sábado, 5 de marzo de 2011

GWB 2. 47 Reencuentro de viejos amigos


Ail y Ann, junto a su hijo el pequeño Giaal, habían partido hacia otro planeta. La pareja decidió que había llegado el momento de instalarse en otro mundo, plantar su árbol sagrado y formar así una familia completa, en cuanto a los cánones de su especie se refería. Antes de irse acudieron a despedirse de sus amigas guerreras en el santuario Hikawa. Allí, todas reunidas, aprovechando que Yuuichirou estaba haciendo unas compras, fueron a desearles a sus amigos la mejor de las suertes.

-Ha sido un placer teneros aquí.- Les despedía Rei, acunando un poco al bebé.-
-Muchas gracias Rei, por todo cuanto has hecho por nosotros.- Sonrió Annie.-
-Sí, os debemos muchísimo, amigas mías.- Añadió Ail.-
-No hay de qué. Solamente esperamos que seáis muy felices los tres.- Contestó Makoto.-
-Sí, Mamo-chan, os envía sus saludos y lamenta no haber podido venir. Tenía un examen muy importante.- Declaró Usagi. –
-Ya tenéis decidido el rumbo que tomaréis. ¿Será el que cartografiamos? - Quiso saber Ami.-
-Sí, nos basaremos en esa carta estelar que hemos elaborado. Es otra cosa que debemos agradecerte a ti ya  las exteriores. Desde luego que no iremos a la aventura.  Ya aprendimos de nuestra última experiencia.- Le contestó Annie.- De esta forma confiamos en poder viajar sin tener ningún encuentro no deseado.
-Así es. Esos seres hostiles que me mataron podrían seguir allí. Ene se otro mundo al que llegamos. -Apuntó Ail, afirmando.- Con mi fuerza actual seguramente podría vencerles, pero no quiero poner en riesgo a mi mujer y a mi hijo.
-Acorde a las observaciones que Setsuna hizo en su telescopio, y los datos que las otras pudieron reunir, confirman que, por esa ruta que habéis escogido no hay peligro aparente.- Asintió Ami.-
-Lleváis suficiente comida para el viaje.- Se interesó Makoto.-
-Con las alubias que pude guardar vamos más que provistos.- Sonrió Ail.- Muchas gracias.
-Aunque tras habernos acostumbrado a alimentarnos al modo humano, echaremos muchísimo de menos tus ricos platos.- Aseveró Ann.-

            Al fin, se fueron abrazando con sus amigas una por una. Tras concluir con ese ritual Rei le entregó el bebé a su madre quien lo sostuvo amorosamente en brazos en tanto Ail creaba una burbuja de energía protectora que les permitiría viajar al espacio.

-Roy me pidió que un día le enseñase este truco. Será la próxima vez que vengamos a visitaros.- Afirmó el alien.-
-¡Ojalá que sea muy pronto!- Deseó Minako.-

            Y sus amigos ya estaban ascendiendo en esa burbuja cuando el teléfono sonó. Rei les observó alejarse en las alturas y contestó.

-¿Moshi Moshi?
-Hola Rei.- Saludó la voz de Bertie.-
-¡Bertie-chan! ¿Qué tal os va?- Quiso saber la sacerdotisa.-
-Bien, muchas gracias, tú como estas?- Se preocupó la muchacha, sabedora del reciente fallecimiento del abuelo de su amiga.-
-Bueno, con mucho trabajo y haciéndome todavía a la idea, pero bien.- Pudo responder Rei, añadiendo.- Justo ahora mismo acabamos de despedir a Ail y Ann. Han salido al espacio en busca de un mundo para habitar.
-¿De veras? Pues Roy quería decirles algo importante.- Afirmó su interlocutora.-
-¡Cuánto lo siento!- Repuso la sacerdotisa al mirar hacia el cielo y no ser ya capaz de distinguirles.-
-Bueno, creo que todavía se puede arreglar, se lo diré. Si me disculpas un momento.- Le pidió Beruche.-

            Su amiga quedó a la espera y ella enseguida le comentó a Roy lo que sucedía, el chico la miró con gesto suplicante y sentenció.

-En este caso, sí que es una emergencia, cubito.
-Anda ve. - Sonrió condescendientemente ella.-

            El chico colocó dos dedos de su mano derecha sobre su propia frente y se concentró. Al instante desapareció ante la perplejidad de Bertie que nos e acostumbraba a eso todavía. La chica entonces retomó su conversación  Rei…

-Dale muchos recuerdos a todas. Y espero que podamos vernos pronto…

            Por su parte, Roy pudo fijar la energía de su amigo y aparecer a su lado. Eso dejó atónitos a Ail y Ann.

-¿Qué haces tú aquí?- Inquirió el alien.-
-Menos mal que os he alcanzado a tiempo.- Sonrió Roy.-

            Estaban tan altos ya que casi sobrepasaban la troposfera. Por mucho que hubiera entrenado en el Rincón, las condiciones de esa zona eran sumamente inhospotas para el descendiente de los saiyajin, que no llevaba ningún tipo de traje protector. Ail enseguida reparó en eso.

-Descendamos.- Le propuso.-
-Es verdad. Podría pasarte algo.- Añadió una también concernida Annie.-

            Su amigo asintió, agradeciendo ese gesto.

-Lamento haberos importunado, más cuando ya estabais listos para marchar. Pero desearía que no os perdierais esto.- Les comentó.- Si es que podéis quedaros un poco más.
-¿Perdernos el qué?- Quiso saber Ail. -

Su interlocutor enseguida les contó lo que sucedía, centrándose sobre todo en su próxima prueba. Sus amigos, muy contentos por él, acordaron en efecto  retrasar su partida un tiempo más. Tampoco les quiso contar demasiado sobre la experiencia que él y Bertie tuvieron con los agentes federales puesto que la pareja de aliens no vivía en la Tierra. 

-El resto también están avisados. Vendrán en cuanto puedan.- Afirmó el entusiasmado anfitrión. -

Así era, Diamante y Esmeralda venían por su parte de París, con alguna que otra aventura que les dio no pocos quebraderos de cabeza. Petz y Zafiro también deseaban estar presentes. Bertie estuvo al teléfono con su hermana Petz contándole lo sucedido.

-Así que os han ido a visitar unos federales. Es curioso.- Comentó la mayor. – A nosotros vino a vernos un tipo que dijo ser inspector de policía. Aunque más bien daba la impresión de pertenecer a los servicios secretos. Zafiro estaba en la trastienda y hablé yo con él la mayor parte del tiempo.
-¿Y qué te dijo?- Quiso saber la intrigada Bertie.-
-Pues se ofreció muy amablemente a ayudarnos en cualquier asunto oficial o burocrático que estuviera relacionado con Otafukuya. Ya ves que eso lo resolvimos hace ya tiempo. Le agradecí su interés y se despidió. Me dio un número de teléfono para que pudiésemos localizarle si había algún tipo de inconveniente. Pero no nos pidió que hiciéramos nada. Luego, al salir Zafiro, ya se estaba alejando. No le di importancia entonces.- Le explicó Petz y se lo conté a él más tarde.-

Beruche asentía mecánicamente tras el auricular en tanto oía aquello. Quizás en Japón las autoridades hicieran las cosas de un modo menos directo que los norteamericanos.

-Bueno, si quieren algo de vosotros, a buen seguro que os lo harán saber- Declaró la joven antes de despedirse y colgar.-

            Al poco llamó a Esmeralda, pero esta no contestaba. La antigua camarera principal de la reina de Némesis ejercía ahora como modelo y estaba bastante atareada. Al fin pudo responder a la llamada.

-Hola Bertie.- La saludó de modo cordial.-
-¡Lady Esmeralda!- Repuso ella sin pensar. -¿Qué tal todo?
-Con Esmeralda sencillamente está bien.- Contestó su interlocutora.- Dime. ¿Qué tal va todo por América?
-Bueno, nos va estupendamente.- Le contestó Beruche con más desenfado.- Precisamente por eso queríamos pediros que vinierais…

            Le contó a esa chica lo sucedido. La modelo se tomó unos momentos para responder.

-Por supuesto que nos gustaría ir. Sobre todo a Diamante. Él es muy amigo de Roy. ¡Sí, sí! - Añadió divertida.- Casi logra ponerme celosa a veces. Se pasa el día recordando anécdotas de los dos y del resto de cuando entrenaban.
-Sí, eso debe de ser contagioso.- Rio Bertie, añadiendo jocosa.- No te preocupes, no eres la única que lo padeces.
-Bueno.- Comentó Esmeralda algo más seria ahora.- He dicho que nos encantaría, pero no sé si podremos. Al menos yo tengo muchos compromisos.
-Espero que tengas un hueco, o Roy sería capaz de ir allí en persona.- Afirmó una divertida Bertie que enseguida añadió con más seriedad.- De verdad, nos haría mucha ilusión, a los dos, queremos reunirnos todos.
-Está bien. Hablaré con mi jefa. – Contestó su interlocutora.-
-Y si pudierais contactar con Nephrite os lo agradeceríamos. Al menos yo no tengo sus señas.- Comentó Beruche.-
-Tranquila. Diamante se ocupará de eso.- Repuso jovialmente Esmeralda.-  Dime, ¿para cuando sería esa macro quedada?

            Bertie se lo indicó y las dos quedaron en llamarse una vez más y verse a ser posible. Tras despedirse de la ahora modelo, la muchacha también avisó oficialmente a las guerreras y por suerte, Esmeralda sí que logró que su novio contactase con  Nephrite. Éste último vino desde Londres, al parecer allí había conocido a una chica llamada Amanda, una periodista con la que había tenido que pasar por alguna que otra peripecia. Pero los primeros en llegar, por supuesto, fueron Annie y Ail con Roy vía tele transporte.  Ann traía a su hijo en un capazo. En cuanto aparecieron en medio del salón, Beruche fue hacia ellos con los brazos abiertos.

-¡Ann, Ail, que alegría me da volver a veros!-  Exclamó para mirar al crío y hacerle algunas caricias. - Hay que ver como ha crecido en tan poco tiempo, ¡está monísimo!
-¿Verdad que sí?- Sonrió Ann con auténtica pasión de madre. -

            El niño empezó a llorar, Annie lo tomó en brazos y le puso un chupete, el pequeño cerró los ojos, después le dejó de nuevo en el capazo.

-Espero que se duerma. - Añadió suspirando – ¡ayer nos dio una noche!…
-Me alegro de verte Bertie. - Sonrió por su parte Ail - y tú. - Se dirigió ahora hacia a Roy. -  ¡Felicidades! , por fin vas a jugar en la Liga profesional. ¿Eso es lo que querías, no?...
-¿Cómo lo sabes?- Le inquirió Beruche con cara de sorpresa. -
-¿Cómo no lo iba a saber? - Se rio Ail que le comentó jocoso, - ¡durante los entrenamientos en el Rincón del Alma y del Tiempo no paraba de darnos la lata con eso en los descansos! Y ahora nos ha contado lo de su fichaje. ¡Menos mal que nos ha alcanzado antes de abandonar la troposfera!
-Así es, de lo contrario no hubiera podido respirar.- Admitió Roy.-
-Estamos muy contentos por ti, ese era tu sueño. ¿Verdad?- Inquirió Annie.-
-Sí,- admitió Roy azorado pero divertido al mismo tiempo. - Lo cierto es que lo he deseado desde niño. Mi padre era un hincha y desde que era muy pequeño se ocupó de comprarme un balón y ponerme una canasta. Aunque tendré que cuidar de no usar mis poderes. – Declaró en tono reflexivo para añadir de forma más jovial. - ¡Pero bueno, basta ya de hablar de mí! ¿Qué tal vosotros?, ¿ya no os apetece quedaros un poco más en la Tierra?
-La verdad es que aquí estábamos bien - repuso Ann con algo de lástima en su tono cuando explicó. - Pero añoramos al Makaiju, tenemos que hacerle brotar con fuerza otra vez y quizás así, atraigamos a algunos congéneres. Para él Giaal será como un nieto. Cuando haya crecido a buen seguro que volveremos aquí de nuevo.
-Es un viaje largo - añadió Ail. – Tenemos un posible planeta candidato que reúne buenas condiciones. Pero aun cruzando un túnel dimensional, que Landar se ofreció a crear para nosotros, tardaremos unos meses en llegar. Pero eso puede esperar, no nos perderíamos por nada tu debut. Supongo que podremos demorar nuestra partida por unos días.
-Os lo agradezco chicos, por cierto, quedaos aquí todo el tiempo que queráis. - ¡Les ofreció Roy con entusiasmo! - Bertie y yo hemos comprado una casa y nos mudaremos allí.

            Su pareja puso una expresión de sorpresa, que se evidenciaba en su boca abierta y sus ojos como platos.

-No queremos molestar - dijo tímidamente Annie, ajena al rostro de desconcierto de su anfitriona. - Lo tenéis todo aquí.
-No es ninguna molestia. - Se apresuró a decir Roy - ni mucho menos, no os quiero oír decir nada ¿Eh? Necesitáis algo de independencia para vosotros y el niño.

            Ail y Ann lo agradecieron y Beruche, todavía atónita, les dejó instalarse. Ella agarró a Roy de la mano y se lo llevó a otra habitación deseosa de aclarar ese asunto. Enseguida, brazos en jarras, le interrogó entre severa e incrédula.

-A ver querido. Explícame esto. ¿Qué es eso de que hemos comprado una casa?,- y recalcó la palabra “hemos” con mucho énfasis. -
-Lo siento cariño, la verdad es que es un regalo del gobierno ¡es un chalet magnífico en una zona residencial de las afueras! Me lo dijeron el otro día, en un entrenamiento y quise que fuera una sorpresa, pero se me ha escapado. - Se lamentó -¡soy tonto de remate! Perdóname cubito. De veras que te lo iba a contar.

            Ella simulaba estar enfadada, pero en el fondo se moría de ganas de ver aquel chalet. Al fin lo reconoció con una sonrisa.

-Estoy impaciente por ir  a conocerlo.
-¡Pues vamos para allá! - la animó el chico aliviado de que su novia ya no estuviera enojada y proponiendo con desenfado. - Se lo digo a Ail y Ann y que se vengan también.

            Beruche asintió entusiasmada, Roy les ofreció a ambos si querían acompañarles pero Annie se excusó diciendo que debían instalarse con el niño. Además, creía que ese era un momento para que sus amigos lo vivieran en la intimidad.

-Yo tengo que darle de mamar, el pobre tiene hambre. Y tras viajar por el espacio siempre estamos muy cansados. – Se justificó agregando. - De todos modos, Ail puede ir con vosotros si quiere.
-Es que no quiero dejarla sola. - Se disculpó él también añadiendo con tono conciliador. - No lo tomes a mal, Roy, pero me gustaría estar junto a mi mujer y mi hijo.
-Te comprendo amigo, a mí me ocurriría lo mismo.- Admitió él con simpatía. -
-Otro día nos lo enseñas ¿eh?- Le respondió Ail visiblemente agradecido. -
-¡Claro, dalo por hecho! Tendremos muchas ocasiones. - Convino el muchacho que estrechó la mano de su compañero y saludó con la otra a Ann y al bebé. Luego se dirigió a Bertie que aguardaba en la otra habitación. - Bueno cubito, nos vamos tú y yo, volando se llega enseguida.
-A no - sonrió ella negando con un dedo. - Te lo he dicho mil veces. Debemos portarnos como personas normales, iremos en taxi.
-¡Pero eso cuesta un montón! - Objetó Roy sacudiendo una de sus manos. -
-¡No seas tonto!,- le insistió ella- ¿quieres que salgamos en portada de todos los periódicos? -Añadió con fingido tono pomposo y no menos burlesco. - El hombre volador y su novia. – Y tras un breve momento de silencio, la muchacha agregó ya de forma razonada y más seria.  – Ya te lo he dicho infinidad de veces. Si queremos tener una vida normal, debemos hacer lo posible por comportarnos de manera normal. ¿No crees? O no podremos exigir que nos traten como a tales.- Sentenció haciendo que el joven recordase esa enojosa conversación con los federales.-
-De acuerdo, como quieras, cariño. Tienes razón. - Admitió él que de inmediato llamó por teléfono pidiendo un taxi y, eficacia del servicio, en pocos minutos tenían uno aguardándoles.- Hala, vamos…

            Subieron y el taxista les preguntó a donde querían ir con un marcado acento mejicano. Beruche sonrió reconociendo esa voz. Pese a que había pasado ya bastante tiempo.

-¡Eh! ¿No se acuerda de mi?- Le inquirió ella al taxista. - Hace algo más de un año.
-¿Mande señorita?- respondió el conductor sin caer en quien podría ser su clienta. -
-Nos recogió a mí y a mi hermana, nos llevó a la Golden State College.- Le aclaró la chica.-
-Deje que piense, no más – hubo unos instantes de silencio y de pronto el hombre golpeó el volante para exclamar.- ¡Claro, las chamacas de la universidad! ¿Cómo les fue? Ya acabaron de estudiar.
-Sí, y ya somos maestras, ¡las dos! - sonrió Bertie con visible orgullo. -
-¿No me digas que os conocéis?- Intervino Roy soltando otra exclamación a su vez. -¡Qué casualidad, con todos los taxis que hay en Nueva York!
-Pues sí compadre, unas chicas muy bonitas y muy dadivosas. Me dieron muy buena propina y eso no se olvida. ¿Cómo le va a su hermanita?...- Se interesó aquel hombre con bastante amabilidad. -
-Vendrá dentro de poco - respondió Bertie. - Para el partido de...- Entonces cayó en la cuenta de que no había presentado. - ¡Perdón! , ¡Cómo se me ha podido pasar! Verá, este es mi novio, nos conocimos precisamente en la universidad. Va a jugar con los Knicks.
-¡Felicidades chamaco!, duro con ellos, en la Liga profesional hay que atarse los machos. - Añadió en español.-

            Para sorpresa de Beruche que no había comprendido nada, el muchacho le contestó en el mismo idioma.

-Pues sí, me los ataré bien, y ya verá como voy a dar mucho que hablar. - Rio – No lo hago nada mal.
-¿Sabes español?- Le preguntó Bertie  que no salía de su asombro. -
-Yo me crie en esta ciudad. - Explicó Roy. -No olvides que la comunidad hispana es muy numerosa. Y de pequeño tuve amigos hispanos. Nos pasábamos el día jugando en la calle y aprendí el idioma.
-Vaya, es toda una sorpresa. - Sonrió ella que volvió a preguntarle al taxista. - ¿Qué tal su familia? sus hijos bien, supongo ¿Y su mujer?...
-Están muy bien, gracias, y ya tenemos un chamaquito más. - Contestó el taxista con tono muy complacido. -
-¡Cuanto me alegro! ¡Felicidades! - Declaró Beruche sin dejar de pensar que ese hombre podría llenar una clase entera de críos como siguiese así. -

            Por fin llegaron hasta las afueras, más allá de la zona metropolitana. El tipo aquel se internó por una larga y casi desierta carretera que estaba flanqueada por jardines y chalets, propios de una zona residencial de alto nivel. Roy le pidió que se parase y cuando el coche se detuvo y el taxista le informó de la tarifa él pagó con rapidez. Aparte de la propina, le regaló un par de entradas para el partido. Por fortuna, los ojeadores daban varias a cada jugador y a él le habían adjudicado un taco de veinte que llevaba encima como una especie de amuleto.

-Aquí tiene, espero que vaya con su mujer o algún hijo a animarnos.
-¡Seguro amigo!, soy un fan de los Knicks desde que llegué a la ciudad. Y desde ahora un admirador suyo. ¡Estoy convencido de que este año ganaremos la liga!
-¡No lo dude! - Afirmó Roy con idéntico entusiasmo. – Al menos haré todo lo posible.

            Aquel hombre se giró desde su asiento cuando ambos salían.

-Muchos recuerdos a su hermanita.- Le dijo a Bertie deseándole también - y mucha suerte. Son buenas personas. ¡Que los dos sean muy dichosos!
-Gracias señor. – Pudo replicar ella, ésta vez en español. -

            Aunque el taxista no debió de oírla puesto que arrancó perdiéndose entre el tráfico. Beruche miró al taxi y sonrió.

-¡Qué sorpresas tiene la vida!, ha pasado un año desde que llegué y parece ya una eternidad entera, ¡han cambiado tantas cosas!- Afirmó agarrándose de la mano de Roy y ambos pasearon a través de las aceras que flanqueaban esa urbanización. – A veces creo que he vivido ya muchas vidas distintas.
-Sí, te comprendo perfectamente, cubito.- Convino él.- Y ahora nos queda la mejor parte por disfrutar. ¡Ya lo verás!

            Y con ese optimismo prosiguieron su paseo por aquella zona residencia. Era un lugar de clase alta o incluso selecta. Lo cierto es que ya habían recorrido varias casas a cual más bonita y grande. Bertie sentía una tremenda curiosidad por saber cual podría ser la suya, aunque su novio no soltaba prenda. Hasta que, al fin, se paró delante de una.

-¿Te gusta ese de ahí, Bertie? - Preguntó el muchacho señalando un chalet con una enorme piscina. -
-¡Sí, me encanta Roy, es precioso! - Exclamó ella esbozando una gran sonrisa. -
-¡Pues que pena porque ese no es! – Rebatió él, que se rio con ganas de la cara de contrariedad de su novia. - ¡Qué le vamos a hacer!
-¡Ay, pero que tonto llegas a ser a veces! - Le recriminó ella con fastidio, dándole un capón.-
-¡Au! ¡Ja, ja, ja! No te enfades. - Le pidió él con gesto divertido tomándola de una mano para hacerla andar hasta otro aun mayor y con una piscina más grande todavía. - ¿Y ese, te gustaría ese de ahí?
-Sí, me gusta, no está mal - repuso Beruche desapasionadamente para afirmar con desconfianza. - Pero no voy a picar esta vez.

            Aunque Roy la tomó en brazos y la entró en el jardín del chalet. Sacó luego unas llaves abriendo la puerta y aseveró con tono triunfal.

-¡Tachan, pues éste sí que es, cubito!
-¡Oh, es precioso! - Exclamó la joven con el rostro iluminado por la felicidad abrazándose al muchacho. Ahora sí que no había trampa y ella le dijo llena de entusiasmo. - ¡Cuanto te quiero!

            Él se dejó estrujar y cuando se intercambiaron unos cuantos besos más, Roy le dijo con más tranquilidad.

 -Fíjate, está a muy poca distancia en coche de la ciudad. Y lo suficientemente apartado como para que no tengamos ruidos ni contaminación.- La muchacha asentía con entusiasmo y él añadió con júbilo. - ¡Bueno cubito, ven, vamos a verlo todo entero! - La dejó en el suelo y recorrieron el chalet de la mano. – Y como es muy grande tenemos que recorrer bastante distancia.

            Así era. La casa era enorme, tenía dos plantas y sobre la segunda una buhardilla muy amplia.

-En total son cinco dormitorios, un salón tremendo y dos baños, con aseos y duchas en cada habitación grande. ¿Qué te parece?- Sonrió el muchacho.-
-¡Una maravilla! - Declaró la emocionada chica.- Es casi tan grande como la casa de mis padres en Némesis.
-¿Casi tan grande?- Exclamó el perplejo Roy para inquirir no sin humor.- ¿Es que vivíais en un palacio?
-Sí.- Suspiró la muchacha ahora, con voz queda y algo entristecida.- Un palacio enorme en el que, sin embargo, apenas cabía el amor.

            Roy la abrazó enseguida, dándose cuenta de que esos recuerdos despertaban la tristeza en el corazón de su chica. No tardó en susurrarle al oído con tinte afectuoso y optimista.

-Pues aquí no habrá sitio para tanto amor como vamos a almacenar, cubito.

Ella sonrió sintiéndose mejor y Roy la llevó a la cocina. Una vez allí sacó una botella de champán que había dejado previsoramente escondida. De hecho él fue enseguida  a ver aquel lugar en cuanto se lo dijeron.

-Los tipos del gobierno me preguntaron si todo estaba a mi gusto. ¡Imagínate!- se rio, agregando divertido.- La única pena es que aun no hay nevera.- Se lamentó ante la perspectiva de que la bebida iba a estar caliente. -
-No te preocupes. - Sonrió la chica guiñando un ojo de forma pícara al declarar. - Para eso estoy yo,-  y enfrió la botella concentrando sus poderes en las manos en tanto anunciaba con pompa y regocijo. - Soy la Dama del Hielo ¿recuerdas?
-Creía que no tenías poderes sin transformarte en justiciera. - Le dijo Roy con gesto sorprendido. -
- No demasiados, pero tengo los suficientes para esto y para esto otro. – Afirmó maliciosamente ella.-

Y sin previo aviso le metió la mano al chico por uno bolsillo del pantalón riéndose de forma pícara. Rememoraba así ese pasado travieso y juguetón que tuvo en su época de servidora de la Luna Negra. Aquella era su pequeña venganza por la incertidumbre a la que la había sometido ese tonto. El muchacho pegó un salto mientras  le sacaba la mano a su novia.

-¡No me hagas eso, me vas a congelar lo más preciado que tengo!
-¡Carámbano congelado! ,- rio Bertie. -

             Él se unió a las carcajadas prometiendo que  la muchacha se iba a enterar en cuanto se le descongelase. Así volvieron a reírse con ganas y bebieron el champán. Después de un rato y en una colchoneta que tenían en una de las habitaciones, Roy cumplió aquella particular amenaza ¡y la muchacha se enteró! Tras descansar un rato abrazados se decidieron a volver al apartamento. Él le aseguró que podrían mudarse ese mismo día y su pareja asintió con alegría. Ante las caras divertidas de Ail y Ann que observaban a sus amigos en su frenético devenir a la hora de empaquetar cosas y buscar qué necesitaban con más urgencia.

-¿Podemos echaros una mano?- Se ofreció Annie que estaba meciendo a un algo lloroso Giaal. -
-No, tranquila. No son demasiadas cosas las que tenemos- Replicó Bertie con patente buen humor.-
-Comparado con lo que teníamos que hacer en el Rincón esto no es nada, ¿verdad amigo?- Rio Roy guiñándole un cómplice ojo al extraterrestre.-
-Desde luego.- Concedió éste con una sonrisa.- Todavía recuerdo cuando tuvimos que repintar la casa de Kaio – sama.
-¡No tenía cara ese!- Sonrió su amigo.- Además de hacer los peores chistes que haya oído jamás. Peores incluso que los de Diamante.

            Ail asintió entre risas. Desde luego que era así.

-Tenéis muchas vivencias de allí según parece.- Terció Bertie que llevaba una caja de cartón con ambas manos.-
-Algún día iremos contándolas. ¿Verdad socio?- Comentó un animado Roy.-
-Sí, cuando no reunamos. Será divertido.- Afirmó el interpelado.-

 Así empaquetaron lo más necesario. Una vez terminaron y sin perder ni un minuto llamaron a un camión de mudanzas. No obstante, al llegar de nuevo al chalet, se encontraron con que alguien había amueblado la casa con lo que a ellos les faltaba. Beruche descubrió que, sobre el dintel de la puerta de entrada había una nota que rezaba. "Con los saludos del Alcalde de Nueva York".

-Es una maravilla.- Exclamó Bertie.-

            Y es que los muebles eran de un gusto exquisito, amén de estar hechos en maderas nobles de alta calidad. Tras dar un vistazo y deleitarse viéndolos, los dos se sentaron en un confortable sofá que presidía el salón.

-¡Uy!, cuando se lo cuente al paleto de Kansas se va a morir de envidia. -  Comentó Roy con regocijo. -
-Me imagino que para ellos habrá algo similar.- Conjeturó Beruche, ahora ya más en serio. -
-Lo cierto es que algo he oído. - Sonrió el chico con picardía. - Pero no te digo más. – Sentenció con gesto divertido. -
-¡Cuéntamelo!- Le pidió ella pero él negó con la cabeza sin dejar de esbozar una pícara sonrisa.  - ¡Anda cuéntamelo! - Insistió la chica con voz melosa. -
-Que no cubito, no te pongas pesada - replicó Roy que le acarició un poquito el cuello a la muchacha  mientras ésta hacía lo propio con él, algo más abajo. - Bueno, si me lo pides así, quizás te cuente un poquito - rectificó el chico en tanto Beruche le hacía agacharse para poder besarlo. – O puede que te lo cuente todo…

            Por su parte Ail y Ann se reían cuando sus dos amigos salieron a todo correr hacia su nueva casa.

-Me alegro mucho por ellos.- Afirmó la muchacha que finalmente logró dormir a su hijo.-
-Son muy buenas personas. Espero que serán muy felices los dos juntos.
-Sí, por un lado me apena tener que irnos, dejar atrás a tantos amigos, a las guerreras.- Suspiró Annie con un poso de tristeza.- Pero de otro sé que nuestro lugar está en otro mundo con el árbol sagrado y que nuestro hijo debe crecer cerca de él.
-Eso no quiere decir que no podamos volver de visita alguna vez.- Le comentó Ail tratando de animarla.- Ahora que tenemos aquí a tantos amigos.

            Su compañera asintió. Así lo esperaba. Se había hecho muy amiga de las hermanas, en especial de Bertie. A Petz también la apreciaba mucho dado que Zafiro y Ail eran muy buenos amigos a su vez. Con Cooan también se llevaba de maravilla. Le entristeció saber lo que le sucedió a Karaberasu. Pero confiaba en que esa chica tarde o temprano regresaría. Y luego estaba Esmeralda que no parecía mala muchacha. Aunque la había tratado menos que al resto. Casi guiada por un presentimiento sacó su baraja de cartas. Su compañero la observó extrañado y quiso saber.

-¿A qué sacas la baraja ahora?...
-Quiero leer los arcanos un poco.- Le comentó desenfadadamente la muchacha.- A ver que nos reserva el futuro a todos nosotros.

            Ail se encogió de hombros, posiblemente Annie llevaba algún tiempo deseando saber qué porvenir les aguardaba a ellos y a sus amigos. La chica se concentró y estuvo colocando las cartas. No había pasado mucho tiempo cuando miró sorprendida el mazo y las que tenía dispuestas sobre una mesa cercana.

-¡Qué extraño! - Dijo en tono reflexivo.-
-¿Qué ocurre? ¿Has visto algo?- Quiso saber su interlocutor no sin inquietud.- ¿Algo malo quizás?
-No lo sé… es muy raro.- Pudo describir ella...no lo entiendo, tengo una carta que indica cambio, pero otras dos que dividen su significado, como si existieran dos caminos a seguir al mismo tiempo. Pero eso no es posible…
-¿No las habrás echado mal?- Conjeturó el muchacho.-
-Lo hice bien. Estoy segura. – Afirmó ella añadiendo con voz queda.- Esto es muy extraño…jamás me había sucedido nada igual.
-Déjalo… estamos cansados, el niño ha estado llorando mucho. El viaje que hemos suspendido cuando estábamos en marcha nos ha producido estrés y agotamiento. Ha sido un día muy ajetreado. Será mejor que descansemos un poco. Ya las leerás cuando estés más fresca.
-Sí. Puede ser.- Convino ella recogiendo la baraja y guardándola de nuevo en una bolsa que tenía.-

            La pareja se decidió a descansar en el cuarto que sus amigos les habían dejado preparado. Agotados no tardaron en dormirse, afortunadamente el pequeño Giaal les dejó hacerlo sin problemas. Sus amigos Bertie y Roy descansaron igualmente en su nueva casa. Entre tanto, en el camping, Tom y Cooan por fin pudieron tener algo de intimidad. Por fortuna, sin más intromisiones por parte del guarda. Ya habían pasado los dos días y se disponían a volver a casa. Lo cierto es que recordaban como antes de esa excursión había ido a Portland a conocer el entorno. Teniendo en cuenta que trabajarían allí tenían que encontrar una casa para vivir. Pensaron en estar de alquiler aunque al chico le hacía ilusión tener un hogar propio, algo que pudiera ser suyo. Como sus propios padres que poseían una granja en la que creció. Su novia estaba encantada con esa idea. Lo cierto es que, junto con Tommy, había ido a visitar la casa del señor y la señora Rodney y tras ser recibida por ellos de forma muy amable pudo pasear de la mano del chico recorriendo esos grandes terrenos de trigales y cebada que refulgían dorados al atardecer.

-¡Es como la canción! Tal y como me dijiste. – Suspiraba ella en tanto caminaban por algunos tramos abiertos entre parcela y parcela. – Tommy, es un sitio precioso.
-Lo es y más ahora que estás tú aquí.- Sonrió el joven.-

            Cooan se ruborizó, le miraba encantada. De hecho podía leer en los ojos de ese chico todo el amor que sentía hacia ella. Aquello le parecía maravilloso. ¡Qué distinta era esa mirada de la fría y distante de su antiguo jefe! A veces no podía creer lo ingenua y tonta que fue al no darse cuenta de algo tan evidente.  Ahora sin embargo era muy distinto. Al hilo de esas reflexiones comentó, con tinte esperanzado.

-Esto es como un sueño. Libres al fin de las fuerzas de la oscuridad. Viviendo en paz y con amor. Y rodeados de nuestra familia y amigos.
 -Eso pienso yo.- Convino él con una gran sonrisa para añadir con un tono más introspectivo. - ¿Sabes Connie? Así deseo que sea nuestra vida. Tranquila y apacible. Que podamos construir algo nuestro y que un día tengamos hijos a los que queramos y que nos quieran como mi hermano y yo a nuestros padres. O tú a tus hermanas.
- Yo deseo lo mismo – le sonrió ella afirmando convencida. – Y ahora que por fin ha pasado todo podremos hacerlo.

El chico, con gesto ilusionado, asintió pasándole un brazo por los hombros en tanto retornaban a la casa. Allí Sarah, la madre de Tom, les aguardaba sentada en una mecedora del porche. El sol ya comenzaba a ponerse y refrescaba.

-¿Te ha gustado el campo, Connie?- Le preguntó la señora Rodney a la muchacha que asintió con entusiasmo. –
- Es un sitio maravilloso.- Replicó ella añadiendo. – De eso hablábamos Tom y yo. Nos gustaría encontrar un lugar así para criar a nuestros hijos algún día.

            El aludido asintió terciando en la conversación.

- Sí, por ahora tenemos que viajar a Oregón para estudiar las posibilidades, nos han hecho buenas ofertas de trabajo, a Connie para dar clases y a mí me gustaría montar un negocio.
- Cualquier cosa que necesitéis, no dudéis en decírnoslo. – Replicó William Rodney que justo había salido de la casa para escuchar a su hijo.- Haremos lo que podamos.
- Gracias papá. Pero nos gustaría labrarnos el porvenir por nosotros mismos. Tú siempre nos has dicho que las cosas buenas de verdad provienen del esfuerzo que hacemos por conseguirlas.- Contestó el joven.-
- Y es la verdad – sonrió su padre mesándose un poco su recio bigote para añadir. – Pero nunca te he dicho que no puedas pedir ayuda en los comienzos, eso es siempre difícil, hijo.  También tus abuelos nos ayudaron a tu madre y a mí cuando empezábamos.
- Tu padre tiene razón. – Convino la esposa de Will levantándose ya de la mecedora. – No es ninguna vergüenza recurrir a la familia para estos casos.
- Se lo agradecemos mucho, señora. – Declaró Cooan. –
- Constance. Ya te he dicho que me llames Sarah, para nosotros eres ya como nuestra hija.- Replicó la buena mujer que les dijo ahora a todos. – Será mejor que entremos. Aquí ya va a ser de noche y hay que cenar. Espero que Daniel regrese pronto.
- Sí- suspiró William con gesto paciente. – Está en la granja de los Arnold, el hijo mayor es muy amigo suyo. Se pasan todo el día con esas cosas de los ordenadores. Tu hermano incluso quiere que le compremos uno.
- Bueno, siempre le gustó todo eso. – Comentó Tom. – No se le da nada mal.
- A veces creo que demasiado bien se le da al muy granuja – rezongó su padre, que no obstante añadió. – Ya se lo he dicho, si trabaja duro y se lo gana tendrá el ordenador que quiera…

Tom asintió. En eso su padre siempre había sido muy estricto. Como él mismo le recordase antes. Y ahora el chico lo agradecía. No obstante, su hermano menor, pese a ser un buen chico, siempre había sido más distraído y más metido en su particular mundo interior. Ojalá que Dany comenzase a salir al mundo de afuera y madurase un poco…Finalmente el pequeño de los Rodney llegó y tras saludarles se unió a la familia en la cena. Tras bendecir la mesa como Will siempre hacía pasaron la velada charlando sobre todo de los planes inmediatos de la pareja. Ahora Tom le decía a Cooan en tanto la muchacha rememoraba aquello.

-Bueno, el viaje a Oregón no estuvo mal.
- Espero que dentro de poco podamos trasladarnos a vivir allí.- Comentó su novia afirmando con gratitud.- Y tus padres fueron muy amables al ofrecernos su ayuda. Aunque todavía tengamos mucho que sopesar antes de decidir.
- Sí, y eso me lleva a pensar que, en cuanto volvamos a pasar cerca de Portland, habrá que interesarse por esa casa. – Afirmó el chico. -

 Ahora fue él quien hizo memoria. Unos días después de visitar a sus padres en Kansas y de regresar a Nueva York, viajaron al estado de Oregón. Llegaron en avión. Allí alquilaron un coche. A los pocos minutos Connie, que acababa de sacarse el carnet de conducir en los Estados Unidos, arrancaba y el vehículo se perdía por la carretera dejando atrás el aeropuerto y enfilando la salida de la ciudad. Atravesando un puente sobre el rio Columbia prosiguió hasta las afueras de Woodburn.

-Cariño – le preguntaba la muchacha a su novio. - ¿Era por esta carretera, verdad?
-Sí, Connie – le comentó el interpelado ojeando un mapa. – No debe de estar muy lejos.

Y en eso no se equivocaba, pasaron por unas zonas arboladas realmente bonitas siguiendo la dirección que les habían enviado en cuanto se interesaron por una zona residencial que habían visto en uno de los folletos de ventas. El lugar desde luego estaba lejos del bullicio de ciudades más grandes como Portland. El entorno natural era precioso y tenía buenas comunicaciones por carretera. Lo malo sería el precio. Esa zona debía de ser cara. Cuando Tom llamó por teléfono al promotor de esa parcela, sobre el papel el lugar era magnífico y por ello tanto Connie como él decidieron ir a verlo en persona. Ese tipo les comentó que, si bien estaban todavía terminando alguna fase de viviendas sus precios desde luego serían altos. El pobre muchacho hizo algunas cuentas percatándose de que ni con dos sueldos podrían hacer frente a aquello. Quizás pidiendo una hipoteca al banco. Desde luego que sus padres les avalarían. Pero lo más curioso es que, una vez que él dio su nombre para concertar una entrevista con uno de los agentes de ventas, el tono de su interlocutor se hizo mucho más cordial y le aseguró que de seguro podrían llegar a un buen acuerdo. De modo que, en tanto su novia enfilaba la curva que daba a esa zona, el chico no perdía detalle de los alrededores.

-Supongo que aquí es.- Afirmó ella aparcando cerca de un chalet rodeado por un amplio jardín. –
-Vamos a averiguarlo – sonrió el muchacho también con visible ilusión. – Casi no puedo aguardar.

Cuando Cooan convino en ello con su mismo entusiasmo los dos bajaron del coche. Allí, efectivamente, un tipo de traje y corbata, con un portafolio bajo el brazo, les aguardaba. Tras darles la mano y presentarse como agente de la inmobiliaria con la que habían contactado, les enseñó todo aquello. A la joven pareja le encantó la casa por dentro, cuatro habitaciones realmente espaciosas, dos baños y un aseo. Una buena cocina, un gran salón y un bien diseñado recibidor, todo en una sola planta. A parte de la terraza con salida directa al jardín que les rodeaba.

-Está todo en una planta, ¿nada más?- Preguntó Cooan. -
-Es mucho mejor que tenerlo en dos. – Les explicó ese tipo afirmando. – Se ahorrarán mucho en calefacción al tener menor altura, los inviernos suelen ser fríos por aquí.

Aquel era un buen punto. Tras preguntar algunas cosas más sobre las calidades y los alrededores llegó el momento cumbre y más temido.

-¿Cuánto piden por ella?- Inquirió Tom. –
-Pues. Dado el lugar, el tamaño de la vivienda y demás. Serían un total de cuatrocientos mil dólares.- Les informó el tipo. –

Los muchachos se miraron con ojos como platos. ¡Aquello era una fortuna! Se sintieron realmente apenados. Aquel era un sueño de casa. Suspirando resignadamente, fue Cooan la que dijo con pesar.

-Vaya, es... una lástima. No podemos pagar tanto.

Aunque, para su sorpresa, ese agente les sonrió animosamente para declarar.

-Bueno, dije serían… me refiero a circunstancias normales, pero mi jefe me ha dado autorización para hacerles una rebaja.
-Es muy amable - replicó Tom, quién lleno de interés no pudo evitar preguntar de seguido. - ¿Y cuanta sería esa rebaja?
-Me han dado instrucciones de rebajarles el precio a un cincuenta por ciento. – Declaró el tipo con gesto sonriente e incluso genuinamente sorprendido. – Y crean que no suele ser tan benévolo. Han debido de caerle ustedes muy bien.

De nuevo ambos pusieron ojos como platos y abrieron la boca. ¡Eso era demasiado bueno para ser cierto! Además. No habían visto al dueño de aquello en su vida. ¿Cómo iban a haberle caído bien?

-Lo, ¿lo dice de verdad? - Exclamó Cooan llevándose las manos a la boca. –
-Créanme si les digo que jamás en toda mi carrera como agente de ventas había hecho una oferta tan buena como la suya. Y llevo más de veinte años en la profesión. – Remachó el individuo que debía de estar cercano a la cincuentena. – Es una ocasión de oro. Se lo aseguro.
-Muchas gracias amigo. Pero, aun así, debemos pensarlo y hacer algunas llamadas. – Comentó Tom, que enseguida añadió. – Pero en un principio estaríamos interesados, ¿verdad cariño?- Inquirió dirigiéndose a su novia. –
-Sí, claro. ¡Muy interesados! - Sonrió ella con expresión radiante. –
-No se inquieten, tómense su tiempo. – Les respondió ese hombre con amabilidad proponiendo de seguido. – Si les parece bien, dentro de una semana, si han tenido ocasión de llevar a cabo sus trámites, llámenme. Hasta entonces puedo prometerles que no enseñaré esta casa a nadie más.
-Lo haremos, esté seguro de ello. – Afirmó Tom con el asentimiento ilusionado de su pareja. – ¡Muchísimas gracias!

Así quedaron, se despidieron de aquel hombre con dos efusivos apretones de manos.  Cooan debía ir a la escuela donde le habían hecho una oferta de trabajo. Tras conocer el sitio decidió que le gustaba y aceptó las condiciones que, dicho sea de paso, eran bastante ventajosas. Aquel tipo al que salvaron durante la lucha contra los demonios se había ocupado de buscarle un puesto en un lugar bastante reputado de la zona, con muy buen sueldo y condiciones enviables en cuanto a seguros médicos y otros asuntos de importancia. Tom, por su parte, encontró un muy bien pagado trabajo de instructor en un gimnasio de artes marciales bastante importante en la ciudad. Eso a buen seguro le retrasaría en sus aspiraciones. Sin embargo, de momento sería mejor que ganase dinero para pagar la casa. Ya tendría tiempo más delante de invertir en su propio dojo. Así que, tras conocer sus puestos de trabajo en Portland y firmar los contratos, retornaron a Nueva York para acabar algunos trámites. Llamaron a los padres del chico y les contaron como estaban las cosas. Ellos se alegraron mucho y se reafirmaron en su promesa de echarles una mano. La joven pareja se sentía feliz y como disponían de algunos días libres antes de comenzar con todo eso, decidieron irse de escapada al camping a meditar sobre su más que prometedor futuro y a desconectar un poco antes de emprender aquella nueva vida. Así lo recordaba el muchacho. Ahora estaba de rodillas desmontando la tienda, ya iban a volver. Antes acudirían a visitar a Roy y Bertie. A Tom quizás le comenzaban a encajar las piezas. Quizás hubiesen sido esos tipos del gobierno, aparte de su benefactor, los que les habían estado ayudando. Y seguramente que también serían los que hubieran estado vigilándoles. Aunque todo daba la apariencia de estar tranquilo ya que eran los únicos que quedaban por marcharse. Pero eso no explicaba la extraña sensación que él tenía desde hacía ya un buen rato. Sentía como si alguien le vigilase. Se levantó mirando hacia los árboles cercanos, sólo los mecía el viento y el único ruido que escuchaba era el crujir de las ramas. Cooan que había estado recogiendo algunas cosas se acercó a él y le preguntó al verlo otear a su alrededor.

-¿Qué ocurre, Tom?..
-No sé. Es una sensación rara. Como si me observaran. - Le susurró el chico. -
-Yo he tenido esa misma impresión. - Confesó su pareja, aunque enseguida rectificó su semblante inquieto por otro más relajado cuando añadió. - ¡Será que estamos algo paranoicos!, después de todo lo que hemos pasado no me sorprende. De todos modos no he visto a nadie por aquí.
-Tienes razón. -  Repuso su interlocutor admitiéndolo más relajado en tanto la rodeaba con un brazo. - ¡Sí, parezco uno de esos veteranos con síndrome de Vietnam de los que oía hablar a mi padre cuando era un crío! , será mejor que termine de desmontar esto y nos vayamos.
-Vale, yo voy a recoger la ropa. - Le dijo Cooan más tranquila, dejándole tras darle un beso. -

            Tom se agachó dispuso a terminar de guardar los últimos clavos. Cuando terminó, notó de nuevo la presencia de alguien, se giró con rapidez y esta vez sí que se topó con una visita. Se trataba de un muchacho, su descripción encajaba con la que le dio el guarda. Desde luego se parecía bastante a Roy. Aunque sus ojos eran de color azul oscuro. Como los de Beruche, pensó él. Presto, se levantó y se dirigió al chico en un tono poco cortés.

-Así que eres tú el que nos has estado espiando, no eran imaginaciones. ¿Se puede saber que es lo que quieres, muchacho?

            El chico le miró atentamente, como si estuviese analizándole de algún modo. Parecía sorprendido pero no dijo nada. Iba vestido de una manera informal. Una cazadora vaquera y un pantalón de chandal, a Tom le pareció que éste estaba manchado de sangre. Volvió a preguntarle perdiendo la paciencia ante tan poco tranquilizador individuo.

-Habla, ¿es que eres sordo? ¡Contesta! , mira, no tengo dinero y lo poco que hay aquí no te lo daré por las buenas. - Aseveró poniéndose en posición de combate. -

            No obstante su interlocutor se limitó a sonreír y por fin, habló con voz suave y clara, dejando a su interlocutor sorprendido.

-No temas, no quiero robaros, ni haceros ningún daño, ni a ti ni a Connie. ¿La llamas así, verdad?
-¿Cómo sabes el nombre de mi novia?- Le inquirió Tom. -
-Igual que sé el tuyo. Eres Thomas Alan Rodney, ¿no es así?
-¿Quién eres? - Preguntó su interlocutor cada vez más sorprendido y confuso. - ¿Qué deseas de nosotros?


            El chico ignoró la pregunta volviendo a decir.

-Tú eres el mejor amigo de Roy Malden ¿no me equivoco, verdad?
-Un momento, muchacho. - Repuso su contertulio más cautamente. - No diré nada si no me dices antes quien eres tú y que es lo que quieres de mí, de Connie o de Roy.

            Se produjo un silencio tan tenso como leve. Aquel muchacho tomó la palabra ya sin sonreír y afirmando con mayor gravedad.

-Es algo difícil de creer pero deseo salvaros a todos, y para eso preciso de tu ayuda. La situación es muy seria.
-¿Eres del gobierno? - Quiso saber Tom ahora ya más inquietado. - ¿Acaso se ha declarado una nueva emergencia?- Inquirió al recordar el aviso de Roy por teléfono. -
-No, no soy del gobierno. Por desgracia, me temo que esto es algo mucho más importante. - Contestó el chico con tono preocupado. - Pero me has de prometer que lo que te cuente no se lo dirás a nadie. Ni siquiera a tu novia.
-¿El qué?, ¿qué está ocurriendo? - Le apremió su interlocutor más que intrigado. -
-Antes dame tu palabra. - Le pidió el chico con una expresión muy seria. – Sé que la respetarás y es de vital importancia que nadie más sepa nada, al menos por ahora.
-Está bien, lo prometo - aceptó éste, aunque no muy seguro de ello, afirmó. - Puedes confiar en mí. Aunque me sorprende que estés tan seguro sin conocerme.

            Otras vez se produjo un incómodo silencio. Ese chico daba la impresión de estar buscando las palabras adecuadas y finalmente declaró.

-Sé bastantes cosas de ti, y que eres íntegro y buena persona es una de ellas. Ahora, por favor, escúchame con mucha atención. Debes dejarme acabar por difícil que te resulte de creer y confiar en todo lo que te diga.
-Lo intentaré, - respondió Tom muy impaciente por oír de que se trataba. - ¡Pero cuéntamelo de una vez!


            El  muchacho asintió y tras observar a su alrededor y asegurarse de que no había nadie en las cercanías, se decidió a contarle a su interlocutor su increíble historia.


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