Los meses pasaban de forma plácida y cada vez se le
notaba más el embarazo a Beruche. Roy por su parte estaba muy feliz y no
permitía que su mujercita, como decía él en tono cariñoso y protector, hiciera
ningún esfuerzo. Cuando coincidía que él no tenía ni que entrenar ni que jugar,
ni Bertie ir a dar clase, lo cual para tristeza de ambos no sucedía muy a
menudo, solían ir a dar largos paseos. En cuanto pudieron la chica se hizo una
resonancia para averiguar el sexo del bebé, y para alegría de ambos resultó ser
un niño. En realidad les hubiera encantado igualmente de haberse tratado de una
niña, pero el recuerdo del muchacho del futuro pesaba en ellos de forma
inapelable. Durante casi todo el tiempo hablaban sobre cómo sería Leval, estaba
claro que iban a ponerle ese nombre. ¿Sería igual que aquel muchacho que vino
desde el futuro para prevenirles? Físicamente creían que sí, pero les
preocupaba pensar el modo en que iban a educarle. El muchacho les había dicho
que echó a faltar un padre a quien imitar en el futuro y Roy se sentía en la
obligación de ser ese padre para él. Beruche por su parte, deseaba evitarle al
crío todo tipo de traumas y problemas y contaba con que la vida llena de
sacrificios y lucha que tanto ella como su esposo habían tenido no le afectase
para nada.
- ¡Será maravilloso! - Suspiraba Bertie con mirada y
voz soñadora, al declarar. - Seremos una familia feliz y unida. Y nuestro
pequeño no tendrá que padecer esos horrores de aquella otra línea temporal.
-Así lo espero yo también, cubito. - Afirmó Roy
acariciando el vientre de su esposa para sentenciar. - Y me tendrá ahí para
cualquier cosa que necesite.
Los
dos estaban realmente muy contentos. Las cosas iban bien en los terrenos, familiar
y profesional, al poco tiempo Beruche solicitó la baja. Le apenaba dejar sus clases,
pero quería descansar y focalizarse en preparar bien el último mes de embarazo.
Paralelamente y a los pocos meses, recibieron la noticia de que Cooan estaba
también esperando un bebé. Fue maravilloso para Tom, su esposa notó al poco
tiempo que el periodo no le venía. Antes de decirle nada a su marido se aseguró
con unas pruebas y después esperó a que el chico regresara.
-Hola cariño. Ya he vuelto. – La saludó él cuando
entró en casa y la encontró ordenando una de las habitaciones. –
- ¡Hola, mi amor! – Le sonrió ella de una forma
luminosa. –
- ¿Qué estás haciendo? - Quiso saber el chico al
observar como su esposa había sacado algunas cajas y otras cosas y se afanaba
en adornar aquello. – Te veo muy atareada.
-Preparo la habitación para nuestro invitado. - Fue
su risueña respuesta. -
Aunque Tom se encogió de hombros, no sabía que fuese
a venir alguien. Y tras unos segundos de desconcierto le preguntó a su esposa
que le observaba visiblemente divertida.
- ¿Quién va a venir? ¿Acaso Rei va a tener tiempo de
visitarnos al fin? – Quiso intuir añadiendo con satisfacción. - Me alegro de que pueda sacar tiempo. Con lo
atareada que está en Hikawa. No la hemos visto desde que regresamos de nuestra Luna
de Miel.
-Bueno, pues en realidad no se trata de ella, ¡pero
podríamos decir que es alguien de la familia! – Se rio Cooan –
-Vale. – Repuso él pensando que la muchacha desearía
darle una sorpresa. –
De hecho, él pensaba que hacía poco que la sacerdotisa
les prometió que les visitaría de nuevo. Él mismo recordaba como Connie estaba
muy feliz, al poco de regresar de su viaje de novios, que fue bastante
entretenido, desde luego. Acababan de mudarse a su casa y estaban completando
la decoración. Rei les llamó para preguntarles qué tal les había ido en su Luna
de Miel y Cooan no dudó en pedirle que fuera a ver su nueva casa. Tom se sorprendió,
pero no le importó, al contrario. Apreciaba mucho a esa chica. Pensaba que, de
no ser por ella, quizás nunca hubiera llegado a conocer a la que ahora era su
esposa. Y por una vez esa muchacha no se hizo de rogar. Dijo tener tiempo libre
y encomendó el cuidado del santuario a su fiel amigo Yuuichirou que había
terminado sus estudios universitarios. Al día siguiente tomó el avión y tras
unas horas los dos fueron a esperarla al aeropuerto de Portland. La joven apareció con una blusa blanca, una falda
y zapatos rojos que recordaban en algo a su uniforme de guerrera. Llevaba su
larga melena morena recogida en una coleta y lucía unas gafas de sol. Tras
presentar su pasaporte y el visado de turista a nombre de Reiko Hino, su alias
artístico, y contestar a las preguntas de rigor, superando toda clase de
detectores, fue autorizada a pasar tras escuchar el preceptivo. “Bienvenida a
los Estados Unidos de América”
- ¡Rei! – Exclamó jubilosamente Cooan en cuanto la
vio llegar por el túnel de entradas. -
- ¡Qué alegría verte! – Replicó la otra joven
abrazándose enseguida a su amiga para quitarse las gafas acto seguido. -
- ¿Tuviste un buen vuelo? - Se interesó Tom. -
-Sí, muchas gracias. - Replicó la muchacha dándole
la mano al chico que enseguida se la estrechó. -
- ¿Cómo están las chicas? - Se interesó Cooan. -
- ¡Oh!, muy bien…cada una dedicada a labrarse su
propio porvenir. - Sonrió por lo significativo de la frase añadiendo. - Ya sabes,
antes de ser guardianas del futuro tenemos que procurarnos un presente.
Aunque
tras decir esto su rostro pareció apagarse un poco. Su amiga enseguida lo
percibió.
- ¿Ocurre algo? - Quiso saber. -
-Bueno, no, es cosa del viaje, estoy un poco
cansada. - Replicó Rei con una jovialidad que pareció forzada. -
-Anda, déjame a mí tus maletas. - Se ofreció Tom conjeturando.
-Supongo que el desfase horario te estará afectando.
-Enseguida llegamos a casa y podrás descansar. -
Sonrió Cooan. -
Su
interlocutora asintió de buena gana. Enseguida el chico se hizo cargo del
equipaje. Lo subieron a un coche de alquiler y fue Connie la que condujo hasta
su casa. Rei iba en el asiento del copiloto.
-Veo que las lecciones que Mamoru-san os dio para
conducir han servido para mucho.
-Sí, al poco de terminar en la Golden, Bertie y yo
nos sacamos el permiso de conducir de aquí. Y nos vinieron muy bien todas esas clases.
- Repuso la aludida resaltando. - En este país tienes que ir en coche a
prácticamente todos los sitios.
-Vivís bastante lejos, es cierto. - Afirmó su amiga.
-
-Queríamos un lugar tranquilo y agradable, con mucha
naturaleza. – Terció Tom. -
Haciendo
buenas sus palabras el vehículo discurría por una carretera flanqueada por una
larguísima hilera de árboles y vegetación. Enmarcado aquello en un sereno cielo
azul. Realmente era un bellísimo entorno. La sacerdotisa japonesa admiraba las
vistas recordando a su vez los bosques de su país natal.
-Es muy bonito. Habéis acertado viniendo a vivir
aquí. - Alabó Rei. - Siento que hay armonía.
- ¡Esto es un paraíso! Recuerdo que, siendo niña, en
Némesis, soñaba con bosques así de grandes y hermosos. Y con lagos de aguas
cristalinas. - Les confesó Cooan. Agregando no sin añoranza. - A veces mi madre
nos contaba que su abuela le había descrito los paisajes de la Tierra. Cuando
iba a ver a sus propios abuelos. Y se parecían mucho a éste. Por eso me gustó
nada más verlo…
-Si Dios quiere nos encantaría que, cuando los
tengamos, nuestros hijos se criaran en un lugar así. - Declaró Tom ante el
asentimiento sonriente de su esposa. -
-Seguro que así será. - Sonrió su invitada a su vez.
-
Poco
más charlaron de camino a la casa, una vez llegaron Cooan aparcó y Tom sacó las
maletas entrándolas en la habitación destinada a invitados. Como ya iba
atardeciendo prepararon algo ligero para cenar. Sentados a la mesa la
sacerdotisa entonces les contó con más detalle cómo iban las cosas por Japón.
- ¡Si vierais a Usagi no la reconoceríais! - Les
dijo casi con admiración. - Se ha vuelto mucho más responsable y hasta se
aplica en los estudios. Quiere entrar en una buena universidad.
- ¿Y ha dicho qué le gustaría estudiar? - Se
interesó Tom. -
-Teniendo en cuenta su futuro papel de reina y de
madre, nos comentó que psicología o ciencias políticas, estarían muy bien. Y
estoy de acuerdo. - Afirmó Rei con aprobación. -
- ¿Tú de acuerdo con Usagi? - Se rio Cooan,
exclamando divertida. - ¡Eso sí que es una novedad!
- ¡Ya os he dicho que no la reconoceríais! - Rio a
su vez la sacerdotisa. -
-Bueno, ¿Y tú qué tal? - Le preguntó Cooan. -
¿Tienes algún plan?
- A parte de cantar a veces de forma ocasional, sigo
en el santuario Hikawa, muy atareada. Tomo parte en muchas campañas benéficas y
trato de educar a niños y niñas en las artes y tradiciones del sintoísmo. -Les
explicó la joven. -
-Y Yuuichirou se ha quedado al cargo en tanto tú
venías, ¿verdad? - Le inquirió Tom, añadiendo. - Me cae bien ese tipo. Apenas sí
coincidimos cuando vino a verte una tarde, antes de que nosotros nos fuéramos.
Se
refería a la ocasión en la que él y su ahora esposa, visitaron Japón y echaron
una mano a Rei con los preparativos de un festival. El resto de las chicas no
pudieron ir. Al poco de terminarlo todo vino ese otro muchacho. Estaba cursando
estudios en una universidad de Yokohama. Pero quiso ir a tratar de aportar
algo. Se sorprendió desde luego de ver que esos extranjeros habían ayudado a la
sacerdotisa. Aunque enseguida reconoció a Cooan y la saludó con simpatía. No obstante,
miró a Tom casi como si éste le hubiera clavado un cuchillo. Por lo menos hasta
que el extranjero se presentó como el novio de la amiga de Rei.
- ¡Pobre muchacho! - Se rio Cooan. - Cada vez que ve
a un hombre cerca del santuario se piensa que es un pretendiente tuyo.
-Sí. - Suspiró resignadamente ella refiriendo a sus
amigos, ahora incluso con tintes de comicidad. - Incluso cuando son mujeres.
¡Si hubieseis visto la que montó con Haruka!
-Ese chico está loco por ti. No hay más que verle. Y
creo que es un buen tipo. Podrías darle una oportunidad. - Opinó Tom. -
-Sí, yo misma lo vi claramente la última vez que nos
enfrentamos. Se arriesgó mucho por ti. Cada vez que pienso lo que le hice…
¡pobre muchacho! - Se lamentó ahora Cooan. -
-Eso hace mucho que sucedió. Debes olvidarte. - Afirmó
su amiga restándole toda importancia. -
-No, en serio…- Repuso su interlocutora ahora
mirando inquisitivamente a Rei. - Tom tiene razón. ¿Por qué no le das una
oportunidad?
-Es un gran muchacho, pero no puedo corresponder a
sus sentimientos. - Pudo decir su invitada con pesar. -
- ¿Y por qué no? Se supone que ahora vivís como
personas corrientes. Tenéis derecho a amar a alguien también. - La animó Cooan,
agregando. - Te digo lo mismo que tú a mí una vez. No te cierres las puertas al
amor. ¡Y tenías razón! Mira qué chico más guapo he encontrado. - Remachó
besando a su esposo en los labios.
Su
amiga sonrió débilmente y se quedó observando a su plato con gesto reflexivo,
al poco pudo responder.
-Sí, tienes razón. Ya veremos qué pasa. De hecho,
ahora incluso está más atractivo. Con eso de haber concluido de estudiar
economía y empezar a trabajar en los negocios de su padre, se ha acostumbrado a
llevar traje y corbata, cortarse el pelo y ¡hasta a afeitarse!
- ¿Yuuichirou? ¡Eso sí que no me lo creo! - Se rio
su interlocutora. - ¿Ya no lleva esa barbita?
- Las cosas cambian. - Pudo musitar Rei ahora con un
tinte más suave, sentenciando con voz queda.- Pero hay algunas que ya están
decididas…
Como
sus amigos la observaron con extrañeza y hasta casi con algo de preocupación,
la sacerdotisa se limitó a sonreír y dejando a un lado aquello, quiso saber por
su parte tratando de virar esa conversación hacia derroteros más animados.
-Bueno, ahora os toca a vosotros. Contadme un poco
de vuestra vida. ¿Qué tal os va a los recién casados?
Y
tanto Tom como la esposa de éste, la pusieron al corriente de sus proyectos,
recalcando el de querer ser padres a la mayor brevedad. Fue Cooan quién le
propuso a Rei.
-Desearíamos tener al menos un par de hijos o tres.
¿Quién sabe? Pero una cosa es segura. Nos gustaría mucho que tú fueras la
madrina de todos ellos.
- ¿De todos, yo? - Se señaló la antigua sailor con sorpresa.
-
-Sería un honor para nosotros. - Afirmó Tom. - Por
favor, acepta.
Rei
sonrió ampliamente ahora, le hacía mucha ilusión. Sin embargo, tuvo que objetar
con pesar.
-El honor sería mío. Pero yo no soy católica. No
podría serlo, aunque lo desee.
-Estudiaste en una escuela católica, si no recuerdo mal.
- Repuso una sorprendida Cooan. -
-Sí, pero eso no es lo mismo. En el Sinto podemos
conocer otras religiones y hasta asistir a algunos de sus rituales, yo podría ser
católica sin renunciar al sintoísmo, pero no es posible a la inversa.
-En tal caso, aunque no sea en la ceremonia eclesiástica,
nos encantaría que fueras una madrina civil, por decirlo así. Como una mentora.
- Afirmó Tom. - Nuestros futuros hijos no podrían aspirar a tener a nadie mejor
para guiarles por el camino del bien.
La
sacerdotisa esbozó una agradecida sonrisa. Y con algo de emoción fue capaz de
responder.
-Por supuesto, contad conmigo cuando llegue el
momento, que estoy segura llegará.
- ¿Lo has visto en el fuego sagrado? - Se interesó
su amiga. -
-No, - volvió a sonreír la interpelada, declarando con
afecto y simpatía. - Lo veo en vuestros ojos. En las ganas de ser padres que
tenéis. Y sé vais a ser los mejores del mundo en ese oficio…
Sus amigos se ruborizaron y todos se rieron de
aquello. Después continuaron charlando sobre más cosas. Rei estuvo unos días y
le mostraron algunos paisajes y lugares muy hermosos de Oregón, como el lago
del Cráter, el monte Hood o las cataratas Multnomah en el río Columbia, se
despidieron deseando que esa especie de vaticinio que les hizo se cumpliera.
Ahora Tom salió de aquellos recuerdos. Si no era la sacerdotisa la que iba a
venir. ¿Quién podría ser? Pudiera tratarse de su hermano Daniel, quizás de
alguna hermana de Connie o puede que Roy y Bertie hubieran dicho algo de ir
para allá. De modo que quiso saber.
- ¿Cuándo va a venir?
Ahora Cooan no pudo evitar reír, más cuando
acariciándose suavemente el estómago le contestó para sorpresa del chico.
-Creo que, dentro de nueve meses, no estoy del todo
segura. Pero vendrá.
El
pobre muchacho abrió la boca, atónito, luego sonrió de forma amplia y apenas si
pudo decir con la voz entrecortada por la emoción.
-Entonces, eso significa que tú, ¡que nosotros!…
bueno, que…
-Sí, estoy esperando un hijo. - Le desveló
finalmente ella. -
Tom la abrazó, eso sí, con cuidado y la levantó en
brazos pletórico de alegría. Tras darle un sinfín de besos pudo apenas balbucir
con el semblante iluminado de felicidad.
- ¿Seguro?... ¿estás segura?… ¡Tenemos que decírselo
a mis padres, y a Roy y a Bertie, y a los demás!
-No te preocupes, tendremos tiempo. Y cuando sea posible
podríamos ir a ver a tus padres, Tommy. Se lo diremos allí.
Su marido convino en eso, y aún fue mejor cuando
supo que su hermano y la prometida de éste irían también. Dejaron pasar un par
de meses para que el embarazo se estabilizase y entre tanto prosiguieron con sus
actividades cotidianas y sus trabajos. Al cabo de ese plazo los dos tenían unos
días de vacaciones y decidieron ir a ver a los padres del muchacho, de modo que
ambas parejas coincidieron en el aeropuerto. Tom y su mujer fueron a buscarlos
y cuando estos desembarcaron les recibieron de forma entusiasta.
- ¡Tommy! – exclamó su hermano que corrió a
abrazarse a él. –
-Me alegra verte, Dany – replicó éste estrechándole
fuertemente. –
Ambas chicas sonrieron divertidas, la novia de
Daniel enseguida saludó a Cooan.
-Me alegro mucho de verte. – Le sonrió haciendo una
leve inclinación, como era la costumbre en su lugar de origen. –
-Lo mismo digo, Mimette. – Replicó la interpelada
que enseguida le preguntó. - ¿Qué tal todo por Japón?
- De maravilla. Trabajando mucho. Tu hermana Petz y
Zafiro os mandan recuerdos, me pidieron que os los diéramos cuando les dije que
íbamos a venir. – Le respondió ésta saludando ahora a su futuro cuñado que ya
había soltado a su hermano. - ¿Y vosotros qué os contáis?
-Pues que vamos a ampliar la familia – le contó Tom
con visible contento. –
- ¡Eh, enhorabuena! – Replicó su hermano dándole
otro abrazo, después le dio un beso a su cuñada y por su parte su novia hizo lo
propio. – Eso es estupendo.
-Muchas felicidades – Les deseó Mimette tomándose de
la mano a su pareja. –
-Quiero contárselo a Rei - Afirmó Cooan que estaba
radiante. –
-Pero antes se lo tenéis que contar a nuestros
padres. – Les dijo Daniel –
Por supuesto que ese era el plan. Enseguida
recogieron el equipaje de la joven pareja de recién llegados y se dirigieron a
la casa de los Rodney. Allí fueron recibidos por Sarah, la madre de ambos muchachos.
Will, su padre, estaba en el pueblo comprando algunas cosas. En cuanto supieron
que sus hijos iban a venir quisieron prepararles una buena cena. Los jóvenes
aguardaron hasta que el patriarca de la familia llegó y dieron la feliz
noticia. Sarah apenas podía evitar las lágrimas de alegría y abrazó a su hijo
mayor y a su nuera.
- ¡Es maravilloso! Muchas felicidades, cariño. -
Afirmó emocionada, dándole un beso a su hijo, para dirigirse de inmediato a su
nuera y repetir. - Muchas felicidades, Constance. Nos has hecho muy felices.
Por
supuesto que en cuanto el señor Rodney volvió de hacer sus compras no tardaron
en decírselo.
- ¡Qué gran noticia! - Declaró William, de modo más comedido,
pero igualmente contento, agregando con buen talante. - Lo único será el tener
que hacerme a la idea de que voy a ser un abuelo.
-Tú sigues siendo igual de joven, papá. - Intervino
un risueño Daniel. -
-Es verdad. - Asintió su hermano mayor. –
-Me veis con buenos ojos, hijos. - Sonrió el interpelado.-
-Hay que dar muchas gracias a Dios, y tú tienes que cuidarte.
- Le dijo Sarah a su nuera. -
-Sí, lo haré. - Afirmó Cooan. - En unos pocos meses,
igual que ha hecho mi hermana Bertie, pediré la baja.
- ¿Sabéis ya si será niño o niña? - Inquirió William.
-
-Todavía no. -Contestó Tom. - Tenemos que ir a que
le hagan una ecografía a Connie cuando volvamos a Portland.
-Esperaremos impacientes. - Sonrió Mimette. -
-Pues ahora os toca a vosotros. - Afirmó jovialmente
Sarah, mirando a esa muchacha de cabello color miel y a su hijo menor. -
-Sí, bueno, somos todavía muy jóvenes. - Pretextó Daniel.
-
-Aunque eso no significa que no queramos hijos algún
día. - Convino de inmediato su novia. -
-Pero debéis ir por orden. Primero será la boda. -
Terció Will. -
-Claro papá. - Asintió su hijo menor. - Eso vendrá
antes.
Tom
y Cooan se miraron entre divertidos y apurados por aquella parejita. Estaba
claro que ellos estaban cumpliendo las expectativas de los padres de él. Ahora
era turno de Daniel y de Mimette. Aunque ellos vivían en Tokio y únicamente
venían de visita de forma muy ocasional. Por ello no tendrían que oír eso a
menudo. De todos modos, Cooan quiso salir por su futura cuñada y declarar.
-Ser madre es un paso muy importante, merece
meditarse. Y yo deseo que, si Dios quiere, mi bebé venga al mundo en un
ambiente de paz y rodeado de amor.
-Sabias palabras, hija. - Asintió Sarah. - Así es.
Una vez eres madre lo serás para toda la vida.
Todos
estaban de acuerdo en eso. Por ello, en un aparte, cuando los padres de Tom y
Daniel conversaban con sus hijos, Mimette le susurró a Cooan a modo de
confidencia.
-Si te digo la verdad. Tengo un poco de miedo. Dany
ya me ha pedido en matrimonio y yo he aceptado. Pero todavía no queremos comentárselo
a sus padres.
- ¿Por qué no? - Se sorprendió Cooan, declarando. -
Es una estupenda noticia.
-Sí que lo es. Pero es que…estoy asustada.
- ¿Asustada de qué? - Quiso saber su interlocutora.
-
- ¡De todo! - Exclamó la chica, aunque enseguida bajó
la voz para que los demás no la escuchasen. -
Por
fortuna el resto estaba en la cocina ahora, preparando la cena. Mimette miró a
su contertulia con gesto suplicante y musitó.
-Tú eres la única que me puede comprender. Ya sabes
como era yo antes. Y tengo miedo de que mi pasado algún día me alcance.
Cooan
movió levemente la cabeza y posando una mano sobre un brazo de esa angustiada
chica, le contestó animosamente.
-Claro que te entiendo. Pero no debes torturarte
así. No puedes pasar el resto de tu vida temiendo lo que hiciste antes. Ya
pagaste por ello. Piensa que, por el contrario, tienes una segunda oportunidad para
corregir todo lo que hiciste y ser alguien mejor. Y si algún día Daniel y tú
tenéis hijos, podréis educarles para que sean también buenas personas.
Mimette
la escuchó con mucha atención y al fin fue capaz de sonreír. Asintió con renovado
entusiasmo.
-Tienes toda la razón. Esta es una vida nueva. Y quiero
ser feliz y hacer feliz también a Dany y a su familia. Ellos me han acogido muy
generosamente. ¿Y sabes una cosa? - Afirmó más entusiasmada, con un toque de
emotividad.- Por primera vez en mi vida, me siento parte de una familia de
verdad.
Cooan
iba a decir algo más pero no tuvo oportunidad. Desde la cocina les llegó la voz
de Sarah que las llamaba a ambas.
-Constance, Mimette. Venid a ayudarnos con la cena.
-Enseguida. - Respondió Cooan, quién, guiñándole un
ojo a su interlocutora, le propuso.- ¿Vamos?
Y
Mimette así lo hizo. Ayudaron a sus respectivos novio y marido y a sus suegros
a preparar una cena típica de la región de la que disfrutaron en una agradable
velada. Así, tras unos días y de vuelta a Portland, Tom hizo todo tipo de
celebraciones de alegría. Lo mismo que hacía su colega en la costa este hacía
él en la oeste. Trataba de evitarle a Cooan cualquier tipo de esfuerzo
innecesario, hasta los que ella misma quería hacer para paciente resignación de
la muchacha. Ambas parejas se afanaban en compras, cochecitos de bebé último
modelo, patuquitos, sonajeros con luces, pollitos que picoteaban con ruido,
super pañales absorbentes. Entre Tom y Roy, aunque separados por las
distancias, parecía haber estallado la rivalidad de quién compraba para su bebé
el artículo más superfluo, hortera e irrisorio, amén de inadecuado para un
recién nacido. Pero por eso no había que preocuparse, ya estaban ellos para
utilizarlos. Cada vez que traían a casa alguna nueva adquisición, Beruche o Cooan
suspiraban encogiéndose de hombros y se lo querían hacer notar a sus maridos a
través de frases como...
-"Roy, eso es para niños a partir de los tres
años, o Tom, el niño no podrá manejar unos nunchaku cuando nazca, aunque sean
de algodón".
A lo que ambos invariablemente respondían
despreocupadamente más o menos con frases tales como...
-"Ya crecerá, y mientras lo puedo utilizar yo”.
Esto producía la cara de asombro de sus respectivas
esposas. Y por si fuera poco ellos añadían con total convencimiento.
-"No, no pongas esa cara, a mí siempre me han
gustado estas cosas y de pequeño no tuve nada parecido. Además, he de
cerciorarme de que no sean peligrosas para el bebé.
Entre
estas y otras disquisiciones iban pasando los meses, las tripitas crecían y con
ellas algún que otro complejo por parte de las chicas, Cooan se lo tomaba mejor
pero su hermana en especial se notaba más gordita. Había perdido su estupenda
figura y su cara estaba más redondita. Pese a escuchar de su marido que él
estaba encantado con su nuevo aspecto, ella no dejaba de mirarse con creciente
preocupación. Delante de Roy procuraba evitarlo, pero se sentía mal, él no la
achuchaba como antes. Un día, el chico la sorprendió haciendo pucheros delante
del espejo.
-Pero Cubito, ¿qué te pasa? - Le inquirió preocupado
- ¿Te duele algo? ¿Estás bien?
Ella asentía tratando de evitar que le aflorasen las
lágrimas, pero estaba más sensible de lo habitual. Y cuando Roy la abrazó
tiernamente por detrás no pudo evitarlo.
- ¿Qué te ocurre, cielo? - Insistió él, mirándola
asustado. – ¿Te encuentras mal?, ¿te duele algo?
- ¡Oh, Roy! - balbuceó ella – mírame. He engordado
muchísimo, me he puesto como una foca.
- ¿Era por eso? - sonrió su esposo despreocupándose
con un gesto de alivio. - ¡Vamos cariño!, no es verdad, sigues estando muy guapa.
- Rebatió él. -
-No, no trates de consolarme, - sollozaba ella, su
solícito marido le dio un pañuelo porque también parecía que iba a moquear, en
tanto su mujer afirmaba con pesar. - Ya no te gusto como antes.
- ¡Pero qué tontería! - Se apresuró a decir él. - Me
gustas mucho más que antes.
- ¿Y porque no me abrazas? - Le preguntó ella
desconsolada sentenciando. - Ya no me quieres.
-Pues claro que te quiero, tonta...
-Y encima me insultas. - Añadió Bertie enjugándose
las lágrimas. -
-No te insulto, ¡ay! – Negaba Roy que estaba
apurado, no sabía por dónde salir, dijera lo que dijese, Bertie se lo iba a
tomar mal. - Dame un abrazo. - Le pidió
rodeándola suavemente con sus brazos y plantándole un beso en la cabeza para
explicarle después con suavidad. - Lo que ocurre es que quiero tener cuidado
contigo, porque soy muy bruto y podría hacerte daño, a ti y a nuestro bebé.
Anda, vamos a pasear.
-Parezco un saco de patatas - repetía la chica
observándose desconsolada. -
-Que no, no lo pareces, - desmentía su interlocutor.
-
- ¡Que sí! - insistía ella señalándose en el espejo.
-
-Bueno, pues sí que lo eres, eres mi saquito de patatas,
con tu carita de patata. - Sonrió él a fin de desdramatizar. -
- ¿Lo ves? Ahora tú también lo dices. - Le recriminó
ella con tono quejumbroso. -
-Pero si tú no me haces caso cuando te digo lo contrario,
- replicó Roy cada vez más confuso. -
- ¿Y qué? - Añadió Beruche molesta. - Pero al menos
podrías llevarme la contraria en eso. Los hombres sois todos unos insensibles.
Y los saiyajin más.
El
muchacho miraba hacia el techo y suspiraba, ¡esto sí que era complicado!, ojalá
tuviera que partirle la cara a algún monstruo del espacio que quisiera dominar
la Tierra como había sucedido hacía poco. Pero también recordaba que, hacía
años ya, su maestro le había advertido sobre las mujeres de los súper guerreros
por propia experiencia con la suya. Le avisó de que lo único en el universo que
podía darle miedo a un súper saiyajin nivel tres era su mujer. Roy creía que
había exagerado, pero ahora comprobaba que no. Aun recordaba eso, en uno de
aquellos escasos descansos que hacían, sentado junto a su mentor en una nube de
aquella blanca e interminable extensión celeste donde entrenaban.
-Pero maestro. ¡No puedes decir eso en serio! - Se
reía el chico. -
-Ya lo creo que sí. - Insistía Son Goku. - No veas
como se puso mi esposa cuando me obligó, bueno, nos obligó a Piccolo y a mí a
sacarnos el carné de conducir.
- ¡Venga ya! – Se sonreía el muchacho moviendo la cabeza.
-
-Te daré un buen consejo. Y es incluso más
importante que los que te doy cuando combatimos. - Le dijo su maestro,
añadiendo con tintes casi filosóficos. -
Cuando luches contra un enemigo, cuanto más poderoso sea, más disfrutarás.
No debes más que preocuparte por darle una buena zurra. Pero no te pelees nunca
con tu mujer. Porque ahí sí que estarás perdido.
- ¿No estarás exagerando un poco? - Le preguntó el
chico con gesto incrédulo. -
Sin
embargo, su contertulio, sentado como estaba en la postura del loto, negó con
la cabeza y replicó.
-Lo bueno que tiene un demonio o un invasor del
espacio es que después del combate no tienes que dormir con él. Podrá hacerte pedazos,
pero no mandarte al sofá o dejar de hablarte durante una semana. E incluso matarte
de hambre porque se niega a hacerte la comida. – Remachó con expresión de horror.
- Eso entre otras cosas…ya lo verás. Te aseguro que hasta Vegeta teme a Bulma
cuando ella se enfada…bueno, y yo también…- Sentenció agitando una mano. - ¡No veas
que carácter tiene, lo mismo que mi mujer!
-Ja, ja, ja. ¡No será para tanto! - Se rio Roy. -
-Bueno, pues tú mismo. Ya lo descubrirás. - Repuso
su interlocutor afirmando con tono que rayaba la nostalgia. - Y pensar que
cuando Chichí me propuso casarnos acepté porque pensaba que el matrimonio era
algo de comer…
- ¿Qué? - Exclamó un atónito Roy. - Debes estar de
broma, ¿no?...
-No. - Se reafirmó su mentor, añadiendo. - Es que,
verás, tuve que tocarle la entrepierna para saber si era una chica y me dijo que
eso comprometía.
Ahora
sí que su discípulo le observaba con ojos como platos. Apenas sí pudo replicar.
-Con todos mis respetos, Goku-Sama, lo tuyo es muy
raro…
-Cuestión de la falta de experiencia. Solamente
tenía doce años, me había criado con mi abuelo y no sabía cómo eran las chicas.
- Se rio Goku llevándose una mano al cogote para suspirar.- Ay, ¡qué tiempos
aquellos! Por eso te digo, hazme caso y ten cuidado con ese tema. Para eso no
hay entrenamiento en el Rincón que valga. Bueno, quizás soportar al maestro
Kaio que es un pesado a veces con sus terribles chistes, pero te da bien de
comer...
Y
el chico se limitó a encogerse de hombros, luego retomaron su entrenamiento
habitual. Ahora recordaba aquello suspirando en tanto pensaba con creciente
apuro.
-Maestro, desde luego que eras muy sabio. Debí
escucharte…
- ¡Búa! - Lloraba su esposa, en tanto balbuceaba. -
¡Estoy horrible!, parece que me haya tragado un balón…como ese bicho del circo
de la Luna Muerta contra el que Usagi me contó que lucharon…
-Vamos a ver, cielo, - le dijo a Beruche con un
susurro tratando de elegir sus palabras con cuidado. - Esto es normal. Estás
llegando al final del embarazo...
- ¿Y después qué? - Repuso ella más quejumbrosamente
aún. - ¿Qué pasa si luego me quedo así?
-Que no, que no - le repetía su contertulio. - Ya
verás cómo luego, con un poquito de ejercicio, volverás a estar como antes.
-Pero si me quedo así, ¿tú me querrías igual? - Le
inquirió ella con tono temeroso y mirada de carnero degollado. -
- ¡Te lo juro! - Exclamó Roy levantando las palmas
de las manos. - Serías muy cubito favorito de todas las maneras.
-Pero, hay tantas chicas guapas y tú viajas tanto
con tus partidos. - Objetó ella añadiendo con un tinte de ruego infantil. - ¿No podríais jugar solamente en casa?
- ¿Qué?,- Roy casi se reía ante lo absurdo de la
proposición, pero se sosegó lo bastante como para replicar de modo amable y
paciente. -Tenemos que ir a los campos del contrario también. Si quieres puedo
llevarte conmigo de recogepelotas, así creerán que te has tragado alguna ¡ja,
ja! Anda, vamos a pasear.
- ¡No te rías de mí!,- contestó ella haciendo más
pucheros. - ¡Y no me compares con una pelota!
-Pero si no me río. - Aseguró Roy alarmado. - ¿Y
quién te ha comparado con nada? Es que me pides unas cosas muy raras, cubito.
-Es que ya no te gusto - se quejó ella agregando con
reprobación. - Sólo te pido alguna cosita de nada y enseguida te molesta.
-Cariño…- Alegó su sufrido esposo armándose con una
gran dosis de paciencia. - El otro día me despertaste a las cuatro de la
madrugada porque tenías antojo de helado de tutifruti con guindas. Anteayer,
estando todo cerrado, me pediste un batido doble de vainilla con melocotón y
fresa.
- ¡Y kiwi! ...- añadió Beruche con un tono acusador.
- ¡Se te olvidó el Kiwi! Y sabes que me gusta mucho.
-Estaba todo cerrado, tuve que volar hasta otro Estado,
- explicó Roy casi en tono de disculpa. -
-Pero para ti eso no es nada. - Argumentó Beruche
declarando con seguridad. - Tú puedes volar muy deprisa. Y teletransportarte a
los sitios.
-Sí, pero no detecto la energía de las pastelerías.
- Objetó el muchacho con creciente agobio, ya que no podía retraerse a lo
absurdo de esa discusión hiciera lo que hiciera. - Ni tampoco las heladerías
emiten ondas de poder. Además, siempre me has dicho que deje de utilizar mis
poderes, a no ser que exista un motivo importante que...
- ¡Si yo te importase algo no te quejarías tanto! ¡Y
esto es una emergencia!
Le cortó ella con tono de reproche ella torciendo el
morro, cruzándose de brazos y dándole la espalda, como siempre que se enfadaba.
- ¿Que yo me quejo? - Se señaló Roy abriendo los
ojos como platos, sin poder creer lo que escuchaba. - ¡Oh Bertie! - Suspiró
nuevamente en tanto posaba sus manos en los hombros de ella y la giraba nuevamente
hacia el espejo para añadir con suave reprobación. - Esto no es digno de ti,
mírate, lloriqueas como una niña mimada. ¿Dónde está mi luchadora justiciera? -
Le susurró acariciándole la barbilla con ternura e incluso pesar. – Vamos, ésta
no eres tú…
Beruche
no dijo nada, sentía que su marido llevaba razón, el pobre Roy trataba de
complacerla hasta en sus más nimios deseos. Pero ella se sentía insegura e incluso
temerosa de algo que nunca había experimentado. Estaba muy feliz con la idea de
ser madre, pero no podía dejar de pensar en que eso la afeara delante de su
esposo que seguía estando tan atractivo y en forma como siempre. Ella no desconocía
que levantaba muchas pasiones entre las mujeres. Y así se lo confesó
visiblemente compungida.
- Es que tengo miedo de que deje de gustarte. -
Respondió a moco tendido. - ¡No quiero perderte!
- ¿Cómo se te ocurre pensar que me vas a perder?
- Preguntó Roy abrazándola, Beruche
apoyó la cabeza contra su pecho, en tanto su marido añadía con dulzura, mesando
los cabellos color platino de ella, que
casi comenzaban a volverse a un tono tirando más a rubio. – ¡Pero qué cosas
tienes, cubito!…
Era curioso pero el tono de cabello
de la muchacha y de sus hermanas según pasaban los años, evolucionaba a tintes
más normales entre los humanos terrestres. Aunque esa era una de las cosas que
menos le importasen ahora a Bertie que seguía dejándose consolar con las
tiernas palabras de su esposo que le decía.
- Eres lo más
bonito que nunca he visto y en esa barriguita tuya esta nuestro niño. Por el
que tanto hemos soñado y esperado. ¿Recuerdas?
La
aludida volvió a sonreír, con su esposo estrechándola entre los brazos y lejos
de cualquier otra chica, se sentía mucho mejor. Al poco salieron. Roy y ella
fueron dando un largo paseo tomados de las manos. Tan pronto se calmó la
muchacha él prometió pasar todo el tiempo posible juntos y la animó a tener
paciencia, ya quedaba poco.
-Lo siento mucho. - Se disculpaba ella ahora. - Me
siento algo insegura, y asustada. Quiero ser la misma de siempre para ti.
-Tú siempre serás mi cubito. - Sonrió él pasando un
brazo sobre los hombros de su esposa. - Y mi mayor ilusión es que envejezcamos
los dos juntos, viendo crecer a nuestro hijo. Contemplando como se convierte en
ese maravilloso chico que tuvimos la fortuna de conocer.
La joven se dejó abrazar por él sintiéndose feliz.
Así, continuaron pasando los días hasta que… La primera en disposición de dar a
luz fue precisamente Beruche, tras un par de falsas alarmas con las que Roy se
apresuró a llevarla al hospital. Aunque lo único que acabó sacando en claro
fueron dos multas de aparcamiento. No podía utilizar la translación instantánea
pues no conocía a nadie allí y quizás tampoco hubiera sido una buena idea si
pretendían pasar desapercibidos. Por lo menos habían hecho ecografías y sabían
seguro que todo iba perfectamente. Pero, por fin, llegó el momento en el que
las cosas iban de verdad. Bertie rompió aguas y esta vez Roy decidió arroparla
bien y llevarla volando.
-¡Auu! –Exclamaba ella tapándose el abultado vientre.
- ¡Ay! Cómo duele…
-Tranquila, enseguida estamos. - Trataba de calmarla
su más que inquieto esposo.-
Aterrizó con ella en la parte trasera del hospital
asegurándose de no ser visto. Desde allí corrió con ella en brazos hasta la
puerta principal y la ingresó. En cuanto pudo conseguir hacerse con un teléfono
llamó a todos sus amigos. Era deseo de su esposa que la madre de Ami la
atendiese en el parto y, a ser posible, que la propia sailor, en su calidad de
madrina y que merced a su gran nivel intelectual había comprimido la enseñanza
secundaria y ya estaba en su primer año de medicina, la acompañase. Durante ese
tiempo la antigua guerrera había superado con brillantez su examen de nivel C-1
de inglés. Terminó el instituto y aunque
también consideró la opción de ir a Alemania a estudiar finalmente se decantó
por los EE.UU. Gracias a su magnífico expediente académico fue aceptada ni más
ni menos que en la prestigiosa universidad de Harvard. Pudo matricularse y
cursar estudios en su facultad de medicina. Lo bueno era que, estando en Boston,
podía ver a menudo a sus amigos. Eso hizo mucha ilusión a la joven pareja y le
pidieron que, cuando el momento de dar a luz llegase, estuviera presente en el
parto. Ami por supuesto que aceptó encantada. Además, atender en un
alumbramiento fue de lo primero que la enseñaron. De este modo, en tanto
buscaba la energía de la joven, recordaba la última visita que les hizo a casa,
haría casi un par de meses de aquello…
-El tiempo pasa volando. - Suspiraba la joven
estudiante de medicina al recordarlo, en tanto unos enfermeros colocaban a
Bertie en una camilla. -
-Desde luego. - Respondió el nervioso esposo de la
parturienta, que estaba a su lado. - Y ahora ya estamos aquí…
El
chico también lo rememoró. Estaban en casa y tocaron a la puerta. Roy lo escuchó,
pero vio como Bertie, con su más que apreciable barriga, salió a abrir. Se
percató de quién llamaba y quiso dejarle esa sorpresa a su esposa, escuchando a
cierta distancia. En efecto, la muchacha sonrió llena de alegría al ver a su
amiga. Ami lucía un conjunto de chaqueta y pantalón muy elegante de tonos
crema, y un lazo azul celeste sobre el pecho.
- ¡Hola! – Saludó cordialmente la japonesa. -
- ¡Ami-chan! - Exclamó Bertie abrazándose a ella con
cuidado en tanto le preguntaba. - ¿Cuándo has venido? Sé que aprobaste todos
los exámenes de ingreso. ¡Enhorabuena!
-Hará una semana. Me he instalado en el College de
la facultad y hemos empezado ya el curso. - Le contó su amiga en tanto entraban.
-
Beruche
le ofreció sentarse y enseguida le trajo un refresco a su invitada en tanto
avisaba a su marido.
- ¡Roy!… ven, mira quién ha venido…
Su
esposo sonrió no tardando en aparecer, ataviado con un pantalón corto, unas
zapatillas y nada más, había estado haciendo algo de tiro en la canasta que
tenían en el patio trasero de la casa. Se acercó a la recién llegada y le
ofreció la mano de modo cordial en tanto quiso saber con jovialidad.
- ¡Hola Ami! – ¡Cuanto me alegro de verte, chica!
¿Qué tal todo por Japón?
-Todo iba muy bien cuando me marché - le sonrió la
joven algo azorada al ver el espectacular físico de su interlocutor, todo lleno
de músculos realmente desarrollados. - Aunque ya hacen unas semanas de eso.
-Tu madre estará muy orgullosa de ti. Como el resto
de nosotros. - Afirmó la anfitriona. - Espero que siga bien. No la vemos desde
que estuvimos en Japón honrando la memoria de tu abuelo Ken.
-Gracias. Lo único que he hecho ha sido estudiar. -
Repuso modestamente la muchacha. - Y mi madre sigue trabajando mucho. Pero yo
solamente he estado delante de los libros, nada especial.
- ¿Y te parece poco? - se rio Roy con total
desenfado, haciendo que sus dos contertulias hicieran lo propio. - Pues mucho
habrás empollado. Anda que no es difícil que te admitan en Harvard. ¡Eres increíble!
Aquello
contribuyó sin duda a que la aludida se ruborizara más si cabía. Entonces
intervino Bertie.
-Espero que te quedarás un par de días al menos. -
Le comentó afablemente a su amiga, cambiando ya de tema para decirle a su esposo.
- Anda, vete a duchar y haz el favor de vestirte, ¡pobre Ami!
-Pero ¿qué pasa? - Se encogió el chico de hombros alegando.
- Si es de la familia…
Bertie
suspiró moviendo la cabeza, juntando los codos a las caderas y extendiendo las
palmas de las manos hacia arriba a su vez, en un gesto de “¿qué voy a hacer con
él?” que su invitada captó a la perfección. Ami se rio sin poderlo evitar, lo
que a su vez provocó la sonrisa de sus anfitriones. Cuando por fin se controló
pudo responder a su amiga.
-Sí, podré quedarme al menos este fin de semana. -
-Tenemos que ir de tiendas. Y jugar alguna partidita
de ajedrez. Y luego si quieres, podemos ir a la piscina, tengo clases de
natación premamá. - Le comentó Beruche con creciente entusiasmo. -
- Y luego alguna peli en casa. De las que me gustan…
O algo de pressing catch. ¿Recordáis cuando Usagi y yo hicimos las poses de
lucha? - Terció Roy divertido para proclamar. - ¡Tengo unos combates grabados
que son increíbles!…
La
joven nipona asintió con otra irreprimible sonrisa. Fue Bertie la que intervino
moviendo una vez más la cabeza.
-Ni lo sueñes. - Le rebatió a su esposo con los ojos
entornados. - Tenemos cosas más interesantes que hacer.
-Venga cubito, no seas aburrida. - Le pidió él con
una media sonrisita algo pícara. -
- No te preocupes por eso. Ami y yo nos vamos a
divertir mucho sin necesidad de esas películas tuyas de tíos con escopetas y
motosierras matando demonios, que, dicho sea de paso, es algo de lo que terminé
muy harta. Y me refiero principalmente a matarlos yo misma.
Roy
se encogió de hombros con comicidad y su invitada no pudo evitar reír. Al poco
la futura doctora les comentó.
-Me alegra veros tan felices. Y, además, quedando ya
tan poco para que llegue Leval. ¿Por qué le vais a llamar así, ¿verdad?
-Pues claro. - Sonrió su interlocutor pasando ahora
un afectuoso brazo por los hombros de su mujer. -
-Y cuando nuestro hijo nazca, ya sabes que queremos
pedirte Ami, que lo amadrines tú. - Le dijo Bertie haciendo que la expresión de
su amiga se iluminase. -
-Me hizo muchísima ilusión cuando me disteis la
noticia de tu embarazo en la fiesta de la mayoría de edad de Usagi-chan. Para
mí será un inmenso honor. - Declaró haciendo una inclinación de agradecimiento.
-
-No, el honor ese será nuestro. - Afirmó Roy, repitiendo
aquel gesto para provocar la sonrisa de ambas. -
-Verás. - Le contó Beruche a su invitada. - Cuando
mis hermanas y yo misma empezamos de nuevo en este mundo, decidimos que, si
algún día nos casábamos y teníamos hijos, querríamos que vosotras fuerais sus
madrinas. Bueno, o al menos una especie de tías.
-Sí, - asintió Ami afirmando con algo de pesar. - Al
no ser cristianas, no podemos amadrinarles en la ceremonia eclesiástica. -
-Ni falta que hace. Nos montamos una ceremonia privada.
- Intervino Roy, añadiendo con respeto pese a todo. - El Señor lo comprenderá.
Su
esposa asintió, sonriente para añadir.
-Cooan se lo pedirá a Rei. Petz, supongo que, a
Makoto, En mi caso estaba claro...- Y tras sonreír tímidamente su gesto se
entristeció para suspirar. - Y mi hermana Kalie, bueno… seguro que ella
desearía que hubiese sido Minako.
También
Ami pareció entristecerse con el recuerdo de Karaberasu. Lo que Roy no podía
imaginar era lo que sucedería después. Aprovechando que Beruche fue un momento al
cuarto de baño la invitada le contó lo sucedido con sailor Venus por
desobedecer las órdenes recibidas de no interferir. A su manera, quiso honrar
esa especie de deseo de las hermanas. Por suerte el castigo duró poco. Su amiga
además era ahora una famosa cantante y actriz. ¿Quién sabe? Quizás podría
finalmente localizar a la hermana mayor de Beruche después de todo.
-Entonces. - Pudo decir el perplejo Roy. - Ella supo
dónde estaba Kalie.
-Digamos que las cosas debían suceder de este modo.
- Le respondió Ami con un tono de voz bajo para evitar que pudieran ser oídos.
- Te pido por favor que no les cuentes nada a Bertie, ni a los demás…
-Bien, si tú lo dices tendrás una buena razón.
Descuida, me tranquiliza saber que Kalie está bien, pero es duro no poder
contárselo a mi esposa. - Se lamentó el chico. -
-No debí decírtelo, pero es algo que tenía que sacar
de dentro de mí. Ahora creo que ya no importa tanto. La orden que nos dieron
fue la de no interferir, aunque implícitamente seguro que no debíamos decir
nada. Pero no he podido callarlo más. Solamente recuerda. - Le indicó Ami para
asegurar a su amigo. - Ella está bien, hay personas importantes velando por su
bienestar. Y estoy convencida de que un día volverá.
Roy no pudo asegurar si esas palabras
obedecían a un conocimiento que Mercurio tuviera de lo que iba a suceder o bien
eran un mero deseo de la joven. Después recordó con una sonrisa como su esposa
regresó y le mandó finalmente a la ducha. Ahora, volviendo a los últimos minutos
se acordó de cómo estuvo afanándose en captar la energía de la amiga de Bertie.
Cuando lo logró la telefoneó para avisarla y citarse con ella en un lugar sin
testigos para traerla junto con su madre al hospital. La doctora Saeko Mizuno,
atractiva mujer de mediana edad, pelo corto similar al de su hija y carácter
tranquilo y discreto (por suerte), apenas pudo ser puesta al corriente de la
situación sin entrar en demasiados detalles. Por fortuna debía asistir a los EE.
UU. a un congreso médico de obstetricia que se celebraba en la ciudad de los
rascacielos y su hija fue trasladada desde Boston por Roy. Entre los dos la
hicieron creer que Ami disfrutaba de unos días libres y que deseaban su
intervención para que fuera una Mizuno la que auxiliase en el parto del futuro
ahijado de su hija. Aun sorprendida por todo eso, aceptó presentando su
licencia del colegio médico y su pasaporte. Como gozaba de bastante reputación
no tuvo problemas y siendo la clínica privada de los jugadores del equipo de
Roy fue autorizada a intervenir como deferencia a éste. Así pues, tras recordar
todas esas peripecias, y ver como se llevaban a Bertie a la sala de partos, el
chico y Ami aguardaban fuera de la sala.
-Pobre cubito. - Suspiraba un muy nervioso Roy. – Le
tiene que estar doliendo mucho. Espero que sea rápido.
-Dependerá de lo fácil que dilate. - Le contestó Ami
que tuvo que dejarle por un momento, tras decirle con tinte animoso. - Voy a
ver cómo va.
Y es que la muchacha entraba y salía
lo necesario para hacer de enlace. Beruche, entre tanto, respiraba hondo y se
quejaba de las fuertes contracciones.
- ¡Oh, Dios mío! - protestaba la dolorida Bertie. -
Siento como si alguien celebrase un combate dentro de mí y mi tripa parece el
ring. Desde luego este bebé tiene madera de guerrero.
-Tranquilízate. - Le pidió afectuosamente la doctora
Mizuno secándole a la muchacha el sudor que perlaba su frente con una gasa y
preguntando - ¿Cada cuánto tiempo las sientes?...
- ¿Las contracciones? - Inquirió la chica mirando a la doctora que
asintió. -Cada cinco minutos.
- Ten paciencia. - Sonrió la madre de Ami - todavía
te queda un rato.
- Cuando llegue el momento avise a Roy, por favor.
Después de lo que ha entrenado conmigo en los ejercicios para preparar el
parto, le daría algo si no pudiéramos hacerlos juntos. - Pudo decir antes de
volver a lanzar un sentido. - ¡Auu! - Ahora la contracción únicamente se había
hecho esperar tres minutos. -
- Pues la cosa va más rápida de lo que yo creía. -
Reconoció la doctora Mizuno que tranquilizó a su paciente con un suave. - Voy a llamarle.
Durante
todo aquel momento y prescindiendo ya de las formalidades o la prudencia Roy se
escondió en un cuarto aparte que estaba vacío y había estado transportándose a
por sus amigos con la ayuda de la translación instantánea.
- ¡Esto parece el camarote de los hermanos Marx! -
Se dijo todavía con humor, según les iba trayendo a esa cada vez más atestada
estancia. -
Por suerte aquel lugar no estaba demasiado
concurrido, dado su carácter privado. De este modo, cuando reunió al grupo,
todos fueron saliendo poco a poco de ese cuarto y yendo a la sala de espera.
Allí aguardaban sentados, bueno, algunos de pie y charlando y otros, los más,
tranquilizando al padre en ciernes que se paseaba nervioso. Entonces salió la
doctora Mizuno.
- ¿Señor Malden? - Preguntó con cautela. -
- ¿Qué?,- saltó el interpelado que apenas pudo
balbucir. - ¿Qué pasa?, ¡Ya, ya! ¿Ha nacido el niño?...
- No, tranquilícese. - Le pidió la doctora con una
suave sonrisa y le contó. - Su mujer quiere que vaya junto a ella.
- Pero ¿Bertie está bien, ¿verdad? - Le preguntó Roy
angustiado y visiblemente inquieto. -
- No te preocupes muchacho, sólo vengo a llamarte
para que ayudes a tu mujer con el parto, eso es todo. - Le aclaró la doctora. -
-Muchísimas gracias por haber venido. - Replicó el
chico tratando de calmarse. -
-Ya te dije en aquella ocasión que, para cualquier
cosa que necesitaseis de mí y de mi familia, allí estaríamos. - Sonrió Saeko
que añadió con amabilidad.- Ahora pasa, que es tu mujer quien te necesita junto
a ella.
Y acto seguido invitó al chico a entrar en la sala
junto con Ami. Allí ambos se desinfectaron y provistos de guantes y mascarillas
pudieron entrar junto a la muchacha que ya estaba prácticamente a punto para el
gran momento. Él corrió a sujetarle la mano rápidamente en tanto madre e hija
Mizuno comentaban entre ambas la situación y los pasos de rutina a seguir.
- ¿Qué tal vas, cariño? ¿Te duele mucho? - Quiso saber
su marido no sin inquietud. -
- ¡Oh! - contestó Beruche casi con un gemido - otra
contracción. Este niño tiene mucha fuerza y eso que aún no ha nacido.
- Es que es hijo mío. - Sonrió Roy más relajado,
añadiendo con visible orgullo. - Los guerreros del espacio somos así.
- Será un gran deportista cuando sea mayor. -
Convino su esposa - como su padre.
- Y seguro que apuesto e inteligente como su madre.
- Añadió afectuosamente él. -
Las
contracciones se sucedían ya a cada minuto. Beruche comenzó a tener que
controlar su respiración. Ayudada por Roy, que supervisaba la misma aún con más
nerviosismo que ella. Pese a no parar de repetirle que todo estaba saliendo
perfectamente y que se calmase, aunque era realmente él quien más necesitaba
serenarse. La doctora Mizuno instruyó a su hija y Ami, junto al anestesista del
hospital, se ocuparon de la epidural para evitar molestias innecesarias a su
amiga. Y tras unos momentos que parecieron eternos. Bertie se puso en la fase
final del parto. La doctora Mizuno y Ami le ordenaron que empujase con todas
sus fuerzas. El muchacho apretaba su mano. Su rostro estaba más pálido que el
de ella.
- Ya le veo la cabeza, ¡ya sale! - Animaba la
doctora que le decía a la parturienta - un poco más.
- ¡Vamos cariño! - le pedía Roy entre nervioso y
entusiasmado. - ¡Un esfuerzo más! ten valor.
Beruche
reunió todas sus fuerzas, las pocas que le quedaban y empujó, el bebé salió
como un resorte y ella se quedó exhausta sobre el lecho. Ami se hizo cargo de
levantar al niño y la doctora Mizuno cortó el cordón umbilical, cubrió al
recién nacido con una mantita, y seguidamente le puso boca abajo golpeándole el
trasero hasta hacerle llorar.
- ¡Ya está!,- declaró con satisfacción la doctora-
es un niño precioso.
- ¡Qué maravilla, Bertie! – Le dijo Ami a su amiga
que estaba algo atontada y debilitada aun por el esfuerzo y solamente podía sonreír
de forma pálida al escuchar. – Está sanísimo…
De pronto la doctora Mizuno ahogó una
exclamación y casi dejó caer a la criatura. El padre se acercó sujetándole con
rapidez entre sus brazos.
- ¿Pero qué es eso?,- susurró ella señalando el
trasero del bebé. -
Roy
se percató de que sobre las nalgas del crío nacía una pequeña colita peluda. Él
rápidamente la identificó, gracias a lo que Son Goku le contase hacía tanto
tiempo en el Cielo y a lo que presenció cuando conoció a su propio hermano,
como distintiva de la raza de los Guerreros del Espacio, los saiyajin. Cuando
la madre de Ami se sobrepuso a su sorpresa inicial, su propia hija le explicó
que eso no era extraño y el padre del bebé entonces confesó parte de la verdad.
- Parece algo increíble, pero lo estoy viendo con
mis propios ojos. - Admitió ella que entonces añadió dirigiéndose a su hija. -
Ami, hija mía, después de tantos años, yo no ignoraba que tú eras una guerrera
de la justicia, pero esto me sobrepasa.
- Por eso quería que me ayudases, mamá. - Sonrió la
chica cuando comentó. – Debemos mucho a Roy y a los de su estirpe y quería
tener la satisfacción de ayudar a traer a uno de ellos al mundo. Lo malo es que
todavía no tengo la necesaria cualificación.
Su
madre sonrió ahora más distendidamente y asintió comentando a su vez.
-Y después de lo que me contaste. Para mí es un
honor haber ayudado. Quizás de no ser por el abuelo de Roy, nosotras no estaríamos
aquí. Él salvó a mi abuelo Kenshiro. Siempre estaremos agradecidas por ello.
-En realidad se salvaron mutuamente, doctora Mizuno.
- Comentó el chico. -
-Puedes llamarme Saeko. - Le sonrió ésta. -
- ¿Qué hacemos entonces con el bebé?- Quiso saber
Ami.- Si Bertie ve esto.- Comentó señalando a aquella colita peluda que se
movía de un lado a otro.-
Entonces fue
el padre quien tomó al niño en brazos y les pidió.
- Un momento, no le digáis nada a mi esposa,
enseguida vuelvo.
Dicho esto, el chico desapareció trasladándose al
cielo con el crio, allí llamó a Landar que tras felicitarle adivinó su
intención y le quitó aquel apéndice al bebé no sin antes advertirle
-Puedo quitársela para siempre y que jamás le vuelva
a crecer. ¿Es eso lo que deseas?
-Pues, no sé. - Suspiró Roy dudando ahora. - La
verdad, si es algo muy importante para los de mi raza no quisiera privar a mi
hijo de la oportunidad de decidir por sí mismo.
-Haremos una cosa. Se la quitaré dejándole la
posibilidad de poder invocarla si alguna vez le hiciera verdadera falta. -
Afirmó el mago. –
-Te lo agradezco, pero mejor será que no le crezca
mientras sea pequeño. O los otros niños se burlarían de él. Bueno, más que eso,
le tratarían como a un fenómeno de feria. Y no quiero que mi hijo se vea
distinto a los demás. - Sentenció Roy. -Debe tener una infancia y una vida lo
más normal y tranquila que pueda.
Landar asintió y así lo hizo, eliminando esa cola. El
niño lloró dolorido al principio, pero enseguida se encontró bien. Su padre
regresó con él al instante. La doctora Mizuno estaba alucinada al vacío que él
había dejado al teletransportarse y sobre todo, al observar como reaparecía
ante ella como si nada.
- Tranquilícese, ya está todo arreglado - le dijo
Roy con un tono despreocupado al percatarse del gesto de aquella mujer. -
- No te preocupes, aunque lo contara nadie me creería.
- Afirmó ella mientras Ami le sujetaba una mano y se sonreía de forma algo tonta.
- ¡Lo que tiene una que ver!…-Suspiró Saeko.-
A
todo esto, Beruche estaba algo repuesta, lo bastante como para poder hablar de
nuevo.
- ¡Dejadme ver a mi hijo! ¿Dónde está? Por favor,
¡dejadme abrazarlo! - Les pidió con insistencia y visible deseo. -
Ahora
sí la doctora Mizuno se lo entregó envuelto en una mantita. Bertie lo puso
sobre su pecho acariciándole con una amplia sonrisa de satisfacción y amor. Los
latidos de su corazón adormecían al bebé. Éste estaba pegadito a ella, acurrucado
como si fuera una ranita. Su madre le acarició con mucha suavidad.
- Es nuestro hijo - declaró muy emocionada y llena
de orgullo. - ¿Verdad que es precioso, Roy?
- Sí, amor mío. - Repuso él del mismo modo. El bebé
miraba a su padre sin poder verle aun, pero la imagen de éste se reflejaba en
sus grandes ojos azules. - Tiene tus mismos ojos, azul índigo, ¡tan bonitos y profundos!
- Añadió él muy emocionado también, para sentenciar lleno de alborozo. - ¡Voy a
decírselo a los demás!
Y como una exhalación salió corriendo del quirófano
e informó a todos. Se sucedieron los abrazos y las felicitaciones, después la
natural impaciencia por ver al niño, aunque Roy omitió el contar lo de la cola.
También salieron Ami y su madre, quienes por supuesto, tampoco dijeron nada
sobre aquello. Sólo que Beruche estaba cansada y sería mejor que esperasen
hasta mañana para verla a ella y al bebé. Todos accedieron algo a desgana, pero
comprendiendo que era lo mejor.
- Debe ser tan maravilloso ser madre - declaró Petz,
llena de alegría por su hermana menor. -
- Pues a mí me queda poco - sonrió Cooan palpándose
la barriga con visible emoción. - ¡Tengo tantas ganas!
- Por el momento será mejor que nos vayamos todos a
descansar. - Concluyó Zafiro con tinte alegre pero cansado. - Ha sido un día
muy duro para seguir despiertos hasta tarde.
Todos
estuvieron de acuerdo, Roy insistía en quedarse a dormir en el hospital, pero
entre todos le convencieron de que no sería necesario, pues tanto Beruche, al
igual que su bebé, gozaban de una estupenda salud y estarían muy bien
atendidos. Así persuadidos los miembros del grupo se fueron a dormir con palpable
alegría. Al día siguiente volvieron a ver a la madre y al niño. Todos se
acercaban al bebé y le acariciaban. Esmeralda lo acunó entre sus brazos y
susurró.
- ¡Qué ricura de bebé, es un encanto!
- Parece mentira que sea una cosita tan pequeña, -
añadió Diamante. -
- Pues ya es hora de que os vayáis animando a tener uno.
- Les dijo la recostada Beruche sonriendo de forma picara. -
- Bueno- musitó Esmeralda poniéndose colorada. - Es
que aún es un poco pronto. Hemos pensado que quizás, de aquí a un año o dos,
cuando estemos menos atados por el trabajo.
- Eso es, - asintió Diamante corroborando las
palabras de su mujer- deseamos tener tiempo para criar a un niño con
tranquilidad.
- Pues no os retraséis mucho - les pinchó Roy,
agregando con humor. - Que luego seguro que dará más pereza y desde luego, no
sabéis lo que os perdéis. Cambio de pañales, noches sin dormir…
- ¡Oh cielos!,- sonrió Tom, sujetando de la mano a
Cooan y agregando con fingido temor - y pensar que en pocos meses nos tocará el
turno a nosotros.
Todos
se rieron con aquella ocurrencia. Así, tras festejar en grande aquel nacimiento
el grupo se despidió. Efectivamente, a los pocos meses Cooan tuvo un hijo. La
joven recordaba la última visita de Rei, cuando la sacerdotisa prometió acudir
para conocer a su futuro ahijado nada más naciera.
-Te veo estupenda. - Saludó la sacerdotisa según
entraba a la casa de sus amigos, acompañada por Tom.- ¡Hola Cooan!
Su
amiga había ido a abrir la puerta al escuchar la llamada del timbre, lucía una
apreciable barriga ya. Casi estaba de siete meses entonces. Enseguida le dijo a
la recién llegada.
-Pon tu mano aquí.
Rei
posó su mano derecha sobre ese vientre tan abultado y al poco sonrió. Había
notado un golpecito.
- ¡Ya está pidiendo salir! - Se rio Cooan que ahora
lucía sus cabellos peinados en forma de coleta sin esos piquitos en forma de
orejas gatunas tan característicos suyos. - Y yo también estoy deseando verle.
-Será un niño precioso. Eso seguro. - Afirmó una
encantada sacerdotisa. -
-Y tú lo hiciste posible. - Sonrió su agradecida amiga.
-
Entonces
se escuchó un carraspeó de Tom. Ambas chicas se echaron a reír… la azorada
Cooan apenas si pudo decir en tanto se sentaba en un sofá cercano.
- ¡Bueno, tú ya me entiendes, Rei!
Su
amiga se tronchaba a su vez de risa, y se sentó junto a ella. Asintiendo
mientras el marido de la futura mamá comentaba divertido.
-Desde luego que, espero no te olvides de mí pequeña
contribución, cariño.
- ¡No, claro! - Reía Cooan, que pudo serenarse un
poco para afirmar ya más en serio y con visos de emotividad. - Sin embargo, si
Rei no hubiese creído en mí no estaríamos ahora aquí, tan felices.
-Fuiste tú quien quiso cambiar y abrazar una nueva
vida. Os ha costado mucho, a ti y a tus hermanas, llegar hasta aquí. Y ese
mérito es enteramente vuestro. - Se apresuró a comentar su invitada. -
-Eso es algo que siempre te agradeceré. - Aseveró Tom.
- A ti y a las demás guerreras. Y cuando el niño nazca y sea posible nos
gustaría llevarle a tu santuario para que le dieras tu bendición.
-Será un honor y un placer para mí. - Afirmó una
emocionada sacerdotisa que pasó a informarles con alegre tono en su voz. - He
visto las llamas sagradas antes de venir, y todo irá muy bien.
Sus amigos la
escucharon encantados. Aquella fue una estancia fugaz pero muy bonita. La
ilusión se notaba en el ambiente. Y pasados unos meses así fue. Aquel fue un
parto más normal que el de Bertie y sus amigos también estuvieron allí como una
piña, solo que esta vez tardaron más, ya que el hospital estaba algo más
concurrido, para hacer translaciones. Al bebé le pusieron por nombre Alan, tal
y como el Leval del futuro había dicho que se llamaría. Por supuesto, y aunque
no mediase ceremonia religiosa alguna, la madrina del crío fue Rei que incluso viajó
a Portland para verle y se ocupó de regalarle un amuleto sintoísta que, según
ella, le protegería siempre de todo mal. Tras unos meses, los Rodney cumplieron
su palabra y en efecto, viajaron a Tokio. Rei hizo un ritual bendiciendo al
crío y percibiendo que estaba destinado a convertirse en un buen hombre el día
de mañana, cosa que la alegró sobremanera…
-Sí, al menos el destino ha sonreído a mis amigos. -
Pensaba con satisfacción cuando les despidió en el aeropuerto de Narita.- Usagi
me lo adelantó, estos niños serán el día de mañana la siguiente generación de
luchadores por el bien.
El caso es que sus amigas no estaban con ella ese
día, muy ocupadas con sus respectivos quehaceres. De este modo Rei se volvió al
santuario. Meditando.
-Y todavía han de nacer algunos más que tendrán un
papel muy importante que jugar en sus vidas…
Así era, aunque las otras chicas tardaron algo más.
Después de casi dos años de casadas con Zafiro y Diamante, Petz y Esmeralda
tuvieron también hijos. Petz, un chico que nació en Tokio, al que llamaron Coraíon.
Aquí asistieron las sailors en pleno. Sobre todo, Júpiter que tenía una buena
amistad con la flamante mamá y se sintió muy feliz cuando le pidieron que fuera
la madrina. Ahora, tras despedirse las demás para no agobiar a los padres y a
la criatura, Makoto contemplaba al recién nacido acurrucado entre los brazos de
la primeriza madre.
-Es un bebé muy hermoso. - Comentaba la guerrera
Júpiter en su identidad civil, junto a la cama del hospital en donde estaba Petz.
- Tan chiquitito y tan adorable…
La
convaleciente sonreía de un modo radiante. Su marido estaba al otro lado de la
cama, visiblemente feliz a su vez.
-Lo único que me apena es que mi hermano y Esmeralda
no hayan podido acudir. Ella está de unos siete meses y no era aconsejable que viajara.
– Comentó Zafiro. -
-Eso está muy bien, dentro de poco Coraíon tendrá
una prima. - Afirmó Petz. -
- ¿Coraíon? - Repitió Makoto. -
-Sí, era el nombre de mi padre. Y también una
derivación del de nuestro bisabuelo Corindón. Él crió a nuestro padre, puesto
que nuestro abuelo Karst murió en un accidente espacial. Nuestro padre no
conoció pues al suyo y sí tenía mucho aprecio por su abuelo. Quisimos llamarle
así en homenaje a él. - Explicó Zafiro. -
-De haber sido niña quizás la hubiéramos puesto el
nombre de la madre de mi esposo. Aunque Esmeralda me pidió que la dejase
hacerlo a ella.
-La habríamos llamado Nairía entonces. - Añadió Zafiro.
- Era el segundo nombre de mi madre.
-Bueno, espero que podremos tener más. - Dijo su esposa.
- Aunque el poner el nombre de la mía a alguna de nuestras hijas se lo pidió
hace mucho tiempo mi hermana Cooan.
-Oye, no tan rápido. ¡Acabas de tener uno ahora
mismo! – Rio su amiga aconsejándole divertida. - Al menos recupérate…
-Lo malo es el negocio. - Se lamentó la interpelada,
aunque no del modo en que solía, sino casi con expresión risueña. - Tendré que cerrar
Otafukuya durante unos días.
-Puedes contratar a alguien. Y, si es necesario, me
pasaré por allí a ver qué tal va la cosa. - Se ofreció su interlocutora. -
-Pero tú ya tienes demasiado trabajo con Flowers and
Flavours. - Contestó Petz. - Te lo agradezco, aunque cerraré un par de semanas
y después puedo llevar a mi hijo al trabajo. Tenemos una salita de descanso en
la trastienda. Allí le cuidaré. Contando con algunas dependientas no me será
difícil atenderle.
-O puedo llevármelo yo a diseñar infraestructuras o
algunos robots. - Terció Zafiro con tintes de broma. - Para irle preparando para
el futuro.
- ¡De eso nada! - respondió Petz con tono firme pero
risueño, más al añadir. - Recuerdo cuando, en Némesis, te pasabas la vida
metido en esas salas de cibernética diseñando droidas. No parabas ni para
comer.
-Solamente cuando tú venías a traerme algo. - Contestó
el divertido Zafiro, agregando como confesión. - En realidad, lo hacía para que
vinieras a verme, tonta.
Ambas chicas se rieron de la ocurrencia. Tras ello,
Makoto enseguida comentó llena de alegría.
-Ya estoy deseando que crezca para hacerle algunas
tartas.
-Espero que no le malcriemos. - Afirmó Petz. - Tiene
que ser un hombre de provecho el día de mañana. Y yo quiero ser una buena
madre.
-De eso no tengo ni la menor duda. - Afirmó su
esposo obsequiándola con un beso en los labios. - Vas a ser la mejor.
Después
acarició al bebé que parecía estar dormido ahora. Makoto sonrió con ternura al
verle y se despidió dejando a la familia Lassart descansar. A su vez, otros amigos como Kaori, el
profesor Tomoe e incluso Daniel y Mimette, se pasaron a conocer al crío. Por su
parte, tal y como comentara Zafiro, Esmeralda estaba encinta. La verdad es que
la propia modelo no se percató de que estuviese embarazada en un principio. Meses
antes del nacimiento de su sobrino acudía a sus trepidantes giras de desfiles y
viajaba mucho. Eso de la ausencia del periodo le había ocurrido a veces, pero
cuando se le retrasaba lo había achacado al estrés. Además, ella y Diamante se
veían con poca frecuencia, aunque disfrutaban los reencuentros. Un día, estando
presta para pasar una de las colecciones en la casa Deveraux en su sede central
de París, la muchacha comenzó a notarse mal.
-Tengo el estómago revuelto. - Se quejó a una de sus
compañeras, de nombre Tricia, otra modelo de largo cabello rubio y pareja
estatura a la suya.
-Vamos a salir en apenas quince minutos a la pasarela.
- Le comentó la otra joven con inquietud. -
-Aguantaré. Aunque sea para que madame Deveraux no
se enfade. - Pudo sonreír la indispuesta muchacha. -
Así
lo hizo, aunque se sentía cada vez peor no lo dudó, una vez la llamaron para
salir se las arregló para sonreír y posar como en sus mejores días. Sin embargo,
apenas terminó su tercer vestido tuvo que correr al servicio. Allí devolvió el
desayuno. Ahora se sentía mejor. Eran unas nauseas que a veces la asaltaban por
la mañana. Salió algo más aliviada, pero con una sensación de mareo. Su
compañera, preocupada por ella durante todo el desfile, se apresuró a
preguntarla.
-Esmeralda. ¿Estás mejor?...
-Tengo que sentarme. - Fue casi lo único que pudo
decir antes de desplomarse. -
- ¡Esmeralda! – Exclamó su alarmada amiga atrayendo
la atención de algunas otras modelos y trabajadores. - ¿Qué te pasa?
Entre
varios la levantaron cuidadosamente del suelo y la sujetaron tendiéndola en uno
de los sofás de la sala de descanso. A los pocos minutos despertó. Estaba en la
enfermería, tumbada en una cama. Entre algunas caras que se arremolinaban a poca
distancia de la entrada distinguió la de la señora Deveraux. Una anciana de pelo
ya encanecido, pero con una mirada inquisitiva y profunda en esos ojos azules tan
agudos que tenía. Enseguida tomó la palabra ordenando a esa troupe.
-Las demás ocuparos de lo vuestro. ¿Habéis llamado
al médico?
-Sí, Madame Deveraux. - Replicó Carla, una de las costureras.
-
La anciana asintió y enseguida dedicó su atención a
su joven modelo indispuesta para preguntar según entraba en la estancia.
- ¿Cómo te sientes, niña?
-Mejor, gracias, Madame Deveraux. Todavía estoy un
poco aturdida. - Musitó la aludida. - Pero mejor.
- ¿Por qué no me dijiste que te sentías mal? - La
amonestó su jefa ahora con un tono entre reprobador y preocupado. -
-Usted siempre dice que ante todo la obligación. - Pudo
musitar la joven. -
-Pero nunca he dicho que eso esté antes que la
salud, querida. - Repuso la anciana, reprobándola con suavidad. - Tan malo es
quedarte corta, como excederse en tu celo y lo segundo incluso podría resultar
peor.
En
ese momento entró el médico, un hombre de mediana edad que llevaba una bata
blanca y un estetoscopio al cuello. Tras dar las buenas tardes a la señora
Deveraux ésta se apartó y el facultativo auscultó a Esmeralda en tanto le
preguntaba.
- ¿Ha tenido usted estos mareos de forma frecuente?
-No, lo cierto es que hasta hace poco no me sentía
mal. Pero últimamente me levanto con náuseas y apenas tomo algo de zumo de
naranja se me revuelve el estómago. - Le explicó la muchacha. -
El
doctor asintió tomando el pulso de su paciente. Entonces enseguida esbozó una
leve sonrisa y le comentó a la propietaria.
-Mucho me temo que esta chica por ahora no podrá
seguir en la pasarela.
- ¿Qué me pasa?- Exclamó Esmeralda realmente atónita
y asustada.- ¿Estoy enferma? ¿Es grave? ¡Dígame la verdad, por favor!…
-No, no es nada grave. - Se apresuró a replicar el médico.
- Ante todo cálmese. En su estado no es bueno sobresaltarse.
Esmeralda
estaba perpleja y sin saber que responder a eso. Aunque la anciana sonrió levemente
y asiendo una mano de la modelo entre las suyas, dijo con tinte tranquilizador.
-Está muy claro, niña. Al parecer tú y tu marido,
ese Cristal o cómo se llame, no habéis desaprovechado el tiempo cuando tenéis
ocasión de veros.
Su
interlocutora estaba desconcertada, no terminaba de comprender. Aunque
enseguida le vino todo a la mente, casi como un destello. Ahora abría los ojos
de manera realmente notable en tanto apenas si podía balbucear con gran
emoción.
- ¿Es que acaso estoy? ¿Estoy?...
-Está usted embarazada de unas seis semanas, creo. ¡Enhorabuena!
- La felicitó el facultativo que agregó con tintes más desenfadados. - Ahora,
debe descansar. Si la señora Deveraux no tiene inconveniente. Al menos durante
los primeros meses del embarazo que son los que plantean más riesgo.
No
obstante, Esmeralda casi ni le escuchaba, solamente lloraba con gran alegría.
-Ma chère. Estás agotada. Debes dormir. - Le indicó la anciana.
-
-Sí señora Deveraux, pero es que… ¡soy tan feliz! -
Pudo decir entre lágrimas. -
-No es para menos. - Sonrió ahora su interlocutora
de manera más acusada. - Sin embargo, trata de descansar.
-Diamante. ¡Tengo que decírselo! - Exclamó
intentando levantarse. -
No obstante,
su jefa la detuvo posando una mano sobre el brazo derecho de la joven. Enseguida
le comentó.
-Tu esposo ha sido avisado, llegará pronto. Pero
todavía falta un rato. Mejor que reposes para que no le asustes. Solamente le
hemos dicho que tenía que venir porque te encontrabas indispuesta.
La muchacha pese a todo quería hablar con su marido
para darle esa maravillosa noticia, aunque estaba realmente cansada. Finalmente
aceptó el echarse a dormir. El sueño la venció enseguida. Su jefa permaneció a
su lado en la enfermería hasta que finalmente, pasadas un par de horas. Llegó
Diamante.
- ¿Está bien mi mujer? - Inquirió atropelladamente entrando
a la carrera en la habitación. -
-Cálmese joven. - Le pidió serenamente madame Deveraux.
- Su esposa está perfectamente. Solo que ha trabajado demasiado los últimos
días.
-Cuando me avisaron en el trabajo no quisieron darme
ningún detalle. - Comentó el chico con visible enfado.- Y si usted es su jefa
no debería haberla permitido trabajar en estas condiciones.- La recriminó él.-
La
anciana le miró con cierto malestar, aunque enseguida replicó, eso sí, sin variar
su tono tranquilo.
-Es usted joven e impetuoso. Y debe controlar su
temperamento. Pero en algo sí que lleva razón. Si yo hubiera estado al tanto de
la situación desde luego que la habría prohibido desfilar. De todos modos, ni ella
misma sabía que se estaba forzando más allá de lo aconsejable. Por eso mismo le
voy a conceder a su mujer unas largas vacaciones. De modo que espero que se
ocupe de cuidarla como merece. Hasta que se recobre por completo.
Ahora
Diamante estaba preocupado. Quizás le había faltado al respeto a esa señora que
tenía fama de ser bastante excéntrica y pudiera haber puesto la carrera de su
esposa en peligro. Enseguida asintió declarando con un tono más suave y conciliador.
-Lamento mucho si la he ofendido, no era mi intención.
Le pido disculpas. Es que estoy muy preocupado por Esmeralda. ¡Para mí lo es
todo!
-No lo pongo en duda. - Asintió su contertulia
mirándole ahora con mayor simpatía al añadir de modo condescendiente. - No tema. En cuanto a su estado es lo normal
en estos casos. Si quiere usted detalles, en cuanto despierte ella misma se los
dará. Ahora debo dejarles. Tengo muchas obligaciones. Permanezcan aquí el
tiempo que precisen, si necesitan algo haré que se lo traigan inmediatamente.
-Gracias señora Deveraux. Es usted muy amable. –
Afirmó sentidamente el joven. -
La
anciana salió de la enfermería sin pronunciar ni una palabra más. Diamante
permaneció allí, sujetando a su dormida esposa de una mano. Tras unos minutos ella
comenzó a moverse y a abrir lentamente los ojos.
- ¿Cómo estás, cariño? - Le preguntó suavemente él.
-
Ahí
le tenía, de traje y corbata, recién salido del trabajo. Habría corrido e
incluso quizás volado para acudir a su lado. ¡Qué diferente era aquello de esos
amargos días en Némesis cuando llegó a ignorarla por completo! Pero todo eso pasó. Ahora ella sonrió radiantemente
feliz y musitó.
-Estoy mejor que nunca. Y tú deberás estarlo
también, mi amor…para lo que tengo que decirte…
-Dime, ¿qué tienes? - Inquirió el joven sin poder
ocultar ya su preocupación. - No me asustes, te lo ruego. ¿Qué te pasa?
Su
mujer se tomó unos segundos para respirar hondo, soltar alguna lágrima y al fin
sonreír respondiendo.
-Que voy a engordar un poquito a partir de ahora.
Espero que siga pareciéndote atractiva durante los próximos nueve meses.
Quién
abrió la boca y los ojos como platos ahora fue el príncipe. Enseguida pudo
decir con emoción.
-Entonces, ¿estás?...
-De seis semanas cree el doctor. - Asintió ella con
el semblante iluminado por la dicha. -
El
chico la abrazó, eso sí, con delicadeza. Los dos estuvieron así un rato. Al fin
la muchacha fue capaz de decir.
-Espero que todo vaya bien y darte un hijo sano y
fuerte.
- ¡Hijo o hija lo que sea que venga será maravilloso!
- Afirmó eufóricamente él. - Desde ahora cariño, pasaremos más tiempo juntos.
-Supongo que la señora Deveraux me dará permiso.
Aunque pueda seguir diseñando no podré subirme a la pasarela hasta que pase un tiempo.
- Comentó la joven. -
-Sí, eso me comentó. – Admitió su marido, cayendo en
la cuenta ahora. - ¡Claro!, ella lo sabía, pero no me lo dijo, para que pudieras
hacerlo tú misma.
Esmeralda
sonrió. En el fondo su jefa era una buena mujer. Muy exigente sí, pero le había
demostrado su aprecio. Era normal, la joven modelo se desvivía por su trabajo.
De hecho, le encantaba. Aunque desde ese preciso instante su bebé sería lo
primordial. Era lo más hermoso que podía ofrecer a su amado. Y él compartía esa opinión. No tardaron en regresar
a casa. Los siguientes meses, en efecto, la chica fue engordando a un ritmo normal.
Tras hacerse una ecografía vieron incluso que sería niña. La futura madre no lo
dudó en cuanto propuso.
-Podríamos llamarla Amatista, como tu madre.
-Sería estupendo. Aunque si quieres llamarla Maray
como a la tuya no me opondré. - Repuso Diamante. -
-No, mi amor. La reina fue para mí mi verdadera
madre. A la biológica no pude llegar a conocerla por desgracia. Murió al poco
de nacer yo. Quizás si tenemos otra hija en un futuro. ¿Quién sabe? Guardaremos
el nombre de Maray y el de Nairía, por si hubiera ocasión de emplearlos en
algunas hermanitas para nuestra hija. - Pudo sonreír alegando hasta con humor.
- Y puede que de segundo podamos llamarla Alexandra o Annette, como a mi jefa.
-Como tú quieras, cariño. - Convino Diamante que ya
se sentía lo suficientemente feliz. - Y
seguro que eso le iba a encantar a esa mujer tan estirada…
Esmeralda
se rio, aunque no era esa carcajada tan estridente suya, sino una risa algo más
moderada, con todo algo complicada de soportar, cuando afirmó divertida.
- ¡Si Roy te oyese, tú llamando estirado a alguien!
Su esposo tuvo que asentir riéndose con ella. Aquel
fue un gran día para la pareja, lleno de dicha y esperanza. Los meses siguientes transcurrieron con ese
mismo tinte de ilusión. Y al fin, tras los nueve de rigor, llegó el gran momento.
A pesar de que la madre, en su calidad de top model internacional, ya era
bastante famosa en todos los medios de sociedad, el asunto pasó ciertamente
desapercibido. El parto fue rápido y muy bien. En cuanto las enfermeras lavaron
un poco al bebé y lo envolvieron en una sabanita se lo entregaron a Diamante.
El orgulloso papá pudo sostener entre sus brazos a una robusta niña de ojos
violetas y algunos pelitos rubios.
- ¡Es, es tan hermosa! - Balbuceaba el príncipe que
estaba realmente emocionado. - Toma mi amor, aquí está nuestra hija. - Le dijo
a su mujer que se recobraba unos minutos después de haber dado a luz. - Es
preciosa, como tú…
Esmeralda
la sostuvo entre sus brazos, apoyada contra el pecho, mientras la pequeña hacía
muecas con la boquita y cerraba los ojos. No pudo evitar llorar llena de
felicidad.
- ¡Mi hija! - Fue capa de sollozar. - ¡Mi niña!… ¡Ma chérie! Diamante, hasta ahora jamás había podido comprender…lo que tu madre
y la mía debieron sentir…
-No hay nada más importante en el universo entero. -
Completó él afirmando con categórica y emocionada solemnidad. - Desde este
mismo instante te juro que haré todo lo que sea necesario para que nuestra hija
crezca feliz y tenga una vida lo más plena y segura posible.
-Sí, quiero darle todo el amor que a veces nos faltó
a nosotros. - Convino la novel madre. - Y que se convierta en una mujer buena,
valerosa y con grandes sueños que poder realizar. Y, sobre todo, mantenerla
lejos de intrigas, luchas y de cualquier mal.
Y así lo decidieron. Al poco Esmeralda fue dada de
alta. Se produjo la circunstancia de que días después de que abandonaran el hospital,
casi a las dos semanas del alumbramiento, se disputaba una final de fútbol
entre dos equipos españoles cuyas ruidosas y animadas hinchadas abarrotaban la
ciudad, desplazando cualquier otro acontecimiento informativo. Incluso se
encontraron con Nephrite quien era gran aficionado a ese deporte y había
acudido a presenciar el encuentro. Una vez en París, les visitó fugazmente
antes del inicio. Y éste casi consiguió
que Diamante lamentara perdérselo, pues le explicó que quería ver a uno de los
dos equipos, mítico en Europa, conquistar su octavo entorchado continental.
-Bueno. - Agregó el príncipe de los Cuatro Cielos. -
Ha sido un placer veros y os reitero mi enhorabuena. - Señaló contemplando a la
pequeña recién nacida dormir en su cuna para informar complacido. - Amanda está
también esperando…
- ¡Eso es fantástico! - Le felicitó su amigo. - ¡Enhorabuena
a vosotros también!
-Entonces, ¿por eso no ha venido contigo? - Preguntó
Esmeralda. -
-Según dijo prefería estar tranquila en casa.
Aunque, o no la conozco o estará tramando alguna de las suyas. - Repuso su
interlocutor.-
Sus
amigos asintieron con complicidad. No era ya secreto para ellos que esa mujer
andaba en cosas muy complejas, bastante más allá de lo que una reportera, por
muy intrépida que fuera, solía hacer.
-Pues os deseo lo mejor, cuando nazca el bebé espero
que nos llaméis de inmediato. - Afirmó Diamante. -
- ¡Si es niño podemos ir pactando la boda con tu
hija! - Bromeó Nephrite. -
- ¡No te imagino como consuegro! - Rio su amigo a su
vez. -
El
invitado sonrió y esta vez sí, tras dedicar una afectuosa mirada a la pequeña,
se despidió.
-Adiós, hermosa señorita. Adiós a vosotros también,
amigos míos. Espero que nos veamos muy pronto.
Y así quedaron. Efectivamente, al nacer Paul, el
hijo de Amanda y Nephrite, la pareja afincada en París hizo una visita a sus
amigos llevando a la pequeña Amatista. Pasó más tiempo para todos. Al cabo de
unos dos años del nacimiento de Leval. Beruche, también tuvo otro bebé, esta
vez con un parto de menos antojos, y mucho más rápido, auxiliada sólo por Ami,
que ya estaba en mitad de su carrera de médico. Fue una niña a la que llamaron
Kerria Lorein, el primer nombre de su hija hacía rememorar a Bertie la imagen de
las hermosas flores que crecían en el jardín del palacio de Némesis y el último
era un claro recordatorio de la anterior encarnación de ella misma. ¡Estaban
seguros de que la niña sería tan bonita y encantadora como lo fue su homónima,
la princesa del antiguo reino terrestre! y, además, cumplía el deseo de ambos
de formar una parejita. El hijo que tuvo Karaberasu, paralelamente a ellos, se
llamaba Mazoui y era casi dos años mayor que Leval y más tarde, tras casarse
Kalie con un médico de nombre Mathew, tuvo una hija a la que llamó Katherine. Este
último suceso fue seguido por Minako con muchísimo interés. La antigua sailor,
ahora famosa artista, hizo lo posible por ayudar, aunque fuera desde la
distancia, a su amiga. Pese al duro castigo
que tuvo que afrontar nunca quiso abandonarla del todo a su suerte. Y de hecho
llegó finalmente a verla y entre lágrimas aceptó encantada la propuesta de
amadrinar a ambos niños. Por su parte los Rodney habían tenido más hijos
también. Otro chico, Lance, y por fin una niña a la que Cooan, cumpliendo la
promesa que hiciera a su madre de pequeña, puso por nombre Idina. Ni que decir tiene que su amiga Rei no faltó
a ninguno de sus nacimientos, siendo la madrina de todos ellos y eso que su
tarea como sacerdotisa de Hikawa y sus estudios universitarios de filosofía
eran bastante absorbentes. También la misma Chibiusa quiso venir del futuro,
eso sí, algo mayor ya y con sus escoltas las sailor Asteroides, para acompañar
a Cooan a la que le unía una gran amistad. Prometiéndoles a ella y a Tom que
iría a visitarles alguna vez, siempre que sus obligaciones se lo permitieran,
para ver crecer a los niños. Así pues, una generación completa se dispondría
poco a poco, de forma paulatina, a tomar el relevo. Los caminos de las diferentes
parejas se separaron casi totalmente durante algún tiempo. Sus vidas tomaron
rumbos diferentes e inmersos en sus propias familias, entornos y trabajos no pudieron
apenas verse de momento. En el caso de los Malden pasaron algunos años, la
tranquilidad fue la nota predominante y Roy había ganado algunos títulos de
liga con su equipo e incluso una medalla en las olimpiadas. Durante el tiempo
transcurrido ambos padres habían cuidado de forma muy solícita a su prole. Era
memorable ver los agobios del papá cuando Beruche salía y le dejaba al cuidado
del crío. Si éste lloraba, Roy corría a cambiarle los pañales o a darle el
biberón dependiendo de los casos. Muchas veces lo intentaba preparar mientras
mecía el niño. Por fin y cuando Leval se dormía, su progenitor tenía que admitir
que terminaba mucho más agotado por cuidar a su hijo que por entrenar en el
Rincón del Alma y el Tiempo. Con Kerria pasó algo similar, pero ellos ya tenían
más experiencia y se manejaron con mucha más soltura. Transcurridos estos años,
y cuando el niño cumplió los cinco, llegó el día de llevarle a preescolar.
Kerria, por su parte, iría a la guardería. Roy no entrenó a Leval aun, pues
tanto él como su mujer juzgaban que todavía era demasiado pequeño. Su padre
decidió esperar algunos años todavía, convencido por Bertie. Ella quería que el
niño y la niña disfrutasen de una infancia normal, sin ningún tipo de
preocupaciones salvo las normales a sus respectivas edades, y de ser posible,
que nunca tuvieran que aprender a pelear tal y como su padre y el resto lo
hicieron. Aunque él no coincidía del todo con ese punto de vista admitió que se
podría esperar algún tiempo aún. De todas maneras, la educación y la felicidad
de sus hijos eran ante todo lo principal para Beruche y en eso su esposo estaba
completamente de acuerdo. De tal modo que incluso durante las muy contadas
visitas que su hermano el rey de los saiyajin, acompañado de su esposa, la
reina Meioh, hicieron a la tierra con sus guardianes, Roy le pidió que no
mostrase sus poderes a los niños. El propio padre de las criaturas no lo hizo,
aunque para los pequeños ya fuera un gran héroe sólo por salir en la tele y
meter canastas.
-Bertie tiene razón. Si han de destacar que sea como
personas normales en un mundo familiar y seguro. -Se decía él. -
En
Portland, Tom y Cooan adoptaron una resolución similar criando a sus hijos en
el tranquilo y cerrado ambiente de la naturaleza que rodeaba su lugar de residencia.
Ya que, cuando nació Idina, se mudaron a una apacible ciudad de pequeño tamaño
con una atractiva zona residencial, situada a unos cuantos kilómetros de la
anterior, sita todavía en un lugar más abierto y lleno de bellezas naturales. Con
una casa aún mayor. Fue un cambio magnífico para ellos puesto que los dos
adoraban la vida en contacto con la naturaleza y sus respectivos centros de
trabajo seguían estando a un paso. En realidad, a ninguna de las parejas les
iba nada mal. Merced a sus grandes esfuerzos y sus respectivos méritos,
(reconocidos por los distintos gobiernos de sus países siempre a nivel
extraoficial, de modo que nunca tuvieron problemas de salir en la prensa por
causas que no fueran estrictamente profesionales). Así sus hijos podían disfrutar
de una vida más que cómoda y casi parecía existir un pacto no declarado entre
las distintas familias. Los niños debían quedar al margen de las cuestiones
relativas a sus antiguas vidas. Por lo menos hasta que fueran lo
suficientemente adultos como para llegar a comprenderlo. Así lo pensaban
también Nephrite y Amanda, que se habían casado los últimos y que tuvieron otro
retoño, dado que a Paul le siguió una niña a la que pusieron por nombre
Samantha. Incluso Ail y Ann, habían juzgado conveniente no regresar a la Tierra
con sus vástagos hasta que estos fueran lo suficientemente mayores para no
descubrir su condición de extraterrestres. Pues hay que decir que sus hijos
Giaal y Naya, crecían de forma admirable, siendo incluso más gráciles y
armoniosos que sus padres.
-Es una lástima no poder ir a ver a nuestros amigos
más a menudo. - Suspiraba Annie. -
-Bueno, sabes que, alguna que otra vez podremos
hacer una escapada a la Tierra. Nimock y los demás cuidarán de nuestros hijos.
- Le respondió Ail. -
-Podríamos llevarlos con nosotros. - Le propuso su esposa.
-
-Quizás cuando sean algo mayores. Todavía no controlan
bien sus poderes y podrían transformarse en nuestra forma original en medio de
cualquier calle concurrida de asustarse por algo. - Le respondió Ail. -
-Tienes razón. Nunca les hemos dicho que adoptar nuestra
apariencia real fuera malo. ¡Cómo iba a serlo entre los nuestros! - Suspiró su mujer.
- Bueno, con un poco de paciencia lo
controlarán en unos años y podremos explicárselo como adultos. Entonces no les
vendría mal conocer la Tierra…
Y
su esposo asintió. Algún día sus vástagos podrían ir a ese bello planeta. Pero
si algo llenaba de orgullo y satisfacción a todos en la Tierra era que sus
pequeños eran precisamente eso, terrestres, nacidos en ese mundo y con todo un
prometedor futuro por delante que parecía despejado de problemas y
tribulaciones. Las pocas veces que se vieron y los escasos encuentros entre los
niños les dieron la ocasión de presumir de los suyos y admirar a los de los
demás. Y casi sin darse cuenta, llegaron a la determinación de no verse
demasiado para que, cada chico y chica se forjase su propio mundo de amigos y
creciera en su propio ambiente, sin verse influido más de lo necesario por los
hijos de los otros. Es curioso constatar
que, Amatista, sin ir más lejos, tuviera mucha más relación con la hija de Ian
Masters, puesto que era ahijada del millonario, que con sus mismos primos Coraíon
y Granate. Y es que tras el recelo y la antipatía inicial, el magnate demostró
no ser mala persona y su relación con Diamante fue evolucionando hasta tener
una buena amistad. Ayudaba desde luego el hecho de que el príncipe de Némesis
hubiese aceptado finalmente trabajar para las empresas de Masters. Tanto
Diamante como Esmeralda también fueron un apoyo muy grande para aquel hombre
que parecía todopoderoso, pero al que la desgracia golpeó de una cruel manera
apenas un par de años después de casarse. Y ambos además fueron a su vez los
padrinos de la única hija del magnate. En el caso de los hijos de Roy, y
Beruche y los de Tom y Cooan curiosamente, al estar separados por todo el
continente, dado que vivían en costas opuestas, eran casi ajenos entre sí. Se
vieron algunas veces durante la infancia y sobre todo Idina y Kerria
disfrutaban mucho jugando juntas a princesas, haciendo en cierta ocasión además
otra amiguita de su edad y de muy alta cuna. En cuanto a los Rodney, viajaron a
Japón con relativa frecuencia a visitar a su hermana Petz, Zafiro y sus
sobrinos. Y también, por supuesto, a Rei y las demás guerreras. De todos los
hijos de la pareja la que más gustaba de ir allí, e incluso de aprender
japonés, fue la pequeña Idina. Su madrina la instruía siendo todavía muy pequeñita,
incluso en cómo llevar bien un kimono y hasta en alguna que otra ceremonia del
templo y rituales contra los malos espíritus. La sacerdotisa la quería como si
de su propia hija se tratase. Llegó a ver en las llamas sagradas que aquella
niña tendría un gran destino por cumplir, aunque no se le reveló cual. También
Chibiusa, siendo ya una joven bastante hermosa, las veces que venía de visita
desde el futuro, estaba encantada con la niña. Y no digamos el cuarteto de las
sailor asteroides que siempre la divertían con trucos de magia y malabarismos.
En cuanto a los chicos, Alan, el mayor, era más del estilo de su padre, abierto
y simpático, le encantaban las artes marciales y Lance, el segundo hijo, era
más reservado y misterioso, amén de muy aficionado a la lectura. De él era de
quién menos pudo ver Rei cuando consultaba el fuego del templo.
- ¡Qué extraño! – Pensaba la sacerdotisa. - Es como
si este niño no tuviera un único destino…como si le fuera cambiando, igual que
se gira una ruleta. No veo en dónde se parará… Será mejor que no les diga nada
a Cooan y a Tom de esto…quizás dentro de unos años las visiones se puedan aclarar.
Por lo que respectaba a Nephrite y Amanda ellos se
distanciaron más del resto, inmersos en la sociedad británica y en sus negocios
de antigüedades. Aunque complicados también en sus actividades como miembros de
los servicios secretos que colaboraban con el gobierno de su Majestad, y, sobre
todo, con otra organización que estaba a un nivel incluso superior. Respecto a
sus dos hijos eran buenos estudiantes y muy correctos. Aunque bastante al
estilo británico en cuanto a la flema y el saber estar. Sus padres no tenían
problemas en dejarles a su aire cuando fueron llegando a una edad adolescente
dado que les educaron desde siempre para ser capaces de desenvolverse de manera
muy independiente. Eso sí, frecuentando colegios privados de gran prestigio en Inglaterra
y el mundo entero. Por su parte tanto el
príncipe de los Cuatro Cielos como su esposa siempre que podían visitaban a
Diamante y Esmeralda que eran los que más cerca estaban de todos sus amigos. En
ciertas ocasiones incluso viviendo alguna que otra aventura. Como cuando murió
la señora Deveraux.
-Vaya. - Se decía Esmeralda tras el funeral. -
¡Pobre madame Deveraux! Apenas pude despedirme de ella en el hospital…
-Vivió una larga y provechosa vida, cariño. - Trató
de consolarla Diamante. -
-Y levantó su casa de modas y la agencia de modelos
con mucho trabajo. Lo que jamás imaginé fue que me la dejara a mí. - Suspiró su
mujer que parecía agobiarse de únicamente pensarlo. -
-Se la dejó a la mejor sucesora que tenía. - Repuso Diamante.
-
-Pero tú sabes lo que eso significa. - Pudo decir Esmeralda.
- Ya tengo poco tiempo para ver a nuestra hija. Ahora dispondré incluso de
menos.
-Lo sabrás aprovechar. - Le aseguró su marido. -
-Ahora debo examinar los papeles y documentos que me
dejó. Algunos datan de la mismísima Segunda Guerra Mundial. - Le desveló ella.
- Y tiene muchas antigüedades…
-Por eso no te inquietes, cuando Nephrite y Amanda
vengan a vernos seguro que él te aconsejará. - La animó su esposo con despreocupación.
-
Y así fue, Esmeralda no podía ni sospechar a dónde le
llevaría el indagar sobre el pasado de su mentora. Sobre todo, cuando tuvo por
compañeras de aventuras a las sailors Urano y Neptuno. Finalmente, los que
vivían en otros planetas sí que perdieron el contacto de forma casi definitiva.
Para Ail y Ann sus ocupaciones en su nuevo mundo eran tales que no les dejaban
mucho tiempo para ir a la Tierra. Y sus hijos crecían totalmente adaptados a su
planeta de nacimiento. En el caso de Giaal el chico tenía más ganas de explorar
otras regiones del universo y es lo que hizo en cuanto tuvo una edad suficiente
como para ser independiente. Naya en cambio permaneció más tiempo junto a sus
padres. La niña siempre los oía hablar de aquel bello planeta azul y dedicaba
unas curiosas miradas de sus ojos aguamarinas a las fotografías e imágenes que
le mostraban de tal bonito lugar.
-Un día me gustaría poder visitar la Tierra. -
Declaró-
-Lo harás cariño. - Le prometió su madre.- Cuando estés
preparada…
Y en el caso
de Lornd y Setsuna, que también tuvieron tres vástagos, se dedicaron más en
cuerpo y alma a educarles como futuros herederos. No obstante Plutón siempre le
comentó a su esposo que estaría bien que sus hijos pudieran ir a la Tierra a
modo de viaje educativo. Si bien una serie de problemas graves evitaron que los
muchachos varones pudieran ir, al menos siendo tan jóvenes, la hija y hermana
mediana, de nombre Seren, muy parecida a su madre, sí que viajó años después a
la Tierra. Lo mismo que los hijos de otros saiyajin importantes. Algunos
incluso fueron educados también en usos y costumbres humanas, a fin de
establecer lazos de amistad y cooperación con ese planeta y con la Luna que le
orbitaba. Pero sea como fuere y a pesar de los múltiples avatares que cada
familia tuvo en los años siguientes todos y cada uno de ellos mantenían siempre
en su corazón y su pensamiento al resto de amigos. En las contadas ocasiones de
que dispusieron estaban encantados de verse y recordar los viejos tiempos. Si
bien sus vástagos en muchos casos eran extraños entre sí esto no preocupaba a
sus progenitores cuyos lazos de amistad y camaradería eran lo suficientemente
sólidos como para no romperse pese al tiempo y la distancia. La pregunta clave
era, ¿podrían verse algún día obligados a revivirlos en una nueva batalla? Pero
además de todas estas familias, había otra niña que, siendo algo mayor que esa
segunda generación, crecía en un ambiente bien distinto. La pequeña vivía con
su madre y su tía. O al menos, eso pensaba. Apenas con seis años comenzó a ser
consciente de lo difícil que el mundo era para ellas. Su mamá se llamaba Paige,
y siempre traía hombres a casa. Cuando eso pasaba, su madre le decía que se metiera
en su cuarto y no saliera. Ella obedecía, pero escuchaba voces y ruidos en la
habitación de su mamá. Al rato, ella venía con una bata puesta y ya estando
sola.
- ¿Tienes hambre, tesoro? - le preguntaba con dulzura.
-
-Un poquito. - Respondía ella. -
-Ahora te haré algo de cenar. - Respondía su solícita
madre. -
Y
así lo hacía, luego ella se iba a dormir. Por las mañanas, cuando se levantaba,
estaba allí su tía April. Era igual que su madre, pero su pelo era de color
castaño, en lugar de moreno.
-Hola tita April. - Respondía ella. -
-Hola Marla, tesoro. - Sonreía dulcemente la interpelada.
-
- ¿Mamá se ha ido a trabajar? - Quería saber la niña.
-
-Sí, pero volverá enseguida. Mientras tanto yo me
quedaré contigo. - Le contestaba ésta. - ¿Quieres desayunar tortitas?
- ¡Sí! - exclamó ella muy contenta, elevando sus bracitos.
-
Su
tía April sonrió, siempre era muy amable con ella. Y venía a verla muy a menudo
cuando su mamá no estaba. Le daba el desayuno y hasta la llevaba al colegio.
Luego se despedía y no aparecía hasta algunos días después. Sin embargo,
también había otra persona que iba por su casa. Era ese señor malo, que gritaba
a su madre. Una vez, estaba dibujando en un papel, tumbada, cuando ese tipo
llegó. No le dijo nada, dejó una chaqueta que llevaba en una silla y se fue a
buscar a su madre. Ésta, al verle entrar le pidió que se fuera a su cuarto.
-Delante de la niña, no por favor. - Susurró con
gesto suplicante.-
Aquel
tipo guardó silencio. Paige tomó de la
mano a su hija y le llevó a su cuarto. Forzando una sonrisa le dijo.
-Quédate aquí a
dibujar. Mamá tiene que hablar con este señor. No tardaremos mucho.
Y la pequeña asintió despacito.
Estaba haciendo dibujos de ella y de su madre, agarradas de la mano en un
parque. Ésta alabó aquella “obra de arte” y cerró la puerta al salir. Pero
Marla se acercó para poder escuchar. Y oyó las voces que venían desde fuera.
-Ya iba siendo hora, Paige. - Le espetó ese individuo.
-
-Lo siento, he tenido gastos últimamente. - Afirmó
la interpelada en tono de disculpa. -
-Todos tenemos gastos, y este piso es mío. - Le
recordó aquel hombre. - Podría estar alquilando a otra aquí, sin tanto gasto y
sin niña de la que ocuparse. - Añadió mirando de reojo a la habitación de la
cría. -
A
Marla no le gustaba nada ese señor. Y su tía April, además, le decía que los
hombres eran malos. Que solamente querían aprovecharse de las chicas. Y era
verdad. Solamente tenía que ver a ese señor malo. Reggie se llamaba. Abrió un
poquito para poder mirar. Vio a ese individuo metiendo algo en su chaqueta y dejándola
otra vez en una silla.
-Te lo repito. - Exclamaba Paige. - No tengo tanto
dinero. Y ya te has llevado todo lo que gané este mes pasado.
-Y aun me debes más, ¡zorra! - Espetó él. -
La
cría miró entonces la chaqueta de ese tipo. Ahora que él y su mamá estaban
lejos, en otra parte del salón. A gatas salió de su cuarto y se aproximó hasta
esa prenda. Ese hombre no se dio cuenta, en tanto discutía con su madre. La
cría miró en la prenda. Dentro tenía una cartera llena de dinero. Marla la
sacó, le iba a quitar eso y devolvérselo a su mamá.
- ¿Qué demonios te crees que estás haciendo, maldita
mocosa ladrona? - Gritó Reggie cuando se percató de eso. -
Paige
se quedó perpleja observando la escena asustada. ¡No se había dado cuenta de
que la niña había salido de su habitación! Y antes de que pudiera reaccionar
ese canalla apartó a su hija de un manotazo, derribándola en el suelo. Marla lloraba
entre atónita y asustada.
- ¡No toques a mi hija! - Estalló ella lanzándose contra
ese cerdo. -
Le
golpeó, pero aquel tipo era mucho más fuerte. Una vez repuesto de la sorpresa,
él le devolvió los golpes en forma de puñetazos que la derribaron.
- ¡Mami! - Chilló la pequeña, impotente para hacer
nada.-
Y Reggie
prosiguió con esa paliza, estaba fuera de sí, Paige se cubría en el suelo para
evitar que las patadas que ese tipo le propinaba la hiriesen más todavía. Al
fin, el castigo terminó y ese tipo se volvió a la niña. La agarró sin
contemplaciones de la pechera de su pijama y la levantó como si de un trapo se
tratase para sisear entre sádica y maliciosamente.
- ¿Has visto lo que le pasa a las niñas malas? Como
vuelvas a intentar robarme te haré lo mismo que a tu madre…
Entonces Marla miró de reojo a donde
su mamá había estado. Pero no la vio. Sorprendida abrió la boca. Y Reggie se
sonrió para recalcar.
-Vosotras
tenéis que obedecerme u os echaré a la calle. ¿Me has entendido? Díselo a tu mamaíta
cuando se despierte.
Marla no pudo articular palabra. Más
rápido de lo que pudo ver alguien sujetó a ese hombre y le pasó un cuchillo por
la garganta. La cara de la niña se llenó de sangre salpicada en tanto ella y su
atacante caían al suelo. La cría rompió a llorar.
- ¡Mami! -
chillaba histérica. -
-Ya pasó todo
tesoro, ya pasó. - Le habló la voz de esta, aunque con una mezcla extraña de
dulzura y regocijo. - Ese cabrón jamás nos hará daño otra vez.
Y entre lágrimas Marla vio a su
madre. O eso creyó, su pelo era ahora castaño. ¡Era la tía April! Aunque estaba
llena de golpes y moratones y sangraba por el labio. Y entonces su tía, apartándole
de aquel hombre que estaba tendido en el suelo y sin moverse en medio de un
charco de su propia sangre, le susurró.
-Esto es lo
que merecen los hombres. No lo olvides. Si alguno te toca lo pagará. Tu mamá
era demasiado débil, no comprendió eso y ahora se ha ido. Se ha ido para
siempre.
Aquello hizo que la niña volviera a
romper a llorar, pero su interlocutora la abrazó musitándole con cariñoso tinte
de voz.
-Pero yo jamás
me iré. Voy a cuidar de ti, mi amor. Ahora tenemos que marcharnos.
Y dejándola en el suelo April hizo
una maleta. Luego se lavó ella y a la cría. Tomó por supuesto todo el dinero de
ese hombre que no se volvió a mover.
-Hora de
empezar una nueva aventura, cariño. - Le sonrió animosamente April a la niña. -
Nos iremos lejos, muy lejos, donde nadie nos pueda hacer sufrir.
Y
tras un momento de duda y sin moverse del sitio, al fin, dándole la mano a su tía,
Marla la siguió fuera de la casa con rumbo a lo desconocido. Aunque esa fuga no
duró mucho. A los pocos días, unos policías vinieron llevándose a April. Pese a
resistirse con gritos desgarrados, suplicando porque no la apartasen de su
sobrina. La pequeña tuvo que ver como dos señores muy fuertes sujetaban a su
tía y la metían en la parte trasera de un coche. Mientras, una señora algo
mayor, con gesto sonriente, le dijo.
-Bueno, ¿eres
Marla, ¿verdad?
Ella asintió despacio. Esa señora
añadió.
-No tengas
miedo. Te vamos a llevar a un sitio en el que vas a estar muy bien…
Y la cría fue subida a otro coche
que arrancó presto para llevarla a una nueva vida…
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