La alterada muchacha al fin se dirigió con paso
firme hacia el cuarto de Tom y se plantó ante la puerta. Tomó aire tratando de
serenar su rostro y enjugarse las lágrimas. Repasó su aspecto utilizando un
espejito de mano y una vez estuvo segura de presentar una mejor apariencia se
armó de valor y llamó.
- ¿Quién es? - Preguntó el chico desde el interior.
-
- Soy yo, Tom, ábreme la puerta - repuso la voz de
la chica. -
Trabajosamente
él se acercó girando las ruedas de su silla. Aquello le resultaba cada vez más
violento. El hecho de que Connie hubiera querido incluso acompañarle al baño
para ayudarle le pareció aunque no insultante, al menos sí muy revelador.
-Ya no me ve como a un hombre, sino como a un niño
que no vale para hacer nada por sí mismo.- Pensaba entre consternado y lleno de
frustración.-
Al fin el chico quitó el pestillo y
se alejó de la puerta. Ella dudó unos instantes y por fin abrió, encontró a su
compañero mirando a través de la ventana.
- ¿Qué quieres? - Le preguntó con desapasionamiento
sin girarse para verla. -
- Venía a invitarte al cine - sonrió ella -, hoy dan
una película interesante.
- Mira, no tengo ganas de salir. Estoy cansado después
de la rehabilitación. Prefiero estar sólo - repuso secamente él. -
- Pero, no creo que sea bueno que te quedes aquí
metido sin hacer nada. - Rebatió la muchacha con preocupación. -
El chico si que se giró ahora para enfrentar su dura
mirada a la atónita de su interlocutora y le replicó con brusquedad mal contenida.
- Connie, si no te importa, te agradecería que no te
metieses en mi vida, sé cuidarme sólo.
- Pero Tom, yo te quiero. - Se atrevió a musitarle
su compañera. -
- No, tú me tienes compasión y yo no deseo eso. Lo
que necesito de verdad es que me dejes tranquilo, sin estar encima de mí. – Rebatió
él, dejándola helada y sentenciando con aún más firmeza. - Lo mejor será que
dejemos de vernos, Connie, porque ya no siento lo mismo por ti.
- Pero yo… - balbuceó ella con lágrimas en los ojos,
incapaz de creer lo que escuchaba. -
- Ahora déjame sólo, por favor. - Le pidió él con
más suavidad, pero idéntico tono rotundo. -
El muchacho volvió a girar su silla para darle la
espalda y se quedó mirando por la ventana sin decir nada más. Ella estaba allí,
clavada y estupefacta, dolida y aturdida…y apenas musitó.
-Yo…Yo…
La
impactada chica quiso decir algo, pero las palabras no le salían, las lágrimas
le caían por la cara y no lo resistió. Ante los dos parecía haberse levantado
una barrera infranqueable. Hasta el mismo Tom deseaba que le dejase en paz.
¿Acaso podía haberse dado cuenta de que su situación se debía a la falta de
decisión de ella? No, que Cooan supiera, él no tenía idea de su verdadera identidad.
Pero eso lo hacía aún más difícil, ahora que le quería de veras él la
rechazaba. Aquello era mucho más de lo que podía volver a soportar, salió
corriendo de la habitación. De una forma u otra se repetía la historia que tuvo
con Rubeus. Pero su compañero también estaba desolado y tenía los ojos llenos
de lágrimas. No quería ser amado por lástima, pese a sus sentimientos por
Connie, o precisamente por ellos, no deseaba que la chica de la que estaba
enamorado siguiera con él únicamente por compasión. A la larga, eso no podría
durar. De modo que fue capaz de recitar todo aquello que había estado
preparando mentalmente y aguantó con dignidad hasta que ella se fue. Después no
pudo evitar llorar.
-Lo siento, Connie. - Sollozaba él. - ¡Ojalá no
tuviera que ser así!...
Entre tanto
Saila había llegado a la universidad y tomó la apariencia de Cooan. Siguiendo
el camino de ésta se dirigió hacia el cuarto de Tom. Su regocijo aumentó al ver
a esa boba salir corriendo del mismo. Iba tan deprisa tapándose la cara entre
sollozos que ni reparó en ella. Pese a que la diablesa se ocultó previsoramente
la suya con una carpeta que llevaba como atrezo.
-La muy idiota, ni es capaz de reconocerse a sí
misma.- Se sonrió.- ¡Pobrecita!
Aunque
por el camino se topó con algunas chicas más que la saludaron amablemente. Ella
se limitó a devolver esas “buenas tardes” de rigor con una amplia sonrisa. Imitando
bien el tono de aquella individua que estaba suplantando. Y cuando estaba a
punto de llegar, vio a esa chica.
-¿Qué estará haciendo aquí?- Se preguntó.-
Era
la misma muchacha que había ayudado a su compañera cuando estuvo por primera
vez allí, reconociendo el terreno. Pudiera ser también una acólita o
sencillamente deseaba alguna cosa. Aunque ahora no tendría porqué reconocerla.
Aguardó sin embargo a que fuese ella la que hablase.
-Connie. ¿Has visto a tu hermana ya?
-No, no todavía.- Replicó ella.- Pero enseguida iré
a verla. Antes tengo que terminar un asunto.
-¿Vas a ver a Tom?- Inquirió April, añadiendo con
amabilidad.- Os deseo lo mejor. Es un chico estupendo y yo puedo comprenderle bien.
-¿Tú?- la miró su contertulia con incredulidad, agregando
con tintes desapasionados.- ¿Qué puedes saber tú?
April
se sorprendió de ese tono, aunque lo juzgó natural. ¿Cómo podría imaginarse
Connie que ella estuvo también paralizada de cintura para abajo tras sufrir
aquel atropello? Luego tuvo muchísima suerte. Un milagro quizás. Y se recuperó.
Aunque eso coincidió con la visita de su hermana quien le aseguró que haría
cualquier cosa por ayudarla y que tenía amigos influyentes. En ese instante,
algo en su mente conectó todo eso…
-¡Dios mío!
-¿Qué tiene ese que ver con todo esto?- Se burló su
interlocutora.-
-Nada, olvídalo.- Le pidió una envarada April que se
alejó de allí.-
Había
empezado a sospechar algo que le helaba la sangre en las venas. ¡No podía ser
cierto! ¡No quería creerlo! Tendría que hablar con Paige. La diablesa por su parte la observó marcharse
y movió la cabeza.
-Esa es simplemente una loca estúpida. O puede que
Meriak la haya dejado así tras acostarse con ella. En todo caso, no merece mi interés.
Me encargaré de la justiciera y su amorcito.- Se dijo retomando su camino hacia
la habitación de Tom.-
April
estaba realmente asustada. Llegó a su habitación dispuesta a cambiarse para
salir lo antes posible. Aunque Melanie estaba allí. Otra cosa más que tenía que
resolver, apenas si se atrevió a mirarla para muestra.
-Mel, respecto de lo de antes, no es lo que tú
crees. De veras.
-No pasa nada.- Se apresuró a responder esa chica
que desde luego daba la impresión de sentirse violenta pese a su tono jovial.- Eres
libre de querer a quien te plazca.
-No, no es eso. Es que no era yo misma. No sé como explicarlo.
Ya sabes, esas cosas tan extrañas que han estado sucediendo.
-¿Quieres decir que alguien te controlaba?- Se
sorprendió Melanie.-
-Sí, algo así.- Mintió ella.- Yo, yo nunca hubiera
hecho eso, así, aquí… ya me comprendes.- Fue capaz de argumentar con evidente vergüenza,
e incluso alegando.- Vi a esa misma chica hacía un rato pero ni me conocía.
-Claro.- Asintió su compañera, sonriendo más
aliviada ahora para declarar.- ¡Qué susto me habías dado! Por un momento pensé
que tú…
April
fingió una sonrisa pero su corazón estaba roto. Al menos Mel no le había echado
en cara su condición, pero estaba claro que no le gustaba para nada estar cerca
de alguien con esas inclinaciones. Una cosa buena tenía eso. Cualquier
esperanza que le hubiera podido quedar había desaparecido.
-Espero que Connie no se lo cuente a nadie. Aunque
también estaba muy rara.- Pensó con temor ahora.- Hablaré con ella y le diré
que todo ha sido un malentendido. No sé.
Por su parte, la verdadera Cooan tenía otros asuntos
en los que pensar. Entró en su propio cuarto llorando. Beruche estaba tratando
de olvidarse de la discusión que ambas tuvieron, esforzándose en estudiar sin
conseguirlo. Entonces la vio entrar como un torrente y precipitarse en la cama.
Sin perder un momento abrazó a su hermana pequeña sospechando que sus peores
temores se hubieran confirmado y lista a seguir la sugerencia de Melanie.
- ¡Perdóname, tú tenías razón! - le confesó Cooan
entre el llanto. - He sido una estúpida y le he hecho sufrir, me ha dicho que
no quiere verme, pero entonces. ¿Qué haré yo?, no le tengo lástima, le quiero.
¿Cómo podré probárselo? ¿Cómo podría demostrároslo a todos? - Se lamentaba
desesperada. -
Su
interlocutora se sintió muy mal por ella, pero no sólo por la situación que la
pobre chica atravesaba. La había juzgado mal y su hermana evidentemente sentía
algo muy serio por Tom, y no podía resumirse solamente en lástima o culpa.
Cuando de verdad se había enamorado de él la mala suerte quiso ponerles en esta
situación. Pero desgraciadamente el muchacho nunca lo creería. Si ni siquiera
la propia Beruche había creído a su hermana que ya tenía roto el corazón en
demasiadas ocasiones.
- Haz simplemente lo que te ha pedido. - Le susurró
tratando de consolarla de la forma más dulce que pudo. - No estés atosigándole,
debes aclararlo con él, pero ten paciencia, dale tiempo. No te desanimes. Ya lo
verás, conseguirás que te crea como yo lo hago ahora.
- Sí, tienes razón, debo volver para hablarlo, no
podemos terminar así. Sé que esta vez es diferente a las otras. Hablaré con él
más calmada. Gracias Bertie.
- Suerte y cuando lo hayáis aclarado todo Roy y yo
os esperaremos en la biblioteca. Juntos
lo superaremos. - Le animó ésta enjugándole las lágrimas y añadió cuando Cooan
se disponía a salir. - Sé que todo se arreglará. -
-Gracias. – Sonrió la aludida añadiendo. - Perdona
las cosas tan horribles que te dije…
-Eran ciertas. Por eso ahora valoro tanto el amor y
su fuerza. - Repuso Bertie. - Y por eso mismo, creo que los dos os queréis de
veras y que superaréis esta situación.
Su hermana asintió esperanzada
saliendo del cuarto y Beruche se quedó allí deseándole de corazón buena
fortuna.
-Ten fe en ti, y tenla en él. Los dos merecéis ser
felices. - Musitó al verla ir.-
Aunque no
podía entretenerse mucho, recordó efectivamente que ella había quedado con Roy
en la biblioteca. Tras el incidente con su hermana la muchacha le llamó. Tras
serenarse un poco le contó lo sucedido y el chico le propuso aquel plan. Es
más, era una cita para los cuatro. Ojalá que esos dos pudieran reunirse con ellos
una vez lo aclarasen todo. A su vez su hermana pequeña se enjugaba las lágrimas
y sonreía. Corría hacia el cuarto de Tom, deseosa de poder arreglar las cosas.
No estaba dispuesta a dejarlo de ese modo y se hallaba convencida de que el
chico llegará a darse cuenta de que, en verdad, y más allá de cualquier otro
sentimiento, ella le quería de veras. Un momento después, el muchacho oyó de
nuevo como llamaban a la puerta.
- ¿Quién es? - Quiso saber, molesto por una nueva
intromisión. -
- Soy yo, cariño - escuchó la voz edulcorada de
Cooan. - Ábreme la puerta, tengo que decirte algo.
- ¡Ya te he dicho que te vayas! - le replicó el
interpelado con malos modos. -
Sin
embargo, la puerta se abrió y la muchacha entró, parecía muy risueña. Tom se
sorprendió y tampoco le hizo mucha gracia esa expresión en la cara de ella.
- No lo entiendo - le reprochó él con gesto incrédulo.
- ¿Es que no te he dije claramente antes que me dejaras sólo? ¿A qué estás
jugando?
- No debes enfadarte - sonrió Cooan - yo sólo venía
para animarte un poco. Si he dicho o hecho algo que te haya molestado te pido
perdón. Lo siento, pero ahora te compensaré. - Afirmó poniéndose de rodillas y acariciando
las piernas del chico. Aunque para asombro de éste subió con las manos hasta
otros lugares menos decorosos. -
- ¿Pero, qué haces? - Le preguntó el muchacho sorprendido
y muy desconcertado. Connie nunca se había comportado de esa forma. - Tú no sueles
actuar así. ¿Qué te pasa? - Le insistió tratando de zafarse de aquello, que
lejos de agradarle le resultaba muy violento. – Te lo pido por favor, no sigas
con esto.
- Tom, hay muchas cosas que no sabes de mí - sonrió
ella maliciosamente para sentenciar - y ya es hora de que las averigües.
- Ya sé, eso de tu antigua vida - contestó él sin
poder disimular su asombro. - ¿Qué más hay que deba saber?
- ¿No te gustaría verme como era antes?,- le propuso
ella sentándose a horcajadas sobre sus rodillas. -Mira. - Se levantó y un resplandor
escarlata la envolvió. –
Tom se tapó
los ojos, anonadado. Al volver a mirar descubrió a la muchacha vestida de una
forma muy extraña, con un traje morado a rayas más oscuras y una falda a juego,
semejante a un tutú. Sobre su frente llevaba una especie de joya engastada de
color violeta y grabado en la misma el dibujo de una media luna negra con las
puntas hacia abajo. El chico no acertaba a articular palabra.
-Pero… ¿Qué significa esto? - Pudo decir finalmente
sin poder dejar de mirarla boquiabierto. -
– Así era yo
en mi verdadera apariencia. ¿Qué te parece? ¿No me encuentras más atractiva? -
Le inquirió la muchacha con un meloso susurro. -
- Tú no te portas así - respondió Tom que pese a la
sorpresa sentía algo extraño en ella. - ¿De verdad, estás bien? Oye, no quise
ser brusco contigo antes, si es por eso...perdóname…
Pero su contertulia no le permitió continuar tapándole
la boca con una mano en tanto esbozaba una malévola sonrisa.
- Me encuentro mejor que nunca. Y me siento
liberada. - Le dijo ella dándole un beso
en los labios que él no pudo impedir. – Y ahora vas a descubrir cuanto…
El chico no sabía ya que pensar. ¿Esa era la
muchacha buena y dulce de la que se había enamorado? No podía ser. ¿Podría ser
culpa suya? Le había dicho cosas terribles solo para alejarla. Quizás la
hubiera trastornado. Esperaba que no. Y esa mirada tan extraña que le dejaba
sin capacidad de reacción.
-¿Quién eres?- Musitó.-
Aunque no obtuvo respuesta. Justo entonces llamaron
a la puerta y a él se le estremeció todo el cuerpo al escuchar la voz de Connie
teñida de preocupación.
- Por favor Tom, ábreme, tenemos que hablar. - Tocó
otra vez a la puerta añadiendo. - ¡Lo siento mucho!, no debí atosigarte tanto.
Necesitamos tiempo…ahora lo sé. Solo te pido eso…
Él se quedó mirando a aquella mujer que tenía
delante, era igual que Connie, tenía su misma voz, pero algo en su mirada le
decía que no era ella, que la auténtica estaba ahí fuera.
- ¿Quién eres tú? - Le inquirió nuevamente Tom entre
el miedo y el asombro. -
Viéndose
descubierta, la falsa Cooan le dedicó una burlesca mirada y se relamió.
- Es una pena, humano, pero vas a morir sin saberlo.
- Rio ésta alargando sus uñas como si de largas cuchillas se trataran. - ¡Muere
maldito! - chilló tratando de apuñalar a su víctima.-
Por fortuna Tom estuvo rápido, sujetó como pudo las
muñecas de su agresora y pidió auxilio.
- ¡Socorro, Connie, ayúdame por favor! - gritó
desesperadamente él en tanto forcejeaba para evitar que esa mujer le clavase
las uñas en su pecho. -
La
sorprendida chica escuchó los gritos del interior y trató de abrir, pero estaba
cerrado. No había tiempo para miramientos y de una patada saltó ese débil
cerrojo abriendo la puerta y encontrándose cara a cara con su doble. Se quedó
perpleja. Tom tenía un largo arañazo en el pecho del que manaba sangre, pero por
lo demás se encontraba a salvo. La diablesa se apartó de él encarándose contra
la propia Cooan.
- ¿Quién eres tú? – Inquirió la auténtica, entre
atónita y enfurecida - ¿Por qué te haces pasar por mí y cómo te has vestido
así?
- ¿Qué te ocurre Kermesite Ayakashi del clan Black Moon?
- sonrió su maligna doble. - ¿Te asusta enfrentarte a tu mitad mala? - Le
inquirió sarcásticamente y mientras hablaba recobró su uniforme demoniaco y su
rostro pasó a ser el de la diablesa Saila, de pelo castaño cobrizo y ojos rojos,
sentenciando con sádico placer. - Ahora os mataré a los dos juntos. Justiciera,
o, mejor dicho, traidora. ¡Ha llegado tu
hora!
- ¿Qué es lo que ha dicho? - Intervino el sorprendido chico. - ¡Que tú!
- Sí Tom. - Admitió serenamente la aludida agregando
con determinación y furia - y esta vez no dejaré que sufras más por mi culpa.
¡Corazón puro del fuego, dame el poder! - Invocó y se transformó. Ante el
asombro de su compañero tras un espectáculo de luces más que notable reapareció
con su atuendo de justiciera y le espetó a la diablesa. - ¡Ahora voy a
destruirte, monstruo miserable!
- ¡Pobre estúpida! - se burló Saila lanzando un rayo
contra su adversaria que la impulsó dentro del cuarto. - Primero te mataré a
ti, y luego acabaré con tu amorcito. - Aseveró girándose hacia Tom enseñando
sus colmillos y añadiendo hacia su enemiga con voz fingidamente melosa. - Pero
si me dices donde está la piedra a él no le sucederá nada.
- ¿Qué piedra? - Quiso saber el anonadado muchacho
sin comprender en absoluto que significaba aquello. -
- ¡Lo único que te daré es una pedrada en medio de
tu maldita cabeza!– Espetó la furiosa Cooan. -
La
justiciera se había puesto en pie en tanto replicaba esto, preparando su
contraataque, pero la diablesa fue más rápida dándose la vuelta hacia ella y
aullando al lanzar una bola de fuego contra su rival...
- ¡Entonces muereeee!...
Afortunadamente
la muchacha lo pudo esquivar y contraatacar con sus rayos, el suyo chocó contra
otro de la diablesa y durante unos largos instantes se aguantaron. Pero el de
la súcubos era más poderoso y acabó rechazando al de la justiciera, que fue
lanzada nuevamente contra la pared, quedando malherida por la descarga y el
impacto.
- ¡Ja, ja, ja, ja! -
Reía Saila acercándose lentamente hacia su enemiga que a duras penas
trataba de ponerse en pie. Regocijándose de la precaria situación de su
inminente víctima, la diablesa espetó. - ¡Despídete de la vida! - Iba a
rematarla cuando algo tiró de una de sus piernas con fuerza y la hizo caer. - ¿Qué?
¿Qué pasa?
Era
Tom que había reunido energías para ayudar a Cooan. Trabajosamente se había
aproximado aprovechando que su adversaria estaba absorta en ella e hizo acopio
de todas sus fuerzas para hacerla perder el equilibrio.
-No te lo permitiré. No le harás ningún daño.- Pudo
decir Tom.-
Pero la furiosa diablesa no tardó en levantarse y le
golpeó tirándole de la silla.
- Te mataré ahora mismo por osar interrumpirme, ¡maldito
impedido!
- No, ¡no lo harás! ¡Porque vas a morir tú antes! - Terció
la justiciera que se había recuperado lo suficiente logrando materializar su
arco de fuego. - ¡Saeta flamígera ataca!
De éste disparó una flecha que atravesó el cuello de
la súcubos haciéndola estallar entre horribles chillidos. Cooan se lanzó hacia
el chico para protegerle de la explosión y cuando ésta pasó se derrumbó
agotada. Él se arrastró como pudo hasta ella y la abrazó
-Connie. ¿Estás bien? Por favor ¡responde! – Le pedía visiblemente
inquietado. –
La chica tardó unos agónicos segundos en abrir los
ojos. Él suspiró aliviado abrazándola con más fuerza, finalmente ella
correspondió aferrándole entre sus brazos también.
- ¡Gracias a Dios! – Pudo decir él con patente
emoción y alivio. – Creía que esa explosión te habría…
Ella no le dejó proseguir, le tapó los
labios con un beso. Finalmente, al separarse la muchacha pudo responder,
también afectada por sus sentimientos de alivio, culpa e incluso por el amor
que le profesaba.
- No dejaré que te hagan daño jamás. ¡Moriría por
ti! Y esta vez no sería un sacrificio inútil.
- No… no digas eso, ¡jamás digas eso! – Le pidió él
realmente impactado. –
La muchacha le miró ahora con lágrimas en los ojos y
solo pudo añadir.
- ¡Oh Tom!, perdóname, has estado a punto de morir
como la otra vez y de nuevo por mi culpa. ¡Nunca más volveré a ponerte en peligro!
- No, estoy vivo gracias a ti - le respondió él
tratando de consolarla y entonces intuyó haciéndoselo saber a la muchacha. - Como
la otra vez ¿verdad? Fuiste tú la que acabó con ese demonio para salvarme.
- Si yo no hubiese temido revelar mi identidad esto
no habría ocurrido, tú estás así por mi culpa. Puedo comprender que me odies. -
Se lamentó la atormentada muchacha rompiendo a llorar. – ¡Y que no quieras
verme más!…
Él,
perplejo, tardó en reaccionar. Eran demasiadas cosas. ¡Esa pobre chica se imaginaba
todo aquello! Debió de haber pasado un tremendo infierno de culpabilidad y
desasosiego. Y la mirada de sus ojos no mentía. Eso no era compasión…
- No Connie - respondió al fin él con la voz dulce,
acariciando la mejilla de ella mientras le quitaba el antifaz. – Jamás podría
odiarte. Eso habría ocurrido igualmente. Fui yo el que se empeñó en luchar
contra un enemigo que me superaba en fuerza. Pero por ti me enfrentaría a una
legión entera de demonios. Lo volvería a hacer, tanto si hubiera sabido lo que
iba a sucederme como si no.
- Tú me has salvado la vida Tom, yo te quiero, desde
antes de que esto ocurriera. ¡Por favor créeme! - Le suplicó la emocionada Cooan.
-
- Ahora lo sé, y lamento haber dudado de ti. Y
también de mí. - Reconoció él y ambos se abrazaron con más fuerza. – Pero
tienes que contarme tantas cosas. Yo podría ayudarte. – Se ofreció el muchacho.
-
- No Tommy – negó ella con inquietud, agregando.
- No quiero que vuelvas a estar en
peligro por causa mía. Nunca permitiré que te suceda algo así otra vez. Ahora
sé que daría mi vida por ti, y esta vez no sería un error…- Suspiró ella
repitiendo aquello. –
- ¿A qué te refieres? - Le preguntó el chico con
gesto sorprendido. –
Cooan suspiró, como si se armase de valor para decir
algo que le fuese a resultar muy difícil…
- Verás Tom. Tú sabes cómo era yo en mi antigua
vida, pero no sabes por qué todo cambió.
- Sí, nos lo contasteis. – Repuso él creyendo estar
al tanto. – Cuando las guerreras os ayudaron.
- Quisiera decírtelo todo. – Declaró ella que, tras
colocar la tumbada silla de ruedas y
ayudarle a sentarse, se puso de rodillas a su lado y le contó ante la atenta
mirada del chico. – Cuando formaba parte del clan de la Luna Negra estaba
enamorada de mi jefe Rubeus. Yo creía que él compartía mis mismos sentimientos.
Nunca me dijo lo contrario. Siempre era muy galante y encantador conmigo. Y eso
me llevó a creer que él me amaba también. Yo solamente era una cría estúpida e
ingenua, ahora lo sé. Pero entonces, pensando en eso y en que el éxito de nuestra
misión le haría feliz, le prometí matar yo misma a Chibiusa, la hija de la Guerrera
Luna del Futuro. ¡La pobre niña había huido al pasado para buscar ayuda!
Nosotros vinimos para impedirlo y destruir las defensas de la futura Cristal
Tokio.
- Sí, eso lo sé. – Le insistió Tom asintiendo. –
Aunque Cooan movió la cabeza para negarle aquella
suposición y le desveló entonces con gesto consternado.
-Lo que no sabes es que, cuando me enfrenté a Rei
estuve a punto de acabar con ella, con su amigo Yuuichirou y con la niña. Por
suerte Tuxedo Kamen lo impidió. Me distrajo lo suficiente como para que Guerrera
Marte me atacase dejándome malherida. Entonces apareció Rubeus.
-Y te ayudó a luchar – supuso él. –
Pero, para su sorpresa, ella se lo negó nuevamente dejando
que las lágrimas le cayeran por la cara.
-Eso creí cuando le vi aparecer. Pero él se limitó a
mirarme con desdén y a decir que le había fallado y que jamás volvería a verme.
Yo le supliqué, le pedí que luchase a mi lado. Que estaba dispuesta a
sacrificar mi vida en la batalla. Cuando se negó dije que no podía creer que
después de habernos amado tantos años…
Aquí la chica no pudo continuar, sollozaba en tanto
él se inclinaba para abrazarla y le decía con tono amable y lleno de empatía.
-Tranquila Connie. No es necesario que sigas… No te
hagas más daño, eso está pasado.
Entonces
ella movió la cabeza y prosiguió.
-No, tengo que acabar de una vez con esto. Todavía
lo guardo dentro de mí y quiero que tú lo sepas, Tom. Necesito que comprendas
lo que yo siento por ti…
El muchacho asintió mirándolo entre preocupado y
lleno de simpatía. Y ella remachó con pesar.
-Me dijo que él jamás me había amado ni un solo
instante durante toda su vida. Hizo aparecer una bomba y me la dio. Entonces me
di cuenta, quería que yo muriese para acabar con las guerreras y la niña. ¡Me rompió
el corazón! Y no por desear que yo me sacrificara. De haberme amado y estar
dispuesto a compartir mi suerte, lo hubiera hecho sin dudarlo. Habría dado mi
vida por cumplir con mi misión y sobre todo por su amor. Lo que de verdad me
hundió es que yo no significaba nada para él, ¡nada!, solo era un instrumento.
- ¡Malnacido miserable! – Espetó el chico entre
indignado, furioso y lleno de compasión por su interlocutora para preguntar -
¿Cómo se puede ser capaz de hacer algo así de cruel?
Cooan
le miró agradecida. Estaba claro, Tom era el total reverso de aquel egoísta que
la llevó a tal extremo de desesperación. Así, pudo añadir…
-Gracias a Rei, y a las demás, que me quitaron esa
bomba y la arrojaron lejos antes de que explotara, me salvé. Pero yo estaba destrozada.
Lo había perdido todo, mi amor, mi casa, mi futuro. Creí que ya no tenía nada
más que perder. Me volví loca y ataqué a las chicas. Las culpaba de mi
desgracia y únicamente deseaba que alguna de ellas me matase para dejar de
sufrir. Pero entonces, Rei… se interpuso entre un golpe que Makoto iba a darme.
¡Lo recibió en mi lugar! Quedó encima de mí protegiéndome y con una voz muy
dulce y compasiva me dijo que no lo había perdido todo aún. Y cuándo me serené,
la escuché, y además vi su pierna. La misma que yo le había quemado durante la
lucha. Cuando ella se interpuso entre uno de mis ataques y Yuuichirou. Pero Rei
me sonrió y añadió que me tenía a mí misma y que podría reparar todo el mal que
había hecho. ¡Entonces lloré, Tom! Lloré arrepentida y deseando creer que sus
palabras fuesen ciertas. Quería otra oportunidad y quizás, algún día, encontrar
a un hombre que de verdad me quisiera y al que pudiese amar con todo mi
corazón. Alguien a quién le importase de veras por quién era yo y no por serle
simplemente útil. Fue cuando Guerrero Luna me purificó con el poder de su
Cristal de Plata. En ese mismo instante mi vida comenzó de nuevo. Y después vine
aquí y te conocí a ti…
Su contertulio la observaba atónito y también
emocionado. No pudo replicar a esas palabras, solamente abrazarla y al cabo de
unos segundos responder.
- ¡Oh, Connie!, lo siento mucho. Perdóname, No podía
imaginar que hubieras pasado por algo así.
- ¡No quiero perderte! Por favor, ¡a ti no! Te
quiero y no podría soportarlo otra vez. – Sollozó ella. –
- No me perderás. Nunca me perderás. - Pudo decir él
también con lágrimas. – Te lo juro.
Cooan le abrazaba con fuerza, parecía no querer
soltarle, temiendo quizás perderlo de veras si lo hacía. Entonces le oyó
cantar, había recuperado esa voz tan hermosa que él tenía, y le cantaba aquel
tema del concierto al que asistieron, esa que ya habían escuchado los dos antes.
“Estarás conmigo y serás mi amor…
Entre los campos de cebada” …
Y la muchacha lloró nuevamente, pero esta vez de
felicidad. Tras unos minutos así, abrazados, ella al fin se levantó y el chico
le dijo con voz cariñosa y suave.
-Nunca te dejaré Cooan Malinde. ¡Mi Connie! Pero
debes prometerme algo. – Y ante la atenta mirada de la ahora sonriente chica,
él le pidió. – No te arriesgarás inútilmente y tendrás siempre mucho cuidado…
Ella asintió, le mesó la barbilla y le susurró con
afecto.
-Te lo prometo, no lo haré, pero tú también debes
prometerme que me guardaras el secreto, te lo pido por favor, no estoy sola en
esto.
Él
tan sólo asintió con la cabeza, era sencillo suponer quienes serían las otras
que estaban con Connie. Y la conformidad del muchacho fue bastante para que la
joven sonriera, dándole un largo beso en los labios. Después ambos (ella ya con
su identidad normal) se dirigieron a la enfermería. Afortunadamente las heridas
no eran tan graves como podían parecer a primera vista. Aunque ante las
preguntas de la sorprendida enfermera confesaron haber sufrido un accidente sin
querer entrar en más detalles. Por suerte esa mujer que les atendió no era demasiado
curiosa y la menor gravedad de las lesiones contribuyó a zanjar el tema. Una
vez curados y vendados comieron algo para reponer fuerzas y se dirigieron a la
puerta de la biblioteca. Allí les esperaban Roy y Beruche.
- Llegáis tarde. - Indicó Roy sorprendido señalando
el reloj cuando les observó aparecer. - ¿Por qué os habéis entretenido tanto?
¿Y qué os ha pasado? - Preguntó atónito observando las heridas y vendajes que
ambos lucían. -
- Un accidente - repuso Cooan sin darle importancia
- no ha pasado nada.
- Sí, ya me lo imagino. Supongo que habrá sido un
accidente bastante molesto. – Afirmó su interlocutor que no se creía en absoluto
esa versión, preguntando con sorna. - ¿Tenía cuernos y rabo ese accidente?
La interpelada asintió reconociéndolo con una ligera
sonrisa y Beruche se la devolvió de forma cómplice mirando luego a Roy. Éste
pareció comprenderlo bien puesto que no insistió en el asunto. A fin de cuentas,
a ellos les había sucedido lo mismo.
- Perdonad el retraso. Era algo que no podía esperar.
Teníamos mucho de qué hablar.
-Es cierto. Existían algunos malos entendidos. -
Afirmó Cooan. -Pero ya los hemos aclarado.
-Sí, yo voy a poner todo mi empeño en mejorar con mi
rehabilitación y seguiré estudiando. - Remachó el moreno muchacho. -
-Eso es amigo. - Asintió Roy con una gran sonrisa a
la par que guiñaba un ojo. - ¡Ese es mi Paleto de Kansas!
Bertie
sonrió a su vez, le alegraba ver que tanto su hermana como Tom habían logrado
disipar esos nubarrones. Melanie tenía razón. Fue entonces cuando recordó…
-Por cierto, hermanita. Me encontré con tu jefa de
animadoras…
- ¡Es verdad! - Exclamó ésta llevándose una mano a
la frente en tanto declaraba. - ¡Teníamos ensayo! -
-Por eso no te inquietes. – La calmó Bertie. - Me
dijo que estabas excusada.
-Me alegro, porque de todos modos no iba a ir. -
Replicó la muchacha esbozando una sonrisa para añadir. - Tengo mejores planes.
Entonces
recordó a April. ¡Esa chica había tratado de advertirla! Estaba claro que algo sabía.
Por unos instantes estuvo a punto de contárselo a sus amigos por fin. Sin
embargo, Tom se adelantó afirmando con una sonrisa.
-Y yo también. Y lo siento mucho, chicos, Connie y
yo no vamos a estudiar hoy.
- ¿Y eso? -
se sorprendió Roy agregando divertido. - Realmente me sorprendéis, estáis
muy vagos últimamente.
- Es que nos vamos al cine - le explicó su amigo. - Ella
me va a invitar a ver una película muy interesante.
- Eso está muy bien - terció Bertie con aprobación y
visible alegría. - ¡Que os divirtáis!
- Gracias - le sonrió su hermana - ¿Nos vamos?,- le
preguntó afectuosamente a Tom que asintió con patente entusiasmo. -
-Ya nos veremos, chicos. - Afirmó éste dejándose
empujar su silla por Cooan. -
- ¡Eh cubito! - dijo Roy en tanto sus amigos se
alejaban - ¿Por qué no nos vamos con ellos?
- Nada de eso. - Negó ella moviendo un dedo
afirmando divertida. -Tú tienes que estudiar y mucho porque vas muy retrasado.
- Esto no es justo - protestó él. - Ellos se van y
tú les dices "que os divirtáis”, - hizo una imitación de la propia Beruche
con tanta gracia y ligera sorna que hasta la hizo reír y añadió con tono pretendidamente
compungido. - Te lo pido yo y me dices que tengo que estudiar.
- Vamos vago ¡a estudiar! – se reafirmó Bertie
agarrando a Roy de una oreja y arrastrándolo hacia la biblioteca, además de
explicarle ahora más seria. - Además, Tom y Cooan necesitan estar solos.
- Vale, vale - admitió el muchacho soltándose con suavidad
y replicando más serio también. - Tienes razón. Necesitan un poco de tiempo
para poner en orden sus sentimientos, pero he querido disimular un poco delante
de ellos. Lo cierto es…- sentenció él ahora más reflexivamente – que la mirada
de Tommy ha cambiado. Y también la de tu hermana. Han recuperado la alegría. Se
les ve felices juntos. Y me alegro por ellos, necesitaban sacar de dentro todas
sus preocupaciones.
- ¿Y si te has dado cuenta de eso por qué siempre
tienes que actuar como un payaso? - se rio Bertie con fingida reprobación para
afirmar ahora con un cariz más afectuoso. - ¡Mira que dices tonterías pero en
el fondo eres un gran chico! Y tienes razón. Yo también estoy muy feliz por
ellos. ¡Bueno! - Suspiró ahora con aparente resignación declarando
despreocupadamente -, creo que por esta vez podremos pasar de los estudios y
tomar algo.
- Oye, que era broma, cubito - sonrió él de forma
solícita, proponiéndole. - Podemos estudiar si de verdad quieres.
Aunque
ahora fue Beruche la que le tomó del brazo animándole con tono divertido.
- ¡Vamos anda!, antes de que me arrepienta.
Él
se dejó llevar y sin que su compañera le viese hizo la uve con los dedos. Por
otro lado, Tom y Cooan lo pasaron muy bien aquella noche. El chico le prometió
solemnemente tratar de rehabilitarse y ella le aseguró que no le dejaría sólo.
Por fin había surgido el verdadero amor entre ellos. Y esta vez no lo
confundirían con otro tipo de sentimientos o emociones. Roy y Bertie no se
equivocaban. Su amigo se sentía ahora más feliz y con fuerzas para enfrentarse
al reto que tenía por delante, con Connie a su lado se veía con deseos de mejorar.
Ella a su vez se prometió luchar por él y por todos los que estuvieran en
apuros por culpa de los sectarios. Y entonces le comentó al muchacho algo más
seria.
-April vino a advertirme. Me dijo que había visto a
esa mujer y que era un demonio.
Su
interlocutor se la quedó mirando con estupor, tardó unos segundos en replicar.
-Tendríamos que hablar con ella. Quizás sepa más
cosas.
-Sí, en cuanto me sea posible le pediré que se reúna
con nosotros. Pero ella desconoce mi identidad como justiciera. Aunque pudiera
ser que sospechase algo. Miraba mucho mi colgante. Con la piedra que me da el
poder de transformarme. ¿Sabes?- le contó entonces.- La salvamos hace unos días de unos demonios,
estuve a su lado y debió de fijarse.
-Entonces crees que lo sabe o únicamente sospecha?-
Inquirió Tom preocupado a su vez.-
-No pienso que esté demasiado segura y creo que será
mejor que eso siga así. Es una compañera y amiga. No quiero que se vea en medio
de todo esto.
-Estoy de acuerdo. Por otro lado, también creo que
cuantos más aliados tengamos, mejor.- Convino él.- Si ella te lo dijera
claramente quizás podrías admitirlo. Cuantos más seamos tendremos más
posibilidades de vencerles. No digo que ella tenga que intervenir directamente
pero quizás pueda darte más información. Lo mismo que sabía de esas diablesas,
podría saber otras cosas
-Sí, puede ser. Bueno, en cualquier caso debemos
mantenernos unidos. De ese modo lo conseguiremos. - Le sonreía ella tras salir
del cine en tanto retornaban sin prisa a la universidad. –
-Y yo me esforzaré mucho para merecer tu amor. – Le
dijo él. –
-Tú eres un chico maravilloso. – Replicó ella
afirmando a su vez. – Soy yo la que debo merecerte.
-Sin embargo, me costó mucho que te fijases en mí. –
Comentó el muchacho ahora con una sonrisa divertida que escondía no obstante un
ligero acento de reproche. –
-Fue por mi desengaño con Rubeus. Eso me hizo ser
muy cauta, tenía miedo de volver a equivocarme. - Le confesó la chica bajando
un poco la mirada nuevamente sin querer recordarle tampoco al chico que en un
primer momento se había fijado en Roy. – Aquello me hizo mucho daño.
-Cada vez que pienso en lo que me has contado. Y en
cómo te trató. ¡Menudo idiota! No saber valorar lo que tenía. – Declaró Tom
sentenciando. - ¿Cómo puede haber alguien capaz de no quererte?
La chica le sonrió agradecida. Se agachó para darle un
largo beso y en cuanto él lo encajó encantado, pudo confesarle a su vez.
-También yo tuve un desengaño. El verano pasado.
Estaba enamorado de una chica desde hacía años, pero para ella solo era un
amigo, nada más.
- ¡Vaya una tonta! - Pudo responder Cooan a su vez.
Y visiblemente curiosa quiso saber. - ¿Cómo era?
-Pues, se parecía mucho a una muchacha que conozco.
Morena, de pelo rizado y ojos azules muy oscuros y bonitos, pero no tan
hermosos como los violetas de la mujer a la que quiero. – Declaró él añadiendo
con tono reflexivo. - ¿Sabes? Quizás estaba escrito que debía ser así. Que tú y
yo debíamos conocernos. Y ahora doy gracias a Dios por ello.
-Y yo también. - Sonrió la chica. -
- ¿Y sabes otra cosa? - Le confió Tom. - A mis
padres les has caído muy bien. No dejan de alabarte. En cuanto tengamos unos
días de vacaciones desearían invitarte a casa.
- ¡A, a mí! - Se sorprendió a la joven llevándose
una mano al pecho. - No sé si yo…
-De veras. Les encantas. A mi madre, sobre todo. Me
ha pedido que te lo diga. - Afirmó el chico ahora con más entusiasmo para referir
a la atónita Cooan. - Me comentó, “hijo, dile a Constance que sería un placer
para nosotros que pasara unos días aquí”. – Y mirándola con patente cariño el
muchacho agregó. - Y recuerda que prometí enseñarte los campos de oro…como dice
nuestra canción. Todos los terrenos con esas mieses que se extienden hasta
donde la vista puede abarcar. Es un paisaje realmente hermoso.
-Sí, deseo verlos a tu lado. - Afirmó ella con
emoción.-
Su compañera le abrazó con cariño y volvieron a
besarse. Al final y tras varias horas de conversación, planes y deseos para el
futuro, le acompañó hasta la puerta de su cuarto y allí se despidieron hasta el
día siguiente. Mientras tanto en la sede de la secta, un enfurecido Gran Sabio llamó
a otra de las diablesas.
- ¡Iama! - gritó con voz imperiosa. - Comparece ante
mi presencia, ¡rápido!
La súcubos apareció al instante ante su superior y
le saludó inclinando sumisamente la cabeza.
- A tus órdenes señor. ¿Qué deseas que yo haga?
- Tus compañeras han fracasado y han sido
aniquiladas por las justicieras, no debes repetir sus errores. Ve, acaba con
ellas y recupera la piedra Yalmutud que nos falta para completar el pentáculo
de la invocación.
- Como tú ordenes, señor. Ya tengo fijado mi blanco.
- En la bola del Gran Sabio apareció la Dama del Trueno, en tanto la súcubos le
explicaba a su jefe. - Estoy segura de que la esfera Yalmutud está en su poder.
Antes de matarla haré hablar a esa humana para que me diga donde la esconde,
será fácil.
- Eso es lo que dijeron tus compañeras antes de ser
destruidas. No menosprecies el poder de las justicieras o puedes correr la
misma suerte que ellas. - Le rebatió el Sabio con desconfianza. -
- Descuide señor. Esta vez será distinto. Solamente
tengo que averiguar dónde viven. - Le aseguró ella desapareciendo tras hacerle
una inclinación con la cabeza. -
Y supuso que quizás, esa chica de la universidad, lo
sabría. No tardó en ir en su busca.
-Siendo una acólita me dirá lo que deseo saber.- Se
dijo la diablesa con tintes optimistas.-
Por su parte, Petz y Karaberasu estaban en su
apartamento y charlaban sobre sus otras hermanas. Cooan había telefoneado para
contarles lo sucedido. Tom había prometido a su vez no descubrir a Roy sus identidades.
Su hermana también les había advertido que las diablesas podrían ir tras ellas.
-Al fin lo han aclarado todo entre ellos. – Afirmó
Karaberasu con alivio. - Una cosa menos de la que preocuparnos.
-Por lo menos en ese aspecto las cosas parece que se
solucionan. Pero esto otro es más serio. Deberíamos esconder bien esta piedra.
- Meditó Petz en voz alta señalando al sofá, bajo el cual estaba escondida esa
esfera Yalmutud -, aquí podrían robárnosla fácilmente.
- Sí, sería lo mejor, - convino su contertulia- pero, ¿dónde?
- Podemos enterrarla en algún lugar de las afueras
de la ciudad. - Propuso su hermana mayor. -
- La detectarían sin ningún problema, - rebatió su interlocutora
– no, eso no podemos hacerlo.
- Pues no sé que otra cosa se nos puede ocurrir. -
Replicó Petz desconcertada. -
- Déjame eso a mí - se sonrió su hermana. - Se me
está ocurriendo una idea.
- Debes tener cuidado, podrían estarnos vigilando...
- No debes preocuparte por eso. Mira, esto es lo que
haremos - Karaberasu le susurró a Petz su plan al oído. -
Ésta se sonrió también, como idea no era mala,
aunque tenía sus riesgos y así se lo manifestó con cierta preocupación a su
hermana menor.
- Me parece bien, pero ten mucho cuidado ¿vale? Y
avísame si te ves en peligro.
- Descuida lo tendré. - Aseguró la muchacha que se
hizo con una sábana y con algo envuelto bajo ella de forma redonda. Así salió a
la calle. – Hasta luego y no vengas a no ser que te llame…
Kalie
caminaba con su paquete envuelto, se dirigía a una zona poco concurrida,
prácticamente desierta…
- Bien, bien - se dijo Iama escondida en un tejadillo
de la zona al ver salir a Karaberasu de la casa. - Ven hacia mí, pequeña necia.
Pronto caerás en mi trampa.
Y
es que, le dio tiempo a aparecer en esa facultad y buscar a su objetivo. Cuando
esa muchacha la vio el corazón debió de darle un vuelco.
-Hola. Tú eres April, ¿verdad?- Le sonrió Iama, que
adoptaba su apariencia humana.-
-Hola.- Musitó una achantada April.-
-Necesito que me des cierta información.- Le pidió
esta.-
-Tu amiga estuvo aquí ya y le conté todo lo que
sabía.- Repuso la joven.-
Su interlocutora
se aproximó mirándola con intensidad, tanto que la humana apartó la vista. Aprovechando
que estaban a solas en un largo corredor apenas concurrido, Iama la empujó
contra una pared y le susurró.
-Tú no ignoras lo que soy en realidad, ¿verdad que
no?
La
aterrada chica movió la cabeza, y su interlocutora prosiguió con voz melosa.
-No tengo los gustos de Meriak. No te hagas
ilusiones. Aunque puedo ser amable contigo, o pedírtelo de otra manera. Y esa
otra forma no te iba a gustar nada.
-¿Qué quieres saber?- Inquirió su contertulia sin
atreverse ni a mirarla.-
-Muy fácil. La dirección de esas justicieras.
-¿Dirección? Si te refieres a mis compañeras, viven
aquí.- Repuso April.-
-No, no estoy hablando de ellas ahora, sino de sus
hermanitas.- Le aclaró la diablesa.-
-Sus hermanas viven en Japón.- Musitó la chica.-
Sintió
entonces un dolor agudo en un brazo, al mirarse constató con horror que la
sangre le manaba. Tuvo que apretarse con una mano en tanto su interlocutora
siseaba a la vez que le mostraba unas largas uñas teñidas con la sangre de la
propia April.
-No trates de tomarme por estúpida. Sus hermanas
están aquí. ¡Habla!
Ahora
la joven sollozaba presa del terror moviendo la cabeza y apenas siendo capaz de
gemir.
-Yo no sé donde viven esas mujeres. Solamente
conozco a dos. ¡Por favor, es la verdad!
Iama
se sonrió malévolamente, aferrando el cuello de esa idiota con su otra mano.
April no podía dejar de sollozar llena de angustia, aunque la diablesa entonces,
moderando su tono, le comentó.
-Bien, supongamos que te crea. En ese caso, lo
averiguarás. O de lo contrario, ese cortecito que te hecho no será sino un
anticipo de lo que te aguarda. ¿Lo has comprendido? Cuando tengas lo que quiero
saber, toma el pentáculo que posees y cuélgatelo al cuello.
La aterrada
joven asintió de forma casi imperceptible. Iama la soltó alejándose de allí.
April pudo suspirar y respirar de forma larga. De nuevo se fijó en su brazo, a
duras penas era capaz de contener esa hemorragia. No tardó en ir a la
enfermería.
-¿Qué te ha sucedido?- Le preguntó el enfermero que
estaba a esas horas.-
-Me he cortado con un tablón.- Respondió ella.-
-Tendré que ponerte la vacuna contra el tétanos.- Le
dijo él.-
La
chica asintió, pese a que eso dolía más valía no arriesgarse, a saber qué clase
de cosas podría transmitirle esa diablesa. Al fin, tras recibir la inyección y
ser desinfectada la herida, la curaron y la vendaron. Se despidió de ese enfermero
agradeciéndole sus cuidados y corrió.
-¡Tengo que encontrar a Connie o a su hermana! - Se
dijo con desesperación.- Y debo hablar con Paige.
Se
dirigió hacia el cuarto de esas dos japonesas. Para su sorpresa y suerte la
puerta estaba abierta. Al entrar vio algunos muebles rotos y restos de
cristales.
-No sé qué habrá ocurrido pero es mi día de suerte.-
Pensó aliviada.-
No
tardó en rebuscar en algunos cajones de las mesitas de noche de esas chicas. Y
en una de ellas encontró una pequeña libreta. Allí los nombres de dos mujeres
que no conocía. Aunque alguno le sonaba.
-Creo que Connie habló de ellas alguna vez.- Quiso
recordar.-
Tomando
un papel y un bolígrafo, copió todo lo que pudo, incluyendo una señas de la
ciudad. ¡Debían de ser esas!. No tardó en salir a todo correr para buscar a esa
diablesa.
-Espero que sea esto lo que quiere.
A
los pocos instantes, Roy y Bertie se asomaron tras la esquina del pasillo que
daba al cuarto de esta. El chico musitó.
-Tenías razón cubito cuando sospechabas de ella. Esa
chica se está comportando de una manera muy rara. ¿Qué tendría que hacer en
vuestra habitación?
-No lo sé.- Admitió Bertie.- Aunque espero que
podamos averiguarlo. En cuanto Cooan vuelva se lo comentaré.
Y es que Beruche había advertido la extraña forma de
actuar de April. Su hermana no parecía haberse dado cuenta pero fue Melanie
quien se lo comentó. La jefa de animadoras se había encontrado con ella haría una
hora.
-Hola.- La saludó Bertie.-
-Hola.- Repuso su contertulia comentando con tono
inquieto.- ¿Has visto a April? Estoy bastante preocupada por ella. Está
actuando de manera muy extraña.
-No, no la he visto. Quizás mi hermana haya estado
con ella.- Conjeturó Beruche.-
Fue
la propia Mel quien, con tono
consternado, le mostró ese colgante con aquella estrella de cinco puntas
invertida y le comentó.
-Encontré esto en su habitación. No sé de qué se
trata pero no me gusta nada.
Beruche
no quiso decir nada pero se daba cuenta de lo que era aquello. Y no era
casualidad que esa diablesa hubiera intentado matarla y le hablase de que tenía
una informadora.
-Se lo comentaré a Roy y a Tom en cuanto les vea.- Le
prometió.-
Y tras
despedirse de Mel su mente ideó un rápido plan. Esa diablesa estaba buscando
algo, quizás al no encontrarlo y saber de su destrucción, alguien de esa secta
volviera a su habitación a seguir registrándola. Decidió ponérselo fácil. Una
vez que se encontró a Roy le explicó su plan. Al principio el chico se mostraba
escéptico, aunque sin pensar en April convino en que si alguien entraba en el
cuarto pudiera ser esa persona la informadora a la que aquella súcubos se había
referido. Ahora por desgracia, los hechos le habían dado la razón a Beruche.
-¿Quieres que vaya a por ella?- le consultó Roy.-
-No, déjala. Quizás no sea lo que nos imaginamos.
Será mejor esperar a poder charlar los cuatro.- Repuso Bertie.-
Por su parte y tras volver a su propia habitación,
dando gracias a que esta vez Melanie no estuviese, April se hizo con ese
pentáculo y lo aferró entre sus manos tras colgárselo del cuello. Asombrada vio
como de la nada aparecía ese ser de las tinieblas. Con ojos y cabello rojizo.
-¿Y bien?- Quiso saber Iama.-
April
le alargó el papel con las anotaciones. La diablesa lo ojeó asintiendo satisfecha.
-Muy bien. No esperaba menos de ti.
-Por favor. ¿Podrías decirme algo?-. Le inquirió con
tono medroso y suplicante.-
-¿El qué?. Vamos, no tengo mucho tiempo.- Contestó
abruptamente su interlocutora.-
-Mi hermana me ayudó una vez. Me hizo firmar un
papel muy extraño con mi propia sangre. ¿Qué significa eso?- Quiso saber.-
-Significa que hiciste un pacto.- Le respondió la
súcubos.- Y que estás ligada a nosotros.
-Pero yo no lo sabía.- Comentó la joven con voz
temblorosa.-
Eso
hizo que Iama se quedara pensativa, entonces comentó.
-En tal caso, puede que ese pacto no sea válido, No
te implicaría directamente a ti, sino a tu hermana.
-Ella me dijo que debía obedecer todo lo que me
mandasen.- Le explicó April.-
-¡Eso no sirve de nada! - se rio la diablesa mirándola
ahora con una mezcla de regocijo y burla para sentenciar.- ¡Pobre necia! Has estado
colaborando sin tener la obligación de hacerlo. Yo que tú hablaría con esa
hermana tuya para que te contase qué es lo que hizo exactamente. Tu alma y la
suya podrían depender de ello. Ja, ja, ja…
Y
dicho esto desapareció. Estaba deseosa de encontrar a sus objetivos. De modo
que volvió a la sede de la secta y pidió a algún acólito que le indicase en dónde
caía esa dirección. Tras ser informada se dirigió hacia allá.
-Ya sois mías, justicieras.- Se dijo con sentimiento
triunfal en tanto se escondía en un sitio próximo a ese lugar.- Tendréis que
pasar por aquí.
Aunque
nadie se aproximaba. Ese lugar no daba la impresión de tener cerca a esas
justicieras. La furiosa diablesa se tuvo que transportar una vez más a la sede
de la secta. Allí le dieron las oportunas aclaraciones. Salió rumbo a otro
lugar que sí demostró ser el correcto.
-Maldita estúpida.- Masculló pensando en April.- En
cuanto te ponga la mano encima vas a ver. Menos mal que tu hermanita y el Sabio sí que estaban mejor
informados.
Paralelamente Kalie vio que su piedra parpadeaba
iluminándose con cada vez mayor brillo. Intuyó con claridad que algún demonio
estaba cerca. Dispuesta entonces a pasar a la segunda etapa de su plan apretó
el paso y se metió en un callejón desierto, Iama la siguió. Petz que se había
quedado con la piedra auténtica, la guardó dentro de un armario de doble fondo.
Decidió que debía hacer caso a su hermana y esperar a que Karaberasu la avisara
a través de un comunicador de la presencia del enemigo. Mientras tanto, deseó
que el plan tuviera éxito o de lo contrario y en caso de que tuviese algún problema
y la avisara acudiría rápida en su ayuda.
-O incluso aunque no lo haga. Kalie siempre se deja
llevar por la autoconfianza. Y esta vez eso podría matarla, no lo permitiré. -
Se dijo la joven. –
Entre
tanto, tras esas impactantes revelaciones, April había salido una vez más de la
universidad, dirigiéndose al encuentro de su hermana. Aquel pensamiento que
había tenido tras hablar con Connie le rondaba una y otra vez, confirmado
-No puede ser verdad. ¡Por favor! Que no lo sea…
Y
esa zozobra la acompañó durante todo el trayecto, hasta recorrer la distancia
que la separaba del piso de su hermana. Al llegar tocó a la puerta. En esta ocasión, tras
unos momentos, Paige abrió. Al parecer y por fortuna, estaba sola con su hija.
-Hola.- Susurró la anfitriona.-
-¡Paige, han pasado cosas terribles! - Le contó April.-
Y me han hecho reflexionar.
-¿Qué cosas?- Quiso saber su interlocutora.-
-Advertí a unas compañeras de que corren peligro. Y
hablando con una…-Respondió, dispuesta a referirle aquella conversación y las
cosas que le había contado Iama, aunque rectificando en el último momento para
ir directa al grano y recordarle a su hermana.- Cuando viniste a verme al hospital
y me trajiste ese contrato. Dime. ¿Para qué era exactamente?
Paige
la miró con el gesto desencajado y apenas fue capaz de balbucir…
-Bu, bueno. Era un permiso tuyo para que pudiera
ayudarte.
-Sí, pero, ¿cómo funcionaba eso? Quiero decir, nadie
vino a verme, ni me operaron de nada.
-No hizo falta.- Suspiró su interlocutora bajando la
mirada.-
April
quiso enfrentar sus ojos a los de su hermana, aunque esta la rehuía, al fin, la
joven estudiante decidió ser clara, queriendo saber con una mezcla de consternación
y reproche.
-Hiciste una especie de pacto con esos demonios para
que yo me curase. ¿Es eso, verdad? Y al
firmarlo me obligaste a hacer algo por ellos.
-No, no fue así.- Rebatió Paige confirmándole lo que
esa diablesa le comentó.- Tú no estás obligada a nada. Pese a haber estampado
tu sangre en el papel.
-Entonces. ¿Acaso me curaron a cambio de nada?-
Inquirió escépticamente su contertulia.-
-Tu sangre sirvió para saber quién sería el
beneficiario del pacto.- Le explicó quedamente su interlocutora.- Es como una
especie de seguro.
-Pero siempre que esos seres hacen tratos con
alguien, esa persona tiene que pagar un precio. No lo comprendo.- Repuso
April.-
-Ni yo.- Sonrió sardónicamente Paige, alegando.-
Pudo haber un error y olvidaron reclamar responsabilidades. Ese es su problema.
Ahora el pacto ya no puede ser roto.
-Pero me dijiste que tenía que seguir todas sus
indicaciones.- Le recordó su hermana.-
-Sí, te lo dije para protegerte.- Arguyó su interlocutora.-
Son gente peligrosa, hay mucho desalmado y no son precisamente demonios. Por eso,
sigue actuando como si obedecieras todos sus requerimientos.- Le pidió con
visible inquietud.- Disimula, pero sobre todo, no intentes jugar a ser más
lista que ellos. Son muy malvados pero sumamente inteligentes.
La
afectada por aquello asintió. Quizás fueran capaces de engañar a esos demonios o
a quienes quiera que fuesen y las dejasen en paz, sin embargo lo dudaba. Siendo
seres tan poderosos daban a su vez la impresión de tener muchos conocimientos y
de ver muchas cosas. Por ello su contertulia le indicó.
-Por tu bien y el nuestro es mejor que no te mezcles
en nada de esto. Olvida a esas diablesas y no les cuentes nada más a tus compañeras,
¡por favor! Podrías atraer la furia de esos seres sobre nosotras.
April
convino en ello. No deseaba para nada ser causa de problemas para su hermana ni
para su pequeña sobrina. Justamente entonces la cría comenzó a llorar y cuando
su madre iba a tratar de calmarla ella le pidió.
-¿Puedo tomarla en brazos?
-Claro que sí.- Sonrió Paige.-
No
tardó en sacar a la pequeña de su cuna y tras mecerla un poco ésta enseguida detuvo
su llanto.
-Parece que le gustas.- Afirmó la madre de la niña.-
-Y ella también a mí.- Respondió April esbozando una
leve sonrisa en tanto veía como esa cría cerraba sus azules ojos.-
Tras
un rato más de estar con ella en brazos la depositó nuevamente en la cuna. Al
fin le comentó a su hermana.
-Mira. Puedo ayudarte para criarla. ¡De verdad! Tengo
algo de dinero, del que papá y mamá me han dado para semestre.
-¡No quiero nada de ellos!- Rehusó su interlocutora
con brusquedad, aunque al ver el gesto apenado de su hermana, se apresuró a
añadir de un modo más conciliador.- Te lo agradezco, pero no hace falta.
-Escucha, Paige.- Suspiró April con evidente incomodidad.-
No tienes porqué vivir así…¡por favor! No quiero ofenderte, ni nada por el
estilo. Solamente me preocupas, bueno, ahora me preocupáis las dos. Y estoy en
deuda contigo. Por mi curación.- Expuso con el mayor tacto que pudo.- Y también
gano un sueldo en el bar donde trabajo. Con eso sí podría echaros una mano.
Aunque fuera poco dinero. ¡Por favor!- Insistió con gesto suplicante.-
Su
contertulia la observó con la mirada triste, apenas pudo componer una media
sonrisa y respondió.
-Sí alguna vez me sucediera algo, únicamente te pido
que cuides de mi pequeña. ¿Lo harás? Tengo algunos bienes y dinero ahorrado, en
una cuenta a nombre de ella, Marla Sorel. Es el apellido que adopté, después de
irme de casa.- Le explicó.-
-Por supuesto.- Le aseguró April quien mirando su
reloj se disculpó añadiendo.- Es muy tarde, tengo que irme ya. Tengo.. que ir a
trabajar. Ya sabes…perdona por haberte molestado.
-No lo has hecho. Nunca has sido una molestia. Hasta
ahora eras la única persona a la que he querido de veras.- Sonrió su
interlocutora, mirando de reojo a su bebé.-
Y la universitaria se marchó
dejándola a solas. Paige recordaba entonces el auténtico pacto que hizo. Y las
visitas que recientemente había recibido al margen de la de su hermana. Sonriendo
con amargura musitó con los ojos puestos en su pequeña.
-April, quizás debas ocuparte de mi niña antes de lo
que piensas.
Y
su hermana al tiempo que se marchaba, no podía dejar de pensar.
-No creas que me engañas, Paige. Si eso funciona como
un seguro y yo soy la beneficiaria, tú has debido de ser la tomadora. ¡Eres tú
quien tendrá que pagar por mí! Y no voy a permitirlo. Haré cuanto esté en mis
manos para liberarte de esa carga. Tienes que ser libre para cuidar de la
pequeña Marla…
En
la facultad, Cooan y Tom retornaron llenos de optimismo y esperanzas. Aunque lo
que no se imaginaban era que Bertie y Roy les esperasen con visible interés e
inquietud.
-¿Qué sucede?- Quiso saber Tom.- ¿Os ha atacado algún
otro demonio?
-Será mejor que hablemos de esto en un lugar
privado.- Repuso cautamente Roy, con el asentimiento de Bertie.-
De
modo que los cuatro fueron a la habitación de las chicas. Una vez dentro cerraron
la puerta y Bertie les contó lo sucedido. Cooan abrió la boca con una mezcla de
incredulidad y horror.
-¡Dios mío! Iba a hablarte de April pero con todo lo
que ha pasado, al final lo dejé estar.
-Pues cuéntanoslo ahora.- Le pidió su hermana.-
Y
tras referirles lo ocurrido, exceptuando la confesión de esa chica sobre su orientación
sexual, y las sospechas que tenía sobre si ella y Bertie eran las justicieras, al
estar allí Roy, fue este mismo quien asintió despacio y declaró.
-Entonces April es una espía de esa secta. Por eso
sabían tantas cosas esos desgraciados.
-No lo sé.- Objetó Cooan.- Yo la noté muy asustada.
Como si la estuvieran amenazando. No creo que quiera hacernos daño.
-Puede que no, pero con su manera de actuar nos pone
en grave peligro.- Replicó Tom.-
-Tendremos que hablar con ella.- Añadió Bertie.- Cooan
y yo nos ocuparemos de hacerlo discretamente. Si es una víctima más nuestro
deber es ayudarla, no atacarla.
Sus
compañeros convinieron en eso, dejándoles aquel tema. Por otra parte, y días
antes en Japón, la noticia del terrible suceso acaecido a Tom había dejado
heladas a las chicas. Rei se paseaba nerviosa e impotente en el santuario ante
las caras de desolación del resto, después de su conversación con Cooan y de la
que mantuvo con sus compañeras. Ahora lo recordaban con indignación. Tenían a
Usagi allí y habían trazado un plan para ver qué les decía…
- ¡Pobre muchacho! – Suspiró entonces Minako con el
asentimiento de Artemis que estaba en su regazo. -
- ¡Malditos sean esos demonios! - Espetó Makoto con
tono entre frustrado y furioso. -
-A juzgar por lo que Petz y Kalie nos han contado ha
sido terrible para todos. Aparte de Tom, Cooan está sufriendo mucho. Lo mismo
que Bertie y Roy. - Declaró Minako con pesar al resumirles brevemente lo que
sus amigas le escribieron. -
-Sí. Le consulté a mi madre sobre ese particular.
Por desgracia coincide con el diagnóstico que le han hecho allí. Es una
parálisis permanente. - Pudo decir Ami llena de tristeza. - Nada se puede
hacer.
Rei
intervino entonces apretando los puños para exclamar, llena de rabia a su vez.
- ¡Maldita sea!, no soporto esto ni un minuto más.
¿Cuándo vamos a poder ir a ayudarles? Ahora ese chico está indefenso ante
cualquier ataque.
Nadie
respondió a esa cuestión. Usagi por su parte bajaba la cabeza visiblemente
consternada. Miraba a la gata Luna que también lucía un gesto pesaroso. Aunque
Marte, tras unos instantes, se volvió hacia su amiga y con expresión suplicante
le dijo ante las miradas atentas y expectantes del resto.
-Usa-chan. ¡Onegay! Aunque no puedas hacer nada por
sanarle… al menos deberíamos ir a socorrerles. Necesitan nuestro apoyo. Por lo
menos el moral. No digo que vayamos a pelear, sino simplemente a confortarles…
Las
otras compartían ese mismo sentimiento, aunque ninguna añadió nada.
- ¡Te lo suplico! - Insistió Rei llegando a ponerse
de rodillas. - Ten compasión por lo menos de ese chico. De nuestras amigas.
Aquello
le resultaba muy embarazoso a Usagi. Apenas si pudo responder entre atónita y
consternada.
-Por favor Rei, no me hagas esto. Levántate del suelo.
-Usagi-chan, ¡onegay! - terció Makoto adoptando
idéntica postura que la sacerdotisa. – Únicamente un viaje, aunque sea corto.
Para comprobar que están bien.
- ¡Onegay! - Agregó Minako imitando a sus amigas. - Si no es a todas. Al menos deja ir a alguna de
nosotras.
La
interpelada, con evidente conmoción, miraba con la boca abierta a todas. Luego
dirigió la vista hacia Ami, la única que no había hecho eso. Quizás al ser más
cerebral que el resto analizaba las cosas de forma más objetiva. Sin embargo,
eso duró poco. Mercurio se arrodilló de igual manera para remachar con gesto suplicante.
- ¡Onegay! Usa-chan…son nuestras queridas amigas y están
en peligro.
-Chicas. Creedme, por favor. - Pudo apenas balbucir
realmente emocionada en tanto se arrodillaba también enfrentando su desolada mirada
a la de Rei y luego a la de las demás. - No depende de mí. Os aseguro que si
así fuera…
Y no pudo proseguir, al menos hasta enjugarse
algunas lágrimas. Ninguna se atrevió a hablar. Así, tras otro embarazoso
momento de silencio, la interpelada se levantó despacio y miró a sus compañeras
para musitar.
-Pronto. Muy pronto…os prometo que iremos, pero
todavía no…Lo siento…
Ninguna
respondió, aunque Usagi sabía perfectamente lo que pensaban tras esos
semblantes en los que podía leer el ruego y hasta el reproche. ¿Por qué?...
¿hasta cuándo tendrían que actuar así? Siendo honesta ni ella misma sabía la
respuesta. Dependía de aquellos extraños sueños que tenía. Lo mismo que le
sucedía a Mamoru que en esos momentos se encontraba reunido con ciertas
personas importantes para el devenir de los futuros acontecimientos. Lo único
que podían hacer pues, era tener paciencia y esperar. ¡Ojalá que cuando
pudieran intervenir no fuese demasiado tarde! De momento sus amigas, las cuatro
hermanas y esos dos muchachos deberían salir adelante por sí solos. Y ahora era
el turno de Karaberasu para intentar salir airosa de la durísima prueba que se
le avecinaba.
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