jueves, 3 de marzo de 2011

GWA 28. Petz contra Niam

Petz se encontraba en su apartamento preparando la cena. Normalmente eso la relajaba tras un largo día de trabajo, aunque esa tarde se sentía intranquila. ¡Ojalá el plan de su hermana resultase! Aunque sabía que podría resultar muy arriesgado e incluso peligroso, no estaba asustada porque confiaba en ella. De todos, sí que sentía esa zozobra de la incertidumbre y lamentaba no haberla acompañado para echarle una mano. Pero según le explicó Kalie debía ser así para que el enemigo se descubriera. Suspiró, su hermana era incorregible, siempre estaban discutiendo, pero en el fondo ambas se querían mucho. Además, era una chica inteligente y con recursos. Como aquella vez, recordó el modo en que fue a pedir ayuda a las guerreras para ayudarlas a adaptarse a la vida en la Tierra. Tanto Artemis como Luna les consiguieron toda la documentación e historial habidos y por haber. Cuando su sonriente hermana se lo entregó cualquiera hubiese jurado que habían nacido y crecido en Japón.  Petz, al igual que el resto, se puso muy contenta. Hasta lo celebraron con sus amigas. Lo cierto es que cada vez que rememoraba su conversión en una mujer corriente le entraba cargo de conciencia. Esas chicas fueron maravillosas y gracias al Cielo cambiaron su vida y las de sus hermanas.

-Siempre se portaron como unas maravillosas amigas. Tenemos muchísimo que agradecerlas. - Se decía, lamentando ahora. - Y pensar que una vez quise matarlas a todas…nunca me lo perdonaré, me muero de vergüenza cada vez que lo recuerdo.

            Volviendo la vista atrás recordó cuando acometió esa última misión junto a su hermana Calaverite. Petzite se sentía vigorizada como nunca por la energía de ese báculo. Ahora todo le parecía posible. Notaba como su poder crecía de forma ilimitada. Pensó, no sin regocijo, que cumpliría con su cometido, mataría a las traidoras e incluso sería más poderosa que Rubeus. Podría retornar a Némesis como una heroína y hasta conquistar el amor del infante Zafiro. Quizás incluso derrocar al príncipe Diamante. Así ella y su amado regirían su mundo. ¿Por qué no? Al Sabio igual le daría quien estuviese dispuesto a proseguir los planes de conquistar la Tierra. Y al principio todo fue muy bien. Logró capturar a sus hermanas menores e incluso les dio una lección a las guerreras. Finalmente atacó a su propia hermana Calaverite dado que no se fiaba de ella. Siempre fue una manipuladora y una retorcida. Si en su fatuidad pensaba que podría traicionarla iba a aprender de una vez y para siempre quién era la más inteligente y poderosa de la familia. De hecho, la derribó junto a Kermesite y Bertierite. A éstas dos las salvaron las guerreras, cosa que no le sorprendió. Lo que sí le extrañó fue que Sailor Moon en persona atendiera a su otra hermana. Ésta enseguida decidió cambiar de bando cuando le convino. ¡Típico de ella! ¡Otra traidora más!

-Ya sabía yo que hacía bien al tratar de matarte. - Espetó con un tinte lleno de desprecio. -
- ¿Cómo puedes haber hecho una cosa así? - Le recriminó una de las sailors. -
-Ningún humano pensaría siquiera en matar a alguien de su propia sangre. - Le respondió otra de esas guerreras. -
-Vaya una sarta de tonterías. Las hermanas deben sacrificarse si así es conveniente para cumplir con su misión. - Contestó con altivez. -

            Se disponía a lanzar otro rayo, aunque cuando estaba a punto de hacerlo una de las guerreras provocó una densa niebla que la cegó. No podía ver a sus enemigas. Antes de que se diera cuenta otro ataque, una especie de cadena de energía, le arrebató el cetro de la mano. Entonces sufrió una andanada de chispas eléctricas que la derribó haciéndola grita de dolor. Cuando pudo recuperarse mínimamente estaba sobre el suelo de aquel puente colgante. Sus hermanas se reunieron a su lado.

- ¿Te encuentras bien, Petzite?- Le preguntó Kermesite que parecía realmente preocupada.-

            Pero ella no se tragaba aquello. Seguramente sería algún truco. Debían de creer que aun poseía el báculo. De todos modos, se notaba extraña. Todo ese deseo de matar y destruir iba desapareciendo. Aun así, se sentía humillada y confusa. Muy dolida en su orgullo. Apartó de un manotazo a su hermana menor en tanto espetaba con amargura.

- ¡No me toques! No soporto que ninguna de vosotras me tenga compasión.

            Las aludidas la miraban apenadas y muy preocupadas, pero no dijeron nada. Entonces, por encima de todas se oyó la voz de su jefe que parecía tamizada por el sarcasmo al declarar.

-Bien dicho Petzite.
-Rubeus…yo, no quería…-Pudo replicar la interpelada tratando de disculparse. -

            No obstante, su superior no la dejó continuar, comentando a su vez con suficiencia.

-Has hecho un buen trabajo, reuniendo aquí a las guerreras y a las traidoras en un mismo sitio. La verdad es que no esperaba que pudieras vencerlas. Seré yo el que lo haga.
- ¿Y qué vas a hacer conmigo? - Fue capaz de preguntar. -
-Como no te necesito más serás sacrificada. Ya no me sirves para nada. Os mataré a todas juntas. - Sentenció su jefe con patente sorna. -

            Petz abrió la boca sin poder creer lo que escuchaba. Entonces era verdad lo que le habían dicho de ese canalla. Sus hermanas tenían razón. ¡Habían querido advertirlas a ella y a Calaverite! Apenas pudo ni musitar cuando vio un resplandor rojizo en los ojos de Rubeus quien de seguido declaró con visible regocijo.

-Éste es el poder secreto del báculo. ¡Abre una puerta a la dimensión del vacío!

            Y antes de que nadie pudiera reaccionar un enorme agujero negro se abrió en el puente y comenzó a succionar todo lo que estaba a su alcance. Todas se sujetaban a lo que podían para evitar ser absorbidas. Satisfecho, Rubeus se desvaneció con una sádica sonrisa de triunfo. Petz oyó a las guerreras tratando de decidir que podían hacer. Incluso una gata de color negro que estaba con ellas afirmaba con desesperación.

- ¡No hay manera de poder cerrar la puerta a la dimensión del vacío!…

            Entonces tuvo una idea, reuniendo todas las fuerzas que todavía le quedaban se levantó rebatiendo aquello.

-¡Sí, claro que la hay! Si yo lanzo todo el poder que queda en mi cuerpo contra el báculo y lo hago estallar. El agujero acabará cerrándose.
-No podrás, es muy peligroso. - Le advirtió una de las guerreras que se sujetaba a una barra del puente al tiempo que agarraba a una de sus compañeras para tratar de no ser arrastradas.- Podrías perder la vida.

            Pero Petzite no estaba dispuesta a renunciar a su plan. Además, toda la culpa de aquello era suya. Su deber tendría que haber sido el de proteger a sus hermanas. En lugar de eso, dominada por esa ansia antinatural de gloria y venganza, casi acaba con ellas. Estaba realmente avergonzada de su proceder. Recordaba la promesa que le hiciese a su progenitora antes de partir a la corte. Ella debía ser la que ocupase ese papel con las demás. Lo intentó durante años, pero poco a poco fueron corrompidas por ese malvado Sabio y sus intrigas. Lo mismo que el resto. Rememoraba con gran tristeza esa vez que visitó a su madre. La última…

- ¡Mamá! - Suspiró dejando caer un par de lágrimas. - Te he fallado. Perdóname.

Cuando llegó a casa unas droidas de servicio le abrieron. La muchacha pasó preguntando con tono dubitativo.

- ¿Mamá?... Soy Petzite… ¿Estás aquí?...

                Entonces una figura bastante demacrada y con el cabello lacio salió de una habitación. Para su horror la chica pudo reconocer a su madre. Ésta venía casi trastabillándose y al ver a la joven se detuvo en seco, señalándola con un dedo acusador.

-Tú… eres…
-Soy Petzite, mamá. - Replicó la chica tratando pese a aquella impresión de sonreír. -
- ¡Eres una de ellas! - Exclamó su interlocutora. - Apártate de mí, no eres mi hija.
-Pero mamá. - Contestó la asustada muchacha. - Soy yo…he venido a verte.

            Pero aquella enloquecida mujer movía la cabeza con un rictus de temor y casi desesperación, musitando de forma inconexa…

-Todos corrompidos. ¡La Luna Negra! …mis hijas, mis niñas… ¿Dónde están? ¿Qué habéis hecho con ellas? - Chilló ahora.-
- ¡Pero mamá! - Pudo sollozar Petzite realmente impactada por aquella dantesca escena. - ¡Soy yo!

            Aunque esa mujer pareció reaccionar mirándola entones con otra expresión, lloraba ahora y se lanzó a abrazar a la asustada chica.

-Petzite cariño… no dejes que te capturen a ti también. No les creas…
- ¿Capturarme? ¿Quién? ¿Qué te ha pasado?... ¿Dónde está papá? - Quiso saber la muchacha que estaba totalmente sobrepasada por aquello. -
- ¿Papá? -Gimió nuevamente su madre, que agregó con tono desvalido y lloroso, mirando ahora en derredor y hablando como si lo hiciera con otra persona, ajena por completo a su hija.- Papá estuvo aquí. ¿Verdad? Abuela…cuéntame más cosas de la Tierra…

                La muchacha no podía evitar llorar viendo el lamentable estado de su pobre madre. Por más que lo intentó no logró sacarla ya de esas ensoñaciones que la poseían. Finalmente se marchó, musitando entre sollozos.

-Adiós, mamá…te quiero.

Después lo comprendió. Su madre quizás había descubierto algo. Pudiera ser que los planes de ese perverso Sabio...y este posiblemente la hubiera enloquecido.

-Ahora no te fallaré más, madre…-Pensaba levantándose del suelo decidida tras rememorar todo eso, entre aquel terrible vendaval cercano al vórtice. - ¡Lo arreglaré!

Y estaba dispuesta a todo. Enmendaría sus errores. Pagaría su deuda y aunque eso supusiera su muerte, salvaría a sus queridas hermanas y a las guerreras. De modo que apuntó con una de sus manos hacia ese agujero y exclamó, liberando la mayor parte de energía que le quedaba.

- ¡Poderes interiores!

            Desgraciadamente fracasó. Su energía fue succionada por ese vacío y luego ella misma la siguió. Cuando ya creyó que iba a desaparecer, algo la sujetó de una muñeca. Era el látigo de su hermana Calaverite. Con asombro vio que era la misma muchacha a la que ella había estado a punto de matar, la que trataba de salvarla.

- ¿Tú? - Exclamó atónita. -
-No dejaré que seas la única heroína de esta historia. - Replicó la interpelada con su sarcasmo habitual.-
-Nosotras siempre hemos discutido, pero para algo somos hermanas. - Añadió Kermesite arrastrándose hasta la boca del agujero para agarrar la mano de Petz. -
-Sin ti no seríamos las cuatro hermanas de la familia Ayakashi-Kurozuki. - Remató Bertierite sujetándola también como pudo. -
- ¡Vosotras también! - Exclamó emocionada. -

            Sin embargo y pese a toda aquella demostración de amor fraterno y entereza por parte de las chicas, esa fuerza de succión era cada vez mayor. Dentro de poco sus hermanas no podrían aguantar más. Petz se resignó a su suerte.

-Me lo merezco. - Pensó con amargura y tristeza.- Sin embargo, ellas no.

No supo a ciencia cierta cuanto tiempo transcurrió, pero vio un resplandor multicolor y luego se produjo una gran explosión. Al disiparse ésta se encontró en el suelo, con sus hermanas. El agujero y el vacío habían desaparecido como si jamás hubiesen existido. Fue Kermesite la primera en reaccionar pidiéndole a Guerrero Luna.

-Ayuda a mis hermanas. Por favor.

            Y antes de que pudiera darse cuenta, aquella guerrera invocó el poder del Cristal de Plata y tanto ella como su hermana Calaverite se vieron envueltas en un resplandor rosado que las hizo girar sobre sí mismas dándoles un gran sentimiento de alegría y alivio. Toda la energía negativa que quedaba en su interior fue barrida. Cuando eso pasó, se vio en pie, vestida con ropas humanas normales y plena de desconcierto. Sin embargo, fue una maravillosa sensación, sobre todo cuando se abrazó a sus otras hermanas. Al aproximarse las guerreras solamente pudo balbucir con emoción.

-Gracias, muchísimas gracias…
- Esto es el amor, Petzite. - Le dijo una alegre Bertie. -
-Y ahora estamos juntas otra vez, como cuando éramos niñas. - Añadió Cooan con patente felicidad. -
-Ellas tenían razón. Debimos haberlas escuchado. - Admitió Kalie, emocionada a su vez. -
-Pero por suerte todo ha terminado bien. - La animó Bertie. -
-Y ahora somos libres. - Añadió Cooan. -
-Es verdad. Aunque tendremos que comenzar de nuevo. En este planeta. - Suspiró la mayor de las hermanas, sonriendo ahora. -
-No os preocupéis por eso. Os ayudaremos. - Afirmó Minako. -
-Sí, contad con nosotras. - Añadió Makoto ofreciendo su mano a Petz. -

            La joven observó aquel gesto con visible sorpresa, todavía dubitativa la estrechó y apenas si pudo decir, totalmente sobrepasada por aquello.

-Lo lamento mucho. Intenté mataros a todas. Os dije cosas terribles. No merezco que seáis tan generosas conmigo…de hecho, no merezco nada. - Suspiró consternada. -
-Pero después trataste de salvarnos. - Replicó la Guerrera Luna. -
-No espero que me perdonéis. Yo misma no puedo perdonarme lo que he hecho. - Musitó la muchacha bajando la cabeza con visible vergüenza. - Ni creo que jamás pueda.
-Es una vida nueva, Petz. - La animó Bertie. -
-Sí, tienes que dejar el pasado atrás. Desde ahora podremos ser felices viviendo aquí y ayudando a otros. ¿Quién sabe? Puede que el resto de los nuestros también puedan ser salvados. - Afirmó una optimista Cooan. -

            Aunque fue Calaverite la que posó sus manos sobre los hombros de su hermana menor y le rebatió con tono triste.

-No todos. Conozco bien a Rubeus y él no renunciará a su misión. Ahora menos que antes. Pues se le acaba el tiempo.

            Y observando también a las guerreras las advirtió con su mejor voluntad.

-Tened mucho cuidado con él. Es muy peligroso. Y estará más furioso que nunca cuando descubra que su plan ha fracasado. Estará desesperado y es capaz de cometer cualquier locura.  Ojalá pudiéramos ayudaros, pero ahora ya no somos de ninguna utilidad. - Remachó lamentándose.-

            Las demás hermanas se miraron con pesar y preocupación. La misma Petzite admitió.

-Nada le detendrá para llevar a cabo su misión. Ya en Némesis era así. Y ha ido a peor con los años. Temo por vosotras.
-Ahora sois nuestras amigas. Esto ya no debe preocuparos. - Le respondió Rei que afirmó quizás con algo más de inquietud. - Lo que no sé es dónde podremos alojaros.
-Tranquilas. - Les comentó Cooan que, animadamente declaró. - Bertie y yo hemos visto unos apartamentos que se alquilan. Mako-chan tenía razón. Hay uno grande y a buen precio cerca de donde ella vive.
-El único problema es que no tenemos dinero. - Suspiró Bertie. -
-Es cierto. - Admitió su hermana pequeña con gesto azorado. - Lo olvidé. No cobraremos hasta dentro de unos días.
-Bueno, quizás podamos prestaros algo entre todas. - Dijo Ami. -
-Pues yo no tengo mucho. - Suspiró Usagi metiéndose mano en sus bolsillos y sacando un fondo vacío. - Más bien nada en realidad.
-Ni yo. - Afirmó Minako alegando apurada. - Es que me compré un bolso monísimo el otro día…
-A mí me quedan unos pocos yenes. - Pudo decir Makoto algo azorada. -
-Yo tampoco tengo casi nada a estas alturas del mes. - Musitó Rei. - Quizás mi abuelo pueda prestarme algo.

            Pero fue Calaverite la que, con buen talante terció, tranquilizándolas a todas.

-No será necesario, chicas. Veréis. Antes de partir a esta misión, como no las tenía todas conmigo y no me fiaba de Rubeus, decidí llevarme una pequeña póliza de seguros.

            Y ante la extrañeza de sus hermanas y las guerreras la muchacha se tocó el lazo que llevaba. Era la única cosa que no había desaparecido tras su purificación. Efectivamente, sonrió al comprobar algo y declaró en tanto se soltaba el pelo y de la tela del lazo se desprendían unas pequeñas piedras.

-Son nuestras antiguas joyas de droidas. Al ser purificadas perdieron su poder maléfico, pero siguen siendo gemas de gran valor. Me llevé unas cuantas. Como indemnización por despido improcedente. Me temo que olvidé decírselo a nuestro ex amo Rubeus. ¿Creéis que se enfadará? -Inquirió con un falso tono meloso y algo infantil. -

            Las hermanas se rieron con divertida complicidad. Les hubiera encantado ver la cara de su exjefe cuando éste descubriera que, además de haber fallado en su misión, le habían desaparecido todas esas piedras. Habría unas cinco o seis en total.

-No es que sea una fortuna. - Afirmó Petz que agregó con buen tono a su vez. - Pero desde luego que servirá para empezar una nueva vida. Has sido muy lista, hermanita. - Sonrió a Kalie que le devolvió la sonrisa al tiempo que guiñaba un ojo.-

            Las sailors las felicitaron a su vez y tras un rato se despidieron. Las cuatro hermanas se dirigieron a ese edificio de apartamentos tras pasar por una joyería. Allí tasaron las piedras y les ofrecieron una buena suma por ellas. La aceptaron y pudieron alquilar un piso. A los pocos días compraron algunos productos de belleza y pusieron una pequeña tienda. Después fue cuando Calaverite pidió ayuda a las guerreras y éstas las proporcionaron nuevas identidades. Así pudieron comprar su apartamento y meterse en el arrendamiento de Otafukuya. La propietaria, Sayaka, tenía ganas de dejar el negocio y confió en Cooan y sus hermanas. Petz recordaba eso con una gran sensación de felicidad.

-Unos años maravillosos. Vivir aquí siendo unas mujeres corrientes es duro, pero tiene muchísimas compensaciones. Nada de retorcidos planes para medrar en la Corte, nada de anhelar destruir. Al contrario. He encontrado la paz y la alegría…-Pensaba con agradecimiento. -

Y, además, siempre que podían, quedaban con sus amigas. Todas eran unas chicas realmente estupendas. Se percató de que Cooan había hecho una gran amistad con Rei, la Guerrera guardiana del planeta Marte y sacerdotisa del santuario Hikawa. Las dos compartían interés por las artes adivinatorias. Bertie con Ami Mizuno, la Guerrera del planeta Mercurio, muchacha muy inteligente con la que se podía pasar tardes enteras estudiando o jugando al ajedrez. En cuanto a Karaberasu, como quiso ser llamada su hermana, hizo buenas migas con Minako Aino, nombre civil de la Guerrera del planeta Venus. Las dos tenían bastante en común y solían quedar para ir de tiendas e incluso de ligues, discutir de modas, ir de karaokes, en fin. Después, ella misma se hizo bastante amiga de la Guerrera guardiana del planeta Júpiter. Charlaban de temas que ambas encontraban interesantes. Poco a poco fue quedando con esa chica, de nombre Makoto Kino. A las dos les gustaban las flores y, por qué no decirlo, no les disgustaba entrar en la cocina. Desde luego esa muchacha era toda una experta. Y la propia Petz quedó encantada al probar alguna tarta de las que su amiga hacía. Ahora a su recuerdo vino una tarde en la que Mako- chan la invitó a su casa por vez primera.

-Pasa, por favor. - Le pidió la guerrera en cuanto la vio llegar. -
-Buenas tardes. - Le sonrió la aludida. - Muchas gracias por invitarme. - Remachó haciendo una leve reverencia. -
- No hay de qué, es un placer. ¿Qué tal tus hermanas?- Quiso saber Makoto en tanto su huésped entraba y la seguía al salón.-
- Bien, gracias por preguntar. Creo que Cooan y Bertie habían quedado con Rei y Ami en el santuario. Y mi hermana Kalie con Minako, para ir de tiendas.
- Así tenemos tiempo de charlar nosotras. – Afirmó su interlocutora con una sonrisa para interesarse. - ¿Qué tal estás tú?
- Bueno… no me puedo quejar – sonrió tímidamente Petz mientras su anfitriona le indicaba con un amable gesto que tomara asiento en el sofá de su salón. -

            La invitada no pudo evitar mirar unas fotos que su amiga tenía en una repisa cercana. Allí estaba junto a las otras chicas guerreras en sus identidades civiles. También aparecía en una de ellas con un chico que ella no conocía y con otras dos personas adultas, aunque en ésta última Makoto parecía ser apenas una niña.

-Mi amigo Kenjino. - Le explicó la sailor al percatarse de que su amiga estaba observando aquellas fotografías. – Y mis padres.
-Supongo que no los verás muy a menudo. Con tu labor de guerrera. –Replicó su interlocutora. -
- A Kenjino le veo muy ocasionalmente, es muy buen muchacho. Somos amigos desde pequeños. Para mí es como un hermano mayor. Y mis padres murieron hace tiempo en un accidente de avión siendo yo pequeña. - Le explicó Júpiter entristeciendo su tono y su expresión. -
-Lo siento mucho. No lo sabía. - Se disculpó sentidamente Petz maldiciéndose por ser tan inoportuna. - Yo…no debí preguntar.
-No, por favor… no tienes de qué disculparte. Así es la vida. - Suspiró Makoto que animó su gesto comentando de forma más jovial. - Tengo té de rosas y un poco de tarta de nata y fresas. ¿Te apetece?
- Sí. Muchas gracias. – Asintió su contertulia aliviada de zanjar aquel embarazoso momento. -

            La anfitriona fue a la cocina a preparar el té en tanto su invitada reflexionaba. Petz podía comprenderla muy bien, ella perdió a Zafiro y a sus padres, realmente estos últimos no murieron como el que fue el amor de su vida, pero habían quedado atrás, en Némesis. Sabía que jamás les volvería a ver. En cierto modo, se daba cuenta de que aquella muchacha y el resto de las guerreras se parecían bastante a ella misma y sus hermanas. Era como si existiese una curiosa relación. Compartían gustos y aficiones comunes. Igual que antaño los poderes de unas eran el reverso de los de las otras. Por fortuna ahora estaban del mismo lado. Se alegraba de poder contar con ellas como amigas. Eran muy buenas chicas. Sin olvidarse de los gatos y Mamoru. En eso pensaba cuando su amiga volvió con una bandeja que albergaba una tetera, tazas, platitos, azúcar y un par de generosas raciones de pastel. 

-No he tenido tiempo de agradeceros de forma apropiada todo lo que tú y los demás habéis hecho por mí y por mis hermanas. Soy la mayor y mi deber es cuidar de ellas. Y para mí es una gran alegría el contaros a todos como amigos. Pese a lo que os hicimos nos habéis acogido en este mundo y entre vosotras con una enorme generosidad y eso es algo que jamás os podremos pagar. - Comentó con voz queda y reconocida. -
-Somos amigas. Eso es lo único que importa – replicó Makoto guiñándole el ojo de forma cómplice. - Y siempre podréis contar con nosotras. - Aunque ahora la sailor suspiró agregando no sin pesar. - Lo único que lamento es que no pudiéramos ayudar al resto de los miembros de vuestro clan…
-Hicisteis lo que pudisteis. Lo sabemos. - Se apresuró a tranquilizarla su contertulia. -
-Zafiro era un buen chico. - Comentó Makoto con tono entristecido. - Te quería. Sus últimas palabras fueron para ti.

            Petz lo sabía, Usagi ya le había dicho eso aquella terrible vez, cuando fueron a verlas para darles la noticia de la muerte de ese pobre muchacho. No obstante, ahora volvía a emocionarse como entonces, tanto que algunas lágrimas le cayeron puesto que su amiga enseguida le acercó un pañuelo con gesto entre inquieto y apenado.

-Perdona, no debí sacar ese tema. - Se disculpó Makoto. -
-No tienes que pedirme perdón en absoluto. - Le sonrió su interlocutora enjugándose esas lágrimas para replicar. - Supe lo que le iba a ocurrir, y me resigné a ello. Al menos guardo su mirada en mi corazón. Ahora quiero vivir en este mundo junto a mis hermanas y vosotras y ser feliz. Por el momento lo estoy logrando.
- Claro. Y algún día conocerás a alguien especial, seguro que sí. - La animó su amiga añadiendo también de forma más jovial para desdramatizar aquella atmósfera de melancolía que habían creado. - ¡Y yo también! A ver cuando encuentro al chico ideal que sea como mi antiguo novio.

            Las dos pudieron sonreír de mejor talante, más cuando Petz agregó.

-Y tus tartas también son un maravilloso incentivo para animarse. Me tienes que dar la receta de esta que haces con fresas y nata, es mi favorita.
- Haré algo mejor. - Terció su amiga prometiéndola animosamente. - Un día iré a vuestro apartamento y haremos una…
- Siempre y cuando mis hermanas no se la coman toda. ¡No veas como son con el dulce! Sobre todo, Kalie. – Pudo reír ahora Petz. -

Su anfitriona se unió a ella entre carcajadas para afirmar.

- ¡Tú no has visto a Usagi devorar pasteles!…

Y su contertulia se rio todavía más. Las dos de hecho lo hicieron con ganas y pasaron una tarde muy grata hablando después de temas relativos a la cocina, las plantas, la moda y el maquillaje. Quedaron por supuesto en salir por ahí y concretaron el día para que la sailor se pasara a visitarlas y a poner en práctica sus clases de repostería. Petz sonreía ahora en tanto recordaba todo aquello. Makoto se había convertido en una muy buena confidente y amiga. Quizás la mejor que tenía si excluía a sus propias hermanas. De hecho, nunca tuvo ese tipo de relación con alguien. Siempre fue la mayor y estuvo absorbida por sus deberes. Y ella no ignoraba que el resto de sus hermanas se preocupaban al verla tan sola y volcada en su trabajo. Pero gracias a la guerrera Júpiter pudo abrirse más al resto del mundo y salir de vez en cuando, tal y como sus otras hermanas hacían con sus respectivas amigas sailors. De esta manera podía relajarse y cambiar de aires, ser más independiente de la familia y disfrutar más luego cuando volvía a juntarse con Kalie, Bertie y Cooan. Sonreía ella sola con esos recuerdos cuando un sonido que creyó del teléfono la sacó de sus pensamientos. Cuando se fue hacia el salón para responder ya no lo escuchó, aunque sí que oyó unos ruidos que provenían de su dormitorio. Se acercó hasta allí con sigilo y abrió la puerta, se tranquilizó suspirando aliviada cuando vio a su hermana Karaberasu que abría uno de los cajones de la cómoda.

- ¿Qué estás haciendo en mi dormitorio? - Le inquirió repuesta ya del susto y mostrando su extrañeza e incluso brusco modo habitual. -
- Verás, quería encontrar algo que ponerme, no tengo nada disponible, no te importa, ¿verdad? - Le respondió ésta con ligera prevención. -
- No claro, por supuesto, elije lo que quieras, pero la próxima vez me lo pides antes. ¿De acuerdo? - Le advirtió Petz con mejor talante. -
- Sí, claro, perdona. - Se disculpó de inmediato su hermana. -

Y lo hizo demasiado sumisamente como para que a su interlocutora le pareciera normal viniendo de ella. Aunque lo dejó pasar, no le apetecía mucho ponerse a discutir por esa tontería. Y sí que quiso saber.

- ¿Fue todo bien?...
- ¿Todo? - Repitió su contertulia. -
-Ya sabes. ¿Pudiste librarte de esa diablesa? - Inquirió. -
- Claro. - Sonrió débilmente la joven para añadir con más desenfado. - O ahora mismo no estaría aquí. Por cierto, - le inquirió Karaberasu con expresión interesada - ¿Dónde la has escondido?
- ¿Esconder el qué? - Preguntó su hermana mayor sorprendida. Aunque enseguida cayó en la cuenta de a lo que su interlocutora se refería. - ¡Ah, la piedra! Ven, te lo enseñaré, - abrió el armario y le mostró a su hermana el doble fondo donde la ocultaba. - Aquí estará segura de esos demonios. - Sentenció satisfecha. -
-¡Eres muy lista, hermanita! - Sonrió Karaberasu ampliamente para asegurar, (con total e irónica sinceridad) - a mí nunca se me habría ocurrido buscarla ahí.
- Hay que usar la materia gris, - sonrió a su vez la aludida, señalándose la sien y queriendo saber por su parte. – Pero cuéntame un poco más de cómo te fue a ti.
- Bastante bien. Ya te lo he dicho. - Se apresuró a afirmar su interlocutora con total confianza. -
- ¿Entonces ninguna de esas diablesas te creó problemas?- Insistió Petz aliviada de que así fuera. – Menos mal. Por lo que las chicas nos contaron deben de ser muy peligrosas y astutas.
- Pero no tanto como yo. No te inquietes, supe arreglármelas. Al final no tuve ningún problema. Todo estuvo bajo control. – Le aseguró escueta y tajantemente su contertulia. -

            Sonó el teléfono y la mayor de las hermanas interrumpió la conversación saliendo de su cuarto para contestar.

- ¿Quién es? - Quiso saber y el corazón le dio un vuelco al escuchar la voz de Karaberasu. -
- Petz, ¿estás bien?,- le preguntó la voz entre preocupada y reprobatoria de ésta. - ¿Se puede saber por qué me has colgado antes? ¿Te ha atacado alguna diablesa?
- ¿Cómo dices? - Respondió la aludida, incrédula. - Pero si estaba hablando contigo ahora mismo - susurró y se sonrió perspicazmente pasada esa inicial sorpresa, preguntando a su vez. – Yo no he colgado a nadie. ¿Acaso no serás tú alguna diablesa?
- ¿Cómo voy a ser una diablesa? ¿Eres tonta o qué?,- repuso su hermana, irritada y asustada a la vez en tanto le contaba. – Acabo de vérmelas con una, y no fue precisamente un paseo por el parque.
- Pues explícame como es que aquí hay otra Karaberasu idéntica a la de siempre y que me estaba registrando el armario, buscando un vestido para ponerse. - Informó a su contertulia, sintiéndose bastante desconcertada ahora pese a mantener su desconfianza. -
- ¿Y se puede saber desde cuándo me intereso yo por ese vestuario tan pasado de moda que tienes? ¡No me pondría esos trapos tan desfasados tuyos ni, aunque tuviera que ir desnuda por ahí! –Chillo su interlocutora. -

Desde luego aquella chica sonaba muy convincente desde el otro lado de la línea telefónica. Era típico de Karaberasu cuando hablaban de estos temas, utilizar ese patente tono de insolente desdén hacia su ropa, combinando en esta ocasión con la inquietud. Eso que hizo que Petz no tuviera ya dudas acerca de quien era su verdadera hermana.

- Entonces, si ésta que está aquí no eres tú. - Susurró para asegurarse de que esa impostora no la escuchaba. -
- ¡Es un truco!, ¡Tienes que salir de ahí!,- le previno Kalie con voz premiosa por el temor. – ¡Es una de ellas! Ten mucho cuidado. Y, sobre todo, no le hagas ver que te has dado cuenta.

            Su hermana mayor no sabía qué hacer. Ahora estaba realmente preocupada y le confesó a su contertulia con gran inquietud.

- ¡Le acabo de decir donde escondía la piedra! Espera, voy a ver si sigue ahí.

            Dejó el teléfono y volvió rápidamente al dormitorio, pero ni la mujer que decía ser Karaberasu ni la piedra, estaban allí. Petz prorrumpió entonces en gritos desesperados maldiciendo su error. Se calmó lo suficiente como para, retomando el teléfono, decírselo a su hermana.

- ¡Me la han robado, maldita sea! Lo siento. Creía que eras tú, ¡era idéntica a ti! - Se excusó fuera de sí. -
- Tranquilízate - la calmó su interlocutora ahora más aliviada a pesar de todo. – Ese pedrusco es lo de menos. Lo importante es que no te haya hecho nada. Escúchame. Ya he avisado a Cooan y Beruche. Ellas van hacia allá, yo me reuniré contigo enseguida, no te muevas del apartamento. Me temía algo así, pero no me daba tiempo a llegar. Incluso traté de comunicar contigo, pero no respondías. Se cortó la conexión. Menos mal que te he llamado otra vez. Estate muy atenta. Cuando llegue te haré una seña para que sepas que soy yo.
- ¿Qué señal?
-Alguna que solamente nosotras conozcamos. - Le aclaró su hermana.- Mientras tanto no te fíes de nadie…

            Petz asintió pese a no poder ser vista y después contestó con un "está bien", para colgar el teléfono y darle una patada de frustración al sofá….

- ¡Me he dejado engañar como una estúpida! - Mascullo realmente enojada consigo misma - ¡Maldición!

            Mientras tanto, la triunfante súcubos se presentó ante el Sabio con la piedra bajo el brazo. Sonriente y con una reverencia, la depositó en un pedestal para gran satisfacción de éste, declarando con tono triunfal.

-Te dije que lo conseguiría.
- ¡Excelente! - exclamó el Gran Sabio - estoy muy complacido. Has cumplido muy bien con tu misión. Ya iba siendo hora de que alguien fuese eficiente para variar. Te recomendaré para una condecoración inmediatamente. Ten por cierto que se lo comunicaré al coronel Karnoalk para que informe de esto a tus superiores.
- Gracias señor, ¡nada menos que a un coronel! - sonrió Niam añadiendo con visible contento, pero de forma profesional - Agradezco tus elogios, pero no he completado mi tarea. Vine con la piedra en cuanto tuve ocasión para asegurar el objetivo principal, aunque todavía no he matado a la Justiciera. Con tu permiso volveré y la eliminaré, así es posible que incluso me asciendan.

            La súcubos se sonreía explicándole a su interlocutor como escuchó el sonido de un teléfono en casa de esa humana, al descolgar oyó una voz de mujer. Se trataba precisamente de la chica por la que se estaba haciendo pasar.

- ¿Petzite? ¿eres tú? - Escuchó ese tono de preocupación y temor que la hizo regocijarse. -

            Y sin responder colgó de inmediato. Luego se dirigió hacia la habitación de esa otra mujer que la sorprendió allí. Pero no sospechó nada al verla con la apariencia de esa otra humana. El Sabio asintió levemente expresando su aprobación.

- Hiciste muy bien, fue una sabia decisión traer primero la esfera. Celebro ver que antepones la astucia a la precipitación. Ve pues y si lo consigues da tu ascenso por seguro. Me ocuparé personalmente de ello. - Afirmó su superior con una amabilidad insólita en él. – Necesitamos súcubos competentes como tú. Quizás entonces no deba hacer otra invocación para llamar a otra de tus compañeras para que se ocupe de esto. Una capitana de la horda que me han recomendado… Una tal ILaya… ¿La conoces?

            El gesto de la diablesa se demudó. Claro que la conocía de sobra, se acordaba hace algunos siglos, en el averno, cuando ella era apenas una jovenzuela dispuesta a medrar. Ya entonces esa individua tenía una larga reputación de crueldad y deseos de medrar. Niam estaba junto con Meriak, Iama y Saila, que formaban ese grupo de recién llegadas. Su jefa en ese escuadrón a fin de ser admitidas en las brigadas de Lilith era precisamente ILaya, una diablesa alta, de cabellos y ojos color fuego.

- ¡Muy bien, zorras estúpidas! - Les espetaba con nula cortesía. - Para ser una súcubos digna de nuestra gran Señora Lilith, tendréis que aprender a pelear y a manipular. Por vuestra genética especial sois capaces de excitar fácilmente a los machos. Tanto demonios como humanos, en particular a estos últimos.
-Y a las hembras también. - Terció una entusiasta Meriak. -

            Aquello provocó risas entre sus compañeras. La aspirante que había hablado miró a algunas con inquina, aunque enseguida recibió contestación por parte de su oficial superior.

-Si eso te gusta, no veo porqué no. A cualquiera que nos sirva para lograr nuestros propósitos.
-Pero los humanos son presas muy fáciles para nosotras. - Objetó una súcubos que formaba parte de las aspirantes.- No veo qué necesidad hay de seducirles.

            ILaya se permitió contemplarla con desdén para replicar.

-La mayoría sí, pero algunos podrían darte una desagradable sorpresa.

            Y con una mano enguantada tomó una especie de daga y la usó para herir en un brazo a esa individua. Ésta emitió un chillido agudo de dolor, llevándose una mano al brazo herido y tratando de curarlo sin conseguirlo.

- ¿Por qué no puedo cortar la hemorragia? - Exclamó esa súcubos entre incrédula y asustada. -
-Fácil. Porque he usado una daga de plata. - Sonrió ILaya, explicando con regocijo. - Un trofeo que le quité a un humano, de esos que decías eran una presa tan fácil, antes de acabar con él. La plata es infecciosa para algunas de nosotras y puede llegar a ser mortal para otras. Como me temo que es tu caso. ¡Qué mala suerte!, ¡ja, ja, ja!

            El resto de las diablesas miraron a su infortunada compañera con despreocupación.  Todas excepto la propia Niam que conocía a esa individua desde que eran pequeñas y ambas fueron abandonadas por sus progenitores. Eso no era raro en su círculo infernal. De hecho, las pocas relaciones de amistad entre los seres de su especie provenían habitualmente de alianzas para sobrevivir.

- ¡Kurah! - Musitó tratando de ayudarla. -
- ¿A dónde vas? - Le espetó su superiora. -

            Niam no pudo ni hacer amago de responder. ILaya la golpeó con fuerza derribándola. Después le aplastó la cara con una de sus botas haciéndola gritar en tanto elevaba el tono dirigiéndose a las demás.

- ¡Esto les pasa a las débiles y estúpidas! No necesitamos ni a unas, ni a otras.

            Y cuando ya se veía perdida, lo mismo que su compañera, otra enérgica voz de mujer hizo que su superiora se apartase.

- ¡Ya es suficiente! ILaya, déjalas.
-Capitana Mireya. - Replicó la interpelada. - Solamente les estaba dando una lección.
-Pues procura no acabar con todo tu grupo antes de que aprendan tus lecciones. Ya llevas cuatro súcubos destruidas en lo que va de mes. - Le recordó admonitoriamente su superiora, remachando. - Una cosa es dar ejemplo y otra diezmar nuestras fuerzas. Necesitamos formar un ejército numeroso.
-Como tú me ordenes. - Tuvo que conceder esta con patente malestar. -

            Fue esa otra, de rubios cabellos y ojos color sangre, quien emitió una leve aura que curó el brazo de Kurah. Al mismo tiempo ayudó a levantarse a la propia Niam. Aunque, cuando tanto ella como su amiga se miraban aliviadas por ese inesperado rescate, las dos fueron aferradas por el cuello con una tremenda fuerza por esa capitana que les gritó llena de ira.

- ¡Oídme bien, rameras estúpidas!. Es el último error que cometéis.

            Y dicho esto las soltó, dejándolas caer al suelo. Estaban tratando de recobrarse todavía cuando Mireya se alejó y fue ILaya quien, sonriendo con una mezcla de desprecio y amenazante tono, sentenció.

-La próxima vez no seré tan amable. Ni estará la capitana para salvaros. ¿Lo habéis entendido?

Y ambas asintieron dominadas por el pavor. De hecho, Niam todavía temblaba al pensar en esa zorra. Esperó no tener que verla cerca de nuevo, dado que la robaría toda posibilidad de hacer méritos.

-Eso si no acaba conmigo antes. - Pensó con creciente temor, dirigiéndose acto seguido al Sabio. - Señor. Te aseguro que me basto yo sola para ocuparme de esas estúpidas humanas. - Declaró con seguridad. -
-Muy bien. Lo dejo de tu cuenta. - Repuso su interlocutor. -

            La diablesa se inclinó ante el Gran Sabio con una triunfante sonrisa y desapareció reapareciendo nuevamente, con el aspecto de Karaberasu, en el cuarto de baño del piso de las chicas.

- ¡Lo lograré! - se dijo para darse ánimos - y seré yo la nueva capitana de la horda a recomendar.

            Salió del baño con toda naturalidad y se dirigió hacia esa ingenua humana que estaba tranquilamente sentada en el comedor.

- ¿Quién era? - Preguntó Niam simulando poco interés. -
- Nada importante, querían hacerme una encuesta telefónica, - repuso la interpelada que no parecía de buen humor. - Son unos pesados. A propósito - inquirió con una mirada suspicaz. - ¿Dónde estabas tú?
- Fui al servicio - respondió la súcubos con rapidez acercándose por detrás a esa chica. -
- ¿Qué haces? - Le preguntó Petz desconfiadamente. -
- Sólo quiero darte un masaje - le sonrió Niam que fingió preocupación en su tono cuando le preguntó. -  Estás muy tensa, hermanita. ¿Te ocurre algo?
- Déjalo - le pidió ésta tratando de no evidenciar su temor - no te molestes. -

Pero las manos de ésta ya rodeaban su cuello, aunque al principio no apretaban. Esa muchacha le estaba dando un masaje en los hombros y la espalda, lo que sorprendió gratamente a Petz. La diablesa usaba su energía lo que hacía que su presa se sintiera confortada. Niam pensó que de ese modo no la haría sospechar. No podría ser que una enemiga le estuviera dando un masaje. Además, se tomaría su tiempo. Iba a disfrutar de aquella humana para celebrar su triunfo. Por su parte Petz creía que de ser una diablesa ya habría intentado estrangularla. Incluso comenzó a dudar. De todos modos y fuera la auténtica Kalie o no, debía conservar la calma para no traicionar sus dudas.

- He cambiado la piedra de sitio - le susurró la que parecía su hermana con tono tranquilizador. - No te asustes si no la ves.
- ¿Y dónde la has puesto? - Le preguntó suavemente Petz, dejándose llevar por la situación y también la creciente soñolencia que le proporcionaba aquel cálido masaje confesando casi sin darse cuenta. - ¿En algún lugar que has acordado con las otras cuando hablaste con ellas? Porque Beruche y Cooan vienen hacia acá.
- Está en un lugar seguro sí, cuando vengan las demás os lo diré. - Afirmó amablemente la diablesa que se sonreía para sentenciar con una ligera dosis de regocijo. – Para que nunca lo olvidéis…

Gracias a su energía reparadora que proporcionaba esa placentera sensación aquella tonta humana se había delatado. Con que una encuesta telefónica, ¿eh? Eso significaba que finalmente había hablado con la verdadera justiciera que ella suplantaba y encima habían puesto sobre aviso a las otras. Tanto mejor. En eso debía admitir que ILaya tenía razón. Muchas veces era mejor seducir y engañar que usar la fuerza bruta. Esa había sido el error de sus compañeras. De este modo había logrado lo que ninguna de las otra fue capaz de conseguir, y ahora remataría su misión.

-Sí, Kurah. - Pensó con satisfacción. - Tú quedaste en el camino. Pero yo he triunfado.

Y es que esa “amiga” suya fue destruida un par de siglos atrás en una de sus misiones. Nunca fue lo bastante buena de todos modos para medrar. Pero ella era diferente. Todo iba a salirle perfecto, podría matarlas a todas de improviso en cuanto llegasen. Sería ascendida y recompensada, incluso podría gozar con el propio Karnoalk y dejar en el Infierno a esa competidora. Ese pensamiento la excitaba y sus manos comenzaron a recorrer casi involuntariamente los pechos de esa humana que eran duros y turgentes.

- ¿Qué estás haciendo? - Se sorprendió ésta pugnando por salir de aquella sensación tan adormecedora. -
- Se me ha ido la mano, lo siento. - Le susurró su interlocutora con voz melosa, confiándole divertida -, es que pienso en lo que va a pasar y me excito ¿sabes?
- ¿Qué? - Petz recobró entonces la perspectiva de realidad saliendo de aquella especie de sugestión. - ¿Qué dices?

Pero entonces la diablesa, observándola con lascivia, unió sus labios a los de ella.

- ¿No te gusta, cariño? ¿Nunca te lo has hecho con tu hermanita? - Terminó Niam de decir burlonamente y entonces sí que apretó sus manos al cuello de Petz que intentaba escapar del agarre sin conseguirlo. - ¡Lo siento mucho por ti!, ¡pero tienes que morir!, tomaré tu puesto y esperaré a tus hermanitas para reunirlas contigo una a una. - Siseó recobrando su aspecto de demoniaco, era de cabellera oscura y rizada y con ojos rojizos como la sangre. - ¡Vamos, muere!

            Su víctima se debatía desesperadamente para eludir esa mortal presa. Tenía que reaccionar e impedir aquello o sería el fin de todas. Ese monstruo la mataría primero a ella y después asesinaría a sus hermanas que no podrían ni sospechar el peligro al que se enfrentarían si esa impostora adoptaba su forma.

- ¡Maldita! - Pudo decir con la voz ahogada, debatiéndose por respirar. -No...te lo…permitiré…
- ¡Ja, ja! Estás acabada. - Aulló la súcubos exultante. - No podrás hacer nada para impedirlo. Ya estás muerta, querida.

Pero su presunta víctima no iba a rendirse tan fácilmente. Recurriendo a toda su fuerza logró moverse lo bastante como para asir un pesado cenicero de cristal que reposaba sobre una mesa cercana partiéndolo en la cabeza de su enemiga. Ésta pese a todo no la soltaba, aunque quedase atontada por unos instantes. Eso lo aprovechó su adversaria que pudo moverse y golpearla con una cruz de plata que había sobre un aparador. La diablesa chilló de dolor y la soltó, la herida le echaba humo.

- ¡Maldición, plata no! - Fue capaz de sisear doliéndose de aquello.-

Petz aprovechó ese precioso tiempo para transformarse invocando su poder.

- ¡Corazón puro del Rayo, dame el poder! –Trató de gritar con todas sus fuerzas, aunque apenas si le salió un quejido afónico. -

Sin embargo, bastó para conseguirlo. Su enemiga mientras se había recobrado lo bastante como para replicar, estando además visiblemente furiosa.

- ¡Vas a morir! - Le chilló la diablesa lanzando un rayo que la justiciera esquivó no sin dificultad. – Se acabaron las contemplaciones. Te reduciré a polvo…

            La energía destrozó parte del salón y Petz se irguió enfrentando su mirada contra la de esa súcubos a la que retó con determinación contraatacando con otro rayo.

- ¡Eso ya lo veremos! - Tú serás la que se vuelva al infierno por la vía rápida.

Niam también lo eludió e invocó una larga cimitarra negra. La Dama del Rayo materializó su propia jabalina y se puso en guardia blandiéndola.

- Bien, será un combate interesante. - Se sonrió la diablesa estudiando a su contrincante. –

 Petz hizo lo propio y ambas se atacaron y comenzaron a luchar, la pelea era en efecto muy igualada, pero, poco a poco, Niam ganaba terreno por su superior fuerza y agilidad. Al fin arrebató la jabalina de manos de la justiciera con un mandoble. La aturdida chica cayó al suelo y la diablesa apuntó a su corazón con la cimitarra.

- He de decir que has sido una dura oponente, te felicito, pero tu vida ha tocado a su fin. - Declaró la súcubos con un respetuoso pero inmisericorde brillo en sus ojos, añadiendo con satisfacción. – No temas, tus queridas hermanitas se reunirán pronto contigo.

            Estaba a punto de asestar la estocada definitiva cuando la puerta se abrió de golpe. La sorprendida diablesa miró por un instante distrayéndose de su enemiga. Petz aprovechó a rodar lejos de su alcance y recobrar su jabalina que arrojó a bocajarro contra la atónita Niam ensartándola a la altura del vientre.

- ¡Noo! – aulló la súcubos llena de dolor y frustración - Estaba tan cerca, tan cerca...de lograrlo.
- Pues es una lástima - le dijo su rival de forma irónica rematándola con un rayo de energía y parapetándose de inmediato tras el ahora destartalado sofá. -

            La diablesa estalló y justo entonces entraron las chicas que descubrieron a su hermana mayor a cubierto de la explosión, jadeante y con una rodilla en tierra.

- ¿Estás bien, Petz? - Le preguntó Beruche corriendo a su encuentro con visible temor. -
- Sí, - respondió ella levantándose despacio, apoyándose en su hermana. Se palpó el cuerpo por suerte sin síntomas de heridas serias, aunque enseguida recordó con rabia - ¡Pero me robaron la piedra! Lo siento chicas, me dejé engañar como una estúpida. Lo he echado todo a perder, la ventaja que teníamos sobre ellos se ha esfumado… ¡maldición!,- escupió golpeando la ya maltrecha mesa del comedor descargando así su impotencia. -
- No te preocupes, lo principal es que estés bien, - la animó Cooan. -
- Con vuestra llegada me habéis salvado la vida. - Añadió Petz algo más calmada - muchas gracias – y en cuanto se serenó un poco les contó lo ocurrido en el combate. -
- Ahora debemos averiguar donde tienen las piedras. - Intervino Karaberasu que también acababa de llegar tras sus hermanas menores. -
- Y ordenar esto un poco. - Suspiró Cooan dando un desalentado vistazo al salón. - ¡Qué horror habéis destrozado el comedor!

            Petz le dedicó una irritada mirada y su hermana pequeña se disculpó encogiéndose de hombros. Realmente el estado del cuarto daba igual, tenían otras cosas más serias de que preocuparse.

- Tiene que ser en el mismo lugar donde estaban la otra vez. - Conjeturó Beruche sin hacer demasiado caso efectivamente de ese último comentario de Cooan. -
- ¿La misma guarida quieres decir? - Terció Inquisitivamente Karaberasu. -

            Su hermana asintió despacio concediéndose unos instantes para pensar. Las demás hicieron lo propio. Estaba claro que debían de devolver el golpe al enemigo antes de que éste rehiciera su estrategia con esas piedras. Pero tendrían que ser muy cuidadosas...

-Por eso, tenemos que medir bien nuestros pasos. - Comentó Petz.- Si pudiéramos sorprenderles, con suerte seríamos capaces de asestarles un golpe definitivo…

            Y sin que ninguna se percatase de ello Roy las había seguido y levitaba cerca de la ventana donde había podido escuchar la conversación. Iría antes que ellas a ese lugar. El problema es que no sabía donde podría ser. Menos mal que Cooan recordó la dirección en su siguiente intervención. Y mientras las justicieras acordaban un plan él memorizó la zona y se preparó para intervenir.

-Muy bien, allí estaré. - Pensó en tanto se marchaba. -

La noche siguiente antes de orquestar un plan de ataque, las dos hermanas mayores salieron de patrulla por las cercanías del lugar que estimaban era la base del enemigo. Querían reconocer los alrededores. Una vez lo hicieron regresaban cuando oyeron unos gritos.

- ¿Qué ocurre, Petz? - Le preguntó su hermana. -
-Viene de ese callejón. –Le indicó su interlocutora. -

Rápidamente bajaron de la azotea en la que estaban a una calle anexa. Un tipo corría y chillaba como si el mismo demonio le persiguiera. Teniendo en cuenta la zona en la que estaban bien podría ser así. Cuando ambas bajaron y le cortaron el paso para ver que sucedía aquel desgraciado se tiró al suelo suplicándoles una y otra vez a los pies de Petz que le miraba atónita…

- ¡No, por favor, no me mates, por favor!…-Le suplicaba con patente horror y agitación.-
-Tranquilícese. – Le pidió tratando de calmarle y tras mirar a su alrededor añadió, dirigiéndose de nuevo a ese desgraciado que temblaba de miedo. - Está a salvo. Soy la Dama del Rayo. ¿Qué le ha ocurrido?
- ¡Esa chica, esa chica! …- Pudo repetir su interlocutor sin ser capaz de decir nada más. -
- ¿Qué chica? - Quiso saber su interlocutora que miraba sin comprender a su otra compañera. - Aquí no hay nadie.
- Mi piedra parpadea. – Le dijo ésta, uno de ellos está cerca. -
-Dama del Trueno, quédate con este hombre. Iré a mirar. - Le indicó a su hermana. -
- ¡Espera! - Le pidió ésta con prevención. - Si es una diablesa o un demonio, no conviene que vayas sola. Ya hemos tenido suficiente.
- ¡Mis amigos! – Pudo decir aquel tipo que estaba casi en shock. -
-No se preocupe, les ayudaremos. - Le dijo la Dama del Trueno.-

Las dos justicieras se miraron atónitas. Lo mejor sería no separarse y si, además, dos víctimas más necesitaban su ayuda, tendrían que dejar ese asunto que las ocupaba para después. Ese hombre quedó sentado a la entrada del callejón. Ellas entraron en el que se cruzaba. Lo cierto es que allí encontraron a dos tipos más. Uno de ellos estaba prácticamente muerto, tenía el cuello destrozado. Y lo del otro, en fin, su parte masculina había sido arrancada. Tras sobreponerse a la impresión y las arcadas ambas llamaron a una ambulancia.

- ¿Quién habrá podido hacer esto? - Musitó Petz con patente repulsión y horror. -

            Una siniestra carcajada que parecía de mujer respondió a esa pregunta. Ambas justicieras miraron hacia la fuente de aquel sonido, pero no vieron a nadie…Sin embargo, sus piedras se iluminaron con intensidad. Aunque no era capaces de determinar dónde estaba su enemiga.

- ¡Da la cara, maldita! - Reclamó Karaberasu con indignación. -
-No es momento para que nos conozcamos…todavía. - Repuso en efecto una voz femenina y gutural con tono burlón. - Ahora tengo otras labores pendientes…por eso no me molestaré en darle su merecido al sarnoso humano que queda.
-Eres muy valiente contra humanos indefensos, pero no te atreves a plantarnos cara a nosotras ¿Eh? - La desafió la Dama del Trueno restallando su látigo. - ¡Ven aquí si te atreves!…

            Otra risa plena de regocijo y desdén contestó a ese reto. Después su anónima interlocutora sentenció.

- ¡Ilusa! No sois rivales para mí… Y esos humanos no eran inocentes…se pensaron que yo era una pobre y desamparada chica y quisieron propasarse. Grave error, intentar eso con una súcubos. Pero miradlo de esta manera. Deberíais darme las gracias por defender la dignidad de la mujer. Desde luego que ya no molestarán a ninguna humana más... ¡Ja, ja, ja!

            Tras esas palabras un ruido amortiguado se escuchó, algo había caído desde una posición indeterminada. Al observarlo desde la distancia parecía un trozo de carne. La Dama del Rayo se aproximó solamente para descubrir con repulsión lo que era. El miembro amputado a aquel desgraciado…

-Un regalo para vosotras. Por si no tenéis mucha compañía. ¡Ja, ja! - Se burló esa diablesa. - Ya nos veremos…
- ¡Maldito monstruo! – Pudo decir Petz. -
- ¡Cuidado! – La advirtió su hermana. -

            A modo de despedida un rayo de energía que provenía desde un callejón adyacente se estrelló contra el suelo. Ambas justicieras tuvieron el tiempo justo de evitarlo lanzándose a tierra.

- ¿Estás bien?- Quiso saber Karaberasu acercándose a su hermana una vez se recobró de aquello.-
-Sí, no te preocupes. - Repuso ésta levantándose con presteza en posición de guardia. -

            Sin embargo, aquella precaución fue innecesaria. Las piedras habían extinguido su brillo.

-Se ha ido. - Masculló la Dama del Rayo. - No puedo percibirla…
-Mucho mejor, parecía ser bastante poderosa. - Suspiró su compañera añadiendo con prudencia. - Y nosotras deberíamos hacer lo mismo. Antes de que vuelva con peores intenciones…

Justo en ese momento llegó la ambulancia. Los enfermeros se ocuparon de atender a esos dos desgraciados, el otro fue con ellas a una comisaría. Nada más dejarle a salvo allí, decidieron marcharse. Tenían que seguir con su plan. Ya atraparían al demonio o mejor dicho a juzgar por las revelaciones de ese pobre tipo y a la voz de su enemiga, a la diablesa responsable de aquello…

- ¿Por qué no habrá querido atacarnos? Está claro que ese rayo de energía no nos impactó porque ella no quiso. - Se sorprendió Kalie. -
-No tengo ni la menor idea. Estaba en clara ventaja, ni siquiera sabíamos en donde se escondía. - Replicó su hermana, tan desconcertada con ella. -
-Hemos tenido suerte. - Suspiró su interlocutora. -

Petz asintió mientras las dos regresaban a casa, una vez recuperadas sus identidades civiles. Entre tanto, en la sede de la Secta, aquella diablesa de pelo y ojos rojizos se apareció ante el Gran Sabio que meditaba.

-Ya estoy aquí. Ha sido divertido. - Repuso la súcubos. -
- ¿Por qué no aprovechaste para terminar con ellas? - La amonestó él con tono severo. -
-Eso no era cosa mía. - Contestó la interpelada con despreocupado descaro. - Tengo otro cometido…
-Pues no te veo ocuparte de él ahora mismo. - Replicó su enojado contertulio. -
-Una chica también tiene que divertirse. - Sonrió pérfidamente ella para agregar ya con mayor seriedad. - ¿No habías invocado a cuatro de las mías para vencerlas?...
-Por desgracia esas humanas las derrotaron. - Tuvo que admitir el Sabio no sin indignación. -
- ¡Vaya! - Se sonrió ILaya. - Eso sí que es interesante. Bueno…si quieres que me encargue de ellas solamente tienes que pedírmelo…
-Eso ya no será preciso. He invocado a Karnoalk, él terminará con esas estúpidas y con el solar. - Contestó su interlocutor ahora con un tono de mayor seguridad. -
- ¿Karnoalk? ¿Has invocado a un demonio del sexto círculo aquí? - Se sorprendió la diablesa, agregando con evidente desencanto. - En ese caso cualquier cosa que yo haga no me servirá de nada. Se la apropiaría. Querrá llevarse todos los laureles. No pienso trabajar para él.

            Desde luego que, a sus más de dos mil años, no era una ingenua. Además, le venía bien que esas justicieras o lo que fuesen, estuvieran distrayendo a ese cretino del Sabio y a Karnoalk. Eso le proporcionaría un plazo más largo para progresar en su misión. E ILaya odiaba admitirlo, pero andaba algo perdida en su cometido. No estaba siendo tan sencillo como había supuesto.

-Necesito más tiempo para ver cómo puedo triunfar. - Meditaba. -

            Y pensaba asimismo en esas diablesas eliminadas. La tal Niam siempre fue una idiota sentimental, las otras demasiado confiadas o pagadas de sí mismas, y esa tal Meriak, una inquietante estúpida.

-No me gustó esa expresión de su cara. - Pensaba. -

            Y es que, entrenándola junto al resto, cierta vez que practicaron lucha pasó algo. Ella por supuesto derrotó a esa boba con facilidad.

- ¡Deja de mirarme las tetas y pelea!- Espetó ILaya divertida tras castigarla con repetidos golpes.-

Disfrutaba poniendo en evidencia a esa lesbiana. No tanto porque le gustasen las de su propio sexo, las súcubos no le hacían ascos a eso, sino por su negativa a copular con varones. Eso era algo absurdo. Renunciar a un instrumento de control como ese. Aunque para su sorpresa, esta sonrió débilmente para afirmar.

-No he visto tus tetas, sino un atisbo de tu destino.
- ¿Qué has querido decir con eso? - Espetó ella agarrándola del cuello y derribándola sin contemplaciones, lista para clavarle su espada. -
-Algo te espera en la Tierra. - Pudo jadear la rubia súcubos. - Algo o alguien que te cambiará. Si me matas no podré ver más.

            Y eso la decidió a soltarla. Aunque Meriak la miró con perplejidad. Sin embargo, ILaya movió la cabeza esbozando una sonrisa desdeñosa para sentenciar.

- ¡Estás loca! Sería mejor para ti que aprendieras de mí, en lugar de decir tonterías o la próxima vez seré yo quien vaya a profetizar tu fin.

            Su interlocutora no se atrevió a pronunciar palabra. Y desde luego que ya no volvió a hablarle de eso nunca más. Ahora, estaba efectivamente en la Tierra, tras al menos un siglo de ausencia desde la última vez.

-Con que te ocupes del humano ese al que frecuentas y de la misión que tienes asignada será más que suficiente. – Le indicó el Sabio sacándola de sus reflexiones. -
-Así lo haré, Señor. - Convino ella que, tras una leve reverencia, agregó con un tono algo sarcástico.- Ahora con tu permiso voy a seguir con mi cometido…

            Y tras una leve inclinación desde su capucha por parte del Sabio, la súcubos desapareció. Él se quedó observando su bola en tanto comentaba con regocijo.

-Al parecer la tal ILaya hace honor a su reputación. Ambiciosa, egoísta y calculadora. Bien, creo que reservaré a esa diablesa para algo más importante. Tiene esa otra misión que cumplir y no debe apartarse de ella. Invocaré a otros para enfrentarse a esas justicieras y rematar nuestra tarea pendiente.

Y tras esa decisión convocó a dos demonios nuevos para que colocasen finalmente las piedras en sus lugares apropiados. Ambos se presentan como Wuir y Freas del cuarto círculo infernal y apariencia humanoide, aunque de bulbosas y cornudas cabezas y cuerpos verde oliva. Tras mutar en apariencia menos llamativa como humanos se dirigieron a la zona acompañados de algunos sectarios. Efectivamente, su destino se encontraba cerca de su anterior guarida. Las justicieras habían montado guardia en un lugar próximo durante las noches siguientes, alarmadas por los extraños sucesos acaecidos. Petz y Karaberasu refirieron a sus horrorizadas hermanas lo sucedido a esos pobres tipos.

-Tuvisteis suerte de que ese monstruo no os atacase con más saña. - Suspiró Bertie. -
-Sí, eso creemos. - Admitió Kalie, que conjeturó tratando de sonar más optimista. - Podría ser una de esas diablesas que todavía no se haya mostrado viendo lo que hemos hecho con sus compañeras.
-Estaremos en guardia por si regresa. Pero debemos seguir con nuestro plan. - Afirmó Petz. -
- Esperemos que ellos a su vez no se hayan dado cuenta de que les hemos descubierto. - Deseó Cooan. -

Todas convinieron en eso. Deberían ser muy cautas y patrullar con mayor discreción. Así lo hicieron y finalmente las chicas descubrieron al enemigo gracias a sus piedras. Ahora tocaba tener máxima cautela para no ser detectadas y por eso aguardaron a la noche. Llegada la misma ellos se disponían a cumplir con su misión, pero entonces aparecieron las justicieras. Tomándoles por sorpresa.

- ¡Alto ahí, canallas! - les ordenó la Dama del Fuego. - No dejaremos que perpetréis más maldades.
- ¡Se acabaron vuestros actos de terror! - añadió la Dama del Hielo. -
- ¡Por la paz y la justicia! - exclamó la Dama del Trueno. -
- ¡Las justicieras os lo impediremos! - remató la Dama del Rayo. -

            Los sectarios, recuperados de su asombro inicial, las atacaron con palos y cuchillos. Las chicas se deshicieron fácilmente de ellos dejándolos fuera de combate. Tuvieron cuidado en no matarlos pues a pesar de su maldad eran humanos. Entre tanto los demonios aprovecharon el desconcierto de la refriega para colocar las piedras en su lugar. Cuando lo hicieron éstas se desvanecieron protegidas de un hechizo mágico para desconcierto y horror de las luchadoras. Aunque durante el combate de las justicieras contra los sicarios ninguna fue consciente de que Roy lo había visto todo desde el aire y se había transformado en el Guerrero Dorado dispuesto a intervenir a favor de las chicas. No obstante, algo se lo impidió golpeándole por detrás y lanzándole a varios metros. Se frenó en el aire y escuchó una voz gutural.

- ¡Esta vez no, guerrero solar! - clamó aquella voz que pertenecía a Karnoalk -. ¡Ahora morirás a mis manos! - Sentenció comenzando a emitir una poderosa aura de energía. -
- ¿Quién eres?,- le inquirió el muchacho con un grito, sintiendo asombrado esa tremenda fuerza que superaba con mucho la de demonios anteriores. -
- Soy Karnoalk, coronel del Sexto círculo del Averno. -  Se presentó éste que sin pausa golpeó a su enemigo de nuevo para lanzarle contra un muro que pulverizó con el impacto al tiempo que el terrible demonio añadía. – Señor de la Ciudadela de Dite, Barón de las Tinieblas de Hazel y tu verdugo.

            Roy salió como pudo de entre los cascotes y contraatacó con un rayo de energía, su rival lo esquivó y ambos comenzaron un intercambio de golpes en el aire. Entre tanto y ajenas a lo que sucedía con su amigo, las justicieras se enfrentaron a los otros demonios. Ambos eran capitanes de la Horda y tenían un poder superior a ellas, así que las chicas tuvieron que atacarles por parejas. Beruche y Cooan se las veían con Wuir, en tanto que Petz y Karaberasu se enfrentaban a Freas. Roy a su vez luchaba con todas sus fuerzas, pero ese enemigo era más rápido y le tomaba ventaja. De un golpe Karnoalk le lanzó al suelo y al mirar hacia abajo siguiendo la caída de su rival el demonio divisó a las justicieras.

- Freaks - ordenó Karnoalk telepáticamente al demonio que luchaba contra ellas al tiempo que clavaba su lasciva mirada en Karaberasu. -  Captura a la Justiciera del Trueno y llévala a mi guarida, a las demás podéis eliminarlas.

            El demonio asintió levemente al recibir la instrucción, dejó sin sentido a Petz tras lanzar un rayo de energía que explotó en el suelo derribando a la Dama del Rayo y con gran velocidad dio un golpe que dejó fuera de combate a Karaberasu a la que apresó cargándosela al hombro. Cooan y Beruche ni se enteraron de aquello puesto que ellas mismas estaban en apuros. Roy se dio cuenta de ello y lanzó un rayo de energía contra Wuir fulminándolo para volver deprisa a su propio combate, alejándose antes de que ninguna de ellas le viera. Karnoalk se percató tarde, pues observando a las chicas había perdido su atención hacia su adversario. Furioso, le atacó de nuevo y éste pudo eludirle remontándose al cielo. Pero el demonio insistió en su ofensiva y el chico sufrió otro golpe que lo descolocó. No obstante, cuando Karnoalk, esbozando una pérfida sonrisa de triunfo, iba a rematarlo, recibió un mensaje telepático de Freaks.

- Mi señor, tengo a la humana que tú querías, me transporto con ella a la base.
-Bien hecho, me reúno contigo enseguida - rio el demonio deleitándose por anticipado, aunque objetando a continuación con más seriedad. - Pero debo terminar con un asunto antes.

            No obstante, Roy se recuperó lo suficiente durante este tiempo como para lanzar una potente andanada de energía contra el demonio. Karnoalk que no esperaba eso, se cubrió lo mejor que pudo con un escudo de energía. Eso le demandó utilizar bastantes de sus reservas. Así pues, optó por escapar tras ese ataque, mientras declaraba.

- Solar, será para mí un placer concluir este combate más tarde, en cuanto termine con algo que tengo pendiente.

Y sin dar tiempo de réplica a su atónito rival desapareció justo cuando iba a ser alcanzado por otro rayo que atravesó el vacío.

- ¡No huyas maldito cobarde! - le gritó Roy furioso y frustrado, pero ya no había nadie a quién decírselo. -

            Entre tanto las chicas se agruparon. Beruche y Cooan corrieron a reanimar a la maltrecha Petz. Roy descendió a un centenar de metros recobrando su identidad normal y corrió hacia ellas.

- Chicas ¿estáis bien? - Les gritó llamando su atención braceando. -

            Todas seguían como justicieras y se sorprendieron al verle. Habían conseguido que su hermana se recobrarse y no sabían que hacer. ¿Qué demonios estaba haciendo Roy allí? Además, estaba magullado y con algunas marcas de golpes en el rostro.

- ¿Qué hace usted aquí?- Le preguntó Cooan tratando de disimular sus nervios. -
- No te molestes en hacer teatro Connie, sé la verdad. - La interrumpió el aludido. -

            Todas se miraron atónitas e incluso la ya recobrada Dama del Rayo trató aun de disimular.

- No sé de qué nos habla.
- ¡No seas tonta, Petz! - Insistió él con menos paciencia desvelando a su vez. - Sé quiénes sois vosotras y vine lo más rápido que pude para ayudaros. Así que dejad de fingir conmigo.
- ¿Cómo has podido encontrarnos? –Le preguntó entonces Bertie. -

Ella de este modo estaba aceptando revelar su identidad, no deseaba que a Roy le sucediera algo parecido a su amigo por tratar de protegerlas. Aunque él ya lo supiera, precisamente por eso había que aclarar las cosas y decidió quitarse el antifaz.

- Tom me lo contó - admitió él. -
- ¿Cómo ha podido? - Repuso Cooan disgustada quitándose también su máscara. - ¡Era un secreto, me prometió que lo guardaría!
- Y lo intentó, te lo aseguro Connie, yo lo descubrí y él no tuvo más remedio que confirmármelo. Quiso mantener la palabra que te dio. Pero cedió cuanto se dio cuenta de que era más importante vuestra vida, aunque me costó que hablase y por eso tardé tanto en llegar. - Le explicó Roy. – Por favor, no te enfades con él. Lo ha pasado mal teniendo que callar.
-Es cierto. - Suspiró la muchacha. - Le pedí demasiado. El pobre ha tenido que pasarlo muy mal ocultándotelo.
-De cualquier forma, tú no deberías estar aquí. - Le regañó Beruche. - Ahora que únicamente eres un hombre normal, no puedes arriesgarte. Déjanos a nosotras.

            Roy bajó la mirada, daba la impresión de que iba a responder algo cuando Petz se le adelantó, más centrada tras el combate y dijo.

- Bueno. Bertie tiene razón, pero ahora que lo sabes, te lo contaremos todo.
- Sí, pero tenemos que encontrar a Karaberasu. - Advirtió Beruche cayendo en la cuenta de que su hermana no había intervenido hasta el momento, ni tan siquiera se había dado a ver. - ¿Dónde está?
- No la he visto, debe de haber caído tras los arbustos - conjeturó Cooan que le inquirió a la mayor de sus hermanas - Combatía a tu lado, ¿no?
- ¡Vamos a buscarla! - urgió Petz admitiendo. - Estaba conmigo cuando ese demonio me lanzó ese rayo y con la explosión perdí el conocimiento, sí. Pero no recuerdo nada más hasta que me reanimasteis.

            Todos se afanaron en registrar los alrededores durante casi dos horas, pero no encontraron nada.

- Quizás se haya vuelto a casa. - Aventuró Roy tratando de tranquilizar a las demás. -
- No lo creo, no nos dejaría solas - rebatió Bertie tratando de dominar su creciente pánico. - ¡Ha tenido que ocurrirle algo!
- Pero ¿dónde puede haber ido? - Preguntó la también asustada Cooan. -
- Hay una posibilidad en la que no hemos pensado hasta ahora, que la hayan capturado. - Conjeturó Roy con preocupación. -
- ¡No puede ser! - exclamó Petz alarmada. - ¡Quiera Dios que no sea cierto! Esos monstruos no tienen compasión, podrían hacerle cualquier cosa.
- ¡Entonces no tenemos tiempo que perder! - intervino Cooan tratando de sobreponerse al miedo que las dominaba a todas. - ¡Debemos encontrar donde la retienen y rápido!
- Voy a buscar a Tom, él quizás pueda localizarla con las técnicas de ocultismo que ha aprendido. - Terció Roy. –
- Podemos rastrearla con las piedras. Si nos concentramos seguramente localizaremos la energía de la suya. - Propuso Petz. -
- Sí, es una buena idea - asintió Beruche esforzándose también por mantener la sangre fría. - Sí Roy, por favor, tú ve en busca de Tom. Si la localizáis decídnoslo enseguida. Nosotras nos encargaremos de rescatarla.

            Éste asintió, no era prudente protestar, ni tan siquiera tratar de disuadirlas de ello. Además, sin que las muchachas lo supieran, él ayudaría como guerrero dorado. Corrió pues en busca de su amigo deseando suerte a las angustiadas chicas. En cuanto localizó a su compañero. (Sacándole de la cama en realidad, pues ya era bastante tarde), ambos se dedicaron a buscar algún medio de detectar la guarida de la secta.

-Entonces, ¿eso fue lo que ocurrió? - Inquirió Tom. -
-Sí amigo, ese demonio era muy fuerte, estaba a la par mía, quizás sea incluso superior. - Admitió su contertulio. -
-Tendré que investigar a ver si logro averiguar quién es.
-Un tal Karnoalk, dijo ser barón o Señor del algo, no recuerdo bien. - Trató de contarle Roy haciendo memoria. Sin embargo, descartó eso para alegar. - Ya nos ocuparemos de él más tarde. Ahora tenemos que localizar a Kalie.
-Será complicado, esos bastardos ocultan bien su rastro. - Valoró el chico.-

Las tres hermanas, entre tanto, se concentraron con sus piedras en la energía de Karaberasu y lograron al fin un pequeño rastro. Partieron sin dilación en su busca. Tom, utilizando todos los conocimientos que ahora tenía, también consiguió rastrear la energía diabólica que partía de la secta, se lo dijo a Roy que salió inmediatamente para allá.

-Lo que no he querido comentarle es que ese rastro comenzaba aquí, en la facultad. -Pensó Tom mientras giraba las ruedas de su silla para salir de su cuarto. -

            Y desde lejos, al fondo del pasillo, April le vio salir. La chica dudaba. ¿Debería decírselo? Ella no era ajena al revuelo que se había armado entre los sectarios. Uno de los idiotas recién captados por estos estudiaba en la Golden y vino a la misma universidad con gesto extasiado. Contó algo así como que habían capturado a una de las justicieras y que un auténtico demonio de alta jerarquía iba a ocuparse de ella. Por desgracia para April, ese idiota la conocía bien y también sabía que era hermana de Paige.

-Si hablo estaremos perdidas. - Pensó consternada. - Solamente espero que Tom y los demás no se vean en problemas. ¡Ojalá que no se refiera ni a Bertie ni a Connie!

Y es que April ya no tenía dudas acerca de la identidad de sus compañeras. Entre ella y su hermana habían ido obteniendo información y todo cuadraba. Por su parte temía a su vez que sus compañeras la descubrieran, empero, con los acontecimientos recientes, esos chicos la habían olvidado. Al menos por ahora. No obstante, era cuestión de tiempo que atasen cabos. Entre tanto, el Gran Sabio que imaginaba que irían en su busca, ordenó trasladar la secta dejando sólo a Karnoalk con algunos fieles acólitos en la antigua guarida, manteniendo allí a Karaberasu como cebo.





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