sábado, 5 de marzo de 2011

GWB 24. 69. Karaberasu cuenta su historia


A trompicones y todavía muy nerviosa, Karaberasu se dispuso a contarle a Roy y a su propio y expectante hijo, lo que le había sucedido en los últimos veinte años. Tuvo que armarse de valor para comenzar.

- Verás, fue poco después de dejaros. Antes de que tuviera a Mazoui, una mujer muy amable y buena me acogió y me ayudó a cuidar de él.
- La abuela Dotty. ¿Verdad, mamá? - Intervino el chico con un matiz lleno de afecto en su voz al recordar a esa mujer. -
- Sí, hijo. - Convino su madre que agregó. -  Y también el padre Hugh O ‘Brian, un sacerdote que oficiaba en aquella zona me ayudó mucho, fue quien hizo que Mazoui. - Se detuvo tratando de encontrar las palabras adecuadas, pero después de lo ocurrido decidió que era hora de hablar claro y prosiguió. - El padre O ‘Brian le hizo unos exorcismos a mi hijo. Luego conocí a su sobrino, Mathew.
- Vino a curarme un día que estaba enfermo. - Explicó el propio muchacho - yo era muy pequeño entonces, pero lo recuerdo bien.
- Así fue - sonrió su madre añadiendo con un tinte de añoranza al evocar aquello - y nos enamoramos, ahora es mi marido y el padre adoptivo de Mazoui, y padre natural de nuestra otra hija, Katherine. Los dos están de vacaciones en Irlanda, con la familia de él. Yo me vine con mi hijo para ayudarle a adaptarse. Va a ingresar en la academia militar.
- ¿Tienes otra hija? - Inquirió Roy asombrado añadiendo con visible entusiasmo. - ¡Cuando lo sepan tus hermanas se alegrarán mucho! Pero dime, Kalie, - inquirió ahora con mayor seriedad - ¿por qué no te pusiste en contacto con nosotros en todos estos años? ¡Hemos esperado tanto tiempo para saber de ti! Yo incluso intenté localizarte alguna vez, pero no recordaba bien tu energía, no me dio tiempo a analizarla y aquella vez justo antes de irte...bueno, a decir verdad, no me atreví. – Confesó él que no deseaba mentir ahora. - No sabía si tú querrías ser encontrada. Y de hecho, algunos tipos del gobierno me disuadieron de ello…Al igual que las propias guerreras.
- Lo sé, Roy, e hiciste bien. - Repuso Karaberasu jugueteando nerviosa con su piedra de justiciera en tanto admitía. - Os eché muchísimo de menos durante todos estos años. Pero no tuve valor para volver a veros. Incluso cambié mi nombre para evitar ser descubierta. En realidad, me ayudaron a hacerlo unos agentes del gobierno, seguramente los mismos con los que debiste de hablar tú. Aunque Minako también se preocupó por mí. Precisamente el día en el que nació Kathy vino a verme…

En realidad, fue al día siguiente, antes de ser dada de alta, la muchacha recibió una inesperada visita. Apenas sí pudo creerlo. En un principio no se dio cuenta, la tomó por una de las enfermeras que entraban a comprobar si todo estaba bien y a revisar el estado de la recién nacida. Pero esa joven se aproximó y Kalie pudo reconocerla. Abrió los ojos y apenas pudo exclamar con emoción.

- ¡Mina-chan!

            La aludida puso un dedo extendido sobre su propia boca y le susurró.

-Nadie debe saber que estoy aquí. Y no lo digo solamente por los fans.
- ¡Hacía tanto que no te veía! - Pudo decir Kalie con patente emoción. -

            Su amiga le sonrió y se sentó junto a ella, en la cama. Ambas se abrazaron y la recién llegada comentó.

-Es una niña preciosa. Hace años te vi con tu otro hijo.
-Su nombre es Mazoui. Es un niño estupendo. - Afirmó la aludida. -
-Lamento mucho no haber podido estar junto a ti. No podía hacerlo. De hecho, ahora mismo estoy desobedeciendo órdenes de la reina Serenity. - Le desveló. -
- ¿Por qué? - Quiso saber su contertulia.-
-No es algo fácil de explicar. Pero ya no me importa. Verás. Durante un tiempo me suspendieron de mis funciones por tratar de encontrarte. Las cosas deben ir por ciertos caminos y quise cambiarlas. Tú no debes reencontrarte con tus hermanas todavía. No me preguntes el porqué. Sólo sé que debe ser así. Sin embargo, y eso se lo dije a Serenity en persona, eres mi amiga. Haré lo posible por ayudarte a ti y a tus hijos. Sin importarme ningún tipo de orden o instrucciones.

            Kalie le tomó de las manos y sonrió agradecida, no obstante, negó con la cabeza y declaró.

-No deseo causarte ningún problema. No temas, mi vida fue dura al principio. Sin embargo, los últimos años gracias al Cielo que todo me fue bien. Conocí a un hombre maravilloso, me casé, tengo dos hijos preciosos. Ahora soy muy feliz.
-Me alegro. No puedes imaginarte cuánto. De todas formas. Quisiera hacer algo por ti. - Sollozó Minako afirmando ahora realmente compungida. - Cuando ese monstruo te hizo aquello, yo… no pude hacer nada por salvarte.
-No fue tu culpa. - La animó Karaberasu que, sin embargo, le comentó. - Lo único que te pido es que veles por mis hijos. Si alguna cosa llegara a sucederme. O si alguna vez lo necesitasen.
-Te doy mi palabra. - Se apresuró a responder su contertulia. - Les ayudaré si alguna vez me necesitan.
- ¿Sabes? Aunque no haya podido hacerlo hasta ahora me habría gustado pedirte que fueses la madrina de Mazoui y que lo seas de Katherine. - Le propuso la convaleciente. -

La joven artista sí sonrió ahora de forma mucho más amplia. Mirando a la cuna donde dormía el bebé. Su contertulia adivinó sus deseos y asintió. Minako tomó a la niña en brazos con suma delicadeza y cariño, declarando incluso con cierto aire de emotiva gravedad.

-Pequeña. Siempre estaré ahí para tu hermano y para ti. Y si alguna vez me necesitaseis podréis contar conmigo. Esa es una promesa solemne que os hace vuestra madrina Minako, en nombre de su planeta guardián Venus.

            Y tras esas palabras cedió a la recién nacida a su madre que la acunó con dulzura. La joven nipona sonrió de nuevo y tras darle un ligero beso en la coronilla a la cría suspiró diciéndole a su amiga.

-Tengo que marcharme. No deseo que el pobre Artemis vuelva a tener problemas por mi causa. Se quedó vigilando por el pasillo, escondido, para llamarme por si alguien venía. –Suspiró moviendo ligeramente la cabeza para comentar casi a modo de reflexión. - Es curioso, tanto tiempo deseando ser un ídolo mundial y cuando lo consigo eso es un impedimento. ¡Hasta he tenido que disfrazarme de enfermera para entrar!
-Me alegro por ti. Al final lograste cumplir tu sueño. - Afirmó Karaberasu. -
-Y yo soy muy dichosa de verte contenta y con esta maravillosa familia. ¡Ojalá que algún día pueda volver a ver a tus hijos sin trabas! - Deseó la muchacha. -

Y tras darle un beso en la mejilla a su amiga se despidió. Kalie la vio marchar con una sonrisa emocionada. Su fiel amiga no la había abandonado después de todo. Roy asintió en tanto la escuchaba. Recordaba la vez en la que le advirtieron que no debía tratar de encontrar a Kalie, que eso debía ser así.

- ¿Pero, por qué? - Se preguntó su interlocutor, extrañado. -
- Por miedo, supongo. - Se justificó ella, creyendo que le dirigía esa cuestión. - Ya sé que parezco estúpida, pero mira lo que ha ocurrido, temía por mi hijo. Luego, comencé una nueva vida y traté de encontraros cuando me casé, pero no estabais en la antigua dirección.
- Nos mudamos. - Admitió él -, al casarnos Bertie y yo.
- ¡Os casasteis por fin! - Exclamó Karaberasu haciendo aparecer la alegría en su semblante por unos momentos, queriendo a su vez saber. - ¿Qué tal os han ido estos años? Tengo tantas cosas que preguntarte.
- Llevamos casados dieciocho años y somos muy felices. Aunque mentiría si no dijera que a veces hemos tenido nuestras diferencias y algún que otro problema con los chicos. – Matizó Roy pensando en lo que había sucedido con su hija. -
- Entonces tenéis hijos ¿Cuántos? - Inquirió su contertulia llena de curiosidad. -
- Los mismos que tú, dos, un chico y una chica. - Le contó él. - Leval el mayor y Kerria la pequeña. Con ella hemos tenido últimamente algunos problemas serios. Quizás por eso me he comportado tan agresivamente con tu hijo, lo siento mucho. - Se disculpó nuevamente él, sinceramente arrepentido. -
- Hiciste bien. - Le apoyó sin embargo Mazoui, volviendo a caer en su abatimiento para afirmar cargado de reproche contra sí mismo. - Soy un peligro para cualquiera cuando estoy en este estado. Antes me volvía loco pensando por qué me ocurría esto. Ahora que lo sé, no estoy seguro de querer seguir viviendo con esta maldición.
- ¡Pero hijo! - Exclamó Karaberasu muy asustada e incluso tiñendo de indignación su tono. - ¿Cómo puedes decir una cosa así?, tú eres un chico maravilloso, tienes un gran corazón…- Arrancó a sollozar de nuevo, tratando de animarle. - No es culpa tuya. Quiero que te quites esa idea tan horrible de la cabeza. - Y como Mazoui no dijo nada y miraba hacia otro sitio, ella le sujetó de los hombros girándole en su dirección para añadir. - ¿Me has oído? ¡Nunca quiero oírte volver a hablar así! ¡Nunca!

            El chico le dedicó a su madre una mirada entre atónita y preocupada. Parecía que fuera a darle un ataque de nervios, con la cara ensangrentada y las lágrimas rodándole por las mejillas. Estaba claro que sufría mucho por él. Como pudo la abrazó y asintió, arrepentido de sus irreflexivas palabras. Sabía que su madre y el resto de su familia le querían, igual que él los quería a ellos. Pero por eso mismo tenía miedo, un miedo terrible de lo que algún día pudiera hacerles fruto de aquella siniestra herencia demoniaca que llevaba en su interior. Por eso nunca quiso retornar a Irlanda. Aun recordaba cómo siendo pequeño en las cuadras, con el abuelo Jack, los caballos se asustaban ante su mera entrada. Jamás entendió el motivo. Ahora por desgracia lo veía claro. Ellos podían percibir su parte demoniaca…Sufría ahora al pensar en eso.

- Muchacho. - Intervino entonces Roy, ahora con serenidad. - No importa de quién seas hijo. Lo importante es lo que hagas con tu vida. Posees enormes poderes dada tu condición, ¡aprovéchalos!, aprende a controlarlos. Utilízalos para hacer el bien. Tu madre ha dicho que vas a ingresar en la academia militar. Eso es bueno, te ayudará a ser más disciplinado.
- No puedo hacerlo. Ahora tengo miedo de mí mismo. - Rebatió Mazoui con impotencia y temor en la voz al afirmar. - Cuando me descontrolo no soy dueño de mis actos. ¿Y si matase a alguien?
- Eso no sucederá. Tú puedes dominarte y lo harás - le animó su interlocutor proponiéndole. - ¿Qué te parece esto? Al margen de tu preparación militar yo te entrenaré. Igual que me enseñaron a mí. Ya verás como llegarás a ser un gran guerrero.
- ¿También tú eres hijo de un demonio? - Inquirió el chico esperanzado, desde luego, si ese hombre poseía tal fuerza y poder, no sería nada extraño. -

            Aunque el interpelado para su decepción negó con la cabeza. No obstante, replicó.

- Soy descendiente de una raza de guerreros muy poderosa. Que también era muy belicosa. Pero confía en mí. Puedo ayudarte a ti igual que mis maestros hicieron conmigo.
- ¿Harías eso por mí?,- preguntó el atónito chico, objetando de inmediato con renovado temor. - ¿Y si algún día me descontrolase y les hiciera daño a las personas que quiero?
- Te aseguro que eso no ocurrirá. - Repuso tajantemente Roy que agregó con más cordialidad. - Te lo prometo. Serás capaz de superarlo. Puede que en parte seas demonio, pero también eres el hijo de una justiciera y veo que en ti prevalece tu parte buena. Y como suele decirse, el mal está en todos nosotros, cree lo que te digo. Lo sé muy bien. Pero al final, todos somos la parte que decidimos potenciar.
- Gracias- sonrió Mazoui, visiblemente agradecido por aquella oportunidad. - Ahora que está usted tranquilo veo que tiene un alma muy vieja y noble. Aunque una vez sufrió mucho por culpa de los poderes del mal. ¿No es así?
-Sí, también yo fui poseído por él en cierta ocasión. ¿Cómo lo sabes? - Se sorprendió su interlocutor. - ¿Acaso te lo ha contado tu madre?
- No, ¡yo nunca! - Negó Karaberasu atónita. - Nunca le he hablado de eso. Perdonadme pues ni siquiera le conté quiénes erais. Como ya te dije, quise vivir una nueva vida y algún día, cuando estuviera preparada, encontraros otra vez. Pero entre los avisos de Minako y la vida tan ocupada que tuve, las cosas se sucedieron. Pasaron los años y sencillamente lo fui dejando de lado. En cuanto a Mazoui puede leer en el corazón de la gente, tiene ese don.
- Deseo que me cuentes con más detalle eso de que te ayudaron unos tipos del gobierno. A nosotros nos sucedió lo mismo. – Inquirió Roy con patente interés. -
- Casi me encontraron ellos. En cuanto supieron que deseaba emprender una vida aparte se ofrecieron a darme una nueva identidad. Pasé a llamarme Karla Smith. Aunque yo misma discurrí el nombre, aun antes de que ellos aparecieran. Estuvieron de acuerdo, sobre todo con el apellido. Dijeron que era muy corriente y, por tanto, mucho más difícil de rastrear. Luego, al casarme, adopté el apellido O´Brian. Por suerte, ellos no supieron nada de Mazuoi. Pensarían que se trataba de un embarazo como otro cualquiera.

            Roy comenzó a entender muchas cosas. Ahora se daba cuenta del motivo de que, aun con la ayuda de Ian Masters, no pudieran dar con ella las pocas veces que hicieron algún intento. Pero lo que no podía comprender era las motivaciones de las guerreras. De todos modos, aparcó eso por el momento y le pidió al chico al hilo de esa capacidad que decía poseer.

- Quizás puedas ayudarme con mi hija. No es la misma desde hace algún tiempo. Estoy muy preocupado por ella.
- Estaré encantado de hacerlo. - Convino Mazoui, aunque objetó. – Pero debería conocerla antes.  No podré ver en ella sino.
- Venid a mi casa entonces. - Les propuso amablemente Roy. - Bertie se emocionará mucho cuando vuelva a verte.
- Y yo. - Sonrió Karaberasu pudiendo poner al fin cara de felicidad -, tengo muchísimas ganas de verla, y abrazarla. A ella y a mis otras hermanas, a Petz y Cooan ¿Qué tal les ha ido a ellas? ¿Cómo están?

            Por el camino de salida de ese callejón. Su cuñado comenzó a contarle a Karaberasu lo que había ocurrido con el resto de sus hermanas, al menos hasta donde él sabía. Pero al salir en otra calle, por fortuna desierta, se encontraron con la aparición de otra justiciera. Era Beruche, que, tras transformarse, había corrido siguiendo el rastro de su esposo. Ahora, tras girar una esquina se encontró de frente con la Dama del Trueno. Al verla se detuvo en seco, jadeaba por el esfuerzo, además, su piedra parpadeaba y aumentaba su fulgor. Pero ignoró aquello tan pronto vio a su hermana. Bertie movió la cabeza incrédula para luego echar a correr hacia ella. Karaberasu hizo lo propio con una gran sonrisa. Al llegar y producirse el reencuentro ambas hermanas se abrazaron, lloraron, rieron y charlaron. Mazoui asistió a la escena igual de emocionado que Roy, y éste le comentó.

- Muchacho, esa es tu tía Bertie.
-Siento en ella mucho amor hacia mi madre. - Sonrió el chico remachando con satisfacción. - Y desde luego es mutuo.
- ¡Oh!, ¡Dios mío!, ¡Kalie! ¿Eres tú de verdad? No puedo creerlo. Esto debe ser un sueño.  Si supieras cuanto te hemos echado de menos. ¡Rezamos tanto por ti! - Podía exclamar Beruche entre el llanto. -
- ¡Yo también a vosotras, yo también!  – Replicó su interlocutora a duras penas entre sus lágrimas, besando a su hermana menor una y otra vez en las mejillas. -

            Bertie le repitió casi las mismas preguntas que antes plantease Roy. Su hermana apenas podía hablar, no quería soltarse del abrazo que fundía a ambas. Cuando los dos hombres llegaron a ellas, pudieron dominar sus emociones lo bastante y tras unos momentos de charla algo más calmada para poner a su esposa al corriente de lo sucedido, Roy les pidió.

-Debemos hacer un pacto, ni nosotros hablaremos de los particulares poderes de Mazoui, ni vosotros les diréis nada a mis hijos acerca de las identidades de justicieras, ni de mis propios poderes. - Le propuso justificando esa petición. - Ellos nada saben de eso. En realidad, ninguno de los hijos del grupo sabe nada de los poderes de sus padres. Tal fue nuestro acuerdo.
- Me parece bien, y comprendo el porqué lo habéis querido así. - Asintió Karaberasu. -
- Por mi parte, no te preocupes. Entiendo que es lo más sensato. - Aseguró el muchacho. -
- Pues no podemos presentarnos en casa así. - Sonrió Beruche, aun restañándose las lágrimas de la alegría mientras hacía notar el particular vestuario que ella y su hermana llevaban, remachando con humor. –Nos harían muchas preguntas, ¿no creéis?

         Tras reírse a costa de aquello, naturalmente, las dos volvieron sobre los pasos del grupo y se internaron en el callejón, adoptando nuevamente sus identidades normales al abrigo de la gente. Después Roy y Beruche regresaron a casa con aquellos invitados tan especiales. Leval, que estaba allí con su entristecida hermana, abrió la puerta y pudo ver, no sin asombro, las caras de inmensa alegría de sus padres. Parecía un milagro, sobre todo su padre. La última vez que lo había visto estaba lleno de furia, ahora parecía el tipo más feliz del mundo. Bueno, él se alegraba por eso. Pero este sentimiento fue pronto desplazado por el asombro cuando su madre, visiblemente emocionada, les presentó a su tía Karaberasu, y a su primo Mazoui. A Kalie aquel le pareció un muchacho magnífico. Pero no pudo fijarse mucho más pues Roy le indicó que fuera a llamar a su hermana. Leval se dio prisa en ir a buscarla a su cuarto. Así que cuando Kerria, tumbada sobre su cama y abrazada a uno de sus peluches en actitud meditabunda, escuchó el toqueteo en la puerta, enseguida respondió.

- ¿Quién es?
- Han llegado papá y mamá y quieren que bajes enseguida. - Respondió él. -

Kerria se levantó como un resorte. ¿Qué pasaría ahora? Ojalá que fuera una buena señal. Abrió inmediatamente y le preguntó a su hermano, que ya estaba a punto de bajar las escaleras.

- ¿Cómo vienen?
- Tú misma lo verás. - Contestó él despreocupadamente, aunque eso sí, sin poder reprimir una sonrisa. -

A la muchacha aquella réplica de su hermano le pareció un buen presagio, pero habría que comprobarlo. Así que bajó con un informal atuendo deportivo y nada más llegar al salón se sorprendió ante la vista de dos extraños, una mujer y un muchacho muy alto y francamente atractivo. Aunque no pudo por menos que fijarse que llevaba la ropa hecha trizas. Y fue su madre la que acercándose a ella y tomándola de una mano la presentó con emoción.

- Kerria, hija. Estos son tu tía Karaberasu y tu primo Mazoui. - Y añadió dirigiéndose a ellos. - Esta es Kerria Lorein.

            Kalie sonrió complacida al observar que la chica era una autentica preciosidad, había salido a su madre y tenía los ojos y el color del cabello de su padre, aunque en un tono más claro. Ambos la saludaron, Mazoui por su parte, miró a su recién conocida prima con ojos escrutadores, en tanto mantenía una fina sonrisa, pese a ese gesto ella notó como si algo la recorriera en su interior y se estremeció.

- Sois unos chicos muy guapos. - Alabó Karaberasu suspirando. - ¡Es increíble como pasa el tiempo y como ha cambiado todo desde que me fui!
- Pues ya verás cuando te cuente las peripecias que hemos tenido. – Le dijo Beruche. -

Ésta también saludó cordialmente a su sobrino para llevarse después a su hermana a otra habitación donde seguir hablando a solas acompañadas por Roy que, antes de nada, quiso romper el hielo entre los chicos comentándole a Leval.

- ¿Sabes hijo?, Mazoui va a entrar este año en la “Academia Militar” de la “Tierra Unida”. Por lo que me ha contado tenéis mucho en común.
- ¿De veras? - Inquirió el chico abriendo los ojos como platos. –

      Kerria observó a su hermano con sorpresa. Muy pocas veces le había visto tan entusiasmado. De todos modos, ese primo suyo parecía un tipo demasiado misterioso y no le producía muy buena impresión que digamos. Era como si ocultase algo bajo esa máscara de tranquilidad. Pero Leval ya estaba más que interesado en trabar conversación con él, y ella no podía hacer el feo de irse. Sobre todo, cuando su comportamiento estaría siendo con toda seguridad examinado con lupa por parte de su padre, a pesar de que éste aparentase no recordar nada de lo sucedido, a juzgar por su alegre expresión.

- Encantado de conoceros. - Declaró Mazoui entonces. - Me alegra mucho saber que tengo primos.
- Igualmente, nunca oímos hablar de ti, - respondió Leval que no pudo contener más su curiosidad y enseguida fue al tema que le interesaba. – Entonces ¿vas a ingresar este año como cadete?
- Sí, he superado las pruebas de selección y dentro de una semana entraré en la academia militar de la ONU en este Estado. La nueva división UNISON. - Les respondió éste anunciando con visible orgullo. - Quiero ser piloto.
- ¡Es lo mismo que deseo hacer yo! - Exclamó Leval. -Tienes que contarme muchas cosas, decirme cómo es eso, los pasos que vayas dando. ¡Por favor!

            Mazoui le brindó una amable sonrisa y asintió. Entonces intervino Kerria que dijo con estudiada cortesía, al menos para no dar mala impresión.

- Suena apasionante. Pero dicen que esas pruebas son muy difíciles, debes de ser un buen estudiante al haberlas pasado.
 - Lo son. - Afirmó su primo que agregó con modestia. – No obstante, si te gusta la idea de volar y poder salir al espacio algún día no lo ves tan duro.  Y con esfuerzo y perseverancia todo se consigue en la vida.
- Tienes razón. - Corroboró Leval. - A mí también me gustaría. Eso es lo que he estado deseando desde pequeño. ¿Verdad Ky? - Inquirió buscando la confirmación de su hermana que se limitó a asentir, en tanto el chico proseguía. - Cuando termine mis estudios seguiré la carrera militar. Por eso, tengo mucho interés en que me digas que tal te va a ti. Y si las cosas son muy complicadas y en que lo son más. Así podré irme preparando.
- Dalo por hecho. - Le contestó el aludido esbozando una tímida sonrisa. -

Mazoui estaba muy contento de haber encontrado de pronto no solamente un primo, sino un posible amigo que compartiera su pasión por volar. Pero fiel a su palabra, no dejaba de estudiar las reacciones de Kerria en tanto mantenía la conversación. Podía percibir que la chica se encontraba preocupada y molesta. Quizás algo intimidada por él mismo. Estaba claro que esa joven le observaba con cierto resquemor. No obstante, el motivo primordial de su intranquilidad, del que arrancaban sus problemas, comenzó a estar claro en la mente de Mazoui. E incluso tuvo la impresión de que ella, de algún modo, intuía que él la estuviera analizando. No le extrañó entonces que la chica le dijera a su hermano.

- Me gustaría quedar con Amatista, así podréis hablar de vuestras cosas con más tranquilidad.
- No sé si a papá y a mamá les parecerá...- Repuso Leval con prevención, dejando congeladas sus palabras ante la presencia de su primo. -
- Ahora que lo recuerdo, quedé en comentar una cosa con vuestro padre. - Terció Mazoui.- Disculpadme un momento.- Les pidió en tanto tomaba el camino hacia la sala en la que se encontraban Roy y los otros.

            Aprovechando el momento en el que estuvieron a solas, Kerria le susurró a su hermano.

-No sé. Hay algo en él que no me gusta…
- Pero ¿qué dices? - sonrió su interlocutor sentenciando. - Es un tipo estupendo. Es nuestro primo, el hijo de la hermana de mamá.
-Sí, y además quiere ser piloto como tú e ir a la academia. Hermanito, con eso ya te ha ganado para siempre. - Replicó la joven no sin sarcasmo. -
- ¡Venga ya, Ky!  –Contestó Leval, incluso algo contrariado. - Entiendo que te aburras con la conversación, pero eso no convierte a Mazoui en alguien de quien se deba desconfiar. Parece un chico honesto. Además ¿Qué ha hecho para que le prejuzgues?
-No, no ha hecho nada. - Respondió la muchacha, afirmando con tono más contemporizador. - Sólo he dicho que no me ha dado buena impresión. -Y agregó a modo de ejemplo. - Mírale, ha venido con la ropa destrozada. ¿Qué habrá estado haciendo para dejarla en ese estado?
-Puede que haya sufrido un accidente. - Conjeturó Leval, afirmando. - Pero eso no significa que haya tenido que hacer nada malo. ¡Ya te vas a parecer a mamá! ¡Ja, ja! - desdramatizó él parodiando alguna de las frases que su madre a veces les decía. - ¡Mira que pintas llevas!, así no puedes salir a la calle. ¡Ja, ja!
-Lo que me faltaba por oír - suspiró su contertulia moviendo la cabeza con una sufrida irritación ante las risas de su hermano. - ¡Vaya cumplidos que me dices!

Sin embargo, no pudo evitar contagiarse y reír con él. Quizás Leval tenía razón. Se estaba dejando llevar por sus propios miedos y problemas. Casi pensaba que todo el mundo la estuviera mirando y precisamente ahora, el centro de atención estaba en esos recién recobrados parientes. De modo que lo mejor sería calmarse un poco. Con suerte podría tratar de sacar partido de aquella situación. Por su parte, cuando Mazoui entró en la otra habitación le hizo una discreta seña al padre de Kerria que enseguida fue hacia él.

- Sí, ¿qué hay? -Quiso saber Roy. -

Y es que enseguida se dio cuenta de que el muchacho iba a decirle algo que había averiguado y así fue, cuando  el joven declaró.

- He charlado con su hija.
- Tutéame hombre y dime. ¿Sabes lo que le pasa? - Preguntó Roy con patente preocupación.  -
- Hay algo que la trastorna. – Contestó el muchacho explicando. - Ella sin duda es una buena chica. Dará pruebas de ello, estoy convencido. Sólo se siente desplazada por su hermano, no es que no lo quiera, ella le adora. Pero se siente insegura, en inferioridad respecto a él. Quiere tomar su propio camino en la vida. Y que se la valore por ello. Eso le hace adoptar una actitud de rebeldía. Desea llamar la atención de un modo inconsciente. Puede que de alguna forma se sienta perdida. Hay algo más que no logro ver, pero no es importante.
- Bien, muchas gracias. - Le dijo su interlocutor más aliviado. - Con eso me basta, no te preocupes. Me has ayudado mucho. Ahora te quedarás conmigo a entrenar y puede que más adelante le diga a mi hijo que se una a nosotros. - Roy suspiró y le confesó a Mazoui, ante la atenta mirada de éste. - ¿Sabes? Me temo que le he estado dejando al margen durante demasiado tiempo, ya es hora de que conozca a la estirpe que pertenece.
- Por lo que he visto en él es un chico muy noble. Con un gran corazón y mucho afán de superarse, eso lo habrá heredado de ti, seguro.
- Bueno y eso que no conoces todavía a su madre. - Le comentó Roy ahora más tranquilo y jovial -
- Tienes razón, no he tenido tiempo para ello aún. - Sonrió Mazoui que agregó con admiración. - Pero conozco a la mía y creo que todas ellas son unas luchadoras y no solamente por la justicia.
- Es verdad. - Asintió su tío. - Tienes toda la razón, muchacho. Son unas mujeres formidables, todas ellas. Y tuvieron muy buenas maestras. – Sentenció recordando a las guerreras. -
- Y una cosa más, su hija quiere ir a ver a una amiga que vive cerca de aquí, una tal Amatista ha dicho. Pero tiene miedo de pedirlo, cree que no podrá.
- Está castigada. No se han comportado como debiera últimamente. - Le recordó Roy al muchacho, aunque enseguida suavizó su semblante y concedió. - De todas formas, entre la alegría de encontraros a tu madre y a ti, y tu alentador informe, creo que podré dejarla. Además. - Remachó con aprobación. - Ahora que lo pienso, tendremos que hablar con Esmeralda y Diamante para decirles que estáis aquí, no hará falta ni que mi hija salga, la otra chica vendrá con ellos. Y de paso…

            Pensó en comentar a esa muchacha la fiesta de cumpleaños que iban a organizarle a Kerria. Era la ocasión perfecta.

-Ahora vengo. - Le dijo a Mazoui. -

Y se alejó del muchacho dirigiéndose hacia las dos mujeres que seguían contándose todas las vicisitudes que afrontaron en las últimas dos décadas.

-Disculpad que os interrumpa. - Intervino Roy. - Pero creo que deberíamos llamar a Diamante y a Esmeralda, que vengan con su hija para que os conozcan.
-Es una excelente idea, cariño. - Convino su esposa. - Y también tengo que llamar a Petz y a Cooan.
-Sí, por favor. - Sonrió Karaberasu llena de expectación y alegría. -

Beruche no se lo hizo repetir y telefoneó a sus otras hermanas, les contó que Karaberasu había aparecido. Ésta mismas las saludó y todas terminaron llorando una vez más. Al rato llamaron también a Esmeralda y Diamante, estos se presentaron allí con su hija a los pocos minutos. Tras los emotivos saludos y presentaciones, Mazoui se fijó en Amatista que ahora charlaba aparte con Kerria y le cuchicheó a Leval.

- Esa chica vale mucho y no está nada mal.
- ¿Amatista? - Sonrió Leval, comentando. - Sí, es simpática. Kerria y ella son como hermanas.
- Espero no parecerte indiscreto si te digo esto, pero creo que siente algo por ti. Y no es sólo atracción física.
- Yo también la aprecio mucho, es como otra hermana pequeña para mí. - Sonrió su interlocutor que estaba más deseoso de volver al tema de la academia que de pensar en esas palabras, aun cuando agregó. – Aunque es muy competitiva, ¡ja, ja! El otro día hasta me desafió a una carrera en la piscina…

            Mazoui sonrió y negó con la cabeza cuando Leval no le observaba. Ese chico era muy ingenuo, mejor no contarle nada más. Estaba claro que Amatista estaba enamorada de él. Y lo más gracioso era que para darse cuenta de eso no hacía falta tener poderes, ni leer en las almas de la gente.

-Me bastó verla al entrar. Siendo mi madre y yo unos desconocidos, el interés de los padres de esa muchacha fue directamente a nosotros. En cambio, ella, nos observó por unos segundos y luego no quitó la vista de encima a mi primo…-Meditó divertido. -

            Y otra cosa que vio clara, aunque optó por guardársela para sí. Kerria no se refería a esa chica cuando dijo que quería ver a su amiga. Ella pensaba en otra persona y ese pensamiento transcendía la mera amistad. Pero en beneficio de la intimidad su recién estrenada prima se calló eso cambiando de tema y dirigiéndose nuevamente a su primo.

- Tu padre me ha dicho que eres muy buen deportista y yo busco a alguien que me ayude a entrenar para las pruebas físicas y también a repasar algo de astronomía y matemáticas. ¿Crees que podrías tú? Te estaría muy agradecido si lo hicieras.
- ¡Claro, cuenta conmigo! - Asintió Leval con marcado entusiasmo. Esa propuesta le sonaba a música celestial. Y se apresuró a preguntar. - ¿Cuándo empezamos?
- No lo sé. - Repuso Mazoui mirando de reojo a Roy y añadiendo casi para sí -, pero seguro que será muy pronto. Te avisaré…
-Muchas gracias. Anda, ven conmigo, que te voy a dejar algo mío para que puedas cambiarte. - Le ofreció su interlocutor, preguntándole. - Por cierto. ¿Qué te ha pasado?
-Tuvimos un percance. - Respondió rápidamente su interlocutor, añadiendo. - Nada serio, me caí de una moto.

Su primo asintió, dando por bueno aquello y se dirigieron al cuarto de Leval. Allí, como tenían la misma talla, el muchacho le prestó un pantalón y una camiseta al tiempo que comentaba.

-Ahora que recuerdo. Mi padre me encargó que charlase con Amatista. Queremos preparar una fiesta sorpresa a mi hermana. Dentro de tres días será su cumpleaños.
-Seguro que lo apreciará. - Contestó un divertido Mazoui sin dejar muy claro a cual de las dos chicas se refería. - Le hará mucha ilusión.

            Aunque su contertulio enseguida lo interpretó, por supuesto a su manera, asintiendo para declarar.

-Sí, Ky lleva un tiempo algo rara. Espero que esto la anime.

            Su primo asintió y una vez cambiado de ropa los dos retornaron al salón. En la zona de las mujeres mientras tanto, Amatista charlaba con su amiga. Ella le puso en antecedentes sobre lo poco que sabía de aquel muchacho y la aparente agudeza de su mirada.  Aunque ésta no hizo mucho caso a ese tema, lo que sí le pareció importante era el interés que Leval mostraba hacia él, Kerria lo subrayó con un sarcástico y hasta divertido tono cuando aseveró.

- Pues lo siento por ti. Ha encontrado a su media naranja. Por lo que parece, Mazoui es incluso más perfecto que él. Mi hermano está loco por que le cuente sus aventuras en la academia. Me temo que a partir de ahora tendrá poco tiempo para las demás cosas.

            Su interlocutora suspiró realmente desencantada por escuchar aquello. ¡Pues si que lo iba a tener difícil! Ya era casualidad. Ese chico tenía que aparecer precisamente ahora. Aunque a los pocos instantes, el propio Leval se acercó hasta ella.

-Amatista, ven a conocer a nuestro primo.
-Claro. - Asintió ella con algo de rubor. -

            No es que estuviera impaciente por conocer a ese extraño chico. Pero que Leval fuese directo a ella de ese modo tan distendido y cercano le producía un efecto de evidente excitación nerviosa. Se apartaron un poco de Kerria quien se sonrió al verlos alejarse.

-Este es Mazoui O´ Brian, mi primo. Ella es Amatista Lassart. La hija de unos buenos amigos de mis padres. – Les presentó Leval. -
-Encantado. - Saludó Mazoui tendiéndole la mano. -
-Lo mismo digo. - Repuso tímidamente ella, estrechándosela.-

            La chica sintió una especie de descarga. Aquel joven la impresionaba. Era incluso un poco más alto que Leval y tenía pinta de estar tan fuerte y en forma como él. Además de ser muy guapo. De haberle conocido antes lo más probable es que hubiera ido a tratar de ligárselo. No obstante, ahora solamente estaba interesada en el hermano de Kerria. Y precisamente de ella le habló Leval, comentando.

-Espero que puedas ayudarnos. Queremos hacer una fiesta sorpresa para mi hermana por su cumpleaños. Puedo sondear a algunos de los chicos de su curso. Y hablaría también con alguna de sus compañeras si las conociera bien, pero no sé con quienes se lleva mejor. ¿Podrías ocuparte tú de ellas?
-Por supuesto. - Sonrió la joven.- Hablaré con algunas mañana.

            Amatista añadió también, con visible interés.

- ¿Asistirás a la fiesta, verdad?
-Claro. Aunque no me mezclaré mucho, es la celebración de Kerria y debe estar con sus mejores amigos.

            Pese a que la decepcionase un poco, la joven convino en eso. Al menos él estaría allí y eso la alegraba. Ya tendría ocasión de abordarle. Además, no quería hacerse pesada ahora y menos cuando aquel chico nuevo era el invitado de honor. Así que tras cruzar algunas palabras más de cortesía con Leval y con ese chico, volvió junto a su amiga.

- ¿Qué opinas de él? - Quiso saber Kerria, cuando ambas estaban a solas. -
-Me parece un tío realmente guapo. - Sonrió su interlocutora, quien se apresuró a agregar. - Casi tanto como tu hermano.

Amatista pensó que quizás había cometido un desliz. Tras recibir la ayuda de Kerria para acercarse a Leval, se deshacía en alabanzas por ese recién llegado. Pero no tuvo mucho tiempo para pensar en eso, ya que su amiga la miró con una expresión de ruego y le susurró, olvidando aquel asunto por completo.

- Tengo que pedirte un favor. Es algo muy importante.
-Tú dirás.
-Tengo alguien a quien ver. No he podido salir porque me han castigado.
- ¿Castigada, por qué? – Se sorprendió Amatista pretendiendo no estar al tanto de aquello. -
-Es que, llegué muy tarde ayer. Mi amiga y yo fuimos a la discoteca…
-No te preocupes. - La animó su interlocutora. - Te ayudaré en lo que te haga falta.
-Gracias Tist. - Sonrió Kerria, tomando a su amiga de las manos. - De veras. Es muy importante para mí.

Las dos charlaron un momento más para ponerse de acuerdo y después Amatista se acercó hasta su madre y a Beruche, proponiéndolas que hiciesen una fiesta para celebrar el reencuentro.

-Y de paso, podemos preparar las cosas sin que Kerria sospeche que es una fiesta para ella. - Les susurró, con tono de complicidad. -

A todas les pareció una estupenda idea. A sugerencia de Bertie, la fiesta se celebraría en casa de los Malden dentro de unos días. Tiempo suficiente para que las demás pudieran llegar. Así Mazoui y Karaberasu podrían instalarse. Beruche les ofreció su casa, pero ellos se negaron cortésmente. Kerria aprovechó que su padre se había flexibilizado y que estaba en el corrillo con las mujeres, comentando la idea de Amatista, para llamar a su amiga Debbie. Sacó su teléfono móvil notando la mirada de Mazoui. Algo incomodada, se subió a su habitación para hablar desde allí. Marcó y enseguida escuchó la voz de su amiga.

- ¿Quién es?
- Debbie tía, soy yo. - Contestó Kerria con un tono de reproche. - ¡En menudo lío me habéis metido tú y tu amigo, yo confiaba en ti! ¿Cómo pudiste hacerme eso?
- Te aseguro que a mí me pasó lo mismo. - Se disculpó la otra chica. - Eric me engañó, nos drogó a las dos, debió de poner algo en las bebidas. El muy puerco quería montárselo con nosotras. Después, en cuanto me desperté le pedí explicaciones. Pero estaba muy alterado, me contó que tu hermano te sacó de allí a lo bestia.
- Sí, Leval me sacó, él me lo contó, yo no me acuerdo casi de nada. - Le corroboró Kerria. -
- Pues Eric estaba acongojado. – Replicó la muchacha al recordarlo y añadió con un no muy fingido temor. - Tu hermano debe de ser un tipo muy bruto cuando se enfada.
- Como mi padre. Aunque Leval es más tranquilo, pero si le sacas de sus casillas mal asunto. - Comentó su amiga sin darle mucha importancia. -
- El caso es que Eric me confesó que a él le hubiera gustado hacérselo con nosotras. Con las dos, ya que fuimos a comprobar si tú…
- ¡Ese tipo es un cerdo! - Escupió su interlocutora que trocó su voz indignada por otra llena de inquietud. - ¿Crees que se lo dirá a alguien?
- No lo creo, Kerria. Para empezar, somos menores de edad. Se le caería el mundo encima su alguien se entera y lo denuncia. - Susurró Debbie que parecía nerviosa sobre todo al añadir. – Pero olvida eso ahora. Necesito verte, no puedo aguantar más. Ven a mi casa esta noche por favor, ahora estoy sola, mis padres se han ido de viaje y mi hermana está fuera.
- No sé. - Repuso la aludida, con tono de voz insegura. - No creo que sea una buena idea. Mi padre me vigila, aunque se haya suavizado bastante con lo que ha pasado.
- ¿Qué ha pasado?- Le preguntó su curiosa interlocutora. -

            La chica se lo resumió en pocas palabras y su amiga entonces insistió con la voz casi entrecortada y plena de súplica.

- Por favor, aprovéchalo. - Le pidió Debbie. - Te espero dentro de una hora - y sin dar tiempo de réplica a su compañera, colgó el teléfono. -

            Nerviosa, Kerria colgó lentamente a su vez, se las arregló para bajar a dar una excusa. Sobre que ella y Amatista debían ir a estudiar a casa de una amiga, ésta había aceptado cubrirla. Le debía un favor por la ayuda que le prestaba con Leval. Las dos se fueron por el camino, su compañera entonces le preguntó con visible curiosidad.

- ¿Has quedado con alguno del instituto o con un chico de esa discoteca?
- Mi amiga Debbie y yo hemos quedado, el otro día estuvimos con unos chicos y tenemos que hablar de eso. - Musitó Kerria sin querer decir más. -

            Su interlocutora, que pensó que se trataba de una cita por parejas, dijo sonriendo.

- ¡Ojalá que un día Leval aceptase venir conmigo y fuéramos seis!
- Sí claro. Ya verás como sí. - Sonrió tímidamente su contertulia. - Muchas gracias por ayudarme, Tist. Eres una amiga.

            Ella sonrió. Las dos chicas se separaron. Amatista volvió a su morada después de darse una vuelta durante una hora y Kerria llegó a la casa de su amiga. Estaba nerviosa, con el corazón latiendo desenfrenadamente. Aquel era el momento de ser sinceras, ahora lo veía claramente y el tono de Debbie parecía querer expresar la misma opinión. Llamó a la puerta y Deborah abrió, vestía una bata de seda roja, y no tardó en recibirla tras invitarla a pasar abrazándose a ella.

 - ¡Cuanto me alegro de que hayas podido venir! - Le susurró cerrando la puerta y llevándola a su habitación. -

            Kerria asintió y mirando a su compañera a los ojos le dijo con tono serio y nervioso.

- Yo, no sé si tú puedes sentir lo mismo, pero creo que ha llegado el momento de saber a qué va a llevarnos esto, Debbie. Todavía estoy confusa. No sé, yo…la última vez no recuerdo con claridad lo que pasó.
-Lo siento. Ya te dije que ese canalla quiso aprovecharse de nosotras. - Insistió su contertulia posando una mano sobre las de Kerria. -
-Lo sé. Y no es culpa tuya. En el fondo necesitaba saber si sería capaz y creo que, a pesar de haber bebido y de lo que fuera que nos echasen en la bebida, todavía me resistía. No era capaz de llegar hasta el final con ese tío. Bueno, ni con él, ni con ningún otro. Pero. - Suspiró entre sollozos mirando ahora a su compañera. - Cada vez que estoy contigo, desearía que tú y yo…y creo que eso es lo que de verdad quiero. Y por eso tengo miedo, Debbie.
- No debes preocuparte, ni luchar contra lo que de verdad sientas. – Le respondió su contertulia acariciándole el pelo con suavidad y añadiendo con un susurro en la oreja de su amiga. – Yo lo tengo muy claro, por eso deseaba que vinieras. Deseo que estés conmigo. Te deseo, Kerria.

            Y cuando ésta volvió a mirarla a los ojos con una expresión de asombro Deborah no lo pensó. Acercó sus labios a los de ella dándole un beso, al principio tímido, pero después fue tanteando con su lengua y ésta respondió haciendo lo propio, acariciando la media melena morena de su amiga y perdiéndose en sus azules ojos se dejó llevar. Con una celeridad cada vez mayor, ambas se quitaron mutuamente la ropa. Aunque en el caso de Deborah tan solo tuvo que deshacerse de su bata, no llevaba más bajo ella. La otra chica acarició exploratoriamente los pechos de su compañera y luego ésta hizo lo mismo. Volvieron a besarse con ardor y cayendo sobre la cama, una sobre otra, con una leve pugna que las alternaba de posición, dieron rienda suelta a sus pasiones. Los labios de Debbie recorrieron el cuerpo de pareja y los de ésta el de su amiga. Después, la morena muchacha la inició en otras artes amatorias haciendo que su ahora amante suspirase y jadease de placer, cuando terminaron descansaron abrazadas. Kerria musitó aun temblorosa.

- Te quiero Debbie, yo también te deseaba desde hacía mucho tiempo. ¡Quería hacer el amor contigo más que nada para estar segura y ahora lo estoy!  Pero estaba aterrada. ¡Dios mío! Esto es una locura, ¿qué pasará el día en que alguien se entere?
- A mí no me importa que nadie se entere, sólo me importas tú. Para mí no hay nada más. -  Le susurró Deborah al oído. -
- Tengo miedo, sobre todo por mis padres, mi familia, por mis amigos. - Le confesó su amante. - Pero a pesar de todo, no puedo dejar de estar contigo, lo sacrificaría todo por ti
- Te quiero, Kerria. - Repuso Debbie que dándose cuenta de que su "amiga" no dejaba de temblar, y le preguntó con dulzura. - ¿Qué te ocurre? Hoy estas muy nerviosa. ¿Es porque al fin nos hemos acostado?

            La otra joven negó con la cabeza y le contó todo lo sucedido, al menos lo que ella había creído cuando su primo la había observado.

- Creo que Mazoui sabe perfectamente lo que ocurre, me miró tan inquisitivamente, con esos ojos tan profundos...
- ¡Seguro que le has gustado! - Bromeó Deborah. -
- No.  - Negó de inmediato Kerria. - ¡Ojalá fuera solamente eso! Y no creo que sea el caso. No me miró de esa manera, fue como si quisiera entrar en mis pensamientos y hasta me pareció que lo logró. Es como si no pudiera tener secretos para él.
- Pero. ¿Qué es ese tío? ¿Una especie de brujo?
-No lo creo. - Sonrió levemente su interlocutora. - Pero da la impresión de ser muy perspicaz.
- No te dijo nada, ¿no?,- inquirió su pareja comenzando a preocuparse. -
- Parece un buen muchacho, no, de él no creo que debamos preocuparnos. Al menos eso espero, pero me sentí como si estuviera desnuda. - Matizó para cambiar de tema. - Debbie, oye. - Le preguntó tímidamente Kerria con expresión insegura. - ¿Crees que debería salir con algún chico? Aunque sólo fuera como tapadera. Así no sospecharían y creo que en el instituto algunas chicas que nos han visto en la calle juntas han empezado a murmurar sobre nosotras.
- No me gustaría nada tener que compartirte con un chico, aunque fuese fingido. - Respondió Debbie nada entusiasmada con esa idea preguntando a su vez. - ¿Qué harías si te pidiese que te acostases con él?
- Le diría que va demasiado lejos. - Dijo Kerria despreocupadamente. - ¿O es que no puedo ser una chica recatada? - Su propio comentario la hizo reír y Deborah lo hizo con ella. -
- No quiero que salgas con nadie que no sea yo. - Le puntualizó sonrientemente su amiga, posando sus labios sobre los de su pareja que, asintiendo, la abrazó apretándolos con más fuerza. - ¿Entendido? Al menos de esa manera.
-Entendido, mi amor. - Sonrió su interlocutora besándola de nuevo con ardor. -

            Y tras su encuentro se despidió de su ahora amante, por suerte regresó a casa antes de que fuera una hora tardía. Sobre eso tuvo mucho cuidado en los días sucesivos, y gracias a este acontecimiento familiar, su padre le levantó parcialmente el castigo. Podía ver a algunas amigas y llegar un poco más tarde del horario del colegio. Y al fin, llegó el día señalado. Era doce de octubre. Kerria había olvidado casi que se trataba del día de su cumpleaños. Desde luego, sus padres no hicieron mención ninguna al asunto, a buen seguro dado que ni estaban en casa cuando ella se levantó para ir al instituto. Aunque ni tan siquiera dejaron una nota para felicitarla.

-Es natural. Me porté muy mal y ese castigo sigue ahí. - Se dijo con pesar. -

            Al menos su hermano sí que la saludó sonriente, felicitándola cuando coincidieron en la cocina para el desayuno.

- ¡Felicidades, Ky! ¡Quinceañera! Ya vas teniendo una edad, pero siempre serás una cara de patata.
-Gracias Leval. - Sonrió ella, agradecida pese a esa forma tan original de felicitarla. - Al menos tú te has acordado.
-Papá y mamá tenían que irse pronto. Están tratando de contactar con el resto de la familia y sus amigos. Ya sabes. Por el reencuentro con la tía Kalie y el primo Mazoui. Lo vamos a celebrar por todo lo alto.
-Claro. Es verdad. - Convino ella. -

            Al hilo de esas palabras de su hermano lo recordó, con una agridulce sensación. Incluso estaban preparando esa fiesta para dar la bienvenida a aquella mujer que era su tía.

-Anda, seguramente que en el instituto te van a tirar de las orejas. - Bromeó su hermano, con esa costumbre que su padre tenía cuando cumplían años. –

            Desayunaron con un ambiente distendido y se encaminaron al instituto como de costumbre. Pasaron a recoger a Amatista quien no quiso ser menos que Leval.

-Muchas felicidades, Kerria. Joyeux Anniversaire ! – Felicitó a su amiga en su idioma natal. -
- ¡Gracias Tist! - Sonrió la muchacha abrazándose a la francesa. -

Prosiguieron hasta el instituto y algunos compañeros más la felicitaron. Uno de ellos, Brian Rice, se aproximó con gesto amable y algo ruborizado con una de sus manos tras la espalda.

-Feliz cumpleaños. - Le dijo con tono algo retraído. -
-Muchas gracias, Brian. - Sonrió Kerria con afabilidad. -

            Entonces el muchacho mostró esa mano escondida. Llevaba una rosa roja en ella y se la ofreció.

-No es mucho, pero…

            Tanto Leval como Amatista sonrieron al ver aquello. La escena se describía sola. Una ruborizada Kerria tomó esa flor con cuidado y musitó.

-Muchas gracias, no debiste haberte molestado.
-No es ninguna molestia, al contrario. - Pudo responder él casi con la voz entrecortada por la vergüenza. -

Y es que aquel pobre chico no podía apartar la mirada de ella. Kerria llegó a sentirse incómoda. Al menos fue Leval quien intervino para saludar a ese jovencito.

- ¿Qué tal, Brian? ¿Vas a unirte a nosotros en el partido del próximo domingo?

            Su interlocutor pareció salir del trance en el que estaba y saludó asimismo al hermano de la cumpleañera y a Amatista.

-Sí, claro…bueno, contigo no podemos perder. - Sonrió azorado. -
-Me han dicho que tampoco juegas nada mal. - Intervino Amatista observándole divertida. -
-Hago lo que puedo. Bueno, tengo que ir a mi taquilla…a por los libros. -Fue capaz de responder muy envarado. -

            Le vieron alejarse sonriendo levemente, al menos Leval y Amatista, fue el turno del chico de decir con tono jovial.

-Bueno, también yo tengo que irme a clase. Pon esa rosa en agua, Ky.

            Se marchó dejando a las dos chicas. Amatista hizo lo propio, pues iba a ser la hora de comenzar. No sin antes comentar divertida.

- ¡Pobre Brian! Cada vez que te tiene cerca es que no puede articular palabra.
- ¡No seas tonta! - Repuso Kerria visiblemente ruborizada. -
- ¡Anda que no se os nota! - Se rio Amatista asintiendo de modo cordial, para afirmar. - Pero lo comprendo. Siempre que estoy junto a tu hermano me pasa lo mismo. Espero que él también me regale flores algún día. La verdad. Ha sido todo un detalle el de ese chico.

            Su amiga no respondió, parecía pensativa, fue la francesa quien añadió aun risueña.

-Luego te veo, Ky.
-Hasta luego. - Repuso ésta con la voz queda, entrando en su clase también. -

            Al entrar ella Brian ya estaba allí, pero como el resto de sus compañeros había llegado a su vez, no cruzaron palabra. Kerria guardó esa flor con sumo cuidado en una de sus carpetas. Las clases se sucedieron y ese muchacho no trató de abordarla más. Por un lado, eso le dio un respiro.

-Amatista se equivoca, somos buenos amigos, eso es todo. - Se decía Kerria. -

Evidentemente ella no pensaba en él de otra manera. Dejó eso de lado para atender un poco que falta le hacía. El resto de la jornada escolar transcurrió de modo normal. A la salida, Leval y su amiga Amatista se unieron a ella. Sin embargo, la francesa se disculpó con ellos por no acompañarlos.

-Es que, tengo entrenamiento de kárate. - Les explicó. -

            Se alejó dejando a solas a ambos hermanos. Kerria vio asimismo a Debbie salir de su aula. Aunque no quiso llamarla. Y menos con Leval allí. Las dos habían decidido no coincidir mucho para no levantar sospechas. Ya se verían fuera del colegio.

-Bueno Ky, vamos a casa. Espero que papá y mamá hayan regresado, tenían que preparar algo para nuestra tía Kalie y el primo Mazoui. - Le contó él. -
-Claro. - Musitó ella, con poco entusiasmo. -

            A pesar de todo le dolía que la hubieran olvidado. Se dijo que se lo merecía por su mal comportamiento y que ya lo celebraría con Debbie. El resto del trayecto a su casa transcurrió sin apenas hablar con su hermano. Al llegar, fue Leval quien le indicó con tono despreocupado.

-Anda pasa. A ver si han llegado ya.

            La chica entró sin más. La entrada estaba a oscuras y fue a dar la luz. Quería ir a su habitación para llamar a su novia. Aunque no esperaba que, de pronto, nada más dar al interruptor e iluminar la entrada, se encontrase toda la estancia decorada con cintas y globos de colores, la mayor parte azules, a sus padres, a su tía y primo y a algunos de sus compañeros del instituto, coreando.

- ¡Feliz cumpleaños, Kerria!

            Justamente eso ponía en una pancarta que vio enfrente de ella. Atónita, paseó la mirada por la habitación descubriendo a Amatista, que se reía, junto con Lana y Sandra. Fue su madre quien se aproximó hasta ella diciéndole con tono cariñoso.

-Feliz cumpleaños, cielo.

Entre tanto, Leval entraba a su vez declarando divertido.

-No te creerías en serio que nos íbamos a olvidar de tu cumpleaños. ¡Cara de patata!

            Kerria sonrió, incluso enjugándose algunas traicioneras lagrimitas. Se alegraba de ver que, en efecto, se habían tomado tantas molestias para prepararle una fiesta sorpresa. Su tía Karaberasu así se lo comentó.

-Quisimos que pensaras que todo esto era por mí y por tu primo Mazoui.
-Pues lo conseguisteis. - Admitió la azorada jovencita. -
- ¡Oye! La sorpresa nos la hemos llevado nosotras. - Intervino una jocosa Lana, mirando de arriba abajo a aquel muchacho, para sentenciar. - ¡Menudo primo tienes! Esto sí que es un regalo.

            Las chicas desde luego miraban con deleitación a ese joven alto, fornido y muy atractivo. Kerria suspiró entre divertida y sintiéndose solidariamente avergonzada con él.

-Siendo mayor y preparándose para esa academia tan difícil, lo que menos querrá es tener a unas niñas de instituto dándole la lata. - Pensó, aunque enseguida repuso con afabilidad y diplomacia. - Desde luego, no puedo quejarme de la familia que tengo. Son todos impresionantes.

            Sin embargo, la única persona por la que su corazón hubiera saltado en el pecho no estaba allí. Miró en derredor un poco más, aunque las palabras de su padre la hicieron fijarse en él.

-Hija. Espero que te guste la fiesta que hemos preparado y también este regalo.

            Le entregó a Kerria una cajita envuelta en un papel decorado con flores. La chica miró a su progenitor quien asintió. Entonces abrió el regalo. Cuando levantó la tapa de esa pequeña caja de fieltro azul encontró una hermosa cruz de plata sujeta a una cadena.

-Es exactamente igual a la que mis padres me dieron. De la misma casa que fabricó la mía.
-Yo…bueno, gracias, papá. - Musitó ella sin saber bien que responder.-

            Kerria no era ajena a la importancia que eso tenía para él. Los abuelos John y Marsha le legaron una cruz idéntica siendo el muy niño y era el recuerdo más valioso que tenía de ellos tras su muerte en un trágico accidente de tráfico. Ese símbolo era realmente sagrado puesto que su padre era católico, a pesar de que no iba mucho a la Iglesia, pero, eso sí, siendo ella niña y al destacar por su bonita voz, su padre la apuntó al coro de la parroquia junto a su hermano. Leval tuvo que dejarlo haría unos años para centrarse en los deportes que practicaba y Kerria hizo lo propio al cumplir los trece, precisamente cuando comenzó a darse cuenta de su situación personal. Aunque siempre llevaba esa cruz consigo. Pese a que fue su hermano mayor quién la heredó, Leval, en un alarde de generosidad, se la dio a ella. Sin embargo, y pese a eso, la chica siempre pensó que no le pertenecía del todo. Esta sí que iba a ser realmente suya.

-Así, mi princesa, algún día podrás dársela a tu hijo o hija, cuando encuentres a algún buen chico y te cases. - Afirmó un orgulloso Roy. -
-Sí, claro…-Sonrió débilmente ella. - Muchas gracias, de verdad…
-Deja que te la ponga. - Le pidió su padre. -

            Mansamente ella se giró para que él le colocase la cadenita y la asegurase cerrándola con un pequeño broche que tenía en el extremo. Acto seguido, la chica se quitó la otra devolviéndosela a su hermano, para afirmar agradecida.

-Toma Leval. Significó mucho que me la dieras cuando era pequeña. Pero con el paso del tiempo me di cuenta de que esta nunca fue realmente mía.
-No hay de qué, enana. - Asintió él.-

            Tras algunos tímidos aplausos por aquel regalo, fue Amatista quien se adelantó para decir.

-Mi madre ha tenido que irse al trabajo, pero me dejó esto para ti. Es de su parte, de la de mi padre, y de la mía.

            Y acercó un perchero con ruedas del que pendía una funda de ropa. Al quitar esta, Kerria vio un hermoso vestido de tono verde pastel.

-Me aseguró que haría juego con tus ojos, y no se equivocaba. - Le comentó su amiga. -
-No sé qué decir, ¡muchísimas gracias! - Suspiró la emocionada chica. -
- ¡Guau!, es un vestido de la colección Deveraux de la próxima primavera. - Comentó una perpleja Lana. -Es que ni siquiera lo han sacado a la venta todavía!
-Sí, tía, más exclusivo, imposible. - Añadió la también asombrada Sandra. -

            Más aplausos y comentarios de aprobación y enhorabuena. Al fin, pasaron dentro y el resto de los invitados le dieron sus regalos. Kerria se sentía feliz, era el centro de todos los parabienes e incluso sus padres le sonreían como si nada hubiera sucedido. Aunque seguía echando de menos a Debbie.

-Quizás, después de todo, no sea prudente que ella venga. Lo nuestro no debe saberse. - Meditó apenada pero aliviada a un tiempo. -

            Fue Mazoui quien la sacó de esos pensamientos, cuando se acercó a saludarla.

-Muchas felicidades, prima.
-Gracias. - Repuso ella. -
-Tengo que irme ya. Entro en la Academia y son muy rigurosos con el toque de queda. - Le comentó. -
-No lo serán más que mis padres. - Bromeó la joven. -
-Es una pena que Kathy siga en Irlanda. Creo que las dos os llevaríais muy bien. Ella es muy alegre y extrovertida. - Le contó él. -
-Sí, tengo muchas ganas de conocer a mi prima. - Convino Kerria, añadiendo a su vez. - Y seguro que a ti te van a encantar tus otros primos.

            Mazoui se sonrió asintiendo. Y antes de irse le susurró algo que dejó perpleja a la muchacha.

-Ten paciencia. Seguro que esa persona a la que deseas tanto ver, vendrá.

            Kerria quiso preguntarle a qué se refería con eso, pero su primo ya se había alejado mezclándose con el resto en tanto se iba despidiendo. No obstante, tardaría poco en averiguarlo. Al cabo de unos momentos de charlar con Lana, con Amatista y con Sandra, alguien más, efectivamente, hizo acto de presencia. El rostro de Kerria resplandeció cuando se abrió la puerta, aunque viendo a la persona que entraba no pudo por menos que intentar ocultar su decepción.

- ¡Llegas tarde, Brian! - Le amonestó jocosamente Leval pasándole un brazo por los hombros al recibirle. -
-Lo siento. Es que la tarta no estuvo lista hasta hace media hora. - Se disculpó sentidamente el pobre chico. -

            Y el chaval portaba una caja enorme de la que amablemente Roy le liberó llevándola a la cocina. Una vez cumplida su misión el muchacho respiró aliviado.

- ¿Llegas tarde por una tarta? - Se rio Amatista. -
-Es la tarta de la cumpleañera. - Le susurró Roy a la muchacha tras retornar de dejar esa preciada mercancía en la nevera. - Con todo el ajetreo de los preparativos no pudimos pasarnos a recogerla y Brian nos hizo el favor de ofrecerse para ir él.
-Muchas gracias. - Le sonrió Kerria con agradecimiento. -

            Ahora que lo pensaba, le extrañó también no verle por allí. Pero el pobre muchacho se había molestado en ir a ese enojoso cometido en tanto el resto ya disfrutaba de la fiesta.

-No ha sido nada. Y te lo mereces. Por cierto, estás guapísima. - La halagó él, visiblemente colorado. - Bueno…-dudó para agregar con timidez. - Este es mi regalo...espero que te guste.
- ¿Además de la rosa? - Inquirió ella. -
-Eso solamente fue un detalle. - Sonrió vergonzosamente el chico. -
           
            Y acto seguido le entregó a la jovencita una cajita alargada envuelta en papel azul celeste.

-Mi color favorito. - Declaró ella no ignorando que su amigo lo sabía. -

            Con cuidado desenvolvió aquello, sacando una caja negra de tacto liso y suave. Al abrirla encontró una bonita pulsera de plata con una media luna engarzada en ella.

-Es preciosa, Brian...yo…no sé qué decir, ha debido de costarte mucho. - Fue capaz de decir la sorprendida chica. -
-No es para tanto. Cuando hablé con tus padres y me contaron que iban a comprarte esa cruz quise regalarte algo que hiciera juego. - Fue capaz de decir el azorado muchacho. - Y tu madre me comentó que una media luna te quedaría muy bien. No sé si será por no ofender a ninguna religión.

            Kerria le recompensó con un cálido beso en la mejilla, la chica sintió a su vez el calor en el rostro del joven debido al rubor que tenía. Y pudo oír algún susurro de Sandra, quien jocosamente les comentaba a Lana y Amatista, que asentían divertidas y hasta enternecidas a la vista de aquello en tanto disfrutaban de sendos refrescos.

- ¡Chicas, aquí hay tema!

            Empero, el muchacho enseguida se apartó para que la homenajeada siguiera recibiendo parabienes de todos. Mientras tanto, Roy le comentaba a Leval, en un aparte.

-Este Brian es un chico fantástico. No sé a qué espera tu hermana para salir con él.
-Bueno papá. Tampoco se pueden forzar esas cosas. - Opuso el muchacho, quien sí convino con su progenitor. - Pero tienes razón. Todo el mundo en el colegio le aprecia.
-Es algo bajito, pero qué se le va a hacer. ¡No se puede tener todo! - Bromeó su interlocutor.-

            De hecho, no era así en absoluto. Al menos para la media normal. Ese muchacho rondaría el metro ochenta y aun estaba creciendo. Era apenas un centímetro o dos más alto que Kerria. Pero, a fin de cuentas. ¿Qué importaba eso?

-Pues juega bastante bien al baloncesto. - Afirmó Leval al hilo de ese tema. -
-Ya lo sé, yo mismo le he enseñado algunas cosas. Es nuestro vecino, ¿recuerdas cuando conoció a tu hermana hace unos años? Entonces venía a nuestro patio casi todos los días durante las vacaciones de verano y le ayudé a perfeccionar su técnica de tiro.

            Su hijo se sonrió, pensando no sin sarcasmo que ¡seguro que Brian iba a casa para que su padre le diera lecciones de tiros libres! Estaba más que claro que ya entonces el pobre muchacho bebía los vientos por Kerria.

-Bueno, hija, ¿quieres decir algunas palabras? - le ofreció afablemente su madre. -

            Pese a estar algo renuente al principio, la interpelada se avino a ello y declaró sentidamente, con la atención de todos los presentes puesta en ella.

-Muchas gracias a todos. De veras me habéis sorprendido. No me imaginaba que todo esto iba a ser para mí. Os prometo que trataré de ser mejor en todo. - Añadió centrándose ahora en sus progenitores quienes, complacidos, asintieron con aprobación. De modo que la muchacha pudo añadir no sin algo de humor. - Me han encantado todos vuestros regalos, además del que mis padres me han hecho. Y hablando de eso. ¡Ojalá que mi padre me regale el próximo año un anillo de campeones para los Knicks!

            Todos se rieron divertidos, sobre todo el propio Roy ¡Qué más quisiera él! Asintió eso sí, matizando.

-Prometo que lo intentaré. No puedo pasar de ahí.

            Y tras algunas risas más la fiesta continuó. Tras unas horas los invitados se fueron despidiendo y la familia Malden quedó a solas. Fue Bertie quien le comentó a la muchacha, tras haber recogido entre todos.

-Kerria, esperamos que hagas honor a lo que nos has prometido. Por eso, y por el día tan especial que hoy es, tu padre y yo hemos decidido levantarte totalmente el castigo.
-Muchas gracias. De veras intentaré no volver a decepcionaros más. - Aseguró la muchacha. -

Su madre le acarició una mejilla y le dio un beso en la frente. Cuando estuvo sola en su habitación, la muchacha leyó los mensajes de su móvil. Debbie le había enviado uno de felicitación con muchos besos y corazones. Kerria quiso saber porqué no había acudido a la fiesta. La respuesta fue tan evidente como triste.

-Nadie me dijo que hubiera ninguna fiesta en tu honor. - Leyó apenada.-

Aquello era hasta cierto punto lógico. Deborah no pegaba nada en el colegio. Estaba casi marginada del resto por sus extraños gustos y su aparente falta de sociabilidad. Pero Kerria sabía que había un motivo para eso. Y no eran sus estilismos góticos.

-La pobre lo ha pasado mal. Y muy poca gente puede comprender lo que le ocurre.

            Siendo honesta ni ella misma era capaz de hacerlo del todo. Pero estaba enamorada de Debbie y eso le bastaba. Pensando en eso al rato se fue a dormir y en efecto, en días sucesivos la muchacha mantuvo su palabra tratando de estudiar más y no volver a llegar tarde a casa. Eso le permitió quedar más libremente con Debbie. Ambas salían juntas cuando lograban encontrar un momento o una disculpa con respecto de sus amigos y compañeros. De hecho, charlaron de ello al día siguiente de esa fiesta.

-Muchas felicidades. - Le deseó su pareja cuando se vieron en el colegio. -

            Y tras cerciorarse de que estaban solas y que nadie las observaba, Deborah le dio un largo beso en los labios a su novia.

-Lamento mucho que no te avisaran. - Se disculpó Kerria al separarse de ese beso. - Ni yo misma lo supe hasta que entré en casa y me sorprendieron.
-No importa. Es mejor así. - Afirmó esa chica admitiendo sin tapujos. - Sé que mi presencia hubiera sido incómoda.
-No para mí. - Se apresuró a asegurar su interlocutora.-

            Sin embargo, Deborah suspiró moviendo levemente la cabeza. Y musitó con irónica tristeza.

-Habrías tenido que presentarme como tu amiga. ¿Verdad? No creo que los otros y menos tus padres, se hubieran alegrado mucho de decirles que somos novias.

            Kerria bajó la mirada y cerró los ojos. Su pareja tenía razón. Y más tras lo sucedido en la fiesta. Después de lo que su padre le dijo cuando le regaló aquella cruz. ¿Cómo podría haberle decepcionado de esa manera? Y luego estaban esas chismosas hablando sobre ella y Brian. Aquel pobre chico no se merecía estar en medio, pero, por una parte, eso le venía bien a ella para seguir con su relación con Debbie sin levantar muchas sospechas. No pudo evitar sentirse culpable. Y es que no ignoraba que ese muchacho estaba enamorado de ella. Pero no tenía valor para aprovecharse de las circunstancias y darle esperanzas infundadas. Y tampoco a desalentarle de un modo directo y menos en esta situación. Aunque tampoco era ajena a que Deborah se daba cuenta de aquello. Es más, su propia novia comentó con un tono de celos que no se molestó en ocultar.

-He oído que últimamente ves mucho a Rice. Y que estuvo muy atento contigo ayer. Así que una rosa, ¿eh?

            Su pareja suspiró asintiendo despacio. Y apenas pudo responder tratando de justificarse.

-Es un buen amigo, quiso tener un detalle. Además, las matemáticas y el francés no son mi fuerte. Y prometí a mis padres mejorar en todo. A él se le dan bien.
-Al menos es un chico decente. Y si te ves con él verás menos a la francesa. De esa sí que podría sentirme celosa. Es muy guapa. - Comentó sarcásticamente su interlocutora. -
-Sabes de sobra que solamente te quiero a ti. - Afirmó Kerria con decisión. -  Brian es un buen amigo, me ayuda y ya está. Y Amatista solamente se preocupa de que mi hermano le haga un poco de caso.
-Ya. Pero, de todas formas, ten mucho cuidado. - Musitó Deborah, agregando con algo de inquietud e incluso temor ahora. - La otra noche, tuve una pesadilla. Algo malo va a pasarnos. No sé a ciencia cierta qué. Pero tenemos que ser muy precavidas.
-Siempre lo somos. - Contestó su contertulia. - Y aunque tengamos las cosas complicadas aquí, siempre podemos vernos en tu casa.
-Sí, mis padres suelen ir a visitar mucho a mi hermana en California. - Concedió Debbie quien pese a todo agregó con un toque de amargura. – Y aunque echo mucho de menos a Sue, agradezco que esté tan lejos. Así mis padres tardan unos días en volver y tenemos la casa entera para nosotras. Es nuestro santuario.
-Sí que lo es. - Convino su contertulia. -

            Pensaba desde luego en cómo se abrazaban, se besaban y se amaban allí, en la habitación de Debbie. Era como si el tiempo se detuviese durante un rato y en el mundo únicamente estuvieran ellas dos. Y al hilo de aquello, su novia suspiró agregando consternada.

-Eso es, un oasis en medio del desierto. ¿Te haces una idea de lo difícil que es para mí, no poder hablar contigo ni aproximarme cuando estás con los demás?
-Lo sé, lo entiendo y lo siento…- Suspiró su contertulia. - Pero todavía no estoy preparada. Yo…dame un poco más de tiempo, eso es todo.
-Las cosas hoy día no son como hace años. Las relaciones de personas del mismo sexo se ven bastante mejor. - Argumentó su interlocutora, matizando también. - Todavía hay intolerantes y homófobos, es verdad, pero van siendo minoría.
-Bueno. - Comentó una escéptica Kerria. - Quizás sobre el papel, sí. Casi nadie dirá que es homófobo abiertamente, pero en este barrio las cosas son muy tradicionales. Mira, Debbie. Nuestros vecinos no son malas personas, aunque todavía hay ciertas cosas que no ven con muy buenos ojos que digamos. La genta aún tiene que avanzar bastante para aceptar esto plenamente.
-Ya…- Suspiró su contertulia, añadiendo con tristeza. - Y eso incluye a tu amiga Amatista y a tu familia.
-No lo sé. - Admitió Kerria, añadiendo con una palpable dosis de angustia. - He pensado muchas veces en contárselo a mis padres, o a mi hermano. Pero siempre me he echado para atrás. Tampoco sé la reacción que las chicas del equipo tendrían. O, mejor dicho, sí que la imagino…Verás, yo te quiero, Debbie, de veras que sí…es que…aún es pronto…- Añadió la muchacha con visible zozobra. -
-Tranquila. - Quiso calmarla su novia. - Claro que te daré tiempo. No te obligaría jamás a hacer algo que no quieras hacer. Y esa decisión de salir del armario es muy personal.
-Te pido de plazo hasta que termine el curso. Luego me será más fácil hablar con mi familia. - Dijo Kerria con más alivio en su voz, explicando a su pareja. - Han pasado bastantes cosas, ya te conté que una tía mía y un primo al que nunca había visto han aparecido. Y mis padres quieren reunir a toda la familia en casa para que se reencuentren. No sería el momento más adecuado para contarles una cosa así. Mientras tanto, espero que podamos vernos sin levantar sospechas.

Deborah convino en eso y por suerte para ambas no fue tan difícil como suponían. Amatista últimamente se centraba aun más en sus deportes, y no paraba de darle vueltas a la cabeza sobre la forma de obtener algo de atención de Leval. El muchacho ocupaba su tiempo en las mismas cosas de siempre, y el de asueto lo empleaba en llamar a Mazoui que, fiel a su palabra, quedaba con él en cuanto tenía tiempo libre en la Academia. Así, ambos entrenaban y repasaban las asignaturas del primer curso. Leval comprobó que ese muchacho era aun mejor deportista que él, y reunía además muchos más conocimientos. Pero lejos de molestarle le encantó. De hecho, empezó a aprender muchas cosas que le iban a ser muy útiles cuando le llegara el turno de hacer las pruebas de selección y entrar en la academia…  Paralelamente a eso, días atrás, cuando Bertie telefoneó a sus hermanas para darles la gran noticia de la reaparición de Karaberasu, llamó primero a Petz. Ésta había terminado hacía poco de trabajar en la tienda. Se marchó encargando a sus empleadas que cerrasen. Había quedado con su amiga Mako -chan para tomarse un té y charlar un poco. Enseguida llegó a Flowers & Flavours, Hanaji en su versión japonesa, y tomó asiento en una de las mesas como si de una clienta más se tratara. No obstante, en lugar de Makoto salió a atenderla una camarera que amablemente le preguntó.

-Buenas tardes, señora. ¿Qué va a tomar?
-Vaya. ¿No está la propietaria? - Quiso saber con cierta decepción. -
-Tuvo que salir. Recibió una llamada. - Le comentó la camarera que educadamente insistió. - ¿Desea algo en tanto la espera?
-Un té de rosas, por favor. - Le pidió por no ocupar la mesa de vacío. -
- ¿Algo para acompañarlo? - Inquirió la joven. -
-No por el momento, gracias. - Le sonrió Petz.-

            La chica sonrió a su vez y se alejó para atender a más clientes. Por su parte, Makoto regresaba y vio a su amiga. Venía sonriente. Había estado con Usagi. Pocas veces la veía ya, pero en esta ocasión su excompañera la llamó. Tenía que darle unas noticias estupendas. Tras charlar un poco sobre sus vidas y saber que estaba estudiando con tesón la carrera de psicología, en tanto que Mamoru ya era médico, la también futura Neo reina del Milenario de Plata y de la Tierra le informó.

-Cuando veas a Petz puedes decirle que, dentro de poco, tendrá grandes noticias. Un bonito reencuentro se producirá.

            Y ahora llegaba apretando el paso para saludar a su amiga. Aunque ésta se ocupó de atender una llamada a su móvil.  Makoto llegó justo en ese momento y su “clienta” la saludó con una sonrisa. En tanto contestaba.

- ¿Bertie? ¿Qué tal estáis? Hace bastante que no hablábamos… ¡Qué!... ¡Qué! - Pudo repetir con emoción, sin poder evitar que las lágrimas se le escapasen a la par que sonreía con amplitud. ¿Estás segura de eso? Claro, ¡qué tonta soy! Alabado sea Dios. Es la mejor noticia que hemos tenido en muchos años. De modo que está bien. ¡Y con dos hijos! Sí, claro…en cuanto podamos iremos. Vale, claro, llámala enseguida, se alegrará también muchísimo como yo. Te quiero hermanita… y dile a ella que la quiero mucho también.

            Aunque no había terminado, y enseguida exclamó entre perpleja y emocionada, cuando otra mujer se puso al teléfono…

- ¡Kalie! ¿De verdad que eres tú?... Claro que reconozco tu voz…no me eches la bronca. - Pudo decir eso sí, con una sonrisa en lugar de enfado. - ¡Tienes que contarnos tantas cosas! Estamos deseando verte…Sí, por supuesto, ahí estaremos. ¡Te quiero mucho, hermanita! …Hasta pronto.

            Colgó enseguida y tras darle un sentido abrazo a Makoto, llena de euforia, le contó lo sucedido. Ésta pretendió no saber nada y le dio su más cordial enhorabuena. Ejerciendo como dueña invitó a su amiga a un buen pedazo de su especialidad, la Tarta Suprema de nata y fresa, para celebrarlo. Compartieron ración y tés y ambas charlaron muy animadamente. Cuando se despidieron, Petz corrió a informar a su esposo y a sus hijos de la gran noticia…

- ¡Es maravilloso!  - Se decía llena de dicha. - Al fin las cuatro volveremos a estar reunidas.

            Entre tanto, en casa de los Rodney, sonó el teléfono. Cooan estaba en la cocina con Idina y Tom todavía no había regresado del gimnasio. Fue Alan el que estaba más cerca del aparato y descolgó.

-Hola, tía Bertie. Sí, claro…enseguida la aviso. ¿Qué tal estáis?... me alegro mucho. Aquí todo bien. Espera un segundo.

            El muchacho llevó el teléfono hasta la cocina y dijo.

-Mamá. Es la tía Bertie, dice que tiene que decirte algo muy importante.
-Vale, dámelo. - Le pidió su madre al chico, en tanto le indicaba a Idina. - Ocúpate de remover la salsa. -
-Sí, mamá. - Afirmó la jovencita empleando un gran cucharón. -
- ¡Pues yo no me fiaría mucho a la hora de cenar si dejas que la enana se ocupe del guiso! - Se rio Alan. -
- ¡Anda, cállate que estás más guapo! - Le dijo jocosamente la aludida sacándole la lengua. -

            Pero su madre no les prestaba atención. De hecho, los dos chicos se giraron hacia ella sorprendidos cuando la escucharon exclamar entre lágrimas.

- ¿De veras?... ¿Lo dices de verdad? ¡Oh, Bertie!... Claro que sí. En cuanto podamos. ¡Gracias Dios mío, gracias! ¿Con dos hijos?... Chico y chica… ¡y además está casada! Sí, ¡por favor! ¿Está contigo? Pásamela…Kalie…gracias a Dios… ¿Estás bien?... Sí, sí…tengo tres hijos… Los conocerás pronto. ¡Que tú tienes dos! ¡Es maravilloso! ¡Dos sobrinos! Claro que nos veremos pronto…adiós…adiós. Gracias por llamar.

            Sus atónitos hijos apenas pudieron ni abrir la boca. Su madre colgó y se sentó llorando en el sofá del salón. Los dos corrieron junto a ella visiblemente preocupados.

- Mamá, ¿qué pasa? - Quiso saber Idina con patente inquietud. - ¿Te encuentras bien?

            Pero Cooan se limitó a sonreír sujetando cariñosamente la cara de su hija con ambas manos.

-Vuestra tía Kalie ha vuelto…-Pudo decir llena de felicidad y con la voz trémula por la emoción. -
- ¿La tía Kalie? - Se sorprendió Alan, que apenas sí recordaba de quién se trataba. -

            De niños habían oído hablar de aquella misteriosa mujer que desapareció hacía muchos años. Su madre y el resto de sus tías siempre habían anhelado poder verla de nuevo. Ahora, su deseo se iba a hacer realidad. Entre tanto Lance, que había estado leyendo en su cuarto, bajó quedando sorprendido por la escena.

- ¿Qué ha pasado? - Pudo preguntar al ver a su madre y a sus hermanos abrazándose. -

            Se lo explicaron al momento y él sonrió con alegría. Siempre era una buena noticia el retorno de un pariente al que habían dado por perdido. No obstante, el muchacho, algo más frio y controlado que el resto, comentó tras olisquear.

- ¿No oléis a quemado?

Los demás aguzaron el olfato a su vez y fue Idina la primera que, llevándose las manos a la cabeza, exclamó con horror algo teatral.

- ¡El guiso! ¡Oh no! ¡Se me olvidó!

            La muchacha corrió a la cocina para tratar infructuosamente de remediar aquel “desaguisado” aunque su madre no le dio importancia y declaró con patente jovialidad y buen humor.

-Bueno, no pasa nada, en cuanto venga vuestro padre encargaremos unas pizzas.

            Efectivamente, cuando Tom regresó y fue puesto al corriente de lo ocurrido se abrazó a su esposa lleno de alegría por ella y por los demás. La familia pidió varias pizzas lo que fue también motivo de celebración. Por supuesto estaban deseosos de reunirse cuanto antes con sus parientes. Y pasados unos días, en cuanto sus respectivas obligaciones se lo permitieron, toda la familia se reunió. Cooan, Tom, Petz, Zafiro, y sus hijos.  Estos se unieron a los que ya estaban allí, así pudieron conocerse los que nunca se habían visto. Y volverse a ver los que llevaban muchos años sin hacerlo. Sobre todo, en el caso de los más jóvenes.

-Así que tú eres Mazoui, encantado de conocerte, primo. – Sonrió Lance, el hijo mediano de Tom y Cooan, estrechando la mano a su recién encontrado pariente. –
-Lo mismo digo. – Afirmó éste. – Me alegra mucho tener tanta familia.
-No te alegres tanto. – Terció Granate, el hijo menor de Zafiro y Petz, quién, fiel a su espíritu ocurrente y travieso, sentenció con humor ante el jolgorio de los allí reunidos. – ¡Ahora tendrás que acordarte de todos nuestros cumpleaños!
- ¡Me los apuntaré! – Pudo decir el aludido en tanto reía divertido por aquella ocurrencia. –

Era extraño, cuando miraba a Granate podía sentir que ese muchacho era realmente como aparentaba ser. Muy bromista e incluso algo travieso, pero en el fondo un buen chico. Su hermano mayor, Coraíon, que también le saludó, era asimismo noble, aunque más serio y comedido. De Alan, el hijo mayor de Tom y Cooan, podía decir lo mismo, siendo más extrovertido que su primo anteriormente analizado. Lo que le desconcertaba era cuando miraba a Lance. Éste tampoco parecía ser mal chico, aunque no podía adentrarse tanto en él, como con el resto. Bueno, Mazoui sabía que algunas personas eran más difíciles de sondear que otras.

-Espero que nos vendréis a visitar. – Le dijo Alan, cortando aquella reflexión. –
-Ahora estoy en la Academia, pero cuando tengamos vacaciones me gustaría conoceros a todos mejor. – Afirmó el muchacho, muy feliz ante aquel recibimiento. –
-El primo Leval ha tenido suerte – comentó Coraíon para aclarar. – Ahora te tiene a ti para que le indiques el camino a la Academia.
-Sí - convino el aludido que se aproximaba al corrillo de los primos - Y me aprovecharé de su amabilidad todo lo que pueda.
-Será un placer. - Sonrió Mazoui de nuevo en tanto saludaba con un beso a su prima Idina, la hermana pequeña de Lance y de Alan, que se acercó a conocerle. –
-Mucho gusto, primo. – Le sonrió ella de forma muy sincera y jovial. –
-Igualmente. – Pudo decir él devolviéndole la sonrisa. Podía percibir en aquella muchacha una gran bondad e inocencia en el mejor sentido y aquello le agradaba mucho. – Me alegro de tener una familia tan grande y estupenda como ésta.

Aunque la chica enseguida se alejó rumbo al grupo de su prima Kerria, Amatista y el resto de las mujeres.

- ¿Qué tal, primita? - Sonrió Idina saludando a la anfitriona. -

            Kerria enseguida le dio un gran y cariñoso abrazo, sonriendo también le comentó, cuando se separaron del mismo.

-Hacía mucho que no nos veíamos. ¿Qué tal todo por el oeste?
-Bien, ya casi ha terminado el curso y me estoy preparando para mi recital de piano. - Respondió afablemente esta. – Por cierto, felicidades, tu cumpleaños fue hace nada.
-Muchas gracias. -Contestó su prima reparando entonces en su amiga francesa. - Perdonad, no os he presentado. Idina, esta es mi amiga Amatista Lassart. Es la hija de Diamante Lassart y Esmeralda Deveraux. La famosa diseñadora.
-Encantada. - Repuso la morena muchacha, ofreciendo su mano a esa joven. -
-Lo mismo digo. - Convino Amatista estrechándosela. -
-Si eres hija del hermano de mi tío Zafiro, entonces compartimos primos. - Observó Idina, observando en la distancia a Coraíon y a Granate. -
-Así es. - Asintió su interlocutora. -

            No parecía tener mucho que decirle a esa chiquilla, en opinión de Amatista era una muchacha muy mona y simpática. Aunque oyendo aquello del piano no sabía si le gustaría hacer deportes. Fue Kerria quien intervino comentando precisamente algo de eso.

-Pues Amatista es francesa. Y le encanta hacer deporte. Es como mi hermano.
-Bueno, nadie es como tu hermano. - Se sonrió la aludida visiblemente ruborizada, relatando de seguido. - Pero es cierto, me encanta practicar deporte. Hago equitación, natación y kárate, sobre todo.

            Idina sonrió divertida. Aquella jovencita le pareció bastante agradable, además era muy alta. Ella misma que no se podía considerar para nada bajita, tenía que mirarla un poco hacia arriba. Posiblemente dado que la francesa había venido con zapatos de tacón mediano y un vestido estampado con tonos dorados y verdes muy bonito. Como Idina vino con zapatillas y llevando pantalones de algodón blanco y una blusa roja, la diferencia de estatura era muy palpable.

-Mi padre tiene algunos gimnasios de artes marciales. Nos enseñó a mis hermanos y a mí.
- ¿De veras? - Exclamó Amatista, proponiendo de modo jovial. - Sería estupendo que practicásemos. No he logrado que tu prima se anime a aprender kárate.
-No me entusiasma demasiado la idea, eso es cosa de mi hermano. - Admitió la aludida. - Bastante tengo con el equipo de natación.
-Bueno, yo también prefiero la danza y el balé a las artes marciales, pero me gustan. - Comentó Idina. -
-Aunque falta mucho todavía. Espero que este próximo verano tengas tiempo y puedas venirte aquí a pasar unos días. Así podrás practicar con Amatista. - Le comentó Kerria a su prima. -
-Me encantaría, no sé que planes tendrán mis padres. Pero seguro que no les parecerá mal. Aunque también hace mucho que no veo a mi prima Mimí. - Repuso su contertulia. -
-Yo no sé si estaré aquí durante el verano. Quizás me vaya a ver a mi amiga Satory o vuelva a París. - Comentó Amatista a su vez, alegando eso sí. - Pero si me quedo sería estupendo que pudiésemos entrenar.
-Puede que para las navidades tengamos tiempo de vernos. ¿Te acuerdas, Idina? Como cuando éramos pequeñas. - Intervino la esperanzada Kerria. -
-Sería estupendo, sí. - Asintió su prima que le propuso. - Veniros a Oregón.
-Supongo que mi padre, con sus giras del equipo y demás, no tendrá demasiado tiempo. Y mi madre no sé como estará de liada para entonces. Pero me gustaría que fueses tú la que viniera aquí. - Insistió Kerria, remachando. - Tendremos muchas cosas que contarnos, seguro.

            Y es que, viendo a su prima, con esa expresión dulce y bondadosa, amén de lo considerada y comprensiva que siempre había sido, pensó en que podría ser la primera a quien le confesase su forma de sentir.

-Claro que sí. - Convino Idina.- Y al parecer tenemos una prima más. La hermana de Mazoui que ahora está en Irlanda. Estoy deseando conocerla. ¿Tú no?

            Kerria asintió. Aunque en ese instante su tía Cooan llamó a su prima. Era hora de irse. Tras darse un nuevo abrazo y estrechar otra vez la mano de Amatista, esa dulce jovencita, risueña y agradable, se reunió con sus padres y hermanos para marcharse. Unos minutos antes el padre de Idina fue presentado a Mazoui por la madre del chico, antes de que, junto a su familia, se dispusiera a regresar a Portland. Karaberasu le contó a su hijo con un tono de patente gratitud.

- Mazoui, gracias a la ayuda de Tom, con sus conocimientos esotéricos, pudimos liberarte de mucha cantidad de mal que te rodeaba. El trajo a un sacerdote que te exorcizó antes de que el padre O’ Brian lo hiciera. Ni tan siquiera habías nacido aún.

            El chico miró con profundo agradecimiento a aquel hombre, en el que percibía unas dosis de bondad similares a las de su hija. Éste sonrió, declarando con amabilidad.

- Veo que todo eso mereció la pena, gracias a Dios.
- Muchas gracias a usted, señor. De no ser por su ayuda, quién sabe lo que hubiera sido de mí entonces. Puede contar conmigo para cualquier cosa. Si alguna vez me necesita, llámeme.
- Pudiera ser que sí me hicieras falta algún día, a mí o incluso al mundo. - Respondió algo crípticamente su interlocutor. -
- Usted dirá como puedo ayudar y yo lo haré. - Afirmó el chico con resolución.  -

            Tom, ya con su pelo bastante cano, pero con su habitual semblante risueño que le hacía parecer siempre más joven, sonrió asintiendo despacio y añadió con afabilidad.

- Ya habrá tiempo. No te preocupes ahora de eso. Sé que tendrás mucho que estudiar en la Academia, pero cuando termines me gustaría poder enseñarte lo que yo sé.
- ¿De veras lo haría?- Inquirió Mazoui con un gesto de visible entusiasmo en su habitualmente serio rostro afirmando. - ¡Para mí sería un honor!
-No me llames señor. Llámame el tío Tom. Como el de la cabaña. - Se rio jovialmente éste. -
-Sí, gracias. - Rio el chico con él. -

            Y su interlocutor esbozó una última sonrisa dirigiéndose después hacia su familia que ya salía de la casa de Roy y Beruche. Lo mismo hizo Zafiro con Petz y sus hijos. Desearían haberse quedado más, pero les aguardaba un largo viaje hasta Japón. El resto tenían sus hogares más cerca y todavía estuvieron un rato más. Al fin, tras las celebraciones, todos regresaron muy felices a sus casas. Y Roy cumplió igualmente su parte, comenzó el adiestramiento de Mazoui y un día llegó a la conclusión de que su hijo debía empezar también. Una tarde, como siempre, el muchacho acudió al páramo en donde solían quedar. Pero en esta ocasión su maestro venía acompañado de Leval. Éste suspiró aliviado cuando vio aparecer a su primo y le dijo a su padre con impaciencia.

- Ahora me contarás a que viene tanto secreto ¿Verdad, papá?

Roy miró cómplicemente a su sobrino y asintió. Inquiriéndole a éste con una cómplice sonrisa.

- ¿Qué opinas tú, Mazoui, se lo decimos?

El aludido asintió y sin que Leval pudiera darse cuenta sencillamente desapareció de su vista. El muchacho apenas tuvo tiempo de señalar hacia donde estaba pues su primo reapareció justo delante de él y le dio un ligero empujón tirándole al suelo.

- ¿Cómo has hecho eso? - Quiso saber el sorprendido joven sin dar crédito a lo que había experimentado. -
- Creo que lo ha hecho así. - Sonrió su padre haciendo exactamente lo mismo para mayor sorpresa del chico. -
- Quizás yo lleve ventaja. - Afirmó Mazoui. - Porque puedo hacer esto…

Y antes de que su interlocutor pudiera preguntar el qué le respondió mostrando su apariencia demoniaca, a lo que su primo respondió echándose hacia atrás, lleno de asombro y terror.

- No tengas tanto miedo a eso. - Le dijo jocosamente Roy que estaba detrás y le detuvo para que no se tropezase. – No es para tanto…

El aterrorizado Leval señaló hacia su primo y solamente pudo balbucear.

- ¿Qué, que clase de ser es para hacer algo así?
- ¡Bah, sólo es un medio demonio! - Sonrió su padre restándole importancia, aunque matizó. - O más bien el hijo de uno. Pero eso no debe preocuparte.
- Si eso no debe preocuparme, ¿qué debería hacerlo? - Fue capaz de replicar el atónito e incluso espantado chico. -

            Roy esbozó una amplia sonrisa y solamente contestó.

- Esto...

Entonces se transformó en súper guerrero para asombro total de su hijo. Con la gran energía que desplegaba, el muchacho tuvo que hacer un tremendo esfuerzo para no ser derribado. Y Mazoui, con los brazos cruzados y observando la escena con regocijo, ya en su estado normal, le comentó a su estupefacto primo.

- Tiene toda la razón. ¡Eso sí que da miedo!
- Pero ¿qué significa esto? - Pudo gritar Leval mirando alternativamente a ambos sin podérselo creer. – ¡Por favor! …Que alguien me diga qué es lo que está pasando aquí…

            Roy y Mazoui hicieron un mutuo asentimiento. El padre de Leval, volvió también a su estado normal declarando con orgullo y total convicción.

- Esto mismo que he hecho, deberás poderlo hacer también tú. Porque eres mi hijo. De la estirpe de los Guerreros del Espacio. El pueblo de los saiyajin.

            Y en las horas que siguieron Roy le contó casi todas las historias acerca de él y de su propia madre, quiénes eran, de donde venían y todas las batallas que tuvieron que librar.  De la misma manera le contó quién era realmente su tío Lornd. Lo único que no mencionó en absoluto fue al Leval del futuro. Y cuando concluyó de narrar le pidió a su hijo.

- De esto que te he contado no debes decir absolutamente nada a nadie, tu madre no debe ni sospechar que estás enterado y tu hermana aun no tiene la madurez suficiente para saberlo. – Guardó silencio por unos instantes y entonces sentenció. - El verdadero entrenamiento comenzará ahora y voy a convertiros en auténticos guerreros. Es una tarea muy dura y difícil, pero yo creo firmemente en ti, hijo. Sé que lo conseguirás, igual que Mazoui. Ni yo, ni los otros amigos y camaradas de lucha que pelearon a mi lado en otros tiempos, vamos a estar aquí siempre. Pero el mal por desgracia, sí. Estoy convencido de que un día seréis vosotros los que deberéis velar por este mundo.

            Esas palabras de su padre llenaron de orgullo y responsabilidad al muchacho. Había confiado en él para hacerle partícipe de un secreto tan importante que todavía apenas sí podía creerlo. Leval prometió solemnemente que se esforzaría al máximo y que no diría nada de lo que le habían revelado aquella tarde. Una tarde en la que había cambiado su vida. Aunque seguía con su sueño de ser piloto y un día viajar a las estrellas, sueño que su padre no le quitó en absoluto. De hecho, ahí tenía a Mazoui. Es más, los dos le animaron a seguir con su vocación. Pero los días pasaron y Beruche, siempre tan intuitiva e inteligente, no tardó en enterarse. Nadie tuvo que hablar, pudo verlo con claridad en el modo de comportarse de su marido y su hijo. Le recordaba tanto a los entrenamientos de Roy con el Leval del futuro hacía ya veinte años que para ella estuvo claro. Así que, un día, al regreso del entrenamiento, cuando su hijo iba a tomar una ducha antes de acostarse, abordó a su esposo, brazos en jarras y le recriminó con enfado y severidad.
           
- ¡Me lo prometiste! Me prometiste que no ibas a mezclar a Leval en esto.
-Te prometí que esperaría y lo he hecho. - Admitió únicamente Roy que enseguida argumentó. - Pero ahora que ha aparecido Mazoui las cosas han cambiado. No puedo dejar que nuestro hijo se quede abandonado. Compréndelo, Setsuna nunca le pediría eso a mi hermano. Además, nadie se enterará. Kalie y Mazoui me han prometido que guardarán el secreto.
- Esa no es la cuestión. Tú no eres Lornd, ni yo Setsuna, ellos tienen su vida en el mundo de los saiyajin. Son sus soberanos y sus hijos, nuestros sobrinos, los herederos. Allí deben entrenarse por tradición, pero aquí es diferente. - Repuso Beruche visiblemente molesta. –
- Bertie, no te pongas así. No es para tanto. - Trató de calmarla él. -

Sin embargó, no lo conseguía. De hecho, su esposa hablaba cada vez más preocupada y con más apasionamiento. Lo que era extraño en su normalmente controlado carácter, sobre todo al añadir casi con lágrimas.

- ¡No quiero que nuestro hijo eche a perder su futuro!  No me gusta que se dedique a luchar, deseo que estudie, se gradué y siga una carrera y si lo que quiere es ser piloto como Mazoui me parece bien. ¡Eso lo admito, es su decisión, pero esto no! ¡Ya luchamos bastante, él mismo luchó y sufrió bastante! ¿Acaso es que no te acuerdas?
- Cariño. - Trató de apaciguarla Roy con voz conciliadora y suave. - Tu hijo es un guerrero de la raza saiyajin, le guste o no. Y a él le gusta luchar, le encanta superarse. Lo noto cuando se entrena, quiere ser más fuerte. Lo lleva en la sangre y contra eso nada se puede hacer. Se ahogaba sin poder mostrar su verdadero potencial en el instituto. A pesar de que Landar le bloquease parte de su poder. Pero eso era un conjuro pasajero. Al final, la auténtica fuerza de nuestro hijo iba a terminar por resurgir. Y debo enseñarle a controlarla.

            Su esposa le dio la espalda para enjugarse algunas lágrimas, pero él no se dio por vencido e insistió posando cariñosamente las manos sobre los hombros de ella.

 - ¡Por favor, cubito! Mira, sé perfectamente que ahora no hay enemigos, ni batallas que librar. Pero, quizás un día pudiera haberlas y nosotros no vamos a estar aquí siempre.
- Sigo sin verlo bien. - Insistió Beruche cruzándose de brazos y aunque ya algo más tranquila, se giró nuevamente para encarar a su marido y aun objetó. - ¿Y si se obsesiona con eso?
- Yo no me obsesioné y entrené mucho más que él. – Rebatió el interpelado. -
- Las cosas eran diferentes - argumentó su esposa a su vez. - Teníamos que luchar por la paz del mundo, pero ahora eso no es necesario. Y ya le vimos tal y como sería en ese futuro tan horrendo que nos ayudó a cambiar. Ya sabes que puede ser un gran guerrero. No hace falta comprobarlo otra vez. Únicamente quiero que nuestros hijos disfruten de una vida normal. Que se hagan adultos, se enamoren y formen sus propias familias en paz. ¿Es tanto pedir? – Sollozó con la voz quebrada. - ¿Acaso no nos merecemos por lo menos ver eso?

            Su esposo le dio un afectuoso abrazo, dejando que ella se desahogase un poco, luego retomó el tema con el mayor tacto que pudo.

- Nunca sabremos si volverá a hacer falta alguien que defienda la Tierra - insistió Roy. - Sabes que tenemos una responsabilidad y puede que un día tú y yo seamos ya demasiado mayores si algo ocurriera. Compréndelo, sé que a Leval también le gusta estudiar y quiere ser piloto más que nada en el mundo. No lo dejará, es más, le he animado con todas mis fuerzas a que persiga su sueño, porque también ha salido a ti, es tenaz e inteligente y esa es su mejor parte.- Añadió tratando de ganarse a Beruche con ese halago y finalmente lo consiguió abrazándola con afecto. -
- Cuida de él, por favor. - Le pidió ella cediendo al fin, sabiendo que sería inútil tratar de disuadir ni a su esposo ni a su hijo. - Le dejo en tus manos.
- Descuida, también es mi hijo y lo quiero por encima de todo. Nunca haría nada que pudiera ponerle en peligro, tú lo sabes bien. Anda, vamos a dormir, hoy ha sido un día muy largo.

            Beruche convino en eso y abrazada con su marido subió las escaleras. Mientras tanto, sus hijos dormían ya, sumidos en sus propios sueños, preocupaciones y esperanzas, desde hacía rato. Sobre todo, Kerria, que seguía debatiéndose con su dilema.

- ¡Ojalá hubiera tenido tiempo de hablar con Idina a solas! Ella lo habría entendido. Me hubiese ayudado a dar el paso.

            Aunque para bien o para mal, su prima se había ido y tendría que ser ella quien, sola, afrontase esa decisión. Su relación con Debbie seguía progresando, sus encuentros furtivos se hacían cada vez más frecuentes, pero a su novia aquello comenzaba a no bastarle. Ni la propia Kerria se sentía satisfecha. Anhelaba poder ir a su lado, tomadas de la mano, y expresarse su muto amor delante de todos. Pero el miedo al abismo de lo que podría suceder con su familia y amigos si desvelasen su relación la paralizaba.

-Creo que el momento está cercano. Queda poco curso ya. Aunque tengo que reunir fuerzas. - Se dijo antes de cerrar los ojos y dormir. -

            Por lo que a Leval respectaba, seguía asimilando todo aquello. Por una parte, le parecía increíble, pero lo había visto y experimentado él mismo.

-Haré todo lo que esté en mi mano para no decepcionar a papá. - Se prometió. -

Y de esta manera, el muchacho pudo conciliar el sueño, esperando con ilusión los siguientes días de entrenamiento. Poco podía imaginar cuantos sufrimientos y problemas les aguardaban a todos.


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