El príncipe avanzó sin prisa pero sin pausa hacia el
lugar de la lucha. En su cabeza se amontonaban muchos recuerdos más o menos
gratos. Su infancia en Némesis, creciendo entre la admiración que tuvo hacia su
padre el rey Coraíon y el amor que le profesó a su madre la reina Amatista Nairía.
De igual modo quiso siempre a su hermano pequeño el príncipe Zafiro. Su
familia, descendiente de un linaje de varias generaciones, provenía de la
Tierra. La historia contaba que en un principio sus antepasados, liderados por
el príncipe Corindón, llegaron al planeta Némesis. Aquel desolado mundo era
poco más que una roca que flotaba en el espacio. No tuvieron otra opción tras
ser expulsados de su planeta de origen por la inmortal reina Serenity. De este
modo, el bisabuelo del propio Diamante fundó el reino de Némesis. Después ese
gran sueño llegó. Los habitantes del planeta pasaron muchos siglos en una
especie de congelación y al despertar tuvieron que enfrentarse a la dura tarea
de hacer próspero y habitable ese mundo frío y desolado. Corindón y su sucesor,
el rey Coraíon, padre del propio Diamante, lo lograron a fuerza de muchos
sacrificios, con la única ayuda de esa energía oscura, letal para los pioneros,
pero muy poderosa a la hora de dar luz y calor al planeta. Si bien sus
antepasados no abandonaron nunca la idea de volver a su mundo madre. Los
progresos que se hicieron fueron continuados por sus descendientes y poco a
poco esa idea se fue diluyendo. Tanto que, cuando el padre de Diamante subió al
trono, casó con una princesa de la Luna, vasalla de los soberanos terrestres,
con el anhelo de que la paz se instaurase entre ambos mundos. De este modo las
relaciones se normalizaron y reinó la concordia en el Sistema Solar. Némesis
era ya un mundo próspero y bello, aunque no tanto como la Tierra. Fue en el
décimo cumpleaños de Zafiro, Diamante tenía unos doce años, cuando se produjo
la llegada del Sabio. Éste afirmó venir de un mundo muy lejano y se instaló
como embajador con el propósito de fomentar la amistad entre ambos. Nadie
sospechó nada malo de él pese a su misterioso aspecto, y su rostro siempre
cubierto por aquel hábito negro y profundo que no dejaba ver nada de su cuerpo.
El Sabio explicó al benévolo Coraíon que ésta era una forma que preservaba su
esencia vital en el ambiente, para él hostil, de Némesis. Y el nombre del
Sabio, protegía el suyo verdadero, que no debía ser pronunciado por un sagrado
voto que mantenía. Ahora, con la perspectiva del tiempo transcurrido y la
verdad, Diamante maldecía su llegada, pero entonces nadie sospechó nada. Al
contrario, pasaron años y los príncipes crecieron entre auténticas muestras de
admiración hacia ese personaje que siempre ayudaba y aconsejaba del mejor modo
posible a su padre y a ellos mismos.
-Mi madre sí que sospechó de él. Y entonces, en
nuestra ingenuidad no supimos darnos cuenta. Ella jamás le tuvo confianza.-
Recordó ahora con pesar. -
Y es que su madre fue una hermosa, brava y decidida
mujer. Pese a que su salud se deterioró con rapidez tras llegar a vivir a
Némesis. Pero siempre quiso mostrarse bien delante de él y de su hermano. Y no
dudó en retar a ese Sabio cobarde que nunca se atrevió a enfrentarse con ella.
-Eso fue lo que la mató.- Suspiró el príncipe ahora
lleno de consternación al rememorar aquello.- Y yo no pude estar a su lado. Eso
jamás me lo perdonaré.
Siguió
recordando, cuando cumplió diecisiete años llegaron a la corte Esmeralda y
Rubeus, ambos pertenecientes a nobles familias. Los dos entraron al servicio de
la casa de Némesis. Todavía se acordaba de la Esmeralda de entonces, que pasó a
ser la doncella de la reina, sirviendo como su camarera mayor. En aquel tiempo era
una chiquilla amable e inocente, siempre bondadosa y tímida para con él.
Diamante no sabía lo que ella sentía, no lo supo nunca hasta que fue tarde y
sus ambiciones le habían cegado ya. Dos años más transcurrieron y llegaron las
cuatro hermanas de la familia Ayakashi, asimismo pertenecientes a la nobleza
pero de un rango menos elevado. Fueron destinadas al servicio de Rubeus, un
chico entusiasta y fiel seguidor de los planes del propio Diamante. A éste, la
enfermedad que contrajo su madre y su larga y agónica convalecencia, unidas a
las acusaciones que vertió el Sabio contra la Tierra, culpándola de los males pasados
y futuros de su planeta, le hicieron empezar a acumular el odio y el
resentimiento contra su mundo de origen. La ocasión de comprobar si sus
sospechas eran ciertas le vino cuando su padre el rey Coraíon le envió en
misión diplomática. El joven y arrogante príncipe, no acostumbrado a humillarse
ante nadie que no fueran sus padres, recibió una nada grata acogida, pero quedó
prendado de la belleza de aquella reina legendaria, que al parecer era
eternamente joven e inmortal. A su vuelta a Némesis, dos años más tarde, su
madre había muerto y su padre también estaba enfermo. El Sabio le reveló
entonces que todo era debido a un complot urdido por el rey Endimión, marido de
Serenity, que mantenía a ésta como prisionera
en su propio palacio. El padre de Diamante murió poco tiempo después y todas
las evidencias apuntaron a un asesino venido de la Tierra. El príncipe juró
vengarse y ayudado por el Sabio, sometió a los suyos y a sí mismo al cristal
oscuro que éste poseía para aumentar sus poderes a un límite sobrehumano.
Construyó una potente flota de guerra que arrasó el reino del Milenario de
Plata y Neo Cristal Tokio, excepto el palacio, protegido por las guardianas de
la reina Serenity y al que él mismo dio órdenes de respetar. El motivo era que quería
casarse con esa reina y obtener su amor además de gobernar la Tierra. Pero
debido al fracaso en hacerse con la soberana y su palacio en el futuro sólo
tuvo una opción. Aconsejado por aquel nigromante envió atrás en el tiempo a las
hermanas Ayakashi y a Rubeus, con la misión de destruir las bases del futuro
reino terrestre y matar a la hija de Serenity y de Endimión, que había huido al
pasado en busca de ayuda. De este modo pensó que el palacio caería en su poder.
Pero al descubrir que en el pasado, Serenity era la Guerrera Luna, quiso tener
a ésta a toda costa. No obstante, los intentos de sus subordinados fracasaron
uno tras otro. Las hermanas eligieron traicionarle y vivir como mujeres normales
en la Tierra. Rubeus falló miserablemente y fue destruido en el espacio junto a
su nave. Esmeralda no lo hizo mejor. Por aquel entonces la chica se había
vuelto una mujer arrogante e insoportable. El cristal negro, a parte de su
desengaño amoroso, la había oscurecido el alma como a todos los demás,
convirtiéndola en un pozo negro de odio, ambición y celos. También acabó sus
días con una muerte estéril. Aunque a esas alturas a Diamante aquello no le
importaba en absoluto. Él y los demás ya únicamente se aferraban a sus absurdos
planes de conquista y destrucción, era peones del Sabio. Sólo Zafiro, más
dedicado a controlar la caldera que surtía de energía a Némesis, se percató de
la verdad y quiso decírsela.
-Pero no pudo. Fue entonces cuando ese bastardo
trató de matar a mi hermano por primera vez.- Pensó lleno de ira.-
Aunque en esa ocasión el Sabio falló. Zafiro escapó
a la Tierra y ese nigromante le acusó de ser un traidor, incluso las propias
guerreras estaban protegiéndole lo que parecía apoyar aquellos cargos de
sedición. Pero ni siquiera entonces Diamante lo creyó. Después, su hermano fue
asesinado ante sus ojos por ese maldito hechicero. Aquello comenzó a hacerle ver
más allá de sus insensatos objetivos. Otra cosa que le sorprendió, aunque al principio la aceptó con agrado, fue
la presencia de la Dama Negra. Una misteriosa, atractiva, aunque cruel mujer,
que obedecía sin pestañear al Sabio. No salió de su asombro al saber que era la
manipulada hija de Serenity y cuando por fin tuvo ante él a Guerrera Luna y la
sugestión hipnótica que utilizó con ella, (regalo como no, del Sabio), falló,
ella le descubrió la verdad. Aquel siniestro encapuchado era un traidor que
sólo obedecía los designios de una especie de demonio llamado “Fantasma de la
Muerte.” Él había estado detrás de todas las traiciones y
desgracias que habían asolado a la familia de Diamante y a su mundo. El
príncipe quiso luchar contra él y acabar con eso pero fue asesinado al tratar
de proteger a Sailor Moon. En su agonía confió a ésta el futuro bienestar de
sus súbditos. Después murió, al menos arrepentido de todo lo malo que había
hecho, con el perdón que la futura reina le otorgó. En el Cielo pudo darse
cuenta de hasta que punto se había equivocado y el recuerdo de sus seres
queridos le perseguía.
-¡Si pudiera volver a vivir y recuperar a mi familia!-
Declaró entonces lleno de pesar y rabia.- Juro que todo sería diferente.
Por suerte, se reunió con su hermano menor allí y
supo que sus padres eran dichosos en el más allá. Sólo una persona seguía
perturbando su corazón. Pensaba en Esmeralda quien, según le contó Landar,
había caído a los infiernos para purgar sus culpas. Ella no murió arrepentida
de sus maldades como él o Zafiro, o el resto de los compañeros que conoció allí.
Todos antiguos enemigos de las sailors que llegaron a ser amigos de estas. Y
sobre todo, se alegró mucho cuando apareció Roy y les contó como vivían las
hermanas en la Tierra, que eran chicas normales y felices, tal y como le
asegurase la Guerrera Luna antes de que él muriese. Fue entonces cuando su
esperanza renació y también creyó posible ser feliz si tenía una segunda
oportunidad. Y particularmente si lograba darle otra a Esmeralda, hundida en la
desesperación de la soledad y el sufrimiento eterno. Con el acicate adicional
de una apuesta que su compañero Roy le ganó, Diamante quiso sacar a esa muchacha
de tal horror. Pero ese misterioso Landar le reveló que antes debería hacer
frente a la amenaza junto con sus compañeros y salvar la Tierra. Entonces
estaría verdaderamente rehabilitado y sería libre para intentar ayudar a esa desventurada
muchacha. ¿Cómo hacerlo?, eso se lo diría cuando regresasen victoriosos.
-Esa fue tu promesa, Landar. Aunque antes debo ser
yo quien cumpla con la mía…- Se dijo a modo de estímulo.-
Y ahora el joven príncipe, con una nueva conciencia
y otra forma de vivir, producto de la madurez que había adquirido, estaba más
que decidido a ganar. Regresaría al Cielo y pediría la ayuda del mago para intentar
salvar a Esmeralda. Finalmente sabía que ella le quiso siempre y que también
amó mucho a la reina Amatista a la que sirvió con devoción como si de su propia
madre se hubiese tratado. Diamante había querido a esa infortunada chica
igualmente, aunque más como a una hermana, pero eso bien pudiera haber sido
diferente de no mediar su enfermizo amor por Serenity y la influencia del
nefasto Hombre Sabio. Así pues, liberado de todo eso, acabaría con todos los
demonios que se interpusieran entre él y su propósito. De esta forma, aguardó a
su contrincante que llegó a los pocos segundos junto a él, plantándose a su
lado con un gesto sádico y feroz pintado en aquella horrenda cara avernal. Pero
eso no amedrentó ni mucho menos al príncipe que sentenció con firmeza.
- Todos tus compañeros han caído y ahora te toca el
turno a ti. Vas a seguir sus caminos, yo no voy a ser menos que los guerreros
que me han precedido.
-¡No sabes contra quien te la estás jugando,
estúpido! - Espetó Nemarash que contrariamente a sus compañeros presentaba un
atractivo semblante humano con la única salvedad de dos brillantes ojos rojos
candentes, era alto aunque no tanto como el propio Diamante. - Soy uno de los
mejores jefes del averno. Barón de Granukul, la estepa ardiente, y escolta
personal del gran Mephisto.
- Pues que bien.- Replicó indiferente su
contrincante, sin parecer nada impresionado, presentándose a su vez - yo soy
Diamante príncipe de Némesis, el décimo planeta de este sistema solar y no
presumo tanto. Además, te advierto que tampoco soy manco luchando.- Se permitió
añadir con una adusta sonrisa. -
-Ya que lo dices ¡Eso lo vamos a comprobar enseguida,
vanidoso mortal! - Rio su enemigo. - Veremos si tu fuerza respalda tus
atrevidas palabras. Yo no soy tan fácil de vencer como mis compañeros. –
Aseguró mientras comenzaba a concentrar energía envolviéndose en un tono
verdoso intenso. – ¡Ja, ja, ja!…observa.
-¡Sólo eres capaz de hacer eso! - Exclamó Diamante
con desdén envolviéndose a su vez en una potente aura plateada y gritando. ¡Aprende!..
-¡Ahora verás!,- respondió el demonio haciendo
temblar el suelo con su poder. -
Los
compañeros del príncipe de Némesis seguían los preliminares del combate con
sumo interés. Aunque pudieran estar inquietos en su fuero interno por el poder
que desplegaba ese demonio ninguno transmitía esa sensación. El único que se
decidió a tomar la palabra fue Roy.
- Están muy igualados.- Valoró cruzado de brazos y
estudiando las energías de ambos
contendientes para declarar. - Pero creo que nuestro principito es algo superior.
- Ese demonio es muy fuerte - admitió Ail con un
tono que trataba de evitar la preocupación sin conseguirlo. - A mí me habría
vencido seguro. ¡Menos mal que no me tocó en suerte! Diamante deberá andarse
con mucho cuidado…
- Tranquilos - intervino Zafiro más relajado. - Mi
hermano tiene algún que otro as escondido en la manga. Una técnica que estuvimos
ensayando con Piccolo.
-¿Qué técnica es esa? - Quiso saber Nephrite,
observando a su compañero intrigado. - ¿Lo sabes tú Roy?..
- Sí, ya sé cuál es. - Asintió éste con talante
pensativo para afirmar. - Esa técnica es muy interesante, si la ejecuta bien
será muy difícil que pierda el combate.
-¿De qué se trata? - Se interesó Zafiro. - A mí no quiso
contarme en qué consistía, me dijo que sería una sorpresa.
- Tened paciencia y lo sabréis nada más verla. Es
más, todos la habéis probado en los entrenamientos. - Les pidió Roy a todos que
aguardaban expectantes -, de todas maneras es una técnica compleja, seguramente
sólo la usará como último recurso.
Las
guerreras por su parte, habían logrado eludir a los restantes demonios
guardianes y estaban de nuevo parapetadas, aguardando la llegada de sus
compañeras. Mientras, ocupaban los momentos de espera observando a los
luchadores. Usagi no salía de su asombro y le dijo a Mamoru que asintió,
admirado también.
-¡Es increíble, la fuerza que ha llegado a alcanzar
Diamante es tremenda! ¡Cómo me alegro de que ahora esté de nuestro lado!
- Sí,- convino Mamoru. - El príncipe tenía un buen
corazón en el fondo y fue utilizado arteramente por los representantes del mal.
Pero ahora que podemos contar con él y los otros, tengo mucha fe en la victoria.
- Ese demonio también parece muy fuerte. - Observó
Ami, reclinada junto a Usagi. -
-¡Ojalá pueda derrotarlo!- Deseó Rei. - Diamante es
capaz de conseguirlo. Siento en él mucha determinación y deseos de vencer.
- Eso espero. Por el bien de todos. – suspiró Makoto
tratando de desembrollarse su coleta, que estaba hecha una especie de pegajosa
madeja de pelos. –
- De momento estamos tranquilos. – Susurró Minako
atusándose a su vez el lazo rojo que llevaba tras su ahora desordenado,
manchado y lacio cabello. – Contemos con que sea una lucha interesante y el
resto de los diablos estén distraídos algo más de tiempo. Para que no descubran
lo que les hemos arrebatado.
Los
demás también esperaban que así fuera. Miraron esas piedras amontonadas y cubiertas
bajo unas ramas. Y aguardaban impacientes a sus compañeras. Al cabo de unos
minutos más, y tras eludir sigilosamente el cordón enemigo, que continuaba
ensimismado asistiendo a ésta nueva pelea, llegaron sus amigas al fin. Haruka
les contó lo que habían estado haciendo junto a las justicieras. Declarando con
gran admiración, desde luego nada habitual en ella.
-¡Son unas mujeres excelentes, buenas luchadoras,
con gran coraje y valentía! Os debió de costar mucho enfrentaros a ellas y
vencerlas.
- Desde luego, pero han sido una buena inversión en
todos los sentidos. - Sonrió Rei que afirmó con orgullo. - Ahora son unas
grandes amigas y leales compañeras.
- Sí, espero que podamos reunirnos con ellas cuando
todo esto acabe. - Intervino Ami. -
-¡Mirad! – Exclamó Michiru señalando el lugar del
combate. - ¡Tienen una fuerza terrible! Incluso brillan.-
Y así era. Los resplandores de ambos iluminaban el palenque
del combate fundiendo sus tonos plateado y verde en una silenciosa pugna de
luces.
-Esto va a comenzar.- Declaró Plutón apoyándose en
su cetro.- Esas tremendas fuerzas van a ser desencadenadas de un momento a
otro.
Y
así fue. Los dos luchadores pasaron de la exhibición y la concentración de
energías a la ofensiva. El primer asalto fue tan vertiginoso como feroz. Se
golpearon mutuamente parando sus respectivos ataques con una velocidad que
hacía muy difícil seguir sus movimientos. De nuevo se separaron aterrizando uno
frente a otro valorándose mutuamente tras aquella primera toma de contacto.
- No luchas mal, mortal. - Concedió el demonio con
tono respetuoso que sin embargo trocó en otro de amenaza cuando sentenció -
¡pero llegó la hora de decidir el combate!
Y con mucha rapidez lanzó una bola de energía hacia
el cielo que se dividió en tres, todas se lanzaron contra Diamante.
-¿Con ese ataque tan estúpido pretendes decidir la
lucha? - Rio el príncipe que esquivó las bolas pero estas le seguían. - ¡Ya me he cansado de esto! – espetó él arrojando a su vez otras tres bolas de energía
que chocaron destruyéndose con las otras.
Nemarash
aprovechó para materializar una cerbatana y escupir contra su enemigo algunos
proyectiles. El chico esquivó todos menos uno que le dio en un brazo. De forma
inmediata éste se le paralizó. Diamante lo sentía rígido y sin posibilidad de
hacer ningún movimiento, maldijo entre dientes por ese descuido.
- ¡Ja, ja, ja! - rio Nemarash. - ¡Ahora estás
perdido!- Aulló de forma triunfal y lanzándose contra su oponente le golpeó en
la cara con violencia.- ¡Te haré sufrir un poco antes de que mueras!
El
ataque derribó al príncipe en el suelo y a duras penas se incorporó levantando la
cabeza y arrojando un rayo con su otro brazo que el demonio desvió con otro
suyo. El de Diamante destrozó una roca cercana. Aprovechó y se levantó
trabajosamente sujetándose el brazo herido con su otra mano.
- No creas que me has vencido - le respondió el
muchacho concentrando energía en una gran bola que dividió en dos, lanzando
ambas contra su adversario. -
- ¡Ja, ja, ja! - se burló Nemarash. - Eres un mal imitador,
sólo has conseguido producir dos bolas.
- Espera y verás que sorpresa… - sonrió su oponente
con un gesto malicioso. -
Las
bolas, ante el asombro del demonio, tomaron forma humana y le atacaron. El desconcertado Nemarash luchó contra las dos
a la vez. Diamante tuvo tiempo para quitarse los pesos con los que había estado
luchando hasta entonces. El demonio destruyó una de las figuras. La otra volvió
a su dueño que la absorbió recobrando algo de fuerza. Además, ahora se sentía
más ligero, esto le permitió golpear a su enemigo y derribarle sin que éste pudiera
esquivarlo.
-¿Cómo lo has hecho?- le gritó el comandante de la
horda, visiblemente sorprendido. -
-¡Técnica de duplicación! - Gritó el príncipe de
Némesis sin hacer caso de su oponente. -
Concentrándose
Diamante se desdobló en dos, golpeando por partida doble al sorprendido demonio
que no sabía a quien atacar.
-¡Maldito seas! - aulló Nemarash furioso en tanto se
rehacía de la avalancha de golpes sufrida. - ¡Te derrotaré aunque te
multipliques por cien!- Aseguró en tanto trataba de golpear a los dos Diamantes
que lo esquivaban agotándole. -
Zafiro
contemplaba la escena con visible euforia. También Ail y Nephrite miraban
llenos de satisfacción.
-¡Mi hermano le machacará! - Exclamó lleno de
confianza en tanto enarbolaba un puño. - Ahora que se ha duplicado podrá con él
sin dificultad.
No
obstante Roy negó la cabeza encargándose de bajarles la excesiva moral que se
había adueñado de todos ellos.
- Acuérdate de los entrenamientos. Tu hermano se ha
duplicado sólo en apariencia. Pero eso no ha multiplicado sus fuerzas ni mucho
menos, al contrario, las ha dividido. El maestro Son Goku me contó que un amigo
suyo también lo hacía y que empleó ese truco contra él en un torneo.
-¡Es cierto! Ahora me acuerdo.- Afirmó Nephrite.- El
maestro Piccolo nos la jugó de la misma forma. –Y solo Diamante se dio cuenta.-
Admitió Ail.-
-¿Entonces debería unirse otra vez?,- le preguntó Zafiro
sintiéndose desorientado. -
El
interpelado le dirigió una mirada reflexiva y contestó.
- Diamante es muy inteligente, quiere que su enemigo
piense exactamente lo que has pensado tú. Ese tipo está cegado por la ira del
combate y no se da cuenta del truco, o al menos, eso espero. Mientras sea así
todo irá bien.
- Además – terció Nephrite percatándose, no sin
preocupación. – No está usando su brazo derecho. Algo le debe estar sucediendo.
- Es cierto. – Convino Ail. – No es normal y no creo
que se deba a ninguna táctica. Ni tampoco a la fatiga.
Eso
llenó de inquietud al grupo, ninguno pudo ver el ataque con dardos del demonio.
Nemarash por su parte se centró poco a poco y golpeó a uno de los Diamantes
estrellándole contra una roca. El otro fue
a ayudar a su doble. Entonces su enemigo les atacó y ambos se fusionaron de
nuevo. Al menos el demonio estaba más cansado que su rival y esto suplía en
parte el brazo herido de éste. El príncipe volvió a la carga, se concentró
creando otro doble que atacó al demonio. Éste trató de golpearle pero era sólo
un holograma que fue atravesado por el puñetazo. No obstante, Diamante notó
como su brazo se entumecía más, la parálisis pronto le llegaría al hombro. Necesitaba
comerse una alubia pero no podía. Su rival no le permitía acercarse a sus
compañeros.
-¡Maldita sea! Estoy demasiado débil para utilizar
la técnica del Kaio ken.- Pensaba el príncipe con inquietud.-
Se
acordaba perfectamente de las palabras de su mentor el Dios Kaio. Para emplear
esa técnica era fundamental estar en todo centrado y controlar su ki y su
cuerpo al cien por cien. El más mínimo fallo en la concentración podría ser
desastroso. Lo mismo le dijo Piccolo cierta vez. Durante un entrenamiento que
hizo con ellos, en tanto Roy practicaba con el maestro Son Goku.
-Sensei Piccolo.- Recordó haberle preguntado, junto
con los otros tres de sus compañeros.- ¿Lucharás contra los cuatro al mismo
tiempo?
-Sí, eso no te será ningún problema. Sabemos que
puedes contra todos nosotros.- Añadió Zafiro.-
-Lucharé, pero contra cada uno de vosotros por separado.-
Les replicó su mentor.-
-Entonces no tendremos nada que hacer.- Suspiró
Nephrite.-
-Eso nunca se sabe.- Rebatió su maestro.- No te des
por vencido antes de comenzar.
-Bueno, ¿quién de nosotros empezará?- Quiso saber
Ail.-
Lo
que les sorprendió fue la sonrisa ladina de su mentor cuando éste inquirió con
tono lleno de ironía…
-¿Qué tal todos al mismo tiempo?...
Y
sí que ninguno pudiera ni abrir la boca observaron asombrados como su instructor
cruzaba sus antebrazos formando un aspa para bajar la cabeza y emitir un aura
verdosa…
-¿Qué está haciendo?- Quiso saber Nephrite sin dar
crédito, como los demás a lo que entonces vieron…-¿Eh?
Y
para pasmo del grupo Piccolo se desdobló
no en una sino en tres copias más de sí mismo. Ahora eran cuatro namekianos los
que observaban con la misma divertida mirada a los atónitos jóvenes.
-Basta de perder el tiempo.- Declararon al unísono
todos esos dobles que atacaron respectivamente a cada muchacho.- ¡Defendeos!
-¿Cuál es el de verdad?- Preguntaba Ail tratando de
parar los golpes que le llegaban.-
-No lo sé. El mío parece muy real.- Le respondió
Zafiro, eludiendo las acometidas de su rival a duras penas.-
-¿Qué más da eso?- Pudo añadir Nephrite con idéntico
problema.- Deben ser iguales de poderosos.
-Luchemos y se acabó. Ya nos preocuparemos de saber
cuál es el original más tarde.- Pudo añadir Diamante que blocaba ahora los
ataques de su rival.-
Y
no pasó mucho tiempo antes de esos dobles derribasen a Ail, Nephrite y Zafiro.
Sin embargo Diamante resistía aun. El muchacho esquivó un ataque recibiendo una
especie de sarcástico cumplido por parte de su rival.
-Muy bien, principito. No te defiendes mal…
-En cambio tú pareces más débil.- Observó agudamente
el joven de Némesis.-
-¿Tú crees?- Sonrió su adversario.-
-Lo creo.- Replicó el muchacho quién reuniendo
energías exclamó.- ¡Kaio-ken!
Y
emitiendo un aura rojiza incrementó su velocidad y fuerza por unos instantes
logrando conectar varios golpes a su rival que lo lanzaron al suelo. Fue
entonces cuando ese Piccolo se levantó y asintió sonriendo con aprobación. Al
momento, los otros tres namekianos se unieron nuevamente a él formando uno
solo…
-Bien hecho, Diamante.- Le felicitó esta vez de modo
sincero.- Te has percatado de la debilidad de este truco.
-En realidad no había ningún original ni ninguna
copia. Era tu fuerza vital repartida entre cuatro. ¿Verdad?- Afirmó el
príncipe.-
-Cierto.- Convino su interlocutor.- Por ello,
recuerda. Si logras engañar a tu enemigo tendrás ventaja. Pero es arriesgado. Cuando
te dividas tus recursos también lo harán. Y tu adversario podría darse cuenta
igual que tú lo has hecho ahora.
-Ya comprendo porque Roy nos dijo que hoy se
ejercitaría con Son Goku.- Intervino Zafiro.-
-Él ya sabía esto, ¿no es así?- Preguntó Nephrite.-
-Así es.- Concedió su instructor.- Ya aprendió esa
lección. Y otra cosa. Cuidado con la técnica del Kaio-ken cuando os dividáis.
Al reunificaros vuestro cuerpo estará ya bastante agotado como para poder
usarla adecuadamente. Bajo ningún pretexto deberéis utilizarla.
-Aunque Roy nos dijo que el maestro Son Goku le
contó que llegó a emplearla varias veces estando agotado.- Opuso Diamante quien
sí admitió.- No obstante, le aconsejó a nuestro compañero que no lo hiciera.
Que podría tener graves problemas con su ki.
Su
interlocutor se limitó entonces a cruzarse de brazos y a sentenciar entre
divertida y reprobadoramente.
-Goku- san nunca ha sido muy prudente que digamos
evitando riesgos. Pero es la excepción a la regla. Sin embargo, vosotros no lo
sois. Haced lo que él os diga pero nunca tratéis de hacer lo que él haga. No estáis
a su nivel. Por tanto, en lugar de cometer un error fatal, procurad que sea
vuestro adversario quién lo haga.
Ahora Diamante reflexionaba sobre eso. Las palabras
de su maestro eran ciertas. Por mucho que quisiera no podría igualar nunca a
esos míticos guerreros. Además, sufría esa parálisis que cada vez iba ganándole
más terreno. Y Nemarash, que parecía adivinar el grado de dificultad que
aquejaba a su adversario, se sonrió malignamente escupiendo cuando recuperaba la posición tras
su errónea acometida.
- Haz todos los trucos de ilusionismo barato que quieras,
pero cuando la parálisis te alcance el corazón habrás muerto. Solamente tengo
que entretenerte y esperar. Tus técnicas son inútiles. Únicamente podrías evitar
tu fin acabando conmigo, y te aseguro que eso no sucederá. ¡Ja, ja, ja!
Y
el príncipe se daba cuenta de que su enemigo no mentía, tendría que hacer algo
para terminar con él antes de que eso se produjera. ¿Pero qué?...
-Debo pensar algo y rápido ¿Qué harían mis maestros
en un caso como éste?- Se cuestionaba Diamante
acuciado por la premura.-
Entre tanto las justicieras seguían en la iglesia.
Karaberasu había despertado y después de unos instantes para volver a la
realidad comenzó a inquietarse. Beruche se le acercó con gesto inquisitivo al
ver que su hermana se levantaba mirando por las escasas rendijas que permitían
ver el exterior.
- ¿Qué pasa, Kalie?-
Le preguntó con cierta preocupación. -
- Estamos rodeados. - Le dijo ella con patente inquietud.
–
-¿Demonios?-
Se interesó Bertie alarmada. -
- No, no me lo parece. Pero noto presencias
hostiles. Debemos proteger a los niños y al resto de la gente. – Le indicó su
hermana haciéndoles señas a los demás. –
Petz
se acercó enseguida, Cooan y Tom todavía estaban al otro lado vigilando. Cuando
el chico se llegó a ellas se encogió de hombros desconcertado. No había visto a
nadie ni tampoco advertido señales del enemigo. Pero si la hermana de su novia
lo decía, debía tener sus motivos.
-¿Dónde están? - Quiso saber Cooan cuando se reunió
con sus hermanas. -
-¡Por todas partes! Y se aproximan deprisa. - Exclamó
Karaberasu tensando su expresión. -
Las
demás se miraron atónitas, pudiera ser que su hermana hubiera tenido una
pesadilla, pero ella insistió en que no era así. De todos modos no tuvieron
tiempo de prepararse. De improviso una explosión atronó en el exterior haciendo
saltar la puerta. Todos se arrojaron al suelo y al levantarse vieron entrar a
varias figuras en tropel. Sin que ninguno pudiera impedirlo atraparon a dos
niños como rehenes y los amenazaron con dagas al cuello. El jefe de esos
agresores era Fantoui que las instó con odio.
-¡Ahora, malditas perras, rendiros o mataremos a
estos críos y sabéis que vamos en serio!
Los
aterrados niños trataban de gritar pero les tapaban la boca para horror de sus
compañeros y el resto de las personas allí refugiadas.
-¡Malditos asesinos cobardes!,- les gritó Beruche. -
¡Dad la cara miserables, soltad a esos niños y luchad!..
-¡Gusanos asquerosos!,- chilló a su vez Cooan,
igualmente furiosa e impotente. - ¡Os juro que os acordaréis de esto!
Impermeables
a esas exhortaciones los sectarios sonreían con tono triunfal. Fantoui volvió a
dirigirse a ellas ahora con un tono más calmado y pretendidamente condescendiente,
rebosante de suficiencia.
- Amenazádnos e insultarnos todo lo que queráis,
pero rendiros o estos niños irán al infierno antes que vosotros.
Petz y Tom tampoco se atrevían a
hacer nada y presenciaban enfurecidos e impotentes la dantesca escena. Pero
entonces Karaberasu se acercó hasta sus enemigos, mirando a los sectarios que capturaban
a los niños fijamente. Las risas de estos se extinguieron dando paso a una
expresión de terror.
- Soltadles, os lo ordeno. - Les dijo con una voz
extrañamente calmada y grave. -
Los
ojos de ella centelleaban en tono rojizo y los captores, contra su voluntad y
ante el asombro de su jefe, soltaron las dagas y a los niños que corrieron tras
Beruche y Cooan. Petz y Tom fueron los primeros en reaccionar y atacaron a esos
sectarios dejándoles inconscientes. La Dama del Hielo congeló a otro que trataba de huir y la Dama
del Fuego lanzó una andanada de flechas ardientes contra el resto, que prefirió
retirarse antes que contraatacar.
-¡Esto no se ha terminado, perras!- Exclamó Fantoui
en tanto huía a la carrera.-
-En eso estamos de acuerdo, ¡cerdo miserable! -
Replicó Petz yendo tras de él.-
La dama del Fuego y la dama del Hielo la siguieron, salieron
un trecho en su persecución sin cesar de disparar sus respectivas armas y
rayos. Cuando se aseguraron de que sus adversarios habían huido, dudaron.
-Es mejor volver dentro. Esto podría ser una trampa
para atraernos fuera.- Comentó Bertie.-
-Tienes razón.- Convino Cooan.- Aquí estamos muy
expuestas.
Tom
había salido a su vez a unos pocos metros de distancia de la iglesia para
cubrir las espaldas de sus compañeras. Les hizo una seña a las chicas. Petz
asintió, indicando a sus hermanas.
-Vamos. Repleguémonos.
Y las tres regresaron. Fue Cooan la que se preguntó
en voz alta, antes de entrar.
-¿Cómo habrá hecho eso Kalie? Les ordenó a esos
tipos que soltasen a los niños y sus armas y la obedecieron.
-No lo sé. Y prefiero no saberlo.- Suspiró Petz.-
Ni Bertie ni Tom dijeron nada. Los niños se abrazaron
a sus salvadoras y el resto les vitoreó.
- Creo que deberíamos salir de aquí. – Observó entonces
Tom. - Esos bastardos pueden volver en cualquier momento con un ataque peor. O
volar la iglesia con nosotros dentro. A diferencia de los demonios ellos no se
ven afectados por la sacralidad del entorno.
- Es cierto. Nada se lo impediría. Y a buen seguro
lo harán. - Convino Karaberasu que optó por ignorar las asombradas miradas que
sus hermanas y el chico le dedicaron. – Salgamos de aquí cuanto antes.
Tal
y como había comentado Cooan hacía un instante, ninguno se atrevía ni tan
siquiera a preguntar cómo había hecho eso. ¿Cómo fue capaz de sugestionar con
su mera voz y su mirada a aquellos tipos? Por suerte no hubo ocasión, una de
las personas allí congregadas se acercó hasta ellos tímidamente. Era un hombre
bajo y regordete de unos sesenta años, con su media calva sudorosa y la cara
tiznada. Iba vestido con un traje de corbata color crema que estaba sucio y
deshilachado. Cuando el grupo le dedicó su atención les informó mientras sacaba
de su bolsillo una pequeña radio.
- He estado escuchando que en la ciudad ha vuelto la
calma, todos los demonios se han replegado. Las autoridades han retomado el
control y la zona es segura.
-¿Está seguro de eso?- Le inquirió Petz con serenidad.
-
El
hombre asintió dos veces con rapidez y Karaberasu terció corroborando sus
palabras con un tajante.
- Así es, noto que ya no hay presencias malignas próximas.
Sus
hermanas no acertaban a comprender como podía ella saberlo. Cooan trató de usar
los trucos que le enseñara Rei y Tom aplicó de igual modo las técnicas que
había aprendido. Para su asombro ambos confirmaron la opinión de Kalie y las
noticias de ese hombre.
- Si eso es así, llevaremos a los críos a la ciudad,
junto con el resto de las personas.- Dijo Petz. – Estarán a salvo y podrán
reunirse con sus familias. Deben de estar muy preocupadas por ellos.
- Iremos escoltándoles ya que, aunque no haya
demonios, podrían quedar algunos de esos sectarios, y les atacarían al ver un
grupo indefenso. – Opinó Tom. -
Las
chicas estuvieron de acuerdo y organizaron a las gentes que, desde luego,
estaban muy contentas de ser protegidas por las famosas justicieras y ese bravo
luchador. Se pusieron en marcha y lograron llegar a la ciudad sin contratiempos.
Cuando por fin alcanzaron la seguridad de la zona urbana y tras dar las gracias
a sus protectores, todas las personas se disgregaron gradualmente en dirección
a sus casas. Querían saber si estas habían resultado dañadas y muchos estaban
preocupados por sus seres queridos. Las justicieras junto con Tom optaron por
dejar a los niños en un refugio, al cargo de las autoridades que también les
agradecieron su labor. Bertie y Cooan se despidieron de los críos, en especial
de Sharon.
-Ahora tienes que seguir siendo muy valiente.- Le
susurró dulcemente Cooan a la pequeña que asintió.-
-¿Nos veremos en el cole?- Preguntó tímidamente la
niña con una vocecita esperanzada.-
-Claro que sí, tesoro.- Sonrió Bertie uniéndose a la
conversación para prometer con tintes afectuosos.- Todo se solucionará.
Las
dos le dieron sendos besos en las mejillas a la niña que sonrió agitando su
manita. Las justicieras se alejaron. No obstante, antes de irse con Tom, ese
hombrecillo que estuvo con ellos en la iglesia y que se presentó como un alto
cargo público, sentenció en tanto se despedía de ellos.
- Nunca olvidaré su ayuda y su protección. Ténganlo
presente. Si me necesitan no duden en buscarme. O si no pudieran encontrarme yo
mismo me ocuparé personalmente de recompensarles. Les doy mi palabra.
Los
chicos acogieron la oferta con una media sonrisa pero no quisieron pedir nada.
Ese no era su objetivo. Lo que sí hicieron fue aceptar la comida y atenciones
médicas que les pudieron dispensar. Eso sí, sin que nadie pudiera quitarles el
antifaz. Cosa que ninguno de los presentes, por mucha curiosidad que tuviera,
estaría dispuesto a hacer por el grado
de admiración y respeto que les tenían. De esta forma pudieron también
descansar. Aunque no olvidaban que, tan pronto estuvieran mínimamente reestablecidos,
tendrían que volver a la lucha…
-No podemos permitirnos el lujo de descansar.-
Comentó Petz al resto.- Todavía no hemos ganado la batalla.
-Volveremos a ella enseguida.- Le respondió Tom,
quien no obstante, alegó.- Aunque es más prudente el hacerlo con las fuerzas
recobradas.
Sus
interlocutoras asintieron. Así era. Ya estaban al cabo de su resistencia y no
serían de utilidad para nadie si no descansaban mínimamente. Por su parte y a
cierta distancia, Hank llevaba a esa pequeña en brazos. La cría dormía y él no
tenía idea de qué hacer ni a donde llevarla.
-No sé porqué acepté cargar con esta mocosa.-
Suspiró resignado.-
Estaba
saliendo de la ciudad. Había logrado robar un coche de los que habían sido
abandonados y salir por un camino secundario. Pero la gasolina se terminó y
ahora estaba ahí fuera, en medio del campo, con esa niña dormida. Fue entonces
cuando oyó esa voz de mujer espetarle.
-Deja a mi hija, ¡cerdo!
Al
girarse hacia la fuente de aquel sonido no pudo creer lo que vio. ¡Era April! Aunque
esa chica estaba algo cambiada. Lucía un tono de cabello moreno. Posiblemente
se lo hubiese teñido. De todos modos. ¿Qué tendría ella que ver con esa niña?
-Me dijeron que la pusiera a salvo.- Repuso con
visible desconcierto.-
-Pues ya lo has hecho.- Contestó ella con tono
agresivo.- Ahora seré yo, su madre, la que se ocupe de Marla.
-¿Dices que eres su madre?. ¡Venga ya, April!-
Replicó él con incredulidad.
-Yo no me llamo April.- Rebatió hoscamente esa
mujer.- Soy Paige Sorel.
-¿Te has cambiado de identidad? Interesante.- Comentó
Hank mirándola perplejo ahora.-
Una
idea se le ocurrió al muchacho. ¿Por qué no?. No pudo tener a Bertie pero, a
pesar de dar la impresión de estar chalada, April era bastante atractiva. De
modo que le propuso.
-Entre los dos tendremos más posibilidades de salir
con bien de esto. ¿Qué te parece?
Y
tras meditarlo por unos instantes la joven asintió.
-Hasta que estemos a salvo. Luego te largarás.- Le
recalcó.-
-Claro.- Convino el chico quien, con evidente
asombro, quiso saber.- ¿Cómo me has encontrado?
-Un encapuchado me lo dijo.- Replicó ella.-
Suponiendo
que habría sido el jefe de la secta, Hank no hizo más preguntas. Por suerte esa
muchacha había venido también en un coche que tenía aparcado en un lado de
aquella polvorienta carretera de segunda.
-Será mejor que yo conduzca y que tú vayas con tu
hija detrás. Para protegerla.- Le sugirió él.-
La
joven aceptó, parecía la opción más sensata. Abordaron el vehículo y se pusieron en marcha, para alejarse de allí. Lejos
de aquella terrible batalla.
-Haré lo que ese tipo de la capucha y el libro me
sugirió. -Pensaba la muchacha.- Me esconderé con Marla y la criaré lejos de la
influencia de estos sectarios. Cuanto más alejadas estemos de la lucha, tanto
mejor…
Por
su parte, en el páramo, Diamante sí que continuaba peleando y sufría parando los
ataques de su enemigo. El demonio reía pensando que la victoria estaba a su
alcance. Su rival sólo podía usar un brazo y la parálisis le llegaba ya casi
hasta el cuello, dentro de poco moriría. Recurriendo al último truco que le
quedaba el chico acumuló energía formando un gran disco que lanzó contra su
enemigo.
-¡Eso es fácil de esquivar!- Se burló el demonio
apartándose de su trayectoria, aquel disco siguió su recorrido atravesando
limpiamente una gran roca que partió en dos. -
Pero
el príncipe no pareció preocuparse por haber fallado. Aunque su rival se reía
de él aproximándose en guardia, listo para evitar otro proyectil de ese iluso
mortal mientras le decía con regocijo.
- Cada vez te queda menos tiempo. ¡Ja, ja, ja!
Sin
embargo, Diamante sonrió y Nemarash se percató entonces de que ese disco volvía
hacia él, pero era tarde. A la
desesperada quiso apartarse pero éste le segó uno de sus brazos y le hizo también
un serio corte en su pierna derecha. Aullando de dolor y rabia cayó de rodillas
para levantarse con rapidez, intentando frenar la hemorragia.
- Bueno, ahora estamos iguales.- Afirmó su
contrincante que aprovechó para golpear al demonio en la cara usando casi todas
sus fuerzas sentenciando. – Solamente eres un patético diablejo sin estilo que recurre
a trucos cobardes. Luchando en igualdad de condiciones y cara a cara, soy muy
superior a ti.
Nemarash
se trastabilló cayendo al suelo mientras replicaba lleno de ira.
-¡No, tú morirás dentro de poco!, cuando la
parálisis te llegue al corazón. ¡Pero no temas, antes de eso me daré el placer
personalmente de matarte con mis propias manos! - Rugió abalanzándose frenético
sobre él. -
Y
aquel fue un grave error, el que su contrincante esperaba. Diamante le esquivó y
reunió todas las energías que le quedaban para contraatacar rematando a su
enemigo a bocajarro con un potente rayo de energía que acabó por hacerle
estallar. Todos lo vitorearon y al volver junto a sus amigos Zafiro le dio una
alubia mágica que, por fin, le hizo recobrarse, pues muerto su enemigo concluyó
el maleficio de la parálisis.
-¡Menos mal!, la necesitaba, gracias hermano. Mi
brazo vuelve a estar perfectamente.- Aseguró moviéndolo para comprobarlo y éste sí que
respondía bien. Por fortuna el dardo del demonio no tenía veneno y sólo era un
ladrón de energía que abastecía a su rival. ¡Ahora seguro que les
derrotaremos!- Exclamó el príncipe con entusiasmo. -
-Hiciste bien en provocarle. Perdió la cautela y su
ventaja. El maestro Piccolo estaría orgulloso de ti. - Afirmó Nephrite con aprobación.-
-Gracias amigo.- Sonrió Diamante estrechándole la
mano, sentenciando aliviado.- Por fortuna, estos cretinos no aprenden la
lección en cabeza ajena.
-Sí…y ya solamente falta ese otro bastardo.- Afirmó
Zafiro mirando al otro lado del campo.-
Y Nagashel,
ahora solo, seguía enfrentándoles con la mirada, aunque no parecía inquieto,
más bien estaba contrariado. Pero sobre todo, aguardaba su turno de combatir.
Roy lo sabía y les dijo a sus compañeros haciendo gala de gran tranquilidad.
- Bueno, únicamente falto yo. Haceos a un lado
mientras lucho con él. Esto no va a ser ninguna broma.
Su
enemigo, visiblemente impaciente, se adelantó unos pasos y le desafió con un
grito.
-¡Vamos Solar, ahora es entre tú y yo! Que esos
estúpidos hayan derrotado a mis servidores carece de importancia, les destruiré
de un plumazo en cuanto haya acabado contigo.
-¡Eh!, espera un momento, mamarracho.- Le replicó
Ail bastante molesto - ¿Cómo te atreves a insultarnos?..
- Dice eso porque está furioso, hemos vencido a
todos sus comandantes y no se lo esperaba. ¿Verdad que no?, demonio asqueroso.-
Se burló Zafiro. -
- Sí, no hace ninguna falta que Roy luche contra él.
Entre los cuatro nos bastamos para darle una buena paliza.- Exclamó
Nephrite con seguridad. -
-¿Vosotros, insectos miserables?- Inquirió Nagashel
con manifiesto desprecio para asegurar. - Los cuatro juntos no tendríais poder
ni para tocarme.
- Eso ya lo veremos,- le respondió Diamante que miró
a sus compañeros arengándoles. - ¡Muchachos adelante, si le atacamos todos unidos
podremos con él!
- Esperad un momento - les pidió Roy, - es demasiado fuerte para vosotros.
Pero
su aviso fue ignorado, los cuatro se lanzaron contra el demonio. Nagashel les
esperaba sin inmutarse. Al unísono lanzaron contra él sus mejores ataques pero
éste los desvió sin hacer el menor esfuerzo y acto seguido comenzó a concentrar
una cantidad de energía terrible que hizo temblar el lugar. Con un
escalofriante y terrible aullido, el demonio fue envuelto por una luz rojiza.
Sus ondas de poder lanzaron a los muchachos a decenas de metros en todas direcciones,
todos estaban estremecidos por esa enorme potencia.
-¡Tiene una fuerza terrible!- reconoció Zafiro
asombrado. - Creo que nos hemos precipitado.
- No podremos con él ni entre los cuatro.- Admitió
también Nephrite. -
- Lo mejor será que nos apartemos de aquí,- propuso
Ail. -
- Roy, si quieres lucharemos junto a ti - ofreció Diamante
con el apoyo del resto. -
- No, gracias amigo.- Le respondió el chico
despojándose calmosamente de sus petos. - Esto es cosa mía. Vosotros habéis
tenidos vuestros combates y ahora me toca a mí, así que apartáos e id a
proteger a las sailors. –
Y tras ordenarles aquello se transformó en súper guerrero,
comenzó a brillar en un potente tono dorado y a emitir energía llegando al
nivel de su rival.
- Está bien,- añadió resignadamente el príncipe de
Némesis dándose cuenta de la inutilidad de su oferta. - Te deseo mucha suerte.
-¡Diamante, vámonos!- le instó igualmente Nephrite.
-
-¡Allí están las guerreras! - señaló Zafiro. - Hagamos
lo que nos ha dicho Roy y vayamos a protegerlas.
- Por lo menos allí seremos de alguna utilidad -
convino Ail. -
De
inmediato todos volaron hacia la posición de Usagi y las demás. Éstas se
sujetaban como podían al suelo y entre ellas para no ser materialmente
arrastradas por esas dos colosales energías. Los demonios que habían estado
observando los otros combates con avidez se replegaban ahora a bastante más
distancia, temiendo ser destruidos por las fuerzas desatadas. Diamante y los otros
les ignoraron y acudieron al encuentro de sus amigas. Cuando se posaron a su lado trataron de bloquear las ondas de
poder de los dos lejanos luchadores consiguiendo asegurar la posición de todos.
Las chicas pudieron soltarse de sus agarres y ellos les dieron una mitad de
alubia a cada una, (pues les quedaban ya muy pocas) eso bastó para recuperarlas,
al menos en parte. Una vez recobradas, Usagi se acercó a Diamante lo que pudo y
le saludó con efusión y alegría.
-¡Cuánto me alegro de volver a veros a todos! y esta
vez de nuestro lado.
- Sí, nosotros también estamos muy contentos, mi
reina. - Respondió respetuosa y amablemente él doblando una rodilla ante la
chica. - Hemos vuelto para tratar de reparar todo el mal que causamos.
-Por favor, levántate.- Le pidió ella algo envarada
en tanto sus compañeras sonreían pese a todo.-
-Únicamente quería mostrar que nadie tendrá nunca
que volver a pedirme que me incline ante ti.- Repuso él sonriendo fugazmente.-
-Te lo agradezco, pero no es necesario. Y además, no
tenemos mucho tiempo para eso.- Apuntó su interlocutora con apuro.-
Y
es que dadas las circunstancias no podían ni permitirse ese interludio para
aliviar la tensión. Al hilo de eso, fue Nephrite quién añadió con tono reconocido,
matizando enseguida con voz queda y preocupada.
- Y yo le doy gracias al Cielo por darnos otra
oportunidad. Pero finalmente todo va a depender de Roy. Esa bestia es demasiado
fuerte para nosotros.
- Nuestras vidas y las de todo el planeta están en
sus manos,- declaró Zafiro con voz queda. -
- Hay que alejarse lo más posible de aquí.-
Intervino Ail con visible inquietud. - Hacia un sitio más seguro. Nosotros os
llevaremos - y cuando todas estuvieron de acuerdo le preguntó a Rei, la
guerrera más próxima a él en ese instante. - ¿Dónde están mi mujer y mi hijo?
les vi con vosotras.
-¿Cómo es eso posible? - Le inquirió la Guerrera
Marte a su vez. -
- Es una historia larga, luego os la cuento,- repuso
Ail que insistió. - ¿Están a salvo?
- Están perfectamente - sonrió Rei que añadió con
amabilidad. - Luna y Artemis cuidan de ellos en Japón, ¡felicidades, tenéis un
niño precioso!
- Muchas gracias,- respondió Ail que estaba en su
aspecto humano poniéndose colorado y sonriente. Empero, no había mucho tiempo que
dedicar a las cortesías, así que de inmediato las instó. - ¡Ahora salgamos de
aquí!
Todos
asintieron, abandonaron la zona alejándose todo lo que pudieron en tanto Roy y
Nagashel seguían concentrando sus energías sin parar. Usagi y Mamoru se miraron
durante unos instantes y fue él quien le susurró a su pareja.
-Es el momento de la verdad. Ahora veremos si todo
va a resultar según lo esperado.
-No tengo ninguna duda.- Afirmó su interlocutora
declarando convencida.- Nuestros amigos le habrán entrenado muy bien. Y además
creo en él.
Su contertulio asintió. Y ya desde un lugar más
seguro aunque temblando aún por el movimiento del suelo, el propio Mamoru, las
guerreras y los cuatro luchadores, observaban expectantes lo que sería el
inicio del combate que decidiría el futuro de la Tierra.
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