En el espacio exterior, en los confines de nuestro
Sistema Solar, próximo a la nube de Oort, se
encuentra el mundo más alejado de la estrella que rige su destino, el
planeta Némesis, en órbita como el undécimo del sistema. Realmente es un mundo
muy pequeño e inhóspito del mismo nombre que una enana roja que gira alrededor
del sol. Cuando sus primeros moradores llegaron allí, usando un pequeño
asteroide como nave espacial, no existía más que un mundo árido y sin recursos.
Utilizando la tecnología que esa gran astronave portaba fueron capaces de
establecer una base en aquel planeta, al principio minúscula. Después, tras
arduos trabajos, excavaron muchas galerías que intercomunicaron creando
alojamientos a varias centenas de metros bajo la superficie, a fin de
protegerse de las letales radiaciones del espacio. Algunos pioneros fueron, entre otros, fugitivos
y renegados de la Tierra que no aceptaron la promesa de purificación de sus
soberanos. Sin embargo, al hacer aquellas obras de acondicionamiento de ese
mundo, liberaron algo. En un primer momento no siendo conscientes de ello. No
obstante, al cabo de pocos años descubrieron que el núcleo de Némesis irradiaba
una poderosa energía, siendo su fuente y composición desconocida la llamaron “la
energía oscura.” Poco a poco aprendieron a utilizarla para mejorar sus
condiciones aunque la exposición a la misma les trajo unos efectos secundarios
tan imprevistos como terribles. La esperanza de vida se reducía y la vejez se
adelantaba. El puñado de científicos y estudiosos que habían llegado al planeta
intentó minimizar aquellos inconvenientes en lo posible con poco éxito. Eso
recordaba el cabecilla y jefe de los que allí residían.
Ella se toma su tiempo ideando las razones
para justificar todo el dolor interno
Ella cree adivinar por las sonrisas y las miradas en sus ojos
Que todos tienen una teoría acerca de su resentimiento
Ellos dicen “Mamá nunca la amo demasiado”
y, “Papá nunca se mantuvo en contacto”
Por eso ella se aleja del afecto humano
Pero en algún reservado lugar
Ella empaca para irse al espacio exterior
Y ahora ella espera que venga el adecuado piloto
Y ella le dirá a él:
”Volaría a la Luna y de regreso si tú fueras...
Si tú fueras mi chico
Conseguiré un boleto para un mundo
en el cual nosotros perteneceremos
Entonces ¿serías mi chico? “
No puede recordar algún tiempo
en el que se haya sentido necesitada
Si el amor era rojo entonces ella era daltónica
Todos sus amigos habían estado traicionándola
Y culpándola de crímenes que nunca fueron definidos
Ella dice, “El amor es como un lugar desértico”
Alcanzado por la fe humana
Es como un viaje, es solo que no tengo un mapa para él
Entonces chico sumérgete dentro del agua y
Cambia tu decisión, guíate
Manda una señal que ella está desesperada
Todas sus esperanzas están sobre las estrellas
Que placentero sueño
Ella se toma su tiempo ideando las razones
para justificar todo el dolor interno
Ella cree adivinar por las sonrisas y las miradas en sus ojos
Que todos tienen una teoría acerca de su resentimiento
Ellos dicen “Mamá nunca la amo demasiado”
y, “Papá nunca se mantuvo en contacto”
Por eso ella se aleja del afecto humano
Pero en algún reservado lugar
Volaría a la Luna y de regreso si tú fueras...
Si tú fueras mi chico
Conseguiré un boleto para un mundo
en el cual nosotros perteneceremos
Entonces ¿serías mi chico?
-Nunca hemos sido capaces de eliminar los efectos de
esa terrible energía.- Suspiraba aquel hombre de cabello rubio que ya empezaba
a tener alguna cana.-
-Es lo que tenemos.- Suspiró resignadamente una
mujer de pelo castaño tirando a rojizo, con alguna brizna de color blanco ya en
él y ojos marrones, que acunaba a un niño pequeño en su regazo.-
-Tienes razón, cariño.- Admitió ese individuo.-
Miró
alrededor de la gran estancia en la que estaban y comentó con algo de pesar.
-Fue un error abandonar el asteroide que nos trajo
aquí. Debimos habernos quedado a vivir en él, lejos de la influencia de esta
energía. Fue culpa mía por no darme cuenta a tiempo.
-Nadie sabía esto cuando llegamos a Némesis.- Le
contestó su interlocutora mirando a su
bebé dormir plácidamente. – Ese asteroide se desmanteló para utilizar sus compuestos
y la tecnología que portaba a fin de instalarnos en este planeta que es mucho
mayor. Y tú nos condujiste aquí con sabiduría y acierto, por eso, entre otras
cosas, estoy orgullosa de ser tu mujer.
-Muchas gracias, Bauxita. - Sonrió débilmente él,
alegando.- A veces pienso que esto pueda ser una especie de castigo. Nosotros, que censuramos a los soberanos de
la Tierra por desear extender esa longevidad tan antinatural, sin embargo hemos
provocado que la esperanza de vida de todos los que nos han seguido se reduzca.
Es como si hubiésemos pecado contra los designios divinos y nos hubieran
expulsado del Paraíso.
-No digas eso, Corindón.- Le amonestó suavemente su
esposa.- Nuestros motivos eran justos. El Señor está con nosotros. Pero nos
pone a prueba, igual que hizo con el pueblo de Israel en su busca de la Tierra
Prometida.
-Puede ser.- Admitió su interlocutor, afirmando a su
vez a modo de reflexión.- Aunque hay muchos que se unieron a esta causa no
porque creyeran en ella, sino porque escapaban de hechos terribles, incluso de
crímenes que habían cometido. Para algunos esto era una especie de exilio para
remitir algo sus penas, para otros, una oportunidad de empezar una nueva vida…
-Eso es cierto.- Convino su esposa bajando la
cabeza.- Como esa mujer por ejemplo…me dan escalofríos solamente con recordarla.
-Sí, ella y otros muchos. Sin embargo, no dejan de
ser una minoría y recibirán el castigo adecuado a sus iniquidades.- Aseguró él,
sentenciando.- En eso es en una de las pocas cosas en las que coincido con los
reyes de la Tierra y la Luna. Pese a todo, tendré que hablar con esa individua.
Ha matado a muchos inocentes y ha estado a punto de provocar una tragedia aún
mayor.
-¡Deberíamos hacerla ejecutar! - Espetó una furiosa
Bauxita.- Igual que a otros muchos asesinos, violadores y demás criminales que
tuvimos que aceptar aquí.
-No, no podemos ser como ellos.- Le dijo su esposo
con tono calmado.- Por muy criminales que sean tienen unos derechos. Y no
solamente eso, en el caso de esa mujer, posee a buen seguro información
relevante. No estaba sola. Por ello, si soy capaz de hacerla hablar, quizás
seamos capaces de detener a quienes puedan quedar todavía libres. Hemos de
lograr que todos estemos seguros y garantizarles a los habitantes de este
planeta un futuro de paz, comenzando por nuestro hijo.
-Tienes razón.- Admitió su esposa arrepintiéndose de
aquel arrebato.-
Una
llamada a la puerta de la habitación les interrumpió. Corindón inquirió
entonces.
-¿Quién es?
-Alteza, soy Karst.- Se anunció la voz de un hombre.-
-Pasa amigo mío.- Repuso el príncipe con buen
talante.-
La
puerta se abrió dejando entrar a un tipo corpulento y de pelo entrecano, por su
apariencia parecía rondar los sesenta años, aunque era bastante más joven. Tras
hacer una leve inclinación, declaró.
-Príncipe Corindón, princesa Bauxita. Han llegado
más colonos.
-Pueden esperar.- Comentó el líder.-
-La verdad, algunos son importantes.- Le comentó su
interlocutor.-
-Bueno, tendré que ir a recibirlos.- Repuso Corindón
lanzando un suspiro. –
De
hecho, tenía tantas cosas de las que ocuparse que, en muy contadas ocasiones,
disfrutaba de unos momentos junto a su mujer y a su hijo. Sin embargo, si su
consejero de confianza le decía que algunos recién llegados lo requerían en
función de su importancia, su obligación era acudir.
-Te acompañaré.- Se ofreció su esposa.-
-Mejor quédate aquí con nuestro hijo. Prefiero que
tanto tú como él no os expongáis a los rigores del exterior. En este palacio al
menos las paredes de piedra son lo bastante gruesas como para filtrar mucha de
la energía oscura.
Bauxita
asintió, sabiendo que era lo mejor. Tampoco le gustaba la idea de que su marido
se expusiera. Pero ella no ignoraba que, ser el líder de esos colonos, le
obligaba a eso entre otras cosas. Él se tomara su papel muy en serio. Irónicamente
al principio todo empezó casi como una burla a los soberanos terrestres. Los
primeros disidentes entre los que ellos mismos se contaban no admitieron en
absoluto la idea de una monarquía mundial. En aquellos tiempos la mujer
recordaba cómo conoció al que luego sería su esposo, que hablaba a un nutrido
grupo de personas, junto con su amigo Karst y un hombre de color llamado
Basalto.
-No os dejéis seducir por esa aureola tan hermosa y esa apariencia angelical.-
Proclamaba Corindón.- Esa mujer, la autoproclamada reina de la Luna, y su cónyuge,
el que se hace llamar rey de la Tierra, son unos farsantes.
-Pero las mismas Naciones Unidas les han
reconocido.- Objetó una voz entre la muchedumbre que se hallaba congregada en
una enorme plaza, en aquella gran megalópolis.
-La ONU siempre ha sido un nido de corruptos.
Supongo que, cuando esos individuos llegaron apoyados por aquellos poderosos
guerreros, y tras ese montaje del fin del Mundo que diseñaron, nuestros
gobernantes aceptaron la sumisión para conservar sus cargos. O incluso por
miedo a su aniquilación.- Replicó Karst.-
-Sí amigo porque, decidme. ¿Qué es lo que ha
cambiado?- Añadió ese tal Basalto con su grave voz retumbando en el eco de esa
plaza.- ¿Acaso vivís mejor?
-Se dice que la esperanza de vida está creciendo.-
Opuso otro individuo de entre el público.-
-Sí, eso puede ser verdad.- Respondió Corindón con
tono tranquilo e incluso analítico para explicar.- Pero ese hecho lleva
aconteciendo desde el principio de la Humanidad. Nos lo hemos ganado nosotros,
con nuestro esfuerzo y nuestra fe. Puede que muchos se alegren de vivir más
años. Sin embargo, decidme, ¿de qué sirve una vida más larga si cada vez más
personas en la Tierra viven en la miseria y mueren de hambre? ¿Para que vivir
más si es para vivir sufriendo?
-Así es, amigos.- Agregó Karst.- Sobre eso, los que se
precian de ser los “ soberanos del mundo,” no han hecho nada. ¿Acaso ha
desaparecido la miseria? ¿Es que ya no hay hambre o injusticias?...
Puso eso en cuestión con tinte desafiante en su voz,
a sabiendas de que nadie le iba a contradecir. De hecho, pasaron unos instante
de silencio hasta que una mujer se atrevió a comentar.
-Dijeron que no venían a gobernar.
-Entonces. ¿A qué han venido exactamente?- Inquirió Basalto
quien no tardó en replicar con su tono cargado de reproche.- Yo os lo diré. Es
peor todavía que a gobernarnos. Al menos harían algo. Están aquí para vivir en
el lujo y la opulencia a costa de todos nosotros. Para prueba, ese enorme
palacio de ensueño que se han hecho construir a expensas de todos los
habitantes de la Tierra. Y todo por la vana promesa de la Inmortalidad.
-Es verdad.- Intervino entonces ella, quien estaba
entre el público, afirmando convencida y con un tono lleno de persuasión.- Por
mucho que nos asuste la muerte, es en sí misma parte de la vida. Como el
reverendo Waters ha predicado. Sería antinatural vivir eternamente, salvo en el
Paraíso. Únicamente Dios nuestro Señor puede otorgarnos ese don.
-¡Bien dicho!- Exclamaron algunos desde el público.-
-¿Cómo te llamas?- le preguntó un intrigado Corindón.
–
Aquel
atractivo joven desde luego se fijó en su entusiasmo y fe. Ella le dijo su
nombre de entonces, y él galantemente le ofreció una mano para ayudarla a subir
al estrado en donde estaban dando aquel mitin. Al ver su ondulado cabello entre
cobrizo y pelirrojo, Corindón sonrió afirmando.
-Desde ahora te llamarás Bauxita, si deseas unirte a
nosotros.
-Lo deseo.- Sonrió la joven, asintiendo con
entusiasmo.-
Y
en ese instante, Karst declaró ante toda la concurrencia.
-Si hemos de tener alguien que nos guíe, elijamos a
un príncipe que sea nuestra voz y nuestra esperanza. A alguien como Corindón…
-¡Sí!- Exclamaron muchos de entre el gentío.-
-Él será un auténtico guía, no como esos falsos
soberanos.- Añadió Basalto.-
-¡Larga vida al príncipe Corindón!- gritó Bauxita
levantando un brazo del atónito interpelado e incluso la sorpresa de sus
acompañantes.-
Todos
allí cantaron su nombre y el joven sonrió mirando a esa atractiva muchacha con
una mezcla de agradecimiento y fascinación. Al menos eso pensó ella entonces.
La verdad, no se equivocaba. Bauxita sentía lo mismo. Por eso, cuando sus
partidarios crecieron y fueron capaces de infiltrarse en esa multinacional que
tenía la tecnología adecuada para hacer posibles los viajes espaciales, no se
lo pensaron. Pudieron hacerse con un asteroide que estaban preparando a tal
fin. Otro más, dado que, en años anteriores, ya se habían enviado dos a otros
planetas para su colonización. O al menos esa era la excusa oficial, ellos
vieron más bien el deseo imperialista de los soberanos de dominar todo el
Sistema Solar e incluso más allá. Por eso, deseaban escapar a toda costa de su
tiranía.
-Todo fue bien, sin embargo, tuvimos que viajar
durante mucho tiempo para eludir una posible persecución de las autoridades
terrestres y recalamos aquí. Luego Basalto se ocupó de enlazarnos con
simpatizantes de otros mundos que deseaban venir a Némesis. Así llamamos a este
mundo, como símbolo del justo castigo que aguarda a esos falsos reyes. Aunque,
tras todo este tiempo, no sé. Algunos de los nuestros parece que quisieran
llevar la causa mucho más allá de lo que pensábamos. Basalto, sin ir más lejos,
odia verdaderamente a los soberanos y a las princesas. Y tengo la impresión de
que ha empleado medios poco éticos. Desde luego que, por poco que nos gusten,
no somos unos asesinos. Y algunos informes dicen que Basalto sí ha llegado a
recurrir al crimen. Pero ni Corindón, ni yo misma estamos totalmente seguros. Y
no podemos actuar sin pruebas contra él, aunque jamás aprobaremos esos métodos,
ni contra los reyes de la Tierra, ni contra nadie, Corindón tiene razón,
tampoco contra esa demente.- Se dijo avergonzándose de su anterior arrebato.-
Bauxita
pensaba que, si bien esos individuos eran reprobables, habían sido elegidos por
la ONU y concitaban la aprobación de la mayor parte de los ciudadanos
terrestres. Eso debía cambiarse exponiendo sus trucos y sus fraudes, no
recurriendo a la violencia.
-Así solamente les daríamos la razón a ellos y a sus
secuaces, cuando nos acusan de terroristas. – Meditó Bauxita.-
Pero entre tanto se vieron en la obligación de escapar
de su dominio a otro lugar. Por ello, ni en su mente ni en la de su marido, y
seguramente que tampoco en la del fiel consejero de este, Karst, ni en la de
otro hombre de confianza del príncipe llamado Gneis, entraba el hacer cosas más
radicales.
-Bueno, debemos ser cuidadosos para que esto no se
vaya fuera de control o seríamos peores que aquellos a los que deseamos
denunciar. No hijo, no te daremos ese terrible ejemplo. -Meditó acunando a su
bebé con todo su amor maternal.-
Y lograron
establecerse a pesar de las dificultades. Su ahora esposo le pidió matrimonio
al poco de llegar y construir el primer asentamiento y ella aceptó encantada. Meses
después fueron bendecidos con su hijo, dando así ejemplo al resto de los
colonos. De este modo crearon una sociedad nueva en un mundo nuevo. Y Corindón
se consolidó como el príncipe, que para ellos aludía más al cabecilla o guía
que había de señalar el camino al resto, que a una autoridad trasnochada como
eran en su opinión los monarcas terrestres.
-Me gusta más creer en nosotros como unos émulos de
los primeros colonos del Mayflower, en lo que más tarde serían los Estados
Unidos de América. – Reflexionaba Bauxita.- Al igual que allí, tras su Guerra
de Independencia, promulgaron su Constitución, nosotros hemos creado un gobierno
democrático, el Consejo. Allí, mi marido no puede hacer lo que quiera, debe
obtener su aprobación, explicar sus motivos y debatir como uno más. Es el
primero entre iguales, eso es todo. Ni más, ni menos. – Pensaba sintiéndose muy
orgullosa de ello.-
Y
otros muchos les siguieron lealmente, siendo obsequiados con títulos
nobiliarios, aunque únicamente para agradecerles su labor y sus méritos.
Bauxita, al igual que su esposo y la mayor parte de los habitantes del planeta,
se preciaba de que todos podían expresar sus opiniones y ser tenidos en
consideración. No importaban sus orígenes o lo que hubiesen sido o hecho en sus
vidas hasta su llegada. Salvo, claro está, algunos criminales allí exiliados
como castigo. Esa fue una de las condiciones que su marido tuvo que negociar a
posteriori con las autoridades terrestres para evitar ser perseguidos.
-Sí, le comentaba una vez, delante de su consejero Gneis.
Después de algunas complicaciones, algunos de nuestros emisarios pudieron
trabar contacto con representantes de los soberanos. Ni Serenity ni Endimión
nos perseguirán.- Declaró Corindón.-
-De hecho, mi prometida Suzanne vino en la última
nave lanzadera y pasó por el control de la Luna sin ser para nada molestada.- Comentó
Gneis.-
-Celebro oírlo.- Sonrió Bauxita, queriendo saber con
un tono más informal.- ¿Pensáis casaros pronto?
-Eso deseamos. Ella escapó de la Tierra harta de la
situación allí. Las cosas siguen mal y esos reyes de pacotilla no hacen nada
por mejorarlas. Eso dice.- Replicó él y añadió con tono algo apenado.- La pobre
hasta discutió con su madre. Según me ha contado tiene una prima que le ha
sorbido el seso hablándole de lo maravillosos que son los soberanos y sus princesas
planetarias.
-Suele ocurrir, hay gentes que se dejan embaucar con
facilidad.- Opinó Bauxita.-
Aunque
Gneis sonrió, moviendo la cabeza para
responder, dejándoles perplejos.
-Es que la prima de Suzanne no es una persona común.
Es una de esas que participa en extender el engaño de la corte de Neo Cristal Tokio.
Es bastante famosa.
-¿De veras, quién es?- Quiso saber Bauxita.-
-Una tal Kathy O´ Brian. – Replicó su contertulio
casi escupiendo con desprecio para sentenciar.- Una periodista, que es ahijada
nada menos que de la princesa de venus. En realidad, Suzanne me ha dicho que no
es más que una drogadicta y una ninfómana.
-Bueno, no me sorprende, estando en la órbita de los
soberanos.- Declaró Corindón sin darle mucha más importancia.-
-Por suerte, hemos arreglado las cosas para que nos
dejen en paz.- Suspiró bauxita.-
-Sí, aceptando encarcelar aquí a la gentuza que ni
tan siquiera ellos pueden soportar.- Añadió resignadamente Gneis.
- Eso del ostracismo que han inventado en la Tierra
y en Bios desde luego que es muy cómodo para ellos. Nos envían aquí a mucha de
su basura.- Declaró el príncipe, añadiendo eso sí, con mejor talante.- De todos
modos, no será ya por mucho tiempo. Ahora ya estamos preparados para ser totalmente
independientes de ellos, en todos los aspectos.
Y es que dada la órbita de Némesis, en pocos meses se
alejarían tanto que perderían todo contacto con la Tierra. Y entonces sería
cuando deberían probar que se habían convertido en una nación autónoma y
sólida, con capacidad para dirigir sus propios destinos, como así lo
proclamaban. Eso recordó Bauxita.
-Lógicamente, debe de existir una representación, o
de lo contrario seríamos demasiados para podernos gobernar con eficacia. Y que
sea lo más digna posible, con títulos si hace falta, así en la Tierra o en la Luna
no nos mirarán más por encima del hombro. - Se decía con aire de obviedad en
tanto dejaba a su hijo en la cuna tras darle un afectuoso beso en la frente y
susurrarle.- Y un día, mi amor, tú seguirás los pasos de tu padre, serás
elegido rey, estoy segura…
Por su parte, tanto Corindón como Karst acudieron a
la zona de llegada para viajeros, un sencillo astropuerto que también se había
construido aprovechando material del asteroide que les trajera tiempo atrás. Durante
el camino el consejero le comentó a su Alteza de quién se trataba. Éste asintió
admitiendo.
-Sí que es alguien sumamente importante. ¡Es
increíble que haya venido! Su adición a nuestra causa será un gran impulso.
-Desde luego. Sin embargo, aunque le pregunté por
sus motivos, él optó por responder que eran temas personales.
-No exigimos que nadie nos cuente su pasado.- Repuso
Corindón.- De modo que por mí está bien.
-Sí Alteza.-Asintió Karst.-
Al fin llegaron a su destino. Allí dieron la
bienvenida a un individuo alto, de cabello moreno y ojos violetas.
-Sea muy bienvenido, señor…-Le saludó Corindón.-
-Desde ahora mi nombre es Crimson.-Le interrumpió secamente
el interpelado.-
El
príncipe interrogó a su consejero con la mirada. Karst se encogió de hombros y
entonces ese hombre, tras sonreír débilmente, añadió con tono más afable.
-Le ruego que me disculpe por mi rudeza, pero me he
prometido dejar mi pasado atrás. No deseo que mi antiguo nombre vuelva a ser
pronunciado. Ha de ser así.
-Muy bien. Es su decisión. Este lugar es para gente
libre.- Contestó Corindón con visible consideración, más al añadir.- Por favor,
siga usted al señor Karst, él se ocupará de llevarle hasta sus alojamientos.
-Gracias, Alteza.- Sonrió más ampliamente Crimson
haciendo una leve inclinación.-
Y
en tanto los dos se alejaban, el príncipe les siguió con la vista hasta que
desaparecieron por uno de esos largos y profundos túneles que comunicaban el
lugar de recepción con las zonas habitables.
-Nos vendrá bien tenerle aquí. Por los informes que
me han dado sobre él ese hombre ha demostrado ser muy capaz. Nos ayudará. Necesitamos
personas así. Tenemos mucho por hacer.
Y
es que Corindón conocía bien la necesidad que tenían de personal cualificado.
Realmente adolecían de estar escasos en casi todo. Aunque por fortuna habían
algunos médicos, profesores, científicos e ingenieros, incluso agricultores y
mineros, entre otras profesiones útiles a destacar. Ya se habían construido un
hospital, una escuela y algunas instalaciones más, necesarias para el desarrollo
y el crecimiento del planeta. Además de haber empezado a plantar cultivos y
zonas ajardinadas.
-La mayoría vivimos bajo tierra, es muy deprimente,
aunque espero que, dentro de poco, podamos comenzar a terraformar lentamente
este mundo. Para empezar construiremos cúpulas aislantes a fin de ser capaces
de vivir en la superficie. Al menos, en una pequeña parte de la misma. En eso
bien podemos tomar ejemplo del reino de la Luna de Neherenia. – Pensaba muy
ilusionado. -
Y así lo hicieron, el tiempo pasó, hubo más llegadas
de personajes eminentes tanto de influencia positiva, como negativa. Sin
embargo, un día, un extraño suceso detuvo toda la actividad en seco. Durante siglos
algo terrible ocurrió. Ellos no lo supieron entonces pero no se limitó solamente a Némesis o en a mundo
madre, sino que sucedió en todo el universo. Permanecieron congelados, en una
especie de estado de animación suspendida del que despertaron mucho tiempo
después. Aquello fue conocido como el “ Gran Sueño”. Tras ello y al ir
despertando la población de aquel planetoide se afanó en mejorar sus
condiciones de vida. Estaban tan lejos de la Tierra y su órbita era tan
irregular que pasarían años antes del perihelio, el momento de mayor
acercamiento entre ambos mundos. Cuando éste finalmente llegó pudieron volver a
comunicarse e iniciar un tímido acercamiento, no únicamente sideral, sino en
materia de confianza y ayuda mutua. Se establecieron algunas tímidas relaciones
diplomáticas aceptándose más inmigrantes, aunque fueron pocos. Pese a todo, muchos
de los habitantes de Némesis no veían todavía con buenos ojos a los soberanos
terrestres. Corindón tenía sentimientos encontrados; de una parte quería
impedir la pérdida de la independencia que tanto les costase adquirir, de otra,
sabía que sería muy difícil para los habitantes de su mundo el sobrevivir sin
ayuda y sus recelos debían de suavizarse en pro de los intereses de Estado. De
todas formas por eso no tendrían que preocuparse en un futuro cercano, ya que
el perihelio estaba a punto de pasar. Tras él llegaría un largo afelio de casi
treinta años. Cuando este finalmente se produjo y Némesis se fue alejando se
sucedieron años de mucho trabajo. Ahora, envejecido y cansado, lo recordaba con
su fiel amigo en tanto su mundo volvía a aproximarse a la estrella que regía el
Sistema Solar.
-Nos costó una generación tras el despertar, poder
estar a la suficiente distancia como para contactar de nuevo con la Tierra. Y
aun así, la distancia entre ese planeta y el nuestro sigue siendo enorme. - Le dijo
a Karst.-
-Lo sé. Y ahora nuestro pueblo está ante la tesitura
de salir adelante por sus medios o retornar. Eso mientras pueda hacerlo. –
Asintió su interlocutor, añadiendo con tono resignado.- Lo propondremos en la
asamblea de notables. La mayor parte de ellos supongo que opinarán como
nosotros.
-Sí.- Afirmó el consejero.- Tras tanto tiempo casi
todos piensan que no somos ya terrestres y que no les necesitamos. En estos
últimos veinticinco años tras el despertar, hemos sido capaces de usar las
pocas naves que teníamos para explotar asteroides cercanos a fin de obtener
minerales y cometas para procurarnos agua. Nuestras zonas cultivables han
aumentado. Tenemos la energía que drenamos de este mundo. Las cosas van
mejorando…
Su
interlocutor le escuchó con atención, aunque existían otros argumentos
igualmente poderosos al otro extremo de la balanza. Y no tardó en enumerarlos.
-Ya sabes lo que dicen otros. Que este planeta es
venenoso. No pocos de los nuestros han muerto por causa de esa misma energía
que nos permite sobrevivir.- Se lamentó el príncipe.- La energía oscura de la
que el núcleo de este mundo parece estar lleno.
-Es cuestión de tiempo. Nuestros científicos están
poniendo a punto sistemas para absorberla y reconducirla. Así no dañará a las
personas.
-Esperemos que lo logren pronto. -Deseó Corindón,
afirmando con preocupación. -Solamente por eso hay muchos que desearían volver
a la Tierra.
-¡Que vuelvan!, mejor no tener descontentos
infiltrados entre nosotros.-Replicó un molesto Karst.-
-Lo malo, amigo mío.- Repuso Corindón posando una
mano sobre el hombro de su interlocutor.- Es que no podemos permitirnos el lujo
de perder moradores. Aquí nacen muy pocos niños. Quizás también esa extraña
energía sea responsable de eso.
-Sí, lo sé. Y por si fuera poco somos muy escasos de
por sí. Es más, hay muchas parejas que tienen lazos de sangre. Primos, incluso
tíos y sobrinos. Hasta hermanos en algunos casos. No es algo que nos guste pero
estamos obligados a ello. - Admitió Karst.-
-Tanto es así que hasta tuvimos que impulsar leyes
obligando a la procreación.- Suspiró Corindón quien agregó con una sonrisa.-
Incluyéndome yo mismo, amigo mío.
-Y os agradezco mucho la deferencia de llamar a
vuestro heredero con mi nombre. Dado que yo ya no estaba en condiciones de ser
padre como vos, Alteza. - Sonrió Karst.-
- Y, no obstante, has sabido serlo para esa joven.-
Afirmó su interlocutor con tono de simpática admiración.-
-Para mí y mi esposa fue una bendición que llegase a
nuestras vidas. La pobre debió de sufrir mucho al quedarse sola.
-Tu hija Magnetita, es una buena chica. – Afirmó el
príncipe.-
-Y fue un milagro el cómo llegó hasta nosotros. Nos
explicó como esas malvadas asesinas, las últimas Feminax huidas, acabaron con
sus padres. – Musitó Karst moviendo la cabeza con pesar, aunque añadiendo con
más ánimo.- Espero poder traerla pronto a la corte.
-Por supuesto, cuando tú quieras. – Le ofreció su
interlocutor.-¿Cuántos años tiene ya?
-Apenas quince. Eso nos dijo.- Le contó Karst quien dejando
eso de lado, quiso saber.- A propósito, Alteza. ¿Dónde está el príncipe?
-Pues ha salido precisamente en una de nuestras
naves para reconocer el espacio cercano. Debe traer informes para darnos algo
que apoye nuestras tesis en el Consejo. -Respondió con orgullo Corindón.-
-No sé si será juicioso haberle embarcado en un tipo
de misión como esa, a fin de cuentas es el heredero.-
-Lo sé amigo, pero en Némesis todos contribuimos,
empezando por la familia Real.- Afirmó el príncipe, quien suspiró entre
aliviado y con algo de resignación mezclado con orgullo aseverando.- Y hasta en
eso mi hijo ha dado ejemplo. Se casó hace unos meses muy enamorado como sabes y
su mujer, la princesa Ámbar, ya espera un hijo. Tendremos asegurada la
sucesión, pase lo que pase.
-¡Esa es una maravillosa noticia! - Exclamó el veterano
Karst con evidente alegría.-
-Van a llamarle Coraíon.- Sonrió Corindón,
explicando incluso con talante divertido.- Una variante de mi nombre. A Ámbar
le gustó más y mi hijo no puede negarle nada a esa chica.
-No me sorprende en absoluto. Es una joven muy
guapa.- Convino su interlocutor describiéndola.- Ese cabello rubio y esos ojos
del color de su nombre. Y a eso une bondad e inteligencia.
-Bueno, confiemos en que ambos críen bien a su hijo.
Y que en el futuro mi nieto perpetuará la tradición que yo mismo he inaugurado.-
Sentenció el príncipe Corindón.- Comenzando por la obligatoriedad de tener
descendencia…
Así
había sido, comenzando por el propio soberano que hacía ya tantos años contrajo
nupcias con Bauxita que le dio a su hijo, todo hombre y mujer en edad fértil
tenía la obligación de tener descendencia en ese planeta. Fue una decisión
realmente muy difícil, que evidentemente coartaba una libertad individual
fundamental. Y eso era todavía más grave tratándose de un grupo que había hecho
precisamente de la libertad de elección su bandera para oponerse a los
soberanos terrestres. Corindón y su consejero Karst lo meditaron y discutieron
mucho antes de atreverse a dar el paso. Pero no tuvieron otro remedio entonces.
Némesis se estaba alejando mucho de la Tierra y nadie más podría venir del
planeta madre quizás en décadas. Por ello, cuando esa norma se promulgó un poco
antes del gran sueño, la mayoría lo aceptó resignadamente como un mal menor.
Hubo algunos que, desde luego, se negaron. Aunque se les amenazase con el
destierro o la prisión.
-Todavía recuerdo el motín liderado por esa tal
Marla.- Suspiró el príncipe moviendo la cabeza.- El primero de las Feminax que
provocó esa oleada de muerte y destrucción.
-Teniendo en cuenta que esas individuas son unas
radicales enloquecidas, no me sorprende. Para ella y su grupo odiar a los
hombres es una religión.- Repuso su interlocutor, recordando con patente
desprecio.- Las psicópatas de su banda que no pudimos atrapar fueron las que
asesinaron después a la familia de
Magnetita.
-Fue difícil, tienes razón. Aunque no tenían muchas
seguidoras aquí nos hicieron mucho daño.- Rememoró Corindón.-
Pensó
en antes del “Gran Sueño”, en esa tensa reunión con aquella mujer. Había sido
capturada, juzgada y condenada en la Tierra y luego conducida a Némesis en
virtud de la norma del ostracismo. Pero pudo fugarse en una ocasión,
aprovechando a buen seguro la poca vigilancia que tenía en el sector
penitenciario. Este estaba encuadrado en una de las zonas más hostiles del ya
de por sí, inhóspito planeta. La capturaron cuando intentaba, junto con otra de
sus secuaces, destruir el suministro de aire en uno de los domos que protegían
las viviendas además de atacar a algunos colonos, por el mero hecho de ser
hombres o mujeres ligadas a ellos. La otra murió tras caer de una considerable altura
al ser perseguida. Marla en cambio se entregó al verse perdida. El juicio fue
rápido. No obstante, algunas de sus simpatizantes la liberaron al promulgarse
esa ley y ella las lideró en ese intento de atentado. Era malvada desde luego y
estaba a buen seguro trastornada. Sin embargo, era de mente brillante y
posiblemente mantenía todavía algunas fieles discípulas fuera. Eso lo
confirmaron a su pesar cuando asesinaron años después a los padres de
Magnetita. No obstante, en ese momento él no lo sabía con seguridad. Corindón
deseaba averiguar hasta qué punto la seguridad de Némesis podría volver a ser
amenazada por los secuaces de esa individua. De modo que, tras ser encarcelada,
el propio príncipe solicitó ir a verla. La encontró metida en su celda, sentada
en su camastro con la cabeza apoyada contra los brazos.
-Marla. Ponte guapa. Tienes visita.- La llamó sarcásticamente
una de sus guardianas, dado que le pusieron a otra mujer para vigilarla, puesto
que se negaba a entablar ningún tipo de conversación con un hombre.-
La
prisionera apenas elevó la cabeza a desgana, en cuanto vio a su visitante
volvió a su posición inicial. Corindón hizo una indicación a la carcelera para
que abriera.
-Será mejor que no entre usted ahí, Alteza. Esa
mujer está desequilibrada. Puede ser muy peligrosa. Y no le escuchará.- Le
previno ésta.-
-Sé que es una amenaza y quizás no preste atención a
mis palabras. Pero creo que lo que tengo que decir le interesará.- Replicó él.-
Marla
volvió a observarle con desdén aunque añadía la curiosidad ahora. Cuando
Corindón dirigió sus ojos a ella de nuevo esa mujer le sostuvo la mirada y
sonrió con perfidia. Era atractiva pese al cautiverio, las penalidades que
había arrostrado y su vestuario de reclusa, una especie de mono anaranjado. Tenía
el pelo largo y moreno y los ojos azules acerados. Se levantó del camastro y se
aproximó hasta las rejas mientras las centinelas entraban y la esposaban a las
mismas, para decir con un impostado tono meloso lleno de ácido sarcasmo.
-¡Cuánto honor! Un auténtico príncipe ha venido a verme.
Quizás sea mi príncipe azul. Espero que hable mi idioma.
-No se preocupe, como sabe usted perfectamente el
inglés es la lengua de comunicación mayoritaria entre nosotros, al igual que el
japonés. Una vez aclarado esto, le agradezco la deferencia que tiene al hablar
conmigo.- Replicó el interpelado con ese mismo tono.-
-Bueno, no me agrada en absoluto conversar con usted,
es un hombre, pero es quien manda aquí.- Admitió la prisionera.- Quizás pueda
hacer justicia y liberarme si se lo pido con dulzura.- Se burló aquella
individua.-
-Vaya, un cambio increíble, rebajarse a intercambiar
palabras con alguien del sexo masculino. Yo pensaba que nada de lo que hacemos
o decimos es de su agrado.
-Ser feministas nacionalistas reivindicativas no nos
convierte en unas idiotas.- Le aclaró condescendientemente su interlocutora.-
Podemos usar a los machos cuando nos conviene.
-Siempre he tenido curiosidad. Lo de feminista lo
entiendo, lo de reivindicativa también, pero lo de nacionalista no.- Confesó el
príncipe sin dejarse afectar por esas palabras.-
Marla
se permitió el lujo de soltar una carcajada, aquello parecía divertirla. Al fin
le explicó con tono de superioridad.
-No me sorprende viniendo de un hombre. Verá,
Majestad.- Afirmó con sorna.- Lo de nacionalista es porque deseamos un mundo
dirigido y habitado únicamente por y para mujeres. Ustedes los hombres, sobran.
-Pues su utopía sería muy corta.- Se burló a su vez
Corindón, preguntando de forma inevitable.- ¿Cómo iba a reproducirse sin
nosotros?
-Oh, es simple evolución. Nosotras portamos la vida
y la participación de los machos es meramente anecdótica. Y además la ciencia
avanza.- Declaró Marla, agregando con regocijo.- Seguramente en poco tiempo
seríamos capaces de manipular células madre para crear nuevos seres humanos,
todos con cromosomas XX, claro. Mientras tanto, ustedes los machos pueden ser
como el ganado. Les tendremos estabulados y sencillamente les ordeñaremos
cuando nos haga falta.
-Un plan magistral.- Replicó cínicamente Corindón,
añadiendo.- Y claro, el problema es que, gran parte de esa tecnología podría
haber estado diseñada por hombres. ¿Cómo van a poder usarla entonces?
-Ya le dije que ni yo ni mis hermanas somos
estúpidas. A veces hasta los machos pueden ser capaces de hacer algo bueno, o
que al menos nos sea útil y que no nos produce ningún problema el servirnos de
ello. No voy a dejar de comer o de
escuchar buena música por el mero hecho de que esos alimentos hayan sido
cultivados o la melodía haya sido compuesta por un, vamos a llamarle varón…-
Agregó pareciendo ahora un poco más respetuosa al hacerlo, pero sin tardar en
retomar su burlón tinte de voz al matizar.- Para nosotras, varones es el término
que designa lo más próximo que puede estar un hombre a sernos útil. Aunque, una
vez cumplida su tarea, ya se puede imaginar. El destino de ustedes será el
mismo que tienen sus colegas de otras especies. Servir de alimentos o ser
muertos por las hembras. Bueno, no tema,
en este caso no íbamos a comerles, nos dan demasiado asco. ¡Ja,
ja!…únicamente les libraríamos de la miseria que tienen al existir.
-¿Cómo libraron a algunas de esas familias de
colonos a los que usted asesinó, verdad?- Inquirió él ahora con tono lleno de
reproche e indignación.-
-Ese es un buen ejemplo, sí.- Convino
sarcásticamente la interpelada, sin dar la impresión de acusar el menor gesto
de culpabilidad o remordimiento, incluso permitiéndose añadir casi con un tinte
de fastidio.- Aunque debo confesar que no tuve que ver directamente en ello.
-Señorita Sorel.- Repuso el interpelado tras
consultar un dossier que llevaba consigo y entrar en la celda.- Está usted aquí además de por cumplir una
sentencia de veinte años a la que fue condenada en la Tierra, por
amotinamiento, inducción y conspiración para cometer asesinato, en grado de
consumación y de tentativa, sabotaje,
terrorismo y por negarse a cumplir la nueva ley sobre reemplazo generacional.
-Las mujeres no somos vacas para dedicarnos a parir
terneritos. Ya se lo he dicho, el papel de reses se lo reservamos a ustedes. -
Replicó su contertulia con tinte desafiante en su voz.- De lo demás, no tengo
nada que objetar, salvo que, con gusto, lo volvería a hacer.
Suspirando
pacientemente el príncipe trató de responder con calma.
-Incluso dejando a un lado todos esos cargos
anteriores. Le recuerdo que, en este planeta, somos un número muy limitado de
personas. Si queremos sobrevivir, debemos tener hijos. Por tanto esa ley es
absolutamente necesaria.
-No contribuiré a traer más machos a este mundo ni a
cualquier otro. Prefiero que nos extingamos con dignidad. - Replicó la
prisionera, agregando.- Además, no me gustan los hombres, en ningún aspecto.
-Eso ya lo veo.- Se sonrió Corindón también de forma
algo aviesa ahora, para agregar.- Lo lamento. Pero es una ley inexcusable,
salvo para quienes por causas biológicas o físicas, no puedan cumplirla.
-Pues eso mismo alegaré. ¡Repugnancia hacia los
machos! - Espetó su contertulia.- Me dan alergia.
-No tiene usted porqué mantener relaciones con ningún
hombre si no lo desea.- Le explicó el paciente príncipe.- Puede ser inseminada
o incluso donar óvulos. Con eso sería suficiente.
-Me niego. No me arriesgaré a que conciban un
machito con ellos.- Rehusó Marla.-
Corindón
suspiró, su paciencia se estaba agotando. Al fin replicó con más dureza.
-Únicamente usted y dos mujeres más se han negado. Una
murió, la otra ha escapado. Y pensamos que tiene más seguidoras. Díganos sus
nombres y eso le hará más fácil su estancia aquí. Hasta podría estudiarse una
rebaja a su pena. O al menos la concesión de algunos privilegios…
-¿Privilegios? ¿Cómo cuáles?- Se interesó la
reclusa.-
-Bueno, algo más de compañía. Quizás poder salir un
poco de su celda más a menudo, aunque con vigilancia.- Enumeró Corindón.-
-¿A cambio de traicionar a mis hermanas para
satisfacer la sed de venganza de los machos?. ¡Nunca!- Espetó ella.- ¡Antes me
pudriré aquí! Mientras ellas sigan libres los hombres temblaréis.- Sentenció
sonriendo ahora con regocijo.-
-Comprenda que me pone en una muy difícil situación.
– Afirmó su contertulio que ya comenzaba a estar más que harto de esa actitud.-
-¡Vaya con los de la Luna Negra!.- Se sonrió
sarcásticamente la prisionera, afirmando con desprecio.- No son mejores que los
Soberanos de la Tierra. Al menos ellos me ofrecieron el ostracismo. ¡Exiliarme
a este planetucho de mala muerte!
-Podría usted volver a la Tierra, o marcharse a
cualquier otro planeta habitado. Sin embargo, mucho me temo que están a una distancia
realmente alejada ahora. Y aunque consiguiera llegar a alguno, la estarían
buscando en cualquiera de esos mundos. ¿verdad? Y, si no recuerdo mal, los
cargos contra usted eran tantos y tan evidentes que ni siquiera esa abogada tan
famosa. ¿Cómo se llamaba? La ahijada de la princesa de Mercurio.
-Kerria Malden.- Le recordó Marla.-
-Sí, ni tan siquiera ella quiso defenderla.
¿verdad?- Inquirió el príncipe.-
-Defenderme, no. Matarme sí que quiso, ¡ja, ja! - Se
rio la prisionera, añadiendo con fingida sorpresa.- Solamente porque insinué la
posibilidad de que a su hijito le pudiera suceder algo…¿Lo ve? Las mujeres
perdemos todo tipo de independencia y de autocontrol si tenemos descendencia.
Si al menos esa perra hubiera sido madre de una niña…Pero siendo lesbiana y
teniendo un hijo, ¡ja, ja! ¿Cabe mayor ironía? Al final, todo se reduce a que la
persona a quien ella más ama en el mundo es un hombre. ¡Esa idiota sería capaz
de arrastrarse por él! ¡Y presumía de
ser libre la muy estúpida! ¿Sabe? Solamente hay algo que odio más que a un
macho. A una hembra traidora y con actitud servil hacia ellos.
La
prisionera recordaba aquello muy bien. Tras ser capturada en la Tierra y antes
de comenzar el juicio, tuvo la osadía de llamar al bufete de esa boba y de pedir
su presencia alegando que estaba siendo injustamente tratada por ser lesbiana. Antes
de eso fue visitada por una psicóloga muy afamada. Una tal doctora Arneau,
quien salió de allí corriendo tras mantener una breve charla con ella.
-¡Ja, ja! - Se reía rememorando aquello.- Fue
realmente divertido.
Aburrida
en su celda se alegró de tener compañía. Y sobre todo ese tipo de visita. Aquella
mujer, rubia, de ojos azules y cabellos rizados hasta los hombros, vestida con
una blusa blanca y una falda gris hasta las rodillas, con zapatos negros de
tacón medio. Llevaba un bolso oscuro muy mono, unas gafas redondas de montura
transparente y los labios pintados con un suave tono burdeos. Marla estaba
deseando lanzarse sobre ella y desahogar sus pasiones, lo malo era que estando
en una silla esposada aquello no era sino un sueño irrealizable. Empero,
siempre podría disfrutar de otras maneras. De modo que la miró con gesto
imperturbable cuando esa mujer se presentó hablando con un acento francés que
la hacía todavía más deseable.
-Me llamo Michelle
Arneau. Señorita Sorel, soy psicóloga. Estoy aquí para…
-Ver si estoy
loca.- Le cortó con tono lapidario, remachando jocosamente.- ¡Ya se lo
adelanto, pensará que lo estoy!
-No, no es eso. Quiero
tratar de ayudarla.- Afirmó esa chica.-
Y parecía ser sincera. Marla le
dedicó una mirada más intensa. Tenía la impresión de que esa muchacha la había
valorado con la vista al entrar. Y no simplemente porque fuera una profesional
yendo a hablar con una paciente. Enseguida se sonrió, afirmando sin pudor.
-Está usted muy
buena, señorita psicóloga. ¿O es señora?
-¿Perdón?- Se
sobresaltó su interlocutora dedicándole una perpleja mirada.-
-¿Acaso le
sorprende que una mujer le diga eso?- Comentó jovialmente la prisionera,
sentenciando.- Si yo no estuviera esposada le aseguro que ya la habría
desnudado. Y por la forma de observarme cuando ha entrado creo que eso le
hubiera gustado. ¿No es así?
-No sé a qué se
refiere.- Repuso una confusa Michelle, queriendo contratacar de un modo más profesional,
preguntando por su parte.- ¿Acaso es una fantasía que tiene con las mujeres?
-No con todas,
solamente con las que me gustan, como tú. Porque puedo tutearte, ¿verdad
cariño? -Repuso ella, recreándose en la confusa expresión de su contertulia.-
La psicóloga bajó la vista y sacó
una Tablet de su bolso. Tecleó algo y tras leer durante unos segundos, replicó
tratando de sonar calmada.
-Ha sido usted
detenida acusada de chantaje, estafa, agresión y otros cargos muy serios.
-Es cierto. Me han
detenido acusada de eso.- Admitió Marla como si nada.- ¿Y qué?
-¿No quiere hablar de ello?. Es decir, seguro
que desea defenderse de esas acusaciones.- Contestó la psicóloga.-
-Bueno, en un
mundo de hombres y con un juez que seguramente será un hombre. ¿ De qué me
serviría?- Le respondió con escepticismo, remachando.- Nací mujer, esa es mi
culpa.
-La justicia no
condena a nadie por su sexo. Sino por sus actos. - Le rebatió Michelle.-
-La justicia
dictada por machos no es justicia.- Repuso ella.-
-¿Por qué odia tanto
a los hombres?- Quiso saber su interlocutora.-
Marla se sonrió, la pregunta del
millón, aunque no iba a contestar tan fácilmente. Es más, aprovecharía aquello
para interrogar a su vez a su inquisidora. De modo que, tras asentir, dijo con
voz suave.
-Quid pro quo. Si
quieres que te conteste a tus preguntas tendrás que responder antes a las mías.
-¿Qué tipo de
preguntas?- Quiso saber la psicóloga.-
-Por ejemplo.-
Contestó su interlocutora, inquiriendo con voz melosa.- ¿Te gustan los hombres,
Michelle?
Hubo un breve e incómodo silencio, y
la interpelada respondió incluso tratando de ser ingeniosa.
-No les conozco a
todos. Sería imposible responder a eso.
-No quieras jugar
conmigo. O no te contestaré.- Fingió molestarse Marla, para matizar.- Ya sabes
a lo que me refiero. ¿Te gusta acostarte con hombres? Y sé sincera, si me mientes
lo sabré.
Por la cara que puso su
interlocutora, supo la respuesta antes de que ésta despegase los labios. Tras
unos momentos de duda, la psicóloga confesó con envaramiento.
-No, no me gusta.
-Y sin embargo, lo
has hecho.- Se sonrió Marla.-
-¿Por qué cree
eso?- Inquirió Michelle.-
-No podrías
haberlo dicho con ese sentimiento de asco tan real de no haberlo probado
nunca.- Se regocijó su interlocutora, concediéndole.- Ahora te contestaré.
¿Sabes por que odio a los hombres? Muy sencillo, porque creen que somos de su
propiedad, que pueden hacer lo que deseen de nosotras.
-No todos son
así.- La contradijo su contertulia.-
-¡Oh!, sí que lo
son, cariño. O creen que deben protegerte o que deben dominarte, en cualquier
caso lo hacen desde su perspectiva de superioridad. Y luego te quieren llevar a
la cama, como si debieras pagarles una deuda de gratitud por ese tipo de
comportamiento machista. Dime, ¿acaso te acostaste libremente con alguno o fuiste
obligada?
-Lo hice
libremente.- Pudo responder con poca convicción.-
-Mientes.- Se
sonrió Marla.- O fuiste forzada o tuviste que hacerlo para evitar algo que te
asustaba y además tuviste que hacer algo para soportarlo. ¿A que no me
equivoco?
Su interlocutora no se atrevía a
enfrentar su mirada con la de ella. Apenas fue capaz de balbucir, tratando
infructuosamente de retomar el control de la conversación.
-No estamos aquí
para hablar de mí…
-Recuerda.- La
cortó una vez más.- O aceptas mi propuesta o no hablaré más. Y tengo
información que te interesará saber.
Y tras un embarazoso silencio,
Michelle, asintió. Admitiendo.
-Sí, me obligué a
ello. Tuve que beber…
-Ya. ¿Y qué más?-
La acosó Marla.-
-Y…tuve que
drogarme.- Sollozó Michelle.-
-Pobrecita.-
Suspiró su interlocutora con un tono de meloso regocijo, para replicar.- Pues
yo no tuve que hacer nada parecido. Sencillamente nunca busqué la aprobación de
nadie. Porque tú buscabas eso. ¿Verdad? En este mundo dominado por los machos,
tu papel era el de hembra sumisa, dispuesta a satisfacerles. Por eso sufriste, porque
te educaron así y tus deseos iban en contra de esa educación. Y por eso, yo y
otras como yo, luchamos por ti. Y por todas las mujeres, para librarlas de esa
tiranía. A tal fin, cualquier cosa es lícita. ¿Lo entiendes ahora?
-No todos los
hombres son malos. Además, también hay mujeres perversas. Como tú.- Contratacó
Michelle tratando de rehacerse para asegurar.- Estoy convencida de que tuviste
que sufrir un trauma terrible. Ahora te toca decirme la verdad.
Y su contertulia asintió, con
expresión resignada, para declarar.
-Es cierto. Tú has
cumplido, y de mujer a mujer te lo contaré. Verás. Mi madre era una puta y no
estaba bien de la cabeza. Y no lo digo para insultarla. Es que se prostituía y
además tenía doble personalidad. Tuvo un accidente con algún cabrón que no usó
la protección adecuada. Y se quedó embarazada de mí. Seguramente quiso abortar,
pero al final me tuvo. Y yo crecí viendo como los hombres la explotaban. La
pobre hasta estuvo enamorada de uno de sus chulos. Por desgracia para ella, él
era como cualquier otro macho, la usaba a su conveniencia. Y hasta quiso usarme
a mí cuando cumplí los doce años. Entonces mi madre hizo lo que debió hacer
desde el principio. Apuñaló a ese cerdo. Por desgracia no lo mató. Tuvimos que
irnos, claro. Y escondernos. Así pasé los siguientes tres años hasta que ella,
que seguía haciendo la calle para mantenernos, murió de una sobredosis. Bueno, solamente
una parte de ella, la que quedó con vida fue peor. Pasaron algunas cosas más,
pero no las creerías.- Se sonrió de modo sardónico.-
-Prueba a ver.- Le
pidió Michelle.-
-Antes, te toca a
ti. Dime.- Preguntó Marla.- ¿Quién fue tu primer amor?
-Una chica de mi
liceo.- Contestó la psicóloga.-
-Ya, pero quiero
saber su nombre…
-Amatista.-
Suspiró la interpelada.-
-El nombre
completo.- Insistió su inquisidora.-
-Amatista
Lassart.- Completó, pronunciando aquellas palabras con tono melancólico.-
-Me suena ese
nombre.- Afirmó Marla.- Aunque no recuerdo ahora. Pero eso no terminó bien,
supongo. Seguro que no te correspondió. O bien tuvisteis que dejarlo a tu
pesar. Tienes un tono triste que lo delata.
-Ella no es
lesbiana.- Afirmó Michelle.- No sentía eso por mí.
-¡Vaya! ¡Qué
interesante!- Se sonrió su interrogadora, apuntando con agudeza.- Si hablas de
ella en presente es que todavía la sigues viendo. O al menos mantienes el
contacto. Cuéntame. ¿Esa chica tiene novio?
-¡Basta!- Exclamó
una molesta Michelle, tratando enseguida de controlarse para añadir con un tono
más calmado.- Yo ahora tengo pareja, es una chica estupenda.- Eso pasó hace
mucho y lo superé, no sacarás nada preguntándome sobre ello.
-Muy bien.-
Concedió Marla, contándole a su vez.- Cuando mi madre murió, o eso pensé, me
dediqué a acostarme con mujeres mayores, la mayoría casadas e incluso con
hijos. Las típicas víctimas del hetero patriarcado hipócrita. Casadas a la
fuerza para ocultar lo que eran en realidad. Algo parecido a lo que te sucedió
a ti. Pero ellas eran tan culpables como los machos que las oprimían. No hay
nada peor que una hembra sumisa.- Remachó, añadiendo con tono divertido.- De
modo que, además de pasar unos buenos ratos con ellas y cobrar generosamente por mis
servicios, las grababa en video cuando podía y luego las chantajeaba.
Michelle la observó con un apenas
disimulado malestar. Pudo reprocharle con tintes reprobatorios.
-Esas pobres
mujeres hacían eso para evadirse de su situación. No es tan sencillo como tú
crees. Muchas tendrían que ceder ante la presión de sus familias. No eran
cómplices, eran víctimas. Tanto que te jactas de defendernos, no entiendo como
no lo veías.
-Te equivocas.-
Rebatió su contertulia moviendo la cabeza.- Una víctima hubiese pedido ayuda,
para separarse o para eliminar al macho que la oprimía. Esas zorras
disfrutaban, según ellas, de una familia o tenían hijitos. Pues bien. Yo
hubiera podido liberarla exponiendo la verdad ante sus machos. Pero ellas no
querían. ¡No!- Fingió un tono de voz aterrado, parafraseando el de alguna de
sus víctimas.- ¡No lo cuentes, por favor!. Tengo dos hijos…mi familia es
tradicional…incluso alguna decía querer a su marido. Patético. ¿No
crees?...Pues yo sencillamente las hacía pasar por caja. Y luego, me iba.
-Al menos no
revelaste nada.- Afirmó una aliviada Michelle.-
-¡En algunos casos,
sí! - Se rio Marla.- Aunque la mayoría de las veces no hubiese sido bueno para
el negocio. Si una chantajista como yo cobra por no hablar y después lo hace,
las siguientes clientas, de enterarse, jamás hubiesen pagado. Esa jugada se la
hice solamente a las que insistían en que amaban a sus machos. Si tanto les
querían, seguro que ellos lo entenderían. Fíjate que la mayoría no lo hicieron.
Una hasta se suicidó cuando su maridito le pidió el divorcio y le quitó a sus
hijos. ¡Pobre idiota!
-¡Es terrible! -
Pudo comentar la perpleja y horrorizada psicóloga.- ¿Cómo puedes burlarte de
algo así?
-Una sumisa
menos.- Se sonrió aviesamente Marla.- Para que sirva de lección a las demás.
Entonces el tiempo de las visitas
terminó. La aliviada psicóloga se
levantaba ya para irse, cuando su interlocutora le susurró.
-Y eso no es nada.
He hecho cosas mucho peores…y he tratado con seres muy oscuros. Pobrecita
Michelle, tú crees haber pasado por momentos terribles, ¿no es así? Pues no
tienes ni idea de lo que hay ahí fuera.
Esa mujer estaba lívida, Marla se
regocijó observando el temor que translucía en su mirada. Aunque la psicóloga
no le respondió y se apresuró a salir de
allí.
-Eso fue muy divertido.-
Le contaba ahora al atónito Corindón.-
-Entonces usted
confesó todos esos crímenes.- Afirmó él.-
-No, eso estaba
protegido bajo la ley de confidencialidad de doctor y paciente. O al menos eso
pensaba yo. Porque luego vino esa zorra de abogada.
Y así fue. Ella misma solicitó su presencia para que
la defendiera. Alegó esa excusa, el ser una mujer lesbiana perseguida y
discriminada. Un imán para el bufete en el que esa letrada trabajaba. Y
funcionó. Al principio, sin tener muy clara la situación, la tal Kerria acudió.
Fue sentarse frente a frente con Marla, quien estaba esposada y sujeta a su
silla, y decirle con tono entre perplejo e incrédulo.
-¡Yo la conozco! Usted es esa periodista, la que me
entrevistó y la que quiso hablar con mi cliente.
-Sí, con Sabra.- Se sonrió ella, informando a su
atónita interlocutora.- Y lo logré, ¡vaya si lo hice! No veas las noches tan
placenteras que pasamos las dos.
-Oiga, eso no es de mi incumbencia, yo…- Pudo
responder una envarada letrada.-
-Yo diría que sí lo es, querida.- Afirmó Marla,
desvelándole a su contertulia para mayor sorpresa de ésta.- Igual que con Maggie.
¿Te acuerdas de ella?. Pasamos unos ratos muy agradables las dos.
-¿De qué está hablando?- Quiso saber la perpleja
abogada.-
-¿Es que ya no te acuerdas de mí, cariño?. ¡Qué
desilusión! - Suspiró fingidamente ella, regocijándose al refrescarle la memoria
a Kerria.- ¿No recuerdas aquella vez que viniste a ver a tu amorcito Margaret y
me encontraste a mí en su cama?. Hasta te ofrecimos un “ménage a trois”, pero no te gustó la idea.
-¡Tú!- Exclamó la abogada, mirándola ahora con
asombro y evidente malestar.- Eras tú la que estaba allí esa tarde…
-Claro que era yo… Y presencié esa patética escenita
de celos. ¡O se va ella o me voy yo, Maggie! – Citó con tono forzadamente agudo
e infantil. – Desde luego, tanta fama que tienes en el mundillo LGTBI, y luego
eres una estrecha y una antigua.
Esa
mujer la miró con gesto indignado y se levantó, presta a salir de allí. Aunque
Marla sabía bien como provocarla.
-Vamos, señora abogada, no sea usted tan poco
profesional.
-La profesionalidad nada tiene que ver con esto. Y
no voy a ser tu abogada, ¡eso ni lo sueñes! - Replicó su contertulia,
fulminándola con la mirada aunque tomando asiento de nuevo.-
-¡Mira que eres rencorosa! Lo mismo que Maggie. Un par de desagradecidas es lo que sois. ¡ Y tú si saliste
del armario fue precisamente gracias a mí! -Exclamó teatralmente para explicar
a su boquiabierta oyente.- Verás, yo
grabé vuestra pequeña pelea de enamoradas. Iba a emitirla en “prime time”.
Siendo entonces como eras una cantante famosa con tanto tirón con los machitos
era una noticia bomba. Pero esa zorra de Maggie me engañó y borró el video.-
Añadió con tinte decepcionado en su voz.- Bueno, borró ese y todos mis otros
vídeos. La muy furcia me costó una fortuna.
Empero le encantó ver la expresión
en la cara de esa estúpida. Kerria apenas sí pudo balbucir.
-Entonces, Maggie…
solamente quiso…
-Sí, quiso
protegerte la muy idiota. ¡Y mira cómo se lo pagaste! Aunque quizás te hice un
gran favor. La muy traidora luego se enamoró de un tío. Por muy saiyajin que
fuese no dejaba de ser un hombre. ¡Esa
puta desertora!
-¡Estás realmente
enferma!- Le espetó Kerria, desvelándole.- Michelle ya me lo advirtió.
-¿Lo ves? Ya me
estás buscando atenuantes. ¿O debería decir eximentes? ¡ja, ja, ja! - Se burló
ella, realmente divertida ahora, para agregar.- Así que has hablado con la
dulce Michelle. No sé qué te habrá contado ella, pero yo voy a darte más
material sobre tu ex, Maggie. Bueno, ahora le gusta que la llamen Margaret. –
Se rio con tono burlón, para agregar. -Cuando viajé a Nature pude conocer a su
encantadora niñita, esa cría tan mona. Fíjate, la llamó igual que su primer
amor. ¿Te sabías esa historia? ¡Su pobrecita profesora!
-¡Gloria! - Musitó
Kerria, recordando a aquella niña tan adorable.-
-La mocosa tendría
unos seis años por entonces. La vi en una tienda de ropa, su mamá estaba tan
ocupada hablando por teléfono que yo misma me dediqué a probarle modelitos, y
oye. Aunque las niñas tan pequeñas no son mi especialidad, no niego que pasé un
buen rato…¡si hubieras visto que braguitas tan monas llevaba!, hasta les di un
mordisquito y todo…
Kerria apretó los dientes y se
levantó una vez más echando una mano al mono carcelario de Marla levantándola
de su silla. Esa abogada era muy alta, de hecho podía apreciarse la gran
diferencia de estatura entre las dos, aunque la rea no podía incorporarse del
todo al estar esposada.
-¡Me pones
enferma! ¿Pero qué clase de pervertida eres?- Estalló la letrada mirándola
ahora con verdadero odio.-
-De la peor
clase.- Se sonrió Marla sosteniendo su mirada sin amedrentarse, para añadir de
modo más conciliador.- Tranquila, no le hice nada a esa cría. Tan sólo me dio
tiempo a darle unos besitos muy cariñosos. Fue una lástima que la zorra de su
mamaíta llegara enseguida. Por cierto. Me he enterado de que también tú eres
mamá. ¡Y de un machito! ¿Cómo se llama tu hijo? Brian, ¿no es así?. Como su
papá. Y mira tú por donde, dime. ¿Cómo fabricaste a la criatura, por
inseminación o a la antigua usanza?. Bueno, por tu cara creo que con el método
tradicional. ¡Qué vergüenza! – Remachó con ácido sarcasmo.- Toda una lesbiana de
postín como tú dejándose penetrar por uno de esos machos, para engendrar a otro
opresor de las mujeres…
-¡No te atrevas a insultar
a mi hijo!- Escupió la abogada reforzando el agarre que mantenía en la ropa de
su interlocutora.-
-¿Por qué te
molesta tanto? No debes tener miedo de que me lo ligue. Los niños no me
gustan.- Se rio ella regocijándose en la cara de su contertulia, más al
agregar.- Y menos los futuros machitos en potencia. No, con él haría otras
cosas… Hay tantas formas en las que un crío puede sufrir un terrible accidente…
y tu hijito…ya será mayor, supongo. No sé qué edad tendrá. Dime ¿A cuántas
mujeres ha violado ya?...¿Has tenido que representar a alguna? ¿Sabes lo que
haría yo con tu niñito si tuviera unas buenas tijeras de podar?...
Tras decir aquello, apenas si se
acordaba de qué pasó, Kerria debió de darle una bofetada tan grande que casi la
dejó sin sentido. Aunque Marla todavía fue capaz de musitar con deleite.
-Así me gusta…¡
Ja, ja! Como en tus tiempos de Devilish Lady.-
¿Qué has dicho?-.
Se horrorizó la abogada, palideciendo al escuchar ese nombre.-
Los propios guardias no le dejaron preguntar más,
tuvieron que entrar a sujetarla, puesto que Marla aun susurró.
-Ella y yo
habríamos formado un buen equipo. Devilish Lady habría sacrificado al violador
de tu niñito con sumo placer. ¿A que sí? Lo hubiese disfrutado incluso más que
yo.
-Si vuelves a
pronunciar ese nombre o a hablar así de mi hijo, te mataré con mis propias
manos. ¡Maldita zorra degenerada! ¡Estás loca!- Estalló Kerria totalmente fuera
de sí.-
El forcejeo de esa abogada con los
dos guardias que entraron a contenerla duró algunos instantes, eso sí, entre
las carcajadas de Marla quien le comentó, recobrando un tono incluso jovial.
-Te recuerdo que
va contra la ética profesional revelar nuestra conversación de abogado-
cliente, porque has entrado aquí como abogada. ¿Me equivoco? ¿O era para
hacerme una visita social? En ese caso quizás nos den un bis a bis en una celda
más íntima y podamos ponernos más cómodas…te aseguro que me encantaría, cariño…
Su oponente lanzaba fuego por la
mirada. Al fin, tras calmarse mínimamente, le aseguró con tono que rayaba en el
desprecio y odio más absoluto.
-Voy a pedir ser
la fiscal. Y te juro que aunque me lleve tiempo reunirlas, tendré pruebas más
que suficientes como para hundirte. ¡Me ocuparé personalmente de que no vuelvas
a ver la luz del día! ¡Eres un monstruo!…
-Ha sido un placer
verte.- Se sonrió Marla que sintió entonces algo húmero recorrerle la boca, no
tardó en darse cuenta de que era su propia sangre…-
No obstante, fue su contertulia
quien, girándose por última vez se permitió el lujo de sonreír ahora para
rebatirle
-Por cierto Marla,
no has estudiado derecho, ¿a qué no?
-No precisamente.-
Admitió ésta sin darle importancia.-
Aunque esa perra traidora a su
género le contestó entonces con tono triunfal.
-En cuanto a la
confidencialidad, debes saber que no se aplica en todos los casos.
-¿Qué?- Replicó
Marla sin comprender.-
-Verás,
te ilustraré un poco.- Replicó burlonamente Kerria para citar. –“El alcance de
los casos de excepción al deber de secreto lo determina el abogado de acuerdo a
lo que considere razonablemente necesario para: primero, prevenir una muerte
segura o un daño corporal considerable; un daño de este tipo es razonable que
ocurra si inminentemente será ocasionado o si existe una amenaza presente y
sustancial que una persona sufrirá en un momento posterior, si el abogado no
logra tomar acciones necesarias para eliminar la amenaza.” http://excepcionessecretoprofesional.blogspot.com/2008/06/el-secreto-profesional-y-sus.html. O lo que es lo
mismo.- Aclaró.- Si no lograra encerrarte para siempre y salieras en libertad.
Mucho de lo que me has dicho podría interpretarse como una amenaza a la
integridad física y las vidas de varias personas a las que quiero. Por eso
mismo, ¡zorra!, puedo prometerte que me aseguraré de que te encierren y tiren
la llave. ¡Y ten bien presente esto, una Malden siempre cumple con su palabra!
Y dejándola sin posibilidad de
réplica, Kerria salió por la puerta de su celda y en efecto, la muy furcia
mantuvo su promesa. Tras el juicio Marla fue sentenciada a más de cuarenta años
de prisión, con la posibilidad de cumplir solamente la mitad de su condena si
aceptaba el ostracismo. No se lo pensó dos veces. Por lo que había escuchado,
el mundo al que debería de ser llevada, Némesis, estaba muy lejos. No obstante,
allí moraban muchos enemigos de los soberanos de la Tierra y la Luna. Por
desgracia también muchos de esos cerdos religiosos extremistas estaban allí. De
esos que disfrutaban sometiendo a las mujeres a su autoridad. Aunque era mejor
una celda durante veinte años que no cuarenta. Lo que no supo hasta que llegó
era qué condiciones tan terribles existían en ese maldito planeta.
-Quizás no fuese
tan buena idea provocar tanto a esa zorra. Lo pasé de maravilla pero debo
admitir que era fantástica en su trabajo. Y peor ocurrencia ha resultado pedir venir
aquí.- Se dijo en voz alta, dirigiéndose ahora a ese tipo que la miraba con
expresión perpleja.- Ya lo ve usted, esa maldita ramera me tenía manía, ¡ja,
ja!…
Corindón solamente pudo mover la cabeza. En efecto,
aquella individua estaba loca. No tenía sentido tratar de razonar con ella. Al
fin suspiró diciendo.
-Es usted peligrosa. Y además se niega a cooperar.
En Némesis no somos unos asesinos, ni la vamos a expulsar de este planeta. Pero
se quedará encerrada en su celda, sola. A ver si así recupera la sensatez. Y
será por una larga temporada, a los veinte años que traía de la Tierra deberá
sumarle varias cadenas perpetuas por sus nuevos crímenes. Adiós, señorita
Sorel.
Marla
no respondió ya a esas palabras, volvió a sentarse en su camastro adoptando la
misma posición que tenía antes de la llegada del príncipe. Al poco se puso a
tararear una melodía. Corindón la dejó así, perdida en sus paranoias.
-Ahora no sé dónde estará. Justo cuando llegó el
gran sueño, iban a trasladarla después de hacerle un reconocimiento médico.-
Añadió el príncipe saliendo de aquellos recuerdos.-
-Sí, y al caer todos bajo la influencia de aquello
de algún modo el tiempo se detuvo. Y cuando volvió a reanudarse ella había
desaparecido. Igual que algunos otros de esos criminales.- Afirmó Karst tras
toser un poco.-
-Al menos, de momento no han hecho nada malo aquí,
que sepamos.- Comentó su interlocutor.-
No sé dónde se habrá metido, ni ella ni los demás. Al final derogamos
esa ley de procreación y dejamos ese asunto en algo voluntario, pero con
fuertes incentivos para quienes tengan familias numerosas.
-Mejor olvidémonos de esa loca, Alteza. Han pasado
muchos años de aquello. Habrá muerto con total seguridad si se aventuró en las
zonas no exploradas de nuestro planeta. - Repuso su contertulio, retornando al
tema principal que les ocupaba. - Sabéis muy bien que, a pesar de que nuestros
conciudadanos acogieron ese cambio de muy buen grado y que se están esforzando
en aumentar su descendencia, seguimos precisando de más habitantes. Quizás en
la Tierra queden todavía muchas personas descontentas. Invitémoslas a venir. Al
menos a quienes no sean unos dementes como esa mujer. Y también sería deseable
que os proclamásemos rey, para subrayar más la independencia de nuestro mundo.
Y, sobre todo, estar en pie de igualdad con la Tierra y sus llamados soberanos.
Su
contertulio asintió. Podría ser una solución. De hecho cada vez le gustaban
menos algunos de los dilemas a los que debía enfrentarse. Muchos eran de índole
ética y moral. Actuaciones que en la Tierra hubieran sido consideradas sin duda
delictivas podrían llegar a ser necesarias para la supervivencia de los
habitantes de Némesis. Debía buscar algún tipo de solución que no comprometiera
sus principios. Pero para ello deberían retomar el contacto con la Tierra. Y
eso podría ser peligroso. Era una decisión muy complicada y requería de una
votación de los notables. Al igual que su ascenso al trono. En ese instante Karst
volvió a toser y su concernido príncipe preguntó.
-¿Estás bien, viejo amigo?
-Alteza, sabéis tan bien como yo que mi salud no es
lo que era.- Sonrió levemente el interpelado.-
-Ni la tuya, ni la de nadie en este planeta.-
Suspiró resignadamente Corindón.- Tras tanto tiempo viviendo aquí, sin llegar a
los cincuenta años cualquiera parece ya un anciano.
Y
es que él también tenía un aspecto poco edificante. Su pelo rubio se había ido
tornando blanco, su piel cada vez más arrugada y su vitalidad mermaba. No era
un consuelo pero la mayor parte de los habitantes de Némesis que llegaban a
cierta edad comenzaban a experimentar esos síntomas.
-Quizás los jóvenes que han nacido aquí o venido
desde muy niños, puedan adaptarse mejor.- Musitó queriendo mantener el
optimismo.-
-Hacemos cuanto podemos, señor. La medicina avanza,
tratamos de buscar remedio a estos síntomas. Puede que para nosotros sea tarde,
pero para los que nos han de suceder, está abierta la esperanza. – Repuso
Karst.- Por ello debemos tomar decisiones…algunas muy difíciles.
Su interlocutor asintió. Entre ellas estaba esa
polémica ley de la procreación, o el adelantar los esponsales a edades que en
la Tierra podrían hasta considerarse escandalosas. No deseaba hacer eso, desde
luego.
-Si esto continúa así, desgraciadamente no tendremos
otra opción que ser muy laxos en esos temas.- Declaró el príncipe con pesar.-
-Problemas extraordinarios requieren medidas
extraordinarias.- Suspiró resignadamente Karst, admitiendo.- A mí tampoco me
gusta, Alteza. Y hemos de ser conscientes de que en Némesis hay muchos tipos de
personas, con diversas creencias y opiniones, y con motivos muy distintos para
venir aquí. Sabéis tan bien como yo lo difícil que es aunar todas esas
voluntades tan dispares.
-Sí, amigo. A veces creo que únicamente el difícil
trance por el que pasamos a la hora de sobrevivir es lo cohesiona esta naciente
sociedad. – Confesó el príncipe conjeturando de seguido.- Puede que Dios nos
hayan impuesto tantas penalidades por esa razón. Para que aprendamos a
entendernos. Por eso, en ocasiones reflexiono y llego a la conclusión de que no
sería buena idea que las cosas mejorasen demasiado rápidamente. Aunque, por
otra parte, es terrible ver el sufrimiento de muchos en el día a día, los pocos
nacimientos, la creciente esterilidad en hombres y mujeres y los desgraciados
que nacen con todo tipo de taras, malformaciones o enfermedades.
Y
ese era otro debate en Némesis. ¿Qué hacer con los niños y las niñas que nacían
con ese tipo de malformaciones que prácticamente les impedirían hacer una vida
normal?. Como en tantas otras cosas, muchos, entre los que se contaban él y su
esposa, abogaban por cuidar de ellos lo mejor posible. Era su deber cristiano o
meramente humanitario, como opinarían los que no tuvieran sus convicciones
religiosas. Otros en cambio tildaban eso de compasión absurda y de ser causa de
despilfarro de los escasos recursos que de por sí había. El Consejo estaba
bastante dividido a este respecto. Al menos todavía, los partidarios del “
sacrificio” como eufemísticamente denominaban a la eutanasia para aquellas
pobres víctimas inocentes, eran minoría y no se atrevían a desafiar muy
seriamente las órdenes de Corindón a ese respecto.
-Mientras yo sea el líder de este planeta se
respetará la vida humana.- Sentenció él.-
-Por ello, el aborto está prohibido salvo que existan
malformaciones y la vida de la madre peligre.- Convino Karst.- Alcanzamos ese
delicado equilibrio en el Consejo, cuando se aprobó la ley de la procreación
obligatoria. Ya es demasiado complicado que nazcan criaturas sanas como para
que se maten porque sí. Sé de lo que hablo, mi esposa Andalucita sufrió dos
abortos espontáneos y perdió su capacidad de darme hijos. No había día que no
la viese llorar por eso. Por fortuna, la aparición de nuestra hija adoptiva
Magnetita le devolvió la alegría. En cambio, hay otras que con gusto matarían
la vida que tan generosamente Dios les ha permitido crear.
-Esa es otra controversia muy complicada.- Suspiró
su interlocutor.- Muchas mujeres reclaman que son las dueñas de sus cuerpos. Y
que si son violadas, o no desean ser madres, es una carga que no tienen por qué
admitir.
-Y son dueñas de sus cuerpos, pero no de los bebés
que llevan dentro.- Rebatió Karst, sentenciando a su vez.- Si no les gusta, que los den en
adopción, o que se vuelvan a la Tierra. En eso coincido con Basalto. A veces se
debe ser duro e implacable por un bien superior.
El aludido era desde luego uno de los representantes
del ala religiosa más radical. Corindón chocaba a menudo con él en ciertos
temas, pero en otros no tenía más remedio que darle la razón. Suspiró posando
suavemente una mano sobre el hombro derecho de su fiel consejero y asintió
despacio. Estaba cansado. De modo que al fin se despidieron yendo cada uno a
descansar. Al día siguiente se reunieron junto a otros prominentes ciudadanos en
la asamblea de los notables. Muchos de los miembros de las familias más relevantes
se dieron cita allí. Para entronizar a su nuevo soberano hubo unanimidad, su
liderazgo era incontestable. Sin embargo, en el tema del acercamiento a la
Tierra, como en otros muchos, sí existía una clara división. Uno de los que
tomó la palabra, partidario del aislamiento, se presentó declarando.
-Hermanos de Némesis. Yo, Crimson Rubí, del clan
Kurozuki, no estoy dispuesto a volver a la Tierra. Todos sabemos el motivo que
trajo a nuestros padres aquí. Al menos a
los míos.
- A muchos les sucedió lo mismo.- Terció una mujer
joven.- Nuestros padres vinieron aquí víctimas de la intolerancia. Su amor en
ese planeta estaba proscrito. No quiero que nadie sufra lo que ellos tuvieron
que pasar.
-Sí, tienes razón, - convino otro, dándose a su vez
a conocer.- Los del clan Green tenemos la misma opinión.- Serenity y Endimión
gobiernan la Tierra y la Luna con mano de hierro enfundada en guante de seda. Apoyados
por su reina títere, Neherenia. Esa loca del espejo…y su hija Alice continuó
esa política al sucederla.
- Sí, está claro que en la Tierra y en la Luna no
nos quieren.- Remachó el miembro del clan Kurozuki.- Y nosotros tampoco a
ellos.
-Así es.- Intervino un hombre de pelo entre rubio y
cano.- Esos mundos están llenos de promiscuidad y de pecado. No debemos tener
contacto con ellos, o traerían su inicuo proceder aquí, comenzando por esas
descastadas reinas de la Tierra y de la
Luna.
-Bien dicho, Lignito.- Le apoyó el anterior orador.-
-Eso no es cierto.- Terció una mujer que apenas sí sobrepasaría
la cuarentena de edad, aunque con un aspecto desmejorado. Su pelo rubio estaba
algo encanecido y tenía ojeras y surcos bajo sus azules ojos.- No son tan
malvados como creéis, yo lo sé muy bien. Y no toleraré que se les falte al
respeto ni a los soberanos de la Tierra, ni a la reina de la Luna, en mi
presencia.
-Señora Zirconita.- Intervino otro hombre entrado en
años.- Sabemos el vínculo que os unía con esos monarcas, en especial con las
soberanas de la Luna. Pero nadie ha querido faltarles al respeto, solamente se
están exponiendo hechos.
-Eso no son hechos. La reina Neherenia no era
ninguna loca. Al contrario. Era una mujer buena a la que yo traicioné.- Suspiró
ahora con gran dosis de culpabilidad, susurrando también.- Igual que traicioné
a mi amiga Alice…
-Cálmate Brise, por favor.- Le pidió amablemente
entre susurros la mujer de antes, de larga cabellera entre morena y violeta.-
Aquella
mujer madura asintió despacio. Sin embargo, era duro para ella recordar lo que
hizo. Fue juzgada y condenada por ello yendo a prisión. Pero muy al final, tras
ser indultada por la reina de la Luna, descubrió cuan equivocada estuvo, ese
fue el verdadero castigo. Al menos pudo venir a este planeta, acompañada de su
madre, a reunirse con su padre.
-Él jamás lo admitió, murió culpando a la reina
Neherenia y a los reyes Serenity y Endimión de todo.- Musitó de forma únicamente
audible para esa mujer de cabello moreno que estaba a su lado.- Mi madre y yo
lo intentamos. Y ella se fue también con mucha pena por no poder ver a nuestra
bella y gentil reina una vez más…
El
consejo ahora observaba a esa pobre mujer no sin pesar. Algunos decían que la
dama Zirconita, una antigua noble exilada de la Luna, había perdido la cabeza.
Discutían incluso su aptitud para seguir en el Consejo de Notables, privilegio
que había heredado de su padre, Basalto Briseo. Pero el príncipe y ahora
monarca, Corindón, no quiso oír hablar de la posibilidad de apartarla. Estimaba
mucho a esa buena mujer cuyos consejos en pro de la moderación y el
entendimiento siempre había apreciado. Lo mismo que esa otra joven que estaba a
su lado posando una mano sobre las suyas, quien entonces tomó la palabra,
dirigiéndose a todo el consejo, espoleada por lo que Zirconita dijo.
- Quizás podría existir una posibilidad de
comprendernos. Pudiera ser que tantos años de malos entendidos y de prejuicios
hayan ocultado la verdad.
-Kim, hemos discutido eso muchas veces.- Repuso Rubí
dirigiéndose a ella con tono entre irritado y condescendiente.- Ya conocemos sobradamente
ese argumento. Hay muchas personas de edad avanzada aquí que recuerdan la
Tierra y la Luna, y que, evidentemente, sienten nostalgia. Pero eso, por
respetable y comprensible que sea, no puede ser una tesis a sopesar. Lo sabes
tan bien como yo.
Ella le miró con gesto de malestar, y sus miradas
eran muy parecidas. Ambos compartían color azul de ojos también, si bien el
pelo del joven era casi pelirrojo. Al momento su interlocutora replicó.
- Nuestros padres sufrieron, sí. Pero no deseaban lo
mismo para nosotros. –Declaró emotivamente ella ahora al resto de la asamblea.-
Mi difunto padre siempre quiso que pudiéramos retornar un día. Y mi madre
desearía que hubiéramos podido conocer a los parientes que tenemos allí.
-Sí, así es, nuestro padre, en honor de quién fui
llamado, y nuestra madre, eran habitantes de ese mundo del que ni recuerdo el
nombre, que está incluso más lejos que la Tierra.- Replicó Crimson Rubí para
añadir con escepticismo.- Me acuerdo de escuchar aquellos relatos siendo niño.
Pero la mayor parte de esas historias son precisamente eso. Aquí nadie recuerda
ya como llegar a ese mundo. Ese legendario agujero de gusano que nos comunicaba
con él desapareció a buen seguro durante “el Gran Sueño”
-No debemos salirnos de la cuestión.- Intervino otro
hombre de pelo castaño, presentándose como componente del clan Gneis.- Es la
Tierra la que nos ocupa ahora. Yo también voto por mantenernos apartados de
ella. Nada bueno podemos esperar de sus reyes.
-Son inmortales a la par que poderosos.- Añadió el
componente del clan Green.- Según nuestras cuentas la Tierra está ahora a fines
del siglo veintinueve de su era. Esos reyes ya la gobernaban en el siglo
veintiuno.
-Todos, incluso ellos, debimos de quedar congelados
de algún modo.- Terció Kim, cuya sólida formación científica le permitió
afirmar.- Hay estudios que lo demuestran. Al menos hemos permanecido en estado
de animación suspendida durante más de ocho siglos. A juzgar por el decaimiento
de los isótopos radioactivos.
-Esos monarcas ya eran viejos entonces.- Replicó
Rubí, recordando.- Nuestros abuelos llegaron a conocerles. E incluso nuestros
bisabuelos. Extendieron por una Tierra ya superpoblada esa maldita plaga de la
inmortalidad. No quiero ni imaginar cómo estará ese mundo ahora. Deben de estar
luchando por cada brizna de hierba que les quede para comer. Yo digo que lo
mejor es que permanezcamos fuera de su alcance. O nos invadirán a la búsqueda
de espacio para alojar a sus excedentes de población.
-Quizás algunos habitantes más nos vendrían muy
bien.- Terció el ahora rey Corindón.-Tenemos demasiada endogamia. Tras la ley
de reemplazo generacional promulgada y su reforma, tuvimos algunos nacimientos
más pero, como tenemos una base biológica muy pobre, hemos debido de recurrir a
la ingeniería genética para evitar malformaciones. Como por desgracia ya
sabéis.
-Señor, no creo que nos enviaran meramente unos
pocos.- Declaró Rubí, añadiendo al hilo de lo expuesto por su Majestad.-
Además, como bien habéis recordado, con esas técnicas de ingeniería genética
que hemos ido desarrollando en estos años podemos tener hijos entre miembros de
nuestras propias familias sin caer en la endogamia.
-A costa de alterar gravemente el código genético.-
Matizó Kim, tomando su propio cabello entre sus dedos para ilustrar sus
palabras.- Eso tuve que hacer yo para evitar problemas. Incluso la menstruación
se ve afectada por estas condiciones. La única solución hasta ahora para estos
y otros problemas ha sido la de modificar nuestro ADN. Debido a los pocos
habitantes que somos. Pero eso tiene
riesgos. Nuestros métodos no eran demasiado avanzados. Así, mi hijo Grafito por
ejemplo, podría sufrir las consecuencias. Enfermedades crónicas, degenerativas,
dolencias…y una esperanza de vida mucho más corta. ¿Es eso lo que queréis para
nuestros hijos? ¿Ese futuro pensáis legarles?- Inquirió con tono de reproche a
la asamblea. -
Hubo
un impás de incómodo silencio, algunos
miembros del Consejo intercambiaron miradas y murmullos. Al fin, fue Crimson
Rubí quien tomó la palabra para replicar, quitándole importancia a aquellas
dramáticas consideraciones.
-¿Te quejas porque tu pelo o el suyo hayan cambiado
de color? El mío es pelirrojo. Y el de
mi hijo Lamproite rojo por completo. ¿Y qué?...eso no es ningún problema. Y lo
que afirmas no está demostrado.
-Lo digo por la alteración de nuestros genes a
escala celular y de otras partes mucho más importantes del cuerpo que el
cabello. Aún no sabemos qué consecuencias podría tener. Sobre todo, en unión a
la energía oscura. Ya hemos visto casos. - Replicó su interlocutora.- Desde que
nuestros padres llegaron aquí y comenzaron a tratar de terraformar este mundo
se percataron de ello.
La
mujer se recordaba siendo una adolescente. Cuando iba a aprender con su padre.
¡Cómo le añoraba! Él le enseñó muchas cosas. Una vez, estando en el centro
geológico de su mundo, tras retornar de un pase del exterior protegidos por
trajes espaciales y un vehículo, la chica, tras ducharse y descontaminarse, fue
a verle a la sala y le preguntó.
-¿Nos vamos a casa?
-Claro, Kimberly.- Asintió su padre al que le había
vuelto a dar un ataque de tos.-
-¿Estás bien, papá?- Se preocupó ella.-
-Sí, cariño. Tranquila.- Pudo decir él en cuanto
aquello cesó.-
Lo
cierto es que Crimson estaba cada vez más débil. Su hija no desconocía la
causa. Lo comentó con algún médico y con su propia madre. Ahora que volvían a
casa no dijo nada al respecto. Fue al llegar y saludar a su madre, conocida por
todos allí como la dama Kurozuki, que había retornado asimismo del trabajo,
cuando se fijó en ella también.
-Hola mamá.- Sonrió la joven.- ¿Qué tal estás?
-Hola Kim. Estoy bien. ¿Qué tal van las clases
prácticas?- Se interesó ésta.-
-Estupendamente.- Afirmó la interpelada, comentándole
ahora en su progenitora en tanto le dedicaba su atención, observando su cansada
expresión.- Hemos avanzado mucho. Hay muchos yacimientos sin explotar que
parecen prometedores.
Y
es que Kurozuki ya mostraba a su vez esos primeros síntomas de decaimiento.
Pese a ser bastante más joven que su marido. No obstante, aquel pelo
prematuramente encanecido, quizás más arrugas de las que debiera y fases de
debilidad que se hacían crónicas, le daban una apariencia que evidenciaba casi
la misma edad que él. Pese a todo parecía llevarlo bien. Al menos nunca daba la
impresión de resentirse y siempre intentaba parecer animosa y optimista ante su
hija. La muchacha entonces quiso sacar el tema de un modo indirecto al comentar,
al hilo de la pregunta que le había hecho antes su madre.
- Todavía no puedo creer la cantidad de minerales
que debe de tener el núcleo de nuestro planeta. ¡Cuánto hierro, plomo y níquel
deben de existir ahí abajo para que nuestra gravedad sea prácticamente como la
terrestre!
-Sí, hay muchos, cariño.- Repuso Crimson, de pelo
canoso y con sus cansados ojos violetas, mirándola con afecto para añadir.-
Némesis es el planetoide con más recursos minerales que pudimos encontrar.
-Me gustaría que algún día pudiéramos desentrañar el
origen de esa misteriosa energía oscura.- Comentó la muchacha.- Es sumamente
poderosa, pero no somos capaces de controlarla debidamente, y eso me preocupa.
-Es verdad.- Admitió su madre ahora.- Baña todo lo
que hay en este mundo. Desde el suelo hasta el agua que tanto nos ha costado ir
trayendo de los cometas cercanos. Y es imposible eliminarla. No creo que sea
nada buena para las personas. Pero es lo que hay…
-A la larga eso será malo para nosotros.- Repuso su
hija.- Si tan solo pudiéramos usar su poder sin vernos afectados. Canalizarlo
de un modo inocuo.
-Tu madre tiene razón. Debemos aceptar lo que
tenemos, Kim.- Le sonrió su padre declarando.- Todos sabemos los peligros y el
coste a medio y largo plazo. Pero hicimos nuestra elección cuando vinimos
aquí.- Y añadió tomando de una mano a su esposa, para suspirar.- ¡Lo único que
lamentamos de corazón es que tu hermano y tú no hayáis podido conocer la Tierra,
ni otros mundos!
-No os preocupéis por mí. Él y yo ya nacimos aquí.
Némesis es lo único que hemos conocido. Es nuestro hogar.- Sonrió animosamente
la muchacha que sí admitió con un aire de solidaria tristeza.- Pero debió de
ser terrible para vosotros tener que huir dejándolo todo atrás.
-Fue duro y muy triste, no te vamos a negar la
evidencia. Renunciamos a nuestras familias y a la belleza y comodidades de
nuestro planeta. - Le respondió su madre, quién, pese a evocar aquello, animó
su gesto con una sonrisa para añadir.- Sin embargo, a pesar de todo eso, tu
padre y yo hemos sido muy felices aquí. Y más cuando nacisteis tú y tu hermano
Rubí.
Kim
asintió con una media sonrisa, su madre llamaba así a su hermano pequeño para
distinguirle de su padre, fue precisamente éste quien terció preguntando.
-Por cierto. ¿Dónde está Crimson junior?
-Supongo que jugando por ahí.- Declaró Kurozuki
moviendo la cabeza.- Este chico siempre está tratando de pasarlo bien.
-Es un niño todavía.- Le defendió su orgulloso
padre.- Deja que juegue y sea feliz. Todo lo que pueda serlo. Igual que tú,
hija.
-Ya tengo casi los dieciocho años, papá.- Afirmó
ella.- Mamá tenía esa misma edad cuando llegó según me contasteis. Y además
tengo que trabajar muy duro para acabar de cursar mis estudios de geología y
ayudaros.
-Sí, es cierto.- Intervino su madre acariciándola en
una mejilla.- Pero que eso no te haga renunciar a la felicidad. Conoce a algún
buen chico y forma un hogar. Porque tanto tú como tu hermano sois lo más
preciado que tenemos, nuestro legado. Y un día vosotros y los de vuestra
generación, proseguiréis la labor que
nosotros comenzamos.
La
chica asintió. Eso deseaba, no quería decepcionar a sus padres. Pasaron años,
recordó. Su padre finalmente murió por aquella enfermedad que a buen seguro
estaba provocada por esa maldita energía oscura. Su madre, pese a seguir viva,
cada vez estaba más delicada de salud. Al menos su hermano Crimson Rubí creció
y sí se convirtió en un hombre responsable. Quizás demasiado. Y ella misma pudo
cumplir con ese deseo de sus padres, conoció a un buen hombre, se casó, tuvo un
hijo y era razonablemente feliz. Entonces salió de aquellas reflexiones, la
reunión del consejo proseguía. Otro miembro tomó la palabra ante la atenta
mirada de su propio hermano y de ella misma.
-Desgraciadamente no nos quedan otras opciones más
que proseguir con nuestro modo de vida.- Terció Gneis.- Es un alto precio el
que estamos obligados a pagar sólo por vivir aquí. Pero tenemos que ser valerosos y luchar por
nuestro mundo y nuestros conciudadanos.
-Exactamente. - Intervino Corindón.- El grupo
científico me ha dicho que trabajan sin descanso. Y no todo será malo. Puede
que tengamos que sufrir aún durante unos años más, pero al final, seguro que
saldremos adelante.
-Por ahora, lo que menos debe preocuparnos es si el
color del pelo o de los ojos es raro. Dentro de poco para nuestros hijos y los
de ellos, será algo normal.- Sentenció Crimson Rubí con mejor talante.-
-Sin ir más lejos mi nuera Topacita luce un tono
acorde con el nombre de nuestro clan.- Intervino Green.- Y mi nieta Maray en
cambio, es de cabello castaño claro. Por cierto, nos gustó mucho ese nombre.
Aunque no sea habitual entre nosotros.- Añadió dirigiéndose a Kim.- Gracias por
tu inspirada idea.
La
mujer sonrió, ella se lo sugirió a su amiga. Recordaba cómo, de pequeña, su
propia madre le hablaba de una chica que conoció cuando era niña y vivía en ese
mundo lejano. Una hermosa joven, muy alta y amable, que tuvo que irse a un
largo viaje. La madre biológica de su propio esposo, la difunta Sonia, se lo
dijo también. Conoció en persona a esa muchacha que fue modelo y trabajaron
juntas. Kim le contaba todo eso a su amiga cuando Topacita y ella charlaban y al
poco de que ésta quedase embarazada, se lo propuso.
-¿Por qué no llamas a tu hija así? Sería precioso.
-Sí, llamarla Neherenia sería subversivo. También me
gustaría Alice, es bonito pero hay muchos aquí que saben que ese es el nombre
de la hija de aquella soberana de la Luna y actual reina. No es que quiera
desairar a mi madre, pero no deseo problemas con mi suegro, ni disgustar a mi
marido.- Suspiró algo alicaída sentenciando. – Ya sabes cómo piensan…
-Tu madre lo entenderá.- La animó Kimberly en
aquella ocasión alegando esperanzada.- Quizás, más adelante, si tienes más
hijos.
-Sí, podría ser.- Convino vagamente esa joven de
largos cabellos tono verde mar y ojos azules para musitar no sin pesar.-
Incluso llamarla Anaris, como mi abuela, estaría mal visto. Al igual que mi
madre, la pobre siempre defendió a la soberana de la Luna Nueva y a los
monarcas de la Tierra y eso aquí levantó muchas ampollas y animadversiones
entre algunos. Por ejemplo, en mi abuelo Basalto Briseo que hasta llegó a
prohibir que las mencionase. Él las detestaba.
-Es una lástima. Es terrible que el odio y el rencor
provoquen estas cosas.- Suspiró Kimberly, recordando ahora aquellas palabras de
su amiga, en tanto miraba el rostro de Brise que le sonreía.-
Y es que la dama Zirconita fue en su juventud una
acérrima opositora de la Soberana de la Luna Nueva y de su esposo, a los que tildaba
de extranjeros opresores que habían usurpado el trono de la Luna. Aunque dijo
ser muy amiga de la hija de estos, la princesa Alice, puesto que se conocían
desde muy niñas. No obstante, eso no le impidió conspirar contra los monarcas
ayudando a su padre, quien era un agente de la Luna Negra. Al final, Briseo
cruzó la línea intentando matar a la familia Real. Sin embargo, su plan fracasó
y fue detenido, juzgado y exiliado. Por motivos de su juventud, a Brise se le
conmutó el exilio perpetuo por unos años de prisión. Y casi cumplidos estos fue
liberada, entonces se dio cuenta de su tremendo error pero tuvo que marcharse
de la Luna, huyendo de una gran destrucción que se avecinaba. Eso fue poco
tiempo antes del “Gran Sueño”. De hecho, por eso la soberana le permitió
escapar, para que se reuniese con su familia. Tras ir primero a la Tierra, ella
y su madre, Anaris, que fuera la principal doncella de Neherenia, viajaron a
Némesis para volver a estar con Briseo, el cabecilla del movimiento de
oposición a esos soberanos, quien tras su destierro huyó allí años antes. Él,
al contrario que su mujer y su hija, lejos de arrepentirse, había ido
alimentando su rencor y su odio hacia esa soberana y su esposo, así como contra
los reyes de la Tierra. Hizo amistad enseguida con un tal Basalto, otro exiliado del planeta azul, que compartía
sus opiniones. Tan bien se llevaron que Briseo adoptó el nombre de su amigo
como suyo también, haciéndose llamar Basalto Briseo para que les distinguieran,
y persuadió a la propia Brise,(a quién obligaron a cambiar su nombre por
Zirconita), a desposarse con el hijo de este, un muchacho llamado Bismuto. De
esa unión nació Topacita quien, a su vez, unió su vida al heredero del clan
Green, otra respetable y poderosa familia del planeta.
-Doña Brise.- Le susurró ella, a aquella mujer,
quien siempre le pedía que la llamara por aquel nombre, en lugar del que le
impusieron en Némesis.- No se preocupe, haremos cuanto podamos y ojalá que
seamos capaces de darle una alegría a usted y a Topacita. Quizás su hija y su
nieta Maray vean la Tierra y la Luna y usted se las pueda mostrar. Sería
maravilloso, ¿verdad?
Eso hizo que el semblante de aquella individua se
iluminase con algo de esperanza. Fue de lo poco agradable de esa reunión. La
dama Zirconita le sonrió entonces, susurrándole con reconocimiento.
-Gracias Kim, gracias por ser tan buena amiga de mi
hija. Como tu madre lo es mía.
La
propia Dama Kurozuki, la madre de Kim, era a su vez amiga de Brise desde los
tiempos en los que ambas se conocieran en la Luna, compartiendo esa amistad con
la princesa Alice. La hija de Neherenia vivió incluso durante algunos años en
el planeta natal de la señora Kurozuki. Eso recordó al menos Kimberly quien
asintió sonriendo para responder.
-Topacita también es una magnífica amiga para mí.
Sólo aspiro a que nuestras opiniones sean tenidas en cuenta. Incluso el rey las
comparte, y espero que ahora tenga razón y podamos comunicarnos con la Tierra y
la Luna.
Así era, Kimberly deseaba con todas sus fuerzas que
el rey Corindón estuviera en lo cierto.
Pero, pese a que él animó a los miembros
de la asamblea a tratar de acercarse al mundo madre, tanto Gneis como Green y
otros importantes notables tenían muchos recelos e incluso temor de hacerlo. Y
eran de las familias más influyentes en el planeta. De modo que, tras la
votación y posterior recuento, tal y como ella se temía, ganó el no. La gente de
Némesis estaría condenada a no comunicarse con la Tierra, al menos durante casi
treinta años más. Por mucho que le
pesara a Kim ya no se podía hacer nada. Así pues, la derrotada joven salió de
la sala y aguardó fuera. No tenía demasiado interés en el resto de asuntos del
día. En eso desde luego que no coincidía con su hermano quién tenía otros temas,
para él mucho más importantes que tratar, y que expresó su satisfacción cuando
el pleno finalmente terminó y se reunió con ella. Lo comentaron en tanto se marchaban.
-Celebro que haya primado la sensatez.- Declaró
Crimson con alivio.-
-No creo que sea muy sensato dar la espalda al hogar
de nuestros padres.- Le recriminó Kim.-
-Mi hermana la idealista.- Repuso el joven moviendo
la cabeza.- ¿Cuándo te darás cuenta de que de la Tierra lo único que pueden
venirnos son problemas?
-Yo solamente sé que un día ese mundo fue el planeta
natal de nuestros antepasados. Y que es mucho más rico y saludable que este
planetucho.- Se molestó ella.-
-Este planetucho como tú lo llamas es la obra y el
resultado de una vida entera de sacrificio de nuestros padres y de otros
pioneros como ellos.- Contestó un irritado Crimson Rubí a su vez. Añadiendo con
amargura.- Nuestro padre murió tratando de legarnos un mundo mejor.
-Eso es algo que siempre admiraré.- Afirmó su
interlocutora enfadada también cuando remachó.- Y no necesito que me des
lecciones de eso. Te recuerdo que yo lo viví más de cerca que tú. Precisamente
por ello sería estupendo poder contar con los habitantes de la Tierra como
amigos y aliados para que nos ayudasen a purificar y limpiar este mundo.
-Si esos habitantes terrestres no hubiesen sido tan
mezquinos y sus soberanos tan intransigentes nuestros propios padres no
hubiesen tenido la necesidad de venir a vivir aquí en primer lugar.- Argumentó
su hermano casi con tono de desesperación, tratando de moderarse y ser más
conciliador, al agregar.- Sé que eres la mayor pero también yo he visto a
nuestra madre a veces, acariciando esas pocas posesiones que trajo de su
planeta de origen. Escuchando esas canciones terrestres. Suspirando, añorando a
su familia y sufriendo en silencio por eso. No me subestimes. No soy un idiota
insensible o un monstruo. Si no creyese que el contacto con la Tierra es
perjudicial para nosotros hubiera sido el primero en votar a favor de él.
Aunque solamente fuera para poder ver una sonrisa en el rostro de mamá y más
desde que papá murió. ¿Es que no lo entiendes?...
Kimberly
suspiró con resignación y tras unos segundos de silencio tomó la palabra con un
tinte más conciliador.
-Sé que estamos separados por muchas cosas y que no
pensamos igual. Pero sigues siendo mi hermano y te quiero. No discutamos otra
vez. Y sobre todo no enfrente de mamá. Sé muy bien que tampoco deseas verla
sufrir.
-En eso estaré siempre de acuerdo contigo.- Admitió
su contertulio más calmado ya.-
Al fin, Crimson Rubí se despidió, se iba a su propio
hogar pues se emancipó de casa al poco de entrar en el consejo. Por su parte
Kim ya estaba casada y tampoco vivía con su madre. No obstante, nada más volver
de esa reunión fue a verla. La mujer estaba pintando uno de sus cuadros en el
salón. Aquello le encantaba. Lo cierto es que Kurozuki quiso ser artista de
niña pero luego las circunstancias de la vida cambiaron dramáticamente su
sueño. Cuando llegó al duro e inhóspito planeta Némesis tuvo que aprender otro
oficio. Durante años, y aprovechando sus cualidades de dibujo y diseño, se
afanó en contribuir a crear estructuras que protegieran a sus habitantes de los
peligros del espacio exterior. Trabajó mucho tiempo junto a su amado esposo. Él
murió hacía ya cinco años. Pudiera ser que por esa extraña energía que provenía
del interior del planeta. O quizás por culpa de las radiaciones cósmicas a las
que se expusieron por mor de su trabajo. Ahora pensaba en él, en tanto daba
unos retoques a ese cuadro inspirado en los paisajes de su niñez. Fue entonces
cuando oyó la voz de su hija que no sonaba demasiado entusiasta.
-Hola mamá. Ya hemos terminado…
-Supongo que tendré que resignarme a seguir mirando
mis cuadros para ver este paisaje, ¿verdad?- Suspiró ésta con tristeza.-
-Lo siento.- Pudo decir su interlocutora.- Ya sabes
que eran mayoría. No podíamos hacernos ilusiones.
-Hasta tu propio hermano estaba en contra.- Admitió
Kurozuki con pesar para declarar.- ¿Sabes una cosa, hija?...muchas veces sueño
con los bosques y los parques de mi mundo. Con los que tenían mis abuelos en la
Tierra. Y hubiera deseado que tú, tu hermano, tu esposo y vuestro hijo, los
hubieseis conocido…
-Bueno, puede que la próxima vez, cuando venga el
próximo perihelio.- Repuso la muchacha tratando de animar a su contertulia.- No
pierdas la esperanza, mamá.
Pero
ésta movió la cabeza, apesadumbrada para decir.
-Seré una anciana para entonces. Y pese a la larga
vida de los habitantes de la Tierra, no creo que quede ya nadie de mi familia…
-¡No te desanimes! La tecnología avanza. Hacemos
grandes progresos. Dentro de poco se reducirá el tiempo del viaje. ¿Y quién
dice que no podremos alcanzar la Tierra aunque estemos en el afelio? - Afirmó
la chica en un vano intento de transmitir optimismo a su madre.-
Kurozuki
pese a todo sonrió llena de nostalgia al ver esa expresión…Apenas sí pudo
decir, tratando de no emocionarse.
-Cada vez que pones esa cara me la recuerdas…eres
igual a mi abuela Connie. Todavía veo su rostro cuando me contaba alguna
historia y me sonreía. Recuerdo igualmente a mi abuelo Tom, su amabilidad y su
bondad…tantas cosas que dejé atrás. A mis padres y a mi hermano. Aunque nunca
me arrepentí, lo supe en cuanto te tuve a ti y después a tu hermano. Luego te
casaste. Durante todos estos años tu padre y yo fuimos muy felices. A pesar de
que nuestro amor naciera de algo vedado. Lo triste es que él ya no esté aquí
para conocer a nuestro nieto… y que vosotros tampoco podréis conocer a vuestros
parientes.
Su
hija la escuchaba apenada. La pobre Kurozuki era cada vez más propensa a esas
fases de melancolía que parecían guardar una estrecha relación con su deterioro
físico. Cada vez se cansaba más y enfermaba muy a menudo. Pese a todo, la
muchacha esbozó una leve sonrisa y replicó animosa.
-Mamá, no digas esas cosas. Somos felices aquí. A
pesar de todos sus inconvenientes Némesis es un mundo hermoso. Puede que no
tanto como el otro planeta que tú recuerdas, pero un día lo será. ¡Ya lo verás!.
Continuaremos trabajando con ahínco para crear un hogar en el que sea estupendo
vivir y algún día te prometo que iremos a ver ese planeta Tierra que tanto
añoras.
Y
tras darle un cariñoso beso y un abrazo Kimberly dejó a su madre sumida en esos
pensamientos. La envejecida mujer recordaba ahora aquel día en el que su vida
cambió para siempre, cuando tomó la decisión de seguir a su amado hasta Némesis
y logró finalmente reunirse con él. Le aguardó con una sonrisa en tanto algunos de los dirigentes del planeta iban a
buscarle y le traían. En cuando él la vio su rostro fue el total reflejo del
asombro.
-¡Loren! – Exclamó sin poderlo creer.-
La
chica corrió a abrazarle, él la envolvió entre sus brazos y se besaron, larga y
apasionadamente. Tanto Gneis, ese tipo de pelo cano y mediana estatura, como el
príncipe Corindón, un hombre alto y rubio, de apenas quizás cuarenta años
entonces, sonrieron. Fue el líder quién simuló presentarles.
-Señor…- Se detuvo antes de proseguir, rectificando.- Bueno, ahora señor Crimson en
nuestro mundo. Tengo el placer de presentarle a la señorita Kurozuki. Ha venido
a compartir su vida con nosotros.
-Bueno, supongo que, sobre todo con usted. – Matizó
un divertido Gneis.-
Ahora la pareja de enamorados se abrazó escuchando
declarar a su líder.
-Como las rocas es nuestra determinación, por ello
nos hemos puesto estos nombres. Para que nunca se nos olvide el propósito que
nos une. Algún día retornaremos a la Tierra y aboliremos la tiranía de Endimión
y Serenity. Hasta entonces viviremos en paz y luchando por hacer prosperar nuestro
nuevo hogar.
-Quisiera pedirles algo.- Pudo decir él, mirando a
la chica con patente amor para declarar.- Que sean testigos de mi solicitud.
Y
arrodillándose ante la atónita joven le preguntó.
-¿Por qué, Loren?... ¿Cómo has podido dejar a tu
familia y venir aquí?
-Porque mi vida no valía nada estando lejos de ti.-
Repuso con dulzura la chica que le recordó.- Y ya no soy esa niña. Ahora soy
una mujer adulta, oficialmente he cumplido la mayoría de edad y me llamo
Kurozuki.
-¿Has hecho eso por mí? Has renunciado a casa y a
todo lo que habías conocido, para reunirte conmigo aquí. - Musitó él con
visible asombro.- No sé qué decir…
La
muchacha sonrió con algunas lágrimas y pudo responder con tono entrecortado y
emotivo.
-Sólo di que me quieres…y todo habrá merecido la
pena.
Él
se levantó tomándola en brazos y tras dejarla suavemente en el suelo y volver a
arrodillarse se sacó un anillo de rubíes que le regalaron cuando llegó y,
ofreciéndoselo a la chica, le pidió.
-Ante estos testigos te pido que seas mi esposa.
Quiero vivir el resto de mis días contigo.
La
joven le miró llena de sorpresa aunque enseguida sonrió de forma luminosa. No tardó en asentir emocionada. Estaba
radiante de felicidad. Su prometido se levantó y volvieron a besarse. El propio
príncipe declaró con satisfacción.
-Así se escribe la
historia. En este mundo perdido y diminuto, donde todos deberemos
trabajar con tesón. Aquí vuestro amor no está prohibido. Es más, celebraremos
cualquier unión que pueda traerle a Némesis hijos e hijas que formen una nueva
generación. Por el poder que me han concedido sus ciudadanos, mis súbditos, os
declaro marido y mujer.
-Aunque no es necesario que le ordenes al novio que
bese a su novia, Alteza.- Sonrió Gneis, puesto que ambos contrayentes llevaban
haciéndolo de forma continuada durante toda esa improvisada ceremonia.-
Todos
los presentes felicitaron a la feliz
pareja de recién casados. Él entonces recordó una antigua y hermosa canción que
parecía ajustarse perfectamente a ellos. La espontánea comitiva le ayudó con la
música. Así se la dedicó a su nueva esposa, que se sonrió emocionada…
Ella se toma su tiempo ideando las razones
para justificar todo el dolor interno
Ella cree adivinar por las sonrisas y las miradas en sus ojos
Que todos tienen una teoría acerca de su resentimiento
Ellos dicen “Mamá nunca la amo demasiado”
y, “Papá nunca se mantuvo en contacto”
Por eso ella se aleja del afecto humano
Pero en algún reservado lugar
Ella empaca para irse al espacio exterior
Y ahora ella espera que venga el adecuado piloto
Y ella le dirá a él:
”Volaría a la Luna y de regreso si tú fueras...
Si tú fueras mi chico
Conseguiré un boleto para un mundo
en el cual nosotros perteneceremos
Entonces ¿serías mi chico? “
No puede recordar algún tiempo
en el que se haya sentido necesitada
Si el amor era rojo entonces ella era daltónica
Todos sus amigos habían estado traicionándola
Y culpándola de crímenes que nunca fueron definidos
Ella dice, “El amor es como un lugar desértico”
Alcanzado por la fe humana
Es como un viaje, es solo que no tengo un mapa para él
Entonces chico sumérgete dentro del agua y
Cambia tu decisión, guíate
Manda una señal que ella está desesperada
Todas sus esperanzas están sobre las estrellas
Que placentero sueño
Ella se toma su tiempo ideando las razones
para justificar todo el dolor interno
Ella cree adivinar por las sonrisas y las miradas en sus ojos
Que todos tienen una teoría acerca de su resentimiento
Ellos dicen “Mamá nunca la amo demasiado”
y, “Papá nunca se mantuvo en contacto”
Por eso ella se aleja del afecto humano
Pero en algún reservado lugar
Volaría a la Luna y de regreso si tú fueras...
Si tú fueras mi chico
Conseguiré un boleto para un mundo
en el cual nosotros perteneceremos
Entonces ¿serías mi chico?
(To the Moon and Back, Savage Garden, crédito al autor)
No hubo más banquete que un almuerzo improvisado a
base de sencillas viandas y un poco de fruta, pero eso a ellos no les importó.
Al contrario, deseosos como estaban de tener intimidad cuanto antes. Al fin, su
recién declarado esposo la llevó hasta su apartamento. Allí la entró en brazos,
se desnudaron y consumaron su unión. Kurozuki gimió de dolor en un principio
cuando fue penetrada por vez primera. Después aquello pasó y pudo disfrutar del
amor en toda su extensión. Así comenzaron juntos su nueva vida…dispuestos a
crear su propio futuro…
-Y lo único que lamento tras todos estos años es que
tú te hayas ido, mi amor.- Suspiró la mujer llena de melancolía.- Te fuiste
hace ya tanto tiempo…A un lugar en el que en esta ocasión no puedo alcanzarte.
Al menos todavía. Hasta que seas mi piloto una vez más, y vengas a buscarme,
Lance. Solamente yo fui capaz de conocerte de verdad. Lo mucho que me amabas a
mí y a toda la familia y lo que sacrificaste por todos…
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