jueves, 3 de marzo de 2011

GWA 44. Emotivos reencuentros y despedidas


Roy miró hacia el horizonte, a lo lejos se veían algunos de los edificios de la periferia de la ciudad, humeantes todavía. Desde luego sus habitantes tendrían mucho trabajo para reconstruirlo todo. Seguramente muchas vidas se habrían perdido y pese a todos los esfuerzos de él, sus compañeros, las guerreras y los que Tom y las chicas hubieran hecho, no se habría podido impedir que esos malditos demonios y sus secuaces sembrasen el pánico entre las personas inocentes. Pero eso no era culpa de los que lucharon para destruir el mal. Y lo que contaba es que, finalmente, aunque fuera a costa de gran sufrimiento y dolor, habían triunfado. La Tierra se había salvado.



- Ahora sólo espero que entre todos seamos capaces de volver a levantar la ciudad.- Suspiró pensando en voz alta. -

- Sí, todos unidos seguro que lo logramos. Pero ahora estoy ansioso por volver a ver a Petz. Y seguro que tú querrás ir junto a Bertie.- Le respondió Zafiro queriendo quitar de la cabeza de su amigo el agridulce sabor que le producían aquellas reflexiones. -¿No es cierto amigo?

- Tienes toda la razón - convino su compañero con una sonrisa y dejando aparte los demás pensamientos. - ¡Vamos a buscarlas, muchachos! ¡Seguro que se quedarán de piedra al vernos!



            Zafiro asintió con ganas y se dispuso a volar, él iba a hacer lo propio pero por el contrario Diamante no se movió. Había estado muy callado durante ese rato, sumido en sus propias reflexiones y fue Roy el que le dirigió una mirada de extrañeza.



- Id vosotros. -  Les dijo el príncipe saliendo de su mutismo al fin - , yo no voy  a acompañaros.

-¿Por qué no, amigo? - Le inquirió Roy sorprendido. - ¿No deseas venirte con nosotros?

- Hay una persona a la que debo buscar.- Respondió con aire pensativo - alguien que me quiso una vez y a quien no supe corresponder...

- Se trata de Esmeralda, ¿verdad hermano? - Afirmó Zafiro, a lo que el aludido asintió lentamente. - Pero ella murió - objetó  su interlocutor con pesar al añadir - y según nos explicó el mago cuando llegamos al Cielo fue sumida en el abismo de los que deben purgar sus culpas.



            Hubo un breve momento de silencio, Zafiro parecía consternado y el propio Roy no sabía qué decir. Era duro desde luego, pero no creía poder animar a su amigo. Durante su estancia en el Cielo había escuchado hablar a su maestro Son Goku del infierno, y pese a que le aseguró que se podía salir de él. Aunque en cuanto se comentó algo relativo a niveles más profundos, cierta vez que Diamante se interesó por ese tema, el legendario guerrero se limitó a encogerse de hombros y a declarar.



-No conozco todos los tipos de infiernos. Sé que existen algunos muy diversos. Y que dependen de algo relacionado con diferentes dimensiones. Quizás Landar os lo pueda explicar mejor.



            Eso recordó ahora y paradójicamente fue su amigo el príncipe quien comentó.



- Sé lo que Son Goku dijo. Le pregunté después a Landar y él me contó que si hay alguien dispuesto a dar amor a los que allí sufren, estos pueden salvarse.- Afirmó Diamante con voz queda, añadiendo con un tono más afable. - Vosotros tenéis dos chicas maravillosas que os esperan, yo no tenía a nadie. Ahora que sé lo que ella sentía por mí, haré todo lo posible por rescatarla de ese horrible lugar. Se lo debo y si lo consigo quizás podamos comenzar de nuevo. No sé si la amaré de veras o solo será un intenso afecto. Pero por lo menos sé que ella sí me quiso sinceramente y solo por ello merece la pena intentarlo. Y sobre todo, quiero decirle que lo siento.



            Roy sonrió entonces, posando una afectuosa mano sobre el hombro derecho de su compañero.



- Entiendo que gané la apuesta.



            Su amigo sonrió y tuvo que asentir despacio para confesar.



-Y desde luego que no me gusta reconocerlo.- Admitió.-

-¿Qué apuesta?- Quiso saber Zafiro.-

-Es una larga historia. Si Dios quiere cuando regrese ya te la contaré, hermano.- Replicó el interpelado.-

-Iremos contigo para ayudarte.- Se brindó Roy, con el asentimiento inmediato de Zafiro.-



Ninguno pensaba dejar a su compañero y hermano respectivamente en la estacada de aquella difícil prueba. Por eso, el descendiente de los saiyajin, agregó.



- Déjanos ver a las chicas, decirles que estamos bien  y te acompañaremos a donde haga falta.

- No amigo. Sé que los dos lo decís de corazón.- Sonrió Diamante agradecido y sin embargo objetando. - Pero esto es algo que debo hacer yo sólo. Eso también me lo dijo Landar.



Y sin más, fue él quien se elevó en el aire, despidiéndose.



- Hasta pronto y gracias por todo. Cuando la rescate os buscaré y celebraremos el triunfo todos juntos. Os lo prometo.

- ¡Diamante, ten cuidado! – Pudo decir su emocionado hermano con un susurro.-



Sin embargo, el interpelado captó aquellas palabras para añadir instantes antes de irse.



- Lo tendré.- Le aseguró éste esbozando ahora una gran sonrisa y declarando. - Debí hacerlo antes, pero te pido disculpas por todas mis equivocaciones pasadas. Zafiro… perdóname por no haber sido siempre el hermano mayor que debí ser. Yo os arrastré a todos a esto y lamento que tuvieseis que pagarlo por mí. Buena suerte y sé feliz con Petz. Lo mereces.

- No fue solamente culpa tuya… - Le rebatió su hermano aunque el príncipe no le dejó terminar. -

- Me alegro mucho de haber encontrado un buen amigo además de un hermano. Cuídate tú también. - Y antes de que los otros pudieran tratar de replicar, Diamante concluyó con un tono más jovial. -Y no se os ocurra montar ninguna de esas fiestas de las que tanto habla Roy sin mí ni Esmeralda.

- Descuida principito, os estaremos esperando para probar el karaoke. - Le aseguró el interpelado elevando un pulgar. – ¡Y te va a tocar cantar!…ya lo sabes.



            Diamante sonrió por última vez y se elevó rápidamente entre las nubes. Zafiro y Roy se quedaron observando como se alejaba. El príncipe tendría aun que correr muchas aventuras hasta regresar con sus amigos y estos le desearon la mejor de las suertes desde el fondo de sus corazones. Aunque, pasados unos instantes de silencio, Roy quiso ser quién arrancase a su compañero de la preocupación por su hermano y sus antiguos recuerdos y le animó.



-¡Bueno Zafirete! ¡Llegó la hora de marcharnos nosotros también! No te preocupes por ese estirado. Aunque no lo parezca sabrá apañárselas. Yo creo que, en realidad, se larga por ahí con esa excusa, para no tener que cantar en el karaoke.



El aludido asintió con una sonrisa, le agradecía a su amigo esa manera tan socarrona y divertida de querer animarle.



-Eso debe ser, siempre fue muy tímido para esas cosas.- Declaró Zafiro.-



Y pensaba también que debía ser fuerte y mantener su nueva presencia de ánimo que tanto esfuerzo le costó adquirir en aquellos largos meses de entrenamiento. No más lamentos, no más quejas y no más reproches. Si algo les sucedía a cualquiera de ellos los otros continuarían adelante, esa era otra de sus promesas. Lo habían jurado antes de disponerse a combatir, cuando existía la posibilidad de que alguno muriese. Si esto pasaba los demás estaban seguros de que el que faltase gozaría eternamente de una infinita felicidad y les esperaría a todos en el paraíso. Así que, si Diamante moría en su intento de rescatar a  Esmeralda, ambos se volverían a reunir pasados los años. Si no, lo harían en menos tiempo. Y el propio hermano menor del príncipe tenía ahora su propia vida y su propia chica que le aguardaba, aunque ella no lo supiera todavía. Igual que Roy, por ello ambos levantaron el vuelo. Durante el viaje hacia la ciudad intercambiaron pocas palabras. Solo al llegar a la cercanía de su periferia y descender a tierra para caminar como personas normales, cuando pudieron charlar e informarse mutuamente de sus intenciones.



- Oye Roy.- Le inquirió Zafiro a su compañero. - Ahora que lo he pensado durante el trayecto, no sé donde vive Petz.

- Eso no es problema, amigo. - Le replicó él con tranquilidad.- Ya te llevaré yo.

- Antes de que la vea me gustaría prepararme. Adecentarme un poco al menos. ¿Sabes?- No estoy muy presentable que digamos.



Zafiro confesó esto dándose cuenta de que su traje de lucha estaba hecho jirones y su rostro, aunque con las heridas curadas merced a las alubias, estaba manchado de sudor y restos resecos de sangre y tierra entre su barba. Roy le observó detenidamente sin inmutarse y concluyó ya sin poderlo evitar, con una carcajada.



-¡Es cierto tío!  ¡Da pena verte!



            Su compañero frunció el ceño reprochándole a su vez con humor.



- ¡No es que tú estés mucho mejor!



            Y se sostuvieron las miradas hasta que no aguantaron más, echándose a reír. Pasando uno de sus brazos por el hombro del otro, se mantuvieron de pie, a pesar de las carcajadas. Desde luego las personas que todavía recorrían las calles se quedaban de una pieza al verles tan contentos. Muchas pensaron incluso que esos dos pobres desgraciados habrían enloquecido por el horror. Por fin, después de un rato, ambos se dominaron y siguieron andando hacia el piso de Roy, éste le explicó a Zafiro.



- En mi apartamento, si es que esos mamones demoniacos no lo han hecho pedazos claro, podremos ducharnos y cambiarnos de ropa. Puedo dejarte algo mío, aunque te esté un poco grande, pero no se notará mucho.

-¡Gracias colega! , te debo una.- Afirmó su contertulio con ese desenfado adquirido de su amigo. -



            Lo cierto es que tanto Zafiro, como su hermano, Ail y el propio Nephrite habían aprendido inglés a la perfección durante su estancia en el cuarto de entrenamiento. O al menos eso creía Roy, dado que en realidad no tenían constancia del idioma que habían usado para comunicarse allí. Pero ahora estaba claro que el Infante de Némesis lo estaba hablando. De hecho, alguna vez recordó que salió ese tema y que fue precisamente este muchacho quien le comentó.



-Nuestros antepasados vinieron en gran parte de países angloparlantes. Otros desde el mismo Japón. Y nuestra madre hablaba esos dos idiomas con soltura. Nosotros también los aprendimos.

-Es bueno saber que podría ir de turista al siglo treinta y comunicarme con la gente.- Repuso Roy entonces.-

-También teníamos traductores super avanzados, para comunicarnos con posibles viajeros de otros planetas. – Le contó Zafiro.- Yo mismo diseñé algunos droidos para eso.

-¿Droidos?- Inquirió su perplejo interlocutor.- ¿Qué es eso?

-Androides, robots muy evolucionados.- Le contestó su contertulio.-

-¿Y los había en versión chica guapa?- Quiso saber Roy con su típica sonrisa burlona habitual.-

-Te hubieran encantado.- Asintió Zafiro, sonriendo a su vez, dado que para entonces ya conocía bien a  su compañero.- Además, eran totalmente obedientes.



Ahora Roy le recordó esa conversación, añadiendo con un tinte más reflexivo.



-En el fondo, no me gustan ese tipo de chicas. ¿Sabes? Las prefiero con carácter y con seguridad en sí mismas. Como Bertie.

-Siempre fue tímida en la Corte, al menos que yo recuerde.- Respondió su interlocutor.- Aunque muy inteligente y bonita. Como todas sus hermanas. Y para carácter, la verdad.  Petz en eso se llevaba la palma.

-Bueno, pues ya nos queda menos para volver a verlas, amigo. Verás qué sorpresa se llevarán. - Asintió Roy con tinte animado.-

-Espero que sea una buena.- Afirmó el infante de Némesis.-



Su compañero sonrió y le palmeó ligeramente la espalda cuando ya doblaban la esquina de su casa. No tuvieron excesivos problemas para entrar, el portal estaba destrozado, aunque por suerte, no así el edificio. Y  pese a que los saqueadores habían pasado por allí, no pareció que se detuvieran mucho. El piso de Roy, un quinto, no tenía aspecto de haber sido allanado. Es más, alguien le había colocado un par de gruesos candados a la puerta, con lo que nadie que tuviera prisa se hubiera entretenido en forzarlo.



- Esto habrá sido cosa de Tommy o de las chicas.- Se sonrió indicándole a Zafiro aquella protección y añadiendo con fingida lástima. - Lo siento pero tendremos que abrirlos sin llave.



            Y sin ninguna dificultad se limitó a quebrar el acero de los cuellos de ambos candados y a forzar la puerta que se abrió de inmediato ante la fuerza aplicada por el chico. Aquello era un juego de niños ahora y, aunque tendría que pagarse una cerradura nueva, en esos momentos eso no importaba demasiado. Así que ambos entraron cerrando tras ellos con rapidez. No convenía que nadie les viese, por si acaso creían que se trataban de ladrones. Roy le indicó a su amigo donde estaba el baño y preparó ropas para los dos. Zafiro tomó una ducha, por suerte había agua y electricidad. El edificio de Roy contaba con depósito propio de emergencia y generador, muy útil para los posibles apagones urbanos, y realmente eficaz ahora que el fluido eléctrico y las cañerías estaban rotas en media ciudad. El dueño de la casa empleó los minutos que tardó su invitado para recorrer sus habitaciones y rememorar sus experiencias pasadas. Allí quedaba el último legado visible de sus padres. Entre esas paredes y su habitación de la Golden estaban sus mejores y más preciados recuerdos y su vida. Aunque eso ya no era del todo cierto, tenía también a sus compañeros de batalla, a Tom y a las chicas y sobre todo a Bertie. Roy ardía en deseos de volver a verla, de abrazarla, besarla y de no volver a separarse de ella jamás. Pero quería ser paciente, que su reencuentro fuese algo muy especial. Yendo por partes le convenía saber dónde estaba. Según creyó recordar, en la universidad habría concluido el curso hacía ya meses. Ella y los otros ya serían maestros y no permanecerían allí. ¿Pero, dónde podrían estar? Quizás en el apartamento de sus hermanas. Posiblemente en otro. ¡Ojalá estuvieran todos a salvo! Esa era una idea que hasta el momento no le había cruzado demasiado por la mente. ¿Y si les hubiera sucedido algo? Movió la cabeza tratando de sacudirse aquel mal presentimiento y exhaló un largo suspiro, como si de este modo pudiera expulsar esa maldita idea. Entonces y para su inmensa alegría y alivio, una voz le llegó a su cabeza, la reconoció, era Landar que le decía con tono tranquilizador.



-Todos están bien, y para saber su paradero tan sólo tienes que mirar en aquella mesa.



            Roy miró al instante hacia una pequeña mesa de madera que había cerca de su televisión. Tenía un par de cajones y los abrió con rapidez, uno estaba vacío y en el otro, salvo unas cuartillas de papel, tampoco vio nada que le ayudase, pero la voz resonó  nuevamente en su cerebro casi con tinte burlón.



- ¡Prueba a mirar sobre la mesa!, ¡atontado!



            Y de inmediato lo hizo, ¡parecía mentira que no lo hubiera visto a la primera! Pero con los nervios se le pasó. Sobre la mesa había un cuaderno de notas azul, lo abrió ojeando página por página. Leyó la pulcra letra de Tom y en una de las hojas ponía.



“Escuela infantil, ir a las ocho para comenzar las clases con Bertie y Connie”.



            Y más abajo la dirección, ¡luego era allí donde ellos trabajaban! Movió la cabeza esbozando una sonrisa, ¡claro, lo había olvidado por completo! A buen seguro que Tom vivía aquí. Roy les dejó su piso en aquellas notas de despedida. Y ahora que ya no podrían estar en la Universidad, estarían ocupándolo. Posiblemente Bertie y Connie vivieran con sus hermanas y le dejasen a Tommy quedarse aquí. Eso aclaraba las cosas y de paso les urgía a darse prisa, cualquiera de ellos podría regresar pronto. De todas maneras Zafiro salió ya duchado y cubierto con una toalla, para preguntarle a Roy.



-¿No tienes nada para afeitarse?- Un láser especial o algo así.

-¡Qué láser ni que narices!- Le replicó Roy divertido, agregando. – Al viejo estilo ¡Maquinilla y brocha, tío!



            Su compañero le miró desconcertado, es evidente que no conocía aquellos artilugios, claro, en el siglo treinta usarían otro tipo de cosas. De todas formas, Roy le contó lo que había averiguado y declaró a modo de conclusión con fingida reprobación (o quizás no tan fingida).



-¡Mira que os lo dije en el cuarto! ¡Haberos afeitado allí!, pero no os dio la gana ni a tu principesco hermano quitarse la perilla, ni a ti esa barba.

- No me preocupé de eso, además, lo tomé como una especie de acicate para progresar. – Se justificó Zafiro. –

- El caso es que ahora no tenemos mucho tiempo, así que yo me ducharé y luego te digo lo que haremos.- Le explicó su contertulio. - No tendremos más remedio que largarnos de aquí, no sea que vuelvan Tom o alguna de las chicas y nos encuentren, y nosotros no queremos estropear la sorpresa. ¿Verdad?

           

            Su interlocutor negó con la cabeza en silencio mientras Roy le dejaba para que se vistiera tras indicarle un montón completo de ropas que había puesto sobre el sofá, mudas incluidas. Por suerte sus amigos habían respetado sus prendas y no se deshicieron de ellas. Zafiro se vistió lo mejor que pudo con aquel vestuario que le venía algo largo y de paso escuchó con el ruido de la ducha de fondo la penúltima amonestación jocosa de su anfitrión.



-¡Tío, me has dejado el baño lleno de pelos! ¡No sabes lo mal que le sentaban a Tom esas cosas y ahora le entiendo bien!



            Zafiro iba a dar una disculpa pero se lo pensó mejor y solamente sonrió. A los pocos minutos Roy, duchado y vestido, le indicaba los pasos a seguir.



- Nos largaremos de aquí, yo tengo dinero ahorrado en un hueco de la pared de mi cuarto. Y ahora que lo recuerdo, se me olvidó ponérselo en las notas. ¡Tanto mejor! Nos vendrá muy bien para tomar un apartamento alquilado, al menos por unos días. Lo que tardemos en centrarnos y poder verlas.



-¿Y no podemos ir ya a su encuentro?- Le preguntó su interlocutor con visible sorpresa e impaciencia al escucharle. –



            Su compañero suspiró entonces para confesar.



- Es que me gustaría ver a Bertie, Tommy y Connie, trabajando con los niños. Te lo pido como un favor, amigo.



El otro joven  se encogió de hombros y cedió con una sonrisa respondiendo jovial.



- Si he aguardado tanto tiempo para ver a Petz, no creo que pase nada por unos pocos días más.



            Roy lució su mejor gesto risueño y le palmeó los hombros a su compañero. Sin decir nada fue a buscar el dinero que, por suerte, permanecía oculto donde lo dejó. No era mucho pero bastaría. Una vez que lo tuvieron ambos se marcharon. La puerta quedó medio cerrada, no era posible dejarla mejor.



- Una cosa más, Zafiro.- Le comentó Roy a su compañero con jovialidad. – Déjate la barba y a ver si Petz es capaz de reconocerte.



            El aludido se lo pensó con detenimiento. Lo cierto es que no era mala idea, tal vez si le veía tal y como le recordaba de la impresión podría desmayarse o pensar que estaba alucinando. De esta forma la cosa tendría más emoción y realmente  el infante de Némesis estaba muy cambiado. Aquella frondosa maraña de pelo junto a la mencionada barba que tenía era el perfecto complemento de disfraz. Amén por supuesto de su cuerpo mucho más fortalecido y musculado. Así que asintió con entusiasmo casi infantil. Junto con su amigo, tras haber sacado de la nevera la mayor parte de las provisiones aun comestibles que encontraron y guardarlas en un petate que debía ser de Tom, se lanzaron a la calle en busca de una habitación.



-Hala. Vamos a dar un paseíto por la ciudad.- Le comentó animadamente Roy.-

-Espero que la reconstruyan pronto. Ha debido ser terrible para mucha gente.-Se lamentó su contertulio.-



            Su amigo pareció querer decir algo jocoso pero lo pensó mejor, por respeto a las víctimas de aquello. Y lo que sí hizo fue sentenciar con una mezcla de gravedad y admiración.



-Los neoyorkinos son más duros de lo que crees. Ellos y el resto del país e incluso del mundo, darán lo mejor de sí para superar esto. Ya lo verás.



            Y al pasar cerca de una calle en la que estaban de obras, no pudo evitar ver una bandera americana en el suelo. A buen seguro que no había dado tiempo a reparar el tejado del que se había caído todavía. No se lo pensó, como buen patriota la recogió, enarbolándola y tras dar un salto considerable, la colocó en la parte más alta de aquel tejado.



-Siempre quise hacer esto.- Se dijo con satisfacción.-



            Aunque por fortuna para él, no pasaba gente por esa zona y no le vieron subir de aquella forma tan poco ortodoxa. Zafiro le observó desde el suelo y tras sonreír divertido, movió la cabeza.



-Disculpa. No ha sido muy prudente.- Admitió el joven.-



            Su amigo asintió y tras descender Roy de un modo más humano, a base de agarrase a la cornisa y las ventanas de aquella casa, ambos se alejaron. Por otro lado Tom regresó al piso de su amigo a las pocas horas. Tanto él como las chicas, (ya en sus identidades normales), se habían refugiado en uno de tantos albergues para dormir. Estuvieron muchas horas allí hasta despertar con las fuerzas recobradas. Fue después de terminar el combate, destruir al Sabio y constatar que los demonios se habían ido. Una vez que todo acabó pudieron escuchar el sonido del repicar de las campanas de muchas iglesias que habían resistido los ataques y celebraban de este modo la liberación.



-¡Es muy hermoso! - Pudo sollozar Bertie con visible emoción.-

-Sí, es el renacer de la esperanza.- Convino Petz de igual modo.-

-Nuestra lucha ha merecido la pena.- Convino Kalie abrazándose a su hermana mayor.-

-Así es. Lo hemos logrado entre todos.- Afirmó Cooan, abrazándose a su vez a su novio.- Las guerreras y nosotros.

-Ha sido duro, pero mereció la pena.- Remató Tom con idéntica emoción.-



            Y coincidiendo con aquel júbilo, el sonido de una canción les llegó desde uno de los edificios cercanos. Y Beruche la escuchó entre atónita, melancólica y al mismo tiempo feliz. Recordando a su amor perdido.



Quédate ahora…



Cariño, tuviste que irte, no creo que pueda soportar el dolor

¿No estarás otro día más?

¡Oh!, no me dejes solo así

No digas que es el beso final

¿no estarás otro día más?



¿No sabes que hemos llegado muy lejos ahora?

Justo para irte y tirarlo todo por la borda

Pensaba que te oí decirme que me amabas



Que tu amor iba a estar aquí para quedarse

Yo solamente había comenzado a conocerte

No puedo ver, porqué no puedes estar solamente un día más…



Y Bertie miró hacia el Cielo sonriendo estaba vez…en tanto recordaba a su perdido amor…



-Roy cariño, ¡lo conseguimos! Lo hemos logrado…por ti y por todos los que viven en este maravilloso planeta. Sé que donde quiera que estés estarás tan feliz como nosotros…pero te echo muchísimo de menos.



            Y esa canción subrayaba aquel sentimiento cuando se escucha en la siguiente estrofa.



Quédate ahora

Cariño, tuviste que irte, no creo que pueda soportar el dolor

¿No estarás otro día más?

Quédate ahora

¡Oh!, no me dejes solo así

No digas que es el beso final

¿No estarás otro día más?



Toco tu cara mientras estás durmiendo

Y sostengo tu mano

No comprendo que pasa

Buenos tiempos que retornan para obsesionarme

Pensaba que es por ti



Y todo lo que hago parece estar equivocado



Cariño, tuviste que irte, no creo que pueda soportar el dolor

¿No estarás otro día más?

Quédate ahora

Oh, no me dejes solo así

No digas que es el beso final

¿No estarás otro día más?



Y el sonido de aquella maravillosas campanas repicando, a la vez que la gente vitoreaba en las calles y se abrazaba llenos de alegría, hizo que Bertie llorase de felicidad y añoranza al mismo tiempo. Deseando con toda su alma el haberle tenido allí, junto a ella, para disfrutar de ese momento de victoria y dicha. Mientras la canción concluía repitiendo aquel estribillo.



Cariño, tuviste que irte, no creo que pueda soportar el dolor

¿No estarás otro día más?



Quédate ahora

¡Oh!, no me dejes solo así

No digas que es el beso final

¿No estarás otro día más?



Los demás podían hacerse cargo de la tormenta de sentimientos encontrados que estaba soportando aquella muchacha y sencillamente le dejaron espacio. Observándola con una mezcla de lástima por su situación y de emoción y alegría por la celebración del triunfo.



Cariño, tuviste que irte, no creo que pueda soportar el dolor

¿No estarás otro día más?

Quédate ahora



Oh, no me dejes solo así

No digas que es el beso final

¿No estarás otro día más?



(Stay another day, East 17). (Crédito al artista)



            Al fin, Bertie fue confortada por sus hermanas.



-Él estaría muy orgulloso de nosotros. Lo sé.- Quiso animarla Tom a su vez.- Sobre todo, de ti.

-Nuestra lucha ha dado sentido a su sacrificio.- Sollozó Bertie esbozando una débil sonrisa.-



Así llenos de alegría y melancolía al mismo tiempo, por el recuerdo de su amigo, todos fundieron en un gran abrazo y cayeron rendidos. Al despertar, una de las amables voluntarias que cuidaban de los heridos les contó que las cosas comenzaban a volver a la normalidad.



- Ahora tendremos que regresar a casa. - Afirmó Cooan que se sentía descansada y feliz como el resto. -

-¡Hay mucho trabajo por hacer y lo mejor es volver a él pronto! - Aseguró Petz con la misma alegre determinación. -

- Yo me pasaré por el piso de Roy a ver si sigue en pie, tengo mis cosas allí y creo que necesito ducharme un poco. - Bromeó Tom. -



            Aunque el recuerdo de su amigo por un momento les llenó de una vez más de nostalgia, todos lo superaron en apenas unos instantes. Fue curiosamente Bertie la que intervino haciendo gala del humor que su difunto compañero seguramente habría empleado en esa situación.



-¡A todos nos hace falta! Ahora sí que mataríamos más demonios con nuestro olor que con nuestras armas. ¿Verdad chicas? ¡Debemos oler incluso peor que ellos!



            Y los demás rieron a coro celebrando la ocurrencia que, dicho sea de paso, era rigurosamente cierta. Cooan incluso llegó  a dar gracias de que sus trajes de  justicieras estuviesen dotados de esa especie de lavado - planchado instantáneo, que les permitía regenerarse cuando se anulaba la transformación y de ésta, revertían a sus personalidades normales. Por suerte tuvieron  esa previsión de convertirse en personas corrientes cuando terminaron con el Sabio y Fantoui. Así nadie les molestaría, ni trataría de hacerles preguntas, ni de pedirles autógrafos. Aunque las cosas no estuvieran para ello, era mejor no arriesgarse. De este modo se trasladaron a otro refugio cercano. Como unos meros ciudadanos más, con necesidad de descanso y atención médica, pudieron ocupar algunos camastros y dormir. Ahora al fin podrían regresar a sus casas. Tom, en efecto, se fue al piso que perteneciera a Roy para descubrir con pesar que la puerta había sido forzada, los candados rotos y el piso allanado. No obstante, esos presuntos ladrones no se llevaron más que unas pocas ropas, latas de conservas y su petate de karate, (no descubrió el escondite del ladrillo porque Roy lo había dejado como estaba.) Moviendo la cabeza en actitud comprensiva se dijo.



-Fuera quien fuese. El pobre tipo sólo buscaba algo de ropa y comida.



            Por su parte las chicas volvieron a su apartamento. Éste sí que estaba algo peor que el de su compañero. La puerta rota, las habitaciones revueltas, como si una manada de búfalos hubiera pasado por allí y sus efectos personales repartidos por el suelo. Aunque era curioso observar que no parecían faltar cosas de valor. Quizás algunos demonios, sabiendo donde vivían, trataron de sorprenderlas allí o bien fueron saqueadores que no pudieron terminar su tarea. De cualquier forma, podían considerarse afortunadas pues más de un tercio de la ciudad había ardido o estaba en ruinas. Ellas solo tendrían que poner orden y lo hicieron con disciplina y sin entonar ninguna queja. Eso era una diversión comparada con lo que habían sufrido y batallado. Y entre las cuatro no tardaron más que unas pocas horas en adecentar su apartamento. Después cenaron y pudieron acostarse, aunque todas se preguntaban. ¿A partir de mañana, qué?...



-Espero que poco a poco, la normalidad vuelva a la ciudad.- Deseaba Cooan ya acostada en su cama, eso sí, sintiéndose muy feliz.- Todo ha salido bien.



            Aunque enseguida se censuró a sí misma. Acordándose de Roy y de tantos otros, víctimas de aquellos monstruos.



-No tengo derecho a sentirme tan alegre. – Se dijo con pesar. – Mis hermanas han sufrido muchísimo y yo soy muy afortunada. Pero haré cuanto pueda por confortarlas. Lo merecen.



            Bertie entre tanto, quería dormir pero no podía. Muchas cosas asaltaban su mente.



-Cariño, ¡ojalá estuvieras aquí para poder disfrutar de nuestro triunfo que también es tuyo! Aunque no quiero estar triste. A ti no te gustaría, pero es difícil…- Suspiró añadiendo.- Al menos podré soñar contigo otra vez…



            Karaberasu tampoco podía conciliar el sueño. No dejaba de pensar en su bebé. Para bien o para mal estaba decidida a tenerlo.



-No sé cómo será. Espero que con la ayuda de Dios pueda nacer y crecer como un niño normal…



            Y Petz dormía soñando con su madre. El rostro de esta se le aparecía, sonriendo de forma muy afectuosa para decirle.



-Estoy muy orgullosa de ti. Cariño. Has cumplido tu palabra. Protegiste a tus hermanas. Ten por seguro que la vida te premiará.

-Me gustaría muchísimo, mamá. Pero ni tú ni papá estáis aquí conmigo. Ni tampoco el único hombre al que yo amé.- Se lamentaba ella musitando en tanto dormía.-



            En otra parte del país, un coche se detuvo en un parking. Hank salió hacia la entrada de un motel. Su acompañante le vio alejarse. Lo último que ese chico le dijo fue.



-Nos alojaremos aquí. Pasaremos por un matrimonio y su hija que huyen de lo que ha sucedido. Será la tapadera perfecta.

-Claro. -Asintió ella, dedicándole una encantadora sonrisa.-



            El chico se la devolvió, dirigiéndose hacia ese motel. La que ahora se hacía llamar Paige pensó no son regocijo.



-¡Idiota! Todos los hombres son igual de manipulables y de estúpidos. Recuérdalo, mi niña.- Le susurró a la dormida Marla.- Nunca olvides la lección que tu madre ha debido de aprender a costa de tanto sufrimiento. Utiliza a los hombres, no te encariñes con ninguno. Ellos solamente querrán usarte a ti, de modo que. ¡Anticípate!



            Y sin dudar ni por un segundo, se cambió al asiento del conductor, depositó cuidadosamente a la cría en el del copiloto y arrancó. Ese imbécil se había dejado la llave puesta. Claro, no habría sospechado eso. De modo que, antes de que pudiera darse cuenta de nada, la joven se alejó perdiéndose por la carretera. Por su parte Hank estaba hablando con el dueño de ese motel para alquilar una habitación. Ajeno a lo sucedido. Creyó que esa chica le había sonreído agradecida.



-¿Por qué no? Podríamos estar juntos y ocuparnos de su hija. O de lo que sea esa mocosa. Fantoui me dijo que hasta acólitas y puede que hasta alguna de las diablesas se ocuparon de amamantarla y de cuidarla cuando su madre no estaba. Eso desde luego no debe de ser normal. Así que esa cría podría ser alguien muy importante. Me aprovecharé de eso. Y pese a que April no está bien de la cabeza sigue estando muy buena. Y soy lo único que tiene. Puede que, con el tiempo…



            Ya se estaba imaginando cómo iba a disfrutar de una noche de pasión con esa chica. De modo que, una vez acordada la reserva, salió a decírselo. Su asombro fue mayúsculo al no ver el coche. En vano gritó, llamándola.



-¡Maldita sea!- Exclamó llevándose las manos a la cabeza.- ¿Dónde se ha metido esa zorra?



            Entre tanto, Melanie logró al fin informar a la policía. Los agentes enviaron una patrulla a la casa de los Sinclair. Afortunadamente, al encontrar cerrada la puerta del sótano y llamar, escucharon los gritos de auxilio de los padres de April. Su hija les habían dejado encerrados pero, como también tenían agua y comida en ese lugar, dado que pensaban emplearlo como refugio, pudieron resistir sin problemas el par de días que tardaron en descubrirles allí. Tras recuperarse un poco, Melanie y Malcolm fueron a verles.



-Nuestra hija está muy enferma. Debió de engañarnos y no se tomó las pastillas.- Les contó el desolado padre de la joven.-

-¿No sabes hacia dónde podrían haberse dirigido?- Inquirió la también angustiada y consternada madre.-

-Lo siento, iban en dirección a New Hampshire, - Respondió Melanie, agregando.- Aunque no sabemos qué camino podrán haber tomado después.

-Claro. No os preocupéis. Nos habéis salvado la vida.- Suspiró el padre de April.- La buscaremos. Daremos con ella. Cuando no es presa de esos brotes de esquizofrenia paranoide es una buena chica. Quizás sea ella la que regrese. Le daremos tiempo, sí, eso es…



            Los dos jóvenes escuchaban con pesar, sin atreverse a decir nada. Desearon mucha suerte a los señores Sinclair y les prometieron estar pendientes y llamar de vez en cuando por si tenían novedades. Al salir, y retornar hacia su destino original, a la casa de la madre de Melanie, esta suspiró en tanto conducía.



-No sé, Malcolm. Creo que April no volverá. Es un presentimiento.

-Hicimos cuanto pudimos, no te tortures más.- Le pidió su novio.-

-Es mi amiga y hemos sido compañeras de cuarto durante tres años. Es duro. Me siento culpable.- Sollozó la chica.- Jamás lo vi venir. Incluso cuando faltó tanto el curso pasado. Me creía todo lo que me contó. Aunque la verdad es que apenas le prestaba atención. Estaba más ocupada con mis estúpidos flirteos con Roy que de ver cómo sufría mi amiga.

-No ha sido culpa tuya, cariño. Ninguno notamos nada. Y ahora tampoco podemos hacer gran cosa. Lo único que nos queda es tomarnos un descanso. Tienes que ver a tu madre y calmarte. – Afirmó el chico, sentenciando.- Los dos necesitamos un respiro. Luego, cuando todo esté más tranquilo. Quizás seamos capaces de ir a la Golden e investigar un poco. Por si hubiera vuelto por allí.



Melanie asintió, desde luego que tenían que reponerse de tantas emociones. Y precisamente en Nueva York los días pasaron rápidamente y no tardaron en dar respuesta a la pregunta general de las chicas y del resto de la ciudad. Por fortuna, gracias a la intervención de éstas y los demás luchadores, el efecto del ataque demoniaco quedó limitado a la “ Gran Manzana” y sus zonas circundantes, sin salir del Estado. Tal y como Roy le comentara a su compañero el resto del país se ofreció de inmediato a la disposición de sus afectados compatriotas y en tan solo tres días ya estaban puestos en marcha los servicios de luz, gas, agua y demás que eran primordiales. Las gentes dieron ejemplo de laboriosidad y de ayuda mutua para sacar adelante todo aquello. Por lo menos, la crisis y la necesidad hicieron salir lo mejor de la mayoría de las personas afectadas. Por otra parte, en la tele, se sucedían los debates con invitados de aquí y allá, autoridades en la materia teológica, demonológica, y otras de ese tipo. De modo muy sutil, pasaban de hablar de una ofensiva de algo maligno a limitarlo a una poderosa secta destructiva vinculada a mafiosos o terroristas internacionales. En suma, le hicieron creer a la población que todo aquello fue poco más o menos, un complot del terrorismo internacional aliado con fanáticos del fin del Mundo. Por suerte, la presunta bomba atómica fue reducida a una explosión de conductos de gas. Tom, las chicas y no digamos Roy, Zafiro y los demás se llevaban las manos a la cabeza, pero todos pensaron que mejor dejarlo así. El gobierno una vez más, había tejido una complicada telaraña que ocultaba la verdad. Pero, por desgracia, cierto o no, las múltiples víctimas permanecían muertas...



-Bueno, es mucho mejor así.- Suspiró resignadamente Cooan en tanto desayunaba  con sus hermanas.- La gente no está preparada para saber la verdad.

-Eso es muy triste. – Afirmó Bertie.- Ahora comprendo a nuestras amigas. Todos estos años luchando desinteresadamente para salvar este planeta y sin recibir ni el más mínimo agradecimiento.

-Bueno, las sailors son famosas en Japón.- Afirmó Petz.- Y por otro lado, creo que es mejor mantener el anonimato.

-Así es.- Convino Karaberasu con tono reflexivo.- Lo que menos necesitamos es esa clase de publicidad.



            En eso coincidían todas ellas. La regularidad anónima de lo cotidiano era lo que más deseaban en esos momentos. Y precisamente en virtud de esa normalidad recobrada, a los dos días de esos comunicados, las chicas y Tom recibieron la llamada de su escuela. Se les informaba que las clases se reanudaban. Contentos por esa circunstancia volvieron de inmediato a ellas. Petz y Karaberasu no tuvieron dificultad (incluso ésta última y pese a su ya tan avanzado embarazo) en encontrar otros trabajos. Los grandes almacenes que las contrataron precisaban personal para reemplazar al que habían perdido en el ataque y poder vender los artículos de primera y segunda necesidad recibidos cuando recobraron el suministro exterior. Incluso Roy y Zafiro se agenciaron ocupaciones como repartidores de pizzas. En ese instante nadie hacía demasiadas preguntas sobre la seguridad social y demás papeles. Por lo menos, hasta que toda la red informática estuviera reparada. ¡Y además, esos chicos eran los más rápidos en el reparto, sin que nadie supiese como se las ingeniaban para recorrer de punta a punta la ciudad en muy poco tiempo!



-No es mi trabajo ideal. Pero servirá por ahora.- Comentaba Roy a su amigo.-

-Lo mismo digo.- Sonrió Zafiro.- Aunque no está tan mal.

-Dime una cosa. ¿Tu hermano y tú además de ser príncipes estudiasteis alguna carrera? - Quiso saber su interlocutor que se apresuró a añadir con tintes incluso de inquietud.- No lo digo por ofender, ni es una broma. Es que de eso nunca hablamos de eso en el Rincón.

-No te preocupes.- Repuso Zafiro quién contestó.- Mi hermano y yo fuimos muy bien instruidos. Ser gobernante requiere saber de bastantes temas. Pero lo que a él le gustaba más cuando tenía tiempo era crear programas informáticos. Era muy bueno en eso, y controla tecnologías muy adelantadas a esta época. A mí, en cambio, me interesaba más el construir cosas con las manos. Infraestructuras, edificios…Se me daban bien las matemáticas y el diseño. ¡Mucho mejor que a Diamante! – Sonrió al rememorar esto último y agregó.- Podríamos decir que soy ingeniero.

-Bueno, pues con ese currículo no creo que tengáis muchos problemas.- Afirmó su amigo.-

-No sé si nuestros estudios serán reconocidos en este siglo y en este país.- Sonrió levemente su interlocutor.-

-Creo que, si demostráis vuestro talento, no hará falta que presentéis diplomas.- Declaró Roy. -



            Y en tanto charlaban completaban su reparto. Al fin, a la semana justa de la victoria, la rutina en general se había reinstalado y las cosas eran casi completamente normales. Fue entonces cuando Roy le dijo a Zafiro que había llegado el momento. Ya tenían trazado el plan y el hermano de Diamante aguardó con impaciencia su turno mientras su compañero iniciaba la primera fase…



-Bueno amigo.- Le comentó Roy con tono animado.- Ahora voy a buscarla. Después te llamaré. Aunque antes tengo que pedirle a alguien un pequeño favor.- Sonrió mirando hacia el Cielo.-

-Suerte.- Le deseó su compañero dándole la mano.-



Roy se la estrechó y se puso en marcha. Se figuró que Bertie y Connie estarían dando clase. Éstas, reparaciones de edificios y aulas aparte, ya se daban con total normalidad. La escuela había resistido bien los ataques en la mayor parte de sus infraestructuras y las chicas fueron a su trabajo como si nada hubiera pasado. Lo que asombró más a otros profesores y alumnos fue la recuperación de Tom. Pero como éste tampoco había dado muchos detalles de su parálisis se pensó que pudo haber sido operado. Nadie le vio realmente, ocultos como estaban los otros maestros con algunos padres y la mayor parte de los niños en el refugio, cuando llegó a  ayudar a las justicieras al colegio. Y claro, de lo que contaron los críos que fueron rescatados y protegidos por él y las justicieras, a pesar de lo sucedido, los adultos no se fiaban demasiado. Pese a ello, el joven continuó con su grupo animando a niños con movilidad reducida a seguir adelante con sus metas y Beruche y Cooan con sus clases a los más pequeños. Las chicas estaban ahora en aulas distintas. Antes de comenzar la pequeña Sharon corrió a abrazarse a ellas y exclamó llena de alegría…



-¡Habéis vuelto!

-Claro.- Le dijo afectuosamente Cooan. – Te lo prometimos.

-Y nos gusta cumplir nuestra palabra.- Añadió Bertie guiñándole un ojo a la cría.-

-Ya lo sé- susurró la niña, añadiendo con tono de complicidad.- No les contaré nada a mis tíos ni a los demás niños. Ellos no saben quiénes sois…Será nuestro secreto.



Y así, tras darle sendos besos a la cría, las dos maestras se encaminaron a sus respectivas aulas. Bertie llevó de la mano a Sharon a la de los más pequeños. Allí comenzó a explicar una lección de matemáticas, aunque su pensamiento estaba en otro sitio. Todavía volaba hacia Roy, pero ella debía aterrizar a la dura realidad y tratar de vivir definitivamente sin él. Siempre se esforzaba por no evidenciarlo delante de sus hermanas ni de los críos, pero se sentía muy triste. Aquellos recuerdos le costaban levantarse con lágrimas en los ojos cada día, producto quizás de algún mal sueño olvidado al despertar. Muchas veces incluso, creía escucharle a él. En su mente, el chico le gastaba alguna de sus bromas o hacía algún comentario irreverente de los que le encantaban tanto. Sobre todo, porque Bertie siempre se enfadaba, o fingía hacerlo, puesto que en la mayor parte de las ocasiones ambos sabían que no era así. Los dos jugaban a aquello y les divertía. ¡Cuánto extrañaba esas pequeñas cosas! ¡Cómo sufría en su interior cuando Tom y Cooan se abrazaban dándose largos besos al término de las clases y muchas veces, se iban los dos solos! Pero Bertie jamás se lo quiso hacer notar. No tenía derecho a amargar la felicidad de su hermana ni la de su amigo. Ella tenía a Petz y a Karaberasu y entre las tres podrían apoyarse. Como siempre hicieron, en los buenos y en los malos momentos. Y al menos, una de las cuatro había conseguido encontrar el amor. Eso era un consuelo, no demasiado grande ahora, pero como decía el refrán, el tiempo lo cura todo. Aunque Beruche sabía que ese recuerdo del hombre al que amó, al que siempre había amado en cualquier otro lugar que ahora ignoraba, jamás se iría de su lado.



- Señorita Bertie.- Le preguntó uno de los pequeños sacándola de esa rueda de pensamiento. -¿Puede repetir la tabla del siete, por favor?

-¡Claro Johnny!- Sonrió tiernamente ella que se alegraba de tener a los niños como otro de sus soportes. - Lo escribiré en la pizarra y así lo veréis todos.



Fue justo cuando se giró y comenzó a escribir cuando se escuchó aquella melodía. Eran sonidos de guitarra y venían de fuera. No le dio importancia y siguió escribiendo, “siete x una = siete”, “siete x dos = catorce”....pero entonces oyó una voz muy familiar que cantaba una melodía muy conocida para ella. El corazón le dio un vuelco. Su respiración se aceleró y la tiza cayó rota al suelo. Beruche se quedó allí, clavada y sin atreverse ni a respirar. Los niños tampoco dijeron nada porque ellos también podían oírlo con claridad. Y en ese instante un relámpago de intuición cruzó por la mente de la muchacha. ¡Era algo irracional, ridículo! Pero, aun así, venció a su decidido sentido del raciocinio y eso la hizo salir corriendo de clase para sorpresa de sus alumnos. Los niños se miraron sin saber que hacer y permanecieron sentados. Su profesora, a la carrera, con la respiración entrecortada y luchando por salir lo antes posible al patio, se cruzó con su hermana que salía de su otra clase sin parecer haber oído nada, quizás porque este aula se ubicaba más al interior del edificio y sus ventanas daban al lado contrario, o quizás no fuera solamente por eso...



-¿Bertie a dónde vas? ¿Qué te pasa?,- le inquirió Cooan sorprendida. -

-¡Por favor, quédate con los niños, tengo que salir para comprobar algo!- le pidió la interpelada bastante agitada.-

-¿Es por esa música? - Le inquirió su hermana que ahora comenzaba a escucharla también.-



            Beruche la miró a los ojos y asintió. Cooan se dio cuenta de que la pobre chica albergaba mucha esperanza en su mirada, seguramente la vana esperanza del que se aferra a una ilusión. Asintió piadosa y fue hacia la clase. Bertie por fin salió al exterior, la música estaba terminando. Buscó desesperadamente a un lado y a otro pero no vio a nadie. Ya rendida a la evidencia suspiró. Juraría haber oído la voz de Roy, estaba segura. Pero, ¡no podía ser! Su imaginación le estaba jugando una mala pasada como otras tantas veces en su duermevela o en sus sueños y no debía dejarse influenciar más. Se volvió para entrar en el recinto y proseguir sus clases cuando una mano se posó sobre su hombro dejándola paralizada por la emoción. El corazón le latía muy deprisa y no quería volverse. Por un lado tenía miedo de sufrir una enorme decepción pero, por otro, el deseo de que, quizás esta vez...



-¿Qué te ocurre? - Escuchó preguntarle a la inquietada voz de Cooan, lo que apagó definitivamente su ánimo.- Has salido disparada de clase, sin hacerme apenas caso.



            En realidad ésta sabía perfectamente lo que sucedía. Sólo fue a la clase de su hermana a decirles a los niños que enseguida volvería su maestra. Que mientras, repasaran las multiplicaciones que tuvieran. Ella se apresuró a seguirla. A pesar de los esfuerzos de Beruche por ocultarlo, fingiendo estar feliz por la victoria y su nueva vida, tanto Cooan como Tom no eran ajenos a la tristeza que embargaba a la muchacha en muchas ocasiones. Pasada la batalla y cuando la mente y el corazón quedaron libres, sus sentimientos habían tomado el control de la desolada chica. ¡Su pobre hermana estaba sufriendo mucho y necesitaba alguien con quién poder desahogar su dolor! Cooan quiso decir alguna palabra que  le sirviera pero no se le ocurría nada. ¿Qué podría decir? Sin embargo, fue Bertie la que se adelantó con una disculpa teñida de resignación y melancolía.



-¡Perdóname, por un momento creí! – la joven suspiró largamente ante la mirada compasiva de su hermana y se apresuró a  añadir, luchando contra sus emociones a fin de aparentar tranquilidad. - No es nada. Mi mente supongo. Por favor, ve tú a ocuparte de los niños, yo entraré enseguida. Necesito unos minutos a solas. Nada más que un momento.- Le susurró abatida. -

- Claro - le sonrió Cooan  apretándole las manos entre las suyas y añadiendo con su mejor tono de jovialidad. - ¿No tardes mucho, eh? Las matemáticas no son mi fuerte.

- Descuida, enseguida voy.- Le aseguró su interlocutora con un débil destello de sonrisa. Su hermana asintió y se alejó.-



            Respirando hondo en el jardincito con columpios del patio de recreo, Bertie trató de dominar sus sentimientos. No podía entrar en clase así, los niños no podían tener a una maestra melancólica y taciturna, cuya cabeza volaba más que la de ellos mismos durante la clase. Por eso se obligaba a pensar de modo objetivo. La cálida brisa de esa soleada mañana le acariciaba el pelo y el rostro en tanto ella trataba de serenarse. Pero no pudo hacerlo, su mente se rebelaba sin control y una voz suave la llamó por su nombre. La muchacha contuvo el aliento, era la voz de Roy con aquel tono entre burlón y dulce que él tantas veces le ponía cuando la quería incordiar.



-¡Eh!, ¿qué te pasa, cubito? ¿Por qué no estás con los niños? ¿Acaso ahora que eres tú la maestra haces novillos?...ese no es un buen ejemplo…



            La desconcertada Beruche miró en todas direcciones pero no veía a nadie ¡Nadie!, ¿acaso estaba perdiendo el juicio?



-¿Roy, eres tú? - Balbuceó dominada por la emoción. - ¡No es verdad! Esto es cosa de mi imaginación - se decía en voz alta con un esfuerzo supremo por volver a la realidad. - ¡Debo de estar volviéndome loca!

- No cubito,- escuchó la respuesta ahora mucho más cercana.- No lo estás…



Y entonces esa música de guitarra eléctrica sonó una vez más y aquella voz le cantó con esa inigualable manera que él tenía, igual a la vez que lo hiciera en el foso, utilizando otra de las tonadas de su grupo favorito.



“Tú y yo, estamos destinados,

Estarás de acuerdo,

A pasar el resto de nuestras vidas juntos.



El resto de nuestros días,

Como dos amantes,



Para siempre,

Sí, para siempre. 

Mi joya”.



(Bijou. Queen, crédito al autor)



            Las lágrimas rodaban por las mejillas de la muchacha que no podía contenerse más y apenas pudo sollozar en tanto negaba con la cabeza.



-Quisiera estar contigo, pero no puedo ir a donde tú te encuentras. ¡Todavía no!



            Y la voz cálida le respondió llena de ternura...



- Estoy mucho más cerca de ti de lo que crees. Sólo debes saber buscar y me encontrarás.



            Beruche no quería rendirse, ¡no podía rendirse ahora! Miró a la derecha, a la izquierda y por fin, en un acto reflejo, guiada por una cálida brisa, miró hacia arriba. ¡Tuvo que contener una exclamación, creía que el corazón se le iba a parar! Allí, flotando a pocos metros sobre ella ¡estaba Roy! Era igual a como le recordaba, brillando con un maravilloso resplandor dorado. Su pelo tenía ese mismo color y vestía una ropa normal, vaqueros y una camisa blanca. Él la observaba con gesto cariñoso y sonreía. Esa visión, o lo que fuera, fue bajando lentamente hasta posarse a pocos metros de ella. Bertie movía la cabeza, ahora con incredulidad, se mordía los labios dejando escapar más lágrimas que bañaban por completo su cara. Y entonces él volvió a romper todos los esquemas de la pobre muchacha y únicamente se rio, con aquella franca y transparente carcajada suya, exclamando divertido.



-Aunque seas un cubito de hielo, no sé. ¡Me esperaba un recibimiento algo más efusivo!



            Ella se acercó paso a paso, tímidamente. Parecía tener miedo de que un movimiento demasiado brusco le hiciera desaparecer para siempre. Roy pareció adivinarlo cuando declaró con dulzura infinita abriendo sus brazos hasta casi parecer un crucificado.



-  Bertie, soy real, puedes tocarme. Puedes abrazarme si quieres.



            La muchacha ya no se lo pensó, corrió hacia él presa de una inenarrable sensación de miedo y felicidad. Alegría porque él estaba ahí y ¡desde luego que parecía tan real! Miedo, pues temía que al llegar a su lado y estar a punto de tocarle desapareciera hundiéndola en el vacío. Pero no podía detenerse. ¡Ya no!, solo existían dos opciones y cuando quiso darse cuenta supo cual era la verdadera. Su pequeña figura chocó contra ese cuerpo tan enorme y fuerte y ella, rebotando, casi se cayó. Pero ahora no tenía ante sí al descuidado chico que la arrollase hacía tanto tiempo, tanto, que parecía una verdadera eternidad. Esta vez era su ser amado que había vuelto a ella. Y Roy la sujetó estrechándola entre sus brazos, envolviéndola con ellos sin dejar de brillar y ambos se quedaron así largo rato, sin hablar. No había nada que pudieran decir que superase ese instante. Beruche solamente podía llorar pero de inmensa felicidad. Y tardó mucho en decir entre balbuceos.



-¡Eres tú!, ¿cómo es posible? ¡Debo estar soñando y no quiero despertar! ¡Dios mío, no dejes que me despierte nunca!

- No lo permitirá, Cubito. Por que estoy aquí, ¡es verdad! Es algo muy largo de contar,- le susurró Roy besándole en la frente con todo su cariño y sentenciando lleno de alborozo. - ¡Pero ahora tendremos la vida entera para que pueda explicártelo!



            Ella comenzó a separarse y pudo fijarse bien en aquel rostro, la misma cara, los mismos ojos verdes intensos, ese pelo dorado. ¡No era un engaño, era él! Pero casi no terminaba de creerlo todavía cuando el chico le restañaba sus lágrimas suavemente, recorriendo las mejillas de Bertie con ambos pulgares…



Cooan comenzó a preocuparse, su hermana tardaba demasiado, así que salió para comprobar que estuviera bien. Entonces escuchó las exclamaciones de ella y corrió asustada, pero cuando salió se quedó petrificada por la emoción. ¡Jamás olvidaría esa imagen en lo que le restase de vida! Lo mismo que Beruche antes. Reía y lloraba a un tiempo y corrió a abrazarse a los dos. Ellos la vieron venir, recibiéndola como una piña. Cooan estaba tan trastornada por la euforia que sólo repetía sin cesar.



-¡Tengo que ir a por Tom! ¡Tiene que verte, tiene que verte!



Roy asintió lentamente en tanto rodeaba a Bertie con uno de sus brazos. Ninguna de las hermanas podía parar de llorar de pura felicidad. Y por fin Cooan se separó de ellos, había estado remisa de hacerlo pues le sucedió como a Beruche. ¿Y si eso era una alucinación y se desvanecía cuando se alejase? No fue así. Su hermana y Roy seguían estando allí y corrió en busca de Tom. El chico daba su clase ajeno a todo y cuando Connie, con lágrimas en los ojos, entró en su aula y le sacó literalmente a rastras, su novio estaba tan desconcertado que no pudo ni preguntar que le sucedía. Pero la sonrisa de ella. La más bella y amplia que le viera jamás, le decía que no podía ser nada malo, sino algo realmente maravilloso. Y por si fuera poco, los niños habían salido del aula siguiendo a su señorita y contemplaban admirados a ese súper héroe que tenían delante. Únicamente Sharon se atrevió a acercarse y hablar, mirando a Roy con los ojos muy abiertos.



-¿Eres el Guerrero Dorado? - Le inquirió tímidamente, a lo que él asintió y sonrió. - ¿Y también el novio de la señorita Bertie?

- Así es preciosa, yo soy su novio.- Admitió el interpelado que todavía abrazaba a la muchacha. Ella seguía llorando y sonriendo sin parar, tratando de enjugarse las lágrimas, mientras él le preguntaba cariñosamente a la cría que mantenía una expresión inquisitiva. - ¿Qué quieres saber?



            La niña le hizo un gesto a Roy para que se acercase, él soltó a Beruche y sorprendido se arrodilló junto a ella para estar a su altura. Con el morro torcido y frunciendo el ceño, la chiquilla le reprochó imitando a la perfección el modo de los mayores.



-¿Por qué has dejado tan sola a la señorita Bertie? ¡Ha estado muy triste por tu culpa! ¡Eso no está bien! ¡Qué sea la última vez! ¿Vale?

-¡Tienes razón, pequeña!, ¡lo siento!- admitió Roy acariciando con suavidad el pelo de la niña sin poder evitar sonreír visiblemente emocionado cuando se justificaba con afectuoso tono. - Pero tuve que marcharme para luchar contra los malos. Te prometo que ya no la volveré a dejar nunca más.

-¿De verdad? - Insistió la niña muy contenta. -

- Palabra de Guerrero Dorado.- Aseguró él levantando la palma de su mano derecha y remachando con solemnidad. - No puedo mentir, porque vengo del Cielo. Y allí nunca se dicen mentiras.



            Bueno, casi ninguna, pero no era cuestión de liar a la cría. Aunque fue ella la que le desconcertó a él.



-¿Viste allí a mis papás? - Preguntó Sharon esperanzada. - Ellos también se fueron al Cielo, pero todavía no han vuelto.

- Fueron atacados por los acólitos cuando la secta comenzaba a sembrar el caos,- le explicó Bertie que había reunido la serenidad suficiente como para intervenir. - Fue después de que a ti...



Roy se quedó pensativo e interrumpió a la muchacha con suavidad, posando sus manos sobre los hombros de la joven y dándole a entender que tenía una idea y que esperaba fuese posible de llevar a la práctica.



- Ya comprendo, bueno, veremos lo que se puede hacer.

- No te entiendo,- repuso tímidamente Beruche intrigada por saber algo más concreto. - ¿A qué te refieres?

- Esperadme aquí. Enseguida vuelvo, ¡sólo tardaré un minuto!,- exclamó por toda respuesta.-



Y dejándoles  a todos con la boca abierta se concentró poniendo dos dedos sobre su frente y desapareció.



-¡Hala! ¿A dónde ha ido?- Exclamaron algunos niños con asombro.-



            Bertie estaba sorprendida y temerosa de que todo hubiera sido fruto de su imaginación. Pero por fortuna tenía a los chicos allí, incluso a su hermana que había ido a buscar a Tom, para atestiguar que era cierto. Aunque por el camino el chico había detenido a Cooan y trataba de sacarle una explicación, pero ella solamente le decía entre risas y lloros.



-¡Pronto lo sabrás! ¡Muy pronto! ¡Vamos Tom!



            Y él sumisamente la siguió, pero esta vez iban a paso rápido, sin correr. Todavía les quedaban un par de pasillos antes de salir al exterior y debían dar la vuelta al edificio. Para el muchacho no suponía mucho tiempo. Para la radiante chica eran siglos…



            Entre tanto, Roy apareció en el Cielo, buscaba al mago pero éste enseguida apareció.



-¿Qué quieres, muchacho? - Le inquirió con fingida sorpresa de verlo, pues había sido testigo de todo lo ocurrido, aunque quiso jugar un poco con eso y añadió aparentando desconcierto.  - Pensaba que serías feliz de haber vuelto.

-Te agradezco mucho lo de la música, dale las gracias a Freddie de mi parte. Pero tengo que pedirte otro favor. ¿Puedes volver a llamar al Dragón? Es muy importante,- le pidió Roy como respuesta. – No te enfades…te aseguro que es algo serio.



            El mago dudó, pero el chico insistió con expresión de súplica y Landar, conteniendo una sonrisa, aceptó en invocarlo. Aquel gigantesco ser apareció no tardando mucho y declaró solemne.



- Ya no quedan más deseos, pero como tú has salvado al mundo y me caes simpático, a pesar de tus comentarios. - Roy carraspeó encogiéndose de hombros a modo de disculpa. Ese dragón tenía el oído fino y además era un buen tipo, o reptil o lo que fuera, cuando añadió de forma muy cordial sonriendo con visible desenfado, que se reflejaba en sus grandes fauces - ¡Te concederé uno especial! ¡Di lo que deseas!



            Y el chico no dudó, había estado reflexionando sobre cómo hacerlo de la mejor forma posible para obtener el mayor beneficio. Ya tenía lista su petición y la formuló así.



-¿Podrías devolver la vida en perfectas condiciones a todos los inocentes y personas de buen corazón que han muerto a causa de los demonios, enviándoles a sus respectivas casas y trayendo a los padres de Sharon aquí a nuestro lado, cuando lo hagas?

- Muy inteligente, Roy,. Has formulado varios deseos incluidos en uno,- le alabó el mago. -

- Eso es fácil y aun haré algo más. - Declaró el dragón centelleando los ojos con aquel poderoso fulgor granate suyo para aseverar instantes después. – Helos aquí.



            En el acto, dos personas, un hombre y una mujer jóvenes y vestidos con túnicas blancas inmaculadas, que se trocaron en un traje y corbata y un vestido azul claro, aparecieron ante Roy y Landar. Estaban sorprendidos y parecían muy desconcertados. El dragón entonces sentenció, con el tañido de su voz de bronce.



- Ya he cumplido tu deseo, ¡que seas feliz en la Tierra!, yo el Dragón Sagrado Celestial, último regalo de los dioses, debo desaparecer. ¡Mi tiempo ha terminado! ¡Adiós!  



Se desvaneció lentamente mientras concluía la frase guiñando uno de sus grandes ojos.



-Gracias por todo, Shenron. Amigo. - Sonrió el muchacho al ver como evaporaba. -

-¿Qué ocurre aquí? - Preguntó en ese instante aquella mujer de corto pelo rubio, visiblemente sorprendida, sin dejar de mirar en todas direcciones -... ¿Dónde estamos?

- Es una larga historia,- repuso amablemente Roy que resumió. - Pero sólo les contaré la parte que a ustedes dos les toca. - Y tras haber  puesto a ambos en antecedentes  afirmó. - Yo les llevaré con su hija.

-¿De veras?, ¡muchísimas gracias! - exclamó el hombre de cabello castaño que, emocionado explicó. - Mi mujer y yo no podíamos pasar a la Eternidad. Nos lastraba el alma pensar que habíamos dejado sola a nuestra hija.

- De haber trascendido.- Intervino el mago - ni siquiera el Dragón Sagrado Celestial habría podido hacer nada para traerles de vuelta.

- Landar, por favor.- Le pidió humildemente Roy. - Ahora me contarás toda la historia. Quiero saber que significan esas visiones que tuve y esas cosas que dije cuando luché contra Nagashel.- Y añadió pensativo al recordar. - Esa espada, la llamé de modo inconsciente y al terminar el combate desapareció, ¿por qué?



            El mago se limitó a negar lentamente con la cabeza y a dirigirle una mirada como la que pondría ante un chiquillo impaciente. Por fin, le contestó.



- Ya queda poco tiempo, dentro de nada te visitaré y lo sabrás. Aun te faltan cosas que hacer,- señaló a los padres de Sharon que aguardaban deseosos de volver con su hija y le aseguró a Roy. - ¡Disfrutad ahora de vuestro reencuentro!, ¡dad tiempo a que todos podáis reuniros y cuando así sea, yo os lo contaré!

- Muy bien, eso me basta.- Contestó el muchacho aceptando de buen grado, aunque en un atisbo de intuición, sonrió añadiendo de forma confidencial. - Ya sabías lo que te iba a pedir antes de que lo hiciera, ¿verdad?



            Landar asintió respondiendo con sincera afabilidad.



- En realidad quedaba todavía un último deseo, pero debía reservarse para algo muy importante y solamente un verdadero elegido por su destino podía pedirlo. Gracias a eso las cosas casi serán lo que habían sido para las gentes de la Tierra. Excepto para unas pocas que no deberán olvidarse nunca de lo que ha sucedido, ya que serán las encargadas de proteger este mundo en el futuro.

-¿Te refieres a nosotros?- Quiso saber Roy. -



Pero el mago se limitó a sonreír señalando a los padres de la niña. Y el chico supo que Landar no le contaría más, al menos hasta que lo juzgase oportuno. De modo que el muchacho se dirigió a esas dos personas.



 - Denme la mano por favor.- Les pidió, estos lo hicieron y él se transportó con ellos nuevamente, reapareciendo ante los asombrados ojos de Beruche y los niños.-



            Sharon se quedó muda, parada en el suelo. Reaccionó en cuanto su madre se arrodilló y extendió los brazos.



-Ven cariño, dame un abracito…



            La cría corrió hacia ella, lloraba y reía. El padre se unió a las dos y musitó un “gracias” llenando de alegría a Roy que se abrazaba a Bertie. Ambos sonreían muy felices y con lágrimas contemplando aquella conmovedora escena. Y por fin, corriendo hacia ellos como un poseso nada más salir y verlos, llegó Tom que no pudo creerlo en cuanto vio a su amigo allí plantado. El muchacho no fue menos que las chicas y lloraba presa de una incontenible alegría. Los amigos se abrazaron mientras el recién llegado le decía totalmente embargado por la emoción.



-¡Sé que fuiste tú el que me hizo andar otra vez! ¡Siempre estaré en deuda contigo, todos nosotros!

- No Tommy, yo os observaba desde el Cielo y sé lo que habéis luchado y sufrido por mí y por todos. Soy yo quien está en deuda contigo, con todos vosotros.- Repuso su interlocutor muy emocionado también. -

-¡Nunca te lo podré pagar! - Insistía su amigo entre balbuceos, mientras ambas hermanas se abrazaban entre sí. -



            Y su interlocutor se sonrió con esa expresión pícara y divertida tan suya cuando respondió a su amigo.



- Una cosa sí puedes hacer. Por lo menos dame las llaves de los candados para que no tenga que romper la puerta otra vez  cuando quiera entrar a mi ex - apartamento.



            El rostro del muchacho mudó de la sorpresa al asombro, pasó por la incredulidad y cambió a la euforia cuando exclamó.



-¡Fuiste tú!

- Tenía que  ponerme algo de ropa. - Se defendió jocosamente Roy. -

-¡Claro que te daré las llaves! ¡El piso es tuyo, idiota! - Se rio su amigo contagiando a los demás. -



            No supieron a ciencia cierta el rato que pasó entre las risas, las bromas y la alegría indescriptible de los cuatro hasta que se decidieron a  regresar a casa. Las clases por supuesto se dieron por terminadas ese día. Roy pasó por su apartamento, ¡esta vez con Tom!, para adecentarse y cambiarse de ropa. No habló sobre Zafiro limitándose a pedir a las chicas que no revelasen nada a Petz Y Kalie de su propio retorno. Ellas se mostraron de acuerdo. Quedaron todos en casa de las hermanas que, haciendo un supremo esfuerzo, se demoraron como si llegasen a la hora de siempre y no dijeron nada ocultando a duras penas aquella inmensa alegría. Lo que sí contaron a las otras fue que Tom y otro amigo de la Universidad irían a cenar. Petz no sospechó nada extraño limitándose a reconvenirlas por avisarlas con tan poco tiempo y si Kalie, que las observó de forma reflexiva, llegó a pensar algo fuera de lo normal, desde luego se cuidó bastante de comentarlo. Llegó la hora fijada y cuando Roy apareció, vestido con un elegante traje, las hermanas mayores de Beruche y Cooan se emocionaron también. Primero la sorpresa e incredulidad iniciales, luego lloros, abrazos, besos y conversación. El muchacho no pudo evitar darse cuenta del estado de Karaberasu y con un tono de gran ánimo y sinceridad le comentó con la aprobación de todos.



 - Algo me dice que tu hijo tendrá un papel muy importante que jugar en este mundo, créeme. Será uno de los nuestros y contaremos con él para ayudarnos en el futuro.

- ¡Ojalá sea así! – Pudo remachar la chica con visible emoción.- Quisiera creerte con toda mi alma.

- ¡Eh!, Kalie, recuerda de dónde vengo. Tengo información privilegiada. – Le sonrió ampliamente el muchacho. – Mi fuente es la mejor…



            Karaberasu le abrazó agradecida y se dejó reconfortar. Tal y como había manifestado quería creerle, de veras lo necesitaba y algo dentro de sí le decía que el chico no mentía o que al menos creía firmemente en lo que le aseguraba. Así, todos se dispusieron a cenar para celebrarlo. Pero faltaba un invitado. Aunque ninguna de las hermanas lo sabía aun, claro. La mesa estaba puesta y todos sentados listos para empezar cuando sonó el timbre de la puerta. Roy se ofreció para abrir. Volvió dirigiéndose hacia las chicas.



- Es un vecino que dice que tienes algo que le pertenece. Lo olvidó hace tiempo.



Y el joven declaró aquello con una bien estudiada indiferencia dirigiéndose más concretamente a Petz que estaba retornando a la mesa con algunos platos.



-¿Quién podrá ser y a qué se referirá? Si hace poco que nos hemos mudado. Apenas conozco a nadie.- Inquirió ella sorprendida.-



Roy, impaciente, casi la empujó hasta la puerta sin darle tiempo a dejar lo que llevaba en las manos en tanto le decía con tinte jovial.



-Vamos Petz, ha insistido mucho en verte para que se lo devuelvas.

- No lo entiendo, ahora mismo no caigo en qué quiere que le devuelva. – Insistía la desconcertada muchacha. –



El chico la acompañó encogiéndose de hombros y tapándole adrede la visión. Llegado el momento convenientemente se apartó. Allí, de pie frente a Petz, aguardaba un hombre de pelo oscuro azulado y largo recogido en una coleta, lucía una frondosa barba. En un primer instante la chica no supo quién podría ser hasta que sus ojos se clavaron en los de él...Los platos que llevaba cayeron al suelo y temblando, luchó por recuperar el habla.



- Hola Petz.- Saludó el muchacho con una gran sonrisa, añadiendo distendido, con sus emociones bien controladas a pesar de lo difícil que se le hacía. - Vengo a por mí chaqueta, te la dejé hasta que volviera. ¿Recuerdas?

-Zafiro- musitó ella dejando caer las lágrimas y moviendo la cabeza ¡Zafiro! - Exclamó abrazándose a él  y rompiendo a llorar.- ¡No puedo creerlo, estabas muerto, esto es un milagro!

-Lo es en verdad - convino él acariciándola el pelo mientras la apretaba contra su pecho.- Gracias al Cielo y a Roy pude luchar para ayudar a salvar este mundo. Y ya no habrá nadie que nos separe jamás.

- Sí, y tanto que es un milagro. – Terció su amigo dominando a duras penas la emoción e intentando sonar divertido cuando declaró. –Está visto que en el Cielo últimamente admiten a cualquiera.



            Aunque Petz  apenas si llegó a oír aquello, sus piernas le fallaban, sentía que la vista se le nublaba. Aquella impresión había sido demasiado fuerte, era como si su corazón quisiera salírsele del pecho y ella jadeó intentando respirar. Eso llegó a preocupar a ambos muchachos. Por suerte Zafiro la estrechaba con fuerza entre sus brazos impidiéndola caer y finalmente la chica se recobró. Había estado a punto de desmayarse. Roy optó por dejarles unos momentos a solas en tanto volvía al comedor simulando que no pasaba nada. Incluso llegó a decir a los demás con gesto alocado como antaño.



-¡Le he tirado los platos a Petz sin querer! - Aquello provocó las risas  y movimientos de cabeza de los otros comensales, que distraídos por su amigo, ni sospechaban la escena que estaba produciéndose a pocos metros, salvo Kalie que simplemente sonrió en tanto Roy agregaba. – ¡Espero que tengáis también de plástico o no cenamos!



Y en ese mismo instante la mayor de las hermanas acariciaba el rostro de su amado, aún no podía creer lo que veía. Sin embargo, se forzó a hacerlo dado que él estaba allí, con una camisa muy parecida a cuando le viera por última vez y desde luego bastante más fuerte. Y lo más importante, con la misma mirada y sonrisa que recordaba y que aquel muchacho no dejaba de brindarle.



-¡Dios mío! - Sollozó Petz en cuanto hubo recuperado un poco el tono de voz. Incluso pudo empezar a amonestarle con cariño y euforia, acariciando de nuevo el rostro del chico y sin dejar de sonreír. - ¡Cómo estás! ¡Menuda barba te has dejado! ¡Y ese pelo tan largo! ¿Es que no había maquinillas de afeitar ni tijeras en el Cielo?

- Imaginé que no te gustaría mi nuevo look - sonrió él, agregando divertido. - Pero me hice la promesa de no afeitarme ni córtame el pelo hasta no derrotar al enemigo y estar de vuelta junto a ti. Además - remachó risueño- quería saber si me reconocerías. Ha pasado mucho tiempo.

-¡Siempre reconoceré la mirada de tus ojos! ¡Así has vivido desde entonces en mi corazón! – Puedo balbucir ella sin poder parar de llorar.-



Un emocionado Zafiro volvió a abrazarla como si temiera perderla cuando la soltase. Un buen rato más estuvieron así. A todo esto en el comedor, las hermanas y Tom comenzaban a extrañarse, jurarían haber oído hablar a Petz con alguien, e incluso parecía sollozar. Bertie quiso levantarse para ir a ver qué sucedía pero Roy la detuvo diciendo con tono amable.



-No te preocupes, cubito. Es que ese vecino es un tipo muy especial. Tu hermana tiene que preguntarle unas cuantas cosas. Dales un poco de tiempo.



La muchacha asintió aunque estaba desconcertada, lo mismo podía aplicársele a Cooan que tampoco entendía nada. Sin embargo, a Karaberasu pareció iluminársele el rostro, como si confirmase alguna sospecha y sonrió de una forma en la que no lo había hecho en mucho tiempo. Roy se percató y mirándola a los ojos asintió con otra sonrisa, sin que el resto se percatara. Finalmente, al cabo de unos momentos, una Petz retornando aun con lágrimas en las mejillas pero con una gran sonrisa iluminando su semblante, pudo decir a sus atónitas hermanas con grandes esfuerzos para contener la emoción.



-Tengo que poner un plato más. Tenemos otro invitado.



Las otras asintieron, aunque no tenían ni idea, (a excepción de Karaberasu) de quién podría ser. Y cuando aquel hombre de largo pelo y frondosa barba entró dando las buenas tardes por unos instantes siguieron sin saberlo. Hasta que en un destello de comprensión vieron como su hermana mayor le daba la mano y se sentaba junto a él. Tanto Bertie como Cooan se levantaron de la mesa como resortes, tirando también algunos platos y vasos al desplazar el mantel, abriendo la boca con un gesto de sorpresa y emoción. Todos parecieron estar congelados en el tiempo. Fue entonces Karaberasu la que rompió esa especie de hechizo, diciendo con un tono dulce y lleno de ternura.



-Bienvenido a casa, Zafiro.



  Las chicas también volvieron a llorar. Roy, emocionado como el resto, miró a un también atónito Tom. Éste supo quién era el recién llegado puesto que Cooan le había contado su historia y la de Petz alguna que otra vez. Entonces y para restar tensión del ambiente, Roy intervino con tono distendido.



-¡Zafiro, tío!, mira la que has liado, te has cargado los platos que quedaban, ¡a ver como cenamos ahora!



            Todos estallaron en carcajadas en tanto el recién llegado se limitaba a sonreír. Petz se rio entre las lágrimas en tanto le abrazaba. ¡Aquello valía por mil vajillas! Y platos tenían de sobra. ¡Pero ella había recuperado la mitad de su alma, de su vida, que le faltaba! No podía pensar, ni sabía que decir. Lo mejor era seguir la celebración y quiso ir a por la cena. Pero tanto Cooan como Beruche la detuvieron. Ellas se encargarían de todo mientras Petz se sentaba junto a su chico.  Por fin las dos hermanas pequeñas sirvieron y se les unieron a cenar. Las chicas apenas tenían apetito por la emoción. Lo mismo le sucedía al todavía perplejo Tom. Pero no podía decirse lo mismo de Roy y Zafiro que devoraron de forma increíble todo lo que les ponían por delante. Sólo pedían repetir una y otra vez ante las caras atónitas de los demás.



-No nogs migeifs afí.- Consiguió farfullar Roy mientras masticaba, tragó y pudo añadir de forma más inteligible. - Ahora que sé que pertenezco a la raza de los guerreros del espacio, comprendo por qué tengo tanta hambre.

-Sí,- secundó Zafiro con mejores maneras explicando con tranquilidad. - Además, después de estar muertos, no os podéis imaginar el hambre que se tiene al resucitar y luchar.



            Los demás escuchaban curiosos como los dos chicos les contaron parte de sus peripecias en el Cielo. Tom y las chicas hicieron lo propio con sus aventuras. La única que no habló fue Karaberasu. Zafiro también se percató de su avanzado estado, en un momento tras la cena y a solas con Petz, se lo comentó.



- No sabía que Karaberasu estuviera embarazada ¿Quién es el padre? ¿Es que se ha casado? - Zafiro se sorprendió pues la cara de Petz estaba ahora triste, ella le explicó lo sucedido.- ¡Canallas! - se enfureció el chico añadiendo con indignación. - ¡Si hubiera podido atrapar al que lo hizo!

- Fue ella misma la que acabó con su violador. Pero aunque trata de disimularlo, ahora está asustada y perdida, ¡por favor! , no le comentes nada. Kalie no desea ensombrecer nuestros reencuentros. Lo sé, y si nos centramos en ella lo pasará muy mal.- Le pidió su interlocutora con gesto apenado. -

- Muy bien- acordó el joven relajando su semblante - descuida.



            Y retornaron con el resto. Se hizo tarde mientras charlaban de tantas cosas que se debían contar. Una de ellas fue el recuerdo a los padres de los allí presentes.



-Los míos murieron sacrificándose por mí.- Se lamentó Roy, quien pese a todo sonrió afirmando más contento.- Pero pude reencontrarme con ellos ahí arriba. Me dijeron cuanto me querían y yo fui capaz de responderles de la misma forma.

-Estarán muy orgullosos de ti.- Le abrazó Bertie, añadiendo a su vez.- Y nosotras pudimos ver a nuestra querida madre otra vez.

-Es verdad.- Convino Petzite.- No tenemos ni idea de cómo lo hizo, pero se las apañó para hacernos llegar un mensaje a través de la bola del Sabio.

-¡Eso fue muy ingenioso!- Alabó Zafiro, quien dados su conocimientos de ingeniería, enseguida les explicó.- Debió de inyectarle un holograma suyo de algún modo.

-Algo así nos dijo.- Convino Karaberasu.- Pero no conseguimos entenderlo.

-En el fondo es muy sencillo.- Explicó su interlocutor.- Vuestra madre debió de lanzarle un haz de energía a la bola. Seguramente el Sabio lo tomó por un ataque fallido. Pero en ese rayo de luz iría codificada toda la información. Tuvo tiempo de cargarse para poder ser reproducida una vez liberada.

-Sin embargo, hay algo que no comprendo.- Terció Cooan, para comentar extrañada.- El Sabio de esta época no era el mismo que el del futuro. Nuestro enemigo de aquí se refería al otro como su hermano.

-Buena observación.- Añadió Tom, preguntándose reflexivamente.- Entonces, si eran dos seres distintos, ¿cómo es posible que el holograma de vuestra madre estuviera en la bola de éste?

-A no ser que se comunicasen intercambiándose información de algún modo.- Observó agudamente Bertie.-

-Podría ser.- Afirmó Petz.- De hecho él lo sabía todo sobre nosotras. Al menos en cuanto a nuestras antiguas vidas se refería…

-Lo que significa que alguien o algo debió de darle esa información, viajando atrás en el tiempo de alguna manera. Igual que hicimos nosotros. - Concluyó Zafiro. -



            Todos guardaron un reflexivo silencio entonces. Aquella cuestión era más compleja de lo que parecía. Quizás pudieran preguntar a alguien.



-Puede que Landar lo sepa.- Conjeturó Roy.-

-O  nuestras amigas las sailors.- Apuntó Karaberasu, añadiendo con agudeza.- Tengo la sensación de que saben bastante más de lo que nos han contado.

-Podría ser, ya les preguntaremos cuando volvamos a vernos.- Repuso despreocupadamente Petz, lo que sorprendió a sus otras hermanas. La mayor las miró y, sonriente, se abrazó a Zafiro para sentenciar.- Ya hemos penado, pensado y luchado más que suficiente. Ahora nos toca descansar. Y la forma en la que nuestra madre haya logrado hacernos llegar sus últimas palabras no es lo que cuenta. Lo importante es que pudo conseguirlo. ¿No lo creéis así, chicas?



            Las demás admitieron aquello con leves asentimientos. Dejaron de lado ese tema y prosiguieron con otras conversaciones. Anécdotas del Rincón del Alma y del Tiempo incluidas.



-¿Qué el príncipe Diamante se puso a pelar patatas?- Inquirió la perpleja y divertida Cooan al escuchar eso de labios de Roy.- ¡Ojalá hubiéramos podido verlo.

-Sí, es cierto.- Convino Bertie, entre risas.- Es más. ¡ Yo hubiese pagado por verlo!

-Pues al final el tío resultó ser todo un cocinillas.- Se rio Roy, arrastrando a los presentes a imitarle.- Le enseñé bien, ja, ja, ja.

-Y después, mi hermano ha ido a intentar rescatar a quien creo que fue su verdadero amor.- Les contó Zafiro con un tono ya más serio, dejándolas atónitas.-

-¿La reina Serenity?- Se sorprendió Karaberasu, tratando de objetar.- Pero ella ahora…



            Sin embargo, al mirar a su contertulio se detuvo y enseguida asintió, lo entendió con rapidez. Lo mismo pudo aplicarse al resto siendo Petz quien lo hiciera público.



-Le deseo la mejor de las suertes. ¡Ojalá que lo logre y que Lady Esmeralda y él puedan ser felices juntos!



Y tras el acuerdo general en aquello la conversación prosiguió hasta muy tarde. Ya de madrugada, Roy junto a Zafiro y Tom se marcharon hasta el día siguiente, deseosos de descansar. Las chicas los despidieron y se quedaron para ordenarlo todo, cansadas decidieron acostarse sin fregar los platos. Karaberasu dijo que no tenía sueño y se ofreció a  ello.



-¿Estás bien, Kalie? - Le inquirió Petz aun sin irse a dormir como Bertie y Cooan habían hecho hacía unos minutos, agotadas por tantas emociones. - ¿Te ocurre algo?



 El motivo era que vio a Karaberasu dirigirse a la cocina y preocupada la siguió, pues notaba gran tristeza en su semblante, pasados los primeros momentos de felicidad. Además de haberla visto muy callada durante la cena.



- No te preocupes,- le sonrió ésta esforzándose por hacer una broma. - No es tan raro que quiera fregar, Petz. Para que luego digas que soy una vaga. ¡Anda vete a dormir!, no haré ninguna tontería, sólo fregar los platos y quizás romper alguno más para terminar tu trabajo.

- Muy bien,- añadió su interlocutora más tranquila, incluso animada por esa pulla amistosa. -



Y es que la mayor de las Malinde estaba de un inmejorable buen humor y tras lo ocurrido cualquier cosa la hacía sonreír. Se alejó obedientemente hacia su habitación tras desearle buenas noches a su hermana con un cariñoso beso en la frente y un ilusionado...



- ¡Hasta mañana!

- Hasta siempre, querida hermana mayor. - Pudo musitar Karaberasu con la visión nublada por las lágrimas, de modo que Petz no llegara a escucharlo. – Adiós, te deseo de corazón que seas muy feliz.



            Petz, ajena a eso se fue a dormir junto con las demás. Karaberasu lo había meditado mucho durante estos días, y las últimas dudas que pudiera albergar se desvanecieron con la milagrosa vuelta de Roy y Zafiro. Aun pensó algo más mientras lavaba los platos. Hacía tiempo que le daba vueltas a la idea. Pese a lo dicho por Roy, esas crueles palabras del Sabio no cesaban de atormentarla. ¿Y si su hijo nacía bien pero después se convertía en uno de ellos? ¿Y si atacaba a sus hermanas? Además, ¿que pintaba ahora ella allí? Las otras tenían a sus hombres de nuevo con ellas. Por lo menos antes, Kalie se hubiera podido quedar con Petz o Bertie para darse mutuos ánimos. Ahora eso carecía de sentido. Sus hermanas tenían todo el derecho a comenzar una nueva vida y olvidarse de los terribles acontecimientos pasados. Ella no era sino un doloroso recordatorio para todas. Aparte de una responsabilidad. Karaberasu sabía bien que las otras no la abandonarían, pero lo último que deseaba era ser cuidada por lástima. De todos modos, durante la cena, hubo un instante en el que cruzó una furtiva mirada con Roy, el chico entonces  sospechó  lo que ella pensaba y su rostro se entristeció. Pero aquello duró tan sólo unas décimas de segundo y volvió a  su semblante alegre más que nada para que el resto no se percatase. Kalie se lo agradeció. Ese muchacho había madurado y cambiado mucho en el Cielo. Sin duda también aprendió a ver muchas cosas y comprendió. Más tras una conversación que mantuvieron cuando él se iba. Sin que las otras se enterasen. Karaberasu le pidió un favor y él le prometió que se lo haría. Ahora ella tenía unas maletas hechas, (la verdad, las preparó hacía ya tiempo a espaldas de sus hermanas) y después de terminar en la cocina, se hizo con un papel y un bolígrafo. Pugnando sin éxito por no llorar y mantener la mano sin temblores, escribió una  nota de despedida desde el fondo de su corazón y con todo su amor que decía...



"Mis queridas hermanas, he decidido marcharme a buscar mi propia felicidad. Como vosotras ya la habéis encontrado, no deseo ser una carga para nadie. Aquí me siento desplazada, ¡no es por vuestra culpa! , pero sé que no debo interferir en vuestras vidas, ahora que tenéis una nueva oportunidad para vivirlas. ¡Tendré a mi hijo!, no temáis y ¡afrontaré la vida con él! ¡Saldré adelante! porque soy parte de una familia de luchadoras. ¡No me busquéis, por favor! , respetad este deseo. Por lo menos hasta que esté preparada. Cuando eso suceda, ojalá que sea pronto, yo os encontraré. ¡Sed muy felices y cuidaos mucho! Y no me olvidéis como yo nunca podré olvidaros a vosotras. Os quiere como siempre lo hizo, con toda su alma, vuestra hermana”.



                   Kalie.



Firmó tratando de evitar que las lágrimas cayesen sobre la hoja y se marchó dejando la nota en un lugar visible. Antes de salir todavía quiso dar una última despedida a las más pequeñas. Con mucho sigilo abrió despacio las puertas de las habitaciones de Beruche y Cooan empapándose en mirarlas a la débil luz del pasillo. Finalmente hizo lo mismo con Petz. ¡Las tres dormían con un semblante tan iluminado por la dicha!, de seguro que reconfortadas por bellos sueños. Así las recordaría siempre en su corazón. Le costó un esfuerzo sobrehumano no besarlas a todas, pero tenía miedo de poder despertarlas. Sollozando salió del piso y llamó al ascensor.



-Adiós, adiós…chicas…siempre os querré… A dónde quiera que yo vaya estaréis en mi corazón. Sed felices. Lo merecéis. - Se decía con un tembloroso hilo de voz.-



            Ya en la calle, se llegó a una cabina y telefoneó a un taxi. Cuando éste vino, se alejó montada en él con dos ríos de lágrimas en los ojos pero dispuesta a enfrentarse con decisión a una nueva vida. Por la mañana ya estaba lejos, muy lejos de allí, rumbo a un nuevo destino. Sus hermanas despertaron con esta noticia. En un  principio, entre el desconcierto y sus preocupados llantos trataron desesperadamente de pensar donde habría podido ir. Serenándose, descartaron cualquier posible hipótesis de suicidio y por el momento decidieron respetar la voluntad de su hermana. Quizás fuera una recaída en su  depresión a causa de ver a las otras tan felices lo que provocó su marcha y a los pocos días regresara. Pero  Petz mejor que las otras sabía en el fondo de su alma que, a pesar de su aparente frivolidad de carácter, su hermana no tomaba una decisión importante a la ligera y mucho menos la revocaba con facilidad. De todos modos, tanto ella, como Bertie y Cooan abrigaban la esperanza de volver a ver a Kalie muy pronto. Entre tanto, siempre llevarían su recuerdo dentro del corazón.


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