jueves, 3 de marzo de 2011

GWA 41. Nephrite contra Aspiez

Tras tomarles un tiempo, debido a los atascos en las carreteras de muchísimos vehículos que salían de Nueva York, Malcolm y Melanie pudieron llegar hasta la calle en la que vivían los padres de su amiga.

-No sé si esto es una buena idea.- Dudaba Roberts pese a todo.-
-Tenemos que hablar con ella. Dijo cosas muy extrañas y tengo la impresión de que no fue debido a su enfermedad.- Comentó Melanie, alegando con tono cómplice.- Tú y yo hemos visto algunas de ellas.
-Es cierto.- Tuvo que admitir su interlocutor.-

            El caso es que Melanie había telefoneado a su padre. El general Sanders se limitó a pedirle, o más bien ordenarle a su hija, que se alejase todo lo posible de Nueva York. Pero no quiso darle detalles de lo que pudiera estar ocurriendo allí, alegando secreto militar. Eso era lo que la joven había esperado.

-Ve a casa con tu madre.- Fue la indicación que le dio.-

            Aunque la señora Sanders vivía en Augusta, en el Estado de Maine. Estaba separada de su esposo que permanecía en Washington DC. Pese a todo la relación de ambos era cordial. Compartían  por supuesto el amor y la preocupación por su única hija.

-Podemos ir a visitar a mi madre cuando veamos a April. Y luego ir a ver a tus padres y a tus hermanos. - Le comentó Melanie a su novio.-
-Mi casa está en la dirección opuesta. Para llegar a Lexington, tendríamos muchos kilómetros de viaje. No te preocupes, Mel. Llamaré a mi familia, les diré que estamos bien e iremos a ver después a tu madre.

            En eso convinieron, y tras tranquilizar a sus parientes al fin llegaron a la casa de los padres de April. Llamaron a la puerta con gesto inquieto, aunque para su sorpresa fue la propia muchacha quien les abrió, exclamando llena de alegría.

-¡Mel, Malcolm! ¿Cómo vosotros por aquí?

            En un principio ninguno pareció saber que responder. Al fin, Melanie tomó la palabra con tono dubitativo y forzando una sonrisa.

-Vinimos a ver como estabas.
-Estoy mucho mejor, gracias. Me han hecho algunas pruebas. Me desmayé. Eso me contaron mis padres, cuando estaba ensayando. También me dijeron que vosotros les avisasteis y que gracias a eso pudieron llevarme al hospital. Pese a haber estado inconsciente varios días estuvisteis ahí. Muchas gracias.

            Sus interlocutores se miraron perplejos. A buen seguro esa habría sido la historia que los padres de esa pobre chica le contasen. De modo que, esbozando sendas sonrisas de circunstancias asintieron.

-Pasad, por favor.- Les pidió amablemente la muchacha.- Mis padres han salido un momento.

            Los dos entraron en la casa. Todo parecía estar tranquilo, el salón ordenado y April de un estupendo humor. No obstante a Melanie le pareció ver algo extrañó en su compañera, aunque no sabía a ciencia cierta qué. El ambiente estaba a su vez algo cargado. Demasiado perfume flotaba en esa habitación. Le pareció raro. April nunca había usado tanta colonia ni era propensa a utilizar ambientadores fuertes. Quizás fuese cosa de sus padres. Dejó eso de lado y a invitación de su anfitriona ella y Malcolm tomaron asiento en un sofá que presidía esa estancia.

-Dinos. ¿Entonces todos estáis bien?- Inquirió Roberts, comentándole.- Lo que dicen en las noticias es muy preocupante.
-Sí, esos terroristas son muy peligrosos. Deben de tener una bomba atómica o algo así. Y también muchos seguidores. Pero creo que el ejército y la policía han cerrado los accesos a Nueva York. Seguro que dentro de poco todo se arreglará. – Comentó optimistamente April.- Mis padres fueron a comprar comida y agua embotellada. No pienso que nos sea necesaria, pero más vale prevenir. Por si tuviéramos que refugiarnos en el sótano.- Rio. –

            Sus amigos se miraron con estupefacción. Daba la impresión de que esa chica no recordaba absolutamente nada. Tras charlar un poco con ella, recordando los viejos tiempos, decidieron no importunarla más.

-Debemos dejarte, tengo que ir a ver a mi madre, vive en Maine y supongo que estará a salvo…
-Pero más vale prevenir, te entiendo.- Sonrió solidariamente April.-

            Le dio un fuerte abrazo a Melanie que esta correspondió. Después otro más suave a Roberts. Acompañándoles hasta la puerta les comentó con jovialidad.

-Seguro que estará bien. Tened cuidado y si necesitáis alguna cosas, por favor. Llamadme.

            Los dos visitantes asintieron marchándose. Tras cerrar la puerta, April les observó alejarse mirando a través de una ventana. Sonrió aviesamente y musitó.

-Buen intento. Admito que sois realmente buenos. Pero no he caído en vuestra trampa. Ni en la de esos embaucadores que decían ser mis padres.  

            Justo en ese instante, se percató de aquellos cabellos suyos de color oscuro que todavía asomaban bajo su pelo de color castaño.

-¡Qué descuidada!- Se dijo suspirando.- Si quiero fingir ser April, no tengo más remedio que hacerlo bien. Menos mal que Melanie no se dio cuenta. Esa traidora de mi hermana dejó que se llevasen a Marla, ¡jamás se lo perdonaré!..

            Fue al cuarto de baño, allí tenía ese bote de tinte. Lo miró con gesto reflexivo y musitó.

-Es la hora de recobrar mi aspecto e ir a buscar a mi niña.

Paralelamente a esos acontecimientos, en el páramo la lucha proseguía. Durante una breve pausa antes del siguiente combate, los dos grupos se miraban estudiándose en silencio. Nephrite llevado por la confianza se dirigió en voz baja hacia Roy.

- No creo que ese tipo me dure mucho, acabaré enseguida con él.
- No le menosprecies - le advirtió su compañero con tono serio. - Son peligrosos enemigos, y ten cuidado amigo, no creo que éste caiga en la misma trampa que los otros ahora que han visto que no somos simples marionetas. ¡No bajes nunca la guardia y pelea como sabes! - Terminó de arengarle para añadir un amistoso y esperanzado. -  Buena suerte.

            El interpelado afirmó con un gesto de su cabeza y se desplazó hacia el terreno de lucha, en su mente quedaban aquellas últimas palabras que le susurró a Naru. Esa joven chica humana que había logrado abrir su corazón a la bondad. Le parecían tan lejanos aquellos días, cuando fue designado por su entonces soberana, la cruel reina Beryl, para que obtuviera los cristales arco iris a fin de despertar a sus siete demonios allí contenidos. Al principio lo intentó tratando de hacerlo con energía humana que obtenía de sus múltiples estratagemas. Y en una de ellas conoció a aquella muchacha, cándida, dulce y que, a pesar de todo, se enamoró de él. Al principio Nephrite juzgó aquella forma de ser como una debilidad humana más que podría explotar en su beneficio. Pero pronto comprendió que, lejos de ser algo absurdo, era un sentimiento bueno y noble que le devolvía aquella condición perdida de príncipe terrestre. Recordaba cuando aún no había sido poseído por el mal y, en su otra vida, protegía a su señor Endimión. Aunque el demonio Metalia acabó con ellos y les reencarnó en sus siervos. Dominados por su maldad trataron de destruir la Tierra y a la princesa que había renacido en ella. No obstante cuando comenzó a vivir bajo la identidad de Masato Sanjouin y trabó contacto con Naru, ella le descubrió aquel mundo de pequeñas cosas como el postre de chocolate, que él nunca llegó a probar. Lo cierto es que, trató de servirse de la chica para que Sailor Moon apareciera y poder derrotarla, pero su intrigante y malévolo colega Zoisite se adelantó. Raptando a Naru mediante sus demonios subalternos y exigiéndole a él el cristal negro, único medio de localizar los cristales arco iris. Nephrite no podía dárselo pero tampoco fue capaz de quedarse de brazos cruzados  a pesar de repetirse hasta la saciedad que a él no le importaba el destino de una humana. Pero intentó convencerse de ello en vano. Para entonces su corazón ya había sido tocado por ella. Así que la rescató resultando herido y la sacó del sitio en donde la tenían escondida. Entonces ambos charlaron y él fue completamente sincero por primera vez desde que podía recordar. Le contó a la chica quién era en realidad y lo que había pretendido. Y para su asombro a Naru no le importó. Él aún tenía presentes las palabras de aquella chica cuando, tras rescatarla de los esbirros de Zoisite, la llevaba en brazos y ella suspiró agradecida.

-Ha venido a salvarme, muchas gracias.
-No me las des. Ni yo sé bien porqué lo he hecho. – Pudo replicar él, que ciertamente se hallaba desconcertado por su propio proceder y más cuando, a pesar de su propio asombro le confesó. - Te estuve engañando todo el tiempo. En el fondo soy un villano, lo he sido siempre y eso es algo que no va a cambiar.
-No me importa – le sonrió la muchacha dejándole aún más sorprendido cuando ella añadió de forma dulce. - Mientras esté a mi lado no me importa ser engañada.

Él la dejó de pie en el suelo mirándola con estupor. La chica le seguía sonriendo de aquella manera tan especial, que a él le llegaba dentro de su corazón, barriendo cualquier otro tipo de sentimiento, incluso los negativos que tenía como general de Metalia. Entonces Naru miró en varias direcciones con gesto preocupado, Cerca había un parque y ella le tomó de una mano guiándole dentro. Buscaron refugio sentándose apoyados en un árbol. La chica, rasgándose parte de la chaqueta de su propio pijama, le decía con inquietud cuando vio rastros de su entonces verdosa sangre, afectada por el ataque de un devilster.

-Le han herido por mi culpa. ¡Cuánto lo siento! Y esos malvados podrían volver.
-No te preocupes – sonrió él quitándole importancia. – No es nada.

No obstante, ella se dio buena maña en vendar aquel rasguño y él pudo mover el brazo con soltura.

-Muchas gracias. – Pudo decir el chico, en verdad tan reconocido como sorprendido por aquel grado de atención y de cariño que había puesto esa jovencita.  -
-Señor Sanjouin - repuso la chica de forma tímida, casi vergonzosa. -  Cerca de aquí hacen un delicioso postre de chocolate. Y yo me estaba preguntando. ¿Le gusta a usted el chocolate?
-Sí, me gusta – pudo decir él dubitativamente, en realidad ni sabía lo que era eso. -

Aunque la chica lo notó enseguida puesto que replicó con suavidad pero a la vez contundencia.

-Miente. Pero lo hace por amabilidad y con elegancia.
-Lo siento mucho. – Pudo decir él alegando como excusa.- Realmente no sé casi hablar con otros sin mentir. Aquello es tan consustancial en mi reino que muchas veces me cuesta decir la verdad, incluso en temas tan triviales. Allí lo normal es que nos mintamos y nos traicionemos unos a otros.
-No se preocupe, no me importa,- sonrió tímidamente ella que añadió con tinte casi soñador. - Había pensado que, si alguna vez pudiéramos ir usted y yo a comer ese postre de chocolate sería muy bonito. ¿No cree?
-Sí- contestó entonces él aunque ahora de forma firme. – Iremos alguna vez.
-¿Lo dice de verdad? – Afirmó ella esperanzada. -
-¿Crees que te miento? – Pudo replicar él y esta vez siendo capaz de expresar lo que realmente sentía. -
-No, sé que lo dice de veras. ¡Soy tan feliz!

Lo cierto es que entonces él pensó que por qué no. Después de lo que había sucedido lo mejor sería dejar el reino de la oscuridad. Abandonar a esos malvados de los que ahora renegaba e incluso unirse a la Guerrera Luna para combatirles. Él podría ser de gran ayuda. Conocía su emplazamiento y sus planes y ya no le parecía tan adecuado lo que querían hacer con ese mundo. Sobre todo si eso amenazaba a personas buenas como Naru. Lo irónico de todo es que él mismo quiso emplear aquello como una argucia. Desertar para unirse al enemigo era una mentira que él mismo le había contado a esa muchacha en la esperanza de que ella le revelara  donde se hallaba Sailor Moon. Ahora en cambio deseaba que llegase a ser posible. Meditaba aquello cuando la chiquilla le miró con gesto candoroso y le preguntó.

-¿En su mundo hay algún día en el que ustedes no tengan que trabajar porque sea fiesta?

Nephrite se quedó sorprendido. Jamás había oído tal cosa. Tuvo que reírse para contento de la muchacha que se lo hizo notar.

- ¡Se ha reído! ¡Qué tontería!  ¡Yo rio y lloro al mismo tiempo!

            Fue entonces cuando él sintió que algo iba mal. Los malditos esbirros de Zoisite les atacaron a traición pillándole con la guardia baja en esos momentos. Nephrite resultó mortalmente herido al ser atravesado por un sarmentoso brazo de un youma e interponerse posteriormente en la onda expansiva de varias explosiones causadas por otro, escudando a la joven con su propio cuerpo. Pese a todo todavía pudo protegerla dándoles el cristal negro a sus enemigos. Su colega y contrincante se burló cruelmente de él pero eso no le importó. Sólo sufría por la chica y ella derramó lágrimas por él. Pese a que el muchacho, viendo que llegaba su fin, le pidió  a ella que huyera, la joven no quiso irse de su lado. Esa fue la última cosa que terminó por abrir su corazón. Las mismas guerreras acudieron en su ayuda destruyendo a esos demonios, pero ya era tarde. Murió abrazado a Naru y las lágrimas limpias de ella le lavaron el alma. Después llegó al Cielo y allí recibió la oferta de Landar que le habló con estos términos.

- Has expiado muchas de tus culpas con tu muerte, ahora, si deseas terminar de limpiar tu conciencia, te ofrezco la posibilidad de hacerlo.

            Él asintió, era lo que más deseaba. Ahora sabía lo que era el amor y  descubrió también la amistad cuando llegaron sus otros compañeros. Se había entrenado y esforzado como nunca creyó posible para superar todas las pruebas y había llegado el momento de ver si aquello había merecido la pena. Así pues, se irguió orgullosamente en medio del campo de batalla mientras su contrincante hacía lo propio. El demonio, muy alto, de color verdoso y rasgos reptilianos, con unos malignos ojos color ámbar, lucía ahora una cresta que terminaba por adornar un casco semejante a su cara de un reptil prehistórico. Sin titubear, amenazó a Nephrite con desprecio.

-¡Prepárate pobre mortal! , yo soy el mejor luchador de tridente del averno.-

E hizo aparecer dicha arma, manejándola de forma realmente diestra, describiendo giros sobre su cabeza y atacando sin esperar réplica. Era muy rápido y pese a la esquiva del joven y su cota de malla protectora del traje especial, el demonio logró abrirle una herida en el pecho y en el brazo aunque no demasiado profunda. El muchacho, sangrando con profusión, se tapó la herida con una mano y materializó  una espada en la otra.

-¡Ahora si que te la has buscado, demonio asqueroso! - le espetó con furia. -

            Atacó a su enemigo con unos mandobles que éste detuvo con el tridente. Nephrite se despojó de su cota de malla y se la enrolló al brazo a modo de escudo. Le sería más útil para contra restar las acometidas de su rival y de este modo ofrecía más resistencia a la punta de ese arma.

-¡Ja, ja! - Se regocijaba el monstruo girando en torno a su oponente.- Esto va a ser divertido.
-Puedes apostar a que sí.- Convino irónicamente su interlocutor sin descuidar su guardia.-

            Aspiez por su parte materializó una red a modo de gladiador romano. La arrastraba por el suelo como si de una serpiente se tratara, buscando atrapar a su contrincante. Éste lo advirtió y esquivó. El demonio lanzó la densa malla pero falló y Nephrite le hirió en un costado. Ahora ambos renqueaban, haciendo malabarismos para demostrar el dominio de sus armas y amedrentar al enemigo.

- No te defiendes mal, mortal - sonrió Aspiez con una aprobación sólo simulada. - Pero yo soy muy superior a ti - añadió con suficiencia. -
- Eso es lo que tú te crees - repuso Nephrite con su característica frialdad para las peleas. - Yo era el mejor espadachín del Reino de la  Oscuridad, cretino.
-¿Conque además eres un traidor, eh? - Comentó el demonio con sorna y desprecio para remachar. - Pues ahora más que nunca deseo acabar contigo.
- Si crees que te voy a dejar hacerlo estás muy equivocado - respondió su oponente esbozando una irónica sonrisa. -

            Volvieron a atacarse con golpes y acometidas rápidas y peligrosas. Nephrite debía acortar las distancias con cuidado, pues el tridente de su enemigo era más largo que su espada y esto era una ventaja para su rival…

-Debo ser muy cuidadoso.- Se decía el joven luchador.- Si quiero anular su ventaja quizás tenga que tomar un gran riesgo, pero no veo otra alternativa…

            En la iglesia, las guerreras y las justicieras cuidaban de los niños. Estos estaban rendidos por el agotamiento y el sueño. Los acomodaron lo mejor que pudieron en los bancos y con dulzura les animaron a dormir. Karaberasu acariciaba el rubio pelo de un crío que se había quedado dormido, mirando su carita angelical y ahora sin temores. Esto hizo que ella sonriera de verdad por primera vez en mucho tiempo.

-¡Ojalá que mi hijo pueda ser así!- deseaba en su pensamiento. - Un niño normal que sea capaz de amar a sus semejantes. Un niño inocente.

            Tras observar a esa mujer con atención y cierta lástima, Michiru se acercó y se interesó por ella. Tocando suavemente uno de los hombros de la justiciera con una mano.

-¿En qué piensas?- le inquirió de modo cordial. -Te noto muy callada.- Y mientras hablaba Neptuno no pudo evitar fijarse disimuladamente en la abultada tripa de la  muchacha. -
- Sólo pienso en que podamos volver a ver la luz del día. - Le susurró su interlocutora con voz queda. -Salvar este mundo y que estos y todos los niños en toda la Tierra puedan vivir felices y en paz.
- Eres muy valiente - sonrió Michiru - todas lo sois, tú y tus hermanas. Lucháis con mucho coraje.- Alabó también para no poder evitar preguntar. -¿Es cierto que antiguamente ellas y tú fuisteis enemigas de Guerrera Luna y de las otras? ¿Erais del reino de Némesis?
- Sí, es cierto - admitió Karaberasu. - Pero gracias a ellas descubrimos que estábamos equivocadas. Nos enseñaron lo bello que es este mundo y que podemos ser muy felices en él. Ayudando a los demás en lugar de querer utilizarles.
- Eso es verdad – convino la guerrera Neptuno confesando a su vez.- Nosotras también sabemos lo que es luchar duro por protegerlo. Se deben hacer muchos sacrificios y a menudo es muy doloroso.

            Kalie asintió despacio sin dejar de acariciar aquella carita que tenía al lado replicando con voz queda.

-Si nuestro sufrimiento puede evitar el de seres inocentes como éste, de seguro valdrá la pena. Somos su única defensa.

Michiru convino en eso y no pudo evitar esbozar una sonrisa enternecida al ver esa escena pero su compañera Urano la llamó, se disculpó con Karaberasu y acudió.

-¿Sabes que esa chica?,- le susurró Haruka a su compañera en tanto miraba de reojo a la justiciera que ahora arropaba al niño. -  ¿Está embarazada de un demonio?
-¿Qué? ¡Santo Dios! - Repuso su interlocutora ahogando una exclamación con un gesto de horror - ¡es horrible! ¿Cómo puede ser?
- La violó - respondió Urano con voz queda y apenada. - Oí a Minako comentar algo de eso con las demás. Y cuando estábamos a punto de venir a reforzarlas me pidió que la protegiera especialmente.
-Creo que son buenas amigas.- Afirmó su compañera.-
- Sí que lo son. Venus se siente muy mal por ella. Le prometí que haría lo posible. –Declaró Haruka sentenciando.- Y ahora que la he visto creo que es admirable que en su estado saque fuerzas para levantarse y luchar. Yo no pienso que hubiese podido resistir tal humillación y sobre todo de un ser de esos. Es una mujer muy fuerte.
- Es cierto, son mujeres admirables, todas ellas. Celebro tenerlas de nuestra parte. - Asintió Michiru visiblemente impresionada y compadecida. – Ojalá que su esfuerzo no sea en vano y podamos vencer.
-La verdad, no sé qué sucederá.- Comento Urano con tono de duda musitando a su amiga.- También me contó, junto con Makoto, lo que pasó cuando murió ese tal Roy.
-Algo he oído.- Pudo replicar Michiru queriendo saber.- ¿Es cierto que Usagi se negó a utilizar el ataque planetario y que no las dejó pasar a la fase eterna?
-Es cierto.- Le confirmó su compañera.- Por fortuna las hermanas no se apercibieron de ello. Estaban bajo mucha presión y había mucha confusión como para que las escucharan discutir.
-No entiendo por qué Guerrera Luna actuó así.- Dijo Neptuno.- No es nada propio de ella.
-Tú sabes tan bien como yo que, a veces, hay razones poderosas que nos obligan a obrar de un modo que no nos gusta. Coincido contigo. Conociendo a Usagi  apostaría cualquier cosa a que habría sido la primera en intervenir de no mediar algo…Algo que quizás solamente ella sabe.- Comentó Haruka con cierto poso de misterio.- Y que no pueda revelar…

            En ese momento las dos guardaron silencio, su compañera Plutón se aproximó a ellas. Lucía asimismo un semblante preocupado. Al llegar hasta su posición Michiru le preguntó.

-¿Hablaste con Usagi y Mamoru antes de partir, verdad? ¿Les pusiste al corriente de la situación?
-Sí - replicó ésta para agregar.- Les conté los avances en las negociaciones. Dentro de poco tendremos constituido el grupo especial. Nos han dado su aprobación para la fase siguiente.
-Y por el momento esos misteriosos invasores exteriores no han vuelto a dar señales.- Suspiró Michiru.- Es una suerte.
-Menos mal. Nos habría resultado imposible atender a dos frentes al mismo tiempo.- Añadió Urano.- Ya tenemos bastante con éste.

            Sus compañeras asintieron. Cambiando de tema, Haruka le dedicó entonces una mirada a su compañera Hotaru que estaba arropando a uno de los niños y ofreciéndole una sonrisa.

-Ahí la tenéis. La guerrera de la destrucción.- Suspiró agregando con un toque de culpabilidad.-  Y muchas veces cuando la miro, como ahora, solamente veo a  una adorable niña a la que quizás le estemos robando la infancia.

            Tanto Setsuna como Michiru observaron a su vez a aquella muchacha pero no dijeron nada durante unos momentos. Fue finalmente la guerrera Plutón quién pudo afirmar con pesar.

-No hay día que no lamente el habérsela quitado a Tomoe. Y no deseo que me malinterpretéis. Quiero mucho a Hotaru, como la queréis vosotras. Para mí es casi como una hija. Nos aporta mucha alegría. Pero sé que lo mejor para ella sería haber vivido una infancia normal junto a su padre. Sin tener que revivir como guerrera otra vez.
-Tuvo que despertar para enfrentarse con Neherenia y después contra Galaxia.- Suspiró Haruka.-
-Y ahora esto.- Pudo añadir Michiru.- Es demasiado para cualquiera…
-Ella luchará siempre y sin quejarse nunca. Es una soldado igual que nosotras. - Les comentó Setsuna que,  no obstante, afirmó ahora con un tinte más esperanzado.- Si logramos vencer puede que las cosas cambien. Al menos que tanto ella como su padre sean capaces de recuperar algo de este tiempo que han perdido de estar juntos.

            Y como sus compañeras la interrogaron con la mirada, sorprendidas por estas palabras, Plutón les explicó.

-Poco antes de que nos reuniéramos con Usagi y las demás, hablé con nuestro interlocutor. Sabéis que tiene una gran fortuna, muchas empresas en todo el mundo y que ha sido puesto al cargo de formar el grupo de alerta. Está reclutando a personas con mucho talento en todos los campos de la ciencia. Entre ellos adivinad quién está entre sus prioridades.
-¿El profesor Tomoe?- Pudo inquirir Haruka entre alegre y sorprendida.-
-Así es.- Le confirmó su compañera.-
-Entonces, cuando esto acabe, Hotaru podría pasar más tiempo con él.- Dedujo Michiru que preguntó a su interlocutora.- ¿Se lo has dicho a ella?
-Todavía no.- Contestó Setsuna.- No quiero que se distraiga ahora en medio de la lucha. Antes tenemos que derrotar al enemigo. Pero se lo diremos cuando todo termine. Espero que me ayudaréis.
-Cuenta con nosotras.- Replicó Urano con el asentimiento de Neptuno.-

            Las tres charlaron unos instantes más y Plutón al poco se fue a estar un rato con Saturno. En otra parte de la iglesia, Cooan hablaba con Sharon. La Dama del Fuego trataba de hacerla dormir, pero la niña era incapaz de conseguirlo y le preguntaba con la voz trémula por el temor.

-¿Van a venir otra vez los demonios malos? Tengo mucho miedo. ¿Y si me atrapan de nuevo? Seguro que me harán daño, como a mis papás.
- No podrán cielo, nosotras te protegeremos,- le sonrió su interlocutora animosamente rodeando el cuerpo de la pequeña con un brazo. - Además, han venido a ayudarnos nada menos que nuestras amigas,  las famosas Guerreras Luchadoras de la Luna. Son aún más poderosas que nosotras. ¡Seguro que ganaremos! - Aseguró aparentando estar convencida y guiñando un ojo a través de su antifaz. -
-Es verdad. La Dama del Hielo me lo dijo. – Admitió la cría quien pidió con una tímida y temerosa vocecilla de ruego.- ¿Estarás conmigo hasta que me duerma?
- Sí cariño, no tengas miedo, no te dejaré sola. Ninguno os vamos a dejar.- Insistió dulcemente Cooan acariciando la mejilla de la pequeña. – Nunca os abandonaremos…

            Sharon miró a Tom que montaba guardia con su katana cerca de ellas. El chico se apercibió y le dedicó una amable sonrisa pese a todo el cansancio y las heridas que arrastraba.

- Ese chico de allí, ¿es tu novio, verdad? Os he visto antes.- Confesó pícaramente  la pequeña  que se refería a un fugaz beso que la justiciera y el muchacho se habían dado en un descanso y añadió con voz cómplice. - Tú eres la señorita Connie.
-¿Cómo lo has sabido? - Le preguntó ella sorprendida en tanto que Sharon le deslizaba el antifaz con una de sus manitas. -
-¡Soy una niña, pero no soy tonta! - se rio ahora la pequeña añadiendo con regocijo. - Y esa de allí.- Señaló a la Dama del Hielo. - Es la señorita Bertie. Me di cuenta en el cole. Cuando me salvó y cuando se rio, se ríe igual.
- Sí, es verdad. – Tuvo que admitir una divertida Cooan elogiando a la niña. - ¡Qué lista eres!, pero guárdanos el secreto ¿eh? - Le pidió con una cómplice sonrisa. -
- Descuida señorita y ahora dime, ¿a qué ese chico es tu novio? - Insistió la pequeña con divertido interés. -

            Cooan se rio algo colorada, aquella niña sabía cómo ruborizar a cualquiera, lo que no dejaba de ser gracioso en medio de toda aquella situación. Tuvo que volver a afirmar con la cabeza en tanto replicaba con un cómplice susurro.

- Sí, ¿a qué es muy guapo?

            La pequeña asintió también  riéndose y declaró con absoluta convicción.

- Cuando yo sea mayor, también tendré un novio tan guapo y tan fuerte como él.
- Seguro que sí. - Aseguró la justiciera esbozando una gran sonrisa y agregando en tanto se ponía de nuevo el antifaz. - ¡Con lo pillina que tú eres!

Le hizo cosquillas a la niña en la barriguita que provocaron la hilaridad de la pequeña. Cooan se sintió feliz, aquellas inocentes palabras infantiles y esas risas de pura alegría y diversión eran como un bálsamo para todos. Incluso sus hermanas y las sailors, que se percataron de las carcajadas de la pequeña, sonrieron animadas. Pero tampoco era cuestión de escandalizar y despertar a los otros niños. Así que la justiciera interrumpió sus cosquillas y le susurró cariñosamente a la cría.

- Ahora duérmete Sharon, que yo estaré a tu lado. Te lo prometo.

            La niña se fue quedando dormida, estaba rendida y sus ojos finalmente se cerraron, pero en su rostro aparecía una expresión confiada y alegre por primera vez en mucho tiempo. Su maestra se quedó mirándola durante unos instantes como si estuviese hipnotizada, después la arropó cuidadosamente con una manta y le dio un cálido beso en la mejilla. Aquello era por lo que luchaban, merecía la pena sacrificarse si esos críos podían sobrevivir y llegar a ser felices en un mundo mejor. Ahora más que nunca Cooan pensó en que estaba finalmente saldando la deuda que aun la lastraba en el fondo de su corazón. Recordó aquella vez, cuando junto a sus hermanas y  su malvado ex jefe, atacaron a la Guerrera Luna y a Chibiusa. Usagi protegió a  la pequeña una y otra vez sin importarle sufrir las acometidas de Rubeus en forma de descargas de energía. Entre tanto, las cuatro lucharon contra el resto de las guerreras que llegaron en auxilio de su amiga. La batalla fue feroz y finalmente los miembros de la Luna Negra fueron rechazados y tuvieron que retirarse. Pero no olvidó aquello. Es más, no pudo comprender por qué Sailor Moon se puso en peligro de tal modo para salvar a esa niña. Ahora por fin, lo entendió. Es más, tuvo que sonreír al percatarse de que ella estaba haciendo lo mismo.

-Gracias amigas, muchas gracias por ayudarme a comprender y darme la oportunidad de compensar al mundo por lo que hice.- Pensó reconocida en tanto acariciaba suavemente el pelo de la pequeña Sharon que ya dormía.- No os decepcionaré.

            En el campo de batalla, las guerreras Marte y Júpiter pusieron en marcha el plan. Con el máximo cuidado se arrastraban hacia el demonio que custodiaba las piedras. Éste estaba tan absorto en la pelea entre Nephrite y Aspiez que no se percató de nada. Marte le hizo una seña  a su  amiga para que le rodease sigilosamente. Mientras Rei, en voz baja, hacía un conjuro paralizante que lo envolvió. Cuando ya estuvo preparada hizo otra señal a Júpiter y su compañera se acercó al desprevenido guardián. Entonces, ésta le dijo en un tono de total naturalidad, como si realmente le interesara lo que preguntaba.

- Perdón señor demonio, ¿no es aquí la parada del autobús para Tokio? Llevo horas buscándola y nada. Y lo peor es que creo que lo he perdido. ¿Sabe cuándo saldrá el siguiente?

            El interpelado, sorprendido de ver a esa humana preguntando aquella tontería, y sobre todo de que se hubiera atrevido a plantarse allí, quedó desconcertado. Aunque tras unos instantes reaccionó disponiéndose a atacar pero estaba paralizado ¡Ni siquiera podía aullar! Makoto le guiñó el ojo susurrándole un divertido “gracias” y avisó a las otras. Las guerreras no podían creer en su suerte, ¡sólo iban por una esfera y lograron hacerse con todas! Cuando todo estuvo en orden y con el mismo sigilo Ami y Minako se acercaron e hicieron una cadena con sus compañeras que les pasaron las piedras. Mamoru las instó con un susurró a que se dieran prisa. Pero la buena fortuna no duró eternamente y un par de demonios del cuarto círculo advirtieron lo que pasaba. Atacaron a las guerreras con espadas. El señor del antifaz intervino y luchó contra uno de ellos, arrojándole varias rosas rojas que se clavaron en el pecho de su enfurecido enemigo. Con el bastón, Tuxedo paraba los golpes de la espada de aquel demonio tocado, pero todavía muy fuerte y peligroso. Usagi fue en su ayuda, lanzando contra el demonio el “Moon Therapy Kiss”. Esto dejó malherido a su oponente, Mamoru lo remató con más rosas, de las pocas que le quedaban, haciéndole estallar.

-¡Uno menos!- Declaró.-

            El otro demonio luchaba a la vez contra Ami, Makoto y Minako. Recibió los ataques de ellas pero las hirió con sus rayos de energía. Rei acudió en ayuda de sus compañeras con su “Burning Mandala”. Usagi le remató empleando nuevamente su ataque y su enemigo estalló. Makoto y Minako estaban malheridas y Ami las atendía lo mejor que podía. Rei y Usagi estaban agotadas, el Señor del Antifaz dándose cuenta de que su situación era ya insostenible si sus enemigos volvían a atacarles usó el comunicador y llamó a las otras guerreras. Setsuna recibió el mensaje.

- Aquí Plutón al habla, ¿qué ocurre, Alteza? - Preguntó templando su inquietud. -
-¿Tenéis la situación controlada por allí? - Inquirió su interlocutor. -
- Sí, aquí todo está tranquilo por ahora. - Confirmó Setsuna. -
-¡Entonces venid para acá cuanto antes!- le pidió Mamoru con urgencia en tanto le ponía al corriente. - Júpiter y Venus están heridas y las guerreras Luna, Marte y Mercurio agotadas. Hemos recuperado las piedras pero no podremos resistir otro ataque. Y esos demonios no tardarán en darse cuenta de lo que ha sucedido.
- Recibido - respondió su interlocutora. - En cuanto podamos estaremos allí, corto.- Apagó el transmisor y corrió a informar a sus compañeras. Una vez lo hicieron, Haruka se dirigió a Petz y le explicó la situación. –
- Tenemos que ir a socorrer a nuestras amigas. Supongo que aquí ya no tendréis demasiados problemas. De todos modos si os surgieran complicaciones llamad y enviaremos a las que podamos en vuestra ayuda.
- No os preocupéis por nosotros. - Replicó con tono seguro la justiciera para descargarla de ese problema. - Sabremos dominar la situación.
- Estamos seguras de ello. - Terció Michiru con una sonrisa de aprobación. – Buena suerte  compañeras.
-Igualmente. Ha sido un honor conoceros.- Repuso Kalie.-
-El honor ha sido nuestro.- Sonrió Hotaru en tanto sus compañeras asentían.- Cuidaos mucho, por favor…y proteged a esta gente.
-Lo haremos.- Asintió Bertie.-

            Así se despidieron. Tan pronto como salieron y estando a mitad de camino, la Guerrera Saturno comentó a las demás.

- Únicamente lamento que no les hayamos dicho nada de sus compañeros. Es una pena no poder hacerlo.
- Ya sabes lo que sucede - intervino Haruka con buena lógica. - Será mejor aguardar hasta que la lucha termine, no me gustaría darles falsas esperanzas si ellos fracasan.
- Tienes razón - acordó Setsuna. - Se lo consultaremos a nuestras compañeras. A ver si Guerrera Luna juzga oportuno contárselo. Aunque ahora lo primero es apoyarlas. La situación allí debe de ser crítica. ¡Vamos, hay que darse prisa!

            Y las cuatro atravesaron con rapidez aquella zona que, curiosamente ahora estaba libre de enemigos. Posiblemente todos se hubieran reunido en torno a aquel páramo para presenciar esos combates. Las justicieras por su parte se quedaron sentadas en un momento de reposo, algunas otras personas se ofrecieron a vigilar y ellas lo agradecieron. Estaban muy fatigadas,  pese a que habían comido esas pobres raciones apenas sí habían descansado en las últimas horas y las continuas luchas ya pasaban una evidente factura a sus organismos cada vez más debilitados, pero se esforzaron por olvidarse de todo ello y conversar. Fue  Petz  la que dijo pensativa.

- Quizás deberíamos ir con ellas, por si nuestra ayuda es necesaria allí.
- No, debemos quedarnos aquí - le rebatió Tom. - La iglesia por ahora es segura, pero si los demonios abren una brecha  podrían atacar con rayos de energía.
- Además, estamos muy débiles como para entablar nuevos combates que no sean estrictamente  defensivos. – Les recordó Cooan con un suspiro de impotencia. – Si diésemos un paso fuera de aquí y nos sorprendieran se acabó.
- De todas formas, ahora nuestras piedras no parpadean, no hay demonios cerca. - Argumentó coherentemente Petz.-
- Están replegados, más allá de nuestro alcance, - terció Karaberasu preocupada y ante las sorprendidas caras de los otros, insistió. - ¡Lo sé, lo presiento! Ahora se están retirando poco a poco hacia el punto de invocación, algo grave va pasar.
-¿El qué? - Quiso saber Beruche igual de atónita que los demás. -
- No sé explicarlo,  pero lo presiento.- Repuso Kalie que, para mayor inquietud y asombro del resto de sus hermanas y Tom avisó al cura con urgente preocupación.- ¡Padre por favor! - deseo confesarme y comulgar si a usted no le importa.
- Claro que no, hija - sonrió el sacerdote que incluso parecía contento de recibir aquella petición -¿Cómo va a importarme? Es mi obligación y mi vocación y lo haré con mucho gusto. Si algo te inquieta debes ponerte en paz con Dios.

Ella asintió, aunque obvió el importante detalle de que no estaba bautizada en esa fe. No obstante quiso pensar que Dios lo entendería y sobre todo deseaba sacar todos sus miedos y sus dudas e incluso los remordimientos que tenía en su vida pasada. No fue muy explícita, aunque tampoco hacía falta. Sólo afirmó estar  arrepentida de haber sido un instrumento del mal y el sacerdote asintió. Era un hombre comprensivo y de ánimo valeroso. Incluso cuando escuchó lo del embarazo demoniaco de la muchacha, la absolvió de todo lo que había hecho hasta entonces.

-Padre, yo misma acabé con él. Y lo hice llena de odio.- Suspiró ella al contárselo.-
-Eso era normal, en esas circunstancias.- Le respondió el clérigo con tono comprensivo.-
-Ahora solamente quiero que mi hijo nazca bien, y que esté a salvo.- Sollozó la joven.-
-Nuestro Señor te ha hecho pasar por pruebas terribles, pero estoy convencido de que formas parte de su plan. Haz que ese hijo, concebido en esas horribles circunstancias, traiga luz a este mundo y pueda combatir a la oscuridad.
-Únicamente deseo que sea un niño normal.- Afirmó ella.-
-Pues yo os doy a ambos mi bendición.- Replicó el cura haciendo la señal de la cruz sobre esa angustiada mujer.- Que nuestro señor esté siempre a vuestro lado para protegeros. Como tú proteges a otros inspirada por Él.

Ella experimentó entonces un sentimiento de gran paz y sintió como si las fuerzas le volvieran. Ahora estaba firmemente convencida a luchar y no flaquear nunca, sucediera lo que sucediera en su vida. Aun teniendo que estar sola. El sacerdote también le repitió la sugerencia de que, cuando el niño naciera, se lo llevase a él o a cualquier otro párroco. Y añadió amablemente.

- Haz caso del consejo que te dio mi compañero de oficio y permanece en lugar sagrado todo el tiempo que puedas, eso os beneficiará mucho. Tanto a ti, como a tu hijo.
- Sí, gracias padre. Me siento mucho mejor. Como si tuviera paz.- Repuso Karaberasu acurrucándose en un banco completamente agotada y musitando en cuanto la Dama del Hielo se acercó. - Perdonadme, pero estoy muy cansada y necesito dormir.
- Claro, te comprendo. Todos lo necesitamos, Kalie. - Le sonrió dulcemente Bertie ayudándola a taparse con una manta en tanto añadía con afectuosa consideración. – Ya has hecho más que suficiente. Duerme tú ahora y después ya nos relevarás. Descansa y no te preocupes por más.

            La exhausta muchacha sonrió reconfortada por las palabras de su hermana y enseguida cayó dormida. Mientras, Cooan hablaba con su novio, ambos vigilaban el tranquilo descanso de los niños.

-¿Sabes Tom?, nunca creí que yo llegase a arriesgar mi vida por defender las de otras personas  ¡Es algo tan hermoso el poder ayudar a los demás!
- Lo es, a mí me ocurre lo mismo. Además, me encantan los críos. Me gustan tanto que cuando todo esto termine, tú y yo podremos formar una familia. ¿Qué te parece la idea? - Le inquirió él con decisión y una sonrisa llena de afecto. -

La verdad es que el chico se notaba exento ya de aquella timidez que le embargaba cuando había tratado de sacar este tema con anterioridad. Siempre fue algo vergonzoso para según qué cosas. Sobre todo con Connie. Esa muchacha le gustó desde el primer momento y había pasado mucho para obtener al fin su amor. Y lo cierto es que, después de lo que había sucedido y lo que estaban viviendo, pasar vergüenza por aquello no tenía ya ningún sentido. Al contrario, no sabía si quizás aquel pudiera ser el último momento que tuvieran para hablar de ello. Por eso le insistió tras darla un amoroso beso en los labios.

- Quiero que pasemos el resto de nuestra vida juntos. Y espero que sean muchos años. Y que tengamos unos cuantos niños. – Sonrió débilmente. -
- No hay nada que yo pudiera desear más.- Sonrió también Cooan aferrándose a un brazo del chico y susurrando ahora con algo de pesar que empañaba esa alegría. - Cuando miro a mis hermanas siento que soy muy afortunada. Bertie y Petz han perdido a los hombres que amaban y Kalie, bueno, lo suyo quizás sea incluso más triste.
- Estoy seguro de que todas ellas podrán rehacer sus vidas cuando logremos la victoria.- La animó Tom que también se sentía muy apenado por ellas y deseaba que así fuera desde el fondo de su corazón. –  Sin duda lo merecen.
- Sí,- asintió su novia mejorando su ánimo otra vez. - Yo también tengo esa esperanza. Demasiadas personas buenas se han sacrificado para darnos la ocasión de conseguirlo. Sus muertes no pueden haber sido en vano.
-Eso jamás.- Sentenció su interlocutor.- En tanto nos queden fuerzas, lucharemos también por su memoria.

            El recuerdo de ambos volaba hacia Roy y el de Cooan incluso más allá. No podía evitar pensar en sus antiguos camaradas de Némesis, que, aunque equivocados y corrompidos, una vez fueron personas con deseos, emociones y bondad. Y por supuesto en sus padres. Si realmente ella lograba al fin vivir feliz y en paz nunca les olvidaría en sus oraciones para que al menos ellos encontrasen la paz en el otro mundo o donde quiera que pudiesen estar. Rezaría por todos, incluido Rubeus. Quizás por él más que por nadie. Pero ahora estaba junto al hombre al que amaba y que de veras la correspondía. Sólo quiso abrazarse a él y dejar de lado todo lo demás. Y así quedaron unidos ambos en un largo y cariñoso abrazo. Infundiéndose mutuamente amor y moral. Entre tanto, Beruche hablaba con Petz en otro lado de la iglesia.

- Deseo tantísimo ver el final de esta lucha. ¡Ojalá logremos vencer! - Suspiraba elevando la vista hacia las bóvedas decoradas con imágenes divinas, implorándoselo de todo corazón. -
- ¡Lo lograremos!, - prometió su hermana asegurándole sin paliativos con su más genuina fortaleza de ánimo. - ¡Puedes estar segura!
- Ojalá Roy pudiese estar aquí.- Musitó Bertie ensombrecida ahora por la tristeza del recuerdo. -
- Se sentiría muy orgulloso de ti. Y de todos nosotros, él no murió por nada. Logró darnos el tiempo necesario para defendernos. ¡Y lo vamos a aprovechar! - Le respondió Petz con total rotundidad. -
-¿Sabes?- le contó Beruche abriéndose confiadamente a su hermana. - El otro día soñé con él, a los pies de mi cama, sonreía y llegué a creer que estaba realmente conmigo. Luego vi a alguien, una figura de luz, quizás sería su alma o un ángel que lo acompaña para que no se meta en líos allí. - Conjeturó esbozando una sonrisa entre divertida y nostálgica. - ¡Le echo tanto de menos, y le sigo necesitando, Petz!  - Remató con un tono lleno de melancolía. -
- Te comprendo muy bien.- Asintió su hermana embargada por la misma emoción al recordar. – Yo también sueño muchas veces con Zafiro, con la última mirada que vi en sus ojos. Era una mirada profunda que reflejaba sus sentimientos hacia mí, tenía paz, ternura y mucho amor. Siempre anhelé que él me mirase de esa forma y cuando al fin lo hizo aquello llenó mi corazón para toda una vida.
- Esa mirada. Te gustaría volver a verla otra vez. ¿No es cierto? -  le inquirió solidariamente Beruche. -
- Siempre la veo. - Le sonrió su hermana declarando con voz queda. - La conservo dentro de mí. Mi alma tiene grabada esa imagen y él vive en mi corazón. Cada vez que cierro los ojos ahí está. Pase lo que pase, nunca me podrán quitar eso. Igual que a ti nadie podrá arrebatarte los recuerdos de Roy.
- Sí, supongo que debemos aprender a vivir con nuestros recuerdos. ¿Verdad? - Le inquirió Beruche afectada por la nostalgia en sus ojos, que hacían aguas a su pesar. -
- Así es, pequeña, - repuso suavemente Petz abrazando a su hermana y rodeándola el cuello con un brazo en actitud maternal. – Tendremos que vivir confortadas por ellos y luchar por la memoria de los seres a los que quisimos y que también nos amaron, nunca debemos rendirnos, se lo debemos a ellos.

            Bertie asintió despacio dejándose abrazar y se mantuvo así durante unos largos instantes llenos de recuerdos e ilusiones archivadas en lo más profundo de su corazón. Aunque en su interior se preguntaba. ¿Podría eso bastarle para toda una vida como a su hermana?...

-No lo sé.- Reflexionaba.- Trataré de vivir como le prometí. Aunque ahora no tengo derecho a pensar en mí. Hay una tarea que cumplir como justiciera. Proteger a los débiles y a los inocentes, y juro que lo haré hasta mi último aliento.

            En la batalla del páramo, los luchadores se mantenían igualados, ambos se vigilaban estrechamente. La tensión llegaba a tal punto que un sólo descuido de cualquiera decidiría el combate. Entonces Aspiez logró lazar el pie derecho de su rival con su red. Intentó clavarle el tridente mientras le derribaba pero Nephrite interpuso su espada. El demonio empujaba para clavar su arma en el cuello de su rival mientras sonreía de forma sádica. Pero su contrincante aguantaba con fuerza.

- ¡Ja, ja, ja, ja! - Reía Aspiez de forma estruendosa, lleno de regocijo por los apuros de su enemigo y espetándole burlonamente. -¡Vas a morir!
- No lo creo.- Respondió su adversario aumentando su energía de forma considerable ante el estupor de su rival. - ¿Qué te parece esto?- le espetó logrando rechazarle de un empujón. –

            Aspiez se apartó pero su contrincante se levantó como un resorte describiendo una gran voltereta en el aire. El demonio acometió con su tridente pero el chico metió la hoja de su arma entre los pinchos y giró desequilibrando a su enemigo. Con gran celeridad liberó la espada y asestó una estocada a su enemigo que bramó de dolor. El demonio entonces le arrojó el tridente clavándoselo en el estómago  aunque Nephrite aprovechó para decapitarlo. Aspiez estalló aunque el muchacho estaba muy malherido, se desangraba rápidamente pero pudo arrastrarse junto a sus amigos y salir del campo de batalla. Una vez fuera, entre Diamante y Zafiro corrieron a levantarlo. Ail se hizo con una alubia y se la metió en la boca a su compañero.

-¡Maldita sea! - Balbuceó Nephrite que hablaba con dificultad  a causa de la grave herida. – Otra vez me he dejado cazar como un principiante.
- Mastica la alubia, trágatela y te repondrás, amigo. - Le aconsejó animosamente Ail. – el maestro Piccolo nos hizo cosas peores.

            El muchacho hizo caso y comió, le iba la vida en ello y no estaba dispuesto a volverla a perder. Aunque en esta ocasión no correría peligro. Tan pronto como tragó la alubia sus heridas se cerraron pero aun estaba débil y se sentó en una roca próxima para recobrarse del todo.

- No te preocupes, te pondrás bien.- Le aseguró despreocupadamente Diamante palmeando su espalda. - No tienes nada que no se cure con un buen descanso.
-¡Enhorabuena!, ¡has cumplido y de maravilla! - le felicitó Roy. - Eres un gran luchador. Como tus compañeros.
- Si hubiera tenido una de estas antes.- Sonrió Nephrite sosteniendo la bolsita de las alubias con devoción. - La lucha contra los devilsters de Zoisite habría sido muy distinta.
- Ahora has corrido un riesgo calculado. - Desveló Roy que se había dado cuenta de ello. - Estabais muy igualados en la pelea y para acabar con ese demonio has tenido que exponerte, pero sabías que las alubias te curarían.
-¡Sí, pero por poco no lo cuento! - Suspiró el aludido visiblemente aliviado ahora. -

            Pensó en algunos de los consejos del maestro Piccolo. En cierta ocasión en la que él luchaba tratando de alcanzarle. Por supuesto sin lograrlo. Su severo mentor le propinó un buen puñetazo en el abdomen que le dobló de dolor. Mientras trataba de recobrarse y respirar, el namekiano le dijo con tono desencantado.

-Si no le pones pasión a la lucha nunca llegarás a nada, guapete de cara.

            Y como Nephrite le dedicó una mirada entre ofendida y molesta, Piccolo sonrió con regocijo para declarar cruzándose hieráticamente de brazos.

-Te faltan contundencia y convicción en tus ataques. Quieres resguardarte al tiempo que golpear. Y eso en ocasiones es imposible.
-Pero, siempre dices que no debemos descuidar la defensa.- Rebatió el aludido en cuanto pudo recobrar el aliento.-
-Por supuesto que lo he dicho.- Concedió su instructor.- No se debe atacar a lo loco.
-¿En qué quedamos entonces?- Le recriminó Nephrite.- No puedes decirme una cosa y la contraria.
-Pues acabo de hacerlo.- Se sonrió pérfidamente su interlocutor remachando.- Porque es la verdad.
-No lo entiendo.- Pudo decir su desconcertado pupilo.-
-Un día lo harás. A veces hay que poner todo en juego y estar dispuesto a perderlo, para ser capaz de ganar… no olvides eso.- Le indicó Piccolo.-
- No lo haré.- Aseveró el chico en cuanto estuvo recobrado.-

            Y tratando de tomarle por sorpresa se lanzó con ganas hacia su mentor quien, como no pudo ser de otro modo, le rechazó sin esfuerzo volviendo a mandarle al suelo. Sin embargo, esta vez le sonrió con aprobación para sentenciar.

-Mucho mejor así…melenitas. Ya te vas enterando…elige el momento adecuado, trata de que tu rival se confíe y no pienses, ¡actúa! Y sobre todo, no tengas miedo en despeinarte, ¡ja, ja!

Entonces eso le molestaba bastante, decidió atacar con todas sus fuerzas, lanzando patadas y puñetazos. Su mentor las esquivaba sin ningún tipo de problema. Y al instante siguiente abriendo la boca, Piccolo le lanzó un chorro de energía que le llevó por delante, quemándole y estrellándole contra el suelo. Apenas capaz de moverse, allí tirado, el chico declaró con indignación.

-¡Maldita sea! No es justo. ¡No sabía que pudieras hacer eso!

            Sin embargo, su maestro le miró con expresión burlona para replicar con regocijo y sarcasmo.

-Disculpe, su Alteza. Había olvidado que en el mundo de Tontolandia del que provienes cada luchador debe darle a su enemigo un completo informe de sus ataques y habilidades antes de comenzar el combate. Seguramente ese tal Zoisite y sus esbirros debieron enviarte un telegrama informándote de sus planes y tipos de ataques. ¡Ah!, ¿no lo hicieron? ¿verdad? Espera, por eso estás muerto.- Remachó con tono divertido.-

            Eso fue demasiado para Nephrite, incorporándose a duras penas trató de golpear a su interlocutor al grito de.

-¡Eres un bastardo!

            Empero, Piccolo no tuvo el menor problema en tirarle al suelo una vez más con una contundente patada mientras contestaba con deleite.

-Por supuesto que lo soy. Y aun así, soy el tipo más comprensivo y amable que te vas a encontrar por aquí.

 En ese momento fue él quien desconcertó a su maestro, pues se puso a reír sin poder parar.

-¿Qué es lo que te parece tan divertido?- Inquirió Piccolo de brazos cruzados y mirándole como si estuviese loco.-
-Veras.- Pudo replicar él reuniendo fuerzas, mientras permanecía tendido en el suelo con las piernas y los brazos estirados.- No son tus golpes lo que más daño me hace, ni siquiera tu insufrible complejo de superioridad. Lo que realmente me fastidia es que tienes razón en cada maldita cosa que dices…

Ahora, superada la sorpresa por esa confesión, fue el turno de Piccolo para reír, declarando divertido e incluso con aprobación.

-¡Muchas felicidades, su Alteza! ¡Es la primera cosa sensata que dices desde que llegaste aquí!- Aunque enseguida tornó a su expresión severa habitual para remachar.- Aun así, todavía te queda un largo camino por recorrer. No lo olvides.

Y Nephrite desde luego que no lo olvidó. Es más, ahora se sonreía recordándolo.

-Gracias Piccolo-sama.- Pensaba con reconocimiento.- Tus lecciones fueron realmente vitales…

Entre tanto los otros le miraron con aprobación. Había sido una jugada arriesgada pero mereció la pena. No obstante, no podían detenerse a intercambiar felicitaciones puesto que el siguiente combate estaba presto a comenzar.

- Bueno, pues ahora voy yo.- Terció Diamante adelantándose sin titubear. -
- Adelante compañero,- le arengó Nephrite ya más repuesto y con mejor color en su rostro que había estado pálido hasta hacía apenas unos minutos. – ¡Duro con él!…
-Trataré de no quedar mal.- Sonrió el príncipe.- Ya sabes que odio que me ganes…
-¿Va una apuesta como de costumbre? - Se sonrió Roy.-
-¿Qué será esta vez?- Quiso saber su interlocutor.- ¿Que haga yo la cena?
-¡Ni pensarlo!- Rio Nephrite añadiendo para regodeo del resto.- Hemos dicho una apuesta, no una penitencia para nosotros…
-Sí… eso sería más duro que cualquiera de estos combates.- Agregó Ail con regocijo a su vez.-
-Ya hablaremos cuando vuelva.- Afirmó Diamante con tono de total confianza.-
-Ahora no te distraigas.- Le pidió su hermano ya con más seriedad.- Ese demonio parece muy fuerte.
-Descuida.- Sonrió el aludido.- No lo haré…
-Buena suerte, amigo.- Le deseó Nephrite ya sin bromear.-


            Roy, Zafiro y Ail hicieron lo propio palmeándole la espalda. Diamante, con paso firme, se dispuso a entrar en combate frente al último de los comandantes de Nagashel...


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