En la sede de la nueva secta del caos, Nalgin se
lamentaba de su fracaso mientras hablaba con otro miembro.
- Tuak. ¿Tú crees que ahora nos será posible
destruir a nuestros enemigos? Si Mazoui se ha liberado del poder del pentáculo,
nos será imposible volver a dominarle. Él era nuestra pieza clave para el
resurgimiento de la Secta del Caos. Cometimos un error al tratar de volverle
contra su propia familia.
Su
interlocutor pareció tomarse unos segundos para reflexionar y replicó.
- No, era necesario. Teníamos que probar su control.
Y ha sido decepcionante, pero al tiempo muy revelador. Mazoui no es lo que
creíamos. O eso, o sus años criado como un humano le hicieron inútil para
nuestros propósitos. Pero aún no está todo perdido. Recuerda que tenemos otro
poderoso aliado. En tanto se recobra habremos de conseguir controlar a otro de
los miembros de esas familias.
- Son los únicos en este planeta con poder suficiente
como para darnos el triunfo. Pero nada podremos hacer con los que ya vencieron
nuestro control. - Opuso su compañero. -
- Necesitaremos a otro de ellos que se pueda
dominar. Tendremos que estudiarlos a todos para saber quién es el más
vulnerable y hacernos con él, debemos ganar tiempo y ser discretos hasta que lo
averigüemos. - Le respondió éste. -
- Sí, tienes razón- convino Nalgin - Mis espías se
encargarán de eso.
- Hasta ahora nuestra secta ha cometido dos
terribles errores que hemos pagado muy caros. - Reflexionó su contertulio, enumerando.
- Primero la profecía del Destructor de Mundos, todos creímos que Armagedón era
el enviado. Aquel que intercedería para que el maestro llegase a la Tierra.
-Y no fue así. - Aseveró su compañero, narrando con
tintes de decepción en su voz. - Le destruyeron, esas malditas guerreras y las
traidoras. Pese a eso, nuestro maestro pudo invadir este plano terrenal con sus
legiones. Pero también fueron derrotados por esos guerreros. Durante años
perdimos las esperanzas. Tuvimos que irnos reconstruyendo en secreto. Aprovechándonos
de que otros intentaron reclamar este planeta. Y distrajeron a nuestros
enemigos. Luego detectamos ese gran poder latente.
-El hijo del poderoso Karnoalk. Y había otro más,
una presencia oscura y esquiva. A los dos los perdimos durante años. Y cuando
ese acólito vino a informarnos de que había reconocido a Mazoui, enseguida
creímos que iba a ser el nuevo enviado, que las profecías se referían a él.
Llevando el poder del averno en su interior, sería el heraldo que precederá el
gran cambio que tanto tiempo hemos anhelado. - Quiso recordar Tuak. -
-Algo se nos escapa. - Afirmó entonces Nalgin,
tratando de consultar algunos añejos pergaminos y agregando. - Siempre hemos
dado por sentado que sería un varón. Pero... ¿Y si no fuese necesariamente así?
Su
interlocutor abrió la boca con asombro y pudo responder.
-Entonces. ¿Podría ser una hembra?
-Quizás la portadora del mal se refiriese a la madre
de Mazoui. Tal y como ese esbirro nos comentó, él presenció cómo el poderoso
Karnoalk la poseyó dejándola preñada con su semilla. De esa semilla nació ese
chico. – Enunció Nalgin comentando. - Puede que nuestro poderoso aliado sepa de
eso más que nosotros.
-Es una posibilidad. En cuanto podamos reunirnos se
lo preguntaremos. - Concedió su contertulio, alegando con tono reflexivo. -
Pero. ¿Y si fuera otra cosa? Imagina que todavía no se hubiera cumplido esa
profecía. ¿Y si la hembra que deberá portar el mal en su interior aún no ha
sido impregnada? - Elucubró Tuak.-
Su
compañero se sumió durante unos instantes en una profunda reflexión. Pensaba
seriamente en esa posibilidad.
-Sí…Quizás sea eso. Aunque no estoy seguro. Por
ahora, como hemos acordado, espiaremos los movimientos de nuestros enemigos.
Puede que el tiempo nos de la respuesta.
Entre
tanto, en casa de los Malden, Roy tardó poco tiempo en llevar a su cuñada y a
sus sobrinos al apartamento que alquilaban.
-Muchas gracias. - Le dijo Karaberasu de modo
reconocido cuando llegaron. -
-No hay de qué, cuñada. - Sonrió levemente él. -
-Lo siento mucho, tío Roy. ¡Me dejé dominar como un
estúpido! – Se lamentó Mazoui. -
Sus
oyentes se quedaron perplejos y preocupados por esas palabras. Si ese pobre
chico se había dado cuenta de lo que le hizo a su hermana, estando consciente
de ello o no, su conciencia le golpearía de un modo durísimo. Para alivio de
todos, él agregó con una mezcla de contrariedad y pesar
-Tanto entrenamiento y debieron de noquearme a la
primera con un maldito rayo de energía, sin que me diera cuenta.
-No te preocupes, muchacho. - Contestó afablemente
Roy, dándole una palmada amistosa en un brazo. - A todos nos ha sucedido eso
alguna vez. Ahora que ya has visto por ti mismo como son las fuerzas del mal a
las que nos enfrentamos, dudo mucho que puedan volver a tomarte desprevenido.
-No lo harán, te lo prometo. - Aseguró el muchacho
recobrando su ánimo. -
Kalie le dio un cariñoso beso en la mejilla al chico.
También a su hija y comentó aliviada.
-Lo más importante
es que estemos todos a salvo.
-Sí, bueno, tengo
que irme. No sé qué está pasando en mi casa. - Terció Roy con un tinte de voz
más inquieto. -
Sus parientes asintieron y él, tras
despedirse de ellos deseándoles que descansasen, se fue. Karaberasu pasó al
interior de su habitación donde tomó algo de ropa y luego entró al baño para
darse una ducha. Katherine aprovechó ese instante para susurrarle a su hermano.
-No sé, Mazzi, me
preocupa mucho la prima Kerria. Algo está sucediendo con ella y con esa chica
que la acompañaba.
- ¿Te refieres a
que son pareja? - Sonrió levemente él. -
La chica abrió los ojos como platos,
aunque enseguida asintió.
- ¿Tú también te
has dado cuenta con ese sexto sentido que tienes?
-No. - Repuso su
contertulio. - Es bastante obvio para cualquiera. Aunque estaba muy aturdido
cuando esa otra chica morena vino, me fijé en cómo me miraba. Ella también
tenía miedo. Pero no estoy muy seguro de a qué. Es como si pudiera sentir algo.
Y la prima, bueno. Puede percibir el interés que tenía en esa muchacha cuando
nos presentaron. Solamente deseo que les vaya bien. En cualquier caso, ese no
es asunto nuestro, Kathy.
-Tienes razón. -
Admitió su hermana. - Tenemos nuestros propios problemas.
Y dejaron el tema. Tras salir su madre de la ducha
la imitaron por turnos. Deseando ser capaces de descansar todo lo posible.
Entre tanto, Roy iba conduciendo de camino a su casa pensando en aquellos
nuevos enemigos que le eran tan familiares a su pesar.
-No permitiré que esos bastardos hagan daño a mi
mujer y a mis hijos. - Se decía entre preocupado y lleno de indignación.-
Cuando llegó al
fin a su morada Kerria se paseaba nerviosa por el salón, Leval y Beruche
esperaban sentados. Nada más aparecer él, fue su esposa la que se levantó y
dijo.
- Bueno hija, ¿qué es eso que tanto os preocupa a ti
y a tu hermano? Tu padre ya está aquí, puedes decírnoslo.
- No creo que os vaya a gustar mucho, - repuso Kerria
en una desalentada voz baja. -
- Tú cuéntanoslo y ya te diremos nosotros si nos
gusta o no. - Le ordenó su padre con tono expectante y brusco, dominado por el
nerviosismo de los tensos acontecimientos que acababan de padecer. –
- Está bien. - Concedió su hija resignadamente.
Tomando aire y suspirando largamente declaró. - Veréis, no tengo muchas ganas
de seguir en el instituto.
- ¿Qué? - Intervino Beruche atónita. - Pero ¿cómo se
te ocurre decir una cosa así?
- ¿Qué te pasa, hija?,- preguntó Roy con un reprobatorio
gesto y voz cansina. - No lo comprendo ¿Tanto te disgustan los estudios?
- No es eso, papá, - negó ella moviendo la cabeza,
matizando de inmediato. - Me cambiaré de instituto, pero no quiero seguir en éste.
- ¿Pero, por qué? - Inquirió su madre cada vez más
confusa. - ¿Qué es lo que le pasa a este instituto? Bueno, es uno de los
mejores colegios privados de la ciudad.
- ¡Es por esa chica! - Intervino Leval con visible
enfado. - ¡Ella tiene la culpa de todo!
- ¡Eso no es verdad! - Le contestó fulminantemente Kerria
tratando de defender a su pareja. -
- ¿Pero se puede saber a qué os referís? - Preguntó
Beruche que comenzaba a perder la paciencia. - ¿Queréis dejar de hablar en clave?
- Sí, a mí también me molesta que no habléis claro. Dejaos
de secretos, Leval ¿Qué es lo que pasa? – Preguntó su padre. -
Roy cruzaba sus brazos sobre el pecho impaciente por
obtener una contestación explícita de aquello. No obstante, su hijo guardaba ahora
un incómodo silencio mirando hacia otro sitio, sin atreverse a decir más.
- ¡Te he hecho una pregunta! - Repitió con
brusquedad, al perder su ya precaria paciencia. - ¡Respóndeme!
El
chico miró a su padre con visible temor, pero, aun así, no quiso hablar. El
ambiente se enrarecía cada vez más y Kerria supo que debía afrontar la
situación de una vez por todas, e intervino.
- Ya basta, papá. Leval no os lo dirá, lo hace para
protegerme, pero creo que tenéis que saberlo de una vez y me corresponde
contarlo a mí, se trata de Debbie.
- Tú amiga del instituto. ¿Esa que estaba antes
contigo? - Añadió Beruche recordando el nombre de esa muchacha. -
- Para mí es mucho
más que una amiga, mamá. - Le corrigió la muchacha mirando a su madre con
expresión suplicante en los ojos y voz trémula. – Mucho más…
Roy
no acababa de comprender lo que su hija quería decir, pero su mujer enseguida
lo entendió.
- No, no es posible que tú. Tú y ella, dime que no
es eso, hija. - Tartamudeó Bertie casi con la voz quebrada por la sorpresa y el
temor. -
- ¿Pero de que estáis hablando?,- insistió el
desconcertado Roy que volvió a preguntar. - ¿Qué es lo que pasa con esa chica?
- Nuestra hija está saliendo con ella. - Le
respondió su esposa remarcando la palabra salir. -
- Bueno, ¿y qué?, ¿es esa chica la que te llevó a
esos garitos? - Quiso saber éste,
agregando con desaprobación. – Pues en ese caso, tu hermano tiene razón. No es
precisamente una buena compañía.
Pero
antes de que su hija respondiera, Beruche se adelantó moviendo la cabeza y
declaró con voz apagada.
- No lo has entendido Roy, está enamorada de esa
chica. Están saliendo como pareja.
La cara de asombro de su marido fue muy expresiva. No
acertaba a pronunciar palabra. Al fin, se repuso lo suficiente como para preguntar
directamente a su hija con un tono de reprobación.
- Dime, ¿es eso verdad?
- Sí, papá. - Respondió Kerria reuniendo todo su
valor y dignidad para sentenciar. - Yo la quiero a ella y ella a mí. Pero en el
instituto casi todas mis compañeras me han dado la espalda al enterarse, me han
humillado y no deseo volver allí.
Aunque su padre parecía encontrarse
muy lejos y apenas tartamudeó como si no hubiera escuchado esto último, con una
mezcla de sorpresa e irritación.
- Pero, eso no puede ser, una hija mía… no puede.
Debe ser algo que tú imaginas. No puede ser.
Ahora
fue la joven la que miró a su progenitor con una mezcla de decepción y
tristeza, además de malestar.
-Soy homosexual,
papá, lesbiana para que te quede más claro. Me gusta Debbie y yo le gusto a
ella. ¿Es que tú tampoco puedes aceptarlo? - Le recriminó Kerria bastante
dolida por ello. -
Roy
y Beruche se quedaron clavados sin decir palabra. La muchacha suspiraba
tratando de desahogar aquel stress, no sabía que era peor, que le echaran la
bronca o que guardasen silencio de aquella forma tan acusatoria. Su hermano
trató de interceder por ella, empero con un tono bastante dubitativo que
restaba mucha fuerza a su alegato.
- Quizás estés confusa, puede que te precipites, eso
es todo. A veces estas cosas son producto de fases en el desarrollo de la
personalidad.
- No Leval. Lo tengo muy claro, antes estuve confusa,
pero desde que la conocí a ella, no. Debbie y yo ya nos hemos acostado juntas
varias veces. La primera de ellas quise comprobar si lo que sentía era cierto y
así fue. - Confesó para dejar las cosas claras. -
- ¡Esto es lo último que esperaba oír! - Estalló su
padre fuera de sus casillas. - Nos has dado muchos disgustos, pero esto se pasa
de la raya. ¿Te das cuenta de la edad que tienes? No estás en absoluto preparada para eso, ni
con chicos, ni con chicas. Y menos para relacionarte con alguien que te lleva a
esa clase de tugurios. Esa muchacha es una mala influencia. Solamente hay que
ver cómo va vestida. ¡Cómo aparece y desaparece por esta casa!…
Entonces
una idea pasó por la cabeza de Roy. ¿Y si esa muchacha fuera espía de aquella
secta? ¿Acaso estaría intentando pervertir a su hija?
- ¡No es ningún fantasma, papá, es mi novia! -
Exclamó Kerria atónita por semejante comentario.- Y su ropa no define cómo es.
No puedo creer que digas eso.
Ahora
fue Roy quien, moviendo la cabeza replicó con tono de mando.
-De eso nada.
Vas a olvidar todas esas tonterías y a volver al instituto. Sal en serio con
algún buen chico, alguno formal, eso te quitará las tonterías de la cabeza y
deja de ver a esa individua. No es de fiar.
- ¡Eso es muy propio de ti!,- repuso Kerria
sollozando, con los ojos llenos de lágrimas y el tono de sus palabras teñido
por la frustración y la amargura. - Papá, cuando algo no te gusta quieres
cambiarlo a cualquier precio a tu estilo. ¡Pues esta es mi vida y a mí no me
gustan los hombres! No quiero salir con ningún chico, ni voy a volver allí. –
Remató elevando vehementemente su tono. -
- ¡Eso es una
estupidez! - Espetó Roy que para no empeorar las cosas quiso dominarse y trató
de añadir con más calma tras inspirar hondo y soltar el aire despacio. - Quizás
sea culpa mía por no dejarte salir, pero si quieres quedar con alguno de tus
compañeros no te lo impediré. ¿Es eso? ¿Te estás inventando todo esto para que
te de permiso para salir con chicos? ¿Acaso esa Debbie y tú habéis tramado todo
esto para asustarnos? ¿O es cosa de esa chica? Dime. ¿Qué te ha hecho? ¿Te ha
amenazado?
Kerria
movía la cabeza entre incrédula e impotente, le había costado mucho tener que
confesar sus verdaderas inclinaciones y todo eso ¿para qué? Para escuchar a su
padre hacer oídos sordos y decirle que todo era debido a una chiquillada o a
una travesura infantil. O peor, pensar que estaba siendo manipulada como si no
fuera capaz de pensar por ella misma. Para que su madre, en silencio durante
toda aquella discusión, la mirase con esa mezcla de consternada desaprobación y
para que su propio hermano tampoco pareciera entenderlo. Pero lo de su padre
era lo peor de todo, nunca había dejado de verla como una niña pequeña a la que
debía controlar continuamente. A la que no daba ni un ápice de independencia. Quería
hacer de ella una especie de princesita de porcelana. Aquello la descompuso y
en su impotencia, furia y desesperación, gritó.
- ¡No entiendes nada, nunca lo haces! ¡Sólo te
preocupas de lo que tú crees normal! ¡Pues ya estoy harta!, saldré con Debbie y
me seguiré acostando con ella, tanto si os gusta como si no.
- ¡De eso ni hablar! – Aulló su padre fuera por
completo de sus casillas ante tamaña muestra de inconsciencia y de abierto desafío.
- Te prohíbo que vuelvas a juntarte con esa pervertida. ¿Me oyes?...
- Tú no eres quién para prohibirme hacer mi vida. -
Le respondió una impasible Kerria, dando media vuelta para salir del comedor. -
Sin embargo, un colérico Roy se acercó sujetándola de
un brazo pese a los intentos de Beruche y Leval por impedírselo y la espetó
zarandeándola con violencia hasta que la obligó a mirarle.
- ¡Escúchame bien, mocosa! Ya has colmado mi
paciencia hasta más allá de todo aguante. Te lo diré bien claro para que lo
entiendas de una vez y para siempre. Mientras vivas bajo este techo harás lo
que yo te diga ¡Y te digo que vas a dejar de ver a esa zorra manipuladora!
- No, ¡déjame en
paz!,- chilló Kerria que no se contuvo al recriminarle con su rabia desatada. -
Todo tiene que salir perfecto, ¿verdad? Perfecto para ti. ¿Acaso si me acostara
con un chico serías más feliz? Seguro que, si Leval se tirase a alguna chica,
estarías orgulloso de él, dirías que es como tú, todo un macho. Hasta le darías
algunas gomitas para que no corriera riesgos. Pero yo sólo soy una guarra
¿verdad? ¿Acaso tú no te acostabas con todas las que querías aun conociendo a
mamá? ¿No las has dejado sola cada vez que te vas de gira con el equipo? Y
nadie te ha dicho nunca nada. Porque tú eres el hombre. ¿No?
Tras oír aquellas
insolentes e injustas acusaciones la furia inundó por completo a su padre que
en un acto reflejo levantó la mano contra ella, pero recurriendo a todo su
autocontrol se detuvo. Estaba a punto de pegarla y la chica, lejos de
achantarse, se enfrentó a él mirándole a los ojos y expresando su desprecio y
al tiempo su dolor.
- ¡Eso, pégame! Únicamente sabes resolver las cosas
a golpes. Sólo te importa la fuerza bruta.
- ¡Roy, por el amor de Dios! - Intervino Bertie, interponiéndose
entre ellos aterrada y tratando de sujetarle. -
Tras unos agónicos instantes él finalmente bajó
el brazo temblando de ira y soltó a su hija. Kerria subió corriendo a su
habitación llorando a mares.
- ¡Espera, aún no
hemos terminado! - Gritó Roy, pero la chica no le escuchó y pronto se perdió en
el piso de arriba. Su padre solamente pudo espetar, en tanto doblaba
literalmente la barandilla de hierro de la escalera. - ¡Maldita sea! ¿Cómo
puede hacernos algo así? ¿Qué le han hecho esa chica a mi hija? ¿Dónde está la
Kerria que hemos criado?
Leval no podía ni moverse, era como
si le hubieran abandonado las fuerzas, y su madre, aunque llorando
desconsoladamente, trató de recomponer su voz con el tono más implorante y
conciliador que pudo, intentando detener a su esposo que incluso estaba ya
dispuesto a ir tras la muchacha.
- Roy, a mí también me ha sorprendido. Pero si ella
siente de esa forma, eso no se puede cambiar, ¡por favor, cariño! Realmente no
es algo tan terrible. Nosotros hemos conocido a personas así, que son
maravillosas y nunca...
Él
la cortó con un gesto de su mano, en demanda de la palabra y respondió con amargura
e indignación al tiempo que apretaba los puños.
- ¿Es que no ves
que eso es lo de menos? ¡A mí no me importa si es gay o no! Es su actitud. ¿Es
que no te das cuenta de que es una cría? ¡Tiene apenas quince años por el amor
de Dios! ¡Y ya no es nuestra hija! ¡Por lo menos no la niña que hemos criado!
Lleva ya mucho tiempo riéndose de nosotros. Yendo a antros llenos de gentuza,
con drogas, promiscuidad… ¡A saber desde cuando estaría haciendo eso a nuestras
espaldas! Y de la mano de esa pervertida de la que dice estar enamorada, que vete
a saber quién será o a que intereses servirá. ¡Parece mentira que no lo veas!
Beruche
se paró a pensar en esas últimas palabras. Comprendió de inmediato por dónde
iba su esposo. Pese a todo no creía que fuera así. Eso tenía pinta de ser mucho
más mundano y sencillo que una conspiración. En su opinión, eran típicos problemas
de adolescencia. Por ello insistió tratando de calmarle.
- Está en una edad muy difícil. Tenemos que ser
comprensivos. Quizás, si lo hablásemos con serenidad…
Pero
lejos de conseguirlo, su marido estalló de nuevo con frustración.
-Lo he intentado por las buenas, lo he intentado por
las malas y no hay forma de que se comporte. Siempre tan rebelde, tan
desconsiderada, no aprecia absolutamente nada de lo que hemos hecho. ¡Todas mis
esperanzas, todo lo que deseaba para su futuro, tanto tiempo luchando para
nada!
No pudo seguir más y salió de la casa
con presteza y rígido de furia, dando tal portazo que arrancó la puerta de sus
goznes. Su esposa le vio salir clavando en él una mirada plena de impotencia y
de dolor.
- Leval, hijo. - Le pidió Beruche muy afectada, pero
sobreponiéndose a su propia desolación. - Espera un poco y ve a tranquilizar a
tu padre, yo iré a ver a tu hermana. Tenemos que evitar que ninguno de ellos
haga algo de lo que se arrepienta.
Éste asintió saliendo a toda prisa, no quería que su
familia se rompiese. Y tampoco podía tomar partido. Comprendía los miedos, los
sufrimientos y la impotencia de su padre y de su hermana. Pero ¿acaso no podían
ver ellos los del otro? Desde que era niño Leval siempre había creído que
hablando y actuando con justicia todo podía arreglarse, ahora poco a poco, se
desmoronaban sus convicciones. Su padre había sido para él como una especie de
ídolo. Nunca pensó que pudiera reaccionar así. De hecho, no se aplicaba ninguno
de los consejos que le diese a él o a Mazoui durante los entrenamientos. Quizás
no lo hacía porque en realidad no se estaba enfrentando a ningún enemigo.
Posiblemente quería tanto a Kerria que esto le había herido muy profundamente.
Bien pudiera ser que cuando a un súper guerrero se le lastimaba de este modo,
quizás el único que le hacía realmente más vulnerable, el de los sentimientos,
reaccionase volviéndose loco. Pero él era de esa misma estirpe y no pensaba
así. Respetaba a su hermana y si ella quería a otra mujer a fin de cuentas era
su decisión. Aunque también, claro está, existían el escándalo y los titulares
sensacionalistas. Su padre no dejaba de ser alguien famoso desde sus tiempos
como jugador y ahora seguía siendo bastante conocido como entrenador y mánager.
Aunque Leval estaba seguro de que eso era lo que menos podía importarle a su
progenitor en un momento como este. Y desde luego sí convenía con él en el
peligro que su hermana corría habiendo ido a semejantes tugurios. Más ahora,
tras la aparición de esos extraños enemigos. Ahora lo veía claro, ambos su
padre y su hermana, creían haberse perdido el uno al otro. En realidad, Kerria
solamente pretendía que la quisieran y aceptasen por ella misma y su padre
deseaba para la muchacha una vida tranquila, segura y feliz. Sin embargo, eran
incapaces de entenderse, así que el propio Leval y su madre deberían luchar
para que se reconciliasen y pudieran comunicarse. Con esta determinación y sin
importarle enfrentarse a él en esos momentos tan duros, salió en busca de su
padre.
-Sea como sea, tengo que ayudar a que aclaren las
cosas. O esto no tendrá remedio. - Se decía el angustiado chico. -
En la secta, gracias a un receptor oculto que Nalgin
había dejado en el salón, supieron de toda esta discusión regocijándose largamente,
éste sonrió y dijo.
- Bien, ya sabemos dónde está el punto débil, si
sabemos emplearlo bien, podría ser incluso mucho más valioso que Mazoui. Y
quien sabe. En cierto modo podría ser la materialización de la profecía. - Sin pérdida de tiempo llamó por teléfono
comunicador a dos de sus secuaces que vigilaban ocultos fuera de la casa y les ordenó.
- En cuanto todo esté despejado capturar a Kerria Malden y traedla aquí.
Por
su parte, Beruche estaba muy intranquila y asustada por su hija y por su
esposo. Confiaba en que Leval se encargase de Roy, pero ahora le tocaba el
turno a ella. Subió al cuarto de Kerria y llamó a la puerta, pero la chica,
seguramente temiendo que fuera su padre, no quería abrir, su madre insistió.
- ¡Quiero estar sola! - Gritó la chica que lloraba desconsolada.
-
- Cariño, soy yo, tu madre - Le susurró con toda la
suavidad que pudo. – Déjame pasar, por favor.
La
muchacha no respondió. Bertie probó de nuevo. Por fin, tras mucho insistir,
Kerria la dejó que entrase. Oyó un clic cuando el seguro de la puerta se
descorrió. Prudentemente, Beruche aguardó un momento y al cabo de unos
instantes pasó y cerró con suavidad. Miró a su hija que estaba sentada sobre la
cama, con las manos entrelazadas y la cabeza enterrada entre ellas. Cerca tenía
un libro entrecerrado con un marcador, posando sobre una mesa, y un bolígrafo.
Era su diario. Bertie se sentó a su lado.
Entre lágrimas la joven elevó levemente su semblante y la miró desolada, musitando
en voz baja con un gran sentimiento de dolor.
- Supongo que no soy la hija que os habría gustado
tener. Creo que papá me odia, siempre me ha odiado. Para él sólo soy una mocosa
inútil que lo único que hace es desagradarle continuamente y estropearle la
idea de princesita de porcelana que tenía de mí. ¡Comparada con mi hermano para
él no valgo nada! - Gimió enterrando su cara en el pecho de su madre. -
Beruche la miró entristecida y
acarició el cabello de la chica respondiéndole con suavidad y afecto.
- No digas eso, hija. Sabes que no es verdad. Tu
padre y yo te queremos más que a nada, si tanto nos han disgustado tus malas
acciones es simplemente porque nos preocupamos por ti. Nos importas mucho. Tu
padre está muy dolido y defraudado, pero se le pasará.
- Soy lesbiana, mamá. Y no es un capricho, ni una
fase. ¿Crees que papá aceptará eso tan fácilmente? - Inquirió Kerria muy
deprimida - ¿Acaso lo aceptas tú?
- Hija, yo te quiero y si es por tu felicidad no me
importa si te enamoras de un hombre o de una mujer. Y sé que a tu padre eso
tampoco le preocupa en realidad. Solamente quiere que seas feliz. Pero debes
estar segura de tus sentimientos. - Repuso Bertie con la voz más dulce que
pudo, acariciando ahora a su hija en las mejillas. - ¿Lo estás, cariño?
- Lo estoy, mamá. - Susurró ésta con la voz
quebrada, abrazándose a su madre para acabar de desahogarse con el llanto. –
Bertie
la estrechó entre sus brazos dejándola llorar durante un rato. Su hija lo
necesitaba. Ella misma no pudo evitar derramar algunas lágrimas de tristeza y
dolor. Percibía con claridad el sufrimiento que atenazaba a su pequeña. Con
todo fue capaz de serenarse lo suficiente para declarar transcurridos un par de
minutos.
-Debiste habérnoslo dicho antes. Con calma y
hablando civilizadamente. Me habría gustado que hubieses confiado en nosotros. Comprende
que con tu comportamiento nos has preocupado mucho. Saliendo y entrando sin
avisar. Yendo a lugares tan peligrosos. ¡Podía haberte sucedido cualquier cosa!
Sobre todo, tras lo que ha pasado hoy. Eso es lo que nos asusta.
- Lo siento…No quería preocuparos, de veras. - Gemía
la chica ahora para remachar con voz trémula. - Mamá…Tengo mucho miedo. No sé
qué va a pasar. Yo… de verdad que intenté ser como vosotros queríais. ¡Lo
intenté!
-No, mi niña. No tienes que ser como nadie quiera
que seas. Tienes que ser tú misma. - Pudo contestar su madre, afectada por los
sollozos también. - Debes encontrar tu propio camino en la vida.
Veía
el tormento que torturaba de esa forma a su pequeña y se le partía el corazón. Aquello
era muchísimo peor de lo que había imaginado. Estaba claro que la pobre niña
había tenido que pasar un calvario, tratando de disimular lo que sentía y de
ocultarlo, en el colegio, en casa, llena de remordimientos y de temor a
defraudar a los suyos. Hasta por fin, tras alcanzar el límite, haberse decidido
a confesarles la verdad. Y ahora ésta le salía como un torrente de alivio,
consternación y al mismo tiempo de culpabilidad.
-Siempre he
escuchado hablar de la familia. Los abuelos, de papá, sus padres. Las tradiciones de los Malden. – Pudo decir la
cría sorbiendo entre lágrimas para tratar de respirar, y añadiendo. - Papá no
paraba de decirme desde que era pequeña lo preciosa que estaría vestida de
novia y que, un día, me iba a enamorar de un chico guapo que me iba a querer
también a mí… ¡como en los cuentos de hadas! Me contaba lo mucho que te quería
a ti y como os enamorasteis en la universidad. Y aseguraba que a mí me
sucedería igual. Yo me ponía muy contenta…después, cuando jugaba con la prima
Idina y con Nehie a las princesas, también creía que encontraría a mi príncipe.
¡Soñaba con eso! Esa era mi mayor ilusión. Pero, cuando me hice mayor, poco a
poco me di cuenta de que solamente podía mirar a otras chicas, mamá. – Gimió la
desesperada muchacha para admitir. - Y me asustaba mucho, solamente pensaba.
¿Qué es lo que está mal en mí?... ¿por qué no busco a un príncipe?... ¿Por qué
no hago como las demás? Todas mis amigas hablaban siempre de chicos, de los que
les gustaban o con quienes salían…y yo…muchas veces no sabía que decir…y tenía
tanto miedo a que las demás me descubrieran…y me llamasen anormal, o monstruo…y
ahora mi peor pesadilla se ha hecho realidad. Todo el mundo me desprecia. No me
queda nada.
-Tranquilízate, cariño. Eso no es cierto. - Le pedía
Bertie visiblemente afectada por aquello, acariciando el pelo de la muchacha en
tanto la abrazaba. - No te mortifiques más por eso…Nadie te desprecia. No has
cometido ningún delito por ser como eres.
No obstante, la muchacha prosiguió con su confesión
ahora que había reunido el valor suficiente.
-Yo creía que sí. Intenté cambiar. Quise fijarme en
chicos, ir por ahí para ver si saliendo a discotecas o bares de esos, me
gustaba alguno. Pero siempre era lo mismo. Me sentía incapaz de… ya sabes…-
Matizó algo turbada. - No podía hacer nada de eso, con ninguno…y tenía que beber
para…
No
pudo continuar. Gemía llena de angustia tapándose la cara con ambas manos. Su
interlocutora asintió, observándola con una mirada comprensiva y llena de
desolación. ¡Su pobre niña había atravesado un auténtico infierno y ella no
pudo o no supo percatarse a tiempo!
- Lo siento mucho, cariño. - Sollozó Bertie
realmente desgarrada al oír aquello.- Tendría que haberme dado cuenta… ¡Cielo,
perdóname!
Su
hija entonces suspiró y pudo proseguir con su confesión, ahora un poco más
tranquila.
- Entonces, cuando conocí a Debbie todo cambió, fue
como si hubiera encontrado a mi príncipe, pero era una princesa. ¿Lo entiendes,
mamá?
-Claro que sí, tesoro, claro que lo comprendo. Eso
no es nada malo. No debiste sufrir tanto por ello, ni callártelo. – Le
respondía su madre, algo más tranquila a su vez. -
- Creía que os ibais a avergonzar de mí. Que no me lo
perdonaríais. – Pudo responder llena de pesar, entre sollozos entrecortados. -
Que os habría decepcionado…y que no me querríais nunca más…tenía miedo de que
papá y de que tú…
Bertie
no podía soportar más el oír aquello, ni que su desdichada pequeña lo hubiese
siquiera pensado. Se separó un momento del abrazo de su hija, lo justo para
secarle las lágrimas y mirarla a los ojos, sonrió con ternura y sujetando su
barbilla suavemente con una mano le dijo con todo el afecto y la firmeza que
pudo reunir.
-Escúchame bien y nunca olvides esto, hija. ¡Te
quiero!, te he querido desde que supe que estaba esperándote y te llevaba
dentro de mí, desde que tu madrina Ami me ayudó a traerte a este mundo. Y
siempre te querré, pase lo que pase. ¡Daría mi vida por ti! Eres una parte de
mí, como yo soy parte de ti. ¿Entiendes tú eso?
La
joven asintió despacio, llenando sus verdes ojos de lágrimas otra vez y
rompiendo a llorar. Su madre volvió a apretarla fuertemente contra su pecho y
le susurró con dulzura.
- Llora Kerria y desahógate, cariño, mañana será
otro día y lo verás todo con más claridad. Y no te preocupes, si tú quieres te
cambiaremos de instituto, pediré una plaza para el mío.
La muchacha lloraba, pero ahora se
sintió mejor, más aliviada. Refugiándose en su madre que por lo menos utilizaba
el cariño para tratar de entenderse con ella. Nunca había sido tan espontánea
como su padre en las demostraciones de afecto, pero siempre fue más constante y
aun siendo en apariencia más severa, también era más paciente y comprensiva. Sí,
su madre era una mujer tolerante y llena de dignidad, y en eso al menos,
deseaba tomar ejemplo. Al fin irguió su cabeza.
- Creo que no. - Repuso Kerria enjugándose las lágrimas.
- He cambiado de opinión. Lo mejor será afrontarlo. Tarde o temprano me
ocurriría lo mismo en tu instituto. No quiero estar huyendo toda la vida. Además,
fui un poco injusta con Amatista. Es hora de que arreglemos las cosas. Yo la
aprecio mucho como amiga y necesito tener amigos ahora. Pero papá, creo que no
me perdonará nunca. Y no sé si yo podré perdonarle a él.
- ¡Oh sí, cariño!, claro que podrás, y él también te
perdonará. Te puedo asegurar que te quiere más que a nada en el mundo - y sonrió
animosamente agregando. - Realmente no hay nada que perdonar. Tú eres como eres
y él…pues también. - Suspiró sonriendo, quitándole un poco de hierro al momento
para aseverar. - Así es tu padre, un bruto que muchas veces no reflexiona lo
que dice. Pero al mismo tiempo ama con todo su corazón, y cuando algo le hiere
o se da cuenta de que estaba equivocado, se arrepiente y sufre mucho más de lo
que te puedas imaginar. Yo le conozco muy bien y daría su vida mil veces por
ti. Igual que te conozco a ti, ¿sabes? Creo que en realidad tenéis unos caracteres
demasiado parecidos. Es curioso, tu hermano y yo somos más como el agua, pero
tú y él parecéis fuego. Ahora solamente necesitáis tranquilizaros y daros
tiempo para que las llamas se extingan. - Declaró Bertie acariciándola la
barbilla y el pelo a la muchacha mientras Kerria se metía en la cama mucho más
confortada. - Y no te preocupes, -
volvió a sonreír alentadoramente su madre. – Te prometo que hablaré con tu
padre y todo se arreglará. Aunque llevará su tiempo.
- No estoy muy segura, mamá. - Rebatió Kerria apenada, pues pese a todo no
era nada optimista, esa herida había sido demasiado grande. – Nada será igual.
- Tú déjamelo a
mí, lo conozco bien. - Le aseguró Beruche, insistiendo ahora con más jovialidad
sobre su alegato anterior. - Ha sido un pronto, pero se le pasará. En el fondo
te adora, hija. Por eso le afecta tanto. Se hizo, bueno, nos hicimos. -
Corrigió con una sonrisa para proseguir. - Demasiadas ilusiones desde que tú y
tu hermano nacisteis. ¿Sabes?, algunas veces él y yo hablábamos sobre los
nietos que íbamos a tener, los hijos de Leval y los tuyos cuando os casaseis.
Eso que él te contaba de pequeña. Quizás no debió trasladarte sus propios
anhelos.
- Bueno, con lo formalito que es mi hermano seguro que
algún día se casará y tendrá hijos. - Valoró Kerria más recompuesta ahora para
aseverar convencida - y el ser gay no significa que yo no pueda. Además, acaban
de declarar legal el matrimonio homosexual en todo el país. Así que hasta puede
que algún día me case. - Sonrió sintiéndose un poco mejor sobre todo cuando
añadió haciendo un esfuerzo de imaginación, en tanto se quitaba la ropa y se
ponía su pijama. - Pero es que ahora no me imagino como madre ni os veo a
vosotros como abuelos.
- ¡Ni yo! - Rio su madre que no tardó en afirmar con
tono de complicidad. - Todavía soy joven creo, así que no tengáis prisa. Ni tu
hermano, ni tú. - Dicho esto besó a su hija en la frente, la arropó con mucha
ternura y le musitó. - Ahora duérmete y descansa hija. Ya verás cómo todo se va
a arreglar. Olvídalo todo y sueña algo bonito. Como cuando eras pequeña. Sueña
con tu princesa. Buenas noches.
- Te quiero mucho, mamá, - susurró Kerria entre emocionada
y agradecida. -
- Y yo también a ti cariño, hasta mañana. - Le
sonrió Beruche saliendo de la habitación y apagando la luz. -
Bertie suspiró, alegre al menos de haber sido capaz de
tener esa conversación madre- hija tan necesaria. Ahora solamente tendría que
hablar con su marido y contarle aquello. Seguro que él acabaría por entenderlo.
Pensó en llamar a Ami y ponerla al corriente lo sucedido, pero decidió que
sería mejor aguardar a que su esposo e hijo volvieran.
-Les esperaré aquí, en el salón. - Decidió tras
bajar las escaleras desde la planta de la habitación de la muchacha. - Kerria
tiene que descansar.
La chica, más calmada, apagó la luz y quiso
conciliar el sueño, pero sin que se percatase los secuaces de la secta treparon
por su ventana, tuvieron la suerte de que estaba abierta y entraron con
facilidad. Antes de que ella pudiera reaccionar para defenderse, escapar o
pedir ayuda, la drogaron con cloroformo y se la llevaron inconsciente.
-Ya la tenemos. Objetivo cumplido, no hemos hallado
ninguna resistencia. - Informó aquel tipo de duras facciones y cabellos
grisáceos, en cuanto salieron de la propiedad de los Malden con su cautiva
sobre los hombros. -
-Es realmente guapa. Y está muy buena. - Le susurró
su compañero, otro tipo mucho más joven que él en tanto se deleitaba en la
contemplación de esa muchacha, una vez la depositaron en una furgoneta que
estaba aparcada en las proximidades. – Sería una lástima no aprovechar la
oportunidad de gozar de un bombón como este. Podríamos pasarlo bien con ella
antes de entregarla a los jefes.
Y
aunque tentado estuvo de darle la razón a su joven interlocutor, el veterano
acólito movió la cabeza replicando con tono de advertencia.
-Posiblemente la quieran intacta, en todos los
sentidos. Yo que tú no cometería esa estupidez. O podrías pagarlo muy caro.
Créeme. No se trata de gente a la que se deba hacer enfadar.
-Pero no se darán cuenta. - Comentó aquel chico,
acariciando libidinosamente los senos de esa hermosa joven. - Y esta zorrita ya
habrá probado…ya sabes…
-Se la darán. Te lo
aseguro. - Sentenció ese individuo, añadiendo con un tinte más duro y
autoritario.- No podemos saber si sigue siendo virgen o no. Pero si es así, la
ultrajas y eso impide que puedan celebrar algún ritual con ella, te castigarán.
Y aunque eso me importa un bledo. -Suspiró entonces mirando fijamente a su
joven compañero para agregar con rotundidad. - Lo malo es que también se
vengarían de mí por no habértelo impedido. Y tú no puedes ni imaginar hasta
donde llegan a la hora de ejecutar sus venganzas o sus castigos. De modo que,
quítatelo de la cabeza.
Así
pues, ese individuo tuvo que refrenar sus instintos primarios y dejar tranquila
a esa dormida chica. Al poco, poniéndose al volante y con su colega de mayor
edad custodiando su preciada carga en el interior del vehículo, arrancó
saliendo de la urbanización directo a su destino. En ese justo momento, ajeno
por completo a lo ocurrido, Roy, que había ido a volar lejos para desahogar su
furia, fue alcanzado por Leval. Aunque no era asequible a las palabras, el chico
se mantuvo a su lado y su padre al menos sintió que éste trataba de ayudarle a
pasar ese mal momento. Incluso pudo sonreír y pensó, no sin una ola de
culpabilidad cada vez más envolvente.
-Por lo menos tú nunca me has decepcionado hijo,
aunque puede que haya sido porque siempre te esperásemos únicamente a ti.
Entonces Leval, se arriesgó a intervenir y le dijo
con voz queda.
- Por favor, papá. Volvamos a casa, mamá estará
preocupada.
Roy se
acercó a él y el muchacho no sabía cómo iría a reaccionar, pero su padre se
limitó a posar una mano en su hombro y a convenir con un tono más sereno,
aunque tiznado de dolor y abatimiento.
- Tienes razón, como siempre eres un chico juicioso.
Has salido a tu madre en eso. Eres mi orgullo y mi alegría, hijo. Por favor,
sigue así y nunca te comportes como lo hago yo. Sobre todo, el día que tengas
tus propios hijos. No les decepciones como he hecho yo contigo.
El
muchacho trató de oponer algo a ese juicio tan duro que su padre había hecho de
sí mismo pero las palabras no le salieron de la garganta. Únicamente pudo
asentir despacio y los dos regresaron hacia su casa. Ninguno se percató de lo
que había sucedido. Beruche, nerviosa de estar sentada había salido al jardín y
les esperaba en la puerta. Los dos entraron y Leval, consciente de que sus
padres debían hablar a solas, les dio las buenas noches y se marchó a su
habitación. Tampoco quiso molestar a su hermana a la que suponía durmiendo o
entregada a sus propios pensamientos. Y efectivamente, sus padres, una vez
solos, charlaron. Ella trató de convencer a su marido para que se reconciliara
con su hija.
- No puedo,
Bertie. - Contestó él que ya no estaba airado, aunque sí herido, y no
abandonaba su razonamiento. - Esto ya ha ido demasiado lejos. Ahora nos sale
con eso de que es homosexual. Y no es que tenga nada en contra de ello. Bueno,
de chaval gastaba muchas bromas, pero entonces era lo habitual. Y, además,
sabes que respeto mucho a nuestras amigas. Pero esto es distinto. Es que lo
utiliza como arma. Lo dice ahora con todo lo que ha sucedido. No confió en
nosotros. Prefirió escaparse, quedar con esa chica que la habrá llevado a Dios
sabe que sitios para hacer vete a saber qué clase de cosas. Quizás incluso
hasta trabaje para esos canallas. Y Kerria fue con ella. ¿Y todo por qué? ¿Por
qué la castigué debido a su mal comportamiento? ¿Es ésta su manera de vengarse?
Ya no sabe cómo hacernos daño. ¿Pero en qué demonios nos hemos equivocado para
que nos trate así?
- No, Roy, dudo que esa muchacha con la que sale sea
ninguna amenaza para ella. Al contrario, las he visto juntas cuando entraron en
casa, tras el ataque de esos sectarios y se apoyaban la una a la otra. De haber
sido esa chica uno de esos sectarios, hubiese aprovechado ese momento, ¿no
crees?
La
lógica réplica de su mujer dejó a Roy sin respuesta, aunque Bertie no había
concluido su argumentación y prosiguió.
-Nuestra hija no hace nada de esto adrede. Ni
tampoco como venganza. Al contrario. He hablado con ella y sé que siente lo que
dice, estoy segura. Lo he visto en sus ojos. - Afirmó Beruche argumentando con
todo su corazón. - A una madre no se la puede mentir. No puedes creer en serio
que lo diga para herirte. ¿Es que no ves lo que está sufriendo? A pesar de los
cambios en la sociedad y de los avances en este mundo y a esa edad no es fácil
reconocer una cosa así. ¡Tiene miedo, un pánico terrible! Todos sus amigos la
han abandonado, sólo le quedamos nosotros. Somos lo único que tiene. ¡Somos sus
padres! Nuestro deber es apoyarla y hacer que se sienta segura. Debes
comprender que no puedes anteponer tus valores o tus aspiraciones respecto a
Kerria y a su felicidad ¡Por favor!, mañana habla con ella de forma sosegada,
déjala que te explique las cosas según su punto de vista y haced las paces.
Su
esposa, al verle meditabundo y todavía un poco reticente, le contó entonces algo
de la conversación que mantuvo con la chiquilla y él no pudo evitar sentirse
incluso más culpable todavía.
- Tienes razón. Soy un idiota. Lo sé. - Admitió él,
rindiéndose a lo que su propia conciencia le gritaba y no había querido
escuchar. Suspiró mirando al techo y añadió con su última resistencia. - Pero
me ha hecho mucho daño, no sé si podré olvidarlo. Tú has oído las cosas que me
ha dicho. Yo jamás te engañé, no salí con ninguna otra chica desde que nos
conocimos. Y mucho menos durante mis giras.
- Lo sé, son cosas que se dicen sin pensar, por el
enfado del momento. Como le he dicho a Kerria, en eso sois demasiado parecidos.
Y reconoce que tú también has sido muy duro con ella, Roy. A pesar de todo no
deja de ser una niña. No puede ser dueña de sus emociones.
- Es verdad, ¡lo siento! - Confesó él para
defenderse acto seguido con impotente desesperación - Pero se ha juntado todo,
el ataque de esos bastardos, la sorpresa y…- Luego suavizó su tono y agregó con
visible pesar y dolido énfasis. - Yo también me siento muy mal, Bertie. La
quiero más que a mi vida, ¡es mi hija! Tú sabes que ha sido mi princesita desde
que nació. Pero yo nunca creí que esto pudiera resultar así.
- Quizás ese sea el problema, Roy. - Respondió lenta
y conciliatoriamente Beruche, pero no por ello dejando de ser sincera. - No le
hemos preguntado nunca a nuestra hija cuál era su opinión al respecto de eso.
Ella no se siente como una princesa.
- Kerria es una princesa en realidad, por parte tuya
y mía. - Le recordó su marido. - Tiene la sangre real de nuestra antigua vida y
de los saiyajin. Con todo lo que hemos pasado y sufrido, yo anhelaba para ella
un bello futuro, que se casase con algún buen chico que la amase de veras y que
tuviese una vida tranquila y feliz. Quizás por eso me haya dolido tanto lo que
ha dicho.
- Pero Roy. Es eso mismo. ¡Lo acabas de decir! estás
hablando de nuestras anteriores vidas. - Le objetó su mujer con suavidad. - Nosotros
hicimos cosas mucho peores. Trabajamos para el poder de la oscuridad. Hemos
sabido superarlo y ser felices. ¿Y sabes por qué? Porque en nuestros peores
momentos alguien creyó en nosotros y nos respaldó. Sin ir más lejos, de no ser por la bondad de las
guerreras y el amor de mi hermana Cooan yo estaría muerta. Confía tú en nuestra
hija. Sé que es una buena chica. Pero está en una edad difícil. Tiene mucho que
aprender y que vivir. Debemos darle la ocasión de hacerlo por ella misma, no
podemos andar su camino. Pero sí podemos estar a su lado para hacérselo más
llevadero. Para sostenerla en todo momento que tropiece y se caiga, y para
prestarle ayuda a la hora de levantarse. Igual que cuando era un bebé. - Añadió
con voz queda, plena de añoranza. -
Su marido la miraba ahora con cierta sorpresa. Era
verdad. Bertie sabía cómo exponer las cosas desde un punto de vista razonable
mezclando los sentimientos al mismo tiempo. Y de ese modo todo tenía sentido,
más cuando ella añadió.
- Lo más importante que aprendí junto a mis hermanas
cuando la Guerrera Luna nos dio otra oportunidad es que debíamos ser generosas
y comprensivas con los demás. Hay que dar amor y tratar de ponerse en el lugar
del otro. Las guerreras lo hicieron con nosotras. Permitieron que nos diéramos
cuenta de lo equivocadas que estábamos. No nos impusieron nada… Y debemos hacer
lo mismo con Kerria. Cariño, ella misma verá que hay otras maneras de hacer las
cosas, madurará y seguro que llegará a convertirse en una mujer maravillosa de
la que estaremos muy orgullosos.
- Tienes razón, como siempre. - Tuvo que conceder él
que hizo firme su propósito de enmienda. –Quizás no me preparé para ella como
lo hice para Leval. Es culpa mía, solamente le esperaba a él. Y luego bajé la
guardia. Trataré de comenzar de nuevo. Mañana hablaré con ella y le pediré que
me cuente lo que siente. No me importa lo que sea, es mi hija. Siempre lo será.
La quiero, tú sabes que la quiero más que a nada. Que haría lo que fuera por
ella. Y no me apartaré de su lado, pero no la obstaculizaré en su avance, te lo
prometo.
- Sí cariño, ya lo sé, igual que yo. - Convino
Beruche que le abrazó. -
- Gracias
cubito. Tú siempre has sabido que hacer y cómo decirlo. Soy muy afortunado de
tenerte.
- Pues más vale
que no lo olvides – sonrió ella más jovialmente acariciándole la barbilla
remachando. – O en nombre de Luna, te castigaré…
Su marido sonrió al fin y pasándole un brazo por los
hombros le dijo con voz queda, aunque más esperanzada.
- Vayamos a dormir. Hoy ha sido un día muy duro para
todos. Y mañana puede serlo aún más. Vamos a necesitar muchas energías…
Su esposa convino en ello. Subieron a sus
habitaciones dejando el salón a oscuras. No quisieron molestar a Kerria hasta
el día siguiente. ¡Qué poco sabían lo que le estaba sucediendo entonces a su pobre
hija!...
-Despierta…- Oyó
una voz a modo de eco distante. - Abre los ojos y contempla la verdad…
La
muchacha recuperó el conocimiento en una estancia que le era desconocida por
completo. Sentados había tres individuos encapuchados, uno de ellos con un colgante,
una estrella de cinco puntas invertida. La chica se recuperó lo bastante como
para preguntar. Aturdida y asustada, inquirió.
- ¿Dónde estoy? ¿Quiénes son ustedes?
- Pobre pequeña, estas tan sola. - Declaró uno de
ellos con fingida consternación. -Tus padres te desprecian, no quieren saber
nada de ti.
- Eso es mentira. - Replicó Kerria, que afirmó
totalmente convencida -, ellos me quieren y yo a ellos.
- ¿Tú crees? - Añadió otro encapuchado con sorna. -
Pues te demostraremos que estás equivocada.
Conectó un televisor donde salían hablando sus
padres, era evidentemente una manipulación.
-Nosotros hicimos cosas mucho peores en nuestras
antiguas vidas. –Declaraba Bertie. -
-Ya no sabe cómo hacernos daño. - Respondía su esposo.
- La castigaré.
-Por las Guerreras…- Decía Beruche. - Estaría
muerta…
-Sí. Es culpa mía, solamente esperaba a Leval. Y
luego bajé la guardia. - Admitía Roy. -
La muchacha movía la cabeza incrédula. Además, el pentáculo
que llevaba uno de esos individuos, emitía una radiación dirigida a Kerria y
junto a unas drogas que le habían inyectado, el sentido de la realidad de su
víctima se iba trastornando poco a poco. La pobre chica escuchaba confesar a su
madre que había trabajado para el poder de la oscuridad y a su padre que no le
importaba lo que ella fuera. Poco a poco una sucesión de palabras y frases
sacadas de contexto comenzaban a hacer mella en la desconcertada jovencita.
- Pero, mamá me dijo... ¡no, no puede ser verdad! -
Balbuceó confusa, tratando de aferrarse a sus recuerdos, pero estos se diluían
en un mar de negrura. -
- Sí, claro que es verdad. - Sentenció la tercera
figura que era la portadora del pentáculo añadiendo con saña. - ¡Para ellos
eres la deshonra de la familia! Tus padres hubieran deseado que no nacieras
nunca. Debes demostrarles cuan poderosa e importante puedes llegar a ser. Para
que así, comprendan que están equivocados.
- ¿Pero cómo? - Sollozó Kerria sintiéndose cada vez
peor consigo misma y suplicando a sus interlocutores. - ¿Cómo puedo conseguir
importarles?
- Dales una lección. Enséñales por qué no pueden
tratarte como un despojo. - Replicó aquella silueta con voz cruda. - A ellos sólo
les infunde respeto el poder…
Aunque, tras
una ligera pausa dramática para que su desorientada oyente digiriese esas
palabras, agregó con un tono bien distinto, lleno de amable afectuosidad.
- A nosotros
sí que nos importas, si no nos crees, acepta este regalo en prueba de nuestra
amistad.
Le tendió el pentáculo, pero la muchacha no lo
tomaba, no alargaba su mano lo bastante, como si no fuera capaz de estirarla más,
pues aún estaba dubitativa.
- Primero. - Dijo
una de las figuras- ¡Quítate esa cruz! - Señaló hacia el colgante de Kerria,
una crucecita de plata como la que llevaba desde pequeña. -
- Pero, me la regalaron por mi cumpleaños…- objetó
ella. – Mi padre me la dio…
No
obstante, esos misteriosos encapuchados tenían respuesta para todo, y uno de
ellos volvió a la carga sin miramientos para escupir más veneno.
- No, querida Kerria. Él se la regaló a su posesión,
vamos. ¿Es que no lo recuerdas, pequeña? ¿Cómo se aprovechaba de ti para
satisfacer sus pasiones? Siempre le has recordado mucho a tu madre cuando ella
era joven, y tu inocencia le ha atraído de forma insana. Y lo mismo le ha
sucedido a tu hermano. Los dos subían a tu cuarto y se servían de ti. Por eso
odias a los hombres.
- ¡No es verdad, no es verdad! - Lloraba
histéricamente ella negando con la cabeza, pero la sugestión del pentáculo y
las drogas, comenzaban a inundar su mente de falsos recuerdos. - ¿Lo es?...
- Mira a tus amados padres, - le dijo la tercera
figura que le mostró imágenes de Roy como Armagedón y de Beruche como miembro
del clan de la Luna Negra. - ¿Nos crees ahora? Son malvados. Todo ha sido una
farsa. Nunca te han querido, en el fondo te han estado engañando y a tu madre
jamás le ha importado lo que tu padre y tu hermano te han hecho. A ellos les
gustaría que fueras así, no una perdedora. Demuéstrales que es posible y
castígales por su maldad, solamente son unos traidores al verdadero señor. No
lo dudes, únete a nosotros.
Kerria
era cada vez más débil ante aquella sugestión y su voluntad se veía poco a poco
doblegada. Su brazo se fue alargando, ganado terreno hacia su cuello y se quitó
su cruz. Después, y tras otra breve lucha interna alcanzó con los dedos aquel
colgante que le ofrecían. Finalmente asió el pentáculo con sus manos, al principio
de forma tímida, pero éste comenzó a irradiar un dulce calor que fue
esparciéndose confortadoramente por todo su cuerpo. La joven sintió un profundo
bienestar y un éxtasis superior a cualquier otro que hubiera experimentado. Era
mucho más fuerte que cuando hacía el amor con su pareja. Las entrañas le ardían
de goce y no pudo resistir el deseo de ponérselo al cuello. Cuando lo hizo, una
potente aura rojiza la envolvió y su pijama desapareció siendo sustituido por
unas ropas espectaculares. Un traje similar al de su madre cuando era una
servidora de la Luna Negra, pero de color negro. Remataba el conjunto con una larga capa. Asimismo,
unas altas botas rojas por encima de la rodilla de largos y afilados tacones. Todo
su cuerpo era una fuente de calor y de poder, notaba además una embriagadora
sensación de odio y perversa lujuria por la destrucción. Su cara entonces
apareció dominada por una sonrisa demoniaca. Sus ojos brillaban rojos y al fin,
habló con una sádica, lúgubre y maligna voz.
- Van a pagar todo el dolor y las humillaciones que
me han hecho pasar. Ahora les demostraré mi inmenso poder. ¡Acabaré con todos
ellos!
- ¡Eso es! - Exclamó la primera de las figuras con
frenesí. - ¡Da rienda suelta a todo tu odio y tu maldad!, la que todos los
humanos llevan dentro, incluso los más puros y virtuosos. Este pentáculo tiene
el poder de hacerla surgir y potenciarla hasta límites increíbles. Toda tu
energía negativa, todos tus malos recuerdos y todo tu odio te hacen
inmensamente poderosa ahora. ¡Ve y acaba con aquellos que te han despreciado! Ya
no eres esa perdedora llamada Kerria Lorein Malden. Desde este momento te
llamarás Devilish Lady, la Señora Oscura. La Dama del Averno. Véngate y venga a
nuestro Maestro.
- Cumpliré encantada tus órdenes, señor. - Asintió
ella relamiéndose con una insana expresión lujuriosa en tanto envolvía la cruz
en un trapo y se la guardaba sentenciando. – Y les devolveré este instrumento
de engaño…antes de acabar con ellos.
- Tienes otra misión. - Añadió con mucho mayor
aplomo la figura encapuchada que le diera el pentáculo. - Antes de matar a tu
hermano concibe de él un hijo. Será tu postrera venganza y así resurgirá el
poder de las tinieblas.
- Lo haré y mi hijo servirá para dominar este mundo
y ponerlo a merced del príncipe de las Tinieblas, ja, ja, ja. - Sentenció ella
con una horrísona carcajada. -
Y riendo de esa forma sádica Devilish Lady desapareció. En la estancia se pudo escuchar la siniestra
carcajada de triunfo de las tres figuras. No eran otros que Nalgín, Tuak y su
líder, otro sumo sacerdote de su secta demoniaca reconstruida que les dijo.
- ¿Veis como el odio siempre funciona? Nuestro Maestro
me lo contó. Ya hicieron lo mismo en otra ocasión con una pequeña. Pero esta
vez la cantidad de rencor y de dolor es considerablemente mayor.
-La Dama del Averno será muy poderosa si logra aunar
el poder que haya heredado de su familia con el que le hemos dado. - Terció
Tuak. – Es como un segundo Armagedón.
-Así es. – Declaró Nalgin visiblemente satisfecho,
sentenciando. – Yo diría que incluso mejor. Ahora su alma es totalmente
nuestra. No tendrá remordimientos ni piedad. A diferencia de Armagedón que
debía pugnar con Roy Malden en su interior o de Mazoui que era débil.
-Sí. Podemos regocijarnos, hermanos. – Sentenció el
Maestre oculto para concluir. - Les hemos enviado el peor ataque posible. Directo
a sus corazones. Creed lo que os digo, los conozco bien, al menos a la madre de
nuestra herramienta. - Remachó con regocijo refiriéndose a la anteriormente
conocida como Kerria. – Nada podría haber que destrozase más a esa miserable
traidora…
Y todos rieron
exultantes de júbilo, deseando ver como Devilish Lady consumaba su venganza.
-Sí. - Se dijo
aquel individuo que actuaba como líder. - Ahora me las pagarás todas juntas,
traidora. Y después vendrán las demás.
En
Japón, una atónita sacerdotisa escrutaba las llamas sagradas en el santuario
Hikawa. Entonces vio algo que la hizo estremecer.
- ¡Por el gran Kami! Tengo que advertir a Usagi de
esto…
Sin
pérdida de tiempo llamó a su amiga usando el viejo teléfono fijo de su abuelo.
Ésta estaba con Mamoru en el piso de él. Conversaban sobre las tareas que
tenían pendientes…
- ¿Diga? - Contestó él al sonido insistente del teléfono.
-
-Mamoru. ¡Menos mal! He intentado llamar a Usagi,
pero no estaba en su casa. - Oyó la inquieta voz de Rei. -
-Está aquí, conmigo. ¿Qué sucede? - Quiso saber el joven.
-
Tras
unos segundos la asustada sacerdotisa le contó.
-Una enorme fuerza maligna ha surgido…es sumamente
poderosa y está llena de odio y deseos de venganza. Amenaza a nuestros amigos
allá, en América. Y no creo que esté sola…Hay algo más pero no soy capaz de
verlo con claridad. Como si se ocultase tras este poder maléfico.
-Comprendo. - Suspiró su interlocutor. - ¿Puedes
percibir algo más?...
-Es muy confuso. - Declaró Rei. - El aura más fuerte
me parece familiar, pero está oscurecida por una tremenda cantidad de maldad.
Sin embargo…- Y tras meditar durante unos momentos apenas pudo balbucir. - ¡Oh,
Dios mío! Tengo que advertir a Ami de esto…ella tiene que avisar a…
Usagi
que había descolgado otro aparato terció entonces en la conversación para decir
con tono firme.
- ¡No Rei! No debes decirle nada.
-Pero…es algo terrible. - Opuso la sacerdotisa. - Si
no les advertimos podrían…
-Es una orden directa. Ahora es tu reina quien te habla.
- Se oyó el tono mayestático y solemne de Serenity.-
Totalmente
tomada por sorpresa la sacerdotisa tardó en ser capaz de articular palabra. No
podía creer lo que escuchaba. Sin embargo, eso no era nada nuevo y
desgraciadamente sabía lo que podría suceder. Finalmente pudo musitar
consternada.
-Como digáis, Majestad. Pero sed consciente de que
esto puede traer mucho dolor y terribles consecuencias.
-Lo soy. - Sentenció Serenity añadiendo ya con un
tono más suave y consternado. - Y lo que deba ocurrir, ocurrirá…Sé que es muy difícil
para ti hacer lo que te ordeno. Por ello te doy las gracias por tu lealtad…
Y
sin dar oportunidad a la réplica colgó. Rei se quedó durante unos instantes con
el pitido del fin de la llamada suspirando llena de tristeza y preocupación.
Por desgracia solamente le restaba esperar acontecimientos y, además, por si
aquello no fuera suficiente, presentía aún más negatividad en el ambiente.
-No me cabe ninguna duda. Una gran tormenta está a
punto de desatarse. - Musitó en tanto volvía a consultar las llamas sagradas. -
Una enorme tempestad de maldad…algo terrible está surgiendo. Y no únicamente en
un punto. Ruego a los espíritus que Serenity y Endimión sepan lo que hacen.
En
la casa de Debbie, esta también se levantó bruscamente de la cama. Había tenido
esa terrible pesadilla de nuevo. Su novia aparecía en ella, con una expresión
de crueldad que la petrificaba de espanto. ¡Esa no podía ser Kerria!
-Dios mío, no sé qué hacer. - Pensaba con zozobra. -
Bueno, puede que sí. Tengo que hablar con ese hombre.
Pensaba
en aquel extraño individuo que la abordase en los Ángeles cuando fue a ver a su
hermana con sus padres. Debbie había salido a dar una vuelta con ellos y se
separó durante unos minutos. Vio una tienda de vintage y se metió dentro. Estaba
curioseando por allí, mirando algunos discos de vinilo y camisetas y no se dio
cuenta de la presencia de un tipo joven y alto, de pelo moreno y ojos violetas,
que sostenía una especie de agenda de tapas granate, parado delante suya.
-Lo siento. - Se disculpó la muchacha, creyendo que
le había cerrado el paso en el estrecho pasillo en el que estaban.
Aunque
la críptica respuesta de ese tipo la dejó sin habla.
-Debes tener mucho cuidado a tu vuelta a Nueva York.
Las cosas se complicarán. Cuando sientas que algo maligno se cierna sobre ti y
tu novia acude sin demora a esta dirección.
Y
le entregó una tarjeta a la perpleja chica. En ella venían escritas unas señas
que correspondían a una tienda de esoterismo de la Gran Manzana. Aunque eso era
lo que menos le llamó la atención. Lo que sí la dejó atónita fue que ese hombre
estuviera al tanto de su relación. Y lo que era más increíble, que conociera su
orientación sexual.
- ¿Quién es usted? - Inquirió al fin. -
-Alguien a quien todavía no debes conocer. - Sonrió
enigmáticamente ese tipo. -
-Oiga. ¡Espere un minuto! Quiero algunas respuestas.
- Le exigió ella con premura, dado que ese joven se había apartado caminando
hasta meterse por otra galería de aquel comercio. - ¡Aguarde!
Deborah
quiso ir tras él, dos personas que estaban curioseando algunos artículos se
cruzaron entonces en su camino, cuando la chica logró pasar ya no vio a ese
misterioso individuo por ninguna parte. Era como si se hubiera desvanecido.
-No puede ser. No ha podido salir por aquí. - Musitó
sin comprender. -
Miró
entonces aquella tarjetita con mayor atención. Leyó el encabezado.
-Los Guardianes, librería de asuntos esotéricos…tendré
que ir a echar un vistazo.
Aunque
la voz de su hermana que estaban paseando por allí cerca con sus padres la
llamó.
- ¿Debbie? ¿dónde te has metido? tengo que volver a
la academia.
-Voy. - Replicó de inmediato. -
Y
salió de allí, desde entonces casi se había olvidado de aquello. Llegó a creer
que ese tío sería alguien que, por casualidad, la conociera de algo o que fuera
un ligón sin más. Incluso llegó a sospechar de alguna broma de su hermana Sue,
pero lo descartó de inmediato. Ella no era así y jamás bromearía con aquello.
-Tendré que ir a esa tienda. Puede que allí sepan
aclararme lo que ocurre. - Decidió. -
Llevaba
ya tiempo sintiendo que algo no iba bien. Aunque pensó que era debido al
escándalo que se había formado en el colegio cuando Kerria salió finalmente del
armario.
-La pobre tuvo que hacerlo de una manera muy cruel.
Fue muy valiente y lamento no haber estado ahí con ella para apoyarla. -Se dijo
no sin culpabilidad. -
No
obstante, con lo duro y traumático que fuera aquello para su novia, no era ni
con mucho el origen de las malas vibraciones que Debbie había estado sintiendo.
Y ahora, tras aquel extraño encuentro con ese misterioso individuo algo dentro
de ella le decía que las cosas tenían un significado mucho más profundo.
-Ella está en
peligro. De algún modo sé que lo está. Y lo peor es que no tengo idea de cómo
ayudarla, ni de quien quiere hacerle daño. Pero lo averiguaré. - Se prometió. -
Finalmente, aunque le costó hacerlo, pudo dormir,
sin ser capaz de imaginarse que aquella terrible pesadilla con Kerria
desgraciadamente se había hecho realidad.
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