Por su parte Kim estuvo observando durante unos
instantes a su madre, escondida tras la puerta de salida. La verdad, se sentía
algo preocupada. De un tiempo a esta parte la pobre mujer no dejaba de recordar
a su fallecido esposo y su pasada juventud.
-Está deprimida. Y las noticias que le he dado han
debido de agravarlo.- Suspiró consternada.-
Movió la
cabeza dejando a su progenitora sumida en su nostalgia y volvió a su casa. Allí
estaban su marido y su hermano Crimson Rubí aguardando en tanto daban de cenar
al pequeño Grafito de tan sólo un año de edad.
-¿De dónde vienes?- Quiso saber el hermano de la
joven quien era precisamente el encargado de tratar que el niño aceptara una
cuchara llena de papilla.- Me pasé por aquí para contarte algo importante y llevo
un buen rato esperándote.
-De ver a nuestra madre. Quizás deberías ir alguna
vez.- Le reprochó ella con tono algo molesto.-
-He estado muy ocupado en la mía.- Se defendió él.
Dándole otra cucharada al crío.- Y tenía que comentarte un asunto.
-¿Cuál de tus asuntos es tan importante para que
vengas a estas horas?- Se sorprendió su hermana para reprocharle una vez más.-
¿Y no te dignes ir a ver a nuestra madre?
-Había más asuntos que tratar y luego tuve que pasar
por casa.- Argumentó el joven.- También tengo mi propia familia
-Lo mismo que yo la mía. -Replicó Kim.- Haberme
acompañado a visitarla cuando concluimos.
-Ya sabes que estoy muy ocupado. Puede que tú
termines tu trabajo tras la sesión, pero yo debo tratar otros asuntos. -Se
justificó él, añadiendo.- Y no creo que mamá me vaya a echar de menos, hace
apenas cinco días que la vi.
Kim
movió la cabeza pero no quiso replicar. Era obvio que su hermano no tenía valor
para mirar a la cara a la madre de ambos, sobre todo porque ella sabía
perfectamente lo que él había votado. Decidió dejarlo estar. No quería mezclar
asuntos familiares con política.
-Bueno…déjame a mí, anda. – Le pidió tratando de
sonar conciliadora en tanto tomaba la cuchara para terminar de darle la cena a
su hijo.- Dime ¿Qué es lo que quieres para venir desde tu casa hasta aquí?
-Contarte algo que deberías saber. Te marchaste tan
rápido que no tuve ocasión. No hace falta que me lo agradezcas.- Replicó su
molesto hermano a quién no había gustado ese tono.-
-Vamos, no hace falta que discutáis.- Le pidió
Richard, el esposo de Kim, tratando de sonar con desenfado.- Se supone que sois
del mismo clan. ¡Si hasta me adoptasteis a mí!
El
marido de Kimberly provenía de una familia que llegó al final de la primera
oleada de colonos pero que quiso mantener sus nombres terráqueos. En aquellos
días eso no estaba bien visto entre los pioneros. Llegó de muy niño, traído
por uno de los jefes de la Luna Negra. Y
pese a que fue rebautizado como Grafito, una vez que sus madres llegaron a
reunirse con él en Némesis decidió retornar a su nombre de nacimiento. Sin
embargo, el chico se casó con Kimberlita, miembro del prestigioso clan
Kurozuki, y aceptó cambiar sus apellidos. Así lo recordaban todos.
-Cuando me trajeron aquí, me dijeron que mi nombre
sería Grafito. Aún recuerdo esos años. Perdí a mi padre que desapareció, venía
conmigo en una nave, pero después ya no estaba. Nunca supe que fue de él. Mi
madre biológica Sonia, que estaba casada con otra mujer, mi madre Mei, tuvieron
que buscarme durante años. Al fin dieron conmigo y viajaron hasta aquí.
-Esa fue una maravillosa muestra de amor.- Afirmó su
esposa con admiración.- ¡Lo dejaron todo para encontrarte!
-Sí, puesto que ellas jamás habrían tenido motivos
para venir a este planeta.- Suspiró Richard, que recordó aquellos momentos una
vez más.-
Tendría unos catorce años por entonces cuando fue
llamado ante la presencia de Corindón, no tardó en acudir. El por entonces todavía
príncipe salió a recibirle a la puerta de su salón de juntas y tras sonreír
afablemente le comentó.
-Aquí hay dos personas que han hecho un largo viaje
para poder reunirse contigo.
Y
le indicó que pasara, quedándose él fuera.
Cuando el muchacho obedeció entrando en la sala vio a dos mujeres de
mediana edad abrazadas que le miraban con una mezcla de asombro, alegría e
incredulidad. La más alta, de pelo castaño y ojos a juego, se separó de la otra
musitando entre sollozos de emoción…
-¡Richard! Mi pequeño…
La
otra, de rasgos orientales, y negros cabellos, ya con algunas canas, sonrió
ampliamente, enjugándose algunas lágrimas a su vez de sus ojos color azabache…
-Cariño.- Pudo decir igualmente afectada.- ¡Es
verdad! ¡Eres tú!
-¿Quiénes sois?-
Quiso saber él que juraría haberlas visto antes.-
-Somos tus madres,
tesoro.- Pudo responder la del pelo castaño, presentándose.- Soy mamá Sonia.
-Y yo mamá Mei.-
Agregó la otra.-
El joven apenas sí las recordaba.
Aunque eso de que ambas se hicieran llamar sus madres le parecía cuando menos
extraño, algo en su interior le hacía creer a esas dos mujeres. Algo aturdido repitió.
-¿Mamá Sonia?
¿Mamá Mei?
Las dos corrieron a abrazarle, él de
hecho ya sobrepasaba en unos centímetros a esa mujer de pelo castaño que era
con mucho la más alta de las dos.
-Richard, hijo.
¿Cómo has estado? ¿Quién ha cuidado de ti?- Quiso saber la tal Mei.-
-Aquí, todos
cuidamos de todos.- Repuso él con tono amable, una vez se separaron del
abrazo.-
-¿Y tu padre?-
Inquirió la otra mujer con interés.-
-No lo sé. Sólo me
acuerdo de un hombre que me llevaba de paseo en una gran nave. Pero luego se
perdió. Basalto me trajo aquí, y él ha sido mi padre.- Declaró el muchacho,
informándolas a ambas.- Yo ahora me llamo Grafito, y soy su hijo.
-Cariño, da igual
como te llamen aquí, eres nuestro pequeño.- Afirmó la mujer del pelo castaño,
dándose plenamente a conocer.- Yo me llamo Sonia Calderón, Y tu otra madre es
Mei Ling Chang.
-Tu auténtico
nombre es Richard Calderón Chang.- Convino Mei Ling.-
No obstante, el chico las miró
moviendo levemente la cabeza para afirmar con resignado pesar.
-De todos modos,
nada de eso es relevante ya. El final está llegando. La Nada se acerca. Pronto
dejaremos de existir.
-Eso no nos
importa. ¡Nosotras dejamos de existir cuando te perdimos! - Sollozó Sonia,
quien abrazándose nuevamente a él, afirmó.- Pero ahora hemos vuelto a recuperar
la alegría.
-Sí, nos sentimos
vivas otra vez.- La secundó Mei Ling con idéntica emoción.- Sea cual sea el plazo
nos quede hasta ese momento.
Y el que ahora se llamaba Grafito,
no replicó a eso, sencillamente volvió a dejarse abrazar. Pese a que él apenas
se acordaba de esas dos mujeres no quería desilusionarlas, máxime teniendo en
cuenta el poco tiempo que les quedaba…
-Así sea. Seremos
una familia hasta el final.- Pensó él.-
-Y luego fue
cuando el Gran Sueño llegó. ¿Verdad?- Le preguntó Crimson.-
-Sí.- Repuso su
interlocutor.- Tu hermana era apenas un bebé y tú no habías nacido todavía.
Pero así fue. Al despertar al principio nadie se dio cuenta. Fue cuando los
científicos comenzaron a estudiar los cambios en Némesis y sobre todo, los
isótopos radioactivos. Como Kim bien sabe, descubrieron que habían transcurrido
al menos ochocientos o más años.
-Y seguisteis con
vuestras vidas. ¿Verdad? - Comentó su cuñado con curiosidad.-
-Así fue. Al
principio Basalto no estuvo conforme con que ellas se hicieran cargo de mí. Su
fe, ya sabéis…- Suspiró recordando aquellos tensos y difíciles días.- No
aprobaba ese tipo de relaciones. Pero mis madres lucharon. Nadie pudo negar al
menos que Sonia era mi madre biológica, ante eso, Basalto tuvo que claudicar.
Tampoco yo quería que él dejara de formar parte de mi vida. Al fin hubo un
acuerdo. Al tener edad suficiente me permitieron elegir con quién estar. Decidí
ir turnándome hasta poder emanciparme. Pasaron algunos años y fuimos felices.
Mi madre Mei era ya una reputada científica en nuestro mundo de origen. Hizo
mucho por ayudar a que las condiciones de vida en Némesis mejorasen. Y mi mamá
Sonia.- Suspiró ahora con un tinte más triste de voz.- Bueno, fue modelo, era
una mujer muy guapa. Vi holo fotos suyas que trajo cuando llegó aquí. En
Némesis se ocupó de la contabilidad y la administración de muchos de nuestros
recursos y también aprendió a plantar flores y vegetación. Le encantaba crear
zonas verdes. Pero la vida fue muy cruel con ella al final.
-Murió hace años
de cáncer. Lo desarrolló aquí ¿No es así?- Inquirió su consternada esposa.-
-Quizás estuviera
enferma incluso antes de llegar a este mundo. Pero las terribles condiciones
que hay en Némesis, y sobre todo la energía oscura, debieron de agravar su
estado. Sin embargo, ella jamás se quejó delante de mí. Siempre sonreía, y pese
a que con la quimio perdió su pelo, jamás decayó en su ánimo.
-Lo siento.-
Musitó Crimson Rubí genuinamente apenado.- Sé que fue duro para ti.
-Creo que ella fue
realmente feliz, mi mamá Mei nunca se separaba de su lado. Ninguna pudo tener
más hijos. De hecho, para cumplir con la ley de reproducción obligatoria, se
sometieron a análisis y pruebas y sus óvulos eran infértiles. Puede ser que por
su largo viaje, o quizás por otras cosas. No lo sé.- Admitió Richard.- Aunque
lo que sí sé es que les habría gustado volver a ver su mundo una vez más.
Solamente siento que mamá Sonia no conociera a su nieto. Lo mismo que Basalto.
Y es que ese veterano consejero había fallecido
haría un par de años solamente. Eso les llevó a todos a reflexionar una vez más
acerca de las duras condiciones de vida de su planeta de adopción. Tras unos
instantes en los que ninguno habló, mirando al aludido niño terminar la papilla
como si de ese modo quisieran poner en él todas sus ilusiones de futuro, fue la
muchacha la que finalmente suspiró.
-Nuestra madre está triste también. Tenía la remota
esperanza de que el Consejo de Notables aprobara el acercamiento.
-Ya sabes lo que opino de eso. No repitamos lo de
antes. Nada bueno nos vendría de la Tierra.- Declaró su hermano, firme en sus
argumentos.-
-Echa mucho de menos sus orígenes.- Repuso ella con
pesar.- Eso lo debes comprender.
-Lo entiendo y es normal. – Contestó su contertulio
esta vez con tono más considerado e incluso compasivo.- Mamá se va haciendo
mayor, papá murió hace años, nosotros somos ya adultos y con una familia
propia. A ella le quedan solamente sus recuerdos. Y se aferra a ellos. Las
ilusiones de un pasado que en su memoria tan gastada es mejor de lo que
seguramente fue. No lo pienses más.
Su
hermana movió la cabeza. Estaba claro que Crimson no tenía el más mínimo
interés por sus raíces. Mantenía esa terquedad que le caracterizaba. Nunca le
había gustado ceder en casi nada y solía irritarse con facilidad si se le
llevaba la contraria. De todas formas fue él quien, de modo más animado, le
comentó volviendo a otro tema que le entusiasmaba bastante más.
-Te fuiste muy rápido tras la votación sobre la
Tierra, te perdiste la mejor parte mientras estabas esperándome fuera. Eso es
precisamente lo que vine a decirte.
-Bueno, pues dímelo de una vez. ¿Cuál parte fue esa?-
Le preguntó su interlocutora, con curiosidad ahora.-
-Ya se han decidido los territorios a repartir.- Le
contó su hermano ésta vez con visible contento.- Y… ¡tachan! Tienes delante al
flamante Marqués de Crimson.
Eso
hizo animarse a Kim. Durante el último año la superficie de Némesis se había
parcelado y dividido en regiones administrativas a fin de agilizar y hacer más
eficaz el proceso de habitabilidad. Ellos aceptaron ocuparse de una parte para
construir nuevas zonas de cultivos y recintos acondicionados para la población.
A tal fin, se denominaron como marquesados, condados o ducados. Los primeros
serían espacios totalmente nuevos y sin nada construido. Las fronteras en
expansión del planeta. Los segundos se concedían a aquellos que iban a
poblarlos con un grupo reducido de familias bajo la misma consanguineidad o
siendo hijos de ramas menores. Algunos estaban en lugares algo comprometidos
por la afluencia de energía descontrolada. Y los últimos eran para familiares
de los primeros habitantes y líderes de ese pequeño mundo. Zonas extensas y
privilegiadas. Rubí le explicó.
-¡Al fin tenemos nuestro marquesado! Mi esposa
Obsidiana y yo trabajamos mucho para conseguirlo. Con suerte nuestro hijo
Lamproite será un hombre poderoso y respetado el día de mañana.
-Me alegro por vosotros.- Afirmó su hermana sin
demasiado entusiasmo en realidad.-
-Podríais hacer lo mismo si quisierais.- La animó
Crimson, que ahora se dirigió a su
cuñado para aseverar.- Hay muchas zonas todavía que pueden poblarse. Quizás
seas las más duras, pero…
-No me seduce mucho la idea de vivir en sitios tan
inestables. Bastante difícil es ya la vida en este planeta en los sectores
mejor acondicionados. - Replicó la aludida mirando a su esposo.-
-Yo tampoco tengo ese deseo de poseer tierras y ser
noble.- Convino Richard.-
-Es una pena.
– Repuso Crimson alegando.- Mira Kim. Sin ir más lejos, por ejemplo, tu amiga
Topacita será duquesa al estar casada con Topace, el hijo de Gneis. Y su hija
heredará eso. Corindón ha quedado confirmado como príncipe gobernante y soberano
a título de rey y su consejero Karst también ha sido hecho duque. No podemos
quedarnos atrás. ¡Ahí es dónde está el poder, y yo voy a formar parte de él!
-Yo no quiero el poder. Sólo espero que podamos
crear un hermoso planeta para nuestros hijos y los descendientes que ellos
tendrán.- Suspiró Kimberly, acariciando la cabecita del pequeño, que lucía un
tono de pelo azul oscuro intenso.- Que disfruten de paz y de felicidad. La que
intentamos construir a costa de tantas penalidades. Ese fue siempre el sueño de
nuestros padres.
Su
marido asintió. Y su hermano lo dejó correr. Al fin Crimson Rubí regresó a su
casa y Richard comentó a su cónyuge, en tanto tomaba en brazos al hijo de ambos.
-Oye. He pensado en invitar a cenar a mi mamá Mei.
¿Te importa?
-Claro que no. Todo lo contrario. Sabes que la
adoro. - Sonrió su esposa.- Es una mujer estupenda, se mantiene muy vital para
su edad, y eso aquí tiene mucho mérito.
-Así es. Ella practica Thai chií y otras artes
marciales. Quizás sea ese su secreto.- Sonrió su interlocutor.-
-O quizás es que os quiere tanto a ti y a Grafito
que eso la mantiene joven.- Elucubró Kimberly sentenciando.- El amor por
alguien es la mejor de las medicinas.
Su
marido asintió sonriendo divertido. No tardó en llamar a su madre y proponérselo.
Mei Ling aceptó de inmediato, la anciana estaba en efecto muy activa. Pese a su
edad y algunos achaques inevitables por mor del entorno que existía en ese
planeta, continuaba investigando y luchando por mejorar la calidad de vida de
las personas que allí moraban. Se puso en marcha enseguida. Por suerte no vivía
lejos. Al llegar, su hijo le dio un cariñoso abrazo, lo mismo que su nuera. Por
supuesto enseguida le dejaron tomar en brazos al pequeño Grafito, que se reía
mirando a su abuela.
-¡Tesoro!, estás cada día más grandote.- Pudo decirle
al crío con voz algo afónica pero llena de afecto.-
-Crece muy deprisa.- Sonrió Kimberly.-
-Desde luego, siempre lo hacen.- Convino Mei Ling,
suspirando.- Parece que fue ayer cuando tu mamá Sonia y yo te teníamos en
brazos, hijo.
Aquella
mención que hizo a su difunta esposa causó que la expresión de la científica se
entristeciera. Sus ojos brillaron con nostalgia. Tras dejar al niño en brazos
de Kim, se mesó un poco sus cabellos lacios y grises ya, mirándose a un espejo
de la habitación, al menos constató que su piel apenas sí tenía arrugas.
-Siempre os estaré muy agradecido. Os debo todo lo
que soy.- Afirmó Richard besando a su madre en
una mejilla con todo el afecto que pudo.-
-Cariño, tú eres
quien ha logrado todo. Has trabajado muy duro desde que llegaste aquí. Y los
primeros años tuviste que crecer muy deprisa, sin nosotras. También, pese a
nuestras diferencias, debemos reconocer
la estupenda labor de Basalto que se ocupó de ti.
-Sí, siempre le
estaré agradecido por ello, pero vosotras lo dejasteis todo para venir a
buscarme.- Reconoció él.- Abandonasteis el lugar en el que erais felices.
-Nosotras éramos
felices estando a tu lado. Nunca nos importó dónde tuviéramos que ir.- Afirmó
su madre acariciándole una mejilla con sumo afecto.- Y tú nos compensaste con
creces por cualquier otra cosa. Mamá Sonia y yo siempre hemos estado orgullosas
de ti.
El joven asintió despacio, mamá Mei
hablaba de su mamá Sonia como si todavía estuviese junto a ellos, solía hacerlo
desde luego y él, lejos de molestarse, se alegraba. Era un modo de sentir su
presencia, sonriendo débilmente entonces, declaró.
-Yo hice lo que
debía, era lo menos para ser digno de vosotras.
Y es que, tutelado por Basalto,
Richard también estudió con ahínco para aprender a construir sistemas de
transporte y buenas vías de comunicación por todo el planeta. Como ingeniero de
infraestructuras trabajaba incansablemente.
Esa afición le venía desde muy niño, y evocaba uno de los escasísimos
recuerdos de sus primeros años de vida, cuando su desaparecido padre le compró
un mini vehículo deslizador con el que jugaba a todas horas. Ahora, deseoso por
aportar todos sus conocimientos, también participaba en proyectos destinados a
diseñar naves de cada vez mayor alcance, por si se autorizase el contacto con
la Tierra y la Luna.
-Le debo mucho a
ese hombre, me trajo aquí cuando perdí a mi padre.- Aseveró.-
Mei Ling no respondió a eso. A ella
jamás le cayeron bien ninguno de los padres de Richard, ni el adoptivo en
Némesis, Basalto, ni el biológico, Rafa recordó que se llamaba. Éste último fue
el novio de Sonia antes de que ella comenzase su carrera de modelo, luego,
acorde con lo que su fallecida esposa le contase a ella, ese hombre se volvió
posesivo y al final rompieron. Después las dos se conocieron y se enamoraron. Y
al cabo de varios años, ese individuo volvió. Por medio del chantaje, ese
sinvergüenza obligó a Sonia a mantener relaciones sexuales con él, fruto de las
mismas nació Richard. No obstante, el crio era inocente y tanto su esposa como
ella misma le quisieron más que a nada desde que nació. Pero Rafa reapareció una
vez más en sus vidas y mientras Mei Ling estaba en la Tierra visitando a su
agonizante padre ese hombre intentó recuperar a Sonia. Le salió mal pero a modo
de venganza se llevó al niño consigo. Eso las destrozó a las dos. Sin embargo,
había algo que Mei Ling jamás comprendió. ¿Por qué Rafa desapareció? aunque
podía hacerse una idea. Pensó entonces en una conversación que tanto ella como
su mujer mantuvieron con ese tal Basalto, hacía muchos años, antes del “Gran
Sueño”. Las dos acababan de llegar a Némesis y se estaban instalando. Aquel
hombre de color, fornido y con expresión algo severa, fue a visitarlas. Tocó a
la puerta y fue la propia Mei Ling quien abrió.
-¿Qué desea?- Le
preguntó con prevención.-
-Buenos días, señorita.
Mi nombre es Basalto.- Se presentó éste.- Soy el padre de Grafito.
-¿Usted es quien
se ha ocupado de nuestro hijo?- Inquirió ella.
Ese tipo asintió, por mor de la
cortesía le invitó a pasar. La propia Sonia salió entonces, estaba terminando
de vestirse. Saludó a su vez y le dijo a aquel hombre con tono reconocido.
-Muchas gracias
por cuidar de él.
-Hice lo que
humanamente era debido.- Respondió Basalto con tono sereno.- Y me gustaría que
siguiera siendo así.
-Es usted muy
considerado, pero no se preocupe, nosotras podremos ocuparnos de él ahora.-
Replicó Sonia con tono educado pero firme.-
Ese hombre suspiró mirando hacia el
techo y tras unos instantes contestó con
un tinte de voz más severo.
-No creo que un
ambiente familiar tan, llamémosle extraño, sea lo mejor para él.
-¿A qué se refiere
con eso?- Inquirió retóricamente Mei Ling evidentemente molesta por ese
comentario del que estaba claro que captaba su significado.-
-He educado a
Grafito en la creencia de la unión entre hombre y mujer. – Respondió su
interlocutor sin rodeos.-
-Bien, pues ahora
que sus madres están aquí, podrá ser educado para que ensanche sus miras.-
Contestó Sonia sin arredrarse. – Deje que nos ocupemos de nuestro hijo, y por
cierto, su nombre es Richard, yo misma se lo puse.
- Cuando llegó a
Némesis fue rebautizado. No obstante, a pesar de mi opinión personal, les
concederé esto. Él tiene ya una edad suficiente como para poder decidir.
-Sigue siendo
menor de edad.- Le recordó Mei Ling, agregando.- Y mi esposa es su madre biológica,
le guste a usted o no, eso le da derechos sobre Richard.
-No aquí. Ustedes
desaparecieron de su vida durante casi diez años. Y en este planeta se permite
que los jóvenes decidan a partir de cumplir los quince. Él está cercano a hacerlo.-
Les desveló Basalto.-
Las dos mujeres se miraron con gesto
serio y fue Sonia quien, de un modo más exaltado, tomó la palabra.
-Escuche, ¡maldita
sea! Nosotras nunca quisimos perderle. ¡Nos lo arrebataron! ¡Su padre le secuestró!
– Un espeso silencio cubrió la estancia en la que se encontraban. La ex modelo
respiró profundamente tras ese arrebato, y de un modo más conciliador, añadió.
– Admito que viendo cómo ha cuidado de él durante todos estos años, está claro
que mi hijo le importa. Para nosotras lo principal es su felicidad. No creo que
sea necesario que nos enzarcemos en una disputa por su custodia que, a todas
luces, lo único que logrará es perjudicarle.
-En eso estoy
totalmente de acuerdo.- Convino su interlocutor, queriendo saber con evidente
interés.- ¿Qué es lo que proponen?
-Bueno, podríamos
reunirnos y hablar todos.- Contestó Mei Ling.- Ofrecerle a Richard
posibilidades y que él elija. Pienso que es lo más justo.
-Por mi parte,
conforme.- Sentenció Basalto, insistiendo una vez más.- Grafito tiene el
derecho a escoger su camino.
-Lo plantea como
si no tuviera más que dos opciones, o con usted o con nosotras. – Replicó
Sonia, afirmando convencida a la par que en un tono más conciliador.- Y nadie
tiene porqué renunciar a él. Ni él tampoco.
Su contertulio asintió, tras esas
palabras se despidió cortésmente y se marchó. Mei Ling recordó como su esposa,
tras aguantar estoicamente, se derrumbó llorando. Ella enseguida la abrazó
asegurándole animosamente.
-Después de todo
lo que hemos pasado, y de recorrer media galaxia para encontrarle, no será ese
hombre quien haga que le perdamos de nuevo.
-¡Eso jamás!-
Sentenció vehemente Sonia.- Nunca renunciaré a mi hijo. Jamás lo hice y no voy
a empezar ahora. Lo que me duele es que ya no es un niño. Nos hemos perdido la
mayor parte de su infancia, ¡de su vida! Ahora tiene voluntad de decidir y
durante todos estos años únicamente ha conocido la existencia junto a ese
individuo. Y no podría obligarle a separarse de él…aunque me duela algunas
cosas que le ha inculcado…
Mei Ling entendía perfectamente lo
que su esposa le quería decir. A veces el niño las observaba con una expresión
de curiosidad, incluso recelo. Verlas darse algún beso de modo ocasional le
turbaba. ¡Y pensar que cuando era un crio pequeño, ellas se demostraban su
afecto delante de él de esa forma siendo aquello de lo más natural! No
obstante, las enseñanzas de aquel individuo, satanizando el amor entre personas
del mismo sexo, y orientando a Richard para considerar la heterosexualidad como
única forma posible de amar, habían dado sus frutos. El chico no ocultaba su
incomodidad al verlas juntas y en actitudes cariñosas. ¡Y eso que jamás pasaron
de darse unos ligeros besos en los labios delante de él! Tanto era así, que ya
no se atrevían a hacerlo.
-Ten fe, cariño,
algo me dice que Richard nos recuerda y nos quiere.- Le sonrió empero la
oriental a su cónyuge, pese a que añadió algo extrañada.- Pero ese tipo me preocupa,
creo que no nos lo ha contado todo…
Aquello sí que rondaba por la mente
de las dos y llegaba a inquietarlas más incluso que lo otro. Al cabo de un par
de días, se reunieron una vez más con Basalto, antes de que llegase Richard. La
ex modelo no pudo evitar sacar el tema.
-Lo que no
comprendo es que fue de su padre. Bueno, del padre biológico de nuestro hijo.-
Matizó Sonia mirando a su interlocutor y después a su pareja.- Rafael y yo
teníamos grandes diferencias pero sé que quería de veras a Richard, a su
pequeño Ricardo, como él le llamaba.- Sentenció.-
-Su, llamémosle
pareja de entonces, no quiso venir.- Fue la lacónica réplica de Basalto.-
-Disculpe pero él
no era mi pareja.- Sonrió levemente la ex modelo.- Mi única pareja es mi
esposa, que ya lo era entonces.- Añadió tomando una mano de su cónyuge entre
las suyas.-
Mei Ling se sonrió con esa acertada
réplica de Sonia, aunque le extrañó esa respuesta de aquel hombre. Algo le
seguía pareciendo raro. Con prevención preguntó.
-¿Y qué fue de
él?¿Lo sabe usted?
-Se fue en otra
dirección.- Contestó Basalto sin darle demasiada importancia. –
Allí, la ahora anciana recordó como
ella y su esposa intercambiaron miradas de estupefacción. Pese a que había
llegado a detestar a Rafa, Mei Ling no podía creer que ese hombre hubiese
abandonado a Richard sin más. Al igual que Sonia, tenía que reconocer que ese
individuo, por canalla que le hubiera parecido, quiso a su hijo de verdad. Eso
era muy extraño. No obstante, algo les decía que no debían insistir. De todos
modos, Basalto cambió de tema para comentarles.
-Sean las dos
bienvenidas. Me alegra ver que Grafito es feliz al tenerlas aquí. He hablado
con él y acepta que todos nos veamos.
-Él nos ha dicho
que quiere volver a ser llamado Richard.- Intervino Sonia.-
Y por la expresión de ese tipo las
dos vieron que eso no le gustaba en absoluto. Sin embargo, él asintió despacio.
-Sí, me lo ha
dicho. Sea pues así. Aquí no somos dictadores. El motivo de que llevemos estos
nombres es porque son de minerales y rocas. Para nosotros simbolizan la
duración y la determinación de nuestras metas. Aunque hay personas que se sigue
aferrando a sus nombres anteriores. Es igualmente respetable. Empero, tengo la
obligación de informales de algo. Es por ello por lo que he venido en primer
lugar, antes del chico.- Expuso Basalto.-
-Bueno, usted
dirá.- Dijo Sonia.-
Y tras unos momentos de silencio, su
interlocutor les explicó.
-En Némesis somos
muy pocos habitantes, por ello tenemos una política. Toda persona en edad
fértil debe contribuir con hijos. Ustedes ya tienen uno. Pero, siendo dos
mujeres, sería necesario que aportasen otro.
-¿Cómo?- Exclamó
Mei Ling esbozando una sonrisa sardónica.- No puede estar hablando en serio.
¿Acaso discriminan por sexo aquí?
-En absoluto. Se
aplica tanto a hombres como a mujeres, independientemente de su orientación
sexual. Es la ley. Pueden consultarla si lo desean.- Se reafirmó Basalto.-
-No creo que todo
el mundo esté de acuerdo con eso.- Objetó Sonia.-
-No, no todo el
mundo lo está. Hemos tenido incluso una revuelta poco antes de que ustedes
llegasen. Unas Feminax casi destruyen parte de la zona habitable. Pudimos
evitarlo a tiempo, pero no fuimos capaces de impedir que causaran muertes. –
Les narró su contertulio dejándolas atónitas y horrorizadas.-
Y tras un espeso y violento
silencio, fue Sonia quien afirmó con tono decidido.
-Bien, por mi
parte me haré las pruebas pertinentes y, si es necesario, me ofreceré para ser
inseminada.
-Espera.- Le pidió
entonces Mei Ling.- Eso es injusto para ti. Tú ya has dado un hijo a este
planeta. Es mi turno de hacerlo.
Y por qué no, también, y pese a no
confesárselo abiertamente a su pareja, ella deseaba sentir ese vínculo de la
maternidad. Amaba a Richard como si le hubiera traído al mundo pero quería
tener esa experiencia. De modo que las dos aceptaron. Al poco llegó su hijo.
Tras exponerle la situación el muchacho aceptó vivir un tiempo en la casa de
cada uno. Empezaría por estar con sus dos madres, a las que hacía tanto que no
veía. Les habían otorgado un alojamiento modesto pero lo suficientemente
espacioso. Basalto se fue entonces. A los pocos días, tal y como
prometieron, ambas se sometieron a las
pruebas. Mei Ling incluso se inseminó. Pero desgraciadamente aquello no dio
fruto.
-Lo lamento.- Le
dijo un médico que se ocupaba de aquello.- Su organismo tiene algunas extrañas
anomalías que le impiden concebir, señorita.-
Ella se sintió tan decepcionada que
ni siquiera matizó a ese facultativo que era señora. Pensó entonces a qué podía
deberse y recordó esa terrible experiencia que la puso al borde de la muerte,
cuando fue mordida por aquellos seres de pesadilla. Su esposa la animó y quiso
quedarse nuevamente embarazada. No obstante, en su caso, el parto anterior y
las duras situaciones que la trajeron a Némesis lo imposibilitaron a su vez.
-Al menos.- Le
sonrió alentadoramente Sonia, cuando las dos estaban en casa, acostadas y
abrazándose en su habitación.- Hemos cumplido lo que de nosotras se demandó. El
médico nos dijo que nada más se nos puede exigir. Y ya tenemos a Richard.
-Hay cosas que no
me gustan de este sitio.- Le susurró entonces Mei Ling con tono concernido,
precisamente de inmediato.- Y no me refiero a sus condiciones de vida. Hay
muchos enigmas y secretos que no comprendo. Por ejemplo, creo que ese Basalto
nos oculta cosas. Y muchas veces quisiera indagar para saber cuáles. Y luego
está esa extraña energía oscura. No comprendo ni su origen, ni su fuente de
alimentación. ¡Ojalá tuviera a algunas de mis antiguas compañeras de las Fairy
Five aquí, como Penélope o Keiko, para investigarlo!
-Cariño, tienes
razón. Hay muchas cosas que no entiendo de este lugar. Pero a mí me basta con
teneros a ti y a Richard. No quiero indagar nada salvo averiguar lo necesario
para vuestro bienestar.- Suspiró Sonia, sugiriéndola tras besarla cálidamente
en los labios.- Intentemos ser felices aquí los tres juntos.
Y trataron de conseguirlo. Incluso
lo fueron durante un tiempo, antes de que a Sonia le diagnosticaran su terrible
enfermedad. Pese a ello, se aferraron la una a la otra y disfrutaron al máximo
de su amor y de su hijo…
-¡Ojalá que algún
día, logremos hacer de este sitio un paraíso! – Comentó entonces Richard, sacándola
de aquellos agridulces recuerdos.-
-El paraíso
auténtico está donde moran tus seres más queridos. Por eso, tanto Sonia como yo
nos sentimos muy bien aquí cuando te encontramos. – Sonrió Mei Ling,
acariciando ahora una mejilla de su nieto que seguía en los brazos de su
madre.-
-Los paraísos por
desgracia también tienen sus serpientes.- Suspiró Kimberly recordando
amargamente a aquellos que se habían negado a establecer contacto con la Tierra
y más que nada a esas saboteadoras y demás criminales, así lo expresó.- Gentes
malvadas que no quieren integrarse ni ayudar, sino hacer únicamente su voluntad
a costa de lo que sea.
-Eso es
inevitable.- Comentó Mei Ling, pensando en algunas personas que muy bien
podrían encajar con esa descripción, aunque añadió con tono decidido. – Pero si
estamos alerta y no les permitimos dañarnos, nunca vencerán. Por desgracia, siempre
hay personas taimadas, y egoístas, más en un lugar como este, donde es tan dura
la supervivencia. Aunque la mayoría de la gente no es mala, sencillamente
tienen miedo. Y lo primero es demostrarles que no deben tenerlo.
Tanto su hijo como su nuera
asintieron. Así era en verdad. Al poco Mei Ling se despidió. Estaba cansada y
quería volver a su casa.
-¿Quieres que te
acompañe, mamá?- Se ofreció Richard.-
-No, gracias
cariño. Puedo ir sola.- Afirmó ésta.- Que paséis buena noche y que el pequeño
Grafito tenga felices sueños.
-Gracias,
igualmente.- Le deseó asimismo Kim a esa anciana.-
Mei Ling salió de la casa de su hijo
y de su nuera, continuó recordando los viejos tiempos y su felicidad con su
difunta esposa. También, por qué no, los momentos amargos y de pesar. Desde que
ambas llegaron a ese mundo tan inhóspito supieron que sus vidas iban a ser muy
duras. Aunque, tal y como le aseguró a Richard, el tenerle de nuevo a su lado
las compensaba con creces de aquello. Recordó esos momentos, en sus primeros
años allí. Sonia, todavía sana, le decía cuando ella iba a su puesto en el
laboratorio de investigación.
-Estoy pensando en
hacerme trabajadora de viveros. Me gustan mucho las flores y aquí no se lleva
mucho el mundo de la moda.,,
-Eso sería
estupendo.- Le sonrió Mei Ling asintiendo.-
Vio entonces un poso de tristeza en
la mirada de su esposa, y enseguida agregó.
-Sé que esto no es
la Tierra, ni siquiera nuestra casa, pero aquí a las mujeres les siguen
gustando los diseños de modas.
-Yo no soy como la
señora Deveraux, solamente soy modelo, no diseñadora.- Sonrió levemente Sonia,
que replicó no obstante con voz queda.- No es eso, Mei Ling. No te preocupes,
mis días de desfilar por una pasarela ya habían terminado incluso antes de
venir aquí. No es que tenga nostalgia, quiero ser útil. Tú por ejemplo eres una
magnífica científica. Tu labor es fundamental. Pero yo soy una inútil.
-¡Nada de eso!-
Rebatió su contertulia.- Para empezar haces que me levante feliz cada mañana.
Que desee afrontar cualquier reto. Entre Richard y tú me dais todo lo que
necesito. Y nuestro hijo te adora. Al principio le costó volver a aceptarnos,
tras tantos años, pero cuando le veo a tu lado siempre está feliz.
-Lo mismo me
sucede a mí contigo, y a él.- Asintió Sonia, objetando sin embargo.- Pero
quiero contribuir al bienestar de todos los que viven aquí. Ya no podemos tener
más hijos, y lo que nos queda es ayudar con todas nuestras fuerzas a que este
mundo se embellezca y sea un lugar mejor dónde vivir. Tú sí lo logras con tu
trabajo, pero yo…
-Lo tienes más
fácil que yo. Lo consigues cada vez que sonríes.- Le aseguró Mei Ling
acariciando una de las mejillas de su amada para sentenciar.- Por supuesto que
podrás hacer mucho para ayudar y lo harás.
Y Sonia así lo hizo, comenzó a
estudiar y a aprender sobre flores, cultivos y como poblar de ellos el planeta.
Ese trabajo le acabó encantando. Desgraciadamente a los pocos años enfermó. Aun
así, siempre se las arreglaba para ir de una parte a otra del planeta
intentando llenarlo de belleza. En una ocasión, ya hospitalizada durante sus
últimos días, le susurraba a Mei Ling.
-¿Sabes cariño?-
Antes de ser ingresada pude al menos plantar unas semillas de kerrias en el
mismísimo jardín Real.-
-Vaya, eso es,
¡fantástico!- Le sonrió su pareja tratando de mantenerse alegre ante ella.- El
rey Corindón no le permite eso a cualquiera.
-Cuando hablé con
él y le conté el motivo sonrió y me dio permiso.- Afirmó una más animada Sonia
ahora, al agregar.- Me dijo que plantase las flores que quisiera. Hablamos un
poco, incluso de cómo llegué a Némesis. Entonces me acordé de nuestra amiga la
abogada, que tanto hizo por nosotras. -Musitó.- ¿Te acuerdas? Nos puso en la
buena dirección para venir aquí, y creo que esas flores eran las favoritas de
su madre, tanto que la llamó como a ellas.
-Es verdad.-
Convino Mei Ling.- Cuando visité a esa mujer con Daphne fue realmente
encantadora…trató de ayudarnos en todo lo que pudo. Y tenía de esas flores en
su jardín.
Aunque Sonia no contestó, su esposa
enseguida le dedicó una inquieta mirada, al parecer había cerrado los ojos,
afortunadamente respiraba. Sin embargo, debía de estar agotada por el tratamiento
y la enfermedad.
-Duerme cariño.-
Le sonrió con ternura y algunas lágrimas.- Descansa, volveré a verte pronto.
Y justo iba a salir cuando Richard
llegó, acompañado de esa jovencita, Kimberly, con la que entonces estaba
saliendo.
-¿Cómo está mamá
Sonia?- Le preguntó a su otra madre con interés y preocupación.-
-Ahora está
dormida.- Le respondió ella.-
-Nos quedaremos a
su lado si quiere usted ir a descansar.- Se ofreció gentilmente Kim.-
-Gracias, eres muy
amable.- Sonrió Mei Ling.- Tengo que irme a trabajar. A seguir investigando.
Quizás pudiera...- Suspiró con un tinte de tristeza.-
¡Ojalá hubiera encontrado una cura
para su amada esposa! Pero en el fondo de su corazón ella sabía que era muy
tarde. Desde que le diagnosticaron ese cáncer a Sonia la científica había
redoblado sus esfuerzos y pasado más horas en el laboratorio sin éxito. Al
final, supo que lo mejor sería invertir ese tiempo en estar junto al amor de su
vida. Su hijo entonces le susurró, tras darle un beso en la mejilla.
-No te preocupes,
mamá Mei, nosotros estaremos con ella. Te avisaremos si hay algún cambio. Mamá
Sonia no va a estar sola.
Así lo hizo, se fue a pasar un rato más con sus análisis
y pruebas, soñando con algún afortunado hallazgo. Desafortunadamente aquello no
ocurrió y, a los tres días de turnarse en estar a su lado junto con Richard,
Sonia les dejó. La ex modelo se fue sosteniendo su mano. Ahora Mei Ling
suspiraba con una mezcla de melancolía y dolor al pensar en ello. Caminaba por
un largo corredor del domo en el que estaba para subirse a un deslizador cuando
coincidió con un viejo conocido. Ambos lo abordaron juntos.
-Buenas noches.-
La saludó aquel hombre que ya estaría en la cuarentena.-
-Hola David.-
Sonrió afablemente ella.-
-Sabes que no uso
ese nombre desde hace mucho tiempo.- Replicó él con tono ligeramente molesto.-
-Te ruego que
perdones a una vieja a la que le falla la memoria, Lignito.- Se disculpó
conciliatoriamente ésta.-
Aunque su contertulio se sonrió
levemente para negar incluso divertido ahora.
-El día en que a
ti te falle la memoria no está todavía escrito en el calendario. Disculpa mi
rudeza. ¿Qué tal estás?- Se interesó de modo cordial.-
-Bien, gracias,
vengo de ver a mi hijo, a mi nuera y a mi nieto.- Le contó, inquiriendo a su
vez.- ¿Qué tal tu familia?
-Mi esposa
Anhidrita y mi hija Azurita están muy bien, gracias.
-¡Ojalá tus padres
pudieran verte ahora! Siendo todo un
padre de familia a tu vez. Y yo que me acuerdo de cuando eras un niño rubito.
Tu madre te adoraba. Me lo contó cuando estuvimos en la Tierra.
Su interlocutor no respondió
enseguida a eso, sus propios recuerdos no eran demasiado agradables. Su madre
les abandonó a él, a su padre y a su hermana pequeña, por una mujer. Aunque
luego retornó, pero aun así, se divorció de su padre casándose con esa amante
suya. Aquello jamás pudo perdonárselo del todo.
-De eso ha pasado
muchísimo tiempo. – Contestó al fin, con tono más seco.- Ya no queda nada que
me una a ellos.
-En eso te
equivocas, siempre te quedará tu corazón.- Rebatió suavemente la anciana.- En
él atesoras tus mejores recuerdos.
-Los recuerdos son
únicamente eso. Ahora solamente quiero que mi mujer y mi hija tengan la mejor
vida posible y un buen futuro.- Contestó Lignito.-
Y él se aplicaba a ello, igual que
el resto de los habitantes de Némesis. En su caso era ingeniero de cúpulas.
Trataba de mantener bien el entorno y de proteger en lo posible a la gente de
las radiaciones. Al fin, tras unos minutos más el deslizador se detuvo. Mei
Ling descendió despacio, ayudada por Lignito. La anciana se llevó la mano al
pecho como si se hubiera sentido indispuesta de pronto.
-¿Te encuentras
bien?- Inquirió su acompañante con evidente inquietud.-
-Sí, gracias. No
te preocupes. – Sonrió levemente su interlocutora quien le dijo con afecto
incluso.- A pesar de lo que pienses sobre las personas con mi orientación
sexual, siempre fuiste amable con mi esposa y conmigo. Eres un buen hombre. Sé
que fue muy difícil para ti, créeme, para tu madre lo fue al menos en igual
medida. Y yo la entiendo muy bien, también tengo un hijo. Pase lo que pase,
jamás dejamos de quereros…
Lignito no respondió, su contertulia
inclinó levemente la cabeza en señal de saludo y se marchó, caminando hacia la
estrecha calle que conducía a su casa. Él subió al deslizador una vez más, le
quedaban un par de paradas. No era mucho pero le dio tiempo a pensar en
aquellas palabras. Recordó tiempo atrás, hacía ya muchos años, tras el
reencuentro con su madre y las segundas nupcias de ella con otra mujer. Se
celebraron a la vez que las bodas del padre del entonces David, con su tía
Stephanie la hermana menor de su madre, quien había sustituido a ésta en la
labor de criarles a él y a su hermana pequeña Leah. El joven muchacho rubio
aprovechó unos momentos en los que su progenitora se había apartado un poco de
aquella otra invertida a la que llamaba esposa y se aproximó a ella. No sabía
que decir, aunque fue su propia madre la que se adelantó, lucía preciosa, con
un bonito vestido de color turquesa y dando la imagen de una chica veinteañera.
-Hijo.- Le llamó
con afecto.- ¡Cuánto me alegro de que hayas venido!
-No podía perderme
la boda de papá y tía Steph.- Repuso fríamente él.-
-Ya, claro.-
Suspiró su contertulia, quien, pese a entristecer su semblante intentó sonar
jovial, alabando al joven que iba muy elegante con un traje azul marino y una
corbata a juego.- Estás muy guapo. Te has convertido en todo un hombre.
-Me sorprende que
encuentres guapo a ningún hombre.- Se sonrió sarcásticamente él.-
Su madre entonces apartó la mirada
fugazmente, bajó la cabeza cerrando los ojos con gesto apesadumbrado. Al final
suspiró susurrando con voz queda e implorante.
-David, ¡por favor!
-Lo lamento.- Se disculpó sentidamente él,
aproximándose hacia ella e incluso tomándola de ambas manos para agregar.- Lo
intento, pero sencillamente no puedo aceptarlo.
Y es que ahora veía a esa otra
individua, esa pervertida en su opinión, que se había casado con su madre. Para
ser justos era guapa, morena, pelo largo, ojos azules, envuelta en ese bonito
vestido blanco. Parecía tan joven como él. Lo natural hubiera sido que esa
chica fuera su propia novia y que su madre les estuviera dedicando sus
parabienes. Lo otro era algo que a él le resultaba tan inverosímil como
repugnante. Aunque al menos esa mujer no se aproximaba a ellos por ahora, sería
porque precisamente sabía muy bien lo que él pensaba.
-Cariño.-
Respondió pacientemente su interlocutora, al darse cuenta de a quién estaba
mirando él.- Únicamente deseo que podamos llegar a hacer las paces, que puedas
aceptarme…Yo…, quiero volver a formar parte de tu vida.
-Tú claro que
puedes formar parte de mi vida, mamá.- Contestó conciliatoriamente David.-
Eso hizo que su contertulia sonriera
fugazmente, aunque él enseguida se ocupó de cortar eso, remachando con más
dureza.
-Pero esa otra
mujer jamás lo hará…
-Ella es ahora
parte de la familia también, hasta tu padre y tu tía lo ven así. Sabra es mi…-
Quiso replicar su interlocutora.-
No obstante, él la cortó colocando bruscamente una palma
de sus manos ante su madre para sentenciar.
-No quiero oírtelo
decir. Si quieres verme no tendré objeción, a condición de que no sea nunca
estando con ella. Lo que hagáis en vuestra vida privada es asunto vuestro. ¡Pero
jamás la aceptaré!
Y tras un incómodo silencio, su
progenitora asintió débilmente para musitar.
-Jamás te pediría
que aceptases algo que no deseas, David. Sé muy bien lo que es eso. Y nunca le
haría algo así a mi propio hijo.
Eso le causó un sentimiento de pesar
al chico, al menos por unos instantes le entristecía ver el sufrimiento en los
ojos de su madre. Pero era mirar de soslayo hacia aquella individua, quien a su
vez les observaba con expresión de creciente impaciencia e incluso desafío y
olvidar cualquier sensación de culpabilidad. Suspiró y, dirigiéndose a su interlocutora, le
preguntó con tono entristecido y velado reproche.
-Dime una cosa, y
sé sincera, por favor. ¿Tan horrible fue para ti el estar casada con papá?.
¿Acaso nunca fuiste feliz con él?
Su contertulia le miró ahora, con
alguna lágrima cayendo de sus mejillas, puso ambas manos sobre las del chico y
fue capaz de decir con tono suave y afectado por los sollozos.
-¡Claro que fui
feliz con él! Hubieron momentos, maravillosos. Y el mejor de todos fue… ¡cuando
supe que te estaba esperando a ti!. Cuando me quedé embarazada, tanto tu padre
como yo fuimos tremendamente dichosos. Por un tiempo no pensé en otra cosa que
en la alegría que sentía de ser madre. Tu padre es un hombre bueno, sé que me
ha querido siempre…No le culpo de nada. Pero yo soy como soy…al final, mis
verdaderos sentimientos y mis preferencias salieron a la luz. Siempre fueron
las mismas. Sé que lo que pasó te hizo mucho daño, tú eres inocente de todo,
igual que tu hermana Leah. Nunca tuvisteis culpa de nada y créeme cuando digo
que siento en el alma cada segundo que estuve lejos de vosotros. Pero trata de
comprenderme, cariño. Sufrí mucho fingiendo una vida que no era la mía. Ahora
que soy libre para elegir a quien amar, me he liberado de eso. Pero es algo que
jamás afectará a mi amor por tu hermana y por ti. Siempre me tendréis ahí, para
cualquier cosa que necesitéis…
David no supo que responder, por una
parte quería dejar ese tema y marcharse. Por otra sabía que, en cuanto él se
alejase, aquella desviada se reuniría con su madre y no quería ni imaginar lo
que se dirían y lo que después, cuando estuvieran a solas, harían. Entonces,
tras pensar un poco, declaró emocionado a su vez.
-Mamá, yo también
te quiero, pensaba que no, pero así es. A pesar de todo eres mi madre.- Suspiró
enjugándose alguna lágrima a su vez para preguntar. -¿De verdad que harías
cualquier cosa por Leah y por mí?- Quiso saber.-
-Ya sabes que sí.-
Afirmó ella.-
Él no dudaba de eso, sin pretenderlo
incluso apuñaló a su propia madre cuando quiso matar a esa maldita Sabra. Y
ella, lejos de reprochárselo, le sonrió hasta el final, cuando pensaba que iba
a morir. Él corrió a buscar un médico pero cuando retornó, para su asombro,
encontró al doctor Ginga convertido en una especie de extraterrestre, y a su
madre, que estaba totalmente ilesa, junto con esa otra mujerzuela. David creyó
que la había perdido y se dio cuenta de cuanto la quería a pesar de todo. Por
ello, y contando con que ese sentimiento era mutuo quiso quemar el último
cartucho. Era algo desesperado, pero también era su última oportunidad. Si eso
no funcionaba ya tenía tomada su decisión…
-Dime, entonces.-
Preguntó él, con nerviosismo y expectación.- Si te pidiera, si te suplicara que
dejases a esa mujer y que estuvieses con papá y con nosotros. ¿Lo harías?
Su contertulia abrió los ojos y la
boca entre sorprendida e incluso parecía que hasta molesta, para declarar con
sinceridad.
-Eso no sería
justo para nadie, ni para tu padre, ni para tu tía Steph….
-Ella lo
entendería, y papá te sigue queriendo, estoy convencido.- Se envalentonó él.-
Su progenitora respiró hondo y
exhaló el aire despacio. Parecía estar tratando de calmarse y a los pocos
momentos, con tono entre reprobatorio y paciente, le contestó…
-No puedes pedirme
eso. Primero porque sería una mentira. Segundo, porque no solamente me harías
daño a mí, sino a otras muchas personas. Lo siento, hijo. Eres el único que no
aprueba esto. Me pides no únicamente que me sacrifique yo, sino también la
felicidad de tu padre, de mi hermana, incluso la de tu hermana Leah, y la de
Sabra que siempre estuvo ahí para mí…Por un momento, intenta ponerte en su
lugar…
-¡Jamás podría
ponerme en el lugar de alguien con tendencias antinaturales!- Siseó él
observando una vez más a esa mujer, que ahora sí se estaba acercando hasta
ellos.-
De hecho, no le dio tiempo a su madre a responderle, fue esa individua la que
se acercó, con gesto serio y preguntó.
-¿Daphne, va todo
bien?
Aunque fue David quien se adelantó,
diciéndole a su progenitora en tanto ignoraba a esa individua.
-Tengo
que ir a un sitio. He quedado.
-¿Quizás
con esa muchacha que te gusta?- Sonrió tímidamente su interlocutora.-
-Quizás.-
Musitó él, agregando a duras penas, en tanto intentaba dominar sus emociones. –
Espero que seas realmente muy feliz, mamá, a pesar de todo siempre te querré.
-Gracias
cariño, significa muchísimo para mí el oírte decir eso.- Replicó una muy
emocionada Daphne, abrazándose a él.-
El chico se
dejó hacer, la sostuvo apretándola entre sus brazos y finalmente se separó de
ella y se alejó. Se giró saliendo de allí a grandes zancadas. Su madre
hizo un breve amago de intentar decirle algo, pero él fue rápido perdiéndose
entre las personas que asistían a esa fiesta nupcial. Cuando estuvo a una
distancia segura, David se permitió buscarla con la mirada por última vez. Allí
estaba, abrazada a esa maldita Sabra y a
punto de besarla. Esa fue la última vez que la vio. Y le
dio el empujón que necesitaba para tomar esa difícil determinación.
-Tengo que marcharme de este sitio.- Pensó.-
Y lo hizo, le fue
duro pero logró mantener su fachada de animación cuando estuvo junto a su
padre, su tía (ahora madrastra) y su hermana pequeña. Se despidió quedando en
verles más tarde. Lo que en verdad hizo fue acudir a un lugar que había
concertado de antemano con unos individuos. Fue su maestro, el reverendo
Corbin, quién le facilitó la dirección y le puso en contacto con ellos. Pese a
estar en la cárcel ese hombre tenía recursos. También le facilitó bastantes
créditos, los cuales, junto a los que él había estado ahorrando, le servirían
para empezar de nuevo. De modo que, a la hora convenida, le aguardaban en una
gran planicie donde una lanzadera estaba lista para despegar. Un tipo alto, corpulento
y de tez oscura, se presentó.
-Soy Basalto, de la Luna Negra. ¿Es usted David Carson?
-Sí, soy yo.- Asintió él.-
-Estamos preparados, si usted lo está.- Replicó aquel
tipo apremiándole.- No tenemos mucho tiempo.
-Nunca lo estuve más.- Afirmó.-
Su interlocutor le guio a una pista de despegue en donde una pequeña nave
aguardaba. La abordaron y esta enseguida despegó, alejándose del planeta.
Durante el ascenso, el chico miró extrañado a través de una de las ventanillas,
el color del firmamento estaba pasando de azul a añil, y más tarde a violeta
oscuro hasta tornarse negro, cuando debería haber estado iluminado a esa hora y
en esa zona…
-¡Qué raro!- Comentó.- No puedo ver nada
más que oscuridad, y deberían verse estrellas o incluso nuestro sol…
Su
contertulio sentado junto a él no replicó, en tanto la nave se alejaba a gran
velocidad de esa creciente zona de oscuro vacío que se iba aproximando de modo
inexorable a Nature…después ya no recordaba mucho más. No supo si se quedó
dormido, el caso es que hicieron transbordo en una nave mayor que le condujo a
Némesis tras un viaje que duró meses.
-Llegué aquí y cambié mi nombre por el de Lignito.
Basalto fue casi como un padre para mí. Sin embargo sigo pensando en mi
familia, en mi padre, mi tía, mi hermana y mi madre… no sé qué estaría
sucediendo en Nature cuando me fui. Pudiera ser el inicio del Gran Sueño.-
Reflexionaba entre intrigado y triste.- Me pregunto. ¿Qué les sucedería a
ellos?¿Quizás durmieron como nosotros y después despertaron? ¿Qué habrá sido de
sus vidas?...Desgraciadamente nunca lo sabré.
Eso le
producía un sentimiento de gran amargura. No quiso pensar más en ello. Ahora,
bajando del deslizador recorrió la calle que le separaba de su casa, dónde él
fundó su propia familia. Tenía una esposa y una hija maravillosas, ¡ojalá sus
seres queridos de Nature las hubiesen conocido!
-Quizás Mei Ling tenga razón, en el fondo no soy tan mal
tipo. Aunque jamás he tolerado, ni he aceptado ese tipo de comportamiento. Al
menos mi hija no será una invertida. La he educado bien a ese respecto. He
luchado y lucharé contra eso durante el resto de mi vida, como mi maestro el
reverendo Corbin hizo.
Y
entonces, abriendo la puerta de su hogar, sustituyó la expresión alicaída que
tenía al recordar aquello por una sonrisa y se anunció en tanto cerraba la
puerta tras de él.
-Anhidrita cariño, Azurita, hija…ya estoy en casa…
Por su
parte Mei Ling llegó a su morada y abrió. Allí tenía muchos recuerdos. Antiguas
fotografías de su amada esposa fallecida, de ambas juntas, de ellas con el
pequeño Richard. Respiró profundamente y soltó el aire despacio, para susurrar
mirando a una bonita urna de color verde que tenía en una repisa.
-Ya estoy aquí, mi amor. Nuestro nieto está precioso.
Volvió a
llevarse la mano, esta vez a un costado. Esos dolores seguían torturándola cada
vez con mayor frecuencia. Menos mal que no le dieron delante de su hijo. Al
menos, solamente David fue testigo del comienzo de ese nuevo brote y la miró
con preocupación. A pesar de todo lo que proclamaba quien se hacía llamar
Lignito, sobre el horror de la impudicia y de los castigos que aguardaban a
todos los desviados, la científica sabía que ese chico le tenía afecto y que
hasta se preocupaba por su salud. Quizás porque precisamente era uno de los
pocos vínculos que le quedaban con su antigua vida y su familia. Únicamente con
ella podía recordar aquellos años.
-Me basta mirarle a los ojos para ver cuanto los añora. Y
sufre mucho por ello. - Meditó la oriental, compadecida incluso de aquel hombre.-
Y en tanto se
decía aquello se tomó su medicación, eso la hizo sentirse mejor, mientras
cavilaba.
-El odio envenena y corrompe a muchas personas. David es
un buen hombre a pesar de todo. Habla mucho pero no ha hecho realmente nada
para dañarme ni a mí, ni a nadie. Son su tristeza y su propio remordimiento los
que a veces le empujan a decir esas cosas. Creo que en realidad ya no las
siente. Por desgracia, no todos son como él. Existen personas maledicentes, maquiavélicas y lo que es
peor, inteligentes y malvadas. Contra ellas hemos debido enfrentarnos durante
toda la vida. Y hay muchas aquí, aunque también hay buena gente. Yo ya soy
vieja, no puedo seguir luchando. Me queda poco tiempo de vida y únicamente
deseo reunirme contigo, Sonia. ¡Ojalá que las personas de corazón puro que
habitan en este planeta prevalezcan, o el mal podría adueñarse de Némesis! Eso
es lo único que me inquieta a estas alturas ya, el futuro de nuestro hijo y
nuestro nieto.
Y ni siquiera ella podía ni imaginar lo acertado de sus
reflexiones. Era cierto, siempre había individuos dispuestos a sembrar la
cizaña y la desconfianza por deseos de venganza o de poder, e incluso ambos a
la vez. Una de ellas, que profesaba sin
embargo unas ideas totalmente opuestas a las de Lignito, todavía andaba suelta
por allí. Bastantes años atrás, justo antes del Gran Sueño, Marla estaba en su
celda. Tras la visita de aquel príncipe no volvió a tener ninguna. Únicamente
sus guardianas se pasaban a verla varias veces al día, además de para
vigilarla, a fin de atender a sus necesidades diarias de alimentación y
limpieza. De vez en cuando, eso sí, era sometida a reconocimientos médicos,
siempre por personal femenino. Nadie quería que se soliviantase o se mostrase
agresiva si algún hombre trataba de examinarla, como hizo en la primera ocasión
que eso sucedió, llegando a clavarle una jeringuilla a un enfermero en un
brazo. Aunque ahora, al haber únicamente mujeres a su alrededor, no se recataba
de lanzarles insinuaciones de todo tipo.
-Oye bonita.
Cuando acabes tu turno, ¿no querrías pasarte por mi celda para hacerme un
reconocimiento íntimo a solas?- Le susurraba melosamente a una joven enfermera
rubia que apenas sí podía ocultar su envaramiento cuando su paciente le
ofertaba con tintes libidinosos- Yo te haría otro muy exhaustivo a ti…
-Le sugiero que se
calme, señora.- Le pidió la doctora al cargo.-
-Es que soy una
mujer muy fogosa, y llevo demasiado tiempo privada de compañía. Ya me
comprende.- Respondió ella.-
Las otras mujeres allí presentes no
replicaron. Fue entonces cuando ocurrió, accidentalmente Marla pudo verse en un
espejo. Al hacerlo, primero se observó
con estupor, después incredulidad, y más tarde aulló revolviéndose pese a estar
amarrada con correas.
-¡No! ¡Esa cosa no
soy yo!. Estáis tratando de torturarme…
Y es que la imagen que ese espejo
devolvía de ella era la de una mujer con el cabello en parte encanecido y con
algunas arrugas y ojeras. No es que estuviera demasiado mal, pero desde luego,
recordando cómo había sido en sus buenos momentos, a Marla le pareció
horroroso.
-¡Basta,
tranquilícese!- Le exigió aquella facultativa en tanto trataba de sujetarla con
la ayuda de aquella rubia enfermera y otra ayudante.-
Al final tuvieron que inyectarle un
calmante. Eso la hizo dormir. No supo a ciencia cierta el tiempo que
transcurrió. Tuvo un sueño, recordó el momento en el que dictaron la sentencia
contra ella.
Marla comenzó a reírse entonces, era como si algo o alguien, una presencia, la
estuviese tranquilizando y le dictase las siguientes palabras que pronunció…
-¡Orden en la sala!- Pidió el juez, tan
atónito como el resto al ver cómo se desternillaba de risa.-
Al
fin guardó silencio. Y fue en ese instante cuando el magistrado le comentó.
-Ante una pena de este calibre, tiene
usted derecho a elegir entre cumplirla en la Tierra o ser evacuada al sistema
solar exterior. A un planetoide lejano, en el que se le reducirá a la mitad de su sentencia pero sin permitírsele retornar
a este planeta. Es la pena del ostracismo. ¿Qué decide?
-¡Que no voy a envejecer aquí! Ni
tampoco allí. ¡Ja, ja, ja! - Se rio una vez más, como una demente. Exclamando.
¡No sabéis quién soy! Bueno, ja, ja… yo tampoco…
Todos
se miraron con estupefacción. Esa maldita Kerria allí presente en su papel de
fiscal, estaba desde luego tan espantada y atónita como el resto. Sobre todo cuando Marla eligió, movida por esa extraña
sensación de tener a alguien dictándole lo que debía de decir.
-¡Ostracismo! Llevadme a Némesis.
-¡Némesis!- Musitó la fiscal con
horror.- Eso es…
-¿Quieres que cuando llegue el momento
le de algún recado a tu mamaíta? Te prometo que aguardaré a que nazca.- Le
espetó Marla, mirándola con el gesto desencajado, para prorrumpir en una
antinatural carcajada.- ¡Ja, ja, ja, ja!
Aunque
ni ella supo por qué había dicho eso o qué diantres significaba. No tenía
ningún sentido desde luego. Ni para la propia Marla, ni para los demás que la
observaban estupefactos y sin comprender. El caso es que disfrutó viendo la
expresión de esa zorrita. Se había quedado pálida y totalmente demudada. Por
desgracia, el juez detuvo su comentario y ese momento de diversión, ordenando a
dos alguaciles que se la llevasen de allí…La rea todavía pudo gritar, según la sacaban
a la fuerza de la sala y convencida de ello.
-¡Yo no moriré, nunca moriré…ni
envejeceré!. ¡Siempre estaré aquí!. Y algún día volveré. Pero tu amada Tierra,
Bios, Nature…el olvido y la nada caerán sobre todos ellos.
-¿Quién eres?- Fue capaz de musitar una espantada
Kerria con voz temblorosa.-
No le pudo responder. Ahora, lentamente salió de esa
ensoñación y abrió los ojos.
-Vaya una
siestecita.- Musitó.-
No obstante, al mirar en derredor enseguida se percató de
un hecho muy extraño. Tanto la doctora como el resto del personal que la
custodiaba parecían estar congelados, paralizados.
-¿Oigan?- Quiso
saber sin comprender qué estaba sucediendo.-
Nadie le respondía. Hizo un acto
reflejo de levantarse, aunque esas correas la seguían aprisionando. Insistió,
una al menos estaba más floja. Tardó unos minutos pero pudo quitársela y
después, pacientemente, se liberó del resto de ataduras que la constreñían. Al
fin se levantó, aunque estaba débil. Miró hacia todas las direcciones y nada se
movía.
-Esto es muy
extraño.- Musitó.-
Dando tumbos se apartó caminando a
trompicones en tanto se iba apoyando en las paredes. Para su contento las
puertas estaban abiertas. Entonces algo sonó en su cabeza, una voz neutra que
no podía identificar que le dijo.
-Hacia esa celda…
Caminó extrañada hasta llegar al
lugar indicado. Apenas sí pudo ocultar su repugnancia. Allí estaba ese
asqueroso macho. Un tipo que, al igual que ella, llegó desde otro planeta a
Némesis para cumplir su condena. Era un maldito violador, pero eso no era lo
peor. Aunque para sorpresa de Marla, ese individuo, de unos cincuenta años y
visiblemente envejecido, también estaba despierto como ella y aferrándose a los
barrotes le pidió.
-¡Sácame de aquí!
Me he despertado hace un rato y nadie responde.
-Debes de estar
soñando.- Escupió la interpelada, para sentenciar.- Jamás liberaría a un macho
y a ti todavía menos. ¡Eres un criminal de los peores!
-Mira quién
habla.- Denunció él sin embargo.- Yo no he matado a nadie.
-Yo tampoco, al
menos directamente, claro.- Se sonrió su contertulia.-
Aunque esa voz que oía dentro de su
cabeza impelía a Marla a abrir esa puerta.
De hecho lo intentó pero el botón no respondía.
-Lo siento. Pero
debe de activarse con la huella de alguna de las guardianas.- Declaró
despreocupadamente encogiéndose de hombros.-
No obstante y para asombro de ambos,
la puerta entonces se movió, como si unas manos invisibles la empujasen. Al
abrirse, ese tipo saltó sobre la mujer agarrándola del cuello.
-Ahora verás,
¡maldita zorra!
-¡Quita tus sucias
manos de mí, macho asqueroso! - Espetó ella tratando de defenderse.-
Cayeron al suelo rodando, ninguno
estaba demasiado fuerte, pero él seguía llevando algo de ventaja y jadeó en la
oreja de su rival.
-Hace mucho que no
me tiro a ninguna hembra. Y tú pese a todo estás bastante buena. Te voy a
conceder ese honor
-¡Te mataré! -
Amenazó Marla entre asustada y llena de desprecio, asco y rabia.-
Jamás permitiría que uno de esos
machos la tocase. Aunque en ese instante una horrísona y malévola carcajada
resonó…los dos se detuvieron tan perplejos el uno como el otro. Y en sus mentes
oyeron una inequívoca orden.
-Dejadlo ya y
venid, por aquí…
Pese al asombro y a su mutua
hostilidad, obedecieron. Había una misteriosa fuerza que casi les obligaba a
ello. Sin confiar en absoluto en el otro a pesar de todo caminaron por un largo
corredor que daba acceso a unas escaleras. Estas descendían perdiéndose de
vista a una profundidad indeterminada. Bajaron un par de peldaños apenas
iluminados.
-¿Qué será esto?-
Se dijo ella en voz alta.-
-Quizás el camino
a la libertad.- Especuló su interlocutor, quien quiso mostrarse más amistoso
preguntándole.- ¿Cómo te llamas? Si vamos a colaborar para huir, no me vendrá
mal saber tu nombre.
-¡A mí me trae sin
cuidado saber como te llames tú!- Replicó la mujer con manifiesto desdén para
amenazarle una vez más.- Te mataré en cuanto tenga oportunidad por atreverte a
tocarme.
-Me llamo Edgar.-
Se presentó pese a todo, añadiendo con irónica sorna.- Y no eres muy original.
Ya he sido engañado y traicionado antes por mujeres. Únicamente quiero saber tu
nombre para no tener que llamarte puta cuando te folle.
Tras un intercambio de hostiles
miradas al fin se atrevieron a aproximarse hacia aquellas escaleras. Aunque
nada se veía más allá de los primeros peldaños que bajaron, por ello no osaron
descender más. Justo en ese instante una llamarada sulfurosa de color
amarillento les iluminó el camino. Marla habría jurado ver durante unos
brevísimos instantes la silueta de algo parecido a un encapuchado. Aquello le
dio miedo, y pudo decir señalando en esa dirección.
-¿Qué ha sido eso?
-Yo no he visto
nada.- Negó Edgar. -
Pero
una vez más, esa voz sonó en sus cabezas.
-Si deseáis
alcanzar vuestros sueños, debéis seguirme…
-¿Quién eres?- Se
atrevió a preguntar Marla ahora en voz alta.-
-Soy quien os
liberará, quien os dará lo que tan largamente habéis anhelado…-Fue la
respuesta.-
Y ambos continuaron su deambular, no
tenían mucho más en donde elegir. Así que, apenas si iluminados por esas fatuas
llamas, bajaron despacio por los demás escalones. Ella iba descalza y se
clavaba algunas piedrecitas en las plantas de sus pies, pero eso no le
preocupaba demasiado. Edgar la seguía a un par de peldaños.
-Mantén las
distancias, pederasta.- Le ordenó despectivamente ella.-
-¡Mira quién me lo
exige! La desviada pervertida. -Se sonrió aviesamente él.-
- Sois tal para
cual.- Resonó aquella voz que se regocijaba con esa disputa.-
-De eso nada. Por
lo que sé de él, este tipo violó e hizo prostituirse a su propia hija. No está
nada mal.- Repuso Marla, ahora casi con más sorna que indignación, aunque la
última prevaleció cuando remachó con patente desprecio.- Y todo porque era una
mujer.
-¿Qué me dices de
ti? Arrastrando a la depravación a muchas mujeres e incluso tratando de
propasarte con una niña pequeña.- Replicó Edgar, confesando.- Sí, te has
jactado de eso algunas veces. Las mismas carceleras que te custodiaban lo
decían. Yo al menos tenía motivos para hacer lo que hice.
-¡Sí, tu lujuria y
el creerte superior por ser un macho! - Espetó su interlocutora.-
-Para empezar, esa zorra no era mi hija, era
un engendro de laboratorio que metieron en mi casa y en mi vida sin
consentimiento mío.- Replicó airadamente él, añadiendo.- Y se prostituyó ella
solita. No tuve que ver en eso, pero admito que aprendió el oficio muy bien.
-¡Son los cerdos
como tú los que refuerzan mi odio hacia los machos! - Masculló Marla a su vez,
espetando.- Hubiese preferido estar encerrada en mi calabozo por toda la
eternidad que sufrir tu asquerosa presencia ni un segundo.
-En eso coincido
contigo. No me gustan las desviadas asesinas como tú. Aunque soy más pragmático
y sea lo que sea lo que nos aguarde aquí, puede que no sea mejor que lo que hemos
dejado atrás. En cualquier caso, para sobrevivir podríamos necesitarnos. - Se
dijo con un tinte más reflexivo.-
A su pesar Marla tuvo que admitir que ese cerdo podría
tener razón en eso. Lo cierto es que, en tanto discutían no tuvieron consciencia
del discurrir del tiempo, o quizás es que este sencillamente no transcurriese.
Tampoco se sentían especialmente mal. Una vez comenzaron a descender, esa
debilidad que tenían tras su despertar parecía haber quedado superada. Tras un
periodo indeterminado, llegaron al final de esos peldaños. Ante ellos se abría
una gran cámara excavada en la roca. Iluminada por una especie de llama entre
carmesí y rojiza que llegaba desde el fondo. Parecía estar contenida en una
especie de campo de fuerza. Apenas sí pudieron observar aquello cuando esa voz
retumbó de nuevo con resonancias graves, esta vez, haciendo eco en esa cueva.
-Bienvenidos,
Marla Sorel. Edgar Connors
-¿Quién eres? O
mejor dicho. ¿Qué eres?.- Inquirió Marla sin poder evitar que el temor se
apoderase de ella. Aunque añadió con un tono de sarcasmo típico, que trataba de
ocultar ese miedo.- Si eres un hombre, pierdes el tiempo…os odio.
-¡Solamente una
loca estúpida saludaría así a quien nos ha liberado! - Se burló Edgar
aplaudiendo con sorna.-
-A ti nadie te ha
pedido tu opinión, ¡bastardo! - Replicó ella.-
Edgar le propinó una bofetada que
ella encajó, aunque reaccionando le devolvió la gentileza en forma de patada en
sus partes.
-Así te enfriarás.
– Se sonrió la mujer, restañándose la sangre que tenía en su labio abierto.- El
mejor remedio para un macho es matarlo, el segundo más adecuado, castrarlo.
Su adversario se recobró a duras
penas apoyándose contra una pared y mirándola con inquina. Parecía a punto de
saltar sobre ella pero no tuvo ocasión. En ese momento, una horrísona carcajada
retumbó por toda la estancia. Hasta tuvieron que taparse los oídos durante unos
instantes, y finalmente otra voz, o al menos eso creyeron en una primera
impresión, puesto que sonaba mucho más aguda y femenina, replicó.
-¿Lo veis? En el
fondo sois las dos caras de una misma moneda. Os complementáis y oponéis al
mismo tiempo. En cuanto a mí, no tengo sexo. Soy una manifestación de energía.
Soy quien ha pugnado desde el principio contra la monotonía existencial de este
patético universo de luz.
-¿Tienes nombre?-
Preguntó la ahora asombrada mujer.-
-Algunos me llaman
Caos.- Fue la respuesta.- Y soy lo que vosotros, mortales, conocéis por el mal.
Marla y Edgar abrieron la boca y los
ojos sobremanera. Hasta ellos se sentían ahora aturdidos y aterrados.
-Debo admitir que
es delicioso, sentir vuestro odio, vuestra rabia. Gracias.. habéis sido de
mucha utilidad para ayudarme. – Retumbó aquella voz.-
Edgar al fin pudo recobrarse del golpe recibido para
contestar.
-Entonces, tú eres
eso que adoraban los partidarios de aquel…
-Aquel al que
llaman el Fantasma de la Muerte.- Completó esa voz.- Y habéis sido elegidos,
Marla, Edgar. Sé lo mucho que odiáis a los seres de vuestra especie.
-Yo odio
únicamente a los machos, y a aquellas
hembras sometidas a estos o que colaboran con ellos por su propia voluntad.-
Puntualizó la mujer.-
-A mí no me
preocupa más que vengarme de esos malditos que me metieron entre rejas. Sobre
todo a esas dos putas de Kassandra y Nelly. - Replicó Edgar.-
-En cambio yo odio
a toda forma de vida, ¡como las vuestras! - Se rio esa voz.- Los seres vivos
sois los responsables de agitar el Universo y destruir su Armonía, la armonía
del Silencio y de la Nada.
-Pues entonces
estás realmente chiflada.- Se atrevió a replicar Marla.- Si te haces llamar
Caos, dices ser el mal y buscas el orden. ¡Ja, ja!… Deberías hacértelo mirar…
Entonces se produjo un breve momento
de silencio. Mas Caos no tardó mucho en contestar con tono mesurado e incluso
reflexivo esta vez.
-Para un ser
finito y mortal como tú, no es posible comprenderlo. Pero el Caos es necesario
para restaurar la Armonía. Lo mismo que el mal debe oponerse al bien.
Eso hizo meditar a su oyente durante
unos momentos. Entonces, como si una luz se hubiese encendido en su mente,
Marla asintió, sonriendo y declaró.
-¡Claro!, el caos
lo siembras para destruir la armonía entre los seres vivos, tú armonía es
nuestro caos. ¡Y a la inversa!…
-Es cierto. Tiene
todo el sentido. El mal o el bien son conceptos relativos. - Acordó Edgar por
una vez.- Vaya, no eres tan tonta como pareces.
-Eso es lo que
ocurre con los machos, siempre infravaloráis a las mujeres. Por eso os
acabaremos destruyendo.- Proclamó ella con tono triunfal.-
Tras estas palabras hubo más risas
de aquel ente, quien al poco admitió, incluso tiñendo su nuevamente grave voz
de alabanza.
-No me equivocaba
al escogeros. Sois la combinación perfecta. ¿Es que acaso no os dais cuenta?
Seréis mis herramientas para sembrar el odio, la confusión y la división. Tú Marla,
eres inteligente y por ello te haré una de mis favoritas. Lo sepas o no, hay
una parte de mí dentro de ti. Eso fue así desde tu nacimiento. Por ello serás
una de mis acólitas y transmitirás el caos a tus iguales. Edgar, tú también me
representarás aquí.
-¿Y qué ganaría yo
con eso?- Quiso saber la mujer, volviendo a su visión pragmática y egoísta de
las cosas.- Si te autoproclamas como el mal, y dices haberme elegido por mis
méritos, entenderás que yo no sea muy altruista.
Y tras un breve momento en silencio,
su interlocutor respondió.
-Lo ganarías todo.
Para empezar. Conozco de sobra tus mayores anhelos, Marla.
-¿Ah sí?..- Se rio
esta vez ella, para con voz desafiante preguntar.- ¿Cómo por ejemplo?
-Por ejemplo, lo
que siempre quisiste en Nature, cuando intentaste que esas dos vampiras te
convirtiesen. Anhelas ser inmortal, eternamente joven y hermosa.
¿Verdad?...¡Pobre Marla!, tan inteligente y perceptiva, tan llena de odio y
rencor, pero tan limitada por su caparazón mortal. Ese cuerpo hermoso que
usaste para satisfacer tus pasiones y manipular a otros, ahora va decayendo y
se marchita.
-¡Ja, ja, ja! Eso
es el colmo de la estupidez, querer convertirse en un vampiro.- Se burló Edgar,
sentenciando con regocijo.- Claro, te vas haciendo vieja. Y esas tetas tan
grandes se te caerán…
-¡Cállate puerco!-
Espetó ella que no deseaba en absoluto escuchar tal cosa, aunque enseguida se
dirigió hacia aquella voz para inquirir.- ¿Cómo sabes todo eso?
-Porque yo estaba
ahí. Ya te lo he dicho. Siempre he estado contigo. Además, todo mal me rinde
pleitesía.- Le explicó aquel ente, añadiendo.- Y porque dominé a muchos estúpidos incautos
que creyeron poder jugar a ser dioses, usando poderes que no les correspondían
utilizar…
Sus interlocutores no comprendieron
a qué se refería con eso último. Marla en particular comenzaba a sentirse
intrigada. ¿A qué se refería esa presencia? ¿Había estado con ella siempre?...
Y sin embargo, su contertulio tenía razón. Aquellas palabras eran desde luego
totalmente ciertas. Al menos tuvieron que admitirlo, y Caos entonces continuó.
-También he
conocido a otros como vosotros. Comenzaré por tu caso, Marla. En el pasado algunas
de mis acólitas se parecían a ti. Lograron ser poderosas e inmortales. Aunque
luego fracasaron. Porque sencillamente les faltaba la inteligencia necesaria. O
incluso porque en ellas una vez anidó el bien. Cualquier traza, por diminuta
que fuera, de empatía, amor o sentimentalismo, las debilitaba. En cambio tú, tú
ya eres malvada. Llevabas mi semilla en tu interior desde que naciste. Por eso,
solamente deseas saciar tu lujuria y tu odio, no tienes remordimientos ni
limitaciones. Serás mucho más poderosa que cualquiera que te haya precedido.
Y ante los asombrados ojos de Marla
aparecieron visiones de algunas mujeres. Una muy alta, con largos cabellos que
parecían del color del fuego, llevando la destrucción sobre una ciudad cuyos
edificios estaban rematados en cúpulas que lucían una media luna con las puntas
hacia arriba.
-Ese es… ¡El reino
de la Luna! -Pudo decir perpleja.-
- Y esa mujer tan
poderosa fue mi sirviente Beryl. A pesar de su enorme fuerza, ella y mi hija
Metalia no lograron triunfar…Esa infeliz estaba enamorada del rey Endimión y
siempre tuvo ese ridículo anhelo de que le correspondiese. ¡Amor! ¡La mayor
mentira del Cosmos!
Después esas imágenes quedaron
sustituidas por otros poderosos seres malignos que fueron invariablemente
derrotados. Al fin vieron las de otra mujer que Marla reconoció de inmediato,
aunque su expresión y sus ojos eran bien distintos. Una gran maldad los
dominaba.
-¡La reina
Neherenia! – Exclamó con asombro la mujer. –
-¡Maldita sea! Sé quién
es esa mujer. – Terció un atónito Edgar. -
-Ella también
fracasó…en el fondo no era más que una niña asustada, deseosa de no estar sola
y no perder su juventud. ¡Estúpida ilusa! - Les desveló aquel ente.- Y otras
más fueron vencidas a su vez, siempre por la misma razón. Las Guerreras de la
Luna y la Reina Serenity…Ahora la soberana, en su máxima manifestación de poder
como Sailor Cosmos, ha congelado el Universo. No obstante, eso terminará
pronto. Cuando lo haga, ella restaurará su gloria y comenzará una edad de oro
en la Tierra y en la Luna. El Reino de Cristal Tokio y del Milenario de Plata.
-De modo que
finalmente han ganado.- Suspiró Marla.-
-Pues ya no tienes
nada que hacer entonces.- Añadió Edgar.-
-No han ganado
completamente, puesto que yo permanecí aquí, ocultándome a su vista, reservando
mis fuerzas. Pude despertar cuando el poder de ese nuevo comienzo se difuminó y
el Gran Sueño empezó a disiparse. Por eso reviví, el mal jamás muere. Por ello,
cuando os percibí os hice despertar antes que al resto de los que os rodeaban
lo hicieran. Ahora Marla, tú harás algunas cosas por mí aquí, luego viajaras a la Tierra y sembrarás el odio y la
discordia entre los súbditos de esa maldita entrometida de Serenity. -Fue la respuesta.- Y tú Edgar, te quedarás a
mi lado aguardando el momento en el que debamos revelarnos a estos estúpidos
seres humanos. También serás parte de mí, poderoso e inmortal. Los dos
transcenderéis las limitaciones humanas empapándoos de mi esencia.
-No me parece un
mal plan.- Se sonrió éste último, objetando no obstante.- Aunque no tengo ni
idea de cómo podrás hacerlo.
-Por una vez
coincido con él. Para empezar. ¿Cómo haré para salir de aquí?. No sé si te das
cuenta de cuán lejos estamos de la Tierra.- Convino Marla, pragmática pese a
todo.-
-¡Porque yo tengo
el poder para otorgaros lo que siempre quisisteis! - Aulló esa voz.- ¡Recibidlo
ahora!
E inopinadamente una ráfaga de
energía rojiza y escarlata fue proyectada desde el fondo de aquella sala. Los
dos sufrieron su impacto directo. Edgar aulló con horror sintiéndose arder y
reducirse a cenizas. Por su parte la mujer chilló en agonía como si el fuego
del infierno la estuviera consumiendo. Sin embargo, a los pocos momentos, se
sintió realmente bien. Era una sensación de placer indescriptible, de éxtasis.
En ese instante, un espejo apareció ante ella y pudo mirarse. Su tez era ahora
de un color violáceo, sus labios se marcaban oscuros y sus ojos eran rojos.
Empero, con desearlo simplemente volvió a su aspecto normal, muy mejorado. No
daba crédito a lo que veía. Estaba en la cúspide de su juventud y belleza.
-¿Qué me has
hecho?- Pudo preguntar con tono trémulo y emocionado.-
-Te he dado parte
de mi inmenso poder, he potenciado la pequeña parte de mí que ya habitaba en ti.
Te he concedido esa inmortalidad que soñabas. Ahora finalmente has dejado de
ser humana. A cambio solamente me servirás a mí y obedecerás cuanto te ordene.
¡Júramelo!
Y sonriendo llena de satisfacción,
Marla miró a su alrededor. Pudo observar el carbonizado cuerpo de Edgar, apenas
sí era reconocible con unos pocos restos de carne pegados a sus huesos.
-El final que te
merecías.- Se sonrió con regocijo ella al observarle de esa guisa.-
No
obstante, un brillo rojizo salía de las cuencas de sus ojos. Al momento, una
túnica negra cayó sobre aquellos restos envolviéndolos. Y el cuerpo aquel se
alzó, colocándose en la posición del loto, sin dejar entrever nada bajo la capucha
que ahora cubría su cabeza. Una extraña bola de algo que parecía ser cristal,
del tamaño de un balón de fútbol, se condensó de la nada quedando junto a esa
horripilante figura quien, con voz resonante y grave, proclamó.
-Larga vida al
Fantasma de la Muerte, mi amo y Señor. Del cual he sido emanado como su
manifestación.
La
mujer entonces asintió poniéndose de rodillas y bajando la cabeza, para
contestar de la forma más sumisa en la que jamás lo había hecho, incluso desde
niña.
-Mi ama y señora
del Caos. Soy tu humilde sierva…te juro fidelidad eterna. Solamente dime que he
de hacer y lo haré.
Y tras un breve silencio, su nueva ama le
respondió.
-Escucha pues…lo
que te he de revelar…
Ajenos a todo aquello, en el palacio
Real, la princesa Ámbar acunaba a su hijo.
-Mi pequeño
Coraíon.- Musitaba acariciando con un dedo la boquita del bebé que estaba medio
dormido.- Pronto volverá papá…seguro que tienes muchas ganas de verle. ¿A que sí?
El niño evidentemente no respondió a
esa cuestión, sin embargo una voz masculina lo hizo en su lugar.
-Esperemos que así
sea. También tengo ganas de volver a ver a mi hijo…
La joven princesa se giró sonriendo
al reconocer a su suegro, el rey Corindón. Aunque no venía solo. Junto a él,
una atractiva jovencita que quizás alrededor de los dieciocho años, le
flanqueaba a su derecha, era de aventajada estatura, y largos cabellos negros,
con ojos grisáceos. El soberano la presentó.
-Esta es Magnetita.
La hija de mi amigo el duque Karst. Servirá como tu camarera mayor.
-Alteza, es para
mí un honor.- Musitó la ruborizada jovencita, haciendo una leve reverencia.-
-Encantada de
conocerte y sé bienvenida.- Sonrió Ámbar.-
La princesa se levantó algo
trabajosamente, el rey miró de soslayo a su acompañante y ésta enseguida corrió
a ayudarla.
-Permitidme.- Le
pidió voluntariosamente.- Os lo ruego, yo tomaré al príncipe.
Ámbar dejó que esa chica sostuviese
a su hijo en brazos mientras ella se enderezaba. Tras el parto había tardado en
recobrarse y todavía arrastraba algo de debilidad. Por no decir que no había
recuperado del todo su anterior figura.
-Gracias.- Sonrió
a esa jovencita.-
La aludida chica no pudo evitar
volver a sonrojarse, aunque desvió la mirada hacia el bebé y afirmó
halagadoramente.
-Es un niño
precioso.
-Y el futuro
heredero.- Subrayó Corindón.- Ahora os dejo para que charléis. Ámbar, sé que
deseas tanto como yo que mi hijo retorne. Ya sabes cómo es Karst. Le encanta
viajar y explorar los alrededores de Némesis a la busca de nuevos yacimientos
en asteroides. Aunque te ama mucho y adora a su hijo. No tardará.
-Gracias,
Majestad.- Convino su interlocutora.-
Y el rey se fue, la joven Magnetita
dejó cuidadosamente al crio en una cunita que estaba cercana y le ofreció a la
princesa.
-¿Deseáis tomar
algo, Señora?
-El aire.- Suspiró
ésta.- Desde que Coraíon nació apenas si he salido al exterior. Entre el parto,
que fue algo difícil, y la enfermedad de la reina Bauxita, no he tenido muchas
ganas de salir al jardín. Pero deseo respirar un poco de aire puro. Con las
flores ahí fuera la perspectiva es más agradable.
-Sí, Alteza. Es un
hermoso jardín. – Convino la joven.-
-Pobre señora
Sonia.- Comentó Ámbar.- La reina la apreciaba mucho, y aunque apenas pude
conocerla, puesto que por entonces yo solamente era una cortesana más , era una
buena mujer.
Magnetita daba la impresión de estar
ausente, como si su atención se centrase en otra cosa, miraba aparentemente
hacia ningún sitio en particular. Incluso la princesa se percató y quiso saber
con cierta extrañeza.
-¿Te encuentras
bien?
-¡Oh, sí!, sí
Señora. Disculpadme. Es que este palacio es… muy grande.- Pudo decir. –
-Lo es.- Asintió
su contertulia, indicándole.- Ven conmigo, salgamos por el balcón.-
Y sumisamente Magnetita la siguió.
Ámbar se adelantó unos pocos pasos, en tanto su nueva camarera, con gesto que
reflejaba algo de malestar, musitaba para sí.
-¡Basta! ¡cállate!...
Después pudo sonreír acercándose a su princesa y bajando
con ella por unas escaleras que comunicaban el balcón de aquella estancia con
el jardín.
-En verdad es un
sitio muy hermoso, como vos.- La elogió deleitándose en contemplar esos
cabellos dorados que le llegaban hasta más debajo de los hombros a la princesa
y esos ojos del color de su nombre,
grandes y vivaces, que la esposa del heredero poseía.-
-Gracias.- Sonrió
la aludida agradeciendo el cumplido, para replicar.- Espero que pronto,
recuperaré la línea.- Aseveró, haciendo alusión a algunos kilos de más que
había adquirido tras su embarazo.-
-Os ayudaré a que
así sea, mi Señora.- Afirmó una afable Magnetita.-
De este modo, ambas pasearon por ese jardín. Poco tiempo
después, una nave de Némesis se aproximaba a su planeta. Al mando junto con un
par de tripulantes, iba el príncipe Karst. El joven, de cabellos blancos y ojos
azules, sonreía.
-Estáis muy
contento, Alteza. -Le comentó un muchacho vestido con uniforme grisáceo, que
estaba junto a él.-
-Sí, Carbón. Tengo
muchísimas ganas de volver a ver a mi esposa y a mi hijo.- Le confió a su subordinado.-
Me fui a esta misión estando él recién nacido.
-Os felicito,
señor.- Añadió una joven que estaba sentada a su lado.- Ha sido una gran
noticia, el nacimiento de vuestro hijo y heredero.
-Estamos muy
contentos. Gracias Calcita.- Afirmó su interlocutor.-
En la pantalla del radar se
detectaron entonces algunos objetos, eran meteoritos que se aproximaban hacia
su nave. Por suerte, iban despacio y había margen más que suficiente para
evitarlos.
-Programad el
acercamiento a nuestro planeta y dispongámonos a aterrizar. Quiero darle las
buenas noticias a mis padres cuanto antes. - Comentó Karst, sin concederle
mucha importancia a aquello.-
-El Consejo habrá
deliberado ya.- Supuso el joven que le acompañaba.-
-Puede ser,
Carbón.- Admitió el príncipe, alegando entonces.- Pero cuando les contemos lo
que hemos visto. Quizás no tengamos que ir a la Tierra después de todo. -Sonrió
esperanzado.-
-¡Alteza!- Exclamó
una asombrada e incluso asustada Calcita, señalando hacia una de las ventanas
de la nave.-
-¿Qué ocurre?-
Quiso saber Karst.-
El propio príncipe y Carbón miraron
entonces en la dirección que la joven señalaba y no pudieron dar crédito. Ahí
fuera, en medio del espacio, una hermosa mujer de cabellos morenos les sonreía
mirándoles con una mezcla de curiosidad y diríase que hasta regocijo en sus
azules ojos.
-Alteza, ¿creéis
que será una de las legendarias Guerreras de la Luna?- Inquirió el perplejo
Carbón.-
-Está en medio del
espacio sin ningún tipo de protección. ¡Es imposible!, no creo que ni ellas
pudieran hacer eso…- Objetó el interpelado.-
-Príncipe Karst,
de pequeño oí historias de que eran capaces de hacer algo así.- Le contó su
subordinado especulando.- ¿Pudiera ser que alguna de ellas nos hubiese detectado
también y nos haya seguido para iniciar conversaciones?
-No lo sé. Pero
hay algo que no me gusta.- Le confesó su contertulio sin dejar de mirar con
asombro aquella especie de aparición. -
Y es que esa extraña mujer seguía sonriendo, incluso les
tiró un beso. Empero había algo pérfido en la forma en cómo lo hizo. Entonces y
al instante siguiente, tornó su color de piel en violeta, sus ojos refulgieron
rojos y sus cabellos ondearon de un tono color fuego. Abrió su boca en una
deformada y malsana especie de carcajada e hizo un ademán con sus manos. Sin
que los aterrados y atónitos tripulantes pudieran percatarse de cómo sucedió,
algunos de los meteoritos estallaron, como si algún invisible proyectil les
hubiera hecho pedazos. Los fragmentos de aquellos asteroides se precipitaron
contra esa pequeña y frágil nave a gran velocidad.
-¡Calcita,
esquívalos!- Ordenó Karst a la desesperada.- Esta nave es muy pequeña, no
tenemos cápsulas de escape…
-¡No puedo señor,
no puedo!…-Chilló la horrorizada joven
de cabellos castaños.-
-¡Impacto
inminente!.- Gritó Carbón.- ¡Escudos!…
Sin embargo, los débiles sistemas de
protección de esa lanzadera no fueron capaces de detener gran parte de esos
fragmentos de piedra y metal que, a enorme velocidad, perforaron el casco como si
de proyectiles se tratasen. A los pocos segundos la nave estalló
desintegrándose sobre el oscuro cielo de Némesis. Marla entonces se rio
divertida y musitó.
-La primera de tus
órdenes ha sido cumplida. Mi ama y Señora del Caos…Estoy trabajando en la segunda
y aguardo con impaciencia tus instrucciones…
Y desapareció quedando cómo único
testigo de su crimen la negra y helada profundidad del espacio…
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