sábado, 5 de marzo de 2011

GWB 28.73 la despiadada Devilish Lady




Marla había acudido a ese sórdido lugar en busca de respuestas. Una penitenciaría con pabellón psiquiátrico. No tenía ningún deseo de estar allí, pero su interés era superior a su repulsa.



-Al menos podré hablar con ella. Informarme de lo que pasó y agradecerle lo que hizo por mí. Si es que sigue cuerda.- Pensó.-



            Y no era para menos. Tras años de reunir datos y gracias a la ayuda de su amante y madre adoptiva, fue capaz de seguir la pista de su madre biológica.



-Según el dossier que tengo de ella, su verdadero nombre es April Sinclair. Fue acusada de homicidio al matar al chulo que tenía. Condenada a veinte años de los que le dedujeron parte en base a su trastorno de personalidad. Y que dio la impresión de actuar en defensa propia y de su hija, que era yo. – Recordó.-



            Y es que esa desdichada mantenía una doble vida. Por un lado, como April, era estudiante universitaria, incluso animadora. De otro, asumió la identidad de su fallecida hermana Paige. Siendo esta última se prostituía en una especie de secta y de ese modo fue como quedó embarazada de ella.



-Crecí pensando que tenía dos madres. Una era la tía April, y otra mamá Paige.- Se dijo Marla.- Hasta que ese cerdo quiso hacerme daño después de darle una paliza. En ese instante Paige debió de morir en su mente y fue April quien se ocupó de protegerme. Apenas lo recuerdo, yo era muy pequeña.



            En eso reflexionaba cuando entró en la prisión. Tras ser identificada recibió una tarjeta de visitante. No tardó en comunicarse con el director de la cárcel al que solicitó permiso del modo más amable y humilde, teñido como no, de tristeza, que supo fingir.



-Perdone usted. Verá, vengo a visitar a una reclusa. Se llama April Sinclair.

-Muy bien, señorita. Dígame ¿Quién es usted?. Me refiero a si tiene relación con ella.

-Es mi tía. Dígale que me llamo Marla Sorel. – Le contestó.-



            Aquel hombre, algo calvo y regordete asintió y enseguida comunicó con sus adjuntos dando la autorización para esa visita y que preguntase a la prisionera si deseaba recibirla. Tuvieron que pasar unos minutos muy incómodos para Marla quien se mantenía allí sentada, en el despacho de ese tipejo, con sus piernas cruzadas y luciendo aquellos zapatos de alto tacón negros de los que aquel pervertido no apartaba la vista. Solamente para divertirse a su costa, ella hizo rebotar levemente una de sus piernas para moverla arriba y abajo engatusando a ese idiota.



-¡Estúpidos y primarios machos! - Pensó con manifiesto desprecio y asco, enmascarados en una amplia y seductora sonrisa.- Creo que sí me lo propusiera, este imbécil liberaría a mi madre con sólo pedírselo.



Pero aquel no era su objetivo. De modo que, armándose de paciencia, soportó algún comentario de ese pesado sobre el tiempo, lo bonita que era la ciudad. Si ella era de por allí o si tenía pareja. Marla por supuesto replicó educadamente aunque con apenas monosílabos. Sobre todo la parte de la pareja, ella dijo un corto sí.



-Es un hombre muy afortunado. -La elogió ( o al menos eso creía) el tipo aquel.-



Ella no contestó a eso, aunque al cabo de unos instantes y por fortuna, su suplicio terminó. El alcaide recibió la respuesta de uno de sus subordinados vía mensaje de móvil. Tras consultarlo, sonrió alentadoramente a Marla para decirle con un tinte entre solícito e interesado.



-La señorita Sinclair ha aceptado. Puede usted pasar a la sala de encuentros, como nosotros la llamamos. Es el pabellón C. Les permitirán unos diez minutos a solas para que charlen con calma. Pero tenga cuidado, esa mujer es inestable. De hecho, sigue con medicación. Le aconsejo que sea usted muy prudente.

-Muchas gracias, lo tendré en cuenta.- Asintió la joven, levantándose de la silla y saliendo de allí.-



            Caminó guiada por una oficial de prisiones. Al menos era una mujer, y llegó a ese pabellón. Le abrieron la puerta y tomó asiento en una silla. Al fondo había otra entrada cerrada. Debía ser la zona que comunicaba con la prisión.



-Lo que tiene una que hacer.- Suspiró con una mezcla de hastío y repulsión.- Soportar la charla intrascendente de machos que se comen con la vista a cualquier mujer joven y guapa como yo.



            Y es que Marla era hermosa y lo sabía. Si era capaz de atraer a muchas mujeres, ¡qué no habría sido posible para ella si le hubieran interesado los hombres!. Desde luego, mucho más dóciles y manipulables cuando de sexo se trataba. Pero los odiaba profundamente y siempre que debía tratar con ellos le resultaba una muy desagradable experiencia. Empero, era una experta en camuflar sus emociones.



-Puedo hacerles creer exactamente lo que yo desee que crean. Aunque tampoco tiene mucho mérito, solamente piensan con su entrepierna.



En eso meditaba cuando la puerta del fondo se abrió. Acompañada por una funcionaria vio pasar a una mujer de cabellos castaños, rondando los cuarenta años, enfundada en un mono naranja y que iba esposada de pies y manos. Pese a los años de cautiverio y la edad era atractiva todavía. Al principio esa reclusa le dedicó una mirada de extrañeza. Luego al tomar asiento y ser esposada a la mesa, apenas pudo balbucir.



-¡Marla! Mi amor, ¿eres tú, mi niña?

-Hola, tía April. ¿O debo llamarte mamá?- Replicó ésta con tono neutro y comedido.-



            La interpelada sonrió, sollozando incluso. Quería poder tocar a su hija, acariciarla, pero esas esposas lo impedían. Dedicó una suplicante mirada a su guardiana, aunque esta se limitó a encogerse de hombros y replicar con tono exento de empatía.



-Lo lamento, son las normas. Tenéis diez minutos.



            Y dicho esto esa mujer, robusta y alta, se perdió al fondo de la sala y salió cerrando la puerta. Pese a todo, April la ignoró, añadiendo con toda su atención puesta en aquella visita.



-Cariño…Dime, ¿cómo te ha ido todo?

-No me puedo quejar.- Repuso sinceramente la interpelada.- Pero he tardado en poder localizarte. Ahora quisiera que me contases lo que sucedió.

-Yo…-Musitó esa individua, esquivando ahora la mirada de su interlocutora.- Hice cosas terribles. Muy malas.

-Acabaste con un chulo que te oprimía y que quiso hacerme daño. Creo que eso, lejos de ser malo, fue algo heroico. Estoy orgullosa de ti por ello.- La cumplimentó Marla, sonriendo ampliamente ahora.- Orgullosa de que seas mi madre.



            Aunque esas palabras no tuvieron el efecto que ella supuso. Al contrario, April movió la cabeza con gesto compungido.



-Matar está mal. Yo tomaba drogas entonces, era una adicta a la cocaína y llegué a quitarle dinero para comprar mi dosis. Él lo descubrió y por eso me pegó. Así empezó todo. Llevo pensando en ello durante años y muchas veces aún no puedo dormir al recordarlo.

-Matar es correcto cuando se trata de acabar con la dictadura del hetero patriarcado. Recuerdo que yo era muy niña. Pero fuiste tú quien me lo enseñó.

-Una cosa es ser libres y tener igualdad, y otra vengarse, hija.- Suspiró ahora April, atreviéndose a mirarla a los ojos para agregar esperanzada.- ¿Sabes una cosa? Mi terapeuta el doctor Singer dice que he hecho muchísimos progresos, que, con la medicación adecuada ya no tendré alucinaciones nunca más. Y durante estos últimos años he estudiado derecho. He conseguido terminar las asignaturas que me faltaban. ¡Ya soy abogada! Como  tuvo que ser hace años, de haber proseguido mis estudios en la facultad y tener que no terminar aquí.



            Marla la observó ahora como si mirase a un extraterrestre, su gesto evidenció disgusto dijo casi escupiendo las palabras.



-¿Qué es lo que han hecho contigo? Tú odiabas a los hombres, ¿y ahora hablas de tu terapeuta? Que evidentemente, es un macho.

-No todos los hombres son malos, cariño. Es un error pensar eso. Hay hombres buenos y malos, como hay mujeres buenas y malas.

-¡Te han lavado el cerebro, madre! - Espetó su contertulia.-

-¡No, no! - Replicó con vehemencia April tratando en vano de mover sus manos para asir las de su hija.- ¡Escúchame Marla! No confundas la lucha feminista a la que sigo estando dedicada con la venganza o el puro odio.

-¿Feminista?- repitió la joven con una mezcla de estupor y desdén, al añadir.- Una feminista no se somete a las órdenes ni a las indicaciones de ningún hombre. Dime una cosa.- Inquirió casi con crueldad.- ¿Quién murió aquel día, Paige o April? No será la sumisa Paige la que está hablando ahora.

-Mi amor, estás equivocada.- Sollozó April, confesándole entre lágrimas.- Al menos, Paige no fue del todo imaginaria. Verás. Tú tuviste una tía, mi hermana adoptiva Paige, era algo mayor que yo. La verdad es que la adoraba. Y ella también me quería mucho a mí. Un día montamos en bicicleta. Yo la llevaba, pero quise impresionarla y corrí por la carretera. Ella me pidió que no lo hiciera, aunque yo, ¡era una niña!...No hice caso y tampoco vi ese coche. Pasé el cruce y nos llevó por delante. Yo quedé muy mal. Pensaron que no podría volver a caminar. Pero ella murió en el acto, ¡se golpeó en la cabeza!...entonces no lo supe. No quisieron contármelo al principio durante mi convalecencia, aunque en eso tuve muchísima suerte. Un milagro. Me operaron y fui capaz de andar. Pero…

-Sí, claro.- La cortó Marla, atando cabos.- Cuando te lo contaron tú te culpaste por su muerte y para no tener que lidiar con ello tu personalidad se dividió. Tu mente recreó a Paige. ¡Asumiste su identidad! Creíste de algún modo que así, ella estaba viva otra vez. Y actuaste como si fueras ella. Aunque luego seguías siendo tú.



            Su progenitora le dedicó una mirada entre atónita y admirada. No cabía ninguna duda de que su hija era muy inteligente. De modo que, deseando hacerle comprender, prosiguió.



-Así es. Eso me hicieron descubrir en la terapia. Por suerte mis padres. Tus abuelos, han venido a visitarme regularmente en cuanto supieron dónde estaba. ¡También traté de matarles, Marla! Fue horrible. No sé qué me pasó por la cabeza. Y lo peor fue cuando caí en las manos de aquella secta.

-¿Secta?- Inquirió la chica, con evidente curiosidad ahora.- ¿Qué secta?



            Realmente no le importaba para nada aquel rollo melodramático de esa trastornada. Aunque esto sí que llamó su atención. Y su madre entonces, palideciendo visiblemente, le susurró.



-Escúchame bien. Esos monstruos existen. Los demonios son reales, muy reales. Yo misma vi como conjuraban a uno de ellos. También las diablesas están entre nosotros. O al menos hasta que todo eso pasó. La gran batalla.

-¿Batalla? ¿De qué hablas?- le preguntó Marla sin comprender.-

- La lucha contra el mal. Cariño. Tú naciste en el seno de esa secta y durante mucho tiempo jamás comprendí como me permitieron criarte y tenerte allí. Pero a pesar de que esas diablesas eran crueles y malignas, y que amenazaron incluso con hacerte daño. Jamás cumplieron esas amenazas. Creo que, cuando yo estaba en la facultad y te dejaba allí, de alguna manera te cuidaron. De cualquier forma, al final tuve que huir contigo.



            Su contertulia la escuchaba ahora entre la incredulidad y el malestar. Esto había sido una pérdida de tiempo. Aquella loca no estaba evidentemente en sus cabales y únicamente decía tonterías. Aunque a pesar de eso era su madre y la salvó. Por ello, y por su condición de mujer, decidió mostrarse al menos amable. Más cuando April concluyó suplicándole.



-¡Aléjate del mal, mi niña! ¡Huye de ellos! Sé que algunos siguen por ahí.

-Por supuesto, claro que sí, mamá.- Sonrió cínicamente Marla, sentenciando no sin sarcasmo.- Lo último que me interesaría es acabar controlada por una secta de machos.



            En ese instante la puerta del fondo se reabrió. Esa centinela reapareció anunciando con tono entre aburrido e indiferente.



-Se ha terminado el tiempo.



            Marla no dudó en levantarse y su madre entre tanto prosiguió a la desesperada mientras era liberada de aquella mesa.



-Por favor. ¡Cuídate! No odies a los hombres por el mero hecho de serlo. No permitas que el mal anide en ti.

-Claro, lo que tú digas.- Repuso su contertulia de modo frío.-



            April se dirigió ahora a la centinela con una mirada suplicante y le pidió.



-Por favor, deje que abrace a mi pequeña. No lo he hecho desde hace más de dieciocho años.

-Lo siento, las normas prohíben todo contacto físico.- Repuso esa mujer.-

-¡Yo jamás le haría daño a mi hija!- Gimió la devastada prisionera.-



            Aunque la propia Marla ya se había alejado, y la guardiana llegó incluso a comentar con sorna.



-Pues quizás ella no piense lo mismo.



            April se hundió al ver como su hija salía de allí sin  girarse a mirarla. Supo entonces que posiblemente nunca más la volvería a ver. Pero lo que más le dolía y preocupaba era comprobar que el odio que una vez albergó ella dentro de sí, había pasado a Marla.



-Rogaré por ti.- Musitó abatida.- Y cuando salga de aquí te buscaré y trataré de hacerte ver la verdad. Tengo esa deuda y la saldaré.



            Y ya no protestó cuando la centinela le indicó que tenía que volver a su celda. De modo sumiso la siguió. Marla por su parte salió de ese lugar moviendo la cabeza.



-Esto sucede cuando nos dejamos lavar el cerebro por un macho. Me servirá de lección. Una mujer jamás debe dejarse manipular por ninguno de ellos, sino ser ella quien les manipule para su conveniencia o disfrute.



Y sin volver siquiera la cabeza se marchó. Entre tanto, a la mañana siguiente de la desaparición de Kerria, Amatista volvía a casa después de entrenar. Esta vez le había tocado equitación. Llegaba caminando tras bajarse del autobús cuando vio a un muchacho que le era familiar.



-¡Hola Brian!- Le saludó con una media sonrisa.-

-Amatista. ¿Qué tal estás? - Se interesó él al reconocerla, girándose en dirección a  la voz de la muchacha.-



            Desde luego que cualquiera se quedaría mirando a la francesa sin poder apartar la vista, con esa planta imponente y vestida como atractiva amazona. Más cuando se había quitado la chaqueta que llevaba sujeta con una mano tras la espalda marcando sus más que generosos encantos de forma patente bajo la blusa.



-Vengo de montar.- Dijo ella.-



Aquello era evidente, más, ante el asentimiento de su interlocutor, quien, tras mirarla de arriba a abajo y sonreír, repuso divertido.



-Sí, lo he supuesto.



            La joven se rio, desde luego, a la vista estaba. Pero agradeció ese momento distendido. Brian era un buen muchacho. De los pocos que le caían bien por allí. Y además era atractivo, un poco más alto que ella y bastante bien considerado. De no ser porque la propia Amatista estaba colada por Leval no le habría importado salir con él. No obstante, ese joven tenía también un amor quizás platónico, y ahora seguramente imposible. Fue precisamente él, quién le inquirió a su contertulia.



-¿Sabes algo de Kerria? Creo que estaba enferma. Habíamos quedado para estudiar, pero me dijo por teléfono que no se sentía bien.



            La chica borró la sonrisa de sus labios y bajó la cabeza, se sentía abochornada. Más cuando revivía en su mente lo sucedido. Apenas sí pudo mirar a su interlocutor a la cara. De todos modos, no sabía andarse por las ramas y reuniendo valor, le respondió con tono cuidadoso y amable.



-Mira Brian. Eres un buen chico. Me caes bien, es más…te respeto mucho, y no digo eso de cualquiera. Y... estoy segura de que has oído lo que se cuenta sobre Kerria…



Ahora fue el joven el qué apartó la mirada y pudo musitar con abatimiento.



-Sí, he escuchado cosas. Pero estoy seguro de que no son ciertas…

-No sé qué es exactamente lo que habrás podido oír.- Suspiró Amatista, agregando acto seguido.- Pero yo estaba presente cuando ella dijo… bueno, cuando admitió que…

-¡Basta! - Le pidió el muchacho, cortándola con mayor brusquedad de lo que solía emplearse. No obstante, enseguida calmó su tono para añadir más conciliatoriamente.- Por favor...no quiero oír nada más. No me importa. Ella no es como la gente dice. La conozco…

-Lo sé.- Convino su contertulia con tristeza en el semblante para admitir.- Y te doy las gracias por creer en ella. Eres mucho mejor amigo suyo de lo que yo he demostrado ser. Espero que logremos animarla y que todo esto pase pronto. Cuento contigo para ello. ¿Me ayudarás?- Inquirió con tono esperanzado.-

-Claro que sí.- Sonrió al fin el chico, asintiendo con mayor ánimo.- Ella no está sola, hay más gente que seguro que la apoyará. Hablaré con quien haga falta. Tenemos que cortar esos infundios de raíz.



            El chico recordaba cómo, para su horror, había escuchado cosas de lo más tremendas. Y la de que si Kerria era lesbiana, era la de menor importancia. Algunos decían que simplemente era una ninfómana que se había acostado con un montón de gente. Otros que hasta se prostituía en clubes de alterne. O que, junto con su amiga Debbie, hacía películas pornográficas. Al muchacho le habían dado ganas de dar un puñetazo a todos esos canallas que la insultaban alegremente. Y así lo manifestó.



-No voy a consentir que nadie la hiera y la difame de esta manera. Estaré a su lado, pase lo que pase. Yo sé que ella no es así…



            Su contertulia quedó impresionada al escucharle. Le constaba que fue de ese modo. Alguna de sus amigas se lo contó. Ese joven había dado la cara por Kerria  y reprochado a muchos de sus compañeros la actitud tan miserable y mezquina que habían tenido con esa pobre muchacha. Incluso alegando que ella tenía todo el derecho a ser gay si así fuera. Y no tuvo que recurrir a la violencia para avergonzar a más de uno. Ese chico que solía ser tan tranquilo y callado reaccionó mucho mejor y con más contundencia de lo que ella fue capaz. Y lo hizo porque verdaderamente quería a Kerria. Se veía en sus ojos que creía al cien por cien lo que afirmaba. Tuvo que admitirlo. Brian la había dado una lección.



-Muchas gracias por todo lo que has hecho. – Le sonrió Amatista a su vez, confesando con amabilidad.- ¿Sabes? Has demostrado quererla y comprenderla más que ninguno de nosotros. Realmente me gustaría mucho que ella y tú…



            Ahora fue el patente rubor en las mejillas del muchacho lo que hizo que su compañera guardase silencio. Entonces él dijo, para salir de esa embarazosa situación.



-Tengo que irme. Debo ir a la ciudad a hacer unas compras y se me va a ir el autobús. Ya nos veremos.



            Amatista asintió, ¡pobre chico!, le dejó alejarse en tanto ella misma se encaminaba a su casa. Al llegar entró, se quitó las botas de montar y colgó la chaqueta en el recibidor. Después, sintiéndose cansada, saludó a sus padres y fue a ducharse. Justo cuando entró al baño sonó el teléfono. Su padre, que estaba recién levantado y haciendo el desayuno, lo descolgó en la cocina.



-¿Si? Dígame. Diamante Lassart al habla ¿Quién es?

- ¡Por favor Diamante! ¡Ayúdanos! - Escuchó la angustiada voz de Beruche. - Kerria ha desaparecido, no está en su habitación.

- ¿Qué ha pasado?- Quiso saber su interlocutor con preocupación. –

- Tuvimos una discusión con ella, por su comportamiento y otras cosas. Pero todo se había solucionado. La dejé durmiendo en su cuarto. ¡Y esta mañana no estaba! – Pudo replicar Bertie al borde del llanto para hacerle un breve resumen del ataque anterior que habían sufrido. – No lo entiendo…Solamente espero que no hayan sido ellos.



            Diamante no pudo evitar escuchar aquello con visible zozobra. Sabía perfectamente a quién se estaba refiriendo Beruche. Y también la conocía lo bastante para darse cuenta de que esa mujer no exageraría ni montaría un drama por nada. Algo muy grave había tenido que ocurrir.



- Tranquilízate, ahora mismo voy para allá, - le respondió su amigo que colgó. -

-¿Que ocurre, cariño? - Le inquirió Esmeralda que estaba a su lado vestida con una bata de seda y terminando de desayunar. -

- Era Bertie, su hija ha desaparecido, parece ser que tuvieron una discusión con ella y antes de eso un ataque por parte de unos sectarios. Está muy preocupada. Roy y su hijo ya han salido a buscarla y me pide que les ayude.

-¿Los sectarios? ¡Qué horror! ¡Pobre niña! Espero que la encuentren pronto, - respondió su mujer también con visible inquietud. - Se lo diré a Amatista cuando salga de la ducha, quizás ella sepa dónde puede haberse metido.

-No le digas… ya sabes.- Le recordó su esposo.-

-Me limitaré a contarle que Kerria ha desaparecido, no te preocupes. No quiero asustarla más ni que haga preguntas. - Convino su contertulia.-

- Yo me voy, si sabéis algo nuevo, llamad a casa de Bertie y Roy…-Le indico su marido.-



            Su esposa asintió y Diamante se alejó volando a toda velocidad para no ser visto tras salir por la ventana. Esmeralda fue a buscar a su hija que ya había salido de la ducha y se estaba secando el pelo. Tal y como le aseguró a su marido,  puso al corriente a su hija de lo ocurrido, aludiendo tan solo a la desaparición de Kerria. Amatista palideció, no obstante, pese a sentirse muy preocupada por su amiga, no se atrevía a decir nada de lo que había sucedido en los vestuarios. Tampoco aunque quisiera tenía ni la menor idea de a dónde podría haber ido. Solamente pudo encogerse de hombros ante la pregunta de  su madre y así lo admitió.



- No lo sé, no tengo ni idea de a donde ha podido ir, mamá. Últimamente nos hemos visto poco. Kerria ha tenido problemas en el instituto.- Contestó con voz queda y preocupada.-



La muchacha recordaba con remordimiento su conversación reciente con Brian y su falta de apoyo a su amiga cuando ésta más lo necesitaba. Y ahora que estaba planeando arreglar las cosas Kerria había desaparecido. ¡Ojalá que no hubiese hecho ninguna tontería!



- ¿Qué clase de problemas?- Le inquirió su madre. –



La chica optó por no decir nada, aunque como la mirada de su interlocutora seguía posada en ella finalmente tuvo que decir algo para salir del paso.



- Creo que eran cosas de chicas, entre ella y algunas compañeras. Pero yo no pude hacer nada. – Replicó tratando de no ponerse a llorar, no quería traicionarse y que su aguda madre indagase más. – No tuve ocasión…

- Espero que no le haya dado por hacer nada de lo que arrepienta.- Suspiró Esmeralda con visible inquietud pensando - Ya es mala suerte que ayer no estuviéramos en casa. Quizás podríamos haber hecho algo. En fin, - añadió tratando de ser más optimista. - Sólo podemos esperar a que tu padre y los demás puedan dar con ella.



            Amatista asintió, pero se dio prisa en vestirse de nuevo para salir y se fue corriendo lo más deprisa que pudo, su madre al verla marchar, le gritó.



-¿A dónde vas, hija?

- Voy en busca de Leval para ayudarle. Quizás entre los dos podamos averiguar dónde está Kerria.



       Y  Esmeralda asintió. Por su parte se quedó allí intentando ponerse en contacto con el resto de sus amigos, pese a todo no tenía demasiado claras las explicaciones de su hija…



-No sé si alguien la habrá visto por el barrio. De todos modos, me extraña que Amatista esté tan desconcertada. No creo que me esté contando todo. Debió de ocurrir algo más. En fin, por ahora no la agobiaré, lo primero es que esa cría aparezca.



            Mientras tanto, Brian  había llegado a la parada del autobús. No había gente. Miró el reloj y suspiró resignado. Se había marchado hacía cinco minutos. Al detenerse para charlar con Amatista se le hizo demasiado tarde para alcanzarlo.



-¡Qué le voy a hacer! El próximo tardará unos minutos.- Se dijo con resignación.-



Pero cuando iba a sentarse en el banco a aguardar alguien le tocó por detrás en el hombro. Al volverse el corazón casi se le salió del pecho. ¡Era ella! Lo cierto es que lucía preciosa. Su pelo castaño claro, habitualmente recogido en una trenza, estaba suelto, ondulando con la brisa que se había levantado. Sus ojos quizás brillaban de modo algo extraño. El chico juraría que de un tono rojizo, pero su compañera enseguida se caló unas gafas de sol. No obstante, esa mini falda roja que dejaba ver toda la extensión de sus impresionantes piernas, rematadas en sendos zapatos de buen tacón a juego también con sus labios y ese top blanco que marcaba claramente sus encantos, la hacían irresistible. Sin embargo, Brian notaba algo raro. Era como si su compañera no fuese la de siempre. Quizás era lo que él pensaba, que estuviera muy disgustada y deprimida debido a los últimos acontecimientos. En cuanto pudo centrarse le preguntó con interés y amabilidad.



-¿Qué tal? ¿Cómo estás? ¿Se te ha pasado el catarro?...

-Estoy de maravilla - le replicó la chica con un tono bastante meloso, en tanto con sus manos, jugueteaba con la camisa del atónito muchacho, a la altura del cuello.- Que agradable coincidencia. ¿Qué haces tú aquí?...

-Iba a comprar unas cosas… - Pudo contestar el cada vez más nervioso joven.-

-Me alegro mucho de verte. ¿Y sabes por qué? –Sonrió la muchacha que, sin esperar réplica, añadió en tanto los dos se sentaban en el banco. - Eres de los pocos que merecen la pena en este maldito barrio. No, no eres como los demás. Tú no cuentas mentiras. ¿Verdad que no, Brian? – Le susurró con tono aún más azucarado, para rubor del chico.-

-No sé a qué te refieres… ¿Mentiras, qué mentiras?...

-Sí, sí que lo sabes.- Afirmó la muchacha que ahora posó sus dos manos en el pecho de él para recorrerlo hacia abajo, despacio y de una manera tan sensual que el pobre Brian creyó que el corazón iba a salírsele del pecho. Y más cuando su amiga sentenció.- ¡Malditos perdedores hipócritas, desgraciados! Mira que acusarme de que me gustan las mujeres….únicamente ¡Vaya una estupidez!, para que conformarme solamente con mujeres teniendo aquí a un chico como tú…porque tú eres muy atractivo. ¿No te lo han dicho nunca?

-¡Bu...bue...bueno!- Pudo balbucear él, quien muy envarado sentía como cierta parte de su anatomía había comenzado a rebelarse ante las caricias de las que su pecho y sus piernas eran objeto.-  Lo…lo… principal es que todo se aclare.- Fue capaz de añadir.- Seguro que hablando las cosas…



Pero su zona privada se le agitó todavía más cuando su compañera se levantó y aproximándose muy cerca del atónito chico, puso uno de sus pies sobre el banco, justo bajo la entrepierna de él. Kerria pasó a acariciarse su larga y torneada pierna hasta el pie, preguntando a su perplejo interlocutor con un tono que realmente destilaba lascivia.



-¿Te gustan mis zapatos nuevos?...

-Sí, claro…muy…bonitos.- Farfulló Brian.-



El pobre muchacho tragaba saliva tratando de apartarse, aunque se puso totalmente colorado cuando esa parte suya se evidenció en ascenso bajo el pantalón.



-¡Hum!- Gimió ella con manifiesta aprobación al percatarse de ello, añadiendo divertida.- Pues tendrías que ver mis botas altas nuevas. También son rojas… me gusta mucho el color rojo…

-Creía que tu favorito era el azul.- Musitó él realmente avergonzado y tratando a toda costa de calmarse.-

-¡El azul es para perdedores! - Escupió su interlocutora, quitando finalmente el pie del banco para alivio del muchacho que creía que su pantalón le iba a estallar.- El rojo simboliza la pasión, la fuerza vital...

-Lo recordaré para tu próximo cumpleaños.  En fin. Espero que te gustase la pulsera. - Le comentó algo apurado, dado que todavía respiraba con agitación.-



            Entonces ella se apartó ligeramente, le miró de arriba abajo y esbozó una sonrisa que parecía algo pérfida, para sentenciar en tanto le acariciaba a su compañero una mejilla.



-Lo dicho. Eres el único al que merece la pena salvar de toda esa chusma que se dedica a esparcir infundios sobre mí. ¡Si hasta te acordaste de mi cumpleaños! Y esa pulsera fue un detalle precioso…No la llevo ahora porque no quiero perderla. Pero te aseguro que, cuando termine lo que tengo que hacer, la luciré con orgullo.

-Todo se va a arreglar.- La animó su contertulio al que le sorprendida desde luego esa actitud, pero quizás es que la pobre había estado sometida a mucha presión. ¡Sí, eso debía ser! Pensó, para remachar con tono animoso.- No te preocupes. Lo vamos a aclarar, Kerria.

-¡Oh sí!- convino ella con una sardónica sonrisa para sentenciar.- Puedes estar seguro de que todo se va a aclarar, Brian. Me ocuparé personalmente de eso. Por cierto. Tardaré en volver a casa. Si ves a mis padres diles que no se inquieten, que enseguida sabrán de mí. Y…si ves a Amatista…

-La vi esta misma mañana. Hará tan solo media hora. - Se anticipó él, creyendo así animar a su amiga.- Hemos hablado y te ayudaremos.



            Eso pareció sorprender a esa muchacha quien esbozó una pérfida sonrisa.



-¡Vaya, vaya, vaya! ¡Qué considerada es!... va a ayudarme…- se rio ligeramente evidenciando un tinte claro de sorna y añadió con voz suave.- Bueno. Dile de mi parte que nos veremos muy pronto, antes de lo que ella cree. Y que entonces le agradeceré su ayuda como se merece… ¿Harás eso por mí?- Le pidió la joven con un tono  extrañamente sensual y hasta embriagador.-

-Haré lo que sea por ti. ¡Siempre! - Aseveró el chico, como si no pudiera evitar sincerarse con aquella especie de confesión al escuchar la voz de ella.- Puedes contar conmigo para lo que quieras.

-Lo sé. Eres el único al que puedo pedírselo de esta manera. Tan dulce…- Sonrió ampliamente su interlocutora levantándose ligeramente las gafas para revelar unos ojos color sangre, que refulgían como ascuas.- Y cuando todo esto termine me aseguraré de que pasemos más rato juntos…te lo prometo…es lo menos que te mereces…y yo sé recompensar bien a los que me ayudan, a los que me son fieles. A esos les reservo la mejor parte de mí. Y tú puedes contarte entre ellos.

           

El chico no comprendía nada de eso y no podía articular palabra. Kerria puso entonces sus gafas sujetas a la camiseta de Brian por una patilla y clavó esa hipnótica mirada suya en el atónito joven. Sus ojos rojos como el fuego que, sin embargo, su contertulio no fue capaz de asimilar, sorprendido por esa última declaración. Casi parecía estar sumido en un estado de embriagada ensoñación. Él quiso decir algo pero en ese instante el ruido de un vehículo de gran tamaño distrajo la atención de Brian. El muchacho miró por unos momentos a un lado percatándose de que era el bus. Enseguida volvió a dedicar su atención a su compañera dirigiendo la vista hacia ella, para excusarse y decir…



-Lo siento pero el autobús ya ha…



            No obstante, se quedó perplejo, la chica simplemente no estaba allí. Aunque miró en derredor no pudo localizarla. Algunas personas más habían llegado a la parada y subían al vehículo. El joven incluso llegó a preguntarse si no habría imaginado todo aquello. Desde luego, caso de que Kerria hubiese estado realmente allí, él no era capaz de comprender dónde se había metido. Y hasta dudaba de no haberse quedado dormido en la parada y tener un sueño erótico.



-La verdad. Ella jamás se vestiría así, ni me haría esas cosas.- Se dijo avergonzándose de lo que juzgó sus propios deseos inconfesables.-



Sin embargo, no dispuso de mucho tiempo más para pensar en eso. Dándose prisa, subió al autobús antes de que éste se le escapase otra vez…



-Tendré que llamar a sus padres cuando vuelva.- Fue lo único que pudo discurrir en tanto tomaba asiento.- Querrán saber lo que me ha contado. Si es que realmente la he visto.



            Y fue cuando, a través del reflejo de la ventanilla de ese vehículo, observó las gafas de la chica sujetas en su camiseta. ¡Entonces, sí que estuvo allí! De todos modos, aquella muchacha le pareció realmente rara. Ahora, con esa evidencia de aquellas gafas que tomó y contempló como si pudieran responder a sus preguntas, meditaba.



-¿Qué le pasa? La cosa tiene pinta de ser muy seria.



Podría jurar desde luego que fue Kerria la que estuvo delante suyo aunque por alguna extraña razón, no estaba tan seguro de fuera ella quién le hablaba. Su voz, su forma de decir las cosas, su mirada con esos extraños ojos que ahora no lograba recordar. Algo estaba mal, muy mal. Pensó entonces en una de las últimas veces que pasaron juntos. En casa del muchacho. Cuando él le explicaba un tema de matemáticas, sentados frente a frente de una mesa en el salón.



-¡Esto es un rollo! No sé cómo alguien lo entiende - Suspiraba la chica posando sus verdes y hermosos ojos con desgana sobre aquel libro lleno de fórmulas ininteligibles.- ¿Y para que sirve?

-Bueno, no es tan malo.- La animaba Brian.- Si lo miras con perspectiva es algo muy útil.

-Ya…pero sigue siendo aburrido.- Afirmó ella esbozando una leve y reconocida sonrisa tras mirar a su compañero.- Gracias por tratar de hacérmelo más fácil.



            El chico se azoraba por momentos. Tenerla delante de él mirándole con ese semblante tan hermoso y  que le hablara con esa voz llena de simpatía le descolocaba.



-Esto… mira Kerria, es fácil…- Apenas pudo balbucear dirigiendo su vergonzosa mirada hacia el libro.- Tienes que tomar cada elemento de la matriz y contarlos. El número y de filas y columnas se denomina dimensión…



            Y así pasaron un buen rato. Él intentando por todos los medios centrarse en su explicación en lugar de perderse en aquellos ojazos verdes de su compañera. O evitando fijarse en sus labios rojos y en la bonita sonrisa que su “pupila” le brindaba cada vez que le aclaraba algún punto que no comprendía. O , ejem, en las curvas de sus pechos marcándose bajo esa camiseta que llevaba. ¡Ojalá pudiera besarla allí mismo! A veces incluso hasta agradecía que su madre se acercase de vez en cuando a ofrecerles algo de beber o de comer.



-¿Os apetece alguna cosa?- Les preguntaba invariablemente la madre del chico cuando les visitaba cada media hora más o menos. -

-No, muchas gracias, señora Rice. No quiero importunar.- Respondía la muchacha con mucha educación.- Su pobre hijo bastantes molestias se toma ya por mí.

–Pierde cuidado, querida.- Sonreía entonces aquella mujer.- Tú no importunas nunca…Por cierto. ¿Qué tal están tus padres y tu hermano?

-¡Oh!, muy bien, muchas gracias por preguntar.- Sonreía ella dejando noqueado a Brian una vez más.- También le envían muchos saludos…

-Sí, espero verles un día de estos y charlar con ellos. – Comentaba la señora Rice.- Bueno, os dejo que tenéis mucho que repasar…



            Y su solícita progenitora se alejaba dándole a Brian la ocasión al menos de refrenar su taquicardia durante esos ínterin. Y eso que Kerria solía venir vestida de modo informal, con zapatillas, pantalones vaqueros y camisetas. Pese a ello era realmente una chica preciosa. Alguna vez la había visto más arreglada y comprendía que casi todos los muchachos del instituto estuvieran a la cola para tratar de salir con ella. Afortunadamente no se sabía de ninguno que lo hubiera conseguido. Eso sí, él no era tonto y la vio hablando muy animadamente con alguno de ellos.



-Espero que no esté saliendo en secreto con Johnny o con ese Ryan de tercero.- Pensaba con creciente zozobra.-

-¡Brian!- Le llamaba entonces ella haciéndole casi saltar de la silla.-

-¡Sí!- Pudo decir el azorado muchacho.-



            Kerria le miró divertida, incluso se rio seguramente al pensar que le habría sobresaltado sacándole de algún cálculo matemático…



-Tengo que irme ya. Se hace tarde. Muchas gracias por ayudarme. De no ser por ti, iba a catear matemáticas hasta que cumpliera los treinta.

-No es nada…- Musitaba él.- Cuando quieras ya sabes dónde estoy.

-Sí, muchas gracias. De verdad. - Le sonrió la joven dándole un beso en la mejilla.-



            Y se marchaba quedando para el día siguiente en el instituto. Pese a que vivían algo lejos el chico siempre trataba de salir algo más pronto para encontrarse con ella de camino. Lo cierto es que últimamente, con la llegada de Amatista, no se atrevía a unirse a ellas. Pese a que Leval iba también.



-Únicamente espero que todo esto no la afecte demasiado.- Pensaba en tanto iba mirando distraídamente por la ventanilla del bus.- ¡Me gustaría tanto que lo que dicen de ella no sea verdad! Es que no puede serlo… ¡Por favor, Señor, dame aunque sólo sea una oportunidad de ayudarla y de que me quiera!…



Por su parte Amatista no se dio ni un segundo de tregua. La angustiada chica corría lo más rápido que le permitían sus largas y atléticas piernas. Realmente quería hacer algo, ¿pero qué? No lo sabía, lo único que le martilleaba en la cabeza era que Kerria había necesitado su ayuda y no se la prestó. Si bien no hizo leña de ella, tampoco la protegió. Excepto por esa absurda pelea con la estúpida de Simps, que se hubiera producido tarde o temprano por cualquier otra razón. Ahora se preguntaba, haciendo examen de conciencia, si el defender el honor de su amiga no habría sido más que una mera excusa. De lo que estaba bien segura es que Molly no albergaba hacia Kerria ninguna animadversión personal. Se había limitado a usarla como fácil pretexto contra ella. Y eso no podía entenderse como una ayuda. La verdadera amistad debería haberla probado en los vestuarios, desafiando a esas malditas estúpidas, abrazando a su amiga y diciéndole que ella la quería igual, que su orientación sexual no era  ninguna barrera entre las dos. Pero claro, eso hubiese sido posible de no ser ella la primera que sostenía tal prejuicio. ¿Y ahora qué? Alguien, posiblemente algún criminal, la habría raptado, o quizás ella misma se hubiera escapado. ¿Y si hubiera hecho alguna tontería? Lo cierto es que su madre parecía estar muy asustada y no dio la impresión de contarle todo lo que sabía.



-Mon Dieu. J'espère que Kerria n'a rien fait de mal contre elle-même.- Rezó en su idioma natal.-



 La muchacha estaba impaciente por ver a los Malden, y sobre todo por ver a salvo a su amiga. De este modo llegó a casa de la familia de Kerria, con el corazón casi saliéndose del pecho, entre la inquietud y la carrera que se había dado. Al llamar  a la puerta casi coincidió con Leval que acababa de volver de buscar sin ningún resultado. Cuando llamó, fue el chico quien abrió, su rostro estaba cansado, tenso y preocupado. Amatista pensó enseguida en disculparse, pero eso, lejos de arreglar las cosas, seguramente la haría blanco de los reproches del muchacho. Lo consideró mejor y se  ofreció para ayudarle a proseguir. Ya eran casi las dos de la tarde. Kerria seguía sin dar señales de aparecer. El joven, sin mediar palabra, se dirigió hacia el comedor y ella le siguió. Beruche, presa de la angustia, había llamado a la policía. Estos se presentaron y examinaron el cuarto en busca de alguna evidencia para ponerse enseguida en marcha. Acababan de irse prometiendo avisar si descubrían algo. Roy por su parte seguía fuera barriendo desde el aire todos los lugares que podría recordar que hubiesen estado asociados a la antigua secta. Y también trataba, inútilmente, de percibir el aura de su hija. Amatista entre tanto pasó al salón de los Malden y se encontró un cuadro desolador.



-¿Cuándo ha ocurrido?- Inquirió la muchacha llegándose a la sollozante Beruche que apenas podía tenerse en pie por la zozobra y el temor. –

- Esta mañana, como tardaba en levantarse, fui a despertarla a eso de las diez. Pero  la habitación estaba patas arriba, la cama deshecha y sus ropas todas en el armario. ¡Ella no se hubiera ido nunca así! Sobre todo después de lo que hablamos. ¡Alguien se la ha llevado, lo sé! ¡Quieren hacerle daño! ¡Mi pobre niña! –Gimió desconsoladamente Bertie.-



 La pobre mujer estaba sufriendo mucho. Amatista trataba de calmarla sin perder ella misma la compostura y echarse a llorar. Aunque aún tuvo que soportar otro golpe, y este realmente dolía  ya que proveía del muchacho al que  quería.



-¿Tú también lo sabías, verdad? -  Le reprochó con un tono amargo. - ¿Es verdad que le diste la espalda?

- No, yo no le di la espalda, Leval.- Se apresuró a negar la interpelada.-



Pero apenas casi replicó con un balbuceo, no fue capaz de soportar la presión y el remordimiento mucho tiempo más. No pudo continuar hablando en medio del llanto que la dominó, en contra de su voluntad. Se derrumbaba literalmente delante del sufrimiento de Beruche y la mirada acusatoria del chico. Finalmente fue capaz de decir entre sollozos.



- Yo no sabía cómo actuar, para mí fue un golpe, pero no quise darle la espalda nunca. Kerria me lo pidió, me aseguró que sería lo mejor para mí. Sé que hice mal, debí quedarme junto a ella. Todos estáis sufriendo mucho y si le sucediera algo, yo no...



Sus lágrimas no le dejaron continuar y se abrazó a Bertie. Ésta, que también necesitaba de consuelo, aceptó a la compungida muchacha para responder aun suavemente en medio de su dolor y su angustia.



- No es culpa tuya. No debes atormentarte más. Esto es culpa de todos nosotros. Ninguno supimos comprenderla. No vimos a tiempo lo que ocurría.



            El propio Leval guardó un culpable silencio. Él tampoco era quién para volcar su rabia y su preocupación sobre esa pobre chica. Amatista estaba sufriendo al igual que él y que todos. Y ahora únicamente quería ayudar. El propio chico, aun habiendo apoyado a su hermana, cometió el desliz de sacar el tema y no se lo perdonaba. Posiblemente si todo eso se hubiera dicho en un ambiente más tranquilo y de otra manera, no después de aquel ataque, su padre hubiera estado más calmado y esa terrible discusión hubiera quedado amortiguada. Además, quien quiera que hubiese sido  el secuestrador, o los secuestradores, se la habían llevado delante de sus propias narices. Puesto que el cuarto de Kerria estaba en frente del suyo. Era tan culpable o más que nadie. De ese modo suavizó su gesto hacia la amiga de su hermana y le susurró cuando ésta se separó un poco de su propia madre.



- Lo siento, Amatista. No ha sido culpa tuya. Perdóname, por favor, es que estoy nervioso.- Y sin que la muchacha apenas pudiera articular palabra, él añadió con decisión. - Voy a salir a buscarla yo también, ¡me quemo estando aquí sin hacer nada!



            Su madre era consciente de ello, de nada hubiera servido tratar de disuadirle. El muchacho no podría sentarse y esperar, ella misma lo hacía a costa de un terrible esfuerzo. Pero quizás al tratarse de un secuestro, el posible raptor llamase para pedir un rescate, o volviera la policía para buscar más pruebas, alguien debía quedarse allí. De todos modos, sería mejor que su hijo quemase toda esa rabia  y al tiempo se mantuviera ocupado haciendo algo, aunque fuera infructuoso.



-Sí, cariño, sigue buscando.- Le pidió ella con un hilo de voz.-

- Te acompaño, por favor.- Le pidió la muchacha de forma solícita, mientras trataba de no sollozar y se enjugaba precariamente sus lágrimas. - Mi padre también se marchó nada más hablar con tu madre, puede que se haya reunido con el tuyo.



             Leval hubiera preferido ir solo para sacarle partido a sus poderes, pero viendo la mirada de angustia de esa pobre chica tuvo que asentir. De todos modos, sería más sensato usar el coche. Desde el aire no tendría muchas posibilidades de encontrarla puesto que aún no dominaba las técnicas de su padre. Y también pudiera ser que  hubieran dejado alguna pista o huella en el exterior que se le pasase por ir demasiado deprisa.



- Está bien, iremos en el coche.- Convino él.-

-Todo saldrá bien, señora Malden.- Aseguró Amatista, dándole un beso en la frente a esa pobre mujer.-



            Luego siguió a Leval hasta el garaje. Ambos montaron en el automóvil. El muchacho arrancó rodando por el camino que les unía a la carretera de la urbanización cuando una silueta apenas visible, puesto que el sol les daba de frente, se interpuso cayendo desde el cielo. Asombrados se detuvieron. Leval se bajó del coche enfadado y le gritó a esa mujer, (se distinguía que lo era, a pesar de la capa roja que ondeaba a la ligera brisa medio tapándola y que dejaba ver a ráfagas que lucía una especie de bañador negro rematado con altas botas rojas con tacón de aguja). De todas maneras estaba de espaldas a él y no parecía inmutarse hasta que el muchacho le recriminó con agitación, pasando por alto incluso aquel extraño vestuario.



-¡Eh oiga!  ¿No sabe que no se debe ir por el centro de la carretera? He podido atropellarla.



            Pero en cuanto la mujer se volvió hacia él agitando su larga capa roja, Leval se quedó petrificado.



- ¡Kerria! ¿Eres tú?, pero, ¿que llevas puesto? ¿Dónde has estado?



            La muchacha le dirigió una mirada entre divertida y perversa, añadiendo con una voz, aterciopelada pero llena de malicia y regocijo.



- Te confundes de persona, guapo, me llamo Devilish Lady. Soy la Dama del Averno, servidora del Maestro de las Tinieblas ¡y tú serás mío! -  Espetó.-



Y sin más palabrería lanzó un rayo de energía contra el sorprendido Leval enviándole contra unos árboles. Después, tras un salto prodigioso, se subió sobre él a horcajadas en tanto le susurraba con tinte lujurioso.



- Ahora dame tu semilla para poder concebir un líder perfecto.

-¿Te has vuelto loca? ¿Qué estás diciendo? - Repuso el asombrado chico, quitándosela de encima como pudo.-

- Será mejor que no te resistas. - Rio ella  que añadió con desdén y pretendida decepción. - Aunque eres más débil de lo que creía. Quizás no merezca la pena procrear contigo después de todo.



             Leval estaba desencajado por la sorpresa. Apenas era capaz de pensar, ni tampoco reaccionar. Lo mismo que Amatista que bajó del coche alucinada por lo que veía. Devilish Lady reparó entonces en ella y la miró con manifiesto  desprecio, proclamando.



-¡Vaya una traidora! Ya tenía ganas de ocuparme de ti. Tú no me sirves para nada, morirás.

- Pero Kerria, soy yo, Amatista ¿No me reconoces? Kerria. ¿Qué te pasa? ¿Por qué vas vestida así? - Le inquirió la chica  que apenas podía dar crédito a lo que veía. -

-¡Otra vez!  - Replicó La Dama del Averno con fastidio. -  ¡Que manía os ha entrado! yo no me llamo así. Pero da igual, Kerria Lorein Malden está muerta y si queréis reuniros con esa perdedora miserable, para mí será un placer ayudaros.



Y atacó disparando otro rayo contra aquella chica que instintivamente se cubrió la cara, aunque desde luego eso no serviría de nada, pero por suerte alguien desvió la mortal ráfaga de energía. Devilish Lady  interrogó al cielo con sus rojizos ojos y entre atónita y furiosa, siseó.



-¿Quién es? ¿Quién se atreve a interrumpirme?...

- ¡Yo! - Sonó la resuelta voz de Diamante. -



            La joven francesa miró a su espalda y pudo ver, aún más asombrada todavía, a su padre levitando en el aire.



- ¡Pa, papá! - Tartamudeó  apenas pudiendo preguntar. - ¿Cómo puedes hacer eso?...

- No es momento de explicaciones, Amatista. Entra en casa de Leval, ¡rápido!, yo me encargo de ella.- Le ordenó su padre. -

- Pero, es muy peligroso. Kerria está fuera de sí - objetó su hija, visiblemente asustada. -

- ¡Obedece, muévete! – La instó Diamante.-



Y lo hizo con una dureza inhabitual en él, su voz era cortante y autoritaria. Amatista nunca le había oído ese tono y se apresuró a acatar esa orden alejándose de allí. 



- Vaya, vaya -  Terció Devilish Lady divertida, centrando su atención en el recién llegado. - Así que tú eres uno de los que se opuso al Maestro hace tanto tiempo. Bien, me desharé de ti, eso le complacerá mucho.



           Sin previo aviso atacó con sus rayos de energía a su oponente quien, no obstante, los apartó sin mucho esfuerzo. Replicando con un tono de serena superioridad.



- Te hace falta mejorar mucho aún para que puedas enfrentarte conmigo, niña. Yo ya machacaba a demonios mucho más poderosos de lo que tú crees ser, bastantes años antes de que nacieras.- Sentenció elevando su energía hasta crear una especie de aureola de color rojizo a su alrededor.-



            Visiblemente achantada ante la demostración del poderío de su rival, ella chasqueó la lengua disgustada  y escupió las palabras en siseos, reconociendo con frustración.



 -¡Maldición, mis ataques no le afectan, es más fuerte de lo que pensaba! Tendré que cambiar de estrategia. 



             Y antes de que Diamante pudiera tratar de capturarla simplemente desapareció. El príncipe de Némesis miró a su alrededor y sólo pudo ver al impresionado Leval que, ya recuperado de su sorpresa y asombro inicial, se dirigía hacia él, lamentándose impotente y muy enfadado consigo mismo, dando una patada al aire.



-¡Maldita sea!, era mi hermana y no fui capaz de retenerla. Me siento como un idiota.

- Tranquilo, no tienes experiencia en la lucha y no te lo esperabas.- Le calmó Diamante con tono sosegado. -

-¿Dónde está? - Preguntó el chico mirando desconcertado en todas direcciones. – No puedo verla.

- Ha desaparecido. Al menos por ahora. Pero estoy seguro de que volverá. - Le  respondió su interlocutor, afirmando después con pesar. - Esto es muy grave, Leval. Mucho me temo que tu hermana está bajo la influencia de los poderes de las Tinieblas.- Y sin dejar que el muchacho asimilase apenas aquellas palabras, le apremió. -¡No hay tiempo que perder! ¡Vamos! , debemos advertírselo a tus padres. Roy me encargó que viniese a vigilar por aquí y que preguntase por si había novedades o si Kerria regresaba. Y gracias al Cielo que llegué a tiempo. Él sigue buscando. Pero tendrá que saberlo enseguida.



            Leval asintió y ambos volaron a casa. Beruche, al poco de partir los chicos, recibió una llamada  de la policía. El inspector por el que ella misma había preguntado en ocasiones anteriores se puso en contacto y se ofreció de inmediato para ayudarla. Si bien no sabía de qué podía conocerlo la señora Malden. Ésta le suplicó que personalmente tratase de encontrar a su hija. El inspector le prometió  hacer lo posible, añadiendo, claro está, que su departamento ya trabajaba en ello. Pero Bertie insistió, pidiéndole que, si sabían algo la llamasen y en caso contrario, ella misma acudiría a verle en persona. Higgins (así se llamaba el policía). No comprendía tal interés. Hasta que Bertie le confió que ambos tenían una amiga común que iría a verle al parque al día siguiente tanto si habían encontrado algo como si no, para ayudarles en las pesquisas. Cuando el atónito agente quiso saber de quién se trataba ella le respondió con un nombre bien conocido para él.



-La Dama del Hielo, inspector.



 Higgins le aseguró que él estaría en el parque central cuando ella se lo indicara y le facilitó el número de su móvil. Beruche no quiso decirle que lo tenía, (claro está como Justiciera). Y seguramente el hecho de que el agudo inspector no hubiera reconocido la voz de la mujer se debía a dos razones, la primera, que Ice Lady, siempre la distorsionaba con algún procedimiento. La segunda, que Bertie la tenía quebrada por el sufrimiento y la angustia que soportaba. Así pues, se despidieron quedando en esos términos, pero ella suspiraba deseando que su hija apareciera antes.



-¡Oh Señor! Te suplico que no dejes que le suceda nada malo a mi niña. - Suspiraba ella recordando.-



            Bertie miraba hacia una mecedora que aún tenían en el salón. Muchas veces se había sentado allí para darles el pecho, primero a Leval y después a Kerria. Su hijita solía gatear también cerca de ese lugar. Siempre hacia los pies de su madre que se levantaba y la tomaba en brazos elevándola en el aire y dándola infinidad de besos. La cría reía. Recordaba años después. Siendo ya una niña de apenas cuatro años, agarrada a su osito de peluche, el señor Skipi, como ella le llamaba. Y con seis o siete, cuando escuchaba muy atenta algunas de las historias que le contaba, como aquella vez. Cuando tras narrarle alguna de sus vivencias personales camufladas de cuento, la atónita niña le preguntó.



-¿Y quién es esa Guerrera Luna?...

-Una chica muy valiente que lucha por el amor y la justicia, tesoro.

-¿Y es amiguita tuya?

-Claro, es muy amiga de mamá y de las tías.- Sonrió Beruche, divertida.-

-¿Y te salvó de los monstruos?- Quiso saber la pequeña con visible interés.-



            Bertie la tomó amorosamente sobre su regazo y tras acariciar el pelo de la pequeña, le sonrió ampliamente, asintió y respondió con dulzura.



-Ella y sus amigas, las guerreras Júpiter, Marte, Venus y Mercurio, siempre estaban allí para salvar a quién  lo necesitase. A mí me salvó la Guerrera Mercurio, que era muy valiente. Se enfrentó a una chica muy mala que quiso congelarnos a las dos, pero ella, junto con la tía Connie, lo evitó.

-Pues la primita Idina dice que su mamá también es amiga de las guerreras esas.- Le informó Kerria.-

-Es verdad, cielo. – Admitió su madre.- A ella también la salvaron, como a mí.

-¿Y por qué no las invitamos a casa un día y las hacemos un pastel para darles las gracias?- Inquirió la cría con patente ingenuidad.-



            Bertie la abrazó tiernamente y dijo con cariñoso tono.



-Es una muy buena idea. Espero que puedan venir…siempre están muy ocupadas.

-¡Si no pueden nos comemos nosotras el pastel! - Afirmó la pequeña con visible alborozo.- Yo les pinto uno en una carta y se lo mandamos…



            Eso hizo reír más a su madre. Aquellas risas resonaban ahora en la mente de Beruche, que, retornando a la dolorosa realidad, dejó el teléfono anhelando con toda su alma que su pequeña retornase sana y salva. Por su parte, Roy llegó a los pocos minutos de colgar. Justo cuando Leval y Diamante entraban en la casa. Amatista, que no había entrado antes, sino que, desobedeciendo las instrucciones de su padre (no pudo reprimir su curiosidad), había permanecido escondida tras los setos del jardín, lo hizo tras ellos. Afortunadamente para ella,  su progenitor no se percató de ese detalle, pues toda su atención se dirigió hacia sus amigos los Malden, a los que habló con toda su amabilidad, simpatía y comprensión.



- Amigos míos. Me temo que lo que voy a deciros resultará muy duro, pero debéis tratar de encajarlo lo mejor posible.

-¿Le ha pasado algo a Kerria? - Chilló Beruche presa de un ataque de  ansiedad. -



            Su también asustado esposo la abrazó.



-Ella está bien. Al menos físicamente está sana y salva. -Se apresuró a añadir Diamante.-



Bertie hiperventilaba de tal manera que tanto el príncipe de Némesis como Roy y los muchachos que les acompañaban, se asustaron al verla en tal estado.



-Por favor, señora Malden,- le pidió Amatista dándole la mano.- Tranquilícese.



Al fin entre todos pudieron calmarla lo bastante como para que Diamante les contase lo sucedido. Las caras de todos eran de profunda desolación. Las de Amatista y Leval, además de un tremendo asombro e incredulidad. Sencillamente ¡eso no podía estar pasando!, era lo que pensaban. Y de no ser porque lo habían visto con sus propios ojos nunca lo habrían creído. Pero para sus padres fue mucho peor. Sabían perfectamente a lo que se enfrentaban. Beruche no podía parar de llorar con el corazón roto y Roy se culpaba por ello. Lamentándose lleno de rabia y amargura.



-¡Malditos sean!  ¿Por qué han tenido que ir a por mi hija? ¡Cobardes! Juro que los aniquilaré a todos como ratas, les encontraré por mucho que se escondan, aunque no haga otra cosa en la vida.



            Amatista estaba muy asustada, las caras que tenían los presentes no eran para menos. La situación era bastante grave, nunca en su vida había visto a su padre de ese modo.



- Pero ¿qué está ocurriendo aquí? ¿Qué le pasa a Kerria? ¿De quién habláis? - Preguntó entre atónita y horrorizada. -

-¿Puedo contárselo? - Inquirió Diamante mirando a un atormentado Roy, que asintió débilmente mientras seguía tratando de consolar a su desolada esposa. Entonces, dirigiéndose a la muchacha, le explicó con gravedad. - Verás hija, ya es hora de que sepas algunas cosas. Hace algunos años, antes de que tú nacieras. Tu tío Zafiro, Roy, Bertie,  sus hermanas, otros amigos nuestros más que no conoces y yo mismo, luchamos contra una secta satánica y unos poderosos demonios.

- Pero papá ¿Cómo pretendes que me crea eso? - Objetó Amatista negando con la cabeza incapaz de asimilar algo semejante. O mejor sin querer creerlo  a pesar de lo que había visto. Por eso apenas pudo musitar.– Es que es…sencillamente increíble…

- Tu padre dice la verdad. - Intervino Leval que añadió. - Eso ocurrió hace veinte años. Por lo que se ve, quedaron supervivientes que ahora quieren vengarse de todos nosotros.

-¡Y han poseído a Kerria! - Sollozaba Beruche desconsolada. Amatista la abrazó tratando de no llorar también sin lograrlo, mientras la atormentada madre remachaba. - ¡Qué horror! ¿Qué vamos a hacer, Roy? ¿Cómo vamos a pelear contra nuestra propia hija? No sé qué hacer. Estoy muy asustada. Necesitamos ayuda…Las guerreras.- Aseveró.- Tienen que venir ellas.

-Trataré de avisarlas-.- Convino Diamante.-

-Tenemos que llamarlas también.- Insistió Beruche dirigiéndose a su marido.- Roy, intenta localizarlas…Ellas saben cómo enfrentarse a este tipo de situación…¡Transpórtate, haz lo que sea!



            Su esposo se sentía igual de confundido y desesperado, pero sabía que no le conduciría a nada dejarse llevar por el pánico, así que, en un intento supremo por dominarse, trató de calmar a  su mujer diciéndole a ésta y también a su hijo.



- Primero llamaré a Tom. Vosotros llamad a Mazoui, entre los dos puede que sean capaces de ayudarnos a recuperarla sana y salva.



Y sin pérdida de tiempo, se concentró con toda su intensidad buscando energía y desapareció dejando a Amatista con la boca abierta. Diamante entre tanto posó cariñosamente una mano sobre el hombro derecho de Bertie y le dijo animosamente.



- Yo he de volver a casa con mi hija. Le diré a Esmeralda lo que pasa para que venga aquí con vosotros. Seguramente habrá estado tratando de localizar a los demás, sobre todo a mi hermano Zafiro. Espero que haya podido  hacerlo. Masters le dio vacaciones y no le preguntó a donde iría con Petz y los chicos. Quedamos en vernos a su regreso.- Levantó a su hija en brazos elevándose en el aire con ella para más estupor de ésta. - Ya os avisaré si ocurre algo, llamad enseguida si tenéis noticias, por favor.

- Lo haremos,- asintió Leval abrazando cariñosamente a su desolada madre. -

-Papá.- Intervino Amatista algo asustada cuando ambos salían de la casa. - ¿No podríamos ir en coche?

-¡Que va!, esto es mucho más divertido. - Se permitió sonreír Diamante para aliviar la tensión mientras añadía - y vamos a ir muy rápido, así que no nos verán. No seas tan miedosa y agárrate.-  Le indicó para poco después, salir volando a toda velocidad con su hija, que no pudo reprimir un grito. -



            Beruche le pidió a su hijo que llamase a Mazoui, tenía el  teléfono  de su apartamento. Ella llamaría a Cooan para avisarla, por si Roy no les localizaba, pero eso no iba a ser necesario por otros motivos que ellos todavía desconocían…y en Japón, una concentrada Rei atendía a las llamas sagradas, su gesto estaba tenso. No podía dejar de pensar en lo que Usagi le contase cuando hacía unos días, tras la llamada que hizo a casa de Mamoru, vino al santuario. La sacerdotisa estaba fuera, era una tarde apacible, tomaba el sol y pensaba en sus cosas. Entonces la voz de su amiga la llamó.



-¿Qué tal estas, Rei?

-¡Usagi! ¿Eres tú? –Exclamó la interpelada, visiblemente sorprendida, aunque enseguida se rehízo para añadir  con verdadera inquietud.- ¿Podrás explicarme lo que está sucediendo?



            Sin embargo, la joven que le devolvía una mirada preocupada no actuaba como Usagi. Rei no tardó en comprender que en efecto, venía como Serenity. Tal y como se temió la sacerdotisa algo muy grave pasaba. Algo lo suficientemente importante como para romper aquellos dos meses de silencio en los que apenas sí habían sabido nada de ella.



-Veras. Le dijo confirmando aquella impresión.- Tenemos al menos dos graves problemas. Eso es lo que percibiste. Por un lado se trata de la familia de Cooan y de Tom. Están en serio peligro. Y no sé si podrán superarlo, al menos no sin grandes sacrificios. Y tras ellos les tocará el turno a Bertie, Roy y a sus hijos. Ahí estaba la razón de esa presencia maligna tan poderosa.



            Su amiga se quedó con la boca abierta, enseguida quiso meterse dentro de su casa en el santuario. Usagi la siguió preguntándole.



-¿Qué vas a hacer?

-¡La maleta! - Espetó su interlocutora, sentenciando.- Y voy a tomar el primer vuelo disponible hacia los Estados Unidos.



            Sin embargo, la soberana sujetó de una muñeca a su amiga, ésta la miró atónita y pudo decir ahora con tono más agresivo.



-¡Ni se te ocurra tratar de impedírmelo!

-No puedes intervenir, Reiko.- Le contestó de modo imperturbable.-

-¡Eso será si me da la gana! - Exclamó ésta haciendo una concesión a su genio y su ímpetu.- Lo primero, deja de llamarme así, ese no es mi nombre. Lo segundo, si no puedo hacer nada ¿A qué has venido entonces?, ¡dime!

-Tenía que decírtelo. Solamente eso. Por si hubieras pensado ir allí de visita. Lo siento, pero no puedes mezclarte en eso…- Replicó la aludida con pesar.-

-Ni tampoco puede hacerlo Ami. ¿Verdad? - Se indignó su interlocutora.- Ni siquiera me dejas ponerla al corriente.

-No, Rei.  A ella ya se lo advertí.- Le contó Usagi con tono consternado.- Y le dije lo mismo que a ti. Debe mantenerse al margen. Y a pesar de lo difícil y doloroso que le resulta lo está cumpliendo.



            Sin embargo, la sacerdotisa se encaró con ella sin achantarse, y le contestó con rudeza.



-¡Ya estamos más que hartas de esto! Estoy al corriente de tus advertencias, he hablado con Minako, con Ami y con Makoto. Al menos a ésta última le diste buenas noticias. Pero siempre es la misma historia. Vienes como un pájaro de mal agüero a contarnos toda clase de desgracias que les van a suceder a nuestras amigas y luego nos impides ir a ayudarlas. ¿Se puede saber qué demonios te pasa?, ¡maldita sea! Esto no es propio de ti.



            Aunque para sorpresa de su amiga, su interlocutora asintió, y con un tono bastante humilde afirmó.



-Tienes toda la razón. Te pido perdón, a ti y a todas. Pero esto no depende de mí. Hay poderes muy grandes implicados. Y precisamente porque sé que es muy injusto voy a revelarte lo que me han desvelado a mí.  Al menos por el momento. Ante todo, quiero que sepas que estas situaciones son pruebas que nuestros amigos tienen que superar. Y deben ser ellos los que lo consigan. Por sus propios medios. Es imperativo que así sea.



            Y tras sentarse ambas en el salón de Rei, su compañera y amiga le contó lo que ella conocía. La sacerdotisa palideció. Apenas si pudo musitar.



-¡No!...No…no puede ser… no es posible… ¡Son unas niñas por el amor de Dios! No están de ningún modo preparadas para eso. Nunca podrán enfrentarse con algo así…

-Tú y yo lo estuvimos a su misma edad. - Le rebatió Usagi con firmeza pero al tiempo tratando de animarla para sentenciar.- A una la conoces desde que nació. Sabes que podrá hacerlo. ¡Tiene que conseguirlo! Y la otra muchacha… solamente podemos rezar por ella.



            Y su contertulia trató de asentir al tiempo que las lágrimas le caían por las mejillas. Ahora Rei recordaba aquella conversación y suspiraba rezando por sus amigos ante el fuego sagrado, deseando que todo hubiese salido bien y tratando con desesperación de encontrar la confirmación entre aquellas llamas, sencillamente no se atrevía a intentar contactar con ellos. No deseaba saber nada que pudiera destrozarla. Tenía demasiado miedo de que no hubieran sido capaces de superar aquella terrible prueba. Y sufría también pensando en su amiga Ami.



-Rezaré al gran Kami  por nuestras ahijadas y sus familias, amiga mía.-  Suspiró Rei.- Suplicaré su ayuda y protección. Únicamente eso puedo hacer…



            Entre tanto cerca de Portland, Oregón, y tras una dura jornada de trabajo que había venido precedida por unos días aún más difíciles, Tom y Cooan descansaban viendo la televisión. Sus hijos mayores estaban fuera por estudios. Sólo la pequeña, Idina, se sentaba con ellos en el sofá, viendo la tele y comiendo palomitas. Tenía la edad de sus primas Katherine y Kerria más o menos, siendo apenas unos pocos meses más joven. No obstante, con sus catorce años ya era toda una mujer y más después del duro trance que había tenido que pasar en aquellos días. Además, era casi idéntica a su madre, y había demostrado un gran valor propio de ella. Pero cuando  pensaban que las cosas se habían normalizado, enseguida pudieron comprobar que no. Repentinamente  y ante el asombro de todos, en especial de la muchacha, un hombre apareció en medio del salón. La familia entera  dio un salto, Tom fue el primero en reponerse y decir.



- Roy, amigo. ¿Cómo se te ocurre aparecer tan de golpe? ¿Ocurre algo malo? , no vendrías de esta manera sino.

- Sí, hermano, me temo que así es,- asintió él que se dispuso a contarles lo sucedido, no sin antes disculparse. - Lamento molestaros así. Tom, en pocas palabras, porque el tiempo es oro. La secta ha vuelto y tiene poseída a mi hija, ¡por favor! Necesito que me ayudes.-  Y lo pidió con una suplicante mirada tan angustiosa que impacto a su amigo. Más cuando agregó con abrumador pesar, dirigiéndose a Cooan. - Bertie también te necesita a su lado, Connie.

-¡Dios mío!, es lógico, iremos enseguida,- convino ella llevándose una mano abierta a la boca, llena de horror por lo que escuchaba.-

- Yo puedo llevaros a los dos.- Ofreció su contertulio que sólo entonces se percató de la presencia de Idina, ella  le miraba con la boca abierta sin poder articular palabra todavía. -¿Es ésta tu hija, Tom? - Inquirió ahora con la expresión más relajada. - Hace años que no la veía. Es igual que tú Connie. Perdóname, pero estoy tan nervioso que no recuerdo tu nombre. ¿Te llamabas Idina, verdad, bonita? - Le preguntó amablemente a la chica a pesar de su propia zozobra. -

- Sí,… tío Roy… - Acertó a responder nerviosa, para interesarse, de acuerdo con su esmerada educación.  – Me alegra verte. ¿Cómo estás?

- No muy bien, pequeña, pero confío en que todo se resolverá.- Añadió mirando a su amigo y dirigiéndose ahora a él. - Tom, si quieres te llevo ahora y dejo a Connie con la niña.

- Nuestra hija debe venirse con nosotros.- Repuso resueltamente Cooan para revelar a su atónito cuñado. - Le he dado el relevo.

-¿Qué? - Preguntó  su interlocutor sin comprender. -

- Es una historia larga, si tenemos tiempo os la contaremos una vez en tu casa,- le explicó su amigo. -

- Muy bien, puedo llevar a tu hija y  tu mujer y luego a ti. - Convino éste. -

- De acuerdo. - Asintió su interlocutor. - Llévalas a ellas primero. Yo voy a buscar unos libros que me harán falta, no temas, hija.- Le dijo a Idina tratando de tranquilizarla. - Tu tío Roy es nuestro mejor amigo, sabe lo que hace y confío plenamente en él.

- Sí, pese a que hace mucho que no nos vemos. Yo recuerdo todavía cuando eras pequeña, y jugabas aquí con tu prima Kerria y tu amiga Nehie.- Intervino él sujetándola de la cintura al igual que a Cooan y explicándole deferentemente a la estupefacta muchacha. - Ahora os llevaré a tu madre y a ti a mi casa. No tengas miedo, ni lo vas a notar...



            Concentrándose Roy desapareció con ellas. Al momento volvió por su amigo que ya se había provisto con todo cuanto precisaba. Una vez completado el transporte todos se abrazaron efusivamente. Después de los emotivos saludos, Tom tomó la palabra.



- No sé qué habrá pasado aquí, pero debe tener relación con lo que nos ha ocurrido a nosotros.

- ¡No te lo vas a creer! - Terció  Cooan dirigiéndose a  Bertie que había conseguido serenarse un poco y animarse al verla a ella y a su esposo e hija. - Nos atacó quién menos te puedas llegar a imaginar que podría haberlo hecho. Y creo que volverá, va a por nosotras y sobre todo a por Esmeralda. Debemos advertírselo sin pérdida de tiempo.

-¿Pero de quién se trata? - Quiso saber Beruche tan intrigada ahora que, por un momento, casi había olvidado el problema de su propia hija. -

- Ahora os lo contaré. - Intervino Tom mascullando con desprecio. - El muy cobarde y rastrero, eligió como blanco a mi hija Idina.



En tanto hablaba la tenía junto a él, apoyando sus manos en los hombros de la chica y al decir aquello, la atrajo hacia sí, con ademán protector, envolviendo y acariciando la suave barbilla de la muchacha con la palma de su mano que formaba un amoroso cuenco…



-Sí amigo, cuéntanos.- Le pidió Roy, en ascuas como el resto.-



            Todos se acercaron para escuchar la historia, pero en ese instante llamaron a la puerta. Tras la sorpresa inicial, hubo una pequeña confusión, estaban deseosos de ver quién era pero nadie salía a abrir. Finalmente se decidió a hacerlo el propio Roy y descubrió que se trataba de Esmeralda acompañada por Diamante. Ella corrió a abrazarse enseguida con sus amigas. Explicó que habían dejado a su hija en casa pues Amatista había soportado demasiadas experiencias nuevas en un día y estaba agotada, amén de muy asustada y deprimida por el destino de Kerria. Y los demás lo comprendieron perfectamente.



-¿Pudiste localizar a mi hermano?- Quiso saber Diamante consultando con su esposa.-

-No, lo siento. He hablado con Ian y él tampoco tiene constancia de dónde se han metido. Supongo que quizás Souichi y Kaori sepan algo. Pero tampoco pude contactar con ellos.- Se lamentó su mujer.- Y las guerreras no responden al teléfono.

-Déjalo.- Le pidió Roy añadiendo.- Mejor que no involucremos a nadie más en esto por ahora. Creo que no es cuestión de traer más gente. Podría indagar con mi translación a ver si percibo su energía pero no deseo alarmarles.

-¿Estás seguro, amigo?- Le inquirió Diamante.-



El aludido asintió. Aunque de nuevo sonó el teléfono. Cuando Bertie lo atendió la escucharon decir.



-Hola Brian. Sí, bueno… ¿Qué?... ¿Cuando? ¿Te pareció que estuviera rara? Sí…comprendo. ¿Te dijo eso? Bien…muchas gracias por llamar. Eres un buen muchacho…No, nada, nada... todo va bien. Te lo agradezco mucho. Saluda a tus padres. Adiós. 



            El resto la observó con expresión inquieta en tanto su amiga escuchaba lo que aquel chico le contó. Más cuando Beruche les refirió lo sucedido. Aunque fue Diamante, quién  tratando de calmar a sus amigos, declaró.



-De momento únicamente podemos esperar. Tenemos que trazar un plan.

-Así es.- Convino Esmeralda, preocupada pero tratando de sonar animosa.- Mejor será que Cooan y Tom nos cuenten lo que les ha sucedido a ellos y a su hija. Puede que guarde relación con esto y nos de pistas sobre el enemigo.



Sus compañeros convinieron en eso. Poco más podían hacer de momento. Entonces fue a los Rodney a quienes les tocó el turno de poner a los recién llegados y a sus anfitriones  en antecedentes de lo que había sucedido. Una vez se sentaron todos en corrillo, Tom y Cooan comenzaron al alimón, a contar la historia. Un relato que desde luego les sorprendió a todos y les hizo estremecer… Y entre tanto, Debbie había ido a aquella misteriosa tienda. Entró despacio abriendo la puerta con precaución, pese a todo, el tintineo de una campanita la anunció. La chica entró y un hombre de pelo blanco, facciones endurecidas por los años, y larga barba a juego, con un traje igualmente inmaculado, le preguntó, clavando en ella unos inquisitivos ojos tono celeste.



-¿Deseabas alguna cosa, jovencita?

-Me dijeron que viniera aquí. Me dieron esta tarjeta.- Musitó algo cohibida.-



            Eso no le sucedía a menudo. Estaba acostumbrada a ir por libre y tener una especie de película protectora que hacía que los comentarios ofensivos o despectivos contra ella le resbalasen. También podía usar el sarcasmo como arma y no se arredraba en devolver la mirada a cualquier adulto que tratase de rebajarla o reñirla sin motivo. Sin embargo, notaba en ese individuo algo especial. Como si él pudiera leer en su mente.



-Muy bien. Pasa conmigo a la trastienda.- Le pidió aquel hombre.- Tenemos mucho de qué hablar.



            Y Debbie sintiendo pese a todo que podía confiar en él, le siguió sumisamente al interior de ese local.


                 
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