sábado, 5 de marzo de 2011

GWB 25.70.Kerria.


La doctora Ami Mizuno pasaba consulta como cada día. Le gustaba el contacto con la gente, sobre todo con los niños. Su especialidad era más enfocada a la investigación, pero eso hacía que no pudiera disfrutar de los pequeños y de las gentes que venían a que las ayudase. Por eso, siempre reservaba algunos días para atender en persona. Después de tantos años como guerrera el ser capaz de seguir haciendo algo por la gente era muy importante para ella. Su madre desde luego estaba muy orgullosa. Aquella promesa que la hiciera siendo niña se había convertido en realidad. Ahora ambas eran dos reputadas doctoras. Tras ver a unos cuantos pacientes en una jornada bastante tranquila regresó a casa. Deseaba tener tiempo para descansar un poco. En unos días debería viajar a Nueva York para unas ponencias sobre medicina de vanguardia. Esperaba poder ver a Bertie, Roy y a sus ahijados entonces. Antes de irse quizás llamaría a las otras chicas, a ver qué tal estaban.  Pero no tuvo que pensar en eso mucho. Justo a la puerta de su apartamento la esperaba Usagi. Ami sonrió llena de alegría al verla. En los últimos meses su amiga había estado muy esquiva.

- ¡Cuánto tiempo sin verte! ¿Qué tal os van las cosas a mi colega Mamoru y a ti? - Quiso saber con una sonrisa. -

            Sin embargo, la expresión de la interpelada no era jovial, más bien estaba seria, por no decir entristecida. Ami enseguida se percató de aquello.

- ¿Va todo bien? - Inquirió, ya con más preocupación. -
-Tengo que contarte algo. ¿Puedo pasar? – Le preguntó a su vez su antigua compañera de lucha, con tono apurado. –
-Claro. - Convino Ami. -

            Las dos entraron y la doctora ofreció un té a su amiga, aunque esta lo reusó educadamente. Quiso ir directa al grano. Tras charlar unos momentos y escuchar lo que su contertulia le explicó, el rostro de Ami palideció. Apenas sí pudo decir

- ¡Tengo que llamar a Bertie! Tiene que saber esto…
-No, no puedes llamarla. - La detuvo Usagi con un gesto para declarar. - Al igual que en otras ocasiones, es algo que debe suceder. Y ni siquiera podremos estar allí. Todo tendrá que transcurrir sin nuestra presencia.
-Pero. - ¿Sabes lo que me estás pidiendo que haga? - Se indignó Ami, afirmando con enfado e incredulidad. - Es mi ahijada. ¡Por el amor de Dios!, ayudé a su madre a traerla al mundo y después de lo que me has contado, me pides que me quede al margen.
-Sé muy bien lo que te estoy pidiendo. - Suspiró su interlocutora con aire reflexivo, para sentenciar. - Pero si confías en mí harás lo que te he dicho. Es algo que sólo entre ellos podrán afrontar. Y sé muy bien lo que eso duele. Tú también porque ya lo has visto.
-Por eso mismo. - Le suplicó su contertulia. - Impidamos que suceda. ¡Por favor!
-Sabes que todo esto forma parte de algo muy importante. - Declaró Usagi no sin pesar, afirmando. - Y que a veces se deben hacer sacrificios muy dolorosos para llevar el plan a buen fin.
- ¿Cómo podré ir a Nueva York y ni siquiera pasarme a verlos? - Preguntó ahora la doctora con visible zozobra. -
- Lo siento. – Es lo único que su compañera le respondió, posando una mano en las de su interlocutora para despedirse. - Debo irme. Espero que nos veamos pronto y con mejores noticias. Lo único que te pido es que confíes en mí, Ami, y, sobre todo, que lo hagas en ellos.

            La doctora Mizuno se quedó sin saber que replicar, viendo marchar a su amiga. Después, sin dejar de pensar en aquello, ordenó un poco su apartamento, a ver si podía tratar de abstraerse y descansar, imaginando eso como tarea imposible. Luchaba denodadamente por no agarrar el teléfono y llamar a su amiga para advertirla. Varias veces tuvo el aparato entre sus manos y otras tantas lo soltó. Al fin, entre lágrimas desistió de esa idea.

-Usagi-chan, sólo espero que tengas razón. - Pensaba llena de zozobra. -

Paralelamente en América, como cada día al terminar sus clases, Amatista se dirigió al vestuario para cambiarse y comenzar sus actividades deportivas. Nada más entrar escuchó a las chicas cuchicheando. Susurraban algo que no lograba entender bien, fue al acercarse a ellas cuando pudo oírlas con claridad.

- Creo que deberíamos decírselo, - comentó una de esas chicas a las demás en cuanto repararon en su presencia. - Ella la conoce más y puede que sepa algo. - Las demás asintieron, Amatista muy intrigada y dándose cuenta de que aquellos cuchicheos iban dirigidos a ella, preguntó. -
-Decidme chicas ¿qué os ocurre? - Las interrogó con aire reprobatorio y directo como era su costumbre. - Estáis muy raras últimamente. Casi nunca nos habláis a Kerria y a mí.

            Así era desde haría unos días. La cosa empezó poco después de la fiesta de cumpleaños de Kerria. Aunque no le dio mucha importancia, Amatista se sorprendió de que algunas compañeras no fueran. No es que se negasen categóricamente, sino que esgrimieron citas ya acordadas de antemano u otros compromisos que no sonaban muy convincentes.  No obstante, aquello podría ser cierto. Lo que comenzó a extrañar a la joven francesa es que la mayoría de las componentes del equipo de natación esperasen a que Kerria se marchase para ducharse o bien lo hicieran con rapidez antes de que ella entrase. Aunque tampoco tenía que significar nada de particular, sencillamente pudieran tener prisa por ir a alguna otra parte. De modo que aguardó las explicaciones que iban a darle sus compañeras.

- No es por ti, Tist, - le respondió una de las chicas, de nombre Loren, bastante amiga suya. - Te lo aseguro. No tienes nada que ver.
- No comprendo. ¿Qué es lo que tratas de decirme? - Le inquirió ésta cada vez más seria. -

         Otra de sus compañeras, Karen, apenas enfrentando su mirada a la de su interlocutora, tomó la palabra, parecía nerviosa y susurró de forma más conciliatoria.

- Mira, no queremos preocuparte, quizás sea una tontería. Pero hemos pensado que, como eres muy amiga suya y además vivís cerca, nos podrías decir algo.
- ¿Sobre qué? A Kerria ya la conocéis todas, sólo tenéis que preguntarle si algo os preocupa de ella. - Repuso la interpelada sin comprender. -
- No te lo tomes a mal. - Le dijo otra chica de nombre Margot- pero...- hubo un tenso silencio que Amatista no entendía hasta que su compañera, que parecía estar sopesando las palabras a emplear, se atrevió a añadir visiblemente envarada. - ¿Ha intentado Kerria algo contigo?
- ¿Qué? – Preguntó ella que pretendió haber oído mal. -
- Quiero decir que sí...bueno…

Margot, visiblemente nerviosa, rebuscó otra vez en su mente las palabras que menos pudieran ofender a su amiga y habló rápido, casi como si pretendiera que su compañera no la entendiera bien. Era como si lo que estuviera diciendo le quemase la lengua si no lo pronunciaba con celeridad.

- Si te ha hecho proposiciones de esas, ya me entiendes...
- Pero ¿Se puede saber qué estás diciendo? - Exclamó Amatista con una sonrisa de incredulidad. - ¿Cómo se os ha podido ocurrir pensar eso de Kerria? ¿Qué es esto, una broma? ¿Dónde está la cámara? - Quiso saber temiéndose una de esas gamberradas que ella misma conocía bien. -

Las chicas se miraron incomodas, ninguna parecía querer seguir hablando. Lana, quien también estaba allí presente, guardaba asimismo un envarado silencio. A decir verdad, todas se sentían muy violentas. Sobre todo, ante las miradas que su compañera les estaba dedicando entre la perplejidad y la reprobación.

- No es broma. - Terció Loren tragando saliva. - De veras, ojalá que lo fuese.
- ¡Venga ya! -Le cortó Amatista que se negaba a creer que fuera en serio y como si lo supusiera de antemano inquirió. - ¿No estará Kerria escondida por aquí? - Miró tras las mamparas de las duchas, pero estas estaban vacías. Tampoco había nadie más en el vestuario. - Bueno, ¿dónde está la cámara? - Repitió con una mirada escrutadora hacia todos los lugares y al rostro de sus cada vez más inquietas compañeras. -
- Te lo decimos en serio- insistió Loren con tono de disculpa, agregando con otro de confidencialidad en extremo preocupante.  - Verás, nos hemos dado cuenta de que esa chica es muy rara. No acude a los bailes acompañada. Ya me comprendes, no sale con ningún chico, al menos que nosotras sepamos. Bueno, parecía que tonteaba con Brian Rice, pero no hemos visto que eso prospere.
- ¿Y qué? A lo mejor prefieren mostrarse sus sentimientos fuera del colegio. - Opuso Amatista. -

            Sin embargo, tampoco a ella le constaba que su amiga Kerria estuviera saliendo con ese muchacho. De ser así seguramente se lo habría contado. Aunque la cosa no quedó ahí, y Margot agregó.

 -Y lo más sospechoso de todo. Se pasa todo el día con esa tal Deborah. Algunas de nosotras las hemos visto fuera del colegio y estaban en actitudes muy sospechosas. No en nada concreto, pero esa chica tiene muy mala fama y se rumorea que las dos son...

             Amatista no quiso oír más, de un puñetazo en la pared cortó en seco a su intimidada amiga y la espetó indignada.

- ¡Ya basta! ¿Cómo se os ocurre hablar así de Kerria a sus espaldas? ¿Por qué no se lo decís a la cara? Yo he pasado mucho tiempo con ella y jamás, ¿me oís?, nunca ha tenido ningún gesto o palabra rara conmigo. Es mi mejor amiga y le partiré la boca a cualquiera que trate de calumniarla así delante de mí.
- Por favor. - Le pidió Tracy, otra de las chicas de su clase, con voz conciliatoria. - No te enfades con nosotras, no aseguramos nada. Tú eres muy amiga suya y, además, y no te ofendas por lo que voy a decirte, se te nota desde el principio el interés que tienes por su hermano. Comprendemos que la defiendas. Pero fíjate en su comportamiento y verás que hay algo que no es normal. Yo sólo te digo esto porque todas te apreciamos y no nos gustaría que te vieras envuelta en algo turbio, por decirlo así, algo que dañase tu imagen.

            Aquello la indignó más todavía. ¿Cómo se atrevían esas estúpidas a mezclar lo suyo con Leval? O al menos, su interés por ese chico. Ella era una verdadera amiga de Kerria, no una simple interesada.

- ¡Ya he oído bastantes tonterías por hoy! - Espetó Amatista terminando de anudarse el cinturón sobre su recién puesto kimono. - Me voy al tatami, tengo que desahogarme y os aconsejo que no os acerquéis por allí.

           Todas conocían la destreza de su compañera en artes marciales, no en vano era cinturón marrón de karate, aunque temían más todavía su explosivo carácter. Así que ninguna se atrevió a decir nada más, aunque cruzaron miradas de preocupación. La francesa por su parte salió furiosa dispuesta a desquitarse con el primero que encontrara.

-No sé. Creo que no hemos debido decirle nada. - Suspiró Lana dirigiéndose a las demás con una mezcla de pesar y reprobación. -
-Es que es algo que ya no admite dilación. - Comentó Margot. - Mira, el otro día, Tracy y yo misma vimos a la Malden abrazada a esa tía tan rara.
-Un abrazo no tiene porqué significar nada. - Opuso Lana. -
-Un abrazo no, pero un beso con lengua, sí. - Añadió Tracy, afirmando para horror de sus compañeras. - Esas dos no se dieron cuenta. Estaban tan entusiasmadas que no se percataron de las taquillas que hay al fondo del pasillo. Allí hay una manguera anti-incendio con un cristal. Estaban escondidas en la pared contigua pero el reflejo de las dos se veía perfectamente. Y Margot y yo las vimos. ¡Tías, fue asqueroso!
-Pero cualquiera se lo cuenta a Amatista. Ya veis como se ha puesto por lo que le hemos dicho. - Suspiró Margot.-

            El resto asintió. A buen seguro que la francesa le hubiera roto la cara a la primera que le hubiera contado aquello. Y había otro tema más que Sandra se ocupó de comentar.

-Aunque debemos andarnos con cuidado. Ya sabes como son ahora las cosas. La homofobia está muy mal vista.
-No sé lo mal vista que estará en otros sitios, pero en este colegio esas cosas no son admisibles. - Afirmó Loren, añadiendo con malestar. - Y francamente, encuentro muy embarazoso el estar en la ducha o cambiándome con cualquiera de esas dos cerca. Al menos la “siniestra” no aparece por aquí, salvo cuando hay educación física. - Sentenció, aludiendo a Deborah por ese apelativo con el que despectivamente la llamaban. -
-Necesitamos más pruebas, algo evidente que podamos mostrarle a Tist. - Replicó Lana. - Mirad, no quiero perderla como amiga, y mucho menos como parte de nuestro club. Pero sabéis que ella y Kerria se llevan muy bien, y que sus padres se conocen durante años. Si hacemos o decimos algo que la irrite…
-Supongo que la francesita no será...- Comentó Tracy con retintín, añadiendo ante el estupor de sus compañeras. - ¿Quién sabe? Puede que lo disimule fingiendo que le interesa Leval y que luego, ella y Kerria, sean más que amigas…ya me comprendes. Y se junten con esa Debbie.

            Las otras se miraron entre perplejas y horrorizadas. ¡Ojalá que no fuera así! Aunque Lana no tardó en desvelarles.

-Amatista me contó algo que le sucedió en su Liceo, un año antes de venir aquí. Creo que una de sus mejores amigas allí era...ya sabéis…como estas dos, la Malden y la Hunter…y que se le insinuó. Le dio lo suyo…
- ¿La pegó? - Exclamó Loren, agitando una mano en tanto que suspiraba. - ¡Pues lo siento por esa otra chica!
-No, no la pegó. Pero le dio su merecido junto con otras compañeras. A veces me ha dicho que lamenta mucho el haberse pasado entonces con eso. Por ello, no creo que le haga mucha gracia que acusemos a su mejor amiga aquí, sin pruebas. Sería como hacerle revivir aquello. - Les explicó Lana. -
-Pensaba que tú eras su mejor amiga. - Comentó Tracy. -
-Ella misma lo ha dicho. - Admitió su interlocutora. - En cualquier caso, sea o no así, se lleva muy bien con Kerria. No podemos especular sin estar seguras.
-Esperaremos a tener evidencias. - Afirmó Margot. -
-Podríamos hablar con Brian Rice, a ver si él le ha pedido salir. Si lo ha hecho y ella le ha largado, eso sería un indicio importante. - Propuso Tracy. -
-No tiene por qué. ¿Y si él no se lo ha pedido porque todavía no se haya atrevido? ¿Y si a Kerria solamente le interesa como amigo? Eso no demuestra para nada lo otro. No nos sirve como evidencia ante Amatista. La Malden incluso podría llegar a salir con él para guardar las apariencias. - Rebatió Loren. -
-Pues si Kerria pasa de él, ella se lo pierde. ¡En ese caso, se lo pediría yo a Rice! - Intervino jocosamente Sandra, haciendo reír al resto. -

            Desde luego, ese chico no estaba mal y era muy agradable. Sin embargo, todo el mundo sabía que estaba colado por la hermana de Leval.

-No creo que sea buena idea mezclar a Rice en todo esto. - Desaconsejó Lana. - Mucho me temo que iría directo a contárselo a Kerria.
-Quién sí quiso salir con ella fue Ryan, del curso de su hermano. Y ella pasó de él totalmente. Debió de ser humillante para ese tío. - Recordó Karen proponiendo con desenfado. - ¿Por qué no le preguntamos a él?

            Aunque enseguida bajó la mirada, su compañera Tracy había comenzado a salir con ese chico haría poco tiempo y la cara que puso indicó a las claras que no le gustaba la insinuación de que pudiera ser el segundo plato. Dándose cuenta de eso, Lana enseguida quiso evitar ninguna polémica y tomó la palabra para sentenciar insistiendo en su punto de vista.

-Eso no importa, fue el año pasado. Lo que debemos hacer es ser muy cuidadosas y no acusar a nadie de nada hasta que no tengamos la total certeza y podamos demostrarlo.
-Sí, vigilaremos a esas dos y obtendremos las pruebas que hagan falta para convencer a Amatista. -Convino Karen, para cerrar aquel enojoso tema. -

Así quedó decidido, y las chicas terminaron de cambiarse y se marcharon. Por su parte la francesa precisamente llegó a la sala de artes marciales, respirando todavía con agitación. La casualidad hizo que Leval se encontrase allí haciendo katas. Se relajaba del duro entrenamiento con su padre y Mazoui cuando vio llegar a Amatista como si de un huracán se tratase pidiéndole agitada.

- ¡Leval!, necesito luchar contra alguien, pero sólo puedo hacerlo contigo. Tengo miedo de hacerle daño a nadie más. ¡Eres el único que está a mi altura!
- Esta bien, ahora hacemos un asalto - le respondió él, extrañado de esa actitud, así que le preguntó. - Pero ¿qué te pasa?  Estás muy nerviosa.
- Pelea y no me lo preguntes, son cosas de chicas. - Le pidió su interlocutora poniéndose en guardia. - ¡Vamos! ¡Defiéndete!

         Él ni se inmutó, sólo la miraba sorprendido. La muchacha, irritada por aquello, atacó lanzándole varios puñetazos y una rápida sucesión de patadas que Leval esquivaba sin ninguna dificultad.

- ¡Lucha, no me rehúyas! - Le gritó Amatista frustrada al tratar de alcanzarle sin conseguirlo. -

           Él se decidió a parar los golpes, los bloqueaba todos, pero no contraatacaba, aunque la chica parecía estar ansiosa por desahogarse de algo. Y supuso que este ataque de rabia de Amatista sólo se terminaría de una manera. Por fin, ella logró conectar un puñetazo a la cara de su rival. Leval se adelantó para recibirlo voluntariamente y simuló haber encajado un doloroso golpe en la boca, aunque de hecho ni lo había notado. Después de entrenar con su padre y Mazoui esto no pasaba de ser una caricia. Desde luego no se lo iba a decir a ella, se quedó tapándose la nariz y por fortuna, para hacerlo más creíble, incluso él mismo se provocó un poco de sangre en el labio al morderse ligeramente. Su rival, jadeando por el esfuerzo, se acercó a su lado preocupada.

- ¿Estás bien? - Le preguntó visiblemente avergonzada pasando a disculparse de inmediato. - Lo siento mucho, no quise pegarte tan fuerte, estaba muy descontrolada, perdóname.
- No pasa nada, estoy bien. - Repuso el muchacho enjugándose la sangre del labio para declarar. - No pegas nada mal, creo que por hoy ya he tenido suficiente entrenamiento.
- Sí, yo también. - Susurró Amatista sin atreverse a mirarle. - Debo irme a casa. Me daré una ducha, así se me pasará el enfado. Hasta mañana Leval, créeme que lo siento.
- No te preocupes por esto, no es nada, a propósito. ¿Qué es eso que te tiene tan enfadada? ¿Puedo hacer algo por ayudarte? Aparte claro de servirte de puching. - Insistió él aun mirándola sorprendido, pero con un tono más desenfadado. -

          No obstante, consiguió hacerla sonreír, Amatista observó ahora al chico y sus ojos se entristecieron nuevamente. Si Leval supiera lo que andaban diciendo de su hermana seguramente que estaría tan furioso como ella, incluso más. Pero no podía decírselo. Es más, esperaba hablar con Kerria para que ella misma aclarase las cosas. Pero, a su pesar, no podía evitar preocuparse por su amiga, últimamente no la había visto demasiado. Casi siempre que deseaba que ambas quedasen para salir a algún sitio o para estudiar tenía preparada alguna excusa. Y esa tal Deborah no le caía demasiado simpática. Aquella individua era realmente algo extraña y parecía muy reservada para el resto de la gente. Apenas sí hablaba con nadie en las clases. O eso le habían dicho alguna de sus compañeras que iban a la misma que ella. Aunque con Kerria se llevaba muy bien, bastante bien desde luego, pero eso no quería decir nada. También ella se llevaba estupendamente con Kerria, y eso no significaba que ambas tuvieran nada más que una amistad. Aunque otra cosa que, pensándolo con más calma y detenimiento, le resultaba más preocupante aun, era que su amiga no le había comentado que le gustase algún chico en particular. Siempre que salía el tema (es decir, Amatista suspirando por Leval) Kerria se limitaba a animarla y a aconsejarle paciencia. A lo que ella le había preguntado en alguna ocasión.

- ¿Y a ti no te gusta ningún chico del colegio, o de fuera?

              Su amiga replicaba con serenidad, pero dando la impresión de querer aparcar el tema enseguida.

- Aquí solo hay moscones o mucho crío que solamente quiere una cosa.
- No todos son así. - Rebatía su contertulia sorprendida por esa actitud y entonces ponía un ejemplo, (antes claro, de que Kerria bromease aludiendo a que el único chico que era bueno era su propio hermano y que ese ya se lo había quedado la misma Amatista.) - Brian Rice, tu compañero de clase me parece un chaval muy majo y creo que está muy claro que le gustas. ¡Todavía recuerdo la molestia que se tomó el pobre para traer tu tarta de cumpleaños!¡ Y el detalle de la rosa!

       Y Amatista hubiera jurado que la mirada de su amiga contenía un poso de tristeza cuando le respondía con voz queda.

- Sí, le aprecio mucho, es un buen muchacho. Pero no hay nada más que eso...

              E invariablemente Kerria animaba su tono para cambiar de conversación y ella no se atrevía a insistir en el asunto. De todos modos, no le había concedido nunca excesiva importancia, estaba demasiado volcada con su propio interés amoroso. Y ese mismo interés le habló ahora haciéndola salir de sus reflexiones, aunque lo hizo con tinte jovial.

- ¿No habréis discutido mi hermana y tú y las tortas me las llevo yo?

              Amatista casi da un brinco al escuchar aquello, pero enseguida sonrió moviendo la cabeza y dijo con más despreocupación.
           
- No, ¡qué va! Son sólo tonterías, ya te lo dije, cosas que hay entre chicas. Siempre hay envidias y alguna que otra rencilla, pero no es nada importante. - Le aseguró ella esbozando una forzada sonrisa cuando añadió. – Y, además, hace bastante que no veo a Kerria. Estamos las dos muy ocupadas.
- Pues creo que hoy quería venir aquí a jugar al pádel con una amiga. - Comentó Leval. - A lo mejor puedes verla si te quedas un rato más. Mi hermana me dijo que les gusta venir tarde para encontrar las pistas libres.
- Gracias. - Sonrió de nuevo, tratando de evitar que el chico se percatase del vuelco de corazón que le había dado al escucharle.  – Ahora me encuentro mucho mejor…
- Bueno, espero que tu enfado pase pronto. Ahora tengo que irme. - Sonrió a su vez su interlocutor dejándola para dirigirse a sus vestuarios.  -

          Ella asintió y se quedó allí clavada, haciendo algunos estiramientos durante un rato. Ya estaba más calmada. Sabía que Leval se había dejado golpear, quizás lo hizo para que ella pudiera desahogarse con alguien. El pobre chico había sido el blanco de sus iras, había acumulado y descargado contra él toda su rabia como si se tratase del grupo de esas estúpidas chicas del vestuario.

-Precisamente ha tenido que ser con él. Con la última persona a quien yo desearía golpear. - Suspiró moviendo la cabeza. -

              En fin, era tarde y supuso que Kerria estaría a punto de llegar. Podría hablar con ella a solas puesto que no quedaba prácticamente nadie. En un intento por ver si su amiga estaba allí, decidió acercarse a las pistas de pádel que se encontraban en las afueras del gimnasio. Estas consistían en un pequeño recinto vallado y eran visibles a través de un cristal. Amatista se acercó y echó un vistazo, pudo descubrir efectivamente a Kerria y a esa Debbie jugando. Suspiró aliviada. ¿Qué tenía eso de malo? Realmente sus compañeras eran unas chismosas.

-Esas idiotas tendrían que verlas ahora y se tragarían sus palabras. - Se dijo no sin indignación.- ¿Cómo se atreven a calumniarlas de ese modo?

              Así que más tranquila se dirigió a la ducha para estar ya lista cuando su amiga llegase. Sería mejor marcharse y no decir nada a Kerria. Ya se encargaría al día siguiente de hablar con las demás para reconvenirlas por sus cotilleos infundados. Y estaba decidida a entrar en el vestuario cuando recordó que se había dejado las guantillas en el tatami. Suspirando resignada, se dirigió hacía allí para recogerlas.

-En fin, espero que no hayan cerrado ya. - Se dijo con fastidio. -

            Kerria y Debbie, jugaban efectivamente, una disputada partida de pádel. Ya llevaban un buen rato cuando Amatista las vio, y no tardaron más que unos pocos minutos tras aquello en terminar. Sudadas, se fueron al vestuario a ducharse. A esas horas estaba vacío. Ya era bastante tarde, ambas se desnudaron deprisa. Debbie le dijo a su amiga entre jadeos de cansancio.

- Estoy agotada, aquí eres aún más terrible que en la cama.
- ¡Ya lo veremos! - Rio Kerria abrazándose a ella y acariciándole la espalda. - ¡Ji, ji, ji!
- Vamos a la ducha, - le propuso Debbie añadiendo con voz melosa. - Es grande y cabremos las dos.
- ¿Estás loca? - Le inquirió su interlocutora. - ¿Y si entrase alguien y nos viera?
- No queda nadie a estas horas. - Le aseguró su compañera que añadió con total tranquilidad. - He mirado antes de venir y todo está desierto. Vamos, ¿acaso no tienes ganas? A mí al menos me da mucho morbo hacerlo en un sitio público…además. Mañana tengo que irme a Los Ángeles. Mis padres han vuelto y quieren que vaya con ellos.
- ¿A visitar a tu hermana? - Inquirió Kerria. -
-Sí, tiene un breve permiso y hace mucho que no nos vemos. - Comentó Deborah en tanto sacaba su ropa de la taquilla. -
-Algún día me explicarás tu gusto por el negro. - Sonrió su amiga. -
-Ya sabes que me van el rollo gótico y la magia. - Le confesó su interlocutora, agregando con un tinte de voz incitador. - Aunque hay cosas que me gustan más todavía. Ven conmigo y te enseñaré algunas…

          La interpelada asintió y se dejó conducir de la mano, ambas se metieron cerrando la mampara, reían mientras el agua caía, ahogando sus jadeos. Disfrutaban frotándose mutuamente con el gel de baño...

- ¡Ah! - Suspiraba Kerria susurrándole al oído a su compañera. - Ten cuidado, tengo cosquillas por ahí…
-No debiste decir eso. - Se sonrió su pareja, reforzando su particular masaje precisamente en esa zona tan comprometida. -

            Kerria se rio y pasó al contrataque. Aunque Debbie apenas tenía cosquillas, pero sí que disfrutaba del tacto de su novia en según qué partes.

-Deja algo para luego. - Le pidió ésta entre jadeos.-

            Y la obsequió con unos cuantos besos en el húmedo pecho y cuello de Kerria, quien no tardó en corresponder. Por su parte, Amatista llegó cansada, tuvo que buscar las guantillas entre la penumbra, puesto que el alumbrado del recinto de artes marciales ya se había apagado. Le costó un buen rato distinguirlas, casi a tientas, del fondo blanco del tatami. Nada más entrar al vestuario escuchó el ruido del agua y risas, y sobre uno de los bancos vio ropa que era de Kerria. Debía ser ella, aunque también había prendas de vestir de otra chica.  No quiso decir nada y se desnudó dejando sus cosas dentro de su taquilla y sacando el gel y la toalla. Acercándose a aquella ducha y escuchando con atención reconoció efectivamente la voz de su amiga y mirando a la mampara descubrió dos siluetas abrazadas. Rápidamente se metió en una ducha apartada de ésta. El agua dejó de correr. La mampara se abrió. Amatista a través de la suya que tenía entreabierta una rendija, pudo ver salir a su amiga acompañada de una atractiva chica morena. Era esa Debbie ¿Qué demonios hacían las dos en la misma ducha?

-Estarán jugando - Quiso pensar la muchacha que se dijo a sí misma, aunque con poco convencimiento. - Eso no significa nada.

            Pero lo que vio a continuación sí que significó y mucho. Ante sus sorprendidos ojos su amiga y esa chica se dieron un largo y apasionado beso. Abrazadas, jugueteaban con sus lenguas. Después se separaron, pero aun fue peor. Aquella muchacha le lamía los pechos a Kerria que se dejaba hacer encantada acariciándola el pelo, luego se agachó. Amatista, incrédula y paralizada por el espanto, vio claramente como su amiga lamía y besaba el pubis de esa chica.

- ¡Oh sí, Ky! - Jadeaba la otra suplicándole con voz libidinosa - ¡No pares por favor!

             Durante algunos segundos, que a la involuntaria testigo se le hicieron eternos, Kerria continuó. Después se tumbó sobre uno de los bancos y fue Debbie la que tomó el relevo. La otra chica acariciaba su larga trenza castaño claro y también sus partes más íntimas.

- ¡Oh, Dios mío! - Pensaba Amatista que casi no podía respirar por el asco y el horror que le producía aquello. - ¡Es cierto! No deben saber que estoy aquí, ¡que no me descubran!, no podría soportarlo. Nadie debe saberlo. ¿Qué sería de ella aquí? ¡Oh Kerria! ¿Por qué? ¡Tú también no, maldita sea! ¡Otra vez no!

            No podía encajar aquello, esa chica, su mejor amiga en esta nueva vida, la que había sido su confidente y con la que más estrechamente unida había estado. Exactamente igual que le sucedió en París, ¡esto era una maldita burla del destino! ¿Por qué a ella? No comulgaba en absoluto con esa clase de gente, y lo que era peor, se sentía traicionada. De todos modos, no quería actuar igual a como lo hizo en su liceo. Pero no podría volver a mirarla a la cara. La vería siempre abrazada a esa chica y haciendo el amor, ¡tocándola y siendo tocada de aquella manera por otra mujer! ¿Y si Kerria hubiera deseado hacer eso mismo con ella? Aquello era igual a lo que le sucedió con Michelle. ¡Oh Dios! Le vino a la memoria la primera vez que ambas se conocieron en ese mismo vestuario, cuando ella salió de la ducha semi desnuda y la cara de Kerria al verla. Entonces se tomó a sí misma por paranoica. No podía repetirse, ¡pero se había repetido! Y en una nueva ráfaga de sospechas. ¿Y si había fingido ayudarla con Leval solamente para estar cerca de ella? Hasta que claro, conoció y comenzó a salir con esa otra. Por eso llevaba tanto tiempo sin apenas verla. Movía la cabeza con las lágrimas cayendo por sus mejillas y se negaba a mirar más, pero afortunadamente Kerria y Debbie dejaron de entregarse mutuamente y se secaron, se vistieron y ambas se marcharon agarradas por la cintura.

-Te voy a echar de menos durante estos días. - Afirmó Kerria en tanto salían. -
-No te vayas a liar con ninguna otra hasta que yo vuelva, ¿eh? - Le pidió Debbie con tono jocoso. Añadiendo con intención y algo de retintín. - Ni siquiera con esa francesita.
-Amatista está muy buena y alguna vez, al principio de conocerla, no te digo yo que no se me pasara por la cabeza. Pero descuida, cariño, ella es únicamente mi amiga, y ahora soy tu novia y yo soy fiel. - Sonrió ésta prosiguiendo la broma fingiendo hasta un tinte desencantado al sentenciar. - Y, además, a ella le gusta otro miembro de mi familia.
- ¡O, mejor dicho, otro de tu familia con miembro! Ella se lo pierde. ¡Y me alegro!  - Se rio Debbie. -

Las dos se fueron riéndose de aquello. Sin embargo, a la aludida le dio un vuelco al corazón. ¿Cómo podía Kerria haber dicho algo así? Amatista estaba impactada. Tanto que tardó unos segundos en atreverse a dar el agua y ducharse. Volvió a casa aun impresionada. Pretextando cansancio, saludó a sus padres de pasada y subió a su habitación, conteniéndose para no llorar. También de vuelta a casa Kerria saludó a sus padres. Ella en cambio llegaba feliz, entonces vio a su hermano Leval.

- Hola hermanito-, rio mesándole el pelo y preguntándole con tono jovial. - ¿Qué tal tus entrenamientos?
-Bien, - repuso éste que le comentó divertido. - Por cierto, hoy he tenido un combate contra Amatista.
- ¿Amatista? - Inquirió la sorprendida joven, añadiendo con cierta inquietud. - ¿Ya estáis otra vez con esos desafíos vuestros? No le habrás hecho daño ¿verdad? Tú eres muy bruto.
- No, ¡qué va! - Rio Leval mostrándole el labio que estaba casi cicatrizado. - Ha sido ella la que me ha hecho daño a mí. Estaba muy furiosa, no sé por qué, pero quería desahogarse. Cosas de chicas me dijo. Y también que hacía mucho que no os veíais las dos. Le conté que irías tarde a jugar al pádel y que si te esperaba te encontraría allí. ¿No la has visto?
- No - Negó su hermana encogiéndose de hombros para conjeturar. - Seguramente se habrá cansado de esperar y se habrá ido a casa. La llamaré para ver que quiere.
- Bueno, a ver si consigues que te diga lo que tanto le preocupa. - Repuso su hermano ahora con tono más serio. - No parecía estar nada tranquila.

             Kerria se sonrió, ¡este Leval era tonto!, seguro que la pobre Amatista estaba harta de que él no la hiciera ni caso. La compadecía por ello....

-Ya no sabrá como llamar la atención de este hermano tan lelo que tengo y habrá decidido intentarlo a lo bestia, ¡de golpe! típico de ella. - Pensaba la divertida muchacha que dijo riéndose.  - Hasta luego.

            Leval asintió y se fue a su cuarto, tenía que estudiar. Kerria subió al suyo. Antes saludó a sus padres que la observaron satisfechos. De un tiempo a esta parte la muchacha estaba manteniendo su palabra, había mejorado mucho en su comportamiento, sus notas habían subido y la veían estudiar bastante. Además, no salía con ningún chico, ni siquiera se preocupaba por ellos. A Roy y Beruche, lejos de inquietarles aquello, les pareció que eso era una prueba de buena voluntad por parte de su hija que se quería centrar en los estudios. Así las cosas, Kerria, aun sonriendo, llamó a su amiga. El teléfono sonó y Amatista lo descolgó.

- ¿Diga?,- inquirió ya más calmada. -
- Hola Tist, soy yo. - Saludó jovialmente su amiga para preguntar. - ¿Dónde te habías metido, tía? mi hermano me acaba de decir que hoy le has dado una buena zurra.
- ¿Eh? - Exclamó la interpelada que estaba otra vez alterada. - ¿Qué?...

Y es que su corazón latía a cien por hora, no esperaba tener que hablar con Kerria ahora, no estaba preparada para eso, ¡por Dios! Tenía que gritarla, recriminarla, insultarla, regañarla por lo que había visto y oído. Pero sólo se le ocurrió decir con un tímido tono.

-Lo siento, me pasé un poco, estaba enfadada, eso es todo.
- Y me imagino el porqué, ¡tonta, haberme esperado a que terminase con Debbie y hubiésemos hablado de ello! –

Amatista sintió como el corazón le daba un vuelco y su estómago era recorrido por un hormigueo. ¿Cómo era capaz de decir eso con tanta naturalidad, e incluso parecía que con regocijo? ¿Acaso ella y Debbie sabían que las había estado observando? Recurriendo a todo su control se atrevió a preguntar.

- ¿Hablar de qué?
- No seas tonta, tú lo sabes de sobra. - Repuso Kerria de forma desenfadada para matizar.  - De lo que ha pasado esta tarde. Eso que tanto te preocupa. No te hagas la boba, no es nada de lo que debas inquietarte. En realidad, si te lo tomas con calma, incluso hasta puedes sacarle partido. Es algo largo de contar por teléfono. Mira, quedamos en mi casa y te lo explico.

             Amatista no salía de su asombro. La tensión que estaba sufriendo la desbordaba ya por entero. ¿Acaso Kerria se la estaba insinuando? No pudo más y a la defensiva, espetó.

- ¿Qué demonios me quieres decir? ¡Habla claro!

            Su interlocutora se sorprendió, ¿qué le pasaría para contestar así? De modo que le respondió con tono conciliador y algo molesto a la vez.

- Bueno chica, no hay para ponerse de esa manera, el hecho de que mi hermano sea un ingenuo y no te haga caso, no significa que yo tenga la culpa. Únicamente quiero ayudarte, contarte la mejor forma de sacar partido de sus aficiones, podéis ir a algún planetario o cosas por el estilo. - Y como Amatista no dijo nada, Kerria quiso saber con preocupada impaciencia. - ¿Qué te pasa? ¿Algo no va bien en casa?

            Su amiga suspiró aliviada, así que Kerria pensaba que se trataba de eso.

- Lo siento. - Se disculpó con un largo suspiro e improvisó. - Estaba nerviosa. Me siento perdida con él, es verdad, tienes razón.
- No te preocupes, no importa. - La animó su contertulia recobrando la jovialidad para insistir. - Mira, te diré lo que podemos hacer. Mañana mis padres tienen que salir y mi hermano entrena. Tenía planes, pero los puedo cancelar. ¡No creo que mi amiga se ponga celosa!  Además, tiene que irse de viaje…Me tendrás toda para ti, ¡ja, ja!…

Y se rio de aquella ocurrencia como si aquella broma fuera la más inocente del mundo, aunque a Amatista se le había hecho un nudo en la garganta con solo escucharla. Entonces Kerria le propuso con una voz demasiado afectuosa en opinión de su interlocutora.

 - ¿Quedamos para comer en mi casa? Una velada íntima entre chicas, para trazar un plan. Y ya que nos ponemos, lo pasamos bien las dos juntas.
- ¿Comer? ¿las dos solas? - Preguntó Amatista alarmada. -

Lo que antes le hubiese parecido una inocente propuesta le sonaba ahora a proposición deshonesta, llena de doble sentido. Como si su amiga estuviera tratando de seducirla a cada palabra tratando de disimular. ¿Y qué querría decir con eso de pasarlo bien las dos en una velada íntima?

- ¡Claro!, ¿con quién más sino? - rio Kerria que ahora añadió algo extrañada. - De verdad, ¿qué te pasa? estas muy rara.
- No, nada, es que mañana no puedo. - Balbuceó apenas su amiga, deseando concluir esa conversación cuanto antes. - Ya nos veremos en el instituto ¿vale?
- Mañana te vamos a buscar. - Le dijo su interlocutora. -
- Preferiría que no, es que saldré temprano. - Le pidió su amiga, añadiendo con sensación de vaguedad. - Ya nos veremos, ahora tengo que colgar. Adiós…

               Kerria se quedó con el teléfono móvil en la mano, observando el rótulo de fin de la llamada y el nombre de “Tist” con el que tenía etiquetada a su amiga, estaba aún más sorprendida. ¿Qué le ocurría a Amatista?, esa no era su forma de comportarse, ¿habría pasado algo más que ni Leval ni ella le habían querido contar? Pero no notó en su hermano nada de particular. Y él desde luego era un libro abierto para plasmar sus emociones. Seguramente eran los agobios de esa pobre chica por gustarle. La pobre debía de estar frustrada. Ya ni siquiera quería que pasaran a recogerla. A buen seguro que la sola visión de Leval bastaría para ponerla colorada.

-Pobre Amatista. - Se sonrió, reflexionando. - Me gustaría saber que le rondará por la cabeza. No es propio de ella parecer tan insegura…aunque en el fondo es mucho más tímida de lo que quiere dejar ver. En fin, todos tenemos una parte oculta. ¡Si lo sabré yo!

            Bueno, mañana a buen seguro que lo descubriría, pero esa noche se sentía demasiado feliz como para preocuparse. Se encogió de hombros y bajó a cenar. Por su parte, Amatista no tenía demasiada hambre esa noche, estaba muy pensativa y su madre se lo notó.

- ¿Qué te pasa, cariño? Apenas has tocado la cena. - Le preguntó Esmeralda. -
-Nada, es que no tengo hambre. Más bien estoy cansada. - Pudo argüir. -
- Es que no paras de hacer deporte a todas horas. - La reconvino su madre con ese tono admonitorio que solía poner cada vez que se preocupaba por algo. - Sería mejor que descansases más. De lo contrario vas a caer enferma. ¿Verdad, Diamante? - Inquirió a su esposo buscando su apoyo. -
-Se debe tener cuidado, en los entrenamientos la clave está en no forzar al cuerpo demasiado o podría ser contraproducente. Eso me lo enseñó un antiguo maestro mío. - Completó el interpelado. - A él le sucedió una vez. Entrenaba tanto que un día no pudo controlarlo…
- ¿Qué no pudo controlarlo? - Se sorprendió su esposa. -
-Al menos eso nos contó él. A veces exageraba un poco para tomarnos el pelo. - Contestó su marido haciéndole una seña. -

            Esmeralda asintió. Aquello debería formar parte de ese entrenamiento tan especial que Diamante y su grupo de compañeros hicieran en el Rincón del Alma y del Tiempo. Y eso, claro está, no se lo podía contar a su hija. No obstante, Amatista parecía estar en otra parte. Ni tan siquiera había prestado atención a ese comentario.

-Hija. ¿Estás bien? - Se interesó la diseñadora observándola con preocupación para repetir. - No deberías forzarte tanto. Eres una gran atleta, pero tienes limitaciones como cualquiera.

Esmeralda ya estaba lista para oír la típica réplica de su hija en esos casos. “Mamá sé lo que hago, o… no volverá a suceder, etc”. Aunque, para sorpresa suya y de su esposo, la chica no rebatió aquello ni se enfadó, al contrario, asintió y pudo admitir sin paliativos.

-Tenéis razón. Quizás he sido demasiado exagerada con hacer tanto deporte. No es bueno pasar tanto tiempo allí. Deberé tener más cuidado. Si no os importa preferiría acostarme ya.

            Ahora era su madre la que la miraba con la boca abierta y pudo preguntar, no sin inquietud.

-Cariño. ¿De veras que te encuentras bien?
-Sí- sonrió débilmente la chica, sentenciando. - En cuanto me duerma y descanse seguro que por la mañana estaré mucho mejor.
-Que descanses entonces, hija. - Le deseó su padre levantándose y dándole un beso en la frente. Luego se alejó hacia su despacho. -
-Buenas noches. - Musitó Amatista dándole un beso a su madre y subiendo a su cuarto. -

            Pero Esmeralda se quedó pensativa, su instinto le decía que algo no iba bien. Pudiera ser que su hija tuviese algún problema, pero tratándose de adolescentes quizás la cosa más trivial fuese para ella algo terrible. Por el momento lo dejaría pasar, pero se ocuparía de vigilar el comportamiento de la muchacha. Por su parte, Amatista esa noche durmió mal, no podía apartar de su mente la imagen de su amiga con esa chica. Recordaba la mala experiencia allá en París, no podía soportar que aquello volviera a repetirse, no con Kerria…

-Otra vez no. - Musitaba ya acostada. - No puedo pasar por esto de nuevo…

Al día siguiente Leval y su hermana se levantaron y desayunaron. Fue él quien comentó.

- ¿No pasamos a recoger a Amatista?
-Me dijo anoche que saldría pronto. - Repuso su interlocutora. -
-Quizás es que tenga planes. Puede que esté viéndose con alguien. - Conjeturó el muchacho. -
- ¡Qué más quisiera ella! - Suspiró Kerria con gesto divertido. -
- ¿Decías? - Inquirió el chico que no había entendido aquello. -
-Nada. - Sonrió la muchacha. - Anda, vamos, que se nos va a hacer tarde.
- ¡Esto sí que es nuevo! – Se burló Leval a su vez. - Mi hermanita queriendo llegar pronto al instituto. A lo mejor es que tiene un guapo muchacho esperándola…
- ¡Qué tonto llegas a ser a veces! - Replicó la joven moviendo la cabeza entre risas. -
-Lo digo en serio. Se comenta por ahí que tienes algunos admiradores entre los chicos de tu clase. E incluso entre los mayores. - Le confió entonces su hermano. -
- ¿Ah sí? - Inquirió ella haciéndose la inocente, aunque claro estaba que ya lo sabía. - ¿Y qué admiradores son esos?
-Pues aparte de mi pobre amigo Ryan. Aunque ya esté comprometido. - Se sonrió Leval. - Creo que al capitán del equipo de béisbol le gustas…No es mal tipo. Está un curso por debajo de mí.
-Lástima que no me interese mucho el béisbol, prefiero el baloncesto. - Se burló ella. -

            Lo que no precisó Kerria era que estaba mucho más interesada en algunas de las animadoras que en los jugadores. Se rio ella sola con aquella consideración. Sin embargo, Leval, pensando que se trataba de otra cosa, sonrió a su vez para agregar divertido.

-Tendré que indagar a ver quién del equipo ha logrado que mi exigente hermanita se fije en él…Debe ser que te gustan los tipos altos. Aunque, en mi opinión, ninguno de esos es de fiar…
- ¡Ahora me vas a salir con lo mismo que papá! - Se rio Kerria, parafraseando a su progenitor al poner voz grave y sentenciar. - Cuidado con esos, hija. Que solamente quieren una cosa de las chicas. Espero que no te hagas animadora. –Rio para remachar. - ¡Lo que me faltaba!, ir por ahí con minifalda y pompones…
-No tiene nada de malo, nuestra tía Connie fue animadora. - Le recordó Leval argumentando. -  Y acabó casada con el tío Tom.

            Kerria movió la cabeza, aquella era una excepción que confirmaba la regla. Y desde luego, mantener alguna clase de relación con uno de esos tipos no era la idea que tenía en mente. Aunque tal y como había pensado antes, el enrollarse con alguna de las animadoras no hubiera sido algo que la disgustase. Sin embargo, ahora tenía a alguien en su corazón.  Y lo que le dijo a Deborah, aunque con tono jocoso, era estrictamente cierto. Ella era fiel a la persona a la que amaba. De hecho, suspiró haciendo que su hermano volviese a la carga.

- ¿Sabes una cosa? De todos los candidatos que circulan por ahí para ti, solamente hay uno que me parezca el adecuado. A ese le daría mi bendición sin dudarlo.
- ¡Vaya!… que suerte tengo, ya me has buscado novio formal y todo. - Se sonrió pícaramente ella, queriendo saber con jocosidad. - ¿Y quién es ese ser tan afortunado que contaría con tus parabienes?
-No, en serio. - Repuso su interlocutor ahora para preguntar. - ¿Qué pasa con Brian?
- ¿Brian? - Se sorprendió la joven, dejando ahora su gesto risueño. - ¿Qué quieres decir?...
-Se comenta por ahí que está muy interesado en ti. Y me consta que ese chico, a diferencia de otros, no va por… ya me comprendes.
- ¡Qué manía os ha entrado a todos con Brian! Es un buen compañero y un amigo. Nada más. - Declaró tajantemente ella. -

Su hermano la observó con gesto de extrañeza. De pronto Kerria había dejado de lado ese tono bromista y hasta parecía molesta. Lo dejó correr. Quizás hubiera dado en la diana. Ese chico era vecino suyo y un buen tipo. De la edad de su hermana, aunque parecía bastante mayor debido a su responsabilidad. Por su parte, Kerria suspiró tratando de calmarse. Había saltado casi sin poder evitarlo. Y es que únicamente de pensar que ese chico pudiera ser alentado a pedirle algo serio le preocupaba. Le apreciaba muchísimo y no deseaba para nada herir sus sentimientos.

-Perdona Leval. No sé porqué te he contestado así. - Añadió enseguida con apuro. -
-No te preocupes, ¡Cara de patata! - Contestó afablemente él estrujando a su hermana un poco con uno de sus brazos, para agregar con humor. - ¡Eres muy fea para que Brian se fije en ti! Lo que pasa es que es muy educado.
- ¡Oye! ¿Cómo que fea? ¿Serás tonto? - Replicó ella eso sí, con ganas de bromear de nuevo. -

Leval sonrió, su hermana estaba mucho mejor así. No comprendía la razón para que hubiera saltado de esa manera. Aunque a él le constaba que su vecino le caía muy bien, y a buen seguro que tampoco le era tan indiferente como ella deseaba hacer ver. En fin, mejor no insistir. De todos modos, llegaban ya al instituto, se despidieron hasta el final de las clases y ella se fue hacia su aula. Se extrañó, casi todas sus compañeras la esquivaban, algunos chicos la miraban fijamente, se sonreían y susurraban entre ellos. Era raro, se empezó a sentir incómoda. Entonces vio precisamente a Brian, ese chico de su clase tan agradable, se le acercó.

- ¡Vaya! -Pensó algo azorada. - Si el pobre supiera lo que hemos estado hablando mi hermano y yo…

            Aunque ese muchacho no tendría ni la menor idea. No obstante, daba la impresión de estar tenso. Y eso se confirmó cuando, al saludarla, miraba para todos los lados como si los demás estuvieran pendientes de ellos. Cosa que era cierta, aunque su interlocutora al principio no lo advirtió.

- Hola Kerria. Buenos días. ¿Cómo estás?
- ¡Ah!, hola, Brian. - Sonrió ella algo envarada, recordando una vez más el comentario de su hermano. - Yo muy bien. ¿Y tú qué tal?

Desde luego ese chico le caía bien, era simpático, de los pocos que no estaban siempre metiéndose donde no les importaba. Además, siempre era muy amable con ella y en otro orden de cosas, tras tanta distracción con Debbie necesitaba un favor. Así que le pidió.

- ¿Me podrías explicar lo último de mates? No me entero de nada desde hace una semana. La verdad, he estado algo dispersa últimamente.

            Al menos desde que salía en serio con Debbie, pero claro, eso no lo iba a decir. De todas maneras, ella siempre fue más de letras.

- Claro que sí. - Sonrió él, objetando de inmediato. - ¿Pero cuando? Mañana es fiesta.
- Mañana pásate por casa si quieres. O mejor, no quiero molestarte, ¿dónde vas a estar, en tu casa? Ya iré yo si a tus padres les parece bien. - Respondió ella con amabilidad. -
- No, no es ninguna molestia. - Se apresuró a decir él que parecía nervioso cuando propuso no exento de timidez. - Me pasare por tu casa si no te viene mal y a tus padres no les importa.
- ¿A ellos? - Rio Kerria divertida. - ¡Pero si soy yo la que te ha pedido el favor a ti! No te preocupes. ¡Eres un encanto!, mis padres estarán contentos de que entre un chico a mi cuarto solamente para estudiar, claro. - Como él la miraba atónito, ella se explicó. –  Ya sabes lo que piensan los padres, siempre creen que puede ser para otra cosa.

Sonrió entonces dándole al muchacho un agradecido beso en la mejilla y Brian se puso colorado a la par que susurró con un tono bastante amable e incluso comprensivo, combinado con algo de nerviosismo y prevención.

- No te preocupes, no me creo nada de lo que dicen.
- ¿Qué? - Inquirió ella mirándole sin comprender. - ¿A qué te refieres?

            El muchacho pareció ponerse aun más nervioso, sin duda pensaba que había hablado más de la cuenta. Respondió casi con un susurro.

- No es nada, te veré luego. - Y salió andando raudo hacia su clase dejando a Kerria desconcertada. –

La joven reparó ahora en que un grupo de compañeros les habían estado mirando, pero en cuanto ella les observó se dispersaron rápidamente alejándose por el pasillo. Creyó reconocer a algunas de las compañeras de clase, incluidas varias de sus compañeras del equipo de natación Sandra, Lana, Tracy o Margot, amigas también de Amatista. Pero se encogió de hombros sin darle mayor importancia y se dirigió a su aula. Seguramente tuviese algo que ver con lo que le contara Leval. Al verla hablando con Brian esos chismosos estarían haciéndose sus cábalas. Desde luego. ¡No podrían ir más desencaminados! De todos modos, estaba claro que algo raro pasaba. Durante las horas lectivas juraría que algunos de sus compañeros cuchicheaban mirándola con malicia y otros con desprecio e incluso hostilidad. Eso ya no era normal. Aguardó hasta que las clases terminaron y se fue al gimnasio. No quería caer en preguntarle a nadie, le parecía que quizás estuviera algo paranoica, así que decidió que algo de ejercicio la ayudaría a relajarse. Entró en el vestuario y descubrió a Amatista junto con otras chicas, su amiga se estaba desnudando para ponerse el traje de baño. Sonrió, a ver si podía sacarle algo a ella. Aunque, nada más verla entrar, las demás le dieron descaradamente la espalda, haciendo como si no estuviera.

- ¿Qué pasa aquí? - Preguntó Kerria sorprendida, pero ninguna le respondió. - ¿Se puede saber qué hacéis?

            Las otras la miraban furtivamente. Había sucedido que ayer, aparte de Amatista, una de las chicas, más concretamente Tracy, vio a Kerria y a Debbie jugando al pádel. Y cuando terminaron las siguió hasta los vestuarios y espió desde la entrada sin que la vieran. Pudo sorprenderlas mientras se quitaban la ropa y se besaban.

- ¡Vaya un par de bolleras asquerosas! Así que teníamos razón. - Se dijo con una mezcla de repulsión y satisfacción. - Tengo que avisar a las otras.

            Se marchó corriendo cuando ambas entraron en la misma ducha y de lejos vio llegar a Amatista con unas guantillas en la mano. No se atrevió a decirle nada pues temía que ésta la pegase, pero después había estado esperando a la salida y su vigilancia dio fruto. Al salir del vestuario, tomadas de la cintura, Kerria y Debbie se habían detenido a besarse apasionadamente al amparo de un solitario pasillo. Ambas se habían dedicado también frases bastante calientes y aquella chica, oculta a la vista de ellas, lo había oído y visto todo junto a otra de sus amigas, Karen, a la que pudo avisar en tanto aquello ocurría.

-Con razón le dio calabazas a Ryan, y no lo digo para molestarte. Siento lo de antes. - Se disculpó Karen. -
-No te preocupes. - Afirmó Tracy con una mezcla de asco y fascinación, en tanto observaba a esas dos, para comentar. - Cuando se entere de esto se va a alegrar todavía más de salir conmigo. ¡Menudo chasco se llevará! ¡Ja, ja!

Incluso trataron de grabarlo con el móvil, aunque por suerte para Kerria, el pasillo estaba demasiado oscuro para que se las viera con claridad. No obstante, a ambas testigos, nada más llegar esta mañana, les había faltado el tiempo para contárselo a las demás. Y en esta ocasión Amatista las escuchó consternada y no protestó. Cuando le preguntaron el motivo muy a su pesar tuvo que reconocer que lo vio también. Y eso que no quiso referir lo sucedido en los vestuarios. Ahora Kerria, ajena a todo aquello, las miraba a todas desconcertada, en tanto preguntaba.

- ¿Qué ocurre aquí? ...- hubo un tenso silencio que nadie se atrevía a romper. - ¿Qué es lo que pasa? ¿Es que ninguna me va a contestar? - Inquirió de nuevo, comenzando a molestarse seriamente y lo que era peor a inquietarse -...
- ¡Lárgate! - le respondió al fin una voz anónima. - No queremos gays por aquí.
- Sí eso, ¡vete con tu novia!,- añadió otra entre un coro de risitas apagadas. -
- Queremos cambiarnos tranquilas, vete al vestuario de los chicos. Allí no habrá nada que pueda interesarte. - Le instó una tercera a su espalda. -

            Muchas otras rieron ahora sin tapujos, pero eran risas nerviosas, cargadas de tensión y desagrado. Impactada, Kerria comprendió lo que pasaba. No era a causa de Brian, ni de ninguno de los otros pretendientes con los que hasta entonces se la asociaba. ¡Ojalá hubiese sido eso!, por desgracia lo suyo no era ya ningún secreto. Pero Amatista estaba allí, seguro que su amiga se pondría de su parte. Aunque los segundos pasaban y la francesa no hacía ni decía nada.

- ¿Qué significa todo esto, Tist? - Le preguntó deseando escuchar una voz amiga. -

            La aludida no le daba la espalda, pero estaba desnuda. No podía pronunciar palabra ni sabía que decirle, pero al encontrar su mirada con la de su interlocutora se cubrió instintivamente con su toalla, no podía olvidar lo que había visto ni oído. Pensaba en ella como si fuera un chico que se hubiese colado allí para espiarlas, ávido de hacérselo con todas. Entonces Kerria comprendió muy dolida que, hasta su mejor amiga, aunque no quisiera decirlo claramente, pensaba igual que esas otras estúpidas.

- ¿Tú también?  No puedo creerlo. ¿De veras piensas eso de mí, Tist? - Preguntó con un suspiro de gran tristeza. - Nos hemos visto desnudas muchas veces y ahora te avergüenzas. - La interpelada bajó la cabeza sin decir nada. - Comprendo. No importan las veces que hayamos charlado juntas. Tú has estado en mi casa y yo en la tuya. Y yo nunca… ¡Por favor! ¡Amatista, somos amigas!  

Se acercó hasta ella con una mirada implorante, buscando su comprensión, pero la interpelada se apartó instintivamente.

- ¡No!, por favor. Kerria, yo te respeto, pero comprende que ya no es lo mismo. - Pudo responder ésta de forma nerviosa, cubriéndose aún más. – No lo es, ya no…
- Era eso - Intuyó entonces la muchacha al recordar la charla de ayer. - Tú...- No pudo terminar, pues los sollozos le ahogaban la garganta. – Tú pensaste que…
- Yo te vi, con esa chica. - Pudo completar su interlocutora también a punto de llorar. – Y te escuché, lo que dijiste de mí…

            Kerria tenía un nudo en la garganta. Aquello fue únicamente una broma. Pero claro, después de que su amiga la viera con Debbie de ese modo.

- ¡Jamás pensaría en ti de esa manera! - Le aseguró con tristeza y desesperación. -

            Durante unos agónicos momentos que se hicieron eternos su amiga no respondió. Apenas era capaz de mover levemente la cabeza y cerrar los ojos. No quería mirarla a la cara. Quizás de esta forma fue la única en la que tuvo el coraje de finalmente contestar.

-Lo siento mucho, Ky. Pero no puedo creerte. Después de lo que vi, yo…

            Kerria dejó caer un par de lágrimas. Pero se las enjugó deprisa. No les iba a dar a esas zorras la satisfacción de hundirla. De modo que, tras unos momentos para intentar serenarse, tomó la palabra. Dirigiéndose primero a Amatista.

- Entonces será mejor que me des la espalda y te rías de mí como las demás. - Respondió la aludida superando sus iniciales balbuceos para hablar de un modo cortante y teñido de sarcástico pesar. - No quiero que te suceda lo mismo a ti. Podrían pensar que eres como yo.
- No, no mereces que te hagan algo así. - Musitó Amatista entre sollozos. - Eres una buena chica, aunque seas...

Se calló en mitad de la frase no queriendo hacer más daño a su amiga, pero ésta ya estaba bastante dolida en su corazón.

- ¡Dilo! - Le espetó su contertulia con un tono teñido ahora de rabia y de tristeza. - Aunque sea homosexual ¿verdad? ¡Sí, porque resulta que lo soy! ¡Soy gay, soy lesbiana! ¡Soy una tortillera! ¿Me oís todas? - Les gritó furiosa. - ¡Pues ya lo sabéis seguro!, ya no tendréis que espiarme ni cuchichear.- Volvió a dirigirse a Amatista  y añadió cargando su voz de indignado reproche. - Dices que eres mi amiga, pero no puedes ocultar el asco que te doy. Pero no te preocupes, no os preocupéis ninguna de vosotras, nunca querría tener nada que ver con personas así. De ahora en adelante podréis cambiaros tranquilas.

            Ninguna se atrevió a replicar nada, desde luego no se esperaban esa reacción. Todas creyeron que esa muchacha se marcharía avergonzada pero ahora eran ellas las que deseaban salir de allí. Lana era una de las que más lo lamentaban. Pero no podía hacer nada. Amatista por su parte estaba temblando y las lágrimas le caían por las mejillas. Pero fue Kerria la que se dispuso a irse tratando de no llorar, no quería humillarse de ese modo.

- Lo siento. - Susurró Amatista con la voz entrecortada. –Yo, no pretendía…

            Pero su amiga no quiso escuchar más, salió corriendo lo más deprisa que pudo para alejarse de allí. Luchaba por no llorar, aunque perdió la batalla por el camino. Leval, en ese momento terminaba de entrenar cuando unos chicos de otra clase se cruzaron con él. Uno de ellos reía mientras les decía a los otros.

- ¿Habéis oído, muchachos? ¡No lo puedo creer! - Señaló al joven al verle para remachar irónicamente. - Espero que no sea de familia.
- ¿Es que tienes algún problema, amigo? - Le preguntó el aludido dándose cuenta de que hablaban de él. -
- ¡Yo, ninguno! - rio descaradamente ese tipo que añadió con sorna. - Pero tú sí. Hemos oído que Amatista, la de segundo, está loca por alguien de tu familia.
- ¿No me digas?- , sonrió Leval  pensando que se trataba de la típica broma  de él y las chicas que le pretendían y negó. - Pues a mí no me ha dicho nada.
- Es que a lo mejor ya le han cambiado los gustos y no eres tú quién le interesas, ¡cómo es tan amiga de tu hermana! - Se burló otro. -
- ¡Oye! ¿Qué quieres decir con eso? - Le preguntó el interpelado, molesto por el mal gusto de aquel tono y esa insinuación.  -
- Que como te descuides, cariño, tu hermanita te quitará la novia. - Rio otra chica, morena y bajita, que estaba junto a esos tipos, agregando con retintín. - Pero tranquilo, me tienes a mí. Las mujeres no me van.
- ¡Si esto es una broma no tiene ninguna gracia! - Espetó el muchacho indignado por ese injurioso comentario. -
- No es ninguna broma. Mira tío, las noticias vuelan. - Le respondió otro de esos chicos. - En especial si son tan interesantes. – Y remató en tono resentido. - Ahora comprendo porqué no salía con ninguno de nosotros. Se habrá hinchado a ligar en sus propios vestuarios. ¡Ja, ja!…
           
Leval, cuya paciencia se había agotado, se encaró con ese tipo sujetándole del cuello y elevándolo casi a medio metro del suelo para gritarle.

- ¡Retira ahora mismo eso que has dicho de mi hermana o te romperé la cara, imbécil!

             El chico, visiblemente asustado no se atrevía a hablar, pero fue la chica la que le dijo en actitud desafiante.

- Es la verdad, ¿a mí también me vas a pegar? He coincidido con ella en los vestuarios y no veas como me miraba, ella y su amiguita Debbie están liadas, todos lo saben. Y además las vieron ayer. Si tú quieres cerrar los ojos es tu problema, chato. Tu hermana es de la otra acera y tengo mis dudas contigo ¿No será que Amatista la prefiere a ella antes que a ti?
- ¡Si no fueras una chica te haría tragar lo que has dicho! - Chilló el muchacho, fuera de sus casillas mientras lanzaba al otro chico a varios metros haciéndole caer contra el frío mármol. -

             Los demás retrocedieron atemorizados, nunca le habían visto tan enfadado. Leval destrozó la pared de un puñetazo haciendo un agujero en el cemento y les desafió a todos.

- Ahora ¿Alguno más quiere añadir algo? ¡Vamos!, que tenga narices para decírmelo a la cara, ¡será lo último que diga! Sea chico o chica. - Remachó clavando la mirada en esa estúpida que, visiblemente asustada, retrocedió instintivamente contra la pared. - ¡Vamos!

            Nadie se atrevió ni tan siquiera a mirarle, todo el grupo, incluida la muchacha, estaba petrificado de miedo. Pero como eso no le bastaba estaba decidido a exigir unas claras disculpas.

-A ver. ¿Qué le has llamado a mi hermana? - Aulló Leval dirigiéndose contra el tipo al que había derribado que se replegó rápidamente contra una pared acurrucándose junto a ella. -
- ¡Na, nada! - Pudo balbucear éste visiblemente aterrado. -

            Pero iba a levantarle otra vez para obligarle a que se retractase hasta que la llorosa voz de Kerria tras de él, le frenó. Cuando se giró y pudo verla, el corazón se le encogió. Su hermana tenía el rostro arrasado por las lágrimas e incluso temblaba. Apenas parecía sostenerse en pie, daba la impresión de estar totalmente hundida y humillada. Los demás bajaron la cabeza marchándose rápidamente de allí. Al igual que el chico ese que, libre ahora de la atención de Leval, se levantó lo más rápido que pudo para huir con sus compañeros.

- ¡Ky! - Le aseguró su hermano con preocupación, tratando de calmarse al verla llorar. – Te juro que esos malnacidos se tragarán todo lo que han dicho de ti, dime quien ha empezado con esto. Y le...
- No, Leval, - negó con la cabeza aferrándole de un brazo. - Nadie ha empezado, sólo yo...- Y entonces se abrazó a él, sin mirarle a la cara, o no tendría suficiente valor como para confesar. - Lo que has oído de mí es cierto. Yo…yo soy…

          No pudo ni completar aquello. Se sentía demasiado abochornada y llena de culpabilidad. Ahora su hermano iba a sufrir también por su causa. Seguro que estaría enfadado y avergonzado de ella. No obstante, el muchacho se separó despacio para elevarla la barbilla y mirar hacia sus ojos. La observaba con la boca abierta, sin poder creerlo. Ella le aguantó la mirada lo que pudo. Hasta que rompió a llorar abrazada nuevamente a él.

- ¡Lo siento, perdóname por favor! No quería que te humillasen por mi culpa. Es algo que no puedo evitar. Todas las chicas del equipo me han dado la espalda, ninguno de mis compañeros me habla.
- No puede ser, no todas serán así. - Musitó Leval acariciando el pelo de su hermana y añadiendo entonces con algo de esperanza. - Seguro que Amatista te ayudará.
- Ella tampoco lo entiende, Leval. Creía que era mi amiga. Pero le miré a los ojos y estaba avergonzada de mí. Sólo Brian se ha portado bien conmigo.
- No puedo creer que Amatista haya hecho eso. - Dijo Leval atónito, aunque ahora comenzaba a entender que quizás, el enfado y la rabia de esa muchacha estuvieran justificados por esto. – Tiene que haber una explicación.
- No me dio la espalda como las otras, pero estaba tan incómoda y asustada de mí. Me miraba como si estuviese viendo un monstruo. ¡Oh, Dios! ¡Eso fue lo peor! - Sentenció Kerria deshaciéndose en gemidos. -
- Tranquilízate, vamos a volver a casa. -  Le susurró el joven que rodeó a su hermana con un brazo sobreponiéndose a su enfado y su dolor lo mejor que pudo. - Vamos Ky. En casa estarás a salvo - trataba de animarla con dulzura aseverando decidido. - Yo soy tu hermano mayor y te quiero. No te voy a abandonar, ni me avergonzaré de ti jamás, te protegeré de lo que sea. Además, no tienes nada de qué avergonzarte. Es tu vida y tu decisión. Y le romperé la cara a cualquiera que te zahiera…
-No, ¡por favor! No quiero más complicaciones. Piensa en lo que papá y mamá dirán. - Suspiró la llorosa chica. -
-Tienes razón. - Convino él estrechándola afectuosamente entre uno de sus brazos. - Anda, ahora volvamos a casa…

            Kerria se sintió mejor, agradeció en silencio el sostén de su hermano y se marchó con él apoyando la cabeza sobre su pecho, deseosa de encerrarse en su habitación y escapar de esa pesadilla. Amatista por su parte se disponía a volver a la suya completamente hundida, incluso enfadada consigo misma y muy preocupada por su amiga. En el vestuario, la mayor parte de las chicas cuchicheaban ahora. Algunas arrepentidas de haber tratado así a esa pobre infeliz, otras en cambio se reafirmaban en lo que pensaban.

-Menos mal. - Comentó Tracy. - Espero que no se le ocurra volver aquí. Yo desde luego no pienso meterme en los vestuarios cuando esté ella.
-No seas así. - Le pidió Lana, observando de reojo a Amatista. - Esa pobre chica está sufriendo. ¿Es que no os dais cuenta?
-Pues que no se comporte como una pervertida. - Replicó despreocupadamente una tal Lacie, escupiendo con palpable desprecio. - ¡Maldita zorra bollera! ¡Qué asco me da!

            Era la típica rubia animadora que siempre había mirado por encima del hombro a la mayor parte de las otras chicas. Y desde luego que no alentaba muchas simpatías por Kerria. Quizás también debido a que Leval no la había honrado con su atención. Aunque apenas tuvo tiempo de sonreír por su propio comentario. Sin ser capaz de reaccionar se vio embestida por aquella francesa que parecía un toro desbocado. Amatista se revolvió al oír aquello agarrándola del cuello y empotrándola contra una pared. La aterrada Lacie vio como esos ojos malva de su agresora destellaban con furia en tanto Amatista espetaba.

- ¡Jamás vuelvas a hablar así de Kerria! ¡Jamás! ¿Lo oyes?

            La petrificada animadora no era capaz de articular palabra y mucho menos de asentir. Aunque entre Lana y Sandra lograron que Amatista la soltase.

- ¡Basta Tist! -Le pidió la primera de ellas intentando que aflojase su presa. -
-No empeores las cosas. - Le suplicó Sandra, asustada también, tirando de la muchacha para separarla de la aterrada Lacie.- ¡Por favor!…

Amatista se fue calmando a duras penas. Pero ella misma se debatía en una terrible lucha interna. Desde siempre había despreciado ese tipo de conducta, pero no hasta el punto de hacer tanto daño a nadie. Incluso cuando había gastado esa broma cruel a su amiga Michelle, que tenía esa misma inclinación, en el internado de París, pensaba que solamente iba a ser una burla sin más consecuencias. Como si de este modo le afeasen la conducta y la hicieran recapacitar. Pero todo se fue de las manos. Después Michelle se marchó de allí destrozada y Amatista lo lamentó terriblemente. Todavía lo hacía. Al igual que Kerria, aquella muchacha había sido su mejor amiga, también habían compartido confidencias y hecho tantos planes.  Y ahora todo había vuelto a escapar de control, a pesar de que ella había querido impedirlo, pero era incapaz de luchar contra sus propios prejuicios. Por fortuna, meditando sobre eso, su rabia cedió y otras chicas se interpusieron entre ella y su objetivo.

-De acuerdo. - Pudo musitar relajándose. -

            Lana y Sandra la soltaron, Tracy desde luego se guardó de hacer más comentarios y Karen eso sí, les comentó con inquietud.

- ¡Oh no!, mirad quien viene.

Amatista no hizo mucho caso. De hecho, ya estaba saliendo de los vestuarios cuando una voz desagradablemente familiar se dirigió a ella.

- Vaya, no sabía que tuvieras amigas tan especiales, Lassart.

           Ésta se volvió encontrándose cara a cara con Molly Simps, aquella forzuda chica que no le inspiraba ninguna simpatía precisamente. Sólo unos centímetros algo más baja que ella, pero mucho más voluminosa. De pelo corto claro y nariz abultada como una pera que era fiel registro de todas sus peleas. A la vez que Simps le decía esto, un corrillo formado por las compañeras y amigas de Amatista y las de aquella chica, entre las que se contaba esa tal Lacie, las rodearon con expectación.

- ¿Qué es lo que quieres decir? - Inquirió Amatista con visible irritación. -

Simps sonrió maliciosamente y le espetó con tinte de regocijado triunfalismo.

- Ya sé lo tuyo con esa Kerria. ¿O te crees que soy tonta? Eso del hermano queda muy bien como disculpa. Es la tapadera perfecta, pero yo no te he visto nunca con él.
- Como si no tuviera cosas mejores que hacer que pasearme con Leval delante de una foca como tú. - Sonrió la aludida con desdén. -

Molly esbozó una mueca de enfado, esa ofensa le molestaba sobremanera y su rival lo sabía. No obstante, era ella la que en esta ocasión tenía el as en la manga e iba a emplearlo de inmediato.

- Insúltame lo que quieras, pero yo al menos no me lo hago con otra tía. - Repuso con una malévola sonrisa. Y escupió con sarcástica grosería. - Dime, es solamente por curiosidad. ¿Te gusta cuando la Malden te chupa lo de ahí abajo?

Amatista estaba tratando de contener su creciente enfado y simplemente respondió fingiendo desdén.

- Voy a decirte una cosa, antes me lo haría con una tía que soportar tu grotesca cara.
- Que unas lesbianas asquerosas como tú o tu amiga Kerria me digan eso, es para mí un cumplido. - Contestó Simps. -
- ¡No te consiento que la insultes, maldita guarra! - Le gritó su interlocutora perdiendo su aparente calma. - ¡Vale mil veces más que tú!
- ¿Lo veis?,- declaró Molly mirando en derredor a todo el grupo con expresión divertida. - La putita francesa está enamorada de esa tortillera. ¡Lo bien que lo deben de pasar juntas para que la defienda así!

Amatista no pudo contenerse más y le propinó a su interlocutora un soberano puñetazo. Simps se tambaleó hacia atrás y enjugándose la sangre que le manaba de un labio sentenció con un gozo y un deseo largamente contenido.

- ¡Maldita Barbie! … ¡Pajatista! Ahora sí que te la has buscado.

            Se abalanzó sobre su oponente a la que derribó en el suelo y trató de sujetarla con una presa de judo, pero no le era fácil. Su rival pudo esquivarla levantándose con rapidez para adoptar su posición de guardia, Molly hizo lo propio a la par que decía.

- Esto va a ser interesante, una lucha equilibrada, decidiremos quién es la mejor.
- Yo no tengo ninguna duda. - Replicó su adversaria alcanzando en la cabeza a su contrincante con una rápida patada que la desequilibró. – ¡Maldita foca!

             Molly la obsequió con una mirada plena de odio, aunque recobró la compostura y se aproximó hacia su rival. Amatista le lanzó otra patada, pero esta vez fue bloqueada y derribada. Simps pudo ponerse sobre ella riendo con satisfacción.

- ¡Se acabó, te voy a dar la mayor paliza de tu vida! - Exclamó retorciéndole un brazo a la muchacha que chilló de dolor. – Disfrútala…

El resto de las chicas estaban atónitas y temerosas de intervenir. En un principio habían formado el típico corrillo alrededor de ambas animado cada una a su respectiva líder, pero ahora enmudecían. Ese combate desde luego iba a decidir muchas más cosas de las que podían imaginar. Amatista se esforzaba por no ceder, pero si no tenía cuidado esa bestia le partiría el brazo. Tampoco podía usar las piernas pues su contendiente las había inmovilizado al sentarse sobre sus rodillas. Sabedora de eso Simps la provocaba con un tono burlesco.

- Vamos estirada señoritinga, intenta darme una de tus pataditas. ¿Dónde están tus aires de princesa ahora? ¿Eh? ...Presumes mucho y eres muy valiente de boquita. Pero al final solamente eres una Barbie…otro maniquí como tu mamaíta. ¿Eh, Pajatista? Los chicos no podían haberte puesto un apodo mejor. Solamente eres una calienta braguetas.

            La cada vez más furiosa y apurada Amatista trataba de pensar en algo. Aunque el sudor y el pulso acelerado disparados por la adrenalina no eran lo mejor para trazar un plan, ni siquiera para tener una idea, así que reaccionó casi por instinto. Paradójicamente el último insulto de su enemiga le dio la inspiración. Deslizando una de sus manos logró pellizcar a su enemiga en un sitio nada decoroso. Simps, aullando de dolor, se levantó casi como un resorte. Su rival aprovechó la ocasión para encogerse con celeridad y liberando las piernas, rematarla con una furiosa patada al estómago que la hizo caer doblada sobre sí misma. La pegó repetidas veces más con contundencia como si de un saco de boxeo se tratase. Fue una lluvia de puñetazos y patadas en las que descargaba toda su rabia y toda su frustración decidiendo aquel combate. Ya teniendo a Simps casi noqueada, sangrando por el labio y la nariz y completamente a su merced, iba a golpearla nuevamente cuando su horrorizada amiga Lana llegó tratando de pararla.

- ¡Basta ya! La vas a matar. ¡Cálmate, Tist!

            Y entre ella y Tracy, sujetaron a su furiosa amiga, logrando separarla de su otra compañera. Haciendo gala de su fuerza potenciada por la rabia, Amatista se las quitó de encima con sendos empujones, se detuvo jadeando y ordenó, no sólo para su adversaria, sino para todas las que estaban allí.

- Ya basta, ¿me oís? No quiero oír ningún comentario más acerca de Kerria. Y escúchame bien Simps. - Añadió con un furioso siseo, sujetando a ésta por la pechera. - Si vuelves a llamarme gay o Barbie, o esa mierda de pajatista, te estropearé aún más tu fea cara. Pero si te atreves a volver a meterte con Kerria te mataré. ¡Ahora fuera! - Les gritó a las demás que salieron de allí a toda prisa temiéndose la misma suerte que había sufrido, la hasta entonces tenida por invencible Molly. -

              Amatista se alejó también renqueante, dejando allí a su casi inconsciente rival antes de que ningún profesor viera lo sucedido. Tuvo que ducharse de nuevo y procurar no mover su brazo herido. Poco después su adversaria también se recobró lo bastante como para irse ayudada por alguna de sus amigas.

-Denúnciala al director. - Le sugirió Lacie. - La expulsarán de aquí para siempre.
- ¡No! - Siseó la todavía furiosa, aunque amedrentada Molly, sentenciando. - No soy ninguna chivata. Pero algún día me las pagará.

Y las otras, que tampoco querían ningún problema, no iban a ser las que fueran a contarlo al director ni a ningún otro profesor. La misma Molly debía admitir que había sido derrotada ante testigos en una lucha abierta y por el momento, se retiraría. Aunque la expresión de su adversaria y el brillo de la cólera en sus ojos habían llegado a darle miedo, realmente la había provocado demasiado. Jamás la había visto tan furiosa. Esa muchacha no parecía humana. Tenía una fuerza terrible. Y llegó a creer que aquella amenaza de matarla iba en serio. Así que ayudada por unas amigas se fue a su casa rehuyendo el botiquín de la escuela. Ya se recuperaría para tener la revancha en el momento más propicio.  Entre tanto, al salir de la ducha, la francesa seguía tratando de vestirse con la ayuda de sus amigas.

-Amatista, ¡por Dios! ¡Casi la matas! - Le decía una lívida Lana a su compañera. -
- Se lo merecía. Por decir esas cosas de Kerria. - Escupió ésta con patente ira todavía. -
-Escucha. - Suspiró su compañera. - Yo misma estaba aquí, he visto lo que pasó hace un rato. Vale que le hayan hecho una broma sobre eso. Pero ya está. En serio. A casi nadie le importa en realidad si tu amiga es lesbiana o no.
- ¿Tú crees? - Sollozó entonces su contertulia, quien temblando aferró a su atónita compañera por un brazo para agregar consternada. - ¡A mí es a la primera a quién le importa!  Tú no lo comprendes. Creía que era mi amiga. Ahora no estoy segura. ¡No estoy segura de nada!
-Ya. - Musitó Lana bajando la cabeza con tristeza para añadir. - Trataré de hablar con las otras. Espero que la dejen en paz. De todos modos, si continúan con esas bromas sería acoso.
- La próxima que se atreva a reírse de ella se las verá conmigo. Puedes decírselo a las demás. Y lo que le hecho a Molly Simps van a ser unas caricias en comparación a lo que le haré a quién quiera que sea que se meta con Kerria. - Espetó enjugándose las lágrimas. -


            Su amiga asintió despacio y optó por dejarla sola para que se tranquilizase.  Amatista pudo hacerlo y una vez de vuelta a casa logró subir a su habitación sin ser vista. Por suerte su madre no estaba y su padre trabajaba en la habitación que tenía por despacho, sin percatarse de nada. La joven estaba demasiado magullada y dolorida por los golpes, pero eso era lo que menos le preocupaba. Su mente era un caleidoscopio de sentimientos encontrados, su desprecio por los homosexuales, sus propios remordimientos por no haber ayudado a una amiga cuando lo necesitaba y lo que era peor aún, pese a su declaración delante de Lana, no sintiéndose con fuerzas para hacerlo a partir de ahora. Además, estaba el hecho de que seguramente Leval no volvería a dirigirla la palabra en cuanto lo supiera, ni posiblemente lo hicieran ambas familias entre sí.  Podía haber roto una amistad entre sus padres y los de Kerria, una amistad que venía desde hacía muchísimos años. Y todo porque ella no fue capaz de darle una oportunidad a su amiga. Igual que no se la dio a Michelle. Sin fuerzas y agobiada por todo esto, se derrumbó sobre su cama rompiendo a llorar.



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