sábado, 5 de marzo de 2011

GWB 27.72 Devilish Lady


En la sede de la nueva secta del caos, Nalgin se lamentaba de su fracaso mientras hablaba con otro miembro.

- Tuak. ¿Tú crees que ahora nos será posible destruir a nuestros enemigos? Si Mazoui se ha liberado del poder del pentáculo, nos será imposible volver a dominarle. Él era nuestra pieza clave para el resurgimiento de la Secta del Caos. Cometimos un error al tratar de volverle contra su propia familia.

            Su interlocutor pareció tomarse unos segundos para reflexionar y replicó.

- No, era necesario. Teníamos que probar su control. Y ha sido decepcionante, pero al tiempo muy revelador. Mazoui no es lo que creíamos. O eso, o sus años criado como un humano le hicieron inútil para nuestros propósitos. Pero aún no está todo perdido. Recuerda que tenemos otro poderoso aliado. En tanto se recobra habremos de conseguir controlar a otro de los miembros de esas familias.
- Son los únicos en este planeta con poder suficiente como para darnos el triunfo. Pero nada podremos hacer con los que ya vencieron nuestro control. - Opuso su compañero. -
- Necesitaremos a otro de ellos que se pueda dominar. Tendremos que estudiarlos a todos para saber quién es el más vulnerable y hacernos con él, debemos ganar tiempo y ser discretos hasta que lo averigüemos. - Le respondió éste. -
- Sí, tienes razón- convino Nalgin - Mis espías se encargarán de eso.
- Hasta ahora nuestra secta ha cometido dos terribles errores que hemos pagado muy caros. - Reflexionó su contertulio, enumerando. - Primero la profecía del Destructor de Mundos, todos creímos que Armagedón era el enviado. Aquel que intercedería para que el maestro llegase a la Tierra.
-Y no fue así. - Aseveró su compañero, narrando con tintes de decepción en su voz. - Le destruyeron, esas malditas guerreras y las traidoras. Pese a eso, nuestro maestro pudo invadir este plano terrenal con sus legiones. Pero también fueron derrotados por esos guerreros. Durante años perdimos las esperanzas. Tuvimos que irnos reconstruyendo en secreto. Aprovechándonos de que otros intentaron reclamar este planeta. Y distrajeron a nuestros enemigos. Luego detectamos ese gran poder latente.
-El hijo del poderoso Karnoalk. Y había otro más, una presencia oscura y esquiva. A los dos los perdimos durante años. Y cuando ese acólito vino a informarnos de que había reconocido a Mazoui, enseguida creímos que iba a ser el nuevo enviado, que las profecías se referían a él. Llevando el poder del averno en su interior, sería el heraldo que precederá el gran cambio que tanto tiempo hemos anhelado. - Quiso recordar Tuak. -
-Algo se nos escapa. - Afirmó entonces Nalgin, tratando de consultar algunos añejos pergaminos y agregando. - Siempre hemos dado por sentado que sería un varón. Pero... ¿Y si no fuese necesariamente así?

            Su interlocutor abrió la boca con asombro y pudo responder.

-Entonces. ¿Podría ser una hembra?
-Quizás la portadora del mal se refiriese a la madre de Mazoui. Tal y como ese esbirro nos comentó, él presenció cómo el poderoso Karnoalk la poseyó dejándola preñada con su semilla. De esa semilla nació ese chico. – Enunció Nalgin comentando. - Puede que nuestro poderoso aliado sepa de eso más que nosotros.
-Es una posibilidad. En cuanto podamos reunirnos se lo preguntaremos. - Concedió su contertulio, alegando con tono reflexivo. - Pero. ¿Y si fuera otra cosa? Imagina que todavía no se hubiera cumplido esa profecía. ¿Y si la hembra que deberá portar el mal en su interior aún no ha sido impregnada? - Elucubró Tuak.-

            Su compañero se sumió durante unos instantes en una profunda reflexión. Pensaba seriamente en esa posibilidad.

-Sí…Quizás sea eso. Aunque no estoy seguro. Por ahora, como hemos acordado, espiaremos los movimientos de nuestros enemigos. Puede que el tiempo nos de la respuesta.

            Entre tanto, en casa de los Malden, Roy tardó poco tiempo en llevar a su cuñada y a sus sobrinos al apartamento que alquilaban.

-Muchas gracias. - Le dijo Karaberasu de modo reconocido cuando llegaron. -
-No hay de qué, cuñada. - Sonrió levemente él. -
-Lo siento mucho, tío Roy. ¡Me dejé dominar como un estúpido! – Se lamentó Mazoui. -

            Sus oyentes se quedaron perplejos y preocupados por esas palabras. Si ese pobre chico se había dado cuenta de lo que le hizo a su hermana, estando consciente de ello o no, su conciencia le golpearía de un modo durísimo. Para alivio de todos, él agregó con una mezcla de contrariedad y pesar

-Tanto entrenamiento y debieron de noquearme a la primera con un maldito rayo de energía, sin que me diera cuenta.
-No te preocupes, muchacho. - Contestó afablemente Roy, dándole una palmada amistosa en un brazo. - A todos nos ha sucedido eso alguna vez. Ahora que ya has visto por ti mismo como son las fuerzas del mal a las que nos enfrentamos, dudo mucho que puedan volver a tomarte desprevenido.
-No lo harán, te lo prometo. - Aseguró el muchacho recobrando su ánimo. -

            Kalie le dio un cariñoso beso en la mejilla al chico. También a su hija y comentó aliviada.

-Lo más importante es que estemos todos a salvo.
-Sí, bueno, tengo que irme. No sé qué está pasando en mi casa. - Terció Roy con un tinte de voz más inquieto. -

            Sus parientes asintieron y él, tras despedirse de ellos deseándoles que descansasen, se fue. Karaberasu pasó al interior de su habitación donde tomó algo de ropa y luego entró al baño para darse una ducha. Katherine aprovechó ese instante para susurrarle a su hermano.

-No sé, Mazzi, me preocupa mucho la prima Kerria. Algo está sucediendo con ella y con esa chica que la acompañaba.
- ¿Te refieres a que son pareja? - Sonrió levemente él. -

            La chica abrió los ojos como platos, aunque enseguida asintió.

- ¿Tú también te has dado cuenta con ese sexto sentido que tienes?
-No. - Repuso su contertulio. - Es bastante obvio para cualquiera. Aunque estaba muy aturdido cuando esa otra chica morena vino, me fijé en cómo me miraba. Ella también tenía miedo. Pero no estoy muy seguro de a qué. Es como si pudiera sentir algo. Y la prima, bueno. Puede percibir el interés que tenía en esa muchacha cuando nos presentaron. Solamente deseo que les vaya bien. En cualquier caso, ese no es asunto nuestro, Kathy.
-Tienes razón. - Admitió su hermana. - Tenemos nuestros propios problemas.

Y dejaron el tema. Tras salir su madre de la ducha la imitaron por turnos. Deseando ser capaces de descansar todo lo posible. Entre tanto, Roy iba conduciendo de camino a su casa pensando en aquellos nuevos enemigos que le eran tan familiares a su pesar.

-No permitiré que esos bastardos hagan daño a mi mujer y a mis hijos. - Se decía entre preocupado y lleno de indignación.-

 Cuando llegó al fin a su morada Kerria se paseaba nerviosa por el salón, Leval y Beruche esperaban sentados. Nada más aparecer él, fue su esposa la que se levantó y dijo.

- Bueno hija, ¿qué es eso que tanto os preocupa a ti y a tu hermano? Tu padre ya está aquí, puedes decírnoslo.
- No creo que os vaya a gustar mucho, - repuso Kerria en una desalentada voz baja. -
- Tú cuéntanoslo y ya te diremos nosotros si nos gusta o no. - Le ordenó su padre con tono expectante y brusco, dominado por el nerviosismo de los tensos acontecimientos que acababan de padecer. –
- Está bien. - Concedió su hija resignadamente. Tomando aire y suspirando largamente declaró. - Veréis, no tengo muchas ganas de seguir en el instituto.
- ¿Qué? - Intervino Beruche atónita. - Pero ¿cómo se te ocurre decir una cosa así?
- ¿Qué te pasa, hija?,- preguntó Roy con un reprobatorio gesto y voz cansina. - No lo comprendo ¿Tanto te disgustan los estudios?
- No es eso, papá, - negó ella moviendo la cabeza, matizando de inmediato. - Me cambiaré de instituto, pero no quiero seguir en éste.
- ¿Pero, por qué? - Inquirió su madre cada vez más confusa. - ¿Qué es lo que le pasa a este instituto? Bueno, es uno de los mejores colegios privados de la ciudad.
- ¡Es por esa chica! - Intervino Leval con visible enfado. - ¡Ella tiene la culpa de todo!
- ¡Eso no es verdad! - Le contestó fulminantemente Kerria tratando de defender a su pareja. -
- ¿Pero se puede saber a qué os referís? - Preguntó Beruche que comenzaba a perder la paciencia. - ¿Queréis dejar de hablar en clave?
- Sí, a mí también me molesta que no habléis claro. Dejaos de secretos, Leval ¿Qué es lo que pasa? – Preguntó su padre. -

Roy cruzaba sus brazos sobre el pecho impaciente por obtener una contestación explícita de aquello. No obstante, su hijo guardaba ahora un incómodo silencio mirando hacia otro sitio, sin atreverse a decir más.

- ¡Te he hecho una pregunta! - Repitió con brusquedad, al perder su ya precaria paciencia. - ¡Respóndeme!

            El chico miró a su padre con visible temor, pero, aun así, no quiso hablar. El ambiente se enrarecía cada vez más y Kerria supo que debía afrontar la situación de una vez por todas, e intervino.

- Ya basta, papá. Leval no os lo dirá, lo hace para protegerme, pero creo que tenéis que saberlo de una vez y me corresponde contarlo a mí, se trata de Debbie.
- Tú amiga del instituto. ¿Esa que estaba antes contigo? - Añadió Beruche recordando el nombre de esa muchacha. -
- Para mí es mucho más que una amiga, mamá. - Le corrigió la muchacha mirando a su madre con expresión suplicante en los ojos y voz trémula. – Mucho más…

            Roy no acababa de comprender lo que su hija quería decir, pero su mujer enseguida lo entendió.

- No, no es posible que tú. Tú y ella, dime que no es eso, hija. - Tartamudeó Bertie casi con la voz quebrada por la sorpresa y el temor. -
- ¿Pero de que estáis hablando?,- insistió el desconcertado Roy que volvió a preguntar. - ¿Qué es lo que pasa con esa chica?
- Nuestra hija está saliendo con ella. - Le respondió su esposa remarcando la palabra salir. -
- Bueno, ¿y qué?, ¿es esa chica la que te llevó a esos garitos? -  Quiso saber éste, agregando con desaprobación. – Pues en ese caso, tu hermano tiene razón. No es precisamente una buena compañía.

            Pero antes de que su hija respondiera, Beruche se adelantó moviendo la cabeza y declaró con voz apagada.

- No lo has entendido Roy, está enamorada de esa chica. Están saliendo como pareja.

            La cara de asombro de su marido fue muy expresiva. No acertaba a pronunciar palabra. Al fin, se repuso lo suficiente como para preguntar directamente a su hija con un tono de reprobación.

- Dime, ¿es eso verdad?
- Sí, papá. - Respondió Kerria reuniendo todo su valor y dignidad para sentenciar. - Yo la quiero a ella y ella a mí. Pero en el instituto casi todas mis compañeras me han dado la espalda al enterarse, me han humillado y no deseo volver allí.

            Aunque su padre parecía encontrarse muy lejos y apenas tartamudeó como si no hubiera escuchado esto último, con una mezcla de sorpresa e irritación.

- Pero, eso no puede ser, una hija mía… no puede. Debe ser algo que tú imaginas. No puede ser.

            Ahora fue la joven la que miró a su progenitor con una mezcla de decepción y tristeza, además de malestar.

-Soy homosexual, papá, lesbiana para que te quede más claro. Me gusta Debbie y yo le gusto a ella. ¿Es que tú tampoco puedes aceptarlo? - Le recriminó Kerria bastante dolida por ello. -

            Roy y Beruche se quedaron clavados sin decir palabra. La muchacha suspiraba tratando de desahogar aquel stress, no sabía que era peor, que le echaran la bronca o que guardasen silencio de aquella forma tan acusatoria. Su hermano trató de interceder por ella, empero con un tono bastante dubitativo que restaba mucha fuerza a su alegato.

- Quizás estés confusa, puede que te precipites, eso es todo. A veces estas cosas son producto de fases en el desarrollo de la personalidad.
- No Leval. Lo tengo muy claro, antes estuve confusa, pero desde que la conocí a ella, no. Debbie y yo ya nos hemos acostado juntas varias veces. La primera de ellas quise comprobar si lo que sentía era cierto y así fue. - Confesó para dejar las cosas claras. -
- ¡Esto es lo último que esperaba oír! - Estalló su padre fuera de sus casillas. - Nos has dado muchos disgustos, pero esto se pasa de la raya. ¿Te das cuenta de la edad que tienes?  No estás en absoluto preparada para eso, ni con chicos, ni con chicas. Y menos para relacionarte con alguien que te lleva a esa clase de tugurios. Esa muchacha es una mala influencia. Solamente hay que ver cómo va vestida. ¡Cómo aparece y desaparece por esta casa!…

            Entonces una idea pasó por la cabeza de Roy. ¿Y si esa muchacha fuera espía de aquella secta? ¿Acaso estaría intentando pervertir a su hija?

- ¡No es ningún fantasma, papá, es mi novia! - Exclamó Kerria atónita por semejante comentario.- Y su ropa no define cómo es. No puedo creer que digas eso.

            Ahora fue Roy quien, moviendo la cabeza replicó con tono de mando.

 -De eso nada. Vas a olvidar todas esas tonterías y a volver al instituto. Sal en serio con algún buen chico, alguno formal, eso te quitará las tonterías de la cabeza y deja de ver a esa individua. No es de fiar.
- ¡Eso es muy propio de ti!,- repuso Kerria sollozando, con los ojos llenos de lágrimas y el tono de sus palabras teñido por la frustración y la amargura. - Papá, cuando algo no te gusta quieres cambiarlo a cualquier precio a tu estilo. ¡Pues esta es mi vida y a mí no me gustan los hombres! No quiero salir con ningún chico, ni voy a volver allí. – Remató elevando vehementemente su tono. -
- ¡Eso es una estupidez! - Espetó Roy que para no empeorar las cosas quiso dominarse y trató de añadir con más calma tras inspirar hondo y soltar el aire despacio. - Quizás sea culpa mía por no dejarte salir, pero si quieres quedar con alguno de tus compañeros no te lo impediré. ¿Es eso? ¿Te estás inventando todo esto para que te de permiso para salir con chicos? ¿Acaso esa Debbie y tú habéis tramado todo esto para asustarnos? ¿O es cosa de esa chica? Dime. ¿Qué te ha hecho? ¿Te ha amenazado?

            Kerria movía la cabeza entre incrédula e impotente, le había costado mucho tener que confesar sus verdaderas inclinaciones y todo eso ¿para qué? Para escuchar a su padre hacer oídos sordos y decirle que todo era debido a una chiquillada o a una travesura infantil. O peor, pensar que estaba siendo manipulada como si no fuera capaz de pensar por ella misma. Para que su madre, en silencio durante toda aquella discusión, la mirase con esa mezcla de consternada desaprobación y para que su propio hermano tampoco pareciera entenderlo. Pero lo de su padre era lo peor de todo, nunca había dejado de verla como una niña pequeña a la que debía controlar continuamente. A la que no daba ni un ápice de independencia. Quería hacer de ella una especie de princesita de porcelana. Aquello la descompuso y en su impotencia, furia y desesperación, gritó.

- ¡No entiendes nada, nunca lo haces! ¡Sólo te preocupas de lo que tú crees normal! ¡Pues ya estoy harta!, saldré con Debbie y me seguiré acostando con ella, tanto si os gusta como si no.
- ¡De eso ni hablar! – Aulló su padre fuera por completo de sus casillas ante tamaña muestra de inconsciencia y de abierto desafío. - Te prohíbo que vuelvas a juntarte con esa pervertida. ¿Me oyes?...
- Tú no eres quién para prohibirme hacer mi vida. - Le respondió una impasible Kerria, dando media vuelta para salir del comedor. -

Sin embargo, un colérico Roy se acercó sujetándola de un brazo pese a los intentos de Beruche y Leval por impedírselo y la espetó zarandeándola con violencia hasta que la obligó a mirarle.

- ¡Escúchame bien, mocosa! Ya has colmado mi paciencia hasta más allá de todo aguante. Te lo diré bien claro para que lo entiendas de una vez y para siempre. Mientras vivas bajo este techo harás lo que yo te diga ¡Y te digo que vas a dejar de ver a esa zorra manipuladora!
- No, ¡déjame en paz!,- chilló Kerria que no se contuvo al recriminarle con su rabia desatada. - Todo tiene que salir perfecto, ¿verdad? Perfecto para ti. ¿Acaso si me acostara con un chico serías más feliz? Seguro que, si Leval se tirase a alguna chica, estarías orgulloso de él, dirías que es como tú, todo un macho. Hasta le darías algunas gomitas para que no corriera riesgos. Pero yo sólo soy una guarra ¿verdad? ¿Acaso tú no te acostabas con todas las que querías aun conociendo a mamá? ¿No las has dejado sola cada vez que te vas de gira con el equipo? Y nadie te ha dicho nunca nada. Porque tú eres el hombre. ¿No?

             Tras oír aquellas insolentes e injustas acusaciones la furia inundó por completo a su padre que en un acto reflejo levantó la mano contra ella, pero recurriendo a todo su autocontrol se detuvo. Estaba a punto de pegarla y la chica, lejos de achantarse, se enfrentó a él mirándole a los ojos y expresando su desprecio y al tiempo su dolor.

- ¡Eso, pégame! Únicamente sabes resolver las cosas a golpes. Sólo te importa la fuerza bruta.
- ¡Roy, por el amor de Dios! - Intervino Bertie, interponiéndose entre ellos aterrada y tratando de sujetarle. -

             Tras unos agónicos instantes él finalmente bajó el brazo temblando de ira y soltó a su hija. Kerria subió corriendo a su habitación llorando a mares.

- ¡Espera, aún no hemos terminado! - Gritó Roy, pero la chica no le escuchó y pronto se perdió en el piso de arriba. Su padre solamente pudo espetar, en tanto doblaba literalmente la barandilla de hierro de la escalera. - ¡Maldita sea! ¿Cómo puede hacernos algo así? ¿Qué le han hecho esa chica a mi hija? ¿Dónde está la Kerria que hemos criado?

            Leval no podía ni moverse, era como si le hubieran abandonado las fuerzas, y su madre, aunque llorando desconsoladamente, trató de recomponer su voz con el tono más implorante y conciliador que pudo, intentando detener a su esposo que incluso estaba ya dispuesto a ir tras la muchacha.

- Roy, a mí también me ha sorprendido. Pero si ella siente de esa forma, eso no se puede cambiar, ¡por favor, cariño! Realmente no es algo tan terrible. Nosotros hemos conocido a personas así, que son maravillosas y nunca...

            Él la cortó con un gesto de su mano, en demanda de la palabra y respondió con amargura e indignación al tiempo que apretaba los puños.

- ¿Es que no ves que eso es lo de menos? ¡A mí no me importa si es gay o no! Es su actitud. ¿Es que no te das cuenta de que es una cría? ¡Tiene apenas quince años por el amor de Dios! ¡Y ya no es nuestra hija! ¡Por lo menos no la niña que hemos criado! Lleva ya mucho tiempo riéndose de nosotros. Yendo a antros llenos de gentuza, con drogas, promiscuidad… ¡A saber desde cuando estaría haciendo eso a nuestras espaldas! Y de la mano de esa pervertida de la que dice estar enamorada, que vete a saber quién será o a que intereses servirá. ¡Parece mentira que no lo veas!

            Beruche se paró a pensar en esas últimas palabras. Comprendió de inmediato por dónde iba su esposo. Pese a todo no creía que fuera así. Eso tenía pinta de ser mucho más mundano y sencillo que una conspiración. En su opinión, eran típicos problemas de adolescencia. Por ello insistió tratando de calmarle.

- Está en una edad muy difícil. Tenemos que ser comprensivos. Quizás, si lo hablásemos con serenidad…

            Pero lejos de conseguirlo, su marido estalló de nuevo con frustración.

-Lo he intentado por las buenas, lo he intentado por las malas y no hay forma de que se comporte. Siempre tan rebelde, tan desconsiderada, no aprecia absolutamente nada de lo que hemos hecho. ¡Todas mis esperanzas, todo lo que deseaba para su futuro, tanto tiempo luchando para nada!

            No pudo seguir más y salió de la casa con presteza y rígido de furia, dando tal portazo que arrancó la puerta de sus goznes. Su esposa le vio salir clavando en él una mirada plena de impotencia y de dolor.

- Leval, hijo. - Le pidió Beruche muy afectada, pero sobreponiéndose a su propia desolación. - Espera un poco y ve a tranquilizar a tu padre, yo iré a ver a tu hermana. Tenemos que evitar que ninguno de ellos haga algo de lo que se arrepienta.

            Éste asintió saliendo a toda prisa, no quería que su familia se rompiese. Y tampoco podía tomar partido. Comprendía los miedos, los sufrimientos y la impotencia de su padre y de su hermana. Pero ¿acaso no podían ver ellos los del otro? Desde que era niño Leval siempre había creído que hablando y actuando con justicia todo podía arreglarse, ahora poco a poco, se desmoronaban sus convicciones. Su padre había sido para él como una especie de ídolo. Nunca pensó que pudiera reaccionar así. De hecho, no se aplicaba ninguno de los consejos que le diese a él o a Mazoui durante los entrenamientos. Quizás no lo hacía porque en realidad no se estaba enfrentando a ningún enemigo. Posiblemente quería tanto a Kerria que esto le había herido muy profundamente. Bien pudiera ser que cuando a un súper guerrero se le lastimaba de este modo, quizás el único que le hacía realmente más vulnerable, el de los sentimientos, reaccionase volviéndose loco. Pero él era de esa misma estirpe y no pensaba así. Respetaba a su hermana y si ella quería a otra mujer a fin de cuentas era su decisión. Aunque también, claro está, existían el escándalo y los titulares sensacionalistas. Su padre no dejaba de ser alguien famoso desde sus tiempos como jugador y ahora seguía siendo bastante conocido como entrenador y mánager. Aunque Leval estaba seguro de que eso era lo que menos podía importarle a su progenitor en un momento como este. Y desde luego sí convenía con él en el peligro que su hermana corría habiendo ido a semejantes tugurios. Más ahora, tras la aparición de esos extraños enemigos. Ahora lo veía claro, ambos su padre y su hermana, creían haberse perdido el uno al otro. En realidad, Kerria solamente pretendía que la quisieran y aceptasen por ella misma y su padre deseaba para la muchacha una vida tranquila, segura y feliz. Sin embargo, eran incapaces de entenderse, así que el propio Leval y su madre deberían luchar para que se reconciliasen y pudieran comunicarse. Con esta determinación y sin importarle enfrentarse a él en esos momentos tan duros, salió en busca de su padre.

-Sea como sea, tengo que ayudar a que aclaren las cosas. O esto no tendrá remedio. - Se decía el angustiado chico. -

En la secta, gracias a un receptor oculto que Nalgin había dejado en el salón, supieron de toda esta discusión regocijándose largamente, éste sonrió y dijo.

- Bien, ya sabemos dónde está el punto débil, si sabemos emplearlo bien, podría ser incluso mucho más valioso que Mazoui. Y quien sabe. En cierto modo podría ser la materialización de la profecía. -  Sin pérdida de tiempo llamó por teléfono comunicador a dos de sus secuaces que vigilaban ocultos fuera de la casa y les ordenó. - En cuanto todo esté despejado capturar a Kerria Malden y traedla aquí.

            Por su parte, Beruche estaba muy intranquila y asustada por su hija y por su esposo. Confiaba en que Leval se encargase de Roy, pero ahora le tocaba el turno a ella. Subió al cuarto de Kerria y llamó a la puerta, pero la chica, seguramente temiendo que fuera su padre, no quería abrir, su madre insistió.

- ¡Quiero estar sola! - Gritó la chica que lloraba desconsolada. -
- Cariño, soy yo, tu madre - Le susurró con toda la suavidad que pudo. – Déjame pasar, por favor.

            La muchacha no respondió. Bertie probó de nuevo. Por fin, tras mucho insistir, Kerria la dejó que entrase. Oyó un clic cuando el seguro de la puerta se descorrió. Prudentemente, Beruche aguardó un momento y al cabo de unos instantes pasó y cerró con suavidad. Miró a su hija que estaba sentada sobre la cama, con las manos entrelazadas y la cabeza enterrada entre ellas. Cerca tenía un libro entrecerrado con un marcador, posando sobre una mesa, y un bolígrafo. Era su diario.  Bertie se sentó a su lado. Entre lágrimas la joven elevó levemente su semblante y la miró desolada, musitando en voz baja con un gran sentimiento de dolor.

- Supongo que no soy la hija que os habría gustado tener. Creo que papá me odia, siempre me ha odiado. Para él sólo soy una mocosa inútil que lo único que hace es desagradarle continuamente y estropearle la idea de princesita de porcelana que tenía de mí. ¡Comparada con mi hermano para él no valgo nada! - Gimió enterrando su cara en el pecho de su madre. -

            Beruche la miró entristecida y acarició el cabello de la chica respondiéndole con suavidad y afecto.

- No digas eso, hija. Sabes que no es verdad. Tu padre y yo te queremos más que a nada, si tanto nos han disgustado tus malas acciones es simplemente porque nos preocupamos por ti. Nos importas mucho. Tu padre está muy dolido y defraudado, pero se le pasará.
- Soy lesbiana, mamá. Y no es un capricho, ni una fase. ¿Crees que papá aceptará eso tan fácilmente? - Inquirió Kerria muy deprimida - ¿Acaso lo aceptas tú?
- Hija, yo te quiero y si es por tu felicidad no me importa si te enamoras de un hombre o de una mujer. Y sé que a tu padre eso tampoco le preocupa en realidad. Solamente quiere que seas feliz. Pero debes estar segura de tus sentimientos. - Repuso Bertie con la voz más dulce que pudo, acariciando ahora a su hija en las mejillas. - ¿Lo estás, cariño?
- Lo estoy, mamá. - Susurró ésta con la voz quebrada, abrazándose a su madre para acabar de desahogarse con el llanto. –

            Bertie la estrechó entre sus brazos dejándola llorar durante un rato. Su hija lo necesitaba. Ella misma no pudo evitar derramar algunas lágrimas de tristeza y dolor. Percibía con claridad el sufrimiento que atenazaba a su pequeña. Con todo fue capaz de serenarse lo suficiente para declarar transcurridos un par de minutos.

-Debiste habérnoslo dicho antes. Con calma y hablando civilizadamente. Me habría gustado que hubieses confiado en nosotros. Comprende que con tu comportamiento nos has preocupado mucho. Saliendo y entrando sin avisar. Yendo a lugares tan peligrosos. ¡Podía haberte sucedido cualquier cosa! Sobre todo, tras lo que ha pasado hoy. Eso es lo que nos asusta.
- Lo siento…No quería preocuparos, de veras. - Gemía la chica ahora para remachar con voz trémula. - Mamá…Tengo mucho miedo. No sé qué va a pasar. Yo… de verdad que intenté ser como vosotros queríais. ¡Lo intenté!
-No, mi niña. No tienes que ser como nadie quiera que seas. Tienes que ser tú misma. - Pudo contestar su madre, afectada por los sollozos también. - Debes encontrar tu propio camino en la vida.

            Veía el tormento que torturaba de esa forma a su pequeña y se le partía el corazón. Aquello era muchísimo peor de lo que había imaginado. Estaba claro que la pobre niña había tenido que pasar un calvario, tratando de disimular lo que sentía y de ocultarlo, en el colegio, en casa, llena de remordimientos y de temor a defraudar a los suyos. Hasta por fin, tras alcanzar el límite, haberse decidido a confesarles la verdad. Y ahora ésta le salía como un torrente de alivio, consternación y al mismo tiempo de culpabilidad.

-Siempre he escuchado hablar de la familia. Los abuelos, de papá, sus padres.  Las tradiciones de los Malden. – Pudo decir la cría sorbiendo entre lágrimas para tratar de respirar, y añadiendo. - Papá no paraba de decirme desde que era pequeña lo preciosa que estaría vestida de novia y que, un día, me iba a enamorar de un chico guapo que me iba a querer también a mí… ¡como en los cuentos de hadas! Me contaba lo mucho que te quería a ti y como os enamorasteis en la universidad. Y aseguraba que a mí me sucedería igual. Yo me ponía muy contenta…después, cuando jugaba con la prima Idina y con Nehie a las princesas, también creía que encontraría a mi príncipe. ¡Soñaba con eso! Esa era mi mayor ilusión. Pero, cuando me hice mayor, poco a poco me di cuenta de que solamente podía mirar a otras chicas, mamá. – Gimió la desesperada muchacha para admitir. - Y me asustaba mucho, solamente pensaba. ¿Qué es lo que está mal en mí?... ¿por qué no busco a un príncipe?... ¿Por qué no hago como las demás? Todas mis amigas hablaban siempre de chicos, de los que les gustaban o con quienes salían…y yo…muchas veces no sabía que decir…y tenía tanto miedo a que las demás me descubrieran…y me llamasen anormal, o monstruo…y ahora mi peor pesadilla se ha hecho realidad. Todo el mundo me desprecia. No me queda nada.
-Tranquilízate, cariño. Eso no es cierto. - Le pedía Bertie visiblemente afectada por aquello, acariciando el pelo de la muchacha en tanto la abrazaba. - No te mortifiques más por eso…Nadie te desprecia. No has cometido ningún delito por ser como eres.

No obstante, la muchacha prosiguió con su confesión ahora que había reunido el valor suficiente.

-Yo creía que sí. Intenté cambiar. Quise fijarme en chicos, ir por ahí para ver si saliendo a discotecas o bares de esos, me gustaba alguno. Pero siempre era lo mismo. Me sentía incapaz de… ya sabes…- Matizó algo turbada. - No podía hacer nada de eso, con ninguno…y tenía que beber para…

            No pudo continuar. Gemía llena de angustia tapándose la cara con ambas manos. Su interlocutora asintió, observándola con una mirada comprensiva y llena de desolación. ¡Su pobre niña había atravesado un auténtico infierno y ella no pudo o no supo percatarse a tiempo!

- Lo siento mucho, cariño. - Sollozó Bertie realmente desgarrada al oír aquello.- Tendría que haberme dado cuenta… ¡Cielo, perdóname!

            Su hija entonces suspiró y pudo proseguir con su confesión, ahora un poco más tranquila.

- Entonces, cuando conocí a Debbie todo cambió, fue como si hubiera encontrado a mi príncipe, pero era una princesa. ¿Lo entiendes, mamá?
-Claro que sí, tesoro, claro que lo comprendo. Eso no es nada malo. No debiste sufrir tanto por ello, ni callártelo. – Le respondía su madre, algo más tranquila a su vez. -
- Creía que os ibais a avergonzar de mí. Que no me lo perdonaríais. – Pudo responder llena de pesar, entre sollozos entrecortados. - Que os habría decepcionado…y que no me querríais nunca más…tenía miedo de que papá y de que tú…

            Bertie no podía soportar más el oír aquello, ni que su desdichada pequeña lo hubiese siquiera pensado. Se separó un momento del abrazo de su hija, lo justo para secarle las lágrimas y mirarla a los ojos, sonrió con ternura y sujetando su barbilla suavemente con una mano le dijo con todo el afecto y la firmeza que pudo reunir.

-Escúchame bien y nunca olvides esto, hija. ¡Te quiero!, te he querido desde que supe que estaba esperándote y te llevaba dentro de mí, desde que tu madrina Ami me ayudó a traerte a este mundo. Y siempre te querré, pase lo que pase. ¡Daría mi vida por ti! Eres una parte de mí, como yo soy parte de ti. ¿Entiendes tú eso?

            La joven asintió despacio, llenando sus verdes ojos de lágrimas otra vez y rompiendo a llorar. Su madre volvió a apretarla fuertemente contra su pecho y le susurró con dulzura.

- Llora Kerria y desahógate, cariño, mañana será otro día y lo verás todo con más claridad. Y no te preocupes, si tú quieres te cambiaremos de instituto, pediré una plaza para el mío.

            La muchacha lloraba, pero ahora se sintió mejor, más aliviada. Refugiándose en su madre que por lo menos utilizaba el cariño para tratar de entenderse con ella. Nunca había sido tan espontánea como su padre en las demostraciones de afecto, pero siempre fue más constante y aun siendo en apariencia más severa, también era más paciente y comprensiva. Sí, su madre era una mujer tolerante y llena de dignidad, y en eso al menos, deseaba tomar ejemplo. Al fin irguió su cabeza.

- Creo que no. - Repuso Kerria enjugándose las lágrimas. - He cambiado de opinión. Lo mejor será afrontarlo. Tarde o temprano me ocurriría lo mismo en tu instituto. No quiero estar huyendo toda la vida. Además, fui un poco injusta con Amatista. Es hora de que arreglemos las cosas. Yo la aprecio mucho como amiga y necesito tener amigos ahora. Pero papá, creo que no me perdonará nunca. Y no sé si yo podré perdonarle a él.
- ¡Oh sí, cariño!, claro que podrás, y él también te perdonará. Te puedo asegurar que te quiere más que a nada en el mundo - y sonrió animosamente agregando. - Realmente no hay nada que perdonar. Tú eres como eres y él…pues también. - Suspiró sonriendo, quitándole un poco de hierro al momento para aseverar. - Así es tu padre, un bruto que muchas veces no reflexiona lo que dice. Pero al mismo tiempo ama con todo su corazón, y cuando algo le hiere o se da cuenta de que estaba equivocado, se arrepiente y sufre mucho más de lo que te puedas imaginar. Yo le conozco muy bien y daría su vida mil veces por ti. Igual que te conozco a ti, ¿sabes? Creo que en realidad tenéis unos caracteres demasiado parecidos. Es curioso, tu hermano y yo somos más como el agua, pero tú y él parecéis fuego. Ahora solamente necesitáis tranquilizaros y daros tiempo para que las llamas se extingan. - Declaró Bertie acariciándola la barbilla y el pelo a la muchacha mientras Kerria se metía en la cama mucho más confortada. -  Y no te preocupes, - volvió a sonreír alentadoramente su madre. – Te prometo que hablaré con tu padre y todo se arreglará. Aunque llevará su tiempo.
- No estoy muy segura, mamá. -  Rebatió Kerria apenada, pues pese a todo no era nada optimista, esa herida había sido demasiado grande. – Nada será igual.
- Tú déjamelo a mí, lo conozco bien. - Le aseguró Beruche, insistiendo ahora con más jovialidad sobre su alegato anterior. - Ha sido un pronto, pero se le pasará. En el fondo te adora, hija. Por eso le afecta tanto. Se hizo, bueno, nos hicimos. - Corrigió con una sonrisa para proseguir. - Demasiadas ilusiones desde que tú y tu hermano nacisteis. ¿Sabes?, algunas veces él y yo hablábamos sobre los nietos que íbamos a tener, los hijos de Leval y los tuyos cuando os casaseis. Eso que él te contaba de pequeña. Quizás no debió trasladarte sus propios anhelos.
- Bueno, con lo formalito que es mi hermano seguro que algún día se casará y tendrá hijos. - Valoró Kerria más recompuesta ahora para aseverar convencida - y el ser gay no significa que yo no pueda. Además, acaban de declarar legal el matrimonio homosexual en todo el país. Así que hasta puede que algún día me case. - Sonrió sintiéndose un poco mejor sobre todo cuando añadió haciendo un esfuerzo de imaginación, en tanto se quitaba la ropa y se ponía su pijama. - Pero es que ahora no me imagino como madre ni os veo a vosotros como abuelos.
- ¡Ni yo! - Rio su madre que no tardó en afirmar con tono de complicidad. - Todavía soy joven creo, así que no tengáis prisa. Ni tu hermano, ni tú. - Dicho esto besó a su hija en la frente, la arropó con mucha ternura y le musitó. - Ahora duérmete y descansa hija. Ya verás cómo todo se va a arreglar. Olvídalo todo y sueña algo bonito. Como cuando eras pequeña. Sueña con tu princesa. Buenas noches.
- Te quiero mucho, mamá, - susurró Kerria entre emocionada y agradecida. -
- Y yo también a ti cariño, hasta mañana. - Le sonrió Beruche saliendo de la habitación y apagando la luz. -

            Bertie suspiró, alegre al menos de haber sido capaz de tener esa conversación madre- hija tan necesaria. Ahora solamente tendría que hablar con su marido y contarle aquello. Seguro que él acabaría por entenderlo. Pensó en llamar a Ami y ponerla al corriente lo sucedido, pero decidió que sería mejor aguardar a que su esposo e hijo volvieran.

-Les esperaré aquí, en el salón. - Decidió tras bajar las escaleras desde la planta de la habitación de la muchacha. - Kerria tiene que descansar.

La chica, más calmada, apagó la luz y quiso conciliar el sueño, pero sin que se percatase los secuaces de la secta treparon por su ventana, tuvieron la suerte de que estaba abierta y entraron con facilidad. Antes de que ella pudiera reaccionar para defenderse, escapar o pedir ayuda, la drogaron con cloroformo y se la llevaron inconsciente.

-Ya la tenemos. Objetivo cumplido, no hemos hallado ninguna resistencia. - Informó aquel tipo de duras facciones y cabellos grisáceos, en cuanto salieron de la propiedad de los Malden con su cautiva sobre los hombros. -
-Es realmente guapa. Y está muy buena. - Le susurró su compañero, otro tipo mucho más joven que él en tanto se deleitaba en la contemplación de esa muchacha, una vez la depositaron en una furgoneta que estaba aparcada en las proximidades. – Sería una lástima no aprovechar la oportunidad de gozar de un bombón como este. Podríamos pasarlo bien con ella antes de entregarla a los jefes.

            Y aunque tentado estuvo de darle la razón a su joven interlocutor, el veterano acólito movió la cabeza replicando con tono de advertencia.

-Posiblemente la quieran intacta, en todos los sentidos. Yo que tú no cometería esa estupidez. O podrías pagarlo muy caro. Créeme. No se trata de gente a la que se deba hacer enfadar.
-Pero no se darán cuenta. - Comentó aquel chico, acariciando libidinosamente los senos de esa hermosa joven. - Y esta zorrita ya habrá probado…ya sabes…
-Se la darán. Te lo aseguro. - Sentenció ese individuo, añadiendo con un tinte más duro y autoritario.- No podemos saber si sigue siendo virgen o no. Pero si es así, la ultrajas y eso impide que puedan celebrar algún ritual con ella, te castigarán. Y aunque eso me importa un bledo. -Suspiró entonces mirando fijamente a su joven compañero para agregar con rotundidad. - Lo malo es que también se vengarían de mí por no habértelo impedido. Y tú no puedes ni imaginar hasta donde llegan a la hora de ejecutar sus venganzas o sus castigos. De modo que, quítatelo de la cabeza.

            Así pues, ese individuo tuvo que refrenar sus instintos primarios y dejar tranquila a esa dormida chica. Al poco, poniéndose al volante y con su colega de mayor edad custodiando su preciada carga en el interior del vehículo, arrancó saliendo de la urbanización directo a su destino. En ese justo momento, ajeno por completo a lo ocurrido, Roy, que había ido a volar lejos para desahogar su furia, fue alcanzado por Leval. Aunque no era asequible a las palabras, el chico se mantuvo a su lado y su padre al menos sintió que éste trataba de ayudarle a pasar ese mal momento. Incluso pudo sonreír y pensó, no sin una ola de culpabilidad cada vez más envolvente.

-Por lo menos tú nunca me has decepcionado hijo, aunque puede que haya sido porque siempre te esperásemos únicamente a ti.

Entonces Leval, se arriesgó a intervenir y le dijo con voz queda.

- Por favor, papá. Volvamos a casa, mamá estará preocupada.

     Roy se acercó a él y el muchacho no sabía cómo iría a reaccionar, pero su padre se limitó a posar una mano en su hombro y a convenir con un tono más sereno, aunque tiznado de dolor y abatimiento.

- Tienes razón, como siempre eres un chico juicioso. Has salido a tu madre en eso. Eres mi orgullo y mi alegría, hijo. Por favor, sigue así y nunca te comportes como lo hago yo. Sobre todo, el día que tengas tus propios hijos. No les decepciones como he hecho yo contigo.

            El muchacho trató de oponer algo a ese juicio tan duro que su padre había hecho de sí mismo pero las palabras no le salieron de la garganta. Únicamente pudo asentir despacio y los dos regresaron hacia su casa. Ninguno se percató de lo que había sucedido. Beruche, nerviosa de estar sentada había salido al jardín y les esperaba en la puerta. Los dos entraron y Leval, consciente de que sus padres debían hablar a solas, les dio las buenas noches y se marchó a su habitación. Tampoco quiso molestar a su hermana a la que suponía durmiendo o entregada a sus propios pensamientos. Y efectivamente, sus padres, una vez solos, charlaron. Ella trató de convencer a su marido para que se reconciliara con su hija.

- No puedo, Bertie. - Contestó él que ya no estaba airado, aunque sí herido, y no abandonaba su razonamiento. - Esto ya ha ido demasiado lejos. Ahora nos sale con eso de que es homosexual. Y no es que tenga nada en contra de ello. Bueno, de chaval gastaba muchas bromas, pero entonces era lo habitual. Y, además, sabes que respeto mucho a nuestras amigas. Pero esto es distinto. Es que lo utiliza como arma. Lo dice ahora con todo lo que ha sucedido. No confió en nosotros. Prefirió escaparse, quedar con esa chica que la habrá llevado a Dios sabe que sitios para hacer vete a saber qué clase de cosas. Quizás incluso hasta trabaje para esos canallas. Y Kerria fue con ella. ¿Y todo por qué? ¿Por qué la castigué debido a su mal comportamiento? ¿Es ésta su manera de vengarse? Ya no sabe cómo hacernos daño. ¿Pero en qué demonios nos hemos equivocado para que nos trate así?
- No, Roy, dudo que esa muchacha con la que sale sea ninguna amenaza para ella. Al contrario, las he visto juntas cuando entraron en casa, tras el ataque de esos sectarios y se apoyaban la una a la otra. De haber sido esa chica uno de esos sectarios, hubiese aprovechado ese momento, ¿no crees?

            La lógica réplica de su mujer dejó a Roy sin respuesta, aunque Bertie no había concluido su argumentación y prosiguió.

-Nuestra hija no hace nada de esto adrede. Ni tampoco como venganza. Al contrario. He hablado con ella y sé que siente lo que dice, estoy segura. Lo he visto en sus ojos. - Afirmó Beruche argumentando con todo su corazón. - A una madre no se la puede mentir. No puedes creer en serio que lo diga para herirte. ¿Es que no ves lo que está sufriendo? A pesar de los cambios en la sociedad y de los avances en este mundo y a esa edad no es fácil reconocer una cosa así. ¡Tiene miedo, un pánico terrible! Todos sus amigos la han abandonado, sólo le quedamos nosotros. Somos lo único que tiene. ¡Somos sus padres! Nuestro deber es apoyarla y hacer que se sienta segura. Debes comprender que no puedes anteponer tus valores o tus aspiraciones respecto a Kerria y a su felicidad ¡Por favor!, mañana habla con ella de forma sosegada, déjala que te explique las cosas según su punto de vista y haced las paces.

            Su esposa, al verle meditabundo y todavía un poco reticente, le contó entonces algo de la conversación que mantuvo con la chiquilla y él no pudo evitar sentirse incluso más culpable todavía.

- Tienes razón. Soy un idiota. Lo sé. - Admitió él, rindiéndose a lo que su propia conciencia le gritaba y no había querido escuchar. Suspiró mirando al techo y añadió con su última resistencia. - Pero me ha hecho mucho daño, no sé si podré olvidarlo. Tú has oído las cosas que me ha dicho. Yo jamás te engañé, no salí con ninguna otra chica desde que nos conocimos. Y mucho menos durante mis giras.
- Lo sé, son cosas que se dicen sin pensar, por el enfado del momento. Como le he dicho a Kerria, en eso sois demasiado parecidos. Y reconoce que tú también has sido muy duro con ella, Roy. A pesar de todo no deja de ser una niña. No puede ser dueña de sus emociones.
- Es verdad, ¡lo siento! - Confesó él para defenderse acto seguido con impotente desesperación - Pero se ha juntado todo, el ataque de esos bastardos, la sorpresa y…- Luego suavizó su tono y agregó con visible pesar y dolido énfasis. - Yo también me siento muy mal, Bertie. La quiero más que a mi vida, ¡es mi hija! Tú sabes que ha sido mi princesita desde que nació. Pero yo nunca creí que esto pudiera resultar así.
- Quizás ese sea el problema, Roy. - Respondió lenta y conciliatoriamente Beruche, pero no por ello dejando de ser sincera. - No le hemos preguntado nunca a nuestra hija cuál era su opinión al respecto de eso. Ella no se siente como una princesa.
- Kerria es una princesa en realidad, por parte tuya y mía. - Le recordó su marido. - Tiene la sangre real de nuestra antigua vida y de los saiyajin. Con todo lo que hemos pasado y sufrido, yo anhelaba para ella un bello futuro, que se casase con algún buen chico que la amase de veras y que tuviese una vida tranquila y feliz. Quizás por eso me haya dolido tanto lo que ha dicho.
- Pero Roy. Es eso mismo. ¡Lo acabas de decir! estás hablando de nuestras anteriores vidas. - Le objetó su mujer con suavidad. - Nosotros hicimos cosas mucho peores. Trabajamos para el poder de la oscuridad. Hemos sabido superarlo y ser felices. ¿Y sabes por qué? Porque en nuestros peores momentos alguien creyó en nosotros y nos respaldó.  Sin ir más lejos, de no ser por la bondad de las guerreras y el amor de mi hermana Cooan yo estaría muerta. Confía tú en nuestra hija. Sé que es una buena chica. Pero está en una edad difícil. Tiene mucho que aprender y que vivir. Debemos darle la ocasión de hacerlo por ella misma, no podemos andar su camino. Pero sí podemos estar a su lado para hacérselo más llevadero. Para sostenerla en todo momento que tropiece y se caiga, y para prestarle ayuda a la hora de levantarse. Igual que cuando era un bebé. - Añadió con voz queda, plena de añoranza. -

Su marido la miraba ahora con cierta sorpresa. Era verdad. Bertie sabía cómo exponer las cosas desde un punto de vista razonable mezclando los sentimientos al mismo tiempo. Y de ese modo todo tenía sentido, más cuando ella añadió.

- Lo más importante que aprendí junto a mis hermanas cuando la Guerrera Luna nos dio otra oportunidad es que debíamos ser generosas y comprensivas con los demás. Hay que dar amor y tratar de ponerse en el lugar del otro. Las guerreras lo hicieron con nosotras. Permitieron que nos diéramos cuenta de lo equivocadas que estábamos. No nos impusieron nada… Y debemos hacer lo mismo con Kerria. Cariño, ella misma verá que hay otras maneras de hacer las cosas, madurará y seguro que llegará a convertirse en una mujer maravillosa de la que estaremos muy orgullosos.
- Tienes razón, como siempre. - Tuvo que conceder él que hizo firme su propósito de enmienda. –Quizás no me preparé para ella como lo hice para Leval. Es culpa mía, solamente le esperaba a él. Y luego bajé la guardia. Trataré de comenzar de nuevo. Mañana hablaré con ella y le pediré que me cuente lo que siente. No me importa lo que sea, es mi hija. Siempre lo será. La quiero, tú sabes que la quiero más que a nada. Que haría lo que fuera por ella. Y no me apartaré de su lado, pero no la obstaculizaré en su avance, te lo prometo.
- Sí cariño, ya lo sé, igual que yo. - Convino Beruche que le abrazó. -
-  Gracias cubito. Tú siempre has sabido que hacer y cómo decirlo. Soy muy afortunado de tenerte.
- Pues más vale que no lo olvides – sonrió ella más jovialmente acariciándole la barbilla remachando. – O en nombre de Luna, te castigaré…

Su marido sonrió al fin y pasándole un brazo por los hombros le dijo con voz queda, aunque más esperanzada.

- Vayamos a dormir. Hoy ha sido un día muy duro para todos. Y mañana puede serlo aún más. Vamos a necesitar muchas energías…

Su esposa convino en ello. Subieron a sus habitaciones dejando el salón a oscuras. No quisieron molestar a Kerria hasta el día siguiente. ¡Qué poco sabían lo que le estaba sucediendo entonces a su pobre hija!...

-Despierta…- Oyó una voz a modo de eco distante. - Abre los ojos y contempla la verdad…

            La muchacha recuperó el conocimiento en una estancia que le era desconocida por completo. Sentados había tres individuos encapuchados, uno de ellos con un colgante, una estrella de cinco puntas invertida. La chica se recuperó lo bastante como para preguntar. Aturdida y asustada, inquirió.

- ¿Dónde estoy? ¿Quiénes son ustedes?
- Pobre pequeña, estas tan sola. - Declaró uno de ellos con fingida consternación. -Tus padres te desprecian, no quieren saber nada de ti.
- Eso es mentira. - Replicó Kerria, que afirmó totalmente convencida -, ellos me quieren y yo a ellos.
- ¿Tú crees? - Añadió otro encapuchado con sorna. - Pues te demostraremos que estás equivocada.

Conectó un televisor donde salían hablando sus padres, era evidentemente una manipulación.

-Nosotros hicimos cosas mucho peores en nuestras antiguas vidas. –Declaraba Bertie. -
-Ya no sabe cómo hacernos daño. - Respondía su esposo. - La castigaré.
-Por las Guerreras…- Decía Beruche. - Estaría muerta…
-Sí. Es culpa mía, solamente esperaba a Leval. Y luego bajé la guardia. - Admitía Roy. -

La muchacha movía la cabeza incrédula. Además, el pentáculo que llevaba uno de esos individuos, emitía una radiación dirigida a Kerria y junto a unas drogas que le habían inyectado, el sentido de la realidad de su víctima se iba trastornando poco a poco. La pobre chica escuchaba confesar a su madre que había trabajado para el poder de la oscuridad y a su padre que no le importaba lo que ella fuera. Poco a poco una sucesión de palabras y frases sacadas de contexto comenzaban a hacer mella en la desconcertada jovencita.

- Pero, mamá me dijo... ¡no, no puede ser verdad! - Balbuceó confusa, tratando de aferrarse a sus recuerdos, pero estos se diluían en un mar de negrura. -
- Sí, claro que es verdad. - Sentenció la tercera figura que era la portadora del pentáculo añadiendo con saña. - ¡Para ellos eres la deshonra de la familia! Tus padres hubieran deseado que no nacieras nunca. Debes demostrarles cuan poderosa e importante puedes llegar a ser. Para que así, comprendan que están equivocados.
- ¿Pero cómo? - Sollozó Kerria sintiéndose cada vez peor consigo misma y suplicando a sus interlocutores. - ¿Cómo puedo conseguir importarles?
- Dales una lección. Enséñales por qué no pueden tratarte como un despojo. - Replicó aquella silueta con voz cruda. - A ellos sólo les infunde respeto el poder…

 Aunque, tras una ligera pausa dramática para que su desorientada oyente digiriese esas palabras, agregó con un tono bien distinto, lleno de amable afectuosidad.

 - A nosotros sí que nos importas, si no nos crees, acepta este regalo en prueba de nuestra amistad.

Le tendió el pentáculo, pero la muchacha no lo tomaba, no alargaba su mano lo bastante, como si no fuera capaz de estirarla más, pues aún estaba dubitativa.

- Primero. - Dijo una de las figuras- ¡Quítate esa cruz! - Señaló hacia el colgante de Kerria, una crucecita de plata como la que llevaba desde pequeña. -
- Pero, me la regalaron por mi cumpleaños…- objetó ella. – Mi padre me la dio…

            No obstante, esos misteriosos encapuchados tenían respuesta para todo, y uno de ellos volvió a la carga sin miramientos para escupir más veneno.

- No, querida Kerria. Él se la regaló a su posesión, vamos. ¿Es que no lo recuerdas, pequeña? ¿Cómo se aprovechaba de ti para satisfacer sus pasiones? Siempre le has recordado mucho a tu madre cuando ella era joven, y tu inocencia le ha atraído de forma insana. Y lo mismo le ha sucedido a tu hermano. Los dos subían a tu cuarto y se servían de ti. Por eso odias a los hombres.
- ¡No es verdad, no es verdad! - Lloraba histéricamente ella negando con la cabeza, pero la sugestión del pentáculo y las drogas, comenzaban a inundar su mente de falsos recuerdos. - ¿Lo es?...
- Mira a tus amados padres, - le dijo la tercera figura que le mostró imágenes de Roy como Armagedón y de Beruche como miembro del clan de la Luna Negra. - ¿Nos crees ahora? Son malvados. Todo ha sido una farsa. Nunca te han querido, en el fondo te han estado engañando y a tu madre jamás le ha importado lo que tu padre y tu hermano te han hecho. A ellos les gustaría que fueras así, no una perdedora. Demuéstrales que es posible y castígales por su maldad, solamente son unos traidores al verdadero señor. No lo dudes, únete a nosotros.

            Kerria era cada vez más débil ante aquella sugestión y su voluntad se veía poco a poco doblegada. Su brazo se fue alargando, ganado terreno hacia su cuello y se quitó su cruz. Después, y tras otra breve lucha interna alcanzó con los dedos aquel colgante que le ofrecían. Finalmente asió el pentáculo con sus manos, al principio de forma tímida, pero éste comenzó a irradiar un dulce calor que fue esparciéndose confortadoramente por todo su cuerpo. La joven sintió un profundo bienestar y un éxtasis superior a cualquier otro que hubiera experimentado. Era mucho más fuerte que cuando hacía el amor con su pareja. Las entrañas le ardían de goce y no pudo resistir el deseo de ponérselo al cuello. Cuando lo hizo, una potente aura rojiza la envolvió y su pijama desapareció siendo sustituido por unas ropas espectaculares. Un traje similar al de su madre cuando era una servidora de la Luna Negra, pero de color negro.  Remataba el conjunto con una larga capa. Asimismo, unas altas botas rojas por encima de la rodilla de largos y afilados tacones. Todo su cuerpo era una fuente de calor y de poder, notaba además una embriagadora sensación de odio y perversa lujuria por la destrucción. Su cara entonces apareció dominada por una sonrisa demoniaca. Sus ojos brillaban rojos y al fin, habló con una sádica, lúgubre y maligna voz.

- Van a pagar todo el dolor y las humillaciones que me han hecho pasar. Ahora les demostraré mi inmenso poder. ¡Acabaré con todos ellos!
- ¡Eso es! - Exclamó la primera de las figuras con frenesí. - ¡Da rienda suelta a todo tu odio y tu maldad!, la que todos los humanos llevan dentro, incluso los más puros y virtuosos. Este pentáculo tiene el poder de hacerla surgir y potenciarla hasta límites increíbles. Toda tu energía negativa, todos tus malos recuerdos y todo tu odio te hacen inmensamente poderosa ahora. ¡Ve y acaba con aquellos que te han despreciado! Ya no eres esa perdedora llamada Kerria Lorein Malden. Desde este momento te llamarás Devilish Lady, la Señora Oscura. La Dama del Averno. Véngate y venga a nuestro Maestro.
- Cumpliré encantada tus órdenes, señor. - Asintió ella relamiéndose con una insana expresión lujuriosa en tanto envolvía la cruz en un trapo y se la guardaba sentenciando. – Y les devolveré este instrumento de engaño…antes de acabar con ellos.
- Tienes otra misión. - Añadió con mucho mayor aplomo la figura encapuchada que le diera el pentáculo. - Antes de matar a tu hermano concibe de él un hijo. Será tu postrera venganza y así resurgirá el poder de las tinieblas.
- Lo haré y mi hijo servirá para dominar este mundo y ponerlo a merced del príncipe de las Tinieblas, ja, ja, ja. - Sentenció ella con una horrísona carcajada. -

             Y riendo de esa forma sádica Devilish Lady desapareció. En la estancia se pudo escuchar la siniestra carcajada de triunfo de las tres figuras. No eran otros que Nalgín, Tuak y su líder, otro sumo sacerdote de su secta demoniaca reconstruida que les dijo.

- ¿Veis como el odio siempre funciona? Nuestro Maestro me lo contó. Ya hicieron lo mismo en otra ocasión con una pequeña. Pero esta vez la cantidad de rencor y de dolor es considerablemente mayor.
-La Dama del Averno será muy poderosa si logra aunar el poder que haya heredado de su familia con el que le hemos dado. - Terció Tuak. – Es como un segundo Armagedón.
-Así es. – Declaró Nalgin visiblemente satisfecho, sentenciando. – Yo diría que incluso mejor. Ahora su alma es totalmente nuestra. No tendrá remordimientos ni piedad. A diferencia de Armagedón que debía pugnar con Roy Malden en su interior o de Mazoui que era débil.
-Sí. Podemos regocijarnos, hermanos. – Sentenció el Maestre oculto para concluir. - Les hemos enviado el peor ataque posible. Directo a sus corazones. Creed lo que os digo, los conozco bien, al menos a la madre de nuestra herramienta. - Remachó con regocijo refiriéndose a la anteriormente conocida como Kerria. – Nada podría haber que destrozase más a esa miserable traidora…

 Y todos rieron exultantes de júbilo, deseando ver como Devilish Lady consumaba su venganza.

-Sí. - Se dijo aquel individuo que actuaba como líder. - Ahora me las pagarás todas juntas, traidora. Y después vendrán las demás.

            En Japón, una atónita sacerdotisa escrutaba las llamas sagradas en el santuario Hikawa. Entonces vio algo que la hizo estremecer.

- ¡Por el gran Kami! Tengo que advertir a Usagi de esto…

            Sin pérdida de tiempo llamó a su amiga usando el viejo teléfono fijo de su abuelo. Ésta estaba con Mamoru en el piso de él. Conversaban sobre las tareas que tenían pendientes…

- ¿Diga? - Contestó él al sonido insistente del teléfono. -
-Mamoru. ¡Menos mal! He intentado llamar a Usagi, pero no estaba en su casa. - Oyó la inquieta voz de Rei. -
-Está aquí, conmigo. ¿Qué sucede? - Quiso saber el joven. -

            Tras unos segundos la asustada sacerdotisa le contó.

-Una enorme fuerza maligna ha surgido…es sumamente poderosa y está llena de odio y deseos de venganza. Amenaza a nuestros amigos allá, en América. Y no creo que esté sola…Hay algo más pero no soy capaz de verlo con claridad. Como si se ocultase tras este poder maléfico.
-Comprendo. - Suspiró su interlocutor. - ¿Puedes percibir algo más?...
-Es muy confuso. - Declaró Rei. - El aura más fuerte me parece familiar, pero está oscurecida por una tremenda cantidad de maldad. Sin embargo…- Y tras meditar durante unos momentos apenas pudo balbucir. - ¡Oh, Dios mío! Tengo que advertir a Ami de esto…ella tiene que avisar a…

            Usagi que había descolgado otro aparato terció entonces en la conversación para decir con tono firme.

- ¡No Rei! No debes decirle nada.
-Pero…es algo terrible. - Opuso la sacerdotisa. - Si no les advertimos podrían…
-Es una orden directa. Ahora es tu reina quien te habla. - Se oyó el tono mayestático y solemne de Serenity.-

            Totalmente tomada por sorpresa la sacerdotisa tardó en ser capaz de articular palabra. No podía creer lo que escuchaba. Sin embargo, eso no era nada nuevo y desgraciadamente sabía lo que podría suceder. Finalmente pudo musitar consternada.

-Como digáis, Majestad. Pero sed consciente de que esto puede traer mucho dolor y terribles consecuencias.
-Lo soy. - Sentenció Serenity añadiendo ya con un tono más suave y consternado. - Y lo que deba ocurrir, ocurrirá…Sé que es muy difícil para ti hacer lo que te ordeno. Por ello te doy las gracias por tu lealtad…

            Y sin dar oportunidad a la réplica colgó. Rei se quedó durante unos instantes con el pitido del fin de la llamada suspirando llena de tristeza y preocupación. Por desgracia solamente le restaba esperar acontecimientos y, además, por si aquello no fuera suficiente, presentía aún más negatividad en el ambiente.

-No me cabe ninguna duda. Una gran tormenta está a punto de desatarse. - Musitó en tanto volvía a consultar las llamas sagradas. - Una enorme tempestad de maldad…algo terrible está surgiendo. Y no únicamente en un punto. Ruego a los espíritus que Serenity y Endimión sepan lo que hacen.

            En la casa de Debbie, esta también se levantó bruscamente de la cama. Había tenido esa terrible pesadilla de nuevo. Su novia aparecía en ella, con una expresión de crueldad que la petrificaba de espanto. ¡Esa no podía ser Kerria!

-Dios mío, no sé qué hacer. - Pensaba con zozobra. - Bueno, puede que sí. Tengo que hablar con ese hombre.

            Pensaba en aquel extraño individuo que la abordase en los Ángeles cuando fue a ver a su hermana con sus padres. Debbie había salido a dar una vuelta con ellos y se separó durante unos minutos. Vio una tienda de vintage y se metió dentro. Estaba curioseando por allí, mirando algunos discos de vinilo y camisetas y no se dio cuenta de la presencia de un tipo joven y alto, de pelo moreno y ojos violetas, que sostenía una especie de agenda de tapas granate, parado delante suya.

-Lo siento. - Se disculpó la muchacha, creyendo que le había cerrado el paso en el estrecho pasillo en el que estaban.

            Aunque la críptica respuesta de ese tipo la dejó sin habla.

-Debes tener mucho cuidado a tu vuelta a Nueva York. Las cosas se complicarán. Cuando sientas que algo maligno se cierna sobre ti y tu novia acude sin demora a esta dirección.

            Y le entregó una tarjeta a la perpleja chica. En ella venían escritas unas señas que correspondían a una tienda de esoterismo de la Gran Manzana. Aunque eso era lo que menos le llamó la atención. Lo que sí la dejó atónita fue que ese hombre estuviera al tanto de su relación. Y lo que era más increíble, que conociera su orientación sexual.

- ¿Quién es usted? - Inquirió al fin. -
-Alguien a quien todavía no debes conocer. - Sonrió enigmáticamente ese tipo. -
-Oiga. ¡Espere un minuto! Quiero algunas respuestas. - Le exigió ella con premura, dado que ese joven se había apartado caminando hasta meterse por otra galería de aquel comercio. - ¡Aguarde!

            Deborah quiso ir tras él, dos personas que estaban curioseando algunos artículos se cruzaron entonces en su camino, cuando la chica logró pasar ya no vio a ese misterioso individuo por ninguna parte. Era como si se hubiera desvanecido.

-No puede ser. No ha podido salir por aquí. - Musitó sin comprender. -

            Miró entonces aquella tarjetita con mayor atención. Leyó el encabezado.

-Los Guardianes, librería de asuntos esotéricos…tendré que ir a echar un vistazo.

            Aunque la voz de su hermana que estaban paseando por allí cerca con sus padres la llamó.

- ¿Debbie? ¿dónde te has metido? tengo que volver a la academia.
-Voy. - Replicó de inmediato. -

            Y salió de allí, desde entonces casi se había olvidado de aquello. Llegó a creer que ese tío sería alguien que, por casualidad, la conociera de algo o que fuera un ligón sin más. Incluso llegó a sospechar de alguna broma de su hermana Sue, pero lo descartó de inmediato. Ella no era así y jamás bromearía con aquello.

-Tendré que ir a esa tienda. Puede que allí sepan aclararme lo que ocurre. - Decidió. -

            Llevaba ya tiempo sintiendo que algo no iba bien. Aunque pensó que era debido al escándalo que se había formado en el colegio cuando Kerria salió finalmente del armario.

-La pobre tuvo que hacerlo de una manera muy cruel. Fue muy valiente y lamento no haber estado ahí con ella para apoyarla. -Se dijo no sin culpabilidad. -

            No obstante, con lo duro y traumático que fuera aquello para su novia, no era ni con mucho el origen de las malas vibraciones que Debbie había estado sintiendo. Y ahora, tras aquel extraño encuentro con ese misterioso individuo algo dentro de ella le decía que las cosas tenían un significado mucho más profundo.

-Ella está en peligro. De algún modo sé que lo está. Y lo peor es que no tengo idea de cómo ayudarla, ni de quien quiere hacerle daño. Pero lo averiguaré. - Se prometió. -

Finalmente, aunque le costó hacerlo, pudo dormir, sin ser capaz de imaginarse que aquella terrible pesadilla con Kerria desgraciadamente se había hecho realidad.

            




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