Al final del curso, Mazoui logró terminar su primer
año en la Academia Militar de forma sobresaliente. No sólo fue el primero en
notas de su promoción, sino que, además, batió todo tipo de marcas en las
pruebas físicas. Sus atónitos profesores nunca habían visto nada igual. Por su
parte Leval se había propuesto seguir los pasos de su primo y no tenía nada que
envidiar al excelente nivel de éste, incluso era feliz por tenerle a su lado
para entrenar y poder realmente superarse. Al fin podía forzar sus capacidades
al máximo. En cuanto a Kerria, la muchacha se esforzó mucho y demostró que era
en verdad inteligente y capaz, saliendo airosa de sus asignaturas y superando
aquella dura etapa. Logró lo que ella deseaba, ser el orgullo de su familia.
Idina saldó su curso con excelentes calificaciones y Kathy al menos con unas
notas más que aceptables, en tanto que Amatista, bueno...le quedó la física, la
asignatura que más odiaba. Pero cuando se lo contó a su madre, contrariamente a
lo que esperaba, ésta no pareció tomárselo muy mal, su mente estaba centrada en
otros pensamientos. La joven se sorprendió mucho, su en otras ocasiones similares
furiosa y contrariada progenitora, estaba extrañamente amable y compresiva con
ella. La razón, desde luego, era importante. Habían pasado muchas cosas y desde
la recuperación de Kerria el tema de los ataques de esos sectarios aparentemente
se había olvidado. Aunque no por parte de Esmeralda. Es más, durante todo
ese tiempo de tranquilidad no dejaba de darle vueltas a la cabeza, abrumada por
un mal presentimiento y tras la conversación que mantuvo con las hermanas y el
beneplácito que Usagi les diese, había tomado una decisión. No le era nada fácil,
incluso se mostró reacia al principio. Compartía los miedos de sus compañeras. No
obstante, comprendió que era su obligación. No en vano su hija ya era una mujer
y no podía estar inerme ante una amenaza que bien pudiera repetirse en
cualquier momento. Por ello y una vez hizo sentar a la muchacha frente a ella,
suspiró y le dijo quitando trascendencia a las notas.
- Bueno hija. No siempre se puede aprobar todo a la
primera. Además, ahora debes centrarte en una cosa más importante.
- ¿Más importante? - Repitió la atónita chica que
no podía creer lo que escuchaba. - Bueno, mamá, no es que no me importe lo que
dices, ¡me encanta!, pero. ¿Cómo es que lo dices? Desde luego no es tu manera
de ser.
- No te equivoques. - Respondió Esmeralda volviendo
ahora a un tono más serio - claro que tus estudios me conciernen, ¡y mucho! Son
muy importantes. Pero no más que tú, tu seguridad es lo que ahora me preocupa.
- Mamá, - sonrió Amatista con autosuficiencia. - Mido
más de uno ochenta y soy cinturón marrón de karate. He zurrado a muchos tipos
que pensaban poder hacerme daño.
-No- negó su madre con la cabeza. - Tú no lo
comprendes cariño, los enemigos de los que te hablo están muy por encima de
esas tonterías. En tu estado actual no les durarías ni dos segundos. Ya has
visto lo que ocurrió con Kerria. Cuando ella estaba poseída tenía unos poderes
similares ¿Acaso pudiste hacer algo por detenerla? – Y sin siquiera dar tiempo
a su hija a reconocer su incapacidad se respondió a sí misma, añadiendo con
tono preocupado. - No, y ahora tengo miedo, mucho miedo de que ese maldito
Rubeus vuelva. Cariño, si viene a por ti estarás perdida.
- Pero mamá. Alguna vez te he oído pronunciar ese
nombre y nunca has hablado demasiado de él. ¿Quién es ese tal Rubeus? - Quiso
saber Amatista dominada por la curiosidad. -
Su
madre se paseaba nerviosa rehuyendo contestar, pero finalmente respondió con
pesar.
- Un hombre muy perverso, que se ha unido a las
fuerzas del mal y que nos odia.
- ¿A nosotros? - Preguntó la muchacha sorprendida - pero
¿por qué? ¿Qué le hemos hecho para que quiera hacernos daño?, yo nunca le he
visto en mi vida.
Esmeralda suspiró profundamente, parecía librar una lucha interna, no sabía si
contestar o no aquella pregunta, si lo hacía el pasado que había creído
sepultado y olvidado durante tanto tiempo regresaría. Eso podría cambiar muchas
cosas para su hija. De hecho, pese a que ella había visto de lo que su padre y
Leval eran capaces, se aplazó aquel enojoso tema de conversación. La vuelta a
la rutina contribuyó también a dejarlo de lado, y la propia chica no preguntó.
Sin embargo, la diseñadora comprendió que no tenía elección y comenzó de forma
dubitativa como si estuviera disculpándose de antemano.
- Veras hija, sé que no he sido la madre que
hubieras deseado tener, casi siempre he estado lejos...
- Pero mamá, no digas eso. - Repuso Amatista de modo
conciliador, pero su madre la cortó. -
- Escúchame por favor - le pidió su
interlocutora con el semblante entristecido y gesto serio, lo que llegó a
inquietar bastante a la muchacha. Sobre todo, cuando oyó a su madre agregar con
solemnidad. - No queríamos decírtelo. Quizás lo habríamos hecho algún día
cuando ya fueras mayor. Por desgracia, no queda otro remedio. Pero tu padre
debe estar presente, yo sola no seré capaz...
Diamante estaba en el despacho que tenía anexo al comedor, hacia allí fueron
ambas. La joven seguía a su madre preocupada, la cosa parecía seria. Nunca la
había visto con esa expresión, como si esperase confesar algo horrible que la
hiciera merecedora de desprecio por su parte. Y así entraron en el despacho del
padre de la chica que trabajaba escribiendo en su ordenador cuando las vio.
- Hola, ¿qué tal las notas, Amatista? - Preguntó con
interés pues sabía que seguramente habrían estado hablando de eso. - ¿Qué pasa?
- Inquirió alarmado al ver la cara de Esmeralda, por su expresión parecía que
su hija hubiera dejado todo por aprobar. -
- Diamante, ha llegado el momento. - Declaró su
mujer con voz queda. - Debemos contarle la verdad acerca de nosotros.
Éste comprendió, ¡ojalá se hubiera tratado de lo que había pensado él!
Asintió lentamente, desconectó su ordenador y se levantó mirando a su esposa
como si quisiera estar por completo seguro de que era algo inevitable.
- No hay otra solución, cariño. - Añadió Esmeralda tratando
de justificarse. - Tengo miedo por ella y Amatista ya tiene una edad en la que
puede entender estas cosas. Más aún tras todo lo que ha sucedido.
- Está bien, empieza tú, yo intervendré para apoyarte.
- Respondió Diamante cruzando los brazos sobre el pecho en tanto la hija de
ambos alternaba sus inquisitivas y preocupadas miradas sobre ellos. – Si es que
lo precisas.
La madre
de la chica se acercó a él y temblorosa comenzó su relato tomada de la mano de
su marido. Entre tanto la muchacha escuchaba atentamente y la primera frase, de
por sí, ya era lo suficientemente impactante.
- Verás hija, para empezar, nosotros no nacimos en
este planeta. Ni en esta época.
- ¿Qué? - Rio Amatista mirándolos como si se
percatase de que estuvieran intentando gastarle una estúpida broma. - ¡Venga
mamá!
Pero ese último intento de huir de esa posible realidad tan inquietante murió
allí mismo, sus padres no alteraron su grave expresión.
- Tu padre. - Prosiguió Esmeralda a la que parecían
atragantarse las palabras. - Era el príncipe del décimo planeta de este sistema
solar. El Planeta Némesis.
- ¿El planeta Némesis? - Se sorprendió Amatista
recurriendo a su memoria y a alguna cosa que quizás Leval le contase cuando se
ponía a hablar de astronomía. -Algo he oído, pero en clase dijeron que sólo era
un supuesto para explicar la extraña órbita de Plutón.
- No es un supuesto, hija, - intervino Diamante que
afirmó tajantemente - existe.
- Yo pertenecía a la nobleza, mi padre era el duque
de Green Émeraude, y cuando tuve quince años me llevaron a la Corte. Pasé a ser
una de las damas de la reina. - Dijo Esmeralda que translucía en su rostro el
recuerdo por aquella mujer y la tristeza por el terrible destino que le estaba
reservado, aunque prosiguió con serenidad pese a que alguna lágrima rodó por su
mejilla cuando le desveló a su hija. – Tú llevas el nombre de la madre de tu
padre. La mujer más buena que haya existido jamás. La reina Amatista Nairía fue
una madre para mí. Como la que yo no pude conocer. Vivíamos en paz hasta que el
padre de tu padre, el rey Coraíon, murió. Un extraño adivino llamado Hombre
Sabio nos dijo que había sido culpa de la Tierra.
Una atónita Amatista escuchó relatar a sus padres la
historia completa. Apenas podía salir de su asombro cuando Diamante intervino
para desvelar ante
su atónita y emocionada hija, declarando con voz queda.
-Recuerdo
a mi madre con mucho amor y nostalgia. Y tengo muchas de sus palabras guardadas
en lo más profundo de mi corazón. Lo mismo que tu tío Zafiro y tu madre.
-Así
es, hija. - Sonrió Esmeralda igualmente conmovida al recordar. - Ella fue una
gran mujer. Siempre que nos preguntabas por los abuelos sufríamos al no poder
contarte la verdad. Pero solamente ahora podemos hablarte tan claramente de
ellos. A mi padre apenas sí le vi durante mi infancia, y mi madre murió siendo
yo apenas un bebé. En eso nunca te he engañado. Pero sí tuvimos que guardar
silencio acerca de tus abuelos paternos. Aunque eso termina hoy. Dado que ya
conoces nuestro secreto. Y tu abuela, desde luego, fue una mujer maravillosa.
Fuerte, decidida, y dispuesta a sacrificarlo todo por aquellos a quienes amaba.
-Yo...no
sé qué decir. – Musitó la asombrada muchacha, afirmando con una mezcla de pesar
y emotividad. - Lo siento mucho, si os he decepcionado. Seguro que no puedo
compararme con ella.
-No
debes preocuparte por eso, hija mía. - Afirmó Diamante tomándola cariñosamente
ahora del mentón y elevándoselo para añadir. - Tú eres tú, no tienes que
compararte con tu abuela. Vuestras vidas y circunstancias son distintas. Y
nosotros te queremos más que a nada en el mundo. Eres lo más importante de
nuestras vidas. Igual que nosotros lo fuimos para mi madre. Ella nos amaba y
luchó por protegernos mientras pudo. Y era asimismo muy sabia. Me acuerdo de
algo que nos dijo a mi hermano y a mí una vez…una historia que siempre
recordaré para ejemplificar hasta qué punto éramos lo más importante de su
vida.
El príncipe rememoró aquel momento,
siendo él y su hermano unos críos. Quizás teniendo él diez u once años, y
Zafiro entre siete y ocho. Estaban estudiando con una de sus droidas
preceptoras. Su madre pasó entonces a verlos, en una de esas raras veces en las
que su salud se lo permitía.
-Entonces,
el Imperio Romano se extendió por la mayor parte de Europa, el norte de África,
y la zona más occidental de Asia. -Les contaba ese androide con un tono
bastante monocorde y aburrido. -
-
¿Y para que queremos saber todo eso? Han pasado miles de años desde entonces. -
Comentó un aburrido Zafiro. -
-Porque
la historia es muy importante. - Intervino entonces la soberana con una
sonrisa. -
-
¡Madre! - Exclamó Diamante visiblemente contento de verla allí. -
Su progenitora vestía
un cómodo atuendo en forma de traje malva con toques azulados, y lucía su emblema
favorito, el de las tres lunas, esta vez engarzado en un collar que se posaba
sobre su pecho. Estaba claro que no había tenido ninguna recepción, ni
ceremonia oficial. Sus hijos la observaron felices de que estuviera allí y Zafiro
le preguntó.
-Mamá.
¿Por qué es tan importante algo que ocurrió hace tanto tiempo? Ya no queda
nadie de esa época.
-Pues
porque nos enseñan valiosas lecciones, hijo. - Repuso ella, concretando. - De
lo que hicieron bien y podemos imitar, pero y esto es lo más importante, de lo
que hicieron mal y no debemos repetir.
-Pues
estos romanos debieron de hacerlo todo muy bien. - Estimó Diamante,
argumentando. - Ganaron casi todas sus guerras y su imperio duró muchísimo
tiempo.
-Es
cierto. Alteza. Pero también estuvieron a punto de desaparecer. - Intervino la
droida preceptora, añadiendo. - Y uno de los episodios más difíciles en su
historia fue su lucha contra el general cartaginés Aníbal. Quien les derrotó
consecutivamente en las batallas de Trevio, el lago Trasimeno y Cannas. De hecho,
a punto estuvo Aníbal Barca de conquistar la misma ciudad de Roma.
-Sí,
eso nos lo has contado ya. - Asintió Zafiro, añadiendo. - Y que un romano muy
bueno en la estrategia le venció en otro sitio.
-En
Zama. - Apuntó Diamante quien sonrió orgulloso al ver el gesto aprobatorio de
su madre cuando dio la respuesta acertada, por ello, agregó con tono triunfal.
- Le copió sus mismas tácticas. Demostró haber aprendido bien de él.
-Correcto,
Alteza. - Indicó la droida. -
La reina entonces tomó la palabra y
les dijo a los chicos.
-Vamos
a hacer una pausa. Venid, demos un paseo por el jardín.
-Pero
Majestad, quedan aún doce minutos y catorce segundos para terminar la clase. -
Objetó la droida. -
-Detén
el cronómetro. -Le ordenó Amatista. - Luego proseguiréis.
-Como
mandéis. - Asintió el androide. -
Diamante y Zafiro se sonrieron
mirándose con complicidad. ¡Era estupendo que su madre acudiera al rescate de
esas aburridas lecciones! Aunque tras levantarse y acompañarla durante un
trecho, una vez salieron a los jardines, ella les comentó con tono entre
enigmático y divertido.
-La
historia del vencedor de Aníbal es muy importante. Pero hay algo que, a mí,
desde niña, me interesó incluso más. – Declaró, narrando de seguido ante la
atenta mirada de sus pequeños. - Veréis, él tenía una hija llamada Cornelia. Y
esta muchacha se casó y tuvo asimismo dos hijos, que pasaron a la historia con
el nombre de los Gracos.
-Algo
nos ha dicho la droida. Pero les fue mal. - Creyó recordar Diamante. -
-Sí,
su destino fue trágico. Aunque hicieron lo que su conciencia y honor les
demandaba. Defender a los pobres, al pueblo de Roma, que era víctima de los
abusos de los patricios. -Les explicó Amatista. -
-Esos
patricios eran los nobles. ¿A que sí? - Intervino Zafiro deseando ganarse la
aprobación de su madre. -
-Muy
bien. - Sonrió en efecto ella, que prosiguió con su relato. - Cornelia quería
muchísimo a sus hijos y estaba muy orgullosa de ellos. Tanto era así que,
cierto día, estaba cenando con una de sus amigas. Esta mujer se dio cuenta de
un detalle. Cornelia nunca lucía joyas. Pese a ser la hija de un noble y famoso
militar como fue Escipión el Africano. Tenía riqueza y podía haberse
ornamentado a su antojo, pero era de carácter bastante austero.
-Se
parecía a ti, mamá. - Sonrió Zafiro, señalando el collar que ella portaba. -
Únicamente luces esas joyas del reino de la Luna.
-Así
es, porque me recuerdan al lugar en el que yo nací y crecí. Y eso es algo que
añoro mucho. Pero, al igual que a Cornelia, hay algo a lo que quiero todavía
más. - Sonrió a su vez la soberana. -
-
¿Y qué es, madre? - Quiso saber un intrigado Diamante. -
-Pues
veréis. - Contestó su interlocutora, retomando el hilo de su relato. - Os diré
lo que Cornelia le respondió a su amiga cuando aquella mujer le preguntó.
¿Dónde están tus joyas? ...- Y tras sonreír una vez más, Amatista añadió. -
Cornelia se levantó de su triclinio y llamó a sus dos hijos que estaban por
allí cerca y que tendrían vuestra edad. Ellos acudieron, su madre les pasó los
brazos por sus hombros y declaró. ¡Estas son mis joyas! Las más preciadas que
una madre puede tener. Y yo, al igual que ella, no preciso de más ornato que el
teneros a mi lado.
Y remachó esas palabras posando sus
manos sobre los hombros de sus hijos. Para sentenciar.
-Vosotros
sois mis más preciadas joyas, como los hijos de Cornelia lo fueron para ella.
Jamás lo olvidéis.
-
¿Y por eso nos has puesto estos nombres? - Inquirió Zafiro con visible
curiosidad e ingenuidad infantil. -
Su madre le miró al principio algo
desconcertada, aunque luego rompió a reír. Los niños lo hicieron con ella, y al
poco retornaron a terminar esa lección de historia que ya no se les hizo tan
aburrida. Ahora Diamante suspiraba tras terminar de contar aquella anécdota y
remachó con la atenta mirada de sus emocionadas esposa e hija.
-No
comprendí del todo esas palabras de mi madre hasta que vosotras llegasteis a mi
vida.
-Tu
madre tenía razón. - Convino Esmeralda, dirigiéndose ahora a Amatista para
declarar, con una mezcla de orgullo y emoción. - Tú, cariño mío. Eres nuestra
joya más valiosa.
La chica no pudo evitar unas
lágrimas. Esa historia era preciosa y triste. Sus padres tuvieron sin duda que
hacer muchos sacrificios alejándose de todo cuanto conocían. Pero el relato no
había concluido aún. Dado que Diamante le contó.
- Cooan, Petz, Beruche y Karaberasu, también
formaban parte de nuestra corte, igual que tu tío Zafiro. Ellas eran nuestras
servidoras.
- Tenían un rango inferior al mío y estaban bajo el
mando directo de Rubeus. Viajaron desde nuestro mundo del siglo treinta hasta
esta época. Por aquel entonces nosotros éramos malvados, hija. Tanto como pudieran
serlo esos sectarios. - Confesó Esmeralda no sin remordimientos y visible
humillación. - Cuando las cuatro hermanas se arrepintieron y Rubeus fracasó, yo
fui la encargada de relevarle. Y lo hice de la peor manera. Le abandoné a su
suerte…
Esmeralda no quiso especificar más, a duras penas se controlaba para no llorar.
Como pudo terminó su narración, omitiendo detalles sin embargo de la forma en
que Diamante la salvó de los infiernos. Aun así, Amatista se quedó sin habla, únicamente
al cabo de unos instantes para asimilar aquello pudo decir entre sorprendida e
incrédula.
- Entonces papá te rescató y ayudó a salvar el
mundo. Pero, tú, ¿cómo pudiste actuar así?
- ¡Hija mía!- Se defendió Esmeralda con lágrimas en los ojos. - Entonces
yo era muy joven, tendría tu edad y era muy manipulable. Me enamoré de tu padre,
pero para él ni siquiera existía. Sólo tenía ojos para la reina Serenity. La
soberana del Cristal Tokio de la Tierra. Yo estaba dispuesta a hacer cualquier
cosa para ganar su corazón, pero fui engañada y utilizada por el Sabio. Al
sentirme despechada la maldad y el odio presidieron mis actos. Podríamos decir
que fue algo parecido a lo que le pasó a Kerria. Pero tu padre me salvó y
pudimos volver a este mundo, en esta época, y comenzar a vivir otra vez. Desde
ese instante, me juré que sería otra mujer, que aprovecharía esa
oportunidad de una nueva vida olvidando el pasado. Y cuando naciste tú, bueno.
- Sonrió aun entre sus lágrimas mientras Diamante la abrazaba en ademán
confortador. - Fue para mí el día más feliz de mi vida. Siempre he
querido lo mejor para ti, que no supieras nunca lo que era pasar por algo
semejante a lo que nosotros tuvimos que sufrir. Ese fue mi mayor anhelo, quise
ser tan buena madre para ti como la reina Amatista Nairía lo fue para mí. Pero
está claro que no he podido o no he sabido estar a su altura, ¡perdóname, hija!
si te he decepcionado.
Amatista se sentía desbordada, emocionada y asombrada como nunca lo había
estado antes. ¡Y ella que creía haber vivido tantas cosas! Sobre todo, cuando
su padre le contó alguna historia más acerca de las luchas que mantuvieron
contra los demonios y esa maldita secta. La impactada muchacha se daba cuenta
ahora de lo verdaderamente poco que conocía a sus propios padres, de lo escaso
que era su conocimiento del mundo en general. Y comenzaba a ver el sacrificio
que ellos e incluso los de su amiga Kerria hubieron de realizar, no solamente
por el futuro de ella misma sino por el del mundo entero. Visiblemente
conmovida y con lágrimas en los ojos, se abrazó a su madre y sollozó.
- No mamá. No me has decepcionado. Todo lo
contrario. Ahora puedo comprender mucho mejor las cosas.
- Amatista, hija, créenos. - Añadió sosegadamente
Diamante con tono de pesar tamizado por el dominio y la resignación. -Sufrimos
mucho para lograr llevar una vida normal. Superar los remordimientos de
nuestras antiguas vidas sin odios, ni guerras y ahora tenemos miedo. No ya por
nosotros, sino por ti. Desde siempre hemos luchado para conseguir tu felicidad
y no queremos que algo que creíamos enterrado en el pasado te la arrebate.
- Por eso, yo misma te ayudaré. - Le dijo Esmeralda
tomando entre sus manos el rostro aun húmedo de su hija. - Cariño, lo he
meditado mucho antes de decidirlo, pues te voy a entregar un testigo, quizás
una carga, no lo sé. Pero yo ya no puedo llevarla. No soy tan joven como cuando
conocí a tu padre. Ni siquiera como cuando me casé con él y ¡sabe Dios qué
no me gusta reconocerlo! - Sonrió acariciando ahora tiernamente las mejillas de
su hija y le explicó que era una de las justicieras de las que Amatista, de
niña, oyó hablar en más de una ocasión, para remachar llena de tristeza. – Como
la Dama del Viento me vi en la obligación de combatir contra el mal. Por eso
faltaba tanto, por eso me perdía tantos momentos junto a ti, tus cumpleaños,
tus festivales en el Liceo. Cuando regresaba y veía la decepción en tu cara,
eso siempre me dolía. - Balbuceaba Esmeralda llorosa. - Pero tenía contraído
ese deber y debía expiar mis culpas. Luchar por ti y por todas las personas que
lo necesitaban. Lo comprendes, ¿verdad? - Le inquirió a su hija deseosa de que
así fuera, con una mirada de súplica. -
Ésta respondió besando a su madre en la frente y dándole un afectuoso y largo
abrazo, sin poder dejar tampoco de llorar, visiblemente embargada por todas
aquellas emociones de orgullo y asombro que la conmovían.
- Hace falta mucho valor para hacer lo que tú has
hecho, mamá. Me has contado todo tu pasado y el de papá. Aceptaré esa
responsabilidad y procuraré llevarla con la misma dignidad y valentía con la
que lo has hecho tú. - Declaró Amatista en un tono solemne y muy serio que sorprendió
a sus padres por su madurez. -
- ¡Mi querida hija!,- lloraba Esmeralda emocionada
abrazándose a ella. - ¡Mi niña!, estoy muy orgullosa de ti.
- Yo también lo estoy. - Corroboró Diamante apenas
algo más entero, animándola. - Seguro que lo harás muy bien.
- Así que soy una princesa, - sonrió la chica
tratando de desdramatizar en tanto enjugaba sus lágrimas. - En el fondo siempre
lo he sabido. - Quiso bromear para aliviar algo la tensión. -
- Tu verdadero nombre es Amatista del Clan de la
Luna Negra, princesa de Némesis y duquesa de Green Émeraude. Y por parte de tu
abuela, mi madre, eres asimismo princesa de la Luna Nueva. - Le respondió su
padre. -
- Es un poco largo – pudo decir ella afirmando con
tintes de más jovialidad. – No os molestéis, pero prefiero seguir con nuestro
apellido.
- No te preocupes por eso, hija. – Le sonrió su
madre posando una mano sobre las de la chica. – Por eso no habrá problema. Y en
una cosa tu padre se equivoca, Tu verdadero nombre no es ese, sino con el que
te bautizamos cuando naciste. -Y añadió ahora algo pensativa. - Y pensar que
quise llamarte Amatista Alexandra…por mi jefa, la señora Deveraux.
-Pues de buena me libré. - Susurró la muchacha, que
al advertir que su madre la miraba atónita, enseguida trató de arreglarlo con un.
- No, nada…decía que al menos siendo una princesa podré ordenarle a Leval que
salga conmigo. - Se sonrió pícaramente la joven. -
- Hija, Leval también es un príncipe. - Le informó
Esmeralda para asombro de la chica desvelándole también. - Pero tanto sus
padres como nosotros renunciamos a esos títulos cuando nos quedamos a vivir
aquí.
- ¡Vaya! - Repuso ella fingiendo fastidio. - Entonces
no podré mandarle que me lleve a pasear en carroza.
- ¡Ja, ja, ja! - Rio Diamante lanzando una broma a
modo de catarsis final, aunque realmente no fuera tan del todo una chanza. -
¡Lo que sí podrás es estudiar la física que te ha quedado!
Amatista al oír esto, puso los ojos como
dos puntitos. Con todas aquellas impactantes revelaciones se había olvidado
completamente de eso. Aunque estaba claro que sus padres no.
- ¡Oh!, de eso no puedo librarme ni siendo una
princesa justiciera, ¡vaya rollo! - Suspiró la chica provocando la sonrisa de
sus interlocutores. Sin embargo, en uno de sus arrebatos de orgullo, añadió. - ¡Pero
si vosotros habéis sido capaces de hacer todas esas cosas, yo no dejaré que me
suspendan el curso por una ridícula asignatura! ¡Pas du tout!
- Bueno - Le indicó Esmeralda, esta vez con voz
insinuadora. - Tengo entendido que para estudiar la carrera de piloto hay que saber
bastante de física y Bertie me ha dicho que su hijo sacó matrícula de honor en
esa asignatura.
- ¡Claro! - Brincó Amatista encantada por aquella sugerencia que
hizo suya de inmediato. - Puedo pedirle a Leval que me ayude a estudiar. ¡Qué
buena idea, mamá!
- Hija - Intervino Diamante de forma jocosa. -
¿Seguro que sólo le pedirás eso?
La aludida se puso colorada al instante y sus padres
se echaron a reír haciendo que ella les imitase de buena gana. Le desvelaron
también que, una de las guerreras de la Luna podría venir a entrenarlas en
persona. Eso hizo que la joven se tomase todavía más interés. Estaba deseosa de
conocer a una de esas míticas luchadoras. Y así quedaron las cosas, aunque
Esmeralda le hizo una última recomendación a su hija, de momento, debía tratar
de no decírselo a nadie, excepto a sus nuevas compañeras de lucha. La chica
asintió, no quería contarle nada a Leval y supuso que Kerria tampoco lo haría.
A fin de cuentas. ¿Acaso no tenían ellos sus propios secretos? Y también era
más seguro que lo supiera el menor número de personas posible. No es que no
confiaran en él, pero por lo menos, deseaba estar bien preparada en su nuevo
papel antes de desvelarle nada. Beruche y Karaberasu tuvieron con sus hijas una
charla similar. Cooan, que fue la pionera, ya entrenaba a su sucesora
explicándole cómo debería actuar. Durante ese verano Kathy e Idina vinieron a
pasar unas semanas junto con Kerria y Amatista. Por supuesto aprovecharían para
practicar en transformarse y luchar como verdaderas justicieras. Y cumpliendo
la palabra de su madre, la pequeña Dama (desde luego no tan pequeña ya) vino
del futuro para ayudar en su adiestramiento. Gracias a ella las jóvenes
aprendieron mucho en poco tiempo. Llegó a los pocos días. Tanto las madres como
sus hijas habían quedado en casa de Bertie, aprovechando que los hombres no
estaban. La jovencita, vestida informalmente, con un ajustado culote negro y
una camiseta de deporte fucsia, casi a juego con su pelo, de largas coletas
rematadas en sendas picas en la cabeza, sonrió a todas con amabilidad.
- ¡Chibiusa! – Exclamó Idina que sí la conocía y la
recordaba bien, de cuando trajera a su amiguita Nehie a jugar a la casa de sus
padres hacía ya algunos años. - ¡Cuánto me alegro de verte!
- ¡Cuánto has crecido! – Afirmó la aludida con
aprobación. Para agregar. - Sois todas unas chicas muy altas y guapas, vais a ser
unas justicieras imponentes.
-Yo también te recuerdo. - Afirmó Kerria para matizar.
- Viniste con otras cuatro chicas. ¿Verdad?
-Sí, mis sailors guardianas. Las asteroides. Ahora
no han podido venir. Debían ocuparse de unos asuntos. - Le respondió para
zanjar rápidamente el tema. -
Tanto
Kathy como Amatista escrutaban a la recién llegada con curiosidad. A simple
vista no parecía una guerrera. De hecho, cualquiera de ellas le sacaba más de
una cabeza. Pero eso era dejarse engañar por las apariencias y sus madres les
habían advertido que no debían permitir que eso sucediera.
-Cuando me acuerdo de ti de niña, me parece mentira
que te hayas convertido en una joven tan hermosa. - Terció Cooan dirigiéndose a
la recién llegada. - Tienes el porte real de tu madre.
-Muchas gracias. Eres muy amable, como siempre. -
Sonrió la aludida. -
-Entonces tú… tú eres a quién mi madre y las tías
tenían que matar. - Pudo decir Idina algo turbada al caer en la cuenta de ello.
- Cuando mamá me contó su historia dijo que eras su objetivo…
Las
aludidas bajaron las miradas no sin una buena dosis de culpabilidad, a pesar
del tiempo transcurrido y de todo lo vivido, aquello siempre iba a estar ahí.
Sin embargo, fue Chibiusa la que sonrió quitándole importancia al asunto y
declaró con sinceridad.
-Eso está olvidado. En esa época éramos enemigas. Pero
después nos hicimos muy amigas. Ahora estamos en el mismo lado y en esos
tiempos también recuerdo haber hecho cosas de las que tampoco estuve muy orgullosa.
- Concluyó observando a Kerria de soslayo. -
-Bueno, ahora eso queda muy lejos también. De hecho,
no deberíais ser tan informales, chicas. - Les indicó Karaberasu, para desvelar.
- Esta muchacha que tenéis delante es una princesa. Heredera al trono de la
Luna y de la Tierra.
-Bueno. - Sonrió Amatista sin parecer demasiado
impresionada para replicar. - Nosotras también somos princesas. -
-Habla por ti, mona. - Le rebatió Kathy. - Las demás somos plebeyas…al menos yo lo soy,
¡y a mucha honra! - Sentenció divertida haciendo que las otras se riesen. -
- Eso de ser princesa no quedaría mal en el currículum.
- Comentó Kerria. -
-Pues tú también lo eres. Ya puedes irlo poniendo. -
Le indicó su madre, divertida. -
-No es lo mismo. En el caso de Chibiusa su título es
de un rango muy elevado. Está por encima de los nuestros. - Comentó Esmeralda,
con patente respeto ahora. Para preguntar a la aludida. - Dinos, ¿Cuál es el
tratamiento correcto que habría que darte?
-No hace falta que hablemos de esas cosas. - Pudo
decir la azorada muchacha, aseverando. – Con que me llaméis Chibiusa como de
costumbre, bastará.
Aun
así, como algunas de las presentes tenían curiosidad, Kalie la animó.
-Anda, no seas tan tímida. ¿Cómo te llamarían en una
audiencia de palacio en el futuro?
Y tras suspirar resignada, la interpelada replicó
con tono desapasionado.
-Su Alteza Serenísima, Neo princesa Heredera al
Trono de la Luna y de la Tierra. Dama del Milenio de Plata y de Elisión.
Guerrera de la Luna.
- Jolín, ¡qué pasada! - Afirmó una entusiasmada Katherine. -
¿Y entonces a tu madre? Tiene que ser algo digno de escucharse. -
Comentó Idina, deseando que su interlocutora se lo desvelase e insistiendo con
ilusión infantil. - ¡Anda, dínoslo!
Chibiusa
sonrió ahora condescendiendo con esa divertida petición y más jovialmente les
informó.
-Mi madre, oficialmente es su… Soberana Majestad
Serenísima, Serenity II, Neo Reina de la Luna y Serenity I de la Tierra, Señora
del Milenario de Plata y de Elisión y Emperatriz del Sistema Solar. Eterna
Guerrera Luna.
- ¡Casi que prefiero llamarla Usagi-chan! - Se rio Cooan, haciendo que el resto la imitase.
-
Y
así, tras un rato más de conversación informal, las madres se despidieron
dejando que Chibiusa, (como insistió simplemente en ser llamada) se hiciera
cargo del entrenamiento de las chicas. Montaron en un monovolumen alquilado que
la propia hija de Serenity condujo hasta un lugar apartado donde pudieran
practicar. Una vez allí, la adiestradora pidió a sus pupilas que se
transformasen. Éstas lo hicieron sin dudar. Una vez dispuestas y alineadas, su
nueva maestra las pasó revista en tanto declaraba.
-No os engañéis, chicas. Ser una guerrera de la
justicia no es tarea fácil.
-Lo suponemos. - Declaró Amatista, añadiendo con decisión.
- Pero estamos dispuestas a asumir el reto.
-Sí, se lo debemos a nuestras madres. - Convino
Kerria, agregando algo azorada. - Y a nuestros padres también, claro.
Aunque
su instructora movió la cabeza y les dijo con tono más serio.
-No debéis hacer esto porque os haya sido impuesto.
Ni por considerarlo una deuda para con nadie. ¡Tenéis que sentirlo! Vosotras no
sois sailors, sois justicieras.
- ¿Qué diferencia hay? - Se encogió de hombros Kathy.
-
-Las sailors son más poderosas. - Le contestó Idina.
-
-Bueno, eso habría que verlo. - Se sonrió Amatista.
-
-Pues aquí tienes a la princesa si te atreves a comprobarlo.
- Le indicó Kerria a modo de jovial reto. -
-Por mí, no hay inconveniente. - Repuso de inmediato
la francesa. -
-No creo que sea una buena idea, todavía no estáis preparadas.
- Declaró Chibiusa. -
-Si no me equivoco, Idina pudo vencer a ese tal Rubeus.
- Afirmó Kathy valorando. - Y era muy poderoso. ¿Verdad?
-La verdad. Tuve mucha suerte. - Admitió la aludida.
-
-Pues entrenemos. - Sentenció Amatista, afirmando
con lo que consideraba una lógica aplastante en tanto se dirigía a Chibiusa. -
¿Si no practicamos como vamos a aprender? ¿Acaso no has venido para enseñarnos?
Bueno, aquí estoy, enséñame.
La interpelada suspiró, no estaba muy dispuesta a
comenzar así, pero al parecer esas chicas no iban a comprender el verdadero
alcance de su responsabilidad a no ser que…
-Es una buena idea. Yo quiero ver un combate entre
Amatista y Chibiusa. - Afirmó Katherine apoyando aquello con entusiasmo. -
-Chicas, quizás deberíamos aguardar a que nos
enseñasen como usar los poderes de estos trajes. - Opuso Idina con mucha más
prudencia. -
-A ti no te enseñó nadie y fuiste capaz de hacerlo sola.
- Replicó Amatista, que dando un paso al frente, añadió. - No te ofendas, pero
si pudiste hacerlo tú, no veo por qué no iba a ser capaz de conseguirlo yo.
-Muy bien, concedió su maestra que, alejándose unos
pasos, les comentó. - Dejad que me transforme. -
Y
ante los asentimientos del resto Chibiusa gritó.
- ¡Luna eterna! Dame el poder…
Y
para asombro de sus discípulas se vio envuelta en una luz rosada. Hasta
jurarían que un par de enormes alas blancas la envolvieron para desaparecer
cuando la joven giró sobre sí misma apareciendo ya con su uniforme de guerrera.
Una vez presta para la acción les dijo a las muchachas que observaban todavía
atónitas.
- ¿Quién desea ser la primera?
- ¡Yo! -
Exclamó Amatista visiblemente decidida. - ¿Quién sino?
La
francesa se adelantó y ambas quedaron frente a frente, desde luego que
aventajaba en más de una cabeza a su contrincante. Pese a ello, Chibiusa
sonrió. Entonces le dijo a la muchacha.
-Muéstrame lo que puedes hacer.
Sin
dejárselo repetir Amatista se puso en guardia y avanzó con rapidez, lanzó una
combinación de puñetazos y patadas de kárate realmente potentes. Sin embargo,
su contrincante las esquivó con celeridad. La joven aprendiza no encontraba
nada a lo que golpear. Aunque en una de las veces sí que logró alcanzar el
objetivo, pese a lo cual fue blocada por un brazo de Chibiusa. Su mentora se
apartó con una sucesión de rápidas volteretas y se sujetó el antebrazo que
había usado para detener el ataque con su otra mano.
- ¡Vaya! No lo haces nada mal. - Afirmó con aprobación.
- Eres muy buena…
-No quiero hacerte daño. No sería justo. Soy cinturón
marrón y mucho más fuerte que tú. No quiero herirte. Es más, ahora que
recuerdo, mi madre me comentó que, cuando luchó con las guerreras, era más
poderosa que cualquiera de ellas. - Le dijo Amatista, que parecía sinceramente
preocupada por esa posibilidad. - Mejor será dejarlo…
Pese
a eso Chibiusa sonrió divertida, entonces se acercó nuevamente y se quedó
plantada con los brazos caídos afirmando.
- ¿Eso crees? Bueno entonces voy a pelear algo más
en serio.
Y
apenas terminó de hablar se lanzó rapidísima contra su rival. Amatista casi ni
tuvo tiempo de parar varios puñetazos y patadas que le venían de todas partes.
Se revolvió con éxito logrando blocar muchos y contratacar, para ser anulada a
su vez. Finalmente estaba jadeando, pero su adversaria parecía estar fresca.
Tanto que gritó haciendo aparecer un cetro de la nada.
- ¡Pink Sugar Attack!
Y
una oleada de energía de color rosada en forma de corazoncitos golpeó sorpresivamente
a la Dama del Viento tirándola al suelo y haciéndola rodar unos cuantos metros.
La Nueva Guerrera Luna se detuvo entonces y se cruzó de brazos mirándola con
una divertida sonrisa. Su maltrecha contendiente tardó un rato en levantarse.
Tras unos momentos para recobrar la respiración pudo preguntar.
- ¿Qué narices era eso?
- ¡Ah! mi ataque de cuando era pequeña. - Sonrió condescendientemente
Chibiusa. - Espero que no te haya hecho daño.
- No lo puedo creer, - Suspiró Amatista sacudiéndose
el polvo y la tierra de la caída, para espetar con visible fastidio y
resignación. - ¡Derrotada por unos corazoncitos rosas!
Las demás se rieron, finalmente la propia Dama del
Viento lo hizo con ellas. Hasta Chibiusa se rio. Fue Kerria la que comentó al
poco, no sin admiración.
-Desde luego, ¡eres algo increíble cuando luchas en
serio! Amatista es la mejor atleta que conozco, y hasta ahora ninguna chica había
sido capaz de vencerla.
-No me he empleado con todo mi poder. - La rebatió
la aludida para pasmo de sus oyentes. -
- ¡Pues como serás cuando lo hagas! - Pudo decir
Kathy agitando una mano.-
Pero
ahora su maestra se aproximó poniéndose más seria y les comentó.
-No es cuestión de fuerza bruta, ni de rapidez,
debéis aprender a sacar vuestras auras. Los poderes que emanan de esos trajes
os las amplificarán. Y el poder que os dan las piedras de la justicia debe ser
uno con vosotras. Escuchadme bien, chicas. Como justicieras tenéis una
importante misión que cumplir. Defender la paz y la justicia. Puesto que, desde
ahora, hasta que llegue el día, las sailors no intervendrán más en los asuntos
importantes de la Tierra. Ahora seréis vosotras quienes tendréis ese cometido.
Las
chicas la observaron sin comprender. Aunque fue Kathy la que rompió el silencio
queriendo saber.
-Antes comentaste que no somos sailors, sino
justicieras. Entonces, ¿Por qué debemos hacer nosotras su trabajo?
-No es cuestión de eso. - Le explicó la aludida. -
-Nos dijiste que no es lo mismo. ¿Por qué? ¿Porque
somos menos poderosas? - Terció Amatista admitiendo a su pesar. - Era cierto.
Perdona mí desconfianza. Ya he visto que es así…
-No tiene nada que ver con el poder. Veréis. Les informó Chibiusa. - Hay
una gran diferencia. Pese a que vuestros uniformes son similares y tenéis unos
poderes afines, las sailors nacen predestinadas a su misión. Ellas juran
fidelidad a la reina de la Luna y la obedecen en todo momento. Tienen el
cometido de protegerla a ella, a su reino y al Sistema Solar. Las Justicieras
en cambio no nacéis predestinadas a serlo. Puede que el destino os haya elegido,
pero no es algo ineludible, ni obligatorio. Podéis dejarlo cuando no deseéis
proseguir y no tenéis ningún lazo de obediencia con la reina de la Luna.
Teniendo el corazón puro y la adecuada preparación cualquier chica podría
convertirse en justiciera. Sois una especie de heroínas protectoras de la
Tierra. Pero de modo vocacional, no obligatorio.
Sus
interlocutoras la escucharon visiblemente interesadas. Aquello era realmente
importante.
-Ahora lo comprendo. - Pudo decir Idina. - Por eso
mi madre sabía que yo podría convertirme en la Dama del Fuego.
-En mi caso yo nací predestinada a ser la futura reina.
- Le dijo Chibiusa. - Y las sailors nacieron para ser quienes son. Incluso mi
guardia personal, las asteroides, debían convertirse en guerreras. Y alguna que
otra persona más también…- Remachó, aunque esto casi lo dijo para sí. - Lo que
importa es que nosotras luchamos porque nacimos para ello. Vosotras no. Por
ello, os tengo que preguntar muy seriamente. ¿Estáis dispuestas a meteros en
esto? Y no penséis únicamente en lo que a vuestras madres les gustaría que
hicierais, no funciona así. Si hay alguna que no lo deseé, el momento de hablar
es ahora. - Sentenció de modo tajante. -
Ninguna se atrevió a pronunciar palabra. Nadie iba a ser la primera en
echarse atrás. Aunque se miraron entre sí como si de este modo deseasen
reforzarse mutuamente en su determinación de perseverar. Después de aquello ya ninguna cuestionó las
indicaciones de su maestra. Con buena disposición se dejaron enseñar. Chibiusa
estuvo con ellas unos días mostrándoles cómo utilizar sus poderes y actuar
coordinadas. Después, alegando sus múltiples ocupaciones, se marchó deseándoles
suerte y pidiéndoles que prosiguieran con el entrenamiento. Sus jóvenes pupilas
lo hicieron. Incluso llegaría el momento de que intervinieran apresando
algún que otro ladrón. Y Bertie, sin ser ajena a la promesa hecha a su amigo
policía, se presentó tras acordar una cita con él. Le dijo que su hija ya
estaba a salvo y entonces el agudo inspector le comentó.
- La que no ha podido venir es la Dama del Hielo.
- No. – Convino Beruche que le confesó. - Y cuando
quedé con usted estaba dispuesta a cumplir esa promesa pues la Dama del Hielo
era yo. Pero ya no depende de mí.
El agente enseguida comprendió y respondió con una
media sonrisa.
- Supongo que es algo que debe transmitirse. De
todos modos, gracias. Has hecho un buen trabajo antes de retirarte.
- No me lo agradezcas a mí, es otra nueva generación
de justicieras la que ha tomado ya el relevo y se ha encargado de ello. -
Sonrió ella a su vez. -
- ¡Vaya!, ¡cómo pasa el tiempo! – Declaró éste
sorprendido. - Pero me alegra saber que hay cosas que nunca cambian y seguro
que veré en ellas a unas sucesoras dignas de las mujeres que las
precedieron.
- Sí, eso es verdad. Estoy convencida de ello. - Sentenció
su interlocutora que se despidió cordialmente del que, durante años, había sido
su mejor contacto con la policía. -
Por su parte. Roy, junto con Diamante y Zafiro (que había venido desde Japón
con su mujer para pasar unos días), entrenaban a Leval y Mazoui. Las
palizas que se daban eran continuas, pero llegó un momento en el que los dos
muchachos superaron a sus maestros, exceptuando a Roy que aún era muy superior.
Éste se quedó solo practicando con los chicos, pues tanto Diamante como su
hermano declinaron seguir alegando que ya no eran de utilidad. Además, querían
irse a pasar unos días a la isla de ese tal Masters amigo suyo, tenían muchas
cosas de las que hablar. Roy prosiguió tratando por todos los medios de que su
hijo llegase a convertirse en súper guerrero. Pero Leval, pese a conseguir
grandes progresos, no era todavía capaz de hacerlo. Una tarde, en un remoto paraje,
su padre le instruía ante la atenta mirada de Mazoui.
- Hijo, para llegar a transformarse en súper
guerrero hay que liberar toda la ira que llevas dentro - Le explicaba Roy. - Sino
te será muy difícil. Yo lo conseguí cuando pensé que un demonio había matado a
tu madre. Fue espontáneo, pero tú habrás de imaginarlo, pensar en todo lo que
esos miserables nos han hecho. Concéntrate, libera toda tu energía.
- Bien, lo intentaré. – Repuso Leval. –
El chico acumuló energía elevando su potencia a niveles muy altos, levantaba
ondas cada vez más fuertes logrando hacer flotar piedras a varios metros a la
redonda y hacerlas trizas.
- ¡Ah, a, a, a, a, a, malditos…ya veréis quien soy
yo! – Gritaba tratando de motivarse. -
De hecho, su pelo se levantaba erguido, emitió incluso algún destello
dorado, pero no lograba avanzar más allá. Le quedaba el último paso, que
también era el más complicado. Y pese a tratar de conseguirlo con todas sus
fuerzas, le era imposible abstraer su mente y liberar solo sus impulsos, era
demasiado racional. Así que, cuando quedó exhausto, Leval cayó de rodillas al
suelo con el cuerpo bañado en sudor. El aire a su alrededor se desvaneció, las
rocas se estrellaron y el muchacho se disculpó con visible fastidio y
frustración.
- Lo siento papá, no lo consigo, todavía es demasiado
difícil para mí.
- No te preocupes, hijo. - Le tranquilizó comprensivamente
éste, tratando de darle ánimos -, lo sé. Pero vas progresando. Tu fuerza es
cada vez mayor, tarde o temprano ¡lo conseguirás! estoy seguro. Únicamente es una cuestión de
tiempo, paciencia y entrenamiento.
- Así es. - Añadió Mazoui. - Cada vez luchas mejor,
ya casi eres igual de fuerte que yo.
- ¿Cómo que casi? Y más - Aseguró Leval, sonriente
aun entre jadeos. -
- ¿A sí?- Se sonrió también su primo aceptando
el reto -, eso me gustaría verlo.
- Cuando quieras. - Repuso su interlocutor
queriéndose tomar una alubia de las pocas que por fin habían florecido en la
mata plantada en su jardín. – Ahora mismo sin ir más lejos…
- Mañana será otro día - intervino Roy de forma
condescendiente. - Entonces podéis pelearos
todo lo que queráis, pero hoy ya es tarde, hay que volver a casa.
Efectivamente comenzaba a ponerse el sol. Por ese
día ya había hecho más que suficiente y debían ocuparse de otras cosas como sus
estudios.
- Casi no puedo ni levantarme. - Se reía Leval
provocando la sonrisa de su padre que le dio la alubia. El chico la comió y al
momento se notó recuperado. -
Todos volvieron volando a casa, cuando llegaban ya a terreno poblado, bajaron
al suelo y Mazoui se despidió dirigiéndose hacia la academia en autobús. Roy y
Leval tenían el coche aparcado cerca de allí. Una vez se montaron, arrancaron y
llegaron, padre e hijo fueron a ducharse, al terminar, Beruche llamó a Leval.
- Hijo. ¿Puedes salir un momento? Amatista está aquí
y quiere hablar contigo.
- Enseguida voy mamá, - repuso él desde su
habitación. - Me estoy vistiendo.
La
joven se ruborizó sin querer al escuchar, esas palabras de Leval siempre la
llevaban a pensar en la misma situación, recordaba los vestuarios. Lo cierto es
que cuando llegó a la casa Kerria había salido. Pero no importaba, hacía ya
muchos días, antes de que Chibiusa llegara, que pudo hablar con la señora
Malden y le puso al corriente de lo que su madre le contara sobre su pasado y
la responsabilidad que tendrían como justicieras. Beruche le dijo a su vez que
su propia hija también estaba ya en eso y que ambas deberían reunirse con las
otras para comenzar a prepararse. Después, llegó la inevitable petición. La
muchacha, roja de vergüenza, no quiso reconocer el auténtico motivo de su
interés, pero ni falta que hacía. Bertie, discreta y amable, aunque también
divertida, no comentó nada al respecto. Únicamente le pidió un poco de tiempo
para que pudiera comentárselo a su hijo. Pero como tanto él, como la muchacha
estuvieron entrenando en sus respectivas actividades durante los siguientes
días, no surgió la ocasión. Ahora al fin, tras un descanso en su
adiestramiento, la chica se armó de valor para ir a la casa de los Malden y
recordar a la madre del joven su petición. Beruche muy comprensivamente sólo se
limitó a decirle que aguardase y cuando llegaron los hombres y su hijo estuvo
listo, le llamó. Amatista entre tanto esperaba sentada en el salón con
evidente nerviosismo, agradecía la consideración de esa buena mujer. Recordaba
la conversación que acababan de mantener sobre el particular. Bertie le había
preguntado...
- ¿Qué te trae por aquí tan tarde? - Y
mientras había acercado a la muchacha un vaso de refresco que ella agradeció. -
- Verá. Es aquello que hablamos, hace unos días… -
En pocas palabras y tratando de que no se le trabasen, la chica le recordó a su
interlocutora su pretensión de que Leval la ayudase a estudiar. – Y no sé si
podrá…
- Claro. Como estuvisteis tan ocupados, se me pasó
comentárselo. ¡Ji, ji! ...perdona. Pero no te preocupes, mi hijo te ayudará. A
él se le dan muy bien esas cosas. - Sonrió Bertie tras mirarla largamente con
expresión divertida. -
- Si, lo sé. Es muy amable y no se negará. - Confesó
Amatista agregando con resquemor. – Pero, por eso mismo, no desearía ser una
molestia para él.
- ¡No seas tonta! - Rio su interlocutora viendo acercarse al fin a su
hijo para indicarle a la azorada chica. - Mira, aquí está...
Leval entró en el comedor con un aspecto informal, vestido con un pantalón
corto y una camiseta que se le ajustaba bastante. A decir verdad, el
entrenamiento había potenciado mucho sus músculos que se marcaban claramente
bajo ella haciéndola quedar pequeña. La joven no pudo por menos que darse
cuenta de ello y mirarlo absorta.
- ¡Está tremendo! - Pensó admirada. - ¿Cómo habrá
hecho para ponerse así? ¡Buff! la verdad. Si me dejaran a solas con él me lo
comería.
- Hola Amatista - saludó amablemente él. - ¿En qué
puedo ayudarte?
- ¿Eh? - Repuso ella saliendo de esos pensamientos
en los que estaba tan enfrascada que ni siquiera le había oído. - Ho...hola…
Maldijo su
descuido pues había estado preparado una entrada que sonase de lo más
convincente y natural, pero se había quedado totalmente bloqueada nada más
verle.
- ¿Te ocurre algo? - Se interesó su interlocutor.-
La chica le miró atónita, tratando de centrarse. No obstante,
ahora estaba casi desvariando cuando comenzó a decir.
- No, no… ¡Ah, claro, sí! Esto, yo…, venía a pedirte
un favor. Espero que no te importe, como estás tan fuerte. - Añadió mirándole
ensimismada y con una estúpida sonrisita de circunstancias adornando su cara. -
- ¿Qué? - Se extrañó Leval mientras su madre se
tapaba la boca para no reír. -
- Físicamente. – Añadió precipitadamente
Amatista cuya pretensión de arreglar su desliz lo empeoró aún más. -
Digo en física, ya sabes. - Sonrió otra vez sintiéndose como una verdadera idiota
apresurándose a explicar. - A veces aún se me van las palabras en inglés, ¡qué
tonta!, ¿verdad?
Esa situación le parecía similar a ponerse a sí
misma una soga al cuello montada sobre un caballo y tratar de evitar ahorcarse
arreando a la montura. Afortunadamente, logró enderezar el rumbo de sus
alocadas palabras mirando a Beruche que sonreía comprensivamente.
- Tu madre dice que eres muy buen estudiante de
física.- Terminó por aclarar saliendo de su aturullamiento. -
- No se me da mal. - Sonrió cortésmente Leval.- Preciso
saber bastante si quiero estudiar en la academia militar.
El joven ni llegaba a entender que le pasaba a esa
chica, ni se percataba de las disimuladas risitas de su madre y sus motivos. Lo
que le extrañó también fue ver el rostro de Amatista, rojo como un tomate.
- Pero. ¿Qué te pasa en la cara, tienes calor?
- Sí, bueno, algo. Es que vine corriendo…- Sonrió
estúpidamente ella que no sabía dónde meterse. –
- ¿Te apetece un vaso de agua o un refresco?- Le
ofreció solícitamente el muchacho.-
-No, gracias, tu madre ya me invitó a uno antes.-
Pudo responder la joven.-
- Voy a ver si Roy quiere alguna cosa.- Sonrió
Bertie mirando a la azorada muchacha con complicidad, según añadía con
divertida expresión. - Con estos dichosos entrenamientos lo dejan todo perdido.
En fin, hasta luego, Amatista .Y no te preocupes. Seguro que Leval hará lo posible
por ayudarte...
- Hasta luego y gracias, señora Malden. - Repuso
ésta muy educadamente, luchando por eliminar ese rubor de su cara. -
Leval, sintiendo curiosidad por las palabras de su madre, miraba atentamente a
la muchacha esperando escuchar su petición. Amatista supo que era el momento y
se arrancó por fin.
- Es que me ha quedado la física. Es una lata y he
pensado que, como a ti se te da tan bien, podrías ayudarme. Sé que te estás preparando
para ingresar en la academia militar y no quisiera ser una carga ni una
molestia para ti. Si no pudieras lo entenderé.- Concluyó con prevención en
tanto bajaba la mirada. -
-¿Y por qué no iba a poder?- Repuso jovialmente él.
- Además, siempre viene bien repasar, por lo menos no me vendrá mal. En los
exámenes de acceso te hacen muchas preguntas de cosas que casi tienes
olvidadas, será una buena idea.
-¡Entonces sí que podrás! - Exclamó Amatista
iluminando su semblante con una sonrisa. - ¡Es estupendo, gracias Leval! – Y sin poderse contener y también aprovechando
el momento, se abrazó a él para soltarle avergonzada a los pocos instantes. -
- Cualquiera diría que te estoy salvando la vida por
esto.- Comentó el chico entre divertido y extrañado. -
- ¡Es que lo haces! - Le aseguró la muchacha
tratando de justificar su entusiasmo con ese motivo. - Si no apruebo en
septiembre mi madre me mata.
Ambos se rieron, ahora más distendidos, en especial ella, y Leval le propuso.
-¿Te vendría bien a esta misma hora, después de mi
entrenamiento? Para mí es el mejor momento.
- Sí, claro. - Se apresuró a convenir ella - ¡Cuándo tú quieras!
Entonces hubo un silencio que a la chica le
resultaba incómodo, era como si estuviera actuando delante de miles de personas
y no supiera que decir. Y aunque también quería charlar con Kerria de otras
cosas, optó por una prudente retirada.
- Voy a preparar los libros, adiós, hasta mañana. -
Se despidió de Leval dándole un beso en la mejilla y salió, eso sí,
brincando muy contenta, de la casa. -
El muchacho
miró perplejo como se alejaba, justamente entonces llegó Kerria, venía de dar
una vuelta con Brian, ambos caminaban charlando sin prisas hacia la casa de la
joven.
-Bueno - suspiraba él. – Ha sido una tarde
divertida.
- Sí- convino la muchacha declarando. – Esa obra de
teatro ha estado bien. Te agradezco que me avisaras.
- Como ya hemos terminado el curso ahora tenemos
mucho más tiempo. Y hacer algo así está bien para variar.- Afirmó el chico con
visible entusiasmo.-
Aunque a
Kerria no le iban demasiado esas cosas tuvo que admitir que ir a esa
representación no estuvo nada mal. Ella no había ido mucho al teatro, quizás
cuando era niña a ver obras infantiles y después muy pocas veces. Algunas junto
a sus padres y su hermano. Pero esta vez fue diferente. Habían visto el “Sueño
de una Noche de Verano” de Shakespeare. Y al hilo de eso comentó en base a lo
que recordaba de las clases de literatura inglesa.
-Todavía no me ha quedado muy claro si era una
comedia, una tragedia o un drama.
-De hecho, me parece que combina las tres – sonrió
Brian que le preguntó a ella casi a bocajarro. - ¿Con quién te identificas tú?
-Sí te soy sincera, con Helena – dijo la muchacha recordando
lo intensa que ella era en sus sentimientos. Y añadió divertida mirando al
muchacho para sentenciar. – Y tú me recuerdas a Lisandro. ¡Es un tipo tan
romántico!
Brian no pudo evitar ponerse colorado. Aunque
hubiera preferido que Kerria se identificase con Hermia, la enamorada del
personaje con el que ella le asimilaba. Lo cierto es que él era de esa forma de
ser. Dejó de reflexionar sobre aquello cuando se plantaron ante la entrada al
jardín de la casa de los Malden.
-Bueno, pues… hasta mañana – musitó él –
La muchacha le dio un beso en la mejilla encendiendo
más su rubor.
-Hasta mañana, Brian. – Le susurró con afecto ella entrando
por la parte trasera del jardín -
El joven se quedó observando, viendo con ella se
alejaba. El corazón le latía deprisa y su estómago parecía una red llena de
mariposas alocadas. Cada día que pasaba al lado de Kerria era para él perfecto.
Y daba la impresión de que la muchacha era cada vez más cariñosa y cercana. Eso
sí, todavía restringiéndose al mero plano de la amistad. Sin embargo, él
dudaba, quería reunir valor para atreverse a besarla…Finalmente movió la cabeza
y antes de marcharse rumbo a su casa se dijo en un intento por atemperar sus
emociones.
-Todavía es pronto. De momento las cosas están bien
así…Tengo que aguardar al momento adecuado…
Y el objeto de aquellas tribulaciones amorosas rodeó
el jardín. Allí se detuvo al oír la voz de Amatista y la de su hermano. Divertida,
pudo escuchar la última parte de la conversación. No quiso interrumpir pues lo
cierto es que su madre salió por la parte de atrás y la abordó. Las dos
terminaron por escuchar a la atribulada hija de Diamante y Esmeralda. Después,
su progenitora la puso al corriente de lo sucedido cuando Amatista había
llegado un rato antes.
-¡La pobre chica! - Sonreía Bertie moviendo la cabeza con simpatía. –
Estaba tan avergonzada que no sabía dónde meterse.
Al oírlo Kerria se mondó de risa y exclamó.
-¡Son tal para cual! Mi hermano que no se entera y
ella que no le habla.
Su madre asintió, riéndose a su vez y la dejó
entrando en la casa por la puerta de atrás. Kerria se llegó hasta su hermano
una vez se marchó su amiga. Leval, al verla aparecer, la saludó preguntándole
jovial.
-Hola Ky ¿Qué tal la tarde?
- ¡Genial! Fui con Brian a ver una obra de teatro. – Le respondió ella
con visible satisfacción. –
- ¡Vaya con mi hermanita la intelectual! – Se rio el chico que añadió
con ganas de meterse un poco con ella. - ¿Qué habéis visto, Blanca nieves y los
Siete Enanitos?
-No, listillo - replicó la muchacha añadiendo con cierto bombo fingido.
– Shakespeare, El Sueño de una Noche de Verano.
Su hermano
asintió ahora con aprobación. Riéndose de nuevo exclamó.
-Voy a
tener que darle las gracias a Brian por culturizar a mi hermana. ¡Eso sí que es
una labor social, y ardua, ja, ja!…
- ¡Qué gracioso! – Contestó la chica dándole un capón, para querer saber
a su vez. - ¿Y tú que has hecho aparte de entrenar tus musculitos?
- Estuve charlando un rato con Amatista. Se pasó por aquí a verte y a
pedirme ayuda. - Le contó él sin darle más trascendencia. -
- ¿De veras? - Replicó su hermana como si eso le viniera de nuevas con
tinte burlón. – Ayuda… ¿para qué? ¿Es que sus padres tienen que hacer mudanzas?
- ¡Muy graciosa! Pues no, necesita ayuda física,
pero de la otra. La pobre parecía muy avergonzada de tenérmelo que pedir. Hasta
se liaba con las palabras. – Le contó incluso la conversación que tuvo con la
muchacha para remachar con cierta extrañeza. - No comprendo lo contenta que se
ha puesto cuando le dije que la ayudaría a estudiar, tampoco era para tanto. ¿Tan
estricta es Esmeralda con ella si no aprueba?
- Es que con un profesor tan fuerte físicamente
hablando. - Rio Kerria con expresión burlona. -¡Cualquier chica se alegraría!
- No te metas con ella, sólo porque aún tenga algún
lapsus con nuestro idioma. - Le reprobó cordialmente él añadiendo con total
seguridad. - Supongo que le vendrá bien que la ayude. Y es lógico. Habrá
pensado que con mis conocimientos…
Su interlocutora apenas podía contener la risa. Se tapaba la boca para no
soltar una carcajada y aun así pudo añadir.
-¡No te enteras de nada, hermanito, ji, ji, ji!
-¿Qué no me entero de qué? ¡Venga dímelo! - Le pidió el desconcertado
Leval, con la negativa de su hermana por respuesta. -
- ¡De eso nada, averígualo con tus conocimientos! - Pudo regodearse ella
entre risas. -
- Pues te obligaré. - Se sonrió él maliciosamente. -
-¿Eh, qué intentas hacer? - Le preguntó Kerria que,
al percatarse de esa expresión, ya tenía una cierta idea de sus intenciones y salió
corriendo al jardín. -
Pero él la persiguió y con su mayor velocidad no tardó en atraparla, a pesar de
los intentos de resistencia de ella. Leval la levantó en el aire y la volteó,
dejándola boca abajo, sólo sujeta por los tobillos, rio y le ordenó con tinte
fingidamente amenazador.
- Dímelo, cara de patata. O te plantaré como
si fueras un seto.
Pero la amenaza fue ignorada y sólo obtuvo por respuesta más risas y las
siguientes y enigmáticas(al menos para él), palabras.
- Seguro que dentro de poco lo averiguarás, tonto. Hasta entonces te
fastidias ¡ji, ji, ji!.- Se burlaba ella con la trenza colgando hasta el suelo.
-
El chico
optó por colgársela sobre los hombros y tratar de hacerla cosquillas, Kerria
acusó las mismas sin parar de reír, aunque logró que su hermano la bajase al
suelo y pudo de esta manera vengarse estampándole un cubo de plástico
hueco sobre la cabeza. Leval se lo quitó y volvió a perseguirla entre los
setos. De este modo, los dos siguieron jugueteando como críos hasta que Beruche
los llamó para cenar. Estaba orgullosa de ellos y les observaba con una amplia
sonrisa pensando a la vez divertida, cuán ingenuo era su hijo para ese tipo de
cosas.
-Este chico es realmente adorable, y Kerria también.
¡Cuánto me gusta verles así!, como buenos hermanos, disfrutando de la vida sin
tener que ponerse en peligro… ¡Ojalá que no hubieran tenido que saber la verdad
nunca! - Pensó ahora algo más apenada.-
De
todos modos enseguida recompuso su semblante risueño, ¿a qué acordarse de eso
ahora? Entonces volvió a avisarles…
-¡Leval, Kerria… a cenar! Id a lavaros las manos…
El
chico se rio y amagando con meter a su hermana entre en rosal comentó
divertido.
-¡Ky va a tener que lavarse también la cabeza, en
cuanto se desclave de aquí!…
-¡Te voy a castigar en nombre de Luna! - Rio ella
que estaba ahora cabeza abajo.-
-¿En nombre de qué?- Se rio su hermano a su vez en
tanto la elevaba tomándola ahora en brazos.-
-Nada, cosas mías.- Repuso la muchacha temiendo
haber hablado más de la cuenta.-
Al
fin Leval la dejó de pie y los dos entraron en casa. Su madre les saludó a
ambos con tono jovial y ligero tinte reprobatorio, aunque hecho con humor.
-¡Ay que ver! Tan mayores que sois y todavía jugando
a esas cosas.
Los
dos se rieron y su madre junto a ellos. Así se dispusieron a terminar aquella
jornada. Por su parte, tras retornar de los Estados Unidos, Chibiusa llegó al
salón de audiencias. En un lugar del Cielo que Landar había habilitado para los
soberanos de la Luna en esta época. Al entrar se inclinó haciendo unas gentiles
reverencias. Allí estaban sus padres sentados en sendos tronos y las princesas
planetarias, ocupando unas sillas en los laterales.
-Majestades, princesas, aquí estoy. ¿Me habéis hecho
llamar?- Inquirió protocolariamente la muchacha, pese a que ya sabía la
respuesta.-
-Sí,
princesa. - Replicó Endimión que, tras dedicar unos segundos a observar a su
hija, inquirió. - ¿Qué tal te fue con la misión que te encomendamos?
-La
tarea de adiestrar a las nuevas Justicieras está cumplida. Majestad, pero me
temo que he tenido muy poco tiempo. - Objetó la joven. -
-No
disponemos de más. - Le respondió la soberana esta vez para preguntar. -
¿Puedes darnos tu valoración en vista de lo que has presenciado?
-Sí,
mi reina. Madre…- se atrevió a decir, una vez que el protocolo estaba
cumplimentado. - En mi opinión, todas tienen mucho que aprender todavía. Pero
he visto marcadas diferencias entre ellas. Creo que en general serán capaces de
cumplir con la tarea que les aguarda. No obstante, para algunas será más
difícil que para otras.
-Explícate.
- Le pidió su padre. -
Chibiusa asintió, de modo que pasó a
referir.
-Comenzaré
por la que considero más apta. Idina. Ella fue directamente a la batalla obligada
por las circunstancias, sin tener la más mínima noción de quién o qué era ser
una justiciera. Pero apeló a su corazón y a su amor por su familia. Cooan no
tuvo más remedio que cederle la responsabilidad. Lo sé porque hablé con ella
antes de volver.
Chibiusa relató a todos los
presentes la conversación que mantuvo con esa chica. Quiso hablar con ellas una
por una para saber qué pensaban de aquello. Idina entonces le confesó
-Yo
tenía muchísimo miedo. Ese Rubeus era un ser muy malvado. Lo hice lo mejor que
supe y tuve mucha suerte. Pero no me gustaría tener que enfrentarme de nuevo a
él.
-Así
es. Nunca es agradable y sí peligroso, luchar contra el mal. Aunque alguien
debe hacerlo.
-Sí,
y me ha tocado a mí, entre otras. - Suspiró la muchacha. -
Posando una mano sobre las de esa
jovencita, Chibiusa le sonrió de modo maternal declarando.
-Escucha
Idina, te conozco desde que eras una niña. Siempre fuiste maravillosa y muy
dulce. Entiendo que te repugne esto. Y ya os dije a todas que no estáis
obligadas a ello.
-Si
yo no hubiera elegido pelear contra Rubeus, habríamos muerto todos. Quizás en
el fondo, mi corazón supo antes que yo, que era mi deber. Quizás por ello la piedra
no quiso volver a mi madre. - Le contó a la perpleja Chibiusa.- Y no quiero
decepcionarla, ni echarme atrás. Pienso además que ser justiciera es algo muy
hermoso. Te da la ocasión de ayudar a otros y no pensar únicamente en ti misma.
-Eso
es muy curioso, sí. - Tuvo que admitir esta, añadiendo. - Si la piedra de la
Justicia te eligió, eso significa algo sin duda. Haz pues lo que te dicten tu
corazón y tu conciencia. Y prepárate, trataré de enseñaros lo mejor que pueda,
será duro. Pero recuerda. Al final todo depende de ti.
La muchacha asintió. Y ahora
Chibiusa prosiguió contándoles a los presentes en el salón de audiencias.
-Creo que la muchacha es muy bondadosa, cuenta
con el corazón más puro del grupo. Aunque es también la más ingenua. Sus
habilidades están algo más avanzadas que las del resto, quizás al ser la
primera en convertirse en luchadora. Sin embargo, odia la violencia y no le
gusta tener que luchar. Tampoco se significa como líder. Aunque es plenamente
consciente del deber y la responsabilidad que tiene. Desea ayudar a los
desvalidos y proteger a los indefensos. Sobre todo, tiene un cariño particular
por los niños. Me dijo que le gustaría llegar a ser maestra como su madre.
-Muy
bien. - Asintió Serenity que, observando a Rei, vio como ésta sonreía llena de
orgullo, entonces le preguntó.- ¿Qué piensas tú, princesa de Marte?
-Majestad,
creo que mi ahijada está perfectamente capacitada para su misión. Le enseñé
prácticamente cuanto sé en materia de artes contra los espíritus malignos. -
Sentenció la aludida. - Desde que era muy pequeña mostró tener un corazón puro
y bondadoso. - Añadió, aunque rematando ahora con un cierto temor en su tono. -
Quizás esa sea su principal debilidad. Y a la vez su mayor fortaleza. Y
comprendo a su madre, no quisiera que una hija mía tuviera que enfrentarse al
mal y perder su inocencia.
Los soberanos, tras dedicarle un
asentimiento, comentaron algo entre ellos. Después fue Endimión quién repuso.
-Gracias
Rei. Continúa hija.
Así, todos volvieron su atención a Chibiusa
que prosiguió.
-Amatista
es la más impetuosa, siempre considera todo como una especie de reto a batir.
No le asusta lanzarse al combate, pero quizás no es consciente todavía de las
implicaciones que eso tiene. Es orgullosa en el mejor y en el peor sentido de
la palabra. No le gusta perder. Incluso quiso medirse conmigo el primer día. -
Sonrió ahora y el resto de las princesas hicieron lo propio, más cuando
Chibiusa les comentó aquel “combate.” Empero, enseguida recobró su semblante
serio y prosiguió. - Pero también sabe admitir sus errores, toma la iniciativa
y se significa como líder natural del grupo. Es valiente, tiene sentido del
honor y no tolera los abusos contra los débiles. Sin embargo, tiene todavía que
madurar y ser consciente de sus limitaciones, en cuanto lo haga y sea más
reflexiva, creo que será una gran justiciera.
-Suena
bien. - Comentó Endimión añadiendo con un no disimulado toque de reproche. - Y
teniendo en cuenta que es la hija del príncipe Diamante no me sorprenden tanta
audacia y altanería.
Ahora fue Serenity la que obsequió a
su esposo con una mirada entre reprobatoria y divertida. Él se limitó a
encogerse de hombros y sentenciar, no sin algo de jocosidad.
-
¡De tal palo tal astilla!
Todos sonrieron divertidos por esa
observación. La joven princesa pensó a su vez en una conversación que mantuvo
con esa chica. A primera vista daba la impresión de ser desafiante y algo
desconfiada con las personas a las que no conocía. Sin embargo, pasada esa
muralla, era una jovencita más agradable y mucho más tímida e insegura de lo
que parecía.
-Estoy
preocupada. - Le confesaba a Chibiusa.- Jamás pude imaginar todo lo que mis
padres y el resto de sus amigos han hecho por la Tierra y por las pruebas tan duras
y terribles que han tenido que pasar. Y siento que nunca podré estar a su
altura. No quiero decepcionarles. -Concluyó mirando sus manos entrelazadas a la
altura del regazo. -
-No
tienes que agobiarte por eso. - Le contestó su interlocutora. - Tú tienes tu
propia vida y estoy convencida de que tendrás la ocasión de hacer grandes cosas
por ti misma. No se trata de comparar o de ponerlas en una balanza para ver si
se aproximan o no a lo que tus padres han hecho.
La jovencita escuchó atentamente y
sonrió asintiendo, aunque enseguida añadió con algo de azoramiento.
-Tengo
que pedirte disculpas. Me comporté como una estúpida cuando quise desafiarte.
-Querías
probarte, eso no es malo. - Sonrió Chibiusa.-
-Quería
demostrar que soy digna de ser una justiciera. - Suspiró la muchacha,
admitiendo con rubor. - Y solamente demostré ser una idiota.
-Eres
joven y todo esto te ha tomado por sorpresa. Créeme. Mi propia madre, cuando
empezó cometió errores. Yo también. Es normal. - La animó su contertulia. -
Pero ten por seguro que tienes dotes para llegar a ser una magnífica luchadora
por la justicia. Habla con tus padres, pídeles consejo cuando lo precises.
Estarán a tu lado siempre. Y confía en tus compañeras y amigas. Manteneos
unidas y podréis superar cualquier obstáculo.
-Muchas
gracias. Lo haré. - Le prometió Amatista. -
Ahora, la princesa del Milenario de
Plata resumió esa pequeña charla a los allí congregados que seguían prestando
atención con evidente interés.
-Con
el permiso de sus Majestades. Si puedo opinar, a mí me gusta ese tipo de chica.
- Intervino la princesa de Urano. -
-Sí,
se te parece mucho. – Terció su compañera la princesa Neptuno no sin retintín
haciendo sonreír al resto. - Lanzarse a
lo loco y sin pararse a mirar contra qué o contra quién.
Su interlocutora que encajó
deportivamente la pulla, se sonrió a su vez musitándole divertida.
-Pues
a ti te encanta que haga eso…
-Pero
en el dormitorio. - Le susurró a su vez Michiru. - Que es muy distinto.
Se escuchó el carraspeo de la
soberana y las demás dejaron de sonreírse ante aquellos comentarios guardando
nuevamente la compostura.
-Disculpadnos,
Majestades. - Pidió la azorada Haruka.-
-
¿Y las otras? - Quiso saber Serenity haciendo que sus princesas volviesen a
centrar su atención en ese informe, más cuando la reina quiso saber. - ¿Qué
puedes decirnos de la hija de Bertie y de Roy?...
-Kerria
es una chica muy pasional, pero sabe contenerse y pensar. Quizás lo que desea
es compensar al resto del mundo por lo que le sucedió, cuando fue poseída por
el mal. Quiere a toda costa demostrar su valía. No le desagrada la pelea tanto
como a su prima Idina, ni le gusta dar ese paso adelante para acometer al
enemigo como a Amatista. Es más, intenta evitar la lucha en lo posible. Con
todo lo que ha vivido últimamente creo que tiene miedo de no estar a la altura
de las expectativas que pueda haber puestas en ella. Pero, superada su crisis,
ahora también sabe que su familia la quiere y eso es muy importante para esa
muchacha. Haría lo que fuera por sus padres, hermano o sus primas y amigas.
Necesitará algo de rodaje. ¿Verdad?- preguntó dirigiéndose a Ami.-
La princesa Mercurio asintió. Ella
apenas sí pudo charlar con su ahijada tras su recuperación. Kerria la inundó de
besos y le dio las gracias una y otra vez por haberla salvado, cosa que Ami
negó. El mérito había sido de la propia joven y de su deseo de volver a la
vida. De modo que contestó.
-Es
una gran chica, todas lo son, en el caso de mi ahijada debemos darle tiempo. Se
está literalmente reconstruyendo tras todo lo que ha sufrido y anhela encontrar
su lugar en el mundo. Puede que siendo justiciera lo logre.
-Estoy
de acuerdo. - Convino Chibiusa que agregó. - Hablé con ella a solas y le conté
lo que me sucedió a mí, cuando me convirtieron en la Dama Negra.
De hecho, ese fue el tema principal
que abordaron cuando les llegó el turno de hablar.
Kerria
no se atrevía a enfrentar su mirada a la de su interlocutora. Fue la princesa
Chiba quien le preguntó afablemente.
-
¿Qué te pasa? ¿Todavía no estás recuperada del todo?
-De
la parte física, sí. - Comentó la joven. -
-Entiendo.
- Suspiró Chibiusa, mirando ella sí, a esos hermosos ojos verdes de aquella
chica para preguntar. - ¿Quieres hablar de ello?
-No
tengo muchos deseos de hacerlo. Aunque supongo que podría pedirte consejo.
-Afirmó algo dubitativamente la muchacha. -
-
¿Tienes miedo de no ser capaz de llevar esto adelante? - Elucubró su
contertulia, aseverando. - Yo personalmente creo que tienes madera para ser una
estupenda justiciera, Kerria.
-Me
gustaría llegar a serlo. Imitar a mi madre y a mis tías. Tener su valor. Y
sobre todo olvidar lo que les hice. - Admitió ahora la joven bajando la mirada
con vergüenza. -
-Ya
comprendo. -Asintió Chibiusa.- Es por esa posesión que sufriste. ¿Cómo te
llamabas, Devilish Lady?
-Ese
nombre no es nada agradable de escuchar para mí. - Musitó la chica llevándose
las manos a la cara. -
-Pues
suena bien. Tiene mucho glamour. -
Contestó Chibiusa con tono jovial, dejando a su interlocutora desconcertada. -
-
A mí no me lo parece. Y no es para tomarlo a broma. ¡Hice cosas horrorosas! -
Sollozó la chica. - Quisiera olvidar aquello como si jamás hubiese sucedido.
Esa mujer odiosa no era yo. - Insistió derramando algunas lágrimas y apartando
la vista de su contertulia. -
Chibiusa adoptó una expresión seria
ahora y posando ambas manos en los hombros de aquella chiquilla la obligó a
mirarla.
-Escúchame
con mucha atención. No lo tomo a broma en absoluto. Es más, sé perfectamente
como te sientes. Y lo sé porque me sucedió exactamente lo mismo que a ti.
-
¿Cómo? - Balbució Kerria mirándola ahora con estupor. -
-En
mi caso me hice llamar Black Lady, la Dama Negra. Ya ves. Muy parecido. Ese
maldito Sabio me sugestionó, yo apenas tenía seis años entonces y usó lo que
para mí eran mis mayores miedos y pesares. Logró que literalmente odiase a mis
padres, sobre todo a mi madre. Sin embargo, ellos no se rindieron y con todo su
amor consiguieron liberarme de esa terrible sugestión.
-Pero
tú eras muy pequeña. Es natural que te engañasen. ¿Qué excusa tengo yo? - Gimió
la desesperada joven. -
-Una
mucho mejor que la mía. Tus problemas y tus miedos eran mayores todavía. -
Afirmó Chibiusa acariciándole el mentón para agregar. - Por eso, te entiendo a
la perfección. Y te aconsejo que, pese al dolor que sientes al rememorarlo, no
cometas el error de intentar olvidar eso. La oscuridad, por mucho que nos pese,
es una parte de nuestro ser. Está ahí, como también lo está la luz interior que
todos poseemos. Hay un equilibrio, y es la parte que elegimos alimentar la que
se impone. Tú sufriste mucho pero finalmente se impuso tu parte bondadosa. Tus
padres y sus amigos tuvieron que lidiar con el mismo problema. Por eso te
comprenden. Por ello te han perdonado cualquier cosa que les hubieses podido
hacer. El asunto es, querida Kerria, que tienes que ser tú misma la que acepte
eso y utilizarlo para hacerte más fuerte. Créeme. No hay mejor luchador por el
bien que aquel que alguna vez estuvo sometido al poder del mal. Es quien mejor
sabe cómo combatirlo puesto que lo conoce de cerca. Y es quien tendrá más
empatía para ponerse en el lugar de otros con el mismo problema. Que tú
superases esa terrible sugestión es en sí una enorme victoria contra las
fuerzas de la oscuridad. ¡Precisamente por eso, no tienes que olvidarlo, tienes
que celebrarlo!
Aquellas palabras hicieron que la
muchacha se sintiera mucho mejor, al fin pudo sonreír asintiendo para musitar.
-Muchas
gracias, Chibiusa. No lo olvidaré.
La princesa relató aquello a sus oyentes quienes
asintieron complacidos. Sobre todo, su madre que declaró con orgullo.
-Muy
bien dicho, hija mía.
-Gracias
a vosotros y a vuestros desvelos, pude ser esa consejera que Kerria necesitaba.
Es una muchacha estupenda, y que hará todo cuanto esté en su mano por ser una
magnífica luchadora por el bien. Estoy convencida de que en el fondo de su
corazón ella lo cree así también. Aunque me confesó que eso de ser una
justiciera puede ser un medio, pero no un fin para ella.
-
¿Qué quieres decir con eso? - Inquirió Endimión. -
Su hija le miró y tras reflexionar
durante unos instantes, explicó.
-Quiero
decir que es una luchadora nata, en el sentido más social del término. Desea
ayudar a los demás. Combatir la injusticia y hacer prevalecer la ley, y tiene
coraje para ello. Si siendo una luchadora justiciera le es más fácil aceptará
la tarea con entusiasmo. Aunque creo que preferiría significarse por otros
medios. No obstante, no dudo de su compromiso.
Hubo un breve momento de silencio en el que
todos analizaron esas palabras. Al cabo del mismo, fue la soberana quien tomó
la palabra para preguntar.
-Bueno.
¿Qué nos dices de la que falta? La hija de Kalie…
Aquí la expresión de la princesa
Chiba se endureció un poco. Sin embargo, contestó.
-Katherine
es a la que menos veo en el papel de justiciera. Aunque es una chica muy
dinámica y siempre está planeando cosas. Es innovadora y parece ir un paso por
delante del resto. Quizás sea la que adoptaría el rol de cerebro del grupo. En
honor a ella, sabe coordinar bien a sus compañeras y planificar estrategias.
También tiene un sentido de la justicia destacable. Como las otras se indigna
cuando hay personas que sufren un abuso. Pero creo que es de la clase de chicas
más dispuesta a denunciar aquello que a hacer algo al respecto. También
prefiere anteponer sus propios planes y proyectos a una responsabilidad de este
tipo. No le gusta en absoluto pelear y se deja llevar por lo que le digan las
otras. Acusa el haber estado separada de sus primas. Aunque también debo decir
que ella piensa que ser justiciera es una oportunidad de probarse a sí misma. Y
creo que en un principio no quiso aceptar esta responsabilidad, pero tampoco
desilusionar a su madre cuando ésta le dio el relevo. Por ello se avino.
Y para refrendar su opinión, como en
los demás casos, Chibiusa les contó a sus oyentes la conversación que mantuvo
con Katherine. En un primer momento, la chica, al contrario de las demás,
aparentaba estar mucho más emocionada y dispuesta que el resto cuando declaró.
-
¡Es increíble! ¡Somos unas super heroínas! Jamás pensé que mi madre fuera la
Dama del Trueno.
-Bien,
es una cosa muy seria y conlleva una gran responsabilidad. - Le recordó su
interlocutora. -
-Y
también puedes ser famosa. Me sorprende que mi madre y mis tías hayan sido capaces
de guardar sus secretos tan bien. - Comentó la jovencita. -
-Es
lo mejor. La vida privada debe estar al margen. De lo contrario, vuestros
enemigos os atacarían usando a quienes amáis. - Le previno Chibiusa.-
-Es
verdad. - Admitió esa muchacha refrenando su entusiasmo, para confesar. - A mí
me encantaría ser como mi madrina Minako. Ella ha sido capaz de convertirse en
una artista famosa sin tener que mezclarlo con sus obligaciones como guerrera
de la Luna.
-Para
ella, lo mismo que para mí y las otras sailors, nuestra misión principal es la
de proteger a la reina y a nuestro Sistema Solar de cualquier tipo de amenaza.
Lo demás, vida personal incluida, es secundario. - Declaró su interlocutora de
forma tajante. -
-
¡Eso sí que es duro! Por suerte nosotras no estamos supeditadas a eso. -
Comentó Kathy. -
-No,
es cierto. - Concedió Chibiusa quien, con un tono más seco y directo,
sentenció. - Podéis dejarlo cuando queráis. O ni tan siquiera aceptarlo. Si es
que no deseáis esa carga.
-Bueno,
las otras no sé. En mi caso no me importa ser una Justiciera, ayudar a la gente
y combatir el mal es algo estupendo…
-Pero
no es ningún pasatiempo. Debes comprender eso bien, Kathy. O de lo contrario
tendrás muchísimos problemas. - Le remarcó su contertulia. -
La chica asintió, respondiendo de
nuevo que ella estaba dispuesta a tomárselo tan en serio como sus compañeras.
Aunque Chibiusa no terminó muy convencida. Los demás ahora se miraban
compartiendo esa impresión. Fue la reina Serenity quien, tomando la palabra, valoró.
-Esa
forma de pensar podría ser peligrosa. - Y mirando a la princesa de Venus, le
preguntó. - Minako ¿Qué opinas tú? Eres quién mejor conoce a Katherine de aquí.
¿Podrá estar a la altura?
-Es
una chica encantadora. Tiene muchos sueños, desea llegar a ser famosa y
triunfar. Me recuerda a mí misma a su edad. Pero estoy segura de que, cuando
tenga que afrontar su responsabilidad, lo hará. Tenemos que dejarla crecer. -
Sentenció la interpelada. - Confío plenamente en ella, cuando madure mi ahijada
sabrá estar a la altura.
-Podría
ser. - Convino Chibiusa.- En el fondo es buena chica. Ya dije al principio que
todas pueden hacerlo. Sin embargo, todavía les queda mucho que aprender. Lo
malo es que tenemos muy poco margen…
-Así
es. - Suspiró su madre afirmando con cierto pesar. - Tendrán que demostrar lo
que valen mucho antes de lo que las pobres creen.
-Supongo
que será inútil preguntar, pero. ¿No podemos ayudarlas en esto? - Quiso saber
la princesa de Saturno. - Al menos un poco.
-Por
desgracia, ésta es otra de las pruebas que deben de pasar por ellas mismas. -
Replicó el rey para consternación del grupo. -
-Bien.
- Terció Serenity, inquiriendo nuevamente a su hija. - Ahora que nos has
informado de eso, dinos. ¿Qué tal va Sailor Shadow?
-Muy
bien. - Sonrió Chibiusa, halagando de forma muy notoria. - Se ha convertido en
una joven fuerte y decidida, con un gran concepto de la responsabilidad hacia
los que dependen de ella. Aunque normalmente es callada y parece tímida con los
desconocidos. Pero está bien preparada y se ha entrenado mucho con mis
guardianas las asteroides. De hecho, estuvieron practicando mientras yo me
ocupaba de las nuevas justicieras. Sailor Ceres me informó de su firmeza y afán
de superación. Sailor Vesta me comentó que lucha con soltura y sabe actuar con
habilidad para manejar distintas situaciones. Sailor Juno me dijo que ha sabido
dirigir bien el grupo cuando le encargué hacerlo. Y Sailor Palas me contó que
es una muchacha realmente bondadosa y agradable con todo el mundo. Será una muy
valiosa aliada en el futuro. Ahora está terminando sus estudios secundarios y
me ha confesado en alguna ocasión que desearía completar su formación en la
Tierra. Guarda un cariñoso recuerdo de sus estancias con la familia de Cooan.
-
¿Lo ves factible, hija? - Se interesó Serenity.- ¿Podría venir aquí?...
-Sí.
Con la compañía adecuada. - Replicó la joven princesa, para sentenciar. - Le
vendría perfecto para terminar de madurar y ampliar sus horizontes. Cuantas más
relaciones afectivas y de convivencia tenga, mucho mejor. Al menos en mi propio
caso lo recuerdo como una hermosa experiencia.
Y tras unos instantes de silencio
del grupo que parecía sopesar aquellas últimas palabras, el rey Endimión se
levantó decretando.
-Muy
bien, gracias por tus informes. Has hecho un gran trabajo, hija. Te mereces un
descanso. Ahora se levanta la sesión.
Y de este modo, los soberanos y las
princesas se marcharon de la estancia. La joven Chibiusa buscó enseguida a
Hotaru. Ésta charlaba ahora con Haruka y Michiru, tras hacer desvanecerse sus
vestidos de princesas todas habían adoptado ropa de sport.
-
¡Ya tenía ganas de verte! - Saludó Chibiusa prescindiendo de la etiqueta. -
La interpelada se giró hacia ella
sonriendo, sus ojos de tono violeta profundo escrutaron a su interlocutora y
dijo a sus otras compañeras.
-Si
me disculpáis un momento…
-Claro.
- Repuso Michiru, que dirigió una mirada cómplice a Urano para despedirse. -
Luego nos vemos…
Cuando ambas jovencitas se alejaron
de la mano y sin cesar de contarse chismes, Haruka le dijo su pareja y amiga
con retintín.
-Al
final, unas tenemos la fama y otras…
-
¡No seas mala! – Le pidió su contertulia añadiendo con afecto. - Sabes que se
quieren mucho desde niñas.
-Pero
ya no son unas niñas. - Le recordó Urano con un pícaro acento en su voz. -
-
Bueno, sabes que las dos querían mucho a Setsuna, y desde que ella no está lo
cierto es que han estrechado todavía más su relación.
-Pues
me parece que esa relación es ya bastante estrecha. Casi diría que como la
nuestra. - Opinó su amiga no sin dedicarles una divertida mirada a esas dos. -
-No
lo sé. Sin embargo, eso es algo que las compete únicamente a ellas. - Sentenció
su compañera sin darle importancia. – No debemos meternos en sus vidas, ya son
adultas.
Haruka se encogió de hombros y asintió.
Por su parte, Makoto sonreía hablando con Minako.
-Bueno,
yo no tengo ninguna ahijada que vaya a ser guerrera, pero tengo un par de
estupendos ahijados. Y uno de ellos me contó una cosa muy interesante hace
poco.
-
¿El qué? - Quiso saber su compañera. -
-Todavía
es algo pronto, pero ya te lo diré.
-No
está bien sembrar el chisme y no contarlo. - La reconvino su amiga frunciendo
el ceño. -
-Ten
un poco de paciencia. Todavía no es seguro. - Le pidió Makoto asegurando a su
compañera. - Sin embargo, cuando tenga la certeza, serás la primera a quién se
lo cuente.
A su vez, Ami y Rei conversaban por
su lado. La princesa de Marte le decía a su amiga.
-Esas
pobres muchachas ya han tenido unas duras pruebas que superar para ser tan
jóvenes.
-Sí.
– Convino la princesa de Mercurio añadiendo. - Y he sufrido mucho por mi
ahijada y su familia. Fue terrible.
-Te
comprendo muy bien. Me sucedió lo mismo con Cooan y la suya. - Asintió
solidariamente su compañera. -
-Sé
que nuestras obligaciones nos van a mantener cada vez más al margen de ellos y
no desconozco tampoco que deben labrarse su propio destino, pero. Es que
sencillamente no soporto que tengan que sufrir tanto. Aún recuerdo cuando
apareció Roy pidiéndome que salvase a Kerria y vi su expresión.
-
¡Fue terrible! - Afirmó Rei con pesar agregando. - Y comprendo muy bien como
reaccionaste.
-De
hecho, no sé si Serenity iba a darme permiso de todas maneras o cambió de
parecer cuando le dije aquello. Nunca me lo ha aclarado y, para serte sincera,
ni me atrevo a preguntárselo. - Suspiró su amiga. -
-Sé
que ella también sufre como nosotras. Pero no puede hacer otra cosa distinta.
En este caso, si te sirve de algo, creo que era tu destino el ayudar a tu
ahijada. - La tranquilizó su compañera. -
-Su
pobre madre, y luego ella…parece que se repitiera la historia. Al menos ambas
se salvaron y en el caso de Kerria, cuando se recuperó y fui a visitarla…-
Recordaba Mercurio con los ojos humedecidos por la emoción contándole a su
contertulia. -
Ami entró en la habitación. La joven
todavía estaba convaleciente pero dentro de poco le darían el alta. Bertie
estaba fuera. Tras saludarla abrazándose con gran alegría la madre de la
muchacha le indicó a su amiga que entrase.
-Pasa,
creo que a mi hija le gustaría darte las gracias en privado…ha preguntado mucho
por ti.
La doctora Mizuno así lo hizo. La
paciente descansaba tumbada en la cama y leyendo una revista, aunque enseguida
se percató de que alguien entraba. Dejó aquello de lado y al reconocer a su
visitante exclamó con emoción y alegría.
-
¡Madrina!
-
¿Cómo estás, cariño? - Se interesó Ami acercándose a ella. -
Kerria la abrazó sin poder dejar de
llorar ni de repetir
-
¡Gracias, muchas gracias! … ¡madrina Ami! te debo la vida.
-No
cielo, la debes a tu espíritu de lucha. - Rebatió la sonriente princesa de
Mercurio. -
Sin embargo, su sonrisa se heló
cuando ahora, su ahijada, con un tono que pasó a ser pesaroso y lleno de
vergüenza, replicó con lágrimas en los ojos.
-No
me merezco que alguien tan importante y buena persona como tú me salvase. Soy
un monstruo. Cada vez que recuerdo lo que traté de hacerle a mi familia. No sé
ni cómo ellos me han perdonado. Sobre todo, mis padres.
-No
digas eso, cariño. ¡Claro que te han perdonado! Lo han hecho porque te quieren.
Y para tus padres eres más importante que sus propias vidas. Además, ahora
sabes cuál fue la verdadera historia y los motivos que deben guiarte. No debes
torturarte más con remordimientos. Al contrario, que eso te sirva de
inspiración para ayudar al resto de la gente…
-Sí,
eso quiero hacer. - Sonrió ahora la chiquilla. - Desde ahora cambiaré. Te
aseguro que lo haré. Seré la hija perfecta, la hermana perfecta, y la
estudiante perfecta como tú…
Ami acarició las mejillas de su
ahijada y le dedicó una amplia sonrisa para mover la cabeza y contestar.
-No
tienes que ser perfecta, nadie lo es. Te lo puedo asegurar. Solamente sé tú
misma. Con tus virtudes y tus defectos, querida. Ama a los tuyos como ellos te
quieren a ti. El tiempo y la experiencia te irán dando la ocasión de hacer
grandes cosas, confía en mí.
-Gracias
por todo. Sé que una vez ayudaste a mi madre a empezar de nuevo. Te agradezco
mucho que lo hayas hecho conmigo también. -Afirmó la joven que enseguida agregó
con voz queda y reflexiva. - ¿Sabes madrina? Vi algunas cosas cuando estuve en
coma. Alguien me mostró como mis padres tuvieron que sufrir y luchar para que
el resto pudiéramos vivir en paz. Y todo fue posible gracias a ti y a las otras
sailors. ¡Os lo debemos todo, muchísimas gracias! Y tú siempre has estado ahí
para mí. Te quiero, madrina.
Ami se emocionó mucho escuchando
aquellas palabras. Tuvo hasta que enjugarse unas lagrimitas. Sentía que su
ahijada era totalmente sincera y no dudó en responder.
-Y
yo a ti, Kerria, cariño… para mí eres como una hija. La que no he podido tener.
Y el día en el que ayudé a tu madre a traerte al mundo tuve un inmenso orgullo.
Supe entonces que otra gran mujer había nacido para preservar el legado y
mantener la antorcha de su familia. Y no dudo de que cuando llegue tu momento
lo harás.
-A
pesar de ser…
Aunque su interlocutora no le
permitió terminar la frase y asintió, sonriendo nuevamente para sentenciar.
-Eso
no tiene nada que ver. De hecho, dos grandes amigas mías tienen esa relación
entre ellas y no hay mejores guerreras de la justicia. Nunca dejes que nadie te
haga sentir mal por eso. Empezando por ti misma.
-No,
no lo haré, ya no. - Asintió la joven. - Al contrario, deseo ayudar a quienes
estén en la misma situación que yo, y a otros que sufran burlas y persecuciones
por el mero hecho de ser distintos a los demás. Quiero prepararme y ser útil al
mundo y a la gente.
-Lo
serás, cielo. - Aseveró Ami, con tono lleno de orgullo al tiempo que
sentenciaba. - Estoy convencida de que harás grandes cosas por los demás.
La muchacha sonrió esperanzada, su
madrina la miró con afecto y siguieron hablando un poco más. Al rato se
despidió para dejarla descansar. Así se lo refirió a su amiga y colega.
-Vaya.
- Comentó la princesa de Marte. - Esa muchacha llegará lejos, estoy segura. Lo
mismo que las otras.
-Sí,
solamente espero que no sea a costa de sacrificios tan duros como los que sus
padres y madres hubieron de afrontar. Ya han tenido una buena dosis. - Suspiró
Ami, despidiéndose de su compañera. -
Rei meditó sobre aquello. De hecho,
ella misma había instruido y aconsejado a su ahijada sobre muchas cosas. Deseaba
de todo corazón que fuese suficiente. Se alejó dándole vueltas a la cabeza
sobre eso, quizás no estaría de más ver a Cooan y a su familia en cuanto
pudiera.
-Sí,
me temo que, a pesar de todo, todavía tendrán que afrontar situaciones muy
duras. - Pensaba con cierta intranquilidad. -
De hecho, su ahijada fue la primera
en tener que pasar por la terrible experiencia de luchar contra el mal. Y
encima contra ese canalla de Rubeus redivivo. ¡Ojalá que Idina hubiera
terminado con él para siempre! No obstante, tenía un mal presentimiento sobre aquello.
-Estaré
alerta, pero únicamente eso puedo hacer. - Se dijo con pesar y resignación. -
Por su parte Chibiusa y Hotaru se sentaron en
un apartado banco, en otra sala. La joven princesa heredera, con mucho afecto,
besó en los labios a su amiga y le inquirió.
-
¿Qué tal todo por casa?
-Bien,
no puedo quejarme. Mi padre investigando y Keiko sacando muy buenas notas en el
instituto. También he visto a Mimí, la hija de Daniel y Mimette, que es muy
alegre, pero también inteligente y aplicada. Y muy amiga de mi hermana. Lo
cierto es que ejerzo de madrina con ella.
-Me
dais envidia, casi todas tenéis a alguna a la que ayudar. - Declaró Chibiusa.-
-Bueno,
tú tienes a Nehie.- Replicó su contertulia. - Tampoco te puedes quejar. Y por
lo que has comentado, su entrenamiento y su educación marchan de maravilla.
-Así
es. Por ese lado estoy muy satisfecha. Pero en ocasiones creo que vamos contra
reloj. Como si tuviéramos que prepararla a ella y a estas otras chicas, para
algo que se acerca demasiado rápido. Y no sé si tendremos tiempo suficiente.
-A
veces tengo esa misma impresión. Sobre todo, desde que Setsuna se marchó a
vivir a Nuevo Vegeta. - Le confesó su interlocutora. - Por lo que sé, tiene sus
propios problemas allí, aunque ha logrado muchos avances y nos ha asegurado la
alianza con los saiyajin.
Su amiga asintió, así era. La ahora
reina Meioh, había conseguido ser respetada y querida por su nuevo pueblo tras
años de ardua labor. Y desde luego que era fundamental contar con esos
poderosos aliados en previsión de cualquier cosa que pudiera suceder en el
futuro. Por ello, Chibiusa pasó a mostrar un semblante más serio cuando afirmó.
-Tenemos
que hacerlo muy bien. Nos jugamos el porvenir de este mundo y de otros. Y todas
estas muchachas tendrán un papel fundamental en ello. Cada una tendrá una
importante misión.
-Sí,
lo sé. - Convino Hotaru, quién quiso variar de tema y guiñando un cómplice ojo
a su amiga le susurró. - ¿Has visto como nos miraban Haruka y Michiru?
-Cualquiera
no se da cuenta de eso. - Sonrió Chibiusa añadiendo. - Pero prefiero que hagan
sus suposiciones. Por ahora es mejor si nadie sabe nada.
-Tranquila,
guardaremos el secreto. - Aseveró su compañera, quien con visible interés le
dijo. - Ya me contarás. ¿Has podido ir…? Ya sabes.
-No
recientemente. Y tengo muchas ganas, aunque con tanto trabajo es muy
complicado, pero ya me las arreglaré. ¿Y tú? -Se interesó a su vez. -
-Bueno,
nada serio…- Se apresuró a responder su amiga. - Tampoco salgo mucho. Lo cierto
es que mi padre me deja bastante libertad, e incluso Kaori se ha ofrecido a
llevarme a algún sitio cuando voy a verlos. Debo admitir que esa mujer ha
cambiado mucho.
-Ya
han pasado muchos años. - Afirmó Chibiusa.- Espero que vuestra relación haya
mejorado.
-Sí,
es verdad. Lo ha hecho. - Convino su amiga que pasando de puntillas sobre eso
se levantó comentando con pesar. - ¡Qué pena! Se hace tarde…tendré que irme
enseguida.
Su compañera asintió. Aunque charlaron un poco
más tanto ellas como las otras, finalmente las sailors se fueron marchando cada
una a sus respectivas vidas cotidianas, lo mismo hicieron los soberanos que
tenían muchas cosas que organizar. Mientras tanto, en la Tierra, la vida
seguía, y tanto las nuevas justicieras como los muchachos, se preparaban lo
mejor que podían. No obstante, ninguno sospechaba siquiera que les aguardaban
aun duras pruebas que superar.
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