sábado, 5 de marzo de 2011

GWB 30.75. Lucha entre emociones.


Cuando Roy y los demás llegaron al lugar en cuestión ya no quedaba por allí nada anormal. Sólo  las luces difusas de los coches patrulla y las ambulancias recorrían el lugar  mostrando a ráfagas a varias personas tiradas en el suelo, en su mayor parte correspondientes a población marginal. Aguzando su finísimo oído, Mazoui creyó escuchar algo.



-He oído unos gemidos.- Les dijo.-

-Sí, yo también. Debe de haber alguien allí.- Indicó a su vez.-



            Roy asintió con aprobación, esos dos chicos estaban empleando las destrezas que les había estado enseñando en sus entrenamientos. Y él podía percibir asimismo una muy leve energía. Por su parte, Leval se acercó hacia esa zona, junto a unas cajas de cartón que había en el fondo de un callejón, que dejaban escapar, en efecto, un apagado gemido. El muchacho pudo comprobar que se trataba de un vagabundo.



-¿Está usted bien? - Preguntó Leval tímidamente, sin acercarse demasiado, no sabía si pudiera estar herido y tampoco era demasiado agradable el olor fétido que emanaba del tipo aquel. - ¿Puede oírme?



            El hombre estiró un tembloroso brazo hasta hacerse con una cercana bolsa de cartón. Allí guardaba una botella de whisky y bebió un largo sorbo. No podía asegurarse bien por su desarrapado aspecto, pero parecía de mediana edad y pelo oscuro y lacio, aunque eso bien podría achacarse a la luz indirecta que apenas le llegaba. Después de ese trago pareció obtener  las fuerzas necesarias para hablar con  Leval al que se unieron Roy y Mazoui en calidad de atentos oyentes.



-Dígame, señor ¿Ha visto usted algo extraño por aquí esta noche? - Le inquirió el chico. -

-¿Ha visto usted a esta chica por aquí? - Añadió Roy, enseñándole una foto reciente de Kerria.-



            Nada más ver esa foto, el vagabundo se sobresaltó, con una sorprendente agilidad se apartó de sus inquisidores acurrucándose tras las cajas. Emitiendo sonidos de temor y respirando agitadamente se cubrió la cabeza por instinto con ambos brazos



-Cálmense, por favor. Está usted a salvo.- Le aseguró un atónito Mazoui.-

-No corre ningún peligro.- Insistió Leval.-

-Ayúdenos. Se lo ruego.- Le pidió Roy.- Cuéntenos que ha sucedido.



 Sin embargo, ese tipo estaba muy asustado. Hubieron de darle unos instantes y  convencerle entre todos con mucha paciencia y amabilidad para que hablara.



-Van a pensar que soy un loco borracho. Viéndome sería lo natural. - Suspiró ese hombre quien desde luego olía mucho a alcohol.- Admito que ni yo mismo me creería…no quiero que se rían de mí.

-No tema. Le aseguro que tenemos la mente muy abierta.- Afirmó amablemente Tom.-



Entre Leval y Mazoui le ayudaron a incorporarse y a sentarse en un banco cercano.



-Nadie se reirá de usted. Se lo prometo.- Intervino Roy.-

-Tómese su tiempo. - Añadió Diamante.-



Al fin y tras unos segundos más, el tembloroso hombre accedió a contarles lo ocurrido.



-Ella estuvo aquí. - Susurró con una voz cascada, llena de temor. - La he visto, pero iba vestida de una forma diferente. - Y en efecto, dio una descripción que cuadraba con el uniforme que todos la vieron llevar. – Es una mujer preciosa pero muy cruel. Esa belleza no podía ser de este mundo. Sus ojos. - Recordó estremecido por el pánico. - Me aterrorizo sólo al pensar en su mirada, parecía no tener sentimientos, eran unos ojos rojizos, brillantes como el fuego. Podían verse brillar como dos puntos en la oscuridad. Cualquiera que los mirase quedaba como hechizado. ¡Nunca vi nada igual! La Señora Oscura, la Dama del Averno, la llamaban. Y desde luego lo creo. Tiene que provenir de allí.



            Sus oyentes se miraron espantados, sobre todo Tom, Roy y Diamante, que comprendían perfectamente lo que eso significaba.



-Pero ¿Le dijo algo? ¿La escuchó usted hablar?, quizás hacia donde pensaba ir.- Insistió Leval tratando de centrarse en algo que pudiera darles una pista. –



            El vagabundo tardó lo que a todos se les hizo una eternidad en aclararse la garganta con sonoros carraspeos antes de contestar.



- Sí, no tuvo ningún inconveniente en decir las cosas claras. Explicó que venía  a sacarnos de nuestra miserable vida y que todos los que deseasen ser ricos y servir a su poderoso señor debían seguirla. Muchos aceptaron sin vacilar, la acompañaban algunos hombres con túnicas que repartían dinero a los que se unían. Mucho dinero. Pero yo no quise saber nada de eso, me parecieron malvados. Ya saben, mala gente, de la que no te puedes fiar.

-¿Y qué ocurrió después? - Preguntó Roy con impaciencia. -

- Ella se elevó en el aire. - Prosiguió el vagabundo que se apresuró a añadir como si ya esperase la objeción y tratara de anticiparse. - ¡Sí, sí, como lo oyen, no me he vuelto loco! - Todos se miraron por unos instantes y luego volvieron a dedicar su atención al testimonio de ese hombre - flotaba y la brisa agitaba su capa roja. Levantó un medallón que llevaba al cuello y de él brotó una luz rojiza. Ordenó a todos los que había reclutado que lo mirasen. Yo cerré los ojos, presentía que eso no sería nada bueno, tras un momento pensé que ya no había peligro y los abrí, hubiera sido mejor no hacerlo, porque vi algo horrible.

-¿El qué? - Preguntó Mazoui con voz serena y aparentemente neutra, aunque tan intrigado como los demás. - ¿Qué fue lo que usted vio?



            El tipo aquel abrió los ojos expresando un claro sentimiento de pánico y a duras penas fue capaz de replicar.



- ¡Todos, todos aquellos que habían mirado al resplandor tenían los ojos como ella!, reían con una risa horrible. Yo me asusté y traté de esconderme entre las cajas. Pero reparó en mi presencia, no sé si alguien se lo diría o es que me vio con esos ojos. Estoy seguro de que era capaz de ver en la oscuridad como si fuera de día. El caso es que ordenó que me atraparan, me resistí, pero soy débil y esos tipos bajo sus órdenes tenían una fuerza sobrehumana. Al fin, me llevaron ante ella, bajó de nuevo al suelo y me habló. Su voz era extrañamente hermosa, casi hipnotizaba, muy dulce y amable, pero no cuadraba con la mirada de sus ojos...Me dijo...



            Observando a ese desgraciado con una extraña mezcla de curiosidad y regocijo, Devilish Lady se aproximó. Eso sí, tapándose la nariz con pretendida comicidad, lo que provocó las risas de sus esbirros que cesaron de inmediato y en seco, en cuanto ella tomó la palabra y preguntó con tono entre divertido y pretendidamente jovial.



- ¡Vaya!, Mirad lo que tenemos aquí. Una ratita que se escondía. ¿No deseas unirte a nosotros? ¿No quieres todos los beneficios que te ofrezco? ¿Es que acaso prefieres seguir con esta asquerosa vida? ¡Vamos! , sirve a mi maestro y te aseguro que serás feliz para siempre y sobre todo, olerás mejor.



            Más risas, entre las que se incluyó la sonrisa de la propia inquisidora, que volvieron a silenciarse con un gesto de sus manos cuando ese hombre se dispuso a contestar.



-¿A qué maestro es ese que hay que servir? - Inquirió el intimidado vagabundo con palpable desconcierto. - Yo ya soy mayor para ir a la escuela.

- ¡Ja, ja, ja! ¡Eres gracioso!,- rio ella con una carcajada siniestra para añadir con falsa condescendencia. - ¿Le habéis oído? Al menos tiene coraje. Pobre hombre, no sé si dejarte aquí o llevarte sólo como bufón. Te lo preguntaré por última vez. ¿Te unirás a nosotros? Contesta ahora mismo, no tengo mucha paciencia. - Le espetó ahora con brusquedad y perdiendo ese encanto en la voz. -

- No, no creo que tu maestro pueda dar la felicidad a nadie, después de lo que he visto.- Objetó el vagabundo aterrado pues ese súbito cambio de tono había desvanecido lo que restaba del encanto inicial en aquella extraña mujer. – Esto no puede estar bien.

-¿Así que has visto algo, eh? Eso no puede ser.- Repuso Devilish Lady fingiendo una voz melosa ahora y negando con la cabeza para sentenciar a modo de condescendiente ultimátum. – Te lo expondré de otro modo. Si no estás con nosotros, estás contra nosotros. Lo siento por ti, pero ninguno de nuestros enemigos sobrevive.



Y en tanto hablaba su voz había estado cambiando, no solamente en el carácter sino en su propia naturaleza física. De hermosa y suave había pasado a un horrible siseo gutural.



-No sé qué o quién era esa mujer, pero dudo mucho de que fuese humana…-Les dijo el vagabundo a sus oyentes.-



            El atónito grupo escuchaba con horror y pesar, sobre todo por parte de Roy y Leval, y aún más cuando ese pobre tipo añadió afectado todavía por el terror.



- Entonces, en menos de un segundo se abalanzó sobre mí y me levantó en vilo, se elevó de nuevo en el aire, de su boca surgieron dos horribles colmillos. ¡Era espantosa!, parecía un animal. Se reía de mis súplicas...



Agitando a ese individuo como si fuera un guiñapo Devilish Lady sonrió con maligno regocijo…



- No tengas tanto miedo.- Se burló ella, esbozando una mueca de asco y añadiendo con desprecio. - No pienso mancharme las manos contigo, sólo eres un despojo, ¡ja, ja, ja! - Le soltó indiferentemente, dejando que cayese desde un par de metros de altura. -



            El vagabundo se golpeó en la espalda. Estaba  entumecido y atenazado por el dolor pero el miedo podía más que eso y trató de incorporarse para escapar. Aunque no se lo iban a permitir. Con cierta desgana, Devilish Lady hizo una seña y dos de sus esbirros sujetaron al pobre hombre que se debatía impotente, tratando de huir en un patético esfuerzo condenado de antemano al fracaso.



-¿Que vamos a hacer contigo? - Se preguntó a sí misma divertida, para responderse. - Bueno, puede que sea misericordiosa después de todo.



Aterrizó nuevamente junto a él como si de repente se le hubiera ocurrido una idea y cambió de tema usando una voz más coloquial e incluso teñida de un meloso fastidio, dirigiéndose a uno de sus acólitos.



- ¿Te has fijado?, por eso prefiero volar, el andar por este callejón tan sucio me ha manchado mis preciosas botas. Y eso es algo que no puedo soportar.

 - Te las limpiaré ahora mismo mi Señora Oscura. - Se ofreció él, arrodillándose de inmediato. -

- No, espera, dejemos que lo haga él. Si quiere que le perdone tendrá que ganárselo. - Sonrió ella de forma maligna. -

- Sí, yo lo haré - tartamudeó el aterrado vagabundo, que se arrodilló presto a encontrar un trapo, pero ella le detuvo apartando el pie. -

- ¡Así no!,- rio como si ese desgraciado no comprendiera  la forma en la que debía hacerlo y le ordenó con profunda satisfacción. - Quiero que me las limpies con la lengua y procura no mancharlas aún más, ¡cerdo!



            Aterrado, el pobre hombre no tuvo más remedio que lamerle las botas a Devilish Lady que reía encantada con la sádica diversión que esto la proporcionaba.



- Muy bien, esclavo.- Aprobó ella con voz suave, dándose por satisfecha después de unos largos segundos para declarar a modo de promesa. - Te mereces un premio.

                       

            Alargó uno de sus pies hasta meterlo bajo la entrepierna del mendigo que se quedó atónito.



- Ya verás, te va a gustar. - Sonrió Devilish Lady frotando cuidadosamente al tipo que incluso comenzó a excitarse contra su voluntad. -



            Pero al cabo de unos instantes ella se detuvo y le dijo con pretendido pesar.



- Demasiado bueno para ti, ¿no crees? Esto únicamente lo reservaré para mis más fieles y dotados esclavos. En cambio, para los que se niegan a unirse a mí y al maestro, ¡tengo previsto esto otro! – Escupió con sádico desprecio. -



            El vagabundo cerró los ojos como si de este modo fuese a revivir esos recuerdos de forma menos dolorosa y los presentes le observaban apiadados y llenos de incrédulo horror cuando prosiguió visiblemente afectado.



- Entonces sacó el pie y me propinó una patada tirándome al suelo. La escuché reír y ordenó a sus sicarios que me golpearan hasta matarme. Empecé a recibir una paliza terrible y no pude soportarlo durante mucho tiempo, perdí el conocimiento oyendo de fondo su horrible risa. Lo último que la escuché decir mientras me pegaban fue que volvería a por todos los asquerosos traidores que la habían humillado y acabaría con ellos. Luego me desmayé. Supongo que me darían por muerto o no quisieron molestarse más.



            El horrorizado padre de Kerria observó con más detenimiento al vagabundo y se percató durante el relato de que ese pobre hombre tenía marcas de moretones por todo el cuerpo y restos de sangre en la boca y nariz. Un ojo estaba casi cerrado y amoratado. Antes, casi no habían podido verlo merced a la penumbra que cubría el callejón, pero ahora que una de las ambulancias se había acercado hasta ellos iluminándoles todos pudieron advertirlo.



- Tranquilícese amigo. - Le pidió Roy con tono amable y no exento de  profundo pesar y culpabilidad.- Tome esto, espero que le sirva de algo. - Sacó una buena cantidad de dólares de su cartera y los metió en los bolsillos del raído chaquetón que llevaba aquel individuo. –

-No quiero caridad.- Repuso dignamente ese hombre.-

-No se trata de eso. Considérelo una indemnización. Lamento mucho lo que le ha sucedido. De verdad, no sabe usted cuánto. - Pudo replicar Roy con respeto y pesar en su tono bajando la mirada.-

-Comprendo.- Suspiró ese vagabundo.- ¡Ojalá que puedan encontrarla y detenerla antes de que haga más daño!



           Al poco llegaron los enfermeros de la ambulancia que se hicieron cargo de él llevándolo al hospital. Todos se quedaron allí, mirándose incrédulos, ninguno quiso decir nada. Finalmente Diamante tomó la palabra para dirigirse amablemente a su amigo.



-No es culpa tuya.

-¿De quién sino? Es mi hija.- Repuso un abatido Roy. – Quizás si no hubiera discutido con ella esto no habría ocurrido.

-Si estaban tras Kerria esto hubiera pasado igualmente.- Quiso animarle Diamante, quien enseguida agregó con solidaria consternación.- Pero te comprendo perfectamente. También yo tengo una hija a la que quiero más que nada en el mundo.

-Lamentarse no nos servirá, papá.- Intervino Leval haciendo gala de un mejor ánimo para sentenciar.- Tenemos que continuar. Cuanto antes le sigamos la pista antes la encontraremos.

-Sí, eso es verdad.- Convino Tom, proponiendo.- Será mejor que nos dividamos para cubrir más posibilidades. Leval, Diamante y yo podemos seguir buscando por esta zona.

-Mazoui y yo regresaremos a casa por si hay alguna novedad.- Asintió Roy. – En el caso de que  ella decidiera volver allí.



             Así lo hicieron y en ese momento, en casa de los Malden, la menor de las cuatro hermanas seguía contando su historia...



            Rubeus reía con sadismo en tanto Cooan le pedía con expresión suplicante.



-¡Por favor!, suelta a mi hija, es inocente, no sabe nada de todo esto. ¡Déjala a ella y véngate de mí!

- Eso ni pensarlo.- Respondió su antagonista sonriendo de forma perversa. - ¿Acaso te crees que soy idiota, Kermesite? Acabaré con vosotros y puede que me la quede a ella como recuerdo.- Remachó con patente regocijo. – Será un bonito trofeo.

- ¡Si fueras un hombre de verdad lucharías contra mí! - Le espetó Tom furioso, para añadir incrementando el tono de la provocación con deliberado desprecio. -  Atrévete conmigo en un combate cara a cara. Sólo eres un cobarde. ¡No tienes lo necesario!, únicamente te atreves contra niñas y mujeres indefensas. No me extraña que perdieras a las cuatro hermanas.



            La puya de Tom dio resultado, Rubeus irritado y lleno de rabia, soltó a Idina arrojándola contra Cooan.



-¡Vas a desear no haber dicho eso, mortal insolente! ¡Te mataré de la forma más dolorosa y lenta que haya! Y cuando vean como lo hago, el resto de tu familia correrá la misma suerte.



            Idina lloraba sin cesar en un ataque de miedo, con los nervios destrozados. Cooan abrazaba a su hija tratando de consolarla con palabras dulces en tanto se apartaba con ella de allí. Por su parte, Tom se ponía en guardia y replicaba clavando la vista en su enemigo.



- Eso ya lo veremos. No soy tan fácil de derrotar como te crees.



            Pero Rubeus se limitó a sonreír con sádica expresión y desapareció  de la vista de todos. Volvió a aparecer ante el sorprendido Tom. De un puñetazo le arrojó por la ventana. Cooan e Idina gritaron horrorizadas mientras el perverso individuo reía, dedicándoles una sádica mirada.



-No os preocupéis. Enseguida os llegará el turno.- Les aseguró. -



            Pero su adversario se aferró a un saliente y pudo deslizarse por una columna hasta el suelo.  Cayó dando varias vueltas sobre sí mismo y se incorporó lo más deprisa que pudo, algo magullado y con cortes en las manos y antebrazos, pero ileso en lo esencial. Su enemigo, al darse cuenta de ello, salió volando y aterrizó a pocos metros en frente de él con ademán indolente.



- Reconozco que tienes recursos, pero no los suficientes. Ahora pagarás por tus bravatas, ¡despídete del mundo!  - Le conminó Rubeus lanzando una roja bola de energía que Tom esquivó a duras penas. –

-¡Ignífugus! - Exclamó el padre de Idina al recibir otro impacto, esta vez directo.-



            Su sádico rival reía pero quedó atónito al observar que ese mortal no se había quemado al contacto con su proyectil.



-¿Cómo es posible?- Exclamó sin poderlo creer.-

-También yo me sé algunos trucos, bastardo.- Se sonrió Tom que contratacó al grito de.- ¡Pájaro de Fuego!

           

            En esta ocasión fue Rubeus quien tuvo que detener un proyectil de llamas con una barrera de energía. Desgraciadamente para los Rodney su enemigo era poderoso y el ataque fue repelido. Sin embargo, Tom aprovechó para saltar sobre su adversario y propinarle un puñetazo que le lanzó varios metros atrás.



-Ahora sí que puedes darte por muerto.- Espetó Rubeus con visible furia.-  ¿Acaso piensas que con esos ataques tan ridículos vas a poder vencerme?...

-No lo sé. Pero no pierdo nada por intentarlo.- Replicó su enemigo con tono seguro.-

-Lo que perderás es la vida, humano miserable. Y luego será tu familia la que te siga.- Aulló su adversario lanzándose contra él.-



            Cooan y su hija presenciaban lo ocurrido, la muchacha aun lloraba temblando de miedo y  su madre le dijo con voz serena.



- Ahora Idina quiero que te vayas de aquí, rápido. Escóndete en casa o mejor toma algo de dinero y vete a un hotel.

- ¡Pero mamá!- Sollozó la chica aterrada y muy preocupada. -  ¿Tú y papá qué haréis?... Es un monstruo. No le podréis vencer.

- No te preocupes, hija, nosotros tenemos experiencia. Nos encargaremos de él.- Afirmó Cooan con voz templada, tratando de transmitir sosiego a su hija, aunque ella misma estaba muy asustada. – ¡Vamos, corre!…



  Entre tanto, en el patio interior del edificio, desierto a esas horas, Rubeus seguía atacando a Tom que evitaba como podía ser alcanzado por los rayos de su enemigo, agotándose cada vez más al hacerlo y al proyectar algún conjuro protector más, debiendo de soportar por si eso fuera poco, los comentarios de su adversario.



-Reconozco que no está mal para ser un patético humano. – Sonreía Rubeus deleitándose en lanzar rayos de energía contra su enemigo a la par que decía con un falso tono de condescendencia. -¡Pobrecita Kermesite! Debió de quedar muy mal cuando la rechacé. Tanto como para conformarse con un tipo tan vulgar como tú, ¡ja, ja, ja!



            Tom no podía permitirse el lujo de caer en esas provocaciones tan burdas. Debía mantener su concentración, así que ignorando esas palabras, esquivó un nuevo rayo y arrojó a su vez una tapa de un cubo de basura contra su rival. Rubeus se apartó eludiendo el ataque sin dificultad. Entre tanto, una angustiada Cooan observaba aquello sabiendo que no tenía ni un instante que perder…



- Ahora cariño, ¡vete! – Le pidió a su hija de forma categórica. -

- Pero, ese hombre es muy fuerte. ¿Qué podéis hacer vosotros?, ¡aunque papá sepa artes marciales y algunos trucos de magia, solo es una persona corriente y tú también! - Objetó Idina cada vez más angustiada. -



            Su madre apoyó las manos sobre los hombros de la chica y enfrentó su mirada con una expresión afectuosa y al tiempo serena para confesarle.



- No hija, no estoy tan indefensa como crees. Te voy a revelar un secreto...yo soy una de las justicieras...

-¿Una justiciera? - Repitió Idina incrédula- ¡No puede ser! , esas mujeres son muy fuertes y buenas luchadoras y tú sólo eres una maestra de guardería.



 Cooan sonrió maternalmente a  su hija y le susurró, incluso divertida, a pesar de la situación desesperada por la que atravesaban.



- No creas que ser maestra es fácil, Idina. Se necesita mucho coraje, tanto como paciencia y yo lo soy, sí, pero créeme. También soy una de las justicieras y se me conocía por la Dama del Fuego.  Amiga de las famosas Guerreras de la Justicia. Aunque hace mucho que no practico, espero estar todavía en forma y recordar como se hacía.



            La muchacha observaba a su madre preguntándose si quizás se habría vuelto loca. Pero ésta, adivinando sus pensamientos, esbozó una tranquilizadora sonrisa y acarició el mentón de su hija



-Si no te lo crees, observa y verás. - Le indicó Cooan a Idina y de inmediato gritó exhibiendo su piedra. - ¡Corazón puro del fuego, dame el poder!



            Ante los atónitos ojos de su hija, Cooan se transformó con una zarabanda de luces y giros sobre sí misma hasta completar el cambio y afirmó orgullosa de ello.



- ¿Lo ves? Soy la Dama del Fuego, sabré ocuparme de él, ahora  vete, ¡rápido! - Urgió a la asombrada muchacha que únicamente podía mirarla con la boca abierta. -



             La justiciera saltó por la ventana y bajó rauda para ayudar a su marido que estaba herido y a merced de su rival que lo castigaba con duros golpes. Tensando su arco de fuego, que materializó  de la nada entre las manos, lanzó contra Rubeus una andanada de saetas ardientes que éste, sin embargo, esquivó sin demasiada dificultad. Era sorprendentemente rápido. Cooan quedó asombrada.



-¿Cómo es posible? - Exclamó ella afirmando sin dudar. - Tú nunca tuviste esa velocidad.



            Su enemigo la miraba con aire de regocijo y superioridad y no tardó en responder, riendo  a carcajadas.



- ¡Ja, ja, ja!  Tienes razón, no la tenía, son ventajas de mi nueva condición. Y antes de matarte te contaré cosas que te sorprenderán, ¡pobre estúpida! - Remachó lanzando contra Tom varias bolas de energía.-



 A duras penas éste pudo conjurar otra pantalla protectora y solamente resultó herido en un hombro. Pese a todo, pudo golpear a su enemigo con varios puñetazos que, sin embargo, no le causaron el menor efecto.



-¡Aléjate de mi mujer y de mi hija, bastardo! - Pudo espetar el maltrecho humano, escupiendo sangre.-



            Rubeus le dirigió una mirada entre divertida y llena de desdén y a su vez le sacudió en el estómago lanzándole al suelo. Tom, pese a estar malherido, no estaba dispuesto a rendirse y se arrastraba como podía. Pero su rival atacó también a Cooan. Valiéndose de su velocidad, se acercó a ella sin que pudiera esquivarle y la golpeó una y otra vez sin ningún miramiento. La justiciera cayó al suelo sangrado por el labio y la nariz, mientras su otrora comandante se reía burlándose de ella.



- ¡Oh, pobrecita Kermesite! Así que al final te pasaste al bando de la Guerrera de la Luna y de las otras. ¿Verdad? ¿Qué te prometieron, la felicidad? ¿La vida eterna? ¿O quizás energía? ¡Pues no parece que tus nuevas amigas te hayan hecho demasiado fuerte! - Espetaba él con sorna. – Más al contrario, ahora eres débil y patética. Antes al menos tenías ese brillo de ambición en tu mirada. Ese deseo de agradarme y aquel desprecio por los humanos. ¿Qué te ha pasado, Kermie? – Inquirió con jocoso sarcasmo.-

-Se llama amor verdadero, preocuparte por los demás y ser considerada con ellos.- Pudo responder Cooan, con tono de abierto desafío pese a encontrar dificultades en articular palabra, aun así, remachó.- Tú jamás lo entenderías



            La mujer estaba muy maltrecha, a duras penas luchaba por levantarse del suelo y sangraba por el labio y la nariz a consecuencia de la paliza recibida. Su enemigo sin embargo se mantenía incólume y la observaba con una mezcla de regocijo y desdén, respondiendo del mismo modo.



-Tampoco tengo demasiado interés.



            Dicho esto la sujetó del cuello elevándola del suelo para arrojarla a varios metros lejos de Tom, que pugnaba por recobrarse para contratacar.



-¿Cómo pudiste sobrevivir y estar igual que hace veinte años? ¿De dónde sacas tanto poder? - Preguntó ella ente jadeos, tratando de una vez más levantarse. -

- Una interesante pregunta. ¿Te gustaría saberlo, verdad? ¡Ja, ja ,ja, ja! – Se rio burlonamente  Rubeus para responder con suficiencia. – Te lo diré. De todas formas vas a morir.- Esbozó una maléfica sonrisa y añadió. - Verás, ahora tengo nuevos y muy poderosos aliados. Y un amo con una fuerza sin igual.



Cooan le observó y comprobó aterrada que la media Luna Negra de la frente de su agresor desaparecía para ser reemplazada por una estrella invertida de cinco puntas. Los ojos de su antiguo comandante refulgían más rojos que nunca y de su boca surgieron dos colmillos.



- ¡Dios Mío! – Pudo exclamar ella realmente espantada al contemplar aquello.-

- ¿Sorprendida? – Inquirió él con gesto y tono divertido, para sentenciar. - Fueron ellos los que me salvaron de la destrucción, aumentaron de un modo extraordinario mis poderes y me dieron la posibilidad de vengarme. ¡Qué dulce venganza! Ahora acabaré contigo en persona, ya que fuiste tan inútil como para no saber ni suicidarte con la bomba que te di. Después de ti me ocuparé de las demás traidoras de tus hermanas. Y como plato final ajustaré cuentas con Esmeralda. Esa perra me dejó a mi suerte en la nave. Pero no te preocupes, he tenido tiempo de informarme sobre su vida y para ella reservo algo muy especial, ¡ja, ja, ja, ja!...- Y rio de forma sádica mientras castigaba con más golpes a una maltrecha Cooan que apenas sí era capaz de cubrirse como podía. – Pero mientras será un honor para ti disfrutar de mis atenciones…¿No es lo que siempre quisiste, estúpida zorra?- Escupió mientras continuaba golpeándola si piedad, sentenciando.- ¡Pues ahora me tienes todo para ti!



            Cuando escuchó aquello, Esmeralda comenzó a temblar muy asustada, recordó un sueño que tuvo hacía ya muchos años. Con Rubeus como siniestro protagonista en la forma de una especie de zombi que la acechaba. Entonces acababa de convertirse en una mujer normal y su nueva vida apenas comenzaba, por lo que achacó aquella pesadilla a los remordimientos del pasado. Aunque ahora presentía que había mucho más.  Una advertencia terrible y siniestra. Apenas pudo llevarse las manos a la boca horrorizada.  Y Bertie, olvidando incluso su propio drama, trató de calmarla.



- Tranquila, estamos juntas, no permitiremos que nos haga daño.

- Mi hija…- balbuceó Esmeralda presa del temor y la ansiedad. -  Está sola en casa. ¿Qué ocurriría si Rubeus se presentase allí ahora? ¡Tengo que ir con ella! – Pudo decir tratando de levantarse. –



            Recordó como Diamante y ella habían dejado allí a la muchacha. Amatista estaba impactada y asombrada. No podía dar crédito a lo que había visto. Y si ese monstruo aparecía sorprendiéndola, no tendría ni la menor oportunidad de defenderse contra él.



-Amatista estaba casi en shock.- Sollozaba su horrorizada madre.- Mi pobre hija no comprende nada de lo que ocurre. No tuvimos tiempo de explicarle nada.



            Recordaba ahora como la pobre muchacha no cesaba de preguntar una y otra vez, cuando llegaron a casa.



-¿Qué está pasando? ¿Cómo has hecho eso, papá? ¿Qué le sucede a Kerria? ¡Esa mujer no podía ser ella!



            No fue Diamante sino Esmeralda quien, sujetando suavemente el mentón de su hija con una mano, le dijo con tono firme y cariñoso a un tiempo.



-No es momento de explicaciones, chérie. Pero cuando todo esto termine te contaremos lo que quieras saber. Ahora, quédate en casa y no te muevas de aquí. Cierra bien la puerta y escóndete. Por favor.

           

            La chica asintió, todavía mirando a su madre con esa combinación de temor y asombro que la dominaba. Esmeralda recordaba esa expresión y estaba aterrada. ¿Y si Rubeus reaparecía de improviso e iba a por Amatista?.



- Mi hija es una niña todavía. No tendrá ninguna oportunidad contra ese monstruo.- Repetía Esmeralda con visible temor.-

- No te preocupes - la tranquilizó Cooan haciendo que se detuviera en seco. - Aún no he terminado, escuchadme con atención, ya verás como no hay que temer nada.



Y para probarlo, prosiguió la narración con la ayuda de su hija que declaró.



-Cuando me logré calmar un poco y vi lo que estaba pasando y decidí que tenía que ayudarles.



           Así era, Idina podía ver todo lo que sucedía desde la ventana. Sus padres estaban en gravísimo peligro. Tenía que hacer algo, pero ¿qué podría hacer ella?  Era únicamente una chiquilla que jamás había visto nada semejante. Sin ir más lejos, para la muchacha su padre había sido siempre el mejor luchador, invencible, al que nadie podría ni tan siquiera tratar de hacer daño y ahora vio como ese hombre le daba aquella terrible paliza sin dar la impresión de esforzarse. Lo mismo que a su madre, a pesar de que realmente era la Dama del Fuego, una heroína mítica de la que había oído cosas impresionantes desde que era muy niña. Pero Tony, o como quiera que de verdad se llamase, les había derrotado a ambos con una tremenda facilidad. ¡De todos modos,  fuera lo que fuese lo que le ocurriera a ella, no podía quedarse mirando sin actuar mientras ese malvado quería asesinar a sus padres!



-¡Allá voy! - Se dijo reuniendo todo su valor.-



En ese momento, Tom, sobreponiéndose finalmente a su grave estado, se arrastró hasta su rival.  Rubeus le vio hacerlo con una sonrisa de regocijo. Incluso le permitió sujetarle de una de sus piernas al tiempo que aquel humano decía con dificultad.



- No le harás daño a mi familia, no lo permitiré.

- ¡Oh! Si resulta que eres el padre modelo y el marido ideal. ¡Ja, ja! La pobrecita Kermesite logró encontrar a su príncipe azul. Creo que me divertiré un rato contigo.- Sonrió su enemigo elevándole de las solapas con una mano y añadiendo cada vez más contento con la marcha de los acontecimientos. – No es nada personal.  Pero te prometí una muerte lenta, ¿lo recuerdas? Y no me gusta faltar a mi palabra. Al menos en estas cosas, ¡ja, ja, ja, ja! - Rubricó su afirmación lanzando al maltrecho Tom a varios metros y yendo a ensañarse con él. -



            Idina se deslizó trabajosamente hasta abajo sujetándose a una columna. Corriendo se llegó hasta su madre que apenas si podía tenerse en pie. Cooan luchaba por aguantar, llevándose la mano derecha al hombro opuesto que estaba dislocado, amén de sufrir diversos moratones y heridas por todo su cuerpo. Además, los duros golpes recibidos en el estómago, le dificultaban seriamente la respiración. No obstante, al ver llegar a su hija, hizo un esfuerzo y se irguió, pese a dolerle también la espalda, espetándola con preocupación y enfado.



-¡Te dije que te marcharas!

- ¡No os dejaré solos!- Sollozó la pobre chica ayudando a sostenerse a su madre. -

- Es que yo… – Cooan trataba de hablar pero le fallaban visiblemente las fuerzas. Aun así pudo concluir con suave tono entrecortado por los jadeos, en busca de aire y teñido de pesar y temor por su hija a la par que admitía desolada. - No podremos protegerte. ¡Tienes que escapar, cariño!, aun estás a tiempo de salvarte.

- No voy a dejar que ese malvado os mate.- Afirmó Idina con los ojos empañados en lágrimas, intentando que su madre se alejase de allí. – ¡No se lo permitiré!



Pero Cooan estaba demasiado castigada por los golpes y ya no se tenía en pie. Era inútil ponerse a discutir con su hija. Se trastabilló cayendo de nuevo al suelo y antes de  desmayarse tuvo una última idea. Era algo desesperado, pero era lo único que había. Quizás al menos su pequeña podría tener así una posibilidad de sobrevivir. Reunió fuerzas con varias inspiraciones y le dijo a la chica que todavía trataba de moverla con desesperación para alejarla de ese lugar.



- Hija, sólo nos queda una oportunidad, no me habría gustado llegar a esto pero no hay otra solución. Toma, ponte el colgante.- Trabajosamente se quitó la piedra del cuello y se la dio. Cooan volvió a su estado normal revirtiendo su transformación y le explicó con visible esfuerzo. – Tendrá que funcionar, eres de mi sangre y eres de corazón puro. La piedra lo reconocerá. Pero tienes que estar dispuesta a aceptarla o no servirá de nada…

-Sí, lo estoy, haré lo que sea.- Pudo gemir la chica cada vez más preocupada por el estado de su madre.- ¡Por favor, dime qué es lo que tengo que hacer!…



            A duras penas, Cooan reunió el aliento suficiente como para responder…



-Grita lo que grité yo. ¡Corazón puro del fuego, dame el poder! Y que Dios te ayude…



            Idina la escuchaba incrédula, pero no tenía otra alternativa. Ese maniaco estaba pateando a su pobre padre. ¡Le mataría delante de ella si no le detenía! Llevada entonces por la rabia, el miedo y la desesperación, lo repitió transformándose en tanto su madre se desmayaba rendida por el agotamiento y las heridas.



-¡Mamá! - exclamó la muchacha muy asustada, tratando de despertarla en vano. – Responde…



            Afortunadamente Cooan solamente estaba desvanecida, respiraba con dificultad pero seguía viva. Aliviada por ello, Idina la dejó descansar en el suelo y centró la atención hacia su padre que seguía recibiendo los duros golpes y las burlas de Rubeus. La muchacha sabía que era necesario intervenir de inmediato, antes de que ese monstruo le matase. ¡Pero no tenía ni la menor idea de qué hacer! En esos momentos de conmoción, pudo mirarse a sí misma, a través del reflejo de un cristal roto, vestida como justiciera, y aun así no llegar a creerlo, pero no tenía tiempo que perder.



-¡Oh Dios mío, ayúdame! Ahora la Dama del Fuego soy yo y no sé qué hacer. - Suplicó elevando la vista al cielo. -



            Recordó el arma de la justiciera, la que más le había llamado la atención desde que era niña, ese arco de fuego. Deseaba tenerlo consigo y utilizarlo contra ese malvado. Estaba furiosa y llena de rabia como jamás lo había estado en su vida. Y fue como si esa arma respondiera a su llamada, logró materializar el arco al desearlo y le gritó a su enemigo que estaba pisando a su padre en la espalda y riendo con sus aullidos de dolor.



-¡Juro que me las pagarás por esto, monstruo! ¡Ahora te mataré!  



Y trató de disparar al sorprendido Rubeus que había interrumpido su paliza a Tom al escucharla, pero del arco no salió flecha alguna.



-Pero, ¿Qué pasa? ¿Por qué no sale nada?- Se preguntó en voz alta entre atónita y aterrada.-



            Dejando a su presa que estaba casi inconsciente por el dolor, su contrincante se acercó despacio hasta Idina que trataba con desesperación de conseguir lanzar una flecha de fuego. Pero éstas no aparecían. La chica estaba muy asustada, desconcertada y nerviosa, sin saber que más podría hacer. Y sobre todo observando con creciente pánico como su enemigo recortaba la distancia que les separaba de forma calmosa y hasta parecía que indolente, con una sarcástica sonrisa de mofa dibujada en su semblante.



- ¡Ja, ja, ja! ¡Eres un desastre! - Se burló su oponente, que no cesaba de humillarla con sus siguientes comentarios. - ¡Vaya una sucesora que tiene tu madre! Ni siquiera sabes cómo usar su arma. A la hora de la verdad eres tan inútil como ella para cumplir con tu misión. Pero tranquila, en el fondo no es culpa tuya. Será que te viene de familia. Anda, déjame enseñarte como se hace, niña.



Y a desgana, lanzó una bola de energía contra Idina que cayó a apenas un par de metros, derribándola con la explosión y arrojándola a varios metros de distancia. Estaba claro que no había querido darla. Pese a ello, la chica lanzó un chillido de dolor, aquello le quemó el antebrazo derecho que había opuesto de modo instintivo cuando fue alcanzada por la onda expansiva. Magullada y con la disparada adrenalina como casi único sostén, trató de volver a levantarse antes de recibir un nuevo ataque, pero Rubeus no se acercó. Ni tampoco hizo el menor intento por lanzar otra andanada. Se limitó a mirarla como si fuera un insecto, sonrió y le gritó con desdén.



- ¡Ahora no me molestes, mocosa! Primero me ocuparé de tus padres, ya me encargaré de ti más tarde. - Se giró hacia Tom diciéndose a sí mismo con regocijo. - ¿Por dónde nos íbamos? ¡Ya me acuerdo, iba a rematarte...ja, ja, ja! -  Materializó una gran bola de energía entre sus manos, levantó los brazos y se preparó para lanzársela encima a su malherido oponente, que estaba indefenso en el suelo. – ¡Despídete cretino!…



            Sobreponiéndose al dolor de sus heridas, y aprovechando que su antagonista no le prestaba atención, Idina retomó el arco que había quedado a un par de metros de ella y apuntó temblorosa.



- Por favor. - Suplicaba entre lágrimas y apretando los dientes, mirando al arma como si de una vieja amiga se tratara. - ¡No me falles ahora, no me falles! Mis padres morirán si no disparas. La vida de mi familia depende de ti, ¡vamos!



Por fin y cuando ya le parecía imposible, logró materializar una flecha de fuego y cerrando los ojos, sin atreverse a mirar por si fallaba, disparó contra su desprevenido enemigo. La flamígera saeta voló rauda hacia su objetivo y le atravesó por la espalda, haciéndole soltar la bola de energía, que acumulaba contra Tom, sobre sí mismo. La explosión que se produjo le lanzó malherido  varios metros para atrás. Por fortuna  su víctima no fue alcanzada ya que el propio Rubeus sirvió como involuntario escudo y éste después apenas pudo moverse. Ahora tenía destrozados los brazos y una de sus piernas. De todos modos, sacó fuerzas de donde no parecían quedarle. Se levantó como pudo y balbuceó lleno de ira, clavando sus malignos ojos en la temblorosa chica, que había abierto ya los suyos, casi sin poder creer que lo hubiera logrado.



-¡Maldita cría! Ten por seguro que volveré para vengarme, ¡os mataré a todos!- Aulló para desaparecer al instante dejando el eco de su amenaza.- 



            La chica se quedó allí, perpleja consigo misma. Mirándose las manos que aún sostenían el arco con algún rescoldo ardiente. Por fin, reaccionó corriendo al lado de su padre, se arrodilló junto a él tratando de auxiliarle.



-¡Papá! Dime algo , ¡por favor!



Tom no respondía, durante unos instantes angustiosos, Idina intentó reanimarle, al fin, su padre pareció recobrar algo de fuerza y  pudo decirle a duras penas.



- Idina…, mira en mi bolsillo izquierdo… del pantalón, hay… unas judías…, sácalas…



            Su hija obedeció rebuscando con premura. Logró encontrar un par de ellas.



- Ya está papá, ¡las tengo! - Respondió aliviada acercándoselas a Tom. -

- Dame una.- Le pidió con un susurro él, que abrió su ensangrentada  boca.-



            La muchacha se la introdujo con la mayor delicadeza que pudo y su maltrecho padre masticó. Al cabo de pocos segundos pudo levantarse casi restablecido ante el asombro de su hija.



-¡Papa, estas curado! ¿Cómo es posible? - Exclamó ella sin poder creerlo. -

- Luego te lo explicaré todo.- Repuso él apremiándola con su recién renovado dinamismo. -¡Ahora hay que darle la otra judía a tu madre!

           

            Idina lo hizo reanimándola con cuidado para hacérsela comer. Cooan logró masticarla despaciosamente y al cabo de unos tensos instantes también se recobró. Lo primero que hizo entonces fue observar el lloroso rostro de su hija, cuyos sentimientos habían vuelto a ella tras la tregua que le brindase su instinto de conservación durante la corta batalla. Su madre declaró visiblemente emocionada sujetando con ternura el rostro de la chica entre sus manos.



-¡Cariño, muchas gracias! Nos has salvado a todos, ¡estoy muy orgullosa de ti! 

-¡Yo… no quería matarle….no quiero hacerle daño a nadie! - Lloraba la pobre muchacha derrumbándose en los brazos de su madre.-

-Ya está, cielo. Está bien. Hiciste lo que tuviste que hacer.- La animó la también sollozante Cooan que repetía sin cesar.- Nos has salvado a todos.



Ambas se abrazaron llorando mientras Tom, emocionado y orgulloso también, las miraba lleno de amor por las dos y se unió a su abrazo. Por fin pudo decir con algo más de serenidad.



- Tenemos que volver a casa. ¡Rápido, hay que avisar a los demás! No creo que ese mal nacido haya muerto. Y si ha huido a buen seguro que tratará de recobrarse de sus heridas y volverá.

           

            Idina entonces se quitó aquel collar, retornando a su estado normal.



-Toma mamá.- Suspiró agotada por la tensión.-

-Gracias cariño.- Sonrió levemente su madre colocándose de nuevo aquel colgante.-



            Una vez pudieron retornar a su hogar Tom trató de llamar pero no le respondían al el teléfono. Finalmente decidió descansar junto a su familia para tratar de reordenar sus ideas. También hablaron con su hija. Tenían muchas cosas que contarle. Y de ese modo pasaron unas horas y aunque ya estaban recuperados físicamente gracias a las alubias, se mantenían en guardia con patente temor. Por la noche decidieron ver la televisión los tres juntos para tratar de olvidarse definitivamente de esa mala experiencia cuando de repente Roy apareció de la nada para contarles lo ocurrido aquí y transportarlos...



- Y eso es todo. - Remachó Cooan concluyendo su relato. - El resto ya lo sabéis.

-Es algo terrible.- Pudo decir Karaberasu.- Jamás pude ni tan siquiera imaginar que ese canalla volvería.

-Tom tiene razón. Si no está muerto seguro que regresará a por nosotras cuando se recupere, debemos estar listas para hacerle frente.- Afirmó Esmeralda, agregando decididamente en esta ocasión.- Y sobre todo impedirle como sea que se acerque a nuestros hijos.

- Pues yo creo...



            Beruche no pudo terminar la frase, un tremendo estruendo sacudió la casa. La ventana del salón estalló en mil pedazos y un denso humo negro inundó la estancia, podía adivinarse una silueta entre aquellos jirones de humareda.



-¡Es él! - chilló Esmeralda aterrorizada señalando con un dedo y sentenciando.- ¡Rubeus ha vuelto!..

-¿Rubeus? ¿Y quién es ese?... ¿Algún amiguito vuestro?- Inquirió una melosa voz femenina plena de tono burlesco y cruel, para remachar con divertido sarcasmo.- Pues lo lamento mucho por él, pero yo os he encontrado primero…



           Todas miraron hacia allí con expresiones de terror en sus semblantes. Efectivamente no era Rubeus, para Beruche fue algo aún mucho más aterrador. Verdaderamente hubiera preferido mil veces ver a su antiguo jefe por fuerte y maligno que ahora fuera, que la visión que tuvo ante sí. Cuando el humo se despejó totalmente descubriendo la figura que guarecía. Ante ellas, ataviada con un negro body, altas botas rojas y una larga capa del mismo color de sangre ondulando al aire, pudieron ver a una joven de espaldas. Y al volverse, paseando su mirada con unos brillantes ojos rojos cargados de odio, la reconocieron como Kerria.  No obstante, ésta no era otra que la cruel y despiadada Devilish Lady, que volvía para cumplir con su promesa de venganza.



-Ahora, vamos a celebrar una bonita reunión familiar.- Sonrió aquella siniestra recién llegada, deleitándose con las caras de horror y preocupación de su auditorio.-



            Mientras tanto, Debbie había vuelto a su casa. Estaba realmente impactada por todo lo que ese misterioso individuo le había contado.



-No puedo creerlo. Entonces. ¿Qué debo hacer?



            Por un lado, la muchacha siempre supo que tenía una sensibilidad especial. Pero también deseaba llevar una vida lo más normal posible.



-Eso de por sí ya me resultaba difícil. Jamás he encajado en ningún sitio. Y ahora…- pensó con una mezcla de resignación y tristeza.-



Recordaba esa conversación que mantuvo con ese hombre. Con él no pudo mostrarse reservada ni sarcástica, como hacía con otros desconocidos, para proteger su propia intimidad. Es más, por alguna razón que no llegaba a entender supo que podía confiar en él. Así pues decidió ser clara y nada más ser conducida al interior de esa trastienda le comentó.



-Estoy muy preocupada por mi novia. Algo le ha sucedido.

-No te equivocas.- Asintió ese individuo.- Kerria está luchando en una dura batalla.



            Deborah abrió los ojos con evidente sorpresa, primero, a ese tipo no le sorprendía que las dos fueran chicas, pero lo más alucinante, y que hasta llegaba a asustarla, era que supiera el nombre de su pareja, de modo que no pudo evitar preguntar.



-¿Cómo sabe de quién estoy hablando?

-Yo sé muchas cosas. Aunque ahora solamente hay una importante. Y esa es tu presencia aquí.- Contestó afablemente ese hombre, para agregar ya de un modo más solemne.- Deborah, tú tienes un papel muy importante que jugar. Pero no ahora. La historia de Kerria no es la tuya.

-¿Qué no es la mía? ¿Qué quiere decir con eso? ¡La quiero! No puedo dejar que le suceda nada malo.- Protestó al muchacha sin entrar a considerar las otras palabras de su interlocutor.-



            Pudiera ser que, pese a todo, se tratase de uno de esos a los que no le gustaran las relaciones amorosas de personas del mismo sexo. Aunque este individuo se limitó a sonreír levemente y moviendo la cabeza, respondió.



-Nada tiene que ver con lo que tú crees. Se trata de otra cosa. Tu camino te llevará a otro lugar. Aprovecha entre tanto para estar junto a Susan. Te necesitará antes de emprender su propia aventura, que la llevará mucho más allá de lo que ninguna podéis imaginar.

-¿Qué tiene que ver mi hermana en esto? ¿Acaso le va a pasar algo malo?- Se inquietó la muchacha.-



            Sería horrible. Sue apenas estaba terminando el instituto en los Ángeles, y preparándose para entrar en esa nueva Academia de allí. ¿Acaso estaba en algún tipo de peligro?¿Qué trataba de insinuar aquel tipo?  ¿Intentaba hacerla entender que debía elegir entre su adoraba hermana mayor y su amor? Eso era imposible. Aunque, por fortuna, ese individuo no parecía mostrarse preocupado y añadió con tono animoso.



-Tu hermana es una luchadora, lo mismo que tú. Y lo demostrará. Sabrá cuidarse bien. No temas.

-Susan sí lo es. Quiere entrar en esa academia militar y a buen seguro que lo logrará. Siempre fue muy decidida. Sin embargo, yo no soy ninguna luchadora.- Negó Debbie.- Solamente aspiro a vivir tranquila. Y con mi novia. Sin que nadie nos insulte o nos humille por ser como somos y por amarnos.

-En eso tienes razón. Pero hay cosas que están por encima incluso de esos deseos tan loables.- Repuso su contertulio, alegando enigmáticamente.- Digamos que hay hechos que tienen que suceder de una manera. El futuro debe de construirse de una determinada forma y hay elementos que amenazan esa construcción. Tú eres alguien importante en ese devenir de las cosas, Debbie. Pero no aquí, ni en este momento. Te aseguro que, aunque ahora no lo creas, conocerás a otras personas con las que forjarás lazos muy importantes. Y estarás conectada con ellos por esa sensibilidad tan especial que posees. Como el joven que te dio esa tarjeta con esta dirección.



            La chica volvió a  mirarle atónita. Desde luego quería que ese tipo fuera más explícito. Pero su contertulio movió la cabeza como si ya supiese de antemano lo que iba a preguntarle y sentenció.



-No puedo revelarte nada de lo que tendrás que vivir, joven Debbie. Te corresponderá a ti irlo descubriendo. La única cosa que debes saber es que tu camino y el de Kerria deberán separarse ahora, y un día no muy lejano os reencontraréis pero cada una tendrá ya su vida y su destino encaminado en diferentes direcciones.



            Rememoraba esas palabras haciendo una vez más aquella pregunta.



-¿Qué debo hacer? ¿Cómo podría ayudarla?...



            Otra muchacha que estaba realmente asustada y desconcertada era Amatista. Todavía no era capaz de asimilar lo que había visto. Primero a Kerria con esa apariencia tan extraña atacándola de ese modo irreal, ¡como si se hubiera escapado de una película de terror! Pero eso incluso no era nada comparado a lo que vio hacer a su padre. ¿Cómo era posible que fuese capaz de volar? ¡Y además había rechazado ese terrible rayo de fuego que Kerria usó contra ella como si de una pelota, o de un mosquito se tratara, apenas dándole un manotazo!



-No sé lo que está pasando. Pero debo averiguarlo. Es como si mis padres y los de Leval y Kerria tuvieran un gran secreto oculto. Quizás tengan algún tipo de aparato, como los que el padrino Ian desarrolla en sus empresas. O un traje especial que les permita hacer esas cosas. ¡Sí, eso debe ser!…- Se dijo tratando de racionalizar aquello.-



            Pensaba realmente que esa teoría no era tan descabellada. De hecho, su padre y su tío Zafiro trabajaban en esas divisiones de investigación y desarrollo. Su amiga Satory le había contado algo de eso. Por desgracia, Amatista nunca se había interesado en esas cosas. Ahora le pesaba haber sido tan superficial. En cualquier caso, esperaba que fuera algún avance de esos, el que posibilitó a su padre elevarse en el aire y parar aquel ataque.



-Puede que Kerria esté trastornada y que haya tenido acceso de algún modo a uno de esos aparatos, alguna pistola láser. Y para encubrir esa tecnología se han inventado esas historias tan extrañas. - Quiso creer.-



Desde luego prefería abrazar esa idea a la versión que había oído en casa de esa pobre chica. Demonios, sectas, amenazas sobrenaturales para destruir el mundo…le era imposible aceptar que ningún demonio hubiera poseído a Kerria.



-No. Lo que ha sucedido es que la han llevado demasiado lejos con las burlas y el desprecio. Y yo he tenido tanta culpa como los que la han insultado.- Se reprochó con amargura.-  Ahora no sé qué podría hacer por ella.



Y es que deseaba por todos los medios poder ayudar a su amiga y al resto de su familia. Se debatía pensando de qué forma.



-A pesar de todo, yo solamente soy una chica normal.- Pensaba con zozobra.- ¿Cómo podría enfrentarme a eso?



            Empero, por muy mal que lo estuviese pasando, torturándose con esos pensamientos. No corría peligro de momento. Afortunadamente para ella, estaba segura en su casa, ajena por completo al amargo trance que su madre y los demás, estaban sufriendo con la llegada de aquel ser de las tinieblas en el que parecía haberse convertido su amiga Kerria.



                                    anterior                                                  siguiente

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Por favor, si sois tan amables y no os es molestia, comentar vuestras impresiones sobre lo que habéis leído. Me vendría muy bien para mejorar y conocer vuestras opiniones sobre mis historias. Muchas gracias. ;)