sábado, 5 de marzo de 2011

GWB 32.77. Vuelta a la vida.

La noche discurrió sin novedades y después el día siguiente tampoco trajo ningún cambio. Todos sufrían y a la vez aguardaban con esperanzas de que hubiera alguna mejoría. Roy y Beruche se pasaban el tiempo en el hospital, solo consentían en irse a casa cuando Leval, o alguno de sus amigos que seguían allí, al igual que el resto, les relevaban. Y únicamente a descansar un par de horas, asearse mínimamente y tomar algo. Después no tardaban en retornar. Y es que esta experiencia les resultaba dolorosamente familiar, aun después de los años. Roy sobre todo recordaba la vez en la que Bertie estuvo a punto de morir, cuando se dio cuenta en realidad de hasta qué punto la amaba. Gracias a Dios que entonces todo salió bien. Suplicaba ahora por el mismo milagro para su hija. En cierto modo tampoco se percató anteriormente de hasta qué punto la quería. Tuvo que pasar esta horrible desgracia para que, avergonzado de su propio proceder, no quisiera despegarse de la cama de la muchacha. En su equipo, informados de que la joven había sufrido un terrible accidente, todos le llamaron para darle ánimos. Los jugadores y la directiva. Incluso los espectadores. En las pantallas gigantes del Madison se pidió un minuto de silencio para ofrecer una plegaria por la hija de su “hall of famer” y entrenador. Minuto que todos secundaron…

-Gracias a todos. - Musitaba el emocionado Roy en tanto abrazaba a su desolada esposa, al tiempo que ambos presenciaban aquello en la televisión de la salita de espera del hospital. - Gracias Nueva York.- Pensaba él sonriendo débilmente al recordar.- Mi niña siempre ha sido una fan de los Knicks.

            Pasaron dos días más y el eco de lo sucedido llegó a oídos de los compañeros de Kerria. Amatista y Leval acudían pese a todo a sus respectivas clases y realmente no pudieron callarlo durante mucho tiempo. Además, claro está, de que había salido por televisión.  El consternado y todavía furioso hermano fulminaba con su acusatoria mirada a todos los que se burlaron de Kerria y nadie se atrevía ni a mirarle a la cara, temiendo ser víctima de un arrebato de su enfado. Aunque otros muchos estaban realmente avergonzados del comportamiento que tuvieron hacia esa pobre chica. Por fortuna, Leval había comprendido que descargando su rabia contra aquellos pobres infelices no solucionaría la situación. Su mente únicamente se centraba en ajustar cuentas con esos sectarios. Por ello se entrenaba día y noche en cuanto tenía ocasión. A veces solo, otras en compañía de Mazoui. Pero ahora, sobre todas las cosas, estaba su preocupación por la vida de su hermana y rezaba a todas horas por su salvación. Amatista por su parte vivía también entre la zozobra y el deseo de ser optimista, sin poder desprenderse de su sensación de culpa. Quiso entonces hacer algo por su amiga y se ocupó de buscar a Deborah. La “compañera de Kerria” o por qué no admitirlo abiertamente, su amante, su novia…y sin ningún tipo de odio ni malestar la abordó. Tuvo que ir a verla tras las clases, dado que tras volver de su viaje los padres de esa chica la habían cambiado de centro tras correrse la voz de lo sucedido entre Kerria y ella en los vestuarios. Al principio además se mostró esquiva, no ignoraba que Amatista nunca la había mirado con buenos ojos, pero en cuanto escuchó hablar a su interlocutora se quedó sorprendida y guardó silencio. Después ser puesta al corriente, únicamente podía preguntar visiblemente afectada.

- ¿Cómo ha sido?
- Un accidente. - Era lo único que respondía su interlocutora ¿qué podría decirle?
- ¡Dios!- Balbuceó ella apretando los puños y derramando un torrente de lágrimas. - ¿Cómo está?...

            Para Debbie esa fue la confirmación de aquellas terribles pesadillas. Ahora sabía que no estaba loca, eso no fue fruto de su imaginación. Escuchó a su interlocutora explicarle.

- Sigue estable. Y no queremos perder la esperanza. Ni sus padres, ni su hermano, ni el resto de nosotros. Todos rezamos por ella. - Le dijo Amatista con la voz queda para atreverse a proponer a la chica. - Creo que, si tú fueses a verla, eso serviría de ayuda.

Deborah le lanzó una mirada incrédula para responder con amargura.

- ¿Y qué les digo a sus padres? Soy la chica con la que se acuesta su hija y quiero ver que tal está.

Su contertulia no contestó enseguida, se tomó unos segundos, quizás para elegir que diría y cuando lo supo declaró con sinceridad.

- No sé cómo lo tomarán, pero lo único que importa aquí es si de veras la quieres. Te necesita a su lado igual que precisa del resto de nosotros. 

Y sin más se alejó por el pasillo del instituto y esa misma tarde una triste y preocupada Debbie tomó el autobús de camino al hospital. Durante el trayecto recordaba perfectamente las recurrentes discusiones en su casa de los últimos años. Sus padres estaban hartos de que no encajase en ningún colegio. Ya la habían trasladado con ésta, tres veces. Tampoco llevaban demasiado bien eso de sus extrañas percepciones, y las visiones que decía tener. Por eso desde hacía tiempo que no les comentaba nada. La chica no rendía mucho en los estudios, y eso era otro tema más que enojaba a sus progenitores. Que siempre le insistían en que, capaz era, y que no se ponía a estudiar en serio. Sin embargo, tras una charla que mantuvo con su hermana, ella les prometió que todo iba a cambiar. Tras una de tantas discusiones, Deborah se había atrincherado en su cuarto. No quería ver a nadie. Al poco tocaron a la puerta.

- ¡Dejadme en paz! - Replicó de modo desabrido. -
-Debbie, soy yo. - Se anunció su hermana. -

            Tras unos instantes de silencio, la puerta se abrió levemente, una chica de ojos azules y cabellos morenos largos hasta el cuello asomó la cabeza para preguntar con una mezcla de prevención y afabilidad.

- ¿Es zona de guerra o puedo pasar?

            Deborah le hizo un desganado gesto con la mano derecha. Su interlocutora lo tomó por una invitación, entró cerrando la puerta tras de sí.

-Acabo de llegar y ya veo que han estallado las hostilidades. - Sonrió posando una mano sobre el hombro izquierdo de Debbie. -
- ¡Tía, estoy harta! - Estalló esta, denunciando. - Todo lo hago mal, siempre tengo la culpa de todo.
- ¿De qué? ¿Has roto algo? - Quiso saber Susan pretendiendo ignorar lo que sucedía. -
-Ya sabes de qué. - Se molestó su hermana menor, añadiendo. - Que saco malas notas, que visto muy raro…

            Aunque había otra cosa que le dolía más que nada. No obstante, no se atrevía a decírselo a su hermana mayor. Pero ésta que la conocía bien y no ignoraba lo que era, se adelantó afirmando con sincero pesar.

-Y la manía de nuestros padres de que te parezcas a mí. Ya lo sé. Lo siento, Debbie.
-No es culpa tuya. - Se apresuró a replicar ella, con tono más suave y considerado. - Pero es que, siempre están con lo mismo. Debería vestirme como tú, sacar las mismas notas y tener amigos normales. O al menos tener amigos y no estar siempre sola. - Suspiró con una mezcla de tristeza y resignación. -
-Pues se equivocan. Tú eres tú y tu vida es tuya. – Afirmó tajantemente Susan. - Y, además, ya nos parecemos lo bastante, somos guapas, morenas y de ojos azules.

            Al menos arrancó una sonrisa a Deborah. Aunque la muchacha enseguida ahogó un sollozo para confesar.

-No lo aguanto. Yo no puedo ser tú. Eres brillante, una estupenda estudiante y todo se te da bien.
-No todo. - Le confesó su hermana, alegando con algo de tristeza a su vez.- No quiero que mi hermanita pequeña sufra, y soy incapaz de lograrlo.

            Deborah se abrazó a ella. Por lo menos siempre tenía a Sue ahí para apoyarla. Su hermana era valiente y no dudaba en enfrentarse a sus padres cuando tocaba hablar en favor suyo. Ahora, tras esperar a que Debbie tuviera unos instantes de necesario desahogo, su contertulia le comentó con tintes más serios.

-Te conté que quiero ser piloto de combate. Que deseo entrar en esa academia nueva que están preparando en las naciones Unidas. Pero todavía no se lo he dicho a nuestros padres. Y ten por seguro que no les gustará la idea. En su mundo ese tipo de profesiones no le encajan a una mujer. Pero no aceptaré un no. Sé que puedo hacerlo y es lo que más ansío en el mundo. Y tú también tienes que luchar por tus sueños.
-Es que no sé lo que quiero, Sue. - Suspiró la llorosa Deborah. - Ni sé quién soy. Y encima probé a salir con algún tío para que creyeran que, al menos en eso, respondía a sus expectativas. Pero lo que a mí me gusta es estar con chicas. ¡Otra decepción más para ellos! ¿Cómo crees que nuestros padres se toman todo eso?
-Pues que se lo tomen en porciones o en salsa. - Replicó decididamente su contertulia, para sentenciar. - Es tu vida. -No obstante, tras esas palabras matizó. - Pero en una cosa tienen razón. No puedes ir dando tumbos. Al menos es importante que saques los estudios adelante. Con eso tendrás la oportunidad de hacer lo que quieras.
- ¿Tú crees? - Inquirió la desconcertada Deborah. -
-Estoy convencida. Nuestros padres son muy pesados a veces tratando de imponernos su visón de las cosas, pero sé que nos quieren a las dos. - Le aseguró su interlocutora. – Y en el fondo tú también lo sabes. - Y aprovechando el leve asentimiento de Debbie, su hermana añadió con un tinte más animado. - Te apuesto una pizza tamaño familiar a que, si mejoras con tus notas, van a ver con buenos ojos cualquier otra cosa. -Y tras guiñarle un ojo de modo cómplice le propuso con humor. - Yo que tú, me ligaba a la más empollona de la clase. ¡Si te ayuda a sacar sobresalientes, mañana mismo papá os paga la boda!

            Y aquello sonó tan absurdo en ese instante que Deborah no pudo evitar reírse. Al fin, asintió despacio musitando.

-Tienes razón. Pero ya no es únicamente eso. Son esos sueños, visiones, o lo que sean. No las comprendo y a veces tengo miedo, Sue.
-Una visión es algo que te da ventaja. - Opinó su hermana. - Puede que con el tiempo empieces a entenderlas y sean una orientación para ti. Si las temes es, como tú misma has dicho, porque no las comprendes. Pero eres una chica muy lista. No te dejes amedrentar y estúdialas.
-Tú lo arreglas todo con el estudio. - Sonrió su hermana. –
-El conocimiento os hará libres. Ya lo dijo Sócrates. - Citó alegremente su interlocutora. - Por eso tienes que aprender cosas. Tus profesores no son tus enemigos. Y si lo fueran, hay que conocer a tu enemigo o aprovecharse de todo lo valioso que te puedan enseñar. - Declaró la muchacha. -

A Debbie le encantaba escuchar a su hermana mayor. Era muy inteligente y buena estudiante, pero no una nerd, ni una apocada. Al contrario. No temía afrontar nada y sabía muy bien lo que quería. Quizás sus padres se refieran a eso cuando le pedían que se pareciera a ella.

-Lo haré. - Afirmó con decisión. - Voy a demostrarles que soy capaz de hacerlo.

Y efectivamente, tras cambiarse a ese colegio privado tan caro había estudiado razonablemente, no suspendía y no se metió en líos con nadie. Pero pese a sus buenos propósitos al principio no lo tuvo fácil. Necesitó a alguien que la ayudase y en ello tuvo mucho que ver Kerria. Al principio no hablaba mucho con ella, pero tras coincidir en algunas actividades comenzaron a hacerlo. No era la típica pija rica como la mayoría de las chicas de allí. Al contrario, era una jovencita muy amable que la ayudaba con algunas tareas escolares que se le atragantaban, hablaban y compartían algunos gustos de música y películas. Poco a poco fueron congeniando. Para Deborah no fue nada difícil ver que esa chica estaba en su mismo caso.  La veía nerviosa, a veces ausente, y con cierto miedo a intimar demasiado. De todos modos, no podía estar segura. Al principio salieron como amigas, eso sí, a divertirse e incluso a tratar de ligar con chicos. Lo cierto es que Debbie tenía experiencia con el otro sexo, si bien aquello no la llenaba. Kerria por su parte siempre se echaba para atrás de un modo u otro. Tuvo algún contacto con muchachos, pero nunca llegó hasta el final con ellos. Después de eso las dos se fueron dando cuenta de que, en realidad, se sentían atraídas la una hacia la otra y se enamoraron. La joven desde luego no se atrevía a confesar eso a sus padres. Sin embargo, Debbie no tenía miedo a decirles a los suyos que le gustaba otra chica, en eso Susan tuvo razón. Sus progenitores aceptaron bien su homosexualidad. Lo que le preocupaba era admitir que practicaba sexo con ella y que iba a garitos para mayores. Con la única con la que podía hablar abiertamente de eso era con su hermana. Hacía un par de meses ya que mantuvieron la última charla. Sue logró por supuesto lo que quería, ahora estaba preparándose para ingresar en una academia muy especial, en San Francisco. La verdad es que su hermana mayor tenía grandes aspiraciones. Fue curioso, o quizás cosa del destino. Pero ahora le venía a la mente aquella conversación, en Nueva York. Cuando sus padres la trajeron de visita, coincidiendo con un pequeño periodo vacacional.

-Te he echado mucho de menos, hermanita. – Sonreía Sue tras abrazarla. -
- ¿Qué tal van las cosas por ese instituto tan raro? - Quiso saber ésta. -
- La academia preparatoria. - Le recordó su interlocutora. - Bien, pero estudiando mucho, me quedan este y otro año más todavía, pero si me esfuerzo quizás me admitan en la Academia del UNISON. Si logro pasar los exámenes de ingreso.
- ¡Claro que te admitirán! - la animó Debbie que de siempre había admirado a su hermana mayor. - ¡Eres la mejor del mundo!

            Sue sonrió agradecida, balanceó su melena morena y comentó.

- ¿Y cómo estás tú? Espero que hayas firmado las paces con papá y mamá.
-Sí, lo he hecho, seguí tu consejo. Ahora me porto razonablemente bien.
- ¿Razonablemente? - Se sonrió su contertulia con cierta picardía.- ¡Anda ya, Debbie! A mí me puedes contar la verdad. ¿Qué has estado haciendo?

            Deborah bajó la mirada, ella que era la que siempre acostumbraba a indagar en los demás y a actuar de forma más directa, se achantaba sin poderlo evitar con su hermana. Sue siempre sabía cómo sonsacarle cosas que nadie más podría. De hecho, le confesó.

-Me he enamorado de alguien.
- ¡Vaya! - ¿Cómo es? - Quiso saber su interlocutora.-
-Es… alta, guapa, rubia. Bueno, quizás sea más de un tono castaño claro. La verdad, es un bombón y creo que ella también me quiere. - Le confesó. -

            Sue sonrió acariciando afectuosamente la mejilla de su hermana pequeña. La orientación sexual de Debbie nunca fue un secreto para ella. Es más, siempre la animó a no tener miedo de expresarse. Asintió complacida y le dijo a modo de fraternal consejo.

-Con tal de que no te distraiga en los estudios y de que sea una buena chica. Sabes que tienes mis bendiciones y mi apoyo.
-Lo sé. Te quiero, hermana. - Le dijo ésta dándole un sentido abrazo para añadir divertida al recordar. - ¿Sabes? Sería buena idea que te la presentara.
- ¡A mí no me gustan las chicas! - Se rio Sue, agregando con humor. - Si no salgo con chicos es porque estoy muy ocupada estudiando, Debbie.
- ¡Ja, ja!  Ya lo sé, tonta, y no te la iba a regalar, sólo me gustaría mucho que os conocierais. Para mí sois las dos chicas más importantes de mi vida. Además, si no recuerdo mal, ella me ha comentado que su hermano mayor, aparte de ser muy guapo, también quiere ser piloto militar. ¿No sería genial que salieras con él? ¡Ya me estoy imaginando una cita doble!
-Eso sí que te lo concedo. Si quiere ser piloto puede que merezca mi atención. - Repuso su interlocutora riéndose divertida. - ¿Además es alto y guapo, ¿eh? Pues para que lo digas tú… ¡Cómo tiene que estar de bueno!

            La propia Debbie no pudo evitar asentir. Y tras reírse un rato las dos, Sue posó sus manos sobre los hombros de su hermana, era apenas unos centímetros más alta que ella, y le comentó con cariñoso tono.

-Me alegra verte feliz. ¡Ojalá que esa chica y tú podáis serlo durante mucho tiempo las dos juntas!
-Se llama Kerria. - Le apuntó Debbie. -
-Bonito nombre, aunque algo raro. - Valoró su interlocutora, afirmando con un suspiro. - ¡Cuanto te he echado de menos, hermanita!
-Yo también te he añorado mucho. - Sonrió la pequeña abrazándose a su hermana como si no deseara soltarla. -

Ahora Debbie pensaba en aquello. Sue estaba de vuelta en su academia estudiando y siendo el orgullo de sus padres. Y Kerria en ese hospital, en un estado muy grave. Su pobre novia había sufrido mucho, quizás por su culpa. Ojalá hubiera estado allí cuando esas malditas zorras la insultaron en los vestuarios. Pero cuando sus progenitores oyeron los ecos de ese escándalo se apresuraron a sacarla de allí. Casi sin dejarla tiempo a explicarse. Luego sucedió todo aquello. La aparición de ese muchacho, las señas que le dio, esa tienda de esoterismo y ese extraño hombre anciano que le contase esas cosas tan raras. Deborah entendió que aquello, lejos de ser una broma, era algo muy serio.

-Nuestros caminos deben separarse, pero luego volveremos a encontrarnos. ¿Cómo, cuándo? -Se repetía. -

Y lo que era más importante, aquel hombre no solamente no se sorprendió de que ella le dijese que tenía visiones, sino que la orientó, dando sentido a alguna de ellas.

-Confío en él, sé que no me miente. Pero sigue siendo muy duro. Y más tal y como está la pobre Kerria. - Suspiró.-

 Debbie desde luego lo pasó muy mal por su pareja. Al menos, la infortunada chica tuvo a su hermano y a Brian Rice para apoyarla. E incluso esa francesa parecía haber cambiado mucho. De apenas dirigirle la palabra o mirarla siempre con desdén había pasado a ir a informarla con aquella buena disposición. Lo triste es que eso fuese provocado por ese terrible accidente de tráfico que había dejado a Kerria postrada en una cama de hospital y en coma. O al menos esa era la explicación oficial. Ella tuvo esas visiones tan horrendas sobre su novia y aquello no parecía para nada reflejar un accidente. De modo que casi prefería la versión que le habían dado.

-Puede que lo que vi, fuera únicamente un símbolo, como esas cosas freudianas. - Quiso recordar. -

En cualquier caso ¡Era tan injusto y terrible! Tenía que verla. ¡No quería perderla! Bajó del autobús y recorrió los metros que la separaban del hospital. Sintió un nudo en la garganta en cuanto atravesó el umbral del edificio. Al principio el miedo y la vergüenza de estar ante la familia de su amante la turbaba. Pero también sentía el deseo de verla, de ayudarla, de estar junto a ella y si era posible, contribuir así a su recuperación. Y esa determinación fue creciendo en su corazón, llegando a tal punto que, cuando avanzaba por el pasillo, quiso ir a verla contra viento y marea. Les suplicaría a sus padres, ¡se tiraría a sus pies si fuera necesario! Ya en la recepción quiso informarse del número de la habitación de la convaleciente, pero al no ser familia suya no se lo dijeron, tuvo pues que aguardar en la sala de espera. Allí, sentada y con un ramo de flores que había comprado en una tienda cercana, aguardó. Por fin, vio llegar al padre de su compañera. Dudó al principio, pero después, armándose de valor, se decidió a abordarle.

- Perdone señor, - le dijo tímidamente. - Es usted el padre de Kerria, ¿verdad?

             Sorprendido, Roy miró a esa chica escrutándola con sus profundos ojos verdes, a Debbie le recordaban tanto a los de ella, estaba claro que era su padre. Aunque él no parecía acordarse de cuando estuvo en su casa. De hecho, le preguntó con tono inquisitivo.

- Sí, ¿y quién eres tú? ¿Alguna de sus compañeras, quizás?
- Sí, sí, señor. - Repuso ella bajando la cabeza, ahora llegaba el peor momento, las palabras se le atragantaban pero ella luchó y reuniendo toda su dignidad se presentó.- Supongo que habrá oído hablar de mí. Soy Deborah Hunter. Señor Malden, espero que no esté usted enfadado porque haya venido a ver a su hija.

            Aquel hombre clavó su mirada en ella, eso sobrecogió a Debbie y eso que no era fácilmente impresionable. Pero unido al hecho de que el señor Malden tenía una constitución muy robusta y su altura la sobrepasaba en más de dos cabezas, detectaba también en él una fuerza interior inmensa, contenida, que podría desatarse de un momento a otro e incluso hacerla a ella blanco de la ira que pudiera llevar consigo. Y motivos no le faltarían, podría culparla de todos los problemas. Estuvo tentada de cerrar los ojos o de apartarse, pero se contuvo apelando a todo su valor.

- ¿Enfadarme? - Preguntó él que pareció relajarse para añadir conciliatoriamente. - No, al contrario. Kerria necesita todo el cariño que se le pueda dar. Tú me has demostrado que ella te importa viniendo hasta aquí. Has tenido mucho valor y no has pensado en ti misma. Quiero que sepas que te lo agradezco de corazón. Pasa a verla si quieres...siempre serás bienvenida.
-Muchas gracias, señor Malden, - sollozó Debbie que, sorprendida y emocionada, tenía húmedos los ojos. – Yo…si le soy sincera tenía miedo…no me esperaba esto…
- No debes tenerlo. Nunca se debe tener miedo de querer a alguien. No lo olvides. Y llámame, Roy. - Sonrió él más distendido e incluso animándola añadió. - Venga, no te preocupes más, está en la segunda planta, habitación doscientos catorce.

            La chica anduvo entonces dubitativamente hacia el ascensor, pero el padre de Kerria la detuvo al añadir.

- Y Debbie... 

Ella se giró quizás temiendo que él hubiera cambiado de opinión, o le lanzase un inesperado reproche, pero el gesto de Roy era suave y amable cuando en cambio declaró con una sonrisa.

- Muchas gracias por venir. Te debo una disculpa. Me equivoqué contigo, eres una buena chica. Comprendo lo que mi hija vio en ti.

            La aludida también sonrió agradecida, presentía que el señor Malden era un buen hombre aparte de tener esa gran fuerza. De hecho, ella tenía esa especie de capacidad. Algunos dirían que, de don, para percibir esas cosas. Tal y como ese anciano le comentó. Podía discernir claramente el bien del mal. Pese a todo se sonrió no sin algo de amargura. Desde siempre muchos de sus compañeros la miraron como a un bicho raro. Y no precisamente por ser homosexual, aquello siempre lo averiguaban más tarde, sino por su apariencia, casi siempre vistiendo de negro, con afinidad por el estilo gótico y por esas cosas que a menudo percibía.

-Algo muy grave ha tenido que suceder. - Se decía ahora en tanto se aproximaba a la habitación caminando despacio.- Empiezo a notar como si su alma quisiera escapar de su cuerpo.

Asustada por aquella extraña sensación subió al ascensor y cuando éste la dejó en la planta segunda comenzó a buscar las habitaciones. Llegó ante la doscientos catorce y tímidamente abrió. Con el corazón encogido entró en la estancia tratando de no hacer ruido y volvió a sobrecogerse. Kerria estaba conectada a varias máquinas de soporte vital, vendada casi por todo el cuerpo y con sus ojos cerrados, como si estuviera durmiendo. Suavemente la sujetó una de las manos entre las suyas y susurró al oído de la paciente.

- Tienes una familia maravillosa que te quiere, debes luchar por vivir. Yo también te quiero, ¡por favor!, ¡vive!, hazlo por todos nosotros.

            Y no supo que más decir, estuvo unos minutos mirándola sin saber qué hacer. Durante ese tiempo solamente acarició el pelo de su compañera y le plantó un suave beso en la frente. Con lágrimas rodándole por las mejillas abandonó la habitación. No sin antes poner las flores en agua. A su mente venía la última conversación que ambas mantuvieron, precisamente cuando quedaron a escondidas. Kerria aprovechó la visita de unos parientes según le dijo para salir sin ser vista. Se citaron en la entrada de la parcela del chalé de los Malden. Deborah aguardaba intranquila hasta que vio llegar a su pareja.

-Perdona que te haya hecho esperar. No era fácil salir. - Se disculpó la joven. -

            Por toda réplica, Debbie le dio un largo beso en los labios que su novia encajó devolviéndoselo encantada. Tras eso, la recién llegada sonrió y le dijo.

-Mis padres me vigilan constantemente, aunque gracias a la llegada de mi tía y mi primo han aflojado un poco, pero yo sé que, pese a todo, tarde o temprano me descubrirán. Creo que esto ha llegado ya demasiado lejos y que debería decirles la verdad.
-No quiero que tengas problemas por mi culpa. - Le dijo su contertulia acariciándole las manos. - Noto algo extraño…no sé precisarlo, pero es como si algo desagradable flotase en el ambiente.

            Kerria sonrió mirándola con incredulidad. Pudo responder con tono más ligero.

-Tú siempre con esas cosas tan raras. Aunque en este caso tienes razón. Es fácil darse cuenta de que tarde o temprano lo nuestro se sabrá. Por eso debo ser valiente.
-No lo hagas por mí. -Le pidió ella con patente inquietud. -
-No es solamente por ti, Debbie. También se trata de mí. Estoy cansada de representar una mentira. Y aunque mis padres puedan pensar que soy una golfa o que me voy liando por ahí con chicos, seguro que lo preferirían a la verdad que tengo que contarles. Pero no quiero callarlo más. Ahora estoy totalmente segura de quién soy y de con quién quiero estar. Y es contigo. Quiero que salgamos juntas como pareja, te amo y deseo poder gritárselo al mundo. - Afirmó decidida. -
-Te quiero. - Pudo decir una emocionada Debbie que enseguida se ofreció. - Y puedo ir contigo a apoyarte.
-No. - Negó la muchacha moviendo la cabeza, para aseverar. - Es un asunto que debo tratar con mis padres. A solas. Ni siquiera mi hermano debe verse envuelto en ello.
-Pero él te apoyó, ¿verdad? - Inquirió su pareja. -
-Sí, lo hizo, pero esto no es cosa suya. En eso mis padres tienen toda la razón. Me dijeron que debo ser lo suficientemente responsable como para hacerme cargo de lo que haga. Y eso significa no depender de nadie. Es mi vida y debo tomar las riendas.

            Su amiga asintió, estaba totalmente de acuerdo con eso. Aun así, sabía que iba a ser una dura prueba para la chica a la que quería. Fue entonces cuando una tremenda explosión que vino de la casa las asustó. Tras unos instantes de desconcierto, Kerria, pálida por el miedo, corrió hacia allí y Deborah la siguió. Todo estaba medio destruido y había bastantes personas desconocidas. Por desgracia el hermano de su pareja estaba allí también. La acusó de ser responsable de lo sucedido en los vestuarios y Debbie quiso justificarse. No obstante, Kerria la mandó callar y le pidió que se marchara. No deseando complicar más las cosas, ella obedeció. Esa fue la última vez que la vio. Al menos hasta el instante de entrar en la habitación del hospital. Ahora, con lágrimas rodando por las mejillas, se marchaba. Suplicando por la recuperación de la chica a la que amaba.

-Dios, no te rezo mucho que digamos. - Pensaba Deborah. - Pero si quieres salvarla lo haré más a menudo. Kerria es buena, no la castigues. Sálvala y haré cualquier cosa…lo que sea que me pidas. Aceptaré ese destino que me han dicho que tengo, aunque sea lejos de ella.

            Y así se marchó. Cuando Beruche volvía a la habitación de su hija desde el cuarto de baño observó como Debbie se alejaba por el otro extremo. Esbozó una tenue sonrisa. Por lo menos esa chica la quería de verdad y se había preocupado de ir a verla. Incluso en un momento en el que podría haber sido el blanco de las iras de Roy. Y afortunadamente no sería la única. Algunos otros compañeros de Kerria según se enteraron quisieron acercarse también. La mayoría estaban arrepentidos de su comportamiento hacia ella, otros de verdad la apreciaban, sobre todo, Brian. Leval se encargó de ponerle al corriente de la situación. Aun retenía en su mente las palabras de su hermana cuando la sacó del instituto totalmente hundida una vez se había revelado su secreto. Y haciendo honor a esa deuda de gratitud, fue en busca del muchacho. Éste reaccionó de un modo consternado y lleno de dolor cuando le puso al corriente del estado de la chica y declaró.

- Si puedo hacer cualquier cosa por Kerria, solamente dímelo.

Su interlocutor le sonrió débilmente y contestó con reconocimiento en la voz y en la mirada.

- Hiciste mucho cuando la apoyaste. Ella me lo contó y siempre te estaré agradecido. Si deseas verla, serás bienvenido. Estoy convencido de que con tu sola presencia le harías mucho bien.

            El rostro de Brian expresaba conmoción, pero también una tímida alegría, y enseguida añadió tratando de ser lo más optimista posible.

- Tu hermana es muy fuerte, como tú, ¡seguro que saldrá de ésta!

      Leval agradeció esas palabras de aliento, le ayudaban mucho más de lo que podía dar a entender con su semblante y asintió. El otro chico le devolvió el gesto y estaba dándose la vuelta para irse cuando su interlocutor añadió como respuesta.

- Quieres mucho a mi hermana ¿verdad, Brian?

Éste no supo que responder, pero el rubor en su cara hablaba por él. No obstante, pudo decir, esta vez con resignación y tristeza.

- Ella tiene otra persona en su corazón y yo no puedo ocupar su sitio. De todas formas, lo realmente importante es que regrese con nosotros y yo seré feliz siendo únicamente su amigo.

            Leval se hizo cargo de los sentimientos del pobre muchacho y agregó incluso con afecto.

- Si te sirve de algo, creo que mi hermana no podría tener a nadie mejor que tú a su lado.

            Y se despidieron, Brian prometió acudir a visitarla y cumplió su palabra, quiso la casualidad que llegara algo después que Debbie y que también trajera unas flores, que dejó junto a las de ella. Permaneció allí unos minutos y tras dedicarle algunas palabras de cariño y ánimo se marchó. Incluso se atrevió a musitar un débil “te quiero” y darle un leve beso en los labios en tanto no podía evitar las lágrimas. Quizás fuera la única vez que pudiera hacerlo. El pobre muchacho pensaba en ella sin parar y rememoraba el día que la conoció. De hecho, fue antes de empezar el instituto el año anterior. Acababa de mudarse a ese barrio y estaba dando una vuelta para familiarizarse. Brian apenas había cumplido catorce años. Creció mucho durante ese verano. De hecho, pasó unas vacaciones muy divertidas con sus primos en Florida. Aunque sabía que a la vuelta comenzaba una nueva vida para él. Su padre, un prestigioso arquitecto, tuvo una oferta de empleo muy jugosa para ir al Estado de Nueva York. Un proyecto que podría durar años. Decidió llevar a la familia con él. La madre del chico no trabajaba, lo dejó hacía unos años para criarle. De modo que, ahora, en esa lujosa zona residencial, tendría que adaptarse a esa nueva vida y hacer amigos. Lo pensaba en tanto caminaba observando aquella sucesión de chalés. Entonces, algo llamó su atención, un balón de baloncesto venía volando hacia él. Cayó a un par de metros de distancia. El chico se hizo con la pelota y miró hacia la entrada de uno de los chalés, juraría que vino de ahí. En ese instante la vio.  Aquella chica, con ese vestido azul celeste, el pelo castaño claro peinado en forma de trenza y unos zapatos bajos negros, estilo de bailarina, venía hacia él. Le sonrió amablemente saludándole.

-Hola, perdona… ¿Podrías pasarme el balón?

            El interpelado la miraba como hipnotizado, esa muchacha tenía unos preciosos ojos verdes que le escrutaban con atención y una bonita y luminosa sonrisa. Al menos eso pensaba. Apenas sí fue capaz de decir.

-Lo siento. ¿Es tuyo? Cayó a mi lado.
-No, al contrario, perdona tú. Es cosa de mi padre. ¡Cuando se pone a jugar a veces se pasa! - Se rio para añadir de forma amable y educada. - Me llamo Kerria Lorein Malden. Vivo allí. - Indicó, señalando hacia el gran chalé del que había salido. -
-Brian Rice… Me acabo de mudar. Llegue ayer mismo. - Le informó él. -
-Bienvenido a nuestra urbanización. - Le sonrió la jovencita que debía tener su misma edad. -

            Estaba loco por preguntárselo, pero no se atrevía, afortunadamente para él, fue la chica quién tomó la iniciativa y le inquirió.

- ¿Vas a ir al colegio privado que tenemos aquí?
-Sí… mis padres me han matriculado allí. - Afirmó él. -
-Yo también voy. Empiezo segundo de secundaria...bueno, ya sabes, es el equivalente a octavo grado.

            Y es que en ese centro seguía un sistema internacional que dividía la secundaria y la primaria. Brian creyó recordar algo así cuando fue a la entrevista de admisión.

- ¡Anda!, yo también. - Sonrió él, visiblemente agradado por esa estupenda coincidencia. -

            Ella parecía ir a decir algo cuando se escuchó una potente voz de hombre que, desde el interior de la parcela, le preguntaba.

-Kerria. ¿Has encontrado ya la pelota?
-Sí papá. Ya voy. - Replicó la chica con buenos pulmones también para añadir, ahora en dirección a su contertulio. - Tengo que irme. Bueno, gracias por atrapar el balón, nos vemos… ¿Brian? –Recordó con una amplia sonrisa. -
-Claro que sí. ¿Kerria? - Sonrió él a su vez, visiblemente azorado. -

            La muchacha asintió y tras despedirse agitando una mano se giró con la pelota y retornó corriendo a su casa. Desde luego aquel fue un encuentro maravilloso. Brian podía jurar que se enamoró de ella en ese mismo instante. Después fue irla conociendo en el instituto y confirmar esa impresión. Era simpática, agradable y siempre dispuesta a ayudar a los demás. Él le caía muy bien y no tardaron en hacerse buenos amigos. La muchacha no era precisamente buena en matemáticas, ni en francés y él que había vivido algún tiempo en Quebec por el trabajo de su padre, le echaba una mano en ambas materias. Ambos se tenían mucha confianza, aunque él estaba muy asustado para ser capaz de desvelar sus sentimientos. En un principio pensó que una chica así tendría novio. Pero nunca la veía a solas o intimando con ningún compañero u otros chicos. Eso le alegró.  Luego ella comenzó a salir por ahí, según las malas lenguas del instituto, frecuentando compañías poco recomendables. No obstante, la veía siempre como a una jovencita muy simpática y con la que a veces tenía la ocasión de hacer trabajos de grupo o incluso estudiar en la biblioteca. Él siempre trataba de ayudarla y Kerria se lo agradecía con una amplia sonrisa que le noqueaba . La muchacha decía que, gracias a él, esas asignaturas que tan mal se le daban se hacían soportables. Después, cuando estaba decidiéndose a pedirle salir fue cuando ese maldito bulo cruel circuló por el colegio. ¡Kerria es homosexual! Le dijeron algunas de las chicas de clase. Él se lo tomó con incredulidad e incluso se enfadó. Cuando se encontró con ella la vio como siempre, amable y risueña. Hablaron de las clases de matemáticas. Como de costumbre, la joven le pidió ayuda e incluso le invitó a su propia casa a estudiar, hablando de que sus padres no se molestarían si iba con un chico para eso. Fue cuando el muchacho se traicionó confesando que no creía esas habladurías. Kerria le dedicó una mirada plena de desconcierto y él, no queriendo liar más las cosas, pretextó tener prisa y acordó quedar para el día siguiente que era sábado. Después se enteró de lo sucedido en los vestuarios femeninos. Por desgracia no era un bulo. Aunque lo que más le preocupó fue cómo estaría Kerria. A buen seguro que hundida. Aquello le afectó, más todavía cuando la llamó y ella alegó un fuerte resfriado para no quedar. Pero el tono de voz de la chica estaba triste. Después, al día siguiente la encontró en esa parada de autobús, tan extraña, tan diferente a como solía ser y pese a todo, creyó percibir un destello de simpatía hacia él. Sin embargo, se alarmó.  La muchacha se comportaba de una forma tan rara que parecía otra persona. Luego no supo más de ella hasta la noticia de aquel accidente. El pobre Brian se sintió desolado. Durante esa semana, antes de decidir ir a verla al hospital, estuvo silencioso y triste. Incluso Lana, la rubia animadora, percatándose de eso, le llegó a decir en un momento en el que pudo hablar con él a solas, de forma bastante considerada.

-Mira Brian. Sabemos que estás muy preocupado, todos los estamos. Y no es ningún secreto que tú además estás loco por ella. Pero créelo. Nos lo dijo en los vestuarios. ¡Le gustan las mujeres! No te cuento esto para hacerte daño. Todo lo contrario, no mereces desperdiciar el tiempo en algo imposible. Sólo deseo que dejes de sufrir por eso. Eres un buen tío. Te aprecio, de verdad.
-No, no puedo creer eso. - Negó él moviendo la cabeza y tratando de evitar llorar con poco éxito. - No quiero…
-Lo siento mucho. - Se disculpó aquella chica, agregando con pesar. - Amatista, que es muy amiga suya, tampoco lo creía. Incluso se enfadó mucho con nosotras cuando se lo quisimos decir. Pero ella misma lo comprobó. ¡Ojalá que Kerria se recupere!  Hazme caso. No sufras más. Olvídala.  Te puedo asegurar que hay muchas chicas deseando salir contigo.

            Y, tras ese consejo y sin darle tiempo a replicar, su compañera se alejó. Brian por supuesto continuó negándose a creerlo. Pero también recordaba la conversación que mantuvo con Amatista Lassart y era cierto. La propia francesa, cuyos padres eran íntimos de los de Kerria, le dio a entender que eso era verdad. Pese a que él ni la dejó terminar.

-Me da igual lo que la gente diga. - Pensaba el abatido muchacho. - ¡Te quiero Kerria, siempre te querré! Aunque no pueda volver a decírtelo nunca, no me importa. ¡Tienes que ponerte bien y ser feliz… con quién sea, pero vive!…

Y el chico se marchó con ese deseo en su mente. Realmente todos anhelaban que la paciente fuera capaz al menos de sentirles. Aunque ahora la joven estaba muy lejos, debatiéndose entre dos mundos en un tenso tira y afloja en el cualquiera de ellos podría llevársela en el momento menos esperado. Y eso temían todos los que la querían. Su padre sin ir más lejos. Después de haberse despedido de Debbie un atribulado Roy se sentó en la sala de espera, allí, recordaba. Pensaba en su hija y en él, cuando Kerria era muy pequeña. Tendría apenas seis años cuando se le murió un pajarito que recogió en la calle, después de un temporal. Pese a haber intentado cuidarle el animalito estaba muy débil y exhausto, no lo superó. La niña se despertó y cuando iba a ponerle agua descubrió lo ocurrido. Lloraba sin parar en su cuarto. Roy estaba junto a ella tratando de animarla. Así lo recordaba él…

            La pequeña Kerria lloraba mirando el cuerpo sin vida de la pequeña ave que yacía en la jaula que su padre le había hecho.

- ¿Por qué se ha muerto? - Preguntaba entre sollozos desconsolados. - Yo le quería mucho. ¡Era mi pajarito!...
- No llores, cielo - le pidió suavemente su padre sentándose junto a ella en la cama. -
- Es que yo quería que se pusiera bueno. - Repuso la niña mirándole con los ojos llenos de lágrimas. -
- A veces, las cosas no salen como queremos, hija. Nadie vive para siempre. - Le susurró afectuosamente él acariciando el pelo de la pequeña, aunque enseguida agregó con un tinte más animoso. - Pero no estés triste, estoy seguro de que tu pajarito estará muy bien ahora.
- ¿Cómo? - Interrogó Kerria entre abatida y curiosa. -
- Seguramente habrá ido al Cielo de los pájaros, - le contestó su padre. -
- ¿Los pájaros tienen un Cielo? - Preguntó la cría vivamente interesada. - ¿Cómo las personas?
- Sí claro- asintió Roy con una amplia y confortadora sonrisa. - Es un lugar muy bonito, allí las almas de los pájaros que se mueren pueden cantar todo el tiempo - explicó añadiendo. -Tienen mucho alpiste para comer y muchos gusanitos. Y…- pensó unos instantes a ver que podía ocurrírsele y entonces tuvo otra idea. -  Y ¿sabes que es lo mejor de todo? - La niña negó con su cabecita ansiando escucharlo, su padre le hizo un guiño de complicidad y le susurró muy bajito, como si alguien pudiera oírlos. - Además, no hay gatos.
- ¿Y cómo sabes todo eso? - Le preguntó ella que parecía no fiarse del todo pues pese a su corta edad era bastante despabilada. -

Roy posó una de sus manos en la pequeña barriga de su hija y le frotó cariñosamente en tanto le desvelaba y en esta ocasión, sin inventárselo.

- Lo sé porque una vez estuve allí de visita. El Cielo es un lugar muy grande y lleno de cosas bonitas para todos aquellos que se han portado bien en este mundo.
- ¿Y qué le habrá ocurrido a mi pajarito? - Le inquirió Kerria ahora tiñendo su vocecita de inquietud. -  Habrá ido allí, ¿a qué sí? Porque era un pajarito bueno.
- Claro, hija. - Sonrió Roy abrazando a la cría y añadiendo de forma jovial. -Mira, te diré lo que vamos a hacer. Luego organizamos un bonito funeral a tu pajarito y tú antes de dormirte le rezas a Dios para que vele por él y por todos nosotros.
- Y yo también podré ir allí para verle. - Quiso saber la cría visiblemente esperanzada. -

            Su interlocutor asintió declarando con dulzura.

- Cuando pase, mucho, mucho tiempo y seas muy mayor. Entonces podrás ir a visitarle.
- ¡Jo, no quiero esperar tanto tiempo!- Protestó Kerria.- Podríamos ir en avión.

Esa ingenuidad infantil conmovió a su padre y le hizo sonreír. Entonces él contestó.

- No te preocupes, cariño. Hasta entonces podrás verle en tus sueños. Estará ahí, cantando con los angelitos.

            La niña asintió algo más alegre. Roy sonrió de nuevo y escuchó otra cándida cuestión.

- ¿Y si es un pájaro? - Volvió a preguntar la niña con toda su inocencia. - ¿Cuándo se muere no necesita que le den alas como a los ángeles porque ya las tiene?
- Eso es. - Asintió él. - Eres muy lista, cariño. Y sus alas le llevarán muy rápido al lado de Dios.

            Después de enterrar al pájaro en el jardín, metido en una caja, Kerria rezó sus oraciones. Él la observaba enternecido cuando la cría musitaba con las palmas de sus pequeñas manos juntas, pegadas a su naricilla y con su vocecita cargada de esperanza.

-Por favor, Dios, que mi pajarito sea muy feliz…y déjame soñar mucho con él, amén.

Más tarde su padre la arropó, deseándole las buenas noches y diciéndole que soñase con aquel pajarito. La cría sonrió reconfortada, pensando en lo dichoso que sería ahora aquel animalito. Dándole un afectuoso beso en la frente él salió de la habitación que quedó a oscuras tras susurrarle a la niña.

-Duerme bien, cariño…piensa en cosas bonitas y seguro que le verás…

            Roy recordaba aquello con nostalgia y un ligero poso de amargura. Aquella fue una de las pocas veces que pudo estar con su hija a solas. Hablando con ella, escuchándola, era más fácil entonces. Podían comunicarse y su pequeña le abría su corazón. Luego los chicos crecen y todo se complica. ¡Ojalá las cosas pudieran volver a ser como antes y él arreglara de una forma tan sencilla los sufrimientos de su hija! ¡Ojalá Landar tuviera éxito y lograse devolvérsela para que tuviera una nueva oportunidad de decirle cuanto la quería!

-Mi niña, por favor… vuelve con nosotros. - Se decía sin cesar. -

            Por su parte, Kerria tenía conciencia de sí misma, pero no del sitio que la rodeaba. Había sufrido una extraña sensación, como en un sueño se remontaba sobre su propio cuerpo y podía ver a su alrededor. Estaba en una especie de habitación, pero no tuvo demasiado tiempo para observarla con mayor detalle ya que subía y subía, dirigiéndose hacia un largo túnel de oscuridad a cuyo extremo brillaba una luz blanca y acogedora que ella atravesó. Ahora avanzaba en medio de un lugar iluminado desde todas partes por un tenue destello inmaculado. No tenía miedo, ni sentía dolor. En realidad, estaba muy a gusto. Al cabo de un tiempo que no logró precisar vio otro agujero negro, al fondo podía verse una luz blanca mucho más intensa que la anterior pero que no la cegaba. Además, notaba una poderosa corriente que tiraba de ella hacia allí. Kerria se dejó llevar hacia ese túnel, pero de repente una voz profunda la detuvo. No le daba miedo, al contrario, la llenó de tranquilidad. Ante ella apareció un hombre de largo cabello y barba blancos, con una túnica que refulgía en el mismo intenso tono inmaculado. Aquel anciano parecía cortar el flujo de atracción de esa corriente. Se dirigió hacia la atónita chica y le habló con amable serenidad.

- Aún no, joven Kerria, son muchos los lazos que te reclaman aquí. No debes irte.
- ¿Quién eres?,- le preguntó ella, para lamentarse acto seguido. - ¿Por qué debería quedarme? Bastante daño les he hecho ya a mis seres queridos. He defraudado a mis padres y les he traicionado, desearán librarse de mí. Y yo no puedo volver, no quiero regresar después de lo que he hecho.
- Te equivocas. - Rebatió la figura haciéndose bien visible y presentándose. - Yo soy Landar, el mago blanco, vengo a llevarte de vuelta con los tuyos. Hay muchas personas que te quieren. Créeme, ellos te aman tanto que me envían a buscarte. Pero eso sólo será posible si tú decides acompañarme. De lo contrario seguirás tu camino.
- No sé hacia donde voy ni lo que debo hacer. - Repuso Kerria que ahora estaba desconcertada. - ¿A dónde lleva ese sitio?,- quiso saber. -

Y señaló el túnel con curiosidad mientras empezaba a percibir una suave y envolvente melodía que pacificaba sus sentidos y su propia conciencia. 

- Ante ti se abre el camino hacia la Eternidad- le explicó el mago. - Eso es lo que llamáis muerte, cruzando ese umbral ya no se retorna jamás.
- ¿Es cierto? - Inquirió ella que, pese al creciente sentimiento de sosiego aun parecía preocupada únicamente por una cosa y así se lo preguntó a su interlocutor. - Todo lo que esos malvados me mostraron sobre mis padres. ¿Era verdad?
- Era cierto, pero sólo en parte y en muchas ocasiones las verdades a medias son las peores de las mentiras. Ese pensamiento te lastra impidiéndote avanzar hacia la Eternidad. Pero yo puedo liberarte de él. - Le aclaró Landar. - Si quieres que te muestre las cosas tal y como en verdad fueron, sígueme. Después serás libre de elegir tu camino.
- Sí, por favor, enséñemelo, - le pidió Kerria emocionada y sintiendo una gran curiosidad. -

            Landar la hizo alejarse de aquel túnel y ambos desaparecieron, reapareciendo en un lugar por completo vacío. Sólo se veía una interminable superficie blanca. Allí, apareció un estanque de aguas cristalinas y plácidas que el mago le señaló a la muchacha en tanto le explicaba.

- Mira, el estanque del tiempo. Aquí, el pasado, el presente y el porvenir se entrelazan. Se deben saber convocar, observa.

El anciano sacó una especie de disco plateado y lo lanzó, rebotó contra la superficie del agua y se formaron ondas. Al extinguirse estas apareció la visión de un paisaje. Landar le reveló a la asombrada chica la historia de sus padres. De Roy cuando era el príncipe Asthel. Y de su madre Beruche, la princesa Lorein. Una de las antiguas guardianas de la Tierra. Ambos fueron muertos en una trágica batalla y reencarnados separadamente a través del tiempo y la distancia para evitar que volvieran a encontrarse. Roy fue poseído por un demonio, de nombre Armagedón y Bertie se reencarnó en el siglo treinta, bajo el mando de una siniestra familia. En la visión Kerria reconoció a los padres de Amatista, estaban muy diferentes. Luego vio a sus tías. El mago le contó como volvieron al pasado de la Tierra y su lucha contra unas poderosas guerreras. La muchacha pudo reconocerlas. Una de ellas era la legendaria Guerrera de la Luna, de la que había oído hablar siendo muy pequeña. Vio también a la Guerrera de Mercurio y con asombro supo que era su madrina Ami. Asistió a la última batalla entre ésta y su madre. Beruche parecía sufrir mucho, se rodeaba de un muro de hielo hasta que su hermana, (Kerria vio que se trataba de su tía Cooan), la convencía para le diera una oportunidad a su corazón.

- ¡Oh, mamá! – Pudo suspirar la muchacha con lágrimas en los ojos, afirmando solidariamente. – Sé muy bien cómo te debiste sentir. Estar tan sola y perdida…pensar que nadie te quería…pero eso no era cierto…

No obstante, las visiones proseguían sin detenerse. Su madre se convirtió en una humana normal. Después sus otras dos tías Petz y Karaberasu hicieron lo propio. El tiempo  transcurría, años en pocos segundos. Kerria asistió al viaje de Bertie y de Cooan a los EE. UU. para estudiar. Vio cómo sus padres se conocieron. Roy se había reencarnado en la Tierra un poco antes, ajeno a su vida anterior, al igual que Beruche. Ambos lo descubrirían todo luchando contra los poderes del mal a los que vencieron. Pero aquello no fue nada sencillo. Pudo comprobar como su propia madre estuvo a punto de morir. Y la rabia que sacudió a su padre hasta hacerle brillar con un tremendo destello dorado que inflamó sus cabellos y produjo un aura alrededor de su cuerpo. Después, aniquilaba a una especie de demonio y luego a muchos más. Aunque más tarde era él quien sucumbía ante otro realmente horrible sin que la madre de la muchacha pudiera hacer nada por impedirlo.

- ¡Oh, Dios! - Sollozaba Kerria contemplando aquello entre incrédula y horrorizada. - ¡Tuvieron que sacrificar sus propias vidas para vencer a esas cosas!

            En las siguientes visiones, su padre aparecía ahora en el Cielo, entrenando duramente con otros compañeros. Y la joven reconoció a sus tíos Diamante y Zafiro. Junto con otros dos más a quienes no conocía, retornaban a la vida y derrotaban definitivamente al mal, ayudados a su vez por su madre y sus tías, que eran las legendarias justicieras.

- ¡Es increíble! Jamás pude imaginar que mis padres, mis tíos y los padres de Amatista, hicieran algo así. ¡Unidos salvaron el mundo!

Y por si eso fuera poco, entonces apareció su hermano Leval. Pero había en él algo distinto, la mirada de sus ojos era muy triste, pero con una chispa de esperanza, el mago le contó toda su historia dejándola anonadada.

 - No es el hermano que tú conoces, sino el que pudo ser. Vino de otro futuro, con un destino aterrador, sólo para advertir a tus padres. En ese plano de existencia tú no naciste, este Leval vino a salvar tu futuro y el suyo.

La chica pudo ver algunas imágenes de aquello, muchas eran realmente terribles. Al contemplarlas lloraba de horror. Y fue testigo de la impotencia de su pobre hermano para enfrentarse a aquellos monstruos que habían devastado la Tierra en ese aterrador futuro alternativo.

- ¡Es increíble!,- balbuceó Kerria cuando pudo recobrarse de esas visiones. -

Por las mejillas de la joven todavía corrían las lágrimas. Además de sobrecogida por el espanto y la crueldad de aquellos seres tan terribles, estaba asombrada del poder de Leval. El chico hacía brillar su pelo de un color dorado intenso y un aura del mismo tono le envolvía cuando combatía. Lo mismo que su padre. Al fin fue testigo de la victoria de ese muchacho y de la alegría que le embargó. Ahora estaba impresionada por todas las luchas y el sufrimiento que tuvieron que pasar tanto sus padres como ese “otro hermano.”

-Era muy valiente. ¿De veras tuvo que pasar por todo eso? - Inquirió llena de asombro. -
-Así fue. O al menos lo hubiera sido. ¿Te gustaría hablar con él? - Le ofreció el anciano. -
- ¿Podría hacerlo? - Quiso saber ella con el ardiente deseo de que así fuera. -

            Landar sonrió y solamente hizo un movimiento de sus manos, en ese instante la chica se percató de que el mago no estaba junto a ella y sí ese joven, vuelto de espaldas.

-Leval. - Le llamó tímidamente. - Eres Leval, ¿verdad?

Entonces éste se giró hacia ella mirándola con una expresión que jamás le había visto a su hermano.

- Eres tú. - Afirmó él con voz suave. - La muchacha que me mostraron en las visiones. - Y sonrió con afecto, añadiendo. - Me alegra mucho poder conocerte.
- Realmente eres igual que mi hermano en apariencia, pero de algún modo sé que no eres él. - Pudo decir su atónita contertulia. -

            Ese joven la observó serenamente para replicar.

- Sé que has sufrido mucho, que casi toda la carga de padecer que llevé en mi línea temporal le fue sustraída a mi otro yo, pero en cierto modo pasó a ti. Eres una presencia muy fuerte e importante, pero me temo que mis padres, tus padres, se centraron demasiado en el Leval de tu dimensión. Y eso fue responsabilidad mía. Lo provoqué al ir a verlos, aunque inconscientemente. Te pido perdón por ello.
- No. No tengo nada que perdonarte. Al contrario. - Negó Kerria con la cabeza añadiendo con gratitud. -Tú me diste la oportunidad de nacer, de vivir. He visto que las vidas de mis padres y la tuya fueron muy duras, todos tuvisteis que pagar un precio.  En mi caso no podría haber sido de otro modo. No intervine en ninguna de esas luchas, ni ayudé a crear el mundo que me rodea. Eso hace que me sienta como si realmente no mereciera estar con ellos. - Remachó con pesar.-
- Sigue adelante y ten valor. Tu momento aún no ha llegado. - Le aseguró el muchacho esbozando una cálida sonrisa, más cuando añadió posando afectuosamente una de sus manos sobre la mejilla izquierda de la chica para acariciarla. - Lo sé muy bien porque lo he visto. Tú tendrás muchas e importantes cosas que hacer. Ayudarás a muchas personas y todos se sentirán muy orgullosos de ti.

Y antes de que su interlocutora pudiera pedirle una matización él se despidió pidiéndole con cariñosa dulzura.

- Nuestros caminos nunca volverán a cruzarse, aunque sí volverás a ver a mi otro yo en tu plano existencial. Por favor, querida hermana que pudiste ser, dale a él todo el cariño que a mí me hubiera gustado compartir contigo de haberte conocido en mi realidad.

            Ella asintió con la emoción apenas contenida y aquel chico se desvaneció. Sin ningún tipo de transición, la muchacha volvía a encontrarse junto al mago.

- ¿Comprendes ahora, joven Kerria? - Le inquirió Landar. - Tus padres te quieren mucho, han luchado y sufrido para tratar de hacer un mundo mejor y poder criaros en paz a tu hermano y a ti en él. Pero eso no es todo, mira ahora.

            Landar arrojó un disco de oro que rebotó dos veces formando ondas, al extinguirse estas, mostraron la visión de su padre sentado en la sala de espera.  Su madre se sentaba junto a él y Kerria pudo escucharlos.

- ¿Cómo  estás, Roy? - Le preguntó Beruche con un nervioso y preocupado tono. -
- No hay cambios ¿verdad? - suspiró él con resignado pesar. - Los médicos no saben que puede ocurrir.

            Su esposa quería ser fuerte y mantener el ánimo. Sabía que él estaba hundido, pero ella misma se derrumbaba y no pudo evitarlo en sus siguientes palabras.

- Podría estar así horas o años, - balbuceó Bertie casi a punto de llorar. Ami no se atrevió ni a mirarme a los ojos cuando me lo dijo. - ¡Dios mío! ¿Es que no hemos sufrido ya bastante?

            Pero él, reaccionó, sacando fuerzas y moral de donde no parecía tenerlas y la consoló lo mejor que pudo abrazándola para decir.

- Ten fe, cariño. No pierdas la esperanza. Nuestra hija se pondrá bien, estoy seguro. Lleva sangre de luchadores, no se rendirá.
- Si le pasara algo, Roy. ¡No sé qué puedo hacer! - Sollozó impotentemente Beruche enterrando su cara en el pecho de su marido. – No podría soportar perderla…
- No, no le ocurrirá nada- insistió él. -Debes confiar en ella, yo no lo hice hasta que fue demasiado tarde. Y me siento tan culpable. ¿Sabes, Bertie?, recordé la vez aquella que tú estabas de viaje con Leval, en ese campeonato infantil en el que participó. Yo me quedé a cuidarla, encontramos un pájaro después de una tormenta.
- Ya me lo contaste - repuso su mujer sacando la cabeza y enjugándose las lágrimas. - Se le murió y se puso muy triste, pero tú supiste consolarla.
- Le conté que iría al Cielo - añadió quedamente él. - Hablé con ella y le dejé contarme sus penas. Entonces sí que me comporté como un padre, - dijo con amargura, sentenciando con un compungido gemido. -Ahora que se trataba de su propia vida he fracasado. Mi hija cree que la odio.
- No te tortures, - le pidió Beruche tratando desesperadamente de mantener su voz a flote de su dolor. -Han sido muchas cosas. No puedes hacerte tanto daño, Roy.
- Si pudiera estar con ella igual que entonces, dejar que me contase lo que le preocupa y comprenderla, en lugar de reprenderla por todo. Tampoco yo puedo soportar la idea de perderla, Bertie. - Se lamentó sollozando desconsolado, siendo él ahora él que se hundía sin remedio. - ¡Es mi niña! 
- ¡Papá! - Musitó Kerria dejando correr sus lágrimas. - Quiero volver a estar contigo y con mamá. ¡Os quiero!, os necesito tanto, - y asintiendo con la cabeza para dirigirse resueltamente al mago, sollozó en tanto la imagen se desvanecía. - ¡Lléveme a casa, por favor!, ¡se lo suplico, déjeme regresar! ¡Quiero ser digna de ellos! Quiero ser capaz de hacer algo bueno por los demás. - Le pidió encarecidamente a su guía. – Y por mí misma.
- Aguarda, todavía no lo has visto todo. - Sonrió el mago blanco añadiendo con una mezcla de condescendencia y amabilidad. - ¿No deseas saber que os deparará el futuro?, al menos parte del que te ha dicho aquel Leval.

            La chica le miró con asombro.

- ¿De verdad puede enseñármelo? - Inquirió incrédula. -

            Sin pronunciar palabra Landar sacó un pequeño disco de platino, lo lanzó contra la superficie del agua y éste rebotó tres veces. Tras las ondas, la joven miró atentamente las imágenes que se formaban. Pudo ver a su hermano, vestía una especie de uniforme. Junto a él, con un peinado diferente y algo mayor estaba Amatista. Aquello sucedía en un lugar que Kerria no reconocía.

- ¿Qué sitio es ese? – Musitó con perplejidad. -

A través de una ventana podían verse muchas estrellas. Las estrellas que tanto le entusiasmaban a Leval. Después, vio escenas de luchas. Al igual que su padre y aquel alter ego del otro futuro, su hermano brillaba con un tono dorado. También estaba Mazoui y otra chica morena junto a otra rubita. Ella misma se veía allí, sentada, era también unos años mayor y esa futura Kerria acunaba un niño y parecía pensativa.

- Y ese niño, ¿quién es? - Inquirió atónita - ¿No será mi hijo?...
-No, - repuso Landar que le reveló. - En este posible futuro, tu hermano y tu amiga Amatista tendrán pruebas que superar, difíciles y peligrosas, pero triunfarán. Ese bebé que sostienes es su hijo. Él será la fuerza que ayudará a reequilibrar el Cosmos. Tu sobrino, Kerria.

La asombrada chica, pudo ver al bebé envuelto en una blanca y potente luz y a su amiga Amatista acunándole y cantando una nana muy hermosa dedicada a él.

- ¡Es maravilloso!  – Pudo suspirar, francamente emocionada al escuchar aquello. - ¡Jamás oí nada igual!

            Las imágenes cambiaron, ese niño parecía crecer y en compañía de otros se dirigían a un lugar. Eran chicos y chicas que emanaban un gran poder y uno de ellos producía un pálpito en Kerria. Era muy atractivo, de pelo castaño y ojos azules y también traslucía una gran fuerza. Caminaba junto a una chica muy hermosa de larga cabellera rubio platino. Junto a los demás llegaron a lo que parecía una enorme puerta que comenzaba a abrirse. Pero ya no pudo ver más, las visiones se disiparon en el agua cristalina.

- Joven Kerria, tienes un papel muy importante que jugar para mejorar las cosas en este mundo. Pues has de saber que este posible porvenir u otros, dependerán en buena parte de ti. - Declaró Landar con solemnidad. -
- Sí, ¡se lo suplico!, lléveme de vuelta - le pidió nuevamente ella con mayor deseo aún. - Quiero otra oportunidad, quiero vivir y enmendar todo el daño que he causado. Detener el mal que he ayudado a propagar. Y ser digna de mi familia. Espero que no sea demasiado tarde para hacerlo.
- Entonces dame la mano. - Replicó el anciano esbozando una amplia y aprobatoria sonrisa. – Y retorna a la vida…

            Kerria no lo dudó, se agarró a una mano del mago y esta vez hubo un resplandor que sí la cegó. Le pareció atravesar una especie de portal de plata y abrió los ojos. Para ella fue una extraña sensación, una especie de retorno desde ninguna parte, el despertar de un profundo sueño que comenzaba a diluirse tan pronto se vuelve a la vigilia. Ahora se notaba pesada y muy fatigada. Estaba tumbada en una cama y tenía sondas conectadas a su cuerpo. Recordaba poco de las visiones que había tenido del futuro. Estas se fueron difuminando en su memoria hasta desaparecer, como se olvidan algunos sueños al despertar, quedando reducidos a meras impresiones de vago recuerdo. En cambio, guardaba bien en su mente las otras. Y, para su sorpresa, junto a ella estaba el semblante humedecido por las lágrimas de su madre que ahora sonreía, llorando de emoción y de alegría.

- ¡Mi niña! ¿Estás bien? - Sollozó Beruche tomando una mano de Kerria entre las suyas. - ¡Cuánto me alegra que estés de nuevo aquí!
- Mamá. - Susurró ella con la voz débil. - ¿Qué ha ocurrido? Yo estaba, …- trataba de recordar pero su memoria no la ayudaba en absoluto. Estaba perdida ahora en una especie de fatigada obnubilación. – No me acuerdo…
- No te canses, cariño. - Le pidió Bertie - espera.

Salió a toda prisa y llamó a gritos su marido. Al principio todos se alarmaron creyendo que algo terrible hubiera sucedido. Sin embargo, la sonrisa de Bertie era luminosa. El agotamiento que arrastraba parecía haberse evaporado. Su esposo saltó como un resorte y fue con ella.  Los demás esperaron fuera llenos de incertidumbre e impaciencia. Roy entró corriendo en la habitación y se arrodilló besando la mano de su hija.

- ¡Gracias a Dios!,- decía llorando de alegría y hundiendo su rostro sobre la cama. - ¡Gracias, amigo!

Pensó en Landar mientras apenas era capaz de sollozar las palabras. Durante un buen rato no pudo hacer otra cosa que llorar desahogando así todo su miedo y su dolor y reemplazándolo por la alegría de tener de nuevo a su pequeña. Al fin levanto la vista, aun nublada por las lágrimas y le sonrió a Kerria diciéndole lleno de alegría.

- ¡Hija, sabía que lo conseguirías!
- Papá. – Pudo susurrarle a chica, emocionada y llena de felicidad. - Te quiero.
- Y yo a ti. Mi niña. - Afirmó él, con la voz temblorosa. – ¡Y yo a ti!…
- Es verdad lo que me contaste cuando era pequeña. - Musitó ella enmarcando una leve sonrisa en su ahora radiante rostro. - Estuviste en el Cielo. Y yo también lo he visto. ¡Es algo maravilloso! He podido sentir la Eternidad tirando de mí.

            Roy y Beruche la miraban asombrados, conteniendo a duras penas su sorpresa. Kerria, pudo contarles su experiencia en el túnel y lo que aun recordaba, sin perfilar detalles sobre su acompañante. Sus padres la escucharon emocionados.

- He sido indigna de vuestro amor y vuestros esfuerzos. -  Susurró la joven añadiendo decidida. - Pero cambiaré, os lo prometo...Lucharé, me esforzaré y haré que un día estéis orgullosos de mí.
- No digas eso, cariño. - Musitó Roy abrazando con cuidado a su hija para no afectar a ninguno de los aparatos que tenía conectados - Eso no es cierto. Te queremos, no importa lo que haya ocurrido, eres nuestra hija. Te quiero más que a nada en el mundo, la culpa fue mía por no saber comprenderte, pero desde ahora, te prometo que todo irá bien.
- Ya estamos muy orgullosos de ti, mi vida. Y eso nunca va a cambiar. – Añadió Bertie. -

Y sonrió secándose algunas lágrimas al tiempo que, con sumo cuidado, le colocaba el colgante con su crucecita pasándosela por la cabeza.

-Nunca debí separarme de ella. - Musitó la apenada chica. - No sé si merezco volver a llevarla…
-Siempre ha sido tuya y siempre lo será, mi amor. - Le susurró afectuosamente su madre. -
-Eres lo más preciado que tenemos, hija. Y a partir de ahora me voy a asegurar de que nunca lo olvidemos. - Sentenció su emocionado padre.-

             La muchacha sonrió a su vez sintiéndose mejor. Aquellas palabras para ella eran como el mejor de los bálsamos. Y entonces su hermano entró corriendo en la habitación, llegaba pletórico de alegría. Detrás de él iba Amatista. La chica se unió al muchacho a la entrada del hospital y ambos venían sin apenas hablar, directos a preguntar por Kerria, como solían hacer rutinariamente. Pero cuando les informaron de que ésta había despertado apenas pudieron contener su emoción, se abrazaron y rompieron a llorar alborozados. Después subieron a la carrera, pero tratando de calmarse al llegar para no molestar a la paciente. Leval se acercó a su hermana intentando contener su emoción. Pero Amatista, una vez remitida la alegría, se quedó prudentemente apartada.

- ¿Qué tal estás, Ky? - Le preguntó cariñosamente él, con esa afectuosa mirada que ella reconocía desde que ambos eran niños. -
- Muy bien- sonrió su hermana asegurándole con una voz llena de serenidad. - Nunca he estado mejor.
- Ahora que te has despertado todo será más fácil, enseguida te recuperarás. - Afirmó el chico  con un alborozo apenas contenido. -

            Entonces, recurriendo a sus escasas fuerzas, Kerria tomó una de las manos de su hermano. Le miró con ternura y susurró.

- Gracias Leval, por todo. Por contribuir a crear un futuro mejor y hacer posible que yo participe de él.  Solamente espero ser capaz de ayudarte a llevar la carga que nos corresponde.

Su sorprendido interlocutor puso cara de no entender nada y sonrió contestando con afecto.

-No sé de qué estás hablando, pero, en cualquier caso, gracias, ¡cara de patata! Ya era hora de que vieras lo estupendo que es tu hermano mayor.

Los dos sonrieron dándose cariñosamente la mano, y el chico se inclinó para darle un beso en la mejilla lleno de ternura. Desde luego que no tenía idea de a qué se estaría refiriendo Kerria. Seguramente sería que su hermana aún estaba aturdida, pero Roy y Beruche se abrazaron emocionados. Ellos sí que lo comprendían muy bien.

- Hija mía, ¿quién te ha dicho eso? - Le inquirió su padre en voz baja, mientras Leval se levantaba dirigiéndose a la puerta, ofreciéndole a Amatista que entrase. -
- Un hombre anciano, - les describió a Landar y agregó sorprendida. - ¡Entonces no fue solamente un sueño! ¡Todo aquello sucedió de verdad!
- Sí, cariño, pero eso ocurrió en el pasado, - le respondió Beruche visiblemente emocionada, añadiendo animosa. - Ahora sólo debemos pensar en el porvenir, hay que hacer un futuro mejor para todos.
- Sé que lo haremos, mamá. - Sonrió Kerria, plena de seguridad y con él débil movimiento de un brazo señaló a Leval que estaba de espaldas a ellos y añadió orgullosa.  - Como lo hizo mi otro hermano cuando nos salvó a todos.

            Sus padres asintieron con la mayor de sus sonrisas. Pero fueron interrumpidos por unos sollozos. Todos repararon en Amatista que no se atrevía a acercarse, Leval trataba de consolarla y de convencerla, pero ésta se resistía.

- Amatista. - Susurró Kerria al percatarse de ello. - Estoy bien, acércate.- Le pidió mientras sus padres le dejaban paso. –

             La requerida se aproximó muy despacio sin querer mirar directamente a su amiga, las lágrimas le caían y en cuanto no tuvo más remedio que alzar la vista hacia Kerria y ésta le devolvió la mirada con una leve sonrisa no pudo soportarlo. Se arrodilló junto a ella y rompió a llorar apoyando su cabeza en el regazo de ésta.

- ¡Perdóname! - le pedía totalmente desolada. - Yo te abandoné cuando me pediste ayuda, lo siento. ¡Te fallé cuando más me necesitabas! – Pardonnez-moi s’il te plait! - Repetía abrumada por el remordimiento y el pesar. -
- Tranquilízate, - le pidió la convaleciente con un tono suave y conciliador. - No lo pienses más. No tienes la culpa, Amatista. ¡Anímate!, ya estoy bien y todo volverá a ser como antes. Vamos, tú eres una chica dura.
- No puedo, me siento tan culpable, - repuso su desconsolada amiga. -
- Yo también me sentí así, pero alguien me explicó que las cosas son mucho más complejas de lo que parecen. Suceden pues deben suceder, tienen un porqué y debemos tomar parte en ellas. Vamos, tenemos que dejar atrás el pasado y seguir adelante. Yo nos he perdonado a las dos, perdónate tú ahora y seamos buenas amigas para siempre.

            La aludida pudo volver a mirarla a los ojos con asombro. Su amiga estaba cambiada, no tenía rastro de odio ni venganza, ni tan siquiera de amargura. No le guardaba ningún rencor.

- Es cierto. - Añadió lentamente Roy. - Todos hicimos mal y sufrimos por ello. Pero hay que seguir. Comenzando de nuevo.
- Vamos Leval, lleva a Amatista a descansar. La pobre debe estar todavía más fatigada que yo, - sonrió Kerria para tratar de eliminar aquella emotiva tensión. -

La francesa le devolvió una agradecida sonrisa y Leval la acompañó solícitamente fuera.

-Es un milagro. - Suspiró la emocionada francesa. - Gracias a Dios.
-Sí, así es. - Convino Leval. - Es maravilloso tenerla de vuelta. Creí que iba a perderla, creí que mi hermana moriría. - Sollozó ahora. -

            El chico no pudo evitarlo y rompió a llorar tapándose la cara con ambas manos. Amatista le observó entre emocionada y sorprendida. Los últimos días Leval había aguantado el tipo realmente bien, siendo él quién la animaba a ella, manteniendo un talante positivo en esas terribles horas de tribulación. Ahora la tensión tan enorme que ese pobre chico había soportado le pasaba factura. El joven se sentó en un banco y ella lo hizo a su lado, abrazándole.

-Elle est ici avec nous, tout sera bien dorénavant. - Musitó la joven al oído del chico.-

El chico asintió. Amatista notó un cosquilleo en su estómago y aproximó su rostro al de él. Por un instante tentada estuvo de posar sus labios en los del chico. En ese momento en el que aquel ambiente podría propiciarlo. Aunque entonces se apartó levemente. Aquella sensación de embrujo y tentación pasó, y la muchacha se avergonzó de sí misma.

-¡Pas du tout!- pensó.- Sería indigno, aprovecharme de él en estas circunstancias.

            Y la ocasión se esfumó, ella había derramado alguna lágrima a su vez viendo al chico. Quería ser digna de él. No podía ser tan rastrera para sacar partido de ese momento suyo de debilidad. Sin embargo, Leval se rehízo al fin y tras restañar las suyas, sonrió, posando una mano sobre otra de su acompañante y declarando.

-Gracias Amatista. Eres una buena amiga. Has estado conmigo todo este tiempo. Te lo agradezco.
-No, yo…soy yo quien tiene que daros la gracias. - Pudo balbucir la interpelada. - Por todo.
-Anda, vamos a casa. Tus padres tienen que saber la noticia. Estarás deseando dársela.
-Sí. - Suspiró la joven. -

Y así, se fueron a dar esa estupenda nueva a los padres de la chica. Entre tanto los Malden dejaron descansar a su hija y les contaron a los otros que estaba bien, hubo una gran alegría. Al poco, no tardaron en telefonear a Japón. Fue Bertie quien quiso llamar de inmediato a su gran amiga para darle la noticia. No obstante, en el apartamento de Ami no había nadie. La doctora tuvo turno. Pero al terminar optó por ir al santuario. Allí, su amiga la sacerdotisa continuaba los rezos. Ella se le unió. Tocando aquel largo cordón y dando palmas, pidiendo con fervor por la vida de su ahijada. Para sorpresa de la Guerrera Mercurio, vio a sus compañeras, Minako, Makoto y Usagi, hacer lo propio, todas estaban allí. Tampoco faltaban Mamoru, Luna, Artemis, e incluso Chibiusa. Ésta última hasta había venido desde el futuro al hilo de una misión que estaba cumpliendo. Fue enterarse de lo que sucedía y se unió al resto. Aparentaba ya ser una joven veinteañera, algo más alta que su madre. Durante unos instantes nadie habló. Todos se mantuvieron respetuosamente en actitud de oración. Tras unos minutos sonó el teléfono. Rei no tardó en ir a contestar. Al poco salió transfigurada, con una enorme sonrisa. Llevaba un teléfono portátil que entregó a Ami. Su amiga la interrogó con la mirada, pero la sacerdotisa simplemente dijo, tratando de moderar su emoción.

-Es para ti…
-¿Moshi moshi? – Dijo al estilo japonés, cuando de pronto, inquirió. - ¿Bertie?... ¡Oh, gracias a Dios! - Exclamó pletórica de alegría. - No… no me las des a mí. Ha sido Kerria, ella fue la que deseó curarse y volver… Claro. Por supuesto, en cuanto pueda iré a visitaros. Espero que podamos ir todos. O al menos algunos…Adiós. Y me alegro muchísimo…Si, yo también os quiero.

            Colgó el teléfono y el resto la rodeó con rostros expectantes, aunque optimistas. Ami apenas si pudo hablar, solamente se aproximó a Usagi que la miraba con una gran sonrisa. La Guerrera Mercurio se abrazó a ella y solamente pudo llorar, aunque esta vez de felicidad. Y estuvieron así un buen rato, llorando y riendo las dos.

-Lo siento, lamento haber roto las reglas. - Pudo decir finalmente Ami que, no obstante, afirmó. - Pero lo volvería a hacer por mis ahijados o por mis amigos.
-No tienes nada por lo que disculparte. - Rebatió Usagi a su vez, replicando.- Soy yo la que debe pediros perdón a todas por estas pruebas tan duras e injustas.

Al poco de escuchar eso las demás se las unieron como una piña. Incluso los gatos derramaban lágrimas de felicidad. El propio Mamoru tuvo que enjugárselas. Al fin, fue quién declaró con patente alegría.

-No todo tienen que ser sacrificios terribles, a veces hay finales felices.
-Ella será alguien importante para el futuro, no te quepa ninguna duda, Ami. Aunque tendrá todavía mucho camino que andar y difíciles pruebas que superar, pero serán sus pruebas. - Añadió Usagi tras separarse de su amiga. -
-Lo sé. - Asintió ésta con patente alegría y orgullo. - Y las superará, estoy segura.
- ¡Es maravilloso! - Declaró Chibiusa que añadió. - No le dije nada a Neherenia por no preocuparla, ella era amiga de la infancia de Kerria. Pero ahora puedo explicarle lo sucedido y decirle que todo ha ido bien…
-No hace falta que le cuentes nada de esto. Simplemente continuad con su preparación. Algún día deberá entrar en acción, y ese día ya no está tan lejano. - Le contestó Usagi. -
- Volveré con ella y las amazonas entonces. - Convino la joven que repitió con visible alegría. - Me alegro mucho, es una magnífica noticia.

            Sus padres asintieron. El resto de las antiguas sailors y los gatos felicitaron cordialmente a Ami por el feliz desenlace de su ahijada. Después, más tranquilas y aliviadas se separaron. Los siguientes días tendrían muchas cosas que hacer y asuntos urgentes que tratar…Y en Nueva York pasaron asimismo los días y la todavía convaleciente jovencita se encontró totalmente restablecida. Ahora sí que una de las pocas alubias que quedaban contribuyó a eliminar incluso las marcas de sus heridas. Roy no pudo dársela antes a fin de no llamar la atención. Finalmente le dieron el alta. Volvió a casa donde terminó por recuperar fuerzas durante un par de semanas y después al instituto. Nadie se metió ya con ella, pero, hubo una noticia que empañó la alegría. Para Kerria fue muy duro pero su amiga Debbie se marchaba de la ciudad. Dos días después de ir a visitarla al hospital la chica se enteró de que padre había sido trasladado al oeste por trabajo y les había llegado el turno de irse. Además, les tocaba pasar algo de tiempo con su otra hija. También Deborah ansiaba estar con su hermana mayor y además se había prometido que si Kerria se recuperaba la dejaría recomenzar su vida. Ese traslado tan oportuno le pareció una especie de señal para afrontar lo que el destino le tuviera reservado. Algo dentro de su corazón le decía que así debía ser. De modo que, pese al dolor que le suponía, quiso cumplir su promesa. Tras de ese propósito fue a despedirse a casa de los Malden. Roy cumplió su palabra y la recibieron con visible afecto. Al fin ambas chicas pudieron hablar a solas para despedirse.

- ¿De veras tienes que irte? - Le preguntó una llorosa Kerria. -
-Sí, debo hacerlo. - Suspiró Deborah. -
-Podrías quedarte. Creo que, si les pidiera a mis padres que te alojasen, lo harían. - Le propuso su interlocutora. -
-No creo que fuese una buena idea. - Sonrió su huésped. -
-Ellos lo aceptan. Ahora lo sé. - Insistió su novia. -

            Respirando hondo para evitar las lágrimas, Deborah miró fijamente a su pareja y tomándola de las manos le susurró con amor, pero también con pesar.

-No se trata de eso. Tú y yo tenemos caminos distintos, Ky. Lo supe hace ya tiempo.

            La expresión de su novia era una mezcla de sorpresa e incredulidad, y así pudo objetar.

-Pero. ¿Cómo puedes estar segura de eso?

            Y Debbie, sonriendo con un deje de amargura, le comentó dejándola perpleja.

-Me lo dijo el mismo que te ayudó a volver.

            Kerria la miró estupefacta. Ella no le había contado eso a su pareja. Quizás lo hubiesen hecho sus padres, pero como si le adivinase el pensamiento, su contertulia movió la cabeza y le desveló.

-Tengo visiones, ¿recuerdas?

            Su novia asintió, ya más resignada le pidió, sin poder desterrar la emoción de su tono de voz.

- ¿Me escribirás?
- Te lo prometo, - asintió Debbie asaltada por los mismos sentimientos.  – Pase lo que pase, siempre pensaré en ti…

            Las dos se dieron un fuerte y largo abrazo y tras un último y romántico beso en el que sellaron sus labios, Debbie se marchó. Aunque Kerria se deprimió un poco por esto no tardó en empezar a recuperarse, había alguien más. La había apoyado cuando todos le dieron la espalda y esperó en silencio. Como amigo ayudó a la muchacha a superar su soledad, el vacío que le quedó después de la marcha de Deborah. Con su ayuda, ella se puso al día en el instituto. El curso casi había terminado y la chica lo estaba aprobando incluso con buenas notas. Aquellas tardes de estudio tras las clases lo hicieron posible. La persona en cuestión era por supuesto Brian. El chico se sentía muy feliz por tenerla nuevamente a su lado, aunque solamente fuera de ese modo. Kerria le apreciaba como un estupendo amigo y le había tomado mucho cariño, pero él estaba enamorado. Durante un tiempo, tras la recuperación de la chica, ni siquiera se atrevió a planteárselo. Sin embargo, después, pasando con ella tantas tardes, a veces en su casa, a veces en la de la joven, entre estudios, repasos, alguna que otra broma y las sonrisas de ella, sus sentimientos le llenaban de tal modo que iba a explotar si no podía confesarlos. A pesar de haberlo hecho en el hospital no era lo mismo. Entonces, el objeto de su amor estaba inconsciente.  Ahora la tenía allí, junto a él. Brian recordó que había pensado en callar para siempre, teniendo en cuenta que su compañera se sentía atraída por las mujeres. Pero tras la marcha de Deborah Hunter, aquello parecía haber quedado a un lado. Ahora Kerria no salía con nadie, ni chica, ni chico. Excepto con Amatista, claro está. Pero evidentemente no por esa clase de motivo. Y por si fuera poco la joven francesa le había comentado en alguna ocasión que su amiga hablaba maravillas de él, y que quizás… ¿Quién sabe? No le llegó a decir claramente que se lanzase, pero estaba clara la invitación a que por lo menos lo intentase de algún modo. De hecho, una mañana, en un descanso de las clases, la francesa le vio en el patio. Estaba acompañada de Lana y de Sandra, las chicas que antes habían ido a prestar su apoyo a Kerria.

- ¡Brian! - le llamó con afabilidad. - ¿Tienes un momento?
-Sí claro. - Asintió él aproximándose a esas muchachas. - ¿Qué tal, chicas? - Saludó amablemente. -
-Bien, gracias. - Sonrió Sandra, que no se recató en guiñarle un ojo. -
- ¿Cómo llevas los finales de física? - Se interesó Lana. -
-Con paciencia. - Suspiró él haciendo que las chicas se rieran. -
-Kerria me ha contado que eres un excelente profesor. - Comentó Amatista entonces. -
-La física no es lo mío. Pero me defiendo. - Repuso modestamente él. -Es su hermano quien le explica esa materia.
-Claro, ¡qué tonta! NI me acordaba de que Leval es un genio. - Sonrió la francesa mirando divertida a sus amigas quienes le devolvieron un risueño gesto de complicidad. -
-Nos tenemos que ir, Sandra y yo debemos repasar algunas cosas. ¿Verdad? - Intervino Lana mirando a su aludida compañera. -

            Con cierta desgana esta aceptó seguirla tras despedirse de Brian. Así pues, una vez a solas, Amatista le comentó al chico.

-Perdona, he debido de equivocarme de asignatura. Pero Ky me ha contado que la estás ayudando mucho en los estudios. Te está muy agradecida.
-Supongo que todos estamos haciendo lo que podemos para echarle una mano y que recupere el tiempo que estuvo convaleciente. - Musitó el chico. - Tú, sin ir más lejos, la ayudas mucho en francés.
-Es verdad. - Admitió su interlocutora quien quiso pasar a lo que realmente le interesaba. - Oye, yo paso todo el tiempo que puedo con ella. Pero necesita salir más. Últimamente se dedica a estudiar y no hace otra cosa.
-Todos estamos en lo mismo. - Comentó el chico, recordando a su interlocutora. - Los finales se aproximan.
-Aun así. También tiene que salir a que le de el aire. Me gustaría ir con ella, pero tengo que entrenar. Ya sabes…
-Sí. - Sonrió Brian, declarando con humor. - ¡Te estás preparando para el pentatlón!

            Amatista se rio. Ese chico tenía una simpatía innata. Pudiera ser que si otro le hubiera hecho aquel comentario hasta le pudiera haber sentado mal. Aunque nunca ocurriría eso viniendo de él. No tuvo más remedio que admitirlo y suspirar, para decir.

- ¿Por qué no le pides un día que salga contigo? Me refiero a ver una peli o a tomar algo, un paseo. ¡Ya me entiendes! Le hará bien moverse un poco.
-Bu…bueno. - Pudo responder él, no exento de rubor ahora. - Nada me gustaría más. Aunque no sé qué pensará ella.
-Pues pensará que eres un chico estupendo y estará encantada. - Sentenció Amatista pidiéndole al azorado jovencito. - Tú sí que debes pensarlo. ¿Eh?

Y no hubo tiempo para más, el timbre anunciaba la vuelta a las clases. De hecho, durante todo el recreo, Kerria había estado en su pupitre, repasando a conciencia para la siguiente hora de matemáticas. La joven se tomaba muy en serio ahora el colegio. Quería que su familia estuviera orgullosa.

-Lo prometí. Soy una Malden, y jamás faltamos a nuestra palabra. - Pensaba tratando de espolearse.- Si ellos fueron capaces de hacer todo eso por salvar el mundo yo no puedo fallar en aprobar unos cuantos exámenes.

Y tan concentrada estaba cuando entró en el aula que Brian no se atrevió a decirle nada. Así que estuvo tratando de decidirse durante los siguientes días y tras sopesar todo aquello, el muchacho al fin se lanzó a dar el paso. Trató de declararse una tarde cuando volvían del instituto paseando hacia la casa de la muchacha. Ella comentaba algo sobre la cercanía de las vacaciones cuando él dijo, lleno de prevención, dispuesto a tantear el terreno en lo posible antes de aventurarse.

- Kerria. ¿Qué vas a hacer tú en vacaciones?
- No lo sé con seguridad, puede que vayamos fuera o quizás vengan mis primas. - Respondió, realmente sin saberlo. -
- Si te quedas, ¿te gustaría salir? Bueno. - Añadió cortado y con voz más queda. – ¿Querrías salir conmigo algún día?
- ¿Algún día?, ¡claro Brian! – concedió animadamente ella asintiendo. - Quedaremos.
- Me refiero a salir en serio. - Le dijo él algo colorado en cuanto reunió el valor.  – Ya sabes…

            Kerria se quedó atónita. No sabía que decir, desde luego ella no pensaba en eso. Aun así, tras un embarazoso silencio, pudo componer una sonrisa jovial y responder con aire evasivo.

- Bueno, ya hablaremos ¿vale? Ahora tengo que volver a casa, es tarde, ¿me acompañas?

            Su interlocutor asintió sin atreverse a insistir más. Aunque pensó que la había fastidiado. La chica no daba la impresión de sentirse nada cómoda al oír aquello. De modo que, sin hablar más, acompañó a Kerria a la entrada de su casa y se despidió hasta el día siguiente. La muchacha le observó alejarse con un gesto demudado. Ella misma se sentía muy confusa.

- ¡Oh Dios!- Suspiró la muchacha, pensando con zozobra.- Espero que no se esté enamorando de mí o algo parecido. No quiero hacerle daño.

            Kerria tampoco olvidada como se comportó con él cuando estuvo poseída por esa parte de maldad que albergaba en su alma. Esa oscuridad llamada Devilish Lady. ¡Ojalá pudiera ignorar aquello! Aunque, por suerte para ella, tras su recuperación, el muchacho y el resto de la gente debieron asumir que no se acordaba de nada. Mucho mejor así.

-A veces cuando le miro y pienso lo que hice en esa parada de autobús, quisiera morirme de vergüenza. - Se decía realmente apurada. - Otro hubiese pensado que yo era una zorra cualquiera. Pero él siempre es muy considerado y jamás me lo ha recordado. Pero ese es otro motivo por el que no quiero que se haga falsas ilusiones. ¡No merece sufrir por mi causa!

Así pues, los días sucesivos fueron algo tensos entre los dos. Ella apenas sí cruzaba algunas palabras con él. La muchacha, ya fuera de modo consciente o no, intentó distanciarse. No era tan accesible a quedar ni incluso a estudiar, afirmando que no deseaba lastrarle demasiado o que necesitaba estar sola para concentrarse. Ni que decir tiene que él no se lo creía y se sentía mal consigo mismo, reprochándose por haberse precipitado. O peor aún, haber estropeado la hermosa amistad que les había unido. Pasaron unos días y Brian no hizo el menor intento de repetir la pregunta. Quedaba ya poco para las vacaciones, él decidió prudentemente esperar. Quizás Kerria estuviera preocupada por las notas y eso ponía aún más trabas. Pero una vez resuelto este problema intentó verla, aunque a ella siempre le venía mal, le daba alguna excusa que impedía el poder quedar. Un día ya no pudo más. Armándose de valor, el chico fue a su casa. Llamó a la puerta y fue Roy quien le abrió.

- ¡Hola Brian!,- sonrió éste que también apreciaba bastante al muchacho. - ¿Vienes a ver a Kerria? - Le inquirió con voz amable. -
- Sí, señor, - pudo decir este algo avergonzado. - Me gustaría invitarla al cine, si a usted no le importa. - Se apresuró a matizar con palpable respeto. -
 - ¿A mí? - Rio Roy añadiendo con humor - ¡Ja, ja, ja!, no voy a ser yo el que vaya al cine contigo, muchacho. Eso tendrás que preguntárselo a mi hija.

Y para subrayar sus palabras le dio una “cordial palmada” en la espalda a Brian que avanzó un par de metros con el impulso.

- Verá, señor Malden. - Añadió el chico tratando de recobrarse del "golpecito" y confesando. - El caso es que me da apuro volvérselo a pedir. No quiero que crea que yo…

            Su interlocutor le miró y asintió con simpatía, se hacía cargo de lo que le sucedía al pobre chaval, pero no quiso evidenciarlo mucho y respondió despreocupadamente para tratar de aliviar la tensión de éste.

- Espérate aquí, voy a avisarla. Le diré que estás esperándola. ¡Pero siéntate, hombre! ¿Qué quieres tomar?
- No, nada, muchas gracias, de verdad. - Repuso Brian casi tartamudeando de azoramiento.  -

            El anfitrión miró al chico sentado de forma tensa, parecía un palo. ¡Pobre muchacho!  quedaba claro que estaba colado por Kerria y que se había decidido a ir a verla a costa de un enorme esfuerzo para vencer su timidez. Roy se sonrió ligeramente. Ese chaval era estupendo. ¡Ojalá su hija lo viese!

-Anda, te dejaré puesta algo de música para que te animes. – Comentó jovialmente mientras buscaba un antiguo cd. Al encontrarlo se sonrió comentándole al chico. - Escucha bien este tema. ¡Esto sí que era componer, muchacho! No las tontadas que hacen ahora. Seguro que te resultará interesante escuchar esta canción mientras aguardas. Da en qué pensar.

            Y sin esperar respuesta del azorado chico conectó el reproductor… Y allí le dejó, escuchando aquella magnífica canción que a buen seguro podría aplicarse.

En todo el tiempo que te he conocido
Has estado inquieta y nerviosa
Nunca he querido poseerte

A decir verdad, Roy sabía que ese crio se había enamorado de su hija desde que se vino a vivir a una urbanización cercana, entró en el mismo instituto, y la conoció haría poco más de un año. Si mal no recordaba aquella vez que, jugando en el jardín, lanzó fuera la pelota y Kerria fue a recuperarla, creyó ver a ese chico observándola desde la distancia. Y se quedó allí un buen rato… Hasta que la muchacha entró en casa.

-Creo que desde entonces el pobre se quedó colgado de mi pequeña. - Se sonrió. - Y no me sorprende nada…

Era consciente del peligro
De hacer una oferta por tus favores
Eres una extraña tan natural
Puse excusas y corrí

Y además Leval le contó cómo ese chaval tan noble trató de apoyarla siempre. Aguardó y sobrellevó todo lo que había ocurrido, temiendo al principio que otros muchachos más decididos y tan atractivos o más que él, le tomasen la delantera (lo cierto es que, con su pelo castaño, ojos azules, cuerpo de algo más de metro ochenta y peso medio no estaba nada mal).

Eres una isla
Pero no puedo dejarte fuera en el mar

Estás tan violenta con tu silencio
Eres una isla
No puedo dormir

-Este crío es demasiado parado. Me recuerda a mi amigo Tommy, ¡ah!, el paleto de Kansas, al principio era igual. - Se sonrió Roy divertido, en tanto subía las escaleras hacia el piso de arriba.- O espabila o no se comerá un rosco con mi niña, ¡ja, ja!

¿No hablarás conmigo?
Estoy en una tierra seca
¿No me ayudarás?, por favor

Pero Roy lo podía comprender. Seguramente cuando ese muchacho supo por qué Kerria no salía con otros chicos aquello debió de ser un gran mazazo para él. Si ella no tenía interés por los hombres y solamente se sentía atraída por las mujeres, nunca tendría la más mínima oportunidad. Cuando todo el mundo supo lo de ella y Debbie, él seguro que se creyó morir. Pero pese a todo no quiso apartarse de su lado. Aunque fuera como amigo quería estar cerca. Los Malden habían comprobado cómo iba a casa a ayudar a su hija a estudiar, ponerse al día con los trabajos y siempre de forma amable y solícita. También Bertie estaba encantada con ese crío. Kerria no podría tener a nadie mejor para recuperar el tiempo perdido y centrarse. Incluso la propia chica, hablando alguna vez con sus padres, lo admitió. En opinión de ella era de los pocos que no la desnudaban con la mirada y esa apreciación era compartida por bastantes compañeras del instituto que hubieran salido con él de buena gana. En realidad, Kerria no desconocía que muchas suspiraban por ello. Aunque lo que la joven ignoraba era que las otras sabían que el corazón de Brian tenía dueña. Incluso les daba pena, ese chico no merecía tener tan mala suerte. No obstante, desde que la hija de los Malden había vuelto recuperada de ese “accidente”, las cosas cambiaron mucho y, sobre todo, tras la marcha de Debbie, su comportamiento fue cada vez más abierto hacia el chico. Y como quedó en repetidas ocasiones con él, las habladurías entre sus condiscípulos comenzaron a extenderse. Amatista, por ejemplo, era de las que consideraba la posibilidad de que Kerria hubiera variado en eso. En honor a la verdad, y aunque la actitud de la francesa había cambiado y se había abierto, comprendiendo el derecho de su amiga a ser como ella quisiera, no dejaba de desear que se fijase en Brian. En parte porque era un chico tan encantador como Leval y en otra porque sencillamente era eso, un chico…

En todo el tiempo en que te he conocido
Ha habido algo entre nosotros
No creo que sea mi imaginación

Y otra cosa que contribuyó a su teoría del cambio fue que, cuando charlaba con Kerria y sacaba el tema de Brian, ella le contó el intento del muchacho, pero no expresó ni mucho menos desagrado. Solamente alegó sentirse confusa y no querer hacerle daño. Pero, eso no lo sabía aquel pobre chico, él solo veía que ella no le hacía mucho caso. Hasta Roy, ajeno a toda esa maraña de teorías y cuchicheos juveniles, se daba cuenta de que últimamente ella rehuía a ese muchacho y ahora comprendía el porqué. Terminó de subir las escaleras y llamó a la puerta de su hija que ahora podía oír esa misma canción pues su padre se había ocupado de ponerla a buen volumen con toda intención.

Sentí como si no pudiera tocarte
Pero tuve el sentimiento de que te hubiera gustado
Contarme la verdad si pudieras hacerlo
Inventé excusas y corrí…

- ¿Sí?,- contestó la interpelada. -
- Soy yo, cariño. ¿Puedo pasar?
-Claro, - repuso jovialmente ella abriendo la puerta. -
-Verás Kerria, Brian está abajo esperándote. Quiere invitarte al cine. O eso ha dicho, cuando ha sido capaz de pronunciar dos palabras seguidas. - Le informó un risueño Roy aguardando interesado su respuesta. -

Pero no puedo dejarte fuera en el mar
Eres demasiado violenta con tu silencio

Eres una isla.
No puedo dormir
¿No hablarás conmigo?

            La muchacha suspiró largamente dejándose caer en su cama, parecía desorientada y su jovialidad se había extinguido dando paso a una dubitativa y rebuscada réplica en tanto jugueteaba con la trenza que tenía hecha.

- Papá, dile que no puedo. Tengo que estudiar
- Ya has estudiado bastante. - Sonrió éste que opuso socarrón.  - Y llevas aquí aburrida durante toda la mañana.
- Iba a llamar a Amatista. - Arguyó improvisadamente la muchacha. -
- No es verdad- rebatió su padre que pasó a recordarle con tono divertido. - Amatista llamó ayer para decir que se iba con sus padres unos días. Y tú lo sabes.
- Papá, por favor - suspiró Kerria como si quisiera una tregua. - No puedo salir con él.
- ¿Cuál es el problema, hija? - Inquirió Roy ya más en serio. - Brian es un buen muchacho.
- Sí, lo sé. - Admitió pesarosamente ésta. - Demasiado bueno, le quiero mucho y por eso mismo no deseo darle falsas esperanzas, luego le haría mucho daño. Y no podría perdonármelo. Él no se merece eso.
- Bueno, ahora al menos sólo quiere invitarte al cine, pero eso debes decidirlo tú. Recuerda hija que te quiere mucho y te ha apoyado cuando lo necesitabas, no puedes dejarle plantado ahora. - Aseveró su padre, aunque lo hizo sin ningún tono de reproche. – Tú sabes que eso no estaría bien.
- Sí, es verdad - convino Kerria, aunque enseguida matizó entre resignada e inquieta. - Pero él no sólo quiere invitarme al cine, quiere que salgamos, que seamos novios. Yo le aprecio muchísimo, pero como si fuera un hermano, no estoy enamorada de él. No puedo hacérselo creer.

Estoy en un páramo
¿No me ayudarás?, por favor
Estoy en un páramo
¿No me ayudarás?, por favor

- Pues no lo hagas. - Le respondió Roy añadiendo con tinte paternal. Añadiendo con mayor contundencia. -  Mira hija. Puedes ser clara y darle a entender que no deseas esa clase de relación. Las mujeres tenéis mil maneras de hacerlo sin que duela o al menos de manera suave. Pero lo que no está bien es que le rompas el corazón al muchacho negándote a verle. Ir al cine no significa nada hoy en día. Además, seguro que os divertiréis. El chico tiene buen gusto y no únicamente para elegir chica. ¡Seguro que la peli es buena y, en confianza. - Musitó divertido. - El pobre es un pardillo, ¡me apuesto lo que sea a que le sacas una invitación a palomitas de esas dulces que tanto te gustan desde que eras pequeña! ¡Ración extragrande! - Remachó con renovada jovialidad. –

Eres una isla
Pero no puedo dejarte fuera en el mar
Eres demasiado violenta con tu silencio

Eres una isla.
No puedo dormir
¿No hablarás conmigo?

            La aludida no se rio con la broma, sino que guardó silencio durante unos instantes. Aquella era una difícil decisión. Quería sopesarlo todo. Pensaba en ese muchacho y siempre le veía tratando de ayudarla, animándola y siendo casi su confidente. Ella no quería romper aquello. Sin embargo, si se negaba a verle una y otra vez eso también sería muy injusto. ¿Acaso tenía que castigarle por lo que él sentía? No, se había propuesto firmemente no hacer sufrir a nadie más. Y volvía a hacer memoria, no dejando de recordar avergonzada como actuó cuando le vio en esa parada de autobús. Por muy Devilish Lady que fuera entonces, en el fondo no dejaba de ser ella. Y precisamente fue con Brian con quién, a pesar de estar dominada por el mal en ese momento, no quiso ser cruel. ¡Ni siquiera entonces!

- ¡Hasta ese monstruo le estimaba! - Meditó con asombro la muchacha admirándose de que incluso su yo oscuro fuera incapaz de herir a Brian. - Incluso siendo Devilish Lady fui sincera con él.

Quizás, muy dentro de su corazón, eso significase algo. De todos modos, no podría descubrirlo a menos que le diera una oportunidad al chico. ¡Aunque solamente se tratase de invitarla al cine y a una buena ración de palomitas dulces con refresco! Pensó más aliviada que hasta ahí, sí que podía llegar.

- Vale - sonrió Kerria convencida. - Tienes razón, papá. Dile que me espere, tardaré un poco en arreglarme. Una cosa es que salgamos como amigos, otra muy distinta que me vea hecha un desastre.
- ¡Ja, ja, ja! Ya hablas como tu madre. - Se rio su interlocutor, añadiendo jocoso. - Podrías ponerte un saco de patatas por vestido y ese pobre chico seguiría deslumbrado.

            Kerria movió la cabeza con una media sonrisa. ¡Su padre tenía cada ocurrencia! Aunque quizás no estuviera exento de razón en este caso. Aun así, pudo musitar algo avergonzada.

-No te pases, yo no me arreglo tanto como mamá. Y, además, no quiero hacerle esperar mucho. -Y tras suspirar largamente, le pidió a su divertido progenitor. - Por favor, dile que enseguida voy.
- ¡A lo mejor se está cansando de estar sentado ahí abajo como un palo y se va sin ti!-  Exclamó su contertulio con una risotada, haciendo que su hija riera divertida aun a su pesar, y él agregó con animación  e incluso ternura.- ¡Claro que te esperará!

Estoy en un páramo
¿No me ayudarás?, por favor
Estoy en un páramo
¿No me ayudarás?, por favor

(Dry Land. Marillion. Crédito al autor)

-Sí, ya oigo que le has puesto esa música de tu época. - Comentó ella ahora con tintes divertidos y hasta sarcásticos. - Debe de estar disfrutando muchísimo de ella.
- ¡Hey!, pues claro que lo hará. Es la mejor música del mundo… y con mensaje. - Afirmó su padre. - Escucha bien y te enterarás…
-Ya lo he hecho. - Asintió ella. - Con que un páramo… tierra seca. ¿Eh? Pues vaya sitio tan agradable al que le has enviado.- Se burló con tono travieso.-

            Empero, su interlocutor sonrió mirando a su hija y sentenció con ternura para responder de igual modo.

-Entonces no seas una isla en medio del mar…y no dejes por mucho tiempo al pobre chico en medio de ese páramo. No se lo merece… ¿no crees? ¡Ayúdale!

           Kerria le devolvió una mirada de estupor, Roy se limitó a sonreír, dejó a su hija pensando en aquellas palabras y bajó a decírselo al muchacho.

-Es bonita…- Musitó la muchacha abandonándose por unos instantes a esa melodía que volvía a sonar para meditar. - Inquieta y nerviosa. Sí, puede que haya comportado contigo como dice esa canción…Brian. Y es verdad, no lo mereces…

Por su parte, su amigo también escuchó creyendo descubrir a lo que el padre de Kerria se había referido.

- ¡Ojalá pudiera expresarme así contigo! - Pensaba entre reflexivo y turbado.- Si tan solo fuese capaz de decirte lo que siento de una manera tan hermosa…

En eso que vio llegar al señor Malden. Sin dejar de sonreír éste le comentó con tono afectuoso.

-Tendrás que ser paciente y darle algo de tiempo a mi hija…- Y ante la mirada atónita del joven, que pensó que quizás iba a anunciarle la negativa de Kerria a ir con él, Roy añadió mirándole divertido para precisar. - Se está cambiando de ropa. Ya sabes cómo son las mujeres. Enseguida bajará…y podréis iros…

Al escuchar aquello la cara de ese chico resplandeció. El pobre ocultó su alegría a duras penas. Al poco llegó Beruche que se reunió con su marido y el invitado y amablemente le preguntó por sus padres. Éste, pese a la timidez que le asaltaba, respondió educadamente como siempre.

-Muy bien, gracias, señora Malden. Les envían saludos.
-Y dime. - Quiso saber Bertie sonriéndole con afecto casi maternal. - Qué película vais a ir a ver. -
-Pues… la verdad…ni me había parado a pensarlo. Yo…- Afirmó el azorado chico que ya no sabía dónde meterse. - ¡Vaya fallo! ...-Suspiró llevándose las manos a la cabeza. -

            Los Malden se miraron esbozando sendas sonrisas. ¡Pobre chico! Estaba tan avergonzado y nervioso que les inspiraba mucha ternura.

-Te recomiendo la última de dinosaurios que han sacado. Tiene unos efectos especiales bestiales. Y nunca mejor dicho. ¡Los bichos parecen de verdad! - Exclamó Roy para echarle un capote. Visiblemente divertido, eso sí, con la cara tan colorada que se le había quedado al pobre crío. Más cuando jocosamente agregó. - ¡Ja, ja efectos bestiales, para esas bestias! ¿Lo pilláis?

            Bertie movió la cabeza con una media sonrisa. El atónito muchacho esbozó otra de compromiso.

- Sí, claro. Es una buena idea, señor Malden. Aunque no sé si a Kerria le gustarán esa clase de películas. - Opuso tímidamente Brian. -
- ¿Qué si le gustan? ¡Le encantan! Te lo digo yo…- Afirmó el interpelado con rotundidad. -
-Seguro que en la cartelera habrá unas cuantas que le gusten a mi hija. Lo pasareis muy bien. - Añadió Bertie con tono más suave. - No te preocupes por eso. Lo principal es la compañía…y de eso no se podrá quejar, es inmejorable.

El chico se puso colorado hasta las orejas. Los Malden sonrieron dedicándole una afectuosa mirada. Y entre tanto la muchacha se arregló y bajó al cabo de unos minutos con una blusa blanca y unos pantalones vaqueros azul oscuro, con su cabellera castaña clara suelta bien cepillada y cayéndole sobre los hombros, un ligero maquillaje y labios carmesí.

- ¿Nos vamos, Brian? - Le preguntó ella con su cálida sonrisa que siempre dejaba fuera de combate al pobre muchacho. -
- ¿Eh? Claro, bueno, hasta luego señores Malden. - Se despidió él muy azorada y entusiásticamente. –
- ¿A qué hora tengo que volver? - Inquirió la muchacha. -
-Hija, es temprano, no creo que una película dure tanto como para que se haga de noche. - Comentó despreocupadamente Roy, añadiendo no sin un tono algo pícaro. - Después del cine, idos a tomar algo por ahí.

            Beruche le miró sin poder disimular su perplejidad. No obstante, convino en eso con un leve asentimiento de cabeza y una sonrisa, para agregar.

-Nos fiamos de vuestro buen juicio para volver a una hora razonable.
-Gracias. - Sonrió la muchacha contenta de tener esa confianza. - Hasta luego entonces.
-Adiós, y muchas gracias. - Pudo decir el azorado muchacho a su vez, siguiendo de inmediato a su cita que ya salía por la puerta. -

            Los padres de Kerria correspondieron con sendas sonrisas y aprobatorios ademanes de cabeza. Así, los muchachos se fueron. Salieron los dos de la casa y Bertie y su esposo los vieron alejarse charlando con animación. Su hija incluso parecía reírse tras un comentario del chico que ahora reía también. Posiblemente le estaba contando alguna de las ocurrencias de Roy…

- ¡Pobre crío! Está totalmente coladito por nuestra hija. - Suspiró Bertie sin dejar de sonreír con simpatía mientras le veía marchar. – Desde aquí casi que se le puede escuchar palpitar el corazón.

            Su esposo asintió, antes de responder.

- ¿Sabes Bertie? Pues a mí me gusta mucho ese chico. Ese corazón que, como tú has dicho, tanto le palpita cuando está cerca de nuestra niña, es muy noble y es fácil darse cuenta de que la quiere de verdad. ¿No crees que sería estupendo que los dos?...
- Roy, - le recordó suavemente Beruche sonriendo - ya sabes que Kerria…
- Sí, vale. - Intervino él sin dejarla terminar la frase. -  Pero, quizás pueda cambiar. No porque yo lo diga, puede que sea Brian quien obre esa transformación. ¡Mírale!, si tú misma has dicho que es adorable, cubito. - Repuso él deseando que así fuera. - ¿Me vas a decir que no te gustaría un muchacho así por yerno?

            Su esposa meneaba la cabeza, aunque con una sonrisa. ¡Su marido no se daría nunca por vencido! Desde luego, Roy en eso pensaba igual que Amatista, incluso la propia Beruche no vería aquello con malos ojos, en absoluto. Y ¿por qué no? A ella le parecía también que a Kerria se le alegraba la mirada cuando estaba junto a aquel jovencito tan encantador. Y el muchacho en cuestión, siguiendo el consejo del señor Malden, le propuso a su amiga ver esa de dinosaurios.

-Tu padre me dijo que te gustaban esta clase de películas…- Musitó con timidez. -
-No están mal. - Concedió ella añadiendo eso sí, divertida. - Pero no te fíes mucho de mi padre. ¡Es muy bromista! Le encanta tomar el pelo a la gente.
-Sí, lo es. - Admitió el joven. - Y muy amable, como tu madre.

            Su contertulia asintió. En eso que ya estaban a punto de entrar. Brian se adelantó a pagar las entradas.

- ¿Dónde te gusta más? En el centro, o por los lados…delante…

            La chica le detuvo con una sonrisa. Declarando con jovialidad.

-Donde quieras.

            Brian las sacó centradas y hacia atrás, de las últimas filas. Los dos tomaron asiento y él se ofreció a comprar palomitas y algo de beber. Kerria asintió sonriente.

-Enseguida vuelvo. Espero que me dé tiempo antes de que empiece. - Casi balbuceó el pobre chico. - Con suerte no habrá mucha gente.

 Su acompañante le vio ir rumbo al bar, desde luego que no le desagradaba en absoluto salir con él. Aunque pese a todo le consideraba un buen amigo. A veces no obstante sentía algo extraño cuando estaban juntos. Sobre todo, ahora, en aquella mágica penumbra de la sala, tan próximos los dos. La misma Kerria tuvo que admitir que volvía a sentirse confusa, aunque fuera en contadas ocasiones. Tampoco podía evitar acordarse de Debbie, cuando las dos había ido a ver alguna película, atrás de la sala, y con la cómplice oscuridad, sonreían y se besaban. Desde luego que no se imaginaba haciendo lo mismo con Brian. Aunque quizás, dando tiempo al tiempo. ¡Quién sabe!...

- ¿Qué debo hacer? - Se decía con algo de inquietud.- Él ya sabe perfectamente cómo soy… y a pesar de todo…no puedo dejarle creer algo que nunca será posible...al menos eso creo.

            Y el chico retornó justo a tiempo. Así vieron aquella película e incluso en algunas escenas de sobresalto la joven le agarró involuntariamente de un brazo produciendo el consiguiente sonrojo de Brian. Desde luego que lo pasaron bien y esa tarde quedó grabada en el corazón del chico que no podía latir con más fuerza sin ser precisamente a causa de la acción de ese filme. Aunque todavía no había terminado esa “cita”. Al salir del cine, Brian le propuso.

- ¿Quieres tomar algo? Me refiero a cenar.
-La verdad, estoy llena con tantas palomitas. - Declaró sinceramente Kerria.-

            Aunque notando la decepción en el gesto del chico, no tardó en añadir.

-Pero un refresco estaría bien.

            Y eso obró enseguida la transformación en la expresión de Brian, sonrió diciendo solícito.

-Aquí cerca hay un sitio en el que hacen muy buenos batidos de frutas.
-Vamos entonces. - Convino ella. -

            Así lo hicieron, y el remate de la velada no estuvo mal. Charlando sobre la película y otros temas triviales. Al fin volvieron a sus casas. Brian acompañó a la joven hasta la puerta de la suya. Antes de despedirse ella le sonrió para decirle.

-Muchas gracias, lo he pasado muy bien.
-Gracias a ti. - Contestó él, sin saber que añadir. -
-Ya nos veremos. - Replicó la muchacha. -

            El chico asintió, ella le dijo adiós con la mano y entró en casa. Brian suspiró dándose la vuelta y retornando a la suya. Se sentía muy feliz, ella volvía a ser como antes, cercana y relajada a su lado.

-No debo insistir, podría estropearlo de nuevo. Debo tener paciencia. - Se aconsejó el muchacho. -

            Kerria por su parte entró despacio y cerró lo más silenciosamente que pudo. Aun así, sus padres la vieron cuando pasó cerca del salón.

- ¿Qué tal, cariño? ¿Lo habéis pasado bien? - Quiso saber Bertie. -
-Sí, mamá. - Replicó la muchacha. -
-Has vuelto muy pronto. - Comentó Roy. - Podríais haber cenado por ahí. ¿Qué pasa? ¡Es que Brian no llevaba bastante dinero! ¿O es que ha resultado ser un tacaño? - Exclamó divertido. -
-Papá. No fue por eso. Estaba llena de comer tantas palomitas. - Admitió Kerria, agregando caso divertida. - En eso tenías razón. El pobre me invitó un par de veces al tamaño grande.
- ¡Hija! - Suspiró Bertie entre divertida y reprobatoriamente. -
-De veras, no quería que se gastase tanto, pero me gustan mucho las palomitas de caramelo. - Confesó algo apurada. -
-En cualquier caso, no me parece correcto lo que has dicho, Roy. - Añadió la madre de la muchacha, reivindicando. - Suena muy machista. Nuestra hija tiene dinero y puede pagar por sus cosas. El hecho de que Brian sea un chico no significa que deba pagar él.
-Él quiso invitarme también a la película, pero yo pagué mi entrada. - Se defendió Kerria. -
-Bueno, cubito. A ti no te importaba que pagase yo. - Le recordó su marido, haciendo que se pusiera colorada. -
-Eran otros tiempos. - Contestó al fin su interlocutora quien agregó, dirigiéndose con un cómplice guiño se ojo a su hija. - La próxima vez, te toca a ti invitarle.

La chica asintió, esbozando una leve sonrisa. Dio las buenas noches a sus padres y subió a su habitación. Estaba algo cansada pese a todo. Se tumbó en la cama tras ponerse el pijama y miró su teléfono móvil. Jugueteando un poco con los números que tenía guardados inevitablemente llegó al de Debbie. Llegó a pensar incluso en llamarla, con el pretexto de contarle esa especie de cita. Al menos así podría escuchar su voz. Pero se contuvo.

-No, no podría soportar oírla y saber que está tan lejos. - Se dijo con pesar.-

            No había vuelto a contactar con ella desde que se fue más que por algún mensaje esporádico. Kerria no podía dejar de pensar en ella. A veces se decía que podría preguntarle dónde vivía ahora para ir a visitarla. Aunque únicamente fuera por unos días, cuando llegasen las vacaciones. Otras veces temía que su novia hubiera conocido a otra chica y rehecho su vida con ella. Pudiera ser que el recuerdo de su antigua relación pudiera serle embarazoso.

-Dijo muy claramente que nuestros caminos tenían que separarse. - Recordó con amargura y tristeza. -

            No quiso pensar más en ello, ocupó su mente en aquella estupenda tarde que había pasado con Brian. Ese chico estaba ayudándola a sobrellevar la ausencia de Debbie mucho más de lo que él podría llegar a imaginar. Apenas pudo esbozar una sonrisa al recordar las palabras que su madre le dijo antes de subir a su habitación.

-Bueno, en eso lleva razón. Tendré que invitarle yo a algo también. No quiero que Brian piense que soy una gorrona.

Y eso dio lugar a otra cita para ir al cine que tardó unos días en producirse. Así pasó el tiempo, llegando las ansiadas vacaciones. Durante esas semanas mientras tanto, Leval también terminó su curso con unas notas excelentes y como hiciera su primo el año anterior, ingresó en la academia militar como aspirante superando la preselección, listo para prepararse las definitivas pruebas de acceso. Aprovechando el verano decidió entrenar duro con su padre y Mazoui. Deseaba ser digno heredero de su familia y pese a la alegría que tenía por la recuperación de su hermana no bajaba la guardia pensando en aquellos malnacidos sectarios. Por su parte, las madres de los chicos y el resto de sus compañeras, hablando también de lo acontecido con esos sicarios de la secta y reconociendo que ya no eran tan jóvenes, decidieron dar el relevo como luchadoras de la justicia a sus hijas, tal y como Cooan había hecho. Querían que las muchachas se preparasen a fin de no estar indefensas ante otros posibles ataques.

-No lo sé. - Suspiraba Esmeralda, mirando a Karaberasu y a Beruche, que se habían citado en casa de la diseñadora para debatir aquello. - Es algo tan importante y difícil. No quiero cargar a mi hija con una responsabilidad como esa.
-Y nosotras tampoco a las nuestras. - Terció Kalie, comentando con inquietud. - Pero sabes perfectamente lo que está en juego. Por eso vine enseguida, en cuanto mi hermana me llamó para que discutiéramos esto. Mi esposo y Kathy creen que he venido a ver a Mazoui por unos días, mientras ellos vuelven de visitar a nuestros parientes de Irlanda. Y pienso que Bertie tiene razón. Tendríamos que pensar en darles el relevo a nuestras hijas. Nosotras ya vamos cumpliendo años. No somos tan jóvenes ni estamos en la misma forma que antaño.
-Pero tenemos mucha más experiencia. - Argumentó Esmeralda. - Eso lo compensa de sobra.
-Es verdad. Pero, precisamente por eso, el enemigo no es estúpido y podría eludirnos como blanco para atacar a nuestras hijas. Son el eslabón más débil. Ya visteis como se cebaron en la de Kalie, en la mía y en la de Cooan. - Intervino Beruche. - Y podría ser cuestión de tiempo que fuesen a por Amatista. Es la única que les falta.

            La diseñadora sintió un escalofrío recorrer su espalda. A su pesar asintió. Aquella mera idea le resultaba insoportable y terrible. Aunque era una opción muy real. Sus enemigos pensarían que sus hijas serían presa fácil y desgraciadamente esos canallas no andarían errados. Pese a las apariencias y lo que habían vivido, Amatista, Kerria, Katherine e Idina,  eran apenas unas niñas, demasiado ingenuas para saber reaccionar ante esos monstruos. Aunque hasta ahora habían tenido suerte. Empero, ninguna de sus madres quería tentar a la fortuna en exceso.

-Está bien. - Suspiró Esmeralda. - Aunque no sé si tendremos que pedir permiso. Ya me comprendéis.
-No creo que haya ningún problema. Cooan ya le traspasó a su hija su poder. Es más, por lo que nuestra hermana nos contó, su piedra de la justicia no quiso volver con ella. Era como si hubiese decidido permanecer con nuestra sobrina Idina como su nueva dueña. - Le contó Karaberasu. -
-De todas formas. La idea de Esmeralda de consultarlo es buena. ¿Quién mejor que nuestras amigas para aconsejarnos en algo así? - Comentó Beruche. -

Y sus interlocutoras convinieron en eso. De modo que Bertie llamó a Usagi para consultárselo.

- ¿Moshi moshi? - Contestó la joven japonesa. -
-Hola, Usagi-chan. - La saludó Bertie. -
-Bertie-chan. Me alegra mucho escucharte. ¿Qué tal va todo?
-Muy bien, ahora las cosas están tranquilas. Al menos de momento. - Replicó jovialmente su interlocutora que agregó con un tono ya más serio. - Sin embargo, no sabemos hasta cuanto podrá durar… por eso quisiera consultarte algo…

            La expresión de su oyente se tornó más seria también cuando respondió.

-Tú dirás.
-Hemos pensado que nuestras hijas deberían seguir los pasos de Idina. - Le confió sin más rodeos. - ¿Qué opinas?
-Esa es una cuestión que solamente vosotras debéis decidir. - Repuso seriamente la interpelada. - Recordad que sois Justicieras, no Sailors. No me debéis lealtad, ni estáis destinadas a ser luchadoras por la justicia para siempre.

            Bertie suspiró, así debería ser, sin embargo, no se recató de confesar.

-Tenemos algo de miedo. Es una enorme responsabilidad… Nosotras sabíamos lo que significaba luchar y enfrentarnos al mal. O incluso ser parte de él. Pero ellas nacieron inocentes y sin nada que ver en ello.
-Pero el destino salió a su encuentro. - Declaró Usagi que ahora hablaba más como Serenity al añadir. - Hay cosas que, por mucho que se desee, no se pueden evitar. Y ya que has llamado para consultarme, os aconsejaré que confiéis en ellas, sabrán estar a vuestra altura.
-Gracias, amiga mía. Eso significa muchísimo viniendo de ti. - Repuso Beruche. -
-Me gustaría poder ayudaros. Mi propia hija va a estar aquí durante un tiempo. Si os parece bien le diré que viaje a los Estados Unidos para que se una a las vuestras y las entrene un poco. - Le ofreció. -
-Sería estupendo. Nosotras ya no somos tan jóvenes y no podríamos ayudarlas demasiado en eso. - Convino su contertulia. -
-Entonces todo arreglado. - Sentenció Usagi de modo más jovial. - Dales recuerdos a todos de nuestra parte.
-Así lo haré. Haz lo mismo por allí. - Le pidió Bertie. -

Así se despidieron. Cuando Beruche se lo contó a sus hermanas a todas les pareció una buena idea a la par de sentirse aliviadas. Confiaban en Chibiusa y la apreciaban muchísimo.

-Podrá enseñarlas muy bien. Tiene experiencia y sabe de sobra lo que esto significa. - Dijo Esmeralda con aprobación. -

Las demás estaba de acuerdo con eso. Ellas quizás no eran tan ya jóvenes para ocuparse del adiestramiento de sus sucesoras. En cambio, la hija de la futura reina de Cristal Tokio sería la mentora perfecta. Lo decidieron entonces, harían que sus hijas se reunieran en vacaciones. Las jóvenes, ajenas por el momento a esto, seguían haciendo planes para la inminente época estival. Sobre todo, Amatista, que, tras la vuelta a esa apacible normalidad, ya tenía organizados los suyos propios.



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