jueves, 3 de marzo de 2011

GWA 24. Los maestres son eliminados


Todos pasaron un largo día de zozobra hasta que Tom recobró el conocimiento. Roy estaba junto a él en el momento de despertar. Los padres del chico llegarían en breve pues al recibir la noticia corrieron a tomar el primer avión. También y mientras el convaleciente aun dormía, Roy tuvo que llamar a la Universidad y notificarle a la señorita Parker lo que había ocurrido.

-¡Santo Dios!- Exclamó la jefa de estudios.- ¿No se ha despertado todavía?
-No, señorita Parker.- Suspiró el muchacho.- Y no sé cómo voy a decírselo.
-Si quiere un consejo, por duro y difícil que sea, tendrá que ser sincero desde el principio.- Le contestó esta, con tono de pesar.- El señor Rodney es un joven fuerte, sufrirá, eso es inevitable. Pero al final saldrá adelante. Tendrá todo el apoyo de esta universidad.- Le garantizó.-
-Gracias. Ahora debo dejarla.- Se despidió Roy.-

Desde luego que aquello iba a ser muy duro para todos y él había pasado muchas horas tratando de decidir como le diría la verdad a su amigo. Empero debía admitir que la señorita Parker tenía razón. Era absurdo posponer la verdad, aunque fuera tan terrible. Se quedó allí, observando dormir a su amigo. Pero por fin éste abrió los ojos y eso significaba que el momento había llegado. Aunque lo primero que el convaleciente oyó de su compañero fue un muy afectuoso...

-¿Qué tal estás, muchacho?..
-¿Cómo está Connie? - fue lo primero que quiso saber antes de responder. -
- Está bien, ahora le toca estar en clase, pero vendrá después. Nos turnamos para verte. - Le explicó su amigo. -
- Roy. ¿Qué ha pasado? - Le preguntó para añadir confuso. – Apenas recuerdo nada.
- Luchaste contra un demonio, fuiste muy valiente, amigo. Connie nos lo contó.

            Tom le dirigió una mirada de extrañeza y trató de cambiar de posición, pero por algún motivo no podía mover sus piernas. Aquello comenzó a asustarle y así se lo hizo notar a su compañero con una mirada llena de angustia.

- No puedo moverme, ¡no siento mis piernas!,- balbuceó esforzándose inútilmente. -

            Roy bajó la cabeza y no dijo nada, no se atrevía a mirarlo.

-¿Qué me ha ocurrido? ¿Tú lo sabes, verdad? - Le inquirió con mayor apremio pese a lo cual su compañero seguía en silencio - ¡Dímelo!- chilló Tom aferrándose a un brazo de su amigo con sus manos aun temblorosas. -
- Escucha Tommy - musitó Roy tratando de reunir valor para decírselo. - Has sufrido un golpe muy fuerte.

            El mero hecho de que su compañero le llamase así, y su expresión, denotaban que el asunto era muy serio. El propio afectado apenas pudo disimular su miedo al declarar.

- Pero es que no me siento el cuerpo de cintura para abajo. - Confesó con la voz entrecortada por el temor. -
- No,- admitió su interlocutor visiblemente compungido. – Es que ese demonio te hirió en una vértebra que controla los nervios de esa parte.
-¿Me estás diciendo que estoy inválido? ¿Es eso? - Repuso Tom asustado y ahora también incrédulo. -

            Roy solo pudo asentir con la cabeza sin atreverse a mirar la cara de su amigo.

-¡Santo Dios!- exclamó el convaleciente dominado a renglón seguido por la rabia. - ¡No puede ser! ¡Maldita sea! ¡Esto no me puede estar ocurriendo a mí! ¿Qué voy a hacer ahora?
-Tienes que reponerte cuanto antes para salir de aquí,- respondió su compañero tratando de consolarlo. -
-¿Hasta cuándo estaré así?- le inquirió haciendo que su interlocutor le mirase a los ojos a pesar de que tratase de reunirlo.-...
- Los médicos dijeron que era algo muy grave,- declaró éste con voz queda tratando de suavizar la situación - que hay pocas esperanzas, pero eso no quiere decir que...

            Y Tom se estremeció de horror, estaba muy claro lo que Roy trataba de hacerle entender. Sobre todo cuando a su amigo, pese a tratar de tener el máximo tacto, le fallaban las palabras y ni siquiera se atrevía a mirarle cara a cara.

-¿Intentas decirme que me quedaré así para toda la vida?- espetó moviendo la cabeza con energía en forma de vehemente negación. - ¡No, eso no puede ser!
- Amigo escucha... - Quiso añadir Roy pero fue cortado en el acto por su compañero que estaba fuera de sí.-
-¡Déjame sólo! ¡Quiero estar sólo! – Acertó a replicar éste completamente hundido. -
- Tom por favor - quiso calmarlo pero  víctima de la rabia y la desesperación, su compañero braceó tirando los objetos que había en la mesita junto a su cama. - ¡Déjame, maldita sea! - gritaba como un poseso. -
- Como quieras, volveré luego. - Tuvo que conceder su interlocutor muy preocupado y entristecido por el dolor que soportaba su amigo en aquel amargo trance. -

            Salió del cuarto lentamente dejando a un desconsolado muchacho que sólo podía llorar en silencio. Aquello iba a ser terrible, los padres del chico estaban a punto de venir, les tocaba a ellos quedarse con él. Durante el resto de la jornada hasta que llegaron, Tom no quiso ver a nadie. Ni tan siquiera a Cooan que llegó lo antes que pudo de las clases. La pobre chica tampoco tenía valor para entrar en ese cuarto y se limitó a permanecer en la sala de espera acompañada de su hermana y de Roy.

-¿Cómo lo ha encajado? – Quiso saber Bertie con un preocupado y suave tono lleno de consternación.-
-¿Cómo crees tú? - Suspiró amargamente su interlocutor dejándose caer en la silla.- ¿Cómo podría encajarlo cualquiera?

            Beruche no respondió a eso, bajó la cabeza con pesar. Fue Roy quién quiso saber ahora al notar la falta de Cooan.

-¿Y tu hermana?
-Ha salido un rato para despejarse.- Le informó su contertulia.- No podía más. Está totalmente destrozada, y también me preocupa mucho.- Confesó Bertie.-
-Tuvo que ser horrible, estar allí, tener que verlo y no poder hacer nada.- Comentó el desolado joven.-

            Su compañera no replicó, pero tenía un nudo en la garganta. Ella sí que sabía la verdad. Y más allá de esta terrible desgracia su hermana arrastraba un complejo de culpa del que quizás nunca pudiera liberarse…

-No quiero ni pensar en cómo debe de sentirse en estos momentos.- Meditó Beruche llena de consternación. -

            Entre tanto Cooan había estado paseando sin rumbo fijo por las cercanías del hospital. Recordaba esa misma mañana, cuando asistió a las clases. Su expresión debía ser tal que hasta la propia Melanie la abordó cuando salían del aula.

-¿Te encuentras bien?- Quiso saber la jefa de animadoras.-
-No, Mel.- Pudo responder ella, comenzando a  sollozar…
-¿Qué pasa?- Inquirió esta, comentando al percatarse.- Ni Bertie, ni Roy ni Tom han venido.

            Pensó en el día anterior, cuando ella y Malcolm vieron a Bertie y Roy salir corriendo de ese modo tan precipitado. Tuvo que haberles ocurrido algo. Y su compañera le confirmó esos malos presentimientos.

-Tom está en el hospital.- Le respondió la deprimida chica.- Le han herido de gravedad por tratar de defenderme.

            Ante la perplejidad y el horror de Melanie, Cooan le contó brevemente lo ocurrido, sin poder parar de llorar, atrayendo las miradas de todos.

-Cálmate. Vamos a sentarnos. ¿Quieres? - Le propuso afectuosamente su interlocutora.-

            Melanie se la llevó a un banco algo apartado en el pasillo. Allí estuvieron durante un rato hasta que Susy y Betty, esa chica del club de natación, amiga de Bertie, pasaron. Las dos chicas, al enterarse de lo sucedido se quedaron tan horrorizadas como la capitana de las animadoras.

-Estaremos todos con él.- Le aseguró una emocionada Betty.-
-Gracias.- Gimió ella, que pese a todo no encontraba consuelo, aun siendo abrazada por Melanie.-

Luego acudió al hospital, pero no tenía fuerzas para enfrentar su mirada a la de ese pobre chico. Así que, tras salir de allí y caminar por la calle, se detuvo junto a una cabina de teléfonos. Llevaba suficientes monedas. Intentó contactar con su amiga Rei, había tenido una idea…

-Quizás si ella habla con Usagi-chan. El poder del Cristal de Plata sea capaz de curarle.- Se decía tratando de albergar una mínima esperanza.-

            En el santuario Hikawa sonó el teléfono. Era de mañana allí. En esta ocasión fue Yuuichirou quién lo atendió.

-¡Cooan! –Saludó a su vez con bastante cordialidad.- ¡Cuánto me alegro de escucharte! ¿Qué tal os va todo por esa gran sandia?.¿O era manzana?

            A su pesar la muchacha tuvo que sonreír. Ese chico tan alocado tenía esa virtud, Levantaba el ánimo a cualquiera, tras interesarse educadamente por él, le pidió si podía pasarla con Rei.

-Yo estoy bien. ¿Quieres hablar con Rei? Si claro, estaba discutiendo con su abuelo. Como siempre. El señor Kondo es muy particular cuando hay chicas cerca. ¡Ja, ja!… Ahora mismo la llamo. ¿Qué tal os va por América entonces?
-Bien, gracias. - Musitó la joven de forma apagada.-
-Ahora mismo viene.- Replicó el joven con un tono más serio.- Espera un poco, por favor.

            En efecto, la joven sacerdotisa llegó enseguida atraída por esa conversación. Tras haberle leído la cartilla a su abuelo por esas familiaridades que se tomaban con algunas jovencitas.

-¿Quién es?- Quiso saber.-
-Es Cooan.- Le desveló su interlocutor quién susurró con tono algo preocupado en tanto tapaba el auricular.- Creo que le pasa algo…
-Gracias Yuuichirou. Haz el favor de dejarme a solas.- Le pidió la joven.-

            El chico asintió. Rei le agradeció en silencio que fuera tan amable y considerado. Pese a que casi siempre le reñía en el fondo le quería muchísimo. Y si hasta él había notado algo, era sin duda porque alguna cosa seria sucedía. Pese a que Usagi no hubiese comentado nada últimamente. Y es que tras la conversación que ambas mantuvieron, su amiga estaba bastante callada para lo que solía. Enseguida saldría de dudas…

-¡Hola Cooan! ¿Qué tal?- Saludó tratando de mostrarse jovial.-
-¡Rei, por favor, tienes que ayudarnos!- Le pidió ésta sin más preámbulos.- Tienes que hablar con Usagi y pedirle que use el poder del Cristal de Plata…
-¿El Cristal de Plata? ¿Para qué? ¿Qué ha ocurrido?- Inquirió la atónita sacerdotisa, preocupándose ya seriamente.-

            Escuchó con una mezcla de pesar y horror la historia que su amiga refirió. Cooan sollozaba sin poderlo evitar y eso hacía difícil que pudiera entenderla del todo. A ella misma se le saltaban las lágrimas de pesar y de impotencia. Al fin, tras concluir, se pudo oír el largo suspiro de Rei cuando replicó.

-Lo lamento muchísimo. ¡Es terrible! Créeme que lo siento. Sin embargo, debo serte sincera. Mucho me temo que el Cristal de Plata no servirá para eso.
-Podrías consultarlo con Usagi-chan. ¡Por favor! – Imploró la desesperada chica.-
-Lo haré. Te lo prometo.- Fue la respuesta.- Pero no te puedo garantizar nada.
-Al menos sí lo intentas mantendré una esperanza.- Gimió su amiga, que se derrumbaba tras la otra línea.-
-Escucha Cooan. Tú no tuviste la culpa.- Quiso animarla Rei.-  Hiciste cuanto pudiste.
-Yo era la justiciera. Mi deber era salvarle. Él es inocente y bueno. Yo dudé en intervenir porque me importó más mi estúpida identidad que lo que pudiera sucederle.- Balbuceó entre el llanto.-
-Sé que eso no es verdad. Cálmate, por favor.- La instó suavemente su amiga, muy afectada también.- Te aseguro que hoy mismo veré a Usagi-chan y le pediré ayuda.

            Y tras dar más ánimos a su destrozada interlocutora, Rei se apresuró a cumplir su palabra. Enseguida telefoneó a su amiga y camarada guerrera. Pudo hablar con ella pero no quiso aclarar la naturaleza del problema. Se limitó a decir que era algo muy urgente y que tenían que verse. Ésta accedió. Ambas se citaron en el Parlor Fruit Crown.

-He venido lo más rápido que pude.- La saludó Usagi cuando al llegar vio a su compañera sentada ya en una mesa.- Tú dirás…
-Se trata de nuestras amigas en América. Supongo que esto es a lo que te referías. ¿No es así? - La informó la sacerdotisa, que ahora sí, procedió a contarle todo.-

            Usagi la escuchó casi sin parpadear. Eso sí, mostrando un semblante compungido. Había soñado con eso mismo la noche anterior. No obstante, cuando su compañera concluyó, ella se limitó a mirar hacia el techo y mover la cabeza para responder consternada.

-Lo siento. No puedo hacer nada.
-Ya lo imaginaba…-musitó su amiga reconociendo.- Eso mismo le dije a Cooan. Pero creía que, quizás...si fuésemos allí y emitieras la energía del Cristal hacia ese chico…
-No serviría de nada.- Insistió su contertulia.- Hay cosas que, desgraciadamente, tienen que suceder y que no podemos cambiar. Ni tan siquiera nosotras.

            Su contertulia la observó con extrañeza. Esas palabras sonaban muy raras. Más viniendo de Usagi. Era como si se estuviese rindiendo incluso antes de intentarlo. Ese no era su estilo.

-De todos modos por probar no perderíamos gran cosa. Bueno, sí, ir hasta allí, pero si utilizamos el teleport…y con la energía combinada de todas nosotras, quizás…
-¡Basta Rei! - La cortó su amiga con una brusquedad muy inusual tratándose de ella.- Te he dicho que es inútil. Olvídalo…

            La sacerdotisa le dedicó una mirada de estupefacción, ahora se daba cuenta de que no era Usagi la que hablaba, sino Serenity. Aun así esa réplica le molestó y pudo responder con indignación.

-¿Cómo quieres que lo olvide? Tú también les conoces…son nuestros amigos. ¡Maldita sea! No puedo dejarlo pasar sin más.- Remachó dando un puñetazo sobre la mesa que hizo saltar las bebidas que tenían al sentenciar.- ¡Están sufriendo mucho! ¿Es que no te das cuenta?

            Aquello hizo que incluso otros clientes las observasen con perplejidad. Por suerte eso duró solo unos instantes y la gente perdió el interés. Pasaron unos momentos de embarazoso silencio hasta que Usagi pudo decir con más suavidad, tratando de sonar conciliadora.

-Lo siento. Perdona mi brusquedad. Sé lo difícil y terrible que esto está resultado para ellos. ¡Ojalá pudiera hacer algo! Pero tengo las manos atadas. Por desgracia, deberán ser ellos los que salgan adelante por sí mismos. Confía en sus fuerzas.

            Rei bajó la cabeza, se sentía mal por sus amigos y casi peor por esa discusión. Era como si pudiera percibir algo extraño y que la inquietaba. Otra vez esa desagradable sensación. Su amiga no le contaba ni mucho menos todo lo que sabía. Quizás no pudiera. El caso es que estaba frustrada y furiosa. Tendría que llamar a Cooan y admitir que, en efecto, no había esperanzas para Tom. Y temía más a esa certeza que a cualquier otra cosa.

-Discúlpame.- Pudo decir tratando de ocultar su tristeza y contrariedad.- Debo regresar al Santuario…

            Dejó el importe de su bebida en la mesa y se levantó, saliendo de allí con celeridad. Su amiga no quiso tratar de frenarla. Suspiró. Sabía que ese momento llegaría. Aunque no pensó que fuera por este motivo.

-Hay muchas cosas que ni yo misma sé.- Reflexionaba con pesar.- Y a veces tampoco sé que puedo hacer. Comprendo que me consideres odiosa, Rei. Lo siento…

Por su parte Cooan volvió al hospital. Se sentó junto con su hermana y Roy. Allí estaban cuando llegaron los padres de su amigo. En un principio los señores Rodney no reconocieron a los muchachos. Pero Roy, quien sí tenía vista alguna foto suya, se acercó enseguida a saludarles. En cuanto les llamó ambos centraron su vista en él. Eran personas de edad mediana tirando ya a la madurez. El padre de Tom, de estatura pareja a la de su hijo, lucía como un hombre fornido con pelo y bigote frondosos y canos, su rostro estaba curtido por la vida al aire libre. La madre era una mujer con apariencia más frágil pero no por ello desvalida. Poseía en cambio una elegancia innata al moverse y recogía su oscuro pelo, algo encanecido ya, en un discreto moño. Ambos tenían ojos azules de mirada firme. Beruche y Cooan permanecieron discretamente a un lado mientras Roy tomaba la palabra.

-¿Son ustedes los padres de Tom, verdad?- Les inquirió él, utilizando un tono de respeto que las chicas nunca le habían escuchado.-
- Sí, somos nosotros.- ¿Quién eres tú, muchacho?- Quiso saber a su vez el señor Rodney escrutándole con la mirada.-
- Soy Robert Malden, el compañero de cuarto y amigo de su hijo, encantado de conocerles. - Se presentó él aludiendo a continuación a las chicas. - Y ellas son también unas compañeras y buenas amigas.
-¡Eres el que nos avisó!, ¿verdad? El amigo de Tom. Sí claro. Él nos ha hablado de ti.-  Convino el señor Rodney dándole un fuerte apretón de manos y palmeándole un hombro con visible amabilidad. – ¡Muchas gracias, hijo!
- Sí señor, no hay de qué. - Corroboró el chico con tono serio pero cordial para agregar apenado. -Lamento mucho que nuestro encuentro sea en estas circunstancias.

            Y tanto Bertie como Cooan escuchaban atentamente sin hacerse notar, aunque fue la señora Rodney la que reparó en ellas y se acercó a ambas. Las chicas saludaron entonces con unas educadas inclinaciones de cabeza al estilo nipón.

-¿Vosotras también conocéis a mi Tom? - Pudo decir ésta tratando de templar su todavía trémula voz, la mujer no dejaba de darle vueltas al grave estado que aquejaba a su hijo. -
- Sí señora. - Replicó cortésmente Beruche que dio su nombre y el de su hermana. -

            Cooan parecía querer decir algo, en realidad no podía evitar sentirse culpable y más delante de la madre de Tom. Quería gritar que él estaba así por defenderla a ella pero su garganta estaba seca y perdió el valor para hablar. Lo que sucedió fue que la señora Rodney esbozó pese a toda aquella situación una débil y agradecida sonrisa para declarar.

- Os doy las gracias por estar a su lado. Me alegra mucho poder comprobar que mi hijo tiene tan buenos amigos.- Y añadió clavando la vista en una inquieta y envarada Cooan. – Entonces tú tienes que ser Connie, mi hijo me ha hablado de ti por teléfono y en alguna de sus cartas. La famosa Constance con la que ganó ese concurso de baile.- Pudo rematar forzando una leve sonrisa.-
- Sí, soy yo. – Admitió tímidamente ella, casi atragantándose con las palabras. -Me pusieron ese apodo porque mi nombre les sonaba raro. - Añadió ahora con un leve destello de sonrisa. -
- No sabéis cuanto os agradecemos todo lo que habéis hecho. - Terció el señor Rodney presentándose con más informalidad. - Podéis llamarme Will.
- Disculpad mi descortesía. – Añadió la apurada mujer. - Yo me llamo Sarah y tú, querida… - Aseveró dirigiéndose de nuevo a Cooan. - Roy nos dijo por teléfono…

            Pero la interpelada no pudo reprimir un sollozo y finalmente confesó con amargura y tono balbuceante entre lágrimas de desesperación.

- No pude hacer nada por ayudarle. ¡Debí haber intentado hacer algo!

            La señora Rodney le dio un cariñoso abrazo a la muchacha que se derrumbó llorando ante la apenada mirada de todos. Sobre todo la de su hermana, que sabía bien el infierno de remordimientos que estaba pasando Cooan. No obstante, fue el señor Rodney quien la consoló a su vez con su grave voz, llena de aplomo y comprensión.

- Mi hijo hizo lo que, cualquier hombre que se precie de serlo, debía. Trató de defenderte. No sufras más por eso, muchacha. Tú no tienes culpa de nada, al contrario, has cuidado de él. No te has apartado de su lado. Nunca te lo podremos agradecer lo bastante.
- Ustedes no lo entienden. - Musitó con un hilo de voz tan débil que se fundió con su llanto haciendo imposible comprender sus palabras.- Nadie puede entender como me siento.- Pensó completamente embargada por el dolor.-

            Fue Beruche la que relevó a Sarah en la tarea de acoger entre sus brazos a Cooan. La hizo sentarse para ayudarla a que se dominase. La señora Rodney, tratando de no contagiarse de ese llanto, preguntó a Roy si podían ir a ver a su hijo.

- Por supuesto, todavía es la hora de visitas. Yo mismo les acompañaré hasta la puerta de la habitación si lo desean.
- Eres un buen muchacho. - Le sonrió la mujer con los ojos haciendo aguas. - Dios te bendiga, hijo. Muchas gracias.

            El interpelado tuvo que contenerse también para evitar la emoción, guió a los padres de su amigo hasta la habitación decidiendo volver después con las chicas. Era necesario que Tom tuviera intimidad con su familia y que pudiera desahogarse y llegado el caso, hasta replantearse su futuro. Por lo menos a corto plazo debería afrontar una dura terapia para intentar recuperar en lo posible algo de movilidad o ser al menos capaz de valerse por sí solo. Al entrar Sarah, enseguida aferró una de sus manos y arrodillándose, se la besó entre lágrimas. Will, más entero, le miró con pesar pero con orgullo a un tiempo.

- Te has portado como un hombre. -Le alabó su padre, remachando.- Ahora debes tener fortaleza.
-Lo intento, papá.- Musitó el destrozado chico.-
-Will.- Suspiró la madre levantándose trabajosamente ayudada por su esposo.- Ya ha sufrido bastante. No le pidas…
-No le estoy pidiendo nada. Ya ha hecho todo cuanto podía. Ahora, si quieres volver a casa, estaremos contigo.- Le ofreció su progenitor.-
-Sí cariño. Te cuidaremos allí.- Convino Sarah enjugándose algunas lágrimas.-

Pero él no quiso, deseaba terminar sus estudios y luchar para recobrar aunque fuera una mínima parte de lo perdido tras su lesión. Así lo hizo constar.

-No voy a rendirme ahora.
-¿Estás seguro , hijo?- Inquirió su padre con voz templada.-
-Papá. No me educasteis para que me echase atrás ante las dificultades. -Replicó él tratando de sonar más seguro.-
-Esto es distinto. – Afirmó su progenitor admitiendo con una emoción que era incapaz de reprimir.- Nadie te puede pedir más. Sé que cuando quisiste venir aquí hablamos mucho de ello. Yo no quería que dejases la universidad del Estado, pero me demostraste que merecías esta oportunidad y has trabajado muy duro, hijo. Pero las cosas…
-¡Por favor! - Le pidió el joven, asiendo una mano de su padre.- No quiero marcharme de aquí…
-Haremos lo que tú quieras.- Intervino su llorosa madre.- Vendremos aquí a cuidar de ti, si eso es lo que necesitas…

            Will asintió, aunque fue su hijo quién negó con la cabeza, aseverando con el tono más rotundo que pudo.

-Saldré adelante por mí mismo. Quizás al principio no pueda, pero lo lograré. Ya lo veréis…

            Y ante el silencio de sus padres, que se miraron con una mezcla de orgullo y tristeza, el chico quiso saber.

-¿Dónde está Dany?
-Quiso venir con nosotros, insistió, pero le pedí que cuidase de la granja.- Le contestó Will.-
-Es mejor así.- Convino Tom.-

            Prefería que su hermano pequeño no le viese en ese lamentable estado. Al menos no todavía. Sus padres a buen seguro que pensaron igual. Charlaron un poco más y entre tanto Roy aguardó fuera. Sin ser su intención pudo oír el principio de la conversación por el tono de Tom. Se sintió orgulloso de la fuerza de voluntad de su amigo que había superado el inicial mazazo.

-Eres un valiente, Tommy. Te doy mi palabra de que esos bastardos lo pagarán. -Se prometió en silencio.-

            Y es que eso no hizo sino aumentar su resolución. Ahora más que nunca estaba decidido a hacérselo pagar a aquellos malditos sectarios. Teniendo esto muy claro, regresó con las chicas a esperar. Por fin, el señor y la señora Rodney salieron de ver a su hijo. Tras volver a darles las gracias, les relevaron de la vigilia indicándoles que ellos se harían cargo de todo.

-Os habéis portado con nuestro hijo como si fuerais sus hermanos y hermanas. No podemos pedirnos más.- Afirmó un agradecido Will.-
-Quisiera quedarme con él.- Se brindó Cooan.-
-Querida Constance.- Le sonrió tiernamente Sarah, declarando.- Comprendo perfectamente por lo que estás pasando, pero tienes que descansar. A mi Tom no le haría ningún bien si tú enfermases. Y sé que quiere que descanses. No sabes lo mucho que te agradezco tu interés y el cariño que has demostrado con nuestro hijo. Anda, ve y duerme un poco. Por favor.

            Y de este modo, a pesar suyo, la joven asintió. Así pudieron regresar a casa. Roy acompañó a las chicas hasta el piso de sus hermanas que, entre tanto (y sin que él lo supiese claro está) habían investigado las actividades de la secta. Tanto Petz como Karaberasu se interesaron por el estado de Tom y se ofrecieron a visitarle. No obstante, al saber que los padres del muchacho estaban allí decidieron mantenerse al margen. A fin de cuentas era un asunto familiar y ellas no tenían tanta relación con ese pobre chico como sus hermanas. Lo que sí pudieron hacer fue una recopilación de los datos obtenidos y merced a esto un mapa que les dio una reveladora información...entre tanto Cooan recibió la respuesta de su amiga.

-Lo lamento mucho.- Fue la amarga noticia.- Consulté a Usagi pero no puede hacer nada por él.
-Gracias de todos modos. – Pudo replicar Cooan que mantenía un tono ausente.- Yo me encargaré de estar a su lado…
-Os deseo lo mejor.- Contestó la sacerdotisa despidiendo la comunicación, aunque enseguida tras colgar, volvió a asaltarla esa sensación de indignación.- ¡Esto no se va a quedar así!- Espetó en voz alta.- Llamaré a Ami y a las otras. Si Usagi no puede hacer nada, quizás nosotras podamos encontrar una solución….

            Así lo hicieron, reuniéndose las cuatro al margen de su amiga y soberana para charlar.

-Ami.- Le inquirió Rei a su compañera.- ¿Podrías preguntarle a tu madre sobre el caso de Tom?
-Necesitaría sus informes médicos.- Repuso la aludida.-
-Trataré de que Cooan los consiga.- Afirmó la sacerdotisa.-
-Es terrible.- Suspiró Minako con patente tristeza.- No quiero ni pensar en cómo se sentirán.
-Y nosotras aquí, sin poder hacer nada.- Se lamentó una impotente Makoto.- Lo que no entiendo es porqué Usagi parece rendirse antes de empezar.
-Tendrá sus razones.- Especuló Ami.- Puede que sepa cosas que nosotras ignoramos. Acordaos cuando Mamoru se comportó de aquella extraña y cruel forma con ella. ¡Al final estaba justificado!
-¡Pues que haga el favor de contarnos lo que pasa! - Estalló Rei con patente frustración, en tanto se preguntaba en voz alta.- ¿Cómo vamos a poder ayudarla con esa carga si no sabemos lo que sucede?
-Estoy de acuerdo.- Convino Minako.-

Y  prosiguieron su conversación, más casi para desahogarse que para lograr encontrar una solución. De hecho, no pudieron pensar en nada que ayudase a ese pobre joven, pero sí que intercambiaron opiniones y teorías muy interesantes. En la Golden, la noticia se extendió enseguida y todos lo lamentaron por Tom. Sobre todo April. La muchacha estaba consternada y además comprendía perfectamente lo que era quedarse incapacitado para caminar.

-Yo misma lo sufrí, aunque me curé milagrosamente.- Recordó.- Puedo entender por lo que debe estar pasando.

Y eso, unido a las particulares características de ese chico y sus amigos, que eran el blanco de aquellos demonios, decidió a April para hablar con él. De este modo transcurrieron algunos días. Tom pudo salir del hospital aunque atado para siempre a una silla de ruedas. Él no había descubierto la identidad secreta de Cooan, ni le reprochaba nada. No quería en cambio, ser una carga para ella y la eludía. Pese a todo, la chica intentaba estar cerca. A todos les apenaba y preocupaba esta situación pero tampoco sabían muy bien que hacer. No podían impedirle a ella que tratase de ayudar al muchacho ni tampoco negarle a éste el deseo de mantener su dignidad a salvo. Aunque ninguno compartiese ese punto de vista. De todos modos y hasta que estuviera mejor, Tom se quedó con sus padres alojado en el apartamento que su compañero les prestó. Kalie y Petz ya habían encontrado uno algo más grande a buen precio que podían pagar con sus trabajos. El señor Rodney le ofreció pagarle un alquiler pero Roy se negó categóricamente a ello. Se sentía muy unido a su compañero y amigo.

-No me siento cómodo privándote de tu casa.- Argumentó Will cuando, estando ambos a solas, habló con él de ese particular.-
-Señor Rodney. Considero a su hijo como a un hermano. Mi casa es la suya y la de ustedes.- Replicó su interlocutor.-
-A mí me educaron para pagar las deudas.- Afirmó William, valorando a ese joven con respeto y reconocimiento al sentenciar.- Y ten por cierto que estamos en deuda contigo, hijo. Para lo que necesites.
-Y mis padres me educaron a mí para ayudar a la familia. – Sonrió Roy, estrechando la mano que aquel buen hombre le ofreció.- No me deben absolutamente nada.
-Tus padres deben de estar muy orgullosos de ti.- Sonrió Sarah mirándole con agradecimiento.-

            Aunque el muchacho esbozó una leve sonrisa enmarcada en un semblante triste. Aun así pudo responder.

-Muchas gracias señora Rodney, sus palabras significan mucho para mí. Con ellas ya me considero sobradamente pagado.
-Cuando todo esto pase, espero que tú y esas muchachas seáis nuestros invitados.- Le ofreció Will.-
-Será un honor, señor.- Asintió el chico dándole la mano.-

Así quedó decidido. Sarah y Will pasaron algunos días en el piso de Roy cuidando de su hijo. Tom trataba de mostrarse animado delante de sus padres y de mantener un espíritu luchador. No obstante, cuando estaba a solas, no era capaz de evitar deprimirse y sollozar. Aunque una tarde, casi estando listo para volver a la universidad, y después de haber sido visitado por Roy, otra persona fue a saludarle.

-Es una joven muy agradable.- Le comentó su madre entrando en la habitación que Tom ocupaba.-
-¿No es Connie?- Inquirió él.-
-No.- Negó esta.-
-¿Y su hermana?- Preguntó una vez más el extrañado muchacho.-
-Tampoco, al menos, no me lo ha parecido.- Contestó Sarah, añadiendo. – Creo que me comentó que era animadora. Del equipo de Constance.
-Bueno, dile que pase.- Repuso el chico, que estaba sentado en su silla de ruedas. –

            Supuso que se trataría de Melanie, ella y Malcolm le había llamado allí, tras pedirle el número a Roy. Ambos fueron muy amables interesándose por él. Esperó oyendo al otro lado la voz de su madre y la de una chica, no la reconoció enseguida.

-¿Quién podrá ser? No es Mel.- Se dijo.-

            Aunque al tocar a la puerta y autorizar la entrada enseguida lo supo. Aquella joven le sonrió animosa y preguntó con amabilidad.

-¿Cómo te encuentras, Tom?...
-Hola April. No te esperaba.- Pudo replicar él, visiblemente atónito.-
-No quiero importunarte mucho.- Declaró la chica.- Solamente quería decirte que sé por lo que estás pasando…
-¿Tú?- sonrió sarcásticamente él, para replicar con escepticismo.- ¿Cómo ibas a saberlo?
-Me sucedió lo mismo. Y me recuperé. – Le desveló ella.-

            April le resumió brevemente su atropello y su recuperación, aunque no hizo alusión a ese pacto. Aun así, el chico le comentó con incredulidad.

-Quizás sucediera un milagro, o bien no te lo diagnosticaron correctamente.
-Puede ser.- Suspiró la muchacha, que no deseaba desvelar ese secreto.-

            Estaba claro que su compañero podría pensar mal de ella, sino incluso sospechar, que estuviera confabulada con esos demonios. El miedo hizo que sencillamente sonriera con cara de circunstancias y  añadiese.

-Espero que también tú tengas suerte, Tom.

Y se despidió de él, hasta que volviera a verle en la universidad. Así, al cabo de unos días, una vez que la vida retornó a una precaria normalidad, y los Rodney volvieron a Kansas, dejando a Tom en la universidad a petición de su hijo. Roy por su parte se ocupó de ir a buscar la guarida de esos sectarios. No obstante, fueron Petz y Karaberasu las que tuvieron más fortuna. En una patrulla de rutina como justicieras confirmaron sus indagaciones al descubrir a un grupo de acólitos regresando a su base. En cuanto pudieron y con la ayuda de unos prismáticos y dos días más de espionaje, descifraron el código numérico de la puerta de acceso. Satisfechas, llamaron a sus hermanas y quedaron en el piso que tenían alquilado, pero sólo acudió Beruche que las saludó con cara de preocupación

- Hola chicas, Cooan dice que la disculpéis, pero ha preferido quedarse con Tom. Me ha pedido que le cuente lo que decidamos, cualquier cosa estará bien para ella.
- No se ha separado de él desde que está impedido.- Observó reflexivamente Karaberasu. – O se pasaba a verle al piso de Roy o permanece junto a él aquí, a todas horas.
- No debe culparse de esta manera, no es bueno para ella ni para Tom.- Aseveró Petz  también con visible preocupación. -
- Pero ese chico antes no le gustaba ¿verdad?,- repuso Karaberasu.-
-¿Cómo qué no? - Intervino la atónita Beruche, aseverando. - Ya salían antes de lo que le ocurrió a Tom y eran buenos amigos desde que le conocimos.

            Sus contertulias intercambiaron miradas de apuro. Kalie tomó entonces la palabra con prevención.

- No sé si deberíamos decirte esto. – Musitó con gesto sombrío. - Pero ella no estaba enamorada de él, me lo dijo una vez.
-¿A qué te refieres? - Le preguntó su interlocutora, que en el fondo lo sospechaba,  pese a no querer tomarlo en cuenta. -

            Y su hermana, haciendo buenos esos pensamientos, le respondió con agudeza.

- Creo que tú lo sabes bien, Bertie.
-¡No, no puede ser! - decía la interpelada tratando de negárselo a sí misma y sobre todo buscando una justificación. - No me dijo nada ¿por qué?
- No quiso interponerse entre tú y Roy - le desveló Petz también afligida para explicarle. - Cuando vio que él te quería y que tú le correspondías.
- Yo pensaba que sólo se interesó en él por su atractivo. Sí, es cierto que al principio de curso estaba colada por él, pero me pareció que era algo frívolo. ¡No creí que fuese en serio! - Exclamó la desolada Beruche.-

Ahora se llevaba las manos a la cabeza luchando por no llorar, agobiándose con un sentimiento de culpa.

- Ella le escuchó declararte su amor cuando estabas en coma y desde ese momento renunció a él.- Le contó Karaberasu que lo sabía merced a que fue con ella con quién Cooan se había sincerado. – Aceptó la situación…Aunque le costara hacerlo.
-¡Cuánto lo siento!, - se lamentó Bertie atónita sin embargo por esta revelación. Pues pese a que ella y Roy ya eran más que amigos a esas alturas, no sabía nada de esa confesión que él le hizo cuando estaba sumida en el coma. - ¡Pobre Cooan! Yo jamás pretendí hacerle daño. Debe haber sufrido mucho y cuando por fin ella y Tom empezaban a salir juntos, ocurre esto.
- Probablemente se echó en los brazos de Tom para olvidar a Roy - conjeturó Petz. -  Y cuando quizás comenzaba verdaderamente a enamorarse de él, la desgracia ha querido que ocurriera esto y ahora se siente obligada.
- Claro que ella le quería, se le veía en la cara. - Opuso Beruche lo que ciertamente así era, al menos en los últimos días. – Eso no puede fingirse…
- Sí, pero las cosas han cambiado ahora. – Le rebatió su hermana Petz moviendo la cabeza con resignación y justificando sus palabras. - Por lo que nos has contado ese muchacho no debe de querer admitir que ella le cuide por caridad y le comprendo.
- Debes hablar con ella, Bertie - le instó Karaberasu - no puede seguir así.
-¿Y qué queréis que yo le diga?- repuso agriamente la aludida, sintiéndose ahora más culpable todavía, según replicaba. - Perdóname por robarte al chico que amabas, pero ahora no debes estar con Tom para olvidarte de eso. Ni tampoco debes sentirte culpable de que esté paralítico por defenderte. Sobre todo cuando pudiste haberte defendido sola y no lo hiciste.

            Karaberasu y Petz la escucharon con asombro. Aquello pese a todo no había llegado a sus oídos, salvo en el momento de conocer el estado de Tom. Pensaron que era una reacción lógica de frustración de su hermana. No que acabaría por ser una rémora clavada en su alma. Pero  Beruche bajó la cabeza y añadió más calmadamente, explicando sus últimas palabras.

- Eso es lo que ella cree. Se culpa cada vez más de lo sucedido, no se transformó a tiempo, dudó por unos instantes si revelar su identidad. ¿Cómo queréis que le diga ahora que deje a Tom?
- Será muy duro y difícil. Pero debes hacerlo por su propio bien. - Le insistió Karaberasu con voz compasiva pero firme. - Tú eres la única que puede ayudarla, nosotras no estamos tan involucradas en eso. A ti te escuchará.
- Si no intervienes ahora acabará haciéndose mucho daño y se lo hará a él también. - Sentenció Petz llena de pesar pero con un tono inapelable en su afirmación. –Créeme, ese muchacho podría rechazarla y la herirá. Cooan debe pasar página o se volverá una amargada, y no hay nada peor que eso. Lo sé muy bien…

            Beruche no respondió, no sabía qué hacer ni tan siquiera que oponer a esos argumentos que sabía ciertos. Es más, ella también tenía culpa, aunque fuese indirecta en eso. Aunque no pudo pronunciar palabra para contestar porque sonó el timbre de la puerta. Petz se asomó a la mirilla  descubriendo al objeto de la conversación.

- Vamos a dejar el tema por ahora. - Les indicó a sus hermanas señalando con el dedo hacia la todavía cerrada puerta. – Ella está aquí. Así que hablaremos de lo que nos ocupa. La guarida de esos canallas.

Las otras dos asintieron conviniendo en ello y Petz abrió la puerta a Cooan que saludó disculpándose según entraba.

- Siento no haber podido llegar antes, es que le he llevado a Tom unos apuntes. Creía que no tendría tiempo de venir y por eso le dije a Bertie...

Las demás intercambiaron miradas preocupadas pero no dijeron nada.

- Ya nos lo ha comentado - intervino Karaberasu sin dejarla terminar - no te preocupes. Mejor que estemos todas.
- Hemos descubierto el escondite de esos bastardos - terció Petz yendo al grano. - Y sabemos cómo entrar.
-¿A qué esperamos?- apremió Cooan con un destello de ira en sus ojos.- ¡Vamos a por ellos! Se lo voy a hacer pagar muy caro.
- Debemos ir con mucho cuidado, no podemos cometer errores, no lo olvides. - Le previno Petz con voz firme. - Así que domínate.
- Está bien - aceptó su hermana a regañadientes, queriendo saber, eso sí, con visible impaciencia.  - Pero decidnos donde están.
-Ahora vamos para allá.- Le respondió Karaberasu. - Pero antes de nada transformémonos

            Todas invocaron sus respectivos poderes y partieron hacia allí a toda velocidad. Entre tanto en la universidad y en un descanso entre clases, Tom se había refugiado en su cuarto y permanecía ojeando unos libros. Más bien pasaba las páginas sin prestarles atención. Tras marcharse sus padres, esa coraza que se había impuesto de fortaleza se cayó por completo. Estaba muy deprimido y no podía quitarse de la cabeza su penosa situación. Su compañero llegó entonces y se fijó en su gesto decaído, pero trató de hablar con él con su mejor tono para levantarle la moral.

- Hola Tom. ¿Qué tal llevas los apuntes?

            Éste no dijo nada, por unos instantes pareció no haber escuchado hasta que por fin sólo pudo musitar cerrando el cuaderno de sus notas.

- Estoy acabado Roy. ¿Qué puedo hacer ahora? No soy más que un estorbo para vosotros.
- No digas tonterías, eres mi mejor amigo.- Le rebatió éste moviendo la cabeza y añadiendo conciliador. - Todos te queremos y estaremos contigo para lo que necesites. Tú también me ayudaste cuando estuve en problemas.
- Pero yo no quiero ataros - repuso  su interlocutor - ni a ti, ni a Beruche. Ni mucho menos a Connie. No deseo que se sienta obligada hacia mí, la culpa fue mía por no ser capaz de protegerla.
-¿Y qué podías hacer tú? Era un demonio - le disculpó Roy. -
- Ahora sí que no puedo hacer nada - masculló Tom rematando con frustración - ¡sólo soy un paralítico inútil!

            Su compañero no pudo evitar preocuparse primero y después enfadarse, no era capaz de aguantar ese tono derrotista de su amigo, tan lejos de cómo él era. Estaba claro que si seguía así arruinaría su vida y por penosa que le pareciese su actual situación debía tratar de superarla. Por desgracia no servían los parches ni las palabras amables si eso producía que el chico se refugiase en su auto compasión. Así que sólo tuvo una alternativa, aunque a él mismo le doliese más que a su contertulio, le zarandeó por los hombros mientras su amigo escondía la cabeza debajo de los brazos.

-¡Mírame!- le ordenó a su compañero con dureza - no consentiré que digas eso, ¡debes luchar!
-¡Para tí es muy fácil decir eso!- chilló éste sollozando resentido - ¡tienes tanto poder que haces lo que quieres! Tendrías que estar en mi lugar y ya me dirías cómo te sientes,...¡déjame sólo!

            Su amigo le soltó con suavidad. Tom se cubrió la cara con las manos para ahogar sus lamentos y su llanto. Aquello rompía el corazón a cualquiera. Roy tuvo que armarse de valor una vez más para añadir ahora con una voz más controlada y suave.

- Lo siento - se disculpó respirando hondo para calmar la tensión. - Tienes razón, yo quizás no lo afrontaría, seguramente no tendría coraje. Pero tú sí que eres capaz de hacerlo. Siempre has tenido mucha más fuerza de voluntad que yo. Eso nunca lo podré igualar, por muy fuerte que me haga. ¡Por favor Tommy! Claro que me hace falta tu ayuda, todos la necesitamos, nos queda mucho camino por recorrer. Hay muchos inocentes más que pueden sufrir.

El otro chico apenas sí pudo levantar la vista, su rostro estaba surcado de lágrimas. Cuando tras meditar por unos instantes apenas pudo replicar entre balbuceos.

-¡Perdóname!, es que estoy tan hundido. No sé que va a pasar con mi vida, todo lo que amaba lo he perdido.
- No, eso no es cierto, todos estamos a tu lado.- Insistió Roy de rodillas y abrazando a su amigo para tratar de consolarlo. - Cuento contigo para que me ayudes. Sé que lo superarás, debes tener fuerza. No vayas a dejar que esos bastardos triunfen. ¡Qué más quisieran que poder hundirte! ¡No les regales esa satisfacción!
- Claro que quiero seros útil, ¿pero cómo podría ayudaros ahora?, dime. ¿Cómo? - Le preguntó Tom completamente perdido. -
- Con tu apoyo, tu amistad y manteniendo la cabeza alta. Connie se separó de ti sólo para llamar a la ambulancia y después ha estado siempre a tu lado, eso es muy hermoso, Tom. Ella te quiere. Yo lo comprendo muy bien, cuando hirieron a Bertie y pensé que iba a morir, creía que iba a volverme loco. Entonces me transformé.- Miró sus manos y añadió con voz queda. - No sé de donde me vienen estos poderes, ni por qué, ni quién soy en realidad, pero hay algo que sí sé. Tú tienes mucho más mérito que yo, únicamente cuentas contigo mismo. Te admiro por eso, tienes mucho valor y dignidad y eso nunca nadie te lo podrá quitar, ni esos malditos sectarios, ni los demonios, ¡nadie!... salvo tú mismo.
- Pero no puedo permitir que Connie desperdicie su vida conmigo. - Respondió Tom, ahora con visible cargo de conciencia. - No quiero que sufra ni se haga daño.
- Ella te quiere de verdad. Lo veo en sus ojos - le repitió su interlocutor - no dejes que tu orgullo lo estropee, amigo mío. Te ha costado mucho conseguir su amor.

            Roy palmeó suavemente los hombros de su compañero y salió de la habitación. Tom se quedó pensativo, no sabiendo qué camino tomar. Aquello era terriblemente duro. Una verdadera disyuntiva.

-Sé que tu intención es buena, Roy. Pero no puedo forzarla a hacer tal sacrificio.- Pensaba lleno de pesar.-

Entre tanto, su amigo pasó cabizbajo por el pasillo camino a su aula. Allí se topó con Melanie y Roberts que salían de una clase y que enseguida se interesaron por el estado de su común compañero.

-¿Cómo está Tommy? - Le preguntó ella muy preocupada.-
- Trata de superarlo, pero es duro. - Repuso Roy cariacontecido. -
- Si podemos hacer algo por él. - Añadió Roberts también muy interesado en ayudar.- No dudes en decirlo, cualquier cosa. Rodney es un tipo estupendo y no es justo que le haya sucedido esto.
- Muchas gracias amigos. Con vuestro apoyo es suficiente. Por ahora no se puede hacer nada más que permanecer junto a él.- Le agradeció Roy con una leve sonrisa. -
-¿Han sido ellos, verdad? - Le preguntó Melanie visiblemente afectada. –

            La chica comenzaba a darse cuenta de que algo muy raro estaba sucediendo. Más tras las explicaciones que Roy les diese después de ser poseído por aquel demonio. Al principio no quiso creer en esas cosas, pero lo cierto es que días atrás, encontró algo extraño en la habitación. Una especie de amuleto que pertenecía a April. Era un colgante con una estrella de cinco puntas invertida.

- Sí,- asintió su interlocutor con suavidad. - Le atacaron por sorpresa. Tom se defendió lo mejor que pudo pero no era rival contra su poder.
-¡Malditos  cobardes! - escupió Roberts furioso e indignado. - Ojalá hubiera estado allí, ¡les habría roto la cabeza!
- Os prometo que no se saldrán con la suya. - Les aseguró el muchacho con renovada firmeza -...ya lo veréis.
- Contad con nosotros para lo que sea. – Le susurró afectuosamente su compañera. – Hablé con la señorita Parker. Me dijo que no habría problema, que Tom podrá hacer los exámenes más tarde.
-Y hemos habilitado casi todas las aulas y los pasillos para que pueda ir con su silla sin problemas.- Añadió Roberts.-
-De veras, cualquier cosa que pueda necesitar.- Remachó Melanie.-
-Gracias Mel…gracias Malcolm, de veras. Muchas gracias por preocuparos…-Fue capaz de responder el chico realmente emocionado.-
-¿Bromeas?- Terció el rugbista tratando de controlar su propia emoción para sentenciar.- Tom es uno de los nuestros. Y es de la Hermandad. Sus problemas son los de todos. Y no le vamos a dejar sólo ahora.

            Su amigo asintió con una agradecida sonrisa. Tanto Melanie como Malcolm asintieron a su vez amablemente y prosiguieron su marcha.

-Es terrible, ¡pobre Tommy!- Suspiró Melanie apoyando su cabeza en el pecho de su novio.-
- Es un tipo admirable. Y Malden le aprecia mucho.
-Todos le apreciamos.- Añadió su novia.-
-Y también es de nuestra hermandad. Tenemos que estar a su lado apoyándole en estos momentos tan duros.- Convino Roberts, agregando pensativo.- ¿Sabes? No sé realmente quienes serán esos tipejos que le han hecho esto. Pero si alguna vez me echo alguno a la cara…
-Tengo mucho miedo.- Le confesó Melanie, para perplejidad del joven, más cuando ella, añadió.- Cuando eso controlaba a Roy… no sé, me dio la impresión de que no era de este mundo. Es mucho mejor que no tratemos de enfrentarnos a algo así. Nosotros no podemos hacer nada.
-¿Y acaso crees que Malden, Bertie y Connie, sí?- Inquirió Malcolm, alegando.- Se trata de una carga muy pesada. Demasiado para ellos solos.
-No sé explicarlo, pero tengo el presentimiento de que son unas personas muy especiales. Capaces de enfrentarse a cualquier cosa. - Declaró su contertulia.- Nosotros solamente podemos estar a su lado y brindarles nuestro apoyo y amistad.

            Su novio pareció meditar sobre esas palabras y no dijo nada. Ella tampoco le quiso comentar aquello que había encontrado en su cuarto,  así los dos se perdieron por el pasillo charlando de otras cosas. Roy hizo lo propio en el sentido contrario retomando su camino hacia clase. Desde que Tom estaba así no faltaba y se tomaba muy en serio los estudios. Nada de perder el tiempo, nada de bromas tontas. Eso se había terminado. Quería ayudar a su compañero de la mejor manera que pudiera y esa era la más adecuada. Había permitido que los otros hicieran mucho por él. Ahora le correspondía pagarles la deuda y ser alguien responsable.

-No te fallaré, amigo. – Se decía con toda su determinación.- Entre todos superaremos esto.

A su vez April había estado moviéndose en esos días. Tras tratar de animar infructuosamente a Tom pensó que tendría que hacer algo. Y pese a los consejos de su hermana y a las promesas que le hizo, intentó averiguar cosas. Aunque no tuvo que irse lejos de la universidad. Para su asombro y horror, descubrió a esa mujer de cabellos castaños, esa que vio convertirse en una especie de monstruo, pasear por allí. Parecía una chica completamente normal, vestida con vaqueros, zapatillas deportivas e incluso portando un bolso que colgaba de su hombro izquierdo. También daba la impresión de buscar algo. Con el corazón palpitando a cien por hora, April se armó de valor. Hizo como si aquello fuese casual, caminando hacia ella y sonriendo la saludó.

-Buenos días.
-Hola.- Pudo replicar esa individua observándola con un gesto que parecía genuino de sorpresa.-

Al menos en eso, April creía llevar ventaja. Ese monstruo no tendría ni idea de que ella conocía su verdadera identidad, de modo que, con tono amable, le comentó.

-Pareces nueva y perdida. ¿Estabas buscando algún sitio? Podría ayudarte.
-¡Oh sí!, muchas gracias.- Sonrió entonces esa joven.-

            April se percato de que al cuello, llevaba un bonito colgante . Una estrella de cinco puntas invertida. Igual que el que ese tipo le había dado. Sin embargo lo debía de haber perdido puesto que llevaba días sin verlo. Así lo constató.

-¡Qué hermoso collar!- Alabó.- Yo tenía uno muy parecido. Pero lo perdí.
-¿De veras? Gracias. – Repuso su interlocutora con tono de complicidad, retomando el tema anterior, para agregar.- En ese caso, quizás puedas ayudarme, hermana. Buscaba la facultad de magisterio.
-Está aquí mismo.- Le indicó April.-
-Eres muy amable.- Sonrió esa muchacha.- No sabía que las personas de aquí fueran tan gentiles. Aunque si compartimos algunas cosas.- Remachó clavando esos ojos castaños que tenía en su interlocutora.-
-Cuando una chica guapa como tú está perdida, para mí es un placer ayudarla.- Respondió su contertulia.-

            Aunque realmente no hubiera querido decir eso, sin embargo, le daba la sensación de haber hablado casi expresando lo que pensaba.

-Te agradezco el cumplido.- Repuso esa individua, para presentarse.- Me llamo Iama, y tras sonreír, añadió con tono meloso.- ¿Y tú?
-April.- Casi balbució la interpelada.-

            Esa chica le acarició descuidadamente un mechón de pelo que tenía en el hombro y comentó con un susurro.

-Ya que eres tan servicial, April ¿podría pedirte otro favor?
-Claro.- Convino esta quien, en ese instante, sentía no poder negarse a nada de lo que esa extraña le pidiese.-
-Estoy buscando a unas chicas que estudian magisterio. Son unas viejas amigas mías.
-¿Cómo se llaman?- Quiso saber su interlocutora.-
-Las hermanas…- Repuso esa muchacha tratando de recordar.- ¡Vaya! ¡Qué memoria la mía!- Dijo forzando otra sonrisa de circunstancias.- Son extranjeras y su apellido siempre se me resiste.
-¿Podrían ser las hermanas Malinde?- Conjeturó su oyente.-
-¡Sí!- Asintió Iama, visiblemente satisfecha ahora.- Esas mismas. ¿Las conoces?
-Sí. Pero ahora no deben de estar. Suelen salir mucho de la facultad. Aunque puedes venir conmigo y te presento a algunas de mis compañeras que también son sus amigas y estudian con ellas. Yo no curso magisterio. – Le comentó su guía.-

            Su interlocutora iba a decir algo cuando otra joven alta y pelirroja, de ojos verdes muy profundos, ataviada con un suave vestido de gasa verde y sandalias, se acercó.

-¡Vaya, hola Iama!- La saludó divertida.- No sabía que estuvieras por aquí.
-Hola Saila.- Repuso esta con tono sutilmente molesto.- Estaba familiarizándome con la facultad. ¿Y tú?...
-Lo mismo, venía a conocer el lugar. Y por lo que veo, tú ya has hecho una amiga.- Apuntó mirando a  la ahora envarada April.-
-Así es. Una chica muy amable que me ha ayudado mucho. Espero verte más tarde.- Afirmó Iama en tanto se quitaba ese colgante y se lo ofrecía, para remachar con tono invitador.- Tómalo, es un regalo para ti. Por tu gentileza a la hora de indicarme lo que deseaba saber.
-¿Para mí?. ¡Oh, es demasiado! No creo que sea necesario.- Se ruborizó  April.-
-Lo es, insisto.- Sentenció suavemente Iama mirándola a los ojos con detenimiento, para susúrrale con tintes de jovialidad.- Y en cuanto a lo de antes. Es una pena…yo no tengo esos gustos, pero una amiga mía, sí. Seguro que estaría encantada de conocerte. Ahora tengo que irme. ¿Te vienes Saila?
-Por supuesto.- Convino la recién llegada.-

            Y las dos se marcharon caminando tranquilamente. April por su parte se quedó aturdida, como si hubiese despertado de un sueño. Ahora podía ser plenamente consciente de todo. Era como si esa chica le hubiese sacado lo que quería saber.

-Tengo que hablar con Bertie y Connie. ¡Podrían estar en peligro!- Se dijo.-

            Y decidió ir a buscarlas, aunque no podía ni imaginar dónde estaban en ese instante. Y es que entre tanto, las Justicieras habían llegado a su destino. Accedieron al interior de esa guarida dejando fuera de combate a varios guardianes, meros sectarios humanos, con facilidad. Entraron sorprendiendo a tres individuos ataviados como monjes, Cooan se lanzó contra ellos sin pensar.

-¡Malditos bastardos, pagaréis lo que le habéis hecho a Tom, ha llegado vuestro fin!- Gritó  siendo seguida por sus hermanas que le cubrían las espaldas. -

            Nada más escuchar aquello los tres maestres se dieron la vuelta sorprendidos.

-¿Cómo habéis conseguido entrar aquí? - preguntó uno de ellos.-
-No somos tan estúpidas como os habíais pensado.- Respondió Karaberasu con ironía y sin descuidar la retaguardia de su hermana.-
- Os ha llegado la hora de responder por todo lo que habéis hecho,- secundó Petz blandiendo su jabalina.-
- En nombre de la Justicia os castigaremos. - Les dijo Beruche. -
-¡Esta vez no! - intervino Cooan con una voz llena de ira, contradiciendo a su hermana. - ¡Será en nombre de la venganza! Unos monstruos como vosotros no merecen ninguna compasión ¡Rodeadlos, no les dejéis escapar! - Ordenó a las demás que obedecieron sorprendidas por su tono tan enérgico.- ¡Vamos!

            Los maestres sacaron unas oscuras dagas curvas y se dispusieron a luchar, las chicas estaban dispuestas a intervenir pero la Dama del Fuego las detuvo.

- Son míos, los tres.
-¿Estás loca?- le  inquirió Beruche atónita - son muy peligrosos, sobre todo si van los tres contra ti sola.
-¡Me basto para encargarme de ellos! - espetó su interlocutora. - ¡Acabaré con todos!

            Bertie se estremeció, su hermana le recordaba a su peor época como Ayakashi. Con ese tono de crueldad, idéntico a cuando acababan de llegar a la Tierra procedentes de Némesis bajo el influjo de la Luna Negra. Entonces estaba dominada por el deseo de cumplir con su misión de matar a Chibiusa para agradar a Rubeus y además por la influencia del cristal oscuro. Sin embargo, ahora aquello venía del fondo de su alma. Quizás quisiera sacar de ese modo toda su culpabilidad y frustración. Y eso no era nada bueno. Pero en esa situación tan delicada era imposible comenzar una discusión para tratar de calmarla. Así que tanto ella, como Petz y Karaberasu, que también se miraban atónitas y asustadas, optaron por cubrirla.

-Desplegaos.- Indicó la Dama del Rayo a las demás.- Cortadles las salidas…

            Entre tanto los tres maestres no parecieron amedrentarse, atacaron a la Dama del Fuego que esquivó al primero lanzando contra él un potente rayo de energía a boca jarro que le atravesó el pecho. Su enemigo cayó muerto. Las otras hermanas se miraron aterradas, nunca ninguna había usado su poder totalmente, no contra humanos. Los dos restantes maestres también observaron aquello asustados. No obstante se recobraron pronto y se separaron con sus dagas prestas para  atacar a su adversaria que se revolvía contra ambos como una leona enfurecida. Uno la infligió un corte en el brazo pero ella logró retroceder y materializar su arco, disparando una flecha de fuego que atravesó al otro Maestre incendiándolo. Éste aulló de dolor mientras ardía. Beruche, espantada, le cubrió con hielo para apagar ese fuego que lo devoraba, pero ya estaba muerto cuando cayó. El restante se parapetó asustado tras una mesa.

- ¡Esto es por Tom y por todo el sufrimiento que le habéis hecho pasar! - Le gritó Cooan fuera de sí, realmente parecía que estuviese desprendiendo llamas por los ojos. - ¿Ahora qué, eh?... ¿Creíais que no éramos capaces de luchar en serio, malditos cobardes?
- Basta Dama del Fuego. ¡Cálmate! - le pidió Bertie cada vez asustada. - Tenemos que capturarlo vivo para que hable.
- Sí, hemos de saber quien anda detrás de todo esto,- añadió más fría y sobriamente Petz para atemperar los ánimos. - Dudo mucho que ellos fueran los jefes.
- No hace ninguna falta que hable. - Rebatió Cooan con un tono que destilaba crueldad. - Eliminaré a éste también y ya encontraremos a los otros.
- No podemos arriesgarnos a eso - intervino Karaberasu tratando de apaciguar a su enloquecida hermana. - Debemos tratar de interrogar al que queda.
-¿Es que no comprendes que cuanto más tardemos en dar con ellos más gente inocente sufrirá? - Intercedió Beruche que miró a su hermana, aunque ésta, quizás comenzando a entender lo que había hecho,  tratase ahora de no encontrarse con sus ojos. - Piensa que pueden correr la misma suerte de Tom o aun peor. ¡Por favor, déjalo ya! Tenemos que haber aprendido del pasado. Las guerreras nos enseñaron que se debe ser misericordioso y que el amor es siempre mejor que el odio. Pero si continúas así te volverás aun más cruel que el propio Sabio y ellos habrán triunfado. ¿Es eso lo que quieres?

            Su hermana no pudo responder. Cooan se estremecía de furia apuntando todavía con su arma a ese maestre que permanecía agazapado en el suelo presa del pánico.

- Son enemigos, las guerreras también han acabado con muchos que no quisieron cambiar y no les tembló el pulso al hacerlo. Ni a mí tampoco me temblará para eliminar a esta escoria, te lo aseguro. - Escupió la chica al fin. –
- Pero ellas nunca lo hicieron por odio. - Le rebatió al final Petz llena de tristeza. - Hazme caso, yo casi estuve a punto de mataros a vosotras porque me dominó el mismo instinto que ahora te posee a ti. Y después de eso, no queda nada más que una amargura mucho mayor.
- No merece la pena. - Añadió Karaberasu solidariamente con las demás, remachando con agudeza. - Y al propio Tom no le gustaría ver en lo que te puedes llegar a convertir con la excusa de vengarle.
-¿Excusa?- Inquirió irónicamente Cooan pletórica de indignada rabia. - ¡Estos canallas han destrozado la vida de un inocente y la de otros muchos y a ellos, lejos de importarles les encanta! Pero miradles ahora, ¡tiemblan como gallinas cuando les dan a probar su propia medicina!

            Las demás le dirigieron unas miradas dominadas por la preocupación e incluso la piedad. Su hermana apenas podía soportar aquello y pese a todo su odio y rencor se daba perfecta cuenta de lo que estaba sucediendo. Tenían razón, si se dejaba llevar hasta el final tiraría por la borda los últimos años de su vida y todas las ilusiones que había ido acumulando. Incluso dejaría de poder mirar a sus hermanas, a sus amigas sailors y al resto de las personas que le eran más queridas, a la cara. Aunque eso ya le sucedía cuando pensaban en Tom. ¡Pero no!, todavía quedaba mucha gente por proteger, no podía dejarse llevar...

- Está bien - concedió finalmente la torturada muchacha. - Atrapémosle,- añadió bajando su arco y dirigiéndose a su enemigo, todavía escupió tratando de eliminar así su rabia - ¡y tú asqueroso gusano, sal de ahí antes de que cambie de opinión!
- No me matéis por favor.- Les pidió su enemigo con una voz suplicante. - Me rindo. Os diré todo lo que queráis saber.-

Y al instante se incorporó saliendo de su escondrijo con las manos levantadas y la  cabeza gacha cubierta por su sayal.

-¡Quítate esa maldita capucha y da la cara, miserable!- le ordenó Cooan. -

            El maestre acató la voluntad de su captora levantándose el embozo pausadamente y miró a su interlocutora. Tanto ella como las demás quedaron horrorizadas al contemplar un rostro mortecinamente pálido, casi ceniciento, sin pelo y con las cuencas de los ojos vacías. En su lugar solamente brillaba un fulgor rojizo, único testimonio de una inhumana mirada que las hizo estremecerse.

- Es suficiente - pudo decir la Dama del Rayo dominada por la repulsión. - Póntela otra vez.
- Como tú digas - respondió éste que hizo ademán de obedecer.-

 Aunque en su lugar sacó una afilada daga que guardaba en ella y trató de herir a Cooan sin lograrlo. Las demás justicieras reaccionando con celeridad le atacaron con rayos y el maestre cayó al suelo sin vida, apagándose por completo el brillo de sus cuencas…Jadeantes por la adrenalina desatada se observaron todavía agitadas las unas a las otras. Cuando quedaron tranquilas al comprobar que no tenían heridas de consideración ni quedaba ningún enemigo oculto, suspiraron relajando su guardia y apoyándose en la pared para descansar, desvaneciendo sus armas...

- Mucho me temo que esto no ha terminado.- Declaró la Dama del Hielo con resignación. - Volvemos a estar como al principio.
- Al menos algo hemos ganado. - Suspiró Karaberasu - estos ya no volverán a molestarnos.
- Será mejor que nos vayamos - sugirió Petz que le vendó el brazo herido a Cooan con los útiles que extrajo de su saco. - Volvamos a casa.
- Antes tenemos que registrar y destruir bien todo esto.- Indicó la propia Dama del Fuego con recobrada serenidad. - Que les sea imposible volver a por nada de este lugar que pueda serles útil.

            Las demás asintieron y tras inspeccionar infructuosamente los restos de ese cuartel en busca de alguna cosa interesante arrasaron el lugar con sus rayos de energía. Cuando concluyeron su tarea llamaron a la policía para que se ocupase de los sectarios que no hubieran podido escapar y se marcharon a casa. Una vez de vuelta y más tranquila, la losa del remordimiento cayó sobre Cooan que se disculpó visiblemente arrepentida.

- Lo siento mucho, estoy muy avergonzada, me puse fuera de mí. Lo lamento, he podido poneros en peligro a todas con mi comportamiento. Casi me convierto en un monstruo.
- Está bien,- le sonrió Petz dándole un abrazo - Sabemos que estos últimos días han sido muy duros para ti.
- No debes torturarte más. Olvida y sigue adelante. - La animó Karaberasu. -
- Si…si…hubieran sido personas las habría matado. - Balbuceaba ella ahogando un culpable sollozo. -
- Pero no lo eran. - La animó de inmediato Beruche. - Y estoy segura de que nunca te volverá a suceder. Además, fue en una lucha, no a sangre fría. Eran ellos o nosotras.
- Sí, es verdad. – Convino Petz agregando cariñosamente. - En tu lugar no habrían tenido ninguna compasión. Ahora debes olvidarte de esto y proseguir con tu vida normal, pequeña.
- Me gustaría,- musitó Cooan bajando la cabeza - pero no puedo. Yo fui la responsable. He arruinado la vida de un chico estupendo que me quería por mi maldita indecisión. En realidad estaba más enfadada conmigo misma que con esos sectarios. - Confesó desolada y ahora, después de lo que he hecho. – Me siento indigna de ser una Justiciera. Menos mal que Rei no me ha visto. Estaría avergonzada de mí.

            Las otras tres mujeres se miraron consternadas, Bertie pensó que sus hermanas mayores tenían razón. Tendría que hablar seriamente con ella cuando estuviera más centrada. Pero por el momento lo más prudente sería descansar y dejar el tema hasta una mejor ocasión...

-No sé si seré capaz de abordar esta cuestión.- Meditaba con inquietud.-

            Entre tanto, en un lugar desconocido, el Gran Sabio había podido presenciar lo ocurrido en aquella guarida a través de su bola. Aunque no parecía afectado y conversaba a la vez con unas extrañas voces femeninas, cuyos cuerpos solamente eran visibles a modo de siluetas producidas por el tenue resplandor de esa esfera, en medio de una casi total oscuridad.

- Parece que los maestres han sido eliminados. - Dijo una de esas voces - ¿Qué haremos ahora, señor?
- Eso no importa, Meriak, eran sólo vulgares marionetas. Ya empezaba a cansarme de ellos y de sus estúpidos errores, vosotras ocuparéis su lugar.- Contestó éste. -
- Parece un reto difícil. Esas humanas son buenas luchadoras - respondió otra voz.-
-No nos hagas reír, Iama.- Repuso otra individua.-
-No deberíamos subestimarlas, Meriak.- Opuso la aludida, dirigiéndose a otra mujer que estaba a su lado.- ¿Verdad Niam?
- Es cierto. No tema, Señor. Puede contar con nosotras. No le defraudaremos - afirmó la interpelada, añadiendo. – De hecho, hemos comenzado a movernos para indagar.
- Eso espero, por vuestro bien - replicó el Sabio en tono de advertencia sobre todo al añadir de pasada. – No ignoráis quien más ha venido invocada para una misión importante.

            Esas palabras dieron la impresión de afectar a sus interlocutoras, hubo un tenso silencio y al fin, alguien tomó la palabra.

- Descuidad señor. - Le aseguró una cuarta voz. – No tendrá que meterse en esto. Sabremos cómo tratar a esas patéticas humanas que se hacen llamar Justicieras, se arrepentirán de tenernos como enemigas. Y acabaremos con ellas lo más rápido posible.
- Bien dicho Saila, el tiempo apremia. - Les instó el Gran Sabio, desvelando con satisfacción. - Mientras esas estúpidas se entretenían con los maestres hemos colocado todas las piedras Yalmutud en sus lugares. Sólo falta la que nos arrebataron. Vuestra misión será recobrarla y aniquilar a las justicieras para colocar después la piedra. Yo me encargaré de invocar a un demonio poderoso que os ayude. No quiero correr más riesgos. Él se encargará del Guerrero Dorado.
-Habrá de ser muy poderoso, en verdad.- Estimó Iama.-
-Quizás si pudiéramos conocerle íntimamente seríamos capaces de triunfar donde esos inútiles de Valnak y Armagedón fracasaron.- Comentó Niam.-

            Y es que con el magnetismo sexual y la sugestión con la que estaban dotadas, eran capaces literalmente de seducir a cualquiera. Aunque fue Meriak quien desestimó.

-A mí no me interesa ese guerrero dorado.
-Ya lo sabemos.- Se rio Saila, añadiendo con irónica sorna.- ¡No temas, te ahorraríamos ese penoso trance! Aunque una súcubos que no es capaz de seducir a un humano no tiene demasiada utilidad. ¿No crees?
-¿Te estás burlando de mí?- Espetó la aludida con tono de pocos amigos.-  ¡Ten cuidado con lo que dices!
-Pues a mí también me gustaría disfrutar de él.- Intervino Iama.-
-Puede que los de su especie sean capaces de resistir mucho más que un vulgar humano.- Elucubró Niam.- Si a Meriak no le interesa es su problema.
-Ahora no es momento para estas discusiones ridículas.- Terció autoritariamente el Sabio, comandando a las diablesas.- Absteneos de absurdos enfrentamientos entre vosotras hasta que cumpláis con vuestra tarea. De todos modos, ninguna se acercará más de lo necesario a  ese guerrero. Ya tengo planes para él. ¿Entendido? Vosotras limitaros a terminar con esas justicieras y recobrar la piedra.
-¡Como ordenes, señor!- respondieron todas a coro. -
-Sí,- sentenció éste riendo macabramente - como yo ordene, ¡ja, ja,  ja, ja,  ja, ja,  ja!...


            Y las propietarias de esas cuatro voces se sonrieron, mirándose entre ellas con una mezcla de complicidad y desconfianza. Y es que todas querían triunfar pero ninguna deseaba compartir la gloria con el resto. La posibilidad de medrar y ascender era demasiado grande. Aun así, tendrían que planificar una estrategia común para salir victoriosas contra sus enemigos.


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