La noche discurrió sin novedades y después el día
siguiente tampoco trajo ningún cambio. Todos sufrían y a la vez aguardaban con
esperanzas de que hubiera alguna mejoría. Roy y Beruche se pasaban el tiempo en
el hospital, solo consentían en irse a casa cuando Leval, o alguno de sus
amigos que seguían allí, al igual que el resto, les relevaban. Y únicamente a
descansar un par de horas, asearse mínimamente y tomar algo. Después no
tardaban en retornar. Y es que esta experiencia les resultaba dolorosamente
familiar, aun después de los años. Roy sobre todo recordaba la vez en la que
Bertie estuvo a punto de morir, cuando se dio cuenta en realidad de hasta qué
punto la amaba. Gracias a Dios que entonces todo salió bien. Suplicaba ahora
por el mismo milagro para su hija. En cierto modo tampoco se percató
anteriormente de hasta qué punto la quería. Tuvo que pasar esta horrible
desgracia para que, avergonzado de su propio proceder, no quisiera despegarse
de la cama de la muchacha. En su equipo, informados de que la joven había
sufrido un terrible accidente, todos le llamaron para darle ánimos. Los
jugadores y la directiva. Incluso los espectadores. En las pantallas gigantes
del Madison se pidió un minuto de silencio para ofrecer una plegaria por la
hija de su “hall of famer” y entrenador. Minuto que todos secundaron…
-Gracias a todos. - Musitaba el emocionado Roy en
tanto abrazaba a su desolada esposa, al tiempo que ambos presenciaban aquello
en la televisión de la salita de espera del hospital. - Gracias Nueva York.-
Pensaba él sonriendo débilmente al recordar.- Mi niña siempre ha sido una fan
de los Knicks.
Pasaron dos días más y el eco de lo
sucedido llegó a oídos de los compañeros de Kerria. Amatista y Leval acudían
pese a todo a sus respectivas clases y realmente no pudieron callarlo durante
mucho tiempo. Además, claro está, de que había salido por televisión. El
consternado y todavía furioso hermano fulminaba con su acusatoria mirada a todos
los que se burlaron de Kerria y nadie se atrevía ni a mirarle a la cara,
temiendo ser víctima de un arrebato de su enfado. Aunque otros muchos estaban
realmente avergonzados del comportamiento que tuvieron hacia esa pobre chica.
Por fortuna, Leval había comprendido que descargando su rabia contra aquellos
pobres infelices no solucionaría la situación. Su mente únicamente se centraba
en ajustar cuentas con esos sectarios. Por ello se entrenaba día y noche en
cuanto tenía ocasión. A veces solo, otras en compañía de Mazoui. Pero ahora, sobre
todas las cosas, estaba su preocupación por la vida de su hermana y rezaba a
todas horas por su salvación. Amatista por su parte vivía también entre la
zozobra y el deseo de ser optimista, sin poder desprenderse de su sensación de
culpa. Quiso entonces hacer algo por su amiga y se ocupó de buscar a Deborah.
La “compañera de Kerria” o por qué no admitirlo abiertamente, su amante, su
novia…y sin ningún tipo de odio ni malestar la abordó. Tuvo que ir a verla tras
las clases, dado que tras volver de su viaje los padres de esa chica la habían
cambiado de centro tras correrse la voz de lo sucedido entre Kerria y ella en
los vestuarios. Al principio además se mostró esquiva, no ignoraba que Amatista
nunca la había mirado con buenos ojos, pero en cuanto escuchó hablar a su interlocutora
se quedó sorprendida y guardó silencio. Después ser puesta al corriente, únicamente
podía preguntar visiblemente afectada.
- ¿Cómo ha sido?
- Un accidente. - Era lo único que respondía su
interlocutora ¿qué podría decirle?
- ¡Dios!- Balbuceó ella apretando los puños y
derramando un torrente de lágrimas. - ¿Cómo está?...
Para
Debbie esa fue la confirmación de aquellas terribles pesadillas. Ahora sabía
que no estaba loca, eso no fue fruto de su imaginación. Escuchó a su interlocutora
explicarle.
- Sigue estable. Y no queremos perder la esperanza.
Ni sus padres, ni su hermano, ni el resto de nosotros. Todos rezamos por ella.
- Le dijo Amatista con la voz queda para atreverse a proponer a la chica. -
Creo que, si tú fueses a verla, eso serviría de ayuda.
Deborah le lanzó una mirada incrédula para responder
con amargura.
- ¿Y qué les digo a sus padres? Soy la chica con la
que se acuesta su hija y quiero ver que tal está.
Su contertulia no contestó enseguida, se tomó unos
segundos, quizás para elegir que diría y cuando lo supo declaró con sinceridad.
- No sé cómo lo tomarán, pero lo único que importa
aquí es si de veras la quieres. Te necesita a su lado igual que precisa del
resto de nosotros.
Y sin más se alejó por el pasillo del instituto y
esa misma tarde una triste y preocupada Debbie tomó el autobús de camino al
hospital. Durante el trayecto recordaba perfectamente las recurrentes
discusiones en su casa de los últimos años. Sus padres estaban hartos de que no
encajase en ningún colegio. Ya la habían trasladado con ésta, tres veces.
Tampoco llevaban demasiado bien eso de sus extrañas percepciones, y las
visiones que decía tener. Por eso desde hacía tiempo que no les comentaba nada.
La chica no rendía mucho en los estudios, y eso era otro tema más que enojaba a
sus progenitores. Que siempre le insistían en que, capaz era, y que no se ponía
a estudiar en serio. Sin embargo, tras una charla que mantuvo con su hermana, ella
les prometió que todo iba a cambiar. Tras una de tantas discusiones, Deborah se
había atrincherado en su cuarto. No quería ver a nadie. Al poco tocaron a la
puerta.
- ¡Dejadme en paz! - Replicó de modo desabrido. -
-Debbie, soy yo. - Se anunció su hermana. -
Tras
unos instantes de silencio, la puerta se abrió levemente, una chica de ojos
azules y cabellos morenos largos hasta el cuello asomó la cabeza para preguntar
con una mezcla de prevención y afabilidad.
- ¿Es zona de guerra o puedo pasar?
Deborah le
hizo un desganado gesto con la mano derecha. Su interlocutora lo tomó por una invitación,
entró cerrando la puerta tras de sí.
-Acabo de
llegar y ya veo que han estallado las hostilidades. - Sonrió posando una mano
sobre el hombro izquierdo de Debbie. -
- ¡Tía,
estoy harta! - Estalló esta, denunciando. - Todo lo hago mal, siempre tengo la
culpa de todo.
- ¿De qué?
¿Has roto algo? - Quiso saber Susan pretendiendo ignorar lo que sucedía. -
-Ya sabes
de qué. - Se molestó su hermana menor, añadiendo. - Que saco malas notas, que
visto muy raro…
Aunque había otra cosa que le dolía
más que nada. No obstante, no se atrevía a decírselo a su hermana mayor. Pero ésta
que la conocía bien y no ignoraba lo que era, se adelantó afirmando con sincero
pesar.
-Y la manía
de nuestros padres de que te parezcas a mí. Ya lo sé. Lo siento, Debbie.
-No es
culpa tuya. - Se apresuró a replicar ella, con tono más suave y considerado. -
Pero es que, siempre están con lo mismo. Debería vestirme como tú, sacar las
mismas notas y tener amigos normales. O al menos tener amigos y no estar siempre
sola. - Suspiró con una mezcla de tristeza y resignación. -
-Pues se
equivocan. Tú eres tú y tu vida es tuya. – Afirmó tajantemente Susan. - Y,
además, ya nos parecemos lo bastante, somos guapas, morenas y de ojos azules.
Al menos arrancó una sonrisa a
Deborah. Aunque la muchacha enseguida ahogó un sollozo para confesar.
-No lo
aguanto. Yo no puedo ser tú. Eres brillante, una estupenda estudiante y todo se
te da bien.
-No todo. -
Le confesó su hermana, alegando con algo de tristeza a su vez.- No quiero que
mi hermanita pequeña sufra, y soy incapaz de lograrlo.
Deborah se abrazó a ella. Por lo
menos siempre tenía a Sue ahí para apoyarla. Su hermana era valiente y no
dudaba en enfrentarse a sus padres cuando tocaba hablar en favor suyo. Ahora,
tras esperar a que Debbie tuviera unos instantes de necesario desahogo, su
contertulia le comentó con tintes más serios.
-Te conté
que quiero ser piloto de combate. Que deseo entrar en esa academia nueva que
están preparando en las naciones Unidas. Pero todavía no se lo he dicho a
nuestros padres. Y ten por seguro que no les gustará la idea. En su mundo ese
tipo de profesiones no le encajan a una mujer. Pero no aceptaré un no. Sé que
puedo hacerlo y es lo que más ansío en el mundo. Y tú también tienes que luchar
por tus sueños.
-Es que no
sé lo que quiero, Sue. - Suspiró la llorosa Deborah. - Ni sé quién soy. Y
encima probé a salir con algún tío para que creyeran que, al menos en eso,
respondía a sus expectativas. Pero lo que a mí me gusta es estar con chicas. ¡Otra
decepción más para ellos! ¿Cómo crees que nuestros padres se toman todo eso?
-Pues que
se lo tomen en porciones o en salsa. - Replicó decididamente su contertulia,
para sentenciar. - Es tu vida. -No obstante, tras esas palabras matizó. - Pero
en una cosa tienen razón. No puedes ir dando tumbos. Al menos es importante que
saques los estudios adelante. Con eso tendrás la oportunidad de hacer lo que
quieras.
- ¿Tú crees?
- Inquirió la desconcertada Deborah. -
-Estoy
convencida. Nuestros padres son muy pesados a veces tratando de imponernos su
visón de las cosas, pero sé que nos quieren a las dos. - Le aseguró su interlocutora.
– Y en el fondo tú también lo sabes. - Y aprovechando el leve asentimiento de
Debbie, su hermana añadió con un tinte más animado. - Te apuesto una pizza
tamaño familiar a que, si mejoras con tus notas, van a ver con buenos ojos
cualquier otra cosa. -Y tras guiñarle un ojo de modo cómplice le propuso con humor.
- Yo que tú, me ligaba a la más empollona de la clase. ¡Si te ayuda a sacar sobresalientes,
mañana mismo papá os paga la boda!
Y aquello sonó tan absurdo en ese
instante que Deborah no pudo evitar reírse. Al fin, asintió despacio musitando.
-Tienes
razón. Pero ya no es únicamente eso. Son esos sueños, visiones, o lo que sean. No
las comprendo y a veces tengo miedo, Sue.
-Una visión
es algo que te da ventaja. - Opinó su hermana. - Puede que con el tiempo
empieces a entenderlas y sean una orientación para ti. Si las temes es, como tú
misma has dicho, porque no las comprendes. Pero eres una chica muy lista. No te
dejes amedrentar y estúdialas.
-Tú lo
arreglas todo con el estudio. - Sonrió su hermana. –
-El conocimiento
os hará libres. Ya lo dijo Sócrates. - Citó alegremente su interlocutora. - Por
eso tienes que aprender cosas. Tus profesores no son tus enemigos. Y si lo
fueran, hay que conocer a tu enemigo o aprovecharse de todo lo valioso que te
puedan enseñar. - Declaró la muchacha. -
A Debbie le
encantaba escuchar a su hermana mayor. Era muy inteligente y buena estudiante,
pero no una nerd, ni una apocada. Al contrario. No temía afrontar nada y sabía
muy bien lo que quería. Quizás sus padres se refieran a eso cuando le pedían
que se pareciera a ella.
-Lo haré. -
Afirmó con decisión. - Voy a demostrarles que soy capaz de hacerlo.
Y efectivamente, tras cambiarse a ese colegio
privado tan caro había estudiado razonablemente, no suspendía y no se metió en
líos con nadie. Pero pese a sus buenos propósitos al principio no lo tuvo
fácil. Necesitó a alguien que la ayudase y en ello tuvo mucho que ver Kerria.
Al principio no hablaba mucho con ella, pero tras coincidir en algunas
actividades comenzaron a hacerlo. No era la típica pija rica como la mayoría de
las chicas de allí. Al contrario, era una jovencita muy amable que la ayudaba
con algunas tareas escolares que se le atragantaban, hablaban y compartían
algunos gustos de música y películas. Poco a poco fueron congeniando. Para Deborah
no fue nada difícil ver que esa chica estaba en su mismo caso. La veía
nerviosa, a veces ausente, y con cierto miedo a intimar demasiado. De todos modos,
no podía estar segura. Al principio salieron como amigas, eso sí, a divertirse
e incluso a tratar de ligar con chicos. Lo cierto es que Debbie tenía
experiencia con el otro sexo, si bien aquello no la llenaba. Kerria por su
parte siempre se echaba para atrás de un modo u otro. Tuvo algún contacto con muchachos,
pero nunca llegó hasta el final con ellos. Después de eso las dos se fueron
dando cuenta de que, en realidad, se sentían atraídas la una hacia la otra y se
enamoraron. La joven desde luego no se atrevía a confesar eso a sus padres. Sin
embargo, Debbie no tenía miedo a decirles a los suyos que le gustaba otra
chica, en eso Susan tuvo razón. Sus progenitores aceptaron bien su
homosexualidad. Lo que le preocupaba era admitir que practicaba sexo con ella y
que iba a garitos para mayores. Con la única con la que podía hablar abiertamente
de eso era con su hermana. Hacía un par de meses ya que mantuvieron la última
charla. Sue logró por supuesto lo que quería, ahora estaba preparándose para
ingresar en una academia muy especial, en San Francisco. La verdad es que su
hermana mayor tenía grandes aspiraciones. Fue curioso, o quizás cosa del
destino. Pero ahora le venía a la mente aquella conversación, en Nueva York.
Cuando sus padres la trajeron de visita, coincidiendo con un pequeño periodo
vacacional.
-Te he echado mucho de menos, hermanita. – Sonreía
Sue tras abrazarla. -
- ¿Qué tal van las cosas por ese instituto tan raro?
- Quiso saber ésta. -
- La academia preparatoria. - Le recordó su interlocutora.
- Bien, pero estudiando mucho, me quedan este y otro año más todavía, pero
si me esfuerzo quizás me admitan en la Academia del UNISON. Si logro pasar los
exámenes de ingreso.
- ¡Claro que te admitirán! - la animó Debbie que de
siempre había admirado a su hermana mayor. - ¡Eres la mejor del mundo!
Sue sonrió agradecida, balanceó su melena morena y comentó.
- ¿Y cómo estás tú? Espero que hayas firmado las
paces con papá y mamá.
-Sí, lo he hecho, seguí tu consejo. Ahora me porto
razonablemente bien.
- ¿Razonablemente? - Se sonrió su contertulia con
cierta picardía.- ¡Anda ya, Debbie! A mí me puedes contar la verdad. ¿Qué has
estado haciendo?
Deborah bajó la mirada, ella que era la que siempre acostumbraba a indagar en
los demás y a actuar de forma más directa, se achantaba sin poderlo evitar con
su hermana. Sue siempre sabía cómo sonsacarle cosas que nadie más podría. De hecho,
le confesó.
-Me he enamorado de alguien.
- ¡Vaya! - ¿Cómo es? - Quiso saber su
interlocutora.-
-Es… alta,
guapa, rubia. Bueno, quizás sea más de un tono castaño claro. La verdad, es un
bombón y creo que ella también me quiere. - Le confesó. -
Sue sonrió acariciando afectuosamente la mejilla de su hermana pequeña. La orientación
sexual de Debbie nunca fue un secreto para ella. Es más, siempre la animó a no
tener miedo de expresarse. Asintió complacida y le dijo a modo de fraternal
consejo.
-Con tal de que no te distraiga en los estudios y de
que sea una buena chica. Sabes que tienes mis bendiciones y mi apoyo.
-Lo sé. Te quiero, hermana. - Le dijo ésta dándole
un sentido abrazo para añadir divertida al recordar. - ¿Sabes? Sería buena idea
que te la presentara.
- ¡A mí no me gustan las chicas! - Se rio Sue,
agregando con humor. - Si no salgo con chicos es porque estoy muy ocupada estudiando,
Debbie.
- ¡Ja, ja! Ya lo sé, tonta, y no te la iba a
regalar, sólo me gustaría mucho que os conocierais. Para mí sois las dos chicas
más importantes de mi vida. Además, si no recuerdo mal, ella me ha comentado
que su hermano mayor, aparte de ser muy guapo, también quiere ser piloto
militar. ¿No sería genial que salieras con él? ¡Ya me estoy imaginando una cita
doble!
-Eso sí que te lo concedo. Si quiere ser piloto
puede que merezca mi atención. - Repuso su interlocutora riéndose divertida. -
¿Además es alto y guapo, ¿eh? Pues para que lo digas tú… ¡Cómo tiene que estar
de bueno!
La propia Debbie no pudo evitar asentir. Y tras reírse un rato las dos, Sue
posó sus manos sobre los hombros de su hermana, era apenas unos centímetros más
alta que ella, y le comentó con cariñoso tono.
-Me alegra verte feliz. ¡Ojalá que esa chica y tú
podáis serlo durante mucho tiempo las dos juntas!
-Se llama Kerria. - Le apuntó Debbie. -
-Bonito nombre, aunque algo raro. - Valoró su interlocutora,
afirmando con un suspiro. - ¡Cuanto te he echado de menos, hermanita!
-Yo también te he añorado mucho. - Sonrió la pequeña
abrazándose a su hermana como si no deseara soltarla. -
Ahora Debbie pensaba en aquello. Sue estaba de
vuelta en su academia estudiando y siendo el orgullo de sus padres. Y Kerria en
ese hospital, en un estado muy grave. Su pobre novia había sufrido mucho,
quizás por su culpa. Ojalá hubiera estado allí cuando esas malditas zorras la
insultaron en los vestuarios. Pero cuando sus progenitores oyeron los ecos de
ese escándalo se apresuraron a sacarla de allí. Casi sin dejarla tiempo a
explicarse. Luego sucedió todo aquello. La aparición de ese muchacho, las señas
que le dio, esa tienda de esoterismo y ese extraño hombre anciano que le
contase esas cosas tan raras. Deborah entendió que aquello, lejos de ser una broma,
era algo muy serio.
-Nuestros caminos deben separarse, pero luego
volveremos a encontrarnos. ¿Cómo, cuándo? -Se repetía. -
Y lo que era más importante, aquel hombre no solamente
no se sorprendió de que ella le dijese que tenía visiones, sino que la orientó,
dando sentido a alguna de ellas.
-Confío en él, sé que no me miente. Pero sigue
siendo muy duro. Y más tal y como está la pobre Kerria. - Suspiró.-
Debbie desde
luego lo pasó muy mal por su pareja. Al menos, la infortunada chica tuvo a su
hermano y a Brian Rice para apoyarla. E incluso esa francesa parecía haber
cambiado mucho. De apenas dirigirle la palabra o mirarla siempre con desdén
había pasado a ir a informarla con aquella buena disposición. Lo triste es que
eso fuese provocado por ese terrible accidente de tráfico que había dejado a
Kerria postrada en una cama de hospital y en coma. O al menos esa era la explicación
oficial. Ella tuvo esas visiones tan horrendas sobre su novia y aquello no
parecía para nada reflejar un accidente. De modo que casi prefería la versión
que le habían dado.
-Puede que lo que vi, fuera únicamente un símbolo,
como esas cosas freudianas. - Quiso recordar. -
En cualquier caso ¡Era tan injusto y terrible! Tenía
que verla. ¡No quería perderla! Bajó del autobús y recorrió los metros que la
separaban del hospital. Sintió un nudo en la garganta en cuanto atravesó el
umbral del edificio. Al principio el miedo y la vergüenza de estar ante la
familia de su amante la turbaba. Pero también sentía el deseo de verla, de
ayudarla, de estar junto a ella y si era posible, contribuir así a su
recuperación. Y esa determinación fue creciendo en su corazón, llegando a tal
punto que, cuando avanzaba por el pasillo, quiso ir a verla contra viento
y marea. Les suplicaría a sus padres, ¡se tiraría a sus pies si fuera necesario!
Ya en la recepción quiso informarse del número de la habitación de la convaleciente,
pero al no ser familia suya no se lo dijeron, tuvo pues que aguardar en la sala
de espera. Allí, sentada y con un ramo de flores que había comprado en una
tienda cercana, aguardó. Por fin, vio llegar al padre de su compañera. Dudó al
principio, pero después, armándose de valor, se decidió a abordarle.
- Perdone señor, - le dijo tímidamente. - Es usted
el padre de Kerria, ¿verdad?
Sorprendido, Roy miró a esa chica escrutándola con sus profundos ojos
verdes, a Debbie le recordaban tanto a los de ella, estaba claro que era su
padre. Aunque él no parecía acordarse de cuando estuvo en su casa. De hecho, le
preguntó con tono inquisitivo.
- Sí, ¿y quién eres tú? ¿Alguna de sus compañeras,
quizás?
- Sí, sí, señor. - Repuso ella bajando la cabeza, ahora
llegaba el peor momento, las palabras se le atragantaban pero ella luchó y
reuniendo toda su dignidad se presentó.- Supongo que habrá oído hablar de mí.
Soy Deborah Hunter. Señor Malden, espero que no esté usted enfadado porque haya
venido a ver a su hija.
Aquel hombre clavó su mirada en ella, eso sobrecogió a Debbie y eso que no era
fácilmente impresionable. Pero unido al hecho de que el señor Malden tenía
una constitución muy robusta y su altura la sobrepasaba en más de dos cabezas,
detectaba también en él una fuerza interior inmensa, contenida, que podría
desatarse de un momento a otro e incluso hacerla a ella blanco de la ira que
pudiera llevar consigo. Y motivos no le faltarían, podría culparla de todos los
problemas. Estuvo tentada de cerrar los ojos o de apartarse, pero se contuvo
apelando a todo su valor.
- ¿Enfadarme? - Preguntó él que pareció relajarse
para añadir conciliatoriamente. - No, al contrario. Kerria necesita todo el
cariño que se le pueda dar. Tú me has demostrado que ella te importa viniendo
hasta aquí. Has tenido mucho valor y no has pensado en ti misma. Quiero que
sepas que te lo agradezco de corazón. Pasa a verla si quieres...siempre serás
bienvenida.
-Muchas gracias, señor Malden, - sollozó Debbie que,
sorprendida y emocionada, tenía húmedos los ojos. – Yo…si le soy sincera tenía
miedo…no me esperaba esto…
- No debes tenerlo. Nunca se debe tener miedo de
querer a alguien. No lo olvides. Y llámame, Roy. - Sonrió él más distendido e
incluso animándola añadió. - Venga, no te preocupes más, está en la segunda
planta, habitación doscientos catorce.
La chica anduvo entonces dubitativamente hacia el ascensor, pero el padre de
Kerria la detuvo al añadir.
- Y Debbie...
Ella se giró quizás temiendo que él hubiera cambiado
de opinión, o le lanzase un inesperado reproche, pero el gesto de Roy era suave
y amable cuando en cambio declaró con una sonrisa.
- Muchas gracias por venir. Te debo una disculpa. Me
equivoqué contigo, eres una buena chica. Comprendo lo que mi hija vio en ti.
La aludida también sonrió agradecida, presentía
que el señor Malden era un buen hombre aparte de tener esa gran fuerza. De
hecho, ella tenía esa especie de capacidad. Algunos dirían que, de don, para
percibir esas cosas. Tal y como ese anciano le comentó. Podía discernir
claramente el bien del mal. Pese a todo se sonrió no sin algo de amargura.
Desde siempre muchos de sus compañeros la miraron como a un bicho raro. Y no precisamente
por ser homosexual, aquello siempre lo averiguaban más tarde, sino por su
apariencia, casi siempre vistiendo de negro, con afinidad por el estilo gótico
y por esas cosas que a menudo percibía.
-Algo muy grave ha tenido que suceder. - Se decía
ahora en tanto se aproximaba a la habitación caminando despacio.- Empiezo a
notar como si su alma quisiera escapar de su cuerpo.
Asustada por aquella extraña sensación subió al
ascensor y cuando éste la dejó en la planta segunda comenzó a buscar las
habitaciones. Llegó ante la doscientos catorce y tímidamente abrió. Con el
corazón encogido entró en la estancia tratando de no hacer ruido y volvió a
sobrecogerse. Kerria estaba conectada a varias máquinas de soporte vital,
vendada casi por todo el cuerpo y con sus ojos cerrados, como si estuviera
durmiendo. Suavemente la sujetó una de las manos entre las suyas y susurró al
oído de la paciente.
- Tienes una familia maravillosa que te quiere, debes
luchar por vivir. Yo también te quiero, ¡por favor!, ¡vive!, hazlo por todos
nosotros.
Y no supo que más decir, estuvo unos minutos mirándola sin saber qué hacer.
Durante ese tiempo solamente acarició el pelo de su compañera y le plantó un
suave beso en la frente. Con lágrimas rodándole por las mejillas abandonó la
habitación. No sin antes poner las flores en agua. A su mente venía la última
conversación que ambas mantuvieron, precisamente cuando quedaron a escondidas.
Kerria aprovechó la visita de unos parientes según le dijo para salir sin ser
vista. Se citaron en la entrada de la parcela del chalé de los Malden. Deborah
aguardaba intranquila hasta que vio llegar a su pareja.
-Perdona que te haya hecho esperar. No era fácil salir.
- Se disculpó la joven. -
Por toda réplica, Debbie le dio un largo beso en los labios que su novia encajó
devolviéndoselo encantada. Tras eso, la recién llegada sonrió y le dijo.
-Mis padres me vigilan constantemente, aunque
gracias a la llegada de mi tía y mi primo han aflojado un poco, pero yo sé que,
pese a todo, tarde o temprano me descubrirán. Creo que esto ha llegado ya
demasiado lejos y que debería decirles la verdad.
-No quiero que tengas problemas por mi culpa. - Le
dijo su contertulia acariciándole las manos. - Noto algo extraño…no sé precisarlo,
pero es como si algo desagradable flotase en el ambiente.
Kerria
sonrió mirándola con incredulidad. Pudo responder con tono más ligero.
-Tú siempre con esas cosas tan raras. Aunque en este
caso tienes razón. Es fácil darse cuenta de que tarde o temprano lo nuestro se
sabrá. Por eso debo ser valiente.
-No lo hagas por mí. -Le pidió ella con patente inquietud.
-
-No es solamente por ti, Debbie. También se trata de
mí. Estoy cansada de representar una mentira. Y aunque mis padres puedan pensar
que soy una golfa o que me voy liando por ahí con chicos, seguro que lo
preferirían a la verdad que tengo que contarles. Pero no quiero callarlo más.
Ahora estoy totalmente segura de quién soy y de con quién quiero estar. Y es
contigo. Quiero que salgamos juntas como pareja, te amo y deseo poder
gritárselo al mundo. - Afirmó decidida. -
-Te quiero. - Pudo decir una emocionada Debbie que
enseguida se ofreció. - Y puedo ir contigo a apoyarte.
-No. - Negó la muchacha moviendo la cabeza, para aseverar.
- Es un asunto que debo tratar con mis padres. A solas. Ni siquiera mi hermano
debe verse envuelto en ello.
-Pero él te apoyó, ¿verdad? - Inquirió su pareja. -
-Sí, lo hizo, pero esto no es cosa suya. En eso mis
padres tienen toda la razón. Me dijeron que debo ser lo suficientemente
responsable como para hacerme cargo de lo que haga. Y eso significa no depender
de nadie. Es mi vida y debo tomar las riendas.
Su amiga asintió, estaba totalmente de acuerdo con eso. Aun así, sabía que iba
a ser una dura prueba para la chica a la que quería. Fue entonces cuando una
tremenda explosión que vino de la casa las asustó. Tras unos instantes de
desconcierto, Kerria, pálida por el miedo, corrió hacia allí y Deborah la
siguió. Todo estaba medio destruido y había bastantes personas desconocidas.
Por desgracia el hermano de su pareja estaba allí también. La acusó de ser
responsable de lo sucedido en los vestuarios y Debbie quiso justificarse. No
obstante, Kerria la mandó callar y le pidió que se marchara. No deseando
complicar más las cosas, ella obedeció. Esa fue la última vez que la vio. Al
menos hasta el instante de entrar en la habitación del hospital. Ahora, con
lágrimas rodando por las mejillas, se marchaba. Suplicando por la recuperación
de la chica a la que amaba.
-Dios, no te rezo mucho que digamos. - Pensaba Deborah.
- Pero si quieres salvarla lo haré más a menudo. Kerria es buena, no la
castigues. Sálvala y haré cualquier cosa…lo que sea que me pidas. Aceptaré ese
destino que me han dicho que tengo, aunque sea lejos de ella.
Y así se marchó. Cuando Beruche volvía a la habitación de su hija desde el
cuarto de baño observó como Debbie se alejaba por el otro extremo. Esbozó una
tenue sonrisa. Por lo menos esa chica la quería de verdad y se había preocupado
de ir a verla. Incluso en un momento en el que podría haber sido el blanco de
las iras de Roy. Y afortunadamente no sería la única. Algunos otros compañeros
de Kerria según se enteraron quisieron acercarse también. La mayoría estaban
arrepentidos de su comportamiento hacia ella, otros de verdad la apreciaban,
sobre todo, Brian. Leval se encargó de ponerle al corriente de la situación.
Aun retenía en su mente las palabras de su hermana cuando la sacó del instituto
totalmente hundida una vez se había revelado su secreto. Y haciendo honor a esa
deuda de gratitud, fue en busca del muchacho. Éste reaccionó de un modo
consternado y lleno de dolor cuando le puso al corriente del estado de la chica
y declaró.
- Si puedo hacer cualquier cosa por Kerria, solamente
dímelo.
Su interlocutor le sonrió débilmente y contestó con
reconocimiento en la voz y en la mirada.
- Hiciste mucho cuando la apoyaste. Ella me lo contó
y siempre te estaré agradecido. Si deseas verla, serás bienvenido. Estoy
convencido de que con tu sola presencia le harías mucho bien.
El rostro de Brian expresaba conmoción, pero también una tímida alegría, y
enseguida añadió tratando de ser lo más optimista posible.
- Tu hermana es muy fuerte, como tú, ¡seguro que
saldrá de ésta!
Leval agradeció esas
palabras de aliento, le ayudaban mucho más de lo que podía dar a entender con
su semblante y asintió. El otro chico le devolvió el gesto y estaba dándose la
vuelta para irse cuando su interlocutor añadió como respuesta.
- Quieres mucho a mi hermana ¿verdad, Brian?
Éste no supo que responder, pero el rubor en su cara
hablaba por él. No obstante, pudo decir, esta vez con resignación y tristeza.
- Ella tiene otra persona en su corazón y yo no
puedo ocupar su sitio. De todas formas, lo realmente importante es que regrese
con nosotros y yo seré feliz siendo únicamente su amigo.
Leval se hizo cargo de los sentimientos del pobre muchacho y agregó incluso con
afecto.
- Si te sirve de algo, creo que mi hermana no podría
tener a nadie mejor que tú a su lado.
Y se despidieron, Brian prometió acudir a visitarla y cumplió su palabra, quiso
la casualidad que llegara algo después que Debbie y que también trajera unas
flores, que dejó junto a las de ella. Permaneció allí unos minutos y tras
dedicarle algunas palabras de cariño y ánimo se marchó. Incluso se atrevió a
musitar un débil “te quiero” y darle un leve beso en los labios en tanto no
podía evitar las lágrimas. Quizás fuera la única vez que pudiera hacerlo. El
pobre muchacho pensaba en ella sin parar y rememoraba el día que la conoció. De
hecho, fue antes de empezar el instituto el año anterior. Acababa de mudarse a
ese barrio y estaba dando una vuelta para familiarizarse.
Brian apenas había cumplido catorce
años. Creció mucho durante ese verano. De hecho, pasó unas vacaciones muy
divertidas con sus primos en Florida. Aunque sabía que a la vuelta comenzaba
una nueva vida para él. Su padre, un prestigioso arquitecto, tuvo una oferta de
empleo muy jugosa para ir al Estado de Nueva York. Un proyecto que podría durar
años. Decidió llevar a la familia con él. La madre del chico no trabajaba, lo
dejó hacía unos años para criarle. De modo que, ahora, en esa lujosa zona
residencial, tendría que adaptarse a esa nueva vida y hacer amigos. Lo pensaba en
tanto caminaba observando aquella sucesión de chalés. Entonces, algo llamó su
atención, un balón de baloncesto venía volando hacia él. Cayó a un par de metros
de distancia. El chico se hizo con la pelota y miró hacia la entrada de uno de
los chalés, juraría que vino de ahí. En ese instante la vio. Aquella
chica, con ese vestido azul celeste, el pelo castaño claro peinado en forma de
trenza y unos zapatos bajos negros, estilo de bailarina, venía hacia él. Le
sonrió amablemente saludándole.
-Hola, perdona… ¿Podrías pasarme el balón?
El interpelado la miraba como hipnotizado, esa muchacha tenía unos preciosos
ojos verdes que le escrutaban con atención y una bonita y luminosa sonrisa. Al
menos eso pensaba. Apenas sí fue capaz de decir.
-Lo siento. ¿Es tuyo? Cayó a mi lado.
-No, al contrario, perdona tú. Es cosa de mi padre.
¡Cuando se pone a jugar a veces se pasa! - Se rio para añadir de forma
amable y educada. - Me llamo Kerria Lorein Malden. Vivo allí. - Indicó, señalando
hacia el gran chalé del que había salido. -
-Brian Rice… Me acabo de mudar. Llegue ayer mismo. -
Le informó él. -
-Bienvenido a nuestra urbanización. - Le sonrió la
jovencita que debía tener su misma edad. -
Estaba loco por preguntárselo, pero no se atrevía, afortunadamente para él, fue
la chica quién tomó la iniciativa y le inquirió.
- ¿Vas a ir al colegio privado que tenemos aquí?
-Sí… mis padres me han matriculado allí. - Afirmó él.
-
-Yo también voy. Empiezo segundo de secundaria...bueno,
ya sabes, es el equivalente a octavo grado.
Y
es que en ese centro seguía un sistema internacional que dividía la secundaria
y la primaria. Brian creyó recordar algo así cuando fue a la entrevista de
admisión.
- ¡Anda!, yo también. - Sonrió él, visiblemente
agradado por esa estupenda coincidencia. -
Ella parecía ir a decir algo cuando se escuchó una potente voz de hombre que,
desde el interior de la parcela, le preguntaba.
-Kerria. ¿Has encontrado ya la pelota?
-Sí papá. Ya voy. - Replicó la chica con buenos
pulmones también para añadir, ahora en dirección a su contertulio. - Tengo que
irme. Bueno, gracias por atrapar el balón, nos vemos… ¿Brian? –Recordó con una
amplia sonrisa. -
-Claro que sí. ¿Kerria? - Sonrió él a su vez, visiblemente
azorado. -
La muchacha asintió y tras despedirse agitando una mano se giró con la pelota y
retornó corriendo a su casa. Desde luego aquel fue un encuentro maravilloso.
Brian podía jurar que se enamoró de ella en ese mismo instante. Después fue
irla conociendo en el instituto y confirmar esa impresión. Era simpática,
agradable y siempre dispuesta a ayudar a los demás. Él le caía muy bien y no
tardaron en hacerse buenos amigos. La muchacha no era precisamente buena en
matemáticas, ni en francés y él que había vivido algún tiempo en Quebec por el
trabajo de su padre, le echaba una mano en ambas materias. Ambos se tenían
mucha confianza, aunque él estaba muy asustado para ser capaz de desvelar sus
sentimientos. En un principio pensó que una chica así tendría novio. Pero nunca
la veía a solas o intimando con ningún compañero u otros chicos. Eso le alegró.
Luego ella comenzó a salir por ahí,
según las malas lenguas del instituto, frecuentando compañías poco
recomendables. No obstante, la veía siempre como a una jovencita muy simpática y con
la que a veces tenía la ocasión de hacer trabajos de grupo o incluso estudiar
en la biblioteca. Él siempre trataba de ayudarla y Kerria se lo agradecía con
una amplia sonrisa que le noqueaba . La muchacha decía que, gracias a él,
esas asignaturas que tan mal se le daban se hacían soportables. Después, cuando
estaba decidiéndose a pedirle salir fue cuando ese maldito bulo cruel circuló
por el colegio. ¡Kerria es homosexual! Le dijeron algunas de las chicas de clase.
Él se lo tomó con incredulidad e incluso se enfadó. Cuando se encontró con ella
la vio como siempre, amable y risueña. Hablaron de las clases de matemáticas.
Como de costumbre, la joven le pidió ayuda e incluso le invitó a su propia casa
a estudiar, hablando de que sus padres no se molestarían si iba con un chico
para eso. Fue cuando el muchacho se traicionó confesando que no creía esas
habladurías. Kerria le dedicó una mirada plena de desconcierto y él, no
queriendo liar más las cosas, pretextó tener prisa y acordó quedar para el día
siguiente que era sábado. Después se enteró de lo sucedido en los vestuarios
femeninos. Por desgracia no era un bulo. Aunque lo que más le preocupó fue cómo
estaría Kerria. A buen seguro que hundida. Aquello le afectó, más todavía
cuando la llamó y ella alegó un fuerte resfriado para no quedar. Pero el tono
de voz de la chica estaba triste. Después, al día siguiente la encontró en esa
parada de autobús, tan extraña, tan diferente a como solía ser y pese a todo,
creyó percibir un destello de simpatía hacia él. Sin embargo, se alarmó. La
muchacha se comportaba de una forma tan rara que parecía otra persona. Luego no
supo más de ella hasta la noticia de aquel accidente. El pobre Brian se sintió
desolado. Durante esa semana, antes de decidir ir a verla al hospital, estuvo
silencioso y triste. Incluso Lana, la rubia animadora, percatándose de eso, le
llegó a decir en un momento en el que pudo hablar con él a solas, de forma
bastante considerada.
-Mira Brian. Sabemos que estás muy preocupado, todos
los estamos. Y no es ningún secreto que tú además estás loco por ella. Pero
créelo. Nos lo dijo en los vestuarios. ¡Le gustan las mujeres! No te cuento
esto para hacerte daño. Todo lo contrario, no mereces desperdiciar el tiempo en
algo imposible. Sólo deseo que dejes de sufrir por eso. Eres un buen tío. Te
aprecio, de verdad.
-No, no puedo creer eso. - Negó él moviendo la cabeza
y tratando de evitar llorar con poco éxito. - No quiero…
-Lo siento mucho. - Se disculpó aquella chica,
agregando con pesar. - Amatista, que es muy amiga suya, tampoco lo creía. Incluso
se enfadó mucho con nosotras cuando se lo quisimos decir. Pero ella misma lo
comprobó. ¡Ojalá que Kerria se recupere! Hazme caso. No sufras más. Olvídala. Te
puedo asegurar que hay muchas chicas deseando salir contigo.
Y, tras ese consejo y sin darle tiempo a replicar, su compañera se alejó. Brian
por supuesto continuó negándose a creerlo. Pero también recordaba la
conversación que mantuvo con Amatista Lassart y era cierto. La propia francesa,
cuyos padres eran íntimos de los de Kerria, le dio a entender que eso era
verdad. Pese a que él ni la dejó terminar.
-Me da igual lo que la gente diga. - Pensaba el
abatido muchacho. - ¡Te quiero Kerria, siempre te querré! Aunque no pueda
volver a decírtelo nunca, no me importa. ¡Tienes que ponerte bien y ser feliz…
con quién sea, pero vive!…
Y el chico se marchó con ese deseo en su mente.
Realmente todos anhelaban que la paciente fuera capaz al menos de sentirles.
Aunque ahora la joven estaba muy lejos, debatiéndose entre dos mundos en un tenso
tira y afloja en el cualquiera de ellos podría llevársela en el momento menos
esperado. Y eso temían todos los que la querían. Su padre sin ir más lejos. Después
de haberse despedido de Debbie un atribulado Roy se sentó en la sala de espera,
allí, recordaba. Pensaba en su hija y en él, cuando Kerria era muy pequeña.
Tendría apenas seis años cuando se le murió un pajarito que recogió en la
calle, después de un temporal. Pese a haber intentado cuidarle el animalito
estaba muy débil y exhausto, no lo superó. La niña se despertó y cuando iba a
ponerle agua descubrió lo ocurrido. Lloraba sin parar en su cuarto. Roy estaba
junto a ella tratando de animarla. Así lo recordaba él…
La pequeña Kerria lloraba mirando el cuerpo sin vida de la pequeña ave que
yacía en la jaula que su padre le había hecho.
- ¿Por qué se ha muerto? - Preguntaba entre sollozos
desconsolados. - Yo le quería mucho. ¡Era mi pajarito!...
- No llores, cielo - le pidió suavemente su padre
sentándose junto a ella en la cama. -
- Es que yo quería que se pusiera bueno. - Repuso la
niña mirándole con los ojos llenos de lágrimas. -
- A veces, las cosas no salen como queremos, hija.
Nadie vive para siempre. - Le susurró afectuosamente él acariciando el pelo de
la pequeña, aunque enseguida agregó con un tinte más animoso. - Pero no estés triste,
estoy seguro de que tu pajarito estará muy bien ahora.
- ¿Cómo? - Interrogó Kerria entre abatida y curiosa.
-
- Seguramente habrá ido al Cielo de los pájaros, -
le contestó su padre. -
- ¿Los pájaros tienen un Cielo? - Preguntó la cría
vivamente interesada. - ¿Cómo las personas?
- Sí claro- asintió Roy con una amplia y
confortadora sonrisa. - Es un lugar muy bonito, allí las almas de los pájaros
que se mueren pueden cantar todo el tiempo - explicó añadiendo. -Tienen mucho
alpiste para comer y muchos gusanitos. Y…- pensó unos instantes a ver que podía
ocurrírsele y entonces tuvo otra idea. - Y ¿sabes que es lo mejor de todo?
- La niña negó con su cabecita ansiando escucharlo, su padre le hizo un guiño
de complicidad y le susurró muy bajito, como si alguien pudiera oírlos. - Además,
no hay gatos.
- ¿Y cómo sabes todo eso? - Le preguntó ella que
parecía no fiarse del todo pues pese a su corta edad era bastante despabilada.
-
Roy posó una de sus manos en la pequeña barriga de
su hija y le frotó cariñosamente en tanto le desvelaba y en esta ocasión, sin
inventárselo.
- Lo sé porque una vez estuve allí de visita. El
Cielo es un lugar muy grande y lleno de cosas bonitas para todos aquellos que
se han portado bien en este mundo.
- ¿Y qué le habrá ocurrido a mi pajarito? - Le
inquirió Kerria ahora tiñendo su vocecita de inquietud. - Habrá ido allí,
¿a qué sí? Porque era un pajarito bueno.
- Claro, hija. - Sonrió Roy abrazando a la cría y
añadiendo de forma jovial. -Mira, te diré lo que vamos a hacer. Luego organizamos
un bonito funeral a tu pajarito y tú antes de dormirte le rezas a Dios para que
vele por él y por todos nosotros.
- Y yo también podré ir allí para verle. - Quiso
saber la cría visiblemente esperanzada. -
Su interlocutor asintió declarando con dulzura.
- Cuando pase, mucho, mucho tiempo y seas muy mayor.
Entonces podrás ir a visitarle.
- ¡Jo, no quiero esperar tanto tiempo!- Protestó
Kerria.- Podríamos ir en avión.
Esa ingenuidad infantil conmovió a su padre y le
hizo sonreír. Entonces él contestó.
- No te preocupes, cariño. Hasta entonces podrás
verle en tus sueños. Estará ahí, cantando con los angelitos.
La niña asintió algo más alegre. Roy sonrió de nuevo y escuchó otra cándida cuestión.
- ¿Y si es un pájaro? - Volvió a preguntar la niña
con toda su inocencia. - ¿Cuándo se muere no necesita que le den alas como a
los ángeles porque ya las tiene?
- Eso es. - Asintió él. - Eres muy lista, cariño. Y
sus alas le llevarán muy rápido al lado de Dios.
Después de enterrar al pájaro en el jardín, metido en una caja, Kerria rezó sus
oraciones. Él la observaba enternecido cuando la cría musitaba con las palmas
de sus pequeñas manos juntas, pegadas a su naricilla y con su vocecita cargada
de esperanza.
-Por favor, Dios, que mi pajarito sea muy feliz…y
déjame soñar mucho con él, amén.
Más tarde su padre la arropó, deseándole las buenas
noches y diciéndole que soñase con aquel pajarito. La cría sonrió reconfortada,
pensando en lo dichoso que sería ahora aquel animalito. Dándole un afectuoso
beso en la frente él salió de la habitación que quedó a oscuras tras susurrarle
a la niña.
-Duerme bien, cariño…piensa en cosas bonitas y
seguro que le verás…
Roy recordaba aquello con nostalgia y un ligero poso de amargura. Aquella fue
una de las pocas veces que pudo estar con su hija a solas. Hablando con ella,
escuchándola, era más fácil entonces. Podían comunicarse y su pequeña le abría
su corazón. Luego los chicos crecen y todo se complica. ¡Ojalá las cosas
pudieran volver a ser como antes y él arreglara de una forma tan sencilla los
sufrimientos de su hija! ¡Ojalá Landar tuviera éxito y lograse devolvérsela para
que tuviera una nueva oportunidad de decirle cuanto la quería!
-Mi niña,
por favor… vuelve con nosotros. - Se decía sin cesar. -
Por su parte, Kerria tenía conciencia de sí misma, pero no del sitio que la
rodeaba. Había sufrido una extraña sensación, como en un sueño se remontaba
sobre su propio cuerpo y podía ver a su alrededor. Estaba en una especie de habitación,
pero no tuvo demasiado tiempo para observarla con mayor detalle ya que subía y
subía, dirigiéndose hacia un largo túnel de oscuridad a cuyo extremo brillaba
una luz blanca y acogedora que ella atravesó. Ahora avanzaba en medio de un
lugar iluminado desde todas partes por un tenue destello inmaculado. No tenía
miedo, ni sentía dolor. En realidad, estaba muy a gusto. Al cabo de un tiempo
que no logró precisar vio otro agujero negro, al fondo podía verse una luz
blanca mucho más intensa que la anterior pero que no la cegaba. Además, notaba
una poderosa corriente que tiraba de ella hacia allí. Kerria se dejó llevar
hacia ese túnel, pero de repente una voz profunda la detuvo. No le daba miedo,
al contrario, la llenó de tranquilidad. Ante ella apareció un hombre de largo
cabello y barba blancos, con una túnica que refulgía en el mismo intenso tono
inmaculado. Aquel anciano parecía cortar el flujo de atracción de esa
corriente. Se dirigió hacia la atónita chica y le habló con amable serenidad.
- Aún no, joven Kerria, son muchos los lazos que te
reclaman aquí. No debes irte.
- ¿Quién eres?,- le preguntó ella, para lamentarse
acto seguido. - ¿Por qué debería quedarme? Bastante daño les he hecho ya a mis
seres queridos. He defraudado a mis padres y les he traicionado, desearán
librarse de mí. Y yo no puedo volver, no quiero regresar después de lo que he
hecho.
- Te equivocas. - Rebatió la figura haciéndose bien
visible y presentándose. - Yo soy Landar, el mago blanco, vengo a llevarte de
vuelta con los tuyos. Hay muchas personas que te quieren. Créeme, ellos te aman
tanto que me envían a buscarte. Pero eso sólo será posible si tú decides
acompañarme. De lo contrario seguirás tu camino.
- No sé hacia donde voy ni lo que debo hacer. -
Repuso Kerria que ahora estaba desconcertada. - ¿A dónde lleva ese sitio?,-
quiso saber. -
Y señaló el túnel con curiosidad mientras empezaba a
percibir una suave y envolvente melodía que pacificaba sus sentidos y su propia
conciencia.
- Ante ti se abre el camino hacia la Eternidad- le
explicó el mago. - Eso es lo que llamáis muerte, cruzando ese umbral ya no se
retorna jamás.
- ¿Es cierto? - Inquirió ella que, pese al creciente
sentimiento de sosiego aun parecía preocupada únicamente por una cosa y así se lo preguntó
a su interlocutor. - Todo lo que esos malvados me mostraron sobre mis padres.
¿Era verdad?
- Era cierto, pero sólo en parte y en muchas
ocasiones las verdades a medias son las peores de las mentiras. Ese pensamiento
te lastra impidiéndote avanzar hacia la Eternidad. Pero yo puedo liberarte de
él. - Le aclaró Landar. - Si quieres que te muestre las cosas tal y como en
verdad fueron, sígueme. Después serás libre de elegir tu camino.
- Sí, por favor, enséñemelo, - le pidió Kerria
emocionada y sintiendo una gran curiosidad. -
Landar la hizo alejarse de aquel túnel y ambos desaparecieron, reapareciendo en
un lugar por completo vacío. Sólo se veía una interminable superficie blanca.
Allí, apareció un estanque de aguas cristalinas y plácidas que el mago le
señaló a la muchacha en tanto le explicaba.
- Mira, el estanque del tiempo. Aquí, el pasado, el
presente y el porvenir se entrelazan. Se deben saber convocar, observa.
El anciano sacó una especie de disco plateado y lo
lanzó, rebotó contra la superficie del agua y se formaron ondas. Al extinguirse
estas apareció la visión de un paisaje. Landar le reveló a la asombrada chica
la historia de sus padres. De Roy cuando era el príncipe Asthel. Y de su madre
Beruche, la princesa Lorein. Una de las antiguas guardianas de la Tierra. Ambos
fueron muertos en una trágica batalla y reencarnados separadamente a través del
tiempo y la distancia para evitar que volvieran a encontrarse. Roy fue poseído
por un demonio, de nombre Armagedón y Bertie se reencarnó en el siglo treinta,
bajo el mando de una siniestra familia. En la visión Kerria reconoció a los
padres de Amatista, estaban muy diferentes. Luego vio a sus tías. El mago le
contó como volvieron al pasado de la Tierra y su lucha contra unas poderosas
guerreras. La muchacha pudo reconocerlas. Una de ellas era la legendaria
Guerrera de la Luna, de la que había oído hablar siendo muy pequeña. Vio
también a la Guerrera de Mercurio y con asombro supo que era su madrina Ami. Asistió
a la última batalla entre ésta y su madre. Beruche parecía sufrir mucho, se
rodeaba de un muro de hielo hasta que su hermana, (Kerria vio que se trataba de
su tía Cooan), la convencía para le diera una oportunidad a su corazón.
- ¡Oh, mamá! – Pudo suspirar la muchacha con
lágrimas en los ojos, afirmando solidariamente. – Sé muy bien cómo te debiste
sentir. Estar tan sola y perdida…pensar que nadie te quería…pero eso no era
cierto…
- ¡Oh, Dios! - Sollozaba Kerria contemplando aquello
entre incrédula y horrorizada. - ¡Tuvieron que sacrificar sus propias vidas
para vencer a esas cosas!
En
las siguientes visiones, su padre aparecía ahora en el Cielo, entrenando duramente
con otros compañeros. Y la joven reconoció a sus tíos Diamante y Zafiro. Junto con
otros dos más a quienes no conocía, retornaban a la vida y derrotaban
definitivamente al mal, ayudados a su vez por su madre y sus tías, que eran las
legendarias justicieras.
- ¡Es increíble! Jamás pude imaginar que mis padres,
mis tíos y los padres de Amatista, hicieran algo así. ¡Unidos salvaron el
mundo!
Y por si eso fuera poco, entonces apareció su
hermano Leval. Pero había en él algo distinto, la mirada de sus ojos era muy
triste, pero con una chispa de esperanza, el mago le contó toda su historia
dejándola anonadada.
- No es el hermano que tú conoces, sino el que
pudo ser. Vino de otro futuro, con un destino aterrador, sólo para advertir a
tus padres. En ese plano de existencia tú no naciste, este Leval vino a salvar
tu futuro y el suyo.
La chica pudo ver algunas imágenes de aquello,
muchas eran realmente terribles. Al contemplarlas lloraba de horror. Y fue
testigo de la impotencia de su pobre hermano para enfrentarse a aquellos
monstruos que habían devastado la Tierra en ese aterrador futuro alternativo.
- ¡Es increíble!,- balbuceó Kerria cuando pudo
recobrarse de esas visiones. -
Por las mejillas de la joven todavía corrían las
lágrimas. Además de sobrecogida por el espanto y la crueldad de aquellos seres
tan terribles, estaba asombrada del poder de Leval. El chico hacía brillar su
pelo de un color dorado intenso y un aura del mismo tono le envolvía cuando
combatía. Lo mismo que su padre. Al fin fue testigo de la victoria de ese
muchacho y de la alegría que le embargó. Ahora estaba impresionada por todas
las luchas y el sufrimiento que tuvieron que pasar tanto sus padres como ese
“otro hermano.”
-Era muy valiente. ¿De veras tuvo que pasar por todo
eso? - Inquirió llena de asombro. -
-Así fue. O al menos lo hubiera sido. ¿Te gustaría
hablar con él? - Le ofreció el anciano. -
- ¿Podría hacerlo? - Quiso saber ella con el
ardiente deseo de que así fuera. -
Landar sonrió y solamente hizo un movimiento de sus manos, en ese instante la
chica se percató de que el mago no estaba junto a ella y sí ese joven, vuelto
de espaldas.
-Leval. - Le llamó tímidamente. - Eres Leval, ¿verdad?
Entonces éste se giró hacia ella mirándola con una
expresión que jamás le había visto a su hermano.
- Eres tú. - Afirmó él con voz suave. - La muchacha
que me mostraron en las visiones. - Y sonrió con afecto, añadiendo. - Me alegra
mucho poder conocerte.
- Realmente eres igual que mi hermano en apariencia,
pero de algún modo sé que no eres él. - Pudo decir su atónita contertulia. -
Ese joven la observó serenamente para replicar.
- Sé que has sufrido mucho, que casi toda la carga
de padecer que llevé en mi línea temporal le fue sustraída a mi otro yo, pero
en cierto modo pasó a ti. Eres una presencia muy fuerte e importante, pero me
temo que mis padres, tus padres, se centraron demasiado en el Leval de tu
dimensión. Y eso fue responsabilidad mía. Lo provoqué al ir a verlos, aunque
inconscientemente. Te pido perdón por ello.
- No. No tengo nada que perdonarte. Al contrario. -
Negó Kerria con la cabeza añadiendo con gratitud. -Tú me diste la oportunidad
de nacer, de vivir. He visto que las vidas de mis padres y la tuya fueron muy
duras, todos tuvisteis que pagar un precio. En mi caso no podría haber
sido de otro modo. No intervine en ninguna de esas luchas, ni ayudé a crear el
mundo que me rodea. Eso hace que me sienta como si realmente no mereciera estar
con ellos. - Remachó con pesar.-
- Sigue adelante y ten valor. Tu momento aún no ha
llegado. - Le aseguró el muchacho esbozando una cálida sonrisa, más cuando añadió
posando afectuosamente una de sus manos sobre la mejilla izquierda de la chica
para acariciarla. - Lo sé muy bien porque lo he visto. Tú tendrás muchas e
importantes cosas que hacer. Ayudarás a muchas personas y todos se sentirán muy
orgullosos de ti.
Y antes de que su interlocutora pudiera pedirle una
matización él se despidió pidiéndole con cariñosa dulzura.
- Nuestros caminos nunca volverán a cruzarse, aunque
sí volverás a ver a mi otro yo en tu plano existencial. Por favor, querida
hermana que pudiste ser, dale a él todo el cariño que a mí me hubiera gustado
compartir contigo de haberte conocido en mi realidad.
Ella asintió con la emoción apenas contenida y aquel chico se desvaneció. Sin ningún
tipo de transición, la muchacha volvía a encontrarse junto al mago.
- ¿Comprendes ahora, joven Kerria? - Le inquirió Landar.
- Tus padres te quieren mucho, han luchado y sufrido para tratar de hacer un
mundo mejor y poder criaros en paz a tu hermano y a ti en él. Pero eso no es
todo, mira ahora.
Landar arrojó un disco de oro que rebotó dos veces formando ondas, al extinguirse
estas, mostraron la visión de su padre sentado en la sala de espera. Su
madre se sentaba junto a él y Kerria pudo escucharlos.
- ¿Cómo estás, Roy? - Le preguntó Beruche con
un nervioso y preocupado tono. -
- No hay cambios ¿verdad? - suspiró él con resignado
pesar. - Los médicos no saben que puede ocurrir.
Su esposa quería ser fuerte y mantener el ánimo. Sabía que él estaba hundido,
pero ella misma se derrumbaba y no pudo evitarlo en sus siguientes palabras.
- Podría estar así horas o años, - balbuceó Bertie
casi a punto de llorar. Ami no se atrevió ni a mirarme a los ojos cuando me lo
dijo. - ¡Dios mío! ¿Es que no hemos sufrido ya bastante?
Pero él, reaccionó, sacando fuerzas y moral de donde no parecía tenerlas y la
consoló lo mejor que pudo abrazándola para decir.
- Ten fe, cariño. No pierdas la esperanza. Nuestra
hija se pondrá bien, estoy seguro. Lleva sangre de luchadores, no se rendirá.
- Si le pasara algo, Roy. ¡No sé qué puedo hacer! - Sollozó
impotentemente Beruche enterrando su cara en el pecho de su marido. – No podría
soportar perderla…
- No, no le ocurrirá nada- insistió él. -Debes
confiar en ella, yo no lo hice hasta que fue demasiado tarde. Y me siento tan
culpable. ¿Sabes, Bertie?, recordé la vez aquella que tú estabas de viaje con
Leval, en ese campeonato infantil en el que participó. Yo me quedé a cuidarla,
encontramos un pájaro después de una tormenta.
- Ya me lo contaste - repuso su mujer sacando la
cabeza y enjugándose las lágrimas. - Se le murió y se puso muy triste, pero tú
supiste consolarla.
- Le conté que iría al Cielo - añadió quedamente él.
- Hablé con ella y le dejé contarme sus penas. Entonces sí que me comporté como
un padre, - dijo con amargura, sentenciando con un compungido gemido. -Ahora
que se trataba de su propia vida he fracasado. Mi hija cree que la odio.
- No te tortures, - le pidió Beruche tratando desesperadamente
de mantener su voz a flote de su dolor. -Han sido muchas cosas. No puedes hacerte
tanto daño, Roy.
- Si pudiera estar con ella igual que entonces,
dejar que me contase lo que le preocupa y comprenderla, en lugar de reprenderla
por todo. Tampoco yo puedo soportar la idea de perderla, Bertie. - Se lamentó
sollozando desconsolado, siendo él ahora él que se hundía sin remedio. - ¡Es
mi niña!
- ¡Papá! - Musitó Kerria dejando correr sus
lágrimas. - Quiero volver a estar contigo y con mamá. ¡Os quiero!, os necesito tanto,
- y asintiendo con la cabeza para dirigirse resueltamente al mago, sollozó en
tanto la imagen se desvanecía. - ¡Lléveme a casa, por favor!, ¡se lo suplico,
déjeme regresar! ¡Quiero ser digna de ellos! Quiero ser capaz de hacer algo
bueno por los demás. - Le pidió encarecidamente a su guía. – Y por mí misma.
- Aguarda, todavía no lo has visto todo. - Sonrió el
mago blanco añadiendo con una mezcla de condescendencia y amabilidad. - ¿No
deseas saber que os deparará el futuro?, al menos parte del que te ha dicho
aquel Leval.
La chica le miró con asombro.
- ¿De verdad puede enseñármelo? - Inquirió
incrédula. -
Sin pronunciar palabra Landar sacó un pequeño disco de platino, lo lanzó contra
la superficie del agua y éste rebotó tres veces. Tras las ondas, la joven miró
atentamente las imágenes que se formaban. Pudo ver a su hermano, vestía una
especie de uniforme. Junto a él, con un peinado diferente y algo mayor estaba
Amatista. Aquello sucedía en un lugar que Kerria no reconocía.
- ¿Qué sitio es ese? – Musitó con perplejidad. -
A través de una ventana podían verse muchas
estrellas. Las estrellas que tanto le entusiasmaban a Leval. Después, vio
escenas de luchas. Al igual que su padre y aquel alter ego del otro futuro, su hermano
brillaba con un tono dorado. También estaba Mazoui y otra chica morena junto a
otra rubita. Ella misma se veía allí, sentada, era también unos años mayor y
esa futura Kerria acunaba un niño y parecía pensativa.
- Y ese niño, ¿quién es? - Inquirió atónita - ¿No será
mi hijo?...
-No, - repuso Landar que le reveló. - En este posible
futuro, tu hermano y tu amiga Amatista tendrán pruebas que superar, difíciles y
peligrosas, pero triunfarán. Ese bebé que sostienes es su hijo. Él será la
fuerza que ayudará a reequilibrar el Cosmos. Tu sobrino, Kerria.
La asombrada chica, pudo ver al bebé envuelto en una
blanca y potente luz y a su amiga Amatista acunándole y cantando una nana muy
hermosa dedicada a él.
- ¡Es
maravilloso! – Pudo suspirar,
francamente emocionada al escuchar aquello. - ¡Jamás oí nada igual!
Las imágenes cambiaron, ese niño parecía crecer y en compañía de otros se
dirigían a un lugar. Eran chicos y chicas que emanaban un gran poder y uno de
ellos producía un pálpito en Kerria. Era muy atractivo, de pelo castaño y ojos
azules y también traslucía una gran fuerza. Caminaba junto a una chica muy
hermosa de larga cabellera rubio platino. Junto a los demás llegaron a lo que
parecía una enorme puerta que comenzaba a abrirse. Pero ya no pudo ver más, las
visiones se disiparon en el agua cristalina.
- Joven Kerria, tienes un papel muy importante que
jugar para mejorar las cosas en este mundo. Pues has de saber que este posible
porvenir u otros, dependerán en buena parte de ti. - Declaró Landar con solemnidad.
-
- Sí, ¡se lo suplico!, lléveme de vuelta - le pidió
nuevamente ella con mayor deseo aún. - Quiero otra oportunidad, quiero vivir y
enmendar todo el daño que he causado. Detener el mal que he ayudado a propagar.
Y ser digna de mi familia. Espero que no sea demasiado tarde para hacerlo.
- Entonces dame la mano. - Replicó el anciano
esbozando una amplia y aprobatoria sonrisa. – Y retorna a la vida…
Kerria no lo dudó, se agarró a una mano del mago y esta vez hubo un resplandor
que sí la cegó. Le pareció atravesar una especie de portal de plata y abrió los
ojos. Para ella fue una extraña sensación, una especie de retorno desde ninguna
parte, el despertar de un profundo sueño que comenzaba a diluirse tan pronto se
vuelve a la vigilia. Ahora se notaba pesada y muy fatigada. Estaba tumbada en
una cama y tenía sondas conectadas a su cuerpo. Recordaba poco de las visiones
que había tenido del futuro. Estas se fueron difuminando en su memoria hasta
desaparecer, como se olvidan algunos sueños al despertar, quedando reducidos a
meras impresiones de vago recuerdo. En cambio, guardaba bien en su mente las
otras. Y, para su sorpresa, junto a ella estaba el semblante humedecido por las
lágrimas de su madre que ahora sonreía, llorando de emoción y de alegría.
- ¡Mi niña! ¿Estás bien? - Sollozó Beruche tomando
una mano de Kerria entre las suyas. - ¡Cuánto me alegra que estés de nuevo
aquí!
- Mamá. - Susurró ella con la voz débil. - ¿Qué ha
ocurrido? Yo estaba, …- trataba de recordar pero su memoria no la ayudaba en
absoluto. Estaba perdida ahora en una especie de fatigada obnubilación. – No me
acuerdo…
- No te canses, cariño. - Le pidió Bertie - espera.
Salió a toda prisa y llamó a gritos su marido. Al
principio todos se alarmaron creyendo que algo terrible hubiera sucedido. Sin
embargo, la sonrisa de Bertie era luminosa. El agotamiento que arrastraba
parecía haberse evaporado. Su esposo saltó como un resorte y fue con ella. Los demás esperaron fuera llenos de
incertidumbre e impaciencia. Roy entró corriendo en la habitación y se arrodilló
besando la mano de su hija.
- ¡Gracias a Dios!,- decía llorando de alegría
y hundiendo su rostro sobre la cama. - ¡Gracias, amigo!
Pensó en Landar mientras apenas era capaz de
sollozar las palabras. Durante un buen rato no pudo hacer otra cosa que llorar
desahogando así todo su miedo y su dolor y reemplazándolo por la alegría de tener
de nuevo a su pequeña. Al fin levanto la vista, aun nublada por las lágrimas y
le sonrió a Kerria diciéndole lleno de alegría.
- ¡Hija, sabía que lo conseguirías!
- Papá. – Pudo susurrarle a chica, emocionada y
llena de felicidad. - Te quiero.
- Y yo a ti. Mi niña. - Afirmó él, con la voz
temblorosa. – ¡Y yo a ti!…
- Es verdad lo que me contaste cuando era pequeña. -
Musitó ella enmarcando una leve sonrisa en su ahora radiante rostro. -
Estuviste en el Cielo. Y yo también lo he visto. ¡Es algo maravilloso! He
podido sentir la Eternidad tirando de mí.
Roy y Beruche la miraban asombrados, conteniendo a duras penas su sorpresa.
Kerria, pudo contarles su experiencia en el túnel y lo que aun recordaba, sin
perfilar detalles sobre su acompañante. Sus padres la escucharon emocionados.
- He sido indigna de vuestro amor y vuestros esfuerzos.
- Susurró la joven añadiendo decidida. - Pero cambiaré, os lo prometo...Lucharé,
me esforzaré y haré que un día estéis orgullosos de mí.
- No digas eso, cariño. - Musitó Roy abrazando con
cuidado a su hija para no afectar a ninguno de los aparatos que tenía
conectados - Eso no es cierto. Te queremos, no importa lo que haya ocurrido,
eres nuestra hija. Te quiero más que a nada en el mundo, la culpa fue mía por
no saber comprenderte, pero desde ahora, te prometo que todo irá bien.
- Ya estamos muy orgullosos de ti, mi vida. Y eso
nunca va a cambiar. – Añadió Bertie. -
Y sonrió secándose algunas lágrimas al tiempo que,
con sumo cuidado, le colocaba el colgante con su crucecita pasándosela por la
cabeza.
-Nunca debí separarme de ella. - Musitó la apenada chica.
- No sé si merezco volver a llevarla…
-Siempre ha
sido tuya y siempre lo será, mi amor. - Le susurró afectuosamente su madre. -
-Eres lo
más preciado que tenemos, hija. Y a partir de ahora me voy a asegurar de que
nunca lo olvidemos. - Sentenció su emocionado padre.-
La muchacha sonrió a su vez sintiéndose mejor. Aquellas palabras para
ella eran como el mejor de los bálsamos. Y entonces su hermano entró corriendo
en la habitación, llegaba pletórico de alegría. Detrás de él iba Amatista. La
chica se unió al muchacho a la entrada del hospital y ambos venían sin apenas
hablar, directos a preguntar por Kerria, como solían hacer rutinariamente. Pero
cuando les informaron de que ésta había despertado apenas pudieron contener su
emoción, se abrazaron y rompieron a llorar alborozados. Después subieron a la
carrera, pero tratando de calmarse al llegar para no molestar a la paciente.
Leval se acercó a su hermana intentando contener su emoción. Pero Amatista, una
vez remitida la alegría, se quedó prudentemente apartada.
- ¿Qué tal estás, Ky? - Le preguntó cariñosamente
él, con esa afectuosa mirada que ella reconocía desde que ambos eran niños. -
- Muy bien- sonrió su hermana asegurándole con una
voz llena de serenidad. - Nunca he estado mejor.
- Ahora que te has despertado todo será más fácil,
enseguida te recuperarás. - Afirmó el chico con un alborozo apenas contenido.
-
Entonces, recurriendo a sus escasas fuerzas, Kerria tomó una de las manos de su
hermano. Le miró con ternura y susurró.
- Gracias Leval, por todo. Por contribuir a crear un
futuro mejor y hacer posible que yo participe de él. Solamente espero ser capaz de ayudarte a
llevar la carga que nos corresponde.
Su sorprendido interlocutor puso cara de no entender
nada y sonrió contestando con afecto.
-No sé de qué estás hablando, pero, en cualquier
caso, gracias, ¡cara de patata! Ya era hora de que vieras lo estupendo que es
tu hermano mayor.
Los dos sonrieron dándose cariñosamente la mano, y
el chico se inclinó para darle un beso en la mejilla lleno de ternura. Desde
luego que no tenía idea de a qué se estaría refiriendo Kerria. Seguramente
sería que su hermana aún estaba aturdida, pero Roy y Beruche se abrazaron
emocionados. Ellos sí que lo comprendían muy bien.
- Hija mía, ¿quién te ha dicho eso? - Le inquirió su
padre en voz baja, mientras Leval se levantaba dirigiéndose a la puerta,
ofreciéndole a Amatista que entrase. -
- Un hombre anciano, - les describió a Landar y
agregó sorprendida. - ¡Entonces no fue solamente un sueño! ¡Todo aquello
sucedió de verdad!
- Sí, cariño, pero eso ocurrió en el pasado, - le
respondió Beruche visiblemente emocionada, añadiendo animosa. - Ahora sólo
debemos pensar en el porvenir, hay que hacer un futuro mejor para todos.
- Sé que lo haremos, mamá. - Sonrió Kerria, plena de
seguridad y con él débil movimiento de un brazo señaló a Leval que estaba
de espaldas a ellos y añadió orgullosa. - Como lo hizo mi otro hermano
cuando nos salvó a todos.
Sus padres asintieron con la mayor de sus sonrisas. Pero fueron interrumpidos
por unos sollozos. Todos repararon en Amatista que no se atrevía a acercarse,
Leval trataba de consolarla y de convencerla, pero ésta se resistía.
- Amatista. - Susurró Kerria al percatarse de ello.
- Estoy bien, acércate.- Le pidió mientras sus padres le dejaban paso. –
La requerida se aproximó muy despacio sin querer mirar directamente a su
amiga, las lágrimas le caían y en cuanto no tuvo más remedio que alzar la vista
hacia Kerria y ésta le devolvió la mirada con una leve sonrisa no pudo
soportarlo. Se arrodilló junto a ella y rompió a llorar apoyando su cabeza en
el regazo de ésta.
- ¡Perdóname! - le pedía totalmente desolada. - Yo
te abandoné cuando me pediste ayuda, lo siento. ¡Te fallé cuando más me
necesitabas! – Pardonnez-moi
s’il te plait! - Repetía
abrumada por el remordimiento y el pesar. -
- Tranquilízate, - le pidió la convaleciente con un
tono suave y conciliador. - No lo pienses más. No tienes la culpa, Amatista.
¡Anímate!, ya estoy bien y todo volverá a ser como antes. Vamos, tú eres una
chica dura.
- No puedo, me siento tan culpable, - repuso su desconsolada
amiga. -
- Yo también me sentí así, pero alguien me explicó
que las cosas son mucho más complejas de lo que parecen. Suceden pues deben
suceder, tienen un porqué y debemos tomar parte en ellas. Vamos, tenemos que
dejar atrás el pasado y seguir adelante. Yo nos he perdonado a las dos,
perdónate tú ahora y seamos buenas amigas para siempre.
La aludida pudo volver a mirarla a los ojos con asombro. Su amiga estaba cambiada,
no tenía rastro de odio ni venganza, ni tan siquiera de amargura. No le
guardaba ningún rencor.
- Es cierto. - Añadió lentamente Roy. - Todos
hicimos mal y sufrimos por ello. Pero hay que seguir. Comenzando de nuevo.
- Vamos Leval, lleva a Amatista a descansar. La
pobre debe estar todavía más fatigada que yo, - sonrió Kerria para tratar de
eliminar aquella emotiva tensión. -
La francesa le devolvió una agradecida sonrisa y Leval la
acompañó solícitamente fuera.
-Es un milagro. - Suspiró la emocionada francesa. -
Gracias a Dios.
-Sí, así es. - Convino Leval. - Es maravilloso
tenerla de vuelta. Creí que iba a perderla, creí que mi hermana moriría. -
Sollozó ahora. -
El
chico no pudo evitarlo y rompió a llorar tapándose la cara con ambas manos.
Amatista le observó entre emocionada y sorprendida. Los últimos días Leval había
aguantado el tipo realmente bien, siendo él quién la animaba a ella, manteniendo
un talante positivo en esas terribles horas de tribulación. Ahora la tensión
tan enorme que ese pobre chico había soportado le pasaba factura. El joven se
sentó en un banco y ella lo hizo a su lado, abrazándole.
-Elle est ici avec nous, tout sera bien dorénavant. - Musitó la
joven al oído del chico.-
El chico asintió. Amatista notó un cosquilleo en su
estómago y aproximó su rostro al de él. Por un instante tentada estuvo de posar
sus labios en los del chico. En ese momento en el que aquel ambiente podría
propiciarlo. Aunque entonces se apartó levemente. Aquella sensación de embrujo
y tentación pasó, y la muchacha se avergonzó de sí misma.
-¡Pas du
tout!- pensó.- Sería indigno, aprovecharme de él en estas circunstancias.
Y la ocasión se esfumó, ella había
derramado alguna lágrima a su vez viendo al chico. Quería ser digna de él. No
podía ser tan rastrera para sacar partido de ese momento suyo de debilidad. Sin
embargo, Leval se rehízo al fin y tras restañar las suyas, sonrió, posando una
mano sobre otra de su acompañante y declarando.
-Gracias
Amatista. Eres una buena amiga. Has estado conmigo todo este tiempo. Te lo agradezco.
-No, yo…soy
yo quien tiene que daros la gracias. - Pudo balbucir la interpelada. - Por todo.
-Anda,
vamos a casa. Tus padres tienen que saber la noticia. Estarás deseando dársela.
-Sí. -
Suspiró la joven. -
Y así, se fueron a dar esa estupenda nueva a los
padres de la chica. Entre tanto los Malden dejaron descansar a su hija y les
contaron a los otros que estaba bien, hubo una gran alegría. Al poco, no
tardaron en telefonear a Japón. Fue Bertie quien quiso llamar de inmediato a su
gran amiga para darle la noticia. No obstante, en el apartamento de Ami no
había nadie. La doctora tuvo turno. Pero al terminar optó por ir al santuario.
Allí, su amiga la sacerdotisa continuaba los rezos. Ella se le unió. Tocando
aquel largo cordón y dando palmas, pidiendo con fervor por la vida de su
ahijada. Para sorpresa de la Guerrera Mercurio, vio a sus compañeras, Minako,
Makoto y Usagi, hacer lo propio, todas estaban allí. Tampoco faltaban Mamoru,
Luna, Artemis, e incluso Chibiusa. Ésta última hasta había venido desde el
futuro al hilo de una misión que estaba cumpliendo. Fue enterarse de lo que
sucedía y se unió al resto. Aparentaba ya ser una joven veinteañera, algo más
alta que su madre. Durante unos instantes nadie habló. Todos se mantuvieron
respetuosamente en actitud de oración. Tras unos minutos sonó el teléfono. Rei
no tardó en ir a contestar. Al poco salió transfigurada, con una enorme
sonrisa. Llevaba un teléfono portátil que entregó a Ami. Su amiga la interrogó
con la mirada, pero la sacerdotisa simplemente dijo, tratando de moderar su
emoción.
-Es para ti…
-¿Moshi moshi? – Dijo al estilo japonés, cuando de
pronto, inquirió. - ¿Bertie?... ¡Oh, gracias a Dios! - Exclamó pletórica de alegría.
- No… no me las des a mí. Ha sido Kerria, ella fue la que deseó curarse y volver…
Claro. Por supuesto, en cuanto pueda iré a visitaros. Espero que podamos ir
todos. O al menos algunos…Adiós. Y me alegro muchísimo…Si, yo también os
quiero.
Colgó el teléfono y el resto la rodeó con rostros expectantes, aunque optimistas.
Ami apenas si pudo hablar, solamente se aproximó a Usagi que la miraba con una
gran sonrisa. La Guerrera Mercurio se abrazó a ella y solamente pudo llorar,
aunque esta vez de felicidad. Y estuvieron así un buen rato, llorando y riendo
las dos.
-Lo siento, lamento haber roto las reglas. - Pudo
decir finalmente Ami que, no obstante, afirmó. - Pero lo volvería a hacer por
mis ahijados o por mis amigos.
-No tienes nada por lo que disculparte. - Rebatió
Usagi a su vez, replicando.- Soy yo la que debe pediros perdón a todas por
estas pruebas tan duras e injustas.
Al poco de escuchar eso las demás se las unieron
como una piña. Incluso los gatos derramaban lágrimas de felicidad. El propio Mamoru
tuvo que enjugárselas. Al fin, fue quién declaró con patente alegría.
-No todo tienen que ser sacrificios terribles, a
veces hay finales felices.
-Ella será alguien importante para el futuro, no te
quepa ninguna duda, Ami. Aunque tendrá todavía mucho camino que andar y
difíciles pruebas que superar, pero serán sus pruebas. - Añadió Usagi tras
separarse de su amiga. -
-Lo sé. - Asintió ésta con patente alegría y orgullo.
- Y las superará, estoy segura.
- ¡Es maravilloso! - Declaró Chibiusa que añadió. -
No le dije nada a Neherenia por no preocuparla, ella era amiga de la infancia
de Kerria. Pero ahora puedo explicarle lo sucedido y decirle que todo ha ido
bien…
-No hace falta que le cuentes nada de esto. Simplemente
continuad con su preparación. Algún día deberá entrar en acción, y ese día ya
no está tan lejano. - Le contestó Usagi. -
- Volveré con ella y las amazonas entonces. -
Convino la joven que repitió con visible alegría. - Me alegro mucho, es una
magnífica noticia.
Sus padres asintieron. El resto de las antiguas sailors y los gatos felicitaron
cordialmente a Ami por el feliz desenlace de su ahijada. Después, más
tranquilas y aliviadas se separaron. Los siguientes días tendrían muchas cosas
que hacer y asuntos urgentes que tratar…Y en Nueva York pasaron asimismo los
días y la todavía convaleciente jovencita se encontró totalmente restablecida.
Ahora sí que una de las pocas alubias que quedaban contribuyó a eliminar
incluso las marcas de sus heridas. Roy no pudo dársela antes a fin de no llamar
la atención. Finalmente le dieron el alta. Volvió a casa donde terminó por
recuperar fuerzas durante un par de semanas y después al instituto. Nadie se
metió ya con ella, pero, hubo una noticia que empañó la alegría. Para Kerria fue
muy duro pero su amiga Debbie se marchaba de la ciudad. Dos días después de ir
a visitarla al hospital la chica se enteró de que padre había sido trasladado
al oeste por trabajo y les había llegado el turno de irse. Además, les tocaba
pasar algo de tiempo con su otra hija. También Deborah ansiaba estar con su
hermana mayor y además se había prometido que si Kerria se recuperaba la
dejaría recomenzar su vida. Ese traslado tan oportuno le pareció una especie de
señal para afrontar lo que el destino le tuviera reservado. Algo dentro de su
corazón le decía que así debía ser. De modo que, pese al dolor que le suponía,
quiso cumplir su promesa. Tras de ese propósito fue a despedirse a casa de los
Malden. Roy cumplió su palabra y la recibieron con visible afecto. Al fin ambas
chicas pudieron hablar a solas para despedirse.
- ¿De veras
tienes que irte? - Le preguntó una llorosa Kerria. -
-Sí, debo hacerlo.
- Suspiró Deborah. -
-Podrías quedarte.
Creo que, si les pidiera a mis padres que te alojasen, lo harían. - Le propuso su
interlocutora. -
-No creo
que fuese una buena idea. - Sonrió su huésped. -
-Ellos lo
aceptan. Ahora lo sé. - Insistió su novia. -
Respirando hondo para evitar las
lágrimas, Deborah miró fijamente a su pareja y tomándola de las manos le
susurró con amor, pero también con pesar.
-No se
trata de eso. Tú y yo tenemos caminos distintos, Ky. Lo supe hace ya tiempo.
La expresión de su novia era una
mezcla de sorpresa e incredulidad, y así pudo objetar.
-Pero.
¿Cómo puedes estar segura de eso?
Y Debbie, sonriendo con un deje de
amargura, le comentó dejándola perpleja.
-Me lo dijo
el mismo que te ayudó a volver.
Kerria la miró estupefacta. Ella no
le había contado eso a su pareja. Quizás lo hubiesen hecho sus padres, pero como
si le adivinase el pensamiento, su contertulia movió la cabeza y le desveló.
-Tengo
visiones, ¿recuerdas?
Su novia asintió, ya más resignada
le pidió, sin poder desterrar la emoción de su tono de voz.
- ¿Me escribirás?
- Te lo prometo, - asintió Debbie asaltada por los
mismos sentimientos. – Pase lo que pase, siempre pensaré en ti…
Las dos se dieron un fuerte y largo abrazo y tras un último y romántico beso en
el que sellaron sus labios, Debbie se marchó. Aunque Kerria se deprimió un poco
por esto no tardó en empezar a recuperarse, había alguien más. La había apoyado
cuando todos le dieron la espalda y esperó en silencio. Como amigo ayudó a la
muchacha a superar su soledad, el vacío que le quedó después de la marcha de
Deborah. Con su ayuda, ella se puso al día en el instituto. El curso casi había
terminado y la chica lo estaba aprobando incluso con buenas notas. Aquellas tardes
de estudio tras las clases lo hicieron posible. La persona en cuestión era por
supuesto Brian. El chico se sentía muy feliz por tenerla nuevamente a su lado,
aunque solamente fuera de ese modo. Kerria le apreciaba como un estupendo amigo
y le había tomado mucho cariño, pero él estaba enamorado. Durante un tiempo,
tras la recuperación de la chica, ni siquiera se atrevió a planteárselo. Sin embargo,
después, pasando con ella tantas tardes, a veces en su casa, a veces en la de
la joven, entre estudios, repasos, alguna que otra broma y las sonrisas de
ella, sus sentimientos le llenaban de tal modo que iba a explotar si no podía
confesarlos. A pesar de haberlo hecho en el hospital no era lo mismo. Entonces,
el objeto de su amor estaba inconsciente. Ahora la tenía allí, junto a
él. Brian recordó que había pensado en callar para siempre, teniendo en cuenta que su
compañera se sentía atraída por las mujeres. Pero tras la marcha de Deborah
Hunter, aquello parecía haber quedado a un lado. Ahora Kerria no salía con nadie,
ni chica, ni chico. Excepto con Amatista, claro está. Pero evidentemente no por
esa clase de motivo. Y por si fuera poco la joven francesa le había comentado
en alguna ocasión que su amiga hablaba maravillas de él, y que quizás… ¿Quién
sabe? No le llegó a decir claramente que se lanzase, pero estaba clara la
invitación a que por lo menos lo intentase de algún modo. De hecho, una mañana,
en un descanso de las clases, la francesa le vio en el patio. Estaba acompañada
de Lana y de Sandra, las chicas que antes habían ido a prestar su apoyo a
Kerria.
- ¡Brian! - le llamó con afabilidad. - ¿Tienes un
momento?
-Sí claro. - Asintió él aproximándose a esas muchachas.
- ¿Qué tal, chicas? - Saludó amablemente. -
-Bien, gracias. - Sonrió Sandra, que no se recató en
guiñarle un ojo. -
- ¿Cómo llevas los finales de física? - Se interesó Lana.
-
-Con paciencia. - Suspiró él haciendo que las chicas
se rieran. -
-Kerria me ha contado que eres un excelente profesor.
- Comentó Amatista entonces. -
-La física no es lo mío. Pero me defiendo. - Repuso
modestamente él. -Es su hermano quien le explica esa materia.
-Claro, ¡qué tonta! NI me acordaba de que Leval es
un genio. - Sonrió la francesa mirando divertida a sus amigas quienes le
devolvieron un risueño gesto de complicidad. -
-Nos tenemos que ir, Sandra y yo debemos repasar
algunas cosas. ¿Verdad? - Intervino Lana mirando a su aludida compañera. -
Con
cierta desgana esta aceptó seguirla tras despedirse de Brian. Así pues, una vez
a solas, Amatista le comentó al chico.
-Perdona, he debido de equivocarme de asignatura.
Pero Ky me ha contado que la estás ayudando mucho en los estudios. Te está muy
agradecida.
-Supongo que todos estamos haciendo lo que podemos
para echarle una mano y que recupere el tiempo que estuvo convaleciente. -
Musitó el chico. - Tú, sin ir más lejos, la ayudas mucho en francés.
-Es verdad. - Admitió su interlocutora quien quiso
pasar a lo que realmente le interesaba. - Oye, yo paso todo el tiempo que puedo
con ella. Pero necesita salir más. Últimamente se dedica a estudiar y no hace
otra cosa.
-Todos estamos en lo mismo. - Comentó el chico,
recordando a su interlocutora. - Los finales se aproximan.
-Aun así. También tiene que salir a que le de el
aire. Me gustaría ir con ella, pero tengo que entrenar. Ya sabes…
-Sí. - Sonrió Brian, declarando con humor. - ¡Te
estás preparando para el pentatlón!
Amatista
se rio. Ese chico tenía una simpatía innata. Pudiera ser que si otro le hubiera
hecho aquel comentario hasta le pudiera haber sentado mal. Aunque nunca ocurriría
eso viniendo de él. No tuvo más remedio que admitirlo y suspirar, para decir.
- ¿Por qué no le pides un día que salga contigo? Me
refiero a ver una peli o a tomar algo, un paseo. ¡Ya me entiendes! Le hará bien
moverse un poco.
-Bu…bueno. - Pudo responder él, no exento de rubor ahora.
- Nada me gustaría más. Aunque no sé qué pensará ella.
-Pues pensará que eres un chico estupendo y estará encantada.
- Sentenció Amatista pidiéndole al azorado jovencito. - Tú sí que debes
pensarlo. ¿Eh?
Y no hubo tiempo para más, el timbre anunciaba la
vuelta a las clases. De hecho, durante todo el recreo, Kerria había estado en
su pupitre, repasando a conciencia para la siguiente hora de matemáticas. La
joven se tomaba muy en serio ahora el colegio. Quería que su familia estuviera
orgullosa.
-Lo prometí. Soy una Malden, y jamás faltamos a nuestra
palabra. - Pensaba tratando de espolearse.- Si ellos fueron capaces de hacer
todo eso por salvar el mundo yo no puedo fallar en aprobar unos cuantos
exámenes.
Y tan concentrada estaba cuando entró en el aula que
Brian no se atrevió a decirle nada. Así que estuvo tratando de decidirse
durante los siguientes días y tras sopesar todo aquello, el muchacho al fin se
lanzó a dar el paso. Trató de declararse una tarde cuando volvían del instituto
paseando hacia la casa de la muchacha. Ella comentaba algo sobre la cercanía de
las vacaciones cuando él dijo, lleno de prevención, dispuesto a tantear el
terreno en lo posible antes de aventurarse.
- Kerria. ¿Qué vas a hacer tú en vacaciones?
- No lo sé con seguridad, puede que vayamos fuera o
quizás vengan mis primas. - Respondió, realmente sin saberlo. -
- Si te quedas, ¿te gustaría salir? Bueno. - Añadió
cortado y con voz más queda. – ¿Querrías salir conmigo algún día?
- ¿Algún día?, ¡claro Brian! – concedió animadamente
ella asintiendo. - Quedaremos.
- Me refiero a salir en serio. - Le dijo él algo
colorado en cuanto reunió el valor. – Ya sabes…
Kerria se quedó atónita. No sabía que decir, desde luego ella no pensaba en eso.
Aun así, tras un embarazoso silencio, pudo componer una sonrisa jovial y responder
con aire evasivo.
- Bueno, ya hablaremos ¿vale? Ahora tengo que volver
a casa, es tarde, ¿me acompañas?
Su interlocutor asintió sin atreverse a insistir más. Aunque pensó que la había
fastidiado. La chica no daba la impresión de sentirse nada cómoda al oír
aquello. De modo que, sin hablar más, acompañó a Kerria a la entrada de su casa
y se despidió hasta el día siguiente. La muchacha le observó alejarse con un gesto
demudado. Ella misma se sentía muy confusa.
- ¡Oh Dios!- Suspiró la muchacha, pensando con
zozobra.- Espero que no se esté enamorando de mí o algo parecido. No quiero
hacerle daño.
Kerria
tampoco olvidada como se comportó con él cuando estuvo poseída por esa parte de
maldad que albergaba en su alma. Esa oscuridad llamada Devilish Lady. ¡Ojalá
pudiera ignorar aquello! Aunque, por suerte para ella, tras su recuperación, el
muchacho y el resto de la gente debieron asumir que no se acordaba de nada.
Mucho mejor así.
-A veces cuando le miro y pienso lo que hice en esa
parada de autobús, quisiera morirme de vergüenza. - Se decía realmente apurada.
- Otro hubiese pensado que yo era una zorra cualquiera. Pero él siempre es muy
considerado y jamás me lo ha recordado. Pero ese es otro motivo por el que no
quiero que se haga falsas ilusiones. ¡No merece sufrir por mi causa!
Así pues, los días sucesivos fueron algo tensos
entre los dos. Ella apenas sí cruzaba algunas palabras con él. La muchacha, ya
fuera de modo consciente o no, intentó distanciarse. No era tan accesible a
quedar ni incluso a estudiar, afirmando que no deseaba lastrarle demasiado o
que necesitaba estar sola para concentrarse. Ni que decir tiene que él no se lo
creía y se sentía mal consigo mismo, reprochándose por haberse precipitado. O
peor aún, haber estropeado la hermosa amistad que les había unido. Pasaron unos
días y Brian no hizo el menor intento de repetir la pregunta. Quedaba ya poco
para las vacaciones, él decidió prudentemente esperar. Quizás Kerria estuviera
preocupada por las notas y eso ponía aún más trabas. Pero una vez resuelto este
problema intentó verla, aunque a ella siempre le venía mal, le daba alguna
excusa que impedía el poder quedar. Un día ya no pudo más. Armándose de valor,
el chico fue a su casa. Llamó a la puerta y fue Roy quien le abrió.
- ¡Hola Brian!,- sonrió éste que también apreciaba
bastante al muchacho. - ¿Vienes a ver a Kerria? - Le inquirió con voz amable. -
- Sí, señor, - pudo decir este algo avergonzado. -
Me gustaría invitarla al cine, si a usted no le importa. - Se apresuró a
matizar con palpable respeto. -
- ¿A mí? - Rio Roy añadiendo con humor - ¡Ja,
ja, ja!, no voy a ser yo el que vaya al cine contigo, muchacho. Eso tendrás que
preguntárselo a mi hija.
Y para subrayar sus palabras le dio una “cordial
palmada” en la espalda a Brian que avanzó un par de metros con el impulso.
- Verá, señor Malden. - Añadió el chico tratando de
recobrarse del "golpecito" y confesando. - El caso es que me da apuro
volvérselo a pedir. No quiero que crea que yo…
Su interlocutor le miró y asintió con simpatía, se hacía cargo de lo que le
sucedía al pobre chaval, pero no quiso evidenciarlo mucho y respondió
despreocupadamente para tratar de aliviar la tensión de éste.
- Espérate aquí, voy a avisarla. Le diré que estás
esperándola. ¡Pero siéntate, hombre! ¿Qué quieres tomar?
- No, nada, muchas gracias, de verdad. - Repuso
Brian casi tartamudeando de azoramiento. -
El anfitrión miró al chico sentado de forma tensa, parecía un palo. ¡Pobre
muchacho! quedaba claro que estaba
colado por Kerria y que se había decidido a ir a verla a costa de un enorme
esfuerzo para vencer su timidez. Roy se sonrió ligeramente. Ese chaval era
estupendo. ¡Ojalá su hija lo viese!
-Anda, te dejaré puesta algo de música para que te
animes. – Comentó jovialmente mientras buscaba un antiguo cd. Al encontrarlo se
sonrió comentándole al chico. - Escucha bien este tema. ¡Esto sí que era
componer, muchacho! No las tontadas que hacen ahora. Seguro que te resultará
interesante escuchar esta canción mientras aguardas. Da en qué pensar.
Y sin
esperar respuesta del azorado chico conectó el reproductor… Y allí le dejó, escuchando
aquella magnífica canción que a buen seguro podría aplicarse.
En todo el tiempo que te he conocido
Has estado inquieta y nerviosa
Nunca he querido poseerte
A decir verdad, Roy sabía que ese crio se había
enamorado de su hija desde que se vino a vivir a una urbanización cercana,
entró en el mismo instituto, y la conoció haría poco más de un año. Si mal no
recordaba aquella vez que, jugando en el jardín, lanzó fuera la pelota y Kerria
fue a recuperarla, creyó ver a ese chico observándola desde la distancia. Y se
quedó allí un buen rato… Hasta que la muchacha entró en casa.
-Creo que desde entonces el pobre se quedó colgado
de mi pequeña. - Se sonrió. - Y no me sorprende nada…
Era consciente del peligro
De hacer una oferta por tus favores
Eres una extraña tan natural
Puse excusas y corrí
Y además Leval le contó cómo ese chaval tan noble
trató de apoyarla siempre. Aguardó y sobrellevó todo lo que había ocurrido,
temiendo al principio que otros muchachos más decididos y tan atractivos o más
que él, le tomasen la delantera (lo cierto es que, con su pelo castaño, ojos
azules, cuerpo de algo más de metro ochenta y peso medio no estaba nada mal).
Eres una isla
Pero no puedo dejarte fuera en el mar
Estás tan violenta con tu silencio
Eres una isla
No puedo dormir
-Este crío es demasiado parado. Me recuerda a mi
amigo Tommy, ¡ah!, el paleto de Kansas, al principio era igual. - Se sonrió Roy
divertido, en tanto subía las escaleras hacia el piso de arriba.- O espabila o
no se comerá un rosco con mi niña, ¡ja, ja!
¿No hablarás conmigo?
Estoy en una tierra seca
¿No me ayudarás?, por favor
Pero Roy lo podía comprender. Seguramente cuando ese
muchacho supo por qué Kerria no salía con otros chicos aquello debió de ser un
gran mazazo para él. Si ella no tenía interés por los hombres y solamente se sentía
atraída por las mujeres, nunca tendría la más mínima oportunidad. Cuando todo
el mundo supo lo de ella y Debbie, él seguro que se creyó morir. Pero pese a todo no
quiso apartarse de su lado. Aunque fuera como amigo quería estar cerca. Los
Malden habían comprobado cómo iba a casa a ayudar a su hija a estudiar, ponerse
al día con los trabajos y siempre de forma amable y solícita. También Bertie
estaba encantada con ese crío. Kerria no podría tener a nadie mejor para
recuperar el tiempo perdido y centrarse. Incluso la propia chica, hablando
alguna vez con sus padres, lo admitió. En opinión de ella era de los pocos que
no la desnudaban con la mirada y esa apreciación era compartida por bastantes
compañeras del instituto que hubieran salido con él de buena gana. En realidad,
Kerria no desconocía que muchas suspiraban por ello. Aunque lo que la joven
ignoraba era que las otras sabían que el corazón de Brian tenía dueña. Incluso
les daba pena, ese chico no merecía tener tan mala suerte. No obstante, desde
que la hija de los Malden había vuelto recuperada de ese “accidente”, las cosas
cambiaron mucho y, sobre todo, tras la marcha de Debbie, su comportamiento fue
cada vez más abierto hacia el chico. Y como quedó en repetidas ocasiones con
él, las habladurías entre sus condiscípulos comenzaron a extenderse. Amatista,
por ejemplo, era de las que consideraba la posibilidad de que Kerria hubiera variado
en eso. En honor a la verdad, y aunque la actitud de la francesa había cambiado
y se había abierto, comprendiendo el derecho de su amiga a ser como ella
quisiera, no dejaba de desear que se fijase en Brian. En parte porque era un
chico tan encantador como Leval y en otra porque sencillamente era eso, un chico…
En todo el tiempo en que te he conocido
Ha habido algo entre nosotros
No creo que sea mi imaginación
Y otra cosa que contribuyó a su teoría del cambio
fue que, cuando charlaba con Kerria y sacaba el tema de Brian, ella le contó el
intento del muchacho, pero no expresó ni mucho menos desagrado. Solamente alegó
sentirse confusa y no querer hacerle daño. Pero, eso no lo sabía aquel pobre
chico, él solo veía que ella no le hacía mucho caso. Hasta Roy, ajeno a toda
esa maraña de teorías y cuchicheos juveniles, se daba cuenta de que últimamente
ella rehuía a ese muchacho y ahora comprendía el porqué. Terminó de subir las
escaleras y llamó a la puerta de su hija que ahora podía oír esa misma canción
pues su padre se había ocupado de ponerla a buen volumen con toda intención.
Sentí como si no pudiera tocarte
Pero tuve el sentimiento de que te hubiera gustado
Contarme la verdad si pudieras hacerlo
Inventé excusas y corrí…
- ¿Sí?,- contestó la interpelada. -
- Soy yo, cariño. ¿Puedo pasar?
-Claro, - repuso jovialmente ella abriendo la
puerta. -
-Verás Kerria, Brian está abajo esperándote. Quiere
invitarte al cine. O eso ha dicho, cuando ha sido capaz de pronunciar dos
palabras seguidas. - Le informó un risueño Roy aguardando interesado su respuesta.
-
Pero no
puedo dejarte fuera en el mar
Eres
demasiado violenta con tu silencio
Eres una
isla.
No puedo
dormir
¿No
hablarás conmigo?
La muchacha suspiró largamente dejándose caer en su cama, parecía desorientada
y su jovialidad se había extinguido dando paso a una dubitativa y rebuscada
réplica en tanto jugueteaba con la trenza que tenía hecha.
- Papá, dile que no puedo. Tengo que estudiar
- Ya has estudiado bastante. - Sonrió éste que opuso socarrón. - Y llevas aquí
aburrida durante toda la mañana.
- Iba a llamar a Amatista. - Arguyó improvisadamente la
muchacha. -
- No es verdad- rebatió su padre que pasó a
recordarle con tono divertido. - Amatista llamó ayer para decir que se iba con
sus padres unos días. Y tú lo sabes.
- Papá, por favor - suspiró Kerria como si quisiera
una tregua. - No puedo salir con él.
- ¿Cuál es el problema, hija? - Inquirió Roy ya más
en serio. - Brian es un buen muchacho.
- Sí, lo sé. - Admitió pesarosamente ésta. -
Demasiado bueno, le quiero mucho y por eso mismo no deseo darle falsas
esperanzas, luego le haría mucho daño. Y no podría perdonármelo. Él no se
merece eso.
- Bueno, ahora al menos sólo quiere invitarte al
cine, pero eso debes decidirlo tú. Recuerda hija que te quiere mucho y te ha apoyado
cuando lo necesitabas, no puedes dejarle plantado ahora. - Aseveró su padre,
aunque lo hizo sin ningún tono de reproche. – Tú sabes que eso no estaría bien.
- Sí, es verdad - convino Kerria, aunque enseguida
matizó entre resignada e inquieta. - Pero él no sólo quiere invitarme al cine,
quiere que salgamos, que seamos novios. Yo le aprecio muchísimo, pero como si
fuera un hermano, no estoy enamorada de él. No puedo hacérselo creer.
Estoy en un páramo
¿No me ayudarás?, por favor
Estoy en un páramo
¿No me ayudarás?, por favor
- Pues no lo hagas. - Le respondió Roy añadiendo con
tinte paternal. Añadiendo con mayor contundencia. - Mira hija. Puedes ser
clara y darle a entender que no deseas esa clase de relación. Las mujeres
tenéis mil maneras de hacerlo sin que duela o al menos de manera suave. Pero lo
que no está bien es que le rompas el corazón al muchacho negándote a verle. Ir
al cine no significa nada hoy en día. Además, seguro que os divertiréis. El
chico tiene buen gusto y no únicamente para elegir chica. ¡Seguro que la peli
es buena y, en confianza. - Musitó divertido. - El pobre es un pardillo, ¡me
apuesto lo que sea a que le sacas una invitación a palomitas de esas dulces que
tanto te gustan desde que eras pequeña! ¡Ración extragrande! - Remachó con
renovada jovialidad. –
Eres una isla
Pero no puedo dejarte fuera en el mar
Eres demasiado violenta con tu silencio
Eres una isla.
No puedo dormir
¿No hablarás conmigo?
La aludida no se rio con la broma, sino que guardó silencio durante unos
instantes. Aquella era una difícil decisión. Quería sopesarlo todo. Pensaba en
ese muchacho y siempre le veía tratando de ayudarla, animándola y siendo casi
su confidente. Ella no quería romper aquello. Sin embargo, si se negaba a verle
una y otra vez eso también sería muy injusto. ¿Acaso tenía que castigarle por
lo que él sentía? No, se había propuesto firmemente no hacer sufrir a nadie
más. Y volvía a hacer memoria, no dejando de recordar avergonzada como actuó
cuando le vio en esa parada de autobús. Por muy Devilish Lady que fuera
entonces, en el fondo no dejaba de ser ella. Y precisamente fue con Brian con
quién, a pesar de estar dominada por el mal en ese momento, no quiso ser cruel.
¡Ni siquiera entonces!
- ¡Hasta ese monstruo le estimaba! - Meditó con
asombro la muchacha admirándose de que incluso su yo oscuro fuera incapaz de
herir a Brian. - Incluso siendo Devilish Lady fui sincera con él.
Quizás, muy dentro de su corazón, eso significase
algo. De todos modos, no podría descubrirlo a menos que le diera una
oportunidad al chico. ¡Aunque solamente se tratase de invitarla al cine y a una
buena ración de palomitas dulces con refresco! Pensó más aliviada que hasta
ahí, sí que podía llegar.
- Vale - sonrió Kerria convencida. - Tienes razón,
papá. Dile que me espere, tardaré un poco en arreglarme. Una cosa es que
salgamos como amigos, otra muy distinta que me vea hecha un desastre.
- ¡Ja, ja, ja! Ya hablas como tu madre. - Se rio su
interlocutor, añadiendo jocoso. - Podrías ponerte un saco de patatas por
vestido y ese pobre chico seguiría deslumbrado.
Kerria
movió la cabeza con una media sonrisa. ¡Su padre tenía cada ocurrencia! Aunque
quizás no estuviera exento de razón en este caso. Aun así, pudo musitar algo
avergonzada.
-No te pases, yo no me arreglo tanto como mamá. Y,
además, no quiero hacerle esperar mucho. -Y tras suspirar largamente, le pidió
a su divertido progenitor. - Por favor, dile que enseguida voy.
- ¡A lo mejor se está cansando de estar sentado ahí
abajo como un palo y se va sin ti!- Exclamó su contertulio con una
risotada, haciendo que su hija riera divertida aun a su pesar, y él agregó con
animación e incluso ternura.- ¡Claro que te esperará!
Estoy en un páramo
¿No me ayudarás?, por favor
Estoy en un páramo
¿No me ayudarás?, por favor
(Dry Land. Marillion. Crédito al autor)
-Sí, ya oigo que le has puesto esa música de tu época.
- Comentó ella ahora con tintes divertidos y hasta sarcásticos. - Debe de estar
disfrutando muchísimo de ella.
- ¡Hey!, pues claro que lo hará. Es la mejor música
del mundo… y con mensaje. - Afirmó su padre. - Escucha bien y te enterarás…
-Ya lo he hecho.
- Asintió ella. - Con que un páramo… tierra seca. ¿Eh? Pues vaya sitio tan
agradable al que le has enviado.- Se burló con tono travieso.-
Empero, su interlocutor sonrió
mirando a su hija y sentenció con ternura para responder de igual modo.
-Entonces
no seas una isla en medio del mar…y no dejes por mucho tiempo al pobre chico en
medio de ese páramo. No se lo merece… ¿no crees? ¡Ayúdale!
Kerria
le devolvió una mirada de estupor, Roy se limitó a sonreír, dejó a su hija pensando
en aquellas palabras y bajó a decírselo al muchacho.
-Es bonita…- Musitó la muchacha abandonándose por
unos instantes a esa melodía que volvía a sonar para meditar. - Inquieta y nerviosa.
Sí, puede que haya comportado contigo como dice esa canción…Brian. Y es verdad,
no lo mereces…
Por su parte, su amigo también escuchó creyendo
descubrir a lo que el padre de Kerria se había referido.
- ¡Ojalá pudiera expresarme así contigo! - Pensaba
entre reflexivo y turbado.- Si tan solo fuese capaz de decirte lo que siento de
una manera tan hermosa…
En eso que vio llegar al señor Malden. Sin dejar de
sonreír éste le comentó con tono afectuoso.
-Tendrás que ser paciente y darle algo de tiempo a
mi hija…- Y ante la mirada atónita del joven, que pensó que quizás iba a
anunciarle la negativa de Kerria a ir con él, Roy añadió mirándole divertido
para precisar. - Se está cambiando de ropa. Ya sabes cómo son las mujeres. Enseguida
bajará…y podréis iros…
Al escuchar aquello la cara de ese chico
resplandeció. El pobre ocultó su alegría a duras penas. Al poco llegó Beruche
que se reunió con su marido y el invitado y amablemente le preguntó por sus
padres. Éste, pese a la timidez que le asaltaba, respondió educadamente como
siempre.
-Muy bien, gracias, señora Malden. Les envían saludos.
-Y dime. - Quiso saber Bertie sonriéndole con afecto
casi maternal. - Qué película vais a ir a ver. -
-Pues… la verdad…ni me había parado a pensarlo. Yo…-
Afirmó el azorado chico que ya no sabía dónde meterse. - ¡Vaya fallo! ...-Suspiró
llevándose las manos a la cabeza. -
Los
Malden se miraron esbozando sendas sonrisas. ¡Pobre chico! Estaba tan
avergonzado y nervioso que les inspiraba mucha ternura.
-Te recomiendo la última de dinosaurios que han
sacado. Tiene unos efectos especiales bestiales. Y nunca mejor dicho. ¡Los
bichos parecen de verdad! - Exclamó Roy para echarle un capote. Visiblemente
divertido, eso sí, con la cara tan colorada que se le había quedado al pobre
crío. Más cuando jocosamente agregó. - ¡Ja, ja efectos bestiales, para esas
bestias! ¿Lo pilláis?
Bertie
movió la cabeza con una media sonrisa. El atónito muchacho esbozó otra de
compromiso.
- Sí, claro. Es una buena idea, señor Malden. Aunque
no sé si a Kerria le gustarán esa clase de películas. - Opuso tímidamente Brian.
-
- ¿Qué si le gustan? ¡Le encantan! Te lo digo yo…- Afirmó
el interpelado con rotundidad. -
-Seguro que en la cartelera habrá unas cuantas que
le gusten a mi hija. Lo pasareis muy bien. - Añadió Bertie con tono más suave.
- No te preocupes por eso. Lo principal es la compañía…y de eso no se podrá
quejar, es inmejorable.
El chico se
puso colorado hasta las orejas. Los Malden sonrieron dedicándole una afectuosa
mirada. Y entre tanto la muchacha se arregló y
bajó al cabo de unos minutos con una blusa blanca y unos pantalones vaqueros
azul oscuro, con su cabellera castaña clara suelta bien cepillada y cayéndole
sobre los hombros, un ligero maquillaje y labios carmesí.
- ¿Nos vamos, Brian? - Le preguntó ella con su
cálida sonrisa que siempre dejaba fuera de combate al pobre muchacho. -
- ¿Eh? Claro, bueno, hasta luego señores Malden. -
Se despidió él muy azorada y entusiásticamente. –
- ¿A qué hora tengo que volver? - Inquirió la muchacha.
-
-Hija, es temprano, no creo que una película dure
tanto como para que se haga de noche. - Comentó despreocupadamente Roy,
añadiendo no sin un tono algo pícaro. - Después del cine, idos a tomar algo por
ahí.
Beruche
le miró sin poder disimular su perplejidad. No obstante, convino en eso con un
leve asentimiento de cabeza y una sonrisa, para agregar.
-Nos fiamos de vuestro buen juicio para volver a una
hora razonable.
-Gracias. - Sonrió la muchacha contenta de tener esa
confianza. - Hasta luego entonces.
-Adiós, y muchas gracias. - Pudo decir el azorado
muchacho a su vez, siguiendo de inmediato a su cita que ya salía por la puerta.
-
Los padres de Kerria correspondieron con sendas sonrisas y aprobatorios
ademanes de cabeza. Así, los muchachos se fueron. Salieron los dos de la casa y
Bertie y su esposo los vieron alejarse charlando con animación. Su hija incluso
parecía reírse tras un comentario del chico que ahora reía también.
Posiblemente le estaba contando alguna de las ocurrencias de Roy…
- ¡Pobre crío! Está totalmente coladito por nuestra
hija. - Suspiró Bertie sin dejar de sonreír con simpatía mientras le veía
marchar. – Desde aquí casi que se le puede escuchar palpitar el corazón.
Su esposo asintió, antes de responder.
- ¿Sabes Bertie? Pues a mí me gusta mucho ese chico.
Ese corazón que, como tú has dicho, tanto le palpita cuando está cerca de
nuestra niña, es muy noble y es fácil darse cuenta de que la quiere de verdad.
¿No crees que sería estupendo que los dos?...
- Roy, - le recordó suavemente Beruche sonriendo - ya
sabes que Kerria…
- Sí, vale. - Intervino él sin dejarla terminar la frase.
- Pero, quizás pueda cambiar. No porque
yo lo diga, puede que sea Brian quien obre esa transformación. ¡Mírale!, si tú
misma has dicho que es adorable, cubito. - Repuso él deseando que así fuera. -
¿Me vas a decir que no te gustaría un muchacho así por yerno?
Su esposa meneaba la cabeza, aunque con una sonrisa. ¡Su marido no se daría
nunca por vencido! Desde luego, Roy en eso pensaba igual que Amatista, incluso
la propia Beruche no vería aquello con malos ojos, en absoluto. Y ¿por qué no?
A ella le parecía también que a Kerria se le alegraba la mirada cuando estaba junto
a aquel jovencito tan encantador. Y el muchacho en cuestión, siguiendo el
consejo del señor Malden, le propuso a su amiga ver esa de dinosaurios.
-Tu padre me dijo que te gustaban esta clase de
películas…- Musitó con timidez. -
-No están mal. - Concedió ella añadiendo eso sí, divertida.
- Pero no te fíes mucho de mi padre. ¡Es muy bromista! Le encanta tomar el pelo
a la gente.
-Sí, lo es. - Admitió el joven. - Y muy amable, como
tu madre.
Su
contertulia asintió. En eso que ya estaban a punto de entrar. Brian se adelantó
a pagar las entradas.
- ¿Dónde te gusta más? En el centro, o por los
lados…delante…
La
chica le detuvo con una sonrisa. Declarando con jovialidad.
-Donde quieras.
Brian
las sacó centradas y hacia atrás, de las últimas filas. Los dos tomaron asiento
y él se ofreció a comprar palomitas y algo de beber. Kerria asintió sonriente.
-Enseguida vuelvo. Espero que me dé tiempo antes de
que empiece. - Casi balbuceó el pobre chico. - Con suerte no habrá mucha gente.
Su
acompañante le vio ir rumbo al bar, desde luego que no le desagradaba en
absoluto salir con él. Aunque pese a todo le consideraba un buen amigo. A veces
no obstante sentía algo extraño cuando estaban juntos. Sobre todo, ahora, en
aquella mágica penumbra de la sala, tan próximos los dos. La misma Kerria tuvo
que admitir que volvía a sentirse confusa, aunque fuera en contadas ocasiones. Tampoco
podía evitar acordarse de Debbie, cuando las dos había ido a ver alguna
película, atrás de la sala, y con la cómplice oscuridad, sonreían y se besaban.
Desde luego que no se imaginaba haciendo lo mismo con Brian. Aunque quizás,
dando tiempo al tiempo. ¡Quién sabe!...
- ¿Qué debo hacer? - Se decía con algo de
inquietud.- Él ya sabe perfectamente cómo soy… y a pesar de todo…no puedo dejarle
creer algo que nunca será posible...al menos eso creo.
Y
el chico retornó justo a tiempo. Así vieron aquella película e incluso en algunas
escenas de sobresalto la joven le agarró involuntariamente de un brazo
produciendo el consiguiente sonrojo de Brian. Desde luego que lo pasaron bien y
esa tarde quedó grabada en el corazón del chico que no podía latir con más
fuerza sin ser precisamente a causa de la acción de ese filme. Aunque todavía
no había terminado esa “cita”. Al salir del cine, Brian le propuso.
- ¿Quieres tomar algo? Me refiero a cenar.
-La verdad, estoy llena con tantas palomitas. -
Declaró sinceramente Kerria.-
Aunque
notando la decepción en el gesto del chico, no tardó en añadir.
-Pero un refresco estaría bien.
Y
eso obró enseguida la transformación en la expresión de Brian, sonrió diciendo solícito.
-Aquí cerca hay un sitio en el que hacen muy buenos
batidos de frutas.
-Vamos entonces. - Convino ella. -
Así
lo hicieron, y el remate de la velada no estuvo mal. Charlando sobre la
película y otros temas triviales. Al fin volvieron a sus casas. Brian acompañó
a la joven hasta la puerta de la suya. Antes de despedirse ella le sonrió para
decirle.
-Muchas gracias, lo he pasado muy bien.
-Gracias a ti. - Contestó él, sin saber que añadir.
-
-Ya nos veremos. - Replicó la muchacha. -
El
chico asintió, ella le dijo adiós con la mano y entró en casa. Brian suspiró dándose
la vuelta y retornando a la suya. Se sentía muy feliz, ella volvía a ser como
antes, cercana y relajada a su lado.
-No debo insistir, podría estropearlo de nuevo. Debo
tener paciencia. - Se aconsejó el muchacho. -
Kerria
por su parte entró despacio y cerró lo más silenciosamente que pudo. Aun así,
sus padres la vieron cuando pasó cerca del salón.
- ¿Qué tal, cariño? ¿Lo habéis pasado bien? - Quiso
saber Bertie. -
-Sí, mamá. - Replicó la muchacha. -
-Has vuelto muy pronto. - Comentó Roy. - Podríais
haber cenado por ahí. ¿Qué pasa? ¡Es que Brian no llevaba bastante dinero! ¿O
es que ha resultado ser un tacaño? - Exclamó divertido. -
-Papá. No fue por eso. Estaba llena de comer tantas palomitas.
- Admitió Kerria, agregando caso divertida. - En eso tenías razón. El pobre me
invitó un par de veces al tamaño grande.
- ¡Hija! - Suspiró Bertie entre divertida y reprobatoriamente.
-
-De veras, no quería que se gastase tanto, pero me gustan
mucho las palomitas de caramelo. - Confesó algo apurada. -
-En cualquier caso, no me parece correcto lo que has
dicho, Roy. - Añadió la madre de la muchacha, reivindicando. - Suena muy machista.
Nuestra hija tiene dinero y puede pagar por sus cosas. El hecho de que Brian
sea un chico no significa que deba pagar él.
-Él quiso invitarme también a la película, pero yo
pagué mi entrada. - Se defendió Kerria. -
-Bueno, cubito. A ti no te importaba que pagase yo.
- Le recordó su marido, haciendo que se pusiera colorada. -
-Eran otros tiempos. - Contestó al fin su
interlocutora quien agregó, dirigiéndose con un cómplice guiño se ojo a su hija.
- La próxima vez, te toca a ti invitarle.
La chica asintió, esbozando una leve sonrisa. Dio
las buenas noches a sus padres y subió a su habitación. Estaba algo cansada
pese a todo. Se tumbó en la cama tras ponerse el pijama y miró su teléfono
móvil. Jugueteando un poco con los números que tenía guardados inevitablemente
llegó al de Debbie. Llegó a pensar incluso en llamarla, con el pretexto de
contarle esa especie de cita. Al menos así podría escuchar su voz. Pero se
contuvo.
-No, no podría soportar oírla y saber que está tan lejos.
- Se dijo con pesar.-
No
había vuelto a contactar con ella desde que se fue más que por algún mensaje
esporádico. Kerria no podía dejar de pensar en ella. A veces se decía que podría
preguntarle dónde vivía ahora para ir a visitarla. Aunque únicamente fuera por
unos días, cuando llegasen las vacaciones. Otras veces temía que su novia
hubiera conocido a otra chica y rehecho su vida con ella. Pudiera ser que el
recuerdo de su antigua relación pudiera serle embarazoso.
-Dijo muy claramente que nuestros caminos tenían que
separarse. - Recordó con amargura y tristeza. -
No
quiso pensar más en ello, ocupó su mente en aquella estupenda tarde que había
pasado con Brian. Ese chico estaba ayudándola a sobrellevar la ausencia de
Debbie mucho más de lo que él podría llegar a imaginar. Apenas pudo esbozar una
sonrisa al recordar las palabras que su madre le dijo antes de subir a su
habitación.
-Bueno, en eso lleva razón. Tendré que invitarle yo
a algo también. No quiero que Brian piense que soy una gorrona.
Y eso dio lugar a otra cita para ir al cine que
tardó unos días en producirse. Así pasó el tiempo, llegando las ansiadas
vacaciones. Durante esas semanas mientras tanto, Leval también terminó su curso
con unas notas excelentes y como hiciera su primo el año anterior, ingresó en
la academia militar como aspirante superando la preselección, listo para
prepararse las definitivas pruebas de acceso. Aprovechando el verano decidió
entrenar duro con su padre y Mazoui. Deseaba ser digno heredero de su familia y
pese a la alegría que tenía por la recuperación de su hermana no bajaba la
guardia pensando en aquellos malnacidos sectarios. Por su
parte, las madres de los chicos y el resto de sus compañeras, hablando también de
lo acontecido con esos sicarios de la secta y reconociendo que ya no eran tan
jóvenes, decidieron dar el relevo como luchadoras de la justicia a sus hijas,
tal y como Cooan había hecho. Querían que las muchachas se preparasen a fin de
no estar indefensas ante otros posibles ataques.
-No lo sé.
- Suspiraba Esmeralda, mirando a Karaberasu y a Beruche, que se habían citado
en casa de la diseñadora para debatir aquello. - Es algo tan importante y
difícil. No quiero cargar a mi hija con una responsabilidad como esa.
-Y nosotras
tampoco a las nuestras. - Terció Kalie, comentando con inquietud. - Pero sabes
perfectamente lo que está en juego. Por eso vine enseguida, en cuanto mi
hermana me llamó para que discutiéramos esto. Mi esposo y Kathy creen que he
venido a ver a Mazoui por unos días, mientras ellos vuelven de visitar a
nuestros parientes de Irlanda. Y pienso que Bertie tiene razón. Tendríamos que
pensar en darles el relevo a nuestras hijas. Nosotras ya vamos cumpliendo años.
No somos tan jóvenes ni estamos en la misma forma que antaño.
-Pero tenemos
mucha más experiencia. - Argumentó Esmeralda. - Eso lo compensa de sobra.
-Es verdad.
Pero, precisamente por eso, el enemigo no es estúpido y podría eludirnos como
blanco para atacar a nuestras hijas. Son el eslabón más débil. Ya visteis como
se cebaron en la de Kalie, en la mía y en la de Cooan. - Intervino Beruche. - Y
podría ser cuestión de tiempo que fuesen a por Amatista. Es la única que les
falta.
La diseñadora sintió un escalofrío
recorrer su espalda. A su pesar asintió. Aquella mera idea le resultaba
insoportable y terrible. Aunque era una opción muy real. Sus enemigos pensarían
que sus hijas serían presa fácil y desgraciadamente esos canallas no andarían
errados. Pese a las apariencias y lo que habían vivido, Amatista, Kerria, Katherine
e Idina, eran apenas unas niñas,
demasiado ingenuas para saber reaccionar ante esos monstruos. Aunque hasta
ahora habían tenido suerte. Empero, ninguna de sus madres quería tentar a la fortuna
en exceso.
-Está bien.
- Suspiró Esmeralda. - Aunque no sé si tendremos que pedir permiso. Ya me
comprendéis.
-No creo
que haya ningún problema. Cooan ya le traspasó a su hija su poder. Es más, por
lo que nuestra hermana nos contó, su piedra de la justicia no quiso volver con
ella. Era como si hubiese decidido permanecer con nuestra sobrina Idina como su
nueva dueña. - Le contó Karaberasu. -
-De todas
formas. La idea de Esmeralda de consultarlo es buena. ¿Quién mejor que nuestras
amigas para aconsejarnos en algo así? - Comentó Beruche. -
Y sus
interlocutoras convinieron en eso. De modo que Bertie llamó a Usagi para
consultárselo.
- ¿Moshi moshi?
- Contestó la joven japonesa. -
-Hola,
Usagi-chan. - La saludó Bertie. -
-Bertie-chan.
Me alegra mucho escucharte. ¿Qué tal va todo?
-Muy bien, ahora
las cosas están tranquilas. Al menos de momento. - Replicó jovialmente su
interlocutora que agregó con un tono ya más serio. - Sin embargo, no sabemos
hasta cuanto podrá durar… por eso quisiera consultarte algo…
La expresión de su oyente se tornó
más seria también cuando respondió.
-Tú dirás.
-Hemos
pensado que nuestras hijas deberían seguir los pasos de Idina. - Le confió sin
más rodeos. - ¿Qué opinas?
-Esa es una
cuestión que solamente vosotras debéis decidir. - Repuso seriamente la interpelada.
- Recordad que sois Justicieras, no Sailors. No me debéis lealtad, ni estáis
destinadas a ser luchadoras por la justicia para siempre.
Bertie suspiró, así debería ser, sin
embargo, no se recató de confesar.
-Tenemos
algo de miedo. Es una enorme responsabilidad… Nosotras sabíamos lo que
significaba luchar y enfrentarnos al mal. O incluso ser parte de él. Pero ellas
nacieron inocentes y sin nada que ver en ello.
-Pero el
destino salió a su encuentro. - Declaró Usagi que ahora hablaba más como
Serenity al añadir. - Hay cosas que, por mucho que se desee, no se pueden
evitar. Y ya que has llamado para consultarme, os aconsejaré que confiéis en
ellas, sabrán estar a vuestra altura.
-Gracias,
amiga mía. Eso significa muchísimo viniendo de ti. - Repuso Beruche. -
-Me gustaría
poder ayudaros. Mi propia hija va a estar aquí durante un tiempo. Si os parece
bien le diré que viaje a los Estados Unidos para que se una a las vuestras y
las entrene un poco. - Le ofreció. -
-Sería
estupendo. Nosotras ya no somos tan jóvenes y no podríamos ayudarlas demasiado
en eso. - Convino su contertulia. -
-Entonces
todo arreglado. - Sentenció Usagi de modo más jovial. - Dales recuerdos a todos
de nuestra parte.
-Así lo
haré. Haz lo mismo por allí. - Le pidió Bertie. -
Así se
despidieron. Cuando Beruche se lo contó a sus hermanas a todas les pareció una
buena idea a la par de sentirse aliviadas. Confiaban en Chibiusa y la
apreciaban muchísimo.
-Podrá
enseñarlas muy bien. Tiene experiencia y sabe de sobra lo que esto significa. -
Dijo Esmeralda con aprobación. -
Las demás
estaba de acuerdo con eso. Ellas quizás no eran tan ya jóvenes para ocuparse
del adiestramiento de sus sucesoras. En cambio, la hija de la futura reina de
Cristal Tokio sería la mentora perfecta. Lo decidieron entonces, harían que sus
hijas se reunieran en vacaciones. Las jóvenes, ajenas por el momento a esto,
seguían haciendo planes para la inminente época estival. Sobre todo, Amatista,
que, tras la vuelta a esa apacible normalidad, ya tenía organizados los suyos
propios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Por favor, si sois tan amables y no os es molestia, comentar vuestras impresiones sobre lo que habéis leído. Me vendría muy bien para mejorar y conocer vuestras opiniones sobre mis historias. Muchas gracias. ;)