jueves, 3 de marzo de 2011

GWA 25. Meriak contra Beruche.


Hacía unos días ya que las chicas, a requerimiento de Rei, se habían reunido en un parque del barrio de Yuuban. Pasearon un rato a sugerencia de Minako para alejarse del gentío que lo llenaba aquella agradable y soleada tarde. Fue Makoto quien, tras haber andado unos minutos, las instó a tomar asiento en unos bancos al margen de la zona más concurrida. Así, quiso saber dirigiéndose a su morena compañera.
 
-Bueno. Tú dirás. ¿Qué es lo que ha sucedido?

            La sacerdotisa les recordó la historia que ya les contase, incluyendo la negativa a prestar ayuda de su amiga común. Entonces ya las demás apenas si pudieron mirarla con la boca abierta. Con una mezcla de incredulidad, pesar e incluso indignación.

-Eso lo hablamos días atrás. - Comentó Minako. - Y estamos de acuerdo en que hay que hacer algo.
-Sí, a mí tampoco me gusta la manera que está teniendo Usagi de llevar las cosas. - Convino Makoto. -

Aunque fue Ami la que tomó la palabra acto seguido para defender a la ausente.

-Escuchadme chicas. Está claro que las apariencias nos deben de estar jugando una mala pasada. Conocemos a Usagi de sobra. Si ella pudiera hacer algo no me cabe la menor duda de que lo haría. Es la que más sufre cuando ve injusticias o cuando están en peligro personas inocentes.
-A mí tampoco me cuadra. - Convino Minako, aunque quiso matizar. - Sin embargo, es cierto que actúa de un modo muy extraño. Esas visiones, sueños o lo que sean, que tiene. Esas cosas que ella parece saber antes de que se produzcan.
-Es lo mismo con Mamoru. - Añadió Makoto. - Muchas veces parece que él y Usagi estuvieran a millones de kilómetros de aquí.
-Sí. - Asintió Venus. - Artemis también me ha comentado que ve a Luna comportarse de forma muy rara. Lo mismo que Usagi y Mamoru, elude cualquier pregunta que tenga que ver con estos temas.
-Parece que tuvieran una especie de pacto de silencio, - concluyó Rei. -
-Chicas, por favor. - Les pidió Ami haciendo un espacio con ambas manos. - No saquemos las cosas de quicio. Sus razones tendrán. Nos han ido informando de cosas en cuanto les ha sido posible. Hasta la fecha, cuando hemos debido acudir en defensa de nuestras amigas, lo hemos hecho. Y pese a lo complicado y duro de cada situación, todo terminó felizmente.
-No en este caso precisamente. - Objetó Rei con visible contrariedad. -
-No se puede prever todo. Ha sido una terrible desgracia, pero. ¿Qué podríamos haber hecho? -  Inquirió su contertulia. - Tú misma nos lo has dicho. Usagi te confió que iba a suceder algo pero que ignoraba exactamente cuándo y el qué.

            A su pesar Rei tuvo que asentir. Tampoco podían estar vigilando a sus amigas a todas horas. Fue Makoto la que terció para declarar, rompiendo ahora una lanza por su compañera ausente.

-Y, además, está ese misterio de Hokkaido. Esas malditas oleadas de objetos, y esos extraños contra los que nuestras compañeras del Exterior han debido enfrentarse. Pudiera ser que Usagi y Mamoru, o, mejor dicho, Serenity y Endimión, estuvieran al tanto de algo más y por eso no nos podamos permitir el lujo de dejar Japón desprotegido.
- ¿Insinúas que podría haber una invasión en marcha? - Inquirió Minako. -
-Hasta ahora aquí hemos sido capaces de controlar la situación. Esos demonios ya no aparecen. Al menos desde hace una temporada. - Convino Rei que enseguida pareció desdecirse al sentenciar. - Aunque también allí llevaban bastante tiempo tranquilos hasta que ha pasado esto. Quizás no sea una idea descabellada suponer que podría ocurrir algo parecido.
-La cuestión es. ¿Cuál de los dos frentes es el importante? - Se preguntó Ami en voz alta. -

            Ninguna sabía que contestar a eso. Pudiera ser que uno de los dos fuese simplemente una distracción para dividir sus fuerzas. ¿Pero cuál?  O ¿qué pasaría si los atacantes fuesen enemigos distintos entre sí? ...Debían de admitir que la cuestión era de difícil respuesta. Por tanto, Makoto sonrió débilmente para añadir.

-Yo confío plenamente en Usagi y en Mamoru. Quizás sea por estas razones por las que se ven obligados a actuar así.
-¡Ojalá tengas razón! – Suspiró Rei. -
-Ante todo debemos permanecer unidas. - Declaró Minako. - Si hay disensión entre nosotras a buen seguro que nuestros enemigos lo aprovecharán en su beneficio. Es verdad. Debemos confiar en ella.
-Sería buena idea que nos reuniésemos todos y tratar de que Usagi y Mamoru nos cuenten algo más. - Comentó Ami que matizó de inmediato. - En lo que les sea posible y sin presionarles. Ofrezcámosles todo nuestro apoyo, ahora más que nunca, pudieran precisar de ello.

Sus compañeras asintieron. Tras eso departieron todavía durante unos minutos y retornaron por el camino que habían tomado, para luego despedirse volviendo cada una a sus ocupaciones. Entre tanto en Norteamérica, en la clase de los chicos tocaba educación sexual, la asignatura favorita de Roy. Pero últimamente se tomaba las clases prácticas con más tranquilidad pues estando enamorado de Bertie no quería hacer nada que la pudiera molestar. Uniendo a eso además, la tristeza por lo sucedido con su amigo, que le privaba de cualquier deseo de hacer chanzas, salvo en casos muy concretos. De todos modos, la señorita Singleton, su profesora en esta asignatura no inspiraba mucho. Era delgaducha, fea y de por lo menos sesenta años. Eso sí, entró acompañada de una preciosidad rubia y de profundos ojos azules, no demasiado alta, a la que se dispuso a presentar en la clase. Una vez hubo acallado los murmullos del personal masculino del aula.

- Ésta es la señorita Marlene Caín - anunció la profesora. - Vendrá a clase hasta el final del trimestre por intercambio. Espero que sean ustedes corteses con ella y la ayuden a adaptarse, - de inmediato se escuchó un coro de ¡sí, sí!... entre los chicos. -
- Encantada de estar aquí - saludó tímidamente la recién llegada, inclinando graciosamente la cabeza. -

            La profesora le señaló un lugar libre en la clase y esa muchacha lo ocupó yendo precisamente a sentarse junto a Beruche y Roy, dedicándole a éste una mirada muy inquisitiva e interesada.

- Esa chica no me gusta nada, - le susurró Bertie a su compañero dándose cuenta de ello. - ¿Has visto cómo te mira?
- ¿Acaso estás celosa?,- sonrió él divertido ante esa circunstancia. -
- ¿Yo? - negó ella torciendo el gesto para replicar de forma digna. - ¡Qué tontería! Sólo digo que no te quita los ojos de encima.
- Y que le voy a hacer si soy tan guapo. ¡Ja, ja, ja! - se pitorreó Roy que en este caso no pudo resistir la tentación de responder aquello. -

Lo cual no gustó precisamente a Beruche que le dedicó una mirada de visible contrariedad, cruzándose de brazos y mirando hacia otro lado.

-¡Deja de portarte como un crío! - Le amonestó. -
-Bueno cubito, no te enfades, sólo era una broma. - Se excusó él obteniendo un gesto indiferente por réplica. -

            Sin embargo, parecía que el joven no iba muy desencaminado. Al final de la clase Marlene no perdió la oportunidad y saludó a Roy. Lo cierto es que la mirada de esa joven era muy penetrante y captaba su atención. Casi parecía que le embrujase…

-Encantada. - Sonrió ella. - Soy Marlene Caín.
-Robert Malden, pero mis amigos me llaman Roy. - Se apresuró a replicar él sonriendo estúpidamente para casi tartamudear. - Me alegra conocerte.

            Bertie miraba aquella escena con los ojos entornados. ¿Qué le pasaba a Roy? Parecía una especie de adolescente vergonzoso en presencia de esa chica. Pero no tuvo más remedio que pasar eso por alto y presentarse con tono desapasionado y algo seco.

-Malinde Beruche. Es un placer, espero que tu estancia aquí sea agradable y provechosa… en los estudios.
-Eso deseo yo también. - Le sonrió aquella joven dedicándola una inquisitiva mirada. -

 Su interlocutora se sintió algo rara al coincidir con esos ojos azules de apariencia frágil pero llenos de intensidad, por fortuna esa sensación pasó enseguida. Mientras, la muchacha les contó que venía de Inglaterra y que estaba preparando un curso de posgrado. Bertie mientras tanto notó que la piedra de su collar parpadeaba, pero pensó que debía ser por alguna otra causa, ya que por allí no había indicios de demonios. Además, no se iluminaba por completo como solía hacer. Estaba desconcertada. ¿A qué se debería? En eso pensaba en tanto aquella recién llegada le preguntaba a su compañero.

- Así que tú eres una estrella aquí, ¿verdad?
- Bueno, - repuso modestamente él rascándose la cabeza. - Algo así, tampoco hay que pasarse, soy conocidillo nada más. ¿Y tú hace mucho que has llegado? - Quiso saber a su vez para desviar el tema. -
- Hace tan sólo una semana, aun no me he adaptado al modo de vida de por aquí. – Dejó caer ella con un tonillo bastante insinuador. - Si alguien me la enseñara…
- ¿Enseñarte el qué?,- inquirió Roy curioso. -
- La ciudad, claro - sonrió Marlene de forma muy melosa. - Ya sabes, unos largos paseos en compañía de un chico de aquí.

            El muchacho no podía disimular su cara de sorpresa e incluso satisfacción. Esa preciosidad se le había insinuado nada más llegar, ¡todo un nuevo récord! ...y esos ojos tan bonitos, es que no podía dejar de mirarla…

- Roy, debemos ir a la biblioteca. - Intervino Beruche que se ponía roja de enfado por momentos. - Ya sabes, a estudiar, como habíamos quedado.

            El chico la observó ahora desconcertado y trató de rebatir...

- ¿Qué?, pero si hoy n.…- Sin dejarle concluir la frase, ella le agarró de un brazo tirando de él y se lo llevó casi a rastras ante su asombro, sin dejarle apenas añadir. - ¡Cubito! ¿Pero qué…?
- Perdona, - le dijo Beruche a Marlene dedicándole una sonrisa bastante cínica. - Pero tenemos mucho que hacer y en privado. Adiós...

            La recién llegada se quedó observando cómo se alejaban esos dos, sonriendo de forma maliciosa en tanto reflexionaba.

-Así que esa monada es una de las justicieras, no parece gran cosa, pero es guapa. Y el chico, dentro de lo que cabe, está bien. ¿Será él ese Guerrero Dorado? Me cuesta creerlo, he podido controlarle con suma facilidad. Más bien parece un humano corriente. Para que luego digan esas necias. Soy capaz de seducir al macho que yo quiera. Independientemente de mis preferencias. Y este caerá bajo mi influjo. De todos modos, antes debo informar a mis superiores y visitar a esa otra humana- y recogiendo sus libros sin prisa se marchó del aula. -

            Y es que esa muchacha era mucho más de lo que aparentaba. Estaba allí, dispuesta a triunfar en su misión. Se había adelantado a sus compañeras y no permitiría que ninguna le robase el éxito.

-Esa estúpida de Saila habla demasiado. - Pensó con regocijo. -

            Recordó cómo, junto a sus otras colegas, había estado junto al Sabio, presenciando indiferentes como los maestres eran destruidos por las justicieras.

-Esos idiotas han sido presa fácil. - Declaró Niam, una individua de ojos rojos y cabellos oscuros. -
-O es que esas justicieras son realmente poderosas. - Matizó Iama, con su pelo castaño cobrizo y sus ojos color fuego. -
-A mí no me parecen tan fuertes. - Valoró Saila. - Esa muchacha alta y pelirroja que ahora mostraba unos ojos de tono sangre.
-Ya lo veremos. - Remachó la propia Meriak, con su pelo rubio rizado y sus ojos incandescentes. -  
-Hablando de visiones. ¿Has podido tener alguna? - Le preguntó el Sabio. -
-Todavía no, señor. - Respondió ella, explicando. - Para eso debería estar próxima a alguna de esas chicas. O cerca del Guerrero Dorado. Debería ir a investigar.
-Puedes ir de incognito a ese lugar. - Le dijo ese individuo encapuchado. -
-Yo ya estuve allí, y sé que esas muchachas apenas aparecen por aquel sitio. - Comentó Iama. -
-¿Cómo sabes eso?- Inquirió Niam.-
-Una humana me lo contó. -Respondió la diablesa. -
-Sé a quién te refieres, os vi juntas. - Sonrió Saila. -
-Por cierto, Meriak. - Comentó una divertida Iama. - Tú y esa criatura humana congeniaríais muy bien. Al parecer le gustan las de su propio género.
-Eso es interesante. Dime quien es y le haré una visita de cortesía. - Se sonrió. -
-Creo que ya sabes quien es. ¿Recuerdas el otro día? - Repuso su compañera. -
-Por desgracia, esa hembra no será el guerrero dorado. Lo vas a tener difícil para seducir a un macho como ese. - Se rio Saila. -
-Yo puedo controlar a cualquiera de esos estúpidos y primarios humanos. - Replicó ella con visible malestar. -
-No sé yo si eso será cierto. - Intervino Niam, añadiendo divertida. - Yo te entiendo. Las hembras somos mucho más interesantes que ellos. Pero tengo la ventaja de disfrutar con ambos sexos. Tú en cambio…
-Haré cualquier cosa para cumplir con mi misión. - Sentenció la aludida, irritándose por momentos. -

            Empero, vio el juego de esas dos. Eran de una compañía rival. En cambio, ella e Iama provenían de la misma. Eso no significaba que fueran amigas, ni mucho menos, tal expresión no solía usarse con frecuencia entre los suyos. Aunque sí les unía un lazo de pertenencia a una determinada facción. Y, sobre todo, Niam y Saila sabían de su capacidad para tener premoniciones o visiones cuando estaba junto a algo o alguien que tendría un papel importante que jugar en el futuro.

-Comprendo. - Se sonrió con sarcasmo. - Envidiáis mis dones y estáis tratando de desconcentrarme, no perdáis el tiempo, será inútil. -
-Si tú lo dices, aunque me encantaría ver como te llevas al lecho a ese poderoso guerrero. ¡Ja, ja! - Repuso Niam. -
-Preferirá llevarse a la cama a cualquier humana apetecible. - Rio Saila a su vez. -
-Yo no dudo de que Meriak hará lo que tenga que hacer. La conozco mejor que vosotras. - Apuntó Iama, recordándole. - Y sabes a quien debes ir a ver antes, ¿verdad? - remachó dirigiéndose precisamente a ella. -

            La interpelada se acordó de esa individua que fue a visitar a su acólita. Sonrió divertida. Iba a devolver alguna pulla a sus otras colegas, aunque el Sabio cortó aquel intercambio de sutilezas con tono autoritario para ordenar.

-No es momento para que perdáis el tiempo con discusiones pueriles. Tenéis una misión que cumplir. Si tan segura estás de tus posibilidades Meriak, ve a ese lugar y obtén información. Busca la piedra que falta por si nuestros enemigos la ocultasen allí.
-Como tú mandes, Señor. - Asintió ella inclinándose y desapareciendo. -

            Estaba satisfecha. Logró exactamente lo que quería. Ser enviada allí la primera. Y por si fuera poco esa idiota de Iama le había dicho mucho más de lo que parecía. De modo que, reapareciendo en una sala dentro de la guarida en la que estaban, permutó su uniforme compuesto por body negro, altas botas rojas, y capa del mismo color con hombreas que lucían el emblema de un tridente, y adoptó la imagen de esa chica. Una estudiante inglesa de intercambio.

-Tuve la visión de que esta joven humana vendría con otro chico más. Por eso, no quiero ir a esta misión sola. Él podrá ocuparse de ese guerrero y yo me haré con la esfera. – Pensó. Y entonces invocó elevando el tono. - Te suplico señor Warcón que aparezcas.

            Y mirando al suelo, dibujó con un rayo de energía salido de sus ojos, un pentáculo invertido. Al poco, una densa capa de gas sulfuroso se desprendió de él cubriendo la estancia. Entre ella apareció la alta y fornida figura de un hombre. Al menos eso parecía. Al disiparse esa niebla ella vio a un individuo alto, de cabello castaño y ojos rojizos, ataviado con una armadura. Lucía una estrella invertida en sus hombreras.

- ¿Qué es lo que quieres? - Espetó éste. -
-Mi comandante, deseo que nos repartamos la gloria. - Sonrió ella mostrándole unas imágenes que conjuró de la nada. - Hemos de recobrar una esfera Yalmutud y derrotar a nuestros enemigos.

            Tras explicarle brevemente la situación, Warcón aceptó de inmediato. Más al ver la imagen de ese guerrero dorado.

-Es muy interesante… me gusta…gracias por pensar en mí.
-Me siento muy honrada de tenerte a mi lado en esta misión. - Repuso sumisamente ella. -
-¿Tienes algún plan?- Quiso saber su superior.-
-Por supuesto, comandante. - Repuso la diablesa. -

            Y tras poner al corriente a Warcón los dos se transportaron a ese lugar, adoptando las identidades de sendos estudiantes. Luego se separaron para investigar. Meriak había establecido contacto con ese chico. Estaba claro que era él. La súcubos no era lo bastante fuerte como para enfrentarse contra ese guerrero, aunque sus encantos sí que le habían funcionado.

-Aunque, en esas perras tienen razón en algo. Prefiero centrar mi poder de seducción en su irascible compañera. - Se dijo riéndose con tinte juguetón. - Pero primero, veamos a esa otra.

            Y caminó guiada por un aura que percibía. Su compañera Iama le había regalado un pentáculo a esa chica. Podía notar el poder que emanaba de él. Prosiguió hasta llegar a la puerta de una habitación. Una vez allí, tocó.

-¿Sí?- Se escuchó una voz femenina.-
-Hola. Me han dicho que venga a este cuarto. - Respondió la diablesa fingiendo un tono apocado.-

            Enseguida abrieron. Era una chica de cabello castaño y ojos azules, más o menos de su estatura, que la observaba perpleja.

- ¿Quién eres?
-Me llamo Marlene. - Le respondió. - Soy nueva. Una compañera me dijo que viniese a verte. ¿Eres April, ¿verdad?
-Sí, admitió la joven, para preguntar sorprendida. - ¿A mí?...

            Meriak enseguida clavó sus pupilas azules en las de esa muchacha haciendo que el gesto de esta demudase. Su víctima no pudo evitar ofrecerle entrar…

-Gracias. - Se sonrió la diablesa quien mutó su apariencia, abandonando la de esa chica inglesa, para agregar con creciente tono de lascivia. -  Tú y yo tenemos cosas de que hablar. Pero antes vamos a pasarlo muy bien. ¿Te apetece? - le susurró en un oído, dándole un suave mordisco en el lóbulo de la oreja. -

            April no pudo resistirse, su excitación crecía sin control. Antes de darse cuenta ya estaba abrazada a esa mujer intercambiando besos y caricias. Se desnudaron deprisa y su amante la hizo tumbarse en la cama. Allí la obsequió con una variada gama de placeres que arrancaron gemidos de ella. Una sobre otra se proporcionaron satisfacción. Y aunque vio claramente como los ojos de esa muchacha se tornaban de un color rojo sanguinolento y dos colmillos afloraban de su boca, no le importó. Al contrario, eso la espoleó más aún.

-Te deseo. ¡No pares por favor! - Jadeó April llena de una lujuria que nunca antes había experimentado. -

            Su amante sonrió, dominando totalmente la situación.

-Vamos, tienes que ser muy valiente. - Le susurró. - El futuro te reserva un interesante destino…lo sé, lo he visto.

            April apenas si pudo procesar esas palabras. Su cuerpo estaba experimentando un fuerte orgasmo que casi anulaba su razón. Lo único que quería era que eso no acabase nunca. Aunque entonces su amante comentó, separándose un poco para quitarse de encima.

-No, podría matarte, y tú tienes que vivir. O lo que he visto no se cumplirá…
- ¿A qué te refieres? - Pudo preguntar April al fin, sintiéndose todavía en un estado próximo a la ensoñación.-

Sin embargo, el ruido de la puerta al abrirse rompió esa especie de encanto. Meriak adoptó de inmediato la forma de esa chica a la que suplantaba en tanto otra joven de larga cabellera rubia entraba en el cuarto comentando con desenfado.

-Perdona. No sabía que estuvieras…

            Y enmudeció a la vista de aquello. Melanie estaba con los ojos como platos. Esa escena la había dejado impactada. ¡Su compañera de cuarto durante años estaba desnuda y haciendo el amor con otra chica! Jamás habría podido imaginarse algo así. Al fin dio la impresión de que April reaccionaba cuando entre balbuceos apenas sí pudo decir.

-Mel, yo, yo… puedo explicarlo…
-No, no hace falta. - Sonrió forzadamente ésta para contestar. - Cada cual hace su vida…yo no me meto en tus cosas. Igual que tú nunca lo has hecho en las mías.
-¡Por favor!- Pudo musitar su amiga, con gesto suplicante, en tanto ella y su amante se cubrían con sendas sábanas y se levantaban.-
-Lo lamento, no sabía que tú y April. - Intervino Meriak con un tono encubierto de regocijo que sus interlocutoras no detectaron. - Espero no haber roto ninguna relación…
-Somos amigas, nada más. - Repuso Melanie visiblemente envarada, para agregar dirigiéndose ahora a su compañera de cuarto. - La próxima vez, por favor. Avísame para no importunar. Y no te preocupes, tu secreto está a salvo conmigo. Tú también me has cubierto muchas veces y no te voy a fallar ahora.

            Y sin más salió del cuarto. En tanto Meriak la observaba con evidente interés y comentaba.

-Tu amiga es realmente muy hermosa. ¿No te has acostado con ella?, una pena.

            Sin embargo, esa humana boba ahora únicamente enterraba la cabeza entre sus manos y lloraba. La súcubos se dio cuenta de que su influjo se había roto. Aunque ya había disfrutado. Por ello se limitó a encogerse de hombros y vestirse.

-Bueno, esto solamente era por placer. Ahora vamos a la parte del trabajo. - Declaró con indiferencia al estado de ánimo de April. - Necesito que me des cierta información…Dime. ¿Qué sabes tú de estos individuos? -Inquirió Meriak, mostrándole unas fotos a esa muchacha. -

            Por su parte, los objetos de pensamiento de esa diablesa habían continuado con su pequeña polémica. Roy siguió siendo llevado por el pasillo hasta que harto de aquello se plantó y Bertie no pudo moverlo ni un milímetro.

- ¿Se puede saber qué te pasa? - Le preguntó él sorprendido. - Nunca te habías comportado de una forma tan rara. ¿Qué tienes en contra de esa chica?
- ¡No me gusta! - repuso su interlocutora con sequedad. - Tengo una corazonada, no me parece de fiar.
-¡Oh vamos!- se rio Roy alegando. - Acaba de llegar, no conoce a nadie y sólo trata de hacer amigos. No hay nada raro en eso.
- Pues a mí no me inspira ninguna confianza, y si quieres hacerme un favor, no te acerques a ella. Y tampoco te la quedes mirando como si fuera un postre. ¡Es de muy mala educación!  - Sentenció Bertie sin demasiada amabilidad. -

            Su interlocutor la observaba atónito. Ya se había dado cuenta de que su compañera podía ser muy obstinada, así que lo dejó correr.

- Anda, vamos a tomar algo, te invito a un café y no te pongas así, mujer. - Le propuso él con tono conciliador. - Desde luego Bertie era todavía bastante más arisca que la propia Melanie cuando se enfada por cuestiones de chicas. - Pensó el muchacho que afirmó con tinte desenfadado. – Será algo que te imaginas…

            Y mostrándose cordial se la llevó pasándole un brazo por los hombros mientras ella le soltaba una perorata larguísima según se perdían por el pasillo.

- No es que me importe mucho, pero hay algo en ella que...- decía, mientras Roy asentía mecánicamente sin hacer demasiado caso. -

            Durante aquel día Tom estaba en rehabilitación. Cooan había insistido en acompañarlo, aunque a él no le hacía mucha gracia, pero lo había dejado estar. La muchacha trataba de animarle cuando él intentaba cruzar dos barras paralelas usando únicamente sus brazos.

- ¡Adelante! – Exclamaba ella. - ¡Tú puedes hacerlo!

            Pese a todo, a él no le gustaba nada ser tratado así. Pese a que las intenciones de Connie fueran buenas.

-Parezco uno de sus niños de prácticas. - Pensaba con malestar. -

            Por suerte, April llegó en ese mismo instante. La joven todavía estaba aturdida. Abrió los ojos desnuda, sobre su cama y sola. Recordaba ahora de una forma vaga el haberle contado algunas cosas a esa chica con la que se había acostado. Y también esas extrañas palabras sobre su futuro que no comprendió y para las que no obtuvo aclaración.

-No sé qué habré podido decirle. Ni que significaba eso. Pero tengo que hablar con Tom y con Connie. - Pensaba con un sentimiento de culpabilidad que la impulsaba.-

            Al menos pudo encontrarles en el gimnasio. Ese pobre muchacho estaba tratando de hacer ejercicio para superar su tragedia. Y su compañera en las animadoras se centraba en darle ánimos.

-Hola. ¿Cómo estás, Tom? - le saludó. -
-Pues aquí, haciendo equilibrios. - Respondió él con poco interés. -

            La recién llegada miró también a Connie y volvió a centrarse en ese colgante que portaba. Esa piedra roja era muy bonita, y aquella extraña sensación retornó.

-Juraría que es la misma piedra que llevaba la justiciera. ¿Acaso Connie será? - Se dijo con aquella duda en la mente. -

            Ella había dejado su propio colgante en su cuarto. Y se olvidó de él. De hecho, le producía una extraña sensación cuando lo tenía cerca. Ya perdió uno anteriormente, de modo que ahora había metido ese otro en un cajón de su mesita de noche.

-Esa otra chica me susurró algo cuando nos estábamos acostando. Que había sido atraída por mi pentáculo. ¿Será que se refería a eso? -

Reflexionaba acerca de qué sería realmente ese colgante cuando Connie la sacó de esa especie de ensimismamiento.

- ¿Querías algo?
-Solamente poder charlar un poco con Tom y contigo. - Sonrió ella. -
-Bueno. -Repuso su interlocutora con tono impaciente. - ¿De qué quieres hablar?
- En fin, algunas cosas son del grupo de las animadoras. Podríamos dejar un momento a Tom tranquilo y te cuento.
-No sé. - Comentó una reacia Cooan.-

            Daba la impresión de que no deseaba separarse del muchacho. El ambiente se estaba tensando un poco hasta que él intervino incluso con tono irónico para declarar.

-Por mí no hay ningún inconveniente, esto lo tengo más que dominado.

            De modo que las dos le dejaron por un momento. Cooan entonces le preguntó a su compañera ahora con curiosidad.

-Tú dirás. ¿Qué ocurre? Hace mucho que no te unes al grupo.
-Lo sé, Connie, y verás. - Suspiró ésta con expresión apurada. - No me siento bien.
-Ya. - Asintió su interlocutora, desvelándole. - Si te soy sincera, estamos algo preocupadas por ti. Pareces triste.
-He tenido problemas familiares. - Le contó ésta, siendo al menos sincera en eso. -

            Aunque no quiso entrar en la naturaleza de los mismos ni en sus implicaciones. Trató eso sí, de advertir discretamente a su contertulia.

-De casualidad, escuché a dos mujeres muy extrañas que hablaban de ti y de tu hermana.
- ¿Dos mujeres extrañas? ¿Dónde? ¿Cuándo? - Inquirió Cooan. -
-Fue a la entrada del campus, hará un par de días. - Respondió April. -
- ¿Cómo eran? - Quiso saber su interlocutora. -
-Una era rubia, y otra tenía el pelo más largo y de color pelirrojo. - Le refirió su amiga. -

            Cooan quiso pensar en alguien así. ¿Podría ser que Usagi y alguna otra guerrera se hubieran presentado allí? Aunque no lo consideraba probable. Al menos en este caso, no debían ser ellas. Para las personas corrientes como April, sus amigas tenían la apariencia de una japonesa. Sus cabellos oscilarían entre los tonos castaño, caoba y negro. De modo que se encogió de hombros para admitir con genuina sorpresa.

-Pues no tengo idea de quienes puedan ser.
-Tened mucho cuidado, no me parecieron muy de fiar. - Añadió su contertulia. -  Y juraría que he visto a la rubia aquí. Dentro de la facultad. - Le desveló sin querer ser más precisa. -

            Pudiera ser que entonces su compañera le hiciera muchas y muy incómodas preguntas. Y ella no sabía cómo responder. Pero Cooan únicamente se encogió de hombros, mirando con desconcierto a su contertulia para añadir.

-No sé qué podrían tener en contra nuestra, ni siquiera creo conocerlas.

            April suspiró entonces, no sabía que hacer. Por un lado, no se atrevía a contarle nada a esa chica temiendo asustarla o que la tomara por una demente. Aunque, de otro lado, ella y sus amigos habían sido los primeros en hablar de esos extraños sucesos que les afectaron. Así pues, decidió arriesgarse.

-Escucha, creo que son demonios. - Le susurró. -
- ¿Qué? - Exclamó su contertulia mirándola en efecto como si estuviera loca. -
- ¡Por favor! Tienes que creerme, Connie. Yo las vi. - Le dijo con tintes que rayaban la desesperación. - Y tú…- Quiso agregar mirando ahora el collar de su compañera.-

            Alguien más entraba en la sala de entrenamiento, justo cerca de donde ellas estaban. Cooan pareció sentirse incómoda y replicó.

-Tengo que volver con Tom.

Y April se quedó allí, sin saber cómo reaccionar. Al fin suspiró moviendo la cabeza y se marchó.

-He hecho lo que he podido por advertirles. - Se dijo para sentirse mejor. -

Y, no obstante, se detuvo a medio camino y se forzó a volver. No quería que esas dos pobres muchachas sufrieran algún tipo de horrible ataque, no se lo merecían. Aprovechando que Tom había hecho una pausa y se dirigía al cuarto de baño tras rehusar educadamente el ofrecimiento de Cooan por ayudarle, April abordó a su compañera y le pidió con tono suplicante.

- ¡Debes creerme, por favor!… creo que tú podrías hacer algo.
- ¿Yo? - Exclamó su interlocutora fingiendo perplejidad. - ¿Qué podría hacer contra algo así?

            April entonces se atrevió a sujetar cuidadosamente el collar de Connie, dirigiéndole a ella una mira muy reveladora. El semblante de su compañera se demudó por la sorpresa. Empero, no replicó admitiendo nada, únicamente le pidió.

-Está bien. Cuéntame lo que sepas…

            Aunque no tenían demasiado tiempo. April comenzó.

-Verás, yo…realmente he hecho más que ver a esa chica rubia. Ella…

Por su parte Roy y Bertie estaban solos en la cafetería de la facultad tomándose un batido. Habían charlado de varios temas dejando de lado aquel incidente de la mañana. La propia Beruche parecía más tranquila hasta que observó aproximarse a la nueva, pero la vio acompañada por un chico al que no conocían.

- Hola, que os aproveche - les abordó Marlene con mucha simpatía. -
- ¿Has venido a comer?,- le preguntó Beruche de forma fría. -
- Sí, con mi novio - señaló al chico, alto, de pelo castaño y ojos claros al que presentó. - Este es Walter. También está de intercambio.
- ¿Qué tal?,- saludó el muchacho dándole la mano a Roy. -
- ¿Acabas de llegar?,- le preguntó él tratando de ser cortés. -
- Sí, y me gustaría visitar las instalaciones deportivas. Soy aficionado al baloncesto, y me han comentado que tú eres el mejor de aquí en eso. Si no te es mucha molestia desearía ver donde jugáis.
- ¡Ah claro!,- asintió Roy bastante halagado por su fama deportiva además de la otra de conquistador que tenía ya extramuros... - en cuanto terminemos de comer, te acompaño a verlas.
- ¡Estupendo! - Replicó visiblemente complacido aquel chico. -
- Mientras tanto, nosotras podríamos hablar. Si te parece bien. - Propuso Marlene dirigiéndose a Beruche de forma muy amable. -
- No sé si tendré tiempo. - Objetó ella como disculpa - debo volver a mi cuarto para estudiar.
- Podemos hablar mientras regresamos, mi habitación está cerca. – Insistió esa joven. – Pero puedo acompañarte a la tuya.

            Y Beruche tuvo que ceder. ¿Para qué querría hablar con ella esa chica? Quizás se hubiera precipitado en juzgarla y ésta tuviera interés en aclarar las cosas. De todos modos, lo primero era el almuerzo y ella se sentó junto a compañero. Ambos comieron siendo vigilados a escasa distancia por esa extraña pareja que hizo lo propio.

- ¿Lo ves, cubito? - le susurraba Roy en tanto almorzaban. - Ya te lo dije, simplemente quería hacer amigos. Si tiene aquí a su novio y todo.

            La interpelada suspiró. En esta ocasión parecía que su compañero llevaba razón. No iba a pasarse de obstinada y tampoco de huraña y asintió. De hecho, ahora se sentía algo violenta y envarada. Quizás había dejado que los celos la dominasen. Debía admitir su error, aunque eso le costase tener que soportar las bromas de Roy durante una temporada.

-Bueno, en este caso me lo tengo merecido. - Se dijo admonitoriamente. -

Aunque había algo que no terminaba de gustarle de esa muchacha, pero no acertaba a entrever qué. Esa mirada tan extraña, por ejemplo. Parecía querérsela comer con la vista.  De todos modos, lo dejó correr y al terminar la comida Walter se acercó dispuesto a recordar la promesa que Roy le había hecho.

- Nosotros nos vamos a ver la cancha - dijo entonces el anfitrión levantándose de buen grado. - Luego nos vemos, Bertie.

            En cuanto los chicos se alejaron Marlene se llegó hasta Beruche explicándole con un tono conciliador.

- Mira, sé que tú y yo no hemos empezado demasiado bien. Si es por tu novio, no te preocupes, yo ya estoy acompañada. Él no me interesa en ese aspecto. Espero que te hayas dado cuenta de que Walter y yo vamos juntos. De verdad que no quise que me malinterpretases. Solamente quiero amigos para adaptarme y una buena amiga como tú no me vendría nada mal.

            Beruche se quedó pensativa y se levantó.

- Quizás te deba una disculpa. - Reconoció la interpelada sonriendo por fin para proponerla más distendida. - Acompáñame y hablaremos.

            Bertie se dirigió hacia su habitación seguida por Marlene que sonreía maliciosamente. La justiciera no se daba cuenta de que, en esta ocasión, su piedra se iluminaba cada vez más. Al mismo tiempo, April había estado charlando con Cooan, comenzó por decirle que había tenido relaciones con esa rubia.

-Soy…bueno. Yo, soy gay. - Confesó la joven bajando la mirada. -
-Bueno, cada persona ama a quién quiere amar. - Pudo responder una envarada Cooan, más que nada apurada por el mal rato que estaba pasando su amiga, por ello enseguida añadió con tintes amables. - Eso no te convierte en ningún monstruo.

            Desde luego no se iba a meter en las preferencias sexuales de April. E incluso valoraba eso de que su compañera hubiera querido salir del armario contándoselo a ella.

-Es que no es solamente eso. - Suspiró una compungida April, confesando. - Melanie nos sorprendió. Y, aunque me dijo lo mismo que tú, sé que no lo ha tomado bien. Ahora tengo miedo.
-Seguro que Mel lo comprende. Y que seguirá siendo tu amiga igual que antes. - La animó Cooan. -
-Ojalá. Pero eso no es todo lo que quería contarte. - Admitió su interlocutora, retornando al tema inicial. - Cuando vi a esas dos parecían peligrosas. Sobre todo, una de ellas. Su cara era horrible.
- ¿Era fea? - Inquirió su contertulia sin comprender a qué venía aquello. -
-No, no se trata de eso. Era muy guapa, pero, en apenas un instante tenía un rostro monstruoso, con ojos rojos y colmillos. Bueno, yo estaba metida en un cuarto de limpieza y lo vi por la cerradura. - Tuvo que admitir. - Por eso, no sé si estáis en peligro. Si una estaba aquí, quizás la otra esté con ella. Puede que sea esa chica nueva con la que me acosté quien esté poseída. Y la de la cara monstruosa la obligue a ayudarla.

Cooan la observó con gesto escéptico, aunque le prometió que avisaría a su hermana.

-En cuanto Tom termine sus ejercicios, iremos a ver si la encontramos. Gracias April. Por advertirnos y por confiar en mí.
-Sé que tú eres una chica realmente increíble. - Musitó su amiga. - Si quieres vete a buscarla ahora, yo puedo quedarme un rato con Tom. - Se ofreció la segunda capitana de las animadoras.-
-No quisiera dejarle. - Objetó su interlocutora. - Además, ya falta poco para que acabe.
-Como tú quieras. - Se resignó la chica. -

Entre tanto Bertie caminaba en ese instante con Marlene. Quiso el destino que se cruzasen con Hank que iba al club de ajedrez.

-Hola. - Saludó el chico. -
- ¿Qué tal? - Le respondió Bertie, presentándole de seguido. - Hank, esta es Marlene, viene de intercambio.
-Mucho gusto. - Repuso él. -

            Esa chica le dedicó una mirada fría y algo torva, aunque el joven ya estaba acostumbrado a que la mayor parte de las muchachas le ignorasen o cuando no, se burlasen incluso abiertamente de él. No obstante, ese tipo de expresión era mucho más inquietante. O quizás fue su imaginación dado que esa individua esbozó una leve sonrisa y respondió.

-Igualmente.
- ¿Vais a ir hoy al club de ajedrez? - Se interesó él, dirigiéndose a su compañera. -
-No lo sé. Tengo algunas cosas que hacer. - Contestó Bertie con tono dubitativo. -
-En cualquier caso, allí estaré. - Remachó Hank siendo capaz de articular una leve sonrisa.-

            Y prosiguió su camino, cuando se hubo alejado, Marlene se sonrió con sorna, musitando al oído de Bertie.

-A ese pobre tonto le gustas, y al menos en eso no le puedo reprochar nada.
-Es un buen chico. - Contestó su interlocutora, sintiéndose incluso algo mal por él. -
-Debe de ser un pesado. Debería darse cuenta de que tú ya tienes novio. ¿Verdad? - Comentó Marlene. -
-Se interesa por mí porque estamos en el mismo club ajedrecístico. - Le explicó Bertie. -
-De modo que también juegas al ajedrez. Eres realmente inteligente además de bonita. - La alabó su contertulia. -

            Eso casi la hizo enrojecer, aunque quiso creer que era un halago a modo de cortesía.

-Anda, vamos, mi habitación ya no está lejos. - Le propuso Bertie a esa recién llegada. -

Prosiguieron y llegaron por fin al cuarto de la anfitriona que invitó a esa chica a pasar. Ésta no se lo hizo repetir, cerró la puerta y la nueva tomó una mano de su compañera de forma muy insinuadora.

- Perdóname por haberte malinterpretado antes, - dijo Bertie algo cohibida. - Pero es que Roy y yo.
- Claro, claro, no te preocupes cariño, lo comprendo. - Sonrió Marlene que la estaba acariciando descuidadamente un brazo. -
- ¿Qué haces? - Le preguntó la sorprendida muchacha mientras se retiraba suavemente de ella. -

            Su interlocutora suspiró llevándose las manos a la espalda y dio una vueltecita sobre sí misma para encarar nuevamente a Beruche.

- En realidad - susurró Marlene acercándose hasta ella pausadamente. - Sólo pretendía llamar tu atención. Esto no me había sucedido nunca y me siento un poco confusa.
- ¿Sucederte qué? ¿Acaso estás enferma? - Le inquirió su interlocutora con inquietud. -
- No, no es eso. -Sonrió Marlene aproximándose aún más hacia ella, de modo que Bertie comenzaba a sentirse violenta en tanto su invitada añadía con un jadeante susurro. - Te voy a confesar algo, a mí no me gustan los hombres. Digo que Walter es mi novio para guardar las apariencias, ya me entiendes.

Le guiñó un ojo a la atónita muchacha que apenas sí podía dar crédito a lo que oía, aunque de todos modos eso no era tan infrecuente. Lo que sí la dejó clavada fue escuchar como aquella chica le decía, acariciándola suavemente el mentón mientras lo hacía.

- ¿Es que no te das cuenta de lo bonita que eres? Me gustas…me gustas mucho y no solamente eso, además percibo algo muy raro en ti…algo que me atrae muchísimo.

            Y antes de que su conmocionada condiscípula pudiera reaccionar Marlene trató de besarla, pero ésta se apartó desviando su boca de los labios de su acosadora por milímetros.

- Oye, lo siento mucho - balbuceó Beruche colorada de vergüenza. - Pero yo no soy de esa clase de chicas…

            Su compañera se acariciaba a sí misma con gestos obscenos, aproximándose a su interlocutora a la par que le insistía...

- Me has gustado desde el primer momento que te he visto. ¡Vamos, no seas tonta! Podemos pasarlo muy bien juntas y nadie se enteraría. Tú puedes seguir con tu chico. Incluso proponerle que se nos una para mirar. ¡A él le iba a encantar!
- ¿Pero qué dices?- Exclamó Bertie visiblemente escandalizada, para replicar tratando de dominarse. - Oye, lo siento, no sé que te has podido imaginar, pero te aseguro que no soy homosexual. Y me repugna la idea de acostarme con otra mujer. No quiero ofenderte, pero creo que esto ha ido ya demasiado lejos.

            De hecho, es que no entendía por qué tanta gente, incluidas sus propias hermanas, habían llegado a pensar eso de ella. No tenía nada en contra de la gente con esa orientación, aunque le resultaba realmente embarazoso. Pero su interlocutora la miró entre divertida y condescendientemente para rebatir.

- Si no lo has probado nunca. ¿Cómo sabes que no te va a gustar? Ya lo verás, lo presiento. Te aseguro que un día tendrás que querer a alguien como yo. - Declaró convencida. -

Entonces sujetó a su presa de un brazo y se aproximó a ella tratando de acariciarle los pechos y besarla, pero ésta se zafó golpeándola en el estómago.

- ¡Lo, lo lamento de veras! - Tartamudeó Bertie disculpándose ante esa reacción instintiva. - No quería pegarte, pero comprende que no puede ser.

            Marlene cayó hacia atrás doblada sobre sí misma, pero en lugar de quejarse se reía. Su vestido azul claro se convirtió en un traje ajustado negro que semejaba un bañador, con una larga capa y altas botas rojas. Sobre cada uno de sus hombros lucía un tridente. Al erguirse de nuevo, su rostro había cambiado, ya no era el de aquella chica llamada Marlene. Además, sus ojos azules habían pasado a ser rojos y de su boca sobresalían dos colmillos. Siseó a la espantada muchacha que la observaba con incredulidad.

- ¡Es una lástima!, hubieses podido experimentar el goce que puede dar una succubus antes de morir, es algo inimaginable. Literalmente, habrías muerto de placer conmigo.
- ¡Eres un demonio! - chilló Beruche poniéndose en guardia. -
- ¡Qué observadora! – río irónicamente la diablesa presentándose en su verdadera identidad. - Soy la súcubos Meriak y voy a acabar contigo. - Y mi falso novio Walter que, en realidad es mi comandante, acabará con tu amigo.
- ¡Eso que te lo has creído! - Espetó su antagonista invocando su otra identidad - ¡corazón puro del hielo, dame el poder! -  gritó transformándose para desconcierto de su oponente que no esperaba esa zarabanda de luces. – Lo vas a pagar…

            Meriak se recobró de la sorpresa, musitando divertida.

-Así que, eres una de esas justicieras. Mi informadora estaba en lo cierto.
- ¿Informadora? - Repitió su rival. - ¿Quién te lo ha dicho? Aquí nadie conoce nuestras identidades salvo nosotras.
-Es una pena, morirás sin saberlo. - Se burló Meriak. -
-Ya lo veremos. - Espetó la Dama del Hielo atacando. -

Intercambiaron una sucesión de golpes, Bertie lanzó todo tipo de patadas y puñetazos, pero la diablesa era más fuerte. Meriak pudo bloquearla en ese reducido espacio en el que estaban y agarró a su enemiga por el cuello. Iba a estrangularla, pero antes le preguntó.

- ¿Dónde está la piedra?

            Su adversaria negó entre jadeos y escupió con desafío.

- ¡No sé de qué me hablas!

            Su enemiga le clavó sus largas unas afiladas en un brazo y ella no pudo evitar un gemido de dolor viendo brotar su propia sangre.

- No juegues conmigo, humana. ¿Dónde está la esfera Yalmutud?  – Insistió la diablesa de bastante peor modo. -
- ¡Jamás te lo diré! Me matarías al saberlo. - La desafió Bertie que trataba de ganar unos preciosos instantes para pensar en algún contrataque...- no creas que soy tan estúpida.
- Querida mía. - Le sonrió falsamente Meriak aflorando sus temibles colmillos entre los labios. - Vas a morir igualmente, pero te aseguro que yo puedo hacer que sea de una forma dulce o terrible. Eso queda a tu elección.
- Y si te digo donde está. ¿Qué me harás? - Le inquirió Beruche con prevención. -
- Por ejemplo, esto. - Repuso la diablesa tomando la cara de su rival y uniendo sus labios a los de ella en un prolongado beso. -

            La diablesa estaba disfrutándolo. Recordaba cómo tras haber sido designada por el gran Sabio y convocar a su comandante, los dos planearon aquello. La súcubos ya estaba en la universidad con su apariencia humana y entonces el Sabio volvió a llamarla.

-Súcubos Meriak. Acude. - Le ordenó. -

            Ella apareció, con su uniforme de batalla. Estaba lista para cumplir con su misión.

-A tus órdenes. - Repuso algo sorprendida. - ¿He olvidado algo?

            Quizás alguna de sus compañeras hubiera reaccionado convenciendo a ese encapuchado de que la relevasen. Por fortuna no pareció ser el caso cuando su interlocutor comentó.

-Como ya sabes, tienes que ocuparte de una de las Justicieras e indagar a ver si tiene la piedra Yalmutud en su poder. Veo que has adoptado la identidad de una humana para pasar inadvertida. Eso es inteligente. Podrían detectarte.
-Sí Señor, ya estaba allí, volveré de inmediato. Tengo que indagar para confirmar sus identidades. - Contestó ella, presta a transportarse. -
-Espera un momento. Tengo otro encargo para ti. - Le indicó su contertulio. -
- ¿Cuál? - Inquirió sin entender.-
-Antes de ocuparte de este asunto debes hacerme un pequeño favor. - Le pidió este. -  Ve a otra dirección. No intervengas en lo que allí suceda. Únicamente concéntrate en el futuro y dime lo que ves…

            Le transmitió las coordenadas. La diablesa se extrañó, aunque pronto entendió. El aura del mal era potente allí. Estaba en un viejo edificio a las afueras de la ciudad. En un barrio marginal. Muchos humanos estaban tirados por el suelo.

-Vaya, consumidores de drogas. Una pérdida de tiempo. No hay nada que pudiera haberles hecho yo que no sea peor de lo que ya sufren. - Pensó. -

            En efecto sintió algo, una de sus premoniciones. En ella vio una escena de violencia. Se oían gritos, era una mujer discutiendo con un hombre. Siguió observando aquella imagen, ahora pudo ver la entreabierta puerta de un piso deteriorado.

- ¡Eres una vulgar zorra! Dame mi dinero. - Le exigía un tipo a una mujer de lacio cabello moreno. -
-No tengo nada. - Replicaba ésta con evidentes síntomas de estar demacrada. -
-Te lo has metido todo, ¡eres una puta yonki! - Le insultó él. -

            Aquella disputa entre mortales no era muy de su interés, ella podía moverse por allí como si de un espectro se tratase, sin ser capaz de interferir en nada de lo que sucedía.

-Es el futuro cercano, quizás dentro de unos cinco o seis años. - Estimó.-

Al pasar a ese destartalado cubil vio a una pequeña de pelo oscuro y ojos azules, acurrucada tras de una puerta. La humana adulta se dirigió a ella. Pero el tipo ese se adelantó, agarrando a la niña del cuello y colocándole un afilado cuchillo en la garganta.

- ¡Mami! - Chilló la cría, visiblemente asustada. -
-No tengas miedo, Marla, cariño. - Le pidió esa mujer con voz temblorosa. -
- ¡La pasta, perra! O me cargaré a esta mocosa. - Amenazó ese tipo. -

            Al oír eso, Meriak se sonrió. No es que le importase mucho, aquello era típico de los humanos de semejante calaña.

-Me gustan esta clase de situaciones. Son divertidas. - Pensó con regocijo. -

Esa individua, a la que reconoció como una de sus acólitas, intentó liberar a su hija y aquel hombre la golpeó derribándola. Al parecer, con la fuerza del puñetazo que le dio, la dejó inconsciente.

-Ahora nenita, tú y yo nos divertiremos. - Le susurró con voz jadeante a la aterrorizada cría. - Te voy a enseñar qué cosas le hacen a tu mamá.
-Mejor diviértete conmigo. - Intervino entonces una voz femenina. - Si es que eres capaz…

            Sin que ese tipejo pudiera ni reaccionar apenas a esas palabras una mujer se le echó encima. Con enorme celeridad y sacando un puñal, se lo clavó en el cuello. Todo ante la mirada vidriosa de esa niña. Cuando el cuerpo sin vida de aquel idiota cayó como si de un fardo se tratase, esa mujer de pelo castaño se agachó para mirar a la pequeña y, entre jadeos de agotamiento y nerviosismo le comentó, tratando de sonar afectuosa.

- ¿Lo has visto? Nunca debes dejarte avasallar por ningún hombre. Tienes que ser fuerte y proteger a tu madre, siempre. No lo olvides nunca, Marla, a mí me lo dijeron una vez. Únicamente te tienes a ti misma. - Sonrió trémulamente pese a todo. -

            Meriak se quedó sorprendida. ¡Esa chica era!...

- ¡Vaya, vaya! - Se sonrió. - Esto es muy raro. No comprendo absolutamente nada. Pero entonces…esta visión no puede ser exacta. De algún modo he debido de entrar en su cabeza.

Y entre tanto pudo ver que esa individua saltó por una de las ventanas que estaban abiertas dejando allí a esa mocosa junto al cadáver de aquel tipejo, aunque su madre no estaba allí. No entendió el porqué el Sabio le había ordenado ir a ver aquello… ¿Desde cuándo se preocupaba por la vida humana? ¿Qué utilidad podrían tener esa niña o la yonki de su madre? Entonces, al mirar la cara de esa llorosa cría, otra visión asaltó su mente. La vio como adulta y…

- ¡Vaya! De modo que es eso… ¡increíble! - Pudo musitar genuinamente impresionada, todavía aturdida por aquellas potentes premoniciones que casi le impedían pronunciar palabra. – Ya…lo comprendo…su madre es una…y esa niña será…
-No tienes que comprender nada. Limítate a cumplir con mis órdenes. - La interrumpió telepáticamente el Sabio, quien entonces le indicó. - Ahora, dedícate a llevar a cabo tu tarea original. Y de esto ni una palabra o será tu fin.
-Lo que mandes, señor. - Contestó sumisamente ella cuando al fin aclaró su mente de aquello. -

Y todo se había desarrollado a las mil maravillas. Ahora, volviendo al presente, estaba disfrutando con ese beso a aquella humana. Se sentía muy excitada, pensando en el éxito de su misión. Por su parte, Bertie se sentía muy extraña, era como si una gran desazón la recorriera el cuerpo. Aunque lo que ni ella ni su atacante esperaban fue...

- ¿Qué?- exclamó Meriak apartándose de pronto de la perpleja justiciera.-

            La mente de la diablesa era un caleidoscopio de imágenes. Pudo ver a otra mujer, de largo cabello castaño peinando en forma de una trenza igual a la de su enemiga. Llevaba un uniforme demoniaco muy similar al suyo propio y blandía un tridente. Sus rojos ojos refulgían y su boca se torcía en una sádica mueca. Después, veía a esa misma mujer, pero con ojos verdes y expresión furiosa, agarrando precisamente a esa chica morena, la niña de su otra visión, siendo ahora adulta, parecían estar en una especie de celda…luego aquella mujer escapaba ayudada por una energía tremendamente poderosa y terrible…y luego la visión de ese ser encapuchado, sosteniendo abierto un gran libro de color granate, sobre el que parecía estar anotando algo…

- ¡No, no entiendo qué significa esto! - Pudo decir con el asombro presidiendo sus facciones. - ¡El futuro! ¿El futuro remoto? ¿Cómo es posible? ¿Esa niña es? ... ¿Quién es ese Sabio? ¿Qué está pasando?

Por desgracia para ella, su enemiga se repuso antes de la sorpresa que la propia Meriak. La Dama del Hielo materializó entonces su espada clavándosela en la espalda. La súcubos chilló de dolor y la soltó del todo cayendo hacia atrás a trompicones, herida de muerte.

- ¡Maldita zorra! - siseó entre jadeos, tratando de recobrarse al tiempo que iba aclarando su mente en sus momentos postreros. - Recuerda lo que te dice una diablesa con el don de la profecía. Y recuérdalo bien. ¡Algún día tendrás que amar a alguien como yo! Será algo que no puedas evitar. Te será muy doloroso. Se parecerá a mí. Tal vez tendrás que matarla. Y romperá tu corazón…

            Su adversaria la miró incrédulamente sólo para responder convencida.

- No lo creo, ya te dije que las mujeres no son mi tipo.
-Es una sensación muy fuerte… tú…ella…un vínculo…de sangre…ella, la otra…chica…su destino, es…

            Ante el estupor de la Justiciera, Meriak iba a decir algo más pero no pudo. Cayó inerte al suelo y estalló. Beruche, que esperaba algo así por anteriores experiencias, se cubrió lo mejor que pudo de la explosión recobrando su identidad normal.

- ¿Qué habrá querido decir con eso? - Se preguntó mientras se ponía trabajosamente en pie.- ¿A quién se referirá?...Amar a alguien como ella…no lo entiendo. Yo no soy lesbiana. De eso sí que estoy segura. Esa diablesa debía de estar loca.

Y mientras le daba vueltas a aquello se vendó las heridas. Finalmente dejó de lado aquellas extrañas y crípticas palabras de su enemiga y se centró en lo más urgente.

- ¡Roy puede estar en peligro! -Exclamó. -

 Salió corriendo en su busca para asegurarse de que no hubiera otro demonio que atacase a su compañero. Éste entre tanto le había enseñado las instalaciones a Walter quien, sin embargo, ahora no parecía estar demasiado interesado en ellas. De hecho, ese tipo le miraba de forma extraña y él comenzó a inquietarse. Llegaron a una zona apartada del campus y Roy escuchó a su espalda la voz del chico, pero era más grave y gutural.

- ¡Muere Solar! - Gritó aquel lanzándole un rayo de energía que impactó contra Roy empotrándolo en una valla que se hizo añicos por el golpe sepultándole bajo ella. - ¡Ja, ja, ja! - reía el muchacho que se transformó apareciendo con una armadura negra en la que lucía una estrella. - ¡Ja, ja, ja! soy Warcón, comandante del quinto círculo y ahora que he matado al Solar seguro que me darán un ascenso. Aunque es una pena. En realidad, era muy atractivo. Me hubiera gustado poseerle igual que Meriak hará con esa humana.

            Pero poco le duró la alegría, para su horror Roy salió de los escombros colocándose su jersey que estaba hecho jirones y lanzando juramentos.

- ¡Lo que te voy a dar es una paliza de muerte, demonio asqueroso! Mira como me has dejado el jersey. ¿Sabes lo que cuesta? Era de punto de cadeneta. -  Replicó el muchacho transformándose en guerrero dorado. -
- ¡No puede ser! - exclamó su rival observándole atónito. - ¡Toma! - Aulló emitiendo otro ataque de energía que su adversario desvió sin problemas al cielo. -

            Warcón voló para escapar, pero antes de poder avanzar más que unos metros Roy le interceptó el paso con su gran velocidad.

- ¡Ya verás ahora!, te voy a hacer tantos pedacitos que no te van a recomponer ni con lupa, ¡cretino! ¿Qué has querido decir con eso de poseerme como a la humana? - Le inquirió con cara de pocos amigos.
- Que mi compañera, que en realidad es una succubus, estará encantada de gozar con ella. -Replicó éste visiblemente divertido añadiendo. - Y tú y yo podríamos haberlo pasado muy bien, ¡qué lástima!

            Y según terminaba la frase lanzó otro poderoso rayo que dio a Roy haciéndole caer. Aunque éste se levantó enseguida y levitó espetando furioso.

- ¡Te voy a hacer papilla, maldito demonio mari…!

            Y sin dar turno de réplica asestó a su enemigo un puñetazo que le envió contra el suelo. Warcón se elevó de nuevo sacando una larga espada.

- ¡Te mataré! - aulló el demonio fuera de sí. -

            No obstante, pese a dar numerosos mandobles a gran velocidad contra el solar, éste le esquivaba con tal celeridad que el demonio no lograba acertarle.

- Se acabó lo que se daba. Mejor dicho. Ahora sólo voy a dar yo...- declaró Roy que le arrebató la espada con un rayo. Warcón retrocedió agotado y espantado, su enemigo con una maliciosa sonrisa le preguntó - ¿No has visto "The Highlanders”? - Su rival atónito negó con la cabeza – claro - dijo el Guerrero Dorado con tono burlón - en el infierno no debéis tener televisión. Bueno. ¿A que no sabes cuál es mi parte favorita?
- No. - Repuso el desconcertado demonio con un tartamudeo. - ¿Cuál?
- Cuando dicen eso de... ¡"sólo puede quedar uno”! - Exclamó decapitando a Warcón con la espada y arrojándosela al cuerpo donde se clavó haciendo que estallase. - ¡Esto sí que mola! - sonrió Roy. –

Y tras unos matorrales ocultos de posibles miradas volvió a su estado normal y se dirigió hacia la universidad preocupado por Beruche. Cuando el muchacho estaba llegando a su cuarto se topó con ella que corría a su encuentro y parecía asustada por algo.

- ¿Has estado con ese chico? - le inquirió preocupada entre jadeos de cansancio. -
- Sí, y no era lo que pretendía. - Le confesó Roy añadiendo sin más explicaciones. - Por fortuna pude librarme de él. ¿Tú has tenido problemas con esa chica? - Quiso saber con un poso de inquietud. Sobre todo, al ver los girones de su ropa. -
- Lo mismo que tú, pero tampoco volverá. - Le respondió ella sin desear tampoco ahondar en detalles al percatarse, entre otras cosas, del estropicio del jersey de su compañero. -
- Parece que les hemos pillado el truco a esos miserables. - Respiró aliviadamente él. -
- Sí. ¡Menos mal!, porque menuda pesada, ¡casi me viola!  - Suspiró Beruche. -
- ¿Decías? - Le inquirió Roy sin creer haberla entendido bien. -
- Nada nada, no hagas caso, son cosas mías, ¡ji, ji, ji, ji! - Se apresuró a contestar Bertie con una estúpida sonrisita. -
- ¡Vaya con esa Marlene! No me extraña que no te llevases demasiado bien con ella. He de reconocer que tienes un sexto sentido.
- Quería pasarse un poco, pero le aclaré las cosas. -  Respondió su contertulia con retintín. -

            El muchacho sonrió pasando un brazo por los hombros de ella. Tanto el uno como el otro se refirieron la verdadera identidad de esos recién llegados.

- ¿Cómo te libraste de ella? - Quiso saber Roy. -
-Bueno, guardaba un poco de agua bendita por ahí. - Pudo improvisar su compañera, que quiso saber, asimismo. - ¿Y tú? ¿Qué hiciste para acabar con el otro?
-Esto…no veas que prácticas son las estacas de madera. Cuando tienes la suerte de encontrar una a mano. - Discurrió él. -

Ninguno quiso continuar con ese tema. De hecho, habían acabado antes con algunos demonios recurriendo a esos trucos y no tenían ganas de explayarse en detalles. Ambos se alejaron con rumbo a su clase. Más tarde llegaron los auténticos Marlene y Walter, dos estudiantes de intercambio a los que habían usurpado su puesto los demonios. Aunque idénticos en aspecto, eran bastante serios y nada tenían que ver con la facilidad de palabras de los otros. Tras verlos, Roy y Bertie salían por el pasillo y ambos comentaban.

- Pues no sé a quien prefería - sonrió Roy afirmando jocosamente. - La otra chica, aunque fuera una diablesa, parecía más dispuesta a la marcha.

            Pero ese comentario, hecho adrede para hacer rabiar un poquito a su contertulia, no obtuvo el efecto deseado. Es más, ella se rio burlonamente para sentenciar.

- ¡Te habrías llevado un chasco!
- ¿Por qué? - le preguntó Roy sin comprender (o al menos eso daba a entender)-
- Cosas mías - se sonrió ella. -
- Bueno, pues la nueva tampoco está nada mal. - Añadió su compañero observando escrutador a la recién llegada. -
- ¿Se puede saber que miras? - Le inquirió su interlocutora ahora sí que frunciendo el ceño. -
- Oye, ¿por qué me observas tú a mí de esa forma? - le preguntó Roy esbozando una sonrisita tonta. -

            Bertie se aproximó a él blandiendo uno de los libros de canto en un gesto de fingida (o tal vez no tan simulada) amenaza.

- ¡Ya te daré yo miraditas! - exclamó ella persiguiéndole por los pasillos. -

            Después de jugar al "que te pillo" y divertirse un rato descansaron un poco, sentados en un banco del campus. Fue ella la que inició otra conversación al preguntar ya en serio.

- ¿Has sabido algo de Tom y de mi hermana?
-Nada en todo el día. Espero que no hayan tenido ningún percance. - Deseó el muchacho con gesto ahora más inquieto. -

            Bertie le observó dándose cuenta de ello, él le devolvió la mirada y su compañera le confesó…

- ¿Sabes? Me tienen preocupada. Los dos.
-Sí, comprendo lo que quieres decir. - Admitió él. -
-Sé que mi hermana le quiere, Roy. Sé que le ha costado, pero no sé hasta qué punto no se siente obligada a estar junto a él. - Suspiró la muchacha. -
-A Tommy le sucede algo parecido. Él siempre ha estado enamorado de Connie. Podría jurar que desde el primer momento en que la vio. Pero las cosas para él son distintas ahora. No quiere ser una carga. Necesita tiempo para meditar.
-No lo es. Nunca sería una carga, pero quizás mi hermana trate de sobre compensarle demasiado. - Pudo replicar Beruche preocupada al oír aquello. - Para demostrarle que le sigue queriendo.
-Tú y yo lo sabemos, pero él es muy cabezota. Y quizás piense como tú. Que tu hermana está con él por compromiso. Ya sabes que es un tipo excelente, pero tiene ese orgullo de paleto. Y ahora no lo digo en sentido de broma, ni tampoco en modo peyorativo. - Matizó Roy hablando desde luego con seriedad. - En eso él tiene una educación tradicional. No es que sea un machista, pero cree que el deber del hombre es el de proteger a su chica y no al revés.
-En eso desde luego los varones tenéis mucho todavía por evolucionar. - Replicó su interlocutora, afirmando. - Nosotras no necesitamos a un hombre para que nos proteja. Sabemos hacerlo solas. En eso nos pasa como a las guerreras. Incluso deseamos proteger al hombre que amamos. - Sonrió ahora en tanto le daba la mano al chico. -

            Su interlocutor la sujetó y le devolvió la sonrisa. Desde luego Bertie le dio una fehaciente prueba de ello arriesgando su propia vida por él. Tras unos momentos de silencio el joven comentó con tintes más suaves.

-No me refiero exactamente a eso. - Quiso aclarar. - Lo que Tommy no puede soportar es ser tan dependiente ahora. Entiéndelo. Ha sido un golpe muy duro para alguien como él. Como lo sería para cualquiera.
-Sí, eso lo puedo entender. - Suspiró Bertie con tono apenado. - Es muy injusto y un gran cambio que debe asimilar despacio.
-Por eso quizás convendría que Connie le diese un poco de espacio por ahora. - Afirmó el muchacho. -
-He hablado con Petz y con Kalie de esto. Y coinciden contigo. - Le confesó su interlocutora añadiendo con preocupación. - La cuestión es. ¿Cómo se lo digo sin herirla?
-Me temo que no podrás evitarlo. - Suspiró su compañero afirmando. - A mí me pasa igual, he tratado de hablar con Tom de esto, pero se pone a la defensiva cada vez que atisba el tema. No se…creo que es un asunto que deberán resolver solamente ellos…aunque les haga daño. ¿No piensas tú lo mismo?

            La muchacha asintió despacio. Así, tras un rato más de conversación, cada uno se volvió a su habitación. Beruche, al regresar a la suya, se encontró allí a su hermana. Ésta había vuelto y se estaba arreglando a la par que contemplaba atónita todo el caos reinante en la estancia.

- Hola Bertie - saludó Cooan que de inmediato preguntó con inquietud – oye, ¿se puede saber que ha ocurrido aquí?, todo está patas arriba. ¿Estás bien?
- Sí, no te inquietes, estoy perfectamente. Luego te lo cuento - le replicó su interlocutora sin darle más importancia, preguntando a su vez - ¿A dónde vas que te pones tan guapa?

            Cooan iba a comentarle lo que April le dijera, aunque viendo que su hermana no daba la impresión de estar herida ni preocupada, juzgó que esa amenaza no era importante ya y contestó a su pregunta.

- Voy a decirle a Tom si quiere venirse al cine, desde que le hirieron no ha vuelto a salir, tiene que divertirse.

Bertie miró hacia la pared. Debía ser sincera y darle su parecer. Se preparó para ello aproximándose.

- Cooan, hay algo que tengo que decirte. - Declaró Bertie poniendo el gesto serio. -
- Sí. ¿El qué? - Quiso saber ella descuidadamente en tanto se miraba al espejo. - Dímelo pronto que tengo prisa.
- Creo que estás siendo…- su contertulia trató de encontrar las palabras adecuadas a fin de evitar herir a su hermana, pero, tal y como Roy le advirtiese, aquello no tenía otra opción salvo la de ser clara. - No sé como decírtelo sin que te molestes, pero. Deberías dejar a Tom tranquilo por un tiempo - añadió por fin. - No creo que le guste ese empeño tuyo de estar continuamente con él.
- En eso te equivocas - contestó Cooan sin parecer molestarse. - Me quiere y yo a él, no hay nada de malo en eso, además, se lo debo.
- No Cooan - repuso su interlocutora moviendo la cabeza. - ¿No ves que lo único que haces es tenerle lástima?, a él no le gusta eso.
- ¡Eso es mentira! - replicó ésta mirando a su hermana ahora visiblemente enojada. -
- Puede ser, pero es lo que le haces ver. - Explicó Bertie tratando de mantener un tono conciliador - no lo hagas por una falsa obligación.
- ¿Cómo te atreves a decir eso? - Chilló la aludida bastante enfadada ahora. - Yo salía con él antes de que le pasase nada, ¡se jugó la vida por tratar de protegerme a mí! Yo tengo la culpa de que esté así, ¿es que no lo entiendes?
- Cálmate - le pidió una más que preocupada Beruche a su hermana haciendo gestos con las manos. - Tú sabes que en el fondo tengo razón, así sólo le harás sufrir y tú también sufrirás.
- ¡Cállate!- estalló la interpelada fuera de sí - ¡qué sabrás tú de lealtad!, primero no podías ni ver a Roy y ahora sales con él. Me lo quitaste y aun así yo no me interpuse entre vosotros ¿Por qué quieres interponerte tú ahora entre Tom y yo? ¿Qué te he hecho para que me trates así?...
- Pe…pero Cooan, - balbuceaba Bertie sin saber que hacer, asustada por la agresividad de su hermana y también herida por ese comentario que sabía fruto de un resentimiento hasta ahora no liberado hacia ella. - Lo digo por tu bien. ¿No ves que sólo te guían los remordimientos y la culpa?, eso no es verdadero amor.
- ¡Tú no tienes ni idea de lo que es el verdadero amor!, ¡de no ser por mí estarías congelada! - Le recriminó la interpelada. - Por si lo has olvidado yo te salvé la vida cuando querías suicidarte y llevarnos contigo a todas. Cuando decías que el amor era un sentimiento inútil. ¿Y ahora me lo agradeces así? ¿Te atreves a darme lecciones de lo que es amar y lo que no? ¡No eres más que una hipócrita! ¡Déjame! – Le gritó saliendo de la habitación con paso rápido. -

            Beruche se quedó conmocionada y herida por esa respuesta, pero sobre todo también muy preocupada. En cuanto se rehízo corrió detrás de su hermana y logró alcanzarla sujetándola de un brazo.

- Espera por favor, no quería herirte, pero comprende que...

            Pero Cooan sin atender a razones se la sacudió de encima lanzándola al suelo.

- ¡Déjame en paz!, no quiero verte más, ¿me oyes? - Le chilló con los ojos bañados en lágrimas y rabia y sin dejarla replicar salió corriendo. -

            Bertie también lloraba, los chicos que cruzaban por el pasillo se quedaron observando la escena con gesto atónito. Sólo una chica compañera suya de clase la ayudó a levantarse.

-Te encuentras bien. - Le preguntó aquella joven de forma amable. -
-Sí, gracias, Betty. - Sonrió la chica tratando a duras penas de controlar su tristeza. -
- ¿Puedo hacer algo por ti? - Quiso saber su amiga, con gesto preocupado. -
-Tranquila estoy bien. No ha sido nada. - Le aseguró Bertie. -

            La otra muchacha asintió dejándola tras despedirse. Beruche se dirigió a su cuarto. De camino se cruzó con Melanie que iba uniformada de animadora. La joven le preguntó.

-Hola Bertie. ¿Sabes dónde está tu hermana? Tenemos un ensayo. Y en vuestra habitación no había nadie.
- ¡Cooan está muy mal, Melanie! - Sollozó la muchacha sin poder evitar derrumbarse. -
- ¿Qué ha pasado? - Quiso saber ésta con evidente preocupación. -

            Ayudó a su compañera a sentarse en un banco del pasillo y la observó con gesto inquieto. Beruche fue capaz de recomponerse un poco y trató de explicar lo sucedido sin ser demasiado explícita…

-Se culpa por lo de Tom. He tratado de razonar con ella, pero se ha enfadado mucho conmigo. Y tiene parte de razón…pero yo, estoy muy preocupada. Si sigue así se hará mucho daño. Se lo harán los dos.
-Cálmate. - Le pidió su interlocutora con tono amable. - A veces esas cosas tenemos que comprobarlas por nosotros mismos. Yo la comprendo muy bien…

            Ahora Beruche observó a su amiga con expresión culpable. Sin embargo, Melanie sonrió moviendo la cabeza.

-No, no lo digo por eso. No seas tonta. Yo creía estar enamorada de Roy pero ahora no estoy segura. Puede ser que mi propio ego y mi orgullo reaccionaran cuando él se fijó en ti. Por eso fui tan agresiva contigo. No soy tonta y sabía perfectamente que durante los años que estuvimos juntos él se había relacionado con otras chicas. Y yo lo hice con otros chicos. Sin embargo, desde que te conoció no le he visto mirar a otra de la misma forma que a ti…

            Tentada estuvo Bertie de contarle el episodio con esa diablesa. Pero era mucho mejor dejar a su compañera al margen de eso. Aunque ahora lo entendía. Pudiera ser que Roy estuviera bajo alguna sugestión. Entonces, ella misma fue una tonta dominada por los celos…Estaba claro que el amor era algo hermoso, pero si se sabía encauzar. En caso contrario podría convertirse en algo muy peligroso. Se acordó en ese instante de la duquesa Esmeralda. Aquella muchacha había sido una buena persona, muy devota de la reina Amatista. Aunque se enamoró perdidamente del príncipe Diamante y como él no la correspondía poco a poco fue amargándose. Eso, unido a la influencia de la energía oscura, terminó por corromper su alma.

-Soy muy afortunada y lamento que mi hermana y Tom estén en esta situación. Pero amar también es confiar en el otro. Y tener fe pase lo que pase. Y eso es precisamente lo que Cooan y Tom deberían tener ahora. - Meditó Bertie que le respondió a su interlocutora. – Gracias Mel.
-Ahora que estoy con Malcolm veo que él me quiere y me mira de esa forma tan especial. Y yo siento lo mismo. - Afirmó la joven. -
-Me alegro mucho por vosotros. Sí, tienes toda la razón. - Concedió su contertulia. -
-Te daré un consejo, como te prometí. - Añadió la jefa de animadoras tomando las manos de Beruche entre las suyas. - Cuando tu hermana sufra el desengaño que temes no te apartes de su lado. Necesitará un hombro sobre el que llorar. Haz por ella lo mismo que Malcolm hizo por mí cuando me demostró que me quería de veras. Aunque en el caso de Connie no debes temer nada. Estoy convencida de que ella y Tom están hechos el uno para el otro. Y que sólo necesitan tiempo para curar sus heridas.
-Es cierto. - Sonrió ahora su interlocutora. - Eso mismo pienso yo. Gracias por ser una buena amiga…
-No hay de qué, eres una de los nuestros. - Sonrió Melanie para remachar consultando su reloj.- Debo dejarte. Llegaré tarde. ¡Ah!, cuando todo se solucione dile a Connie que está excusada. No hace falta que venga al ensayo. De hecho, ella es la mejor bailarina de todas nosotras, siempre y cuando esté centrada…

            Y también pensó en April. Esa chica andaba de mal en peor. Tras sorprenderla en la cama con esa otra muchacha, Melanie se quedó en shock. Aunque, a fin de cuentas, si su amiga tenía esos gustos era libre. Ella no se lo iba a censurar. Lo que de veras la inquietaba es que su compañera deambulaba de un lado a otro pálida, como si hubiera visto algún fantasma. La capitana de las animadoras quería hablar con ella para tratar de ayudarla, aunque no había tenido oportunidad. Era como si esa muchacha estuviese en otro mundo.

- ¡Ojalá que todo se solucione!- Deseaba Melanie tras despedirse de Bertie y alejarse rumbo al campo de entrenamiento.-

            De hecho, April había estado tratando de evitar cruzarse con Melanie, sabía que, tarde o temprano, las dos coincidirían en su habitación y que sería muy embarazoso. Quizás pudiera discurrir algo, relacionado con esos extraños acontecimientos que había sucedido.

-Seguro que me poseyeron de algún modo. -Se dijo, tratando de creérselo para poder a su vez persuadir a su amiga. -

            Y en eso pensaba cuando se cruzó con esa chica. Aquella rubia que se acostó con ella. Al verla le sonrió. No obstante, iba de la mano con un joven apuesto y parecían muy encariñados. Pese a todo, April la saludó como si nada hubiera pasado entre ellas.

- ¿Estás bien?- quiso saber con interés.-

            Empero esa joven y su acompañante masculino le dedicaron una mirada de sorpresa y ella repuso.

-Perdona, ¿te conozco?
-No, bueno, soy April Sinclair. Creo que eras nueva. Sólo quería saludarte y decirte que cuentes conmigo si necesitas ayuda. - Pudo improvisar. -
-Por ahora no, gracias, April. Mi nombre es Marlene Cain, este es Walter Barston. - Respondió esa joven presentando a su acompañante. -

            Ese chico le ofreció una mano que ella estrechó. Luego, tanto él como Marlene se despidieron, alejándose una vez más tomados de la mano.

-Ya nos veremos. - Le prometió esa muchacha rubia antes de irse. -

            April asintió y se quedó observándoles. Al fin suspiró.

-Volveré a mi cuarto y trataré de explicarle lo sucedido a Mel.

Por su parte, Bertie agradeció una vez más a Melanie sus palabras y se despidió agitando la mano en tanto se alejaba. Por fin entró en su cuarto. Una vez en él, telefoneó a sus hermanas para contarles lo ocurrido. Entre tanto, Cooan, parada en una esquina, trataba de serenarse para ir a ver a Tom. No sabía que era observaba desde la bola de Cristal del Gran Sabio en su nueva sede. Tras unos instantes en los que pareció meditar sobre aquella situación, éste se dirigió hacia una de esas diablesas a la que previamente mandó presentarse ante él.

- Meriak ha fracasado, pese a tener dotes para ver el futuro la muy idiota no vio esto venir. Espero que tú tengas más éxito, Saila.
- Delo por hecho, señor. Ella dejó que sus pasiones por las féminas la cegasen. Sin embargo, yo no me andaré con tantas contemplaciones y acabaré con esa otra estúpida. - Señaló a Cooan que por fin se había recuperado lo bastante como para ir al cuarto de Tom. - Ahora que está debilitada por la rabia y la tristeza me será muy fácil vencerla. Al menos el haber podido observar a Meriak desde tu bola ha sido de lo más útil. He podido hacerme con toda la información que esa débil y patética humana con la que practicó sexo le reveló. Y la usaré para acabar con esa traidora.
- Por curiosidad - inquirió el Gran Sabio. - ¿Cómo piensas hacerlo?

            Saila le susurró el plan y la estruendosa carcajada de su superior resonó por todo el lugar en tanto la alababa con aprobación…

- Eres realmente taimada, te felicito, creo que disfrutaré mucho con esto.
-Te aseguro que no tanto como yo. Primero la hundiré en la miseria más absoluta, después le sacaré la información que quiero y luego la mataré, ¡ja, ja! - Declaró la diablesa que sonrió maliciosamente recreándose en la imagen de Cooan para espetar con regocijo. - Estás perdida, patética Justiciera. Reza lo que sepas si es que tienes alguna deidad dispuesta a escucharte, pues tus minutos de vida están contados.


Y sin más la súcubos desapareció para comenzar su tarea y en la sede de la Secta sólo se escuchó la carcajada diabólica del Gran Sabio.


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