Fue Tom el que primero comenzó a contar la
historia. Recordando lo ocurrido en los últimos días.
Que faltan sobre mi paleta
colores intensos que
No puedo
captar tu sonrisa,
plasmar tu mirada
Pero poco a poco
sólo pienso en ti...
tú sigues viniendo
y sigues posando…
Las horas
se pasan volando
y hay poco trabajo adelantado para tu retrato
sospecho
Que no tienes prisa
y que te complace
ver que poco a poco
sólo pienso en ti...
- Veréis, nuestra hija Idina estudia en un instituto
de Portland, es muy buena cantando, tiene un don natural.
- Sí, desde que era muy pequeña ha tomado clases de
ballet y de canto, le gusta mucho, además tiene estudios de guitarra y piano.
Su abuela Sarah le enseñó bastante. Fue profesora de música. Y luego, tanto
Tommy como yo la ayudamos y la animamos a proseguir. – Puntualizó Cooan con
orgullo. –
Aunque su marido retomó enseguida la palabra, pues era consciente de que sus
amigos aguardaban con impaciencia que fuera directo al grano. Así que añadió,
dejándose de andar por las ramas.
- Nuestra hija estaba dando un recital junto a otras
chicas de su curso cuando...
Vestida con un bonito traje de noche blanco de larga y sedosa falda, Idina
acababa de interpretar al piano la sonata "Claro de Luna" recibiendo
grandes aplausos por parte del auditorio. Ella, sonrojada, saludó con una leve
inclinación y una amplia sonrisa. Sus padres debían de estar perdidos entre el
público, pues había mucha gente en esa gran sala. Los buscaba con la mirada
pero no podía encontrarles. Bueno, ya les vería luego, ahora disfrutaría de los
aplausos. Cuando estos se extinguieron se dispuso a bajar del escenario.
Distraída en encontrar a su familia no se percató de la presencia a su lado de
un hombre, pelo rubio rojizo, cuyo cuerpo se adivinaba fornido y bien formado
bajo un elegante traje de corte italiano color azul marino y camisa blanca sin
corbata. Su rostro era bastante atractivo y sus ojos parecían contener
una fascinante mezcla de inteligencia y apasionado análisis. Se dirigió a
ella abordándola de modo muy cortés a la par que le mostraba un lienzo
que llevaba en la mano. Su voz sonaba jovial, cálida y sin atisbo de timidez,
cuando le dijo.
- Disculpa si te parezco atrevido pero no he podido
por menos que deleitarme con tu gran interpretación, ¡felicidades! También tu
gran belleza me ha llamado la atención.-
Idina quedó
sorprendida por esos cumplidos tan lanzados aunque contempló agradada el esbozo
que de ella había hecho ese hombre en carboncillo.
-¡Es magnífico! ¡Usted es un gran dibujante! -
Exclamó admirada y sobre todo sintiéndose muy halagada. -
- Me llamo Tony, Tony Suebur, soy pintor.- Se
presentó ofreciendo su mano a Idina que se la estrechó suavemente. - Me
especializo en retratos, en especial de chicas tan bonitas y me gustaría mucho
poder pintar el tuyo, hacerlo en condiciones, tu talento me inspira mucho.
- Verá - Respondió ella pensativa y muy a su pesar.
- Es que todavía no tengo edad suficiente para decidir eso. Tendría que
pedirles permiso a mis padres. No creo que ellos lo aprueben sin antes hablar
con usted.
- Tienes razón. - Convino el pintor, adoptando una
expresión más seria y afirmando de inmediato con renovado optimismo. - Hablaré
con ellos, te lo aseguro. Pero ahora tengo algo de prisa, será en otra ocasión,
toma.- Le entregó a Idina el boceto ofreciéndole con amabilidad.- ¡Quédatelo!
Hasta que nos veamos de nuevo y pinte el definitivo. Que espero sea muy pronto.
Y dedicando a la atónita muchacha una encantadora
sonrisa, se alejó perdiéndose entre la gente con andares muy pausados y a la
vez ágiles y seguros. La niña se quedó pensativa, casi en estado de ensoñación imaginándose
en un cuadro, vestida con un hermoso traje y pintada por ese artista tan guapo.
Todo eso era muy parecido a ese romanticismo de la bohemia que tan de boga
estaba a finales del siglo XIX. A lo Mouline Rouge. Al menos eso había leído alguna vez en algún sitio. Su amiguita
Nehie le contó hace tiempo que, como reina que era, le habían pintado algún
retrato. Eso le dio mucha envidia siendo pequeña. Ahora ¿por qué no? Podría
tener el suyo propio. Además, se imaginaba a sí misma como una especie de
posible musa para un incipiente genio de la pintura y suspiraba encantada con
la idea.
-¡Es algo tan romántico!-. Suspiró llevándose ambas
manos entrelazadas a la altura de la barbilla.-
Desde luego que sería bonito ayudar a un artista
joven y tan amable como ese. En ese instante, la voz de su madre la hizo volver
a la realidad.
- ¡Hija!- la llamó Cooan - tu padre y yo estamos
aquí.- Levantó la mano entre un nutrido grupo de gente para subrayarlo
alabándola a continuación. - ¡Has estado magnífica, cariño!
Los
señores Rodney se abrieron paso entre los restos del gentío hasta llegar a su
hija. Idina les esperaba radiante y tras recibir los abrazos y las siguientes
felicitaciones de sus padres, les contó lo sucedido.
- No sé. - Dijo su padre llevándose una mano a la
barbilla en un gesto dubitativo - , no debes fiarte del primero que pase,
Idina. Tú eres demasiado inocente e inexperta.
- Papá. - Se defendió ella. - Le he explicado
que primero tendría que hablar con vosotros, pero me dijo que tenía prisa y que
os lo pediría en otra ocasión.
- Si ese tipo te vuelve a molestar, dímelo
enseguida. - Le indicó Tom sin fiarse en absoluto. -
- Papá, no me ha molestado, fue muy amable y muy
educado.- Aseguró la chica. -
- Desde luego dibuja muy bien.- Admitió Cooan
tomando el retrato entre sus manos para admirarlo más de cerca. - Eso no puede
negarse.
- Bueno,- intervino su padre tratando de dejar el
tema. - Vayámonos a casa, te vendrá bien una buena cena, hija.
Todos se marcharon y el resto de la jornada transcurrió con total normalidad. La
muchacha preguntó a sus padres.
-¿Qué tal Alan y Lance? ¿Han llamado desde su
campamento?
-Ya sabes cómo son.- Sonrió su madre.- Lo estarán
pasando tan bien que ni se acuerdan de nosotros.
-No seas así.- Se sonrió su esposo alegando en pro
de sus hijos.- Alan me envió un WhatsApp. Lo están pasando de maravilla, sí.
Sobre todo él. Le encantan las excursiones, aunque dice que a Lance no le
agradan tanto. Que prefiere visitar la ciudad antes de hacer marchas con los
scouts. Y no se ven tampoco mucho. Están en grupos diferentes.
-¡Pues a Lance le quedan unos días todavía para
tratar de zafarse!- Se rio Idina, quién conocía bien a su hermano, al menos en
ese aspecto.-
-Sí, casi parece más hijo de mi hermano Daniel que
mío.- Se sonrió Tom.- Todo lo que sea estar ante un teclado de ordenador o
leyendo es lo que más le gusta.
-Los tres sois de una forma diferente, pero os
queremos a todos por igual.- Aseguró Cooan dando un beso en la frente a su hija,
remachando.- Sois maravillosos, cada uno en su estilo.
Idina sonrió por aquello y la velada se desarrolló
sin nada más que reseñar. Pasaron un par de días y una mañana, de camino al
instituto, la niña volvió a toparse con el artista. Él la vio desde lejos y
enseguida se aproximó, saludándola de nuevo con sus exquisitos modales. Esta
vez vestía un pantalón blanco largo y una camisa azul oscuro, sobre la que
lucía una fina cadena de oro.
- Hola otra vez. - Sonrió Tony que preguntó de un
modo muy cordial. - ¿Te has pensado mi oferta?
- Hola, ¿qué tal?- Contestó ella devolviendo
la sonrisa para excusarse algo apurada. -Verá, aún no he podido. Todavía no ha
hablado usted con mis padres.
- Lo haré, si me das tu teléfono. - Respondió
rápidamente el pintor sacando un bloc y un lápiz de un bolsillo de su pantalón.
- ¿Tienes móvil?
-No tengo permiso para darlo a desconocidos. Pero
puedo decirle el número de mi casa.
-Es lo más
razonable.- Concedió su interlocutor.-
Así
pues Idina le dio el número del domicilio de sus padres. Tony volvió a
despedirse de ella pretextando su apretada agenda. Al regreso del instituto la
niña fue recibida por su madre que no estaba demasiado contenta.
-¿Pero cómo se te ocurrió darle a ese hombre tu
número de teléfono? - La regañó con los brazos en jarras.-
-¿Es que ha llamado, mamá?- Inquirió Idina
sorprendida y también contenta, como si no se hubiera percatado del enfado de
su madre. -
- Sí, lo ha hecho,- contestó ésta que añadió
con un talante inquieto. - Y me preocupa mucho que esté tan interesado
por ti, hija.
- Pero mamá. - Arguyó la chica. - Él es un artista y
dice que mi talento le inspira.
-¡Y tus tetas también!- espetó su interlocutora.-
Tras esa sentencia se produjeron unos instantes de
incómodo silencio. Cooan se había enervado sin poder evitarlo dejando a su hija
atónita. Lo cierto es que temía que la chica era demasiado buena. Había estado
muy protegida de cualquier tipo de mala influencia desde que nació y no era
capaz de creer que nadie tuviera malas intenciones. Aunque eso, y por
desgracia, debía de cambiar, ya no era una niña. O por lo menos, tenía una edad
lo suficientemente avanzada como para comenzar a ver el mundo con más claridad.
De todos modos enseguida suspiró calmando ese arrebato y agregó con tono más
conciliador y suave, pero no por ello menos serio.
- Lo siento hija, sé que no está bien hablar así,
pero ya tienes casi quince años. Físicamente eres una mujer y muy atractiva por
cierto, los hombres se fijan en ti. Tú aun no reparas en ello, pero debes tener
muchísimo cuidado. Hay mucho pervertido. Y muchos hombres sin escrúpulos y
mayores que tú, que no dudarían en aprovecharse de tu buena fe.
- Vale mamá,- reconoció Idina bajando la cabeza, le
molestaba e incluso avergonzaba que la creyeran tan tonta. – Lo recordaré, no
te preocupes…
¡Pues claro que lo sabía!, pero por eso mismo no
había aceptado esa propuesta. Aunque ganas no le faltaban de hacerlo y se lo
dijo enseguida a sus padres. De todos modos, quiso tranquilizar a su madre,
pues comprendía que solamente se preocupaba por ella y le aseguró una vez más.
-Te prometo que no me descuidaré.- Entonces se le
ocurrió una idea y propuso. - ¿Por qué no os venís conmigo el día que me dé su
dirección?
- Ya me la ha dado por teléfono. - Le contó su
madre, como si de este modo quisiera dar a entender a su hija que aquel tipo no
era tan inocente como parecía, rebuscó hasta encontrar un papel donde la tenía
apuntada. - Desde luego que iremos, me ha preguntado si podríamos acudir
mañana por la tarde.- Suspiró y dio una vuelta por el cuarto añadiendo con
resignación. - Yo no podré, tengo excursión con los niños en la guardería, les
prometí a los pequeñines que iríamos al zoo. Pero si tu padre puede ir, me
parece bien. Así comprobará enseguida si ese hombre es de fiar o no.
Idina batió palmas loca de contenta. Seguro que si papá iba con ella se daría
cuenta de que Tony era un chico muy agradable y no habría problemas.
-¡Qué bien! - saltó exclamando entusiasmada. - Podré
tener mi retrato.
Su madre suspiró moviendo levemente la cabeza. Idina le preocupaba. Aunque nada
tenía que ver por ejemplo, con las cosas que su hermana Bertie le había contado
acerca de Kerria. Su sobrina había empezado al parecer a salir mucho y llegar
tarde. Nada que ver con su hermano Leval, estudioso, ordenado y metódico. Aunque
eso, al menos, parecía el natural comportamiento típico de una chica adolescente.
Luego estaba Granate, el díscolo hijo de Petz que no paraba de hacer
travesuras, aunque fueran sin mala intención. Contrastaba con el carácter más
sosegado y prudente de Coraíon. De los hijos de su hermana Kalie no tenía mucha
idea, pero daba la impresión de que tanto Mazoui como Kathy debían de ser
buenos muchachos y que no le crearían problemas a su madre. El caso es que ella
no podía decir que Idina fuese ni traviesa, ni respondona, ni que mucho menos estuviera
en esa fase de rebeldía adolescente. ¡Todo lo contrario! Quizás de haber sido
así, hubiese estado preparada para responder tomando medidas más concretas. Lo
malo era que, en cierto modo, su hija era demasiado buena, hogareña, dulce,
cariñosa y confiada. Y no evidenciaba, (que Cooan supiera al menos) la edad que
tenía en el plano mental. No es que fuera inmadura e irresponsable, todo lo
contrario, era muy inocente e ingenua.
-Es culpa nuestra. En el afán de protegerla a ella y
a sus hermanos les educamos en un ambiente tan seguro y rodeados de buena gente,
que la niña cree que todo el mundo es de fiar. Alan es mayor y más consciente
de eso, y lance siempre ha sido mucho más reflexivo y precavido. Pero Idina
piensa que todo el mundo es bueno y puro de intenciones. Pues no todos lo son,
hija.- Meditaba con inquietud.- Hay monstruos terribles hay fuera, y no son
demonios, ni droidos, ni invasores del espacio. Es más, aparentan ser
encantadores. Lo sé muy bien, aprendí una muy amarga lección cuando tenía un
poco más de tu edad y me dejé embaucar por un lobo con piel de cordero. Eso es
lo que más me asusta, cariño. Que ni yo fui capaz de darme cuenta, ni tampoco
tú podrías verlo venir.
En esas disquisiciones internas estaba cuando su
esposo regresó de su gimnasio. Cooan le contó de inmediato aquella
conversación. Él escuchó atentamente y aceptó acompañar a su hija.
-Claro, no tengo inconveniente, Connie, no te
preocupes. Velaré por nuestra pequeña. En cuanto me asegure de que sus
intenciones son honestas. Si es posible, y conmigo allí, ese hombre podrá
pintar su retrato.
-Confío en ti, sé que a tu lado estará segura.-
Convino su esposa.-
Además Tom, en un gesto de astuta previsión, decidió
no advertir al artista. Si ese tipo era sincero ya se disculparían después por
la intrusión, pero de este modo le encontraría realmente trabajando, o no,
nunca se sabe. Era una manera de comprobar si ese hombre era lo que aseguraba.
-Mañana iré contigo, hija.- Le comunicó Tom a la
muchacha que saltó llena de alegría.-
-¡Genial! ¡Gracias papá!- exclamó abrazándose a él.-
Tom y Cooan sonrieron, les encantaba ver tan alegre
a su hija. Por eso harían cualquier cosa por mantenerla feliz y segura. Cenaron
y al rato se acostaron. Idina, llena de impaciencia por que llegase la hora,
apenas pudo conciliar el sueño.
-Es verdad.- Comentó la chica ahora, con tono entre
culpable y apurado.- Estaba como loca esperando ese momento.-¡Fui una tonta!
-No cariño, te falta experiencia en la vida. Nada
más.- La animó su padre que siguió con su relato.-
Y por fin, al
día siguiente, ya de tarde, fueron al lugar que indicaban las señas que Cooan
había tomado. Correspondían a un estudio situado en la mejor parte de la
ciudad. Tom quedó bastante impresionado.
- Desde luego este tipo tiene un buen sitio para
trabajar. - Declaró valorando los alrededores con la mirada y asintiendo
con aprobación. -
Llamó al portero automático y una educada voz masculina les invitó a pasar
abriéndoles la puerta. Tom e Idina subieron en un ascensor de hierro forjado al
estilo de principios de siglo XX. La muchacha sonrió para sí, comenzaba a ser
igual que en sus primeros pensamientos. Ese romanticismo bohemio algo
trasnochado pero lleno de glamour. Una vez ante la puerta y antes de que el
padre de la chica pudiera llamar. La misma voz les dijo.
- Pasen, está abierto.
Efectivamente, la puerta se abrió sólo con empujarla, cediendo mansamente y sin
chirriar. (Hubiera sido un síntoma aparte de muy manido, de mal agüero, pero
parecía tan suave como los modales de su dueño). Así que, sin más dilación, Tom
y su hija entraron avanzado muy lentamente en tanto escrutaban el lugar.
-Vaya, papá. Esto parece muy grande.- Comentó la
muchacha.-
-¡Chiis!- Le indicó él.- Vamos a curiosear un
poco sin que nos vea.
-Pero eso no está bien.- Opuso la chica.-
-En este caso, sí.- Le rebatió su padre.- Tenemos
que asegurarnos…
El estudio estaba repleto de caballetes con cuadros a medio terminar, todos
tenían una gran calidad. Los contemplaron uno a uno. Tom estaba maravillado, no
es que fuese un entendido en arte, pero, en su opinión, ese tipo sabía
realmente pintar y captaba el alma de lo que retrataba. Apenas se paró
con su atención puesta en el último lienzo cuando el artista se acercó
con un delantal manchado de pintura y las mangas de la camisa remangadas. Le
tendió una mano que previamente se limpió con un trapo y se presentó con cálida
cortesía.
-¿Qué tal está usted? Soy Tony Suebur, confío en que
sabrá disculpar mi atrevimiento con respecto a su hija, pero le aseguro que
sólo me mueven intereses artísticos.
- Encantado de conocerle. - Repuso su interlocutor
de forma cortés pero esforzándose porque pareciera aun algo
desconfiada. - Soy Thomas Alan Rodney, el padre de Idina como ha podido deducir.
Perdone que nos hayamos presentado sin avisar. – Hubo un instante de embarazoso
silencio y añadió como si esto lo justificase plenamente. - Comprenderá que es
mi deber preocuparme por mi hija.
Aunque, y en honor de ese hombre, encajó esa desconfianza inicial con
naturalidad y convino con su mejor tono de amabilidad.
- Perfectamente, no tema. Si yo hubiese estado en su
situación habría hecho exactamente igual. Y le aseguro que si ella accede a que
la retrate usted estará presente. Ni que decir tiene que no haré ningún cuadro
de su hija sin su permiso previo, claro está.
Tom trató de ordenar sus ideas, a primera vista ese tipo parecía ejemplar. Pero
él tenía demasiada experiencia como para no dejarse envolver tan rápidamente y
menos cuando el envoltorio se presentaba tan bonito, eso siempre le inducía a
sospechar. Ya su madre le decía siendo niño que las cosas no solían ser como
parecían. Aunque en ocasiones sí, lo difícil era saber identificar cuando eran
de este modo o no. De todas maneras, el factor decisivo estaba a su lado sin
parar de dar saltitos y pidiéndole con voz melosa.
-¡Oh sí! , por favor, papá. Tengo tantas ganas de
que me hagan un cuadro.
Y para él ese contento de su hija pesaba demasiado, era imposible tratar
de ponerse a la defensiva en ese ambiente. Tony, por su parte, esbozó una
amplia sonrisa en su atractivo semblante dirigiéndose a la chiquilla de la
misma forma en la que su propio padre lo hubiera hecho. Con realismo y
sopesando los inconvenientes.
- Te advierto que ser modelo es algo muy pesado.
Tendrás que estarte quieta durante varias horas y puede que necesitemos varias
sesiones. Es algo que se debe pensar bien.
- ¡No me importa!,- replicó ella visiblemente
entusiasmada. - ¡Me hace mucha ilusión tener mi propio retrato!
- Pero, usted tendrá mucho trabajo que hacer,- objetó
Tom con la máxima agudeza que pudo emplear. –
Estaba tratando de buscar un “pero” a esa sucesión
de ideales situaciones. Parecía demasiado bonito para ser cierto. Hasta llegaba
a darle la impresión de que ese tipo hubiera podido enseñar toda esa situación.
De lo que respondiera ese hombre a su próxima pregunta iba a depender su
decisión final.
- ¿Por qué tanto interés por mi hija? Hay otras
muchas chicas guapas que retratar.
- Sí, pero su hija tiene algo, algo más. - Contestó
el artista con un gesto que parecía reflexivo y una voz provista del justo
toque de convicción al valorar. - Tiene talento, el arte está presente en ella.
Y me siento en deuda.
-¿En deuda?- Repitió Tom sin comprender. -
- Así es, ella nos regaló con su concierto de piano,
yo pude disfrutar de su arte y me gustaría corresponder haciendo que ustedes
disfruten del mío. Así, cuando sea una pianista famosa, podré decir que pinté
un retrato suyo. Será algo que pase a la posteridad, más allá de las
limitaciones del presente. Un cuadro que ella pueda mostrar a sus hijos y nietos
con orgullo.
Idina se puso colorada, aquello le sonaba igual a lo que había pensado,
solo que en sentido contrario. Si pensaba echarle una mano a ese chico para que
cuando fuera conocido ella pudiera presumir de que él pintó su retrato, Tony
afirmaba lo opuesto. Eso la animó más todavía, creyendo que ese artista y ella
misma tenían idéntica manera de pensar, que se comprendían sin palabras.
Incluso Tom se quedó sorprendido sin saber que decir, pero agradado por esa
idea. Además, había visto los otros cuadros y debía admitir que aquellas
palabras tenían sentido. El pintor no daba la impresión de hablar por hablar.
Seguro que algo habría visto en su hija y que podría captarlo en un cuadro.
Tocaba rendirse.
- Entonces no se hable más. - Cedió Tom. - Empiece
usted cuando quiera.
- Pues manos a la obra. – Le agradeció Tony con
moderado entusiasmo.-
Y aquello agradó todavía más a su interlocutor. Habría sospechado algo si ese
hombre le hubiese dicho el manido” no se arrepentirá”. Pero aquel tipo se comportaba
con perfecta y total naturalidad. Le había acercado una silla a Idina para que
se sentase y le dio otra a Tom que éste aceptó sin cumplidos. Incluso les
ofreció beber algo pero tanto el padre como la hija rehusaron cortésmente.
De este modo, Tony comenzó a esbozar y al cabo de una hora a pintar. Tras
un buen rato Idina daba muestras de cansancio. El artista se percató de ello
con rapidez y le dijo con mucha amabilidad.
- Para ser la primera sesión, hemos hecho mucho más
que suficiente. Si lo deseas continuaremos otro día.
- Sí, muchas gracias. - Sonrió Idina, preguntando
con notorias ganas. - ¿Puedo ver el cuadro?
El pintor se negó con otra educada sonrisa, explicando con paternal cortesía.
- Los artistas somos muy maniáticos a veces. No nos
gusta que nuestros clientes vean nuestras obras inacabadas.
-Sí, eso lo
comprendo.- Terció Tom comentándole a su hija casi de modo divertido.- Ten
paciencia, será más bonito cuando lo veamos acabado.
A pesar de su interés Idina no insistió, ella y su padre se despidieron del
artista volviendo a casa...
-¡Qué ganas tengo de que lo termine!- Afirmó la
ilusionada muchacha.-
-Paciencia, cariño.- Repitió risueñamente Tom,
posando una mano sobre el hombro derecho de su hija.-
En ese momento se interrumpió nuevamente el relato. Llegaron Karaberasu y
Mazoui, se produjeron nuevos saludos cargados de afecto y emotividad.
-He dejado a Katherine en el apartamento. No creo
que haya necesidad de que esté aquí.- Se justificó Kalie.-
-Has hecho bien.- Asintió Bertie.-
La
muchacha había sufrido una dura impresión y pese a que no culpaba de nada a su
hermano necesitaba estar sola. Así lo comentó la recién llegada. Todavía
recordaba la conversación que mantuvo con ella. Una vez entraron las dos en el
cuarto de la niña.
-¿Estás bien, cariño?- Le preguntó una inquieta
Karaberasu.-
-Sí, gracias mamá.- Musitó la chica.-
Kalie
no sabía cómo abordar el tema, era difícil y muy enojoso. Pero aprovechó que su
hijo estaba en otra habitación cambiándose.
-¿Sabes que ese que te atacó no era tu hermano,
verdad?- Se atrevió a preguntarle a la niña con tono suplicante y la voz temblorosa.-
Katherine
la miró fijamente y su madre se temió lo peor. Pudiera ser que aquel terrible
incidente, pese al valor que había demostrado su hija, crease un abismo entre
ambos hermanos imposible de salvar. Afortunadamente y para su alivio y alegría,
la chica respondió con tono seguro y suave.
-Sé que Mazzi me quiere tanto como yo a él. Si fue
capaz de salir de esa especie de conjuro que le hicieron fue porque yo le
importaba más que ese poder malvado que le controlaba. Y sé que jamás debo
contarle lo que ha pasado.- Agregó entristecida.- No se lo perdonaría nunca.
-¡Mi niña!- La abrazó Karaberasu, entre emocionada y
agradecida.- Gracias por ser tan buena hermana para él.
Tras
separarse de ese abrazo, la joven suspiró, alegando con pesar.
-Sé que para él es muy duro sobrellevar esa especie
de enfermedad que tiene. Y que le cuesta hacer amigos o salir con chicas por
miedo. Pero yo siempre estaré a su lado cuando me necesite.
Su
madre asintió, orgullosa y muy aliviada, y pasó a decir.
-Ahora tengo que ir con él a ver a tus tíos. Puede
que nos necesiten. Es mejor que te quedes aquí.
-Vale, mamá. - Convino ella, alegando.- De todas
formas, estoy algo cansada.
Karaberasu
besó afectuosamente en la frente a su hija y la dejó para que descansara. Luego
se dirigió al salón a punto de ver como su hijo salía también de su cuarto ya
cambiado y listo.
-Tenemos que irnos, mamá. Algo malo va a pasar en
casa del tío Roy y la tía Bertie. Lo presiento. Y creo que van a necesitar
nuestra ayuda.
-Vamos pues. Tu hermana se queda. Está agotada.- Le
contó Kalie a su hijo sin querer darle más detalles.-
Este se mostró de acuerdo. Kathy había
pasado por un momento muy duro.
-Tendría que haber sido capaz de protegerla.- Se
lamentó el chico.-
-Lo hiciste, créeme, cariño.- Le respondió
afectuosamente ella.- Anda vamos a ayudar a tus tíos.
Mazoui asintió. Ahora, junto a su hijo, estaba lista
para hacer lo que fuera necesario para echar una mano. Empero no tenía idea de
qué sería. Por lo pronto se unieron al resto y charlaron un poco sobre la
situación a la que se enfrentaban pero con tintes de optimismo, conjurándose
para salir con bien de aquello, como siempre hicieron en los viejos tiempos.
-Me alegro mucho de volver a veros.- Dijo Cooan
abrazándose a su hermana.- Al fin reunidos otra vez…y tu hijo es un chico
realmente apuesto.
Algo azorado de recibir esos elogios, Mazoui
saludó a su vez. Aunque observando a su prima Idina percibió algo extraño. La
sentía nerviosa y algo asustada. Esa chica había debido de pasar por una
terrible prueba también. Parecía como si el sino de su familia fuera ese. Por
lo que su madre le contó, su propia hermana Kathy se comportó admirablemente
ante ese ataque de los sectarios. Idina a su vez daba toda la impresión de haber
sufrido la misma situación u otra semejante y en cuanto a su prima Kerria… únicamente
esperaba que pudieran recuperarla de las garras del mal a tiempo. Pese a no
saber exactamente qué había sucedido el chico tenía un muy mal presentimiento,
se lo dijo a su madre pero era incluso peor. Estaba asustado por sus tíos y sus
primos. No obstante, decidió callar por el momento. Así, tras unos minutos de
conversación entre el grupo, Esmeralda, con patente curiosidad, le preguntó a
Cooan atrayendo también el interés del resto.
-¿Y cuándo entras tú de nuevo en la historia?...
- Ahora precisamente. - Repuso ésta continuando el
relato. - Fue cuando Tom y mi hija estaban en el estudio del pintor, llevé a
mis niños a una excursión, esa del zoo. Luego volvíamos en autocar y yo
enseñaba a los críos a deletrear palabras. Tenía la dirección de ese artista en
el bolso y al ir a sacar un lápiz se me cayó, un niño la recogió y trató de
deletrearla...
- Señorita mire S U E B U R ¿Lo he dicho bien?
- Muy bien Mike. -Sonrió complacida
Cooan. -
- ¡Y ahora lo haré al revés! - Exclamó el pequeño
entusiasmado por su éxito. – R. U. B. E .U. S.
Y a pesar de lo evidente, aquello parecía atascarse en su pensamiento
como si estuviera obstruido con cemento hecho de incredulidad y absurdo. Tuvo
que musitar el contenido de ese papel y al escucharse pronunciar las
letras y juntar mentalmente la palabra, la cara de Cooan se demudó, arrebató de
las manos del niño la lista.
-¿Qué es lo que has dicho? - Le inquirió agitada,
como si aún no pudiera dar crédito a su propia lectura. -
-¿Lo he dicho mal?,- preguntó el pequeño preocupado
e incluso asustado por la reacción de su maestra, pensaba que quizás podría
haber dicho alguna palabrota. – Lo siento, señorita Connie.
Ella se percató del semblante atemorizado del niño y echó mano de todo su
aplomo. Se dominó en lo posible, estaba interrogando a ese pobre crío como si
fuera responsable de aquello.
- No, no pasa nada. Está bien, cielo, está bien.
Anda, vamos a dejarlo por hoy, ¿vale? - Le sonrió tratando de disimular la
creciente preocupación que la asaltaba en su demudado rostro. -
Una vez volvió a casa esperó a su marido y a su hija. En ese momento, Cooan
detuvo la narración y les escribió a las chicas aquellas letras en un
papel a modo de demostración.
-¿Lo veis?
-¡No puede ser! - Exclamó Beruche con visible
estupor. - Tiene que ser casualidad.
- No saquemos conclusiones precipitadas antes de
tiempo. Y sigue contando. - Le pidió Karaberasu tan intrigada como el resto
aunque mostrando más temple en su voz. -
Su hermana menor asintió, aunque ella estaba calmada por saber el desenlace de
lo que las otras desconocían. Prosiguió con su historia…
Cuando Tom e Idina volvieron, encontraron a Cooan
muy preocupada. Su marido se acercó preguntando que le ocurría y ella,
aguardando a que la niña se fuera a su habitación, le confesó el motivo de su
nerviosismo.
- Pero. ¿Qué te ocurre, Connie? Inquirió él al
mirarle a la cara, estaba pálida, parecía muy asustada Tom se preocupó. -
- Es ese pintor, ¡mira lo que he descubierto! - Le
susurró alarmada enseñándole el papel. -
-¿Y qué tiene eso de particular? - Preguntó su
marido encogiéndose de hombros. -
Aprovechando que Idina, ajena a esto, seguía en su cuarto. Cooan le
explicó.
- Ese era el nombre de nuestro antiguo amo, ¡el de
la Luna Negra! El que nos trajo al pasado de la Tierra para cumplir la misión
de matar a Chibiusa y destruir los cristales punto. El mismo que trató de
matarme con una bomba. Recuerda que te lo conté hace años.
-¡Pero Connie! - Exclamó Tom incrédulo y con ánimo
apaciguador. - Ese tipo murió hace más de veinte años. Creo recordar que me
dijiste que se enfrentó a las guerreras y que ellas terminaron con él en su
nave espacial. ¿No te estarás poniendo un poco paranoica?
Cooan se relajó. Ahora se sentía azorada, pareció pensarlo mejor. Desde luego,
a la luz de los hechos, sus temores sonaban absurdos.
- Tienes razón, no será nada más que una siniestra
casualidad.- Concedió tras suspirar aliviada.-
- Además, ese tipo es muy amable. - Añadió su
escéptico esposo para terminar con ese temor tan absurdo. -Yo en persona he
visto cómo trabaja y es un magnífico artista, no temas. Te aseguro que no ha
tratado de matarnos ni nada por el estilo…¡Quizás únicamente de aburrimiento al
tenernos varias horas ahí quietos y sin hablar. - Sonrió ahora más relajado y
con humor.-
- Sí, tienes razón. No sé qué ha podido pasarme para
pensar siquiera en esa posibilidad. No te preocupes.- Asintió Cooan más
tranquila. – Es que a veces me paso de precavida. La verdad es que es ridículo.
Perdona…
Lo afirmó ya convencida, y sonrió burlándose de su
propia preocupación. Lo cierto es que incluso le asaltaban deseos de ir a pedir
perdón a ese pobre hombre, ajeno a sus sospechas, por confundirle de esa manera
tan boba e injusta con semejante malvado.
-Claro...Anda, tienes que relajarte. - Le sonrió su
esposo, pasándole un brazo por los hombros.-
Su interlocutora suspiró ahora para sentenciar con
tintes de auto reproche en su voz.
- Sí. Me he puesto como una tonta.
Su marido le dio un
corto masaje en los hombros que la descargó un poco de esa tensión. Tras esa
dura jornada con los pequeños y ese susto que se había dado estaba rígida. Pudo
suspirar largamente de alivio ahora. Tom como experto en artes marciales que
era y tras haber estudiado algunos cursos de chacras orientales, sabía bien
como calmarla ¡y también cómo estimularla para otras ocasiones! Sin embargo,
ahora era más momento de lo primero.
-¡Ah! ¡Qué maravilla! -Pudo decir entre susurros,
casi empezando a quedarse dormida.- Un poquito más…-Le pidió a su esposo. -
Aunque el tratamiento terapéutico se vio
interrumpido enseguida. Idina bajó al comedor, tenía hambre, el haber posado
durante tanto rato era más agotador de lo que parecía.
- Mamá ¿Qué hay de cena? - Aunque cuando vio a
su madre sentada en el sofá pensativa y a su padre dándole palmadas en la
espalda preguntó con inquietud. -¿Te pasa algo?
- No hija, nada, sólo estoy cansada. Los niños dan
mucha guerra cuando van de excursión y yo ya no soy tan joven. - Disimuló
Cooan, animando su gesto con una sonrisa. – Me han dejado hecha un trapo.
- Entonces no te preocupes, yo me haré alguna cosa,
y de paso puedo preparar la cena para todos.- Le ofreció solícitamente la
chica. -
- Te lo agradezco, cariño.- Sonrió su madre
relajando al fin su tensión. -
-¿Seguro que sabes cocinar? - Le preguntó su padre
que contribuyó a ello, con tono divertido tratando de pinchar a su hija. – No
sé…no sé…
- Papa, sabes de sobra que soy una buena cocinera. –
Se reivindicó Idina ante la sonrisa de sus padres. – Hago una pasta muy rica.
- Está bien. - Rio Tom con exagerado tono solemne. -
¡Me arriesgaré!
-¿Cómo que te arriesgarás? - Reprobó la muchacha con
fingida indignación, dándole en la cabeza con una servilleta a su padre que
comenzó a esquivarla con cómica expresión de horror. -¡Ni que te fuera a
envenenar!
Todos se rieron y en efecto, Idina se encargó de la cena, y tal y como la chica
aseguraba estuvo deliciosa y no hubo que lamentar ninguna intoxicación.
Charlaron más distendidos en tanto terminaban.
-Admito que se te da muy bien.- Declaró su padre.-
Eres una gran cocinera.
-La abuela Sarah me enseñó algunas cosas.- Repuso la
cría con patente rubor y agrado al oír aquello.- Y uno de estos días quiero
hacer su tarta de manzana.
-¡Esas son palabras mayores! - Se rio Cooan,
añadiendo.- A mí me costó mucho alcanzar una versión aceptable.
-La tía Mimette me explicó también algunos trucos
para hacer tartas. Se le dan muy bien.- Comentó la cría.-
-¡Aunque tu tía es tan despistada que creo que
confunde los matraces de su laboratorio con los recipientes para la cocina! - Se rio Tom.-
-¡No digas esas cosas de la pobre Mimette!- Le
reprendió con humor su esposa, riéndose a su vez para señalar.- Aunque sean
ciertas.
Los
tres se rieron mucho de aquello. No era para menos. ¡La cuñada de Cooan era un
caso! Contrastaba en efecto con Mimí, su hija. Bastante alegre también, pero
más seria y a veces dando la impresión de ser mucho más madura que su madre. Lo
que, dicho fuera de paso, no era tan difícil.
-La pobre prima Mimí, a veces se pone muy colorada
cuando la tía Mimette hace alguna de las suyas.- Rio Idina.- Hace mucho que no
la veo, supongo que seguirán igual.
Así entre recuerdo y anécdotas de su
niñez con esa prima suya, hija del hermano de su padre y de esa alocada
científica, pasó la velada. Al día siguiente era domingo. La muchacha fue de
nuevo a posar. Tom estaba ocupado y había disipado sus recelos, a pesar, o
precisamente por la nota que le enseñase Cooan. La suposición de que pudiera
tratarse de un tipo que murió hacía tantos años era ridícula y más sabiendo que
la pista que habría dejado en la nota, caso de haber sido él, era tan
clara. Así que no tuvo inconveniente en decirle a la niña que después
pasaría a recogerla. Aún permanecía en casa preparando el programa de
entrenamiento para los cinturones altos de su gimnasio cuando, al cabo de una
hora, llegó un paquete. Cooan, que se ocupaba a su vez de preparar las
actividades para sus alumnos, lo recogió, firmó el recibo al muchacho de la
mensajería, le dio una propina que éste agradeció complacido antes de irse y lo
metió en casa. Examinó el envoltorio, un simple papel color tierra ¿Qué podría
ser?, su forma era levemente rectangular y su grosor de unos cuatro centímetros
más o menos, aunque se notaba que debía de estar algo hueco en el interior,
pues los dedos aplastaban el papel sin dificultad haciendo notar una especie de
reborde en el exterior. Curiosa se encargó de abrirlo, no tenía más
misterio. Aunque lo vio por el reverso, supo enseguida que se trataba de
un cuadro y que la parte más elevada del relieve era el borde del marco. Una
nota trazada con diestra y gótica caligrafía lo acompañaba.
- Aquí va un adelanto, confío en haber logrado
plasmar la auténtica esencia de la protagonista. Una que durará al menos mil
años. –Leyó Cooan percatándose de que eso no llevaba firma. -
De modo que, cada vez
más intrigada, lo giró para contemplarlo, y todo sucedió en apenas un segundo,
el cuadro se estrelló contra el suelo en tanto ella se llevaba las manos a las
mejillas y soltaba un espantado grito. En el cuarto contiguo, Tom saltó de su
sillón y se acercó rápidamente al oírla, sujetando de inmediato a su
temblorosa mujer que parecía estar a punto de desmayarse.
-¿Pero Connie, qué te ocurre? - Quiso saber
realmente atónito y preocupado al verla en ese estado. -
-¡Mira, mira! - Era lo único que ella le podía
responder, señalando el cuadro de forma histérica hasta que fue capaz de añadir
con la voz quebrada. - Ese...ese cuadro, no es posible. ¡Dios mío!, ¡no es
posible!.- Las lágrimas rodaban por sus mejillas y su cara estaba contraída en
un rictus de pavor. – Esto es una pesadilla…
Tom, tras mirar a su esposa con una mezcla de
sorpresa y temor, dedicó su atención a aquello, recogió el cuadro del suelo
mirándolo sorprendido y exclamando.
-Pero… ¡Qué diantres significa esto!
Era un retrato de Cooan, o no. Era de Idina, el parecido era tan grande que
casi no le era posible distinguirlas. Aunque en el rostro de su hija lucía una
siniestra sonrisa. Después se fijó detalladamente en el vestido a rayas de
color morado con el que estaba representada. La chica llevaba también una
especie de joya. Parecía un zafiro bastante grande y de forma ortogonal, sobre
la base donde le nacía el cabello. Justo encima de la frente y pintada
sobre ésta misma, una media luna negra con los cuernos apuntando hacia abajo. Y
en una de sus manos la muchacha sostenía un minúsculo frasco de perfume de
cristal con un caprichoso diseño.
-No lo entiendo, cariño. ¿Por qué te has puesto así?
¿Qué es? - Inquirió Tom a su esposa, agregando con reflexivo
desconcierto.- El caso es que me es familiar, pero no logro recordar de
dónde.
-¡Es mi antiguo traje de Ayakashi! - Le chilló Cooan
aterrorizada. - Lo llevaba cuando llegué a la Tierra. Es ese artista,
sabe quién era yo, el nombre invertido sobre el papel, todo encaja. Aunque
suene una locura ¡Debe de ser él!
Su esposo la acogió entre sus brazos tratando por todos los medios de
serenarla. A pesar de empezar a estar inquieto debía mantener la calma y
razonar.
- Tranquilízate, estás muy nerviosa. Puede que Idina
se lo haya dicho.- Argumentó él. -
- ¡Por Dios, Tom! Sabes tan bien como yo que nunca
les he contado nada a nuestros hijos acerca de nuestro pasado, ni
de mi antigua vida. Y menos a Idina. ¡Por favor! , te lo suplico, vayamos para
allá. Nuestra hija está en peligro, ¡nos necesita! - Le pidió con desesperación
agarrándose a un brazo de su marido que estaba cada vez más preocupado. –Lo sé,
lo presiento…
Tom la miraba asustado ahora. Aun así, trató de
serenarla y se apresuró a buscar otra explicación.
- Pudiera ser alguien del gobierno, ellos sí que
saben…
Pero su razonamiento murió sin poderse completar.
Cooan le zarandeó de un brazo con la fuerza que da la certeza de una inminente
tragedia que debía ser evitada a cualquier precio e insistió.
- Nadie puede saber eso, ¡todos los detalles! -
Aulló sentenciando en estado de histeria. - ¡Ese frasquito de perfume, se lo
regalé el mismo día en el que me convertí en una mujer normal! Nunca se
lo dije a nadie, ni siquiera a mis hermanas. ¡Solamente lo sabíamos él y yo!
Y Tom se quedó paralizado por un escalofrío, supo entonces que su esposa no
estaba equivocada. Debían darse prisa o posiblemente la vida de su hija estuviera
en gravísimo peligro…
-¡Dios mío! – Pudo musitar palideciendo y junto con
su mujer corrió hacia el domicilio de aquel tipo.-
Idina mientras tanto había subido al estudio del pintor que parecía desierto.
Llena de curiosidad recorrió la galería de caballetes con retratos y por fin,
llegó a donde estaba el suyo. Miró expectante y lo que vio le encantó, aunque
no acertaba a comprender por qué Tony la habría pintado con esa ropa tan
extraña.
- Es un poco raro - dijo en voz alta - , aunque este
traje hay que reconocer que es original...
-¿Te gusta? - Escuchó una voz a su espalda que
le hizo esa pregunta con interés, pese a que al entrar no había advertido la
presencia de nadie. -
La joven se volvió descubriendo a Tony detrás de ella. Llevaba puesto un
chaleco sobre su torso y un colgante, su pelo ahora era rojo como el fuego, una
media luna negra con las puntas hacia abajo adornaba su frente y sin dejar de
sonreír canturreaba con desenfado y no lo hacía mal para sorpresa y agrado de
la muchacha.
Me pongo a pintarte
y no lo consigo
después de estudiarte lentamente termino
pensando
y no lo consigo
después de estudiarte lentamente termino
pensando
Que faltan sobre mi paleta
colores intensos que
Reflejen tu rara belleza
No puedo
captar tu sonrisa,
plasmar tu mirada
Pero poco a poco
sólo pienso en ti...
tú sigues viniendo
y sigues posando…
Con mucha paciencia
Porque siempre mi lienzo
está blanco
está blanco
Las horas
se pasan volando
y hay poco trabajo adelantado para tu retrato
sospecho
Que no tienes prisa
y que te complace
ver que poco a poco
sólo pienso en ti...
(Sólo pienso en ti. Miguel Bosé, crédito al autor)
-¿De qué va disfrazado? ¡Todavía no es Halloween! -
Rio la chica al verlo en cuanto terminó en cantar. -
- Es una historia larga de explicar. - Repuso Tony
agregando con tono entre meloso y cómplice. - Pero tú eres preciosa y ese traje
realza tu belleza, me recuerdas mucho a tu madre tal como ella era.
-¿A mi madre? ¿A qué se refiere? - Inquirió Idina
sorprendida, creyendo que el pintor la habría visto en alguna ocasión,
aunque la verdad, no podía imaginarse cuando. -
Por toda respuesta Tony se acercó sujetando a Idina del mentón y lo acarició
con suavidad. Susurrando a la sorprendida chica.
- Tu mirada es la de un ángel. Y eso es algo que me
fascina especialmente. Pura y desprovista de todo mal.
En otra ocasión, ella se habría sentido muy halagada por esas palabras,
pero ahora estaba muy violenta. Tony no dejaba de acariciarle el rostro, las
mejillas, e incluso pasó uno de sus dedos por los labios de la chica al mismo
tiempo que la atrajo hacia sí.
- Qui...quizás sea mejor que vuelva mañana. - Pudo
balbucear ella con evidente temor. -
Pero él negó lenta e
inexorablemente con la cabeza y esbozó una de sus acostumbradas sonrisas, pero
que resultó completamente diferente a las otras. Era fría y cargada de una
extraña sensualidad que resultaba fascinadora y desagradable al tiempo. Idina
estaba muy confusa pero algo en su interior le advertía que escapase de allí. Y
sus alarmas internas se dispararon cuando él le musitó con una insana voz
melosa, plena de falsa afectuosidad.
- Lo lamento querida, pero no creo que dispongamos
de tanto tiempo o no podré terminar tu retrato. Antes de tu trágica
desaparición debo tenerlo listo para que puedas ser recordada por toda la
eternidad…
Idina no pudo
reaccionar, cuando quiso abrir la boca para responder, él se anticipó y la besó
introduciendo su lengua y tratando de incitarla con sus caricias. Ella sintió
como recorría su cuerpo como si poseyera mil manos, parecían tentáculos fríos
que sin embargo la quemasen allá en donde rozaban su piel. Notando una
impresión desabrida, mezcla de excitación, miedo y ansiedad, la muchacha logró
apartarse de él tapándose los labios con una mano y bastante asustada. Aunque
él no daba muestras de sentirse violento, más que eso, parecía regocijarse con
la expresión confusa que leía en los ojos de ella y se echó a reír con una
carcajada histriónica que atronó el lugar.
-¿Quién es realmente usted? ¿No es un pintor,
verdad? - Inquirió ella temblando de miedo y tratando desesperadamente de
sobreponerse con un fallido tono de indignación. - ¿Qué quiere de mí?
Su antagonista se sonrió divertido y con decisión
respondió a la primera pregunta.
- Tienes toda la razón. Y sería descortés por mi
parte no presentarme. Mi nombre es Rubeus. Marqués de Crimson. Y pertenecí a la
Luna Negra...
-¿Luna Negra? ¿Qué es eso? - Preguntó Idina atónita,
retrocediendo con cautela a medida que él se aproximaba sin prisa pero sin
pausa. -
- ¡Pobre niña, eres tan inocente! - Declaró él con
una siniestra sonrisa, añadiendo con una falsa apariencia de afabilidad. - Tu
madre nunca te habló de ello, ¿verdad? Deja que yo lo haga. Verás hace mucho,
mucho tiempo. O mejor dicho, dentro de mucho tiempo, quizás. Bueno, no importa,
olvida ese galimatías temporal.- Sentenció encogiéndose de hombros para
proseguir.- Sucedió que llegamos a la Tierra con una misión. Debíamos cambiar
el curso de la historia…
La muchacha le observaba entre incrédula y espantada, ese hombre debía de estar
loco. Pero hablaba de tal manera que realmente parecía decir la verdad. Aunque
lo que más la asombró fue lo siguiente.
-Yo comandaba la misión, y tu encantadora mamaíta
era una de mis subordinadas. Su auténtico nombre era Kermesite Ayakashi y sus
hermanas, las Malignas. Estaban encargadas de la persecución de la heredera
prófuga de Neo Cristal Tokio. Procedíamos de la estrella oscura Luna Negra, más
conocida por el planeta Némesis.
En tanto oía semejantes disparates, al menos eso
creía la muchacha, Idina trató de escapar, pero los omnipresentes caballetes,
que parecían estar vivos y cooperar con aquel hombre, le bloqueaban el paso.
Rubeus la agarró sin dificultad sujetándola del cuello y comenzó a acariciarla,
ahora con rudeza. Ella trataba de resistir pero su agresor tenía mucha fuerza. A
pesar de que en un principio lo intentó, no era capaz de aplicar sus destrezas
en artes marciales contra ese tipo que se adelantaba a cualquiera de sus movimientos.
-Pierdes el tiempo, guapa.- Se burló Rubeus.- Unos
simples truquitos de defensa personal no me afectan.- Pero debo encomiar tu
valor. Al menos intentas resistirte.
-Mis padres enseguida sabrán que algo va mal.-
Replicó tratando de parecer más segura y confiada aunque estuviera muerta de
miedo.- Y vendrán a buscarme.
Pero
su agresor la observó con una mezcla de condescendencia e incredulidad, para
romper a reír sin soltarla, declarando con regocijo.
-¡Ja, ja, ja, ja! Cuento con ello, chiquilla. Cuento
con ello. No pueden ser tan tontos como para al menos no sospechar quien soy a
estas alturas…
La desesperada Idina no sabía cómo actuar. Temblaba
de pavor, aquel tipo daba la impresión de ser capaz de hacerle cualquier cosa.
-¡Mamá me lo advirtió, y no quise hacer caso.- Se
lamentaba en silencio, luchando por no sollozar.-
Entonces, como si de una intervención divina se
tratara, ambos escucharon golpes en la puerta del estudio.
- Hija ¿estás ahí? - Se oyó la inquieta voz de Tom.
-
-¡Papá! – Quiso gritar ella con todas sus fuerzas,
pero Rubeus tapó su boca agarrándola por la espalda y solamente pudo producir
un gemido ahogado. -
- Idina, hija ¡Responde! - Reclamó ahora la voz
cargada de miedo y angustia de su madre. -
La muchacha logró lanzar una patada a uno de los
caballetes que, en un efecto dominó cayó arrastrando a otros muchos, con
el consiguiente estrépito. Pero lejos de contrariarse por ello, su agresor lo
celebró con una maligna sonrisa. Apenas unos segundos después, la puerta del
estudio saltó en pedazos. Tom la derribó con un par de fuertes patadas,
entrando a la carrera junto con su esposa. Pero ambos se detuvieron en seco al
ver como su hija era retenida por ese hombre que les desafiaba con una mirada
cargada de odio y regocijo. Cooan estuvo a punto de desmayarse, su corazón
había saltado del pecho y ahogó un grito, ¡era él! Tal y como le recordaba.
Pero ahora únicamente contaba la suerte de su hija. Y su determinación a
salvarla tomó el control sobre su horror. De todas maneras, el primero en
gritarle a ese tipo fue Tom que enarboló un puño y le espetó.
-¡Suelta a nuestra hija, bastardo! ¡Sabemos quién
eres!
-¡Déjala en paz, maldito! - Añadió Cooan en cuanto
pudo reunir el suficiente coraje. - Mi hija no tiene nada que ver con esto.
Sin dejar de sonreír, mostrando un total dominio de la situación, en la que se
sabía jugando con ventaja, Rubeus respondió con aparente cordialidad.
-¡Cuánto tiempo sin verte, Kermesite, estás muy
mayor! Pero debo darte la enhorabuena, tu hija es exactamente igual que tú,
cuando eras mi Ayakashi favorita. ¡Ja, ja, ja, ja! Oye, de verdad. Lamento
mucho haber roto ese frasquito tan cursi de perfume que me regalaste. Espero
que no me guardes rencor todavía por eso, ¡ja, ja, ja!
Cooan y Tom estaban paralizados, escuchaban a ese individuo sin poder creerlo.
No podían moverse, ni tan siquiera pensar en acercarse. Mientras mantuviera
como rehén a su hija él tenía todos los triunfos en la mano. Idina por su parte
tampoco podía ofrecer resistencia, aunque ahora estaba casi más sorprendida que
asustada. Rubeus comenzó a sonreír con sorna y de eso pasó a unas crecientes carcajadas
que ensordecían...
-¡Ja, ja, ja, ja! ¡Qué bonita reunión familiar!-
Exclamó con sorna.-
En ese momento sonó el teléfono, interrumpiendo aquella narración de nuevo. Era
la policía. Concretamente Higgins, Beruche se puso al habla enseguida. La
atención de todos se dirigió hacia ella mientras escuchaba con avidez. Tras
pronunciar unas emotivas gracias y un lacónico, allí estará. Colgó. Luego se
dirigió a los demás y les dijo conteniendo en lo posible sus emociones.
- Una mujer que concordaba con la descripción de
Kerria y que llevaba una larga capa roja, ha sido vista por las calles
marginales del este de la ciudad hace apenas una media hora.
-¡Debe de ser ella!- Exclamó Roy que arengó enérgico
a los demás. - ¡Vamos chicos!
Diamante, Mazoui y Leval se levantaron como
resortes del sofá y los cuatro se dispusieron a salir volando hacia allí. Ya
estaban a punto de hacerlo cuando Tom quiso unirse a ellos.
- Me temo que la historia tendrá que esperar.
Diamante, ¿puedes llevarme?
- No hay ningún problema, compañero. - Repuso éste
sujetando a Tom. -
Y todos se marcharon, elevándose desde la terraza. Las mujeres se miraron unas
a otras inquietas, rogando para que pudieran encontrar a la muchacha. Pero como
de nada serviría quedarse ancladas en esa inquietud, aparte de la lógica
curiosidad por conocer el final de ese relato, Esmeralda le pidió a Cooan que
continuase…
- Mientras esperamos aquí seguro que puedes terminar
la historia, será mejor que permanecer sin hablar y nos entretendremos.- La
animó también Karaberasu. –
-Sí, tengo muchísimo interés en saber cómo pudisteis
enfrentaros a él.- Añadió Esmeralda que también se había quedado pálida de
horror al conocer la verdadera identidad de aquel sujeto.- ¡Es terrible!, no
puedo creer que haya vuelto…
Idina miraba a todas con gesto entre aliviado y sorprendido. Realmente no podía
imaginarlas en la manera en la que ese tipo las describió. ¡Aquellas no podían
ser ni su madre ni sus tías! Por lo menos las que ella había conocido
desde siempre. Por su parte, la propia Bertie estaba de acuerdo con la idea de
continuar con ese relato y su hermana menor asintió aceptando proseguir la
narración. Las atentas miradas de las otras se centraron sobre ella y Cooan,
tras parecer meditar durante unos segundos el cómo seguir, tomó aliento y
continuó...
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