Beruche marcó el número de la policía con el corazón
encogido. No obstante, cuando le respondieron y ella quiso contactar con el
agente que conocía, la encargada de atender su llamada le dijo que no se
hallaba presente en ese momento. Bertie le expuso su angustiosa situación, pero
su interlocutora respondió casi con un tono mezcla de condescendencia y despreocupación,
que nada podrían hacer hasta transcurridas al menos veinticuatro horas.
-Lo lamento mucho, pero es el tiempo legal para dar
a alguien por desaparecido.
- ¡Pero es una niña! - Argumentó la desesperada Beruche.
-
-Normalmente suelen volver a casa antes de ese plazo.
No se preocupe, señora. – Respondió su interlocutora, añadiendo. - Son cosas de
la edad.
-Está bien, así lo espero, gracias. - Tuvo que
responder con resignada paciencia. -
Aunque pensando realmente que no le servían de mucho
esas palabras, Beruche colgó, volviendo a la tensa espera.
- ¡Maldita sea! No sé qué hacer… ¿Qué le habrá sucedido?
- Se decía realmente angustiada, paseando de un lado a otro del salón. -
Y
es que no quería pensar en nada malo, pero no podía evitarlo. Quería aferrase a
la idea de que Kerria era juiciosa y que no haría nada irresponsable. Aunque
eso era casi peor. A fin de cuentas, su hija era una chica normal y corriente,
sin ningún tipo de poder, al menos jamás dio muestras de poseerlo. ¿Y si algún
degenerado la hubiera?... movió la cabeza como si tratase de expulsar esa
terrible idea fuera. Después miró al teléfono…Necesitaba desesperadamente a
alguien con quien hablar. Desahogarse, alguna amiga o hermana que le asegurase
que todo iría bien. Pero no quería asustar a nadie. Ahogó un sollozo y se
restañó unas lágrimas. Deseaba pensar que Kerria regresaría pronto o bien que
la traerían a casa…
- ¡Tienes que encontrarla Roy, usa tus poderes si
hace falta! - Se decía, maldiciendo ahora el no haberle recordado eso a su esposo.
- Esto es una emergencia.
Por su parte, el padre y el hermano de la
desaparecida habían salido de casa apresuradamente. Iban conduciendo a gran velocidad,
pero sin exceder los límites. Tampoco era cuestión de ser detenidos, ni
multados. Roy estaba al volante y se dejó guiar por su hijo, que conocía de
nombre los principales sitios a donde solían ir los jóvenes a divertirse. Recorrieron
las zonas de marcha nocturna de la ciudad. Pararon en una discoteca de mucho
estilo, donde Leval sabía que acudían muchas de las chicas del instituto.
Aunque la mayoría de ellas clandestinamente, pues eran menores de edad.
-Espero que a tu hermana ni se le haya pasado por la
cabeza el venir aquí. - Comentó Roy con desagrado. -
- No creo, papá. Pero por si acaso debiéramos mirar.
- Afirmó el muchacho con prevención. -
Eso espera Leval, pero ya no podía dar nada por
sentado. Su contertulio asintió. Debían cubrir todas las posibilidades. Así pues,
los dos se dispusieron a entrar. Sin embargo, el portero, un sórdido tipo tan
grande como ellos, vestido con cazadora de cuero y desgastados tejanos, les
interceptó impidiéndoles el paso.
- Hay que tener invitación. - Les dijo de forma algo
brusca en tanto masticaba un chicle. -
- Por favor señor, déjenos pasar. - Le pidió Leval
educadamente. - Puede que mi hermana esté hay dentro.
-Bueno, ¿Y qué con eso? - Repuso despreocupadamente
aquel individuo. -
-Pues que mi hija es menor de edad. - Le comentó Roy
con tono contenido pero indignado al tiempo para amenazar. - Y no quisiera
estar en su lugar si ella está ahí dentro, por la demanda que les pienso poner.
Empezando por usted que está a la puerta para controlar el acceso a este local.
El
tipo le miró con cara de pocos amigos. Padre e hijo pensaron que quizás las
cosas se iban a poner difíciles, pues el atavío de aquel individuo no les daba
demasiadas razones para pensar en una charla civilizada. Aunque, para su
sorpresa, éste los miró alternativamente y respondió de mejores modos, tras
procesar aquello. Incluso de forma extrañamente amable.
- Escuchen, yo únicamente hago mi trabajo. No quiero
problemas, ¿de acuerdo? Pero no puedo dejar entrar a nadie que no esté autorizado
y si no tienen invitación no pueden pasar.
- ¿Esto basta para pagar la entrada? - Intervino Roy
de mejor talante, dándole unos dólares al tipo que los agarró sin dudar. -
El
portero dio un rápido vistazo a la cantidad e incluso pareció impresionado pese
a la aparente indiferencia de sus rasgos. Guardándose el dinero, como si
aquello fuera de lo más normal, les dijo con una mayor cordialidad.
- Sí, eso bastará, entren y espero que encuentren lo
que buscan.
Y
les flanqueó el paso abriendo la puerta, con lo que Leval y Roy se introdujeron
sin transición en medio de un maremagnun de música y cargado ambiente
discotequero. Entre el ensordecedor ruido de los decibelios y el aturdimiento
de las luces psicodélicas empezaron a buscar.
Aquello era una dura prueba para los sentidos y podía comprenderse
fácilmente que cualquiera perdiese la perspectiva de la realidad si se quedaba
mucho tiempo ahí. El mismo padre de la joven no podía ni concentrarse en sentir
su energía. De hecho, lo había pensado antes, pero su hija no emitía una
cantidad lo suficientemente importante como para llamar la atención. Resignado,
tuvo que descartar ese modo de localizarla. Por suerte, Leval vio bailoteando a
un muchacho al que conocía de vista en el instituto, era de la clase de su
hermana, se lo indicó a su padre y Roy, abriéndose paso con lentitud, pero
tenacidad, logró ponerse a su lado y le abordó.
- Oye muchacho. -
Le llamó. -
Empleó tono de voz bastante alto para tratar de
hacerse oír en medio de ese galimatías acústico. Al principio el chico,
embebido en la música, no le hacía caso. Tuvo que insistir haciendo bocina con
las manos.
- ¿Me escuchas?
- ¿Qué pasa? - Le chilló éste también entre el ruido
al percatarse de que se dirigían a él. - ¿Quién eres, tronco?
- Me llamo Roy Malden, estoy buscando a Kerria
Malden. - Se presentó, aunque el ruido de fondo ahogaba muchos sus palabras,
pese a todo preguntó de inmediato. - Dime. Tú vas a su clase, ¿no?
- No lo sé, tío, ¿quién dices que es? - Inquirió
nuevamente el chico que no prestaba excesiva atención-.
- Kerria Malden- repitió pacientemente Roy. -
- Sí, me suena, va a mi clase, ¡no está nada mal la
tía! -Se rio aquel muchacho. -
Y no paraba de moverse estentóreamente a ritmo de
una repetitiva y machacona música (si es que podía llamársele así a esa
zarabanda de ruido que desquiciaría a cualquiera medianamente normal)
- Sólo quiero saber si está en este lugar. - Declaró
el preocupado padre con ese tono altisonante, pero imprescindible para hacerse
entender. -
- No estoy muy seguro. - Repuso el chico a desgana.
-
- ¿La has visto por aquí? - Preguntó Roy que comenzaba
a perder la paciencia. -
- No, no la he visto, - farfulló el muchacho deseoso
de seguir bailando. -
- ¿Estás seguro? - Le insistió Leval añadiéndose a
la conversación. -
- Oye ¡pasar de mí! tíos quiero bailar, ya te he
dicho que no. Puede que esté por ahí dándose el lote o bebiendo algo. - Repitió
el interpelado que no parecía demasiado convencido. -
- ¡Oye!, te lo estamos diciendo en serio, - le chilló
Leval perdiendo la calma. -
- Cálmate, hijo, - terció Roy añadiendo un fingido
ademán tranquilizador – ya has visto que no se debe preguntar así. No nos
conduce a nada.
- Lo siento papá, es que estoy nervioso. - Se
disculpó él de inmediato ante la indiferencia de aquel bailón. -
- No, no es eso. - Le corrigió su padre. -
Y ante la sorpresa de su hijo y del
otro muchacho, agarró a éste por las solapas sacándole a rastras de la pista de
baile. Una vez fuera le apoyó contra una de las paredes que estaba menos concurrida
levantándole casi a un palmo del suelo y le espetó.
- ¡Escúchame niñato, ya me estás hartando!, tú sabes
donde está mi hija y me lo vas a decir. A mí me importa un bledo que estés
aquí, aun siendo menor, pero seguro que a tus padres no y como no me digas algo
que me interese, me encargaré de que lo sepan y entonces lo vas a pasar muy mal
¿He hablado lo bastante claro?
Aquel
chico pareció volver a la realidad cuando le sacaron del centro de aquella
vorágine de luz y sonido y escuchó las amenazas de ese hombre que, para colmo,
era el padre de Kerria. Ahora sí que estaba asustado, sobre todo de ver que parecía
muy enfadado y de darse cuenta de cómo le había elevado en el aire sin ninguna
dificultad.
- Vale hombre, no se ponga así. - Balbuceó el
amedrentado muchacho que pareció recordar por arte de magia. - ¿Kerria verdad?
- Sí - Repitió Roy con brusquedad. - Habla, ¿está
aquí?
- Estuvo sí. La vi hará una hora u hora y media. - Admitió
el chico que añadió más con mayor exactitud. - Pero hace rato que se marchó.
- ¿A dónde? - inquirió su inquisidor zarandeándolo
como si de un pelele se tratase. -
- No lo sé con seguridad. - Pudo musitar el
muchacho. Su interrogador se lo acercó hacia su cara y esbozó un gesto
amenazador. - ¡Se lo juro! - se apresuró a añadir el acongojado chico. - Lo más
probable es que haya ido a un bar de carretera que se llama el camionero… - Guardó
unos instantes de silencio rebuscando en su mente, pero no pareció encontrar lo
que pretendía y añadió con impetuosidad, sabiendo que su interlocutor no iba a tener
mucha paciencia. – No recuerdo el nombre completo. Pero empieza por algo de
camiones o camioneros. Aunque también puede estar en otra discoteca de la zona
Punk, en la calle veinte. Cerca de aquí. Son los sitios más marchosos. Eso es
todo lo que sé, creo que iba con su amiga Debbie.
Roy
se apaciguó con esos datos, ya eran algo con lo que empezar a indagar. Soltó
entonces al chico que se escapó como un rayo y tomando aire para intentar
serenarse le indicó a su hijo.
- Leval, tú vete al bar punk ese, está más cerca de
aquí. Yo me encargo del de carretera. - Pero antes llamaré a tu madre para
decirle que aun no la hemos encontrado.
- Bien papá. -
Asintió el chico que se dirigió hacia allí-
Leval sabía a qué bar se refería ese otro muchacho y
no le gustaba en absoluto. Aunque sería mejor no decirle nada a su padre sobre
la fama de ese local. Menos mal que le había encargado ir a él. Roy, entre
tanto, llamó a su mujer que estaba muy intranquila.
- ¿La habéis encontrado? - Quiso saber con creciente
inquietud. -
-No, todavía no. - Le contó su esposo agregando. - Vamos
a ir a mirar a un par de garitos donde nos han dicho que podría estar. -
-Por favor, Roy, encuentra a nuestra hija y tráela a
salvo. - Le suplicó ella entre sollozos de angustia. - ¡Usa tu translación si
hace falta…ya sé que dijimos que no debías, pero esto es distinto!
El
suspiró, moviendo la cabeza. ¡Ojalá fuera tan sencillo! y no tuvo más remedio
que decirle a su esposa.
-Ya lo pensé, cubito. Pero la niña no emite la energía
suficiente. Lo siento.
Su
esposo pudo escuchar llorar a Beruche y se sintió realmente apenado y enfadado
al mismo tiempo. También tenía miedo a que le hubiese ocurrido algo a su hija,
pero se obligó a contestar con tono más calmado, dándose cuenta de la congoja
que invadía a su mujer.
-No te preocupes. Claro que la traeré sana y salva. Confía
en nosotros, cubito. Cosas más difíciles hemos tenido que hacer.
- Es que tengo mucho miedo de que algo terrible le
haya podido pasar. - Le confesó su devastada esposa. -
-Tranquilízate, te prometo que va a estar bien y que
la encontraremos. Sabes que nunca falto a mi palabra. – Le aseguró él. -
-Está bien. - Pudo contestar su contertulia, sorbiendo
las lágrimas y tratando de calmarse. - Por favor, llámame cuando la encuentres.
Su marido así lo prometió. Se despidieron y tras
intentar tranquilizar a su mujer, Roy salió hacia ese sitio con el coche. Bertie
pese a esos ánimos, colgó con patente angustia. Aquello iba de mal en peor. Su
hija podría estar en cualquier parte o le podría haber sucedido cualquier cosa.
Al poco el teléfono volvió a sonar. Lo descolgó esperanzada. Quizás fuese su
marido que había encontrado a Kerria, o pudiera ser que la policía la hubiera
localizado. No obstante, escuchó la familiar voz de Ami.
-Hola Bertie. ¿Cómo estáis? – La saludó jovialmente.
-
Pero
la doctora Mizuno se sorprendió cuando solamente le llegaron sollozos
entrecortados desde el otro lado de la línea. Enseguida quiso saber con inquietud.
- ¿Sucede algo malo?
-Se trata de mi hija. - Pudo explicarle su interlocutora.
- ¡Ha desaparecido y no sabemos dónde está!
A grandes rasgos
le contó a su amiga lo que había sucedido. Ami escuchó con pesar, pero se las arregló
para componer un tono más animado y replicar.
-Cree en lo que te han dicho. Seguramente que será
cosa de la edad. Ya verás cómo regresará a casa...Claro mujer…entiendo que
estés preocupada. Pero confía en Kerria. Es una buena chica. De nada, Bertie…
llámame cuando todo esté solucionado. Adiós…
Al
colgar Ami suspiró apenada. Lo cierto es que, hacía pocos días, Usagi las
visitó a todas y cada una de ellas. Ahora que vivían como personas normales
parecía que los días de las batallas para salvar la Tierra y a la Humanidad,
habían quedado atrás y con ellos las tribulaciones. Pero nada más lejos de la
realidad. Existía otra tarea muy importante que debían realizar para
salvaguardar el futuro. Y el grupo de sus amigos y el de los vástagos de estos
tendrían una gran importancia en ello. No obstante, deberían superar primero
unas duras pruebas. Al menos eso les anticipó la antes conocida como Guerrera de
la Luna. Y una de las que iba a comenzar a pasar por esa situación era precisamente
su ahijada. Aunque lo peor de todo es que, esta vez, ella y las demás antiguas
guerreras sí deberían mantenerse al margen por completo. Aquella sería una
situación que tendría que ser resuelta por las respectivas familias…
- ¡Dios mío, ayuda a mis amigos, por favor! - Pudo
musitar la doctora Mizuno con inquietud. - protege a mi ahijada Kerria…
Horas
antes, la aludida había salido de la cena con su hermano y Amatista y había ido
efectivamente a esa discoteca, donde la estuvieron buscando su padre y su
hermano en primer lugar. Quedó allí con Deborah Hunter, esa morena y atractiva
muchacha amiga suya, de ojos azules dotados de una extraña fascinación. Las dos
eran del mismo curso, habiéndose conocido aquel año. Ambas se habían caído bien
desde el principio, ya que ésta tenía una actitud de inconformismo similar al
que la propia Kerria experimentaba. Además, fue la única persona que pudo
ayudarla a orientarse entre la confusión de sentimientos y sensaciones que
tenía. La única en la que poder confiar abiertamente para confesarle sus
auténticas tribulaciones. Se hicieron buenas amigas, y de eso pasaron a ser
íntimas. De todos modos, esa chica no era bien vista en los círculos del
instituto, y Kerria no podía frecuentar su compañía por allí en demasía. Solían
quedar casi siempre fuera del horario de las clases, o incluso saltándose
algunas de éstas, y escaparse a algunos lugares de ambiente en los que Debbie
la introdujo. Éste era uno de tantos y ambas estuvieron bailando un rato
eludiendo a todos los moscones que se las acercaban. Al final, un poco hartas
de ese bullicio y buscando más tranquilidad, decidieron irse. El chico al que
Roy había interrogado las vio bailar y como era uno de los pocos a quien no le
importaba tratarse con Deborah entablaron una ligera e insustancial
conversación, aunque suficiente como para que ambas chicas le comentasen que podrían
ir a uno de esos sitios. Así lo hicieron, tomaron un autobús y recorrieron la
distancia hasta su destino, se bajaron y anduvieron los últimos metros hasta la
puerta de la discoteca a la par que Debbie comentaba.
- Es una lata que las discotecas sean para mayores
de edad y vaya tanto viejo.
- ¡Bueno! - rio Kerria haciendo alusión a eso con
una actitud mezcla de desdén y regocijo. - Yo he tenido que espantarme al menos
a tres y todos de la edad de mi padre por lo menos. - Entonces se tocó la
frente con la mano. - ¡Ahora que recuerdo, es muy tarde, tengo que volver a
casa o mis padres me matarán!
- Vamos Ky. - Le susurró Debbie con voz melosa. - Aún
podemos divertirnos mucho tú y yo, vamos aquí dentro. Hay un buen ambiente para
nosotras y podremos encontrar a alguien que te dé las respuestas que andas
buscando.
La
muchacha dudaba, a esas horas posiblemente sus padres ya estarían muy
preocupados, pero tenía muchas ganas de estar con su compañera. Una lucha interna
se libró en ella. Aquella zozobra que llevaba experimentando durante tanto
tiempo tenía que terminar. Debía probárselo a sí misma. Deborah ya le advirtió
que era inútil negarse. Que ella pasó por lo mismo. Recordó la conversación que
tuvieron el día antes, aprovechando un momento en el que estaban solas en un
rincón del patio.
-Es que no sé, Debbie. - Suspiraba ella mirándola con
una mezcla de inquietud y desconcierto. - En fin, creo que lo que siento es lo
mismo que tú. Pero, a veces…
-Lo entiendo. - La interrumpió su contertulia,
posando ambas manos sobre los brazos de Kerria. - Y me ocurrió igual. Aunque yo
lo supe de inmediato y no me importó. Bueno, mentiría si dijera que no me
asustó al principio. Así que comprendo que no estés segura al cien por cien. Y
que haya cosas que te hagan dudar. Por eso lo mejor es que vayamos mañana por
la noche. ¿No has dicho que ibais a quedar tu hermano y tú con la francesa?
Pues busca algún pretexto y quedamos en donde ya sabes.
Al
principio Kerria no respondió, pero tras unos segundos de agónica duda asintió
despacio. Tampoco quería arriesgarse a que las oyesen. No veía a nadie, pero
eso no significaba que alguno de sus compañeros pasase por allí.
-Está bien. -Musitó. - Te llamaré para confirmarlo…
Deborah asintió, y las dos se separaron. Fueron
cuidadosas y no se vieron cara a cara hasta esa noche. Ahora, era muy tarde y a
buen seguro que sus padres estarían preocupados. Pero Kerria debía ponerse a prueba
para despejar definitivamente sus dudas. Total, si llegaba un poco más tarde a
casa. ¿Qué importancia iba a tener una bronca ya comparado con eso que tanto le
angustiaba? Inventaría alguna excusa para justificarse y aceptaría algún
castigo. De modo que por fin accedió a los ruegos de su amiga.
- Bueno, de acuerdo, ya veré lo que se me ocurre después.
- ¡Vamos! - Le indicó pues su interlocutora con una
sonrisa. Tras tomarla de la mano y arrastrarla al interior. - No todo va a ser
malo. Lo pasaremos muy bien.
Se metieron en el rugiente batiburrillo sin
ningún tipo de problemas. Era normal que los porteros permitieran el paso a dos
chicas tan atractivas sin siquiera querer saber su edad ni ningún tipo de
preguntas. Eso había ocurrido hacía unas dos horas antes de que su padre y su
hermano lo averiguasen. Roy enseguida se personó en el bar de carretera, tras
usar una combinación de amenazas y dinero llegó a la conclusión de que su hija
no estaba allí. Deseó que Leval hubiera tenido más suerte. Y en efecto, éste
tuvo más fortuna que su padre. Llegó al bar Punk, de nombre Afrodiasic y se disponía
a entrar cuando fue interceptado por tres tipos vestidos de forma extraña y con
ademanes aun más raros.
- Hola guapo. ¿Qué hace un niño tan mono por aquí? ¿Estás
buscando caña? - Le inquirió uno con una cresta roja decorándole la cabeza. -
- Por favor, déjenme pasar, estoy buscando a una
persona. - Les pidió Leval educadamente como era su costumbre. -
- Este no es sitio para ti, chico bonito. - Rio otro
rapado y con la lengua llena de piercings. - Eres demasiado guapo para que
estropeen tu carita ahí dentro, ¡ja, ja!
- Miren, estoy buscando a mi hermana, quizás la hayan
visto, es de esta altura. - Colocó una de sus manos con la palma hacia abajo en
una zona al mismo nivel que su barbilla y añadió. – Iba con otra chica, sólo
quiero encontrarla y marcharme. -
- Entonces ya ha venido con su propio plan,
muchachito. Se lo estará pasando muy bien, cielo, y no creo que tenga muchas
ganas de que vengas a buscarla. - Sonrió otro con los dientes teñidos de azul. -
¡Déjala en paz y diviértete con nosotros!
- Seguro que tienes lo que hace falta. - Añadió el
de la cresta mirándole la entrepierna descaradamente y alargando una mano para tocársela,
Leval retrocedió al momento. -
- ¡No soy de esa clase de tipos! - Espetó enfadado
pidiéndoles ya con escasa paciencia. - ¿Se van a apartar o tendré que
apartarles yo?
- Pues aquí todos y todas los que venimos lo somos,
cariño. - Rio el de la cresta, sentenciando ahora de modo más cortante. - Si no
tienes invitación ni ganas de marcha, no podrás entrar.
- Cuando pueda comprobar si mi hermana está aquí me
largaré enseguida de este antro y les aconsejo que no se pongan en mi camino. -
Les advirtió un ya irritado Leval, tensando sus músculos y su semblante. -
- ¡Qué duro eres!,- sonrió maliciosamente el de los
pendientes que miró hacia la puerta y gritó. - Oye Dex, aquí hay un tipo que no
es nada amable con nosotras.
- ¿Nosotras? - Se dijo el muchacho atónito, viendo
que esos tipos tenían hasta barba. -
Un
enorme tipo musculoso con una camiseta ajustada y medio rota y un gran palo de
madera se acercó. Debía pesar unos ciento treinta kilos y medir casi dos metros.
Era calvo y con una faz desagradable con la nariz rota por innumerables peleas.
Además de que le faltaban al menos varios dientes. Aunque sonrió con un rictus
de sadismo, mostrando esa colección de agujeros en su boca y declaró, al
parecer con tono condescendiente.
- ¿Qué pasa contigo? ¿Intentas crear problemas?
- No, solamente quiero mirar a ver si mi hermana
está ahí dentro, si no me marcharé enseguida. - Respondió Leval cediendo un
poco en su enfado al pensar que ese otro tipo parecía más dispuesto a atender
razones. -
- Pero aquí se viene a pasarlo bien, amigo. No para
aguar la fiesta de nadie. - Opuso ese matón con estudiada calma. -
- Éste no quiere disfrutar y nos ha amenazado -
sonrió el de los dientes abrazándose al portero que le estrechó con uno de sus
brazos por la cintura. -
- ¿Te has metido con mi novia? - Le inquirió el tal Dex
con una mirada de loco que asustaba. -
- Yo no me he metido con nadie. - Rebatió Leval
sorprendido sin dejar de insistir. - Sólo quiero encontrar a mi hermana y largarme.
- No seas tímido, si lo estás deseando. - Le susurró
el tío de los piercings tocándole el trasero. -
Leval
lo apartó de un empujón a lo que el portero respondió dándole un puñetazo que
le tomó por sorpresa, derribándole al suelo y haciéndole sangrar por un labio. El
coro de tipos se rio. De la sorpresa y la confusión, el chico pasó a la furia,
estaba enfadado como nunca en su vida. Él no lo sabía, pero su sangre de
guerrero del espacio hervía. Sin poderse contener, se levantó como un rayo y le
asestó tal puñetazo al portero que lo lanzó a varios metros de distancia
haciéndole destrozar una pared de madera y dejándole inconsciente. Los demás le
miraron aterrados, no podían creer que eso estuviera ocurriendo.
- ¿Alguno más quiere el mismo tratamiento? - Gritó
el joven fuera de sí. -
- No, no, - musitaron aquellos tipos apartándose de
él. -
- No te enfades, sólo era una broma. - Añadió el de
los piercings que ahora temblaba de miedo, pudiendo casi balbucear. - Entra hombre
y mira lo que quieras.
El
chico no se molestó en contestar, iba tan furioso que apartó a empujones a todo
aquel que se le cruzaba por delante, a base de amenazas y de golpes llegó hasta
un reservado, donde tres tipos vigilaban.
- ¡No sigas, tío! - Le espetó uno de ellos que
blandía una barra de hierro. - O te va a doler la cabeza.
- ¿De verdad? - Repuso Leval arrancándole la barra
de la mano y doblándola sin pensar y sin que le costase ningún esfuerzo aparente
para amenazar con sorna. ¿Quieres que te haga una corbata?
- Te crees que eres un tipo duro, ¿eh? - Le escupió
otro apuntándole con un largo y afilado cuchillo, que movía con destreza. - Esto
no lo doblarás. - Aseguró con una clara confianza en sí mismo. -
- No me hace falta. - Afirmó Leval que, sin dar
tiempo a su oponente ni a moverse, le lanzó una patada al brazo armado
haciéndole soltar el arma, después sujetó del otro y lo proyectó con una llave,
haciéndole caer sobre unas mesas del local que se destrozaron con el impacto. Para
sentenciar con irónica satisfacción. - ¿Lo has visto? Bueno, una escoria menos…
De
otra patada se deshizo del que quedaba y destrozó lo que parecía una sólida
puerta de un puñetazo. Pasado aquel momento de subida de adrenalina ni el mismo
Leval comprendía como lo había hecho. Aquello eran ladrillos y madera dura. Y
aun con toda su preparación en artes marciales debería de haberse roto la mano.
Pero había actuado sin pensar, guiado por algo que le surgía de dentro. No
obstante, enseguida dejó de reflexionar sobre ello al ver el lamentable
espectáculo que se escondía tras esas paredes.
-Pero ¿Qué está pasando aquí? ¿Qué es esto? - Se
dijo realmente anonadado por lo que observaba. -
Allí y entregados a consumo de drogas y prácticas
sexuales se encontraban bastantes chicos y chicas. La mayoría salieron
corriendo al sentir el estruendo, pensando que se trataba de una redada. Leval
les ignoró puesto que había escuchado el sonido de unas risas que le eran
familiares. Se encaminó hacia ellas y descubrió medio desnuda a una chica del
instituto que le era conocida de vista, junto a ella y con los pantalones
bajados, un tipo con bigote que estaba fumando un porro y sentada en un sofá
estaba Kerria que se reía. Parecía atontada por el denso ambiente de humareda
irrespirable que se concentraba allí. El chico, asustado de verla en ese estado,
trató de llegar hasta ella, pero el tipo aquel le sujetó de las manos.
- ¡Eh tío!, tranquilo, que primero voy yo. Aun no me
ha hecho el trabajito que me prometió. Mira que boquita tiene. - Señaló hacia
Kerria que parecía estar absorta en la contemplación de la pared opuesta. - Esta
tía debe de hacer un francés cojonudo, ¡qué labios!
La
otra chica se levantó situándose junto a ella y ésta le dedicó su atención con
una media sonrisa. Ambas se besaron largamente en la boca ante el espanto de su
hermano, que no podía creer lo que estaba viendo.
- Eso pone a cien ¿eh? - Rio el tipo tratando de bajarse
el slip y proponiéndole al atónito muchacho. - Quítate los pantalones que estas
zorras nos lo hacen a los dos. La morena para ti. La otra es mía. ¡Ja, ja!
Sin
mediar palabra Leval agarró a ese tipo del cuello y lo levantó casi medio metro
sobre el suelo empotrándolo contra la pared. Pese a estar emporrado, ese
individuo comprendió que había hablado más de la cuenta y trató de disculparse.
- ¿Es tu novia, tío? Lo siento, toda para ti ¿vale?
yo me apaño con la otra. ¿Quieres un porro? Vamos hombre, una china, ya verás cómo
te lo pasas de bien, yo invito.
- ¡Me das asco! - Escupió Leval fuera de sus casillas.
- ¡Apártate de mi vista, cerdo! - Aulló lanzándolo contra el otro extremo de la
habitación y dejándole sin sentido.
Después y sin apenas mirarla, apartó a la otra chica
de su hermana como si fuera un guiñapo y levantó a Kerria en brazos. Ésta
balbuceaba aparentemente sin conocerle.
- ¡Ja, ja, ja! Oye tronco, ponte a la cola y espera
tu turno. No me hace mucho pero un trato es un trato. - Se abrazaba a él
tratando de darle un beso. Por el olor de su aliento parecía ebria, cosa que
también quedó de manifiesto cuando afirmó con irónico tono. - Pero ¡qué fuerte
estás! ¿Sabes que estás muy bueno? ¡Ja, ja, ja!
- Estate quieta, Kerria, - le pidió Leval apartando
su cara visiblemente enfadado y horrorizado para añadir algo más comedido. -
Voy a llevarte a casa.
Aquella
chica no podía ser su hermana. No desde luego la que él había conocido desde
siempre. ¿Qué demonios le había podido pasar para que se comportase así? Leval
estaba realmente asustado. Creía conocerla desde que ambos eran niños y ahora
se daba cuenta de que no era así en absoluto. Esa muchacha parecía una extraña.
Entonces ella sí que pareció reconocerle, por unos instantes abrió la boca
sorprendida y clavando en él dos ojos de pupilas dilatadas, pudo protestar.
- ¡Oh, tenías que ser tú! - Exclamó visiblemente decepcionada.
Añadiendo con un lastimoso quejido ¡Déjame en paz y vete con Amatista, seguro
que la pobre está muerta de ganas! ¿Por qué no vas a enseñarla tu torre Eiffel?
¡Ja, ja, ja! …- rio totalmente ebria. -
Leval
no respondió, movió la cabeza con disgusto y se la cargó al hombro saliendo con
ella pese a las quejas, gritos y pataleos de su hermana. Nadie de los que
quedaban en aquel garito se atrevió a cruzarse en su camino al ser testigos de
su exhibición anterior. Cuando por fin estuvo fuera de ese antro respiró
aliviado. Llamó por teléfono a su madre…
- ¿Mamá? - Pudo preguntar con un tono más calmado. -
-Sí, Leval, ¿La habéis encontrado? - Pudo preguntar
con aquella gran dosis de angustia que soportaba. -
-No te preocupes, está bien, está conmigo. Pero estaba
cansada y se ha quedado dormida. - Mintió el muchacho. - La voy a llevar al
apartamento para que descanse un poco y luego vamos para allá.
Se
refería a aquel piso que sus padres tenían en la ciudad. Quedaba mucho más
cerca que su casa.
-Bien, confío en ti, cariño. Dime. ¿Y tu padre?
¿Está ahí? - Quiso saber Bertie que pudo
respirar más aliviada. -
-No, nos separamos para buscar a Ky. Él creo que
tarde en volver contigo, mamá. - Afirmó el muchacho, añadiendo. - Kerria y yo
tardaremos un poco más, pero ella está bien. - Repitió él tratando de zanjar
aquello con un prometedor. - Cuando lleguemos a casa te lo contaremos con más
detalle.
-Está bien. Cuida de tu hermana, por favor. - Le
pidió su madre. -
Beruche colgó sintiéndose ahora como un fardo tras
desahogar esa tensión que había soportado. A los pocos minutos cumplió su
palabra y llamó a Ami, contándole que Leval había encontrado a la niña y que
todo parecía estar bien. Su amiga replicó en tono animoso que ya se lo había
dicho ella. Tras despedirse la atribulada madre quiso tumbarse un poco a
descansar, pero pese a las noticias de su hijo era incapaz de conciliar el
sueño. Únicamente quería ver reaparecer al resto de su familia. Pero Kerria no
se había dormido por cansancio exactamente. Se había desmayado quizás afectada
por todo aquello que se hubiera tomado. Su hermano enseguida la tanteó el pulso
con visible preocupación, se calmó al constatar que éste se mantenía regular.
La muchacha sólo estaba inconsciente. Afortunadamente el chico tenía hecho un
curso de primeros auxilios y socorrismo y tal y como le informó a su madre,
también la llave del apartamento de sus padres en la ciudad. Rápidamente había
discurrido decirla aquello dado que Kerria había bebido algo y no deseaba que
sus padres la vieran en ese estado.
-Si la viesen de esta manera a mamá le daría algo y
papá no sé lo que podría llegar a hacer. - Se dijo él lleno de inquietud. -
Su madre, pese a todo, había suspirado aliviada cuando
él le aseguró que la chica estaba bien. Al menos pudo ganar tiempo. Le
disgustaba tener que mentir, pero creyó que no había otra opción para proteger
a Kerria. Efectivamente, aprovechó a llevar a su hermana al apartamento que
tenían sus padres en la ciudad para intentar despejarla.
- ¿En qué te has metido, Ky? - Susurraba con temor y
preocupación a su entonces dormida hermana.-
La llevó a la cama y trató de llamarla por su nombre
y despertarla, pero ella no respondía. El chico se inquietó. Le sujetó de las manos,
pero las tenía frías. Tras quitarle los zapatos notó que los pies de la joven
también estaban helados. Aquello no era buena señal. La arropó con cuidado tras
quitarle el vestido y dejarla solamente la ropa interior. En ese instante ella
despertó musitando en medio de una nebulosa de confusión.
- Aunque seas mi hermano no te aproveches, ¿eh? -
reía, amonestándole en tono desvaído en tanto trataba de levantarse. - ¿Qué te
crees, que no sé cómo me miras? Sé que estoy muy buena, aunque claro, me
olvidaba que tú no prestas demasiada atención a eso.
- ¡Ya está bien! ¡Vamos despabílate! - Le ordenó
Leval con brusquedad, esas últimas estupideces de su hermana le habían hecho peligrar
la precaria paciencia que le quedaba y por ello agregó indignado y a la vez
visiblemente inquieto. - Si mamá y papá te viesen en este estado te matarían.
¿Cómo has podido hacer esto? ¿A qué estás jugando?
La chica se levantó a trompicones deambulando por el
salón. Se fue hacia el baño y pudo decir entre risas, ignorando aquella
pregunta por completo.
-Venga hermanito. ¡Vamos a beber!
- ¿Se puede saber qué demonios te sucede? - Se
indignó ahora él.-
-No lo ibas a entender…ni yo misma lo entiendo. - Repuso
la joven con cierto desdén, añadiendo parecía que hasta divertida. – ¡Joer!, si
me has quitado la ropa. ¡Venga, quítate la tuya y hagamos una guerra de agua!
- ¿Es que no te da vergüenza? - Pudo replicar él con
manifiesta indignación para sentenciar.- ¡Te vas a despabilar ahora mismo!
Sin esperar
respuesta el enfadado chico abrió el grifo de la bañera. Sujetando a Kerria,
que trató en un principio de resistirse sin lograrlo, metió la cabeza de su
hermana bajo el agua. Ella forcejeaba por salir y él no se lo permitió hasta
que casi le faltó el aire. La chica tosía y jadeaba luchando por respirar hasta
que le entraron ganas de vomitar. Leval
la levantó en vilo y la puso sobre el retrete hasta que se desahogó, luego la
secó con una amplia toalla que envolvió alrededor de ella. Pasó un buen rato
hasta que estuvo desintoxicada. El chico le dio un par de vasos de agua para
que se hidratara. Ella se los bebió en varios sorbos, cuando finalmente pudo
hablar le dijo a su hermano, ya en un tono más consciente y apagado, fruto de
la debilidad.
- Leval, te agradecería que te metieses en tus
asuntos. Yo ya soy mayor para saber lo que me hago.
- ¿Ah sí? - Rebatió él furioso sin dejar de echarle
en cara. - Metida en ese antro entre drogadictos, rameras y viciosos. ¿A eso
llamas tú saber lo que haces?
- ¡Déjame en paz! - Le chilló Kerria aun con la voz
tomada por la borrachera para reprocharle a su vez con un profundo malestar. -
Me sermoneas como papá, eres igual que él, su niño mimado. ¡El gran Leval Malden!
- Añadió forzando su voz para que sonase más grave simulando rimbombancia -
eres un boy scout perfecto en todo. ¿No? ¿Y qué soy yo? ¡La oveja negra de la
maravillosa familia! Nada de lo que hago está lo suficientemente bien, siempre
tengo que seguir el camino de mi hermanito. ¡Hija, se cómo Leval, hija, haz
como tu hermano! – Imitó ahora con falsete la voz de su madre y escupió
sentenciando con frustración. - ¡Ya me tienes harta con tus buenos ejemplos!
¿Sabes? no todos podemos ser como tú. Yo ni siquiera sé lo que soy…- Remachó
ahora entre sollozos y con tintes de amargura. -
- Estás borracha y no sabes lo que dices. -
Respondió su interlocutor armándose de paciencia y también sorprendido por esas
palabras. Nunca habría podido pensar que su hermana sintiera algo así. Es más,
estaba seguro de que todo era efecto de su estado, así que remachó de modo
conciliador y suave. - Ahora iremos a casa,
ya les explicarás todo a papá y mamá, veremos que excusas te inventas esta vez.
Por suerte te has quitado de encima lo peor.
Kerria
pareció bajar la guardia y le miró desconcertada, como si tuviera un atisbo de
lucidez, trató de levantarse, pero se tambaleaba. Leval tuvo que sujetarla
antes de que se diera de bruces contra el suelo.
- Todo me da vueltas - le susurró su hermana ahora
con un tono de temor y angustia en sus entrecortados balbuceos. - Perdóname, no
lo decía en serio, yo te quiero mucho. ¡Eres todo lo que tengo! - Rompió a
llorar sujetándose las sienes y gimiendo. - Me duele mucho la cabeza. - Añadió
derrumbándose agotada sobre el sofá. Tenía las piernas dormidas y sus brazos
eran incapaces de moverse. -
- Ya está, tranquila. Debes descansar, yo me ocuparé
de todo. - La calmó él lo mejor que pudo tumbándola y arropándola con una manta
-
Su
hermana, exhausta, se quedó dormida enseguida.
-No sé qué puedo hacer. - Se decía realmente muy preocupado.
– Esto es muy serio.
Suspiró, dándose unos cuantos paseos por la
habitación, tras dejarle a su hermana un poco de tiempo para que descanse, la
tomó en brazos, la envolvió en una manta y llamando a un taxi la llevó a casa.
Al llegar la subió a su cuarto, su padre no había vuelto aun y su asustada
madre fue con él.
- Hija, ¿me oyes? - Le preguntaba angustiada a
Kerria que estaba profundamente dormida. -
- Déjala, mamá - le pidió Leval, tratando de
serenarle los ánimos. - Mañana se despertará, seguramente le dolerá la cabeza,
pero estará bien.
- ¿Qué ha pasado, hijo? Me dijiste que cuando
llegaseis…- Preguntó Beruche a punto de llorar. -
- Cálmate, por favor, ahora te lo cuento. - Le
respondió él. -
Lo más sosegadamente que pudo, el chico le indicó a
su madre que se apartase en tanto dejaba a su hermana en la cama. La concernida
Bertie se ocupó de arroparla, posando una mano sobre la frente de la chica.
-Creo que puede tener fiebre. - Musitó Beruche. -
Dime hijo. ¿Qué ha ocurrido?
-Verás, empezamos a buscarla en una discoteca…-
Suspiró el muchacho tratando de comenzar su relato. - Entonces papa y yo…
Sin
embargo, no tuvo tiempo de proseguir ya que escucharon tocar a la puerta y bajaron.
Roy había vuelto y cuando supo que Kerria estaba en casa su preocupación y
temor dieron paso al enfado largamente contenido. Enseguida interrogó a su hijo
y Beruche se unió a él. A las insistentes preguntas de sus padres, el chico, como
pudo, les contó lo ocurrido. Eso sí, omitiendo todos los detalles escabrosos de
la historia que redujo a una simple borrachera. Aun suavizando los hechos, su
padre estaba fuera de sí. Leval nunca le había visto tan enfadado, tanto que de
un puñetazo partió una mesa de caoba por la mitad.
- ¡Por Dios, cariño, cálmate! - Le pidió Bertie
mirándole muy asustada. -
Y motivos tenía para estar temerosa. Su
marido le recordaba a aquel de la lucha contra Valnak o al que reaccionase tan
violentamente con su hijo del futuro. Hacía ya mucho tiempo que no volvía a
verlo de ese modo.
- ¡Se va a enterar de quién soy yo! - Aullaba Roy
con los ojos encendidos. - ¡Esta vez ha ido demasiado lejos y se merece una
lección! ¡Ahora mismo la sacaré de la cama, aunque sea a rastras y le quitaré
la borrachera a tortas!
Y
ya estaba comenzando a subir las escaleras con decisión, dispuesto a cumplir
sus amenazas, cuando su esposa le siguió aferrándole de un brazo.
- ¡Por favor!, te suplico que esperes hasta mañana, cariño.
- Intercedió Beruche tratando de calmarle - Ahora está dormida. Lo que necesita
es descansar, sólo empeorarías las cosas. Mañana hablaremos con ella los dos. Y
lo haremos con serenidad.
- Está bien, aguardaré hasta mañana. - Accedió Roy
con un visible esfuerzo por dominarse, resopló y tomó aire despacio, tratando
de pensar con claridad y vio que su mujer tenía razón. Aunque no dejó de
asegurar. - Pero esto no se quedará así. Si vieras la clase de tugurios en los
que están metidos ella y sus amigos, incluso vi a algunos de sus compañeros de
clase allí. ¡Son menores, Bertie! ¿Qué demonios está pasando? Voy a ir a su
instituto y me enteraré de quienes están detrás de todas estas actividades. ¡Pienso
remover cielo y tierra para averiguar quiénes los llevan allí y haré que los
echen y los encierren a todos!
Leval
iba a decir algo, pero su irritado padre casi le fulminó con la mirada.
- ¿Y tú sabías que iba a antros así y no se te ocurrió
decirnos nada?
- No, yo sólo sabía que algunos chicos y chicas de
clase pasaban por ahí, al menos eso se rumoreaba. Pero jamás creí que ella…- Se
defendió Leval. -
- La dejaste marchar sola sin siquiera preguntarle a
donde demonios iba. Se supone que eres su hermano mayor. ¡Maldita sea! - Le
espetó su padre visiblemente furioso. -
- No podía imaginar que iría a ese sitio... Me dijo
que había quedado con una amiga y que volvería pronto a casa. - Trató de
justificarse el apurado chico. -
- Vete a dormir, ya hablaremos de eso mañana. - Le
cortó bruscamente su padre sin querer oír ya nada más. -
- Pero, papá… - Intentó responder el muchacho, aunque
su padre cortó en seco. -
- ¡He dicho que a la cama, ahora! - Aulló Roy casi
echando chispas. -
Leval
que nunca había visto en los ojos de su padre semejante mirada de ira, obedeció
sin atreverse a rechistar más. Dio unas apagadas buenas noches a su madre con
un beso en la frente y se metió en su cuarto. Bertie lloraba y cuando el chico
desapareció por las escaleras se dirigió con un tono tembloroso a su marido.
- Por favor, Roy, tengo mucho miedo de lo que puedas
hacer, el tiempo de resolverlo todo con la rabia ya pasó. ¡No son demonios! ¡Ni
son monstruos del espacio exterior! ¡Son nuestros hijos, por el amor de Dios! -
Sollozaba desconsolada y eso ablandó a su marido. –
Él respiró hondo de nuevo, el enfado
también estaba acompañado ahora del pesar y trató de calmarse abrazando
tiernamente a Beruche para decir con tinte más bien dolido.
- ¿Cómo ha podido hacernos esto? Es nuestra hija, pero
¿qué diablos hemos hecho mal con ella? La educamos en los mejores colegios, le
hemos dado todo. ¿Y Leval? le tenía por más responsable, sabiendo que podía ir
a esos sitios. ¿Cómo no nos lo había dicho antes? ¿Cómo no le preguntó?
- Son unos niños todavía, te lo ruego, no les hagas
daño, Roy. En momentos así tú no sabes controlarte. - Le pidió angustiadamente ella
tratando de mirarle a los ojos en tanto le abrazaba. -
- ¿Cómo puedes pensar una cosa así?,- le inquirió él
visiblemente afectado por el reproche. - Son mis hijos, nunca les haría daño. -
Después concedió a modo de disculpa. - Lo lamento. Reconozco que he perdido el
control, quizás he sido muy duro con Leval. Por favor, Bertie, no llores más. -
Le pidió apenado a su inconsolable mujer, enjugándole las lágrimas con un dedo.
Luego añadió más tranquilo, aunque con voz firme. - Pero tenemos que hacer algo
con Kerria, esta vez se ha pasado de la raya demasiado. O le paramos los pies
de una vez por todas o luego será tarde.
- En eso tienes toda la razón. - Le concedió ella
que, sin embargo, agregó con algo más de recobrada calma. - Lo único que te
pido es que lo hagamos a mi manera.
-No te preocupes, cubito. - Aseveró conciliatoriamente
él, para pedirle, en tanto la rodeaba cariñosamente los hombros con un brazo. -
Anda, vamos a dormir, te prometo que mañana trataremos este asunto con ella
como tú quieras y me sabré dominar.
Beruche
asintió más tranquila y acompañó a Roy al dormitorio. Aun pasó un largo rato de
reflexiones más serenas, sobre la forma en la que iban a abordar esa situación
con su hija, antes de que ambos lograsen dormir. Aunque Bertie no era capaz de
conciliar el sueño y estuvo levantándose durante toda la noche para ir a ver a
su hija. Entraba en la habitación y le tomaba la temperatura. La chica parecía
estar mejor, su frente no ardía ni estaba caliente. Por si acaso su madre le
puso un par de paños fríos y eso dio la impresión de contribuir al descanso de
la muchacha.
-Cariño. - Suspiró Beruche mirándola con una mezcla
de pesar y preocupación al tiempo que meditaba.- No sé por qué habrás hecho esto.
Me has dado un susto terrible. Mañana tendré que ser muy dura contigo, lo
siento. Me dolerá a mí mucho más que a ti. Pero esto no puede volver a suceder.
Podrías no tener tanta suerte la próxima vez.
Y tras darle un suave beso en la frente a su hija
salió de la habitación cerrando la puerta. Ajena a esas reflexiones de su
madre, Kerria entre tanto dormía agotada. En su mente los recuerdos se
agolpaban. Allí estaba, reviviendo en sueños una vez más todo aquello.
- ¿Estás realmente segura? - Le preguntó Deborah
cuando las dos se dirigían hacia ese garito. -
-No estoy segura de nada, Debbie. - Le confesó. - Pero,
precisamente por eso, tengo que comprobarlo.
Y
su interlocutora asintió con gesto serio. Daba la impresión de no encontrarse
demasiado cómoda con esa situación. De todos modos, la guio al interior. En la
puerta un tipo grande, musculoso y algo desdentado las detuvo a la entrada.
- ¿A dónde vais, preciosidades?
-A divertirnos. - Replicó Deborah con naturalidad, ofreciéndole
para horror de su amiga. - ¿Te unes a nosotras?
Empero,
para sorpresa de Kerria, ese tipo se sonrió, mostrando bastantes huecos en su
dentadura y rechazó.
-No sois mi tipo, pero seguro que ya encontraréis a alguien,
pasadlo bien.
Y
las dejó entrar sin ninguna objeción. Kerria interrogó con la mirada a su amiga
y ésta le explicó.
-Hace tiempo que sé de este sitio. Aquí la mayoría, ya
sabes. Somos de esa manera.
-Sois así. - Puntualizó su amiga, alegando casi con
desesperación en su tono. - Pero yo no. ¿Me oyes?
Deborah
suspiró moviendo la cabeza y se limitó a tomar de la mano a Kerria y decirle.
-Mira, cuanto más te esfuerces en luchar contra ello,
más te dolerá.
- ¿Me dolerá? ¿Qué es, una especie de posesión? ¿O
un parásito espacial de esos? - Replicó sarcásticamente su interlocutora. -
Debbie
suspiró para decirle con tono más serio.
-No, ¡ojalá fuera eso! No es nada que se te imponga
desde fuera, Ky. Es tu propia naturaleza. Y no se puede luchar contra ella. Tarde
o temprano tendrás que admitirte como eres. Y cuanto más lo demores más
sufrirás tú y harás sufrir a los que te quieren.
-Es que no estoy segura de ser como tú. Una cosa es
que tú y yo… pero yo...- Apenas pudo contestar Kerria con tono inseguro y muy afectado.
-
Su amiga posó un dedo sobre los labios de ella y le
indicó.
-Anda, vamos dentro…
Y
esto último tuvo que decirlo en voz alta, debido al ruido de fondo de ese
local. Había una puerta de madera que daba acceso a una habitación privada.
Debbie tocó varias veces y un tipo mayor que ellas, con bigote y que llevaba
una deslucida camisa hawaiana, abrió.
- ¡Hola monadas! - Se sonrió lascivamente al verlas.
-
-Hemos venido, tal y como te prometí. - Repuso Deborah.
-
-Así me gusta, pasad. - Les ofreció ese individuo. -
Lo
cierto es que no estaban solos. Dentro, con una iluminación tenue, algunos
chicos y chicas estaban entregados a beber, fumar y mantener relaciones. Algunas
bastante explícitas. Kerria vio a dos chicos besándose y metiéndose mano de
forma descarada, avergonzada, miró hacia otra parte. Pero también observó a su
vez a dos chicas entregadas a similares menesteres, y en esta ocasión no dejó
de mirar.
- ¡Vamos Ky! -La llamó su compañera. -
- ¿Una copa? - Intervino ese individuo. -
Deborah
aceptó, bebiendo un trago, ese hombre le ofreció un vaso a Kerria.
-Es tequila con limón. - Le desveló. -
La
chica dudó, aunque fue su amiga quien le dijo entonces con tono preocupado.
-Todavía estamos a tiempo de marcharnos.
Aunque
la interpelada movió la cabeza y entonces aceptó esa copa. Bebió, el alcohol la
quemó al principio al pasar por su garganta y llegar al estómago, aunque
también la calentó. Después bebió un poco de wiski. La cabeza comenzaba a darle
vueltas. Y ese tipo le comentó entonces.
-Tu amiga Debbie me ha dicho que buscabas a un
hombre de verdad para iniciarte. ¿Es eso cierto, preciosa?
-Sí, - sonrió ella algo mareada. - Quiero saber lo que se siente…
- ¿Y no has probado a pedírselo a ningún niñato de
tu colegio? - Se interesó ese individuo, comentando no sin extrañeza. - Para un
bombón como tú hubiera sido muy fácil. Cualquier chico hubiese estado encantado
de complacerte.
-Prefiero a alguien con experiencia. - Fue capaz de
responder la joven, que bebió ahora un poco más de cerveza. -
Lo
cierto es que se notaba cada vez más animada e incluso desinhibida, y riendo un
poco confesó.
-Necesito saber algo muy importante. Debbie me ha
enseñado a hacer algunas cosas, y me gusta. Pero tengo que comprobar si me
gusta más hacerlas con los chicos que con ella.
-Pues aquí me tienes. - Sonrió ampliamente ese tipo.
- Para empezar, tu amiguita y tú me vais a dar un aperitivo.
Se
acercó a una mesita contigua y se hizo un porro. Debbie entonces se aproximó a
Kerria, las dos se sentaron en un sofá próxima y tras acercar sus cabezas se
besaron en los labios. Primero de forma exploratoria, después, con más pasión…
- ¡Guau! - Exclamó ese tipo bajándose los pantalones
en tanto apuraba ese porro con otra calada. - Vamos nenas, continuad. Y tú. -
Añadió dirigiéndose a Kerria. - Vas a empezar por chupármela, para que
compruebes si te gusta.
-Vale. - Convino la interpelada. -
Y
es que con todo lo que había bebido aquello no le sonaba tan mal. Por su parte,
Deborah empezó a quitarse la camiseta que llevaba, luego acarició los pechos de
Kerria y fue bajando hacia su abdomen.
- ¡Me haces cosquillas! - Reía la así acariciada. -
Aunque
de pronto hubo un gran estruendo, gritos y carreras, no supo lo que pasó. En su
sueño, una figura alta y muy fornida entró como una exhalación en ese cuarto y
apartada a todo el mundo a su paso. Incluyendo a Debbie. Parecía ser un hombre.
Kerria, todavía risueña, le dijo cuando notó que ese recién llegado.
- ¡Ja, ja, ja! Oye tronco, ponte a la cola y espera
tu turno. No me hace mucho pero un trato es un trato. - Se abrazaba a él
tratando de darle un beso. - Pero ¡qué fuerte estás! ¿Sabes que estás muy
bueno? ¡Ja, ja, ja!
Luego
reconoció la voz de su hermano, del príncipe perfecto que acudía a su rescate.
Se la llevó de allí y ya no recordó más. Ahora en su mente todo se hizo
oscuridad en tanto finalmente era capaz de dormir de modo profundo. Mientras,
Leval era incapaz de conciliar el sueño pensando en lo que podría ocurrir al día
siguiente. No tenía miedo por él, sabía que, pese a su enfado, su padre se
calmaría y no le haría responsable, ahora sólo temía por su hermana. Seguía
recordando aquellas escenas. ¿Quién era esa chica extraña a la que había recogido
de ese lugar tan sórdido y terrible? ¿Cómo podía haber cambiado así la Kerria que
él conocía desde siempre? De todo lo sucedido eso era lo que más le asustaba.
Ojalá que las cosas terminasen ahí y que su hermana hubiera aprendido la lección.
De todos modos, estaba seguro de que el día siguiente iba a ser muy duro para
todos. Y en Japón, Ami seguía muy preocupada. Habló con Usagi al respecto de
aquello. Las dos quedaron en el Crow, pero en esta ocasión apenas si tomaron
dos tes.
-Sé que algo muy malo va a ocurrir. - Le decía Ami
con tono lleno de preocupación. - Y quisiera poder hacer algo por ayudar.
-No puedes. - Musitó Usagi con pesar. - Es algo por
lo que deben pasar solos.
- ¡Es mi ahijada! – Protestó su interlocutora. -
¿Cómo pretendes que me quede sin hacer nada?
Su
amiga movió la cabeza y suspiró, se tomó unos segundos para contestar con
tintes conciliatorios pero firmes.
-No estoy al corriente de todo, pero esto forma
parte de un plan mucho mayor. Kerria tendrá que sufrir mucho, y su familia
también. Solamente así estará preparada y… si supera esta prueba…
- ¿Qué quieres decir con eso de si la supera? - La
interrogó Ami con creciente ansiedad. -
-No puedo darte detalles, solamente te diré que será
algo muy duro, dramático. - Comentó su compañera. - Ya hemos vivido cosas así
antes. Y ellos también.
- ¿Estás intentando decirme…qué? - Se espantó su interlocutora.
-
Usagi
alargó una mano sujetando otra de Ami y sencillamente sentenció, dejando helada
a su amiga.
-Prepárate para lo peor. Lo siento.
Y
sin que la impactada joven pudiera ni articular palabra, Usagi se levantó
saliendo de allí en silencio.
-Solamente he podido darle ánimos a Bertie por
teléfono. - Se lamentaba Ami ahora, en la soledad de su apartamento. - ¡Ojalá
que pudiera hacer más! Al menos la niña ha aparecido, lo único por lo que ruego
es porque todo vaya bien. Que esté sana y salva. No se merece que le pase nada
malo.
Paralelamente, en los Estados Unidos, otra muchacha
buscaba respuestas. Tras haberse servido de la experiencia y contactos de su
amante y madre adoptiva, Marla estaba cerca de saber más sobre su pasado.
-Esa secta que controlaba a mi madre debía de estar
aquí, en Nueva York. - Se decía repasando sus notas. - Y por lo que he podido
averiguar, no fueron totalmente destruidos.
Cuando
se enteró de sus pesquisas, Linda le suplicó que no prosiguiera, pero ella
estaba decidida. Se había dado cuenta de que era muy buena a la hora de seguir
pistas y localizar personas y además algo la atraía para querer saber la verdad
de todo lo sucedido. Si esos perros habían utilizado a su madre lo iban a
pagar. A ella le daba igual, sectarios del diablo o monaguillos, eran hombres,
sus enemigos. Pero, en este caso, estaba más interesada en obtener información.
Logró incluso encontrar un antiguo sótano con restos de estrellas de cinco
puntas invertidas, una especie de altar desvencijado y roto y objetos tirados,
todo cubierto de mucho polvo y restos de cascotes.
-Debieron de haber estado aquí. Hace bastantes años.
- Dedujo tras inspeccionar aquello. - No
pararé hasta encontrarles.
Y
se marchó, aunque sin ser consciente de que, igual que ella estaba tras la pista
de aquellos individuos, había otros que a su vez la mantenían estrechamente
vigilada, listos para contactarla cuando llegase el momento.
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