Tras tomarles un tiempo, debido a los atascos en las
carreteras de muchísimos vehículos que salían de Nueva York, Malcolm y Melanie
pudieron llegar hasta la calle en la que vivían los padres de su amiga.
-No sé si esto es una buena idea.- Dudaba Roberts
pese a todo.-
-Tenemos que hablar con ella. Dijo cosas muy
extrañas y tengo la impresión de que no fue debido a su enfermedad.- Comentó Melanie,
alegando con tono cómplice.- Tú y yo hemos visto algunas de ellas.
-Es cierto.- Tuvo que admitir su interlocutor.-
El
caso es que Melanie había telefoneado a su padre. El general Sanders se limitó
a pedirle, o más bien ordenarle a su hija, que se alejase todo lo posible de
Nueva York. Pero no quiso darle detalles de lo que pudiera estar ocurriendo
allí, alegando secreto militar. Eso era lo que la joven había esperado.
-Ve a casa con tu madre.- Fue la indicación que le
dio.-
Aunque
la señora Sanders vivía en Augusta, en el Estado de Maine. Estaba separada de
su esposo que permanecía en Washington DC. Pese a todo la relación de ambos era
cordial. Compartían por supuesto el amor
y la preocupación por su única hija.
-Podemos ir a visitar a mi madre cuando veamos a
April. Y luego ir a ver a tus padres y a tus hermanos. - Le comentó Melanie a
su novio.-
-Mi casa está en la dirección opuesta. Para llegar a
Lexington, tendríamos muchos kilómetros de viaje. No te preocupes, Mel. Llamaré
a mi familia, les diré que estamos bien e iremos a ver después a tu madre.
En
eso convinieron, y tras tranquilizar a sus parientes al fin llegaron a la casa
de los padres de April. Llamaron a la puerta con gesto inquieto, aunque para su
sorpresa fue la propia muchacha quien les abrió, exclamando llena de alegría.
-¡Mel, Malcolm! ¿Cómo vosotros por aquí?
En
un principio ninguno pareció saber que responder. Al fin, Melanie tomó la
palabra con tono dubitativo y forzando una sonrisa.
-Vinimos a ver como estabas.
-Estoy mucho mejor, gracias. Me han hecho algunas
pruebas. Me desmayé. Eso me contaron mis padres, cuando estaba ensayando.
También me dijeron que vosotros les avisasteis y que gracias a eso pudieron llevarme
al hospital. Pese a haber estado inconsciente varios días estuvisteis ahí.
Muchas gracias.
Sus
interlocutores se miraron perplejos. A buen seguro esa habría sido la historia
que los padres de esa pobre chica le contasen. De modo que, esbozando sendas
sonrisas de circunstancias asintieron.
-Pasad, por favor.- Les pidió amablemente la
muchacha.- Mis padres han salido un momento.
Los
dos entraron en la casa. Todo parecía estar tranquilo, el salón ordenado y
April de un estupendo humor. No obstante a Melanie le pareció ver algo extrañó
en su compañera, aunque no sabía a ciencia cierta qué. El ambiente estaba a su
vez algo cargado. Demasiado perfume flotaba en esa habitación. Le pareció raro.
April nunca había usado tanta colonia ni era propensa a utilizar ambientadores
fuertes. Quizás fuese cosa de sus padres. Dejó eso de lado y a invitación de su
anfitriona ella y Malcolm tomaron asiento en un sofá que presidía esa estancia.
-Dinos. ¿Entonces todos estáis bien?- Inquirió
Roberts, comentándole.- Lo que dicen en las noticias es muy preocupante.
-Sí, esos terroristas son muy peligrosos. Deben de
tener una bomba atómica o algo así. Y también muchos seguidores. Pero creo que
el ejército y la policía han cerrado los accesos a Nueva York. Seguro que
dentro de poco todo se arreglará. – Comentó optimistamente April.- Mis padres
fueron a comprar comida y agua embotellada. No pienso que nos sea necesaria, pero
más vale prevenir. Por si tuviéramos que refugiarnos en el sótano.- Rio. –
Sus
amigos se miraron con estupefacción. Daba la impresión de que esa chica no
recordaba absolutamente nada. Tras charlar un poco con ella, recordando los
viejos tiempos, decidieron no importunarla más.
-Debemos dejarte, tengo que ir a ver a mi madre,
vive en Maine y supongo que estará a salvo…
-Pero más vale prevenir, te entiendo.- Sonrió
solidariamente April.-
Le
dio un fuerte abrazo a Melanie que esta correspondió. Después otro más suave a
Roberts. Acompañándoles hasta la puerta les comentó con jovialidad.
-Seguro que estará bien. Tened cuidado y si necesitáis
alguna cosas, por favor. Llamadme.
Los
dos visitantes asintieron marchándose. Tras cerrar la puerta, April les observó
alejarse mirando a través de una ventana. Sonrió aviesamente y musitó.
-Buen intento. Admito que sois realmente buenos.
Pero no he caído en vuestra trampa. Ni en la de esos embaucadores que decían
ser mis padres.
Justo
en ese instante, se percató de aquellos cabellos suyos de color oscuro que
todavía asomaban bajo su pelo de color castaño.
-¡Qué descuidada!- Se dijo suspirando.- Si quiero
fingir ser April, no tengo más remedio que hacerlo bien. Menos mal que Melanie
no se dio cuenta. Esa traidora de mi hermana dejó que se llevasen a Marla,
¡jamás se lo perdonaré!..
Fue
al cuarto de baño, allí tenía ese bote de tinte. Lo miró con gesto reflexivo y musitó.
-Es la hora de recobrar mi aspecto e ir a buscar a
mi niña.
Paralelamente a esos acontecimientos, en el páramo
la lucha proseguía. Durante una breve pausa antes del siguiente combate, los
dos grupos se miraban estudiándose en silencio. Nephrite llevado por la
confianza se dirigió en voz baja hacia Roy.
- No creo que ese tipo me dure mucho, acabaré
enseguida con él.
- No le menosprecies - le advirtió su compañero con
tono serio. - Son peligrosos enemigos, y ten cuidado amigo, no creo que éste
caiga en la misma trampa que los otros ahora que han visto que no somos simples
marionetas. ¡No bajes nunca la guardia y pelea como sabes! - Terminó de arengarle
para añadir un amistoso y esperanzado. -
Buena suerte.
El
interpelado afirmó con un gesto de su cabeza y se desplazó hacia el terreno de
lucha, en su mente quedaban aquellas últimas palabras que le susurró a Naru.
Esa joven chica humana que había logrado abrir su corazón a la bondad. Le
parecían tan lejanos aquellos días, cuando fue designado por su entonces soberana,
la cruel reina Beryl, para que obtuviera los cristales arco iris a fin de
despertar a sus siete demonios allí contenidos. Al principio lo intentó
tratando de hacerlo con energía humana que obtenía de sus múltiples
estratagemas. Y en una de ellas conoció a aquella muchacha, cándida, dulce y
que, a pesar de todo, se enamoró de él. Al principio Nephrite juzgó aquella
forma de ser como una debilidad humana más que podría explotar en su beneficio.
Pero pronto comprendió que, lejos de ser algo absurdo, era un sentimiento bueno
y noble que le devolvía aquella condición perdida de príncipe terrestre. Recordaba
cuando aún no había sido poseído por el mal y, en su otra vida, protegía a su
señor Endimión. Aunque el demonio Metalia acabó con ellos y les reencarnó en
sus siervos. Dominados por su maldad trataron de destruir la Tierra y a la
princesa que había renacido en ella. No obstante cuando comenzó a vivir bajo la
identidad de Masato Sanjouin y trabó contacto con Naru, ella le descubrió aquel
mundo de pequeñas cosas como el postre de chocolate, que él nunca llegó a
probar. Lo cierto es que, trató de servirse de la chica para que Sailor Moon
apareciera y poder derrotarla, pero su intrigante y malévolo colega Zoisite se
adelantó. Raptando a Naru mediante sus demonios subalternos y exigiéndole a él
el cristal negro, único medio de localizar los cristales arco iris. Nephrite no
podía dárselo pero tampoco fue capaz de quedarse de brazos cruzados a pesar de repetirse hasta la saciedad que a
él no le importaba el destino de una humana. Pero intentó convencerse de ello
en vano. Para entonces su corazón ya había sido tocado por ella. Así que la
rescató resultando herido y la sacó del sitio en donde la tenían escondida.
Entonces ambos charlaron y él fue completamente sincero por primera vez desde
que podía recordar. Le contó a la chica quién era en realidad y lo que había
pretendido. Y para su asombro a Naru no le importó. Él aún tenía presentes las
palabras de aquella chica cuando, tras rescatarla de los esbirros de Zoisite, la
llevaba en brazos y ella suspiró agradecida.
-Ha venido a salvarme, muchas gracias.
-No me las des. Ni yo sé bien porqué lo he hecho. –
Pudo replicar él, que ciertamente se hallaba desconcertado por su propio
proceder y más cuando, a pesar de su propio asombro le confesó. - Te estuve
engañando todo el tiempo. En el fondo soy un villano, lo he sido siempre y eso
es algo que no va a cambiar.
-No me importa – le sonrió la muchacha dejándole aún
más sorprendido cuando ella añadió de forma dulce. - Mientras esté a mi lado no
me importa ser engañada.
Él la dejó de pie en el suelo mirándola con estupor.
La chica le seguía sonriendo de aquella manera tan especial, que a él le
llegaba dentro de su corazón, barriendo cualquier otro tipo de sentimiento,
incluso los negativos que tenía como general de Metalia. Entonces Naru miró en varias
direcciones con gesto preocupado, Cerca había un parque y ella le tomó de una
mano guiándole dentro. Buscaron refugio sentándose apoyados en un árbol. La
chica, rasgándose parte de la chaqueta de su propio pijama, le decía con
inquietud cuando vio rastros de su entonces verdosa sangre, afectada por el
ataque de un devilster.
-Le han herido por mi culpa. ¡Cuánto lo siento! Y
esos malvados podrían volver.
-No te preocupes – sonrió él quitándole importancia.
– No es nada.
No obstante, ella se dio buena maña en vendar aquel
rasguño y él pudo mover el brazo con soltura.
-Muchas gracias. – Pudo decir el chico, en verdad
tan reconocido como sorprendido por aquel grado de atención y de cariño que
había puesto esa jovencita. -
-Señor Sanjouin - repuso la chica de forma tímida,
casi vergonzosa. - Cerca de aquí hacen
un delicioso postre de chocolate. Y yo me estaba preguntando. ¿Le gusta a usted
el chocolate?
-Sí, me gusta – pudo decir él dubitativamente, en
realidad ni sabía lo que era eso. -
Aunque la chica lo notó enseguida puesto que replicó
con suavidad pero a la vez contundencia.
-Miente. Pero lo hace por amabilidad y con
elegancia.
-Lo siento mucho. – Pudo decir él alegando como
excusa.- Realmente no sé casi hablar con otros sin mentir. Aquello es tan
consustancial en mi reino que muchas veces me cuesta decir la verdad, incluso
en temas tan triviales. Allí lo normal es que nos mintamos y nos traicionemos
unos a otros.
-No se preocupe, no me importa,- sonrió tímidamente
ella que añadió con tinte casi soñador. - Había pensado que, si alguna vez
pudiéramos ir usted y yo a comer ese postre de chocolate sería muy bonito. ¿No
cree?
-Sí- contestó entonces él aunque ahora de forma
firme. – Iremos alguna vez.
-¿Lo dice de verdad? – Afirmó ella esperanzada. -
-¿Crees que te miento? – Pudo replicar él y esta vez
siendo capaz de expresar lo que realmente sentía. -
-No, sé que lo dice de veras. ¡Soy tan feliz!
Lo cierto es que entonces él pensó que por qué no.
Después de lo que había sucedido lo mejor sería dejar el reino de la oscuridad.
Abandonar a esos malvados de los que ahora renegaba e incluso unirse a la Guerrera
Luna para combatirles. Él podría ser de gran ayuda. Conocía su emplazamiento y
sus planes y ya no le parecía tan adecuado lo que querían hacer con ese mundo.
Sobre todo si eso amenazaba a personas buenas como Naru. Lo irónico de todo es
que él mismo quiso emplear aquello como una argucia. Desertar para unirse al
enemigo era una mentira que él mismo le había contado a esa muchacha en la
esperanza de que ella le revelara donde
se hallaba Sailor Moon. Ahora en cambio deseaba que llegase a ser posible.
Meditaba aquello cuando la chiquilla le miró con gesto candoroso y le preguntó.
-¿En su mundo hay algún día en el que ustedes no
tengan que trabajar porque sea fiesta?
Nephrite se quedó sorprendido. Jamás había oído tal
cosa. Tuvo que reírse para contento de la muchacha que se lo hizo notar.
- ¡Se ha reído! ¡Qué tontería! ¡Yo rio y lloro al mismo tiempo!
Fue
entonces cuando él sintió que algo iba mal. Los malditos esbirros de Zoisite
les atacaron a traición pillándole con la guardia baja en esos momentos.
Nephrite resultó mortalmente herido al ser atravesado por un sarmentoso brazo
de un youma e interponerse posteriormente en la onda expansiva de varias
explosiones causadas por otro, escudando a la joven con su propio cuerpo. Pese
a todo todavía pudo protegerla dándoles el cristal negro a sus enemigos. Su
colega y contrincante se burló cruelmente de él pero eso no le importó. Sólo
sufría por la chica y ella derramó lágrimas por él. Pese a que el muchacho,
viendo que llegaba su fin, le pidió a
ella que huyera, la joven no quiso irse de su lado. Esa fue la última cosa que
terminó por abrir su corazón. Las mismas guerreras acudieron en su ayuda
destruyendo a esos demonios, pero ya era tarde. Murió abrazado a Naru y las
lágrimas limpias de ella le lavaron el alma. Después llegó al Cielo y allí
recibió la oferta de Landar que le habló con estos términos.
- Has expiado muchas de tus culpas con tu muerte,
ahora, si deseas terminar de limpiar tu conciencia, te ofrezco la posibilidad
de hacerlo.
Él
asintió, era lo que más deseaba. Ahora sabía lo que era el amor y descubrió también la amistad cuando llegaron
sus otros compañeros. Se había entrenado y esforzado como nunca creyó posible
para superar todas las pruebas y había llegado el momento de ver si aquello
había merecido la pena. Así pues, se irguió orgullosamente en medio del campo
de batalla mientras su contrincante hacía lo propio. El demonio, muy alto, de
color verdoso y rasgos reptilianos, con unos malignos ojos color ámbar, lucía
ahora una cresta que terminaba por adornar un casco semejante a su cara de un
reptil prehistórico. Sin titubear, amenazó a Nephrite con desprecio.
-¡Prepárate pobre mortal! , yo soy el mejor luchador
de tridente del averno.-
E hizo aparecer dicha arma, manejándola de forma
realmente diestra, describiendo giros sobre su cabeza y atacando sin esperar
réplica. Era muy rápido y pese a la esquiva del joven y su cota de malla protectora
del traje especial, el demonio logró abrirle una herida en el pecho y en el
brazo aunque no demasiado profunda. El muchacho, sangrando con profusión, se tapó
la herida con una mano y materializó una
espada en la otra.
-¡Ahora si que te la has buscado, demonio asqueroso!
- le espetó con furia. -
Atacó
a su enemigo con unos mandobles que éste detuvo con el tridente. Nephrite se
despojó de su cota de malla y se la enrolló al brazo a modo de escudo. Le sería
más útil para contra restar las acometidas de su rival y de este modo ofrecía
más resistencia a la punta de ese arma.
-¡Ja, ja! - Se regocijaba el monstruo girando en
torno a su oponente.- Esto va a ser divertido.
-Puedes apostar a que sí.- Convino irónicamente su
interlocutor sin descuidar su guardia.-
Aspiez
por su parte materializó una red a modo de gladiador romano. La arrastraba por
el suelo como si de una serpiente se tratara, buscando atrapar a su
contrincante. Éste lo advirtió y esquivó. El demonio lanzó la densa malla pero
falló y Nephrite le hirió en un costado. Ahora ambos renqueaban, haciendo
malabarismos para demostrar el dominio de sus armas y amedrentar al enemigo.
- No te defiendes mal, mortal - sonrió Aspiez con
una aprobación sólo simulada. - Pero yo soy muy superior a ti - añadió con
suficiencia. -
- Eso es lo que tú te crees - repuso Nephrite con su
característica frialdad para las peleas. - Yo era el mejor espadachín del Reino
de la Oscuridad, cretino.
-¿Conque además eres un traidor, eh? - Comentó el
demonio con sorna y desprecio para remachar. - Pues ahora más que nunca deseo
acabar contigo.
- Si crees que te voy a dejar hacerlo estás muy
equivocado - respondió su oponente esbozando una irónica sonrisa. -
Volvieron
a atacarse con golpes y acometidas rápidas y peligrosas. Nephrite debía acortar
las distancias con cuidado, pues el tridente de su enemigo era más largo que su
espada y esto era una ventaja para su rival…
-Debo ser muy cuidadoso.- Se decía el joven
luchador.- Si quiero anular su ventaja quizás tenga que tomar un gran riesgo,
pero no veo otra alternativa…
En
la iglesia, las guerreras y las justicieras cuidaban de los niños. Estos
estaban rendidos por el agotamiento y el sueño. Los acomodaron lo mejor que
pudieron en los bancos y con dulzura les animaron a dormir. Karaberasu
acariciaba el rubio pelo de un crío que se había quedado dormido, mirando su
carita angelical y ahora sin temores. Esto hizo que ella sonriera de verdad por
primera vez en mucho tiempo.
-¡Ojalá que mi hijo pueda ser así!- deseaba en su
pensamiento. - Un niño normal que sea capaz de amar a sus semejantes. Un niño
inocente.
Tras
observar a esa mujer con atención y cierta lástima, Michiru se acercó y se
interesó por ella. Tocando suavemente uno de los hombros de la justiciera con
una mano.
-¿En qué piensas?- le inquirió de modo cordial. -Te noto
muy callada.- Y mientras hablaba Neptuno no pudo evitar fijarse disimuladamente
en la abultada tripa de la muchacha. -
- Sólo pienso en que podamos volver a ver la luz del
día. - Le susurró su interlocutora con voz queda. -Salvar este mundo y que
estos y todos los niños en toda la Tierra puedan vivir felices y en paz.
- Eres muy valiente - sonrió Michiru - todas lo
sois, tú y tus hermanas. Lucháis con mucho coraje.- Alabó también para no poder
evitar preguntar. -¿Es cierto que antiguamente ellas y tú fuisteis enemigas de
Guerrera Luna y de las otras? ¿Erais del reino de Némesis?
- Sí, es cierto - admitió Karaberasu. - Pero gracias
a ellas descubrimos que estábamos equivocadas. Nos enseñaron lo bello que es
este mundo y que podemos ser muy felices en él. Ayudando a los demás en lugar
de querer utilizarles.
- Eso es verdad – convino la guerrera Neptuno
confesando a su vez.- Nosotras también sabemos lo que es luchar duro por
protegerlo. Se deben hacer muchos sacrificios y a menudo es muy doloroso.
Kalie
asintió despacio sin dejar de acariciar aquella carita que tenía al lado
replicando con voz queda.
-Si nuestro sufrimiento puede evitar el de seres
inocentes como éste, de seguro valdrá la pena. Somos su única defensa.
Michiru convino en eso y no pudo evitar esbozar una
sonrisa enternecida al ver esa escena pero su compañera Urano la llamó, se
disculpó con Karaberasu y acudió.
-¿Sabes que esa chica?,- le susurró Haruka a su
compañera en tanto miraba de reojo a la justiciera que ahora arropaba al niño.
- ¿Está embarazada de un demonio?
-¿Qué? ¡Santo Dios! - Repuso su interlocutora
ahogando una exclamación con un gesto de horror - ¡es horrible! ¿Cómo puede
ser?
- La violó - respondió Urano con voz queda y apenada.
- Oí a Minako comentar algo de eso con las demás. Y cuando estábamos a punto de
venir a reforzarlas me pidió que la protegiera especialmente.
-Creo que son buenas amigas.- Afirmó su compañera.-
- Sí que lo son. Venus se siente muy mal por ella. Le
prometí que haría lo posible. –Declaró Haruka sentenciando.- Y ahora que la he
visto creo que es admirable que en su estado saque fuerzas para levantarse y luchar.
Yo no pienso que hubiese podido resistir tal humillación y sobre todo de un ser
de esos. Es una mujer muy fuerte.
- Es cierto, son mujeres admirables, todas ellas. Celebro
tenerlas de nuestra parte. - Asintió Michiru visiblemente impresionada y
compadecida. – Ojalá que su esfuerzo no sea en vano y podamos vencer.
-La verdad, no sé qué sucederá.- Comento Urano con
tono de duda musitando a su amiga.- También me contó, junto con Makoto, lo que
pasó cuando murió ese tal Roy.
-Algo he oído.- Pudo replicar Michiru queriendo
saber.- ¿Es cierto que Usagi se negó a utilizar el ataque planetario y que no
las dejó pasar a la fase eterna?
-Es cierto.- Le confirmó su compañera.- Por fortuna
las hermanas no se apercibieron de ello. Estaban bajo mucha presión y había
mucha confusión como para que las escucharan discutir.
-No entiendo por qué Guerrera Luna actuó así.- Dijo
Neptuno.- No es nada propio de ella.
-Tú sabes tan bien como yo que, a veces, hay razones
poderosas que nos obligan a obrar de un modo que no nos gusta. Coincido
contigo. Conociendo a Usagi apostaría
cualquier cosa a que habría sido la primera en intervenir de no mediar
algo…Algo que quizás solamente ella sabe.- Comentó Haruka con cierto poso de
misterio.- Y que no pueda revelar…
En
ese momento las dos guardaron silencio, su compañera Plutón se aproximó a
ellas. Lucía asimismo un semblante preocupado. Al llegar hasta su posición
Michiru le preguntó.
-¿Hablaste con Usagi y Mamoru antes de partir,
verdad? ¿Les pusiste al corriente de la situación?
-Sí - replicó ésta para agregar.- Les conté los
avances en las negociaciones. Dentro de poco tendremos constituido el grupo
especial. Nos han dado su aprobación para la fase siguiente.
-Y por el momento esos misteriosos invasores
exteriores no han vuelto a dar señales.- Suspiró Michiru.- Es una suerte.
-Menos mal. Nos habría resultado imposible atender a
dos frentes al mismo tiempo.- Añadió Urano.- Ya tenemos bastante con éste.
Sus
compañeras asintieron. Cambiando de tema, Haruka le dedicó entonces una mirada
a su compañera Hotaru que estaba arropando a uno de los niños y ofreciéndole
una sonrisa.
-Ahí la tenéis. La guerrera de la destrucción.-
Suspiró agregando con un toque de culpabilidad.- Y muchas veces cuando la miro, como ahora, solamente
veo a una adorable niña a la que quizás
le estemos robando la infancia.
Tanto
Setsuna como Michiru observaron a su vez a aquella muchacha pero no dijeron
nada durante unos momentos. Fue finalmente la guerrera Plutón quién pudo
afirmar con pesar.
-No hay día que no lamente el habérsela quitado a
Tomoe. Y no deseo que me malinterpretéis. Quiero mucho a Hotaru, como la
queréis vosotras. Para mí es casi como una hija. Nos aporta mucha alegría. Pero
sé que lo mejor para ella sería haber vivido una infancia normal junto a su
padre. Sin tener que revivir como guerrera otra vez.
-Tuvo que despertar para enfrentarse con Neherenia y
después contra Galaxia.- Suspiró Haruka.-
-Y ahora esto.- Pudo añadir Michiru.- Es demasiado
para cualquiera…
-Ella luchará siempre y sin quejarse nunca. Es una
soldado igual que nosotras. - Les comentó Setsuna que, no obstante, afirmó ahora con un tinte más
esperanzado.- Si logramos vencer puede que las cosas cambien. Al menos que
tanto ella como su padre sean capaces de recuperar algo de este tiempo que han
perdido de estar juntos.
Y
como sus compañeras la interrogaron con la mirada, sorprendidas por estas
palabras, Plutón les explicó.
-Poco antes de que nos reuniéramos con Usagi y las
demás, hablé con nuestro interlocutor. Sabéis que tiene una gran fortuna,
muchas empresas en todo el mundo y que ha sido puesto al cargo de formar el
grupo de alerta. Está reclutando a personas con mucho talento en todos los
campos de la ciencia. Entre ellos adivinad quién está entre sus prioridades.
-¿El profesor Tomoe?- Pudo inquirir Haruka entre
alegre y sorprendida.-
-Así es.- Le confirmó su compañera.-
-Entonces, cuando esto acabe, Hotaru podría pasar
más tiempo con él.- Dedujo Michiru que preguntó a su interlocutora.- ¿Se lo has
dicho a ella?
-Todavía no.- Contestó Setsuna.- No quiero que se
distraiga ahora en medio de la lucha. Antes tenemos que derrotar al enemigo. Pero
se lo diremos cuando todo termine. Espero que me ayudaréis.
-Cuenta con nosotras.- Replicó Urano con el
asentimiento de Neptuno.-
Las
tres charlaron unos instantes más y Plutón al poco se fue a estar un rato con
Saturno. En otra parte de la iglesia, Cooan hablaba con Sharon. La Dama del Fuego
trataba de hacerla dormir, pero la niña era incapaz de conseguirlo y le
preguntaba con la voz trémula por el temor.
-¿Van a venir otra vez los demonios malos? Tengo
mucho miedo. ¿Y si me atrapan de nuevo? Seguro que me harán daño, como a mis
papás.
- No podrán cielo, nosotras te protegeremos,- le
sonrió su interlocutora animosamente rodeando el cuerpo de la pequeña con un
brazo. - Además, han venido a ayudarnos nada menos que nuestras amigas, las famosas Guerreras Luchadoras de la Luna. Son
aún más poderosas que nosotras. ¡Seguro que ganaremos! - Aseguró aparentando
estar convencida y guiñando un ojo a través de su antifaz. -
-Es verdad. La Dama del Hielo me lo dijo. – Admitió la
cría quien pidió con una tímida y temerosa vocecilla de ruego.- ¿Estarás
conmigo hasta que me duerma?
- Sí cariño, no tengas miedo, no te dejaré sola.
Ninguno os vamos a dejar.- Insistió dulcemente Cooan acariciando la mejilla de
la pequeña. – Nunca os abandonaremos…
Sharon
miró a Tom que montaba guardia con su katana cerca de ellas. El chico se
apercibió y le dedicó una amable sonrisa pese a todo el cansancio y las heridas
que arrastraba.
- Ese chico de allí, ¿es tu novio, verdad? Os he
visto antes.- Confesó pícaramente la
pequeña que se refería a un fugaz beso
que la justiciera y el muchacho se habían dado en un descanso y añadió con voz
cómplice. - Tú eres la señorita Connie.
-¿Cómo lo has sabido? - Le preguntó ella sorprendida
en tanto que Sharon le deslizaba el antifaz con una de sus manitas. -
-¡Soy una niña, pero no soy tonta! - se rio ahora la
pequeña añadiendo con regocijo. - Y esa de allí.- Señaló a la Dama del Hielo. -
Es la señorita Bertie. Me di cuenta en el cole. Cuando me salvó y cuando se
rio, se ríe igual.
- Sí, es verdad. – Tuvo que admitir una divertida Cooan
elogiando a la niña. - ¡Qué lista eres!, pero guárdanos el secreto ¿eh? - Le pidió
con una cómplice sonrisa. -
- Descuida señorita y ahora dime, ¿a qué ese chico
es tu novio? - Insistió la pequeña con divertido interés. -
Cooan
se rio algo colorada, aquella niña sabía cómo ruborizar a cualquiera, lo que no
dejaba de ser gracioso en medio de toda aquella situación. Tuvo que volver a afirmar
con la cabeza en tanto replicaba con un cómplice susurro.
- Sí, ¿a qué es muy guapo?
La
pequeña asintió también riéndose y
declaró con absoluta convicción.
- Cuando yo sea mayor, también tendré un novio tan
guapo y tan fuerte como él.
- Seguro que sí. - Aseguró la justiciera esbozando
una gran sonrisa y agregando en tanto se ponía de nuevo el antifaz. - ¡Con lo
pillina que tú eres!
Le hizo cosquillas a la niña en la barriguita que
provocaron la hilaridad de la pequeña. Cooan se sintió feliz, aquellas
inocentes palabras infantiles y esas risas de pura alegría y diversión eran
como un bálsamo para todos. Incluso sus hermanas y las sailors, que se
percataron de las carcajadas de la pequeña, sonrieron animadas. Pero tampoco
era cuestión de escandalizar y despertar a los otros niños. Así que la
justiciera interrumpió sus cosquillas y le susurró cariñosamente a la cría.
- Ahora duérmete Sharon, que yo estaré a tu lado. Te
lo prometo.
La
niña se fue quedando dormida, estaba rendida y sus ojos finalmente se cerraron,
pero en su rostro aparecía una expresión confiada y alegre por primera vez en
mucho tiempo. Su maestra se quedó mirándola durante unos instantes como si
estuviese hipnotizada, después la arropó cuidadosamente con una manta y le dio
un cálido beso en la mejilla. Aquello era por lo que luchaban, merecía la pena
sacrificarse si esos críos podían sobrevivir y llegar a ser felices en un mundo
mejor. Ahora más que nunca Cooan pensó en que estaba finalmente saldando la
deuda que aun la lastraba en el fondo de su corazón. Recordó aquella vez,
cuando junto a sus hermanas y su malvado
ex jefe, atacaron a la Guerrera Luna y a Chibiusa. Usagi protegió a la pequeña una y otra vez sin importarle
sufrir las acometidas de Rubeus en forma de descargas de energía. Entre tanto,
las cuatro lucharon contra el resto de las guerreras que llegaron en auxilio de
su amiga. La batalla fue feroz y finalmente los miembros de la Luna Negra
fueron rechazados y tuvieron que retirarse. Pero no olvidó aquello. Es más, no
pudo comprender por qué Sailor Moon se puso en peligro de tal modo para salvar
a esa niña. Ahora por fin, lo entendió. Es más, tuvo que sonreír al percatarse
de que ella estaba haciendo lo mismo.
-Gracias amigas, muchas gracias por ayudarme a
comprender y darme la oportunidad de compensar al mundo por lo que hice.- Pensó
reconocida en tanto acariciaba suavemente el pelo de la pequeña Sharon que ya
dormía.- No os decepcionaré.
En
el campo de batalla, las guerreras Marte y Júpiter pusieron en marcha el plan. Con
el máximo cuidado se arrastraban hacia el demonio que custodiaba las piedras. Éste
estaba tan absorto en la pelea entre Nephrite y Aspiez que no se percató de
nada. Marte le hizo una seña a su amiga para que le rodease sigilosamente. Mientras
Rei, en voz baja, hacía un conjuro paralizante que lo envolvió. Cuando ya
estuvo preparada hizo otra señal a Júpiter y su compañera se acercó al
desprevenido guardián. Entonces, ésta le dijo en un tono de total naturalidad,
como si realmente le interesara lo que preguntaba.
- Perdón señor demonio, ¿no es aquí la parada del
autobús para Tokio? Llevo horas buscándola y nada. Y lo peor es que creo que lo
he perdido. ¿Sabe cuándo saldrá el siguiente?
El
interpelado, sorprendido de ver a esa humana preguntando aquella tontería, y
sobre todo de que se hubiera atrevido a plantarse allí, quedó desconcertado. Aunque
tras unos instantes reaccionó disponiéndose a atacar pero estaba paralizado ¡Ni
siquiera podía aullar! Makoto le guiñó el ojo susurrándole un divertido “gracias”
y avisó a las otras. Las guerreras no podían creer en su suerte, ¡sólo iban por
una esfera y lograron hacerse con todas! Cuando todo estuvo en orden y con el
mismo sigilo Ami y Minako se acercaron e hicieron una cadena con sus compañeras
que les pasaron las piedras. Mamoru las instó con un susurró a que se dieran
prisa. Pero la buena fortuna no duró eternamente y un par de demonios del
cuarto círculo advirtieron lo que pasaba. Atacaron a las guerreras con espadas.
El señor del antifaz intervino y luchó contra uno de ellos, arrojándole varias
rosas rojas que se clavaron en el pecho de su enfurecido enemigo. Con el
bastón, Tuxedo paraba los golpes de la espada de aquel demonio tocado, pero
todavía muy fuerte y peligroso. Usagi fue en su ayuda, lanzando contra el
demonio el “Moon Therapy Kiss”. Esto dejó malherido a su oponente, Mamoru lo
remató con más rosas, de las pocas que le quedaban, haciéndole estallar.
-¡Uno menos!- Declaró.-
El
otro demonio luchaba a la vez contra Ami, Makoto y Minako. Recibió los ataques
de ellas pero las hirió con sus rayos de energía. Rei acudió en ayuda de sus
compañeras con su “Burning Mandala”. Usagi le remató empleando nuevamente su
ataque y su enemigo estalló. Makoto y Minako estaban malheridas y Ami las
atendía lo mejor que podía. Rei y Usagi estaban agotadas, el Señor del Antifaz dándose
cuenta de que su situación era ya insostenible si sus enemigos volvían a
atacarles usó el comunicador y llamó a las otras guerreras. Setsuna recibió el
mensaje.
- Aquí Plutón al habla, ¿qué ocurre, Alteza? - Preguntó
templando su inquietud. -
-¿Tenéis la situación controlada por allí? -
Inquirió su interlocutor. -
- Sí, aquí todo está tranquilo por ahora. - Confirmó
Setsuna. -
-¡Entonces venid para acá cuanto antes!- le pidió
Mamoru con urgencia en tanto le ponía al corriente. - Júpiter y Venus están
heridas y las guerreras Luna, Marte y Mercurio agotadas. Hemos recuperado las
piedras pero no podremos resistir otro ataque. Y esos demonios no tardarán en
darse cuenta de lo que ha sucedido.
- Recibido - respondió su interlocutora. - En cuanto
podamos estaremos allí, corto.- Apagó el transmisor y corrió a informar a sus
compañeras. Una vez lo hicieron, Haruka se dirigió a Petz y le explicó la
situación. –
- Tenemos que ir a socorrer a nuestras amigas.
Supongo que aquí ya no tendréis demasiados problemas. De todos modos si os
surgieran complicaciones llamad y enviaremos a las que podamos en vuestra
ayuda.
- No os preocupéis por nosotros. - Replicó con tono
seguro la justiciera para descargarla de ese problema. - Sabremos dominar la
situación.
- Estamos seguras de ello. - Terció Michiru con una
sonrisa de aprobación. – Buena suerte
compañeras.
-Igualmente. Ha sido un honor conoceros.- Repuso
Kalie.-
-El honor ha sido nuestro.- Sonrió Hotaru en tanto
sus compañeras asentían.- Cuidaos mucho, por favor…y proteged a esta gente.
-Lo haremos.- Asintió Bertie.-
Así
se despidieron. Tan pronto como salieron y estando a mitad de camino, la
Guerrera Saturno comentó a las demás.
- Únicamente lamento que no les hayamos dicho nada
de sus compañeros. Es una pena no poder hacerlo.
- Ya sabes lo que sucede - intervino Haruka con
buena lógica. - Será mejor aguardar hasta que la lucha termine, no me gustaría
darles falsas esperanzas si ellos fracasan.
- Tienes razón - acordó Setsuna. - Se lo
consultaremos a nuestras compañeras. A ver si Guerrera Luna juzga oportuno
contárselo. Aunque ahora lo primero es apoyarlas. La situación allí debe de ser
crítica. ¡Vamos, hay que darse prisa!
Y
las cuatro atravesaron con rapidez aquella zona que, curiosamente ahora estaba
libre de enemigos. Posiblemente todos se hubieran reunido en torno a aquel
páramo para presenciar esos combates. Las justicieras por su parte se quedaron
sentadas en un momento de reposo, algunas otras personas se ofrecieron a
vigilar y ellas lo agradecieron. Estaban muy fatigadas, pese a que habían comido esas pobres raciones
apenas sí habían descansado en las últimas horas y las continuas luchas ya
pasaban una evidente factura a sus organismos cada vez más debilitados, pero se
esforzaron por olvidarse de todo ello y conversar. Fue Petz
la que dijo pensativa.
- Quizás deberíamos ir con ellas, por si nuestra
ayuda es necesaria allí.
- No, debemos quedarnos aquí - le rebatió Tom. - La
iglesia por ahora es segura, pero si los demonios abren una brecha podrían atacar con rayos de energía.
- Además, estamos muy débiles como para entablar
nuevos combates que no sean estrictamente
defensivos. – Les recordó Cooan con un suspiro de impotencia. – Si
diésemos un paso fuera de aquí y nos sorprendieran se acabó.
- De todas formas, ahora nuestras piedras no parpadean,
no hay demonios cerca. - Argumentó coherentemente Petz.-
- Están replegados, más allá de nuestro alcance, -
terció Karaberasu preocupada y ante las sorprendidas caras de los otros,
insistió. - ¡Lo sé, lo presiento! Ahora se están retirando poco a poco hacia el
punto de invocación, algo grave va pasar.
-¿El qué? - Quiso saber Beruche igual de atónita que
los demás. -
- No sé explicarlo,
pero lo presiento.- Repuso Kalie que, para mayor inquietud y asombro del
resto de sus hermanas y Tom avisó al cura con urgente preocupación.- ¡Padre por
favor! - deseo confesarme y comulgar si a usted no le importa.
- Claro que no, hija - sonrió el sacerdote que
incluso parecía contento de recibir aquella petición -¿Cómo va a importarme? Es
mi obligación y mi vocación y lo haré con mucho gusto. Si algo te inquieta
debes ponerte en paz con Dios.
Ella asintió, aunque obvió el importante detalle de
que no estaba bautizada en esa fe. No obstante quiso pensar que Dios lo entendería
y sobre todo deseaba sacar todos sus miedos y sus dudas e incluso los
remordimientos que tenía en su vida pasada. No fue muy explícita, aunque
tampoco hacía falta. Sólo afirmó estar
arrepentida de haber sido un instrumento del mal y el sacerdote asintió.
Era un hombre comprensivo y de ánimo valeroso. Incluso cuando escuchó lo del
embarazo demoniaco de la muchacha, la absolvió de todo lo que había hecho hasta
entonces.
-Padre, yo misma acabé con él. Y lo hice llena de
odio.- Suspiró ella al contárselo.-
-Eso era normal, en esas circunstancias.- Le
respondió el clérigo con tono comprensivo.-
-Ahora solamente quiero que mi hijo nazca bien, y que
esté a salvo.- Sollozó la joven.-
-Nuestro Señor te ha hecho pasar por pruebas
terribles, pero estoy convencido de que formas parte de su plan. Haz que ese
hijo, concebido en esas horribles circunstancias, traiga luz a este mundo y
pueda combatir a la oscuridad.
-Únicamente deseo que sea un niño normal.- Afirmó
ella.-
-Pues yo os doy a ambos mi bendición.- Replicó el
cura haciendo la señal de la cruz sobre esa angustiada mujer.- Que nuestro
señor esté siempre a vuestro lado para protegeros. Como tú proteges a otros
inspirada por Él.
Ella experimentó entonces un sentimiento de gran paz
y sintió como si las fuerzas le volvieran. Ahora estaba firmemente convencida a
luchar y no flaquear nunca, sucediera lo que sucediera en su vida. Aun teniendo
que estar sola. El sacerdote también le repitió la sugerencia de que, cuando el
niño naciera, se lo llevase a él o a cualquier otro párroco. Y añadió
amablemente.
- Haz caso del consejo que te dio mi compañero de
oficio y permanece en lugar sagrado todo el tiempo que puedas, eso os
beneficiará mucho. Tanto a ti, como a tu hijo.
- Sí, gracias padre. Me siento mucho mejor. Como si
tuviera paz.- Repuso Karaberasu acurrucándose en un banco completamente agotada
y musitando en cuanto la Dama del Hielo se acercó. - Perdonadme, pero estoy muy
cansada y necesito dormir.
- Claro, te comprendo. Todos lo necesitamos, Kalie. -
Le sonrió dulcemente Bertie ayudándola a taparse con una manta en tanto añadía
con afectuosa consideración. – Ya has hecho más que suficiente. Duerme tú ahora
y después ya nos relevarás. Descansa y no te preocupes por más.
La
exhausta muchacha sonrió reconfortada por las palabras de su hermana y
enseguida cayó dormida. Mientras, Cooan hablaba con su novio, ambos vigilaban
el tranquilo descanso de los niños.
-¿Sabes Tom?, nunca creí que yo llegase a arriesgar
mi vida por defender las de otras personas ¡Es algo tan hermoso el poder ayudar a los
demás!
- Lo es, a mí me ocurre lo mismo. Además, me
encantan los críos. Me gustan tanto que cuando todo esto termine, tú y yo
podremos formar una familia. ¿Qué te parece la idea? - Le inquirió él con
decisión y una sonrisa llena de afecto. -
La verdad es que el chico se notaba exento ya de
aquella timidez que le embargaba cuando había tratado de sacar este tema con
anterioridad. Siempre fue algo vergonzoso para según qué cosas. Sobre todo con
Connie. Esa muchacha le gustó desde el primer momento y había pasado mucho para
obtener al fin su amor. Y lo cierto es que, después de lo que había sucedido y
lo que estaban viviendo, pasar vergüenza por aquello no tenía ya ningún
sentido. Al contrario, no sabía si quizás aquel pudiera ser el último momento
que tuvieran para hablar de ello. Por eso le insistió tras darla un amoroso
beso en los labios.
- Quiero que pasemos el resto de nuestra vida
juntos. Y espero que sean muchos años. Y que tengamos unos cuantos niños. –
Sonrió débilmente. -
- No hay nada que yo pudiera desear más.- Sonrió
también Cooan aferrándose a un brazo del chico y susurrando ahora con algo de
pesar que empañaba esa alegría. - Cuando miro a mis hermanas siento que soy muy
afortunada. Bertie y Petz han perdido a los hombres que amaban y Kalie, bueno,
lo suyo quizás sea incluso más triste.
- Estoy seguro de que todas ellas podrán rehacer sus
vidas cuando logremos la victoria.- La animó Tom que también se sentía muy
apenado por ellas y deseaba que así fuera desde el fondo de su corazón. – Sin duda lo merecen.
- Sí,- asintió su novia mejorando su ánimo otra vez.
- Yo también tengo esa esperanza. Demasiadas personas buenas se han sacrificado
para darnos la ocasión de conseguirlo. Sus muertes no pueden haber sido en
vano.
-Eso jamás.- Sentenció su interlocutor.- En tanto
nos queden fuerzas, lucharemos también por su memoria.
El
recuerdo de ambos volaba hacia Roy y el de Cooan incluso más allá. No podía
evitar pensar en sus antiguos camaradas de Némesis, que, aunque equivocados y
corrompidos, una vez fueron personas con deseos, emociones y bondad. Y por
supuesto en sus padres. Si realmente ella lograba al fin vivir feliz y en paz
nunca les olvidaría en sus oraciones para que al menos ellos encontrasen la paz
en el otro mundo o donde quiera que pudiesen estar. Rezaría por todos, incluido
Rubeus. Quizás por él más que por nadie. Pero ahora estaba junto al hombre al que
amaba y que de veras la correspondía. Sólo quiso abrazarse a él y dejar de lado
todo lo demás. Y así quedaron unidos ambos en un largo y cariñoso abrazo.
Infundiéndose mutuamente amor y moral. Entre tanto, Beruche hablaba con Petz en
otro lado de la iglesia.
- Deseo tantísimo ver el final de esta lucha. ¡Ojalá
logremos vencer! - Suspiraba elevando la vista hacia las bóvedas decoradas con
imágenes divinas, implorándoselo de todo corazón. -
- ¡Lo lograremos!, - prometió su hermana
asegurándole sin paliativos con su más genuina fortaleza de ánimo. - ¡Puedes
estar segura!
- Ojalá Roy pudiese estar aquí.- Musitó Bertie
ensombrecida ahora por la tristeza del recuerdo. -
- Se sentiría muy orgulloso de ti. Y de todos
nosotros, él no murió por nada. Logró darnos el tiempo necesario para defendernos.
¡Y lo vamos a aprovechar! - Le respondió Petz con total rotundidad. -
-¿Sabes?- le contó Beruche abriéndose confiadamente
a su hermana. - El otro día soñé con él, a los pies de mi cama, sonreía y
llegué a creer que estaba realmente conmigo. Luego vi a alguien, una figura de
luz, quizás sería su alma o un ángel que lo acompaña para que no se meta en
líos allí. - Conjeturó esbozando una sonrisa entre divertida y nostálgica. - ¡Le
echo tanto de menos, y le sigo necesitando, Petz! - Remató con un tono lleno de melancolía. -
- Te comprendo muy bien.- Asintió su hermana
embargada por la misma emoción al recordar. – Yo también sueño muchas veces con
Zafiro, con la última mirada que vi en sus ojos. Era una mirada profunda que
reflejaba sus sentimientos hacia mí, tenía paz, ternura y mucho amor. Siempre
anhelé que él me mirase de esa forma y cuando al fin lo hizo aquello llenó mi
corazón para toda una vida.
- Esa mirada. Te gustaría volver a verla otra vez.
¿No es cierto? - le inquirió
solidariamente Beruche. -
- Siempre la veo. - Le sonrió su hermana declarando
con voz queda. - La conservo dentro de mí. Mi alma tiene grabada esa imagen y
él vive en mi corazón. Cada vez que cierro los ojos ahí está. Pase lo que pase,
nunca me podrán quitar eso. Igual que a ti nadie podrá arrebatarte los
recuerdos de Roy.
- Sí, supongo que debemos aprender a vivir con
nuestros recuerdos. ¿Verdad? - Le inquirió Beruche afectada por la nostalgia en
sus ojos, que hacían aguas a su pesar. -
- Así es, pequeña, - repuso suavemente Petz
abrazando a su hermana y rodeándola el cuello con un brazo en actitud maternal.
– Tendremos que vivir confortadas por ellos y luchar por la memoria de los
seres a los que quisimos y que también nos amaron, nunca debemos rendirnos, se
lo debemos a ellos.
Bertie
asintió despacio dejándose abrazar y se mantuvo así durante unos largos
instantes llenos de recuerdos e ilusiones archivadas en lo más profundo de su
corazón. Aunque en su interior se preguntaba. ¿Podría eso bastarle para toda una
vida como a su hermana?...
-No lo sé.- Reflexionaba.- Trataré de vivir como le
prometí. Aunque ahora no tengo derecho a pensar en mí. Hay una tarea que
cumplir como justiciera. Proteger a los débiles y a los inocentes, y juro que
lo haré hasta mi último aliento.
En
la batalla del páramo, los luchadores se mantenían igualados, ambos se
vigilaban estrechamente. La tensión llegaba a tal punto que un sólo descuido de
cualquiera decidiría el combate. Entonces Aspiez logró lazar el pie derecho de
su rival con su red. Intentó clavarle el tridente mientras le derribaba pero
Nephrite interpuso su espada. El demonio empujaba para clavar su arma en el
cuello de su rival mientras sonreía de forma sádica. Pero su contrincante
aguantaba con fuerza.
- ¡Ja, ja, ja, ja! - Reía Aspiez de forma estruendosa,
lleno de regocijo por los apuros de su enemigo y espetándole burlonamente.
-¡Vas a morir!
- No lo creo.- Respondió su adversario aumentando su
energía de forma considerable ante el estupor de su rival. - ¿Qué te parece
esto?- le espetó logrando rechazarle de un empujón. –
Aspiez
se apartó pero su contrincante se levantó como un resorte describiendo una gran
voltereta en el aire. El demonio acometió con su tridente pero el chico metió
la hoja de su arma entre los pinchos y giró desequilibrando a su enemigo. Con
gran celeridad liberó la espada y asestó una estocada a su enemigo que bramó de
dolor. El demonio entonces le arrojó el tridente clavándoselo en el
estómago aunque Nephrite aprovechó para
decapitarlo. Aspiez estalló aunque el muchacho estaba muy malherido, se
desangraba rápidamente pero pudo arrastrarse junto a sus amigos y salir del
campo de batalla. Una vez fuera, entre Diamante y Zafiro corrieron a
levantarlo. Ail se hizo con una alubia y se la metió en la boca a su compañero.
-¡Maldita sea! - Balbuceó Nephrite que hablaba con
dificultad a causa de la grave herida. –
Otra vez me he dejado cazar como un principiante.
- Mastica la alubia, trágatela y te repondrás,
amigo. - Le aconsejó animosamente Ail. – el maestro Piccolo nos hizo cosas peores.
El
muchacho hizo caso y comió, le iba la vida en ello y no estaba dispuesto a
volverla a perder. Aunque en esta ocasión no correría peligro. Tan pronto como
tragó la alubia sus heridas se cerraron pero aun estaba débil y se sentó en una
roca próxima para recobrarse del todo.
- No te preocupes, te pondrás bien.- Le aseguró
despreocupadamente Diamante palmeando su espalda. - No tienes nada que no se
cure con un buen descanso.
-¡Enhorabuena!, ¡has cumplido y de maravilla! - le
felicitó Roy. - Eres un gran luchador. Como tus compañeros.
- Si hubiera tenido una de estas antes.- Sonrió
Nephrite sosteniendo la bolsita de las alubias con devoción. - La lucha contra
los devilsters de Zoisite habría sido muy distinta.
- Ahora has corrido un riesgo calculado. - Desveló
Roy que se había dado cuenta de ello. - Estabais muy igualados en la pelea y
para acabar con ese demonio has tenido que exponerte, pero sabías que las
alubias te curarían.
-¡Sí, pero por poco no lo cuento! - Suspiró el
aludido visiblemente aliviado ahora. -
Pensó
en algunos de los consejos del maestro Piccolo. En cierta ocasión en la que él
luchaba tratando de alcanzarle. Por supuesto sin lograrlo. Su severo mentor le
propinó un buen puñetazo en el abdomen que le dobló de dolor. Mientras trataba
de recobrarse y respirar, el namekiano le dijo con tono desencantado.
-Si no le pones pasión a la lucha nunca llegarás a
nada, guapete de cara.
Y
como Nephrite le dedicó una mirada entre ofendida y molesta, Piccolo sonrió con
regocijo para declarar cruzándose hieráticamente de brazos.
-Te faltan contundencia y convicción en tus ataques.
Quieres resguardarte al tiempo que golpear. Y eso en ocasiones es imposible.
-Pero, siempre dices que no debemos descuidar la
defensa.- Rebatió el aludido en cuanto pudo recobrar el aliento.-
-Por supuesto que lo he dicho.- Concedió su
instructor.- No se debe atacar a lo loco.
-¿En qué quedamos entonces?- Le recriminó Nephrite.-
No puedes decirme una cosa y la contraria.
-Pues acabo de hacerlo.- Se sonrió pérfidamente su
interlocutor remachando.- Porque es la verdad.
-No lo entiendo.- Pudo decir su desconcertado
pupilo.-
-Un día lo harás. A veces hay que poner todo en
juego y estar dispuesto a perderlo, para ser capaz de ganar… no olvides eso.-
Le indicó Piccolo.-
- No lo haré.- Aseveró el chico en cuanto estuvo
recobrado.-
Y tratando
de tomarle por sorpresa se lanzó con ganas hacia su mentor quien, como no pudo
ser de otro modo, le rechazó sin esfuerzo volviendo a mandarle al suelo. Sin
embargo, esta vez le sonrió con aprobación para sentenciar.
-Mucho mejor así…melenitas. Ya te vas enterando…elige
el momento adecuado, trata de que tu rival se confíe y no pienses, ¡actúa! Y sobre
todo, no tengas miedo en despeinarte, ¡ja, ja!
Entonces eso le molestaba bastante, decidió atacar
con todas sus fuerzas, lanzando patadas y puñetazos. Su mentor las esquivaba
sin ningún tipo de problema. Y al instante siguiente abriendo la boca, Piccolo
le lanzó un chorro de energía que le llevó por delante, quemándole y
estrellándole contra el suelo. Apenas capaz de moverse, allí tirado, el chico
declaró con indignación.
-¡Maldita sea! No es justo. ¡No sabía que pudieras
hacer eso!
Sin
embargo, su maestro le miró con expresión burlona para replicar con regocijo y
sarcasmo.
-Disculpe, su Alteza. Había olvidado que en el mundo
de Tontolandia del que provienes cada luchador debe darle a su enemigo un
completo informe de sus ataques y habilidades antes de comenzar el combate.
Seguramente ese tal Zoisite y sus esbirros debieron enviarte un telegrama
informándote de sus planes y tipos de ataques. ¡Ah!, ¿no lo hicieron? ¿verdad?
Espera, por eso estás muerto.- Remachó con tono divertido.-
Eso
fue demasiado para Nephrite, incorporándose a duras penas trató de golpear a su
interlocutor al grito de.
-¡Eres un bastardo!
Empero,
Piccolo no tuvo el menor problema en tirarle al suelo una vez más con una
contundente patada mientras contestaba con deleite.
-Por supuesto que lo soy. Y aun así, soy el tipo más
comprensivo y amable que te vas a encontrar por aquí.
En ese
momento fue él quien desconcertó a su maestro, pues se puso a reír sin poder parar.
-¿Qué es lo que te parece tan divertido?- Inquirió
Piccolo de brazos cruzados y mirándole como si estuviese loco.-
-Veras.- Pudo replicar él reuniendo fuerzas,
mientras permanecía tendido en el suelo con las piernas y los brazos
estirados.- No son tus golpes lo que más daño me hace, ni siquiera tu
insufrible complejo de superioridad. Lo que realmente me fastidia es que tienes
razón en cada maldita cosa que dices…
Ahora, superada la sorpresa por esa confesión, fue
el turno de Piccolo para reír, declarando divertido e incluso con aprobación.
-¡Muchas felicidades, su Alteza! ¡Es la primera cosa
sensata que dices desde que llegaste aquí!- Aunque enseguida tornó a su
expresión severa habitual para remachar.- Aun así, todavía te queda un largo
camino por recorrer. No lo olvides.
Y Nephrite desde luego que no lo olvidó. Es más,
ahora se sonreía recordándolo.
-Gracias Piccolo-sama.- Pensaba con reconocimiento.-
Tus lecciones fueron realmente vitales…
Entre tanto los otros le miraron con aprobación.
Había sido una jugada arriesgada pero mereció la pena. No obstante, no podían
detenerse a intercambiar felicitaciones puesto que el siguiente combate estaba
presto a comenzar.
- Bueno, pues ahora voy yo.- Terció Diamante
adelantándose sin titubear. -
- Adelante compañero,- le arengó Nephrite ya más
repuesto y con mejor color en su rostro que había estado pálido hasta hacía
apenas unos minutos. – ¡Duro con él!…
-Trataré de no quedar mal.- Sonrió el príncipe.- Ya
sabes que odio que me ganes…
-¿Va una apuesta como de costumbre? - Se sonrió
Roy.-
-¿Qué será esta vez?- Quiso saber su interlocutor.-
¿Que haga yo la cena?
-¡Ni pensarlo!- Rio Nephrite añadiendo para regodeo
del resto.- Hemos dicho una apuesta, no una penitencia para nosotros…
-Sí… eso sería más duro que cualquiera de estos combates.-
Agregó Ail con regocijo a su vez.-
-Ya hablaremos cuando vuelva.- Afirmó Diamante con
tono de total confianza.-
-Ahora no te distraigas.- Le pidió su hermano ya con
más seriedad.- Ese demonio parece muy fuerte.
-Descuida.- Sonrió el aludido.- No lo haré…
-Buena suerte, amigo.- Le deseó Nephrite ya sin
bromear.-
Roy,
Zafiro y Ail hicieron lo propio palmeándole la espalda. Diamante, con paso
firme, se dispuso a entrar en combate frente al último de los comandantes de
Nagashel...
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