domingo, 6 de marzo de 2011

GWD 10.137. Muchas cosas que contarse

Al fin llegaron todos los que faltaban, el grupo de los que allí vivían se dirigieron al astropuerto de la nave para dar la bienvenida a los recién llegados. Amatista recibió a sus primas que la felicitaron muy efusivamente, a Kerria era a la que más ilusión le hacía pues sería tía. Katherine e Idina también estaban muy contentas pero, sobre todo, querían ver a sus respectivos hermanos.



-¡Qué alegría teneros aquí!- Exclamó Amatista haciendo piña con todas en un abrazo.-

-Te echábamos mucho de menos, Tist.- Afirmó Kathy.-

-Enhorabuena, futura mamá.- Añadió Idina, quien, tras separarse, posó afectuosamente una de sus manos sobre el vientre de su amiga que aun no mostraba ningún viso de ello.-

-Prepárate a engordar un poco.- Sonrió Kerria, al hilo de aquello.-

-La verdad es que tengo mucha ilusión, pero también un poco de miedo.- Les confesó su amiga.-

-Ya verás como todo va a ir muy bien.- Se apresuró a decir Idina.-

-Me refiero a la responsabilidad de ser madre.- Le aclaró Amatista.-

-Entre mi hermano y tú lo hareis muy bien. Y aquí tienes a Kerria que seguramente que será una tía estupenda.- LA animó Katherine.-

-Sí, estoy deseando serlo.- Sonrió la aludida. -



            Y  tras estos comentarios prosiguieron contándose algunas de sus cosas. Por su parte, Ail y Ann fueron recibidos por sus dos hijos, estos les contaron un poco los pormenores de su estancia. Por fin llegó el anhelado momento y Giaal presentó a su pareja a sus padres.



- Papá. Mamá, ésta es Susan. Nos conocimos en la nave cuando llegué y salimos juntos desde hace unas semanas.

- Hola Susan, estamos muy contentos de conocerte.- Saludó Ann con una gran sonrisa. -

- Lo mismo digo, es un placer señora.- Respondió educadamente ésta  que para la ocasión había venido vestida de paisano con un simple pantalón beige y un jersey azul. -

-¡Dios mío! – Exclamó la madre de Giaal que se llevó las manos a la cabeza un poco en plan de broma. -  Ya me llamas señora ¿tan vieja te parezco? ¡Llámame Ann, o Annie, por favor! - Agregó con jovialidad. -

- Perdone Ann. También es un placer conocerle a usted, señor.- Pudo decir Susan un poco cortada todavía.  -

- Por favor – sonrió éste que le dio la mano a esa encantadora joven añadiendo al igual que su esposa en tanto preguntaba con patente interés. – Ail, llámame Ail. Dime, ¿cómo conociste a nuestro chico?



            Y refrendando las palabras del hijo de aquella pareja Susan les contó la historia de cómo el muchacho llegó al gran asteroide, y como la hipnotizó literalmente en su primer encuentro.



-¡Menuda guardia tuve! Por suerte nadie me vio quedarme dormida. O me la hubiese cargado bien.

-Lo lamento, entonces no sabía que eso pudiera ser tan grave.- Dijo enseguida Giaal.-

-Valió la pena correr el riesgo.- Sonrió la muchacha.-



            Tras las expresiones risueñas de todos a cuenta de aquello, Susan prosiguió con los momentos que pasaron juntos cuando ella tuvo que custodiarle en la celda. Para concluir después con la batalla en defensa de la nave.



-Podríamos contarte muchas cosas sobre eso. – Terció Ail aclarando a la joven ahora con un tono más hostil y serio al rememorar. – ¡Ese tal Gralas es un maldito bastardo! Ya nos enfrentamos a él cuando Giaal era tan solo un bebé.

-Sí, y más tarde en la Tierra se produjeron muchas batallas. Trataron de conquistarla primero y de destruirla después.  – Añadió Ann – afortunadamente pudimos rechazarles una y otra vez.

-Pero, ¿cómo es posible?- Preguntó Susan mirándoles sorprendida. – No recuerdo haber oído nada de eso cuando era pequeña. Ni mis padres me contaron nada extraño, ni en la escuela escuché algo similar. Una cosa como esa habría quedado grabada en la historia.

-Verás – le explicó Ail con tono confidencial. – Como tú conoces la verdadera naturaleza de nuestro hijo y sabes cómo son nuestros amigos, a ti podemos contártelo. Realmente se pudo borrar la memoria de la población o camuflar esos ataques como desastres naturales. Incluso aquellos que tuvieron como blanco grandes ciudades.

-Pero, ¿cómo es posible hacer algo así?- Quiso saber la atónita muchacha. –

-Digamos que hay poderes muy por encima de los nuestros. – Le explicó Ail, afirmando con gravedad. – Mi mujer y yo hemos viajado por el universo más que nuestro hijo y hemos visto muchas cosas. Cosas que ni siquiera nuestros amigos conocen.

-Sí, me he dado cuenta, con esos extraños dioses o lo que fueran.- Repuso la joven sorprendiendo ahora a la pareja de aliens.- No sé si su hijo les habrá comentado algo de eso.

-Es que, veréis… no quise preocuparos hasta que las cosas no se calmasen.- Pudo objetar el chico, que, ante las caras de curiosidad y asombro de sus padres, les hizo un breve resumen de lo ocurrido.- Bueno... y eso ha sido todo por ahora. Afortunadamente parece que nos han dejado en paz. Al menos de momento.

-Entonces habéis tenido que pasar por pruebas muy duras.- Valoró Annie, aliviada sin embargo de que todo hubiese resultado bien.- Gracias al sagrado árbol que salisteis indemnes.

-Tuve unos buenos maestros.- Sonrió su hijo.-

-Pero basta ya de hablar de eso. Lo importante ahora sois vosotros. - Terció su padre.-

-Sí. Y estamos muy felices tanto por nuestro hijo Giaal como por nuestra hija Naya.- Sonrió Ann dirigiéndose a esa joven oficial y afirmando. - Los dos han conocido a personas estupendas como tú y como Alan.

- La hermana de Giaal es una muchacha encantadora. – Comentó Susan amablemente. – Y una magnífica profesional.

-Ahora ha ido a saludar a los padres de su novio.- Comentó Annie escuchando aquellos elogios con patente orgullo.-

-Así es. Otros viejos amigos nuestros. – Sonrió Ail, recordando los buenos momentos vividos junto a ellos y a otros compañeros. - ¡Cómo pasa el tiempo!



Sin embargo, la joven oficial no dejaba de darle vueltas a las palabras de su anterior conversación. Aunque teniendo en cuenta las aventuras que habían vivido ya no le sorprendía tanto. Decidió olvidar aquello al menos por el momento. Pese a que esa extraña forma de hablar le había llevado a recordar la última conversación que tuvo con Debbie. Su hermana menor la había llamado desde la Tierra haría un par de días. No obstante, tras la lógica alegría de volver a conversar con ella, la notó algo extraña. De hecho se disculpó diciendo que no podría ir a verla al espacio pese a que la propia Susan le había reservado plaza a ella y a sus padres. Y Deborah también comentó algo bastante raro sobre fuerzas y cosas que estaban por encima de la comprensión normal. De que estaba ocupada y tenía algo muy importante que hacer. Pese a que le preguntó a qué se refería su hermana menor no quiso responder, aludiendo a sus estudios. Se limitó a pedirle que confiase en ella y que pronto se verían. En fin, en cuanto pudiera aclararía eso. De momento deseaba charlar más distendidamente con los que podrían llegar a ser sus suegros.



-Para mí es un placer y un honor el llegar a formar parte de su familia, sabiendo todo lo que han hecho por la Tierra.- Les dijo a los padres de su novio.- Espero que pronto puedan ustedes conocer a la mía…



Los señores Ginga sonrieron agradeciendo aquellas palabras que intuían sinceras. Mientras, tal y como comentara su madre, Naya había ido con Alan para saludar a los padres de él. Efectivamente, Tom y Cooan habían llegado con su hija Idina y en tanto la chica fue junto a sus primas a ver a Amatista, sus padres lo primero que hicieron fue preguntar por su hijo mayor. Se habían encontrado antes con Roy y Beruche y ya habían felicitado a estos, y por supuesto, a Leval y Amatista. Su  primogénito por fin les encontró una vez que estos se habían despedido de sus grandes y viejos amigos los Malden e Idina se hubo unido a ellos de nuevo tras charlar con sus antiguas compañeras de grupo. Tras los saludos de rigor, Alan les presentó a Naya. Tom se sorprendió mucho y le dijo.



- Vaya, así que tú eres hija de Ail y Ann, ¡parece mentira! Yo he luchado junto a tu padre en muchas ocasiones…

-¡Cuánto me alegro! - Añadió entusiásticamente Cooan para halagar. -...Siendo hija de Annie no me extraña que seas tan guapa.



La joven agradeció el cumplido poniéndose colorada, puesto que estaba en su forma humana, a la par que respondía con dulce amabilidad.



- Muchas gracias, señora Rodney. Usted también es muy bonita.

-¡Uy! - Rio Cooan complacida, respondiendo pese a ello - los años no pasan en balde hija, ya no soy como era en mis tiempos.

-¿Pero qué dices, tonta? - Terció Tom divertido. - Tú sigues siendo igual de guapa que cuando te conocí en la universidad.

- Sí, en la misma que estudia ahora mi hermanita. – Afirmó Alan rodeando a Idina por los hombros con uno de sus brazos y atrayéndola hacia sí rematando con visible afecto. – ¿Sabes una cosa, pequeñaja? Cada día estás más guapa.

- Éste será mi último año, espero licenciarme y ser una maestra tan buena como mi madre. – Terció ésta algo sonrojada por el piropo de su hermano. –

-¿Qué pasa con tu amiga Nehie? ¿No ha podido venir?- Quiso saber el chico con buen talante.-

-No, bueno… es que tiene muchas obligaciones en su mundo de origen.- Pudo contestar su hermana, agregando.- Al menos eso me comentó, tuvo que ausentarse gran parte del semestre.

- ¡Fíjate si tendrá cosas que hacer siendo nada menos que la reina de la Luna Nueva! - Le contó Tom a la atónita Naya.-



            Casi todos sonrieron al oír aquellas palabras aunque Idina no lo hizo. Sospechaba que la negativa de su gran amiga para acudir a la gran nave obedecía a otro tipo de razones. Aunque ni ella misma alcanzaba a sospechar cuales podrían ser. Asuntos de Estado seguramente. De hecho, su compañera de clase estuvo algo distante y parecía preocupada la última vez que se vieron.



-¡Ojalá me dijeras lo que te sucede para poder ayudarte, Nehie! - Pensaba no sin cierto pesar e inquietud.-



Sin embargo, no siguieron charlando sobre aquello, fue Alan el encargado de variar de tema al preguntar por su hermano.



-¿Qué pasa con Lance? No le he visto por aquí. ¿Ha ido a saludar a alguien?

- Tu hermano tenía trabajo que hacer, para no variar. Vendrá en la próxima nave.- Le respondió su padre con tono resignado. -

- Sí, siempre está de acá para allá con sus cosas, apenas pasa por casa a vernos. – Le comentó Cooan con mal disimulado pesar. -

- Últimamente está algo raro. – Completó Idina que les comentó. – Vino a vernos a la Golden a Nehie y a mí, pero... no sé. Pese a tratar de mostrarse cordial le noté algo extraño. Quise preguntarle qué tal le iba todo pero se limitó a lo de siempre. A decirme, muy bien hermanita, estoy muy ocupado con cosas importantes ¿y tú que tal? ¿En qué líos te metes? Ya sabéis…



            Alan suspiró al escuchar aquellas palabras, su hermano estaba como siempre, muy metido en su propia vida y sus ocupaciones sin apenas tiempo para ver a los suyos. En verdad que era un chico poco sociable, hecho muy raro teniendo en cuenta como eran los otros miembros de su familia. Era como si tratase de ocultar algo a los demás. Hasta para su propio hermano mayor era alguien muy misterioso. Incluso con Idina, que siempre lograba hacer que la gente se abriera a ella y le confiase hasta sus más profundos temores e ilusiones. No obstante, Lance se guardaba bien de hacerlo. De todos modos cuando quería no daba esa impresión. Podía ser un chico encantador. Sin embargo, siempre parecía que se guardase algo dentro de sí. Pero bueno, no era momento de apenarse y Alan comentó.



-Desde luego nuestras familias son muy especiales. Por lo menos, no nos toma por sorpresa saber cómo somos.

-No.- Se sonrió tímidamente Naya.-

-Es que mi novia estaba preocupada por si su apariencia alienígena nos supondría algún problema.



            Eso hizo que la joven aludida se pusiera colorada, incluso sintiéndose algo violenta, sin embargo, Cooan enseguida la tranquilizó con una amplia sonrisa para afirmar.



-Tu madre es preciosa, en cualquiera de sus formas. Y supongo que tú serás igualmente hermosa. Pero lo más importante es que posees belleza interior.

-Muchas gracias.- Fue capaz de musitar la chica, abrazada a Alan.-

-Para unas familias capaces de hacer las cosas que hacen las nuestras, ¡ja, ja! - Rio su novio recordando entonces para dirigirse a su hermana.- Idina, ¿te acuerdas cuando decidimos esperar a ver a papá Noel?



            Los demás les miraron con gesto inquisitivo y la interpelada se sonrió entonces divertida al asentir.



-Es verdad.- Dijo la muchacha.- Fue cosa tuya y de Lance.

-Bueno, más bien cosa mía.- Admitió Alan.-



            El joven, ante el interés de su novia y las caras cómplices y divertidas de su familia, rememoró aquello. Él tendría unos nueve años y no había podido dormir. Quería saber si ese veinticuatro de diciembre, ya prácticamente veinticinco, sería capaz de ver a Santa. Sin dudar se fue al cuarto de su hermano.



-Lance.- Le susurró al oído a este que ya dormía.- Venga despiértate.



            Tras zarandearle un rato, su hermano al fin abrió los ojos de mala gana, murmurando.



-¿Qué quieres?...

-Es la hora, vamos a ver a Papá Noel.- Le comentó en voz baja Alan.-

-Déjame dormir…- Le pidió este que evidentemente no tenía ganas de levantarse.-



            Tras encogerse de hombros y pensar que él se lo perdía, el chico se fue al cuarto de su hermana Idina. Ésta dormía plácidamente aferrada a su muñeca de trapo. Repitió la misma operación que había llevado a cabo con Lance.



-¡Pequeñaja, despierta!- Le pidió de modo inmisericorde.-

-¡Humm! ¿Ya es de día?...- Musitó la niña.-

-No.- Le susurró su hermano.- Venga, vamos a ver a papá Noel.



            Una Idina adulta interrumpió la narración sonriendo todavía para recordar a su vez.

-Me acuerdo, fue el mismo año en el que conocí a Nehie. Vosotros acabáis de volver del campamento. Se ve que teníais ganas de aventuras.



            Y narró de seguido.



-Estaba tan cansada que me costó levantarme, pero quería ver a Santa.- Afirmó entre las sonrisas de sus padres y su hermano.-



            La cría caminaba con pasos vacilantes tras su hermano mayor, agarrada a su muñeca.



-¿Para qué te has traído a Mimí?- Le preguntó Alan.-

-Es que quiero que ella también les vea.- Repuso su hermana.-



            El crío se encogió de hombros una vez más. Al fin, ambos niños llegaron al salón. Allí estaba el gran árbol de navidad que tenía decorando la estancia, aunque no había regalos en él.



-¿Y si Santa se enfada y no nos trae nada?- Inquirió una asustada Idina. – Papá y mamá dicen que no  le gusta que los niños le vean.

-¡Bah!, seguro que no se da cuenta. Nos esconderemos bien. – Le dijo su hermano.-

-Tengo un plan.- Oyeron entonces la voz de Lance.-



            Los dos dieron un respingo sobresaltados. Alan enseguida le preguntó al recién llegado.



-¿No estabas durmiendo?

-Sí, pero ya me dejaste con las ganas.- Afirmó su hermano que, pese a estar cansado, comentó.- Se me ha ocurrido un plan. Dejamos la cámara de vídeo de papá grabando, la esconderemos bien y podremos ver a papá Noel mañana. Nos quedaremos haciendo guardia por turnos para que no se apague. Así, si alguno ve a Santa podría avisar al resto también. ¿Qué opináis?



            Idina abría la boca en un gran bostezo, casi a punto de caerse de sueño. Alan estaba a su vez cansado, por lo que el mayor de los hermanos asintió.



-Vale. – Acordó al fin.- ¿Quién hace la primera guardia.-

-Pues… que la haga Idina, así te podrás ir a la cama luego.- Propuso Lance, preguntándose a su hermana.- ¿Vale, pequeñaja?



            La pobre cría asintió despacito, tapándose todavía la boca tras haber vuelto a bostezar. Y tras ir a buscar la cámara que estaba en un cuarto que se destinaba a guardar cosas y ponerla estratégicamente bajo una mesa que enfocaba el árbol, los niños se fueron a dormir dejando allí a la benjamina. Ahora fue Cooan la que, entre risas, tomó el relevo de la narración.



-¡Menos mal que enseguida vimos la cámara! – Les desveló.- La apagamos convenientemente para que no registrase nada inapropiado.

-Sí y también descubrimos a una niña dormida al lado, ¡abrazada a una muñeca de trapo!- Se rio Tom.- Me ocupé de llevarlas a las dos en brazos a su camita.



            Todos compartieron las risas, Idina ahora estaba colorada moviendo la cabeza.



-¡Claro! Eso explica porqué desperté mágicamente en mi cama.- Comentó con desenfado para recriminarle jovialmente a su hermano. -¡Desde luego! ¡Cómo erais Lance y tú, metiéndome en esas cosas! Allí me dejasteis sola y bien que os fuisteis a dormir.

-Eras una patrullera muy mala.- Se rio su hermano.- No viniste a pedir el relevo de tu guardia.

-¡Tenía seis años, listillo! ¡Y mucho sueño! - Le recordó la aludida sacándole la lengua.-



            Tras escuchar aquellas palabras se produjeron más carcajadas, Tom les comentó igualmente divertido.



-Pues vuestra madre tuvo la genial idea de transformarse en la Dama del Fuego para evitar que la reconocierais caso de que algún otro anduviese despierto.

-Bueno, pensé que podría decir que era una ayudante de Santa. Uno de sus elfos. Mi uniforme era mayormente violeta pero tenía una piedra roja, como su traje. – Se sonrió Cooan algo azorada. -



            La misma que ahora su hija lucía orgullosamente en un collar. Idina se la mostró a Naya. La extraterrestre sonrió, concluyendo.



-Claro, tu piedra de la justicia. Amatista tiene una igual en color verde claro.

-Así es.- Confirmó Idina.- Lo mismo que Ky y Kat, ellas las tienen en colores azul y ámbar.

-¿Ky y Kat?- Repitió Naya sin comprender.-

-¡Oh, disculpa! Es que a veces las llamo así. Me refiero a Kerria y a Katherine.- Le aclaró su contertulia.-



Y tras este y otros comentarios, fue Alan quien les propuso a sus padres.



- Bueno, ¿qué tal si vamos a instalaros?, luego tengo que ver a los padres de Naya.

- Claro hijo,- concedió Tom, dado que él mismo tenía ganas de descansar tras ese largo viaje hasta Bios. Aunque al hilo de su hijo ausente, esperaba poder charlar con Lance en cuanto le fuese posible hacerlo a su vuelta a la Tierra.- No te preocupes y ve a atenderles a ellos. Nosotros iremos al hotel por nuestra cuenta, tengo la dirección. Saluda a Ail y Ann de nuestra parte y diles que ya les veremos más tarde.



            Así pues Alan y Naya se despidieron de los padres del chico y de su encantadora hermana y fueron a ver a los padres de ella que acababan de dejar a Giaal y Susan. Con ellos tuvieron una conversación similar, hablando un poco de sus experiencias en el planeta. Pero con mucho, la mayor sorpresa al llegar se la llevaron Petz y Zafiro. Nada más desembarcar miraron para tratar de localizar a Coraíon en aquel gran hangar, al fin éste les vio y les hizo señas. Ambos se acercaron a su hijo con las maletas y él también se dirigió hacia ellos acompañado de una atractiva chica. Sin reparar en ella en un principio, Petz fue la primera en abrazar a su hijo.



-¡Coraíon!,- exclamó su madre emocionada y muy contenta. - ¡Cuánto me alegro de verte y de que estés bien!

- Claro que estoy bien, mamá.- Sonrió desenfadadamente él, que preguntó a su vez. - ¿Tú, cómo estás?

- Estoy bien, cariño y ahora que estamos juntos, mucho mejor aun...



            El muchacho asintió saludando también a Zafiro a la par que lo abrazaba con efusividad.



- ¡Hola papá!



Éste le devolvió el saludo con alegría, mientras lo hacía se fijó también en esa mujer morena tan atractiva que había venido con su hijo, aunque ahora estuviera algo más retrasada, a unos pocos metros de ellos, para dejarles intimidad familiar.



-¿No nos vas a decir quién es esa chica tan bonita que te acompaña, hijo? - Le inquirió Zafiro con amable curiosidad. -

-¡Ah sí! - exclamó azoradamente éste llevándose una mano a la frente en tanto se disculpaba.  - Perdonadme, con la emoción del momento...ésta es Sandy...- Petz y Zafiro le dieron la mano sonrientes, pero Coraíon continuó lleno de entusiasmo. - ¡Ella y yo debemos deciros algo! - Miró a su novia que asintió, dándole ánimos para hablar. -

- Dinos cariño,...por tu tono debe ser algo importante. - Adivinó Petz que estaba impaciente por escucharlo. -

-¡Nos hemos prometido ayer y queremos casarnos cuando tengamos casa en el planeta! - Les desveló el jubiloso muchacho. -



            Petz y Zafiro se miraron sin poder ocultar su sorpresa, la madre del chico tan sólo pudo reaccionar para decir aturdida.



- Vaya, es…una noticia estupenda, pero ha sido tan de repente... ¿desde cuándo os conocéis?

- Desde que llegué aquí, empezamos a salir juntos hace muy poco pero a mí ya me gustaba desde que la conocí en la boda de Leval y Amatista. ¡Es la chica más bonita de la nave! - Proclamó él y  Sandy se sonrió ante ese cumplido sin poder evitar algo de rubor. - ¡Ya lo veis! Y muy inteligente.

- Dime Sandy. ¿A qué te dedicas? - Quiso saber Zafiro con tono animado y visible interés.-

- Soy licenciada en bioquímica, me doctoré en exobiología planetaria y trabajo en el proyecto de terraformación de Bios y en su adaptación para la colonización humana.- Respondió rápida y cordialmente ella. -

-¿En la Terraformación? - Zafiro asintió impresionado en tanto agregaba con aprobación.  - Vaya, conozco el proyecto. Mi colega y amigo en la Master Corporation, el profesor Tomoe, está al cargo de las bases del mismo.

-Mi jefa de proyecto en la SSP-1, la doctora Winters, fue su discípula.- Dijo ella.-

-Sí, creo que Souchi me contó algo de eso. Esa joven ha vuelto recientemente a la Tierra. Desde luego dice que es una fuera de serie en su campo. Si estuviste en su equipo es que tú también lo eres. Esa joven hablaba maravillas de sus compañeras.

-No es para tanto.- Sonrió la muchacha abrumada.-

-Mi sobrina Amatista también está en las Fairy Five de aquí…

-Sí, es una gran amiga mía.- Afirmó Sandy.-

-Dime una cosa.- Se interesó Zafiro.- ¿Cómo has dicho que te apellidabas?

-Wallance, señor Lassart.- Contestó ella.-

-¿Tienes algo que ver con Robert Wallance? El científico que trabaja en la Masters.- Quiso saber su contertulio. -

-Es mi padre.- Admitió ella con evidente afecto y orgullo en su tono, al tiempo que azorándose de nuevo.-

           

Pero aún se sonrojó más al escuchar al padre de Coraíon remachar.



- Entonces no me extraña nada. Has salido a él. Tu padre es un buen hombre y un magnífico investigador. Celebro ver que, además de guapa, eres sobre todo muy inteligente y capaz, mi hijo ha sabido escoger bien.

- Muchas gracias. - Repuso Sandy impresionada a su vez de que el padre de su prometido tuviera como compañero a ese eminente científico. E incluso contenta de que se llevase tan bien con su propio padre. - Es usted muy amable.

- Bueno hijo. Si nos disculpáis estamos cansados, nos vendría bien instalarnos y cenar, luego hablaremos. - Intervino Petz con un tono bastante menos entusiasta.-



            De hecho, ella apenas si había despegado los labios escuchando alternativamente a su esposo y a esa chica. Entre tanto, no pudo evitar percatarse de que su piedra de la justicia parpadeaba de forma intermitente. Aquello era raro, pero lo dejó estar por no parecer distraída delante de esa chica. Las palabras de su hijo volvieron no obstante, a centrar su atención cuando él se ofreció solícitamente.



- Claro, mamá. ¿Queréis que os acompañemos al hotel?

-No te preocupes, sabemos dónde está. Vosotros tendréis cosas que hacer, luego nos vemos. - Rehusó jovialmente su padre dándole una palmadita en la espalda. – Bueno, encantados de conocerte, Sandy.

-Lo mismo digo, señor y señora Lassart.- Fue capaz de responder ella. -



Después los padres de Coraíon se alejaron. Cuando se marcharon, Sandy miró a su prometido y le dijo algo inquietada.



- Tu padre no, pero tu madre parece preocupada...no le ha hecho mucha ilusión la noticia.

- No creas, cariño, mi madre es así, seguro que se ha emocionado y no ha sabido que decir. Dale tiempo para que lo asimile.- Rebatió Coraíon sin darle importancia.-



 Su prometida suspiró mostrándose en aparente acuerdo, pero no estaba muy convencida de eso. Podía sentir claramente la contrariedad en el interior de esa mujer. Quizás no con ella. No, no lo estimaba como algo personal. Aunque creía detectar un poso de desconfianza en la madre de Coraíon. Seguramente, si el chico le hubiera anunciado su compromiso con cualquier otra joven hubiese reaccionado igual, pero estaba claro que aquel anuncio no le había hecho ninguna gracia. No así al padre del muchacho cuyas reacciones sí que le parecieron genuinamente cordiales, alegrándose de veras al enterarse de aquello. Más al saber quién era ella.



-Tienes razón. Quizás sea mejor que nos reunamos con más tranquilidad cuando estén descansados. - Le dijo a su novio para zanjar el asunto.-



            Por su parte Karaberasu y Mathew tardaron en ver a Mazoui, éste llegó algo tarde. Apurado se disculpó porque tenía servicio y le había sido imposible ir antes. Satory le acompañaba. La madre del muchacho estaba encantada de volver a verla al fin, pues en la ocasión anterior, con la boda de Amatista y Leval, apenas si pudieron hablar. Pese a ello, su intuición le decía que era una buena chica, ¡ojalá que aceptase a su hijo tal y como éste era! Satory, por su parte, les recordó que era hija de Ian Masters y ahijada de Diamante y Esmeralda. Esto aún le gustó más a Kalie. Mientras Satory charlaba con Mathew, aprovechó y le dijo a su hijo en voz baja.



- Me parece una chica estupenda, Mazoui, pero, ¿ella sabe cómo eres tú? - Susurró con un tono algo preocupado. -

- Sí. - Afirmó el muchacho sonriendo a su madre para tranquilizarla. - Sí mamá, ella ya está enterada y ¿sabes una cosa? - señaló detrás de su madre que se giró levemente para mirar a una morena muchacha que se alejaba junto a su sobrino a la que enseguida reconoció. - Sandy me ayudó a contárselo. Ella está saliendo ahora con el primo Coraíon y...van a casarse…

- Me alegro mucho por ellos aunque tu tía no sé cómo se lo tomará.- Repuso sinceramente su interlocutora que conocía de sobra a su hermana mayor.  -



El joven miró con extrañeza a su madre y no pudo evitar preguntar.



-¿Por qué iba a tomárselo mal?...

- Aún no ha encajado del todo la muerte de Granate y que ahora se case el hijo que le queda le parecerá como si lo perdiera también. - Le explicó Karaberasu, que era de las pocas personas que a veces lograba ocultar sus verdaderos pensamientos a su hijo. – En su lugar creo que me sucedería igual…



Mazoui suspiró con alivio, si era por eso no había que inquietarse y respondió más despreocupado.



- Pero mamá, la tía Petz no perderá a Coraíon, al contrario, ganará a Sandy. ¡Qué bien! ahora que lo pienso será mi prima política.- Afirmó con alegría de poderla incluir en la familia. -



            Por fortuna, su madre no tuvo mucho más tiempo para replicar. Satory y Mathew se acercaron a ellos y su padre les dijo de forma bastante campechana y simpática.



- ¡Eh!, ¿es que la madre y el hijo tienen secretos que no se pueden decir en público?

- Claro que no, papá.- Se apresuró a responder Mazoui en idéntico tono. - Mamá únicamente me estaba poniendo al corriente de los últimos chismes familiares...



Karaberasu contó a su marido lo que el chico le había dicho, luego miró a Satory y le inquirió.



- Entonces, tú eres muy amiga de Sandy también...

- Sí,- repuso Satory con una amplia sonrisa, admitiendo. - Es una gran amiga, gracias a ella estoy ahora con Mazoui. De lo contrario yo nunca me hubiese atrevido.- Volvió a sonreír  de una forma encantadora haciendo patente su timidez.-



 Su novio la rodeó la cintura con un abrazo afectuoso. Karaberasu sonrió, podía ver en esa chica una gran bondad y como su hijo se mostraba feliz y relajado a su lado. Cada vez estaba más entusiasmada con ella.



- Hija, ¿no te importa que te llame así, verdad?,- le preguntó a la chica en tanto calculaba. - Debes tener más o menos, la edad de mi hija Katherine.

- Claro que no me importa, - repuso Satory negando con la cabeza. – Además, soy huérfana desde que era muy pequeña. Incluso me hace ilusión que una mujer me llame así ya que nunca conocí a mi madre...



Su contertulia asintió con una mirada llena de afectuosa comprensión, ella sabía muy bien lo que era haber estado lejos de su propia madre en una época de su infancia y adolescencia en la que tanto la había necesitado. Y en tanto Mathew y Mazoui charlaban de otras cosas, tomó a la muchacha de un brazo y se la llevó un poco aparte para decirle ahora con un tono más serio.



- Tú sabes cómo es mi hijo, ¿verdad, Satory? Me refiero a su constitución…

- Sí. Pero eso no me importa, sólo sé que le quiero porque es un chico muy bueno y muy noble, y muy guapo, para que vamos a negarlo.-  Afirmó no sin rubor. -



 Karaberasu sonrió al escuchar ese último comentario y declaró poniendo sus manos suavemente sobre los hombros de esa joven.



- Tú también eres una chica muy buena, yo nunca me equivoco juzgando a las personas, sé qué harás muy feliz a mi hijo y él a ti, ya lo verás...

- Bueno, por ahora sólo salimos juntos, espero que Mazoui se decida algún día a pedirme...- se cuidó  en decirlo de forma clara, pero Karaberasu la entendió enseguida y la animó. -

- Mi hijo es muy reservado en lo que concierne a esos temas, le gusta asegurar las cosas. No te preocupes, sé que te quiere mucho y no tardará. Y si se demora mucho, yo misma me ocuparé de tirarle de las orejas.- Sonrió divertida.-

- Es verdad, se toma su tiempo. - Admitió Satory esbozando una sonrisa a su vez - ¿Sabe señora O’ Brian? Eso sería una de las dos cosas que me haría más feliz del mundo. La otra sería el ver a mi padre. Creía que venía en esta nave.- Pudo añadir con cierto desencanto -

- A tu padre no le conozco mucho pero preguntaré a Diamante y Esmeralda. Seguro que ellos sabrán algo.

- No lo creo.- Negó Satory suspirando. - Ellos llegaron hace ya un par de días. No han hablado con él.  Espero que no llegue muy tarde.



            Pero como si de una respuesta inmediata a su deseo se tratara alguien abrazó por detrás a Satory...una voz muy familiar para ella le respondió. Era Masters.



- Aquí estoy hija, siento llegar tarde, ya sabes cómo son de pesados los accionistas.



            La atónita muchacha se volvió y abrazó muy feliz a su padre.



- Papa, ¡qué alegría! por fin estás aquí.

           

            Masters saludó muy educadamente a Karaberasu que sonreía presenciando aquella escena. De hecho llegaron juntos y el millonario les pidió que guardasen el secreto. Quería darle una bonita sorpresa a su hija. Kalie estuvo conforme, le devolvió el saludo y ambos charlaron durante unos instantes, luego se reunieron con Mazoui y Mathew. Masters también estaba encantado con el novio de su hija. Pese a que hacía tiempo que tenía su historial y  que las noticias de sus hazañas le habían impresionado mucho. Pero, por encima de todas esas cosas, valoraba que era un buen muchacho y que demostraba querer a Satory Y así, tras un rato más de hablar entre ellos,  la pareja de jóvenes se encargaron de acompañar a sus padres a sus alojamientos respectivos. Más tarde, cuando todos estuvieron instalados, se comunicó que se iba a celebrar una fiesta de bienvenida. Roy y Diamante ayudaron a organizarla a sus hijos. Mazoui y Sandy junto con Alan, Coraíon, Satory y Amatista se afanaron en ultimar los detalles. Aún llegó otra nave con una pareja conocida para los padres de los chicos. Cuando llegaron fueron a buscar a alguien que les informase del paradero de las familias de todos ellos. Como respuesta les dieron la dirección de la base, se acercaron allí y encontraron a Leval, le pidieron que avisara a su padre de que habían llegado. El muchacho llamó a su padre por teléfono, Roy lo atendió y contestó.



- Diga... ¡hola, Leval, hijo!, ¿qué ocurre?

- Papá, unas personas preguntan por vosotros, son un hombre y una mujer de mediana edad y una chica y un chico de la nuestra.

-¿Te han dicho para qué, o cómo se llaman? - Quiso saber su padre sorprendido. -

- Bueno, me han dicho que son viejos amigos vuestros, tuyos, de Diamante, Zafiro y Ail...- Contestó su hijo en tanto que a Roy le picaba cada vez más la curiosidad. -

-¿Pero cómo se llaman?...- insistió cada vez más impaciente. -

- Me han dicho que señor y señora Saint Join....- Recordó Leval que tuvo que taparse el oído ante la exclamación de contento de su padre. -

-¡Son Nephrite y Amanda! Hacía años que no sabíamos nada de ellos. ¡Hijo!, tengo que dejarte y llamar a Diamante y los demás para decírselo. Hasta luego, nos vemos en la fiesta. - Y colgó dejando a su atónito vástago con el teléfono en la mano. -



            Leval se encogió de hombros y colgó a su vez. Su esposa le preguntó qué ocurría y él se lo contó, ella dio muestras de reconocer los nombres.



- Alguna vez se los he oído nombrar a mis padres. Creo que eran muy amigos hace muchos años...

- Parece que todos los viejos camaradas se reúnen.- Aseveró reflexivamente Leval. -

- Sí, creo que tendrán muchas cosas que contarse, - convino Amatista. -

- Bueno, arreglémonos para ir a la fiesta - le indicó su marido acercándose hasta el ropero -...

           

             Y cuando estuvieron listos los dos jóvenes esposos, como los demás, fueron a la gran fiesta que estaba ya preparada. No obstante, al salir de su domicilio e ir a tomar el deslizador, una voz femenina familiar para el chico les saludó con tono muy alegre.



-¡Hola Leval, tesoro! ¡Cuánto me alegro de volver a verte!



            En cuestión de décimas de segundo el muchacho se giró y la vio ahí. Tan joven como la recordaba desde que era un niño. Su corto pelo azulado hasta la base del cuello, sus grandes ojos a tono, vestía un atuendo de jersey azul y falda blanca hasta las rodillas, con zapatos blancos. Llevaba un bolso azul en una mano y le sonreía…



-¡Madrina Ami!- exclamó él abrazándola de inmediato.- Cuánto me alegro de que hayas venido… ¿Qué has estado haciendo durante todo este tiempo?

-He estado trabajando en el hospital.- Respondió ella en tanto miraba de arriba abajo al chico declarando no sin orgullo.- Ya estás hecho todo un hombre…



            Amatista se mantuvo algo a distancia. No conocía a esa mujer, quizás creyó haberla visto hace muchos años. Pero ella sería una cría… Realmente aquella extraña aparentaba tener la misma edad que ellos, o solamente unos pocos años más. Pero si era la madrina de Leval significaba que, según él mismo le contase, ayudó a traerle al mundo. Lo mismo que a Kerria. Ahora se daba cuenta. ¡Era una de las guerreras de la Justicia! Las amigas de sus padres, de la madre de Leval y las otras hermanas. Y fue esa misma mujer quién reparó en ella saludándola de forma cordial, tras separarse del abrazo del chico que la había levantado literalmente en volandas…



-Tú debes de ser la hija de Diamante y de Esmeralda. Te llamas Amatista, ¿verdad?

-Sí, señora.- Pudo decir la aludida de forma algo tímida.- Encantada de conocerla…

-Por favor, tutéame y llámame Ami. - Le pidió con jovialidad.- Lo mismo digo. O al menos eso creo. Quizás te vi cuando eras una niña. ¿Eres ahijada de Usagi, no es así?

- Sí, así es.- Convino la joven que no estaba muy segura de cuando habrían podido verse.-

-¡Ah! Y enhorabuena a los dos.- Les sonrió la doctora Mizuno.-  Por vuestra próxima paternidad.

-Muchas gracias.- Replicó Leval preguntándole de inmediato a su interlocutora.- Espero que te vengas con nosotros a la fiesta. Tenemos una para celebrar la noticia del embarazo de mi mujer y se han reunido casi todos nuestros familiares y amigos. Estoy seguro de que a mis padres y a mi hermana les hará muchísima ilusión el volver a verte.

-Claro, para mí será un placer.- Afirmó Ami con una gran sonrisa. Desvelándoles.- Y también quiero ver qué tal le va a Naya. La conozco desde que vino a la Tierra a estudiar medicina.

-No me digas que tú le diste clase. - Comentó Leval.-

-Sí, aunque durante poco tiempo. Aprendía enseguida. Era una magnífica alumna. Tan aplicada como tú. - Le contó su madrina.-

-Es ella la que me dijo que estaba embarazada y la que se ha estado ocupando de mí durante todo este tiempo. - Le comentó Amatista, visiblemente contenta de que su doctora de cabecera estuviera tan bien recomendada, aunque ella ya sabía que era muy buena. Al igual que su hermano, por lo que añadió.- Naya y Giaal deben de ser de los mejores médicos de la galaxia. De camino te contaré algunas de las cosas que hizo él por muchas de las personas de la nave y especialmente por una buena amiga mía…



            La interpelada asintió, tenía mucha curiosidad por enterarse, de este modo acompañó a la joven pareja y dejó que la pusieran al día. Por su parte Leval le preguntó.



-¿Y tus compañeras? ¿Podrán venir? A mis primos les encantaría verlas. La mayor parte de ellas son sus madrinas. Igual que tú lo eres de mi hermana y mía.

-No pudieron venir en esta ocasión, pero me han expresado sus deseos de visitaros. Supongo que, a no mucho tardar, alguna de ellas podrá venir…- Contestó sinceramente Ami.-



La doctora Mizuno estaba realmente feliz de reencontrarse con sus amigos y muy aliviada de que estos no fueran a tomar parte en esa otra expedición. Aunque no podía hablarles de ese tema. Por suerte, el estupendo humor de Leval y Amatista hacía que fueran ellos quienes le contasen cosas en mayor medida sin preguntarle apenas. Ami se limitó a decirles que sus compañeras, las que fueran las sailors, estaban todas bien. Así continuaron intercambiando información. De este modo estuvieron hablando animadamente de camino a la fiesta. Por su parte, Nephrite y Amanda, acompañados de sus dos hijos, habían aterrizado en la nave haría un par de horas. Estaban contentos de haber llegado  para reunirse con sus viejos camaradas, en especial el anticuario, que le comentaba a su esposa con patente animación.



-¡Hacía tantos años que no nos reuníamos! Tengo muchas ganas de ver cómo están esos gamberros.

-Sí, - convino ella con voz queda pasándole un brazo por la cintura a su esposo. – Ha pasado mucho tiempo. Vosotros ni les conocéis. Al menos a la mayoría de ellos. – Comentó dirigiéndose a sus hijos. –

-No, mamá.- Admitió Samantha, una hermosa muchacha de pelo castaño claro de ojos azules - Aunque hemos oído hablar mucho  de todos.

-Así es - terció Paul, su atractivo hermano, muy parecido a su padre salvo por el tono más claro de pelo. – Coraíon nos contó bastantes cosas que su padre le refirió a él cuando estuvo en Londres.

-Nuestros amigos son realmente excepcionales. Os lo digo yo. – Sonrió Nephrite sentenciando con un poso de autoridad en la materia. – Y desde luego he visto muchas cosas impresionantes. Pero nunca nada como las que ellos eran capaces de hacer.

-Estoy impaciente por conocerles. – Le respondió su hija con una leve sonrisa, mirando a su hermano de forma cómplice sin que sus padres lo advirtieran. – Vamos entonces.



Paul asintió. Ellos por su parte también aguardaban el volver a ver a Coraíon, pero más que eso, debían hacer una serie de gestiones. Otro amigo suyo llegaría en  breve y debían hablar con él. Aunque para eso ya habría tiempo. De momento se alojarían en su hotel y acudirían a aquella fiesta que parecía, a priori, iba a ser muy interesante para todos.



-Vamos. Espero que no hayamos llegado tarde.- Comentó Amanda.-

-La celebración ya ha pasado, pero es mejor así. Podremos verles con más calma.- Le explicó su marido que aun recordaba el jolgorio que se producía en esas fiestas de sus antiguos compañeros.- Tengo curiosidad por ver cómo han estado durante estos años.



            Sus dos hijos les siguieron sin hacer más comentarios. Pensaban en ese misterioso amigo al que tendrían que ver en poco tiempo. El aludido por su parte estaba en Japón. Allí hizo una visita al Santuario Hikawa. Encontró a la sacerdotisa del mismo rezando sentada en la postura del loto, ante el altar. Se aproximó y con ceremonia tiró del cordel que hizo sonar aquellos cencerros que colgaban de la entrada. Rei se percató al instante y se levantó. Al verle ella se sorprendió.



-¿Qué haces aquí?...



            Pero no pudo proseguir, el muchacho le hizo un gesto de que callase con un dedo para indicarla.



-No des nombres, ni ningún tipo de pistas. Por favor, nunca se sabe quién podría estar observando. Verás. Vine a verte, si no estás muy ocupada.- Sonrió su interlocutor, agregando.- Sé que hablasteis hace poco y que una de tus amigas ha ido a la nave. Y te traerá recuerdos de todos.

-¿Cómo sabes tú eso?- Inquirió la sacerdotisa con cara de sorpresa.-



            El muchacho abrió una mochila que llevaba y le mostró el canto de un gran libro. Su contertulia no pareció comprender qué quería decir con eso. Sin embargo, él sonrió una vez más y le comentó.



-Sé bastantes cosas más. En breve iré a ver a mi familia en Bios. Allí tengo que reunirme con un grupo de amigos y ponerles al corriente. Dentro de poco tendremos que intervenir. La cuestión es. ¿Vosotras vais a actuar?...

-No, todavía no.- Replicó Rei mirándole ahora con una expresión atónita pero más controlada, diríase que empezaba a comprender cuando le preguntó. Entonces, ¿vosotros sois ese grupo del que Usagi nos ha hablado?

-Así es.- Replicó el interpelado, afirmando.- Lo somos, aunque todavía nos faltan algunos miembros más, pero nos reuniremos llegado el momento. Solamente quería saber si el rey y la reina deseaban darnos alguna instrucción o consigna de actuación.

-Ninguna que yo sepa.- Repuso la sacerdotisa, proponiéndole al joven.- ¿Por qué no hablas personalmente con ellos?

-Lo haré.- Afirmó éste que le contó a su atónita madrina.- No estaba previsto que debiéramos reunirnos. Pero las circunstancias se han  alterado. Creo que me van a necesitar. Bueno, ahora tengo que irme. Me he alegrado mucho de volver a verte. Sigues tan joven y tan guapa como siempre…

-Tú sí que has sabido hacer cumplidos desde siempre, jovencito.- Le sonrió Rei, agradada sin embargo por aquellas palabras.-

-Cumplido o no es la verdad.- Sentenció el joven despidiéndose con una inclinación de cabeza que su contertulia secundó.- Adiós…cuídate mucho.

-Lo mismo digo.- Repuso Rei que se había girado al escuchar algo, aunque solamente era el viento agitando los cencerros, no obstante, para cuando quiso mirar de nuevo a ese muchacho él ya no estaba allí. Suspirando la sacerdotisa se dijo.- Tendré que contarles esto a Serenity y Endimión. Aunque quizás ya estén al corriente de ello.



            Y dejando aquello momentáneamente aparcado retornó a sus ocupaciones en el templo. Y desde luego que la sacerdotisa no andaba muy errada. En una sala de juntas de las oficinas donde Usagi trabajaba, ella y Mamoru esperaban visita.



-¿Crees que llegará puntual?- Inquirió él.-

-No suele hacernos esperar.- Comentó la interpelada.-



            Casi como si esas palabras fuesen proféticas alguien tocó a la puerta. Usagi le pidió que pasara. Al abrir vieron a una altísima joven de largos cabellos castaños y ojos bermellón. Vestía un blazer color crema y una falda hasta las rodillas del mismo color, y calzaba unos zapatos marrones de muy poco tacón.



-Aquí estoy, majestades.- Declaró protocolariamente tratando de doblar una rodilla.- Tal y como se me requirió…

-No hace falta que hagas eso aquí, Seren.- Trató de disuadirla Mamoru.- Se supone que estamos de incógnito, todavía…

-Disculpadme, majestades.- Pudo replicar la joven algo envarada.-

-Siéntate, por favor.- Le pidió su anfitriona.-



            Esa espigada muchacha obedeció utilizando una de las sillas de aquel amplio salón. Sus interlocutores hicieron lo propio, los tres entorno a una mesa. Fue cuando Mamoru comentó.



-Tenemos una misión para ti. Una de la máxima importancia…



            Sin embargo, no pudo acabar esa frase, alguien más tocó a la puerta. Y cuando Usagi dio permiso para que quien fuera entrase desde luego que se sorprendió.



-¡Hija, me alegro de encontrarte aquí!…- Exclamó Ikuko entrando con decisión.-



            Vestía una falda larga banca y una blusa color azul oscuro. Sus cabellos ya grises, estaban no obstante sedosos y sueltos, cayéndole tras los hombros. Y portaba una cesta con algo dentro. No podía verse lo que era dado que una tela de color rojo lo tapaba.



-¡Mamá!- Exclamó a su vez la atónita aludida.- ¿Qué haces aquí?

-Ya lo ves. Tenía mucho tiempo libre. Tu padre está en una reunión de antiguos compañeros de la prensa y como me trajo hasta aquí pensé. Voy a ver a mi ocupada hija…Y a traerle unos pastelitos.-Explicó la mujer que enseguida reparó en Mamoru.- ¡Qué casualidad! Si hasta tu marido ha venido a verte…

-Hola Ikuko.- Sonrió nerviosamente el aludido.- ¿Qué tal todo?

-Debiste avisarme, es que estoy en una reunión.- Pudo decir la azorada Usagi.-

-Lo siento, cariño. Enseguida me marcho…- Repuso su madre algo apuradamente ahora, aunque enseguida superó aquello al darse cuenta de la presencia de aquella hermosa joven que les miraba con la boca abierta.- ¿Y esta encantadora señorita?...

-Es una de mis ayudantes, mamá.- Replicó al instante Usagi.- Seren, esta es mi madre Tsukino Ikuko.

-Es un honor. Señora Tsukino. - Fue capaz de decir la muchacha tras levantarse y hacer una cortés inclinación.-

-Vaya, debe de ser extranjera, ¡qué alta! – Sonrió Ikuko para sugerir.- Bueno, no sería mala idea si paraseis un poquito, pidierais unas tazas de té y os sirviera estos pasteles…

           

            La cara de Usagi era un poema, incapaz de oponer nada a aquello. Sin embargo, Mamoru, tras sonreír de forma algo estúpida, asintió. Fue Seren la que se ofreció entonces para ir a por el té. Sus soberanos de inmediato le dieron la venia, evidentemente sin decir eso de palabra. No obstante, fue la joven “ayudante” quién en perfecto japonés se disculpó para decir.



-Enseguida vuelvo, majestades…

-¿Majestades?- Se sorprendió Ikuko.-

-Es que la pobre todavía no habla bien nuestra lengua, es americana.- Pretextó la apurada Usagi.-

-Gomen nasai.- Se apresuró a disculparse la alta muchacha.- Lo siento…quise decir, Señora Chiba…



            Y para evitar meter la pata aún más, la ruborizada Seren salió de allí lo más deprisa que pudo. Afortunadamente ese desliz no tendría mayores consecuencias… Justo cuando salía del pasillo que comunicaba con aquel despacho se topó con un hombre moreno, algo más alto que ella, y con alguien que le era muy conocido. Ambos vestidos de traje y corbata.



-¡Doran!... ¿Qué estás haciendo aquí?- Le preguntó atónita.-

-No lo sé todavía. Solamente sé que este hombre me llamó.

-Sí, Neherenia es muy amiga de mi hermana. Gracias a ella os pude localizar a ambos.- Declaró ese individuo que enseguida se presentó.- Me llamo Lance Rodney. Y creo que todos vamos a formar parte de un equipo.



            Doran recordaba el haber sido informado por el canciller de la Lune, al poco rato de salir de las estancias de la reina de la Luna.



-Señor embajador.- Le avisó respetuosa y ceremoniosamente como era su costumbre.- ¿Puedo tener unas palabras con vos?

-Por supuesto, caballero de la Lune.- Repuso educadamente él, mirando a aquel tipo regordete y que rondaría la cincuentena.-



            Al aproximarse, un Chambelán de palacio les abrió una gran puerta. Comunicaba a unas estancias privadas, los dos entraron cerrando. Al fin, De la Lune le contó.



-Un importante caballero os aguarda en la Tierra. Representa a sus majestades Serenity y Endimión.

-¿Os ha comunicado con qué propósito?- Quiso saber el saiyajin.-

-Lo lamento, esa información es confidencial. Solamente a vos os la transmitirá.- Repuso su contertulio.-

-¿Está la reina al corriente?- Inquirió.- No me ha comentado nada.

-Lo ignoro, Excelencia.- Contestó de la Lune.- Lo único que sé es que debéis ir a Tokio, y vestir con ropas terrestres. Podemos proporcionároslas.

-Muy bien.- Asintió Doran.-



            Y tras ser en efecto, abastecido con ese tipo de vestuario y recibir un sobre lacrado con las señas concretas de su encuentro, quiso ir a despedirse de la soberana. Se acercó justo cuando la doncella Anaris salía de las estancias reales.



-¿Está su Majestad visible? Tengo que ausentarme durante unos días.

-Su Majestad está descansando. Excelencia. - Pudo decir la apurada jovencita.-

-En tal caso no la molestaré.- Sonrió él.- Por favor, cuando volváis a verla decidle que tuve que ausentarme.



            Anaris asintió y tras hacer una leve inclinación se alejó caminando por ese largo corredor que comunicaba las habitaciones con el resto del palacio. Doran pese a todo aguardó un momento junto a la puerta. En su azoramiento al verle, la camarera no la había cerrado. Quiso entrar a decir adiós.



-Quizás sea algo de poca cortesía molestarla si está dormida. Pero no lo creo…de todos modos sé que irrumpir en sus habitaciones no es muy educado, pero espero que lo comprenderá.



            Eso no era mucho problema en Nuevo Vegeta, aunque Doran, instruido en normas y protocolo terrestre, sabía que la intimidad para los humanos era algo muy importante. En cualquier caso no podía evitarlo, su deseo de verla era cada vez mayor. Apenas haría una hora que estuvieron charlando un poco de la situación de la Luna y del planeta Nuevo Vegeta. Además de esa extraña alerta detectada en Bios que se canceló en el último momento. Y Doran creyó haber notado triste a la soberana. Entonces, la voz de Neherenia le sacó de esas reflexiones, pero no se dirigía a él.



-¡Está cantando, y su voz es muy hermosa.- Se percató escuchándola casi como un susurro ahogado.-



            Avanzó por aquella estancia hasta ver una puerta entreabierta. Miró sin atreverse a asomarse. Pero le fue suficiente. Allí estaba la reina con un micrófono en mano y una pantalla de karaoke. Doran sonrió. Sabía que ese era uno de sus pasatiempos preferidos.  A él le encantaba escucharla. Y en este caso, parecía cantar con mucho sentimiento, mirando fijamente a la pantalla.



Pues estoy es lo que soy 
Y es todo lo que sé 
Y debo elegir el vivir 
Por todo lo que puedo dar 
La chispa que hace crecer el poder 

Y me quedaría para soñar, si pudiera 
Símbolo de mi fe en lo que soy 
Pero tú eres el único 
Y debo seguir el camino que tengo por adelante 
Y no dejaré que mi corazón controle mi mente 

Pero tú eres el único 


Y no decimos adiós 

Y no decimos adiós 
Y yo sé lo que debo ser.



Inmortalidad 
Haré mi viaje por toda la eternidad 
Seguiré recordándote junto a mí, aquí adentro. 

Cumple con tu destino 
Está aquí en tu hijo 
Mi tormenta nunca terminará
Mi destino está en el viento 


El rey de corazones, el loco bromista 
No dijimos adiós

No dijimos adiós 
Haré que todos me recuerden



Doran estaba asombrado y muy impresionado. La fuerza y la pasión con la que la reina cantaba no dejaban de sorprenderle.



-Desde luego, disfruta mucho de ello. Y tiene una voz maravillosa.- Pensó.-



Pues encontré un sueño que debe volverse realidad 
Cada parte de mí, debe verlo realizado 
Pero tú eres mi único 


Perdóname, que no tenga un papel por amor que interpretar 
Confiando en mi corazón, encontrare mi camino 
Haré que ellos me den

Inmortalidad 
Hay una visión y un fuego en mí
Seguiré recordándote junto a mí, aquí adentro 



            El saiyajin escuchaba embelesado. Neherenia ponía su alma en aquella canción. Aunque algo le dijo que por ninguna circunstancia debía hacerse notar. Eso debía ser algo muy íntimo para ella…


Y no decimos adiós 
No nos decimos adiós 
Con todo mi amor por ti 
Y qué más puedo hacer 

No decimos adiós



(Celine Dion y Bee Gees, Inmortality, crédito a los artistas)



Aunque, cuando concluyó la canción, el saiyajin se quedó sorprendido viendo como en esa misma pantalla aparecía la imagen de un atractivo muchacho de pelo azul oscuro y ojos verdes, vestido de uniforme militar. Y al girarse levemente Neherenia dejó ver su rostro velado por las lágrimas.



-Feliz cumpleaños, mi amor.- Musitó la reina con voz queda.-



            Doran no quiso ver más, salió rápidamente de allí sin hacer ruido. Ahora se maldecía por haberse entrometido en un momento tan íntimo, espiando de ese modo. Se sentía avergonzado y además experimentaba un extraño dolor muy difícil de describir.



-No debí hacer esto, no ha sido nada honorable. Y me siento mal.- Se reprochaba.-



De modo que marchó de palacio y sin pérdida de tiempo, el saiyajin, vestido de incógnito a la manera humana, subió a una lanzadera y se dirigió hacia el sitio convenido. Un parque en las afueras de Tokio. Allí le aguardaba un tipo humano moreno, que estaba leyendo un gran libro. Al verle aparecer guardó ese grueso volumen en una mochila y le saludó.



-Doran, ¿verdad?

-Sí, soy yo. ¿Quién eres tú?- Inquirió éste a su vez.-

-Un amigo. Verás…necesitamos tu ayuda. La tuya y la de la princesa Seren.

-Tenemos nuestras propias complicaciones.- Opuso el saiyajin, agregando con tono cortante.- Y no confío en quien no me dice quién es.



            Y ya estaba dispuesto a marcharse cuando su interlocutor replicó, garantizándole.



-Vuestras complicaciones se resolverán, cuenta con ello. Y además de vosotros y alguno más, la propia Neherenia formará parte del grupo.

-¿La reina Neherenia?- Se sorprendió el joven.-

-Sí, ella. Nehie no me ha dicho nada, pero yo sé que le has prometido algo.

-¿Cómo lo sabes, entonces?- Replicó el guerrero que no estaba de humor para ese tipo de juegos.-

-Paciencia, te lo diré llegado el momento. Solamente debes saber esto. Tenemos una misión fundamental. Más importante que cualquier otra cosa…y digo cualquier otra…Si no me crees, convéncete.



            Y para rematarlo sacó una especie de papel plegado entregándoselo a Doran. En él, escrito y firmado por sus soberanos, venía la orden de unirse a ese tipo. El saiyajin pudo dar fe de su autenticidad. Asintió pues declarando ya con más calma.



-Muy bien, dime que he de hacer y lo haré.

-Por lo pronto acompáñame. Tenemos que reunirnos con Seren.- Le pidió jovialmente su contertulio.-



            Así lo hicieron. Informaron a la atónita princesa de aquello. Lance incluso le comentó.



-Puedes despreocuparte por tu mundo natal. Todo se va a solucionar. De hecho, eres libre de pedir confirmación a tu hermano Bralen de lo que te digo cuando vayas allí. Ahora, sin embargo, debes unirte a nosotros.

-Lo haré. Tendré que ir igualmente a Nuevo Vegeta. - Afirmó la chica que, pese a todo, no se creía demasiado aquello.- Lo comprobaré y si es cierto lo que dices cuenta conmigo.



Doran le mostró entonces el escrito que también le daba a ella esa misma instrucción. De modo que, asintiendo, declaró.



-¿He de informar a los soberanos? Es que están…

-Sí, con ¡Ikuko! – Se sonrió Lance.- ¡Quién iba a decir que vendría! Bueno, realmente podría haberlo dicho yo…- Remachó tras dar unos toquecitos en su mochila.-

-¿Qué hacemos?...- Le preguntó la desconcertada Seren.-

-¡Pues llevar el té! - Rio el interpelado que sacó de su mochila una bolsa con ese contenido.- De rosas y de menta…como a ella le gusta.



            Sus interlocutores asintieron todavía sin comprender como aquel tipo sabía tantas cosas. Pero juzgaron oportuno dejar eso para otra ocasión. Así pues los tres retornaron al despacho. Cuando entraron tanto Usagi como Mamoru se quedaron atónitos. Lance se presentó como un compañero de trabajo a la madre de la futura reina de Cristal Tokio. Y a decir verdad la tarde fue entretenida. Con todos sentados alrededor de la mesa, bebiendo el té y degustando pastelitos en tanto Ikuko les contaba anécdotas divertidas sobre su hija que produjeron las sonrisas de todos y el azoramiento de la protagonista. Más cuando su madre hablaba con Lance y este le comentó.



-Mi madre es Connie Rodney. Usted la conocía, era vendedora de cosméticos. Entonces se llamaba Cooan Malinde.

-¡Eres el hijo de Cooan! Vaya, eso sí que es una sorpresa. Tu madre era una chica muy amable, a veces se pasaba por casa y yo le compraba algunas cremas, pero la pobre casi nunca quería cobrármelas. Era muy amiga de mi hija.

-Sí, lo sé. Por eso estoy encantado de trabajar aquí con Usagi.- Se sonrió el muchacho guiñándole un ojo a su apurada compañera.-



Y tras intercambiar algunas anécdotas graciosas, al fin la señora Tsukino se despidió. Su hija y su yerno la acompañaron a un taxi.



-Desde luego, hija mía. ¡Cuánto me alegro de que estés tan bien rodeada! Todos esos jóvenes parecen apreciaros mucho a ti y a tu esposo y se ve que son buenas personas.

-Es verdad, mamá. He tenido mucha suerte, formamos un gran equipo.- Admitió la aludida con una leve sonrisa.-



Al fin Ikuko subió al taxi, éste arrancó perdiéndose por la carretera. La pareja de esposos la vieron alejarse y después de suspirar largamente retornaron junto a los demás. Ya más serios, le correspondió el turno a Mamoru de declarar.



-Muy bien, ahora debemos ponernos a trabajar…






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