sábado, 5 de marzo de 2011

GWB 21. 66. Kerria se desenfrena.


Beruche marcó el número de la policía con el corazón encogido. No obstante, cuando le respondieron y ella quiso contactar con el agente que conocía, la encargada de atender su llamada le dijo que no se hallaba presente en ese momento. Bertie le expuso su angustiosa situación, pero su interlocutora respondió casi con un tono mezcla de condescendencia y despreocupación, que nada podrían hacer hasta transcurridas al menos veinticuatro horas.

-Lo lamento mucho, pero es el tiempo legal para dar a alguien por desaparecido.
- ¡Pero es una niña! - Argumentó la desesperada Beruche. -
-Normalmente suelen volver a casa antes de ese plazo. No se preocupe, señora. – Respondió su interlocutora, añadiendo. - Son cosas de la edad.
-Está bien, así lo espero, gracias. - Tuvo que responder con resignada paciencia. -

Aunque pensando realmente que no le servían de mucho esas palabras, Beruche colgó, volviendo a la tensa espera.

- ¡Maldita sea! No sé qué hacer… ¿Qué le habrá sucedido? - Se decía realmente angustiada, paseando de un lado a otro del salón. -

            Y es que no quería pensar en nada malo, pero no podía evitarlo. Quería aferrase a la idea de que Kerria era juiciosa y que no haría nada irresponsable. Aunque eso era casi peor. A fin de cuentas, su hija era una chica normal y corriente, sin ningún tipo de poder, al menos jamás dio muestras de poseerlo. ¿Y si algún degenerado la hubiera?... movió la cabeza como si tratase de expulsar esa terrible idea fuera. Después miró al teléfono…Necesitaba desesperadamente a alguien con quien hablar. Desahogarse, alguna amiga o hermana que le asegurase que todo iría bien. Pero no quería asustar a nadie. Ahogó un sollozo y se restañó unas lágrimas. Deseaba pensar que Kerria regresaría pronto o bien que la traerían a casa…

- ¡Tienes que encontrarla Roy, usa tus poderes si hace falta! - Se decía, maldiciendo ahora el no haberle recordado eso a su esposo. - Esto es una emergencia.

Por su parte, el padre y el hermano de la desaparecida habían salido de casa apresuradamente. Iban conduciendo a gran velocidad, pero sin exceder los límites. Tampoco era cuestión de ser detenidos, ni multados. Roy estaba al volante y se dejó guiar por su hijo, que conocía de nombre los principales sitios a donde solían ir los jóvenes a divertirse. Recorrieron las zonas de marcha nocturna de la ciudad. Pararon en una discoteca de mucho estilo, donde Leval sabía que acudían muchas de las chicas del instituto. Aunque la mayoría de ellas clandestinamente, pues eran menores de edad.

-Espero que a tu hermana ni se le haya pasado por la cabeza el venir aquí. - Comentó Roy con desagrado. -
- No creo, papá. Pero por si acaso debiéramos mirar. - Afirmó el muchacho con prevención. -

Eso espera Leval, pero ya no podía dar nada por sentado. Su contertulio asintió. Debían cubrir todas las posibilidades. Así pues, los dos se dispusieron a entrar. Sin embargo, el portero, un sórdido tipo tan grande como ellos, vestido con cazadora de cuero y desgastados tejanos, les interceptó impidiéndoles el paso.

- Hay que tener invitación. - Les dijo de forma algo brusca en tanto masticaba un chicle. -
- Por favor señor, déjenos pasar. - Le pidió Leval educadamente. - Puede que mi hermana esté hay dentro.
-Bueno, ¿Y qué con eso? - Repuso despreocupadamente aquel individuo. -
-Pues que mi hija es menor de edad. - Le comentó Roy con tono contenido pero indignado al tiempo para amenazar. - Y no quisiera estar en su lugar si ella está ahí dentro, por la demanda que les pienso poner. Empezando por usted que está a la puerta para controlar el acceso a este local.

            El tipo le miró con cara de pocos amigos. Padre e hijo pensaron que quizás las cosas se iban a poner difíciles, pues el atavío de aquel individuo no les daba demasiadas razones para pensar en una charla civilizada. Aunque, para su sorpresa, éste los miró alternativamente y respondió de mejores modos, tras procesar aquello. Incluso de forma extrañamente amable.

- Escuchen, yo únicamente hago mi trabajo. No quiero problemas, ¿de acuerdo? Pero no puedo dejar entrar a nadie que no esté autorizado y si no tienen invitación no pueden pasar.
- ¿Esto basta para pagar la entrada? - Intervino Roy de mejor talante, dándole unos dólares al tipo que los agarró sin dudar. -

            El portero dio un rápido vistazo a la cantidad e incluso pareció impresionado pese a la aparente indiferencia de sus rasgos. Guardándose el dinero, como si aquello fuera de lo más normal, les dijo con una mayor cordialidad.

- Sí, eso bastará, entren y espero que encuentren lo que buscan.

            Y les flanqueó el paso abriendo la puerta, con lo que Leval y Roy se introdujeron sin transición en medio de un maremagnun de música y cargado ambiente discotequero. Entre el ensordecedor ruido de los decibelios y el aturdimiento de las luces psicodélicas empezaron a buscar.  Aquello era una dura prueba para los sentidos y podía comprenderse fácilmente que cualquiera perdiese la perspectiva de la realidad si se quedaba mucho tiempo ahí. El mismo padre de la joven no podía ni concentrarse en sentir su energía. De hecho, lo había pensado antes, pero su hija no emitía una cantidad lo suficientemente importante como para llamar la atención. Resignado, tuvo que descartar ese modo de localizarla. Por suerte, Leval vio bailoteando a un muchacho al que conocía de vista en el instituto, era de la clase de su hermana, se lo indicó a su padre y Roy, abriéndose paso con lentitud, pero tenacidad, logró ponerse a su lado y le abordó.

- Oye muchacho. -  Le llamó. -

Empleó tono de voz bastante alto para tratar de hacerse oír en medio de ese galimatías acústico. Al principio el chico, embebido en la música, no le hacía caso. Tuvo que insistir haciendo bocina con las manos.

- ¿Me escuchas?
- ¿Qué pasa? - Le chilló éste también entre el ruido al percatarse de que se dirigían a él. - ¿Quién eres, tronco?
- Me llamo Roy Malden, estoy buscando a Kerria Malden. - Se presentó, aunque el ruido de fondo ahogaba muchos sus palabras, pese a todo preguntó de inmediato. - Dime. Tú vas a su clase, ¿no?
- No lo sé, tío, ¿quién dices que es? - Inquirió nuevamente el chico que no prestaba excesiva atención-.
- Kerria Malden- repitió pacientemente Roy.  -
- Sí, me suena, va a mi clase, ¡no está nada mal la tía!  -Se rio aquel muchacho. -

Y no paraba de moverse estentóreamente a ritmo de una repetitiva y machacona música (si es que podía llamársele así a esa zarabanda de ruido que desquiciaría a cualquiera medianamente normal)

- Sólo quiero saber si está en este lugar. - Declaró el preocupado padre con ese tono altisonante, pero imprescindible para hacerse entender. -
- No estoy muy seguro. - Repuso el chico a desgana. -
- ¿La has visto por aquí? - Preguntó Roy que comenzaba a perder la paciencia. -
- No, no la he visto, - farfulló el muchacho deseoso de seguir bailando. -
- ¿Estás seguro? - Le insistió Leval añadiéndose a la conversación. -
- Oye ¡pasar de mí! tíos quiero bailar, ya te he dicho que no. Puede que esté por ahí dándose el lote o bebiendo algo. - Repitió el interpelado que no parecía demasiado convencido. -
- ¡Oye!, te lo estamos diciendo en serio, - le chilló Leval perdiendo la calma. -
- Cálmate, hijo, - terció Roy añadiendo un fingido ademán tranquilizador – ya has visto que no se debe preguntar así. No nos conduce a nada.
- Lo siento papá, es que estoy nervioso. - Se disculpó él de inmediato ante la indiferencia de aquel bailón. -
- No, no es eso. - Le corrigió su padre. -

            Y ante la sorpresa de su hijo y del otro muchacho, agarró a éste por las solapas sacándole a rastras de la pista de baile. Una vez fuera le apoyó contra una de las paredes que estaba menos concurrida levantándole casi a un palmo del suelo y le espetó.

- ¡Escúchame niñato, ya me estás hartando!, tú sabes donde está mi hija y me lo vas a decir. A mí me importa un bledo que estés aquí, aun siendo menor, pero seguro que a tus padres no y como no me digas algo que me interese, me encargaré de que lo sepan y entonces lo vas a pasar muy mal ¿He hablado lo bastante claro?

            Aquel chico pareció volver a la realidad cuando le sacaron del centro de aquella vorágine de luz y sonido y escuchó las amenazas de ese hombre que, para colmo, era el padre de Kerria. Ahora sí que estaba asustado, sobre todo de ver que parecía muy enfadado y de darse cuenta de cómo le había elevado en el aire sin ninguna dificultad.

- Vale hombre, no se ponga así. - Balbuceó el amedrentado muchacho que pareció recordar por arte de magia. - ¿Kerria verdad?
- Sí - Repitió Roy con brusquedad. - Habla, ¿está aquí?
- Estuvo sí. La vi hará una hora u hora y media. - Admitió el chico que añadió más con mayor exactitud. - Pero hace rato que se marchó.
- ¿A dónde? - inquirió su inquisidor zarandeándolo como si de un pelele se tratase. -
- No lo sé con seguridad. - Pudo musitar el muchacho. Su interrogador se lo acercó hacia su cara y esbozó un gesto amenazador. - ¡Se lo juro! - se apresuró a añadir el acongojado chico. - Lo más probable es que haya ido a un bar de carretera que se llama el camionero… - Guardó unos instantes de silencio rebuscando en su mente, pero no pareció encontrar lo que pretendía y añadió con impetuosidad, sabiendo que su interlocutor no iba a tener mucha paciencia. – No recuerdo el nombre completo. Pero empieza por algo de camiones o camioneros. Aunque también puede estar en otra discoteca de la zona Punk, en la calle veinte. Cerca de aquí. Son los sitios más marchosos. Eso es todo lo que sé, creo que iba con su amiga Debbie.

            Roy se apaciguó con esos datos, ya eran algo con lo que empezar a indagar. Soltó entonces al chico que se escapó como un rayo y tomando aire para intentar serenarse le indicó a su hijo.

- Leval, tú vete al bar punk ese, está más cerca de aquí. Yo me encargo del de carretera. - Pero antes llamaré a tu madre para decirle que aun no la hemos encontrado.
- Bien papá. -  Asintió el chico que se dirigió hacia allí-

Leval sabía a qué bar se refería ese otro muchacho y no le gustaba en absoluto. Aunque sería mejor no decirle nada a su padre sobre la fama de ese local. Menos mal que le había encargado ir a él. Roy, entre tanto, llamó a su mujer que estaba muy intranquila.

- ¿La habéis encontrado? - Quiso saber con creciente inquietud. -
-No, todavía no. - Le contó su esposo agregando. - Vamos a ir a mirar a un par de garitos donde nos han dicho que podría estar. -
-Por favor, Roy, encuentra a nuestra hija y tráela a salvo. - Le suplicó ella entre sollozos de angustia. - ¡Usa tu translación si hace falta…ya sé que dijimos que no debías, pero esto es distinto!

            El suspiró, moviendo la cabeza. ¡Ojalá fuera tan sencillo! y no tuvo más remedio que decirle a su esposa.

-Ya lo pensé, cubito. Pero la niña no emite la energía suficiente. Lo siento.

            Su esposo pudo escuchar llorar a Beruche y se sintió realmente apenado y enfadado al mismo tiempo. También tenía miedo a que le hubiese ocurrido algo a su hija, pero se obligó a contestar con tono más calmado, dándose cuenta de la congoja que invadía a su mujer.

-No te preocupes. Claro que la traeré sana y salva. Confía en nosotros, cubito. Cosas más difíciles hemos tenido que hacer.
- Es que tengo mucho miedo de que algo terrible le haya podido pasar. - Le confesó su devastada esposa. -
-Tranquilízate, te prometo que va a estar bien y que la encontraremos. Sabes que nunca falto a mi palabra. – Le aseguró él. -
-Está bien. - Pudo contestar su contertulia, sorbiendo las lágrimas y tratando de calmarse. - Por favor, llámame cuando la encuentres.

Su marido así lo prometió. Se despidieron y tras intentar tranquilizar a su mujer, Roy salió hacia ese sitio con el coche. Bertie pese a esos ánimos, colgó con patente angustia. Aquello iba de mal en peor. Su hija podría estar en cualquier parte o le podría haber sucedido cualquier cosa. Al poco el teléfono volvió a sonar. Lo descolgó esperanzada. Quizás fuese su marido que había encontrado a Kerria, o pudiera ser que la policía la hubiera localizado. No obstante, escuchó la familiar voz de Ami.

-Hola Bertie. ¿Cómo estáis? – La saludó jovialmente. -

            Pero la doctora Mizuno se sorprendió cuando solamente le llegaron sollozos entrecortados desde el otro lado de la línea. Enseguida quiso saber con inquietud.

- ¿Sucede algo malo?
-Se trata de mi hija. - Pudo explicarle su interlocutora. - ¡Ha desaparecido y no sabemos dónde está!

 A grandes rasgos le contó a su amiga lo que había sucedido. Ami escuchó con pesar, pero se las arregló para componer un tono más animado y replicar.

-Cree en lo que te han dicho. Seguramente que será cosa de la edad. Ya verás cómo regresará a casa...Claro mujer…entiendo que estés preocupada. Pero confía en Kerria. Es una buena chica. De nada, Bertie… llámame cuando todo esté solucionado. Adiós…

            Al colgar Ami suspiró apenada. Lo cierto es que, hacía pocos días, Usagi las visitó a todas y cada una de ellas. Ahora que vivían como personas normales parecía que los días de las batallas para salvar la Tierra y a la Humanidad, habían quedado atrás y con ellos las tribulaciones. Pero nada más lejos de la realidad. Existía otra tarea muy importante que debían realizar para salvaguardar el futuro. Y el grupo de sus amigos y el de los vástagos de estos tendrían una gran importancia en ello. No obstante, deberían superar primero unas duras pruebas. Al menos eso les anticipó la antes conocida como Guerrera de la Luna. Y una de las que iba a comenzar a pasar por esa situación era precisamente su ahijada. Aunque lo peor de todo es que, esta vez, ella y las demás antiguas guerreras sí deberían mantenerse al margen por completo. Aquella sería una situación que tendría que ser resuelta por las respectivas familias…

- ¡Dios mío, ayuda a mis amigos, por favor! - Pudo musitar la doctora Mizuno con inquietud. - protege a mi ahijada Kerria…

            Horas antes, la aludida había salido de la cena con su hermano y Amatista y había ido efectivamente a esa discoteca, donde la estuvieron buscando su padre y su hermano en primer lugar. Quedó allí con Deborah Hunter, esa morena y atractiva muchacha amiga suya, de ojos azules dotados de una extraña fascinación. Las dos eran del mismo curso, habiéndose conocido aquel año. Ambas se habían caído bien desde el principio, ya que ésta tenía una actitud de inconformismo similar al que la propia Kerria experimentaba. Además, fue la única persona que pudo ayudarla a orientarse entre la confusión de sentimientos y sensaciones que tenía. La única en la que poder confiar abiertamente para confesarle sus auténticas tribulaciones. Se hicieron buenas amigas, y de eso pasaron a ser íntimas. De todos modos, esa chica no era bien vista en los círculos del instituto, y Kerria no podía frecuentar su compañía por allí en demasía. Solían quedar casi siempre fuera del horario de las clases, o incluso saltándose algunas de éstas, y escaparse a algunos lugares de ambiente en los que Debbie la introdujo. Éste era uno de tantos y ambas estuvieron bailando un rato eludiendo a todos los moscones que se las acercaban. Al final, un poco hartas de ese bullicio y buscando más tranquilidad, decidieron irse. El chico al que Roy había interrogado las vio bailar y como era uno de los pocos a quien no le importaba tratarse con Deborah entablaron una ligera e insustancial conversación, aunque suficiente como para que ambas chicas le comentasen que podrían ir a uno de esos sitios. Así lo hicieron, tomaron un autobús y recorrieron la distancia hasta su destino, se bajaron y anduvieron los últimos metros hasta la puerta de la discoteca a la par que Debbie comentaba.

- Es una lata que las discotecas sean para mayores de edad y vaya tanto viejo.
- ¡Bueno! - rio Kerria haciendo alusión a eso con una actitud mezcla de desdén y regocijo. - Yo he tenido que espantarme al menos a tres y todos de la edad de mi padre por lo menos. - Entonces se tocó la frente con la mano. - ¡Ahora que recuerdo, es muy tarde, tengo que volver a casa o mis padres me matarán!
- Vamos Ky. - Le susurró Debbie con voz melosa. - Aún podemos divertirnos mucho tú y yo, vamos aquí dentro. Hay un buen ambiente para nosotras y podremos encontrar a alguien que te dé las respuestas que andas buscando.

            La muchacha dudaba, a esas horas posiblemente sus padres ya estarían muy preocupados, pero tenía muchas ganas de estar con su compañera. Una lucha interna se libró en ella. Aquella zozobra que llevaba experimentando durante tanto tiempo tenía que terminar. Debía probárselo a sí misma. Deborah ya le advirtió que era inútil negarse. Que ella pasó por lo mismo. Recordó la conversación que tuvieron el día antes, aprovechando un momento en el que estaban solas en un rincón del patio.

-Es que no sé, Debbie. - Suspiraba ella mirándola con una mezcla de inquietud y desconcierto. - En fin, creo que lo que siento es lo mismo que tú. Pero, a veces…
-Lo entiendo. - La interrumpió su contertulia, posando ambas manos sobre los brazos de Kerria. - Y me ocurrió igual. Aunque yo lo supe de inmediato y no me importó. Bueno, mentiría si dijera que no me asustó al principio. Así que comprendo que no estés segura al cien por cien. Y que haya cosas que te hagan dudar. Por eso lo mejor es que vayamos mañana por la noche. ¿No has dicho que ibais a quedar tu hermano y tú con la francesa? Pues busca algún pretexto y quedamos en donde ya sabes.

            Al principio Kerria no respondió, pero tras unos segundos de agónica duda asintió despacio. Tampoco quería arriesgarse a que las oyesen. No veía a nadie, pero eso no significaba que alguno de sus compañeros pasase por allí.

-Está bien. -Musitó. - Te llamaré para confirmarlo…

Deborah asintió, y las dos se separaron. Fueron cuidadosas y no se vieron cara a cara hasta esa noche. Ahora, era muy tarde y a buen seguro que sus padres estarían preocupados. Pero Kerria debía ponerse a prueba para despejar definitivamente sus dudas. Total, si llegaba un poco más tarde a casa. ¿Qué importancia iba a tener una bronca ya comparado con eso que tanto le angustiaba? Inventaría alguna excusa para justificarse y aceptaría algún castigo. De modo que por fin accedió a los ruegos de su amiga.

- Bueno, de acuerdo, ya veré lo que se me ocurre después.
- ¡Vamos! - Le indicó pues su interlocutora con una sonrisa. Tras tomarla de la mano y arrastrarla al interior. - No todo va a ser malo. Lo pasaremos muy bien.

             Se metieron en el rugiente batiburrillo sin ningún tipo de problemas. Era normal que los porteros permitieran el paso a dos chicas tan atractivas sin siquiera querer saber su edad ni ningún tipo de preguntas. Eso había ocurrido hacía unas dos horas antes de que su padre y su hermano lo averiguasen. Roy enseguida se personó en el bar de carretera, tras usar una combinación de amenazas y dinero llegó a la conclusión de que su hija no estaba allí. Deseó que Leval hubiera tenido más suerte. Y en efecto, éste tuvo más fortuna que su padre. Llegó al bar Punk, de nombre Afrodiasic y se disponía a entrar cuando fue interceptado por tres tipos vestidos de forma extraña y con ademanes aun más raros.

- Hola guapo. ¿Qué hace un niño tan mono por aquí? ¿Estás buscando caña? - Le inquirió uno con una cresta roja decorándole la cabeza. -
- Por favor, déjenme pasar, estoy buscando a una persona. - Les pidió Leval educadamente como era su costumbre. -
- Este no es sitio para ti, chico bonito. - Rio otro rapado y con la lengua llena de piercings. - Eres demasiado guapo para que estropeen tu carita ahí dentro, ¡ja, ja!
- Miren, estoy buscando a mi hermana, quizás la hayan visto, es de esta altura. - Colocó una de sus manos con la palma hacia abajo en una zona al mismo nivel que su barbilla y añadió. – Iba con otra chica, sólo quiero encontrarla y marcharme. -
- Entonces ya ha venido con su propio plan, muchachito. Se lo estará pasando muy bien, cielo, y no creo que tenga muchas ganas de que vengas a buscarla. - Sonrió otro con los dientes teñidos de azul. - ¡Déjala en paz y diviértete con nosotros!
- Seguro que tienes lo que hace falta. - Añadió el de la cresta mirándole la entrepierna descaradamente y alargando una mano para tocársela, Leval retrocedió al momento. -
- ¡No soy de esa clase de tipos! - Espetó enfadado pidiéndoles ya con escasa paciencia. - ¿Se van a apartar o tendré que apartarles yo?
- Pues aquí todos y todas los que venimos lo somos, cariño. - Rio el de la cresta, sentenciando ahora de modo más cortante. - Si no tienes invitación ni ganas de marcha, no podrás entrar.
- Cuando pueda comprobar si mi hermana está aquí me largaré enseguida de este antro y les aconsejo que no se pongan en mi camino. - Les advirtió un ya irritado Leval, tensando sus músculos y su semblante. -
- ¡Qué duro eres!,- sonrió maliciosamente el de los pendientes que miró hacia la puerta y gritó. - Oye Dex, aquí hay un tipo que no es nada amable con nosotras.
- ¿Nosotras? - Se dijo el muchacho atónito, viendo que esos tipos tenían hasta barba. -

            Un enorme tipo musculoso con una camiseta ajustada y medio rota y un gran palo de madera se acercó. Debía pesar unos ciento treinta kilos y medir casi dos metros. Era calvo y con una faz desagradable con la nariz rota por innumerables peleas. Además de que le faltaban al menos varios dientes. Aunque sonrió con un rictus de sadismo, mostrando esa colección de agujeros en su boca y declaró, al parecer con tono condescendiente.

- ¿Qué pasa contigo? ¿Intentas crear problemas?
- No, solamente quiero mirar a ver si mi hermana está ahí dentro, si no me marcharé enseguida. - Respondió Leval cediendo un poco en su enfado al pensar que ese otro tipo parecía más dispuesto a atender razones. -
- Pero aquí se viene a pasarlo bien, amigo. No para aguar la fiesta de nadie. - Opuso ese matón con estudiada calma. -
- Éste no quiere disfrutar y nos ha amenazado - sonrió el de los dientes abrazándose al portero que le estrechó con uno de sus brazos por la cintura. -
- ¿Te has metido con mi novia? - Le inquirió el tal Dex con una mirada de loco que asustaba. -
- Yo no me he metido con nadie. - Rebatió Leval sorprendido sin dejar de insistir. - Sólo quiero encontrar a mi hermana y largarme.
- No seas tímido, si lo estás deseando. - Le susurró el tío de los piercings tocándole el trasero. -

            Leval lo apartó de un empujón a lo que el portero respondió dándole un puñetazo que le tomó por sorpresa, derribándole al suelo y haciéndole sangrar por un labio. El coro de tipos se rio. De la sorpresa y la confusión, el chico pasó a la furia, estaba enfadado como nunca en su vida. Él no lo sabía, pero su sangre de guerrero del espacio hervía. Sin poderse contener, se levantó como un rayo y le asestó tal puñetazo al portero que lo lanzó a varios metros de distancia haciéndole destrozar una pared de madera y dejándole inconsciente. Los demás le miraron aterrados, no podían creer que eso estuviera ocurriendo.

- ¿Alguno más quiere el mismo tratamiento? - Gritó el joven fuera de sí. -
- No, no, - musitaron aquellos tipos apartándose de él. -
- No te enfades, sólo era una broma. - Añadió el de los piercings que ahora temblaba de miedo, pudiendo casi balbucear. - Entra hombre y mira lo que quieras.

            El chico no se molestó en contestar, iba tan furioso que apartó a empujones a todo aquel que se le cruzaba por delante, a base de amenazas y de golpes llegó hasta un reservado, donde tres tipos vigilaban.

- ¡No sigas, tío! - Le espetó uno de ellos que blandía una barra de hierro. - O te va a doler la cabeza.
- ¿De verdad? - Repuso Leval arrancándole la barra de la mano y doblándola sin pensar y sin que le costase ningún esfuerzo aparente para amenazar con sorna. ¿Quieres que te haga una corbata?
- Te crees que eres un tipo duro, ¿eh? - Le escupió otro apuntándole con un largo y afilado cuchillo, que movía con destreza. - Esto no lo doblarás. - Aseguró con una clara confianza en sí mismo. -
- No me hace falta. - Afirmó Leval que, sin dar tiempo a su oponente ni a moverse, le lanzó una patada al brazo armado haciéndole soltar el arma, después sujetó del otro y lo proyectó con una llave, haciéndole caer sobre unas mesas del local que se destrozaron con el impacto. Para sentenciar con irónica satisfacción. - ¿Lo has visto? Bueno, una escoria menos…

            De otra patada se deshizo del que quedaba y destrozó lo que parecía una sólida puerta de un puñetazo. Pasado aquel momento de subida de adrenalina ni el mismo Leval comprendía como lo había hecho. Aquello eran ladrillos y madera dura. Y aun con toda su preparación en artes marciales debería de haberse roto la mano. Pero había actuado sin pensar, guiado por algo que le surgía de dentro. No obstante, enseguida dejó de reflexionar sobre ello al ver el lamentable espectáculo que se escondía tras esas paredes.

-Pero ¿Qué está pasando aquí? ¿Qué es esto? - Se dijo realmente anonadado por lo que observaba. -

Allí y entregados a consumo de drogas y prácticas sexuales se encontraban bastantes chicos y chicas. La mayoría salieron corriendo al sentir el estruendo, pensando que se trataba de una redada. Leval les ignoró puesto que había escuchado el sonido de unas risas que le eran familiares. Se encaminó hacia ellas y descubrió medio desnuda a una chica del instituto que le era conocida de vista, junto a ella y con los pantalones bajados, un tipo con bigote que estaba fumando un porro y sentada en un sofá estaba Kerria que se reía. Parecía atontada por el denso ambiente de humareda irrespirable que se concentraba allí. El chico, asustado de verla en ese estado, trató de llegar hasta ella, pero el tipo aquel le sujetó de las manos.

- ¡Eh tío!, tranquilo, que primero voy yo. Aun no me ha hecho el trabajito que me prometió. Mira que boquita tiene. - Señaló hacia Kerria que parecía estar absorta en la contemplación de la pared opuesta. - Esta tía debe de hacer un francés cojonudo, ¡qué labios!

            La otra chica se levantó situándose junto a ella y ésta le dedicó su atención con una media sonrisa. Ambas se besaron largamente en la boca ante el espanto de su hermano, que no podía creer lo que estaba viendo.

- Eso pone a cien ¿eh? - Rio el tipo tratando de bajarse el slip y proponiéndole al atónito muchacho. - Quítate los pantalones que estas zorras nos lo hacen a los dos. La morena para ti. La otra es mía. ¡Ja, ja!

            Sin mediar palabra Leval agarró a ese tipo del cuello y lo levantó casi medio metro sobre el suelo empotrándolo contra la pared. Pese a estar emporrado, ese individuo comprendió que había hablado más de la cuenta y trató de disculparse.

- ¿Es tu novia, tío? Lo siento, toda para ti ¿vale? yo me apaño con la otra. ¿Quieres un porro? Vamos hombre, una china, ya verás cómo te lo pasas de bien, yo invito.
- ¡Me das asco! - Escupió Leval fuera de sus casillas. - ¡Apártate de mi vista, cerdo! - Aulló lanzándolo contra el otro extremo de la habitación y dejándole sin sentido.

Después y sin apenas mirarla, apartó a la otra chica de su hermana como si fuera un guiñapo y levantó a Kerria en brazos. Ésta balbuceaba aparentemente sin conocerle.

- ¡Ja, ja, ja! Oye tronco, ponte a la cola y espera tu turno. No me hace mucho pero un trato es un trato. - Se abrazaba a él tratando de darle un beso. Por el olor de su aliento parecía ebria, cosa que también quedó de manifiesto cuando afirmó con irónico tono. - Pero ¡qué fuerte estás! ¿Sabes que estás muy bueno? ¡Ja, ja, ja!
- Estate quieta, Kerria, - le pidió Leval apartando su cara visiblemente enfadado y horrorizado para añadir algo más comedido. - Voy a llevarte a casa.

            Aquella chica no podía ser su hermana. No desde luego la que él había conocido desde siempre. ¿Qué demonios le había podido pasar para que se comportase así? Leval estaba realmente asustado. Creía conocerla desde que ambos eran niños y ahora se daba cuenta de que no era así en absoluto. Esa muchacha parecía una extraña. Entonces ella sí que pareció reconocerle, por unos instantes abrió la boca sorprendida y clavando en él dos ojos de pupilas dilatadas, pudo protestar.

- ¡Oh, tenías que ser tú! - Exclamó visiblemente decepcionada. Añadiendo con un lastimoso quejido ¡Déjame en paz y vete con Amatista, seguro que la pobre está muerta de ganas! ¿Por qué no vas a enseñarla tu torre Eiffel? ¡Ja, ja, ja! …- rio totalmente ebria. -

            Leval no respondió, movió la cabeza con disgusto y se la cargó al hombro saliendo con ella pese a las quejas, gritos y pataleos de su hermana. Nadie de los que quedaban en aquel garito se atrevió a cruzarse en su camino al ser testigos de su exhibición anterior. Cuando por fin estuvo fuera de ese antro respiró aliviado. Llamó por teléfono a su madre…

- ¿Mamá? - Pudo preguntar con un tono más calmado. -
-Sí, Leval, ¿La habéis encontrado? - Pudo preguntar con aquella gran dosis de angustia que soportaba. -
-No te preocupes, está bien, está conmigo. Pero estaba cansada y se ha quedado dormida. - Mintió el muchacho. - La voy a llevar al apartamento para que descanse un poco y luego vamos para allá.

            Se refería a aquel piso que sus padres tenían en la ciudad. Quedaba mucho más cerca que su casa.

-Bien, confío en ti, cariño. Dime. ¿Y tu padre? ¿Está ahí?  - Quiso saber Bertie que pudo respirar más aliviada. -
-No, nos separamos para buscar a Ky. Él creo que tarde en volver contigo, mamá. - Afirmó el muchacho, añadiendo. - Kerria y yo tardaremos un poco más, pero ella está bien. - Repitió él tratando de zanjar aquello con un prometedor. - Cuando lleguemos a casa te lo contaremos con más detalle.
-Está bien. Cuida de tu hermana, por favor. - Le pidió su madre. -

Beruche colgó sintiéndose ahora como un fardo tras desahogar esa tensión que había soportado. A los pocos minutos cumplió su palabra y llamó a Ami, contándole que Leval había encontrado a la niña y que todo parecía estar bien. Su amiga replicó en tono animoso que ya se lo había dicho ella. Tras despedirse la atribulada madre quiso tumbarse un poco a descansar, pero pese a las noticias de su hijo era incapaz de conciliar el sueño. Únicamente quería ver reaparecer al resto de su familia. Pero Kerria no se había dormido por cansancio exactamente. Se había desmayado quizás afectada por todo aquello que se hubiera tomado. Su hermano enseguida la tanteó el pulso con visible preocupación, se calmó al constatar que éste se mantenía regular. La muchacha sólo estaba inconsciente. Afortunadamente el chico tenía hecho un curso de primeros auxilios y socorrismo y tal y como le informó a su madre, también la llave del apartamento de sus padres en la ciudad. Rápidamente había discurrido decirla aquello dado que Kerria había bebido algo y no deseaba que sus padres la vieran en ese estado.

-Si la viesen de esta manera a mamá le daría algo y papá no sé lo que podría llegar a hacer. - Se dijo él lleno de inquietud. -

Su madre, pese a todo, había suspirado aliviada cuando él le aseguró que la chica estaba bien. Al menos pudo ganar tiempo. Le disgustaba tener que mentir, pero creyó que no había otra opción para proteger a Kerria. Efectivamente, aprovechó a llevar a su hermana al apartamento que tenían sus padres en la ciudad para intentar despejarla.  

- ¿En qué te has metido, Ky? - Susurraba con temor y preocupación a su entonces dormida hermana.-

La llevó a la cama y trató de llamarla por su nombre y despertarla, pero ella no respondía. El chico se inquietó. Le sujetó de las manos, pero las tenía frías. Tras quitarle los zapatos notó que los pies de la joven también estaban helados. Aquello no era buena señal. La arropó con cuidado tras quitarle el vestido y dejarla solamente la ropa interior. En ese instante ella despertó musitando en medio de una nebulosa de confusión.

- Aunque seas mi hermano no te aproveches, ¿eh? - reía, amonestándole en tono desvaído en tanto trataba de levantarse. - ¿Qué te crees, que no sé cómo me miras? Sé que estoy muy buena, aunque claro, me olvidaba que tú no prestas demasiada atención a eso.
- ¡Ya está bien! ¡Vamos despabílate! - Le ordenó Leval con brusquedad, esas últimas estupideces de su hermana le habían hecho peligrar la precaria paciencia que le quedaba y por ello agregó indignado y a la vez visiblemente inquieto. - Si mamá y papá te viesen en este estado te matarían. ¿Cómo has podido hacer esto? ¿A qué estás jugando?

La chica se levantó a trompicones deambulando por el salón. Se fue hacia el baño y pudo decir entre risas, ignorando aquella pregunta por completo.

-Venga hermanito. ¡Vamos a beber!
- ¿Se puede saber qué demonios te sucede? - Se indignó ahora él.-
-No lo ibas a entender…ni yo misma lo entiendo. - Repuso la joven con cierto desdén, añadiendo parecía que hasta divertida. – ¡Joer!, si me has quitado la ropa. ¡Venga, quítate la tuya y hagamos una guerra de agua!
- ¿Es que no te da vergüenza? - Pudo replicar él con manifiesta indignación para sentenciar.- ¡Te vas a despabilar ahora mismo!

 Sin esperar respuesta el enfadado chico abrió el grifo de la bañera. Sujetando a Kerria, que trató en un principio de resistirse sin lograrlo, metió la cabeza de su hermana bajo el agua. Ella forcejeaba por salir y él no se lo permitió hasta que casi le faltó el aire. La chica tosía y jadeaba luchando por respirar hasta que le entraron ganas de vomitar.  Leval la levantó en vilo y la puso sobre el retrete hasta que se desahogó, luego la secó con una amplia toalla que envolvió alrededor de ella. Pasó un buen rato hasta que estuvo desintoxicada. El chico le dio un par de vasos de agua para que se hidratara. Ella se los bebió en varios sorbos, cuando finalmente pudo hablar le dijo a su hermano, ya en un tono más consciente y apagado, fruto de la debilidad.

- Leval, te agradecería que te metieses en tus asuntos. Yo ya soy mayor para saber lo que me hago.
- ¿Ah sí? - Rebatió él furioso sin dejar de echarle en cara. - Metida en ese antro entre drogadictos, rameras y viciosos. ¿A eso llamas tú saber lo que haces?
- ¡Déjame en paz! - Le chilló Kerria aun con la voz tomada por la borrachera para reprocharle a su vez con un profundo malestar. - Me sermoneas como papá, eres igual que él, su niño mimado. ¡El gran Leval Malden! - Añadió forzando su voz para que sonase más grave simulando rimbombancia - eres un boy scout perfecto en todo. ¿No? ¿Y qué soy yo? ¡La oveja negra de la maravillosa familia! Nada de lo que hago está lo suficientemente bien, siempre tengo que seguir el camino de mi hermanito. ¡Hija, se cómo Leval, hija, haz como tu hermano! – Imitó ahora con falsete la voz de su madre y escupió sentenciando con frustración. - ¡Ya me tienes harta con tus buenos ejemplos! ¿Sabes? no todos podemos ser como tú. Yo ni siquiera sé lo que soy…- Remachó ahora entre sollozos y con tintes de amargura. -
- Estás borracha y no sabes lo que dices. - Respondió su interlocutor armándose de paciencia y también sorprendido por esas palabras. Nunca habría podido pensar que su hermana sintiera algo así. Es más, estaba seguro de que todo era efecto de su estado, así que remachó de modo conciliador y suave. -  Ahora iremos a casa, ya les explicarás todo a papá y mamá, veremos que excusas te inventas esta vez. Por suerte te has quitado de encima lo peor.

            Kerria pareció bajar la guardia y le miró desconcertada, como si tuviera un atisbo de lucidez, trató de levantarse, pero se tambaleaba. Leval tuvo que sujetarla antes de que se diera de bruces contra el suelo.

- Todo me da vueltas - le susurró su hermana ahora con un tono de temor y angustia en sus entrecortados balbuceos. - Perdóname, no lo decía en serio, yo te quiero mucho. ¡Eres todo lo que tengo! - Rompió a llorar sujetándose las sienes y gimiendo. - Me duele mucho la cabeza. - Añadió derrumbándose agotada sobre el sofá. Tenía las piernas dormidas y sus brazos eran incapaces de moverse. -
- Ya está, tranquila. Debes descansar, yo me ocuparé de todo. - La calmó él lo mejor que pudo tumbándola y arropándola con una manta -

            Su hermana, exhausta, se quedó dormida enseguida.

-No sé qué puedo hacer. - Se decía realmente muy preocupado. – Esto es muy serio.

Suspiró, dándose unos cuantos paseos por la habitación, tras dejarle a su hermana un poco de tiempo para que descanse, la tomó en brazos, la envolvió en una manta y llamando a un taxi la llevó a casa. Al llegar la subió a su cuarto, su padre no había vuelto aun y su asustada madre fue con él.

- Hija, ¿me oyes? - Le preguntaba angustiada a Kerria que estaba profundamente dormida. -
- Déjala, mamá - le pidió Leval, tratando de serenarle los ánimos. - Mañana se despertará, seguramente le dolerá la cabeza, pero estará bien.
- ¿Qué ha pasado, hijo? Me dijiste que cuando llegaseis…- Preguntó Beruche a punto de llorar. -
- Cálmate, por favor, ahora te lo cuento. - Le respondió él. -

Lo más sosegadamente que pudo, el chico le indicó a su madre que se apartase en tanto dejaba a su hermana en la cama. La concernida Bertie se ocupó de arroparla, posando una mano sobre la frente de la chica.

-Creo que puede tener fiebre. - Musitó Beruche. - Dime hijo. ¿Qué ha ocurrido?
-Verás, empezamos a buscarla en una discoteca…- Suspiró el muchacho tratando de comenzar su relato. - Entonces papa y yo…

            Sin embargo, no tuvo tiempo de proseguir ya que escucharon tocar a la puerta y bajaron. Roy había vuelto y cuando supo que Kerria estaba en casa su preocupación y temor dieron paso al enfado largamente contenido. Enseguida interrogó a su hijo y Beruche se unió a él. A las insistentes preguntas de sus padres, el chico, como pudo, les contó lo ocurrido. Eso sí, omitiendo todos los detalles escabrosos de la historia que redujo a una simple borrachera. Aun suavizando los hechos, su padre estaba fuera de sí. Leval nunca le había visto tan enfadado, tanto que de un puñetazo partió una mesa de caoba por la mitad.

- ¡Por Dios, cariño, cálmate! - Le pidió Bertie mirándole muy asustada. -

            Y motivos tenía para estar temerosa. Su marido le recordaba a aquel de la lucha contra Valnak o al que reaccionase tan violentamente con su hijo del futuro. Hacía ya mucho tiempo que no volvía a verlo de ese modo.

- ¡Se va a enterar de quién soy yo! - Aullaba Roy con los ojos encendidos. - ¡Esta vez ha ido demasiado lejos y se merece una lección! ¡Ahora mismo la sacaré de la cama, aunque sea a rastras y le quitaré la borrachera a tortas!

            Y ya estaba comenzando a subir las escaleras con decisión, dispuesto a cumplir sus amenazas, cuando su esposa le siguió aferrándole de un brazo.

- ¡Por favor!, te suplico que esperes hasta mañana, cariño. - Intercedió Beruche tratando de calmarle - Ahora está dormida. Lo que necesita es descansar, sólo empeorarías las cosas. Mañana hablaremos con ella los dos. Y lo haremos con serenidad.
- Está bien, aguardaré hasta mañana. - Accedió Roy con un visible esfuerzo por dominarse, resopló y tomó aire despacio, tratando de pensar con claridad y vio que su mujer tenía razón. Aunque no dejó de asegurar. - Pero esto no se quedará así. Si vieras la clase de tugurios en los que están metidos ella y sus amigos, incluso vi a algunos de sus compañeros de clase allí. ¡Son menores, Bertie! ¿Qué demonios está pasando? Voy a ir a su instituto y me enteraré de quienes están detrás de todas estas actividades. ¡Pienso remover cielo y tierra para averiguar quiénes los llevan allí y haré que los echen y los encierren a todos!

            Leval iba a decir algo, pero su irritado padre casi le fulminó con la mirada.

- ¿Y tú sabías que iba a antros así y no se te ocurrió decirnos nada?
- No, yo sólo sabía que algunos chicos y chicas de clase pasaban por ahí, al menos eso se rumoreaba. Pero jamás creí que ella…- Se defendió Leval. -
- La dejaste marchar sola sin siquiera preguntarle a donde demonios iba. Se supone que eres su hermano mayor. ¡Maldita sea! - Le espetó su padre visiblemente furioso. -
- No podía imaginar que iría a ese sitio... Me dijo que había quedado con una amiga y que volvería pronto a casa. - Trató de justificarse el apurado chico. -
- Vete a dormir, ya hablaremos de eso mañana. - Le cortó bruscamente su padre sin querer oír ya nada más. -
- Pero, papá… - Intentó responder el muchacho, aunque su padre cortó en seco. -
- ¡He dicho que a la cama, ahora! - Aulló Roy casi echando chispas. -

            Leval que nunca había visto en los ojos de su padre semejante mirada de ira, obedeció sin atreverse a rechistar más. Dio unas apagadas buenas noches a su madre con un beso en la frente y se metió en su cuarto. Bertie lloraba y cuando el chico desapareció por las escaleras se dirigió con un tono tembloroso a su marido.

- Por favor, Roy, tengo mucho miedo de lo que puedas hacer, el tiempo de resolverlo todo con la rabia ya pasó. ¡No son demonios! ¡Ni son monstruos del espacio exterior! ¡Son nuestros hijos, por el amor de Dios! - Sollozaba desconsolada y eso ablandó a su marido. –

            Él respiró hondo de nuevo, el enfado también estaba acompañado ahora del pesar y trató de calmarse abrazando tiernamente a Beruche para decir con tinte más bien dolido.

- ¿Cómo ha podido hacernos esto? Es nuestra hija, pero ¿qué diablos hemos hecho mal con ella? La educamos en los mejores colegios, le hemos dado todo. ¿Y Leval? le tenía por más responsable, sabiendo que podía ir a esos sitios. ¿Cómo no nos lo había dicho antes? ¿Cómo no le preguntó?
- Son unos niños todavía, te lo ruego, no les hagas daño, Roy. En momentos así tú no sabes controlarte. - Le pidió angustiadamente ella tratando de mirarle a los ojos en tanto le abrazaba. -
- ¿Cómo puedes pensar una cosa así?,- le inquirió él visiblemente afectado por el reproche. - Son mis hijos, nunca les haría daño. - Después concedió a modo de disculpa. - Lo lamento. Reconozco que he perdido el control, quizás he sido muy duro con Leval. Por favor, Bertie, no llores más. - Le pidió apenado a su inconsolable mujer, enjugándole las lágrimas con un dedo. Luego añadió más tranquilo, aunque con voz firme. - Pero tenemos que hacer algo con Kerria, esta vez se ha pasado de la raya demasiado. O le paramos los pies de una vez por todas o luego será tarde.
- En eso tienes toda la razón. - Le concedió ella que, sin embargo, agregó con algo más de recobrada calma. - Lo único que te pido es que lo hagamos a mi manera.
-No te preocupes, cubito. - Aseveró conciliatoriamente él, para pedirle, en tanto la rodeaba cariñosamente los hombros con un brazo. - Anda, vamos a dormir, te prometo que mañana trataremos este asunto con ella como tú quieras y me sabré dominar.

            Beruche asintió más tranquila y acompañó a Roy al dormitorio. Aun pasó un largo rato de reflexiones más serenas, sobre la forma en la que iban a abordar esa situación con su hija, antes de que ambos lograsen dormir. Aunque Bertie no era capaz de conciliar el sueño y estuvo levantándose durante toda la noche para ir a ver a su hija. Entraba en la habitación y le tomaba la temperatura. La chica parecía estar mejor, su frente no ardía ni estaba caliente. Por si acaso su madre le puso un par de paños fríos y eso dio la impresión de contribuir al descanso de la muchacha.

-Cariño. - Suspiró Beruche mirándola con una mezcla de pesar y preocupación al tiempo que meditaba.- No sé por qué habrás hecho esto. Me has dado un susto terrible. Mañana tendré que ser muy dura contigo, lo siento. Me dolerá a mí mucho más que a ti. Pero esto no puede volver a suceder. Podrías no tener tanta suerte la próxima vez.

Y tras darle un suave beso en la frente a su hija salió de la habitación cerrando la puerta. Ajena a esas reflexiones de su madre, Kerria entre tanto dormía agotada. En su mente los recuerdos se agolpaban. Allí estaba, reviviendo en sueños una vez más todo aquello.

- ¿Estás realmente segura? - Le preguntó Deborah cuando las dos se dirigían hacia ese garito. -
-No estoy segura de nada, Debbie. - Le confesó. - Pero, precisamente por eso, tengo que comprobarlo.

            Y su interlocutora asintió con gesto serio. Daba la impresión de no encontrarse demasiado cómoda con esa situación. De todos modos, la guio al interior. En la puerta un tipo grande, musculoso y algo desdentado las detuvo a la entrada.

- ¿A dónde vais, preciosidades?
-A divertirnos. - Replicó Deborah con naturalidad, ofreciéndole para horror de su amiga. - ¿Te unes a nosotras?

            Empero, para sorpresa de Kerria, ese tipo se sonrió, mostrando bastantes huecos en su dentadura y rechazó.

-No sois mi tipo, pero seguro que ya encontraréis a alguien, pasadlo bien.

            Y las dejó entrar sin ninguna objeción. Kerria interrogó con la mirada a su amiga y ésta le explicó.

-Hace tiempo que sé de este sitio. Aquí la mayoría, ya sabes. Somos de esa manera.
-Sois así. - Puntualizó su amiga, alegando casi con desesperación en su tono. - Pero yo no. ¿Me oyes?

            Deborah suspiró moviendo la cabeza y se limitó a tomar de la mano a Kerria y decirle.

-Mira, cuanto más te esfuerces en luchar contra ello, más te dolerá.
- ¿Me dolerá? ¿Qué es, una especie de posesión? ¿O un parásito espacial de esos? - Replicó sarcásticamente su interlocutora. -

            Debbie suspiró para decirle con tono más serio.

-No, ¡ojalá fuera eso! No es nada que se te imponga desde fuera, Ky. Es tu propia naturaleza. Y no se puede luchar contra ella. Tarde o temprano tendrás que admitirte como eres. Y cuanto más lo demores más sufrirás tú y harás sufrir a los que te quieren.
-Es que no estoy segura de ser como tú. Una cosa es que tú y yo… pero yo...- Apenas pudo contestar Kerria con tono inseguro y muy afectado. -
           
Su amiga posó un dedo sobre los labios de ella y le indicó.

-Anda, vamos dentro…

            Y esto último tuvo que decirlo en voz alta, debido al ruido de fondo de ese local. Había una puerta de madera que daba acceso a una habitación privada. Debbie tocó varias veces y un tipo mayor que ellas, con bigote y que llevaba una deslucida camisa hawaiana, abrió.

- ¡Hola monadas! - Se sonrió lascivamente al verlas. -
-Hemos venido, tal y como te prometí. - Repuso Deborah. -
-Así me gusta, pasad. - Les ofreció ese individuo. -

            Lo cierto es que no estaban solos. Dentro, con una iluminación tenue, algunos chicos y chicas estaban entregados a beber, fumar y mantener relaciones. Algunas bastante explícitas. Kerria vio a dos chicos besándose y metiéndose mano de forma descarada, avergonzada, miró hacia otra parte. Pero también observó a su vez a dos chicas entregadas a similares menesteres, y en esta ocasión no dejó de mirar.

- ¡Vamos Ky! -La llamó su compañera. -
- ¿Una copa? - Intervino ese individuo. -

            Deborah aceptó, bebiendo un trago, ese hombre le ofreció un vaso a Kerria.

-Es tequila con limón. - Le desveló. -

            La chica dudó, aunque fue su amiga quien le dijo entonces con tono preocupado.

-Todavía estamos a tiempo de marcharnos.

            Aunque la interpelada movió la cabeza y entonces aceptó esa copa. Bebió, el alcohol la quemó al principio al pasar por su garganta y llegar al estómago, aunque también la calentó. Después bebió un poco de wiski. La cabeza comenzaba a darle vueltas. Y ese tipo le comentó entonces.

-Tu amiga Debbie me ha dicho que buscabas a un hombre de verdad para iniciarte. ¿Es eso cierto, preciosa?
-Sí, - sonrió ella algo mareada. -  Quiero saber lo que se siente…
- ¿Y no has probado a pedírselo a ningún niñato de tu colegio? - Se interesó ese individuo, comentando no sin extrañeza. - Para un bombón como tú hubiera sido muy fácil. Cualquier chico hubiese estado encantado de complacerte.
-Prefiero a alguien con experiencia. - Fue capaz de responder la joven, que bebió ahora un poco más de cerveza. -

            Lo cierto es que se notaba cada vez más animada e incluso desinhibida, y riendo un poco confesó.

-Necesito saber algo muy importante. Debbie me ha enseñado a hacer algunas cosas, y me gusta. Pero tengo que comprobar si me gusta más hacerlas con los chicos que con ella.
-Pues aquí me tienes. - Sonrió ampliamente ese tipo. - Para empezar, tu amiguita y tú me vais a dar un aperitivo.

            Se acercó a una mesita contigua y se hizo un porro. Debbie entonces se aproximó a Kerria, las dos se sentaron en un sofá próxima y tras acercar sus cabezas se besaron en los labios. Primero de forma exploratoria, después, con más pasión…

- ¡Guau! - Exclamó ese tipo bajándose los pantalones en tanto apuraba ese porro con otra calada. - Vamos nenas, continuad. Y tú. - Añadió dirigiéndose a Kerria. - Vas a empezar por chupármela, para que compruebes si te gusta.
-Vale. - Convino la interpelada. -

            Y es que con todo lo que había bebido aquello no le sonaba tan mal. Por su parte, Deborah empezó a quitarse la camiseta que llevaba, luego acarició los pechos de Kerria y fue bajando hacia su abdomen.

- ¡Me haces cosquillas! - Reía la así acariciada. -

            Aunque de pronto hubo un gran estruendo, gritos y carreras, no supo lo que pasó. En su sueño, una figura alta y muy fornida entró como una exhalación en ese cuarto y apartada a todo el mundo a su paso. Incluyendo a Debbie. Parecía ser un hombre. Kerria, todavía risueña, le dijo cuando notó que ese recién llegado.

- ¡Ja, ja, ja! Oye tronco, ponte a la cola y espera tu turno. No me hace mucho pero un trato es un trato. - Se abrazaba a él tratando de darle un beso. - Pero ¡qué fuerte estás! ¿Sabes que estás muy bueno? ¡Ja, ja, ja!

            Luego reconoció la voz de su hermano, del príncipe perfecto que acudía a su rescate. Se la llevó de allí y ya no recordó más. Ahora en su mente todo se hizo oscuridad en tanto finalmente era capaz de dormir de modo profundo. Mientras, Leval era incapaz de conciliar el sueño pensando en lo que podría ocurrir al día siguiente. No tenía miedo por él, sabía que, pese a su enfado, su padre se calmaría y no le haría responsable, ahora sólo temía por su hermana. Seguía recordando aquellas escenas. ¿Quién era esa chica extraña a la que había recogido de ese lugar tan sórdido y terrible? ¿Cómo podía haber cambiado así la Kerria que él conocía desde siempre? De todo lo sucedido eso era lo que más le asustaba. Ojalá que las cosas terminasen ahí y que su hermana hubiera aprendido la lección. De todos modos, estaba seguro de que el día siguiente iba a ser muy duro para todos. Y en Japón, Ami seguía muy preocupada. Habló con Usagi al respecto de aquello. Las dos quedaron en el Crow, pero en esta ocasión apenas si tomaron dos tes.

-Sé que algo muy malo va a ocurrir. - Le decía Ami con tono lleno de preocupación. - Y quisiera poder hacer algo por ayudar.
-No puedes. - Musitó Usagi con pesar. - Es algo por lo que deben pasar solos.
- ¡Es mi ahijada! – Protestó su interlocutora. - ¿Cómo pretendes que me quede sin hacer nada?

            Su amiga movió la cabeza y suspiró, se tomó unos segundos para contestar con tintes conciliatorios pero firmes.

-No estoy al corriente de todo, pero esto forma parte de un plan mucho mayor. Kerria tendrá que sufrir mucho, y su familia también. Solamente así estará preparada y… si supera esta prueba…
- ¿Qué quieres decir con eso de si la supera? - La interrogó Ami con creciente ansiedad. -
-No puedo darte detalles, solamente te diré que será algo muy duro, dramático. - Comentó su compañera. - Ya hemos vivido cosas así antes. Y ellos también.
- ¿Estás intentando decirme…qué? - Se espantó su interlocutora. -

            Usagi alargó una mano sujetando otra de Ami y sencillamente sentenció, dejando helada a su amiga.

-Prepárate para lo peor. Lo siento.

            Y sin que la impactada joven pudiera ni articular palabra, Usagi se levantó saliendo de allí en silencio.

-Solamente he podido darle ánimos a Bertie por teléfono. - Se lamentaba Ami ahora, en la soledad de su apartamento. - ¡Ojalá que pudiera hacer más! Al menos la niña ha aparecido, lo único por lo que ruego es porque todo vaya bien. Que esté sana y salva. No se merece que le pase nada malo.

Paralelamente, en los Estados Unidos, otra muchacha buscaba respuestas. Tras haberse servido de la experiencia y contactos de su amante y madre adoptiva, Marla estaba cerca de saber más sobre su pasado.

-Esa secta que controlaba a mi madre debía de estar aquí, en Nueva York. - Se decía repasando sus notas. - Y por lo que he podido averiguar, no fueron totalmente destruidos.

            Cuando se enteró de sus pesquisas, Linda le suplicó que no prosiguiera, pero ella estaba decidida. Se había dado cuenta de que era muy buena a la hora de seguir pistas y localizar personas y además algo la atraía para querer saber la verdad de todo lo sucedido. Si esos perros habían utilizado a su madre lo iban a pagar. A ella le daba igual, sectarios del diablo o monaguillos, eran hombres, sus enemigos. Pero, en este caso, estaba más interesada en obtener información. Logró incluso encontrar un antiguo sótano con restos de estrellas de cinco puntas invertidas, una especie de altar desvencijado y roto y objetos tirados, todo cubierto de mucho polvo y restos de cascotes.

-Debieron de haber estado aquí. Hace bastantes años. - Dedujo tras inspeccionar aquello. -  No pararé hasta encontrarles.

            Y se marchó, aunque sin ser consciente de que, igual que ella estaba tras la pista de aquellos individuos, había otros que a su vez la mantenían estrechamente vigilada, listos para contactarla cuando llegase el momento.




                                anterior                                                  siguiente

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Por favor, si sois tan amables y no os es molestia, comentar vuestras impresiones sobre lo que habéis leído. Me vendría muy bien para mejorar y conocer vuestras opiniones sobre mis historias. Muchas gracias. ;)