sábado, 5 de marzo de 2011

GWB 16. 61. Dias de escuela, los niños crecen

Cuando el pequeño Leval cumplió los seis años, sus padres le apuntaron a un centro de primera enseñanza. En realidad, el crío había ido antes a guarderías. Beruche se había empeñado previamente en ello para que tuviera contacto con otros niños lo antes posible. No quería que fuera especial en el sentido de estar aislado. Aunque le asustaba que evidenciara capacidades muy por encima de lo normal en un crío de su edad. Ella y su esposo tuvieron esa conversación.

-Conocer alguna forma de defenderse no le irá mal. - Afirmaba Roy. -
-Nada de eso. - Se negaba categóricamente su esposa, quien alegaba no sin preocupación. - Tú siempre dices que el entrenamiento aumenta muchísimo el poder de los guerreros del espacio. ¿Y si eso le sucede a Leval y accidentalmente hace daño a otros niños con esa fuerza?
-Leval es un niño como cualquier otro ahora. - Repuso su contertulio. -
-Pero tú mismo me contaste que tu maestro Son Goku te lo explicó. - Opuso Beruche, afirmando muy inquieta. - Tus antepasados enviaban bebés a conquistar otros planetas.
-Mujer, eso era en otra época y dimensión diferente. Ahora no tenemos tanta fuerza. - Le aclaraba Roy, añadiendo con tono tranquilizador. - Y por seguridad Landar se ocupó de minimizársela, al menos hasta que nuestro hijo cumpla una edad en la que sea capaz de controlarse.

            Y es que al final él le había confesado a su esposa hacía años ese famoso incidente de la cola peluda con la que el niño nació. Bertie al principio se quedó perpleja. Luego contrariada, pero enseguida comprendió y aceptó aquello. Era la primera que no deseaba que señalasen a su hijo.

-Al menos eso no le pasó a Kerria. - Suspiró su apurada madre. –
-No a nuestra hija no le hizo falta, nació sin ella. Pero en el caso de Leval, además de arrancarle esa cola, Landar emitió un conjuro protector sobre Leval. - Le explicó entonces Roy. – Es algo similar a lo que yo tenía cuando Armagedón estaba en mi interior. Esa protección sellará bastante sus poderes, aunque seguirá destacando pese a todo.
-Han de ser la educación y los valores que le demos, los que le hagan ser capaz de controlarse. - Sentenció su esposa. -

Por todo eso Bertie no permitió que Roy le enseñase a pelear al estilo saiyajin, ni siquiera con las técnicas más sencillas. Eso sí, le concedió el poder enseñarle a jugar al baloncesto y apuntarle a un gimnasio de karate que Tom les recomendó para que adquiriese disciplina en el uso de esa fuerza que, algún día, tal y como le anticipase su esposo, terminaría por resurgir acorde a su naturaleza de guerrero.

-Habrá que ver qué pasa con nuestra hija. - Le decía ella a su marido. -
-Kerria no parecer haber heredado los genes saiyajin dominantes. - Comentó Roy, afirmando con humor. - Me alegra ver que ha salido más a ti en eso. Será una señorita muy guapa e inteligente.

Y por su parte, Tom y Cooan se afanaban por educar bien a sus propios hijos.  En opinión de la pareja, las artes marciales, la danza o la música eran cosas muy importantes para formarles desde bien niños. Tom se ocupó de inmediato en comenzar a instruir a sus hijos y era muy gracioso ver a la pequeña Idina vestida con su kimono y su mini cinturón blanco, derribando a su padre (estaba claro que éste ayudaba algo por su parte), tras una llave de yudo. La pequeña brincaba de alegría elevando ambos bracitos y sus padres no podían evitar una enternecida sonrisa.

-Espera cariño. - Le pidió Cooan a la cría.- Quietecita ahora…

            Y con su teléfono móvil inmortalizó el momento tomando una foto, Tom lucía cómico poniendo cara de haber sido golpeado casi por un saiyajin en tanto su hija se subía sobre él como si estuviera dominándole con una llave. Tras las fotos, el devoto papá la agarraba haciéndola algunas cosquillas que desataban las carcajadas de la pequeña. Después Idina se levantaba yendo a abrazarse con su madre.

- ¡Le he ganado a papi! - Exclamaba llena de alegría. -
-Eres la única que ha podido hacerlo. - Concedía él. -
-Sí, mi amor. Eres una chica muy valiente. - Se reía la madre, añadiendo, eso sí con cariñosa firmeza. - Ahora toca ir a casa a darte un baño y luego a cenar.

            Y se la llevaba de la mano una vez que Tom repartía algunos besos entre ambas. Entre tanto, los hermanos competían también con ánimo para ver quien era el mejor y a ninguno se le daba mal. No obstante Alan ganaba siempre dado que era mayor y más entusiasta a la hora de practicar las artes marciales. El pobre Lance solía terminar llorando un poco.

-No quería hacerte daño. - Se disculpaba su hermano mayor. -
-Bueno, debéis tener cuidado-. Les advertía Tom. - Todavía no domináis bien las técnicas.
- ¡Alan es un bruto! – Protestaba el damnificado doliéndose de un brazo. -

            Su padre se lo miró y sí, la llave que le había hecho su hermano había dejado dolorida la extremidad. Aunque él mismo alivió eso con un vendaje y un poco de hielo. Enseguida hizo sentarse a ambos chicos en el tatami y haciendo lo propio frente a ellos les comentó con templanza y paciencia en su tono.

-Veréis hijos, las artes marciales no se practican para hacer daño a otros, sino para ganar autocontrol. Es una manera de dominarnos mejor.
-No lo entiendo. - Comentó Alan que argumentó sorprendido.- Si tienes que dar puñetazos, patadas y tirar al otro al suelo todo el tiempo. Yo le hecho daño a Lance sin querer. Si nos tenemos que dominar entonces lo normal sería no dar golpes o agarrar a otros.

            Tom sonrió y mirando a sus dos hijos respondió con tono afable

-En eso tienes razón, a primera vista podría parecer que es así. Pero en realidad, aunque sea extraño, no combates contra el adversario que tienes en frente sino contra ti mismo. Digamos que es una especie de prueba de habilidad. Has de ser más rápido y diestro que el otro. Y le necesitas para poder practicar o mejorar.
-Pero también vale para atacar y defenderse. - Comentó entonces Lance a quién se le iba pasando el dolor. -  Y eso hace daño.- Remarcó.-
-Sí, pero eso es secundario. Hay personas que solamente ven las artes marciales como algo que les pueda dar poder o ventaja sobre los demás. Eso es un error, hijos. Las artes marciales te dan poder y control sobre ti mismo. Recordadlo siempre.

            Los pequeños asintieron, aunque sin comprender todavía aquello del todo. Lo mismo podría aplicársele a Idina que, a su corta edad, solo veía esas prácticas como momentos divertidos para jugar con su papá. De todos modos, la más pequeña, pese a ser tan habilidosa como sus hermanos en el judo y el kárate, enseguida prefirió la música y el ballet como actividades, en eso sin duda salía a su madre.

-Es una suerte que Sarah fuera profesora de piano. - Pensaba Cooan. - Está enseñando a Idina a tocar y a la niña le gusta mucho.

            De hecho, con la colaboración ocasional de su suegra, cuando iban a visitarla a ella y a Will, Cooan se encargó ella misma de la educación de todos sus hijos hasta que tuvieron la edad para pasar a primaria, después prefirió que tuvieran otros maestros como el resto de los críos de su edad. A fin de reforzar la normalidad de su familia.

-Al menos no tengo que preocuparme como Bertie de que mis hijos se pongan a brillar con tonos dorados. - Se decía con una mezcla de alivio y humor.-

Y volviendo precisamente al este, en la casa de los Malden reinaba la ilusión de ese primer día de clase. Leval estaba listo para ello, era un muchachito muy despierto que se tomaba interés en la mayor parte de las cosas que le rodeaban y era juguetón y dinámico, como la mayor parte de los niños de su edad. No obstante, tenía una gran imaginación y mucha capacidad para soñar que enfocaba hacia las estrellas. Siendo debido quizás a las historias de otros planetas y personas que vivían en ellos que en ocasiones le contaba su padre, o también por causa de los cuentos de hadas y princesas de países lejanos y mundos maravillosos con los que le  acostaba siempre su madre. El hecho es que las aventuras en naves espaciales comenzaban a copar el ánimo del niño más aún que las hazañas deportivas de su papá. Y eso que para su primer día en “el cole de los mayores” como decía orgullosamente él, se equipaba con un babi y una mochilita de baloncesto que su padre le había comprado. Antes de que su madre llevase al colegio al crío, Roy se arrodilló para estar a su altura y extendió la mano.

-A ver esa fuerza, campeón, ¡pega aquí fuerte! - Le pidió divertido. -
- ¿No crees que ya dará bastantes mamporros en clase de karate? - Le preguntó Beruche moviendo la cabeza con desaprobación añadiendo con un suspiro, en tanto recordaba esas pasadas conversaciones con su esposo. - Deja ya de animarle a ser violento.
-Yo no le animo a ser violento - protestó el interpelado justificándose de inmediato. - Es todo lo contrario, debe aprender a defenderse. Tampoco vamos a pasarnos en el otro sentido y que sea un blanco fácil para todo crío con ánimos de darle una zurra.

             Y sin esperar la réplica de su mujer, que tampoco supo que oponer a eso, miró a su hijo y le hizo una carantoña en el moflete.

- ¡Vamos súper guerrero Levalillo! , pega con todas tus fuerzas.- Le animó con una gran sonrisa y tono deliberadamente pomposo. -

            Con un gracioso gesto de concentración que hizo sonreír a su progenitor e incluso a la propia Beruche, a pesar de sus objeciones. Leval se dispuso a golpear.

- ¡Golpe atómico al ataque! - Gritó con su vocecilla, dando un puñetazo en la palma de la mano de su padre que se movió hacia atrás con cierta exageración. -
- ¡Muy bien, hijo! - Le felicitó Roy sintiéndose bastante orgulloso y asegurando con gran optimismo. - Serás un gran campeón, ¡ja, ja!...
-Venga Leval - Terció su madre. - Tenemos que ir al colegio, despídete de papá y de tu hermanita - miró a Roy y después a su hija que dormía en su camita para indicarle a su esposo. - Kerria debe de estar a punto de despertarse, dale la papilla de galletas. Le toca desayunar fibra hoy. Y no le enseñes a tu hija ningún golpe demoledor. Quiero que el día de mañana sea toda una señorita y no un guerrero de esos. - Sonrió divertida. -
-Descuida cariño, de eso ya te encargarás tú. Al menos la enseñarás a fabricar cubitos de hielo. - Bromeó éste, dedicando una tierna mirada a la cría que aun dormitaba apaciblemente bajo una mantita. - ¡Qué bien le vendrá en las fiestas!
-Para eso están las neveras, tonto, - repuso Bertie divertida a la par que se agachaba besando la frente de Kerria y sujetaba la mano derecha a Leval. - Hasta luego, Roy.
-Adiós papi. Hasta luego Ky. - Se despidió el crío abrazando a su padre y observando afectuosamente a su hermanita que seguía dormida. -

            Tom y Cooan tenían más o menos la misma situación con sus hijos. Alan, quien era tan sólo unos pocos meses, menor que su primo Leval, era un niño alegre, dinámico y muy listo.  Lance, un año mayor que su prima Kerria, tenía la misma capacidad o incluso pudiera ser que mayor inteligencia que su hermano, aunque era algo menos sociable y más reflexivo que éste, y la pequeña de la casa era todo un encanto, graciosa y muy buena. En el caso de los demás, sus esfuerzos por educar bien a sus hijos no desmerecían de sus amigos. Zafiro y Petz pasaron unos primeros años intensos. Al duro trabajo por mantener la tienda y hacerla prosperar a escala nacional, unieron un viaje de novios de lo más entretenido viajando a América del Sur. Posteriormente tuvieron dos hijos bastante diferentes entre sí, Coraíon el mayor, era el más disciplinado y aplicado. No es que destacase en exceso, pero en conjunto ofrecía un talante más reposado y tranquilo. El clásico niño obediente y que no hacía nada fuera de las normas. Su hermano pequeño, Granate, no le iba a la zaga en capacidad, pero en carácter era absolutamente lo contrario, todo un trasto y bastante más vago. No perdía ocasión de hacer travesuras para enfado de su madre y resignación de su padre. Aunque los dos pequeños adoraban a las sailors que, en frecuentes ocasiones, visitaban a sus padres. En especial, lo pasaban muy bien con Minako que siempre les cantaba alguna canción suya de sus grandes éxitos de ídolo. Y las tartas de su madrina Makoto eran una buena arma disuasoria para las pillerías de Granate, (que no deseaba ser castigado a dejar de comérselas) Ami les explicaba muchas cosas dejándoles atónitos de por todo lo que sabía y del mismo modo la sacerdotisa Rei impresionaba a los dos advirtiéndoles que los espíritus siempre estaban dispuestos a apropiarse de los niños malos. Coraíon lloraba a veces, aunque Granate siempre le pedía ver a uno de esos fantasmas, para asombro e incluso regocijo de las chicas. Lo cierto es que ese crío sería un diablillo, pero era muy valiente. Pese a ese modo de ser, o quizás precisamente a causa de él, se hacía querer. Dado que sus travesuras no estaban revestidas de maldad. Y es que, quizás las hacía para darse un respiro puesto que, viviendo en Japón, Petz y Zafiro tenían a sus hijos en el duro sistema escolar de dicho país, ayudándoles además con la inscripción en prestigiosas academias. La propia Ami les recomendó algunas de las mejores en las que ella misma había estado. Y hay que decir, que, lo mismo que en otros casos, Petz continuó actuando ocasionalmente como Dama del Rayo, y fue ayudada por su marido. Las sailors, por su parte, y pese a tener que enfrentarse a algunas otras amenazas, no quisieron nunca preocupar a sus amigos, ni pedirles ayuda. Bastándose solas como de costumbre para evitar cualquier peligro contra la Tierra durante esos años. De los hijos de Nephrite y Amanda, poco se puede decir, estos fueron educados entre sus padres y las sobrias instituciones de la escuela privada inglesa y sus modos de ser no daban para excesivas sorpresas. Eran educados y gentiles, enseguida tuvieron ese aire serio y reservado característico de los mejores centros ingleses, sobre todo con los extraños. De todas formas, sus padres lograron aliviar esas tendencias con algo de su humor y su abierta visión de la vida. En cuanto a Diamante y Esmeralda, lo tuvieron más difícil aún. Por sus respectivos trabajos e incluso sus intervenciones como luchadores por la Justicia, (en especial por parte de la Dama del Viento). Se veían obligados a viajar de continuo y entre eso y su conciencia de pertenecer a la clase alta, apuntaron a su hija a un prestigioso Liceo privado que cubría la enseñanza hasta la etapa preuniversitaria. Allí, y siempre que su limitado tiempo se lo permitía, Esmeralda se encargaba personalmente de ir a recogerla, ya que pese a ser un internado completo, sólo la dejaba a comer cuando tenía trabajo. La atareada modelo y diseñadora era dichosa al poder olvidar, aunque solamente fuera por corto espacio de tiempo, sus obligaciones. Pero no por ello perdía su soltura en el andar y su elegancia, cuando solía llevar a su hija de la mano dando largos paseos desde el Liceo hasta su casa. No podía disimular su orgullo de madre y, además, le gustaban esos escasos momentos en los que podía estar a solas con su hija. La pequeña Amatista se revelaba como una niña muy despierta y era muy despabilada para su corta edad. Una vez, como tantas otras, paseaba de la mano de su madre. Llevaba un globo atado a la muñeca izquierda que ésta le había comprado a la salida del Liceo, ella siempre le compraba alguna cosilla a la cría, quizás así se liberaba un poco del complejo de culpabilidad que a veces la asaltaba por no estar con ella tanto como le gustaría. Amatista encantada con su globo miraba a su mamá hacia arriba. Esmeralda era muy alta y además llevaba zapatos de apreciable tacón. Se fijó en que casi todos los hombres se giraban al verlas pasar y también en que emitían silbidos y exclamaciones dirigidas a su madre. Ella sonreía a veces y las más hacía que no las escuchaba. Pero la pequeña, con la naturalidad y el descaro propio de una niña de cinco años, le preguntó.

- Mami ¿Por qué todos los hombres te miran?

            En un primer instante, Esmeralda no llegó a asimilar bien la pregunta, ¿qué podría responder a eso?, aunque enseguida pudo replicar.

- Bueno hija, miran a mamá. - Le explicó ésta con suave y cariñoso tono, no exento de satisfacción. - Porque soy famosa y me ven por la televisión y a la gente le gusta mirar a los famosos ¿Sabes? - La niña asintió mirándola embelesada en tanto Esmeralda le preguntaba a su vez, aludiendo a uno de los dibujos favoritos de la cría. - ¿A que si tú vieses al ratón “Mickey” por la calle también le mirarías?

            La pequeña asintió de nuevo, pero dijo algo que dejó sorprendida a su madre.

- Sí, pero no haría ruidos raros por eso. Yo creo que te miran porque eres muy guapa. Seguro que ellos no tienen una mamá tan guapa como yo y les doy envidia, por eso te miran. - Dedujo con absoluta convicción, pensando alegremente en que había resuelto una cosa que ni siquiera su mamá sabía. -

            Esmeralda se rio de esa ocurrencia y abrazó tiernamente a su pequeña. Desde luego que Amatista tenía una marcada personalidad y no carecía de cierto orgullo. Al regresar a casa le contó a Diamante lo sucedido. Éste también se rio divertido por esa teoría y levantando en brazos a la cría la sentó sobre sus rodillas, queriendo saber con un tono dulce dirigido a su hija.

- Bueno Amatista, cuéntale a papá como te ha ido en el colegio hoy.
- ¡Hemos hecho un dibujo de nuestras casas! - Explicó la pequeña con expresión entusiasmada. - Le he puesto una chimenea y un sol y muchos arbolitos.
- ¡Qué bien! - Sonrió su padre, quien de inmediato quiso saber.  - ¿Y dónde está?
- Lo hemos pegado en la pared de clase. - La niña señaló a la pared de su casa donde podían verse algunos cuadros de prestigiosos artistas abstractos. - Los míos son más bonitos que esos. Papi. Los niños que han hecho esos cuadros no saben dibujar, - aseveró convencida haciendo reír a sus padres de nuevo. -
- Desde luego que no, hija. - Convino Diamante que añadió dirigiéndose a su también risueña mujer - ¿Lo ves, Esmeralda? Amatista tiene mejor gusto que los de Christie´s...
- Muchas veces lo creo yo también. - Respondió ella sin poder evitar reír con su estruendosa carcajada que dejaba atónita a la misma cría. Aunque de seguido la pequeña reía con su madre, eso sí, de forma mucho más musical y suave. – Sería mejor llevar alguno suyo a las subastas…

            Y tras este comentario, tomando a la niña en brazos, Esmeralda que había aprovechado para cambiarse en ropa más cómoda durante esa graciosa conversación, la llevó a la cocina y le dijo con ternura.

- Ahora mamá te va a dar la cena.
- Pero quiero cenar con mi cuchara de elefantes. - Reclamó Amatista aludiendo a su cubierto favorito, una cuchara que tenía grabados unos dibujos de esos animales. -
- Claro mi vida. - Concedió solícitamente Esmeralda, - ya la tengo ahí.

            Diamante decidió ir junto a su mujer y su hija para compartir aquellos escasos minutos de los que disponían para estar juntos. El príncipe nunca hubiera podido imaginar cuan maravillosa le iba a resultar la vida hogareña con su esposa y su hija. A veces se recordaba a sí mismo, de niño, junto con su hermano, los dos pegados a su madre cuando ella les contaba algunas historias de la Tierra.

-Fuimos muy felices entonces, la maldad no nos había dominado aún. - Se dijo con una mezcla de nostalgia y pesar. -

            Pero ahora, observando como Esmeralda daba de cenar a su pequeña, sonreía. Gracias al Cielo el destino fue benévolo con ambos y les regaló esa vida nueva. Y ambos se juraron que no la iban a desperdiciar con sueños de poder o entelequias vanas, sino ayudando al mundo. Y, sobre todo, amando a su hija y procurando su felicidad por encima de todo.

- ¡Ojalá, mis padres pudieran vernos ahora! - Pensó, entre agradecido y feliz. -

Cuando la niña terminó la cena la acostaron, al poco rato, sin embargo, la cría le pidió a su padre.

- ¿Me lees un cuento?
-Ya es un poco tarde, cariño. - Objetó Diamante. - Tienes que dormir, que mañana hay colegio.
-¡Por favor…papi!- Le pidió la niña con un tonillo entre triste y suplicante.-
-Vale, pero solo uno y cortito. - Aceptó el interpelado. -
-¡Sii! – Aplaudió la cría haciéndole sonreír. -


            Desde luego que el antaño orgulloso príncipe que no se arredraba ante nadie, no era capaz de negarse ahora a nada de lo que su niñita le pidiera. La adoraba. Así que allí estaban los tres. Él sentado en la postura del loto sobre la alfombra que tapizaba la habitación, con la cría sobre sus rodillas y Esmeralda arrodillada a su lado. El solícito papá abría ese libro de cuentos con dibujos y grandes letras y comenzaba.

-Había una vez una niña muy guapa y buena…
-Sí…como yo. - Dijo Amatista. -
- ¡Claro que sí! - Convino su madre con expresión amorosa.-

La pequeña era incluso capaz de leer muchas de las palabras para solaz de sus progenitores. Al fin el cuento se concluyó y hubo que ir a dormir. Por supuesto que pese a los ruegos de la niña para escuchar otro más. Sin embargo, esta vez fue Esmeralda la que la metió en la cama y la arropó, negándose a leerle otro con un tono cariñoso pero firme.

-Cielo, papá te ha contado un cuento, que era lo acordado. Ahora tú tienes que dormir, que mañana hay que levantarse tempranito para ir al cole.

            La niña asintió dándose por vencida. Y además ya se le abría la boquita. Sus padres la besaron en la frente y la dejaron descansar apagando la luz.

-Buenas noches, ma chérie. - Le deseó Diamante. -
-Que duermas bien, mi vida. - Secundó su esposa. -

Al rato volvieron y ambos se quedaron observándola dormir durante unos minutos, apoyados en el quicio de la puerta y entre la penumbra de la cenital luz del pasillo que apenas dejaba ver el semblante apacible de la niña.

-Apenas si puedo creerlo, – suspiró él sujetando a su esposa por detrás a la altura de la cintura. – Todo lo que hemos vivido ha merecido la pena cada vez que miro a Amatista. Es tan bonita e inocente. Habría cambiado Némesis entero por tenerla entonces.
- Sí - convino su interlocutora con una amplia sonrisa. – No hay nada en este mundo que me haga más feliz que estar con ella. Lástima que tengamos tan poco tiempo para pasarlo juntos los tres.
- Cuando tengamos vacaciones podremos disfrutar más de nuestra hija. – La animó Diamante. – Ya tengo ganas de que podamos hacer un viaje los tres. Para ver a algunos de nuestros amigos.
- Ian me ha dicho que estáis trabajando muy duro. El otro día hablé con él y con Satory, también es una cría muy espabilada y lista. – Le comentó su esposa – Y eso que la pobrecita tiene que criarse sin su madre.
- Es cierto – replicó su marido, ahora algo más apenado. – Ese pobre hombre quedó destrozado cuando Jenny murió. Te puedo confesar que cualquier resentimiento que pudiera guardarle después de esa especie de juego al que nos obligó a participar, desapareció entonces. En el fondo no es mala persona.

            Su esposa sonrió acariciando el rostro de su interlocutor replicando con un susurro lleno de afecto.

-Me alegra ver que al final te diste cuenta. Mi príncipe.
-Siempre he estado muy ciego para percibir lo que realmente sucedía. Pero ya no. - Sentenció él. - La familia y los amigos, eso es lo fundamental en esta vida o en cualquier otra. Gracias a todos ellos que pude comprenderlo.
-Sobre todo gracias a Roy y a tu hermano Zafiro. - Comentó su mujer. - Lástima que los veamos tan poco.
-Ahora estamos desbordados por el trabajo, mi hermano tampoco tiene apenas tiempo de estar en familia estos días. Ni su colega y compañero Souichi tampoco. En fin, supongo que todo no se puede tener. Ian por ejemplo está deseando pasar cuantos más ratos pueda, mejor, con su hija.
-Espero que dentro de poco podamos ir para que Amatista y ella se conozcan. - Declaró su esposa. - Podrían jugar juntas, aunque Satory sea mayor.
-Son muy pequeñas, seguro que congeniarían bien. - Sonrió su marido, imaginando aquello para añadir con voz queda. - Sería bonito que las dos se hicieran amigas. Nuestra hija tiene que crecer rodeada de gente que la quiera. Por experiencia sé que eso es fundamental. La capacidad de amar a otros puede llegar a redimirnos, como la Guerrera Luna y las demás nos demostraron.
- Es cierto, cariño. Por eso lo principal es que siempre que sea posible, estemos junto a ella y que nuestra hija sea feliz y nunca deba preocuparse por cosas como las que nosotros tuvimos que vivir y superar. – Deseó Esmeralda. – Ese es mi deseo para ella.

            Su interlocutor asintió, esperando también que así fuera. De todas las recompensas que había tenido desde que resucitó y ayudó a derrotar al mal ésta era la mejor de todas. El príncipe de Némesis pensaba en su mujer y en su hija y agradecía su buena fortuna. Recordaba también a sus otros amigos y compañeros, a veces les echaba de menos, era difícil verse. Quizás con su hermano y con Nephrite lo tenía más fácil, pero Ail hacía tiempo que se fue de la Tierra, y tanto Roy como Tom estaban muy ocupados. Aunque al gamberro de su amigo neoyorquino le veía bastante por televisión, en los partidos de su equipo. De todos modos, trataba de mantenerse al tanto de cómo le iban las cosas a los demás.  Incluso se pasó a visitar a su antiguo maestro en temas esotéricos, el chamán Nube Alta, con la familia. De hecho, cumpliendo la promesa que le hicieran a su mentor, tanto Diamante como Esmeralda viajaron uno de esos fines de semana que tuvieron libres con su pequeña. Allí pudieron ver de nuevo al anciano chamán indio tras invocarle. Éste sonrió ampliamente al reconocerles y fue muy amable y solícito con la pequeña, a la que incluso pintó algo en sus pequeños mofletes y como remate final le colocó un par de plumitas en la cabeza.

- ¿Vives aquí tú solo? - Le preguntó la cría a ese hombre. -

            El chamán sonrió respondiendo afablemente.

-Nunca estoy solo, pequeña. El viento me trae noticias, las águilas pasan por aquí para visitarme. Y mis antepasados me dejan estar con ellos. Y, además, algunos amigos como tus padres y tú venís a verme de vez en cuando.

            Aunque la niña miró algo confusa en todas direcciones para decirles a sus papás.

-Aquí no hay nadie.
-Cariño, será que nos han dejado sitio para viniésemos a visitar al maestro Nube Alta. - Sonrió Esmeralda. -
-Te aseguro que Nube Alta tiene muchos y buenos amigos. - Añadió su padre. -
- ¿Y yo puedo ser tu amiga también? - Preguntó la esperanzada Amatista. -
-Tú ya eres mi amiga. - Concedió el anciano, agregando con su misterioso tono habitual. - Y un día, igual que tu madre, podrás escuchar la llamada del viento.
-Ya lo oigo, cuando sopla. - Afirmó la niña como si tal cosa. -

            Eso hizo reír un poco a aquel chamán quien asintió. Luego, Diamante y su esposa descendieron un rato con su hija al pie de ese monte sagrado, en donde estaba aquel enclave de los navajos que conocían. Allí, unas amables mujeres se ofrecieron a cuidar un rato a Amatista.

-Enseguida volvemos. - Les dijo Diamante, dándoles las gracias por su ayuda. -

Y él retornó a la cumbre con Esmeralda. La cría no tuvo tiempo de echarles de menos, se lo pasó en grande jugando con otros niños de la tribu e incluso montando en un pony. No obstante, en cuanto el chamán tuvo unos momentos a solas con los padres de Amatista, charló con la pareja junto al calor de la hoguera.

-Dime, maestro. – Le pidió Diamante que notaba en la expresión del anciano una sombra de algo que creyó era preocupación. - ¿Hay alguna cosa que hayas visto sobre nuestra hija?
-No debes temer por la niña. – Le respondió éste que miraba a las llamas como si estuviera observando alguna cosa únicamente perceptible para él, cuando agregó. – Grandes poderes velan por ella. Será una persona importante.
- ¿Te refieres a que será famosa? - Quiso saber Esmeralda a quién aquello no extrañaba demasiado, a fin de cuentas, era su hija. – ¿La admirarán por su trabajo o algo así?

Pero el anciano la miró con una expresión enigmática cuando le respondió.

-Lo será en el modo en que tú crees. Sí. Mucha gente estará pendiente de ella. Pero su verdadera importancia será mucho mayor que eso para el destino de todos nosotros.
-Algo me revelaron cuando regresé del infierno, pero no puedo recordarlo. – Confesó su interlocutora con cierto desasosiego. – ¡Ojalá fuese capaz de hacerlo!
-Hay un tiempo para cada cosa, cuando debas saberlo lo sabrás. - Fue la réplica del chamán. -
-Es que verás, maestro. Queremos que sea una niña normal y feliz. - Le explicó Diamante a su mentor. – Que no tenga que sufrir ni pasar por lo que nosotros afrontamos.
-Vuestra hija será feliz. Aunque tendrá sus propias pruebas. Por más que lo deseéis no podréis evitárselas, ni protegerla de ellas. Todos debemos tenerlas tarde o temprano para definir nuestro papel en el universo. – Le dijo Nube Alta quien sin embargo añadió dirigiéndose a la pareja. – Además, ella no es una niña normal. Es vuestra hija. Lo más preciado que el Creador os ha dado. Y sé que haréis todo lo posible por educarla en la justicia y la bondad.

Ambos agradecieron las palabras del chamán, y meditaron sobre ellas. Pasaron unos días agradables y se despidieron de la tribu y de ese sabio, deseando que sus profecías fueran acertadas.

-Nube Alta vela por nosotros desde un plano superior. - Le dijo Diamante a su esposa, cuando concluyó el rito de invocación y el chamán desapareció. - Tenemos que escucharle.
-A pesar de todo, no quiero que nuestra hija sufra. - Declaró una inquieta Esmeralda. -
-Ni yo, pero una cosa es cierta. Si Amatista tiene un determinado destino que cumplir no podremos inmiscuirnos. Entre tanto, hagamos todo lo que esté en nuestras manos para que sea feliz.
-Sí, y eso pasa por educarla de la mejor forma posible. Es algo que tu madre me enseñó. - Convino Esmeralda.-

            Y de esta manera los años pasaron rápidamente entre la paz y la tranquilidad de una vida normal. Los chicos y las chicas crecían robustos, por completo ajenos a las tribulaciones pasadas de sus padres. Sin ir más lejos, Roy y Bertie gustaban de llevar a sus hijos al parque, a la playa y demás cosas propias de una familia normal. Una vez, en el colegio infantil de Kerria, había una fiesta de disfraces, ella tenía cinco años y sus padres la vistieron de princesita. Estaba monísima con su trencita de pelo castaño claro y sus grandes ojos verdes. Llevaba un trajecito de gasa blanca y un sombrerito de cucurucho blanco con tules cayendo hacia la cara, rematado con una estrellita. También llevaba una varita. Roy estaba embelesado con su niña. La levantó amorosamente en sus brazos mientras la pequeña le preguntaba con un gracioso tonillo de curiosidad en su voz.

- Papi, ¿soy un hada o una princesa?...
- Mi niña, ¡eres la princesa de las hadas! - Le aseguró Roy haciendo que Beruche sonriera cuando agregó. - Igual que tu mamá.
- Mami ¿Tú también eres un hada? - Inquirió Kerria con asombro. -
- Sí, mi niña, pero cuando era pequeñita como tú, - le respondió Bertie colocándole bien en el gorrito los velos de tul. -
- Estás muy graciosa de hada, Ky. - Comentó su hermano que ya tenía siete años, llamándola por ese afectuoso apodo que la había puesto. -
- ¡Y a ti, te vestiremos de principito!,- declaró su madre batiendo palmas, visiblemente entusiasmada con esa idea. -
- ¡Jo, mamá!, yo no quiero disfrazarme de eso. -  Repuso el niño bastante desencantado, pasando a exponer sus propios deseos. - Prefiero ir de astronauta.
- ¡Pues como no le pongamos una pecera por escafandra!- Se rio Roy. -
- No importa, voy sin escafandra. - Replicó Leval sin preocuparse, incluso agregando con patente entusiasmo. - ¡Así llevaré mi pistola láser!
- Con lo guapo que estarías con unas mallitas y un sombrerito con pluma. - Insistió Beruche con una voz entre melosa y suplicante que su hijo no podía soportar. – ¡Te estoy imaginando tan elegante!
- No me gusta, además mis amigos se iban a reír mucho de mí. - Repitió el crío moviendo su cabeza visiblemente espantado ante esa posibilidad. – ¡No, por favor!…
- Vamos Bertie, deja al chico que se vista como quiera. - Insistió Roy divertido, recurriendo con sarcasmo y humor a algún manido tópico de psicología. - No le avergüences delante de sus amigos, podrías crearle un trauma.
- Está bien- cedió ella con un suspiro, aunque enseguida le indicó. - Pero no te manches mucho. Recuerda que el traje es de color blanco, hijo.
- ¡Vale! - Exclamó un encantado Leval, que fue corriendo a buscar su pistola de rayos. -

            Una vez listos, todos acudieron a la fiesta. Los niños se divirtieron mucho y los padres también, filmándoles y sacando fotografías. Entre este tipo de acontecimientos y el mundo normal de los pequeños, estos crecieron ajenos a cualquier tipo de sucesos extraños o de luchas que sus padres habían conocido bien. Lo que era causa de alegría y alivio para sus progenitores. Leval y Kerria eran buenos chicos, él algo abstraído en sus propios pensamientos, estudioso y un gran deportista. Aunque no heredase la gran pasión de su padre por el baloncesto que veía como un deporte más. Pese a ello, sus padres estaban igualmente encantados. En especial el propio Roy, que no se rendía y siempre que podía le llevaba a la lucha libre, a verle jugar sus partidos o acudía a presenciar los de su hijo para inculcarle su afición, como su propio padre hizo con él. En cuanto a Kerria también demostraba ser una chica muy inteligente, pero quizás sus notas y sus actividades eran algo menos celebradas. Tampoco era tan espectacular en el terreno físico. Había heredado unas aficiones más sosegadas, ni era tan predispuesta al ejercicio como Leval, ni tampoco se distinguía por un gran interés por algún tema en particular. Era en todos los sentidos más normal y se integraba más homogéneamente con su ambiente infantil. Empezando por el detalle de que nació sin aquella colita peluda que su hermano sí que poseyó y que le fue arrancada por el mago. De hecho, Roy y Bertie lo hablaron al poco de nacer la niña. Una vez que él le confesó a su esposa el asunto de la cola.

-Al menos. - Suspiró Beruche que no se enfadó tanto como su esposo llegó a pensar. - En eso ha salido como cualquier niña.
-No cubito, si me refiero a la otra cola, ya sabes...- Quiso matizar su marido. -
-Claro que lo sé, ¡tonto! - Se sonrió Bertie moviendo la cabeza. - Y comprendo que cuando viste a Leval recién nacido quisieras quitarle eso. Me parece muy bien. Pero debiste habérmelo dicho entonces. - Concluyó por amonestarle. -
-Estabas agotada y muy emocionada, no quise preocuparte. - Se disculpó su marido. -

            Bertie posó una mano sobre otra de él y asintió.

-No te preocupes, hiciste lo que debías. Y según me has contado Landar bloqueó parte de la fuerza de Leval. ¿No es así?
-Sí, así es. - Admitió Roy añadiendo. - La desbloqueará cuando crezca y sea capaz de dominarla.
-Con Kerria entonces no ha hecho falta. - Comentó Una pensativa Bertie. -
-No, al menos él no se ha comunicado conmigo para decirme nada en ese aspecto. - Le comentó su esposo. -

            Y tras un silencio muy significativo, Bertie sentenció con un tinte de alivio en su voz.

-Mucho mejor así.

Y el paso de los años confirmaba aquello. A diferencia de su hermano que siempre destacaba, ya fuera por sus cualidades físicas como por su gran capacidad de estudio, inculcada por su madre, Kerria era de lo más normal. Aunque iba bien en el colegio y tenía bastante destreza para cantar desde niña. Cosa que hacía bastante las pocas veces que se juntaba con su primita Idina. Beruche era una madre cariñosa pero estricta, insistía mucho en que sus hijos estudiasen e hicieran muy bien las cosas. Aunque no en la misma medida. Desde luego que se cuidó muy bien de hacerlo así con Leval, aunque con Kerria, pese a no tener ninguna razón aparente, no fue tan tenaz.  Podría deberse a que la muchachita se entremezclaba más con sus compañeros. O que sus padres habían comprobado que no era necesario ser tan controladores, tras la experiencia con su primogénito.  Ya no eran novatos cuidando hijos y pese a que los querían por igual, no podían evitar sentirse condicionados por el recuerdo de su hijo del futuro. Se habían empeñado en que el Leval del presente fuera igual de bueno, pero sin tener que pasar por sufrimiento alguno. Pero nada habían previsto para un segundo vástago y eso les hizo aflojar un poco sus “precauciones” con Kerria, que sin embargo se desenvolvía bien y en su infancia no requirió ningún tipo de atención especial. Desde luego como niña era adorable, lo mismo que su primita Idina. Las pocas veces que ambas familias se juntaban las dos se pasaban las horas jugando a vestirse de princesas. En cierta ocasión incluso hicieron una amiguita de tierras muy lejanas. Con la intervención de Chibiusa, (entonces ya convertida en una atractiva jovencita) y sus guardianas las sailor Asteroides. Una cría de altísima alcurnia vino a pasar unos días con la familia Rodney, que acogió a su sobrina Kerria, y a esa niña, junto con su propia hija. En ese breve espacio de tiempo las tres se hicieron inseparables. En especial Idina y esa otra niña, de la que no sabían de dónde venía (bueno, esa cría les dijo ser reina de la Luna, pero lo tomaron por un simple juego) y a la que cariñosamente llamaban Nehie, hicieron muy buenas migas y la muchachita visitó a los Rodney en alguna otra ocasión más. Alentada siempre por Chibiusa y sus guardianas para que cimentase esa amistad. Por su parte, los Malden también recibieron a la hija de Endimión y Serenity y a sus sailors guardianas en alguna ocasión. Aunque siempre venían en sus identidades civiles. Los hijos de Bertie y Roy disfrutaban mucho con las asteroides cuando éstas les obsequiaban con todo tipo de exhibiciones acrobáticas, magia y demás espectáculos que dijeron haber aprendido cuando, siendo muy jovencitas, trabajaron en un circo. Asimismo, la ya entonces doctora Mizuno visitó en numerosas ocasiones a la familia y siempre estaba encantada de pasar un rato con sus ahijados. Bertie charlaba con su querida amiga y le contaba todo tipo de anécdotas familiares. En cierta ocasión, Ami llegó cuando los niños estaban delante de la televisión viendo un video musical sobre un hombre que iba a la Luna y era abandonado allí por sus compañeros al perderse en pos de una alucinación, aunque desde luego que él veía una casa y gente alrededor. Leval con sus ya diez años comentaba algo sorprendido y con visible escepticismo.

- ¡Eso no puede ser! No vive nadie en la Luna.
-Pues yo creo que sí. - Opinaba Kerria que, a sus ocho apenas cumplidos, todavía creía en alguna historia que escuchó siendo más pequeñita. - Seguro que hay gente.
-No seas tonta. - Rebatió su hermano para alegar investido de autoridad. - En la Luna no hay atmósfera. No se puede respirar. Lo he visto en un documental.
-A lo mejor viven dentro. - Argumentó su interlocutora. -
-No lo sé. No creo. - Contestó su hermano ahora con menos seguridad. -
- ¿Y por qué sino tiene tantos agujeros? - Le inquirió Kerria para afirmar. Creyendo haber encontrado la respuesta. - Seguro que los han excavado para meterse ahí.
-Esos son impactos de meteoritos. - Le explicó el niño. - Y se llaman cráteres, Ky.
           
            Tanto la madre de los críos como Ami escuchaban un poco al margen, sonriendo enternecidas ante semejante conversación. Era bonito ver a los dos hermanos compartiendo cosas. Pese a que muchas veces discutían y hasta se hacían rabiar en ocasiones, lo cierto es que se querían mucho. Finalmente fue la visitante la que se hizo de notar primero e inquirió aproximándose junto con Bertie que la seguía.

- ¡Vaya! ¿Qué estabais viendo tan interesados?
- ¡Madrina Ami! – Exclamó la pequeña levantándose, corriendo y abrazándose a ella. -
-Hola madrina. - Sonrió Leval levantándose también y yendo hacia la recién llegada, aunque de manera más comedida. -
- Estábamos viendo un vídeo musical de un señor que iba a la Luna y perdía su nave. Se quedaba con una señora que luego desaparecía. Nos lo puso papá. - Le informó Kerria. -
-Pero eso no es científicamente posible. - Añadió Leval poniendo al corriente a las adultas de su controversia con su hermana menor. - No hay casas en la Luna.

            Ami y Bertie se miraron divertidas. Fue la doctora quién se sentó junto a los pequeños en el suelo. Volvieron entonces a ver ese antiguo vídeo musical. Al conjuro de esas imágenes la guerrera Mercurio podía recordar aquellos hermosos jardines del Milenario de Plata. Esas bellas y ornamentadas fuentes escupiendo grandes chorros de agua cristalina entre las que jugaba, o pensaba. Y también acudió a su memoria aquel magnificente palacio en el que creciera y sirviese a la primera gran reina Serenity, la madre de Usagi, y a ésta misma, cuando era la princesa Selene. Al fin, volviendo a la realidad, al igual que el protagonista de ese vídeo, les comentó con afecto a sus ahijados.

-Bueno, es una historia. Pero quizás tenga su base real. Puede que él estuviera viendo imágenes de otros tiempos. De alguna época en la que quizás existían habitantes en la Luna.
- A mí me gustaría ir un día al espacio para ver si existen seres en otros planetas. - Afirmó Leval. -Podría hablar con ellos y que me contasen cosas para mejorar nuestra tecnología.
-Pues puedes ir a hablar con Nehie. Ella es una reina de la Luna. Nos lo dijo a la prima Idina y a mí. - Aseveró su hermana convencida. -
- ¡Anda ya! - se rio el niño. - Eso sería cuando jugabais…
- ¡Pues es verdad! - Se molestó Kerria sacándole la lengua para remachar. - Como esa señora rubia que salía en el video. Seguro que era la reina, y por eso estaba allí.
-No seas tonta…es un vídeo de mentira. - Se rio Leval. -
- ¡Tonto lo serás tú! - Replicó su molesta interlocutora. -
-Niños. - Les reconvino Bertie, añadiendo con tono paciente pero lleno de autoridad. - Para una vez que la pobre madrina Ami puede venir a vernos no quiero que os pongáis a discutir.

            Ambos críos bajaron la cabeza avergonzados, la doctora entonces se rio. Con mucha dulzura acarició las coronillas de los dos niños. Afirmando con cariñoso tono.

-Seguro que algún día vuestros sueños se harán realidad. Lo importante es que creáis siempre en ellos.
-Sí, madrina Ami, cuéntame otra vez la historia de la reina de la Luna. - Le pidió Kerria con visible interés. - Por favor.
- ¿La de la princesa rubia de largos cabellos que vivía en el Milenario de Plata? ¿O la de los conejos que viven en la Luna que está hecha de queso? – Quiso saber la interpelada. -
- ¡Las dos! - Exclamó entusiásticamente la niña, haciendo que las dos adultas se rieran. -
-Eso te pasa por hablar, Ami-chan. - Se sonreía Bertie aseverando. - Ahora mi hija no parará hasta que se las cuentes de nuevo.
- Pero ¿cómo va a estar la Luna hecha de queso, madrina? Eso es imposible. - Terció Leval. -
-Bueno, verás, a veces en las historias se inventan cosas y en otras ocasiones hay partes que son reales. - Le explicó su interlocutora, divertida con esa reacción tan escéptica de su ahijado. -
-La madrina Ami es la señora más lista del mundo. Lo dicen papá y mamá. Lo que cuenta será verdad. - Declaró Kerria totalmente convencida retando a su achantado hermano con gran agudeza y algo de retintín. - ¿A que a ella no te atreves a llamarla tonta?....

             Aquí sí que Leval bajó la mirada algo sonrojado. Eso hizo que las mujeres se tronchasen de risa. La aludida tuvo que hacer un espacio con las manos y afirmar.

-No es para tanto…
-Pues yo de mayor quiero ser tan lista como tú. – Dijo la niña. -
-Y yo también. - Convino en esta ocasión su hermano. -
-Seguro que seréis incluso más listos. - Les sonrió tiernamente su madrina declarando. - Vuestra madre es muy inteligente también.
- Pero para eso tenéis que estudiar mucho. - Añadió la interpelada agregando. - Y eso me recuerda que ya es tarde y que espero que las tareas del colegio estén hechas.
-Yo sí las hice todas. - Presumió Leval. -
-A mí me faltan las multiplicaciones…- Se lamentó Kerria ante la dura mirada de su madre. -
-Pues a qué esperas, ¡Kerria Lorein!, a tu habitación y no bajes hasta que estén hechas. - Le ordenó severamente Beruche. -

A la pequeña Kerria le pareció como si alguien le hubiera arrojado un cubo de agua fría. Más aún cuando su madre señaló con su dedo al final del brazo extendido hacia las escaleras del segundo piso de la casa, donde la niña tenía su cuarto. La pobre cría suspiró resignada, disponiéndose a subir. Entonces Ami intervino con una media sonrisa y le pidió permiso a amiga.

-Me gustaría ir con ella y ver como son esas cuentas.
-No debes ayudarla, tiene que aprender a hacerlo por sí misma. - Contestó su interlocutora de modo inflexible. -
- Es que hace mucho que no hago matemáticas y quizás Kerria podría recordarme la forma de multiplicar. A lo mejor se me ha olvidado. - Pretextó la doctora con un tono cómplice. -
- ¡Eso es muy fácil, madrina! - Terció Leval mirándola incrédulo para sentenciar. - Es imposible que se te haya podido olvidar eso.

            Ahora las adultas miraron al pequeño con cara de circunstancias. Bertie, comprendiendo la situación, relajó su semblante y más risueña cambió de opinión.

-Bueno, si la madrina Ami tiene curiosidad…puede subir contigo a ver si esas cuentas son tan difíciles. Espero Kerria que le demuestres que eres capaz de hacerlas tú sola.

            La cría asintió con renovado entusiasmo y sus ojos brillaron de alegría, enseguida tomó de una mano a su madrina y tiró de ella hacia las escaleras. Al final, con ciertas “sugerencias” de Ami, la niña pudo terminar sus deberes que mostró orgullosa a su madre y a su padre que había llegado hacía poco de entrenar con su equipo. De ese modo charlaron sobre ese tema referente al satélite terrestre, los planes de los críos para cuando fuesen mayores y otras cosas. Roy se reía cuando le refirieron la controversia y puso el vídeo de nuevo. Preguntando a los pequeños.

- ¿Qué dicen al principio?
-Un pequeño paso para el hombre y un paso gigantesco para la humanidad. - Contestó de inmediato Leval que se lo sabía de sobra. -

 Su padre asintió con aprobación, y cuando la música comenzó a veces cantaba él con su voz potente, profunda y clara incluso eclipsando la canción en tanto envolvía con sus brazos a sus hijos.

- ¡Tierra menor, cielo mayor!

No puedo verme en este lugar vacío 
Sólo otro rostro solitario
 
No puedo verme aquí en el espacio exterior
 
Es tan difícil dejar una huella
 

Y yo trato y trato y trato

            Y entre las risas divertidas de los críos y hasta de su esposa y su amiga Ami, Roy tomó a cada uno de los niños con una mano y los elevó como si quisiera hacerles volar por el espacio mientras seguía cantando.

Pero nunca sale bien
 
Sí lo intento y lo intento y lo intento
 
Pero nunca lo hago bien

Tierra menor, Cielo mayor 

No puedo verme en esta ciudad solitaria
 
No hay una cara amiga alrededor
¿Puedes oírme cuando hablo en voz alta?
 
Escucha mi voz por encima de la multitud
 

Y yo trato y trato y trato
 
Pero nunca sale bien
 
Sí lo intento y lo intento y lo intento
 
Pero nunca lo hago bien

Tierra Menor, Cielo mayor
 

Pero lo intento y lo intento y lo intento
 
Pero nunca sale bien
 
Sí lo intento y lo intento y lo intento
 
Pero nunca lo hago bien

Es una
 
Tierra menor, Cielo Mayor

(Minor Earth Mayor sky, Aha crédito al autor)


- ¿Qué significa esa canción, papá? No la entiendo. - Comentó Leval. -
-Quiere decir que debemos esforzarnos por hacer las cosas bien, aunque no nos salgan a la primera. - Replicó Roy, ante la complacencia de su esposa y su invitada. - Hasta en la Luna…
-Papi. - Quiso saber la niña al hilo de aquello. - ¿Tú has estado en la Luna?
- ¡Bueno! - se rio otra vez él, replicando con tono jocoso. - Si le preguntas a tu madre seguro que te dirá que más de una vez estoy allí. Sobre todo, cuando me habla de ir de compras… ¡Ja, ja!
- ¡Mira que eres tonto! – Sonrió su esposa moviendo la cabeza. -
- Bueno, espero ir alguna vez. Si alguna amiga nos invita. - Replicó Roy ahora guiñando un ojo a su mujer y a Ami que no pudieron evitar reírse. -
- El hombre ya ha estado en la Luna. - Les informó Leval de memoria por lo que recordaba haber leído, cuando citó. - Neil Armstrong, Edwin Aldrin y Michael Collins, llegaron en mil novecientos sesenta y nueve. En el cohete Apolo XI. Y luego han ido más naves.
- ¿Y por qué no se quedaron a vivir allí? - Preguntó cándidamente la cría. -
- ¡Me temo que los apartamentos estaban muy caros! - Se rio su padre. -
-Roy- le amonestó Bertie, aunque de modo cordial, añadiendo. - Nuestra hija no comprende esa clase de bromas todavía, va a pensar que lo dices en serio.
-Me gustaría muchísimo ir. Espero que Nehie un día nos invite a Idina y a mí. - Afirmó la esperanzada pequeña. -
-Claro cielo. Todo es posible si te esfuerzas por ello. ¿Quién sabe? Quizás algún día. - Sonrió con dulzura Ami, mesando el cabello castaño claro, casi rubio, de la niña. -
-Y si no, no te preocupes. - La animó su hermano, declarando con sinceridad. - Cuando yo sea astronauta, un día te llevaré.
- ¿Lo prometes? - Inquirió su esperanzada hermana. - ¿De verdad?
-Por supuesto. - Replicó rotundamente él añadiendo para remachar su palabra. - Papá dice que lo que se promete se debe cumplir.

            Los adultos se sonrieron, desde luego la inocencia de esos críos era algo maravilloso, ojalá que les durase. ¡Si ellos pudieran contarles la realidad! Fue entonces cuando Roy les propuso con desenfado.

-Todavía hay luz del día en el porche. Vamos a hacernos una foto todos juntos. Venga, será bonito tener un recuerdo con vuestra madrina Ami.

            Y el grupo convino con entusiasmo, salieron y el padre de los críos colocó una cámara con trípode y la programó para disparar. Enseguida se puso con el resto, detrás al ser mucho más alto, apoyando una mano en el hombro izquierdo de su esposa y la otra en el derecho de su hijo. Bertie tenía a Kerria delante de ella y se colocó posando una mano en el hombro derecho de la cría. Ami se situaba a la izquierda del niño, pasando su brazo derecho por detrás de él, hasta poner su mano en el hombro izquierdo de éste. En tanto que hermana y hermano se daban las manos. La pequeña sostenía una flor en la otra. También la orgullosa madrina posó sentada en un sofá del salón, con la pequeña Kerria a su izquierda y Leval a su derecha. Así quedaron inmortalizados en un bello recuerdo más del álbum familiar de los Malden en aquella tarde tan entretenida. En la costa oeste la vida también transcurría apaciblemente y Rei no quiso ser menos que su compañera y amiga Ami. Alguna que otra vez visitó el hogar de los Rodney, quienes siempre la recibían encantados. La sacerdotisa se complacía en ver la felicidad que disfrutaban sus amigos. Hablaba con ellos de los viejos tiempos, de cómo les iban las cosas y también intercambiaba vivencias con los pequeños. Alan, por ejemplo, mostraba curiosidad por los animales del santuario, Rei recordó que, una vez cuando los críos la visitaron en Tokio, el mayor de los hijos de sus amigos se escondía de dos enormes pájaros negros que le dieron mucho miedo al aproximarse a él cuando fue a mirarlos. Hasta que su madrina llegó y les hizo comer dócilmente de su mano.

-No te asustes. Mira, se llaman Fobos y Deimos, son mis cuervos sagrados. - Le contó ella.-

            A todo eso, Lance, el siguiente hermano, observaba a esas aves con admiración. Él tenía un libro en el que se hablaba de sus hábitos. Les gustaban las cosas brillantes. Sin dudar tomó un envase de plástico e hizo que la luz se reflejase en él, llamando la atención de ambos pájaros. Éstos enseguida se lanzaron hacia el niño que soltó aquel cacho de plástico y corrió como alma que llevaba el diablo. Uno de esos animales agarró el objeto con su pico y remontó el vuelo, directo a su nido, seguido por el otro. La sacerdotisa enseguida alcanzó a Lance y le calmó con voz dulce.

-No tengas miedo, no iban a hacerte ningún daño.
-No tenía miedo. - Replicó el niño con tono que sonaba a obviedad. - Quería atraerles hasta mí…
-Bueno- le sonrió Rei dejando estar aquello, no sin dejar de advertirle a su ahijado. - Pues ten cuidado, no se debe jugar con ellos. Enseguida se percatan de las intenciones de la gente.

            Y es que, por alguna extraña razón, ese niño le producía una sensación rara. No es que percibiera ningún tipo de aura maligna ni nada parecido, pero no era como sus hermanos. Se repetían aquellas impresiones pasadas. Desde luego, como entonces, no iba a decirles nada a Cooan ni a Tom. Idina, por el contrario, estaba mirando a esos pájaros levantando la vista hacia la copa del árbol, y cuando uno de ellos bajó hasta la cría, ella simplemente se quedó quieta y Deimos se posó sobre su hombro derecho. Aquella ave parecía sentir las vibraciones de la pequeña y no se movió. Para asombro de Rei, Fobos hizo lo propio, posándose en el hombro izquierdo de la niña. Ésta se limitó a reír. Después ambas aves remontaron el vuelo dejándola tambaleante, con alguna que otra pluma en la cabeza y despeinada. Ahora, tras recordar aquello, retornó a ese momento en casa de los Rodney y vio a la pequeña Idina llegar a saludarla. La niña acababa de retornar del colegio. Sus dos hermanos estaban fuera, en actividades deportivas, según explicó Cooan que traía de la mano a la cría.

- ¡Madrina Rei! – Exclamaba la pequeña abrazándose a ésta que la estrechó encantada entre sus brazos tras arrodillarse para recibirla. -
- ¡Hola, cielo! ¡Qué guapa estás y cuánto has crecido! -Le dijo la sacerdotisa pues hacía ya al menos un año de esa última vez en Japón. -
- Lamento no haber podido irte a buscar al aeropuerto. - Suspiró Cooan explicándose. - Pero tuve que suplir a una compañera que estaba enferma. Tom debió de ocuparse de llevar a Alan y Lance a sus actividades y además de cerrar el gimnasio.
-No te preocupes por eso. - Afirmó su amiga con tono jovial, en tanto acariciaba el largo y sedoso pelo moreno de la niña. - Dime Idina. ¿Qué tal el cole?
-Muy bien. - Sonrió la cría afirmando con orgullo. - He sacado muchos sobresalientes y además estoy aprendiendo a tocar el piano y a bailar.
-Así me gusta. Ya eres toda una señorita. - Sonrió aprobatoriamente Rei, que ahora suspiró mirando a su amiga para declarar no sin nostalgia. - ¡Cómo pasan los años!
-Sí… es verdad. - Convino la aludida que, tomando de la mano a su hija, la indicó. - Anda, ve a lavarte las manos y a cambiarte, tenemos que preparar la cena.
- ¡Yo ya se cocinar!  - Anunció la niña, aunque ante las miradas divertidas de las adultas, enseguida matizó, algo colorada. - Bueno, sé un poco.
- ¡Seguro que sabes más que yo! - Se rio Rei para admitir. - Siempre fui un desastre para eso. Bueno - afirmó divertida. - Aunque cantar no se me da nada mal. No soy tan buena como mi amiga Minako, pero incluso he llegado a componer alguna canción.
- ¿Eres amiga de Minako Aino? - Le inquirió Idina con la boca abierta. -

            Su contertulia asintió risueña y el comentó muy animada.

-Y después de cenar, si tus padres nos dan permiso, te pondré en el karaoke una de las canciones que ella cantaba con nosotras, sus amigas de Japón. Usagi, Makoto, Ami y yo misma, claro.

            La cría batió palmas, llena de alegría, cantar era algo que le gustaba mucho hacer. Igual que tocar el piano y bailar. De hecho, después de querer ser maestra como su madre también quería ser cantante. O puede que bailarina, bueno, no estaba muy segura aún. Lo importante es que, tras la cena, su madrina cumplió su promesa. Aunque Alan y Lance, tras llegar con su padre, saludar a la invitada y compartir mesa con ellas, se fueron a jugar a otra habitación. Y es que los dos niños no estaban muy interesados en música de chicas, no era lo suyo pese a que cantaban en el coro de la iglesia. Idina seguramente que se uniría a ellos en cuanto fuese un poco más mayor. Pero ahora tocaba una música más movida. La canción que puso Rei era bonita y la letra pegadiza. Aunque estaba en japonés también venía subtitulada en inglés. Sin embargo, Idina no tenía problemas. Al igual que sus hermanos, su madre les había enseñado el idioma desde pequeños y al viajar a Japón lo habían practicado. Particularmente ella era muy buena a la hora de escuchar e imitar la pronunciación. En cambio, su pobre papá no se enteraba de casi nada. Eso hacía que tanto la niña, como su madre y su invitada se rieran cuando Tom intentaba repetir sin mucho éxito algunas partes del tema. Pero tanto Rei, como Cooan e Idina podían interpretar estupendamente aquella canción que decía:

Mis ojos son siempre joyas 
Mi cuerpo vestido de lamé y encantos
 
Ir por la vida es

Trate de obtener una oportunidad!
 
Porque estoy aquí, y tengo grandes sueños

Vamos a expulsar a los rivales
 
Ocupando el día
 
En lugar de una sonrisa o los labios
 
Un rayo láser es mi arma especial
 

Convirtiéndome
 
Con un destello, ¡en una sailor de diamantes!
 
Una guardiana nació al amanecer
 
Porque soy yo, se harán realidad
 

¡Las oraciones a la luz de las estrellas!
 
Vamos a transformarnos
 
La chispa está en mi corazón
 
Una Guerrera guardiana, que es un
 
verdadera chica Luz de Luna
 

Yo bajo mis pestañas en silencio
 
De mis piernas esbeltas caen lágrimas
 
El camino lejano que ella vio
 
Sé que se encontrará en mi fuerte futuro

Estoy totalmente tranquila, pero aún
 
Mi corazón está deprimido
 
Cuando eso sucede, más que nadie
 
Puedo enviarte un rayo
 

Convertido en mi
 
¡Con un flash, alas de guerrera!
 
Una guardiana que atraviesa la tierra
 

Porque soy yo, puedo pelear esta batalla
 
Voy a transformarme, el brillo está en mi frente
 
Una guerrera guardiana, es un
 
fortuna
 de luz de Luna

Convertida en mí
Con un destello, toma de nuevo un beso
 
Deshaz el lazo de mi traje de guerrera

Porque soy yo, no necesito nada más nunca
Transformación
En ese momento el brillo que te di
Una Guerrera Guardiana
Eso es amor eterno

Una guerrera guardiana
Es una verdadera chica a la Luz de la Luna
Una guerrera guardiana
Es una verdadera chica a la Luz de la Luna

(Homenaje a PGSM Sailor Dream. Kirari, crédito al autor)

Y allí estaban las tres chicas disfrutando de aquel momento a lo grande. Cooan y Rei incluso pasándose mutuamente los brazos por los hombros de la otra y ladeándose de un lado a otro en tanto cantaban realmente divertidas y con una mezcla de alegría y nostalgia. Estaban unidas por lazos de gran afecto y llenas de complicidad, dado que las dos comprendían perfectamente el auténtico significado de esa letra. Idina por su parte se sentía muy alegre también, pensando en lo estupendo que sería cuando Nehie y su prima Kerria viniesen a jugar con ella y pudieran cantar todas juntas esa canción. Y de ese modo tan apacible era la vida para los Rodney. Su amiga, tras aquella divertida visita, retornó nuevamente a su país y los años siguieron transcurriendo…Con el paso del tiempo, Roy, que había llevado una carrera fulgurante en el baloncesto de elite, siempre al más alto nivel, anunció su retirada. Se las había apañado para ser uno de los mejores jugadores del mundo, pero sin llamar en exceso la atención. Aún podía seguir de sobra, pero tenía treinta y seis años y decidió dejarlo. Se dijo que ya había cumplido todos sus anhelos como jugador y que deseaba estar más cerca de su familia. (Realmente no estuvo con sus hijos todo el tiempo que quería al tener que viajar de continuo y apenas poder usar su translación). Y, además, tenía un palmarés difícil de igualar, pocos jugadores le habían superado, siete veces campeón de la NBA, dos veces medalla de oro olímpica con su país. Dos campeonatos del mundo, un par de veces máximo anotador de la liga y tres veces máximo recuperador de balones. En la fiesta de su despedida oficial como jugador en activo su número fue retirado y recibió el apoyo y homenaje de compañeros, medios de prensa y espectadores. Saliendo al centro de la pista con su familia tuvo difícil no emocionarse cuando un famoso grupo de música de los que más le gustaban le dedicó una de sus canciones. Algunas estrofas decían algo así como.

Muchacho de Nueva York, nunca tendrás un día aburrido
Porque eres un chico de Nueva York
En donde la séptima avenida llega a Broadway.

Cuando eres un chico algunos días son difíciles
Recostado en tu cama, escuchando punk, rock y esas cosas
El hogar es un campo de entrenamiento, tienes que escapar
Quieres salir y vagar con el ticker tape.

Tú sientes, el trato es real
Eres un muchacho de Nueva York
Tan joven, entonces corre en la ciudad de Nueva York.

Muchacho de Nueva York, nunca tendrás un día aburrido
Porque eres un chico de Nueva York
En donde la séptima avenida llega a Broadway.

(New York City Boy Pet Shop Boys, crédito al autor)

Sus propios compañeros cantaron a coro con él y hasta se marcaron algunos pasos de baile. Todo ello ante el jolgorio de la pequeña Kerria que, llevada en brazos por su padre, danzaba divertida con él. Leval era más vergonzoso y se abrazaba a su madre que sonreía emocionada por su esposo. Aunque Bertie se sentía también algo abrumada de ser el foco de atención. Llegó el momento en el que la camiseta con el número de Malden se retiró, entre los gritos del público coreando “gracias, Roy”. El protagonista de aquel momento no pudo evitar sonreír muy reconocido, dejando escapar algunas lágrimas, en tanto le daba la mano a su esposa.

-Mamá. - Le susurró Kerria a Bertie. - ¿Por qué llora papá? ¿Está triste?
-No hija. - Repuso ella del mismo modo, algo emocionada a su vez. - Al contrario. Está muy feliz. Es bonito ver como todos te quieren, nena. Y papá se lo ha ganado durante muchos años.
-Algún día quiero ser tan importante como papá. - Anunció Leval. -
-Claro que sí, hijo. - Pudo replicar su progenitor, posando una mano en el hombro del niño en tanto aseguraba con tintes emotivos. - Claro que lo serás. Mucho, muchísimo más.

Finalmente, la ceremonia terminó. Tras aquello a Roy se le ofreció un trabajo como Manager de los New York Knicks, su equipo de toda la vida, que aceptó. Entre tanto sacó su título de entrenador. Por aquel entonces todo era felicidad. Beruche por su parte también triunfaba en su vida laboral. Además de su título de docente había estudiado la carrera de Historia y aprobado hacía tiempo el curso puente para enseñanzas secundarias, junto con su antigua compañera y amiga Melanie. Y años antes, tras imponer orden y propagar el estudio por zonas bastante conflictivas y aceptar la oferta de un prestigioso instituto privado para ser profesora, había ascendido a subdirectora. Mientras tanto Leval aprobó la escuela primaria con excelentes notas y entró en otro magnífico instituto privado, cercano a la zona en la que residían. Sus padres no quisieron matricularlo en el de su madre para que no hubiera suspicacias. La única que empezaba a fallar, aunque fueran pequeños detalles en su comportamiento, era Kerria. Cuando cumplió los trece años, su paso de niña a mujer se hizo evidente. Aparte del cambio en su cuerpo, dejó de ser la niña dócil y hasta aplicada en sus estudios que había sido hasta entonces. Sus notas comenzaron a bajar, aunque no de forma alarmante. La muchacha nunca suspendía, pero estaba claro que su nivel daba para mucho más. Una vez que entró en la enseñanza secundaria hizo nuevos amigos, algunos incluso de mayor edad que ella. Eso la hacía llegar más tarde de lo que debía a casa. La primera en inquietarse fue Beruche, pero Roy decía que eso eran cosas propias de las niñas de su edad, a lo que invariablemente su mujer le respondía con inquietud.

-Leval nunca ha hecho eso, y es dos años mayor.
-Bueno, quizás Kerria tenga otro carácter y tampoco hace nada realmente malo. - Le respondía su marido sin parecer preocupado. – Dale un poco de espacio, está creciendo.

            Lo cierto es que él pensaba que mientras su hija fuera aprobando todas sus asignaturas eso era señal de que nada malo le ocurría y total, por media hora o tres cuartos de retraso en algunas ocasiones. A fin de cuentas, la chica tenía casi catorce años. Pero su madre insistía en ese tema y frecuentemente le pedía a su marido.

-Roy, deberías hablar con ella para ver que le ocurre. - Le propuso Beruche en una de tantas veces, añadiendo con cierto tinte de frustración. - Yo ya lo he intentado por las buenas, hasta le he dado algunas veces un sermón y no parece que haya servido para nada. Incluso le he preguntado si algo le pasaba y me ha dicho que estaba bien.
-Pues hazle caso, mujer. - Respondió su esposo un poco cansado del tema y queriendo contemporizar al tiempo que restándole importancia. - Lo que pasa es que no practica tanto deporte como Leval. Él sólo piensa en ser un buen atleta y estudiar para ser un día un buen piloto. No tiene tiempo para salir tanto. Pero nuestra hija es diferente. Estará pensando en algún chico guapo del colegio.
-No sé. Es que no se trata de eso. No puedo explicarlo, pero hay algo que me inquieta. - Pudo confesar su esposa con un suspiro intranquilo. - No tengo idea de lo que pueda ser y eso no me gusta.

            Su marido asintió y tras posar las manos sobre los hombros de su interlocutora aseguró con su mejor voluntad.

-Mira cubito, seguro que no es nada. Pero si te quedas más tranquila subiré a charlar con ella para ver si se muestra razonable.

            Su mujer asintió y Roy en efecto, charlaba con su hija, incluso la llevaba al cine o le compraba cualquier cosa que la chica le pedía. Y siempre que lo hacía, ambos pasaban un buen día y él se sentía tranquilo con las respuestas de ella. Kerria jamás le contestaba de malos modos y siempre se mostraba de acuerdo con las sugerencias de su padre. Además, era cariñosa con él y siempre le decía aquella frase tan manida de “papá te quiero mucho”, que para Roy era el final de cualquier tipo de problema. Si alguna vez llegaba tarde enseguida se disculpaba de una manera u otra. Su padre se daba por satisfecho con eso. Para él era su princesita y la niña más maravillosa del mundo. Pensaba que tampoco podían forzar a la cría a ser una especie de lumbrera y atribuía gran parte de la preocupación de su esposa a la rígida educación estilo japonés que pretendía implantar en la pobre niña, del mismo modo que hiciera con Leval. Como si esos dos pobres críos tuvieran que ser como su madrina Ami. Aunque, en su opinión, estaba claro que sus hijos no tenían por que ser idénticos. Pero a Beruche no le bastaba, tal y como le repetía frecuentemente a su marido, creía intuir algo más profundo, aunque sin saber bien qué. Por eso cuando hablaba con Kerria a veces le daba la impresión de dar palos de ciego y siempre que podía la decía.

- Hija, por favor, ¿por qué no puedes comportarte como tu hermano? Tú eres muy inteligente. Das mucho más de sí de lo que estás haciendo y ya vas teniendo edad de ser algo más responsable. Si algo te preocupa sabes que puedes contármelo.

            La muchacha sólo asentía sin decir nada, ella no era como su hermano ni quería serlo. Pero lo daba a entender de una forma educada que no ofendiera a su madre. Y eso no era todo, a su edad comenzaba a percibir extrañas sensaciones en su cuerpo y a pensar de otra forma diferente a la niñez. Sin embargo, sus padres no parecían darse cuenta de ello. Bertie una vez sí que creyó acercarse al asunto y recordando esas palabras de su esposo le preguntó más distendida e incluso sonriente.

- ¿Es que te gusta algún chico que no te hace caso?  Eso nos ha pasado a todas, cielo.
- ¡No mamá!,- reía entonces Kerria que se podía permitir responder con total sinceridad - no se trata de eso, no tiene que ver con los chicos, de verdad. Te prometo que mejoraré con mis notas. - Le decía una y otra vez con su mejor tono de predisposición. -

            Y Beruche suspiraba con resignación, tras darle un beso a su hija se iba sin tener realmente la sensación de haber avanzado nada. Como no podía hacer otra cosa decidió esperar hasta el siguiente año, seguramente si esto era una crisis adolescente. Con el tiempo, o se vería de forma más clara o se le iría pasando. Por lo menos su hija se avenía a ser razonable.

-Tendré que conformarme con eso, al menos por ahora. - Se decía para tratar de disipar su inquietud. -

            Cooan y Tom no tenían esos problemas. Sus hijos crecían bien, eran educados y tan normales como sus amigos y compañeros de clase. Se integraban perfectamente e incluso destacaban en bastantes cosas. Alan estaba encantado cuando se iba con su grupo de scouts, la naturaleza y los animales le fascinaban. A Lance le apasionaba la lectura y resolver acertijos e Idina mostraba un talento para la música y el baile que realmente enorgullecía a sus padres. La familia Rodney realmente era la que más tranquila vivía, algunos viajes para ver a los abuelos Will y Sarah, otras veces visitando en Japón a Rei y las guerreras, o a Petz y Zafiro, y en ocasiones incluso viendo a Roy y Bertie.

-Me encanta esta vida. Ver crecer a mis hijos y disfrutar de la naturaleza con tanta paz. - Se decía Cooan, sentada en el porche, en tanto veía a los niños corretear en el jardín con su perro, un Golden Retriver de nombre Tot.- ¡Niños!- Les llamaba entonces.- La cena, venid a ayudarnos…lavaos las manos primero.

            Y los críos acudieron, desde muy pequeñitos sus padres les habían educado para colaborar por igual a la hora de poner la mesa, e incluso ir preparando algunas recetas sencillas. A de todos se les daba bastante bien, incluida Idina a quien le encantaba ayudar a sus padres. De modo que, tras cumplir el mandato materno de lavarse acudieron a la cocina.

-Id poniendo la mesa. - Les indicó Tom, que estaba allí ya. -

Y en tanto él se ocupaba de terminar la cena, los niños ayudaban a colocar todo lo necesario.

-Venga enana. - Le decía Lance a su hermana pequeña. - Trae los platos.
-Ya voy. - Respondía la cría. -
-Yo me ocupo de los cubiertos, que soy el mayor. - Declaró Alan. -
           
            En eso ninguno de sus hermanos le discutía. Cooan entró entonces con ellos ayudándoles a colocar las cosas.

-Sentaos que ahora venimos papá y yo. - Les ordenó a los críos.-


Y obedecieron enseguida, sus padres en efecto retornaron pronto con la cena, una ensalada y Nuggets de pollo. No tardaron en dar buena cuenta de ella, tras charlar un poco de cómo les había ido el día. Y al rato, a dormir. Al fin el matrimonio se quedó a solas, sentados en cómodos sillones del salón.

-Bueno, otro buen día más. - Suspiró Tom. -
-Así que ya podemos irnos preparando para el siguiente, que sea al menos igual de bueno. - Repuso su esposa.-

Él asintió y conversaron un poco de las tareas que deberían hacer entonces. Tras una hora más también se fueron a dormir. Paralelamente en Francia las cosas se desarrollaban de otra manera. Amatista, también se hizo mayor. Lo mismo que la hija de Roy y Bertie empezaba a atravesar una difícil adolescencia, era más contestataria y directa que Kerria, carecía de esa sutil diplomacia, pero en cierto modo era una rebeldía más natural y sincera. El clásico conflicto generacional entre madre e hija. Todo a consecuencia de que Esmeralda y Diamante, muy a su pesar, pues la querían muchísimo, se vieron obligados a dejarla en sucesivos años en el internado durante mucho tiempo seguido, coincidiendo con la edad más difícil. Amatista al crecer poco tenía que ver ya con esa encantadora pequeña de cuatro años que hacía las delicias de sus padres. Acostumbrada a pasar mucho tiempo sin ellos se volvió una chica fuerte en todos los sentidos. Era muy alta, robusta y buena en todos los deportes, sobre todo en las artes marciales que le gustaban mucho. Aprendió a cuidar muy bien de sí misma y a ser independiente. Era también muy competitiva, en eso se diferenciaba por ejemplo de Leval, al chico le gustaba competir también, pero solo para divertirse. Para él, el deporte era una distracción, un medio de completar su formación. Además, era consciente de sus enormes dotes, (pese a tenerlas aun restringidas, le bastaba para estar muy por delante del resto) solamente daba lo máximo de sí cuando se entrenaba en privado, muy pocas veces en una prueba oficial, (aunque en la mayor parte de los casos verdaderamente no lo necesitara). Por el contrario, Amatista, dotada también de unas portentosas cualidades naturales que sabía muy bien como explotar, deseaba siempre ganar y no aceptaba de buen grado ser segunda en nada. No había quien la superase en natación, ni en karate. Jugaba incluso a vóley y a baloncesto con gran habilidad, cabalgaba como una auténtica amazona experta participando hasta en certámenes de salto y no practicaba más deportes porque no le quedaba tiempo material. Y aunque sin ser ninguna lumbrera respecto a los estudios, quizás por ese mismo orgullo de no ser menos que nadie, tampoco dejaba nunca asignaturas por aprobar. Sin embargo, Esmeralda, que muchas veces pecaba de posesiva tratando de recuperar el tiempo perdido, chocaba frecuentemente con ella. Entre otras cosas deseaba que su hija, que ya tenía edad para ser presentada en sociedad, vistiera diseños hechos por la casa Deveraux, de la que la exmodelo era ya propietaria tras heredarla de la difunta Madame Deveraux. Aunque a Amatista no le gustase aquello en absoluto. Su filosofía en el vestir se limitaba a pantalones vaqueros, camisas, chaquetas de cuero, zapatillas o botas de montar y cualquier otro tipo de equipacion siempre que fuera deportiva, para horror de su progenitora, (aunque todo eso fuera de marca y además cara). Y, por si fuera poco, su madre trataba de apretarla con las notas, le pedía mejores calificaciones y la joven se limitaba a decir que ella hacía cuanto podía. Esmeralda contraatacaba proponiéndole hacer menos deportes, arguyendo que iba a parecer un chicazo y que la elegancia en el vestir era muy importante para una chica que ya era toda una señorita. No obstante, su hija no soportaba las angustiosas veladas sociales con esas normas encorsetadoras y no estaba dispuesta a ser la dulce y sumisa niña de mamá que compareciera a ellas uniformada de princesita. Por otra parte, no le hacía ninguna falta. Con modelitos o sin ellos, era de las más admiradas por los chicos de su liceo y lo sabía. Tanto que se permitía el lujo de salir sólo con los mejores, más guapos y populares de sus compañeros, casi siempre un par de años al menos mayores que ella. Por fortuna eso quedaba fuera del conocimiento de su madre a quién no la hubiera hecho mucha gracia saber lo aventajada que podía estar su hija en algunos terrenos. Pero precisamente gracias a esa teórica despreocupación de Amatista por el vestir, Esmeralda, bastante afectada de los prejuicios parisinos de la moda, no juzgaba las relaciones con el otro sexo como un serio problema por parte de su hija. Aunque sí sabía lo guapa que ésta era y el cuerpo tan magnífico que tenía, entre su genética y haber sido modelado por tanto deporte. Estaba muy claro que no le sería en absoluto indiferente a los chicos. De todos modos, creía firmemente que la niña estaba más interesada en deportes que en muchachos. ¡Si ella supiese como era capaz de besarles y abalanzarse sobre los que elegía a modo de presas! Aunque en descargo de Amatista no pasaba de contactos más bien ligeros en comparación con muchas de sus más “políticamente correctas compañeras”, ni se servía de sus dones naturales para utilizar a los chicos. Para ella eso habría sido humillante, y ni comulgaba con esas tácticas, ni soportaba la hipocresía. No se cortaba en mandar a paseo a cualquier pesado o individuo que no le gustase. ¡Y desde luego nadie se propasaba con ella bajo riesgo de ser noqueado! Aun así, cuando estallaban las broncas entre madre e hija por cualquier otro tema, el ambiente era de temer. Diamante a todo esto, sólo se limitaba a escuchar pacientemente sin saber que decir. Permanentemente era requerido por cualquiera de las dos para que les diera la razón. Estaba entre la espada y la pared. Por un lado, no quería discutir con su mujer, con la que estaba de acuerdo en muchas cosas. Pero de otro comprendía la necesidad de Amatista de ser independiente y los agobios que a veces le imponía su madre con la dichosa moda. ¡Claro, que cualquiera le decía eso a Esmeralda! Y para colmo, no era capaz de negarle nada a su hija, su niña para él. Amatista lo sabía y le bastaba con ponerse melosa e incluso hacer pucheros si llegaba el caso, táctica que era excepcionalmente utilizada con su padre. Desde luego no la repetía con nadie más por considerarlo humillante. Pero con papá era otra cosa, claro. Y precisamente fue empleando una combinación de ambas técnicas como logró de su progenitor la promesa de comprarle una moto de gran cilindrada. Cuando Esmeralda se enteró, el príncipe de Némesis hubiera preferido vérselas otra vez contra una legión entera de despiadados demonios o engendros del espacio antes de soportar el chaparrón que le vino de su mujer cuando ambos estaban a solas en casa.

- ¡Claro, Diamante! ¿Es que no ves lo que pasa? - Le recriminaba ella visiblemente furiosa. - Tú se lo consientes todo, luego la mala soy yo. Amatista hace de ti lo que quiere, te domina como si fueras un muñeco con los que jugaba de pequeña. Basta con que me vaya unos días de gira a Milán dejándoos solos para que vuelva y me encuentre con esto.
- Pero mujer. - Rebatía él con una buena dosis de paciencia y sin realmente ver esa presunta gravedad. - Creo que estás exagerando las cosas.
- ¿Cómo que exagero? - Chillaba Esmeralda poniéndose roja y añadiendo con indignación. - Es que no te das cuenta de que si se te ocurre comprarle uno de esos cacharros estudiará aun menos, saldrá por ahí con motoristas, ira haciendo carreras a trescientos por hora y… ¡Dios sabe lo que le pasará si bebe y conduce! ¡Eres un auténtico irresponsable!
- Esmeralda por favor. - Suspiró Diamante largamente para conservar su calma. - La chica me ha pedido una moto potente, vale. Pero primero tendrá que sacarse el carné y aun no tiene edad suficiente. Sólo tiene catorce años y a cambio me ha prometido estudiar más. Prefiero que en un par de años saque el carné y tenerla controlada, no negárselo ahora para que salga a coquetear con el primer niñato veinteañero que vea con una Harley Davidson. Me comprendes, ¿verdad?
- Si lo enfocas así - contestó su esposa algo más apaciguada-, ya es otra cosa, pero, por lo menos deberías haberme pedido mi opinión, que para algo soy su madre.
- Amatista me previno que dirías que no antes de dejarnos hablar y me temo que tenía razón. - Afirmó su esposo. - ¡Venga Esmeralda!, yo también soy su padre y me preocupo por ella. No creas que le he dicho que sí únicamente por darle un capricho. También medité seriamente los pros y los contras.
- ¡Ay Diamante! – Exclamó su mujer que meneó con desaprobación la cabeza y suspiró. -  Estás ciego cuando se trata de ella. Te manipula aún mejor de lo que nos manejaba el Hombre Sabio.
- ¡Amatista es nuestra hija y me niego a escuchar semejante comparación!,- replicó él visiblemente molesto elevando su tono. –

            Un tenso silencio sucedió a aquellas palabras. Finalmente fue Esmeralda quien lo rompió.

- Lo siento mucho, cariño. - Se disculpó su apurada interlocutora, consciente de que ese comentario levantaba ampollas y rompía la regla no escrita de dejar en paz su pasado. Así que confesó en forma más sumisa y conciliadora. -Sabes que no quise decir eso. Solamente me preocupa nuestra hija, me aterra la mera idea de pensar que pudiera pasarle algo, eso es todo. Desde que ella nació me he esforzado todo lo que he podido por ser una buena madre. Pero muchas veces me ha faltado tiempo y crece tan deprisa… De un año a esta parte tengo la impresión de que la pierdo cada día más. ¡Ah! Madame Deveraux ya me lo advirtió…y no la presté atención. ¡Qué razón tenía, como en todo lo que solía aconsejarme! Pasa más tiempo con tu niña, cuando quieras darte cuenta se habrá hecho una mujer. - Recordó en alusión a su ya fallecida mentora. -
- Esmeralda. - Le dijo Diamante más calmado. - Vamos a dejarlo estar. Debes comprender que Amatista ya no es la niña que tú paseabas de la mano. Se está haciendo una mujer, estoy seguro de que la hemos educado bien. También estoy convencido de que tú eres una estupenda madre para ella. No podría haber nadie mejor, pero nuestra hija está cambiando, es natural, ¡déjala crecer!
- ¡Como crezca un poco más no cabrá por la puerta! - Sonrió la modelo que se abrazó a su marido para así firmar las paces, cosa que él recibió con sumo gusto. -

            Así las cosas, para algunas de las familias del grupo iban a depararse grandes cambios a partir de entonces, pero ninguna de ellas lo sabía aún.





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