Petz se encontraba en su apartamento preparando la
cena. Normalmente eso la relajaba tras un largo día de trabajo, aunque esa
tarde se sentía intranquila. ¡Ojalá el plan de su hermana resultase! Aunque
sabía que podría resultar muy arriesgado e incluso peligroso, no estaba
asustada porque confiaba en ella. De todos, sí que sentía esa zozobra de la
incertidumbre y lamentaba no haberla acompañado para echarle una mano. Pero
según le explicó Kalie debía ser así para que el enemigo se descubriera.
Suspiró, su hermana era incorregible, siempre estaban discutiendo, pero en el
fondo ambas se querían mucho. Además, era una chica inteligente y con recursos.
Como aquella vez, recordó el modo en que fue a pedir ayuda a las guerreras para
ayudarlas a adaptarse a la vida en la Tierra. Tanto Artemis como Luna les
consiguieron toda la documentación e historial habidos y por haber. Cuando su
sonriente hermana se lo entregó cualquiera hubiese jurado que habían nacido y
crecido en Japón. Petz, al igual que el
resto, se puso muy contenta. Hasta lo celebraron con sus amigas. Lo cierto es
que cada vez que rememoraba su conversión en una mujer corriente le entraba
cargo de conciencia. Esas chicas fueron maravillosas y gracias al Cielo
cambiaron su vida y las de sus hermanas.
-Siempre se portaron como unas maravillosas amigas.
Tenemos muchísimo que agradecerlas. - Se decía, lamentando ahora. - Y pensar
que una vez quise matarlas a todas…nunca me lo perdonaré, me muero de vergüenza
cada vez que lo recuerdo.
Volviendo
la vista atrás recordó cuando acometió esa última misión junto a su hermana
Calaverite. Petzite se sentía vigorizada como nunca por la energía de ese
báculo. Ahora todo le parecía posible. Notaba como su poder crecía de forma
ilimitada. Pensó, no sin regocijo, que cumpliría con su cometido, mataría a las
traidoras e incluso sería más poderosa que Rubeus. Podría retornar a Némesis
como una heroína y hasta conquistar el amor del infante Zafiro. Quizás incluso
derrocar al príncipe Diamante. Así ella y su amado regirían su mundo. ¿Por qué
no? Al Sabio igual le daría quien estuviese dispuesto a proseguir los planes de
conquistar la Tierra. Y al principio todo fue muy bien. Logró capturar a sus
hermanas menores e incluso les dio una lección a las guerreras. Finalmente
atacó a su propia hermana Calaverite dado que no se fiaba de ella. Siempre fue
una manipuladora y una retorcida. Si en su fatuidad pensaba que podría
traicionarla iba a aprender de una vez y para siempre quién era la más
inteligente y poderosa de la familia. De hecho, la derribó junto a Kermesite y
Bertierite. A éstas dos las salvaron las guerreras, cosa que no le sorprendió.
Lo que sí le extrañó fue que Sailor Moon en persona atendiera a su otra
hermana. Ésta enseguida decidió cambiar de bando cuando le convino. ¡Típico de
ella! ¡Otra traidora más!
-Ya sabía yo que hacía bien al tratar de matarte. -
Espetó con un tinte lleno de desprecio. -
- ¿Cómo puedes haber hecho una cosa así? - Le
recriminó una de las sailors. -
-Ningún humano pensaría siquiera en matar a alguien
de su propia sangre. - Le respondió otra de esas guerreras. -
-Vaya una sarta de tonterías. Las hermanas deben sacrificarse
si así es conveniente para cumplir con su misión. - Contestó con altivez. -
Se
disponía a lanzar otro rayo, aunque cuando estaba a punto de hacerlo una de las
guerreras provocó una densa niebla que la cegó. No podía ver a sus enemigas.
Antes de que se diera cuenta otro ataque, una especie de cadena de energía, le
arrebató el cetro de la mano. Entonces sufrió una andanada de chispas
eléctricas que la derribó haciéndola grita de dolor. Cuando pudo recuperarse
mínimamente estaba sobre el suelo de aquel puente colgante. Sus hermanas se
reunieron a su lado.
- ¿Te encuentras bien, Petzite?- Le preguntó
Kermesite que parecía realmente preocupada.-
Pero
ella no se tragaba aquello. Seguramente sería algún truco. Debían de creer que
aun poseía el báculo. De todos modos, se notaba extraña. Todo ese deseo de
matar y destruir iba desapareciendo. Aun así, se sentía humillada y confusa.
Muy dolida en su orgullo. Apartó de un manotazo a su hermana menor en tanto
espetaba con amargura.
- ¡No me toques! No soporto que ninguna de vosotras
me tenga compasión.
Las
aludidas la miraban apenadas y muy preocupadas, pero no dijeron nada. Entonces,
por encima de todas se oyó la voz de su jefe que parecía tamizada por el
sarcasmo al declarar.
-Bien dicho Petzite.
-Rubeus…yo, no quería…-Pudo replicar la interpelada
tratando de disculparse. -
No
obstante, su superior no la dejó continuar, comentando a su vez con
suficiencia.
-Has hecho un buen trabajo, reuniendo aquí a las
guerreras y a las traidoras en un mismo sitio. La verdad es que no esperaba que
pudieras vencerlas. Seré yo el que lo haga.
- ¿Y qué vas a hacer conmigo? - Fue capaz de preguntar.
-
-Como no te necesito más serás sacrificada. Ya no me
sirves para nada. Os mataré a todas juntas. - Sentenció su jefe con patente sorna.
-
Petz
abrió la boca sin poder creer lo que escuchaba. Entonces era verdad lo que le habían
dicho de ese canalla. Sus hermanas tenían razón. ¡Habían querido advertirlas a
ella y a Calaverite! Apenas pudo ni musitar cuando vio un resplandor rojizo en
los ojos de Rubeus quien de seguido declaró con visible regocijo.
-Éste es el poder secreto del báculo. ¡Abre una
puerta a la dimensión del vacío!
Y
antes de que nadie pudiera reaccionar un enorme agujero negro se abrió en el
puente y comenzó a succionar todo lo que estaba a su alcance. Todas se
sujetaban a lo que podían para evitar ser absorbidas. Satisfecho, Rubeus se
desvaneció con una sádica sonrisa de triunfo. Petz oyó a las guerreras tratando
de decidir que podían hacer. Incluso una gata de color negro que estaba con
ellas afirmaba con desesperación.
- ¡No hay manera de poder cerrar la puerta a la
dimensión del vacío!…
Entonces
tuvo una idea, reuniendo todas las fuerzas que todavía le quedaban se levantó
rebatiendo aquello.
-¡Sí, claro que la hay! Si yo lanzo todo el poder
que queda en mi cuerpo contra el báculo y lo hago estallar. El agujero acabará
cerrándose.
-No podrás, es muy peligroso. - Le advirtió una de
las guerreras que se sujetaba a una barra del puente al tiempo que agarraba a
una de sus compañeras para tratar de no ser arrastradas.- Podrías perder la
vida.
Pero
Petzite no estaba dispuesta a renunciar a su plan. Además, toda la culpa de
aquello era suya. Su deber tendría que haber sido el de proteger a sus
hermanas. En lugar de eso, dominada por esa ansia antinatural de gloria y
venganza, casi acaba con ellas. Estaba realmente avergonzada de su proceder.
Recordaba la promesa que le hiciese a su progenitora antes de partir a la
corte. Ella debía ser la que ocupase ese papel con las demás. Lo intentó
durante años, pero poco a poco fueron corrompidas por ese malvado Sabio y sus
intrigas. Lo mismo que el resto. Rememoraba con gran tristeza esa vez que
visitó a su madre. La última…
- ¡Mamá! - Suspiró dejando caer un par de lágrimas.
- Te he fallado. Perdóname.
Cuando
llegó a casa unas droidas de servicio le abrieron. La muchacha pasó preguntando
con tono dubitativo.
- ¿Mamá?...
Soy Petzite… ¿Estás aquí?...
Entonces
una figura bastante demacrada y con el cabello lacio salió de una habitación.
Para su horror la chica pudo reconocer a su madre. Ésta venía casi
trastabillándose y al ver a la joven se detuvo en seco, señalándola con un dedo
acusador.
-Tú… eres…
-Soy Petzite, mamá.
- Replicó la chica tratando pese a aquella impresión de sonreír. -
- ¡Eres una de
ellas! - Exclamó su interlocutora. - Apártate de mí, no eres mi hija.
-Pero mamá. -
Contestó la asustada muchacha. - Soy yo…he venido a verte.
Pero aquella enloquecida mujer movía
la cabeza con un rictus de temor y casi desesperación, musitando de forma
inconexa…
-Todos
corrompidos. ¡La Luna Negra! …mis hijas, mis niñas… ¿Dónde están? ¿Qué habéis
hecho con ellas? - Chilló ahora.-
- ¡Pero mamá!
- Pudo sollozar Petzite realmente impactada por aquella dantesca escena. - ¡Soy
yo!
Aunque esa mujer pareció reaccionar
mirándola entones con otra expresión, lloraba ahora y se lanzó a abrazar a la
asustada chica.
-Petzite
cariño… no dejes que te capturen a ti también. No les creas…
- ¿Capturarme?
¿Quién? ¿Qué te ha pasado?... ¿Dónde está papá? - Quiso saber la muchacha que
estaba totalmente sobrepasada por aquello. -
- ¿Papá? -Gimió
nuevamente su madre, que agregó con tono desvalido y lloroso, mirando ahora en
derredor y hablando como si lo hiciera con otra persona, ajena por completo a
su hija.- Papá estuvo aquí. ¿Verdad? Abuela…cuéntame más cosas de la Tierra…
La
muchacha no podía evitar llorar viendo el lamentable estado de su pobre madre.
Por más que lo intentó no logró sacarla ya de esas ensoñaciones que la poseían.
Finalmente se marchó, musitando entre sollozos.
-Adiós,
mamá…te quiero.
Después
lo comprendió. Su madre quizás había descubierto algo. Pudiera ser que los
planes de ese perverso Sabio...y este posiblemente la hubiera enloquecido.
-Ahora no te
fallaré más, madre…-Pensaba levantándose del suelo decidida tras rememorar todo
eso, entre aquel terrible vendaval cercano al vórtice. - ¡Lo arreglaré!
Y estaba dispuesta a todo. Enmendaría sus errores. Pagaría
su deuda y aunque eso supusiera su muerte, salvaría a sus queridas hermanas y a
las guerreras. De modo que apuntó con una de sus manos hacia ese agujero y
exclamó, liberando la mayor parte de energía que le quedaba.
- ¡Poderes interiores!
Desgraciadamente
fracasó. Su energía fue succionada por ese vacío y luego ella misma la siguió.
Cuando ya creyó que iba a desaparecer, algo la sujetó de una muñeca. Era el
látigo de su hermana Calaverite. Con asombro vio que era la misma muchacha a la
que ella había estado a punto de matar, la que trataba de salvarla.
- ¿Tú? - Exclamó atónita. -
-No dejaré que seas la única heroína de esta
historia. - Replicó la interpelada con su sarcasmo habitual.-
-Nosotras siempre hemos discutido, pero para algo
somos hermanas. - Añadió Kermesite arrastrándose hasta la boca del agujero para
agarrar la mano de Petz. -
-Sin ti no seríamos las cuatro hermanas de la
familia Ayakashi-Kurozuki. - Remató Bertierite sujetándola también como pudo. -
- ¡Vosotras también! - Exclamó emocionada. -
Sin
embargo y pese a toda aquella demostración de amor fraterno y entereza por
parte de las chicas, esa fuerza de succión era cada vez mayor. Dentro de poco
sus hermanas no podrían aguantar más. Petz se resignó a su suerte.
-Me lo merezco. - Pensó con amargura y tristeza.-
Sin embargo, ellas no.
No supo a ciencia cierta cuanto tiempo transcurrió,
pero vio un resplandor multicolor y luego se produjo una gran explosión. Al
disiparse ésta se encontró en el suelo, con sus hermanas. El agujero y el vacío
habían desaparecido como si jamás hubiesen existido. Fue Kermesite la primera
en reaccionar pidiéndole a Guerrero Luna.
-Ayuda a mis hermanas. Por favor.
Y
antes de que pudiera darse cuenta, aquella guerrera invocó el poder del Cristal
de Plata y tanto ella como su hermana Calaverite se vieron envueltas en un
resplandor rosado que las hizo girar sobre sí mismas dándoles un gran
sentimiento de alegría y alivio. Toda la energía negativa que quedaba en su
interior fue barrida. Cuando eso pasó, se vio en pie, vestida con ropas humanas
normales y plena de desconcierto. Sin embargo, fue una maravillosa sensación,
sobre todo cuando se abrazó a sus otras hermanas. Al aproximarse las guerreras
solamente pudo balbucir con emoción.
-Gracias, muchísimas gracias…
- Esto es el amor, Petzite. - Le dijo una alegre Bertie.
-
-Y ahora estamos juntas otra vez, como cuando éramos
niñas. - Añadió Cooan con patente felicidad. -
-Ellas tenían razón. Debimos haberlas escuchado. -
Admitió Kalie, emocionada a su vez. -
-Pero por suerte todo ha terminado bien. - La animó Bertie.
-
-Y ahora somos libres. - Añadió Cooan. -
-Es verdad. Aunque tendremos que comenzar de nuevo.
En este planeta. - Suspiró la mayor de las hermanas, sonriendo ahora. -
-No os preocupéis por eso. Os ayudaremos. - Afirmó Minako.
-
-Sí, contad con nosotras. - Añadió Makoto ofreciendo
su mano a Petz. -
La
joven observó aquel gesto con visible sorpresa, todavía dubitativa la estrechó
y apenas si pudo decir, totalmente sobrepasada por aquello.
-Lo lamento mucho. Intenté mataros a todas. Os dije
cosas terribles. No merezco que seáis tan generosas conmigo…de hecho, no merezco
nada. - Suspiró consternada. -
-Pero después trataste de salvarnos. - Replicó la
Guerrera Luna. -
-No espero que me perdonéis. Yo misma no puedo
perdonarme lo que he hecho. - Musitó la muchacha bajando la cabeza con visible vergüenza.
- Ni creo que jamás pueda.
-Es una vida nueva, Petz. - La animó Bertie. -
-Sí, tienes que dejar el pasado atrás. Desde ahora
podremos ser felices viviendo aquí y ayudando a otros. ¿Quién sabe? Puede que
el resto de los nuestros también puedan ser salvados. - Afirmó una optimista Cooan.
-
Aunque
fue Calaverite la que posó sus manos sobre los hombros de su hermana menor y le
rebatió con tono triste.
-No todos. Conozco bien a Rubeus y él no renunciará
a su misión. Ahora menos que antes. Pues se le acaba el tiempo.
Y
observando también a las guerreras las advirtió con su mejor voluntad.
-Tened mucho cuidado con él. Es muy peligroso. Y
estará más furioso que nunca cuando descubra que su plan ha fracasado. Estará
desesperado y es capaz de cometer cualquier locura. Ojalá pudiéramos ayudaros, pero ahora ya no
somos de ninguna utilidad. - Remachó lamentándose.-
Las
demás hermanas se miraron con pesar y preocupación. La misma Petzite admitió.
-Nada le detendrá para llevar a cabo su misión. Ya
en Némesis era así. Y ha ido a peor con los años. Temo por vosotras.
-Ahora sois nuestras amigas. Esto ya no debe preocuparos.
- Le respondió Rei que afirmó quizás con algo más de inquietud. - Lo que no sé
es dónde podremos alojaros.
-Tranquilas. - Les comentó Cooan que, animadamente declaró.
- Bertie y yo hemos visto unos apartamentos que se alquilan. Mako-chan tenía
razón. Hay uno grande y a buen precio cerca de donde ella vive.
-El único problema es que no tenemos dinero. -
Suspiró Bertie. -
-Es cierto. - Admitió su hermana pequeña con gesto azorado.
- Lo olvidé. No cobraremos hasta dentro de unos días.
-Bueno, quizás podamos prestaros algo entre todas. -
Dijo Ami. -
-Pues yo no tengo mucho. - Suspiró Usagi metiéndose
mano en sus bolsillos y sacando un fondo vacío. - Más bien nada en realidad.
-Ni yo. - Afirmó Minako alegando apurada. - Es que
me compré un bolso monísimo el otro día…
-A mí me quedan unos pocos yenes. - Pudo decir
Makoto algo azorada. -
-Yo tampoco tengo casi nada a estas alturas del mes.
- Musitó Rei. - Quizás mi abuelo pueda prestarme algo.
Pero
fue Calaverite la que, con buen talante terció, tranquilizándolas a todas.
-No será necesario, chicas. Veréis. Antes de partir
a esta misión, como no las tenía todas conmigo y no me fiaba de Rubeus, decidí
llevarme una pequeña póliza de seguros.
Y
ante la extrañeza de sus hermanas y las guerreras la muchacha se tocó el lazo
que llevaba. Era la única cosa que no había desaparecido tras su purificación.
Efectivamente, sonrió al comprobar algo y declaró en tanto se soltaba el pelo y
de la tela del lazo se desprendían unas pequeñas piedras.
-Son nuestras antiguas joyas de droidas. Al ser
purificadas perdieron su poder maléfico, pero siguen siendo gemas de gran
valor. Me llevé unas cuantas. Como indemnización por despido improcedente. Me
temo que olvidé decírselo a nuestro ex amo Rubeus. ¿Creéis que se enfadará?
-Inquirió con un falso tono meloso y algo infantil. -
Las
hermanas se rieron con divertida complicidad. Les hubiera encantado ver la cara
de su exjefe cuando éste descubriera que, además de haber fallado en su misión,
le habían desaparecido todas esas piedras. Habría unas cinco o seis en total.
-No es que sea una fortuna. - Afirmó Petz que agregó
con buen tono a su vez. - Pero desde luego que servirá para empezar una nueva
vida. Has sido muy lista, hermanita. - Sonrió a Kalie que le devolvió la
sonrisa al tiempo que guiñaba un ojo.-
Las
sailors las felicitaron a su vez y tras un rato se despidieron. Las cuatro
hermanas se dirigieron a ese edificio de apartamentos tras pasar por una
joyería. Allí tasaron las piedras y les ofrecieron una buena suma por ellas. La
aceptaron y pudieron alquilar un piso. A los pocos días compraron algunos
productos de belleza y pusieron una pequeña tienda. Después fue cuando
Calaverite pidió ayuda a las guerreras y éstas las proporcionaron nuevas
identidades. Así pudieron comprar su apartamento y meterse en el arrendamiento
de Otafukuya. La propietaria, Sayaka, tenía ganas de dejar el negocio y confió
en Cooan y sus hermanas. Petz recordaba eso con una gran sensación de felicidad.
-Unos años maravillosos. Vivir aquí siendo unas
mujeres corrientes es duro, pero tiene muchísimas compensaciones. Nada de
retorcidos planes para medrar en la Corte, nada de anhelar destruir. Al contrario.
He encontrado la paz y la alegría…-Pensaba con agradecimiento. -
Y, además, siempre que podían, quedaban con sus
amigas. Todas eran unas chicas realmente estupendas. Se percató de que Cooan
había hecho una gran amistad con Rei, la Guerrera guardiana del planeta Marte y
sacerdotisa del santuario Hikawa. Las dos compartían interés por las artes
adivinatorias. Bertie con Ami Mizuno, la Guerrera del planeta Mercurio,
muchacha muy inteligente con la que se podía pasar tardes enteras estudiando o
jugando al ajedrez. En cuanto a Karaberasu, como quiso ser llamada su hermana,
hizo buenas migas con Minako Aino, nombre civil de la Guerrera del planeta
Venus. Las dos tenían bastante en común y solían quedar para ir de tiendas e
incluso de ligues, discutir de modas, ir de karaokes, en fin. Después, ella
misma se hizo bastante amiga de la Guerrera guardiana del planeta Júpiter. Charlaban
de temas que ambas encontraban interesantes. Poco a poco fue quedando con esa
chica, de nombre Makoto Kino. A las dos les gustaban las flores y, por qué no
decirlo, no les disgustaba entrar en la cocina. Desde luego esa muchacha era
toda una experta. Y la propia Petz quedó encantada al probar alguna tarta de
las que su amiga hacía. Ahora a su recuerdo vino una tarde en la que Mako- chan
la invitó a su casa por vez primera.
-Pasa, por favor. - Le pidió la guerrera en cuanto
la vio llegar. -
-Buenas tardes. - Le sonrió la aludida. - Muchas
gracias por invitarme. - Remachó haciendo una leve reverencia. -
- No hay de qué, es un placer. ¿Qué tal tus hermanas?-
Quiso saber Makoto en tanto su huésped entraba y la seguía al salón.-
- Bien, gracias por preguntar. Creo que Cooan y
Bertie habían quedado con Rei y Ami en el santuario. Y mi hermana Kalie con
Minako, para ir de tiendas.
- Así tenemos tiempo de charlar nosotras. – Afirmó
su interlocutora con una sonrisa para interesarse. - ¿Qué tal estás tú?
- Bueno… no me puedo quejar – sonrió tímidamente
Petz mientras su anfitriona le indicaba con un amable gesto que tomara asiento
en el sofá de su salón. -
La invitada
no pudo evitar mirar unas fotos que su amiga tenía en una repisa cercana. Allí
estaba junto a las otras chicas guerreras en sus identidades civiles. También
aparecía en una de ellas con un chico que ella no conocía y con otras dos
personas adultas, aunque en ésta última Makoto parecía ser apenas una niña.
-Mi amigo Kenjino. - Le explicó la sailor al
percatarse de que su amiga estaba observando aquellas fotografías. – Y mis
padres.
-Supongo que no los verás muy a menudo. Con tu labor
de guerrera. –Replicó su interlocutora. -
- A Kenjino le veo muy ocasionalmente, es muy buen
muchacho. Somos amigos desde pequeños. Para mí es como un hermano mayor. Y mis
padres murieron hace tiempo en un accidente de avión siendo yo pequeña. - Le
explicó Júpiter entristeciendo su tono y su expresión. -
-Lo siento mucho. No lo sabía. - Se disculpó
sentidamente Petz maldiciéndose por ser tan inoportuna. - Yo…no debí preguntar.
-No, por favor… no tienes de qué disculparte. Así es
la vida. - Suspiró Makoto que animó su gesto comentando de forma más jovial. -
Tengo té de rosas y un poco de tarta de nata y fresas. ¿Te apetece?
- Sí. Muchas gracias. – Asintió su contertulia
aliviada de zanjar aquel embarazoso momento. -
La
anfitriona fue a la cocina a preparar el té en tanto su invitada reflexionaba.
Petz podía comprenderla muy bien, ella perdió a Zafiro y a sus padres,
realmente estos últimos no murieron como el que fue el amor de su vida, pero
habían quedado atrás, en Némesis. Sabía que jamás les volvería a ver. En cierto
modo, se daba cuenta de que aquella muchacha y el resto de las guerreras se
parecían bastante a ella misma y sus hermanas. Era como si existiese una
curiosa relación. Compartían gustos y aficiones comunes. Igual que antaño los
poderes de unas eran el reverso de los de las otras. Por fortuna ahora estaban
del mismo lado. Se alegraba de poder contar con ellas como amigas. Eran muy
buenas chicas. Sin olvidarse de los gatos y Mamoru. En eso pensaba cuando su
amiga volvió con una bandeja que albergaba una tetera, tazas, platitos, azúcar
y un par de generosas raciones de pastel.
-No he tenido tiempo de agradeceros de forma
apropiada todo lo que tú y los demás habéis hecho por mí y por mis hermanas.
Soy la mayor y mi deber es cuidar de ellas. Y para mí es una gran alegría el
contaros a todos como amigos. Pese a lo que os hicimos nos habéis acogido en
este mundo y entre vosotras con una enorme generosidad y eso es algo que jamás
os podremos pagar. - Comentó con voz queda y reconocida. -
-Somos amigas. Eso es lo único que importa – replicó
Makoto guiñándole el ojo de forma cómplice. - Y siempre podréis contar con nosotras.
- Aunque ahora la sailor suspiró agregando no sin pesar. - Lo único que lamento
es que no pudiéramos ayudar al resto de los miembros de vuestro clan…
-Hicisteis lo que pudisteis. Lo sabemos. - Se apresuró
a tranquilizarla su contertulia. -
-Zafiro era un buen chico. - Comentó Makoto con tono
entristecido. - Te quería. Sus últimas palabras fueron para ti.
Petz
lo sabía, Usagi ya le había dicho eso aquella terrible vez, cuando fueron a
verlas para darles la noticia de la muerte de ese pobre muchacho. No obstante,
ahora volvía a emocionarse como entonces, tanto que algunas lágrimas le cayeron
puesto que su amiga enseguida le acercó un pañuelo con gesto entre inquieto y
apenado.
-Perdona, no debí sacar ese tema. - Se disculpó Makoto.
-
-No tienes que pedirme perdón en absoluto. - Le
sonrió su interlocutora enjugándose esas lágrimas para replicar. - Supe lo que
le iba a ocurrir, y me resigné a ello. Al menos guardo su mirada en mi corazón.
Ahora quiero vivir en este mundo junto a mis hermanas y vosotras y ser feliz.
Por el momento lo estoy logrando.
- Claro. Y algún día conocerás a alguien especial,
seguro que sí. - La animó su amiga añadiendo también de forma más jovial para
desdramatizar aquella atmósfera de melancolía que habían creado. - ¡Y yo
también! A ver cuando encuentro al chico ideal que sea como mi antiguo novio.
Las
dos pudieron sonreír de mejor talante, más cuando Petz agregó.
-Y tus tartas también son un maravilloso incentivo
para animarse. Me tienes que dar la receta de esta que haces con fresas y nata,
es mi favorita.
- Haré algo mejor. - Terció su amiga prometiéndola animosamente.
- Un día iré a vuestro apartamento y haremos una…
- Siempre y cuando mis hermanas no se la coman toda.
¡No veas como son con el dulce! Sobre todo, Kalie. – Pudo reír ahora Petz. -
Su anfitriona se unió a ella entre carcajadas para
afirmar.
- ¡Tú no has visto a Usagi devorar pasteles!…
Y su contertulia se rio todavía más. Las dos de
hecho lo hicieron con ganas y pasaron una tarde muy grata hablando después de
temas relativos a la cocina, las plantas, la moda y el maquillaje. Quedaron por
supuesto en salir por ahí y concretaron el día para que la sailor se pasara a
visitarlas y a poner en práctica sus clases de repostería. Petz sonreía ahora
en tanto recordaba todo aquello. Makoto se había convertido en una muy buena confidente
y amiga. Quizás la mejor que tenía si excluía a sus propias hermanas. De hecho,
nunca tuvo ese tipo de relación con alguien. Siempre fue la mayor y estuvo
absorbida por sus deberes. Y ella no ignoraba que el resto de sus hermanas se
preocupaban al verla tan sola y volcada en su trabajo. Pero gracias a la
guerrera Júpiter pudo abrirse más al resto del mundo y salir de vez en cuando,
tal y como sus otras hermanas hacían con sus respectivas amigas sailors. De
esta manera podía relajarse y cambiar de aires, ser más independiente de la
familia y disfrutar más luego cuando volvía a juntarse con Kalie, Bertie y
Cooan. Sonreía ella sola con esos recuerdos cuando un sonido que creyó del
teléfono la sacó de sus pensamientos. Cuando se fue hacia el salón para
responder ya no lo escuchó, aunque sí que oyó unos ruidos que provenían de su
dormitorio. Se acercó hasta allí con sigilo y abrió la puerta, se tranquilizó
suspirando aliviada cuando vio a su hermana Karaberasu que abría uno de los
cajones de la cómoda.
- ¿Qué estás haciendo en mi dormitorio? - Le
inquirió repuesta ya del susto y mostrando su extrañeza e incluso brusco modo
habitual. -
- Verás, quería encontrar algo que ponerme, no tengo
nada disponible, no te importa, ¿verdad? - Le respondió ésta con ligera prevención.
-
- No claro, por supuesto, elije lo que quieras, pero
la próxima vez me lo pides antes. ¿De acuerdo? - Le advirtió Petz con mejor talante.
-
- Sí, claro, perdona. - Se disculpó de inmediato su hermana.
-
Y lo hizo demasiado sumisamente como para que a su
interlocutora le pareciera normal viniendo de ella. Aunque lo dejó pasar, no le
apetecía mucho ponerse a discutir por esa tontería. Y sí que quiso saber.
- ¿Fue todo bien?...
- ¿Todo? - Repitió su contertulia. -
-Ya sabes. ¿Pudiste librarte de esa diablesa? - Inquirió.
-
- Claro. - Sonrió débilmente la joven para añadir
con más desenfado. - O ahora mismo no estaría aquí. Por cierto, - le inquirió
Karaberasu con expresión interesada - ¿Dónde la has escondido?
- ¿Esconder el qué? - Preguntó su hermana mayor
sorprendida. Aunque enseguida cayó en la cuenta de a lo que su interlocutora se
refería. - ¡Ah, la piedra! Ven, te lo enseñaré, - abrió el armario y le mostró
a su hermana el doble fondo donde la ocultaba. - Aquí estará segura de esos demonios.
- Sentenció satisfecha. -
-¡Eres muy lista, hermanita! - Sonrió Karaberasu
ampliamente para asegurar, (con total e irónica sinceridad) - a mí nunca se me
habría ocurrido buscarla ahí.
- Hay que usar la materia gris, - sonrió a su vez la
aludida, señalándose la sien y queriendo saber por su parte. – Pero cuéntame un
poco más de cómo te fue a ti.
- Bastante bien. Ya te lo he dicho. - Se apresuró a
afirmar su interlocutora con total confianza. -
- ¿Entonces ninguna de esas diablesas te creó
problemas?- Insistió Petz aliviada de que así fuera. – Menos mal. Por lo que
las chicas nos contaron deben de ser muy peligrosas y astutas.
- Pero no tanto como yo. No te inquietes, supe arreglármelas.
Al final no tuve ningún problema. Todo estuvo bajo control. – Le aseguró
escueta y tajantemente su contertulia. -
Sonó
el teléfono y la mayor de las hermanas interrumpió la conversación saliendo de
su cuarto para contestar.
- ¿Quién es? - Quiso saber y el corazón le dio un
vuelco al escuchar la voz de Karaberasu. -
- Petz, ¿estás bien?,- le preguntó la voz entre preocupada
y reprobatoria de ésta. - ¿Se puede saber por qué me has colgado antes? ¿Te ha
atacado alguna diablesa?
- ¿Cómo dices? - Respondió la aludida, incrédula. -
Pero si estaba hablando contigo ahora mismo - susurró y se sonrió
perspicazmente pasada esa inicial sorpresa, preguntando a su vez. – Yo no he
colgado a nadie. ¿Acaso no serás tú alguna diablesa?
- ¿Cómo voy a ser una diablesa? ¿Eres tonta o qué?,-
repuso su hermana, irritada y asustada a la vez en tanto le contaba. – Acabo de
vérmelas con una, y no fue precisamente un paseo por el parque.
- Pues explícame como es que aquí hay otra
Karaberasu idéntica a la de siempre y que me estaba registrando el armario,
buscando un vestido para ponerse. - Informó a su contertulia, sintiéndose
bastante desconcertada ahora pese a mantener su desconfianza. -
- ¿Y se puede saber desde cuándo me intereso yo por
ese vestuario tan pasado de moda que tienes? ¡No me pondría esos trapos tan desfasados
tuyos ni, aunque tuviera que ir desnuda por ahí! –Chillo su interlocutora. -
Desde luego aquella chica sonaba muy convincente desde
el otro lado de la línea telefónica. Era típico de Karaberasu cuando hablaban
de estos temas, utilizar ese patente tono de insolente desdén hacia su ropa,
combinando en esta ocasión con la inquietud. Eso que hizo que Petz no tuviera
ya dudas acerca de quien era su verdadera hermana.
- Entonces, si ésta que está aquí no eres tú. -
Susurró para asegurarse de que esa impostora no la escuchaba. -
- ¡Es un truco!, ¡Tienes que salir de ahí!,- le
previno Kalie con voz premiosa por el temor. – ¡Es una de ellas! Ten mucho
cuidado. Y, sobre todo, no le hagas ver que te has dado cuenta.
Su
hermana mayor no sabía qué hacer. Ahora estaba realmente preocupada y le
confesó a su contertulia con gran inquietud.
- ¡Le acabo de decir donde escondía la piedra! Espera,
voy a ver si sigue ahí.
Dejó
el teléfono y volvió rápidamente al dormitorio, pero ni la mujer que decía ser
Karaberasu ni la piedra, estaban allí. Petz prorrumpió entonces en gritos
desesperados maldiciendo su error. Se calmó lo suficiente como para, retomando
el teléfono, decírselo a su hermana.
- ¡Me la han robado, maldita sea! Lo siento. Creía
que eras tú, ¡era idéntica a ti! - Se excusó fuera de sí. -
- Tranquilízate - la calmó su interlocutora ahora más
aliviada a pesar de todo. – Ese pedrusco es lo de menos. Lo importante es que no
te haya hecho nada. Escúchame. Ya he avisado a Cooan y Beruche. Ellas van hacia
allá, yo me reuniré contigo enseguida, no te muevas del apartamento. Me temía
algo así, pero no me daba tiempo a llegar. Incluso traté de comunicar contigo,
pero no respondías. Se cortó la conexión. Menos mal que te he llamado otra vez.
Estate muy atenta. Cuando llegue te haré una seña para que sepas que soy yo.
- ¿Qué señal?
-Alguna que solamente nosotras conozcamos. - Le
aclaró su hermana.- Mientras tanto no te fíes de nadie…
Petz
asintió pese a no poder ser vista y después contestó con un "está
bien", para colgar el teléfono y darle una patada de frustración al sofá….
- ¡Me he dejado engañar como una estúpida! -
Mascullo realmente enojada consigo misma - ¡Maldición!
Mientras
tanto, la triunfante súcubos se presentó ante el Sabio con la piedra bajo el
brazo. Sonriente y con una reverencia, la depositó en un pedestal para gran
satisfacción de éste, declarando con tono triunfal.
-Te dije que lo conseguiría.
- ¡Excelente! - exclamó el Gran Sabio - estoy muy
complacido. Has cumplido muy bien con tu misión. Ya iba siendo hora de que
alguien fuese eficiente para variar. Te recomendaré para una condecoración
inmediatamente. Ten por cierto que se lo comunicaré al coronel Karnoalk para que
informe de esto a tus superiores.
- Gracias señor, ¡nada menos que a un coronel! -
sonrió Niam añadiendo con visible contento, pero de forma profesional - Agradezco
tus elogios, pero no he completado mi tarea. Vine con la piedra en cuanto tuve
ocasión para asegurar el objetivo principal, aunque todavía no he matado a la
Justiciera. Con tu permiso volveré y la eliminaré, así es posible que incluso
me asciendan.
La súcubos
se sonreía explicándole a su interlocutor como escuchó el sonido de un teléfono
en casa de esa humana, al descolgar oyó una voz de mujer. Se trataba precisamente
de la chica por la que se estaba haciendo pasar.
- ¿Petzite? ¿eres tú? - Escuchó ese tono de
preocupación y temor que la hizo regocijarse. -
Y sin
responder colgó de inmediato. Luego se dirigió hacia la habitación de esa otra
mujer que la sorprendió allí. Pero no sospechó nada al verla con la apariencia
de esa otra humana. El Sabio asintió levemente expresando su aprobación.
- Hiciste muy bien, fue una sabia decisión traer primero
la esfera. Celebro ver que antepones la astucia a la precipitación. Ve pues y si
lo consigues da tu ascenso por seguro. Me ocuparé personalmente de ello. - Afirmó
su superior con una amabilidad insólita en él. – Necesitamos súcubos competentes
como tú. Quizás entonces no deba hacer otra invocación para llamar a otra de tus
compañeras para que se ocupe de esto. Una capitana de la horda que me han
recomendado… Una tal ILaya… ¿La conoces?
El
gesto de la diablesa se demudó. Claro que la conocía de sobra, se acordaba hace
algunos siglos, en el averno, cuando ella era apenas una jovenzuela dispuesta a
medrar. Ya entonces esa individua tenía una larga reputación de crueldad y
deseos de medrar. Niam estaba junto con Meriak, Iama y Saila, que formaban ese
grupo de recién llegadas. Su jefa en ese escuadrón a fin de ser admitidas en
las brigadas de Lilith era precisamente ILaya, una diablesa alta, de cabellos y
ojos color fuego.
- ¡Muy bien, zorras estúpidas! - Les espetaba con
nula cortesía. - Para ser una súcubos digna de nuestra gran Señora Lilith,
tendréis que aprender a pelear y a manipular. Por vuestra genética especial
sois capaces de excitar fácilmente a los machos. Tanto demonios como humanos,
en particular a estos últimos.
-Y a las hembras también. - Terció una entusiasta Meriak.
-
Aquello
provocó risas entre sus compañeras. La aspirante que había hablado miró a
algunas con inquina, aunque enseguida recibió contestación por parte de su
oficial superior.
-Si eso te gusta, no veo porqué no. A cualquiera que
nos sirva para lograr nuestros propósitos.
-Pero los humanos son presas muy fáciles para nosotras.
- Objetó una súcubos que formaba parte de las aspirantes.- No veo qué necesidad
hay de seducirles.
ILaya
se permitió contemplarla con desdén para replicar.
-La mayoría sí, pero algunos podrían darte una
desagradable sorpresa.
Y
con una mano enguantada tomó una especie de daga y la usó para herir en un
brazo a esa individua. Ésta emitió un chillido agudo de dolor, llevándose una
mano al brazo herido y tratando de curarlo sin conseguirlo.
- ¿Por qué no puedo cortar la hemorragia? - Exclamó
esa súcubos entre incrédula y asustada. -
-Fácil. Porque he usado una daga de plata. - Sonrió
ILaya, explicando con regocijo. - Un trofeo que le quité a un humano, de esos
que decías eran una presa tan fácil, antes de acabar con él. La plata es infecciosa
para algunas de nosotras y puede llegar a ser mortal para otras. Como me temo
que es tu caso. ¡Qué mala suerte!, ¡ja, ja, ja!
El
resto de las diablesas miraron a su infortunada compañera con despreocupación. Todas excepto la propia Niam que conocía a
esa individua desde que eran pequeñas y ambas fueron abandonadas por sus
progenitores. Eso no era raro en su círculo infernal. De hecho, las pocas
relaciones de amistad entre los seres de su especie provenían habitualmente de alianzas
para sobrevivir.
- ¡Kurah! - Musitó tratando de ayudarla. -
- ¿A dónde vas? - Le espetó su superiora. -
Niam
no pudo ni hacer amago de responder. ILaya la golpeó con fuerza derribándola.
Después le aplastó la cara con una de sus botas haciéndola gritar en tanto
elevaba el tono dirigiéndose a las demás.
- ¡Esto les pasa a las débiles y estúpidas! No
necesitamos ni a unas, ni a otras.
Y
cuando ya se veía perdida, lo mismo que su compañera, otra enérgica voz de
mujer hizo que su superiora se apartase.
- ¡Ya es suficiente! ILaya, déjalas.
-Capitana Mireya. - Replicó la interpelada. -
Solamente les estaba dando una lección.
-Pues procura no acabar con todo tu grupo antes de
que aprendan tus lecciones. Ya llevas cuatro súcubos destruidas en lo que va de
mes. - Le recordó admonitoriamente su superiora, remachando. - Una cosa es dar
ejemplo y otra diezmar nuestras fuerzas. Necesitamos formar un ejército
numeroso.
-Como tú me ordenes. - Tuvo que conceder esta con
patente malestar. -
Fue
esa otra, de rubios cabellos y ojos color sangre, quien emitió una leve aura
que curó el brazo de Kurah. Al mismo tiempo ayudó a levantarse a la propia
Niam. Aunque, cuando tanto ella como su amiga se miraban aliviadas por ese inesperado
rescate, las dos fueron aferradas por el cuello con una tremenda fuerza por esa
capitana que les gritó llena de ira.
- ¡Oídme bien, rameras estúpidas!. Es el último
error que cometéis.
Y
dicho esto las soltó, dejándolas caer al suelo. Estaban tratando de recobrarse
todavía cuando Mireya se alejó y fue ILaya quien, sonriendo con una mezcla de
desprecio y amenazante tono, sentenció.
-La próxima vez no seré tan amable. Ni estará la
capitana para salvaros. ¿Lo habéis entendido?
Y ambas asintieron dominadas por el pavor. De hecho,
Niam todavía temblaba al pensar en esa zorra. Esperó no tener que verla cerca de
nuevo, dado que la robaría toda posibilidad de hacer méritos.
-Eso si no acaba conmigo antes. - Pensó con creciente
temor, dirigiéndose acto seguido al Sabio. - Señor. Te aseguro que me basto yo
sola para ocuparme de esas estúpidas humanas. - Declaró con seguridad. -
-Muy bien. Lo dejo de tu cuenta. - Repuso su interlocutor.
-
La diablesa
se inclinó ante el Gran Sabio con una triunfante sonrisa y desapareció
reapareciendo nuevamente, con el aspecto de Karaberasu, en el cuarto de baño
del piso de las chicas.
- ¡Lo lograré! - se dijo para darse ánimos - y seré
yo la nueva capitana de la horda a recomendar.
Salió
del baño con toda naturalidad y se dirigió hacia esa ingenua humana que estaba
tranquilamente sentada en el comedor.
- ¿Quién era? - Preguntó Niam simulando poco
interés. -
- Nada importante, querían hacerme una encuesta telefónica,
- repuso la interpelada que no parecía de buen humor. - Son unos pesados. A
propósito - inquirió con una mirada suspicaz. - ¿Dónde estabas tú?
- Fui al servicio - respondió la súcubos con rapidez
acercándose por detrás a esa chica. -
- ¿Qué haces? - Le preguntó Petz desconfiadamente. -
- Sólo quiero darte un masaje - le sonrió Niam que
fingió preocupación en su tono cuando le preguntó. - Estás muy tensa, hermanita. ¿Te ocurre algo?
- Déjalo - le pidió ésta tratando de no evidenciar
su temor - no te molestes. -
Pero las manos de ésta ya rodeaban su cuello, aunque
al principio no apretaban. Esa muchacha le estaba dando un masaje en los hombros
y la espalda, lo que sorprendió gratamente a Petz. La diablesa usaba su energía
lo que hacía que su presa se sintiera confortada. Niam pensó que de ese modo no
la haría sospechar. No podría ser que una enemiga le estuviera dando un masaje.
Además, se tomaría su tiempo. Iba a disfrutar de aquella humana para celebrar
su triunfo. Por su parte Petz creía que de ser una diablesa ya habría intentado
estrangularla. Incluso comenzó a dudar. De todos modos y fuera la auténtica
Kalie o no, debía conservar la calma para no traicionar sus dudas.
- He cambiado la piedra de sitio - le susurró la que
parecía su hermana con tono tranquilizador. - No te asustes si no la ves.
- ¿Y dónde la has puesto? - Le preguntó suavemente
Petz, dejándose llevar por la situación y también la creciente soñolencia que
le proporcionaba aquel cálido masaje confesando casi sin darse cuenta. - ¿En
algún lugar que has acordado con las otras cuando hablaste con ellas? Porque
Beruche y Cooan vienen hacia acá.
- Está en un lugar seguro sí, cuando vengan las
demás os lo diré. - Afirmó amablemente la diablesa que se sonreía para
sentenciar con una ligera dosis de regocijo. – Para que nunca lo olvidéis…
Gracias a su energía reparadora que proporcionaba
esa placentera sensación aquella tonta humana se había delatado. Con que una
encuesta telefónica, ¿eh? Eso significaba que finalmente había hablado con la
verdadera justiciera que ella suplantaba y encima habían puesto sobre aviso a
las otras. Tanto mejor. En eso debía admitir que ILaya tenía razón. Muchas
veces era mejor seducir y engañar que usar la fuerza bruta. Esa había sido el
error de sus compañeras. De este modo había logrado lo que ninguna de las otra
fue capaz de conseguir, y ahora remataría su misión.
-Sí, Kurah. - Pensó con satisfacción. - Tú quedaste
en el camino. Pero yo he triunfado.
Y es que esa “amiga” suya fue destruida un par de
siglos atrás en una de sus misiones. Nunca fue lo bastante buena de todos modos
para medrar. Pero ella era diferente. Todo iba a salirle perfecto, podría matarlas
a todas de improviso en cuanto llegasen. Sería ascendida y recompensada,
incluso podría gozar con el propio Karnoalk y dejar en el Infierno a esa
competidora. Ese pensamiento la excitaba y sus manos comenzaron a recorrer casi
involuntariamente los pechos de esa humana que eran duros y turgentes.
- ¿Qué estás haciendo? - Se sorprendió ésta pugnando
por salir de aquella sensación tan adormecedora. -
- Se me ha ido la mano, lo siento. - Le susurró su
interlocutora con voz melosa, confiándole divertida -, es que pienso en lo que
va a pasar y me excito ¿sabes?
- ¿Qué? - Petz recobró entonces la perspectiva de
realidad saliendo de aquella especie de sugestión. - ¿Qué dices?
Pero entonces la diablesa, observándola con lascivia,
unió sus labios a los de ella.
- ¿No te gusta, cariño? ¿Nunca te lo has hecho con
tu hermanita? - Terminó Niam de decir burlonamente y entonces sí que apretó sus
manos al cuello de Petz que intentaba escapar del agarre sin conseguirlo. - ¡Lo
siento mucho por ti!, ¡pero tienes que morir!, tomaré tu puesto y esperaré a
tus hermanitas para reunirlas contigo una a una. - Siseó recobrando su aspecto
de demoniaco, era de cabellera oscura y rizada y con ojos rojizos como la sangre.
- ¡Vamos, muere!
Su
víctima se debatía desesperadamente para eludir esa mortal presa. Tenía que
reaccionar e impedir aquello o sería el fin de todas. Ese monstruo la mataría
primero a ella y después asesinaría a sus hermanas que no podrían ni sospechar
el peligro al que se enfrentarían si esa impostora adoptaba su forma.
- ¡Maldita! - Pudo decir con la voz ahogada,
debatiéndose por respirar. -No...te lo…permitiré…
- ¡Ja, ja! Estás acabada. - Aulló la súcubos exultante.
- No podrás hacer nada para impedirlo. Ya estás muerta, querida.
Pero su presunta víctima no iba a rendirse tan
fácilmente. Recurriendo a toda su fuerza logró moverse lo bastante como para
asir un pesado cenicero de cristal que reposaba sobre una mesa cercana
partiéndolo en la cabeza de su enemiga. Ésta pese a todo no la soltaba, aunque
quedase atontada por unos instantes. Eso lo aprovechó su adversaria que pudo
moverse y golpearla con una cruz de plata que había sobre un aparador. La
diablesa chilló de dolor y la soltó, la herida le echaba humo.
- ¡Maldición, plata no! - Fue capaz de sisear doliéndose
de aquello.-
Petz aprovechó ese precioso tiempo para
transformarse invocando su poder.
- ¡Corazón puro del Rayo, dame el poder! –Trató de
gritar con todas sus fuerzas, aunque apenas si le salió un quejido afónico. -
Sin embargo, bastó para conseguirlo. Su enemiga mientras
se había recobrado lo bastante como para replicar, estando además visiblemente
furiosa.
- ¡Vas a morir! - Le chilló la diablesa lanzando un
rayo que la justiciera esquivó no sin dificultad. – Se acabaron las
contemplaciones. Te reduciré a polvo…
La
energía destrozó parte del salón y Petz se irguió enfrentando su mirada contra
la de esa súcubos a la que retó con determinación contraatacando con otro rayo.
- ¡Eso ya lo veremos! - Tú serás la que se vuelva al
infierno por la vía rápida.
Niam también lo eludió e invocó una larga cimitarra
negra. La Dama del Rayo materializó su propia jabalina y se puso en guardia blandiéndola.
- Bien, será un combate interesante. - Se sonrió la
diablesa estudiando a su contrincante. –
Petz hizo lo
propio y ambas se atacaron y comenzaron a luchar, la pelea era en efecto muy
igualada, pero, poco a poco, Niam ganaba terreno por su superior fuerza y
agilidad. Al fin arrebató la jabalina de manos de la justiciera con un mandoble.
La aturdida chica cayó al suelo y la diablesa apuntó a su corazón con la
cimitarra.
- He de decir que has sido una dura oponente, te
felicito, pero tu vida ha tocado a su fin. - Declaró la súcubos con un
respetuoso pero inmisericorde brillo en sus ojos, añadiendo con satisfacción. –
No temas, tus queridas hermanitas se reunirán pronto contigo.
Estaba
a punto de asestar la estocada definitiva cuando la puerta se abrió de golpe. La
sorprendida diablesa miró por un instante distrayéndose de su enemiga. Petz
aprovechó a rodar lejos de su alcance y recobrar su jabalina que arrojó a
bocajarro contra la atónita Niam ensartándola a la altura del vientre.
- ¡Noo! – aulló la súcubos llena de dolor y
frustración - Estaba tan cerca, tan cerca...de lograrlo.
- Pues es una lástima - le dijo su rival de forma
irónica rematándola con un rayo de energía y parapetándose de inmediato tras el
ahora destartalado sofá. -
La
diablesa estalló y justo entonces entraron las chicas que descubrieron a su
hermana mayor a cubierto de la explosión, jadeante y con una rodilla en tierra.
- ¿Estás bien, Petz? - Le preguntó Beruche corriendo
a su encuentro con visible temor. -
- Sí, - respondió ella levantándose despacio,
apoyándose en su hermana. Se palpó el cuerpo por suerte sin síntomas de heridas
serias, aunque enseguida recordó con rabia - ¡Pero me robaron la piedra! Lo
siento chicas, me dejé engañar como una estúpida. Lo he echado todo a perder,
la ventaja que teníamos sobre ellos se ha esfumado… ¡maldición!,- escupió
golpeando la ya maltrecha mesa del comedor descargando así su impotencia. -
- No te preocupes, lo principal es que estés bien, -
la animó Cooan. -
- Con vuestra llegada me habéis salvado la vida. -
Añadió Petz algo más calmada - muchas gracias – y en cuanto se serenó un poco les
contó lo ocurrido en el combate. -
- Ahora debemos averiguar donde tienen las piedras.
- Intervino Karaberasu que también acababa de llegar tras sus hermanas menores.
-
- Y ordenar esto un poco. - Suspiró Cooan dando un
desalentado vistazo al salón. - ¡Qué horror habéis destrozado el comedor!
Petz
le dedicó una irritada mirada y su hermana pequeña se disculpó encogiéndose de
hombros. Realmente el estado del cuarto daba igual, tenían otras cosas más
serias de que preocuparse.
- Tiene que ser en el mismo lugar donde estaban la
otra vez. - Conjeturó Beruche sin hacer demasiado caso efectivamente de ese
último comentario de Cooan. -
- ¿La misma guarida quieres decir? - Terció
Inquisitivamente Karaberasu. -
Su
hermana asintió despacio concediéndose unos instantes para pensar. Las demás
hicieron lo propio. Estaba claro que debían de devolver el golpe al enemigo
antes de que éste rehiciera su estrategia con esas piedras. Pero tendrían que
ser muy cuidadosas...
-Por eso, tenemos que medir bien nuestros pasos. - Comentó
Petz.- Si pudiéramos sorprenderles, con suerte seríamos capaces de asestarles
un golpe definitivo…
Y
sin que ninguna se percatase de ello Roy las había seguido y levitaba cerca de
la ventana donde había podido escuchar la conversación. Iría antes que ellas a
ese lugar. El problema es que no sabía donde podría ser. Menos mal que Cooan
recordó la dirección en su siguiente intervención. Y mientras las justicieras
acordaban un plan él memorizó la zona y se preparó para intervenir.
-Muy bien, allí estaré. - Pensó en tanto se marchaba.
-
La noche siguiente antes de orquestar un plan de ataque,
las dos hermanas mayores salieron de patrulla por las cercanías del lugar que
estimaban era la base del enemigo. Querían reconocer los alrededores. Una vez
lo hicieron regresaban cuando oyeron unos gritos.
- ¿Qué ocurre, Petz? - Le preguntó su hermana. -
-Viene de ese callejón. –Le indicó su interlocutora.
-
Rápidamente bajaron de la azotea en la que estaban a
una calle anexa. Un tipo corría y chillaba como si el mismo demonio le
persiguiera. Teniendo en cuenta la zona en la que estaban bien podría ser así.
Cuando ambas bajaron y le cortaron el paso para ver que sucedía aquel
desgraciado se tiró al suelo suplicándoles una y otra vez a los pies de Petz
que le miraba atónita…
- ¡No, por favor, no me mates, por favor!…-Le suplicaba
con patente horror y agitación.-
-Tranquilícese. – Le pidió tratando de calmarle y
tras mirar a su alrededor añadió, dirigiéndose de nuevo a ese desgraciado que
temblaba de miedo. - Está a salvo. Soy la Dama del Rayo. ¿Qué le ha ocurrido?
- ¡Esa chica, esa chica! …- Pudo repetir su
interlocutor sin ser capaz de decir nada más. -
- ¿Qué chica? - Quiso saber su interlocutora que
miraba sin comprender a su otra compañera. - Aquí no hay nadie.
- Mi piedra parpadea. – Le dijo ésta, uno de ellos
está cerca. -
-Dama del Trueno, quédate con este hombre. Iré a
mirar. - Le indicó a su hermana. -
- ¡Espera! - Le pidió ésta con prevención. - Si es
una diablesa o un demonio, no conviene que vayas sola. Ya hemos tenido
suficiente.
- ¡Mis amigos! – Pudo decir aquel tipo que estaba
casi en shock. -
-No se preocupe, les ayudaremos. - Le dijo la Dama
del Trueno.-
Las dos justicieras se miraron atónitas. Lo mejor
sería no separarse y si, además, dos víctimas más necesitaban su ayuda,
tendrían que dejar ese asunto que las ocupaba para después. Ese hombre quedó
sentado a la entrada del callejón. Ellas entraron en el que se cruzaba. Lo
cierto es que allí encontraron a dos tipos más. Uno de ellos estaba
prácticamente muerto, tenía el cuello destrozado. Y lo del otro, en fin, su parte
masculina había sido arrancada. Tras sobreponerse a la impresión y las arcadas
ambas llamaron a una ambulancia.
- ¿Quién habrá podido hacer esto? - Musitó Petz con
patente repulsión y horror. -
Una
siniestra carcajada que parecía de mujer respondió a esa pregunta. Ambas
justicieras miraron hacia la fuente de aquel sonido, pero no vieron a nadie…Sin
embargo, sus piedras se iluminaron con intensidad. Aunque no era capaces de
determinar dónde estaba su enemiga.
- ¡Da la cara, maldita! - Reclamó Karaberasu con indignación.
-
-No es momento para que nos conozcamos…todavía. -
Repuso en efecto una voz femenina y gutural con tono burlón. - Ahora tengo
otras labores pendientes…por eso no me molestaré en darle su merecido al sarnoso
humano que queda.
-Eres muy valiente contra humanos indefensos, pero
no te atreves a plantarnos cara a nosotras ¿Eh? - La desafió la Dama del Trueno
restallando su látigo. - ¡Ven aquí si te atreves!…
Otra
risa plena de regocijo y desdén contestó a ese reto. Después su anónima
interlocutora sentenció.
- ¡Ilusa! No sois rivales para mí… Y esos humanos no
eran inocentes…se pensaron que yo era una pobre y desamparada chica y quisieron
propasarse. Grave error, intentar eso con una súcubos. Pero miradlo de esta
manera. Deberíais darme las gracias por defender la dignidad de la mujer. Desde
luego que ya no molestarán a ninguna humana más... ¡Ja, ja, ja!
Tras
esas palabras un ruido amortiguado se escuchó, algo había caído desde una
posición indeterminada. Al observarlo desde la distancia parecía un trozo de carne.
La Dama del Rayo se aproximó solamente para descubrir con repulsión lo que era.
El miembro amputado a aquel desgraciado…
-Un regalo para vosotras. Por si no tenéis mucha
compañía. ¡Ja, ja! - Se burló esa diablesa. - Ya nos veremos…
- ¡Maldito monstruo! – Pudo decir Petz. -
- ¡Cuidado! – La advirtió su hermana. -
A
modo de despedida un rayo de energía que provenía desde un callejón adyacente
se estrelló contra el suelo. Ambas justicieras tuvieron el tiempo justo de
evitarlo lanzándose a tierra.
- ¿Estás bien?- Quiso saber Karaberasu acercándose a
su hermana una vez se recobró de aquello.-
-Sí, no te preocupes. - Repuso ésta levantándose con
presteza en posición de guardia. -
Sin
embargo, aquella precaución fue innecesaria. Las piedras habían extinguido su brillo.
-Se ha ido. - Masculló la Dama del Rayo. - No puedo
percibirla…
-Mucho mejor, parecía ser bastante poderosa. - Suspiró
su compañera añadiendo con prudencia. - Y nosotras deberíamos hacer lo mismo.
Antes de que vuelva con peores intenciones…
Justo en ese momento llegó la ambulancia. Los enfermeros
se ocuparon de atender a esos dos desgraciados, el otro fue con ellas a una
comisaría. Nada más dejarle a salvo allí, decidieron marcharse. Tenían que
seguir con su plan. Ya atraparían al demonio o mejor dicho a juzgar por las
revelaciones de ese pobre tipo y a la voz de su enemiga, a la diablesa responsable
de aquello…
- ¿Por qué no habrá querido atacarnos? Está claro
que ese rayo de energía no nos impactó porque ella no quiso. - Se sorprendió Kalie.
-
-No tengo ni la menor idea. Estaba en clara ventaja,
ni siquiera sabíamos en donde se escondía. - Replicó su hermana, tan
desconcertada con ella. -
-Hemos tenido suerte. - Suspiró su interlocutora. -
Petz asintió mientras las dos regresaban a casa, una
vez recuperadas sus identidades civiles. Entre tanto, en la sede de la Secta,
aquella diablesa de pelo y ojos rojizos se apareció ante el Gran Sabio que meditaba.
-Ya estoy aquí. Ha sido divertido. - Repuso la súcubos.
-
- ¿Por qué no aprovechaste para terminar con ellas? -
La amonestó él con tono severo. -
-Eso no era cosa mía. - Contestó la interpelada con
despreocupado descaro. - Tengo otro cometido…
-Pues no te veo ocuparte de él ahora mismo. -
Replicó su enojado contertulio. -
-Una chica también tiene que divertirse. - Sonrió
pérfidamente ella para agregar ya con mayor seriedad. - ¿No habías invocado a
cuatro de las mías para vencerlas?...
-Por desgracia esas humanas las derrotaron. - Tuvo
que admitir el Sabio no sin indignación. -
- ¡Vaya! - Se sonrió ILaya. - Eso sí que es
interesante. Bueno…si quieres que me encargue de ellas solamente tienes que pedírmelo…
-Eso ya no será preciso. He invocado a Karnoalk, él
terminará con esas estúpidas y con el solar. - Contestó su interlocutor ahora
con un tono de mayor seguridad. -
- ¿Karnoalk? ¿Has invocado a un demonio del sexto
círculo aquí? - Se sorprendió la diablesa, agregando con evidente desencanto. -
En ese caso cualquier cosa que yo haga no me servirá de nada. Se la apropiaría.
Querrá llevarse todos los laureles. No pienso trabajar para él.
Desde
luego que, a sus más de dos mil años, no era una ingenua. Además, le venía bien
que esas justicieras o lo que fuesen, estuvieran distrayendo a ese cretino del
Sabio y a Karnoalk. Eso le proporcionaría un plazo más largo para progresar en
su misión. E ILaya odiaba admitirlo, pero andaba algo perdida en su cometido. No
estaba siendo tan sencillo como había supuesto.
-Necesito más tiempo para ver cómo puedo triunfar. -
Meditaba. -
Y
pensaba asimismo en esas diablesas eliminadas. La tal Niam siempre fue una idiota
sentimental, las otras demasiado confiadas o pagadas de sí mismas, y esa tal Meriak,
una inquietante estúpida.
-No me gustó esa expresión de su cara. - Pensaba. -
Y
es que, entrenándola junto al resto, cierta vez que practicaron lucha pasó
algo. Ella por supuesto derrotó a esa boba con facilidad.
- ¡Deja de mirarme las tetas y pelea!- Espetó ILaya
divertida tras castigarla con repetidos golpes.-
Disfrutaba poniendo en evidencia a esa lesbiana. No
tanto porque le gustasen las de su propio sexo, las súcubos no le hacían ascos
a eso, sino por su negativa a copular con varones. Eso era algo absurdo. Renunciar
a un instrumento de control como ese. Aunque para su sorpresa, esta sonrió
débilmente para afirmar.
-No he visto tus tetas, sino un atisbo de tu destino.
- ¿Qué has querido decir con eso? - Espetó ella
agarrándola del cuello y derribándola sin contemplaciones, lista para clavarle
su espada. -
-Algo te espera en la Tierra. - Pudo jadear la rubia
súcubos. - Algo o alguien que te cambiará. Si me matas no podré ver más.
Y
eso la decidió a soltarla. Aunque Meriak la miró con perplejidad. Sin embargo,
ILaya movió la cabeza esbozando una sonrisa desdeñosa para sentenciar.
- ¡Estás loca! Sería mejor para ti que aprendieras
de mí, en lugar de decir tonterías o la próxima vez seré yo quien vaya a
profetizar tu fin.
Su interlocutora
no se atrevió a pronunciar palabra. Y desde luego que ya no volvió a hablarle
de eso nunca más. Ahora, estaba efectivamente en la Tierra, tras al menos un
siglo de ausencia desde la última vez.
-Con que te ocupes del humano ese al que frecuentas
y de la misión que tienes asignada será más que suficiente. – Le indicó el
Sabio sacándola de sus reflexiones. -
-Así lo haré, Señor. - Convino ella que, tras una
leve reverencia, agregó con un tono algo sarcástico.- Ahora con tu permiso voy
a seguir con mi cometido…
Y
tras una leve inclinación desde su capucha por parte del Sabio, la súcubos
desapareció. Él se quedó observando su bola en tanto comentaba con regocijo.
-Al parecer la tal ILaya hace honor a su reputación.
Ambiciosa, egoísta y calculadora. Bien, creo que reservaré a esa diablesa para
algo más importante. Tiene esa otra misión que cumplir y no debe apartarse de
ella. Invocaré a otros para enfrentarse a esas justicieras y rematar nuestra
tarea pendiente.
Y tras esa decisión convocó a dos demonios nuevos
para que colocasen finalmente las piedras en sus lugares apropiados. Ambos se
presentan como Wuir y Freas del cuarto círculo infernal y apariencia humanoide,
aunque de bulbosas y cornudas cabezas y cuerpos verde oliva. Tras mutar en
apariencia menos llamativa como humanos se dirigieron a la zona acompañados de
algunos sectarios. Efectivamente, su destino se encontraba cerca de su anterior
guarida. Las justicieras habían montado guardia en un lugar próximo durante las
noches siguientes, alarmadas por los extraños sucesos acaecidos. Petz y
Karaberasu refirieron a sus horrorizadas hermanas lo sucedido a esos pobres
tipos.
-Tuvisteis suerte de que ese monstruo no os atacase
con más saña. - Suspiró Bertie. -
-Sí, eso creemos. - Admitió Kalie, que conjeturó tratando
de sonar más optimista. - Podría ser una de esas diablesas que todavía no se
haya mostrado viendo lo que hemos hecho con sus compañeras.
-Estaremos en guardia por si regresa. Pero debemos
seguir con nuestro plan. - Afirmó Petz. -
- Esperemos que ellos a su vez no se hayan dado
cuenta de que les hemos descubierto. - Deseó Cooan. -
Todas convinieron en eso. Deberían ser muy cautas y
patrullar con mayor discreción. Así lo hicieron y finalmente las chicas
descubrieron al enemigo gracias a sus piedras. Ahora tocaba tener máxima cautela
para no ser detectadas y por eso aguardaron a la noche. Llegada la misma ellos
se disponían a cumplir con su misión, pero entonces aparecieron las justicieras.
Tomándoles por sorpresa.
- ¡Alto ahí, canallas! - les ordenó la Dama del
Fuego. - No dejaremos que perpetréis más maldades.
- ¡Se acabaron vuestros actos de terror! - añadió la
Dama del Hielo. -
- ¡Por la paz y la justicia! - exclamó la Dama del
Trueno. -
- ¡Las justicieras os lo impediremos! - remató la
Dama del Rayo. -
Los
sectarios, recuperados de su asombro inicial, las atacaron con palos y
cuchillos. Las chicas se deshicieron fácilmente de ellos dejándolos fuera de
combate. Tuvieron cuidado en no matarlos pues a pesar de su maldad eran humanos.
Entre tanto los demonios aprovecharon el desconcierto de la refriega para
colocar las piedras en su lugar. Cuando lo hicieron éstas se desvanecieron
protegidas de un hechizo mágico para desconcierto y horror de las luchadoras.
Aunque durante el combate de las justicieras contra los sicarios ninguna fue
consciente de que Roy lo había visto todo desde el aire y se había transformado
en el Guerrero Dorado dispuesto a intervenir a favor de las chicas. No obstante,
algo se lo impidió golpeándole por detrás y lanzándole a varios metros. Se
frenó en el aire y escuchó una voz gutural.
- ¡Esta vez no, guerrero solar! - clamó aquella voz
que pertenecía a Karnoalk -. ¡Ahora morirás a mis manos! - Sentenció comenzando
a emitir una poderosa aura de energía. -
- ¿Quién eres?,- le inquirió el muchacho con un
grito, sintiendo asombrado esa tremenda fuerza que superaba con mucho la de
demonios anteriores. -
- Soy Karnoalk, coronel del Sexto círculo del Averno.
- Se presentó éste que sin pausa golpeó a
su enemigo de nuevo para lanzarle contra un muro que pulverizó con el impacto
al tiempo que el terrible demonio añadía. – Señor de la Ciudadela de Dite, Barón
de las Tinieblas de Hazel y tu verdugo.
Roy
salió como pudo de entre los cascotes y contraatacó con un rayo de energía, su
rival lo esquivó y ambos comenzaron un intercambio de golpes en el aire. Entre
tanto y ajenas a lo que sucedía con su amigo, las justicieras se enfrentaron a
los otros demonios. Ambos eran capitanes de la Horda y tenían un poder superior
a ellas, así que las chicas tuvieron que atacarles por parejas. Beruche y Cooan
se las veían con Wuir, en tanto que Petz y Karaberasu se enfrentaban a Freas.
Roy a su vez luchaba con todas sus fuerzas, pero ese enemigo era más rápido y
le tomaba ventaja. De un golpe Karnoalk le lanzó al suelo y al mirar hacia
abajo siguiendo la caída de su rival el demonio divisó a las justicieras.
- Freaks - ordenó Karnoalk telepáticamente al
demonio que luchaba contra ellas al tiempo que clavaba su lasciva mirada en Karaberasu.
- Captura a la Justiciera del Trueno y
llévala a mi guarida, a las demás podéis eliminarlas.
El
demonio asintió levemente al recibir la instrucción, dejó sin sentido a Petz
tras lanzar un rayo de energía que explotó en el suelo derribando a la Dama del
Rayo y con gran velocidad dio un golpe que dejó fuera de combate a Karaberasu a
la que apresó cargándosela al hombro. Cooan y Beruche ni se enteraron de
aquello puesto que ellas mismas estaban en apuros. Roy se dio cuenta de ello y
lanzó un rayo de energía contra Wuir fulminándolo para volver deprisa a su
propio combate, alejándose antes de que ninguna de ellas le viera. Karnoalk se
percató tarde, pues observando a las chicas había perdido su atención hacia su
adversario. Furioso, le atacó de nuevo y éste pudo eludirle remontándose al
cielo. Pero el demonio insistió en su ofensiva y el chico sufrió otro golpe que
lo descolocó. No obstante, cuando Karnoalk, esbozando una pérfida sonrisa de triunfo,
iba a rematarlo, recibió un mensaje telepático de Freaks.
- Mi señor, tengo a la humana que tú querías, me
transporto con ella a la base.
-Bien hecho, me reúno contigo enseguida - rio el
demonio deleitándose por anticipado, aunque objetando a continuación con más
seriedad. - Pero debo terminar con un asunto antes.
No
obstante, Roy se recuperó lo suficiente durante este tiempo como para lanzar
una potente andanada de energía contra el demonio. Karnoalk que no esperaba
eso, se cubrió lo mejor que pudo con un escudo de energía. Eso le demandó
utilizar bastantes de sus reservas. Así pues, optó por escapar tras ese ataque,
mientras declaraba.
- Solar, será para mí un placer concluir este
combate más tarde, en cuanto termine con algo que tengo pendiente.
Y sin dar tiempo de réplica a su atónito rival
desapareció justo cuando iba a ser alcanzado por otro rayo que atravesó el
vacío.
- ¡No huyas maldito cobarde! - le gritó Roy furioso y
frustrado, pero ya no había nadie a quién decírselo. -
Entre
tanto las chicas se agruparon. Beruche y Cooan corrieron a reanimar a la
maltrecha Petz. Roy descendió a un centenar de metros recobrando su identidad
normal y corrió hacia ellas.
- Chicas ¿estáis bien? - Les gritó llamando su
atención braceando. -
Todas
seguían como justicieras y se sorprendieron al verle. Habían conseguido que su
hermana se recobrarse y no sabían que hacer. ¿Qué demonios estaba haciendo Roy
allí? Además, estaba magullado y con algunas marcas de golpes en el rostro.
- ¿Qué hace usted aquí?- Le preguntó Cooan tratando
de disimular sus nervios. -
- No te molestes en hacer teatro Connie, sé la verdad.
- La interrumpió el aludido. -
Todas
se miraron atónitas e incluso la ya recobrada Dama del Rayo trató aun de
disimular.
- No sé de qué nos habla.
- ¡No seas tonta, Petz! - Insistió él con menos
paciencia desvelando a su vez. - Sé quiénes sois vosotras y vine lo más rápido
que pude para ayudaros. Así que dejad de fingir conmigo.
- ¿Cómo has podido encontrarnos? –Le preguntó
entonces Bertie. -
Ella de este modo estaba aceptando revelar su
identidad, no deseaba que a Roy le sucediera algo parecido a su amigo por
tratar de protegerlas. Aunque él ya lo supiera, precisamente por eso había que
aclarar las cosas y decidió quitarse el antifaz.
- Tom me lo contó - admitió él. -
- ¿Cómo ha podido? - Repuso Cooan disgustada quitándose
también su máscara. - ¡Era un secreto, me prometió que lo guardaría!
- Y lo intentó, te lo aseguro Connie, yo lo descubrí
y él no tuvo más remedio que confirmármelo. Quiso mantener la palabra que te
dio. Pero cedió cuanto se dio cuenta de que era más importante vuestra vida,
aunque me costó que hablase y por eso tardé tanto en llegar. - Le explicó Roy. –
Por favor, no te enfades con él. Lo ha pasado mal teniendo que callar.
-Es cierto. - Suspiró la muchacha. - Le pedí
demasiado. El pobre ha tenido que pasarlo muy mal ocultándotelo.
-De cualquier forma, tú no deberías estar aquí. - Le
regañó Beruche. - Ahora que únicamente eres un hombre normal, no puedes
arriesgarte. Déjanos a nosotras.
Roy
bajó la mirada, daba la impresión de que iba a responder algo cuando Petz se le
adelantó, más centrada tras el combate y dijo.
- Bueno. Bertie tiene razón, pero ahora que lo sabes,
te lo contaremos todo.
- Sí, pero tenemos que encontrar a Karaberasu. -
Advirtió Beruche cayendo en la cuenta de que su hermana no había intervenido
hasta el momento, ni tan siquiera se había dado a ver. - ¿Dónde está?
- No la he visto, debe de haber caído tras los
arbustos - conjeturó Cooan que le inquirió a la mayor de sus hermanas - Combatía
a tu lado, ¿no?
- ¡Vamos a buscarla! - urgió Petz admitiendo. - Estaba
conmigo cuando ese demonio me lanzó ese rayo y con la explosión perdí el
conocimiento, sí. Pero no recuerdo nada más hasta que me reanimasteis.
Todos
se afanaron en registrar los alrededores durante casi dos horas, pero no
encontraron nada.
- Quizás se haya vuelto a casa. - Aventuró Roy
tratando de tranquilizar a las demás. -
- No lo creo, no nos dejaría solas - rebatió Bertie
tratando de dominar su creciente pánico. - ¡Ha tenido que ocurrirle algo!
- Pero ¿dónde puede haber ido? - Preguntó la también
asustada Cooan. -
- Hay una posibilidad en la que no hemos pensado
hasta ahora, que la hayan capturado. - Conjeturó Roy con preocupación. -
- ¡No puede ser! - exclamó Petz alarmada. - ¡Quiera
Dios que no sea cierto! Esos monstruos no tienen compasión, podrían hacerle
cualquier cosa.
- ¡Entonces no tenemos tiempo que perder! -
intervino Cooan tratando de sobreponerse al miedo que las dominaba a todas. - ¡Debemos
encontrar donde la retienen y rápido!
- Voy a buscar a Tom, él quizás pueda localizarla
con las técnicas de ocultismo que ha aprendido. - Terció Roy. –
- Podemos rastrearla con las piedras. Si nos
concentramos seguramente localizaremos la energía de la suya. - Propuso Petz. -
- Sí, es una buena idea - asintió Beruche
esforzándose también por mantener la sangre fría. - Sí Roy, por favor, tú ve en
busca de Tom. Si la localizáis decídnoslo enseguida. Nosotras nos encargaremos
de rescatarla.
Éste
asintió, no era prudente protestar, ni tan siquiera tratar de disuadirlas de
ello. Además, sin que las muchachas lo supieran, él ayudaría como guerrero dorado.
Corrió pues en busca de su amigo deseando suerte a las angustiadas chicas. En
cuanto localizó a su compañero. (Sacándole de la cama en realidad, pues ya era
bastante tarde), ambos se dedicaron a buscar algún medio de detectar la guarida
de la secta.
-Entonces, ¿eso fue lo que ocurrió? - Inquirió Tom.
-
-Sí amigo, ese demonio era muy fuerte, estaba a la
par mía, quizás sea incluso superior. - Admitió su contertulio. -
-Tendré que investigar a ver si logro averiguar quién
es.
-Un tal Karnoalk, dijo ser barón o Señor del algo,
no recuerdo bien. - Trató de contarle Roy haciendo memoria. Sin embargo,
descartó eso para alegar. - Ya nos ocuparemos de él más tarde. Ahora tenemos
que localizar a Kalie.
-Será complicado, esos bastardos ocultan bien su rastro.
- Valoró el chico.-
Las tres hermanas, entre tanto, se concentraron con sus
piedras en la energía de Karaberasu y lograron al fin un pequeño rastro. Partieron
sin dilación en su busca. Tom, utilizando todos los conocimientos que ahora
tenía, también consiguió rastrear la energía diabólica que partía de la secta,
se lo dijo a Roy que salió inmediatamente para allá.
-Lo que no he querido comentarle es que ese rastro comenzaba
aquí, en la facultad. -Pensó Tom mientras giraba las ruedas de su silla para
salir de su cuarto. -
Y desde
lejos, al fondo del pasillo, April le vio salir. La chica dudaba. ¿Debería
decírselo? Ella no era ajena al revuelo que se había armado entre los
sectarios. Uno de los idiotas recién captados por estos estudiaba en la Golden
y vino a la misma universidad con gesto extasiado. Contó algo así como que
habían capturado a una de las justicieras y que un auténtico demonio de alta
jerarquía iba a ocuparse de ella. Por desgracia para April, ese idiota la
conocía bien y también sabía que era hermana de Paige.
-Si hablo estaremos perdidas. - Pensó consternada. -
Solamente espero que Tom y los demás no se vean en problemas. ¡Ojalá que no se
refiera ni a Bertie ni a Connie!
Y es que April ya no tenía dudas acerca de la identidad
de sus compañeras. Entre ella y su hermana habían ido obteniendo información y
todo cuadraba. Por su parte temía a su vez que sus compañeras la descubrieran,
empero, con los acontecimientos recientes, esos chicos la habían olvidado. Al
menos por ahora. No obstante, era cuestión de tiempo que atasen cabos. Entre tanto,
el Gran Sabio que imaginaba que irían en su busca, ordenó trasladar la secta
dejando sólo a Karnoalk con algunos fieles acólitos en la antigua guarida,
manteniendo allí a Karaberasu como cebo.
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