Satory Masters, ahijada de los padres de Amatista, ya había hablado por teléfono con ella en una ocasión sobre ese mismo tema. Entonces su amiga le comentó algo sobre Leval y la posibilidad de que éste se embarcase.
-En ese caso, no te precipites. - Le aconsejó
la muchacha en aquella ocasión. – Espera a ver si él se decide por completo.
-Gracias, lo haré. - Respondió la
agradecida Amatista. -
Habían
sido amigas desde niñas, Satory era casi tres años mayor, aun así, muchas veces
parecía todo lo contrario. Para empezar, físicamente la hija de los Lassart era
un portento, a su gran estatura sumaba sus imponentes atributos femeninos en
tanto que Satory, siendo una muchacha atractiva, de cuerpo bonito y no
precisamente bajita, quedaba casi como una niña en comparación. Sin embargo,
eso jamás las había separado, al contrario. Cuando podían verse, siendo dos
hijas únicas, mantenían una relación de hermanas. Desde que eran unas crías
solían pasar tiempo de sus vacaciones juntas, sobre todo cuando los padres de Amatista
iban a la isla privada de Ian Masters compartiendo sus alegrías, tristezas,
sueños y esperanzas. Luego, cuando se mudaron a los Estados Unidos, las
muchachas no pudieron verse en algún tiempo. Satory estaba a punto de iniciar
su formación universitaria entonces. Como digna hija de su fallecida madre,
Jennifer, era muy inteligente y capaz. Aunque tímida y retraída para el
contacto social. A eso contribuía el hecho de que su padre, por mor de
protegerla de cualquier amenaza, raras veces la dejaba salir de la seguridad de
aquella isla, y, cuando esto sucedía, la chica iba fuertemente escoltada. Pese
a todo, Satory siguió permaneciendo en contacto con su gran amiga y esta le fue
contando como se había enamorado de aquel fantástico chico. Después, la hija
del millonario investigó por curiosidad en la ficha de Leval dando con la del
primo de este, que, en su opinión, era tan guapo como él o para su gusto,
incluso más.
-Vaya, un muchacho al que no me
importaría en absoluto conocer. - Pensó Satory. -
Aunque
el tiempo pasó y eso no se produjo, tuvo que prepararse muy a fondo en sus
prácticas con el profesor Tomoe y su esposa, la doctora Kaori, como mentores,
cuando acabó sus estudios y abordó el inicio de su doctorado. Así, un día,
Amatista le envió un mensaje diciéndole que Leval se iría en aquel viaje.
Satory le prometió hacer algunas llamadas y averiguaciones para ver que podía
conseguir. Habló con algunas personas a cargo del proyecto y después con su
padre, el millonario Ian, en persona. Como sabía que la cuestión era espinosa y
difícil la chica aprovechó una de las pocas veces que éste se encontraba solo
en el despacho en un receso entre una de sus interminables reuniones de juntas.
Satory se debatía entre el miedo y el deseo de hablarle. Normalmente era muy
vergonzosa, pero en esta ocasión lo hacía por su amiga de toda la vida. Además,
había otra cosa que no había dicho, ella misma tenía la ilusión de unirse a
aquella expedición. Pero era tan tímida y apocada que le daba miedo plantarse
ante su padre si solamente se hubiese tratado de ella misma. Sin embargo, al
tener que ver en ello también Amatista, podría aunar ambas cosas y presentarse
con sobradas razones. Así que, reuniendo todo su valor, se aproximó a su
progenitor que estaba de espaldas, arrellanado en su sillón, descansando por
unos instantes de su apretada agenda.
- Hola papá. - Le saludó pasándole los
brazos alrededor del cuello con las manos entrelazadas y apoyándose en sus
hombros. - ¿Puedo hablar contigo? - Le pidió con su habitual suavidad. -
- Sí, claro, hija. - Concedió él con
agrado. - Dime, ¿de qué se trata? - Le inquirió con tono risueño. -
- Verás. - Le susurró Satory tratando
de que su corazón no se desbocase a causa del nerviosismo. -Como he terminado
mi carrera me gustaría ponerme a trabajar.
- Me parece muy bien. - Acordó su
padre, viendo en eso lo más natural y pasando a interesarse con aprobación. -
¿Y qué te gustaría hacer?...
- Siempre me ha gustado mucho la
investigación. - Repuso ella sintiendo como llegaba el inexorable momento de
poner las cartas boca arriba. -
- Veré que puesto tengo vacante en las
empresas. Seguro que Suoichi, Kaori, Daniel y Mimette estarían encantados de
que te unieses a ellos en su proyecto de Hadas Cinco. - Le sonrió su padre
tomándola de una mano y girando su sillón para poder verla. - ¿Te gustaría eso,
cariño?
Satory
enfrentó sus ojos a los de él, era en ese preciso instante o nunca. Si no
hablaba ahora sabía que no tendría valor para hacerlo después y se decidió,
aunque en un primer momento lo hizo con tono dubitativo.
- Es que, a mí, lo que realmente me
gustaría es embarcarme en el proyecto científico de la nave espacial.
Ian
se quedó helado, la sonrisa que mostraba se desvaneció de su rostro a la par
que soltaba a su hija y se levantaba bruscamente del sillón.
- ¡Ah no, eso no! Pídeme lo que
quieras, cualquier otra cosa que te apetezca, menos eso.
- Pero papá. - Se atrevió a insistir
Satory ganando en determinación. - Eso es precisamente lo que quiero hacer.
Siempre, desde que me enteré de la naturaleza de ese viaje. Me he preparado en
bioquímica, sólo para poder participar en el proyecto de crear vida en otros
mundos. He estudiado a conciencia muchos cursillos y varios posgrados. Incluso
el propio profesor Tomoe me enseñó prácticamente todo lo que sabe. He
practicado en nuestros laboratorios y participado en trabajos y tesis, además
de en la mía propia ¡Por favor!, esto no es ningún capricho pasajero, ni nada
que no haya meditado durante muchos años. Siempre he soñado conocer los
secretos del Universo.
Ian
apenas sí la escuchaba, únicamente podía darse cuenta de que su hija, lo único
que tenía después de la muerte de su esposa hacía ya tantos años, quería irse
de su lado. Durante todo este tiempo Satory fue su consuelo, su báculo y su
refugio contra todas las dificultades y los golpes de la vida. Se había
convertido también su mano derecha, era la persona a quién encargaba multitud
de asuntos que nadie más podría haber hecho salvo él mismo. Tal y como hizo en
el pasado con Jenny. Y era su heredera, a quien deseaba legar algún día todo su
gran imperio. Ahora ella ambicionaba marcharse y no a un lugar cualquiera del
mundo donde él podría encontrarla siempre, sino fuera de éste. El único sitio
en el que la perdería. Se maldecía de repente por haberla puesto al corriente
de ese proyecto espacial, ese maldito proyecto que le había absorbido casi por
completo en esos años y que ahora quería robarle a su más preciado bien, su
propia hija.
- Pero cariño, desde que tu madre murió
sólo te tengo a ti. ¡Me quedaría tan sólo, mi vida sería tan vacía! - Objetó
él, visiblemente ensombrecido. -
Satory
bajó la cabeza consternada, sabía que su petición iba a hacerle mucho daño a su
padre, pero no podía evitarlo. Para ella también sería muy dura esa separación.
Siempre habían estado muy unidos y para ella apenas sí contaban otras cosas que
su padre y sus estudios. Empero, esto era la culminación de su sueño y una
oportunidad irrepetible en la vida. Poder decir, yo estuve allí ayudando a
descubrir los entresijos de la vida y del Cosmos, era algo tan grande que
merecía cualquier sacrificio. De ese modo se había logrado convencer a sí
misma. Estaba harta de ser considerada sólo como la hija del millonario, de ser
un bicho raro que nunca salía de sus dominios de laboratorio y biblioteca. Al
menos así conocería nuevos horizontes y a nuevas personas y podría mostrar su
valía mucho mejor que en cualquier puesto que su padre le ofreciera. En el
espacio no se regalaba nada. Solamente contaba la auténtica capacidad de cada
cual. Incluso ella, que no había sido nunca muy amiga de asumir retos
aventureros, estaba dispuesta a afrontar éste con el mayor entusiasmo, como
cualquier otro científico, sin privilegios ni ayudas. Se hallaba completamente
convencida. Quedaba ahora hacer lo propio con su padre y se dispuso a
conseguirlo comenzando por rebatirle.
- No papá. Hay muchas cosas buenas a
las que tú puedes dedicarte. Como hasta ahora. Tienes muy buenos amigos y
personas que te quieren. Además, no sería tan grave. - Añadió haciendo más
jovial su tono cuando recordó otra baza más para su jugada. - Tú mismo me
hablaste de dos chicos que pueden teletransportarse a voluntad desde muy lejos.
Ellos me llevarán desde donde quiera que estemos hasta aquí. ¡Hasta podríamos
celebrar las navidades y los cumpleaños juntos!
Masters
pareció sopesar aquella opción que no se le había pasado hasta ese instante por
la cabeza. Había estado tan abrumado por la sorpresa y el temor que le
embargaban que olvidó aquello.
-Pero hija, no sé si eso funcionaría a
tanta distancia…y aunque así fuera, ¿Cómo estar seguro de que estarías a salvo
en medio del espacio?
-Lo hará. Seguro que sí. - Replicó
ella, notando como su valor se acrecentaba para agregar. - Por favor, desde que
era una niña pequeña me has rodeado de guardaespaldas y de medidas de
seguridad. Apenas sí he podido relacionarme con gente. ¡Ni tú tampoco! Siempre
has temido enamorarte de nadie porque pensabas que podrían ver en mí una
amenaza a la hora de heredar tu fortuna. Y apartarte de tu lado. Sin embargo,
yo, papá… a mí el dinero y el poder nunca me han interesado.
-No es tan simple como eso, hija. Tú no
lo comprendes. - Pudo decir el magnate realmente atónito por oír aquello. - No
se reduce a dinero y poder… Hay muchas cosas más…
-Esa es la razón. - Insistió Satory. -
Lo que siempre quise fue formar parte de algo, ¡de algo que yo pudiera ayudar a
construir, a descubrir, a realizar! …Comprendo que me quieras como yo a ti. –
Suspiró la chica que prosiguió a modo de alegato definitivo con voz más
decidida y suplicante a la vez, teñida siempre con su clásica dulzura...- Si de
verdad me quieres, por favor, no me robes este sueño. Ya no soy una niña, ¡he
crecido! Y esto es toda mi vida, es sentirme yo misma...
- Es cierto. - Tuvo que concederle él,
acariciando el pelo de su hija con suavidad. - Ya no eres una niña. Satory, no
me había dado cuenta de que has crecido. Perdóname, yo solamente he querido
cuidarte y protegerte de todo.
- Eso ya no es necesario, papá. - Le
sonrió ella emocionada a la par que le daba un beso en la mejilla. - Ya soy
adulta y debo vivir mi vida.
- Muy bien. - Cedió finalmente Ian
sintiéndose derrotado en sus deseos, pero no de una forma amarga sino casi
liberatoria. – Si eso es lo que verdaderamente deseas, por difícil que me
resulte, no te lo negaré…
En
el fondo estaba orgulloso de su hija y del coraje que demostraba. Aunque
siempre se aseguraba de tener una carta en la manga y ésta se la había
proporcionado la misma Satory a la que le recordó.
- No te olvides de hablar con esos dos
chicos para asegurarnos de que puedan traerte.
- Lo haré, papá, - le prometió ella que
a renglón seguido añadió casi de pasada como si lo hubiese olvidado
recordándolo ahora en el último momento. - Amatista los conoce muy bien y podrá
hablar con ellos. La llamaré para preguntárselo ¡y ahora que me acuerdo! ella
está estudiando biología y nos sería muy útil en la misión. Me gustaría
proponérselo y que decida ¿Puedo?
Su
padre se sentía apenas con fuerzas para polemizar sobre el tema y se limitó a
contestar resignadamente.
- No lo sé. Ya sabes que ella es mi ahijada como tú lo
eres de sus padres. Y aunque debo reconocer que estaría más tranquilo si ambas
fuerais juntas siendo como sois las dos, amigas desde pequeñas, también
comprendo que a sus padres no les va a gustar la idea. Del mismo modo que me
sucede a mí contigo. Conozco bien a Diamante y a Esmeralda y no pienso que sean
tan fáciles de convencer como yo. Pero, si quieres, pregúntaselo...
- A ella también la podrían traer de
vuelta. - Afirmó despreocupadamente la chica. – Además, con preguntar no pierdo
nada.
- Muy bien Satory, sabes que confío en
tu buen juicio. Siempre lo has tenido. Haz lo que consideres mejor, yo te
respaldaré. Pero déjale a Amatista un tiempo prudencial para que lo consulte
con sus padres. – Le indicó Ian. -
- ¡Entonces les llamaré ahora mismo! -
Repuso su hija visiblemente entusiasmada, sobre todo cuando admitió. - Sé que en Nueva York será un poco tarde,
pero esto es algo muy importante, lo comprenderán.
Ian
asintió lenta y vagamente a su hija que salió rauda del despacho, dejando a su
padre perdido en sus reflexiones y sus recuerdos, para dirigirse a una
habitación contigua. La muchacha rememoraba a su vez. Desde luego había dicho
la verdad. ¡Cuántas veces desde que era una niña había visitado los
laboratorios y escuchado absorta las explicaciones del profesor Tomoe, de Kaori
e incluso las cosas que Daniel y Mimette le enseñaban! Aquello era de las pocas
distracciones que le gustaban dentro de su rutina que siempre había sido la misma.
Estudiar con preceptores más o menos estrictos, formarse bien para el día de
mañana, apenas frecuentar a otros chicos y chicas de su edad por el miedo de su
padre a que sus enemigos hicieran un blanco de ella. De las pocas amigas con
los que pudo jugar y sentirse algo más libre estaban precisamente Amatista
Lassart, Hotaru y Keiko Tomoe. Una vez, hacía ya algunos años, recordaba el
charlar con las hijas del doctor. Aunque la mayor era ya toda una señorita que
solía visitar a su padre ocasionalmente, dado que estudiaba en el extranjero,
según le dijeron. La pequeña por su parte era una niña encantadora de media
melena pelirroja y ojos violeta. Una tarde estaban sentadas en la cafetería del
laboratorio aguardando a que el doctor y Kaori terminasen su jornada.
- ¿Os apetece algo, chicas? – Se
interesó Hotaru, esa joven morena de largo cabello moreno y ojos violetas que
estaba de visita aquel día. -
- ¡Quiero un batido de fresa, por
favor! – Pidió Keiko que en aquel entonces debería de rondar los diez años. -
Su
hermana mayor sonrió asintiendo. Y a su vez dedicó su atención a Satory para
hacerle la misma pregunta.
- ¿Y tú? ¿Qué deseas tomar?
-Un batido de vainilla. Gracias. - Se
sonrojó la chica, que tendría los catorce años. -
Su
interlocutora asintió, se marchó un momento a por las bebidas. Satory se sentó
con Keiko que aguardaba contenta.
-Te veo muy feliz. - Le dijo a la
chiquilla. -
-Sí, mis padres me han prometido que
hoy, cuando terminen de trabajar, me van a llevar al parque de atracciones. -
Respondió la interpelada. -
- ¡Qué suerte! – Suspiró su contertulia
para lamentar. - Mi padre siempre está reunido con accionistas, con sus
directivos, secretarias o trabajando en vete a saber qué. Muchas veces no le
veo en varios días. Aunque sé que me quiere mucho y que me compra muchas cosas.
Sin embargo, preferiría que pasara más tiempo a mi lado.
-Yo tampoco estoy demasiado con los
míos. – Siempre están investigando cosas. Y a Hota–Chan la veo menos todavía.
Está todavía más ocupada. - Repuso Keiko asimismo apenada. -
-Yo espero poder llegar a ser una gran
científica algún día. - Le dijo entonces Satory tratando de cambiar de tema
para animarse. -
-A mí también me gustaría. - Convino la
niña afirmando entusiasta. - Me lo paso muy bien con Mimette y con Daniel
cuando me enseñan cosas en el laboratorio. Son muy divertidos, todo el día con
música y haciendo juegos. Algún día quisiera ser una de las Hadas de las que
hablan.
- ¿De esas con alas? - Se sonrió su
interlocutora, mirándola divertida. Pese a todo pensó que Keiko era todavía una
cría. - ¿Las de los cuentos?
Pero
la misma niña la sorprendió cuando, negando con la cabeza, le aclaró.
-No, una de las Hadas – cinco, son el grupo
de científicas que están aprendiendo con ellos y con mis padres. Como un equipo
de élite de esos de las películas.
Su
interlocutora la observó con cara de sorpresa. ¡Ella no sabía nada de ese
proyecto! En ese momento Hotaru regresó con los batidos para las niñas y un
zumo de melocotón para ella.
-Aquí tenéis. - Les dijo afablemente repartiendo las bebidas.
-
-Gracias Hota-chan. - Repuso Keiko
tomando su batido con ambas manos para darle un largo sobro de inmediato. -
- ¿De qué hablabais tan animadas? -
Quiso saber la recién llegada. -
Las
dos niñas le refirieron su conversación y Hotaru asintió pensativa, para
decirles con su mejor voluntad y cariño.
-A veces los adultos tiene que ocuparse
de cosas muy importantes. No es que no deseen ver a sus hijos, pero no les
queda otra elección. Papá tampoco tuvo demasiado tiempo para pasarlo conmigo
cuando yo era niña. Pero siempre que estábamos juntos merecía la pena. La clave
es aprovechar el tiempo del que dispongamos.
-Pues si algún día soy mayor y tengo
hijos estaré más tiempo con ellos. Aunque sea una investigadora famosa. -
Afirmó rotundamente Keiko. - O una gran cantante.
Hotaru
se sonrió, su hermana en efecto tenía una voz muy hermosa, capaz incluso de
conmoverla a ella cuando cantaba. La misma Satory había tenido ocasión de
escucharla alguna vez y desde luego que podría dedicarse a ser artista si
quisiera. Aunque daba la impresión de que, al menos, en ese momento, era la
vocación científica de Keiko la que se imponía.
- Yo también haré lo mismo, me encanta
la ciencia. – Convino Satory, agregando no sin un poso de tristeza. - Sería una
suerte poder trabajar con tus padres. Al mío le veo poco y a mi madre ni
siquiera la conocí. Murió al poco de nacer yo.
-Sí…yo también perdí a la mía siendo
muy pequeña. - Asintió Hotaru que miraba a esa chica con expresión compasiva
para añadir. - Se muy bien lo que se siente. Sin embargo, he tenido la suerte
de criarme con unas maravillosas compañeras. Y tú, Satory, tienes unas amigas
estupendas también. Nunca te faltará su afecto y su apoyo.
La
muchacha asintió, charló un poco más con las hermanas y al cabo de casi una
hora los padres de Keiko aparecieron ya vestidos de calle, sin sus típicas
batas de laboratorio.
-Hola cariño. - Saludó Kaori, la
pelirroja madre de la muchacha, preguntando con algo de inquietud. - ¿Has
tenido que esperar mucho?
-No, mamá. - Repuso la aludida,
añadiendo con jovialidad. - Me lo he pasado muy bien con Hota-chan y con
Satory.
-Bueno, pues es hora de irnos ya. -
Terció el profesor Tomoe consultando su reloj de pulsera para afirmar. -
Tenemos el tiempo justo para llegar al parque y montar en unas cuantas
atracciones.
La
cría asintió sonriente cuando entonces pareció pensar algo y propuso.
- ¿Podrían venirse Hota-chan y Satory
con nosotros?
Los
adultos intercambiaron miradas de desconcierto. Aunque Hotaru enseguida le
sonrió a su hermana negando con la cabeza.
- ¡Qué más quisiera! Pero tengo mucho
que hacer…-Se lamentó la joven. -
Y
aprovechando aquello, la morena muchacha se despidió afectuosamente de su
padre, de su hermanastra y de Satory, dedicándole un adiós un tanto más frío a
Kaori, que musitó la misma palabra. Después se alejó de allí. Así, toda la
atención se centró en la hija del millonario. Keiko no esperó para proponer a
su amiga en tanto la miraba esperanzada.
- ¿Y tú Satory, puedes venir?
-Tendría que consultárselo a mi padre.
Me dice que no salga fuera sin medidas de seguridad. - Suspiró la aludida con
visible apuro, para añadir no sin pesar. - Mejor será que no. Os entretendría
mucho hasta que pudiese hablar con él y llegaríais tarde.
-Puedo intentar llamarle. - Se ofreció
Tomoe, visiblemente apenado por la muchacha. - Si tenemos suerte puede que
responda enseguida.
Sin
embargo, Satory sonrió débilmente negando con la cabeza y pudo decir
aparentando desenfado.
-No hace falta, muchas gracias. En
lugar de eso, cuando tengan tiempo me gustaría que me hablasen del proyecto
Hadas- cinco.
- ¿El proyecto Hadas-Cinco? - Se sorprendió
Kaori al escucharla, para poder preguntar sin disimular su desconcierto. -
¿Cómo sabes tú eso?
- ¡Se lo he dicho yo, mamá! Sería
estupendo que Satory y yo pudiéramos ser hadas. - Terció una entusiasmada
Kaori, desvelando. - A veces os he oído a papá y a ti hablar de eso.
Los
dos aludidos se miraron con cara de circunstancias. Finalmente fue Tomoe quién,
tratando de restarle importancia a aquello, declaró.
-Ya tendremos tiempo de hablar de esas
cosas… ¿De acuerdo, Satory?...ahora lo lamento, pero debemos irnos ya. ¿Estás
segura de que no quieres que intente contactar con tu padre?
-No, muchas gracias, doctor. - Repuso
la jovencita con un suave tono de voz. -
Que lo pasen bien.
Y
la familia se despidió de ella, la muchacha se quedó allí, suspirando. Como de
costumbre con sus libros como única compañía. No obstante, desde entonces se
prometió que estudiaría todavía más y que llegaría a ser una científica
brillante. Así sería digna de entrar en ese proyecto y puede que su padre
entonces pasara más rato junto a ella. Y desde luego que cumplió esa palabra
que se había dado a sí misma. Ahora estaba resuelta a hacer partícipe a su
amiga de aquello también. De modo que trató de contactar al móvil de su amiga,
pero estaba apagado o fuera de cobertura.
- ¡Vaya! - Quizás esté durmiendo. - Se
dijo apurada. - Pero la conozco y seguro que no me lo perdonaría si no le
cuento esto.
Así
pues, no tuvo más remedio entonces y llamó a la casa de Amatista. Pese a que no
era lo apropiado según su padre, telefoneó al móvil de esta. La muchacha no
estaba segura de que su amiga lo tuviera conectado y en efecto, dio señal de
apagado o fuera de cobertura. No le
quedó más remedio pues que marcar ese número por mor de la seguridad y la
certeza de que contestarían. La cuestión era quién.
-Espero que esté despierta y lo atienda
ella. - Deseó Satory.-
Pero
fue Esmeralda la que, entre sorprendida y preocupada, atendió primero al vídeo
teléfono. Un aparato creación precisamente de las empresas Masters, con medias
de seguridad superiores a un teléfono móvil convencional, a fin de guardar la
intimidad de esas familias tan especiales. Por ello, casi todas las llamadas en
la casa de los Lassart, eran hechas o recibidas a través de él.
- ¿Quién es? - Inquirió reprimiendo un
bostezo antes de que apareciera la imagen de su ahijada. -
- Hola, soy yo, madrina. Supongo que
serán buenas noches para ti. ¿Está Amatista? - tengo que hablar con ella para
una cosa muy importante.
- Ya puede serlo. - Aseveró Esmeralda
que estaba en camisón y con aire soñoliento recordándole a su ahijada con
reprobación. – Satory, son las cuatro de la madrugada, supongo que a veces no
tomáis en cuenta las horas de diferencia. ¿Qué es eso tan importante? - Quiso
saber con la curiosidad picándole pese a todo su cansancio. -
- Por favor, si no te importa
preferiría hablarlo primero con ella, luego te lo contaré, no es nada seguro
todavía. - Se excusó tímidamente la muchacha. -
- Está bien. - Cedió su interlocutora,
sorprendida por la extraña actitud de su ahijada e incluso algo contrariada.
¿Qué estarían tramando para que ella no pudiese enterarse?, en fin. - Dijo con
aire resignado. - Voy a ver si está despierta. Aunque lo dudo.
Dejó
el teléfono y fue a buscar a su hija, los segundos parecían no tener prisa por
pasar y Satory se ponía nerviosa, pero por fin escuchó la voz de Amatista y
pudo ver su cara en la pantalla.
- ¿Sí? Dime Satory, ¿qué es lo que te
corre tanta prisa? - Inquirió la muchacha, que antes de que su amiga pudiera
responder, añadió con voz cansina. - Mamá, cuelga por favor.
Esmeralda,
a su pesar, pues estaba loca por enterarse de lo que fuera, colgó, y una vez se
escuchó el sonido del auricular posándose sobre su base. Entonces fue cuando
Amatista le pidió a su interlocutora que hablase.
- Siento haberte despertado. - Se
apresuró a disculparse Satory. - Pero es algo tan urgente que ni siquiera me
preocupé del cambio de hora. Bueno, sí que lo hice. De hecho, intenté llamarte
antes a tu móvil. - Pudo rectificar con voz algo nerviosa. –
-Suelo apagarlo cuando me acuesto. - Le
confirmó su amiga, admitiendo todavía sorprendida. - Y por una vez, mi madre
tiene razón, es muy tarde.
-Lo sé. Y lamento haberos molestado.
Pero también estoy segura de que no habrías querido esperar hasta mañana cuando
te lo diga. - Afirmó su interlocutora. -
- No te preocupes, en cualquier caso,
no podía dormir, tengo demasiadas cosas en la cabeza. - Replicó sinceramente
Amatista quien, visiblemente intrigada, la urgió. - ¡Pero cuéntamelo de una
vez, mujer!
- Antes dime una cosa. - Le pidió Satory
que quiso saber con patente sagacidad. - ¿Tus preocupaciones no tendrán que ver
con cierto apuesto muchacho del que me hablaste? Ese que va a embarcarse.
- A decir verdad. ¡Él es la causa de
todas ellas! - Admitió su amiga con un largo suspiro, apoyando la cabeza sobre
una de sus manos y elevando la mirada hacia un lugar indefinido del techo. -
Su
amiga sonrió, ahora era el momento perfecto para que ella replicase con tono
animoso...
- Pues quizás tenga la solución a tus
problemas.
- No me digas que a tu padre se le ha
terminado todo el dinero que tiene y no puede hacer que vuele esa cosa. –
Aventuró su contertulia. -
Y
lo dijo con una mezcla de interés, esperanza, y humorístico sarcasmo tal que
hizo sonreír a su interlocutora.
- ¡No, no es eso, tonta! - Negó Satory
con gesto divertido para añadir con un tono algo enigmático. - Pero es algo
relacionado con el proyecto. Una propuesta en realidad. Aunque, para ello,
debes de estar muy segura de lo que vas a responderme.
- Bueno, pues pregúntamelo de una vez.
- Le pidió su contertulia aguardando con expectación. -
La
cuestión que formuló entonces Satory no se hizo esperar. Y fue rápida, clara y
sin rodeos. Con aquella vez en la que Keiko le propuso ir al parque de
atracciones…
- ¿Vendrías con nosotros?
Amatista
quedó boquiabierta, no sabía que decir, ni siquiera tenía la seguridad de que
aquello fuera en serio. Satory por su parte le refirió un breve resumen de la
conversación que había mantenido con su padre.
- Yo he conseguido que papá me deje ir
en mi calidad de licenciada en bioquímica y astrofísica, con especialidad en
radioastronomía.
El
caso de esa chica era realmente impresionante, no solamente era la hija del
mayor accionista del proyecto, sino que, a pesar de su juventud, había sido
capaz de estudiar y graduarse e incluso hacer valiosas aportaciones en aquellas
dos carreras tan difíciles, ¡casi al mismo tiempo! No en vano su difunta madre
poseía también una inteligencia superior a la normal. Ahora tenía la ocasión de
doctorarse a bordo de esa nave, pero lo más sorprendente para su amiga fue
oírla decir.
- Le pedí a mi padre que, en función
del proyecto Hadas- Cinco, te consiguiera una plaza en los laboratorios de
bioquímica. Allí nos harán falta ayudantes.
- ¿Hadas- Cinco? ¿Qué es eso? - Se
sorprendió su contertulia. -
- Es algo largo de explicar. Hadas-
Cinco o Fairy -Five, es materia reservada. Ni yo misma tengo idea de qué
comprende exactamente. – Respondió su amiga. - Lo que importa es que, gracias a
eso, se pueden hacer reclutamientos de personal sin pasar por criterios de
selección estándar…
- Pero si yo solamente he estudiado el
primer año de carrera. - Pudo oponer Amatista que seguía atónita, tardó en
poder añadir. - ¿Cómo van a admitir a una estudiante que únicamente va a
empezar segundo?
- No debes preocuparte. - Le aseguró
Satory. - Aunque, en realidad, los ayudantes de laboratorio deberían ser al
menos licenciados como yo, en la práctica, hay pocos que deseen irse en una
misión de estas características. Y el proyecto de las hadas cinco es un plan
diseñado para captar y formar a jóvenes talentos en cualquier área de ciencias.
Por eso te he dicho que se pueden sortear los criterios de selección al uso.
Aparte de algunas convocatorias para seleccionar candidatos he averiguado que
hay un pequeño margen para elegir algunos de libre designación.
- ¿Pero tú me has mirado bien? - Se
espantó Amatista, siendo capaz replicar con incredulidad. - ¿Un joven talento
en ciencias...yo? Si todavía me dijeras en kárate o en natación… ¡Si casi no sé
distinguir una probeta de un matraz! - Confesó realmente apurada, e incluso
algo avergonzada. -
Pese
a ello su amiga sonrió, y pudo responder con calma.
- No te preocupes. Eso sería lo de
menos. Escucha. Hasta ahora creo que solamente hemos conseguido a dos chicas,
aparte de la jefa del grupo, que es la única doctora y que ha sido una de las
mejores discípulas del doctor Tomoe. En cuanto a mí, quiero ser capaz de
preparar una tesis allí, en función de lo que descubramos, y de remitirla a la
Tierra. Mi padre debe reclutar al menos a otra ayudante, y no podemos esperar
mucho. Todo lo más siete días, a partir de hoy mismo, y ya llevamos unas horas
del primero de los siete. - Señaló un reloj que tenía cerca de su posición. -
- ¡Pero, así, tan de repente y faltando tan
poco tiempo! - Exclamó su contertulia oponiendo con desasosiego en la voz. -
Leval y Mazoui tuvieron dos años para pensarlo y tú me pides que me decida en
una semana.
- Si es por tus estudios, ya te he
dicho que no pasa nada, tenemos científicos que han dado clases a bordo. Ellos
se ocuparán de instruirte y a la vez, aprenderás en el terreno práctico de la
experimentación. Además, necesitamos gente robusta y sana, de buena
constitución para viajar por el espacio, y tú reúnes esas cualidades, de eso
estoy segura. Contempla la oportunidad. - Añadió Satory con más entusiasmo. -
Podrías especializarte directamente en la investigación de un proyecto único.
- ¿Qué proyecto es ese? - Quiso saber
Amatista con una no disimulada perplejidad, no en vano, conocía bien a Satory y
la muchacha no se exaltaba, así como así. -
- No puedo decirte nada, es secreto,
salvo que decidas unirte a nosotros. - Le respondió ella con rotundidad, aunque
enseguida añadió con un tinte más familiar. - Pero te aseguro que lo
encontrarás apasionante. Mira, mañana voy a estar presente en la ceremonia de
graduación, hablaremos allí. Supongo que tú también iras ¿no?
- Sí, sí claro. - Convino rápidamente
la interpelada que remachó con una leve sonrisa. - Mi grupo actúa después.
- Sabía que no podrías resistirte a
tanto chico guapo de uniforme. - Sonrió su amiga mordisqueando ligeramente una
patilla de sus gafas y se despidió. - Hasta mañana entonces.
- Hasta mañana y muchas gracias, Satory
- Respondió su interlocutora colgando. -
Ahora
sí que no pudo parar de dar vueltas en la cama mientras pensaba. ¡Aquella era
la ocasión que ella había pedido cómo si de un milagro se tratase! Era la
solución a sus plegarias, el modo de no perder a Leval, es más, de viajar con
él. Aunque antes, sin ningún viso de posibilidad, había sido fácil aventurarse
a pensar que ella iría a donde hiciera falta. Empero, las cosas tomaban otro
cariz muy distinto. ¿Y si ese chico después de todo no la quería? Aquello
significaría abandonar a su familia, a sus amigos, ¡a la Tierra misma! Se
sentía abrumada por tanta responsabilidad. Y por si eso fuera poco, su madre
tocó a la puerta.
- ¿Sí? - Inquirió ella. -
Esmeralda
se deslizó sigilosamente en la habitación y con un tono de voz a medio camino
entre el susurro y la impaciencia le preguntó.
- ¿Se puede saber qué quería Satory?
- ¡Oh, nada! …bueno sí, preguntarme
algo sobre la graduación. - Comentó ambiguamente Amatista. -
El
gesto de su madre se torció, estaba claro que no se creía eso. De hecho, Esmeralda
comentó con evidente malestar.
-Una de dos, o no me quieres contar lo
que te ha dicho o Satory se ha vuelto loca de repente, y no me cuadra mucho la
segunda posibilidad.
-Es que estoy muy cansada. Me muero de
sueño. - Pudo pretextar Amatista. - Y mañana tenemos la ceremonia, mamá, ¡por
favor!
-Está bien. - Concedió ésta a desgana.
- Duerme y descansa lo que puedas. Ya hablaremos mañana.
Y
salió de la habitación. Amatista suspiró aliviada, no dejaba de darle vueltas a
todo aquello. Por fortuna el sueño acabó venciéndola y rendida, se durmió. Su
mente trabajaba durante aquel descanso y creyó soñar con una extraña luz que
parecía llamarla a su lado, en el fondo de ésta, se recortaba una alta figura
de ropajes ondulantes a una inexistente brisa. Aquella aparición le tendió una
mano y le susurraba con afecto.
- ¡Vamos, Amatista, ¡vamos! ¡Sigue a tu
destino!
Pero
ella no pudo llegar a alcanzarla, alguien la empujaba. Abrió el ojo de mala
gana y sintió ese mismo zarandeo, era su madre que la sacudía suavemente y que,
cuando la vio despertar, la instó con tono apremiante.
- ¡Vamos hija, espabila!, se te han
pegado las sábanas, es muy tarde. Desde luego, vaya horas elegís para contaros
secretitos Satory y tú.
- ¿Qué hora es? - Pudo gemir la chica
tapándose aun los ojos del agresivo sol que entraba por su ventana, abierta de
par en par.
- Más de las doce. - Le informó su
madre que nuevamente la urgió, llena de impaciencia. - ¡Pero vamos, date
prisa!, dúchate y desayuna. Tu padre y yo te esperamos. ¡Vengaaa! - Insistió
tironeándole de las sábanas hasta que se las arrebató. - ¡Muévete ya, zángana!
Amatista
se resistía a levantarse, aún estaba medio dormida. Se aferraba a su almohada
lanzando una colección de bostezos y cerró de nuevo los ojos, negándose a abrirlos.
Por fin, pareció ir tomando conciencia de la situación y pudo decir cansina y
resignadamente.
- Enseguida voy, mamá...
- Por cierto. - Le preguntó Esmeralda,
insistiendo al hilo de la noche anterior. - ¿Qué es lo que quería Satory a las
cuatro de la madrugada que fuese tan importante como para llamarte?
- Nada, cosas de chicas. - Pretextó
ella que agregó. - Estoy hecha polvo, luego te lo cuento. ¿Vale?
- Como tú quieras - concedió
maliciosamente su madre arreándole una fuerte palmada en el trasero. – ¡Hala,
arriba!…
- ¡Auh! mamá. No hacía falta que
hicieras eso. - Exclamó la dolorida chica que no esperaba tal gesto, además eso
picaba bastante y la parte que recibió el golpe le quedó resentida durante unos
instantes. – ¡Me has dejado hasta una marca!
- Ya se te quitará, Chérie. Y de
momento nadie te va a mirar ahí. - Sonrió con regocijo Esmeralda que se tomaba
así una pequeña venganza por tanto secretismo. – Vamos, que el tiempo apremia.
Por
lo menos eso sirvió para que Amatista reaccionase definitivamente, levantándose
como un resorte de la cama. Se metió en la ducha y al salir tomó un frugal
desayuno a base fundamentalmente de frutas, vistiéndose acto seguido con
rapidez con ropa previsoramente dispuesta por su madre. Todo le tomó unos cuarenta
minutos. Diamante y Esmeralda montaron en el coche y la apremiaron a subir. Una
vez a bordo, se perdieron en dirección al sitio en donde iba a tener lugar la
ceremonia. Por suerte llegaron a tiempo de reunirse con los otros. Al igual que
las demás familias, amigos, novios y novias de los diversos cadetes que se
graduaban en todos los ciclos a partir de alférez. Y precisamente los
protagonistas de este evento aguardaban ya nerviosos el momento de comenzar.
Mazoui y Leval desfilarían entre los graduados, Granate lo haría formando parte
de la tropa que les escoltaba. Antes de empezar, las diversas compañías se
arremolinaban escuchando el consejo de sus oficiales al mando, el capitán de la
de Mazoui y Leval decía.
- Ante todo, tengan mucha tranquilidad,
esto no es diferente de los ensayos que hemos hecho. - Pausa dramática, media
sonrisa y añadió con jocosidad y no sin cierta dosis de saludable sarcasmo. -
Excepto claro está, que sus mamás y papás, amén del resto de sus familias,
claro, van a estar ahí animándolos.
Todos
celebraron el comentario con unas risas que relajaban la tensión y su jefe de
filas agregó, ahora completamente en serio.
- Lo único que tienen que hacer es
marcar el paso y no olvidar que son oficiales. No deben dejarse influir por
nada que no sea el pensar en su tarea. Ánimo y cumplan con la ceremonia, sé que
no me van a defraudar. Así que ya saben. Por la Academia.
- Al orden señor, adelante ¡UNISON! -
Gritaron todos a la vez. Apelando así a
las complejas siglas de la organización mundial a la que pertenecían, United Normative
International (for) Sideral Organiced
Navigation.-
Su
superior sonrió complacido y retomó su voz seria y de mando para ordenar.
- Adelante, columna de a cuatro, según
lo dispuesto. Primeros tenientes abriendo la marcha.
Los
oficiales comenzaron a salir, desfilando con gran precisión y marcialidad, no
en vano se habían pasado ensayando todo el último mes para que el desfile fuera
perfecto. Mazoui era de los que iban en cabeza de la formación. Leval le seguía
entre las primeras filas de los segundos tenientes. Detrás de él iba Granate en
un lateral de la tropa. La compañía cantaba una de las canciones de marcha
militar de forma tan sincronizada como su paso. Éste era tan rápido que, a los
pocos minutos, llegaban ya hacia la zona de tribunas, en donde se concentraban
todos sus familiares. Cuando los vieron acercarse, tanto Petz, como Karaberasu,
Beruche, así como Cooan, ejerciendo de tía orgullosa, les seguían emocionadas
con la vista tratando de localizarles y al verlos, prorrumpieron en chillidos
de alegría.
- ¡Mirad, ahí están! - Indicó
Karaberasu señalando con vehemencia y alborozo, más aún cuando recalcó. – Y
Mazoui va de los primeros.
Bertie,
con el mismo tinte de desbordada expectación, le pedía a su esposo.
- Cariño, ¿no podrías hacer algo para
que lo viéramos mejor?
Realmente
había mucha gente por delante de ella que le impedían ver con claridad. Roy no
tenía problemas serios, dada su estatura, aunque enseguida comprendió e hizo
levitar levemente a su mujer los centímetros suficientes como para que pudiera
observar bien y no llamar la atención. Y lo hizo justo a tiempo para que la
orgullosa madre descubriera avanzar a la compañía en la parte en la que estaba
su hijo. Enseguida agitó los brazos llamándole a voz en grito.
-¡Leval cariño, soy yo! Estamos aquí.
- Papá – le pidió insistentemente Kerria.
- Súbeme a mí también.
Aunque
la muchacha era sensiblemente más alta que su madre Roy aceptó elevarla, pero
lo hizo sobre sus hombros y Kerria, a caballo, también agitó las manos hacia su
hermano y sus primos. Aunque ni Mazoui, ni Leval, ni Granate parecieron verlas
y eso que estaban casi junto a ellos.
- ¡Soy mamá, cielo! - Repetía Beruche
visiblemente emocionada, aunque al instante le comentó a su marido con
extrañeza. - ¡Qué raro! Ha debido vernos y no responde. Ni siquiera ha prestado
un poquito de atención.
El
interpelado sonrió divertido y replicó con voz condescendiente mientras movía
la cabeza.
- Cubito, nuestro hijo y nuestros
sobrinos están desfilando. Son oficiales militares y no se pueden parar a
saludar porque su mamaíta o sus tías les griten, el reglamento se lo prohíbe.
¡Imagínate que cuadro sería si Leval se detiene para sonreírle a su mamá!
Su
esposa se sonrojó dándose cuenta de ello. Incluso para una persona normalmente
comedida y racional como ella esta ocasión desbordaba todo su orgullo de madre
y le había sido imposible controlarse. Entonces admitió con una media sonrisa
de azoramiento.
- Tienes razón. ¡Qué tonta! Es que me
hacía tanta ilusión verle en este día que ni me acordaba de eso. - Su marido
asintió comprendiendo la circunstancia, aunque ella volvió a la carga cuando le
susurró con cómplice simpatía guiñando un ojo. - ¿Y no podría hacerme un saludo
chiquitín?
Roy
suspiró una vez más moviendo la cabeza lentamente de lado a lado en tanto se
sonreía. ¡Ésta Bertie! Pero podía entender perfectamente lo que su mujer
sentía, realmente lo mismo que él. Rebosaban de orgullo, su hijo estaba ahí con
los mejores cadetes de todo el planeta, formando parte de una página de la
historia por escribir, la exploración del Espacio. Era un momento a recordar
para toda la vida. Aunque luego llegaría la tristeza de la despedida, pero ¿a
qué pensar ahora en eso? De momento lo mejor sería disfrutar con el
espectáculo.
- ¿Y esa bandera que lleva Leval? -
Quiso saber Kerria señalando a su hermano, que efectivamente portaba un largo
estandarte. –
Brian,
que estaba junto a ella, algo más retrasado en su posición, pese ser incluso
algo más bajo que la chica dados los tacones que ella llevaba, le contestó para
beneplácito de los Malden.
- Es el estandarte de su promoción.
Como ha sido el mejor de los segundos tenientes tiene el honor de llevarlo. Los
primeros tenientes llevan desenvainados sus sables, como Mazoui.
Señaló
a ese muchacho que, efectivamente, iba con una larga espada desenvainada que a
veces solía bajar a un lado, haciendo que toda la compañía mirase hacia allí.
De esta forma rendían honores a los invitados ilustres, representantes de los
diversos países de la ONU y mandos militares, que se acomodaban en su camino.
- ¡Es impresionante! –Alabó Cooan,
señalando a la tropa para remachar. - Van todos muy coordinados.
-A eso se le llama marcar el paso,
cariño. - Le dijo Tom, quien, desde detrás de esta, posaba sus manos en los
hombros de su esposa. -
- ¡Ahí están! - Sonrió Petz sin poder
disimular tampoco su orgullo de madre, sentenciando. - Mis sobrinos y mi hijo.
Granate estaba realmente contento cuando supo que podría desfilar junto a ellos
hoy.
- ¡Vamos a inmortalizar esto! - Añadió
Zafiro, que estaba junto a ella y trataba de enfocar con su teléfono móvil para
tomar un buen registro documental de todo. -
- No pierdas detalle, hermano. - Le
animó Diamante sonriendo junto a su mujer. -
-Sí, las chicas ya están en ello. -
Convino Esmeralda. - Espero que lo podáis grabar todo.
Y
la veterana diseñadora se fijó por unos instantes en su propia hija quien, a su
lado, no dejaba de observar embelesada a los cadetes en formación o, mejor
dicho, a uno de ellos en particular. Sonrió con ternura. Su niña tenía esa
mirada llena de arrobamiento y respiraba de un modo tan inconfundible… casi
terminando en un suspiro. Y no era para menos.
-Eso me sucedía a mí cuando vi por
primera vez a Diamante. - Recordó con una mezcla de nostalgia y afecto.-
Entre
tanto, la tropa se acercaba entonando esas canciones militares, la figura de
Leval era cada vez más visible. Y con ese aire tan marcial y esa apostura estaba
realmente imponente.
-Escuchad. ¡Es mi hijo el que canta! -
Comentó una muy orgullosa Petz.-
Así
era, Granate era de los que cantaba esas tonadas, en tanto que sus compañeros
de pelotón la coreaban o se unían a él. El chico demostró un gran dominio del
arte del desfile, marcando el paso a la perfección y manejando con maestría ese
fusil que llevaba, al igual que el resto de su compañía. La serie de molinetes
que hacían y los distintos movimientos de rifle en bandolera, cruzado sobre el
hombro o en posición de revista así lo atestiguaban. Combinando todo eso los
militares hacían las delicias de todos. En cuanto a Granate, tanto la madre del
chico, como su hermano y su padre no podían dejar de mirarle con patente
orgullo y emoción, en tanto el joven entonaba.
Cuando despierto, se bien que voy a
ser
voy a ser el hombre que despierta cerca de ti
Cuando salgo, sí sé que voy a ser
voy a ser el hombre que te acompañará
Si me emborracho, se bien que voy a ser
voy a ser el hombre que se emborracha cerca de ti
Si estoy nervioso, sí sé que voy a ser
voy a ser el hombre que se ponga nervioso por ti
Pero yo caminaría quinientas millas
y caminaría quinientas más
para ser el hombre que camina miles de millas
para caer frente a tu puerta
Cuando estoy trabajando, sí sé que voy a ser
voy a ser el hombre que trabaja duro por ti
cuando el dinero venga por el trabajo que hago
te pasará cada centavo
¡Cuando llego a casa, Oh! sé que voy a ser
voy a ser el hombre que regresa a casa por ti
Si envejezco, se bien que voy a ser
voy a ser el hombre que envejece contigo.
Pero yo caminaría quinientas millas
y caminaría quinientas más
para ser el hombre que camina miles de millas
para caer frente a tu puerta
Cuando estoy solo, se bien que voy a ser
voy a ser el hombre que estará solo sin ti
y cuando estoy soñando, se bien que voy a soñar
voy a soñar sobre el tiempo que estoy contigo.
Y cuando salgo, se bien que voy a ser
voy a ser el hombre que te acompañaría
Y cuando llego a casa, sé que voy a ser
voy a ser el hombre que llega a casa contigo
Voy a ser el hombre que estaría llegando a casa…
contigo
Pero yo caminaría quinientas millas
y caminaría quinientas más
para ser el hombre que camina miles de millas
para caer frente a tu puerta.
(The Proclaimers. I gonna
be, I would walk 500 miles, crédito al autor)
- ¡Es una canción un poco machista! -
Objetó jocosamente Katherine, quien tampoco podía apartar la vista de su
hermano que coreaba aquella letra al igual que el resto de la compañía. -
Solamente habla de hombres, ¿acaso no hay mujeres que desfilan también?
-Sí, hay muchas chicas en el grupo.
Pero no han pensado mucho en ellas. - Apuntó Kerria, qué pese a todo, sonreía
realmente radiante viendo a su propio hermano. - Eso habría que cambiarlo.
-Tened en cuenta que son canciones muy
antiguas. - Les comentó Roy, que no estaba menos henchido de orgullo al
contemplar a su hijo que el resto de sus familiares. - Cuando se compusieron o
se pusieron de moda, no había muchas mujeres en el ejército.
-Eso ahora no importa. Vosotras únicamente
ocuparos de no perder detalle. - Les pidió Beruche a su hija y a sus sobrinas,
alegando con humor. - Ya nos centraremos en la liberación femenina después.
-Descuida, mamá. - Sonrió Kerria, que
estaba visiblemente emocionada también, más al añadir. - Quedará para la
posteridad.
Y
es que la madre de Leval derramaba alguna lagrimilla de alegría y orgullo sin
poderlo evitar al mirar a su hijo y a sus sobrinos. Podría decirse lo mismo de
Petz y de Karaberasu. En tanto Idina, tan emocionada como los demás, comentó a
su vez.
-No te preocupes tía Bertie, estamos en
ello. Hemos traído la mejor tecnología…
Y
así era, las chicas tiraban fotos del desfile sin parar. Kerria y Amatista,
provistas también de cámaras digitales con buen zoom, no perdían detalle a la
hora de enfocar a los muchachos. Idina le pedía a Alan, su hermano mayor que
había podido asistir, que grabase cada movimiento en el vídeo que había traído.
Katherine apremiaba también a su padre para que hiciera lo propio. La verdad,
aquello era bastante vistoso y bonito, los cadetes con sus uniformes azul
marino en casaca y pantalón, solamente cruzado por una raya blanca en el
lateral de las perneras, sus gorras de plato a juego con el emblema de la ONU y
las siglas UNISON a los lados de los hombros. Mazoui, al igual que los primeros
tenientes, tal y como explicase Brian, llevaba desenvainado un sable que
mantenía en alto y únicamente lo bajaba para saludar a los diversos puestos de
jefes y oficiales que flaqueaban el desfile. Leval hacía lo propio bajando la
bandera en la misma inclinación. Avanzaban como un bloque perfectamente
coordinado escoltados desde arriba por el paso de algunos reactores de combate
que lanzaban humos de colores, formando la bandera de las Naciones Unidas sobre
ellos, justo cuando se detuvieron frente a la tribuna de autoridades. En ese
instante se produjo un total silencio. Todos los nuevos oficiales se cuadraron,
saludando en formación. Recibieron entonces la orden de descanso de su capitán
y aguardaron. En ese momento el general en jefe le dio una señal al capitán que
saludó y se unió a la formación de sus cadetes. El público guardaba ahora
expectante, sin pestañear. Amatista, callada también y con la emoción contenida,
observaba sin perder detalle. Notó entonces una mano que se posaba suavemente
sobre su hombro izquierdo. Girándose descubrió a Satory, ésta lucía una
graciosa coletita y sus características gafas redondas para completar un suave
vestido de verano color azul celeste. La hija de Masters sonrió a su amiga
señalando a los oficiales y más concretamente a Leval.
- Es ese de ahí, ¿verdad? - Le inquirió
a Amatista en busca de una más que segura confirmación. -
En
ese instante el objeto del interés de las muchachas clavaba el estandarte en el
suelo y a una orden de su capitán, tanto él, como los demás desenvainaron
nuevamente las espadas en posición de presentar armas. Y Satory comentó con
admiración.
- ¡Tiene una planta imponente! – Y,
señalando más tarde a otro de los oficiales, preguntó con un mal disimulado
interés. - ¿Y ese quién es?
- Un primo suyo, se llama Mazoui. –
Repuso rápidamente Amatista, que solamente tenía ojos para Leval, aunque tras
reparar un poco en el semblante de su amiga, añadió. - También es muy guapo.
¿Acaso te has fijado en él?
- No, no es eso. - Respondió la
interpelada con voz titubeante, sorprendida por la pregunta. No obstante, se
rehízo añadiendo con una pretendida naturalidad, que se veía claramente
rebatida por los colores que asomaban en sus mejillas. - Únicamente vi una foto
suya en un informe que estaba en el despacho de mi padre, nada más.
Amatista
asintió sin poder evitar una sonrisa, Satory mentía muy mal. Estaba claro que a
ella no le era indiferente aquel chico. No obstante, no tuvo demasiado tiempo
para pensar en eso. El general en jefe, de tres estrellas, un hombre de pelo
cano, estatura y constitución mediana y gesto de facciones suaves reclamó la
atención de todos los asistentes cuando se levantó de la tribuna acercándose a
un púlpito provisto de micrófono. Aproximándose al mismo, comenzó a dar su
discurso.
- Es un gran honor estar aquí, a punto
de dar sus despachos de primeros tenientes, segundos tenientes y alféreces, a
los componentes de la primera promoción de la Academia Aeroespacial de la
Tierra Unida. – Hizo una leve pausa y se dirigió directamente a los oficiales
que aguardaban sus despachos añadiendo con tono más jovial. - De veras que les
envidio, daría la mitad de mi vida por ser tan joven y estar tan lleno de
ilusiones como ustedes, y sobre todo por tener la oportunidad de embarcarme en
este proyecto tan maravilloso, el proyecto en el que hemos estado trabajando
tantos años.
Todo
el mundo aplaudió, el gran viaje espacial no era ya ningún secreto. El general
acababa de reconocer públicamente lo que circulaba desde hacía tiempo con el
rango de rumor. Hasta esa misma mañana y de cara a la prensa y la opinión
pública, ni se había confirmado, ni desmentido. Así lo explicó el alto mando
que comentó.
- Esta mañana, nuestro presidente y el
resto de los líderes mundiales relacionados con el proyecto lo han sacado a la
luz, y por mi parte debo añadir que ahora ponemos la última piedra con ustedes.
Muchos de los que están ahora aquí, en frente mío. Jóvenes oficiales a punto de
recibir sus despachos, serán esa piedra angular. Junto con otros colegas más
veteranos se convertirán en los pioneros. Tendrán la honrosa tarea de viajar
posiblemente más allá de las fronteras de nuestro sistema solar. Para descubrir
maravillas, llegar donde nadie jamás ha llegado y representar a la Humanidad
entera. Les deseo la mejor de las suertes. Dios les bendiga a todos.
Y
tras otra tanda de aplausos el general dio por terminado ese discurso arenga
cuando declaró.
- ¡Que comience la entrega de
despachos!
Y
al son de una marcha militar los oficiales fueron pasando por orden alfabético
a recoger sus respectivos títulos. El general los iba repartiendo,
recibiéndoles a su vez de un subalterno que los portaba en una gran bandeja.
Cuando los entregaba saludaba e iba felicitando brevemente a cada uno de ellos.
Todos los alumnos repetían el ritual, sable desenvainado saludaban con él,
acercándose la empuñadura a la altura del rostro y lo guardaban al momento, en
cuanto su superior respondía con un saludo militar. Después, alargaban una mano
enguantada en la que recibían el diploma de sus respectivos grados y con la
otra, estrechaban la mano del general. Una vez recibidos los parabienes giraban
en posición de firmes y volvían a su puesto en la formación.
Cuando le llegó el turno a Mazoui, el
general le recibió, y tras la entrega del despacho le saludó con las palabras
de rigor que completaba con el apellido de cada uno.
- Muchas felicidades, teniente primero
O' Brian
- Gracias, señor. - Respondió él de
forma pausada y neutra, tal y como debía hacer. -
Mazoui
estaba dándose la vuelta cuando el general añadió, ahora en un tono de mayor
complicidad.
- Que Dios le acompañe y mucha suerte,
muchacho.
El
chico respondió con una leve inclinación de cabeza y una fugaz sonrisa, el
protocolo no le permitía más. Aunque desde la distancia, Katherine y su familia
no llegaron a apreciar esto y la muchacha comentó un poco desencantada.
- ¿Y eso es todo?
- ¿Qué te esperabas? - Le preguntó
Mathew entre sorprendido y divertido con la expresión de su hija. -
- No sé. - Replicó ella
dubitativamente. - Quizás que le dieran una medalla por ser el mejor.
- No te preocupes, cariño, ya tendrá
tiempo de conseguir muchas. - Sonrió Karaberasu, llena de un gran orgullo. -
Cuando
le tocó el turno a Leval se repitió el ceremonial y el general le dedicó
también una breve frase deseándole fortuna, el chico asintió con la cabeza y
musitó un “gracias, señor”.
- ¡Nuestro hijo está realmente
guapísimo! - Exclamó una encantada Bertie juntando ambas manos bajo su
barbilla. -
-Sí. - Y yo por mi parte puedo presumir
de hermano mayor. - Sonrió Kerria. -
-Y él de hermana pequeña. - Se apresuró
a añadir Brian. -
La
chica se sonrojó un poco y Roy sonrió. Al menos esos dos parecían estar cada
día más unidos. Ahora que Leval se iba a marchar, Dios sabía a dónde, eso era
al menos algo bueno.
-Sí…somos una estupenda familia. Eso es
lo más hermoso que hemos logrado en esta vida. - Meditaba el veterano ex
jugador de baloncesto sin dejar de mirar a su hijo en la distancia. -
Éste volvió a su puesto y todos esperaron a
que terminase el acto, cuando concluyó, a una orden de su capitán, rompieron
filas arrojando sus gorras al aire en un estallido de júbilo general. Ahora
podían correr hacia sus respectivas familias que les esperaban con los brazos
abiertos. Leval estaba saludando efusivamente a sus padres y hermana cuando se
le acercó Amatista. Al principio la joven lo hizo de forma tímida porque no
deseaba interrumpir el reencuentro del muchacho con su familia. No obstante,
cuando estos terminaron y tanto Roy como Beruche se dirigieron también a
felicitar a Mazoui, la chica se aproximó más decidida. Era su oportunidad,
posiblemente la última para decidir su propio futuro. Y no pudo empezar mejor.
Leval al verla sonrió ampliamente. Parecía estar muy contento de que ella
estuviera allí. La joven entonces declaró con voz afectuosa.
- Muchas felicidades, por fin has
conseguido lo que siempre deseaste, estoy muy contenta por ti.
- Muchas gracias. - Repuso él casi con
un susurro, posando sus manos suavemente sobre los hombros de la muchacha y
añadiendo con amabilidad. – Tenerte aquí
en este momento es muy importante para mí.
Su
interlocutora se ruborizó por completo, y sintió como las piernas le temblaban.
Leval la miraba con esa simpatía de antaño, pero creyó descubrir algo más
profundo, una calidez que prendió en ella haciendo que su corazón se inflamase
de nuevo. Sobre todo, cuando él añadió casi a título de promesa.
- Me gustaría tener más tiempo para
pasarlo contigo, Amatista. Sé que en estos últimos dos años apenas nos hemos
visto y posiblemente ha sido culpa mía. - Declaró con pesar. - Ahora, cuando por fin he conseguido graduarme,
debo irme tan lejos.
Y
para estupor de ella, su contertulio acarició el rostro de la muchacha con una
de sus manos y la chica notó la suavidad en el tacto y la fuerza a un tiempo
que él tenía. Sorprendida y visiblemente emocionada por esas palabras, apenas
sí pudo replicar con la voz entrecortada.
- Leval, yo...quisiera decirte que...
Él
se inclinó con gesto atento, dispuesto a escuchar cualquier cosa y Amatista
supo que aquel era el momento, el instante que llevaba esperando durante todos
esos años. Pero su siguiente sílaba fue ahogada por el jolgorio general que le
extinguió la palabra en su garganta incluso antes de poder pronunciarla. En ese
momento Roy y los demás distrajeron a Leval y cuando ambos chicos quisieron
darse cuenta, el muchacho era elevado en volandas por su padre y demás amigos,
incluido el propio padre de Amatista. La pobre chica se quedó allí, clavada,
sin poder reaccionar viendo como alejaban al joven protagonista de su lado para
homenajearlo. Únicamente pudo musitar lo que hubiera querido haberle dicho, y
lo hizo con voz queda y un tremendo sentimiento de tristeza y decepción.
-Estaré a tu lado cada día. Esperando a
que me muestres tu amor…
Por
suerte, Kerria estaba cerca de ellos y la oyó. Enseguida se aproximó a su amiga
diciéndole animosa.
- Mi hermano ha empezado a darse cuenta
de la verdad. Ahora que, como ha dicho, terminó sus estudios, puede dejar que
su mente descanse y que sus emociones le gobiernen. Realmente es un chico muy
sentimental, pero hasta ahora no ha podido permitírselo. Y, sobre todo, la certeza
de saber que se marchará tan pronto es lo que le da más alas a su corazón.
- Quizás sea demasiado tarde ya. - Se
lamentó Amatista, quien lejos de consolarse con esas palabras, añadió con
pesar. - He estado a punto de decírselo. Pero al final no he sido capaz…Me
quedé clavada sin saber que hacer…
- Creo que no hace falta que emplees
palabras. - Le sonrió su interlocutora posando una mano sobre el hombro derecho
de su amiga y asegurando. - Mi hermano lo sabe.
Su contertulia se sentía morir y a la vez
estuvo de pronto más alegre que nunca. Ahora tenía la respuesta a su propio
dilema, y esta vez declaró con una nueva y rotunda firmeza que sorprendió a su
amiga.
- Tienes razón, no hay nada perdido.
Kerria, debo contarte algo, nadie lo sabe hasta ahora salvo Satory. Y yo misma,
no me he decidido hasta este mismo momento, pero ahora sé que, pase lo que
pase, lo haré.
Ante
la cara de sorpresa de su amiga, Amatista le contó lo sucedido la pasada noche
y sus planes de embarcar. Y a modo de
última comprobación, le pidió su opinión. Su interlocutora sonrió de forma
amplia, tierna y fraternal, respondiendo con voz suave y llena de afecto.
- Solamente escucha a tu corazón y ve
donde él te lleve.
Amatista
asintió emocionada, los ojos le hacían aguas y abrazó fuertemente a su amiga.
Eso era lo que más necesitaba escuchar.
¡Sí, iría con Leval!, estaría junto a él y compartiría sus sueños y sus
aventuras. A pesar de tener que abandonar a su familia, sus amigos y su mundo,
en el que siempre había vivido. En ese instante no hubo para ella nada más que
el deseo de vivir la vida al lado del chico al que amaba. Pero ahora restaba quizás
la parte más difícil de la decisión, el cómo iba a contárselo a sus padres y a
afrontar su más que segura oposición…
-Papá, mamá… espero que podáis
comprenderlo. Será tan duro para mí como para vosotros. - Suspiraba mientras
permanecía fundida en ese abrazo con Kerria. -
Y
en otra tribuna, Minako, Makoto, Rei y Ami, contemplaban a los muchachos y a
las familias de estos. Fue la antaño más conocida como guerrera Júpiter quien
declaró con patente emoción.
-Mi ahijado y los otros muchachos han
estado imponentes. Parece mentira cuando le recuerdo de niño, lo trasto que
era. Y ahora ya es todo un hombre. Me imagino lo que estarán sintiendo Zafiro y
Petz. ¡Qué orgullosos deben estar! Lo
mismo que las familias de los otros, ¡igual que nosotras!
-Sí. - Convino una satisfecha Ami
asintiendo para decir a su vez. - Bertie estaba muy feliz, y Roy también. Me
alegra mucho haber podido venir. Mi ahijado también lucía de un modo
impresionante.
Sus
amigas corroboraron esas palabras con unas sonrisas. Desde luego que era así.
-Es verdad. Me ha latido con fuerza el
corazón, cuando he visto a Mazoui y a los demás. Sé igual que vosotras lo mucho
que esto significa para Kalie y para el resto de nuestros amigos. Sin embargo,
no sé por qué Usagi no ha querido acompañarnos. - Terció Minako que parecía
estar desconcertada por aquello. -
-Me dijo que tenía algunos asuntos muy
urgentes que atender. Sobre todo, hablar con Neherenia y con Chibiusa. Tienen
que preparar la escala técnica de esa nave, o algo así, en la Luna. - Les contó
Rei. -
-Bueno, pues es una lástima que se lo
haya perdido. En fin, ya le contaremos todo esto. - Declaró animadamente
Makoto, añadiendo. - Ahora viene el concierto de las chicas y de Granate, ¿no
es así?
-Es así, amiga mía. - Afirmó una
asimismo dicharachera Ami, consultando el programa del acto y aseverando con
jovialidad- ¡Estoy deseando escucharlas cantar!
-Luego iremos a felicitarles a todos.
Pero creo que hemos hecho bien en estar al margen hasta ahora. Éste es un
momento muy importante para ellos. Deben disfrutarlo en familia. - Comentó
Minako. -
-Sí, ellos deben ser los protagonistas
de este gran evento. - Sentenció Rei quien agregó con patente satisfacción. - Y
nosotras, aunque estemos algo aparte, podemos sentirnos muy orgullosas.
Sus
amigas asintieron y ya no comentaron nada más, quedaron a la espera de que
empezase aquella actuación de las Justices. Éstas no tardarían en comenzar. Sin
embargo, el grupo de esas jóvenes y talentosas cantantes todavía debía
preparase y mantener algunas interesantes conversaciones.
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