sábado, 18 de agosto de 2018

GWNE01. Los pioneros.

En el espacio exterior, en los confines de nuestro Sistema Solar, próximo a la nube de Oort, se  encuentra el mundo más alejado de la estrella que rige su destino, el planeta Némesis, en órbita como el undécimo del sistema. Realmente es un mundo muy pequeño e inhóspito del mismo nombre que una enana roja que gira alrededor del sol. Cuando sus primeros moradores llegaron allí, usando un pequeño asteroide como nave espacial, no existía más que un mundo árido y sin recursos. Utilizando la tecnología que esa gran astronave portaba fueron capaces de establecer una base en aquel planeta, al principio minúscula. Después, tras arduos trabajos, excavaron muchas galerías que intercomunicaron creando alojamientos a varias centenas de metros bajo la superficie, a fin de protegerse de las letales radiaciones del espacio.  Algunos pioneros fueron, entre otros, fugitivos y renegados de la Tierra que no aceptaron la promesa de purificación de sus soberanos. Sin embargo, al hacer aquellas obras de acondicionamiento de ese mundo, liberaron algo. En un primer momento no siendo conscientes de ello. No obstante, al cabo de pocos años descubrieron que el núcleo de Némesis irradiaba una poderosa energía, siendo su fuente y composición desconocida la llamaron “la energía oscura.” Poco a poco aprendieron a utilizarla para mejorar sus condiciones aunque la exposición a la misma les trajo unos efectos secundarios tan imprevistos como terribles. La esperanza de vida se reducía y la vejez se adelantaba. El puñado de científicos y estudiosos que habían llegado al planeta intentó minimizar aquellos inconvenientes en lo posible con poco éxito. Eso recordaba el cabecilla y jefe de los que allí residían.



-Nunca hemos sido capaces de eliminar los efectos de esa terrible energía.- Suspiraba aquel hombre de cabello rubio que ya empezaba a tener alguna cana.-

-Es lo que tenemos.- Suspiró resignadamente una mujer de pelo castaño tirando a rojizo, con alguna brizna de color blanco ya en él y ojos marrones, que acunaba a un niño pequeño en su regazo.-

-Tienes razón, cariño.- Admitió ese individuo.-



            Miró alrededor de la gran estancia en la que estaban y comentó con algo de pesar.



-Fue un error abandonar el asteroide que nos trajo aquí. Debimos habernos quedado a vivir en él, lejos de la influencia de esta energía. Fue culpa mía por no darme cuenta a tiempo.

-Nadie sabía esto cuando llegamos a Némesis.- Le contestó su interlocutora mirando a  su bebé dormir plácidamente. – Ese asteroide se desmanteló para utilizar sus compuestos y la tecnología que portaba a fin de instalarnos en este planeta que es mucho mayor. Y tú nos condujiste aquí con sabiduría y acierto, por eso, entre otras cosas, estoy orgullosa de ser tu mujer.

-Muchas gracias, Bauxita. - Sonrió débilmente él, alegando.- A veces pienso que esto pueda ser una especie de castigo.  Nosotros, que censuramos a los soberanos de la Tierra por desear extender esa longevidad tan antinatural, sin embargo hemos provocado que la esperanza de vida de todos los que nos han seguido se reduzca. Es como si hubiésemos pecado contra los designios divinos y nos hubieran expulsado del Paraíso.

-No digas eso, Corindón.- Le amonestó suavemente su esposa.- Nuestros motivos eran justos. El Señor está con nosotros. Pero nos pone a prueba, igual que hizo con el pueblo de Israel en su busca de la Tierra Prometida.

-Puede ser.- Admitió su interlocutor, afirmando a su vez a modo de reflexión.- Aunque hay muchos que se unieron a esta causa no porque creyeran en ella, sino porque escapaban de hechos terribles, incluso de crímenes que habían cometido. Para algunos esto era una especie de exilio para remitir algo sus penas, para otros, una oportunidad de empezar una nueva vida…

-Eso es cierto.- Convino su esposa bajando la cabeza.- Como esa mujer por ejemplo…me dan escalofríos solamente con recordarla.

-Sí, ella y otros muchos. Sin embargo, no dejan de ser una minoría y recibirán el castigo adecuado a sus iniquidades.- Aseguró él, sentenciando.- En eso es en una de las pocas cosas en las que coincido con los reyes de la Tierra y la Luna. Pese a todo, tendré que hablar con esa individua. Ha matado a muchos inocentes y ha estado a punto de provocar una tragedia aún mayor.

-¡Deberíamos hacerla ejecutar! - Espetó una furiosa Bauxita.- Igual que a otros muchos asesinos, violadores y demás criminales que tuvimos que aceptar aquí.

-No, no podemos ser como ellos.- Le dijo su esposo con tono calmado.- Por muy criminales que sean tienen unos derechos. Y no solamente eso, en el caso de esa mujer, posee a buen seguro información relevante. No estaba sola. Por ello, si soy capaz de hacerla hablar, quizás seamos capaces de detener a quienes puedan quedar todavía libres. Hemos de lograr que todos estemos seguros y garantizarles a los habitantes de este planeta un futuro de paz, comenzando por nuestro hijo.

-Tienes razón.- Admitió su esposa arrepintiéndose de aquel arrebato.-



            Una llamada a la puerta de la habitación les interrumpió. Corindón inquirió entonces.



-¿Quién es?

-Alteza, soy Karst.- Se anunció la voz de un hombre.-

-Pasa amigo mío.- Repuso el príncipe con buen talante.-



            La puerta se abrió dejando entrar a un tipo corpulento y de pelo entrecano, por su apariencia parecía rondar los sesenta años, aunque era bastante más joven. Tras hacer una leve inclinación, declaró.



-Príncipe Corindón, princesa Bauxita. Han llegado más colonos.

-Pueden esperar.- Comentó el líder.-

-La verdad, algunos son importantes.- Le comentó su interlocutor.-

-Bueno, tendré que ir a recibirlos.- Repuso Corindón lanzando un suspiro. –



            De hecho, tenía tantas cosas de las que ocuparse que, en muy contadas ocasiones, disfrutaba de unos momentos junto a su mujer y a su hijo. Sin embargo, si su consejero de confianza le decía que algunos recién llegados lo requerían en función de su importancia, su obligación era acudir.



-Te acompañaré.- Se ofreció su esposa.-

-Mejor quédate aquí con nuestro hijo. Prefiero que tanto tú como él no os expongáis a los rigores del exterior. En este palacio al menos las paredes de piedra son lo bastante gruesas como para filtrar mucha de la energía oscura.



            Bauxita asintió, sabiendo que era lo mejor. Tampoco le gustaba la idea de que su marido se expusiera. Pero ella no ignoraba que, ser el líder de esos colonos, le obligaba a eso entre otras cosas. Él se tomara su papel muy en serio. Irónicamente al principio todo empezó casi como una burla a los soberanos terrestres. Los primeros disidentes entre los que ellos mismos se contaban no admitieron en absoluto la idea de una monarquía mundial. En aquellos tiempos la mujer recordaba cómo conoció al que luego sería su esposo, que hablaba a un nutrido grupo de personas, junto con su amigo Karst y un hombre de color llamado Basalto.



-No os dejéis seducir por esa aureola  tan hermosa y esa apariencia angelical.- Proclamaba Corindón.- Esa mujer, la autoproclamada reina de la Luna, y su cónyuge, el que se hace llamar rey de la Tierra, son unos farsantes.

-Pero las mismas Naciones Unidas les han reconocido.- Objetó una voz entre la muchedumbre que se hallaba congregada en una enorme plaza, en aquella gran megalópolis.

-La ONU siempre ha sido un nido de corruptos. Supongo que, cuando esos individuos llegaron apoyados por aquellos poderosos guerreros, y tras ese montaje del fin del Mundo que diseñaron, nuestros gobernantes aceptaron la sumisión para conservar sus cargos. O incluso por miedo a su aniquilación.- Replicó Karst.-

-Sí amigo porque, decidme. ¿Qué es lo que ha cambiado?- Añadió ese tal Basalto con su grave voz retumbando en el eco de esa plaza.- ¿Acaso vivís mejor?

-Se dice que la esperanza de vida está creciendo.- Opuso otro individuo de entre el público.-

-Sí, eso puede ser verdad.- Respondió Corindón con tono tranquilo e incluso analítico para explicar.- Pero ese hecho lleva aconteciendo desde el principio de la Humanidad. Nos lo hemos ganado nosotros, con nuestro esfuerzo y nuestra fe. Puede que muchos se alegren de vivir más años. Sin embargo, decidme, ¿de qué sirve una vida más larga si cada vez más personas en la Tierra viven en la miseria y mueren de hambre? ¿Para que vivir más si es para vivir sufriendo?

-Así es, amigos.- Agregó Karst.- Sobre eso, los que se precian de ser los “ soberanos del mundo,” no han hecho nada. ¿Acaso ha desaparecido la miseria? ¿Es que ya no hay hambre o injusticias?...



Puso eso en cuestión con tinte desafiante en su voz, a sabiendas de que nadie le iba a contradecir. De hecho, pasaron unos instante de silencio hasta que una mujer se atrevió a comentar.



-Dijeron que no venían a gobernar.

-Entonces. ¿A qué han venido exactamente?- Inquirió Basalto quien no tardó en replicar con su tono cargado de reproche.- Yo os lo diré. Es peor todavía que a gobernarnos. Al menos harían algo. Están aquí para vivir en el lujo y la opulencia a costa de todos nosotros. Para prueba, ese enorme palacio de ensueño que se han hecho construir a expensas de todos los habitantes de la Tierra. Y todo por la vana promesa de la Inmortalidad.

-Es verdad.- Intervino entonces ella, quien estaba entre el público, afirmando convencida y con un tono lleno de persuasión.- Por mucho que nos asuste la muerte, es en sí misma parte de la vida. Como el reverendo Waters ha predicado. Sería antinatural vivir eternamente, salvo en el Paraíso. Únicamente Dios nuestro Señor puede otorgarnos ese don.

-¡Bien dicho!- Exclamaron algunos desde el público.-

-¿Cómo te llamas?- le preguntó un intrigado Corindón. –



            Aquel atractivo joven desde luego se fijó en su entusiasmo y fe. Ella le dijo su nombre de entonces, y él galantemente le ofreció una mano para ayudarla a subir al estrado en donde estaban dando aquel mitin. Al ver su ondulado cabello entre cobrizo y pelirrojo, Corindón sonrió afirmando.



-Desde ahora te llamarás Bauxita, si deseas unirte a nosotros.

-Lo deseo.- Sonrió la joven, asintiendo con entusiasmo.-



            Y en ese instante, Karst declaró ante toda la concurrencia.



-Si hemos de tener alguien que nos guíe, elijamos a un príncipe que sea nuestra voz y nuestra esperanza. A alguien como Corindón…

-¡Sí!- Exclamaron muchos de entre el gentío.-

-Él será un auténtico guía, no como esos falsos soberanos.- Añadió Basalto.-

-¡Larga vida al príncipe Corindón!- gritó Bauxita levantando un brazo del atónito interpelado e incluso la sorpresa de sus acompañantes.-



            Todos allí cantaron su nombre y el joven sonrió mirando a esa atractiva muchacha con una mezcla de agradecimiento y fascinación. Al menos eso pensó ella entonces. La verdad, no se equivocaba. Bauxita sentía lo mismo. Por eso, cuando sus partidarios crecieron y fueron capaces de infiltrarse en esa multinacional que tenía la tecnología adecuada para hacer posibles los viajes espaciales, no se lo pensaron. Pudieron hacerse con un asteroide que estaban preparando a tal fin. Otro más, dado que, en años anteriores, ya se habían enviado dos a otros planetas para su colonización. O al menos esa era la excusa oficial, ellos vieron más bien el deseo imperialista de los soberanos de dominar todo el Sistema Solar e incluso más allá. Por eso, deseaban escapar a toda costa de su tiranía.



-Todo fue bien, sin embargo, tuvimos que viajar durante mucho tiempo para eludir una posible persecución de las autoridades terrestres y recalamos aquí. Luego Basalto se ocupó de enlazarnos con simpatizantes de otros mundos que deseaban venir a Némesis. Así llamamos a este mundo, como símbolo del justo castigo que aguarda a esos falsos reyes. Aunque, tras todo este tiempo, no sé. Algunos de los nuestros parece que quisieran llevar la causa mucho más allá de lo que pensábamos. Basalto, sin ir más lejos, odia verdaderamente a los soberanos y a las princesas. Y tengo la impresión de que ha empleado medios poco éticos. Desde luego que, por poco que nos gusten, no somos unos asesinos. Y algunos informes dicen que Basalto sí ha llegado a recurrir al crimen. Pero ni Corindón, ni yo misma estamos totalmente seguros. Y no podemos actuar sin pruebas contra él, aunque jamás aprobaremos esos métodos, ni contra los reyes de la Tierra, ni contra nadie, Corindón tiene razón, tampoco contra esa demente.- Se dijo avergonzándose de su anterior arrebato.-



            Bauxita pensaba que, si bien esos individuos eran reprobables, habían sido elegidos por la ONU y concitaban la aprobación de la mayor parte de los ciudadanos terrestres. Eso debía cambiarse exponiendo sus trucos y sus fraudes, no recurriendo a la violencia.



-Así solamente les daríamos la razón a ellos y a sus secuaces, cuando nos acusan de terroristas. – Meditó Bauxita.-



Pero entre tanto se vieron en la obligación de escapar de su dominio a otro lugar. Por ello, ni en su mente ni en la de su marido, y seguramente que tampoco en la del fiel consejero de este, Karst, ni en la de otro hombre de confianza del príncipe llamado Gneis, entraba el hacer cosas más radicales.



-Bueno, debemos ser cuidadosos para que esto no se vaya fuera de control o seríamos peores que aquellos a los que deseamos denunciar. No hijo, no te daremos ese terrible ejemplo. -Meditó acunando a su bebé con todo su amor maternal.-



            Y lograron establecerse a pesar de las dificultades. Su ahora esposo le pidió matrimonio al poco de llegar y construir el primer asentamiento y ella aceptó encantada. Meses después fueron bendecidos con su hijo, dando así ejemplo al resto de los colonos. De este modo crearon una sociedad nueva en un mundo nuevo. Y Corindón se consolidó como el príncipe, que para ellos aludía más al cabecilla o guía que había de señalar el camino al resto, que a una autoridad trasnochada como eran en su opinión los monarcas terrestres.



-Me gusta más creer en nosotros como unos émulos de los primeros colonos del Mayflower, en lo que más tarde serían los Estados Unidos de América. – Reflexionaba Bauxita.- Al igual que allí, tras su Guerra de Independencia, promulgaron su Constitución, nosotros hemos creado un gobierno democrático, el Consejo. Allí, mi marido no puede hacer lo que quiera, debe obtener su aprobación, explicar sus motivos y debatir como uno más. Es el primero entre iguales, eso es todo. Ni más, ni menos. – Pensaba sintiéndose muy orgullosa de ello.-



            Y otros muchos les siguieron lealmente, siendo obsequiados con títulos nobiliarios, aunque únicamente para agradecerles su labor y sus méritos. Bauxita, al igual que su esposo y la mayor parte de los habitantes del planeta, se preciaba de que todos podían expresar sus opiniones y ser tenidos en consideración. No importaban sus orígenes o lo que hubiesen sido o hecho en sus vidas hasta su llegada. Salvo, claro está, algunos criminales allí exiliados como castigo. Esa fue una de las condiciones que su marido tuvo que negociar a posteriori con las autoridades terrestres para evitar ser perseguidos.



-Sí, le comentaba una vez, delante de su consejero Gneis. Después de algunas complicaciones, algunos de nuestros emisarios pudieron trabar contacto con representantes de los soberanos. Ni Serenity ni Endimión nos perseguirán.- Declaró Corindón.-  

-De hecho, mi prometida Suzanne vino en la última nave lanzadera y pasó por el control de la Luna sin ser para nada molestada.- Comentó Gneis.-

-Celebro oírlo.- Sonrió Bauxita, queriendo saber con un tono más informal.- ¿Pensáis casaros pronto?

-Eso deseamos. Ella escapó de la Tierra harta de la situación allí. Las cosas siguen mal y esos reyes de pacotilla no hacen nada por mejorarlas. Eso dice.- Replicó él y añadió con tono algo apenado.- La pobre hasta discutió con su madre. Según me ha contado tiene una prima que le ha sorbido el seso hablándole de lo maravillosos que son los soberanos y sus princesas planetarias.

-Suele ocurrir, hay gentes que se dejan embaucar con facilidad.- Opinó Bauxita.-



            Aunque  Gneis sonrió, moviendo la cabeza para responder, dejándoles perplejos.



-Es que la prima de Suzanne no es una persona común. Es una de esas que participa en extender el engaño de la corte de Neo Cristal Tokio. Es bastante famosa.

-¿De veras, quién es?- Quiso saber Bauxita.-

-Una tal Kathy O´ Brian. – Replicó su contertulio casi escupiendo con desprecio para sentenciar.- Una periodista, que es ahijada nada menos que de la princesa de venus. En realidad, Suzanne me ha dicho que no es más que una drogadicta y una ninfómana.

-Bueno, no me sorprende, estando en la órbita de los soberanos.- Declaró Corindón sin darle mucha más importancia.-

-Por suerte, hemos arreglado las cosas para que nos dejen en paz.- Suspiró bauxita.-

-Sí, aceptando encarcelar aquí a la gentuza que ni tan siquiera ellos pueden soportar.- Añadió resignadamente Gneis.

- Eso del ostracismo que han inventado en la Tierra y en Bios desde luego que es muy cómodo para ellos. Nos envían aquí a mucha de su basura.- Declaró el príncipe, añadiendo eso sí, con mejor talante.- De todos modos, no será ya por mucho tiempo. Ahora ya estamos preparados para ser totalmente independientes de ellos, en todos los aspectos.



Y es que dada la órbita de Némesis, en pocos meses se alejarían tanto que perderían todo contacto con la Tierra. Y entonces sería cuando deberían probar que se habían convertido en una nación autónoma y sólida, con capacidad para dirigir sus propios destinos, como así lo proclamaban. Eso recordó Bauxita.



-Lógicamente, debe de existir una representación, o de lo contrario seríamos demasiados para podernos gobernar con eficacia. Y que sea lo más digna posible, con títulos si hace falta, así en la Tierra o en la Luna no nos mirarán más por encima del hombro. - Se decía con aire de obviedad en tanto dejaba a su hijo en la cuna tras darle un afectuoso beso en la frente y susurrarle.- Y un día, mi amor, tú seguirás los pasos de tu padre, serás elegido rey, estoy segura…



Por su parte, tanto Corindón como Karst acudieron a la zona de llegada para viajeros, un sencillo astropuerto que también se había construido aprovechando material del asteroide que les trajera tiempo atrás. Durante el camino el consejero le comentó a su Alteza de quién se trataba. Éste asintió admitiendo.



-Sí que es alguien sumamente importante. ¡Es increíble que haya venido! Su adición a nuestra causa será un gran impulso.

-Desde luego. Sin embargo, aunque le pregunté por sus motivos, él optó por responder que eran temas personales.

-No exigimos que nadie nos cuente su pasado.- Repuso Corindón.- De modo que por mí está bien.

-Sí Alteza.-Asintió Karst.-



Al fin llegaron a su destino. Allí dieron la bienvenida a un individuo alto, de cabello moreno y ojos violetas.



-Sea muy bienvenido, señor…-Le saludó Corindón.-

-Desde ahora mi nombre es Crimson.-Le interrumpió secamente el interpelado.-



            El príncipe interrogó a su consejero con la mirada. Karst se encogió de hombros y entonces ese hombre, tras sonreír débilmente, añadió con tono más afable.



-Le ruego que me disculpe por mi rudeza, pero me he prometido dejar mi pasado atrás. No deseo que mi antiguo nombre vuelva a ser pronunciado. Ha de ser así.

-Muy bien. Es su decisión. Este lugar es para gente libre.- Contestó Corindón con visible consideración, más al añadir.- Por favor, siga usted al señor Karst, él se ocupará de llevarle hasta sus alojamientos.

-Gracias, Alteza.- Sonrió más ampliamente Crimson haciendo una leve inclinación.-



            Y en tanto los dos se alejaban, el príncipe les siguió con la vista hasta que desaparecieron por uno de esos largos y profundos túneles que comunicaban el lugar de recepción con las zonas habitables.



-Nos vendrá bien tenerle aquí. Por los informes que me han dado sobre él ese hombre ha demostrado ser muy capaz. Nos ayudará. Necesitamos personas así. Tenemos mucho por hacer.



            Y es que Corindón conocía bien la necesidad que tenían de personal cualificado. Realmente adolecían de estar escasos en casi todo. Aunque por fortuna habían algunos médicos, profesores, científicos e ingenieros, incluso agricultores y mineros, entre otras profesiones útiles a destacar. Ya se habían construido un hospital, una escuela y algunas instalaciones más, necesarias para el desarrollo y el crecimiento del planeta. Además de haber empezado a plantar cultivos y zonas ajardinadas.



-La mayoría vivimos bajo tierra, es muy deprimente, aunque espero que, dentro de poco, podamos comenzar a terraformar lentamente este mundo. Para empezar construiremos cúpulas aislantes a fin de ser capaces de vivir en la superficie. Al menos, en una pequeña parte de la misma. En eso bien podemos tomar ejemplo del reino de la Luna de Neherenia. – Pensaba muy ilusionado. -



Y así lo hicieron, el tiempo pasó, hubo más llegadas de personajes eminentes tanto de influencia positiva, como negativa. Sin embargo, un día, un extraño suceso detuvo toda la actividad en seco. Durante siglos algo terrible ocurrió. Ellos no lo supieron entonces pero  no se limitó solamente a Némesis o en a mundo madre, sino que sucedió en todo el universo. Permanecieron congelados, en una especie de estado de animación suspendida del que despertaron mucho tiempo después. Aquello fue conocido como el “ Gran Sueño”. Tras ello y al ir despertando la población de aquel planetoide se afanó en mejorar sus condiciones de vida. Estaban tan lejos de la Tierra y su órbita era tan irregular que pasarían años antes del perihelio, el momento de mayor acercamiento entre ambos mundos. Cuando éste finalmente llegó pudieron volver a comunicarse e iniciar un tímido acercamiento, no únicamente sideral, sino en materia de confianza y ayuda mutua. Se establecieron algunas tímidas relaciones diplomáticas aceptándose más inmigrantes, aunque fueron pocos. Pese a todo, muchos de los habitantes de Némesis no veían todavía con buenos ojos a los soberanos terrestres. Corindón tenía sentimientos encontrados; de una parte quería impedir la pérdida de la independencia que tanto les costase adquirir, de otra, sabía que sería muy difícil para los habitantes de su mundo el sobrevivir sin ayuda y sus recelos debían de suavizarse en pro de los intereses de Estado. De todas formas por eso no tendrían que preocuparse en un futuro cercano, ya que el perihelio estaba a punto de pasar. Tras él llegaría un largo afelio de casi treinta años. Cuando este finalmente se produjo y Némesis se fue alejando se sucedieron años de mucho trabajo. Ahora, envejecido y cansado, lo recordaba con su fiel amigo en tanto su mundo volvía a aproximarse a la estrella que regía el Sistema Solar.



-Nos costó una generación tras el despertar, poder estar a la suficiente distancia como para contactar de nuevo con la Tierra. Y aun así, la distancia entre ese planeta y el nuestro sigue siendo enorme. - Le dijo a Karst.-

-Lo sé. Y ahora nuestro pueblo está ante la tesitura de salir adelante por sus medios o retornar. Eso mientras pueda hacerlo. – Asintió su interlocutor, añadiendo con tono resignado.- Lo propondremos en la asamblea de notables. La mayor parte de ellos supongo que opinarán como nosotros.

-Sí.- Afirmó el consejero.- Tras tanto tiempo casi todos piensan que no somos ya terrestres y que no les necesitamos. En estos últimos veinticinco años tras el despertar, hemos sido capaces de usar las pocas naves que teníamos para explotar asteroides cercanos a fin de obtener minerales y cometas para procurarnos agua. Nuestras zonas cultivables han aumentado. Tenemos la energía que drenamos de este mundo. Las cosas van mejorando…



            Su interlocutor le escuchó con atención, aunque existían otros argumentos igualmente poderosos al otro extremo de la balanza. Y no tardó en enumerarlos.



-Ya sabes lo que dicen otros. Que este planeta es venenoso. No pocos de los nuestros han muerto por causa de esa misma energía que nos permite sobrevivir.- Se lamentó el príncipe.- La energía oscura de la que el núcleo de este mundo parece estar lleno.

-Es cuestión de tiempo. Nuestros científicos están poniendo a punto sistemas para absorberla y reconducirla. Así no dañará a las personas.

-Esperemos que lo logren pronto. -Deseó Corindón, afirmando con preocupación. -Solamente por eso hay muchos que desearían volver a la Tierra.

-¡Que vuelvan!, mejor no tener descontentos infiltrados entre nosotros.-Replicó un molesto Karst.-

-Lo malo, amigo mío.- Repuso Corindón posando una mano sobre el hombro de su interlocutor.- Es que no podemos permitirnos el lujo de perder moradores. Aquí nacen muy pocos niños. Quizás también esa extraña energía sea responsable de eso.

-Sí, lo sé. Y por si fuera poco somos muy escasos de por sí. Es más, hay muchas parejas que tienen lazos de sangre. Primos, incluso tíos y sobrinos. Hasta hermanos en algunos casos. No es algo que nos guste pero estamos obligados a ello. - Admitió Karst.-

-Tanto es así que hasta tuvimos que impulsar leyes obligando a la procreación.- Suspiró Corindón quien agregó con una sonrisa.- Incluyéndome yo mismo, amigo mío.

-Y os agradezco mucho la deferencia de llamar a vuestro heredero con mi nombre. Dado que yo ya no estaba en condiciones de ser padre como vos, Alteza. - Sonrió Karst.-

- Y, no obstante, has sabido serlo para esa joven.- Afirmó su interlocutor con tono de simpática admiración.-

-Para mí y mi esposa fue una bendición que llegase a nuestras vidas. La pobre debió de sufrir mucho al quedarse sola.

-Tu hija Magnetita, es una buena chica. – Afirmó el príncipe.-

-Y fue un milagro el cómo llegó hasta nosotros. Nos explicó como esas malvadas asesinas, las últimas Feminax huidas, acabaron con sus padres. – Musitó Karst moviendo la cabeza con pesar, aunque añadiendo con más ánimo.- Espero poder traerla pronto a la corte.

-Por supuesto, cuando tú quieras. – Le ofreció su interlocutor.-¿Cuántos años tiene ya?

-Apenas quince. Eso nos dijo.- Le contó Karst quien dejando eso de lado, quiso saber.- A propósito, Alteza. ¿Dónde está el príncipe?

-Pues ha salido precisamente en una de nuestras naves para reconocer el espacio cercano. Debe traer informes para darnos algo que apoye nuestras tesis en el Consejo. -Respondió con orgullo Corindón.-

-No sé si será juicioso haberle embarcado en un tipo de misión como esa, a fin de cuentas es el heredero.-

-Lo sé amigo, pero en Némesis todos contribuimos, empezando por la familia Real.- Afirmó el príncipe, quien suspiró entre aliviado y con algo de resignación mezclado con orgullo aseverando.- Y hasta en eso mi hijo ha dado ejemplo. Se casó hace unos meses muy enamorado como sabes y su mujer, la princesa Ámbar, ya espera un hijo. Tendremos asegurada la sucesión, pase lo que pase.

-¡Esa es una maravillosa noticia! - Exclamó el veterano Karst con evidente alegría.-

-Van a llamarle Coraíon.- Sonrió Corindón, explicando incluso con talante divertido.- Una variante de mi nombre. A Ámbar le gustó más y mi hijo no puede negarle nada a esa chica.

-No me sorprende en absoluto. Es una joven muy guapa.- Convino su interlocutor describiéndola.- Ese cabello rubio y esos ojos del color de su nombre. Y a eso une bondad e inteligencia.

-Bueno, confiemos en que ambos críen bien a su hijo. Y que en el futuro mi nieto perpetuará la tradición que yo mismo he inaugurado.- Sentenció el príncipe Corindón.- Comenzando por la obligatoriedad de tener descendencia…



            Así había sido, comenzando por el propio soberano que hacía ya tantos años contrajo nupcias con Bauxita que le dio a su hijo, todo hombre y mujer en edad fértil tenía la obligación de tener descendencia en ese planeta. Fue una decisión realmente muy difícil, que evidentemente coartaba una libertad individual fundamental. Y eso era todavía más grave tratándose de un grupo que había hecho precisamente de la libertad de elección su bandera para oponerse a los soberanos terrestres. Corindón y su consejero Karst lo meditaron y discutieron mucho antes de atreverse a dar el paso. Pero no tuvieron otro remedio entonces. Némesis se estaba alejando mucho de la Tierra y nadie más podría venir del planeta madre quizás en décadas. Por ello, cuando esa norma se promulgó un poco antes del gran sueño, la mayoría lo aceptó resignadamente como un mal menor. Hubo algunos que, desde luego, se negaron. Aunque se les amenazase con el destierro o la prisión.



-Todavía recuerdo el motín liderado por esa tal Marla.- Suspiró el príncipe moviendo la cabeza.- El primero de las Feminax que provocó esa oleada de muerte y destrucción.

-Teniendo en cuenta que esas individuas son unas radicales enloquecidas, no me sorprende. Para ella y su grupo odiar a los hombres es una religión.- Repuso su interlocutor, recordando con patente desprecio.- Las psicópatas de su banda que no pudimos atrapar fueron las que asesinaron  después a la familia de Magnetita.

-Fue difícil, tienes razón. Aunque no tenían muchas seguidoras aquí nos hicieron mucho daño.- Rememoró Corindón.-



            Pensó en antes del “Gran Sueño”, en esa tensa reunión con aquella mujer. Había sido capturada, juzgada y condenada en la Tierra y luego conducida a Némesis en virtud de la norma del ostracismo. Pero pudo fugarse en una ocasión, aprovechando a buen seguro la poca vigilancia que tenía en el sector penitenciario. Este estaba encuadrado en una de las zonas más hostiles del ya de por sí, inhóspito planeta. La capturaron cuando intentaba, junto con otra de sus secuaces, destruir el suministro de aire en uno de los domos que protegían las viviendas además de atacar a algunos colonos, por el mero hecho de ser hombres o mujeres ligadas a ellos. La otra murió tras caer de una considerable altura al ser perseguida. Marla en cambio se entregó al verse perdida. El juicio fue rápido. No obstante, algunas de sus simpatizantes la liberaron al promulgarse esa ley y ella las lideró en ese intento de atentado. Era malvada desde luego y estaba a buen seguro trastornada. Sin embargo, era de mente brillante y posiblemente mantenía todavía algunas fieles discípulas fuera. Eso lo confirmaron a su pesar cuando asesinaron años después a los padres de Magnetita. No obstante, en ese momento él no lo sabía con seguridad. Corindón deseaba averiguar hasta qué punto la seguridad de Némesis podría volver a ser amenazada por los secuaces de esa individua. De modo que, tras ser encarcelada, el propio príncipe solicitó ir a verla. La encontró metida en su celda, sentada en su camastro con la cabeza apoyada contra los brazos.



-Marla. Ponte guapa. Tienes visita.- La llamó sarcásticamente una de sus guardianas, dado que le pusieron a otra mujer para vigilarla, puesto que se negaba a entablar ningún tipo de conversación con un hombre.-



            La prisionera apenas elevó la cabeza a desgana, en cuanto vio a su visitante volvió a su posición inicial. Corindón hizo una indicación a la carcelera para que abriera.



-Será mejor que no entre usted ahí, Alteza. Esa mujer está desequilibrada. Puede ser muy peligrosa. Y no le escuchará.- Le previno ésta.-

-Sé que es una amenaza y quizás no preste atención a mis palabras. Pero creo que lo que tengo que decir le interesará.- Replicó él.-



            Marla volvió a observarle con desdén aunque añadía la curiosidad ahora. Cuando Corindón dirigió sus ojos a ella de nuevo esa mujer le sostuvo la mirada y sonrió con perfidia. Era atractiva pese al cautiverio, las penalidades que había arrostrado y su vestuario de reclusa, una especie de mono anaranjado. Tenía el pelo largo y moreno y los ojos azules acerados. Se levantó del camastro y se aproximó hasta las rejas mientras las centinelas entraban y la esposaban a las mismas, para decir con un impostado tono meloso lleno de ácido sarcasmo.



-¡Cuánto honor! Un auténtico príncipe ha venido a verme. Quizás sea mi príncipe azul. Espero que hable mi idioma.

-No se preocupe, como sabe usted perfectamente el inglés es la lengua de comunicación mayoritaria entre nosotros, al igual que el japonés. Una vez aclarado esto, le agradezco la deferencia que tiene al hablar conmigo.- Replicó el interpelado con ese mismo tono.-

-Bueno, no me agrada en absoluto conversar con usted, es un hombre, pero es quien manda aquí.- Admitió la prisionera.- Quizás pueda hacer justicia y liberarme si se lo pido con dulzura.- Se burló aquella individua.-

-Vaya, un cambio increíble, rebajarse a intercambiar palabras con alguien del sexo masculino. Yo pensaba que nada de lo que hacemos o decimos es de su agrado.

-Ser feministas nacionalistas reivindicativas no nos convierte en unas idiotas.- Le aclaró condescendientemente su interlocutora.- Podemos usar a los machos cuando nos conviene.

-Siempre he tenido curiosidad. Lo de feminista lo entiendo, lo de reivindicativa también, pero lo de nacionalista no.- Confesó el príncipe sin dejarse afectar por esas palabras.-



            Marla se permitió el lujo de soltar una carcajada, aquello parecía divertirla. Al fin le explicó con tono de superioridad.



-No me sorprende viniendo de un hombre. Verá, Majestad.- Afirmó con sorna.- Lo de nacionalista es porque deseamos un mundo dirigido y habitado únicamente por y para mujeres. Ustedes los hombres, sobran.

-Pues su utopía sería muy corta.- Se burló a su vez Corindón, preguntando de forma inevitable.- ¿Cómo iba a reproducirse sin nosotros?

-Oh, es simple evolución. Nosotras portamos la vida y la participación de los machos es meramente anecdótica. Y además la ciencia avanza.- Declaró Marla, agregando con regocijo.- Seguramente en poco tiempo seríamos capaces de manipular células madre para crear nuevos seres humanos, todos con cromosomas XX, claro. Mientras tanto, ustedes los machos pueden ser como el ganado. Les tendremos estabulados y sencillamente les ordeñaremos cuando nos haga falta.

-Un plan magistral.- Replicó cínicamente Corindón, añadiendo.- Y claro, el problema es que, gran parte de esa tecnología podría haber estado diseñada por hombres. ¿Cómo van a poder usarla entonces?

-Ya le dije que ni yo ni mis hermanas somos estúpidas. A veces hasta los machos pueden ser capaces de hacer algo bueno, o que al menos nos sea útil y que no nos produce ningún problema el servirnos de ello. No voy a dejar de  comer o de escuchar buena música por el mero hecho de que esos alimentos hayan sido cultivados o la melodía haya sido compuesta por un, vamos a llamarle varón…- Agregó pareciendo ahora un poco más respetuosa al hacerlo, pero sin tardar en retomar su burlón tinte de voz al matizar.- Para nosotras, varones es el término que designa lo más próximo que puede estar un hombre a sernos útil. Aunque, una vez cumplida su tarea, ya se puede imaginar. El destino de ustedes será el mismo que tienen sus colegas de otras especies. Servir de alimentos o ser muertos por las hembras. Bueno, no tema,  en este caso no íbamos a comerles, nos dan demasiado asco. ¡Ja, ja!…únicamente les libraríamos de la miseria que tienen al existir.

-¿Cómo libraron a algunas de esas familias de colonos a los que usted asesinó, verdad?- Inquirió él ahora con tono lleno de reproche e indignación.-

-Ese es un buen ejemplo, sí.- Convino sarcásticamente la interpelada, sin dar la impresión de acusar el menor gesto de culpabilidad o remordimiento, incluso permitiéndose añadir casi con un tinte de fastidio.- Aunque debo confesar que no tuve que ver directamente en ello.

-Señorita Sorel.- Repuso el interpelado tras consultar un dossier que llevaba consigo y entrar en la celda.-  Está usted aquí además de por cumplir una sentencia de veinte años a la que fue condenada en la Tierra, por amotinamiento, inducción y conspiración para cometer asesinato, en grado de consumación y de  tentativa, sabotaje, terrorismo y por negarse a cumplir la nueva ley sobre reemplazo generacional.

-Las mujeres no somos vacas para dedicarnos a parir terneritos. Ya se lo he dicho, el papel de reses se lo reservamos a ustedes. - Replicó su contertulia con tinte desafiante en su voz.- De lo demás, no tengo nada que objetar, salvo que, con gusto, lo volvería a hacer.



            Suspirando pacientemente el príncipe trató de responder con calma.



-Incluso dejando a un lado todos esos cargos anteriores. Le recuerdo que, en este planeta, somos un número muy limitado de personas. Si queremos sobrevivir, debemos tener hijos. Por tanto esa ley es absolutamente necesaria.

-No contribuiré a traer más machos a este mundo ni a cualquier otro. Prefiero que nos extingamos con dignidad. - Replicó la prisionera, agregando.- Además, no me gustan los hombres, en ningún aspecto.

-Eso ya lo veo.- Se sonrió Corindón también de forma algo aviesa ahora, para agregar.- Lo lamento. Pero es una ley inexcusable, salvo para quienes por causas biológicas o físicas, no puedan cumplirla.

-Pues eso mismo alegaré. ¡Repugnancia hacia los machos! - Espetó su contertulia.- Me dan alergia.

-No tiene usted porqué mantener relaciones con ningún hombre si no lo desea.- Le explicó el paciente príncipe.- Puede ser inseminada o incluso donar óvulos. Con eso sería suficiente.

-Me niego. No me arriesgaré a que conciban un machito con ellos.- Rehusó Marla.-



            Corindón suspiró, su paciencia se estaba agotando. Al fin replicó con más dureza.



-Únicamente usted y dos mujeres más se han negado. Una murió, la otra ha escapado. Y pensamos que tiene más seguidoras. Díganos sus nombres y eso le hará más fácil su estancia aquí. Hasta podría estudiarse una rebaja a su pena. O al menos la concesión de algunos privilegios…

-¿Privilegios? ¿Cómo cuáles?- Se interesó la reclusa.-

-Bueno, algo más de compañía. Quizás poder salir un poco de su celda más a menudo, aunque con vigilancia.- Enumeró Corindón.-

-¿A cambio de traicionar a mis hermanas para satisfacer la sed de venganza de los machos?. ¡Nunca!- Espetó ella.- ¡Antes me pudriré aquí! Mientras ellas sigan libres los hombres temblaréis.- Sentenció sonriendo ahora con regocijo.-

-Comprenda que me pone en una muy difícil situación. – Afirmó su contertulio que ya comenzaba a estar más que harto de esa actitud.-

-¡Vaya con los de la Luna Negra!.- Se sonrió sarcásticamente la prisionera, afirmando con desprecio.- No son mejores que los Soberanos de la Tierra. Al menos ellos me ofrecieron el ostracismo. ¡Exiliarme a este planetucho de mala muerte!

-Podría usted volver a la Tierra, o marcharse a cualquier otro planeta habitado. Sin embargo, mucho me temo que están a una distancia realmente alejada ahora. Y aunque consiguiera llegar a alguno, la estarían buscando en cualquiera de esos mundos. ¿verdad? Y, si no recuerdo mal, los cargos contra usted eran tantos y tan evidentes que ni siquiera esa abogada tan famosa. ¿Cómo se llamaba? La ahijada de la princesa de Mercurio.

-Kerria Malden.- Le recordó Marla.-

-Sí, ni tan siquiera ella quiso defenderla. ¿verdad?- Inquirió el príncipe.-

-Defenderme, no. Matarme sí que quiso, ¡ja, ja! - Se rio la prisionera, añadiendo con fingida sorpresa.- Solamente porque insinué la posibilidad de que a su hijito le pudiera suceder algo…¿Lo ve? Las mujeres perdemos todo tipo de independencia y de autocontrol si tenemos descendencia. Si al menos esa perra hubiera sido madre de una niña…Pero siendo lesbiana y teniendo un hijo, ¡ja, ja! ¿Cabe mayor ironía? Al final, todo se reduce a que la persona a quien ella más ama en el mundo es un hombre. ¡Esa idiota sería capaz de arrastrarse por él!  ¡Y presumía de ser libre la muy estúpida! ¿Sabe? Solamente hay algo que odio más que a un macho. A una hembra traidora y con actitud servil hacia ellos.



            La prisionera recordaba aquello muy bien. Tras ser capturada en la Tierra y antes de comenzar el juicio, tuvo la osadía de llamar al bufete de esa boba y de pedir su presencia alegando que estaba siendo injustamente tratada por ser lesbiana. Antes de eso fue visitada por una psicóloga muy afamada. Una tal doctora Arneau, quien salió de allí corriendo tras mantener una breve charla con ella.



-¡Ja, ja! - Se reía rememorando aquello.- Fue realmente divertido.



            Aburrida en su celda se alegró de tener compañía. Y sobre todo ese tipo de visita. Aquella mujer, rubia, de ojos azules y cabellos rizados hasta los hombros, vestida con una blusa blanca y una falda gris hasta las rodillas, con zapatos negros de tacón medio. Llevaba un bolso oscuro muy mono, unas gafas redondas de montura transparente y los labios pintados con un suave tono burdeos. Marla estaba deseando lanzarse sobre ella y desahogar sus pasiones, lo malo era que estando en una silla esposada aquello no era sino un sueño irrealizable. Empero, siempre podría disfrutar de otras maneras. De modo que la miró con gesto imperturbable cuando esa mujer se presentó hablando con un acento francés que la hacía todavía más deseable.



-Me llamo Michelle Arneau. Señorita Sorel, soy psicóloga. Estoy aquí para…

-Ver si estoy loca.- Le cortó con tono lapidario, remachando jocosamente.- ¡Ya se lo adelanto, pensará que lo estoy!

-No, no es eso. Quiero tratar de ayudarla.- Afirmó esa chica.-



            Y parecía ser sincera. Marla le dedicó una mirada más intensa. Tenía la impresión de que esa muchacha la había valorado con la vista al entrar. Y no simplemente porque fuera una profesional yendo a hablar con una paciente. Enseguida se sonrió, afirmando sin pudor.



-Está usted muy buena, señorita psicóloga. ¿O es señora?

-¿Perdón?- Se sobresaltó su interlocutora dedicándole una perpleja mirada.-

-¿Acaso le sorprende que una mujer le diga eso?- Comentó jovialmente la prisionera, sentenciando.- Si yo no estuviera esposada le aseguro que ya la habría desnudado. Y por la forma de observarme cuando ha entrado creo que eso le hubiera gustado. ¿No es así?

-No sé a qué se refiere.- Repuso una confusa Michelle, queriendo contratacar de un modo más profesional, preguntando por su parte.- ¿Acaso es una fantasía que tiene con las mujeres?

-No con todas, solamente con las que me gustan, como tú. Porque puedo tutearte, ¿verdad cariño? -Repuso ella, recreándose en la confusa expresión de su contertulia.-



            La psicóloga bajó la vista y sacó una Tablet de su bolso. Tecleó algo y tras leer durante unos segundos, replicó tratando de sonar calmada.



-Ha sido usted detenida acusada de chantaje, estafa, agresión y otros cargos muy serios.

-Es cierto. Me han detenido acusada de eso.- Admitió Marla como si nada.- ¿Y qué?

 -¿No quiere hablar de ello?. Es decir, seguro que desea defenderse de esas acusaciones.- Contestó la psicóloga.-

-Bueno, en un mundo de hombres y con un juez que seguramente será un hombre. ¿ De qué me serviría?- Le respondió con escepticismo, remachando.- Nací mujer, esa es mi culpa.

-La justicia no condena a nadie por su sexo. Sino por sus actos. - Le rebatió Michelle.-

-La justicia dictada por machos no es justicia.- Repuso ella.-

-¿Por qué odia tanto a los hombres?- Quiso saber su interlocutora.-



            Marla se sonrió, la pregunta del millón, aunque no iba a contestar tan fácilmente. Es más, aprovecharía aquello para interrogar a su vez a su inquisidora. De modo que, tras asentir, dijo con voz suave.



-Quid pro quo. Si quieres que te conteste a tus preguntas tendrás que responder antes a las mías.

-¿Qué tipo de preguntas?- Quiso saber la  psicóloga.-

-Por ejemplo.- Contestó su interlocutora, inquiriendo con voz melosa.- ¿Te gustan los hombres, Michelle?



            Hubo un breve e incómodo silencio, y la interpelada respondió incluso tratando de ser ingeniosa.



-No les conozco a todos. Sería imposible responder a eso.

-No quieras jugar conmigo. O no te contestaré.- Fingió molestarse Marla, para matizar.- Ya sabes a lo que me refiero. ¿Te gusta acostarte con hombres? Y sé sincera, si me mientes lo sabré.



            Por la cara que puso su interlocutora, supo la respuesta antes de que ésta despegase los labios. Tras unos momentos de duda, la psicóloga confesó con envaramiento.



-No, no me gusta.

-Y sin embargo, lo has hecho.- Se sonrió Marla.-

-¿Por qué cree eso?- Inquirió Michelle.-

-No podrías haberlo dicho con ese sentimiento de asco tan real de no haberlo probado nunca.- Se regocijó su interlocutora, concediéndole.- Ahora te contestaré. ¿Sabes por que odio a los hombres? Muy sencillo, porque creen que somos de su propiedad, que pueden hacer lo que deseen de nosotras.

-No todos son así.- La contradijo su contertulia.-

-¡Oh!, sí que lo son, cariño. O creen que deben protegerte o que deben dominarte, en cualquier caso lo hacen desde su perspectiva de superioridad. Y luego te quieren llevar a la cama, como si debieras pagarles una deuda de gratitud por ese tipo de comportamiento machista. Dime, ¿acaso te acostaste libremente con alguno o fuiste obligada?

-Lo hice libremente.- Pudo responder con poca convicción.-

-Mientes.- Se sonrió Marla.- O fuiste forzada o tuviste que hacerlo para evitar algo que te asustaba y además tuviste que hacer algo para soportarlo. ¿A que no me equivoco?



            Su interlocutora no se atrevía a enfrentar su mirada con la de ella. Apenas fue capaz de balbucir, tratando infructuosamente de retomar el control de la conversación.



-No estamos aquí para hablar de mí…

-Recuerda.- La cortó una vez más.- O aceptas mi propuesta o no hablaré más. Y tengo información que te interesará saber.



            Y tras un embarazoso silencio, Michelle, asintió. Admitiendo.



-Sí, me obligué a ello. Tuve que beber…

-Ya. ¿Y qué más?- La acosó Marla.-

-Y…tuve que drogarme.- Sollozó Michelle.-

-Pobrecita.- Suspiró su interlocutora con un tono de meloso regocijo, para replicar.- Pues yo no tuve que hacer nada parecido. Sencillamente nunca busqué la aprobación de nadie. Porque tú buscabas eso. ¿Verdad? En este mundo dominado por los machos, tu papel era el de hembra sumisa, dispuesta a satisfacerles. Por eso sufriste, porque te educaron así y tus deseos iban en contra de esa educación. Y por eso, yo y otras como yo, luchamos por ti. Y por todas las mujeres, para librarlas de esa tiranía. A tal fin, cualquier cosa es lícita. ¿Lo entiendes ahora?

-No todos los hombres son malos. Además, también hay mujeres perversas. Como tú.- Contratacó Michelle tratando de rehacerse para asegurar.- Estoy convencida de que tuviste que sufrir un trauma terrible. Ahora te toca decirme la verdad.



            Y su contertulia asintió, con expresión resignada, para declarar.



-Es cierto. Tú has cumplido, y de mujer a mujer te lo contaré. Verás. Mi madre era una puta y no estaba bien de la cabeza. Y no lo digo para insultarla. Es que se prostituía y además tenía doble personalidad. Tuvo un accidente con algún cabrón que no usó la protección adecuada. Y se quedó embarazada de mí. Seguramente quiso abortar, pero al final me tuvo. Y yo crecí viendo como los hombres la explotaban. La pobre hasta estuvo enamorada de uno de sus chulos. Por desgracia para ella, él era como cualquier otro macho, la usaba a su conveniencia. Y hasta quiso usarme a mí cuando cumplí los doce años. Entonces mi madre hizo lo que debió hacer desde el principio. Apuñaló a ese cerdo. Por desgracia no lo mató. Tuvimos que irnos, claro. Y escondernos. Así pasé los siguientes tres años hasta que ella, que seguía haciendo la calle para mantenernos, murió de una sobredosis. Bueno, solamente una parte de ella, la que quedó con vida fue peor. Pasaron algunas cosas más, pero no las creerías.- Se sonrió de modo sardónico.-

-Prueba a ver.- Le pidió Michelle.-

-Antes, te toca a ti. Dime.- Preguntó Marla.- ¿Quién fue tu primer amor?

-Una chica de mi liceo.- Contestó la psicóloga.-

-Ya, pero quiero saber su nombre…

-Amatista.- Suspiró la interpelada.-

-El nombre completo.- Insistió su inquisidora.-

-Amatista Lassart.- Completó, pronunciando aquellas palabras con tono melancólico.-

-Me suena ese nombre.- Afirmó Marla.- Aunque no recuerdo ahora. Pero eso no terminó bien, supongo. Seguro que no te correspondió. O bien tuvisteis que dejarlo a tu pesar. Tienes un tono triste que lo delata.

-Ella no es lesbiana.- Afirmó Michelle.- No sentía eso por mí.

-¡Vaya! ¡Qué interesante!- Se sonrió su interrogadora, apuntando con agudeza.- Si hablas de ella en presente es que todavía la sigues viendo. O al menos mantienes el contacto. Cuéntame. ¿Esa chica tiene novio?

-¡Basta!- Exclamó una molesta Michelle, tratando enseguida de controlarse para añadir con un tono más calmado.- Yo ahora tengo pareja, es una chica estupenda.- Eso pasó hace mucho y lo superé, no sacarás nada preguntándome sobre ello.

-Muy bien.- Concedió Marla, contándole a su vez.- Cuando mi madre murió, o eso pensé, me dediqué a acostarme con mujeres mayores, la mayoría casadas e incluso con hijos. Las típicas víctimas del hetero patriarcado hipócrita. Casadas a la fuerza para ocultar lo que eran en realidad. Algo parecido a lo que te sucedió a ti. Pero ellas eran tan culpables como los machos que las oprimían. No hay nada peor que una hembra sumisa.- Remachó, añadiendo con tono divertido.- De modo que, además de pasar unos buenos ratos  con ellas y cobrar generosamente por mis servicios, las grababa en video cuando podía y luego las chantajeaba.



            Michelle la observó con un apenas disimulado malestar. Pudo reprocharle con tintes reprobatorios.



-Esas pobres mujeres hacían eso para evadirse de su situación. No es tan sencillo como tú crees. Muchas tendrían que ceder ante la presión de sus familias. No eran cómplices, eran víctimas. Tanto que te jactas de defendernos, no entiendo como no lo veías.

-Te equivocas.- Rebatió su contertulia moviendo la cabeza.- Una víctima hubiese pedido ayuda, para separarse o para eliminar al macho que la oprimía. Esas zorras disfrutaban, según ellas, de una familia o tenían hijitos. Pues bien. Yo hubiera podido liberarla exponiendo la verdad ante sus machos. Pero ellas no querían. ¡No!- Fingió un tono de voz aterrado, parafraseando el de alguna de sus víctimas.- ¡No lo cuentes, por favor!. Tengo dos hijos…mi familia es tradicional…incluso alguna decía querer a su marido. Patético. ¿No crees?...Pues yo sencillamente las hacía pasar por caja. Y luego, me iba.

-Al menos no revelaste nada.- Afirmó una aliviada Michelle.-

-¡En algunos casos, sí! - Se rio Marla.- Aunque la mayoría de las veces no hubiese sido bueno para el negocio. Si una chantajista como yo cobra por no hablar y después lo hace, las siguientes clientas, de enterarse, jamás hubiesen pagado. Esa jugada se la hice solamente a las que insistían en que amaban a sus machos. Si tanto les querían, seguro que ellos lo entenderían. Fíjate que la mayoría no lo hicieron. Una hasta se suicidó cuando su maridito le pidió el divorcio y le quitó a sus hijos. ¡Pobre idiota!

-¡Es terrible! - Pudo comentar la perpleja y horrorizada psicóloga.- ¿Cómo puedes burlarte de algo así?

-Una sumisa menos.- Se sonrió aviesamente Marla.- Para que sirva de lección a las demás.



            Entonces el tiempo de las visitas terminó.  La aliviada psicóloga se levantaba ya para irse, cuando su interlocutora le susurró.



-Y eso no es nada. He hecho cosas mucho peores…y he tratado con seres muy oscuros. Pobrecita Michelle, tú crees haber pasado por momentos terribles, ¿no es así? Pues no tienes ni idea de lo que hay ahí fuera.



            Esa mujer estaba lívida, Marla se regocijó observando el temor que translucía en su mirada. Aunque la psicóloga no le respondió y se apresuró a  salir de allí.



-Eso fue muy divertido.- Le contaba ahora al atónito Corindón.-

-Entonces usted confesó todos esos crímenes.- Afirmó él.-

-No, eso estaba protegido bajo la ley de confidencialidad de doctor y paciente. O al menos eso pensaba yo. Porque luego vino esa zorra de abogada.



Y así fue. Ella misma solicitó su presencia para que la defendiera. Alegó esa excusa, el ser una mujer lesbiana perseguida y discriminada. Un imán para el bufete en el que esa letrada trabajaba. Y funcionó. Al principio, sin tener muy clara la situación, la tal Kerria acudió. Fue sentarse frente a frente con Marla, quien estaba esposada y sujeta a su silla, y decirle con tono entre perplejo e incrédulo.



-¡Yo la conozco! Usted es esa periodista, la que me entrevistó y la que quiso hablar con mi cliente.

-Sí, con Sabra.- Se sonrió ella, informando a su atónita interlocutora.- Y lo logré, ¡vaya si lo hice! No veas las noches tan placenteras que pasamos las dos.

-Oiga, eso no es de mi incumbencia, yo…- Pudo responder una envarada letrada.-

-Yo diría que sí lo es, querida.- Afirmó Marla, desvelándole a su contertulia para mayor sorpresa de ésta.- Igual que con Maggie. ¿Te acuerdas de ella?. Pasamos unos ratos muy agradables las dos.

-¿De qué está hablando?- Quiso saber la perpleja abogada.-

-¿Es que ya no te acuerdas de mí, cariño?. ¡Qué desilusión! - Suspiró fingidamente ella, regocijándose al refrescarle la memoria a Kerria.- ¿No recuerdas aquella vez que viniste a ver a tu amorcito Margaret y me encontraste a mí en su cama?. Hasta te ofrecimos un “ménage a trois”, pero no te gustó la idea.

-¡Tú!- Exclamó la abogada, mirándola ahora con asombro y evidente malestar.- Eras tú la que estaba allí esa tarde…

-Claro que era yo… Y presencié esa patética escenita de celos. ¡O se va ella o me voy yo, Maggie! – Citó con tono forzadamente agudo e infantil. – Desde luego, tanta fama que tienes en el mundillo LGTBI, y luego eres una estrecha y una antigua.



            Esa mujer la miró con gesto indignado y se levantó, presta a salir de allí. Aunque Marla sabía bien como provocarla.



-Vamos, señora abogada, no sea usted tan poco profesional.

-La profesionalidad nada tiene que ver con esto. Y no voy a ser tu abogada, ¡eso ni lo sueñes! - Replicó su contertulia, fulminándola con la mirada aunque tomando asiento de nuevo.-

-¡Mira que eres rencorosa! Lo mismo que Maggie. Un par de desagradecidas es lo que sois. ¡ Y tú si saliste del armario fue precisamente gracias a mí! -Exclamó teatralmente para explicar a su boquiabierta oyente.-  Verás, yo grabé vuestra pequeña pelea de enamoradas. Iba a emitirla en “prime time”. Siendo entonces como eras una cantante famosa con tanto tirón con los machitos era una noticia bomba. Pero esa zorra de Maggie me engañó y borró el video.- Añadió con tinte decepcionado en su voz.- Bueno, borró ese y todos mis otros vídeos. La muy furcia me costó una fortuna.



            Empero le encantó ver la expresión en la cara de esa estúpida. Kerria apenas sí pudo balbucir.



-Entonces, Maggie… solamente quiso…

-Sí, quiso protegerte la muy idiota. ¡Y mira cómo se lo pagaste! Aunque quizás te hice un gran favor. La muy traidora luego se enamoró de un tío. Por muy saiyajin que fuese no dejaba de ser un hombre.  ¡Esa puta desertora!

-¡Estás realmente enferma!- Le espetó Kerria, desvelándole.- Michelle ya me lo advirtió.

-¿Lo ves? Ya me estás buscando atenuantes. ¿O debería decir eximentes? ¡ja, ja, ja! - Se burló ella, realmente divertida ahora, para agregar.- Así que has hablado con la dulce Michelle. No sé qué te habrá contado ella, pero yo voy a darte más material sobre tu ex, Maggie. Bueno, ahora le gusta que la llamen Margaret. – Se rio con tono burlón, para agregar. -Cuando viajé a Nature pude conocer a su encantadora niñita, esa cría tan mona. Fíjate, la llamó igual que su primer amor. ¿Te sabías esa historia? ¡Su pobrecita profesora!

-¡Gloria! - Musitó Kerria, recordando a aquella niña tan adorable.-

-La mocosa tendría unos seis años por entonces. La vi en una tienda de ropa, su mamá estaba tan ocupada hablando por teléfono que yo misma me dediqué a probarle modelitos, y oye. Aunque las niñas tan pequeñas no son mi especialidad, no niego que pasé un buen rato…¡si hubieras visto que braguitas tan monas llevaba!, hasta les di un mordisquito y todo…



            Kerria apretó los dientes y se levantó una vez más echando una mano al mono carcelario de Marla levantándola de su silla. Esa abogada era muy alta, de hecho podía apreciarse la gran diferencia de estatura entre las dos, aunque la rea no podía incorporarse del todo al estar esposada.



-¡Me pones enferma! ¿Pero qué clase de pervertida eres?- Estalló la letrada mirándola ahora con verdadero odio.-

-De la peor clase.- Se sonrió Marla sosteniendo su mirada sin amedrentarse, para añadir de modo más conciliador.- Tranquila, no le hice nada a esa cría. Tan sólo me dio tiempo a darle unos besitos muy cariñosos. Fue una lástima que la zorra de su mamaíta llegara enseguida. Por cierto. Me he enterado de que también tú eres mamá. ¡Y de un machito! ¿Cómo se llama tu hijo? Brian, ¿no es así?. Como su papá. Y mira tú por donde, dime. ¿Cómo fabricaste a la criatura, por inseminación o a la antigua usanza?. Bueno, por tu cara creo que con el método tradicional. ¡Qué vergüenza! – Remachó con ácido sarcasmo.- Toda una lesbiana de postín como tú dejándose penetrar por uno de esos machos, para engendrar a otro opresor de las mujeres…

-¡No te atrevas a insultar a mi hijo!- Escupió la abogada reforzando el agarre que mantenía en la ropa de su interlocutora.-

-¿Por qué te molesta tanto? No debes tener miedo de que me lo ligue. Los niños no me gustan.- Se rio ella regocijándose en la cara de su contertulia, más al agregar.- Y menos los futuros machitos en potencia. No, con él haría otras cosas… Hay tantas formas en las que un crío puede sufrir un terrible accidente… y tu hijito…ya será mayor, supongo. No sé qué edad tendrá. Dime ¿A cuántas mujeres ha violado ya?...¿Has tenido que representar a alguna? ¿Sabes lo que haría yo con tu niñito si tuviera unas buenas tijeras de podar?...



            Tras decir aquello, apenas si se acordaba de qué pasó, Kerria debió de darle una bofetada tan grande que casi la dejó sin sentido. Aunque Marla todavía fue capaz de musitar con deleite.



-Así me gusta…¡ Ja, ja! Como en tus tiempos de Devilish Lady.-

¿Qué has dicho?-. Se horrorizó la abogada, palideciendo al escuchar ese nombre.-



Los propios guardias no le dejaron preguntar más, tuvieron que entrar a sujetarla, puesto que Marla aun susurró.



-Ella y yo habríamos formado un buen equipo. Devilish Lady habría sacrificado al violador de tu niñito con sumo placer. ¿A que sí? Lo hubiese disfrutado incluso más que yo.

-Si vuelves a pronunciar ese nombre o a hablar así de mi hijo, te mataré con mis propias manos. ¡Maldita zorra degenerada! ¡Estás loca!- Estalló Kerria totalmente fuera de sí.-



            El forcejeo de esa abogada con los dos guardias que entraron a contenerla duró algunos instantes, eso sí, entre las carcajadas de Marla quien le comentó, recobrando un tono incluso jovial.



-Te recuerdo que va contra la ética profesional revelar nuestra conversación de abogado- cliente, porque has entrado aquí como abogada. ¿Me equivoco? ¿O era para hacerme una visita social? En ese caso quizás nos den un bis a bis en una celda más íntima y podamos ponernos más cómodas…te aseguro que me encantaría, cariño…



            Su oponente lanzaba fuego por la mirada. Al fin, tras calmarse mínimamente, le aseguró con tono que rayaba en el desprecio y odio más absoluto.



-Voy a pedir ser la fiscal. Y te juro que aunque me lleve tiempo reunirlas, tendré pruebas más que suficientes como para hundirte. ¡Me ocuparé personalmente de que no vuelvas a ver la luz del día! ¡Eres un monstruo!…

-Ha sido un placer verte.- Se sonrió Marla que sintió entonces algo húmero recorrerle la boca, no tardó en darse cuenta de que era su propia sangre…-



            No obstante, fue su contertulia quien, girándose por última vez se permitió el lujo de sonreír ahora para rebatirle



-Por cierto Marla, no has estudiado derecho, ¿a qué no?

-No precisamente.- Admitió ésta sin darle importancia.-



            Aunque esa perra traidora a su género le contestó entonces con tono triunfal.



-En cuanto a la confidencialidad, debes saber que no se aplica en todos los casos.

-¿Qué?- Replicó Marla sin comprender.-

-Verás, te ilustraré un poco.- Replicó burlonamente Kerria para citar. –“El alcance de los casos de excepción al deber de secreto lo determina el abogado de acuerdo a lo que considere razonablemente necesario para: primero, prevenir una muerte segura o un daño corporal considerable; un daño de este tipo es razonable que ocurra si inminentemente será ocasionado o si existe una amenaza presente y sustancial que una persona sufrirá en un momento posterior, si el abogado no logra tomar acciones necesarias para eliminar la amenaza.” http://excepcionessecretoprofesional.blogspot.com/2008/06/el-secreto-profesional-y-sus.html. O lo que es lo mismo.- Aclaró.- Si no lograra encerrarte para siempre y salieras en libertad. Mucho de lo que me has dicho podría interpretarse como una amenaza a la integridad física y las vidas de varias personas a las que quiero. Por eso mismo, ¡zorra!, puedo prometerte que me aseguraré de que te encierren y tiren la llave. ¡Y ten bien presente esto, una Malden siempre cumple con su palabra!



            Y dejándola sin posibilidad de réplica, Kerria salió por la puerta de su celda y en efecto, la muy furcia mantuvo su promesa. Tras el juicio Marla fue sentenciada a más de cuarenta años de prisión, con la posibilidad de cumplir solamente la mitad de su condena si aceptaba el ostracismo. No se lo pensó dos veces. Por lo que había escuchado, el mundo al que debería de ser llevada, Némesis, estaba muy lejos. No obstante, allí moraban muchos enemigos de los soberanos de la Tierra y la Luna. Por desgracia también muchos de esos cerdos religiosos extremistas estaban allí. De esos que disfrutaban sometiendo a las mujeres a su autoridad. Aunque era mejor una celda durante veinte años que no cuarenta. Lo que no supo hasta que llegó era qué condiciones tan terribles existían en ese maldito planeta.



-Quizás no fuese tan buena idea provocar tanto a esa zorra. Lo pasé de maravilla pero debo admitir que era fantástica en su trabajo. Y peor ocurrencia ha resultado pedir venir aquí.- Se dijo en voz alta, dirigiéndose ahora a ese tipo que la miraba con expresión perpleja.- Ya lo ve usted, esa maldita ramera me tenía manía, ¡ja, ja!…

           

            Corindón solamente pudo mover la cabeza. En efecto, aquella individua estaba loca. No tenía sentido tratar de razonar con ella. Al fin suspiró diciendo.



-Es usted peligrosa. Y además se niega a cooperar. En Némesis no somos unos asesinos, ni la vamos a expulsar de este planeta. Pero se quedará encerrada en su celda, sola. A ver si así recupera la sensatez. Y será por una larga temporada, a los veinte años que traía de la Tierra deberá sumarle varias cadenas perpetuas por sus nuevos crímenes. Adiós, señorita Sorel.



            Marla no respondió ya a esas palabras, volvió a sentarse en su camastro adoptando la misma posición que tenía antes de la llegada del príncipe. Al poco se puso a tararear una melodía. Corindón la dejó así, perdida en sus paranoias.



-Ahora no sé dónde estará. Justo cuando llegó el gran sueño, iban a trasladarla después de hacerle un reconocimiento médico.- Añadió el príncipe saliendo de aquellos recuerdos.-

-Sí, y al caer todos bajo la influencia de aquello de algún modo el tiempo se detuvo. Y cuando volvió a reanudarse ella había desaparecido. Igual que algunos otros de esos criminales.- Afirmó Karst tras toser un poco.-

-Al menos, de momento no han hecho nada malo aquí, que sepamos.- Comentó su interlocutor.-  No sé dónde se habrá metido, ni ella ni los demás. Al final derogamos esa ley de procreación y dejamos ese asunto en algo voluntario, pero con fuertes incentivos para quienes tengan familias numerosas.

-Mejor olvidémonos de esa loca, Alteza. Han pasado muchos años de aquello. Habrá muerto con total seguridad si se aventuró en las zonas no exploradas de nuestro planeta. - Repuso su contertulio, retornando al tema principal que les ocupaba. - Sabéis muy bien que, a pesar de que nuestros conciudadanos acogieron ese cambio de muy buen grado y que se están esforzando en aumentar su descendencia, seguimos precisando de más habitantes. Quizás en la Tierra queden todavía muchas personas descontentas. Invitémoslas a venir. Al menos a quienes no sean unos dementes como esa mujer. Y también sería deseable que os proclamásemos rey, para subrayar más la independencia de nuestro mundo. Y, sobre todo, estar en pie de igualdad con la Tierra y sus llamados soberanos.



            Su contertulio asintió. Podría ser una solución. De hecho cada vez le gustaban menos algunos de los dilemas a los que debía enfrentarse. Muchos eran de índole ética y moral. Actuaciones que en la Tierra hubieran sido consideradas sin duda delictivas podrían llegar a ser necesarias para la supervivencia de los habitantes de Némesis. Debía buscar algún tipo de solución que no comprometiera sus principios. Pero para ello deberían retomar el contacto con la Tierra. Y eso podría ser peligroso. Era una decisión muy complicada y requería de una votación de los notables. Al igual que su ascenso al trono. En ese instante Karst volvió a toser y su concernido príncipe preguntó.



-¿Estás bien, viejo amigo?

-Alteza, sabéis tan bien como yo que mi salud no es lo que era.- Sonrió levemente el interpelado.-

-Ni la tuya, ni la de nadie en este planeta.- Suspiró resignadamente Corindón.- Tras tanto tiempo viviendo aquí, sin llegar a los cincuenta años cualquiera parece ya un anciano.



            Y es que él también tenía un aspecto poco edificante. Su pelo rubio se había ido tornando blanco, su piel cada vez más arrugada y su vitalidad mermaba. No era un consuelo pero la mayor parte de los habitantes de Némesis que llegaban a cierta edad comenzaban a experimentar esos síntomas.



-Quizás los jóvenes que han nacido aquí o venido desde muy niños, puedan adaptarse mejor.- Musitó queriendo mantener el optimismo.-

-Hacemos cuanto podemos, señor. La medicina avanza, tratamos de buscar remedio a estos síntomas. Puede que para nosotros sea tarde, pero para los que nos han de suceder, está abierta la esperanza. – Repuso Karst.- Por ello debemos tomar decisiones…algunas muy difíciles.



Su interlocutor asintió. Entre ellas estaba esa polémica ley de la procreación, o el adelantar los esponsales a edades que en la Tierra podrían hasta considerarse escandalosas. No deseaba hacer eso, desde luego.



-Si esto continúa así, desgraciadamente no tendremos otra opción que ser muy laxos en esos temas.- Declaró el príncipe con pesar.-

-Problemas extraordinarios requieren medidas extraordinarias.- Suspiró resignadamente Karst, admitiendo.- A mí tampoco me gusta, Alteza. Y hemos de ser conscientes de que en Némesis hay muchos tipos de personas, con diversas creencias y opiniones, y con motivos muy distintos para venir aquí. Sabéis tan bien como yo lo difícil que es aunar todas esas voluntades tan dispares.

-Sí, amigo. A veces creo que únicamente el difícil trance por el que pasamos a la hora de sobrevivir es lo cohesiona esta naciente sociedad. – Confesó el príncipe conjeturando de seguido.- Puede que Dios nos hayan impuesto tantas penalidades por esa razón. Para que aprendamos a entendernos. Por eso, en ocasiones reflexiono y llego a la conclusión de que no sería buena idea que las cosas mejorasen demasiado rápidamente. Aunque, por otra parte, es terrible ver el sufrimiento de muchos en el día a día, los pocos nacimientos, la creciente esterilidad en hombres y mujeres y los desgraciados que nacen con todo tipo de taras, malformaciones o enfermedades.



            Y ese era otro debate en Némesis. ¿Qué hacer con los niños y las niñas que nacían con ese tipo de malformaciones que prácticamente les impedirían hacer una vida normal?. Como en tantas otras cosas, muchos, entre los que se contaban él y su esposa, abogaban por cuidar de ellos lo mejor posible. Era su deber cristiano o meramente humanitario, como opinarían los que no tuvieran sus convicciones religiosas. Otros en cambio tildaban eso de compasión absurda y de ser causa de despilfarro de los escasos recursos que de por sí había. El Consejo estaba bastante dividido a este respecto. Al menos todavía, los partidarios del “ sacrificio” como eufemísticamente denominaban a la eutanasia para aquellas pobres víctimas inocentes, eran minoría y no se atrevían a desafiar muy seriamente las órdenes de Corindón a ese respecto.



-Mientras yo sea el líder de este planeta se respetará la vida humana.- Sentenció él.-

-Por ello, el aborto está prohibido salvo que existan malformaciones y la vida de la madre peligre.- Convino Karst.- Alcanzamos ese delicado equilibrio en el Consejo, cuando se aprobó la ley de la procreación obligatoria. Ya es demasiado complicado que nazcan criaturas sanas como para que se maten porque sí. Sé de lo que hablo, mi esposa Andalucita sufrió dos abortos espontáneos y perdió su capacidad de darme hijos. No había día que no la viese llorar por eso. Por fortuna, la aparición de nuestra hija adoptiva Magnetita le devolvió la alegría. En cambio, hay otras que con gusto matarían la vida que tan generosamente Dios les ha permitido crear.

-Esa es otra controversia muy complicada.- Suspiró su interlocutor.- Muchas mujeres reclaman que son las dueñas de sus cuerpos. Y que si son violadas, o no desean ser madres, es una carga que no tienen por qué admitir.

-Y son dueñas de sus cuerpos, pero no de los bebés que llevan dentro.- Rebatió Karst, sentenciando a su  vez.- Si no les gusta, que los den en adopción, o que se vuelvan a la Tierra. En eso coincido con Basalto. A veces se debe ser duro e implacable por un bien superior.



El aludido era desde luego uno de los representantes del ala religiosa más radical. Corindón chocaba a menudo con él en ciertos temas, pero en otros no tenía más remedio que darle la razón. Suspiró posando suavemente una mano sobre el hombro derecho de su fiel consejero y asintió despacio. Estaba cansado. De modo que al fin se despidieron yendo cada uno a descansar. Al día siguiente se reunieron junto a otros prominentes ciudadanos en la asamblea de los notables. Muchos de los miembros de las familias más relevantes se dieron cita allí. Para entronizar a su nuevo soberano hubo unanimidad, su liderazgo era incontestable. Sin embargo, en el tema del acercamiento a la Tierra, como en otros muchos, sí existía una clara división. Uno de los que tomó la palabra, partidario del aislamiento, se presentó declarando.



-Hermanos de Némesis. Yo, Crimson Rubí, del clan Kurozuki, no estoy dispuesto a volver a la Tierra. Todos sabemos el motivo que trajo a  nuestros padres aquí. Al menos a los míos.

- A muchos les sucedió lo mismo.- Terció una mujer joven.- Nuestros padres vinieron aquí víctimas de la intolerancia. Su amor en ese planeta estaba proscrito. No quiero que nadie sufra lo que ellos tuvieron que pasar.

-Sí, tienes razón, - convino otro, dándose a su vez a conocer.- Los del clan Green tenemos la misma opinión.- Serenity y Endimión gobiernan la Tierra y la Luna con mano de hierro enfundada en guante de seda. Apoyados por su reina títere, Neherenia. Esa loca del espejo…y su hija Alice continuó esa política al sucederla.

- Sí, está claro que en la Tierra y en la Luna no nos quieren.- Remachó el miembro del clan Kurozuki.- Y nosotros tampoco a ellos.

-Así es.- Intervino un hombre de pelo entre rubio y cano.- Esos mundos están llenos de promiscuidad y de pecado. No debemos tener contacto con ellos, o traerían su inicuo proceder aquí, comenzando por esas descastadas  reinas de la Tierra y de la Luna.

-Bien dicho, Lignito.- Le apoyó el anterior orador.-

-Eso no es cierto.- Terció una mujer que apenas sí sobrepasaría la cuarentena de edad, aunque con un aspecto desmejorado. Su pelo rubio estaba algo encanecido y tenía ojeras y surcos bajo sus azules ojos.- No son tan malvados como creéis, yo lo sé muy bien. Y no toleraré que se les falte al respeto ni a los soberanos de la Tierra, ni a la reina de la Luna, en mi presencia.

-Señora Zirconita.- Intervino otro hombre entrado en años.- Sabemos el vínculo que os unía con esos monarcas, en especial con las soberanas de la Luna. Pero nadie ha querido faltarles al respeto, solamente se están exponiendo hechos.

-Eso no son hechos. La reina Neherenia no era ninguna loca. Al contrario. Era una mujer buena a la que yo traicioné.- Suspiró ahora con gran dosis de culpabilidad, susurrando también.- Igual que traicioné a mi amiga Alice…

-Cálmate Brise, por favor.- Le pidió amablemente entre susurros la mujer de antes, de larga cabellera entre morena y violeta.-



            Aquella mujer madura asintió despacio. Sin embargo, era duro para ella recordar lo que hizo. Fue juzgada y condenada por ello yendo a prisión. Pero muy al final, tras ser indultada por la reina de la Luna, descubrió cuan equivocada estuvo, ese fue el verdadero castigo. Al menos pudo venir a este planeta, acompañada de su madre, a reunirse con su padre.



-Él jamás lo admitió, murió culpando a la reina Neherenia y a los reyes Serenity y Endimión de todo.- Musitó de forma únicamente audible para esa mujer de cabello moreno que estaba a su lado.- Mi madre y yo lo intentamos. Y ella se fue también con mucha pena por no poder ver a nuestra bella y gentil reina una vez más…



            El consejo ahora observaba a esa pobre mujer no sin pesar. Algunos decían que la dama Zirconita, una antigua noble exilada de la Luna, había perdido la cabeza. Discutían incluso su aptitud para seguir en el Consejo de Notables, privilegio que había heredado de su padre, Basalto Briseo. Pero el príncipe y ahora monarca, Corindón, no quiso oír hablar de la posibilidad de apartarla. Estimaba mucho a esa buena mujer cuyos consejos en pro de la moderación y el entendimiento siempre había apreciado. Lo mismo que esa otra joven que estaba a su lado posando una mano sobre las suyas, quien entonces tomó la palabra, dirigiéndose a todo el consejo, espoleada por lo que Zirconita dijo.



- Quizás podría existir una posibilidad de comprendernos. Pudiera ser que tantos años de malos entendidos y de prejuicios hayan ocultado la verdad.

-Kim, hemos discutido eso muchas veces.- Repuso Rubí dirigiéndose a ella con tono entre irritado y condescendiente.- Ya conocemos sobradamente ese argumento. Hay muchas personas de edad avanzada aquí que recuerdan la Tierra y la Luna, y que, evidentemente, sienten nostalgia. Pero eso, por respetable y comprensible que sea, no puede ser una tesis a sopesar. Lo sabes tan bien como yo.



Ella le miró con gesto de malestar, y sus miradas eran muy parecidas. Ambos compartían color azul de ojos también, si bien el pelo del joven era casi pelirrojo. Al momento su interlocutora replicó.



- Nuestros padres sufrieron, sí. Pero no deseaban lo mismo para nosotros. –Declaró emotivamente ella ahora al resto de la asamblea.- Mi difunto padre siempre quiso que pudiéramos retornar un día. Y mi madre desearía que hubiéramos podido conocer a los parientes que tenemos allí.

-Sí, así es, nuestro padre, en honor de quién fui llamado, y nuestra madre, eran habitantes de ese mundo del que ni recuerdo el nombre, que está incluso más lejos que la Tierra.- Replicó Crimson Rubí para añadir con escepticismo.- Me acuerdo de escuchar aquellos relatos siendo niño. Pero la mayor parte de esas historias son precisamente eso. Aquí nadie recuerda ya como llegar a ese mundo. Ese legendario agujero de gusano que nos comunicaba con él desapareció a buen seguro durante “el Gran Sueño”

-No debemos salirnos de la cuestión.- Intervino otro hombre de pelo castaño, presentándose como componente del clan Gneis.- Es la Tierra la que nos ocupa ahora. Yo también voto por mantenernos apartados de ella. Nada bueno podemos esperar de sus reyes.

-Son inmortales a la par que poderosos.- Añadió el componente del clan Green.- Según nuestras cuentas la Tierra está ahora a fines del siglo veintinueve de su era. Esos reyes ya la gobernaban en el siglo veintiuno.

-Todos, incluso ellos, debimos de quedar congelados de algún modo.- Terció Kim, cuya sólida formación científica le permitió afirmar.- Hay estudios que lo demuestran. Al menos hemos permanecido en estado de animación suspendida durante más de ocho siglos. A juzgar por el decaimiento de los isótopos radioactivos.

-Esos monarcas ya eran viejos entonces.- Replicó Rubí, recordando.- Nuestros abuelos llegaron a conocerles. E incluso nuestros bisabuelos. Extendieron por una Tierra ya superpoblada esa maldita plaga de la inmortalidad. No quiero ni imaginar cómo estará ese mundo ahora. Deben de estar luchando por cada brizna de hierba que les quede para comer. Yo digo que lo mejor es que permanezcamos fuera de su alcance. O nos invadirán a la búsqueda de espacio para alojar a sus excedentes de población.

-Quizás algunos habitantes más nos vendrían muy bien.- Terció el ahora rey Corindón.-Tenemos demasiada endogamia. Tras la ley de reemplazo generacional promulgada y su reforma, tuvimos algunos nacimientos más pero, como tenemos una base biológica muy pobre, hemos debido de recurrir a la ingeniería genética para evitar malformaciones. Como por desgracia ya sabéis.

-Señor, no creo que nos enviaran meramente unos pocos.- Declaró Rubí, añadiendo al hilo de lo expuesto por su Majestad.- Además, como bien habéis recordado, con esas técnicas de ingeniería genética que hemos ido desarrollando en estos años podemos tener hijos entre miembros de nuestras propias familias sin caer en la endogamia.

-A costa de alterar gravemente el código genético.- Matizó Kim, tomando su propio cabello entre sus dedos para ilustrar sus palabras.- Eso tuve que hacer yo para evitar problemas. Incluso la menstruación se ve afectada por estas condiciones. La única solución hasta ahora para estos y otros problemas ha sido la de modificar nuestro ADN. Debido a los pocos habitantes que somos.  Pero eso tiene riesgos. Nuestros métodos no eran demasiado avanzados. Así, mi hijo Grafito por ejemplo, podría sufrir las consecuencias. Enfermedades crónicas, degenerativas, dolencias…y una esperanza de vida mucho más corta. ¿Es eso lo que queréis para nuestros hijos? ¿Ese futuro pensáis legarles?- Inquirió con tono de reproche a la asamblea. -



            Hubo un impás de incómodo silencio,  algunos miembros del Consejo intercambiaron miradas y murmullos. Al fin, fue Crimson Rubí quien tomó la palabra para replicar, quitándole importancia a aquellas dramáticas consideraciones.



-¿Te quejas porque tu pelo o el suyo hayan cambiado de color?  El mío es pelirrojo. Y el de mi hijo Lamproite rojo por completo. ¿Y qué?...eso no es ningún problema. Y lo que afirmas no está demostrado.

-Lo digo por la alteración de nuestros genes a escala celular y de otras partes mucho más importantes del cuerpo que el cabello. Aún no sabemos qué consecuencias podría tener. Sobre todo, en unión a la energía oscura. Ya hemos visto casos. - Replicó su interlocutora.- Desde que nuestros padres llegaron aquí y comenzaron a tratar de terraformar este mundo se percataron de ello.



            La mujer se recordaba siendo una adolescente. Cuando iba a aprender con su padre. ¡Cómo le añoraba! Él le enseñó muchas cosas. Una vez, estando en el centro geológico de su mundo, tras retornar de un pase del exterior protegidos por trajes espaciales y un vehículo, la chica, tras ducharse y descontaminarse, fue a verle a la sala y le preguntó.



-¿Nos vamos a casa?

-Claro, Kimberly.- Asintió su padre al que le había vuelto a dar un ataque de tos.-

-¿Estás bien, papá?- Se preocupó ella.-

-Sí, cariño. Tranquila.- Pudo decir él en cuanto aquello cesó.-



            Lo cierto es que Crimson estaba cada vez más débil. Su hija no desconocía la causa. Lo comentó con algún médico y con su propia madre. Ahora que volvían a casa no dijo nada al respecto. Fue al llegar y saludar a su madre, conocida por todos allí como la dama Kurozuki, que había retornado asimismo del trabajo, cuando se fijó en ella también.



-Hola mamá.- Sonrió la joven.- ¿Qué tal estás?

-Hola Kim. Estoy bien. ¿Qué tal van las clases prácticas?- Se interesó ésta.-

-Estupendamente.- Afirmó la interpelada, comentándole ahora en su progenitora en tanto le dedicaba su atención, observando su cansada expresión.- Hemos avanzado mucho. Hay muchos yacimientos sin explotar que parecen prometedores.



            Y es que Kurozuki ya mostraba a su vez esos primeros síntomas de decaimiento. Pese a ser bastante más joven que su marido. No obstante, aquel pelo prematuramente encanecido, quizás más arrugas de las que debiera y fases de debilidad que se hacían crónicas, le daban una apariencia que evidenciaba casi la misma edad que él. Pese a todo parecía llevarlo bien. Al menos nunca daba la impresión de resentirse y siempre intentaba parecer animosa y optimista ante su hija. La muchacha entonces quiso sacar el tema de un modo indirecto al comentar, al hilo de la pregunta que le había hecho antes su madre.



- Todavía no puedo creer la cantidad de minerales que debe de tener el núcleo de nuestro planeta. ¡Cuánto hierro, plomo y níquel deben de existir ahí abajo para que nuestra gravedad sea prácticamente como la terrestre!

-Sí, hay muchos, cariño.- Repuso Crimson, de pelo canoso y con sus cansados ojos violetas, mirándola con afecto para añadir.- Némesis es el planetoide con más recursos minerales que pudimos encontrar.

-Me gustaría que algún día pudiéramos desentrañar el origen de esa misteriosa energía oscura.- Comentó la muchacha.- Es sumamente poderosa, pero no somos capaces de controlarla debidamente, y eso me preocupa.

-Es verdad.- Admitió su madre ahora.- Baña todo lo que hay en este mundo. Desde el suelo hasta el agua que tanto nos ha costado ir trayendo de los cometas cercanos. Y es imposible eliminarla. No creo que sea nada buena para las personas. Pero es lo que hay…

-A la larga eso será malo para nosotros.- Repuso su hija.- Si tan solo pudiéramos usar su poder sin vernos afectados. Canalizarlo de un modo inocuo.

-Tu madre tiene razón. Debemos aceptar lo que tenemos, Kim.- Le sonrió su padre declarando.- Todos sabemos los peligros y el coste a medio y largo plazo. Pero hicimos nuestra elección cuando vinimos aquí.- Y añadió tomando de una mano a su esposa, para suspirar.- ¡Lo único que lamentamos de corazón es que tu hermano y tú no hayáis podido conocer la Tierra, ni otros mundos!

-No os preocupéis por mí. Él y yo ya nacimos aquí. Némesis es lo único que hemos conocido. Es nuestro hogar.- Sonrió animosamente la muchacha que sí admitió con un aire de solidaria tristeza.- Pero debió de ser terrible para vosotros tener que huir dejándolo todo atrás.

-Fue duro y muy triste, no te vamos a negar la evidencia. Renunciamos a nuestras familias y a la belleza y comodidades de nuestro planeta. - Le respondió su madre, quién, pese a evocar aquello, animó su gesto con una sonrisa para añadir.- Sin embargo, a pesar de todo eso, tu padre y yo hemos sido muy felices aquí. Y más cuando nacisteis tú y tu hermano Rubí.



            Kim asintió con una media sonrisa, su madre llamaba así a su hermano pequeño para distinguirle de su padre, fue precisamente éste quien terció preguntando.



-Por cierto. ¿Dónde está Crimson junior?

-Supongo que jugando por ahí.- Declaró Kurozuki moviendo la cabeza.- Este chico siempre está tratando de pasarlo bien.

-Es un niño todavía.- Le defendió su orgulloso padre.- Deja que juegue y sea feliz. Todo lo que pueda serlo. Igual que tú, hija. 

-Ya tengo casi los dieciocho años, papá.- Afirmó ella.- Mamá tenía esa misma edad cuando llegó según me contasteis. Y además tengo que trabajar muy duro para acabar de cursar mis estudios de geología y ayudaros.

-Sí, es cierto.- Intervino su madre acariciándola en una mejilla.- Pero que eso no te haga renunciar a la felicidad. Conoce a algún buen chico y forma un hogar. Porque tanto tú como tu hermano sois lo más preciado que tenemos, nuestro legado. Y un día vosotros y los de vuestra generación, proseguiréis  la labor que nosotros comenzamos.



            La chica asintió. Eso deseaba, no quería decepcionar a sus padres. Pasaron años, recordó. Su padre finalmente murió por aquella enfermedad que a buen seguro estaba provocada por esa maldita energía oscura. Su madre, pese a seguir viva, cada vez estaba más delicada de salud. Al menos su hermano Crimson Rubí creció y sí se convirtió en un hombre responsable. Quizás demasiado. Y ella misma pudo cumplir con ese deseo de sus padres, conoció a un buen hombre, se casó, tuvo un hijo y era razonablemente feliz. Entonces salió de aquellas reflexiones, la reunión del consejo proseguía. Otro miembro tomó la palabra ante la atenta mirada de su propio hermano y de ella misma.



-Desgraciadamente no nos quedan otras opciones más que proseguir con nuestro modo de vida.- Terció Gneis.- Es un alto precio el que estamos obligados a pagar sólo por vivir aquí.  Pero tenemos que ser valerosos y luchar por nuestro mundo y nuestros conciudadanos.

-Exactamente. - Intervino Corindón.- El grupo científico me ha dicho que trabajan sin descanso. Y no todo será malo. Puede que tengamos que sufrir aún durante unos años más, pero al final, seguro que saldremos adelante.

-Por ahora, lo que menos debe preocuparnos es si el color del pelo o de los ojos es raro. Dentro de poco para nuestros hijos y los de ellos, será algo normal.- Sentenció Crimson Rubí con mejor talante.-

-Sin ir más lejos mi nuera Topacita luce un tono acorde con el nombre de nuestro clan.- Intervino Green.- Y mi nieta Maray en cambio, es de cabello castaño claro. Por cierto, nos gustó mucho ese nombre. Aunque no sea habitual entre nosotros.- Añadió dirigiéndose a Kim.- Gracias por tu inspirada idea.



            La mujer sonrió, ella se lo sugirió a su amiga. Recordaba cómo, de pequeña, su propia madre le hablaba de una chica que conoció cuando era niña y vivía en ese mundo lejano. Una hermosa joven, muy alta y amable, que tuvo que irse a un largo viaje. La madre biológica de su propio esposo, la difunta Sonia, se lo dijo también. Conoció en persona a esa muchacha que fue modelo y trabajaron juntas. Kim le contaba todo eso a su amiga cuando Topacita y ella charlaban y al poco de que ésta quedase embarazada, se lo propuso.



-¿Por qué no llamas a tu hija así? Sería precioso.

-Sí, llamarla Neherenia sería subversivo. También me gustaría Alice, es bonito pero hay muchos aquí que saben que ese es el nombre de la hija de aquella soberana de la Luna y actual reina. No es que quiera desairar a mi madre, pero no deseo problemas con mi suegro, ni disgustar a mi marido.- Suspiró algo alicaída sentenciando. – Ya sabes cómo piensan…

-Tu madre lo entenderá.- La animó Kimberly en aquella ocasión alegando esperanzada.- Quizás, más adelante, si tienes más hijos.

-Sí, podría ser.- Convino vagamente esa joven de largos cabellos tono verde mar y ojos azules para musitar no sin pesar.- Incluso llamarla Anaris, como mi abuela, estaría mal visto. Al igual que mi madre, la pobre siempre defendió a la soberana de la Luna Nueva y a los monarcas de la Tierra y eso aquí levantó muchas ampollas y animadversiones entre algunos. Por ejemplo, en mi abuelo Basalto Briseo que hasta llegó a prohibir que las mencionase. Él las detestaba.

-Es una lástima. Es terrible que el odio y el rencor provoquen estas cosas.- Suspiró Kimberly, recordando ahora aquellas palabras de su amiga, en tanto miraba el rostro de Brise que le sonreía.-



Y es que la dama Zirconita fue en su juventud una acérrima opositora de la Soberana de la Luna Nueva y de su esposo, a los que tildaba de extranjeros opresores que habían usurpado el trono de la Luna. Aunque dijo ser muy amiga de la hija de estos, la princesa Alice, puesto que se conocían desde muy niñas. No obstante, eso no le impidió conspirar contra los monarcas ayudando a su padre, quien era un agente de la Luna Negra. Al final, Briseo cruzó la línea intentando matar a la familia Real. Sin embargo, su plan fracasó y fue detenido, juzgado y exiliado. Por motivos de su juventud, a Brise se le conmutó el exilio perpetuo por unos años de prisión. Y casi cumplidos estos fue liberada, entonces se dio cuenta de su tremendo error pero tuvo que marcharse de la Luna, huyendo de una gran destrucción que se avecinaba. Eso fue poco tiempo antes del “Gran Sueño”. De hecho, por eso la soberana le permitió escapar, para que se reuniese con su familia. Tras ir primero a la Tierra, ella y su madre, Anaris, que fuera la principal doncella de Neherenia, viajaron a Némesis para volver a estar con Briseo, el cabecilla del movimiento de oposición a esos soberanos, quien tras su destierro huyó allí años antes. Él, al contrario que su mujer y su hija, lejos de arrepentirse, había ido alimentando su rencor y su odio hacia esa soberana y su esposo, así como contra los reyes de la Tierra. Hizo amistad enseguida con un tal Basalto,  otro exiliado del planeta azul, que compartía sus opiniones. Tan bien se llevaron que Briseo adoptó el nombre de su amigo como suyo también, haciéndose llamar Basalto Briseo para que les distinguieran, y persuadió a la propia Brise,(a quién obligaron a cambiar su nombre por Zirconita), a desposarse con el hijo de este, un muchacho llamado Bismuto. De esa unión nació Topacita quien, a su vez, unió su vida al heredero del clan Green, otra respetable y poderosa familia del planeta.



-Doña Brise.- Le susurró ella, a aquella mujer, quien siempre le pedía que la llamara por aquel nombre, en lugar del que le impusieron en Némesis.- No se preocupe, haremos cuanto podamos y ojalá que seamos capaces de darle una alegría a usted y a Topacita. Quizás su hija y su nieta Maray vean la Tierra y la Luna y usted se las pueda mostrar. Sería maravilloso, ¿verdad?



Eso hizo que el semblante de aquella individua se iluminase con algo de esperanza. Fue de lo poco agradable de esa reunión. La dama Zirconita le sonrió entonces, susurrándole con reconocimiento.



-Gracias Kim, gracias por ser tan buena amiga de mi hija. Como tu madre lo es mía.



            La propia Dama Kurozuki, la madre de Kim, era a su vez amiga de Brise desde los tiempos en los que ambas se conocieran en la Luna, compartiendo esa amistad con la princesa Alice. La hija de Neherenia vivió incluso durante algunos años en el planeta natal de la señora Kurozuki. Eso recordó al menos Kimberly quien asintió sonriendo para responder.



-Topacita también es una magnífica amiga para mí. Sólo aspiro a que nuestras opiniones sean tenidas en cuenta. Incluso el rey las comparte, y espero que ahora tenga razón y podamos comunicarnos con la Tierra y la Luna.



Así era, Kimberly deseaba con todas sus fuerzas que el rey Corindón  estuviera en lo cierto. Pero, pese a que él animó a  los miembros de la asamblea a tratar de acercarse al mundo madre, tanto Gneis como Green y otros importantes notables tenían muchos recelos e incluso temor de hacerlo. Y eran de las familias más influyentes en el planeta. De modo que, tras la votación y posterior recuento, tal y como ella se temía, ganó el no. La gente de Némesis estaría condenada a no comunicarse con la Tierra, al menos durante casi treinta años más. Por mucho  que le pesara a Kim ya no se podía hacer nada. Así pues, la derrotada joven salió de la sala y aguardó fuera. No tenía demasiado interés en el resto de asuntos del día. En eso desde luego que no coincidía con su hermano quién tenía otros temas, para él mucho más importantes que tratar, y que expresó su satisfacción cuando el pleno finalmente terminó y se reunió con ella. Lo comentaron en tanto se marchaban.



-Celebro que haya primado la sensatez.- Declaró Crimson con alivio.-

-No creo que sea muy sensato dar la espalda al hogar de nuestros padres.- Le recriminó Kim.-

-Mi hermana la idealista.- Repuso el joven moviendo la cabeza.- ¿Cuándo te darás cuenta de que de la Tierra lo único que pueden venirnos son problemas?

-Yo solamente sé que un día ese mundo fue el planeta natal de nuestros antepasados. Y que es mucho más rico y saludable que este planetucho.- Se molestó ella.-

-Este planetucho como tú lo llamas es la obra y el resultado de una vida entera de sacrificio de nuestros padres y de otros pioneros como ellos.- Contestó un irritado Crimson Rubí a su vez. Añadiendo con amargura.- Nuestro padre murió tratando de legarnos un mundo mejor.

-Eso es algo que siempre admiraré.- Afirmó su interlocutora enfadada también cuando remachó.- Y no necesito que me des lecciones de eso. Te recuerdo que yo lo viví más de cerca que tú. Precisamente por ello sería estupendo poder contar con los habitantes de la Tierra como amigos y aliados para que nos ayudasen a purificar y limpiar este mundo.

-Si esos habitantes terrestres no hubiesen sido tan mezquinos y sus soberanos tan intransigentes nuestros propios padres no hubiesen tenido la necesidad de venir a vivir aquí en primer lugar.- Argumentó su hermano casi con tono de desesperación, tratando de moderarse y ser más conciliador, al agregar.- Sé que eres la mayor pero también yo he visto a nuestra madre a veces, acariciando esas pocas posesiones que trajo de su planeta de origen. Escuchando esas canciones terrestres. Suspirando, añorando a su familia y sufriendo en silencio por eso. No me subestimes. No soy un idiota insensible o un monstruo. Si no creyese que el contacto con la Tierra es perjudicial para nosotros hubiera sido el primero en votar a favor de él. Aunque solamente fuera para poder ver una sonrisa en el rostro de mamá y más desde que papá murió. ¿Es que no lo entiendes?...



            Kimberly suspiró con resignación y tras unos segundos de silencio tomó la palabra con un tinte más conciliador.



-Sé que estamos separados por muchas cosas y que no pensamos igual. Pero sigues siendo mi hermano y te quiero. No discutamos otra vez. Y sobre todo no enfrente de mamá. Sé muy bien que tampoco deseas verla sufrir.

-En eso estaré siempre de acuerdo contigo.- Admitió su contertulio más calmado ya.-



Al fin, Crimson Rubí se despidió, se iba a su propio hogar pues se emancipó de casa al poco de entrar en el consejo. Por su parte Kim ya estaba casada y tampoco vivía con su madre. No obstante, nada más volver de esa reunión fue a verla. La mujer estaba pintando uno de sus cuadros en el salón. Aquello le encantaba. Lo cierto es que Kurozuki quiso ser artista de niña pero luego las circunstancias de la vida cambiaron dramáticamente su sueño. Cuando llegó al duro e inhóspito planeta Némesis tuvo que aprender otro oficio. Durante años, y aprovechando sus cualidades de dibujo y diseño, se afanó en contribuir a crear estructuras que protegieran a sus habitantes de los peligros del espacio exterior. Trabajó mucho tiempo junto a su amado esposo. Él murió hacía ya cinco años. Pudiera ser que por esa extraña energía que provenía del interior del planeta. O quizás por culpa de las radiaciones cósmicas a las que se expusieron por mor de su trabajo. Ahora pensaba en él, en tanto daba unos retoques a ese cuadro inspirado en los paisajes de su niñez. Fue entonces cuando oyó la voz de su hija que no sonaba demasiado entusiasta.



-Hola mamá. Ya hemos terminado…

-Supongo que tendré que resignarme a seguir mirando mis cuadros para ver este paisaje, ¿verdad?- Suspiró ésta con tristeza.-

-Lo siento.- Pudo decir su interlocutora.- Ya sabes que eran mayoría. No podíamos hacernos ilusiones.

-Hasta tu propio hermano estaba en contra.- Admitió Kurozuki con pesar para declarar.- ¿Sabes una cosa, hija?...muchas veces sueño con los bosques y los parques de mi mundo. Con los que tenían mis abuelos en la Tierra. Y hubiera deseado que tú, tu hermano, tu esposo y vuestro hijo, los hubieseis conocido…

-Bueno, puede que la próxima vez, cuando venga el próximo perihelio.- Repuso la muchacha tratando de animar a su contertulia.- No pierdas la esperanza, mamá.



            Pero ésta movió la cabeza, apesadumbrada para decir.



-Seré una anciana para entonces. Y pese a la larga vida de los habitantes de la Tierra, no creo que quede ya nadie de mi familia…

-¡No te desanimes! La tecnología avanza. Hacemos grandes progresos. Dentro de poco se reducirá el tiempo del viaje. ¿Y quién dice que no podremos alcanzar la Tierra aunque estemos en el afelio? - Afirmó la chica en un vano intento de transmitir optimismo a su madre.-



            Kurozuki pese a todo sonrió llena de nostalgia al ver esa expresión…Apenas sí pudo decir, tratando de no emocionarse.



-Cada vez que pones esa cara me la recuerdas…eres igual a mi abuela Connie. Todavía veo su rostro cuando me contaba alguna historia y me sonreía. Recuerdo igualmente a mi abuelo Tom, su amabilidad y su bondad…tantas cosas que dejé atrás. A mis padres y a mi hermano. Aunque nunca me arrepentí, lo supe en cuanto te tuve a ti y después a tu hermano. Luego te casaste. Durante todos estos años tu padre y yo fuimos muy felices. A pesar de que nuestro amor naciera de algo vedado. Lo triste es que él ya no esté aquí para conocer a nuestro nieto… y que vosotros tampoco podréis conocer a vuestros parientes.



            Su hija la escuchaba apenada. La pobre Kurozuki era cada vez más propensa a esas fases de melancolía que parecían guardar una estrecha relación con su deterioro físico. Cada vez se cansaba más y enfermaba muy a menudo. Pese a todo, la muchacha esbozó una leve sonrisa y replicó animosa.



-Mamá, no digas esas cosas. Somos felices aquí. A pesar de todos sus inconvenientes Némesis es un mundo hermoso. Puede que no tanto como el otro planeta que tú recuerdas, pero un día lo será. ¡Ya lo verás!. Continuaremos trabajando con ahínco para crear un hogar en el que sea estupendo vivir y algún día te prometo que iremos a ver ese planeta Tierra que tanto añoras.



            Y tras darle un cariñoso beso y un abrazo Kimberly dejó a su madre sumida en esos pensamientos. La envejecida mujer recordaba ahora aquel día en el que su vida cambió para siempre, cuando tomó la decisión de seguir a su amado hasta Némesis y logró finalmente reunirse con él. Le aguardó con una sonrisa en tanto  algunos de los dirigentes del planeta iban a buscarle y le traían. En cuando él la vio su rostro fue el total reflejo del asombro.



-¡Loren! – Exclamó sin poderlo creer.-



            La chica corrió a abrazarle, él la envolvió entre sus brazos y se besaron, larga y apasionadamente. Tanto Gneis, ese tipo de pelo cano y mediana estatura, como el príncipe Corindón, un hombre alto y rubio, de apenas quizás cuarenta años entonces, sonrieron. Fue el líder quién simuló presentarles.



-Señor…- Se detuvo antes de proseguir,  rectificando.- Bueno, ahora señor Crimson en nuestro mundo. Tengo el placer de presentarle a la señorita Kurozuki. Ha venido a compartir su vida con nosotros.

-Bueno, supongo que, sobre todo con usted. – Matizó un divertido Gneis.-



Ahora la pareja de enamorados se abrazó escuchando declarar a su líder.



-Como las rocas es nuestra determinación, por ello nos hemos puesto estos nombres. Para que nunca se nos olvide el propósito que nos une. Algún día retornaremos a la Tierra y aboliremos la tiranía de Endimión y Serenity. Hasta entonces viviremos en paz y luchando por hacer prosperar nuestro nuevo hogar.

-Quisiera pedirles algo.- Pudo decir él, mirando a la chica con patente amor para declarar.- Que sean testigos de mi solicitud.



            Y arrodillándose ante la atónita joven le preguntó.



-¿Por qué, Loren?... ¿Cómo has podido dejar a tu familia y venir aquí?

-Porque mi vida no valía nada estando lejos de ti.- Repuso con dulzura la chica que le recordó.- Y ya no soy esa niña. Ahora soy una mujer adulta, oficialmente he cumplido la mayoría de edad y me llamo Kurozuki.

-¿Has hecho eso por mí? Has renunciado a casa y a todo lo que habías conocido, para reunirte conmigo aquí. - Musitó él con visible asombro.- No sé qué decir…



            La muchacha sonrió con algunas lágrimas y pudo responder con tono entrecortado y emotivo.



-Sólo di que me quieres…y todo habrá merecido la pena.



            Él se levantó tomándola en brazos y tras dejarla suavemente en el suelo y volver a arrodillarse se sacó un anillo de rubíes que le regalaron cuando llegó y, ofreciéndoselo a la chica, le pidió.



-Ante estos testigos te pido que seas mi esposa. Quiero vivir el resto de mis días contigo.



            La joven le miró llena de sorpresa aunque enseguida sonrió de forma luminosa.  No tardó en asentir emocionada. Estaba radiante de felicidad. Su prometido se levantó y volvieron a besarse. El propio príncipe declaró con satisfacción.



-Así se escribe la  historia. En este mundo perdido y diminuto, donde todos deberemos trabajar con tesón. Aquí vuestro amor no está prohibido. Es más, celebraremos cualquier unión que pueda traerle a Némesis hijos e hijas que formen una nueva generación. Por el poder que me han concedido sus ciudadanos, mis súbditos, os declaro marido y mujer.

-Aunque no es necesario que le ordenes al novio que bese a su novia, Alteza.- Sonrió Gneis, puesto que ambos contrayentes llevaban haciéndolo de forma continuada durante toda esa improvisada ceremonia.-



            Todos los presentes felicitaron a  la feliz pareja de recién casados. Él entonces recordó una antigua y hermosa canción que parecía ajustarse perfectamente a ellos. La espontánea comitiva le ayudó con la música. Así se la dedicó a su nueva esposa, que se sonrió emocionada…



Ella se toma su tiempo ideando las razones 
para justificar todo el dolor interno
 
Ella cree adivinar por las sonrisas y las miradas en sus ojos
 
Que todos tienen una teoría acerca de su resentimiento
 


Ellos dicen “Mamá nunca la amo demasiado”
 
y, “Papá nunca se mantuvo en contacto”
 
Por eso ella se aleja del afecto humano
 
Pero en algún reservado lugar
 


Ella empaca para irse al espacio exterior
 
Y ahora ella espera que venga el adecuado piloto
 
Y ella le dirá a él:
 

”Volaría a la Luna y de regreso si tú fueras...
 
Si tú fueras mi chico
 
Conseguiré un boleto para un mundo
 
en el cual nosotros perteneceremos
 
Entonces ¿serías mi chico? “
 

No puede recordar algún tiempo
 
en el que se haya sentido necesitada
 
Si el amor era rojo entonces ella era daltónica
 


Todos sus amigos habían estado traicionándola
 
Y culpándola de crímenes que nunca fueron definidos
 
Ella dice, “El amor es como un lugar desértico”
 
Alcanzado por la fe humana
 


Es como un viaje, es solo que no tengo un mapa para él
 
Entonces chico sumérgete dentro del agua y
 
Cambia tu decisión, guíate
 


Manda una señal que ella está desesperada
 
Todas sus esperanzas están sobre las estrellas
 
Que placentero sueño
 



Ella se toma su tiempo ideando las razones 
para justificar todo el dolor interno
 
Ella cree adivinar por las sonrisas y las miradas en sus ojos
 
Que todos tienen una teoría acerca de su resentimiento
 


Ellos dicen “Mamá nunca la amo demasiado”
 
y, “Papá nunca se mantuvo en contacto”
 
Por eso ella se aleja del afecto humano
 
Pero en algún reservado lugar
 


Volaría a la Luna y de regreso si tú fueras...
 
Si tú fueras mi chico
 
Conseguiré un boleto para un mundo
 
en el cual nosotros perteneceremos
 
Entonces ¿serías mi chico?




(To the Moon and Back, Savage Garden, crédito al autor)



No hubo más banquete que un almuerzo improvisado a base de sencillas viandas y un poco de fruta, pero eso a ellos no les importó. Al contrario, deseosos como estaban de tener intimidad cuanto antes. Al fin, su recién declarado esposo la llevó hasta su apartamento. Allí la entró en brazos, se desnudaron y consumaron su unión. Kurozuki gimió de dolor en un principio cuando fue penetrada por vez primera. Después aquello pasó y pudo disfrutar del amor en toda su extensión. Así comenzaron juntos su nueva vida…dispuestos a crear su propio futuro…



-Y lo único que lamento tras todos estos años es que tú te hayas ido, mi amor.- Suspiró la mujer llena de melancolía.- Te fuiste hace ya tanto tiempo…A un lugar en el que en esta ocasión no puedo alcanzarte. Al menos todavía. Hasta que seas mi piloto una vez más, y vengas a buscarme, Lance. Solamente yo fui capaz de conocerte de verdad. Lo mucho que me amabas a mí y a toda la familia y lo que sacrificaste por todos…



                               anterior                                                       siguiente

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Por favor, si sois tan amables y no os es molestia, comentar vuestras impresiones sobre lo que habéis leído. Me vendría muy bien para mejorar y conocer vuestras opiniones sobre mis historias. Muchas gracias. ;)