jueves, 3 de marzo de 2011

GWA 03. Peripécias del vuelo y antiguos recuerdos. ¿Será fácil adaptarse?


El avión surcaba veloz el cielo hacia su destino. Ambas chicas se sentían realmente alegres y relajadas, más cuando la megafonía les informó de las condiciones  en la voz del comandante.

-Buenos días señoras y señores pasajeros. Soy el comandante Ken Sato de Japan Airlines. En un aparato modelo Boeing 767. Salimos del aeropuerto internacional de Narita y volaremos hasta llegar al aeropuerto Internacional John F Kennedy de Nueva York sin escalas. La duración  aproximada del vuelo será de unas 14 horas.  Cruzaremos el océano Pacífico y el sub continente de América del Norte. La climatología es buena, cielo despejado sin pronóstico de lluvia, con ocasionales turbulencias. Les recordamos que tienen servicio de comidas y cenas y la posibilidad de reclinar sus asientos para dormir. También les recomendamos levantarse una vez estabilizado el aparato y caminar unos instantes para evitar cualquier síntoma de agarrotamiento en sus extremidades. Se les informará cuando estemos a punto de tomar tierra. Muchas gracias y que disfruten del vuelo.

El piloto repitió esto mismo en inglés. Las chicas ahora trataron de enterarse para ver que tal iban captando el idioma y debieron admitirse cada una a sí misma que no era tan fácil como al escuchar las prácticas en cds. Pero al menos comprendían lo fundamental. Después ya no prestaron demasiada atención. Cuando las azafatas explicaban con gestos los protocolos de seguridad y salvamento, a la par que se escuchaban las instrucciones por los altavoces de abordo apenas sí se percataron.

-Estoy realmente agotada.- Confirmó Cooan.- Con tantos preparativos y tantas cosas que hacer en tan poco tiempo.
-Me pasa lo mismo.- Afirmó su hermana, comentando.- Al menos estos asientos son cómodos.
-Bueno, no son Business Class, pero tampoco están tan mal.- Sonrió su contertulia.-
-No, hay que reconocer que el ministerio se ha portado muy bien.- Afirmó Bertie, admitiendo.- Y creo que la amistad de Ami con el abuelo del señor Fumata habrá tenido que ver con ello. Estos asientos son Economy plus. En el mismo centro del avión. Lo otro hubiese sido excesivo.
-Aunque antes viajábamos en una nave inmensa con capacidad interplanetaria y de salto intertemporal.- Le recordó su hermana.-
-Bueno, las cosas ya no son como antes. Ni nosotras somos las que éramos. Y me alegro de eso.- Afirmó Bertie.-

Su hermana asintió, estando totalmente de acuerdo. Evidentemente lo dijo en tono de broma. Aunque era cierto que antes tenían una enorme habitación para cada una en esa nave, en la que disfrutaban de todo el confort que el siglo treinta podía ofrecer. Así lo dijo Cooan, aunque, tras reírse un poco, añadió.

-Excepto una vez, cuando se estropeó el aire acondicionado, ¿te acuerdas del calor que hacía?
-Desde luego.- Repuso su risueña hermana.- En fin, no sé tú, peor voy a intentar recuperar algo de fuerzas.
-Sí, es una buena idea.- Convino su interlocutora.-

Y es que ambas estaban rendidas y trataron de descansar un poco para lo que les aguardaba. De hecho meditaban acerca de su futuro. Iban a ser estudiantes en un país extranjero. ¿Les sería duro adaptarse? Pensaban en ello y hacían muchas cábalas.

Beruche recordaba lo intensos que habían sido los dos últimos años. Una vez dejada atrás su antigua vida tuvieron que comenzar prácticamente de cero. Trabajaron duro y tanto ella como Cooan estudiaron a conciencia. Ami las ayudó mucho en ese periodo, las pocas veces que pudieron verla  fueron suficientes para que las pusiera en contacto con profesores y directores de Universidad a distancia. Pudieron sacar dos años de magisterio comprimidos en relativamente pocos meses gracias a su gran nivel intelectual. Por fortuna en Némesis la formación era muy buena y tenían una sólida base para afrontar el reto. Y ahora al fin estaban en camino para concluir su preparación, en América podrían cursar su último año con prácticas. Bertie estaba nerviosa, adaptarse a una cultura tan diferente de la que les había acogido era todo un reto. Todavía no estaban del todo hechas al Japón del siglo XX y debían comenzar otra vez en Estados Unidos. Y también le preocupaban los niños. A ella no le disgustaban pero tampoco era algo que le apasionase demasiado. En su caso prefería quizás a los mayores, ser profesora de secundaria, incluso ¿por qué no?, de universidad. Pero Cooan tenía tantas ganas de cursar esta carrera que casi la arrastró. Ambas estaban muy unidas y Beruche le estaba muy agradecida por su apoyo y su cariño, de hecho gracias a su hermana menor había rehecho su vida en lugar de destruirla. Así que quiso compartir con ella la experiencia. Siempre tendría tiempo para reorientarse después.

-Merece la pena probar. Es algo nuevo y apasionante.- Se dijo. -

Cooan pensaba a su vez. Estaba encantada ante la perspectiva de conocer otro país, pero echaría de menos a sus hermanas mayores y las visitas que hacía al santuario Hikawa. Se había pasado algunas veces para charlar con Rei y en ocasiones para ver a Chibiusa. La niña había crecido y madurado bastante, según le contó, tras afrontar nuevos retos. Aunque ninguna de las dos quiso hablarle mucho de eso. Tampoco ella insistió, debían de tratarse de asuntos relativos a sus actividades como guerreras de la justicia. De todos modos le encantaban los niños y deseaba llegar a ser una buena educadora, en parte por vocación y en otra para tratar de enmendar todo lo malo que hizo cuando servía al poder Oscuro. Además, quién sabe si en América encontraría por fin un hombre bueno que la hiciese olvidar definitivamente su desengaño con Rubeus.

-Después de todo tuve suerte.- Reflexionó.-

La muchacha recordaba aún con una mezcla de tristeza y alivio aquel día. El día en el que su vida cambió para siempre. Había salido a hacer unas compras, tras la batalla que ella y sus hermanas mantuvieron contra las guerreras de la Luna y del fracaso de la droida de las pesadillas, las cosas habían estado tranquilas. Aprovechó para acercarse a esa tienda de cosméticos y perfumes, Otafukuya, que tenía cierto prestigio entre los humanos del siglo veinte en Tokio. Hizo unas cuantas adquisiciones, entre ellas un pequeño y esmerilado frasquito de perfume que pensó sería un regalo ideal para Rubeus. Salía cargada con una bolsa llena, le fastidiaba no poder emplear sus poderes para hacerla flotar pero eso significaría descubrirse. ¡Qué remedio, tendría que aguantarse! Caminaría hasta un callejón apartado y cuando no hubiese testigos se transportaría a la nave. Pensaba en aquello cuando salió de la tienda, escuchó un sonido de voces, parecía una discusión entre un hombre y una mujer. Pero antes de darse cuenta chocó contra algo y cayó al suelo. Todas sus cosas se desparramaron, furiosa se percató de que había colisionado con un tipo que también estaba en el suelo y que le preguntó apurado.

-Lo siento mucho. ¿Se encuentra bien?...
-¡Oye cretino!, ¿es que no tienes ojos en la cara?- Le recriminó ella realmente furiosa.-
-Lo… lo siento...mucho.- Era lo único que ese individuo acertaba a decir.-

            Ojalá hubiese podido quemar a ese idiota allí mismo con su “Dark fire”, pero no podía… en fin. Por lo menos una mujer que parecía ir con él, le llamó la atención.

-Vamos Yuuichirou, recoge todo eso.
-Sí, sí…ya voy. - Replicó ese chico entre balbuceos apresurándose a obedecer.-

            No obstante reparó en él, esos pelos desaliñados y esa ridícula barbita le eran muy familiares…

-¡Yo lo conozco! – Pensó recordando sorprendida. - ¡Es ese chico de protección estética! -

            Kermesite recordaba que aquel tipo fue uno de los que, junto a las guerreras, frustró su misión en el santuario Hikawa. Cuando usó a una de sus droidas luchadoras para tratar de anular un foco del cristal punto. Pero guardó silencio hasta que ese chico tuvo guardadas todas las cosas de ella en el paquete  y se lo ofreció. Entonces se apresuró a quitarle la bolsa, espetando con desprecio.

-Eres un miserable gusano. ¡Qué hombre tan patético!...

            Y sin darles tiempo a sus interlocutores a responder se alejó llevando su bolsa y pensando contrariada.

-¡La gente con ese nivel de inteligencia no puede ser feliz!…

Por fin pudo meterse por una apartada calleja a salvo de miradas inoportunas y transportarse a la nave, entró por el acceso principal y se introdujo en la planta central. Rumiaba su disgusto cuando fue sorprendida por la voz de su jefe, que le dijo con tono amable.

-¿Por qué vienes enfadada?…
-¡Ru…Rubeus!- Pudo responder totalmente tomada por sorpresa.-
-Te estaba esperando, Kermesite.- Añadió él con ese porte tan gallardo y ese atractivo varonil que tanto la cautivaba.-
-A… ¿a mí? - Fue capaz de decir casi atragantándose con las palabras.-
-¿A quién más podría yo esperar? linda Kermesite.- Contestó atrayéndola hacia sí tras haberle agarrado la bolsa que ella llevaba contra su pecho.-

La muchacha enrojeció visiblemente, ahora era una ocasión perfecta, sus hermanas estarían en sus habitaciones descansando, nadie se interponía entre los dos. Quizás ahora Rubeus le confesase por fin que estaba tan enamorado de ella, como la propia Kermesite lo estaba de él. Sin embargo su jefe, sin dejar de sonreír, le propuso.

-¿Te gustaría ir otra vez al santuario Hikawa? Necesito tu presencia allí.
-Pero si allí, allí no hay nada, Rubeus.- Pudo decir visiblemente extrañada.-
-La chica se presentará muy pronto. – Respondió su interlocutor.-
-¿De verdad?- Exclamó ella que se ruborizó todavía más cuando él la atrajo con cierta rudeza hacia sí.-
-Sí, esta misma tarde.- Confirmó su contertulio.-

            El corazón de la joven latía a más de cien por hora, deseaba agradar a su jefe a toda costa. Solamente se le ocurrió decir.

-Las cosas serán muchísimo más fáciles sabiendo eso. Yo Kermesite, apuesto mi vida a que mataré a esa chica.
-Muy bien.- Convino Rubeus con un tono más seco para añadir.- No me falles esta vez.
-Jamás.- Repuso ella tratando de apoyar su cabeza en el pecho de su interlocutor, pero entonces él se apartó con cierta brusquedad para marcharse.-

            Eso la dejó descolocada. Se sintió algo triste pero enseguida recordó. ¡El frasquito! Animó su gesto y le llamó cuando él estaba a punto de desaparecer tras una de las puertas.

-Un momento, Rubeus.

            Su jefe se giró con mirada inquisitiva, no se esperaba aquello. Pero la muchacha, con tinte desenfadado, sacó el pequeño frasco y se lo ofreció acercándose a él y poniéndoselo en una de las manos que el chico abrió todavía desconcertado por ese gesto.

-Mira, este perfume es delicioso. Creo que te va a encantar, quiero que te lo quedes.

            Su jefe desde luego pareció quedarse perplejo, desde luego no esperaba eso, ella sonrió esperanzada. Pero el chico replicó con un seco y frío.

-Gracias.- Sin embargo enseguida se rehízo y añadió con un tinte más jovial.- Te agradezco mucho tu regalo…

            En ese instante se escuchó un crujido de cristales al romperse, cuando ella se percató de lo que pasaba vio como de la mano de su amado chorreaba ese perfume. Él abrió el puño y desapasionadamente dejó caer los restos de aquellos cristales y de la colonia al suelo. Declarando con ligero fastidio combinado con indiferencia.

-Vaya, debí sujetarlo con más suavidad. Tendré más cuidado otra vez.

            Y dejando allí  a una desolada Kermesite se marchó desapareciendo a través de una de las puertas de la nave. Allí se quedó ella, contemplando aquel frasquito roto durante unos instantes, sintiéndose apenada e incluso herida. ¿Acaso lo habría hecho a propósito? No, no lo creía, era un perfume magnífico. ¿Para qué habría de hacer eso? Seguramente Rubeus lo agarraría con demasiada fuerza, él no estaba acostumbrado a tales cosas. Pero ella no podía seguir ahí, lamentándose por eso. Debía cumplir con su misión. Terminaría con esa mocosa y su amo se alegraría tanto que finalmente seguro que le demostraría su amor. Pensándolo bien era lógico que  se comportase así. Por mor de su alto cargo estaba sometido a mucha presión para obtener resultados. Lo cierto es que él jamás se había insinuado. Lo único alguna que otra mirada cuando estaban todos reunidos. Además, eran jefe y subordinada y el príncipe Diamante no aprobaba esa clase de relaciones, sobre todo habida cuenta de la importante misión que debían cumplir…lo mejor sería rematarla con éxito. De modo que, ataviada con su negro vestido y su vaporosa falda blanca, llevando además una bonita sombrilla, se transportó a las cercanías del santuario. Entró allí paseando al tiempo que pensaba.

-Rubeus dijo que la chica aparecería por aquí esta tarde, pero es tardísimo y todavía no se ha presentado - Reflexionó mirando su reloj de pulsera para retomar el centro de sus preocupaciones.- No sé lo que le está pasando, será que yo no le importo nada…ya veremos…-Suspiró.-

            Entonces una voz conocida la volvió a tomar por sorpresa…

-Bienvenida al santuario Hikawa, ¿Quiere un relicario de la suerte? Un amuleto, una oración para purificar su alma, ¿O tiene algún grave problema amoroso que desea consultar?...
-¿Otra vez tú, miserable gusano?- Pudo responder mientras salía de su asombro al ver a ese tipo moviendo un parasol y sacándose amuletos de todas partes en tanto le preguntaba.-

            Suspiró y decidió comprarle un palito de la suerte. Aquel tipo se lo agradeció desde la lejanía pero ella no le prestó atención. Enseguida consultó lo que había adquirido y sonrió entusiasmada.

-¡Ah, suerte excelente! ¡Todos sus deseos se le concederán hoy! ¡Oh, no necesito preocuparme por nada! Él me trata con frialdad y dureza porque quiere ponerme celosa, de eso estoy segurísima.- Y abriendo su polvera se dijo con ilusión.- Querido Rubeus, yo me maquillaré para estar más hermosa…

            Pero interrumpiendo su entusiasmo apareció la cara de su jefe en el espejo. Parecía estar irritado y le preguntó.

-Kermesite, ¿ya has encontrado a la chica?
-No, aún no, Rubeus. - Pudo decir con patente desconcierto.-
-Entonces no debes perder el tiempo arreglándote la cara.- La reconvino él.-
-¡Lo, lo siento mucho! - Fue capaz de disculparse realmente apurada.-
-No quiero que esperes a verificar si las chicas que se presenten son o no la que buscamos. Mata a todas las niñas que se le parezcan.
-Sí- replicó sumisamente ella.-

            Aunque ahora la expresión de su jefe se dulcificó un poco y agregó de mejor talante.

-Quiero que realices un trabajo impecable…amor mío…- Remató desapareciendo de la pantalla.-

            A la joven le dio un vuelco al corazón. ¡Al fin lo había dicho! Le había confesado su amor…no podía ser de otro modo, la estaba poniendo a prueba.

-Te complaceré amo.- Respondió aunque ya hubiera terminado la comunicación, pensando con alegría.- Ya sabía yo que Rubeus me amaba.

            Sus disquisiciones se vieron interrumpidas por los gritos de una chica que perseguía a ese tipo tan estrafalario que le vendió el palito de la suerte. Ella iba armada con una escoba y le abroncaba…

-¡Oye Yuuichirou, te tengo dicho que a las gallinas se les da de comer por la mañana! ¿Cuántas veces tendré que repetirte las cosas?...

            Tras dedicarles una mirada de desdén, ella pensó.

-Hay diferencia entre ellos y nosotros, Rubeus y yo nos amamos de otra forma…

Entonces la voz de su hermana la sacó de sus pensamientos. Haciéndola volver al lugar en el que estaba. Bertie le preguntó.

-¿Tú crees que los americanos serán muy diferentes de nosotros? Ya sabes, en su forma de pensar y esas cosas...
- Creo que sí, a juzgar por lo que nos han contado. Pero no pienso que nos cueste mucho adaptarnos, a fin de cuentas, venimos de otro mundo. - Cooan hizo una pausa para colocarse mejor el cinturón añadiendo. - Comparado con Némesis esto no debe de ser mucho cambio. Recuerda que vinimos de un planeta en guerra y diez siglos en el futuro. Además- sonrió optimista - nuestro nivel de inglés no está nada mal. En la corte se hablaba un idioma parecido. Nuestros antepasados vinieron en su mayoría de algún país angloparlante. Aunque luego con el paso del tiempo la lengua cambiara mezclándose con otras de origen asiático. Al menos eso nos contó alguna de nuestras institutrices.
- Tienes razón. Ni nuestra madre lo recordaba. Y nuestro padre apenas si sabía algo de lo que llamaban la lengua de los pioneros. Quizás la abuela Kim comentó algo alguna vez, de que su propia madre hablarse así. Pero no me acuerdo.– Convino su interlocutora mirando por la ventanilla.-

Solamente podía verse la vasta extensión azul uniforme del océano. Bertie suspiró más animada. Su hermana siempre era un buen antídoto contra sus dudas. Siempre creía en sus posibilidades. Decidió seguir ese ejemplo. Sacó de su bolso un folleto ilustrado de la Universidad a la que iban y leyó.

 –Escucha esto.  La Golden State College tiene una larga tradición educativa. Fundada hace más de cien años por John Bakersfield, un minero oriundo del Bronx, que se hizo rico durante la fiebre del oro en California y que quiso utilizar parte de su riqueza en fomentar la educación. Para ello regresó a su Estado natal, Nueva York y fundó allí un colegio mayor, con el  sobrenombre del Estado en el que amasó su fortuna. Claro – observó la muchacha. – Por eso se llama Golden State, aunque esté en Nueva York.
- Tiene que ser por eso, porque ese es el nombre que los americanos le dan a California. ¿No?- terció Cooan que también se había estado informando a cerca del lugar a donde iban.-
- ¡Yes  sister!– rio Bertie que en broma le dijo – Así que tendremos que empezar a practicar.

            Su hermana convino en ello divertida, tras intercambiarse alguna que otra cosa en inglés decidieron descansar un poco. Ninguna dijo nada durante un rato y tras un silencio mirando su reloj, fue Beruche la que retomó la conversación con otra cuestión.

 - .A propósito ¿tienes idea de cuánto llevamos volando ya?
- Yo diría que unas dos o tres horas y que aún nos quedan al menos diez más.- Calculó Cooan sin mucha noción de ello en realidad. -
- Como echo de menos la capacidad de tele transportarnos - suspiró Bertie. - ¡Estos aviones del siglo veinte son tan lentos!
- ¡Ya lo creo! - acordó su hermana  riendo con ella, ambas  tapándose la boca con una mano y lanzándose miradas de complicidad. – Sobre todo para ahorrar tiempo. ¡O viajar  a través de él!

            Les interrumpió el anuncio de la megafonía del avión...".Atención señores pasajeros, debido a una inestabilidad atmosférica les rogamos que mantengan sus cinturones abrochados y no se levanten, pasaremos por unas turbulencias pero no durará mucho. Gracias"....

- Pues sí que empieza esto bien, con lo poco que aguanto las sacudidas. Acostumbrada a nuestra nave. Esa nunca se movía. - Dijo Cooan que buscó premiosamente la bolsa de papel que había bajo su asiento. -

            Y así fue, el avión comenzó a dar bruscos bandazos y la muchacha a sentirse mal. Beruche miró a su hermana algo preocupada.

- Tranquila, no será nada.- La animaba acariciando una mano de Cooan. - Ya ves, a  mí en cambio las turbulencias me dan sed.- Hizo señas con los brazos a la azafata que se acercó de inmediato preguntando muy solícita. –
- ¿Deseaban ustedes algo? ¿Almuerzo, merienda, algo de beber?
- Sí, por favor, ¿puede traerme un zumo de naranja si es tan amable? - Pidió Bertie. -
- Enseguida señoritas,- replicó la sonriente azafata desapareciendo por el pasillo y reapareciendo con el carrito de las bebidas. - Aquí tienen. – Pero cuando se disponía a servir a Cooan ésta sonrió y dijo que no con el dedo visiblemente pálida.-

            La azafata le sirvió a Beruche y en el preciso instante en el que le iba a entregar el vaso se produjo otra sacudida y bastante fuerte, que la hizo derramarlo justo en la falda de la hermana de ésta.

-¡Oh! – Exclamó horrorizada la muchacha, tapándose las orejas con las manos. - ¡Oh no, mi vestido nuevo!...
-¡Cuanto lo siento!, por favor, ¡discúlpeme! - Pudo decir la azorada azafata que infructuosamente trató de limpiarle la falda con una servilleta según aseguraba.  - Descuide señorita, la compañía le pagará los daños, ahora le relleno un recibo.

            Pero Cooan no le prestaba ahora mucha atención. El avión seguía sin parar de moverse, otra brusca sacudida. La pobre muchacha tenía los ojos con dos espirales en sus pupilas, aturdida y con las tripas revueltas como si de un centrifugado de lavadora se tratase, apenas fue capaz de susurrar.

- Creo que voy a vomitar.- Y al punto metió apresuradamente su cabeza en la bolsa oyéndose un característico ¡grof, glop, glup! -
-Tranquila.- Beruche la animó solidariamente mientras palmeaba suavemente la espalda de su hermana y la sujetaba. -
-Señorita.- Preguntó de forma muy amable la preocupada azafata. -¿Quiere que le traiga una manzanilla?...

La interpelada movió afirmativamente la cabeza dentro de la bolsa, al terminar la sacó con un  gesto suplicante para rogar.

- Sí, por favor, pero tenga cuidado ¿eh?
-¡Oh sí, descuide!- la azafata forzó una sonrisa y se alejó corriendo a por ella - aquí la tiene y perdóneme.- Le repetía una y otra vez aunque, por fortuna para la mareada pasajera que pudo suspirar aliviada, esta vez sin derramar nada. – Espero que se mejore pronto…


            Tras tomar la manzanilla efectivamente a la joven se le asentó el estómago y se encontró mejor. También contribuyó el hecho de que el avión hubiera dejado de moverse. Ambas hermanas  reclinaron sus asientos y consiguieron conciliar el sueño y dormir a la espera de llegar a su destino. Cooan soñaba retomando aquellos recuerdos del día de su conversión en humana…

-Entonces, la niña tardaba mucho…me impacienté.- Recordó en tanto se iba deslizando hacia el sueño.-

            Había decidido cambiar de táctica. Estaba harta de pasearse por allí, cambió sus ropas por un vestido y falda corta de color rojo y se proveyó con un maletín que hizo aparecer, lleno de cremas y perfumes. De esta guisa se acercó hasta la casa del santuario, interrumpiendo a dos chicas que estaban charlando.

-Discúlpenme. Soy vendedora de cosméticos de puerta en puerta.- Declaró con amabilidad, afirmando.- Ustedes dos son muy bonitas. ¿Por casualidad ejercen como modelos?

            Complacida observó el efecto que sus halagadoras palabras habían tenido sobre esas tontas. Visiblemente entusiasmadas se preguntaban en voz alta.

-¿Ese es el aspecto que tenemos?...
-Ahora verán. – Susurró Kermesite desplegando su muestrario.-  Esta crema es buenísima para la piel. Si se ponen esto conseguirán un bello novio inmediatamente. ¿O es que acaso ya tienen uno?..
-Bueno.- Respondió la morena de esas dos muchachas con visible rubor.- No es un novio, es algo parecido.
-¡Ah! En ese caso yo también puedo decir que tengo algo parecido a un novio.- Terció la otra, más bajita y de largo cabello rubio, peinado con coletas y dos extrañas bolas de pelo sobre la cabeza.-
-Usagi…tú ya has perdido a Mamoru, ¿es que no lo recuerdas?- Contestó la joven de la larga cabellera azabache.-

            A regañadientes su interlocutora tuvo que admitir.

-Bueno, es cierto que me trata algo fríamente estos días, pero…
-Tú no sabes nada, Usagi. El amar es confiar. Y si no puedes confiar en él no habrá ninguna conexión amorosa entre él y tú. – Replicó la otra chica morena con tinte más conciliatorio.- Lo importante es seguir confiando, aunque aparentemente sea indiferente. Entonces las cosas cambiarán para ser como antes.
-Eso espero - musitó la otra muchacha visiblemente cariacontecida.-
-¡Claro que sí! - La animó su amiga.-

            Kermesite había estado escuchando prudentemente aquello sin intervenir, pero le sonaba cada vez más a desatino. Entonces no pudo evitarlo y dio su opinión, olvidándose incluso de su propósito allí.

-Me parece que no lo han entendido. La mujer existe para ser amada. El confiar en alguien o confiar en el amor no significa nada. Ustedes no deben seguir amando a alguien si las trata fríamente, eso es muy poco digno.

            Ambas chicas la miraban estupefactas. La rubia enseguida clamó con horror.

-¡Quiere decir que!…
-Que debe abandonarlo enseguida.- Replicó Kermesite.-
-¡No!- Repuso esa chiquilla.-
-¡Sí!- rebatió ella, viniéndose arriba para declarar.- Si quiere mantener el amor para siempre no debe abandonar su apariencia ni un solo instante. Debe maquillarse para estar más atractiva y que los hombres la amen. –Y sentenció decididamente dejando atónitas a sus contertulias.- Sobre eso no hay discusión.

            Aunque enseguida volvió a la realidad. ¿Qué estaba haciendo allí hablando con esas dos pazguatas?, ¡Aquello era solamente una pérdida de tiempo! ¡tenía una misión que cumplir! Más cuando la chica morena, le dijo con tono algo apurado.

-No creo que queramos comprar nada.
-Lo siento. - Se disculpó Kermesite que enseguida vio la oportunidad de preguntar.- Por cierto, ¿hay una niña pequeña viviendo aquí?...

            Ahora sus interlocutoras la observaron con estupor, fue la morena quién inquirió con tono de extrañeza.

-¿Una niña pequeña?
-Bueno, también tengo cosméticos para niñas. - Pudo decir para salir del paso.-
-No, aquí no hay ninguna niña.- Contestó esa muchacha del pelo azabache.-
-En ese caso discúlpenme.- Les pidió en tanto recogía sus cosméticos y se marchaba pensando.- La chica no vive aquí. Así que puede aparecer de un momento a otro. No puedo hacer otra cosa que esperar a que llegue.

            Cuando estuvo fuera del alcance de las miradas de curiosos se deshizo de esa ropa y ese muestrario y los permutó por su uniforme de faena. Se elevó flotando hasta la copa de un árbol y aguardó. No tuvo que hacerlo por demasiado tiempo. Al fin la vio aparecer. Aquella cría subía las escaleras del santuario. Satisfecha de que su paciencia hubiese dado fruto se dejó caer junto a ella, y agachándose para estar a la altura de los ojos de la mocosa, le susurró con un tono entre meloso y algo fastidiado.

-Ya te tengo…

            La cría chilló aterrada tratando de escapar. Con celeridad, ella la derribó con un manotazo, sujetándola contra el suelo en tanto agregaba divertida.

-Ya me estaba cansando de esperarte.

            Pero de pronto sintió un golpe en la cabeza. No le hizo demasiado daño, aunque la despeinó por la parte de atrás. Se giró irritada para descubrir a ese idiota de aprendiz de sacerdote del santuario que le preguntaba con reprobación.

-Usted, ¿Qué intenta hacer?...
-¿Una escoba?- Replicó entre atónita y realmente enfadada. - ¿No me digas que me has golpeado en la cabeza con ese artefacto brujeril?..

            Y en tanto ese tipo la miraba pasmado, sosteniendo efectivamente aquel útil para barrer, ella se levantó y le echó en cara.

-Mira lo que has hecho con mi fantástico peinado. ¡Has estropeado mi estilo! ¡Poder del fuego!- Invocó su ataque lanzándolo contra aquel desgraciado que corrió para evitarlo tirándose al suelo.-

            Ahora pasó del enfado al deleite, ¡aquel maldito idiota! Iba a hacerle pagar su intromisión antes de terminar con la chica.

-¡Muere! -  Gritó presta para rematarlo. Cuando una piedra voló hacia su cabeza, pudo esquivarla por poco, descubriendo a aquella muchacha morena.- No voy a permitir que me interrumpáis.- Gritó atacando a ambos con otra oleada de su dark fire.-


            Pero sucedió algo que la dejó pasmada. Esa chica tropezó y estaba en el suelo, inerme ante su ataque. Ella le lanzó un rayo de energía y ese chico se arrojó entre esa muchacha y el dark fire, recibiendo el impacto. Kermesite abrió la boca llena de asombro. Apenas si pudo exclamar sin comprender aquella extraña actitud.

-¡Tú has sido maltratado por esa mujer! ¿Cómo es que aún la proteges?
-Yo...la quiero tal como ella es.- Pudo responder el tipo, con la voz entrecortada por el dolor.-
-¡Idiota!, a ella no le importas absolutamente nada, ¡bobo! - Replicó Kermesite a su vez, como si deseara sacarle de esa estúpida ilusión que mantenía.-
-Eso me da igual.- Fue la contestación que, a duras penas, ese muchacho le dio antes de desmayarse.-
-Yuuichirou, ¡resiste! - Le pedía con preocupación aquella chica para pasmo de su enemiga.-

            Entonces esa muchacha se levantó encarándose con ella, no parecía temerla. Es más, con expresión de rabia le espetó.

-¡Maldita seas!, jamás te lo perdonaré. ¡Planeta Marte dame el poder!

Y para asombro de Kermesite aquella chica que fue envuelta por una luz rojiza y círculos anaranjados de llamas, dando vueltas sobre sí misma, se convirtió en una de sus enemigas.

-¡Oh! ¡Pero tú eres una de las guerreros!- Exclamó sin poderlo creer...-

Ahora se percataba de un detalle, nimio en apariencia pero clave. Ni ella ni ninguna de sus hermanas lo advirtieron antes. Las jóvenes japonesas no eran rubias. Al menos en el caso de Usagi y Minako jamás se fijaron en ello. Ni ese tono azulado en el pelo de Ami-chan. Pensando en las veces que estuvo tiempo después, una vez se hicieron amigas, en casa de alguna de ellas. Sus propios familiares no las veían de ese modo. Al menos jamás oyó comentar nada a ese respecto.

-Quizás eran nuestros poderes oscuros los que nos lo permitían. Y después, el conocer su secreto.- Meditaba ahora.- Fuimos unas tontas al no darnos cuenta. Bueno, ahora me alegro de ello.- Sonrió en medio de esa ensoñación.-

No obstante volvió a salir de sus recuerdos puesto que ella y su hermana despertaron cuando el avión estaba a punto de tomar tierra en el aeropuerto de Nueva York. La megafonía anunció las condiciones meteorológicas de la ciudad y que comenzaba la maniobra de aproximación al John F Kennedy. Las dos se prepararon con gesto inquieto, sobre todo la pobre Cooan. Pero para su alivio  lograron soportar bien el aterrizaje que fue bastante más suave que el despegue. Al cabo de unos minutos pudieron bajar del avión y recoger el equipaje. Listas para encaminarse al control de aduanas.

- Bueno, ya estamos aquí. ¡Hola Nueva York!.- Exclamó Bertie olvidando la fatiga del viaje y extendiendo los brazos al cielo para añadir con ilusión. - ¡Las hermanas Malinde vienen dispuestas a conquistarte!
-¡Eh hermanita! -  Terció Cooan que le guiñó un ojo  sonriendo divertida. - Suena como si fuésemos todavía de la Luna Negra.

Ambas rieron de la ocurrencia. Por fortuna el trámite de pasar la frontera fue más rápido de lo que pensaron. Algunas preguntas les hicieron gracia pero estaban advertidas de que debían contestar con seriedad y ser sinceras. Sobre todo cuestiones del tipo de. ¿Tienen intención de matar al Presidente? ¿Van a secuestrar a alguien? En suma, muchas de las preguntas del cuestionario que debieron rellenar les chocaron bastante. Ni que decir tiene que marcaron un no. Sus maletas pasaron por el detector de metales sin novedad y los pasaportes estaban en regla. Los funcionarios y demás personal de seguridad se los devolvieron junto con el protocolario saludo.

-Bienvenidas a los Estados Unidos de América.


Una vez fuera ambas reían por aquel control, rememorando cuan fácil les habría resultado pasar por allí de haber conservado sus antiguos poderes. Finalmente fue Cooan la que se centró un poco al salir de la terminal.

- En fin, dejémonos de tonterías que hay que encontrar un taxi.- Le indicó a su hermana con más sentido práctico. -
- Mira allí. - Beruche señaló a un nutrido grupo de vehículos amarillos aparcados en frente de ellas- esos deben ser, hay muchos.
- Pues vamos antes de que nos quedemos sin ninguno - la instó su hermana. -

            En ese instante algo cegó a Bertie, parecía un resplandor blanco, cuando se tapó la cara con una mano creyó distinguir una gran silueta, le dio la impresión de que era un joven muy alto, de largos cabellos inmaculados. No obstante eso desapareció pronto y Cooan le preguntó.

-¿Qué te ha pasado?..
-¿No lo has visto?- le contestó su interlocutora sorprendida. - Era un resplandor que me cegaba. Juraría que vi a alguien…
- Yo no he visto nada, debe de haber sido el reflejo del sol - conjeturó su hermana ya que el astro  incidía sobre algunos tejados y cristales de algún vehículo. -
- Sí, bueno eso habrá sido... ¡Corre!- le indicó Beruche cambiando radicalmente de tema al ver como algunos taxis eran ocupados con rapidez - tenemos que darnos prisa.
- Vamos hacia ese taxi - sugirió Cooan señalando uno de ellos, el que más cerca les quedaba. -

            Ambas cargaron su equipaje haciendo malabarismos y se dirigieron hacia uno de ellos. El conductor, un hombre no muy alto, de tez morena y bigotillo a lo "Cantinflas" estaba apoyado en el capó leyendo distraídamente un periódico. Al verlas lo dejó inmediatamente y con una gorra entre las manos se dirigió a ellas.

-¿En qué puedo ayudarlas, chamacas? - Preguntó con acento marcadamente mejicano. -

            Las dos se miraron con expresión de extrañeza y Cooan sacó el diccionario de bolsillo. Buscó el término "chamaca" sin encontrarlo. Mientras Beruche, en un inglés algo dubitativo, preguntaba al hombre.

-  Please sir, can you drive us to this address? -  remachó tratando de marcar la pronunciación en tanto le entregaba las señas de la universidad. -
- A ver – comentó aquel hombre que leyéndolas asintió con fuerza para sonreír. - Nada más fácil. Eso está hecho..."venga, súbanse al carro”.- Esto último lo dijo en español para desconcierto de las chicas que no comprendieron. -
-¿Eh?- Bertie con cara de sorpresa miró a su hermana que se encogía de hombros. - ¿Qué es lo que ha dicho? – Le susurró desconcertada. -
- Creo que dice que subamos al taxi.- Le apuntó Cooan más por intuición que por otra cosa. -

            Las chicas así lo hicieron. Tras subir al coche el hombre cargó las maletas. El vehículo arrancó dejando atrás el aeropuerto con rapidez. Durante el viaje, el taxista iba contándoles a ambas sus peripecias. Ellas escuchaban aunque no entendían ni la mitad de lo que les decía por sus constantes frases hechas y giros idiomáticos en inglés americano mezclados con expresiones  en español. La charla del taxista venía a ser más o menos así.

-"Pos yo salí de Jalisco cuando tenía quince años. Crucé la frontera de “espalda mojada”, aquí me case con Lupita. Es una mujer muy linda, tenemos seis hijos y esperamos otro. Miren, miren – recalcó sacando su cartera con una mano y  pasándola por detrás del asiento. Extendió el billetero y una ristra de fotografías cayeron colgadas unas bajo las otras. - Preciosos mis chamacos ¿verdad?..".


            Ante esto lo único que hicieron las chicas fue permanecer calladas durante todo el viaje. Únicamente asentían con la cabeza a la vez que las pupilas de sus ojos parecían dos puntitos y una gotita de sudor les caía por la frente. Casi ni se fijaron en el recorrido a través de la ciudad. Una pena porque debía ser digno de contemplarse. Al fin, parecieron salir de la misma ya que cruzaban una extensión despejada de edificios y más ocupada por vegetación. Al cabo de unos minutos más divisaron una gran hilera de setos recién cortados y un gran arco de acceso. Sobre él, con grandes rótulos de una viva tonalidad rojiza destacando entre la monotonía verde y marrón del paisaje y los edificios que lo salpicaban, podía leerse, "Golden State College, Private University." Ambas quedaron con la boca abierta, absortas en la contemplación de las instalaciones y el campus. Era mejor aún en la realidad de lo que vieron en el folleto que les mostrara el señor Fumata en Tokio.

- Creo que nos gustará este sitio. - Afirmó Beruche encantada mientras sacaba un poco la cabeza por la ventanilla para tener mejor panorámica. -
-¡Y que lo digas! ¡Es una autentica preciosidad! - confirmó Cooan igualmente entusiasmada. -
- Muy bien, arribamos - indicó el taxista frenando el coche, lo estacionó en un parking cercano a una de las facultades. - Fin de trayecto señoritas, - bajó la bandera del precio y el contador se detuvo, el hombre pasó a enumerar. - Vamos a ver, son diez dólares por sobrepasar la tarifa urbana, otros diez por exceso de equipaje y el trayecto son veintiún dólares. Suman un total de  cuarenta y uno.
- Un momento.- Cooan sacó cincuenta dólares del bolsillo y se los entregó al hombre añadiendo con una sonrisa, puesto que aquel tipo, aunque fuera un charlatán impenitente, les había caído bien. - Tome, para sus hijos.

El taxista sonrió a su vez aceptando aquel billete…

- Se nota que esas dos son extranjeras y buenas personas - pensó complacido. - Agradecido señoritas. – Replicó e hizo ademán de detenerlas cuando iban a bajarse. - Esperen no más, les ayudaré con su equipaje.

            Ambas le dieron las gracias y entre los tres bajaron y dejaron las maletas en el hall. En ese instante fue hacia ellos una mujer madura, rondaría la cincuentena, de vestir pulcro y sobrio, con un moño de cabello moreno perfectamente hecho justo en el centro de la cabeza y unas gafitas redondas. Sería de la estatura de las chicas. Llevaba una especie de carpetilla bajo un brazo. Pasó al lado del taxista con indiferencia y se presentó de forma fría y protocolaria.

- Buenos días. Me llamo Parker, catedrática Jane Parker, también soy la decana de esta facultad y jefa de estudios. Me ocupo de supervisar a los estudiantes entre otros deberes. -  Y de esa carpetilla sacó un block de notas, consultándolo preguntó con una no disimulada indiferencia. - ¿Las señoritas Malinde de Tokio, son ustedes las nuevas becarias de magisterio?
- Sí señora, somos nosotras, - replicó Beruche  muy respetuosamente tratando de entender a duras penas la rápida conversación de esa mujer.-
- Señorita si no le importa - rectificó ésta a la chica con la irritación propia de quién corrige ese error varias veces al día. -
- Perdón, señorita - se disculpó Bertie ligeramente sonrojada. - Sí, somos las hermanas Malinde.- Convino señalando a Cooan y a sí misma con la mano. -
- Encantada de conocerla, Miss Parker.- Añadió la otra muchacha esbozando una amable sonrisa. -
- El gusto es mío – repuso la interpelada aunque no les sonó muy convencida, para añadir sin más concesiones a la charla. - Están ustedes en mi lista, bien, hagan el favor de seguirme hasta sus alojamientos.
           
            Ambas obedecieron sin tardar, esa mujer ya se había puesto en marcha. Anduvieron por un paseo ajardinado con estatuas clásicas que flanqueaban el camino. Miss Parker iba con paso rápido, casi de legionario y tanto a las chicas como al taxista, cargados de maletas, les costaba bastante seguirla. Llegaron a un  blanco edificio de estilo neoclásico.  La decana sacó unas llaves y abrió la puerta. Con un ademán invitó al grupo a entrar. Una vez dentro fue contando una sucesión de puertas y se detuvo junto a una, la que hacía la número veintiuno. Al menos eso rezaba en un pequeño cartel azul con números negros sobre su quicio. La abrió con otra llave y volvió a indicarles que pasasen.

- Aquí están sus dependencias, entren sus maletas, por favor.- Les indicó Miss Parker. -

            Obedecieron de la mejor forma que pudieron. Entraron el equipaje dejándolo  en el centro del cuarto, éste era grande y funcional. A un lado una litera de dos camas perfectamente hechas, delante de estas una mesilla con lámpara flexo y una ventana de buena iluminación. Al otro lado del cuarto había tres puertas. Dos eran de un armario empotrado con buena capacidad para colgar ropa y tres cajones de buen tamaño. La otra conducía a un baño muy pulcro con ducha, cisterna y un lavabo provisto de un gran espejo, (esto agradó a ambas mucho) y una coqueta adyacente para los útiles de aseo. En una esquina se ubicaba un bonito toallero con toallas de diversos tamaños, todas blancas y con las iniciales del centro grabadas en tonos dorados.

- Eso es todo, muchas gracias - dijo Cooan dirigiéndose al taxista –

Éste dejó el equipaje restante y se despidió de ellas deseándoles buena suerte. El tipo se marchó silbando por el largo corredor, ignorando el desdén en el gesto de la catedrática en tanto Bertie, recorriendo la totalidad de la estancia con un giro de su cabeza, declaraba.

- La verdad es que esto es precioso, ¿no crees, Cooan?...
- Desde luego, ¡me encanta! - convino ésta palmoteando sin poderlo evitar. -
- ¡Extranjeras! - Pensó despectivamente Miss Parker terciando con tono cortante. - Celebro que les guste, ahora y si me lo permiten, voy a ponerles al corriente de nuestras normas de convivencia.- Sacó otra vez el block de notas de aquella carpetilla que llevaba y enumeró mecánicamente. - Les informo que se observa mucho la puntualidad, el desayuno es a las ocho en punto. La primera clase da comienzo a las nueve, hay una pausa de quince minutos entre las clases. A las 13.30 se almuerza y a las 16.30 se reanudan las clases. Estas, con su consabida pausa, terminan a las 17.45, a las 19.45 se sirve la cena. Después tienen ustedes tiempo libre para lo que gusten. Salvo permiso especial o excepciones no se debe estar fuera de las habitaciones a partir de las 22.15. A las 22.45 se apagan las luces de los pasillos y las salas. Pueden ustedes acostarse cuando lo deseen y levantarse cuando les plazca, siempre y cuando respeten este horario, ¿lo han entendido?
- Sí, señorita...- corearon a dúo las chicas. -
- Muy bien, ahora una serie de normas básicas a seguir. – Dijo la profesora retomando el hilo y con un tono aún más severo. – A partir de ciertas horas no se admiten personas del sexo opuesto en las habitaciones. Y el resto del tiempo deberá ser por motivos estrictamente académicos. Como deben ustedes saber esto es un campus mixto y la moralidad se observa muy estrictamente. Nada de animales y prohibido introducir bebidas alcohólicas, drogas o cualquier cosa de ese tipo,  eso es constitutivo de inmediata expulsión, sin perjuicio de las oportunas acciones legales. ¿Estamos?- las dos nuevas alumnas no paraban de asentir con la cabeza sorprendidas por este aluvión de draconianas condiciones. -
-¿Algo más? - preguntó Cooan con candidez juzgando que no podía quedar nada, pero se equivocaba  -
- ¡Aun no he terminado! - añadió Miss Parker de forma seca tras lo que siguió desgranando imperturbable las normas a seguir. - Prohibido hacer ruido, fiestas y toda clase de jaleos a partir de las 20.00.  A las 22.00 en viernes y sábados. A propósito, tienen un servicio de lavandería que funciona todos los días de 9.00 a 22.00 horas excepto los domingos, que es de 10.00 a 16.00 horas.- Cuando por fin terminó se volvió a las chicas y les preguntó por compromiso. - ¿Tienen alguna duda?
- Perdón,- se atrevió Cooan a musitar. -¿Cuantos días hay de clase?
- De lunes a viernes. El sábado y el domingo los tienen ustedes libres.
-¿Hay actividades extra académicas? - Se interesó Beruche. -
- Todas las que ustedes quieran, tome -  y de su carpetita sacó un folleto que le entregó a Bertie, relativo a otras ocupaciones, bastante nutrido de páginas. - Si no tienen más dudas que exponer. 


Ambas, totalmente sobrepasadas por esa catarata de información, negaron con la cabeza. Lo cierto es que aunque las hubiesen tenido no se hubiesen atrevido a haberlas expuesto dado el talante de esa mujer.

- Pues les dejo que se instalen, buenos días y bienvenidas a la Golden State College.- Sin más  la señorita Parker cerró la puerta y sus pasos se alejaron por el pasillo. -
- Recuerdo a droidas con mucha más simpatía que esa mujer. – Suspiró Cooan que todavía parecía intimidada. - Esto parece más rígido que la etiqueta de palacio de Némesis.
- Sí...ni siquiera nuestra propia madre ni el príncipe Diamante hubiesen exigido tanto. Bueno, todo será acostumbrarse, vamos a acomodarnos. - Dijo Beruche abriendo una de sus maletas. -

            Y tras llamar a sus hermanas y comentarles los pormenores del viaje y su satisfacción por el campus y el alojamiento que les había correspondido, las chicas se instalaron echando a suertes la cama. Bertie quedó arriba y Cooan abajo. Les ocupó un buen rato poner en orden sus cosas en la habitación que iba a ser su hogar durante ese año. Finalmente se acostaron. Las dos soñaban con sus futuras experiencias, aunque después de eso Cooan seguía rememorando su combate contra Rei…

-Lo dimos todo… fue una lucha realmente de poder a poder.- Meditaba.-

            Todavía presa del shock de haber visto la transformación de su enemiga, ésta le lanzó su ataque. Kermesite se tele transportó para evitarlo. Cuando se rehízo de su estupor inicial exclamó encantada.

-¡Qué preciosa sorpresa! Si consigo matarte a ti y a la chica, ¡Rubeus se sentirá feliz!

            Y dicho esto se elevó contratacando con proyectiles de fuego que la sailor trataba de esquivar como podía. Las dos se arrojaron sus respectivas ráfagas de energía que chocaron anulándose con una gran explosión. Pero ella llevaba ventaja, era mucho más rápida. Podía desaparecer y transportarse. Así lo hizo derribando a su rival tras propinarla un codazo en la cara que la arrojó a varios metros contra el suelo. Justo donde yacía ese otro chico. Ahora la tenía a su merced. Lanzó otro ataque suponiendo que esa guerrera lo esquivaría dejando que alcanzase a ese bobo. Sin embargo, para asombro de Kermesite, su enemiga prefirió cargar con ese muchacho y apartarle de la trayectoria de la ráfaga de fuego. No obstante, pagó caro ese gesto  de altruismo dado que fue herida de gravedad en una pierna. Sin poderlo creer la Ayakashi aterrizó a pocos metros de sus adversarios y le espetó, casi como si la regañase por haber cometido un error tan estúpido.

-¡Idiota! Yo hubiera abandonado a un tipo como ese y hubiera huido.
-¿Cómo podría hacer tal cosa?- Replicó su enemiga desde el suelo.- Yuuichirou fue herido solo por protegerme a mí.
-Recuerdo que tú dijiste que amar a alguien era algo muy importante.- Contestó Kermesite algo pensativa y no sin cierto desdén.-

            El gesto de su adversaria expresó asombro cuando la reconoció.

-¡Claro, tú eres la vendedora de cosméticos!
-No valía la pena proteger a ese muchacho. Porque ni es tu amante ni el hombre al que amas desde el fondo de tu corazón.- La espetó ella sin molestarse en negarlo.-

            La sailor se puso en pie trabajosamente, pero le falló su pierna herida, cayendo de rodillas para contestar a duras penas.

-Yo solo quería recompensarle por su sinceridad. ¡Ah!- Se quejó debido al dolor producido por las quemaduras.-
-¡Ja! - se sonrió Kermesite aseverando convencida. - El amor que hay entre Rubeus y yo es mucho más fuerte que el tuyo.-
-¡Tonterías! - exclamó su oponente para sentenciar.- Tú solo te quieres a ti misma. A ti no te importa lo que otra gente sienta…y eso…no es verdadero amor…
-¡Claro que sí!- Rebatió ella con tono ofendido insistiendo. - Nos amamos los dos, y muy profundamente.
-No creo yo que eso sea cierto. - Opuso su contrincante con patente escepticismo.-

Aquellas palabras impactaron a Kermesite, recordó entonces la sucesión de acontecimientos, la forma en la que Rubeus había despreciado su regalo y como la apartó de sí. No, no podía ser…movió la cabeza tratando de  quitarse esas ideas. Estaba claro que su enemiga trataba de debilitar su resolución, de comprar tiempo. Quizás esperaba la llegada de sus compañeras. ¡Claro, eso debía ser!

-Maldita sea…Maldita sea… ¡Se acabó!- Pudo exclamar para dominarse y añadir con tono más seguro y firme que quiso sonar desapasionado. - Ya has dicho todo cuanto tenías que decir. La chica será la primera en morir.

Y se transportó directa a por su objetivo. Allí estaba esa cría, todavía inconsciente. Le bastaba con alargar sus uñas y apuñalarla, sería muy fácil y todo terminaría. Rubeus y ella podrían ser felices juntos. Entonces una rosa se clavó justo a su lado. Mirando hacia arriba descubrió a un tipo vestido con smoking, capa y sombrero de copa negros que llevaba un antifaz cubriéndole los ojos.

-¿Quién eres?- Preguntó entre atónita y contrariada.-

            Ese hombre aterrizó impávido a su lado y tomando en brazos a la niña le dijo con tono admonitorio.

-El amor vacila ante la incógnita de la verdad. Tu pobre corazón llorará si descubre lo que en realidad siente.
-¿Qué?...

            Kermesite quedó totalmente desconcertada ¿Qué demonios se suponía que significaba eso? Ese tipo era de lo más raro. Siempre aparecía de “vete a saber dónde” y hablaba en acertijos. Parecía una nota de las galletas chinas de la suerte. Pero cuando se quiso dar cuenta se había alejado de ella portando a la chica en brazos en tanto se despedía con un lacónico…

-Hasta la vista.
-¡Eh tú! Vuelve aquí.- Le pidió, sintiéndose como una tonta, cuando fue capaz de reaccionar.-

            Pero no pudo hacer ni decir más, una ráfaga de aros de fuego la alcanzó de pleno. La habían pillado con la guardia baja y fue herida de consideración. No podía casi mover su brazo derecho que había sido dañado.

-¡Qué descuidada he sido! – Se lamentó entre dientes.-
-¡Estoy aquí, estoy esperándote!- Exclamó su enemiga que parecía haberse rehecho en esos segundos preciosos que ella había malgastado, distraída por el enmascarado aquel.-

            Desde luego esa era la táctica de las guerreras. De haber estado sus hermanas allí las cosas hubieran sido diferentes. Recordaba la batalla que libraron las cuatro con esas guerreras. Estuvieron realmente igualadas. Pese a eso, Sailor Moon pudo rechazar el ataque de Rubeus con ese cetro que poseía. Eso inclinó la balanza del lado de sus enemigos. ¿O quizás fue por otra cosa?

-Siempre actúan muy conjuntados, en equipo. – Se percató Kermesite, admitiendo a su pesar.- Nosotras vamos cada una por nuestra cuenta. ¡Si hubiésemos colaborado todas! Individualmente somos mucho más fuertes que ellas.

Y es que, desde su época de adiestramiento en Némesis, recibiendo dosis de energía oscura, todas las hermanas se habían fortalecido desarrollando grandes poderes. Allí en el futuro pensaban que quizás pudieran medirse a las guerreras guardianas de Neo Cristal Tokio en igualdad de condiciones. Pese a todo, les imponía mucho el aura de inmortalidad y de poder que esas sailors poseían.

-Sin embargo, aquí, en este primitivo y sucio siglo veinte, esas sailor, incluida su líder, apenas son unas niñas.- Reflexionaba entre incrédula y abatida por aquel nuevo tropiezo.- No comprendo cómo es posible que no hayamos podido con ellas.

Empero la clave estaba en lo que ella misma había visto. Todas sus adversarias se complementaban a la perfección, y cuando no tenían que enfrentar a una debían medirse con otra. Y esas guerreras nunca actuaban solas por demasiado tiempo. Así era muy difícil derrotarles. Pero ella había estado muy cerca de lograrlo… en su mano a mano contra sailor Marte. Ahora, tras haber acariciado la gloria por unos breves instantes tendría que huir una vez más. Pero, ¿cómo le explicaría ese nuevo fracaso a su superior? Entonces, como si éste la hubiera estado observando, apareció allí, levitando a unos metros y le preguntó con tono y expresión severa.

-Kermesite. ¿Has terminado ya con la chica?...
- Lo siento mucho Rubeus, faltó poco para lograrlo, pero fallé. – Se lamentó bajando la cabeza avergonzada.-
-Entiendo. - Repuso éste cruzado de brazos en tanto declaraba parecía que con tono resignado. - Kermesite, tú has estado a mi servicio durante años, y te lo agradezco pero, no volveré a verte nunca más.
-¿Qué?- exclamó la aludida, atónita ante lo que escuchaba.- Espera un momento, ¡por favor! ahora mismo estoy peleando contra una de las guerreras y estoy dispuesta a sacrificar mi vida en la batalla. ¡Perdóname por favor! - Le suplicó con creciente sentimiento de angustia en tanto señalaba a su enemiga.-
-Tú no eres lo bastante fuerte como para matarla. - Replicó él, esta vez con un tono entre indiferente y contrariado.-

            En eso tenía razón, y menos en ese estado tan lamentable que presentaba. A Kermesite le dolía su brazo derecho y había perdido bastante energía.

-¡Oh! En ese caso podrías pelear a mi lado. - Le propuso la muchacha mirándole esperanzada, al tiempo que entrelazaba las manos a la altura de la barbilla.-

            Quizás fuera eso. Su jefe había venido a  ayudarla. Pero sus ilusiones se hicieron pedazos con la siguiente frase lapidaria que él le espetó, tras lanzar un amago de carcajada.

-¡Ja! ¡Qué mala suerte!, tengo un equipo de gente incapacitada.
-No puedo creer lo que oigo. - Contestó ella realmente atónita, pero aun así afirmó.- Te he amado durante todos estos años, ¡Y tú también a mí!
-¡Amor! Ja, ja, ja... ¡qué tontería! - replicó su jefe con una expresión que rayaba en el desdén más absoluto cuando sentenció de un modo lleno de desprecio.- ¡No te he amado ni siquiera un solo instante en toda mi vida!

            Aquellas terribles palabras se clavaron en el alma de la chica como un puñal. No pudo reaccionar, únicamente se quedó allí, temblando y mirando fijamente al que había creído su media naranja. ¡De modo que todo fue un engaño! Rubeus se había servido de ella y la había manipulado. Durante varios años le sirvió con total fidelidad, haciendo cualquier cosa y esforzándose al máximo por agradarle. Y su jefe fingió en todo momento esa complacencia llena de falsas sonrisas sin desanimarla nunca de profesarle aquellos sentimientos. Pero ahora solamente era una muñeca rota de la que él se había cansado. Y aquello todavía fue peor cuando su superior, con tono indiferente, materializó una negra bola de energía en una mano y le ordenó en tanto se la enviaba a ella, que mansamente la sostuvo entre sus manos.

-Éste es el primer y único regalo que te haré…tómalo.

            Kermesite observaba atónita aquello. Enseguida pudo reconocer lo que era, apenas fue capaz de balbucear.

-Esto...es…
-Elimina a las guerreras de este mundo para siempre. Es mucho mejor que el estúpido frasco tan cursi de perfume que tú me diste a mí. - Remachó su jefe con patente tinte de burla.-

            Y sin más él desapareció para siempre de su vida. La joven no podía asimilar aquello. Miraba esa bola de energía a punto de estallar y no era consciente de su propia seguridad. En realidad nada le importaba ya. Apenas pudo musitar casi resistiéndose todavía de percatarse de esa amarga realidad.

-Me has dado una bomba…quieres que yo…muera…
-¿Qué?- Exclamó su enemiga a la que había olvidado durante todo ese tiempo. Sin embargo, fue ésta quién,  lejos de haber aprovechado para rematarla, visiblemente inquieta le pidió.-  Kermesite, ¡tírala, tírala muy lejos!…

            Pero la aludida no parecía escucharla, estaba sumida en un tremendo y doloroso vacío. Su corazón se había hecho pedazos, nada le importaba aquello. Solamente era capaz de llorar y negar con la cabeza. Presa de la desolación.

-No…demasiado tarde… tú… ganas...mi amor por ti fue un error según parece.

            Aquello estaba a punto de estallar. Kermesite cerró los ojos preparándose a morir. Entonces se escuchó un grito…

-¡Venus love me chain!

            Una cadena de energía la desequilibró haciéndola caer arrebatándole aquella siniestra bola de las manos y lanzándola al aire a considerable distancia. Al instante escuchó otra voz que gritaba.

Spark plug pressure!

            Seguida a esta exclamación unas centellas de energía destruyeron aquella bomba que explotó inofensivamente en el aire cegándolas a todas por un instante con su resplandor. Cuando Kermesite se recobró, de rodillas en el suelo, descubrió al equipo completo de sus enemigas que la miraban con hostilidad.

-Basta, ríndete Kermesite!- La conminó la Guerrera Luna.-
-No puedes ir a ninguna parte. - Añadió la Guerrera Mercurio.-

            Pero ella apenas se percataba de lo apurado de su situación. Allí estaban, como una jauría de lobos dispuestas a despedazarla. Estaba sobrepasada en número por cinco a uno, y no tendría la menor oportunidad. Sin embargo eso no la inquietaba, pero las últimas palabras de Mercurio sí que la trastornaron y apenas si pudo repetir. Como si se lo preguntase a sí misma, llena de incredulidad.

-¿No puedo ir a ninguna parte?...

            Eso dejó estupefactas a sus adversarias que no se esperaban tal respuesta. Ahora la joven comenzaba a darse cuenta de hasta donde llegaba su drama personal. Rubeus la había repudiado, jamás la quiso, sus hermanas no la aceptarían. Era una perdedora y nunca podría verlas de nuevo. Ni tampoco retornar a su mundo en el futuro. Jamás volvería a ver a sus padres. Estaba condenada…

-Tenéis razón.- Admitió llena de desolación, que se tornaba en rabia y amargura mientras añadía.- No tengo ningún sitio a donde ir. Lo he perdido todo por vuestra culpa... Lo he perdido todo por vuestra culpa. - Insistía en tanto se levantaba mirándolas con odio y rencor, para sentenciar una vez más con un desgarrador grito.- Lo he perdido todo. ¡Por vuestra culpa! ¡Aaahh!

            Y loca de dolor arremetió contra sus enemigas con sus largas y afiladas uñas. Quería terminar con todo, aunque no pudiera más que herir a alguna de sus enemigas antes de que acabasen con ella. Realmente era lo que deseaba. Terminar de una vez con aquella terrible tortura de verse abandonada y con el corazón destrozado.

-¡Lo he perdido todo! ¡Todo ha terminado! He perdido mi futuro, mi amor, mi casa, por vuestra culpa… ¡Aaahh!

            E infructuosamente trataba de asestar algún arañazo a sus rivales que, asombradas e incluso asustadas por su reacción, se limitaban a esquivarla una y otra vez como podían. Excepto la Guerrera Marte que, apartada del resto y todavía medio tendida en el suelo, rezumaba tristeza y compasión en su mirada, gritando en vano.

-¡Ya basta!..

 Quizás eso era lo peor. Ser tan desgraciada que hasta su mortal enemiga la compadecía. Eso la hacía llorar y gritar todavía más, tratando de desahogar su amargura y desesperación con  nuevas arremetidas contra sus rivales sin lograr alcanzarlas. Finalmente la Guerrera Júpiter reaccionó lanzándole un potente rodillazo.

-¡Deja eso!- Exclamó atacando a Kermesite.-

            Ésta estaba ya lista para recibir el golpe. ¡Ojalá que después la rematasen de modo rápido! Pero para su asombro el impacto nunca llegó. Otra persona lo recibió en su lugar. Fue la Guerrera Marte, aquella muchacha con la que había estado luchando a muerte, quien la protegió. Sacando fuerzas de aparentemente ningún sitio se interpuso y absorbió el ataque cayendo encima de ella tras quejarse de aquel contundente golpe, para estupor de sus propias compañeras y desde luego de su rival, que la miraba ahora con la boca abierta. Tan asombrada estaba Kermesite tras ver aquello que incluso se olvidó por unos instantes de su situación. Solamente podía preguntarse por qué su enemiga habría hecho eso.

-Pero… ¿Pero qué?- Pudo balbucear la Guerrera Júpiter, incapaz como el resto de sus compañeras de creer lo que veía.-
- No todo ha acabado Kermesite.- Le dijo con suavidad Marte que sonreía animosa a su rival en tanto recobraba el aliento.- Tú no lo has perdido todo aún. Te tienes a ti misma y si crees que estabas equivocada es la hora de corregir las cosas un poco. Estoy segura de que tienes un gran futuro. ¿No lo crees así?

            Y ese tono tan dulce y comprensivo acabó por desarmarla. Toda su rabia, su dolor y su pasado resentimiento hacia aquellas muchachas desaparecieron de pronto. Aquella chica, Sailor Marte era la única persona, salvo a veces sus propias hermanas, que le había mostrado algo de cariño, simpatía y humanidad en mucho tiempo. Ahora era quién, a falta de nadie más, la animaba en ese momento tan terrible. Kermesite solo pudo llorar, pero esta vez desahogando su tristeza. Arrepentida de todo el mal que había hecho, arrodillada en suelo, avergonzada, sin atreverse a levantar la vista. Escuchó entonces a su valedora implorar…

-Guerrera Luna, conviértela en una mujer normal y corriente.
-Me encantaría hacerlo si es que puedo. - Repuso ésta con tono pleno de escepticismo.-
-Guerrera Luna, usa el cristal de Plata. - Le sugirió la gata de color negro que tenía a su lado.-
-No es tan fuerte como solía serlo, pero Kermesite ahora está muy débil. Estoy seguro de que todo saldrá bien.- Añadió un gato de color blanco que estaba junto a la guerrera.-
-¡Inténtalo! - Le insistió la gata negra.-

            La interpelada asintió afirmando…

-Lo intentaré. - Y musitó en demanda de apoyo a nadie en particular.- Por favor ayúdame.- Acto seguido invocó aquella energía con más decisión.- ¡Cristal de Plata! ¡Dame el poder!..

            Entonces una ráfaga de radiante energía rosada invadió a Kermesite que fue elevada y hecha girar en tanto su uniforme de batalla se desvanecía. Aquello fue lo más maravilloso que jamás hubiera experimentado. El poder de Sailor Moon había barrido cualquier traza de energía oscura. ¡Esa maldita energía que la había poseído, desde hacía tanto tiempo! Se sentía renovada, feliz, como si algo la hubiera liberado de una enorme carga. Su corazón notaba una cálida sensación. Y esos malos sentimientos que había albergado sencillamente ya no estaban ahí. En su lugar tenía una creciente sensación de amor que la llenaba. Pero un amor verdadero, por sí misma y por los demás. No el egoísmo de antaño. Ahora lo veía. Toda su vida había sido víctima de un engaño. Las guerreras no eran el enemigo. Por el contrario, eran buenas personas, de nobles sentimientos, que se apiadaron de ella y la salvaron del infierno en el que vivía. Ahora lloraba pero de pura alegría…

            Y en su sueño Cooan también lloraba, las lágrimas mojaban su almohada pero al mismo tiempo sonreía…suspirando para musitar…

-Gracias Sailor Moon. Gracias Rei…mi querida amiga…

En Tokio sus hermanas recibieron con agrado las noticias, estaban deseosas de compartirlas con Usagi y las otras. Petz llamó a Makoto que estaba limpiando un poco su apartamento.

-¡Hola!, ¿Qué tal?- Respondió la sailor que, tras escuchar a su amiga referirle las nuevas relativas a sus hermanas menores, contestó.- Me alegro mucho. Espero que disfruten de su estancia….sí…¡qué suerte! me da mucha envidia…Bueno, ¿quién dice que no podamos ir a verlas? Bien, se lo diré a las demás. Gracias… sí, ya nos veremos…

Colgó el teléfono y prosiguió con su limpieza. Entre tanto recordaba algunos retazos de la conversación que ella y las demás mantuvieran con Usagi y Mamoru. En el santuario Hikawa, todas reunidas en el patio frontal. Sentadas en las escaleras, Rei les comentaba.

-He sentido algunas fuerzas malignas aquí, pero no parecen ser demasiado poderosas. De todos modos debemos estar alerta. Podría ser el comienzo de algo mayor. Como siempre.
-Es verdad - convino Ami que, mirando a Usagi, le preguntó.- ¿No puedes contarnos nada más?
-Bueno- dijo ésta tomando la palabra con tono bastante serio para lo que en ella era habitual.- Puedo deciros esto. Sé que en efecto hay enemigos nuevos. Tuve unos sueños en los que se me advertía de ello. Pero también me revelaban que no sería una batalla que nosotras tuviéramos que afrontar y ganar. Al menos no directamente.
-Así es- terció Mamoru uniéndose a la conversación, a la par que declaraba.- Yo también soñé con algo parecido. Una gran figura oscura con un libro de color granate y letras doradas. Y una voz que me decía algo así como que, “de aquí arranca ésta historia, pero no es solo de vuestro futuro”. No debéis intervenir hasta que os llegue el momento, son otros los que deberán cargar con la responsabilidad.

Todas le obsequiaron con unas miradas llenas de desconcierto aunque fue Ami la que tomó la palabra una vez más.

-Sigo sin entender qué tienen que ver nuestras amigas con todo esto.
-Yo tampoco lo sé a ciencia cierta. – Admitió Usagi que agregó.- Lo único que sé es que le corresponderá desempeñar un papel muy importante. Y que tendremos que ayudarlas, pero únicamente en determinados momentos. El resto deberán afrontarlo ellas. Incluso a veces nos veremos obligadas a ocultarles la verdad.
- No comprendo porqué- intervino Minako moviendo la cabeza con desaprobación para afirmar.- La verdad no debe de ocultarse, sobre todo entre amigas.

            El resto asintió, mostrándose totalmente de acuerdo con aquella aseveración.

- Sabes tan bien como yo que eso a veces es necesario. - Le contestó Usagi con voz queda para sentenciar mirando en derredor. – Me gusta tan poco como a todas vosotras, chicas. Solo os pido que confiéis en lo que os decimos Mamo- chan y yo.
-Sí- convino éste – creednos. No es fácil ni para Usako ni para mí. Apreciamos mucho a las hermanas. Pero me temo que hay mucho en juego y solamente podremos intervenir llegado el momento. Ha de ser así – Recalcó de modo que no dejaba lugar a la réplica.-

Todas suspiraron con resignación. Sabían que después de tanto tiempo y tantas batallas debían usar la cabeza y seguir una estrategia antes que reaccionar por meros sentimientos. Y si sus futuros soberanos les decían que había que proceder de ese modo tendrían sus razones. Así lo recordaba Makoto cuando recibió una llamada por su transmisor. Era Rei, al parecer se había detectado otro enemigo. Dejó el aspirador a un lado y se apresuró a reunirse con sus compañeras para hacer frente a aquella amenaza…

-¡Vamos a ver de qué o de quién se trata esta vez! - Suspiró resignadamente Sailor Júpiter en tanto iba de camino.-


            Entre tanto Bertie y Cooan dormían plácidamente con el convencimiento de que iban a vivir una magnífica experiencia. Deseando las dos comenzar al día siguiente, un nuevo y en su opinión, apasionante curso.


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2 comentarios:

  1. Primero, gracias por haber contestado mis dos comentarios anteriores :), lo cuál es muy amable; sin embargo, no se sienta en el compromiso de hacerlo, y espero tampoco resulte algo denso de mi parte, que comente cada capitulo que vaya leyendo (es solo que me gusta dar una devolución por el tiempo y esfuerzo que emplean los autores en cada entrega de su historia, creo que es lo minimo que puedo hacer como lectora, es mi modo de corresponder- al menos, siempre y cuando se pueda-).
    Segundo: fué un buen capitulo, cada vez vamos teniendo mas pistas e indicios de lo que se avecina, además de que el contexto de la historia se desarrolla cada vez más.
    Este año viaje por primera vez en avión, y a mi me fascino cuando el avión toma velocidad, para luego alzar vuelo, aunque mi estomago también experimentó el vértigo xD....sin embargo, para mi suerte, casi no experimente turbulencias, pobre Cooan. Aquella escena en que llegan a Nueva York y tienen que llenar el papeleo con esas preguntas que a uno le pueden resultar un tanto extremistas (que no quita que tienen sus razones), me causo gracia, ya que cuando mi mamá viajó para allá y tuvo que sacar la visa, no estuvo muy lejos de esas mismas circunstancias... en fin,chicas valientes, porque cuando al fin se han amoldado a una cultura tan particular como es la de Japón, ahora deben hacerlo con una que dista bastante en las formas, pero sus deseos de crecer las han llevado a volar por nuevos cielos :)...
    Me gustó como intercalaste los recuerdos de Cooan, porque si bien ella ya había comenzado una nueva vida, creo que rememorar aquellas circunstancias fue un modo de reafirmar sus elecciones, y darle bienvenida a una nueva etapa... ojalá (y por un dibujo que vi, calculo que si) que ella no solo se realice a nivel personal, sino que también encuentre un buen hombre que merezca su tierno corazón, es decir, otro corazón que sane sus heridas, y le demuestre que es una mujer que merece ser amada; no obstante, ella ha demostrado que se ha logrado amarse así misma, a valorarse (y como bien expresaste, no de una perspectiva egoísta).
    Para finalizar, has logrado recrear bien cada ambiente, como el vuelo, la llegada, el reconocimiento de la universidad, dotando a lugares y a personas de un toque mas real, mas vivido (con toda su variedad), y no tan resumido como solemos verlo en las adaptaciones

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    1. Muchas gracias por tus comentarios. Y no te preocupes, no es por sentirme en la obligación, es que me encanta tener a una lectora que exprese opiniones y críticas constructivas y me encanta comentar las opiniones que tengas sobre la historia. me ayuda bastante saber las causas por las que te pueda gustar o qué cosas puedas echar en falta. Sí que quise que las chicas tuvieran sus propias motivaciones, ilusiones y recuerdos, a veces agradables y otras no, como cualquier persona. Dentro de poco será el turno de Bertie. En el capítulo siguiente conocerás a dos chicos muy especiales. Muchísimas gracias otra vez por el interés que estás demostrando. Espero que los siguientes capítulos te sigan gustando.

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Por favor, si sois tan amables y no os es molestia, comentar vuestras impresiones sobre lo que habéis leído. Me vendría muy bien para mejorar y conocer vuestras opiniones sobre mis historias. Muchas gracias. ;)