Leval volvió de su campeonato de natación, se había impuesto en todas las carreras, en deportes desde luego que era un fuera de serie. Incluso le ofrecieron participar en pruebas profesionales, pero él no quería centrarse en una sola modalidad. Como siempre les respondía a aquellos persistentes reclutadores que solamente practicaba deporte para mantenerse en forma y por que le gustaba. Y tras la natación le esperaba el kárate donde también era el mejor. Los más importantes equipos se lo rifaban e incluso las universidades se interesaban por él. Pero, para Leval, que no se cansaba de repetirlo una y otra vez, lo principal eran los estudios. Sabía que debería esforzarse mucho para alcanzar la meta que se había propuesto y eso que su nivel académico era magnífico. Sus padres, a su vuelta de la gira, le contaron que unos amigos de toda la vida irían a vivir allí y que tenían una hija de la edad de su hermana más o menos. Leval se limitó a encogerse de hombros y decir que le parecía muy bien. A la vuelta de su campamento, Kerria también fue informada y le pareció estupendo tener una amiga de su edad cerca y más cuando se enteró de que era la hija de la famosa modelo y diseñadora Esmeralda.
- ¡Vaya! Será toda una celebridad. Y hasta puede que
me consiga algún modelito a precio razonable. - Se sonreía comentándolo con su
hermano a la vuelta de las clases. -
- ¿Modelitos? ¿Tú? - Se reía el chico. - ¡Vamos
anda!
-Pues sí, listillo. Me gustan los vestidos, soy una chica.
- Se reivindicó. -
- ¡Ja, ja! …pues tu gusto no es demasiado acertado
en cuestión de moda. - Se burlaba su interlocutor. - A ver si la hija de esa
diseñadora te aconseja.
Y
es que la muchacha casi siempre llevaba pantalones vaqueros o jerséis en
invierno, o como mucho, alguna sudadera ligera o camisetas en verano con
zapatillas de deporte. Claro que también podía lucir vestidos que no le
quedaban nada mal e incluso zapatos de tacón, esto desde hacía muy poco tiempo.
Por ello, al escuchar a su hermano tratando de pincharla, Kerria le sacó la
lengua, eso sí, con humor.
- ¡Mira quién fue a hablar! Solamente te pones el
traje de baño o el kimono. – Replicó a su vez. -
Leval
se encogió de hombros y cuando su hermana no lo esperaba la agarró de la trenza
tirando a modo de campanilla, exclamando.
- ¡Ky, cara de patata!
Y salió corriendo, ella enseguida trató de
atraparle.
- ¡Ahora verás! – Exclamó en tanto le perseguía hacia
el jardín de la casa. -
El
aludido se reía recorriendo el camino a casa a una buena velocidad. Para Kerria,
que tampoco era lenta, era sin embargo imposible alcanzarle. Por fin llegaron a
casa. Tras recuperar rápidamente el aliento, el chico abrió la puerta. Su
hermana trataba de saltar sobre él en tanto aseguraba.
- ¡Te vas a enterar por tirarme de la trenza, tonto!
- ¡Ja, ja…eres una enana, Ky! - Se reía el joven
subiéndola a caballo sin el menor problema, aseverando. - Sabes que no puedes
conmigo…
Aquello
desde luego no se acercaba mucho a la realidad, su hermana con catorce años ya
medía bastante más de metro setenta, aunque el chico era evidentemente bastante
más alto que ella. No obstante, Kerria supo replicar entre risas.
- ¡Pero papá sí puede y me chivaré! - Amenazaba
divertida en tanto se instalaba cómodamente en la espalda de su interlocutor
pasando ambos brazos alrededor de su cuello para no caerse. - ¡Ya verás, te
dará una buena colleja!…
- ¡Calla, ni se te ocurra! - Repuso él fingiendo, (o
quizás no tanto) algo de temor. - Papá está muy ocupado planificando la nueva
temporada.
-Es cierto. - Comentó Kerria mientras su hermano la
entraba en casa, deseando con un tono más resignado. - A ver si este año conseguimos llegar a los
play offs.
- ¡Tú sueñas! Si éste último año quedamos los
últimos de la división. - Rebatió el chico. - Papá estaba realmente enfadado.
Terminamos la temporada regular con solamente diecisiete victorias. ¡El peor
registro de la historia! -Concluyó
queriendo animarse al agregar. - Bueno, el que no se consuela es porque no
quiere. A él le ficharon para encargarse del equipo con casi la temporada
regular finalizada. Al menos seremos de los primeros en elegir en el draft.
-Él ya no puede jugar. - Comentó la apenada chica. -
Si estuviera en la cancha eso no habría pasado.
-Bueno, pero nadie es eterno. Ni siquiera papá. -
Suspiró Leval, comentando con cierta extrañeza. - Y, sin embargo, se mantiene
muy en forma y no es tan mayor. A veces hasta me da la impresión de que podría
hacer mucho más si quisiera.
- ¿Qué quieres decir con eso? - le interrogó su
sorprendida hermana. -
El
chico tardó unos instantes en responder y al poco dijo con tono precavido,
intentado explicarse.
-Verás. Lo he notado a veces, cuando hemos jugado un
poco al baloncesto en el jardín. No sé, me daba la impresión de que podría
hacerlo mucho mejor, más rápido…Es como si se hubiera estado frenando.
-Será para darte oportunidad de ganarle. - Se sonrió
Kerria mirándole no sin cierto retintín, en tanto seguía colgada a la espalda
de su interlocutor. -
-No, no es eso. - Insistió él, quien dejó ese tema
al pasar al interior. - No sé cómo explicarlo.
-Ya lo veo, ¡no me entero de nada! - Se rio la chica.
-
Estaban
en esa conversación cuando Bertie los vio entrar en el salón. Sonrió moviendo
la cabeza y enseguida llamó la atención de ambos con algo más de severidad.
-Leval, tu hermana ya es mayorcita para que la
entres a caballito a casa. Haz el favor de dejarla en el suelo.
-Sí, mamá, lo siento. - Pudo decir el chico algo
avergonzado.-
La
joven se bajó enseguida a la par que daba las buenas tardes. Su madre entonces
les comentó.
-Como ya sabéis vendrán unos amigos muy queridos a
vivir cerca de nosotros. Espero que os comportaréis como es debido cuando vengan
a visitarnos.
-Claro mamá. - Replicaron ambos a coro.-
Bertie
sonrió, en el fondo sabía de sobra lo buenos que eran sus hijos. Sin embargo, ella
debía ser a veces estricta para guiarles por el camino correcto. Así pensaba
cuando Kerria quiso saber.
- ¿Y cuándo llegarán?
-Posiblemente a finales de septiembre. No estoy muy segura.
A tiempo para el comienzo del curso. - Replicó su madre que enseguida añadió. -
Hala, id a lavaros un poco y a cambiaros.
Los dos asintieron dirigiéndose respectivamente a
sus habitaciones. La propia Beruche pensaba que sus amigos no tardarían mucho
en ir a los Estados Unidos. Pero estos tardaron algunas semanas en preparar los
trámites y las cosas para el traslado. Fueron de vacaciones con Amatista a la isla
privada de su amigo Ian Masters. Éste tenía una hija algo mayor a la que Amatista
quería como a una hermana. De hecho, Ian era el padrino de la unigénita de Diamante
y Esmeralda. Ellos a su vez los de Satory, la heredera del millonario. Ambas
muchachas se conocían desde pequeñas y una vez más lo pasaron muy bien juntas.
Satory incluso animó a su amiga a terminar de superar su desengaño. Amatista,
pura energía y vitalidad, a su vez contagiaba de optimismo a la otra chica que
era muy tímida y reservada con otras personas. Así, como de costumbre cada vez
que se veían, las dos hicieron muchos planes y disfrutaron del tiempo juntas.
La tarde antes de que se marchasen los Lassart, a preguntas de su amiga sobre
qué opinaba ella de su cambio de residencia, la hija del magnate le comentó en
tanto se colocaba sus gafitas redondas y se atusaba el pelo.
- ¡No sé! No puedo decirte. No estoy en tu caso,
pero si por mí fuera me gustaría. Creo que vivir en Nueva York sería genial.
- ¿Y por qué no vienes con nosotros por un tiempo?
Se lo podríamos consultar a tu padre. - Le propuso su amiga. -
-Bueno. -Musitó su interlocutora. - Lo cierto es que
me gusta estar aquí. En la isla tengo todo lo que necesito.
-Pero Satory. - Objetó Amatista observándola ahora
no sin cierta preocupación. - Apenas vive gente aquí. ¿Hay chicas de tu edad?
¡O chicos guapos!, esa es la parte importante.
Su
contertulia se sonrió levemente. Repuso tras unos momentos de reflexión.
-No soy demasiado buena relacionándome con la gente.
Ya sabes que mi padre siempre se ha preocupado mucho por mí. No quiere que
ningún desalmado trate de aprovecharse. Al menos eso dice.
-Pero no todo el mundo va a ir detrás de ti por el dinero.
- Objetó su amiga. - Y tampoco creo que sea necesaria tanta seguridad. ¡Tienes
más guardaespaldas que el presidente de los Estados Unidos! -Exclamó con teatralidad,
aunque aquello no distase mucho, o probablemente nada, de la verdad. -
-Sí, ya sabes que mi padre siempre me ha protegido
mucho. Sobre todo, desde que mi madre murió. - Pudo responder la joven ahora
con pesar. -
-Perdona, no quise entristecerte. - Se disculpó su
apurada contertulia. -
Amatista
la miró apenada. A veces era tan impulsiva que hablaba sin pararse a pensar en
lo que decía. Su pobre amiga no pudo conocer a su madre. Aunque tenía fotos
suyas. Fue realmente una mujer atractiva y acorde a lo que sabía de ella, muy
inteligente. En eso sin duda Satory había salido a ella.
- ¡Eh! ¿Estás bien? - Se interesó la joven francesa.
-
-No pasa nada. - Sonrió débilmente su interlocutora.
- Estoy acostumbrada a esto desde que nací. ¿Te acuerdas cuando de pequeñas salíamos
de compras por París? Ya nos seguía un ejército de guardaespaldas entonces.
-Es verdad. - Convino Amatista tratando de animarla.
- De todas formas, nos lo pasábamos de maravilla. Y por eso te insisto. Un
viajecito conmigo a Estados Unidos te vendría muy bien. ¡Y hasta podríamos ligar
y todo!
Su
amiga enrojeció a ojos vistas. Desde luego que Satory era demasiado tímida.
Aquello obedecería en gran parte al aislamiento en el que había crecido. Su padre
apenas sí permitía que la frecuentase nadie que no fuese de su más absoluta
confianza. Era verdad que, desde que su madre murió, Masters no quiso apartarse
de su lado. Quizás porque era lo único que le quedaba de la memoria de su
esposa. La misma Esmeralda había declarado en ocasiones que Satory cada vez se
parecía más a la difunta Jenny. A eso se sumaba el infortunio de que los abuelos
de la joven, tanto paternos como maternos, murieron a una edad relativamente temprana.
Los Lassart habían sido lo más parecido a una familia para ella. También se
llevaba bien con Keiko Tomoe, la hija menor del doctor y de Kaori. Aunque no
era lo mismo. Con Amatista era con la que más se sinceraba y a la única quizás
a la que se atrevía a contarle sus verdaderos sentimientos. Y pese a que Satory
era la mayor, los papeles entre ellas muchas veces se invertían y era casi
siempre la hija de Diamante y Esmeralda la que asumía ese roll. Quizás se debiera
a la gran fortaleza y talla física de Amatista, o a su personalidad más
dinámica y decidida. La unigénita del magnate había viajado bastante, pero
siempre rodeada de los escoltas y el equipo de seguridad de su padre que
solamente le permitía ir menos custodiada precisamente cuando alguna vez visitó
a los Lassart en Francia. Y, aun así, había sido tal y como Amatista refirió,
con unas medidas de seguridad que envidiaría hasta el mismísimo presidente
norteamericano. Satory pensaba en eso hasta que al fin dijo con tono algo
decaído.
-Tú eres mi mejor amiga. Te echaré muchísimo de
menos. Pero no quiero dejar solo a mi padre. Siempre está con sus negocios y
sus documentos secretos. Si me marchara de su lado ya no haría otra cosa más
que esa. Al menos él tiene tiempo a veces para que lo pasemos juntos y le gusta
hablar conmigo, y a mí también me encanta pasar tardes enteras con él. Viendo
el mar o hablando de mamá…
Amatista
la escuchó en silencio y reflexionó algo compadecida de su interlocutora. Su
amiga del alma en realidad parecía sentirse desgraciada. Y eso que no había
cosa en el mundo que no pudiese comprar. Bueno sí, esa madre que perdió. Aunque
no le constaba que el padrino Ian hubiera tenido ninguna aventura con mujeres,
ni muchos menos planes de volver a casarse tras la muerte de su esposa.
-Yo también te echaré mucho de menos. - Admitió la
francesa, posando sus manos sobre las de su amiga, para sonreír de inmediato y
añadir de un modo más jovial. - Pero en cuanto tenga vacaciones nos veremos. Y
podrás visitarnos alguna vez. O yo venir a verte a ti.
- ¡Claro que sí! - Convino Satory asintiendo con más
entusiasmo ahora para remachar. - Os deseo muy buen viaje y que seáis muy
felices en la nueva casa.
Así se despidieron las dos amigas. Finalmente, al
término de las vacaciones viajaron a los Estados Unidos para instalarse. Fue
algo apresurado. En cuanto llegaron comenzó el curso, los Lassart enviaron a su
hija al instituto y ellos se hospedaron en un hotel hasta tener su casa a punto.
No querían poner en un compromiso a sus amigos, y de hecho deseaban darles una
sorpresa, así que no les avisaron. Al empezar el instituto Amatista comenzó las
clases en un aula diferente a la de Kerria que no pudo por menos de fijarse en
que había llegado una alumna nueva. Tanto ella como su amiga Debbie lo
comentaron. Lo cierto es que la recién llegada no había puesto muy a punto su
inglés, lo hablaba desde niña e incluso daba algunas de sus clases en él, pero
tendía a despreocuparse por practicar el idioma. Incluso con Masters y la hija
de éste, hablaba casi siempre en francés cuando les visitaba, ya que estos se
veían encantados de poder practicar. De modo que, si bien comprendía casi todo
y podía comunicarse con relativa soltura, en ocasiones se atascaba con las
palabras y cuando se enfadaba o se ponía nerviosa, tendía a echar mano de su
lengua materna, lo que producía no pocas situaciones apuradas. Una de ellas
sucedió a los dos días escasos de comenzar en su nuevo instituto. Como era de esperar,
la chica ya se había apuntado a varios deportes y tras practicar karate entró
en los vestuarios y se preparó para ducharse antes de volver a casa. Con lo que
no contaba la joven era con su hora de llegada. Había sido demasiado puntual en
usar las duchas y estas todavía no tenían activa la caldera del agua. Ignorante
de ello y sin pensarlo dos veces, abrió el grifo y...
-Sacre Bleu ! Qu´est -ce que l, eau
est très Froide!
Salió precipitadamente de la ducha apartando la
manpara de un golpe, el corazón le latía a cien por hora. Apenas recuperado del
ejercicio extremo recibía una lluvia de carámbanos de hielo. La chica estaba
agitada y algo desorientada. Tuvo que sujetarse a la pared hasta irse
recobrando y entonces una voz, (obviamente femenina) entre atónita y preocupada,
le preguntó.
- ¿Te encuentras bien?
Kerria
estaba pasmada, había entrado un momento al baño y ya estaba a punto de salir
cuando escuchó aquel grito en francés y el estruendo de la mampara. Observaba atónita
a esa muchacha, alta, rubia, de senos realmente grandes, ceñida cintura de
atleta en la que se marcaban superficialmente las abdominales y larguísimas y
bien formadas piernas ahora temblorosas, como el resto de su figura, que tenía
la piel de gallina. Esa extraña jadeaba con el pelo aplastado por la humedad y devolvía
la mirada con esos ojos malva profundos casi saliéndose de las órbitas. Debía
de ser aquella francesa recién llegada. No sabía su nombre, pero, a la vista de
ese cuadro, toda otra consideración quedaba al margen y le repitió visiblemente
inquietada.
-¿Puedo ayudarte ?
-Pourrais - tu m´aider ? S´il vous plait. - Replicó la extranjera a su vez. -
El
gesto de Kerria pasó de la preocupación al desconcierto, cuando replicó con
tono sorprendido.
- ¿Qué?
-Ayudarme, sí. Excuse moi. Je ne parle pas très bien l´anglais. - Pudo
responder Amatista todavía bastante aturdida. -
Kerria la ayudó a sentarse en uno de los bancos,
había comprendido algo de aquellas palabras, aunque por el acento y la rapidez
en ser pronunciadas le costaba trabajo asimilar su significado. Y encima
tratándose de francés, asignatura que detestaba especialmente. Pero ¡qué
remedio! Si esa gabacha (calificativo de origen hispano relativo a los
franceses, que había oído alguna vez a su padre), no sabía expresarse bien en
inglés.
-Je...-. Comenzó a decir, tratando de recordar el
verbo para formar la frase y afortunadamente lo consiguió. - M´appelle....Kerria… et vous.-
Declaró finalmente, tras haberse llevado la palma de
una mano hacia sus propios pechos de buen porte aunque, desde luego más
pequeños que los de esa europea superdotada.
-Améthyste Lassart. Je suis très heureuse faire ta connaissance. – Declaró
esa extranjera esbozando una leve sonrisa.
-
La cara de pasmo de Kerria lo decía todo. Hasta
llegó a pensar que esa chica pudiera ser la hija de aquella diseñadora amiga de
sus padres, pero no se apellidaba Deveraux. Sería sin duda otra muchacha que
nada tendría que ver. Amatista a su vez se percató de que la norteamericana
apenas podía comprenderla y por suerte ya estaba más serena, repuesta del susto
por la impresión del agua. Así que pudo añadir en el idioma de su compañera.
-Gracias por ayudarme, es que el agua estaba
helada. Si mi nombre te resulta difícil
pronúncialo Amatista. - Le propuso para después tratar de decir bien el suyo.
-Y tú has dicho que eres ¿Kegia?
-Kerria. - Repitió ella tratando de hacerla entonar bien
la pronunciación, no es que se tratase de una erre muy fuerte, pero tampoco era
ese sonido de masticar huevos que hacían los franceses. -
-Kerria, trés bien. Merci Beaucoup. ¿No hay agua caliente? - Preguntó entonces
dirigiendo la mirada hacia la ducha. -
-Sí, pero es que todavía es pronto, casi no se habrá
puesto en marcha el calentador. – Sonrió apuradamente su interlocutora. -
Y
para demostrarlo se levantó abriendo el grifo del agua caliente y esperó hasta
que pasaron unos minutos, entonces la temperatura comenzó a subir y así se lo
dijo a su compañera en cuanto vio escapar nubecitas de vapor.
-Ya te puedes meter.
Amatista
se deshizo de su toalla sin pudor, estaba más que acostumbrada a hacerlo en los
vestuarios del Liceo, junto a las demás chicas. No obstante, se fijó en la cara
de esa muchacha cuando lo hizo y estaba entrando en la ducha. Le recordaba a Michelle.
¡No!, sería el colmo que se volviera paranoica ahora. Era normal que esa pobre
chica la observase así después del espectáculo que había montado. Además, no
todo el mundo iba a ser como...
-Si me disculpas ya llego tarde a mi clase, hasta luego.
- Se despidió Kerria con una sonrisa de circunstancias. -
- A tout á l´heure. Mercie beaucoup. Hasta luego y gracias. - Tradujo la francesa
cerrándose acto seguido tras la mampara. -
Casi
sin aguantar la risa Kerria se marchó. Amatista suspiró aliviada y se siguió
duchando, tranquilamente al fin…
-Je dois faire plus attention. - Reflexionaba la
jovencita, relajándose bajo el agua. -
Salió al fin tras acabar, se secó y se vistió, lista
para acudir a la clase. Con eso de ser nueva y encima extranjera captó muy
pronto la atención de todos. Tanto chicos como chicas. Los primeros se
brindaron rápidamente a ayudarla por si no comprendía bien el idioma en las
explicaciones. Por fortuna para ella, Amatista había estudiado en inglés
durante años y lo escribía y hablaba más que correctamente. De todos modos, se
limitaba sonreír con aire inocente y a no desilusionar a esos bobos en sus
empeños por echarle una mano. (Mientras fuera una mano en los estudios y no en
otras cosas, claro) En cuanto a las chicas, las más se quedaban observándola con
envidia dado que la atención de sus condiscípulos masculinos iba inexorablemente
hacia ella. Algunas incluso comentaban en un aparte, pensando que la recién
llegada no las comprendería bien.
- ¡Vaya! A estos tontos se les van los ojos tras de
la francesa esa. -Comentaba una de las chicas de su clase durante un receso. -
-Es verdad. - Respondía otra con total desencanto. -
Esta chica es peor todavía que la Malden. - La miran aún más y encima está
encantada con ello.
-Espero que no haga lo mismo que la hermana de
Leval, y juegue a hacerse la interesante. A Kerria no la he visto todavía con
ningún chico de por aquí. - Apuntó una tercera. -
-Seguro que le parecerán demasiado niños para ella y
saldrá con alguno mayor. Esa es capaz de estar con un universitario. - Sonrió
la primera de ellas. - Seguro que tiene novio fuera de aquí y lo oculta.
-Espero que lo oculte bien, sobre todo al pobre Brian
Rice. - Se reía otra. -
-Calla, ese pobre me da pena. - Le respondía otra compañera.
- Es un buen muchacho.
Amatista podía oír algunos de esos chismes, pero en
efecto, los modismos y la velocidad con la que sus compañeras charlaban le
imposibilitaba entender eso del todo bien. Por no añadir el murmullo general de
la clase. Aunque creyó escuchar un par de nombres propios tampoco prestó demasiada
atención.
-Supongo que esas chicas estarán hablando de mí. -
Se dijo con paciente resignación. - En fin, que lo hagan. Siendo nueva es
natural. Y ya les daré más temas de conversación. Lo que os aseguro es que no
os voy a dejar indiferentes. - Pensaba ente divertida y deseosa de darles una
lección a esas bobas. -
Aunque ese
tipo de percances no iban a ser los únicos, con su vocación extrovertida y de
líder, enseguida cumplió esa promesa que se había hecho. No tardó en hacerse
bastantes amigas y alguna que otra enemiga también. Sobre todo, una tal Molly Simps
que era una chica corpulenta y muy belicosa que tenía también mucha
personalidad y era la jefa del cotarro hasta que llegó ella. Además, como casi
todos los chicos, desde el primer curso hasta el último, deseaban salir con
Amatista en cuanto la conocían, algunas de sus compañeras menos afables, e
incluso chicos de su curso muy malintencionados, empezaron a apodarla “Pajatista”
en relación con ciertos actos que los muchachos solían acometer en privado,
pensando en ella. ¡O “Amatetas”! A la vista de su anatomía tan exuberante. De
todos modos, la joven no demostró especial interés por ninguno. Es más, para
quitarse de en medio a muchos moscones fingía no dominar apenas el inglés y no
comprender sus intentos de cita, pero cuando hablaba en francés casi podía
jurar que el morbo por ligarla de esos idiotas crecía tanto como el tamaño de
sus... ¡Mejor no pensarlo! De esta forma pasaron un par de semanas y
curiosamente no volvió a toparse demasiado con Kerria y tampoco conocía al
hermano de ésta. A pesar de que Leval era el tío más solicitado de la escuela y
de que a Amatista le gustaban los chicos como casi ninguna otra cosa. Pero por
el momento aún recordaba su mala experiencia con François y quería centrarse en
sus estudios y su adaptación al nuevo entorno. Deseaba causar una buena
impresión y no decepcionar a sus padres. Ya tendría tiempo para dedicarse a
buscar novios más tarde y candidatos no le faltarían. Aunque eso no era razón
para omitir todo tipo de comentarios acerca de cualquier chico que viera. De eso
sí que hablaba con las demás, con un mejor inglés del habitual. (Lógico
entender que lo que primero había aprendido eran las expresiones más vulgares).
Y un día Amatista estaba otra vez en los vestuarios de las chicas. En esta
ocasión con un grupo de amigas que hizo casi nada más comenzar. Éstas, como la
propia muchacha, hacían natación. Tras entrenar, el equipo femenino había
dejado su puesto al de los chicos que entrenaban a esa hora. Entre ellas y
mientras se cambiaban y duchaban, hablaban acerca de los muchachos que
integraban el equipo masculino. Una tal Lana, con la que Amatista había hecho buenas
migas enseguida, comentaba.
- Pues el equipo masculino no está nada mal. La
verdad es que todos están buenísimos.
- Sobre todo ese tal Leval del último curso. -
Apuntó Karen, otra de sus nuevas amigas. - ¡Daría lo que fuera por verle ahora
en el vestuario!
- Desde luego, debe ser muy interesante- rio Lana. -
¡Ja, ja!, pero ya le hemos visto en bañador, y está....
- Sí, pero yo me refiero a verle entero...
Hubo murmullos y sonrisitas de todas por este
comentario de Karen, hasta que Amatista intervino dejándolas pasmadas.
- ¿Y por qué no? ...yo tengo aquí un punzón y la
pared es muy delgadita, ahora que los chicos no están podríamos hacer un
agujero.
Y para refrendar sus palabras, exhibió el útil delante
de las chicas.
- ¿Estás loca? - Exclamó Tina, una compañera de
equipo más recatada que las otras, advirtiéndole con temor. - Si nos pillan se
nos cae el pelo.
- Nadie tiene por qué enterarse. - Respondió su interlocutora
de forma pícara con ese acento francés suyo que la hacía realmente persuasiva.
- Porque nadie aquí va a decir nada, ¿verdad?
Todas
asintieron asegurando su silencio. Estaban asombradas y bastante cortadas, pero
aun más ansiosas de satisfacer su curiosidad y se animaron en cuanto su compañera
empezó a taladrar, al cabo de unos minutos el agujero estaba hecho.
-Ya sólo nos resta esperar a que lleguen. - Declaró
Amatista que quiso tranquilizar del todo a las más temerosas. - No os preocupéis,
esto lo hacíamos en mi internado y nunca nos descubrieron. Y en el peor de los
casos seguramente pensarán que fue cosa de los chicos, no al revés.
- ¡De algo tenía que servirnos el machismo! -,
bromeó Lana arrancando la risa general, aunque ésta estuviera teñida de
nerviosa expectación. -
Y
después de ducharse y cambiarse las chicas aguardaron hasta que una de ellas,
apostada en la puerta del exterior, vio llegar a sus compañeros e informó de
ello a las demás. Los chicos comenzaban a entrar. Lana, que fue la primera en
mirar, comenzó a resoplar al tiempo que agitaba una de sus manos.
- ¡Madre mía! ¡Cómo están de apretados! ¿Cómo podrán
nadar con ese bañador tan pequeño?
- ¡A ver, a ver! - Le pidió Karen haciéndola a un
lado de un empujón - déjame mirar. ¡Guau, que buenos están! Como pille a alguno
quitándose el bañador, - de pronto ahogó una exclamación cuando desveló. - ¡Ahí
está Leval y se lo va a quitar!
- ¡Aparta! - Intervino
Amatista quitándola de en medio con un soberano empujón que lanzó a su
compañera dos metros atrás. - ¡Eso no me lo pierdo!
Tardó
en situarse hasta que lo vio, no le conocía ni tan siquiera de vista, pero
supuso que sería ese muchacho de pelo castaño claro y ojos azules que estaba
frente a ella. Ciertamente era bastante guapo y con un aire que le resultaba
algo familiar. Además, su nombre le sonaba de algo, lógico, era uno de los chicos
más populares. Probablemente lo había oído ya tantas veces en el instituto que
se le había quedado grabado. Por suerte él tenía su taquilla allí, justo en frente
del agujero y de ella sacó una toalla y champú.
- ¡Qué bien! - Pensó la chica relamiéndose - Voy a
poder verlo muy de cerca.
Ajeno
a todo este espionaje, el joven se despojó del bañador sin ceremonias, pero
estaba tapado por la toalla. Amatista ahogó una exclamación, tal y como había hecho
su amiga. El chico se había quedado sólo en el vestuario, pues fue el último en
entrar. Ella pudo ver su atlético cuerpo, estaba compacto y musculado en unas
proporciones prácticamente perfectas. Sus abdominales parecían una tabla de
lavar, sus piernas poseían dos impresionantes gemelos, dos fuertes femorales y
unos no menos potentes cuádriceps y sus brazos marcaban unos biceps y tríceps
realmente grandes y definidos. Rematado todo ello por pectorales y dorsales
enormes y marcados, fuerte cuello y dos prominentes deltoides. Todo ello desde
luego no tan desarrollado como un culturista, pero estaba claro que poseía un
físico impresionante. Y era muy alto, bastante más que ella misma. Tratando de
aguzar el ojo, Amatista se pegó literalmente a la pared. Las otras chicas
trataban a su vez de mirar, pero ella no les dejaba ni acercarse.
-Qu´est-ce que c´est ? ¡Nunca he
visto nada igual! Je crois que je suis tombée
amoureuse. - Declaró
en broma con voz demasiado alta, para bajar enseguida el tono tapándose la
boca. -
- ¿Qué ha dicho? - Quiso saber Karen –
- Cree que se ha enamorado. - Tradujo Tina, que
dominaba mejor el idioma natal de Amatista que sus otras compañeras. -
- ¡Nos ha fastidiado con la franchuta!, ¡y yo también!
¿Qué chica no lo está de Leval? - Secundó Rhonda, otra de las integrantes del
equipo, con sorna. -
- ¡Tengo que ligármelo como sea!, a este tío me lo
cepillo yo…- Comentó jocosamente Amatista que, llevada por la broma, rompió sin
querer un perchero al que se sujetaba para observar. -
Leval
creyó escuchar un ruido, le pareció oír hablar a alguien y después un sonido de
algo que se caía, no le dio más importancia, serían las chicas en el vestuario
de al lado. Colgó la toalla cerca de la ducha y se dirigió a ella. Entonces
Amatista pudo verlo en toda su dimensión. No creía que los chicos pudieran
llegar a tener algo tan grande y recordó que, además, no debía de estar a su
máximo tamaño, ¡cómo sería entonces! Ella jadeaba de excitación y entonces notó
el contacto del agua fría, sus amigas la salpicaron sin tregua haciéndola
apartarse de allí.
- ¡Eh ! qu´est-ce que vous faites?
- ¡Cualquiera pensaría que estás en celo! - Se
pitorreó Lana. -
-Sí, y creo que necesitas una ducha fría. - Afirmó Karen.
-
- Estoy de acuerdo. - Convino Tina añadiendo jocosa.
– Un peu de l´eau froide pour la chaude Améthyste!
-Pero ¿qué estáis tramando? - Inquirió la aludida
observándolas desconfiada –
Desde luego con la poco fiable pronunciación de su
amiga, apenas se había enterado de lo que ésta le había dicho en su propio idioma,
pero no tardó en descubrirlo. Antes de que pudiera reaccionar sus compañeras la
habían sujetado y vestida y todo la pusieron bajo la ducha entre carcajadas, entonces
sí que hizo gala de su mejor inglés para exclamar.
- ¡Dejadme! ¡Seréis guarras!
Aunque no pudo evitar reírse con las otras. Cierto
era que la visión de aquel chico y su…atributo, la habían calentado. Y después
de la jornada deportiva y de tener que cambiarse de ropa, Amatista, aun pensando
en aquel muchacho, llegó a casa. Su nuevo hogar aun le era en parte
desconocido, tendría que acostumbrarse. Esmeralda que también había llegado
hacía poco de su trabajo en la sucursal de la Casa Deveraux de Nueva York, se
encontró con ella casi en la misma puerta y entraron juntas.
- Hija, ¿qué tal el día? - Le preguntó de forma
jovial y siempre usando el inglés para acostumbrarse a ello. -
- ¿Eh? - Repuso la chica con la cabeza en otro sitio,
aunque enseguida asimiló la cuestión comentando. - ¡Ah! muy bien, mamá.
- ¿Ya tienes amigos aquí, chérie?
-Sí, justo hoy he estado con las chicas del equipo
de natación. Son muy agradables. - Afirmó con sinceridad. -
Aunque
como era natural, no fue tan franca como para desvelar a lo que se habían
estado dedicando ella y sus compañeras tras el entrenamiento. Por suerte, su
madre estaba con la cabeza en otras cosas y comentó cambiando rápidamente de
tema.
- Estupendo. Espero que no estés muy cansada, hemos
quedado para ir a visitar a nuestros amigos, - le informó Esmeralda. - Seguro
que sus hijos ya están en casa. Tu padre vendrá enseguida y nos llevará.
- De acuerdo. - Convino Amatista sin poner ni un
sólo “pero”, pues realmente tenía curiosidad. - Yo también quiero conocerlos,
no los he visto en el instituto.
O
al menos ella no asociaba quienes eran. Apenas recordaba el nombre de los
amigos de sus padres. Aunque sabía que uno había sido un famoso jugador de
baloncesto. A todo eso, su madre le
contestó, con gesto complacido por su rápida conformidad.
- Ya los conoces, aunque supongo que después de tantos
años será como si hoy os vierais por vez primera. Muy bien. Espero que ahora os
hagáis buenos amigos.
Y
es que Esmeralda y su marido decidieron que ya iba siendo hora de llamar a Roy
y a Bertie. Habían precisado de unas semanas para organizarse y no quisieron
causarles molestias ni pedirles ayuda. En eso, Diamante seguía teniendo su orgullo.
Su mujer convino en ello, esperando poder quedar a verlos y ofrecerles a su vez
que fuesen a conocer su nueva casa una vez estuviese completamente decorada.
-Desde luego, si se han dado cuenta de que hemos venido,
no nos han llamado. - Pensó Esmeralda.- Espero que no sea ese el caso.
Aunque
bien mirado, eso era difícil. Ella misma había estado yendo y viniendo de Nueva
York a otras ciudades de los Estados Unidos para explorar las posibilidades de
expansión de su negocio. Y su marido apenas paraba en casa trabajando en vete a
saber qué proyecto de Ian. Teniendo en cuenta que Roy estaría a su vez viajando
con su equipo o preparando la temporada, y que Beruche también estaba muy
ocupada, no le sorprendía el hecho de no haber encontrado un momento para verse.
Al menos hasta esa tarde. Por ello, fue ella misma la que telefoneó a los
Malden el día anterior.
- ¿Diga? -oyó al otro lado del auricular la voz de su
amiga. -
- ¡Hola Bertie, soy Esmeralda! - La saludó con animación.
–
- ¿Qué tal? ¿Cómo os va? - Repuso esta con afabilidad.
- ¿Mucho ajetreo por París?
-Pues no lo sé. - Declaró cordial y sinceramente su
contertulia al desvelar divertida. - No estamos allí desde hace unas semanas.
- ¿Estáis de vacaciones con Ian Masters? - Creyó
adivinar Beruche, dado que sabía que sus amigos tenían aquello por costumbre. -
- ¡Más frio que tus cubitos de hielo! - Exclamó una
risueña Esmeralda. -
-Pues, no sé… ¿visitando a Zafiro y a mi hermana Petz?
– Conjeturó ahora su contertulia. -
-Sigues como la Dama del Hielo, ¡ja, ja! - Se rio
ligeramente su interlocutora. -
-Espera. ¿No estaréis aquí, en los Estados Unidos? -
Afirmó Beruche. -
-Más caliente, como tu hermana Cooan y como Sailor Marte.
- Le contestó una divertida Esmeralda. -
- ¿Habéis venido a visitarnos? - Inquirió Bertie al fin.
-
-No exactamente, nos hemos mudado ya. Bueno, en realidad
llevamos aquí unas semanas, pero entre el ajetreo del cambio y nuestros
trabajos no hemos parado. - Le contó al fin su contertulia. - Y quería
preguntarte si podríamos ir a visitaros mañana por la tarde, para que conozcáis
a nuestra hija. Bueno, ya me entiendes, -matizó enseguida. - Para que la
volváis a ver y ella a vosotros.
- ¿Mañana por la tarde? ¡Sí, sí claro! - Convino cordialmente
su interlocutora. - Mis hijos estarán en casa. Bueno, quizás Leval tarde un
poco más, tiene que entrenar.
-No hay problema. Tú dime a qué hora os viene bien.
Allí estaremos. - Le aseguró Esmeralda. -
Y quedaron a eso de las siete de la tarde del día
siguiente. Tras desearse lo mejor y afirmar estar muy impacientes por verse, se
despidieron. La diseñadora informó a su esposo cuando este llegó y a Diamante
le pareció perfecto.
-Tengo muchas ganas de saludarles. - Declaró genuinamente
él. – Le llevaré a ese zascandil de Roy alguna buena botella de vino.
- Sí, le hace mucha ilusión. - Sonrió una divertida Esmeralda.
-
Y
ahora, tras recordar aquello y poner al tanto de todo a su hija, le indicó con
una mezcla de ruego e inquietud.
-Chérie. Espero que vestirás adecuadamente para la ocasión.
-Claro mamá. - Afirmó esta con tono de obviedad. -
No te preocupes. No voy a ir hecha una astrosa.
No
es que Amatista estuviera deseosa de ponerse un vestido de noche con taconazos
y emperifollarse como si fuera a una entrega de los Óscar. Aunque en esta ocasión
sí deseaba ir bien arreglada y con ropa elegante. Su madre siempre decía que la
primera impresión era primordial. Y como no recordaba conocer a esos amigos de
sus padres, y mucho menos a los hijos de estos, quería dejar claro que no era
una hortera ni una ordinaria. Pero debía tener cuidado, tampoco quería transmitir
que fuera una especie de muñequita de porcelana vestida por su mami.
-Iré bien. Pero no como para uno de tus desfiles. - Matizó.
-
Su madre suspiró, ¡Qué manía tenía Amatista contra
la moda! Realmente no lo comprendía. Aunque al menos se quedó algo más
tranquila. La niña podría ir ataviada con un mínimo de elegancia. En eso llegó su
esposo, abrió la puerta saludando a su mujer y a su hija, a lo que Esmeralda le
contestó.
- Cariño, ya lo he hablado con la niña.
-Muy bien, deja que me de una ducha y descanse un
poco.-. Le pidió él. -
-Tenemos tiempo. - Convino su mujer. -
Y como
les quedaban al menos un par de horas, las invirtieron en prepararse sin
prisas. Quedando apenas unos veinte minutos salieron en dirección a la casa de
sus amigos. Todavía recordaban las señas de memoria, sólo estaba a un par de minutos
de coche. Aunque no deseando incomodar decidieron ir dando un tranquilo paseo.
No les llevó más de quince minutos recorrer esa distancia. Llegaron ante las
puertas del blanco y rectangular chalé con tejado a dos aguas. El entorno era muy bonito, con cuidadas zonas
ajardinadas y la misma casa poseía una gran parcela de verde, igual que la de
la familia de Amatista. Los dos tenían buenos recuerdos de las fiestas que allí
montaban tras sus victorias contras las fuerzas del mal. ¡Hacía tanto ya de
aquello! Optaron por aparcar esas memorias para después. Sin perder ni un instante
llamaron a la puerta y Beruche les abrió.
- ¡Cuánto me alegro de veros! - Exclamó ella con el
rostro radiante. -
Después
de efusivos besos y abrazos entre los tres ante la sorprendida mirada de la
muchacha. Esmeralda enseguida la presentó a su amiga.
- Ésta es mi hija Amatista, no te acordarás de ella.
La última vez que la viste era así de pequeñita. - Señaló con una mano a la
altura de su cintura. -
- Sí que me acuerdo - sonrió Bertie observando a la
muchacha con aprobación. - Una encantadora niñita de pelo rubito y rizado. ¡Hay
que ver cómo has crecido y que guapa te has puesto, eres toda una mujer! ¿Cómo
estás, cariño?
- Muy bien, gracias, señora ¿Y usted? - Respondió muy educadamente la jovencita. -
- ¡Ji, ji!, no me trates de usted, ¡me vas a hacer
sentirme una vieja! - Rio cantarinamente
Bertie que miró a Diamante y Esmeralda, que sonreían también, añadiendo con voz
queda y llena de nostalgia. - ¿Cómo pasa el tiempo, verdad?
Sus interlocutores convinieron en ello asintiendo.
Era cierto, casi pensaban que acababan de vencer a algún enemigo e iban a
reunirse todos para celebrarlo. Pero habían pasado bastantes años desde la
última vez que tuvieron que luchar.
- Ya teníamos muchas ganas de veros. – Afirmó
Esmeralda, recordando a su vez. – Ojalá pudiéramos reunirnos como antes.
- Y nosotros también de veros a vosotros. - Convino Bertie.
– Y es que llevamos mucho sin ver tampoco a los demás. – Y añadió dirigiéndose
a la muchacha que la observaba con curiosidad, como si la hubiese visto antes
en algún sitio - Hala cielo, estás en tu casa.
- Gracias… señora. – Pudo replicar la chica con tono
titubeante. -
Bertie movió la cabeza divertida para insistir de
modo jovial.
- ¡Que no me llames señora!
Por su parte Diamante comentó, casi como si quisiera
justificar a Amatista que apenas si había enlazado dos palabras.
- Mi hija habla correctamente inglés, pero algunas
frases y modismos se le resisten. Se queda algo trabada, sobre todo cuando está
algo nerviosa, tendrás que disculparla.
- Excuse moi - Añadió apuradamente Amatista pensando
en que quizás, había ofendido a la señora Malden de algún modo. -
- ¡Qué tontería!, pobre niña, hablas muy bien
nuestro idioma y no te preocupes, no me ha molestado. Además, lo has dicho muy
bien, es el tratamiento correcto para alguien mayor que tú. Y que, además, está
casada como yo. Solamente era una broma. No estés nerviosa, considérate como en
casa. Pas de manières, tu es chez toi. - Se apresuró a contestar en ambas lenguas
Beruche pues también sabía algo de francés y añadió divertida ante la sonrisa
aliviada de la muchacha y la agradecida de sus padres. - ¡Pero, entrad!
Lo
cierto es que, con algo de curiosidad, Esmeralda le comentó a su amiga.
-Has dicho nuestro idioma refiriéndote al inglés.
-Así es - suspiró la interpelada, tomando aparte a
su interlocutora y comentando en voz baja. - Nuestra lengua de Némesis casi se
me ha olvidado, aunque era muy similar. Quizás porque creo que muchos ancestros
nuestros provenían precisamente de aquí. Y en cuanto al japonés. Como Roy nunca
lo aprendió lo dejé de lado. Solamente cuando Ami me visita he practicado algo.
O quizás al hablar con Petz. Con Cooan uso el inglés. Una costumbre que
adquirimos desde que llegamos aquí para estudiar…
-Te comprendo muy bien. - Replicó su interlocutora.
- Desde que nos instalamos en París aprendí francés y es el idioma que siempre
hemos utilizado en casa. Nuestra hija es francófona de nacimiento y aprendió
inglés en su internado. Lo ha practicado mucho con nuestra ahijada Satory, la
hija de Ian Masters. Aunque últimamente prefieren hablar francés con ella. Pero
nunca le enseñamos japonés.
- ¡Ay! - Se lamentó Bertie.- Quizás hice mal. Aunque
Leval sí que captó algo cuando Ami venía, al principio sí que tratamos de que
aprendiera algo de japonés. Luego lo
dejamos. Y mi hija Kerria no aprendió nada. Por el contrario, mi hermana Cooan
sí que enseñó a sus hijos, y además viajaban bastante a Tokio a ver a Rei y a
Petz. Creo que hizo muy bien.
-En cambio nosotros, con Zafiro y con tu hermana
siempre hablábamos ya en inglés…y ni que decir tiene que, con nuestros sobrinos
Coraíon y Granate, también. Aunque me parece que ellos, al vivir allí, son
nativos en japonés.
Por
su parte, Diamante y su hija departían brevemente aguardando a la anfitriona y
a Esmeralda.
-Cette Maison est très grande. C´est plus grand quelle la nôtre. - Pudo decir la chica mirando en derredor. -
-Recuerda chérie que aquí, por deferencia a nuestros amigos, tenemos
que hablar en inglés. - Le indicó su padre. -
-Oui, excusez…perdona papá. Sí…lo olvidaba. - Rectificó la apurada joven. -
No
les dio tiempo a decir mucho más, la madre de la chica retornó junto con Bertie
que les guió a través del amplio hall y les hizo pasar al salón. Era un cuarto bastante
grande y espacioso, con una gran mesa de roble llena de marcos con fotografías
que presidía el centro. Algo más al fondo, dos sillones de oreja que escoltaban
a un sofá de tonos verdemar, situado este al fondo de una de las blancas paredes,
televisión de pantalla plana en la pared contraria y una larga mesa de cristal
flanqueada por algunas sillas de tapicería color azul pálido. Todo ello
iluminado por los rayos del sol rojo del atardecer que penetraban por unos
grandes ventanales, bordeados por cortinas color crema y oro. En conjunto un
lugar agradable y funcional no exento de belleza y estilo. Esa fue la impresión
de la familia Lassart. Amatista, demasiado ocupada de mostrar unos buenos
modales, pasó por alto las fotos y se sentó enseguida a petición de Beruche. Lo
hizo tal y como la instruyese su madre, con las piernas juntas para que la
falda que vestía la tapase adecuadamente. Sus padres la secundaron instantes
después, uno a cada lado. La anfitriona ocupó un lugar algo separado y les
dijo.
- Poneos cómodos por favor, mi hija está arriba,
ahora mismo la llamo y os traigo algo. ¿Qué queréis tomar?
- Nada gracias. - Respondió Diamante. -
- ¿Seguro que no os apetece beber algo? - Insistió
Bertie. -
- Quizás luego. - Agradeció Esmeralda que añadió con
visible impaciencia. - Primero avisa a tu hija. Por favor, tengo muchas ganas
de volver a verla después de tantos años.
Su
anfitriona asintió complacida y subió a llamar a la muchacha. Recordaba haberle
comentado esa visita el día anterior tras colgar de la llamada de Esmeralda.
-Kerria, cariño. Mañana van a venir unos amigos
nuestros con su hija. Espero que estés aquí por la tarde para conocerlos. - Le
contó cuando la muchacha se unió a ella en el salón. -
La jovencita
suspiró. Tenía sus planes, pero no deseaba desagradar a su madre. Y menos aún si eran esos famosos amigos de
Francia con esa diseñadora tan célebre. Desde luego, no convenía desairarles. Y
aunque no hubieran sido tan conocidos, hubiese sido igualmente grosero no estar.
-Y muy hipócrita por mi parte. - Pensó la chica. - Merecen
la misma cortesía que cualquier famoso por venir a visitarnos.
Eso sí. Tendría que hablar con su amiga para decirle
que no podrían verse. Y es que ese asunto de los partes que falsificó coleaba
todavía. Kerria se había estado portando bien en los días sucesivos esperando
ser indultada. Iba a pedir que la dejasen salir precisamente al día siguiente,
pero tras meditarlo optó por ser complaciente.
-Paciencia. - Se aconsejó la muchacha.- Si me porto bien, mis padres me levantarán
antes el castigo. Como se dice en derecho, una reducción de la pena por buena conducta.
De modo que sonrió, bien dispuesta para recibir a esos
invitados, declaró estar impaciente por saludarlos, lo que gustó mucho a su progenitora.
Y, ¿por qué no admitirlo? Ella tenía realmente mucha curiosidad por conocer a
esa diseñadora y a su familia. Ahora, al ser avisada por su madre, bajó enseguida.
Con dos trenzas cayéndole una en cada hombro. La muchacha siempre se decía con
cierto fastidio.
-Nunca he conseguido ponerme la trenza alrededor de
la frente como hace mi madre. No sé porqué me resulta tan difícil.
Por lo demás,
iba correcta y discretamente vestida teniendo en cuenta que estaba en su casa, con
un jersey de cuello alto blanco, vaqueros azules a la piedra, con un par de
rajas en ellos como era la moda y zapatillas deportivas.
- Ésta es Kerria Lorein, mi hija, la pequeña de la
familia. - Les presentó Beruche haciendo honor a la formalidad. -
La
recién llegada se quedó de piedra, lo mismo que Amatista en cuanto cruzaron las
miradas. Ambas sonrieron cómplicemente, no obstante, nada dijeron de su
encuentro y se saludaron educadamente dándose la mano.
- ¡Vaya!, si es la chica nueva francesa, - pensó
Kerria divertida. - ¡Quien lo iba a decir! ¡Claro! Debió de darme su apellido
paterno. Menos mal que no le conté nada a Debbie de nuestro encuentro en los
vestuarios. Cuando se entere, se morirá por conocerla. No sé si deberé
presentársela. - Sonrió para sí. -
Beruche
intervino sacando a su hija de sus pensamientos para preguntar.
- ¿No os habíais visto antes en el colegio?
-Quizás de pasada. - Se sonrió Kerria mirando con
complicidad a esa chica que esbozó una sonrisa similar. -
-He conocido a muchas personas. No recuerdo bien. -
Convino Amatista. - Lo siento.
Evidentemente
se acordaba a la perfección del incidente de la ducha, aunque como eso era muy
embarazoso, agradeció en silencio a esa chica por su discreción.
-Desde luego, no me suena de mi clase. - Añadió cómplicemente
Kerria. -
-No os preocupéis. - Declaró Beruche. - Es normal,
es un colegio grande, con muchos alumnos. Es difícil que hayáis coincidido.
-Pues ahora que ya os conocéis, seguro que podréis
ser buenas amigas. - Intervino Esmeralda con el asentimiento de su marido. -
-Seguro que podréis hablar de muchas cosas. - Agregó
Diamante. -
Bertie asintió a su vez para proponer desenfadadamente
a las muchachas.
- ¿Por qué no os subís las dos para arriba?, así hablaréis
de vuestras cosas del instituto. Además, si no me equivoco, vais al mismo curso,
creo.
-Sí, es verdad, mamá. Aunque no a la misma clase.
Por eso no nos habíamos visto. - Le recordó Kerria. -
- ¡Pues hala! - La animó Beruche. - Llévate unas bebidas,
algo de comer y enséñale a Amatista la casa.
- Vale. - Aceptó su hija deseosa de hacerlo y
agregando con mucha amabilidad. - Encantada de conocerlos. - Saludó a Diamante
y Esmeralda y le dijo a la muchacha. - Vamos Amatista. –
Ésta miró consultivamente a sus padres que le dieron
permiso con una leve inclinación de cabeza y siguió a Kerria arriba.
- Tu hija se te parece muchísimo. - Comentó el
príncipe de Némesis - y tiene los ojos de Roy.
- Es una muñeca. - Afirmó su esposa con aprobación
casi profesional. - Muy bonita.
- Gracias, vuestra hija también es preciosa. Y me
recuerda muchísimo a tu madre, Diamante - Correspondió Bertie con tono entre
melancólico y asombrado. - Me acuerdo de la reina cuando yo era muy pequeña. Y
después, cuando estuvimos a su servicio. Y juraría que es ella.
Sus
invitados se miraron asintiendo. Las mismas emociones se reflejaban en sus
rostros. Fue Esmeralda quien asintió declarando.
-Poco a poco, a medida que nuestra hija iba creciendo
nos fuimos dando cuenta. Es igual a su abuela.
-Quizás algo más impulsiva. Aunque claro, yo no sé cómo
era mi madre a su edad. - Se permitió agregar Diamante con una media sonrisa. -
Sin
conocerla, Bertie no podía dar fe de eso, pero lo que si atestiguó fue un
detalle que era obvio nada más verla entrar en su casa y así de paso, salir de
aquellos agridulces recuerdos.
- Oye Esmeralda, con lo alta que es seguro que
querrá ser modelo como tú.
- ¡Oh, no te creas!,- respondió ella con un gesto
desencantado. – Mira que se lo he dicho, pero no le gusta nada ese tipo de
vida.
- ¡Seguro que tu marido haría mejor carrera de ella en
el baloncesto! - Se rio Diamante. -
Beruche
se extrañó encogiéndose de hombros. Aunque por experiencia sabía que los hijos
no tenían por qué seguir las aficiones de sus padres. ¡Si lo sabría ella! A
juzgar por la cantidad de veces que quiso fomentar el ajedrez entre sus
vástagos sin conseguirlo. Sobre todo, con Kerria que apenas había pasado de
saber mover las piezas.
- Y parece que las dos se han caído muy bien. - Sonrió
Esmeralda para zanjar ese tema. -
- Es cierto, si pese a lo que han dicho, hasta daba
la impresión de que se conocieran. - Conjeturó Bertie. –
Sus
amigos asintieron divertidos y los tres pasaron a charlar acerca de los viejos
tiempos.
- ¿Qué noticias tenéis de Nephrite y de Amanda? -
Quiso saber Beruche –
- No podemos contarte mucho. Apenas sabemos de él.
Sigue con sus negocios de antigüedades y su mujer es periodista, pero realmente
trabaja en el servicio secreto británico. Eso, si no recuerdo mal. – Le
contestó Diamante –
- ¿Y tu hermano y mi hermana? Hace tiempo que no los
vemos. - Preguntó ahora su interlocutora –
-Bien. Sus hijos Coraíon y Granate están muy
grandes. – Repuso el príncipe de Némesis con una sonrisa. –
- ¿Qué sabes tú de Tommy y de Cooan? - Inquirió
ahora Esmeralda. –
-Pues que les va muy bien. Que sus hijos Alan, Lance
e Idina están estupendos, aunque…- Suspiró Bertie ahora con un tono más
entristecido –
- ¿Algo no va bien?- Se interesó su contertulia. –
-La madre de Tom está enferma, la pobre mujer olvida
las cosas y a veces no les reconoce.
Tanto él, como Cooan, lo mismo que Daniel y Mimet, sufren mucho cuando la
ven así. Pero no hay nada que se pueda hacer. Aunque mi hermana me contó que siempre
que los niños están con su abuela eso la hace mejorar mucho.
-Lo siento. - Terció Diamante que quiso cambiar de
tema y de paso animar el ambiente al preguntar con más jovialidad. - ¿Y qué
pasa con Roy y con tu hijo?
-Llegarán enseguida. Mi marido estará terminando de
entrenar a sus jugadores y mi hijo, bueno, él no para de entrenarse a casi todo.
– Sonrió más distendida. –
-Pero no entrena…, ya sabes. - Intervino Esmeralda con
tinte confidencial. –
-No, no como lo hacían tu marido, el mío y los demás.
– Les aseguró Bertie. -
Sus contertulios asintieron, sobraban más
aclaraciones. Mientras, y tras pasar por la cocina a proveerse de algo para
tomar, en el piso de arriba, ambas chicas conversaban. Kerria le mostraba la
planta superior, haciendo pasar a su invitada a un pequeño cuarto de estar con
tan solo un sofá biplaza y una mesita de madera enfrentados a una tele de unas veinte
pulgadas con disco duro y dvd blue-ray, dejaron allí sendas bandejas con
bebidas y algunos sándwiches que saborearon en tanto Kerria preguntaba
divertida.
- ¿Qué tal te fue la ducha?
- Muy bien, perdona si hablé en francés, pero estaba
muy atontada y cuando me pongo nerviosa recurro a mi idioma natal. - Se excusó
la todavía apurada francesa.-
- No pasa nada. ¡Lo malo es que a mí no se me dan
bien los idiomas! - Se rio Kerria añadiendo con gesto jovial. - Mi madre si que
lo entiende y lo habla bien.
Amatista asintió, lo había comprobado antes, la
madre de su compañera tenía una pronunciación bastante buena, y apenas se la notaba
el acento. Estaba en esas disquisiciones cuando su interlocutora agregó.
- Y mi hermano también podría conversar contigo en
francés e incluso creo que hasta en japonés. ¡Ese todo lo hace bien! - Suspiró
con cierto toque irónico que escapó a su contertulia. -
- Me alegro mucho de que fueras tú la hija de los
amigos de mis padres. - Comentó Amatista. -
- ¡Y yo de que tú seas la chica francesa que iba a
venir aquí a vivir cerca nuestra! - Se rio Kerria haciendo que su nueva amiga
hiciera lo mismo. - No me lo podía imaginar cuando te vi alguna que otra vez en
el recreo y en los descansos y mucho menos cuando nos conocimos en los vestuarios.
- Admitió con visible regocijo. -
- Pues yo no te había visto nunca, me refiero a
antes de eso. - Respondió Amatista sorprendida de que esa chica ya la tuviera
tan observada. -
- Es que una chica nueva como tú, no pasa
desapercibida. - Se justificó su contertulia explicando algo apurada. - Llamas
mucho la atención.
- ¿Qué quiere decir eso? - Preguntó precavidamente la
aludida sin saber cómo tomárselo ni cómo interpretar esa frase.- No comprendo…
Pudiera
ser una manera de hablar. Y su interlocutora se lo confirmó enseguida al
añadir.
- ¡Eres impresionante! - le alabó Kerria de forma
bastante sinceramente ahora. - Todos los chicos lo comentan y muchas chicas
también, las más se mueren de envidia. También he oído que no te llevas
demasiado bien con Molly, la de segundo C.
- Le grande morse! ¡Es una estúpida! - Escupió Amatista con desprecio.
- Se ha creído que todo el mundo tiene que hacer lo que ella diga, ¡pues
conmigo lo lleva claro!
- ¡Así me gusta!- Exclamó Kerria entusiasmada y
percatándose también de que esa muchacha hablaba mejor inglés del que parecía.
Por ello añadió con admiración. Eres una chica decidida y muy guapa, ¡qué
suerte! y además inteligente. No eres tan mala expresándote en nuestro idioma
¡ni mucho menos! –
Remachó después, no queriendo darle a esa chica otra
impresión por su encendido cumplido a la par que su contertulia correspondía.
- Tú también eres, trés Jolie, muy bonita. - Dijo la
francesa, devolviéndole el halago para sentenciar. - Estoy segura de que con los
chicos tendrás mucho éxito.
Desde
luego, la recién llegada veía a esa chica y la consideraba una competencia
realmente seria. Era una gran cosa que pudieran ser amigas.
- Bueno, todavía no he encontrado a ninguno que me
interese por aquí. - Repuso su interlocutora algo incomodada por el tema, pero tratando
de no hacérselo notar a su invitada. -
- Te comprendo. - Sonrió Amatista - yo tampoco he
conocido a ninguno que me interese. Es más, últimamente los chicos no me llaman
demasiado la atención.
Kerria
estaba asombrada, en tanto hacía levantarse a su invitada para enseñarle un
poco lo que quedaba por ver de la casa, pensaba. ¿Podría ser que Amatista estuviera
en su misma situación?, si eso fuera así...desde luego que ella se lo haría
entender, pero todavía era muy pronto para saberlo. Hasta podría ayudarla si se
diera ese caso. Además, acababa de conocerla y era la hija de los amigos de sus
padres. Aunque la francesa enseguida añadió algo que le quitó esa idea de la cabeza.
- Espera ¡cómo que ninguno! Hoy mismo he visto a un
chico que estaba… ¿Cómo decís aquí? ¿Muy bien?
-Muy bueno. - Sonrió Kerria corrigiendo esa expresión.
-
-Eso, eso es. - Asintió la francesa, agregando. - ¡Es
realmente guapísimo y tiene un cuerpazo!...
- ¿Ah sí? - Inquirió su interlocutora que le
mostraba ahora la habitación de sus padres y después abrió la puerta de otra
indicando. - Éste es el cuarto de mi hermano.
Amatista
se fijó detenidamente en el interior, aunque sin querer entrar a invadir la intimidad
del hermano de su anfitriona. A simple vista era una habitación muy ordenada
con cama bien hecha, muchos libros, silla móvil, un ordenador con sus
correspondientes columnas archivadoras de Cds, discos duros y una gran cantidad
de medallas y copas, con todo tipo de trofeos y diplomas.
- ¡Vaya! - Comentó con agrado. - A tu hermano le
gusta mucho el deporte como a mí, y debe ser muy bueno.
- Si, lo es, ya te digo que es la octava maravilla
del mundo en casi todo. Y un maniático del orden. ¡Cualquiera le toca nada! –
Se rio agregando. - Todavía tardaré un poco en venir, está entrenando a algún deporte
de los cientos que hace a la perfección. - Afirmó su anfitriona sin darle demasiada
importancia, incluso sonando casi a parodia. - Venga, vamos a mi cuarto.
Las
dos entraron en la habitación de la muchacha, a Amatista le agradó ver la
cantidad de peluches que tenía. A ella también le gustaban, se notaba un toque
muy femenino en la decoración y también estaba todo bastante ordenado. Kerria
la invitó a sentarse en la cama.
- ¿Ese no es un póster de Haruka Tenou? ¿La campeona
de motociclismo? - Inquirió la invitada fijando su vista en la pared que estaba
frente a la cabecera de la cama. -
- Sí, la admiro mucho. - Admitió Kerria que le
desveló. - Y es amiga de mis padres, cuando yo era pequeña creo que estuvo aquí
al menos una vez.
- ¿De veras? - Exclamó Amatista sin poderlo evitar.
– ¡Es genial! Tienes razón, a mí también me encanta, ¡qué suerte haberla visto
en persona! - Confesó alabando sin reservas, cosa extraña tratándose de ella. -
Es una mujer tan segura de sí misma y
tan fuerte, desearía ser así también. ¿Cómo decís aquí? - Meditó unos instantes
e iluminó su semblante al recordar. - ¡Libre cómo el viento!
- Así es, ese es su lema. - Convino Kerria con una
gran sonrisa - es cierto. La verdad es que recuerdo poco de ella, yo era muy
pequeña, pero me pareció muy simpática. Vino con una amiga suya y las dos
contaban historias muy interesantes. Y lo cierto es que aún hoy en día no está
nada mal. - Añadió casi con complicidad, aunque se apresuró a matizarlo enseguida.
- Me refiero a que no parece un chicazo como otras deportistas de elite. Y se
conserva muy bien. No sé qué edad tendrá.
- Ahora que lo dices. Es verdad, - repuso Amatista
ahora con tinte de comadreo. - Pero no te lo vas a creer, ¡he oído que le
gustan las mujeres! ¡No puedo creerlo! Se rumorea que sale con Michiru Kaioh,
la violinista. No lo comprendo. ¡Lo tiene todo para arrasar con los hombres! Es
guapa, famosa, independiente, en fin. - Suspiró para sentenciar casi con
resignación. - Todo no se puede tener,
una pena.
Kerria
se quedó helada al escuchar aquel comentario. Le sonaba bastante homófobo, pero
supo disimular.
- ¿Y eso te parece mal? - Le inquirió a su nueva
amiga quien se encogió de hombros respondiendo con estudiada indiferencia. -
- A mí me da igual, yo la admiro por su talento en
el deporte. Lo que haga con su vida privada no me importa. - Repuso Amatista. -
Ahora la joven no quiso parecer desconsiderada,
aunque desde luego era algo que no admitía y que levantaba en ella numerosas heridas
que deseaba cicatrizar.
- Sí, claro, tienes razón. - Musitó su contertulia
que enseguida cambió de tema para alivio de ambas. - En cierto modo la envidio. A veces me
gustaría ser tan libre y segura de mí como ella. Hace lo que quiere y se
muestra tal cual es. No le importa lo que puedan pensar o decir los demás.
- Lo entiendo, a mí me sucede lo mismo, mi madre
está empeñada en que sea modelo como ella.
Muchas veces me agobia. En París siempre me decía que debía tener mucho
cuidado con lo que dijera o hiciera, que en la alta sociedad se cotilleaba
mucho. ¡Como si eso me importase!
- ¡A mí me pasa igual! - Rio Kerria conviniendo con
simpatía. -Tenemos muchas cosas en común.
- ¿Tu madre quiere que seas modelo?- Preguntó
Amatista sorprendida. –
Aunque pensando que su nueva amiga tenía sobrada
belleza y cuerpo para ello, realmente esa muchacha era algo más baja que ella,
pero casi todas las chicas lo eran. La hija de los Malden debía de rondar el
metro setenta y cinco según sus estimaciones. Para corroborarlo, Amatista le inquirió
casi con el mismo acento que usaría su propia madre en una preselección de
candidatas
-Si no te
parece algo muy personal. ¿Cuánto mides?
Kerria
la miró atónita, aunque, por supuesto que eso no le parecía nada íntimo ni
trascendente. De hecho, no estaba segura, así que respondió tratando de
recordar.
- Creo que unos cinco pies con nueve pulgadas más o
menos.
Pero a Amatista, eso le sonaba a chino. Esos
americanos utilizaban unidades de medición muy extrañas.
- No conozco vuestras unidades de medida en relación
con el sistema métrico decimal. - Replicó confusa en tanto sacaba su teléfono
móvil. – Voy a buscar la equivalencia…Aja, un metro setenta y cinco o setenta y
seis o más o menos. ¡Qué gracia!, como mi madre. Y posiblemente vayas a crecer
más. ¿Cuántos años tienes?
-Catorce, aunque cumpliré los quince pronto, en apenas
un par de semanas. - Le desveló su interlocutora. -
-Espero poder felicitarte ese día. - Afirmó la francesa.
-
-Claro, supongo que lo celebraré, estás invitada. -
Sonrió Kerria. -
-Merci Beaucoup. - Repuso
Amatista sin darse cuenta. - ¡Oh, lo siento!, lo he vuelto a hacer.
- ¿Hacer el qué? -
Se sorprendió su contertulia. -
-Hablar en francés.
Mis padres me han pedido que no lo haga.
-A veces es difícil
dejar de ser quien eres o no poder hacer lo que te gusta. - Sonrió comprensivamente
Kerria. -
-Gracias. Y no te
preocupes, ya eres lo bastante alta. - Quiso tranquilizarla Amatista. -
Kerria la miró como si de pronto no
supiera a lo que se estaba refiriendo, pero enseguida se acordó de su
conversación anterior y repuso.
- De todos modos ¿qué importa eso?
- Como tu madre también quiere que seas modelo...-
Dejó caer su interlocutora. -
La aludida la observó atónita, aunque
de pronto sonrió al comprender la confusión.
-No, yo no quiero ser modelo, ¡ja, ja! Me refería a
que mi madre también me agobia mucho, como a ti la tuya, y mi padre tampoco se
queda atrás. Pero mamá es mucho más insistente. Siempre diciéndome. Kerria Lorein
estudia, Kerria Lorein no vuelvas tarde.
- ¡Todos los padres son iguales! - rio Amatista
divertida por la confusión y ejemplificando al hilo de lo anterior. - Figúrate,
mi madre se empeña en vestirme con falda larga y ponerme tacones altos, a mí,
¡que casi mido ya metro ochenta y aún estoy creciendo! ¿Qué chico iba a querer
salir conmigo? ¡Les sacaría a todos la cabeza!
-Te ocurre como a mí. - Declaró Kerria solidariamente
- no te dejan ser tú misma. Pero ser hija de famosos, ya se sabe. Quieren que
sigas sus pasos. Y tú, ¿cómo lo llevas?
Amatista
miró a su alrededor para ver a qué se refería su contertulia, llevar el vestido
o quizás algo de allí, hasta que comprendió esa frase hecha y contestó.
- Bueno, mi madre siempre ha sabido mantenerse
apartada de las revistas de cotilleos, pero alguna que otra vez los
“paparazzis” le daban la lata, eso ocurría siendo yo pequeña. Muchas veces tenía
que ir a buscarme a mi internado de incognito, otras disfrazada. Y en ocasiones
iba a buscarme mi padre. Pero tú también tienes un padre famoso ¿no? Creo que
juega al baloncesto.
- Sí, estás bien informada. - Asintió su
interlocutora. - Mi padre fue jugador de baloncesto profesional, ahora es mánager
y entrenador. O creo que se llama así.
- Entonces sabrás lo que es tener que aguantar a veces
a los fotógrafos. - Le dijo Amatista comprensivamente-
- No creas. - Rebatió Kerria. - Como mi padre era
deportista solamente le hacían entrevistas tras los partidos o alguna vez que
otra muy de tarde en tarde. Tampoco a él le ha gustado nunca salir en ningún
medio. Ni a mi madre. Lo cierto es que ni tan siquiera hemos contratado
servicio. Mis padres nunca han querido que personas extrañas entrasen en casa. Siempre
han dicho que la intimidad es algo muy importante para ellos.
¡Qué
curioso!, pensó la francesa, en su caso ocurría exactamente igual. Iba a
comentárselo a su amiga cuando la voz de Beruche las interrumpió.
- ¡Chicas! – Escucharon a la madre de Kerria
llamándolas desde la escalera - ¿Podéis bajar, por favor?
- ¡Vamos, seguro que mi hermano y mi padre ya han
vuelto! – Le indicó la hija de Bertie a su invitada, deseosa de presentárselos.
-
Las
dos bajaron de nuevo y efectivamente Roy que ya había llegado, saludó
afectuosamente a Amatista.
- ¡Vaya una preciosidad de chica!, la última vez que
te vi no levantabas un palmo del suelo e ibas con un globito atado a la muñeca,
¡cómo has crecido y que guapa eres, como tu madre!
- Muchas gracias, señor. - Repuso la azorada joven.
-
La muchacha pensó a su vez que el padre de Kerria no
estaba tampoco nada mal para sus años. Además, juraría haber visto su cara
antes, aparte de en los videos de partidos antiguos de baloncesto, al menos le sonaba,
pero ¿dónde?
- ¡Oye Roy! - Intervino Diamante con tintes de chanza.
- Que la chica también ha salido a mí, yo tuve algo que ver en ello.
- ¡Venga ya, me vas a comparar! - Bromeó éste exclamando - ¡Ella es mucho más
guapa que tú!
-Eso no lo voy a negar. - Convino su contertulio con
buen humor. -
Ambos
se empujaron y rieron divertidos, ante las caras de regocijo del resto.
-Anda que, ¡vaya con el principito! ¡Por fin una
cosa que has sabido hacer muy bien, amigo! – se rio Roy palmeando la espalda de
su amigo que se reía con él. –
Amatista los
miró sorprendida, aunque no le dio más importancia, seguro que era una broma de
sus padres y el padre de Kerria. No obstante, fue la propia Bertie la que
intervino, como si quisiera confirmar aquello, en tanto dirigía una mirada de
circunstancias a su marido.
-Roy siempre le anda poniendo motes a todo el mundo.
Es una manía que tiene desde siempre. A mí me llama cubito.
-Es verdad. Lo siento, amigo. Ya sabes lo bocazas
que soy. – Se disculpó éste. –
-No pasa nada – sonrió Esmeralda, aunque sin dejar
de observar de reojo a su hija y la de sus amigos al añadir tratando de restarle
importancia. – Son bromas nuestras…
Pero ninguna
de las muchachas parecía haberle dado ninguna importancia a aquello, más bien
se reían. Diamante aprovechó para darle a su amigo la botella de vino que le
había traído.
-Es un Domaine
de la Romanée-Conti. Un tinto de burdeos, como a ti te gusta. - Le explicó a su
anfitrión. -
- ¡Eres la leche,
principito! ¡Muchas gracias hombre! Ya no te voy a poder llamar tacaño. –
Exclamó Roy haciendo que las muchachas le mirasen perplejas, su mujer con cara
de circunstancias y su amigo y Esmeralda sonrieran divertidos. –
-Te parecerá bonito
hablarle así a Diamante con el detalle que ha tenido contigo. - Le amonestó Bertie.
-
-Pues por eso mismo. -Replicó
un jocoso Roy palmeando a su colega en el hombro una vez más para sentenciar. -
¡Se ha portado, el tío! Es cosecha de mil novecientos ochenta y seis. ¡Esto
vale no uno sino dos ojos de la cara! ¡ya
le invitaré a una hamburguesa al estilo Malden con extra de queso!
Su esposa movió la cabeza suspirando con resignada
paciencia. Aunque sonrió lo mismo que el resto por aquello. En ese momento
llamaron a la puerta y Beruche fue a abrir, la escucharon dirigirse a alguien
con un tono admonitorio de suave impaciencia.
- Vamos hijo, que tenemos invitados en casa, ¡ya era
hora de que volvieras!
- Lo siento mamá, lo olvidé con los entrenamientos.
- Repuso la voz que pertenecía a un muchacho sonando cada vez más cercana al
comedor. -
En
cuanto Bertie y su hijo pasaron al comedor Amatista se quedó petrificada.
- ¡Mon Dieu! ¡Tierra trágame! - Pensó poniéndose colorada por
momentos. -Ce n´est pas possible!
- Este es Leval, mi hijo mayor. - Le presentaba
entre tanto Beruche con visible orgullo, ya que éste venía vestido con un polo
blanco algo ceñido y un pantalón azul marino que le hacían lucir una planta
inmejorable. – Acaba de llegar de entrenar…
Leval
saludó a todos con mucha cortesía y en cuanto llego junto a Amatista ella le
dio tímidamente la mano y casi sintió un hormigueo por todo el cuerpo cuando lo
hizo, (había cosas que no dejaban de pasarle por la cabeza a la muchacha).
Estaba más que ruborizada y sólo sonreía estúpidamente. Esmeralda la miró con
extrañeza.
- Pero ¿qué te pasa hija?, ¿por qué estás tan tímida?
- Le inquirió mirando a los demás a la par que explicaba sorprendida. - No lo
entiendo, no suele ser muy extrovertida con gente que no conoce, pero tampoco es
tan vergonzosa.
- ¡Será que Leval es un chico muy guapo! - Rio
Diamante avergonzando aun más a su hija e incluso poniendo colorado al propio muchacho.
-
- Papa. S’il te plait. -Le susurró la pobre Amatista muy apurada. -
Todos los demás se reían. Kerria sonrió a su vez con
picardía. Empezaba a comprender a que chico se había referido su nueva amiga,
le bastaba con mirarla a la cara.
- Encantado de conocerte. - Saludó Leval agregando
con amabilidad. - Creo que vamos al mismo instituto ¿no? Espero verte por allí.
- Sí, sí- Balbuceó Amatista casi sin encontrar
palabras hasta que pudo componer un -. Yo tam,.. También lo espero. Verte más. Bien, bueno… Je veux dire…. Quiero decir… por allí. Ravie
d´avoir faire ta connaissance.
-Tout le plaisir est pour moi. - Sonrió ampliamente él, dejando a la muchacha perpleja,
tenía una
excelente pronunciación. -
Roy
intervino desenfadadamente como siempre, para bromear.
- Yo también sé algo de francés, como diría Annie. ¡Ma mére n´est pas mon pére! Parapí parapá…
Excepto Leval, Kerria y por supuesto Amatista, que
le miraron con ojos como platos, sin comprender nada, los demás se troncharon
rememorando aquel chiste. Era éste originario de una vieja anécdota que les
contasen Usagi y Ann, cuando ambas se conocieron en clase, sin saber aún sus
respectivas identidades. Todavía se rieron un poco más hasta que Bertie tomó la
palabra y explicó con visible orgullo e incluso gesto divertido, al ver la
atónita cara de la pobre hija de sus amigos.
- Leval viene de ganar el campeonato interestatal de
natación y esa gira le ha llevado durante algunas semanas también por Quebec y
Montreal. Los canadienses se quedaron impresionados. Dijeron que es un gran
deportista.
- ¡Claro! - Intervino jocosamente Roy, poniendo un
orgulloso brazo sobre el hombro derecho de su hijo. - ¡De tal palo, tal astilla
y además a esos de arriba siempre les ganamos en todo!
El
muchacho estaba azorado, no le gustaba demasiado que le hicieran tantos
cumplidos, especialmente sus padres, ¡iba a parecer un niño de guardería!
Aunque por suerte para Leval, la madre de esa encantadora y tímida muchacha (al
menos eso creía él). Tomó la palabra refiriéndose precisamente a su hija.
- Pues Amatista también hace mucho deporte y al
igual que Leval es muy buena en todos ellos, ¡qué bien! seguro que congeniarán.
Todos asintieron, seguros de que así sería. Sobre
todo la francesa que lo deseaba de veras. Luego, en un aparte, Esmeralda le
susurró a Beruche aprovechando que Diamante comentaba algo con los chicos.
- Es igual a como le vimos hace casi veinte años.
Debes de estar muy feliz.
- Sí, para mí es un gran orgullo, es muy buen
muchacho. - Reconoció su anfitriona que se dirigió a los tres jóvenes
proponiéndoles con desenfado. - ¡Oíd, chicos! ¿Por qué no os vais por ahí a dar
una vuelta y nos dejáis aquí a los mayores?...
- ¡Yo también me apunto! - Comentó jocosamente Diamante
- ¡prefiero la juventud!
- ¡Ya te vale, abuelete! - Rio Roy con sorna. -
- Oye, que estoy en plena forma. - Le respondió el
aludido agregando en lo que sonaba a confiado reto-, cuando quieras te lo
demuestro.
- ¡Uy, me parece que tú y yo nos vamos a entrenar
mañana mismo! Donde tú sabes. - Afirmó su amigo recogiendo el guante. -
- Hecho - Concedió el aludido que añadió divertido.
- ¡Ya veremos quién está más viejo de los dos, ja, ja, ja!
Los
dos se palmearon mutuamente la espalda. Los chicos, dejándoles a su aire, se
fueron. No obstante, al poco de eso Kerria se excusó con su hermano y su
invitada diciendo que había quedado. Además, así dejaba a la francesita el
campo libre. Ésta al principio se sonrojó mucho con la idea de quedarse a solas
con Leval, pero aceptó encantada. Ambos pasearon por los alrededores de la
urbanización. Charlaron durante un buen rato, cambiando incluso de idioma con
regularidad.
- ¿Entonces también practicas la natación? –
Inquirió el chico para romper el hielo. -
-Sí- pudo replicar ella con visible rubor aún. - En mi
Liceo tenía el record femenino.
- ¿Y qué más deportes haces? - Se interesó él, un
poco para hablar de algún tema. -
- Monter á cheval.- Contestó algo nerviosa, y le salió en su idioma natal.- Et vous?
-Je ne monte pas. Mais je faire du karaté - Sonrió él. -
- ¡Moi aussi! - Sonrió ahora
ella, con visible interés. - ¿Quelle ceinture aves-tu?
-Noir. - Repuso el muchacho. -
-C´est impressionnant ! Je seulement suis
brun…Perdón. - Recordó una vez más, con gesto y voz azorados para explicar. -
Es que mis padres me dijeron que hablase en inglés…
-No te preocupes,
si te sientes más cómoda en tu idioma podemos hablar en francés. Si tu préférés. – Contestó él. -
-No, gracias, pero
mejor debo hablar inglés ahora…- Declaró algo dubitativamente, en tanto se miraba
sus propias manos entrelazadas con patente rubor. -
-Bueno, como tú
quieras. Dime, ¿qué te gustaría hacer?
- ¿Hacer? -
repitió la chica mirándole sin comprender. Casi parecía que le estaba
proponiendo ir a alguna otra parte. -
-Quiero decir, que
te gustaría estudiar en el futuro. - Le aclaró el chico. -
-No lo sé todavía.
- Admitió ella, que temió parecer algo tonta a ese muchacho. -
Pero él no dio a entender tal cosa,
simplemente sonrió declarando a su vez.
-Yo quiero ser
piloto. Me gustaría entrar en las fuerzas aéreas y un día viajar al espacio. Tengo
ese sueño desde que era muy pequeño.
-Eso es muy bonito.
- Afirmó su interlocutora. -
-Mi madre y mi
madrina Ami siempre me han dicho que debo perseguir mi sueño y que si trabajo
duro y me esfuerzo se hará realidad. –Aseveró rotundamente él. -
Amatista le observaba realmente impresionada. Su
corazón además le latía más deprisa de lo normal. Debía ser por la tensión. A
veces le venía el recuerdo del vestuario a la cabeza y se llenaba de pavor y de
vergüenza. Como si el muchacho aquel pudiera leerla la mente en ese instante y
averiguar lo que ella hizo para espiarle. Sin embargo, tras hablar con él, la
simple imagen del atractivo físico se desvanecía. No es que no le gustara. ¡Al
contrario! Ese chico estaba realmente muy bueno. No obstante, muchos que eran
así de atractivos, demostraban ser después unos auténticos cretinos. Una de
dos, obsesionados con llevársela a la cama o bien totalmente pagados de sí
mismos. ¡Y a veces hasta ambas cosas a la vez! Aunque en este caso fue
agradable descubrir que Leval no se lo tenía en absoluto creído, es más, era
demasiado modesto e incluso parecía estar en babia en muchos temas más
mundanos. Realmente daba la impresión de ser un soñador, de perseguir una meta
y poner en ella todos sus anhelos y su esfuerzo. Quizás su sueño de ser piloto
le absorbiera. Pero ella podía verle ahora como una persona con ilusiones e
incluso llegó a sentirse mal por haberle espiado de esa manera. Además, era muy
amable y se brindó a ayudarla si tenía algún problema en comprender algo.
Amatista le sonrió con sincero agradecimiento. Eso le gustaba. Seguro que así
ella lo tendría más fácil para conocerle bien antes de pensar en otras cosas. A
Leval por su parte la hija de los amigos de sus padres le pareció una chica muy
agradable, y graciosa. Ideal para ser amiga de Kerria, pensó. Podrían hablar de
sus cosas de chicas de segundo curso. También era mona, seguro que los chicos
estarían encantados con ella. Pero en ningún momento le pasó por la cabeza incluirse entre ellos. En
resumen, los dos tenían en común su afición al deporte y a alguna que otra cosa
más y también diferían en algunos gustos. A Leval por ejemplo le gustaban las
chicas de vestir más clásico. Por suerte Amatista había ido muy discreta a la
visita, aceptando ponerse ropa más convencional tras aquella sugerencia de su madre.
Nunca se alegró más de haberla hecho caso.
-Quizás en esto me debería dejar aconsejar por ella un
poco más. Así no le pareceré un chicazo a Leval. - Se admitió a sí misma. -
Entre
tanto sus padres pasaron una velada muy agradable y en uno de los momentos de
su charla Diamante, más en serio, comentó.
- Entonces vuestros hijos no saben nada de lo que
sucedió hace años.
- Nada. - Aseguró Roy como si diera fe notarial del
cumplimiento de un hecho pactado, y remachó ese aspecto al querer saber a su vez.
- ¿Y vuestra hija?
- En absoluto. - Aseveró su interlocutor con el
mismo tono. Añadiendo con una mezcla de rotundidad y esperanza en ello. - Y ojalá
no tenga que saberlo nunca.
-Así es. - Convino Esmeralda. – Deseamos para ella
una vida normal y llena de felicidad. Sin problemas como los que tuvimos que
enfrentar nosotros.
- Os comprendemos, ese es nuestro mayor deseo también.
- Afirmó Beruche con el cómplice asentimiento de su esposo. -
Después
se dieron más noticias y nuevas de los otros, a los que asímismo llevaban mucho
tiempo sin ver. Roy aportó alguna cosa más sobre Tom y Cooan. Sobre todo, les
contó alguna que otra anécdota de cuando él fue a jugar con su equipo a
Portland hacía un par de meses. Allí invitó a su amigo al partido y después
habían quedado a cenar. No sabían mucho del hermano de Tom, Daniel, ni de la
esposa de éste, Mimette. Aunque ahí fue Diamante el que pudo comentarles algo. Ellos
también tenían una hija y la mujer del hermano de Tom seguía tan alocada como
de costumbre. Quizás un poco menos con los años, pero siendo igualmente muy
divertida. Tomoe y su mujer Kaori parecían estar bien con sus hijas, una de
ellas era la mismísima Sailor Saturno. La otra, Keiko, una muchacha normal, sin
ningún tipo de relación con las guerreras. A su vez Diamante, ahora junto a su
esposa, también les hablaron algo más de Nephrite y Amanda, cuyos dos hijos
tampoco desmerecían de los anteriores. Esmeralda le repitió más o menos a Roy
lo que le contara ya a Beruche. En cuanto a Petz y Zafiro, sí que ambos
matrimonios sabían de ellos dado que mantenían relación familiar directa. La
tienda de cosméticos de Otafukuya- Beauty Quartete que las hermanas comprasen hacía ya tantos años,
seguía funcionando a las mil maravillas con Petz en la dirección. Eso hizo
sonreír a Bertie, aquello le traía muchos y bonitos recuerdos. De los hijos de
su hermana mayor en cambio poco sabían, simplemente que eran dos buenos chicos,
con el menor, Granate, enredando algo de vez en cuando. De Ail y Ann,
desgraciadamente nada sabían tras unos años y en cuanto a Lornd y Setsuna, fue
poco lo que Roy les pudo contar. Su
hermano llevaba años también sin visitarles. Ni tampoco, y eso entristeció un
poco a todos, tenían conocimiento del paradero de Karaberasu. Y de ese modo pasaron
las horas. Finalmente, Leval y Amatista regresaron y la familia Lassart se
despidió agradeciendo a sus anfitriones esa estupenda velada y quedando en repetirla
pronto. Esta vez con ellos ofreciendo su nueva casa. Así, cuando volvieron a la
misma, la joven francesa le preguntó a su madre con visible interés, dado que,
para su sorpresa, había descubierto que tenía a Coraíon y Granate como primos
en común con Leval y Kerria.
- Oye mamá. ¿Vosotros sois parientes de los Malden o
sólo buenos amigos?
- Pues parientes no somos. - Repuso Esmeralda
dubitativa - ¿verdad, Diamante?...
- No - Le susurró éste a su esposa explicándole. - Éramos
del mismo mundo que Bertie, pero eso no significa ser parientes. No hija. -
Añadió en voz alta antes de que la muchacha se interesase por esos murmullos. -
Sólo somos buenos amigos, pero nuestras familias, aunque se conocen desde hace
años, no tienen nada que ver. ¿Por qué? - Inquirió curioso a su vez. -
Amatista
sólo pegó un salto con los brazos estirados, ante la cara de asombro de sus
padres que se miraban sin comprender.
- C´est magnifique ! – Pensó encantada - Alors, Leval Malden, tu seras pour
moi! Y reflexionó, esta vez en inglés. - No me importa
nada lo que me pueda costar. ¡Sé que algún día lo conseguiré!
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