Todos pasaron un largo día de zozobra hasta que Tom
recobró el conocimiento. Roy estaba junto a él en el momento de despertar. Los
padres del chico llegarían en breve pues al recibir la noticia corrieron a
tomar el primer avión. También y mientras el convaleciente aun dormía, Roy tuvo
que llamar a la Universidad y notificarle a la señorita Parker lo que había ocurrido.
-¡Santo Dios!- Exclamó la jefa de estudios.- ¿No se
ha despertado todavía?
-No, señorita Parker.- Suspiró el muchacho.- Y no sé
cómo voy a decírselo.
-Si quiere un consejo, por duro y difícil que sea,
tendrá que ser sincero desde el principio.- Le contestó esta, con tono de pesar.-
El señor Rodney es un joven fuerte, sufrirá, eso es inevitable. Pero al final
saldrá adelante. Tendrá todo el apoyo de esta universidad.- Le garantizó.-
-Gracias. Ahora debo dejarla.- Se despidió Roy.-
Desde luego que aquello iba a ser muy duro para
todos y él había pasado muchas horas tratando de decidir como le diría la verdad
a su amigo. Empero debía admitir que la señorita Parker tenía razón. Era
absurdo posponer la verdad, aunque fuera tan terrible. Se quedó allí,
observando dormir a su amigo. Pero por fin éste abrió los ojos y eso
significaba que el momento había llegado. Aunque lo primero que el convaleciente
oyó de su compañero fue un muy afectuoso...
-¿Qué tal estás, muchacho?..
-¿Cómo está Connie? - fue lo primero que quiso saber
antes de responder. -
- Está bien, ahora le toca estar en clase, pero
vendrá después. Nos turnamos para verte. - Le explicó su amigo. -
- Roy. ¿Qué ha pasado? - Le preguntó para añadir
confuso. – Apenas recuerdo nada.
- Luchaste contra un demonio, fuiste muy valiente,
amigo. Connie nos lo contó.
Tom
le dirigió una mirada de extrañeza y trató de cambiar de posición, pero por algún
motivo no podía mover sus piernas. Aquello comenzó a asustarle y así se lo hizo
notar a su compañero con una mirada llena de angustia.
- No puedo moverme, ¡no siento mis piernas!,- balbuceó
esforzándose inútilmente. -
Roy
bajó la cabeza y no dijo nada, no se atrevía a mirarlo.
-¿Qué me ha ocurrido? ¿Tú lo sabes, verdad? - Le
inquirió con mayor apremio pese a lo cual su compañero seguía en silencio - ¡Dímelo!-
chilló Tom aferrándose a un brazo de su amigo con sus manos aun temblorosas. -
- Escucha Tommy - musitó Roy tratando de reunir
valor para decírselo. - Has sufrido un golpe muy fuerte.
El
mero hecho de que su compañero le llamase así, y su expresión, denotaban que el
asunto era muy serio. El propio afectado apenas pudo disimular su miedo al declarar.
- Pero es que no me siento el cuerpo de cintura para
abajo. - Confesó con la voz entrecortada por el temor. -
- No,- admitió su interlocutor visiblemente
compungido. – Es que ese demonio te hirió en una vértebra que controla los nervios
de esa parte.
-¿Me estás diciendo que estoy inválido? ¿Es eso? -
Repuso Tom asustado y ahora también incrédulo. -
Roy
solo pudo asentir con la cabeza sin atreverse a mirar la cara de su amigo.
-¡Santo Dios!- exclamó el convaleciente dominado a
renglón seguido por la rabia. - ¡No puede ser! ¡Maldita sea! ¡Esto no me puede
estar ocurriendo a mí! ¿Qué voy a hacer ahora?
-Tienes que reponerte cuanto antes para salir de
aquí,- respondió su compañero tratando de consolarlo. -
-¿Hasta cuándo estaré así?- le inquirió haciendo que
su interlocutor le mirase a los ojos a pesar de que tratase de reunirlo.-...
- Los médicos dijeron que era algo muy grave,-
declaró éste con voz queda tratando de suavizar la situación - que hay pocas esperanzas,
pero eso no quiere decir que...
Y
Tom se estremeció de horror, estaba muy claro lo que Roy trataba de hacerle
entender. Sobre todo cuando a su amigo, pese a tratar de tener el máximo tacto,
le fallaban las palabras y ni siquiera se atrevía a mirarle cara a cara.
-¿Intentas decirme que me quedaré así para toda la
vida?- espetó moviendo la cabeza con energía en forma de vehemente negación. -
¡No, eso no puede ser!
- Amigo escucha... - Quiso añadir Roy pero fue
cortado en el acto por su compañero que estaba fuera de sí.-
-¡Déjame sólo! ¡Quiero estar sólo! – Acertó a
replicar éste completamente hundido. -
- Tom por favor - quiso calmarlo pero víctima de la rabia y la desesperación, su
compañero braceó tirando los objetos que había en la mesita junto a su cama. -
¡Déjame, maldita sea! - gritaba como un poseso. -
- Como quieras, volveré luego. - Tuvo que conceder
su interlocutor muy preocupado y entristecido por el dolor que soportaba su
amigo en aquel amargo trance. -
Salió
del cuarto lentamente dejando a un desconsolado muchacho que sólo podía llorar
en silencio. Aquello iba a ser terrible, los padres del chico estaban a punto
de venir, les tocaba a ellos quedarse con él. Durante el resto de la jornada
hasta que llegaron, Tom no quiso ver a nadie. Ni tan siquiera a Cooan que llegó
lo antes que pudo de las clases. La pobre chica tampoco tenía valor para entrar
en ese cuarto y se limitó a permanecer en la sala de espera acompañada de su
hermana y de Roy.
-¿Cómo lo ha encajado? – Quiso saber Bertie con un
preocupado y suave tono lleno de consternación.-
-¿Cómo crees tú? - Suspiró amargamente su
interlocutor dejándose caer en la silla.- ¿Cómo podría encajarlo cualquiera?
Beruche
no respondió a eso, bajó la cabeza con pesar. Fue Roy quién quiso saber ahora
al notar la falta de Cooan.
-¿Y tu hermana?
-Ha salido un rato para despejarse.- Le informó su
contertulia.- No podía más. Está totalmente destrozada, y también me preocupa
mucho.- Confesó Bertie.-
-Tuvo que ser horrible, estar allí, tener que verlo y
no poder hacer nada.- Comentó el desolado joven.-
Su
compañera no replicó, pero tenía un nudo en la garganta. Ella sí que sabía la
verdad. Y más allá de esta terrible desgracia su hermana arrastraba un complejo
de culpa del que quizás nunca pudiera liberarse…
-No quiero ni pensar en cómo debe de sentirse en
estos momentos.- Meditó Beruche llena de consternación. -
Entre
tanto Cooan había estado paseando sin rumbo fijo por las cercanías del
hospital. Recordaba esa misma mañana, cuando asistió a las clases. Su expresión
debía ser tal que hasta la propia Melanie la abordó cuando salían del aula.
-¿Te encuentras bien?- Quiso saber la jefa de
animadoras.-
-No, Mel.- Pudo responder ella, comenzando a sollozar…
-¿Qué pasa?- Inquirió esta, comentando al
percatarse.- Ni Bertie, ni Roy ni Tom han venido.
Pensó en el día anterior, cuando
ella y Malcolm vieron a Bertie y Roy salir corriendo de ese modo tan
precipitado. Tuvo que haberles ocurrido algo. Y su compañera le confirmó esos
malos presentimientos.
-Tom está en el
hospital.- Le respondió la deprimida chica.- Le han herido de gravedad por
tratar de defenderme.
Ante la perplejidad y el horror de
Melanie, Cooan le contó brevemente lo ocurrido, sin poder parar de llorar, atrayendo
las miradas de todos.
-Cálmate. Vamos a
sentarnos. ¿Quieres? - Le propuso afectuosamente su interlocutora.-
Melanie se la llevó a un banco algo
apartado en el pasillo. Allí estuvieron durante un rato hasta que Susy y Betty,
esa chica del club de natación, amiga de Bertie, pasaron. Las dos chicas, al
enterarse de lo sucedido se quedaron tan horrorizadas como la capitana de las
animadoras.
-Estaremos todos
con él.- Le aseguró una emocionada Betty.-
-Gracias.- Gimió
ella, que pese a todo no encontraba consuelo, aun siendo abrazada por Melanie.-
Luego acudió al hospital, pero no tenía fuerzas para
enfrentar su mirada a la de ese pobre chico. Así que, tras salir de allí y caminar
por la calle, se detuvo junto
a una cabina de teléfonos. Llevaba suficientes monedas. Intentó contactar con
su amiga Rei, había tenido una idea…
-Quizás si ella habla con Usagi-chan. El poder del
Cristal de Plata sea capaz de curarle.- Se decía tratando de albergar una
mínima esperanza.-
En
el santuario Hikawa sonó el teléfono. Era de mañana allí. En esta ocasión fue
Yuuichirou quién lo atendió.
-¡Cooan! –Saludó a su vez con bastante cordialidad.-
¡Cuánto me alegro de escucharte! ¿Qué tal os va todo por esa gran sandia?.¿O
era manzana?
A
su pesar la muchacha tuvo que sonreír. Ese chico tan alocado tenía esa virtud,
Levantaba el ánimo a cualquiera, tras interesarse educadamente por él, le pidió
si podía pasarla con Rei.
-Yo estoy bien. ¿Quieres hablar con Rei? Si claro,
estaba discutiendo con su abuelo. Como siempre. El señor Kondo es muy particular
cuando hay chicas cerca. ¡Ja, ja!… Ahora mismo la llamo. ¿Qué tal os va por
América entonces?
-Bien, gracias. - Musitó la joven de forma apagada.-
-Ahora mismo viene.- Replicó el joven con un tono
más serio.- Espera un poco, por favor.
En
efecto, la joven sacerdotisa llegó enseguida atraída por esa conversación. Tras
haberle leído la cartilla a su abuelo por esas familiaridades que se tomaban con
algunas jovencitas.
-¿Quién es?- Quiso saber.-
-Es Cooan.- Le desveló su interlocutor quién susurró
con tono algo preocupado en tanto tapaba el auricular.- Creo que le pasa algo…
-Gracias Yuuichirou. Haz el favor de dejarme a
solas.- Le pidió la joven.-
El
chico asintió. Rei le agradeció en silencio que fuera tan amable y considerado.
Pese a que casi siempre le reñía en el fondo le quería muchísimo. Y si hasta él
había notado algo, era sin duda porque alguna cosa seria sucedía. Pese a que
Usagi no hubiese comentado nada últimamente. Y es que tras la conversación que
ambas mantuvieron, su amiga estaba bastante callada para lo que solía.
Enseguida saldría de dudas…
-¡Hola Cooan! ¿Qué tal?- Saludó tratando de
mostrarse jovial.-
-¡Rei, por favor, tienes que ayudarnos!- Le pidió
ésta sin más preámbulos.- Tienes que hablar con Usagi y pedirle que use el
poder del Cristal de Plata…
-¿El Cristal de Plata? ¿Para qué? ¿Qué ha ocurrido?-
Inquirió la atónita sacerdotisa, preocupándose ya seriamente.-
Escuchó
con una mezcla de pesar y horror la historia que su amiga refirió. Cooan
sollozaba sin poderlo evitar y eso hacía difícil que pudiera entenderla del
todo. A ella misma se le saltaban las lágrimas de pesar y de impotencia. Al
fin, tras concluir, se pudo oír el largo suspiro de Rei cuando replicó.
-Lo lamento muchísimo. ¡Es terrible! Créeme que lo
siento. Sin embargo, debo serte sincera. Mucho me temo que el Cristal de Plata
no servirá para eso.
-Podrías consultarlo con Usagi-chan. ¡Por favor! –
Imploró la desesperada chica.-
-Lo haré. Te lo prometo.- Fue la respuesta.- Pero no
te puedo garantizar nada.
-Al menos sí lo intentas mantendré una esperanza.-
Gimió su amiga, que se derrumbaba tras la otra línea.-
-Escucha Cooan. Tú no tuviste la culpa.- Quiso
animarla Rei.- Hiciste cuanto pudiste.
-Yo era la justiciera. Mi deber era salvarle. Él es
inocente y bueno. Yo dudé en intervenir porque me importó más mi estúpida
identidad que lo que pudiera sucederle.- Balbuceó entre el llanto.-
-Sé que eso no es verdad. Cálmate, por favor.- La
instó suavemente su amiga, muy afectada también.- Te aseguro que hoy mismo veré
a Usagi-chan y le pediré ayuda.
Y
tras dar más ánimos a su destrozada interlocutora, Rei se apresuró a cumplir su
palabra. Enseguida telefoneó a su amiga y camarada guerrera. Pudo hablar con
ella pero no quiso aclarar la naturaleza del problema. Se limitó a decir que
era algo muy urgente y que tenían que verse. Ésta accedió. Ambas se citaron en
el Parlor Fruit Crown.
-He venido lo más rápido que pude.- La saludó Usagi
cuando al llegar vio a su compañera sentada ya en una mesa.- Tú dirás…
-Se trata de nuestras amigas en América. Supongo que
esto es a lo que te referías. ¿No es así? - La informó la sacerdotisa, que
ahora sí, procedió a contarle todo.-
Usagi
la escuchó casi sin parpadear. Eso sí, mostrando un semblante compungido. Había
soñado con eso mismo la noche anterior. No obstante, cuando su compañera
concluyó, ella se limitó a mirar hacia el techo y mover la cabeza para
responder consternada.
-Lo siento. No puedo hacer nada.
-Ya lo imaginaba…-musitó su amiga reconociendo.- Eso
mismo le dije a Cooan. Pero creía que, quizás...si fuésemos allí y emitieras la
energía del Cristal hacia ese chico…
-No serviría de nada.- Insistió su contertulia.- Hay
cosas que, desgraciadamente, tienen que suceder y que no podemos cambiar. Ni
tan siquiera nosotras.
Su
contertulia la observó con extrañeza. Esas palabras sonaban muy raras. Más
viniendo de Usagi. Era como si se estuviese rindiendo incluso antes de
intentarlo. Ese no era su estilo.
-De todos modos por probar no perderíamos gran cosa.
Bueno, sí, ir hasta allí, pero si utilizamos el teleport…y con la energía
combinada de todas nosotras, quizás…
-¡Basta Rei! - La cortó su amiga con una brusquedad
muy inusual tratándose de ella.- Te he dicho que es inútil. Olvídalo…
La
sacerdotisa le dedicó una mirada de estupefacción, ahora se daba cuenta de que
no era Usagi la que hablaba, sino Serenity. Aun así esa réplica le molestó y
pudo responder con indignación.
-¿Cómo quieres que lo olvide? Tú también les
conoces…son nuestros amigos. ¡Maldita sea! No puedo dejarlo pasar sin más.-
Remachó dando un puñetazo sobre la mesa que hizo saltar las bebidas que tenían
al sentenciar.- ¡Están sufriendo mucho! ¿Es que no te das cuenta?
Aquello
hizo que incluso otros clientes las observasen con perplejidad. Por suerte eso
duró solo unos instantes y la gente perdió el interés. Pasaron unos momentos de
embarazoso silencio hasta que Usagi pudo decir con más suavidad, tratando de
sonar conciliadora.
-Lo siento. Perdona mi brusquedad. Sé lo difícil y
terrible que esto está resultado para ellos. ¡Ojalá pudiera hacer algo! Pero
tengo las manos atadas. Por desgracia, deberán ser ellos los que salgan
adelante por sí mismos. Confía en sus fuerzas.
Rei
bajó la cabeza, se sentía mal por sus amigos y casi peor por esa discusión. Era
como si pudiera percibir algo extraño y que la inquietaba. Otra vez esa
desagradable sensación. Su amiga no le contaba ni mucho menos todo lo que
sabía. Quizás no pudiera. El caso es que estaba frustrada y furiosa. Tendría
que llamar a Cooan y admitir que, en efecto, no había esperanzas para Tom. Y
temía más a esa certeza que a cualquier otra cosa.
-Discúlpame.- Pudo decir tratando de ocultar su tristeza
y contrariedad.- Debo regresar al Santuario…
Dejó
el importe de su bebida en la mesa y se levantó, saliendo de allí con
celeridad. Su amiga no quiso tratar de frenarla. Suspiró. Sabía que ese momento
llegaría. Aunque no pensó que fuera por este motivo.
-Hay muchas cosas que ni yo misma sé.- Reflexionaba
con pesar.- Y a veces tampoco sé que puedo hacer. Comprendo que me consideres
odiosa, Rei. Lo siento…
Por su parte Cooan volvió al hospital. Se sentó
junto con su hermana y Roy. Allí estaban cuando llegaron los padres de su
amigo. En un principio los señores Rodney no reconocieron a los muchachos. Pero
Roy, quien sí tenía vista alguna foto suya, se acercó enseguida a saludarles. En
cuanto les llamó ambos centraron su vista en él. Eran personas de edad mediana
tirando ya a la madurez. El padre de Tom, de estatura pareja a la de su hijo,
lucía como un hombre fornido con pelo y bigote frondosos y canos, su rostro
estaba curtido por la vida al aire libre. La madre era una mujer con apariencia
más frágil pero no por ello desvalida. Poseía en cambio una elegancia innata al
moverse y recogía su oscuro pelo, algo encanecido ya, en un discreto moño.
Ambos tenían ojos azules de mirada firme. Beruche y Cooan permanecieron
discretamente a un lado mientras Roy tomaba la palabra.
-¿Son ustedes los padres de Tom, verdad?- Les
inquirió él, utilizando un tono de respeto que las chicas nunca le habían
escuchado.-
- Sí, somos nosotros.- ¿Quién eres tú, muchacho?-
Quiso saber a su vez el señor Rodney escrutándole con la mirada.-
- Soy Robert Malden, el compañero de cuarto y amigo
de su hijo, encantado de conocerles. - Se presentó él aludiendo a continuación
a las chicas. - Y ellas son también unas compañeras y buenas amigas.
-¡Eres el que nos avisó!, ¿verdad? El amigo de Tom.
Sí claro. Él nos ha hablado de ti.- Convino
el señor Rodney dándole un fuerte apretón de manos y palmeándole un hombro con
visible amabilidad. – ¡Muchas gracias, hijo!
- Sí señor, no hay de qué. - Corroboró el chico con
tono serio pero cordial para agregar apenado. -Lamento mucho que nuestro
encuentro sea en estas circunstancias.
Y
tanto Bertie como Cooan escuchaban atentamente sin hacerse notar, aunque fue la
señora Rodney la que reparó en ellas y se acercó a ambas. Las chicas saludaron
entonces con unas educadas inclinaciones de cabeza al estilo nipón.
-¿Vosotras también conocéis a mi Tom? - Pudo decir ésta
tratando de templar su todavía trémula voz, la mujer no dejaba de darle vueltas
al grave estado que aquejaba a su hijo. -
- Sí señora. - Replicó cortésmente Beruche que dio su
nombre y el de su hermana. -
Cooan
parecía querer decir algo, en realidad no podía evitar sentirse culpable y más
delante de la madre de Tom. Quería gritar que él estaba así por defenderla a
ella pero su garganta estaba seca y perdió el valor para hablar. Lo que sucedió
fue que la señora Rodney esbozó pese a toda aquella situación una débil y
agradecida sonrisa para declarar.
- Os doy las gracias por estar a su lado. Me alegra
mucho poder comprobar que mi hijo tiene tan buenos amigos.- Y añadió clavando
la vista en una inquieta y envarada Cooan. – Entonces tú tienes que ser Connie,
mi hijo me ha hablado de ti por teléfono y en alguna de sus cartas. La famosa
Constance con la que ganó ese concurso de baile.- Pudo rematar forzando una
leve sonrisa.-
- Sí, soy yo. – Admitió tímidamente ella, casi atragantándose
con las palabras. -Me pusieron ese apodo porque mi nombre les sonaba raro. - Añadió
ahora con un leve destello de sonrisa. -
- No sabéis cuanto os agradecemos todo lo que habéis
hecho. - Terció el señor Rodney presentándose con más informalidad. - Podéis
llamarme Will.
- Disculpad mi descortesía. – Añadió la apurada
mujer. - Yo me llamo Sarah y tú, querida… - Aseveró dirigiéndose de nuevo a
Cooan. - Roy nos dijo por teléfono…
Pero
la interpelada no pudo reprimir un sollozo y finalmente confesó con amargura y
tono balbuceante entre lágrimas de desesperación.
- No pude hacer nada por ayudarle. ¡Debí haber intentado
hacer algo!
La
señora Rodney le dio un cariñoso abrazo a la muchacha que se derrumbó llorando
ante la apenada mirada de todos. Sobre todo la de su hermana, que sabía bien el
infierno de remordimientos que estaba pasando Cooan. No obstante, fue el señor
Rodney quien la consoló a su vez con su grave voz, llena de aplomo y
comprensión.
- Mi hijo hizo lo que, cualquier hombre que se
precie de serlo, debía. Trató de defenderte. No sufras más por eso, muchacha. Tú
no tienes culpa de nada, al contrario, has cuidado de él. No te has apartado de
su lado. Nunca te lo podremos agradecer lo bastante.
- Ustedes no lo entienden. - Musitó con un hilo de
voz tan débil que se fundió con su llanto haciendo imposible comprender sus
palabras.- Nadie puede entender como me siento.- Pensó completamente embargada
por el dolor.-
Fue
Beruche la que relevó a Sarah en la tarea de acoger entre sus brazos a Cooan.
La hizo sentarse para ayudarla a que se dominase. La señora Rodney, tratando de
no contagiarse de ese llanto, preguntó a Roy si podían ir a ver a su hijo.
- Por supuesto, todavía es la hora de visitas. Yo
mismo les acompañaré hasta la puerta de la habitación si lo desean.
- Eres un buen muchacho. - Le sonrió la mujer con
los ojos haciendo aguas. - Dios te bendiga, hijo. Muchas gracias.
El
interpelado tuvo que contenerse también para evitar la emoción, guió a los
padres de su amigo hasta la habitación decidiendo volver después con las
chicas. Era necesario que Tom tuviera intimidad con su familia y que pudiera
desahogarse y llegado el caso, hasta replantearse su futuro. Por lo menos a
corto plazo debería afrontar una dura terapia para intentar recuperar en lo
posible algo de movilidad o ser al menos capaz de valerse por sí solo. Al
entrar Sarah, enseguida aferró una de sus manos y arrodillándose, se la besó
entre lágrimas. Will, más entero, le miró con pesar pero con orgullo a un
tiempo.
- Te has portado como un hombre. -Le alabó su padre,
remachando.- Ahora debes tener fortaleza.
-Lo intento, papá.- Musitó el destrozado chico.-
-Will.- Suspiró la madre levantándose trabajosamente
ayudada por su esposo.- Ya ha sufrido bastante. No le pidas…
-No le estoy pidiendo nada. Ya ha hecho todo cuanto
podía. Ahora, si quieres volver a casa, estaremos contigo.- Le ofreció su
progenitor.-
-Sí cariño. Te cuidaremos allí.- Convino Sarah
enjugándose algunas lágrimas.-
Pero él no quiso, deseaba terminar sus estudios y
luchar para recobrar aunque fuera una mínima parte de lo perdido tras su lesión.
Así lo hizo constar.
-No voy a rendirme ahora.
-¿Estás seguro , hijo?- Inquirió su padre con voz
templada.-
-Papá. No me educasteis para que me echase atrás
ante las dificultades. -Replicó él tratando de sonar más seguro.-
-Esto es distinto. – Afirmó su progenitor admitiendo
con una emoción que era incapaz de reprimir.- Nadie te puede pedir más. Sé que
cuando quisiste venir aquí hablamos mucho de ello. Yo no quería que dejases la
universidad del Estado, pero me demostraste que merecías esta oportunidad y has
trabajado muy duro, hijo. Pero las cosas…
-¡Por favor! - Le pidió el joven, asiendo una mano
de su padre.- No quiero marcharme de aquí…
-Haremos lo que tú quieras.- Intervino su llorosa
madre.- Vendremos aquí a cuidar de ti, si eso es lo que necesitas…
Will
asintió, aunque fue su hijo quién negó con la cabeza, aseverando con el tono
más rotundo que pudo.
-Saldré adelante por mí mismo. Quizás al principio
no pueda, pero lo lograré. Ya lo veréis…
Y
ante el silencio de sus padres, que se miraron con una mezcla de orgullo y
tristeza, el chico quiso saber.
-¿Dónde está Dany?
-Quiso venir con nosotros, insistió, pero le pedí
que cuidase de la granja.- Le contestó Will.-
-Es mejor así.- Convino Tom.-
Prefería
que su hermano pequeño no le viese en ese lamentable estado. Al menos no
todavía. Sus padres a buen seguro que pensaron igual. Charlaron un poco más y
entre tanto Roy aguardó fuera. Sin ser su intención pudo oír el principio de la
conversación por el tono de Tom. Se sintió orgulloso de la fuerza de voluntad
de su amigo que había superado el inicial mazazo.
-Eres un valiente, Tommy. Te doy mi palabra de que
esos bastardos lo pagarán. -Se prometió en silencio.-
Y es que eso no hizo sino aumentar su
resolución. Ahora más que nunca estaba decidido a hacérselo pagar a aquellos
malditos sectarios. Teniendo esto muy claro, regresó con las chicas a esperar. Por
fin, el señor y la señora Rodney salieron de ver a su hijo. Tras volver a
darles las gracias, les relevaron de la vigilia indicándoles que ellos se
harían cargo de todo.
-Os habéis portado con nuestro hijo como si fuerais
sus hermanos y hermanas. No podemos pedirnos más.- Afirmó un agradecido Will.-
-Quisiera quedarme con él.- Se brindó Cooan.-
-Querida Constance.- Le sonrió tiernamente Sarah,
declarando.- Comprendo perfectamente por lo que estás pasando, pero tienes que
descansar. A mi Tom no le haría ningún bien si tú enfermases. Y sé que quiere
que descanses. No sabes lo mucho que te agradezco tu interés y el cariño que
has demostrado con nuestro hijo. Anda, ve y duerme un poco. Por favor.
Y
de este modo, a pesar suyo, la joven asintió. Así pudieron regresar a casa. Roy
acompañó a las chicas hasta el piso de sus hermanas que, entre tanto (y sin que
él lo supiese claro está) habían investigado las actividades de la secta. Tanto
Petz como Karaberasu se interesaron por el estado de Tom y se ofrecieron a
visitarle. No obstante, al saber que los padres del muchacho estaban allí decidieron
mantenerse al margen. A fin de cuentas era un asunto familiar y ellas no tenían
tanta relación con ese pobre chico como sus hermanas. Lo que sí pudieron hacer
fue una recopilación de los datos obtenidos y merced a esto un mapa que les dio
una reveladora información...entre tanto Cooan recibió la respuesta de su
amiga.
-Lo lamento mucho.- Fue la amarga noticia.- Consulté
a Usagi pero no puede hacer nada por él.
-Gracias de todos modos. – Pudo replicar Cooan que
mantenía un tono ausente.- Yo me encargaré de estar a su lado…
-Os deseo lo mejor.- Contestó la sacerdotisa
despidiendo la comunicación, aunque enseguida tras colgar, volvió a asaltarla
esa sensación de indignación.- ¡Esto no se va a quedar así!- Espetó en voz
alta.- Llamaré a Ami y a las otras. Si Usagi no puede hacer nada, quizás
nosotras podamos encontrar una solución….
Así lo hicieron, reuniéndose las
cuatro al margen de su amiga y soberana para charlar.
-Ami.- Le inquirió Rei a su compañera.- ¿Podrías
preguntarle a tu madre sobre el caso de Tom?
-Necesitaría sus informes médicos.- Repuso la
aludida.-
-Trataré de que Cooan los consiga.- Afirmó la
sacerdotisa.-
-Es terrible.- Suspiró Minako con patente tristeza.-
No quiero ni pensar en cómo se sentirán.
-Y nosotras aquí, sin poder hacer nada.- Se lamentó
una impotente Makoto.- Lo que no entiendo es porqué Usagi parece rendirse antes
de empezar.
-Tendrá sus razones.- Especuló Ami.- Puede que sepa
cosas que nosotras ignoramos. Acordaos cuando Mamoru se comportó de aquella
extraña y cruel forma con ella. ¡Al final estaba justificado!
-¡Pues que haga el favor de contarnos lo que pasa! -
Estalló Rei con patente frustración, en tanto se preguntaba en voz alta.- ¿Cómo
vamos a poder ayudarla con esa carga si no sabemos lo que sucede?
-Estoy de acuerdo.- Convino Minako.-
Y prosiguieron
su conversación, más casi para desahogarse que para lograr encontrar una solución.
De hecho, no pudieron pensar en nada que ayudase a ese pobre joven, pero sí que
intercambiaron opiniones y teorías muy interesantes. En la Golden, la noticia
se extendió enseguida y todos lo lamentaron por Tom. Sobre todo April. La muchacha
estaba consternada y además comprendía perfectamente lo que era quedarse
incapacitado para caminar.
-Yo misma lo sufrí, aunque me curé milagrosamente.-
Recordó.- Puedo entender por lo que debe estar pasando.
Y eso, unido a las particulares características de
ese chico y sus amigos, que eran el blanco de aquellos demonios, decidió a April
para hablar con él. De este modo transcurrieron algunos días. Tom pudo salir
del hospital aunque atado para siempre a una silla de ruedas. Él no había
descubierto la identidad secreta de Cooan, ni le reprochaba nada. No quería en
cambio, ser una carga para ella y la eludía. Pese a todo, la chica intentaba
estar cerca. A todos les apenaba y preocupaba esta situación pero tampoco
sabían muy bien que hacer. No podían impedirle a ella que tratase de ayudar al
muchacho ni tampoco negarle a éste el deseo de mantener su dignidad a salvo. Aunque
ninguno compartiese ese punto de vista. De todos modos y hasta que estuviera
mejor, Tom se quedó con sus padres alojado en el apartamento que su compañero
les prestó. Kalie y Petz ya habían encontrado uno algo más grande a buen precio
que podían pagar con sus trabajos. El señor Rodney le ofreció pagarle un
alquiler pero Roy se negó categóricamente a ello. Se sentía muy unido a su
compañero y amigo.
-No me siento cómodo privándote de tu casa.-
Argumentó Will cuando, estando ambos a solas, habló con él de ese particular.-
-Señor Rodney. Considero a su hijo como a un
hermano. Mi casa es la suya y la de ustedes.- Replicó su interlocutor.-
-A mí me educaron para pagar las deudas.- Afirmó
William, valorando a ese joven con respeto y reconocimiento al sentenciar.- Y
ten por cierto que estamos en deuda contigo, hijo. Para lo que necesites.
-Y mis padres me educaron a mí para ayudar a la
familia. – Sonrió Roy, estrechando la mano que aquel buen hombre le ofreció.- No
me deben absolutamente nada.
-Tus padres deben de estar muy orgullosos de ti.-
Sonrió Sarah mirándole con agradecimiento.-
Aunque
el muchacho esbozó una leve sonrisa enmarcada en un semblante triste. Aun así
pudo responder.
-Muchas gracias señora Rodney, sus palabras significan
mucho para mí. Con ellas ya me considero sobradamente pagado.
-Cuando todo esto pase, espero que tú y esas
muchachas seáis nuestros invitados.- Le ofreció Will.-
-Será un honor, señor.- Asintió el chico dándole la
mano.-
Así quedó decidido. Sarah y Will pasaron algunos
días en el piso de Roy cuidando de su hijo. Tom trataba de mostrarse animado
delante de sus padres y de mantener un espíritu luchador. No obstante, cuando
estaba a solas, no era capaz de evitar deprimirse y sollozar. Aunque una tarde,
casi estando listo para volver a la universidad, y después de haber sido
visitado por Roy, otra persona fue a saludarle.
-Es una joven muy agradable.- Le comentó su madre
entrando en la habitación que Tom ocupaba.-
-¿No es Connie?- Inquirió él.-
-No.- Negó esta.-
-¿Y su hermana?- Preguntó una vez más el extrañado
muchacho.-
-Tampoco, al menos, no me lo ha parecido.- Contestó
Sarah, añadiendo. – Creo que me comentó que era animadora. Del equipo de
Constance.
-Bueno, dile que pase.- Repuso el chico, que estaba
sentado en su silla de ruedas. –
Supuso
que se trataría de Melanie, ella y Malcolm le había llamado allí, tras pedirle
el número a Roy. Ambos fueron muy amables interesándose por él. Esperó oyendo
al otro lado la voz de su madre y la de una chica, no la reconoció enseguida.
-¿Quién podrá ser? No es Mel.- Se dijo.-
Aunque
al tocar a la puerta y autorizar la entrada enseguida lo supo. Aquella joven le
sonrió animosa y preguntó con amabilidad.
-¿Cómo te encuentras, Tom?...
-Hola April. No te esperaba.- Pudo replicar él,
visiblemente atónito.-
-No quiero importunarte mucho.- Declaró la chica.-
Solamente quería decirte que sé por lo que estás pasando…
-¿Tú?- sonrió sarcásticamente él, para replicar con
escepticismo.- ¿Cómo ibas a saberlo?
-Me sucedió lo mismo. Y me recuperé. – Le desveló ella.-
April le resumió brevemente su atropello
y su recuperación, aunque no hizo alusión a ese pacto. Aun así, el chico le comentó
con incredulidad.
-Quizás sucediera
un milagro, o bien no te lo diagnosticaron correctamente.
-Puede ser.-
Suspiró la muchacha, que no deseaba desvelar ese secreto.-
Estaba claro que su compañero podría
pensar mal de ella, sino incluso sospechar, que estuviera confabulada con esos demonios.
El miedo hizo que sencillamente sonriera con cara de circunstancias y añadiese.
-Espero que
también tú tengas suerte, Tom.
Y se despidió de él, hasta que volviera a verle en la
universidad. Así, al cabo de unos días, una vez que la vida retornó a una
precaria normalidad, y los Rodney volvieron a Kansas, dejando a Tom en la
universidad a petición de su hijo. Roy por su parte se ocupó de ir a buscar la
guarida de esos sectarios. No obstante, fueron Petz y Karaberasu las que
tuvieron más fortuna. En una patrulla de rutina como justicieras confirmaron
sus indagaciones al descubrir a un grupo de acólitos regresando a su base. En
cuanto pudieron y con la ayuda de unos prismáticos y dos días más de espionaje,
descifraron el código numérico de la puerta de acceso. Satisfechas, llamaron a
sus hermanas y quedaron en el piso que tenían alquilado, pero sólo acudió
Beruche que las saludó con cara de preocupación
- Hola chicas, Cooan dice que la disculpéis, pero ha
preferido quedarse con Tom. Me ha pedido que le cuente lo que decidamos,
cualquier cosa estará bien para ella.
- No se ha separado de él desde que está impedido.-
Observó reflexivamente Karaberasu. – O se pasaba a verle al piso de Roy o
permanece junto a él aquí, a todas horas.
- No debe culparse de esta manera, no es bueno para
ella ni para Tom.- Aseveró Petz también
con visible preocupación. -
- Pero ese chico antes no le gustaba ¿verdad?,-
repuso Karaberasu.-
-¿Cómo qué no? - Intervino la atónita Beruche,
aseverando. - Ya salían antes de lo que le ocurrió a Tom y eran buenos amigos
desde que le conocimos.
Sus
contertulias intercambiaron miradas de apuro. Kalie tomó entonces la palabra
con prevención.
- No sé si deberíamos decirte esto. – Musitó con
gesto sombrío. - Pero ella no estaba enamorada de él, me lo dijo una vez.
-¿A qué te refieres? - Le preguntó su interlocutora,
que en el fondo lo sospechaba, pese a no
querer tomarlo en cuenta. -
Y
su hermana, haciendo buenos esos pensamientos, le respondió con agudeza.
- Creo que tú lo sabes bien, Bertie.
-¡No, no puede ser! - decía la interpelada tratando
de negárselo a sí misma y sobre todo buscando una justificación. - No me dijo
nada ¿por qué?
- No quiso interponerse entre tú y Roy - le desveló
Petz también afligida para explicarle. - Cuando vio que él te quería y que tú
le correspondías.
- Yo pensaba que sólo se interesó en él por su
atractivo. Sí, es cierto que al principio de curso estaba colada por él, pero
me pareció que era algo frívolo. ¡No creí que fuese en serio! - Exclamó la
desolada Beruche.-
Ahora se llevaba las manos a la cabeza luchando por
no llorar, agobiándose con un sentimiento de culpa.
- Ella le escuchó declararte su amor cuando estabas
en coma y desde ese momento renunció a él.- Le contó Karaberasu que lo sabía
merced a que fue con ella con quién Cooan se había sincerado. – Aceptó la
situación…Aunque le costara hacerlo.
-¡Cuánto lo siento!, - se lamentó Bertie atónita sin
embargo por esta revelación. Pues pese a que ella y Roy ya eran más que amigos
a esas alturas, no sabía nada de esa confesión que él le hizo cuando estaba sumida
en el coma. - ¡Pobre Cooan! Yo jamás pretendí hacerle daño. Debe haber sufrido
mucho y cuando por fin ella y Tom empezaban a salir juntos, ocurre esto.
- Probablemente se echó en los brazos de Tom para olvidar
a Roy - conjeturó Petz. - Y cuando
quizás comenzaba verdaderamente a enamorarse de él, la desgracia ha querido que
ocurriera esto y ahora se siente obligada.
- Claro que ella le quería, se le veía en la cara. -
Opuso Beruche lo que ciertamente así era, al menos en los últimos días. – Eso
no puede fingirse…
- Sí, pero las cosas han cambiado ahora. – Le
rebatió su hermana Petz moviendo la cabeza con resignación y justificando sus
palabras. - Por lo que nos has contado ese muchacho no debe de querer admitir
que ella le cuide por caridad y le comprendo.
- Debes hablar con ella, Bertie - le instó
Karaberasu - no puede seguir así.
-¿Y qué queréis que yo le diga?- repuso agriamente la
aludida, sintiéndose ahora más culpable todavía, según replicaba. - Perdóname
por robarte al chico que amabas, pero ahora no debes estar con Tom para
olvidarte de eso. Ni tampoco debes sentirte culpable de que esté paralítico por
defenderte. Sobre todo cuando pudiste haberte defendido sola y no lo hiciste.
Karaberasu
y Petz la escucharon con asombro. Aquello pese a todo no había llegado a sus
oídos, salvo en el momento de conocer el estado de Tom. Pensaron que era una
reacción lógica de frustración de su hermana. No que acabaría por ser una
rémora clavada en su alma. Pero Beruche
bajó la cabeza y añadió más calmadamente, explicando sus últimas palabras.
- Eso es lo que ella cree. Se culpa cada vez más de
lo sucedido, no se transformó a tiempo, dudó por unos instantes si revelar su
identidad. ¿Cómo queréis que le diga ahora que deje a Tom?
- Será muy duro y difícil. Pero debes hacerlo por su
propio bien. - Le insistió Karaberasu con voz compasiva pero firme. - Tú eres
la única que puede ayudarla, nosotras no estamos tan involucradas en eso. A ti
te escuchará.
- Si no intervienes ahora acabará haciéndose mucho
daño y se lo hará a él también. - Sentenció Petz llena de pesar pero con un
tono inapelable en su afirmación. –Créeme, ese muchacho podría rechazarla y la
herirá. Cooan debe pasar página o se volverá una amargada, y no hay nada peor
que eso. Lo sé muy bien…
Beruche
no respondió, no sabía qué hacer ni tan siquiera que oponer a esos argumentos
que sabía ciertos. Es más, ella también tenía culpa, aunque fuese indirecta en
eso. Aunque no pudo pronunciar palabra para contestar porque sonó el timbre de
la puerta. Petz se asomó a la mirilla
descubriendo al objeto de la conversación.
- Vamos a dejar el tema por ahora. - Les indicó a
sus hermanas señalando con el dedo hacia la todavía cerrada puerta. – Ella está
aquí. Así que hablaremos de lo que nos ocupa. La guarida de esos canallas.
Las otras dos asintieron conviniendo en ello y Petz
abrió la puerta a Cooan que saludó disculpándose según entraba.
- Siento no haber podido llegar antes, es que le he
llevado a Tom unos apuntes. Creía que no tendría tiempo de venir y por eso le
dije a Bertie...
Las demás intercambiaron miradas preocupadas pero no
dijeron nada.
- Ya nos lo ha comentado - intervino Karaberasu sin
dejarla terminar - no te preocupes. Mejor que estemos todas.
- Hemos descubierto el escondite de esos bastardos -
terció Petz yendo al grano. - Y sabemos cómo entrar.
-¿A qué esperamos?- apremió Cooan con un destello de
ira en sus ojos.- ¡Vamos a por ellos! Se lo voy a hacer pagar muy caro.
- Debemos ir con mucho cuidado, no podemos cometer
errores, no lo olvides. - Le previno Petz con voz firme. - Así que domínate.
- Está bien - aceptó su hermana a regañadientes,
queriendo saber, eso sí, con visible impaciencia. - Pero decidnos donde están.
-Ahora vamos para allá.- Le respondió Karaberasu. -
Pero antes de nada transformémonos
Todas
invocaron sus respectivos poderes y partieron hacia allí a toda velocidad.
Entre tanto en la universidad y en un descanso entre clases, Tom se había
refugiado en su cuarto y permanecía ojeando unos libros. Más bien pasaba las páginas
sin prestarles atención. Tras marcharse sus padres, esa coraza que se había
impuesto de fortaleza se cayó por completo. Estaba muy deprimido y no podía
quitarse de la cabeza su penosa situación. Su compañero llegó entonces y se
fijó en su gesto decaído, pero trató de hablar con él con su mejor tono para
levantarle la moral.
- Hola Tom. ¿Qué tal llevas los apuntes?
Éste
no dijo nada, por unos instantes pareció no haber escuchado hasta que por fin
sólo pudo musitar cerrando el cuaderno de sus notas.
- Estoy acabado Roy. ¿Qué puedo hacer ahora? No soy
más que un estorbo para vosotros.
- No digas tonterías, eres mi mejor amigo.- Le
rebatió éste moviendo la cabeza y añadiendo conciliador. - Todos te queremos y
estaremos contigo para lo que necesites. Tú también me ayudaste cuando estuve
en problemas.
- Pero yo no quiero ataros - repuso su interlocutor - ni a ti, ni a Beruche. Ni
mucho menos a Connie. No deseo que se sienta obligada hacia mí, la culpa fue
mía por no ser capaz de protegerla.
-¿Y qué podías hacer tú? Era un demonio - le disculpó
Roy. -
- Ahora sí que no puedo hacer nada - masculló Tom
rematando con frustración - ¡sólo soy un paralítico inútil!
Su
compañero no pudo evitar preocuparse primero y después enfadarse, no era capaz
de aguantar ese tono derrotista de su amigo, tan lejos de cómo él era. Estaba
claro que si seguía así arruinaría su vida y por penosa que le pareciese su
actual situación debía tratar de superarla. Por desgracia no servían los
parches ni las palabras amables si eso producía que el chico se refugiase en su
auto compasión. Así que sólo tuvo una alternativa, aunque a él mismo le doliese
más que a su contertulio, le zarandeó por los hombros mientras su amigo escondía
la cabeza debajo de los brazos.
-¡Mírame!- le ordenó a su compañero con dureza - no
consentiré que digas eso, ¡debes luchar!
-¡Para tí es muy fácil decir eso!- chilló éste
sollozando resentido - ¡tienes tanto poder que haces lo que quieres! Tendrías
que estar en mi lugar y ya me dirías cómo te sientes,...¡déjame sólo!
Su
amigo le soltó con suavidad. Tom se cubrió la cara con las manos para ahogar
sus lamentos y su llanto. Aquello rompía el corazón a cualquiera. Roy tuvo que
armarse de valor una vez más para añadir ahora con una voz más controlada y
suave.
- Lo siento - se disculpó respirando hondo para
calmar la tensión. - Tienes razón, yo quizás no lo afrontaría, seguramente no
tendría coraje. Pero tú sí que eres capaz de hacerlo. Siempre has tenido mucha
más fuerza de voluntad que yo. Eso nunca lo podré igualar, por muy fuerte que
me haga. ¡Por favor Tommy! Claro que me hace falta tu ayuda, todos la necesitamos,
nos queda mucho camino por recorrer. Hay muchos inocentes más que pueden
sufrir.
El otro chico apenas sí pudo levantar la vista, su
rostro estaba surcado de lágrimas. Cuando tras meditar por unos instantes
apenas pudo replicar entre balbuceos.
-¡Perdóname!, es que estoy tan hundido. No sé que va
a pasar con mi vida, todo lo que amaba lo he perdido.
- No, eso no es cierto, todos estamos a tu lado.-
Insistió Roy de rodillas y abrazando a su amigo para tratar de consolarlo. -
Cuento contigo para que me ayudes. Sé que lo superarás, debes tener fuerza. No
vayas a dejar que esos bastardos triunfen. ¡Qué más quisieran que poder
hundirte! ¡No les regales esa satisfacción!
- Claro que quiero seros útil, ¿pero cómo podría
ayudaros ahora?, dime. ¿Cómo? - Le preguntó Tom completamente perdido. -
- Con tu apoyo, tu amistad y manteniendo la cabeza
alta. Connie se separó de ti sólo para llamar a la ambulancia y después ha
estado siempre a tu lado, eso es muy hermoso, Tom. Ella te quiere. Yo lo
comprendo muy bien, cuando hirieron a Bertie y pensé que iba a morir, creía que
iba a volverme loco. Entonces me transformé.- Miró sus manos y añadió con voz
queda. - No sé de donde me vienen estos poderes, ni por qué, ni quién soy en
realidad, pero hay algo que sí sé. Tú tienes mucho más mérito que yo, únicamente
cuentas contigo mismo. Te admiro por eso, tienes mucho valor y dignidad y eso
nunca nadie te lo podrá quitar, ni esos malditos sectarios, ni los demonios, ¡nadie!...
salvo tú mismo.
- Pero no puedo permitir que Connie desperdicie su
vida conmigo. - Respondió Tom, ahora con visible cargo de conciencia. - No
quiero que sufra ni se haga daño.
- Ella te quiere de verdad. Lo veo en sus ojos - le
repitió su interlocutor - no dejes que tu orgullo lo estropee, amigo mío. Te ha
costado mucho conseguir su amor.
Roy
palmeó suavemente los hombros de su compañero y salió de la habitación. Tom se
quedó pensativo, no sabiendo qué camino tomar. Aquello era terriblemente duro.
Una verdadera disyuntiva.
-Sé que tu intención es buena, Roy. Pero no puedo
forzarla a hacer tal sacrificio.- Pensaba lleno de pesar.-
Entre tanto, su amigo pasó cabizbajo por el pasillo
camino a su aula. Allí se topó con Melanie y Roberts que salían de una clase y
que enseguida se interesaron por el estado de su común compañero.
-¿Cómo está Tommy? - Le preguntó ella muy
preocupada.-
- Trata de superarlo, pero es duro. - Repuso Roy
cariacontecido. -
- Si podemos hacer algo por él. - Añadió Roberts
también muy interesado en ayudar.- No dudes en decirlo, cualquier cosa. Rodney
es un tipo estupendo y no es justo que le haya sucedido esto.
- Muchas gracias amigos. Con vuestro apoyo es
suficiente. Por ahora no se puede hacer nada más que permanecer junto a él.- Le
agradeció Roy con una leve sonrisa. -
-¿Han sido ellos, verdad? - Le preguntó Melanie visiblemente
afectada. –
La chica
comenzaba a darse cuenta de que algo muy raro estaba sucediendo. Más tras las
explicaciones que Roy les diese después de ser poseído por aquel demonio. Al
principio no quiso creer en esas cosas, pero lo cierto es que días atrás,
encontró algo extraño en la habitación. Una especie de amuleto que pertenecía a
April. Era un colgante con una estrella de cinco puntas invertida.
- Sí,- asintió su interlocutor con suavidad. - Le
atacaron por sorpresa. Tom se defendió lo mejor que pudo pero no era rival contra
su poder.
-¡Malditos
cobardes! - escupió Roberts furioso e indignado. - Ojalá hubiera estado
allí, ¡les habría roto la cabeza!
- Os prometo que no se saldrán con la suya. - Les
aseguró el muchacho con renovada firmeza -...ya lo veréis.
- Contad con nosotros para lo que sea. – Le susurró
afectuosamente su compañera. – Hablé con la señorita Parker. Me dijo que no
habría problema, que Tom podrá hacer los exámenes más tarde.
-Y hemos habilitado casi todas las aulas y los
pasillos para que pueda ir con su silla sin problemas.- Añadió Roberts.-
-De veras, cualquier cosa que pueda necesitar.-
Remachó Melanie.-
-Gracias Mel…gracias Malcolm, de veras. Muchas
gracias por preocuparos…-Fue capaz de responder el chico realmente emocionado.-
-¿Bromeas?- Terció el rugbista tratando de controlar
su propia emoción para sentenciar.- Tom es uno de los nuestros. Y es de la Hermandad.
Sus problemas son los de todos. Y no le vamos a dejar sólo ahora.
Su
amigo asintió con una agradecida sonrisa. Tanto Melanie como Malcolm asintieron
a su vez amablemente y prosiguieron su marcha.
-Es terrible, ¡pobre Tommy!- Suspiró Melanie apoyando
su cabeza en el pecho de su novio.-
- Es un tipo admirable. Y Malden le aprecia mucho.
-Todos le apreciamos.- Añadió su novia.-
-Y también es de nuestra hermandad. Tenemos que
estar a su lado apoyándole en estos momentos tan duros.- Convino Roberts,
agregando pensativo.- ¿Sabes? No sé realmente quienes serán esos tipejos que le
han hecho esto. Pero si alguna vez me echo alguno a la cara…
-Tengo mucho miedo.- Le confesó Melanie, para
perplejidad del joven, más cuando ella, añadió.- Cuando eso controlaba a Roy…
no sé, me dio la impresión de que no era de este mundo. Es mucho mejor que no
tratemos de enfrentarnos a algo así. Nosotros no podemos hacer nada.
-¿Y acaso crees que Malden, Bertie y Connie, sí?-
Inquirió Malcolm, alegando.- Se trata de una carga muy pesada. Demasiado para
ellos solos.
-No sé explicarlo, pero tengo el presentimiento de
que son unas personas muy especiales. Capaces de enfrentarse a cualquier cosa. -
Declaró su contertulia.- Nosotros solamente podemos estar a su lado y
brindarles nuestro apoyo y amistad.
Su
novio pareció meditar sobre esas palabras y no dijo nada. Ella tampoco le quiso
comentar aquello que había encontrado en su cuarto, así los dos se perdieron por el pasillo
charlando de otras cosas. Roy hizo lo propio en el sentido contrario retomando
su camino hacia clase. Desde que Tom estaba así no faltaba y se tomaba muy en
serio los estudios. Nada de perder el tiempo, nada de bromas tontas. Eso se
había terminado. Quería ayudar a su compañero de la mejor manera que pudiera y
esa era la más adecuada. Había permitido que los otros hicieran mucho por él.
Ahora le correspondía pagarles la deuda y ser alguien responsable.
-No te fallaré, amigo. – Se decía con toda su
determinación.- Entre todos superaremos esto.
A su vez April había estado moviéndose en esos días.
Tras tratar de animar infructuosamente a Tom pensó que tendría que hacer algo.
Y pese a los consejos de su hermana y a las promesas que le hizo, intentó
averiguar cosas. Aunque no tuvo que irse lejos de la universidad. Para su
asombro y horror, descubrió a esa mujer de cabellos castaños, esa que vio
convertirse en una especie de monstruo, pasear por allí. Parecía una chica
completamente normal, vestida con vaqueros, zapatillas deportivas e incluso
portando un bolso que colgaba de su hombro izquierdo. También daba la impresión
de buscar algo. Con el corazón palpitando a cien por hora, April se armó de
valor. Hizo como si aquello fuese casual, caminando hacia ella y sonriendo la
saludó.
-Buenos días.
-Hola.- Pudo replicar esa individua observándola con
un gesto que parecía genuino de sorpresa.-
Al menos en eso, April creía llevar ventaja. Ese monstruo
no tendría ni idea de que ella conocía su verdadera identidad, de modo que, con
tono amable, le comentó.
-Pareces nueva y perdida. ¿Estabas buscando algún
sitio? Podría ayudarte.
-¡Oh sí!, muchas gracias.- Sonrió entonces esa
joven.-
April
se percato de que al cuello, llevaba un bonito colgante . Una estrella de cinco
puntas invertida. Igual que el que ese tipo le había dado. Sin embargo lo debía
de haber perdido puesto que llevaba días sin verlo. Así lo constató.
-¡Qué hermoso collar!- Alabó.- Yo tenía uno muy
parecido. Pero lo perdí.
-¿De veras? Gracias. – Repuso su interlocutora con
tono de complicidad, retomando el tema anterior, para agregar.- En ese caso, quizás
puedas ayudarme, hermana. Buscaba la facultad de magisterio.
-Está aquí mismo.- Le indicó April.-
-Eres muy amable.- Sonrió esa muchacha.- No sabía
que las personas de aquí fueran tan gentiles. Aunque si compartimos algunas
cosas.- Remachó clavando esos ojos castaños que tenía en su interlocutora.-
-Cuando una chica guapa como tú está perdida, para
mí es un placer ayudarla.- Respondió su contertulia.-
Aunque
realmente no hubiera querido decir eso, sin embargo, le daba la sensación de
haber hablado casi expresando lo que pensaba.
-Te agradezco el cumplido.- Repuso esa individua,
para presentarse.- Me llamo Iama, y tras sonreír, añadió con tono meloso.- ¿Y tú?
-April.- Casi balbució la interpelada.-
Esa
chica le acarició descuidadamente un mechón de pelo que tenía en el hombro y
comentó con un susurro.
-Ya que eres tan servicial, April ¿podría pedirte
otro favor?
-Claro.- Convino esta quien, en ese instante, sentía
no poder negarse a nada de lo que esa extraña le pidiese.-
-Estoy buscando a unas chicas que estudian
magisterio. Son unas viejas amigas mías.
-¿Cómo se llaman?- Quiso saber su interlocutora.-
-Las hermanas…- Repuso esa muchacha tratando de
recordar.- ¡Vaya! ¡Qué memoria la mía!- Dijo forzando otra sonrisa de circunstancias.-
Son extranjeras y su apellido siempre se me resiste.
-¿Podrían ser las hermanas Malinde?- Conjeturó su
oyente.-
-¡Sí!- Asintió Iama, visiblemente satisfecha ahora.-
Esas mismas. ¿Las conoces?
-Sí. Pero ahora no deben de estar. Suelen salir
mucho de la facultad. Aunque puedes venir conmigo y te presento a algunas de
mis compañeras que también son sus amigas y estudian con ellas. Yo no curso
magisterio. – Le comentó su guía.-
Su
interlocutora iba a decir algo cuando otra joven alta y pelirroja, de ojos
verdes muy profundos, ataviada con un suave vestido de gasa verde y sandalias,
se acercó.
-¡Vaya, hola Iama!- La saludó divertida.- No sabía
que estuvieras por aquí.
-Hola Saila.- Repuso esta con tono sutilmente
molesto.- Estaba familiarizándome con la facultad. ¿Y tú?...
-Lo mismo, venía a conocer el lugar. Y por lo que
veo, tú ya has hecho una amiga.- Apuntó mirando a la ahora envarada April.-
-Así es. Una chica muy amable que me ha ayudado
mucho. Espero verte más tarde.- Afirmó Iama en tanto se quitaba ese colgante y
se lo ofrecía, para remachar con tono invitador.- Tómalo, es un regalo para ti.
Por tu gentileza a la hora de indicarme lo que deseaba saber.
-¿Para mí?. ¡Oh, es demasiado! No creo que sea
necesario.- Se ruborizó April.-
-Lo es, insisto.- Sentenció suavemente Iama mirándola
a los ojos con detenimiento, para susúrrale con tintes de jovialidad.- Y en
cuanto a lo de antes. Es una pena…yo no tengo esos gustos, pero una amiga mía,
sí. Seguro que estaría encantada de conocerte. Ahora tengo que irme. ¿Te vienes
Saila?
-Por supuesto.- Convino la recién llegada.-
Y
las dos se marcharon caminando tranquilamente. April por su parte se quedó
aturdida, como si hubiese despertado de un sueño. Ahora podía ser plenamente
consciente de todo. Era como si esa chica le hubiese sacado lo que quería
saber.
-Tengo que hablar con Bertie y Connie. ¡Podrían
estar en peligro!- Se dijo.-
Y
decidió ir a buscarlas, aunque no podía ni imaginar dónde estaban en ese
instante. Y es que entre tanto, las Justicieras habían llegado a su destino.
Accedieron al interior de esa guarida dejando fuera de combate a varios guardianes,
meros sectarios humanos, con facilidad. Entraron sorprendiendo a tres
individuos ataviados como monjes, Cooan se lanzó contra ellos sin pensar.
-¡Malditos bastardos, pagaréis lo que le habéis
hecho a Tom, ha llegado vuestro fin!- Gritó
siendo seguida por sus hermanas que le cubrían las espaldas. -
Nada
más escuchar aquello los tres maestres se dieron la vuelta sorprendidos.
-¿Cómo habéis conseguido entrar aquí? - preguntó uno
de ellos.-
-No somos tan estúpidas como os habíais pensado.-
Respondió Karaberasu con ironía y sin descuidar la retaguardia de su hermana.-
- Os ha llegado la hora de responder por todo lo que
habéis hecho,- secundó Petz blandiendo su jabalina.-
- En nombre de la Justicia os castigaremos. - Les
dijo Beruche. -
-¡Esta vez no! - intervino Cooan con una voz llena
de ira, contradiciendo a su hermana. - ¡Será en nombre de la venganza! Unos
monstruos como vosotros no merecen ninguna compasión ¡Rodeadlos, no les dejéis
escapar! - Ordenó a las demás que obedecieron sorprendidas por su tono tan
enérgico.- ¡Vamos!
Los
maestres sacaron unas oscuras dagas curvas y se dispusieron a luchar, las
chicas estaban dispuestas a intervenir pero la Dama del Fuego las detuvo.
- Son míos, los tres.
-¿Estás loca?- le
inquirió Beruche atónita - son muy peligrosos, sobre todo si van los
tres contra ti sola.
-¡Me basto para encargarme de ellos! - espetó su
interlocutora. - ¡Acabaré con todos!
Bertie
se estremeció, su hermana le recordaba a su peor época como Ayakashi. Con ese
tono de crueldad, idéntico a cuando acababan de llegar a la Tierra procedentes
de Némesis bajo el influjo de la Luna Negra. Entonces estaba dominada por el
deseo de cumplir con su misión de matar a Chibiusa para agradar a Rubeus y
además por la influencia del cristal oscuro. Sin embargo, ahora aquello venía
del fondo de su alma. Quizás quisiera sacar de ese modo toda su culpabilidad y
frustración. Y eso no era nada bueno. Pero en esa situación tan delicada era
imposible comenzar una discusión para tratar de calmarla. Así que tanto ella,
como Petz y Karaberasu, que también se miraban atónitas y asustadas, optaron
por cubrirla.
-Desplegaos.- Indicó la Dama del Rayo a las demás.-
Cortadles las salidas…
Entre
tanto los tres maestres no parecieron amedrentarse, atacaron a la Dama del Fuego
que esquivó al primero lanzando contra él un potente rayo de energía a boca jarro
que le atravesó el pecho. Su enemigo cayó muerto. Las otras hermanas se miraron
aterradas, nunca ninguna había usado su poder totalmente, no contra humanos. Los
dos restantes maestres también observaron aquello asustados. No obstante se
recobraron pronto y se separaron con sus dagas prestas para atacar a su adversaria que se revolvía contra
ambos como una leona enfurecida. Uno la infligió un corte en el brazo pero ella
logró retroceder y materializar su arco, disparando una flecha de fuego que
atravesó al otro Maestre incendiándolo. Éste aulló de dolor mientras ardía.
Beruche, espantada, le cubrió con hielo para apagar ese fuego que lo devoraba,
pero ya estaba muerto cuando cayó. El restante se parapetó asustado tras una
mesa.
- ¡Esto es por Tom y por todo el sufrimiento que le
habéis hecho pasar! - Le gritó Cooan fuera de sí, realmente parecía que
estuviese desprendiendo llamas por los ojos. - ¿Ahora qué, eh?... ¿Creíais que
no éramos capaces de luchar en serio, malditos cobardes?
- Basta Dama del Fuego. ¡Cálmate! - le pidió Bertie
cada vez asustada. - Tenemos que capturarlo vivo para que hable.
- Sí, hemos de saber quien anda detrás de todo esto,-
añadió más fría y sobriamente Petz para atemperar los ánimos. - Dudo mucho que
ellos fueran los jefes.
- No hace ninguna falta que hable. - Rebatió Cooan
con un tono que destilaba crueldad. - Eliminaré a éste también y ya
encontraremos a los otros.
- No podemos arriesgarnos a eso - intervino
Karaberasu tratando de apaciguar a su enloquecida hermana. - Debemos tratar de
interrogar al que queda.
-¿Es que no comprendes que cuanto más tardemos en
dar con ellos más gente inocente sufrirá? - Intercedió Beruche que miró a su
hermana, aunque ésta, quizás comenzando a entender lo que había hecho, tratase ahora de no encontrarse con sus ojos.
- Piensa que pueden correr la misma suerte de Tom o aun peor. ¡Por favor,
déjalo ya! Tenemos que haber aprendido del pasado. Las guerreras nos enseñaron
que se debe ser misericordioso y que el amor es siempre mejor que el odio. Pero
si continúas así te volverás aun más cruel que el propio Sabio y ellos habrán
triunfado. ¿Es eso lo que quieres?
Su
hermana no pudo responder. Cooan se estremecía de furia apuntando todavía con
su arma a ese maestre que permanecía agazapado en el suelo presa del pánico.
- Son enemigos, las guerreras también han acabado
con muchos que no quisieron cambiar y no les tembló el pulso al hacerlo. Ni a mí
tampoco me temblará para eliminar a esta escoria, te lo aseguro. - Escupió la
chica al fin. –
- Pero ellas nunca lo hicieron por odio. - Le
rebatió al final Petz llena de tristeza. - Hazme caso, yo casi estuve a punto
de mataros a vosotras porque me dominó el mismo instinto que ahora te posee a ti.
Y después de eso, no queda nada más que una amargura mucho mayor.
- No merece la pena. - Añadió Karaberasu
solidariamente con las demás, remachando con agudeza. - Y al propio Tom no le
gustaría ver en lo que te puedes llegar a convertir con la excusa de vengarle.
-¿Excusa?- Inquirió irónicamente Cooan pletórica de
indignada rabia. - ¡Estos canallas han destrozado la vida de un inocente y la
de otros muchos y a ellos, lejos de importarles les encanta! Pero miradles
ahora, ¡tiemblan como gallinas cuando les dan a probar su propia medicina!
Las
demás le dirigieron unas miradas dominadas por la preocupación e incluso la
piedad. Su hermana apenas podía soportar aquello y pese a todo su odio y rencor
se daba perfecta cuenta de lo que estaba sucediendo. Tenían razón, si se dejaba
llevar hasta el final tiraría por la borda los últimos años de su vida y todas
las ilusiones que había ido acumulando. Incluso dejaría de poder mirar a sus
hermanas, a sus amigas sailors y al resto de las personas que le eran más
queridas, a la cara. Aunque eso ya le sucedía cuando pensaban en Tom. ¡Pero no!,
todavía quedaba mucha gente por proteger, no podía dejarse llevar...
- Está bien - concedió finalmente la torturada
muchacha. - Atrapémosle,- añadió bajando su arco y dirigiéndose a su enemigo, todavía
escupió tratando de eliminar así su rabia - ¡y tú asqueroso gusano, sal de ahí antes
de que cambie de opinión!
- No me matéis por favor.- Les pidió su enemigo con
una voz suplicante. - Me rindo. Os diré todo lo que queráis saber.-
Y al instante se incorporó saliendo de su escondrijo
con las manos levantadas y la cabeza
gacha cubierta por su sayal.
-¡Quítate esa maldita capucha y da la cara, miserable!-
le ordenó Cooan. -
El
maestre acató la voluntad de su captora levantándose el embozo pausadamente y
miró a su interlocutora. Tanto ella como las demás quedaron horrorizadas al
contemplar un rostro mortecinamente pálido, casi ceniciento, sin pelo y con las
cuencas de los ojos vacías. En su lugar solamente brillaba un fulgor rojizo, único
testimonio de una inhumana mirada que las hizo estremecerse.
- Es suficiente - pudo decir la Dama del Rayo
dominada por la repulsión. - Póntela otra vez.
- Como tú digas - respondió éste que hizo ademán de
obedecer.-
Aunque en su
lugar sacó una afilada daga que guardaba en ella y trató de herir a Cooan sin
lograrlo. Las demás justicieras reaccionando con celeridad le atacaron con
rayos y el maestre cayó al suelo sin vida, apagándose por completo el brillo de
sus cuencas…Jadeantes por la adrenalina desatada se observaron todavía agitadas
las unas a las otras. Cuando quedaron tranquilas al comprobar que no tenían
heridas de consideración ni quedaba ningún enemigo oculto, suspiraron relajando
su guardia y apoyándose en la pared para descansar, desvaneciendo sus armas...
- Mucho me temo que esto no ha terminado.- Declaró
la Dama del Hielo con resignación. - Volvemos a estar como al principio.
- Al menos algo hemos ganado. - Suspiró Karaberasu -
estos ya no volverán a molestarnos.
- Será mejor que nos vayamos - sugirió Petz que le
vendó el brazo herido a Cooan con los útiles que extrajo de su saco. - Volvamos
a casa.
- Antes tenemos que registrar y destruir bien todo esto.-
Indicó la propia Dama del Fuego con recobrada serenidad. - Que les sea
imposible volver a por nada de este lugar que pueda serles útil.
Las
demás asintieron y tras inspeccionar infructuosamente los restos de ese cuartel
en busca de alguna cosa interesante arrasaron el lugar con sus rayos de
energía. Cuando concluyeron su tarea llamaron a la policía para que se ocupase
de los sectarios que no hubieran podido escapar y se marcharon a casa. Una vez
de vuelta y más tranquila, la losa del remordimiento cayó sobre Cooan que se
disculpó visiblemente arrepentida.
- Lo siento mucho, estoy muy avergonzada, me puse
fuera de mí. Lo lamento, he podido poneros en peligro a todas con mi
comportamiento. Casi me convierto en un monstruo.
- Está bien,- le sonrió Petz dándole un abrazo - Sabemos
que estos últimos días han sido muy duros para ti.
- No debes torturarte más. Olvida y sigue adelante.
- La animó Karaberasu. -
- Si…si…hubieran sido personas las habría matado. -
Balbuceaba ella ahogando un culpable sollozo. -
- Pero no lo eran. - La animó de inmediato Beruche.
- Y estoy segura de que nunca te volverá a suceder. Además, fue en una lucha,
no a sangre fría. Eran ellos o nosotras.
- Sí, es verdad. – Convino Petz agregando
cariñosamente. - En tu lugar no habrían tenido ninguna compasión. Ahora debes
olvidarte de esto y proseguir con tu vida normal, pequeña.
- Me gustaría,- musitó Cooan bajando la cabeza -
pero no puedo. Yo fui la responsable. He arruinado la vida de un chico estupendo
que me quería por mi maldita indecisión. En realidad estaba más enfadada
conmigo misma que con esos sectarios. - Confesó desolada y ahora, después de lo
que he hecho. – Me siento indigna de ser una Justiciera. Menos mal que Rei no
me ha visto. Estaría avergonzada de mí.
Las
otras tres mujeres se miraron consternadas, Bertie pensó que sus hermanas
mayores tenían razón. Tendría que hablar seriamente con ella cuando estuviera
más centrada. Pero por el momento lo más prudente sería descansar y dejar el
tema hasta una mejor ocasión...
-No sé si seré capaz de abordar esta cuestión.-
Meditaba con inquietud.-
Entre
tanto, en un lugar desconocido, el Gran Sabio había podido presenciar lo
ocurrido en aquella guarida a través de su bola. Aunque no parecía afectado y
conversaba a la vez con unas extrañas voces femeninas, cuyos cuerpos solamente
eran visibles a modo de siluetas producidas por el tenue resplandor de esa
esfera, en medio de una casi total oscuridad.
- Parece que los maestres han sido eliminados. - Dijo
una de esas voces - ¿Qué haremos ahora, señor?
- Eso no importa, Meriak, eran sólo vulgares marionetas.
Ya empezaba a cansarme de ellos y de sus estúpidos errores, vosotras ocuparéis
su lugar.- Contestó éste. -
- Parece un reto difícil. Esas humanas son buenas luchadoras
- respondió otra voz.-
-No nos hagas reír, Iama.- Repuso otra individua.-
-No deberíamos subestimarlas, Meriak.- Opuso la
aludida, dirigiéndose a otra mujer que estaba a su lado.- ¿Verdad Niam?
- Es cierto. No tema, Señor. Puede contar con
nosotras. No le defraudaremos - afirmó la interpelada, añadiendo. – De hecho,
hemos comenzado a movernos para indagar.
- Eso espero, por vuestro bien - replicó el Sabio en
tono de advertencia sobre todo al añadir de pasada. – No ignoráis quien más ha
venido invocada para una misión importante.
Esas
palabras dieron la impresión de afectar a sus interlocutoras, hubo un tenso
silencio y al fin, alguien tomó la palabra.
- Descuidad señor. - Le aseguró una cuarta voz. – No
tendrá que meterse en esto. Sabremos cómo tratar a esas patéticas humanas que
se hacen llamar Justicieras, se arrepentirán de tenernos como enemigas. Y
acabaremos con ellas lo más rápido posible.
- Bien dicho Saila, el tiempo apremia. - Les instó
el Gran Sabio, desvelando con satisfacción. - Mientras esas estúpidas se
entretenían con los maestres hemos colocado todas las piedras Yalmutud en sus
lugares. Sólo falta la que nos arrebataron. Vuestra misión será recobrarla y aniquilar
a las justicieras para colocar después la piedra. Yo me encargaré de invocar a
un demonio poderoso que os ayude. No quiero correr más riesgos. Él se encargará
del Guerrero Dorado.
-Habrá de ser muy poderoso, en verdad.- Estimó Iama.-
-Quizás si pudiéramos conocerle íntimamente seríamos
capaces de triunfar donde esos inútiles de Valnak y Armagedón fracasaron.- Comentó
Niam.-
Y
es que con el magnetismo sexual y la sugestión con la que estaban dotadas, eran
capaces literalmente de seducir a cualquiera. Aunque fue Meriak quien
desestimó.
-A mí no me interesa ese guerrero dorado.
-Ya lo sabemos.- Se rio Saila, añadiendo con irónica
sorna.- ¡No temas, te ahorraríamos ese penoso trance! Aunque una súcubos que no
es capaz de seducir a un humano no tiene demasiada utilidad. ¿No crees?
-¿Te estás burlando de mí?- Espetó la aludida con
tono de pocos amigos.- ¡Ten cuidado con
lo que dices!
-Pues a mí también me gustaría disfrutar de él.-
Intervino Iama.-
-Puede que los de su especie sean capaces de
resistir mucho más que un vulgar humano.- Elucubró Niam.- Si a Meriak no le
interesa es su problema.
-Ahora no es momento para estas discusiones
ridículas.- Terció autoritariamente el Sabio, comandando a las diablesas.-
Absteneos de absurdos enfrentamientos entre vosotras hasta que cumpláis con
vuestra tarea. De todos modos, ninguna se acercará más de lo necesario a ese guerrero. Ya tengo planes para él.
¿Entendido? Vosotras limitaros a terminar con esas justicieras y recobrar la
piedra.
-¡Como ordenes, señor!- respondieron todas a coro. -
-Sí,- sentenció éste riendo macabramente - como yo
ordene, ¡ja, ja, ja, ja, ja, ja,
ja!...
Y las
propietarias de esas cuatro voces se sonrieron, mirándose entre ellas con una
mezcla de complicidad y desconfianza. Y es que todas querían triunfar pero
ninguna deseaba compartir la gloria con el resto. La posibilidad de medrar y ascender
era demasiado grande. Aun así, tendrían que planificar una estrategia común
para salir victoriosas contra sus enemigos.
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