Cuando el pequeño Leval cumplió los seis años, sus
padres le apuntaron a un centro de primera enseñanza. En realidad, el crío
había ido antes a guarderías. Beruche se había empeñado previamente en ello para
que tuviera contacto con otros niños lo antes posible. No quería que fuera
especial en el sentido de estar aislado. Aunque le asustaba que evidenciara
capacidades muy por encima de lo normal en un crío de su edad. Ella y su esposo
tuvieron esa conversación.
-Conocer alguna forma de defenderse no le irá mal. -
Afirmaba Roy. -
-Nada de eso. - Se negaba categóricamente su esposa,
quien alegaba no sin preocupación. - Tú siempre dices que el entrenamiento
aumenta muchísimo el poder de los guerreros del espacio. ¿Y si eso le sucede a
Leval y accidentalmente hace daño a otros niños con esa fuerza?
-Leval es un niño como cualquier otro ahora. -
Repuso su contertulio. -
-Pero tú mismo me contaste que tu maestro Son Goku
te lo explicó. - Opuso Beruche, afirmando muy inquieta. - Tus antepasados enviaban
bebés a conquistar otros planetas.
-Mujer, eso era en otra época y dimensión diferente.
Ahora no tenemos tanta fuerza. - Le aclaraba Roy, añadiendo con tono tranquilizador.
- Y por seguridad Landar se ocupó de minimizársela, al menos hasta que nuestro hijo
cumpla una edad en la que sea capaz de controlarse.
Y
es que al final él le había confesado a su esposa hacía años ese famoso
incidente de la cola peluda con la que el niño nació. Bertie al principio se
quedó perpleja. Luego contrariada, pero enseguida comprendió y aceptó aquello. Era
la primera que no deseaba que señalasen a su hijo.
-Al menos eso no le pasó a Kerria. - Suspiró su
apurada madre. –
-No a nuestra hija no le hizo falta, nació sin ella.
Pero en el caso de Leval, además de arrancarle esa cola, Landar emitió un conjuro
protector sobre Leval. - Le explicó entonces Roy. – Es algo similar a lo que yo
tenía cuando Armagedón estaba en mi interior. Esa protección sellará bastante
sus poderes, aunque seguirá destacando pese a todo.
-Han de ser la educación y los valores que le demos,
los que le hagan ser capaz de controlarse. - Sentenció su esposa. -
Por todo eso Bertie no permitió
que Roy le enseñase a pelear al estilo saiyajin, ni siquiera con las técnicas
más sencillas. Eso sí, le concedió el poder enseñarle a jugar al baloncesto y
apuntarle a un gimnasio de karate que Tom les recomendó para que adquiriese disciplina
en el uso de esa fuerza que, algún día, tal y como le anticipase su esposo,
terminaría por resurgir acorde a su naturaleza de guerrero.
-Habrá que ver qué pasa con nuestra hija. - Le decía
ella a su marido. -
-Kerria no parecer haber heredado los genes saiyajin
dominantes. - Comentó Roy, afirmando con humor. - Me alegra ver que ha salido
más a ti en eso. Será una señorita muy guapa e inteligente.
Y por su parte, Tom y Cooan se afanaban
por educar bien a sus propios hijos. En
opinión de la pareja, las artes marciales, la danza o la música eran cosas muy
importantes para formarles desde bien niños. Tom se ocupó de inmediato en
comenzar a instruir a sus hijos y era muy gracioso ver a la pequeña Idina
vestida con su kimono y su mini cinturón blanco, derribando a su padre (estaba
claro que éste ayudaba algo por su parte), tras una llave de yudo. La pequeña
brincaba de alegría elevando ambos bracitos y sus padres no podían evitar una
enternecida sonrisa.
-Espera cariño. - Le pidió Cooan a la cría.- Quietecita
ahora…
Y
con su teléfono móvil inmortalizó el momento tomando una foto, Tom lucía cómico
poniendo cara de haber sido golpeado casi por un saiyajin en tanto su hija se
subía sobre él como si estuviera dominándole con una llave. Tras las fotos, el
devoto papá la agarraba haciéndola algunas cosquillas que desataban las
carcajadas de la pequeña. Después Idina se levantaba yendo a abrazarse con su
madre.
- ¡Le he ganado a papi! - Exclamaba llena de alegría.
-
-Eres la única que ha podido hacerlo. - Concedía él.
-
-Sí, mi amor. Eres una chica muy valiente. - Se reía
la madre, añadiendo, eso sí con cariñosa firmeza. - Ahora toca ir a casa a
darte un baño y luego a cenar.
Y
se la llevaba de la mano una vez que Tom repartía algunos besos entre ambas.
Entre tanto, los hermanos competían también con ánimo para ver quien era el
mejor y a ninguno se le daba mal. No obstante Alan ganaba siempre dado que era
mayor y más entusiasta a la hora de practicar las artes marciales. El pobre
Lance solía terminar llorando un poco.
-No quería hacerte daño. - Se disculpaba su hermano mayor.
-
-Bueno, debéis tener cuidado-. Les advertía Tom. -
Todavía no domináis bien las técnicas.
- ¡Alan es un bruto! – Protestaba el damnificado
doliéndose de un brazo. -
Su
padre se lo miró y sí, la llave que le había hecho su hermano había dejado
dolorida la extremidad. Aunque él mismo alivió eso con un vendaje y un poco de
hielo. Enseguida hizo sentarse a ambos chicos en el tatami y haciendo lo propio
frente a ellos les comentó con templanza y paciencia en su tono.
-Veréis hijos, las artes marciales no se practican
para hacer daño a otros, sino para ganar autocontrol. Es una manera de dominarnos
mejor.
-No lo entiendo. - Comentó Alan que argumentó
sorprendido.- Si tienes que dar puñetazos, patadas y tirar al otro al suelo
todo el tiempo. Yo le hecho daño a Lance sin querer. Si nos tenemos que dominar
entonces lo normal sería no dar golpes o agarrar a otros.
Tom
sonrió y mirando a sus dos hijos respondió con tono afable
-En eso tienes razón, a primera vista podría parecer
que es así. Pero en realidad, aunque sea extraño, no combates contra el
adversario que tienes en frente sino contra ti mismo. Digamos que es una
especie de prueba de habilidad. Has de ser más rápido y diestro que el otro. Y
le necesitas para poder practicar o mejorar.
-Pero también vale para atacar y defenderse. -
Comentó entonces Lance a quién se le iba pasando el dolor. - Y eso hace daño.- Remarcó.-
-Sí, pero eso es secundario. Hay personas que solamente
ven las artes marciales como algo que les pueda dar poder o ventaja sobre los
demás. Eso es un error, hijos. Las artes marciales te dan poder y control sobre
ti mismo. Recordadlo siempre.
Los
pequeños asintieron, aunque sin comprender todavía aquello del todo. Lo mismo
podría aplicársele a Idina que, a su corta edad, solo veía esas prácticas como
momentos divertidos para jugar con su papá. De todos modos, la más pequeña, pese
a ser tan habilidosa como sus hermanos en el judo y el kárate, enseguida
prefirió la música y el ballet como actividades, en eso sin duda salía a su
madre.
-Es una suerte que Sarah fuera profesora de piano. -
Pensaba Cooan. - Está enseñando a Idina a tocar y a la niña le gusta mucho.
De hecho, con la colaboración
ocasional de su suegra, cuando iban a visitarla a ella y a Will, Cooan se
encargó ella misma de la educación de todos sus hijos hasta que tuvieron la
edad para pasar a primaria, después prefirió que tuvieran otros maestros como
el resto de los críos de su edad. A fin de reforzar la normalidad de su familia.
-Al menos no tengo que preocuparme como Bertie de
que mis hijos se pongan a brillar con tonos dorados. - Se decía con una mezcla
de alivio y humor.-
Y volviendo precisamente al este,
en la casa de los Malden reinaba la ilusión de ese primer día de clase. Leval
estaba listo para ello, era un muchachito muy despierto que se tomaba interés
en la mayor parte de las cosas que le rodeaban y era juguetón y dinámico, como
la mayor parte de los niños de su edad. No obstante, tenía una gran imaginación
y mucha capacidad para soñar que enfocaba hacia las estrellas. Siendo debido
quizás a las historias de otros planetas y personas que vivían en ellos que en
ocasiones le contaba su padre, o también por causa de los cuentos de hadas y
princesas de países lejanos y mundos maravillosos con los que le acostaba siempre su madre. El hecho es que
las aventuras en naves espaciales comenzaban a copar el ánimo del niño más aún
que las hazañas deportivas de su papá. Y eso que para su primer día en “el cole
de los mayores” como decía orgullosamente él, se equipaba con un babi y una
mochilita de baloncesto que su padre le había comprado. Antes de que su madre
llevase al colegio al crío, Roy se arrodilló para estar a su altura y extendió
la mano.
-A ver esa fuerza, campeón, ¡pega aquí fuerte! - Le pidió
divertido. -
- ¿No crees que ya dará bastantes mamporros en clase
de karate? - Le preguntó Beruche moviendo la cabeza con desaprobación añadiendo
con un suspiro, en tanto recordaba esas pasadas conversaciones con su esposo. -
Deja ya de animarle a ser violento.
-Yo no le animo a ser violento - protestó
el interpelado justificándose de inmediato. - Es todo lo contrario, debe
aprender a defenderse. Tampoco vamos a pasarnos en el otro sentido y que sea un
blanco fácil para todo crío con ánimos de darle una zurra.
Y sin esperar la réplica de su mujer, que
tampoco supo que oponer a eso, miró a su hijo y le hizo una carantoña en el
moflete.
- ¡Vamos súper guerrero Levalillo! , pega con todas
tus fuerzas.- Le animó con una gran sonrisa y tono deliberadamente pomposo. -
Con
un gracioso gesto de concentración que hizo sonreír a su progenitor e incluso a
la propia Beruche, a pesar de sus objeciones. Leval se dispuso a golpear.
- ¡Golpe atómico al ataque! - Gritó con su vocecilla,
dando un puñetazo en la palma de la mano de su padre que se movió hacia atrás
con cierta exageración. -
- ¡Muy bien, hijo! - Le felicitó Roy sintiéndose
bastante orgulloso y asegurando con gran optimismo. - Serás un gran campeón, ¡ja,
ja!...
-Venga Leval - Terció su madre. - Tenemos que ir al
colegio, despídete de papá y de tu hermanita - miró a Roy y después a su hija
que dormía en su camita para indicarle a su esposo. - Kerria debe de estar a
punto de despertarse, dale la papilla de galletas. Le toca desayunar fibra hoy.
Y no le enseñes a tu hija ningún golpe demoledor. Quiero que el día de mañana
sea toda una señorita y no un guerrero de esos. - Sonrió divertida. -
-Descuida cariño, de eso ya te encargarás tú. Al
menos la enseñarás a fabricar cubitos de hielo. - Bromeó éste, dedicando una
tierna mirada a la cría que aun dormitaba apaciblemente bajo una mantita. -
¡Qué bien le vendrá en las fiestas!
-Para eso están las neveras, tonto, - repuso Bertie
divertida a la par que se agachaba besando la frente de Kerria y sujetaba la
mano derecha a Leval. - Hasta luego, Roy.
-Adiós papi. Hasta luego Ky. - Se despidió el crío
abrazando a su padre y observando afectuosamente a su hermanita que seguía
dormida. -
Tom
y Cooan tenían más o menos la misma situación con sus hijos. Alan, quien era
tan sólo unos pocos meses, menor que su primo Leval, era un niño alegre, dinámico
y muy listo. Lance, un año mayor que su
prima Kerria, tenía la misma capacidad o incluso pudiera ser que mayor
inteligencia que su hermano, aunque era algo menos sociable y más reflexivo que
éste, y la pequeña de la casa era todo un encanto, graciosa y muy buena. En el
caso de los demás, sus esfuerzos por educar bien a sus hijos no desmerecían de
sus amigos. Zafiro y Petz pasaron unos primeros años intensos. Al duro trabajo
por mantener la tienda y hacerla prosperar a escala nacional, unieron un viaje
de novios de lo más entretenido viajando a América del Sur. Posteriormente tuvieron
dos hijos bastante diferentes entre sí, Coraíon el mayor, era el más
disciplinado y aplicado. No es que destacase en exceso, pero en conjunto
ofrecía un talante más reposado y tranquilo. El clásico niño obediente y que no
hacía nada fuera de las normas. Su hermano pequeño, Granate, no le iba a la
zaga en capacidad, pero en carácter era absolutamente lo contrario, todo un
trasto y bastante más vago. No perdía ocasión de hacer travesuras para enfado
de su madre y resignación de su padre. Aunque los dos pequeños adoraban a las
sailors que, en frecuentes ocasiones, visitaban a sus padres. En especial, lo
pasaban muy bien con Minako que siempre les cantaba alguna canción suya de sus
grandes éxitos de ídolo. Y las tartas de su madrina Makoto eran una buena arma
disuasoria para las pillerías de Granate, (que no deseaba ser castigado a dejar
de comérselas) Ami les explicaba muchas cosas dejándoles atónitos de por todo
lo que sabía y del mismo modo la sacerdotisa Rei impresionaba a los dos
advirtiéndoles que los espíritus siempre estaban dispuestos a apropiarse de los
niños malos. Coraíon lloraba a veces, aunque Granate siempre le pedía ver a uno
de esos fantasmas, para asombro e incluso regocijo de las chicas. Lo cierto es
que ese crío sería un diablillo, pero era muy valiente. Pese a ese modo de ser,
o quizás precisamente a causa de él, se hacía querer. Dado que sus travesuras
no estaban revestidas de maldad. Y es que, quizás las hacía para darse un
respiro puesto que, viviendo en Japón, Petz y Zafiro tenían a sus hijos en el
duro sistema escolar de dicho país, ayudándoles además con la inscripción en
prestigiosas academias. La propia Ami les recomendó algunas de las mejores en
las que ella misma había estado. Y hay que decir, que, lo mismo que en otros
casos, Petz continuó actuando ocasionalmente como Dama del Rayo, y fue ayudada
por su marido. Las sailors, por su parte, y pese a tener que enfrentarse a
algunas otras amenazas, no quisieron nunca preocupar a sus amigos, ni pedirles
ayuda. Bastándose solas como de costumbre para evitar cualquier peligro contra
la Tierra durante esos años. De los hijos de Nephrite y Amanda, poco se puede
decir, estos fueron educados entre sus padres y las sobrias instituciones de la
escuela privada inglesa y sus modos de ser no daban para excesivas sorpresas. Eran
educados y gentiles, enseguida tuvieron ese aire serio y reservado
característico de los mejores centros ingleses, sobre todo con los extraños. De
todas formas, sus padres lograron aliviar esas tendencias con algo de su humor
y su abierta visión de la vida. En cuanto a Diamante y Esmeralda, lo tuvieron
más difícil aún. Por sus respectivos trabajos e incluso sus intervenciones como
luchadores por la Justicia, (en especial por parte de la Dama del Viento). Se
veían obligados a viajar de continuo y entre eso y su conciencia de pertenecer
a la clase alta, apuntaron a su hija a un prestigioso Liceo privado que cubría
la enseñanza hasta la etapa preuniversitaria. Allí, y siempre que su limitado
tiempo se lo permitía, Esmeralda se encargaba personalmente de ir a recogerla,
ya que pese a ser un internado completo, sólo la dejaba a comer cuando tenía trabajo.
La atareada modelo y diseñadora era dichosa al poder olvidar, aunque solamente
fuera por corto espacio de tiempo, sus obligaciones. Pero no por ello perdía su
soltura en el andar y su elegancia, cuando solía llevar a su hija de la mano
dando largos paseos desde el Liceo hasta su casa. No podía disimular su orgullo
de madre y, además, le gustaban esos escasos momentos en los que podía estar a
solas con su hija. La pequeña Amatista se revelaba como una niña muy despierta
y era muy despabilada para su corta edad. Una vez, como tantas otras, paseaba
de la mano de su madre. Llevaba un globo atado a la muñeca izquierda que ésta
le había comprado a la salida del Liceo, ella siempre le compraba alguna
cosilla a la cría, quizás así se liberaba un poco del complejo de culpabilidad
que a veces la asaltaba por no estar con ella tanto como le gustaría. Amatista
encantada con su globo miraba a su mamá hacia arriba. Esmeralda era muy alta y
además llevaba zapatos de apreciable tacón. Se fijó en que casi todos los
hombres se giraban al verlas pasar y también en que emitían silbidos y
exclamaciones dirigidas a su madre. Ella sonreía a veces y las más hacía que no
las escuchaba. Pero la pequeña, con la naturalidad y el descaro propio de una
niña de cinco años, le preguntó.
- Mami ¿Por qué todos los hombres te miran?
En
un primer instante, Esmeralda no llegó a asimilar bien la pregunta, ¿qué podría
responder a eso?, aunque enseguida pudo replicar.
- Bueno hija, miran a mamá. - Le explicó ésta con
suave y cariñoso tono, no exento de satisfacción. - Porque soy famosa y me ven
por la televisión y a la gente le gusta mirar a los famosos ¿Sabes? - La niña
asintió mirándola embelesada en tanto Esmeralda le preguntaba a su vez,
aludiendo a uno de los dibujos favoritos de la cría. - ¿A que si tú vieses al
ratón “Mickey” por la calle también le mirarías?
La
pequeña asintió de nuevo, pero dijo algo que dejó sorprendida a su madre.
- Sí, pero no haría ruidos raros por eso. Yo creo
que te miran porque eres muy guapa. Seguro que ellos no tienen una mamá tan
guapa como yo y les doy envidia, por eso te miran. - Dedujo con absoluta convicción,
pensando alegremente en que había resuelto una cosa que ni siquiera su mamá
sabía. -
Esmeralda
se rio de esa ocurrencia y abrazó tiernamente a su pequeña. Desde luego que Amatista
tenía una marcada personalidad y no carecía de cierto orgullo. Al regresar a
casa le contó a Diamante lo sucedido. Éste también se rio divertido por esa
teoría y levantando en brazos a la cría la sentó sobre sus rodillas, queriendo
saber con un tono dulce dirigido a su hija.
- Bueno Amatista, cuéntale a papá como te ha ido en
el colegio hoy.
- ¡Hemos hecho un dibujo de nuestras casas! - Explicó
la pequeña con expresión entusiasmada. - Le he puesto una chimenea y un sol y
muchos arbolitos.
- ¡Qué bien! - Sonrió su padre, quien de inmediato
quiso saber. - ¿Y dónde está?
- Lo hemos pegado en la pared de clase. - La niña
señaló a la pared de su casa donde podían verse algunos cuadros de prestigiosos
artistas abstractos. - Los míos son más bonitos que esos. Papi. Los niños que
han hecho esos cuadros no saben dibujar, - aseveró convencida haciendo reír a
sus padres de nuevo. -
- Desde luego que no, hija. - Convino Diamante que
añadió dirigiéndose a su también risueña mujer - ¿Lo ves, Esmeralda? Amatista
tiene mejor gusto que los de Christie´s...
- Muchas veces lo creo yo también. - Respondió ella
sin poder evitar reír con su estruendosa carcajada que dejaba atónita a la
misma cría. Aunque de seguido la pequeña reía con su madre, eso sí, de forma
mucho más musical y suave. – Sería mejor llevar alguno suyo a las subastas…
Y
tras este comentario, tomando a la niña en brazos, Esmeralda que había
aprovechado para cambiarse en ropa más cómoda durante esa graciosa
conversación, la llevó a la cocina y le dijo con ternura.
- Ahora mamá te va a dar la cena.
- Pero quiero cenar con mi cuchara de elefantes. - Reclamó
Amatista aludiendo a su cubierto favorito, una cuchara que tenía grabados unos
dibujos de esos animales. -
- Claro mi vida. - Concedió solícitamente Esmeralda,
- ya la tengo ahí.
Diamante
decidió ir junto a su mujer y su hija para compartir aquellos escasos minutos
de los que disponían para estar juntos. El príncipe nunca hubiera podido
imaginar cuan maravillosa le iba a resultar la vida hogareña con su esposa y su
hija. A veces se recordaba a sí mismo, de niño, junto con su hermano, los dos
pegados a su madre cuando ella les contaba algunas historias de la Tierra.
-Fuimos muy felices entonces, la maldad no nos había
dominado aún. - Se dijo con una mezcla de nostalgia y pesar. -
Pero ahora, observando como Esmeralda
daba de cenar a su pequeña, sonreía. Gracias al Cielo el destino fue benévolo
con ambos y les regaló esa vida nueva. Y ambos se juraron que no la iban a
desperdiciar con sueños de poder o entelequias vanas, sino ayudando al mundo. Y,
sobre todo, amando a su hija y procurando su felicidad por encima de todo.
- ¡Ojalá, mis padres pudieran vernos ahora! - Pensó,
entre agradecido y feliz. -
Cuando la niña terminó la cena la acostaron, al poco
rato, sin embargo, la cría le pidió a su padre.
- ¿Me lees un cuento?
-Ya es un poco tarde, cariño. - Objetó Diamante. -
Tienes que dormir, que mañana hay colegio.
-¡Por favor…papi!- Le pidió la niña con un tonillo
entre triste y suplicante.-
-Vale, pero solo uno y cortito. - Aceptó el interpelado.
-
-¡Sii! – Aplaudió la cría haciéndole sonreír. -
Desde
luego que el antaño orgulloso príncipe que no se arredraba ante nadie, no era
capaz de negarse ahora a nada de lo que su niñita le pidiera. La adoraba. Así
que allí estaban los tres. Él sentado en la postura del loto sobre la alfombra
que tapizaba la habitación, con la cría sobre sus rodillas y Esmeralda arrodillada
a su lado. El solícito papá abría ese libro de cuentos con dibujos y grandes
letras y comenzaba.
-Había una vez una niña muy guapa y buena…
-Sí…como yo. - Dijo Amatista. -
- ¡Claro que sí! - Convino su madre con expresión
amorosa.-
La pequeña era incluso capaz de leer muchas de las
palabras para solaz de sus progenitores. Al fin el cuento se concluyó y hubo
que ir a dormir. Por supuesto que pese a los ruegos de la niña para escuchar
otro más. Sin embargo, esta vez fue Esmeralda la que la metió en la cama y la
arropó, negándose a leerle otro con un tono cariñoso pero firme.
-Cielo, papá te ha contado un cuento, que era lo
acordado. Ahora tú tienes que dormir, que mañana hay que levantarse tempranito
para ir al cole.
La
niña asintió dándose por vencida. Y además ya se le abría la boquita. Sus
padres la besaron en la frente y la dejaron descansar apagando la luz.
-Buenas noches, ma chérie. - Le deseó Diamante. -
-Que duermas bien, mi vida. - Secundó su esposa. -
Al rato volvieron y ambos se quedaron observándola
dormir durante unos minutos, apoyados en el quicio de la puerta y entre la
penumbra de la cenital luz del pasillo que apenas dejaba ver el semblante
apacible de la niña.
-Apenas si puedo creerlo, – suspiró él sujetando a
su esposa por detrás a la altura de la cintura. – Todo lo que hemos vivido ha
merecido la pena cada vez que miro a Amatista. Es tan bonita e inocente. Habría
cambiado Némesis entero por tenerla entonces.
- Sí - convino su interlocutora con una amplia
sonrisa. – No hay nada en este mundo que me haga más feliz que estar con ella.
Lástima que tengamos tan poco tiempo para pasarlo juntos los tres.
- Cuando tengamos vacaciones podremos disfrutar más
de nuestra hija. – La animó Diamante. – Ya tengo ganas de que podamos hacer un
viaje los tres. Para ver a algunos de nuestros amigos.
- Ian me ha dicho que estáis trabajando muy duro. El
otro día hablé con él y con Satory, también es una cría muy espabilada y lista.
– Le comentó su esposa – Y eso que la pobrecita tiene que criarse sin su madre.
- Es cierto – replicó su marido, ahora algo más
apenado. – Ese pobre hombre quedó destrozado cuando Jenny murió. Te puedo
confesar que cualquier resentimiento que pudiera guardarle después de esa
especie de juego al que nos obligó a participar, desapareció entonces. En el
fondo no es mala persona.
Su
esposa sonrió acariciando el rostro de su interlocutor replicando con un
susurro lleno de afecto.
-Me alegra ver que al final te diste cuenta. Mi
príncipe.
-Siempre he estado muy ciego para percibir lo que
realmente sucedía. Pero ya no. - Sentenció él. - La familia y los amigos, eso
es lo fundamental en esta vida o en cualquier otra. Gracias a todos ellos que
pude comprenderlo.
-Sobre todo gracias a Roy y a tu hermano Zafiro. -
Comentó su mujer. - Lástima que los veamos tan poco.
-Ahora estamos desbordados por el trabajo, mi
hermano tampoco tiene apenas tiempo de estar en familia estos días. Ni su
colega y compañero Souichi tampoco. En fin, supongo que todo no se puede tener.
Ian por ejemplo está deseando pasar cuantos más ratos pueda, mejor, con su
hija.
-Espero que dentro de poco podamos ir para que
Amatista y ella se conozcan. - Declaró su esposa. - Podrían jugar juntas,
aunque Satory sea mayor.
-Son muy pequeñas, seguro que congeniarían bien. -
Sonrió su marido, imaginando aquello para añadir con voz queda. - Sería bonito
que las dos se hicieran amigas. Nuestra hija tiene que crecer rodeada de gente
que la quiera. Por experiencia sé que eso es fundamental. La capacidad de amar
a otros puede llegar a redimirnos, como la Guerrera Luna y las demás nos demostraron.
- Es cierto, cariño. Por eso lo principal es que
siempre que sea posible, estemos junto a ella y que nuestra hija sea feliz y
nunca deba preocuparse por cosas como las que nosotros tuvimos que vivir y
superar. – Deseó Esmeralda. – Ese es mi deseo para ella.
Su
interlocutor asintió, esperando también que así fuera. De todas las recompensas
que había tenido desde que resucitó y ayudó a derrotar al mal ésta era la mejor
de todas. El príncipe de Némesis pensaba en su mujer y en su hija y agradecía
su buena fortuna. Recordaba también a sus otros amigos y compañeros, a veces
les echaba de menos, era difícil verse. Quizás con su hermano y con Nephrite lo
tenía más fácil, pero Ail hacía tiempo que se fue de la Tierra, y tanto Roy
como Tom estaban muy ocupados. Aunque al gamberro de su amigo neoyorquino le
veía bastante por televisión, en los partidos de su equipo. De todos modos,
trataba de mantenerse al tanto de cómo le iban las cosas a los demás. Incluso se pasó a visitar a su antiguo
maestro en temas esotéricos, el chamán Nube Alta, con la familia. De hecho,
cumpliendo la promesa que le hicieran a su mentor, tanto Diamante como
Esmeralda viajaron uno de esos fines de semana que tuvieron libres con su
pequeña. Allí pudieron ver de nuevo al anciano chamán indio tras invocarle.
Éste sonrió ampliamente al reconocerles y fue muy amable y solícito con la
pequeña, a la que incluso pintó algo en sus pequeños mofletes y como remate
final le colocó un par de plumitas en la cabeza.
- ¿Vives aquí tú solo? - Le preguntó la cría a ese hombre.
-
El chamán
sonrió respondiendo afablemente.
-Nunca estoy solo, pequeña. El viento me trae
noticias, las águilas pasan por aquí para visitarme. Y mis antepasados me dejan
estar con ellos. Y, además, algunos amigos como tus padres y tú venís a verme
de vez en cuando.
Aunque
la niña miró algo confusa en todas direcciones para decirles a sus papás.
-Aquí no hay nadie.
-Cariño, será que nos han dejado sitio para viniésemos
a visitar al maestro Nube Alta. - Sonrió Esmeralda. -
-Te aseguro que Nube Alta tiene muchos y buenos amigos.
- Añadió su padre. -
- ¿Y yo puedo ser tu amiga también? - Preguntó la
esperanzada Amatista. -
-Tú ya eres mi amiga. - Concedió el anciano, agregando
con su misterioso tono habitual. - Y un día, igual que tu madre, podrás
escuchar la llamada del viento.
-Ya lo oigo, cuando sopla. - Afirmó la niña como si
tal cosa. -
Eso
hizo reír un poco a aquel chamán quien asintió. Luego, Diamante y su esposa descendieron
un rato con su hija al pie de ese monte sagrado, en donde estaba aquel enclave
de los navajos que conocían. Allí, unas amables mujeres se ofrecieron a cuidar
un rato a Amatista.
-Enseguida volvemos. - Les dijo Diamante, dándoles
las gracias por su ayuda. -
Y él retornó a la cumbre con Esmeralda. La cría no
tuvo tiempo de echarles de menos, se lo pasó en grande jugando con otros niños
de la tribu e incluso montando en un pony. No obstante, en cuanto el chamán
tuvo unos momentos a solas con los padres de Amatista, charló con la pareja junto
al calor de la hoguera.
-Dime, maestro. – Le pidió Diamante que notaba en la
expresión del anciano una sombra de algo que creyó era preocupación. - ¿Hay
alguna cosa que hayas visto sobre nuestra hija?
-No debes temer por la niña. – Le respondió éste que
miraba a las llamas como si estuviera observando alguna cosa únicamente perceptible
para él, cuando agregó. – Grandes poderes velan por ella. Será una persona
importante.
- ¿Te refieres a que será famosa? - Quiso saber
Esmeralda a quién aquello no extrañaba demasiado, a fin de cuentas, era su
hija. – ¿La admirarán por su trabajo o algo así?
Pero el anciano la miró con una expresión enigmática
cuando le respondió.
-Lo será en el modo en que tú crees. Sí. Mucha gente
estará pendiente de ella. Pero su verdadera importancia será mucho mayor que
eso para el destino de todos nosotros.
-Algo me revelaron cuando regresé del infierno, pero
no puedo recordarlo. – Confesó su interlocutora con cierto desasosiego. – ¡Ojalá
fuese capaz de hacerlo!
-Hay un tiempo para cada cosa, cuando debas saberlo
lo sabrás. - Fue la réplica del chamán. -
-Es que verás, maestro. Queremos que sea una niña
normal y feliz. - Le explicó Diamante a su mentor. – Que no tenga que sufrir ni
pasar por lo que nosotros afrontamos.
-Vuestra hija será feliz. Aunque tendrá sus propias
pruebas. Por más que lo deseéis no podréis evitárselas, ni protegerla de ellas.
Todos debemos tenerlas tarde o temprano para definir nuestro papel en el
universo. – Le dijo Nube Alta quien sin embargo añadió dirigiéndose a la pareja.
– Además, ella no es una niña normal. Es vuestra hija. Lo más preciado que el
Creador os ha dado. Y sé que haréis todo lo posible por educarla en la justicia
y la bondad.
Ambos agradecieron las palabras del chamán, y
meditaron sobre ellas. Pasaron unos días agradables y se despidieron de la
tribu y de ese sabio, deseando que sus profecías fueran acertadas.
-Nube Alta vela por nosotros desde un plano superior.
- Le dijo Diamante a su esposa, cuando concluyó el rito de invocación y el chamán
desapareció. - Tenemos que escucharle.
-A pesar de todo, no quiero que nuestra hija sufra.
- Declaró una inquieta Esmeralda. -
-Ni yo, pero una cosa es cierta. Si Amatista tiene
un determinado destino que cumplir no podremos inmiscuirnos. Entre tanto,
hagamos todo lo que esté en nuestras manos para que sea feliz.
-Sí, y eso pasa por educarla de la mejor forma
posible. Es algo que tu madre me enseñó. - Convino Esmeralda.-
Y
de esta manera los años pasaron rápidamente entre la paz y la tranquilidad de
una vida normal. Los chicos y las chicas crecían robustos, por completo ajenos
a las tribulaciones pasadas de sus padres. Sin ir más lejos, Roy y Bertie
gustaban de llevar a sus hijos al parque, a la playa y demás cosas propias de
una familia normal. Una vez, en el colegio infantil de Kerria, había una fiesta
de disfraces, ella tenía cinco años y sus padres la vistieron de princesita.
Estaba monísima con su trencita de pelo castaño claro y sus grandes ojos
verdes. Llevaba un trajecito de gasa blanca y un sombrerito de cucurucho blanco
con tules cayendo hacia la cara, rematado con una estrellita. También llevaba
una varita. Roy estaba embelesado con su niña. La levantó amorosamente en sus
brazos mientras la pequeña le preguntaba con un gracioso tonillo de curiosidad
en su voz.
- Papi, ¿soy un hada o una princesa?...
- Mi niña, ¡eres la princesa de las hadas! - Le
aseguró Roy haciendo que Beruche sonriera cuando agregó. - Igual que tu mamá.
- Mami ¿Tú también eres un hada? - Inquirió Kerria
con asombro. -
- Sí, mi niña, pero cuando era pequeñita como tú, -
le respondió Bertie colocándole bien en el gorrito los velos de tul. -
- Estás muy graciosa de hada, Ky. - Comentó su
hermano que ya tenía siete años, llamándola por ese afectuoso apodo que la
había puesto. -
- ¡Y a ti, te vestiremos de principito!,- declaró su
madre batiendo palmas, visiblemente entusiasmada con esa idea. -
- ¡Jo, mamá!, yo no quiero disfrazarme de eso. - Repuso el niño bastante desencantado, pasando
a exponer sus propios deseos. - Prefiero ir de astronauta.
- ¡Pues como no le pongamos una pecera por
escafandra!- Se rio Roy. -
- No importa, voy sin escafandra. - Replicó Leval
sin preocuparse, incluso agregando con patente entusiasmo. - ¡Así llevaré mi
pistola láser!
- Con lo guapo que estarías con unas mallitas y un
sombrerito con pluma. - Insistió Beruche con una voz entre melosa y suplicante que
su hijo no podía soportar. – ¡Te estoy imaginando tan elegante!
- No me gusta, además mis amigos se iban a reír
mucho de mí. - Repitió el crío moviendo su cabeza visiblemente espantado ante
esa posibilidad. – ¡No, por favor!…
- Vamos Bertie, deja al chico que se vista como quiera.
- Insistió Roy divertido, recurriendo con sarcasmo y humor a algún manido
tópico de psicología. - No le avergüences delante de sus amigos, podrías
crearle un trauma.
- Está bien- cedió ella con un suspiro, aunque
enseguida le indicó. - Pero no te manches mucho. Recuerda que el traje es de
color blanco, hijo.
- ¡Vale! - Exclamó un encantado Leval, que fue corriendo
a buscar su pistola de rayos. -
Una
vez listos, todos acudieron a la fiesta. Los niños se divirtieron mucho y los
padres también, filmándoles y sacando fotografías. Entre este tipo de
acontecimientos y el mundo normal de los pequeños, estos crecieron ajenos a
cualquier tipo de sucesos extraños o de luchas que sus padres habían conocido
bien. Lo que era causa de alegría y alivio para sus progenitores. Leval y
Kerria eran buenos chicos, él algo abstraído en sus propios pensamientos, estudioso
y un gran deportista. Aunque no heredase la gran pasión de su padre por el baloncesto
que veía como un deporte más. Pese a ello, sus padres estaban igualmente
encantados. En especial el propio Roy, que no se rendía y siempre que podía le
llevaba a la lucha libre, a verle jugar sus partidos o acudía a presenciar los
de su hijo para inculcarle su afición, como su propio padre hizo con él. En
cuanto a Kerria también demostraba ser una chica muy inteligente, pero quizás
sus notas y sus actividades eran algo menos celebradas. Tampoco era tan
espectacular en el terreno físico. Había heredado unas aficiones más sosegadas,
ni era tan predispuesta al ejercicio como Leval, ni tampoco se distinguía por
un gran interés por algún tema en particular. Era en todos los sentidos más
normal y se integraba más homogéneamente con su ambiente infantil. Empezando
por el detalle de que nació sin aquella colita peluda que su hermano sí que
poseyó y que le fue arrancada por el mago. De hecho, Roy y Bertie lo hablaron
al poco de nacer la niña. Una vez que él le confesó a su esposa el asunto de la
cola.
-Al menos. - Suspiró Beruche que no se enfadó tanto
como su esposo llegó a pensar. - En eso ha salido como cualquier niña.
-No cubito, si me refiero a la otra cola, ya sabes...-
Quiso matizar su marido. -
-Claro que lo sé, ¡tonto! - Se sonrió Bertie moviendo
la cabeza. - Y comprendo que cuando viste a Leval recién nacido quisieras
quitarle eso. Me parece muy bien. Pero debiste habérmelo dicho entonces. -
Concluyó por amonestarle. -
-Estabas agotada y muy emocionada, no quise preocuparte.
- Se disculpó su marido. -
Bertie
posó una mano sobre otra de él y asintió.
-No te preocupes, hiciste lo que debías. Y según me
has contado Landar bloqueó parte de la fuerza de Leval. ¿No es así?
-Sí, así es. - Admitió Roy añadiendo. - La
desbloqueará cuando crezca y sea capaz de dominarla.
-Con Kerria entonces no ha hecho falta. - Comentó Una
pensativa Bertie. -
-No, al menos él no se ha comunicado conmigo para
decirme nada en ese aspecto. - Le comentó su esposo. -
Y
tras un silencio muy significativo, Bertie sentenció con un tinte de alivio en
su voz.
-Mucho mejor así.
Y el paso de los años confirmaba aquello. A
diferencia de su hermano que siempre destacaba, ya fuera por sus cualidades
físicas como por su gran capacidad de estudio, inculcada por su madre, Kerria
era de lo más normal. Aunque iba bien en el colegio y tenía bastante destreza
para cantar desde niña. Cosa que hacía bastante las pocas veces que se juntaba
con su primita Idina. Beruche era una madre cariñosa pero estricta, insistía
mucho en que sus hijos estudiasen e hicieran muy bien las cosas. Aunque no en
la misma medida. Desde luego que se cuidó muy bien de hacerlo así con Leval,
aunque con Kerria, pese a no tener ninguna razón aparente, no fue tan
tenaz. Podría deberse a que la
muchachita se entremezclaba más con sus compañeros. O que sus padres habían
comprobado que no era necesario ser tan controladores, tras la experiencia con
su primogénito. Ya no eran novatos
cuidando hijos y pese a que los querían por igual, no podían evitar sentirse condicionados
por el recuerdo de su hijo del futuro. Se habían empeñado en que el Leval del
presente fuera igual de bueno, pero sin tener que pasar por sufrimiento alguno.
Pero nada habían previsto para un segundo vástago y eso les hizo aflojar un
poco sus “precauciones” con Kerria, que sin embargo se desenvolvía bien y en su
infancia no requirió ningún tipo de atención especial. Desde luego como niña
era adorable, lo mismo que su primita Idina. Las pocas veces que ambas familias
se juntaban las dos se pasaban las horas jugando a vestirse de princesas. En
cierta ocasión incluso hicieron una amiguita de tierras muy lejanas. Con la
intervención de Chibiusa, (entonces ya convertida en una atractiva jovencita) y
sus guardianas las sailor Asteroides. Una cría de altísima alcurnia vino a
pasar unos días con la familia Rodney, que acogió a su sobrina Kerria, y a esa
niña, junto con su propia hija. En ese breve espacio de tiempo las tres se hicieron
inseparables. En especial Idina y esa otra niña, de la que no sabían de dónde venía
(bueno, esa cría les dijo ser reina de la Luna, pero lo tomaron por un simple
juego) y a la que cariñosamente llamaban Nehie, hicieron muy buenas migas y la
muchachita visitó a los Rodney en alguna otra ocasión más. Alentada siempre por
Chibiusa y sus guardianas para que cimentase esa amistad. Por su parte, los
Malden también recibieron a la hija de Endimión y Serenity y a sus sailors guardianas
en alguna ocasión. Aunque siempre venían en sus identidades civiles. Los hijos
de Bertie y Roy disfrutaban mucho con las asteroides cuando éstas les
obsequiaban con todo tipo de exhibiciones acrobáticas, magia y demás
espectáculos que dijeron haber aprendido cuando, siendo muy jovencitas,
trabajaron en un circo. Asimismo, la ya entonces doctora Mizuno visitó en
numerosas ocasiones a la familia y siempre estaba encantada de pasar un rato
con sus ahijados. Bertie charlaba con su querida amiga y le contaba todo tipo
de anécdotas familiares. En cierta ocasión, Ami llegó cuando los niños estaban
delante de la televisión viendo un video musical sobre un hombre que iba a la
Luna y era abandonado allí por sus compañeros al perderse en pos de una
alucinación, aunque desde luego que él veía una casa y gente alrededor. Leval
con sus ya diez años comentaba algo sorprendido y con visible escepticismo.
- ¡Eso no puede ser! No vive nadie en la Luna.
-Pues yo creo que sí. - Opinaba Kerria que, a sus
ocho apenas cumplidos, todavía creía en alguna historia que escuchó siendo más pequeñita.
- Seguro que hay gente.
-No seas tonta. - Rebatió su hermano para alegar
investido de autoridad. - En la Luna no hay atmósfera. No se puede respirar. Lo
he visto en un documental.
-A lo mejor viven dentro. - Argumentó su interlocutora.
-
-No lo sé. No creo. - Contestó su hermano ahora con
menos seguridad. -
- ¿Y por qué sino tiene tantos agujeros? - Le
inquirió Kerria para afirmar. Creyendo haber encontrado la respuesta. - Seguro
que los han excavado para meterse ahí.
-Esos son impactos de meteoritos. - Le explicó el niño.
- Y se llaman cráteres, Ky.
Tanto
la madre de los críos como Ami escuchaban un poco al margen, sonriendo enternecidas
ante semejante conversación. Era bonito ver a los dos hermanos compartiendo
cosas. Pese a que muchas veces discutían y hasta se hacían rabiar en ocasiones,
lo cierto es que se querían mucho. Finalmente fue la visitante la que se hizo
de notar primero e inquirió aproximándose junto con Bertie que la seguía.
- ¡Vaya! ¿Qué estabais viendo tan interesados?
- ¡Madrina Ami! – Exclamó la pequeña levantándose,
corriendo y abrazándose a ella. -
-Hola madrina. - Sonrió Leval levantándose también y
yendo hacia la recién llegada, aunque de manera más comedida. -
- Estábamos viendo un vídeo musical de un señor que
iba a la Luna y perdía su nave. Se quedaba con una señora que luego
desaparecía. Nos lo puso papá. - Le informó Kerria. -
-Pero eso no es científicamente posible. - Añadió
Leval poniendo al corriente a las adultas de su controversia con su hermana menor.
- No hay casas en la Luna.
Ami
y Bertie se miraron divertidas. Fue la doctora quién se sentó junto a los
pequeños en el suelo. Volvieron entonces a ver ese antiguo vídeo musical. Al
conjuro de esas imágenes la guerrera Mercurio podía recordar aquellos hermosos
jardines del Milenario de Plata. Esas bellas y ornamentadas fuentes escupiendo
grandes chorros de agua cristalina entre las que jugaba, o pensaba. Y también
acudió a su memoria aquel magnificente palacio en el que creciera y sirviese a
la primera gran reina Serenity, la madre de Usagi, y a ésta misma, cuando era
la princesa Selene. Al fin, volviendo a la realidad, al igual que el
protagonista de ese vídeo, les comentó con afecto a sus ahijados.
-Bueno, es una historia. Pero quizás tenga su base
real. Puede que él estuviera viendo imágenes de otros tiempos. De alguna época
en la que quizás existían habitantes en la Luna.
- A mí me gustaría ir un día al espacio para ver si
existen seres en otros planetas. - Afirmó Leval. -Podría hablar con ellos y que
me contasen cosas para mejorar nuestra tecnología.
-Pues puedes ir a hablar con Nehie. Ella es una
reina de la Luna. Nos lo dijo a la prima Idina y a mí. - Aseveró su hermana convencida.
-
- ¡Anda ya! - se rio el niño. - Eso sería cuando
jugabais…
- ¡Pues es verdad! - Se molestó Kerria sacándole la
lengua para remachar. - Como esa señora rubia que salía en el video. Seguro que
era la reina, y por eso estaba allí.
-No seas tonta…es un vídeo de mentira. - Se rio Leval.
-
- ¡Tonto lo serás tú! - Replicó su molesta interlocutora.
-
-Niños. - Les reconvino Bertie, añadiendo con tono
paciente pero lleno de autoridad. - Para una vez que la pobre madrina Ami puede
venir a vernos no quiero que os pongáis a discutir.
Ambos
críos bajaron la cabeza avergonzados, la doctora entonces se rio. Con mucha
dulzura acarició las coronillas de los dos niños. Afirmando con cariñoso tono.
-Seguro que algún día vuestros sueños se harán
realidad. Lo importante es que creáis siempre en ellos.
-Sí, madrina Ami, cuéntame otra vez la historia de
la reina de la Luna. - Le pidió Kerria con visible interés. - Por favor.
- ¿La de la princesa rubia de largos cabellos que
vivía en el Milenario de Plata? ¿O la de los conejos que viven en la Luna que
está hecha de queso? – Quiso saber la interpelada. -
- ¡Las dos! - Exclamó entusiásticamente la niña,
haciendo que las dos adultas se rieran. -
-Eso te pasa por hablar, Ami-chan. - Se sonreía
Bertie aseverando. - Ahora mi hija no parará hasta que se las cuentes de nuevo.
- Pero ¿cómo va a estar la Luna hecha de queso,
madrina? Eso es imposible. - Terció Leval. -
-Bueno, verás, a veces en las historias se inventan
cosas y en otras ocasiones hay partes que son reales. - Le explicó su interlocutora,
divertida con esa reacción tan escéptica de su ahijado. -
-La madrina Ami es la señora más lista del mundo. Lo
dicen papá y mamá. Lo que cuenta será verdad. - Declaró Kerria totalmente
convencida retando a su achantado hermano con gran agudeza y algo de retintín.
- ¿A que a ella no te atreves a llamarla tonta?....
Aquí sí que Leval bajó la mirada algo
sonrojado. Eso hizo que las mujeres se tronchasen de risa. La aludida tuvo que
hacer un espacio con las manos y afirmar.
-No es para tanto…
-Pues yo de mayor quiero ser tan lista como tú. –
Dijo la niña. -
-Y yo también. - Convino en esta ocasión su hermano.
-
-Seguro que seréis incluso más listos. - Les sonrió
tiernamente su madrina declarando. - Vuestra madre es muy inteligente también.
- Pero para eso tenéis que estudiar mucho. - Añadió
la interpelada agregando. - Y eso me recuerda que ya es tarde y que espero que
las tareas del colegio estén hechas.
-Yo sí las hice todas. - Presumió Leval. -
-A mí me faltan las multiplicaciones…- Se lamentó
Kerria ante la dura mirada de su madre. -
-Pues a qué esperas, ¡Kerria Lorein!, a tu
habitación y no bajes hasta que estén hechas. - Le ordenó severamente Beruche.
-
A la pequeña Kerria le pareció como si alguien le
hubiera arrojado un cubo de agua fría. Más aún cuando su madre señaló con su
dedo al final del brazo extendido hacia las escaleras del segundo piso de la
casa, donde la niña tenía su cuarto. La pobre cría suspiró resignada,
disponiéndose a subir. Entonces Ami intervino con una media sonrisa y le pidió permiso
a amiga.
-Me gustaría ir con ella y ver como son esas
cuentas.
-No debes ayudarla, tiene que aprender a hacerlo por
sí misma. - Contestó su interlocutora de modo inflexible. -
- Es que hace mucho que no hago matemáticas y quizás
Kerria podría recordarme la forma de multiplicar. A lo mejor se me ha olvidado.
- Pretextó la doctora con un tono cómplice. -
- ¡Eso es muy fácil, madrina! - Terció Leval mirándola
incrédulo para sentenciar. - Es imposible que se te haya podido olvidar eso.
Ahora
las adultas miraron al pequeño con cara de circunstancias. Bertie,
comprendiendo la situación, relajó su semblante y más risueña cambió de opinión.
-Bueno, si la madrina Ami tiene curiosidad…puede
subir contigo a ver si esas cuentas son tan difíciles. Espero Kerria que le
demuestres que eres capaz de hacerlas tú sola.
La
cría asintió con renovado entusiasmo y sus ojos brillaron de alegría, enseguida
tomó de una mano a su madrina y tiró de ella hacia las escaleras. Al final, con
ciertas “sugerencias” de Ami, la niña pudo terminar sus deberes que mostró
orgullosa a su madre y a su padre que había llegado hacía poco de entrenar con
su equipo. De ese modo charlaron sobre ese tema referente al satélite terrestre,
los planes de los críos para cuando fuesen mayores y otras cosas. Roy se reía
cuando le refirieron la controversia y puso el vídeo de nuevo. Preguntando a
los pequeños.
- ¿Qué dicen al principio?
-Un pequeño paso para el hombre y un paso gigantesco
para la humanidad. - Contestó de inmediato Leval que se lo sabía de sobra. -
Su padre
asintió con aprobación, y cuando la música comenzó a veces cantaba él con su
voz potente, profunda y clara incluso eclipsando la canción en tanto envolvía
con sus brazos a sus hijos.
- ¡Tierra menor, cielo mayor!
No puedo verme en este lugar
vacío
Sólo otro rostro solitario
No puedo verme aquí en el espacio exterior
Es tan difícil dejar una huella
Y yo trato y trato y trato…
Sólo otro rostro solitario
No puedo verme aquí en el espacio exterior
Es tan difícil dejar una huella
Y yo trato y trato y trato…
Y entre las risas divertidas de los
críos y hasta de su esposa y su amiga Ami, Roy tomó a cada uno de los niños con
una mano y los elevó como si quisiera hacerles volar por el espacio mientras
seguía cantando.
Pero nunca sale bien
Sí lo intento y lo intento y lo intento
Pero nunca lo hago bien
Tierra menor, Cielo mayor
No puedo verme en esta ciudad solitaria
No hay una cara amiga alrededor
¿Puedes oírme cuando hablo en voz alta?
Escucha mi voz por encima de la multitud
Y yo trato y trato y trato
Pero nunca sale bien
Sí lo intento y lo intento y lo intento
Pero nunca lo hago bien
Tierra Menor, Cielo mayor
Pero lo intento y lo intento y lo intento
Pero nunca sale bien
Sí lo intento y lo intento y lo intento
Pero nunca lo hago bien
Es una
Tierra menor, Cielo Mayor
No puedo verme en esta ciudad solitaria
No hay una cara amiga alrededor
¿Puedes oírme cuando hablo en voz alta?
Escucha mi voz por encima de la multitud
Y yo trato y trato y trato
Pero nunca sale bien
Sí lo intento y lo intento y lo intento
Pero nunca lo hago bien
Tierra Menor, Cielo mayor
Pero lo intento y lo intento y lo intento
Pero nunca sale bien
Sí lo intento y lo intento y lo intento
Pero nunca lo hago bien
Es una
Tierra menor, Cielo Mayor
(Minor Earth Mayor sky, Aha
crédito al autor)
- ¿Qué significa esa canción, papá? No la entiendo.
- Comentó Leval. -
-Quiere decir que debemos esforzarnos por hacer las
cosas bien, aunque no nos salgan a la primera. - Replicó Roy, ante la
complacencia de su esposa y su invitada. - Hasta en la Luna…
-Papi. - Quiso saber la niña al hilo de aquello. -
¿Tú has estado en la Luna?
- ¡Bueno! - se rio otra vez él, replicando con tono jocoso.
- Si le preguntas a tu madre seguro que te dirá que más de una vez estoy allí.
Sobre todo, cuando me habla de ir de compras… ¡Ja, ja!
- ¡Mira que eres tonto! – Sonrió su esposa moviendo
la cabeza. -
- Bueno, espero ir alguna vez. Si alguna amiga nos invita.
- Replicó Roy ahora guiñando un ojo a su mujer y a Ami que no pudieron evitar reírse.
-
- El hombre ya ha estado en la Luna. - Les informó
Leval de memoria por lo que recordaba haber leído, cuando citó. - Neil Armstrong, Edwin Aldrin y Michael Collins, llegaron
en mil novecientos sesenta y nueve. En el cohete Apolo XI. Y luego han ido más
naves.
- ¿Y por qué no se quedaron a vivir allí? - Preguntó
cándidamente la cría. -
- ¡Me temo que los apartamentos estaban muy caros! -
Se rio su padre. -
-Roy- le amonestó Bertie, aunque de modo cordial, añadiendo.
- Nuestra hija no comprende esa clase de bromas todavía, va a pensar que lo
dices en serio.
-Me gustaría muchísimo ir. Espero que Nehie un día
nos invite a Idina y a mí. - Afirmó la esperanzada pequeña. -
-Claro cielo. Todo es posible si te esfuerzas por
ello. ¿Quién sabe? Quizás algún día. - Sonrió con dulzura Ami, mesando el cabello
castaño claro, casi rubio, de la niña. -
-Y si no, no te preocupes. - La animó su hermano,
declarando con sinceridad. - Cuando yo sea astronauta, un día te llevaré.
- ¿Lo prometes? - Inquirió su esperanzada hermana. -
¿De verdad?
-Por supuesto. - Replicó rotundamente él añadiendo
para remachar su palabra. - Papá dice que lo que se promete se debe cumplir.
Los
adultos se sonrieron, desde luego la inocencia de esos críos era algo
maravilloso, ojalá que les durase. ¡Si ellos pudieran contarles la realidad!
Fue entonces cuando Roy les propuso con desenfado.
-Todavía hay luz del día en el porche. Vamos a hacernos
una foto todos juntos. Venga, será bonito tener un recuerdo con vuestra madrina
Ami.
Y
el grupo convino con entusiasmo, salieron y el padre de los críos colocó una
cámara con trípode y la programó para disparar. Enseguida se puso con el resto,
detrás al ser mucho más alto, apoyando una mano en el hombro izquierdo de su
esposa y la otra en el derecho de su hijo. Bertie tenía a Kerria delante de
ella y se colocó posando una mano en el hombro derecho de la cría. Ami se
situaba a la izquierda del niño, pasando su brazo derecho por detrás de él,
hasta poner su mano en el hombro izquierdo de éste. En tanto que hermana y
hermano se daban las manos. La pequeña sostenía una flor en la otra. También la
orgullosa madrina posó sentada en un sofá del salón, con la pequeña Kerria a su
izquierda y Leval a su derecha. Así quedaron inmortalizados en un bello
recuerdo más del álbum familiar de los Malden en aquella tarde tan entretenida.
En la costa oeste la vida también transcurría apaciblemente y Rei no quiso ser
menos que su compañera y amiga Ami. Alguna que otra vez visitó el hogar de los
Rodney, quienes siempre la recibían encantados. La sacerdotisa se complacía en
ver la felicidad que disfrutaban sus amigos. Hablaba con ellos de los viejos
tiempos, de cómo les iban las cosas y también intercambiaba vivencias con los
pequeños. Alan, por ejemplo, mostraba curiosidad por los animales del santuario,
Rei recordó que, una vez cuando los críos la visitaron en Tokio, el mayor de
los hijos de sus amigos se escondía de dos enormes pájaros negros que le dieron
mucho miedo al aproximarse a él cuando fue a mirarlos. Hasta que su madrina
llegó y les hizo comer dócilmente de su mano.
-No te asustes. Mira, se llaman Fobos y Deimos, son
mis cuervos sagrados. - Le contó ella.-
A
todo eso, Lance, el siguiente hermano, observaba a esas aves con admiración. Él
tenía un libro en el que se hablaba de sus hábitos. Les gustaban las cosas
brillantes. Sin dudar tomó un envase de plástico e hizo que la luz se reflejase
en él, llamando la atención de ambos pájaros. Éstos enseguida se lanzaron hacia
el niño que soltó aquel cacho de plástico y corrió como alma que llevaba el
diablo. Uno de esos animales agarró el objeto con su pico y remontó el vuelo,
directo a su nido, seguido por el otro. La sacerdotisa enseguida alcanzó a Lance
y le calmó con voz dulce.
-No tengas miedo, no iban a hacerte ningún daño.
-No tenía miedo. - Replicó el niño con tono que
sonaba a obviedad. - Quería atraerles hasta mí…
-Bueno- le sonrió Rei dejando estar aquello, no sin
dejar de advertirle a su ahijado. - Pues ten cuidado, no se debe jugar con
ellos. Enseguida se percatan de las intenciones de la gente.
Y
es que, por alguna extraña razón, ese niño le producía una sensación rara. No
es que percibiera ningún tipo de aura maligna ni nada parecido, pero no era
como sus hermanos. Se repetían aquellas impresiones pasadas. Desde luego, como
entonces, no iba a decirles nada a Cooan ni a Tom. Idina, por el contrario,
estaba mirando a esos pájaros levantando la vista hacia la copa del árbol, y
cuando uno de ellos bajó hasta la cría, ella simplemente se quedó quieta y
Deimos se posó sobre su hombro derecho. Aquella ave parecía sentir las
vibraciones de la pequeña y no se movió. Para asombro de Rei, Fobos hizo lo
propio, posándose en el hombro izquierdo de la niña. Ésta se limitó a reír.
Después ambas aves remontaron el vuelo dejándola tambaleante, con alguna que
otra pluma en la cabeza y despeinada. Ahora, tras recordar aquello, retornó a
ese momento en casa de los Rodney y vio a la pequeña Idina llegar a saludarla.
La niña acababa de retornar del colegio. Sus dos hermanos estaban fuera, en
actividades deportivas, según explicó Cooan que traía de la mano a la cría.
- ¡Madrina Rei! – Exclamaba la pequeña abrazándose a
ésta que la estrechó encantada entre sus brazos tras arrodillarse para recibirla.
-
- ¡Hola, cielo! ¡Qué guapa estás y cuánto has
crecido! -Le dijo la sacerdotisa pues hacía ya al menos un año de esa última
vez en Japón. -
- Lamento no haber podido irte a buscar al aeropuerto.
- Suspiró Cooan explicándose. - Pero tuve que suplir a una compañera que estaba
enferma. Tom debió de ocuparse de llevar a Alan y Lance a sus actividades y
además de cerrar el gimnasio.
-No te preocupes por eso. - Afirmó su amiga con tono
jovial, en tanto acariciaba el largo y sedoso pelo moreno de la niña. - Dime
Idina. ¿Qué tal el cole?
-Muy bien. - Sonrió la cría afirmando con orgullo. -
He sacado muchos sobresalientes y además estoy aprendiendo a tocar el piano y a
bailar.
-Así me gusta. Ya eres toda una señorita. - Sonrió
aprobatoriamente Rei, que ahora suspiró mirando a su amiga para declarar no sin
nostalgia. - ¡Cómo pasan los años!
-Sí… es verdad. - Convino la aludida que, tomando de
la mano a su hija, la indicó. - Anda, ve a lavarte las manos y a cambiarte,
tenemos que preparar la cena.
- ¡Yo ya se cocinar!
- Anunció la niña, aunque ante las miradas divertidas de las adultas,
enseguida matizó, algo colorada. - Bueno, sé un poco.
- ¡Seguro que sabes más que yo! - Se rio Rei para admitir.
- Siempre fui un desastre para eso. Bueno - afirmó divertida. - Aunque cantar no
se me da nada mal. No soy tan buena como mi amiga Minako, pero incluso he
llegado a componer alguna canción.
- ¿Eres amiga de Minako Aino? - Le inquirió Idina
con la boca abierta. -
Su
contertulia asintió risueña y el comentó muy animada.
-Y después de cenar, si tus padres nos dan permiso,
te pondré en el karaoke una de las canciones que ella cantaba con nosotras, sus
amigas de Japón. Usagi, Makoto, Ami y yo misma, claro.
La
cría batió palmas, llena de alegría, cantar era algo que le gustaba mucho hacer.
Igual que tocar el piano y bailar. De hecho, después de querer ser maestra como
su madre también quería ser cantante. O puede que bailarina, bueno, no estaba
muy segura aún. Lo importante es que, tras la cena, su madrina cumplió su
promesa. Aunque Alan y Lance, tras llegar con su padre, saludar a la invitada y
compartir mesa con ellas, se fueron a jugar a otra habitación. Y es que los dos
niños no estaban muy interesados en música de chicas, no era lo suyo pese a que
cantaban en el coro de la iglesia. Idina seguramente que se uniría a ellos en
cuanto fuese un poco más mayor. Pero ahora tocaba una música más movida. La
canción que puso Rei era bonita y la letra pegadiza. Aunque estaba en japonés
también venía subtitulada en inglés. Sin embargo, Idina no tenía problemas. Al
igual que sus hermanos, su madre les había enseñado el idioma desde pequeños y
al viajar a Japón lo habían practicado. Particularmente ella era muy buena a la
hora de escuchar e imitar la pronunciación. En cambio, su pobre papá no se
enteraba de casi nada. Eso hacía que tanto la niña, como su madre y su invitada
se rieran cuando Tom intentaba repetir sin mucho éxito algunas partes del tema.
Pero tanto Rei, como Cooan e Idina podían interpretar estupendamente aquella
canción que decía:
Mis ojos son siempre joyas
Mi cuerpo vestido de lamé y encantos
Ir por la vida es…
Trate de obtener una oportunidad!
Porque estoy aquí, y tengo grandes sueños
Vamos a expulsar a los rivales
Ocupando el día
En lugar de una sonrisa o los labios
Un rayo láser es mi arma especial
Convirtiéndome
Con un destello, ¡en una sailor de diamantes!
Una guardiana nació al amanecer
Porque soy yo, se harán realidad
Mi cuerpo vestido de lamé y encantos
Ir por la vida es…
Trate de obtener una oportunidad!
Porque estoy aquí, y tengo grandes sueños
Vamos a expulsar a los rivales
Ocupando el día
En lugar de una sonrisa o los labios
Un rayo láser es mi arma especial
Convirtiéndome
Con un destello, ¡en una sailor de diamantes!
Una guardiana nació al amanecer
Porque soy yo, se harán realidad
¡Las oraciones a la luz de las estrellas!
Vamos a transformarnos
La chispa está en mi corazón
Una Guerrera guardiana, que es un
verdadera chica Luz de Luna
Yo bajo mis pestañas en silencio
De mis piernas esbeltas caen lágrimas
El camino lejano que ella vio
Sé que se encontrará en mi fuerte futuro
Estoy totalmente tranquila, pero aún
Mi corazón está deprimido
Cuando eso sucede, más que nadie
Puedo enviarte un rayo
Convertido en mi
¡Con un flash, alas de guerrera!
Una guardiana que atraviesa la tierra
Porque soy yo, puedo pelear esta batalla
Voy a transformarme, el brillo está en mi frente
Una guerrera guardiana, es un
fortuna de luz de Luna
Convertida en mí
Con un destello, toma de nuevo un beso
Deshaz el lazo de mi traje de guerrera
Porque soy yo, no necesito nada más
nunca
Transformación
En ese momento el brillo que te di
Una Guerrera Guardiana
Eso es amor eterno
Una guerrera guardiana
Es una verdadera chica a la Luz de la
Luna
Una guerrera guardiana
Es una verdadera chica a la Luz de la
Luna
(Homenaje
a PGSM Sailor Dream. Kirari, crédito
al autor)
Y allí estaban las tres chicas disfrutando de aquel
momento a lo grande. Cooan y Rei incluso pasándose mutuamente los brazos por
los hombros de la otra y ladeándose de un lado a otro en tanto cantaban
realmente divertidas y con una mezcla de alegría y nostalgia. Estaban unidas
por lazos de gran afecto y llenas de complicidad, dado que las dos comprendían
perfectamente el auténtico significado de esa letra. Idina por su parte se
sentía muy alegre también, pensando en lo estupendo que sería cuando Nehie y su
prima Kerria viniesen a jugar con ella y pudieran cantar todas juntas esa
canción. Y de ese modo tan apacible era la vida para los Rodney. Su amiga, tras
aquella divertida visita, retornó nuevamente a su país y los años siguieron
transcurriendo…Con el paso del tiempo, Roy, que había llevado una carrera
fulgurante en el baloncesto de elite, siempre al más alto nivel, anunció su
retirada. Se las había apañado para ser uno de los mejores jugadores del mundo,
pero sin llamar en exceso la atención. Aún podía seguir de sobra, pero tenía
treinta y seis años y decidió dejarlo. Se dijo que ya había cumplido todos sus
anhelos como jugador y que deseaba estar más cerca de su familia. (Realmente no
estuvo con sus hijos todo el tiempo que quería al tener que viajar de continuo
y apenas poder usar su translación). Y, además, tenía un palmarés difícil de
igualar, pocos jugadores le habían superado, siete veces campeón de la NBA, dos
veces medalla de oro olímpica con su país. Dos campeonatos del mundo, un par de
veces máximo anotador de la liga y tres veces máximo recuperador de balones. En
la fiesta de su despedida oficial como jugador en activo su número fue retirado
y recibió el apoyo y homenaje de compañeros, medios de prensa y espectadores.
Saliendo al centro de la pista con su familia tuvo difícil no emocionarse
cuando un famoso grupo de música de los que más le gustaban le dedicó una de
sus canciones. Algunas estrofas decían algo así como.
Muchacho de Nueva York,
nunca tendrás un día aburrido
Porque eres un chico de Nueva York
En donde la séptima avenida llega a Broadway.
Cuando eres un chico algunos días son difíciles
Recostado en tu cama, escuchando punk, rock y esas cosas
El hogar es un campo de entrenamiento, tienes que escapar
Quieres salir y vagar con el ticker tape.
Tú sientes, el trato es real
Eres un muchacho de Nueva York
Tan joven, entonces corre en la ciudad de Nueva York.
Porque eres un chico de Nueva York
En donde la séptima avenida llega a Broadway.
Cuando eres un chico algunos días son difíciles
Recostado en tu cama, escuchando punk, rock y esas cosas
El hogar es un campo de entrenamiento, tienes que escapar
Quieres salir y vagar con el ticker tape.
Tú sientes, el trato es real
Eres un muchacho de Nueva York
Tan joven, entonces corre en la ciudad de Nueva York.
Muchacho de Nueva York, nunca tendrás un día aburrido
Porque eres un chico de Nueva York
En donde la séptima avenida llega a Broadway.
(New
York City Boy Pet Shop Boys, crédito al autor)
Sus propios compañeros cantaron a coro con él y
hasta se marcaron algunos pasos de baile. Todo ello ante el jolgorio de la
pequeña Kerria que, llevada en brazos por su padre, danzaba divertida con él.
Leval era más vergonzoso y se abrazaba a su madre que sonreía emocionada por su
esposo. Aunque Bertie se sentía también algo abrumada de ser el foco de
atención. Llegó el momento en el que la camiseta con el número de Malden se
retiró, entre los gritos del público coreando “gracias, Roy”. El protagonista
de aquel momento no pudo evitar sonreír muy reconocido, dejando escapar algunas
lágrimas, en tanto le daba la mano a su esposa.
-Mamá. - Le susurró Kerria a Bertie. - ¿Por qué
llora papá? ¿Está triste?
-No hija. - Repuso ella del mismo modo, algo
emocionada a su vez. - Al contrario. Está muy feliz. Es bonito ver como todos
te quieren, nena. Y papá se lo ha ganado durante muchos años.
-Algún día quiero ser tan importante como papá. -
Anunció Leval. -
-Claro que sí, hijo. - Pudo replicar su progenitor,
posando una mano en el hombro del niño en tanto aseguraba con tintes emotivos.
- Claro que lo serás. Mucho, muchísimo más.
Finalmente, la ceremonia terminó. Tras aquello a Roy
se le ofreció un trabajo como Manager de los New York Knicks, su equipo de toda
la vida, que aceptó. Entre tanto sacó su título de entrenador. Por aquel
entonces todo era felicidad. Beruche por su parte también triunfaba en su vida
laboral. Además de su título de docente había estudiado la carrera de Historia
y aprobado hacía tiempo el curso puente para enseñanzas secundarias, junto con su
antigua compañera y amiga Melanie. Y años antes, tras imponer orden y propagar
el estudio por zonas bastante conflictivas y aceptar la oferta de un
prestigioso instituto privado para ser profesora, había ascendido a
subdirectora. Mientras tanto Leval aprobó la escuela primaria con excelentes
notas y entró en otro magnífico instituto privado, cercano a la zona en la que
residían. Sus padres no quisieron matricularlo en el de su madre para que no
hubiera suspicacias. La única que empezaba a fallar, aunque fueran pequeños
detalles en su comportamiento, era Kerria. Cuando cumplió los trece años, su
paso de niña a mujer se hizo evidente. Aparte del cambio en su cuerpo, dejó de
ser la niña dócil y hasta aplicada en sus estudios que había sido hasta
entonces. Sus notas comenzaron a bajar, aunque no de forma alarmante. La
muchacha nunca suspendía, pero estaba claro que su nivel daba para mucho más. Una
vez que entró en la enseñanza secundaria hizo nuevos amigos, algunos incluso de
mayor edad que ella. Eso la hacía llegar más tarde de lo que debía a casa. La
primera en inquietarse fue Beruche, pero Roy decía que eso eran cosas propias
de las niñas de su edad, a lo que invariablemente su mujer le respondía con
inquietud.
-Leval nunca ha hecho eso, y es dos años mayor.
-Bueno, quizás Kerria tenga otro carácter y tampoco
hace nada realmente malo. - Le respondía su marido sin parecer preocupado. – Dale
un poco de espacio, está creciendo.
Lo
cierto es que él pensaba que mientras su hija fuera aprobando todas sus asignaturas
eso era señal de que nada malo le ocurría y total, por media hora o tres
cuartos de retraso en algunas ocasiones. A fin de cuentas, la chica tenía casi
catorce años. Pero su madre insistía en ese tema y frecuentemente le pedía a su
marido.
-Roy, deberías hablar con ella para ver que le ocurre.
- Le propuso Beruche en una de tantas veces, añadiendo con cierto tinte de
frustración. - Yo ya lo he intentado por las buenas, hasta le he dado algunas
veces un sermón y no parece que haya servido para nada. Incluso le he
preguntado si algo le pasaba y me ha dicho que estaba bien.
-Pues hazle caso, mujer. - Respondió su esposo un
poco cansado del tema y queriendo contemporizar al tiempo que restándole
importancia. - Lo que pasa es que no practica tanto deporte como Leval. Él sólo
piensa en ser un buen atleta y estudiar para ser un día un buen piloto. No
tiene tiempo para salir tanto. Pero nuestra hija es diferente. Estará pensando
en algún chico guapo del colegio.
-No sé. Es que no se trata de eso. No puedo explicarlo,
pero hay algo que me inquieta. - Pudo confesar su esposa con un suspiro
intranquilo. - No tengo idea de lo que pueda ser y eso no me gusta.
Su
marido asintió y tras posar las manos sobre los hombros de su interlocutora
aseguró con su mejor voluntad.
-Mira cubito, seguro que no es nada. Pero si te
quedas más tranquila subiré a charlar con ella para ver si se muestra
razonable.
Su
mujer asintió y Roy en efecto, charlaba con su hija, incluso la llevaba al cine
o le compraba cualquier cosa que la chica le pedía. Y siempre que lo hacía,
ambos pasaban un buen día y él se sentía tranquilo con las respuestas de ella.
Kerria jamás le contestaba de malos modos y siempre se mostraba de acuerdo con las
sugerencias de su padre. Además, era cariñosa con él y siempre le decía aquella
frase tan manida de “papá te quiero mucho”, que para Roy era el final de
cualquier tipo de problema. Si alguna vez llegaba tarde enseguida se disculpaba
de una manera u otra. Su padre se daba por satisfecho con eso. Para él era su
princesita y la niña más maravillosa del mundo. Pensaba que tampoco podían
forzar a la cría a ser una especie de lumbrera y atribuía gran parte de la preocupación
de su esposa a la rígida educación estilo japonés que pretendía implantar en la
pobre niña, del mismo modo que hiciera con Leval. Como si esos dos pobres críos
tuvieran que ser como su madrina Ami. Aunque, en su opinión, estaba claro que
sus hijos no tenían por que ser idénticos. Pero a Beruche no le bastaba, tal y
como le repetía frecuentemente a su marido, creía intuir algo más profundo,
aunque sin saber bien qué. Por eso cuando hablaba con Kerria a veces le daba la
impresión de dar palos de ciego y siempre que podía la decía.
- Hija, por favor, ¿por qué no puedes comportarte
como tu hermano? Tú eres muy inteligente. Das mucho más de sí de lo que estás
haciendo y ya vas teniendo edad de ser algo más responsable. Si algo te preocupa
sabes que puedes contármelo.
La
muchacha sólo asentía sin decir nada, ella no era como su hermano ni quería
serlo. Pero lo daba a entender de una forma educada que no ofendiera a su
madre. Y eso no era todo, a su edad comenzaba a percibir extrañas sensaciones
en su cuerpo y a pensar de otra forma diferente a la niñez. Sin embargo, sus
padres no parecían darse cuenta de ello. Bertie una vez sí que creyó acercarse
al asunto y recordando esas palabras de su esposo le preguntó más distendida e
incluso sonriente.
- ¿Es que te gusta algún chico que no te hace caso? Eso nos ha pasado a todas, cielo.
- ¡No mamá!,- reía entonces Kerria que se podía
permitir responder con total sinceridad - no se trata de eso, no tiene que ver
con los chicos, de verdad. Te prometo que mejoraré con mis notas. - Le decía
una y otra vez con su mejor tono de predisposición. -
Y
Beruche suspiraba con resignación, tras darle un beso a su hija se iba sin
tener realmente la sensación de haber avanzado nada. Como no podía hacer otra
cosa decidió esperar hasta el siguiente año, seguramente si esto era una crisis
adolescente. Con el tiempo, o se vería de forma más clara o se le iría pasando.
Por lo menos su hija se avenía a ser razonable.
-Tendré que conformarme con eso, al menos por ahora.
- Se decía para tratar de disipar su inquietud. -
Cooan
y Tom no tenían esos problemas. Sus hijos crecían bien, eran educados y tan
normales como sus amigos y compañeros de clase. Se integraban perfectamente e
incluso destacaban en bastantes cosas. Alan estaba encantado cuando se iba con
su grupo de scouts, la naturaleza y los animales le fascinaban. A Lance le
apasionaba la lectura y resolver acertijos e Idina mostraba un talento para la
música y el baile que realmente enorgullecía a sus padres. La familia Rodney
realmente era la que más tranquila vivía, algunos viajes para ver a los abuelos
Will y Sarah, otras veces visitando en Japón a Rei y las guerreras, o a Petz y
Zafiro, y en ocasiones incluso viendo a Roy y Bertie.
-Me encanta esta vida. Ver crecer a mis hijos y
disfrutar de la naturaleza con tanta paz. - Se decía Cooan, sentada en el porche,
en tanto veía a los niños corretear en el jardín con su perro, un Golden Retriver
de nombre Tot.- ¡Niños!- Les llamaba entonces.- La cena, venid a ayudarnos…lavaos
las manos primero.
Y
los críos acudieron, desde muy pequeñitos sus padres les habían educado para colaborar
por igual a la hora de poner la mesa, e incluso ir preparando algunas recetas
sencillas. A de todos se les daba bastante bien, incluida Idina a quien le
encantaba ayudar a sus padres. De modo que, tras cumplir el mandato materno de
lavarse acudieron a la cocina.
-Id poniendo la mesa. - Les indicó Tom, que estaba allí
ya. -
Y en tanto él se ocupaba de terminar la cena, los
niños ayudaban a colocar todo lo necesario.
-Venga enana. - Le decía Lance a su hermana pequeña.
- Trae los platos.
-Ya voy. - Respondía la cría. -
-Yo me ocupo de los cubiertos, que soy el mayor. -
Declaró Alan. -
En
eso ninguno de sus hermanos le discutía. Cooan entró entonces con ellos ayudándoles
a colocar las cosas.
-Sentaos que ahora venimos papá y yo. - Les ordenó a
los críos.-
Y obedecieron enseguida, sus padres en efecto
retornaron pronto con la cena, una ensalada y Nuggets de pollo. No tardaron en
dar buena cuenta de ella, tras charlar un poco de cómo les había ido el día. Y
al rato, a dormir. Al fin el matrimonio se quedó a solas, sentados en cómodos
sillones del salón.
-Bueno, otro buen día más. - Suspiró Tom. -
-Así que ya podemos irnos preparando para el siguiente,
que sea al menos igual de bueno. - Repuso su esposa.-
Él asintió y conversaron un poco de las tareas que
deberían hacer entonces. Tras una hora más también se fueron a dormir. Paralelamente
en Francia las cosas se desarrollaban de otra manera. Amatista, también se hizo
mayor. Lo mismo que la hija de Roy y Bertie empezaba a atravesar una difícil adolescencia,
era más contestataria y directa que Kerria, carecía de esa sutil diplomacia,
pero en cierto modo era una rebeldía más natural y sincera. El clásico
conflicto generacional entre madre e hija. Todo a consecuencia de que Esmeralda
y Diamante, muy a su pesar, pues la querían muchísimo, se vieron obligados a
dejarla en sucesivos años en el internado durante mucho tiempo seguido,
coincidiendo con la edad más difícil. Amatista al crecer poco tenía que ver ya
con esa encantadora pequeña de cuatro años que hacía las delicias de sus
padres. Acostumbrada a pasar mucho tiempo sin ellos se volvió una chica fuerte
en todos los sentidos. Era muy alta, robusta y buena en todos los deportes, sobre
todo en las artes marciales que le gustaban mucho. Aprendió a cuidar muy bien
de sí misma y a ser independiente. Era también muy competitiva, en eso se diferenciaba
por ejemplo de Leval, al chico le gustaba competir también, pero solo para
divertirse. Para él, el deporte era una distracción, un medio de completar su
formación. Además, era consciente de sus enormes dotes, (pese a tenerlas aun restringidas,
le bastaba para estar muy por delante del resto) solamente daba lo máximo de sí
cuando se entrenaba en privado, muy pocas veces en una prueba oficial, (aunque
en la mayor parte de los casos verdaderamente no lo necesitara). Por el
contrario, Amatista, dotada también de unas portentosas cualidades naturales
que sabía muy bien como explotar, deseaba siempre ganar y no aceptaba de buen
grado ser segunda en nada. No había quien la superase en natación, ni en karate.
Jugaba incluso a vóley y a baloncesto con gran habilidad, cabalgaba como una
auténtica amazona experta participando hasta en certámenes de salto y no
practicaba más deportes porque no le quedaba tiempo material. Y aunque sin ser
ninguna lumbrera respecto a los estudios, quizás por ese mismo orgullo de no
ser menos que nadie, tampoco dejaba nunca asignaturas por aprobar. Sin embargo,
Esmeralda, que muchas veces pecaba de posesiva tratando de recuperar el tiempo
perdido, chocaba frecuentemente con ella. Entre otras cosas deseaba que su
hija, que ya tenía edad para ser presentada en sociedad, vistiera diseños
hechos por la casa Deveraux, de la que la exmodelo era ya propietaria tras
heredarla de la difunta Madame Deveraux. Aunque a Amatista no le gustase
aquello en absoluto. Su filosofía en el vestir se limitaba a pantalones
vaqueros, camisas, chaquetas de cuero, zapatillas o botas de montar y cualquier
otro tipo de equipacion siempre que fuera deportiva, para horror de su
progenitora, (aunque todo eso fuera de marca y además cara). Y, por si fuera
poco, su madre trataba de apretarla con las notas, le pedía mejores calificaciones
y la joven se limitaba a decir que ella hacía cuanto podía. Esmeralda contraatacaba
proponiéndole hacer menos deportes, arguyendo que iba a parecer un chicazo y
que la elegancia en el vestir era muy importante para una chica que ya era toda
una señorita. No obstante, su hija no soportaba las angustiosas veladas
sociales con esas normas encorsetadoras y no estaba dispuesta a ser la dulce y
sumisa niña de mamá que compareciera a ellas uniformada de princesita. Por otra
parte, no le hacía ninguna falta. Con modelitos o sin ellos, era de las más
admiradas por los chicos de su liceo y lo sabía. Tanto que se permitía el lujo
de salir sólo con los mejores, más guapos y populares de sus compañeros, casi
siempre un par de años al menos mayores que ella. Por fortuna eso quedaba fuera
del conocimiento de su madre a quién no la hubiera hecho mucha gracia saber lo
aventajada que podía estar su hija en algunos terrenos. Pero precisamente gracias
a esa teórica despreocupación de Amatista por el vestir, Esmeralda, bastante
afectada de los prejuicios parisinos de la moda, no juzgaba las relaciones con
el otro sexo como un serio problema por parte de su hija. Aunque sí sabía lo
guapa que ésta era y el cuerpo tan magnífico que tenía, entre su genética y
haber sido modelado por tanto deporte. Estaba muy claro que no le sería en
absoluto indiferente a los chicos. De todos modos, creía firmemente que la niña
estaba más interesada en deportes que en muchachos. ¡Si ella supiese como era
capaz de besarles y abalanzarse sobre los que elegía a modo de presas! Aunque
en descargo de Amatista no pasaba de contactos más bien ligeros en comparación
con muchas de sus más “políticamente correctas compañeras”, ni se servía de sus
dones naturales para utilizar a los chicos. Para ella eso habría sido
humillante, y ni comulgaba con esas tácticas, ni soportaba la hipocresía. No se
cortaba en mandar a paseo a cualquier pesado o individuo que no le gustase. ¡Y
desde luego nadie se propasaba con ella bajo riesgo de ser noqueado! Aun así,
cuando estallaban las broncas entre madre e hija por cualquier otro tema, el ambiente
era de temer. Diamante a todo esto, sólo se limitaba a escuchar pacientemente
sin saber que decir. Permanentemente era requerido por cualquiera de las dos
para que les diera la razón. Estaba entre la espada y la pared. Por un lado, no
quería discutir con su mujer, con la que estaba de acuerdo en muchas cosas. Pero
de otro comprendía la necesidad de Amatista de ser independiente y los agobios
que a veces le imponía su madre con la dichosa moda. ¡Claro, que cualquiera le
decía eso a Esmeralda! Y para colmo, no era capaz de negarle nada a su hija, su
niña para él. Amatista lo sabía y le bastaba con ponerse melosa e incluso hacer
pucheros si llegaba el caso, táctica que era excepcionalmente utilizada con su
padre. Desde luego no la repetía con nadie más por considerarlo humillante. Pero
con papá era otra cosa, claro. Y precisamente fue empleando una combinación de
ambas técnicas como logró de su progenitor la promesa de comprarle una moto de
gran cilindrada. Cuando Esmeralda se enteró, el príncipe de Némesis hubiera
preferido vérselas otra vez contra una legión entera de despiadados demonios o
engendros del espacio antes de soportar el chaparrón que le vino de su mujer
cuando ambos estaban a solas en casa.
- ¡Claro, Diamante! ¿Es que no ves lo que pasa? - Le
recriminaba ella visiblemente furiosa. - Tú se lo consientes todo, luego la mala
soy yo. Amatista hace de ti lo que quiere, te domina como si fueras un muñeco
con los que jugaba de pequeña. Basta con que me vaya unos días de gira a Milán
dejándoos solos para que vuelva y me encuentre con esto.
- Pero mujer. - Rebatía él con una buena dosis de
paciencia y sin realmente ver esa presunta gravedad. - Creo que estás
exagerando las cosas.
- ¿Cómo que exagero? - Chillaba Esmeralda poniéndose
roja y añadiendo con indignación. - Es que no te das cuenta de que si se te
ocurre comprarle uno de esos cacharros estudiará aun menos, saldrá por ahí con
motoristas, ira haciendo carreras a trescientos por hora y… ¡Dios sabe lo que
le pasará si bebe y conduce! ¡Eres un auténtico irresponsable!
- Esmeralda por favor. - Suspiró Diamante largamente
para conservar su calma. - La chica me ha pedido una moto potente, vale. Pero primero
tendrá que sacarse el carné y aun no tiene edad suficiente. Sólo tiene catorce
años y a cambio me ha prometido estudiar más. Prefiero que en un par de años
saque el carné y tenerla controlada, no negárselo ahora para que salga a
coquetear con el primer niñato veinteañero que vea con una Harley Davidson. Me
comprendes, ¿verdad?
- Si lo enfocas así - contestó su esposa algo más
apaciguada-, ya es otra cosa, pero, por lo menos deberías haberme pedido mi opinión,
que para algo soy su madre.
- Amatista me previno que dirías que no antes de
dejarnos hablar y me temo que tenía razón. - Afirmó su esposo. - ¡Venga Esmeralda!,
yo también soy su padre y me preocupo por ella. No creas que le he dicho que sí
únicamente por darle un capricho. También medité seriamente los pros y los
contras.
- ¡Ay Diamante! – Exclamó su mujer que meneó con
desaprobación la cabeza y suspiró. - Estás ciego cuando se trata de ella. Te
manipula aún mejor de lo que nos manejaba el Hombre Sabio.
- ¡Amatista es nuestra hija y me niego a escuchar
semejante comparación!,- replicó él visiblemente molesto elevando su tono. –
Un
tenso silencio sucedió a aquellas palabras. Finalmente fue Esmeralda quien lo
rompió.
- Lo siento mucho, cariño. - Se disculpó su apurada
interlocutora, consciente de que ese comentario levantaba ampollas y rompía la
regla no escrita de dejar en paz su pasado. Así que confesó en forma más sumisa
y conciliadora. -Sabes que no quise decir eso. Solamente me preocupa nuestra hija,
me aterra la mera idea de pensar que pudiera pasarle algo, eso es todo. Desde
que ella nació me he esforzado todo lo que he podido por ser una buena madre.
Pero muchas veces me ha faltado tiempo y crece tan deprisa… De un año a esta
parte tengo la impresión de que la pierdo cada día más. ¡Ah! Madame Deveraux ya
me lo advirtió…y no la presté atención. ¡Qué razón tenía, como en todo lo que
solía aconsejarme! Pasa más tiempo con tu niña, cuando quieras darte cuenta se
habrá hecho una mujer. - Recordó en alusión a su ya fallecida mentora. -
- Esmeralda. - Le dijo Diamante más calmado. - Vamos
a dejarlo estar. Debes comprender que Amatista ya no es la niña que tú paseabas
de la mano. Se está haciendo una mujer, estoy seguro de que la hemos educado
bien. También estoy convencido de que tú eres una estupenda madre para ella. No
podría haber nadie mejor, pero nuestra hija está cambiando, es natural, ¡déjala
crecer!
- ¡Como crezca un poco más no cabrá por la puerta! -
Sonrió la modelo que se abrazó a su marido para así firmar las paces, cosa que
él recibió con sumo gusto. -
Así
las cosas, para algunas de las familias del grupo iban a depararse grandes
cambios a partir de entonces, pero ninguna de ellas lo sabía aún.
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