Al día siguiente, tanto Leval como Mazoui fueron convocados al despacho de sus superiores en la Academia. Los dos se presentaron con rapidez, preguntándose sorprendidos cual sería la razón de que el propio comandante en jefe quisiera verlos. Llegaron puntuales al salón de espera y allí la secretaria del general les informó de que podían pasar. Abriéndoles la puerta, les indicó con la mano que entrasen. Los dos cadetes lo hicieron al momento cuadrándose ante su superior que les aguardaba sentado tras su despacho, sin embargo, no estaba sólo.
- ¿Da usted su permiso, mi general? - Preguntó
Mazoui, tomando la palabra al ser el de mayor rango. -
- Pasen, pasen y descansen. - Les pidió cordialmente
su superior más que ordenárselo. -
Los dos chicos obedecieron al instante. Una vez dentro pudieron reconocer a Ian
Masters, aunque no habían tenido mucho trato con él. ¿Qué estaría haciendo
allí?
- ¿Podrían sentarse los chicos, general? - Le
preguntó el millonario. – Creo que será más cómodo para todos.
- Tomen asiento por favor. - Concedió éste señalando
sendos sillones que ocuparon los dos muchachos. - Ahora les voy a exponer la
situación.
Mazoui y Leval escuchaban interesados, su comandante en jefe comenzó a hablar.
- Seguramente ustedes se preguntarán el motivo de haber sido
convocados aquí, a mi despacho. No deben preocuparse, no se trata de nada malo,
todo lo contrario. La verdad, estoy muy impresionado por sus currículums, nunca
había visto algo parecido y sus hojas de servicio baten casi todos los récords
de la Academia. - Tomó entre sus manos una carpeta que abrió, en ella estaban
las fichas de ambos. El general extrajo de una funda sobre su mesa unas gafas
de vista cansada y se las puso para leer. - Vamos a ver. Usted es el alférez
Mazoui O ‘Brian y usted el cadete primero Leval Malden - les señaló
respectivamente para preguntar con ánimo de que ellos mismos lo confirmasen,
más que de cara a él mismo a ese hombre que le acompañaba. - Es así, ¿verdad?
- Sí, mi general - respondieron ambos a un tiempo. -
- Perfecto - añadió éste que plegando los dosieres
nuevamente en su carpeta, declaró. - Vamos al grano pues. El señor Masters aquí
presente es uno de los principales patrocinadores de un proyecto de primera
magnitud, tanto por su importancia científica como militar. Para que él mismo lo
explique con más detalle le cedo la palabra, - se dirigió hacia el millonario
invitándole con un gesto. - Cuando usted quiera.
- Gracias general - repuso Masters inclinando ligeramente la cabeza y
comentando a los muchachos con más informalidad. - Veréis chicos, para resumir
las cosas, se trata de una gigantesca nave espacial que orbita tras la Luna. -
Les dio detalles relativos al proyecto como hiciera antes con los demás
para proseguir. – Se ha estado llevando a cabo con la ayuda de Diamante, y
Zafiro, a los que conocéis bien. Aunque también el célebre profesor Suoichi
Tomoe y muchos científicos más. Todos expertos a nivel mundial han colaborado
en su construcción. Hemos tardado más de veinte años, pero creo que ha merecido
la pena. Tiene lo último en tecnología, con sistemas de detección, navegación,
propulsión y defensa que no se han visto en este planeta. Únicamente nos falta
una cosa, precisamos oficiales de primer nivel para formar la tripulación
y dos de los que queremos sois vosotros. ¿Qué opináis al respecto?
Los chicos se permitieron cruzar una mirada de incredulidad. ¡Sencillamente era
un sueño hecho realidad!, pero quizás demasiado pronto. Lo recibieron atónitos,
sus esquemas mentales no estaban preparados para eso. Mazoui fue el que primero
pudo responder, oponiendo con objetividad.
- Eso es muy halagador, señor Masters, pero aún no
hemos terminado en la Academia.
- Es cierto, señor- corroboró Leval. - Aunque en el
caso de mi primo Mazoui, es algo menos problemático, ya es alférez, pero yo
todavía soy cadete. Aún no estamos preparados.
- Lo sé. - Asintió Masters con aprobación. - Y que
habléis así, demuestra vuestra sinceridad y buena fe, otra cualidad que andamos
buscando. - Sonrió y aguardó unos instantes para continuar de forma
tranquilizadora. - No os preocupéis, vuestro general me lo comentó. Pero le
dije que no habría problema en ese aspecto. Lo cierto es que aún precisaremos
al menos un año más o quizás dos para ultimar los detalles y probar la nave, en
ese tiempo seguro que habréis concluido con vuestra preparación.
- Y caso de que os quedase algo todavía para ultimar
vuestro adiestramiento, lo podréis hacer allí. - Intervino el general. - Por
los informes que tengo eso es prácticamente una ciudad, como un gigantesco
portaaviones con una enorme capacidad. Creo que puede transportar más de mil
cazas.
- ¡Más de mil! - Exclamó Mazoui, sin poder contener
su asombro, ante lo que enseguida se disculpó. -Perdón, señor, pero eso es
increíble. ¡Son diez veces más que el mayor de los portaaviones que tenemos!,
se necesitarán muchos pilotos para formar la dotación.
- ¡Me encantaría ver esa nave, señor! - declaró
Leval, visiblemente apasionado por la idea. -
- Paciencia - les pidió el millonario con una sonrisa.
- Eso será dentro de un par de años, si es que decidís aceptar, claro.
- Tened en cuenta. - Añadió el general que pasó a
tutearles con un tono de más familiaridad, casi paternal. - Que quien quiera
que se embarque en esa nave emprenderá un largo viaje a través del espacio para
buscar mundos habitables y nuevas civilizaciones. Podría ser que no volvieseis
a la Tierra jamás y que nunca vieseis otra vez a vuestras familias. Pensadlo
bien, los dos sois jóvenes y es natural que os dejéis llevar por el impulso de
la aventura. Pero, una vez tomada vuestra decisión no podréis ya volveros
atrás. Y sabed que muchos magníficos pilotos han rehusado esta oferta por las
razones que os acabo de enunciar.
- ¿Tenemos que contestar ahora, señor? - Inquirió
Mazoui con aire pensativo. -
- No, tenéis un año más para pensarlo. Puesto que a
los que formen parte de la dotación militar habrá que prepararlos con al menos
unos meses para que viajen al espacio. - Le contestó el general que les
aconsejó recalcando lo ya dicho anteriormente. –Muchachos, meditad bien
vuestras opciones. Una vez que decidáis, no habrá marcha atrás.
- Creo general - intervino el millonario con cautela
en su tono-, que no estaría de más concederles a estos chicos unos días de
permiso a fin de que lo mediten. Espero no molestarle con mi sugerencia, no
quisiera inmiscuirme en su régimen de disciplina, ni en su cadena de mando.
- No se preocupe, señor Masters. - Repuso el militar retomando un tono
más formal. - Tiene usted razón, es una sugerencia muy acertada. Será bueno que
comiencen a evaluar la situación, aunque resta todavía un año, pero esta
decisión implica toda la vida y se debe pensar. - Se quitó las gafas mirando
ahora a los muchachos y les comentó. – Bueno, alférez O ‘Brian, cadete Malden,
ya que está todo dicho pueden volver a sus casas. Yo en persona hablaré con sus
superiores directos para comunicarles que tienen mi permiso. No creo que
necesite recordarles que éste es un asunto totalmente secreto. No deben
desvelar el tema en cuestión a nadie que se sitúe fuera de su vínculo familiar.
En realidad, no deberían decírselo ni siquiera a sus familias de ser estas
otras. Pero teniendo en cuenta que se hallan metidas de un modo u otro en el
proyecto, podrán consultarles, sin ser demasiado explícitos. Espero que tengan
el tiempo suficiente para tomar una decisión después de que lo hablen con sus
allegados. En caso contrario, decídanlo durante el curso.
- De todos modos, no saben nada de los detalles más
específicos del proyecto. No hay problema a ese respecto. - Comentó
despreocupadamente Masters. -
El general convino en ello mientras asentía. Los
muchachos se levantaron, saludaron en posición de firmes, dieron las gracias y pidieron
permiso para retirarse que les fue concedido. Ambos dieron media vuelta y
salieron. El general entonces le comentó al millonario.
-Espero que todo vaya realmente tan avanzando, señor
Masters.
-Lo está. No debe usted preocuparse. Además,
contamos con el apoyo del reino de la Luna como bien sabe. Gracias a ellos los
trabajos avanzan incluso más deprisa de lo esperado.
-Cada minuto cuenta. No sabemos a qué podrían
enfrentarse ahí fuera. - Repuso el preocupado militar. -
-Tenemos poderosos aliados. Esa nave estará segura.
- Afirmó el Magnate. -
-Ojalá que así sea. - Suspiró el general. - Hace
años que no hemos vuelto a sufrir ataques del espacio exterior. Las alianzas
que nuestro planeta ha forjado con esos mundos nos han sido muy beneficiosas.
Creo que mis superiores me comentaron que usted en persona firmó algunas de
ellas en nombre de las Naciones Unidas.
-Le informaron bien. Aunque eso, de cara al mundo, no ha sucedido. Yo no
ostento ningún cargo en la ONU oficialmente. Así como tampoco lo poseen
nuestros importantes asociados. - Sonrió Masters. -
-Sí, eso lo sé. Sin embargo, esos acuerdos, pese a que no sean conocidos
por el público, siguen siendo válidos y obligan a nuestro planeta. ¿No es así?
- Inquirió su interlocutor. -
-Así es. - Le confirmó el magnate, agregando. - Esos
tratados nos garantizan una defensa muy sólida frente a casi cualquier posible
amenaza. Pero nuestras intenciones no son las de detenernos únicamente ahí. Ahora nos queda dar un paso más. No solamente
forjar un escudo, sino una espada… por si llegara el día de emplearla. Por
ahora esta nave será un medio para extender la raza humana a más planetas,
garantizando así su supervivencia en el peor de los escenarios. Nunca se sabe…después…todo
dependerá del éxito de esta empresa…
- ¿Usted cree que lo tendrá? - Quiso saber su interlocutor.
-
-Así lo espero. No me gusta invertir en proyectos equivocados. -
Contestó el millonario. -
El general se
limitó a asentir. Por su parte los muchachos salían realmente entusiasmados y
con mucho en qué pensar. Una vez fuera del edificio Leval le dijo a su primo.
-¿Qué te parece? Es algo muy importante, nuestras
vidas cambiarían para siempre. Y el que hayan pensado en nosotros ya es un
honor. La verdad. No sé qué hacer...
- Lo sé, es algo realmente grande. Pero yo ya lo tengo
decidido, - respondió el interpelado con seguridad. - Es un reto irresistible. Siempre,
desde que era pequeño, me apasionó la idea de surcar el espacio. Yo iré.
Y a
pesar de lo rápido de su decisión, la razón de eso en el fondo era evidente.
Mazoui siempre había sentido la necesidad de explicarse su propio origen.
Nunca, hasta el día de aquel atraco en el supermercado, pudo comprender a
ciencia cierta el porqué de sus cualidades especiales. Antes de aquello llegó
incluso a creer que bien podría ser una especie de experimento o incluso un
extraterrestre. Para él no fue raro desear buscar la respuesta, incluso más
allá de la Tierra. Además, se unía aquel gusto por una aventura en algún lugar
lejano y exótico, lejos de los problemas de su entorno, donde no tuviera miedo
de asustar a nadie. Podría encontrar a personas como él, o más raras todavía.
Después, cuando supo de donde procedía, ese deseo ya estaba muy arraigado en él
y era como si le brindase una puerta de escape a sus propias contradicciones.
Sobre todo, tras entrenar con Roy y los otros y saber que existían otras
civilizaciones y culturas.
-Es una ocasión única en la vida. Sé que mi familia sufrirá, pero no la
puedo desaprovechar. - Remachó para terminar de convencerse. -
En el caso de Leval, el chico se resistía a creer aún que su fantasía de la
infancia sólo dependiese ahora de su respuesta para hacerse realidad. Hasta el
momento de entrar en la academia eso parecía un romántico anhelo imposible de
cumplir. Incluso en sus mejores sueños, pensaba el poder, algún día,
dentro de bastantes años, dirigir una exploración por el sistema solar, y
regresar en comparativamente poco lapso temporal. Ahora le planteaban la
ocasión de salir incluso de este sistema. Dejar de observar las estrellas del
cielo como meros puntos luminosos para viajar entre ellas. No había que ser muy
listo al suponer que, si se trataba de un viaje de exploración en busca de
nuevas culturas, a la fuerza se extendería fuera del sistema solar. Eso
representaría años, décadas, quizás generaciones. Por eso esa nave era tan
grande y debía ser autosuficiente. Y eso significaba dejar atrás todo lo que
hasta ahora había conocido y amado. Así se lo confesó a su primo.
- ¡Ojalá tuviese yo esa seguridad!, pero hay muchas
cosas que me unen a este planeta, mi familia, mi entorno, no sé. También deseo
viajar por el espacio y ver nuevos mundos. Tengo que meditarlo.
- Elijas lo que elijas, estoy seguro de que será lo correcto.
- Le respaldó Mazoui - bueno, - añadió con un tono más distendido. - ¿Qué tal
fue el baile de graduación? ¿Lo pasaste bien con Amatista?
-Sí, la verdad, estuvo entretenido, charlamos mucho
y vino hasta su madre. - Sonrió el joven. -
- ¿Su madre? ¿Y qué pintaba Esmeralda allí? - Se
sorprendió su interlocutor. -
Leval
se encogió de hombros, por su parte su primo le observaba moviendo ligeramente
la cabeza. ¡Había ido a ese baile con una chica realmente preciosa y que estaba
coladita por él, y eso era lo único que tenía que decir! ¡En fin! No era cosa
suya el meterse en eso. De todos modos, ahora tenían en mente algo mucho más
importante, al menos para ellos. Entre tanto, su contertulio añadió.
-La que también lo pasó genial fue mi hermana.
Estuvo con Brian, creo que han conectado al fin.
-Me alegro mucho de que así sea. Ese chico es muy
buena persona. - Afirmó Mazoui. -
- ¿Acaso puedes leer su pensamiento? - Comentó Leval.
-
- ¡No, bobo! …eso no hace ninguna falta. - Se rio su
interlocutor, aseverando con humor. - ¡Puedes darte cuenta hasta tú!
-Pues tienes razón. - Replicó éste con desenfado
para zanjar aquello en tanto proponía. - ¡Qué! ¿Nos vamos a casa?
- Sí, quiero llegar pronto para contárselo a mis
padres. Hasta luego, ya nos veremos. - Se despidió Leval dominado por la
impaciencia de contar a sus familiares lo que había ocurrido. -
- De acuerdo. - Convino su primo. -
Ambos se despidieron concentrándose en las energías
de sus respectivas familias y desaparecieron reapareciendo en sus casas. Mazoui
interrumpió el almuerzo de sus padres y su hermana, una vez se recobraron de la
sorpresa, (sobre todo Kathy y Mathew, que no estaban demasiado acostumbrados
aun a verle hacer esas cosas), les contó lo sucedido y su firme determinación
de ir, lo que provocó las lágrimas de su madre. Él se apresuró a abrazarla.
- Mamá, todavía queda un año para dar la respuesta.
Tengo tiempo de cambiar de idea. - Repuso él, preocupado al verla tan afectada.
-
- Pero te gustaría ir, ¿verdad? Eso es lo que siempre
has soñado desde niño. Nos lo repetías una y otra vez a Dotty y a mí. - Le dijo
Karaberasu aun con lágrimas en sus mejillas, añadiendo - Te conozco muy
bien, cariño, a ti, cuando algo te gusta, es difícil que lo olvides. No hijo,
debes hacer lo que tú desees. No te preocupes por mí, busca tu destino, aunque
sea en las estrellas.
- Tu madre tiene razón. - Convino Mathew con
gravedad. - Es una decisión muy difícil sin duda, pero si ya las has tomado, no
te vuelvas atrás por nosotros, te apoyaremos.
Pero su hermana estaba conmocionada. De repente Mazoui decía que deseaba
irse, tal vez para siempre, perderse en el universo. Aunque eso significase que
jamás podrían verse de nuevo. Sencillamente no podía concebirlo. Era su hermano
y ella le adoraba.
- Pero eso es muy peligroso, Mazzi. Puede que no
volvamos a verte nunca más, - le imploró Kathy entre sollozos mientras se
abrazaba a él. - ¡Y yo no quiero perderte!
- Y no me perderás- le aseguró él acariciándola
suavemente el pelo y agregando con tono suave y más tranquilizador. - Te lo
prometo, no olvides que tengo la posibilidad de usar la translación
instantánea.
Katherine sonrió reconfortada por esa aseveración de Mazoui. Lo había olvidado
y era cierto. De hecho, que mejor prueba de esa aseveración cuando acababa de
aparecer delante de ellos. De todos modos, dudaba de que, incluso con esa
técnica, su hermano pudiera recorrer la inmensidad del espacio que le separaría
de casa, pero decidió dejar las cosas así. Comprendía que para él ya era
demasiado difícil, sin necesidad de que ella se lo hiciera aún más penoso.
-No puedo ser tan egoísta. A fin de cuentas, se
trata de su vida. De sus anhelos y aspiraciones. Él siempre me ha apoyado desde
que éramos niños y le contaba que deseaba ser una actriz famosa. – Pensó con
algo de auto admonición. -
Era
cierto, su hermano nunca se había reído de eso o le había dicho que no fuese
posible. Todo lo contrario, la animó a luchar por cumplir sus sueños, eso sí,
diciéndole que tendría que trabajar duro para realizarlos. Kathy siempre se lo
agradeció. Admiraba muchísimo a Mazzi, como cariñosamente le apodaba desde que
era una cría. Y, tampoco eso era definitivo, todavía quedaba ese año en el que
podrían pasar muchas cosas. En cuanto pudo llamó a su madrina. Era la única con
la que podía desahogarse dado que su hermano le pidió que, por el momento, no
lo comentase o amigos o conocidos.
-Ella sabrá qué hacer. Seguro. - Se decía la joven
con un tinte esperanzado. -
En
Japón, el video teléfono de Minako se activó. Artemis se encontraba cerca y
avisó a su amiga.
-Mina-chan, me temo que es para ti. - Anunció el gato con su fina ironía
habitual. -
- ¡Voy! - respondió esta. -
La famosa artista estaba ahora disfrutando de unas
merecidas vacaciones. De hecho, era algo raro que tuviese tiempo libre, ni sus
películas, ni sus giras le exigían dedicación en esos días. Tampoco Usagi había
dicho nada de que tuvieran que hacer algo especial o reunirse. Supuso que por
una vez era agradable el tener tiempo para ella y pasar un rato con su amigo
felino. No obstante, se alegró al ver la llamada de Kathy. La joven la saludó
sonriente.
- ¡Hola, madrina Minako!
- ¡Hola, cielo! - Replicó ella de igual modo. -
- No te sorprendo en mal momento, ¿verdad? - Inquirió la joven con
cierta inquietud. -
- ¡Qué va!, precisamente hoy no tengo nada que hacer. ¡Y me alegro!
Aunque el gesto de su ahijada pasó
ahora a estar serio, enseguida se percató de esa circunstancia y le preguntó.
- ¿Algo va mal, Kathy?
-Veras…necesito tu ayuda para un asunto. - Le pidió la chica que le
contó lo que hermano planeaba y agregó. - Comprendo que es su sueño, y no
quiero interponerme de ningún modo, pero me da mucho miedo por lo que le
pudiera pasar. Y no quiero perderle.
-Bueno. - Pudo responder su interlocutora con algo de desconcierto. - Te
comprendo, es algo duro…pero al fin y al cabo es su decisión. Yo no sé qué
podría hacer en este caso.
-Quizás hablar con él y explicarle que salir ahí es peligroso. - Replicó
la muchacha. - Tú, como guerrera de la justicia, lo sabes bien.
-Supongo que tu hermano también está al corriente de ello. - Contestó
Minako con tono afectuoso para agregar. - Escucha, cariño. Como bien has dicho,
aparte de tu madrina, cantante y actriz famosa, soy guardiana del Sistema
Solar. Nunca se puede estar seguro de lo que habrá ahí fuera. Pero confió en
Mazoui y en los que con él vayan. Y también creo que nunca se olvidará de ti y
que os veréis de nuevo.
-Gracias, madrina. - Pudo musitar la muchacha, pese a todo no demasiado
animada con esas palabras. - Eso es lo que necesitaba oír.
-Kathy, muchas veces, aunque de veras nos pese, no podemos alterar el
curso de los acontecimientos, créeme. Eso también lo he comprobado. - Remachó
ésta con tono entre resignado y algo entristecido, aunque enseguida quiso
animarlo para sentenciar. - Las cosas suceden por una razón. Confía en tu
hermano y en el lazo que os une. Es mucho más fuerte que cualquier distancia.
La chica sintiéndose algo mejor, le
dio nuevamente las gracias y se despidió. Minako colgó para mirar a Artemis y
decirle.
-Esta vez
quisiera ser yo la que vaya a ver a Usagi. Espero que pueda decirme algo sobre
esto.
-No creo que sea una buena idea. - Replicó el gato. -Tanto ella, como
Mamoru, estaban muy ocupados perfilando algunos asuntos.
-Pues que los perfilen más tarde. Esto es lo bastante importante como
para que hablemos. - Aseveró rotundamente su amiga. -
Y Artemis suspiró temiéndose una
buena, cuando Minako se ponía cabezota era mejor dejarla a su aire. Ya veríamos
por donde saldrían las cosas esta vez…
-Vale, si
es tu deseo te acompañaré. Así veo un rato a Luna y le pregunto por nuestra
hija Diana. Supongo que habrá recibido noticias suyas desde el futuro.
Su
amiga asintió, contenta de tener su compañía. De modo que ambos partieron al
encuentro de sus amigos y soberanos. Leval, por su parte, llegó también a su
casa. Les comentó a sus padres lo que le habían dicho y les confesó sus dudas.
Roy no se sorprendió, él ya lo sabía. Guardó un significativo silencio. La que
sentía su corazón oprimido era Beruche y ésta no pudo callar.
- ¡No hijo!, ¡dime que no te marcharás tan lejos!
- Mamá- le dijo él tratando de tranquilizarla. -
Todavía no he tomado una decisión.
- Sí, pero te conozco. Te encantaría ir y no podría
soportar la idea de perderte en el espacio. - Se lamentó Bertie. -
- No te preocupes, Leval, - intervino su hermana con
bastante entereza, a pesar de haber sentido un mazazo en el corazón cuando
escuchó aquello. - Yo te apoyaré, elijas lo que elijas.
- Si algún día tienes un hijo, Kerria, no creo que
lo tomes de esa manera. - Le profetizó su madre a modo de dolido reproche.
–
La muchacha
suspiró largamente. Sabía que su madre sufría solamente de pensar en eso. Pero
también se daba cuenta de que únicamente el chico debía decidir sobre su
futuro.
- Mamá, yo también le quiero, ¡es mi hermano! Siempre ha estado ahí para
mí. Siempre me ha apoyado - repuso conciliatoriamente ella. - Pero es la vida
de Leval, tiene derecho a elegir su camino. A mí también me dolería mucho que
se fuese, pero, debe hacer lo que crea mejor. Y él siempre ha soñado con eso,
¡me lo ha contado tantas veces!, cuando, desde que éramos niños, mirábamos las
estrellas del cielo y me explicaba cosas sobre ellas.
- Gracias Ky. - Le sonrió él tomando una mano de la
muchacha entre las suyas a la par que afirmaba con pesar. - Mamá, para mí no es
una decisión fácil de tomar, pero algo me empuja a salir ahí. Es lo que siempre
quise hacer. No sé cómo explicarlo. - Agregó pareciendo desconcertado. - Como
si una fuerza me guiara para explorar entre las estrellas, para buscar a otras
culturas, como la del tío Lornd, por ejemplo. Y para evitar que nadie intente
hacerle daño a nuestro mundo. Es como una especie de llamada. Y no puedo
ignorarla…
Sus padres intercambiaron una significativa mirada y Beruche entonces asintió,
relajando su semblante y bajando los ojos que pugnaban por no derramar
lágrimas. Kerria la abrazó animosa, aunque ella misma pensaba con inquietud.
-Lo malo será cuando se entere Amatista.
Tras
intentar confortar a su madre los dos hermanos salieron a la terraza. Ella le
sonrió animosa, aunque tratando de disimular alguna lágrima. Más cuando le
recordó.
- ¿Te acuerdas de cuando salíamos aquí y me
enseñabas las estrellas con tu telescopio?
-Claro, nos pasábamos horas mirando el cielo. -
Sonrió él a su vez, y añadiendo con afabilidad. - Y mira tú. Yo recuerdo esa
discusión que tuvimos de niños, cuando la madrina Ami vino a vernos. Sobre la
Luna.
- ¿La Luna? - Repitió Kerria que no se acordaba de aquello.
-
-Vimos un vídeo musical de un astronauta al que sus
compañeros abandonaban allí. Y tú preguntaste si había gente viviendo en la
Luna. Yo entonces te dije muy seguro que no…
- ¡Es cierto! - Exclamó ella, rememorándolo ahora. -
Si hasta te comenté que mi amiga Nehie era la reina de la Luna.
-Y yo me reí de ti entonces. Te debo una disculpa
por ello. - Suspiró el muchacho, admitiendo divertido. - Al final tú tenías
razón. Tu amiguita era la reina de la Luna. Hasta le preguntaste a la madrina
Ami que, muy inteligentemente, no quiso decir nada que la comprometiera, ni a
ella ni a nuestros padres.
-Claro, la pobre no podía. - Sonrió Kerria recordando
aquello con nostalgia. -
-Por eso tú me comprendes, Ky. - Suspiró él pasando
un brazo por la cintura de su hermana y pegando su cabeza a la de ella, al agregar.
- Si antes lo imaginaba emocionante ahora lo encuentro apasionante. Saber que
podría contactar con tantas civilizaciones y conocer cosas que han sido un
misterio para la humanidad desde el principio de los tiempos.
Su
contertulia le escuchaba con mucho cariño y no sin emoción. Podía entenderle,
sí. Aunque también Leval debía
comprender el punto de vista de su madre. Y ¿a qué no admitirlo? El de la
propia Kerria que sufría pensando en lo que pudiera sucederle. Al fin, se
separaron y volvieron dentro.
-Si me disculpas un momento, voy a mi habitación. -
Le dijo ella. -
Leval
asintió, tenía algunas cosas que hacer y se dirigió a la suya. Entre tanto, en
casa de su amiga, los padres de la francesa estaban de un excepcional buen
humor y ella reía al sospechar la causa. Desde luego que ayer noche no
estuvieron durmiendo precisamente. Se alegró más cuando sonó el vídeo teléfono.
Vio el rostro de Kerria y sonrió, pero al ver más detenidamente el semblante de
aquella muchacha la sonrisa se le borró. Su amiga no parecía contenta.
- Tengo que verte urgentemente, Amatista, ven a casa
en cuanto puedas. - Fue el lacónico y serio recado que ésta la dio. -
Y la aludida no quiso preguntar más, seguramente era algo para tratar en
persona.
-Espero que no haya tenido ningún problema con
Brian, ni ahora, ni después de la fiesta. - Pensó la joven. -
Así que se arregló y se puso un
vestido bonito, como siempre que iba de visita a la casa de los
Malden. Sus padres la vieron irse, pero no le dieron importancia y volvieron a
lo suyo. Esmeralda, a la que aquella experiencia en la fiesta parecía
haberla rejuvenecido, no se cansaba. Cosa que no podía decirse del pobre y
agotado Diamante que, sin embargo, recurriendo a otra alubia mágica más, estaba
nuevamente dispuesto para entrar en acción. Levantó en brazos a su mujer y
entre las risas de ella se la llevó a su habitación. Entre tanto su hija llegó
enseguida a casa de Kerria. Sin embargo, quiso el destino que fuera Leval el
que abriera la puerta.
- Hola Amatista, me alegro de verte. - Saludó con
una cordial sonrisa. - ¿Cómo tú por aquí? ¿Qué tal tus padres? ¿Lo pasaron bien
en la fiesta? - Le preguntó en oleada con visible amabilidad, que eclipsaba
ahora los ecos de su reciente conversación. -
- Ky me llamó. - Respondió ella devolviéndole la sonrisa y respondiendo
una a una a esas cuestiones. - Quería hablar conmigo. Mis padres están de
maravilla, hace mucho que no los veía tan contentos. - Claro que no matizó por
qué y quiso saber a su vez -. ¿Y tú hermana? Tengo ganas de que me cuente como
le fue a ella. Eso de ser la reina del baile ha tenido que hacerle mucha
ilusión. Como apenas pudimos darles la enhorabuena antes de que ella y Brian se
marchasen…
- Sí - sonrió Leval agregando con un suspiro. – Pues
ahora estaba en el salón, seguro que mi madre estará tratando de que la apoye
para pedirme que no acepte. - Afirmó él. -
- ¿Que no aceptes? ¿El qué? - Inquirió Amatista
sorprendida. -
- Verás, - le explicó él con un tono bastante
ilusionado. - ¡Me han hecho una proposición increíble! ¡La mejor que podría
haber imaginado en mi vida!...
- ¿Y de qué se trata? ¡Debe de ser algo realmente
maravilloso para que estés tan contento! - Preguntó ella con un tono también
entusiasta. –
- También estoy preocupado por mi familia, pero es
que realmente deseo tanto hacerlo. - Confesó él ante la atenta mirada de la
muchacha. –
-Bueno, pues si tan importante es para ti, no dudo
de que lo entenderán. - Le animó la joven.-
Y es que la cosa pintaba cada vez mejor. Además de su maravillosa velada de
ayer el chico lucía realmente feliz. ¿Quién sabe? Lo mismo aquel era el momento
ideal para tratar de aproximarse a él de un modo más íntimo. De modo que ella
insistió tomándole de una mano.
- ¿Y qué es eso que te hace tanta ilusión?
Su interlocutor se lo fue explicando
y a medida que lo hacía el entusiasmo de Amatista se fue tornando en una cara
sombría. Pasó de la euforia a la incertidumbre y la zozobra. Finalmente pudo
musitar.
- ¿Y tú vas a aceptarlo?
- Aun no lo sé. - Contestó Leval sin percatarse de la voz casi
temblorosa de ella. - Lo cierto es que al menos tengo aún todo un año para
decidirme. Mazoui me ha dicho que él lo va a aceptar sin dudar, pero tenía que
decírselo primero a sus padres. La verdad es que, a pesar de los
inconvenientes, a mí también me gustaría mucho ir, ¿te imaginas? ¡Surcar el
Espacio, ir a donde nadie ha estado nunca! ¡Hasta podríamos adelantar a las
viejas Voyager y a la Pioneer Diez! -
Enumeraba el chico con creciente alborozo. – ¡La de maravillas que puede
haber ahí fuera aguardando a que las descubramos!
- Sí claro, - contestó Amatista con la voz apagada,
tratando de escaparse de aquella mirada tan entusiasta del chico, que apenas
tenía valor de sostener. - ¿Me disculpas? Kerria se estará preguntando donde me
he metido.
- Es verdad, perdona, es que cuando pienso en
esto pierdo la noción del tiempo. Por cierto. Lo pasé muy bien anoche. Un día
de estos tendríamos que repetirlo.
La
joven asintió despacio, ¡ironías del destino! Durante años había estado esperando
oír algo así de él. De hecho, en cualquier otro momento aquello la habría
conmocionado y hecho latir deprisa el corazón de felicidad. Sin embargo, ahora,
recordando lo que Leval le acababa de contar, tan solo pudo musitar con una
débil sonrisa.
-Sí, estaría bien…
- ¡Oh!, pero no quiero entretenerte más. Pasa, por favor. - Le ofreció
indicándole la puerta del salón y a renglón seguido declaró sin darse cuenta de
la apesadumbrada expresión de ella. -Tengo hambre, voy a ver si pico algo,
hasta ahora, Amatista.
- Adiós Leval. - Musitó entristecidamente ella como
si aquella despedida fuera definitiva y acto seguido pasó al comedor. -
Cuando Kerria, que permanecía sentada en el sofá, la vio, comprendió por la
mirada de su amiga que ella ya lo sabía. Estaban solas en el salón, sus padres
habían subido a su habitación para charlar de ello. Una vez arriba, en cuanto
Roy comentó que él estaba al corriente su mujer se disgustó bastante por no
haber sido partícipe de esa noticia y su esposo tuvo que sudar mucho para
apaciguarla.
- ¿Cómo? - Estalló Bertie mirándole realmente enojada.
- ¿Me estás diciendo que tú ya estabas enterado?...
-Mi hermano y Masters nos lo contaron. - Confesó él
con un hilo de voz. -
- ¿Y por qué me has mantenido en la ignorancia? ¿Acaso no es mi hijo también?
- Exclamó ella con indignación. -
-Claro que sí, pero no podía decir nada. Era un
secreto oficial. Nos lo hicieron prometer…
-Es verdad, lo olvidaba, ¡Que estúpida soy! Roy Malden siempre cumple su
palabra, aún a costa de lo que sea. - Espetó su mujer cruzándose de brazos y
dándole la espalda. -
El
aludido tuvo que resoplar tratando de mantener la calma y con toda la paciencia
que pudo reunir intentó posar las manos en los hombros de su esposa quién, sin
embargo, se apartó sin querer mirarle.
-Por favor, Bertie. - Le pidió con tintes
conciliatorios y suaves. - Los chicos no sabían nada tampoco. Y todavía falta
un año…
-Tú le conoces. ¡Sabes cómo es Leval! - Pudo
replicar su agitada esposa girándose ahora. - Él querrá ir… y yo…yo no puedo
soportar la idea de que no vuelva. - Sollozó sin poderse contener más. - ¡No
quiero que se vaya, es mi hijo!
La
pobre mujer rompió a llorar tapándose la cara con las manos. Su esposo solamente
podía mirarla consternado y trató de susurrar con suavidad mientras intentaba
aproximarse.
- ¿Acaso crees que yo quiero que se marche, cubito?
Pero es su vida…Tú y yo hemos vivido la nuestra, mejor o peor. Para bien o para
mal tomamos nuestras propias decisiones. Pero no podemos hacer eso por él.
-Siendo pequeña perdí a mis padres cuando nos
llevaron a la Corte de Némesis. - Balbuceó su interlocutora mirándole entre
lágrimas ahora. - No quiero perder a mis hijos…
-Yo tampoco. También perdí a mis padres. Tú lo
sabes, pero esa no es la cuestión. - Trató de razonar él.- Al final se trata de
lo que nuestro hijo quiera hacer con su vida. Siento no haberte dicho nada de
esto…de verdad. Pero las cosas no habrían cambiado. Hubieras sufrido incluso
más… ¿y para qué? ...se razonable, cubito. Tú siempre has empleado la cabeza
más que yo para todo.
-Sí… pero cuando se trata de nuestros hijos…no puedo
pensar de un modo frio. - Suspiró ella dejándose abrazar al fin. - Para mí lo
son todo. ¡Todo!
-Como lo son para mí. - Le susurró él cariñosamente
al oído mientras la estrechaba entre sus brazos añadiendo. - Por favor… no
hagas que para Leval esto sea una especie de tortura. Si decide irse al menos
que cuente con todo nuestro amor mientras podamos dárselo. Creemos los mejores
recuerdos posibles para ofrecérselos a él. Como hicimos con el otro Leval, el
del futuro. Y ya verás cómo después, no será para tanto. Podrá regresar con la
translación instantánea cuando quiera. ¿No te acuerdas como la usaba yo?
-Es verdad. - Pudo decir su esposa más animada tras
escuchar eso. - Y mira que siempre te decía que eso no estaba bien.
-Tú siempre tan cumplidora de las normas. - Sonrió
él tomándola del mentón con suavidad y elevándoselo ligeramente.-
-¡Al diablo con ellas!, si eso hace que nuestro hijo
vuelva cuando quiera si va a ese viaje.- Aseveró ella siendo al fin capaz de
sonreír.-
Los dos volvieron a abrazarse dando esa crisis por superada. Mientras
tanto, abajo, Kerria se levantó y le comentó a Amatista con suave resignación.
- Veo que te lo ha dicho mi hermano. Quizá sea mejor
así.
- Yo, yo no quiero que se vaya, Kerria. - Balbuceaba
Amatista derramando sus lágrimas en la blanca tul de su vestido. - Sé que lo
perderé y le quiero. ¡Estoy enamorada de él desde hace años y ni siquiera se da
cuenta! ¡Se irá al espacio y nunca lo sabrá!
-¡Eh, tranquila!- Le susurró dulcemente su
interlocutora tomándola de los hombros y añadiendo de forma optimista. - Aún
nos queda un año entero para que se decida y casi otro más para que se vaya.
Eso, si quiere irse al final.
-Se irá. No hay más que escucharle hablar. El
espacio siempre ha sido su pasión. Tú lo sabes mejor que yo. - Sollozó su contertulia.
-
Kerria
asintió despacio, era absurdo tratar de negar eso. Su amiga tenía razón. No obstante,
agregó, intentando sonar más animada.
-No te desesperes, ¡te queda mucho tiempo todavía,
tonta! Y yo te ayudaré en lo que pueda. Verás, lo primero que deberías hacer es
ser más directa.
- Yo. - Musitó Amatista que parecía asustada con esa
idea. - Nunca en mi vida me había ocurrido esto, eran siempre los chicos los
que se acercaban a mí y me pedían salir. No me atrevo a decirle lo que siento. ¡Me
da miedo! - Confesó con amargura. - ¿Y si se ríe? - Kerria negó con la cabeza,
su amiga añadió como respuesta. - Ya sé que tu hermano no se burlaría nunca de
los sentimientos de nadie, pero ¿y si se lo toma como una chiquillada? Para él,
sólo soy una buena amiga, una hermana pequeña como tú, siempre me lo dice. -
Agregó ahora casi con melancolía, en tanto esbozaba una débil sonrisa y
remachaba con voz queda. - El muy tonto se cree que es un cumplido que me gusta
oír, pero en realidad me hace daño. No me ve como a una mujer que pueda estar
enamorada y a la que él pueda amar.
- Amatista, - rebatió Kerria tratando de reconfortar
a su desconsolada amiga. - Conozco a mi hermano mejor que tú, sé que es muy
despistado y demasiado ingenuo en estas cosas. Pero créeme, ni siquiera Leval
es tan tonto como para no darse cuenta si le abres tu corazón. Además, el chico
no es de piedra, ¿cómo sabes tú que no le gustas?
- ¿Cómo podría estar segura de eso? ¿A ti en su
lugar te gustaría? - Le inquirió con mucho interés, como si sospechase que su amiga estuviera
en posesión de alguna información importante. - ¿Te fijarías en mí?
- Estoy segura de que sí. - Sonrió entonces Kerria
que le confesó con afectuosidad, en forma de cómplice susurro - porque a mí me
gustas mucho.
Por unos instantes, Amatista se ruborizó mirando a su contertulia algo
sobresaltada, aquello parecía una declaración. ¡Pero no!, la conocía bien, sólo
trataba de apoyarla dándole una opinión. Kerria también se percató de que sus
palabras habían tenido ese efecto con su amiga y se apresuró a añadir para
tranquilizarla.
- No te preocupes, nunca me referiría a eso contigo,
tú eres mi mejor amiga. Además, ahora tengo a Brian y no me gustaría ponerlo
celoso. ¡Ja, ja! - Se rio sin demasiada convicción, tratando de quitarle hierro
al asunto. -
- Pues claro que no, ¡vaya tontería!,- convino
riendo también Amatista, roja de vergüenza, por dejar suelta su imaginación y
pudo añadir recordando incluso la conversación que mantuvo con Leval la noche anterior.
- ¿Pues te puedes creer que tu hermano pensaba que había algo de eso entre
nosotras? -
- ¿Cómo? - Exclamó Kerria, realmente perpleja.-
-Ya ves. Se acordaba de esa vez en la que me quiso
ceder su habitación y yo preferí quedarme contigo. - Sonrió ahora con nostalgia
y con mejor talante para variar el rumbo de la charla. – Hablando de eso. ¿Cómo
te fue a ti? ¿Lo pasasteis bien Brian y tú? ¡Los flamantes rey y reina del
baile!
Amatista se alegraba ahora. Cuando a Lana y a otros compañeros se les ocurrió
la idea de votar por Kerria como reina del baile, acudiera con quién acudiera.
En un principio, hasta estuvieron preocupados por si la joven no iba, sabiendo
sus inclinaciones pudiera ser algo más que probable. ¿Y si se hubiese
presentado con alguna novia secreta? Aquello habría sido digno de verse. Pero a
buen seguro que nadie se hubiese atrevido a decirle nada. No obstante, al saber
que Brian se lo había pedido y que Kerria había aceptado todos reforzaron su decisión.
Se lo debían, no solamente a ella, sino también a ese magnífico chico. La
francesa aún se acordaba de cómo su amiga Lana la abordó. Caminaba de vuelta a
casa tras las clases, cuando la animadora, junto a otras dos chicas, se llegó a
ella.
-Perdona Amatista, ¿tienes un momento? - Le pidió. -
-Claro. - Asintió la muchacha deteniéndose. -
Y
sin andarse con rodeos Lana le propuso aquello. Antes de que su interlocutora
pudiera replicar, otra chica, Sandra, comentó algo inquietada.
-Sé que es algo que te gustaría ganar, lo mismo que
a casi todas nosotras… pero.
-No te preocupes. - La interrumpió Amatista con jovialidad.
- Es una magnífica idea. Lo único que lamento es que no se me haya ocurrido a
mí. Claro que votaré por ellos. Y me hace muy feliz poder hacerlo. Si os soy
sincera creo que Kerria se lo merece muchísimo más que yo.
Las otras asintieron con aprobación dejándola ya
reanudar su camino. Ahora salió de esos pensamientos observando la animada
expresión en el rostro de su amiga. Entonces Kerria le contó, realmente
ilusionada, lo sucedido. Amatista se alegró muchísimo por ella. Brian era un
estupendo muchacho y la quería de veras. ¡Ojalá que fueran muy felices! ¡Ojalá
tuviera ella la misma suerte!
- Brian y yo hemos acordado que necesito algo de
tiempo, por eso ninguno tenemos prisa, es cuestión de que hablen los
sentimientos. Y eso es algo que tú y mi hermano debéis dejar también que
suceda. – Remachó la muchacha con una gran sonrisa de ánimo. -
- Gracias Ky, muchas gracias, esto significa mucho
para mí.
-¡Para eso son las amigas, tonta!- Dijo
despreocupadamente ésta, haciéndole una carantoña en la mejilla para aseverar
con determinación. - Y no voy a dejar que el idiota de mi hermano se pierda a
una chica como tú. Anda, vete a casa y descansa bien, yo comenzaré a pensar en
algo. Desde ahora, hablaremos en términos que él pueda entender. - Declaró con
una fingida solemnidad que hizo por fin reír a su interlocutora. - ¡Comienza
la fase uno en la operación conquista de Leval!
Amatista, muy agradecida, dio un espontáneo beso en la mejilla de su amiga.
Ambas se despidieron y la muchacha se fue bastante más animada. Kerria la vio alejarse con
un gesto de satisfacción, pensando.
-Desde luego que mi hermano sería un idiota si te dejase
escapar, Tist. Yo en su lugar no lo
haría. Pero, menos mal que sé lo que va a ocurrir. Nunca olvidaré ese sueño. -
Se sonrió y subió a su habitación. -
A
todo eso, en Japón, Minako no tardó mucho en quedar con su amiga. Se citaron
telefónicamente en su lugar de siempre. Aunque, para su sorpresa, las demás
estaban allí también. Al llegar junto con Artemis, fue Usagi quién le dijo para
justificar aquella reunión improvisada.
-Pensé que lo correcto era que os informase a todas
de lo que sé.
-Sí. Es lo más acertado. - Convino Rei, que estaba
junto a Luna. -
-Me parece muy bien, así podemos intercambiar impresiones.
- Afirmó Minako. -
Todas
tomaron asiento en una esquina del Crown, era media tarde y el sitio estaba
vacío. Por fortuna, tanto Ami, como Makoto y Rei, habían podido disponer de un
rato para reunirse con Usagi y Minako. Tomando la palabra, fue Venus quién
declaró para referir al resto de sus compañeras.
-Mi ahijada me ha llamado. Dice que su hermano va a participar
en ese proyecto de la Masters.
-Así es. - Admitió Usagi, agregando para sorpresa de
las presentes. - Y no solamente él. Unos cuantos más de nuestros amigos y
ahijados participarán. Por mediación de Hotaru he consultado con el profesor
Tomoe. Él me confirmó que buscan a personas realmente sobresalientes en todos
los aspectos. Todavía tardarán casi un par de años, pero está en marcha.
-Pero ¿estás segura de que finalmente irán? ...-
Quiso saber Ami, pensando en su ahijado y en su amiga Bertie. -
-No estoy segura a un cien por cien, pero las
probabilidades son muy elevadas. - Contestó Usagi que ahora, en un tono más
confidencial, les desveló. - Nuestros planes están próximos a cumplirse. Ésta
será la última pieza en la defensa del Sistema Solar. La culminación de todo.
Es un paso imprescindible para la futura armonía. Y ya sabéis que, para lograr eso, no hay
sacrificio que no deba realizarse. Por desgracia…
-No me gusta nada como suena eso. - Terció Makoto
con severidad, añadiendo. - En nuestro caso nada tengo que decir, somos las
guerreras guardianas. Nuestro deber es consustancial al riesgo de nuestras
propias vidas. Pero hablas de muchas personas inocentes.
-Lo sé muy bien. - Suspiró la interpelada. - Y no
deseo que nadie de entre esa gente arriesgue la vida. No obstante, tenemos que
garantizar el futuro y tampoco tenemos la potestad de decidir lo que ocurrirá.
Lo sabéis tan bien como yo. Únicamente podemos esperar que todo vaya bien.
Tenemos a Setsuna y a su esposo, el rey de los Saiyajin, de nuestra parte. Y en
la cara oculta de la Luna está el reino de Neherenia, como puesto avanzado de
defensa. Ninguno nos ha enviado hasta ahora informes acerca de amenazas en
nuestro sistema solar. Ni tan siquiera en otras regiones circundantes. Solamente
podemos esperar que todo vaya bien.
-Parece que cubrimos todos los ángulos posibles. -
Intervino Rei entonces, aunque con la agudeza y clarividencias propias de su condición
de sacerdotisa, le dijo a su amiga. - Pero te noto demasiado preocupada a pesar
de todas esas palabras tan tranquilizadoras que has dicho.
Y
como la interpelada no respondía, fue Minako la que le insistió con tono
concernido.
-Por favor. No vuelvas a ocultarnos nada. ¿Hay algo
más que sepas relacionado con nuestros amigos y ahijados que no nos estés
contando?
Aunque
finalmente su amiga se permitió el lujo de sonreír, declarando con más
tranquilidad.
-Por ahora no, estoy como vosotras. Esperando a ver
qué sucede. Si algo importante debe de acontecer, no me ha sido revelado aún. Y
pudiera ser que no me informasen. No siempre se me comunica todo. – Reconoció
con un tono algo incómodo ahora. -
Y
es que sus amigas todavía la interpelaban como si fuera ella quien tomaba todas
las decisiones y dictaminase lo que habría de pasar. Por desgracia, no era en
absoluto así.
-Bueno, de todos modos, aún quedan un par de años
para que ese proyecto se lleve a cabo. - Suspiró Ami que añadió. - Hablaré con
Bertie-chan. Seguro que lo estará pasando mal por Leval.
-Sí, ahora nos necesitan, pero no como guerreras
sino simplemente como amigas. - Convino Rei. -
-Eso es tan importante como nuestro cometido. -
Aseveró Makoto. - Lo hemos comprobado durante muchos años.
-Únicamente espero que todo vaya bien, ya han tenido
que pasar por mucho. - Deseó Minako. - No es justo que pudieran sufrir todavía
más.
-No tiene por qué ser así. - Terció Ami, quien
deseando calmar a sus amigas, añadió. - No nos pongamos en lo peor.
-Lo que deba suceder, sucederá. Sin embargo, Ami
tiene toda la razón. De momento creo que no hay nada de lo que preocuparse, chicas.
- Remachó Usagi con un tinte de voz más relajado. -
Eso alivió
al resto. Después ninguna quiso ya reavivar ese tema y se tomaron algunos
refrescos charlando sobre los viejos tiempos. Por su parte, en la base militar
las noticias volaban, aunque no sabiendo para qué, los cadetes tuvieron
conocimiento de que sus compañeros Leval y Mazoui habían sido requeridos para
ver al general. Granate sentía curiosidad, en cuanto le fue posible llamó a sus
primos. Pudo hablar con Mazoui y éste le comentó lacónicamente que los habían
elegido para una misión. No obstante, no quiso darle más detalles. El muchacho
se encogió de hombros, tumbado en su cama de la habitación que compartía con
otro cadete de su misma promoción, pensaba. De siempre había admirado a sus
primos mayores tanto como a su hermano y aquel año en la academia se le hizo
mucho más llevadero gracias a la presencia de ambos que siempre trataban de
ayudarle en lo que podían. Pese a ser un “pringao” que debía obedecer y
soportar estoicamente algunas bromas, estaba muy contento de pertenecer a este
ambiente. Granate desde luego había tratado de mejorar mucho su comportamiento.
Sabía que aquí no era igual que en casa donde, por muy gordas que hiciera las
gamberradas, sus padres siempre le acababan perdonando. O al menos tenía a
Makoina o a su hermano mayor Cory, para interceder por él. Eso se había
terminado. En esta academia de élite no se pasaba por alto ninguna falta, ni se
disculpaba el más mínimo error. El chico lo supo enseguida cuando le tocó
sufrir varios arrestos por cosas tan triviales como dejar su cama mal hecha o
no presentarse a tiempo a la revista. ¡Aunque fuera por dos minutos! Ahora
había mejorado sensiblemente en eso. Debía esforzarse en todas y cada una de
las facetas de su estancia allí. Pero, en esta ocasión tampoco era como en el
colegio, cuando era más joven y tenía menos interés por algunas asignaturas.
Ningún profesor llamaría ya a sus padres si suspendía o si no llevaba los
deberes hechos, o bien cuando hacía alguna de las suyas como llenar de
chinchetas algunos asientos de compañeros o maestros. No, ahora simplemente le
expulsarían de allí y eso era algo a lo que no estaba dispuesto. Al menos por
dos razones, la primera era porque deseaba que su familia estuviera orgullosa
de él. Ya cuando logró acceder a la academia y su madre se enteró le abrazó con
gran alegría. Granate no pudo describir con palabras la felicidad que le inundó
cuando sus padres le dijeron lo orgullosos que estaban. Y hasta su madre
reconoció que se había vuelto un muchacho responsable. Aunque en el fondo, él
sabía lo mucho que sus padres y su hermano le querían. Agradecía especialmente
a Coraíon todo su apoyo desde que le hiciera partícipe de su deseo de seguir la
carrera militar. Lo mismo que a Makoina cuando se lo contó. Recordaba aquella
charla en el despacho de ella, en la cafetería que regentaba.
- ¿Quieres ingresar en la Academia militar? - Se sorprendió su madrina
al escucharle confesarlo. -
-Sí, me hace mucha ilusión. Es lo que quiero hacer.
Desde que conocí al primo Mazoui y fui a verle allí a él y a Leval. En cuanto
me hablaron de aquello supe que era lo que deseaba. Por eso me he esforzado
tanto en los estudios. Y además sé que, si lo logro, mis padres y tú podréis
sentiros orgullosos de mí, como lo estáis de Cory.
-Cariño. - Le dijo su interlocutora, posando una
mano sobre las de él. - Tus padres y yo, ya estamos muy orgullosos de ti.
-Sé que me queréis, pero no es lo mismo. - Afirmó el
chico, quien resueltamente añadió. - ¡Ya lo verás, Makoina! Cuando entre en la
academia ya no seré el niño travieso que siempre la liaba. Como cuando tiré
todos tus pasteles. ¿Te acuerdas? De no haber sido por ti, mi madre me hubiera
arrancado las orejas, ¡Y con razón, como siempre!
-Sí, lo recuerdo muy bien, ¡pillastre! - Repuso ella
con ternura, más cuando agregó. - Y también me acuerdo de como tú y tu hermano
vinisteis días después a tratar de compensarme por aquello. Con aquella hucha
de cerdito, llena con todos vuestros ahorros. -El chico asintió entre
nostálgico y divertido al rememorar ese momento en tanto su contertulia
proseguía con tono teñido de afecto. - Escucha cielo, has sido muy travieso sí,
pero nunca hiciste nada con maldad. Al contrario, tienes un corazón noble y
estoy segura de que todo lo que desees lo realizarás.
- Muchas gracias. Tu apoyo significa mucho para mí.
- Afirmó él con visible contento. Aunque añadió con tono confidencial. -Pero,
por ahora, solamente Cory y tú lo sabéis, te pido que me guardes el secreto. Al
menos quiero estar seguro de tener una oportunidad. No me gustaría decepcionar
a mis padres si no lo consigo.
-Tu secreto está a salvo conmigo. - Le sonrió ella
con afecto para cambiar de tercio y arengarle. - Anda, recluta ¡vamos a
tomarnos otro trozo de tarta!
- ¡A la orden! - Exclamó él haciéndola reír más al agregar.
- ¡Ojalá que todas las órdenes que me vayan a dar en la academia fueran como
ésta!
Así pasó esa estupenda velada con su Makoina, como cariñosamente la
seguía llamando a pesar de no ser ya aquel pequeño díscolo y juguetón. Y
pensando en su recorrido hasta la academia y ese año, el resto de su familia
también le ayudó bastante. Sus tíos Bertie y Roy siempre le acogían en su casa
cuando tenía algún corto permiso. Sus primas eran unas chicas estupendas y
también le querían mucho, como él a ellas. Especialmente sentía por Amatista un
gran afecto. Casi podía parecer que algo más. Pero evidentemente era su prima y
el muchacho sabía que ella estaba colada por Leval. Suspiró dejando ese tema de
lado. Y pensó en la segunda razón por la que era tan feliz en la academia.
Además de que también había chicas guapas sencillamente adoraba aquello. La
sensación de aventura, de camaradería, de trabajo en equipo y de saber que, un
día, podría defender o al menos salvaguardar a sus seres queridos. Y quizás,
con suerte, ganar honores. Aunque esto último lo veía más improbable y le
interesaba menos. Por ello, cuando finalmente pudo charlar un poco con Amatista
tras uno de sus ensayos y ella le contó lo que Leval le había dicho el chico se
ilusionó. Era una tarde soleada y tranquila y tras dar algunos acordes y
trabajar unos temas nuevos, terminaron. Aunque Kathy e Idina no estaban,
Granate invirtió algo de tiempo en enseñar a su prima por parte de padre a
tocar la batería. Al menos dar unos redobles.
- ¡Bueno! - Suspiró Kerria que había estado dándole
a la guitarra a su vez. - Estoy muy cansada. Y quiero darme un buen baño antes
de cenar.
-Más que bañarte vas a bucear en la bañera. - Se rio
Amatista. -
-Sí, es cierto. - Admitió su amiga, sonriendo
divertida para confesar. - Me encanta quedarme ahí. A veces hasta he llegado a
quedarme dormida.
-Pierde cuidado, ¡yo puedo ir a despertarte y
llevarte la toalla, primita! - Se rio Granate. -
- ¡Qué más quisieras tú! - Rio a su vez la aludida,
dándole un capón, para despedirse con un jovial. - Nos vemos…
Y
la joven se marchó rumbo a su casa. Entonces el propio Granate iba a despedirse
de su otra prima que curiosamente no había intervenido en esa chanza, ni tan
siquiera se había reído. Por ello, Granate llegó a preocuparse, creyendo que
podría haberse molestado de algún modo.
-Oye, era una broma. - Le dijo enseguida. -
-Ya lo sé. - Sonrió débilmente ella. -
Aunque
la mente de Amatista daba la impresión de estar en otra parte. Y el muchacho
supo que algo le sucedía cuando su prima le pidió, con algo de prevención.
- ¿Tendrías un momento? Quisiera comentarte algo…
-Sí, tú dirás. - Repuso él. -
La
chica se tomó unos segundos antes de volver a pronunciar palabra. Como si lo
que fuese a decir le costase trabajo o tuviera que plantearlo de un determinado
modo. Al fin, le preguntó.
-Granate, ahora que estás en la academia, dime una
cosa. ¿Es muy difícil ir al espacio? Quiero decir. Harán muchas pruebas de todo
tipo para ver si eres apto. ¿Verdad?
-Bueno, claro…ser astronauta es muy complicado. Pero
¿a qué viene eso? - Se rio él mirándola divertido para agregar. - ¿Es que has
decidido apuntarte a la carrera espacial?
¡Capaz
la creía! Sin embargo, su contertulia no se reía. Es más, parecía expresar
tristeza en la mirada. El chico enseguida lo vio y confirmando su impresión anterior,
quiso saber ya más en serio.
- ¿Te ocurre algo?
Fue cuando ella se lo contó. Por supuesto Granate le
prometió que callaría guardando ese secreto. De hecho, no comprendía como sus
primos se lo dijeron a sus padres y a él no. Pudiera ser que, siendo un cadete,
él no estuviese autorizado a saberlo.
-Tendré que callarme y no meter la pata. - Se dijo
con inquietud.- Si se supiera fuera de aquí a Leval y Mazoui podría costarles
muy caro.
Y así se lo hizo saber a su interlocutora que convino
en eso, sentenciando.
-Claro, por supuesto que no diré nada a nadie que no
sea de la familia. Lo último que quisiera es causarles problemas.
Granate
asintió, estaba seguro de que podía confiar en Amatista y en el resto de sus
primas. Aunque, tampoco le confesó nada a ella de sus propios anhelos por poder
unirse a esa expedición si realmente se llevase a cabo. No obstante, desde
ahora trabajaría más duro todavía. ¿Quién sabe? Si se esforzaba al máximo
pudiera ser que hubiese un sitio para él cuando llegase el momento de la
selección final.
-Debo ser todavía mejor y no despistarme. Daré el
máximo y seré capaz de ir con ellos. - Se prometió con renovado entusiasmo. -
Con suerte ya podría ser alférez para entonces.
Pensando en eso escuchó el toque de silencio y apagó
las luces. Había que dormir bien para encarar a tope el nuevo día. Y no era el
único que trataba de descansar. Lejos de allí, Marla también lo hacía. En esos
últimos años había ido averiguando muchas cosas. Para empezar, esas
“entrevistas” con unas personas que la pusieron sobre la pista de algo muy
interesante y que no alcanzaba del todo a comprender.
-Ese tipejo era un deshecho, pero debo admitir que
me procuró una excelente información. - Rememoraba ahora, acostada en su cama.
-
Y
es que tras consultar esos archivos que le quitó a su informador, se encaminó a
la primera dirección que encontró. Estaba en otro Estado. Tuvo que alquilar un
coche para llegar conduciendo hasta allí. No le importó. Tenía bastante dinero
de sus “amables patrocinadoras”. Es decir, de una rica mujer casada con dos
niños que tuvo el placer de compartir cama con ella haría un par de meses, y de
una miembro del mismísimo ayuntamiento, con un importante cargo, que no deseaba
que aquello saliera a la luz.
-Bueno, hoy días las cosas van mejorando. - Se dijo
Marla con regocijo, pensando en esta última. - No sé por qué tiene tanto miedo
si no está casada, ni tiene pareja, pero, en fin. Si ella insistió en donar
diez mil dólares a mi cuenta, no seré yo quien se enfade. De todos modos, no iba
ni a chantajearla. Lo pasamos bastante bien.
En cuanto a la otra estúpida, desde luego que sí le
hizo saber que tendría que darle un “pequeño donativo” para que su maridito y
sus hijos preadolescentes no viesen un video de su mamá, poco adecuado para sus
edades.
-Fui bastante generosa, únicamente me conformé con cien
mil dólares. Esa zorra se gasta más en cremas. Aunque tampoco convenía que su
esposo sospechara demasiado.
Desde
luego que no le interesaba que aquel chantaje saliera a la luz una vez perpetrado.
Marla no era abogado, pero se imaginaba perfectamente las consecuencias para
ella si eso se probaba. Por eso, le pidió el dinero a su amante de palabra. E
incluso cuidando sus expresiones.
- ¿Serías tan amable de darme un prestamito, o una
ayuda, para que pueda alejarme de aquí? Ya sabes, cariño. Hay mucho
desaprensivo por ahí. Quizás nos hayan grabado y no podría soportar que alguno
de nuestros encuentros apareciera por internet. O lo enviasen al móvil del
alguien que tú o yo, conozcamos. Bueno, a mí no me importaría. No tengo hijos,
ni estoy casada. Pero no quiero ni imaginar lo que supondría para ti. ¡Sería
realmente terrible!
Eso
le comentó cuando, tras su última vez de solaz en un apartado motel de
carretera, aquella individua le pidió que dejasen de verse. Adujo que estaba
muy arrepentida y que no era capaz de mirar a su esposo y a sus hijos a la
cara. Ni que decir tiene que esa estúpida pagó cuanto Marla le indicó tras
escuchar esa respuesta.
-Pobre idiota. - Se sonrió con malicia.- Y pensar
que en esa ocasión fui de farol. ¡No tuve tiempo de grabar nada! ¡Ja, ja!
Y cuando podía tener evidencias de sus “compañeras
de cama” jamás usaba la comunicación escrita, ni las llamadas telefónicas para
tales menesteres. Y a propósito de temas legales. Pudo averiguar que su madre
había salido de la cárcel. Al parecer, tras cumplir gran parte de su condena,
terminar la carrera de derecho y haber expresado arrepentimiento por lo que
hizo, el hetero patriarcado opresor juzgó que podía ser clemente y sacarla de
la jaula en la que la encerraron.
-Espero no encontrármela nunca más. Ya no es la
madre que me protegió de ellos. Únicamente es una muñeca rota. Una fierecilla
domada por esos machos. – Reflexionó con desprecio. -
Conducía
inmersa en esos pensamientos cuando llegó al Estado de Maine donde ese tipo
vivía. Su casa estaba casi en la
frontera con Canadá. Una modesta cabaña, alejada de casi todo.
-Está visto que no querrá recibir visitas. ¡Pues qué
lástima!, tendrá que soportar la mía. - Se sonrió ella, bajando del vehículo. -
Se
dirigió hasta la cabaña y tocó la puerta. Hacía frío, aunque iba bien abrigada.
Al rato, un tipo medio calvo y con
bigote, abrió. Mirándola sorprendido, preguntó.
- ¿Qué quiere? ¿Quién es usted?
- ¿Hank Willians? - Inquirió la joven a su vez sin dejar de sonreír. -
¿Es usted?
- ¿Quién lo pregunta? - Quiso saber el tipo a su vez. -
-Me llamo Marla Sorel. Puede que no se acuerde de mí. - Repuso ella. -
-No la conozco. - Replicó hoscamente ese tipo. -
Marla se sonrió, pensando con
desprecio.
-Un macho
tenía que ser, estúpido como todos.
Aunque ese tipo entonces le
preguntó.
- ¿Cómo me ha encontrado?
- Tengo buenas fuentes de información. Digamos que un amigo suyo me dio
la dirección. - Se sonrió ella, insistiendo. - ¿De veras que no me recuerda?
Aquel tipo se llevó una mano a la
barbilla con gesto pensativo. Daba la impresión de que, en efecto, no tenía ni
idea de quién era ella. La muchacha decidió darle una pista más clara.
-Usted era
compañero de universidad de mi madre. April Sinclair. ¿No es así?
- ¡Un momento! - Exclamó él observándola entonces de arriba abajo. -
¿Eres la hija de April? - Añadió modificando el tratamiento para decir
perplejo. - Te tuve en mis brazos y cuidé de ti cuando eras solamente un bebé.
Marla deseó que ese individuo no se
hubiera aprovechado de ella entonces para hacerle algún tipo de tocamiento o
vete a saber qué. A fin de cuentas, era un hombre. No obstante, no iba a
preguntarle eso precisamente, tenía otras dudas más urgentes que resolver.
- ¿Qué pasó entonces? - Inquirió ella, con genuina curiosidad. - Hablé
con mi madre, me contó algunas cosas inconexas.
-No es muy largo de contar. - Le contestó aquel tipo ofreciéndole, dado
que todavía estaban a la puerta. - ¿Quieres pasar?
-Si es una historia corta prefiero quedarme aquí entonces. - Contestó
ella. -
Por nada del mundo entraría en esa
casa. Aquel tipo era un hombre, y ella se sabía realmente deseada por estos. Lo
había comprobado desde que tenía uso de razón. Los machos la miraban con lascivia
y ella disfrutaba mostrándoles lo que jamás iban a poder tener. Aunque algo que
le dijo el tal Hank le sorprendió.
-Sería
mucho más seguro para mí que no me vieran contigo.
- ¿Qué? - Se rio ella. - ¿De qué hablas?
-No te diré nada más, si te empeñas en quedarte ahí fuera. Buenos días.
- Replicó él dispuesto a cerrar. -
-Está bien. - Claudicó Marla posando una mano sobre la puerta. - Pero te
advierto que, si intentas algo, sé cómo defenderme de los machos.
- ¿De los machos? - Repitió a su vez Hank, replicando son sorna. -
Entiendo entonces que tú eres una hembra. Lo cual nos deja como al principio.
¿Así que entras o te vas?
Se apartó para que su interlocutora,
tras dudar por unos instantes, aceptase caminando al interior. Su anfitrión
cerró entonces la puerta y yendo directamente al grano le espetó.
- ¡Muy bien, niñata! Tenlo claro. Por muy buena que estés, que sepas que
no quisiera tener nada que ver contigo, aunque te desnudaras tumbándote en mi
cama ahora mismo.
Aquello sí que no lo había esperado.
Marla la miró perpleja. ¿Y si ese tipo fuese gay? Esos al menos no se
preocupaban por violar a las mujeres. Aunque tampoco le gustaban porque seguían
siendo hombres. Pensaban que ellos podrían prescindir de las féminas. Sin
embargo, no tuvo tiempo ni de replicar a esas palabras. Ese individuo prosiguió
con tono amargo y desdeñoso.
-Tu madre
estaba loca y creo que tú no le andas muy a la zaga. Aunque admito que pese a
todo me gustaba. Yo quise haberla ayudado incluso a criarte. Pero la muy
estúpida huyó con mi coche dejándome abandonado en mitad de la carretera.
-Bueno, veo que, por lo menos, mi madre hizo algo juicioso en su
patética vida. - Se sonrió ella ahora. - Déjame adivinar. ¿Querías tirarte a mi
madre y ella no estaba dispuesta?, ¿verdad? Desde luego, puede que estuviese
loca pero no era estúpida, ¡ja, ja!
Pero la reacción de ese individuo
volvió a dejarla sorprendida. Hank no solamente no se irritó ante ese
comentario, sino que sonrió con regocijo, contestando.
-Al final
me hizo un favor. Tú no eras más que una carga. ¡Un bebé maldito, producto de
quién sabe qué clase de pactos oscuros! Ni la tarada de tu madre parecía
saberlo. Con esa doble personalidad que tenía.
Esas palabras no la ofendieron,
estaba muy acostumbrada a recibir insultos, pero sí que le interesaron. Y Marla
no interrumpió a ese tipo cuando él agregó.
-No sé qué
eres en realidad, pero si hasta los jefes de la secta a la que pertenecí
velaban por tu seguridad y ni las mismas súcubos te hicieron daño, debes de ser
algo importante para ellos.
- ¿Ser el qué? - Quiso saber la chica ahora. -
- ¡No tengo ni idea, bonita! - Se rio ahora Hank. - Eso solamente
podrían decírtelo los líderes de la secta. Y todos murieron o desaparecieron.
Únicamente quedo yo.
-Quizás estés mal informado, entonces. - Se sonrió Marla a su vez
sacando una tablet del bolso que llevaba. -
Buscó unas noticias que tenía
guardadas en sus favoritos y se las mostró a ese idiota. Hablaban de
explosiones en un barrio de lujo, a las afueras de Nueva York. Ella le resumió
lo que había averiguado sobre aquello.
-Al parecer esos sectarios amigos tuyos no estaban tan muertos como
creías. Al menos, no todos. - Comentó la chica con satisfacción y escepticismo.
– Puesto que dudo mucho que estas explosiones sean accidentes. Sobre todo,
porque han tenido lugar en esa misma urbanización en repetidas ocasiones. Al
principio pensé que podrían ser terroristas, luego algún fan demente, pero no
concordaba. Y.…lo que es más curioso, la policía silenció esto y las noticias
hablaron de escapes de gas. Muchos escapes me parecen… ¿No crees?
El perplejo
Hank observó las fotos de la casa y de uno de sus dueños con una cara que era
muy reveladora.
- ¿Los Malden? ¿Es la casa de ese maldito chulo de Roy Malden? - Exclamó
con patente irritación. -
- ¡Vaya, vaya! ¿Y de qué le conoces?
-Era el típico ligón de la universidad. Siempre saliendo con chicas. –
Le resumió él con amargura. -
-Y seguro que se llevó a alguna que te gustase a ti, ¿verdad? –
Conjeturó ella, añadiendo con retintín. - ¿No sería esta?
Marla le mostró entonces las fotos
de una mujer de mediana edad, bastante atractiva aun, con un cabello entre claro
y azulado, peinado con una trenza. Tenía dos bonitos ojos azules oscuros.
-Es Bertie. - Suspiró él recordando. - Yo le ofrecí ser feliz
eternamente conmigo. Pero la muy estúpida me rechazó por ese desgraciado. Yo
pensé que él había muerto, pero me equivoqué. Quizás ella sabía que seguía
vivo.
- ¿No me digas? Así que no sabías que se hubiesen casado. – Inquirió
ella con una mezcla de curiosidad y regocijo. -
-Desde que hui de la secta por temor a las represalias por haberos
perdido, me refugié aquí y apenas sí me he enterado de nada del mundo exterior.
- Replicó él. - Pero sí supe que ese tipo no estaba muerto y que había triunfado
en el baloncesto. - Añadió el resentido Hank, suspirando. - Al final lo dejé
correr. Ya no tiene sentido para mí, ni lo que le ocurra a él, ni a ella.
-Bueno, para ser sincera, a mí no me interesáis ni tú, ni él. Para mí
todos los hombres sois igual de patéticos. - Se burló la joven, alegando. - Le criticas
por ser un ligón, pero apuesto un millón de dólares a que hubieses hecho
cualquier cosa por haber estado en su lugar.
-En eso tienes razón. Pero con que una chica me hubiera querido habría
sido más que suficiente. - Repuso amargamente él, tomando una pieza del ajedrez
que tenía en una mesa de su salón como elemento ornamental.
Marla suspiró aburrida. No había
hecho todo ese camino para escuchar los lamentos de un viejo fracasado, de modo
que volvió a preguntar con impaciencia.
-Si tú no
sabes lo que deseo saber, espero que, al menos, tengas alguna idea de quién
podría saberlo.
- ¿Y por qué habría de decirte nada? - Contestó él de modo hostil ahora.
- Una niñata desagradecida como tú que viene aquí a insultarme después de todos
los riesgos que corrí por su causa, no se merece mi ayuda.
Ante eso la joven tuvo que
transigir. Si quería información no era buena idea ofender a su fuente. Pero
para ella sería fácil convencerle. De modo que, con un tono bastante más
humilde le contestó.
-Admito que
he sido injusta contigo. Lo siento. Pero puedo hacer al menos dos cosas por ti
a cambio…
Ese idiota la miró con expectación,
aunque Marla enseguida se ocupó de dejarle muy claro que ninguna de ellas sería
sexual.
-La primera, esta. - Remachó sacando un fajo de billetes de cien dólares
de su bolso, en tanto declaraba. - Me parece que no atraviesas por un buen
momento. Considera esto el pago por tus cuidados hacia mí. Para que veas que no
soy tan desagradecida. De hecho, eres el único hombre al que puedo agradecerle
algo. - Admitió a disgusto. -Y la segunda. - Añadió con un tinte más malévolo.-
Quizás tú hayas perdido tus deseos de venganza o no sepas como llevarlos a
cabo, pero yo puedo prometerte que hallaré un modo de darles su merecido a ese
tal Malden y a su esposa.
-Si la secta no ha sido capaz, no veo que podrías hacer tú. - Replicó el
incrédulo Hank. -
-Si me ayudas a averiguar lo que deseo saber, eso podría darme los
medios. - Alegó ella. -
Y tras unos instantes para pensarlo,
el tipo al fin suspiró asintiendo y dijo, en tanto tomaba el dinero de una mesa
donde aquella chica lo había dejado.
-Las únicas
personas que yo sepa, además de Malden y de Bertie, que podrían contestar a tus
preguntas, son tu propia madre y quizás su amiga, Melanie Sanders. Eran
compañeras de habitación en la facultad. Aunque no sé dónde estará Mel.
Marla asintió, el nombre de esa
mujer le sonaba. Era la otra persona con la que deseaba hablar. Su informador
no la tenía marcada como confidente, aunque sí como una potencial fuente.
-Muy bien, te aseguro que haré todo lo posible por averiguar quién soy y
darles una adecuada retribución a todos ellos. - Le dijo Marla a su
interlocutor. -
Y dicho esto se despidió. Hank la
observó alejarse suspirando aliviado.
-Esa chica
tiene algo maligno dentro de sí. Ahora empiezo a comprender por qué ni las
súcubos tenían intención de dañarla.
De hecho, que él supiera, incluso
alguna llegó a amamantarla. Pudiera ser esa la razón. Y el propio encanto de
Hank, obtenido tras acostarse con alguna de esas diablesas, para hechizar a las
mujeres, tampoco le dio resultado con esa muchacha. Mejor así. Tenía la
impresión de que, en efecto, odiaba a todos los hombres. De modo que, deseando
olvidarse de ella y de su pasada y turbulenta vida, volvió a guarecerse en su
cabaña y cerró la puerta. Por su parte, Marla se metió en el coche regresando
hacia Nueva York.
-Tengo que
encontrar a esa Melanie. En los informes de ese tipo indicaba que fue amiga de
mi madre. Eso confirma lo que este desgraciado ha dicho.
Le apenó haber terminado con su
provisión de escopolamina. Se hubiera ahorrado un rato desagradable hablando
con este patético macho y podría haber controlado a esa mujer con facilidad.
Gastó la última que tenía con Silvia. A decir verdad, esa muchacha le gustaba.
Lástima que al poco de haber mantenido esas relaciones con ella, tras hacerle
numerosos pedidos, dejase su trabajo como repartidora. Aunque Marla investigó
descubriendo que se había colocado en una tienda de ropa como dependienta.
-De todos modos, si no tengo la escopolamina, esa chica no se acostaría
conmigo. Nunca fue de las mías. - Pensaba con decepción. - Pero puede que, si
obtengo más, le haga alguna visita a esa tienda tan mona.
Y es que desde que alcanzó la pubertad
y comenzó a despertar su deseo sexual, Marla había tenido una especie de radar
para detectar a las mujeres gais. Era estar charlando un poco con ellas, fijarse
en como la observaban o incluso sencillamente mirarlas ella, para percibir
aquello en su lenguaje corporal. Además, tenía un extraño magnetismo para
lograr que ellas correspondieran a sus requerimientos amatorios. Esa cualidad
le vino de maravilla cuando se trató de intimar con algunas que en apariencia
eran respetables mujeres heterosexuales casadas y con familia. Como esa idiota
de la última vez.
- ¡Una auténtica mina de oro! - Se decía esbozando una siniestra sonrisa.
- Las muy desgraciadas me han pagado muy bien para mantener nuestros encuentros
en secreto.
Y divertida por esos pensamientos
puso rumbo a la búsqueda de sus otras fuentes de información.
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