sábado, 5 de marzo de 2011

GWB 20. 65. Conociéndose.

Las clases empezaron ya de un modo más serio. Una vez transcurridos las primeras semanas, los exámenes comenzaban a perfilarse amenazadoramente en el horizonte. Aunque eso no daba la impresión de preocupar mucho a la recién llegada. Y es que todos los días, los hijos de los Malden pasaban por casa de Amatista a recogerla. Las dos chicas cada vez se hacían más amigas y Kerria confirmó sus sospechas. Aquella muchacha se sentía muy atraída por Leval, así que procuraba que éste estuviera lo más posible junto a ellas. Sobre todo, con la cada vez menos consistente excusa del idioma.

-El caso es que lo habla bastante bien. Salvo cuando se pone nerviosa o se enfada. - Pensaba Kerria. -

            Desde luego que su nueva amiga y vecina ya había demostrado ante alguna que otra chica que quiso pasarse de lista que con ella no se bromeaba. Al menos cuando esas bromas eran con mala idea. Aunque no había pasado de responder con cara de pocos amigos o de hacer alguna llave en el brazo a alguna boba que se había creído que se podía reír de ella. Como haría unos pocos días, en el vestuario. La propia Kerria y alguna chica más, como Lana Walters, una de sus compañeras del equipo de natación, mediaron enseguida y por fortuna todo quedó en eso.

- ¡Menos mal que ese incidente no ha trascendido a la dirección! - Pensaba con alivio la pequeña de los Malden. -

            Por fortuna, ninguna se iba a chivar a ningún profesor. Esas cosas se resolvían entre ellas. Aquel era una especie de código de honor que nadie iba a romper.

-Pero Amatista, tampoco ha sido para tanto. - Le decía entre tanto esa rubia muchacha llamada Lana, tratando de calmarla. -
- ¡Esa estúpida se ha atrevido a insultarme! - Espetó su interlocutora, quien todavía respiraba agitada.-

            La otra chica, que era un palmo más baja que ella, todavía se agarraba dolorida su brazo derecho. Otras dos más intentaban ayudarla a levantarse puesto que había dado con su cuerpo en el suelo, mientras sufría la llave que la francesa le hiciera.

-Espera a que Molly se entere de esto, Donna es una de sus mejores amigas. - La amenazó una de las que estaban auxiliando a la afectada. -
-Si quieres puedo ir a contárselo yo misma a Simps. O que venga si tiene algún problema conmigo. - La desafió la todavía irritada Amatista. - ¿A qué esperas para llamarla?

            Y la mirada que le dirigió bastó para que esa otra chica se callase. La amedrentada individua no tardó en salir de allí junto con la accidentada y alguna más. Kerria, Lana y otras dos muchachas del equipo de natación que quedaban por allí, le preguntaron a la francesa.

- ¿Se puede saber que te ha dicho para que te hayas puesto así?

            Amatista no deseaba responder a eso. Aquella estúpida la había acusado poco menos de ser una zorra que se dedicaba a calentar a los tíos. Pero lo que más le molestó es que se rio de ella, diciéndole que Leval ya estaba interesado en otras chicas y que las putitas europeas no le interesaban, que ya tenía chicas de sobra con las que entretenerse.

-No puedo decirle eso a Kerria. -Pensaba entre indignada y dolida. -  Se estaban metiendo también con su hermano.

            ¡Qué sabrían esas bobas, ridículas y patéticas tipas! Eran demasiado feas como para que Leval se dignara ni mirarlas. Por eso estarían rabiosas. A buen seguro ella había logrado ver a ese chico y charlar más con él que ellas en todos los años que llevaban allí. Y fue la propia Lana quien convino en eso sin saberlo al afirmar, en tanto Kerria salía un momento a comprobar si esas dos se habían ido.

-Lo que pasa es que te tienen celos. Tist. A las del equipo de natación en general y a ti en particular.
-Es cierto, somos más guapas, más atléticas y populares que ellas. - Afirmó una tal Norma, una jovencita de mediana estatura y cabello castaño corto. -
-Eso debe de ser. Son unas perras envidiosas. - Secundó Amatista quien se sonrió algo siniestramente al rematar. - O unas bolleras resentidas.
- ¡Algunas de esas no te diría yo que no, con esas pintas! - Concedió Sandra, la otra componente del equipo. Una jovencita delgada pero bien proporcionada, casi tan alta como Amatista y de cabello pelirrojo. - ¿Os imagináis?

            Las cuatro se rieron por semejante ocurrencia.

- ¿De qué os reís?- Preguntó Kerria cuando volvió. –

            Por fortuna las otras se habían ido y no daba la impresión de que se hubiese parado a contárselo a nadie. Al menos esa parte del colegio estaba desierta. Por eso entró de nuevo al vestuario justo para escuchar las carcajadas de sus compañeras.

-No, de nada. - Se apresuró a responder Amatista que rápidamente pudo pretextar. – De la cara de idiotas que se les ha quedado a esas lameculos de la Simps.
-Mejor que no te metas en líos con ella. - La aconsejó Kerria con visible inquietud. - Me refiero a Molly.
-No le tengo ningún miedo a ese marimacho. - Afirmó su interlocutora, alegando con fingido temor para continuar la chanza que mantenía con sus compañeras de equipo. - Salvo que un día quiera meterme mano en la ducha, claro. ¡Con esa pinta de camionera que tiene! ¿Os imagináis, chicas? ¡Eso sí que me daría terror!
           
            Las interpeladas se rieron con ella, pero a Amatista le sorprendió ver a su amiga Kerria bajando la cabeza con expresión apenada. Por ello enseguida añadió con tono conciliador.

-Tranquila. Te prometo que intentaré no tener problemas con Simps. Siento preocuparte. Es que soy muy temperamental.

            Kerria sonrió, al menos quiso mostrarle a su interlocutora que se sentía aliviada por esas palabras. Pero oírla hablar así la había llenado de zozobra. Y es que esa muchacha engañaba, tras la apariencia de chica calladita y arreglada que dio en su casa cuando fue de visita se escondía una muchacha muy competitiva y que saltaba ante la más mínima provocación. Pero en su defensa había que decir que no era ella quien buscaba los problemas y que había congeniado bastante bien con la mayoría de sus compañeros. Hasta Debbie le confirmó aquella impresión cuando le contó aquello.

-Esa chica lo único que quiere es destacar en los deportes, hacer amistades y ligarse a tu hermano. Por lo demás va a lo suyo y no se mete con nadie, salvo que la provoquen. No me parece mala persona, pero sí que creo que es de las que no se arredran y es capaz de liarse a tortas con quien sea si la sacan de sus casillas. - Le comentó una vez que las dos estaban charlando de aquello. - Y lo otro…pues, ¡qué le vamos a hacer! Mientras no sospeche nada.
-Ya. - Suspiró Kerria.- Ni ella ni nadie.- Señaló con un toque de amargura, recordándole a su interlocutora con inquietud.- Yo comparto equipo con Amatista y las demás.

            La joven hija de los Malden estaba también en el equipo de natación. No es que le apasionase especialmente, pero desde que era muy pequeñita su madre la enseñó a nadar, lo mismo que hizo antes con su hermano. Así que, más que nada por darle una alegría a sus padres y hacer algo de deporte, Kerria se apuntó al equipo femenino de natación. Su nivel era bueno, pero no sobresalía tanto como Leval, y desde que Amatista llegase menos todavía. La francesa era un auténtico torbellino en el agua. Todas las demás estaban encantadas de semejante adquisición, ya algunas comentaban a veces que, lo mismo que los chicos tenían a Leval para poder clasificarse de cara a los campeonatos inter escolares, ellas tenían ahora a Tist, como habían comenzado cariñosamente a apodarla. Eso a Kerria le parecía bien, pese a que no estaba interesada en competir a ese nivel. Le pasaba como a su madrina Ami, a quién también le apasionaba nadar, pero no ganarle a nadie. De todos modos, ella era valorada por ser hermana de Leval y ahora, además, por ser tan buena amiga de Amatista. Lo único que lamentaba era que eso la separaba de Deborah que no mostraba el más mínimo interés por la piscina. Y fue precisamente esta quien quiso animarla susurrándole al oído con tinte jovial.

-Bueno, mujer, tranquila. Sé lo que es que te miren como a un bicho raro y al final no es tan malo. Y, por otro lado, lo que tu amiga necesita es algo de ayuda con tu hermano. Si consigue salir con él, verás como te estará eternamente agradecida.

Eso sería estupendo, lo malo era que quizás fuera algo complicado. Pero como Kerria era lista, enseguida expresó la idea de que Leval podría ayudar a que Amatista acelerase su comprensión de la gramática. Aunque el ocupado muchacho, entre sus actividades deportivas y sus estudios, tenía poco tiempo. Además, había estado saliendo con Lorna, la chica compañera suya, pero no de forma muy continuada. Leval había perdido interés pues esa muchacha era bastante superficial y lo único que parecía gustarle era exhibirlo delante de los demás. Así pues, él lo dejó. Su hermana (que sospechaba que aquello iba a acabar así desde el principio), cuando se enteró de ello tuvo una buena idea. Se le ocurrió durante la cena, estaban todos en la mesa cuando Kerria propuso.

- Acabo de darme cuenta de que Amatista no conoce Nueva York. Creo que sería una buena idea que Leval y yo le enseñásemos la ciudad. ¿No creéis? - Preguntó en busca de la aprobación de todos. -
-Sí, - repuso Roy terminando de masticar. - Me parece una estupenda idea hija, decídselo a Amatista y a sus padres.
- Llámales, es pronto todavía, - intervino Beruche - aun estarán despiertos. -Aunque enseguida miró a su hijo inquiriéndole su parecer, ya que Kerria le había incluido muy alegremente en su plan sin aparentemente consultarle. - ¿Tú qué opinas, Leval?
- A mí mañana me vendría bien, no tengo nada que hacer, pero quizás ellas prefieran ir a verlo solas. No me gustaría interferir en conversaciones de chicas. - Sonrió con algo de malicia, mirando a su hermana divertido. -
- ¡Qué va! -  Se apresuró a decir Kerria. - Tu compañía nos vendría muy bien. Así espantamos a cualquier moscón.
- ¡Ja, ja! Se los tendrá que espantar Amatista. Tú eres muy fea, enana…Y ella, bueno, con hablar francés le bastará, así no la comprenderán.
- ¡Tonto! - Le replicó ella con humor. -
- ¡Cara de patata! Se rio su hermano. -

            Ella le hizo burla. Aunque su madre enseguida intervino, con tono suave pero firme.

-Hija, dentro de unos días vas a cumplir quince años. Ya va siendo hora de que dejes de hacer esas muecas. Y tú, Leval… ¡parece mentira!…
-Era una broma, mamá. - Se disculpó el chico, dirigiéndose a su hermana.- ¿No te habrás enfadado por eso, Ky?

La muchacha se rio moviendo la cabeza. Estaba claro que en las palabras de su hermano no existía ninguna mala intención real, casi más se preocupaba por Amatista pues lo dicho por Leval podría sonar a excusa camuflada. Pero ágil de reflejos como siempre le comentó jocosa.

- Claro que no, pero a modo de disculpa nos podrías llevar en coche que para algo tienes el carné provisional. Y la ciudad se recorre mucho mejor así.
- Claro, bien pensado. - Afirmó Roy, completamente de acuerdo con esa proposición. - Te vendrá bien practicar, hijo. Sé prudente para que no te paren.
-Ahora que lo mencionas Roy, es verdad. - Comentó su esposa. - Tendrían que ir con un adulto. Sobre todo, si Leval conduce.

            Kerria suspiró contrariada, aquello sería chafar todo el plan. Pero desgraciadamente la ley decía que siendo menor y con ese tipo de carné, el conductor debía ir acompañado por un adulto responsable. Aunque por esta vez, fue su padre quien les allanó el terreno logrando persuadir a su madre.

-Vamos, cariño. Confía en nuestro hijo. No pasará nada. No tienen porqué pararle. Es el chico más juicioso que hay.

            Y, sobre todo, él no podía ir con ellos, dado que tenía mucho que hacer en su equipo. Además de no desear chafarles a los chicos la salida con una especie de intruso en medio. Estaba claro que los chavales preferirían estar a su aire. Beruche no era tonta y enseguida lo comprendió asintiendo despacio.

-Tened cuidado, ¿eh? – Se limitó a decir. -
-Te aseguro que lo tendré, mamá. - Aseveró Leval.-
- ¡Entonces decidido!,- Declaró Kerria con entusiasmo, sin dar tiempo a su hermano siquiera a emitir otro comentario. - Ahora mismo llamo a casa de Amatista.

            Descolgando el teléfono marcó el número de la morada de los Lassart. Esmeralda que estaba cerca, repasando unos bocetos para una de sus colecciones, fue la primera contestar.

- ¿Dígame? ¿Quién es? ¡Ah, hola Kerria! - Saludó, contenta al reconocer la voz de la chica. -
- Buenas noches. ¿Qué tal está? - Dijo la muchacha de forma muy educada y pasó a abordar la cuestión. - Siento llamar tan tarde, pero hemos pensado que, como Amatista no conoce la ciudad, estaría bien que nosotros se la enseñásemos. Mi hermano y yo, ...con su permiso, claro.
- A mí me parece muy bien. - Convino Esmeralda, aunque objetó, eso sí, de modo jovial. - Pero tendrás que preguntárselo a Amatista. Tiene siempre tantas cosas que entrenar que no sé si podrá. Espera un momentito. - Tapó el auricular y llamó a su hija que, al saber que se trataba de Kerria, corrió a ponerse al teléfono. -
- Hola, dime, ¿qué es eso que querías preguntarme? - Le inquirió a su vez con interés. -

            En pocas palabras su amiga se lo explicó. Amatista, se puso muy contenta.

- Entonces. ¿Tu hermano vendrá? - Insistió de nuevo como si no lo creyera. -
- ¡Claro que vendrá! - Rio Kerria hablando ahora con voz cómplice y un tono más bajo, sumamente divertida por la ilusión de su amiga, en tanto lanzaba a Leval una discreta mirada que el muchacho, aún en la mesa, no advirtió. – Él nos va a llevar. Se ha sacado el permiso de conducir provisional. Como ya ha cumplido los diecisiete años hace unos meses. Bueno, quedaríamos mañana, ¿te parece bien?

            Eso fastidió un poco a la francesa. ¡Ojalá hubiera conocido oficialmente a ese chico por su cumpleaños! Pero ya se ocuparía de agasajarle para el siguiente. Y dentro de poco era el de Kerria. Esa muchacha era estupenda. Se había tornado una muy buena amiga y alguien que la estaba ayudando mucho, en el colegio y en cosas como estas, de modo que no dudó en responder.

- Sí, sí perfecto, no tengo nada que hacer. - Afirmó Amatista que, en realidad tenía entrenamiento de baloncesto, pero decidió pasar de ello. Se despidió ocultando su entusiasmo a duras penas. – Hablamos en el instituto entonces. - Remachó con un tono entre cómplice y reconocido. - Hasta mañana, y gracias.

            Kerria colgó satisfecha con su idea mientras su amiga saltaba de contenta ante la sonrisa de Esmeralda.

- ¿Buenas noticias, chérie? - Inquirió la diseñadora. -
-Trés bonnes, maman ! - Exclamó la chica. -

            Su madre la miró complacida. Era bonito ver a Amatista tan contenta. Se alegraba de que su hija hubiera comenzado a hacer amigos en América. Sobre todo, los hijos de Roy y de Bertie.

-Kerria y Leval son muy amables. - Comentó la muchacha que no tardó en contarle a su madre aquello. -
-Sí, mamá. - Convino Amatista. - Y el cumpleaños de Kerria será en pocos días. Quisiera poder regalarle algo bonito.
- ¡Oh, chérie ! Deja que tu madre se ocupe de eso. En cuanto tenga su talla. - Sonrió la diseñadora añadiendo con tono de broma. – Espero que a ella le gusten más mis vestidos que a ti. -
-Claro que sí. - Afirmó la chica, aunque enseguida matizó algo sonrojada. - Quiero decir, a ella le encantan los vestidos. Alguna vez me ha comentado que le gustan mucho los que tú diseñas.
-Por fin, una chica femenina. -Sonrió maliciosamente Esmeralda. -
-No sé qué quieres decir con eso. - Se molestó ligeramente su hija, para agregar.- Yo soy femenina también. Es que Kerria lo es más que yo, eso es todo.

            Desde luego, solamente con entrar en la habitación de la hija de los Malden se veía que decoraba con cosas muy al estilo de una chica. Aunque eso no significaba que Amatista no pudiera ser así. Lo expresaba de otro modo, eso era todo. Ella era más de mostrar sus trofeos y posters de sus grupos de música favoritos. Realmente, se sentía más acorde a Leval a la hora de lo que tenía en su cuarto. Aunque en el caso de ese chico, todo estuviera bastante mejor ordenado. No obstante, por lo que sabía de Leval, a él le gustaban precisamente ese tipo de muchachas de vestir clásico y elegante, dentro de la femineidad, la misma Kerria se lo había confirmado.

- ¡Puedo lucir tan elegante y femenina como la que más! - Declaró ella, decidida a mostrase lo más atractiva posible ante ese chico. -
-No tengo la menor duda de eso, cariño Y además, la belleza y la figura te acompañan, no dejes de sacarle provecho a eso. - Asintió su madre esbozando una sonrisa más conciliadora y amable en esta ocasión. -

            Esmeralda sentía que su hija no hubiera querido probar a hacer de modelo alguna vez. ¡Aunque fuera para lucir algunos de los vestidos que ella había diseñado pensando en Amatista! La niña estaría realmente preciosa con cualquiera de ellos. Pero ¿qué se le iba a hacer? Al fin dejaron el tema. Al menos de momento. Al día siguiente los hermanos fueron al instituto. Por suerte las clases transcurrieron sin novedad. Con las típicas bromas y comentarios. Algunos chicos como de costumbre intentaban acercarse a Amatista con deseo de lograr alguna cita, pero tuvieron la misma respuesta que esa jovencita solía darles.

-Je na´i compri pa.- Declaraba invariablemente ella ante unos.-

            Y ante otros sencillamente se excusaba alegando sus muchas ocupaciones. O que sus padres no la dejaban quedar con desconocidos. En fin, agotaba el repertorio de excusas. Curiosamente coincidiendo con Kerria en un recreo, le comentó aquello.

-Son unos pesados, chica. Ya no sé cómo darles largas.
-Pues creo que lo estás haciendo muy bien hasta ahora. - Sonrió su amiga. -
- ¿No te pasa a ti lo mismo? - Quiso saber la francesa. -
-No, bueno. Algunas veces sí que he tenido chicos interesados en salir conmigo…
-De esos que son unos nerds o feos o canijos. ¿Verdad? - Suspiró su interlocutora moviendo la cabeza para preguntar. - ¿Y cómo te los quitas de encima?
-Pues les digo que no estoy interesada. - Replicó sinceramente Kerria. - O que mi hermano…
-Sí, ¡está mucho mejor que cualquiera de ellos! - Se rio Amatista, añadiendo divertida. - Tú sí que tienes un pretexto inmejorable. Cualquiera de ellos puesto al lado de Leval no vale nada. Estás acostumbrada a un estándar muy alto. Pero yo no tengo un hermano mayor tan guapo. De verdad, Ky, ya solamente me falta decirles que soy lesbiana.

            La cara de Kerria debió de palidecer visiblemente puesto que Amatista la observó con extrañeza y preocupación para preguntar.

- ¿Te encuentras bien?
-Sí, claro…es que ya tenemos que volver a clase. ¿Quedamos a las seis entonces? Leval y yo iremos a buscarte. - Repuso su amiga esbozando una sonrisa de circunstancias. -
-Sí, sí. - Sonrió la francesa, comentando sobre lo dicho hacía apenas unos instantes. - Oye, que era broma ¿eh? No le vayas a decir eso a tu hermano.
- ¿Decirle que? - Inquirió Kerria con tono algo agitado, aunque pretendiendo no comprender. -
-Que yo soy eso, ya sabes, de la acera de enfrente. - Se rio Amatista, algo envarada eso sí, en tanto enfatizaba. - Pas du tout. Solamente era una broma.
-Claro, claro. Jamás pensaría eso de ti.  – Se apresuró a contestar su amiga. -

            Amatista asintió sonriendo de nuevo y dejó a compañera para volver a su clase. Su amiga se quedó allí, viéndola marchar. Kerria suspiró con semblante entristecido y pensando.

-No, es evidente que tú no eres así, Tist.

Al fin se fue a su propia aula. El resto de la jornada discurrió sin novedades y tras terminar el día los dos hermanos salieron de su casa para ir a buscar a Amatista a las seis en punto. Cuando llegó la hora los dos estaban llamando a la puerta de los Lassart. Diamante les abrió y al poco su amiga salió bastante arreglada para lo que ella acostumbraba, para eso había una explicación...Al hilo de la conversación que mantuviesen la tarde anterior, cuando llegó a casa del instituto unas horas antes, Amatista pidió a su madre que la ayudase a elegir un vestido bonito y arreglarse. Esmeralda al principio se quedó muy sorprendida, pero enseguida comprendió, recordando lo dicho el día anterior y convino en ello con gran contento...

- Claro hija, no te preocupes, yo misma te arreglaré, ¡vas a estar preciosa!
- ¡Gracias, mamá!,- sonrió la muchacha entusiasmada, aunque su rostro se ensombreció ligeramente al planteársele una duda. - Pero no sé qué voy a hacer con los zapatos, la mayoría de los que tengo son de tacones muy bajos y debo llevarlos de tacón más alto con este vestido. Y con mi estatura …

            Así era, con su ya casi metro ochenta, si se subía en unos tacones altos parecería una jugadora de baloncesto profesional. La mayor parte de los muchachos se sentían incómodos a su lado. Por altos que fueran los dejaba a casi todos como retacos. Sin embargo, su madre no se inquietaba por eso y le comentó.

- No te preocupes, cariño. Tu estatura jugará a tu favor si caminas erguida y no te avergüenzas. No hay nada más penoso que una chica alta que vaya encorvada o quiera agacharse para no destacar. Como me decía a mí madame Deveraux. Niña, siéntete orgullosa de ser tan esbelta y preciosa.

            Ese ripio hizo que su hija se riese. A lo que su madre, sonriente al verla más animada, añadió.

-Y, por otra parte. En este caso no tendrás ningún problema. Leval es muy alto. Casi como tu padre, no pasará nada. - Su hija se puso colorada en cuanto lo nombró y su madre, que lo vio enseguida, le preguntó con un tierno aire de complicidad. - Te gusta mucho ese chico, ¿verdad?
- Yo...bueno - Repuso ella visiblemente avergonzada - un poco. La verdad es que sí, mamá - confesó por fin. - Me gusta mucho. Es un chico muy amable.
- Y muy guapo. - Aseveró Esmeralda evidenciando lo que realmente era más obvio y su hija no se atrevía a reconocer, además de comentar, con sensación de nostalgia. - Me recuerda mucho a su padre cuando tenía su misma edad o un poco mayor.
- Mamá - Inquirió Amatista con visible curiosidad. - ¿De qué conocéis tú y papá a los padres de Leval y Kerria? Sé que siempre habéis sido amigos, pero no estudiasteis juntos. ¿Verdad?

Lo cierto es que la muchacha había tenido ganas de hacer esa pregunta desde que fueran a vivir allí. Estaba claro que sus padres y los de Leval y Kerria eran casi como hermanos. Podría decirse que parecían compartir muchas cosas de las que no hablaban. Pudiera ser quizás que se hubiesen conocido en la universidad. Aunque ella no sabía en cual habrían estudiado sus padres. En eso que su madre la sacó de aquellas reflexiones.

- Es una historia muy larga, cielo. – Respondió la diseñadora mientras le buscaba a su hija el vestido y los complementos adecuados. - Ya te la contaré algún día, ahora estate quieta que voy a arreglarte el dobladillo de la falda.

            Y la chica asintió sumisamente. Tras una hora que para Amatista se hizo eterna, pues odiaba hacer de maniquí, su madre dio por concluido el trabajo con un gesto de satisfacción. Mirándose al espejo, la incrédula muchacha se vio envuelta en un hermoso vestido blanco con zapatos a juego y una falda que le hacía unos bonitos volantes de seda muy suave. Peinada con un moño recogido con un hermoso prendedor verde que podía soltarse fácilmente para liberar su rubio cabello que de ese modo caería en oleadas. Tras observarse durante unos instantes pudo preguntar tímidamente.

- ¿Crees que estoy guapa, mamá?
- Hija mía, ¡estás preciosa! - Afirmó Esmeralda llena de orgullo para sentenciar. - Cualquier chico daría lo que fuera por salir contigo. Pero, para estar seguras, vamos a pedir una opinión masculina cualificada…

            Eso hizo sonreír a la muchacha, ¡ojalá Leval se contase entre ellos! Y por fin, tras los últimos retoques, la diseñadora abrió la puerta de la habitación y llamó a su esposo a quien había pedido que aguardase fuera.

- Diamante, ya puedes entrar. Vamos cariño, ven a ver a tu hija y danos tu parecer.

             Éste pasó a los pocos instantes y la joven le preguntó esperanzada.

- ¿Qué tal estoy, papá?  

Giró sobre sí misma un par de veces haciendo que los volantes se levantasen de forma muy graciosa ante la mirada afectuosa y llena de satisfacción de sus padres.

- ¡Vaya! ¿Dónde es el baile? ¡Estás maravillosa, hija! - Exclamó Diamante, añadiendo con el mismo visible orgullo con el que anteriormente lo hizo su esposa. - ¡Mi niña ya es toda una mujer! Desde luego hay que reconocer que tu madre sabe hacer muy bien su trabajo, aunque contigo no lo tenía nada difícil.

Amatista sonrió una vez más sintiéndose muy halagada, ¡volvió a pensar que ojalá Leval opinase igual! Aunque ahora venía la prueba más complicada, trató de andar con los tacones, pero tenía muy poca experiencia. Casi se resbaló en varias ocasiones trastabillándose sin parar, debía tener cuidado con no torcerse un tobillo. No obstante, su madre que la vigilaba atentamente, la sujetó.

-No estoy acostumbrada a estos tacones tan altos, tienen casi diez centímetros. - Se lamentó. -
- ¡Tendrás que practicar un poco si no quieres parecer borracha! - Rio Esmeralda. -

            La muchacha asintió, desde luego era un buen consejo. Se estuvo paseando por toda la casa para tratar de dominar sus andares y domar un poco esos zapatos. Entre tanto, Esmeralda le susurró a su esposo.

- ¡Es increíble!, cuanto más la miro, más me parece estar viendo a tu madre.
-Así es. Al verla yo mismo me he quedado impresionado. - Admitió él. -

            La tonalidad del cabello de su hija quizás era lo único que discordaba un poco. La reina Amatista lo tenía dorado, en tanto que el de su nieta iba cada vez más trasladándose al rubio. Siendo pequeña, sin embargo, Diamante juraría que era del mismo color exacto. Pero el porte, los rasgos de la cara y el color de ojos, eran prácticamente idénticos a los de su abuela.

-Lo comentaré con mi hermano cuando volvamos a vernos. Estoy convencido que opinaría igual que yo. - Pensaba el príncipe.-

Y así meditaba en tanto su hija trataba de controlar sus andares hasta que por fin fueron las seis y llamaron a la puerta. Diamante fue a abrir e hizo pasar a los dos muchachos, les ofreció sentarse, pero ellos rehusaron cortésmente la invitación arguyendo que esperarían a Amatista. Entonces ella apareció con su madre. Kerria lanzó una exclamación. Declarando admirada.

- ¡Guau chica, estás preciosa, de verdad! Si llego a saber que te pondrías así me hubiese arreglado un poco más.

            Kerria llevaba unos pantalones vaqueros de marca y una camisa estilo leñador. Su hermano vestía de una forma similar, eso hizo que Amatista mirase azorada al suelo. Quizás se había puesto en evidencia pensando en algo bien distinto a lo que sus amigos tendrían en mente. Ellos posiblemente solamente pretendían dar una vuelta por la ciudad en coche y ella parecía ir a la gala de los Oscar. Pero Leval comentó enseguida con mucha diplomacia, para evitar que la envarada chica se sintiera fuera de lugar.

- Eres la única que va vestida de forma perfecta para la ocasión. Supongo que los europeos tenéis más sentido de la elegancia en estos casos. Visitaremos los más bellos monumentos y nos vamos a ir a cenar a uno de los mejores restaurantes de la ciudad.  Mi hermana y yo no solemos estar acostumbrados a eso. Deberás perdonarnos. Pero si nos acompañas a casa y esperas unos minutos, te prometo nos pondremos a tono contigo. ¿Verdad Ky? - Su hermana asintió con una sonrisa alentadora hacia su amiga. -
- ¿A qué hora queréis que vuelva? -  Quiso saber Amatista  dirigiéndose a sus padres con tono bastante sumiso. –

Estos se miraron sorprendidos, su hija no solía ser muy proclive a preguntar eso de aquella manera.

- Yendo con Leval y con Kerria confiaremos en que te devuelvan a una hora razonable. – Replicó afablemente Diamante. -

El príncipe dio enseguida una rápida ojeada a su mujer, ésta por una vez asintió conforme con ello, sin poner ninguna objeción y sí deseando a los muchachos con mucha afabilidad.

–Pasadlo bien.

            La joven, visiblemente aliviada y agradecida a ambos, también convino de la misma manera. Sus amigos la aguardaban y cuando todos se despidieron de los señores Lassart, salieron de la casa y entraron en el coche que enseguida arrancó. Diamante y Esmeralda les contemplaron alejarse hasta que subieron al vehículo, mientras sonreían abrazados por la cintura. Pensando ambos que algo había cambiado esa noche. Verdaderamente su pequeña había dejado de ser una niña.

- ¿Te das cuenta, Diamante?- le dijo ella con auténtica expresión de orgullo y felicidad viendo alejarse a su hija, que parecía conversar muy animadamente con Kerria. – Ahí va nuestro sueño hecho realidad.
-Nuestra hija – convino él asintiendo con tono entre melancólico y reflexivo. – Por ella todo ha tenido sentido, ¿verdad?

Su esposa asintió, en tanto los dos se retiraban ya de la ventana. Por su parte los chicos llegaron rápidamente a casa de los Malden. Invitaron a sentarse a su acompañante y subieron a cambiarse. Los padres de sus amigos conversaron un poco con ella y se maravillaron de lo guapa que estaba.

-Estás realmente preciosa. – Afirmó Bertie estudiándola con cordialidad. – Tienes un gran estilo…
-Muchas gracias. – Pudo replicar la chica enrojeciendo a ojos vistas y bajando la barbilla en tanto esbozaba una tímida sonrisa. – Son muy amables.

Lo cierto era que, pese a su fachada tan imponente, su competitividad a la hora de hacer deporte y su aparente seguridad en sí misma para afrontar retos, Amatista en el fondo era tímida cuando de asuntos de estética y de vida social se trataba. No tanto entre la gente de su edad, pero al verse entre adultos, sobre todo personas como los Malden, que, aparte de ser amigos de sus padres, destacaban por sus logros en la vida, se sentía algo cohibida. Miraba a la madre de sus amigos como si de una especie de princesa se tratara. Una mujer agradable, simpática, pero al tiempo segura de sí y que transmitía un aura de autoridad que podía claramente percibirse. El padre de Leval y Kerria asimismo impresionaba, no solamente por su aspecto, tan robusto y su mirada penetrante. La muchacha casi nunca había visto a su propio padre tan distendido con alguien. Desde luego Diamante era un hombre gentil y muy educado, pero poco dado a excesivas confianzas con nadie ajeno a la familia. Si el señor Malden se llevaba así con él seguramente sería debido a que su amistad era muy profunda. Y, por si fuera poco, los señores Malden eran los padres de Leval. Y era pensar en ese muchacho y ponerse colorada.

-Bueno – le sonrió Roy sacándola de aquellos pensamientos en tanto le decía. – Ya verás cómo vas a disfrutar mucho de la ciudad. Todavía recuerdo cuando nosotros paseábamos por allí. ¿Verdad, Bertie?
-Sí, es verdad. – Asintió la interpelada con una leve sonrisa de nostalgia. - Te va a encantar, ya lo verás.
-Estoy segura de eso. – Afirmó la muchacha. –
- ¿Echas mucho de menos tu país? - Quiso saber Roy. –
-Sí, bueno, un poco – replicó su interlocutora que se apresuró a matizar. – Aunque aquí estoy muy bien, he hecho bastantes amigos. Sobre todo, Kerria y Leval.
-Ellos te aprecian mucho. – Le desveló Bertie haciendo que el corazón de la chica casi pegase un bote. - Eres muy buena chica. Me alegro de que mi hija tenga una buena amiga de su edad. - Remachó. –
-Bueno, y sé que su cumpleaños será en apenas una semana. Quisiera poder regalarle algo que le gustase. ¿Ustedes podrían sugerirme alguna cosa? - Les preguntó algo azorada. -
-Pues claro. - Repuso Roy con humo agregando divertido. - ¡Un cubo enorme de palomitas de caramelo! Es lo que más le gusta.

            La cara de Amatista debió de reflejar un desconcierto tal que hasta Beruche se rio, junto con su esposo. Aunque enseguida la muchacha se les unió. Fue la madre de Kerria quien tomó la palabra todavía risueña para regañar jocosamente a su marido.

-Supongo que Amatista se referirá a algo más duradero.
-Mi madre me ha sugerido algún vestido de una de sus colecciones. Pero no sé si eso le agradará. - Declaró la joven. -
-Seguro que sí. - Asintió Bertie. - Mi hija no suele llevar vestidos, pero le gustan. Y para ocasiones especiales conviene que tenga un buen vestuario. Sin ir más lejos, la graduación de su hermano.
           
            Eso sería al final de curso y acababan de comenzar, pero ya le estaba dando vueltas al asunto. No había charlado de eso con su hija, aunque, a decir verdad, notaba a Kerria algo rara últimamente, como si estuviese ausente o más reacia a hablar con ella. Tentada estuvo Beruche de preguntarle a esa muchacha si había observado algo extraño en ella. Si bien llevaba una racha en la que no podían quejarse de su comportamiento seguía habiendo algo que a Bertie le inquietaba. Aunque era más un pálpito que una evidencia clara. No podía decirle eso a Roy desde luego. Su marido enseguida iría disparado a preguntarle directamente a la muchacha. Por fortuna fue la propia Amatista la que le contestó.

-Kerria me ha ayudado mucho a…comment vous le dites? ¿Cómo se dice? - Se preguntó a sí misma buscando el término en inglés, al poco recordó y añadió -… integrarme. Me ha presentado a muchos compañeros. Le estoy muy agradecida. Por eso quería regalarle algo especial.
-Eso está bien – terció Roy con aprobación. – Me alegra que nuestra hija sea una buena amiga para ti.
-Sí, es una estupenda noticia. - Convino Bertie quedando más tranquila.- Nos alegramos mucho de que así sea.

      Y no les dio tiempo a charlar mucho más. Fiel a su palabra, al cabo de diez minutos, Leval bajó con un traje azul marino y una corbata naranja sobre una camisa blanca, el uniforme del equipo de natación. Kerria a su vez, se puso un vestido azul celeste, una cinta a juego en el pelo y otra más sensual rodeándole el cuello, que le hacía estar muy bonita. Su propia madre recordaba que, en su juventud, ella se adornaba de modo similar. Viendo así a su hija menor pensó que sus recelos quizás no estuvieran justificados. La chica parecía haberse centrado, sobre todo desde que Amatista llegó. Pudiera ser que el mero hecho de ejercer como anfitriona y ayudar a la recién llegada hubiera hecho que se focalizase más en el estudio y en las cosas importantes. De este modo, tanto ella como su esposo estaban más tranquilos y les desearon a los chicos que lo pasasen bien. Los tres muchachos se marcharon por fin a recorrer la ciudad con la consabida advertencia de no regresar tarde. Los señores Malden también quisieron verlos salir.

- ¿No te trae a ti esto viejos recuerdos, Roy? ¿Te acuerdas cuando tú, Tom, Cooan y yo fuimos a que vosotros nos enseñarais la ciudad? Veo en nuestros hijos y en Amatista el mismo gesto de ilusión y de curiosidad que teníamos nosotros.
- Sí Bertie, como te dije antes, claro que lo recuerdo. ¡Parece mentira que ya hayan pasado casi veinte años de eso! - Suspiró él. -
- Nos hacemos mayores, cariño - susurró ella con el mismo atisbo de añoranza.  -

            Roy la abrazó mientras asentía despacio. El coche de los muchachos ya se perdía a lo lejos y entonces él sentenció con satisfacción.

- Sí, cubito, pero me alegra comprobar que nuestros hijos van por buen camino, para ser felices en sus propias vidas. Ahora son ellos los que deben descubrir tantas cosas.

             Bertie asintió con una sonrisa, así era. Su esposo tenía razón y para ella era como si aquellos veinte años hubieran transcurrido en un instante. Por un momento cerraba los ojos y podía recordar con perfecta claridad aquellos tiempos. Cuando ella y su hermana, siendo dos jovencitas llenas de ilusiones por comenzar una nueva vida llegaron, conocieron a Roy y Tom, superaron todas aquellas duras pruebas y labraron su porvenir.

-Cariño – le susurró a su esposo – si pudiera vivir otra vez los momentos de entonces. ¿Sabes que haría diferente?
-No, cubito. – Replicó él, tratando de imaginar las cosas que su mujer cambiaría de aquello, seguramente sus gamberradas.  -¿Qué cambiarías?
-Nada en absoluto – le sonrió ella con visible ternura. – Como dirías tú. I wouldn´t change a thing.
-Pues ya somos dos. – Contestó él con el mismo tono – Y viendo a nuestros hijos creo que podemos decir que todo mereció la pena. ¡Was it all worth it! - canturreó, el estribillo de una vieja canción de Queen de las que tanto le gustaban. -

 Su esposa se rio abrazándose a él y ambos convinieron en ello. Entre tanto los chicos, ajenos a toda esa ola de nostalgia que recorría a sus mayores, transitaron por la mayor parte de las calles famosas de la ciudad. También en el coche escucharon algo de música, sobre todo una canción muy apropiada para su recorrido.

-Como diría nuestro padre, Ky. Una canción que pega, ¡ja, ja!  – Declaró sintonizando la emisora. -
-Súbela, ésta me gusta. Sí que me suena a una de las que pone papá. - Afirmó la aludida.-

            La chica le guiñó disimuladamente un ojo a su azorada amiga e incluso canturreó parte de la letra acompañada de su hermano…

Una vez en su vida a encontrar alguien 
que se convierte en torno a su corazón
 
Y la próxima cosa que usted sabe que está el cierre de la ciudad
 

Despierta y todavía está contigo
 
A pesar de que tu saliste de su camino
 
Se pregunta a sí mismo: "Oye, ¿qué he encontrado?"
 

Cuando se veas atrapado entre la Luna y la ciudad de Nueva York
 
Sé que es una locura, pero es verdad
 
Si te ves atrapado entre la Luna y la ciudad de Nueva York
 

Lo mejor que puedes hacer ......
 
Lo mejor que puedes hacer es enamorarte

Arthur que hace lo que quiere
 
Toda su vida, él ha dominado la elección
 
Profunda en su corazón, él es solamente, él es sólo un muchacho
 

Vivir su vida un día a la vez
 
Y que muestra a sí mismo un buen tiempo
 
Riendo sobre la manera en que quiere que él sea
 

Cuando te ves atrapado entre la Luna y la ciudad de Nueva York
 
Sé que es una locura, pero es verdad
 
Si te ves atrapado entre la Luna y la ciudad de Nueva York
 

Lo mejor que puedes hacer ...
Lo mejor que puedes hacer es enamorarte

Cuando te ves atrapado entre la Luna y la ciudad de Nueva York
 
Sé que es una locura, pero es verdad
 
Si te ves atrapado entre la Luna y la ciudad de Nueva York
 

Lo mejor que puedes hacer...
Lo mejor que puedes hacer es enamorarte.

(Best you can do. Christopher Cross, crédito al autor)

            Amatista, que iba sentada en la parte trasera junto a su amiga, se ruborizó visiblemente. Kerria se percató de eso. ¡La pobre muchacha estaba hecha un flan! Desde luego que Leval había sido de lo más oportuno sin pretenderlo. Estaba convencida de que, si su hermano le hubiera pedido matrimonio a esa muchacha en aquel mismo instante seguro que le habría dado el sí. Pero ese tonto ni se imaginaría lo que la francesita debía de estar sintiendo por él.

-Todo lo que tiene de estudioso lo tiene de ingenuo. - Pensaba Kerria moviendo la cabeza y sonriendo. -
- Bonitas vistas, ¿verdad? –Comentó entonces su hermano al terminar la canción. -

            Así era, y de hecho recorrieron algunos emblemáticos lugares haciéndose fotografías. Algún “selfie” con las dos chicas abrazadas a Leval y la Estatua de la Libertad como fondo lejano. Aunque estaban bastante lejos y se la veía muy pequeñita, pero lo suficiente para que se advirtiese. Al hilo de aquello, Amatista les comentó.

- ¿Sabíais que la Estatua de la Libertad fue un regalo de mi país al vuestro?
- ¡Vaya! - Se sorprendió Kerria admitiendo. - Pues no lo sabía.
-Es cierto. - Afirmó Leval aclarando en francés. -  La Liberté éclairant le mondé. -
- ¿Qué? - Se sonrió su hermana que no había entendido nada. -
-La libertad iluminando al mundo. - Tradujo Amatista que le explicó a su amiga. - Ese el verdadero nombre de la estatua. Nos lo contaron en clase de historia en mi liceo.

            Por curiosidad el chico enseguida consultó internet en su móvil y pudo completar aquellos datos echando mano de la Wikipedia.

-Inaugurada en mil ochocientos ochenta y seis. Obra de Frédéric Auguste Bartholdi, la estructura interna fue diseñada por Eiffel.
-Ese nombre me suena. ¿El mismo tipo que construyó la torre? - Inquirió Kerria. -
- ¡Bien sur!- Sonrió Amatista quién pasó a proponer.- Si algún día viajáis a París, me encantaría corresponder y enseñárosla junto al resto de la ciudad.
-Sería estupendo. - Afirmó entusiásticamente Leval, haciendo que a la joven le palpitara el corazón. - ¿Verdad Ky?
-Claro, aunque no hablo ni patata de francés. - Replicó ésta visiblemente divertida con la expresión de la cara de su amiga. - Espero que pudierais traducirme las explicaciones….
-Eso no sería problema. - Aseguró su hermano. – Face du pomme du terre!. – Se rio él. -

            Amatista también se rio ante la perplejidad mostrada por Kerria, aunque su amiga no tardó en traducírselo.

-Muy gracioso. - Replicó tirando de una oreja a su hermano. -
-Anda Ky, ¡tienes que aprender francés! - Se reía este. -
-Tist ya me enseña lo que puede. Pero se me da muy mal. - Replicó ella. -
- ¿Tist? - Inquirió su interlocutor sin comprender.-
-Se refiere a mí. Algunas de mis amigas en el instituto me llaman así. - Le explicó Amatista algo colorada. -
-Me gusta cómo suena. - Declaró él. - Pero tu nombre es muy bonito. Es una pena acortarlo.

Y en tanto las chicas se miraban con gesto cómplice y una sonrisa al escuchar eso, Leval pidió a un transeúnte que les fotografiara a los tres juntos con su móvil con Kerria haciendo la uve con los dedos y Amatista pegándose al pecho de Leval, deseando que el tiempo se parase. Luego, él sacó una foto a Kerria y a Amatista que posaron juntando sus cabezas. La francesa hizo otra a los hermanos, Leval levantaba en brazos a Kerria que estiraba los brazos y las piernas con expresión desenfadada. No faltaron tampoco los consabidos “selfies”. Por fin, Kerria insistió en hacerles una a Amatista y a su hermano, su amiga estaba muy vergonzosa.

- Mademoiselle si´ l vous plait, deme usted su brazo. - Le pidió Leval ofreciéndole el suyo con una amplia sonrisa. -

            La aludida estaba confundida, ese chico era tan encantador que sus defensas contra los hombres, es decir su afán de competitividad y la afirmación de su personalidad por oposición al típico ligón barato allí no le servían. Leval no era como la mayoría de los chicos que había conocido. Estos, o bien iban tras de ella por su cuerpo, o no querían saber nada de una chica capaz de ganarles en casi todo, a la que, por envidia, solían considerar una especie de chicazo. No obstante, había de reconocer que ella misma había contribuido mucho a esas ideas, que jamás había comulgado con las manías de su madre para que se arreglase y comportase como una señorita. Bueno, al menos, hasta esa noche, porque ahora sentía que había encontrado un chico lo bastante capaz como para que ella cediese y se dejase abrazar y proteger por él. Algo que jamás pensó desear de nadie. Excepción hecha de su patinazo con aquel canalla de Françoise. Pero estaba muy claro que Leval era totalmente distinto. El polo opuesto a ese engatusador barato que la embaucó. Y pese a que, tras su desengaño, se volvió más desconfiada con los chicos, con Leval era diferente. De hecho, se sentía tan cómoda que a veces hablaba en francés con toda naturalidad cuando conversaban, o bien pasaba al inglés. Realmente su pulso se aceleraba cuando ese chico estaba cerca. Así pues, le obedeció encantada y los dos se pusieron detrás del muelle. Kerria hizo la foto captando perfectamente la mirada de su amiga hacia su hermano, los ojos de la pobre Amatista lo decían todo. 

-Ya está.  Hagamos otra, ¿vale? - Propuso la fotógrafa improvisada. -

Kerria quiso repetirla un par de veces. Más que nada para que su amiga pudiera seguir manteniendo la pose y estar pegada al muchacho. Y una vez acabado el trámite fotográfico pasaron por Broadway, cerca de la Plaza de Times Square…luego cruzaron el puente de Brooklyn que estaba precioso con su iluminación nocturna reflejándose en las aguas de la bahía…

-Nuestros padres recorrieron la ciudad cuando eran novios. ¿Verdad Ky? -  Añadió el muchacho. -
-Me parece que todavía no lo eran. Mamá me contó una vez que fue al poco de que la tía Connie y ella llegasen a estudiar aquí. Fueron con papá y con el tío Tom. - Le precisó su hermana. -
-Es un lugar muy bonito. - Declaró Amatista, no sin admiración. - Esta ciudad es preciosa.
-Sí, y nos quedan bastantes cosas por ver. - Afirmó Leval, matizando tras consultar su reloj. - Pero otro día será, ya se está haciendo tarde.
-Vale, pues entonces vayamos a cenar, ¡me muero de hambre! - Se rio Kerria haciendo que los otros la imitasen. -
-Hablas como papá. Para que luego digas de mí. - Remachó su hermano. -

De este modo, se divirtieron mucho bromeando y riendo mientras Leval les contaba cosas de los sitios por donde pasaron. Amatista le escuchaba embelesada y Kerria se sonreía al verla. Ambas se dirigían miradas de complicidad sin que el muchacho lo advirtiera. Tras aparcar y dar un paseo, un tacón de Amatista se enganchó con un agujero del pavimento. Ella se trastabilló y estuvo a punto de caer. Para alguien con su destreza en artes marciales no habría sido complicado recuperar el equilibrio pues era muy ágil. Pero estaba cerca de Leval y prefirió dejarse caer hacia él. Éste la frenó sujetándola de la cintura y ella se abrazó para que el muchacho pensara que quería evitar caerse. La jovencita sintió lo fuerte que estaba ese muchacho, sus brazos y sus hombros parecían de piedra. Apoyó incluso la cabeza sobre su pecho, que también estaba sólido como una roca y en el que pudo por unos instantes escuchar el latido de su corazón, que retumbaba con rítmica fuerza.

- ¿Estás bien? - Le inquirió el muchacho mirándola preocupado. -
- Sí, gracias Leval, - musitó ella poniéndose colorada. -

            Kerria, que se había dado cuenta al vuelo de las intenciones de su amiga, tenía que taparse la boca para no reír. Decidió que ella estaba de más allí. Y lo cierto es que antes de bajar de su habitación cuando fueron a cambiarse, había mantenido una conversación usando su móvil, y ya tenía hechos algunos planes con alguien. Aquella salida con su hermano y su amiga le había brindado la ocasión perfecta para eso. Sin embargo, todavía quedaba tiempo y debía disimular. De modo que insistió en lo dicho con anterioridad al ver un restaurante cercano.

- Oíd chicos - Propuso entonces. – Aquí se come muy bien. ¿Os parece?
- Tienes razón. - Afirmó Leval, añadiendo con un arranque de entusiasmo. -  Éste es un sitio muy bueno. Seguro que a Amatista le va a gustar. Yo invito.
- ¡Eso de ser el mayor y tener ahorros se nota! - Rio su hermana -Pues vayamos deprisa no sea que estén completos. - Les pidió obteniendo enseguida asentimientos de conformidad. -
- D´accord, ¡allons a dîner! - Afirmó el chico, con la complacencia de sus interlocutoras. -

 Y por fin, los tres se marcharon a cenar.  Y tal y como habían asegurado sus anfitriones, a Amatista le encantó el sitio, ya que era un restaurante de cocina francesa, lo que le traía muchos y buenos recuerdos de su país. Así que ella aconsejó a los dos hermanos sobre los menús, ante la curiosa mirada de Kerria, que también trataba de entender la carta. La chica a duras penas traducía esos nombres tan raros y finalmente fijó su atención en una de las propuestas para declarar.

- ¡Qué plato más interesante! Nunca había oído hablar de él, debe de ser uno de esos a los que los franceses ponéis nombre exótico. – Sentenció. -

Le sonrió entonces a Amatista quien tras consultar la carta no pareció comprender a qué se refería.

- No sé. - Pudo decir la aludida que trataba de encontrar esa exótica elección sin éxito. - No veo a cual te refieres.
- De todos modos, lo probaré. – Añadió Kerria con decisión, remachando divertida. - Suena peligroso.

Le hizo una seña a uno de los camareros que acudió solícito y le pidió.

- Tráigame un plato de veneno a las finas hierbas. S´il Vous plait.

 Amatista y Leval le dedicaron una atónita mirada. Lo mismo que el camarero que estaba
estupefacto y enseguida le preguntó con asombro. Por supuesto en francés.

- ¿Pardon Mademoiselle ? ¿Qu’est-ce que vous dites ?
- Este plato de aquí. - Insistió Kerria mostrando la carta e ignorando el porqué de aquel gesto de sorpresa. -

          Su hermano y Amatista ojearon ese plato en particular y la francesa no pudo reprimir la risa. Leval se unió a ella y Kerria, visiblemente atónita, les preguntó.

- ¿Qué es lo que tiene tanta gracia?
- ¿Dónde has leído tú aquí, veneno? - Le inquirió el chico a su vez, casi sin poder dejar de reír. - ¡Mira que eres burra!

            Su hermana, aun desconcertada, señaló el texto y lo leyó, con no demasiado buena pronunciación.

- ¿Cómo que burra? Aquí lo pone, ¿ves? - Poisson aux fines herbes.
- ¡Eso significa pescado! Veneno se escribe poison, ¡con una sola s.! – La corrigió Amatista que lloraba de risa. -

Kerria sonrió poniéndose colorada hasta las orejas, se sentía como una completa idiota. Aunque aquello no pasó de la sonrisa cordial y divertida del camarero que asintió tomándole nota, una vez aclarado el malentendido. Sin embargo, fue Leval quien tomó la palabra entre risas.

- ¡Mira que te digo que estudies francés! ¡Tú si que eres un poisson!
- ¡Bah, olvídame! - Le replicó ésta también esbozando una sonrisa divertida. - Au Revoir!

 Y de este modo la broma continuó durante unos minutos, con todos pasándoselo francamente bien por aquel desliz. Ya transcurrido un rato, cuando el ambiente ganó en sosiego, Kerria se dio cuenta de que a su amiga se le había ido el maquillaje de una pestaña y el de los labios. Inmediatamente se lo susurró. Por fortuna, su hermano no se enteraba nunca de esas cosas. Pero lo mejor sería arreglarlo cuanto antes. Además, ella deseaba hacer una llamada para confirmar cierta cita.

- ¿Nos perdonas, Leval? - Le pidió su hermana. - Amatista y yo tenemos que ir al cuarto de baño.
- Claro, - sonrió éste dando un sorbo a su copa de agua mineral y previniéndolas con amabilidad. - No tardéis o la cena se enfriará.

Las dos chicas se fueron al servicio, por suerte no había nadie y Kerria repasó el maquillaje de su desconcertada amiga que estaba algo asustada.

- ¿Y si él se ha fijado? - Preguntó Amatista preocupada. - Como no estoy acostumbrada a llevar esto, ¡qué horror!, habrá pensado que soy una dejada.
- ¡No tonta! - rio su interlocutora. - Mi hermano es muy despistado para estas cosas. Pero, nunca está de más que te marques un poco más los labios. - Afirmó pasando el carmín con un tenue tono rosado a su amiga. – Humedécetelos.

            Amatista lo hizo moviendo los labios y pasándose la lengua por ellos. Kerria sintió un cosquilleo que recorría su estómago. Su amiga estaba irresistible, ¿cómo podría ser tan tonto su hermano? Casi sin pensar se acercó a pocos centímetros de aquella imponente chica mirándola a los ojos.

- Te voy a enseñar un truco. - Le susurró dándole un ligero y fugaz beso en los labios a su amiga que se retiró sorprendida al tiempo que se tapaba la boca con un dedo. - Así no se te correrá más el carmín, - explicó la muchacha que trataba de disimular su agitación. -
- Ya, vale, gracias. - Musitó Amatista que sonrió. Tampoco había para tanto y Kerria era su amiga, un ligero beso no tenía nada de extraño. Muchas personas lo hacían para demostrarse afecto, pensó para decir acto seguido. - Creo que deberíamos volver, tu hermano preguntará que estamos haciendo. - Rio para eliminar la ligera tensión que había surgido en el ambiente. -

            Kerria asintió, apartando de su mente cualquier otro pensamiento.

- Adelántate tú, - le pidió con la voz aun algo trémula. - Yo tengo que llamar, había quedado y no me acordaba.

Amatista asintió comprensiva. Después de todo, la pobre Kerria había tenido esta idea y debía agradecérselo, y claro, ella también podría tener sus propios planes. Algún chico que la estuviera esperando. O podría ser que esta salida también obedeciera a una coartada para quedar incluso con un posible novio desconocido para sus padres. Kerria no le había comentado nada al respecto. De todos modos, ella lo comprendía, había utilizado estratagemas similares.

-Espero que sea tan guapo como tu hermano. - Dijo posando una mano sobre otra de su amiga.-

            Kerria esbozó una sonrisa nerviosa, pero cambió enseguida de tema, como si hubiese recordado algo, al hilo de la mención de Leval.

-Mi cumpleaños será dentro de cinco días. Haré una pequeña fiesta en casa. Voy a invitar a algunos amigos y amigas del colegio. Incluso le diré a Leval que se pase. Por supuesto, espero que acudas.
-No me lo perdería por nada. - Sonrió una entusiasmada Amatista que añadió, tras guiñarle un ojo a su interlocutora. - Bueno, me voy con tu hermano. Tú llama tranquila a ese apuesto y misterioso pretendiente.

Así que volvió a la cena y la dejó telefoneando. Aunque ésta no tardó y de inmediato volvió junto a su hermano y su amiga... y tras el primer plato...

- He quedado – dijo esquivamente Kerria a modo de disculpa. – Lo siento, me olvidé de ello y ahora tengo que irme.
- ¿Con quién? - Quiso saber su hermano mirándola extrañado. -
- Con una amiga. - Pudo decir sintiéndose envarada. – Es que se me pasó comentarlo al salir.

            Aunque Amatista la miró animosamente, con absoluta complicidad. Lo de quedar con una amiga sonaba forzado, aunque era muy socorrido para tapar una cita. Tampoco era cuestión de que la pobre Kerria tuviera que explicarle nada a su hermano y de este modo además le brindaba una magnífica ocasión también a ella.

- Ya es tarde y la ciudad puede ser peligrosa a estas horas. ¿Quieres que te lleve, Ky? - Se ofreció gentilmente Leval. -
- No, muchas gracias. Os arruinaría lo que queda de cena. - Repuso Kerria. – Además, el sitio está cerca de aquí y estaré poco tiempo. - Y adelantándose a la previsible consigna de no llegar tarde, añadió convencida. - Cuando vuelvas seguramente estaré en casa. Hasta mañana chicos, pasadlo bien.

Sonrió animosamente a su amiga que le devolvió una sonrisa agradecida. Después se marchó a una discoteca cercana que era el punto de cita…

-Habrá llegado ya. No sé. - Pensaba Kerria con cierto sentimiento a medio camino entre la culpabilidad y la ansiedad. - No sé si será buena idea. Pero tengo que estar segura. Debo estarlo completamente. Quizás probando…

            Entre tanto, Leval y Amatista se quedaron a solas. Ella estaba muy nerviosa, no sabía como reaccionar. Con la compañía de Kerria se notaba más distendida dado que su amiga hacía de enlace entre ambos. El caso es que había esperado este momento con muchas ganas y planeado muchas cosas, pero ahora todos los esquemas de lo que le diría o haría se habían derrumbado u olvidado. No se sentía lo bastante confiada como para abordar un diálogo directo con ese muchacho. Sólo esperaba que él fuese el primero en decir algo. El joven, que se percató del tenso silencio, fue quien por cortesía inició la conversación.

- ¿Es muy diferente de París?
- ¿Qué? - Preguntó Amatista a la que aquello había pillado por sorpresa mientras estaba sumida en esos pensamientos de duda. - ¿El qué?
- Me refiero a esta ciudad - aclaró Leval- si es muy diferente de París. Supongo que tendrán cosas en común.
- Sí, se parecen en muchas cosas. - Respondió ella aliviada, explayándose más a continuación. - Pero en otras son completamente distintas. Lo que más me la recuerda son los colores de las luces por la noche.
- A mí también me gustaría ver más del extranjero. - Confesó él. - Algún día de estos quiero viajar. Cuando termine el curso quizás. Como dijiste antes. París debe ser un sitio bonito para ver. Sería una buena idea ir allí.
- Me gustaría poder enseñártelo algún día. - Suspiró Amatista asaltada también por una oleada de nostalgia hacia su ciudad. – Mostrárselo a Kerria… y a ti también, claro. - Matizó ahora con visible azoramiento. -
- Tú viviste allí mucho tiempo. Debes conocerlo muy bien. - Sonrió él. -
- ¡Y tanto que he vivido mucho tiempo! Nací allí. - Rio ella más distendidamente al sentenciar -, soy francesa y parisina por completo.
- Sí, pero ya hablas muy bien el inglés. Has mejorado mucho en estas pocas semanas. - Piropeó Leval con espontaneidad.  -

            Amatista enseguida acusó el rubor en las mejillas, le encantaba recibir elogios sinceros, y sobre todo si venían de él.  Lo cierto es que ese chico era muy inteligente y no hablaba solamente para ganar puntos. Tampoco lo necesitaba. Era totalmente distinto de otros que la habían llenado de piropos orientados exclusivamente a su físico. La diferencia es que esos sólo deseaban llevársela a la cama y Leval, por el contrario, mantenía una conversación interesante valorándola a ella como interlocutora. Eso incluso la desbordaba un poco. No estaba acostumbrada. Así, pudo responder con no poca timidez.

- Muchas gracias, es que mis padres me tuvieron en internados desde pequeña y la segunda lengua era el inglés. Nos explicaban casi todo en ese idioma para que aprendiésemos. Además, desde que llegué, lo he practicado mucho.
- Mi francés no es que sea muy bueno. - Rio Leval también. - Quizás algún día quieras practicar conmigo.
- Au contraire. Tu parles français très bien. De todas formas, estaré encantada. Cuando tú quieras. - Añadió amablemente en inglés marcando ligeramente su acento. -
- Me gusta el acento francés que tienes al hablar en inglés, queda muy bien. - Alabó él -...

            Amatista, aún más ruborizada, bajó la mirada. Se daba perfecta cuenta de que, una vez más, aquellas palabras no iban buscando más que un elogio sincero, sin ninguna otra connotación. Era incapaz de responder a eso. La verdad, cada vez se sentía mejor en la compañía de ese muchacho. A primera vista estaba claro que era muy guapo y estaba muy bueno, pero cuando empezaba a conocerle la impresión que tenía de él era incluso mejor. Podía hablar de muchos temas, tantos que ni ella misma era capaz de seguirle en todos, pero él siempre se desplazaba a los que su interlocutora pudiera dominar mejor. Aunque el chico a veces tendía a enfrascarse en las cosas que le gustaban, como cuando, por ejemplo, hablaba de su vocación de ser piloto.

-En realidad, algún día me gustaría ser astronauta. O surcar el espacio. - Le confesó. -
- ¿El espacio? -Repitió ella sin saber qué más añadir. -
-Sí, es un lugar con unas posibilidades infinitas. Imagínate la cantidad de maravillas que oculta, listas para ser descubiertas, solamente en nuestro sistema solar.

            La muchacha asentía mecánicamente, dejando que él le explicase.

-Hay al menos siete planetas principales, sin contar la Tierra. Y centenares de lunas. El cinturón de asteroides, y más allá, la nube de Oort.

            Amatista le escuchaba embelesada. No es que comprendiera gran cosa, pero la pasión que ponía aquel muchacho al hablar de aquello lo hacía parecer interesante. Y algunos de esos nombres incluso le resultaban familiares. Quizás oyó de pequeña a sus padres mencionarlos. ¿O fue en el liceo? No importaba mucho en realidad.

-Es genial que tengas una meta tan clara ya. – Afirmó ella. -
-Y a ti, ¿qué te gustaría hacer? -Le preguntó el joven. –
-Bueno, no lo tengo decidido todavía. - Admitió ella algo azorada. -

            Pudiera ser que ese muchacho la juzgase tonta o infantil, por no tener ninguna meta en concreto, pero si se paraba a pensarlo así era. Ella únicamente deseaba ir aprobando con notas aceptables para que sus padres estuvieran contentos y practicar deporte. ¡Pero no se atrevía a confesarle eso a Leval! Aunque para su alivio fue el mismo muchacho quien sentenció.

-Es lo normal. Todavía eres muy joven. Ky tampoco sabe a qué quiere dedicarse. Ni siquiera la mayoría de mis propios compañeros de curso. Es que soy un bicho raro. - Sonrió. -

Ella se apresuró a negar eso sonriendo a su vez. De esta manera los dos siguieron charlando bastante rato, tanto que se hizo algo tarde. Ahora que por fin había sido capaz de entablar conversación de un modo más relajado a la muchacha se le pasó el tiempo volando. Al percatarse de eso Leval llevó a la joven de vuelta hasta su casa. Se despidió de ella acompañándola hasta la puerta y la muchacha entró y miró por la ventana viéndole marchar. Sus padres que aguardaban despiertos se acercaron a la chica.

- ¿Qué tal te ha ido, hija? ¿Lo has pasado bien?
- ¡Ha sido maravilloso! - respondió la muchacha casi en estado de ensoñación. - Leval es un chico estupendo y tan galante.

Les contó a sus padres lo que habían hecho y estos se rieron también mucho con la anécdota del veneno y el pescado.

- ¿Entonces su hermana Kerria? ¿Es que no ha vuelto con vosotros?,- preguntó Esmeralda sorprendida al llegar a esa parte del relato. -
- Creo que se fue, había quedado y se le olvidó. Pero más bien pienso que fue una excusa para dejarme a solas con su hermano, mamá. Debe de estar en su casa desde hace ya un buen rato, - le susurró despreocupadamente a Esmeralda que asintió sonriente. –

La veterana diseñadora estaba encantada. Esos dos chicos eran tan considerados y buenas personas como sus padres. Se alegraba de que su hija hubiera encontrado en ellos a dos buenos amigos. Y ¿quién sabe? Por la forma en la que Amatista hablaba de Leval, estaba claro que su hija estaba realmente enamorada a primera vista de él. En eso se recordó a sí misma al llegar a la corte y ver al joven príncipe Diamante por primera vez. Leval tenía algo en común con su esposo. Era gentil y amable y sabía cómo hablarle a una mujer. Desde luego, por lo que la propia Esmeralda había tratado a ese muchacho, creía que al fin su hija había acertado al elegir. Deseaba que ese chico pudiera llegar a sentir lo mismo. Aunque por lo que vio, al menos por ahora, para él no se tratase más que de una simple amistad. De todos modos ¿a qué desilusionar a la niña de momento?

- ¿Decías hija que Kerria se marchó? - Inquirió Diamante que no había escuchado del todo aquello último. -
- Que sí, papá, que nos acompañó y luego se fue para dejarnos cenar a solas. Es una chica muy simpática y una buena amiga, tengo que estarle muy agradecida por esta idea. - Afirmó la joven con visible contento. - Y espero, mamá, que me consigas el mejor vestido de tus colecciones para ella.
-Dalo por hecho. - Sonrió su madre. -

            Amatista pensaba que, quizás en su cumpleaños, Kerria pudiera lucirlo y de paso les presentase a ese novio misterioso. De todas formas, no era asunto suyo. Además, ya iba siendo tarde y tendrían que acostarse. Entre tanto, en casa de los Malden, en cuanto el joven llegó su madre suspiró aliviada, estaba preocupada. Pero fue su padre quién se percató de que Kerria no estaba con él y le preguntó inquieto.

- Leval. ¿Dónde está tu hermana?
- ¿No está ya en casa? - Se extrañó él para explicar. – Cuando estábamos cenando me dijo que iba a ver a una amiga y que vendría enseguida para acá.
- Pues es muy tarde. - Le recordó Beruche con semblante preocupado - y no ha venido todavía ¡Dios mío! ¿Y si le ha ocurrido algo?
- No debiste dejarla volver sola. - Le reprochó un enfadado Roy a su hijo. - Ahora sólo Dios sabe dónde estará.
- Yo… lo siento…iré a buscarla. - Se ofreció el inquieto Leval. -

El chico se daba perfecta cuenta de que había cometido un error, pero entre lo bien que lo habían pasado y la presencia de Amatista, no quiso ser demasiado inquisitivo con su hermana. Ahora le pesaba, así que enseguida afirmó.

- La encontraré.
- Llamaremos a la policía, será lo mejor, - intervino Bertie. -
- No, déjalo, primero iremos a buscarla - rebatió Roy. -
- Papa, por favor, ¡déjame ir! - Le pidió el chico. - Creo que sé por donde puede estar. Si no la encontrase en dos horas llamad a la policía. ¿Vale mamá?
- Es muy tarde y ya no son horas de ir tú sólo por ahí, hijo - se angustió Beruche. -
- Ya no soy un niño y se cuidarme solo. - Contestó Leval, molesto por la a su juicio excesiva preocupación de su madre en lo que concernía a él. – Puedo ocuparme de esto.
- Yo iré contigo, así entre dos dividiremos la tarea. - Intervino Roy que añadió dirigiéndose a su mujer. - Bertie, espera a que te llamemos. Tanto si la vemos como si no, te avisaremos dentro de una hora. Puede que ella misma haya vuelto para entonces.

            Su esposa asintió y tanto el padre como el hijo salieron. Ella se quedó sola acariciando su piedra de justiciera con inquietud. Volvía a pensar en esos temores que tenía últimamente respecto a su hija. Aquella chica realmente le preocupaba y eso que últimamente parecía haberse vuelvo razonable. Sobre todo, con la presencia de Amatista que daba la impresión de ejercer sobre ella una buena influencia. Y pensar que estuvo a punto de preguntarle a la hija de Diamante y Esmeralda. ¡Pero esto sí que no se lo podía imaginar! Bertie no sabía que pensar. ¿Y si efectivamente quiso retornar antes a casa para dejar a su hermano y a su amiga a solas y le había pasado algo? En una ciudad tan grande y de noche existían muchísimos peligros para una jovencita tan atractiva y con tan poca experiencia en la vida. Como justiciera ella vio cosas realmente terribles, y no únicamente cuando luchó contra los demonios. Beruche sabía perfectamente que el mal se escondía en cualquier parte y bajo muchas formas, y no todas eran evidentes y menos para una niña como todavía era Kerria. Por ello dudaba llena de angustia. Seguir en casa por si la telefoneaban o su hija al fin volvía o hacer lo que hacía tantos años tenía abandonado. Tanto que ya casi lo había olvidado, patrullar de nuevo las calles. Seguía acariciando su piedra como queriendo que ella le diera la respuesta. Hacía mucho que no la usaba, pero aun la llevaba al cuello. Solamente podía mirar con creciente angustia el correr de los minutos y esperar. Y pasó una hora, Kerria no había vuelto. Roy llamó algo después para decirle con una no bien dominada inquietud que tampoco la habían visto. Así las cosas, Bertie, sin poder contener su temor y nada más colgar el teléfono a su marido decidió llamar a un viejo amigo, que, como Dama del Hielo, había tenido en la policía.



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