sábado, 5 de marzo de 2011

GWB 39. 84.Una Elección de Futuro

Al día siguiente, tanto Leval como Mazoui fueron convocados al despacho de sus superiores en la Academia. Los dos se presentaron con rapidez, preguntándose sorprendidos cual sería la razón de que el propio comandante en jefe quisiera verlos. Llegaron puntuales al salón de espera y allí la secretaria del general les informó de que podían pasar. Abriéndoles la puerta, les indicó con la mano que entrasen. Los dos cadetes lo hicieron al momento cuadrándose ante su superior que les aguardaba sentado tras su despacho, sin embargo, no estaba sólo.

 

- ¿Da usted su permiso, mi general? - Preguntó Mazoui, tomando la palabra al ser el de mayor rango. -

- Pasen, pasen y descansen. - Les pidió cordialmente su superior más que ordenárselo. -

 

            Los dos chicos obedecieron al instante. Una vez dentro pudieron reconocer a Ian Masters, aunque no habían tenido mucho trato con él. ¿Qué estaría haciendo allí?

 

- ¿Podrían sentarse los chicos, general? - Le preguntó el millonario. – Creo que será más cómodo para todos.

- Tomen asiento por favor. - Concedió éste señalando sendos sillones que ocuparon los dos muchachos. - Ahora les voy a exponer la situación.

 

            Mazoui y Leval escuchaban interesados, su comandante en jefe comenzó a hablar.

 

- Seguramente ustedes se preguntarán el motivo de haber sido convocados aquí, a mi despacho. No deben preocuparse, no se trata de nada malo, todo lo contrario. La verdad, estoy muy impresionado por sus currículums, nunca había visto algo parecido y sus hojas de servicio baten casi todos los récords de la Academia. - Tomó entre sus manos una carpeta que abrió, en ella estaban las fichas de ambos. El general extrajo de una funda sobre su mesa unas gafas de vista cansada y se las puso para leer. - Vamos a ver. Usted es el alférez Mazoui O ‘Brian y usted el cadete primero Leval Malden - les señaló respectivamente para preguntar con ánimo de que ellos mismos lo confirmasen, más que de cara a él mismo a ese hombre que le acompañaba. - Es así, ¿verdad?

- Sí, mi general - respondieron ambos a un tiempo. -

- Perfecto - añadió éste que plegando los dosieres nuevamente en su carpeta, declaró. - Vamos al grano pues. El señor Masters aquí presente es uno de los principales patrocinadores de un proyecto de primera magnitud, tanto por su importancia científica como militar. Para que él mismo lo explique con más detalle le cedo la palabra, - se dirigió hacia el millonario invitándole con un gesto. - Cuando usted quiera.

- Gracias general - repuso Masters inclinando ligeramente la cabeza y comentando a los muchachos con más informalidad. - Veréis chicos, para resumir las cosas, se trata de una gigantesca nave espacial que orbita tras la Luna. - Les dio detalles relativos al proyecto como hiciera antes con los demás para proseguir. – Se ha estado llevando a cabo con la ayuda de Diamante, y Zafiro, a los que conocéis bien. Aunque también el célebre profesor Suoichi Tomoe y muchos científicos más. Todos expertos a nivel mundial han colaborado en su construcción. Hemos tardado más de veinte años, pero creo que ha merecido la pena. Tiene lo último en tecnología, con sistemas de detección, navegación, propulsión y defensa que no se han visto en este planeta. Únicamente nos falta una cosa, precisamos oficiales de primer nivel para formar la tripulación y dos de los que queremos sois vosotros.  ¿Qué opináis al respecto?

 

            Los chicos se permitieron cruzar una mirada de incredulidad. ¡Sencillamente era un sueño hecho realidad!, pero quizás demasiado pronto. Lo recibieron atónitos, sus esquemas mentales no estaban preparados para eso. Mazoui fue el que primero pudo responder, oponiendo con objetividad.

 

- Eso es muy halagador, señor Masters, pero aún no hemos terminado en la Academia.

- Es cierto, señor- corroboró Leval. - Aunque en el caso de mi primo Mazoui, es algo menos problemático, ya es alférez, pero yo todavía soy cadete. Aún no estamos preparados.

- Lo sé. - Asintió Masters con aprobación. - Y que habléis así, demuestra vuestra sinceridad y buena fe, otra cualidad que andamos buscando. - Sonrió y aguardó unos instantes para continuar de forma tranquilizadora. - No os preocupéis, vuestro general me lo comentó. Pero le dije que no habría problema en ese aspecto. Lo cierto es que aún precisaremos al menos un año más o quizás dos para ultimar los detalles y probar la nave, en ese tiempo seguro que habréis concluido con vuestra preparación.

- Y caso de que os quedase algo todavía para ultimar vuestro adiestramiento, lo podréis hacer allí. - Intervino el general. - Por los informes que tengo eso es prácticamente una ciudad, como un gigantesco portaaviones con una enorme capacidad. Creo que puede transportar más de mil cazas.

- ¡Más de mil! - Exclamó Mazoui, sin poder contener su asombro, ante lo que enseguida se disculpó. -Perdón, señor, pero eso es increíble. ¡Son diez veces más que el mayor de los portaaviones que tenemos!, se necesitarán muchos pilotos para formar la dotación.

- ¡Me encantaría ver esa nave, señor! - declaró Leval, visiblemente apasionado por la idea. -

- Paciencia - les pidió el millonario con una sonrisa. - Eso será dentro de un par de años, si es que decidís aceptar, claro.

- Tened en cuenta. - Añadió el general que pasó a tutearles con un tono de más familiaridad, casi paternal. - Que quien quiera que se embarque en esa nave emprenderá un largo viaje a través del espacio para buscar mundos habitables y nuevas civilizaciones. Podría ser que no volvieseis a la Tierra jamás y que nunca vieseis otra vez a vuestras familias. Pensadlo bien, los dos sois jóvenes y es natural que os dejéis llevar por el impulso de la aventura. Pero, una vez tomada vuestra decisión no podréis ya volveros atrás. Y sabed que muchos magníficos pilotos han rehusado esta oferta por las razones que os acabo de enunciar.

- ¿Tenemos que contestar ahora, señor? - Inquirió Mazoui con aire pensativo. -

- No, tenéis un año más para pensarlo. Puesto que a los que formen parte de la dotación militar habrá que prepararlos con al menos unos meses para que viajen al espacio. - Le contestó el general que les aconsejó recalcando lo ya dicho anteriormente. –Muchachos, meditad bien vuestras opciones. Una vez que decidáis, no habrá marcha atrás.

- Creo general - intervino el millonario con cautela en su tono-, que no estaría de más concederles a estos chicos unos días de permiso a fin de que lo mediten. Espero no molestarle con mi sugerencia, no quisiera inmiscuirme en su régimen de disciplina, ni en su cadena de mando.

- No se preocupe, señor Masters. - Repuso el militar retomando un tono más formal. - Tiene usted razón, es una sugerencia muy acertada. Será bueno que comiencen a evaluar la situación, aunque resta todavía un año, pero esta decisión implica toda la vida y se debe pensar. - Se quitó las gafas mirando ahora a los muchachos y les comentó. – Bueno, alférez O ‘Brian, cadete Malden, ya que está todo dicho pueden volver a sus casas. Yo en persona hablaré con sus superiores directos para comunicarles que tienen mi permiso. No creo que necesite recordarles que éste es un asunto totalmente secreto. No deben desvelar el tema en cuestión a nadie que se sitúe fuera de su vínculo familiar. En realidad, no deberían decírselo ni siquiera a sus familias de ser estas otras. Pero teniendo en cuenta que se hallan metidas de un modo u otro en el proyecto, podrán consultarles, sin ser demasiado explícitos. Espero que tengan el tiempo suficiente para tomar una decisión después de que lo hablen con sus allegados. En caso contrario, decídanlo durante el curso.

- De todos modos, no saben nada de los detalles más específicos del proyecto. No hay problema a ese respecto. - Comentó despreocupadamente Masters. -

 

El general convino en ello mientras asentía. Los muchachos se levantaron, saludaron en posición de firmes, dieron las gracias y pidieron permiso para retirarse que les fue concedido. Ambos dieron media vuelta y salieron. El general entonces le comentó al millonario.

 

-Espero que todo vaya realmente tan avanzando, señor Masters.

-Lo está. No debe usted preocuparse. Además, contamos con el apoyo del reino de la Luna como bien sabe. Gracias a ellos los trabajos avanzan incluso más deprisa de lo esperado.

-Cada minuto cuenta. No sabemos a qué podrían enfrentarse ahí fuera. - Repuso el preocupado militar. -

-Tenemos poderosos aliados. Esa nave estará segura. - Afirmó el Magnate. -

-Ojalá que así sea. - Suspiró el general. - Hace años que no hemos vuelto a sufrir ataques del espacio exterior. Las alianzas que nuestro planeta ha forjado con esos mundos nos han sido muy beneficiosas. Creo que mis superiores me comentaron que usted en persona firmó algunas de ellas en nombre de las Naciones Unidas.

-Le informaron bien. Aunque eso, de cara al mundo, no ha sucedido. Yo no ostento ningún cargo en la ONU oficialmente. Así como tampoco lo poseen nuestros importantes asociados. - Sonrió Masters. -

-Sí, eso lo sé. Sin embargo, esos acuerdos, pese a que no sean conocidos por el público, siguen siendo válidos y obligan a nuestro planeta. ¿No es así? - Inquirió su interlocutor. -

-Así es. - Le confirmó el magnate, agregando. - Esos tratados nos garantizan una defensa muy sólida frente a casi cualquier posible amenaza. Pero nuestras intenciones no son las de detenernos únicamente ahí.  Ahora nos queda dar un paso más. No solamente forjar un escudo, sino una espada… por si llegara el día de emplearla. Por ahora esta nave será un medio para extender la raza humana a más planetas, garantizando así su supervivencia en el peor de los escenarios. Nunca se sabe…después…todo dependerá del éxito de esta empresa…

- ¿Usted cree que lo tendrá? - Quiso saber su interlocutor. -

-Así lo espero. No me gusta invertir en proyectos equivocados. - Contestó el millonario. -

 

 El general se limitó a asentir. Por su parte los muchachos salían realmente entusiasmados y con mucho en qué pensar. Una vez fuera del edificio Leval le dijo a su primo.

 

-¿Qué te parece? Es algo muy importante, nuestras vidas cambiarían para siempre. Y el que hayan pensado en nosotros ya es un honor. La verdad.  No sé qué hacer...

- Lo sé, es algo realmente grande. Pero yo ya lo tengo decidido, - respondió el interpelado con seguridad. - Es un reto irresistible. Siempre, desde que era pequeño, me apasionó la idea de surcar el espacio. Yo iré.

 

            Y a pesar de lo rápido de su decisión, la razón de eso en el fondo era evidente. Mazoui siempre había sentido la necesidad de explicarse su propio origen. Nunca, hasta el día de aquel atraco en el supermercado, pudo comprender a ciencia cierta el porqué de sus cualidades especiales. Antes de aquello llegó incluso a creer que bien podría ser una especie de experimento o incluso un extraterrestre. Para él no fue raro desear buscar la respuesta, incluso más allá de la Tierra. Además, se unía aquel gusto por una aventura en algún lugar lejano y exótico, lejos de los problemas de su entorno, donde no tuviera miedo de asustar a nadie. Podría encontrar a personas como él, o más raras todavía. Después, cuando supo de donde procedía, ese deseo ya estaba muy arraigado en él y era como si le brindase una puerta de escape a sus propias contradicciones. Sobre todo, tras entrenar con Roy y los otros y saber que existían otras civilizaciones y culturas.

 

-Es una ocasión única en la vida. Sé que mi familia sufrirá, pero no la puedo desaprovechar. - Remachó para terminar de convencerse. -

 

            En el caso de Leval, el chico se resistía a creer aún que su fantasía de la infancia sólo dependiese ahora de su respuesta para hacerse realidad. Hasta el momento de entrar en la academia eso parecía un romántico anhelo imposible de cumplir.  Incluso en sus mejores sueños, pensaba el poder, algún día, dentro de bastantes años, dirigir una exploración por el sistema solar, y regresar en comparativamente poco lapso temporal. Ahora le planteaban la ocasión de salir incluso de este sistema. Dejar de observar las estrellas del cielo como meros puntos luminosos para viajar entre ellas. No había que ser muy listo al suponer que, si se trataba de un viaje de exploración en busca de nuevas culturas, a la fuerza se extendería fuera del sistema solar. Eso representaría años, décadas, quizás generaciones. Por eso esa nave era tan grande y debía ser autosuficiente. Y eso significaba dejar atrás todo lo que hasta ahora había conocido y amado. Así se lo confesó a su primo.

 

- ¡Ojalá tuviese yo esa seguridad!, pero hay muchas cosas que me unen a este planeta, mi familia, mi entorno, no sé. También deseo viajar por el espacio y ver nuevos mundos. Tengo que meditarlo.

- Elijas lo que elijas, estoy seguro de que será lo correcto. - Le respaldó Mazoui - bueno, - añadió con un tono más distendido. - ¿Qué tal fue el baile de graduación? ¿Lo pasaste bien con Amatista?

-Sí, la verdad, estuvo entretenido, charlamos mucho y vino hasta su madre. - Sonrió el joven. -

- ¿Su madre? ¿Y qué pintaba Esmeralda allí? - Se sorprendió su interlocutor. -

 

            Leval se encogió de hombros, por su parte su primo le observaba moviendo ligeramente la cabeza. ¡Había ido a ese baile con una chica realmente preciosa y que estaba coladita por él, y eso era lo único que tenía que decir! ¡En fin! No era cosa suya el meterse en eso. De todos modos, ahora tenían en mente algo mucho más importante, al menos para ellos. Entre tanto, su contertulio añadió.

 

-La que también lo pasó genial fue mi hermana. Estuvo con Brian, creo que han conectado al fin.

-Me alegro mucho de que así sea. Ese chico es muy buena persona. - Afirmó Mazoui. -

- ¿Acaso puedes leer su pensamiento? - Comentó Leval. -

- ¡No, bobo! …eso no hace ninguna falta. - Se rio su interlocutor, aseverando con humor. - ¡Puedes darte cuenta hasta tú!

-Pues tienes razón. - Replicó éste con desenfado para zanjar aquello en tanto proponía. - ¡Qué! ¿Nos vamos a casa?

- Sí, quiero llegar pronto para contárselo a mis padres. Hasta luego, ya nos veremos. - Se despidió Leval dominado por la impaciencia de contar a sus familiares lo que había ocurrido. -

- De acuerdo. - Convino su primo. -

 

Ambos se despidieron concentrándose en las energías de sus respectivas familias y desaparecieron reapareciendo en sus casas. Mazoui interrumpió el almuerzo de sus padres y su hermana, una vez se recobraron de la sorpresa, (sobre todo Kathy y Mathew, que no estaban demasiado acostumbrados aun a verle hacer esas cosas), les contó lo sucedido y su firme determinación de ir, lo que provocó las lágrimas de su madre. Él se apresuró a abrazarla.

 

- Mamá, todavía queda un año para dar la respuesta. Tengo tiempo de cambiar de idea. - Repuso él, preocupado al verla tan afectada. -

- Pero te gustaría ir, ¿verdad? Eso es lo que siempre has soñado desde niño. Nos lo repetías una y otra vez a Dotty y a mí. - Le dijo Karaberasu aun con lágrimas en sus mejillas, añadiendo - Te conozco muy bien, cariño, a ti, cuando algo te gusta, es difícil que lo olvides. No hijo, debes hacer lo que tú desees. No te preocupes por mí, busca tu destino, aunque sea en las estrellas.

- Tu madre tiene razón. - Convino Mathew con gravedad. - Es una decisión muy difícil sin duda, pero si ya las has tomado, no te vuelvas atrás por nosotros, te apoyaremos.

 

             Pero su hermana estaba conmocionada. De repente Mazoui decía que deseaba irse, tal vez para siempre, perderse en el universo. Aunque eso significase que jamás podrían verse de nuevo. Sencillamente no podía concebirlo. Era su hermano y ella le adoraba.

 

- Pero eso es muy peligroso, Mazzi. Puede que no volvamos a verte nunca más, - le imploró Kathy entre sollozos mientras se abrazaba a él. - ¡Y yo no quiero perderte!

- Y no me perderás- le aseguró él acariciándola suavemente el pelo y agregando con tono suave y más tranquilizador. - Te lo prometo, no olvides que tengo la posibilidad de usar la translación instantánea.

 

            Katherine sonrió reconfortada por esa aseveración de Mazoui. Lo había olvidado y era cierto. De hecho, que mejor prueba de esa aseveración cuando acababa de aparecer delante de ellos. De todos modos, dudaba de que, incluso con esa técnica, su hermano pudiera recorrer la inmensidad del espacio que le separaría de casa, pero decidió dejar las cosas así. Comprendía que para él ya era demasiado difícil, sin necesidad de que ella se lo hiciera aún más penoso.

 

-No puedo ser tan egoísta. A fin de cuentas, se trata de su vida. De sus anhelos y aspiraciones. Él siempre me ha apoyado desde que éramos niños y le contaba que deseaba ser una actriz famosa. – Pensó con algo de auto admonición. -

 

            Era cierto, su hermano nunca se había reído de eso o le había dicho que no fuese posible. Todo lo contrario, la animó a luchar por cumplir sus sueños, eso sí, diciéndole que tendría que trabajar duro para realizarlos. Kathy siempre se lo agradeció. Admiraba muchísimo a Mazzi, como cariñosamente le apodaba desde que era una cría. Y, tampoco eso era definitivo, todavía quedaba ese año en el que podrían pasar muchas cosas. En cuanto pudo llamó a su madrina. Era la única con la que podía desahogarse dado que su hermano le pidió que, por el momento, no lo comentase o amigos o conocidos.

 

-Ella sabrá qué hacer. Seguro. - Se decía la joven con un tinte esperanzado. -

 

            En Japón, el video teléfono de Minako se activó. Artemis se encontraba cerca y avisó a su amiga.

 

-Mina-chan, me temo que es para ti. - Anunció el gato con su fina ironía habitual. -

- ¡Voy! - respondió esta. -

 

La famosa artista estaba ahora disfrutando de unas merecidas vacaciones. De hecho, era algo raro que tuviese tiempo libre, ni sus películas, ni sus giras le exigían dedicación en esos días. Tampoco Usagi había dicho nada de que tuvieran que hacer algo especial o reunirse. Supuso que por una vez era agradable el tener tiempo para ella y pasar un rato con su amigo felino. No obstante, se alegró al ver la llamada de Kathy. La joven la saludó sonriente.

 

- ¡Hola, madrina Minako!

- ¡Hola, cielo! - Replicó ella de igual modo. -

- No te sorprendo en mal momento, ¿verdad? - Inquirió la joven con cierta inquietud. -

- ¡Qué va!, precisamente hoy no tengo nada que hacer. ¡Y me alegro!

 

            Aunque el gesto de su ahijada pasó ahora a estar serio, enseguida se percató de esa circunstancia y le preguntó.

 

- ¿Algo va mal, Kathy?

-Veras…necesito tu ayuda para un asunto. - Le pidió la chica que le contó lo que hermano planeaba y agregó. - Comprendo que es su sueño, y no quiero interponerme de ningún modo, pero me da mucho miedo por lo que le pudiera pasar. Y no quiero perderle.

-Bueno. - Pudo responder su interlocutora con algo de desconcierto. - Te comprendo, es algo duro…pero al fin y al cabo es su decisión. Yo no sé qué podría hacer en este caso.

-Quizás hablar con él y explicarle que salir ahí es peligroso. - Replicó la muchacha. - Tú, como guerrera de la justicia, lo sabes bien.

-Supongo que tu hermano también está al corriente de ello. - Contestó Minako con tono afectuoso para agregar. - Escucha, cariño. Como bien has dicho, aparte de tu madrina, cantante y actriz famosa, soy guardiana del Sistema Solar. Nunca se puede estar seguro de lo que habrá ahí fuera. Pero confió en Mazoui y en los que con él vayan. Y también creo que nunca se olvidará de ti y que os veréis de nuevo.

-Gracias, madrina. - Pudo musitar la muchacha, pese a todo no demasiado animada con esas palabras. - Eso es lo que necesitaba oír.

-Kathy, muchas veces, aunque de veras nos pese, no podemos alterar el curso de los acontecimientos, créeme. Eso también lo he comprobado. - Remachó ésta con tono entre resignado y algo entristecido, aunque enseguida quiso animarlo para sentenciar. - Las cosas suceden por una razón. Confía en tu hermano y en el lazo que os une. Es mucho más fuerte que cualquier distancia.

 

            La chica sintiéndose algo mejor, le dio nuevamente las gracias y se despidió. Minako colgó para mirar a Artemis y decirle.

 

-Esta vez quisiera ser yo la que vaya a ver a Usagi. Espero que pueda decirme algo sobre esto.

-No creo que sea una buena idea. - Replicó el gato. -Tanto ella, como Mamoru, estaban muy ocupados perfilando algunos asuntos.

-Pues que los perfilen más tarde. Esto es lo bastante importante como para que hablemos. - Aseveró rotundamente su amiga. -

 

            Y Artemis suspiró temiéndose una buena, cuando Minako se ponía cabezota era mejor dejarla a su aire. Ya veríamos por donde saldrían las cosas esta vez… 

 

-Vale, si es tu deseo te acompañaré. Así veo un rato a Luna y le pregunto por nuestra hija Diana. Supongo que habrá recibido noticias suyas desde el futuro.

 

            Su amiga asintió, contenta de tener su compañía. De modo que ambos partieron al encuentro de sus amigos y soberanos. Leval, por su parte, llegó también a su casa. Les comentó a sus padres lo que le habían dicho y les confesó sus dudas. Roy no se sorprendió, él ya lo sabía. Guardó un significativo silencio. La que sentía su corazón oprimido era Beruche y ésta no pudo callar.

 

- ¡No hijo!, ¡dime que no te marcharás tan lejos!

- Mamá- le dijo él tratando de tranquilizarla. - Todavía no he tomado una decisión.

- Sí, pero te conozco. Te encantaría ir y no podría soportar la idea de perderte en el espacio. - Se lamentó Bertie. -

- No te preocupes, Leval, - intervino su hermana con bastante entereza, a pesar de haber sentido un mazazo en el corazón cuando escuchó aquello. - Yo te apoyaré, elijas lo que elijas.

- Si algún día tienes un hijo, Kerria, no creo que lo tomes de esa manera. - Le profetizó su madre a modo de dolido reproche. –

 

            La muchacha suspiró largamente. Sabía que su madre sufría solamente de pensar en eso. Pero también se daba cuenta de que únicamente el chico debía decidir sobre su futuro.

 

- Mamá, yo también le quiero, ¡es mi hermano! Siempre ha estado ahí para mí. Siempre me ha apoyado - repuso conciliatoriamente ella. - Pero es la vida de Leval, tiene derecho a elegir su camino. A mí también me dolería mucho que se fuese, pero, debe hacer lo que crea mejor. Y él siempre ha soñado con eso, ¡me lo ha contado tantas veces!, cuando, desde que éramos niños, mirábamos las estrellas del cielo y me explicaba cosas sobre ellas.

- Gracias Ky. - Le sonrió él tomando una mano de la muchacha entre las suyas a la par que afirmaba con pesar. - Mamá, para mí no es una decisión fácil de tomar, pero algo me empuja a salir ahí. Es lo que siempre quise hacer. No sé cómo explicarlo. - Agregó pareciendo desconcertado. - Como si una fuerza me guiara para explorar entre las estrellas, para buscar a otras culturas, como la del tío Lornd, por ejemplo. Y para evitar que nadie intente hacerle daño a nuestro mundo. Es como una especie de llamada. Y no puedo ignorarla…

 

            Sus padres intercambiaron una significativa mirada y Beruche entonces asintió, relajando su semblante y bajando los ojos que pugnaban por no derramar lágrimas. Kerria la abrazó animosa, aunque ella misma pensaba con inquietud.

 

-Lo malo será cuando se entere Amatista.

 

            Tras intentar confortar a su madre los dos hermanos salieron a la terraza. Ella le sonrió animosa, aunque tratando de disimular alguna lágrima. Más cuando le recordó.

 

- ¿Te acuerdas de cuando salíamos aquí y me enseñabas las estrellas con tu telescopio?

-Claro, nos pasábamos horas mirando el cielo. - Sonrió él a su vez, y añadiendo con afabilidad. - Y mira tú. Yo recuerdo esa discusión que tuvimos de niños, cuando la madrina Ami vino a vernos. Sobre la Luna.

- ¿La Luna? - Repitió Kerria que no se acordaba de aquello. -

-Vimos un vídeo musical de un astronauta al que sus compañeros abandonaban allí. Y tú preguntaste si había gente viviendo en la Luna. Yo entonces te dije muy seguro que no…

- ¡Es cierto! - Exclamó ella, rememorándolo ahora. - Si hasta te comenté que mi amiga Nehie era la reina de la Luna.

-Y yo me reí de ti entonces. Te debo una disculpa por ello. - Suspiró el muchacho, admitiendo divertido. - Al final tú tenías razón. Tu amiguita era la reina de la Luna. Hasta le preguntaste a la madrina Ami que, muy inteligentemente, no quiso decir nada que la comprometiera, ni a ella ni a nuestros padres.

-Claro, la pobre no podía. - Sonrió Kerria recordando aquello con nostalgia. -

-Por eso tú me comprendes, Ky. - Suspiró él pasando un brazo por la cintura de su hermana y pegando su cabeza a la de ella, al agregar. - Si antes lo imaginaba emocionante ahora lo encuentro apasionante. Saber que podría contactar con tantas civilizaciones y conocer cosas que han sido un misterio para la humanidad desde el principio de los tiempos.

 

            Su contertulia le escuchaba con mucho cariño y no sin emoción. Podía entenderle, sí.  Aunque también Leval debía comprender el punto de vista de su madre. Y ¿a qué no admitirlo? El de la propia Kerria que sufría pensando en lo que pudiera sucederle. Al fin, se separaron y volvieron dentro.

 

-Si me disculpas un momento, voy a mi habitación. - Le dijo ella. -

 

           Leval asintió, tenía algunas cosas que hacer y se dirigió a la suya. Entre tanto, en casa de su amiga, los padres de la francesa estaban de un excepcional buen humor y ella reía al sospechar la causa. Desde luego que ayer noche no estuvieron durmiendo precisamente. Se alegró más cuando sonó el vídeo teléfono. Vio el rostro de Kerria y sonrió, pero al ver más detenidamente el semblante de aquella muchacha la sonrisa se le borró. Su amiga no parecía contenta.

 

- Tengo que verte urgentemente, Amatista, ven a casa en cuanto puedas. - Fue el lacónico y serio recado que ésta la dio. -

 

             Y la aludida no quiso preguntar más, seguramente era algo para tratar en persona.

 

-Espero que no haya tenido ningún problema con Brian, ni ahora, ni después de la fiesta. - Pensó la joven. -

 

            Así que se arregló y se puso un vestido bonito, como siempre que iba de visita a la casa de los Malden. Sus padres la vieron irse, pero no le dieron importancia y volvieron a lo suyo. Esmeralda, a la que aquella experiencia en la fiesta parecía haberla rejuvenecido, no se cansaba. Cosa que no podía decirse del pobre y agotado Diamante que, sin embargo, recurriendo a otra alubia mágica más, estaba nuevamente dispuesto para entrar en acción. Levantó en brazos a su mujer y entre las risas de ella se la llevó a su habitación. Entre tanto su hija llegó enseguida a casa de Kerria. Sin embargo, quiso el destino que fuera Leval el que abriera la puerta.

 

- Hola Amatista, me alegro de verte. - Saludó con una cordial sonrisa. - ¿Cómo tú por aquí? ¿Qué tal tus padres? ¿Lo pasaron bien en la fiesta? - Le preguntó en oleada con visible amabilidad, que eclipsaba ahora los ecos de su reciente conversación. -

- Ky me llamó. - Respondió ella devolviéndole la sonrisa y respondiendo una a una a esas cuestiones. - Quería hablar conmigo. Mis padres están de maravilla, hace mucho que no los veía tan contentos. - Claro que no matizó por qué y quiso saber a su vez -. ¿Y tú hermana? Tengo ganas de que me cuente como le fue a ella. Eso de ser la reina del baile ha tenido que hacerle mucha ilusión. Como apenas pudimos darles la enhorabuena antes de que ella y Brian se marchasen…

- Sí - sonrió Leval agregando con un suspiro. – Pues ahora estaba en el salón, seguro que mi madre estará tratando de que la apoye para pedirme que no acepte. - Afirmó él. -

- ¿Que no aceptes? ¿El qué? - Inquirió Amatista sorprendida. -

- Verás, - le explicó él con un tono bastante ilusionado. - ¡Me han hecho una proposición increíble! ¡La mejor que podría haber imaginado en mi vida!...

- ¿Y de qué se trata? ¡Debe de ser algo realmente maravilloso para que estés tan contento! - Preguntó ella con un tono también entusiasta. –

- También estoy preocupado por mi familia, pero es que realmente deseo tanto hacerlo. - Confesó él ante la atenta mirada de la muchacha. –

-Bueno, pues si tan importante es para ti, no dudo de que lo entenderán. - Le animó la joven.-

 

            Y es que la cosa pintaba cada vez mejor. Además de su maravillosa velada de ayer el chico lucía realmente feliz. ¿Quién sabe? Lo mismo aquel era el momento ideal para tratar de aproximarse a él de un modo más íntimo. De modo que ella insistió tomándole de una mano.

 

- ¿Y qué es eso que te hace tanta ilusión?

 

            Su interlocutor se lo fue explicando y a medida que lo hacía el entusiasmo de Amatista se fue tornando en una cara sombría. Pasó de la euforia a la incertidumbre y la zozobra. Finalmente pudo musitar.

 

- ¿Y tú vas a aceptarlo?

- Aun no lo sé. - Contestó Leval sin percatarse de la voz casi temblorosa de ella. - Lo cierto es que al menos tengo aún todo un año para decidirme. Mazoui me ha dicho que él lo va a aceptar sin dudar, pero tenía que decírselo primero a sus padres. La verdad es que, a pesar de los inconvenientes, a mí también me gustaría mucho ir, ¿te imaginas? ¡Surcar el Espacio, ir a donde nadie ha estado nunca! ¡Hasta podríamos adelantar a las viejas Voyager y a la Pioneer Diez! -  Enumeraba el chico con creciente alborozo. – ¡La de maravillas que puede haber ahí fuera aguardando a que las descubramos!

- Sí claro, - contestó Amatista con la voz apagada, tratando de escaparse de aquella mirada tan entusiasta del chico, que apenas tenía valor de sostener. - ¿Me disculpas? Kerria se estará preguntando donde me he metido.

- Es verdad, perdona, es que cuando pienso en esto pierdo la noción del tiempo. Por cierto. Lo pasé muy bien anoche. Un día de estos tendríamos que repetirlo.

 

            La joven asintió despacio, ¡ironías del destino! Durante años había estado esperando oír algo así de él. De hecho, en cualquier otro momento aquello la habría conmocionado y hecho latir deprisa el corazón de felicidad. Sin embargo, ahora, recordando lo que Leval le acababa de contar, tan solo pudo musitar con una débil sonrisa.

 

-Sí, estaría bien…

- ¡Oh!, pero no quiero entretenerte más. Pasa, por favor. - Le ofreció indicándole la puerta del salón y a renglón seguido declaró sin darse cuenta de la apesadumbrada expresión de ella. -Tengo hambre, voy a ver si pico algo, hasta ahora, Amatista.

- Adiós Leval. - Musitó entristecidamente ella como si aquella despedida fuera definitiva y acto seguido pasó al comedor. -

 

            Cuando Kerria, que permanecía sentada en el sofá, la vio, comprendió por la mirada de su amiga que ella ya lo sabía. Estaban solas en el salón, sus padres habían subido a su habitación para charlar de ello. Una vez arriba, en cuanto Roy comentó que él estaba al corriente su mujer se disgustó bastante por no haber sido partícipe de esa noticia y su esposo tuvo que sudar mucho para apaciguarla.

 

- ¿Cómo? - Estalló Bertie mirándole realmente enojada. - ¿Me estás diciendo que tú ya estabas enterado?...

-Mi hermano y Masters nos lo contaron. - Confesó él con un hilo de voz. -

- ¿Y por qué me has mantenido en la ignorancia? ¿Acaso no es mi hijo también? - Exclamó ella con indignación. -

-Claro que sí, pero no podía decir nada. Era un secreto oficial. Nos lo hicieron prometer…

-Es verdad, lo olvidaba, ¡Que estúpida soy! Roy Malden siempre cumple su palabra, aún a costa de lo que sea. - Espetó su mujer cruzándose de brazos y dándole la espalda. -

 

            El aludido tuvo que resoplar tratando de mantener la calma y con toda la paciencia que pudo reunir intentó posar las manos en los hombros de su esposa quién, sin embargo, se apartó sin querer mirarle.

 

-Por favor, Bertie. - Le pidió con tintes conciliatorios y suaves. - Los chicos no sabían nada tampoco. Y todavía falta un año…

-Tú le conoces. ¡Sabes cómo es Leval! - Pudo replicar su agitada esposa girándose ahora. - Él querrá ir… y yo…yo no puedo soportar la idea de que no vuelva. - Sollozó sin poderse contener más. - ¡No quiero que se vaya, es mi hijo!

 

            La pobre mujer rompió a llorar tapándose la cara con las manos. Su esposo solamente podía mirarla consternado y trató de susurrar con suavidad mientras intentaba aproximarse.

 

- ¿Acaso crees que yo quiero que se marche, cubito? Pero es su vida…Tú y yo hemos vivido la nuestra, mejor o peor. Para bien o para mal tomamos nuestras propias decisiones. Pero no podemos hacer eso por él.

-Siendo pequeña perdí a mis padres cuando nos llevaron a la Corte de Némesis. - Balbuceó su interlocutora mirándole entre lágrimas ahora. - No quiero perder a mis hijos…

-Yo tampoco. También perdí a mis padres. Tú lo sabes, pero esa no es la cuestión. - Trató de razonar él.- Al final se trata de lo que nuestro hijo quiera hacer con su vida. Siento no haberte dicho nada de esto…de verdad. Pero las cosas no habrían cambiado. Hubieras sufrido incluso más… ¿y para qué? ...se razonable, cubito. Tú siempre has empleado la cabeza más que yo para todo.

-Sí… pero cuando se trata de nuestros hijos…no puedo pensar de un modo frio. - Suspiró ella dejándose abrazar al fin. - Para mí lo son todo. ¡Todo!

-Como lo son para mí. - Le susurró él cariñosamente al oído mientras la estrechaba entre sus brazos añadiendo. - Por favor… no hagas que para Leval esto sea una especie de tortura. Si decide irse al menos que cuente con todo nuestro amor mientras podamos dárselo. Creemos los mejores recuerdos posibles para ofrecérselos a él. Como hicimos con el otro Leval, el del futuro. Y ya verás cómo después, no será para tanto. Podrá regresar con la translación instantánea cuando quiera. ¿No te acuerdas como la usaba yo?

-Es verdad. - Pudo decir su esposa más animada tras escuchar eso. - Y mira que siempre te decía que eso no estaba bien.

-Tú siempre tan cumplidora de las normas. - Sonrió él tomándola del mentón con suavidad y elevándoselo ligeramente.-

-¡Al diablo con ellas!, si eso hace que nuestro hijo vuelva cuando quiera si va a ese viaje.- Aseveró ella siendo al fin capaz de sonreír.-

 

Los dos volvieron a abrazarse dando esa crisis por superada. Mientras tanto, abajo, Kerria se levantó y le comentó a Amatista con suave resignación.

 

- Veo que te lo ha dicho mi hermano. Quizá sea mejor así.

- Yo, yo no quiero que se vaya, Kerria. - Balbuceaba Amatista derramando sus lágrimas en la blanca tul de su vestido. - Sé que lo perderé y le quiero. ¡Estoy enamorada de él desde hace años y ni siquiera se da cuenta!  ¡Se irá al espacio y nunca lo sabrá!

-¡Eh, tranquila!- Le susurró dulcemente su interlocutora tomándola de los hombros y añadiendo de forma optimista. - Aún nos queda un año entero para que se decida y casi otro más para que se vaya. Eso, si quiere irse al final.

-Se irá. No hay más que escucharle hablar. El espacio siempre ha sido su pasión. Tú lo sabes mejor que yo. - Sollozó su contertulia. -

           

            Kerria asintió despacio, era absurdo tratar de negar eso. Su amiga tenía razón. No obstante, agregó, intentando sonar más animada.

 

-No te desesperes, ¡te queda mucho tiempo todavía, tonta! Y yo te ayudaré en lo que pueda. Verás, lo primero que deberías hacer es ser más directa.

- Yo. - Musitó Amatista que parecía asustada con esa idea. - Nunca en mi vida me había ocurrido esto, eran siempre los chicos los que se acercaban a mí y me pedían salir. No me atrevo a decirle lo que siento. ¡Me da miedo! - Confesó con amargura. - ¿Y si se ríe? - Kerria negó con la cabeza, su amiga añadió como respuesta. - Ya sé que tu hermano no se burlaría nunca de los sentimientos de nadie, pero ¿y si se lo toma como una chiquillada? Para él, sólo soy una buena amiga, una hermana pequeña como tú, siempre me lo dice. - Agregó ahora casi con melancolía, en tanto esbozaba una débil sonrisa y remachaba con voz queda. - El muy tonto se cree que es un cumplido que me gusta oír, pero en realidad me hace daño. No me ve como a una mujer que pueda estar enamorada y a la que él pueda amar.

- Amatista, - rebatió Kerria tratando de reconfortar a su desconsolada amiga. - Conozco a mi hermano mejor que tú, sé que es muy despistado y demasiado ingenuo en estas cosas. Pero créeme, ni siquiera Leval es tan tonto como para no darse cuenta si le abres tu corazón. Además, el chico no es de piedra, ¿cómo sabes tú que no le gustas?

- ¿Cómo podría estar segura de eso? ¿A ti en su lugar te gustaría? - Le inquirió con mucho interés, como si sospechase que su amiga estuviera en posesión de alguna información importante. - ¿Te fijarías en mí?

- Estoy segura de que sí. - Sonrió entonces Kerria que le confesó con afectuosidad, en forma de cómplice susurro - porque a mí me gustas mucho.

 

            Por unos instantes, Amatista se ruborizó mirando a su contertulia algo sobresaltada, aquello parecía una declaración. ¡Pero no!, la conocía bien, sólo trataba de apoyarla dándole una opinión. Kerria también se percató de que sus palabras habían tenido ese efecto con su amiga y se apresuró a añadir para tranquilizarla.

 

- No te preocupes, nunca me referiría a eso contigo, tú eres mi mejor amiga. Además, ahora tengo a Brian y no me gustaría ponerlo celoso. ¡Ja, ja! - Se rio sin demasiada convicción, tratando de quitarle hierro al asunto. -

- Pues claro que no, ¡vaya tontería!,- convino riendo también Amatista, roja de vergüenza, por dejar suelta su imaginación y pudo añadir recordando incluso la conversación que mantuvo con Leval la noche anterior. - ¿Pues te puedes creer que tu hermano pensaba que había algo de eso entre nosotras? -

- ¿Cómo? - Exclamó Kerria, realmente perpleja.-

-Ya ves. Se acordaba de esa vez en la que me quiso ceder su habitación y yo preferí quedarme contigo. - Sonrió ahora con nostalgia y con mejor talante para variar el rumbo de la charla. – Hablando de eso. ¿Cómo te fue a ti? ¿Lo pasasteis bien Brian y tú? ¡Los flamantes rey y reina del baile!

      

            Amatista se alegraba ahora. Cuando a Lana y a otros compañeros se les ocurrió la idea de votar por Kerria como reina del baile, acudiera con quién acudiera. En un principio, hasta estuvieron preocupados por si la joven no iba, sabiendo sus inclinaciones pudiera ser algo más que probable. ¿Y si se hubiese presentado con alguna novia secreta? Aquello habría sido digno de verse. Pero a buen seguro que nadie se hubiese atrevido a decirle nada. No obstante, al saber que Brian se lo había pedido y que Kerria había aceptado todos reforzaron su decisión. Se lo debían, no solamente a ella, sino también a ese magnífico chico. La francesa aún se acordaba de cómo su amiga Lana la abordó. Caminaba de vuelta a casa tras las clases, cuando la animadora, junto a otras dos chicas, se llegó a ella.

 

-Perdona Amatista, ¿tienes un momento? - Le pidió. -

-Claro. - Asintió la muchacha deteniéndose. -

 

            Y sin andarse con rodeos Lana le propuso aquello. Antes de que su interlocutora pudiera replicar, otra chica, Sandra, comentó algo inquietada.

 

-Sé que es algo que te gustaría ganar, lo mismo que a casi todas nosotras… pero.

-No te preocupes. - La interrumpió Amatista con jovialidad. - Es una magnífica idea. Lo único que lamento es que no se me haya ocurrido a mí. Claro que votaré por ellos. Y me hace muy feliz poder hacerlo. Si os soy sincera creo que Kerria se lo merece muchísimo más que yo.

 

Las otras asintieron con aprobación dejándola ya reanudar su camino. Ahora salió de esos pensamientos observando la animada expresión en el rostro de su amiga. Entonces Kerria le contó, realmente ilusionada, lo sucedido. Amatista se alegró muchísimo por ella. Brian era un estupendo muchacho y la quería de veras. ¡Ojalá que fueran muy felices! ¡Ojalá tuviera ella la misma suerte!

 

- Brian y yo hemos acordado que necesito algo de tiempo, por eso ninguno tenemos prisa, es cuestión de que hablen los sentimientos. Y eso es algo que tú y mi hermano debéis dejar también que suceda. – Remachó la muchacha con una gran sonrisa de ánimo. -

- Gracias Ky, muchas gracias, esto significa mucho para mí.

-¡Para eso son las amigas, tonta!- Dijo despreocupadamente ésta, haciéndole una carantoña en la mejilla para aseverar con determinación. - Y no voy a dejar que el idiota de mi hermano se pierda a una chica como tú. Anda, vete a casa y descansa bien, yo comenzaré a pensar en algo. Desde ahora, hablaremos en términos que él pueda entender. - Declaró con una fingida solemnidad que hizo por fin reír a su interlocutora. - ¡Comienza la fase uno en la operación conquista de Leval!

 

            Amatista, muy agradecida, dio un espontáneo beso en la mejilla de su amiga. Ambas se despidieron y la muchacha se fue bastante más animada. Kerria la vio alejarse con un gesto de satisfacción, pensando.

 

-Desde luego que mi hermano sería un idiota si te dejase escapar, Tist.  Yo en su lugar no lo haría. Pero, menos mal que sé lo que va a ocurrir. Nunca olvidaré ese sueño. - Se sonrió y subió a su habitación. -

 

            A todo eso, en Japón, Minako no tardó mucho en quedar con su amiga. Se citaron telefónicamente en su lugar de siempre. Aunque, para su sorpresa, las demás estaban allí también. Al llegar junto con Artemis, fue Usagi quién le dijo para justificar aquella reunión improvisada.

 

-Pensé que lo correcto era que os informase a todas de lo que sé.

-Sí. Es lo más acertado. - Convino Rei, que estaba junto a Luna. -

-Me parece muy bien, así podemos intercambiar impresiones. - Afirmó Minako. -

 

            Todas tomaron asiento en una esquina del Crown, era media tarde y el sitio estaba vacío. Por fortuna, tanto Ami, como Makoto y Rei, habían podido disponer de un rato para reunirse con Usagi y Minako. Tomando la palabra, fue Venus quién declaró para referir al resto de sus compañeras.

 

-Mi ahijada me ha llamado. Dice que su hermano va a participar en ese proyecto de la Masters.

-Así es. - Admitió Usagi, agregando para sorpresa de las presentes. - Y no solamente él. Unos cuantos más de nuestros amigos y ahijados participarán. Por mediación de Hotaru he consultado con el profesor Tomoe. Él me confirmó que buscan a personas realmente sobresalientes en todos los aspectos. Todavía tardarán casi un par de años, pero está en marcha.

-Pero ¿estás segura de que finalmente irán? ...- Quiso saber Ami, pensando en su ahijado y en su amiga Bertie. -

-No estoy segura a un cien por cien, pero las probabilidades son muy elevadas. - Contestó Usagi que ahora, en un tono más confidencial, les desveló. - Nuestros planes están próximos a cumplirse. Ésta será la última pieza en la defensa del Sistema Solar. La culminación de todo. Es un paso imprescindible para la futura armonía.  Y ya sabéis que, para lograr eso, no hay sacrificio que no deba realizarse. Por desgracia…

-No me gusta nada como suena eso. - Terció Makoto con severidad, añadiendo. - En nuestro caso nada tengo que decir, somos las guerreras guardianas. Nuestro deber es consustancial al riesgo de nuestras propias vidas. Pero hablas de muchas personas inocentes.

-Lo sé muy bien. - Suspiró la interpelada. - Y no deseo que nadie de entre esa gente arriesgue la vida. No obstante, tenemos que garantizar el futuro y tampoco tenemos la potestad de decidir lo que ocurrirá. Lo sabéis tan bien como yo. Únicamente podemos esperar que todo vaya bien. Tenemos a Setsuna y a su esposo, el rey de los Saiyajin, de nuestra parte. Y en la cara oculta de la Luna está el reino de Neherenia, como puesto avanzado de defensa. Ninguno nos ha enviado hasta ahora informes acerca de amenazas en nuestro sistema solar. Ni tan siquiera en otras regiones circundantes. Solamente podemos esperar que todo vaya bien.

-Parece que cubrimos todos los ángulos posibles. - Intervino Rei entonces, aunque con la agudeza y clarividencias propias de su condición de sacerdotisa, le dijo a su amiga. - Pero te noto demasiado preocupada a pesar de todas esas palabras tan tranquilizadoras que has dicho.

 

            Y como la interpelada no respondía, fue Minako la que le insistió con tono concernido.

 

-Por favor. No vuelvas a ocultarnos nada. ¿Hay algo más que sepas relacionado con nuestros amigos y ahijados que no nos estés contando?

 

            Aunque finalmente su amiga se permitió el lujo de sonreír, declarando con más tranquilidad.

 

-Por ahora no, estoy como vosotras. Esperando a ver qué sucede. Si algo importante debe de acontecer, no me ha sido revelado aún. Y pudiera ser que no me informasen. No siempre se me comunica todo. – Reconoció con un tono algo incómodo ahora. -

 

            Y es que sus amigas todavía la interpelaban como si fuera ella quien tomaba todas las decisiones y dictaminase lo que habría de pasar. Por desgracia, no era en absoluto así.

 

-Bueno, de todos modos, aún quedan un par de años para que ese proyecto se lleve a cabo. - Suspiró Ami que añadió. - Hablaré con Bertie-chan. Seguro que lo estará pasando mal por Leval.

-Sí, ahora nos necesitan, pero no como guerreras sino simplemente como amigas. - Convino Rei. -

-Eso es tan importante como nuestro cometido. - Aseveró Makoto. - Lo hemos comprobado durante muchos años.

-Únicamente espero que todo vaya bien, ya han tenido que pasar por mucho. - Deseó Minako. - No es justo que pudieran sufrir todavía más.

-No tiene por qué ser así. - Terció Ami, quien deseando calmar a sus amigas, añadió. - No nos pongamos en lo peor.

-Lo que deba suceder, sucederá. Sin embargo, Ami tiene toda la razón. De momento creo que no hay nada de lo que preocuparse, chicas. - Remachó Usagi con un tinte de voz más relajado. -

 

            Eso alivió al resto. Después ninguna quiso ya reavivar ese tema y se tomaron algunos refrescos charlando sobre los viejos tiempos. Por su parte, en la base militar las noticias volaban, aunque no sabiendo para qué, los cadetes tuvieron conocimiento de que sus compañeros Leval y Mazoui habían sido requeridos para ver al general. Granate sentía curiosidad, en cuanto le fue posible llamó a sus primos. Pudo hablar con Mazoui y éste le comentó lacónicamente que los habían elegido para una misión. No obstante, no quiso darle más detalles. El muchacho se encogió de hombros, tumbado en su cama de la habitación que compartía con otro cadete de su misma promoción, pensaba. De siempre había admirado a sus primos mayores tanto como a su hermano y aquel año en la academia se le hizo mucho más llevadero gracias a la presencia de ambos que siempre trataban de ayudarle en lo que podían. Pese a ser un “pringao” que debía obedecer y soportar estoicamente algunas bromas, estaba muy contento de pertenecer a este ambiente. Granate desde luego había tratado de mejorar mucho su comportamiento. Sabía que aquí no era igual que en casa donde, por muy gordas que hiciera las gamberradas, sus padres siempre le acababan perdonando. O al menos tenía a Makoina o a su hermano mayor Cory, para interceder por él. Eso se había terminado. En esta academia de élite no se pasaba por alto ninguna falta, ni se disculpaba el más mínimo error. El chico lo supo enseguida cuando le tocó sufrir varios arrestos por cosas tan triviales como dejar su cama mal hecha o no presentarse a tiempo a la revista. ¡Aunque fuera por dos minutos! Ahora había mejorado sensiblemente en eso. Debía esforzarse en todas y cada una de las facetas de su estancia allí. Pero, en esta ocasión tampoco era como en el colegio, cuando era más joven y tenía menos interés por algunas asignaturas. Ningún profesor llamaría ya a sus padres si suspendía o si no llevaba los deberes hechos, o bien cuando hacía alguna de las suyas como llenar de chinchetas algunos asientos de compañeros o maestros. No, ahora simplemente le expulsarían de allí y eso era algo a lo que no estaba dispuesto. Al menos por dos razones, la primera era porque deseaba que su familia estuviera orgullosa de él. Ya cuando logró acceder a la academia y su madre se enteró le abrazó con gran alegría. Granate no pudo describir con palabras la felicidad que le inundó cuando sus padres le dijeron lo orgullosos que estaban. Y hasta su madre reconoció que se había vuelto un muchacho responsable. Aunque en el fondo, él sabía lo mucho que sus padres y su hermano le querían. Agradecía especialmente a Coraíon todo su apoyo desde que le hiciera partícipe de su deseo de seguir la carrera militar. Lo mismo que a Makoina cuando se lo contó. Recordaba aquella charla en el despacho de ella, en la cafetería que regentaba.

 

- ¿Quieres ingresar en la Academia militar? - Se sorprendió su madrina al escucharle confesarlo. -

-Sí, me hace mucha ilusión. Es lo que quiero hacer. Desde que conocí al primo Mazoui y fui a verle allí a él y a Leval. En cuanto me hablaron de aquello supe que era lo que deseaba. Por eso me he esforzado tanto en los estudios. Y además sé que, si lo logro, mis padres y tú podréis sentiros orgullosos de mí, como lo estáis de Cory.

-Cariño. - Le dijo su interlocutora, posando una mano sobre las de él. - Tus padres y yo, ya estamos muy orgullosos de ti.

-Sé que me queréis, pero no es lo mismo. - Afirmó el chico, quien resueltamente añadió. - ¡Ya lo verás, Makoina! Cuando entre en la academia ya no seré el niño travieso que siempre la liaba. Como cuando tiré todos tus pasteles. ¿Te acuerdas? De no haber sido por ti, mi madre me hubiera arrancado las orejas, ¡Y con razón, como siempre!

-Sí, lo recuerdo muy bien, ¡pillastre! - Repuso ella con ternura, más cuando agregó. - Y también me acuerdo de como tú y tu hermano vinisteis días después a tratar de compensarme por aquello. Con aquella hucha de cerdito, llena con todos vuestros ahorros. -El chico asintió entre nostálgico y divertido al rememorar ese momento en tanto su contertulia proseguía con tono teñido de afecto. - Escucha cielo, has sido muy travieso sí, pero nunca hiciste nada con maldad. Al contrario, tienes un corazón noble y estoy segura de que todo lo que desees lo realizarás.

- Muchas gracias. Tu apoyo significa mucho para mí. - Afirmó él con visible contento. Aunque añadió con tono confidencial. -Pero, por ahora, solamente Cory y tú lo sabéis, te pido que me guardes el secreto. Al menos quiero estar seguro de tener una oportunidad. No me gustaría decepcionar a mis padres si no lo consigo.

-Tu secreto está a salvo conmigo. - Le sonrió ella con afecto para cambiar de tercio y arengarle. - Anda, recluta ¡vamos a tomarnos otro trozo de tarta!

- ¡A la orden! - Exclamó él haciéndola reír más al agregar. - ¡Ojalá que todas las órdenes que me vayan a dar en la academia fueran como ésta!

 

Así pasó esa estupenda velada con su Makoina, como cariñosamente la seguía llamando a pesar de no ser ya aquel pequeño díscolo y juguetón. Y pensando en su recorrido hasta la academia y ese año, el resto de su familia también le ayudó bastante. Sus tíos Bertie y Roy siempre le acogían en su casa cuando tenía algún corto permiso. Sus primas eran unas chicas estupendas y también le querían mucho, como él a ellas. Especialmente sentía por Amatista un gran afecto. Casi podía parecer que algo más. Pero evidentemente era su prima y el muchacho sabía que ella estaba colada por Leval. Suspiró dejando ese tema de lado. Y pensó en la segunda razón por la que era tan feliz en la academia. Además de que también había chicas guapas sencillamente adoraba aquello. La sensación de aventura, de camaradería, de trabajo en equipo y de saber que, un día, podría defender o al menos salvaguardar a sus seres queridos. Y quizás, con suerte, ganar honores. Aunque esto último lo veía más improbable y le interesaba menos. Por ello, cuando finalmente pudo charlar un poco con Amatista tras uno de sus ensayos y ella le contó lo que Leval le había dicho el chico se ilusionó. Era una tarde soleada y tranquila y tras dar algunos acordes y trabajar unos temas nuevos, terminaron. Aunque Kathy e Idina no estaban, Granate invirtió algo de tiempo en enseñar a su prima por parte de padre a tocar la batería. Al menos dar unos redobles.

 

- ¡Bueno! - Suspiró Kerria que había estado dándole a la guitarra a su vez. - Estoy muy cansada. Y quiero darme un buen baño antes de cenar.

-Más que bañarte vas a bucear en la bañera. - Se rio Amatista. -

-Sí, es cierto. - Admitió su amiga, sonriendo divertida para confesar. - Me encanta quedarme ahí. A veces hasta he llegado a quedarme dormida.

-Pierde cuidado, ¡yo puedo ir a despertarte y llevarte la toalla, primita! - Se rio Granate. -

- ¡Qué más quisieras tú! - Rio a su vez la aludida, dándole un capón, para despedirse con un jovial. - Nos vemos…

 

            Y la joven se marchó rumbo a su casa. Entonces el propio Granate iba a despedirse de su otra prima que curiosamente no había intervenido en esa chanza, ni tan siquiera se había reído. Por ello, Granate llegó a preocuparse, creyendo que podría haberse molestado de algún modo.

 

-Oye, era una broma. - Le dijo enseguida. -

-Ya lo sé. - Sonrió débilmente ella. -

 

            Aunque la mente de Amatista daba la impresión de estar en otra parte. Y el muchacho supo que algo le sucedía cuando su prima le pidió, con algo de prevención.

 

- ¿Tendrías un momento? Quisiera comentarte algo…

-Sí, tú dirás. - Repuso él. -

 

            La chica se tomó unos segundos antes de volver a pronunciar palabra. Como si lo que fuese a decir le costase trabajo o tuviera que plantearlo de un determinado modo. Al fin, le preguntó.

 

-Granate, ahora que estás en la academia, dime una cosa. ¿Es muy difícil ir al espacio? Quiero decir. Harán muchas pruebas de todo tipo para ver si eres apto. ¿Verdad?

-Bueno, claro…ser astronauta es muy complicado. Pero ¿a qué viene eso? - Se rio él mirándola divertido para agregar. - ¿Es que has decidido apuntarte a la carrera espacial?

 

            ¡Capaz la creía! Sin embargo, su contertulia no se reía. Es más, parecía expresar tristeza en la mirada. El chico enseguida lo vio y confirmando su impresión anterior, quiso saber ya más en serio.

 

- ¿Te ocurre algo?

 

Fue cuando ella se lo contó. Por supuesto Granate le prometió que callaría guardando ese secreto. De hecho, no comprendía como sus primos se lo dijeron a sus padres y a él no. Pudiera ser que, siendo un cadete, él no estuviese autorizado a saberlo.

 

-Tendré que callarme y no meter la pata. - Se dijo con inquietud.- Si se supiera fuera de aquí a Leval y Mazoui podría costarles muy caro.

 

Y así se lo hizo saber a su interlocutora que convino en eso, sentenciando.

 

-Claro, por supuesto que no diré nada a nadie que no sea de la familia. Lo último que quisiera es causarles problemas.

 

 Granate asintió, estaba seguro de que podía confiar en Amatista y en el resto de sus primas. Aunque, tampoco le confesó nada a ella de sus propios anhelos por poder unirse a esa expedición si realmente se llevase a cabo. No obstante, desde ahora trabajaría más duro todavía. ¿Quién sabe? Si se esforzaba al máximo pudiera ser que hubiese un sitio para él cuando llegase el momento de la selección final.

 

-Debo ser todavía mejor y no despistarme. Daré el máximo y seré capaz de ir con ellos. - Se prometió con renovado entusiasmo. - Con suerte ya podría ser alférez para entonces.

 

Pensando en eso escuchó el toque de silencio y apagó las luces. Había que dormir bien para encarar a tope el nuevo día. Y no era el único que trataba de descansar. Lejos de allí, Marla también lo hacía. En esos últimos años había ido averiguando muchas cosas. Para empezar, esas “entrevistas” con unas personas que la pusieron sobre la pista de algo muy interesante y que no alcanzaba del todo a comprender.

 

-Ese tipejo era un deshecho, pero debo admitir que me procuró una excelente información. - Rememoraba ahora, acostada en su cama. -

 

            Y es que tras consultar esos archivos que le quitó a su informador, se encaminó a la primera dirección que encontró. Estaba en otro Estado. Tuvo que alquilar un coche para llegar conduciendo hasta allí. No le importó. Tenía bastante dinero de sus “amables patrocinadoras”. Es decir, de una rica mujer casada con dos niños que tuvo el placer de compartir cama con ella haría un par de meses, y de una miembro del mismísimo ayuntamiento, con un importante cargo, que no deseaba que aquello saliera a la luz.

 

-Bueno, hoy días las cosas van mejorando. - Se dijo Marla con regocijo, pensando en esta última. - No sé por qué tiene tanto miedo si no está casada, ni tiene pareja, pero, en fin. Si ella insistió en donar diez mil dólares a mi cuenta, no seré yo quien se enfade. De todos modos, no iba ni a chantajearla. Lo pasamos bastante bien.

 

En cuanto a la otra estúpida, desde luego que sí le hizo saber que tendría que darle un “pequeño donativo” para que su maridito y sus hijos preadolescentes no viesen un video de su mamá, poco adecuado para sus edades.

 

-Fui bastante generosa, únicamente me conformé con cien mil dólares. Esa zorra se gasta más en cremas. Aunque tampoco convenía que su esposo sospechara demasiado.

 

            Desde luego que no le interesaba que aquel chantaje saliera a la luz una vez perpetrado. Marla no era abogado, pero se imaginaba perfectamente las consecuencias para ella si eso se probaba. Por eso, le pidió el dinero a su amante de palabra. E incluso cuidando sus expresiones.

 

- ¿Serías tan amable de darme un prestamito, o una ayuda, para que pueda alejarme de aquí? Ya sabes, cariño. Hay mucho desaprensivo por ahí. Quizás nos hayan grabado y no podría soportar que alguno de nuestros encuentros apareciera por internet. O lo enviasen al móvil del alguien que tú o yo, conozcamos. Bueno, a mí no me importaría. No tengo hijos, ni estoy casada. Pero no quiero ni imaginar lo que supondría para ti. ¡Sería realmente terrible!

 

            Eso le comentó cuando, tras su última vez de solaz en un apartado motel de carretera, aquella individua le pidió que dejasen de verse. Adujo que estaba muy arrepentida y que no era capaz de mirar a su esposo y a sus hijos a la cara. Ni que decir tiene que esa estúpida pagó cuanto Marla le indicó tras escuchar esa respuesta.

 

-Pobre idiota. - Se sonrió con malicia.- Y pensar que en esa ocasión fui de farol. ¡No tuve tiempo de grabar nada! ¡Ja, ja!

 

Y cuando podía tener evidencias de sus “compañeras de cama” jamás usaba la comunicación escrita, ni las llamadas telefónicas para tales menesteres. Y a propósito de temas legales. Pudo averiguar que su madre había salido de la cárcel. Al parecer, tras cumplir gran parte de su condena, terminar la carrera de derecho y haber expresado arrepentimiento por lo que hizo, el hetero patriarcado opresor juzgó que podía ser clemente y sacarla de la jaula en la que la encerraron.

 

-Espero no encontrármela nunca más. Ya no es la madre que me protegió de ellos. Únicamente es una muñeca rota. Una fierecilla domada por esos machos. – Reflexionó con desprecio. -

 

            Conducía inmersa en esos pensamientos cuando llegó al Estado de Maine donde ese tipo vivía.  Su casa estaba casi en la frontera con Canadá. Una modesta cabaña, alejada de casi todo.

 

-Está visto que no querrá recibir visitas. ¡Pues qué lástima!, tendrá que soportar la mía. - Se sonrió ella, bajando del vehículo. -

 

            Se dirigió hasta la cabaña y tocó la puerta. Hacía frío, aunque iba bien abrigada.  Al rato, un tipo medio calvo y con bigote, abrió. Mirándola sorprendido, preguntó.

 

- ¿Qué quiere? ¿Quién es usted?

- ¿Hank Willians? - Inquirió la joven a su vez sin dejar de sonreír. - ¿Es usted?

- ¿Quién lo pregunta? - Quiso saber el tipo a su vez. -

-Me llamo Marla Sorel. Puede que no se acuerde de mí. - Repuso ella. -

-No la conozco. - Replicó hoscamente ese tipo. -

 

            Marla se sonrió, pensando con desprecio.

 

-Un macho tenía que ser, estúpido como todos.

 

            Aunque ese tipo entonces le preguntó.

 

- ¿Cómo me ha encontrado?

- Tengo buenas fuentes de información. Digamos que un amigo suyo me dio la dirección. - Se sonrió ella, insistiendo. - ¿De veras que no me recuerda?

 

            Aquel tipo se llevó una mano a la barbilla con gesto pensativo. Daba la impresión de que, en efecto, no tenía ni idea de quién era ella. La muchacha decidió darle una pista más clara.

 

-Usted era compañero de universidad de mi madre. April Sinclair. ¿No es así?

- ¡Un momento! - Exclamó él observándola entonces de arriba abajo. - ¿Eres la hija de April? - Añadió modificando el tratamiento para decir perplejo. - Te tuve en mis brazos y cuidé de ti cuando eras solamente un bebé.

 

            Marla deseó que ese individuo no se hubiera aprovechado de ella entonces para hacerle algún tipo de tocamiento o vete a saber qué. A fin de cuentas, era un hombre. No obstante, no iba a preguntarle eso precisamente, tenía otras dudas más urgentes que resolver.

 

- ¿Qué pasó entonces? - Inquirió ella, con genuina curiosidad. - Hablé con mi madre, me contó algunas cosas inconexas.

-No es muy largo de contar. - Le contestó aquel tipo ofreciéndole, dado que todavía estaban a la puerta. - ¿Quieres pasar?

-Si es una historia corta prefiero quedarme aquí entonces. - Contestó ella. -

 

            Por nada del mundo entraría en esa casa. Aquel tipo era un hombre, y ella se sabía realmente deseada por estos. Lo había comprobado desde que tenía uso de razón. Los machos la miraban con lascivia y ella disfrutaba mostrándoles lo que jamás iban a poder tener. Aunque algo que le dijo el tal Hank le sorprendió.

 

-Sería mucho más seguro para mí que no me vieran contigo.

- ¿Qué? - Se rio ella. - ¿De qué hablas?

-No te diré nada más, si te empeñas en quedarte ahí fuera. Buenos días. - Replicó él dispuesto a cerrar. -

-Está bien. - Claudicó Marla posando una mano sobre la puerta. - Pero te advierto que, si intentas algo, sé cómo defenderme de los machos.

- ¿De los machos? - Repitió a su vez Hank, replicando son sorna. - Entiendo entonces que tú eres una hembra. Lo cual nos deja como al principio. ¿Así que entras o te vas?

 

            Se apartó para que su interlocutora, tras dudar por unos instantes, aceptase caminando al interior. Su anfitrión cerró entonces la puerta y yendo directamente al grano le espetó.

 

- ¡Muy bien, niñata! Tenlo claro. Por muy buena que estés, que sepas que no quisiera tener nada que ver contigo, aunque te desnudaras tumbándote en mi cama ahora mismo.

 

            Aquello sí que no lo había esperado. Marla la miró perpleja. ¿Y si ese tipo fuese gay? Esos al menos no se preocupaban por violar a las mujeres. Aunque tampoco le gustaban porque seguían siendo hombres. Pensaban que ellos podrían prescindir de las féminas. Sin embargo, no tuvo tiempo ni de replicar a esas palabras. Ese individuo prosiguió con tono amargo y desdeñoso.

 

-Tu madre estaba loca y creo que tú no le andas muy a la zaga. Aunque admito que pese a todo me gustaba. Yo quise haberla ayudado incluso a criarte. Pero la muy estúpida huyó con mi coche dejándome abandonado en mitad de la carretera.

-Bueno, veo que, por lo menos, mi madre hizo algo juicioso en su patética vida. - Se sonrió ella ahora. - Déjame adivinar. ¿Querías tirarte a mi madre y ella no estaba dispuesta?, ¿verdad? Desde luego, puede que estuviese loca pero no era estúpida, ¡ja, ja!

 

            Pero la reacción de ese individuo volvió a dejarla sorprendida. Hank no solamente no se irritó ante ese comentario, sino que sonrió con regocijo, contestando.

 

-Al final me hizo un favor. Tú no eras más que una carga. ¡Un bebé maldito, producto de quién sabe qué clase de pactos oscuros! Ni la tarada de tu madre parecía saberlo. Con esa doble personalidad que tenía.

 

            Esas palabras no la ofendieron, estaba muy acostumbrada a recibir insultos, pero sí que le interesaron. Y Marla no interrumpió a ese tipo cuando él agregó.

 

-No sé qué eres en realidad, pero si hasta los jefes de la secta a la que pertenecí velaban por tu seguridad y ni las mismas súcubos te hicieron daño, debes de ser algo importante para ellos.

- ¿Ser el qué? - Quiso saber la chica ahora. -

- ¡No tengo ni idea, bonita! - Se rio ahora Hank. - Eso solamente podrían decírtelo los líderes de la secta. Y todos murieron o desaparecieron. Únicamente quedo yo.

-Quizás estés mal informado, entonces. - Se sonrió Marla a su vez sacando una tablet del bolso que llevaba. -

 

            Buscó unas noticias que tenía guardadas en sus favoritos y se las mostró a ese idiota. Hablaban de explosiones en un barrio de lujo, a las afueras de Nueva York. Ella le resumió lo que había averiguado sobre aquello.

 

-Al parecer esos sectarios amigos tuyos no estaban tan muertos como creías. Al menos, no todos. - Comentó la chica con satisfacción y escepticismo. – Puesto que dudo mucho que estas explosiones sean accidentes. Sobre todo, porque han tenido lugar en esa misma urbanización en repetidas ocasiones. Al principio pensé que podrían ser terroristas, luego algún fan demente, pero no concordaba. Y.…lo que es más curioso, la policía silenció esto y las noticias hablaron de escapes de gas. Muchos escapes me parecen… ¿No crees?

 

El perplejo Hank observó las fotos de la casa y de uno de sus dueños con una cara que era muy reveladora.

 

- ¿Los Malden? ¿Es la casa de ese maldito chulo de Roy Malden? - Exclamó con patente irritación. -

- ¡Vaya, vaya! ¿Y de qué le conoces?

-Era el típico ligón de la universidad. Siempre saliendo con chicas. – Le resumió él con amargura. -

-Y seguro que se llevó a alguna que te gustase a ti, ¿verdad? – Conjeturó ella, añadiendo con retintín. - ¿No sería esta?

 

            Marla le mostró entonces las fotos de una mujer de mediana edad, bastante atractiva aun, con un cabello entre claro y azulado, peinado con una trenza. Tenía dos bonitos ojos azules oscuros.

 

-Es Bertie. - Suspiró él recordando. - Yo le ofrecí ser feliz eternamente conmigo. Pero la muy estúpida me rechazó por ese desgraciado. Yo pensé que él había muerto, pero me equivoqué. Quizás ella sabía que seguía vivo.

- ¿No me digas? Así que no sabías que se hubiesen casado. – Inquirió ella con una mezcla de curiosidad y regocijo. -

-Desde que hui de la secta por temor a las represalias por haberos perdido, me refugié aquí y apenas sí me he enterado de nada del mundo exterior. - Replicó él. - Pero sí supe que ese tipo no estaba muerto y que había triunfado en el baloncesto. - Añadió el resentido Hank, suspirando. - Al final lo dejé correr. Ya no tiene sentido para mí, ni lo que le ocurra a él, ni a ella.

-Bueno, para ser sincera, a mí no me interesáis ni tú, ni él. Para mí todos los hombres sois igual de patéticos. - Se burló la joven, alegando. - Le criticas por ser un ligón, pero apuesto un millón de dólares a que hubieses hecho cualquier cosa por haber estado en su lugar.

-En eso tienes razón. Pero con que una chica me hubiera querido habría sido más que suficiente. - Repuso amargamente él, tomando una pieza del ajedrez que tenía en una mesa de su salón como elemento ornamental.

 

            Marla suspiró aburrida. No había hecho todo ese camino para escuchar los lamentos de un viejo fracasado, de modo que volvió a preguntar con impaciencia.

 

-Si tú no sabes lo que deseo saber, espero que, al menos, tengas alguna idea de quién podría saberlo.

- ¿Y por qué habría de decirte nada? - Contestó él de modo hostil ahora. - Una niñata desagradecida como tú que viene aquí a insultarme después de todos los riesgos que corrí por su causa, no se merece mi ayuda.

 

            Ante eso la joven tuvo que transigir. Si quería información no era buena idea ofender a su fuente. Pero para ella sería fácil convencerle. De modo que, con un tono bastante más humilde le contestó.

 

-Admito que he sido injusta contigo. Lo siento. Pero puedo hacer al menos dos cosas por ti a cambio…

 

            Ese idiota la miró con expectación, aunque Marla enseguida se ocupó de dejarle muy claro que ninguna de ellas sería sexual.

 

-La primera, esta. - Remachó sacando un fajo de billetes de cien dólares de su bolso, en tanto declaraba. - Me parece que no atraviesas por un buen momento. Considera esto el pago por tus cuidados hacia mí. Para que veas que no soy tan desagradecida. De hecho, eres el único hombre al que puedo agradecerle algo. - Admitió a disgusto. -Y la segunda. - Añadió con un tinte más malévolo.- Quizás tú hayas perdido tus deseos de venganza o no sepas como llevarlos a cabo, pero yo puedo prometerte que hallaré un modo de darles su merecido a ese tal Malden y a su esposa.

-Si la secta no ha sido capaz, no veo que podrías hacer tú. - Replicó el incrédulo Hank. -

-Si me ayudas a averiguar lo que deseo saber, eso podría darme los medios. - Alegó ella. -

 

            Y tras unos instantes para pensarlo, el tipo al fin suspiró asintiendo y dijo, en tanto tomaba el dinero de una mesa donde aquella chica lo había dejado.

 

-Las únicas personas que yo sepa, además de Malden y de Bertie, que podrían contestar a tus preguntas, son tu propia madre y quizás su amiga, Melanie Sanders. Eran compañeras de habitación en la facultad. Aunque no sé dónde estará Mel.

 

            Marla asintió, el nombre de esa mujer le sonaba. Era la otra persona con la que deseaba hablar. Su informador no la tenía marcada como confidente, aunque sí como una potencial fuente.

 

-Muy bien, te aseguro que haré todo lo posible por averiguar quién soy y darles una adecuada retribución a todos ellos. - Le dijo Marla a su interlocutor. -

 

            Y dicho esto se despidió. Hank la observó alejarse suspirando aliviado.

 

-Esa chica tiene algo maligno dentro de sí. Ahora empiezo a comprender por qué ni las súcubos tenían intención de dañarla.

 

            De hecho, que él supiera, incluso alguna llegó a amamantarla. Pudiera ser esa la razón. Y el propio encanto de Hank, obtenido tras acostarse con alguna de esas diablesas, para hechizar a las mujeres, tampoco le dio resultado con esa muchacha. Mejor así. Tenía la impresión de que, en efecto, odiaba a todos los hombres. De modo que, deseando olvidarse de ella y de su pasada y turbulenta vida, volvió a guarecerse en su cabaña y cerró la puerta. Por su parte, Marla se metió en el coche regresando hacia Nueva York.

 

-Tengo que encontrar a esa Melanie. En los informes de ese tipo indicaba que fue amiga de mi madre. Eso confirma lo que este desgraciado ha dicho.

 

            Le apenó haber terminado con su provisión de escopolamina. Se hubiera ahorrado un rato desagradable hablando con este patético macho y podría haber controlado a esa mujer con facilidad. Gastó la última que tenía con Silvia. A decir verdad, esa muchacha le gustaba. Lástima que al poco de haber mantenido esas relaciones con ella, tras hacerle numerosos pedidos, dejase su trabajo como repartidora. Aunque Marla investigó descubriendo que se había colocado en una tienda de ropa como dependienta.

 

-De todos modos, si no tengo la escopolamina, esa chica no se acostaría conmigo. Nunca fue de las mías. - Pensaba con decepción. - Pero puede que, si obtengo más, le haga alguna visita a esa tienda tan mona.

 

            Y es que desde que alcanzó la pubertad y comenzó a despertar su deseo sexual, Marla había tenido una especie de radar para detectar a las mujeres gais. Era estar charlando un poco con ellas, fijarse en como la observaban o incluso sencillamente mirarlas ella, para percibir aquello en su lenguaje corporal. Además, tenía un extraño magnetismo para lograr que ellas correspondieran a sus requerimientos amatorios. Esa cualidad le vino de maravilla cuando se trató de intimar con algunas que en apariencia eran respetables mujeres heterosexuales casadas y con familia. Como esa idiota de la última vez.

 

- ¡Una auténtica mina de oro! - Se decía esbozando una siniestra sonrisa. - Las muy desgraciadas me han pagado muy bien para mantener nuestros encuentros en secreto.

 

            Y divertida por esos pensamientos puso rumbo a la búsqueda de sus otras fuentes de información.



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