sábado, 5 de marzo de 2011

GWB 29.74. Un antiguo enemigo

Fue Tom el que primero comenzó a contar la historia. Recordando lo ocurrido en los últimos días.



- Veréis, nuestra hija Idina estudia en un instituto de Portland, es muy buena cantando, tiene un don natural.

- Sí, desde que era muy pequeña ha tomado clases de ballet y de canto, le gusta mucho, además tiene estudios de guitarra y piano. Su abuela Sarah le enseñó bastante. Fue profesora de música. Y luego, tanto Tommy como yo la ayudamos y la animamos a proseguir. – Puntualizó Cooan con orgullo. –



            Aunque su marido retomó enseguida la palabra, pues era consciente de que sus amigos aguardaban con impaciencia que fuera directo al grano. Así que añadió, dejándose de andar por las ramas.



- Nuestra hija estaba dando un recital junto a otras chicas de su curso cuando...



            Vestida con un bonito traje de noche blanco de larga y sedosa falda, Idina acababa de interpretar al piano la sonata "Claro de Luna" recibiendo grandes aplausos por parte del auditorio. Ella, sonrojada, saludó con una leve inclinación y una amplia sonrisa. Sus padres debían de estar perdidos entre el público, pues había mucha gente en esa gran sala. Los buscaba con la mirada pero no podía encontrarles. Bueno, ya les vería luego, ahora disfrutaría de los aplausos. Cuando estos se extinguieron se dispuso a bajar del escenario. Distraída en encontrar a su familia no se percató de la presencia a su lado de un hombre, pelo rubio rojizo, cuyo cuerpo se adivinaba fornido y bien formado bajo un elegante traje de corte italiano color azul marino y camisa blanca sin corbata. Su rostro era  bastante atractivo y sus ojos parecían contener una fascinante mezcla de inteligencia y apasionado análisis. Se dirigió a ella  abordándola de modo muy cortés a la par que le mostraba un lienzo que llevaba en la mano. Su voz sonaba jovial, cálida y sin atisbo de timidez, cuando le dijo.



- Disculpa si te parezco atrevido pero no he podido por menos que deleitarme con tu gran interpretación, ¡felicidades! También tu gran belleza me ha llamado la atención.-



 Idina quedó sorprendida por esos cumplidos tan lanzados aunque contempló agradada el esbozo que de ella había hecho ese hombre en carboncillo.



-¡Es magnífico! ¡Usted es un gran dibujante! - Exclamó admirada y sobre todo sintiéndose muy halagada. -

- Me llamo Tony, Tony Suebur, soy pintor.- Se presentó ofreciendo su mano a Idina que se la estrechó suavemente. - Me especializo en retratos, en especial de chicas tan bonitas y me gustaría mucho poder pintar el tuyo, hacerlo en condiciones, tu talento me inspira mucho.

- Verá - Respondió ella pensativa y muy a su pesar. - Es que todavía no tengo edad suficiente para decidir eso. Tendría que pedirles permiso a mis padres. No creo que ellos lo aprueben sin antes hablar con usted.

- Tienes razón. - Convino el pintor, adoptando una expresión más seria y afirmando de inmediato con renovado optimismo. - Hablaré con ellos, te lo aseguro. Pero ahora tengo algo de prisa, será en otra ocasión, toma.- Le entregó a Idina el boceto ofreciéndole con amabilidad.- ¡Quédatelo! Hasta que nos veamos de nuevo y pinte el definitivo. Que espero sea muy pronto.



Y dedicando a la atónita muchacha una encantadora sonrisa, se alejó perdiéndose entre la gente con andares muy pausados y a la vez ágiles y seguros. La niña se quedó pensativa, casi en estado de ensoñación imaginándose en un cuadro, vestida con un hermoso traje y pintada por ese artista tan guapo. Todo eso era muy parecido a ese romanticismo de la bohemia que tan de boga estaba a finales del siglo XIX. A lo Mouline Rouge. Al menos eso había leído alguna vez en algún sitio. Su amiguita Nehie le contó hace tiempo que, como reina que era, le habían pintado algún retrato. Eso le dio mucha envidia siendo pequeña. Ahora ¿por qué no? Podría tener el suyo propio. Además, se imaginaba a sí misma como una especie de posible musa para un incipiente genio de la pintura y suspiraba encantada con la idea.

-¡Es algo tan romántico!-. Suspiró llevándose ambas manos entrelazadas a la altura de la barbilla.-



Desde luego que sería bonito ayudar a un artista joven y tan amable como ese. En ese instante, la voz de su madre la hizo volver a la realidad.



- ¡Hija!- la llamó Cooan - tu padre y yo estamos aquí.- Levantó la mano entre un nutrido grupo de gente para subrayarlo alabándola a continuación. - ¡Has estado magnífica, cariño!



            Los señores Rodney se abrieron paso entre los restos del gentío hasta llegar a su hija. Idina les esperaba radiante y tras recibir los abrazos y las siguientes felicitaciones de sus padres, les contó lo sucedido.



- No sé. - Dijo su padre llevándose una mano a la barbilla en un gesto dubitativo - , no debes fiarte del primero que pase, Idina. Tú eres demasiado inocente e inexperta.

- Papá. -  Se defendió ella. - Le he explicado que primero tendría que hablar con vosotros, pero me dijo que tenía prisa y que os lo pediría en otra ocasión.

- Si ese tipo te vuelve a molestar, dímelo enseguida. - Le indicó Tom sin fiarse en absoluto. -

- Papá, no me ha molestado, fue muy amable y muy educado.- Aseguró la chica. -

- Desde luego dibuja muy bien.- Admitió Cooan tomando el retrato entre sus manos para admirarlo más de cerca. - Eso no puede negarse.

- Bueno,- intervino su padre tratando de dejar el tema. - Vayámonos a casa, te vendrá bien una buena cena, hija.



            Todos se marcharon y el resto de la jornada transcurrió con total normalidad. La muchacha preguntó a sus padres.



-¿Qué tal Alan y Lance? ¿Han llamado desde su campamento?

-Ya sabes cómo son.- Sonrió su madre.- Lo estarán pasando tan bien que ni se acuerdan de nosotros.

-No seas así.- Se sonrió su esposo alegando en pro de sus hijos.- Alan me envió un WhatsApp. Lo están pasando de maravilla, sí. Sobre todo él. Le encantan las excursiones, aunque dice que a Lance no le agradan tanto. Que prefiere visitar la ciudad antes de hacer marchas con los scouts. Y no se ven tampoco mucho. Están en grupos diferentes.

-¡Pues a Lance le quedan unos días todavía para tratar de zafarse!- Se rio Idina, quién conocía bien a su hermano, al menos en ese aspecto.-

-Sí, casi parece más hijo de mi hermano Daniel que mío.- Se sonrió Tom.- Todo lo que sea estar ante un teclado de ordenador o leyendo es lo que más le gusta.

-Los tres sois de una forma diferente, pero os queremos a todos por igual.- Aseguró Cooan dando un beso en la frente a su hija, remachando.- Sois maravillosos, cada uno en su estilo.



Idina sonrió por aquello y la velada se desarrolló sin nada más que reseñar. Pasaron un par de días y una mañana, de camino al instituto, la niña volvió a toparse con el artista. Él la vio desde lejos y enseguida se aproximó, saludándola de nuevo con sus exquisitos modales. Esta vez vestía un pantalón blanco largo y una camisa azul oscuro, sobre la que lucía una fina cadena de oro.



- Hola otra vez. - Sonrió Tony que preguntó de un modo muy cordial. - ¿Te has pensado mi oferta?

- Hola, ¿qué tal?-  Contestó ella devolviendo la sonrisa para excusarse algo apurada. -Verá, aún no he podido. Todavía no ha hablado usted con mis padres.

- Lo haré, si me das tu teléfono. - Respondió rápidamente el pintor sacando un bloc y un lápiz de un bolsillo de su pantalón. - ¿Tienes móvil?

-No tengo permiso para darlo a desconocidos. Pero puedo decirle el número de mi casa.

-Es lo más razonable.- Concedió su interlocutor.-



          Así pues Idina le dio el número del domicilio de sus padres. Tony volvió a despedirse de ella pretextando su apretada agenda. Al regreso del instituto la niña fue recibida por su madre que no estaba demasiado contenta.



-¿Pero cómo se te ocurrió darle a ese hombre tu número de teléfono? - La regañó con los brazos en jarras.-

-¿Es que ha llamado, mamá?- Inquirió Idina sorprendida y también contenta, como si no se hubiera percatado del enfado de su madre. -

- Sí, lo ha hecho,- contestó  ésta que añadió con un talante  inquieto. - Y me preocupa mucho que esté tan interesado por ti, hija.

- Pero mamá. - Arguyó la chica. - Él es un artista y dice que mi talento le inspira.

-¡Y tus tetas también!- espetó su interlocutora.-



Tras esa sentencia se produjeron unos instantes de incómodo silencio. Cooan se había enervado sin poder evitarlo dejando a su hija atónita. Lo cierto es que temía que la chica era demasiado buena. Había estado muy protegida de cualquier tipo de mala influencia desde que nació y no era capaz de creer que nadie tuviera malas intenciones. Aunque eso, y por desgracia, debía de cambiar, ya no era una niña. O por lo menos, tenía una edad lo suficientemente avanzada como para comenzar a ver el mundo con más claridad. De todos modos enseguida suspiró calmando ese arrebato y agregó con tono más conciliador y suave, pero no por ello menos serio.



- Lo siento hija, sé que no está bien hablar así, pero ya tienes casi quince años. Físicamente eres una mujer y muy atractiva por cierto, los hombres se fijan en ti. Tú aun no reparas en ello, pero debes tener muchísimo cuidado. Hay mucho pervertido. Y muchos hombres sin escrúpulos y mayores que tú, que no dudarían en aprovecharse de tu buena fe.

- Vale mamá,- reconoció Idina bajando la cabeza, le molestaba e incluso avergonzaba que la creyeran tan tonta. – Lo recordaré, no te preocupes…



¡Pues claro que lo sabía!, pero por eso mismo no había aceptado esa propuesta. Aunque ganas no le faltaban de hacerlo y se lo dijo enseguida a sus padres. De todos modos, quiso tranquilizar a su madre, pues comprendía que solamente se preocupaba por ella y le aseguró una vez más.



-Te prometo que no me descuidaré.- Entonces se le ocurrió una idea y propuso. - ¿Por qué no os venís conmigo el día que me dé su dirección?

- Ya me la ha dado por teléfono. - Le contó su madre, como si de este modo quisiera dar a entender a su hija que aquel tipo no era tan inocente como parecía, rebuscó hasta encontrar un papel donde la tenía apuntada. -  Desde luego que iremos, me ha preguntado si podríamos acudir mañana por la tarde.- Suspiró y dio una vuelta por el cuarto añadiendo con resignación. - Yo no podré, tengo excursión con los niños en la guardería, les prometí a los pequeñines que iríamos al zoo. Pero si tu padre puede ir, me parece bien. Así comprobará enseguida si ese hombre es de fiar o no.



            Idina batió palmas loca de contenta. Seguro que si papá iba con ella se daría cuenta de que Tony era un chico muy agradable y no habría problemas.



-¡Qué bien! - saltó exclamando entusiasmada. - Podré tener mi retrato.



            Su madre suspiró moviendo levemente la cabeza. Idina le preocupaba. Aunque nada tenía que ver por ejemplo, con las cosas que su hermana Bertie le había contado acerca de Kerria. Su sobrina había empezado al parecer a salir mucho y llegar tarde. Nada que ver con su hermano Leval, estudioso, ordenado y metódico. Aunque eso, al menos, parecía el natural comportamiento típico de una chica adolescente. Luego estaba Granate, el díscolo hijo de Petz que no paraba de hacer travesuras, aunque fueran sin mala intención. Contrastaba con el carácter más sosegado y prudente de Coraíon. De los hijos de su hermana Kalie no tenía mucha idea, pero daba la impresión de que tanto Mazoui como Kathy debían de ser buenos muchachos y que no le crearían problemas a su madre. El caso es que ella no podía decir que Idina fuese ni traviesa, ni respondona, ni que mucho menos estuviera en esa fase de rebeldía adolescente. ¡Todo lo contrario! Quizás de haber sido así, hubiese estado preparada para responder tomando medidas más concretas. Lo malo era que, en cierto modo, su hija era demasiado buena, hogareña, dulce, cariñosa y confiada. Y no evidenciaba, (que Cooan supiera al menos) la edad que tenía en el plano mental. No es que fuera inmadura e irresponsable, todo lo contrario, era muy inocente e ingenua.



-Es culpa nuestra. En el afán de protegerla a ella y a sus hermanos les educamos en un ambiente tan seguro y rodeados de buena gente, que la niña cree que todo el mundo es de fiar. Alan es mayor y más consciente de eso, y lance siempre ha sido mucho más reflexivo y precavido. Pero Idina piensa que todo el mundo es bueno y puro de intenciones. Pues no todos lo son, hija.- Meditaba con inquietud.- Hay monstruos terribles hay fuera, y no son demonios, ni droidos, ni invasores del espacio. Es más, aparentan ser encantadores. Lo sé muy bien, aprendí una muy amarga lección cuando tenía un poco más de tu edad y me dejé embaucar por un lobo con piel de cordero. Eso es lo que más me asusta, cariño. Que ni yo fui capaz de darme cuenta, ni tampoco tú podrías verlo venir.



En esas disquisiciones internas estaba cuando su esposo regresó de su gimnasio. Cooan le contó de inmediato aquella conversación. Él escuchó atentamente y aceptó acompañar a su hija.



-Claro, no tengo inconveniente, Connie, no te preocupes. Velaré por nuestra pequeña. En cuanto me asegure de que sus intenciones son honestas. Si es posible, y conmigo allí, ese hombre podrá pintar su retrato.

-Confío en ti, sé que a tu lado estará segura.- Convino su esposa.-



Además Tom, en un gesto de astuta previsión, decidió no advertir al artista. Si ese tipo era sincero ya se disculparían después por la intrusión, pero de este modo le encontraría realmente trabajando, o no, nunca se sabe. Era una manera de comprobar si ese hombre era lo que aseguraba.



-Mañana iré contigo, hija.- Le comunicó Tom a la muchacha que saltó llena de alegría.-

-¡Genial! ¡Gracias papá!- exclamó abrazándose a él.-



Tom y Cooan sonrieron, les encantaba ver tan alegre a su hija. Por eso harían cualquier cosa por mantenerla feliz y segura. Cenaron y al rato se acostaron. Idina, llena de impaciencia por que llegase la hora, apenas pudo conciliar el sueño.



-Es verdad.- Comentó la chica ahora, con tono entre culpable y apurado.- Estaba como loca esperando ese momento.-¡Fui una tonta!

-No cariño, te falta experiencia en la vida. Nada más.- La animó su padre que siguió con su relato.-



 Y por fin, al día siguiente, ya de tarde, fueron al lugar que indicaban las señas que Cooan había tomado. Correspondían a un estudio situado en la mejor parte de la ciudad. Tom quedó bastante impresionado.



- Desde luego este tipo tiene un buen sitio para trabajar. - Declaró valorando  los alrededores con la mirada y asintiendo con aprobación. -



            Llamó al portero automático y una educada voz masculina les invitó a pasar abriéndoles la puerta. Tom e Idina subieron en un ascensor de hierro forjado al estilo de principios de siglo XX. La muchacha sonrió para sí, comenzaba a ser igual que en sus primeros pensamientos. Ese romanticismo bohemio algo trasnochado pero lleno de glamour. Una vez ante la puerta y antes de que el padre de la chica pudiera llamar. La misma voz les dijo.



- Pasen, está abierto.



            Efectivamente, la puerta se abrió sólo con empujarla, cediendo mansamente y sin chirriar. (Hubiera sido un síntoma aparte de muy manido, de mal agüero, pero parecía tan suave como los modales de su dueño). Así que, sin más dilación, Tom y su hija entraron avanzado muy lentamente en tanto escrutaban el lugar.



-Vaya, papá. Esto parece muy grande.- Comentó la muchacha.-

-¡Chiis!- Le indicó él.-  Vamos a curiosear un poco sin que nos vea.

-Pero eso no está bien.- Opuso la chica.-

-En este caso, sí.- Le rebatió su padre.- Tenemos que asegurarnos…



            El estudio estaba repleto de caballetes con cuadros a medio terminar, todos tenían una gran calidad. Los contemplaron uno a uno. Tom estaba maravillado, no es que fuese un entendido en arte, pero, en su opinión,  ese tipo sabía realmente pintar y captaba el alma de lo que retrataba.  Apenas se paró con su atención puesta en el último lienzo  cuando el artista se acercó con un delantal manchado de pintura y las mangas de la camisa remangadas. Le tendió una mano que previamente se limpió con un trapo y se presentó con cálida cortesía.



-¿Qué tal está usted? Soy Tony Suebur, confío en que sabrá disculpar mi atrevimiento con respecto a su hija, pero le aseguro que sólo me mueven intereses artísticos.

- Encantado de conocerle. - Repuso su interlocutor de forma cortés pero esforzándose porque pareciera  aun algo  desconfiada. - Soy Thomas Alan Rodney, el padre de Idina como ha podido deducir. Perdone que nos hayamos presentado sin avisar. – Hubo un instante de embarazoso silencio y añadió como si esto lo justificase plenamente. - Comprenderá que es mi deber preocuparme por mi hija.



            Aunque, y en honor de ese hombre, encajó esa desconfianza inicial con naturalidad y convino con su mejor tono de amabilidad.



- Perfectamente, no tema. Si yo hubiese estado en su situación habría hecho exactamente igual. Y le aseguro que si ella accede a que la retrate usted estará presente. Ni que decir tiene que no haré ningún cuadro de su hija sin su permiso previo, claro está.



            Tom trató de ordenar sus ideas, a primera vista ese tipo parecía ejemplar. Pero él tenía demasiada experiencia como para no dejarse envolver tan rápidamente y menos cuando el envoltorio se presentaba tan bonito, eso siempre le inducía a sospechar. Ya su madre le decía siendo niño que las cosas no solían ser como parecían. Aunque en ocasiones sí, lo difícil era saber identificar cuando eran de este modo o no. De todas maneras, el factor decisivo estaba a su lado sin parar de dar saltitos y pidiéndole con voz melosa.



-¡Oh sí! , por favor, papá. Tengo tantas ganas de que me hagan un cuadro.



             Y para él ese contento de su hija pesaba demasiado, era imposible tratar de ponerse a la defensiva en ese ambiente. Tony, por su parte, esbozó una amplia sonrisa en su atractivo semblante dirigiéndose a la chiquilla de la misma forma en la que su propio padre lo hubiera hecho. Con realismo y sopesando los inconvenientes.



- Te advierto que ser modelo es algo muy pesado. Tendrás que estarte quieta durante varias horas y puede que necesitemos varias sesiones. Es algo que se debe pensar bien.

- ¡No me importa!,- replicó ella visiblemente entusiasmada. - ¡Me hace mucha ilusión tener mi propio retrato!

- Pero, usted tendrá mucho trabajo que hacer,- objetó Tom con la máxima agudeza que pudo emplear. –



Estaba tratando de buscar un “pero” a esa sucesión de ideales situaciones. Parecía demasiado bonito para ser cierto. Hasta llegaba a darle la impresión de que ese tipo hubiera podido enseñar toda esa situación. De lo que respondiera ese hombre a su próxima pregunta iba a depender su decisión final.



- ¿Por qué tanto interés por mi hija? Hay otras muchas chicas guapas que retratar.

- Sí, pero su hija tiene algo, algo más. - Contestó el artista con un gesto que parecía reflexivo y una voz provista del justo toque de convicción al valorar. - Tiene talento, el arte está presente en ella. Y me siento en deuda.

-¿En deuda?- Repitió  Tom sin comprender. -

- Así es, ella nos regaló con su concierto de piano, yo pude disfrutar de su arte y me gustaría corresponder haciendo que ustedes disfruten del mío. Así, cuando sea una pianista famosa, podré decir que pinté un retrato suyo. Será algo que pase a la posteridad, más allá de las limitaciones del presente. Un cuadro que ella pueda mostrar a sus hijos y nietos con orgullo.



            Idina se puso colorada, aquello le sonaba igual a lo que había pensado, solo que en sentido contrario. Si pensaba echarle una mano a ese chico para que cuando fuera conocido ella pudiera presumir de que él pintó su retrato, Tony afirmaba lo opuesto. Eso la animó más todavía, creyendo que ese artista y ella misma tenían idéntica manera de pensar, que se comprendían sin palabras. Incluso Tom se quedó sorprendido sin saber que decir, pero agradado por esa idea. Además, había visto los otros cuadros y debía admitir que aquellas palabras tenían sentido. El pintor no daba la impresión de hablar por hablar. Seguro que algo habría visto en su hija y que podría captarlo en un cuadro. Tocaba rendirse.



- Entonces no se hable más. - Cedió Tom. - Empiece usted cuando quiera.

- Pues manos a la obra. – Le agradeció Tony con moderado entusiasmo.-



            Y aquello agradó todavía más a su interlocutor. Habría sospechado algo si ese hombre le hubiese dicho el manido” no se arrepentirá”. Pero aquel tipo se comportaba con perfecta y total naturalidad. Le había acercado una silla a Idina para que se sentase y le dio otra a Tom que éste aceptó sin cumplidos. Incluso les ofreció beber algo pero tanto el padre como la hija rehusaron cortésmente.  De este modo, Tony comenzó a esbozar y al cabo de una hora a pintar. Tras un buen rato Idina daba muestras de cansancio. El artista se percató de ello con rapidez y le dijo con mucha amabilidad.



- Para ser la primera sesión, hemos hecho mucho más que suficiente. Si lo deseas continuaremos otro día.

- Sí, muchas gracias. - Sonrió Idina, preguntando con notorias ganas. - ¿Puedo ver el cuadro?



            El pintor se negó con otra educada sonrisa, explicando con paternal cortesía.



- Los artistas somos muy maniáticos a veces. No nos gusta que nuestros clientes vean nuestras obras inacabadas.

-Sí, eso lo comprendo.- Terció Tom comentándole a su hija casi de modo divertido.- Ten paciencia, será más bonito cuando lo veamos acabado.



            A pesar de su interés Idina no insistió, ella y su padre se despidieron del artista volviendo a casa...



-¡Qué ganas tengo de que lo termine!- Afirmó la ilusionada muchacha.-

-Paciencia, cariño.- Repitió risueñamente Tom, posando una mano sobre el hombro derecho de su hija.-



            En ese momento se interrumpió nuevamente el relato. Llegaron Karaberasu y Mazoui, se produjeron nuevos saludos cargados de afecto y emotividad.



-He dejado a Katherine en el apartamento. No creo que haya necesidad de que esté aquí.- Se justificó Kalie.-

-Has hecho bien.- Asintió Bertie.-



            La muchacha había sufrido una dura impresión y pese a que no culpaba de nada a su hermano necesitaba estar sola. Así lo comentó la recién llegada. Todavía recordaba la conversación que mantuvo con ella. Una vez entraron las dos en el cuarto de la niña.



-¿Estás bien, cariño?- Le preguntó una inquieta Karaberasu.-

-Sí, gracias mamá.- Musitó la chica.-



            Kalie no sabía cómo abordar el tema, era difícil y muy enojoso. Pero aprovechó que su hijo estaba en otra habitación cambiándose.



-¿Sabes que ese que te atacó no era tu hermano, verdad?- Se atrevió a preguntarle a la niña con tono suplicante y la voz temblorosa.-



            Katherine la miró fijamente y su madre se temió lo peor. Pudiera ser que aquel terrible incidente, pese al valor que había demostrado su hija, crease un abismo entre ambos hermanos imposible de salvar. Afortunadamente y para su alivio y alegría, la chica respondió con tono seguro y suave.



-Sé que Mazzi me quiere tanto como yo a él. Si fue capaz de salir de esa especie de conjuro que le hicieron fue porque yo le importaba más que ese poder malvado que le controlaba. Y sé que jamás debo contarle lo que ha pasado.- Agregó entristecida.- No se lo perdonaría nunca.

-¡Mi niña!- La abrazó Karaberasu, entre emocionada y agradecida.- Gracias por ser tan buena hermana para él.



            Tras separarse de ese abrazo, la joven suspiró, alegando con pesar.



-Sé que para él es muy duro sobrellevar esa especie de enfermedad que tiene. Y que le cuesta hacer amigos o salir con chicas por miedo. Pero yo siempre estaré a su lado cuando me necesite.



            Su madre asintió, orgullosa y muy aliviada, y pasó a decir.



-Ahora tengo que ir con él a ver a tus tíos. Puede que nos necesiten. Es mejor que te quedes aquí.

-Vale, mamá. - Convino ella, alegando.- De todas formas, estoy algo cansada.



            Karaberasu besó afectuosamente en la frente a su hija y la dejó para que descansara. Luego se dirigió al salón a punto de ver como su hijo salía también de su cuarto ya cambiado y listo.



-Tenemos que irnos, mamá. Algo malo va a pasar en casa del tío Roy y la tía Bertie. Lo presiento. Y creo que van a necesitar nuestra ayuda.

-Vamos pues. Tu hermana se queda. Está agotada.- Le contó Kalie a su hijo sin querer darle más detalles.-



            Este se mostró de acuerdo. Kathy había pasado por un momento muy duro.



-Tendría que haber sido capaz de protegerla.- Se lamentó el chico.-

-Lo hiciste, créeme, cariño.- Le respondió afectuosamente ella.- Anda vamos a ayudar a tus tíos.



Mazoui asintió. Ahora, junto a su hijo, estaba lista para hacer lo que fuera necesario para echar una mano. Empero no tenía idea de qué sería. Por lo pronto se unieron al resto y charlaron un poco sobre la situación a la que se enfrentaban pero con tintes de optimismo, conjurándose para salir con bien de aquello, como siempre hicieron en los viejos tiempos.



-Me alegro mucho de volver a veros.- Dijo Cooan abrazándose a su hermana.- Al fin reunidos otra vez…y tu hijo es un chico realmente apuesto.



             Algo azorado de recibir esos elogios, Mazoui saludó a su vez. Aunque observando a su prima Idina percibió algo extraño. La sentía nerviosa y algo asustada.  Esa chica había debido de pasar por una terrible prueba también. Parecía como si el sino de su familia fuera ese. Por lo que su madre le contó, su propia hermana Kathy se comportó admirablemente ante ese ataque de los sectarios. Idina a su vez daba toda la impresión de haber sufrido la misma situación u otra semejante y en cuanto a su prima Kerria… únicamente esperaba que pudieran recuperarla de las garras del mal a tiempo. Pese a no saber exactamente qué había sucedido el chico tenía un muy mal presentimiento, se lo dijo a su madre pero era incluso peor. Estaba asustado por sus tíos y sus primos. No obstante, decidió callar por el momento. Así, tras unos minutos de conversación entre el grupo, Esmeralda, con patente curiosidad, le preguntó a Cooan atrayendo también el interés del resto.



-¿Y cuándo entras tú de nuevo en la historia?...

- Ahora precisamente. - Repuso ésta continuando el relato. - Fue cuando Tom y mi hija estaban en el estudio del pintor, llevé a mis niños a una excursión, esa del zoo. Luego volvíamos en autocar y yo enseñaba a los críos a deletrear palabras. Tenía la dirección de ese artista en el bolso y al ir a sacar un lápiz se me cayó, un niño la recogió y trató de deletrearla...

- Señorita mire S U E B U R ¿Lo he dicho bien?

- Muy bien Mike. -Sonrió  complacida Cooan.  -

- ¡Y ahora lo haré al revés! - Exclamó el pequeño entusiasmado por su éxito. – R. U. B. E .U. S.



             Y a pesar de lo evidente, aquello parecía atascarse en su pensamiento como si estuviera obstruido con cemento hecho de incredulidad y absurdo. Tuvo que musitar  el contenido de ese papel y al escucharse pronunciar las letras y juntar mentalmente la palabra, la cara de Cooan se demudó, arrebató de las manos del niño la lista.



-¿Qué es lo que has dicho? - Le inquirió agitada, como si aún no pudiera dar crédito a su propia lectura. -

-¿Lo he dicho mal?,- preguntó el pequeño preocupado e incluso asustado por la reacción de su maestra, pensaba que quizás podría haber dicho alguna palabrota. – Lo siento, señorita Connie.



            Ella  se percató del semblante atemorizado del niño y echó mano de todo su aplomo. Se dominó en lo posible, estaba interrogando a ese pobre crío como si fuera responsable de aquello.



- No, no pasa nada. Está bien, cielo, está bien. Anda, vamos a dejarlo por hoy, ¿vale? - Le sonrió tratando de disimular la creciente preocupación que la asaltaba en su demudado rostro. -



            Una vez volvió a casa esperó a su marido y a su hija. En ese momento, Cooan  detuvo la narración y les  escribió a las chicas aquellas letras en un papel a modo de demostración.



-¿Lo veis?

-¡No puede ser!  - Exclamó Beruche con visible estupor. - Tiene que ser casualidad.

- No saquemos conclusiones precipitadas antes de tiempo. Y sigue contando. - Le pidió Karaberasu tan intrigada como el resto aunque mostrando más temple en su voz. -



            Su hermana menor asintió, aunque ella estaba calmada por saber el desenlace de lo que las otras desconocían. Prosiguió con su historia…



Cuando Tom e Idina volvieron, encontraron a Cooan muy preocupada. Su marido se acercó preguntando que le ocurría y ella, aguardando a que la niña se fuera a su habitación, le confesó el motivo de su nerviosismo.



- Pero. ¿Qué te ocurre, Connie?  Inquirió él al mirarle a la cara, estaba pálida, parecía muy asustada Tom se preocupó. -

- Es ese pintor, ¡mira lo que he descubierto! - Le susurró alarmada  enseñándole el papel. -

-¿Y qué tiene eso de particular? - Preguntó su marido encogiéndose de hombros. -



            Aprovechando que Idina, ajena a esto,  seguía en su cuarto. Cooan le explicó.



- Ese era el nombre de nuestro antiguo amo, ¡el de la Luna Negra! El que nos trajo al pasado de la Tierra para cumplir la misión de matar a Chibiusa y destruir los cristales punto. El mismo que trató de matarme con una bomba. Recuerda que te lo conté hace años.

-¡Pero Connie! - Exclamó Tom incrédulo y con ánimo apaciguador. - Ese tipo murió hace más de veinte años. Creo recordar que me dijiste que se enfrentó a las guerreras y que ellas terminaron con él en su nave espacial. ¿No te estarás poniendo un poco paranoica?



            Cooan se relajó. Ahora se sentía azorada, pareció pensarlo mejor. Desde luego, a la luz de los hechos, sus temores sonaban absurdos.



- Tienes razón, no será nada más que una siniestra casualidad.- Concedió tras suspirar aliviada.-

- Además, ese tipo es muy amable. - Añadió su escéptico esposo para terminar con ese temor tan absurdo. -Yo en persona he visto cómo trabaja y es un magnífico artista, no temas. Te aseguro que no ha tratado de matarnos ni nada por el estilo…¡Quizás únicamente de aburrimiento al tenernos varias horas ahí quietos y sin hablar. - Sonrió ahora más relajado y con humor.-

- Sí, tienes razón. No sé qué ha podido pasarme para pensar siquiera en esa posibilidad. No te preocupes.- Asintió Cooan más tranquila. – Es que a veces me paso de precavida. La verdad es que es ridículo. Perdona…



Lo afirmó ya convencida, y sonrió burlándose de su propia preocupación. Lo cierto es que incluso le asaltaban deseos de ir a pedir perdón a ese pobre hombre, ajeno a sus sospechas, por confundirle de esa manera tan boba e injusta con semejante malvado.



-Claro...Anda, tienes que relajarte. - Le sonrió su esposo, pasándole un brazo por los hombros.-



Su interlocutora suspiró ahora para sentenciar con tintes de auto reproche en su voz.



-  Sí. Me he puesto como una tonta.



     Su marido le dio un corto masaje en los hombros que la descargó un poco de esa tensión. Tras esa dura jornada con los pequeños y ese susto que se había dado estaba rígida. Pudo suspirar largamente de alivio ahora. Tom como experto en artes marciales que era y tras haber estudiado algunos cursos de chacras orientales, sabía bien como calmarla ¡y también cómo estimularla para otras ocasiones! Sin embargo, ahora era más momento de lo primero.



-¡Ah! ¡Qué maravilla! -Pudo decir entre susurros, casi empezando a quedarse dormida.- Un poquito más…-Le pidió a su esposo. -



Aunque el tratamiento terapéutico se vio interrumpido enseguida. Idina bajó al comedor, tenía hambre, el haber posado durante tanto rato era más agotador de lo que parecía.



- Mamá ¿Qué hay de cena? -  Aunque cuando vio a su madre sentada en el sofá pensativa y a su padre dándole palmadas en la espalda preguntó con inquietud. -¿Te pasa algo?

- No hija, nada, sólo estoy cansada. Los niños dan mucha guerra cuando van de excursión y yo ya no soy tan joven. - Disimuló Cooan, animando su gesto con una sonrisa. – Me han dejado hecha un trapo.

- Entonces no te preocupes, yo me haré alguna cosa, y de paso puedo preparar la cena para todos.- Le ofreció solícitamente la chica. -

- Te lo agradezco, cariño.- Sonrió su madre relajando al fin su tensión. -

-¿Seguro que sabes cocinar? - Le preguntó su padre que contribuyó a ello, con tono divertido tratando de pinchar a su hija. – No sé…no sé…

- Papa, sabes de sobra que soy una buena cocinera. – Se reivindicó Idina ante la sonrisa de sus padres. – Hago una pasta muy rica.

- Está bien. - Rio Tom con exagerado tono solemne. - ¡Me arriesgaré!

-¿Cómo que te arriesgarás? - Reprobó la muchacha con fingida indignación, dándole en la cabeza con una servilleta a su padre que comenzó a esquivarla con cómica expresión de horror. -¡Ni que te fuera a envenenar!



            Todos se rieron y en efecto, Idina se encargó de la cena, y tal y como la chica aseguraba estuvo deliciosa y no hubo que lamentar ninguna intoxicación. Charlaron más distendidos en tanto terminaban.



-Admito que se te da muy bien.- Declaró su padre.- Eres una gran cocinera.

-La abuela Sarah me enseñó algunas cosas.- Repuso la cría con patente rubor y agrado al oír aquello.- Y uno de estos días quiero hacer su tarta de manzana.

-¡Esas son palabras mayores! - Se rio Cooan, añadiendo.- A mí me costó mucho alcanzar una versión aceptable.

-La tía Mimette me explicó también algunos trucos para hacer tartas. Se le dan muy bien.- Comentó la cría.-

-¡Aunque tu tía es tan despistada que creo que confunde los matraces de su laboratorio con los recipientes para  la cocina! - Se rio Tom.-

-¡No digas esas cosas de la pobre Mimette!- Le reprendió con humor su esposa, riéndose a su vez para señalar.- Aunque sean ciertas.



           Los tres se rieron mucho de aquello. No era para menos. ¡La cuñada de Cooan era un caso! Contrastaba en efecto con Mimí, su hija. Bastante alegre también, pero más seria y a veces dando la impresión de ser mucho más madura que su madre. Lo que, dicho fuera de paso, no era tan difícil.



-La pobre prima Mimí, a veces se pone muy colorada cuando la tía Mimette hace alguna de las suyas.- Rio Idina.- Hace mucho que no la veo, supongo que seguirán igual.



            Así entre recuerdo y anécdotas de su niñez con esa prima suya, hija del hermano de su padre y de esa alocada científica, pasó la velada. Al día siguiente era domingo. La muchacha fue de nuevo a posar. Tom estaba ocupado y había disipado sus recelos, a pesar, o precisamente por la nota que le enseñase Cooan. La suposición de que pudiera tratarse de un tipo que murió hacía tantos años era ridícula y más sabiendo que la pista que habría dejado en la nota, caso de haber sido él, era tan clara.  Así que no tuvo inconveniente en decirle a la niña que después pasaría a recogerla. Aún permanecía en casa preparando el programa de entrenamiento para los cinturones altos de su gimnasio cuando, al cabo de una hora, llegó un paquete. Cooan, que se ocupaba a su vez de preparar las actividades para sus alumnos, lo recogió, firmó el recibo al muchacho de la mensajería, le dio una propina que éste agradeció complacido antes de irse y lo metió en casa. Examinó el envoltorio, un simple papel color tierra ¿Qué podría ser?, su forma era levemente rectangular y su grosor de unos cuatro centímetros más o menos, aunque se notaba que debía de estar algo hueco en el interior, pues los dedos aplastaban el papel sin dificultad haciendo notar una especie de reborde en el exterior. Curiosa se encargó de abrirlo, no tenía más misterio.  Aunque lo vio por el reverso, supo enseguida que se trataba de un cuadro y que la parte más elevada del relieve era el borde del marco. Una nota trazada con diestra y gótica caligrafía lo acompañaba.



- Aquí va un adelanto, confío en haber logrado plasmar la auténtica esencia de la protagonista. Una que durará al menos mil años. –Leyó Cooan percatándose de que eso no llevaba firma. -



            De modo que, cada vez más intrigada, lo giró para contemplarlo, y todo sucedió en apenas un segundo, el cuadro se estrelló contra el suelo en tanto ella se llevaba las manos a las mejillas y soltaba un espantado grito. En el cuarto contiguo, Tom saltó de su sillón  y se acercó rápidamente al oírla, sujetando de inmediato a su temblorosa mujer que parecía estar a punto de desmayarse.



-¿Pero Connie, qué te ocurre? - Quiso saber realmente atónito y preocupado al verla en ese estado. -

-¡Mira, mira! - Era lo único que ella le podía responder, señalando el cuadro de forma histérica hasta que fue capaz de añadir con la voz quebrada. - Ese...ese cuadro, no es posible. ¡Dios mío!, ¡no es posible!.- Las lágrimas rodaban por sus mejillas y su cara estaba contraída en un rictus de pavor. – Esto es una pesadilla…



 Tom, tras mirar a su esposa con una mezcla de sorpresa y temor, dedicó su atención a aquello, recogió el cuadro del suelo mirándolo sorprendido y exclamando.



-Pero… ¡Qué diantres significa esto!



            Era un retrato de Cooan, o no. Era de Idina, el parecido era tan grande que casi no le era posible distinguirlas. Aunque en el rostro de su hija lucía una siniestra sonrisa. Después se fijó detalladamente en el vestido a rayas de color morado con el que estaba representada.  La chica llevaba también una especie de joya. Parecía un zafiro bastante grande y de forma ortogonal, sobre la  base donde le nacía el cabello. Justo encima de la frente y pintada sobre ésta misma, una media luna negra con los cuernos apuntando hacia abajo. Y en una de sus manos la muchacha sostenía un minúsculo frasco de perfume de cristal con un caprichoso diseño.



-No lo entiendo, cariño. ¿Por qué te has puesto así? ¿Qué es? - Inquirió Tom a su esposa, agregando con reflexivo desconcierto.-  El caso es que me es familiar, pero no logro recordar de dónde.

-¡Es mi antiguo traje de Ayakashi! - Le chilló Cooan aterrorizada. - Lo llevaba cuando llegué a  la Tierra. Es ese artista, sabe quién era yo, el nombre invertido sobre el papel, todo encaja. Aunque suene una locura ¡Debe de ser él!



            Su esposo la acogió entre sus brazos tratando por todos los medios de serenarla. A pesar de empezar a estar inquieto debía mantener la calma y razonar.



- Tranquilízate, estás muy nerviosa. Puede que Idina se lo haya dicho.- Argumentó él. -

- ¡Por Dios, Tom! Sabes tan bien como yo que nunca les he contado nada a nuestros hijos  acerca  de nuestro pasado, ni de mi antigua vida. Y menos a Idina. ¡Por favor! , te lo suplico, vayamos para allá. Nuestra hija está en peligro, ¡nos necesita! - Le pidió con desesperación agarrándose a un brazo de su marido que estaba cada vez más preocupado. –Lo sé, lo presiento…



Tom la miraba asustado ahora. Aun así, trató de serenarla y se apresuró a buscar otra explicación.



- Pudiera ser alguien del gobierno, ellos sí que saben…



Pero su razonamiento murió sin poderse completar. Cooan le zarandeó de un brazo con la fuerza que da la certeza de una inminente tragedia que debía ser evitada a cualquier precio e insistió.



- Nadie puede saber eso, ¡todos los detalles! - Aulló sentenciando en estado de histeria. - ¡Ese frasquito de perfume, se lo regalé el  mismo día en el que me convertí en una mujer normal! Nunca se lo dije a nadie, ni siquiera a mis hermanas. ¡Solamente lo sabíamos él y yo!



            Y Tom se quedó paralizado por un escalofrío, supo entonces que su esposa no estaba equivocada. Debían darse prisa o posiblemente la vida de su hija estuviera en gravísimo peligro…



-¡Dios mío! – Pudo musitar palideciendo y junto con su mujer corrió hacia el domicilio de aquel tipo.-



            Idina mientras tanto había subido al estudio del pintor que parecía desierto. Llena de curiosidad recorrió la galería de caballetes con retratos y por fin, llegó a donde estaba el suyo. Miró expectante y lo que vio le encantó, aunque no acertaba a comprender por qué Tony la habría pintado con esa ropa tan extraña.



- Es un poco raro - dijo en voz alta - , aunque este traje hay que reconocer que es original...

-¿Te gusta? - Escuchó una voz a su espalda que  le hizo esa pregunta con interés, pese a que al entrar no había advertido la presencia de nadie. -



            La joven se volvió descubriendo a Tony detrás de ella. Llevaba puesto un chaleco sobre su torso y un colgante, su pelo ahora era rojo como el fuego, una media luna negra con las puntas hacia abajo adornaba su frente y sin dejar de sonreír canturreaba con desenfado y no lo hacía mal para sorpresa y agrado de la muchacha.



Me pongo a pintarte
y no lo consigo
después de estudiarte lentamente termino
pensando


Que faltan sobre mi paleta
colores intensos que

Reflejen tu rara belleza


No puedo
captar tu sonrisa,
plasmar tu mirada


Pero poco a poco
sólo pienso en ti...
tú sigues viniendo
y sigues posando…



Con mucha paciencia

Porque siempre mi lienzo 
está blanco


Las horas
se pasan volando
y hay poco trabajo adelantado para tu retrato
sospecho


Que no tienes prisa
y que te complace
ver que poco a poco
sólo pienso en ti...



(Sólo pienso en ti. Miguel Bosé, crédito al autor)



-¿De qué va disfrazado? ¡Todavía no es Halloween! - Rio la chica al verlo en cuanto terminó en cantar. -

- Es una historia larga de explicar. - Repuso Tony agregando con tono entre meloso y cómplice. - Pero tú eres preciosa y ese traje realza tu belleza, me recuerdas mucho a tu madre tal como ella era.

-¿A mi madre? ¿A qué se refiere? - Inquirió Idina sorprendida, creyendo que el pintor la habría visto en alguna ocasión, aunque  la verdad, no podía imaginarse cuando. -



            Por toda respuesta Tony se acercó sujetando a Idina del mentón y lo acarició con suavidad. Susurrando a la sorprendida chica.



- Tu mirada es la de un ángel. Y eso es algo que me fascina especialmente. Pura y desprovista de todo mal.



             En otra ocasión, ella se habría sentido muy halagada por esas palabras, pero ahora estaba muy violenta. Tony no dejaba de acariciarle el rostro, las mejillas, e incluso pasó uno de sus dedos por los labios de la chica al mismo tiempo que la atrajo hacia sí.



- Qui...quizás sea mejor que vuelva mañana. - Pudo balbucear ella con evidente temor. -



     Pero él negó lenta e inexorablemente con la cabeza y esbozó una de sus acostumbradas sonrisas, pero que resultó completamente diferente a las otras. Era fría y cargada de una extraña sensualidad que resultaba fascinadora y desagradable al tiempo. Idina estaba muy confusa pero algo en su interior le advertía que escapase de allí. Y sus alarmas internas se dispararon cuando él le musitó con una insana voz melosa, plena de falsa afectuosidad.



- Lo lamento querida, pero no creo que dispongamos de tanto tiempo o no podré terminar tu retrato. Antes de tu trágica desaparición debo tenerlo listo para que puedas ser recordada por toda la eternidad…



            Idina no pudo reaccionar, cuando quiso abrir la boca para responder, él se anticipó y la besó introduciendo su lengua y tratando de incitarla con sus caricias. Ella sintió como recorría su cuerpo como si poseyera mil manos, parecían tentáculos fríos que sin embargo la quemasen allá en donde rozaban su piel. Notando una impresión desabrida, mezcla de excitación, miedo y ansiedad, la muchacha logró apartarse de él tapándose los labios con una mano y bastante asustada. Aunque él no daba muestras de sentirse violento, más que eso, parecía regocijarse con la expresión confusa que leía en los ojos de ella y se echó a reír con una carcajada histriónica que atronó el lugar.



-¿Quién es realmente usted? ¿No es un pintor, verdad? - Inquirió ella temblando de miedo y tratando desesperadamente de sobreponerse con un fallido tono de indignación. - ¿Qué quiere de mí?



Su antagonista se sonrió divertido y con decisión respondió a la primera pregunta.



- Tienes toda la razón. Y sería descortés por mi parte no presentarme. Mi nombre es Rubeus. Marqués de Crimson. Y pertenecí a la Luna Negra...

-¿Luna Negra? ¿Qué es eso? - Preguntó Idina atónita, retrocediendo con cautela a medida que él se aproximaba sin prisa pero sin pausa. -

- ¡Pobre niña, eres tan inocente! - Declaró él con una siniestra sonrisa, añadiendo con una falsa apariencia de afabilidad. - Tu madre nunca te habló de ello, ¿verdad? Deja que yo lo haga. Verás hace mucho, mucho tiempo. O mejor dicho, dentro de mucho tiempo, quizás. Bueno, no importa, olvida ese galimatías temporal.- Sentenció encogiéndose de hombros para proseguir.- Sucedió que llegamos a la Tierra con una misión. Debíamos cambiar el curso de la historia…



            La muchacha le observaba entre incrédula y espantada, ese hombre debía de estar loco. Pero hablaba de tal manera que realmente parecía decir la verdad. Aunque lo que más la asombró fue lo siguiente.



-Yo comandaba la misión, y tu encantadora mamaíta era una de mis subordinadas. Su auténtico nombre era Kermesite Ayakashi y sus hermanas, las Malignas. Estaban encargadas de la persecución de la heredera prófuga de Neo Cristal Tokio. Procedíamos de la estrella oscura Luna Negra, más conocida por el planeta Némesis.



En tanto oía semejantes disparates, al menos eso creía la muchacha, Idina trató de escapar, pero los omnipresentes caballetes, que parecían estar vivos y cooperar con aquel hombre, le bloqueaban el paso. Rubeus la agarró sin dificultad sujetándola del cuello y comenzó a acariciarla, ahora con rudeza. Ella trataba de resistir pero su agresor tenía mucha fuerza. A pesar de que en un principio lo intentó, no era capaz de aplicar sus destrezas en artes marciales contra ese tipo que se adelantaba a cualquiera de sus movimientos.



-Pierdes el tiempo, guapa.- Se burló Rubeus.- Unos simples truquitos de defensa personal no me afectan.- Pero debo encomiar tu valor. Al menos intentas resistirte.

-Mis padres enseguida sabrán que algo va mal.- Replicó tratando de parecer más segura y confiada aunque estuviera muerta de miedo.- Y vendrán a buscarme.



            Pero su agresor la observó con una mezcla de condescendencia e incredulidad, para romper a reír sin soltarla, declarando con regocijo.



-¡Ja, ja, ja, ja! Cuento con ello, chiquilla. Cuento con ello. No pueden ser tan tontos como para al menos no sospechar quien soy a estas alturas…



La desesperada Idina no sabía cómo actuar. Temblaba de pavor, aquel tipo daba la impresión de ser capaz de hacerle cualquier cosa.



-¡Mamá me lo advirtió, y no quise hacer caso.- Se lamentaba en silencio, luchando por no sollozar.-



Entonces, como si de una intervención divina se tratara, ambos escucharon golpes en la puerta del estudio.



- Hija ¿estás ahí? - Se oyó la inquieta voz de Tom. -

-¡Papá! – Quiso gritar ella con todas sus fuerzas, pero Rubeus tapó su boca agarrándola por la espalda y solamente pudo producir un gemido ahogado. -

- Idina, hija ¡Responde! - Reclamó ahora la voz cargada de miedo y angustia de su madre. -



La muchacha logró lanzar una patada a uno de los caballetes que, en un  efecto dominó cayó arrastrando a otros muchos, con el consiguiente estrépito. Pero lejos de contrariarse por ello, su agresor lo celebró con una maligna sonrisa. Apenas unos segundos después, la puerta del estudio saltó en pedazos. Tom la derribó con un par de fuertes patadas, entrando a la carrera junto con su esposa. Pero ambos se detuvieron en seco al ver como su hija era retenida por ese hombre que les desafiaba con una mirada cargada de odio y regocijo. Cooan estuvo a punto de desmayarse, su corazón había saltado del pecho y ahogó un grito, ¡era él! Tal y como le recordaba. Pero ahora únicamente contaba la suerte de su hija. Y su determinación a salvarla tomó el control sobre su horror. De todas maneras, el primero en gritarle a ese tipo fue Tom que enarboló un puño y le espetó.



-¡Suelta a nuestra hija, bastardo! ¡Sabemos quién eres!

-¡Déjala en paz, maldito! - Añadió Cooan en cuanto pudo reunir el suficiente coraje. - Mi hija no tiene nada que ver con esto.



            Sin dejar de sonreír, mostrando un total dominio de la situación, en la que se sabía jugando con ventaja, Rubeus respondió con aparente cordialidad.



-¡Cuánto tiempo sin verte, Kermesite, estás muy mayor! Pero debo darte la enhorabuena, tu hija es exactamente igual que tú, cuando eras mi Ayakashi favorita. ¡Ja, ja, ja, ja! Oye, de verdad. Lamento mucho haber roto ese frasquito tan cursi de perfume que me regalaste. Espero que no me guardes rencor todavía por eso, ¡ja, ja, ja!



            Cooan y Tom estaban paralizados, escuchaban a ese individuo sin poder creerlo. No podían moverse, ni tan siquiera pensar en acercarse. Mientras mantuviera como rehén a su hija él tenía todos los triunfos en la mano. Idina por su parte tampoco podía ofrecer resistencia, aunque ahora estaba casi más sorprendida que asustada. Rubeus comenzó a sonreír con sorna y de eso pasó a unas crecientes carcajadas que ensordecían...



-¡Ja, ja, ja, ja! ¡Qué bonita reunión familiar!- Exclamó con sorna.-



            En ese momento sonó el teléfono, interrumpiendo aquella narración de nuevo. Era la policía. Concretamente Higgins,  Beruche se puso al habla enseguida. La atención de todos se dirigió hacia ella mientras escuchaba con avidez. Tras pronunciar unas emotivas gracias y un lacónico, allí estará. Colgó. Luego se dirigió a los demás y les dijo conteniendo en lo posible sus emociones.



- Una mujer que concordaba con la descripción de Kerria y que llevaba una larga capa roja, ha sido vista  por las calles marginales del este de la ciudad hace apenas una media hora.

-¡Debe de ser ella!- Exclamó Roy que arengó enérgico a los demás. - ¡Vamos chicos!



 Diamante, Mazoui y Leval se levantaron como resortes del sofá y los cuatro se dispusieron a salir volando hacia allí. Ya estaban a punto de hacerlo cuando  Tom quiso unirse a ellos.



- Me temo que la historia tendrá que esperar. Diamante, ¿puedes llevarme?

- No hay ningún problema, compañero. - Repuso éste sujetando a Tom. -



            Y todos se marcharon, elevándose desde la terraza. Las mujeres se miraron unas a otras inquietas, rogando para que pudieran encontrar a la muchacha. Pero como de nada serviría quedarse ancladas en esa inquietud, aparte de la lógica curiosidad por conocer el final de ese relato, Esmeralda le pidió a Cooan que continuase…



- Mientras esperamos aquí seguro que puedes terminar la historia, será mejor que permanecer sin hablar y nos entretendremos.- La animó también Karaberasu. –

-Sí, tengo muchísimo interés en saber cómo pudisteis enfrentaros a él.- Añadió Esmeralda que también se había quedado pálida de horror al conocer la verdadera identidad de aquel sujeto.- ¡Es terrible!, no puedo creer que haya vuelto…



            Idina miraba a todas con gesto entre aliviado y sorprendido. Realmente no podía imaginarlas en la manera en la que ese tipo las describió. ¡Aquellas no podían ser ni su madre ni sus tías!  Por lo menos las que ella había conocido desde siempre. Por su parte, la propia Bertie estaba de acuerdo con la idea de continuar con ese relato y su hermana menor asintió aceptando proseguir la narración. Las atentas miradas de las otras se centraron sobre ella y Cooan, tras parecer meditar durante unos segundos el cómo seguir, tomó aliento y continuó...




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