domingo, 19 de agosto de 2018

GWNE02. Los nuevos siervos de la Oscuridad

Por su parte Kim estuvo observando durante unos instantes a su madre, escondida tras la puerta de salida. La verdad, se sentía algo preocupada. De un tiempo a esta parte la pobre mujer no dejaba de recordar a su fallecido esposo y su pasada juventud.



-Está deprimida. Y las noticias que le he dado han debido de agravarlo.- Suspiró consternada.-



 Movió la cabeza dejando a su progenitora sumida en su nostalgia y volvió a su casa. Allí estaban su marido y su hermano Crimson Rubí aguardando en tanto daban de cenar al pequeño Grafito de tan sólo un año de edad.



-¿De dónde vienes?- Quiso saber el hermano de la joven quien era precisamente el encargado de tratar que el niño aceptara una cuchara llena de papilla.- Me pasé por aquí para contarte algo importante y llevo un buen rato esperándote.

-De ver a nuestra madre. Quizás deberías ir alguna vez.- Le reprochó ella con tono algo molesto.-

-He estado muy ocupado en la mía.- Se defendió él. Dándole otra cucharada al crío.- Y tenía que comentarte un asunto.

-¿Cuál de tus asuntos es tan importante para que vengas a estas horas?- Se sorprendió su hermana para reprocharle una vez más.- ¿Y no te dignes ir a ver a nuestra madre?

-Había más asuntos que tratar y luego tuve que pasar por casa.- Argumentó el joven.- También tengo mi propia familia

-Lo mismo que yo la mía. -Replicó Kim.- Haberme acompañado a visitarla cuando concluimos.

-Ya sabes que estoy muy ocupado. Puede que tú termines tu trabajo tras la sesión, pero yo debo tratar otros asuntos. -Se justificó él, añadiendo.- Y no creo que mamá me vaya a echar de menos, hace apenas cinco días que la vi.



            Kim movió la cabeza pero no quiso replicar. Era obvio que su hermano no tenía valor para mirar a la cara a la madre de ambos, sobre todo porque ella sabía perfectamente lo que él había votado. Decidió dejarlo estar. No quería mezclar asuntos familiares con política.



-Bueno…déjame a mí, anda. – Le pidió tratando de sonar conciliadora en tanto tomaba la cuchara para terminar de darle la cena a su hijo.- Dime ¿Qué es lo que quieres para venir desde tu casa hasta aquí?

-Contarte algo que deberías saber. Te marchaste tan rápido que no tuve ocasión. No hace falta que me lo agradezcas.- Replicó su molesto hermano a quién no había gustado ese tono.-

-Vamos, no hace falta que discutáis.- Le pidió Richard, el esposo de Kim, tratando de sonar con desenfado.- Se supone que sois del mismo clan. ¡Si hasta me adoptasteis a mí!



            El marido de Kimberly provenía de una familia que llegó al final de la primera oleada de colonos pero que quiso mantener sus nombres terráqueos. En aquellos días eso no estaba bien visto entre los pioneros. Llegó de muy niño, traído por  uno de los jefes de la Luna Negra. Y pese a que fue rebautizado como Grafito, una vez que sus madres llegaron a reunirse con él en Némesis decidió retornar a su nombre de nacimiento. Sin embargo, el chico se casó con Kimberlita, miembro del prestigioso clan Kurozuki, y aceptó cambiar sus apellidos. Así lo recordaban todos.



-Cuando me trajeron aquí, me dijeron que mi nombre sería Grafito. Aún recuerdo esos años. Perdí a mi padre que desapareció, venía conmigo en una nave, pero después ya no estaba. Nunca supe que fue de él. Mi madre biológica Sonia, que estaba casada con otra mujer, mi madre Mei, tuvieron que buscarme durante años. Al fin dieron conmigo y viajaron hasta aquí.

-Esa fue una maravillosa muestra de amor.- Afirmó su esposa con admiración.- ¡Lo dejaron todo para encontrarte!

-Sí, puesto que ellas jamás habrían tenido motivos para venir a este planeta.- Suspiró Richard, que recordó aquellos momentos una vez más.-



Tendría unos catorce años por entonces cuando fue llamado ante la presencia de Corindón, no tardó en acudir. El por entonces todavía príncipe salió a recibirle a la puerta de su salón de juntas y tras sonreír afablemente le comentó.



-Aquí hay dos personas que han hecho un largo viaje para poder reunirse contigo.



            Y le indicó que pasara, quedándose él fuera.  Cuando el muchacho obedeció entrando en la sala vio a dos mujeres de mediana edad abrazadas que le miraban con una mezcla de asombro, alegría e incredulidad. La más alta, de pelo castaño y ojos a juego, se separó de la otra musitando entre sollozos de emoción…



-¡Richard! Mi pequeño…



            La otra, de rasgos orientales, y negros cabellos, ya con algunas canas, sonrió ampliamente, enjugándose algunas lágrimas a su vez de sus ojos color azabache…



-Cariño.- Pudo decir igualmente afectada.- ¡Es verdad! ¡Eres tú!

-¿Quiénes sois?- Quiso saber él que juraría haberlas visto antes.-

-Somos tus madres, tesoro.- Pudo responder la del pelo castaño, presentándose.- Soy mamá Sonia.

-Y yo mamá Mei.- Agregó la otra.-



            El joven apenas sí las recordaba. Aunque eso de que ambas se hicieran llamar sus madres le parecía cuando menos extraño, algo en su interior le hacía creer a esas dos mujeres.  Algo aturdido repitió.



-¿Mamá Sonia? ¿Mamá Mei?



            Las dos corrieron a abrazarle, él de hecho ya sobrepasaba en unos centímetros a esa mujer de pelo castaño que era con mucho la más alta de las dos.



-Richard, hijo. ¿Cómo has estado? ¿Quién ha cuidado de ti?- Quiso saber la tal Mei.-

-Aquí, todos cuidamos de todos.- Repuso él con tono amable, una vez se separaron del abrazo.-

-¿Y tu padre?- Inquirió la otra mujer con interés.-

-No lo sé. Sólo me acuerdo de un hombre que me llevaba de paseo en una gran nave. Pero luego se perdió. Basalto me trajo aquí, y él ha sido mi padre.- Declaró el muchacho, informándolas a ambas.- Yo ahora me llamo Grafito, y soy su hijo.

-Cariño, da igual como te llamen aquí, eres nuestro pequeño.- Afirmó la mujer del pelo castaño, dándose plenamente a conocer.- Yo me llamo Sonia Calderón, Y tu otra madre es Mei Ling Chang.

-Tu auténtico nombre es Richard Calderón Chang.- Convino Mei Ling.-



            No obstante, el chico las miró moviendo levemente la cabeza para afirmar con resignado pesar.



-De todos modos, nada de eso es relevante ya. El final está llegando. La Nada se acerca. Pronto dejaremos de existir.

-Eso no nos importa. ¡Nosotras dejamos de existir cuando te perdimos! - Sollozó Sonia, quien abrazándose nuevamente a él, afirmó.- Pero ahora hemos vuelto a recuperar la alegría.

-Sí, nos sentimos vivas otra vez.- La secundó Mei Ling con idéntica emoción.- Sea cual sea el plazo nos quede hasta ese momento.



            Y el que ahora se llamaba Grafito, no replicó a eso, sencillamente volvió a dejarse abrazar. Pese a que él apenas se acordaba de esas dos mujeres no quería desilusionarlas, máxime teniendo en cuenta el poco tiempo que les quedaba…



-Así sea. Seremos una familia hasta el final.- Pensó él.-

-Y luego fue cuando el Gran Sueño llegó. ¿Verdad?- Le preguntó Crimson.-

-Sí.- Repuso su interlocutor.- Tu hermana era apenas un bebé y tú no habías nacido todavía. Pero así fue. Al despertar al principio nadie se dio cuenta. Fue cuando los científicos comenzaron a estudiar los cambios en Némesis y sobre todo, los isótopos radioactivos. Como Kim bien sabe, descubrieron que habían transcurrido al menos ochocientos o más años.

-Y seguisteis con vuestras vidas. ¿Verdad? - Comentó su cuñado con curiosidad.-

-Así fue. Al principio Basalto no estuvo conforme con que ellas se hicieran cargo de mí. Su fe, ya sabéis…- Suspiró recordando aquellos tensos y difíciles días.- No aprobaba ese tipo de relaciones. Pero mis madres lucharon. Nadie pudo negar al menos que Sonia era mi madre biológica, ante eso, Basalto tuvo que claudicar. Tampoco yo quería que él dejara de formar parte de mi vida. Al fin hubo un acuerdo. Al tener edad suficiente me permitieron elegir con quién estar. Decidí ir turnándome hasta poder emanciparme. Pasaron algunos años y fuimos felices. Mi madre Mei era ya una reputada científica en nuestro mundo de origen. Hizo mucho por ayudar a que las condiciones de vida en Némesis mejorasen. Y mi mamá Sonia.- Suspiró ahora con un tinte más triste de voz.- Bueno, fue modelo, era una mujer muy guapa. Vi holo fotos suyas que trajo cuando llegó aquí. En Némesis se ocupó de la contabilidad y la administración de muchos de nuestros recursos y también aprendió a plantar flores y vegetación. Le encantaba crear zonas verdes. Pero la vida fue muy cruel con ella al final.

-Murió hace años de cáncer. Lo desarrolló aquí ¿No es así?- Inquirió su consternada esposa.-

-Quizás estuviera enferma incluso antes de llegar a este mundo. Pero las terribles condiciones que hay en Némesis, y sobre todo la energía oscura, debieron de agravar su estado. Sin embargo, ella jamás se quejó delante de mí. Siempre sonreía, y pese a que con la quimio perdió su pelo, jamás decayó en su ánimo.

-Lo siento.- Musitó Crimson Rubí genuinamente apenado.- Sé que fue duro para ti.

-Creo que ella fue realmente feliz, mi mamá Mei nunca se separaba de su lado. Ninguna pudo tener más hijos. De hecho, para cumplir con la ley de reproducción obligatoria, se sometieron a análisis y pruebas y sus óvulos eran infértiles. Puede ser que por su largo viaje, o quizás por otras cosas. No lo sé.- Admitió Richard.- Aunque lo que sí sé es que les habría gustado volver a ver su mundo una vez más. Solamente siento que mamá Sonia no conociera a su nieto. Lo mismo que Basalto.



Y es que ese veterano consejero había fallecido haría un par de años solamente. Eso les llevó a todos a reflexionar una vez más acerca de las duras condiciones de vida de su planeta de adopción. Tras unos instantes en los que ninguno habló, mirando al aludido niño terminar la papilla como si de ese modo quisieran poner en él todas sus ilusiones de futuro, fue la muchacha la que finalmente suspiró.



-Nuestra madre está triste también. Tenía la remota esperanza de que el Consejo de Notables aprobara el acercamiento.

-Ya sabes lo que opino de eso. No repitamos lo de antes. Nada bueno nos vendría de la Tierra.- Declaró su hermano, firme en sus argumentos.-

-Echa mucho de menos sus orígenes.- Repuso ella con pesar.- Eso lo debes comprender.

-Lo entiendo y es normal. – Contestó su contertulio esta vez con tono más considerado e incluso compasivo.- Mamá se va haciendo mayor, papá murió hace años, nosotros somos ya adultos y con una familia propia. A ella le quedan solamente sus recuerdos. Y se aferra a ellos. Las ilusiones de un pasado que en su memoria tan gastada es mejor de lo que seguramente fue. No lo pienses más.



            Su hermana movió la cabeza. Estaba claro que Crimson no tenía el más mínimo interés por sus raíces. Mantenía esa terquedad que le caracterizaba. Nunca le había gustado ceder en casi nada y solía irritarse con facilidad si se le llevaba la contraria. De todas formas fue él quien, de modo más animado, le comentó volviendo a otro tema que le entusiasmaba bastante más.



-Te fuiste muy rápido tras la votación sobre la Tierra, te perdiste la mejor parte mientras estabas esperándome fuera. Eso es precisamente lo que vine a decirte.

-Bueno, pues dímelo de una vez. ¿Cuál parte fue esa?- Le preguntó su interlocutora, con curiosidad ahora.-

-Ya se han decidido los territorios a repartir.- Le contó su hermano ésta vez con visible contento.- Y… ¡tachan! Tienes delante al flamante Marqués de Crimson.



            Eso hizo animarse a Kim. Durante el último año la superficie de Némesis se había parcelado y dividido en regiones administrativas a fin de agilizar y hacer más eficaz el proceso de habitabilidad. Ellos aceptaron ocuparse de una parte para construir nuevas zonas de cultivos y recintos acondicionados para la población. A tal fin, se denominaron como marquesados, condados o ducados. Los primeros serían espacios totalmente nuevos y sin nada construido. Las fronteras en expansión del planeta. Los segundos se concedían a aquellos que iban a poblarlos con un grupo reducido de familias bajo la misma consanguineidad o siendo hijos de ramas menores. Algunos estaban en lugares algo comprometidos por la afluencia de energía descontrolada. Y los últimos eran para familiares de los primeros habitantes y líderes de ese pequeño mundo. Zonas extensas y privilegiadas. Rubí le explicó.



-¡Al fin tenemos nuestro marquesado! Mi esposa Obsidiana y yo trabajamos mucho para conseguirlo. Con suerte nuestro hijo Lamproite será un hombre poderoso y respetado el día de mañana.

-Me alegro por vosotros.- Afirmó su hermana sin demasiado entusiasmo en realidad.-

-Podríais hacer lo mismo si quisierais.- La animó Crimson, que ahora se dirigió a  su cuñado para aseverar.- Hay muchas zonas todavía que pueden poblarse. Quizás seas las más duras, pero…

-No me seduce mucho la idea de vivir en sitios tan inestables. Bastante difícil es ya la vida en este planeta en los sectores mejor acondicionados. - Replicó la aludida mirando a su esposo.-

-Yo tampoco tengo ese deseo de poseer tierras y ser noble.- Convino Richard.-

 -Es una pena. – Repuso Crimson alegando.- Mira Kim. Sin ir más lejos, por ejemplo, tu amiga Topacita será duquesa al estar casada con Topace, el hijo de Gneis. Y su hija heredará eso. Corindón ha quedado confirmado como príncipe gobernante y soberano a título de rey y su consejero Karst también ha sido hecho duque. No podemos quedarnos atrás. ¡Ahí es dónde está el poder, y yo voy a formar parte de él!

-Yo no quiero el poder. Sólo espero que podamos crear un hermoso planeta para nuestros hijos y los descendientes que ellos tendrán.- Suspiró Kimberly, acariciando la cabecita del pequeño, que lucía un tono de pelo azul oscuro intenso.- Que disfruten de paz y de felicidad. La que intentamos construir a costa de tantas penalidades. Ese fue siempre el sueño de nuestros padres.



            Su marido asintió. Y su hermano lo dejó correr. Al fin Crimson Rubí regresó a su casa y Richard comentó a su cónyuge, en tanto tomaba en brazos al hijo de ambos.



-Oye. He pensado en invitar a cenar a mi mamá Mei. ¿Te importa?

-Claro que no. Todo lo contrario. Sabes que la adoro. - Sonrió su esposa.- Es una mujer estupenda, se mantiene muy vital para su edad, y eso aquí tiene mucho mérito.

-Así es. Ella practica Thai chií y otras artes marciales. Quizás sea ese su secreto.- Sonrió su interlocutor.-

-O quizás es que os quiere tanto a ti y a Grafito que eso la mantiene joven.- Elucubró Kimberly sentenciando.- El amor por alguien es la mejor de las medicinas.



            Su marido asintió sonriendo divertido. No tardó en llamar a su madre y proponérselo. Mei Ling aceptó de inmediato, la anciana estaba en efecto muy activa. Pese a su edad y algunos achaques inevitables por mor del entorno que existía en ese planeta, continuaba investigando y luchando por mejorar la calidad de vida de las personas que allí moraban. Se puso en marcha enseguida. Por suerte no vivía lejos. Al llegar, su hijo le dio un cariñoso abrazo, lo mismo que su nuera. Por supuesto enseguida le dejaron tomar en brazos al pequeño Grafito, que se reía mirando a su abuela.



-¡Tesoro!, estás cada día más grandote.- Pudo decirle al crío con voz algo afónica pero llena de afecto.-

-Crece muy deprisa.- Sonrió Kimberly.-

-Desde luego, siempre lo hacen.- Convino Mei Ling, suspirando.- Parece que fue ayer cuando tu mamá Sonia y yo te teníamos en brazos, hijo.



            Aquella mención que hizo a su difunta esposa causó que la expresión de la científica se entristeciera. Sus ojos brillaron con nostalgia. Tras dejar al niño en brazos de Kim, se mesó un poco sus cabellos lacios y grises ya, mirándose a un espejo de la habitación, al menos constató que su piel apenas sí tenía arrugas.



-Siempre os estaré muy agradecido. Os debo todo lo que soy.- Afirmó Richard besando a su madre en una mejilla con todo el afecto que pudo.-

-Cariño, tú eres quien ha logrado todo. Has trabajado muy duro desde que llegaste aquí. Y los primeros años tuviste que crecer muy deprisa, sin nosotras. También, pese a nuestras diferencias, debemos  reconocer la estupenda labor de Basalto que se ocupó de ti.

-Sí, siempre le estaré agradecido por ello, pero vosotras lo dejasteis todo para venir a buscarme.- Reconoció él.- Abandonasteis el lugar en el que erais felices.

-Nosotras éramos felices estando a tu lado. Nunca nos importó dónde tuviéramos que ir.- Afirmó su madre acariciándole una mejilla con sumo afecto.- Y tú nos compensaste con creces por cualquier otra cosa. Mamá Sonia y yo siempre hemos estado orgullosas de ti.



            El joven asintió despacio, mamá Mei hablaba de su mamá Sonia como si todavía estuviese junto a ellos, solía hacerlo desde luego y él, lejos de molestarse, se alegraba. Era un modo de sentir su presencia, sonriendo débilmente entonces, declaró.



-Yo hice lo que debía, era lo menos para ser digno de vosotras.



            Y es que, tutelado por Basalto, Richard también estudió con ahínco para aprender a construir sistemas de transporte y buenas vías de comunicación por todo el planeta. Como ingeniero de infraestructuras trabajaba incansablemente.  Esa afición le venía desde muy niño, y evocaba uno de los escasísimos recuerdos de sus primeros años de vida, cuando su desaparecido padre le compró un mini vehículo deslizador con el que jugaba a todas horas. Ahora, deseoso por aportar todos sus conocimientos, también participaba en proyectos destinados a diseñar naves de cada vez mayor alcance, por si se autorizase el contacto con la Tierra y la Luna.



-Le debo mucho a ese hombre, me trajo aquí cuando perdí a mi padre.- Aseveró.-



            Mei Ling no respondió a eso. A ella jamás le cayeron bien ninguno de los padres de Richard, ni el adoptivo en Némesis, Basalto, ni el biológico, Rafa recordó que se llamaba. Éste último fue el novio de Sonia antes de que ella comenzase su carrera de modelo, luego, acorde con lo que su fallecida esposa le contase a ella, ese hombre se volvió posesivo y al final rompieron. Después las dos se conocieron y se enamoraron. Y al cabo de varios años, ese individuo volvió. Por medio del chantaje, ese sinvergüenza obligó a Sonia a mantener relaciones sexuales con él, fruto de las mismas nació Richard. No obstante, el crio era inocente y tanto su esposa como ella misma le quisieron más que a nada desde que nació. Pero Rafa reapareció una vez más en sus vidas y mientras Mei Ling estaba en la Tierra visitando a su agonizante padre ese hombre intentó recuperar a Sonia. Le salió mal pero a modo de venganza se llevó al niño consigo. Eso las destrozó a las dos. Sin embargo, había algo que Mei Ling jamás comprendió. ¿Por qué Rafa desapareció? aunque podía hacerse una idea. Pensó entonces en una conversación que tanto ella como su mujer mantuvieron con ese tal Basalto, hacía muchos años, antes del “Gran Sueño”. Las dos acababan de llegar a Némesis y se estaban instalando. Aquel hombre de color, fornido y con expresión algo severa, fue a visitarlas. Tocó a la puerta y fue la propia Mei Ling quien abrió.



-¿Qué desea?- Le preguntó con prevención.-

-Buenos días, señorita. Mi nombre es Basalto.- Se presentó éste.- Soy el padre de Grafito.

-¿Usted es quien se ha ocupado de nuestro hijo?- Inquirió ella.



            Ese tipo asintió, por mor de la cortesía le invitó a pasar. La propia Sonia salió entonces, estaba terminando de vestirse. Saludó a su vez y le dijo a aquel hombre con tono reconocido.



-Muchas gracias por cuidar de él.

-Hice lo que humanamente era debido.- Respondió Basalto con tono sereno.- Y me gustaría que siguiera siendo así.

-Es usted muy considerado, pero no se preocupe, nosotras podremos ocuparnos de él ahora.- Replicó Sonia con tono educado pero firme.-



            Ese hombre suspiró mirando hacia el techo y tras unos instantes  contestó con un tinte de voz más severo.



-No creo que un ambiente familiar tan, llamémosle extraño, sea lo mejor para él.

-¿A qué se refiere con eso?- Inquirió retóricamente Mei Ling evidentemente molesta por ese comentario del que estaba claro que captaba su significado.-

-He educado a Grafito en la creencia de la unión entre hombre y mujer. – Respondió su interlocutor sin rodeos.-

-Bien, pues ahora que sus madres están aquí, podrá ser educado para que ensanche sus miras.- Contestó Sonia sin arredrarse. – Deje que nos ocupemos de nuestro hijo, y por cierto, su nombre es Richard, yo misma se lo puse.

- Cuando llegó a Némesis fue rebautizado. No obstante, a pesar de mi opinión personal, les concederé esto. Él tiene ya una edad suficiente como para poder decidir.

-Sigue siendo menor de edad.- Le recordó Mei Ling, agregando.- Y mi esposa es su madre biológica, le guste a usted o no, eso le da derechos sobre Richard.

-No aquí. Ustedes desaparecieron de su vida durante casi diez años. Y en este planeta se permite que los jóvenes decidan a partir de cumplir los quince. Él está cercano a hacerlo.- Les desveló Basalto.-



            Las dos mujeres se miraron con gesto serio y fue Sonia quien, de un modo más exaltado, tomó la palabra.



-Escuche, ¡maldita sea! Nosotras nunca quisimos perderle. ¡Nos lo arrebataron! ¡Su padre le secuestró! – Un espeso silencio cubrió la estancia en la que se encontraban. La ex modelo respiró profundamente tras ese arrebato, y de un modo más conciliador, añadió. – Admito que viendo cómo ha cuidado de él durante todos estos años, está claro que mi hijo le importa. Para nosotras lo principal es su felicidad. No creo que sea necesario que nos enzarcemos en una disputa por su custodia que, a todas luces, lo único que logrará es perjudicarle.

-En eso estoy totalmente de acuerdo.- Convino su interlocutor, queriendo saber con evidente interés.- ¿Qué es lo que proponen?

-Bueno, podríamos reunirnos y hablar todos.- Contestó Mei Ling.- Ofrecerle a Richard posibilidades y que él elija. Pienso que es lo más justo.

-Por mi parte, conforme.- Sentenció Basalto, insistiendo una vez más.- Grafito tiene el derecho a escoger su camino.

-Lo plantea como si no tuviera más que dos opciones, o con usted o con nosotras. – Replicó Sonia, afirmando convencida a la par que en un tono más conciliador.- Y nadie tiene porqué renunciar a él. Ni él tampoco.



            Su contertulio asintió, tras esas palabras se despidió cortésmente y se marchó. Mei Ling recordó como su esposa, tras aguantar estoicamente, se derrumbó llorando. Ella enseguida la abrazó asegurándole animosamente.



-Después de todo lo que hemos pasado, y de recorrer media galaxia para encontrarle, no será ese hombre quien haga que le perdamos de nuevo.

-¡Eso jamás!- Sentenció vehemente Sonia.- Nunca renunciaré a mi hijo. Jamás lo hice y no voy a empezar ahora. Lo que me duele es que ya no es un niño. Nos hemos perdido la mayor parte de su infancia, ¡de su vida! Ahora tiene voluntad de decidir y durante todos estos años únicamente ha conocido la existencia junto a ese individuo. Y no podría obligarle a separarse de él…aunque me duela algunas cosas que le ha inculcado…



            Mei Ling entendía perfectamente lo que su esposa le quería decir. A veces el niño las observaba con una expresión de curiosidad, incluso recelo. Verlas darse algún beso de modo ocasional le turbaba. ¡Y pensar que cuando era un crio pequeño, ellas se demostraban su afecto delante de él de esa forma siendo aquello de lo más natural! No obstante, las enseñanzas de aquel individuo, satanizando el amor entre personas del mismo sexo, y orientando a Richard para considerar la heterosexualidad como única forma posible de amar, habían dado sus frutos. El chico no ocultaba su incomodidad al verlas juntas y en actitudes cariñosas. ¡Y eso que jamás pasaron de darse unos ligeros besos en los labios delante de él! Tanto era así, que ya no se atrevían a hacerlo.



-Ten fe, cariño, algo me dice que Richard nos recuerda y nos quiere.- Le sonrió empero la oriental a su cónyuge, pese a que añadió algo extrañada.- Pero ese tipo me preocupa, creo que no nos lo ha contado todo…





            Aquello sí que rondaba por la mente de las dos y llegaba a inquietarlas más incluso que lo otro. Al cabo de un par de días, se reunieron una vez más con Basalto, antes de que llegase Richard. La ex modelo no pudo evitar sacar el tema.



-Lo que no comprendo es que fue de su padre. Bueno, del padre biológico de nuestro hijo.- Matizó Sonia mirando a su interlocutor y después a su pareja.- Rafael y yo teníamos grandes diferencias pero sé que quería de veras a Richard, a su pequeño Ricardo, como él le llamaba.- Sentenció.-

-Su, llamémosle pareja de entonces, no quiso venir.- Fue la lacónica réplica de Basalto.-

-Disculpe pero él no era mi pareja.- Sonrió levemente la ex modelo.- Mi única pareja es mi esposa, que ya lo era entonces.- Añadió tomando una mano de su cónyuge entre las suyas.-



            Mei Ling se sonrió con esa acertada réplica de Sonia, aunque le extrañó esa respuesta de aquel hombre. Algo le seguía pareciendo raro. Con prevención preguntó.



-¿Y qué fue de él?¿Lo sabe usted?

-Se fue en otra dirección.- Contestó Basalto sin darle demasiada importancia. –



            Allí, la ahora anciana recordó como ella y su esposa intercambiaron miradas de estupefacción. Pese a que había llegado a detestar a Rafa, Mei Ling no podía creer que ese hombre hubiese abandonado a Richard sin más. Al igual que Sonia, tenía que reconocer que ese individuo, por canalla que le hubiera parecido, quiso a su hijo de verdad. Eso era muy extraño. No obstante, algo les decía que no debían insistir. De todos modos, Basalto cambió de tema para comentarles.



-Sean las dos bienvenidas. Me alegra ver que Grafito es feliz al tenerlas aquí. He hablado con él y acepta que todos nos veamos.

-Él nos ha dicho que quiere volver a ser llamado Richard.- Intervino Sonia.-



            Y por la expresión de ese tipo las dos vieron que eso no le gustaba en absoluto. Sin embargo, él asintió despacio.



-Sí, me lo ha dicho. Sea pues así. Aquí no somos dictadores. El motivo de que llevemos estos nombres es porque son de minerales y rocas. Para nosotros simbolizan la duración y la determinación de nuestras metas. Aunque hay personas que se sigue aferrando a sus nombres anteriores. Es igualmente respetable. Empero, tengo la obligación de informales de algo. Es por ello por lo que he venido en primer lugar, antes del chico.- Expuso Basalto.-

-Bueno, usted dirá.- Dijo Sonia.-



            Y tras unos momentos de silencio, su interlocutor les explicó.



-En Némesis somos muy pocos habitantes, por ello tenemos una política. Toda persona en edad fértil debe contribuir con hijos. Ustedes ya tienen uno. Pero, siendo dos mujeres, sería necesario que aportasen otro.

-¿Cómo?- Exclamó Mei Ling esbozando una sonrisa sardónica.- No puede estar hablando en serio. ¿Acaso discriminan por sexo aquí?

-En absoluto. Se aplica tanto a hombres como a mujeres, independientemente de su orientación sexual. Es la ley. Pueden consultarla si lo desean.- Se reafirmó Basalto.-

-No creo que todo el mundo esté de acuerdo con eso.- Objetó Sonia.-

-No, no todo el mundo lo está. Hemos tenido incluso una revuelta poco antes de que ustedes llegasen. Unas Feminax casi destruyen parte de la zona habitable. Pudimos evitarlo a tiempo, pero no fuimos capaces de impedir que causaran muertes. – Les narró su contertulio dejándolas atónitas y horrorizadas.-



            Y tras un espeso y violento silencio, fue Sonia quien afirmó con tono decidido.



-Bien, por mi parte me haré las pruebas pertinentes y, si es necesario, me ofreceré para ser inseminada.

-Espera.- Le pidió entonces Mei Ling.- Eso es injusto para ti. Tú ya has dado un hijo a este planeta. Es mi turno de hacerlo.



            Y por qué no, también, y pese a no confesárselo abiertamente a su pareja, ella deseaba sentir ese vínculo de la maternidad. Amaba a Richard como si le hubiera traído al mundo pero quería tener esa experiencia. De modo que las dos aceptaron. Al poco llegó su hijo. Tras exponerle la situación el muchacho aceptó vivir un tiempo en la casa de cada uno. Empezaría por estar con sus dos madres, a las que hacía tanto que no veía. Les habían otorgado un alojamiento modesto pero lo suficientemente espacioso. Basalto se fue entonces. A los pocos días, tal y como prometieron,  ambas se sometieron a las pruebas. Mei Ling incluso se inseminó. Pero desgraciadamente aquello no dio fruto.



-Lo lamento.- Le dijo un médico que se ocupaba de aquello.- Su organismo tiene algunas extrañas anomalías que le impiden concebir, señorita.-



            Ella se sintió tan decepcionada que ni siquiera matizó a ese facultativo que era señora. Pensó entonces a qué podía deberse y recordó esa terrible experiencia que la puso al borde de la muerte, cuando fue mordida por aquellos seres de pesadilla. Su esposa la animó y quiso quedarse nuevamente embarazada. No obstante, en su caso, el parto anterior y las duras situaciones que la trajeron a Némesis lo imposibilitaron a su vez.



-Al menos.- Le sonrió alentadoramente Sonia, cuando las dos estaban en casa, acostadas y abrazándose en su habitación.- Hemos cumplido lo que de nosotras se demandó. El médico nos dijo que nada más se nos puede exigir. Y ya tenemos a Richard.

-Hay cosas que no me gustan de este sitio.- Le susurró entonces Mei Ling con tono concernido, precisamente de inmediato.- Y no me refiero a sus condiciones de vida. Hay muchos enigmas y secretos que no comprendo. Por ejemplo, creo que ese Basalto nos oculta cosas. Y muchas veces quisiera indagar para saber cuáles. Y luego está esa extraña energía oscura. No comprendo ni su origen, ni su fuente de alimentación. ¡Ojalá tuviera a algunas de mis antiguas compañeras de las Fairy Five aquí, como Penélope o Keiko, para investigarlo!

-Cariño, tienes razón. Hay muchas cosas que no entiendo de este lugar. Pero a mí me basta con teneros a ti y a Richard. No quiero indagar nada salvo averiguar lo necesario para vuestro bienestar.- Suspiró Sonia, sugiriéndola tras besarla cálidamente en los labios.- Intentemos ser felices aquí los tres juntos.



            Y trataron de conseguirlo. Incluso lo fueron durante un tiempo, antes de que a Sonia le diagnosticaran su terrible enfermedad. Pese a ello, se aferraron la una a la otra y disfrutaron al máximo de su amor y de su hijo…



-¡Ojalá que algún día, logremos hacer de este sitio un paraíso! – Comentó entonces Richard, sacándola de aquellos agridulces recuerdos.-

-El paraíso auténtico está donde moran tus seres más queridos. Por eso, tanto Sonia como yo nos sentimos muy bien aquí cuando te encontramos. – Sonrió Mei Ling, acariciando ahora una mejilla de su nieto que seguía en los brazos de su madre.-

-Los paraísos por desgracia también tienen sus serpientes.- Suspiró Kimberly recordando amargamente a aquellos que se habían negado a establecer contacto con la Tierra y más que nada a esas saboteadoras y demás criminales, así lo expresó.- Gentes malvadas que no quieren integrarse ni ayudar, sino hacer únicamente su voluntad a costa de lo que sea.

-Eso es inevitable.- Comentó Mei Ling, pensando en algunas personas que muy bien podrían encajar con esa descripción, aunque añadió con tono decidido. – Pero si estamos alerta y no les permitimos dañarnos, nunca vencerán. Por desgracia, siempre hay personas taimadas, y egoístas, más en un lugar como este, donde es tan dura la supervivencia. Aunque la mayoría de la gente no es mala, sencillamente tienen miedo. Y lo primero es demostrarles que no deben tenerlo.



            Tanto su hijo como su nuera asintieron. Así era en verdad. Al poco Mei Ling se despidió. Estaba cansada y quería volver a su casa.



-¿Quieres que te acompañe, mamá?- Se ofreció Richard.-

-No, gracias cariño. Puedo ir sola.- Afirmó ésta.- Que paséis buena noche y que el pequeño Grafito tenga felices sueños.

-Gracias, igualmente.- Le deseó asimismo Kim a esa anciana.-



            Mei Ling salió de la casa de su hijo y de su nuera, continuó recordando los viejos tiempos y su felicidad con su difunta esposa. También, por qué no, los momentos amargos y de pesar. Desde que ambas llegaron a ese mundo tan inhóspito supieron que sus vidas iban a ser muy duras. Aunque, tal y como le aseguró a Richard, el tenerle de nuevo a su lado las compensaba con creces de aquello. Recordó esos momentos, en sus primeros años allí. Sonia, todavía sana, le decía cuando ella iba a su puesto en el laboratorio de investigación.



-Estoy pensando en hacerme trabajadora de viveros. Me gustan mucho las flores y aquí no se lleva mucho el mundo de la moda.,,

-Eso sería estupendo.- Le sonrió Mei Ling asintiendo.-



            Vio entonces un poso de tristeza en la mirada de su esposa, y enseguida agregó.



-Sé que esto no es la Tierra, ni siquiera nuestra casa, pero aquí a las mujeres les siguen gustando los diseños de modas.

-Yo no soy como la señora Deveraux, solamente soy modelo, no diseñadora.- Sonrió levemente Sonia, que replicó no obstante con voz queda.- No es eso, Mei Ling. No te preocupes, mis días de desfilar por una pasarela ya habían terminado incluso antes de venir aquí. No es que tenga nostalgia, quiero ser útil. Tú por ejemplo eres una magnífica científica. Tu labor es fundamental. Pero yo soy una inútil.

-¡Nada de eso!- Rebatió su contertulia.- Para empezar haces que me levante feliz cada mañana. Que desee afrontar cualquier reto. Entre Richard y tú me dais todo lo que necesito. Y nuestro hijo te adora. Al principio le costó volver a aceptarnos, tras tantos años, pero cuando le veo a tu lado siempre está feliz.

-Lo mismo me sucede a mí contigo, y a él.- Asintió Sonia, objetando sin embargo.- Pero quiero contribuir al bienestar de todos los que viven aquí. Ya no podemos tener más hijos, y lo que nos queda es ayudar con todas nuestras fuerzas a que este mundo se embellezca y sea un lugar mejor dónde vivir. Tú sí lo logras con tu trabajo, pero yo…

-Lo tienes más fácil que yo. Lo consigues cada vez que sonríes.- Le aseguró Mei Ling acariciando una de las mejillas de su amada para sentenciar.- Por supuesto que podrás hacer mucho para ayudar y lo harás.



            Y Sonia así lo hizo, comenzó a estudiar y a aprender sobre flores, cultivos y como poblar de ellos el planeta. Ese trabajo le acabó encantando. Desgraciadamente a los pocos años enfermó. Aun así, siempre se las arreglaba para ir de una parte a otra del planeta intentando llenarlo de belleza. En una ocasión, ya hospitalizada durante sus últimos días, le susurraba a Mei Ling.



-¿Sabes cariño?- Antes de ser ingresada pude al menos plantar unas semillas de kerrias en el mismísimo jardín Real.-

-Vaya, eso es, ¡fantástico!- Le sonrió su pareja tratando de mantenerse alegre ante ella.- El rey Corindón no le permite eso a cualquiera.

-Cuando hablé con él y le conté el motivo sonrió y me dio permiso.- Afirmó una más animada Sonia ahora, al agregar.- Me dijo que plantase las flores que quisiera. Hablamos un poco, incluso de cómo llegué a Némesis. Entonces me acordé de nuestra amiga la abogada, que tanto hizo por nosotras. -Musitó.- ¿Te acuerdas? Nos puso en la buena dirección para venir aquí, y creo que esas flores eran las favoritas de su madre, tanto que la llamó como a ellas.

-Es verdad.- Convino Mei Ling.- Cuando visité a esa mujer con Daphne fue realmente encantadora…trató de ayudarnos en todo lo que pudo. Y tenía de esas flores en su jardín.



            Aunque Sonia no contestó, su esposa enseguida le dedicó una inquieta mirada, al parecer había cerrado los ojos, afortunadamente respiraba. Sin embargo, debía de estar agotada por el tratamiento y la enfermedad.



-Duerme cariño.- Le sonrió con ternura y algunas lágrimas.- Descansa, volveré a verte pronto.



            Y justo iba a salir cuando Richard llegó, acompañado de esa jovencita, Kimberly, con la que entonces estaba saliendo.



-¿Cómo está mamá Sonia?- Le preguntó a su otra madre con interés y preocupación.-

-Ahora está dormida.- Le respondió ella.-

-Nos quedaremos a su lado si quiere usted ir a descansar.- Se ofreció gentilmente Kim.-

-Gracias, eres muy amable.- Sonrió Mei Ling.- Tengo que irme a trabajar. A seguir investigando. Quizás pudiera...- Suspiró con un tinte de tristeza.-



            ¡Ojalá hubiera encontrado una cura para su amada esposa! Pero en el fondo de su corazón ella sabía que era muy tarde. Desde que le diagnosticaron ese cáncer a Sonia la científica había redoblado sus esfuerzos y pasado más horas en el laboratorio sin éxito. Al final, supo que lo mejor sería invertir ese tiempo en estar junto al amor de su vida. Su hijo entonces le susurró, tras darle un beso en la mejilla.



-No te preocupes, mamá Mei, nosotros estaremos con ella. Te avisaremos si hay algún cambio. Mamá Sonia no va a estar sola.



Así lo hizo, se fue a pasar un rato más con sus análisis y pruebas, soñando con algún afortunado hallazgo. Desafortunadamente aquello no ocurrió y, a los tres días de turnarse en estar a su lado junto con Richard, Sonia les dejó. La ex modelo se fue sosteniendo su mano. Ahora Mei Ling suspiraba con una mezcla de melancolía y dolor al pensar en ello. Caminaba por un largo corredor del domo en el que estaba para subirse a un deslizador cuando coincidió con un viejo conocido. Ambos lo abordaron juntos.



-Buenas noches.- La saludó aquel hombre que ya estaría en la cuarentena.-

-Hola David.- Sonrió afablemente ella.-

-Sabes que no uso ese nombre desde hace mucho tiempo.- Replicó él con tono ligeramente molesto.-

-Te ruego que perdones a una vieja a la que le falla la memoria, Lignito.- Se disculpó conciliatoriamente ésta.-



            Aunque su contertulio se sonrió levemente para negar incluso divertido ahora.



-El día en que a ti te falle la memoria no está todavía escrito en el calendario. Disculpa mi rudeza. ¿Qué tal estás?- Se interesó de modo cordial.-

-Bien, gracias, vengo de ver a mi hijo, a mi nuera y a mi nieto.- Le contó, inquiriendo a su vez.- ¿Qué tal tu familia?

-Mi esposa Anhidrita y mi hija Azurita están muy bien, gracias.

-¡Ojalá tus padres pudieran verte ahora!  Siendo todo un padre de familia a tu vez. Y yo que me acuerdo de cuando eras un niño rubito. Tu madre te adoraba. Me lo contó cuando estuvimos en la Tierra.



            Su interlocutor no respondió enseguida a eso, sus propios recuerdos no eran demasiado agradables. Su madre les abandonó a él, a su padre y a su hermana pequeña, por una mujer. Aunque luego retornó, pero aun así, se divorció de su padre casándose con esa amante suya. Aquello jamás pudo perdonárselo del todo.



-De eso ha pasado muchísimo tiempo. – Contestó al fin, con tono más seco.- Ya no queda nada que me una a ellos.

-En eso te equivocas, siempre te quedará tu corazón.- Rebatió suavemente la anciana.- En él atesoras tus mejores recuerdos.

-Los recuerdos son únicamente eso. Ahora solamente quiero que mi mujer y mi hija tengan la mejor vida posible y un buen futuro.- Contestó Lignito.-



            Y él se aplicaba a ello, igual que el resto de los habitantes de Némesis. En su caso era ingeniero de cúpulas. Trataba de mantener bien el entorno y de proteger en lo posible a la gente de las radiaciones. Al fin, tras unos minutos más el deslizador se detuvo. Mei Ling descendió despacio, ayudada por Lignito. La anciana se llevó la mano al pecho como si se hubiera sentido indispuesta de pronto.



-¿Te encuentras bien?- Inquirió su acompañante con evidente inquietud.-

-Sí, gracias. No te preocupes. – Sonrió levemente su interlocutora quien le dijo con afecto incluso.- A pesar de lo que pienses sobre las personas con mi orientación sexual, siempre fuiste amable con mi esposa y conmigo. Eres un buen hombre. Sé que fue muy difícil para ti, créeme, para tu madre lo fue al menos en igual medida. Y yo la entiendo muy bien, también tengo un hijo. Pase lo que pase, jamás dejamos de quereros…



            Lignito no respondió, su contertulia inclinó levemente la cabeza en señal de saludo y se marchó, caminando hacia la estrecha calle que conducía a su casa. Él subió al deslizador una vez más, le quedaban un par de paradas. No era mucho pero le dio tiempo a pensar en aquellas palabras. Recordó tiempo atrás, hacía ya muchos años, tras el reencuentro con su madre y las segundas nupcias de ella con otra mujer. Se celebraron a la vez que las bodas del padre del entonces David, con su tía Stephanie la hermana menor de su madre, quien había sustituido a ésta en la labor de criarles a él y a su hermana pequeña Leah. El joven muchacho rubio aprovechó unos momentos en los que su progenitora se había apartado un poco de aquella otra invertida a la que llamaba esposa y se aproximó a ella. No sabía que decir, aunque fue su propia madre la que se adelantó, lucía preciosa, con un bonito vestido de color turquesa y dando la imagen de una chica veinteañera.



-Hijo.- Le llamó con afecto.- ¡Cuánto me alegro de que hayas venido!

-No podía perderme la boda de papá y tía Steph.- Repuso fríamente él.-

-Ya, claro.- Suspiró su contertulia, quien, pese a entristecer su semblante intentó sonar jovial, alabando al joven que iba muy elegante con un traje azul marino y una corbata a juego.- Estás muy guapo. Te has convertido en todo un hombre.

-Me sorprende que encuentres guapo a ningún hombre.- Se sonrió sarcásticamente él.-



            Su madre entonces apartó la mirada fugazmente, bajó la cabeza cerrando los ojos con gesto apesadumbrado. Al final suspiró susurrando con voz queda e implorante.



-David, ¡por favor!

 -Lo lamento.- Se disculpó sentidamente él, aproximándose hacia ella e incluso tomándola de ambas manos para agregar.- Lo intento, pero sencillamente no puedo aceptarlo.



            Y es que ahora veía a esa otra individua, esa pervertida en su opinión, que se había casado con su madre. Para ser justos era guapa, morena, pelo largo, ojos azules, envuelta en ese bonito vestido blanco. Parecía tan joven como él. Lo natural hubiera sido que esa chica fuera su propia novia y que su madre les estuviera dedicando sus parabienes. Lo otro era algo que a él le resultaba tan inverosímil como repugnante. Aunque al menos esa mujer no se aproximaba a ellos por ahora, sería porque precisamente sabía muy bien lo que él pensaba.



-Cariño.- Respondió pacientemente su interlocutora, al darse cuenta de a quién estaba mirando él.- Únicamente deseo que podamos llegar a hacer las paces, que puedas aceptarme…Yo…, quiero volver a formar parte de tu vida.

-Tú claro que puedes formar parte de mi vida, mamá.- Contestó conciliatoriamente David.-



            Eso hizo que su contertulia sonriera fugazmente, aunque él enseguida se ocupó de cortar eso, remachando con más dureza.



-Pero esa otra mujer jamás lo hará…

-Ella es ahora parte de la familia también, hasta tu padre y tu tía lo ven así. Sabra es mi…- Quiso replicar su interlocutora.-



No obstante, él la cortó colocando bruscamente una palma de sus manos ante su madre para sentenciar.



-No quiero oírtelo decir. Si quieres verme no tendré objeción, a condición de que no sea nunca estando con ella. Lo que hagáis en vuestra vida privada es asunto vuestro. ¡Pero jamás la aceptaré!



            Y tras un incómodo silencio, su progenitora asintió débilmente para musitar.



-Jamás te pediría que aceptases algo que no deseas, David. Sé muy bien lo que es eso. Y nunca le haría algo así a mi propio hijo.



            Eso le causó un sentimiento de pesar al chico, al menos por unos instantes le entristecía ver el sufrimiento en los ojos de su madre. Pero era mirar de soslayo hacia aquella individua, quien a su vez les observaba con expresión de creciente impaciencia e incluso desafío y olvidar cualquier sensación de culpabilidad.  Suspiró y, dirigiéndose a su interlocutora, le preguntó con tono entristecido y velado reproche.



-Dime una cosa, y sé sincera, por favor. ¿Tan horrible fue para ti el estar casada con papá?. ¿Acaso nunca fuiste feliz con él?



            Su contertulia le miró ahora, con alguna lágrima cayendo de sus mejillas, puso ambas manos sobre las del chico y fue capaz de decir con tono suave y afectado por los sollozos.



-¡Claro que fui feliz con él! Hubieron momentos, maravillosos. Y el mejor de todos fue… ¡cuando supe que te estaba esperando a ti!. Cuando me quedé embarazada, tanto tu padre como yo fuimos tremendamente dichosos. Por un tiempo no pensé en otra cosa que en la alegría que sentía de ser madre. Tu padre es un hombre bueno, sé que me ha querido siempre…No le culpo de nada. Pero yo soy como soy…al final, mis verdaderos sentimientos y mis preferencias salieron a la luz. Siempre fueron las mismas. Sé que lo que pasó te hizo mucho daño, tú eres inocente de todo, igual que tu hermana Leah. Nunca tuvisteis culpa de nada y créeme cuando digo que siento en el alma cada segundo que estuve lejos de vosotros. Pero trata de comprenderme, cariño. Sufrí mucho fingiendo una vida que no era la mía. Ahora que soy libre para elegir a quien amar, me he liberado de eso. Pero es algo que jamás afectará a mi amor por tu hermana y por ti. Siempre me tendréis ahí, para cualquier cosa que necesitéis…



            David no supo que responder, por una parte quería dejar ese tema y marcharse. Por otra sabía que, en cuanto él se alejase, aquella desviada se reuniría con su madre y no quería ni imaginar lo que se dirían y lo que después, cuando estuvieran a solas, harían. Entonces, tras pensar un poco, declaró emocionado a su vez.



-Mamá, yo también te quiero, pensaba que no, pero así es. A pesar de todo eres mi madre.- Suspiró enjugándose alguna lágrima a su vez para preguntar. -¿De verdad que harías cualquier cosa por Leah y por mí?- Quiso saber.-

-Ya sabes que sí.- Afirmó ella.-



            Él no dudaba de eso, sin pretenderlo incluso apuñaló a su propia madre cuando quiso matar a esa maldita Sabra. Y ella, lejos de reprochárselo, le sonrió hasta el final, cuando pensaba que iba a morir. Él corrió a buscar un médico pero cuando retornó, para su asombro, encontró al doctor Ginga convertido en una especie de extraterrestre, y a su madre, que estaba totalmente ilesa, junto con esa otra mujerzuela. David creyó que la había perdido y se dio cuenta de cuanto la quería a pesar de todo. Por ello, y contando con que ese sentimiento era mutuo quiso quemar el último cartucho. Era algo desesperado, pero también era su última oportunidad. Si eso no funcionaba ya tenía tomada su decisión…



-Dime, entonces.- Preguntó él, con nerviosismo y expectación.- Si te pidiera, si te suplicara que dejases a esa mujer y que estuvieses con papá y con nosotros. ¿Lo harías?



            Su contertulia abrió los ojos y la boca entre sorprendida e incluso parecía que hasta molesta, para declarar con sinceridad.



-Eso no sería justo para nadie, ni para tu padre, ni para tu tía Steph….

-Ella lo entendería, y papá te sigue queriendo, estoy convencido.- Se envalentonó él.-



            Su progenitora respiró hondo y exhaló el aire despacio. Parecía estar tratando de calmarse y a los pocos momentos, con tono entre reprobatorio y paciente, le contestó…



-No puedes pedirme eso. Primero porque sería una mentira. Segundo, porque no solamente me harías daño a mí, sino a otras muchas personas. Lo siento, hijo. Eres el único que no aprueba esto. Me pides no únicamente que me sacrifique yo, sino también la felicidad de tu padre, de mi hermana, incluso la de tu hermana Leah, y la de Sabra que siempre estuvo ahí para mí…Por un momento, intenta ponerte en su lugar…

-¡Jamás podría ponerme en el lugar de alguien con tendencias antinaturales!- Siseó él observando una vez más a esa mujer, que ahora sí se estaba acercando hasta ellos.-



            De hecho, no le dio tiempo a su  madre a responderle, fue esa individua la que se acercó, con gesto serio y preguntó.



-¿Daphne, va todo bien?



            Aunque fue David quien se adelantó, diciéndole a su progenitora en tanto ignoraba a esa individua.



-Tengo que ir a un sitio. He quedado.

-¿Quizás con esa muchacha que te gusta?- Sonrió tímidamente su interlocutora.-

-Quizás.- Musitó él, agregando a duras penas, en tanto intentaba dominar sus emociones. – Espero que seas realmente muy feliz, mamá, a pesar de todo siempre te querré.

-Gracias cariño, significa muchísimo para mí el oírte decir eso.- Replicó una muy emocionada Daphne, abrazándose a él.-



            El chico se dejó hacer, la sostuvo apretándola entre sus brazos y finalmente se separó de ella y se alejó. Se giró saliendo de allí a grandes zancadas. Su madre hizo un breve amago de intentar decirle algo, pero él fue rápido perdiéndose entre las personas que asistían a esa fiesta nupcial. Cuando estuvo a una distancia segura, David se permitió buscarla con la mirada por última vez. Allí estaba, abrazada a esa maldita Sabra y  a punto de besarla. Esa fue la última vez que la vio.  Y  le dio el empujón que necesitaba para tomar esa difícil determinación.



-Tengo que marcharme de este sitio.- Pensó.-



Y lo hizo, le fue duro pero logró mantener su fachada de animación cuando estuvo junto a su padre, su tía (ahora madrastra) y su hermana pequeña. Se despidió quedando en verles más tarde. Lo que en verdad hizo fue acudir a un lugar que había concertado de antemano con unos individuos. Fue su maestro, el reverendo Corbin, quién le facilitó la dirección y le puso en contacto con ellos. Pese a estar en la cárcel ese hombre tenía recursos. También le facilitó bastantes créditos, los cuales, junto a los que él había estado ahorrando, le servirían para empezar de nuevo. De modo que, a la hora convenida, le aguardaban en una gran planicie donde una lanzadera estaba lista para despegar. Un tipo alto, corpulento y de tez oscura, se presentó.



-Soy Basalto, de la Luna Negra. ¿Es usted David Carson?

-Sí, soy yo.- Asintió él.-

-Estamos preparados, si usted lo está.- Replicó aquel tipo apremiándole.- No tenemos mucho tiempo.

-Nunca lo estuve más.- Afirmó.-



Su interlocutor le guio a una pista de despegue en donde una pequeña nave aguardaba. La abordaron y esta enseguida despegó, alejándose del planeta. Durante el ascenso, el chico miró extrañado a través de una de las ventanillas, el color del firmamento estaba pasando de azul a añil, y más tarde a violeta oscuro hasta tornarse negro, cuando debería haber estado iluminado a esa hora y en esa zona…



-¡Qué raro!- Comentó.- No puedo ver nada más que oscuridad, y deberían verse estrellas o incluso nuestro sol…



            Su contertulio sentado junto a él no replicó, en tanto la nave se alejaba a gran velocidad de esa creciente zona de oscuro vacío que se iba aproximando de modo inexorable a Nature…después ya no recordaba mucho más. No supo si se quedó dormido, el caso es que hicieron transbordo en una nave mayor que le condujo a Némesis tras un viaje que duró meses.



-Llegué aquí y cambié mi nombre por el de Lignito. Basalto fue casi como un padre para mí. Sin embargo sigo pensando en mi familia, en mi padre, mi tía, mi hermana y mi madre… no sé qué estaría sucediendo en Nature cuando me fui. Pudiera ser el inicio del Gran Sueño.- Reflexionaba entre intrigado y triste.- Me pregunto. ¿Qué les sucedería a ellos?¿Quizás durmieron como nosotros y después despertaron? ¿Qué habrá sido de sus vidas?...Desgraciadamente nunca lo sabré.



            Eso le producía un sentimiento de gran amargura. No quiso pensar más en ello. Ahora, bajando del deslizador recorrió la calle que le separaba de su casa, dónde él fundó su propia familia. Tenía una esposa y una hija maravillosas, ¡ojalá sus seres queridos de Nature las hubiesen conocido!



-Quizás Mei Ling tenga razón, en el fondo no soy tan mal tipo. Aunque jamás he tolerado, ni he aceptado ese tipo de comportamiento. Al menos mi hija no será una invertida. La he educado bien a ese respecto. He luchado y lucharé contra eso durante el resto de mi vida, como mi maestro el reverendo Corbin hizo.



            Y entonces, abriendo la puerta de su hogar, sustituyó la expresión alicaída que tenía al recordar aquello por una sonrisa y se anunció en tanto cerraba la puerta tras de él.



-Anhidrita cariño, Azurita, hija…ya estoy en casa…



            Por su parte Mei Ling llegó a su morada y abrió. Allí tenía muchos recuerdos. Antiguas fotografías de su amada esposa fallecida, de ambas juntas, de ellas con el pequeño Richard. Respiró profundamente y soltó el aire despacio, para susurrar mirando a una bonita urna de color verde que tenía en una repisa.



-Ya estoy aquí, mi amor. Nuestro nieto está precioso.



            Volvió a llevarse la mano, esta vez a un costado. Esos dolores seguían torturándola cada vez con mayor frecuencia. Menos mal que no le dieron delante de su hijo. Al menos, solamente David fue testigo del comienzo de ese nuevo brote y la miró con preocupación. A pesar de todo lo que proclamaba quien se hacía llamar Lignito, sobre el horror de la impudicia y de los castigos que aguardaban a todos los desviados, la científica sabía que ese chico le tenía afecto y que hasta se preocupaba por su salud. Quizás porque precisamente era uno de los pocos vínculos que le quedaban con su antigua vida y su familia. Únicamente con ella podía recordar aquellos años.



-Me basta mirarle a los ojos para ver cuanto los añora. Y sufre mucho por ello. - Meditó la oriental, compadecida incluso de aquel hombre.-



Y en tanto se decía aquello se tomó su medicación, eso la hizo sentirse mejor, mientras cavilaba.



-El odio envenena y corrompe a muchas personas. David es un buen hombre a pesar de todo. Habla mucho pero no ha hecho realmente nada para dañarme ni a mí, ni a nadie. Son su tristeza y su propio remordimiento los que a veces le empujan a decir esas cosas. Creo que en realidad ya no las siente. Por desgracia, no todos son como él. Existen personas maledicentes, maquiavélicas y lo que es peor, inteligentes y malvadas. Contra ellas hemos debido enfrentarnos durante toda la vida. Y hay muchas aquí, aunque también hay buena gente. Yo ya soy vieja, no puedo seguir luchando. Me queda poco tiempo de vida y únicamente deseo reunirme contigo, Sonia. ¡Ojalá que las personas de corazón puro que habitan en este planeta prevalezcan, o el mal podría adueñarse de Némesis! Eso es lo único que me inquieta a estas alturas ya, el futuro de nuestro hijo y nuestro nieto.



Y ni siquiera ella podía ni imaginar lo acertado de sus reflexiones. Era cierto, siempre había individuos dispuestos a sembrar la cizaña y la desconfianza por deseos de venganza o de poder, e incluso ambos a la vez.  Una de ellas, que profesaba sin embargo unas ideas totalmente opuestas a las de Lignito, todavía andaba suelta por allí. Bastantes años atrás, justo antes del Gran Sueño, Marla estaba en su celda. Tras la visita de aquel príncipe no volvió a tener ninguna. Únicamente sus guardianas se pasaban a verla varias veces al día, además de para vigilarla, a fin de atender a sus necesidades diarias de alimentación y limpieza. De vez en cuando, eso sí, era sometida a reconocimientos médicos, siempre por personal femenino. Nadie quería que se soliviantase o se mostrase agresiva si algún hombre trataba de examinarla, como hizo en la primera ocasión que eso sucedió, llegando a clavarle una jeringuilla a un enfermero en un brazo. Aunque ahora, al haber únicamente mujeres a su alrededor, no se recataba de lanzarles insinuaciones de todo tipo.



-Oye bonita. Cuando acabes tu turno, ¿no querrías pasarte por mi celda para hacerme un reconocimiento íntimo a solas?- Le susurraba melosamente a una joven enfermera rubia que apenas sí podía ocultar su envaramiento cuando su paciente le ofertaba con tintes libidinosos- Yo te haría otro muy exhaustivo a  ti…

-Le sugiero que se calme, señora.- Le pidió la doctora al cargo.-

-Es que soy una mujer muy fogosa, y llevo demasiado tiempo privada de compañía. Ya me comprende.- Respondió ella.-



            Las otras mujeres allí presentes no replicaron. Fue entonces cuando ocurrió, accidentalmente Marla pudo verse en un espejo.  Al hacerlo, primero se observó con estupor, después incredulidad, y más tarde aulló revolviéndose pese a estar amarrada con correas.



-¡No! ¡Esa cosa no soy yo!. Estáis tratando de torturarme…



            Y es que la imagen que ese espejo devolvía de ella era la de una mujer con el cabello en parte encanecido y con algunas arrugas y ojeras. No es que estuviera demasiado mal, pero desde luego, recordando cómo había sido en sus buenos momentos, a Marla le pareció horroroso.



-¡Basta, tranquilícese!- Le exigió aquella facultativa en tanto trataba de sujetarla con la ayuda de aquella rubia enfermera y otra ayudante.-



            Al final tuvieron que inyectarle un calmante. Eso la hizo dormir. No supo a ciencia cierta el tiempo que transcurrió. Tuvo un sueño, recordó el momento en el que dictaron la sentencia contra ella. Marla comenzó a reírse entonces, era como si algo o alguien, una presencia, la estuviese tranquilizando y le dictase las siguientes palabras que pronunció…



-¡Orden en la sala!- Pidió el juez, tan atónito como el resto al ver cómo se desternillaba de risa.-



            Al fin guardó silencio. Y fue en ese instante cuando el magistrado le comentó.



-Ante una pena de este calibre, tiene usted derecho a elegir entre cumplirla en la Tierra o ser evacuada al sistema solar exterior. A un planetoide lejano, en el que se le reducirá a la mitad  de su sentencia pero sin permitírsele retornar a este planeta. Es la pena del ostracismo. ¿Qué decide?

-¡Que no voy a envejecer aquí! Ni tampoco allí. ¡Ja, ja, ja! - Se rio una vez más, como una demente. Exclamando. ¡No sabéis quién soy! Bueno, ja, ja… yo tampoco…



            Todos se miraron con estupefacción. Esa maldita Kerria allí presente en su papel de fiscal, estaba desde luego tan espantada y atónita como el resto. Sobre todo  cuando Marla eligió, movida por esa extraña sensación de tener a alguien dictándole lo que debía de decir.



-¡Ostracismo! Llevadme a Némesis.

-¡Némesis!- Musitó la fiscal con horror.- Eso es…

-¿Quieres que cuando llegue el momento le de algún recado a tu mamaíta? Te prometo que aguardaré a que nazca.- Le espetó Marla, mirándola con el gesto desencajado, para prorrumpir en una antinatural carcajada.- ¡Ja, ja, ja, ja!



            Aunque ni ella supo por qué había dicho eso o qué diantres significaba. No tenía ningún sentido desde luego. Ni para la propia Marla, ni para los demás que la observaban estupefactos y sin comprender. El caso es que disfrutó viendo la expresión de esa zorrita. Se había quedado pálida y totalmente demudada. Por desgracia, el juez detuvo su comentario y ese momento de diversión, ordenando a dos alguaciles que se la llevasen de allí…La rea todavía pudo gritar, según la sacaban a la fuerza de la sala y convencida de ello.



-¡Yo no moriré, nunca moriré…ni envejeceré!. ¡Siempre estaré aquí!. Y algún día volveré. Pero tu amada Tierra, Bios, Nature…el olvido y la nada caerán sobre todos ellos.

-¿Quién eres?- Fue capaz de musitar una espantada Kerria con voz temblorosa.-



No le pudo responder. Ahora, lentamente salió de esa ensoñación y abrió los ojos.



-Vaya una siestecita.- Musitó.-



No obstante, al mirar en derredor enseguida se percató de un hecho muy extraño. Tanto la doctora como el resto del personal que la custodiaba parecían estar congelados, paralizados.



-¿Oigan?- Quiso saber sin comprender qué estaba sucediendo.-



            Nadie le respondía. Hizo un acto reflejo de levantarse, aunque esas correas la seguían aprisionando. Insistió, una al menos estaba más floja. Tardó unos minutos pero pudo quitársela y después, pacientemente, se liberó del resto de ataduras que la constreñían. Al fin se levantó, aunque estaba débil. Miró hacia todas las direcciones y nada se movía.



-Esto es muy extraño.- Musitó.-



            Dando tumbos se apartó caminando a trompicones en tanto se iba apoyando en las paredes. Para su contento las puertas estaban abiertas. Entonces algo sonó en su cabeza, una voz neutra que no podía identificar que le dijo.



-Hacia esa celda…



            Caminó extrañada hasta llegar al lugar indicado. Apenas sí pudo ocultar su repugnancia. Allí estaba ese asqueroso macho. Un tipo que, al igual que ella, llegó desde otro planeta a Némesis para cumplir su condena. Era un maldito violador, pero eso no era lo peor. Aunque para sorpresa de Marla, ese individuo, de unos cincuenta años y visiblemente envejecido, también estaba despierto como ella y aferrándose a los barrotes le pidió.



-¡Sácame de aquí! Me he despertado hace un rato y nadie responde.

-Debes de estar soñando.- Escupió la interpelada, para sentenciar.- Jamás liberaría a un macho y a ti todavía menos. ¡Eres un criminal de los peores!

-Mira quién habla.- Denunció él sin embargo.- Yo no he matado a nadie.

-Yo tampoco, al menos directamente, claro.- Se sonrió su contertulia.-



            Aunque esa voz que oía dentro de su cabeza impelía a Marla a abrir esa puerta.  De hecho lo intentó pero el botón no respondía.



-Lo siento. Pero debe de activarse con la huella de alguna de las guardianas.- Declaró despreocupadamente encogiéndose de hombros.-



            No obstante y para asombro de ambos, la puerta entonces se movió, como si unas manos invisibles la empujasen. Al abrirse, ese tipo saltó sobre la mujer agarrándola del cuello.



-Ahora verás, ¡maldita zorra!

-¡Quita tus sucias manos de mí, macho asqueroso! - Espetó ella tratando de defenderse.-



            Cayeron al suelo rodando, ninguno estaba demasiado fuerte, pero él seguía llevando algo de ventaja y jadeó en la oreja de su rival.



-Hace mucho que no me tiro a ninguna hembra. Y tú pese a todo estás bastante buena. Te voy a conceder ese honor

-¡Te mataré! - Amenazó Marla entre asustada y llena de desprecio, asco y rabia.-



            Jamás permitiría que uno de esos machos la tocase. Aunque en ese instante una horrísona y malévola carcajada resonó…los dos se detuvieron tan perplejos el uno como el otro. Y en sus mentes oyeron una inequívoca orden.



-Dejadlo ya y venid, por aquí…



            Pese al asombro y a su mutua hostilidad, obedecieron. Había una misteriosa fuerza que casi les obligaba a ello. Sin confiar en absoluto en el otro a pesar de todo caminaron por un largo corredor que daba acceso a unas escaleras. Estas descendían perdiéndose de vista a una profundidad indeterminada. Bajaron un par de peldaños apenas iluminados.



-¿Qué será esto?- Se dijo ella en voz alta.-

-Quizás el camino a la libertad.- Especuló su interlocutor, quien quiso mostrarse más amistoso preguntándole.- ¿Cómo te llamas? Si vamos a colaborar para huir, no me vendrá mal saber tu nombre.

-¡A mí me trae sin cuidado saber como te llames tú!- Replicó la mujer con manifiesto desdén para amenazarle una vez más.- Te mataré en cuanto tenga oportunidad por atreverte a tocarme.

-Me llamo Edgar.- Se presentó pese a todo, añadiendo con irónica sorna.- Y no eres muy original. Ya he sido engañado y traicionado antes por mujeres. Únicamente quiero saber tu nombre para no tener que llamarte puta cuando te folle.



            Tras un intercambio de hostiles miradas al fin se atrevieron a aproximarse hacia aquellas escaleras. Aunque nada se veía más allá de los primeros peldaños que bajaron, por ello no osaron descender más. Justo en ese instante una llamarada sulfurosa de color amarillento les iluminó el camino. Marla habría jurado ver durante unos brevísimos instantes la silueta de algo parecido a un encapuchado. Aquello le dio miedo, y pudo decir señalando en esa dirección.



-¿Qué ha sido eso?

-Yo no he visto nada.- Negó Edgar. -



            Pero una vez más, esa voz sonó en sus cabezas.



-Si deseáis alcanzar vuestros sueños, debéis seguirme…

-¿Quién eres?- Se atrevió a preguntar Marla ahora en voz alta.-

-Soy quien os liberará, quien os dará lo que tan largamente habéis anhelado…-Fue la respuesta.-



            Y ambos continuaron su deambular, no tenían mucho más en donde elegir. Así que, apenas si iluminados por esas fatuas llamas, bajaron despacio por los demás escalones. Ella iba descalza y se clavaba algunas piedrecitas en las plantas de sus pies, pero eso no le preocupaba demasiado. Edgar la seguía a un par de peldaños.



-Mantén las distancias, pederasta.- Le ordenó despectivamente ella.-

-¡Mira quién me lo exige! La desviada pervertida. -Se sonrió aviesamente él.-

- Sois tal para cual.- Resonó aquella voz que se regocijaba con esa disputa.-

-De eso nada. Por lo que sé de él, este tipo violó e hizo prostituirse a su propia hija. No está nada mal.- Repuso Marla, ahora casi con más sorna que indignación, aunque la última prevaleció cuando remachó con patente desprecio.- Y todo porque era una mujer.

-¿Qué me dices de ti? Arrastrando a la depravación a muchas mujeres e incluso tratando de propasarte con una niña pequeña.- Replicó Edgar, confesando.- Sí, te has jactado de eso algunas veces. Las mismas carceleras que te custodiaban lo decían. Yo al menos tenía motivos para hacer lo que hice.

-¡Sí, tu lujuria y el creerte superior por ser un macho! - Espetó su interlocutora.-

 -Para empezar, esa zorra no era mi hija, era un engendro de laboratorio que metieron en mi casa y en mi vida sin consentimiento mío.- Replicó airadamente él, añadiendo.- Y se prostituyó ella solita. No tuve que ver en eso, pero admito que aprendió el oficio muy bien.

-¡Son los cerdos como tú los que refuerzan mi odio hacia los machos! - Masculló Marla a su vez, espetando.- Hubiese preferido estar encerrada en mi calabozo por toda la eternidad que sufrir tu asquerosa presencia ni un segundo.

-En eso coincido contigo. No me gustan las desviadas asesinas como tú. Aunque soy más pragmático y sea lo que sea lo que nos aguarde aquí, puede que no sea mejor que lo que hemos dejado atrás. En cualquier caso, para sobrevivir podríamos necesitarnos. - Se dijo con un tinte más reflexivo.-



A su pesar Marla tuvo que admitir que ese cerdo podría tener razón en eso. Lo cierto es que, en tanto discutían no tuvieron consciencia del discurrir del tiempo, o quizás es que este sencillamente no transcurriese. Tampoco se sentían especialmente mal. Una vez comenzaron a descender, esa debilidad que tenían tras su despertar parecía haber quedado superada. Tras un periodo indeterminado, llegaron al final de esos peldaños. Ante ellos se abría una gran cámara excavada en la roca. Iluminada por una especie de llama entre carmesí y rojiza que llegaba desde el fondo. Parecía estar contenida en una especie de campo de fuerza. Apenas sí pudieron observar aquello cuando esa voz retumbó de nuevo con resonancias graves, esta vez, haciendo eco en esa cueva.



-Bienvenidos, Marla Sorel. Edgar Connors

-¿Quién eres? O mejor dicho. ¿Qué eres?.- Inquirió Marla sin poder evitar que el temor se apoderase de ella. Aunque añadió con un tono de sarcasmo típico, que trataba de ocultar ese miedo.- Si eres un hombre, pierdes el tiempo…os odio.

-¡Solamente una loca estúpida saludaría así a quien nos ha liberado! - Se burló Edgar aplaudiendo con sorna.-

-A ti nadie te ha pedido tu opinión, ¡bastardo! - Replicó ella.-



            Edgar le propinó una bofetada que ella encajó, aunque reaccionando le devolvió la gentileza en forma de patada en sus partes.



-Así te enfriarás. – Se sonrió la mujer, restañándose la sangre que tenía en su labio abierto.- El mejor remedio para un macho es matarlo, el segundo más adecuado, castrarlo.



            Su adversario se recobró a duras penas apoyándose contra una pared y mirándola con inquina. Parecía a punto de saltar sobre ella pero no tuvo ocasión. En ese momento, una horrísona carcajada retumbó por toda la estancia. Hasta tuvieron que taparse los oídos durante unos instantes, y finalmente otra voz, o al menos eso creyeron en una primera impresión, puesto que sonaba mucho más aguda y femenina, replicó.



-¿Lo veis? En el fondo sois las dos caras de una misma moneda. Os complementáis y oponéis al mismo tiempo. En cuanto a mí, no tengo sexo. Soy una manifestación de energía. Soy quien ha pugnado desde el principio contra la monotonía existencial de este patético universo de luz.

-¿Tienes nombre?- Preguntó la ahora asombrada mujer.-

-Algunos me llaman Caos.- Fue la respuesta.- Y soy lo que vosotros, mortales, conocéis por el mal.



            Marla y Edgar abrieron la boca y los ojos sobremanera. Hasta ellos se sentían ahora aturdidos y aterrados.



-Debo admitir que es delicioso, sentir vuestro odio, vuestra rabia. Gracias.. habéis sido de mucha utilidad para ayudarme. – Retumbó aquella voz.-



Edgar al fin pudo recobrarse del golpe recibido para contestar.



-Entonces, tú eres eso que adoraban los partidarios de aquel…

-Aquel al que llaman el Fantasma de la Muerte.- Completó esa voz.- Y habéis sido elegidos, Marla, Edgar. Sé lo mucho que odiáis a los seres de vuestra especie.

-Yo odio únicamente a los machos, y  a aquellas hembras sometidas a estos o que colaboran con ellos por su propia voluntad.- Puntualizó la mujer.-

-A mí no me preocupa más que vengarme de esos malditos que me metieron entre rejas. Sobre todo a esas dos putas de Kassandra y Nelly. - Replicó Edgar.-

-En cambio yo odio a toda forma de vida, ¡como las vuestras! - Se rio esa voz.- Los seres vivos sois los responsables de agitar el Universo y destruir su Armonía, la armonía del Silencio y de la Nada.

-Pues entonces estás realmente chiflada.- Se atrevió a replicar Marla.- Si te haces llamar Caos, dices ser el mal y buscas el orden. ¡Ja, ja!… Deberías hacértelo mirar…



            Entonces se produjo un breve momento de silencio. Mas Caos no tardó mucho en contestar con tono mesurado e incluso reflexivo esta vez.



-Para un ser finito y mortal como tú, no es posible comprenderlo. Pero el Caos es necesario para restaurar la Armonía. Lo mismo que el mal debe oponerse al bien.



            Eso hizo meditar a su oyente durante unos momentos. Entonces, como si una luz se hubiese encendido en su mente, Marla asintió, sonriendo y declaró.



-¡Claro!, el caos lo siembras para destruir la armonía entre los seres vivos, tú armonía es nuestro caos. ¡Y a la inversa!…

-Es cierto. Tiene todo el sentido. El mal o el bien son conceptos relativos. - Acordó Edgar por una vez.- Vaya, no eres tan tonta como pareces.

-Eso es lo que ocurre con los machos, siempre infravaloráis a las mujeres. Por eso os acabaremos destruyendo.- Proclamó ella con tono triunfal.-



            Tras estas palabras hubo más risas de aquel ente, quien al poco admitió, incluso tiñendo su nuevamente grave voz de alabanza.



-No me equivocaba al escogeros. Sois la combinación perfecta. ¿Es que acaso no os dais cuenta? Seréis mis herramientas para sembrar el odio, la confusión y la división. Tú Marla, eres inteligente y por ello te haré una de mis favoritas. Lo sepas o no, hay una parte de mí dentro de ti. Eso fue así desde tu nacimiento. Por ello serás una de mis acólitas y transmitirás el caos a tus iguales. Edgar, tú también me representarás aquí.

-¿Y qué ganaría yo con eso?- Quiso saber la mujer, volviendo a su visión pragmática y egoísta de las cosas.- Si te autoproclamas como el mal, y dices haberme elegido por mis méritos, entenderás que yo no sea muy altruista.



            Y tras un breve momento en silencio, su interlocutor respondió.



-Lo ganarías todo. Para empezar. Conozco de sobra tus mayores anhelos, Marla.

-¿Ah sí?..- Se rio esta vez ella, para con voz desafiante preguntar.- ¿Cómo por ejemplo?

-Por ejemplo, lo que siempre quisiste en Nature, cuando intentaste que esas dos vampiras te convirtiesen. Anhelas ser inmortal, eternamente joven y hermosa. ¿Verdad?...¡Pobre Marla!, tan inteligente y perceptiva, tan llena de odio y rencor, pero tan limitada por su caparazón mortal. Ese cuerpo hermoso que usaste para satisfacer tus pasiones y manipular a otros, ahora va decayendo y se marchita.

-¡Ja, ja, ja! Eso es el colmo de la estupidez, querer convertirse en un vampiro.- Se burló Edgar, sentenciando con regocijo.- Claro, te vas haciendo vieja. Y esas tetas tan grandes se te caerán…

-¡Cállate puerco!- Espetó ella que no deseaba en absoluto escuchar tal cosa, aunque enseguida se dirigió hacia aquella voz para inquirir.- ¿Cómo sabes todo eso?

-Porque yo estaba ahí. Ya te lo he dicho. Siempre he estado contigo. Además, todo mal me rinde pleitesía.- Le explicó aquel ente, añadiendo.-  Y porque dominé a muchos estúpidos incautos que creyeron poder jugar a ser dioses, usando poderes que no les correspondían utilizar…



            Sus interlocutores no comprendieron a qué se refería con eso último. Marla en particular comenzaba a sentirse intrigada. ¿A qué se refería esa presencia? ¿Había estado con ella siempre?... Y sin embargo, su contertulio tenía razón. Aquellas palabras eran desde luego totalmente ciertas. Al menos tuvieron que admitirlo, y Caos entonces continuó.



-También he conocido a otros como vosotros. Comenzaré por tu caso, Marla. En el pasado algunas de mis acólitas se parecían a ti. Lograron ser poderosas e inmortales. Aunque luego fracasaron. Porque sencillamente les faltaba la inteligencia necesaria. O incluso porque en ellas una vez anidó el bien. Cualquier traza, por diminuta que fuera, de empatía, amor o sentimentalismo, las debilitaba. En cambio tú, tú ya eres malvada. Llevabas mi semilla en tu interior desde que naciste. Por eso, solamente deseas saciar tu lujuria y tu odio, no tienes remordimientos ni limitaciones. Serás mucho más poderosa que cualquiera que te haya precedido.



            Y ante los asombrados ojos de Marla aparecieron visiones de algunas mujeres. Una muy alta, con largos cabellos que parecían del color del fuego, llevando la destrucción sobre una ciudad cuyos edificios estaban rematados en cúpulas que lucían una media luna con las puntas hacia arriba.



-Ese es… ¡El reino de la Luna! -Pudo decir perpleja.-

- Y esa mujer tan poderosa fue mi sirviente Beryl. A pesar de su enorme fuerza, ella y mi hija Metalia no lograron triunfar…Esa infeliz estaba enamorada del rey Endimión y siempre tuvo ese ridículo anhelo de que le correspondiese. ¡Amor! ¡La mayor mentira del Cosmos!



            Después esas imágenes quedaron sustituidas por otros poderosos seres malignos que fueron invariablemente derrotados. Al fin vieron las de otra mujer que Marla reconoció de inmediato, aunque su expresión y sus ojos eran bien distintos. Una gran maldad los dominaba.



-¡La reina Neherenia! – Exclamó con asombro la mujer. –

-¡Maldita sea! Sé quién es esa mujer. – Terció un atónito Edgar. -

-Ella también fracasó…en el fondo no era más que una niña asustada, deseosa de no estar sola y no perder su juventud. ¡Estúpida ilusa! - Les desveló aquel ente.- Y otras más fueron vencidas a su vez, siempre por la misma razón. Las Guerreras de la Luna y la Reina Serenity…Ahora la soberana, en su máxima manifestación de poder como Sailor Cosmos, ha congelado el Universo. No obstante, eso terminará pronto. Cuando lo haga, ella restaurará su gloria y comenzará una edad de oro en la Tierra y en la Luna. El Reino de Cristal Tokio y del Milenario de Plata.

-De modo que finalmente han ganado.- Suspiró Marla.-

-Pues ya no tienes nada que hacer entonces.- Añadió Edgar.-

-No han ganado completamente, puesto que yo permanecí aquí, ocultándome a su vista, reservando mis fuerzas. Pude despertar cuando el poder de ese nuevo comienzo se difuminó y el Gran Sueño empezó a disiparse. Por eso reviví, el mal jamás muere. Por ello, cuando os percibí os hice despertar antes que al resto de los que os rodeaban lo hicieran. Ahora Marla, tú harás algunas cosas por mí aquí, luego  viajaras a la Tierra y sembrarás el odio y la discordia entre los súbditos de esa maldita entrometida de Serenity.  -Fue la respuesta.- Y tú Edgar, te quedarás a mi lado aguardando el momento en el que debamos revelarnos a estos estúpidos seres humanos. También serás parte de mí, poderoso e inmortal. Los dos transcenderéis las limitaciones humanas empapándoos de mi esencia.

-No me parece un mal plan.- Se sonrió éste último, objetando no obstante.- Aunque no tengo ni idea de cómo podrás hacerlo.

-Por una vez coincido con él. Para empezar. ¿Cómo haré para salir de aquí?. No sé si te das cuenta de cuán lejos estamos de la Tierra.- Convino Marla, pragmática pese a todo.-

-¡Porque yo tengo el poder para otorgaros lo que siempre quisisteis! - Aulló esa voz.- ¡Recibidlo ahora!



            E inopinadamente una ráfaga de energía rojiza y escarlata fue proyectada desde el fondo de aquella sala. Los dos sufrieron su impacto directo. Edgar aulló con horror sintiéndose arder y reducirse a cenizas. Por su parte la mujer chilló en agonía como si el fuego del infierno la estuviera consumiendo. Sin embargo, a los pocos momentos, se sintió realmente bien. Era una sensación de placer indescriptible, de éxtasis. En ese instante, un espejo apareció ante ella y pudo mirarse. Su tez era ahora de un color violáceo, sus labios se marcaban oscuros y sus ojos eran rojos. Empero, con desearlo simplemente volvió a su aspecto normal, muy mejorado. No daba crédito a lo que veía. Estaba en la cúspide de su juventud y belleza.



-¿Qué me has hecho?- Pudo preguntar con tono trémulo y emocionado.-

-Te he dado parte de mi inmenso poder, he potenciado la pequeña parte de mí que ya habitaba en ti. Te he concedido esa inmortalidad que soñabas. Ahora finalmente has dejado de ser humana. A cambio solamente me servirás a mí y obedecerás cuanto te ordene. ¡Júramelo!



            Y sonriendo llena de satisfacción, Marla miró a su alrededor. Pudo observar el carbonizado cuerpo de Edgar, apenas sí era reconocible con unos pocos restos de carne pegados a sus huesos.



-El final que te merecías.- Se sonrió con regocijo ella al observarle de esa guisa.-



            No obstante, un brillo rojizo salía de las cuencas de sus ojos. Al momento, una túnica negra cayó sobre aquellos restos envolviéndolos. Y el cuerpo aquel se alzó, colocándose en la posición del loto, sin dejar entrever nada bajo la capucha que ahora cubría su cabeza. Una extraña bola de algo que parecía ser cristal, del tamaño de un balón de fútbol, se condensó de la nada quedando junto a esa horripilante figura quien, con voz resonante y grave, proclamó.



-Larga vida al Fantasma de la Muerte, mi amo y Señor. Del cual he sido emanado como su manifestación.



            La mujer entonces asintió poniéndose de rodillas y bajando la cabeza, para contestar de la forma más sumisa en la que jamás lo había hecho, incluso desde niña.



-Mi ama y señora del Caos. Soy tu humilde sierva…te juro fidelidad eterna. Solamente dime que he de hacer y lo haré.



             Y tras un breve silencio, su nueva ama le respondió.



-Escucha pues…lo que te he de revelar…



            Ajenos a todo aquello, en el palacio Real, la princesa Ámbar acunaba a su hijo.



-Mi pequeño Coraíon.- Musitaba acariciando con un dedo la boquita del bebé que estaba medio dormido.- Pronto volverá papá…seguro que tienes muchas ganas de verle. ¿A que sí?



            El niño evidentemente no respondió a esa cuestión, sin embargo una voz masculina lo hizo en su lugar.



-Esperemos que así sea. También tengo ganas de volver a ver a mi hijo…



            La joven princesa se giró sonriendo al reconocer a su suegro, el rey Corindón. Aunque no venía solo. Junto a él, una atractiva jovencita que quizás alrededor de los dieciocho años, le flanqueaba a su derecha, era de aventajada estatura, y largos cabellos negros, con ojos grisáceos. El soberano la presentó.



-Esta es Magnetita. La hija de mi amigo el duque Karst. Servirá como tu camarera mayor.

-Alteza, es para mí un honor.- Musitó la ruborizada jovencita, haciendo una leve reverencia.-

-Encantada de conocerte y sé bienvenida.- Sonrió Ámbar.-



            La princesa se levantó algo trabajosamente, el rey miró de soslayo a su acompañante y ésta enseguida corrió a ayudarla.



-Permitidme.- Le pidió voluntariosamente.- Os lo ruego, yo tomaré al príncipe.



            Ámbar dejó que esa chica sostuviese a su hijo en brazos mientras ella se enderezaba. Tras el parto había tardado en recobrarse y todavía arrastraba algo de debilidad. Por no decir que no había recuperado del todo su anterior figura.



-Gracias.- Sonrió a esa jovencita.-



            La aludida chica no pudo evitar volver a sonrojarse, aunque desvió la mirada hacia el bebé y afirmó halagadoramente.



-Es un niño precioso.

-Y el futuro heredero.- Subrayó Corindón.- Ahora os dejo para que charléis. Ámbar, sé que deseas tanto como yo que mi hijo retorne. Ya sabes cómo es Karst. Le encanta viajar y explorar los alrededores de Némesis a la busca de nuevos yacimientos en asteroides. Aunque te ama mucho y adora a su hijo. No tardará.

-Gracias, Majestad.- Convino su interlocutora.-



            Y el rey se fue, la joven Magnetita dejó cuidadosamente al crio en una cunita que estaba cercana y le ofreció a la princesa.



-¿Deseáis tomar algo, Señora?

-El aire.- Suspiró ésta.- Desde que Coraíon nació apenas si he salido al exterior. Entre el parto, que fue algo difícil, y la enfermedad de la reina Bauxita, no he tenido muchas ganas de salir al jardín. Pero deseo respirar un poco de aire puro. Con las flores ahí fuera la perspectiva es más agradable.

-Sí, Alteza. Es un hermoso jardín. – Convino la joven.-

-Pobre señora Sonia.- Comentó Ámbar.- La reina la apreciaba mucho, y aunque apenas pude conocerla, puesto que por entonces yo solamente era una cortesana más , era una buena mujer.



            Magnetita daba la impresión de estar ausente, como si su atención se centrase en otra cosa, miraba aparentemente hacia ningún sitio en particular. Incluso la princesa se percató y quiso saber con cierta extrañeza.



-¿Te encuentras bien?

-¡Oh, sí!, sí Señora. Disculpadme. Es que este palacio es… muy grande.- Pudo decir. –

-Lo es.- Asintió su contertulia, indicándole.- Ven conmigo, salgamos por el balcón.-



            Y sumisamente Magnetita la siguió. Ámbar se adelantó unos pocos pasos, en tanto su nueva camarera, con gesto que reflejaba algo de malestar, musitaba para sí.



-¡Basta! ¡cállate!...



Después pudo sonreír acercándose a su princesa y bajando con ella por unas escaleras que comunicaban el balcón de aquella estancia con el jardín.



-En verdad es un sitio muy hermoso, como vos.- La elogió deleitándose en contemplar esos cabellos dorados que le llegaban hasta más debajo de los hombros a la princesa y esos ojos  del color de su nombre, grandes y vivaces, que la esposa del heredero poseía.-

-Gracias.- Sonrió la aludida agradeciendo el cumplido, para replicar.- Espero que pronto, recuperaré la línea.- Aseveró, haciendo alusión a algunos kilos de más que había adquirido tras su embarazo.-

-Os ayudaré a que así sea, mi Señora.- Afirmó una afable Magnetita.-



De este modo, ambas pasearon por ese jardín. Poco tiempo después, una nave de Némesis se aproximaba a su planeta. Al mando junto con un par de tripulantes, iba el príncipe Karst. El joven, de cabellos blancos y ojos azules, sonreía.



-Estáis muy contento, Alteza. -Le comentó un muchacho vestido con uniforme grisáceo, que estaba junto a él.-

-Sí, Carbón. Tengo muchísimas ganas de volver a ver a mi esposa y a mi hijo.- Le confió a su subordinado.- Me fui a esta misión estando él recién nacido.

-Os felicito, señor.- Añadió una joven que estaba sentada a su lado.- Ha sido una gran noticia, el nacimiento de vuestro hijo y heredero.

-Estamos muy contentos. Gracias Calcita.- Afirmó su interlocutor.-



            En la pantalla del radar se detectaron entonces algunos objetos, eran meteoritos que se aproximaban hacia su nave. Por suerte, iban despacio y había margen más que suficiente para evitarlos.



-Programad el acercamiento a nuestro planeta y dispongámonos a aterrizar. Quiero darle las buenas noticias a mis padres cuanto antes. - Comentó Karst, sin concederle mucha importancia a aquello.-

-El Consejo habrá deliberado ya.- Supuso el joven que le acompañaba.-

-Puede ser, Carbón.- Admitió el príncipe, alegando entonces.- Pero cuando les contemos lo que hemos visto. Quizás no tengamos que ir a la Tierra después de todo. -Sonrió esperanzado.-

-¡Alteza!- Exclamó una asombrada e incluso asustada Calcita, señalando hacia una de las ventanas de la nave.-

-¿Qué ocurre?- Quiso saber Karst.-



            El propio príncipe y Carbón miraron entonces en la dirección que la joven señalaba y no pudieron dar crédito. Ahí fuera, en medio del espacio, una hermosa mujer de cabellos morenos les sonreía mirándoles con una mezcla de curiosidad y diríase que hasta regocijo en sus azules ojos.



-Alteza, ¿creéis que será una de las legendarias Guerreras de la Luna?- Inquirió el perplejo Carbón.-

-Está en medio del espacio sin ningún tipo de protección. ¡Es imposible!, no creo que ni ellas pudieran hacer eso…- Objetó el interpelado.-

-Príncipe Karst, de pequeño oí historias de que eran capaces de hacer algo así.- Le contó su subordinado especulando.- ¿Pudiera ser que alguna de ellas nos hubiese detectado también y nos haya seguido para iniciar conversaciones?

-No lo sé. Pero hay algo que no me gusta.- Le confesó su contertulio sin dejar de mirar con asombro aquella especie de aparición. -



Y es que esa extraña mujer seguía sonriendo, incluso les tiró un beso. Empero había algo pérfido en la forma en cómo lo hizo. Entonces y al instante siguiente, tornó su color de piel en violeta, sus ojos refulgieron rojos y sus cabellos ondearon de un tono color fuego. Abrió su boca en una deformada y malsana especie de carcajada e hizo un ademán con sus manos. Sin que los aterrados y atónitos tripulantes pudieran percatarse de cómo sucedió, algunos de los meteoritos estallaron, como si algún invisible proyectil les hubiera hecho pedazos. Los fragmentos de aquellos asteroides se precipitaron contra esa pequeña y frágil nave a gran velocidad.



-¡Calcita, esquívalos!- Ordenó Karst a la desesperada.- Esta nave es muy pequeña, no tenemos cápsulas de escape…

-¡No puedo señor, no puedo!…-Chilló la  horrorizada joven de cabellos castaños.-

-¡Impacto inminente!.- Gritó Carbón.- ¡Escudos!…



            Sin embargo, los débiles sistemas de protección de esa lanzadera no fueron capaces de detener gran parte de esos fragmentos de piedra y metal que, a enorme velocidad, perforaron el casco como si de proyectiles se tratasen. A los pocos segundos la nave estalló desintegrándose sobre el oscuro cielo de Némesis. Marla entonces se rio divertida y musitó.



-La primera de tus órdenes ha sido cumplida. Mi ama y Señora del Caos…Estoy trabajando en la segunda y aguardo con impaciencia tus instrucciones…



            Y desapareció quedando cómo único testigo de su crimen la negra y helada profundidad del espacio…




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