jueves, 3 de marzo de 2011

GWA 40. Zafiro contra Gengenel

Melanie y Malcolm estaban en Massachussets, tan asustados como el resto de sus conciudadanos. Tras despedirse de los padres de April quisieron retornar a Nueva York para empezar sus vacaciones. Pero les fue imposible entrar en el Estado y tuvieron que dar la vuelta. Nadie sabía a ciencia cierta qué estaba sucediendo allí, pero las autoridades habían bloqueado cualquier ruta por tierra y cerrado los aeropuertos.

-No sé qué estará sucediendo,- comentaba el chico.- Pero no me gusta nada.
-Creo que tiene que ver con esos tipos. Ya sabes.- Le dijo Melanie sin atreverse tan siquiera a mentar sus nombres.-

            Pensaba en aquellos sectarios o lo que fueran, de los que sus amigos les habían hablado. Incluso de los que la pobre April había hecho mención. Aunque acorde a algunas noticias, se temía un atentado con material radioactivo o incluso que algunos terroristas hubieran detonado un arma nuclear. Melanie entonces propuso.

-Llamaré a mi padre. Es un general de dos estrellas. Tiene que saber algo.
-Me parece una buena idea, Mel. Aunque no sé si podrá decirte nada. Ya conoces a los militares.
-Pues claro que los conozco, te acabo de recordar que mi padre es uno de ellos.- Replicó la joven que no pareció tomar muy bien ese comentario.-
-No, no quise decir eso.- Se apresuró a disculparse su novio, alegando.- Me refiero a que puede ser un secreto o algo así.
-Quizás podríamos ir a ver a April. Tengo el presentimiento de que ella puede saber mucho más que cualquiera de nosotros. O que el propio gobierno.- Conjeturó Melanie.-

            Su interlocutor asintió. Posiblemente así fuese. Entre tanto, en la escuela, las chicas y Tom estaban agotados. Los demonios que habían eliminado se contaban por decenas pero venían muchos más. Los niños permanecían acurrucados en el fortificado rincón, muertos de miedo. Sólo Jason, el más travieso y valiente, se atrevió a acercarse. Justo en ese instante otros demonios irrumpieron en la clase. Tom se encargó de despachar a uno y Petz y Karaberasu hicieron lo propio con otros dos. Cooan se ocupó de defender el acceso para evitar una nueva oleada, y Beruche se la unió, pero fue atacada por el restante demonio que había logrado abrirse paso sorprendiéndola desprevenida. Por suerte, antes de que la chica sufriera daños, Jason le pinchó en el trasero al agresor con unas tijeras haciéndole aullar de dolor. El enfurecido diablo se giró hacia el niño que incluso se atrevió a burlarse de él.

- ¡Pío, pío, que yo no he sido! - Canturreó el pequeño que hasta le sacó la lengua haciendo enfurecer aún más al  monstruo. -
-¡Voy a arrancarte la cabeza, miserable mocoso! - chilló éste bastante irritado. -

            Sin embargo, cuando iba a cumplir su amenaza y atacar al chico, Bertie, a la que su enemigo había olvidado por completo en ese instante de cólera, reaccionó clavándole la espada. Eso destruyó al demonio que estalló de inmediato. No obstante, la Dama del Hielo se apartó antes protegiendo también al pequeño y evitándole esa traumática visión.

- No está bien atacar a los niños,- declaró la justiciera que jadeaba por el agotamiento pero  añadiendo con un cariñoso beso en la mejilla a Jason que se puso colorado. -  ¡Muchas gracias, has sido muy valiente!
 - De…de nada,- tartamudeo el crío muy vergonzosamente pues para él era algo increíble haber sido de ayuda a su admirada Dama del Hielo. -

            Los otros suspiraron aliviados alabando la valentía del niño, de hecho ninguno había podido intervenir al estar ocupados. Beruche se rio y le acarició el pelo a Jason. El crío se volvió con los demás a petición de la Dama del Hielo que le sonrió animadamente. Pero tanto ella como Cooan estaban exhaustas, ya no podrían aguantar mucho más. Y sus hermanas y Tom tampoco estaban mejor. Por fortuna lograron rechazar por completo ese ataque pero la resistencia no podría mantenerse de modo indefinido. Ahora todos se apoyaban en las paredes para poder sostenerse, ya que sus piernas apenas podían hacerlo.

- Debemos descansar un poco - aconsejo Petz. - Esperemos que tengamos tiempo de hacerlo antes de que aparezcan más demonios.
- Nos costó un buen rato llegar - añadió Tom que ya iba recobrando el resuello y agregando para describir con una objetividad que intentaba evitar cualquier sensación de pesimismo en su tono. - Batallones enteros de ellos han invadido la ciudad y nos hemos tenido que abrir paso luchando. Ojalá que, por ahora, los que estén cerca de aquí,  se lo piensen un poco más antes de atacar.
- Pues aprovechemos a descansar como dice la Dama del Rayo, mientras podamos.- Repuso Beruche sin querer usar sus nombres reales por si algún pequeño las escuchaba.- Tenemos que ahorrar energías…

Dicho esto la muchacha se dejó caer al suelo, con la espalda apoyada en la pared. Trataba de no pensar en lo apurado de la situación. Aunque más que por ella e incluso por sus hermanas o Tommy, estaba muy preocupada por los críos. En tanto ellos fueran capaces de resistir los protegerían, pero ¿Y si caían luchando? La joven sabía perfectamente que esos monstruos no tendrían ninguna piedad con los pequeños. No quería ni imaginar lo que pudieran hacerles si los niños caían en su poder. ¡No!, jamás lo consentiría. Si veía peligrar la situación de modo irreversible prefería ser ella misma la que evitase a los críos tal horror. Haría como aquella vez en la que a punto estuvo de quitarse la vida. Congelaría el aula con su poder y así, al menos, todos tendrían un final dulce. Sólo de pensarlo le brotaban las lágrimas. Apretó los dientes. Movió la cabeza y se prometió que saldrían con bien de aquello.

-Se lo prometí a Roy, jamás desfalleceré. – Se repetía entre susurros.-

Su hermana Karaberasu la observó y notándola algo extraña se acercó a ella y le musitó.

-¿En qué piensas?...

            Beruche le confió sus temores, no obstante su hermana posó una mano sobre el hombro derecho de la chica y le aseguró.

-Eso no sucederá. No te dejes vencer por el miedo.
-Pero Kalie.- Pudo musitar la agobiada muchacha.- No es por mí. Acepto cualquier cosa que me ocurra en la batalla. Es que la sola idea me atormenta. ¿Qué pasará con los niños si caemos?
-En tal caso llevarías a cabo tu plan y seguro que nadie te lo reprocharía.- Le sonrió ligeramente su interlocutora, para reafirmarse a continuación.- Aunque algo me dice que no será necesario llegar a eso. Ya lo verás. ¡Ten confianza!

            Bertie le devolvió una sonrisa más animada. Si su hermana, que había pasado un calvario enorme, le decía aquello, ella no podía dejarse desanimar. Por el momento pelearía con todas sus fuerzas por salvar a todo el que fuese capaz. Una vez más, por la memoria de Roy, se juró no desfallecer jamás en tanto le quedase el más mínimo aliento. Eso pensaba cuando fue el turno de Petz para aproximarse.

-Las cosas parece que están algo más tranquilas, pero no podemos descuidarnos. Sería buena idea que nos turnásemos en hacer guardia para que el resto pueda descansar.
-Sí, es buena idea.- Convino Kalie con el asentimiento de Bertie.-

            Al otro lado de la clase, Tom y Cooan se sentaban juntos, fue la muchacha la que se aproximó a él y le repasó el vendaje del brazo herido.

-¿Te duele mucho?- Quiso saber con inquietud.-
-¡Sólo cuando me rio! - Pudo bromear él haciendo que su interlocutora sonriera.- ¡Au!-Añadió casi a modo de chanza.-

            Desde luego que aquello dolía, pero el chico se mantenía admirablemente sin dar muestras de la más mínima queja. Esa herida era el menor de sus problemas. Suspiró entonces susurrándole a su interlocutora con un tinte de pesar.

-No pude despedirme de mis padres, ni de Danny. Me habría gustado hablar con ellos y decidles que puedo caminar otra vez. Que les quiero. Y sobre todo que tú y yo…
-Se lo diremos cuando todo esto acabe.- Le animó la chica.-

            Él asintió con renovado optimismo tomando las manos de ella entre las suyas.

-A mis padres les encantas. El único pero que mi madre te podría poner es que no seas cristiana.
-Pues después de liquidar a tanto demonio, creo que me ganaré su aprobación también en eso.- Se sonrió levemente la muchacha, que agregó con voz queda ahora.- Y si es eso lo único que podría enturbiar nuestro futuro, de buena gana me haré cristiana.
-Creo que ya eres grata a los ojos de Dios, Constance. - Afirmó Tom musitando.- Eso al menos te diría mi madre.
-Es un nombre bonito, casi me he acostumbrado a él.- Comentó la muchacha con gesto divertido.-

Los dos intercambiaban esas palabras  en forma de susurros , sonriéndose mutuamente. Al poco Petz se acercó a su posición y al verles sonrió a su vez

-Por lo menos Cooan ha encontrado el verdadero amor. Una de nosotras lo ha conseguido.- Pensaba alegre por ella.- ¡Ojalá que pueda disfrutarlo durante muchos años!.

Aunque enseguida adoptó un gesto más serio y carraspeó. Una vez atrajo la atención de ambos les contó lo que había estado comentando con las demás. La pareja convino a su vez en ello. De modo que se fueron relevando en hacer guardias mientras se reponían y animaban a los niños lo mejor que pudieron. Ahí se notó el oficio de ambas muchachas y de Tom que recurrieron a todo tipo de juegos y canciones que se les ocurrían para quitarles el miedo a los críos. Kalie y Petz les contemplaban admiradas de su cariño por esos niños y entonces comprendieron como nunca lo habían hecho hasta donde llegaba su responsabilidad moral como justicieras. Ya no era solamente por redimir sus culpas. Debían proteger a esos pequeños que asegurarían el futuro de la humanidad. Las dos darían sus vidas si fuese preciso para librarles del horror que traían esos seres de pesadilla y otros similares como a los que ellas mismas en su inconsciencia de antaño sirvieron. Ambas cruzaron dos significativas miradas y asintieron, concentrándose en vigilar la brecha  y proteger la entrada.

-¿Podrías venir un momento, por favor?- le pidió Petz precisamente a su hermana, apartándose un poco del resto.-
-¿Qué ocurre?- Quiso saber Karaberasu.-
-Tenemos que hacer cuanto sea posible por proteger a Cooan y a Bertie.- Le comentó.-
-Por supuesto.- Afirmó su contertulia.-
-Y tú debes ponerte a salvo también.- Le indicó Petz.-
-Tan a salvo como cualquiera de nosotros pueda estar en esta situación.- Sonrió levemente Kalie.-

            Su hermana suspiró, mirándola ahora con un gesto a medio camino entre la tristeza y el arrepentimiento para declarar.

-Cuando fuimos a la Corte, sabes que le prometí a mamá que os cuidaría. Que sería yo la que tomase la responsabilidad de asegurar vuestro bienestar. Pero no lo hice. Al menos, no como debí hacerlo. Y quiero pediros perdón. Sobre todo a ti.
-Petz, no tienes que pedir perdón a ninguna de nosotras. Las circunstancias que tuvimos fueron las que fueron.- Aseveró su hermana.-

            Petz puso entonces su mano sobre el abultado vientre de su hermana y, suspirando, le dijo con todo el afecto que pudo reunir.

-No estarás sola en esto. Yo estaré a tu lado, siempre.

            Karaberasu se emocionó, sonriendo al tiempo que posaba su mano sobre la de su contertulia.

-Gracias.- Musitó.- Ahora será mejor que vayamos a vigilar un poco. Nuestras hermanas y Tom deben descansar…

Así lo hicieron. Por su parte, las guerreras también lograron rechazar, no sin dificultades, a los demonios que las atacaban. Uniendo sus poderes unas para crear un campo de defensa obligando al resto de sus enemigos a retroceder. Y lanzando sus ataques las otras, por turnos y relevándose. Sus adversarios aguardaron agazapados tras un montículo. Observando a las chicas y a Mamoru con cautela. Mercurio, con sus inteligentes ojos azul oscuro, examinó la situación con su visor y declaró.

- Todavía quedan muchos demonios, y  la discontinuidad de la que salen está alcanzado un punto de masa crítico.
-¿Qué quieres decir?- Le preguntó Minako que balanceaba nerviosa su rubia cabellera dirigiendo hacia su compañera unos ojos azules e inquisitivos. - ¿Discontinui...qué?
- La discontinuidad es una brecha entre dimensiones. Posibilita que mundos que no deberían estar conectados lo estén. Y eso de por sí, ya es muy peligroso. Pero no es todo. Creo que esos demonios bien pudieran estar ganado tiempo. - Replicó la interpelada. –
-¿Tiempo para qué?- Inquirió Makoto.-
-Posiblemente para recibir más refuerzos o para que algo todavía mucho más terrible que ellos pueda acceder a este mundo.- Replicó Ami con evidente temor en su tono.-
- Es cierto, yo también lo siento - corroboró Rei, dejando que su largo pelo negro se meciera en una breve ráfaga de viento. Aunque sin relajar la escrutadora mirada que tenían sus ojos color violeta, pendientes de cualquier movimiento del enemigo. –Dicho de otro modo. - Añadió con evidente inquietud. – Hay un aura de maldad creciente en el ambiente. Podrían estar esperando algo. O a alguien…alguien muy poderoso. Y me da muchísimo miedo sólo tratar de intuir de quién pudiera tratarse..

Las demás escucharon con interés y no menos preocupación. A decir verdad todas presentaban un lamentable aspecto, lejos de su elegancia y glamour habituales, con sus uniformes desgarrados y teñidos de su propia sangre o la de adversarios que habían aniquilado. Sus cabellos, de ordinario largos, sedosos, lisos y pulcramente peinados estaban ahora revueltos y sucios de polvo y sudor. Tuxedo no tenía mejor apariencia que ellas, con sus otras veces elegante smoking hecho trizas, su cara cubierta de sudor y restos de sangre que aun tenía alrededor de una herida en la mejilla. Aunque desde luego, la estética era ahora la menor de sus preocupaciones.

-¿Qué podemos hacer?- Inquirió una de las nuevas guerreras, una muchacha bastante jovencita de corto pelo negro y agudos ojos violetas.-
-Me temo que nada más que esperar a ver qué sucede.- Le contestó otra guerrera de largo pelo color verde oscuro con ojos color bermellón.-
-Al menos podemos descansar un poco.- Comentó la Guerrera Júpiter.- Mientras seamos capaces de hacerlo. Mucho me temo que esto no se ha terminado.

Las demás convinieron aliviadas en ello. Y mientras eso sucedía, en el páramo, tanto Zafiro como Gengenel, (fornido demonio azulado con largos brazos, cara de facciones duras y frías con ojos pequeños y rasgados  y colmillos sobresalientes en su boca.) Estaban dispuestos a iniciar el combate. Por la mente del muchacho habían desfilado todos los acontecimientos que le llevaron hasta allí. Recordó en unos segundos como se había dejado arrastrar como los demás de su familia, pese a que él siempre se permitió el lujo de dudar de las intenciones del Sabio. Trató de aconsejar prudencia a su hermano pero fue inútil. Diamante estaba demasiado cegado y él, que le admiraba desde que eran niños, no pudo negarse a colaborar con la secreta esperanza de que su hermano tuviera un as en la manga, algo que les hiciese tomar el control de la situación. Llegó incluso a pensar que el Sabio realmente se plegaría a las órdenes del príncipe, pero cuando vio que aquel ser cruel sacrificaba la vida de Esmeralda para tratar de cumplir con sus malignos designios, sus sospechas de que traicionaba a Diamante aumentaron. Unido a eso, las revelaciones de una noble de la corte que había averiguado la terrible verdad, le hicieron decidirse. Finalmente se escondió cerca de las dependencias privadas de ese enigmático nigromante y pudo descubrir lo que tramaba. Aquel monstruo servía a una especie de demonio de muerte y destrucción. Un tal Fantasma de la Muerte. Atemorizado, Zafiro desconectó la energía del reactor que alimentaba el poder de su planeta y se dispuso a informar a su hermano, pero el Sabio le descubrió atacándole con una terrible energía de la que huyó teleportándose malherido a la Tierra. Allí, vagó sin rumbo hasta perder el conocimiento, soñando con él y con su hermano cuando los tiempos en Némesis aun eran mejores y todos vivían en paz. Despertó en la cama de Petz, ella y sus hermanas le recogieron y cuidaron lo mejor que pudieron y la mayor le explicó que la vida en la Tierra, aun siendo más difícil era mucho más hermosa. El sorprendido muchacho se dio finalmente cuenta de cual era la verdad. El Sabio había manipulado sus mentes y corrompido sus almas, pero creyó que todavía no era tarde y quiso ir en busca de su hermano para advertirle. Entonces descubrió también los sentimientos que Petz le profesaba. Aunque en el fondo de su corazón siempre lo había sabido. No era tan indiferente como ella pensaba cuando en palacio la muchacha le dirigía aquellas suplicantes miradas, ocultas tras el velo de la etiqueta y la obediencia que debía dispensarle por la diferencia de rango. O sobre todo, en esos momentos en los que se sentaban en algún banco del jardín de palacio y charlaban, contemplando las flores. Sin embargo, el Zafiro de aquellos días bastante tenía con preparar los reactores del planeta y contribuir al plan de Diamante, que era en realidad el de ese sabio del demonio. Entonces él era joven e ingenuo y sólo deseaba complacer a su hermano. El amor que podía haber sentido hacia Petz se anegó en medio de aquella maraña de intereses y deseos de venganza. Por ello, cuando insistió en levantarse de la cama a pesar de sus heridas y se despidió de la afligida muchacha para ir al encuentro de su hermano, ella trató de detenerle. La pobre muchacha quiso sujetarse a él para no dejarlo marchar. Ella misma lo sabía, presentía que Zafiro iba a morir sin remedio y él tampoco lo ignoraba. Cuando vio el rostro de la chica lleno de lágrimas y el sufrimiento en su semblante solo pudo hacer una cosa. Le dedicó a Petz la mirada más sincera y llena de amor que jamás había dirigido a nadie. Quizás desde la muerte de su madre, la reina Amatista Nairía. “La Amatista de la Mañana”, como el rey Coraíon, el padre de ambos hermanos, la llamaba por sus ojos de un color violeta profundo. Zafiro entonces prometió a la muchacha volver, incluso dejando su chaqueta de etiqueta palaciega como perentoria garantía, cuando todo estuviera aclarado, y casi estuvo a punto de conseguirlo. Las propias guerreras, a las que ahora podía ver desde la distancia, intentaron protegerle pero fueron impotentes frente a la maldad del Sabio que incluso le asesinó delante de su propio hermano. Zafiro murió triste por no poder cumplir la promesa hecha a Petz pero con la esperanza de que  Diamante reaccionara y pudiera librarse del yugo de ese demonio y de su nueva ayudante, aquella terrible Dama Negra, salida Dios sabría de dónde.

-Si me hubiera dado cuenta antes. Si hubiese comprendido de veras lo que significaba el amor de Petz. Mi vida habría sido diferente, la de todos nosotros hubiera podido ser distinta. - Se repetía en su mente una y otra vez con un deje de amargura, hasta que tuvo esta nueva oportunidad. – Ahora no volveré a cometer el mismo error.

            Y al fin tenía la ocasión de lograrlo. ¡Todo era posible de nuevo! Y en esta ocasión él no era un ingenuo, ni estaba malherido. No se dejaría derrotar y asesinar por segunda vez. Aquel demonio que ahora tenía enfrente no iba a poderle impedir resarcirse y ser feliz. Y cuando hubo acabado de asimilar esto, su rostro translucía una enorme determinación. No iba a permitir que nada ni nadie detuvieran esa promesa de felicidad que se abría ante él. ¡Ya no! En ese mismo instante aquel ente maligno se dirigió a su encuentro.

-¡Tú pagarás por la muerte de mi compañero, maldito gusano!- le espetó Gengenel con patente tono de desprecio. -
- Eso ya lo veremos,- respondió el chico sin perder ni el aplomo, ni la sonrisa.-

            El demonio chasqueó sus dedos y Zafiro se vio rodeado por un grupo de criaturas extrañas y de espectros. Gengenel rió.

- Te voy a presentar a mis leales servidores.- Se dirigió hacia esos seres, arengándoles. - ¡Atacad criaturas de la oscuridad, almas atormentadas y espectros sin reposo! ¡Destruid al enemigo de vuestro amo!

            Profiriendo terribles alaridos todas esas apariciones se volcaron contra Zafiro que, sin inmutarse, los destruyó con una ráfaga de rayos. Cuatro de ellos sin embargo se zafaron obligándole a combatir contra todos a la vez.

-¡Esto es jugar sucio! - gritó el muchacho mientras se defendía con destreza. -
-¡Pues claro que lo es! - se burló Gengenel. - ¿Qué te esperabas? el reglamento de una competición olímpica. Ja, ja, ja, ja…
-¡Eres un cobarde! - le insultó Zafiro con todo el desprecio que pudo reunir. En tanto esquivaba alguna acometida de sus oponentes. - Tienes miedo de luchar contra mí tú sólo, ¿verdad? Sabes que te haría pedazos. Los demonios sois unos farsantes, en el fondo no soportáis un combate de verdad. Habláis mucho, pero un simple humano os aterra cuando hay que luchar cara a cara.

            No obstante, recordaba bien las lecciones de su maestro. Hacer trampas era consustancial a sus enemigos. Ya contaba con ello y sabía cómo compensarlo. Por eso prosiguió con sus insultos.

-Vamos, venid aquí. Que vuestro amo tiene demasiado miedo como para enfrentarse conmigo con esa ridícula y fea cara que tiene.

Y subrayando sus palabras eliminó a esos cuatro pero otros cuatro más aparecieron en su lugar. Volvió a decir con abierto desdén.

-¡Adelante perro!, mándame a todos tus esbirros a pelear en tu lugar mientras te escondes.

            Y la táctica del chico funcionó. Gengenel, visiblemente picado en su orgullo, volvió a chasquear los dedos y sus demonios menores desaparecieron.

-¡Vas a desear haber muerto luchando contra mis esclavos! - le contestó furioso a su rival. -

            Atacó con gran rapidez golpeando a un agotado Zafiro. El chico fue lanzado para atrás y el demonio trató de rematarlo con rayos que su oponente esquivó a duras penas. Gengenel le embistió haciéndole atravesar unas rocas. El muchacho se levantó como pudo y se quitó los pesos que llevaba como en los entrenamientos. Su enemigo atacó de nuevo pero en esta ocasión pudo esquivarlo bien. Algo más alejados, tanto el grupo de demonios, como el de Roy, seguían muy interesados el combate. Las guerreras fijaban asimismo su atención, aunque sin bajar la guardia, habida cuenta del gran número de enemigos que las rodeaban. Pero estos seguían la lucha incluso con más interés que ellas. La Guerrera Urano, una de las recién llegadas, de apreciable estatura y corta melena rubia ceniza, que armonizaba en su agraciado rostro con dos grandes ojos verdemar, declaró impresionada, lo que no era muy  frecuente en ella.

-¡Esto es increíble!, no pensé que hubiera tanto poder en juego, y yo que creía que nuestros anteriores enemigos eran peligrosos. ¡Estos pueden compararse a Galaxia!
- Eso era casi un juego de niños comparado con lo de ahora. - Repuso Rei. -
- Tampoco conviene exagerar.- Intervino Guerrero Neptuno, otra de las novedades , de rostro bello y elegante porte a pesar de sus heridas y el cansancio, con una ondulada cabellera verde azulada y ojos de color azul marino, - lo de entonces también fue muy duro.

            Las otras convinieron asintiendo, Ami tomó la palabra entonces.

- Habrá que decirle a Ail que Annie y su hijo están con nosotros y a salvo. Y a ella que él también está vivo, se llevará una enorme alegría.
- Annie está en Japón. - objetó Minako. - Ahora no podemos avisarla.
- Además, hemos de ver como acaba todo esto - añadió Makoto con preocupación. - Zafiro no parece tenerlo muy claro.
- Luna y Artemis llaman por el comunicador.- Advirtió Usagi haciendo que todas conectasen los suyos. La gata apareció en los receptores. -
- Chicas - les dijo visiblemente preocupada. - Hay una gran cantidad de energía negativa en el ambiente. Parece que se está formando un vórtice interdimensional.
- Tranquila Luna, nos hemos dado cuenta.- Repuso la princesa del Milenio de Plata con una tenue sonrisa para matizar. - Estamos en su mismo foco, pero aquí hay unos luchadores que están de nuestro lado. ¡Nunca adivinarías quienes son! - esperó unos instantes hasta que su interlocutora admitió  que no y los enfocó con el receptor ampliando con el zoom en tanto le pedía. – Por ahora ni una palabra a Annie sobre esto…
-¿Cómo es posible? - Exclamó la gata reconociéndolos con asombro. - ¡Son nuestros antiguos enemigos!
- Debéis destruir las piedras de invocación,- intervino Artemis, el blanco compañero de Luna, que se llegó a sus pantallas junto a la gata. - Así evitaréis que los demonios superiores lleguen a este mundo.
-¿Pero cómo lo haremos? - Le preguntó reflexivamente Haruka, nombre de pila de la Guerrera Urano. - No hay quien se acerque a esos monstruos. Están por todas partes custodiándolas.
- Trataré de localizar a las justicieras. Ellas nos ayudarán - terció Rei. -
- O quizás sean ellas las que precisen nuestra ayuda. Podríamos ir a buscarlas.- Propuso aquella guerrera de la cabellera verde oscura y larga.-

Era la Guerrera Plutón la tercera de las recién llegadas. La más adulta en apariencia, de notable altura, piel ligeramente más morena que el resto, con ese largo pelo color verde oscuro y enigmáticos combinado con unos ojos color bermellón que ocasionalmente lanzaban algún destello violeta. Sostenía una especie de largo báculo terminada en una gran argolla que protegía una especie de bola rojiza y apoyando el extremo dentado casi en forma de llave de ésta contra el suelo.

- Sí, sería una buena idea si estuviéramos en condiciones de movernos. – Se lamentó Minako. -
- No te preocupes. – Replicó Plutón, declarando en dirección a sus interpeladas compañeras. -  Iremos Urano, Neptuno y yo...
- No me olvides a mí, Setsuna. - La reclamó Sailor Saturno, esa niña de no más de doce años, pelo corto y negro peinado hasta la base de las orejas y ojos color violeta que portaba una larga lanza rematada en una gran cuchilla en forma de pinzas de cangrejo. – Iré con vosotras.

            La guerrera de Plutón, cuyo nombre auténtico era el anteriormente mencionado, asintió esbozando una breve sonrisa a modo de disculpa.  A pesar de las apariencias Hotaru, que así se llamaba esa chiquilla, poseía un poder mayor que el de ninguna, exceptuando quizás a la propia Guerrera Luna.

- Sí, aprovechad que los demonios están distraídos con la batalla para eludir la vigilancia de su círculo.- Les indicó Mamoru que, sin embargo, les pidió unos instantes de paciencia cuando añadió. - Pero antes Usagi debe contactar con ellas.
- Lo intentaré, nuestros transmisores son más potentes que los suyos, aun así espero que se encuentren en nuestro radio de alcance - dijo  la Guerrera Luna. - Pero debo cortar comunicación con vosotros. - Añadió dirigiéndose a Luna y Artemis.-

Los gatos estuvieron conformes y apagaron el receptor no sin antes desearles suerte. Por medio de éste Usagi llamó enseguida a las justicieras. El comunicador de las chicas se conectó. Beruche fue la primera en responder al contemplar la imagen de  su amiga.

-¡Cuánto me alegro de verte! - dijo sonriendo sin disimular su cansancio. Y no sólo eso sino que lo admitió con alivio al agregar. - ¿Dónde estáis? aquí estamos agotados de tanto luchar.
-Hemos estado peleando también contra algunos de esos demonios.- Replicó la guerrera.-

            Y  explicó a su interlocutora lo que había ocurrido en pocos detalles, tan pocos que ni siquiera le comentó la presencia del grupo de Roy y los demás. Era algo que ni ella ni ninguna de sus sailors debían hacer, al menos hasta más adelante. Ni la propia Guerrera Luna comprendía por qué, sólo sabía que debía ser de ese modo. Aunque, puestos a buscar razones, no sería conveniente que las hermanas se llevasen tal sorpresa que pudiera mermar su concentración para la batalla, primero con el shock de la incredulidad, y más tarde con la preocupación por sus re encontrados amigos. ¿Y qué sucedería si ellos volvían a perder la vida? Sería terrible, que por ejemplo Petz o Bertie, pasaran por aquello otra vez.

- Os envío a cuatro de nuestras guerreras para ir a ayudaros. Ellas se presentarán por el comunicador. - Le respondió a la Dama del Hielo. -

            Las nuevas sailors saludaron dando sus nombres de batalla, después partieron hacia allá.

-Ya lo sabéis.- Les recordó Plutón a sus compañeras.- Ni una palabra de quienes están luchando contra esos demonios.
-Comprendido.- Asintió su compañera Neptuno.-

            Las otras dos imitaron ese gesto y partieron raudas. Debía ir escondiéndose del enemigo que era abrumadoramente superior en número. Por fortuna, acudían hacia un lugar que no era del interés de aquellos demonios. Entre tanto, Hank había llegado finalmente al cuartel de la secta en la ciudad. Allí, un acólito le estaba esperando. Era de alto rango, dado que el chico se inclinó sumisamente ante él al saludarle.

-Celebro verte, gran hermano Fantoui. Dime. ¿Qué he de hacer?
-Tu misión será la de llevarte a este bebé. Hasta ahora ha sido cuidada incluso por algunas diablesas y acólitas cuando su madre no estaba. Pero este sitio ya no es seguro para ella. - Le respondió aquel tipo.-

            Y mostrándole una cuna cercana le indicó que se acercase. Hank así lo hizo descubriendo una pequeña cría dormida.

-¿Se puede saber qué significa esto?- Inquirió con desencanto.- No pensé que tendría que hacer de niñera.
-Tú harás lo que se te mande.- Le ordenó inflexiblemente aquel tipo.- A eso te comprometiste al unirte a nosotros.
-Y vosotros os comprometisteis a darme a esa chica.- Espetó su molesto interlocutor.- Me lo dijo el Sabio en persona.
-¿El Sabio?- Se burló Fantoui alegando con desdén.- Dudo mucho que se haya molestado en hablar contigo en persona. De todos modos, tú sabrás si te conviene desobedecernos o no…Piensa que el poder que te dan los distintivos que llevas es el que te protege de las hordas demoniacas.- Remachó con un tinte de amenaza evidente.-
-No he dicho que vaya a desobedecer.- Se apresuró a rectificar su interlocutor.- Es que creía que mi misión sería mucho más interesante.
-Te aseguro que es una tarea importante.- Le recalcó su contertulio.- Deberás llevar a esta niña a la dirección que tienes escrita aquí.

            Y dicho esto le entregó un papel doblado y se marchó. Allí se quedó Hank, mirando pensativamente a esa nota.

-Espero que de verdad sea algo importante.- Murmuró con fastidio.-

Mientras, en la escuela pasaron unos minutos. Todo parecía ahora en calma. Las justicieras y su compañero respiraban tranquilos celebrando esa tregua, excepto Karaberasu quien de repente, se alteró.

-¡Chicas, Tom! – les alertó levantándose lo más deprisa que pudo del suelo. - ¡En guardia!, presiento una gran cantidad de energía maligna acercándose.
- Yo no veo nada,- rebatió Petz asomándose cautelosa por una de las maltrechas ventanas. -
-¡Hazle caso a tu hermana!,- terció el chico con tono decidido preparando su espada. -

            Casi sin darle tiempo a decir más un grupo muy numeroso de enemigos cargó contra su puesto. Pese a las descargas de energía que lanzaron contra ellos las chicas, y que diezmaron esa acometida, los supervivientes seguían avanzando. Los defensores tuvieron que retirarse hacia el interior puesto que la pared externa había volado en pedazos por varios sitios y sus terribles adversarios, aunque reducidos en gran parte, penetraron en el aula. Las cuatro justicieras y Tom formaron una barrera alrededor del parapeto de los niños. Los demonios empuñaban dagas curvas y tridentes y se entabló una feroz lucha. Mandobles y descargas de energía. Tom luchaba contra dos a un tiempo cuando un tercero iba a apuñalarle por la espalda. Por fortuna, Kalie pudo enroscar su látigo en el cuello de ese demonio y darle una descarga que lo electrocutó. El joven sonrió levemente y con celeridad acabó con otro de esos monstruos de un tajo de su espada, el restante fue destruido por una flecha de Cooan que multiplicaba sus lanzamientos con frenesí, intentando acabar con la numerosa horda que irrumpía ahora. Sus hermanas Bertie y Petz la cubrían, ensartando  a cualquier enemigo que se les acercase.

-¡Replegaos! - Les ordenó Petz.- No podemos defender tanto espacio.

            Los otros obedecieron. Tom y la propia Petz, junto con Bertie, formaban la primera línea. Tras de ellos, Cooan disparaba su arco y Kalie fustigaba cuantas veces podía con su látigo. Eso hacía a los demonios más complicado el aproximarse sin recibir daños graves o ser eliminados. No obstante, incluso así, había algunos que llegaban a enfrentarse directamente a las justicieras más adelantadas y a Tom.

-¡Ah!- Chilló Bertie cuando uno de sus enemigos le dio un tajo haciéndole un corte en el brazo derecho.-

            Por suerte, su hermana Kalie se lo apartó de un latigazo. Cooan lo fulminó con una de sus saetas. Otros dos que quedaban fueron repelidos por Tom y Petz, quien también sangraba por un corte en la pierna. De hecho le costaba mantenerse en pie pero se esforzaba por resistir. Al fin, el último demonio fue destruido por la katana de Tom. Esa oleada de ataques había concluido por el momento. Todos jadeaban presas del agotamiento.

-¿Qué tal estás, hermanita?- Se interesó Petz por Beruche.-
-Tengo un buen arañazo. Ya sabes que no soporto que nadie dañe mi preciosa y suave piel.- Sonrió ésta, parodiándose a sí misma, o al menos a su manera de ser de antaño, para añadir, entre jadeos de cansancio.- Aparte de eso, estoy bien.
-¿Y tú cómo estás?- Le preguntó Kalie a su hermana mayor.-
-Puedo aguantar.- Aseguró ésta, llevándose una mano a su pierna herida.-

            Tenía una hemorragia que le hacía perder bastante sangre aunque no fuera un corte demasiado profundo. De todos modos requería atención médica, pero no disponían de gran cosa allí. Usando algunas prendas de los niños pudieron pese a ello sacar algunos girones para ser empleados como vendas. Algunos de esos pequeños, los más valientes, incluso la ayudaron a  vendarse.

-Así, Dama del Rayo. Yo te curaré. - Le dijo una cría de color, realmente simpática, en tanto la auxiliaba a sujetar esa vendas con sus manitas.-

            Petz sonrió enternecida. Esa cría y los otros eran el recordatorio del porqué luchaban. De la razón por la que no podían ser derrotados.

-Muchas gracias, tesoro.- Le susurró con voz dulce.- Ya estoy mucho mejor.

            Y en realidad así era. Algo en ella la impulsaba pese al agotamiento y las heridas. En tanto pensaba para espolearse.

-No me comporté como una verdadera hermana cuando debía. Traté incluso de matar a las de mi sangre. ¡Pero ahora voy a ser su protectora de verdad! Las defenderé a ellas y a estos niños.

            A su vez Bertie estaba de rodillas apoyada en su espada. Respiraba con dificultad tratando de reunir alguna de sus escasas fuerzas.

-¿Nos van a matar, Dama del Hielo?- Escuchó preguntarle a una tímida vocecilla.-

            Al mirar hacia la fuente de esa pregunta tan pesimista vio la carita de Sharon, húmeda por las lágrimas. Aquello la hizo reaccionar. Con un ademán le indicó a la cría que se acercase. Ésta lo hizo despacio. Bertie le acarició el pelo y sonrió, moviendo negativamente la cabeza.

-No tengas miedo. Jamás dejaremos que os hagan daño. Te lo prometo, en nombre de Luna.
-¿Vienes de la Luna de verdad?- Preguntó entonces la sorprendida niña.-

            La justiciera se rio con esa cantarina risa suya que hizo que la cría la mirase atónita. Aunque no dijo nada. Fue Beruche la que respondió con tinte afectuoso y voz queda.

-Venimos de mucho más lejos todavía. Pero somos muy amigas de las guerreras de la Luna. Y ellas vendrán a ayudarnos. Ya lo verás.
-Cuando esos demonios vinieron a mi casa nadie nos ayudó.- Sollozó Sharon, llevándose las manos a su carita.-

            Bertie la estrechó entre sus brazos sintiendo verdadera pena por aquella pobre cría. Ya tan pequeña y tan traumatizada.

-Eso no va a pasar aquí.- Sentenció la justiciera, separándose un poco de esa niña y juntando su frente a la de esta para añadir con dulzura.- Pase lo que pase, nunca nos vamos a rendir. Y nuestras amigas vendrán, porque ellas son las defensoras de los niños y de la gente buena. Igual que nosotras. Ahora Sharon, ve y descansa un poquito.
-Tú estás más cansada que yo.- Musitó la cría, ofreciéndose con todo su candor infantil.- Te puedo sujetar la espada. Y pelear un poco contra los demonios para que te duermas. Y te voy a curar.- Le dijo usando un pañuelo para vendarle algo tórpemente el brazo, en donde la justiciera había sido herida y al terminar de hacerle un nudo la niña declaró algo más contenta. - Ya está.

            A su pesar su interlocutora sonrió con una mezcla de ternura y tristeza. Negando con la cabeza una vez más, le susurró a la pequeña.

-Ya me has ayudado. Mucho más de lo que crees, cariño. Ahora, me gustaría que volvieras con tus compañeros y les animases. Por si alguno se asusta. Tú eres una niña valiente.
-¿Y podré ser una justiciera como tú?. Aunque yo no soy de la Luna.- Suspiró la cría preocupada por ese detalle.-
-Todas las chicas con corazón puro y valientes, que así lo quieran, pueden ser justicieras. Cuando seas mayor, seguro que podrás serlo.- Le aseguró su contertulia que le preguntó con afecto.-¿Te gustaría?

            Sharon sonrió débilmente asintiendo con su cabecita. Bertie acarició la barbilla de la niña y la dejó ir a reunirse con los demás pequeños. Algunos estaban tan cansados que hasta se habían dormido. Otros por el contrario, lloraban, y muchos se acurrucaban en posición fetal, atemorizados. La pequeña Sharon, se abrazó con otra niña de pelo castaño, Lydia se llamaba, que sorbía entre sollozos.

-¡Jamás perdonaré a esos miserables! Por todo el sufrimiento y el mal que han traído a este mundo.- Pensó Beruche llena de indignación al ver aquel triste panorama.- Y puede que tampoco me perdone nunca a mí misma el haber sido su marioneta una vez.

            Mientras tanto, Kalie observaba asimismo a esos niños. Aunque seguía intranquila. Percibía que sus enemigos se estaban reagrupando para efectuar otro ataque, y tal y como estaban ahora, ese podría ser el definitivo.

-¡Señor, ayúdanos!- rezaba con creciente desesperanza.- No permitas que estos inocentes tengan un fin tan terrible. Danos fuerzas para pelear por ellos.

            Y se acarició el vientre sintiendo que eso la reafirmaba en su deseo de resistir. Hasta ahora tuvo suerte, los demonios no la habían herido. Y ahora que pensaba en eso, ni tan siquiera la habían atacado directamente.

-Mi arma, al ser de medio alcance, tiene esa ventaja. No preciso luchar a corta distancia. - Se dijo creyendo que obedecería a esa causa.-

            Tom y Cooan habían estado invirtiendo ese tiempo, uno en vigilar por si el enemigo retornaba y la otra en comprobar el estado de los niños. La muchacha colocó a los críos tan apartados de la brecha que defendían como pudo.  Arropando a algunos incluso con sus chaquetitas para que pudieran dormir. Luego se fue hacia el boquete de la pared que custodiaba su novio.

-No sé, Tom.- Le susurró ella para no ser escuchada por el resto.- No creo que podamos resistir mucho más.
-Haremos todo cuanto nos sea posible.- Respondió él.-
-¿Y si no es suficiente?- Inquirió ella con la voz cargada de angustia, tras dedicar una rápida mirada a algunos de sus pequeños alumnos que ahora dormían.-
-Tengamos fe.- Se limitó a responder el chico, posando ambas manos sobre los hombros de su contertulia.-
-Mi fe no es tan fuerte como la tuya.- Se lamentó Cooan.-
-Pero tu amor por esos niños sí que lo es.- Le sonrió alentadoramente él. – Y eso te dará toda la fuerza que necesitas, Connie. Confía en ello.

            La chica sonrió reconfortada y se abrazaron. Aunque en ese instante un ruido se oyó en el exterior, con rapidez se pusieron en guardia. Sus enemigos se movían avanzando hacia allí.

-¡En posición!- Cuchicheó Tom a las otras chicas.-

            Las justicieras se colocaron una vez más en sus posiciones. Ahora los escalofriantes aullidos de esos seres de pesadilla se iban incrementando en volumen a medida que se acercaban.      
-¡Vamos a recibirles como merecen!- Exclamó Cooan, apuntando con su arco y disparando sin cesar, alcanzando a varios de sus adversarios.- ¡Tomad!

            Bertie lanzó algunos rayos de escarcha que impactaron sobre dos de esos monstruos. Pero era insuficiente, al parecer estaban lanzando el mayor y más nutrido ataque, contando con acabar con ellos de una vez por todas. Tom invocó un par de hechizos para crear campos de fuerza que repelieron una andanada de rayos que sus enemigos les lanzaron. Afortunadamente nadie salió herido pero las paredes si que retumbaron, abriendo más grietas y haciendo peligrar la propia estructura del edificio.

-¡Maldita sea!- Masculló Petz enarbolando su jabalina.-

            Y la utilizó con mortal celeridad, atravesando al primero de los demonios que intentó entrar. Su hermana Kalie la ayudó azotando a otros dos. Sin embargo, la cantidad de sus enemigos continuaba aumentando y tres de ellos rompieron más la pared y entraron derribando a la Dama del Rayo.

-¡Petz!- Exclamó Karaberasu quien instintivamente se interpuso entre ella y dos horrendos demonios.- ¡Quietos malditos!

            Uno de ellos levantó su brazo armado con una gran hacha aunque el otro le ordenó con tono gutural al observar a la Dama del Trueno.

-¡A esa no!

            Y se apartaron de ella y de su hermana dejando a Kalie perpleja. No acertaba a entenderlo. ¿por qué habían rehuido la lucha cuando tenían toda la ventaja? Por suerte Tom se ocupó de liquidarles con su katana y Cooan le cubrió. Empero, más monstruos llegaron obligándoles a retroceder. Bertie se llevó una mano a su brazo herido. Agotada.

-No, no puedo más.- Suspiró casi a punto de caer al suelo.-
-¡Aguanta!- le pidió Cooan que trató de sostenerla.-

            Tom se puso delante para protegerlas de un numeroso grupo de aquellos espantosos seres que llegaba cargando contra ellas entre horribles alaridos. Pero el chico estaba asimismo al cabo de sus fuerzas. Apenas podía mantenerse en pie. Kalie y Petz pudieron levantarse pero eran incapaces de moverse. La lucha estaba perdida y todos desfallecerían bajo la siguiente carga enemiga, cuando desde fuera se escuchó.

-¡World Shaking Attack! - Intervino Urano con su ataque desbaratando a la primera fila de demonios que ya trataba de acuchillar a las justicieras. -
-¡Deep submerge Attack!,- añadió Neptuno invocando su poder y terminando con la siguiente oleada.-
-¡Dead Scream! - Concluyó Plutón rematando la andanada con una voz profunda y serena para destruir y desperdigar al resto. -

            Cada ataque había surgido como una gran bola de colores diversos que arrolló a sus enemigos. Saturno, la última que restaba, se ocupó de alejar a los demonios que quedaban afuera.

-¡Silence glaive surprise!- Exclamó enviando una potente andanada de energía que desintegró a una fila completa de enemigos.- ¡Ahora chicas, avancemos!…

            Por su parte sus adversarios replicaron con disparos de energía. Saturno enseguida invocó nuevamente su poder.

-¡Silence Wall!- Dijo levantando una barrera de invisible fuerza que repelió los ataques de los demonios.- ¡Os toca!

Las otras asintieron. Una vez más, con sus ataques combinados, las guerreras barrieron a otra oleada de aquellos seres quienes finalmente se replegaron temerosos de esos nuevos contrincantes que no esperaban. Ya libres de oposición, las cuatro se adentraron en la clase hasta llegar junto a sus aliadas.

-¿Estáis todos bien? - Inquirió Setsuna con una bien contenida preocupación. -
- Sí, gracias - sonrió débilmente Petz que suspiró aliviada dejándose caer de rodillas al suelo pues ya apenas podía mantenerse en pie -, ¡menos mal que habéis llegado a tiempo!
- Esto tiene mal cariz, hay más demonios aquí que dimones en el Mugen.- Comentó Haruka tratando de recobrar el aliento. -

Las guerreras también presentaban grandes síntomas de fatiga. Entre las luchas que habían mantenido junto a sus compañeras y las que tuvieron que librar cuando partieron en busca de las justicieras, podría decirse que estos últimos ataques las habían dejado prácticamente sin reservas. Aunque por suerte esos demonios habían sido en su mayor parte aniquilados y los supervivientes a la vista del poder que esas mujeres habían desplegado, se lo iban a pensar dos veces antes de volver por allí. Al menos, eso esperaban ellas.

- Ya he perdido la cuenta de todos los demonios a los que hemos destruido y aún vienen más. Lo malo es que saben que estamos aquí. Y, tarde o temprano, vendrán aun en mayor número.- Les dijo Beruche  como si pretendiera que ninguna se confiase. -
- Así es, y llegará un momento en que no podremos contenerlos a todos,- declaró Karaberasu con un tinte pesimista, producto del agotamiento. – De hecho ese momento ya había llegado. Gracias al cielo que habéis venido.
-Lo tomaré como un cumplido. El cielo con su viento es mi elemento. - Sonrió Urano.-
-Y además, la estructura de la escuela ha sido muy dañada por los ataques.- Les comentó Cooan, agregando preocupada.- Es cuestión de tiempo que el techo y las paredes se desplomen sobre nuestras cabezas.-

            Aquel era un terrible dilema. Mantenerse allí fortificándose y arriesgarse a que ellos y los niños fueran aplastados por un derrumbe o salir al descubierto y ser a buen seguro masacrados por unas hordas de enemigos muy superiores en número. Nadie parecía decidirse hasta que Tom tomó la palabra comentando de forma reflexiva.

- Al venir me fijé en que hay una iglesia cerca. Hasta ahora era imposible hacer lo que he pensado, pero con vuestra llegada somos más…
-¿Qué nos propones que hagamos?- Se interesó Michiru, (nombre real de Neptuno), que algo intuía, pero deseaba la confirmación del muchacho. -
- Ante todo debemos ocuparnos de los niños. Hay que llevarlos hasta allí. En un lugar sagrado estarán a salvo. Estos demonios son de bajo rango y no se atreverán a entrar. Además, lo que menos esperarán ahora es que nos vayamos una vez que hemos consolidado nuestra posición. Ellos no tienen por qué saber cómo está el edificio.– Le contestó el chico haciendo extensivas sus palabras al resto que movió afirmativamente la cabeza conformes con esa idea. – Es arriesgado pero no creo que tengamos otra opción.
- Vale, pero ¿cómo lo haremos? - Le preguntó Hotaru, a quién las chicas y Tom miraban atónitos al pensar que solamente era una niña. -
- No es en absoluto lo que parece. - Les desveló Setsuna que pareció leerles el pensamiento, con una breve sonrisa que, sin embargo, iluminó su normalmente sereno y serio rostro. – No os fieis de las apariencias.
- ¿O sea que no es una cría? Si casi tiene edad para ser una de mis alumnas. - Sonrió  a su vez Tom mirándola con incredulidad. -
- Soy la Guerrera de la Destrucción. – Repuso la aludida con gesto serio en tanto apoyaba su larga lanza en el suelo. -
- Pues encantados de conocerte, has venido al lugar apropiado para hacer honor a tu nombre. – Repuso Karaberasu, recobrando por unos instantes su ácido sentido del humor de antaño, al remachar. – Si te gusta el jaleo, lo vas a pasar genial.
           
Al oír aquella réplica hasta la propia Hotaru esbozó una fugaz sonrisa. Tras esa pausa y en unos pocos segundos las sailors se presentaron formalmente. Como si quisieran dar tiempo a sus nuevos amigos a encontrar la solución al problema. Finalmente y tras devolver las presentaciones y hacer unos rápidos cálculos, Beruche les respondió.

- Llevaremos cada uno a dos niños a la vez…creo que es lo máximo que podemos hacer.
-Somos nueve. - Terció Setsuna aunque conscientemente matizó. - Podríamos llevar a dos cada uno, excepto Hotaru y la Dama del Trueno. - Añadió habiéndose percatado del evidente embarazo de ésta. - En total dieciséis y son unos....- Contó con la vista a los curiosos niños que contemplaban fascinados a las recién llegadas. -
- Veinticuatro,- le informó Cooan antes de que terminase su cálculo, pues conocía perfectamente el número de sus alumnos. -
- No te preocupes por mí. - Le indicó Karaberasu a Plutón, porque pese a su embarazo tan avanzado, el cansancio y las heridas, sacaba fuerzas sin que ninguno supiera de dónde. - Yo podré llevar a dos también.
- No será necesario que te arriesgues - intervino Hotaru con amabilidad, al parecer Kalie le había caído bien tras su anterior comentario. - Yo también puedo llevar a otro niño más.
-Es cierto, tú ya llevas a uno.- Apuntó Haruka mirando hacia el abultado vientre de esa mujer.- Déjanos ayudarte.
-Eres muy amable.- Sonrió trémulamente Karaberasu para suspirar.- Pero no deseo haceros cargar con más responsabilidad por mi causa.
- Será mejor que solamente transportéis uno cada una. – Intervino oportunamente Tom añadiendo a modo de justificación. - De todas maneras habrá que hacer dos viajes para ponerles a salvo a todos.- Y si vosotras sólo tenéis que ocuparos de un niño tendréis más posibilidades de cubrirnos a los demás en el caso de que nos atacara el enemigo.

            Tras unos instantes de reflexión, tal y como estaban las cosas, ambas tuvieron que ceder con el consuelo de guardar las espaldas de todos.

-¡Entonces vamos! - arengó Haruka que les indicó con estratégica prevención. -Iremos en dos grupos, de cuatro y cinco, para no desproteger el sitio. Los primeros que lleguen aguardarán a los otros hasta que les releven en la iglesia. Tendremos que darnos toda la prisa que podamos. Esos bastardos pueden regresar a la carga en cualquier momento.
- Mejor lo haremos de otro modo si os parece bien. - Corrigió Tom esbozando un nuevo plan. - Primero iremos las chicas y yo. Podremos llevar en total a nueve niños. Cuando lleguemos allí tú, Kalie, puedes quedarte protegiendo la iglesia. De todos modos, dudo mucho que se atrevan a atacarla, pero vale más estar seguros. En cualquier caso, al ser un lugar sagrado es mucho más fácil de defender y una sola justiciera podrá aguantar hasta que volvamos. De esta forma las demás chicas y yo nos reuniremos con vosotras, guerreras, que nos cubriréis para regresar aquí. Entonces podremos evacuar al resto de los críos de una vez y llegar a la iglesia con la cobertura de Karabarasu.- ¿Qué os parece? La primera vez podremos nosotros solos porque tendremos el factor sorpresa. La segunda, pese a que yo use algún conjuro para levantar niebla o cosa similar, a buen seguro necesitaremos que nos apoyen.- Explicó. -

Después de unos momentos para sopesar aquella idea las sailors parecieron estar conformes y tras una última mirada al exterior para asegurarse de que tenían vía libre comenzó la operación. Mientras tanto en el combate, Zafiro era duramente castigado por el demonio que le levantó agarrándole del cuello con un brazo. Después le alzó sobre su cabeza ayudado por el otro en señal de triunfo.

-¡No voy a permitir que vuelvan a matar a mi hermano delante de mí otra vez!- Gritó Diamante visiblemente furioso y  preocupado, acumulando energía con rapidez. -

Pero Roy le detuvo posando una mano sobre el pecho de su airado compañero a lo que éste espetó enfureciéndose aún más y cargando de angustia su voz.

-¡Déjame intervenir! ¿No ves que ese demonio va a matar a Zafiro?

            Los otros también estaban preocupados por la suerte de su compañero, pero no se movieron optando por observar a Roy y a Diamante. Y en efecto, el descendiente de saiyajin, sujetándole por los hombros, le dijo al acalorado príncipe usando un tono de calma y frío análisis que a la vez trataba de ser tranquilizador.

- No te precipites. Siente la fuerza de tu hermano, es mucho mayor de lo que parece. No trates de intervenir porque lo echarías todo a perder. Déjale que gane a su manera.

            El inquieto muchacho dudó al principio dirigiendo una mirada de incredulidad a Roy, pero finalmente se impuso su control y la confianza en su amigo y se tranquilizó lo suficiente para analizar el poder de Zafiro.

- Sí, es cierto. No me había percatado, - reconoció más aliviado, objetando a renglón seguido con un resto de inquietud  - pero. ¿Por qué se deja golpear así?
- Es un truco que Piccolo nos enseñó - intervino Nephrite entonces al darse cuenta de ello también. -¿No te acuerdas, Diamante? Deja que tu enemigo piense que estás débil para luego sorprenderle. Tu hermano y yo lo practicamos mucho durante los entrenamientos.
-Sí, ¡es verdad! - Subrayó Ail recordando las sabias palabras de su mentor.- Cuando quieras eludir un combate aparenta ser más fuerte de lo que eres y cuando quieras atraer a tu adversario y que éste baje la guardia, pretende ser más débil…
-¡Claro! Cuando menos se lo espere ese maldito monstruo, Zafiro le dará una buena sorpresa.- Remachó Roy para  terminar de sosegar al príncipe. -

            El demonio, ajeno a esto, se volvió entre tanto hacia su líder confiado en su triunfo.

-¡Mira amo, he vencido! ¡Le tengo dominado como a un pelele! ¡Ja, ja, ja!.... - Se jactaba orgullosamente apartando la atención de su enemigo. - ¿Cómo deseas que acabe con él?
-¡No te confíes! - Le espetó Nasgahel al sorprendido Gengenel, sentenciando furioso - ¡fíjate bien en su aura energética, imbécil!

            Pero antes de que el interpelado pudiera repasar las constantes de su rival, Zafiro sonrió atravesando al desprevenido demonio con un rayo de energía en mitad del pecho. Al momento se soltó y golpeó a su enemigo que cayó gravemente herido.

-¡Me has engañado, maldito! - Pudo decir Gengenel con voz ronca y temblorosa, a la vez que atónita, tratando de levantarse sin lograrlo. -
-¡Pues claro que sí!- rio el aludido con regocijo, afirmando - yo también se hacer trampas. Eres muy estúpido o muy ingenuo para ser un demonio, ¿o te habías creído que únicamente tú podías emplear trucos sucios? ¡Ahora despídete! - le gritó lanzando contra él una poderosa onda de poder que desintegró al Gengenel que sólo pudo responder con un débil aullido. Tras lo que el joven sentenció. – Uno menos…

            Maltrecho y agotado pero victorioso, Zafiro volvió con su grupo. Diamante le recibió con un abrazo.

-¡Muy bien, hermanito! – Exclamó sonriendo verdaderamente orgulloso. - ¿Desde cuándo empleas esos trucos tan sucios, eh? Con lo legal que tú eras.
- Después de mi muerte a manos del traidor del Hombre Sabio me juré a mí mismo no volver a ir de pardillo. (Palabra ésta adquirida del vocabulario de Roy). Seré yo quien sorprenda a mis enemigos, no ellos a mí.- Declaró tranquilamente mesándose la barba y comiéndose una alubia. -

-¡Muy bien, si señor, así se hace! - Le halagó entusiásticamente Roy. - Parece que te hayas criado en Brooklyn, muchacho.

-¡Pues la verdad, a tanto no llego, pero ser de Némesis y  pasar medio año contigo tampoco está nada mal como adiestramiento! - Rio Zafiro. -

            Todos compartieron una distendida carcajada. Parecía mentira que aún en ese momento tan difícil y duro tuvieran ganas de reír, pero sus voluntades eran ahora verdaderamente fuertes y eso llenó de primero de asombro y después de preocupación a  los demonios. Desde luego en el otro bando, no quedaban ganas de tomárselo a broma. Nagashel, muy irritado por la nueva derrota, ordenó a Aspiez que se adelantase. Ahora fue Nephrite el que dio el paso adelante y dijo con decisión.

- Bueno, es mi turno. Deseadme suerte, muchachos.

            Todos chocaron las manos estilo equipo de baloncesto, como les había enseñado Roy. En ese momento, coincidiendo con la ausencia de enemigos, las guerreras, Tom y las justicieras comenzaban el traslado de los niños. El chico conjuró una especie de niebla mágica para contribuir a pasar más desapercibidos. Aunque pareció no ser necesaria.

-Avanzad con cuidado.- Les susurró Petz.-
-Niños.- Les comentó afablemente Bertie a los pequeños en tanto les iban sacando.- Tenemos que estar muy calladitos. No hagáis ruido. ¿Me lo prometéis?

La mayor parte asintieron con sus cabecitas. Otros todavía sollozaban muertos de miedo, y algunos incluso estaban tan adormilados que solamente había que tomarlos en brazos.

-Vamos, dadme la mano.- Les indicó Cooan.-

            Desde luego a primera vista ese plan no parecía ser muy eficaz. Antes pensaron incluso en sacarles todos en un gran grupo y llevarles rodeados a fin de protegerles. Sin embargo, eso tenía la pega de que si el enemigo atacaba con rayos de energía podrían acabar con todos los pequeños si el grupo no era capaz de cubrirles a tiempo. O bien que el pánico pudiera provocar que algún crio corriera alejándose de la protección de sus escoltas. Por ello, sería más aconsejable llevarles de dos en dos. En caso necesario, las chicas y Tom podrían agarrar a cada uno con un brazo y correr con ellos, a excepción de Kalie quien se ocuparía únicamente de un pequeño. Sin embargo, fue esta misma la que, tras un rato de caminar sin novedad, comentó sorprendida.

-Ahora no percibo nada. Es como si esta zona se hubiera quedado desierta.
-Podría ser una trampa. Esos monstruos bien pudiera estar acechando escondidos.- Repuso Petz en voz baja, para que los niños no la oyesen.-
-Me adelantaré un poco.- Les dijo Tom.-

            El muchacho avanzó algo más rápido, dejando a sus niños al cuidado compartido de Cooan y de Bertie. Echó una ojeada al área más próxima y aliviado, pudo constatar que no había nadie. Enseguida retornó a informar.

-¡Vamos! Tenemos que aprovechar.- Las urgió.-

            Y siguieron su camino sin toparse con ningún enemigo. Al fin divisaron ese edificio religioso.

-¡Menos mal!- Sonrió la Dama del Fuego.-

            Se llegaron ante la puerta. Estaba cerrada. Seguramente habría gente refugiada dentro. Bertie se acercó y tocó.

-¿Hay alguien?- Inquirió pero nadie contestaba.- No tengan miedo, no queremos hacerles ningún daño. Traemos unos niños que necesitan refugio y atención.- Declaró.-

            El ruido de unos pasos les hizo ponerse en guardia. Por fortuna tal precaución no era necesaria. Una mirilla delató la presencia de gente en el interior, y al poco, una voz de hombre que parecía de edad avanzada, preguntó.

-¿Quiénes son?
-Somos las justicieras, y les pedimos ayuda. Traemos a un grupo de niños.- Repuso Bertie apresurándose a añadir.- No somos demonios…

            Y entonces le mostró la cruz que llevaba al cuello. Aquel recuerdo que Roy le dejase. Eso obró el pequeño milagro de hacer que los batientes de esa puerta crujiesen. Esta se abrió un poco y al del otro lado la chica pudo ver a un hombre de pelo blanco que vestía sotana.

-¿Es cierto?- Inquirió ese cura con perplejidad-
- Sí, padre.- Intervino entonces Tom.- Traemos a unos niños que precisan protección y refugio.- Debemos dejarles aquí e ir a por más que están esperando en una escuela cercana.

            Tras unos instantes de duda, esa puerta entornada se abrió más. Aquel sacerdote y un par de individuos miraron atónitos a esos niños que, cansados, llorosos y con mirada suplicantes, aguardaban fuera.

-¡Por el amor de Dios!  ¡Háganles pasar!- Exclamó el cura.-

            Las justicieras y Tom así lo hicieron. Dando gracias al Señor en su fuero interno, entraron en la iglesia. Además de ese sacerdote que les guió adentró acomodando a los pequeños, algunas otras personas encendían velas para alejar a los enviados del maligno. Otros refugiados, en su mayoría mujeres, niños y algún anciano, rezaban atemorizados. Cuando escucharon ruido en el exterior cundió el pánico al creer que eran aquellos terribles seres infernales pero, al darse cuenta de que se trataba de las justicieras y unos niños, los chillidos de horror se tornaron en vítores de alegría y aplausos. Los recién llegados sonrieron reconfortados. Para todos fue un gran apoyo moral constatar que no estaban solos.

-La Dama del Trueno se quedará aquí para protegerles hasta que retornemos con los niños que faltan.- Explicó la Dama del Rayo a los allí congregados.-
-Quedad tranquilos, no he sentido nada maligno cerca en la última hora.- Afirmó Karaberasu.-

            Fiando en esas percepciones de su hermana las chicas asintieron dispuestas a marcharse junto con Tom. La pequeña Sharon se aproximó a La Dama del Hielo y con gesto y vocecita suplicante le pidió.

-¡Por favor, no te vayas!
-No te preocupes, cariño, volveré enseguida. Tengo que ir a buscar a los demás niños.- Respondió la interpelada con cariñoso tono. Para agregar.- Prométeme, que estarás con los demás y que les cuidarás. ¿Vale?

            La niña asintió de un modo dubitativo, Bertie le dedicó la mejor de sus sonrisas y partió para unirse con el resto. Tras recorrer el camino de vuelta, que seguía solitario, se plantaron de inmediato en la escuela.

-¿Cómo ha ido?- Se interesó de inmediato la guerrera de Plutón al verles volver.-
-Maravillosamente.- Declaró Petz.- No hemos visto ni a un solo demonio.
-Eso es estupendo.- Afirmó la guerrera de Urano, que se unió a la conversación.-
-¿Y vosotras?- Se interesó Cooan.-
-Tranquilas. Nuestra compañera Saturno está con los niños, jugando un poco con ellos. Lo cierto es que los pequeños la han aceptado enseguida como a una más.- Sonrió Setsuna.-
-Y Michiru está con ellos también. ¡Le ha tocado hacer el papel de maestra!- Sonrió Haruka.-

            Y en efecto, vieron a esa niña en uniforme de guerrera, sentada con las piernas cruzadas en el suelo y jugando al piedra, papel o tijera, con un par de críos al tiempo que sonriendo con ellos. Las justicieras se miraron entre sí, visiblemente sorprendidas. Habían visto a esa muchacha combatir haría apenas un par de horas y era todo lo fiera y poderosa que se pudiera imaginar. Destruyó a muchos demonios con un simple ataque y también les protegió con una potente barrera de energía. Ahora no obstante, daba la impresión de ser exactamente lo que parecía, una cría de apenas doce años. Entre tanto, su compañera la guerrera de Neptuno, actuaba en verdad como si de una paciente y dulce maestra se tratase, hablando a los pequeños con naturalidad y afecto, pero manteniendo un grado importante de formalidad.

-Niños, tenéis que sentaros en orden.- Les comentaba a unos cuantos de ellos en tanto les estaba dibujando algo en lo que quedaba de la pizarra. –
-¡Eres una gran artista! - La elogió Cooan, al ver los trazos que esa mujer estaba dando con una tiza.- Dibujas de maravilla.
-Muchas gracias, es una de mis aficiones.- Sonrió esa joven de cabello color verdemar.-

            La guerrera Urano intervino entonces comentando a sus compañeras con tono directo aunque considerado.

-Tenemos que irnos. Prepararos.

            Las dos asintieron y dejaron los juegos o las explicaciones de inmediato. Fue la Dama del Fuego quien les dijo a los pequeños.

-Bien niños, ahora vamos a ir a un sitio en el que estaréis mucho más cómodos y seguros, igual que vuestros compañeros lo están ya.

            Los críos se levantaron del suelo o de las sillitas que ocupaban y dócilmente se dejaron conducir hacia el exterior. Tom , Bertie y Petz aguardaban en la entrada.

-Parece que el enemigo se ha marchado.- Comentaba con alivio la Dama del Hielo.-
-Esperemos que sea así.- Repuso la Dama del Rayo, admitiendo.- No creo que fuera capaz de librar otra batalla ahora.
-Cuanto antes llevemos a estos niños a la iglesia, antes podremos tomarnos un descanso.- Les comentó Tom.-

Ambas asintieron, al poco la Dama del Fuego y las tres sailors salieron con los críos. Por fortuna hicieron nuevamente aquel recorrido sin toparse con ningún enemigo. Era extraño pero los numerosos demonios de los alrededores parecían haberse esfumado, al menos por el momento. En esta ocasión, el sacerdote y los demás les esperaban y abrieron de inmediato al verles llegar. Ni tan siquiera le preguntaron a la Dama del Trueno como habían ido las cosas. Se podía ver con claridad que la calma reinaba en ese lugar. Por si acaso y a modo de necesaria precaución, una vez concluyó el traslado y estuvieron dentro aseguraron con bancos las puertas y se distribuyeron de guardia por los ventanales. Las gentes les ayudaron a cuidar de los pequeños, cosa que las guerreras y las chicas agradecieron. Incluso les dieron un poco de comida de la que tenían allí almacenada.

-Muchas gracias.- Sonrió afablemente Bertie al recibir un plato de sopa.-
-Por suerte, en esta parroquia tenemos un comedor de beneficencia.- Le contó una mujer anciana que fue quien le sirvió.-
-No queremos privarles de alimentos.- Intervino Cooan a la que habían dado otra ración.-
-En absoluto, señorita.- Afirmó un hombre de color, también entrado en años.- Ustedes los necesitan más que nosotros.
-Los niños tendrán más necesidad.- Intervino Tom.-
-Pierda cuidado, joven. Les estamos preparando algo.- Sonrió esa anciana.-

            Las chicas y Tom, se sentaron alrededor de una sencilla mesa de madera. Todas excepto Petz quien insistió en estar de guardia.

-Pero tienes que comer.- Le dijo Karaberasu.-
-Después, cuando vosotros hayáis terminado.- Replicó inflexiblemente su hermana mayor, alegando.- Alguien tiene que montar guardia.
-En tal caso, esperaré contigo.- Afirmó su interlocutora.-
-Tú debes cuidarte. Come y descansa.- Le pidió Petz.-
-No quiero dejarte sola. Además, será cosa de unos veinte minutos. Lo que tarden nuestras hermanas y Tom en tomar algo.- Insistió Kalie.-

Su contertulia suspiró, no iba a ponerse a discutir, estaba demasiado agotada. Y ese no era el lugar ni el momento adecuado. Tuvo que asentir.

-Podéis sentaros todos juntos a la mesa. Nosotras nos haremos cargo de la vigilancia - Intervino Amablemente Setsuna, que les aconsejó.- Pasad tiempo juntos. Todo el que podáis mientras haya calma. Disfrutad de la compañía.
-Muchas gracias.- Sonrió afablemente Petz, aliviada al escuchar eso.- Luego os relevaremos. También debéis reponer fuerzas, chicas.

            Así lo convinieron. Y tanto Tom como las hermanas dieron buena cuenta de la sopa y los sándwiches que les sirvieron. Tras terminar ese frugal almuerzo que sin embargo, les supo como el mejor de los banquetes, y cuando estuvieron mínimamente organizados, Beruche llamó a Ami sin obtener respuesta. Preocupada, recurrió entonces a Rei utilizando su comunicador para explicarle como iban las cosas.

-Me alegra saber que habéis podido refugiaros en esa iglesia sin contratiempos.- Comentó sailor Marte.-
- Sí, por fortuna todo fue muy bien. - Le informó  con evidente alivio. – Gracias a la ayuda de vuestras compañeras.
-¿Están ellas por ahí?- Quiso saber Rei.-
-Ahora están comiendo un poco.- Le contó su interlocutora.-
-Bueno, entonces las dejaremos que descansen por un rato.- Sonrió la sailor.-
-¿Qué tal vosotras?- Se interesó Bertie.- No he podido contactar con Ami. ¿Está bien?- Quiso saber no sin temor.-
-No te preocupes, seguimos aquí, a cubierto, algo magulladas pero ilesas en lo esencial. Y Ami también está a salvo. Pero se encuentra muy ocupada con su visor y su computadora, tratando de calcular los movimientos del enemigo. Por eso no habrá podido recibir tu llamada. - Le explicó su contertulia.-
-Mejor que sea por ese motivo.- Convino una aliviada Bertie quien añadió a modo de sugerencia.- Si podéis y las localizáis, id a por las piedras de invocación. Con que os hagáis con una bastará, de este modo romperéis su puerta dimensional y no serán capaces de traer a nadie más. Suerte.
-Muy bien, comprendido, ya estamos en ello, gracias.- Repuso Rei guiñando un ojo y despidiéndose. – Cuidaos mucho. Cambio y corto.

            Guerrera Marte dio cuenta de su conversación a las otras y enseguida celebraron un pequeño conciliábulo para perfilar un plan.

-Mis lecturas confirman lo que Bertie te ha dicho.- Aseguró Ami, suspirando.- Lástima no haber podido conectar con ella. Pero necesitaba toda mi energía para hacer el escaneado de ese vórtice. En cuanto a esas piedras, creo haber detectado su posición.
-Yo creo haber visto donde las tienen -  intervino Makoto, arengando al resto. - ¡Vamos a por ellas!
-A mí también me pareció ver algo. No estaban lejos de aquí. Si somos rápidas y lo hacemos bien no se darán cuenta.- Añadió Minako con patente optimismo.-

            De modo que las chicas se dispusieron a actuar deprisa, tenían que aprovechar el interés de los demonios menores por los combates. Ellas también se habían alegrado por la victoria de Zafiro. Pero no quisieron vitorearlo esta vez por no repetir lo sucedido con anterioridad y atraer la atención del enemigo que, furioso por otra derrota, las habría atacado de inmediato. Y lo que más les interesaba en ese momento era pasar desapercibidas. Ahí radicaría su ventaja para llevar a cabo su plan con éxito.

-Ahora permanezcamos en silencio.- Indicó Guerrera Luna.- Al parecer, otro combate está a punto de empezar. Aprovecharemos entonces cuando los demonios estén pendientes de eso…


El resto convino en ello. Entre tanto, en el páramo ahora le tocaba el turno a Nephrite, príncipe de los Cuatro Cielos, que fuese uno de los nobles terrestres vasallos de Endimión, la personalidad de la antigua vida de Mamoru. Tanto éste, como Usagi, Rei y Ami, los únicos que habían llegado a conocerle, junto con las otras sailors que le veían como a un aliado más, le desearon suerte.

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