sábado, 5 de marzo de 2011

GWB 38. 83. Una fiesta animada.

Leval, apartando dos sillas para su pareja y él mismo se sentó con Amatista alrededor de una mesa, ambos tomaban un par de refrescos. El muchacho no quería beber alcohol y ella no podía pues era una fiesta para menores de edad, (aunque si hubiera sido algo más informal y con menos padres, sobre todo sin su madre por allí rondando, ¿Quién sabe?) De todos modos, eso era lo que menos le importaba a la jovencita. Estaba encantada con la compañía de ese apuesto muchacho. Así que charlaban tranquilamente sólo con un par de zumos de melocotón con hielo y ella le decía con el semblante radiante de contento, simulando algo de alivio a su vez.

 

- Muchas gracias por venir conmigo. La verdad, era muy difícil para mí elegir pareja. Quiero decir, que no deseaba disgustar a ninguno de los chicos, ni crear problemas entre ellos.

 

            Al menos en esas palabras había parte de verdad. Era cierto que la joven francesa había tenido al menos dos o tres propuestas para ser pareja de algunos de los muchachos más populares de su curso. Sin embargo, por el mero hecho de no ser capaz de decidirse, teniendo siempre a Leval en su pensamiento, y que los chicos no deseaban ser rechazados por ella, todos fueron consiguiendo otras parejas y al final, Amatista se quedó sola. Lo que no dejaba de ser paradójico, habida cuenta de su enorme popularidad entre los varones de la escuela. Y casi como si pudiera leerle la mente, Leval contestó realmente sorprendido.

 

-  Ya te dije que me costaba creer que no hubiese ninguno que fuera capaz de esperar a que te decidieras. Si yo fuera uno de esos que estaba tras de ti, y me importases de veras, habría esperado. Fíjate por ejemplo en Brian. Ese muchacho es fantástico. Y jamás ha renunciado a la esperanza. Pese a saber que Ky es gay.

-Es cierto. Es admirable. Y una de las razones por las que tu hermana ha aceptado venir con él es precisamente esa. Se da cuenta de que la quiere de verdad. Más allá de ninguna otra cosa. Brian es un chico estupendo. Por eso Kerria me da mucha envidia. Tiene a alguien que la ama por como ella es. - Suspiró ahora, sin querer enfrentar su mirada a la de su interlocutor.

-Bueno, en el caso de los chicos. Veo muy raro que no tengas a nadie que realmente esté colado por ti. Pero lo que no logro comprender es que no haya ninguno particular que te guste. – Dijo él con tono y gesto de extrañeza. -

- No, todavía no. - Repuso Amatista ruborizándose ligeramente al mirarle, menos mal que ese chico no era demasiado perspicaz en esos temas. – No estoy interesada…

 

            Leval le dedicó una mirada directa ahora. La muchacha quería morirse de vergüenza. Al fin, él le susurró, con gesto atónito.

 

-Claro, ya lo comprendo. ¡Perdóname! ¡Cómo he podido estar tan ciego! - Sentenció. -

 

            El corazón de Amatista latía a cien por hora. ¿Quizás es que ese chico se había dado cuenta al fin de lo que ella sentía por él? Bajó la mirada realmente ruborizada y fue únicamente capaz de musitar…

 

-Yo…

-Lo que no entiendo es como, siendo amiga de mi hermana, ella jamás me lo contó. Claro, era por preservar tu intimidad. Y aquella vez en casa. Ahora tiene sentido. ¡Perdóname! - Le pidió una vez más él, sujetando las manos de la chica con las suyas. - No tenía ni idea.

-Leval, yo… verás. Te aseguro que no hay nada que tenga que perdonarte. Es, al contrario, yo… debí haber tenido… en fin, debí decírtelo. - Balbució aturullándose. - Je suis très honte! -Pudo musitar. -

-No debes estar avergonzada, no pasa nada. – Sonrió más abiertamente él, comentando con despreocupación. - Somos amigos, puedes confiar en mí. Lo mismo que Ky. Dime. ¿Acaso las dos estáis? Ya me comprendes. ¿Saliendo juntas?

 

            La cara de Amatista fue entonces un poema. No podía ponerse más roja de lo que ya estaba, aunque sí abrir la boca como si de un buzón se tratara y exclamar.

 

- ¿Yo? ¿Con Ky? ¡No! ... ¡Pas du tout! ¿Cómo has podido pensar eso?

 

            Aunque atrajo las miradas de varios compañeros y rápidamente se tapó la boca, llena de rubor ante la perpleja mirada de su interlocutor.

 

-Lo siento. Quizás me he precipitado al juzgar. Pero recuerdo esa vez en la que te quedaste a dormir con ella cuando te ofrecí mi habitación. Y como las dos os veis tan a menudo, pensé que podríais ser…

- ¡Nada de eso! - Se apresuró a cortarle ella para declarar con rotundidad. - No me interpretes mal. Aprecio muchísimo a Kerria.  Es mi amiga, una estupenda amiga, pero única y exclusivamente eso. A mí me gustan los hombres y únicamente los hombres, nada más.

 

            ¡Lo que le faltaba por oír! Tras tanto tiempo suspirando por Leval sin que él le hiciera el menor caso. ¿Pudiera ser que ese bobo hubiese creído que ella estaba enrollada con su hermana y que, debido a eso, hubiera tratado de apartarse de su camino?

 

-Lo lamento, he metido la pata. - Dijo él con tono azorado, afirmando eso sí, con fundamento. - Aunque no es raro que haya personas, así. No es excluyente. Podrían haberte gustado los chicos y las chicas. De hecho, ahora que veo a mi propia hermana con Brian esa es una posibilidad que debe tenerse en cuenta.

-Sí, claro. Kerria no lo sé. Pero en mi caso te aseguro que no soy bisexual. - Afirmó ella, repitiendo con toda la rotundidad de la que fue capaz. - Lo único que yo buscaría en una mujer es amistad. Me considero totalmente heterosexual.

-Me quitas un peso de encima. - Sonrió él ahora, pareciendo más aliviado. -

 

            Ella sonrió también, ¿Qué quería eso decir? ¿Qué no le gustase la idea de que mantuviese un romance con Kerria? ¿O quizás podría significar que Leval la estuviera valorando como una posible pareja? ¡Ojalá que se tratase de lo segundo! Amatista estaba loca porque él diera un paso más en ese sentido. Y si Leval veía ahora que no existían trabas en ese aspecto…

 

-Pudiera ser la oportunidad que siempre he estado esperando. - Pensó. -

 

Y por un momento incluso cruzó por su mente el ser valiente y confesarle que ella no estaba enamorada de Kerria, sino de él. Aunque ese arrebato no prosperó, decidió que no iba a precipitarse. Mejor sería tantear el terreno para evitar más confusiones. O no exponerse de modo innecesario y que Leval la chafase anunciando que ya salía con otra muchacha. De modo que, con un tinte más jovial y relajado, le preguntó.

 

- ¿Y qué me dices de ti?... Supongo que solamente chicas, claro. Porque tú con hombres no…

- ¡No, no, no! - Convino él. - A mí solamente me interesan las mujeres, en ese sentido. - Afirmó convencido. - Aunque, a decir verdad, no he tenido mucha suerte. Recuerdo que cuando estudiaba en el instituto sólo me gustaban un par de chicas ¡y qué casualidad!, las dos tenían novio. ¡Vaya cortes me llevé! Bueno, eran mayores que yo, claro. - Sonrió fugazmente para pasar a un tono y una expresión más decaída. - Y ahora, que por fin…

- ¿Has conocido a alguien? - Inquirió la muchacha que no podía ocultar la sensación de zozobra en su cara, pero afortunadamente Leval no se dio cuenta. -

- No, que va - añadió él con una leve sonrisa, aunque parecía entristecerse más cuando recordó. - Después de lo de Jane, nada. Para mí ha sido muy duro. Pensar que sólo se interesaba por mí para que la ayudase a aprobar. Yo lo habría hecho de todos modos. No sé, pensaba que entre los dos había una conexión. Es extraño, parecía como si la conociera de siempre… está visto que uno no puede fiarse.

- Imagino que muchas chicas piensan que un chico sólo está dispuesto a ayudarlas a cambio de “algo” ...- Le respondió apuradamente Amatista quien elucubró. - Quizás ella estaba acostumbrada a hombres así.

 

La muchacha mantenía una lucha interna, pues por un lado estaba apenada verdaderamente por él y por otro, casi deseaba reprocharles a gritos su falta de juicio al elegir salir con aquella golfa. Por no decir que en muchos casos así era y los chicos en general, no hacían nada sin recibir “algo” a cambio.

 

- No sé si sabes lo que es sentirse utilizado. - Le confesó  el joven con amargura, - que no tomen en cuenta tus sentimientos y únicamente vayan a aprovecharse de ti.

- Leval… - Pudo responder la muchacha a la que las palabras parecían atragantársele. - Eres un chico estupendo y yo…

 

Llevada por la comprensión y el momento, volvió a tener la tentación de confesarle lo que sentía, incluso le tomó de una mano, pero él la cortó con una agradecida sonrisa, creyendo que únicamente trataba de alentarle.

 

- Muchas gracias, Tist, eres una buena amiga, ¿sabes? Me siento muy afortunado de tener dos hermanas en lugar de una. Gracias por tratar de animarme, pero ya lo superé.

 

Eso ensombreció el gesto de la chica, no podía evitar una sensación agridulce cada vez que lo escuchaba, tan cerca y a la vez tan lejos, pero ella trató de que no se le notase y pudo musitar.

 

-Si necesitas hablar de lo que sea…

 

No obstante, su interlocutor no escuchó esto último, se había percatado de otra cosa y señaló sorprendido hacia un rincón donde se arremolinaban varios chicos en torno de Esmeralda.

 

- Mira, ¿no es esa tu madre?

- Perdóname un momento ¿quieres? - Le pidió ella levantándose para verlo mejor y al darse cuenta de lo que pasaba, se disculpó con un apresurado. - Ahora mismo vuelvo.

 

Se dirigió hacia allí en tanto su pareja miraba atónito. La madre de Amatista se veía mientras acribillada por un montón de preguntas e incluso de proposiciones, por parte de los más audaces.

 

- ¿Tienes pareja? Te he estado observando un poco y te veo muy sola y una chica tan bonita como tú no puede estar aquí, abandonada. - Le dijo un chaval moreno y alto. -

- Tiene razón, - convino otro rubio algo más bajito. - Opino lo mismo y ¡qué casualidad!, mi pareja se encontraba mal y ha tenido que irse.

 

            Casi ni había terminado de hablar cuando detrás de él una mano enorme le agarró por el hombro, se trataba de una chica, no muy agraciada, pero de una fuerte constitución. Más bien era una tremenda mujerona. Desde lejos Amatista creyó reconocer a su antigua rival Simps, que le desdijo con voz ronca y de pocos amigos.

 

- ¿Con que me he tenido que ir, eh? ¡Ahora verás lo que es bueno!,- se lo llevó a rastras ante el asombro de todos e incluso la sonrisa de algunos, incluida Esmeralda. -

 

            Las demás chicas espantaron a la mayoría de los moscones que no eran otros sino sus propias parejas. Al final, solamente quedaban dos que rivalizaban por invitar a esa bella desconocida. Ella escuchaba tratando de aguantar las ganas de reír ante las constantes tonterías infantiles que se cruzaban entre ellos con tal de alardear. Uno era el chico moreno y alto que la había abordado en un principio, y ¡a qué no decirlo!, bastante atractivo y de ojos azules. El otro, uno de pelo castaño, más robusto y de ojos avellana, tampoco estaba nada mal, que dijo.

 

- Pues yo logré marcar un tanto en el último partido de Football de la liga sorteando a todos los defensas.

- ¿Y de eso te vanaglorias? - Se burló el moreno con evidente desprecio. - ¡Bah!, yo soy el campeón del equipo de béisbol y hemos ganado todos los partidos de este año, con más de cincuenta carreras mías.

- Calmaos, chicos, - les pidió Esmeralda esbozando una sonrisa pícara, bastante provocativa, a la par que desde su asiento cruzaba sus largas y magníficas piernas para deleite de ambos. - No os pongáis a discutir, de veras que estoy muy a gusto charlando con los dos.

- ¿Quieres bailar? - Le ofreció el de pelo castaño - tenemos suerte, ponen una de agarrarse, nena.

- ¿Bailar contigo? - Inquirió el otro de forma despectiva - ¡Pero si te llaman el tablón por lo mal que te mueves cuando bailas!

- ¡Mira quién fue a hablar! - Respondió el otro con indignación. - ¡Tú, que sólo sabes abrazar las bases!

 

           El objeto de su disputa los miraba alternativamente a ambos con una expresión divertida, ¡únicamente esperaba que no fueran a pegarse por ella! Entonces, como si de la caballería al rescate se tratara, vio venir a su hija. ¡Ojalá que no le estropease la diversión!...

 

- ¿Pero, que pasa aquí? - Inquirió Amatista cuando llegó junto a ellos. -

- Nada, unos compañeros tuyos estaban entreteniéndome un poco, hermanita, - le respondió Esmeralda con tono y gesto divertidos. -

- Pero ¿qué dices? ¡Oye ma…ay! ...- exclamó la atónita y dolorida chica cuando su madre la golpeó disimuladamente en una espinilla. -

- Lo siento, perdona es que iba a levantarme para ir al servicio, ¿te vienes? Tengo ganas de preguntarte algunas cosas.

- Seguro que le preguntas por mí, ¿eh? - Sonrió engreídamente el de pelo castaño. -

- Sí, ¡acerca de cómo deshacerse de ti!, seguro. - Añadió puntillosamente el moreno que añadió con el mismo aire de presunción. - Luego se irá con un hombre de verdad.

- Entonces seguro que no te elige a ti, - le respondió el otro con sorna. -

- ¿Alguien me va a explicar lo que ocurre? - Insistió Amatista que no daba crédito a lo que oía. -

- Tú también eres una preciosidad y además os parecéis mucho. - Le dijo el tipo moreno. - Pero claro es lógico, viendo que sois hermanas.

- ¿Quién es la mayor? - Inquirió el de pelo castaño añadiendo con prevención. - Si no os molesta la pregunta.

 

            Amatista estaba perpleja, suponía que su madre al menos no tendría la desfachatez de acusarla a ella de eso.

 

-Yo. - Reconoció Esmeralda que enseguida se apresuró a matizar. - Pero nos llevamos muy poco.

- Seguro que estás en la universidad - conjeturó el moreno. - ¿Qué estudias?

- Historia del Arte. – Respondió sin dudar. -

 

Y eso al menos era rigurosamente cierto. Hacía años que se matriculó en la Universidad a distancia. Le encantaban los monumentos de París y de otras ciudades y encontró muy útil saber de las técnicas y los estilos artísticos para sus propios diseños. Sin embargo, lo tomó con mucha tranquilidad, apenas una o dos asignaturas al año.

 

 - Estoy en tercer curso. ¿Verdad?,- le preguntó a Amatista para que lo corroborase. -

- Sí, es verdad, ya estás en tercero, - admitió su hija que forzó una sonrisita estúpida para salir del paso.-

 

Amatista estaba deseando fervientemente que Leval no se estuviera fijando en el espectáculo que su madre estaba dando, se moriría de vergüenza si su acompañante se daba cuenta de lo que pasaba. Afortunadamente el chico parecía estar conversando con alguien, creyó ver que se trataban de Kerria y Brian. Aunque no pudo fijarse más pues debía seguir la ridícula conversación de esos dos bobos. Uno de ellos, el del pelo castaño, declaraba con entusiasmo.

 

- Ya lo decía yo, esta chica tiene que ser universitaria, a lo mejor vamos a la misma facultad el año que viene. Enseguida me reconocerás, seré el héroe de los campos de football.

- Podría ser. - Admitió Esmeralda que sólo se reía en voz baja, algo muy meritorio tratándose de ella. – Ya veremos…guapo.

- ¡Eso es ridiculuuumm! - trató de decir Amatista. -

 

Pero su madre oportunamente le tapó la boca haciéndole una carantoña. En tanto su azorada hija se ponía colorada por aquella situación.

 

- ¡Uy, cuanto quiero yo a mi hermanita! - Le dijo con voz chillona añadiendo más sosegadamente. - Anda, vamos al cuarto de baño que te he corrido el lápiz de labios, hija, ¡y digo hija, que tonta! - Se sonrió mirando a los otros dos que también sonreían para justificarse con jovialidad. - Es que soy muy maternal con ella, ¿verdad? Como soy la mayor. Nuestra mamá siempre lo dice. Disculpadnos un momento, chicos.

 

Y sin que la sorprendida Amatista pudiera reaccionar, su madre se la llevó de la mano arrastrándola hacia el tocador de señoras. Una vez encerradas allí la muchacha pudo por fin hablar y bastante irritada, por cierto.

 

- Pero mamá, ¿se puede saber que intentas demostrar con esto?

- Perdóname cariño, pero no lo busqué. Esos chicos me tomaron por una estudiante y eso a mi edad es el mejor de los cumplidos. - Sonrió con malicia y algo de nostálgica complicidad. - Ya no soy tan joven y esto para mí es una experiencia muy refrescante y sobre todo tan divertida. Seguramente nunca más me volverá a ocurrir. Cuando tengas mis años ya lo entenderás. ¡Hija, por favor!, síguele la corriente a tu anciana madre. - Le pidió en tono de súplica burlona. -

- Vale, mamá, ja, ja, ja, ¡digo hermanita! - rio Amatista que comprendía que eso podía ser muy divertido siempre y cuando claro, no se pasasen de cierta raya y tampoco que... y eso lo dijo en voz alta. - Espero que papá no se entere.

- ¡Bah! tu padre será el primero que se ría, te lo puedo asegurar. Mientras mata a esos pobres chicos. -  Bromeó su madre, con una fingida voz amenazadora que hizo reír a ambas, y tras las carcajadas, Esmeralda la arengó. - ¡Venga, vamos por ellos!, seguro que nos divertiremos un rato.

- Pero ¿y Leval? - Inquirió la muchacha preocupada otra vez. - Ahora que estoy con él, si le dejo pensará que soy una...bueno, que no estaría bien.

- Te comprendo, hija, - admitió Esmeralda con gesto pensativo y replicando ahora en serio. - Tienes razón, no sería correcto. Has venido a la fiesta con él. Bueno, no te preocupes, tú vuelves con tu apuesto galán y yo me encargo de los otros dos.

- ¿Podrás tú sola con ellos? -  Le preguntó Amatista algo inquietada. -

- Cariño ¡por favor! ...- se sonrió su madre de forma burlona y con tono de total suficiencia que no dejaba lugar a la duda. -

- Vale, pero ten cuidado. - Le pidió su interlocutora que, pese a temerse algún lío en ciernes, salió directa a reunirse con Leval tras despedirse. – Luego te veo.

 

            Su madre por su parte volvió con esos dos muchachos. Durante su ausencia habían sorteado a las chicas y el de pelo castaño se había “quedado” con Amatista. Su cara de decepción fue patente cuando la recién llegada le dijo que su "hermana" se había vuelto con su pareja y que estaban sentados en una mesa. Señaló el lugar y el tipo pudo comprobarlo. Admitiendo su derrota y lamentando su mala suerte se retiró cabizbajo. Entonces el chaval moreno, esbozando una amplia sonrisa de triunfo, se dirigió hasta Esmeralda acodándose en la mesa y dedicándola su mirada más seductora. Al menos eso creería él, pues su interlocutora luchaba denodadamente por no troncharse de risa.

 

- Bueno muñeca, solos tú y yo. Sabía que al final llegaría este momento. ¿Qué tal si nos marchamos de la fiesta? Está poniéndose muy aburrida. Mis padres no están en casa y podríamos celebrar una allí, tú y yo solos.

 

            Su interlocutora le devolvió una sugerente mirada y apartó rápidamente la vista, dejándole totalmente enganchado a sus ojos. Para Esmeralda realmente esto era como darle un caramelo a un niño y quitárselo sin que le diera tiempo de saborearlo. Pero volvió a ofrecérselo con ambigüedad al dedicarle otra interesante mirada y declarar.

 

- Eso suena interesante, pero me acabas de conocer. ¿No eres demasiado lanzado para tu edad? - Se sonrió ella que preguntó curiosa. - ¿Cuántos años tienes?...

- Tengo diecisiete, bueno, los cumpliré en un par de meses, total, porque nos llevemos cinco años o así.

 

            Esmeralda estaba encantada, le sonó a música celestial que ese muchacho le atribuyese tan sólo unos veinte… y poquísimos años.

 

- ¡Solamente por eso casi valía la pena aceptar!- Se dijo riéndose para sus adentros. -

 

            Y por completo ajeno a esto el chico proseguía con su inflada perorata.

 

- Además, yo ya he tenido experiencias con chicas y algunas eran mayores que tú, no tienes de qué preocuparte, te dejaré muy satisfecha, ya lo verás. - Le aseguró con un tono de fingida autosuficiencia. -

- Me parece que este niño es de los que se tiran mucho el rollo, - pensó Esmeralda con regocijo y algo de lástima. - ¡Pobrecito, le seguiré el juego! - Y musitó con una timidez e inseguridad fingida advirtiendo como el chico parecía excitarse aún más. - Es que debo confesarte que yo no tengo demasiada experiencia.

- Pues ven conmigo un momento. ¡Vamos fuera y te daré un par de consejos! - Le propuso precipitadamente él. -

- ¿Y por qué no me los das sentados ahí? - Le pidió Esmeralda señalando una mesa en un rincón.-

- Claro. – Convino el muchacho. -

 

             Y mientras se sentaban, inclinándose hacia el otro para meterse entre el sillón que flanqueaba la mesa, el mequetrefe trató de darle un beso en los labios. Su interlocutora, tomada por sorpresa se dejó rozar, pero él pretendía meterle la lengua, ella se apartó.

 

- ¿No vas demasiado deprisa, muchacho? - Le preguntó en tanto que notaba como el chico estaba acariciándole una pierna que Esmeralda retiró suavemente. - ¿Qué hago? - Pensó algo inquietada, mientras los dos se acomodaban. - La verdad es que hasta ahora ha sido divertido, pero este mocoso comienza a pasarse demasiado de la raya.

 

Recordó que su impetuoso acompañante había llegado andando muy encorvado, eso sólo podía significar una cosa. Así que ella tiró intencionadamente la servilleta que tenía a su lado, con un golpe del codo...

 

- Perdona, ¡qué tonta soy!

 

            Inmediatamente se agachó a recogerla y de paso, miró bajo el mantel. El chico tenía muy abultado el pantalón, a la altura de la entrepierna y la bragueta medio abierta que mostraba algo empujando el slip, estaba claro de lo que se trataba. A ella se le ocurrió una idea, era realmente perversa, pero ¿por qué no? Seguro que a él no le iba a importar. Así que, cruzando las piernas se descalzó a medias de un zapato y movió el pie jugando con él, y percatándose de como el chico desviaba la mirada hacia allí, como hipnotizado, pero cuando iba a rozarle se detuvo en seco, como si despertase de una especie de sueño, censurándose a sí misma.

 

- ¿Pero qué demonios estoy haciendo? Se trata de un crío. Podría ser su madre.

 

            Avergonzada, bajó la mirada. Aquel muchacho debió de darse cuenta de aquello puesto que le preguntó.

 

- ¿Te encuentras bien?

-Quizás estoy un poco cansada. - Pudo pretextar Esmeralda. -

 

Desde luego, no querían que la acusaran de pervertidora de menores, así pues, le dijo al chico.

 

- Oye, es tarde y debo irme ya - retiró el pie colocándose el zapato, pero ese muchacho le dijo con un tono de desesperación sujetándola del tobillo. -

- ¡No me dejes así, por favor, tía, estoy muy caliente! - Tartamudeó en voz baja entre jadeos incontrolados. -

- Pues enfríate, hombre. – Replicó su contertulia esbozando una sonrisa de circunstancias a la par que insistió. – De veras, ya es tarde, debo irme. Además, no he sido demasiado sincera contigo.

- ¿Tienes novio?,- le inquirió el chico con preocupación. - ¿O algo parecido?

- Algo parecido- repuso ella con expresión más seria. -

 

            Él pareció resignarse, pero al poco debió de sufrir otro arrebato cuando, acariciando el tobillo de su acompañante, le susurró con gesto suplicante.

 

- Anda, se buena, sólo un poquito más. Quedarse así es horrible, él no se va a enterar. ¡Te juro que yo no se lo diré!

-Pero yo, sí. - Contestó su interlocutora con un tinte más severo en su voz. -

 

           Eso debió de asustar a ese muchacho que soltó su tobillo de inmediato. La diseñadora sintió haber sido tan brusca, de todos modos, no tuvo otra opción, ese chico se estaba pasando de la raya. Y la culpa era de la propia Esmeralda por haber querido jugar con él de esa manera. Lo mejor para evitar males mayores sería ponerle las cosas claras así que añadió tratando de sonar conciliadora.

 

-Mira, pareces un buen chaval. Por eso no creo que esto sea correcto. Y hay mucha gente por aquí. Créeme, tus padres o los de otros compañeros tuyos, podrían estar observándonos.

 

- ¿Padres? - Exclamó él, mirándola con incredulidad para desestimar de inmediato. - Ningún padre vendría a este tipo de cosas. Esto es una fiesta para jóvenes.

 

            Esmeralda suspiró, sí, era cierto. Ahora se arrepentía de haber insistido tanto en ir.

 

-MI pobre hija debe de estar avergonzada. - Se censuró con pesar. - Me he comportado como una cría. Esta era su noche. No comprendo cómo he llegado a esto.

 

            A buen seguro que su vanidad y su deseo de aparentar que los años no habían transcurrido por ella, le jugaron esa mala pasada. Pero eso no era excusa. Una mujer adulta y con tanta experiencia en la vida tendría que haber sido más juiciosa. Se había puesto en ridículo ella sola. Por fortuna, un comentario de ese muchacho, que parecía haberse tranquilizado y reconsiderar su actitud tan lanzada, vino a animarla.

 

-No te preocupes, las hermanas mayores son bien recibidas. Sobre todo, si son tan guapas como tú. Tu novio es un tipo afortunado. Le envidio.

 

            Al oír eso, su interlocutora sonrió, esta vez con mejor talante, pensando divertida.

 

-Realmente no he perdido mi toque.

 

            Pero aquel chico debió de interpretar esa sonrisa de otro modo y volvió a la carga, o por lo menos quería tener otra ocasión de probar suerte, y le pidió con verdadera pasión.

 

- ¿Puedo llamarte? ¿Podríamos quedar para otro día?

- Me temo que tendré que estudiar mucho para los exámenes del cuatrimestre. - Sonrió ella de forma más tierna. -

 

Y el chico, inasequible al desaliento, iba a lanzar otra propuesta cuando llegó Diamante. Esmeralda no tardó en verle, y suspiró aliviada, llamándole con un tono muy meloso y tintado de urgencia.

 

- ¡Juhu! Estoy aquí, querido.

 

Éste la escuchó dirigiéndose hacia ellos. El muchacho al verlo se quedó muy impresionado. ¡Menudo armario gigantesco y vaya cara de bestia! Si ese era el novio más le valía no insistir con esa chica.

 

- Cariño, acércate hasta aquí. Ven, que te voy a presentar a un chico muy simpático. - Le pidió ella visiblemente divertida. –

 

 Diamante se llegó junto a su mujer. El muchacho, dándose cuenta de que se acercaba hacia ellos sin variar ese semblante tan serio y adusto, se acongojaba por momentos pensando horrorizado que se hubiera percatado de todo.

 

- ¡Este tío es inmenso y esta cuadrao! - Pensó mirándole de arriba abajo. - ¿Qué tal?,- pudo decir tímidamente. -

- Anda, ¡qué tonta soy! - se rio su contertulia. - Si ni siquiera nos hemos presentado. ¿Cómo te llamas chaval? - Le preguntó jovialmente. -

-Ha, Harold, - pudo musitar, -pero mis amigos me llaman Harry.

- Yo soy Esmeralda. - Respondió presentándose ella misma y haciendo lo propio con su esposo. - Diamante cariño, este es Harry.

- Encantado de conocerte - sonrió tenuemente él, en tanto estrechaba la mano del chico que apenas pudo apretarla del miedo que tenía. -Soy Diamante Lassart, el marido de Esmeralda.

- ¡Ma, ma! ¿Marido? - Balbuceó éste creyendo que iba a gritar, el miedo ya era pánico cuando inquirió. - ¿Es usted su marido?

- Sí, su marido, no lo parece, ¿verdad? - rio él halagando a su risueña esposa al declarar. - Mi mujer está tan joven que casi te habrá parecido una chica de tu instituto.

- Eso, eso. - Fue capaz de balbucir el aterrado muchacho. - Eso me había parecido…

 

Harry dirigió una mirada suplicante a su fallido ligue, si ella decía lo que él había intentado y lo que le había pedido que hiciera, ese tipo a no dudar le mataría.

 

- Muchas gracias- sonrió en cambio la aludida con tono más moderado y conciliador. - Ha sido un placer conocerte y que te ofrecieras a darme un poco de conversación – declaró para suspirar al poco y añadir. -  Pero es tarde y debemos irnos.

- Sí, has sido muy amable por pasar el rato con mi esposa. - Le agradeció Diamante complacido para querer saber con curiosidad. - A propósito, incluso puede que conozcas a nuestra hija.

- Hi, ¿Hija? - Repitió Harry que cada vez estaba más anonadado. - ¿Es que tienen una hija aquí?...

- Sí, es esa de ahí. - Sonrió Diamante señalando con su mirada orgullosamente a Amatista que en ese instante estaba charlando animadamente con Leval en una mesa, al tiempo que quiso saber. - ¿Eres compañero suyo?...

- ¿Esa es tú hija? - preguntó Harry a su interlocutora. - Quiero decir su hija. ¿La del grupo de graduación?

 

Se apresuró a modificar el tratamiento al darse cuenta de que había estado tratando de enrollarse con la madre de una de sus compañeras y encima de un curso superior al suyo. Su semblante estaba poniéndose pálido por momentos.

 

- Sí, es mi hija, - sonrió Esmeralda admitiéndolo por fin con total y pretendida naturalidad a la par que con sincero orgullo. - ¿A qué es una preciosidad? Como su madre…Está mal que yo lo diga, pero de tal palo…

 

            El chico no respondió, estaba demasiado ocupado pensando en cuantos pedazos le iba a dejar ese tipo cuando su esposa, la madre de esa compañera suya, le contase lo que había pretendido que le hiciera. Y el objeto de su terror, se dirigió precisamente a él, pero con gesto preocupado y preguntándole con algo de inquietud.

 

- ¿Te encuentras bien, muchacho? Te estás poniendo pálido.

- Sí, desde luego. No se preocupe. Bueno, pues en…can…tado de cono…cerles, - pudo tartamudear el chico que se había subido la bragueta casi trastabillándose al intentar levantarse. Como pudo salió corriendo de allí mientras gritaba casi agónicamente. - ¡Ha sido un placer!, adiós.

- ¡Adiós! - Musitó Esmeralda sonriendo levemente. -

- ¿Qué le pasa? - Inquirió Diamante sorprendido. - ¿Será que se le hace tarde? Parece que fueran a matarle.

- Seguro que eso piensa él, ¡ja, ja, ja! - Afirmó ella que ahora se sonrió divertida moviendo la cabeza. - ¡Pobrecillo! ¿Cómo se lo iba a imaginar? ¡Espero que se le quite el trauma!

- ¿Qué trauma?- Quiso saber su desconcertado marido.- ¿De qué estás hablando?

 

A Diamante entonces se le encendió una especie de lucecita y comenzó a temerse alguna trastada de su esposa. De modo que añadió con cierta sombra de reprobación.

 

- Presiento que me lo contarás y no estoy seguro de que vaya a hacerme mucha gracia.

-No, bueno...- Pudo decir ella, algo envarada, suspirando con resignación. - Al final, tenías razón. No pinto nada aquí. Ya no soy ninguna jovencita. Supongo que tengo que aceptar el paso del tiempo.

-No sé. - Sonrió Diamante, tratando de animarla en tanto tomaba una mano de su esposa entre una suya y agregaba. - Creo que a ese chico no le desagradabas precisamente.

-Era un niño. - Desestimó ella, tratando de suavizar aquello al sentenciar. - Y el pobre creyó haber encontrado a alguien con quien hablar.

-No sé yo si ese se hubiese conformado con charlar solamente. Y no se lo reprocho si pensaba que eras una chica más de la fiesta. - Replicó su marido quien daba la impresión de empezar a atar cabos. -

           

            Su mujer asintió despacio, y esbozó una leve sonrisa, bajando la mirada para decir en voz queda.

 

-La única responsable de que ese pobre crío pensara algo que no era he sido yo. Quise entretenerme un rato y debí ser más responsable. Desde luego, si nuestra hija hubiera actuado como lo he hecho, la hubiese castigado al menos por un mes.

- ¿Y cómo has actuado tú? ¿Acaso mereces que te castigue en nombre de Luna? - Inquirió Diamante con una mezcla de curiosidad y tinte jovial. -

-No, en serio. No me siento nada orgullosa de cómo me he comportado. - Musitó su contertulia, lejos de mostrarse divertida por aquello. -

-Ese chico estaba desde luego aterrado. ¿Se puede saber qué le has hecho? - Valoró Diamante pareciendo más preocupado ahora. -

 

            El príncipe de Némesis esperaba que su mujer no hubiera perdido el control de la situación. No era algo para tomar a la ligera. Ese chico que estaba con ella era menor de edad. Aunque Esmeralda se apresuró a sentenciar.

 

-Te juro que no he hecho, ni dicho nada que haya cruzado la línea. Pero no tuve en cuenta que a esas edades son muy inmaduros.

-Ya lo sé. Confío en ti. - Afirmó rotundamente su esposo, quien, relajando su tono y su semblante, agregó. - Tampoco tuviste en cuenta que sigues siendo muy hermosa. Ya te lo he dicho. Puedo ponerme en el lugar de ese niño. Que una mujer tan bella se interesara en hablar conmigo y se mostrase amable, podría haberme creado unas falsas expectativas. Lo sé muy bien, recuerda que me sucedió.

 

            Estaba claro a quién se refería. Esmeralda sonrió, aliviada y reconocida. Para ella la confianza de su esposo era un bien muy preciado, de modo que añadió, con un tono más animado e incluso incitador.

 

-De hecho, estas en su lugar y te prometo que no lo vas a lamentar esta noche. Te mereces algo muy especial

-Estoy impaciente por saber qué es ese algo. - Sonrió su interlocutor. -

 

            Se levantó ofreciéndole un brazo a su esposa. Esmeralda se agarró a él. Diamante entonces le comentó.

 

- ¿Quieres despedirte de Amatista?

-No, déjala que disfrute de su noche con Leval. Ya he interferido demasiado por hoy. - Declaró afablemente la diseñadora. -

 

Y es que desde la distancia pudieron apreciar que la hija de ambos y su pareja parecían estar charlando muy interesados. Únicamente se despidieron saludando con la mano, los chicos al verlo devolvieron el saludo, en tanto Leval decía en tono entre divertido y extrañado.

 

- Me pregunto que habrá pasado allí, tu madre parecía estar charlando muy animada con uno de los chicos de la fiesta.

- Nada, nada, cosas de mi madre, le gusta hablar con todo el mundo, ya te lo contaré. ¿Quieres bailar? - Propuso la azorada joven sonriendo forzada y algo incómoda, tratando de desviar aquel enojoso tema. -

-Por supuesto. - Asintió él. -

 

             Ambos salieron a la pista aprovechando que ponían una música lenta. Leval la llevaba con mucha destreza y suavidad, ¡parecía mentira que alguien capaz de hacer añicos una pared de un puñetazo fuera tan sensible!

 

-Bailas muy bien. - Afirmó él en tanto la llevaba por la pista. -

-Hemos ensayado mucho con el grupo. - Sonrió la joven. -

- ¿Con el de música o el de las guerreras justicieras? - Inquirió el chico con humor. -

-Bueno, con los dos. - Repuso ella, añadiendo. - Aunque aprendí a bailar con mis padres. Lo cierto es que nunca había hecho baile de salón. –Admitió algo azorada. - Y ellos me contaron que, en la corte de su mundo natal, era costumbre aprender este tipo de cosas como parte de la etiqueta de palacio. Papá me dio clases y mamá me puso al corriente, según ella, de lo que toda señorita de alta clase social tiene que conocer en esa clase de eventos. –Remachó divertida para querer saber a su vez. - ¿Y tú?...

-En la academia también se practica, además de marcar el paso, nos hacen bailar para prepararnos en caso de que tengamos, como dices tú, esta clase de eventos. - Afirmó su contertulio con una sonrisa. -

 

            Aunque enseguida suspiró, recordaba haber practicado en su compañía, por parejas, fue así como conoció a Jane. A pesar de su capacidad atlética él era algo torpe para el baile al principio, pero ella era realmente buena y le enseñó en poco tiempo. Allí se enamoró de esa muchacha…Ahora su semblante estaba entristecido, tanto que hasta Amatista se percató.

 

- ¿Estás bien? - Quiso saber la inquieta joven. -

-Sí, perdona, estaba pensando. - Repuso enseguida él. - No es nada…

 

Su interlocutora asintió, aunque podía imaginar la causa de aquello. Era extraño ver a aquel muchacho con una expresión tan vulnerable, siendo alguien tan poderoso. Quizás era esa mezcla la que fascinaba tanto a Amatista. Leval poseía un carácter amable e ingenuo que era capaz de trocarse en una furia desatada de la naturaleza. Lo cierto es que fuera como fuera, ella no podía evitar estar cada vez más enamorada. Y sobre todo en ese momento, con él abrazándola en aquel baile en el que el tiempo parecía detenerse…

 

-No importa. - Reflexionaba la muchacha tratando de dejarse llevar. - Mientras me abraces a mí y bailes conmigo…puedes pensar en ella…

 

            Y casi para rematar aquello, una canción de moda de una cantante a la que Amatista admiraba mucho sonó…Y parecía que la letra hubiese sido compuesta para los dos, dado que reflejaba perfectamente su situación. Al menos eso pensaba la joven mientras danzaban.

 

Media noche 
Vienes y me recoges 
No hay luces 
Es un largo viaje 


Que puede terminar ardiendo en llamas o en un paraíso 
Nos desvanecemos a la vista, ¡oh!
Hace tiempo que no escucho de ti 

 

Escucho de ti


Solo debería decirte que te vayas porque yo 
Sé exactamente a dónde va, pero yo 
Veo que giramos y giramos cada vez. 

El chico la llevaba de forma ágil y suave al tiempo, haciéndola girar sobre sí misma, para luego abrazarse entrelazando las manos y posando la otra ella sobre su espalda y él sobre el talle de la joven.


Tienes esa mirada soñadora de James Dean 
Y yo tengo esos labios rojos que te gustan. 
Y cuando nos derrumbamos, siempre volvemos 
Porque nosotros nunca pasamos de moda 
Nunca pasamos de moda. 

Amatista podría jurar que era así. Esos ojos de expresión soñadora de Leval era una de las cosas que más la había prendado de ese muchacho. Lucía inocente y entusiasta en post de alcanzar sus metas. Lejos estaba ella ahora de sentir una mera atracción física como cuando le vio por primera vez.


Tú tienes el pelo largo, peinado hacia atrás, camiseta blanca. 
Y yo tengo esa fe de buena niña y una pequeña falda ajustada. 
Y cuando nos derrumbamos, siempre volvemos 


Porque nosotros nunca pasamos de moda 
Nunca pasamos de moda. 
Nunca pasamos de moda. 

 

Y pensaba en los buenos y malos momentos… era verdad. Su relación había pasado por muchos altibajos…unas veces estaban tan juntos que parecía realmente una pareja. Otras se distanciaban por las circunstancias. Lo mismo que ahora cuando el muchacho la atraía hacia sí para evolucionar por la pista y después la alejaba…pero eso sí, sin soltar su mano, para retornar a acercarse a ella y proseguir con la danza…

 
Así va 
Él no puede mantener sus salvajes ojos en el camino 
Me lleva a casa 
Las luces están apagadas, él se está sacando su abrigo. 


Yo digo: “He escuchado que sales con otra chica” 
Otra chica. 
Él dice: “Lo que escuchaste es verdad, pero yo 
No he dejado de pensar en ti” Y yo digo 
“He estado ahí un par de veces” 

No podía evitar que a su mente acudiera el recuerdo de esa tal Jane. Esa perra que había jugado con los sentimientos de Leval haciendo que el muchacho lo pagara con ella. Aunque Amatista no podía reivindicarse como la intérprete de la canción. En este caso, para su desgracia, ese apuesto muchacho no era su novio, ni la había engañado. Eso claro está, solamente había sucedido en sus propios sentimientos…


Tienes esa mirada soñadora de James Dean 
Y yo tengo esos labios rojos que te gustan. 
Y cuando nos derrumbamos, siempre volvemos 
Porque nosotros nunca pasamos de moda 
Nunca pasamos de moda. 

Tú tienes el pelo largo, peinado hacia atrás, camiseta blanca. 
Y yo tengo esa fe de buena niña y una pequeña falda ajustada. 
Y cuando nos derrumbamos, siempre volvemos 
Porque nosotros nunca pasamos de moda 
Nunca pasamos de moda. 

Leval por su parte disfrutaba mucho de la velada. Amatista era una consumada atleta y buena bailarina. Estaba claro que su entrenamiento como justiciera había mejorado incluso más sus destrezas y su sentido del ritmo. Además, la chica poseía una bonita y potente voz, pues acompañó la siguiente estrofa de la canción…


Llévame a casa 
Solo llévame a casa. 

Síii
Solo llévame a casa. 

Solo llévame a casa

- ¿De veras? - Sonrió él, en tanto ella negaba con la misma expresión y algo ruborizada. - ¿Tan pronto?

-No pude evitarlo, me encanta esta canción. - Confesó la azorada joven con voz queda y sin dejar de clavar sus ojos violetas en los azules de él. -

 

            Y por su parte, Kerria hacía lo mismo que su amiga. Mirando los de Brian, del mismo color que los de su propio hermano y tan amables como los de Leval. Y lo hacía incluso desde la igualdad en altura, puesto que, aun siendo unos pocos centímetros más baja, sus tacones de aquella noche compensaban aquello. La joven a su vez ofrecía sus verdes pupilas para deleite del chico que no se cansaba de mirarlas mientras daban vueltas con una mano entrelazada y las otras tras las respectivas espaldas de su pareja…


Tienes esa mirada soñadora de James Dean 
Y yo tengo esos labios rojos que te gustan. 
Y cuando nos derrumbamos, siempre volvemos 
Porque nosotros nunca pasamos de moda 
Nunca pasamos de moda.

 

(Style. Taylor Swift. Crédito al autor)

 

Cuando la canción terminó, se separaron como el resto para aplaudir. Estaban disfrutado mucho de la fiesta.

 

-Mira, tu hermano y Amatista también han bailado ésta. -Le comentó Brian. -

-Y los dos muy bien, por cierto. - Sonrió la muchacha quien, por supuesto, los había visto sobre la pista. -

-Se ve que lo están pasando bien, como nosotros…al menos eso espero. - Se atrevió a decir el azorado chico sin dejar claro a cuál de las dos parejas se refería. -

-Sí, es verdad. - Convino Kerria para su alivio y alborozo. -  Ya se lo noté cuando charlamos hace un rato…

 

Su pareja asintió. Y es que ambos recordaron ver a Leval y cruzaron con él unas pocas palabras. Los dos vieron a este sentado y se dirigieron a saludarle.

 

-Hola hermanito. - Saludó Kerria. -

- ¡Ky, Brian! Me alegra veros. - Repuso él. -

- ¿Qué haces aquí solo? ¿Es que te ha plantado Amatista? - Inquirió su atónita hermana quien desde luego no creía seriamente eso. -

- ¡No!, - se rio el chico indicando con un gesto de su cabeza. - Está allí, con su madre. Hablando con un par de compañeros.

- ¿Qué es lo que hace Esmeralda aquí? - Se sonrió Kerria añadiendo con tono entre incrédulo y divertido para valorar. - Creo que es algo mayorcita para venir a este baile.

-Supongo que, tanto ella como su marido, querrán recordar sus viejos tiempos. - Opinó entonces Brian, recordando a los hermanos. - Como este baile es abierto, pueden venir parejas ajenas al instituto, incluyendo a padres de alumnos.

-De lo cual me alegro. - Terció Leval. - Lo estoy pasando muy bien… ¿Y vosotros?

-Está siendo una fiesta entretenida, sí. - Convino su interlocutora que enseguida le solicitó a su acompañante. - Perdona, Brian, ¿podrías traerme un refresco?

-Sí, sí claro. - Se apresuró a responder el muchacho. - ¿De qué lo quieres?

-De limón. - Contestó la muchacha con celeridad. -

 

            Su pareja se encaminó rápidamente a la barra de bar que había instalada en el gimnasio. Por su parte, Kerria aprovechó entonces para charlar con su hermano…

 

- ¿Qué tal con Amatista?  Bueno, cuando pare por aquí, claro.

-Muy bien. - Repuso Leval. - Es una chica muy agradable. Parece que en estos últimos años ha cambiado mucho, ya no la veo tan competitiva como antes.

-Será que va madurando. - Sonrió su contertulia. -

 

            Le habría gustado preguntar a su hermano si él podría tener algún tipo de interés por su amiga, pero se refrenó. Quizás eso no fuera recomendable, al menos todavía. Estaba muy reciente el desengaño que tuvo el pobre. Aunque fue su interlocutor quién se la anticipó en eso.

 

-Os veo muy bien a Brian y a ti. Dime. ¿Qué tal marcha todo entre vosotros?

-Bueno, es un buen amigo y estoy pasándolo muy bien con él. - Sonrió la joven. -

 

            No pudo precisar más, el aludido volvió con sendos refrescos, para ella y para Leval. Aunque éste enseguida declinó el suyo, alegando que ya había tomado uno hacía poco.

 

-Bueno, nosotros nos vamos por ahí un ratito, aquí dentro hay mucho jaleo. - Comentó Kerria. -

-Ya nos veremos, Leval. - Se despidió Brian. -

-Pasadlo bien. - Saludó él. -

 

            Kerria había agarrado de la mano a su acompañante y tirado de él para conducirle fuera de esa zona en la que reinaba bastante bullicio. Brian se sorprendió. Salieron un poco al exterior, a tomar algo de aire puro y entonces la chica le explicó.

 

-He visto como Amatista venía hacia donde estaba mi hermano. Creo que es mejor que tengan algo de intimidad los dos, ya me entiendes…

-Sí, claro. - Convino el joven un poco azorado, ojalá que Kerria deseara lo mismo con él. No obstante, sin atreverse a expresar aquello, sí que añadió. - Hacen muy buena pareja, lástima que tu hermano no lo vea.

-Estoy convencida de que, algún día, lo hará…- Sentenció la muchacha, quien quiso cambiar enseguida de tema. - Bueno, pues ya hemos terminado el instituto. ¡Parece mentira! Estos años han pasado más deprisa de lo que creía.

-Tienes razón. - Convino él sin saber qué más añadir. -

           

            Fue Kerria quien parecía tener deseos de continuar la conversación y le preguntó.

 

¿Y tú qué planes tienes para estas vacaciones?

-No sé si mis padres podrán, pero teníamos pensado viajar un poco. - Comentó el chico. - Hace mucho que no vamos a ninguna parte. Con los proyectos de mi padre que le obligan a estar de aquí para allá es muy complicado ir juntos. ¿Y tú?

-Bueno, quizás hagamos algo mis primas y yo. Estamos deseando irnos de gira con el grupo de las Justices. Con suerte quizás pueda acompañarnos mi primo Granate. Aunque, teniendo en cuenta que la academia militar comenzará en breve, no contamos demasiado con ello.

 

Su compañero asintió, escuchándola con mucha atención. Al poco, Lana y un tal Brent, su pareja, uno de los quarterbacks del equipo de Football americano del instituto, pasaron por allí. La animadora saludó sonriente.

 

-Hola chicos. ¿Qué tal va la fiesta?

-Muy bien. - Contestó Brian. - Aunque hemos preferido salir un poco, dentro el ambiente está muy cargado.

-Sí, ya lo veo. - Sonrió Lana. - Nosotros hemos pensado lo mismo, ¿verdad? - Inquirió a su acompañante que le estaba pasando un brazo por la cintura. -

-Ya lo creo. - Afirmó él, aproximando su rostro al de esa chica y besándola en los labios. - Bueno, os dejamos… hasta luego…

 

Tanto Kerria como Brian esbozaron una sonrisita de circunstancias. ¡Menos mal que no había alcohol en la fiesta! porque esos dos parecían ir algo aturdidos. En ese rato alguna que otra parejita de sus compañeros desfiló cerca. Lo que no sabían es que la animadora y otras muchas de sus amigas estaban preparando algo. En efecto, un poco al margen del bullicio, Lana le comentó a un par de chicas y a sus respectivos acompañantes.

 

-Entonces, ¿estamos todos de acuerdo?...

-Sí. - Replicó una tal Lory, afirmando. - ¿Has hablado con Amatista?

-Por esta noche mejor dejarla con Leval, ahora que al fin ha conseguido salir con él, que aproveche. - Se sonrió pícaramente ésta. -

-En cualquier caso, ya lo comentamos con ella hace unos días, y por supuesto que le pareció una estupenda idea. - Terció Brent. -

-Desde luego. - Añadió otro muchacho. - Es lo menos que podemos hacer…se lo merecen…los dos.

-Totalmente de acuerdo. - Convino su pareja, aquella compañera del equipo de natación de Amatista y Kerria, de nombre Sandra.-

 

            Y tras convenir en aquello ese grupito se disgregó retornando a la fiesta. Por su parte Brian y Kerria aun charlaron un rato más fuera del gimnasio. Y lo hicieron sobre muchas cosas, el futuro de sus estudios, sus vidas en general y sobre gustos en los que eran afines, algunas buenas películas de misterio, algunos grupos musicales, (entre ellos claro “Las Justices”, de las que el joven era el fan número uno).

 

-Creo que será mejor que volvamos dentro. - Sugirió él mirando su reloj para recordar. - El baile se está terminando.

-Es verdad, tienes razón, casi ni me había dado cuenta. - Aceptó Kerria. - Todavía podemos bailar alguna canción…

 

            Su acompañante asintió encantado con la idea. De hecho, no es que fuera un gran bailarín precisamente y la mayoría de los temas los danzaban separados. Sin embargo, en algunos sí que era obligado bailar a la vieja usanza. Kerria lo hacía muy bien, estaba claro que su entrenamiento, al igual que el de su amiga Amatista, le habían proporcionado mucha agilidad y coordinación. Pero ella estuvo practicando a su vez unos días antes con su hermano y con su padre, ante la orgullosa y aprobatoria mirada de su madre. Y el pobre Brian, pese a tropezar alguna que otra vez cuando trataba de llevarla, no lo hacía del todo mal. Para el chico el ser capaz de posar su mano izquierda tras la espalda de ella agarrando una mano de la muchacha con la derecha para girar en medio de aquella pista, ya era todo un sueño hecho realidad. El mero contacto de su cuerpo con el suyo le llevaba a un estado próximo a la ensoñación. Más todavía cuando Kerria le sonreía divertida en tanto se zafaban de chocar con otras parejas.

 

-Lo siento. - Se disculpaba apuradamente él, una de las veces que la pisó ligeramente. -

- ¡No pasa nada! - Se rio ella, rematando con sincero desenfado. - Te aseguro que he pasado por cosas mucho peores.

 

            Así continuaron durante unos minutos más. Ya casi al final de la velada la música se detuvo, uno de los organizadores subió a la tarima donde tocaba la orquesta y llamó la atención de todos los presentes. Había llegado el momento de elegir a la pareja de estudiantes que iban a ser coronados como rey y reina del baile. Y tras la votación los elegidos fueron…

 

- ¡Kerria y Brian! – Anunció una de las organizadoras. -

 

Desde luego el chico no podía creerlo, pero tenía muchos amigos y la mayoría de sus compañeros le apreciaban mucho. Y Kerria por su parte había ido ganando buena reputación en los últimos años. Sobre todo, con su pertenencia al grupo que comenzaba a despuntar en el panorama musical juvenil. También algunos de sus condiscípulos deseaban compensarla por los malos ratos que la hicieran pasar con todos aquellos rumores que se esparcieron contra ella. De hecho, fue eso de lo que estuvieron hablando el grupito encabezado por Lana y los demás. Aunque la votación había estado muy reñida. Pese a advertir días antes a sus compañeros que no quería que la eligieran a ella sino a su amiga, Amatista y Leval acapararon muchos votos. De todos modos, no hubiera existido problema. El reglamento decía que no podía elegirse a alguien que no fuera alumno, y el chico ya no lo era. Eso no le importó en absoluto a su pareja. De hecho, Amatista estaba muy contenta por su amiga al verla sonreír y abriendo la boca entre incrédula y encantada, recibiendo los parabienes de todos. Finalmente, para cumplimentar del todo el rito, a los vencedores se les colocaron las coronas respectivas. Entonces Brian la miró con ojos llenos de afecto y le susurró.

 

-Pensé que no podrías estar más bonita que cuando te recogí esta noche. Pero me equivoqué…

 

 Desde luego la muchacha lucía como una princesa de cuento de hadas en cuanto pusieron sobre sus sienes esa diadema que brillaba de múltiples colores reflejando las luces de la pista de baile y los destellos de los teléfonos móviles que les retrataban.

 

-Gracias. – Pudo replicar ella con visible contento. – Aun no me lo puedo creer, ¡que me hayan elegido precisamente a mí!

- ¿A quién más podrían haber elegido?- Replicó Brian casi atragantándose con las palabras, más al remachar.- Sino a la más hermosa del baile.

 

Tras escuchar eso Kerria se ruborizó. No es que ser la reina del baile le supusiera ningún tipo de orgullo. Al menos no desde el punto de vista de otras chicas. Era, eso sí, un honor y una gran satisfacción personal al venir de los votos de sus compañeros. Y sobre todo le gustaba aquel cumplido que su pareja le había hecho. La muchacha sonrió sintiéndose halagada. Brian lo decía de forma totalmente honesta y Kerria se daba cuenta de que ella significaba mucho para él.

 

-Muchas felicidades, Ky. - La saludó Amatista fundiéndose con ella en un cariñoso abrazo. -

-Gracias...- Replicó la emocionada muchacha afirmando. - Tú lo habrías merecido más que yo…

-No, de eso nada. -Negó su amiga que le cuchicheó al oído con un tono lleno de afecto. - Brian y tú hacéis la pareja ideal.

-Lo mismo que tú con mi hermano. - Pudo replicar Kerria. -

 

            Aunque enseguida guardó silencio cuando el propio Leval, tras felicitar a su vez a Brian, se acercó abrazándola también y afirmando con tono lleno de humor.

 

- ¡Enhorabuena! ¿Quién me iba a decir que mi hermanita la “cara de patata” iba a ser las más bella del baile?

-Pues ya lo ves, tontorrón. - Se sonrió esta con tinte igualmente divertido, añadiendo para rubor de Amatista. -  Aunque tampoco tú te puedes quejar de la pareja que tienes, una auténtica princesa.

-Esta noche eres tú la más guapa con diferencia. - La cumplimentó en respuesta su amiga francesa. -

-Mejorando lo presente, desde luego. - Intervino cortésmente Brian. -

-Muchas gracias. - Sonrió Amatista afirmando a su vez. - Los dos estáis geniales. Por cierto. ¿Qué tal lo estáis pasando?

-Muy bien, Aunque ya va siendo tarde. - Opinó su interlocutor. -

-Es verdad. Supongo que nosotros nos marcharemos enseguida. - Convino la chica. -

-Sí. - Terció Brian que también se sentía en las nubes en ese mismo momento, aunque dándose cuenta pese a ello. - Tus padres querrán que te devuelva a tu casa a la hora.

 

Kerria asintió, sintiéndose muy contenta pese a todo.  Volviendo a desearles lo mejor, tanto Leval como Amatista se alejaron. Finalmente, el baile terminó, tras ser felicitados por el resto de sus compañeros, Brian y ella decidieron marcharse. Así, cuando llegó el momento de volver hacia sus casas, iban hablando ya de cosas intrascendentes. La joven quiso quitarse la diadema, pero él le pidió que no lo hiciera.

 

-Déjatela, realmente está hecha para ti. – Afirmó convencido él, remachando sin dejar de mirarla totalmente embelesado. – Pareces una autentica princesa. Y me gustaría tener esta imagen tuya para siempre.

 

Y la joven volvió a sonreír de forma luminosa. ¡Si Brian supiera que ella sí que era una princesa de verdad, igual que la propia Amatista! Al menos por la herencia de sus padres. Aunque eso no le preocupaba mucho en realidad.

 

- ¡Oye! - replicó la chica con tono jovial, poniendo a su interlocutor colorado. – Aquí estas tú, un príncipe que no desmerece nada.

 

El chico sonrió a su vez asintiendo con cuidado para no tirar su propia corona, pero sin tener valor de responder a eso. El paseo concluía y a los dos se les antojaba demasiado breve. Sobre todo, a él, que comenzaba a sentir un extraño hormigueo, una característica sensación de ahora o nunca, pero no me atrevo. Y finalmente a las puertas de casa de ella, Brian, nervioso, parecía querer decir algo, pero las palabras no le salían. Kerria lo sabía, al calor de aquel momento tan íntimo y especial, él intentaba declararse, pero no le era fácil. A la chica le conmovía la lucha que reflejaba en su mirada. El pobre sería capaz de irse a casa sin decir nada a pesar de estar consumiéndose por dentro, y ¡para que negarlo! ella deseaba oírselo decir. Pudiera ser que sus gustos hubieran cambiado, que realmente estuviera enamorada de la persona y no del sexo de esta. O simplemente que no deseara que ese pobre muchacho siguiera sufriendo de esa forma tan cruel. Aunque seguía teniendo sus dudas y aquel era un momento clave para tratar de resolverlas. ¿Cómo reaccionaría ella misma cuando se lo oyese decir? Ni la propia Kerria lo sabía. Por ello decidió ayudarle un poco acercándose a él. Ofreciéndole la tentación en bandeja. Sus rostros estaban a muy pocos centímetros.

 

- Bueno. - Sonrió ella de forma encantadora. - Es muy tarde. Seguro que mis padres me esperan.

- Claro, es tarde. - Convino él, visiblemente nervioso. - Ya tengo que irme…yo…

 

            El aturullado muchacho seguía dudando, pero ella decidió terminar con sus tribulaciones. Se acercó aún más hasta casi rozarle con su boca en la suya. Brian se quedó perplejo. Por fin salió de su mutismo cuando la muchacha volvió a acercar sus labios a los de él. Esta vez el chico no pudo resistirse más. La tomó firmemente por los hombros y le dio un beso rápido y sonoro que casi descabalgó a Kerria por lo corto. La muchacha se apartó observándole con gesto desconcertado.

 

- Lo, lo... siento. No quería forzar las cosas, es que yo...-Tartamudeó visiblemente avergonzando. - No pude evitarlo…

 

Seguramente había metido la pata interpretando mal el gesto de cariño de ella. Kerria no tardaría en llamarle aprovechado, sinvergüenza y un montón de cosas más, o quizás le sacudiera una bofetada y se diera la vuelta ofendida, entrando en su casa y cerrando con un portazo. Todos esos temores desfilaron en décimas de segundo por su mente en tanto se esforzaba por defenderse, entre envarado y temeroso….  Pero ella permanecía con esa expresión de sorpresa y le miraba como si le viese por primera vez. Brian solamente podía ver lo bonita que era y lo desamparada e inocente que le parecía ahora, bajo esa pobre iluminación de las farolas nocturnas, con ese vestido celeste, aquella flor que le conjuntaba todavía en su cabeza y esa refulgente diadema. En ese instante mil cosas más pasaron por su mente, todas ellas hermosas. Únicamente pudo musitar con todo su corazón, casi sin saber que estaba haciéndolo en vez de pensándolo.

 

 - Te quiero, Ky...

 

Ella le miró absorta, no dijo nada, solamente le rodeó el cuello con los brazos, le atrajo hacia sí y le besó, esta vez de una forma más larga y prolongada. Se abrazaron los dos y cuando por fin se separaron la joven le respondió con voz suave y a la vez serena, en una promesa de rendición con esperanzadoras condiciones.

 

- Yo también a ti, Brian. Aunque tengo mis dudas, no sé de qué forma te quiero, ni hasta donde podrá llevarnos esto, lo único que te pido es paciencia. Dame tiempo para ver si puedo corresponder a lo que tú esperas.

 

            El chico no podía creerlo, ¡sencillamente esperaba despertarse en ese instante, pero no lo hacía! Solamente cuando se percató de eso estalló literalmente de alegría.

 

- ¡Te daré todo el tiempo del mundo! - Exclamó él levantándola en brazos. -

- ¡Oh bájame, que es muy tarde y mis padres se van a despertar! - Reía ella, sorprendida, encantada y divertida, todo a la vez. -

 

            A Brian le sacudió ese nuevo temor, si los señores Malden le veían haciendo eso con su hija podrían pensar mal.  Y no quería que un malentendido pudiese arruinar su imagen. De modo que, muy despacio, la dejó de nuevo en el suelo y se despidió. La muchacha le vio alejarse aun sin entrar en casa y sonriendo con ternura. Él iba mirándola tan absorto que, cuando quiso reaccionar, se dio de bruces contra un poste. La joven se quedó atónita abriendo los ojos como platos, y llevándose ambas manos a la boca, preocupada al principio por si se hubiese hecho daño.

 

- ¿Te encuentras bien? - Le preguntó. -

 

Afortunadamente no fue nada serio, y Kerria se echó a reír tras ver la cara de circunstancias y la sonrisita vergonzosa que Brian esbozaba mientras, frotándose el golpe, exclamaba.

 

- ¡Soy el chico más feliz del mundo, el más feliz! Además, ahora sé que no es un sueño. - Declaró en tanto iba dando saltos de camino hacia su casa, mientras se frotaba el chichón. - ¡Qué bien, au!

 

Moviendo la cabeza divertida, Kerria le vio alejarse hasta que se perdió de vista y finalmente entró en casa con una amplia sonrisa. Su madre, con su fino oído y la natural preocupación por verla regresar, había estado aguardando y salió a recibirla en camisón.

 

- ¿Quién armaba tanto jaleo a estas horas? - Le inquirió medio dormida. -

- Era Brian, mamá. - Sonrió Kerria con visible contento. -

- Pues no suele ser tan ruidoso, - comentó Bertie sorprendida. -

 

Y se quedó mirando inquisitivamente a su hija como si esperase una respuesta que no tardó en llegar.

 

- Es que esta noche tiene motivos para serlo. - Aseveró enigmáticamente la chica mientras bostezaba, sin perder su semblante de felicidad. – Y muy buenos…

- No habrá bebido, ¿verdad?,- inquirió su madre algo preocupada, pero en el fondo sin poder creer una cosa así de ese muchacho, y más cuando su hija negó con la cabeza y sonrió. Entonces se relajó y preguntó esperanzada. - Dime, ¿lo habéis pasado bien?

- Estupendamente, ha sido la mejor fiesta de mi vida. - Admitió la chica que agregó en forma cómplice y entusiasta - ¿Y sabes a quiénes han elegido los reyes del baile?

- ¿A quiénes? - Quiso saber Bertie. -

 

Y no se percató del tono retórico de su hija hasta que ésta le mostró la diadema, quitándosela de la cabeza.

 

- ¡Vaya! – Exclamó su madre, aseverando divertida – Ya verás cuando tu padre se enteré. ¡Va a estar presumiendo una buena temporada!

 

Las dos se rieron, seguro que Roy no tardaría en anunciárselo a Diamante y a todo el que quisiera escucharlo. Ya podían imaginarle gritando. “Principito, mi hija le ha ganado a la tuya” “ahora es princesa por partida doble, no triple” o algo así. De todos modos, Kerria dejó de reírse y de forma más suave y queda le comentó a su madre.

 

-Pero eso no es lo mejor de todo. – Y ante la mirada curiosa de su interlocutora le preguntó otra vez de forma retórica. ¿Sabes una cosa, mamá? Puede que hasta esté enamorada de Brian. Se ha declarado al volver y yo… bueno…Ya te contaré mañana.

 

           Beruche le sonrió con ternura. Abrazó a su hija y le susurró francamente contenta, mientras ambas subían a la planta de arriba, donde estaban los dormitorios.

 

- Mañana no, aunque no peguemos ojo en toda la noche, te cambias de ropa, bajamos a la cocina y me lo cuentas ahora.

 

            Kerria cedió con rapidez y una sonrisa. Subió a quitarse ese vestido y a ponerse el pijama y en cuanto estuvo lista madre e hija se dispusieron a pasar una larga noche de charla a base de tarta de queso con fresas, chocolate y leche. Por su parte, Leval llevó a Amatista a casa cumplida su hora. Llamaron varias veces, pero nadie salía a abrir, por fin apareció Diamante envuelto en una bata.

 

- Buenas noches. - Saludó el chico algo incomodado por ser tan intempestivo. - Ya estamos aquí, siento que hayamos tardado, pero la fiesta se prolongó.

- No te preocupes muchacho, un día es un día y viniendo contigo Amatista está segura. - Contestó su contertulio despreocupadamente. -

 

 De todas formas, parecía estar de un inmejorable talante. A su hija le daba la impresión de que sonreiría ante cualquier cosa que le dijeran esa noche. Sobre todo, cuando, en tono más humorístico que otra cosa, le pidió al chico.

 

- ¿No tendrás una alubia por ahí? Creo que me va a hacer falta.

 - No, lo siento, le preguntaré a mi padre. – Se disculpó él que desde luego no llegó a captar el fondo de ese comentario. -

- ¡No te preocupes! – Sonrió su jovial interlocutor francamente divertido en tanto su hija sí que se ponía colorada, más al oírle agregar. – Será mejor que vayas a descansar, ¡tú que puedes hacerlo!, ¡ja, ja!

- Entonces hasta mañana, - dijo mientras tanto Leval a ambos. - Buenas noches, lo he pasado muy bien.

 

Padre e hija le devolvieron el saludo. Amatista incluso le dio un beso en la mejilla que él encajó sonriente para alejarse hasta desaparecer por el camino, conduciendo su coche. Ambos le vieron marchar con miradas de paternal afecto uno y de encandilamiento absoluto la otra y él le preguntó con vivo interés, creyendo saber la respuesta de antemano.

 

- ¿Y tú también lo has pasado bien, ma chèrie?

- Sí, papá. ¡Ha sido maravilloso! - Confesó ella, realmente encantada. -

- Bueno, pues ya es hora de dormir. - Le indicó su padre que entonces le contó con la jovialidad propia de un camarada. - Tu madre tampoco lo ha pasado nada mal y encima quería seguir con la fiesta.

 

           Y para darle la razón. La ansiosa voz de Esmeralda se escuchó desde el dormitorio.

 

- Cariño. ¿Ha llegado ya la niña?

- Sí, ya está aquí y tan contenta como tú. - Le respondió él. -

- ¡Ma Chérie! Tienes que contármelo todo mañana. Quiero datos y todos los cotilleos. - Le pidió su madre a voz en grito, añadiendo después con voz melosa. – ¡Vamos Diamante! ...que me estoy quedando fría.

                     

            Éste se puso colorado, una cosa era hablar en clave y otra ser tan específicos delante de la niña. Pero no pudo hacer nada por evitarlo y asintió sumisamente regresando a su habitación, no sin darle un beso en la frente a su hija y desearle buenas noches. Amatista, con una pícara y divertida sonrisa, no respondió. Suponiendo con bastante base que había sorprendido a sus padres entregados a interesantes tareas nocturnas y más tras aquel comentario de la alubia. Sólo dijo finalmente.

 

- Vale mamá, hasta mañana, papá.

 

Diamante volvió a su habitación y, al entrar, su esposa le interrogó con la mirada. Su marido asintió y sonriente, le dijo.

 

-Está feliz

-Eso es lo que cuenta. - Convino una satisfecha Esmeralda.-

 

Diamante se sentó a su lado en la cama, y tras acariciar la melena de su esposa, con aquella hermosa tonalidad entre castaña clara y verdosa, la besó en un hombro para replicar.

 

-Bueno, y tú también lo estás. Eso es igualmente importante.

-Sí, es cierto, lo estoy. - Convino ella. - No podría estarlo más. Doy gracias a Dios por su perdón, por todo lo que soy y lo que tengo. Sobre todo, por vosotros.

             Y es que, pese a acusar a veces el paso del tiempo, quizás por su genética particular de Némesis, o las caras cremas de belleza que usaba, Esmeralda parecía muchísimo más joven y bonita. Amén del cambio en el color de su pelo, lo demás se mantenía en ella prácticamente igual a cuando volvió a la vida.

 

-Sigues siendo la chica más bonita que conozco. - La halagó su esposo. -

-Puede que nuestra particular constitución genética ayude. - Admitió ella haciendo audibles sus pensamientos. - Pero no está bien tratar de rivalizar con mi propia hija. Mi momento para ese tipo de cosas ha pasado. Ya tengo todo lo que podría desear.

- ¡Y yo! - Exclamó su marido. -

 

                Y sin darle tiempo a replicar el príncipe la abrazó con ganas de proseguir con aquel asunto interrumpido que se traían ambos cuando llegó Amatista.

 

- ¡Diamante! - Pudo exclamar a su vez ella, entre atónita y divertida. -

 

            Y Esmeralda ya no pudo añadir nada más, ocupada como estuvo en corresponder a esas dosis de afecto de su esposo. La hija de ambos entre tanto subió a su habitación y, tras quitarse el vestido y ponerse un ligero pijama de verano se acostó, soñando con el día en que Leval le pidiera ser más que amigos.

 

-Hoy quizás he estado más cerca que nunca de lograrlo. - Pensó esperanzada. - Y creo que no le soy del todo indiferente…

 

Y, de hecho, juraría que tras algunas miradas que él le dedicó podía esconderse algo. Aunque no quería pasarse de optimista. Ya llevaban años conociéndose y por unas cosas u otras ese chico nunca hizo evidente que deseara pasar de mantener más que una amistad. Aunque, claro, si era cierto que él había llegado a pensar que ella y Kerria podrían haber sido algo más que amigas…

 

-Bueno, después de esta noche, ya no le valdrá esa excusa. - Se sonrió la muchacha, que, cansada, se dejó al fin vencer por el sueño. -

 

Por su parte, Leval, al llegar a su casa y subir a su dormitorio, se topó con su hermana que salía del baño disponiéndose a volver a la cocina con su madre. A preguntas de él sobre como lo había pasado, ella únicamente canturreaba y se sonreía.

 

- ¿No te vas a dormir? - Quiso saber él. -

- ¿Dormir? ¡No! - Rio la interpelada.- Mamá y yo vamos a comer tarta y a charlar de cosas de chicas.

 

Y dicho esto, la jovencita descendió las escaleras tarareando alguna melodía de las que cantaba con su grupo musical. El muchacho únicamente se encogió de hombros y pensó divertido.

 

- No sé qué habrán bebido todos en la fiesta. ¡Lástima no haberlo probado!

 

            Y sin dar más vueltas a la cabeza sobre eso se acostó aprovechando el permiso que tenía para dormir en casa. También pensó en Amatista. Todavía le daba algo de rubor el haber metido la pata de ese modo. ¡Mira que haberle dicho eso a esa pobre chica!

 

-Se puso realmente colorada. -Recordó con una media sonrisa. - Pero llegué a pensarlo de veras. Kerria y ella. ¿Por qué no? Son muy buenas amigas y se tienen mucha confianza. Aunque quizás mi hermana ahora se esté centrando en Brian. Me alegro por ella, es un muchacho estupendo. En cuanto a Amatista, no sé si le gustará alguien. Creo que es demasiado tímida como para contármelo, al menos a mí. Puede que le pregunte a Ky a ver si tiene alguna idea.

 

Sin darle ya más vueltas se durmió. Los demás también descansaron, (al final incluso Diamante y Esmeralda), sin imaginar los acontecimientos tan importantes que se les reservaban en un futuro muy cercano. Y es que las cosas, para bien o para mal, no volverían a ser ya las mismas.


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