jueves, 3 de marzo de 2011

GWA 26. Cooan contra Saila


 La alterada muchacha al fin se dirigió con paso firme hacia el cuarto de Tom y se plantó ante la puerta. Tomó aire tratando de serenar su rostro y enjugarse las lágrimas. Repasó su aspecto utilizando un espejito de mano y una vez estuvo segura de presentar una mejor apariencia se armó de valor y llamó.

- ¿Quién es? - Preguntó el chico desde el interior. -
- Soy yo, Tom, ábreme la puerta - repuso la voz de la chica. -

            Trabajosamente él se acercó girando las ruedas de su silla. Aquello le resultaba cada vez más violento. El hecho de que Connie hubiera querido incluso acompañarle al baño para ayudarle le pareció aunque no insultante, al menos sí muy revelador.

-Ya no me ve como a un hombre, sino como a un niño que no vale para hacer nada por sí mismo.- Pensaba entre consternado y lleno de frustración.-

            Al fin el chico quitó el pestillo y se alejó de la puerta. Ella dudó unos instantes y por fin abrió, encontró a su compañero mirando a través de la ventana.

- ¿Qué quieres? - Le preguntó con desapasionamiento sin girarse para verla. -
- Venía a invitarte al cine - sonrió ella -, hoy dan una película interesante.
- Mira, no tengo ganas de salir. Estoy cansado después de la rehabilitación. Prefiero estar sólo - repuso secamente él. -
- Pero, no creo que sea bueno que te quedes aquí metido sin hacer nada. - Rebatió la muchacha con preocupación. -

El chico si que se giró ahora para enfrentar su dura mirada a la atónita de su interlocutora y le replicó con brusquedad mal contenida.

- Connie, si no te importa, te agradecería que no te metieses en mi vida, sé cuidarme sólo.
- Pero Tom, yo te quiero. - Se atrevió a musitarle su compañera. -
- No, tú me tienes compasión y yo no deseo eso. Lo que necesito de verdad es que me dejes tranquilo, sin estar encima de mí. – Rebatió él, dejándola helada y sentenciando con aún más firmeza. - Lo mejor será que dejemos de vernos, Connie, porque ya no siento lo mismo por ti.
- Pero yo… - balbuceó ella con lágrimas en los ojos, incapaz de creer lo que escuchaba. -
- Ahora déjame sólo, por favor. - Le pidió él con más suavidad, pero idéntico tono rotundo. -

El muchacho volvió a girar su silla para darle la espalda y se quedó mirando por la ventana sin decir nada más. Ella estaba allí, clavada y estupefacta, dolida y aturdida…y apenas musitó.

-Yo…Yo…

            La impactada chica quiso decir algo, pero las palabras no le salían, las lágrimas le caían por la cara y no lo resistió. Ante los dos parecía haberse levantado una barrera infranqueable. Hasta el mismo Tom deseaba que le dejase en paz. ¿Acaso podía haberse dado cuenta de que su situación se debía a la falta de decisión de ella? No, que Cooan supiera, él no tenía idea de su verdadera identidad. Pero eso lo hacía aún más difícil, ahora que le quería de veras él la rechazaba. Aquello era mucho más de lo que podía volver a soportar, salió corriendo de la habitación. De una forma u otra se repetía la historia que tuvo con Rubeus. Pero su compañero también estaba desolado y tenía los ojos llenos de lágrimas. No quería ser amado por lástima, pese a sus sentimientos por Connie, o precisamente por ellos, no deseaba que la chica de la que estaba enamorado siguiera con él únicamente por compasión. A la larga, eso no podría durar. De modo que fue capaz de recitar todo aquello que había estado preparando mentalmente y aguantó con dignidad hasta que ella se fue. Después no pudo evitar llorar.

-Lo siento, Connie. - Sollozaba él. - ¡Ojalá no tuviera que ser así!...

 Entre tanto Saila había llegado a la universidad y tomó la apariencia de Cooan. Siguiendo el camino de ésta se dirigió hacia el cuarto de Tom. Su regocijo aumentó al ver a esa boba salir corriendo del mismo. Iba tan deprisa tapándose la cara entre sollozos que ni reparó en ella. Pese a que la diablesa se ocultó previsoramente la suya con una carpeta que llevaba como atrezo.

-La muy idiota, ni es capaz de reconocerse a sí misma.- Se sonrió.- ¡Pobrecita!

            Aunque por el camino se topó con algunas chicas más que la saludaron amablemente. Ella se limitó a devolver esas “buenas tardes” de rigor con una amplia sonrisa. Imitando bien el tono de aquella individua que estaba suplantando. Y cuando estaba a punto de llegar, vio a esa chica.

-¿Qué estará haciendo aquí?- Se preguntó.-

            Era la misma muchacha que había ayudado a su compañera cuando estuvo por primera vez allí, reconociendo el terreno. Pudiera ser también una acólita o sencillamente deseaba alguna cosa. Aunque ahora no tendría porqué reconocerla. Aguardó sin embargo a que fuese ella la que hablase.

-Connie. ¿Has visto a tu hermana ya?
-No, no todavía.- Replicó ella.- Pero enseguida iré a verla. Antes tengo que terminar un asunto.
-¿Vas a ver a Tom?- Inquirió April, añadiendo con amabilidad.- Os deseo lo mejor. Es un chico estupendo y yo puedo comprenderle bien.
-¿Tú?- la miró su contertulia con incredulidad, agregando con tintes desapasionados.- ¿Qué puedes saber tú?

            April se sorprendió de ese tono, aunque lo juzgó natural. ¿Cómo podría imaginarse Connie que ella estuvo también paralizada de cintura para abajo tras sufrir aquel atropello? Luego tuvo muchísima suerte. Un milagro quizás. Y se recuperó. Aunque eso coincidió con la visita de su hermana quien le aseguró que haría cualquier cosa por ayudarla y que tenía amigos influyentes. En ese instante, algo en su mente conectó todo eso…

-¡Dios mío!
-¿Qué tiene ese que ver con todo esto?- Se burló su interlocutora.-
-Nada, olvídalo.- Le pidió una envarada April que se alejó  de allí.-

            Había empezado a sospechar algo que le helaba la sangre en las venas. ¡No podía ser cierto! ¡No quería creerlo! Tendría que hablar con Paige.  La diablesa por su parte la observó marcharse y movió la cabeza.

-Esa es simplemente una loca estúpida. O puede que Meriak la haya dejado así tras acostarse con ella. En todo caso, no merece mi interés. Me encargaré de la justiciera y su amorcito.- Se dijo retomando su camino hacia la habitación de Tom.-

            April estaba realmente asustada. Llegó a su habitación dispuesta a cambiarse para salir lo antes posible. Aunque Melanie estaba allí. Otra cosa más que tenía que resolver, apenas si se atrevió a mirarla para muestra.

-Mel, respecto de lo de antes, no es lo que tú crees. De veras.
-No pasa nada.- Se apresuró a responder esa chica que desde luego daba la impresión de sentirse violenta pese a su tono jovial.- Eres libre de querer a quien te plazca.
-No, no es eso. Es que no era yo misma. No sé como explicarlo. Ya sabes, esas cosas tan extrañas que han estado sucediendo.
-¿Quieres decir que alguien te controlaba?- Se sorprendió Melanie.-
-Sí, algo así.- Mintió ella.- Yo, yo nunca hubiera hecho eso, así, aquí… ya me comprendes.- Fue capaz de argumentar con evidente vergüenza, e incluso alegando.- Vi a esa misma chica hacía un rato pero ni me conocía.
-Claro.- Asintió su compañera, sonriendo más aliviada ahora para declarar.- ¡Qué susto me habías dado! Por un momento pensé que tú…

            April fingió una sonrisa pero su corazón estaba roto. Al menos Mel no le había echado en cara su condición, pero estaba claro que no le gustaba para nada estar cerca de alguien con esas inclinaciones. Una cosa buena tenía eso. Cualquier esperanza que le hubiera podido quedar había desaparecido.

-Espero que Connie no se lo cuente a nadie. Aunque también estaba muy rara.- Pensó con temor ahora.- Hablaré con ella y le diré que todo ha sido un malentendido. No sé.

Por su parte, la verdadera Cooan tenía otros asuntos en los que pensar. Entró en su propio cuarto llorando. Beruche estaba tratando de olvidarse de la discusión que ambas tuvieron, esforzándose en estudiar sin conseguirlo. Entonces la vio entrar como un torrente y precipitarse en la cama. Sin perder un momento abrazó a su hermana pequeña sospechando que sus peores temores se hubieran confirmado y lista a seguir la sugerencia de Melanie.

- ¡Perdóname, tú tenías razón! - le confesó Cooan entre el llanto. - He sido una estúpida y le he hecho sufrir, me ha dicho que no quiere verme, pero entonces. ¿Qué haré yo?, no le tengo lástima, le quiero. ¿Cómo podré probárselo? ¿Cómo podría demostrároslo a todos? - Se lamentaba desesperada. -

            Su interlocutora se sintió muy mal por ella, pero no sólo por la situación que la pobre chica atravesaba. La había juzgado mal y su hermana evidentemente sentía algo muy serio por Tom, y no podía resumirse solamente en lástima o culpa. Cuando de verdad se había enamorado de él la mala suerte quiso ponerles en esta situación. Pero desgraciadamente el muchacho nunca lo creería. Si ni siquiera la propia Beruche había creído a su hermana que ya tenía roto el corazón en demasiadas ocasiones.

- Haz simplemente lo que te ha pedido. - Le susurró tratando de consolarla de la forma más dulce que pudo. - No estés atosigándole, debes aclararlo con él, pero ten paciencia, dale tiempo. No te desanimes. Ya lo verás, conseguirás que te crea como yo lo hago ahora.
- Sí, tienes razón, debo volver para hablarlo, no podemos terminar así. Sé que esta vez es diferente a las otras. Hablaré con él más calmada. Gracias Bertie.
- Suerte y cuando lo hayáis aclarado todo Roy y yo os esperaremos en la biblioteca.  Juntos lo superaremos. - Le animó ésta enjugándole las lágrimas y añadió cuando Cooan se disponía a salir. - Sé que todo se arreglará. -
-Gracias. – Sonrió la aludida añadiendo. - Perdona las cosas tan horribles que te dije…
-Eran ciertas. Por eso ahora valoro tanto el amor y su fuerza. - Repuso Bertie. - Y por eso mismo, creo que los dos os queréis de veras y que superaréis esta situación.

            Su hermana asintió esperanzada saliendo del cuarto y Beruche se quedó allí deseándole de corazón buena fortuna.

-Ten fe en ti, y tenla en él. Los dos merecéis ser felices. - Musitó al verla ir.-

 Aunque no podía entretenerse mucho, recordó efectivamente que ella había quedado con Roy en la biblioteca. Tras el incidente con su hermana la muchacha le llamó. Tras serenarse un poco le contó lo sucedido y el chico le propuso aquel plan. Es más, era una cita para los cuatro. Ojalá que esos dos pudieran reunirse con ellos una vez lo aclarasen todo. A su vez su hermana pequeña se enjugaba las lágrimas y sonreía. Corría hacia el cuarto de Tom, deseosa de poder arreglar las cosas. No estaba dispuesta a dejarlo de ese modo y se hallaba convencida de que el chico llegará a darse cuenta de que, en verdad, y más allá de cualquier otro sentimiento, ella le quería de veras. Un momento después, el muchacho oyó de nuevo como llamaban a la puerta.

- ¿Quién es? - Quiso saber, molesto por una nueva intromisión. -
- Soy yo, cariño - escuchó la voz edulcorada de Cooan. - Ábreme la puerta, tengo que decirte algo.
- ¡Ya te he dicho que te vayas! - le replicó el interpelado con malos modos. -

            Sin embargo, la puerta se abrió y la muchacha entró, parecía muy risueña. Tom se sorprendió y tampoco le hizo mucha gracia esa expresión en la cara de ella.

- No lo entiendo - le reprochó él con gesto incrédulo. - ¿Es que no te he dije claramente antes que me dejaras sólo? ¿A qué estás jugando?
- No debes enfadarte - sonrió Cooan - yo sólo venía para animarte un poco. Si he dicho o hecho algo que te haya molestado te pido perdón. Lo siento, pero ahora te compensaré. - Afirmó poniéndose de rodillas y acariciando las piernas del chico. Aunque para asombro de éste subió con las manos hasta otros lugares menos decorosos. -
- ¿Pero, qué haces? - Le preguntó el muchacho sorprendido y muy desconcertado. Connie nunca se había comportado de esa forma. - Tú no sueles actuar así. ¿Qué te pasa? - Le insistió tratando de zafarse de aquello, que lejos de agradarle le resultaba muy violento. – Te lo pido por favor, no sigas con esto.
- Tom, hay muchas cosas que no sabes de mí - sonrió ella maliciosamente para sentenciar - y ya es hora de que las averigües.
- Ya sé, eso de tu antigua vida - contestó él sin poder disimular su asombro. - ¿Qué más hay que deba saber?
- ¿No te gustaría verme como era antes?,- le propuso ella sentándose a horcajadas sobre sus rodillas. -Mira. - Se levantó y un resplandor escarlata la envolvió. –

 Tom se tapó los ojos, anonadado. Al volver a mirar descubrió a la muchacha vestida de una forma muy extraña, con un traje morado a rayas más oscuras y una falda a juego, semejante a un tutú. Sobre su frente llevaba una especie de joya engastada de color violeta y grabado en la misma el dibujo de una media luna negra con las puntas hacia abajo. El chico no acertaba a articular palabra.

-Pero… ¿Qué significa esto? - Pudo decir finalmente sin poder dejar de mirarla boquiabierto. -
 – Así era yo en mi verdadera apariencia. ¿Qué te parece? ¿No me encuentras más atractiva? - Le inquirió la muchacha con un meloso susurro. -
- Tú no te portas así - respondió Tom que pese a la sorpresa sentía algo extraño en ella. - ¿De verdad, estás bien? Oye, no quise ser brusco contigo antes, si es por eso...perdóname…

Pero su contertulia no le permitió continuar tapándole la boca con una mano en tanto esbozaba una malévola sonrisa.

- Me encuentro mejor que nunca. Y me siento liberada.  - Le dijo ella dándole un beso en los labios que él no pudo impedir. – Y ahora vas a descubrir cuanto…

El chico no sabía ya que pensar. ¿Esa era la muchacha buena y dulce de la que se había enamorado? No podía ser. ¿Podría ser culpa suya? Le había dicho cosas terribles solo para alejarla. Quizás la hubiera trastornado. Esperaba que no. Y esa mirada tan extraña que le dejaba sin capacidad de reacción.

-¿Quién eres?- Musitó.-

Aunque no obtuvo respuesta. Justo entonces llamaron a la puerta y a él se le estremeció todo el cuerpo al escuchar la voz de Connie teñida de preocupación.

- Por favor Tom, ábreme, tenemos que hablar. - Tocó otra vez a la puerta añadiendo. - ¡Lo siento mucho!, no debí atosigarte tanto. Necesitamos tiempo…ahora lo sé. Solo te pido eso…
           
Él se quedó mirando a aquella mujer que tenía delante, era igual que Connie, tenía su misma voz, pero algo en su mirada le decía que no era ella, que la auténtica estaba ahí fuera.

- ¿Quién eres tú? - Le inquirió nuevamente Tom entre el miedo y el asombro. -

            Viéndose descubierta, la falsa Cooan le dedicó una burlesca mirada y se relamió.

- Es una pena, humano, pero vas a morir sin saberlo. - Rio ésta alargando sus uñas como si de largas cuchillas se trataran. - ¡Muere maldito! - chilló tratando de apuñalar a su víctima.-

Por fortuna Tom estuvo rápido, sujetó como pudo las muñecas de su agresora y pidió auxilio.

- ¡Socorro, Connie, ayúdame por favor! - gritó desesperadamente él en tanto forcejeaba para evitar que esa mujer le clavase las uñas en su pecho. -

            La sorprendida chica escuchó los gritos del interior y trató de abrir, pero estaba cerrado. No había tiempo para miramientos y de una patada saltó ese débil cerrojo abriendo la puerta y encontrándose cara a cara con su doble. Se quedó perpleja. Tom tenía un largo arañazo en el pecho del que manaba sangre, pero por lo demás se encontraba a salvo. La diablesa se apartó de él encarándose contra la propia Cooan.

- ¿Quién eres tú? – Inquirió la auténtica, entre atónita y enfurecida - ¿Por qué te haces pasar por mí y cómo te has vestido así?
- ¿Qué te ocurre Kermesite Ayakashi del clan Black Moon? - sonrió su maligna doble. - ¿Te asusta enfrentarte a tu mitad mala? - Le inquirió sarcásticamente y mientras hablaba recobró su uniforme demoniaco y su rostro pasó a ser el de la diablesa Saila, de pelo castaño cobrizo y ojos rojos, sentenciando con sádico placer. - Ahora os mataré a los dos juntos. Justiciera, o, mejor dicho, traidora.  ¡Ha llegado tu hora!
- ¿Qué es lo que ha dicho? -  Intervino el sorprendido chico. - ¡Que tú!
- Sí Tom. - Admitió serenamente la aludida agregando con determinación y furia - y esta vez no dejaré que sufras más por mi culpa. ¡Corazón puro del fuego, dame el poder! - Invocó y se transformó. Ante el asombro de su compañero tras un espectáculo de luces más que notable reapareció con su atuendo de justiciera y le espetó a la diablesa. - ¡Ahora voy a destruirte, monstruo miserable!
- ¡Pobre estúpida! - se burló Saila lanzando un rayo contra su adversaria que la impulsó dentro del cuarto. - Primero te mataré a ti, y luego acabaré con tu amorcito. - Aseveró girándose hacia Tom enseñando sus colmillos y añadiendo hacia su enemiga con voz fingidamente melosa. - Pero si me dices donde está la piedra a él no le sucederá nada.
- ¿Qué piedra? - Quiso saber el anonadado muchacho sin comprender en absoluto que significaba aquello. -
- ¡Lo único que te daré es una pedrada en medio de tu maldita cabeza!– Espetó la furiosa Cooan. -

            La justiciera se había puesto en pie en tanto replicaba esto, preparando su contraataque, pero la diablesa fue más rápida dándose la vuelta hacia ella y aullando al lanzar una bola de fuego contra su rival...

- ¡Entonces muereeee!...

            Afortunadamente la muchacha lo pudo esquivar y contraatacar con sus rayos, el suyo chocó contra otro de la diablesa y durante unos largos instantes se aguantaron. Pero el de la súcubos era más poderoso y acabó rechazando al de la justiciera, que fue lanzada nuevamente contra la pared, quedando malherida por la descarga y el impacto.

- ¡Ja, ja, ja, ja! -  Reía Saila acercándose lentamente hacia su enemiga que a duras penas trataba de ponerse en pie. Regocijándose de la precaria situación de su inminente víctima, la diablesa espetó. - ¡Despídete de la vida! - Iba a rematarla cuando algo tiró de una de sus piernas con fuerza y la hizo caer. - ¿Qué? ¿Qué pasa?

            Era Tom que había reunido energías para ayudar a Cooan. Trabajosamente se había aproximado aprovechando que su adversaria estaba absorta en ella e hizo acopio de todas sus fuerzas para hacerla perder el equilibrio.

-No te lo permitiré. No le harás ningún daño.- Pudo decir Tom.-

Pero la furiosa diablesa no tardó en levantarse y le golpeó tirándole de la silla.

- Te mataré ahora mismo por osar interrumpirme, ¡maldito impedido!
- No, ¡no lo harás! ¡Porque vas a morir tú antes! - Terció la justiciera que se había recuperado lo suficiente logrando materializar su arco de fuego. - ¡Saeta flamígera ataca!

De éste disparó una flecha que atravesó el cuello de la súcubos haciéndola estallar entre horribles chillidos. Cooan se lanzó hacia el chico para protegerle de la explosión y cuando ésta pasó se derrumbó agotada. Él se arrastró como pudo hasta ella y la abrazó

-Connie. ¿Estás bien?  Por favor ¡responde! – Le pedía visiblemente inquietado. –

La chica tardó unos agónicos segundos en abrir los ojos. Él suspiró aliviado abrazándola con más fuerza, finalmente ella correspondió aferrándole entre sus brazos también.

- ¡Gracias a Dios! – Pudo decir él con patente emoción y alivio. – Creía que esa explosión te habría…

      Ella no le dejó proseguir, le tapó los labios con un beso. Finalmente, al separarse la muchacha pudo responder, también afectada por sus sentimientos de alivio, culpa e incluso por el amor que le profesaba.

- No dejaré que te hagan daño jamás. ¡Moriría por ti! Y esta vez no sería un sacrificio inútil.
- No… no digas eso, ¡jamás digas eso! – Le pidió él realmente impactado. –

La muchacha le miró ahora con lágrimas en los ojos y solo pudo añadir.

- ¡Oh Tom!, perdóname, has estado a punto de morir como la otra vez y de nuevo por mi culpa. ¡Nunca más volveré a ponerte en peligro!
- No, estoy vivo gracias a ti - le respondió él tratando de consolarla y entonces intuyó haciéndoselo saber a la muchacha. - Como la otra vez ¿verdad? Fuiste tú la que acabó con ese demonio para salvarme.
- Si yo no hubiese temido revelar mi identidad esto no habría ocurrido, tú estás así por mi culpa. Puedo comprender que me odies. - Se lamentó la atormentada muchacha rompiendo a llorar. – ¡Y que no quieras verme más!…

            Él, perplejo, tardó en reaccionar. Eran demasiadas cosas. ¡Esa pobre chica se imaginaba todo aquello! Debió de haber pasado un tremendo infierno de culpabilidad y desasosiego. Y la mirada de sus ojos no mentía. Eso no era compasión…

- No Connie - respondió al fin él con la voz dulce, acariciando la mejilla de ella mientras le quitaba el antifaz. – Jamás podría odiarte. Eso habría ocurrido igualmente. Fui yo el que se empeñó en luchar contra un enemigo que me superaba en fuerza. Pero por ti me enfrentaría a una legión entera de demonios. Lo volvería a hacer, tanto si hubiera sabido lo que iba a sucederme como si no.
- Tú me has salvado la vida Tom, yo te quiero, desde antes de que esto ocurriera. ¡Por favor créeme! - Le suplicó la emocionada Cooan. -
- Ahora lo sé, y lamento haber dudado de ti. Y también de mí. - Reconoció él y ambos se abrazaron con más fuerza. – Pero tienes que contarme tantas cosas. Yo podría ayudarte. – Se ofreció el muchacho. -  
- No Tommy – negó ella con inquietud, agregando. -  No quiero que vuelvas a estar en peligro por causa mía. Nunca permitiré que te suceda algo así otra vez. Ahora sé que daría mi vida por ti, y esta vez no sería un error…- Suspiró ella repitiendo aquello. –
- ¿A qué te refieres? - Le preguntó el chico con gesto sorprendido. –

Cooan suspiró, como si se armase de valor para decir algo que le fuese a resultar muy difícil…

- Verás Tom. Tú sabes cómo era yo en mi antigua vida, pero no sabes por qué todo cambió.
- Sí, nos lo contasteis. – Repuso él creyendo estar al tanto. – Cuando las guerreras os ayudaron.
- Quisiera decírtelo todo. – Declaró ella que, tras colocar la  tumbada silla de ruedas y ayudarle a sentarse, se puso de rodillas a su lado y le contó ante la atenta mirada del chico. – Cuando formaba parte del clan de la Luna Negra estaba enamorada de mi jefe Rubeus. Yo creía que él compartía mis mismos sentimientos. Nunca me dijo lo contrario. Siempre era muy galante y encantador conmigo. Y eso me llevó a creer que él me amaba también. Yo solamente era una cría estúpida e ingenua, ahora lo sé. Pero entonces, pensando en eso y en que el éxito de nuestra misión le haría feliz, le prometí matar yo misma a Chibiusa, la hija de la Guerrera Luna del Futuro. ¡La pobre niña había huido al pasado para buscar ayuda! Nosotros vinimos para impedirlo y destruir las defensas de la futura Cristal Tokio.
- Sí, eso lo sé. – Le insistió Tom asintiendo. –

Aunque Cooan movió la cabeza para negarle aquella suposición y le desveló entonces con gesto consternado.

-Lo que no sabes es que, cuando me enfrenté a Rei estuve a punto de acabar con ella, con su amigo Yuuichirou y con la niña. Por suerte Tuxedo Kamen lo impidió. Me distrajo lo suficiente como para que Guerrera Marte me atacase dejándome malherida. Entonces apareció Rubeus.
-Y te ayudó a luchar – supuso él. –

Pero, para su sorpresa, ella se lo negó nuevamente dejando que las lágrimas le cayeran por la cara.

-Eso creí cuando le vi aparecer. Pero él se limitó a mirarme con desdén y a decir que le había fallado y que jamás volvería a verme. Yo le supliqué, le pedí que luchase a mi lado. Que estaba dispuesta a sacrificar mi vida en la batalla. Cuando se negó dije que no podía creer que después de habernos amado tantos años…

Aquí la chica no pudo continuar, sollozaba en tanto él se inclinaba para abrazarla y le decía con tono amable y lleno de empatía.

-Tranquila Connie. No es necesario que sigas… No te hagas más daño, eso está pasado.

            Entonces ella movió la cabeza y prosiguió.

-No, tengo que acabar de una vez con esto. Todavía lo guardo dentro de mí y quiero que tú lo sepas, Tom. Necesito que comprendas lo que yo siento por ti…

El muchacho asintió mirándolo entre preocupado y lleno de simpatía. Y ella remachó con pesar.

-Me dijo que él jamás me había amado ni un solo instante durante toda su vida. Hizo aparecer una bomba y me la dio. Entonces me di cuenta, quería que yo muriese para acabar con las guerreras y la niña. ¡Me rompió el corazón! Y no por desear que yo me sacrificara. De haberme amado y estar dispuesto a compartir mi suerte, lo hubiera hecho sin dudarlo. Habría dado mi vida por cumplir con mi misión y sobre todo por su amor. Lo que de verdad me hundió es que yo no significaba nada para él, ¡nada!, solo era un instrumento.
- ¡Malnacido miserable! – Espetó el chico entre indignado, furioso y lleno de compasión por su interlocutora para preguntar - ¿Cómo se puede ser capaz de hacer algo así de cruel?

            Cooan le miró agradecida. Estaba claro, Tom era el total reverso de aquel egoísta que la llevó a tal extremo de desesperación. Así, pudo añadir…

-Gracias a Rei, y a las demás, que me quitaron esa bomba y la arrojaron lejos antes de que explotara, me salvé. Pero yo estaba destrozada. Lo había perdido todo, mi amor, mi casa, mi futuro. Creí que ya no tenía nada más que perder. Me volví loca y ataqué a las chicas. Las culpaba de mi desgracia y únicamente deseaba que alguna de ellas me matase para dejar de sufrir. Pero entonces, Rei… se interpuso entre un golpe que Makoto iba a darme. ¡Lo recibió en mi lugar! Quedó encima de mí protegiéndome y con una voz muy dulce y compasiva me dijo que no lo había perdido todo aún. Y cuándo me serené, la escuché, y además vi su pierna. La misma que yo le había quemado durante la lucha. Cuando ella se interpuso entre uno de mis ataques y Yuuichirou. Pero Rei me sonrió y añadió que me tenía a mí misma y que podría reparar todo el mal que había hecho. ¡Entonces lloré, Tom! Lloré arrepentida y deseando creer que sus palabras fuesen ciertas. Quería otra oportunidad y quizás, algún día, encontrar a un hombre que de verdad me quisiera y al que pudiese amar con todo mi corazón. Alguien a quién le importase de veras por quién era yo y no por serle simplemente útil. Fue cuando Guerrero Luna me purificó con el poder de su Cristal de Plata. En ese mismo instante mi vida comenzó de nuevo. Y después vine aquí y te conocí a ti…

Su contertulio la observaba atónito y también emocionado. No pudo replicar a esas palabras, solamente abrazarla y al cabo de unos segundos responder.

- ¡Oh, Connie!, lo siento mucho. Perdóname, No podía imaginar que hubieras pasado por algo así.
- ¡No quiero perderte! Por favor, ¡a ti no! Te quiero y no podría soportarlo otra vez. – Sollozó ella. –
- No me perderás. Nunca me perderás. - Pudo decir él también con lágrimas. – Te lo juro.

Cooan le abrazaba con fuerza, parecía no querer soltarle, temiendo quizás perderlo de veras si lo hacía. Entonces le oyó cantar, había recuperado esa voz tan hermosa que él tenía, y le cantaba aquel tema del concierto al que asistieron, esa que ya habían escuchado los dos antes.

“Estarás conmigo y serás mi amor…
Entre los campos de cebada” …

Y la muchacha lloró nuevamente, pero esta vez de felicidad. Tras unos minutos así, abrazados, ella al fin se levantó y el chico le dijo con voz cariñosa y suave.

-Nunca te dejaré Cooan Malinde. ¡Mi Connie! Pero debes prometerme algo. – Y ante la atenta mirada de la ahora sonriente chica, él le pidió. – No te arriesgarás inútilmente y tendrás siempre mucho cuidado…

Ella asintió, le mesó la barbilla y le susurró con afecto.

-Te lo prometo, no lo haré, pero tú también debes prometerme que me guardaras el secreto, te lo pido por favor, no estoy sola en esto.

            Él tan sólo asintió con la cabeza, era sencillo suponer quienes serían las otras que estaban con Connie. Y la conformidad del muchacho fue bastante para que la joven sonriera, dándole un largo beso en los labios. Después ambos (ella ya con su identidad normal) se dirigieron a la enfermería. Afortunadamente las heridas no eran tan graves como podían parecer a primera vista. Aunque ante las preguntas de la sorprendida enfermera confesaron haber sufrido un accidente sin querer entrar en más detalles. Por suerte esa mujer que les atendió no era demasiado curiosa y la menor gravedad de las lesiones contribuyó a zanjar el tema. Una vez curados y vendados comieron algo para reponer fuerzas y se dirigieron a la puerta de la biblioteca. Allí les esperaban Roy y Beruche.

- Llegáis tarde. - Indicó Roy sorprendido señalando el reloj cuando les observó aparecer. - ¿Por qué os habéis entretenido tanto? ¿Y qué os ha pasado? - Preguntó atónito observando las heridas y vendajes que ambos lucían. -
- Un accidente - repuso Cooan sin darle importancia - no ha pasado nada.
- Sí, ya me lo imagino. Supongo que habrá sido un accidente bastante molesto. – Afirmó su interlocutor que no se creía en absoluto esa versión, preguntando con sorna. - ¿Tenía cuernos y rabo ese accidente?

La interpelada asintió reconociéndolo con una ligera sonrisa y Beruche se la devolvió de forma cómplice mirando luego a Roy. Éste pareció comprenderlo bien puesto que no insistió en el asunto. A fin de cuentas, a ellos les había sucedido lo mismo.

- Perdonad el retraso. Era algo que no podía esperar. Teníamos mucho de qué hablar.
-Es cierto. Existían algunos malos entendidos. - Afirmó Cooan. -Pero ya los hemos aclarado.
-Sí, yo voy a poner todo mi empeño en mejorar con mi rehabilitación y seguiré estudiando. - Remachó el moreno muchacho. -
-Eso es amigo. - Asintió Roy con una gran sonrisa a la par que guiñaba un ojo. - ¡Ese es mi Paleto de Kansas!

            Bertie sonrió a su vez, le alegraba ver que tanto su hermana como Tom habían logrado disipar esos nubarrones. Melanie tenía razón. Fue entonces cuando recordó…

-Por cierto, hermanita. Me encontré con tu jefa de animadoras…
- ¡Es verdad! - Exclamó ésta llevándose una mano a la frente en tanto declaraba. - ¡Teníamos ensayo! -
-Por eso no te inquietes. – La calmó Bertie. - Me dijo que estabas excusada.
-Me alegro, porque de todos modos no iba a ir. - Replicó la muchacha esbozando una sonrisa para añadir. - Tengo mejores planes.

            Entonces recordó a April. ¡Esa chica había tratado de advertirla! Estaba claro que algo sabía. Por unos instantes estuvo a punto de contárselo a sus amigos por fin. Sin embargo, Tom se adelantó afirmando con una sonrisa.

-Y yo también. Y lo siento mucho, chicos, Connie y yo no vamos a estudiar hoy.
- ¿Y eso? -  se sorprendió Roy agregando divertido. - Realmente me sorprendéis, estáis muy vagos últimamente.
- Es que nos vamos al cine - le explicó su amigo. - Ella me va a invitar a ver una película muy interesante.
- Eso está muy bien - terció Bertie con aprobación y visible alegría. - ¡Que os divirtáis!
- Gracias - le sonrió su hermana - ¿Nos vamos?,- le preguntó afectuosamente a Tom que asintió con patente entusiasmo. -
-Ya nos veremos, chicos. - Afirmó éste dejándose empujar su silla por Cooan. -
- ¡Eh cubito! - dijo Roy en tanto sus amigos se alejaban - ¿Por qué no nos vamos con ellos?
- Nada de eso. - Negó ella moviendo un dedo afirmando divertida. -Tú tienes que estudiar y mucho porque vas muy retrasado.
- Esto no es justo - protestó él. - Ellos se van y tú les dices "que os divirtáis”, - hizo una imitación de la propia Beruche con tanta gracia y ligera sorna que hasta la hizo reír y añadió con tono pretendidamente compungido. - Te lo pido yo y me dices que tengo que estudiar.
- Vamos vago ¡a estudiar! – se reafirmó Bertie agarrando a Roy de una oreja y arrastrándolo hacia la biblioteca, además de explicarle ahora más seria. - Además, Tom y Cooan necesitan estar solos.
- Vale, vale - admitió el muchacho soltándose con suavidad y replicando más serio también. - Tienes razón. Necesitan un poco de tiempo para poner en orden sus sentimientos, pero he querido disimular un poco delante de ellos. Lo cierto es…- sentenció él ahora más reflexivamente – que la mirada de Tommy ha cambiado. Y también la de tu hermana. Han recuperado la alegría. Se les ve felices juntos. Y me alegro por ellos, necesitaban sacar de dentro todas sus preocupaciones.
- ¿Y si te has dado cuenta de eso por qué siempre tienes que actuar como un payaso? - se rio Bertie con fingida reprobación para afirmar ahora con un cariz más afectuoso. - ¡Mira que dices tonterías pero en el fondo eres un gran chico! Y tienes razón. Yo también estoy muy feliz por ellos. ¡Bueno! - Suspiró ahora con aparente resignación declarando despreocupadamente -, creo que por esta vez podremos pasar de los estudios y tomar algo.
- Oye, que era broma, cubito - sonrió él de forma solícita, proponiéndole. - Podemos estudiar si de verdad quieres.

            Aunque ahora fue Beruche la que le tomó del brazo animándole con tono divertido.

- ¡Vamos anda!, antes de que me arrepienta.

            Él se dejó llevar y sin que su compañera le viese hizo la uve con los dedos. Por otro lado, Tom y Cooan lo pasaron muy bien aquella noche. El chico le prometió solemnemente tratar de rehabilitarse y ella le aseguró que no le dejaría sólo. Por fin había surgido el verdadero amor entre ellos. Y esta vez no lo confundirían con otro tipo de sentimientos o emociones. Roy y Bertie no se equivocaban. Su amigo se sentía ahora más feliz y con fuerzas para enfrentarse al reto que tenía por delante, con Connie a su lado se veía con deseos de mejorar. Ella a su vez se prometió luchar por él y por todos los que estuvieran en apuros por culpa de los sectarios. Y entonces le comentó al muchacho algo más seria.

-April vino a advertirme. Me dijo que había visto a esa mujer y que era un demonio.

            Su interlocutor se la quedó mirando con estupor, tardó unos segundos en replicar.

-Tendríamos que hablar con ella. Quizás sepa más cosas.
-Sí, en cuanto me sea posible le pediré que se reúna con nosotros. Pero ella desconoce mi identidad como justiciera. Aunque pudiera ser que sospechase algo. Miraba mucho mi colgante. Con la piedra que me da el poder de transformarme. ¿Sabes?- le contó entonces.-  La salvamos hace unos días de unos demonios, estuve a su lado y debió de fijarse.
-Entonces crees que lo sabe o únicamente sospecha?- Inquirió Tom  preocupado a su vez.-
-No pienso que esté demasiado segura y creo que será mejor que eso siga así. Es una compañera y amiga. No quiero que se vea en medio de todo esto.
-Estoy de acuerdo. Por otro lado, también creo que cuantos más aliados tengamos, mejor.- Convino él.- Si ella te lo dijera claramente quizás podrías admitirlo. Cuantos más seamos tendremos más posibilidades de vencerles. No digo que ella tenga que intervenir directamente pero quizás pueda darte más información. Lo mismo que sabía de esas diablesas, podría saber otras cosas
-Sí, puede ser. Bueno, en cualquier caso debemos mantenernos unidos. De ese modo lo conseguiremos. - Le sonreía ella tras salir del cine en tanto retornaban sin prisa a la universidad. –
-Y yo me esforzaré mucho para merecer tu amor. – Le dijo él. –
-Tú eres un chico maravilloso. – Replicó ella afirmando a su vez. – Soy yo la que debo merecerte.
-Sin embargo, me costó mucho que te fijases en mí. – Comentó el muchacho ahora con una sonrisa divertida que escondía no obstante un ligero acento de reproche. –
-Fue por mi desengaño con Rubeus. Eso me hizo ser muy cauta, tenía miedo de volver a equivocarme. - Le confesó la chica bajando un poco la mirada nuevamente sin querer recordarle tampoco al chico que en un primer momento se había fijado en Roy. – Aquello me hizo mucho daño.
-Cada vez que pienso en lo que me has contado. Y en cómo te trató. ¡Menudo idiota! No saber valorar lo que tenía. – Declaró Tom sentenciando. - ¿Cómo puede haber alguien capaz de no quererte?

La chica le sonrió agradecida. Se agachó para darle un largo beso y en cuanto él lo encajó encantado, pudo confesarle a su vez.

-También yo tuve un desengaño. El verano pasado. Estaba enamorado de una chica desde hacía años, pero para ella solo era un amigo, nada más.
- ¡Vaya una tonta! - Pudo responder Cooan a su vez. Y visiblemente curiosa quiso saber. - ¿Cómo era?
-Pues, se parecía mucho a una muchacha que conozco. Morena, de pelo rizado y ojos azules muy oscuros y bonitos, pero no tan hermosos como los violetas de la mujer a la que quiero. – Declaró él añadiendo con tono reflexivo. - ¿Sabes? Quizás estaba escrito que debía ser así. Que tú y yo debíamos conocernos. Y ahora doy gracias a Dios por ello.
-Y yo también. - Sonrió la chica. -
- ¿Y sabes otra cosa? - Le confió Tom. - A mis padres les has caído muy bien. No dejan de alabarte. En cuanto tengamos unos días de vacaciones desearían invitarte a casa.
- ¡A, a mí! - Se sorprendió a la joven llevándose una mano al pecho. - No sé si yo…
-De veras. Les encantas. A mi madre, sobre todo. Me ha pedido que te lo diga. - Afirmó el chico ahora con más entusiasmo para referir a la atónita Cooan. - Me comentó, “hijo, dile a Constance que sería un placer para nosotros que pasara unos días aquí”. – Y mirándola con patente cariño el muchacho agregó. - Y recuerda que prometí enseñarte los campos de oro…como dice nuestra canción. Todos los terrenos con esas mieses que se extienden hasta donde la vista puede abarcar. Es un paisaje realmente hermoso.
-Sí, deseo verlos a tu lado. - Afirmó ella con emoción.-

Su compañera le abrazó con cariño y volvieron a besarse. Al final y tras varias horas de conversación, planes y deseos para el futuro, le acompañó hasta la puerta de su cuarto y allí se despidieron hasta el día siguiente. Mientras tanto en la sede de la secta, un enfurecido Gran Sabio llamó a otra de las diablesas.

- ¡Iama! - gritó con voz imperiosa. - Comparece ante mi presencia, ¡rápido!  

La súcubos apareció al instante ante su superior y le saludó inclinando sumisamente la cabeza.

- A tus órdenes señor. ¿Qué deseas que yo haga?
- Tus compañeras han fracasado y han sido aniquiladas por las justicieras, no debes repetir sus errores. Ve, acaba con ellas y recupera la piedra Yalmutud que nos falta para completar el pentáculo de la invocación.
- Como tú ordenes, señor. Ya tengo fijado mi blanco. - En la bola del Gran Sabio apareció la Dama del Trueno, en tanto la súcubos le explicaba a su jefe. - Estoy segura de que la esfera Yalmutud está en su poder. Antes de matarla haré hablar a esa humana para que me diga donde la esconde, será fácil.
- Eso es lo que dijeron tus compañeras antes de ser destruidas. No menosprecies el poder de las justicieras o puedes correr la misma suerte que ellas. - Le rebatió el Sabio con desconfianza. -
- Descuide señor. Esta vez será distinto. Solamente tengo que averiguar dónde viven. - Le aseguró ella desapareciendo tras hacerle una inclinación con la cabeza. -

Y supuso que quizás, esa chica de la universidad, lo sabría. No tardó en ir en su busca.

-Siendo una acólita me dirá lo que deseo saber.- Se dijo la diablesa con tintes optimistas.-

Por su parte, Petz y Karaberasu estaban en su apartamento y charlaban sobre sus otras hermanas. Cooan había telefoneado para contarles lo sucedido. Tom había prometido a su vez no descubrir a Roy sus identidades. Su hermana también les había advertido que las diablesas podrían ir tras ellas.

-Al fin lo han aclarado todo entre ellos. – Afirmó Karaberasu con alivio. - Una cosa menos de la que preocuparnos.
-Por lo menos en ese aspecto las cosas parece que se solucionan. Pero esto otro es más serio. Deberíamos esconder bien esta piedra. - Meditó Petz en voz alta señalando al sofá, bajo el cual estaba escondida esa esfera Yalmutud -, aquí podrían robárnosla fácilmente.
- Sí, sería lo mejor, - convino su contertulia-  pero, ¿dónde?
- Podemos enterrarla en algún lugar de las afueras de la ciudad. - Propuso su hermana mayor. -
- La detectarían sin ningún problema, - rebatió su interlocutora – no, eso no podemos hacerlo.
- Pues no sé que otra cosa se nos puede ocurrir. - Replicó Petz desconcertada. -
- Déjame eso a mí - se sonrió su hermana. - Se me está ocurriendo una idea.
- Debes tener cuidado, podrían estarnos vigilando...
- No debes preocuparte por eso. Mira, esto es lo que haremos - Karaberasu le susurró a Petz su plan al oído. -

Ésta se sonrió también, como idea no era mala, aunque tenía sus riesgos y así se lo manifestó con cierta preocupación a su hermana menor.

- Me parece bien, pero ten mucho cuidado ¿vale? Y avísame si te ves en peligro.
- Descuida lo tendré. - Aseguró la muchacha que se hizo con una sábana y con algo envuelto bajo ella de forma redonda. Así salió a la calle. – Hasta luego y no vengas a no ser que te llame…

            Kalie caminaba con su paquete envuelto, se dirigía a una zona poco concurrida, prácticamente desierta…

- Bien, bien - se dijo Iama escondida en un tejadillo de la zona al ver salir a Karaberasu de la casa. - Ven hacia mí, pequeña necia. Pronto caerás en mi trampa.

            Y es que, le dio tiempo a aparecer en esa facultad y buscar a su objetivo. Cuando esa muchacha la vio el corazón debió de darle un vuelco.

-Hola. Tú eres April, ¿verdad?- Le sonrió Iama, que adoptaba su apariencia humana.-
-Hola.- Musitó una achantada April.-
-Necesito que me des cierta información.- Le pidió esta.-
-Tu amiga estuvo aquí ya y le conté todo lo que sabía.- Repuso la joven.-

            Su interlocutora se aproximó mirándola con intensidad, tanto que la humana apartó la vista. Aprovechando que estaban a solas en un largo corredor apenas concurrido, Iama la empujó contra una pared y le susurró.

-Tú no ignoras lo que soy en realidad, ¿verdad que no?

            La aterrada chica movió la cabeza, y su interlocutora prosiguió con voz melosa.

-No tengo los gustos de Meriak. No te hagas ilusiones. Aunque puedo ser amable contigo, o pedírtelo de otra manera. Y esa otra forma no te iba a gustar nada.
-¿Qué quieres saber?- Inquirió su contertulia sin atreverse ni a mirarla.-
-Muy fácil. La dirección de esas justicieras.
-¿Dirección? Si te refieres a mis compañeras, viven aquí.- Repuso April.-
-No, no estoy hablando de ellas ahora, sino de sus hermanitas.- Le aclaró la diablesa.-
-Sus hermanas viven en Japón.- Musitó la chica.-

            Sintió entonces un dolor agudo en un brazo, al mirarse constató con horror que la sangre le manaba. Tuvo que apretarse con una mano en tanto su interlocutora siseaba a la vez que le mostraba unas largas uñas teñidas con la sangre de la propia April.

-No trates de tomarme por estúpida. Sus hermanas están aquí. ¡Habla!

            Ahora la joven sollozaba presa del terror moviendo la cabeza y apenas siendo capaz de gemir.

-Yo no sé donde viven esas mujeres. Solamente conozco a dos. ¡Por favor, es la verdad!

            Iama se sonrió malévolamente, aferrando el cuello de esa idiota con su otra mano. April no podía dejar de sollozar llena de angustia, aunque la diablesa entonces, moderando su tono, le comentó.

-Bien, supongamos que te crea. En ese caso, lo averiguarás. O de lo contrario, ese cortecito que te hecho no será sino un anticipo de lo que te aguarda. ¿Lo has comprendido? Cuando tengas lo que quiero saber, toma el pentáculo que posees y cuélgatelo al cuello.

            La aterrada joven asintió de forma casi imperceptible. Iama la soltó alejándose de allí. April pudo suspirar y respirar de forma larga. De nuevo se fijó en su brazo, a duras penas era capaz de contener esa hemorragia. No tardó en ir a la enfermería.

-¿Qué te ha sucedido?- Le preguntó el enfermero que estaba a esas horas.-
-Me he cortado con un tablón.- Respondió ella.-
-Tendré que ponerte la vacuna contra el tétanos.- Le dijo él.-

            La chica asintió, pese a que eso dolía más valía no arriesgarse, a saber qué clase de cosas podría transmitirle esa diablesa. Al fin, tras recibir la inyección y ser desinfectada la herida, la curaron y la vendaron. Se despidió de ese enfermero agradeciéndole sus cuidados y corrió.

-¡Tengo que encontrar a Connie o a su hermana! - Se dijo con desesperación.- Y debo hablar con Paige.

            Se dirigió hacia el cuarto de esas dos japonesas. Para su sorpresa y suerte la puerta estaba abierta. Al entrar vio algunos muebles rotos y restos de cristales.

-No sé qué habrá ocurrido pero es mi día de suerte.- Pensó aliviada.-

            No tardó en rebuscar en algunos cajones de las mesitas de noche de esas chicas. Y en una de ellas encontró una pequeña libreta. Allí los nombres de dos mujeres que no conocía. Aunque alguno le sonaba.

-Creo que Connie habló de ellas alguna vez.- Quiso recordar.-

            Tomando un papel y un bolígrafo, copió todo lo que pudo, incluyendo una señas de la ciudad. ¡Debían de ser esas!. No tardó en salir a todo correr para buscar a esa diablesa.

-Espero que sea esto lo que quiere.

            A los pocos instantes, Roy y Bertie se asomaron tras la esquina del pasillo que daba al cuarto de esta. El chico musitó.

-Tenías razón cubito cuando sospechabas de ella. Esa chica se está comportando de una manera muy rara. ¿Qué tendría que hacer en vuestra habitación?
-No lo sé.- Admitió Bertie.- Aunque espero que podamos averiguarlo. En cuanto Cooan vuelva se lo comentaré.

Y es que Beruche había advertido la extraña forma de actuar de April. Su hermana no parecía haberse dado cuenta pero fue Melanie quien se lo comentó. La jefa de animadoras se había encontrado con ella haría una hora.

-Hola.- La saludó Bertie.-
-Hola.- Repuso su contertulia comentando con tono inquieto.- ¿Has visto a April? Estoy bastante preocupada por ella. Está actuando de manera muy extraña.
-No, no la he visto. Quizás mi hermana haya estado con ella.- Conjeturó Beruche.-

            Fue la propia Mel  quien, con tono consternado, le mostró ese colgante con aquella estrella de cinco puntas invertida y le comentó.

-Encontré esto en su habitación. No sé de qué se trata pero no me gusta nada.

            Beruche no quiso decir nada pero se daba cuenta de lo que era aquello. Y no era casualidad que esa diablesa hubiera intentado matarla y le hablase de que tenía una informadora.

-Se lo comentaré a Roy y a Tom en cuanto les vea.- Le prometió.-

 Y tras despedirse de Mel su mente ideó un rápido plan. Esa diablesa estaba buscando algo, quizás al no encontrarlo y saber de su destrucción, alguien de esa secta volviera a su habitación a seguir registrándola. Decidió ponérselo fácil. Una vez que se encontró a Roy le explicó su plan. Al principio el chico se mostraba escéptico, aunque sin pensar en April convino en que si alguien entraba en el cuarto pudiera ser esa persona la informadora a la que aquella súcubos se había referido. Ahora por desgracia, los hechos le habían dado la razón a Beruche.

-¿Quieres que vaya a por ella?- le consultó Roy.-
-No, déjala. Quizás no sea lo que nos imaginamos. Será mejor esperar a poder charlar los cuatro.- Repuso Bertie.-

Por su parte y tras volver a su propia habitación, dando gracias a que esta vez Melanie no estuviese, April se hizo con ese pentáculo y lo aferró entre sus manos tras colgárselo del cuello. Asombrada vio como de la nada aparecía ese ser de las tinieblas. Con ojos y cabello rojizo.

-¿Y bien?- Quiso saber Iama.-

            April le alargó el papel con las anotaciones. La diablesa lo ojeó asintiendo satisfecha.

-Muy bien. No esperaba menos de ti.
-Por favor. ¿Podrías decirme algo?-. Le inquirió con tono medroso y suplicante.-
-¿El qué?. Vamos, no tengo mucho tiempo.- Contestó abruptamente su interlocutora.-
-Mi hermana me ayudó una vez. Me hizo firmar un papel muy extraño con mi propia sangre. ¿Qué significa eso?- Quiso saber.-
-Significa que hiciste un pacto.- Le respondió la súcubos.- Y que estás ligada a nosotros.
-Pero yo no lo sabía.- Comentó la joven con voz temblorosa.-

            Eso hizo que Iama se quedara pensativa, entonces comentó.

-En tal caso, puede que ese pacto no sea válido, No te implicaría directamente a ti, sino a tu hermana.
-Ella me dijo que debía obedecer todo lo que me mandasen.- Le explicó April.-
-¡Eso no sirve de nada! - se rio la diablesa mirándola ahora con una mezcla de regocijo y burla para sentenciar.- ¡Pobre necia! Has estado colaborando sin tener la obligación de hacerlo. Yo que tú hablaría con esa hermana tuya para que te contase qué es lo que hizo exactamente. Tu alma y la suya podrían depender de ello. Ja, ja, ja…

            Y dicho esto desapareció. Estaba deseosa de encontrar a sus objetivos. De modo que volvió a la sede de la secta y pidió a algún acólito que le indicase en dónde caía esa dirección. Tras ser informada se dirigió hacia allá.

-Ya sois mías, justicieras.- Se dijo con sentimiento triunfal en tanto se escondía en un sitio próximo a ese lugar.- Tendréis que pasar por aquí.

            Aunque nadie se aproximaba. Ese lugar no daba la impresión de tener cerca a esas justicieras. La furiosa diablesa se tuvo que transportar una vez más a la sede de la secta. Allí le dieron las oportunas aclaraciones. Salió rumbo a otro lugar que sí demostró ser el correcto.

-Maldita estúpida.- Masculló pensando en April.- En cuanto te ponga la mano encima vas a ver. Menos mal que  tu hermanita y el Sabio sí que estaban mejor informados.

Paralelamente Kalie vio que su piedra parpadeaba iluminándose con cada vez mayor brillo. Intuyó con claridad que algún demonio estaba cerca. Dispuesta entonces a pasar a la segunda etapa de su plan apretó el paso y se metió en un callejón desierto, Iama la siguió. Petz que se había quedado con la piedra auténtica, la guardó dentro de un armario de doble fondo. Decidió que debía hacer caso a su hermana y esperar a que Karaberasu la avisara a través de un comunicador de la presencia del enemigo. Mientras tanto, deseó que el plan tuviera éxito o de lo contrario y en caso de que tuviese algún problema y la avisara acudiría rápida en su ayuda.

-O incluso aunque no lo haga. Kalie siempre se deja llevar por la autoconfianza. Y esta vez eso podría matarla, no lo permitiré. - Se dijo la joven. –

            Entre tanto, tras esas impactantes revelaciones, April había salido una vez más de la universidad, dirigiéndose al encuentro de su hermana. Aquel pensamiento que había tenido tras hablar con Connie le rondaba una y otra vez, confirmado

-No puede ser verdad. ¡Por favor! Que no lo sea…

            Y esa zozobra la acompañó durante todo el trayecto, hasta recorrer la distancia que la separaba del piso de su hermana. Al  llegar tocó a la puerta. En esta ocasión, tras unos momentos, Paige abrió. Al parecer y por fortuna, estaba sola con su hija.

-Hola.- Susurró la anfitriona.-
-¡Paige, han pasado cosas terribles! - Le contó April.- Y me han hecho reflexionar.
-¿Qué cosas?- Quiso saber su interlocutora.-
-Advertí a unas compañeras de que corren peligro. Y hablando con una…-Respondió, dispuesta a referirle aquella conversación y las cosas que le había contado Iama, aunque rectificando en el último momento para ir directa al grano y recordarle a su hermana.- Cuando viniste a verme al hospital y me trajiste ese contrato. Dime. ¿Para qué era exactamente?

            Paige la miró con el gesto desencajado y apenas fue capaz de balbucir…

-Bu, bueno. Era un permiso tuyo para que pudiera ayudarte.
-Sí, pero, ¿cómo funcionaba eso? Quiero decir, nadie vino a verme, ni me operaron de nada.
-No hizo falta.- Suspiró su interlocutora bajando la mirada.-

            April quiso enfrentar sus ojos a los de su hermana, aunque esta la rehuía, al fin, la joven estudiante decidió ser clara, queriendo saber con una mezcla de consternación y reproche.

-Hiciste una especie de pacto con esos demonios para que yo me curase. ¿Es eso, verdad?  Y al firmarlo me obligaste a hacer algo por ellos.
-No, no fue así.- Rebatió Paige confirmándole lo que esa diablesa le comentó.- Tú no estás obligada a nada. Pese a haber estampado tu sangre en el papel.
-Entonces. ¿Acaso me curaron a cambio de nada?- Inquirió escépticamente su contertulia.-
-Tu sangre sirvió para saber quién sería el beneficiario del pacto.- Le explicó quedamente su interlocutora.- Es como una especie de seguro.
-Pero siempre que esos seres hacen tratos con alguien, esa persona tiene que pagar un precio. No lo comprendo.- Repuso April.-
-Ni yo.- Sonrió sardónicamente Paige, alegando.- Pudo haber un error y olvidaron reclamar responsabilidades. Ese es su problema. Ahora el pacto ya no puede ser roto.
-Pero me dijiste que tenía que seguir todas sus indicaciones.- Le recordó su hermana.-
-Sí, te lo dije para protegerte.- Arguyó su interlocutora.- Son gente peligrosa, hay mucho desalmado y no son precisamente demonios. Por eso, sigue actuando como si obedecieras todos sus requerimientos.- Le pidió con visible inquietud.- Disimula, pero sobre todo, no intentes jugar a ser más lista que ellos. Son muy malvados pero sumamente inteligentes.

            La afectada por aquello asintió. Quizás fueran capaces de engañar a esos demonios o a quienes quiera que fuesen y las dejasen en paz, sin embargo lo dudaba. Siendo seres tan poderosos daban a su vez la impresión de tener muchos conocimientos y de ver muchas cosas. Por ello su contertulia le indicó.

-Por tu bien y el nuestro es mejor que no te mezcles en nada de esto. Olvida a esas diablesas y no les cuentes nada más a tus compañeras, ¡por favor! Podrías atraer la furia de esos seres sobre nosotras.

            April convino en ello. No deseaba para nada ser causa de problemas para su hermana ni para su pequeña sobrina. Justamente entonces la cría comenzó a llorar y cuando su madre iba a tratar de calmarla ella le pidió.

-¿Puedo tomarla en brazos?
-Claro que sí.- Sonrió Paige.-

            No tardó en sacar a la pequeña de su cuna y tras mecerla un poco ésta enseguida detuvo su llanto.

-Parece que le gustas.- Afirmó la madre de la niña.-
-Y ella también a mí.- Respondió April esbozando una leve sonrisa en tanto veía como esa cría cerraba sus azules ojos.-

            Tras un rato más de estar con ella en brazos la depositó nuevamente en la cuna. Al fin le comentó a su hermana.

-Mira. Puedo ayudarte para criarla. ¡De verdad! Tengo algo de dinero, del que papá y mamá me han dado para semestre.
-¡No quiero nada de ellos!- Rehusó su interlocutora con brusquedad, aunque al ver el gesto apenado de su hermana, se apresuró a añadir de un modo más conciliador.- Te lo agradezco, pero no hace falta.
-Escucha, Paige.- Suspiró April con evidente incomodidad.- No tienes porqué vivir así…¡por favor! No quiero ofenderte, ni nada por el estilo. Solamente me preocupas, bueno, ahora me preocupáis las dos. Y estoy en deuda contigo. Por mi curación.- Expuso con el mayor tacto que pudo.- Y también gano un sueldo en el bar donde trabajo. Con eso sí podría echaros una mano. Aunque fuera poco dinero. ¡Por favor!- Insistió con gesto suplicante.-

            Su contertulia la observó con la mirada triste, apenas pudo componer una media sonrisa y respondió.

-Sí alguna vez me sucediera algo, únicamente te pido que cuides de mi pequeña. ¿Lo harás? Tengo algunos bienes y dinero ahorrado, en una cuenta a nombre de ella, Marla Sorel. Es el apellido que adopté, después de irme de casa.- Le explicó.-
-Por supuesto.- Le aseguró April quien mirando su reloj se disculpó añadiendo.- Es muy tarde, tengo que irme ya. Tengo.. que ir a trabajar. Ya sabes…perdona por haberte molestado.
-No lo has hecho. Nunca has sido una molestia. Hasta ahora eras la única persona a la que he querido de veras.- Sonrió su interlocutora, mirando de reojo a su bebé.-

            Y la universitaria se marchó dejándola a solas. Paige recordaba entonces el auténtico pacto que hizo. Y las visitas que recientemente había recibido al margen de la de su hermana. Sonriendo con amargura musitó con los ojos puestos en su pequeña.

-April, quizás debas ocuparte de mi niña antes de lo que piensas.

            Y su hermana al tiempo que se marchaba, no podía dejar de pensar.

-No creas que me engañas, Paige. Si eso funciona como un seguro y yo soy la beneficiaria, tú has debido de ser la tomadora. ¡Eres tú quien tendrá que pagar por mí! Y no voy a permitirlo. Haré cuanto esté en mis manos para liberarte de esa carga. Tienes que ser libre para cuidar de la pequeña Marla…

            En la facultad, Cooan y Tom retornaron llenos de optimismo y esperanzas. Aunque lo que no se imaginaban era que Bertie y Roy les esperasen con visible interés e inquietud.

-¿Qué sucede?- Quiso saber Tom.- ¿Os ha atacado algún otro demonio?
-Será mejor que hablemos de esto en un lugar privado.- Repuso cautamente Roy, con el asentimiento de Bertie.-

            De modo que los cuatro fueron a la habitación de las chicas. Una vez dentro cerraron la puerta y Bertie les contó lo sucedido. Cooan abrió la boca con una mezcla de incredulidad y horror.

-¡Dios mío! Iba a hablarte de April pero con todo lo que ha pasado, al final lo dejé estar.
-Pues cuéntanoslo ahora.- Le pidió su hermana.-          

            Y tras referirles lo ocurrido, exceptuando la confesión de esa chica sobre su orientación sexual, y las sospechas que tenía sobre si ella y Bertie eran las justicieras, al estar allí Roy, fue este mismo quien asintió despacio y declaró.

-Entonces April es una espía de esa secta. Por eso sabían tantas cosas esos desgraciados.
-No lo sé.- Objetó Cooan.- Yo la noté muy asustada. Como si la estuvieran amenazando. No creo que quiera hacernos daño.
-Puede que no, pero con su manera de actuar nos pone en grave peligro.- Replicó Tom.-
-Tendremos que hablar con ella.- Añadió Bertie.- Cooan y yo nos ocuparemos de hacerlo discretamente. Si es una víctima más nuestro deber es ayudarla, no atacarla.

            Sus compañeros convinieron en eso, dejándoles aquel tema. Por otra parte, y días antes en Japón, la noticia del terrible suceso acaecido a Tom había dejado heladas a las chicas. Rei se paseaba nerviosa e impotente en el santuario ante las caras de desolación del resto, después de su conversación con Cooan y de la que mantuvo con sus compañeras. Ahora lo recordaban con indignación. Tenían a Usagi allí y habían trazado un plan para ver qué les decía…

- ¡Pobre muchacho! – Suspiró entonces Minako con el asentimiento de Artemis que estaba en su regazo. -
- ¡Malditos sean esos demonios! - Espetó Makoto con tono entre frustrado y furioso. -
-A juzgar por lo que Petz y Kalie nos han contado ha sido terrible para todos. Aparte de Tom, Cooan está sufriendo mucho. Lo mismo que Bertie y Roy. - Declaró Minako con pesar al resumirles brevemente lo que sus amigas le escribieron. -
-Sí. Le consulté a mi madre sobre ese particular. Por desgracia coincide con el diagnóstico que le han hecho allí. Es una parálisis permanente. - Pudo decir Ami llena de tristeza. - Nada se puede hacer.

            Rei intervino entonces apretando los puños para exclamar, llena de rabia a su vez.

- ¡Maldita sea!, no soporto esto ni un minuto más. ¿Cuándo vamos a poder ir a ayudarles? Ahora ese chico está indefenso ante cualquier ataque.

            Nadie respondió a esa cuestión. Usagi por su parte bajaba la cabeza visiblemente consternada. Miraba a la gata Luna que también lucía un gesto pesaroso. Aunque Marte, tras unos instantes, se volvió hacia su amiga y con expresión suplicante le dijo ante las miradas atentas y expectantes del resto.

-Usa-chan. ¡Onegay! Aunque no puedas hacer nada por sanarle… al menos deberíamos ir a socorrerles. Necesitan nuestro apoyo. Por lo menos el moral. No digo que vayamos a pelear, sino simplemente a confortarles…

            Las otras compartían ese mismo sentimiento, aunque ninguna añadió nada.

- ¡Te lo suplico! - Insistió Rei llegando a ponerse de rodillas. - Ten compasión por lo menos de ese chico. De nuestras amigas.

            Aquello le resultaba muy embarazoso a Usagi. Apenas si pudo responder entre atónita y consternada.

-Por favor Rei, no me hagas esto. Levántate del suelo.
-Usagi-chan, ¡onegay! - terció Makoto adoptando idéntica postura que la sacerdotisa. – Únicamente un viaje, aunque sea corto. Para comprobar que están bien.
- ¡Onegay! - Agregó Minako imitando a sus amigas. -  Si no es a todas. Al menos deja ir a alguna de nosotras.

            La interpelada, con evidente conmoción, miraba con la boca abierta a todas. Luego dirigió la vista hacia Ami, la única que no había hecho eso. Quizás al ser más cerebral que el resto analizaba las cosas de forma más objetiva. Sin embargo, eso duró poco. Mercurio se arrodilló de igual manera para remachar con gesto suplicante.

- ¡Onegay! Usa-chan…son nuestras queridas amigas y están en peligro.
-Chicas. Creedme, por favor. - Pudo apenas balbucir realmente emocionada en tanto se arrodillaba también enfrentando su desolada mirada a la de Rei y luego a la de las demás. - No depende de mí. Os aseguro que si así fuera…

Y no pudo proseguir, al menos hasta enjugarse algunas lágrimas. Ninguna se atrevió a hablar. Así, tras otro embarazoso momento de silencio, la interpelada se levantó despacio y miró a sus compañeras para musitar.

-Pronto. Muy pronto…os prometo que iremos, pero todavía no…Lo siento…


            Ninguna respondió, aunque Usagi sabía perfectamente lo que pensaban tras esos semblantes en los que podía leer el ruego y hasta el reproche. ¿Por qué?... ¿hasta cuándo tendrían que actuar así? Siendo honesta ni ella misma sabía la respuesta. Dependía de aquellos extraños sueños que tenía. Lo mismo que le sucedía a Mamoru que en esos momentos se encontraba reunido con ciertas personas importantes para el devenir de los futuros acontecimientos. Lo único que podían hacer pues, era tener paciencia y esperar. ¡Ojalá que cuando pudieran intervenir no fuese demasiado tarde! De momento sus amigas, las cuatro hermanas y esos dos muchachos deberían salir adelante por sí solos. Y ahora era el turno de Karaberasu para intentar salir airosa de la durísima prueba que se le avecinaba.

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