- Así que le viste.
- Dijo una voz que provenía del fondo de una larga mesa de caoba que se situaba
en el centro de un gran despacho, apenas iluminado por una luz cenital. - ¿Estás
completamente seguro?
Con una gorra entre las manos y
aguardando a contestar, se encontraba un tipo de pelo canoso y rostro de duras facciones.
Con servil humildad se dirigió a aquella figura en penumbra, que estaba sentada
al otro extremo de esa mesa.
- Sí, mi
señor. – Afirmó sin dudar - y era él. El hijo de Lord Karnoalk, el enviado.
-Comprendo. - Repuso
aquella misteriosa figura con una voz opaca, apenas afectada por el entusiasmo,
a pesar de que añadió. - Esa es una gran
noticia, debemos encontrarle y hacer que se ponga de nuestro lado. Para eso
tendremos que despertar su naturaleza diabólica. Por desgracia, el Maestro y
los suyos no pueden venir ya a la Tierra por culpa de ese maldito Guerrero
Dorado y las Justicieras. Pero el Enviado es en parte humano, al igual que
otros muchos. Los híbridos sí que pueden permanecer en este mundo. Ya hemos
ganado para nuestra causa a algunos que nos ayudarán a llevar a cabo nuestros
planes. Sin embargo, él es el más poderoso de todos. Tú y ese amigo tuyo que lo
habéis visto deberéis encargaros de buscarlo. Pero no os será fácil, así que
para ello tendréis toda la ayuda que necesitéis.
- Gracias, se
lo traeremos, cuente con ello, Señor. - Prometió el individuo permitiéndose esbozar
una tenue sonrisa y remachar. – La voluntad del Maestro se cumplirá al fin,
tras tantos años…
Sin poder imaginar los planes que se trazaban
contra él, Mazoui entrenaba con Leval y Roy casi desde el amanecer, en un
apartado páramo de la ciudad. Éste contó a los dos muchachos que él entrenaba
allí hacía mucho tiempo, desde la época que luchara contra los demonios.
- Venga, ahora
atacadme los dos a la vez. - Les propuso su mentor elevándose en el aire. -
Los muchachos, que ya sabían volar con
soltura, le atacaron. Pero él paraba todos sus golpes sin ninguna dificultad y
eso que no recurría a transformarse en súper guerrero. Roy golpeó a su hijo
haciéndole caer al suelo. Mazoui trató de contraatacar con dos bolas de energía,
pero su oponente recibió el impacto sin inmutarse. Sonriendo con expresión de
desprecio le espetó al muchacho.
- ¿Eso es todo
lo que sabe hacer el hijo de una zorra de Satanás?
- Pero ¿cómo
puedes decir una cosa así? - Exclamó Mazoui
sorprendido y enfadado. - ¡Retíralo ahora mismo!
Su interlocutor se limitó a reír con
desprecio y añadió.
-Ven aquí para
hacer que lo retire, bastardo endemoniado. - Le desafió Roy instándole con
movimientos provocativos de sus manos. – Si es que tienes lo que hace falta.
- No puedes
estar hablando en serio. - Replicó Mazoui que se notaba estremecer de furia. -
- ¿Ah no? - Rio su oponente espetando con sorna. -Vamos,
¡sólo eres un mestizo cobarde! ¡Hijo de
un maldito monstruo y una ramera viciosa!
Ciego de rabia y con su apariencia
demoniaca, Mazoui atacó con saña, pero su oponente le esquivaba una y otra vez.
Los golpes del chico eran fuertes pero descoordinados, no atinaban en su
objetivo. Finalmente, su instructor le golpeó en el estómago y en la espalda
lanzándole contra el suelo. Aterrizó junto a él. Mientras el chico se ponía de
pie y trataba de asestarle un golpe. Roy le bloqueó el puñetazo y le
correspondió con otro. Volviéndole a derribar sin esfuerzo aparente.
- Pero ¿Por
qué nos insultas así? - Chillaba enloquecido e impotente mientras su rival
movía la cabeza, ahora con resignación. - ¿Por qué dices esas cosas de mi
madre? ¡Creía que erais amigos! ¡Es la hermana de tu mujer!
Roy le dejó desahogarse un poco más
y entonces le detuvo, sujetándole el puño, cuando el chico trató nuevamente de
atacarle.
- Ya basta, muchacho. Olvida lo que te he dicho. Evidentemente
no ha sido en serio. - Le indicó tono sereno para agregar. - Quería comprobar
lo que realmente me preocupaba.
Mazoui le miró sorprendido y,
respirando con rabiosa dificultad, sin entender aquello, con sus ojos todavía rojos.
Roy añadió entonces casi a modo de oratoria magistral.
- Quería
probarte. Y ha resultado como imaginaba, eres muy sensible a la provocación, y,
además, si a eso le añadimos la adrenalina que liberas durante un combate,
enseguida pierdes el control de tus actos. - Le explicó dejándole atónito y
prosiguió, ahora con un tono de afectuoso reproche. - Mazoui, físicamente eres fuerte,
pero te falta lo principal, nunca dejes que tus emociones te ofusquen hasta
este punto. Imagínate que tuvieras que luchar contra un enemigo real. Los combates
se basan no sólo en la mera fuerza sino en detectar las debilidades, tanto
físicas como emocionales del contrario y saber aprovecharte de ellas. ¿Qué
habría sido de ti si un demonio te provocase así? ¿O los tipos de la secta
contra los que luché? ¿Crees que iban a ser más amables que yo? No, muchacho,
tienes que aprender a controlarte, no importa lo que te digan. Ante todo, debes
mantener tu cabeza fría y centrarte en la lucha. Cuando combatas únicamente
cuenta eso, porque si tu mente no está despejada y dedicada al máximo de su concentración,
te aseguro que estarás perdido.
El interpelado encajó aquella
amonestación sentándose sobre el suelo, con las manos apoyadas en la cabeza y
maldiciendo su ingenuidad. Ahora, ya serenado, le parecía increíble haber sido
tan imbécil como para caer en unas provocaciones tan burdas.
-Comprendo, - suspiró
entonces recobrando la normalidad de su apariencia. - Te he defraudado ¿verdad
Roy? Sólo soy un estúpido. Cualquier rival habría hecho de mí lo que hubiera
querido. - Se lamentó, ahora bastante enfadado consigo mismo. -
- No, no me has
defraudado en absoluto, Mazoui. - Sonrió su maestro poniendo una afectuosa mano
sobre los hombros del chico. - Lo que ocurre es que aun eres muy joven y no
tienes experiencia. Además, aunque tengas parte de demonio, tu corazón es muy puro,
demasiado bondadoso y eso te hace aún más vulnerable a que hieran tus
sentimientos. Pero recuerda que todos los insultos que te dirijan tus enemigos
en la lucha no son sino elogios que demuestran que necesitan minar tu fuerza de
algún modo, no lo olvides. Y procura ser tú el que los engañe a ellos. Para
volver en su contra cualquier tipo de truco que traten de emplear. Sé que a
veces no es fácil, sobre todo cuando se ven implicadas personas a las que
queremos. Ahí es precisamente donde reside nuestra mayor vulnerabilidad. Pero
has de ser fuerte, no solamente por ti, sino precisamente por ellas. Porque tus
rivales tratarán de emplearlos siempre que puedan contra ti. Créeme. Lo sé muy
bien.
El chico escuchó muy atentamente
aquellas palabras y las grabó en su mente. Su instructor tenía toda la razón.
- Mejoraré, te
lo prometo. - Sonrió el muchacho animando su semblante. - Gracias por enseñarme
esto.
Roy sonreía satisfecho, entre tanto
su hijo se reintegró a la lucha. Leval había permanecido observando y
escuchando todo aquello, y eso podría muy bien servirle a él de lección. Desde
anteayer sólo pensaba en su hermana y en lo mal que lo estaba pasado. Ninguno
dijo nada al llegar a casa. La chica se enjugó las lágrimas y entró a lavarse
la cara al baño. Por fortuna, su madre debía estar en el piso de arriba y no los
oyó entrar y su padre no estaba presente, andaría a buen seguro en alguna
reunión del equipo.
- ¿Estás mejor?
- Le preguntó suavemente él a la chica, cuando ésta salió de aseo.-
-Sí, gracias.
- Repuso la muchacha esbozando una débil sonrisa. -
-No te
preocupes, nadie se va a burlar de ti, ni a herirte de nuevo, te doy mi
palabra. Quién se atreva a intentarlo se las verá conmigo. – Le prometió el chico.
-
-Te lo
agradezco, pero ahora lo único que quiero es descansar. Y que nuestros padres
no se enteren de esto. Al menos no todavía. Quiero ser yo quien se lo diga. -Le
pidió su hermana. -
-Es tu decisión.
- Convino él añadiendo más afablemente. - Anda, será mejor que nos cambiemos y
estemos listos para cenar en un rato.
Su hermana asintió, y él le pasó un
confortador brazo por los hombros. Subieron despacio las escaleras hasta sus
respectivas habitaciones. Su madre los vio justo cuando Kerria entraba en la
suya.
-Hola hijo. - Saludó.
-
-Hola, mamá. -
Repuso él. -
- ¿Qué tal el día?
- Quiso saber su interlocutora. -
-Bueno, con
mucho que estudiar. - Sonrió levemente el muchacho. -
- ¿Y tu
hermana? Ha entrado muy rápido en su cuarto.
Por una décima de segundo el
muchacho se temió lo peor. Su madre daba la impresión de tener un radar y
estaba seguro de que iba a ver a través de él como de un cristal y a sacarle lo
que había sucedido. Estaba resignado a responder algo rápido cuando el sonido
del teléfono de casa vino en su ayuda. Y distrajo a su progenitora que fue a
contestar a su habitación. Tras suspirar aliviado, Leval la escuchó, estaba
hablando con su padre.
-Sí, Roy… ¿Llegarás
a tiempo para la cena? Bueno. Está bien. Ya, te pondrás al día enseguida. - Se
rio levemente Bertie. -
El muchacho aprovechó para entrar a
su cuarto y cambiarse. Kerria debía de estar en la ducha. La pobre
evidentemente no había usado la de los vestuarios de chicas. Al poco salió con
ropa más cómoda y vio a su hermana con el cabello mojado y sin su trenza, salir
asimismo enfundada en un cómodo chándal de algodón que usaba como pijama. En
ese instante la madre de ambos colgaba el teléfono y salía de su habitación,
comentándoles.
-Vuestro padre
tiene una de esas reuniones con el staff técnico. No sé qué de fichajes. -
Suspiró con aburrimiento para agregar. - No piensa que pueda volver a tiempo para
la cena.
-Esperemos que
puedan fichar a algunos buenos jugadores, ¡que falta nos hace! - Comentó Kerria
con tono entre esperanzado y jovial. -
Leval se quedó sorprendido. Su
hermana hablaba como si nada hubiera pasado. Posiblemente estuviera haciendo un
gran esfuerzo para sobreponerse y que su madre no observase nada extraño. De
modo que trató de ayudarla y añadió con tinte jovial.
-Bueno, si
papá no llega a tiempo me comeré su parte. No tiraremos nada.
-Pues yo no he
preparado nada. - Comentó Bertie. -
-Ya me ocuparé
yo. -Propuso él. - Quedaban unos Nuggets de pollo y puedo hacer una ensalada
para acompañarlos.
-Te ayudaré. -
Se ofreció Kerria. -
- ¿Tú, Ky? -
se rio él señalándola con un dedo al tiempo que comentaba jocosamente. - Ten
cuidado no vayas a quemar la ensalada.
- ¡Vete a
hacer puñetas! -Exclamó su hermana dándole dos o tres collejas. -
Para alivio de los dos, su madre
sonreía al verlos así. Divertida, comentó en tanto bajaba las escaleras.
-Pues si
prometéis no provocar ninguna catástrofe, os dejo al cargo de la cena. Voy a mi
despacho, tengo exámenes por corregir.
-Claro, ya
vigilaré yo a la cara de patata. - Sonrió Leval. -
-Tonto. -
Repuso su hermana. -
Los dos animaron un poco más su
comedia hasta que su madre, moviendo levemente la cabeza y dejándoles por
imposibles, se perdió en el piso de abajo. Tras unos segundos, Kerria suspiró
mirándole reconocida y susurrándole.
-Gracias.
-Anda, vamos a
preparar la cena. - Le dijo cariñosamente él. -
Así
lo hicieron y tras algo más de media hora se sentaron los tres a la mesa. La
ensalada les quedó muy bien y los Nuggets estaban deliciosos. Para llenar la
conversación Leval habló, como siempre, de lo que iba a estudiar con Mazoui. La
fortuna parecía estar con ellos porque su madre parecía pensar en otra cosa,
cargada como estaba de exámenes que corregir. Incluso tras unos veinte minutos
llegó su padre. Tras saludarles a todos, exclamó como habitualmente hacía.
- ¿Qué hay
para cenar? Tengo hambre.
-Pensé que no
te daría tiempo. - Comentó su esposa. -
-Cuando de
comer se trata, aligero la marcha. - Sonrió él. -
-Bueno, pues
hemos hecho mucha ensalada y te quedan bastantes Nuggets todavía. - Declaró
Kerria. –
- ¿Bastantes?
- exclamó su padre, alegando jocosamente. - Solamente queda un cuenco entero.
Pero me las tendré que apañar.
Tras
provocar algunas risas de sus hijos y su mujer al oír aquello se unió a ellos.
Escuchó algo de lo que comentaba su esposa y los chicos, estando eso sí, más
pendiente de sus gestiones deportivas y de los entrenamientos con su hijo Leval
y su sobrino.
-Mañana hemos
quedado con los padres de Amatista. - Les informó Bertie quien les propuso. - Llamadla
si queréis. Podrías ir a algún sitio juntos.
-Ella está
liada últimamente. - Comentó Kerria manteniendo un tono despreocupado. -
-Pues quedad
con Brian. - Terció Roy quien de veras apreciaba mucho a ese chico. -
Kerria suspiró, aquello sí que la
dejaba sin saber que contestar, por suerte su hermano estuvo rápido yendo en su
ayuda.
-No creo que
sea posible. Ahora están todos estudiando para los exámenes.
Dejaron ese tema
aparte y prosiguieron charlando de otras cosas más triviales. Luego, en un par
de horas, se fueron todos a dormir. Al menos Roy y Bertie. Tanto Leval como
Kerria tuvieron difícil conciliar el sueño, pese a que finalmente lo lograron.
Al día siguiente en efecto, en cuanto llegaron a casa de sus amigos. Estos les
recibieron en el hall, aunque sus hijos no estaban a su lado.
- ¿No ha venido
Amatista con vosotros? - Quiso saber Roy. -
Diamante mencionó que su hija estaba preocupada
por los próximos exámenes. Tanto que apenas sí había salido de su habitación y
que estaba todavía en casa.
-Está muy aplicada últimamente. - Comentó el padre de esa
muchacha. - Tanto que apenas sale de su cuarto. Se ha quedado allí estudiando.
-Así me gusta. - Añadió Esmeralda. - Da la impresión de
que va madurando. Me parece que vuestros hijos están ejerciendo una buena
influencia sobre ella.
-Me alegra que
sea así. Amatista es una chica estupenda. - Elogió Beruche a su vez. -
- ¿Dónde están
los chicos? - Quiso saber Diamante. -
-Arriba, iban
a bajar ahora. -Les respondió Roy. -
Al poco estos así lo hicieron, con
ropa de sport. Saludaron educadamente a los señores Lassart.
- ¿Qué tal están?
- Preguntó Kerria esbozando la mejor de sus sonrisas. -
Enseguida sabría si Amatista les
habría dicho algo, aunque no pareció que fuese así. Ambos correspondieron
sonriendo afablemente a su vez.
- ¿No tenéis
planes hoy? - Inquirió Esmeralda. -
-Tenemos mucho
que estudiar. - Respondió Leval. -
-Mi hija está
igual. Deben de ser unos exámenes muy difíciles. - Conjeturó la diseñadora. -
-Esta parte
del curso no es nada fácil, señor Lassart. - Suspiró Kerria. -
Por un instante dejó entrever su auténtico
estado de ánimo al pensar en el colegio, sus compañeros y, sobre todo, en su
amiga o la que había sido su amiga, Amatista.
Pero enseguida se rehízo de forma que ni sus padres, ni los de la
francesa, sospecharon nada fuera de lugar.
-Bueno, nosotros
nos vamos. Os quedáis al cargo de la casa. - Comentó Roy. -
Los
chicos despidieron educadamente a sus padres y a los amigos de estos y tras
cerrar la puerta, Kerria se quedó apoyada sobre ella suspirando largamente y
bajando la mirada.
-Creí que no
podría aguantar más. - Le confesó a su hermano que la miraba con solidaria tristeza,
haciéndose cargo de su difícil situación. -
-Tranquila Ky,
ahora estamos los dos solos. Pasaremos el día aquí. Ya se nos ocurrirá algo
para distraernos. - Quiso animarla él. -
Aunque
el teléfono de la casa sonó y fue Leval quien enseguida lo atendió, temiendo
que fuera una llamada de alguien con el deseo de ofender a su hermana, contestó
con prevención. Sin embargo, nada más lejos de la realidad.
-Buenos días.
Casa de los Malden. Sí. ¡Ah, hola, Brian! ¿Qué habías quedado con mi hermana
para estudiar? Espera un momento, por favor. - Le pidió. -
Enseguida avisó a Kerria, la chica
al saber de quién se trataba, movió la cabeza bajando la mirada, llena de pesar.
Pero antes de que su hermano retomara la conversación, fue ella misma la que se
hizo con el auricular.
-Hola Brian. -
Saludó con tono apagado. - No…bueno, es que no me encuentro demasiado bien.
¿Sabes? Será algún resfriado que he pillado. Voy a descansar y no saldré de
casa. ¡Sí, claro, muchas gracias! Adiós…
Leval
la observó en tanto charlaba con ese muchacho. La cara de su hermana lo decía
todo, estaba hasta a punto de llorar. En cuanto colgó el teléfono él trató de
animarla en lo posible.
- ¿Te apetece
que vayamos a alguna parte, Ky?
-No gracias,
prefiero quedarme aquí, si no te importa. - Comentó ella, ahora mostrando su
auténtico rostro de tristeza. -
-Vale, pues
prepararé algo para comer y jugaremos a algo. - Le propuso el chico. -
-No tengo ganas.
- Repuso ella con expresión cariacontecida. -
Aunque finalmente él
consiguió que viera una de esas películas de acción. Alquiló un disco láser y salió
a una tienda cercana donde compró una buena dosis de palomitas de las dulces (a
Kerria le encantaban). La película estaba ambientada en el espacio, sobre la
lucha de una civilización de planetas unidos contra un invasor androide. Leval,
como siempre, sacó todo tipo de pegas basadas en lo realmente correcto, tales
como. “No se puede viajar en tan poco tiempo a través del espacio, esas
constelaciones están mal situadas”. “No hacen falta diseños aerodinámicos en
medio del cosmos puesto que no hay rozamiento”, etc. Tan cómico resultaba a
veces oponiendo su rigor científico frente a lo que veían, que hasta su hermana
sonrió, alegando.
- ¿Cómo puedes
saber eso, si nunca has estado allí, listillo?
-Porque he
estudiado mucho, ¡Cara de patata! Sé mucho sobre las estrellas. – Repuso él,
añadiendo con cariñoso tono. - Cuando acabe la película te lo demostraré.
-No sé cómo
vas a poder hacerlo. - Dudó la muchacha. -
Y para responder, acabado ese largometraje, una
vez cenaron algo y se pusieron ropa cómoda, Leval la invito a salir a la terraza
de la planta alta de su casa. Era ya de noche y el cielo estaba claro, libre de
nubes, las estrellas se veían en todo su esplendor.
- Desde aquí
podemos observar a simple vista muchas estrellas del hemisferio norte. Pero hay
muchas más que no podemos ver por culpa de la atmósfera, la contaminación
lumínica, o porque no tenemos un buen telescopio. El mío es poco potente. Ya
sabes que me lo regaló la madrina Ami cuando era pequeño. - Le explicó a su
hermana que miraba realmente sin entender nada. -
- El cielo es
bonito, sí. - Convino suavemente Kerria observando los resplandores nocturnos.
-
- ¿Ves esa en
forma de cazo?, es la constelación de la Osa Mayor. Bueno, realmente sería la
cola de esa supuesta osa. - Le contaba su hermano que no cesaba de enumerar
señalando a diversas partes del cielo. - Allí está Arturo, su estrella
principal, es varias veces mayor que nuestro sol.
Y colocando ese telescopio regalo de
su madrina Ami, en posición, él la invitó a mirar. La chica lo hizo durante
unos instantes, comentando con una leve sonrisa.
- Quién lo diría,
desde aquí parece muy pequeñita.
- Eso es
porque está a muchos millones de kilómetros de aquí. Sirio A, está a unos ocho
o nueve años luz, o Próxima Centauro, que es nuestra estrella más cercana, está
únicamente a cuatro años- luz. Bueno, lo de únicamente es un decir. Eso
significa que, aunque fuéramos capaces de viajar a la velocidad de la luz, cosa
físicamente imposible, tardaríamos cuatro años en llegar…
Hablaba con tanto entusiasmo del
tiempo que tardarían con las velocidades que actualmente se podían desarrollar
y de todo tipo de fenómenos y paradojas físicas que podrían darse, que su
hermana le escuchaba embelesada, olvidándose por un instante de sus propios y
mundanos problemas.
-Esto me
recuerda a cuando éramos pequeños. Tú siempre hablándome de esos lugares
lejanos y misteriosos a los que querías ir. - Sonrió la muchacha. -
-Es algo que
sigo queriendo hacer. Y la ciencia avanza. Cada vez estamos más cerca de esos viajes.
- Aseveró él. -
Refrescaba
y entonces ella se abrazó a su hermano en tanto suspiraba y decía.
- Tienes
suerte, Leval. Te envidio de veras. Tú puedes volar con tu imaginación hacia
las estrellas. A mí también me gustaría escaparme allí arriba, al menos dejaría
de sufrir la injusticia de aquí abajo.
Su
hermano acarició el largo pelo de la muchacha y apretándola contra su pecho de forma
afectuosa, le susurró en tono confortador.
- Quizás lo
que más me atrae de las estrellas es que ellas parecen inmutables mientras aquí
todo cambia y pasa muy rápidamente. Todo se olvida enseguida, Ky. La vida
sigue. Ya lo verás.
Ella
asintió deseando vivamente que así fuera. Y cuando fue algo más tarde, y el
frescor nocturno era apenas llevadero, se fueron a dormir. Al menos su hermana
parecía más animada y ser capaz de conciliar mejor el sueño. Pese a todo Leval
sabía que, una vez fuera de aquel santuario, Kerria tendría que soportar un
auténtico calvario y más si sus padres se enteraban. Ella le contó todos sus
temores y él solamente pudo asegurarla que estaría a su lado y darle ánimos
para mantenerse lo más dignamente posible frente a la adversidad. ¡Ojalá
pudiera contarle lo realmente excepcionales que eran los de su familia! Pero
como parecía que la chica estaba al margen de eso, e incluso aparentemente no
participaba de esos poderes, no deseaba hundirla más, creándole otro abismo.
Pero se prometió que él se esforzaría y llegaría a ser un gran guerrero,
defendería a su hermana y a todos los suyos de cualquier peligro.
-Te lo juro, hermanita.
Nadie te hará daño si yo puedo impedirlo. - Pensaba volviendo de esos recuerdos.
-
De
modo que ahora, quiso llevar a la práctica el consejo de su padre y había
decidido atacarle, puesto que le veía descuidado. De todas maneras, era una
buena ocasión para desahogar su enfado pues no temía el poder hacerle daño. Se
lanzó para pillarle de improviso, pero Roy, con una media sonrisa que él no veía,
le volvió a esquivar. Los puños de Leval no encontraban nada a lo que golpear.
-Pero… ¿Cómo
es posible? ¡No has podido verme llegar! –Exclamó el atónito chico. -
- No necesito
verte llegar. Puedo sentir tu energía. - Sentenció su padre sonriendo a la par
que afirmaba. - Rápido como la luz, sereno como el cielo, hijo…es lo que mi
maestro me enseñó.
Y sin dejar de esbozar una pícara sonrisa su
experimentado adversario le lanzó una pequeña bola de energía que acabó
enviando al chico entre unas zarzas. El joven salió rápidamente, dispuesto a no
rendirse. Esta vez atacó directamente. Pero era imposible acertar a su oponente
que, simplemente se apartaba. ¿Cómo era capaz de hacer algo así? Incluso para
mayor regodeo, Roy tenía las manos a la espalda, entrelazadas. Su hijo
intentaba darle una y otra vez, ante la divertida mirada de Mazoui que
observaba con muchísimo interés, al parecer tomando notas mentales de lo que su
maestro les enseñaba. Y cuando Leval ya estaba agotado, se trastabilló yéndose
hacia un lado. En ese instante su padre le dio un puñetazo que le sentó en el
suelo.
-Hijo. Ya te
lo he dicho más de una vez. ¡Equiliibriio! - Canturreó divertido haciendo honor
a una de las escenas de películas que tanto le gustaban. –
- ¡Pero me has
dado con las manos! - Protestó el chico. -
- ¿Y se puede saber por qué no iba a poder atizarte con ellas?
- Sonrió su entrenador. -
-Las tenías a
la espalda, pensé que no las ibas a usar. - Replicó el muchacho, una vez se levantó.
-
-En un combate
no tienes que pensar en nada. Tienes que percibir al adversario. - Le explicó
su padre. - Tampoco des nunca nada por sentado. O te sentarán a ti de un buen
golpe. Como has podido comprobar.
Leval
asintió, en efecto, eso mismo acababa de hacer con él su padre. Se dispuso a
prepararse de nuevo colocándose en guardia, pero su mentor le indicó que se
detuviese.
- Es
suficiente por hoy. Volvamos a casa, muchachos. - Y tras una pequeña pausa
agregó halagador. - Estoy contento, habéis mejorado mucho.
- Pero ¿qué
dices, papá? - Inquirió Leval con tono entre incrédulo y desencantado. - Si ni
siquiera podemos tocarte y eso que no te transformas en súper guerrero, ¿qué sería
de nosotros si lo hicieras?
- Yo no era
tan fuerte a vuestra edad, ni comencé a entrenar con esta intensidad. Creedme, vais muy bien los dos. Aunque
resulta que tú, Mazoui, eres intuitivo, pero demasiado pasional en la pelea y
tú hijo, piensas demasiado y no sientes debidamente el aura del contrario. Digamos
que, la virtud de uno es el defecto del otro. Tendréis que trabajar eso entre
otras cosas. Pero la parte buena es que resulta que os complementáis muy bien.
Los dos muchachos asintieron. Y su
maestro entonces sonrió agregando.
- Por lo demás
mejoráis con mucha rapidez. Pero que eso no os sirva para que os durmáis. - Les
previno con una severidad fingida y realmente jovial. -
- No lo haremos.
- Repusieron los dos al tiempo, negando con la cabeza pero muy contentos de
estos elogios. – Gracias.
Roy les observaba cuando ellos
caminaban por delante de él, y lo hacía sin disimular su orgullo. Eran dos
estupendos muchachos. Recordaba las palabras de su maestro, el legendario Son
Goku, cuando le instruía a él mismo en el Cielo. De eso hacía ya bastante
tiempo. Pero no olvidaba los buenos consejos que éste, pese a su apariencia
despreocupada, le dio…
-Sí, eras
mucho más sabio de lo que yo entonces podía comprender, maestro. - Pensó
agradecido en tanto hacía memoria de aquello. -
Tras
un asalto más, en el que Roy no pudo ni tocar a su mentor, aunque encajó
bastantes golpes, descansaron. Durante aquella pausa su antepasado saiyajin le
dijo.
- Eres un buen
tipo, todo corazón. Luchas con ganas, pero tienes que ser capaz de adivinar los
movimientos de tu oponente. O de lo contrario estarás perdido.
- ¿Y cómo voy
a hacer eso? - Protestaba el joven discípulo. -
-Siente la energía.
- Le respondió su mentor. -
-Tú tienes
muchísima energía, puedo percibirla, pero, aun así, no sé lo que vas a hacer. -
Protestó Roy. -
-Eso es porque
no te concentras en lo esencial. Escucha, no es cuestión de que sientas toda la
fuerza que puedo desplegar. Eso es lo obvio para cualquiera. Lo fundamental es
el aura interior de cada uno, personas, objetos…por ejemplo la de esta piedra.
- Declaró tomando un guijarro que había salido de ningún sitio y proponiéndole
a su atónito alumno. - Lánzamela cuando quieras a ver si puedo esquivarla.
-Pero eso es
muy fácil. - Se sonrió su interlocutor. - La verás llegar y con tu velocidad la
evitarás. Hasta yo mismo sé cómo hacer eso.
Por toda réplica, su mentor se sentó
con las piernas cruzadas y le dio la espalda, entonces declaró.
-Tíramela sin
que la vea y cuando quieras. Y recuerda siempre esto. Rápido como la luz,
sereno como el cielo.
El joven discípulo le miraba
desconcertado, se alejó una buena distancia y aguardó un rato. Su maestro había
adoptado la postura del loto con las manos entrecruzadas sobre sus muslos.
Entonces, cuando creyó que había pasado un tiempo suficiente, redujo su nivel
de energía y lanzó la piedra hacia la cabeza de Goku. Éste ni se movió en tanto
el proyectil se aproximaba. Roy a punto estuvo de gritar para advertirle.
Entonces, justo cuando la piedra iba a alcanzarle, su mentor ladeó la cabeza lo
suficiente como para esquivarla y esbozó una sonrisa.
- ¿Cómo lo has
hecho?- Quiso saber el chico tras acercarse hasta él.-
-Te lo dije,
debes percibir la esencia de las cosas. No es la mera acumulación de fuerza lo
que te hace superior. Es como emplees tus recursos y los de tu rival contra él.
Y Roy quiso aprender a hacer eso,
aunque sus buenos chichones le costaron. No obstante, acabó por conseguirlo.
Ahora lo recordaba con una sonrisa. Y musitaba mirando hacia las alturas del
Cielo con cierta nostalgia.
-Gracias Maestro,
muchas gracias por enseñarme tantas cosas, y no sólo para la lucha, sino para
la vida. Ahora deseo pasarles todo ese saber a mi hijo y a mi sobrino. Algún
día tomarán el relevo y deben estar preparados. Tengo que adiestrarles como tú,
el maestro Piccolo y los demás, nos preparasteis a nosotros.
Se acordó también del otro Leval, el
que llegase del futuro, con el que había entrenado y al que había enseñado todo
lo que sabía. Por eso le parecía estar viviendo un Déjà vu. Ahora, ese otro
muchacho era su hijo en esta dimensión. Pero por fortuna no peleaba como su
contrapartida, presa de su deseo de salvar su futuro y de su rabia y dolor al
pretender vengarse de aquellos terribles androides. Este chico de ahora era un joven
que solamente pretendía mejorar y cumplir sus sueños. Lo mismo que su sobrino,
que deseaba superar su fatídica herencia, ser una buena persona y auxiliar a
los demás. Roy se alegraba por ello y se prometió que haría lo que estuviese en
su mano por ayudarle. Finalmente alcanzó a los dos chicos y charló
distendidamente con ambos durante un rato. Todos volvieron volando hasta las
inmediaciones de la ciudad donde el coche les aguardaba. Por fin, dejaron a
Mazoui en su apartamento y padre e hijo volvieron a casa, era el chico quién
conducía…
-Dime una
cosa, papá. - Le preguntó Leval con visible curiosidad. - Siempre hablas de ese
maestro tuyo. Son...Goku, creo ¿Era realmente tan bueno?
Su progenitor sonrió asintiendo y
esbozando una sonrisa a la par que replicaba.
-Era el mejor
al que jamás haya podido ver. Su poder no tenía parangón…y al mismo tiempo era
el tipo más sencillo y agradable que te puedas imaginar. La lucha le encantaba,
pero como medio para progresar y superarse. Cada combate era un reto para él. No
odiaba a su adversario, sino que amaba la pelea que este pudiera ofrecerle.
-Suena increíble.
- Comentó el muchacho que afirmó. - En cambio tú y los demás, según tengo
entendido, luchasteis porque no teníais otro remedio.
-Es verdad. -
Admitió su padre declarando. - Y no quisiera que tú o Mazoui tuvierais nunca que
pelear por vuestras vidas o por salvar las de nadie. Simplemente desearía que
aprendierais a controlar vuestros poderes y a disfrutar de un buen combate que
pusiera a prueba vuestra habilidad. Nada más. Pero, desgraciadamente, nunca se
puede estar seguro de eso, hijo.
-Mamá está
disgustada. Lo sé. - Suspiró el muchacho afirmando con pesar. - Sé que lo está.
Aunque no me lo dice.
-Tu madre sólo
quiere para ti y para Kerria una vida normal, con problemas normales. - Le
contó su contertulio. - No se lo puedo reprochar. Es más, la comprendo muy
bien. Yo mismo la hice sufrir cuando creyó haberme perdido. Aunque ella sabe
tan bien como yo que quizás un día pudieran surgir nuevas amenazas. Y que
entonces nosotros no seamos capaces ya de enfrentarlas.
-Te prometo
que, en ese caso, haré todo lo posible para no defraudaros. - Aseveró el joven.
-
-Lo sé, hijo.
Aunque tienes aún mucho que aprender. Sin ir más lejos, todavía no arde en ti
el Fuego de San Telmo…
- ¿El Fuego de
San Telmo? ¿A qué te refieres? - Inquirió con curiosidad Leval, para añadir. -
¿Eso no es una especie de efecto eléctrico que se daba en los barcos antiguos?
Ahora su padre se sonrió más
ampliamente. Movió la cabeza despacio y replicó con afabilidad.
-Aún no ha
llegado el momento, pero descuida. Un día comprenderás a qué me refiero. Por
ahora sigue con tu vida normal y con tus sueños. Estudia mucho y consigue
entrar en esa dichosa academia espacial o lo que sea. ¡O tu madre me matará!
Contra eso sí que no hay defensa posible…también me lo advirtió mi maestro.
- ¡Ja, ja! No
te preocupes, papá. - Se rio a su vez Leval. - Lo haré…
-Muy bien, hijo.
- Convino Roy palmeando afectuosamente el brazo derecho del chico. -
Ya
por entonces se divisaban las familiares luces de su barriada y del chalé.
Leval cruzó la verja tras abrir la puerta con el mando a distancia y frenó.
Elevando la puerta del garaje entró el coche y aparcó. Ambos bajaron del
vehículo. Su padre entonces le dijo con jovialidad.
-Bueno, se va
haciendo tarde, a la ducha y a cenar. Vamos a saludar a tu madre y a tu
hermana.
El
chico asintió, sin embargo, sonrió trémulamente. El recuerdo de Ky y de su
situación le asaltaba ahora. Incluso se sentía un poco culpable de haber estado
pasando una tarde estupenda en compañía de su padre y de su primo. Suspiró
deseando que su hermana estuviera mejor. De hecho, no vieron a ninguna de las mujeres
de la casa y optaron por ir directos a la ducha. Ya las saludarían al salir.
Kerria entre tanto estaba en su habitación muy deprimida. Había tratado de
contactar con Debbie, pero esta no le había devuelto las llamadas.
-En el oeste
deben de estar a varias horas de diferencia. Puede que esté durmiendo. - Se
dijo con una mezcla de ansiedad y decepción. -
Deseaba
poder oír la voz de su novia. Contarle lo sucedido, ¡advertirla! Pero, sobre
todo, que ella le dijera que la amaba y que todo iría bien. A punto estuvo de
enviarle un WhatsApp, pero no quiso dejar evidencias escritas. No se sentía desde
luego con ganas de ver a nadie. Pese a todo bajó, puesto que casi era la hora
de cenar y tenía que continuar disimulando. Su madre llegó al poco rato de
hacer unas compras y tanto su padre como su hermano estaban en la ducha. Fue
Bertie la que se dirigió a ella.
-Hija, ¿me
ayudas con las bolsas?
-Claro, mamá.
- Se apresuró a responder la joven. -
No quería en ninguna circunstancia
que su madre le notase algo raro. De modo que, tratando de fingir jovialidad,
quiso saber.
- ¿Qué tal el
día?
-Bueno, lo habitual.
- Unas pocas clases, recibir a algunas familias. – Enumeró Bertie que portaba
dos bolsas, dejando a la joven otras tantas, mientras remachaba. - Y luego a
comprar algo de comida, ¡que tu padre y tu hermano son dos sacos sin fondo! Eso
sí, muchos entrenamientos, pero a la hora de la verdad, nunca están para echar
una mano…
-No comprendo
a dónde van a entrenarse. - Comentó la muchacha genuinamente sorprendida ahora.
- ¿Acaso practican artes marciales o es baloncesto? - Inquirió, dado que su
hermano no le había aclarado nada sobre aquel particular. - ¿O quizás es algo
de esa academia, a dónde va el primo Mazoui?
-Supongo que
será algo de eso. Lo que ellos llaman cosas de hombres. - Replicó Bertie con
aparente despreocupación, alegando. - Ya sabes cómo son, les encanta el
deporte. No sé si será tu padre con alguna de sus “geniales ideas” –
Ejemplificó con divertido sarcasmo. - Como, por ejemplo, que quiera que Leval
se haga jugador de baloncesto y salve a su equipo…
- ¡Pues lo
siento por él! - Pudo sonreír Kerria afirmando. - Mi hermanito no está
interesado en ese deporte. Al menos no para llegar a ser profesional.
-Tengo la
impresión de que tu padre, en el fondo, todavía abriga esa esperanza. - Sonrió Bertie.
- Aunque más me suena a lo que has dicho de prepararle a él y a Mazoui para esa
dichosa academia.
La joven asintió, ahora guardando un
entristecido silencio. Hacía tiempo ya que ella no compartía actividades con su
padre. Era como si su hermano y su recién conocido primo le ocupasen todo el
tiempo libre del que disponía. Supuso lo que su madre comentó, que les estaría
ayudando a prepararse físicamente para las pruebas de la academia militar en la
que uno estaba y en la que el otro deseaba entrar. Por algo era entrenador y mánager.
Estaba acostumbrado a adiestrar deportistas. De todos modos, lo agradecía. No
se sentía con fuerzas para mirar a sus padres a la cara. Menos después de lo
sucedido, y temía el momento en el que ambos se enterasen. Entonces su madre la
sacó de aquellas amargas reflexiones, casi tomándola con la guardia baja.
-Hija ¿Y qué
tal tú por el instituto?
- ¡Oh, bueno!…
lo habitual. - Supo replicar parafraseando a su madre. - Exámenes…ya sabes.
Aunque estoy algo perdida en matemáticas. Espero que Brian pueda ayudarme.
- ¿Brian, el
chico de los Rice? - Inquirió Bertie. -
-Sí, claro. -
Asintió la chica en tanto dejaba las bolsas en la cocina. - Le he pedido si
podría venir a explicarme algunos temas a casa.
-Es muy buen muchacho.
- Opinó Bertie declarando con aprobación.-
Claro que sí…que venga cuando quiera.
Justo entonces los hombres de la
casa aparecieron ya duchados y más adecentados. Tras saludar todos pusieron la
mesa y se dispusieron a cenar. En esta ocasión fue Roy quien se ocupó de
cocinar. Según él, era el que más talento tenía para eso. Nadie le quiso llevar
la contraria. Beruche por su parte ayudaba a Kerria a colocar los platos en
tanto que Leval se dirigía a traer los cubiertos. En ese momento Bertie aprovechó
para mirar a su hija. Lo cierto es que la notaba algo extraña desde hacía un
par de días. Y esa impresión se había reforzado tras su charla anterior. Pese a
que sonriera y se esforzase por mostrarse animada, la mirada de sus ojos estaba
muy apagada. Como si se guardase algo que la preocupara. Ahora quizás, al sacar
el tema de Brian aquello pudiera tener sentido. Juraría que la muchacha se
había puesto algo colorada.
-Quizás Kerria
y él…- Pensó Bertie amagando una leve sonrisa. - En ese caso me alegraría. Es un chico
estupendo. Y una buenísima influencia.
Lo dejó estar. Tras el incidente de
su hija ésta había cambiado para bien su comportamiento y aquel muchacho, al
que conocían desde que se mudase a la urbanización haría algo más de un año, la
ayudó mucho. Era un buen estudiante y solía dejarle apuntes y explicarle temas
que a la chica se le atragantaban. Alguna vez vino a eso y Bertie le recibió.
Algo tímido y azorado, pero atractivo. Sonrió, dándose cuenta de que él siempre
miraba a Kerria con ojos de ternero degollado.
-Esta niña no
se da cuenta de lo guapa y encantadora que es. - Pensaba entre orgullosa y divertida.
- Pero al parecer ese chico, sí.
Al
fin la cena estuvo lista y tras una charla intrascendente todos dieron buena
cuenta de la ensalada de pasta que el “chef Malden” había preparado. Tras
tomarse algo de queso, regalo de los Lassart, estaban a punto de dar por
concluida la velada. Al menos hasta que Roy comentó…
-Este
principito, hay que admitir que para los quesos y los vinos tiene buen gusto…
¿Lo habrá traído de Francia?
-Pero Roy. -
Rebatió su esposa moviendo la cabeza divertida. - ¿No te acuerdas? El otro día
estuvimos con ellos comprándolos. Esmeralda nos lo recomendó. El Brocciu, para
combinar con frutas. Y una punta de brie con vino…
- ¡Anda ya!
Diamante y sus chorradas. - Terció Roy comentando con jocosidad. - Recuerdo
hace un par de semanas que nos invitaron a cenar y va el tío y saca una tabla
llena de quesos y una botella de champán. Ya se lo dije. ¡Tacaño! ¿Y las
hamburguesas? Para esto me traigo pan y me hago un bocata, ¡ja, ja, ja!
-Sí, lo recuerdo.
- Musitó Bertie todavía colorada al pensar en aquello. - Sólo a ti se te podría
ocurrir el querer mezclar una tabla de quesos francesa con unas patatas fritas
con kétchup y hamburguesas.
-Pues seguro
que estaría bueno. ¿Acaso las hamburguesas no llevan queso? - Sentenció su
risueño esposo para hilaridad de su familia. Más cuando remachó. - ¿A qué sí?
Lo cierto es que durante esa velada
se rieron bastante. Por fortuna, sus amigos ya conocían de sobra a Roy.
Diamante el primero. Beruche se lo contó a sus hijos. Kerria sonrió
ampliamente, al menos eso casi la hizo reír, y Leval en cambio sí que soltó una
buena carcajada. Se podía imaginar la expresión en la cara de los Lassart. Al
hilo de aquello, fue Roy quien intervino ahora dirigiéndose a su hija con
distendido tono de buen humor.
- ¿Y qué tal
con Amatista? Al parecer os habéis hecho muy buenas amigas. Espero que ella no
estará tan zumbada como su padre…
-No, no…- Pudo
responder la muchacha en tanto se extinguía su sonrisa, insistiendo en su
justificación de otros días. - La verdad es que ahora nos vemos poco. Estamos
ocupadas estudiando…
-Claro. -
Convino su interlocutor. - Eso es lo que debéis hacer… ella parece una muchacha
responsable y te aprecia bastante.
Al momento de oír aquello la
muchacha se levantó como un resorte, percatándose de su brusquedad y tras
sonreír algo forzada se disculpó alegando…
-Ya va siendo
tarde. Ahora que lo mencionas. Quiero repasar un poco antes de acostarme. Buenas
noches.
-Buenas noches,
hija. - La deseó Bertie quién no pudo por menos que extrañarse, aunque
recordando lo que Kerria le dijera sobre Brian lo dejó correr. - No estés mucho
tiempo estudiando. Mañana es domingo, de modo que duerme y descansa.
-Hasta mañana,
Ky. - Le deseó su hermano con un tono suave, aunque algo apenado. -
-Que descanses,
mi princesita. - Remachó un más desenfadado Roy. -
La chica asintió deseándoles lo
mismo y subió a su cuarto. Se tumbó sobre la cama, agarrada a uno de sus
muñecos. En realidad, era su osito, el señor Skipi, su peluche preferido desde
que era pequeña. Lo había llevado a todas partes hasta que cumplió los once
años. Sonrió ahora con una mezcla de divertida nostalgia y tristeza. ¡Y pensar
que dejar a su oso en casa por primera vez, cuando fue de campamento hace unos
años, supuso para ella una de las decisiones más difíciles del mundo! Casi
entre balbuceos y con la voz tomada por la emoción, miró aquella inexpresiva carita
de trapo con ese hociquito y le susurró con cariño.
-Tú siempre
has estado aquí para mí. Nunca me has juzgado y nunca me abandonarás. Sea lo
que sea yo, me dejarás abrazarte…
Así lo hizo, aferrándose a ese
trocito de peluche y felpa como si fuese capaz de protegerla de todo lo malo
que había fuera. Al menos, esa era su fantasía infantil. Siempre que la
oscuridad y los monstruos del armario la asustaban, el Señor Skipi había estado
ahí.
-La ironía es
que ahora, el monstruo que ha salido del armario, he sido yo. - Suspiró la
deprimida chica. -
Afortunadamente,
al poco y reconfortada por su muñeco, a la par que cansada se quedó dormida.
Por su parte, Leval se metió en su habitación y trató de conciliar el sueño.
Por suerte esos entrenamientos le cansaban bastante para poder hacerlo. Aunque
pensaba en su hermana y en el lunes, cuando las clases se reanudasen.
-Lo malo es
que yo podré acompañarla y estar con ella hasta cierto punto. Luego tendrá que
afrontarlo sola.
Por
fin, pudo dormir, diciéndose que él estaría al lado de Kerria para cualquier
cosa. Sus padres entre tanto se acostaron. Bertie miraba hacia el techo y su
marido al verla tan pensativa, la inquirió.
- ¿Te preocupa
algo, cubito?
-No sé. Me
parece que nuestra hija está algo rara…
- ¿Kerria? Yo
la veo bastante normal. Es más, la noto mucho mejor en su comportamiento. -
Valoró su satisfecho esposo. -
-Hoy me ha
preguntado por vuestros entrenamientos. - Comentó Bertie. -
- ¿Qué le has dicho?
- Quiso saber su marido con cierta prevención. -
-Nada de particular.
Me hice la tonta. Creo que es ella misma la que piensa que son para la
academia. Tiene sentido dado que vais a entrenar con Mazoui. Por cierto. -
Inquirió Bertie. - ¿Qué opinas de él?
- ¿De ese chico?
- Preguntó a su vez su interlocutor. - Me parece un buen muchacho. No creo que
debamos preocuparnos.
-Después de
tanto tiempo sin saber de Kalie, encontrarla casada y con dos hijos… todavía no
me hago a la idea. - Musitó Bertie agregando. - Ella ha vivido su vida y se ha
forjado otra familia…
-Todos somos
familia, cubito. - La animó Roy pasando un brazo bajo la cintura de su esposa y
atrayéndola hacia él. - Una gran familia…
-Sí, es
verdad. Quizás tenía que pasar el tiempo para que ella y nosotros estuviésemos
preparados para reencontrarnos. Estoy deseando conocer a su otra hija. A
nuestra sobrina. Creo que Minako también es su madrina.
-Las guerreras
han estado velando por ellos, entonces. - Afirmó Roy quién pese a todo no se
atrevía a contarle a su mujer lo que él sabía desde hacía tanto tiempo. No
obstante, sentenció. - No hay nada que temer, si ellas se han estado ocupando
de proteger a tu hermana y a su familia. Puede que lo mantuvieran en secreto
por seguridad. Tendrían sus buenas razones para actuar así, siempre las tienen.
- De eso estoy
convencida. Seguro que las guerreras lo sabían y no nos lo dijeron por algún
buen motivo. La cuestión es cual. - Comentó su mujer meditando sobre ese
particular. -
Pese
a todo, le dolía el haber estado ignara de la situación de su hermana. Ya
charlaría con Ami en cuanto tuviera ocasión. Entonces recordó.
- Y hablando
de ellas. Creo que Ami- chan tenía que venir a Nueva York para un congreso
médico o algo así.
- ¿Ami? - Se
sorprendió Roy.- No sé. ¿Te ha llamado?
-No, y eso es
lo que me extraña. - Le desveló su esposa. - Y el caso es que hace tiempo que
me comentó que para estas fechas vendría. Y siempre que lo hace quedamos y se
pasa a vernos.
-Sí, muchas
veces incluso vamos a recogerla al aeropuerto. - Comentó su contertulio que
entonces elucubró. - A lo mejor esta vez se ha suspendido el congreso o está
muy ocupada con él…
-Debe de ser eso.
- Convino Bertie que ya se notaba cansada. - Bueno, seguro que si puede nos
avisará.
Tras dar un ligero bostezo su marido
hizo lo propio. Decidieron dejar la conversación y dormir. Al fin todos en la
casa descansaban. Amaneció el día siguiente y los Malden se despertaron listos
para empezar el día. Al menos casi todos. Kerria ni se había levantado de la
cama, pese a ser más de las diez. No podría verse con Debbie, suponiendo que
hubiera vuelto de ese viaje. Quizás alguien la había avisado de lo sucedido y su
novia hubiese optado por quedarse en California. Pudiera ser que eso fuese
mejor. No soportaría que también la tomasen con ella. Tras no recibir respuesta
ya ni atrevió a insistir con sus llamadas a donde quiera que hubiese ido para
contarle lo sucedido. Ya no importaba, ella la seguía queriendo, pero, para no
empeorar las cosas, sería preferible no tener contacto en algún tiempo. Tampoco
quería humillar más a su hermano pues pese a que él la estaba apoyando en todo
momento no podía disimular que estaba sufriendo mucho también. De todos modos,
le estaba muy agradecida por la noche que pasaron viendo las estrellas. Él le
había hecho un hueco en su paraíso particular para sacarla por unos momentos de
su infierno. Pero desgraciadamente la solución para el dolor de Kerria no
estaba en el cielo sino en la Tierra.
Por lo demás, debía intentar que no se enterasen sus padres y en cuanto
a Amatista, no quería verla. También pensaba en el pobre Brian. El muchacho la
llamó aquella mañana como si no estuviera al tanto de lo sucedido y ella tuvo
que decirle que se había puesto mala, pero seguro que él ya lo sabía. Ahora
comprendía aquella frase que se le escapó en el colegio, antes de que todo eso
ocurriera. Pese a todo no dio muestras de ello, ni la juzgó y le dijo que ya
iría en otra ocasión. Y además estaban sus padres. De su padre no temía demasiado
que fuera a enterase, puesto que apenas parecía entenderla y mucho menos podría
adivinar lo que estaba sucediendo.
-Siempre está tan
ocupado con sus partidos y sus entrenamientos y ahora encima, volcado con
Mazoui, parece más hijo suyo que yo. - Se dijo con amargura.-
Tal y como le comentó a su progenitora eso la
extrañaba. Kerria no sabía que estarían haciendo tanto tiempo fuera. Pero
¡ojalá que su padre le hubiera dedicado al menos, una pequeña parte de la
atención que daba a ese chico! Y luego estaba su madre. Ella sí que parecía
estar más al tanto de su vida, pero ahora, menos mal que tenía los días muy
atareados con su trabajo, entre juntas y reuniones de evaluación. De cualquier
forma, lo único inexorable de todo, y a la vez lo peor, era que al día
siguiente debía volver a clase y no podía soportar la idea. Sufrir de nuevo la
humillación silenciosa o las burlas y cuchicheos, las miradas de desprecio de
todos sus compañeros. Quizás podría denunciar aquello, pero no deseaba que las
cosas fuesen a peor. ¿Qué iban a hacer, detener a medio colegio? No, esperaba
que Leval tuviera razón y que todo eso terminara por pasar. Pero hasta que lo
hiciera seguramente sería muy duro de soportar. Así pensaba sin percatarse de
nada más. Y dieron las once. Entonces alguien tocó a la puerta y la abrió
asomándose tímidamente por el borde. Era Beruche que entró en el cuarto de su
hija llevando una bandeja con algo de zumo, leche, galletas, mantequilla,
mermelada y jamón.
- Es tarde
Kerria y no has desayunado. ¿Estás enferma? - Le preguntó colocando
cuidadosamente la bandeja sobre las rodillas de su hija. -
- No tengo hambre, mamá. - Susurró ella entristecida. -
Y
esta vez no lo pudo evitar. Su verdadero estado de ánimo salió a relucir. Y sucedió
lo que más temía. La inexorable pregunta.
- Cariño. ¿Qué
te pasa? Te encuentro tan abatida. ¿Van las cosas bien? - Se interesó su madre
escrutándola con sus agudos ojos azul oscuro. - ¿No ibas a quedar con Brian
hoy?
- Era ayer, me
llamó, pero lo aplazamos. No me pasa nada, sólo pensaba, eso es todo. Debo
tener, ya sabes. Me habrá bajado de golpe. - Pudo pretextar con un hilo de voz.
- Me siento algo mal…
Beruche sonrió, aunque, desde luego, tuviera
su hija el periodo o no, seguro que había algo más, podría ser algún desengaño
o la presión de los exámenes. De todos modos, esa misma mañana, había recibido
una llamada de Karaberasu y contaba con poder subirle la moral a la muchacha.
- Bueno, si no quieres contármelo no insistiré.
- Suspiró su madre añadiendo con mayor jovialidad - , pero te diré algo que
seguro te va a animar. La hermana de Mazoui, tu prima Kathy, vuelve de Irlanda
y vendrá con su madre a vernos. Creo que es de tu edad. ¡Seguro que os
llevaréis muy bien las dos!
- Claro mamá.
- Sonrió Kerria tratando de disimular su estado de ánimo. – Tengo muchas ganas
de conocerla…
Por su parte, la hermana de Beruche
había ido a recoger a su hija al aeropuerto, ésta en efecto, volvía de sus vacaciones
desde Irlanda. Su padre y marido de Karaberasu, Mathew O´ Brian, tenía que
volver a su trabajo de médico en el hospital de San Diego y no pudo ir con
ella. Su madre la recibió muy ilusionada.
- ¡Hija! – La
saludó en cuanto la vio llegar por la terminal del aeropuerto. -
- ¡Hola, mamá!
– Replicó Katherine agitando una mano en tanto sujetaba sus maletas con la otra.
–
En
cuanto la muchacha se llegó junto a su madre se abrazaron y Kalie sonrió
acariciando el largo y sedoso cabello cobrizo de la chica para afirmar.
-Han pasado
solamente unas semanas y me parece que haya sido una eternidad. Incluso creo
que has crecido.
- ¡Qué cosas
tienes! – se rio la chica queriendo saber. - ¿Qué tal Mazzi? ¿Cómo le va por la
Academia?
-Muy bien,
cariño. Y tengo otras muchas cosas que contarte. Estoy deseando que conozcas a
tus tíos y a tus primos.
-Yo también. –
Convino la muchacha, que añadió. - Por cierto, recuerdos de la tía Alannah y de
las primas Bridget y Suzanne. También la abuela Meg te manda un beso.
-Gracias, tesoro.
- Sonrió Kalie. -
Lo cierto es que con su cuñada Alannah
siempre se había llevado bien, era la hermana mayor de Mathew. Sus sobrinas
eran chicas agradables, aunque algo introvertidas, al menos en el caso de
Bridget. Suzanne era algo más abierta, pero ambas estaban muy apegadas a su
país natal, Francia. No eran tan alegres como su progenitora, autentica mujer
de pura cepa irlandesa, dinámica, a veces cabezota y siempre muy animada, buena
cantante y mejor arqueóloga. Así que, pensando en eso, preguntó a su hija.
- ¿Habéis ido
de gira por los pubs de la comarca?
- ¡Ja, ja!- La tía Alannah y yo hemos cantado en alguno.-
Admitió Katherine. - Ya la conoces, le gusta mucho hacer eso. Y también sabes
que a las primas no. Por suerte se nos unió mi amiga Erin…Pero lo mejor fue
cuando conocí en persona a Minako Aino. ¿Sabes que me dijo? ¡Me contó que era
mi madrina! ¿Se puede saber por qué no me lo dijiste? - Inquirió la chica,
entre sorprendida y algo molesta. -
Su madre
asintió acariciando las mejillas de la joven.
-Así es, cielo. Pero no te lo comenté para que no te
ilusionases demasiado. La verdad es que hacía bastante que no nos veíamos. ¡Esa
muchacha es una caja de sorpresas! - Se rio Kalie quien remachó en alusión al
ídolo. - Bueno, a mí también me sorprendió que la conocieras allí. Supongo que es parte de la magia de Irlanda.
-Me dio muchos consejos y me animó a seguir con mis
estudios y a no dejar la canción. - Le comentó la ahora entusiasmada chica. -
-Sí, cariño. Minako tiene razón. Debes esforzarte y
estudiar, pero sin renunciar a tus sueños. Trabajando duro seguro que podrán
hacerse realidad. –Sentenció Karaberasu. -
Su hija
convino en eso con una amplia sonrisa. Desde luego era muy bonita cuando
marcaba esos pequeños hoyuelos que tenía en las mejillas y resaltaba sus
pequitas en el marco de ese semblante juvenil, con aquellos ojos azules tan
vivos y su cabello castaño tirando a cobrizo. Sin embargo, su gesto se puso
algo más serio y apenado al añadir.
-Lo he pasado de maravilla en Irlanda. Es una lástima que
no pudierais venir. Eso es lo único que he lamentado. La tía Alannah me
preguntaba mucho por ti y por Mazzi.
-Bueno, ya habrá otra ocasión. - Replicó su madre
restándole importancia para añadir con patente interés. - Y ahora que has
disfrutado de esa tierra tan hermosa y de la familia de allí, es hora de que te
pongas al día con tus parientes de aquí.
-Yo también tengo mucha curiosidad por conocerlos. Y
muchas ganas de ver de nuevo a mi hermanote. – Declaró la entusiasmada chica. -
-Pues lo primero
es lo primero. – Sentenció Karaberasu indicándole a su hija – Tomemos un taxi,
vayamos al apartamento. Allí dejas esto, te das una ducha y te cambias,
descansas un poco y vamos a casa de mi hermana y de su marido.
Kathy
convino en ello. Estaba deseosa de tomar un baño y relajarse tras el vuelo. Cuando se zambulló en la bañera rememoraba
alguna de sus vivencias de ese verano. Tal y como le contó a su madre, había
pasado unas vacaciones muy entretenidas en Irlanda, conociendo incluso a algún
que otro chico guapo, aunque eso no se lo iba a decir a su progenitora, claro.
Lo que sí le refirió, tal y como la había recordado, fue que, hasta la famosa
cantante y actriz, Minako Aino estuvo allí. Todavía se acordaba de la sorpresa
que se llevó cuando ella le desveló que era nada menos que…
-Eso sí que
fue increíble. ¡Qué suerte tuve! - Sonreía en tanto soplaba la espuma dentro de
la bañera y recordaba. - La suerte irlandesa, ¡ja, ja!…
Katherine estaba con una de sus
mejores amigas visitando un set de grabación. Se rodaba una serie muy famosa
ambientada en un mundo medieval. Ella sabía que era difícil acercarse más para
ver a los actores y actrices que allí trabajaban. No obstante, la ilusión
propia de su corta edad le hizo animarse a intentarlo. Pensó en ello durante un
par de días y discurrió una idea, en su opinión, genial. Su amiga, Erin O´ Rourke,
una jovencita genuinamente irlandesa de ojos verdes, y cabello pelirrojo
peinado con una trenza, le comentó algo inquieta.
-Como nos
pillen los de la seguridad nos llevarán a la comisaría. ¡Mis padres me matarán!
-No te
preocupes. Tengo un plan que no puede fallar. - Le sonrió la jovencita
indicándole en tanto abría una mochila que llevaba a la espalda. - ¿Has traído
las pieles y la ropa que nos dejaron los O´Connell?
Su joven
amiga asintió exhibiendo una mochila similar de la que extrajo ese tipo de
vestuario. Sin dudar ambas cambiaron sus ropas de sport por esos atuendos y
taparon las zapatillas deportivas con hierbas y musgos.
-Ahora parecemos un par de salvajes de esos, ¡ja, ja! –
Se rio Erin –
Su
interlocutora asintió y con total confianza en su plan se dirigieron hacia la
zona restringida donde se filmaba. Quisieron entrar trepando por una valla casi
ante las narices del guarda de seguridad que, al aproximarse, le preguntó a
medio camino entre el estupor y la contrariedad.
- ¿Se puede saber a dónde vais, niñas?
-Tenemos que salir de extras y nos habíamos perdido. - Le
contó Katherine echando mano de su labia. -
- ¿Vuestras acreditaciones? - Quiso saber aquel tipo,
grande y entrado en kilos. -
- ¿Cómo vamos a llevarlas encima para ir a grabar? -
Replicó Kathy fingiendo contrariedad, para añadir con total confianza. -
¡Ande!, déjenos pasar que vamos a llegar tarde.
-Claro señoritas. - Convino el guarda abriendo una puerta
cercana de aquel recinto vallado. -
Las dos entraron esbozando una amplia
sonrisa. Había sido más sencillo de lo que creyeron. Erin señaló incluso hacia
un cercano campo donde habían construido un par de cabañas y se veían varias cámaras…
-Mira, ahí es
donde se va a rodar.
- ¡Con un poco
de suerte hasta salimos en el episodio! - Se entusiasmó Katherine. -
Pero su gozo se fue diluyendo cuando
el tipo de seguridad apareció acompañado de dos agentes de policía locales.
Señaló a ambas chicas y les indicó desapasionadamente.
-Estas dos.
Otro par de fans que han intentado colarse.
Y los agentes las obligaron a acompañarlos.
Erin miró entonces a su amiga no sin contrariedad y le recriminó.
-Con que tus
planes nunca fallan, ¿eh? O ‘Brian.
- Bueno, casi
nunca… -Pudo oponer débilmente ésta encogiéndose de hombros. -
-Mis padres me
van a matar. - Musitó resignadamente Erin. –
Kathy estaba nerviosa y muy
preocupada a su vez. A su padre y sobre todo a su abuela Meg, eso no iba a
hacerles ninguna gracia. Ya estaba discurriendo la excusa que iba a darles…
-Un momento,
por favor. - Escucharon entonces. -
Era una voz de mujer, los dos
agentes enseguida se detuvieron. Una señorita de facciones suaves y orientales,
largo cabello color caoba, y ojos marrones, no muy alta, y con un lazo rojo en
el pelo, vestida como si de una princesa de cuento de hadas se tratara, se
aproximó. Entonces, el guardia de seguridad dijo con tono respetuoso.
-No se
preocupe, señorita Aino. Ahora mismo he avisado a las autoridades locales y ya
se hacen cargo de estas dos.
-No será
necesario. – Repuso la mujer, agregando con tono cómplice en tanto miraba a las
atónitas jovencitas, guiñándolas un ojo. - Realmente las esperaba. ¿Sabes Ron?
Olvidé advertirte. Perdona, es que soy muy despistada.
Tanto el tipo de seguridad como los
agentes se encogieron de hombros, pero si esa famosa actriz lo decía…
-Muy bien,
señorita Aino, siendo así entonces las dejamos con usted. - Afirmó el tipo que,
junto a los policías, se marchó feliz por no tener que ocuparse de eso. -
Ambas niñas saltaban emocionadas.
¡Aquello era mejor de lo que habrían podido llegar a imaginar!
- ¡Señorita
Aino, señorita Aino! - Repetía tontamente Erin sin poder dejar de dar saltitos.
- Soy una gran fan, tengo todos sus discos y he visto todas sus películas.
Kathy por su parte la miraba
embelesada. ¡Esa mujer era todo lo que ella quería llegar a ser! Guapa, famosa,
actriz, cantante… ¡en fin! ¡Ojalá pudiera hacerse una foto con ella! No dudo en recordarle, o al menos hacerle
saber.
-De pequeña fui a uno de sus conciertos y usted hasta me saludó
y me dedicó una canción. Bueno, a mi hermano también. - Matizó enseguida. -
Entre tanto la
célebre artista sonreía divertida. Les indicó a las muchachas que la siguieran.
-No tendríais que haberos colado, chicas. - Las reprendió
amablemente para luego afirmar con desenfado. - Bueno, os entiendo. La verdad
es que eso mismo hacía yo a vuestra edad. Cuando trataba de acercarme a algún
famoso. ¡Ah! –Suspiró remachando con un leve toque de melancolía. - ¡Qué
tiempos!
Y por supuesto que les enseñó todo
el set, les autografió posters suyos y se hizo fotos con las chicas. ¡Hasta
pudieron ver como grababa sus escenas del día! Aunque, al menos para Erin,
aquel momento inolvidable terminó cuando sus padres la llamaron al móvil. La entristecida
chica tenía que regresar. Lo que no esperaban es que la propia actriz les
dijera de modo jovial.
-Hoy no tengo
que grabar más. Si me dices tu dirección te llevo a casa.
La jovencita batió palmas realmente
extasiada. Minako cumplió su palabra, aunque antes de irse, pasaron por el
camerino de la actriz. Ella se desmaquilló y se cambió por una ropa de sport
más funcional, compuesta de una falda corta roja y una blusa de tonos vainilla.
Las muchachitas aguardaron sentadas con las piernas muy juntas y en silencio
reverencial como si estuvieran asistiendo a la misa de doce, percatándose de la
presencia de un lindo gato blanco, que adornaba su frente con una media luna
dorada. Éste parecía mirarlas con unos ojos muy vivos, como si estuviera
pensando. Casi parecía que iba a hablar. Pero se limitó a maullar y a tumbarse
en un cojín.
- ¡Qué gato
tan bonito! – Pudo decir Kathy. -
-Es mi amigo Artemis.
- Le respondió Minako, una vez terminó de arreglarse. -
Le dejaron allí y la actriz condujo
una especie de todo terreno hasta llevar a Erin a su casa, ella le presentó con
orgullo a sus padres que agradecieron a esa amable mujer sus atenciones. Por
supuesto, nada se dijo de aquel intento fallido de traspasar una propiedad
privada. Después, tras despedirse de su amiga y la familia, Katherine prosiguió
con su admirada artista que ahora le inquirió con amabilidad.
- ¿Dónde te llevo?...
La apurada chica casi ni podía
hablar. Le parecía algo increíble, y más cuando, al poco de arrancar,
atardeciendo ya, la célebre actriz detuvo el vehículo y le comentó con
afabilidad.
-Demos un
paseo, si no tienes prisa. Me encantan los paisajes de Irlanda.
La muchacha bajó con ella. ¡Claro
que no la tenía! Realmente y tal y como se había percatado nada más verla,
Minako era más bajita en persona, ella misma le sacaba bastante estatura, pero
eso no importaba. Lo que si la dejó perpleja fue cuando esa mujer la miró con
afecto y le comentó.
-No sé si lo
sabes, Kathy, pero soy muy amiga de tu madre. Espero que ella y tu hermano se
encuentren bien.
- ¿Es usted amiga
de mi madre? – Repitió la muchacha con visible asombro. -
-Tutéame. Porque,
además, soy tu madrina. - Le sonrió su interlocutora. -
- ¿Lo dice…
perdón, lo dices de verdad? - Exclamó la chiquilla. -
Su contertulia asintió y declaró
entonces con un tono más serio e incluso parecía que entristecido.
-Siempre he
estado muy ocupada. Viajando mucho, y con tantas cosas que hacer que me fue
imposible visitaros con regularidad. Pero recuerdo que fui a ver a tu madre
cuando naciste. Te tomé en brazos y prometí que, siempre que me necesitaras,
estaría allí para ayudarte. Sin embargo, hasta ahora creo que no te hice
ninguna falta…
- ¡Ojalá
hubieras podido venir a vernos antes! ¡Hubiera sido genial! – Suspiró Kathy. -
-Verás. - Le
comentó la actriz. - Tu madre siempre fue una mujer maravillosa que ha tenido
una estupenda familia. Te ha criado muy bien por lo que he podido ver, lo mismo
que a tu hermano. Pero ha debido de echar mucho de menos al resto de sus
hermanas y amigos. Y ahora por fin ha vuelto a reencontrarse con ellos y creo
que, a tu vuelta a los Estados Unidos, vas a ir a conocer a tus parientes.
- ¿Cómo sabes eso?
- Se sorprendió la chica. -
-Tengo mis fuentes. - Contestó enigmáticamente Minako,
que añadió más seriamente ahora. - Cuida mucho de tus padres y sobre todo de tu
hermano. Recuerda siempre lo magnifico muchacho que Mazoui es. ¿Vale? Pase lo
que pase quiérele mucho porque estoy segura de que él también te quiere muchisimo
a ti. Nunca le abandones y apóyale. Lo necesitará antes de lo que crees. Y, por supuesto, sigue trabajando duro para
lograr tu sueño. Yo lo hice…y lo conseguí.
Katherine asentía totalmente
embelesada por las palabras de su admirada artista, ¡que además era su madrina!
Cuando se lo contase a sus amigas y al resto de la familia, no lo podrían
creer. No obstante, Minako, que parecía leerle la mente, le pidió con tono
cómplice.
-De momento no
le digas a nadie excepto a tu madre que nos hemos visto, ni que soy tu madrina,
Kathy. Que sea nuestro secreto. ¿De acuerdo?
Y la pobre chica convino en ello a
su pesar. No lo podría contar por ahí pero al menos le quedaba aquel estupendo
día de recuerdo. Luego, la actriz la llevó hasta la casa de sus abuelos y se
despidió desde el coche. Ahora, de vuelta de Irlanda, Katherine se disponía a
conocer a esos familiares. Tenía curiosidad y estaba llena de ilusiones y
proyectos. ¡Ojalá que pudiera compartirlos! Al menos, según Minako y su propia
madre, tenía primas de su edad. Pero ahora tocaba centrarse. Ella era buena
chica, extrovertida y con don para hacer amigos, sacaba notas aceptables y
nunca se había metido en líos serios. Bueno, casi en ninguno. Lo único que la
perdía en ocasiones era ese deseo de ser famosa y su innata curiosidad que
devenía en ocasiones en situaciones complicadas por mor de su audacia excesiva
para meterse donde no debía. Además, dudada mucho de que sus padres aprobasen
alguna que otra de sus relaciones con el sexo opuesto. ¡Eso no se lo contó ni
siquiera a Minako! Lo cierto es que con sus casi quince años era preciosa, con
ese tono de cabello castaño cobrizo, sus profundos ojos azul cielo y alguna que
otra pequita, que le daban incluso un aire más sexy. No podía desmentir su
herencia irlandesa desde luego. Y le encantaba todo lo que tuviese alguna
relación con el mundo del espectáculo y la canción. Su gran ilusión era parecerse
a la que ahora sabía era su madrina. Hasta cantaba a veces, aunque de momento de
forma solista y por entretenimiento. Como su propia madre dedujo, la tía
Alannah la había llevado de gira por muchos locales, para empaparla del
ambiente y las tradiciones locales. De todos modos, eso era habitual en
aquellos lares. En Irlanda mucha gente cantaba en pubs y en las fiestas y era
otra de las cosas de las que ella parecía haber absorbido de su legado
familiar. Su padre, su tía y sus abuelos, junto con otras personas del pueblo,
siempre supieron cómo celebrar festejos en los que abundaban las canciones, el
baile y la alegría. Lo único que lamentaba era que su abuelo Jack hubiera
fallecido algún tiempo antes. Cada vez que iba a su casa de Irlanda y veía su
sillón vacío se sentía muy triste dado que le había adorado. Lo mismo que a su
“abuela Dotty” de América, que por desgracia ya tampoco estaba con ellos. De
hecho, los habían perdido con muy poca diferencia de tiempo.
-En fin. -
Suspiró algo apenada tras salir de aquel relajante baño. - Supongo que la vida
es así. Seguro que los dos estarán en el Cielo. - Se dijo para animarse. -
Y
al fin, dejó aquello aparcado en su memoria. Tras cambiarse, fue junto a su
madre a casa de los Malden. Eran cerca de las cinco de la tarde. Su tía Bertie
les recibió abriendo la puerta. A esta le pareció que la hija de su hermana Kalie
era preciosa, muy educada y simpática.
- Debe ser un
poco menor que mi hija. - Pensó Beruche. -
- ¿Cómo están ustedes?
- Saludó la muchacha presentándose de forma muy cortés. - Me llamo Katherine O’
Brian. - Miró a su alrededor buscando a Mazoui
y preguntó con visible impaciencia apenas controlada. - ¿No ha venido mi
hermano?
- Ella y
Mazoui son inseparables. - Subrayó Karaberasu con una amplia sonrisa. -
- Como sabrás,
tu hermano está preparándose para entrar en la academia militar. - Le explicó
Bertie- y mi marido y mi hijo entrenan con él, tardarán poco en llegar. Espera,
llamaré a mi hija para que la conozcas.
Beruche subió a pedirle a la muchacha
que bajase, Kerria asintió, tuvo tiempo de desayunar algo, estudiar un poco,
almorzar ligero, repasar algo más para los exámenes y fundamentalmente recomponer
su ánimo. Efectivamente, la curiosidad por conocer a esa prima suya la había
motivado a dejar esa melancolía y zozobra a un lado. Al menos por esa tarde. De
modo que siguió a su madre por las escaleras. Al bajar trató de parecer jovial
en tanto saludaba.
- Hola, tía
Karaberasu, hola… - Añadió mirando a la recién llegada. - Me llamo Kerria Lorein. Supongo que tú eres
mi prima.
-Sí, encantada
de conocerte. - Respondió ésta presentándose de nuevo. – Me han hablado mucho de
ti…
-¡Espero que
te hayan contado solamente las cosas buenas! - Se rio ahora la aludida. -
Su interlocutora asintió divertida.
Entonces fue Bertie la que propuso con animación.
- Bueno, ahora
que ya nos conocemos, ¿por qué no nos sentamos en el salón y tomamos algo
mientras esperamos a los muchachos?
- Sí, ya tengo
muchas ganas de que Kathy y Mazoui se reúnan. - Afirmó Karaberasu que contó.-
Entre las vacaciones de verano y el comienzo de sus respectivas clases, hace
meses que no se ven...
Katherine asintió con una
esperanzada sonrisa a las palabras de su madre. Echaba mucho de menos a su
hermano al que quería y admiraba muchísimo. Mientras tanto, el aludido había
querido pasarse por el apartamento que compartía con su madre. Llegó después de
que ésta y Kathy se marchasen (al ser fin de semana tenía un permiso de la
academia), para ducharse y cambiarse, pero alguien lo esperaba. Una figura alta
y encapuchada con un sayal negro. Mazoui se vio tomado por sorpresa, antes de
que pudiera reaccionar le lanzaron gas somnífero, dejándole sin sentido.
Levantando un pentáculo aquella figura pronunció unas palabras ininteligibles. Después,
marcó la frente de su víctima con un símbolo esotérico que pareció ser
absorbido por la piel de él, desvaneciéndose. El chico despertó con sus ojos
refulgiendo en un tono rojizo, pero se recobró enseguida. Le pareció haberse
quedado dormido y seguramente que tuvo una pesadilla, pero se le hacía tarde,
se duchó y cambió de ropa, dirigiéndose raudo hacia la casa de sus tíos. Y esa
figura, que le observaba escondida en la oscuridad, levantó la capucha y
sonrió.
-Ya está en
marcha. Pronto serás de los nuestros. - Musitó entre las sombras.-
Muy lejos de allí, Minako estaba
charlando con Artemis. Ya de vuelta en Tokio recordaba su encuentro con su
ahijada. También las palabras que Usagi le dijo días antes de su viaje a
Irlanda.
-Lo más
frustrante de todo es no poder intervenir, ni siquiera poder advertirles de ello.
- Se lamentaba la joven. - Me sucede lo mismo que a Ami.
-Ambas habéis
hecho lo que podíais, Minako. - La animó el felino. - Ahora depende de ellos.
-Lo sé. Pero
igual que a mi compañera me gustaría poder estar ahí y ayudarles. - Afirmó su contertulia.
- Ami hasta tuvo que cancelar su presencia en ese congreso para no ceder a la
tentación de acudir a advertirles.
-Ahora sabemos
que todo esto tiene que ocurrir. Usagi nos lo contó. Confía en nuestros amigos,
sé que podrán con ello y es una prueba que deben superar por sí mismos. -
Aseguró el siempre ponderado Artemis. -
Su contertulia esbozó una leve
sonrisa de circunstancias. Lo comprendía y eso esperaba. Pese a todo hubiera
dado cualquier cosa por ayudarles. Aunque no le quedaba otra que desear suerte
a sus amigos…
-En vosotros
confío, Kalie, eres una luchadora. - Pensaba Minako no sin preocupación. - Serás
capaz de afrontarlo sin mí, como has hecho hasta ahora.
En casa de los Malden, Roy y Leval
hacía rato que habían llegado. Se presentaron ante su respectiva sobrina y
prima que dedicó una buena mirada al chico y sonrió, incluso ruborizándose un
poco. En un momento que tuvo aparte con Kerria, le susurró con divertida
complicidad.
- ¡Tu hermano
es guapísimo!
-Sí. - Musitó
ésta sin conceder importancia a ese comentario, agregando de modo cortés. - El
tuyo tampoco se queda atrás.
Y hablando del
aludido. La noche había caído ya y la cena estaba dispuesta, pero no llegaba.
Pese a todo quisieron aguardar a Mazoui. Pasado un tiempo prudencial y a ruegos
de Karaberasu de que no esperasen más, decidieron empezar. Tras una hora más
todos habían acabado ya y se preguntaban dónde estaría el chico. Tendría que
haber llegado hacía tiempo. Kerria, que no paraba de pensar en la situación que
debería afrontar al día siguiente, se disculpó alegando que tenía deberes por
hacer y un tema que estudiar y subió a su cuarto, sus padres no dijeron nada.
Roy porque estuvo fuera todo el día y no sabía si su hija había estudiado por
la mañana o lo habría dejado para el final, y Beruche porque seguían creyendo
que la muchacha tenía alguna cosa que no le había dicho. Sin embargo, pensó que
quizás fuera mejor dejarla sola durante un rato y cuando se marchasen sus parientes
ya subiría a hablar con ella. De modo que la jovencita desapareció subiendo las
escaleras hacia su habitación, su último refugio de intimidad. Justo entonces
sonó su teléfono móvil...
- ¿Diga? ¿eres
tú, Debbie?...
Mazoui
vino a los pocos minutos, entró saludando a los presentes con simpatía y abrazando
sobre todo a su hermana.
- ¿Qué te ha
pasado, hijo? - Le inquirió Kalie, casi reconviniéndole por su tardanza, algo
nada habitual en él. -
-Lo siento,
estaba tan cansado que me dormí. - Se excusó él con cara de circunstancias. -
El
resto se rio, Roy convino en ello, alegando que habría sido culpa suya, al
darles tanto trote con el entrenamiento. Dejaron aquello como una anécdota y conversaron
amigablemente. Kerria mientras tanto charlaba en su habitación con su novia con
quien finalmente había sido capaz de contactar.
- ¿Qué tal
estás? Bueno, tengo que contarte algo… ¿Qué? - Inquirió Al ser interrumpida por
Deborah. - ¿Estás loca? No lo sé. Lo intentaré. De acuerdo, dame al menos cinco
minutos…
Los
demás, ajenos a esa conversación, tenían asimismo mucho que decirse.
- ¡Cuánto me
alegro de verte, Mazzi! - Exclamó Katherine que corrió a abrazarse a él. -
-Lo mismo te
digo. ¡Oye! Hasta me parece que has crecido. - Comentó el muchacho con tono afable.
-
-No lo sé, puede.
- Repuso su hermana algo sonrojada. -
- ¿Qué tal por
Irlanda? ¿Estuviste saliendo por allá con las primas? - Se interesó él. -
- Bueno, ya
sabes cómo son. - Suspiró la jovencita, añadiendo. - Pasé bastante más tiempo
con Erin que con ellas. Aunque la tía Alannah me llevó a cantar en algunos
pubs.
- ¡Espero que
no te diera alguna pinta de cerveza! - Se rio el chico.-
Katherine guardó un incómodo
silencio. ¿Cómo era capaz su hermano de saber eso?
Pero
no tuvo oportunidad ni de tratar de negarlo. Justo en ese instante se produjo un
resplandor rojizo que inundó la sala. Leval, Roy y Mazoui, se levantaron con
rapidez. Todos dieron una exclamación al ver materializarse una figura negra
con capucha que ocultaba sus facciones.
- ¿Quién eres
tú? - Le inquirió Leval asombrado y a la defensiva. -
La figura se quitó la capucha, era
un hombre de pelo oscuro, y ojos del mismo color. Su mirada se clavó uno a uno
en todos los presentes y declaró con malignidad en el tono.
- Soy Nalgín,
jefe de la Nueva Secta del Caos. ¡Y vosotros vais a sufrir mi venganza!
Señaló
a Mazoui y le apuntó con un pentáculo del que salió un fulgor rojizo. Antes de
que nadie pudiera siquiera reaccionar. El muchacho comenzó a sentirse mal y se
trastabilló cayendo al suelo, se tapaba la cara con las manos, su madre y su
hermana corrieron junto a él.
- ¿Qué te ocurre
hijo?, ¿qué tienes?,- preguntó Karaberasu con el gesto demudado por el miedo y
la preocupación. -
- Levántate, Mazzi.
- Le pidió Katherine también con la voz teñida de temor. - ¡Vamos!
- Mazoui,
aniquílalos. - Ordenó Nalgin para estupor del resto. -
- ¡Saca eso de
mi cabeza! - Chillaba el muchacho tapándose las sienes con las manos ante las
caras de miedo y preocupación de todos. - ¡Sácalo!
- ¡Vamos! -
Insistió el líder de la Secta. - Ataca.
- Están
tratando de controlarlo. - Exclamó Roy aún atónito al percatarse de ello. -
- No, Mazoui,
¡resiste hijo! - Le pedía Karaberasu visiblemente angustiada. -
Pero éste se puso en pie con sus
ojos y sus colmillos demoniacos. Todos le contemplaban asustados. De un rayo, y
sin mediar palabra, lanzó a Leval fuera de la casa haciéndole atravesar una
ventana. Además, agarró de un brazo a su aterrada hermana Katherine.
- Es una chica
muy guapa - sonrió Nalgin - ¿No te gustaría poseerla, Mazoui? ¡Hazlo!, seguro
que a tu madre le traerá gratos recuerdos, ¡ja, ja, ja, ja!
- ¡Maldito! - Gritó
Roy atacando a la figura con un rayo de energía que pasó a través de ella sin
tocarla, destruyendo la pared. -
- No pierdas
el tiempo. No podrás ni rozarme siquiera. - Rio Nalgin.- Soy una proyección
astral ¡malditos estúpidos!
- Por favor, Mazoui.
- Suplicó Karaberasu. - Suelta a tu hermana, tú no eres capaz de hacer una cosa
así. -
Pero
él apartó a su madre de un manotazo y levantó en vilo a la aterrorizada chica
desgarrándole la blusa.
- No por favor, ¡suéltame! - Chillaba Katherine
horrorizada y con la mirada vidriosa de miedo. -
Los demás estaban atónitos y
espantados con la escena, pero no se atrevían a intervenir, tenían miedo a
herir a la muchacha. Entonces, un tridente se materializó en la mano de la
sorprendida y asustada madre del chico.
-Vamos. - Le
dijo Nalgin con semblante y tono divertido.- Te dejo elegir, puedes ver como tu
hijo viola a su propia hermana o puedes impedírselo con esto.- Le señaló
el arma y le espetó. - ¡Mata a tu endemoniado
hijo y lo evitarás!
La horrorizada madre temblaba con
ese tridente en la mano sin saber que hacer. Beruche trató de ayudar a su sobrina,
pero Mazoui la apartó también. Roy apuntó a éste con una bola de energía, pero
no se atrevía a disparar. El muchacho, con una sádica sonrisa, comenzó a
lamerle el cuello a su hermana mientras le acariciaba los pechos con la otra.
Kathy lloraba impotente, mirándole a los ojos y le suplicaba con suavidad a
pesar de aquel terrible momento.
- Por favor
Mazzi, eres mi hermano y te quiero, no lo hagas. Tú siempre me has ayudado en
todo. Y ahora no eres dueño de tus actos.
Pero éste parecía insensible a esas
palabras. Entonces Kathy se abrazó a él y dijo ante el asombro y el horror de
todos.
- Está bien. -
La joven recordaba los buenos momentos que había pasado con él y las palabras
de Minako entonces resonaron en su mente. Sollozó entonces con valiente
resignación. - No me resistiré. Hazme lo que quieras, no deseo que te hagan
daño. - Declaró y entonces le susurró algo al oído. -
Tras unos instantes, que parecieron
eternos para el resto, Mazoui de pronto soltó a su hermana y cayó de rodillas
al suelo. Chillaba presa de un dolor insoportable, se agitaba luchando en su
interior. Roy se apresuró a acercarse poniendo a salvo a la chica y Karaberasu,
que ahora sí sabía lo que hacer, le puso un crucifijo de plata en la frente. Ésta
se quemó al contacto y el chico se derrumbó desmayado. Nalgin maldijo furioso y
frustrado.
- ¡Maldita
sea, volveré y os destruiré a todos, lo juro! - Y sin dar tiempo a más, la
proyección desapareció. -
El resto de los presentes aún no
había salido de su asombro. Aquello había parecido solamente una pesadilla,
pero finalmente Karaberasu, aun temblando del susto, pero aliviada de que todo
hubiera terminado, le preguntó a Kathy sin poder reprimir la curiosidad.
- ¿Que le
dijiste, hija?
- Sólo le
tarareé aquella nana que nos cantabais tú y la abuela Dotty de pequeños. - Sollozó
la muchacha. -
Ahora,
pasado ese momento de entereza, la jovencita se derrumbaba también con los
nervios rotos y su madre la sostuvo dejándola llorar mientras la abrazaba. Roy se encargó de reanimar a su sobrino. Y entonces
Leval entró en la casa dispuesto a contraatacar, pero se detuvo en seco al ver
el lamentable espectáculo.
- ¡Ahora verás!
- Exclamó, aunque Bertie se interpuso haciéndole un gesto para que se callase.
-
- ¡Pero, mamá!
- Pudo decir él mirándola perplejo. -
-Todo está
arreglado, hijo. No digas nada. Ya te lo explicaré. - Le susurró ella. -
Leval
asintió, confiaba en su madre. Lo cierto es que veía a su primo en el suelo.
Quizás su padre se hubiera ocupado de detenerlo. Aunque Roy estaba intentando
detectar a su enemigo.
-¡Maldita
sea!- Espetó.- En efecto, era una imagen de holograma o algo similar. No puedo
encontrar rastros de energía de nadie
Aunque, igual que los demás, se centró en el
muchacho que comenzaba a recobrar su consciencia. Karaberasu, y la propia
Katherine, cuando se recuperó un poco del shock, ayudaron a Mazoui a ponerse en
pie. Éste, aun aturdido, vio la blusa de su hermana desgarrada y las lágrimas
en su cara, se las secó suavemente con la mano.
-¿Qué ha
pasado?- Preguntó preocupado y visiblemente desconcertado. - ¿Quién te ha hecho
esto, Kathy?
Ella no respondió, trataba de evitar
la mirada de su hermano.
- Nos han
atacado, hijo. - Repuso Karaberasu con voz queda. -
- Sí, un
individuo te dejó fuera de combate. - Añadió cómplicemente Roy. -
Nadie se atrevía a contarle la verdad.
No obstante, él insistía preguntando a su hermana.
- Kathy, ¿estás
bien? - Ella asintió con vehemencia abrazándose a él y Mazoui lleno de
indignación y rabia sentenció. - ¡Mataré a quien se haya atrevido a hacerte esto!
- ¡Mazzi no
digas eso, por favor!,- exclamó su hermana rompiendo a Llorar. -
Los demás presenciaban la escena
conmovidos por el cariño, la comprensión y la entereza de aquella chica,
entonces Bertie advirtió la falta de su hija y preguntó alarmada.
- ¿Dónde está
Kerria?...
- Había subido
a su cuarto. - Repuso Leval mirando hacia arriba. -
- ¡Pero puede que
ese tipo o lo que aquello fuera, haya ido hacia allí! - Añadió Beruche
aterrada. -
- ¡Vamos a buscarla, deprisa! - Urgió el padre de la
muchacha con gran inquietud a su vez. -
Subieron a buscarla a su habitación,
pero no estaba allí. Llenos de temor, Leval y Roy salieron de la casa a ver si
la encontraban. Mazoui besó a su madre y a su hermana en la frente y corrió a
ayudarles. Ellas dos se quedaron con Beruche que iba a sufrir una crisis de
nervios temiendo por su hija. Aunque
durante todo ese tiempo e incluso antes del ataque, la chica, ajena a todo lo
ocurrido, había contestado esa llamada de su móvil, era Debbie. Su amiga había
regresado de su viaje, ya estaba enterada de lo sucedido en el instituto y se
había acercado fuera de la casa de los Malden, quería verla. Kerria convino en ello, se citaron en la
entrada de la propiedad. Haciendo el mínimo ruido, la joven salió por la puerta
principal, aprovechando que todos los demás estaban en el salón conversando. Al
fin vio a su novia esperando tras la puerta que clausuraba su jardín. Abrió de
inmediato y la hizo pasar.
-Debbie. -
Sonrió emocionada, dejando escapar un sollozo. -
Le dio además un beso en los labios
que su pareja se limitó a encajar, tenía el gesto serio.
- Ya te has
enterado, ¿verdad? - Le preguntó Kerria temiéndose que así sería. -
Su interlocutora asintió. Y replicó
con tono preocupado.
-Debes tener
cuidado…
-Lo sé. - La
cortó su pareja con tono entristecido. - No quiero que nos hagan la vida
imposible. Ni a ti, ni a mí, ni a mi familia. Quizás debamos dejar de vernos
por unos días. Para que todo se calme.
-No, Kerria. -
Rebatió Deborah que seguía mostrando mucha inquietud. - No me refiero a eso.
-Ya, tienes
razón. No es justo que los prejuicios de unos intolerantes nos hagan sentir
culpables por el mero hecho de amarnos. Lo afrontaremos juntas si tú quieres.
Aunque
su amiga negó moviendo con la cabeza. Eso sorprendió a su pareja. ¿Qué le
sucedía a Debbie? Quizás tenía miedo de las repercusiones. Quiso preguntarle si
así era y tranquilizarla. Pero no tuvo ocasión, dado que en ese mismo instante
escucharon una horrísona explosión que sacudió la casa de los Malden.
- ¡Dios Mío! -
Exclamó ésta con horror - ¿Qué ocurre?
- ¡Vamos! - Dijo
Debbie alarmada también para elucubrar.
- Puede que sea el gas.
Entraron a la casa, cuando el padre
y el hermano de Kerria ya habían salido y tras ellos Mazoui.
- ¿Qué ha pasado,
mamá? - Preguntó Kerria llegándose junto a Beruche. -
- Gracias a
Dios que estás bien. - Suspiró ésta aun con la voz entrecortada por los nervios,
aunque añadió aliviada. - ¿Dónde estabas? ¿Te has topado con ese hombre?
- ¿Toparme con
quién? - Preguntó la chica sin comprender, cruzando una mirada con la
igualmente desconcertada Deborah y añadiendo. - Estaba con mi amiga.
- Hola señora.
¿Cómo está? - Saludó ésta cortésmente. -
- Ahora no muy
bien precisamente, como puedes ver, fíjate como nos han dejado la casa. - Pudo decir Bertie más calmada al ver a su
hija a salvo, señalando la ventana rota y todos los desperfectos y agregando
con mejor talante. - Pero por suerte nadie está herido y esto se puede
solucionar. Anda hija, préstale a tu prima algo de ropa.
Kerria y Debbie observaron atónitas a
esa pobre muchacha que se cubría los pechos entre su blusa hecha girones. Su
prima enseguida le ofreció.
-Anda, sube a
mi habitación. Te daré algo mío, debemos tener más o menos la misma talla.
Kathy convino en eso, Debbie fue
también junto a ellas. Una vez en el cuarto de Kerria, ésta la presentó.
-Es mi… amiga…
Deborah Hunter. Del instituto. - Le informó a su prima. -
Ésta
asintió, tratando de presentarse aun con voz temblorosa.
-Ka...
Katherine O´ Brian…
- ¿Qué os ha pasado?
- Quiso saber Debbie observando a aquella chica con estupor. -
-Todavía no lo
sé. - Apenas si sollozó ésta. - Ha sido todo muy rápido.
-No te
preocupes ahora por eso. - La animó su prima dándole la mano al tiempo que
miraba de reojo a Deborah. - Ahora mismo te dejaré algo mío y estarás bien.
-Muchas
gracias, de verdad. Siento molestarte.
-No digas tonterías,
mujer. ¿Cómo me vas a molestar? - Se apresuró a replicar afectuosamente Kerria
quien ahora se había dado la mano con Debbie. -
-Cálmate. - Le
pido la chica gótica, añadiendo más animosamente. - Ya ha pasado todo.
Kathy
asintió agradecida. Entre tanto se había quitado los restos de ropa que la
cubrían quedando desnuda de cintura para arriba. Las otras dos chicas no
dejaron de fijarse en lo blanca que era de piel, y en lo redondos y compactos
que eran sus senos, pese a no ser demasiado grandes todavía. Pero tanto una
como otra se quitaron rápidamente esas ideas de la cabeza, la situación era
bastante seria como para esas frivolidades. Debbie por su parte miraba con una
mezcla de sorpresa y temor aquello. A esa chica le había sucedido algo
terrible, pero no por el hecho de tener la ropa destrozada.
-Una presencia
maligna muy fuerte ha estado aquí. - Pensó la joven gótica. - Es lo mismo que
percibí en los Ángeles.
Y es que Deborah tuvo algunos malos
sueños, incluso pesadillas, en las que su novia era la protagonista. Y le
asustó mucho lo que pudo sentir sobre ella. Aunque quizás se hubiera equivocado,
dado que a la vista estaba que Kerria no había sido el blanco de ningún ataque.
Quizás la confundió con esa otra pobre chica.
-Puede que pensase en Kerria porque esto ha sucedido en
su casa. - Se dijo. -
Empero, pese a ese
intento de razonar las cosas se sentía desconcertada. Pudiera ser que sus
temores hubiesen sido infundados. Aunque todavía sentía que algo no iba nada
bien.
-Gracias, prima.
- Suspiró Katherine muy reconocida. -
-No hay porqué
darlas. Anda, tómate tu tiempo. - Le sugirió amablemente la interpelada. -
Su
contertulia así lo hizo y una vez se puso la blusa que le prestó su prima,
Kathy bajó nuevamente al salón seguida por las otras chicas. Allí les esperaban
los demás. Beruche las vio bajar entonces y no quiso pensar qué podría haber
estado haciendo su hija con esa otra muchacha. Ni de dónde había salido esta. Aquello no tenía importancia ahora. Optó por
guardar silencio, ya lo averiguaría más tarde. Entonces volvieron los hombres.
Roy se acercó a su hija nada más verla y le dijo aun con la voz entrecortada
por la tensión.
- ¿Dónde
estabas?, nos tenías muy preocupados.
- Perdona,
papá. - Musitó Kerria. - Salí a ver a mi amiga que me llamó para pedirme unos
apuntes y oí el ruido, entonces vine corriendo.
- Tú eres la
famosa Debbie, ¿no? - Inquirió Leval con una expresión hostil pues creyó
reconocerla de la vez que fue a buscar a su hermana a la discoteca. - ¿No es
así?
Enfrentó su mirada con cara de pocos
amigos, pero Deborah se la sostuvo sin amilanarse. Leval añadió sin poderse
contener.
- Están
hablando mal de mi hermana por tu causa y no lo voy a permitir.
- No, esa no es mi intención, yo quiero a tu hermana. -
Le respondió Debbie, que no parecía intimidada más aún cuando sentenció. - No
estoy dispuesta a dejar que le hagan daño.
Tanto Roy como Beruche los miraron
desconcertados, fue él quien intervino.
- Pero ¿se
puede saber qué pasa aquí? ¿Qué significa esto? – Miró por inercia a Karaberasu
y a Kathy que estaban también sorprendidas, aunque no tenían idea de nada, al
igual que él. -
- Roy, por
favor, ¿podrías llevarnos a nuestro apartamento? - Le pidió su cuñada que no
deseaba mezclarse en problemas ajenos, bastante tenía ya con los suyos. -
- Sí, ahora
mismo. - Respondió él tratando de poner en orden sus ideas. -
Ahora había cosas más importantes de las que
ocuparse y no deseaba airear cualquier tipo de problema de su familia delante
de sus recién recobrados parientes. No obstante, añadió dirigiéndose a sus
hijos.
-En cuanto
vuelva espero que me aclararéis todo esto.
Mazoui, Karaberasu y Katherine
esperaron a que Roy fuera a por las llaves del coche, para ello tuvo que subir
a su habitación. Beruche en tanto, se quedó mirando a las dos chicas y le dijo
a su hija.
- Yo también
tengo interés en saber a qué se refiere tu hermano y esta vez no quiero
evasivas Kerria, esperaremos a que tu padre vuelva.
Deborah
estaba realmente amilanada. Incluso más que por esa tensa y embarazosa
situación, por la presencia de aquel chico tan alto, incluso más que el hermano
de Kerria. Sentía en él algo extraño y amenazador.
- ¿Quién es
ese muchacho? - Se preguntaba con una mezcla de fascinación, temor y asombro.-
No
obstante, intervino tratando de imponerse a esa creciente sensación de respeto
e intimidación que le producía aquel caótico entorno y el contrapunto que en él
habían ofrecido la madre de su pareja y el resto de los presentes, que fijaron
sobre ellas unas inquisitivas miradas, así pudo añadir con más firmeza,
volviendo al tema que les ocupaba.
- No deseo causarles problemas. Pero no es justo que
carguen toda la culpa sobre su hija, yo…
- ¡Debbie,
cállate! - Le pidió Kerria de modo contundente, con una fuerza que no creyó
poseer. Cuando lo fácil hubiera sido dejar que su amiga la ayudase a afrontar
la inminente tormenta. - Esto es algo que tengo que solucionar con mi familia a
solas. Vete por favor, ya te llamaré.
- Muy bien. - Asintió ella para admitir -, es muy tarde,
mis padres estarán preocupados por mí. -
Y acto seguido le susurró a Kerria. - ¿Estás segura?
- Sí, cuando
mis padres lo sepan se enfadarán mucho y no quiero que estés en medio de todo
esto. Gracias. - Musitó su interlocutora a su vez. -
Debbie se acercó, parecía que iba a
besar a Kerria, pero se detuvo y le dio las buenas noches a ella y a los demás,
después salió de la casa.
-Ahí está
pasando algo muy extraño y siniestro. - Pensó, con creciente sensación de alarma.
- Y es mucho peor de lo que Kerria cree. No tiene nada que ver con lo nuestro.
Por eso me asusta tanto. ¡Cariño, ojalá que estés bien!
Y tras desear eso con todas sus
fuerzas se alejó. Debía tomar el autobús para volver a su casa. Mientras tanto,
en la morada de los Malden, fue la novia de Deborah quien tomó la palabra para
reprochar a su hermano.
- Leval, no
debiste decir eso.
- Lo siento,
pero ha sido por tu bien, Ky. - Respondió él que trataba de excusarse con tono conciliador.
-
El
chico se arrepentía ahora de haber descubierto parte del secreto. Pero había
estado sometido a mucha tensión y no pudo evitarlo. Aunque en su ansia por
arreglar las cosas cometió otro error cuando sentenció.
- Esto tiene
que aclararse, prefiero que seas tú la que se lo digas a papá y mamá antes de
que se enteren por los cotilleos del instituto.
- ¿Prefieres?
¡Se trata de mi vida, Leval! - Le recriminó Kerria visiblemente contrariada. - ¿Y
qué hay de lo que prefiero yo?
Su interlocutor bajó la cabeza para tomar
aliento y argumentar a su vez adoptando un tono más preocupado e inquieto.
- Esto no
lleva a nada, ¿es que no ves que será peor si te callas?
La muchacha iba a responder, ante la
perplejidad e incomodidad de Karaberasu, Mazoui y Katherine quienes, ni
entendían nada, ni deseaban inmiscuirse en un asunto ajeno. Ya habían tenido
suficiente con su propia y dura prueba, y más que nada con la zozobra en sus corazones,
(sobre todo en el de Kalie que sabía muy bien el peligro al que se
enfrentaban), de que esa amenaza podría resurgir en cualquier momento. De hecho,
el chico, todavía aturdido, no estaba ahora como para sondear a su prima, ni
tampoco le interesaba. Aunque la que sí pareció darse cuenta de algo fue Kathy.
Le había bastado mirar a esa otra muchacha y a su recién conocida prima y ver
su lenguaje corporal. Sobre todo, cuando se cambió de ropa con ambas
observándola. Se habían dado las manos entrelazando sus dedos y se miraban de
una forma realmente rara. Para una muchacha como ella, avezada ya en alguna
clase de relaciones, aquello fue evidente enseguida. Esas dos estaban muy
unidas, quizás demasiado para lo que sería propio de dos meras amigas… de todas
formas, dado el terrible trance que habían vivido y por educación elemental no
iba a decir nada. Además, su prima y esa otra chica habían sido muy amables con
ella, ayudándola de inmediato sin conocerla.
-Y tampoco es
asunto mío. - Pensó. – Kerria tiene derecho a querer a quien desee.
Bastante tenía la
pobre Kathy con su propia situación y con ayudar a su hermano y a su madre a
recomponerse. Ella misma estaba todavía desencajada, y eso que no culpaba a
Mazoui de lo ocurrido. Pero la que sí intervino de modo tajante fue Beruche
quien, olvidándose de la tensa situación que habían vivido por unos momentos,
puso los brazos en jarras y clavando alternativamente en sus hijos aquella
mirada inquisitiva y suspicaz que poseía en momentos como éste, ordenó con voz
autoritaria y contenida a la vez, haciéndoles callar a ambos.
- Ya basta.
¿Alguno de vosotros dos va a explicarme lo que está pasando aquí?
Leval y Kerria se miraron guardando
un incómodo y culpable silencio, a la espera de la vuelta de su padre. No
dijeron nada pues Roy regresó con las llaves del coche y tanto él, como la
familia de Karaberasu le siguieron al garaje dejando aquella explicación en
suspenso.
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