Digamos que, por
ahora, la cosa va en empate.
No
hubo tiempo a hacer más comentarios, fue Bertie quien intervino a renglón
seguido saludando.
-Hola, ¿qué tal os ha ido el día?
-No ha estado mal. Una experiencia muy
interesante pero ahora toca descansar. Hasta mañana no tenemos que proseguir
con la vista.- Comentó Kerria.-
Brian
la miró sin comprender. ¿Se suponía que hasta mañana no iban a poder mirar? Eso
hizo reír a todos y su abuelo le aclaró.
-A los juicios también se les llaman
así, porque se ve el caso, en el sentido de averiguar si el acusado es o no
culpable.
Su
hija iba a precisar algo cuando su teléfono móvil sonó. Enseguida lo atendió.
-¿Diga? Sí, buenas tardes Sebastián. Sí,
muy bien…te hubiera encantado. Sí, mañana tengo que volver a ir. ¿Por
qué?...¿Qué?.. sí, sí… claro.- Exclamó con una mezcla de sorpresa y
preocupación. - ¿Es muy urgente?. Bueno, si mañana me das un par de horas
hablaré con el tutor de mi hijo. No te preocupes…se los daré de tu parte, hasta
mañana…
Y
suspiró cortando la comunicación, ahora tenía las miradas de su familia puestas
en ella.
-¿Qué pasa, hija?- Quiso saber Bertie
observando la expresión de la joven.-
-Nada mamá, era Sebastián.- Musitó ella
sin tener muchas ganas de entrar en eso.-
-Anda cielo, ve a poner la mesa.- Le
pidió Bertie a su nieto, al darse cuenta de ello, añadiendo con un tinte más
desenfadado.- Y que te ayude tu abuelo.
-A la orden, señora.- Replicó Roy
saludando militarmente.- Comentándole a su nieto.- ¿Por cierto, te he contado
que un abuelo mío estuvo en la Segunda Guerra Mundial?
El
crío negó con la cabeza y Roy se alejó con él rumbo al armario en tanto le
contaba algo de aquello. Los varones de la casa se hicieron con algunos platos
y cubiertos y fueron para el comedor. Una vez se marcharon, Kerria le confió a
su madre.
-Tenemos un nuevo caso. Sebastián me ha
llamado para que me ocupe de él. No sé si podré seguir con lo de Brian.
-¿Qué ha pasado? Para que te llame tan
repentinamente la cosa debe de ser seria.- Inquirió su madre.-
-Sí, por desgracia lo es.- Suspiró la
joven letrada, refiriéndole con tono de consternación.- Una chica ha sido
víctima de una violación correctiva.
-¿Qué es una violación correctiva, mama
Ky?- Escucharon entonces preguntar a Brian.-
Las
dos se quedaron tan congeladas como envaradas. El crio había retornado a por
más cubiertos sin que se diesen cuenta. Su abuelo le seguía justo detrás y
también se quedó helado al escuchar eso. Aunque fue rápido en reaccionar.
-Cuando cometes una falta y te corrigen,
como cuando haces pasos en baloncesto.- Improvisó.-
-¡Ah!, seguro que mamá Ky estaba
hablando de los Knicks.- Se rio ahora el crío, comentando algo apenado.- Es que
no ganan nunca…Abuelo, tienes que fichar a mejores jugadores.
-¡Cómo que no, pillastre!- le contestó el
aludido fingiendo un tono reprobatorio.- Llevamos un récord ganador esta
temporada. Vamos directos a Play off. Anda, lleva los cubiertos a la mesa.
Brian
asintió y una vez lo hizo saliendo de allí, Kerria suspiró aliviada
dirigiéndose a su padre con voz queda.
-Gracias papá. No le vi volver.
-De nada hija, anda deja ese tema y
vamos a cenar.- Le pidió Roy, yendo a reunirse con su nieto en tanto llevaba
los platos que restaban. –
Aunque
antes de ir, Bertie comentó ahora con pesar.
-¡Qué cosa más horrible, pobre chica!
-Sebastián no ha sido demasiado
explícito, pero al parecer, ha debido de ser obra de algunos de esos fanáticos
de la Nueva Congregación para la fe. Al menos eso se sospecha. La muchacha
volvía a casa, tras una cita con otra chica. La siguieron y la llevaron a un
callejón…- Relató su hija con visible indignación al sentenciar.- Es un caso
que no puedo rechazar, mamá.
-Lo comprendo.- Convino su
interlocutora, con ese mismo tono de enfado.- Alguien tiene que dar su merecido
a esos canallas.
Tras
unos instantes de reflexión, compadeciéndose de esa pobre chica, Bertie retomó
un tinte más calmado para decir.
-Bueno, no dejemos que eso nos amargue
la noche. Hay que cenar en armonía.
Su
hija asintió, para declarar no sin pesar.
-Sí, solamente espero que mañana pueda
tener tiempo de acudir al colegio. No me lo perdonaría si dejase a Brian sólo.
Tenía muchas ganas de hacer esto con él…Sebastián iba a enviarme los detalles
del caso. Después de cenar los estudiaré para ir ganando tiempo.
-No te agotes demasiado.- Le pidió
Bertie observándola con algo de preocupación.-
-Tranquila mamá, estoy bien, y también
deseando que Sam regrese. Espero que llame pronto a ver qué tal está.
-Pues tan liada como tú.- Sonrió su
interlocutora, animándola ya.- ¡Vamos! Tenemos que preparar algo.
Y
a ello se pusieron, no es que Kerria fuera buena cocinera pero como pinche sí
que se defendía. Al poco llegó su padre quien era realmente el talento
culinario de la casa y la libró de esa tarea, quedándose con su esposa para
preparar la cena. Kerria aprovechó para ir a su despacho y mirar esos informes.
Enseguida los descargó de la nube segura en donde Sebastián los había dejado.
Iba a empezar a leerlos cuando Brian entró.
-Mami Ky. ¿Tienes que trabajar más?- Le
preguntó.-
-Sí cariño.- Admitió resignadamente ella.-
El
niño la miró diríase que admirado, sonrió entonces y le comentó para sorpresa y
agrado de ella.
-Ahora sé porque trabajas tanto. Es muy
difícil defender bien a alguien y tienes que estudiar mucho.
-Así es, tesoro. Hay que hacerlo muy
bien.- Convino su madre explicándole.- Cuando defiendes a alguien o le representas
como acusación puedes llegar a tener su futuro en tus manos. No puedes hacer
las cosas mal o a medias. Una persona y a veces también su familia dependen de ti.
-¡Seguro que tú ganarás, eres la mejor
abogada del mundo!.- La animó entusiásticamente el niño.-
Kerria
se levantó y le dio un afectuoso abrazo. Tras mesarle el pelo y darle un beso
en una mejilla, le susurró con cariño maternal.
-Bueno, ya no estoy tan segura de eso,
ahora que te tengo como competencia.
Su
pequeño contertulio sonrió, le ponía muy contento que su mamá pensase así. La
propia abogada se sentía muy orgullosa viendo como se tomaba interés por ayudar
a otros y le contó algunas cosas más. Tras un ratito charlando con su pequeño,
Kerria le pidió que la dejase trabajar un poco antes de la cena. El niño así lo
hizo. Después, todos juntos tomaron la ensalada y la pasta que habían preparado
los abuelos. Estaban a medias cuando
llamó el video teléfono. Era Samantha
-Hola. ¿Qué tal estáis todos?- Saludó la
publicista con gesto sonriente.-
-¡Mami Sam!- Se alegró Brian en cuanto
la vio. –
-¿Cómo va el juicio, cielo?- Quiso saber
la interpelada.-
-Por ahora estamos con los testigos.- Le
comentó el niño algo inquieto al señalar.- Y esa empollona de Agnes les
pregunta cosas muy interesantes.
-Pero Brian lo está haciendo muy bien.- Terció
afablemente Kerria preguntándole a su esposa. -¿Y tú qué tal estás?
-Pues he tenido un par de reuniones y me
toca visitar a dos clientes. Muy cansada, pero contenta. Todo va bien.- Afirmó
ésta.-
-Espero que puedas volver pronto, Sam.-
Le deseó Bertie.-
-Sí, hicimos más buñuelos.- Le informó
Roy.-
-¡Ja, ja!. Me gustaría estar allí.-
Declaró la publicista.- Pero no me tientes, que luego me cuesta mucho quemar
tantas calorías…
Kerria
se sonrió mirando a su esposa de una forma muy reveladora. A ella se le ocurría
una forma estupenda para hacer eso. Sam debió de percatarse dado que sonrió
también, aunque claro, delante de los demás y particularmente de su hijo, no
iban a ser más explícitas.
-Bien, pues os dejo entonces. Tendréis
mucho que preparar para mañana.- Sonrió la publicista.-
Si
a Samantha le extrañó ver el gesto serio de su esposa al decir aquello, desde
luego que no lo comentó. Se despidió de su familia volviendo a sus ocupaciones.
Al cortar la conexión, Bertie le dijo a su nieto.
-Pues tendrás que irte a la cama pronto.
Que mañana tendrás que estar bien descansado.
-Sí abuela.- Asintió el niño, alegando
con entusiasmo.- Me voy a mi cuarto a estudiar los documentos como mami Ky.
Y
tras dar a todos besos de buenas noches allá que corrió. Roy se rio entre
divertido y muy orgullo al ver así a su nieto, aunque su esposa y su hija, en
cambio apenas si sonrieron fugazmente. Una vez se hubo ido el crio, él les
preguntó.
-¿Qué os pasa?
Kerria
le puso al tanto, Roy suspiró con pesar, comentando…
-¡Vaya! Al pobre Brian le va a dar mucha
pena…
-No quiero decepcionarle, papá. El pobre
está esforzándose muchísimo.- Comentó la consternada abogada, añadiendo con
pesar.- Pero Sebastián me ha enviado un WhatsApp un poco antes de la cena.
Insiste en que vaya mañana a primera hora al bufete. Esa chica va a estar allí.
No podré ir con Brian.
Era
una verdadera lástima. Aunque tras unos segundos de cavilación fue Beruche la
que discurrió.
-Podría ir yo con él. ¿Y si me llamase a
mí como testigo?. Diremos que la acusada se ha puesto enferma y.. que yo sepa,
te pueden juzgar en ausencia, ¿no? Podrían simular eso también.
-Normalmente no, pero hay algunos casos
como eso, es posible. – Replicó su hija, añadiendo con perspicacia.- Seguro que
ya has pensado en algo.
-Sí cariño. No te preocupes. Ya verás
como Brian estará contento. Y tranquila, no estaremos solos. - Le aseguró
Bertie.-
Y
una vez acordaron los pasos a seguir se retiraron a descansar. A la mañana siguiente, en efecto,
Kerria tuvo que salir temprano. Fue su abuela quien levantó a Brian y le contó.
-Hoy iré contigo. Tu madre me ha pedido
que sea testigo. La van a juzgar en ausencia para ver cómo se te da.
-¿Yo sólo?- Exclamó el ahora asustado
niño.- Pero, sin mamá Ky, no sé cómo hacerlo.- Objetó apesadumbrado.-
- Tu madre intentará ir luego. Diremos
que esta enferma. Para que legalmente se pueda hacer.- Le explicó su abuela
mostrándole al niño un documento en la Tablet que este tenía para desvelarle.-
Te ha dejado unas instrucciones. Así que
venga, a lavarse, a desayunar y en tanto te llevo al cole las vas estudiando de
camino. Luego quiero que le cuentes todo a ella cuando vaya.
El
niño asintió algo dubitativamente, Bertie sonrió dándole un beso en la frente.
La veterana maestra tenía otra sorpresa, no solamente para su nieto, sino para
el resto de esos críos. Tras decirle adiós a su esposo llevó a su nieto a la
escuela. Fiel a su cometido el pequeño fue leyendo las anotaciones que le había
dejado su mamá Ky. Al llegar ocuparon sus lugares y una vez que Beruche informó
al señor Ross de lo que pasaba, el juicio prosiguió. Turno del abogado de
llamar a su testigo.
-Llamo a declarar a mi abuela Bertie,
bueno a la señora Malden.- Corrigió haciendo sonreír a la interpelada.-
Y
con mucha elegancia Beruche se sentó en una silla para mayores que habían
puesto junto al pupitre del juez. Entonces, tras prometer decir la verdad sin
cruzar los dedos, la divertida profesora escuchó las preguntas de su nieto.
-¿Conoce usted a la acusada?- Quiso
saber recordando las cuestiones que su propia madre le había dejado escritas.-
-Desde que nació.- Sonrió Bertie.-
-¿Se portaba bien de pequeña?
-Claro, era una niña muy buena.- Afirmó
la testigo.-
-¿Solía pedir permiso para comer
galletas?
-Sí, por supuesto.- Convino Bertie.-
-¿Y gominolas?- Inquirió Brian.-
-Bueno, ella prefería y todavía prefiere
las palomitas dulces.- Explicó su interlocutora.-
-Muchas gracias.- Sonrió Brian,
afirmando.- No tengo más preguntas.
Aunque
fue el turno de Agnes, la cría no parecía impresionada. Se dirigió hacia
Beruche que la observaba con curiosidad.
-Díganos señora Malden, como mamá de la
acusada. ¿Alguna vez vio si se portó mal?
-Bueno, sí, claro, como todos los niños
y niñas.- Repuso esta con naturalidad.- Pero era raro.
-¿Y se comió alguna vez alguna galleta
sin preguntar?
-Sí, supongo que sí.- Admitió Bertie.-
Pero solamente cuando era pequeña.
-Entonces, lo podría haber hecho otra
vez. ¿verdad?- Replicó agudamente la cría.-
-No lo sé. Pero ya es mayor para hacer
esas cosas.- Desestimó Beruche.-
-Muchas gracias, señora. No tengo nada
más que preguntar.- Replicó la fiscal.-
Bertie
se levantó dirigiéndose a una silla que
le habían preparado en la zona reservada a los testigos. Brian entonces anunció
a otra testigo que era realmente famosa.
-Llamo a la princesa de Mercurio.
Los
críos miraron a la entrada de la clase con la boca abierta. Vieron entrar a una
mujer de apariencia joven, cabello corto de tonalidad azul oscura, y que vestía
con ropa normal. Una blusa, una falda hasta la rodilla y zapatos de poco tacón.
Muchos se habían esperado que llegase vestida de princesa de cuento o algo así.
Aunque al sentarse en la silla reservada a los testigos y cumplimentar el
ritual de prometer decir la verdad, Brian, siguiendo las indicaciones que tenía
anotadas de su madre, le pidió.
-¿Nos puede decir quién es y cómo se
llama?
-Sí, claro. Me llamo Ami Mizuno, soy
doctora en medicina y princesa de Mercurio.
-¿Y conoce mucho a la acusada?- Quiso
saber Brian, quien asimismo la observaba con admiración.-
-Mucho, es mi ahijada, la he visto
nacer.- Sonrió Ami.-
Ahora
fue el propio señor Ross quien se sorprendió. Sabido era que las princesas
planetarias se mantenían muy jóvenes, y que eso era motivo de polémica para
algunos sectores de la población. De hecho, un rato antes de empezar las clases
por ese día, aquella mujer había llegado presentándose.
-Es un gran honor, alteza.- Pudo decir
el perplejo individuo cuando la vio aparecer.-
-Por favor, nada de formalidades, he
venido de incognito y simplemente como un testigo más.- Respondió afablemente
aquella mujer.- Esperaré fuera hasta que me llamen, no se preocupe.
Y
así lo hizo, ahora Ami estaba allí sentada como si de una mamá más se tratase,
colaborando en una actividad de esos pequeños. Así pues, Brian prosiguió con su
interrogatorio.
-¿Mi mamá Ky se portaba bien? Quiero
decir, era buena y hacía caso de sus padres.
-Claro que sí.- Sonrió Ami.- Era una
niña adorable y se ha convertido en una mujer estupenda. Y una gran mamá,
¿verdad?- Preguntó a su vez.-
Brian
asintió, estaba muy contento de que esa señora tan importante estuviera allí y
que hablase tan bien de su mami Ky. Al fin, lleno de satisfacción, remachó.
-No hay más preguntas.
Fue
Agnes quien, impresionada igualmente, se acercó para querer saber ante todo.
-¿Es usted una princesa de verdad?
-Eso creo.- Asintió la aludida.-
-Ha dicho que era médico también,
¿verdad señora?- Le recordó la cría.-
-Sí. – Convino Ami.-
-¿A qué es malo comer demasiados
buñuelos y gominolas porque luego te duele la barriga?- Inquirió agudamente
Agnes.-
-Claro, hay que comer con moderación.-
Aconsejó la divertida doctora.-
-Entonces la acusada se comió las
gominolas sin moderación.- Concluyó la fiscal.-
-No lo sé, no estaba allí para verla.-
Sonrió Ami.-
-Muchas gracias.- Sonrió Agnes, quien no
dejaba de mirar perpleja a esa increíble señora.-
Ami
asintió despidiéndose de todos los niños, debía irse ya, apenas tenía tiempo en
su apretada agenda. De hecho, cuando su amiga Bertie la llamó el día anterior
tuvo suerte. Justo unas horas antes se había cancelado una reunión que tenía
con la OMS. Ahora sin embargo debía irse. Al salir en efecto se encontró con su
vieja amiga que le dijo.
-Muchas gracias por venir, Ami-chan.
-No hay de qué, te agradezco a ti que me
hayas llamado. Ha sido divertido Bertie-chan. Lástima no ver a Kerria.- Repuso
ésta.-
-Bueno, seguro que, cuando tengas un
rato, podrías pasarte por casa y vernos a todos.- Le propuso afablemente su
interlocutora.-
-Sería estupendo.- Convino la princesa
quien, tras dar dos besos en las mejillas a su amiga, se marchó.-
La
vista concluyó por ese día, aunque antes de irse una nueva niña llegó a la
clase. El señor Ross la introdujo al grupo.
-Esta es Abby Danvers, la acaban de
trasladar. Espero que todos la recibáis amablemente.
El
resto de los críos asintió. La pequeña, de tez morena y pelo rizado saludó tímidamente.
-Hola…
-Bueno, ahora tendrás que integrarte en
algún grupo de este juicio que estamos celebrando.- Le comentó su tutor.-
Sin
embargo eso era ya muy difícil, todo
estaba ya trazado y la cría no podía ser testigo ni jurado. Fue Brian quien, amablemente,
le ofreció.
-Podría estar en la defensa conmigo.
-Me parece una estupenda idea.- Asintió
su tutor.-
Así
que Abby tomó asiento al lado del niño,
el resto del tiempo antes de irse, Brian le pudo contar un poco de qué
iba todo aquello.
-Podríamos vernos mañana un poco antes a
ver que se nos ocurre. ¿Quieres? - Le propuso amablemente Brian.-
-Bueno, no sé..- Musitó la cría con
apuro en la voz.-
Bertie estaba cerca
de su nieto y de aquella niña. Tenía la suficiente experiencia como para saber
que algo no acababa de ir bien.
-Trasladada de repente y con ese miedo.
Podría ser que es tímida para con la gente que no conoce o algo peor.-
Reflexionó.-
Aprovechó para aproximarse de modo jovial a los niños y
saludar.
-Hola. Soy la abuela de Brian. ¿Y tú?...
-Hola, me llamo Abby.- Casi susurró la
cría apenas enfrentado su mirada a la de ella.-
-Me parece que mi nieto ha tenido una
buena idea. Podríais quedar antes, para eso quizás tengas que pedirle permiso a
tus papás.
Ahora
la cría no respondió, miraba hacia el suelo con evidente gesto de tristeza. El
propio Brian , sorprendido, le preguntó.
-¿Te pasa algo?
La
aludida movió la cabeza, pero estaba claro que algo le sucedía. Beruche le
pidió a su nieto que esperase junto a su compañera y se dirigió hacia el señor
Ross. En cuanto pudo abordarle sin críos cerca, preguntó al jefe de estudios.
-¿Le ocurre algo a esa niña nueva?. No
la veo precisamente contenta.
-La acaban de enviar aquí desde
servicios sociales. La esperábamos desde hace unos días. - Le desveló el
cariacontecido tutor.-
-¡Vaya! Pobre, mi nieto le pidió quedar
antes para ponerla al corriente del caso. Y yo, ¡tonta de mí!, le propuse que
pudiera permiso a sus padres…- Suspiró Bertie.-
-Por ahora está a la espera de ser
enviada a una familia de acogida.- Le comentó Ross.-
Su
interlocutora estuvo cavilando por unos instantes y entonces propuso, dejando
atónito al tutor de los críos.
-¿Podría venir con nosotros? Me refiero
a mi casa, hasta que formalicen los trámites.
-Eso no está en mi mano, señora Malden.
-Opuso aquel tipo pareciendo un poco apurado.-
-Ya lo sé. Llamaré a mi hija, ella es
abogado como usted ya sabe. Quizás si contacta con los servicios sociales y
pide permiso…
-Como usted quiera.- Concedió Ross sin
mucha esperanza en ello.-
Bertie
fue rápida, enseguida marcó el número del despacho de Kerria, con suerte
estaría aun allí. Y en efecto, a los pocos tonos ésta le respondió.
-Bufete Koen-Zerol. Al habla Kerria
Malden.
-Soy yo, hija.- La saludó Bertie.-
-¡Ah, sí!, perdona mamá, ni me fijé en
el número entrante de la llamada.- Se disculpó su contertulia.-
Y
es que el día había sido duro. Tuvo que asistir a esa pobre chica a la que
habían violado de una forma cruel y horrible, echándole en cara su orientación
sexual. Y lo peor es que por lo que ella le contó, parecía que uno de los
culpables pertenecía incluso a su propia familia. Esa desgraciada tenía un
terrible dilema. No sabía si mantener la denuncia e ir a juicio, a sabiendas de
que su entorno la rechazaría por ello.
-Es muy injusto e inmoral.- Pensaba la
abogada.- Esa pobre muchacha ha sufrido un infierno y ahora, encima, parece que
la culpable fuese ella.
De
modo que, preparando la acusación formal y tras tratar de convencerla para que
la presentase en un juicio, el tiempo le había pasado volando. Esa desgraciada
no sabía qué hacer y quedaron en verse otro día. Después de aquello y de
ponerse al día en otros casos pendientes Kerria se percató de que ya era la hora de
salir para su hijo. Sabía que su madre se ocupaba de él y eso la tranquilizaba.
Aunque ahora, tras escuchar lo que ésta le contó acerca de la situación de esa cría, se tomó unos
instantes para meditar y repuso.
-Sí, Ross me comentó algo el otro día.
Pero no estaba muy seguro de si le iban a enviar a esa cría a su escuela. No he
tenido tiempo de ocuparme de eso por el caso que me han encomendado. Ese de
ayer.- Aclaró la joven letrada con pesar, agregando ahora con más optimismo.-
Pero podría llamar a los servicios sociales y pedirles un permiso de custodia
temporal. Hasta que ellos mismos encuentren una familia. Alegaré que es
compañera de colegio de mi hijo y que tienen que hacer un trabajo juntos. Será
como si sus padres le dieran permiso para venir a nuestra casa.
Sin
embargo ella sabía que no era tan sencillo, pero conocía a algunas personas en
esos mismos servicios sociales, a los que, en calidad de abogada, había echado
una mano a veces. Contaba con que le devolverían el favor sin mayor problema.
-¿Quién tiene ahora mismo la
responsabilidad sobre esa cría? ¿El señor Ross?- Inquirió la letrada.-
-Sí, en tanto esté en el centro
educativo.- Le comentó Bertie.-
-Pues esperad un poco sin marcharos
todavía, voy a hacer un par de llamadas y te cuento.- Replicó su hija.-
En
eso quedaron y Beruche se dirigió hacia los niños. El resto ya se habían
marchado.
-Mira Brian. He hablado con tu mamá Ky
para que pida permiso y que dejen venirse a Abby a casa. ¿Qué te parece?
-¡Genial!.- Exclamó el pequeño.-
Aunque
ahora, tras dejar pasar unos instantes, la veterana profesora miró
afectuosamente a esa pequeña y le susurró con calidez.
-¿Y tú que dices? ¿Te gustaría venir a
nuestra casa a preparar el caso?
-No sé, supongo.- Musitó la niña apenas
devolviéndole la mirada.-
-Vamos a esperar un poquito aquí.- Les
pidió Bertie a los dos críos.-
Y
no fue mucho desde luego, a los diez minutos Kerria envió un WhatsApp a su
madre informándo de que podía llevar a esa niña a casa. Muy contenta por ello,
Beruche se lo dijo a los dos pequeños y ambos fueron al coche. Tras asegurar a
Abby atrás con el cinturón y poner a Brian en su silla bien sujeto a su vez, la
profesora condujo a casa. Esa niña iba muy callada observando el recorrido
mientras la abuela y su nieto intercambiaban algunas palabras. Tras unos
treinta minutos llegaron a la urbanización
-Muy bien cariño, creo que hoy hemos
ganado.- Sonrió Beruche en tanto abría la puerta del garaje.-
-Sí, y ahora con Abby se nos ocurrirán
más cosas para ayudar a mamá Ky.- Comentó el satisfecho niño.-
-Tenéis una casa muy grande.- Intervino
al fin la cría en cuestión con visible asombro.-
-Sí, es que vivimos mucha gente.- Le
comentó Brian con total naturalidad.-
Bajaron
del coche una vez Bertie aparcó, la dueña de la casa indicó amablemente a la niña
que la siguiera. Pasaron por la puerta del garaje que comunicaba con esa
pasillo que, a su vez, daba al recibidor.
-Pasa cariño. -Le pidió con dulzura.-
La
cría caminaba despacito mirando perpleja en todas direcciones. Estaba claro que
nunca había visto una mansión como esa. Entonces vio a un hombre muy alto y
fuerte que le sonrió.
-Hola, ¿quién eres tú?- Le preguntó él.-
-Es una compañera. Se llama Abby. - Se
adelantó a responder Brian, antes de que la amedrentada pequeña se atreviese incluso a separar los labios.-
-Pues bienvenida.- Declaró Roy mirando a
esa pequeña que desde luego parecía asustada solamente con mirarle.- No pasa
nada, no tengas miedo.- Le susurró con afabilidad.-
La
chiquilla asintió de forma dubitativa y se dejó conducir dócilmente hasta el
salón. Una vez allí, Bertie le comentó.
-Tenemos una habitación libre, puedes
usarla para quedarte por unos días si quieres.
-¿Voy a vivir aquí?- Inquirió
tímidamente la pequeña.-
-Bueno, por ahora.- Sonrió débilmente su
anfitriona, matizando.- No depende de nosotros.
Desde
luego tener una nieta extra en casa no era algo con lo que hubieran contado.
Además, esa niña tenía una familia y a buen seguro que una solitud formal de
acogida. Supuso que su hija le contaría más cuando retornase. Así, tras ayudar
a la cría a instalarse y darle algo de merendar junto a Brian, aguardaron hasta
que Kerria volvió.
-Hola a todos.- Saludó la abogada al
entrar.-
-¡Hola mamá Ky! - Exclamó Brian
corriendo a su encuentro.-
La
recién llegada se había librado de sus zapatos como era costumbre en ella y
abrazó al crío. Aunque no trató de levantarle en brazos, diciendo algo apurada
aunque asimismo divertida.
-Ya no puedo contigo. ¡Estás muy
grandote!
Y
tras separarse de ese abrazo Brian le presentó enseguida.
-Mira mami, esta es mi amiga Abby.
-Hola, encantada de conocerte.- Sonrió
ampliamente la abogada agachándose un poco para mirarla más de cerca.-
Desde
luego la niña quedó impresionada, esa señora se parecía mucho a la abuela de
Brian, hasta llevaba una trenza como ella. No obstante su pelo no era blanco
sino castaño claro y sus ojos en lugar de azules eran verdes. Como los del
abuelo de su nuevo amiguito.
-Brian. ¿Por qué no le enseñas a Abby tu
cuarto?- Propuso desenfadadamente Bertie.-
El crio asintió con
entusiasmo llevando a la pequeña de la manita. Se alejaron siendo seguidos con
la mirada por los adultos que sonrieron. Al fin, la abogada les comentó a sus
padres a solas, aprovechando que los niños ya jugaban en otra habitación.
-Por lo que he podido averiguar sobre
esa cría, tiene una solicitud para un hogar de acogida, - le confirmó su hija,
agregando.- Está en un buen sitio, zona de clase media-alta. Aunque los
solicitantes se harán cargo de ella en unos pocos días. Una vez esté listo el
papeleo.
-Bueno, hasta entonces puede quedarse
aquí.- Afirmó Roy.-
-Ya, lo malo es que se encariñe con
nosotros, eso no es bueno para una niña tan pequeña. Necesita estabilidad.-
Opuso Bertie quien ahora se planteaba eso no sin preocupación.-
-Lo hecho, hecho está, mamá. -Suspiró Kerria.-
Ahora no podemos enviarla otra vez a asuntos sociales.
-No, ¡claro que no! - Se apresuró a
convenir su madre para aclarar.- No quise decir eso.
Y
tras un leve e incómodo silencio fue Roy quien cambió de tema, fiel a su
costumbre.
-Vamos a cenar, que tengo mucha hambre…
-Llamaré a los niños.- Asintió Bertie.-
Entre
tanto los críos habían estado charlando un poco también. Brian le contó a Abby
de qué iba el caso. La niña suspiró afirmando con cierto pesar.
-A veces, yo también he comido chuches
sin pedir permiso. No sabía que te podían meter en la cárcel por eso.
-No, es sólo un trabajo de clase.- Le
comentó Brian.-
-Pues mis papás han ido a la cárcel. No
sé si será por comerse golosinas.- Titubeó la pequeña.-
-¿De verdad?- Se asombró su interlocutor.-
-Sí, muchas veces no veo a ninguno, como
ahora. Aunque otras estoy solamente con mi mamá o con mi papá.- Le contó la
cría.-
-Vaya, ¡menos mal que ni mi mamá Ky, ni
mi mamá Sam, han ido a la cárcel.- Comentó un aliviado Brian.-
Aunque
ahora fue esa niña quién le observó perpleja para preguntar.
-¿Has dicho mamá Ky y mamá Sam? ¿Es que
tienes dos mamás?
-Sí, las dos están casadas porque se
quieren mucho.- Le explicó su contertulio.-
-¡Qué cosa más rara!- Opinó Abby.-
-No es tan raro, hay más mamás juntas y
también papás. Me lo han dicho.- Replicó Brian algo a la defensiva.-
-¿Y no tienes papá?- Quiso saber la
niña.-
-No, bueno sí, pero hace mucho que no le
veo.- Suspiró el niño, entristecido ahora.-
Lo
cierto es que hacía bastante que no se acordaba de su padre, siendo muy pequeño
creía recordar a un hombre muy simpático que vino a verle. Aunque ya no estaba
seguro. Y menos todavía cuando su interlocutora inquirió.
-¿Está en la cárcel como el mío?.
-¡No!, - Replicó enseguida el crío, pese
a que a los pocos instantes tuvo que admitir con algo de zozobra y pesar. –
Bueno, no lo sé
-¿Y tu otra mamá?- Se interesó Abby,
creyendo intuir.- ¿Es esa otra señora de la trenza que estaba contigo en el
cole? Dijiste que era tu abuela.
-Y es mi abuela Bertie.- Le aclaró el
niño, detallando.- Es la madre de mi mamá Ky.
-¿Y dónde está esa otra mamá tuya?-
Preguntó su invitada.-
-Pues de viaje, tiene que trabajar mucho
fuera.- Le contó Brian quien no tardó en tomar un holo proyector de fotos y
mostrarle una imagen de esa otra mamá suya a su invitada.-
Estaban
los dos juntos. Aquella mujer en cuclillas, pasándole un brazo a Brian por la
cintura, los dos sonreían. Abby pensó que esa señora era también muy guapa,
rubia, de pelo algo rizado que le caía algo por debajo de los hombros, y con
unos ojos azules muy grandes y hermosos. Y por si fuera poco, llevaba un
vestido verde muy bonito.
-¡Jo, que suerte tienes!- Suspiró la
cariacontecida niña.- ¡Si al menos yo tuviera a mis padres conmigo alguna vez!
Su
amiguito la observó no sin cierta pena. Apenas atreviéndose a preguntar.
-¿Les ha pasado algo malo antes? además
de eso de la cárcel…
-No lo sé, pero están mucho tiempo
fuera, dicen que tienen que viajar mucho.- Suspiró Abby con tono desencantado.-
Bueno, eso me contaban antes de que ahora les encerraran en la cárcel.
-No pasa nada.- Replicó enseguida Brian
con una sonrisa aseverando.- Mi mamá Ky y mi mamá Sam, viajan mucho también. Ya
te he dicho que mamá Sam está ahora en otro Estado. Espero que no la hayan metido
en la cárcel, pero no lo creo porque no le van mucho las chuches, sólo le
gustan los vestidos y los zapatos.
-¿Se los come?- preguntó la atónita
niña.-
-No, ¡se los compra y hace colección! -
Rio Brian divertido al imaginarse esa posibilidad tan ridícula.- Tiene
muchísimos, mamá Ky a veces se enfada un poco. Dice que ya no les queda sitio
en el armario. Y no sé, una vez la escuche decirle a mamá Sam que tuvo que
salir ella también del armario para que metiera sus ropas.
-¿Tu madre Ky vivía dentro de un
armario?- Inquirió su contertulia con tono entre perplejo y divertido.-
-No, será una broma, supongo. La gente
no vive en armarios. A lo mejor de pequeña se escondía en alguno. ¡Ja, ja! - Especuló Brian, que lanzó una carcajada para
remachar.- O buscaba una entrada a Narnia…
Eso
animó a Abby, se rio también. Dejando ese tema aparte repasaron un poco del
“caso” y luego jugaron. Al fin escucharon la voz de Bertie llamándoles a cenar.
Fueron raudos dado que tenían mucha hambre. La velada transcurrió sin más
novedades y al cabo de un rato los críos se fueron a dormir. Una vez a solas,
los adultos charlaron un poco de temas más serios.
-¿Qué tal vas con el caso de esa pobre
chica?- Quiso saber Beruche dirigiéndose a su hija.-
- Pues no demasiado bien. La pobre está
destrozada, traumatizada y además, tiene un miedo atroz a que su propia familia
la rechace.- Resumió Kerria con evidente desencanto.-
-Es algo realmente terrible.- Repuso su
madre con el asentimiento de Roy.-
- Si pudiéramos ocuparnos de esos canallas
al estilo de Nuevo Vegeta. Iban a saber lo que es bueno.- Añadió el padre de la
letrada.-
Kerria
no hizo comentario alguno sobre eso, por un lado lo comprendía y muchas veces
así lo sentía, pero su obligación era respetar la ley y conducirse dentro de
sus cauces. Al fin se levantó suspirando
y declaró.
-Voy a repasar un poco más el caso…
-¿El de esa chica?- Inquirió su padre.-
-No.- Sonrió ella esta vez, para
aclarar.- El mío con Brian. El otro se
demorará un poco, hay que localizar evidencias y hacer otras cosas antes de
proseguir. Si es que finalmente mi representada desea continuar. Leeré un poco
lo que mi hijo y su nueva compañera han escrito.
-Muy bien cariño. Hasta mañana.- Le
deseó Beruche.-
-Que duermas bien, hija.- Afirmó Roy.-
La interpelada les
deseó lo mismo y fue a su despacho. No tardó mucho en leerse esas ideas que los
críos había apuntado con toda su ingenuidad y buena voluntad infantil.
-¡Ja, ja! Contar las chuches para saber
si falta alguna…Decírselo al señor Ross. - Leía en voz alta.- Poner un letrero,
“ por favor, no comer”. Ojalá la vida fuese así de sencilla. -Suspiró una vez
más.-
Quizás sí que lo
fuera y los culpables de hacerla tan complicada fuesen los adultos. Al menos
ella recordaba que, siendo niña, le daba la impresión de tener las cosas mucho
más claras Con esos pensamientos se fue a dormir para encarar bien el día
siguiente. En efecto, fue ella la que se ocupó de llevar a los críos al
colegio. Era una mañana como otra cualquiera y por suerte, tendría un par de días
antes de seguir con aquel caso tan duro que le ocupaba. Desde luego agradecía
esa pausa. En eso reflexionaba cuando al llegar con el coche al recinto escolar
no encontró plazas libres.
-¡Vaya un fastidio! - Dijo
resignadamente.-
-Tendrás que salir, mami Ky.- Le indicó
Brian.-
-Sí cariño.- Admitió ella.-
Y eso hizo, condujo fuera del parking escolar a
la calle. Allí su logró encontrar un sitio. Finalmente aparcó y tras salir del
vehículo y ayudar a los críos a quitarse los cinturones, tomó a ambos uno de
cada mano, y se dirigió a la escuela. Estaba a punto de decirles algo a los
pequeños cuando una voz de hombre, teñida de ironía, hizo alusión a ella desde
el otro lado de la calle, a unos pocos metros.
-¡Ey!, fíjate que mamá tan guapa,
¡guau!.- Exclamó con tono deliberadamente elevado.-
Sin
querer girarse del todo ni pararse, Kerria observó a dos tipos, iban vestidos de modo corriente,
con camisa, pantalones cortos y zapatillas. Uno llevaba un pañuelo en la
cabeza, parecía de origen chicano, el otro era blanco y de pelo moreno corto.
Fue este último quien añadió.
-No creo que sea la madre de esos niños,
está demasiado bien para eso. Será la canguro.
-Pues espero que me cuide a mí también.-
Replicó el otro con un acento que confirmaba la impresión de Kerria.-
Brian
se detuvo mirando a esos dos individuos sin comprender, aunque le hizo gracia.
-Mami Ky, eres tan guapa que se creen
que vienes al colegio con nosotros.
-Eso será, cariño.- Repuso ella con tono
suave y voz baja.-
-Espera.- Le dijo el moreno a su amigo,
sin querer aparentar dirigirse a ella.- Esa chica me suena. ¿No era esa
cantante que ahora es abogada? Ya sabes…
-Sí “wey”, esa mismita es.
-Entonces no creo que nos vaya a hacer
mucho caso, ¿no crees compañero?. Creo que además está casada con una rubia muy
guapa.- Rio el otro quien entonces elevó más la voz.-
Kerria
tuvo un escalofrío en la espina dorsal. Estaba muy claro que esos dos tipejos
no eran unos simples pandilleros idiotas. Estaban demasiado bien informados.
Fue el de aspecto chicano el que agregó, asintiéndole a su amigo y dedicándole
una malévola mirada de reojo a ella y a los críos.
-Tienes toda la razón, compadre. A esa
otra la he visto aquí, con ese niño…
Eso
llamó la atención de Brian más aún y con gesto de asombro le preguntó a su
madre.
-¿Es que les conoces? Ellos saben quiénes
sois tú y mamá Sam.
-No, no hijo, lo que pasa es que he
salido a veces por la televisión.- Se apresuró a responder su apurada madre.-
Será eso.
-Vámonos. Esos señores me dan miedo. -
Intervino Abby con voz trémula. Dedicándoles una mirada de temor a esos dos
tipos.-
Aunque
ninguno de esos sujetos se movía del sitio. No daban impresión tampoco de
querer hacerlo. Sin embargo el moreno, se dirigió a Brian con una voz, y
emulando el corte de unas tijeras con dos dedos le preguntó con sorna…
-¿Qué chaval? ¿haces muchos trabajos
manuales en casa? Apuesto a que tus mamás sí, deben de usar unas buenas
tijeras, ¡ja, ja, ja!…
Kerria
le miró indignada y rabiosa, rechinaba los dientes tratando de contenerse. ¡De
no estar su hijo y esa cría allí, de buena gana les hubiera roto la cara a esos
cerdos! Pero no, debía controlarse. Aquello le daba la impresión de ser una
trampa. Ignoraba con que fin, pero estaba muy claro que no podía permitirse el
lujo de caer en la más mínima provocación y menos delante de los niños.
-Mamá Ky. ¿Por qué dice eso?- Se extrañó
su hijo mirándola ahora con un poco de temor y sorpresa.-
-Deben de ser muy malos en trabajos
manuales, seguro que les han suspendido.- Replicó Kerria forzando una sonrisa,
para agregar con tono algo apremiante.- Vamos, que llegamos tarde al juicio y
eso está muy mal…
Y
los críos la siguieron raudos, agarrados de cada una de sus manos, al fondo se
oían los silbidos de aquellos individuos, quienes sin embargo, no dijeron ni
hicieron nada más. Aliviada, Kerria entró
con los niños en el colegio. Antes de pasar a clase, se dirigió a una de
las profesoras.
-¿Podría llevarles a su aula, por favor?
Tengo que hablar con el señor Ross.
-Por supuesto.- Le sonrió una muchacha
joven bastante más baja que ella, de pelo corto rubio rizado.-
Y
la señorita, a quien Brian reconoció como Miss Kayla, les llevó para allí.
Kerria les sonrió animosamente asegurando que no tardaría. Después se fue
directa al despacho de Ross quien aun estaba allí, antes de ir a clase.
-¿Tienes un momento, antes de que
vayamos con los niños?- Le preguntó la abogada tras tocar a la puerta.-
-Claro. -Asintió él, mirándola con
intriga.- ¿Qué sucede?
Y
es que ahora Kerria lucía su verdadera expresión de malestar. No tardó en
referir aquel desagradable incidente al jefe de estudios. Ross enseguida se
ofreció a llamar a la policía.
-Seguramente ya no estarán. Daban la
impresión de saber bien lo que hacía y lo que decían, para no traspasar ciertos
límites. Pero debo denunciarlo, por si volviesen. Para tener un antecedente de
cara a otro posible incidente.- Comentó ella.-
-¿Y no les conocías de algo? Piensa a
ver.- Le sugirió su interlocutor.-
-No.- Negó ella moviendo la cabeza.- De
nada, pero ellos a mí, sí. Y estaban demasiado bien informados. O eso, es que han vigilado a mi esposa cuando ha
traído a Brian al colegio. No sé que es lo que me inquieta más.- Suspiró ahora
con preocupación.-
-Me ocuparé de dar aviso a la policía
enseguida. Mientras por favor, ve a clase, seguro que los críos estarán
aguardando impacientes.- Le pidió su interlocutor.-
Asintiendo
y deseosa de dejar a un lado ese desagradable incidente, Kerria se encaminó
hasta allí. Los críos estaban charlando entre ellos y jugando. Aunque al verla
llegar corrieron a sus sitios, pensando que el juicio iba a reanudarse
enseguida. La “ acusada” ocupó su lugar y una vez se colocaron todos, les
explicó.
-Hoy es el último día del juicio, niños.
Al menos espero a que de tiempo de concluirlo hoy.
Hubo
un ¡ooh!, generalizado, Kerria sonrió, a los críos les estaba gustando aquello,
de modo que animosamente les dijo.
-Lo estáis haciendo muy bien, tengo
mucha curiosidad por saber qué sentencia me pondréis. Y ya sabéis, si queréis
ser jueces, o fiscales, o abogados defensores cuando seáis mayores, tenéis que
estudiar mucho.
Algunos
asintieron a esas palabras, otros en cambio no parecían tan convencidos. Entre
tanto llegó el señor Ross y tras hacerle un gesto a Kerria se dirigió a sus
alumnos.
-Bueno, ya podemos empezar.
Y
así fue, el juez le dio al mazo con deleite como era su costumbre y llamó a la
fiscal.
-Señorita fiscala.- Le pidió.- ¿Puede
subir aquí arriba?
-Al estrado.- Le apuntó Kerria.-
-Eso. - Confirmó Simón.-
Agnes
asintió subiendo rauda. Al fin, dirigiéndose a todos en la sala, dijo.
-Llamo a la acusada, para que explique
lo de las gominolas, bueno, para que declare.
Y
obedientemente Kerria se puso en pie ocupando la silla destinada a los
testigos. Una vez sentada, uno de los críos le trajo un libro para que jurase.
Al principio la acusada pensó que sería una Biblia o una Constitución, casi no
pudo evitar la risa al ver que en realidad era el cuento de Frozen.
-Es que se parece usted mucho a Elsa,
señora.- Se excusó un colorado Simón.-
-Además, son una reina y una princesa.
Elsa y su hermana Anna. - Añadió Agnes con seriedad.- Es un libro muy
importante
Y
tras reírse un rato, con alguna que otra carcajada secundándola, Kerria
asintió.
-¡Sí, sí que lo es!
Brian
escuchó divertido, además, su mamá Ky le había dicho que un acusado podía
mentir. Y entonces fue la misma testigo la que les recordó a todos.
-En mi caso, no tengo porqué prometer
nada, mi derecho a la defensa incluye el poder mentir o no decir todo lo que sé.
Y es cosa de la fiscal y del juez y el jurado el dictaminar si soy sincera o
no.
-¿Es como las adivinanzas?- Inquirió
Simón.-
-Algo parecido.- Convino Kerria, sin
querer ser más precisa.-
De
todas formas no iba a ponerse a disertar sobre legalismos con esos pobres
críos. Aunque enseguida afirmó.
-En este caso en particular, diré la
verdad. Eso sí os lo prometo, porque no me gustan las mentiras. Aunque sean
para defenderse.
-¡Genial!- Exclamó Agnes.-
Tanto
Ross como Kerria sonrieron ampliamente, era muy refrescante ver esa inocencia
infantil.
-Si todos los juicios fueran como este,
el mundo sería un sitio mucho mejor.- Pensó una vez más la abogada.-
Aunque
tuvo que centrarse en su pequeña cuestora, quien, sin dar más tregua, pasó a
inquirir.
-¿Cómo se llama usted?. Bueno, ya lo
sabemos, pero aquí dice que tengo que preguntárselo.- Indicó mostrando una
agenda en la que llevaba apuntadas algunas cosas acerca del procedimiento.-
-Me parece muy bien.- Asintió la
acusada, quien sonriente, respondió.- Me llamo Kerria Lorein Malden.
-¿Y lo de mamá Ky?- Preguntó la fiscal,
casi más por curiosidad que mor por de su obligación, recordando.- Mi papá dijo
que eso es un alias, ¿Qué es un alias?.
-Es un apodo cariñoso por el que mi hijo
me llama.- Le explicó su contertulia moviendo levemente la cabeza ante tal
aseveración de esa cría.- Un alias es otra manera de llamar a alguien, pero
tiene una connotación negativa, suelen usarlo los delincuentes. Yo prefiero
decir que Ky es un apodo o un mote. Me lo puso mi hermano mayor, cuando los dos
éramos niños.
-Ese es mi tío Leval.- Le susurró Brian
a Abby en tanto escuchaban el interrogatorio.- Vive en Bios.
-Vale.- Convino Agnes entre tanto.-
Ahora, por favor, ¿me podría decir si comió usted gominolas cuando llegó al
colegio hace tres días?
-Sí.-Admitió Kerria, aclarando.- Me las
ofrecieron y me pareció descortés rehusar.
-Entonces se declara culpable.- Repuso
agudamente la cría.-
-No, de las gominolas me declaro
inocente, y de los buñuelos no culpable.- Matizó Kerria.- Ya lo dije al
principio.
La
niña la miró extrañada y miró asimismo al juez, aunque Simón se encogió de
hombros para decir.
-Eso quiere decir que dice que es
inocente de todo.
-No del todo.- Le corrigió la acusada.-
-¿Cuál es la diferencia?- Quiso saber el
bisoño juez.-
-Verá, su Señoría.- Repuso la letrada
extendiendo su explicación a todos los demás presentes.- Ser inocente es probar
más allá de toda duda que el acusado no ha cometido el delito que le imputa.-
Kerria se detuvo en su exposición, al ver las caras perplejas de los críos y
les aclaró.- Quiero decir, de lo que me acusan. En tanto que no culpable quiere
decir que hay algunas pruebas de que haya podido cometer ese delito pero no son
suficientes para demostrarlo del todo. O bien que exista algún atenuante.
-¿Qué es un atenuante?- Preguntó una
niña del jurado.-
-Una especie de justificación o de
excusa.- Le respondió afablemente la letrada.- En tal circunstancia el caso
puede quedar sobreseído. Es decir, el acusado quedaría libre.
Un
murmullo de confusión y asombro recorrió al clase. Brian miraba a su mamá Ky
cada vez con más admiración. ¡Sí que sabía de todo!. Tendría que estudiar mucho
para ser como ella. Por su parte Abby la observaba con un poso de tristeza. Parecía
querer decir algo pero no se atrevía. Finalmente optó por no intentarlo dado
que el cuestionario de la acusación se reanudó.
-Entonces es verdad que se las comió.-
Insistió Agnes.-
-Sí, pero mi abogado demostrará que con
las gominolas tuve un motivo.- Alegó Kerria.- Me las ofrecieron.
-¿Y quien fue? ¿Quién se las ofreció?-
Inquirió la cría.-
-Pues, un niño de aquí.- Repuso ella,
tratando de recordar.- No sé si era de esta clase.
-Comprendo.- Se sonrió la pequeña fiscal
para replicar.- No sabe quién. Entonces no puede demostrar que se las
ofrecieran.- Remachó mirando su libretita de notas.-
Al
parecer esa mocosa repipi había hecho los deberes, eso pensó la divertida
abogada. No estaba nada mal para alguien tan pequeña.
-Esta promete como futura juez del
Supremo.- Pensó no sin algo de ternura, para acto seguido exponer.- No, pero no
soy yo quien debe demostrar que soy inocente, sino usted como fiscal la que
tiene que demostrar que soy culpable. Y como ya dije, en caso de tener dudas o
de poder averiguar datos que conduzcan a mi inocencia, es deber de la fiscalía
investigar.
La
niña la miró sin saber qué más decir, apuntó algo en su libretita, al fin le
dijo al juez.
-Ya he terminado de preguntar.
Fue
el turno de Brian. El niño se acercó ahora con gesto más confiado. No en vano
había preparado aquello con su madre el día anterior. Tras pedir permiso al
tribunal, se dirigió a ella para preguntar, obviando eso sí, el tratamiento de
usted.
-¿Es cierto que, como has dicho, te
ofrecieron gominolas?
-Sí, claro.- Afirmó la interpelada.-
-Entonces las comiste por educación y
tenías permiso.- Afirmó Brian.-
-Eso es.- Asintió su madre.-
-Luego no fue culpa tuya si faltaban
esas gominolas.- Concluyó el crio con alivio.-
-Yo creo que no.- Convino Kerria.-
-Pues ya está.- Comentó triunfalmente
Brian.-
Dicho
esto Kerria pudo abandonar la silla de los testigos. Turno de Agnes para sus
conclusiones. La pequeña, siguiendo el guion que le habían escrito se levantó y
mirando hacia el jurado, dijo.
-Bueno, señoras y señores del jurado.
Esta señora dice que le ofrecieron gominolas. Aunque no se acuerda de quién
fue. En ese caso tendríamos que preguntar. Que levante la mano quien haya
sido.- Exigió dirigiéndose ahora a todos sus compañeros.-
Nadie
hizo el menor gesto, tras un momento de total silencio, Agnes retomó su
discurso con un tono más animado.
-Eso quiere decir que la acusada nos ha
engañado.
-¡Protesto!.- Saltó Brian como un
resorte.- Mi mamá Ky dijo que iba a contar la verdad.
-Pero no nos podemos fiar.- Replicó
agudamente Agnes, alegando.- Incluso cuando dijo eso podría haber mentido
porque nos explicó que tenía derecho a hacerlo.
-Pues yo creo a mi madre.- Opuso Brian
molesto ahora.-
Kerria
le tomó de la mano y le sonrió enternecida. Asintió y le susurró entre
conciliadora y cariñosamente.
-No te enfades, tesoro. Agnes ha dado
una buena respuesta.- Admitió la consumada abogada. - Yo misma no lo habría
hecho mejor.
Esa
niña entonces prosiguió su perorata para concluir de un modo más desenfadado
desde luego.
-Pues eso es queso. Si no sabemos quién
le dio permiso podría ser mentira. Y tenemos eso que pasó en su casa con los
buñuelos.- Agregó consultando su libretita para remachar.- Si ya se comió uno
sin permiso, podría haberlo hecho igual ahora.
-¡Vaya!- Suspiró la acusada alabándola.-
Esta pitufa es buena, ha sentado precedente.
-¿Qué ha sentado qué?- Quiso saber Abby,
mirando atónita a esa niña para afirmar.- No veo a nadie en su silla.
La
adulta se sonrió divertida. Al fin, Agnes concluyó su alegato y se sentó con
aire de darse importancia.
-Le toca a la defensa.- Indicó Simón.-
Entonces Brian se levantó para
responder.
-Señoras y señores, jurado y Señoría.-
Dijo algo dubitativamente el niño, eso sí, alentado por la animosa expresión de
su madre.- Una persona es inocente hasta que se demuestre lo contrario, y no se
ha podido demostrar que mi clienta fuera culpable. Como tenemos dudas, eso es
imposible. Si ella dice que le ofrecieron yo me lo creo. Mi mamá Ky no miente.
Y además la fiscal no lo sabe.
-Nadie ha dicho que le ofreciera comer.-
Insistió Agnes.-
Simón
utilizó una vez más su amado mazo, tras ordenar silencio le pidió a la niña.
-Ahora te tienes que callar. No puedes
interrumpir. Le toca a Brian.
-Perdón.- Se sonrojó la cría.-
Kerria
movió la cabeza pero en un modo divertido. Lo dicho. Tentada estaba de
contratar a esa niña para su bufete. ¡Una pena que tuviese únicamente siete
años! Aunque ahora siguió pendiente de su hijo quien tampoco lo estaba haciendo
nada mal.
-Pues como no se sabe, no se la puede
echar la culpa, bueno, condenar.- Rectificó consultando unas notas que su madre
le había escrito.- Ya está.- Concluyó.-
-Muy bien.- Repuso Simón.- Ahora toca
deliberar….
Los
críos componentes del jurado se reunieron como si de una melé de equipo de
football se tratara. Tras un ratito de cuchicheo, Nora, la niña que ejercía
como portavoz, comentó.
-Ya hemos decidido, Señor Juez.
-Muy bien.- Asintió Simón.- ¿Y cuál es
la decisión?
-Encontramos a la acusada no culpable de
comer chuches pero sí culpable de zamparse buñuelos sin permiso.
-Entonces, ¿qué sentencia le ponemos?-
preguntó Simón a la propia acusada.-
-Pues, esa es una prerrogativa de su
Señoría.- Afirmó Kerria.-
Simón
asintió y se levantó para ir a charlar con sus compañeros del jurado. Entre
tanto, la adulta les comentó a sus esforzados defensores.
-Ahora toca apelar.
-Pero las chuches no se pelan sino son
caramelos.- Objetó Brian sin comprender en tanto Abby asentía solidariamente.-
Tras
algunas risas de su madre, ésta les explicó lo que eso significaba.
-Vale.- Comentó esa niña.- Tengo una
idea.
Y
cuando el juez volvió a su sitio, aguardaron hasta que al fin Simón dictaminó.
-Pues se condena a la acusada a traer
chuches para toda la clase y a estar castigada sin comer ninguna durante un
mes.
-Protesto.- Intervino Abby.-
-No seas protestona.- Se rio uno de los
críos de la clase.-
Algunos
otros se rieron también, Abby torció el morro pero enseguida se rehízo para
insistir.
-Estoy apelando… la sentencia.- Añadió
tras serle cuchicheado aquel término por Kerria.- Quiero decir, que, por
ejemplo. ¿Son los buñuelos, chuches? A nuestra cliente se la estaba juzgando
por comer gominolas en el cole. Los buñuelos se los comió en su casa entonces
son tenemos….esto…¿cómo era esa palabra rara?- Musitó algo desconcertada
intentando localizarla en su agendita.-
-Jurisdicción.- Le susurró cómplicemente
Kerria.-
-Eso, no tenemos jurisdicción de esa.-
Repitió la cría.-
-¿Qué es eso? ¿Lo podemos ir a buscar?-
Preguntó Sally.-
-No, quiere decir que lo que haya pasado
fuera del colegio no es cosa nuestra.- Les informó Ernest. -
-Es verdad.- Convino Brian.- La
sentencia no vale…
Eso
causó el inmediato silencio del resto. Lo cierto es que no estaban seguros
ahora. Entonces terminó la clase. Todos se miraron algo fastidiados. Ross se
ocupó de indicarles que recogieran sus cosas para la siguiente materia.
-Bueno, espero verte mañana. Tendrás que
volver. Me consume la curiosidad por saber qué deciden tras esta brillante
apelación.- Le sonrió a Kerria.-
-Y a mí.- Replicó ésta de buen talante a su vez.-
Intentaré quedarme un rato después de traer a Brian y a Abby…
Dicho
esto se despidió de los críos y se marchó. Salió con cuidado, mirando por si
esos tipejos siguiesen allí, afortunadamente no era así.
-Menos mal, ahora al trabajo.- Se dijo
con determinación.-
Pasó
antes por una comisaría, aquella a la que llamó Ross, e interpuso esa denuncia.
La policía quedó en enviar un coche patrulla para cuando volviera a recoger a
los niños y también para el día siguiente. Una vez hecho esto, fue a su
trabajo. En el bufete las cosas no eran tan divertidas desde luego. Eso sí, en
algún rato de descanso pudo comentarle a Sebastián lo acontecido en la escuela
y sus propias reflexiones. El veterano abogado se permitió una adusta sonrisa,
comentando por su parte.
-Tienes toda la razón. Deberían ser los
niños los que resolvieran los problemas. Son mucho más naturales y
bienintencionados que los adultos.
Y
tras dejar aquellas anécdotas pasaron a temas mucho más serios. Kerria quiso
saber tras contarle a su jefe aquel tenso momento vivido al llegar a la escuela
con su hijo y con Abby.
-¿Se ha comunicado nuestra cliente?
-No, hoy no ha llamado.- Repuso
Sebastián.-
-No lo sé, pero tengo la impresión de
que quizás esos tipos pudieran estar relacionados con este caso. Es mucha
casualidad que aparecieran justo ahora.- Meditó ella en voz alta.-
-De cualquier forma, hiciste muy bien evitando
la confrontación.- La felicitó su interlocutor.- Podrías tener razón. No sería la primera vez
que mandan a alguien con el fin de provocar y grabarlo en vídeo, para
desprestigiar a la defensa.
-La policía va a estar allí. No creo que
vuelvan.- Comentó Kerria quien ahora agregó con tono desafiante.- Me gustaría
que fueran lo bastante idiotas como para intentarlo de nuevo.
-Será mejor no tentar a la suerte.- La
aconsejó Sebastián.-
-También tengo ganas de que vuelva Sam.-
Suspiró la muchacha con un tinte de inquietud que su jefe enseguida percibió.-
-No debes preocuparte, seguro que tu
esposa estará bien. Si como me dijiste ha ido al otro extremo del país…
-No me fio. Ya sabes de lo que algunos
de esos fanáticos pueden llegar a ser capaces.- Rebatió ella, recordando con
amargura.- No sería la primera vez que la agreden o que sufre por mi causa.
-Nunca debes pensar así.- Le ordenó
Sebastián con un tono algo más cortante que enseguida suavizó para matizar.-
Jamás ha sido culpa tuya. Eso es lo que esa gentuza quisiera. Que te culpases
tú como si hubieses cometido algún delito. No has hecho nada malo por ser como
eres ni por tus preferencias, Kerria. Ninguno tenemos de qué avergonzarnos. Si permitimos que esa gente nos influencie de
esa manera les estaremos dando una gran victoria y un enorme poder. No podemos
comprar sus argumentos. ¿Acaso es que nos están castigando por algo malo que
hayamos hecho?. No, ellos son los que actúan mal, guiados por su odio y sus
prejuicios irracionales.
-Tienes razón.- Suspiró la chica.- Lo
siento, a veces es difícil no pensarlo. Pero es que no puedo soportar la idea
de que Samantha o mi hijo, incluso mis padres, sufran por algo relacionado
conmigo.
-Te comprendo, eso es normal. Pero te
repito que nunca será culpa tuya. Tú no vas haciéndole daño a nadie.
Kerria asintió una
vez más. Tras la pausa se dedicó a su trabajo. Al concluir su jornada fue a por
los niños. La policía estaba allí, tal y como le habían asegurado y no había ni
rastro de esos individuos. Aliviada por eso y una vez los pequeños estuvieron
en el coche, partieron rumbo a casa.
-Mama Ky. ¿Crees que mañana podremos
hacer que te quiten la sentencia?- Quiso saber Brian.-
-Así lo espero. Habéis planteado una muy
buena apelación.- Les halagó la conductora.-
-Es injusto que te acusen de cosas que
no has hecho.- Comentó Abby, agregando entristecida.- Como a mis papás. Ellos
seguro que son buenos.
Brian
asintió aunque Kerria no lo tenía tan claro, a juzgar por algún informe que
pudo consultar en lo referente al tema de esa cría. Existían más que indicios
de que los progenitores de esa pobre niña estaban envueltos en tráfico de drogas
y en blanqueo de dinero. Pero no iba a ser ella quién le quitara esa ilusión.
Ya no hablaron mucho más durante el viaje. Al llegar a casa y dejar a Brian y a
Abby para que merendasen, Kerria fue directa a saludar a sus padres.
-¿Qué tal fue, hija?- Quiso saber
Bertie, entre expectante y divertida.-
-Bueno, tendré que cumplir condena.-
Sonrió débilmente Kerria.- Me han
castigado a no comer chuches en un mes. Y a llevar para toda la clase. Pero
apelaremos.
-En fin, ¡será terrible pero podrás
sobrellevarlo! - Se rio Roy.-
Aunque
los dos se sorprendieron al ver que su hija parecía estar muy seria. Creyendo
saber a qué era debido Beruche comentó.
-Cariño, no te sientas mal por Brian,
seguro que él sabe que esto era una especie de teatro.
-No mamá, no tiene que ver con eso.-
Repuso la aludida con voz queda, para confesarles.- Es por algo que pasó cuando
llegamos a la escuela esta mañana.
Y
puso al corriente a sus padres de aquel desagradable incidente. Bertie movió la
cabeza llena de indignación, pero fue Roy quien estalló, exclamando.
-Si llego a estar ahí, les hubiera dado
tal paliza que no hubieran vuelto a tener ganas de molestarte. Lástima que no
hayas podido darles una lección.
-¿Y qué hubiera demostrado eso, papa?-
Replicó Kerria entre consternada y reprobatoriamente.- ¿Qué con la violencia se
soluciona todo? ¿Ese es el ejemplo que debo darle a mi hijo? ¿Qué debe
responder a golpes a cualquier provocación?
-Eres una Justiciera, igual que lo fue
tu madre, y siempre habéis combatido a esa clase de tipejos.- Expuso más
conciliatoriamente Roy sorprendido por esa reacción.-
Aunque
fue su esposa quien terció para decir, con un tinte de voz más calmado, y aun
así, reflexivo y tan reprobatorio como el de Kerria.
-Sí, nuestra hija podría haberse convertido
en Justiciera y ver si seguían allí después de dejar a los niños. Y a buen
seguro que les habría dado una lección, Roy. Pero Kerria tiene razón. Nuestros
poderes y nuestra responsabilidad no son para tomarlos tan a la ligera. Tú lo
sabes.
-No estoy hablando de herir gravemente a
nadie .- Se apresuró a replicar él.-
-No papá. Esa no es la cuestión.-
Suspiró la joven abogada para explicarle con un tono más cordial.- Me dedico a
defender a otras personas utilizando la ley. Como Justiciera intervengo si hay
inocentes amenazados. Pero no puedo rebajarme a recurrir a mis poderes
solamente para responder a unos cretinos provocadores o por venganza.
-Es cierto. Si hubiese tenido que zurrar
a cada uno que nos ha dicho alguna estupidez. Incluso yo hubiera terminado
agotado. - Suspiró Roy sonriendo débilmente.- Perdona cielo. Tienes razón. A
buen seguro que eran unos malditos imbéciles sin nada mejor que hacer.
-No te preocupes papá. Aunque mucho me
temo que esos hombres trataban de hacer
algo más que decirme estupideces. Tengo la impresión de que era un intento
deliberado de provocarme. Es mucha casualidad.- Declaró Kerria, recordando a
sus progenitores lo que ya les había dicho.- Lo he comentado con Sebastián y
coincide conmigo en eso. Sabían demasiadas cosas y de un modo muy preciso. Unos
simples idiotas diciendo groserías no hubiesen sido tan concretos.
-Eso es cierto.- Asintió Bertie.-
Tras
unos momentos de silencio, Roy tuvo que admitir, con tono ya más sentido y
relajado.
-Por eso vosotras sois las intelectuales
de la familia. Pensáis las cosas antes de actuar. Yo siempre he sido mucho más
bruto.
-No creas que no es difícil para mí. No
hacer nada.- Pudo decir Kerria, quebrando su voz, y apretando los puños, casi
hasta el punto de sollozar.- Y más
teniendo a mi hijo allí, escuchando aquello. Y pensando también en que Sam esté
a salvo.
Beruche
abrazó enseguida a su hija, le susurró con todo el cariño que pudo en tanto le
acariciaba aquella trenza larga y sedosa que la chica llevaba.
-Lo sabemos, cariño. Lo sabemos
perfectamente. Por eso estamos tan orgullosos de ti. Por mucho que quieran
sacarte de tus casillas no lo van a conseguir. No les darás argumentos para
perjudicarte. Ahora, cálmate.
De
hecho los niños entraron en el salón, en donde los adultos estaban. Kerria se
enjugó alguna lágrima, aunque Brian enseguida se dio cuenta al mirarla y
preguntó algo inquieto.
-¿Por qué lloras mami Ky?
-No hijo, yo sólo...- Intentó responder
la interpelada.-
-No se quiere quedar sin comer
gominolas.- Terció Roy afirmando con afabilidad.- Y le he dicho que seguro que
vosotros lograréis que el juez cambie de opinión.
-Claro.- Asintió Abby.- No te preocupes.
Mi mamá lloraba muchas veces cuando no estaba mi papá, pero yo siempre le decía
que iba a volver. Ahora tampoco ella está… puede que estén juntos.
Los
adultos se quedaron perplejos al escuchar eso, y apenados por esa cría. Fue la
propia Kerria quien se acercó a ella para susurrarle agradecida.
-Gracias cielo. No te preocupes, estoy
bien. Todo se arreglará.
Y
por esa jornada no tuvieron mucho más que comentar, al menos sobre el juicio y
esos otros temas más enojosos. Los niños cenaron y se fueron a dormir. Al día
siguiente tocaba esa apelación. Kerria fue con los críos y al llegar al colegio
observó que ese coche patrulla de la policía seguía allí. Eso debió de espantar
a esos tipos dado que no dieron señales. Aliviada al menos por eso, fue a ver
qué pasaba con su sentencia. Entraron en clase y, una vez más, el jurado de los
niños se reunió para deliberar a la luz de las evidencias aportadas por defensa
y acusación. Cada cual ejerció el derecho a una nueva ronda de exposiciones,
comenzando por Agnes.
-Señores del Jurado y Señoría.- Dijo la
pequeña.- Hemos pensando que significa comer chuches sin permiso. Y hemos visto
que aquí se ha hablado de las gominolas del cole. Como el niño que le dejó
comer a la acusada no ha aparecido no podemos saber si es verdad lo que dice.
Pero como en su casa se comió los buñuelos de sus papás sin pedir permiso, pues
la acusación piensa que la señora Malden es culpable de “buñuelicidio”. Aunque
fuera en otro sitio, el asunto importantes es portarse bien. O sino , ser
castigado por malo.
-¡Buñuelicidio!- Se sonrió Kerria
moviendo la cabeza, en tanto pensaba.- Esa sí que es una figura legal nueva.
Como se introduzca en el código penal me veo en la cárcel para toda la vida.
Y
ajena a esas jocosas reflexiones de la abogada, la cría proseguía.
-Ese es el caso, está mal comerse algo
sin pedir permiso cuando no es tuyo. Y la señora Malden es una adulta, así que
tiene que darnos ejemplo a los niños. Así que pido una condena que la haga
aprender que eso no se debe hacer. Gracias.
Ahora
fue Brian quien se levantó, el crío comentó.
-Pedimos permiso para hablar los dos,
como defensores, Abby y yo.
-Vale. - Asintió Simón.- ¿Quién va a
empezar?
-Yo.- Se señaló Brian.-
Y
levantándose afirmó convencido.
-Mi mamá Ky no es culpable de comer
gominolas sin permiso, si dice que se lo dieron la creemos, y si no se puede
demostrar que no se lo dieron…pues entonces no vale que la fiscal pida que la
condenen. Y en cuanto a los buñuelos, ya mi abuelo Roy la castigó tirándola de
las orejas. A parte de que eso pasó fuera del cole, mi madre dice que no se
puede castigar dos veces por el mismo delito.
-Ni juzgarte dos veces por lo mismo
tampoco.- Le apuntó Kerria. –
Brian
asintió y se sentó, dejando paso a Abby quien, algo tímidamente habló para
todos los niños y niñas…
-Pues…creo que mi amigo Brian tiene
razón. Su mamá es inocente. Y además, si la pobre tenía hambre y no había nadie
a quien le pudiera preguntar, no sería nada malo que se comiera algún buñuelo o
chuche. A mí me ha pasado. A veces cuando mis papás no estaban en casa he
tenido que salir y conseguir comida, porque no me podía aguantar más. Es muy
difícil estar sola.
Todos
la miraron perplejos. Incluso Kerria abrió la boca entre atónita y apenada por
esa cría. Eso si que era mucho más serio. De todos modos, cuadraba con lo que
Ross le había contado. Y con el favor que le pidiera cuando esa chiquilla
llegó.
-Tiene que sacar eso de dentro y que
este juicio le sirva como terapia. En cierto modo es como si ella misma
estuviera siendo juzgada, a través de ti, podrá admitir algunas cosas y
sentirse mejor.- Recordó que le había dicho el tutor de los niños.- ¡Pobre
niña!- pensó compadecida.-
-Por eso. -Continuaba Abby.- Hay que
comprenderla. No debía pensar que le estaba haciendo daño a nadie. Es muy buena
persona. Yo llevo unos días en casa con ella y con sus papás y con Brian. Y no
la he visto portarse mal.
Y
con eso concluyó, ahora los demás niños sí que se reunieron a dictaminar su
decisión final. Sentada en su silla de acusada Kerria aguardaba el veredicto.
No tenía ni idea de qué iban a resolver en su caso. Si la cosa iba mal sólo lo
lamentaría por su hijo y por Abby. Sería una enorme decepción para ellos.
Entonces el juez, a punto de agarrar el mazo, dijo.
-El tribunal va a hablar, y la señora
Malden es…
La
mujer suspiró pensando en tanto movía la cabeza.
-Desde luego, no sé cómo pude meterme en
este lío…
Pensaba
en todo el trabajo que la aguardaba después, en esos dos tipejos que quién sabe
dónde andarían o de parte de quienes habrían venido a provocarla, de esa otra
pobre muchacha que aun dudaba en demandar a sus violadores y también meditaba
sobre la situación de Abby. Sin embargo, estaba muy orgullosa de la labor que
esos niños, empezando por su hijo y su nueva amiguita, habían desarrollado en
esos días. ¡Ojalá que esta experiencia les hubiera acercado al mundo de la
justicia, la ecuanimidad y el respeto a los demás! Y lo que era incluso más
importante, les hubiera ayudado a aprender a empatizar con otras personas y sus
vivencias y circunstancias. Al menos en el caso de Abby eso parecía haber
funcionado. Ross de hecho miró a la abogada y sonrió. Por los informes que
tenían esa niña no se había abierto tanto con nadie en mucho tiempo…Dejó de
lado todas esas reflexiones cuando la portavoz del jurado se levantó finalmente
y dijo.
-Encontramos a la acusada, culpable…un
poquito nada más.- Matizó dejando perplejos al resto.-
-¿Seríais tan amables de explicar eso de
un poquito y nada más?-. Le pidió su profesor, aseverando.- Se es culpable o no
se es.
-Esto…- Musitó esa niña, cuchicheando
una vez más con sus compañeros de jurado y al fin aclaró.- Bueno, pensamos que
no es para tanto, pero que la señora Malden hizo algo mal. Tenía que haber
estado segura de quién le dio permiso. Pero creemos que castigarla durante un
mes es mucho tiempo.
-Entonces es no culpable. Tenía un
motivo. - Intervino agudamente Brian, recordando las lecciones de su madre y lo
que Abby había contado.-
-Eso es.- Añadió Simón quien, siendo el
juez era el encargado de dictar la pena.- Así que solamente estará castigada
sin comer chuches durante una semana, incluyendo buñuelos, pero se lo
perdonamos si trae golosinas y buñuelos a clase.
Y
dicho esto le dio con el mazo a la mesa. Caso cerrado. Brian suspiró algo
apenado musitando con evidente desencanto.
-¡Pues vaya! No me gusta esta sentencia.
Es como si hubieras sido culpable.
-No cariño, la sentencia está muy bien.
Lo habéis hecho de maravilla. Los dos. - Les animó Kerria tomando una mano de
cada crío entre las suyas para agregar.- Tenemos que ser respetuosos con la
justicia. Así que la cumpliré y traeré golosinas para la clase.
Aunque
ese juicio había tenido montones de defectos de formas y las acusaciones no
habían estado sustentadas en nada firme. Desde luego que ella, cuando llegó al
colegio el primer día, comió golosinas, un crío se las ofreció. Ross le contó
que era de otra clase.
-¡Ja, ja! - Debimos haber ido a llamarle
como testigo.- Se dijo la letrada.-
No obstante, lo
importante es que los críos hubieran aprendido. Kerria no podía evitar
sonreírse. Esa había sido una buena lección para todos, incluida ella misma. Al
fin la clase concluyó y tras prometer una vez más con las dedos de las manos
sin cruzar, que al día siguiente traería golosinas para todos, Kerria salió de
clase con los niños.
-Bueno, lo celebraremos tomando algo
rico. – Les propuso desenfadadamente a los niños.-
Estos
se animaron con sendos hurras. Kerria sonrió, aunque esa sonrisa le duró poco.
Dos hombres venían a su encuentro. Iban demasiado trajeados. Por un instante
pensó que sus acosadores hubieran cambiado de táctica y recurriesen ahora a
otro tipo de coacciones. No obstante, Ross se unió a ellos. Al llegar junto a
Kerria, y con tono resignado y entristecido le comunicó, mirando a la cría que
la acompañaba.
-Son de servicios sociales, vienen a
llevarse a Abby.
Por
la cara entre angustiada y consternada de la niña estaba claro que no quería
irse con ellos. Sin embargo, antes de que Kerria pudiera ni esgrimir el menor
argumento en contra de eso, uno de aquellos hombres sacó un documento que le
mostró.
-Está todo en regla. Vamos a llevarla
con su familia de acogida. – Afirmó el funcionario.-
-¡Mama Ky!.- Le pidió Brian con tono
suplicante.- No dejes que se la lleven.
-No puedo hacer nada, cariño. Es la ley.
-¡Esa ley es mala! - Exclamó Brian
entonces, a punto de llorar.-
La
letrada tuvo que agacharse para mirar a los ojos a su lloroso hijo y con tono
dulce y condescendiente, responder.
-A veces sí que lo parece tesoro, pero
las cosas son así por algún motivo.
Ahora nos da mucha pena separarnos de Abby, pero seguro que es por su
bien. De todas formas, no te preocupes.- Le sonrió ahora a la compungida cría.-
Iré contigo, por lo menos hasta ver quienes te acogen.
-Yo también quiero ir.- Solicitó Brian.-
Su
madre no supo que replicar a eso. Tampoco podía dejar a su hijo allí hasta que
sus padres pudieran llegar. ¡Eso si estaban cerca o localizables! Asintió
entonces y les pidió a esos dos agentes de servicios sociales.
-Les ruego que nos dejen a acompañarla,
ha estado viviendo en nuestra casa durante estos días.
-No sé, señora. - Respondió apuradamente
uno de esos individuos rascándose ligeramente su engominada y morena
cabellera.- Legalmente hablando no tiene usted ningún tipo de custodia, ¿no es
así?
-No, pero solicité un permiso de
acogimiento temporal, además soy abogado.- Les contestó ella exhibiendo ahora
sus credenciales.- Estoy colegiada aquí, en Nueva York, y puedo ejercer como
representante legal de la pequeña en ausencia de sus tutores o padres.
-Muy bien.- Concedió el otro tipo, que
era algo mayor que su compañero, un poco más bajo, regordete y algo calvo.- Vengan
ustedes, pero sígannos en su coche.
Kerria
asintió, tras indicarle la dirección a la que iban se dirigió al aparcamiento
del colegio. No tuvo otro remedio que dejar que Abby fuera con esos dos tipos.
Ella y Brian les siguieron en su propio vehículo.
-Mira hijo, haz una cosa.- Le pidió su
madre tras sentarle detrás y abrocharle el cinturón de su silla.- Llama a los
abuelos. Diles a donde vamos. ¿vale? Es fundamental que lo sepan.
-Sí mama Ky.- Asintió el niño, sintiéndose
importante.-
Y
tras leer en la Tablet aquella dirección marcó el número de la casa de sus
abuelos. Eso le parecía una especie de misión secreta en la que iban a rescatar a su amiguita. Su madre no estaba
tan convencida desde luego de aquello. Por un lado temía incluso que esos dos
fuesen unos impostores y les estuvieran llevando a una trampa. Por desgracia
había padecido bastantes malas
experiencias en el pasado como para fiarse así por las buenas. Por muchas
placas de agentes del servicio social y documentos que le mostrasen siempre los
podrían haber falsificado. Aunque ahora, con el esperanzado Brian sentado atrás
de su coche y teniendo a Abby en el vehículo que les precedía, Kerria no tenía
valor para echarse atrás. Si algo sucediera siempre le quedaría el último
recurso, pese a no querer hacerlo delante de su hijo, invocar su poder de
justiciera.
-Ojalá que eso no sea necesario.- Pensó
no sin inquietud.-
Tras
recorrer algunas calles y travesías durante al menos unos treinta minutos,
llegaron. Aquel era un barrio de clase media-alta, sus guías aparcaron un poco
más arriba en la calle que cortaba la avenida principal y Kerria hizo lo
propio. Esos dos tipos bajaron y le abrieron la puerta de atrás a Abby quien
descendió a su vez siguiéndoles dócilmente. A pesar de no gustarle nada la idea
de que la separasen de sus nuevos amigos esa niña ya parecía estar acostumbrada
a ese ritual. En fin, la letrada abrió su puerta, bajó y su hijo hizo lo
propio. Tras darle la mano, Kerria le dijo animosamente.
-¡Vamos Brian!
No
tardaron en alcanzar a Abby, los niños se dieron las manitas, gesto que
conmovió a Kerria, en pocos días se habían hecho muy amiguitos. Caminaban junto
a los adultos hasta llegar a la puerta de una vivienda unifamiliar que no era
tan grande como la de la familia Malden pero no estaba mal. Los agentes de
servicios sociales llamaron a la puerta. Al cabo de unos momentos, una mujer de
color abrió.
-¿Sí?- Preguntó mirando con gesto
curioso a todos esos recién llegados.-
-¿Señora Couto? ¿Es usted Johana Couto?
-Soy yo.- Admitió ésta.-
-Servicios sociales, le traemos a esta
niña, usted solicitó su custodia.- Le informó el tipo de pelo moreno.-
-¡Oh sí! - Sonrió aquella mujer
asintiendo.- Pasen por favor.
No
obstante, enseguida se percató de la presencia de ese otro niño y comentó con
extrañeza.
-Solamente pedimos la custodia de una
niña…
-Es mi hijo.- Intervino la abogada
presentándose.- Me llamo Kerria Malden, he tenido el acogimiento provisional de
Abby hasta ahora. Ella y mi hijo Brian
se han hecho muy amigos. Por eso quisimos acompañarla.
-Vaya, pasen también, por favor.- Les
pidió esa amable mujer.-
-Nosotros tenemos que irnos, una vez
comprobemos la documentación.- Intervino el tipo calvo.-
-En tal caso, no quiero entretenerles. –
Repuso esa señora.-
Entraron
todos a la casa, igual a como parecía desde el exterior, el interior no estaba
mal. Al menos daba la impresión de estar ordenada y con la apariencia de un
hogar de clase media. Esa sensación le dio a Kerria. Ella, Abby y Brian tomaron
asiento en un sofá que presidía el salón, en tanto que aquellos tipos rehusaron
cortésmente manteniéndose de pie. Johana fue a por la documentación y se la
entregó a los agentes. Tras comprobarla asintieron.
-Todo en orden.- Afirmó el calvo.-
-Buenos días, y buena suerte.- Les deseó
el de pelo engominado.-
Y
se marcharon. Kerria suspiró aliviada, por una vez no hubo sorpresas, esos dos
eran lo que habían dicho ser, dos funcionarios del gobierno.
-Sí, ese aura de aburrimiento y rutina
es casi imposible de falsificar.- Pensó la letrada casi con regocijo. –
Sin
embargo se centró en la expresión inquisitiva de esa mujer. No era demasiado
alta y estaba algo entrada en kilos, de hecho miraba a Kerria elevando
levemente el cuello, entre la estatura de la abogada y esos tacones medianos
que llevaba a su anfitriona debería de parecerle una gigante.
-Bueno.- Eso es exagerar un poco.- Pensó
la letrada, quien tomó la palabra para explicarse.- Además de tener el acogimiento temporal de
Abby soy abogada…
-Todo está en regla.- Se apresuró a
terciar esa mujer.- Mi marido y yo llevamos meses esperando nuestro turno y
hemos pasado todas las entrevistas.
-No lo pongo en duda.- Sonrió
amablemente su interlocutora.- Como le dije antes, mi hijo y Abby se han hecho
muy amigos y queríamos ver a dónde la traían. Y a ser posible, permanecer en
contacto. ¿Verdad niños?- Preguntó a ambos que rápidamente asintieron.-
La
expresión de Johana se relajó, asintió a su vez declarando.
-Me alegra mucho que tengas ya un amiguito,
Abby.
-Íbamos a tomar un helado cuando
llegaron esos señores.- Comentó Brian con tinte desencantado.-
-Bueno, no veo porqué no podemos ir
todos a tomar alguno.- Comentó esa mujer.- Así le daremos tiempo a mi esposo a
volver del trabajo.
-Es una gran idea. – Convino Kerria
quien no obstante consultó la hora en su teléfono, tampoco podía entretenerse
mucho más.-
Y
sin perder tiempo salieron los cuatro dirigiéndose a una cercana heladería. Los
niños disfrutaron del helado y charlaron de sus cosas, entre tanto, Kerria
conversó a su vez con Johana que le contó un poco al margen de los críos.
-Verá, mi esposo y yo no hemos podido
tener hijos. Llevamos mucho tiempo queriendo adoptar, pero es difícil. Nos
dijeron que acoger a niños y niñas con problemas podría ser una opción.
-Bueno, eso se valora positivamente.-
Asintió su interlocutora.- Suelo ocuparme de custodias y de adopciones y un
juez siempre considera mejor a las familias que ya han intentado esa vía,
siempre y cuando no haya sido por el mero hecho de ganar puntos.- Comentó ahora
con más prevención.-
-Le aseguro que no es nuestro caso.-
Afirmó Johana con un cierto tinte de malestar.- Todo lo contrario, no somos
como algunas parejas que quieren adoptar a un niño o niña desde que sea un
bebé. Nosotros casi preferimos que tengan cierta edad para poder ayudarles y
comunicarnos con ellos.
-Bueno, si los servicios sociales les
han considerados apropiados para hacerse cargo de Abby no dudo que lo serán.-
Convino Kerria no deseando ofender a esa mujer.-
Por
su parte, mientras comían sus helados, Brian le preguntó a su amiguita.
-¿Seguirás viniendo al cole?
-No lo sé.- Musitó ésta con gesto
cariacontecido.- Dependerá de los señores que me vayan a cuidar.
-Les pediremos que te dejen.- Repuso
entusiásticamente su contertulio.-
-Ojalá que sí, creo que eres un chico
genial.- Sonrió Abby.-
-Tú también era una chica guay.-
Contestó Brian.-
De
modo que, sin pérdida de tiempo corrieron a proponérselo a Johana. La mujer les
escuchó no sin cierta ternura, para responder.
-Bueno, ahora vendrá John, mi marido, le
dejé un mensaje en el teléfono. Y veremos que tal…
El
aludido no tardó mucho en aparecer, de tez oscura, era un poco más bajo que la
propia Kerria, aunque quizás eso cambiase de quitarse ella sus tacones.
Rondaría la cincuentena y tenía algunas canas en su pelo rizado. Vestía traje
azul claro y corbata verde, con camisa blanca. Llegó sonriente y tras ser
presentado y saludar, su esposa le expuso aquella petición.
-Me parece muy razonable, Abby. -
Comentó, mirando a la niña quien asintió al escuchar su nombre.- Si ya tienes
un amigo y estás contenta en ese colegio, no hace falta cambiarte.
La
cría sonrió abrazándose a Brian muy contenta, eso hizo sonreír a todos los
adultos. Kerria entonces suspiró algo apenada, pero tuvo que intervenir para
decir.
-Mi hijo y yo debemos irnos ya. Les
dejamos con Abby para que vayan conociéndose. Y, si ustedes lo desean y pueden, estaría
encantada que viniesen con la niña a mi casa este fin de semana. Seguro que mis
padres y mi esposa desearán conocerles, y también despedirse de ella.
Fue
terminar de decir aquello y ver como los sonrientes rostros de los Couto se
quedaban perplejos.
-Sí, ¡Brian tiene dos mamás! - Les
informó Abby con entusiasmo.- Pero una de ellas está de viaje.
-Bueno, pues...sería estupendo.- Afirmó John
forzando una sonrisa, aunque objetando.- Tendremos que consultar la agenda.
-¿Sabe qué? La llamaré para concretarlo.
O le enviaremos un mensaje. - Replicó Johana.- ¿Qué día les vendría mejor?
-Pues el que ustedes quieran.- Replicó su
interlocutora sonriendo a su vez.-
Así
quedó convenido, Brian se fue de la mano de su madre. Kerria movió lentamente
la cabeza. Por desgracia, a esas alturas de su vida para algunas cosas, no era
ninguna ingenua. Todo estaba yendo de maravilla hasta que mencionó a su esposa.
Quizás pudiera haber dicho pareja, pero le pareció mezquino y cobarde. Ella
estaba casada con una mujer, sencillamente porque amaba a esa mujer. Sin
embargo, lo que no esperaba era que su propio hijo, al subir al coche y antes
de arrancar, le dijera con tono triste.
-¿Pasa algo malo, mama Ky? Cuando Abby
habló de mamá Sam esos señores parecían asustados.
-No cariño, no estaban asustados. No te
preocupes.- Respondió no obstante, tratando de parecer jovial al argüir.- Quizás
estaban pensando qué día les iría mejor para venir a vernos.
-Sí, es verdad. No sabían si el sábado o
el domingo.- Asintió el crío, visiblemente aliviado.-
Kerria
se giró mirando hacia atrás para sonreírle, aunque al darse la vuelta de nuevo
para mirar al frente esa sonrisa desapareció. Condujo hasta casa y al llegar,
una vez Brian fue a bañarse, charló con su madre.
-¿No está papá?- Quiso saber la
muchacha.-
-No, le tocaba entrenamiento con sus
jugadores. Mañana tienen partido.- Le respondió Beruche.-
-¡Ah sí!, casi lo olvidaba, es aquí, en
el Madison.- Recordó ella, que era desde luego una gran hincha de los Knicks.-
Bertie
vio entonces la expresión algo ausente de su hija y quiso saber a su vez.
-¿Va todo bien, cariño?...¿Dónde está
Abby, no la he visto entrar.
-Bueno.- Suspiró la interpelada.- No va
del todo mal…es que…
-¿Qué ocurre?. No te veo demasiado
contenta.- Inquirió Beruche.-
Sin
desear posponer aquello, le contó a su madre un resumen de lo ocurrido, no
queriendo mencionar lo último. Bertie la escuchó con mucho interés meditando
sobre aquel relato y finalmente declaró.
-Espero que esa pareja sepa hacer muy
feliz a Abby, lamentaré que se vaya, es una niña encantadora y ha debido de
pasarlo muy mal la pobre. Tiene esa expresión en los ojos.
-¿Expresión?- Preguntó Kerria sin
comprender.-
-Cariño, soy maestra desde hace muchos
años y he visto las caras de muchísimos críos. A veces por desgracia, algunos
no tiene ese brillo en la mirada y ese entusiasmo que deberían tener todos a
esas edades. A Abby le faltaban cuando vino aquí, aunque me di cuenta de que,
estando con Brian, lo ha ido recobrando. ¡Ojalá que podamos seguir en contacto
con ella y que lo mantenga!
-No lo sé, mamá.- Musitó Kerria
entrelazando ambas manos y desvelándole.- Les ofrecí venir este fin de semana a
conocernos, todo parecía estar bien hasta que mencioné que estaba casada… con
otra mujer.
Su
progenitora abrió la boca ahora y algo alarmada preguntó.
-¿Te dijeron algo inapropiado, hija?
¿Algo que mi nieto oyese?
-¡No, qué va! - Se apresuró a desmentir
Kerria.- Al contrario, se mostraron muy educados, pero sus caras…en fin, sobre
todo la mirada de ese tal John, cambiaron. Quizás sea simplemente una
percepción mía. Aunque debo decirte que Brian notó algo raro también. Él dijo
que, cuando Abby habló de Sam, parecieron asustarse.
-Ya.- Suspiró Bertie con pesar,
sentenciando.- Asustarse no es la palabra…
-Quizás sí, si traducimos lo que literalmente
significa homofobia.- Rebatió su hija con tono entristecido y molesto.-
-Bueno.- Dijo animosamente Bertie tomando
de las manos a la muchacha.- No te pongas en lo peor. Quizás les sorprendió y
eso es todo. Ten en cuenta que, pese a llevar años siendo legal, el matrimonio
entre personas del mismo sexo todavía es raro para muchos.
-¡Ojalá tengas razón, mamá! De veras.-
Deseó Kerria, añadiendo con inquietud.- No es por mí, estoy acostumbrada a esas
reacciones por parte de mucha gente. Solamente lo sentiría mucho por los niños.
Se han hecho muy amigos y no merecen que nada enturbie eso.
Su
madre asintió, justo entonces abrieron la puerta del exterior, tras sonar
algunos pasos Kerria sonrió ampliamente, allí estaba su esposa, junto con su
padre.
-¡Cariño!- Exclamó la letrada.-
Las
dos se abrazaron y tras un beso en los labios y sonreírse un momento más,
Samantha declaró.
-Ya tenía ganas de volver.
-Sí, la pobre está agotada. Por lo que
me ha contado durante el camino a casa.- Intervino Roy, enumerando.- Entre el
cambio de horario, y todos los sitios que ha recorrido, ni yo estaría en pie.
-Creía que tendrías entrenamiento antes
del partido.- Comentó Kerria, agregando ahora para dirigirse a su mujer.- Y no
sabía que tú fueras a regresar tan pronto.
-Bueno, llamé a casa avisando de que iba
a venir pero no estabas. Tu padre me contestó y se ofreció a ir a buscarme. Me
contó que estabas muy liada con un juicio.
-Se refería al de Brian.- Sonrió
Kerria.-
-¿Y dónde está?- Quiso saber Sam,
deseosa de ver a su hijo.-
-En la bañera del baño de aquí abajo.-
Le respondió Bertie.-
-Pues iré a la ducha del cuarto de
arriba.- Afirmó Samantha.- Espero que, cuando yo salga él esté fuera también.
-¡Dependerá de si está con sus barquitos
y ha montado alguna batalla naval! - Se rio Roy.-
-Mejor pasaré a verle antes de subir.-
Sonrió Sam.-
La
joven se dirigió pues al baño, acompañada de su esposa. Kerria le resumió muy
rápidamente algunas de las cosas ocurridas antes de que entrasen a ver a Brian.
-Entonces, esa familia de acogida.
¿Crees que serán buenos con Abby?
-No tengo por qué dudar de su
disposición hacia la niña. Es lo que te he contado al final lo que no me gusta.
-Te comprendo.- Asintió Samantha con el
mismo gesto de tristeza que su mujer había exhibido antes. –
Aun
así, quiso ser optimista, sobre todo pensando en Brian, y agregó.
-Espero que únicamente sea fruto de
nuestras malas experiencias anteriores. Nos hemos vuelto desconfiadas. Es
natural. Quizás esa pobre gente ni ha pensado en ello y nosotras aquí, dándole
vueltas.
-¡Ojalá tengas razón, cariño!- Repuso
Kerria.-
Y
sin querer seguir con aquello, abrieron la puerta y volvieron a sonreír. Allí
estaba Brian jugando en efecto con sus barcos. No obstante, fue ver a la recién
llegada y levantarse como un resorte, salpicando a las adultas.
-¡Mamá Sam!.- Exclamó tratando de
abrazarse a ella.-
Samantha
le sujetó para que no se cayera y pudo replicar entre risas.
-¡Pensaba ducharme pero creo que ya lo
has hecho por mí! Hola tesoro.
Tras
unos cuantos besos en las mejillas de su otra madre, el excitado crío enseguida
le contó de forma atropellada.
-Hemos tenido un juicio en el cole, y he
defendido a mamá Ky, al final como apelamos, no va a estar castigada, pero
tiene que llevar golosinas…y…
-¡Vale, vale, tranquilo!- Volvió a reír
su oyente proponiéndole.- Hagamos una cosa. Cuando salgas de la bañera, y yo de
la ducha, durante la cena me lo cuentas. ¿Te parece bien?
El
niño asintió sonriente, momento que Kerria aprovechó para decirle.
-Muy bien, pues hala para fuera, que ya
llevas mucho rato en la bañera, te vas a volver un pez.
-Prefiero ser un barco de guerra. ¡El
destructor Brian! - Exclamó el pequeño elevando uno de sus barquitos en una
mano para ilustrar aquello.-
-¡Anda, destructorcillo! - Se rio Kerria
haciéndole cosquillas.- No te vayas a hundir.
Y
mientras le hacía reír, le sacó de la bañera envolviéndole afectuosamente en
una toalla. Samantha aprovechó para irse a la ducha. En efecto, una vez
estuvieron listos ambos, la familia al completo se reunió para cenar. El
entusiasmado crio narró una vez más lo sucedido en esos días y los adultos le
dejaron contarlo escuchando con sonrisas y sin interrumpir. Al concluir
Samantha cariñosamente le preguntó.
-De modo que te has hecho muy amiguito
de Abby, ¿verdad?
-Sí.- Asintió el pequeño, afirmando
ahora esperanzado.- Espero que sus papás nuevos no se la lleven del colegio. Y
que vengan este finde…
-Sí, quiero conocerles a todos.- Convino
Sam.-
Con
ese deseo terminaron de cenar, sus madres llevaron a la cama a Brian que se
durmió contento. Tras observarle un poco con la única iluminación del pasillo,
Kerria suspiró declarando.
-Esa carita es lo que más me motiva en
la vida. Por verle feliz haría cualquier cosa. Y me temo que, desgraciadamente,
esa sonrisa se le borrará este fin de semana.
-Hagamos como te dijo tu madre. No nos
pongamos en lo peor.- La animó Sam.-
Su
esposa asintió, pese a que no estaba nada convencida. Así se fueron a dormir.
Al día siguiente, Samantha se ocupó de llevar al crio al colegio. Brian quería
presentarle a Abby pero la niña no había llegado todavía. De hecho Sam tuvo que
marcharse también y el niño entró en el aula. Las clases comenzaron y su amiga
no venía.
-Se habrá puesto mala.- Pensó con total
ingenuidad.-
Y llegó el tan
ansiado fin de semana. Por la mañana nadie llamó a Kerria y ni Abby ni sus
nuevos padres de acogida fueron a verles ese sábado. Ya a la tarde, sí les
llegó un lacónico mensaje de texto.
-Lamentamos no poder ir ni hoy ni mañana,
teníamos compromisos previos. Otra vez será. Un saludo. – Leyó Kerria con tinte
desencantado.-
-¿Me lo dejas ver, cariño?- Le pidió su
madre.-
Y en tanto Beruche lo
leía con inusitado interés su nieto se puso bastante triste. Sus madres y
abuelos, al ver al niño así, también se sintieron apenados.
-¡Pocas veces he deseado tanto
equivocarme!- Suspiró Kerria llena de pesar e incluso contrariedad.-
-No es culpa tuya.- Se apresuró a
intervenir Bertie quien, tras haber tomado un lumiboli y un papel anotó algo.
Luego, mirando también a su nuera, agregó.- De ninguna de las dos.
-Ya lo sé.- Musitó Kerria sin dejar de
observar la expresión de su hijo, para sentenciar en voz baja.- Pero eso no va
a consolar a Brian.
-Pero nosotras sí.- Sonrió Samantha,
proponiendo.- ¡Vamos a llevarle a algún sitio!
-¡Oye, vamos a hacer más buñuelos, que
le gustan mucho!- Propuso su abuelo.- Y los que sobren que los lleve a clase
para redimir a su golosa madre en cumplimiento de la condena, ja, ja
¡Buñuelicida!.
Escuchando
aquellas cosas que tenía su padre Kerria sonrió al fin moviendo la cabeza, pero
le pareció una estupenda sugerencia. De modo que la familia al completo se dispuso
a ello. A Brian le encantó la idea e incluso llegó a olvidarse por un momento
de la ausencia de su amiga. Más cuando su abuelo le ofreció.
-¿Te gustaría venir a ver el partido de
mi equipo mañana? En primera fila.
-¡Sí!- Exclamó el entusiasmado niño.-
-¿Y esa invitación es extensible también
a tu hija, papá?- Terció Kerria con tono divertido.-
-Eso ni se pregunta. Necesitaremos a
cuanta más hinchada, mejor.- Sonrió Roy. –
-Anda, anímate Sam.- Le propuso su
cónyuge.-
- No gracias, lo mío no son los
deportes.- Rehusó educadamente la interpelada.-
-¡Sí, mami Ky y yo somos de los Knicks a
tope!.- Afirmó un eufórico Brian quien disminuyó un poco su alegría al admitir.-
Pero a mami Sam no le gusta el baloncesto, prefiere las tiendas de ropa.
-¡Oye! No solamente me gusta ir de
compras.- Protestó jocosamente Samantha. – También me encanta el teatro, ir a
museos…
-Eso es muy aburrido.- Declaró Brian
para regocijo de su abuelo quién no podía estar más de acuerdo.-
-No tengas tantos prejuicios sobre esos
sitios.- Le pidió jovialmente Sam.-
-¿Qué son prejuicios? ¿Es como el juicio
que hemos hecho en el colegio?- Inquirió el niño.-
-No cariño.- Terció Kerria, que más
seria de lo que nadie esperaba, le comentó.- Un prejuicio es cuando opinas
sobre como es una persona o un lugar mirando solamente las apariencias. Cuando
crees que alguien o algo es malo sin conocerlo.
Pensaba
desde luego en lo sucedido con aquella pareja de padres de acogida. Únicamente
bastó una palabra para que la actitud abierta y afable hacia ella se tornase
desconfiada y aquel mensaje tan frío como tajante era la mejor muestra…
-Pues le conoces y ya está.- Contestó
despreocupadamente el niño encogiéndose de hombros.-
-Sí hijo. ¡Ojalá siempre fuese así!.-
Sonrió débilmente la letrada.- Pero a veces no es tan fácil…por mucho que lo
intentes.
El
resto la escuchó con perplejidad e incluso algo de preocupación. Sabían bien a
lo que se estaba refiriendo, sobre todo Bertie quien sufría al ver el pesar
reflejado en la mirada de su hija. Por muchas veces que se hubiera enfrentado a
esa clase de prejuicios siempre le dolían. Kerria era más sensible de lo que a
primera vista aparentaba. No es que no fuese en verdad una mujer fuerte y
luchadora, pero también se implicaba mucho y era muy pasional a la hora de
defender lo que creía justo. Por ello lo pasaba mal en este tipo de
situaciones. Y cuando además personas a las que amaba, como por ejemplo su hijo,
estaban implicadas, era todavía peor.
-Bueno cariño.- Intervino la solícita
abuela, tratando de sacar a su nieto de allí.- Vente conmigo, quiero que me
cuentes con todo detalle qué tal fue el juicio. Y si al final os van a dar la
grabación.
-Vale.- Asintió el pequeño, desviando la
atención de su madre, para responder con alegría.- El señor Ross dijo que tendrían que prepararla
pero que sí. Que nos darían el vídeo…
-¡Qué bien! Así podré ver lo buen
abogado que eres. - Exclamó su abuela tomándole de una mano para dirigirle
hacia otra habitación. -
Una
vez que Bertie se alejó con Brian, Roy les comentó animosamente a las dos
mujeres.
-No os preocupéis, lo vamos a pasar
estupendamente el fin de semana. Al menos tú, Brian y yo.- Matizó con
jovialidad dirigiéndose a su hija.- Samantha se va a perder un estupendo
partido.
-¡Qué le voy a hacer!- Se sonrió la
aludida, comentando con fingido pesar.- Deberé conformarme con una visita a
algunas tiendas y ver una película romántica en casa, con muchas palomitas
dulces.
-No me tientes.- Repuso una más animada
Kerria.-
-Pues si prefieres ese plan, cielo,
tranquila. Yo llevaré a Brian.- Sonrió Roy.-
-Ya que he dicho delante suya que quiero
ir, estaría mal no hacerlo. Ya ha tenido bastantes decepciones por este fin de
semana.- Replicó ésta con suavidad y tristeza.-
Tanto
Samantha como Roy asintieron. De modo que, una vez resuelto eso, se pusieron
manos a la obra.
-Pues eso será mañana, ahora vamos a la
cocina, tenemos unos buñuelos que hacer.- Aseveró Roy. –
Y
se dedicaron a eso, entre tanto Brian puso a su abuela al corriente de todo.
Tras escucharle atentamente Bertie comentó.
-Lo habéis hecho muy bien, tanto tu
amiguita como tú.
-Pero sus papás nuevos no han llamado.-
Suspiró el entristecido Brian.-
-Bueno, habrán tenido algún compromiso,
como decían en ese mensaje.- Opinó Beruche.-
Aunque
la veterana maestra estaba recapitulando. Tenía muy buena memoria, y había
recordado algo. Fiel a su forma de ser, incluso en tiempos de su antigua época
de Ayakashi, le daba vueltas a un elaborado plan. Y es que cuando su hija leyó
aquel mensaje ella tuvo interés no en el texto, sino en el número de teléfono
que lo acompañaba. Lo anotó cuidadosamente y en cuanto pudo lo cotejó en su
Tablet con algunas de las entrevistas que tendría el lunes siguiente.
-Sabía que el nombre de ese tipo y el de
Abby me sonaban.- Pensó esbozando una leve sonrisa.-
-¿De qué te ríes, abuela?- Inquirió el
perplejo chico al verla.-
-No es nada, cielo. – Repuso ella
discurriendo rápidamente para contestar.- Pienso en tu abuelo haciendo buñuelos
y en tu madre tratando de comérselos.
Eso
hizo reír a su nieto. ¡Era verdad!
-Mama Ky dice que no te pueden juzgar
dos veces por lo mismo. Así que podría comerse un montón.- Dedujo el niño.-
-No exactamente.- Rebatió su abuela para
explicarle.- No pueden juzgarla dos veces por los buñuelos que se comió el otro
día. Pero si lo hace hoy, sería un delito nuevo. ¿Comprendes?
Al
ahora atónito crio asintió. ¡Claro! Era como portarse mal otra vez.
-¡Tenemos que ir corriendo a decírselo!
- Exclamó con toda su ingenuidad infantil.-
-¡Anda ve tú, yo no puedo correr tanto! -
Rio Beruche.-
De
hecho eso le vino bien. Una vez que su concernido nieto se fue a toda prisa a
la cocina ella aprovechó para consultar más en profundidad sus informes. Se
sonrió una vez más con algo de malicia y musitó.
-Este fin de semana no, pero creo que el
próximo no faltarán.
Por su parte Brian
llegó a la cocina y advirtió (o al menos eso creyó él) a su mamá Ky. Tras las
risas de los adultos ésta le aseguró que no debía preocuparse.
-Esta vez me portaré bien y pediré
permiso.- Prometió solemnemente Kerria levantando una mano con la palma
extendida y por supuesto, sin cruzar los dedos.-
Así
fue, en esta ocasión la abogada fue paciente y aguardó. A la noche todos
cenaron y pudieron disfrutar de aquellos buñuelos como postre. Después a
dormir. Al día siguiente, efectivamente Kerria y Brian fueron con Roy al
Madison. El niño lo pasó estupendamente, tenía el privilegio de entrar mucho
antes de que comenzase el encuentro. Incluso pudo tirar algo a canasta con su
abuelo y estar con algunos jugadores. Más tarde, se sentó cerca de las primeras
filas con su madre y los dos animaron todo cuanto pudieron al equipo. Y la cosa
funcionó. Al menos eso les aseguró Roy tras el partido, cuando los “Knicks”
ganaron por nueve puntos. Fue un día emocionante y divertido para el crio quien
afortunadamente había olvidado la
ausencia de su amiga. Al retornar a casa ya era tarde. No tuvieron que cenar
puesto que habían comido algunos perritos calientes y tomado unos refrescos y
batidos.
-¿Qué tal fue?- Inquirió Samantha al
verles aparecer.-
Estaba
junto con Beruche, las dos sentadas en el sofá viendo la holo tele. Brian iba a
responder cuando se fijó en que su mamá Ky salía cantando en la pantalla.
-¡Anda, eres tú!
-Sí, terminamos la película y tu abuela
puso unos videos musicales que tenía de mama Ky.- Le contó Samantha.-
Justamente
empezaba uno en el que una cría de alrededor de doce o trece años que lucía su
cabello castaño peinado en forma de trenza, estaba dándose las manos con otra
niña de su edad y largo cabello moreno. Después ambas eran rodeadas por algunos
críos más. Estos daban la impresión de estar metiéndose con ellas, dado que las
dos se separaban y corrían, queriendo escapar. La pequeña de la trenza intentó
plantarles cara pero al final huyó. Tras una carrera se detenía con lágrimas en
los ojos y jadeando por el esfuerzo. Kerria
aparecía a su lado cantando y observándola con rostro entristecido, sin
embargo, esa cría no parecía darse
cuenta de su presencia.
Más y más profundo y más y más
profundo
Más y más dulce, más y más dulce
No puedo evitar enamorarme
Me enamoro más y más profundo de donde vaya
Besos enviados del cielo
Son más y más dulces, más de los que conozco
Más y más dulce, más y más dulce
No puedo evitar enamorarme
Me enamoro más y más profundo de donde vaya
Besos enviados del cielo
Son más y más dulces, más de los que conozco
Cuando sabes las notas para cantar
Puedes cantar mejor que cualquiera
Eso fue lo que mi mamá me dijo
Vas y vas y vas y vas alrededor
Cuando encuentres el amor siempre lo sabrás
En otro
cambio de escena, esa niña de la trenza discutía con un hombre adulto, éste
señalaba inmisericordemente hacia unas escaleras, la niña subía corriendo y
llorando, refugiándose en la habitación, ante la consternada mirada de Kerria
que seguía cantando, colocada en un lado de esas escaleras.
Dejo que mi papá me eduque
Papá no puede estar equivocado
(No te voy a dejar sola, siempre voy a estar ahí)
Y mi mamá me hizo aprender esta canción
(Me traerás tu amor, te voy a atrapar)
En
la habitación, la niña era abrazada por una mujer adulta que debía ser su madre.
Esta le mesaba el cabello con afecto. Aunque después, se marchaba. La cría
aprovechaba a mirar recelosamente por una rendija de la puerta de su habitación
y descendiendo algunos escalones presenciaba a sus padres discutir, en tanto
Kerria, invisible a todos ellos, seguía con su canción…
Porque
No puedo evitar enamorarme
Me enamoro más y más profundo de donde vaya
Besos enviados del cielo
No puedo evitar enamorarme
Me enamoro más y más profundo de donde vaya
Besos enviados del cielo
Son más y más dulces, más de los que conozco
Cuando sabes las notas para cantar
Lo más profundo donde voy
Aprovechando que
sus padres salían de esa estancia, la cría bajó corriendo las escaleras
escapando de casa. Tras andar siempre con Kerria a su lado, entraba en una
especie de discoteca, donde se ponía a saltar y bailar alocadamente, bebiendo
de varios vasos, ante el gesto entristecido de la cantante que seguía
desgranando esa letra…
Todo está permitido en el amor dijo
Piensa con el corazón no con la cabeza
Eso fue lo que mi mamá me dijo
Todas las pequeñas cosas que hagas
Terminarán regresando a ti
Dejo que mi padre me eduque
(No te voy a dejar sola, siempre voy a estar ahí)
La cantante movía la cabeza con
expresión triste cuando algunos individuos con caretas de monstruos se
aproximaban a la niña. Ahora ésta se asustaba queriendo escapar, rodeada de
globos con caras demoniacas. Al fin la propia Kerria se hizo visible ante ella
y tras sonreírla le dio la mano sacándola de allí…sin dejar de cantar…
Y mi mamá me hizo aprender esta canción
(Me traerás tu amor, te voy a atrapar)
Porque
No puedo evitar enamorarme
Me enamoro más y más profundo de donde vaya
Besos enviados del cielo
Son más y más dulces, más de los que conozco
(Me traerás tu amor, te voy a atrapar)
Porque
No puedo evitar enamorarme
Me enamoro más y más profundo de donde vaya
Besos enviados del cielo
Son más y más dulces, más de los que conozco
Alguien dijo que el romance había muerto
Y lo creí en vez de recordar
Lo que mi mamá me dijo
Dejo que mi padre me eduque
Después trataste de abrazarme
Me recordaste lo que ellos me dijeron
Este profundo sentimiento
Y la pequeña era conducida por la
artista hasta su casa. Allí, sus preocupados padres la recibieron abrazándola.
Todo parecía estar solucionado. Kerria entonces sonreía al presenciar aquello.
Que no puedo explicar
Pero mi amor está vivo
Y no lo voy a esconder nunca más
Papá no puede estar equivocado
(No te voy a dejar sola, siempre voy a estar ahí)
Y mi mamá me hizo aprender esta canción
(Me traerás tu amor, te voy a atrapar)
Pero mi amor está vivo
Y no lo voy a esconder nunca más
Papá no puede estar equivocado
(No te voy a dejar sola, siempre voy a estar ahí)
Y mi mamá me hizo aprender esta canción
(Me traerás tu amor, te voy a atrapar)
Porque
No puedo evitar enamorarme
Me enamoro más y más profundo de donde vaya
Besos enviados del cielo
Son más y más dulces, más de los que conozco
Más y más profundo
No lo volveré a ocultar
Más y más dulce
Y la intérprete concluía
la canción, observando complacida a esa niña reír y jugar con sus compañeros
del colegio una vez más.
Nunca tendré que fingir
Sólo deja que tu cuerpo se mueva con la música
Sólo deja que tu cuerpo siga la corriente
Enamorada, enamorada, enamorada
No puedo evitar enamorarme de ti
Sabes que no hay nada mejor que me guste
(Deeper and Deeper.
Madonna. Crédito a la artista)
Kerria recordaba muy
bien aquel video. Adaptó una canción clásica de una de sus artistas
favoritas. Para ella el rodarlo fue una
especie de catarsis.
-¿Qué le pasaba a esa niña, mama Ky?- Se
interesó Brian, sacándola de esas reflexiones.-
-Estaba perdida y triste, tesoro.- Musitó
su interlocutora.- Pero al final, volvió con sus padres y todo estuvo bien.
-¡Y tú la ayudaste!- Afirmó el encantado
niño.-
-En cierto modo, sí.- Sonrió débilmente
Kerria, agregando con tinte enigmático.- Y ella me ayudó también a mí…
Bertie
y Sam no decían nada pero miraban la escena entre emocionadas y algo
entristecidas. Las dos conocían muy bien el verdadero significado de aquello.
Esa cría de la trenza era la propia Kerria, en esa etapa tan difícil de su vida
en la que fue consciente de su verdadera inclinación sexual y en la que tuvo un
desencuentro con su padre que terminó tan terriblemente, convirtiéndola en
aquel monstruo llamado Devilish Lady. Al final y gracias a Dios que todo se
resolvió bien. Pero claro, no iban a
contarle aquello al pequeño quien, a todo eso, se percató de un detalle.
-¿Y el abuelo?- Inquirió Brian.- ¿Dónde
está?
Y
es que Roy hacía un rato que no estaba allí. Su hija enseguida comprendió.
Forzando una sonrisa le pidió a su esposa.
-Anda Samantha. Lleva a Brian a su
cuarto, ya es tarde, tiene que irse a la cama. Mañana hay cole.-
-¡Qué lata!- Suspiró resignadamente el
niño pidiendo.- Pon más vídeos, mami Sam.
-Anda, que ya has tenido muchas
emociones por hoy.- Le sonrió la interpelada quien tras levantarse del sofá le
dio a su hijo un beso en la mejilla y le acompañó arriba.-
-Estas escaleras se parecen a las de la
casa de esa niña.- Observó el pequeño en tanto se alejaban.-
-¿Ah sí?- Exclamó Samantha fingiendo
sorpresa para remachar con pretendida despreocupación.- Ni me había dado
cuenta.
A
su vez, Kerria suspiró, diciendo en voz baja a su madre.
-Iré a hablar con él.
-No te preocupes hija. Él sabe que no le
reprochas nada.- Quiso tranquilizarla Bertie.-
La
interpelada asintió débilmente, pese a todo fue en busca de su padre. Roy
estaba en el jardín, pretendiendo colocar algunas macetas.
-¡Qué desastre tenemos aquí fuera!-
Decía con tono aparentemente despreocupado.-
-Lo siento, papá.- Pudo decir Kerria,
posando sus manos sobre las de él, nada más verle.- Sabes que yo no…
-Cariño, lo sé.- Respondió afablemente
Roy.- Hace muchos años que grabaste ese vídeo y hasta me consultaste antes de
hacerlo. Es sólo qué, ahora que lo he vuelto a ver tras tanto tiempo. No sé, de
pronto no he sido capaz de mirar a mi nieto a la cara.- Confesó ahora con
pesar.- Me he sentido avergonzado. Cada vez que veo al idiota ese del video
abroncar a esa niña. Le partiría la cara por insensible.
-No, no pienses eso.- Le pidió
cariñosamente su hija.- Eres el mejor abuelo del mundo, y también el mejor de
los padres. Aquello ya pasó y todos aprendimos de ello.
-Me di cuenta de que tu madre, tu
hermano y tú erais lo mejor que tenía en la vida, junto con mis amigos. Y ahora también están Sam y Brian.- Afirmó
él.- Por eso quiero hacerlo lo mejor posible. Demostraros que os quiero.
-Lo sé, papá. Y no te inquietes por eso,
nos lo demuestras todos los días.- Le sonrió la muchacha.- Anda, vamos dentro.
Brian quería saber dónde estabas.
-Sí, voy a darle las buenas noches.-
Asintió un más animado Roy. -
Y fiel a su propósito subió ya a la habitación
del pequeño con su tono jovial de costumbre. Tras desearle dulces sueños a
Brian le dejó descansar. Al menos el
crío se durmió contento, cosa que animó a todos, más si cabía a Kerria. Su padre
le deseó buenas noches a ella también y fue a acostarse junto con Bertie que
declaró estar agotada. Por su parte la abogada se sentía muy fatigada a su vez.
A eso se juntaba que al día siguiente tendría que tratar de persuadir a su
cliente, esa pobre chica, para que fuera a juicio.
-Cada cosa a su tiempo, como mi madre
siempre dice.- Musitó la abogada mientras se metía en la cama con Samantha.-
-¿Decías cariño?- Inquirió ésta.-
-No, nada, mañana será un día difícil. –
Le contó, tras resumirle esas tribulaciones.-
-Seguro que lo conseguirás.- Afirmó Sam
abrazándola por detrás.- Y no te preocupes por tu padre. Sé que no te culpa por
nada de ese video.
-Lo sé, Samantha.- Aseguró su
contertulia, aclarando.- Sé que todavía se culpa a sí mismo y no quiero que lo
haga.
-¡Me gustaría ser tan buena cantante
como tú y rodar un video parecido para arreglar las cosas con mis padres! -
Suspiró Sam cambiando de tema.-
Kerria
se giró, quedando a escasos centímetros del rostro de su esposa, cuyos ojos
ahora brillaban, quizás a punto de liberar algunas lágrimas. La abogada
enseguida le dio un suave beso en los labios y comentó con dulzura.
-Algún día lo harás…ten confianza.
-Sé que no será así. Al menos con mi
padre. Puede que con mi madre y mi hermana Terry sea posible.- Musitó Samantha
quien, pese al dolor que le producía evocar aquello, quiso sonreír para sentenciar.-
No te preocupes. Anda, vamos a dormir. Yo también estoy muy cansada.
-Ya no somos tan jovencitas.- Comentó
Kerria intentando sonar desenfadada.-
-¡Oye!, habla por ti, ¿quieres?- Repuso
Sam con idéntico tono para reivindicarse.- Yo soy una niña todavía.
-Te recuerdo que eres cuatro años mayor
que yo.- Se sonrió su pareja.-
-Pero no lo aparento.- Contratacó jovialmente
Sam.-
-Eso es verdad. ¡Anda mocosa, ven aquí
que te cante una nana! - Rio Kerria abrazándola.-
Su
esposa rio también y se besaron con ganas. Pese a todo las dos estaban
demasiado cansadas para nada más y poco a poco fueron quedándose plácidamente
dormidas…
Entre tanto, durante
esos días del fin de semana, Abby había estado conociendo a sus nuevos
anfitriones. No eran malas personas, al contrario, Johana se preocupaba mucho
por ella y porque todo estuviese a su gusto, y John era simpático. Ese fin de
semana incluso la llevaron al parque de atracciones y lo pasó muy bien,
llegando hasta a olvidarse de Brian. Lo único que le dio pena fue cuando aquel
hombre, con amables y bonitas palabras, eso sí, le dijo que iba a cambiar de
escuela.
-Hemos pensado en llevarte a un colegio
de pago. De los mejores. Hay uno cerca de aquí que es muy prestigioso. Harás muy buenos amigos y amigas y aprenderás
muchísimas cosas.
-Ya tenía amigos en el otro.- Susurró
tímidamente Abby, sin atreverse a protestar demasiado.-
- Los informes que nos dieron de
servicios sociales dicen que eres una buena alumna y muy lista. En una escuela
pública no te dedicarán tanta atención como en ese otro sitio.- Intervino
Johana.- Y allí enseguida conocerás a más niñas y niños estupendos.
-Bueno.- Musitó la pequeña, aceptando
aquello.-
Los
adultos la dejaron un momento a solas y charlaron en otra habitación, pese a
todo, la cría pudo acercarse a hurtadillas y escucharles.
-Pero John, no sé si tendremos bastante
para pagar uno de esos centros privados.
-He concertado una entrevista con la subdirectora
de uno para este mismo lunes. Es muy prestigioso y creo que dan becas.- Le
respondió su esposo.- Esta niña tiene buenas calificaciones a pesar de sus
circunstancias. No sería descabellado pensar que la otorgasen una.
-¿Y qué tenía de malo la escuela a la
que iba? Si hasta se había hecho muy amiga de ese otro pequeño.
-Ya, pero… no me hace gracia la idea,
considerando el tipo de familia que ese niño tiene.- Objetó su esposo.-
-¿Qué tiene de malo su familia? Su madre
era realmente muy agradable.
-¿Cuál de ellas?- Preguntó él, no sin
algo de retintín, agregando con algo de indignación.- Sabes que mis creencias
no me permiten aceptar ese tipo de cosas. No quiero que una niña que va a ser
nuestra hija, crezca pensando que ese tipo de… relaciones… son normales, y
mucho menos para criar niños.
-Pues por lo que pude ver, esa mujer era
una madre estupenda. Y su hijo un crio muy educado y bueno.
-Será mejor que dejemos el asunto.-
Replicó John con tono molesto.- ¡No quiero discutir con la niña aquí!
Su
mujer tuvo que asentir y aparcar ese tema. Abby pese a todo oyó aquello y
derramó alguna lágrima. ¿Qué tenía de malo la mamá de Brian? Al menos la que
ella conocía era una mujer muy simpática. Y en ese juicio les ayudó mucho.
Además, los abuelos de su amigo eran personas estupendas. ¿Qué vería John de
malo en ellos?...Quizás fueran cosas de mayores que ella no comprendía. Como lo
que hacían sus padres, esos viajes, estar tanto fuera de casa y luego ir a la
cárcel. Pese a que le dijeran que la querían mucho y que fuese buena. Pudiera
ser que ellos hubieran sido malos y les castigasen.
-Es una lástima, voy a echar de menos a
Brian, pero ya estoy acostumbrada a ir perdiendo amigos.- Pensó muy
compungida.-
Por
su parte Johana lo sentía, ella era mucho más abierta y tolerante que su
marido. Éste no era malo, pero había crecido en el seno de la iglesia
protestante y era un admirador de ese reverendo Waters, quien, a juicio de
John, predicaba las “verdades del Evangelio” y la vuelta a costumbre más
“decentes”. Aquel clérigo culpaba también en gran medida a esos nuevos
soberanos del avance de esas relaciones tan poco ortodoxas.
-Por suerte John no hace tanto caso a tipos como ese
Lench, o a ese otro que hay en ese planeta tan lejano, uno que estuvo hace
algún tiempo por aquí, con Waters. Corbin, creo que se llamaba.- Pensó ella con
alivio.- Por lo poco que me contó de él, me dieron escalofríos.
De
este modo, apenada por la cría, lo dejó estar. Al lunes siguiente su esposo,
fiel a su palabra, acudió a ese prestigioso centro privado. Con nombre bastante
cristiano, Saint Mary. Eso sí, más tirando a católico quizás. Pese a ello,
decidió que era un sitio adecuado. A fin de cuentas, el mismo reverendo Waters
decía que eran todos hermanos en la fe y que, pese a las diferencias, estaban
de acuerdo en lo esencial. Aunque un detalle que no le gustó fuese que aquel
colegio pese a ser confesional permitía asimismo una opción más laica.
-Bueno, tendrán que captar clientes de
más espectros.- Pensó John un poco decepcionado por ello.-
Aunque
viendo las instalaciones y los estudiantes uniformados que discurrían en
armonía por el patio ajardinado, pensó que merecía la pena. También estaba
preocupado por el precio. A buen seguro sería muy costoso. Él se dedicaba a la construcción, era
aparejador y ganaba un buen sueldo. Y su esposa trabajaba ocasionalmente como
decoradora de interiores. Pese a ello, ya el pagar la casa y los gastos
cotidianos les absorbían la mayor parte de su presupuesto. Sin embargo, quería
que esa niña fuera al mejor centro posible y estaba seguro de poder conseguir
una beca para ella. De este modo fue
directo a recepción. Tras preguntar le encaminaron al despacho de la Jefa de
Estudios o Subdirectora, creyó entender. Llegó hasta una puerta de nogal y
tocó. Una voz femenina, con tono amable, le indicó.
-Adelante, por favor.
Pasó
contemplando a una mujer de quizás unos cincuenta años o algo más, sentada tras
una mesa de roble, con un pantalla plana de ordenador, estanterías con algunos
libros y fotografías a la antigua. Desde luego su cara y aspecto le parecieron
familiares. Ella se levantó de inmediato al verle. Pese a llevar tacones era unos
centímetros más baja que él. Lucía elegante y atractiva, parecía incluso más
joven que en esa primera impresión, pese a aquel cabello tirando a blanco, con
lo que semejaban tintes azulados, no daba la sensación de pertenecer a una
persona entrada en años. Su rostro era asimismo suave, algo pálido y muy terso,
sus ojos azules oscuros e inquisitivos. La mujer sonrió, se aproximó
ofreciéndole una mano que John estrechó y pasó a presentarse.
-Soy Bertierite Malden, subdirectora y
encargada de admisiones. Usted es el señor John Couto. ¿No es así?- Inquirió.-
-Sí señora Malden. – Admitió él,
expresando de seguido.- Venía a interesarme por su centro. Para mi hija…bueno,
en realidad, acabamos de acogerla.
-¡Vaya!- Sonrió débilmente su
interlocutora.- Veamos pues qué puedo hacer por usted.- Contestó la
subdirectora en tanto consultaba la ficha que tenía de esa pequeña.-
-Verá. Mi esposa y yo deseamos que la
niña se eduque en un buen ambiente, con niños y niñas de buenas familias. No es
que nos pareciera mal el colegio al que estaban llevándola los de servicios
sociales, pero creemos que aquí tendrá muchas más oportunidades.
-Muy bien.- Convino Bertie, sin evidenciar
ningún tipo de emoción.- Permítame entonces que le ponga al tanto de las normas
del centro y de sus prestaciones.
Y
en tanto comentaba aquello miró con interés a su contertulio, su historia y de
hecho esos nombres que tenía en el informe preliminar que su secretaria le dio
cuando concertó aquella entrevista, le eran ahora muy familiares. Sobre todo
cuando consultó el número de teléfono del que procedía aquel mensaje que leyó.
Inequívocamente se trataba de la familia de acogida de Abby. Desde luego eran
demasiadas coincidencias, claro que, ver aparecer a ese hombre en su despacho
era una tremenda casualidad. ¿O quizás no? Dada su experiencia en la vida,
comenzaba a pensar que todo ocurría por alguna razón. No obstante, quiso
escuchar las explicaciones que aquel tipo le diera sin mostrarle en absoluto
que sabía quién era. Pudiera ser que sus motivaciones de sacar a Abby de la
escuela que esa cría había estado compartiendo con su nieto obedecieran a otras
causas que no la mera homofobia. En tanto reflexionaba sobre ello, John la puso
al corriente.
-La niña es muy inteligente, en el
informe que nos dieron sobre ella, cuando nos adjudicaron su custodia, indicaba
que sus resultados académicos eran buenos y que podrían ser excelentes. Todo
dependería de su entorno. Un sitio seguro y en el que pudiera vivir de forma
más estable potenciaría eso.
-Sí, eso es lógico.- Admitió Bertie para
comentar.- Tenemos plazas y estaré encantada de informarle de las condiciones y
el importe de la matrícula. Pueden ustedes abonarla mensualmente o pagar todo
el año por adelantado, en cuyo caso se beneficiarían de un quince por ciento de
descuento.
Y
sin más, le extendió su Tablet a John para que éste viera la cuantía de los
pagos. Aquel hombre frunció el ceño y hasta llegó a abrir la boca. Bertie
estaba disfrutando. Desde luego su colegio era bastante caro. Al alcance de
pocos bolsillos. Y aquel tipo se estaba dando cuenta de ello.
-Ustedes anuncian que también poseen un
sistema de becas. ¿No es verdad? Para críos con potencial.- Quiso saber su
interlocutor. -
-En efecto.- Afirmó la subdirectora,
para enseguida matizar.- Siempre y cuando se den determinadas condiciones.
Ofrecemos becas parciales, totales e incluso extendidas.
-¿En qué consisten?- Preguntó el atónito
señor Couto.-
-Verá usted.- Le resumió Bertie.- Una
beca parcial cubre entre el veinte y el ochenta por ciento del coste. La total,
como su nombre indica, el cien por cien, y la extendida además, da una
subvención extra para gastos escolares como residencia, viajes de fin de curso,
etc., que no están incluidos en las anteriores. Para conceder cada una de ellas
se utiliza un sistema de baremación. Si tiene la bondad de esperar un momento voy
a consultar la situación de su hija.
Su
interlocutor por supuesto que la tuvo. Bertie entró en la base de datos de su
colegio y cotejó su expediente académico con los informes que John había
traído. A su vez, éste se fijó distraídamente en algunas de las fotografías que
su contertulia tenía en el despacho. Una le llamó particularmente la atención.
Aparecía...
¡Esa mujer!- Comentó sorprendido mirando
una de las imágenes.- Me es conocida.
La
subdirectora se sonrió, con un gesto que a John se le antojó algo malévolo, fue
no obstante una impresión que desapareció enseguida, cuando aquella señora le
desveló.
-Es mi hija Kerria Lorein, es abogada.-
Le comentó aludiendo a que en esa imagen la joven aparecía vestida con una
toga.- Estoy muy orgullosa de ella. Ha tenido que luchar mucho y afrontar
grandes inconvenientes. Ahora es una letrada de éxito, además de una magnífica madre
y esposa.
-¡Vaya! Cuanto me alegro por usted.-
Pudo responder el ahora envarado John intentando sonar lo más elogioso posible
al sentenciar.- Seguro que ha triunfado al tener su ejemplo.
Aunque
otra llevaba por dentro el anonadado individuo. Aquella chica. ¡Era ella!, esa
abogada gay que vino acompañando a Abby. ¿Cómo era posible?. Ya era casualidad
que justo la subdirectora de ese colegio y encargada de las admisiones fuese su
madre.
-Es usted muy amable.- Agradeció Bertie
quién, con tono neutro y aparentemente analítico, expuso.- Mi marido y yo hemos
tratado de educarla siempre en el respeto y la consideración a los demás. Y en
luchar contra las injusticias. Fíjese, recientemente hasta ha tenido un juicio
como acusada, simulado claro, en la clase de su hijo. Aprovechó aquello y les
explicó a los niños lo que es el derecho y la ley. Y también los prejuicios.
Por eso, no se preocupe usted. Consideraré el caso de… ¿Cómo dijo que se
llamaba esa niña?- Fingió no recordar con un muy sutil tono de retintín.-
-Abby. No me acuerdo de su apellido.-
Admitió el nervioso John.-
-Pues..- Replicó la subdirectora,
consultando el expediente de la cría.- Tiene varios aquí, Abby Mathews,
Danvers, y ahora el de usted, Couto. -Recapituló prosiguiendo.- Pese a ser una
niña de acogida, con vaivenes por distintos hogares, da la impresión de ser muy
prometedora. Me fijaré sobre todo en su currículum y en su personalidad, cuando
la traiga usted aquí para establecer su puntuación de ingreso. ¡O mucho
mejor!.- Sonrió ahora añadiendo con tono lleno de jovialidad.- ¿Por qué no
vienen todos a mi casa? Digamos el próximo fin de semana. Me gustaría ver a esa
pequeña en un ambiente, llamémosle más relajado e informal con ustedes, me
refiero a que también acuda su esposa. ¿Le parece bien?
-Claro.- Se apresuró a convenir su interlocutor.-
Se lo agradezco mucho, es usted realmente muy considerada. Hablaré con mi
mujer, seguramente estará encantada.
-Magnífico.- Sonrió Beruche acotando.-
¿Les viene bien este sábado a las seis de la tarde?
-Supongo que sí, en cuanto lo consulte
le enviaré un mensaje.- Repuso aquel tipo.-
Y
tras darle la mano se fue, Bertie se sonrió una vez más musitando.
-Eso para que aprendas a tener
prejuicios sobre mi hija o cualquier persona. Podrás ver bien de cerca lo
maravillosa que es nuestra familia.
Deseando
estaba de volver a casa para contar lo sucedido a su hija y al resto. Kerria
entre tanto estaba en su despacho. Allí, tras mostrarse remisa, su clienta
había acudido, sentada frente a ella, permaneció
callada durante unos instantes hasta que se decidió a hablar. Con tono trémulo
aquella joven de cabello moreno y rizado le susurró.
-Verá, yo… no deseo denunciar.
-Pero, lo que te han hecho ha sido muy
grave.- Pudo oponer la perpleja Kerria.-
-¡Eso lo sé muy bien! ¿No cree?- Fue
capaz de sollozar aquella infeliz.-
La
abogada maldijo su falta de tacto. Suspiró levantándose de su sillón para
aproximarse más afectuosamente a esa muchacha.
-Lo lamento. Claro que lo sabes.- Se
disculpó sentidamente, eso sí, para alegar.- Pero precisamente por eso. Es algo
terrible y los responsables deben pagar por lo que te hicieron.
-¿Y si uno de los responsables es de mi
propia familia?- Replicó amargamente la joven.-
-Con más motivo todavía.- Insistió
Kerria.- Tienen que darse cuenta de que eres una mujer libre e independiente, y
que no es asunto suyo a quien ames. No tienen ningún derecho a coaccionarte, y
menos aun a abusar de ti, Ally.
Esa
chica suspiró a su vez. Movió la cabeza consternada.
-Si denuncio a mi primo por eso, y voy a
juicio, dará igual si gano o pierdo. Mi familia quedará destrozada. Mis padres
dejarán de hablarse con mis tíos. Y con el resto de mis primos.
-Eso no tiene porqué ser así. Tú no has
hecho nada malo, él sí. -Opuso la letrada.-
-Usted no conoce a mi familia.- Contestó
la muchacha con la voz rota por el dolor y la tristeza.- Son devotos del
reverendo Waters. ¡Y más aún, tienen parientes en Nature que adoran a ese otro,
Julius Corbin! Hacerme esto para muchos de ellos ha sido tratar de ayudarme.
Fue
oír eso y un escalofrío recorrió la espalda de Kerria. El último nombre le era
demasiado familiar. Lo recordaba todavía de su periplo en Nature, cuando
defendió a Sabra. Ese predicador o lo que fuera era quien marcaba prácticamente
el estado de opinión de la vida social de aquel planeta. Y era totalmente
hostil a su colectivo. Cuando estudió el caso de la entonces alférez Leví, leyó
cosas a cual más inquietante sobre ese individuo.
-Bueno.- Suspiró Kerria admitiendo su
derrota para añadir con tono conciliador.- Eres tú quien debe decidir que
hacer. Como abogada solamente te puedo aconsejar.
-¿Es que cree que no quiero justicia?- Gimió
aquella pobre desgraciada. – Pero, pero...no a costa de mi familia.
Ally
rompió a llorar y su compadecida abogada solamente pudo abrazarla y susurrarle
con el tono más suave y afectuoso que pudo.
-Tranquila. Te comprendo…no haremos nada
que tú no desees hacer…te lo prometo. Mira, piénsatelo, ¿vale? Tenemos
contactos con algunos gobiernos, de aquí e incluso de otros planetas. Si esta
situación te resultase insoportable podríamos arreglarte un cambio de aires.
-¿Cambio de aires?- Se sorprendió esa
llorosa joven.-
-Consiste en dotarte con una nueva
identidad. Te llevarían lejos, donde podrías comenzar una nueva vida y nadie te
juzgaría por tus preferencias ni por a quién ames. – Quiso animarla Kerria.-
-Y no volver a ver jamás a mis padres,
ni a mis hermanos.- Suspiró ella moviendo la cabeza.- No, no quiero hacer eso.
-Bueno.- Afirmó la abogada con tono
suave.- Si algún día cambias de parecer, solamente tienes que contactar con
nosotros.
Y
es que Kerria podría hablar con su madrina Ami, quien a su vez tenía muy buenos
contactos para hacer algo así posible. Lo que sin embargo más tristeza le causó
fue escuchar a esa chica balbucir en tanto rompía a llorar de nuevo.
-Y encima, creo que he sido yo quien les
ha fallado. En cierto modo sé que lo que me han hecho ha sido pensando en
ayudarme de buena fe. Por eso, tampoco puedo denunciarlo…
La
abogada no supo que decir a eso, sencillamente abrazó a esa pobre desgraciada. Estuvieron
un rato así hasta que, finalmente, esa muchacha se marchó. A su pesar, Kerria
tuvo que dejarla ir sintiéndose frustrada y furiosa, tanto que golpeó la mesa
de su despacho con ambos puños soltando un grito. Al poco, un preocupado
Sebastián entró a todo correr, dejando de lado su proverbial calma para
preguntar entre jadeos por esa carrera.
-¿Qué te ocurre? ¿estás bien?
- Ya no tenemos caso.- Fue lo único que
la joven contestó llena de rabia.- Se acabó. ¡Esos canallas nos han ganado sin
siquiera empezar a luchar! ¡Esa pobre chica está tan asustada y avergonzada! ¿Cómo
puede ser ella la que se avergüence?¡Maldita sea!
Sebastián
no tardó en recobrar la calma y tras aquel sobresalto le dijo con tono
sosegado.
-Tranquilízate, por favor, siéntate y me
cuentas lo que ha ocurrido.
Y
aunque le tomó unos minutos el serenarse lo suficiente Kerria finalmente
accedió. Una vez le explicó lo acecido Sebastián la miró con tristeza pero
declaró con resignación.
-A veces no podemos ganar. Tenemos que
aceptarlo. Otras incluso ni podemos presentar batalla.
-¡Es injusto!. Totalmente injusto y erróneo.-
Espetó su contertulia moviendo la cabeza para sentenciar con amargura. – En los
últimos días no he parado de decirle a mi hijo lo importante que es hacer
justicia y respetar la ley. Incluso cuando esta parece equivocada. Y ahora soy
yo misma quien no lo entiende.
-A todos nos pasa.- Afirmó
solidariamente su jefe, añadiendo con un tinte más suave y hasta relajado. -
¿Te he contado alguna vez el origen del día del orgullo?
-Sí.- Sonrió la muchacha.- Al menos un
par de veces. Fue por la protesta en aquel bar. ¿No?
-Así es.- Concedió Sebastián, quien
agregó ahora con un tinte algo más misterioso.- Pero nunca te he contado quien
estaba en ese bar.
-Eso no.- Admitió la joven, queriendo
saber.- ¿Quién?...
Aunque
no tuvo que aguardar a la respuesta, solamente el ver la sonrisa en la cara de
su jefe contestó a su pregunta.
-Un momento. ¿Tú?- Exclamó Kerria
moviendo la cabeza con incredulidad en tanto afirmaba.- Eso no puede ser. Fue
hace muchísimos años…
- El veintiocho de junio de mil
novecientos sesenta y nueve. -Precisó su interlocutor, quien, tras reír
moderadamente como era su costumbre, le desveló.- No, evidentemente no era yo,
querida. Solamente era un niño muy pequeño por aquel entonces. Y te aseguro que
no me hubieran dejado entrar. Pero un tío mío sí que estuvo allí. Años después,
cuando supe cual era mi orientación sexual fue al primero a quién se lo
confesé. Todos en la familia sabíamos que era así también y él a su vez me
contó lo que pasó en aquel lugar. Y me dijo algo que nunca he olvidado hasta
ahora.
Y
como la expresión de curiosidad de su interlocutora era evidente, Sebastián,
sentenció desvelando.
-La vida siempre será injusta, es un
hecho. Ante eso nada podrás hacer, lo que sí puedes es adoptar una actitud. O
asumirlo y no hacer nada, o pelear contra esa injusticia. Yo elegí pelear. Lo
mismo que tú. Incluso cuando no haya batalla que librar.
-¿Y cómo podemos luchar entonces cuando
ni nos lo permiten? - Inquirió su joven
empleada con frustración.-
-Pues preparándonos para la siguiente
oportunidad y no bajando la guardia nunca.- Respondió Sebastián.- Siempre habrá
alguna lucha que podamos emprender por alguien. Siempre tendrás personas a las
que ayudar.
Hubo
unos instantes de silencio durante los cuales Kerria meditó acerca de esas
palabras. Al fin asintió despacio y suspiró.
-Gracias Sebastián. Tienes razón. No
puedo rendirme. Ni por mí, ni por los míos. Se lo debo a los que amo,
especialmente a mi hijo. Quiero que crezca en un mundo mejor y más justo para
todos. Como mis padres lo quisieron para mi hermano y para mí.
-Tu hijo es muy afortunado, teniendo dos
madres como tú y como Samantha.- Afirmó Sebastián, añadiendo ya con un tinte
más afectuoso y jovial.- Anda, vete a casa, descansa, disfruta de su compañía y
dales recuerdos de mi parte.
-Gracias. Por cierto.- Se interesó
ella.- ¿Cómo está Pedro.-
-Va un poco mejor. Le han dado la
primera sesión y parece que responde bien.- Repuso afablemente su jefe.-
El
marido de Sebastián tenía cáncer, hacía poco se lo detectaron. Pese a todo ese
hombre había estado trabajando hasta la primera sesión de quimio. Era un tipo
realmente dinámico y luchador. Más extrovertido que Sebastián. A Kerria le caía
muy bien, solamente pudo sonreír y darle un beso en la mejilla a su jefe para
desearle con afecto.
-Espero que se recupere muy pronto. Dale
un beso y una brazo muy fuerte de mi parte.
-Así lo haré, anda vete a casa.- Sonrió
Sebastián.-
Kerria así lo hizo, cumplió también su promesa
de llevar buñuelos y dulces a la clase de Brian. El niño y sus compañeros, se
alegraron mucho de verla por allí, aunque tuvo que irse pronto esta vez. Lo
único que apesadumbraba al pequeño era que su amiguita Abby no estuviera. Sus
padres de acogida había decidido darle unos días sin llevarla al colegio para
que se acostumbrase a su nueva casa, esperando también la resolución de su
petición en aquel centro tan exclusivo. Precisamente Johana le comentaba a su
esposo, cuando éste le refirió su conversación con aquella subdirectora.
-Al final, tendremos que ir a
visitarles. Parece que Dios quiere que así sea.
-No sé si será cosa de Nuestro Señor.-
Suspiró John quien entonces comentó con agudeza. – Lo que me extraña es que,
siendo la abuela de ese crío, no lo tenga en su colegio. Quizás eso de tener
dos madres, como dicen ahora, no guste tanto a sus superiores después de todo.
-Pregúntaselo cuando vayamos a verles.- Le
propuso su esposa.-
-¿Y que nos deniegue la beca? Ni
hablar.- Se opuso él.-
-Se puede sacar el tema de un modo más
sutil y calmado.- Repuso pacientemente Johana.-
Su
marido se encogió de hombros, así lo esperaba. Pasaron los días sin nada
importante que reseñar. Durante la semana Bertie le contó aquello a esposo,
hija y a su nuera. Habían charlado sobre ello aprovechando que Brian estaba en
el colegio y que los cuatro coincidieron en casa.
-Al final la vida tiene este tipo de
cosas.- Declaró filosóficamente Samantha.- Se les llama karma.
-No me acaba de gustar.- Comentó a su
vez Kerria.-
-¿Por qué no, hija?- Intervino Roy,
afirmando.- A mí me parece genial. Si no estaban interesados en veros por ser
un matrimonio de dos mujeres, ahora tendrán que tragarse sus prejuicios.
La
abogada suspiró, moviendo la cabeza para replicar.
-La cuestión no es esa. No deseo que nos
impongan nada pero tampoco me gusta imponer nada a nadie.- Razonó explicando.-
Si solamente vienen movidos para obtener una beca para Abby la cosa nunca
podría ir bien. Si mamá se la concede la llevarán a su centro, sino, no creo
que les caigamos muy simpáticos y posiblemente no querrían que Abby volviera a
ver a Brian de nuevo. Y los críos pagarían por algo que no tiene nada que ver
con ellos.
Los
demás guardaron silencio. Esa posibilidad no les había pasado por la cabeza. Ni
siquiera Bertie, que había pensado prácticamente en todo, cayó en la cuenta de
aquello.
-Tienes razón, hija.- Admitió con tono
lleno de pesar.- En cierto modo es una imposición. Como una especie de
coacción. Lo siento…
-Pero no es nada malo que vengan aquí y
que pasemos una tarde agradable.- Intervino Samantha que deseaba ser más
optimista al añadir.- Puede que, después de todo, no sea algo tan grave que los
niños no vayan al mismo colegio si pueden seguir viéndose como amigos.
-Eso es complicado.- Opuso su esposa,
alegando.- Tarde o temprano harán amiguitos nuevos, cada uno en su escuela.
-Al menos Abby podrá verte a ti, cubito,
todos los días, si va a tu colegio.- Comentó Roy.-
-En cualquier caso, seamos lo más
amables posibles. Desterremos de sus mentes esa sensación de imponerles nada. Cuando
vean a los niños juntos, puede que esos problemas ni importen.- Deseó Kerria.-
Y
llegó el sábado. Esta vez el mensaje que ese matrimonio envió era inequívoco,
estarían allí a las seis de la tarde. Todo estuvo preparado y la familia Couto
llegó en un taxi. Llamaron a la puerta y la voz de Beruche se hizo audible a
través del intercomunicador.
-Enseguida les abro.
Así
fue. En el interior de la casa todos estaban expectantes. Sobre todo Brian,
quien parecía muy contento.
-Estas deseando ver a tu amiguita.
¿Verdad?- Sonrió Samantha mesándole el pelo.-
-Sí, mami Sam.- Asintió enérgicamente el
niño.-
Al
fin esa familia entró. Para su sorpresa un hombre bastante alto y en la
cincuentena, pero muy bien conservado físicamente les abrió. Fue John quien se
le quedó mirando con la boca abierta.
-Buenas tardes.- Saludó Johana,
presentándose ella y su esposo, para agregar.- Y esta es Abby.
-Sean bienvenidos, mi esposa , mi hija y
mi nuera están dentro con Brian.- Les informó guiñándole un ojo a la niña que
se sonrió.- Yo soy Roy Malden.
-¿Es usted el entrenador de los Knicks?-
Preguntó el perplejo John.-
-Por el momento.- Sonrió su anfitrión.-
Espero que podamos entrar en playoff este año.
-Seguro que sí, llevamos una buena
racha.- Sonrió aquel tipo que daba la impresión de estar entusiasmado ahora.-
-¡Así que es un hincha del equipo! -
Sonrió su interlocutor a su vez.-
-Puede apostar a que sí.- Asintió el
señor Couto.-
Dejaron
aquello por el momento dado que Roy les invitó a pasar. Brian enseguida corrió
hasta Abby y los dos se dieron un abrazo que despertó la ternura de todos.
-Bienvenidos.- Saludó Beruche quien
junto con Kerria y Sam se reunió con ese matrimonio y los demás en el salón.- Celebro
mucho que hayan podido venir.
-La pasada semana tuvimos un compromiso
previo, pero esta vez nos aseguramos de poder hacerlo.- Afirmó diplomáticamente
Johana.-
-Por favor, tomen asiento.- Les ofreció
Kerria señalando hacia un gran sofá que dominaba la estancia.-
Los
Couto obedecieron en tanto miraban respetuosamente la decoración y algunas holo
fotos. Eran de la familia Malden al completo, los allí presentes estaban
retratados así junto con otra pareja, un hombre y una mujer jóvenes. Al
percatarse de la curiosidad de sus invitados, fue la propia Kerria quien les
explicó.
-Mi hermano mayor Leval y su esposa Amatista. Viven en Bios. Él es
militar. Ella científica.
-Mi tío Leval es piloto de cazas.-
Intervino Brian sin ocultar su admiración.-
-¡Qué guay!- Exclamó la perpleja Abby.-
Kerria
no dudó entonces en presentarles a su pareja, algo tímidamente Sam se acercó.
-Esta es mi esposa, Samantha.
-Mucho gusto.- Repuso Johana sonriendo
con amplitud.-
-Encantado.- Añadió algo más
comedidamente John.-
-Tú eres mamá Sam.- Intervino la curiosa
Abby señalándola perpleja.-
-Si, soy yo. - Sonrió la aludida.-
-Ya te conté que estaba de viaje.- Terció
Brian.-
Pasados
esos saludos los adultos se mantuvieron ahora en un silencio que parecía irse
volviendo algo tenso.
-Bueno, pues…- Dijo Roy entonces.- Si
les apetece tomar algo…
-Oh, no, muchas gracias.- Declinó
Johana.-
-Hemos hecho buñuelos.- Le cuchicheó
Brian a su amiga.-
-¿Qué os parece si venís conmigo y os
coméis algunos?- Les preguntó amablemente Sam, tornándose ahora hacia los
tutores de Abby.- Si a ustedes les parece bien.
-Sí, por supuesto.- Sonrió John.-
Aquello
despejó un poco la atmósfera. Tras sentarse todos en el sofá y algunos
sillones, y conversar sobre temas intrascendentes como el tiempo e incluso la
situación de los Knicks por la que tanto John como Kerria, y no digamos Roy,
estaban vivamente interesados, fue al fin Bertie quien tomó la palabra.
-Debo decirles que ya conocíamos a Abby.
Sobre la niña no tengo ningún tipo de inconveniente. Como ya le comenté,
deseaba verles a todos juntos en un ambiente más relajado.
-¿Y qué opina ahora?- Quiso saber John
sin ocultar su interés.-
-Bueno, ella parece estar feliz con
ustedes.- Repuso la interpelada.- Forman una bonita familia. Y créame, sé de lo
que hablo.
-Claro.- Convino Johana quién parecía algo
apurada. Como si no quisiera decir lo que tenía en mente. Aun así, finalmente
se atrevió y con tacto y afabilidad preguntó.- Verá, tengo una curiosidad. Y
espero que no lo tome a mal señora Malden.- Comentó mirando directamente a
Beruche para que se hiciera obvio a qué señora Malden se refería.- Usted tiene
un nieto estupendo. Debo decir que Brian es un niño maravilloso y que Abby se
ha acordado mucho de él.
-Sí, mi hijo también ha pensado en
ella.- Terció Kerria.-
-Bueno.- Suspiró Johana yendo directa al
grano.- No entiendo por qué no va al colegio de usted. Siendo tan reputado y tan difícil acceder al
él, y siendo la subdirectora, imagino que podría haberle conseguido una plaza.
Ahora
John miró a su esposa como si hubiera cometido un crimen. También escrutó las
expresiones de sus anfitriones. Nada parecía darle indicación de si esa
cuestión les había disgustado o no. Al fin, Beruche sonrió levemente, asintió y
repuso.
-Verá usted, señora Couto. Comprendo que
tenga esa duda y me la planteé. Sin embargo, es fácil de responder. No es
decisión mía a qué colegio debe asistir mi nieto. Eso es cosa de sus madres. Y
ellas pensaron que, para evitar todo tipo de suspicacias, precisamente por su
admisión, sería mejor que asistiera a la escuela pública a la que va. Además de
estar más cerca de nuestra casa, es un buen lugar.
-Así es.- Añadió Kerria.- Queríamos que
Brian viera a su abuela como lo que es, su abuela. No una profesora o
subdirectora de colegio. Ahora todavía no tiene edad para que mi madre le de
clases, pero algún día la tendrá. Preferimos separar esos ámbitos.
-Para cualquier cosa que mi nieto
necesite me tendrá aquí, en casa. Pero no interferiré en la voluntad de sus
madres ni le daré ventajas solamente por ser quien es. - Remachó Bertie.-
-Ya veo.- Asintió Johana con
aprobación.- Me parece estupendo.
-Nosotros estaríamos encantados de que
Abby asistiera a su colegio, Señora Malden. Dado que es un sitio muy
prestigioso y que le dará la oportunidad de desarrollar todo su potencial.-
Intervino muy diplomáticamente John.-
-Lo es. Pero le aseguro que la escuela a
la que va con Brian también es magnífica.- Afirmó la subdirectora.-
-Es curioso.- Comentó el señor Couto con
fina ironía.- No parece muy propio alabar a la competencia.
-No es cuestión de alabar a nadie
gratuitamente. Es ser sinceros.- Repuso Beruche quien, decidió ir directa a la
cuestión, al afirmar.- No tengo ningún prejuicio contra las escuelas públicas,
ni contra quienes van a ellas. La mejor prueba es mi propio nieto. Y no dudo
que Brian será cualquier cosa que decida en la vida si trabaja duro, se
esfuerza y es fiel a sí mismo.
-Y tanto mi esposa como yo misma
compartimos la opinión de mi madre.- Secundó Kerria.- De hecho, así nos
educaron nuestros padres a mi hermano y a mí. Nos dieron su ejemplo de lucha y
de entrega a la verdad y al respeto hacia todas las personas, sin importar
raza, ideas, religión u orientación sexual.
Esa
última parte de la frase sí que dio la impresión de afectar a los Couto. Justo
entonces Samantha volvió de la cocina. Sonreía y comentó al resto.
-Los buñuelos han tenido mucho éxito. No
sé cuantos nos quedarán. Los niños han terminado de merendar y están jugando en
el cuarto de Brian.
-Estupendo.- Afirmó Kerria quien se hizo
a un lado del sofá y con un ademán invitador, indicó a su mujer que se sentase
junto a ella.- Ven cariño.
Los Couto
intercambiaron unas fugaces miradas al presenciar aquello. Fue ahora Johana
quien comentó con tono moderado y conciliador.
-Eso es estupendo. Se debe respetar a
todo el mundo. Claro está. Nosotros pensamos que cada cual es libre, en nuestro
caso somos de creencias religiosas. Más mi esposo que yo.
-Sí, sin ir más lejos, su colegio el
Saint Mary, es católico. Y estamos interesados en llevar a Abby pese a que no
compartimos ese credo. Puesto que, ante todo, nos atrae el prestigio de su
centro. Señora Malden. - Añadió John.-
-Yo también soy católico.- Intervino
Roy, añadiendo con un tono más jovial, en un intento de distender ese ambiente
que progresivamente se iba cargando.- ¡Y no vea lo que rezo antes de cada
partido!
-Y mis padres nos educaron en esa fe.-
Añadió Kerria.- De pequeña llevaba una cruz que ahora cuelga del cuello de mi
hijo.
-Mi padre es pastor evangélico.- Afirmó
entonces Samantha con un poso de tristeza.-
-Sus padres son personas muy abiertas
entonces.- Comentó Johana.-
-Sí, sé a qué se refiere.- Aseveró
Kerria, dándole la mano a su esposa para proseguir con orgullo y tono
reivindicativo.- Para muchas personas creyentes, sin importar la religión, a
veces es difícil aceptar que dos mujeres estén juntas, se amen y estén casadas.
Crean que lo sabemos muy bien.
-Cada cual, en su casa, que haga lo que
quiera.- Pudo responder la envarada Johana.-
-Hemos sufrido mucho a causa de eso. Mis
propios padres por ejemplo, no quisieron verme más, desde que supieron que yo
amaba a Kerria.- Confesó Samantha.- ¡Y es muy duro! - Pudo sonreír de forma sardónica,
tratando de evitar las lágrimas al añadir.- Pero sé que aquí tengo una familia
que me quiere y me acepta tal y como soy. Y eso es lo más importante.
Su
cónyuge apretó su mano con ternura mirándola de forma alentadora. Por suerte ese
momento no ascendió en emotividad. Los adultos oyeron pasos de carreras, ambos
críos entraron en el salón. Se les veía contentos y Abby exclamó con
entusiasmo…
-Brian me ha enseñado algunos videos de
su mama Ky y de sus amigas. ¡Qué bien cantaban!
-¿Amigas?- Se sorprendió Johana.-
-Se refiere a mi cuñada Amatista y a mis
primas y mi primo Granate. Teníamos un grupo musical.- Les aclaró Kerria.-
-El otro día vi un video de mamá Ky. Y
estaba cantando con una niña que llevaba una trenza como ella y que estaba
triste. Pero mi mamá la ayudaba y la niña se puso contenta otra vez.- Les
explicó Brian.-
Sus
madres y abuelos sonrieron. Ese resumen era el mejor que habrían podido hacer.
Los críos siempre se las apañaban para simplificar las cosas en el buen
sentido. La palabra ayuda era la clave. La misma Kerria se daba cuenta. Su hijo
había leído perfectamente entre líneas aquel mensaje que hasta para ella misma
era poco claro. Hizo ese video recreando aquel terrible episodio de su vida como una forma de pedir y dar ayuda a las
personas en su misma situación. Para luchar contra los prejuicios.
-Sí, lo hemos visto.- Secundó Abby
añadiendo con agudeza.- A mí me parecía que esa niña era como tu mamá Ky. Pero
más pequeña. Lo tenéis que ver.- Les sugirió a sus padres de acogida.-
-Claro cielo, cuando volvamos a casa.-
Convino Johana sonriendo trémulamente.-
Tras
esas palabras, otro tenso silencio que Brian rompió para alegría de los
adultos.
-Y el señor Ross ha dicho que dentro de
poco podremos ver el juicio grabado en clase.
-¡Jó, que suerte! – Suspiró Abby,
entristeciendo su semblante ahora.- Yo no podré.
-Bueno, eso se arregla fácilmente.-
Terció Johana mirando a la cría con ternura y algo de pena, aunque afirmando
con renovado ánimo.- Mañana volverás a la escuela con Brian. Así podrás verlo.
-¿De verdad?- Exclamó la cría batiendo
palmas y dando saltitos.- ¡Qué bien!
Aunque
la cara de John no expresaba esa misma alegría precisamente. En esta ocasión,
fue Roy quien, dándose cuenta al igual que el resto de los adultos, propuso
jovialmente a los niños.
-¡Qué buenos saltos das! ¿Os apetece que
lancemos un poco a canasta?. Tenemos una de verdad en el jardín.
-Sí, ¡qué guay!- Afirmó Brian.-
Dicho
y hecho, el veterano ex jugador se fue con los críos para dejar que los mayores
hablasen. Fue el envarado John quien dijo, con tono de reprobación hacia su
esposa que apenas pudo ocultar.
-Cariño. No creo que sea buena idea que
vuelva a esa escuela. Si vamos a llevarla al centro de la Señora Malden.
-Por mí no se preocupen.- Replicó
Beruche con tinte neutro.- Decidan ustedes en el mejor interés de su hija.
Aunque
fue Johana quién, cansada de aquella situación, tomó la palabra con un tono más
sincero.
-Lo siento John. Pero creo que esto no
es lo adecuado. Solamente has tenido que ver la alegría que Abby ha experimentado
cuando le he propuesto volver con Brian a su escuela. Allí estaba feliz. No sé
si debemos cambiarla.
-Al principio claro que le echará de
menos. Los críos son así. Pero luego hará amigos en el otro centro.- Opuso su
esposo, añadiendo con malestar.- Creía que estábamos de acuerdo.
-No por mi parte, lo lamento señora
Malden. Le agradezco muchísimo su amabilidad, y la de toda su familia, de su
hija y su nuera y la de su esposo. – Comentó la señora Couto.- Pero, ni
siquiera con la beca esa. La completa que le explicó a mi esposo que tenían, me
parecería bien llevar a Abby a su centro.
-Y yo lo comprendo muy bien.- Sonrió
Beruche ahora, conviniendo con esa mujer.- Y pienso que toma usted la decisión
adecuada. Además. En el caso de Abby, teniendo en cuenta el nivel socio
económico de ustedes dos, lo máximo que creo que podríamos darles es una beca
parcial del cincuenta por ciento.
John
transfiguró su cara. Ahora la decepción predominaba. Aunque no iba a
evidenciarlo de palabra. Fue más comedido y declaró, mirando a su mujer.
-Quizás tengas razón. Me he estado
preocupando tanto del futuro de esa niña que no he prestado atención al
presente. Y… si la señora Malden misma nos recomienda la escuela a la que va su
propio nieto…
-Abby será muy feliz en la escuela de nuestro
hijo.- Aseguró Kerria.- Y nos tendrán a su lado siempre que necesiten cualquier
cosa.
-Muchas gracias.- Sonrió Johana
afirmando con sinceridad.- Son ustedes muy buenas personas.
Su
esposo tuvo que admitirlo a su vez, asintiendo despacio. Tras ese momento las
cosas se suavizaron. Siguieron charlando un poco. El propio Roy retornó con los
críos y le regaló a John unas entradas para el próximo partido en el Madison,
afirmando.
-Venga a verlo con su familia.
Necesitamos el apoyo de la afición.
Muy
agradecidos los Couto aceptaron. Al fin, tras una tarde muy amena, se
despidieron de sus amables anfitriones, esta vez con la promesa de verse muy
pronto. Y así fue durante un tiempo. John superó sus perjuicios, viendo que
aquella familia era realmente encantadora. Johana hizo amistad con Kerria y Sam
y quedaron de vez en cuando. Sin ir más lejos, ese año para celebrar alguna
fiesta de Navidad. Abby y Brian decoraron el árbol de los Malden y lo pasaron
muy bien juntos. También siguieron siendo amiguitos e hicieron buenas migas con
otros niños. Después el destino les llevaría a cada uno por diferentes caminos.
Aunque esas son ya otras historias.
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