domingo, 6 de marzo de 2011

GWD 15.142. Las sospechas de Zoen.

Y mientras los humanos pasaban aquellos días de tranquilidad y asueto, los dioses seguían sin encontrar al Mensajero. Era esa una situación a la que no estaban acostumbrados. Hasta entonces solían conseguir siempre lo que querían sin mucho esfuerzo, pero esto les planteaba un verdadero reto para el que no parecían servirles de nada sus grandes poderes. La verdad es que todos se sentían algo desconcertados. Dialen, quizás el más cerebral de todos, hablaba con Zoen y le comentaba un plan.

 

- No sé cómo tenemos que buscar para encontrarlo. Nuestro señor dice que está aquí, pero si lo estuviese ya le habríamos localizado. Debe de ser alguien que destaque mucho entre los humanos.

-¿Ahora dudas de las palabras del señor Georcael? Tú, que me recordaste sus órdenes de respetar a esos seres humanos.- Le recriminó ella con un toque de ironía. -

- Una cosa no tiene que ver con la otra.- Se defendió Dialen que entonces admitió. - Pero quizá debamos buscar ayuda.

-¿Ayuda? ¿A qué te refieres? - Le inquirió Zoen añadiendo con vanidad. - ¿Quién podría ayudarnos a nosotros?

- Estos dos.-  Replicó su compañero que de seguido chasqueó sus dedos.

 

Ante ellos aparecieron dos seres bastante extraños, parecían dos faunos o sátiros de la antigua mitología griega. Ambos se inclinaron ante los dioses con una reverencia y Dialen les ordenó con tono firme aunque despreocupado en apariencia.

 

- Quiero que busquéis entre los humanos al Mensajero.

-¿Cómo sabremos que es él, señor?,- le preguntó el primer fauno con voz chillona. -

- A buen seguro, tiene un poder mucho mayor que cualquiera de los seres a los que vais a vigilar,- les previno el dios. –

-¿Qué debemos hacer cuando le hallemos?.- Quiso saber aquel ser.-

-Simplemente volved para informarnos de donde se encuentra.- Le replicó Dialen.-

- Como tú desees, mi señor. - Repuso el otro fauno con idéntico tono al de su compañero con el que intercambió una cómplice mirada, tras lo cual desaparecieron ambos. -

-¿Estás seguro de que esos dos van a tener suerte donde nosotros fracasamos? - Le preguntó la diosa, adornando su semblante con una expresión escéptica. – Permíteme que lo dude.

- Lo que ocurre, Zoen, es que tú no sabes hacer las cosas,- sonrió Dialen que le explicó. - Esos dos van a incordiar a los humanos, sólo saben hacer eso. Así nos divertiremos y no seremos nosotros los que les molesten.

- Claro, tú solamente les has ordenado buscar al Mensajero. Eso no va en contra de las instrucciones del señor Georcael. - Sonrió su interlocutora captando la idea y añadiendo con mayor interés. - Vamos a ver que ocurre.

 

            Satory estaba en su apartamento repasando unas notas, había quedado con su cita para comer allí con él, miró su reloj y recogió alarmada, a toda prisa limpió y puso la mesa. Era tan distraída que el tiempo se le había echado encima, ¡ya era casi la hora! Tenía que preparar la comida.

 

-Siempre me pasa igual. Me enfrasco en mis cosas y ni me doy cuenta del paso del tiempo.- Se censuró.-

 

Y es que Mazoui llegaría dentro de unos cuarenta y cinco minutos. Sabiendo lo puntual que el chico era, eso significaban tres cuartos de hora exactos.

 

-Lo suyo es puntualidad militar.- Se sonrió la muchacha.- Parece que, en vez de salir conmigo esté esperando para lanzar una ofensiva.

 

Menos mal que iba a cocinar pasta, además de ser lo más rápido era muy socorrido para estos casos. Pensaba en lo afortunada que ahora era. Las cosas iban a mejor, no le importaba esperar, (para casarse, no para que él llegara a la cena) el muchacho ya le había pedido en matrimonio. Para ella era como un sueño. Se decía, sin poder evitar una sonrisa.

 

-Estamos prometidos. Y seremos marido y mujer. ¡Qué alegría! Dentro de poco nos casaremos…y quizás, tendremos un hijo, o una hija o más de uno, puede que la parejita, ji, ji…- Ella misma se ruborizaba con esa idea, aunque siguió elucubrando sin poderlo evitar.- Me gustaría ser madre y poder darles a mis hijos todo el amor que la mía no pudo darme a mí. Y seguro que Mazoui será un padre estupendo…

 

No obstante, una vez más el tiempo pasó volando entre aquel agradable pensamiento y cuando se quiso dar cuenta su novio ya estaba llamando a la puerta. Afortunadamente le había dado tiempo de acabar la comida y arreglarse. El timbre sonó de nuevo y la ilusionada joven fue rápidamente a abrir.

 

-¡Eh! - Sonrió Satory abriendo la puerta. - Hola Mazoui... ¡qué puntual!...bueno, como de costumbre.- Añadió sintiéndose algo tonta. -

- Espero no haber llegado demasiado pronto, toma, para ti.-  Replicó éste que le traía un bonito ramo de rosas rojas que puso en las manos de la chica en tanto sonreía. -

-¿Rosas en esta nave? – La muchacha aceptó las flores encantada en tanto comentaba. - No sabía que hubiera, me gustan mucho las rosas, gracias Mazoui. ¿Cómo lo supiste? Ya claro, me has leído el pensamiento - conjeturó de seguido. -

- No.- Sonrió él a la par que negaba con la cabeza para responder divertido -. ¡Qué va! , tampoco soy adivino, me limité a preguntarle a tu padre qué era lo que te más gustaba...Y Giaal es único cultivando cualquier clase de planta…en sus ratos libres de la consulta, con sus conocimientos de botánica cósmica, se ha ocupado de hacer florecer muchas en los jardines de la nave y de Bios…le voy a echar de menos cuando finalmente se vaya con Susan.

-Sí, yo también. Son una parejita de lo más agradable.- Convino su interlocutora que agregó.- Pero, entra, no te quedes ahí…

 

            Y para sacarle de aquellas meditaciones Satory le dio un largo beso como agradecimiento y le invitó una vez más a pasar. La mesa estaba lista y la pasta en ella. Pese a la urgencia y como era buena cocinera, le había quedado muy bien. Mazoui dejó que la chica se sentase primero apartándole galantemente la silla, luego tomó asiento él. Comieron y el muchacho elogió a la talentosa chef diciéndole que la pasta era uno de sus platos favoritos y que le había salido muy rica.

 

-Solo espero que hoy no le dé por aparecer a Soa.- Dijo Satory provocando la sonrisa de su novio.- No tendría comida ni comprando todo el supermercado.

-¡Ojalá nos deje tranquilos por esta vez! - Convino él.- Supongo que el otro dios le habrá dicho algo. De hecho, ahora que pienso en ello, ninguno nos ha vuelto a molestar en estos últimos días…

-Sí, desde luego no sé a qué se dedicarán. Pero no hay quién les entienda. Puede que ya se hayan aburrido de  nosotros. Bueno, mucho mejor así, que se entretengan en otra parte.- Declaró la chica no sin alivio.-

 

Siguieron comiendo con apetito y después la conversación derivó hacia cosas más serias.

 

- Leval y Amatista pronto tendrán su casa en Bios.- Dijo Mazoui añadiendo con talante reflexivo.  - Me he preguntado, Satory, si tú desearías vivir allí o en la Tierra.

- Es una pregunta difícil. Bios me gusta mucho, es un mundo hermoso y lo será todavía más. Es una parte importante de mi vida, entre trabajo, investigación y vivencias. Me encantaría verlo florecer en todos los sentidos. El de las rosas incluido.- Afirmó ella haciendo sonreír levemente a su contertulio. Aunque enseguida agregó con algo de prevención. – Pero también quisiera estar cerca de mi padre y supongo que tú de los tuyos ¿verdad?- le preguntó a su pareja no sintiéndose demasiado segura de la opinión de él, cuando concluyó.- Por eso me gustaría volver a la Tierra.

 

            El joven no respondió enseguida, parecía estar sopesando lo que iba a decir, Satory ya le observaba con expresión algo intranquila cuando finalmente él le comentó con ligera inquietud.

 

- He pensado que quizá te haya presionado y no te he dejado elegir lo que de verdad desearías. Si es eso estaré encantado, sino podríamos quedarnos aquí. Por favor, que sea lo que de verdad deseas. Yo puedo estar en cualquier parte, siempre y cuando estemos juntos.

- No, yo prefiero ir a la Tierra, de verdad.- Le aseguró ella aliviada de que ambos coincidieran en lo fundamental, que era compartir su vida. – Quiero que estemos cerca de la familia y, si algún día tenemos hijos, que crezcan en nuestro planeta de origen.

 

            Y tras ruborizarse al decir esto Satory bajó la mirada hacia el plato. El propio Mazoui carraspeó un poco. Corrió un tupido velo sobre esa cuestión para declarar al fin.

 

- Me alegro mucho de que sea así.- Sonrió su novio, satisfecho también de que estuvieran de acuerdo, para comentar a continuación. - Dentro de poco pediré el traslado, lo que más sentiré es no ver a menudo a Leval, Amatista y al resto de nuestros amigos. Hemos vivido muchas cosas juntos y eso une mucho.

- Y yo,- convino Satory  con un ligero tono entre apenado y de resignación aunque enseguida se animó cuando añadió. – Para mí Amatista y Sandy, por ejemplo, se han convertido en unas hermanas. Pero cada uno debe planificar su propia vida, si eso nos lleva por caminos diferentes hay que aceptarlo. De hecho, de no haber pensado así ninguno estaríamos aquí, ¿verdad?

- Tienes razón. - Admitió su interlocutor con una fugaz sonrisa. – Es cierto. No se me había ocurrido considerarlo de esa forma.

- Y bueno. Creo que Sandy es la persona adecuada para hacerse cargo del proyecto de Bios sin problemas. Además, en cuanto Amatista termine sus estudios podrá serle de gran ayuda. La pobre trabaja con mucho tesón y eso teniendo en cuenta su embarazo.- Remachó la chica. – Lo único que podría lamentar sería que Naya se fuera a la Tierra con Alan. Y quizás lo que hagan.

-Sí, mi primo me comentó algo de eso.- Afirmó Mazoui, añadiendo.- Es más, me dijo que tanto a él como a su novia, les molestó un poco que Giaal y Susan se apuntaran al nuevo proyecto sin avisarles.

-Ahora que lo dices, mi padre llegó a hablar de ese tema el otro día. Cuando charlé con él por la video pantalla. Sin embargo, enseguida cambió de asunto. –Repuso Satory.- No quiso ni  contestar  cuando le pregunté por Keiko y si ella también iría…Me parece que eso se rumoreaba en el laboratorio de la central…E imagino que la idea no les gustaría ni al doctor Tomoe, ni a su esposa Kaori. Ellos adoran a su hija.

-Sí, tengo a algunos compañeros a los que les también han ofrecido a ir. – Le contó su novio agregando asimismo algo extrañado.- Y a todos les han pedido que confirmen de inmediato. Aunque se supone que quedan meses para que esa nave parta. Algo les han dicho de una especie de entrenamiento.

-¿Entrenamiento?- Repitió Satory.- Creo recordar que Susan dijo algo parecido. Pero si son pilotos excelentes. ¿Qué clase de entrenamiento tan especial tendrían que llevar a cabo que no hayan hecho ya?

 

            Ante aquella aguda cuestión su interlocutor se limitó a encogerse de hombros. Es más, repuso  con tintes de desconocimiento en su voz.

 

-No tengo ni idea. Parece que es alto secreto. A ninguno les han dicho en qué consistiría. Al menos de momento.

-Me parece algo muy raro. Teniendo en cuenta que es una misión para terraformar ese mundo que descubrimos gracias a la carta galáctica de los Zirt.- Declaró Satory.- No está demasiado lejos de Bios y da la sensación de que esos alienígenas hostiles fueron totalmente derrotados.

- Tienes razón. Aparentemente es así. Aunque por experiencia no debemos confiarnos. Supongo que el alto mando sabrá lo que hace. - Aseveró su novio que quiso cambiar de tema para entrar en algo más lúdico. -Bueno, vamos a dejar de ponernos tristes o preocuparnos por esas cosas y dime, ¿quieres dar una vuelta o prefieres ir al cine?  Han traído nuevas películas desde la Tierra.

- Me apetece mucho ir al cine, sí,- convino ella esbozando una ilusionada sonrisa pues siempre recordaba aquella primera vez que fueron a ver una película los dos juntos - vayamos.

 

            Y al poco salieron de casa de Satory, ni siquiera Mazoui con sus afinadas percepciones se percató de que les seguían. Amatista y Leval por su parte tenían también la tarde libre pero decidieron pasarla juntos en casa. Al chico le encantaba cuando ella se ponía políglota y no era cuestión de dejar pasar la ocasión. Terminadas esas disquisiciones pseudo idiomáticas también hablaron sobre su casa. La joven estaba muy contenta con lo que había visto y deseaba con visos de impaciencia que estuviera terminada cuanto antes. Su esposo le decía que aún tardarían unos meses y que debía tener paciencia. Y a ambos por supuesto les hacía muchísima ilusión que el nombre de su difunto primo fuera a ser su futura dirección.

 

- Cariño,- dijo Amatista con tono esperanzado - cuando vivamos en nuestra nueva casa todo será maravilloso. ¡Vamos a estrenarla y a tener a nuestro hijo casi al mismo tiempo!

- ¡Claro! - Le respondió su marido con la misma animación. - Ya verás cómo llega el momento, pero debes saber esperar.

- ¡Leval! -. Ella frunció un poco el ceño y le dijo a su marido con un tono juguetón. - Me recuerdas a mi padre cuando yo era pequeña y tenía algún capricho. "Amatista tienes que ser paciente  y tenaz" “Así se logran las cosas buenas de la vida”. Me decía.

-¡Y tenía razón!,- rio el muchacho agregando jocosamente. - Cuando deseas algo desde luego que no paras hasta conseguirlo...

- ¡Por eso te tengo a ti, tonto! - Rio ella haciéndole una carantoña. -

 

            La joven se echó sobre su esposo y entre risas rodaron suavemente por el suelo. Leval se ocupaba de que ella no se hiciera ningún daño. Aunque sin que lo advirtieran ninguno de los dos, una figura de apariencia cabruna les vigilaba entre las sombras.

 

-Buscar mensajero, sí… hembras humanas…Humm. Deliciosas. - Gruñía aquella especie de extraña criatura.-

 

 Mazoui y Satory acabaron de ver la película y se dirigían de vuelta a la casa de ella.

 

-Ha sido interesante.- Comentaba él.-

-Sí, esa ambientación era muy buena.- Convino la muchacha.-

 

Atravesaban un paraje solitario de la nave, la parte del bosque que tanto le gustaba al chico, cuando éste advirtió que algo se movía entre los árboles tras ellos.

 

- Satory, quédate a mi lado,- le susurró él. -Tengo la impresión de que alguien nos sigue.

-Serán esos dioses otra vez. - Conjeturó ella entre preocupada y molesta, pero sin querer darle demasiada importancia, proponiendo. – Puede que si fingimos no habernos enterado de que están aquí…

- No, ellos no necesitan ocultarse.- Le rebatió perspicazmente Mazoui que, harto de tanta intriga  gritó hacia los árboles con un tono lleno de seguridad aunque desprovisto de connotaciones agresivas.  - ¡Eh! sal de ahí, sé que estás espiándonos.

 

            Y como un resorte de entre los árboles salió una figura que se movía con gran rapidez, tanto que incluso sorprendió al avezado joven. Esa forma avanzó hacia ellos y se fijó en la muchacha, el fauno chilló con una voz aguda y pasional.

 

- Inocencia...tengo que poseer a la portadora de tanta inocencia, ¡yuhh!

 

De forma velocísima agarró a Satory y tenía intención de forzarla ante el terror de ésta, pero claro estaba que Mazoui, pasado el primer instante de sorpresa, no se iba a quedar cruzado de brazos.

 

-¡Quita tus sucias patas de mi novia, desgraciado! - Le espetó el muchacho que, tras agarrar la pata de aquella cosa y obligarle a soltar a la chica, le dio de un puñetazo que lo estampó contra unos bancos dejando estos hechos añicos para desafiarle a continuación. -¡Métete conmigo si te atreves! - al lanzar ese reto, sus ojos empezaron a refulgir de un color rojizo. -

 

            Aquella criatura se levantó como una exhalación, no parecía haber acusado ese duro golpe, se limitó a estudiar a su oponente con curiosidad y a preguntarle con su voz chillona.

 

- Mensajero, ¿eres tú el Mensajero?  Tienes mucho poder.

-¿Pero qué estás diciendo? - Inquirió Mazoui puesto en guardia y preguntando de inmediato con sorpresa. -¿Quién te envía?

- Los dioses te buscaban y yo te he encontrado,-  dijo la criatura en tanto Dialen apareció junto al fauno que le hizo una reverencia. -

- Sí, me lo suponía. - Repuso Mazoui volviendo a su estado normal en tanto se calmaba y agregaba entre cansina y resignadamente, - ¿Cómo no?, teníais que ser vosotros.

- Éste no es - le respondió el dios al fauno añadiendo con despreocupación. - Pero si te quieres divertir yo no me opongo. Aunque, que quede claro que tampoco te lo ordeno. No quiero tener nada que ver con lo que hagas.

- Si no es el Mensajero, matarlo ya... ¡júa, ja, ja!,- rio sádicamente el fauno.-

 

Aquel ser se lanzó contra su objetivo de forma muy rápida. Éste solamente tuvo tiempo de parar su acometida y ambos rodaron por el césped ante la mirada angustiada de Satory.

 

- Esto será un buen espectáculo - declaró Dialen mirando a la muchacha de forma indiferente al tiempo que añadía con desenfado. - Sí. Va a ser divertido.

-¡Basta!, pon fin a esto.- Le suplicó ella. -

- No – repuso desapasionadamente el dios que se encogió de hombros para responder.  - No es cosa mía...no le dije que atacase a ese humano.

 

            Mazoui y el fauno rodaban muy igualados en fuerza. Satory estaba muy asustada, su novio parecía perder terreno. Entonces Soa apareció junto a ella. La chica lloraba por el nerviosismo y  la diosa le pasó con suavidad una mano por las mejillas.

 

- Tienes agua en la cara... ¿por qué?,- preguntó Soa sorprendida. -

- Haz algo - le suplicó Satory a la diosa. - ¡Ayúdale por favor!, esa cosa es muy fuerte. Va a hacerle daño.

- Bueno, vale.- Sonrió ésta con despreocupación. – Lo arreglaré.

-¡Eh!- intervino Dialen algo molesto para recriminarle a su compañera. -  ¡Oye Soa! ¡Esto no es asunto tuyo!...

- Ni tuyo tampoco. Lo acabas de decir – se sonrió ésta para añadir más seria. - Dialen, ya conoces las órdenes del señor Georcael.- Dicho aquello la diosa se acercó y con un gesto hizo desaparecer al fauno para alivio de Mazoui y sobre todo de Satory, tras lo que le indicó a su colega. - Venga vámonos, tenemos que seguir buscando.- Desapareció y su compañero tras dedicar una nueva mirada indiferente a los humanos la siguió. -

 

-Menos mal.- Suspiró la todavía asustada joven.-

 

            Y corrió a abrazar a su novio que estaba magullado pero ileso, ambos volvieron a casa de ella.

 

-No lo comprendo. – Pudo decir él realmente sorprendido. – Esta vez no ha sido como las otras veces. Antes simplemente nos atacaban para divertirse, pero ahora creo que buscaban algo o a alguien. Y que lo deben de considerar importante.

-¿A quién?- inquirió su novia con expresión de desconcierto y miedo todavía. – ¿A quién podría ser? Ninguno de nosotros les importamos lo más mínimo.

 

            Quizás Soa fuera algo distinta, había salido en su ayuda.  Pero esa diosa probablemente fuera tan caprichosa y voluble como sus otros compañeros. De modo que eso bien pudiese haber obedecido a un juego que estuvieran llevando a cabo entre ellos. En cualquier caso, Satory volvía a sentir esa desazón de pensar que no eran sino juguetes a disposición de esos poderosos seres. Por su parte, Mazoui le respondió entre meditabundo e irritado

 

-No lo sé. No tengo ni idea de lo que buscan. Pero sea lo que sea, no me gusta el no saberlo.

 

Mientras, Amatista y Leval descansaban en su cama, él se levantó para preparase algo en la cocina. Le preguntó a su esposa si quería alguna cosa y ella le pidió un vaso de leche.

 

-¿Un vaso de leche, tú?- Se sonrió él.-

-No me tomes el pelo. Es para el niño.- Se sonrió ella a su vez con gesto divertido.-

 

 Su marido asintió y solícito se fue a buscarlo. Su esposa se estiró en la cama satisfecha, estaba remolona y con ganas de jugar. Escuchó una especie de ruido a los pies de la misma, creyó que era su pareja.

 

-Así me gusta, que vueles para complacer mis deseos.- Susurró con los ojos cerrados.-

 

Empero cuando los abrió y miró vio a un ser con apariencia animal mirarla y relamerse, dio un grito que Leval escuchó sobresaltándose. Soltó el vaso de leche que se estampó haciéndose añicos y volvió raudo a la habitación.

 

-¡Amatista!, ¿qué te ha ocurrido? - Preguntó con inquietud. -

 

            Ella tuvo que respirar hondo varias veces para calmarse y todavía con una mano en el pecho, para tratar de detener la taquicardia, respondió con una voz temblorosa.

 

-¡He visto a un ser horrible, parecía una animal! Estaba aquí, al pie de la cama y me miraba de una forma espantosa.

- Daré un vistazo - la tranquilizó él que miró por todos los sitios y recorrió incluso la casa entera a toda velocidad, pero no vio a nadie. Al volver le rebatió a su esposa con voz suave pero incrédula a un tiempo. -Amatista, ¿no te lo habrás imaginado?

- ¡Lo vi! ¡Te lo juro!,- le aseguró ella con vehemencia. - Estaba aquí mismo, no sé como pero logré asustarle. Quizás al gritar le tomé por sorpresa.

- Tranquilízate, voy a buscarte la leche, te hará bien. - Trató de calmarla él que por más que trataba de sentir alguna energía era incapaz de lograrlo. -

- ¡Por favor!, no me dejes sola.- Le pidió ella visiblemente asustada. - Quédate conmigo.

 

            Leval accedió, quería calmar a su agitada mujer, se metió en la cama junto a  ella y la abrazó.

 

-Seguro que es cosa de esos malditos dioses. – Rechinó él que estaba bastante irritado ya por su causa. –

-No sé. Últimamente no nos habían molestado. – Comentó su interlocutora todavía temblando – Y no me pareció que se tratase de ellos. Al menos no reconocí a ninguno.

-Eso no significa nada, pueden cambiar de forma a voluntad.- Le recordó el muchacho a su pesar.- Aunque no tiene mucho sentido. No saldrían huyendo. No es su estilo. No podríamos hacerles nada aunque quisiéramos.

-¿Entonces quién más podría ser?- Inquirió la todavía amedrentada joven.- Yo… tengo miedo.- Le confesó, añadiendo un poco más entera, aunque con desasosiego en su voz.- Si fuera por mí sola no. Lucharía, o al menos me defendería. Pero llevo a nuestro hijo dentro de mí, y solamente pensar que pudiera pasarle cualquier cosa… eso me aterra.- Remachó entre balbuceos de temor y algún sollozo.-

 

Su esposo no respondió a eso. Tampoco tenía ni la menor idea y Amatista ya parecía demasiado asustada como para preocuparla más. Su obligación era protegerla a ella y a su bebé. Y también calmarla. Así pues él optó por no hablar más de aquello, ante todo deseaba que se tranquilizase.

 

-¿Sabes una cosa?- terció animosamente el muchacho. – Podríamos pedirnos unos días libres e ir a la Tierra a ver a mis padres y a los tuyos. ¿Qué te parecería? Nos alejamos un poco de aquí y recordamos los viejos tiempos…

 

La joven sonrió agradecida, se daba cuenta de que su marido trataba de animarla. El pobre estaba muy preocupado por ella y lo cierto es que, aparte del susto, no había sucedido nada. Además, era una justiciera y una mujer adulta. Aunque, tal y como le había comentado antes, Amatista sabía que ahora también estaba su futuro bebé. Realmente era por eso por lo que más miedo tenía, si solamente se tratase únicamente de ella, tal y como le aseguró a su marido, lucharía.

 

-No es justo que eche sobre los hombros de Leval toda la responsabilidad.- Pensó con algo de culpabilidad.- Si me ve así sufrirá. Y no puede estar a mi lado las veinticuatro horas del día. Tampoco yo deseo convertirme en una carga para él.

 

Estaba muy claro que lo mejor que podía hacer por sí misma, su esposo y su hijo, era calmarse. De modo que, más serenamente, replicó.

 

-Ahora no es buen momento. Dentro de poco, en cuanto el embarazo prospere, y comience la baja tendremos tiempo. Además, hay que supervisar la casa de Bios. Y quiero mantenerme al tanto en los progresos de ésta fase de la terraformación. Y, sobre todo, no voy a permitir que un vulgar susto me haga huir. Tenemos muchas cosas que hacer aquí.

-Sí- suspiró él achuchándola un poco por detrás para afirmar con cariño. – Y las haremos los tres juntos, tú, nuestro niño y yo…

 

Amatista sonrió más ampliamente aún. Ahora todo estaba mejor, con Leval abrazándola se sentía a salvo de cualquier cosa. Su esposo se desvivía por protegerla y eso, pese a darse cuenta de que no debía depender por entero de él, la encantaba. Como había pensado antes. Ahora recordaba su vida, desde casi la niñez. Los largos periodos en los que no podía ver con asiduidad a sus propios padres y estuvo internada en el Liceo. Ella siempre había sido más que capaz de cuidarse sola, tuvo que aprender a hacerlo. Más tarde, cuando su madre le traspasó la responsabilidad de ser una justiciera. ¡La de combates que libró contra todo tipo de seres! Y después en la nave durante aquel gran viaje, con tantas aventuras, batallas y peripecias. Pero aquello era distinto. Ahora no era su propia seguridad la que podía inquietarla sino la de su hijo. El pequeño que crecía en su interior era la prioridad. Por encima de ella misma. Era un bebé inocente e indefenso. Y le protegería a toda costa. El caso es que no estaba segura del porqué pero cada vez tenía más claro que iba a ser un niño.

 

-¿Estas mejor?- le susurró él afectuosamente. –

-Quédate un poquito más – le pidió ella con tono algo lastimero y meloso al tiempo confesando. – Me siento más cómoda contigo.

 

Y su esposo así lo hizo durante un rato más, haciendo incluso una cariñosa postura de cucharita hasta que Amatista se sintió mejor. De hecho la muchacha ya estaba bien pero deseaba tenerle así de cerca durante el mayor tiempo posible. Leval trataba de complacerla en todo lo que podía. A su vez, el chico se daba cuenta de que el embarazo poco a poco la iba cambiando. No obstante, era un cambio hermoso. Su esposa había madurado muchísimo. El muchacho recordaba a veces, no sin una divertida sonrisa, cuando la conoció. Aquella chiquilla loca e impulsiva con tantas ganas de llamar su atención. Luego, año tras año, fue poco a poco convirtiéndose en una mujer. Y al fin, durante el viaje en la gran nave que terminaría en el descubrimiento y la terraformación de Bios dio muestras de haber crecido mucho en el aspecto mental y afectivo. Aunque casi estuvieran en un tris de dejar de hablarse por esos desencuentros tan tontos que tuvieron. Pero Leval creía que el punto de inflexión fue aquel accidente del laboratorio del que ella pudo escapar milagrosamente con vida. Durante su rehabilitación la chica fue otra persona. Sacó las mejores cualidades que tenía en su interior. Él finalmente se dio cuenta de que la quería y de que ese amor no respondía a una mera atracción física. Luego, solo con oírla cantar para salvar un planeta entero, el chico no pudo evitar maravillarse. Comprendió que su entonces novia tenía muchos más sentimientos y anhelos en su interior de lo que él nunca habría podido llegar siquiera a imaginar. Unidos a una enorme fuerza interior. Ahora, con el embarazo, era como si Amatista hubiese incluso acelerado en su madurez como persona. Conservaba por supuesto ese genio vivo y esos arranques a veces algo infantiles que recordaban a la chiquilla loca de antaño. Exacerbados en ocasiones con algún que otro antojo. No obstante, en general era mucho más pausada y tranquila. Delicada incluso. A buen seguro que el bebé tendría que ver en ello. De todos modos, no importaba la causa, su esposo cada día estaba más enamorado. Miró a su mujer con afecto y cuando ella le devolvió esa mirada del mismo modo él la besó suavemente en los labios y se levantó, luego le trajo la leche.

 

-Anda, tómatela toda…que tienes que ponerte fuerte - rio el joven recordando lo que su madre le decía a él cuando era niño.-

-¡Cualquiera diría que tengo cuatro años! - se rio su esposa a su vez.- Ahora me dirás que no me manche los morretes…

-Bueno, eso no importa, te los puedo limpiar yo. - Repuso él con tono incitador.-

-No es una mala oferta. Me lo pensaré.- Afirmó la joven con tono pícaro.-

 

Pero estaba agotada tras el largo día y ese susto. De modo que, tras beberse un buen vaso, no hubo juegos amorosos y  tanto ella como su marido se dispusieron a dormir. Debían estar bien descansados para afrontar el nuevo día. Sin embargo, sin que ellos lo supiesen, Zoen había presenciado la escena. Cuando el fauno apareció ante la humana, esta gritó. Sin embargo, acto seguido, de la joven había surgido una poderosa energía que sorprendió incluso a la diosa. El fauno, sintiendo también ese enorme poder, se había asustado y desapareció. Al instante llegó el otro humano. Zoen pensó, no sin sorpresa, si aquella chica no sería el Mensajero.

 

-Pudiera ser, ninguna de esas criaturas debería tener tanto poder. - Conjeturó con expresión meditabunda. - Debo averiguar más cosas sobre esa hembra humana, puede que no sea tan aburrida como pensaba.

 

            Buruk apareció y su compañera le contó lo ocurrido, el fauno se manifestó también junto a ellos y la diosa le pidió explicaciones.

 

- Mucha fuerza,- contestó aquel mitológico ser que parecía estar desconcertado. - No ser humana corriente. Seguro que ser Mensajero que mis amos buscan.

- Es todo - sentenció Zoen que chasqueó los dedos haciendo desaparecer a la criatura, para comentarle a su compañero. - Bueno, eso es lo que yo creía. Habrá que dejarse de rodeos. Le preguntaré al señor Georcael si esa humana es el Mensajero del Creador.

- A mí no me lo parece.- Rebatió Buruk que la previno con cautela. - ¿Crees adecuado molestar a nuestro señor sin la seguridad de saberlo?

- No, eso es cierto. - Admitió Zoen quien no obstante, añadió convencida. - Pero pienso averiguarlo, descuida.

 

            Entonces llegaron Soa y Dialen. Zoen también les puso al corriente de lo ocurrido y ellos le contaron lo que había pasado con los otros humanos. Dialen, en la misma línea prudente que su compañero, aconsejó a Zoen.

 

- No te precipites, puede que sea una falsa presunción.

- No tardaré en saberlo. Aunque sé muy bien lo que he percibido. - Le aseguró ella. -

- He descubierto que los humanos pueden crear agua en sus ojos, ¿no es interesante? - Intervino Soa cambiando la conversación con su típica voz entusiasta. -

 

            Todos la miraron por un momento pero enseguida ignoraron su comentario. Siguieron hablando sobre lo que debían hacer. El tiempo corría y Redan había puesto énfasis en que la búsqueda no podía demorarse en demasía, puesto que era de vital importancia hallar a ese misterioso Mensajero. Por lo poco que su compañero les quiso revelar algo se acercaba, algo que podría ser incluso más poderoso que los propios dioses. Y que era manifiestamente hostil.

 

-¿Qué podría ser eso?- Le preguntó Buruk con manifiesta incredulidad entonces.-

- Sí, fuera de los dioses superiores no hay nada lo bastante poderoso como para inquietarnos.- Convino Dialen.-

- Tampoco yo lo sé.- Les confesó Redan, no obstante, afirmando con inquietud.- Pero es algo que preocupa mucho a nuestro señor, aunque no haya querido contarme más por el momento.

 

Sus interlocutores se miraron sorprendidos, pero no replicaron nada más. Si eso preocupaba a su señor Georcael no era asunto baladí.

 

-Me sorprende que, si nuestro señor está inquieto por lo que sea que es eso que se aproxima, no nos haga partícipes de su naturaleza.- Declaró Dialen.-

-Sus decisiones están por encima de nuestro entendimiento.- Replicó Redan, añadiendo eso sí, con el deseo de que así fuera.- Supongo que, cuando llegue el momento, nos informará de lo que tengamos que saber.

- A mí me gusta saber cosas.- Intervino Soa, aunque ahora más en serio, afirmó.- Y más si son importantes.

-Tendremos que esperar.- Comentó Buruk.- Hasta que nuestro señor lo disponga.

-Sí…aunque entre tanto, podemos hacer nuestras propias averiguaciones.- Sentenció Zoen.-

 

Ajenos a todas esas disquisiciones Amatista y Leval estaban ya dormidos y Mazoui y Satory también. Los dioses les observaban cada vez más intrigados. ¿Estaría el Mensajero entre ellos?....dentro de poco volvería Georcaél y lo sabrían al fin. Entre tanto, Sandy y Coraíon estaban juntos, disfrutando de un encuentro íntimo. El muchacho se sentía muy excitado cuando su pareja adoptaba aquella demoniaca apariencia suya.

 

-Nunca imaginé que un humano normal disfrutase de esto. -Pudo decir ella entre jadeos sibilantes.-

 

Lo cierto es que ese aspecto aterraría a cualquiera. Sandy tenía ese tono grave y  gutural y miraba fijamente a su novio con su rostro demoniaco, en tanto estaba sobre él.

 

-Supongo que tu padre y tu madre...bueno. Quizás ella adoptase esta forma.- Especuló el chico con total naturalidad.-

-No he hablado mucho con mi padre sobre su vida amorosa. Desde luego no sobre algo tan íntimo. Aunque no lo creo. Mi madre a buen seguro que mantendría su apariencia humana. Incluso no deseándolo una súcubos podría hacerle mucho daño a un humano.- Afirmó ella que, en tanto disfrutaba, pudo preguntar.- ¿No te habré hecho daño, verdad mi amor?

-Nada de eso. Al contrario. A mí me ponen mucho esos ojos tan rojos, cariño. - Le susurró él devolviéndola la mirada impávido, en tanto remachaba.- Y esos colmillos que te salen de la boquita ni te cuento.

 

            Aunque ahora Sandy se rio. Era extraño, estar transformada en diablesa y reírse divertida. Reflexionó sobre eso por un instante, que ella recordase jamás le había sucedido. Hasta ahora había asociado su transformación a momentos llenos de dramatismo, violencia y tristeza. ¡En cambio ahora era casi como si su novio fuese una especie de fetichista o algo así!

 

-Le pone verme en mi apariencia demoniaca. ¡Solamente le falta pedirme que lleve cuero!

 

Casi le da un ataque de risa al pensar en esa idea. Y eso hacía que aquel hasta entonces fiero y temible semblante se relajara mucho, perdiendo bastante de su terrible aspecto.

 

-¿De qué te ríes ahora, diabilla?- Quiso saber él con jocosidad.- ¿No será de mí?

-Pues sí. - Admitió ella, declarando entre risas.- Va a resultar que eres un tipo muy rarito. Mira que debe de haber perversiones extrañas, pero que te pongas…así de excitado…ja, ja… ¡con una diablesa!…

-¡Oye! Las diablesas estáis muy buenas.- Replicó desenfadadamente él, añadiendo al hilo de cosas que su propia pareja le había contado. – Seguro que me has hipnotizado o algo de eso. Para que tu atractivo me sea irresistible…

-¡Pero qué tonto eres! ¡Yo no he hecho nada de eso!- se defendió jocosamente ella, que mostraba nuevamente sus colmillos al reír.- Al menos no todavía…

-¿Ah sí?- Repuso el joven a propósito de aquello.- Pues mira, también tengo mis colmillitos. ¡Ahh!- Exclamó divertido en tanto le daba algún que otro mordisquito en el cuello a la chica, que no pudo evitar reír.-

-¡Me haces cosquillas!- Fingió protestar ella.-

-¿Acaso no sois inmunes en esta forma?- Se rio Coraíon.-

-¡Pues se ve que no! - Pudo responder su interlocutora sin ser capaz de contener las carcajadas.-

 

            Lo cierto es que Sandy se sentía muy feliz. Al fin tenía a alguien que la aceptaba tal cual era en todos los aspectos. Y tal y como había meditado antes, jamás había tenido esa sensación. Dejó de reír y pasó a serenarse. De hecho su talante reflexivo y hasta casi emotivo hizo que Coraíon se percatase y dejando los juegos por un momento, ya serio le preguntó.

 

-¿Estás bien?

-Mejor que nunca.- Le confesó ella, declarando.- Es que pensaba. ¿Sabes? Siempre que adoptaba mi forma demoniaca era para luchar o porque me invadía la ira, y lo único que asociaba hasta ahora con ello eran malos recuerdos. Pero tú has logrado que hasta eso cambie.

 

            Ahora se abrazaban mutuamente en la cama y poco a poco la joven retornó a su apariencia normal. A lo que su novio declaró, no sin humor.

 

-Soy un tío muy afortunado, tengo dos mujeres en una, morena y pelirroja. Oye, ¿no podríamos hacer un trío algún día?...

-¡De verdad, que tonto eres! - Se rio nuevamente ella dándole un afectuoso capón.-

-Pues tendrás que soportar a este tonto durante mucho tiempo si Dios quiere. Ya queda poco para nos casemos…

 

            La joven apoyó su mejilla derecha sobre el pecho de su novio, suspiró y declaró con voz queda…

 

-Solamente rezo para que todo salga bien y que esta felicidad no se desvanezca…

-No lo hará.- Le aseguró el muchacho.- ¿Por qué iba a hacerlo, tonta?

 

            Casi como si el destino quisiera darle la razón a ella, un súbito pitido les llamó la atención entonces sobresaltándoles. Era la pantalla de su holotele. Ambos se incorporaron mirándose extrañados.

 

-¡Pero qué narices!- Exclamó él.-

No obstante, enseguida suspiraron aliviados, se trataba de un mensaje. Coraíon se levantó poniéndose un pantalón y una camiseta, aunque luego consideró que eso era innecesario. La procedencia de la llamada era de la Tierra. Quien quiera que fuese lo habría grabado y enviado haría varias horas. Al conectarlo se alegró de ver el rostro de su madrina Makoto que le decía.

 

-Hola ahijado. Espero que todo te vaya bien por ahí, en el espacio. Tengo ganas de verte. Tu madre me ha contado que te has echado novia. Me gustaría conocerla cuando viaje a la nave. Y también tengo ganas de ver Bios. Dicen que lo estáis dejando precioso. Con muchas plantas y flores como a mí me gusta. Bueno, dentro de unos cuantos días, si es posible, estaré allí. Un beso…

-¿Esa es tu madrina?- Inquirió Sandy que juraría haber visto esa cara antes. Aunque no recordaba donde.- ¡Qué joven es!… Y te lo digo yo que tengo sangre demoniaca y se supone que envejezco despacio.

-Sí, no sé cómo lo hace. Mi madre le ha pedido la receta para incluirla en sus cremas de Otafukuya, ¡Ja, ja! - Se rio el chico restándole importancia a aquello.-

 

            Sandy asintió casi por inercia pero lejos de reírse estaba pensativa. ¿Y si esa mujer fuese alguien como ella? Por lo que sabía, la madrina de Coraíon era una gran amiga de la madre del muchacho. Desde mucho antes de que él naciera. Y en cambio al verla por esa pantalla ambos parecían tener la misma edad. Eso sería imposible de haberse tratado de una humana normal. Por muy bien que se mantuviese. Desde luego que tenía mucha curiosidad en conocerla en persona. De ese modo podría saber de inmediato si era de su misma raza o no…

 

-Bueno, también tengo muchas ganas de que me la presentes.- Pudo decir la muchacha sonriendo nuevamente, en tanto palmeaba la cama para invitar a su pareja a volver con ella.- Parece una mujer interesante…

 

            Coraíon no tardó en atender a los requerimientos de su prometida. Por su parte, Zoen tampoco perdía detalle de esos dos. En especial se centraba en aquella criatura de largo pelo negro que era capaz de cambiar su apariencia desplegando esa extraña energía. También  debería vigilarla por si fuera el Mensajero. No lo creía tan probable como en el caso de la otra humana pero más valía asegurarse. Por ello su mente ya trabajaba en una idea.

 

-Bueno, al menos tendré otra excusa para divertirme.- Pensaba en tanto esbozaba una pícara sonrisa.-

 

            Por otra parte, en el santuario Hikawa, Makoto estaba charlando con Rei. La sacerdotisa recibió su llamada y enseguida le dijo a su amiga que fuera a verla. Allí, ésta le contó sus planes de viajar a Bios.

 

-Quiero ir a ver a mi ahijado. Tengo miedo de que algo malo le pudiera suceder. Por eso quería consultarte si ves alguna cosa en el fuego sagrado.

-Lo lamento.- Replicó su amiga con cara de circunstancias.- No he visto nada sobre él, ni para bien, ni para mal. Pero eso no significa nada. Simplemente que no es la voluntad de los espíritus el que yo lo sepa…

-No sé si a Serenity le parecerá bien o no, pero no pienso arriesgarme a que me lo prohíba. Por eso quise venir a cerciorarme, pero si tú no ves nada, no tengo más remedio que ir. – Suspiró su contertulia añadiendo con voz queda y teñida de tristeza.- No podría soportar que se repitiera lo mismo que sucedió con Granate. ¿Me comprendes, verdad?...

-Sí, Mako-chan.- Afirmó su interlocutora posando una mano sobre las de su compañera. Aconsejándola en un intento por animarla. - Haz lo que te dicte el corazón. Ami ya fue a ver a su ahijado. Minako lo está considerando. Quizás no pase mucho tiempo antes de que yo haga lo mismo. El tiempo corre y no queda tanto ya para que debamos enfrentar esa gran amenaza…

-¿Qué será?- Inquirió su compañera para afirmar.- Tengo la impresión de que Usagi y Mamoru saben mucho más de lo que nos cuentan. Como de costumbre…

-Opino igual que tú.-  Admitió Rei que pasó a mostrarse más extrovertida y añadir.- Pero sabes tan bien como yo que siempre han obrado en beneficio de todos. Ya no me cuestiono lo que hacen. Simplemente tengo confianza en que todo saldrá bien… y tú también debes tenerla.

 

            Su amiga asintió más animada dándole un abrazo a la sacerdotisa y las dos entraron dentro del santuario, dispuestas a charlar de los viejos tiempos. Aunque sin ellas saberlo Usagi tenía asimismo sus propias reflexiones. Tras salir del trabajo llamó a su marido. Le contó que iba  ir a ver a sus padres. Quería hablar con ellos.

 

-Me parece bien.- Convino Mamoru.- Tenéis que veros todo lo posible…

- Volveré para la cena. Bueno, quizás no. Puede que cene con mis padres.- Se corrigió.-

-No te preocupes, Usako.- Respondió amablemente él barruntando que algo le pasaba por la cabeza a su mujer. - Tómate todo el tiempo que necesites…

-Gracias, Mamo-chan.- Pudo decir ella pugnando por no emocionarse.- Hasta luego…

 

            Colgó y se dirigió hacia la que fuera su casa. Ahora, ya como estadista en ciernes, mujer adulta, esposa e incluso como madre en prácticas con su hija del futuro, veía las cosas de un modo muy distinto a cuando empezó. Se recordaba a sí misma con nostalgia, como esa cría llorona que tras tantos años y batallas había madurado. Y durante todo ese tiempo siempre tuvo el amor y el apoyo de sus padres terrestres. Por mal o por complicadas que fuesen las cosas, el hogar de los Tsukino siempre significó un refugio para ella. Y si se paraba a pensarlo eran sus progenitores verdaderos, al menos en esa encarnación. Pero, poco a poco, año a año, las diferencias entre ellos comenzaban a marcarse. Sus padres envejecían a un ritmo normal en cualquier ser humano. No obstante, ella mantenía aquella apariencia de chica de veinte y pocos años.

 

-Pero ya tengo más de cuarenta.- Suspiró.-

 

Y sabía que sus padres se habían comenzado a dar cuenta. Quizás antes podían pensar que se cuidaba muy bien o que tenía un cutis estupendo, merced a esas cremas que las hermanas siempre le regalaban. Sin embargo, pasados los años, eso no era ya tan creíble. Y además, esa amenaza terrible se aproximaba. Usagi no quería enfrentarla sin antes hablar con sus padres y decirles cuanto les quería. ¿Acaso iba a confesarles quien era realmente? Ni ella misma estaba segura de eso. Entre esas meditaciones llegó ante la puerta de la casa de los Tsukino. Antes de llamar se detuvo. Casi le abandonaba el valor para hacerlo. ¡A ella! A la futura soberana del mundo y antigua princesa de la Luna. A la guerrera que había peleado en tantas batallas, contra tan formidables y peligrosos enemigos, arriesgando su propia vida sin dudar, le temblaban ahora las piernas. Quizás porque, en el fondo, nada le aterraba más que admitir eso. Que el tiempo transcurría. Y que ni tan siquiera la ahora guardiana del mismo, la princesa Seren de Plutón, podría hacer nada para ayudarla a detenerlo. Al menos no como a ella le gustaría.

 

-Tengo que ser fuerte…también se lo debo a ellos.- Pensaba en tanto luchaba consigo misma para no salir corriendo de allí.- No puedo posponerlo más.

 

            Sin embargo, no tuvo que reflexionar demasiado. El destino decidió por ella. A sus espaldas  la voz de su padre, entre sorprendida y alegre, la sobresaltó…

 

-Usagi, hija. ¿Cómo tú por aquí a estas horas?

 

            La aludida se giró sonriendo y apenas sí pudo responder sonando a disculpa…

 

-Venía a haceros una visita, a mamá y a ti. Últimamente estoy tan liada que nos vemos muy poco.

 

            Su padre sonrió, evidentemente feliz al verla allí. Aunque Kenji estaba mayor, con el pelo gris y algunas arrugas en su rostro, seguía teniendo atractivo en su madurez. Asintió abriendo la puerta e invitando a pasar a su hija.

 

-Entra cariño…

 

            Usagi no lo dudó, había llegado el momento. Caminó hasta el salón y allí encontró a su madre que veía las noticias. Ikuko sonrió encantada al verla.

 

-Cielo, ¿cómo tú por aquí?

-Tenía muchas ganas de veros, mamá. Vengo desde el trabajo.- Pudo responder la muchacha sentándose en el sofá junto a ella.- Quería charlar un rato con vosotros.

-¿Va todo bien?- Quiso saber su madre cuando la notó un tono algo nervioso y vio esa mirada algo empañada en lágrimas.- ¿Mamoru y tú habéis discutido?...

-No. ¡No, qué va! – Se apresuró a contestar la aludida, esbozando una fugaz sonrisa y afirmando con rotundidad.- Nos queremos muchísimo, le avisé de que iba a venir aquí. Me dijo que me tomase todo el tiempo que necesitara.

-¿Tiempo para que, hija?- Inquirió Kenji que volvía ya ataviado con su pijama.-

-Para que cenemos en familia. Tengo muchísimas cosas que quisiera deciros.- Les reveló ella.- Aunque primero me gustaría saber algo…

-Claro. Tú dirás.- Repuso su madre que la observaba con extrañeza y un poco de preocupación.-

 

            Ahora Usagi se emocionó, trataba de evitar el llanto en lo posible, solamente tras unos instantes reuniendo valor y aplomo, fue capaz de declarar.

 

-Sé que me queréis mucho, como yo os quiero a vosotros y a Shingo…Y no ignoro que cuando era una niña siempre fui un desastre. Sacaba muy malas notas, era una llorona y me enfadaba muchas veces por tonterías…

-Cariño. ¿A qué viene eso ahora?- Preguntó su atónito padre.- Eso pasó hace mucho tiempo…

-Sí. Es verdad. - Convino la muchacha para admitir una vez más, ahora ante sus progenitores.- Ya tengo más de cuarenta años…

-Estás estupenda, cariño.- La alabó su madre acariciando aquel pelo caoba que su hija tenía, al menos a sus ojos, para sentenciar.- ¿Eso es lo que te preocupa?...

-No- sonrió ahora la aludida.- Sé que parezco muy joven… y sé que lo seguiré pareciendo durante mucho, mucho tiempo…

-¡Es que eres joven de espíritu! - Se rio su padre, sin dar importancia a aquello, aunque dejó de lado esa jovialidad al ver lágrimas en los ojos de la chica por lo que agregó ya con preocupación.- Pero hija. ¿Qué es lo que te sucede? ¿No estarás enferma, verdad?

-Cariño, por favor- Añadió Ikuko con visible temor.- Si es algo grave, cualquier cosa. Nos lo puedes decir. Te apoyaremos en lo que haga falta. ¿No te habrán diagnosticado algo serio, verdad?

-No, no que yo sepa. Tranquilizaos. No se trata de eso.- Afirmó la interpelada que, recobrado su propósito inicial, quiso saber.- Decidme, por favor. Es muy importante para mí…Quisiera saber si he conseguido alguna vez que os sintierais orgullosos de que sea vuestra hija…

 

            Ikuko no tardó en abrazarla, dejando que la muchacha se derrumbase finalmente y que llorase entre sus brazos. Enseguida respondió con dulzura.

 

-Tesoro, siempre hemos estado muy orgullosos de ti. Puede que tuviéramos que reñirte en ocasiones por estudiar poco, por comer demasiado o por no ordenar tu habitación. Sin embargo, siempre tuviste un gran corazón y ayudaste a los demás. Te esforzaste en lo que realmente importaba y al final fuiste capaz de estudiar y de llegar a ser una gran profesional. El otro día, cuando te vi en esa reunión, me sentí muy orgullosa. Pero me habría dado igual si trabajases en cualquier otra cosa o si fueras una mera esposa y ama de casa como yo.

-Tú no eres una mera ama de casa, mamá. ¡Eres la mujer más maravillosa que he conocido! - Sollozó la muchacha, sentenciando con total solvencia.- Y he conocido a grandes mujeres. Créeme.

-Mi niña.- Terció Kenji.- Si es por eso, no debes preocuparte. Estamos realmente muy orgullosos, de ti y de Shingo. Es imposible tener mejores hijos.

 

            Usagi lloró aún más abrazándose a sus padres. No se atrevía a continuar hablando…al menos de lo que había tenido en mente confesarles. Sencillamente no podía.

 

-Y si venís a vernos más a menudo, todavía seréis mejores. A ver si Shingo también viene a visitarnos algo más. Ahora que está estudiando tanto apenas saca tiempo. Y nos encantaría que nos contara qué tal le van las cosas con su novia. - Añadió Ikuko en forma de afectuoso reproche, lanzando hacia el ausente muchacho, para proponer de modo jovial.- Es más. Como tú has dicho. ¡Quédate a cenar en familia y hablemos! Anda, ayúdame a preparar algo…

-Sí, gracias.- Asintió la chica.- Me encantará…Aunque sigo siendo un desastre en la cocina.

-Para eso estoy yo aquí.- Le sonrió alentadoramente su madre, que concluyo con patente afecto en su tono.- Recuérdalo pase lo que pase. Siempre estaré a tu lado para ayudarte, cariño.

 

            Y en ese instante Usagi se sentía realmente feliz, por unos momentos era capaz de olvidar todos sus deberes y los problemas que debía afrontar. Quizás el tiempo sí pudiera detenerse sin el concurso de la princesa de Plutón. Al menos durante un breve instante. Y es que, en la casa de sus padres terrenales, no era la poderosa y magnificente reina Serenity, capaz de enfrentarse al mismísimo Caos, de pactar con soberanos saiyajin o de regir una corte con princesas planetarias, ni tan siquiera la mítica heroína Sailor Moon, sino simplemente Usagi Tsukino. En su viejo hogar no tenía por qué ser fuerte y tomar decisiones trascendentales y terribles, no necesitaba ser ejemplo de contención y diplomacia. Realmente se daba cuenta de que aquella era su mayor fuerza. Sus momentos de debilidad, su propia imperfección, su humanidad…gracias a ellos había podido entender siempre a los demás, por muy malvados que parecieran y no erigirse en una juez implacable y terrible al amparo de una traicionera e ilusoria perfección.

 

-Claro, la clave está precisamente ahí. -Pensaba ahora.- Por eso he querido llevar esta vida. De algún modo desde que me reencarné lo supe siempre. Y cuando mi madre, la reina Serenity, me traspasó su sabiduría, lo entendí. No es simplemente ser mejor persona sino ayudar a los demás a que muestren su lado de bondad. Por eso ella hizo lo que hizo, y por eso he debido actuar así yo también y tendré que continuar haciéndolo, dado que la hora de la verdad está muy próxima.

 

Así que, más aliviada y sin embargo llena de nostalgia y algo de consternación tras estas reflexiones, les comentó a  sus padres, en tanto ella y su madre se levantaban rumbo a la cocina.

 

-Quizás dentro de poco podré hacer algo de lo que os sintáis de verdad muy orgullosos. Así lo espero.

-¿Cuándo cariño? ¿Qué piensas hacer?- Quiso saber su sorprendido padre.-

-Ni yo misma lo sé del todo aún. Pero sí que sé que cuando lo haga lo sabréis…Y cuando eso suceda quiero que recordéis entonces que, lo que sea que vaya a hacer, será debido en gran parte a vosotros. Que os quiero muchísimo y que eso jamás cambiará…Que por muy alto que llegue a parecer que estoy, seguiré siendo vuestra Usagi Tsukino. La cabeza de chorlito…que os necesitará siempre…- Remató entre lágrimas de emoción.-

-Claro, mi niña.- Afirmó su madre que realmente no comprendía nada.-

 

Sus progenitores desde luego que la observaron confusos, incluso algo preocupados. Aunque su padre dijo con un tono más desenfadado.

 

-Espero que sea porque te vayan a conceder un ascenso. Trabajar en la Masters Corporation ya es un logro de por sí.

-Bueno.- Suspiró ella, enjugándose alguna lágrima.- No quería decíroslo porque puede que no sea seguro del todo. Pero, sería algo así. Podría ascender.

-¡Oh, mi niña!- Sonrió Ikuko mesándole los cabellos con afecto para declarar.- Estamos orgullosísimos de ti. No te preocupes por nada de eso. Si al final no te ascienden eso no significa que nos hayas decepcionado ni nada por el estilo. Recuerda siempre esto, no es el cargo que ocupes, sino lo que hagas por los demás y la bondad de tu corazón lo que realmente cuenta.

-Gracias mamá, lo recordaré, te lo prometo.- Sonrío llena de alegría.-

 

 

            Empero, por la mente de Ikuko sí que había cruzado una idea a modo de conjetura. ¿Acaso Usagi estaba preocupada sintiéndose culpable por no haberles hecho abuelos a esas alturas?  Alguna que otra vez lo comentaron con ella y con Mamoru de una forma cordial y educada. No obstante, los años había ido pasando y su hija no se había convertido en madre. Y claro, con la edad que ya tenía eso era cada vez más difícil y arriesgado. ¿Acaso le habían dicho que no podía tener hijos? Sería un golpe muy duro, desde luego. Ganas le daban de tratar de sonsacarle algo, pero como buena madre que era ,lo dejó estar para disfrutar de esa velada con su hija. Lo mismo pensó Kenji. De modo que, tras preparar uno de los deliciosos platos de mamá Ikuko los tres se sentaron a cenar, bromearon, hablaron de cosas triviales y rieron.

 

-Espero que ese pillastre de Shingo venga algún día para que pueda verle.- Afirmó Usagi confesando.- Echo mucho de menos nuestras peleas de hermanos.

-Está tan ocupado como tú.- Afirmó Ikuko, quien preguntó a su vez.- ¿Y qué hay de tu prima Chibiusa?

-Sí, está fuera. Terminó sus estudios y trabaja en el extranjero. Le va muy bien.- Respondió su contertulia.-

 

            Y es que Chibiusa no había parado de ir y volver del futuro. Además de haberse ocupado del entrenamiento de Neherenia tuvo que lidiar con los problemas y las obligaciones de princesa del siglo treinta. Pero claro, no podía contarles eso a sus padres. No todavía. Eso decidió.

 

-Es una chica estupenda. -Intervino Kenji.- A veces ha llamado por teléfono o nos ha escrito algún WhatsApp, de tanto en tanto, pero la echamos de menos. ¡Ojalá venga algún día de visita!

-La veréis pronto.- Les prometió sentidamente Usagi, para sentenciar.- Antes de lo que pensáis, seguro. Y os hará sentir muy orgullosos. Como me lo hace sentir a mí.

 

Sus padres se alegraron mucho de oír aquello, aunque pese a que quisieron que Usagi fuera algo más concisa, ella se limitó a decir que aún no podía dar más información. Ni Ikuko, ni Kenji quisieron insistir más, pasando a charlar de cosas más intrascendentes. Así transcurrió esa memorable noche para la futura reina de Neo Cristal Tokio en compañía de sus padres y después se despidió muy afectuosamente de ellos, abrazándoles como si jamás pudiera volverlo a hacer  puesto que, pese a todo, no podía dejar de ser consciente de que el momento de la gran confrontación se acercaba ineludiblemente.

 




            
                 anterior                                                         siguiente

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Por favor, si sois tan amables y no os es molestia, comentar vuestras impresiones sobre lo que habéis leído. Me vendría muy bien para mejorar y conocer vuestras opiniones sobre mis historias. Muchas gracias. ;)