sábado, 5 de marzo de 2011

GWB 23. 68.Mazoui

En Japón, tras otro concierto bastante exitoso, Minako se había retirado a su camerino. Eludiendo a la nube de fans a quienes firmó unos autógrafos por cortesía y siendo protegida por la seguridad del evento, la joven artista e ídolo juvenil, pudo cerrar la puerta al fin y suspirar aliviada. Se sentó en la silla que tenía para maquillarse y descansó unos minutos.

- ¡Vaya triunfo Mina-chan, felicidades por otra magnífica actuación! – Escuchó tras ella. -

            Se giró sonriendo, esa voz era muy familiar. Su amigo Artemis la había estado esperando, como casi siempre hacía, cada vez que la muchacha actuaba.

-Sí. - Convino ella añadiendo con tono cansado. - Y después tendré esa presentación de la nueva película y luego la grabación del disco y más tarde sesión de fotos. Estoy completamente agotada. En ninguna de mis antiguas batallas me cansaba tanto.
-Bueno, es tu sueño que se hizo realidad. - Afirmó el gato saltando hasta subirse encima de la repisa donde se alineaban los lápices de labios y demás objetos de maquillaje. -
-Tienes toda la razón. Es lo que desee siempre, desde muy pequeña. Pero ya sabes el dicho. Cuidado con lo que esperas…
-Cuidado con lo que deseas. - La corrigió el felino. -
-Sí, eso. - Se reafirmó la chica. - Una vez que lo obtienes. No sé, no se ve igual.
-A mí no me puedes engañar, te encanta esta vida, los fans y el espectáculo. Y también las obras benéficas a las que te dedicas. - Comentó Artemis guiñándole un ojo a su amiga. -
-Es verdad. - Sonrió la joven. - Lo único que me entristece es que apenas sí puedo ver a las demás.
-No te preocupes por eso. – La animó el felino, para añadir. - Todavía podéis veros de vez en cuando.
-Sí, a Mako-chan la vi cuando hice publicidad de su establecimiento. ¿Cómo se llamaba? - Se preguntó en voz alta para exclamar al recordar. - ¡Ah sí! Flowers & Flavours. Pero claro, estábamos rodeados de periodistas, curioso, fans y demás. Fue imposible que nos sentásemos a charlar como en los viejos tiempos. A Rei-chan, también pude verla en la ceremonia que celebró en el santuario Hikawa en homenaje a su abuelo. Allí la asistencia estuvo restringida, pero tampoco tuvimos ocasión de hablar debido a que ella estaba oficiando. Con Ami-chan me vi en el aeropuerto cuando nos encontramos. Ella regresaba de los Estados Unidos de ver a Bertie, a Roy y a sus hijos. Yo iba a visitar a Mimette, Daniel y a su hija Mimí. ¡Ya está hecha toda una señorita y su madre sigue tan loca como siempre! - Sonrió al recordarlo. -
-A la única a la que llevas mucho tiempo sin ver es a Usagi. –Apuntó el gato. -

            El semblante de su amiga se ensombreció un poco ahora. Aun recordaba de las últimas veces que se vieran. Las palabras de su compañera. Al hilo de eso. Artemis le inquirió.

-Nunca me has contado lo que hablasteis cuando ella fue a verte a California.
-Pues ahora lo haré. - Concedió la joven. - Si es que de veras deseas escucharlo.

            El gato se concedió unos instantes para responder, tras pasearse de modo aristocrático por una balda cercana saltó aterrizando a los pies de su amiga y replicó sin dudar.

-Me muero de ganas por saberlo…
-Muy bien, pues sucedió así…- Le refirió la muchacha. -

Había pasado el tiempo, en Japón, Minako era toda una celebridad. Incluso viajó a los Estados Unidos puesto que su fama alcanzaba ya allí también. Visitó a sus amigos y no cejó en su empeño de saber cómo estaba Karaberasu. En esta ocasión no quiso recurrir a los canales oficiales. Por sus propios medios retornó a aquella casa donde sabía que la muchacha vivía. No obstante, pese a que esperó no la vio por los alrededores. Estaba pensando en acercarse a llamar y darse a conocer. A fin de cuentas, eso ya no importaba, al haber sido apartada de sus funciones no tendría ya porqué obedecer ningún mandato. Pese a ello algo le impedía ir. Entonces fue cuando una voz conocida y amable le dijo a su espalda.

-Kalie se ha casado, está de Luna de Miel. No la encontrarás aquí ahora.

            Cuando Minako se giró no pudo creerlo. Allí, de pie, y con una sonrisa estaba Usagi junto con Luna. Al verla no se le ocurrió otra cosa que suspirar y responder.

- ¡Ha pasado mucho tiempo!...
-Sí. - Convino su interlocutora que quiso saber. - ¿Dónde está Artemis?
-En el hotel. Le he dejado entretenido con una bola de lana, de esas que tanto le gustan. - Pudo replicar la muchacha. -

            Realmente no se sentía ya enfadada, es más, se alegraba de ver a su amiga, la que era su futura reina y desgraciadamente tuvo que ejercer como tal hacía unos años. Incluso llegó a confesar con voz queda.

- ¿Sabes? Es gracioso, no he tenido el valor de acercarme a llamar. Ni siquiera ahora que no me ata nada que lo impida. - Remató con cierto tono de reproche. -
-Minako. - Replicó serenamente su contertulia. - Nada es para siempre. Sin embargo, todavía no es el momento para Karaberasu de reencontrarse con los demás.
- ¿Y cuando has decidido que sea el momento oportuno, Majestad? - Inquirió su interlocutora con un no disimulado retintín. -
-No, no me interpretes mal. Yo no decido eso. - Le contestó su antigua compañera con tono suave pese a todo. - Escúchame. Entiendo que estés enfadada conmigo. Pero no tuve más remedio que actuar como lo hice. Y ha llegado el momento de que te explique las razones.
-Sinceramente, eso ya no me importa en absoluto. Puedes quedarte con tus razones secretas. Tus sueños, revelaciones o lo que quiera que sean, pero ¡déjanos en paz! - Rechazó la muchacha expresando ahora sin tapujos, lo dolida que todavía se sentía. -

            Su interlocutora bajó la cabeza entristecida, pero no podía alegar nada más. Fue la gata que la acompañaba la que intervino entonces.

-Por favor, Venus. - Le pidió Luna. – Concédenos un momento, aunque sólo sean cinco minutos.
-Yo ya no me llamo así. - Le rebatió a la felina. - Soy Minako Aino, una ídolo juvenil y cantante de éxito. Y nada más…
-La reina ha venido para devolverle a Artemis sus recuerdos y su capacidad de hablar. - Le informó Luna, quién con un tono suplicante y cargado de angustia, insistió. - ¡Por favor! También yo le he echado mucho de menos. ¿Acaso crees que fue menos duro para mí de lo que lo ha sido para ti? Es el padre de mi futura hija Diana.

            La interpelada se quedó pensativa durante unos instantes, bajó la cabeza y entonces asintió despacio.

-Lo siento, Luna. Perdóname. Tienes razón. Mi hotel no está demasiado lejos. Vine en taxi escapando de mi escolta y de los periodistas. - Les comentó. -

            Llamaron a un taxi y en efecto, al llegar tuvieron que bajar ocultas por unas gafas de sol y protegidas por la seguridad de la cantante. Cuando finalmente entraron en la habitación de Minako, ella les a sus acompañantes al mostró al minino que ahora dormía sobre su cajón de arena, cerca de una deshilachada bola de lana amarilla. Usagi le observó sin poder evitar que sus ojos hicieran aguas. Musitó con el tono afectado por la emoción en tanto se aproximaba y le acariciaba afectuosamente la cabeza.

-Perdóname Artemis.


            Al instante se transformó en la reina Serenity, con su largo y algodonoso vestido y su cetro. De éste partió un rayo plateado que se centró en la frente del animal. Al poco tiempo esa media luna dorada que lucía antaño reapareció. El gato pudo despertarse a los pocos minutos, abrió los ojos y entonces miró sorprendido a sus visitantes.

-Luna. - Pudo decir aun aturdido. - Majestad… ¿Qué ha pasado?...
-Has dormido mucho. - Le sonrió la soberana sentenciando. - Ahora te toca despertar, amigo mío.

            Luna se aproximó enseguida a él y juntó su cabeza a la de su compañero. Minako sonrió. Su viejo amigo estaba de vuelta. Y le dijo con profunda emoción en el tono.

- ¡Te he echado mucho de menos!
-No recuerdo muy bien. ¿Cuánto tiempo ha pasado? - Quiso saber el gato. -
-Es largo de contar. - Respondió Luna para añadir. - Vamos y te lo explicaré. La reina y Minako tienen cosas de que hablar.

            En ese instante la cantante interrumpió el relato y preguntó al gato.

- ¿Y qué te explicó Luna?
-Bueno, me hizo recordar que Serenity tuvo que castigarme por mi desobediencia. Ella me ordenó categóricamente que no localizara el paradero de Karaberasu ni te ayudara. Pero me dejé llevar por nuestra amistad.
- ¡Eso no lo sabía! - Se sorprendió la chica, añadiendo. - Creía que fue porque yo infringí las órdenes de no tomar contacto con ella y tú me ayudaste.
-La reina hizo lo que debía hacer. - Afirmó el gato. - Tenía razón, mis acciones merecían un justo castigo. Pero como ves no me quitó mis recuerdos ni el habla a perpetuidad. Simplemente los bloqueó. Y mi esperanza de vida como miembro del Milenario de Plata no se vio afectada. Tuvo cuidado de hacerlo así.
- ¿Por qué no me explicó eso? De haberlo sabido no la hubiera…- Ahí se detuvo, con profundo pesar e incluso vergüenza. - ¡Oh! No sé cómo voy a poder mirarla a la cara ahora.
-Luna me contó que no pasó un solo día sin que ella lamentase lo sucedido. Por eso le costó el ir a verte. - Le informó su amigo quién a su vez inquirió con patente interés. - ¿Se puede saber qué sucedió entre vosotras allí dentro?
-Verás…- repuso su contertulia, retomando el relato con cierto apuro. - Lo que pasó fue…

Por unos instantes, tras la salida de ambos gatos, las dos guardaron un espeso silencio, finalmente fue Minako la que suspiró queriendo saber.

- ¿Por qué ahora?...
-Echaba de menos a mi amiga. - Respondió la interpelada. -
-Yo te he echado de menos durante mucho tiempo. - Le recriminó la cantante. - A ti y a las demás. Desde que alcancé la fama no ha sido lo mismo. Pude quedar un poco con las otras. Me reuní con Rei, con Ami y con Makoto. Todas tienen también unas vidas muy ocupadas. Pero tú eres la única a la que no pude ver.
-Lo siento mucho. También Mamoru-kun y yo estuvimos muy ocupados. - Se excusó Usagi. -
-Hay algo que no he podido comprender nunca. - Replicó su contertulia con tono dolido y creciente indignación. - Aprecio mucho a Setsuna, hemos compartido momentos muy difíciles en la batalla. Sin ir más lejos recuerdo cuando peleamos codo con codo contra Neherenia. Pero ella se enamoró del rey de los saiyajin y vosotros lo aprobasteis. Incluso cuando eso significó conculcar sus votos de obediencia y lealtad. Yo no llegué a cometer tal transgresión y, sin embargo, a mí me arrebataste mi condición de guerrera y de princesa de Venus. ¡Me apartaste de tu lado! ¡Me quitaste a Artemis, mi único amigo entonces! ¿Y crees que ahora con volver todo será como antes? ¿Sabes la angustia que pasaba cada vez que él se ponía enfermo? ¿O que salía corriendo y se perdía por la calle? ¡Podía haber muerto! Y su vida se habrá reducido mucho. Un simple gato no es como un habitante del Milenio de Plata. ¿Te crees que voy a perdonarte y a olvidar todo eso sin más?

            La otra muchacha escuchaba en silencio, sabía que ese momento iba a llegar. Sería difícil para las dos, pero costase lo que costase, trataría de hacérselo comprender a su amiga.

-Sé que tienes sobrados motivos para estar así. Si hay algo más que quieras que haga…o desees decir.
- ¿Algo que yo quiera? ¡Claro que lo hay! He deseado hacer esto desde aquel día. - Estalló Minako propinándole una tremenda bofetada, llena de rabia, a su interlocutora. -

            Usagi cayó al suelo tapándose con las manos la marca de ese golpe. Tenía la mejilla enrojecida y se levantó con dificultad. Su contertulia respiraba ahora con agitación y lloraba.

-Escúchame Minako. - Le pidió con tono calmado pese a todo. - Las cosas no fueron así. Setsuna se casó por amor, sí. Pero hubo de renunciar a muchas cosas que también le eran queridas. Tú misma estabas allí y lo presenciaste. Dejó su puesto de guardiana y de guerrera. Perdió el contacto con las demás. Pasó a ser una aliada y nunca ha dejado de ser nuestra amiga. Sin embargo, jamás volverá a ser una sailor en esta vida. Tu caso fue distinto. Jamás te quité tu dignidad como princesa de Venus. Simplemente te suspendí de tus funciones como guardiana. Y ahora puedes retornar a ellas si lo deseas. - Remachó sacando de un bolso que llevaba el transformador y la pulsera de la chica y ofreciéndoselas con la mano extendida. - ¿Qué me dices?

            Su contertulia la observó durante unos instantes sin hablar. Dejó que su compañera se mantuviese durante un rato más con aquel brazo alargado, ofrendando en vano esos artefactos. Finalmente movió la cabeza y musitó.

- ¿Y para que quiero eso yo ahora? ¿No te has parado a pensar que quizás soy más feliz sin tener esa responsabilidad? Tú tenías el derecho a quitármelo, sí. Pero soy yo quién decide si aceptarlo o no otra vez. Y mi respuesta ahora mismo es no. - Sentenció. -

            Usagi bajó el brazo con pesar. No dijo nada, simplemente dejó aquello sobre una mesita.

-Estás en tu derecho. - Declaró finalmente para sostener la mirada de Minako y decir. - Pero eso es lo menos importante. Lo que más deseo es recuperar a mi amiga. Verás…cuando hice lo que hice no tuve otra opción. Actuaba como Serenity. La reina del Milenio de Plata y de Neo Cristal Tokio de la Tierra.  Como Usagi jamás lo habría hecho. Pero ese es un lujo que no me podía permitir. Y por desgracia para mí, las veces en las que puedo actuar y vivir como Usagi Tsukino son cada vez más escasas. Dentro de poco solamente podré ser Serenity.

            Su contertulia la observó ahora con gesto atónito. Aquello la dejó realmente impactada. ¿A qué podría referirse su amiga? Amiga sí, pese a todo lo acaecido ella nunca dejó de considerarla de ese modo. No pudo evitar preguntar.

- ¿Qué está sucediendo? Por favor, cuéntamelo todo y por una vez no me digas que es algo que aún no puedo saber.
-Te prometo que esta vez, te lo contaré todo. Tal cual me ha sido revelado a mí. - Afirmó su contertulia posando sus manos sobre las de su amiga, en tanto ambas se sentaban sobre la cama. - Escucha con atención…

            Así charlaron durante un buen rato, cuando los gatos retornaron al fin, vieron como las dos chicas se abrazaban, lloraban y sonreían al tiempo.

-Eso lo recuerdo. –Afirmó Artemis. -

Minako al fin se limpió algunas lágrimas tras rememorar aquello y le contó a su amigo felino lo que Serenity le desvelase. El gato se quedó perplejo y entonces dijo.

-Entonces todo cobra sentido. Escucha.  Cuando estabas actuando recibí una llamada de Luna. Me ha dicho que ya ha llegado el momento. Al fin volverán a verse.
-Al fin. Luego ya está todo en marcha. - Musitó su interlocutora quedándose pensativa. - Sólo podemos rogar porque las cosas vayan bien. ¡Ojalá pudiera estar allí y explicarlo todo antes de que ocurra, pero no puedo!
-Ten confianza. - La animó Artemis. - No han estado tanto tiempo separados para que las cosas vayan mal ahora. Al menos debemos tener optimismo.
-Sí, tienes razón. Como de costumbre. - Convino la joven artista. - Y tras unos instantes de reflexión finalmente le comentó a su amigo con un tono más jovial. - Es tarde, vámonos a casa. Mañana tenemos mucho que hacer.

            Y el gato asintió, feliz de haber comprendido después de tanto tiempo… De este modo se marcharon, dejando el camerino en silencio. Y al mismo tiempo, a miles de kilómetros de Japón, en un céntrico supermercado de Nueva York, un joven se aprestaba a acercar su carro de la compra hacia la caja. Una voz femenina le apremiaba. El chico, alto y fornido, de atractivo semblante con apariencia algo misteriosa, ojos color miel y pelo castaño liso, se apresuró a responder.

- Yo voy, mamá, espera, creo que he visto algo más que nos vendrá bien. - Indicó, examinando una estantería que contenía algunas viandas enlatadas. –
-Sí, hijo. Tenemos que comprar todo lo que te pueda hacer falta. - Respondió su interlocutora.-

La mujer a la que pertenecía esa voz se aproximó a él. Era atractiva y de mediana edad, con sus ojos castaños y su pelo del mismo tono recogido en un moño, atado con un gran lazo rojo, revelaba su parecido con el chico. Cuando este terminó de aprovisionarse, ella sacó su tarjeta de crédito y se la entregó a la cajera, ésta la examinó para contrastarla con el rostro de su clienta y la leyó antes de pasarla por el scanner de la caja.

-Bien, señora O ‘Brian. Karla ¿no? - Le inquirió la trabajadora a lo que mujer asintió con amabilidad. - Pase por aquí, por favor.

Le señaló una esquina cercana a la caja en tanto el chico traía el carrito repleto de compras.  Entonces Karla le dijo a su hijo.

- Vamos Mazoui, que tenemos que llegar al apartamento.  Quiero hacerte la cena pronto para que luego puedas descansar.
- Sí, mamá, pero ¿no crees que hemos comprado demasiada comida? - Sonrió el muchacho. - Tendremos por lo menos para un mes.
- No me fío de que te quedes tú sólo aquí, a saber, cómo te alimentarás. No hay más que hablar, soy tu madre y me debo ocupar de ti. Tu hermana y tu padre están de vacaciones en Irlanda así que tenemos todo el tiempo del mundo para nosotros, hijo. - Respondió ella con decisión y afecto a la vez. -
- Creo que ya soy mayorcito, mamá. -  Opuso el chico algo azorado. - Además ya estoy bien y en la Academia Militar no se me permitirá tener a mi madre de cocinera.
- Puede que allí no. Por eso me quedaré en el apartamento y estaré cerca de ti un par de meses, hasta que te acostumbres. - Sonrió ella acariciando la mejilla de su hijo. – Lo que no comprendo es porqué has venido a Nueva York, pudiendo haber ido a la academia de los Ángeles. Esa está mucho más cerca de casa.
-Allí no quedaban plazas, mamá. Al menos para pilotos. Las tenían para técnicos y otras armas diferentes. Menos mal que me han admitido aquí.
-Sabes que no entiendo nada de ese galimatías militar. - Sonrió su madre declarando con orgullo.- Pero has trabajado muy duro para lograrlo y lo mereces, cariño.

              En efecto, a Mazoui le había costado mucho, pero logró aprobar su última entrevista de acceso a la recién inaugurada academia espacial de la Tierra Unida. Allí sería donde se formarían de ahora en adelante los pilotos de las Naciones Unidas y que, probablemente, les daría adiestramiento para ir al espacio algún día. Y eso era lo que el chico deseaba desde siempre. Ver el exterior de su mundo, quizás encontrar las respuestas que no le brindaba la Tierra. Escapar de sus problemas y de la incomprensión que suscitaba por ser aparentemente distinto a los demás. Pero ahora debía centrarse en el comienzo de todo. Y aunque físicamente fuera alguien excepcional y un muy buen estudiante, sabía que no lo iba a tener nada fácil. La Academia era en extremo rigurosa y no toleraba fallos. Por tanto, además de aplicarse en los estudios, su mayor esfuerzo sería mantenerse a sí mismo a raya. Aunque esperaba que con las medicinas hechas por su padre todo fuera bien. De todos modos, éste le dijo que ya había pasado la etapa crítica. Pensaba en todo eso mientras su madre, la señora O ‘Brian, se disponía a recoger su tarjeta de crédito.

-Gracias. - Dijo Karla a la cajera en tanto ésta se la devolvía. -

Súbitamente se escucharon ruidos de golpes y gritos y un par de disparos en el local. Como si hubieran salido de la nada, dos individuos encapuchados apuntaron con un revolver a la cajera y con un cuchillo a Karla.

- ¡Vamos, entregadnos todo el dinero! ¡Rápido!, no os lo repetiré otra vez. - Espetó apresuradamente uno de los encapuchados. -

            La asustada cajera obedeció, sacó la recaudación y se la dio de inmediato al individuo. Mazoui estaba tenso, dispuesto a intervenir, pero su madre le miró moviendo la cabeza. El encapuchado del cuchillo se fijó entonces en el gesto, blandiendo su arma amenazadoramente.

- ¡Vamos, dadme todo lo que tengáis! - Les ordenó de malos modos. -
- No llevo más que mi tarjeta de crédito, no tengo nada que les pueda servir. - Respondió Karla tratando de mantener la calma - de verdad.
- Eso lo veremos. - Replicó el atracador que entonces reparó en un bello colgante adornado con una especie de piedra preciosa de tono ambarino que ella llevaba al cuello. Sonrió con los ojos escrutando el hallazgo y le exigió. -  Eso debe de valer una pasta, dámelo...
- ¡Por favor! - le pidió Karla con voz suplicante. –Es una baratija, pero tiene mucho valor sentimental para mí. No puedo dárselo.

            El atracador agarró la piedra con la mano y tiró sin contemplaciones, rompiendo la cadena que lo sujetaba. Mazoui trató de impedírselo, pero el maleante agarró a su madre y le puso el filo del puñal en el cuello.

- Ni lo intentes chico o tu mamá sufrirá. - Amenazó con sorna, llamando a su compañero para enseñarle el colgante y preguntarle. - ¿Crees que esto será de valor? Nunca había visto nada igual.
- No, no lo creo, no parece una joya. - Respondió el otro, que, sin embargo, lo observó más de cerca y pareció sorprenderse bajo la capucha. - ¡Espera un momento! Yo he visto algo así antes, hace tiempo. - Miró a la atónita mujer y se quedó pensativo y aseguró con visible asombro. - ¡Sí, claro! ¡Yo te he visto antes!, no recuerdo muy bien, pero me suena mucho tu cara. -  Dirigió la mirada ahora a su compañero y le ordenó. - ¡Suéltala y dale su colgante!
- ¡Pero, tío! - Trató de objetar el otro realmente sorprendido. - ¿Qué estás diciendo?
- ¡Hazlo!, le mandó bruscamente para después suavizar el tono. - Tengo que pensar… sí... - el atracador guardó un repentino silencio, algo le cruzó por la cabeza al ver el gesto de temor de la mujer y recordó. - ¡Ya lo sé! - Rio bajo su máscara, añadiendo convencido. - Ya sé dónde te vi, pero han pasado casi veinte años. Tú eres una de esas que se enfrentaron a nuestro amo. ¿No es así?

            Karla estaba paralizada por el asombro y el temor. Negó visiblemente con la cabeza replicando.

-No sé de qué me habla. Me debe de estar confundiendo con otra.
- ¡No creo! - Se rio aquel tipo que incluso llegó a decir para asombro no solamente de Mazoui sino de su propio compañero. - Ahora que te he devuelto tu colgante ¿por qué no te transformas en Justiciera? Para ti sería fácil derrotarnos.
-No tengo ni idea de a qué se refiere. Por favor, sólo queremos irnos. - Le suplicó ella visiblemente asustada. –
-Pudiera ser que estuviese equivocado. No puede ser, pero, claro… - Ahora dedicó su atención a Mazoui que le observaba sin comprender nada. Entonces el individuo inquirió reflexivamente a Karla. - Así que este muchacho es tu hijo ¿verdad?
- Sí, es mi hijo- musitó ella. -
- ¿Y cuántos años tienes, chico? - Le preguntó el encapuchado a ese joven. -
- Hace poco que cumplí diecinueve. ¿A qué viene esto?,- preguntó éste a su vez entre sorprendido y furioso. -
- Ya lo sabrás…, enseguida. - Se rio el tipo aquel bajo su capuchón, aseverando. - Entonces todo encaja, es lo que yo pensaba. - Afirmó señalando a la madre del chico con un dedo acusador. - Tú eres la que estaba aquella noche con nuestro amo. Yo estuve también allí y lo vi todo...

            A Karla se le heló la sangre en las venas, movía la cabeza con horror y le susurró al tipo con un tono de vehemente súplica y desesperación en sus ojos.

- Por favor, ¡cállese!, le daré todo lo que llevo encima, pero déjennos ir.
- Eso tío. - Añadió el otro atracador que tampoco sabía de qué iba la cuestión y comenzaba a preocuparse por la previsible llegada de la policía. - ¿Por qué no quedáis otro día y os tomáis un café, una copa o lo que os plaza, por los viejos tiempos? ¡Pero ahora vámonos o nos trincará la pasma!
- ¡Esto es mucho más importante! - Le espetó su compañero haciéndole un gesto con la mano para que se callase ante la sorpresa de su colega. - Tú eres muy joven y no sabes nada, pero te aseguro que, si estoy en lo cierto y creo que sí, esto vale más que un millón de dólares. Mujer - se dirigió a la asustada señora O ‘Brian y aseveró convencido. - Estoy seguro de que tú eras una de las que lucharon contra nuestra secta.
- ¿Qué está diciendo, mamá? - Quiso saber Mazoui, contemplando atónito a los dos, para volver a preguntar. - ¿A qué secta se refiere? ¿Quién es este tipo?
- Nada hijo, me confundirá con otra. - Insistió débilmente ella, temblando visiblemente asustada. - Se equivoca - le dijo al atracador tratando de reunir todo su aplomo y firmeza. - Le repito que no sé de lo que me está hablando.
- ¿No? - Se sonrió el tipo quitándose la capucha, para asombro de su compinche. Era un individuo de pelo canoso y facciones duras que aseguró con una media sonrisa triunfal. - Estoy seguro de que eras tú, esa noche no se me olvidará nunca, y estoy convencido de que a ti tampoco se te habrá olvidado. ¿A qué no?

            Mazoui se percató de que su madre temblaba y que su semblante estaba pálido. Se encaró con el atracador, pero éste le hizo retroceder apuntándole con su arma.

- No quiero hacerte daño, chico. - Espetó éste que luego le ordenó a su compañero. - ¡Que salgan todos!, vamos. ¡Todo el mundo fuera!
- Pero ¿estás loco? - Le chilló el otro con un tono entre incrédulo y alucinado. - Te reconocerán. Además, estamos en medio del atraco.
- Hazlo y no discutas, esto es mucho más importante que un miserable atraco. - Sentenció su colega con rotundidad e incluso satisfacción. – ¡Esto es el resurgir!…

            Su atónito compañero obedeció, desalojó a todo el mundo de allí, no fue difícil pues la gente estaba deseosa de escapar y tras unos minutos sólo quedaron Mazoui y su madre.

- Bueno chico. - Sonrió el tipo del pelo canoso. - Ahora voy a contarte algunas cosas que seguro te interesarán.
- No, ¡por piedad! - Pidió Karla visiblemente desesperada. - ¡Déjale marchar!, haced conmigo lo que queráis, pero dejad que mi hijo se vaya.
- No puedo hacer eso. Él es nuestra pieza maestra. La que estábamos esperando desde hacía tanto tiempo. - Le contestó el atracador lleno de una aparente amabilidad, más cuando afirmó. - Me siento como si fuera su padrino, se parece mucho a nuestro amo. Muchacho - le inquirió divertido. - ¿Qué dirías si te contase que yo conocí a tu padre?
- ¡Diría que es mentira! - Respondió Mazoui bastante irritado, aunque también sorprendido. -

            Pero el rufián movió la cabeza de modo condescendiente, suavizó su semblante y rebatió.

- ¡Ja, ja, ja!  Pobre chico...te aseguro que no es mentira...
- No le hagas caso, hijo - intervino Karla con la voz entrecortada presa del temor y del enojo. - Es un desequilibrado que sólo dice tonterías.
- ¿De verdad? - Añadió irritado aquel tipo señalándola y agregando con sorna. - ¿Acaso lo que hizo el amo Karnoalk contigo fue una tontería? Cuando le gritabas y le suplicabas no te lo parecía. Tengo curiosidad, dime ¿disfrutaste, zorra? Seguro que sí…
           
            Lleno de ira, Mazoui estuvo a punto de saltar sobre él tensando sus poderosos músculos. Pero el cuchillo del otro hacia el pecho de su madre le detuvo. Aun así, se encaró con el del pelo gris y le espetó apretando los puños.

- ¡Te voy a machacar!, ¿cómo te atrevas a insultar a mi madre, bastardo?

Pero su interlocutor no pareció inmutarse, al contrario, incluso se regocijó al responder con una pérfida sonrisa.

- Ella sabe que es cierto todo cuanto digo. Pregúntale de quién eres hijo, a ver si ella se atreve a negártelo.
- Yo sólo tengo un padre, - respondió el chico tratando de calmarse y añadiendo con un tono cada vez más inseguro. - Me adoptó cuando se casó con mi madre. El otro murió antes de nacer yo.

            En efecto, desde que tenía uso de razón, Mazoui únicamente había conocido a su padrastro Mathew y siempre le había considerado como a su padre natural, igual que lo era de Katherine. Para él, ella era su hermana y no su media hermana. Nunca, salvo un par de veces y ya teniendo edad suficiente, se había preguntado quien sería su padre biológico. Pero, las contadas veces que lo hizo, su madre había guardado un incómodo silencio. El muchacho la notaba violenta, aunque ella se esforzase por no parecerlo y sus respuestas habían sido siempre evasivas. Luego, él mismo tenía aquellos ataques que nadie había sabido explicar y de los que todos sus amigos y compañeros se asustaban. Perdió a dos chicas con las que salía por eso, una de ellas, horrorizada, le dijo que era un monstruo. Pero eso fue hace años y no había vuelto a ocurrirle nada desde entonces, gracias a las pastillas que tomaba. Las que había hecho su padre, que era un reputado médico en San Diego. De todas formas, siempre que se enfurecía por alguna causa notaba una extraña sensación. Como si algo pugnase por salir de su interior. Últimamente había logrado controlarse debido más al miedo que sentía hacia eso, que a su propio aplomo. Ahora, notaba esa misma sensación, pero mucho más fuerte que ocasiones anteriores. Era como si las palabras de ese atracador hubieran abierto una puerta oculta en él desde hacía mucho tiempo. Su madre, pálida de horror y atemorizada, más por las previsibles próximas revelaciones del maleante que por las armas que les apuntaban, no acertaba a pronunciar palabra. Miraba con angustiada preocupación a su hijo, entre tanto, el atracador continuó para desvelarle...

- Tú, eres el fruto de una noche de recreo de nuestro amo, muchacho y eres su hijo y heredero.
- ¿Pero de quién me estás hablando? - Le inquirió Mazoui con una mezcla de ira contenida y curiosidad que emergía de él, como si quisiera reclamar la solución a un enigma largamente guardado en su interior. - ¿Quién es ese amo tuyo?
- ¡Te hablo del gran Karnoalk! - Exclamó el atracador con orgullo. - Demonio del sexto círculo, Barón de las Tinieblas de Hazel y tú eres su heredero, el que restituirá el poder de la antigua secta del Caos final.

            A Karla le dio un vuelco al corazón al revivir aquellas terribles palabras. Mazoui miraba incrédulo a ese tipo y luego a su madre. Ella saltó fuera de sí.

- ¡Basta cállate!, no tortures más a mi hijo, ¡eso es mentira! ¡Maldito demente, déjanos en paz! - Chilló revolviéndose frenética contra su captor. -
- ¡Mamá, cálmate! - Exclamó Mazoui atónito, nunca había visto a su madre perder el control de esa manera. -

            Ella se abalanzó sobre el atracador, pero éste la apartó de un manotazo lanzándola contra una estantería. La mujer se golpeó en la cabeza y se hizo una brecha de la que manó sangre.

- ¡Ja, ja! Chilla lo que quieras, pero no podrás cambiar los hechos. - Espetó el tipo con patente regocijo. -

            Mazoui, perplejo durante un instante, reaccionó de pronto, sintiendo una oleada de rabia y furia. Gritó comenzando a sufrir un ataque, notaba como si una poderosísima fuerza le llenase. Sus ojos se tornaron rojizos y de su boca afloraron dos largos colmillos, agarró del cuello al atracador levantándole. Éste soltó la pistola en tanto su compañero, tremendamente asustado y sin poder dar crédito a lo que veía, blandía el cuchillo, pero sin atreverse a acercarse. No obstante, el del pelo cano parecía relajado e incluso feliz de presenciar aquello. Y retó al transformado chico.

- Lo sabía. ¡Vamos muchacho! - Le incitó con profunda satisfacción señalando a un espejo próximo. - Mírate y tendrás la prueba, no te he mentido, ya sabes de dónde vienes.
- Es cierto. - Balbuceó el horrorizado Mazoui con la voz extrañamente gutural. - Eso que me has dicho. ¿Qué es lo que soy? - Gritó soltando al tipo aquel y llevándose las manos al rostro en ademán desesperado. -
- Un demonio. - Sentenció su interlocutor en tanto Mazoui le soltaba. – O al menos el hijo de uno muy poderoso.

             La mujer se levantó como pudo acercándose hasta su hijo, él la miraba con sus ojos rojos centelleando acusatoriamente.

- ¿Es cierto, madre? ¡Contéstame! – Pero la pobre mujer lloraba sin poder decir nada mientras enjugaba su sangre de la herida, entonces el muchacho añadió con tono abatido. - Ya lo veo, soy un monstruo, un demonio ¿No? Por eso me rehúyen todos. Por eso tengo esas pesadillas y esos ataques.
- ¡No, hijo mío! - Sollozaba su madre puesta de rodillas. - Por favor, ¡cálmate!, puedo explicártelo.

            El atracador más joven estaba aterrado, no podía dar crédito a lo que veía, pero desde luego no se iba a quedar mucho más tiempo, soltó el cuchillo. Aullando.

- ¡Mierda!, yo me largo de aquí. Esto es demasiado. No quiero tener nada que ver. - Y sin esperar respuesta salió corriendo fuera de allí. -
-Sí, - añadió el otro antes de intentar escapar. - Nuestro maestre te encontrará Mazoui, tú eres el enviado que durante tanto tiempo hemos estado aguardando.

             Pero el muchacho estaba ahora fuera de sí, de un golpe dejó a ese tipo sin sentido en tanto destrozaba todo lo que tenía a mano. Nada le importaba ya. Sentía que su vida se había reducido a pedazos en un instante. Y ni siquiera quería escuchar a su madre que le imploraba.

- ¡Hijo mío! , te lo suplico, cálmate. Vuelve en ti.
- ¡No! - Aullaba éste como loco, instado por aquella arrebatadora fuerza que a la vez le consumía quemándole la sangre. - ¡Déjame! - rechazó a su madre apartándose con vehemencia. Por suerte aun podía asustarse ante la perspectiva de hacerla daño. - ¡Tengo que salir de aquí! - Exclamó y de un potente salto rompió el techo  y salió de allí volando. -

Karla trató de incorporarse y supo que no tenía opción. Su pasado, ese tan temido que creyó hacía tanto tiempo enterrado, la había atrapado al fin a ella y a su hijo. Con lágrimas en los ojos salió tras él invocando por primera vez desde hacía muchos años su poder de Justiciera. Afortunadamente el talismán no había sido dañado y merced a él podría encontrar el rastro de su hijo dado que la piedra brillaba ahora con intensidad…

-Por favor, hijo… no hagas nada de lo que puedas arrepentirte. - Sollozaba sin dejar de correr en su búsqueda. -

            Roy y Beruche paseaban por la ciudad tras efectuar algunas compras. Él algo más calmado, pero aun enfadado escuchaba a su esposa. Bertie trataba de convencerle de que rebajase el castigo a Kerria. Como su marido seguía en sus trece, su mujer le puntualizó que eso solamente fuera posible en el caso de que su hija diera muestras de portarse muy bien durante los próximos días.

-Dentro de tres días será su cumpleaños. – Le recordó Bertie. - Tú mismo dijiste que deseabas hacerle un regalo muy especial.
-Lo sé, pero no me saldría del corazón dárselo ahora. – Opuso Roy con tono teñido de malestar. -
-Sigue siendo tu hija y sigues queriéndola. No tiene excusa para lo que ha hecho, pero la conozco, sé que está muy arrepentida y que ha aprendido de su error. Debemos darle una oportunidad. - Insistió Beruche. -

            Ahora su esposo la observó con gesto de sorpresa. Generalmente los papeles solían invertirse. Bertie era más severa cuando tocaba castigar y él era quien abogaba por ese típico “no ha sido para tanto”. Eso le hizo replantearse aquello.

-Puede que tengas razón. Sueles tenerla siempre en estas cosas. - Admitió él. - Pero me ha disgustado muchísimo su comportamiento. Además de haberse puesto en peligro.
-Eso está claro. - Convino su esposa. - Y tiene que darse plena cuenta de lo que ha hecho. Por ello no digo que le levantemos el castigo enseguida. Pero sí que, al menos en su cumpleaños, la dejemos hacer una fiesta con sus amigos del colegio. En casa, por supuesto. Y con nosotros allí.
-No me parece que unos adolescentes tengan muchas ganas de celebrar con los padres de la anfitriona allí presentes. - Se sonrió Roy. -
-Estaremos en casa, pero les cederemos intimidad. Podrán hacer la fiesta en el jardín. - Le propuso Bertie. -
-Bueno, eso no me parece mal. Habría que hablar con su hermano para que nos ayude…Supongo que sería una sorpresa para ella. - Comentó él. -
-Así sería. - Sonrió levemente su mujer. - Le hará mucha más ilusión si no lo espera…Y Leval, en efecto, podría contactar con algunas de sus amigos. Lo mismo que Amatista. Ella sabrá con quienes de sus compañeros se lleva mejor nuestra hija…

Beruche estaba exponiendo esto y su marido asentía cuando Roy se detuvo en seco con gesto de sorpresa. Había sentido una potente energía.

- ¿Qué es lo que pasa? - Quiso saber ella.-

Su esposo miró hacia el cielo y descubrió una estela y un resplandor rojizo pasar a gran velocidad.

- ¡Siento una energía maligna! - Exclamó él, añadiendo con asombro. - No puede ser, pero parece provenir de un demonio.
- ¡Oh, no es posible! - Exclamó Bertie asustada, tratando de rebatirle. - ¡Otra vez no!, espero que te equivoques. - Pero con asombro ella misma observó cómo su piedra, que hacía ya tanto tiempo había permanecido inactiva, volvía a iluminarse en ese tono azul celeste intenso. - ¡Dios mío, no puede ser! -Balbuceó. -
 - Sí, lo es. No me preguntes como, pero es uno de ellos. Reconozco esa clase de poder, - le aseguró su marido que trató de calmarla añadiendo. - Ahora voy a seguirle, quédate aquí, iré tras él.
-Roy, por favor, han pasado muchos años, tú ya no eres tan joven…- Le dijo ella con inquietud. -
-Esa aura no es superior a mi fuerza. - La calmó él. - Anda, vuelve a casa y espérame allí.

Beruche asintió. Así, Roy corrió a un lugar apartado de un callejón y allí se transformó en súper guerrero. Al poco remontó el vuelo en persecución de aquel ser.

- Ten mucho cuidado. - Le pidió Bertie insistiendo con evidente preocupación. - Hace mucho que no luchas. - Pero él ya estaba lejos, siguiendo aquella estela de energía y ella decidió, pese a las palabras de su marido, que lo mejor sería transformarse en justiciera e ir detrás, musitando. – Lo siento, pero no voy a dejarte solo.

            Por su parte Mazoui iba ciego de rabia, destrozaba todo lo que se interpusiera en su errático vuelo. Estaba traumatizado y horrorizado al mismo tiempo por esa revelación sobre su verdadera identidad. No sabía ni quería dominar esos terribles poderes ahora y no descubrió a Roy, hasta que éste le interceptó colocándose en frente de él.

- ¿Quién eres? - le gritó ese guerrero dorado con ademán severo y hostilidad en el rostro. - ¿Qué pretendes?

             El chico quedó sorprendido de ver a alguien capaz de volar como él. No obstante, pensó que se trataría de algún miembro de esa secta y eso le sacó aún más fuera de sí. Sin pensarlo se abalanzó sobre ese individuo brillante y le atacó tratando de golpearle, pero Roy le esquivó sin dificultad y contraatacó golpeándole por todas partes sin piedad. Pagaba con él su enfado por lo sucedido en esos últimos días. Su rival no podía ni reaccionar ante la velocidad y potencia de aquellos golpes. El súper guerrero acabó dejándole prácticamente noqueado y lanzándole contra el suelo. Mazoui se estrelló quedando bastante malherido. Por fortuna no habían recorrido mucha distancia y estaban en un solar abandonado. Su oponente aterrizó allí concentrando energía en una de sus manos dispuesto a rematarlo.

- ¡Voy a acabar contigo, demonio asqueroso! - Le gritó añadiendo con visible sorpresa pese a su furor. -No sé de donde habrás salido, pero te aseguro que vas a volver al infierno.

            Quizás fuese alguno que quedara escondido, eludiendo el regreso al Averno. Aunque Roy no lo comprendía. Landar le aseguró que, tras la derrota de Nagashel, su maestro se vio obligado a hacer retornar a todos los demonios.

-Tendré que intentar hablar con él en cuanto pueda. Pero lo primero es acabar con este maldito diablejo. - Se dijo acumulando una bola de energía en su mano derecha. -

            Y no parecía que fuera a tenerlo muy difícil. Mazoui no podía articular palabra, ni tan siquiera a moverse. Estaba tan gravemente herido que casi ni sentía el dolor. Ahora creyó recordar. ¡Aquel era el mítico guerrero dorado del que oyó hablar desde que era un niño! Ironías del destino. Incluso había jugado a imaginarse que él era ese guerrero que luchaba contra el mal y lo destruía. ¿Quién habría podido decirle entonces que el mal acabaría siendo él? Se resignó con amargura a su suerte. De todos modos, no le parecía tan malo acabar así, antes de convertirse en una amenaza para las personas inocentes. Pero hubo alguien que sí alzó un grito de súplica y terror antes de que aquel hombre consumara su ataque.

- ¡Noo, espera Roy! - Le chilló una voz femenina llena de desesperación. - ¡Por favor!

            Éste se giró sorprendido, deteniéndose cuando iba a asestar el golpe final, aquella voz le era conocida. ¡Y le había llamado por su nombre! Nadie conocía su identidad cuando estaba convertido en súper guerrero, nadie salvo su familia y sus amigos. Asombrado, descubrió que se trataba de una mujer vestida de justiciera. Al verla aproximarse no pudo creerlo. ¡Era la Dama del Trueno!, quedó paralizado por la sorpresa y el asombro. Cuando confirmó su identidad y ella llegó frente a él, añadió con una vehemente y desesperada súplica, tirándose al suelo entre aquel malherido demonio y el propio y estupefacto saiyajin.

- ¡Roy, por lo que más quieras!, no le hagas daño.
- Pero, Kalie, ¿eres tú? ¿Qué significa esto? - Pudo preguntar su interlocutor atónito por lo que veía. -

            Ella solamente podía mirarle con expresión de súplica. El guerrero dorado volvió a observar al chico y descubrió atónito que su apariencia demoniaca había desaparecido. Ahora era un muchacho normal, de pelo castaño y ojos color miel que estaba gravemente herido y sangraba con profusión. Ese desgraciado chico se arrastraba trabajosamente hacia él y le musitó con un hilo de voz.

- Por favor, mátame de una vez. Soy un monstruo, una amenaza para todos.
- Pero ¿qué está ocurriendo aquí? - Quiso saber el saiyajin mirando alternativamente a ambos y preguntando con visible asombro, tras dejar de brillar y recuperar su estado normal. - Kalie. ¡Cuánto tiempo ha pasado! ¿Quién es este chico?

            La miró asombrado, la pobre mujer presentaba un aspecto patético, su rostro estaba cubierto de sangre y arrasado por las lágrimas, lloraba ahora tras arrodillarse, agarrándose a una de las piernas de Roy.

- Te lo suplico. - Sollozaba con la voz entrecortada. - No le mates. No es un demonio, es mi hijo, él no tiene la culpa.
- ¡Tú hijo! - Exclamó Roy perplejo. -

            Ahora recordaba. Esa pobre mujer estaba embarazada y casi a punto de dar a luz cuando derrotaron al mal. Se marchó aquella noche, la misma en la que él y Zafiro se reencontraron con sus hermanas. Y también se acordó ahora de las palabras de su hijo del futuro. Leval habló de su primo, Roy había olvidado el nombre que les dijo, pero ahora le vino a la mente de nuevo.

-Claro. - Pensó con asombro. - Este es el primo Mazoui del que aquel Leval hablaba. Quien le ayudó a viajar a nuestro tiempo entonces.

            Karaberasu seguía llorando, totalmente rota por la tristeza y el miedo.  

- ¡Por el amor de Dios! Cálmate. - Repuso su contertulio visiblemente conmovido por ese triste espectáculo mientras la ayudaba suavemente a ponerse de pie. - Levántate. No temas, no le haré ningún daño a tu hijo. Compréndelo, yo no podía imaginar que… - Rebuscó en uno de sus bolsillos y sacó una alubia, siempre solía llevar alguna, se la entregó a Karaberasu y le sonrió conciliador. - Dale esto, le curará. Y cuéntame lo que ha ocurrido.

Ella, más sosegada y agradecida, se la hizo comer a su hijo. El chico la masticó trabajosamente. Estaba obnubilado por el dolor y apenas sí sabía lo que hacía. No obstante, a los pocos instantes se sintió mucho mejor. Realmente estaba como nuevo. Esa extraña judía le había regenerado. Pese a todo aún se notaba algo débil, más bien por la resaca de su transformación y no se levantó del suelo. Aunque no podía dar crédito a sus ojos cuando se miró todo el cuerpo advirtiendo que estaba por completo curado de cualquier golpe de los que había recibido. ¿Quién sería ese hombre? Era el mítico guerrero dorado, eso estaba claro, y mucho más fuerte que él. Ahora su curiosidad e interés rebasaban incluso a su dolor y desesperación. Aún más cuando se fijó en su madre. ¿Por qué la había llamado ese tipo de aquella manera tan extraña? ¿Y de qué iba vestida ahora? Ella le contó a Roy lo ocurrido en el supermercado. El saiyajin se quedó de piedra dedicando varias miradas de asombro e incluso piedad, al muchacho.

- ¿Comprendes ahora? - Le preguntó ella totalmente hundida. - Él no puede evitarlo No tiene ninguna culpa.
- Ya lo veo. - Musitó Roy asintiendo con pesar. – ¡Por Dios…es increíble!

El saiyajin había quedado muy afectado por la situación de Karaberasu y el chico y se sentía tremendamente culpable por su actuación. Además, ahora recordaba con más claridad e hilando un poco más se dio cuenta de que cuando su hijo del futuro vino a prevenirles y les contó la terrible historia, habló de que su primo era una especie de mestizo entre hombre y demonio, pero que luchaba a su lado. Quizás el destino de la Tierra había cambiado pero este muchacho ya habría nacido entonces. Y al estar dentro del vientre de su madre cuando expulsaron al mal y ser humano en parte, eso pudo permitirle quedarse en esta dimensión. Debió haber venido al mundo al poco de la marcha de Kalie. Roy estaba estupefacto. No obstante, se calmó lo bastante como para añadir con serenidad.

- Lo primero es que salgamos de este callejón. Después, por favor, cuéntame con más calma lo que te ha sucedido durante todo este tiempo. Bertie estará todavía cerca de aquí, trataré de que nos encuentre, o iremos a buscarla.

Karaberasu sintió un vuelco en el corazón. ¡Su hermana estaba por allí! Claro que, durante esos agónicos momentos del reencuentro con Roy, había olvidado por completo pensar en si éste seguiría con Bertie. Podrían haberlo dejado. ¡Podrían haber sucedido tantas cosas! Su amiga Minako no pudo apenas revelarle nada. Pero ahora, tan pronto pudo tranquilizarse lo suficiente cayó en la cuenta. Debían de haberse casado como ella misma hiciera con Mathew. Por su parte su interlocutor seguía contemplándola casi como si viera un fantasma y la animó nuevamente a contarle toda la historia. Desde que se fuera lejos de sus hermanas casi veinte años atrás y mientras ayudaba a ponerse en pie a un recuperado pero tambaleante Mazoui.

- ¿Estás bien, muchacho? - se interesó Roy de inmediato por el chico, disculpándose. – Lo siento, lamento haberte atacado.
-Sí, gracias. - Fue capaz de decir el interpelado en tanto recuperaba la verticalidad. -
-Eres duro. Pocos podrían haber resistido un castigo como ese y seguir vivos. Me alegro de que haya sido así. - Suspiró su interlocutor. -

Y aquel joven apenas pudo dejar de mirar a su, hacía apenas unos instantes, mortal enemigo. Tampoco podía comprender quien era, porqué su madre vestía así y de que estaban hablando. Pero ardía en deseos de saberlo pues intuía que el misterio de su propia existencia se hallaba englobado en ello. Sin embargo, ese incidente no pasó desapercibido. A pesar de estar en un callejón bastante solitario, aquel atracador pudo recobrarse del golpe que Mazoui le propinó y salir a la calle. Afortunadamente para él, la estela que ese chico dejó en el aire y la aparición del Guerrero Dorado, llamaron más la atención de todos, policía incluida, que él con su atraco.

-Tengo que ir rápidamente a informar al maestro. - Se dijo alejándose de allí. -

            Y otra persona asistió, como muchos más, a ese espectáculo en el cielo. Marla en efecto elevó la vista viendo esa fugaz pero espectacular batalla.

-Así que era verdad. - Meditó. - Esto es realmente fascinante. Puede que mi madre tenga algunas respuestas. No tendré más remedio que ir a visitarla.


            De modo que se giró perdiéndose por una calle que iba en dirección contraria a la que habían tomado esos extraños seres…


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