sábado, 5 de marzo de 2011

GWB 41.86. La ceremonia de graduación

Satory Masters, ahijada de los padres de Amatista, ya había hablado por teléfono con ella en una ocasión sobre ese mismo tema. Entonces su amiga le comentó algo sobre Leval y la posibilidad de que éste se embarcase.

 

-En ese caso, no te precipites. - Le aconsejó la muchacha en aquella ocasión. – Espera a ver si él se decide por completo.

-Gracias, lo haré. - Respondió la agradecida Amatista. -

 

            Habían sido amigas desde niñas, Satory era casi tres años mayor, aun así, muchas veces parecía todo lo contrario. Para empezar, físicamente la hija de los Lassart era un portento, a su gran estatura sumaba sus imponentes atributos femeninos en tanto que Satory, siendo una muchacha atractiva, de cuerpo bonito y no precisamente bajita, quedaba casi como una niña en comparación. Sin embargo, eso jamás las había separado, al contrario. Cuando podían verse, siendo dos hijas únicas, mantenían una relación de hermanas. Desde que eran unas crías solían pasar tiempo de sus vacaciones juntas, sobre todo cuando los padres de Amatista iban a la isla privada de Ian Masters compartiendo sus alegrías, tristezas, sueños y esperanzas. Luego, cuando se mudaron a los Estados Unidos, las muchachas no pudieron verse en algún tiempo. Satory estaba a punto de iniciar su formación universitaria entonces. Como digna hija de su fallecida madre, Jennifer, era muy inteligente y capaz. Aunque tímida y retraída para el contacto social. A eso contribuía el hecho de que su padre, por mor de protegerla de cualquier amenaza, raras veces la dejaba salir de la seguridad de aquella isla, y, cuando esto sucedía, la chica iba fuertemente escoltada. Pese a todo, Satory siguió permaneciendo en contacto con su gran amiga y esta le fue contando como se había enamorado de aquel fantástico chico. Después, la hija del millonario investigó por curiosidad en la ficha de Leval dando con la del primo de este, que, en su opinión, era tan guapo como él o para su gusto, incluso más.

 

-Vaya, un muchacho al que no me importaría en absoluto conocer. - Pensó Satory. -

 

            Aunque el tiempo pasó y eso no se produjo, tuvo que prepararse muy a fondo en sus prácticas con el profesor Tomoe y su esposa, la doctora Kaori, como mentores, cuando acabó sus estudios y abordó el inicio de su doctorado. Así, un día, Amatista le envió un mensaje diciéndole que Leval se iría en aquel viaje. Satory le prometió hacer algunas llamadas y averiguaciones para ver que podía conseguir. Habló con algunas personas a cargo del proyecto y después con su padre, el millonario Ian, en persona. Como sabía que la cuestión era espinosa y difícil la chica aprovechó una de las pocas veces que éste se encontraba solo en el despacho en un receso entre una de sus interminables reuniones de juntas. Satory se debatía entre el miedo y el deseo de hablarle. Normalmente era muy vergonzosa, pero en esta ocasión lo hacía por su amiga de toda la vida. Además, había otra cosa que no había dicho, ella misma tenía la ilusión de unirse a aquella expedición. Pero era tan tímida y apocada que le daba miedo plantarse ante su padre si solamente se hubiese tratado de ella misma. Sin embargo, al tener que ver en ello también Amatista, podría aunar ambas cosas y presentarse con sobradas razones. Así que, reuniendo todo su valor, se aproximó a su progenitor que estaba de espaldas, arrellanado en su sillón, descansando por unos instantes de su apretada agenda.

 

- Hola papá. - Le saludó pasándole los brazos alrededor del cuello con las manos entrelazadas y apoyándose en sus hombros. - ¿Puedo hablar contigo? - Le pidió con su habitual suavidad. -

- Sí, claro, hija. - Concedió él con agrado. - Dime, ¿de qué se trata? - Le inquirió con tono risueño. -

- Verás. - Le susurró Satory tratando de que su corazón no se desbocase a causa del nerviosismo. -Como he terminado mi carrera me gustaría ponerme a trabajar.

- Me parece muy bien. - Acordó su padre, viendo en eso lo más natural y pasando a interesarse con aprobación. - ¿Y qué te gustaría hacer?...

- Siempre me ha gustado mucho la investigación. - Repuso ella sintiendo como llegaba el inexorable momento de poner las cartas boca arriba. -

- Veré que puesto tengo vacante en las empresas. Seguro que Suoichi, Kaori, Daniel y Mimette estarían encantados de que te unieses a ellos en su proyecto de Hadas Cinco. - Le sonrió su padre tomándola de una mano y girando su sillón para poder verla. - ¿Te gustaría eso, cariño?

 

            Satory enfrentó sus ojos a los de él, era en ese preciso instante o nunca. Si no hablaba ahora sabía que no tendría valor para hacerlo después y se decidió, aunque en un primer momento lo hizo con tono dubitativo.

 

- Es que, a mí, lo que realmente me gustaría es embarcarme en el proyecto científico de la nave espacial.

           

            Ian se quedó helado, la sonrisa que mostraba se desvaneció de su rostro a la par que soltaba a su hija y se levantaba bruscamente del sillón.

 

- ¡Ah no, eso no! Pídeme lo que quieras, cualquier otra cosa que te apetezca, menos eso.

- Pero papá. - Se atrevió a insistir Satory ganando en determinación. - Eso es precisamente lo que quiero hacer. Siempre, desde que me enteré de la naturaleza de ese viaje. Me he preparado en bioquímica, sólo para poder participar en el proyecto de crear vida en otros mundos. He estudiado a conciencia muchos cursillos y varios posgrados. Incluso el propio profesor Tomoe me enseñó prácticamente todo lo que sabe. He practicado en nuestros laboratorios y participado en trabajos y tesis, además de en la mía propia ¡Por favor!, esto no es ningún capricho pasajero, ni nada que no haya meditado durante muchos años. Siempre he soñado conocer los secretos del Universo.

 

            Ian apenas sí la escuchaba, únicamente podía darse cuenta de que su hija, lo único que tenía después de la muerte de su esposa hacía ya tantos años, quería irse de su lado. Durante todo este tiempo Satory fue su consuelo, su báculo y su refugio contra todas las dificultades y los golpes de la vida. Se había convertido también su mano derecha, era la persona a quién encargaba multitud de asuntos que nadie más podría haber hecho salvo él mismo. Tal y como hizo en el pasado con Jenny. Y era su heredera, a quien deseaba legar algún día todo su gran imperio. Ahora ella ambicionaba marcharse y no a un lugar cualquiera del mundo donde él podría encontrarla siempre, sino fuera de éste. El único sitio en el que la perdería. Se maldecía de repente por haberla puesto al corriente de ese proyecto espacial, ese maldito proyecto que le había absorbido casi por completo en esos años y que ahora quería robarle a su más preciado bien, su propia hija.

 

- Pero cariño, desde que tu madre murió sólo te tengo a ti. ¡Me quedaría tan sólo, mi vida sería tan vacía! - Objetó él, visiblemente ensombrecido. -

 

            Satory bajó la cabeza consternada, sabía que su petición iba a hacerle mucho daño a su padre, pero no podía evitarlo. Para ella también sería muy dura esa separación. Siempre habían estado muy unidos y para ella apenas sí contaban otras cosas que su padre y sus estudios. Empero, esto era la culminación de su sueño y una oportunidad irrepetible en la vida. Poder decir, yo estuve allí ayudando a descubrir los entresijos de la vida y del Cosmos, era algo tan grande que merecía cualquier sacrificio. De ese modo se había logrado convencer a sí misma. Estaba harta de ser considerada sólo como la hija del millonario, de ser un bicho raro que nunca salía de sus dominios de laboratorio y biblioteca. Al menos así conocería nuevos horizontes y a nuevas personas y podría mostrar su valía mucho mejor que en cualquier puesto que su padre le ofreciera. En el espacio no se regalaba nada. Solamente contaba la auténtica capacidad de cada cual. Incluso ella, que no había sido nunca muy amiga de asumir retos aventureros, estaba dispuesta a afrontar éste con el mayor entusiasmo, como cualquier otro científico, sin privilegios ni ayudas. Se hallaba completamente convencida. Quedaba ahora hacer lo propio con su padre y se dispuso a conseguirlo comenzando por rebatirle.

 

- No papá. Hay muchas cosas buenas a las que tú puedes dedicarte. Como hasta ahora. Tienes muy buenos amigos y personas que te quieren. Además, no sería tan grave. - Añadió haciendo más jovial su tono cuando recordó otra baza más para su jugada. - Tú mismo me hablaste de dos chicos que pueden teletransportarse a voluntad desde muy lejos. Ellos me llevarán desde donde quiera que estemos hasta aquí. ¡Hasta podríamos celebrar las navidades y los cumpleaños juntos!

 

            Masters pareció sopesar aquella opción que no se le había pasado hasta ese instante por la cabeza. Había estado tan abrumado por la sorpresa y el temor que le embargaban que olvidó aquello.

 

-Pero hija, no sé si eso funcionaría a tanta distancia…y aunque así fuera, ¿Cómo estar seguro de que estarías a salvo en medio del espacio?

-Lo hará. Seguro que sí. - Replicó ella, notando como su valor se acrecentaba para agregar. - Por favor, desde que era una niña pequeña me has rodeado de guardaespaldas y de medidas de seguridad. Apenas sí he podido relacionarme con gente. ¡Ni tú tampoco! Siempre has temido enamorarte de nadie porque pensabas que podrían ver en mí una amenaza a la hora de heredar tu fortuna. Y apartarte de tu lado. Sin embargo, yo, papá… a mí el dinero y el poder nunca me han interesado.

-No es tan simple como eso, hija. Tú no lo comprendes. - Pudo decir el magnate realmente atónito por oír aquello. - No se reduce a dinero y poder… Hay muchas cosas más…

-Esa es la razón. - Insistió Satory. - Lo que siempre quise fue formar parte de algo, ¡de algo que yo pudiera ayudar a construir, a descubrir, a realizar! …Comprendo que me quieras como yo a ti. – Suspiró la chica que prosiguió a modo de alegato definitivo con voz más decidida y suplicante a la vez, teñida siempre con su clásica dulzura...- Si de verdad me quieres, por favor, no me robes este sueño. Ya no soy una niña, ¡he crecido! Y esto es toda mi vida, es sentirme yo misma...

- Es cierto. - Tuvo que concederle él, acariciando el pelo de su hija con suavidad. - Ya no eres una niña. Satory, no me había dado cuenta de que has crecido. Perdóname, yo solamente he querido cuidarte y protegerte de todo.

- Eso ya no es necesario, papá. - Le sonrió ella emocionada a la par que le daba un beso en la mejilla. - Ya soy adulta y debo vivir mi vida.

- Muy bien. - Cedió finalmente Ian sintiéndose derrotado en sus deseos, pero no de una forma amarga sino casi liberatoria. – Si eso es lo que verdaderamente deseas, por difícil que me resulte, no te lo negaré…

 

En el fondo estaba orgulloso de su hija y del coraje que demostraba. Aunque siempre se aseguraba de tener una carta en la manga y ésta se la había proporcionado la misma Satory a la que le recordó.

 

- No te olvides de hablar con esos dos chicos para asegurarnos de que puedan traerte.

- Lo haré, papá, - le prometió ella que a renglón seguido añadió casi de pasada como si lo hubiese olvidado recordándolo ahora en el último momento. - Amatista los conoce muy bien y podrá hablar con ellos. La llamaré para preguntárselo ¡y ahora que me acuerdo! ella está estudiando biología y nos sería muy útil en la misión. Me gustaría proponérselo y que decida ¿Puedo?

 

            Su padre se sentía apenas con fuerzas para polemizar sobre el tema y se limitó a contestar resignadamente.

 

- No lo sé.  Ya sabes que ella es mi ahijada como tú lo eres de sus padres. Y aunque debo reconocer que estaría más tranquilo si ambas fuerais juntas siendo como sois las dos, amigas desde pequeñas, también comprendo que a sus padres no les va a gustar la idea. Del mismo modo que me sucede a mí contigo. Conozco bien a Diamante y a Esmeralda y no pienso que sean tan fáciles de convencer como yo. Pero, si quieres, pregúntaselo...

- A ella también la podrían traer de vuelta. - Afirmó despreocupadamente la chica. – Además, con preguntar no pierdo nada.

- Muy bien Satory, sabes que confío en tu buen juicio. Siempre lo has tenido. Haz lo que consideres mejor, yo te respaldaré. Pero déjale a Amatista un tiempo prudencial para que lo consulte con sus padres. – Le indicó Ian. -

- ¡Entonces les llamaré ahora mismo! - Repuso su hija visiblemente entusiasmada, sobre todo cuando admitió.  - Sé que en Nueva York será un poco tarde, pero esto es algo muy importante, lo comprenderán.

 

            Ian asintió lenta y vagamente a su hija que salió rauda del despacho, dejando a su padre perdido en sus reflexiones y sus recuerdos, para dirigirse a una habitación contigua. La muchacha rememoraba a su vez. Desde luego había dicho la verdad. ¡Cuántas veces desde que era una niña había visitado los laboratorios y escuchado absorta las explicaciones del profesor Tomoe, de Kaori e incluso las cosas que Daniel y Mimette le enseñaban! Aquello era de las pocas distracciones que le gustaban dentro de su rutina que siempre había sido la misma. Estudiar con preceptores más o menos estrictos, formarse bien para el día de mañana, apenas frecuentar a otros chicos y chicas de su edad por el miedo de su padre a que sus enemigos hicieran un blanco de ella. De las pocas amigas con los que pudo jugar y sentirse algo más libre estaban precisamente Amatista Lassart, Hotaru y Keiko Tomoe. Una vez, hacía ya algunos años, recordaba el charlar con las hijas del doctor. Aunque la mayor era ya toda una señorita que solía visitar a su padre ocasionalmente, dado que estudiaba en el extranjero, según le dijeron. La pequeña por su parte era una niña encantadora de media melena pelirroja y ojos violeta. Una tarde estaban sentadas en la cafetería del laboratorio aguardando a que el doctor y Kaori terminasen su jornada.

 

- ¿Os apetece algo, chicas? – Se interesó Hotaru, esa joven morena de largo cabello moreno y ojos violetas que estaba de visita aquel día. -

- ¡Quiero un batido de fresa, por favor! – Pidió Keiko que en aquel entonces debería de rondar los diez años. -

 

            Su hermana mayor sonrió asintiendo. Y a su vez dedicó su atención a Satory para hacerle la misma pregunta.

 

- ¿Y tú? ¿Qué deseas tomar?

-Un batido de vainilla. Gracias. - Se sonrojó la chica, que tendría los catorce años. -

 

            Su interlocutora asintió, se marchó un momento a por las bebidas. Satory se sentó con Keiko que aguardaba contenta.

 

-Te veo muy feliz. - Le dijo a la chiquilla. -

-Sí, mis padres me han prometido que hoy, cuando terminen de trabajar, me van a llevar al parque de atracciones. - Respondió la interpelada. -

- ¡Qué suerte! – Suspiró su contertulia para lamentar. - Mi padre siempre está reunido con accionistas, con sus directivos, secretarias o trabajando en vete a saber qué. Muchas veces no le veo en varios días. Aunque sé que me quiere mucho y que me compra muchas cosas. Sin embargo, preferiría que pasara más tiempo a mi lado.

-Yo tampoco estoy demasiado con los míos. – Siempre están investigando cosas. Y a Hota–Chan la veo menos todavía. Está todavía más ocupada. - Repuso Keiko asimismo apenada. -

-Yo espero poder llegar a ser una gran científica algún día. - Le dijo entonces Satory tratando de cambiar de tema para animarse. -

-A mí también me gustaría. - Convino la niña afirmando entusiasta. - Me lo paso muy bien con Mimette y con Daniel cuando me enseñan cosas en el laboratorio. Son muy divertidos, todo el día con música y haciendo juegos. Algún día quisiera ser una de las Hadas de las que hablan.

- ¿De esas con alas? - Se sonrió su interlocutora, mirándola divertida. Pese a todo pensó que Keiko era todavía una cría. - ¿Las de los cuentos?

 

            Pero la misma niña la sorprendió cuando, negando con la cabeza, le aclaró.

 

-No, una de las Hadas – cinco, son el grupo de científicas que están aprendiendo con ellos y con mis padres. Como un equipo de élite de esos de las películas.

 

            Su interlocutora la observó con cara de sorpresa. ¡Ella no sabía nada de ese proyecto! En ese momento Hotaru regresó con los batidos para las niñas y un zumo de melocotón para ella.

 

-Aquí tenéis. -  Les dijo afablemente repartiendo las bebidas. -

-Gracias Hota-chan. - Repuso Keiko tomando su batido con ambas manos para darle un largo sobro de inmediato. -

- ¿De qué hablabais tan animadas? - Quiso saber la recién llegada. -

 

            Las dos niñas le refirieron su conversación y Hotaru asintió pensativa, para decirles con su mejor voluntad y cariño.

 

-A veces los adultos tiene que ocuparse de cosas muy importantes. No es que no deseen ver a sus hijos, pero no les queda otra elección. Papá tampoco tuvo demasiado tiempo para pasarlo conmigo cuando yo era niña. Pero siempre que estábamos juntos merecía la pena. La clave es aprovechar el tiempo del que dispongamos.

-Pues si algún día soy mayor y tengo hijos estaré más tiempo con ellos. Aunque sea una investigadora famosa. - Afirmó rotundamente Keiko. - O una gran cantante.

 

            Hotaru se sonrió, su hermana en efecto tenía una voz muy hermosa, capaz incluso de conmoverla a ella cuando cantaba. La misma Satory había tenido ocasión de escucharla alguna vez y desde luego que podría dedicarse a ser artista si quisiera. Aunque daba la impresión de que, al menos, en ese momento, era la vocación científica de Keiko la que se imponía.

 

- Yo también haré lo mismo, me encanta la ciencia. – Convino Satory, agregando no sin un poso de tristeza. - Sería una suerte poder trabajar con tus padres. Al mío le veo poco y a mi madre ni siquiera la conocí. Murió al poco de nacer yo.

-Sí…yo también perdí a la mía siendo muy pequeña. - Asintió Hotaru que miraba a esa chica con expresión compasiva para añadir. - Se muy bien lo que se siente. Sin embargo, he tenido la suerte de criarme con unas maravillosas compañeras. Y tú, Satory, tienes unas amigas estupendas también. Nunca te faltará su afecto y su apoyo.

 

            La muchacha asintió, charló un poco más con las hermanas y al cabo de casi una hora los padres de Keiko aparecieron ya vestidos de calle, sin sus típicas batas de laboratorio.

 

-Hola cariño. - Saludó Kaori, la pelirroja madre de la muchacha, preguntando con algo de inquietud. - ¿Has tenido que esperar mucho?

-No, mamá. - Repuso la aludida, añadiendo con jovialidad. - Me lo he pasado muy bien con Hota-chan y con Satory.

-Bueno, pues es hora de irnos ya. - Terció el profesor Tomoe consultando su reloj de pulsera para afirmar. - Tenemos el tiempo justo para llegar al parque y montar en unas cuantas atracciones.

 

            La cría asintió sonriente cuando entonces pareció pensar algo y propuso.

 

- ¿Podrían venirse Hota-chan y Satory con nosotros?

 

            Los adultos intercambiaron miradas de desconcierto. Aunque Hotaru enseguida le sonrió a su hermana negando con la cabeza.

 

- ¡Qué más quisiera! Pero tengo mucho que hacer…-Se lamentó la joven. -

 

            Y aprovechando aquello, la morena muchacha se despidió afectuosamente de su padre, de su hermanastra y de Satory, dedicándole un adiós un tanto más frío a Kaori, que musitó la misma palabra. Después se alejó de allí. Así, toda la atención se centró en la hija del millonario. Keiko no esperó para proponer a su amiga en tanto la miraba esperanzada.

 

- ¿Y tú Satory, puedes venir?

-Tendría que consultárselo a mi padre. Me dice que no salga fuera sin medidas de seguridad. - Suspiró la aludida con visible apuro, para añadir no sin pesar. - Mejor será que no. Os entretendría mucho hasta que pudiese hablar con él y llegaríais tarde.

-Puedo intentar llamarle. - Se ofreció Tomoe, visiblemente apenado por la muchacha. - Si tenemos suerte puede que responda enseguida.

 

            Sin embargo, Satory sonrió débilmente negando con la cabeza y pudo decir aparentando desenfado.

 

-No hace falta, muchas gracias. En lugar de eso, cuando tengan tiempo me gustaría que me hablasen del proyecto Hadas- cinco.

- ¿El proyecto Hadas-Cinco? - Se sorprendió Kaori al escucharla, para poder preguntar sin disimular su desconcierto. - ¿Cómo sabes tú eso?

- ¡Se lo he dicho yo, mamá! Sería estupendo que Satory y yo pudiéramos ser hadas. - Terció una entusiasmada Kaori, desvelando. - A veces os he oído a papá y a ti hablar de eso.

 

            Los dos aludidos se miraron con cara de circunstancias. Finalmente fue Tomoe quién, tratando de restarle importancia a aquello, declaró.

 

-Ya tendremos tiempo de hablar de esas cosas… ¿De acuerdo, Satory?...ahora lo lamento, pero debemos irnos ya. ¿Estás segura de que no quieres que intente contactar con tu padre?

-No, muchas gracias, doctor. - Repuso la jovencita con un suave tono de voz. -  Que lo pasen bien.

 

            Y la familia se despidió de ella, la muchacha se quedó allí, suspirando. Como de costumbre con sus libros como única compañía. No obstante, desde entonces se prometió que estudiaría todavía más y que llegaría a ser una científica brillante. Así sería digna de entrar en ese proyecto y puede que su padre entonces pasara más rato junto a ella. Y desde luego que cumplió esa palabra que se había dado a sí misma. Ahora estaba resuelta a hacer partícipe a su amiga de aquello también. De modo que trató de contactar al móvil de su amiga, pero estaba apagado o fuera de cobertura.

 

- ¡Vaya! - Quizás esté durmiendo. - Se dijo apurada. - Pero la conozco y seguro que no me lo perdonaría si no le cuento esto.

 

Así pues, no tuvo más remedio entonces y llamó a la casa de Amatista. Pese a que no era lo apropiado según su padre, telefoneó al móvil de esta. La muchacha no estaba segura de que su amiga lo tuviera conectado y en efecto, dio señal de apagado o fuera de cobertura.  No le quedó más remedio pues que marcar ese número por mor de la seguridad y la certeza de que contestarían. La cuestión era quién.

 

-Espero que esté despierta y lo atienda ella. - Deseó Satory.-

 

Pero fue Esmeralda la que, entre sorprendida y preocupada, atendió primero al vídeo teléfono. Un aparato creación precisamente de las empresas Masters, con medias de seguridad superiores a un teléfono móvil convencional, a fin de guardar la intimidad de esas familias tan especiales. Por ello, casi todas las llamadas en la casa de los Lassart, eran hechas o recibidas a través de él.

 

- ¿Quién es? - Inquirió reprimiendo un bostezo antes de que apareciera la imagen de su ahijada. -

- Hola, soy yo, madrina. Supongo que serán buenas noches para ti. ¿Está Amatista? - tengo que hablar con ella para una cosa muy importante.

- Ya puede serlo. - Aseveró Esmeralda que estaba en camisón y con aire soñoliento recordándole a su ahijada con reprobación. – Satory, son las cuatro de la madrugada, supongo que a veces no tomáis en cuenta las horas de diferencia. ¿Qué es eso tan importante? - Quiso saber con la curiosidad picándole pese a todo su cansancio. -

- Por favor, si no te importa preferiría hablarlo primero con ella, luego te lo contaré, no es nada seguro todavía. - Se excusó tímidamente la muchacha. -

- Está bien. - Cedió su interlocutora, sorprendida por la extraña actitud de su ahijada e incluso algo contrariada. ¿Qué estarían tramando para que ella no pudiese enterarse?, en fin. - Dijo con aire resignado. - Voy a ver si está despierta. Aunque lo dudo.

 

            Dejó el teléfono y fue a buscar a su hija, los segundos parecían no tener prisa por pasar y Satory se ponía nerviosa, pero por fin escuchó la voz de Amatista y pudo ver su cara en la pantalla.

 

- ¿Sí? Dime Satory, ¿qué es lo que te corre tanta prisa? - Inquirió la muchacha, que antes de que su amiga pudiera responder, añadió con voz cansina. - Mamá, cuelga por favor.

 

            Esmeralda, a su pesar, pues estaba loca por enterarse de lo que fuera, colgó, y una vez se escuchó el sonido del auricular posándose sobre su base. Entonces fue cuando Amatista le pidió a su interlocutora que hablase.

 

- Siento haberte despertado. - Se apresuró a disculparse Satory. - Pero es algo tan urgente que ni siquiera me preocupé del cambio de hora. Bueno, sí que lo hice. De hecho, intenté llamarte antes a tu móvil. - Pudo rectificar con voz algo nerviosa. –

-Suelo apagarlo cuando me acuesto. - Le confirmó su amiga, admitiendo todavía sorprendida. - Y por una vez, mi madre tiene razón, es muy tarde.

-Lo sé. Y lamento haberos molestado. Pero también estoy segura de que no habrías querido esperar hasta mañana cuando te lo diga. - Afirmó su interlocutora. -

- No te preocupes, en cualquier caso, no podía dormir, tengo demasiadas cosas en la cabeza. - Replicó sinceramente Amatista quien, visiblemente intrigada, la urgió. - ¡Pero cuéntamelo de una vez, mujer!

- Antes dime una cosa. - Le pidió Satory que quiso saber con patente sagacidad. - ¿Tus preocupaciones no tendrán que ver con cierto apuesto muchacho del que me hablaste? Ese que va a embarcarse.

- A decir verdad. ¡Él es la causa de todas ellas! - Admitió su amiga con un largo suspiro, apoyando la cabeza sobre una de sus manos y elevando la mirada hacia un lugar indefinido del techo. -

 

            Su amiga sonrió, ahora era el momento perfecto para que ella replicase con tono animoso...

 

- Pues quizás tenga la solución a tus problemas.

- No me digas que a tu padre se le ha terminado todo el dinero que tiene y no puede hacer que vuele esa cosa. – Aventuró su contertulia. -

 

Y lo dijo con una mezcla de interés, esperanza, y humorístico sarcasmo tal que hizo sonreír a su interlocutora.

 

- ¡No, no es eso, tonta! - Negó Satory con gesto divertido para añadir con un tono algo enigmático. - Pero es algo relacionado con el proyecto. Una propuesta en realidad. Aunque, para ello, debes de estar muy segura de lo que vas a responderme.

- Bueno, pues pregúntamelo de una vez. - Le pidió su contertulia aguardando con expectación. -

 

            La cuestión que formuló entonces Satory no se hizo esperar. Y fue rápida, clara y sin rodeos. Con aquella vez en la que Keiko le propuso ir al parque de atracciones…

 

- ¿Vendrías con nosotros?

 

            Amatista quedó boquiabierta, no sabía que decir, ni siquiera tenía la seguridad de que aquello fuera en serio. Satory por su parte le refirió un breve resumen de la conversación que había mantenido con su padre.

 

- Yo he conseguido que papá me deje ir en mi calidad de licenciada en bioquímica y astrofísica, con especialidad en radioastronomía.

 

            El caso de esa chica era realmente impresionante, no solamente era la hija del mayor accionista del proyecto, sino que, a pesar de su juventud, había sido capaz de estudiar y graduarse e incluso hacer valiosas aportaciones en aquellas dos carreras tan difíciles, ¡casi al mismo tiempo! No en vano su difunta madre poseía también una inteligencia superior a la normal. Ahora tenía la ocasión de doctorarse a bordo de esa nave, pero lo más sorprendente para su amiga fue oírla decir.

 

- Le pedí a mi padre que, en función del proyecto Hadas- Cinco, te consiguiera una plaza en los laboratorios de bioquímica. Allí nos harán falta ayudantes.

- ¿Hadas- Cinco? ¿Qué es eso? - Se sorprendió su contertulia. -

- Es algo largo de explicar. Hadas- Cinco o Fairy -Five, es materia reservada. Ni yo misma tengo idea de qué comprende exactamente. – Respondió su amiga. - Lo que importa es que, gracias a eso, se pueden hacer reclutamientos de personal sin pasar por criterios de selección estándar…

- Pero si yo solamente he estudiado el primer año de carrera. - Pudo oponer Amatista que seguía atónita, tardó en poder añadir. - ¿Cómo van a admitir a una estudiante que únicamente va a empezar segundo?

- No debes preocuparte. - Le aseguró Satory. - Aunque, en realidad, los ayudantes de laboratorio deberían ser al menos licenciados como yo, en la práctica, hay pocos que deseen irse en una misión de estas características. Y el proyecto de las hadas cinco es un plan diseñado para captar y formar a jóvenes talentos en cualquier área de ciencias. Por eso te he dicho que se pueden sortear los criterios de selección al uso. Aparte de algunas convocatorias para seleccionar candidatos he averiguado que hay un pequeño margen para elegir algunos de libre designación.

- ¿Pero tú me has mirado bien? - Se espantó Amatista, siendo capaz replicar con incredulidad. - ¿Un joven talento en ciencias...yo? Si todavía me dijeras en kárate o en natación… ¡Si casi no sé distinguir una probeta de un matraz! - Confesó realmente apurada, e incluso algo avergonzada. -

 

            Pese a ello su amiga sonrió, y pudo responder con calma.

 

- No te preocupes. Eso sería lo de menos. Escucha. Hasta ahora creo que solamente hemos conseguido a dos chicas, aparte de la jefa del grupo, que es la única doctora y que ha sido una de las mejores discípulas del doctor Tomoe. En cuanto a mí, quiero ser capaz de preparar una tesis allí, en función de lo que descubramos, y de remitirla a la Tierra. Mi padre debe reclutar al menos a otra ayudante, y no podemos esperar mucho. Todo lo más siete días, a partir de hoy mismo, y ya llevamos unas horas del primero de los siete. - Señaló un reloj que tenía cerca de su posición. -

 - ¡Pero, así, tan de repente y faltando tan poco tiempo! - Exclamó su contertulia oponiendo con desasosiego en la voz. - Leval y Mazoui tuvieron dos años para pensarlo y tú me pides que me decida en una semana.

- Si es por tus estudios, ya te he dicho que no pasa nada, tenemos científicos que han dado clases a bordo. Ellos se ocuparán de instruirte y a la vez, aprenderás en el terreno práctico de la experimentación. Además, necesitamos gente robusta y sana, de buena constitución para viajar por el espacio, y tú reúnes esas cualidades, de eso estoy segura. Contempla la oportunidad. - Añadió Satory con más entusiasmo. - Podrías especializarte directamente en la investigación de un proyecto único.

- ¿Qué proyecto es ese? - Quiso saber Amatista con una no disimulada perplejidad, no en vano, conocía bien a Satory y la muchacha no se exaltaba, así como así. -

- No puedo decirte nada, es secreto, salvo que decidas unirte a nosotros. - Le respondió ella con rotundidad, aunque enseguida añadió con un tinte más familiar. - Pero te aseguro que lo encontrarás apasionante. Mira, mañana voy a estar presente en la ceremonia de graduación, hablaremos allí. Supongo que tú también iras ¿no?

- Sí, sí claro. - Convino rápidamente la interpelada que remachó con una leve sonrisa. - Mi grupo actúa después.

- Sabía que no podrías resistirte a tanto chico guapo de uniforme. - Sonrió su amiga mordisqueando ligeramente una patilla de sus gafas y se despidió. - Hasta mañana entonces.

- Hasta mañana y muchas gracias, Satory - Respondió su interlocutora colgando. -

 

            Ahora sí que no pudo parar de dar vueltas en la cama mientras pensaba. ¡Aquella era la ocasión que ella había pedido cómo si de un milagro se tratase! Era la solución a sus plegarias, el modo de no perder a Leval, es más, de viajar con él. Aunque antes, sin ningún viso de posibilidad, había sido fácil aventurarse a pensar que ella iría a donde hiciera falta. Empero, las cosas tomaban otro cariz muy distinto. ¿Y si ese chico después de todo no la quería? Aquello significaría abandonar a su familia, a sus amigos, ¡a la Tierra misma! Se sentía abrumada por tanta responsabilidad. Y por si eso fuera poco, su madre tocó a la puerta.

 

- ¿Sí? - Inquirió ella. -

 

            Esmeralda se deslizó sigilosamente en la habitación y con un tono de voz a medio camino entre el susurro y la impaciencia le preguntó.

 

- ¿Se puede saber qué quería Satory?

- ¡Oh, nada! …bueno sí, preguntarme algo sobre la graduación. - Comentó ambiguamente Amatista. -

 

            El gesto de su madre se torció, estaba claro que no se creía eso. De hecho, Esmeralda comentó con evidente malestar.

 

-Una de dos, o no me quieres contar lo que te ha dicho o Satory se ha vuelto loca de repente, y no me cuadra mucho la segunda posibilidad.

-Es que estoy muy cansada. Me muero de sueño. - Pudo pretextar Amatista. - Y mañana tenemos la ceremonia, mamá, ¡por favor!

-Está bien. - Concedió ésta a desgana. - Duerme y descansa lo que puedas. Ya hablaremos mañana.

 

Y salió de la habitación. Amatista suspiró aliviada, no dejaba de darle vueltas a todo aquello. Por fortuna el sueño acabó venciéndola y rendida, se durmió. Su mente trabajaba durante aquel descanso y creyó soñar con una extraña luz que parecía llamarla a su lado, en el fondo de ésta, se recortaba una alta figura de ropajes ondulantes a una inexistente brisa. Aquella aparición le tendió una mano y le susurraba con afecto.

 

- ¡Vamos, Amatista, ¡vamos! ¡Sigue a tu destino!

 

Pero ella no pudo llegar a alcanzarla, alguien la empujaba. Abrió el ojo de mala gana y sintió ese mismo zarandeo, era su madre que la sacudía suavemente y que, cuando la vio despertar, la instó con tono apremiante.

 

- ¡Vamos hija, espabila!, se te han pegado las sábanas, es muy tarde. Desde luego, vaya horas elegís para contaros secretitos Satory y tú.

- ¿Qué hora es? - Pudo gemir la chica tapándose aun los ojos del agresivo sol que entraba por su ventana, abierta de par en par.

- Más de las doce. - Le informó su madre que nuevamente la urgió, llena de impaciencia. - ¡Pero vamos, date prisa!, dúchate y desayuna. Tu padre y yo te esperamos. ¡Vengaaa! - Insistió tironeándole de las sábanas hasta que se las arrebató. - ¡Muévete ya, zángana!

 

            Amatista se resistía a levantarse, aún estaba medio dormida. Se aferraba a su almohada lanzando una colección de bostezos y cerró de nuevo los ojos, negándose a abrirlos. Por fin, pareció ir tomando conciencia de la situación y pudo decir cansina y resignadamente.

 

- Enseguida voy, mamá...

- Por cierto. - Le preguntó Esmeralda, insistiendo al hilo de la noche anterior. - ¿Qué es lo que quería Satory a las cuatro de la madrugada que fuese tan importante como para llamarte?

- Nada, cosas de chicas. - Pretextó ella que agregó. - Estoy hecha polvo, luego te lo cuento. ¿Vale?

- Como tú quieras - concedió maliciosamente su madre arreándole una fuerte palmada en el trasero. – ¡Hala, arriba!…

- ¡Auh! mamá. No hacía falta que hicieras eso. - Exclamó la dolorida chica que no esperaba tal gesto, además eso picaba bastante y la parte que recibió el golpe le quedó resentida durante unos instantes. – ¡Me has dejado hasta una marca!

- Ya se te quitará, Chérie. Y de momento nadie te va a mirar ahí. - Sonrió con regocijo Esmeralda que se tomaba así una pequeña venganza por tanto secretismo. – Vamos, que el tiempo apremia.

 

            Por lo menos eso sirvió para que Amatista reaccionase definitivamente, levantándose como un resorte de la cama. Se metió en la ducha y al salir tomó un frugal desayuno a base fundamentalmente de frutas, vistiéndose acto seguido con rapidez con ropa previsoramente dispuesta por su madre. Todo le tomó unos cuarenta minutos. Diamante y Esmeralda montaron en el coche y la apremiaron a subir. Una vez a bordo, se perdieron en dirección al sitio en donde iba a tener lugar la ceremonia. Por suerte llegaron a tiempo de reunirse con los otros. Al igual que las demás familias, amigos, novios y novias de los diversos cadetes que se graduaban en todos los ciclos a partir de alférez. Y precisamente los protagonistas de este evento aguardaban ya nerviosos el momento de comenzar. Mazoui y Leval desfilarían entre los graduados, Granate lo haría formando parte de la tropa que les escoltaba. Antes de empezar, las diversas compañías se arremolinaban escuchando el consejo de sus oficiales al mando, el capitán de la de Mazoui y Leval decía.

 

- Ante todo, tengan mucha tranquilidad, esto no es diferente de los ensayos que hemos hecho. - Pausa dramática, media sonrisa y añadió con jocosidad y no sin cierta dosis de saludable sarcasmo. - Excepto claro está, que sus mamás y papás, amén del resto de sus familias, claro, van a estar ahí animándolos.

 

            Todos celebraron el comentario con unas risas que relajaban la tensión y su jefe de filas agregó, ahora completamente en serio.

 

- Lo único que tienen que hacer es marcar el paso y no olvidar que son oficiales. No deben dejarse influir por nada que no sea el pensar en su tarea. Ánimo y cumplan con la ceremonia, sé que no me van a defraudar. Así que ya saben. Por la Academia.

- Al orden señor, adelante ¡UNISON! - Gritaron todos a la vez.  Apelando así a las complejas siglas de la organización mundial a la que pertenecían, United Normative International (for) Sideral Organiced  Navigation.-

 

            Su superior sonrió complacido y retomó su voz seria y de mando para ordenar.

 

- Adelante, columna de a cuatro, según lo dispuesto. Primeros tenientes abriendo la marcha.

 

            Los oficiales comenzaron a salir, desfilando con gran precisión y marcialidad, no en vano se habían pasado ensayando todo el último mes para que el desfile fuera perfecto. Mazoui era de los que iban en cabeza de la formación. Leval le seguía entre las primeras filas de los segundos tenientes. Detrás de él iba Granate en un lateral de la tropa. La compañía cantaba una de las canciones de marcha militar de forma tan sincronizada como su paso. Éste era tan rápido que, a los pocos minutos, llegaban ya hacia la zona de tribunas, en donde se concentraban todos sus familiares. Cuando los vieron acercarse, tanto Petz, como Karaberasu, Beruche, así como Cooan, ejerciendo de tía orgullosa, les seguían emocionadas con la vista tratando de localizarles y al verlos, prorrumpieron en chillidos de alegría.

 

- ¡Mirad, ahí están! - Indicó Karaberasu señalando con vehemencia y alborozo, más aún cuando recalcó. – Y Mazoui va de los primeros.

 

            Bertie, con el mismo tinte de desbordada expectación, le pedía a su esposo.

 

- Cariño, ¿no podrías hacer algo para que lo viéramos mejor?

 

Realmente había mucha gente por delante de ella que le impedían ver con claridad. Roy no tenía problemas serios, dada su estatura, aunque enseguida comprendió e hizo levitar levemente a su mujer los centímetros suficientes como para que pudiera observar bien y no llamar la atención. Y lo hizo justo a tiempo para que la orgullosa madre descubriera avanzar a la compañía en la parte en la que estaba su hijo. Enseguida agitó los brazos llamándole a voz en grito.

 

-¡Leval cariño, soy yo!  Estamos aquí.

- Papá – le pidió insistentemente Kerria. - Súbeme a mí también.

 

            Aunque la muchacha era sensiblemente más alta que su madre Roy aceptó elevarla, pero lo hizo sobre sus hombros y Kerria, a caballo, también agitó las manos hacia su hermano y sus primos. Aunque ni Mazoui, ni Leval, ni Granate parecieron verlas y eso que estaban casi junto a ellos.

 

- ¡Soy mamá, cielo! - Repetía Beruche visiblemente emocionada, aunque al instante le comentó a su marido con extrañeza. - ¡Qué raro! Ha debido vernos y no responde. Ni siquiera ha prestado un poquito de atención.

 

            El interpelado sonrió divertido y replicó con voz condescendiente mientras movía la cabeza.

 

- Cubito, nuestro hijo y nuestros sobrinos están desfilando. Son oficiales militares y no se pueden parar a saludar porque su mamaíta o sus tías les griten, el reglamento se lo prohíbe. ¡Imagínate que cuadro sería si Leval se detiene para sonreírle a su mamá!

 

            Su esposa se sonrojó dándose cuenta de ello. Incluso para una persona normalmente comedida y racional como ella esta ocasión desbordaba todo su orgullo de madre y le había sido imposible controlarse. Entonces admitió con una media sonrisa de azoramiento.

 

- Tienes razón. ¡Qué tonta! Es que me hacía tanta ilusión verle en este día que ni me acordaba de eso. - Su marido asintió comprendiendo la circunstancia, aunque ella volvió a la carga cuando le susurró con cómplice simpatía guiñando un ojo. - ¿Y no podría hacerme un saludo chiquitín?

 

            Roy suspiró una vez más moviendo la cabeza lentamente de lado a lado en tanto se sonreía. ¡Ésta Bertie! Pero podía entender perfectamente lo que su mujer sentía, realmente lo mismo que él. Rebosaban de orgullo, su hijo estaba ahí con los mejores cadetes de todo el planeta, formando parte de una página de la historia por escribir, la exploración del Espacio. Era un momento a recordar para toda la vida. Aunque luego llegaría la tristeza de la despedida, pero ¿a qué pensar ahora en eso? De momento lo mejor sería disfrutar con el espectáculo.

 

- ¿Y esa bandera que lleva Leval? - Quiso saber Kerria señalando a su hermano, que efectivamente portaba un largo estandarte. –

 

            Brian, que estaba junto a ella, algo más retrasado en su posición, pese ser incluso algo más bajo que la chica dados los tacones que ella llevaba, le contestó para beneplácito de los Malden.

 

- Es el estandarte de su promoción. Como ha sido el mejor de los segundos tenientes tiene el honor de llevarlo. Los primeros tenientes llevan desenvainados sus sables, como Mazoui.

 

Señaló a ese muchacho que, efectivamente, iba con una larga espada desenvainada que a veces solía bajar a un lado, haciendo que toda la compañía mirase hacia allí. De esta forma rendían honores a los invitados ilustres, representantes de los diversos países de la ONU y mandos militares, que se acomodaban en su camino.

 

- ¡Es impresionante! –Alabó Cooan, señalando a la tropa para remachar. - Van todos muy coordinados.

-A eso se le llama marcar el paso, cariño. - Le dijo Tom, quien, desde detrás de esta, posaba sus manos en los hombros de su esposa. -

- ¡Ahí están! - Sonrió Petz sin poder disimular tampoco su orgullo de madre, sentenciando. - Mis sobrinos y mi hijo. Granate estaba realmente contento cuando supo que podría desfilar junto a ellos hoy.

- ¡Vamos a inmortalizar esto! - Añadió Zafiro, que estaba junto a ella y trataba de enfocar con su teléfono móvil para tomar un buen registro documental de todo. -

- No pierdas detalle, hermano. - Le animó Diamante sonriendo junto a su mujer. -

-Sí, las chicas ya están en ello. - Convino Esmeralda. - Espero que lo podáis grabar todo.

 

            Y la veterana diseñadora se fijó por unos instantes en su propia hija quien, a su lado, no dejaba de observar embelesada a los cadetes en formación o, mejor dicho, a uno de ellos en particular. Sonrió con ternura. Su niña tenía esa mirada llena de arrobamiento y respiraba de un modo tan inconfundible… casi terminando en un suspiro. Y no era para menos.

 

-Eso me sucedía a mí cuando vi por primera vez a Diamante. - Recordó con una mezcla de nostalgia y afecto.-

 

            Entre tanto, la tropa se acercaba entonando esas canciones militares, la figura de Leval era cada vez más visible. Y con ese aire tan marcial y esa apostura estaba realmente imponente.

 

-Escuchad. ¡Es mi hijo el que canta! - Comentó una muy orgullosa Petz.-

 

            Así era, Granate era de los que cantaba esas tonadas, en tanto que sus compañeros de pelotón la coreaban o se unían a él. El chico demostró un gran dominio del arte del desfile, marcando el paso a la perfección y manejando con maestría ese fusil que llevaba, al igual que el resto de su compañía. La serie de molinetes que hacían y los distintos movimientos de rifle en bandolera, cruzado sobre el hombro o en posición de revista así lo atestiguaban. Combinando todo eso los militares hacían las delicias de todos. En cuanto a Granate, tanto la madre del chico, como su hermano y su padre no podían dejar de mirarle con patente orgullo y emoción, en tanto el joven entonaba.

 

Cuando despierto, se bien que voy a ser
voy a ser el hombre que despierta cerca de ti
Cuando salgo, sí sé que voy a ser
voy a ser el hombre que te acompañará

Si me emborracho, se bien que voy a ser
voy a ser el hombre que se emborracha cerca de ti
Si estoy nervioso, sí sé que voy a ser
voy a ser el hombre que se ponga nervioso por ti

Pero yo caminarí­a quinientas millas
y caminaría quinientas más
para ser el hombre que camina miles de millas
para caer frente a tu puerta

Cuando estoy trabajando, sí sé que voy a ser
voy a ser el hombre que trabaja duro por ti
cuando el dinero venga por el trabajo que hago
te pasará cada centavo 

¡Cuando llego a casa, Oh! sé que voy a ser
voy a ser el hombre que regresa a casa por ti

Si envejezco, se bien que voy a ser
voy a ser el hombre que envejece contigo.

Pero yo caminaría quinientas millas
y caminaría quinientas más
para ser el hombre que camina miles de millas
para caer frente a tu puerta

Cuando estoy solo, se bien que voy a ser
voy a ser el hombre que estará solo sin ti
y cuando estoy soñando, se bien que voy a soñar
voy a soñar sobre el tiempo que estoy contigo.

Y cuando salgo, se bien que voy a ser
voy a ser el hombre que te acompañaría
Y cuando llego a casa, sé que voy a ser
voy a ser el hombre que llega a casa contigo

Voy a ser el hombre que estaría llegando a casa… contigo

Pero yo caminaría quinientas millas
y caminaría quinientas más
para ser el hombre que camina miles de millas
para caer frente a tu puerta.

(The Proclaimers. I gonna be, I would walk 500 miles, crédito al autor)

 

- ¡Es una canción un poco machista! - Objetó jocosamente Katherine, quien tampoco podía apartar la vista de su hermano que coreaba aquella letra al igual que el resto de la compañía. - Solamente habla de hombres, ¿acaso no hay mujeres que desfilan también?

-Sí, hay muchas chicas en el grupo. Pero no han pensado mucho en ellas. - Apuntó Kerria, qué pese a todo, sonreía realmente radiante viendo a su propio hermano. - Eso habría que cambiarlo.

-Tened en cuenta que son canciones muy antiguas. - Les comentó Roy, que no estaba menos henchido de orgullo al contemplar a su hijo que el resto de sus familiares. - Cuando se compusieron o se pusieron de moda, no había muchas mujeres en el ejército.

-Eso ahora no importa. Vosotras únicamente ocuparos de no perder detalle. - Les pidió Beruche a su hija y a sus sobrinas, alegando con humor. - Ya nos centraremos en la liberación femenina después.

-Descuida, mamá. - Sonrió Kerria, que estaba visiblemente emocionada también, más al añadir. - Quedará para la posteridad.

 

Y es que la madre de Leval derramaba alguna lagrimilla de alegría y orgullo sin poderlo evitar al mirar a su hijo y a sus sobrinos. Podría decirse lo mismo de Petz y de Karaberasu. En tanto Idina, tan emocionada como los demás, comentó a su vez.

 

-No te preocupes tía Bertie, estamos en ello. Hemos traído la mejor tecnología…

 

Y así era, las chicas tiraban fotos del desfile sin parar. Kerria y Amatista, provistas también de cámaras digitales con buen zoom, no perdían detalle a la hora de enfocar a los muchachos. Idina le pedía a Alan, su hermano mayor que había podido asistir, que grabase cada movimiento en el vídeo que había traído. Katherine apremiaba también a su padre para que hiciera lo propio. La verdad, aquello era bastante vistoso y bonito, los cadetes con sus uniformes azul marino en casaca y pantalón, solamente cruzado por una raya blanca en el lateral de las perneras, sus gorras de plato a juego con el emblema de la ONU y las siglas UNISON a los lados de los hombros. Mazoui, al igual que los primeros tenientes, tal y como explicase Brian, llevaba desenvainado un sable que mantenía en alto y únicamente lo bajaba para saludar a los diversos puestos de jefes y oficiales que flaqueaban el desfile. Leval hacía lo propio bajando la bandera en la misma inclinación. Avanzaban como un bloque perfectamente coordinado escoltados desde arriba por el paso de algunos reactores de combate que lanzaban humos de colores, formando la bandera de las Naciones Unidas sobre ellos, justo cuando se detuvieron frente a la tribuna de autoridades. En ese instante se produjo un total silencio. Todos los nuevos oficiales se cuadraron, saludando en formación. Recibieron entonces la orden de descanso de su capitán y aguardaron. En ese momento el general en jefe le dio una señal al capitán que saludó y se unió a la formación de sus cadetes. El público guardaba ahora expectante, sin pestañear. Amatista, callada también y con la emoción contenida, observaba sin perder detalle. Notó entonces una mano que se posaba suavemente sobre su hombro izquierdo. Girándose descubrió a Satory, ésta lucía una graciosa coletita y sus características gafas redondas para completar un suave vestido de verano color azul celeste. La hija de Masters sonrió a su amiga señalando a los oficiales y más concretamente a Leval.

 

- Es ese de ahí, ¿verdad? - Le inquirió a Amatista en busca de una más que segura confirmación. -

 

            En ese instante el objeto del interés de las muchachas clavaba el estandarte en el suelo y a una orden de su capitán, tanto él, como los demás desenvainaron nuevamente las espadas en posición de presentar armas. Y Satory comentó con admiración.

 

- ¡Tiene una planta imponente! – Y, señalando más tarde a otro de los oficiales, preguntó con un mal disimulado interés. - ¿Y ese quién es?

- Un primo suyo, se llama Mazoui. – Repuso rápidamente Amatista, que solamente tenía ojos para Leval, aunque tras reparar un poco en el semblante de su amiga, añadió. - También es muy guapo. ¿Acaso te has fijado en él?

- No, no es eso. - Respondió la interpelada con voz titubeante, sorprendida por la pregunta. No obstante, se rehízo añadiendo con una pretendida naturalidad, que se veía claramente rebatida por los colores que asomaban en sus mejillas. - Únicamente vi una foto suya en un informe que estaba en el despacho de mi padre, nada más.

 

            Amatista asintió sin poder evitar una sonrisa, Satory mentía muy mal. Estaba claro que a ella no le era indiferente aquel chico. No obstante, no tuvo demasiado tiempo para pensar en eso. El general en jefe, de tres estrellas, un hombre de pelo cano, estatura y constitución mediana y gesto de facciones suaves reclamó la atención de todos los asistentes cuando se levantó de la tribuna acercándose a un púlpito provisto de micrófono. Aproximándose al mismo, comenzó a dar su discurso.

 

- Es un gran honor estar aquí, a punto de dar sus despachos de primeros tenientes, segundos tenientes y alféreces, a los componentes de la primera promoción de la Academia Aeroespacial de la Tierra Unida. – Hizo una leve pausa y se dirigió directamente a los oficiales que aguardaban sus despachos añadiendo con tono más jovial. - De veras que les envidio, daría la mitad de mi vida por ser tan joven y estar tan lleno de ilusiones como ustedes, y sobre todo por tener la oportunidad de embarcarme en este proyecto tan maravilloso, el proyecto en el que hemos estado trabajando tantos años.

 

            Todo el mundo aplaudió, el gran viaje espacial no era ya ningún secreto. El general acababa de reconocer públicamente lo que circulaba desde hacía tiempo con el rango de rumor. Hasta esa misma mañana y de cara a la prensa y la opinión pública, ni se había confirmado, ni desmentido. Así lo explicó el alto mando que comentó.

 

- Esta mañana, nuestro presidente y el resto de los líderes mundiales relacionados con el proyecto lo han sacado a la luz, y por mi parte debo añadir que ahora ponemos la última piedra con ustedes. Muchos de los que están ahora aquí, en frente mío. Jóvenes oficiales a punto de recibir sus despachos, serán esa piedra angular. Junto con otros colegas más veteranos se convertirán en los pioneros. Tendrán la honrosa tarea de viajar posiblemente más allá de las fronteras de nuestro sistema solar. Para descubrir maravillas, llegar donde nadie jamás ha llegado y representar a la Humanidad entera. Les deseo la mejor de las suertes. Dios les bendiga a todos.

 

            Y tras otra tanda de aplausos el general dio por terminado ese discurso arenga cuando declaró.

 

- ¡Que comience la entrega de despachos!

 

Y al son de una marcha militar los oficiales fueron pasando por orden alfabético a recoger sus respectivos títulos. El general los iba repartiendo, recibiéndoles a su vez de un subalterno que los portaba en una gran bandeja. Cuando los entregaba saludaba e iba felicitando brevemente a cada uno de ellos. Todos los alumnos repetían el ritual, sable desenvainado saludaban con él, acercándose la empuñadura a la altura del rostro y lo guardaban al momento, en cuanto su superior respondía con un saludo militar. Después, alargaban una mano enguantada en la que recibían el diploma de sus respectivos grados y con la otra, estrechaban la mano del general. Una vez recibidos los parabienes giraban en posición de firmes y volvían a su puesto en la formación.

 

      Cuando le llegó el turno a Mazoui, el general le recibió, y tras la entrega del despacho le saludó con las palabras de rigor que completaba con el apellido de cada uno.

 

- Muchas felicidades, teniente primero O' Brian

- Gracias, señor. - Respondió él de forma pausada y neutra, tal y como debía hacer. -

 

            Mazoui estaba dándose la vuelta cuando el general añadió, ahora en un tono de mayor complicidad.

 

- Que Dios le acompañe y mucha suerte, muchacho.

 

El chico respondió con una leve inclinación de cabeza y una fugaz sonrisa, el protocolo no le permitía más. Aunque desde la distancia, Katherine y su familia no llegaron a apreciar esto y la muchacha comentó un poco desencantada.

 

- ¿Y eso es todo?

- ¿Qué te esperabas? - Le preguntó Mathew entre sorprendido y divertido con la expresión de su hija. -

- No sé. - Replicó ella dubitativamente. - Quizás que le dieran una medalla por ser el mejor.

- No te preocupes, cariño, ya tendrá tiempo de conseguir muchas. - Sonrió Karaberasu, llena de un gran orgullo. -

 

            Cuando le tocó el turno a Leval se repitió el ceremonial y el general le dedicó también una breve frase deseándole fortuna, el chico asintió con la cabeza y musitó un “gracias, señor”.

 

- ¡Nuestro hijo está realmente guapísimo! - Exclamó una encantada Bertie juntando ambas manos bajo su barbilla. -

-Sí. - Y yo por mi parte puedo presumir de hermano mayor. - Sonrió Kerria. -

-Y él de hermana pequeña. - Se apresuró a añadir Brian. -

 

            La chica se sonrojó un poco y Roy sonrió. Al menos esos dos parecían estar cada día más unidos. Ahora que Leval se iba a marchar, Dios sabía a dónde, eso era al menos algo bueno.

 

-Sí…somos una estupenda familia. Eso es lo más hermoso que hemos logrado en esta vida. - Meditaba el veterano ex jugador de baloncesto sin dejar de mirar a su hijo en la distancia. -

 

 Éste volvió a su puesto y todos esperaron a que terminase el acto, cuando concluyó, a una orden de su capitán, rompieron filas arrojando sus gorras al aire en un estallido de júbilo general. Ahora podían correr hacia sus respectivas familias que les esperaban con los brazos abiertos. Leval estaba saludando efusivamente a sus padres y hermana cuando se le acercó Amatista. Al principio la joven lo hizo de forma tímida porque no deseaba interrumpir el reencuentro del muchacho con su familia. No obstante, cuando estos terminaron y tanto Roy como Beruche se dirigieron también a felicitar a Mazoui, la chica se aproximó más decidida. Era su oportunidad, posiblemente la última para decidir su propio futuro. Y no pudo empezar mejor. Leval al verla sonrió ampliamente. Parecía estar muy contento de que ella estuviera allí. La joven entonces declaró con voz afectuosa.

 

- Muchas felicidades, por fin has conseguido lo que siempre deseaste, estoy muy contenta por ti.

- Muchas gracias. - Repuso él casi con un susurro, posando sus manos suavemente sobre los hombros de la muchacha y añadiendo con amabilidad. –  Tenerte aquí en este momento es muy importante para mí.

 

Su interlocutora se ruborizó por completo, y sintió como las piernas le temblaban. Leval la miraba con esa simpatía de antaño, pero creyó descubrir algo más profundo, una calidez que prendió en ella haciendo que su corazón se inflamase de nuevo. Sobre todo, cuando él añadió casi a título de promesa.

 

- Me gustaría tener más tiempo para pasarlo contigo, Amatista. Sé que en estos últimos dos años apenas nos hemos visto y posiblemente ha sido culpa mía. - Declaró con pesar. -  Ahora, cuando por fin he conseguido graduarme, debo irme tan lejos.

 

Y para estupor de ella, su contertulio acarició el rostro de la muchacha con una de sus manos y la chica notó la suavidad en el tacto y la fuerza a un tiempo que él tenía. Sorprendida y visiblemente emocionada por esas palabras, apenas sí pudo replicar con la voz entrecortada.

 

- Leval, yo...quisiera decirte que...

 

            Él se inclinó con gesto atento, dispuesto a escuchar cualquier cosa y Amatista supo que aquel era el momento, el instante que llevaba esperando durante todos esos años. Pero su siguiente sílaba fue ahogada por el jolgorio general que le extinguió la palabra en su garganta incluso antes de poder pronunciarla. En ese momento Roy y los demás distrajeron a Leval y cuando ambos chicos quisieron darse cuenta, el muchacho era elevado en volandas por su padre y demás amigos, incluido el propio padre de Amatista. La pobre chica se quedó allí, clavada, sin poder reaccionar viendo como alejaban al joven protagonista de su lado para homenajearlo. Únicamente pudo musitar lo que hubiera querido haberle dicho, y lo hizo con voz queda y un tremendo sentimiento de tristeza y decepción.

 

-Estaré a tu lado cada día. Esperando a que me muestres tu amor…

 

Por suerte, Kerria estaba cerca de ellos y la oyó. Enseguida se aproximó a su amiga diciéndole animosa.

 

- Mi hermano ha empezado a darse cuenta de la verdad. Ahora que, como ha dicho, terminó sus estudios, puede dejar que su mente descanse y que sus emociones le gobiernen. Realmente es un chico muy sentimental, pero hasta ahora no ha podido permitírselo. Y, sobre todo, la certeza de saber que se marchará tan pronto es lo que le da más alas a su corazón.

- Quizás sea demasiado tarde ya. - Se lamentó Amatista, quien lejos de consolarse con esas palabras, añadió con pesar. - He estado a punto de decírselo. Pero al final no he sido capaz…Me quedé clavada sin saber que hacer…

- Creo que no hace falta que emplees palabras. - Le sonrió su interlocutora posando una mano sobre el hombro derecho de su amiga y asegurando. - Mi hermano lo sabe.

 

             Su contertulia se sentía morir y a la vez estuvo de pronto más alegre que nunca. Ahora tenía la respuesta a su propio dilema, y esta vez declaró con una nueva y rotunda firmeza que sorprendió a su amiga.

 

- Tienes razón, no hay nada perdido. Kerria, debo contarte algo, nadie lo sabe hasta ahora salvo Satory. Y yo misma, no me he decidido hasta este mismo momento, pero ahora sé que, pase lo que pase, lo haré.

 

Ante la cara de sorpresa de su amiga, Amatista le contó lo sucedido la pasada noche y sus planes de embarcar.  Y a modo de última comprobación, le pidió su opinión. Su interlocutora sonrió de forma amplia, tierna y fraternal, respondiendo con voz suave y llena de afecto.

 

- Solamente escucha a tu corazón y ve donde él te lleve.

 

Amatista asintió emocionada, los ojos le hacían aguas y abrazó fuertemente a su amiga. Eso era lo que más necesitaba escuchar.  ¡Sí, iría con Leval!, estaría junto a él y compartiría sus sueños y sus aventuras. A pesar de tener que abandonar a su familia, sus amigos y su mundo, en el que siempre había vivido. En ese instante no hubo para ella nada más que el deseo de vivir la vida al lado del chico al que amaba. Pero ahora restaba quizás la parte más difícil de la decisión, el cómo iba a contárselo a sus padres y a afrontar su más que segura oposición…

 

-Papá, mamá… espero que podáis comprenderlo. Será tan duro para mí como para vosotros. - Suspiraba mientras permanecía fundida en ese abrazo con Kerria. -

 

            Y en otra tribuna, Minako, Makoto, Rei y Ami, contemplaban a los muchachos y a las familias de estos. Fue la antaño más conocida como guerrera Júpiter quien declaró con patente emoción.

 

-Mi ahijado y los otros muchachos han estado imponentes. Parece mentira cuando le recuerdo de niño, lo trasto que era. Y ahora ya es todo un hombre. Me imagino lo que estarán sintiendo Zafiro y Petz.  ¡Qué orgullosos deben estar! Lo mismo que las familias de los otros, ¡igual que nosotras!

-Sí. - Convino una satisfecha Ami asintiendo para decir a su vez. - Bertie estaba muy feliz, y Roy también. Me alegra mucho haber podido venir. Mi ahijado también lucía de un modo impresionante.

 

            Sus amigas corroboraron esas palabras con unas sonrisas. Desde luego que era así.

 

-Es verdad. Me ha latido con fuerza el corazón, cuando he visto a Mazoui y a los demás. Sé igual que vosotras lo mucho que esto significa para Kalie y para el resto de nuestros amigos. Sin embargo, no sé por qué Usagi no ha querido acompañarnos. - Terció Minako que parecía estar desconcertada por aquello. -

-Me dijo que tenía algunos asuntos muy urgentes que atender. Sobre todo, hablar con Neherenia y con Chibiusa. Tienen que preparar la escala técnica de esa nave, o algo así, en la Luna. - Les contó Rei. -

-Bueno, pues es una lástima que se lo haya perdido. En fin, ya le contaremos todo esto. - Declaró animadamente Makoto, añadiendo. - Ahora viene el concierto de las chicas y de Granate, ¿no es así?

-Es así, amiga mía. - Afirmó una asimismo dicharachera Ami, consultando el programa del acto y aseverando con jovialidad- ¡Estoy deseando escucharlas cantar!

-Luego iremos a felicitarles a todos. Pero creo que hemos hecho bien en estar al margen hasta ahora. Éste es un momento muy importante para ellos. Deben disfrutarlo en familia. - Comentó Minako. -

-Sí, ellos deben ser los protagonistas de este gran evento. - Sentenció Rei quien agregó con patente satisfacción. - Y nosotras, aunque estemos algo aparte, podemos sentirnos muy orgullosas.

 

            Sus amigas asintieron y ya no comentaron nada más, quedaron a la espera de que empezase aquella actuación de las Justices. Éstas no tardarían en comenzar. Sin embargo, el grupo de esas jóvenes y talentosas cantantes todavía debía preparase y mantener algunas interesantes conversaciones.




                  anterior                                                           siguiente

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Por favor, si sois tan amables y no os es molestia, comentar vuestras impresiones sobre lo que habéis leído. Me vendría muy bien para mejorar y conocer vuestras opiniones sobre mis historias. Muchas gracias. ;)