domingo, 6 de marzo de 2011

GWD 16.143. La nueva casa



Tras el incidente con los faunos los irritantes dioses optaron por mantener la cautela y acatar más estrictamente sus órdenes. La vida prosiguió con sus rutinas y sus quehaceres cotidianos. El embarazo de Amatista fue avanzando sin contratiempos. De este modo pasaron seis meses,  medio año de tranquilidad, tan solo interrumpidos por algunos acontecimientos como la partida de la nave SSP-2, algunas visitas de sus familiares y, particularmente para la francesa, una actuación como la que Amatista, en compañía de sus primas y Neherenia, dieron en la Golden State College, en beneficio de los niños maltratados y como colofón al certamen de fin de carrera. Ahora lo recordaba con un gesto sonriente en tanto descansaba sentada en una mecedora, regalo de su suegra.



-Aquello fue muy hermoso. Y mereció mucho la pena por ayudar a esos pobres críos. - Se decía la joven, casi a punto de dormirse.-



Las chicas del grupo que iban a actuar en breves minutos entre tanto, estaban entre bastidores terminando de arreglarse.



-Estoy nerviosa - confesó Amatista acariciando su barriguita otra vez. -

-Ni que éste fuera el primer concierto que damos.- Sonrió Katherine. –

- Pues el mío, sí. – Pudo agregar Neherenia que hasta temblaba un poco. – Jamás había tenido la oportunidad de cantar ante tanta gente junta.

-Pues piensa que son algunos miembros de tu corte. Te aplaudirán seguro.- Sonrió Kathy.-



            Neherenia pareció quedarse perpleja. No daba la impresión de estar segura de si ese comentario había sido en broma o en serio.



-Pero yo te entiendo, Nehie. - Intervino Idina. - A mí siempre me ocurría, cada vez que actuábamos. Y me sigue pasando todavía. No te preocupes, es algo normal.

-Claro, lo harás muy bien. Cantas de maravilla, en serio.- Añadió Katherine consciente de que la soberana de la Luna Nueva quizás hubiese malinterpretado sus palabras.-



            Por suerte esta sonrió enseguida disipando cualquier sombra de duda en ese aspecto. Zanjando aquello, fue Kerria quien tomó la palabra y dijo.



-Y esta noche será muy especial para vosotras, Nehie, e Idina. Además de haber recibido los diplomas, es como si actuarais en casa.

- Bueno, yo recibiré el mío cuando haga mis prácticas en septiembre. – La corrigió la reina, que añadió animosa. – Pero tu prima ya lo tiene y seguro que hoy va a bordar su actuación.

-Desde luego que sí- convino Idina. -Ya nos quedan cinco minutos, quiero salir ahí y cantar como nunca…

-Lo harás, eso seguro. - La animó Amatista con determinación. -



              Y así fue, el concierto fue un gran éxito y recaudaron mucho dinero. Después, Amatista aprovechó para estar un par de días con sus padres, con sus suegros y su cuñada Kerria. Asimismo ésta le presentó a Samantha, una jovencita de mediana estatura, cabellos rubios y dulces ojos azules. Casi parecía la encarnación de una princesa de cuento de hadas. Además de tener un carácter tranquilo que rozaba la timidez. Así se lo comentó a su cuñada en un momento en el que estaban a solas.



-Bueno, deberías haberla visto enfadada. ¡Da miedo!- Sonrió Kerria.-

-Algo así como Idina, ¿quizás?- Aventuró Amatista.-

-Algo así.- Asintió su prima.-



              La propia Samantha se reunión con ellas en el jardín de la casa, tras saludar a Leval quien estaba charlando con sus padres.



-Hola. ¡Qué buena tarde, hace!- Comentó la muchacha a modo de saludo, desprendiéndose de una chaqueta de punto que llevaba, para dirigirse a Amatista.-Encantada de conocerte. Kerria me ha hablado tanto de ti, que es como si ya fueras una vieja amiga.

-Muchas gracias.- Sonrió la interpelada, complacida por esas palabras.- Ella también nos habló de ti en Bios.

-Espero que bien.- Repuso su interlocutora con jovial prevención.-

-¿Como podría hablar de ti de otro modo?- Intervino Kerria dándole un abrazo por detrás en tanto la besaba en el cuello con suavidad.-



              Samantha se ruborizó, daba la impresión de que no se sentía muy cómoda con esas demostraciones de afecto ante terceros. Ninguna dijo nada durante unos segundos. Amatista esbozó una sonrisa de circunstancias y al fin fue ella quien quiso saber, dirigiéndose a esa muchacha.



-¿Cómo os conocisteis? ¿En la casa de discos?

-Sí, yo era la encargada de llevar la publicidad de vuestro grupo. – Le contó Sam.- Y cómo únicamente Kerria estaba disponible para ocuparse de dar su visto bueno, pues nos presentaron y comencé a trabajar con ella.

-Eso pasó mientras vosotros viajabais en la nave rumbo a Bios.- Aclaró la aludida.- Sam y yo comenzamos a vernos  a menudo y surgió la chispa…



              Amatista asentía con interés, escuchaba esa historia con mucha atención, aunque su cuñada ya se la refiriese en Bios. Sin embargo, tenía curiosidad por comprobar si Samantha agregaba o matizaba algún punto de la misma. Al mismo tiempo observaba de reojo cómo esa joven seguía algo colorada, más cuando Kerria le dio un beso en los labios para subrayar sus palabras. Samantha enseguida se separó de su novia sonriendo de manera algo trémula.



-Si me disculpáis unos momentos.- Les pidió a las dos, dirigiéndose más concretamente a su pareja.- Kerria, creo que tu madre necesitaba algo de ayuda ahí dentro. Voy a preguntarle, si no os importa.



-Bueno.- Sonrió ligeramente ésta, añadiendo divertida.- Ve a que te diga que se apaña bien ella sola.



              Samantha asintió y se alejó caminando con cierta premura. Amatista miraba aquello con un leve desconcierto, aunque su cuñada enseguida suspiró para comentarle con sinceridad.



-Sam todavía no se siente con demasiada confianza. Quizás sea culpa mía, no debí besarla delante de ti. La he violentado sin darme cuenta.

-No te preocupes por eso.- Se apresuró a responder su interlocutora.- Es normal, os queréis.

-No es por eso.- Contestó su amiga para explicarle.- Verás. Ya te lo comenté en Bios. Ella proviene de una familia muy religiosa. De hecho, sus padres no saben que sale conmigo. Únicamente creen que trabaja para mí. Y me consta que la pobre lo ha pasado mal con ellos por mi causa. No quiere decírmelo abiertamente pero, por sus reacciones cuando he tocado ese tema, sé que a sus padres no les gusto nada en absoluto.

-¿Pero, por qué? ¿Acaso te conocen?- Quiso saber Amatista con estupor.-



              Kerria movió la cabeza suspirando resignada para decir con voz queda.



-Admití que soy lesbiana en un programa de máxima audiencia. Y ellos debieron verlo. Su padre es predicador. ¡Imagínate!

-No todos los predicadores religiosos tienen por qué ser intolerantes.- Opuso su contertulia tratando de animarla.-

-No es solamente eso.- Le comentó ahora Kerria con gesto entristecido, musitando.- Verás. Hay algo que te conté cuando estuve de visita en Bios…¿recuerdas?



              De todos modos, se detuvo mirando con cautela hacia el interior de la casa. Amatista lo hizo a su vez. Pudo ver a Samantha charlando con la madre de su amiga. Esa joven sonreía en tanto Bertie posaba una mano en uno de sus brazos. Daba la impresión de que las dos estaban manteniendo una grata conversación que iba a prolongarse, de modo que Kerria, observando una vez más a su cuñada, le susurró.



-Samantha fue secuestrada por su ex marido. Entre mi madrina Ami, en su identidad de Sailor Mercurio, y yo misma, como Dama del Hielo, pudimos liberarla. Ese canalla la había maltratado de una manera terrible. Era un acosador que estuvo en la cárcel por pegarla.



              Amatista se horrorizó al oír aquello. ¡Sí lo recordaba! Pero su cuñada no le dio demasiados detalles entonces. A Kerria todavía se le saltaban las lágrimas y temblaba de furia al recordarlo.



-Y esta vez fue horrible. ¡Ese desgraciado casi la lisió! Cuando mi madrina y yo pudimos entrar en el lugar donde la tenía retenida, Sam estaba tirada en el suelo, sangrando y llena de moratones. Y no pude darle una alubia o las pruebas del delito hubieran desaparecido. ¿Sabes lo duro que me resultó tener que verla así y no poder hacer nada?...

-¡Es terrible! Lo lamento muchísimo.- Pudo comentar su amiga que estaba helada al escuchar aquello.-

-Bueno. Esto no te lo conté. Y es muy importante. Ella no supo que fui yo, como Dama del Hielo, quien la rescató.- Le desveló Kerria.- Y por ahora prefiero mantener el secreto. Sabes que conocer esas cosas sobre nosotras es una carga para cualquier persona que nos quiera o sea amiga nuestra. Por eso tampoco quise revelárselo nunca a Brian.



              Por supuesto que Amatista lo comprendía. Sus seres queridos más próximos sí estaban al tanto de sus identidades como justicieras, aunque en algunos casos, era mejor que permanecieran en la ignorancia de ese importante secreto. Así pues, le prometió afectuosamente a su cuñada.



-Descuida. Por mi parte no diré absolutamente nada.

-Lo sé. Confío en ti como en una hermana.- Sonrió su interlocutora con visible emotividad.-

-Vamos Ky, no puedes ir dentro así.- Le pidió Amatista en tanto le ofrecía un pañuelo para que se enjugase las lágrimas.-

-Lo sé.- Admitió ésta en tanto se rehacía para añadir con mejor talante.- Aunque siempre podré decir que me he emocionado por los viejos tiempos.



              Amatista le dio un abrazo realmente fraterno y tras serenarse entraron a la casa, dado que atardecía. La velada allí transcurrió sin novedad. Sentados a la mesa, con las bromas del inefable Roy quien, por supuesto, no desaprovechó la oportunidad de meterse un poco con el padre de ella, en tanto cenaban algo de pescado.



-Principito, el próximo día te toca invitar. Espero que pongas de ese vino chardonté que tienes.

-Chardonnay, se dice Chardonnay, ¡que eres un cazurro! - Se sonrió Diamante, provocando las risas del resto.-

-Bueno, lo que sea.- Replicó el divertido Roy.- Que no hablo francés.

-Deberías aprender, papá.- Terció una divertida Kerria.- Así no te equivocarías.

-¡Habló la del poison! - Rio a su vez Leval.-



              Eso hizo que Amatista se riese con ganas a su vez.  Le explicó a atónita Samantha que estaba sentada a su derecha.



-Eso fue algo muy divertido, cuando yo llegué a este país, Ky y Leval me llevaron a conocer Nueva York. Estábamos cenando precisamente en un restaurante francés.

-Sí, y yo miraba la carta. - Intervino una también jocosa Kerria.- Leí poison en lugar de poisson. ¡Y le pedí al camarero un poco de veneno!



              Eso arrancó también una leve carcajada en Samantha. Ésta si que hablaba bien ese idioma, lo mismo que el alemán y algo de español. Era sin duda una mujer muy bien preparada. De hecho, en tanto Leval y su hermana compartían confidencias y recordaban, Amatista tuvo la ocasión de conversar un poco más con la novia de su cuñada. Esa joven le causó muy buena impresión. Además de inteligente y con estudios, era una chica amable, buena y atractiva, que quería de veras a su amiga.



-De veras, Samantha, podrías ser una gran adquisición para mi madre.- Declaró con sinceridad.-

-No creas que no lo he pensado, hija.- Repuso Esmeralda que se sentaba a su izquierda.-

-Por favor. Yo no valdría para ser modelo.- Se ruborizó esa joven.- No soy tan alta como vosotras. Ni siquiera llego al metro setenta.

-La estatura es solo un factor más.- Le comentó la diseñadora.- Tú eres muy hermosa y tienes clase.

-Soy muy vergonzosa.- Pudo decir esa joven, quien en efecto estaba realmente colorada.-

-Esmeralda lo intentó también conmigo.- Se sonrió Kerria, para añadir con reconocimiento nada fingido.- Y el mero hecho de que te lo proponga es un gran honor.

-Lo mío es la economía y el marketing.- Les comentó Sam a sus interlocutoras.-

-Pues en tal caso. Podrías ser perfecta para ocuparte de las campañas publicitarias de modas Deveraux en los Estados Unidos, querida.- Se sonrió pícaramente Esmeralda.-



              La joven abrió la boca con asombro, Amatista sonrió asintiendo, en tanto Kerria miraba a la madre de su amiga para exclamar dirigiéndose a la diseñadora.



-¿Hablas en serio?

-Chère Kerria, yo nunca bromeo con los negocios.- Repuso serenamente la interpelada.-

-Si yo fuera tú, no me lo pensaría, Sam. Esmie no suele hacer la misma oferta dos veces.- Intervino Roy quien estaba justo en la otra punta de la mesa.-



              Esa pobre muchacha no sabía a donde mirar. A Amatista casi le daba un poco de rubor por ella. Fue Bertie quien intervino, asintiendo para comentar.



-Esmeralda y yo hemos estado charlando. Y también se ha dado cuenta de que eres una mujer muy notable, Sam.

-Yo…¡No sé que decir!- Fue capaz de balbucir la azorada muchacha.-

-Te daré una pista.- Terció jovialmente Diamante.- A mi esposa no se le puede decir que no.

-Tranquila, chérie, sé que tienes mucho trabajo ahora mismo. No tendría por qué ser inmediatamente. Tómate algo de tiempo para pensártelo.- Añadió Esmeralda haciéndose cargo de lo repentino de su oferta, aunque enseguida matizó con su clásico tono entre meloso y seductor con un leve toque de advertencia.- Pero no demasiado…

-Muchísimas gracias por pensar en mí.- Musitó finalmente una entusiasmada Samantha.- Aun  debo solucionar unas cuantas cosas, pero le aseguro que me gustaría.



              Así dejaron aquel tema, aliviando a la pobre muchacha de ser el centro de la reunión. Amatista estaba segura de que su madre realmente le estaba ofreciendo un puesto porque había visto su valía, no por ser la novia de Kerria. Se alegraba por ella. Y sobre todo, Sam se ganó sus simpatías tras aquella terrible prueba que sufrió. Cuando se despidieron a los pocos días, les deseó a su cuñada y a Samantha toda la felicidad y arrancó su compromiso para que visitasen Bios.



-No me podéis decir que no.- Les insistió.-



              Kerria y Samantha se miraron con una mezcla de apuro y divertida complicidad. Finalmente su cuñada transigió



-Bueno. Te prometo que haremos todo lo posible por ir a veros. Seguro que a Sam le va a encantar Bios.

-Claro. Estoy deseando conocer vuestro planeta.- Convino la muchacha.-

-Pues allí os esperamos.- Terció Leval.-



              De este modo ella y su esposo se despidieron de Kerria, Sam y del resto de la familia y retornaron a la SSP-1.



-Espero que las dos puedan venir pronto. ¿Quién sabe si a conocerte a ti, cariño?- Pensaba con afecto en tanto se acariciaba su ya evidente tripita.-



              Por otro lado, sus otras compañeras del grupo estaban muy ocupadas. Tanto Idina, que regresó a su casa por unos días, como Katherine, que también tenía compromisos, no pudieron quedarse. De todos modos, la muchacha continuó sin novedad atendiendo a sus obligaciones y cuidándose cada vez más a medida que transcurría su embarazo. Paseaba mucho con su marido por aquella avenida que lucía el nombre de su primo y también por el incipiente bosque que se había plantado. Grande era su alegría viendo como cada vez creía más frondoso y estaba más lleno de vida. Ella, con gran entusiasmo también, quería tener un hermoso jardín y de las primeras cosas que hizo fue el trasplantar las flores de jazmín que tenía en una maceta. Aquellas que surgieron de las semillas que le diese su padre cuando se embarcara en el viaje por el espacio. Plantó algunas que crecieron maravillosamente en ese mundo que ayudó a salvar con sus canciones, Vegetalia recordó que se llamaba. Y de esas, Giaal le trasplantó algunas y se las puso en aquella pequeña maceta que Amatista conservaba como un tesoro desde entonces. Y ciertamente esas flores debían de ser muy especiales puesto que resistieron y rebrotaron durante todo aquel tiempo. La chica las puso en algunas jardineras que tenía en su casa de la nave y plantó parte en el jardín de su futura vivienda, junto con otras plantas. Muchas veces, casi en cada ocasión que bajaba al planeta a visitar su casa en construcción, salía y aspiraba su aroma o incluso las acariciaba. Y algo dentro de ella se alegraba. Quizás incluso su propio hijo podía disfrutar de aquella fragancia. Era como si esas  flores estuvieran dispuestas a protegerla y cuidarla en reciprocidad. Al menos eso sentía algunas veces al mirarlas y oler su delicioso perfume.



-Éste sí que es un bello recuerdo de mis padres y de esos maravillosos seres de aquel mundo. Hijo, cuando nazcas te enseñaré lo bonitas que son las flores.- Le decía a su futuro retoño en tanto posaba una mano sobre su abultado vientre.- Tienes que amarlas a ellas y a todas las buenas criaturas…



              Por su parte, y en lo relativo estrictamente a las obras, la casa de la joven pareja ya se había terminado de construir. Estaban muy contentos, dentro de poco les entregarían las llaves y podrían mudarse. Incluso los dioses llevaban una larga temporada sin dar señales y eso siempre era bueno. Amatista había tenido alguna visión más pero siempre cuando estaba sola. Se decidió a ir al psicólogo y éste le dijo algo así como que era producto de sus ganas por tener el bebé y vivir en un mundo perfecto para él. La muchacha pensó que sería eso y tanto se convenció a sí misma de ello que dejó de tener visiones en los últimos dos meses. De hecho, la madrina de Leval, Ami, les hizo otra visita apenas harían un par de semanas y pudieron enseñarle la casa. La doctora Mizuno quedó encantada.



-Es un sitio precioso, y la casa es una maravilla. – Declaró a la vista de todo el lugar.-

-Ya nos queda muy poco para estrenarla, madrina.- Le decía Leval con patente ilusión, en tanto abrazaba a su esposa por la cintura.- Contamos hasta los minutos. ¿Verdad, cariño?



              Amatista asintió deseaba tanto o más que su esposo el poder establecerse en aquel mundo que estaban ayudando a transformar. Entonces Leval comentó, tras guiñarle un ojo a su esposa que asintió.



-Y querríamos pedirte un gran favor, madrina Ami.

-¿Cuál?- Quiso saber ella con gesto curioso, para afirmar.- Si está en mi mano contad con ello.

-Nos gustaría que fueras tú quién nos ayudase a traer al mundo a nuestro hijo. Como hiciste con ellos, cuando nacieron mi esposo y mi cuñada.- Le desveló Amatista.-



              Ami se emocionó mucho con esa propuesta. Asintió sin dudar. Quizás se precipitase dado que no sabía lo que Serenity y Endimión fueran a pensar, pero en esta ocasión creía que ambos lo aprobarían. ¿Quién mejor que una guardiana y princesa planetaria para traer al mundo a ese bebé? Lo único que esperaba es que eso pudiera ser posible. Habida cuenta de la amenaza que deberían afrontar.



-Para mí será un honor y una gran alegría.- Sonrió ampliamente aunque enseguida matizó.- Pero tendréis que decirme cuando se calcula que saldrás de cuentas, Amatista. Tengo que estar aquí.



              Los jóvenes esposos se miraron divertidos y fue la futura mamá quién estimó.



-Creo que para finales de año, puede que año nuevo a lo sumo. Más o menos…

-Vente a pasar las fiestas navideñas con nosotros.- Le pidió Leval.- Así no te lo perderás.

-No sé si podré. Mi madre está ya muy mayor y siempre las pasamos juntas. Más cuando mi padre falleció hace un año ya. Pese a que estaban separados ella lo sintió mucho. - Contestó la doctora algo apurada.- Mantenían una buena relación en los últimos años.

-¡Oh, lo siento! – Repuso Amatista con pesar.-

-¿Y por qué no la traes contigo?- Le propuso el chico.-

-Está ya mayor y jubilada. No suele viajar mucho, y éste es un largo viaje.- Suspiró Ami.-

- Es una pena.- Replicó Leval que sin embargo, agregó.- Ojalá que pudiéramos reunirnos en esa fecha tan señalada.



              Y así quedó la cosa. Al menos pasaron unos días muy agradables con la doctora, que retornó a la Tierra muy feliz de haberles visto…De hecho, Ami meditaba sobre otra conversación que mantuvo con ellos. Cuando su ahijado quiso saber.



-¿Qué tal os va todo por la Tierra?...Al parecer al fin la gente vive en paz.

-Bueno, sabes que siempre hay problemas. Pero en general las cosas se mantienen bien.- Pudo decir ella.-

-Si necesitas ayuda para lo que sea, cuenta conmigo.- Se ofreció el chico.-

-Claro.- Sonrió Ami con expresión algo forzada.-



              La doctora desde luego no quería decirles nada sobre esa terrible amenaza que se iba acercando lenta pero inexorablemente. ¡Ojalá que pudieran detenerla antes de que los chicos tuvieran conocimiento ni tan siquiera de su existencia!, pero a juzgar por las conversaciones que había mantenido con Usagi y el resto eso no se veía muy probable…



-Solamente deseo que vuestro hijo nazca en un lugar lleno de amor y de paz.- Les deseó a la joven  pareja antes de irse.- Y que siempre podáis estar a su lado.



              Entre tanto, Mazoui y Satory habían comenzado a pensar seriamente en lo de pedir el traslado, pero no querían hacerlo hasta que el hijo de Leval y Amatista naciera. De todas formas, el chico tuvo que ir y venir a la Tierra, problemas de índole más personal le reclamaron allí. Fue algo duro y difícil que le hizo sufrir aunque no quiso contarles demasiado a sus amigos sobre eso. De todos modos, al poco de volver su madrina fue a visitarles. Minako Aino, la famosa cantante y actriz, tuvo buen cuidado de no llamar la atención. Le dio instrucciones a su ahijado para que fuese a recogerla al astro puerto del asteroide bajo un nombre falso.



-Mi pseudónimo es Carola. Cuando llegue ese será el nombre que emplearé…



               Así fue. Mazoui la trajo hasta la zona donde tenía su apartamento en la base. Tras enseñarle algo de la zona militar la llevó a una cafetería, donde había quedado con Satory. La joven así pudo conocer en persona a la madrina de su prometido.



-Así que tú eres Satory. Encantada de conocerte. - Sonrió Minako con su simpatía y desparpajo habitual.-

-Es un placer.- Repuso la tímida muchacha, atreviéndose a decir.- De pequeña cantaba todas sus canciones.

-Pero tutéame.- Le pidió su interlocutora, afirmando divertida pese a haber escuchado aquello.- No son tan mayor…



              Y es que de hecho parecía casi más joven que los dos muchachos con los que estaba. La hija de Masters supuso que las artistas tenían que cuidarse mucho y que esa sería la razón. Iban a pedir para comer algo. De modo que, educadamente, Mazoui le preguntó.



-Dime madrina. ¿Qué te gustaría?...

-¡Ser número uno en ventas otra vez! –Rio ella haciendo la uve con los dedos de una mano y  llevándose la otra al cogote, hasta casi tocar el rojo lazo que llevaba anudado al pelo. Aunque enseguida sonrió al ver las caras atónitas de su ahijado y la novia de éste y declaró divertida.- ¡Ah! ¿Para comer? Lo que quieras, yo como todo lo que me pongan. Excepto las setas que las odio…



              Ahora sí que Satory se rio sin poderlo evitar. Aquella mujer era muy simpática y natural, para nada cuadraba con la imagen que tenía de ella, llena de glamour, posando con gesto real y rodeada de fotógrafos. ¡Casi que parecía más una colegiala alocada que un ídolo! Aunque cuando el chico fue a pedir a la barra, la expresión de esa mujer se tornó más seria y le comentó  con tono de confidencia.



-Soy amiga de la madre de Mazoui desde hace ya muchos años. Sé por todo lo que tuvo que pasar y sufrir para sacar adelante a su hijo. Y conozco también la situación de mi ahijado. Por eso me alegro muchísimo de que haya encontrado a una chica como tú. ¿Eres la hija de Ian Masters, verdad?

-Sí. Lo soy. -Admitió ella, casi pareciéndole de repente que hubiese cometido un crimen.-



              Aunque por fortuna esa impresión se desvaneció enseguida dado que su contertulia le sonrió animosamente para declarar de un modo muy elogioso.



-Tu padre es un buen hombre. Lo ha sido siempre. Al menos desde que le conocimos. Tuvo mucho que ver con este proyecto y con ayudar a la pacificación del mundo. Y por lo que veo su hija es otra gran persona. Muy inteligente, trabajadora y sobre todo con un buen corazón. Que es lo principal.

-Muchas gracias.- Pudo decir la aludida, totalmente colorada ante aquella catarata de halagos.-  Eres muy amable.

-Verás- le confesó ahora Minako.- No he podido estar al lado de mis ahijados todo lo que hubiera debido, o lo que me habría gustado. Por eso me complace ver que Mazoui es feliz aquí contigo y también me hacía ilusión venir a conocer este sitio. Es de veras enorme y muy impresionante.

-Pues Bios está precioso. Ya verás cuando bajemos.- Le dijo su interlocutora mucho más animada.-

-Sí, tengo muchas ganas de verlo.- Admitió la artista.-



              Mazoui regresó entonces con unos tés, un café y algunas pastas. Merendaron y al poco efectivamente le enseñaron el planeta a Minako abordando una de las naves de pasajeros que se había establecido, haciendo la ruta regular entre la SSP-1 y Bios.



-Este lugar es realmente precioso.- Exclamó la famosa cantante al ver desde una perspectiva aérea los bosques que ya crecían con profusión en muchas de las grandes parcelas destinadas a tal efecto-

-Pues te gustará más cuando descendamos.- Le comentó Mazoui en tanto la lanzadera en la que iban se aproximaba a la zona de aterrizaje.-

-Sí, se han tenido que traer miles de toneladas de abono desde la Tierra para ir acelerando el proceso. Aunque, en breve, la propia materia orgánica de los árboles y las plantas que están creciendo aquí, cumplirá ese cometido.- Le explicó Satory.-

-Ahora sujetaos y abrochaos bien los cinturones.- Les previno Mazuoi cuando comenzaban a bajar con más rapidez.-



              Así lo hicieron y tras unos instantes en los que la cara de Minako varió de tonalidad por alguna que otra turbulencia, tocaron el suelo al fin. Salieron provistos de trajes protectores y subieron a un deslizador del ejército.



-¡Gracias a Dios! - Suspiró una más que aliviada Minako cuando finalmente se abrió la compuerta de esa nave y pudieron descender a tierra. - Me dan ganas de besar el suelo.



              Allí aguardaba un vehículo militar. La invitada interrogó a su ahijado con la mirada. Éste sonrió afirmando.



-Tengo contactos, madrina. Solicité el vehículo un poco antes de que llegásemos.



              Viajaron raudos recorriendo las zonas más desarrolladas, e incluso los primeros asentamientos. Minako valoró aquello con aprobación.



-Me parece que este mundo se convertirá en un lugar muy hermoso y apacible para vivir. ¿De veras no habéis pensado en instalaros aquí?

-Bueno, verás, madrina.- Contestó Mazoui.- Satory y yo creemos que es mejor volver a la Tierra. Para estar cerca de nuestras familias.

-Sí.- Convino su pareja.- Queremos pasar más tiempo al lado de nuestros seres queridos. Aunque echaremos mucho de menos a nuestros amigos de aquí.

-Esa es una decisión que únicamente vosotros tenéis que tomar.- Declaró Minako.- Y por la parte que me toca estaré encantada de poder veros más a menudo.



              Así prosiguieron con su recorrido, y aprovechando que Satory se acercó a interesarse por unos proyectos científicos que su grupo de las Fairy Five estaba llevando a cabo en una parcela de la zona, Mazoui se aproximó a su madrina y le preguntó.



-¿Qué tal sigue Kathy? ¿Has podido verla?

-Sí, estuve con ella..- Le comentó su interlocutora.-

-Me tiene muy preocupado. Ese es otro motivo por el que quiero volver a la Tierra. Pero no puedo dejar que ni Satory, ni mis padres, lo sepan.- Le contó el joven.-

-Tranquilo. Me ocuparé de velar por ella.- Le aseguró Minako.- Además, tu hermana es una chica fuerte. Sé que lo superará.

-Así lo espero.- Asintió su interlocutor.-



              Al fin, una vez Satory regresó junto a ellos, dejaron ese tema. Tras esa excursión por Bios volvieron a la SSP-1, de allí, al cabo de un par más de días, salió la lanzadera de la famosa cantante de retorno a la Tierra. La antigua sailor saludó a Leval, Amatista, Coraíon y Sandy, Alan y Naya antes de volver. Ya en la nave de vuelta, suspiraba mirando las holofotos que se tomaron juntos y pensaba.



-Bueno, por lo menos hemos tenido la oportunidad de pasar un tiempo los dos juntos, ahijado.  Antes de que todo se precipite. Por ahora tendré la ocasión de contarles a tus padres que todo te va bien. Aunque desgraciadamente nos quede tan poco tiempo…



              Por su parte, Alan había terminado ya su labor en la nave, de la Tierra le habían ofrecido un excelente trabajo, pero él no quería dejar a Naya. Por suerte, gracias a las recomendaciones de su padre y sus amigos su novia fue contratada en un hospital terrestre como doctora. Para alguien como ella, experta en medicina cósmica, fue fácil sacar los exámenes de la facultad de medicina y terminar la carrera que había empezado en la Tierra. Esto le daba la posibilidad de un brillante futuro junto al hombre al que amaba. Así pues, ellos también se fueron de la nave,  habiendo dejado de lado ya la posibilidad de ir junto a Susan y Giaal rumbo a la búsqueda de otro planeta colonizable. Aunque, eso sí,  dudaban en instalarse en Bios o en la Tierra. Al final fue el planeta madre quién ganó. De hecho, la oferta del hospital era demasiado tentadora y la proximidad a los padres de ambos decantó la balanza. Prometieron regresar para cuando el bebé de Amatista naciera. La joven alienígena estaba triste por separarse de su hermano. Al igual que él. De hecho, el momento había llegado. Oficialmente se anunció la partida de esa gran nave. Ya en la terminal de vuelo, prestos para abordar un cohete que llevase a Giaal y a Susan a su asteroide, el SSP-2, la despedida fue muy emotiva, pero los dos presentían que volverían a verse.



-Cuídate mucho, pequeña. – Le pidió él a su hermana, que al igual que el chico permanecía en su apariencia humana. – Y cuida a papá y a mamá…

-Lo mismo te digo- sonreía ella acariciándole una mejilla. – Ten cuidado hay fuera. Nunca se sabe lo que puede suceder.

-Sí hijo, - convino Ann, dirigiéndose también a Susan que estaba  respectivamente junto a sus padres y su hermana. – Y tú, cuídale mucho también.

-Descuida.- Afirmó la oficial que les pidió a su vez. – Espero que las cosas os sigan yendo tan bien por aquí.



              Susan también se abrazó a su hermana y Deborah, casi sin poder evitar las lágrimas, le dijo en lo que parecía un cariñoso reproche.



-Parece que te guste estar lejos de nosotros. Siempre hay algún lejano planeta más que explorar. Otra estrella distante que ver.

-Ya me conoces, yo soy así. – Pudo replicarle su igualmente emocionada hermana para sentenciar. – Pero sabes también que os quiero mucho. Ya verás cómo volveremos a vernos muy pronto, Debbie.



              Su hermana menor asintió, ¡ojalá pudiera contarle tantas cosas! Pero eso era imposible. Por lo menos se consolaba con el pensamiento de que todo iría bien. Al menos eso quería creer y que Susan iba a ser feliz con Giaal. Además, la acababan de ascender a teniente tan pronto como se ofreció voluntaria para la misión. Por ese lado al menos su hermana podía estar satisfecha. No obstante, la misma Deborah tenía una tarea muy importante que hacer junto a su grupo de compañeros. Pero era algo más confidencial y oscuro que, desde luego, no se podía publicitar.  Siguió conversando un poco con Susan y después se despidió definitivamente de ella junto con sus padres. Al poco, tanto la ya teniente segunda Hunter como Giaal, uno de los flamantes responsables médicos de la misión, les dijeron adiós y embarcaron en el cohete, rumbo de nuevo a las estrellas.



-¡Que el sagrado árbol les guíe! - Suspiró Annie con el asentimiento de su esposo.-

-Sé que estarán bien. – Afirmó Ail abrazando a su mujer.-



              Y tras despedirse gentilmente de la familia de la teniente Hunter, se marcharon junto a su hija y Alan. De camino charlaron un rato.



-Ahora que podremos vivir en la Tierra, nos veremos muy a menudo, papá, mamá.- Comentaba Naya tratando de animarles.- Ami fue muy amable al recomendarme. En cuanto ella intervino, en el hospital casi me contrataron sin hacer más preguntas.

-Es una de las mejores doctoras del mundo. No me sorprende nada. Y sabe lo mismo que nosotros. ¡Que eres una gran médico estelar! - Sonrió Annie.-

-Es una suerte que estemos tan próximos en nuestros trabajos.- Intervino el novio de la muchacha.-

-Sí, y esperamos veros a menudo. Vamos a pasar un tiempo en la Tierra y también queremos visitar a tus padres y a tus hermanos, Alan.- Contestó Ail dirigiéndose al muchacho.-

-Eso seguro. Ellos también tienen muchas ganas de quedar con vosotros. Y creo que el tío Roy les llamó sugiriendo que deberíais hacer una de vuestras celebraciones.

-¡Ja, ja! –Rio Ail con la cómplice sonrisa de su esposa, cuando contestó más jovialmente.- Desde luego que las fiestas que organizaban tu padre y Roy eran memorables.

-Para eso pueden contar con nosotros cuando quieran.- Convino Annie.-



              Y con esos buenos propósitos se alejaron rumbo a la casa de los dos jóvenes…



              Por su parte, Sandy y Coraíon, también veían prosperar a buen ritmo su morada, que estaba bastante cerca de la de sus amigos. Los dos contaban ya los escasos días que faltaban para su boda. La muchacha estaba optimista y cada día que pasaba parecía ser más feliz, en esta ocasión nada podría impedirle cumplir su sueño. Al menos eso esperaba, ya que, cuando estaba sola en la intimidad de su apartamento de la nave las dudas la asaltaban. Aquello era demasiado hermoso para ser verdad, y para su desgracia se había acostumbrado a sufrir amargas decepciones durante toda su vida. No era de extrañar que en ocasiones se viera asaltada por las dudas pero ella las desterraba rápidamente. En esta ocasión su prometido sabía perfectamente su origen y naturaleza y el propio Coraíon era asimismo una persona excepcional, hijo de una dinastía de luchadores y que junto a su familia tuvo que pagar un alto precio con la pérdida de su hermano menor. No podría haber nadie que comprendiera mejor a la muchacha, y ella a su vez podía fácilmente ponerse en el lugar de su prometido y su familia. Seguro que todo saldría bien. Además, Sandy pensaba mucho en su madre. Estaba convencida de que para ella este paso tuvo que ser también muy difícil aunque maravilloso y echaba mucho de menos la posibilidad de los consejos que le hubiera podido ofrecer. Añoraba también a su padre. Robert seguía en la Tierra y pese a las ofertas de la chica para que se mudase él le respondía que prefería seguir viviendo en el planeta. Al menos era feliz en su trabajo y estaba mucho más tranquilo sabiendo que su querida hija había encontrado la dicha al fin. No obstante, quedó en visitarla, ella deseaba también tenerle allí, había muchas cosas de las que quería charlar con él. De todos modos ya no se sentía sola. Ahora, además de su prometido y sus amigas, también se mantenía en contacto con su futura suegra y con la madre de Mazoui, y entre ambas la animaban y la ayudaban mucho en este aspecto. Petz incluso llegó a decirle que, el día en que se casase con su hijo, estaría encantada en confiarle algo que consideraba muy importante. Sin embargo, no quiso decir el qué, a pesar de la curiosidad de la muchacha por saberlo. En resumen, Sandy se sentía feliz y ligera de ánimo como no lo estuvo desde su tierna infancia, antes de la muerte de su madre…solo podía desear que las cosas siguieran así durante mucho, muchísimo tiempo…



-¡Ojalá que esto pudiera durar para siempre.- Reflexionaba.- Es como recuperar algo de la parte de mi vida que perdí, cuando mi madre murió.



              Asimismo recordaba con agrado la visita que hacía unos meses les hiciera la madrina de Coraíon. A las dos semanas de recibir el mensaje que les enviase Makoto, ésta llegó al asteroide. Allí, ambos fueron a recibirla. Nada más aparecer, aquella aparentemente joven chica de pelo castaño recogido en una funcional coleta, vestida eso sí, con elegancia, con una blusa de tonos verdes y un pantalón canela, se abrazó a su ahijado con fuerza.



-¡Cariño, cuanto me alegro de verte!- Exclamó la mujer.-

-Lo mismo digo, madrina.- Afirmó él tras separarse de ese efusivo saludo.- Mira.- Le indicó de inmediato.- Ésta es mi prometida. Sandy Ann Wallance.



              La joven aludida se aproximó sonriente y estrechó la mano de aquella recién llegada. Ambas se miraron con sus respectivos ojos verdes e inquisitivos. Sin embargo Sandy percibió algo. Esa mujer, igual que las madrinas de Leval y de Mazoui, tenía una fuerza interior tremenda. Casi amenazaba con inundarla con ella. No obstante, esa impresión pasó en un instante tras soltarse las manos del saludo. La morena científica entonces pudo decir, con tono cordial.



-Me alegra mucho conocerla, señora Kino. Coraíon habla mucho de usted…

-Espero que para bien, querida. De ti desde luego que lo hace…También Petz se ha deshecho en elogios hacia tu persona. Y no es costumbre suya regalar alabanzas sin más. Tienes que ser una chica realmente especial. Y muy alta. No suelo estar acostumbrada a ser yo la bajita.



              La aludida se limitó a sonreír, agradeciendo aquello con un leve asentimiento. Coraíon entonces tomó la maleta de su madrina y les dijo a las dos.



-Vamos a tu hotel. Aunque debiste haber aceptado el quedarte en mi apartamento.

-No quiero ser una molestia para ti. - Arguyó ella.-

-Tú nunca eres una molestia. Por cierto, ya le conté a Sandy que eres la mejor repostera del planeta Tierra. Pues aquí tienes a mi prometida que es la mejor de Bios. ¡Vaya un campeonato que podríais organizar!- Exclamó divertido.-

-¿Ah sí?- Rio Sandy a su vez en tanto le preguntaba con simpático retintín.- ¿Y quién sería el juez? ¿Tú?

-Es una posibilidad.- Afirmó él con desparpajo haciendo que las dos mujeres se rieran. Más si cabe cuando agregó.- Me comería todas vuestras tartas y declararía un empate.

-Tienes mucha cara. ¿Lo sabías? –Le susurró melosamente su pareja.-

-Ya de niño, él y su hermano se comían ellos solos una tarta entera. Una vez se dieron tal atracón que les entró un tremendo dolor de barriga.- Declaró Makoto.- ¡Rodaban por el suelo como croquetas!



              Aunque Sandy se fijó en que ahora su prometido no se reía. Estaba serio, fue escuchar ese recuerdo compartido de su hermano y su semblante cambió. Su madrina lo vio enseguida también, y añadió más apenada.



-Quizás te resulte duro todavía, lo siento, cariño.

-No, no es eso. - Se apresuró a decir el chico que, visiblemente más animado, le comentó.- Es que he recordado una sorpresa que te pienso dar en cuanto  bajemos a Bios. Ya lo verás, te gustará.



              Makoto asintió, y de este modo fue a hospedarse, dejando allí su equipaje. Al poco rato los chicos cumplieron con su labor de guías y la llevaron por el asteroide, dejando la visita al planeta para el día siguiente. Y, en efecto, cuando Coraíon y su prometida llevaron a su invitada a la superficie del planeta lo primero que hicieron fue mostrarle aquella avenida que estaba en construcción. La veterana Guerrera Júpiter no pudo evitar las lágrimas al leer el cartel que indicaba, el nombre de su desaparecido ahijado en cuya memoria se bautizaría.



-Es verdad… me ha gustado mucho. Cariño, ¡me has hecho muy feliz! - Pudo decir la emocionada mujer que se abrazó a Coraíon, sentenciando.- Siempre será recordado. Es lo menos que se merecía.



              Sandy les contempló emocionada a su vez. Le apenaba no haber conocido al hermano de su prometido. De seguro tuvo que ser un gran chico. Gran cantidad de gente le había querido mucho y le recordaban aun con gran afecto. Después de eso, y al día siguiente, quedaron en el piso de la propia científica. Allí, las dos mujeres decidieron hacer el deseo del muchacho realidad. Mano a mano se dispusieron a preparar una tarta muy especial…



-¿Sabes una cosa?- le decía Coraíon a su pareja.- Mi madrina tiene la mejor cadena de pastelerías y floristerías del planeta. La Flowers & Flavours.

-¿Esa cadena es de veras tuya? Creía que era una broma de Cory. - Se sorprendió la joven, admitiendo con entusiasmo.- En la Tierra cuando podía iba a comprar allí. ¡Las tartas eran deliciosas y estaban hechas de forma tradicional, y las flores preciosas! He oído que pensabais expandiros a este planeta.

-Sí, es algo que llevo considerando un tiempo…- Declaró la interpelada.- Aunque tendré que pensarlo.- Remachó poniéndose el delantal.-

-Hazlo. Tendrías mucha clientela.- La animó Sandy que ya lo tenía puesto.-

-Bueno… y hasta podría ofrecerte un puesto como gerente. Si no recuerdo mal, tú ya tenías una tarta con tu nombre. ¿Verdad?...- Inquirió Makoto.-

-Es cierto, ¡ja, ja!- se rio su interlocutora recordando.- La hice con Ginger, una muchacha realmente encantadora. Entre las dos preparamos la tarta de bodas de Amatista y Leval. Ahora no sé qué habrá sido de esa chica. Se marchó de vuelta a la Tierra según creo…

-Bueno, pues ahora te toca hacer una coproducción conmigo.- Sonrió su contertulia guiñándole un ojo para arengar.- ¿Comenzamos?



              Sandy asintió con entusiasmo. Así, las dos empezaron a sacar ingredientes. Mezclaron algunos tras batir unos huevos y amasar la pasta de harina.  Tras colocar una base de bizcocho usaron chocolate y nata para ir alfombrando sucesivos pisos. Rematando la tarta con crema de vainilla y arándanos. Durante la preparación se fueron dando sugerencias y consejos mutuos sobre tal o cual punto de horneado o qué ingredientes colocar primero. Coraíon se pasaba de vez en cuando y al mejor estilo de su difunto hermano menor, preguntaba no sin guasa.



-¿Va a estar esa tarta ya? Tengo hambre…

-¡Anda ya, gamberro! - Le amonestaba jocosamente su madrina.- Lárgate y déjanos trabajar…



              Sandy se rio y el chico, al cabo de un rato de bromear con ellas, las dejó a su aire. Lo cierto es que ambas mujeres se coordinaban a la perfección. Estaba claro que, como dos grandes reposteras, se comprendían muchas veces sin usar palabras. Aunque, cuando se quedaron solas, Makoto decidió ser franca y le comentó a esa encantadora muchacha, empleando un tono de más seriedad.



-Verás. No sé si mi ahijado te lo habrá dicho. Pero además de mujer de negocios y de la madrina de  Cory, soy una Guerrera de la Justicia. La Guerrera Júpiter.



              Su interlocutora la observó sorprendida. De hecho, su novio le había contado cosas de su familia, ella misma habló con Petz, pero nada le explicaron sobre la madrina del chico. Solamente que era una mujer estupenda, y muy buena cocinera. ¡Ni tan siquiera le dijeron en un  principio que era la creadora y dueña de esa prestigiosa firma! Y cuando su prometido se lo comentó después, tal y como Sandy admitiera, pensó que era una broma de él.



-No, no lo sabía.- Declaró la atónita joven.-

-Lo imaginaba. Bueno, creí que debía decírtelo.- Afirmó su interlocutora en tanto metía esa tarta al horno y calculaba.- Unos treinta o treinta y cinco minutos.

-Bueno. También hay cosas sobre mí que usted no sabe, supongo.- Pudo decir Sandy, algo envarada ahora.-

-Sé que eres huérfana.- Comentó Makoto añadiendo con tono solidario.- Lo mismo que yo. Perdí a mis padres siendo una niña, en un accidente. Sé lo que es eso.

-Lo siento mucho.- Fue la consternada réplica de la muchacha.-

-Me fijé en las fotos que tienes a la entrada de tu piso. – Comentó la madrina de Coraíon, conjeturando de seguido.- Imagino que esas dos personas eran tus padres. ¿Verdad?

-Mi padre vive aún, está en la Tierra, trabaja en la Masters Corporation. Tengo muchas ganas de que venga a Bios a pasar tiempo conmigo, pero le cuesta mucho dejar la su casa allí.- Le contó ella, remachando de un modo más sombrío.- Fue mi madre la que murió…



              Makoto miró a la chica fijamente y puso ambas manos sobre los hombros de ésta para decirle con tono afectuoso y comprensivo.



-Escucha Sandy. No te preocupes. No estoy aquí para hacer de evaluadora tuya ni nada por el estilo. No tienes que contarme nada que no desees. Créeme cuando te digo que he visto muchas cosas y librado muchas batallas. Es poco lo que puede llegar a sorprenderme a estas alturas. Todo cuanto sé es que mi ahijado te quiere muchísimo y que mi amiga Petz y mi amigo Zafiro, te consideran ya como a una hija. Y ahora comprendo el porqué. Eso es más que suficiente para mí.



              La aludida asintió despacio bajando por unos instantes la mirada, sin embargo enseguida la elevó de nuevo para sostener la de su contertulia y responder con tono apurado.



-Es usted muy amable. Pero creo que sí debo decirle algo respecto a mi madre…



              Y con el gesto atento de su contertulia, la chica se atrevió a confesar…



-Ella era una súcubos, vino del Infierno.  Y yo he heredado parte de su genética.

-Sí, lo sé.- Afirmó Makoto para asombro de la joven, aunque antes de que ésta pudiera añadir nada, fue la sailor quién le aseguró.- Nadie me lo ha dicho. Pero conozco al ahijado de mi amiga Minako. Y tienes la misma aura que él. Puedo sentirla muy bien. Por eso te repito, lo que nuestra princesa siempre nos decía. No es el exterior de una persona lo que cuenta, es su corazón. Y el tuyo es bondadoso. Creo que te has ganado el derecho a ser feliz y a hacer dichoso a Coraíon. Y ahora que te he conocido regresaré muy contenta a la Tierra. Porque estoy segura de que lo lograrás, ambos lo haréis.



              Ahora Sandy estaba entre atónita y emocionada. Apenas sí pudo decir.



-Muchas gracias...yo… significa mucho que alguien como tú me diga eso…mi padre me contó desde que era niña las hazañas de unas hermosas guerreras que llevaban un lazo al pecho y minifaldas. Decía que eran las justicieras. Pero también me explicó que mi madre, antes de que yo naciera, le contaba cosas acerca de otras guerreras mucho más poderosas aún. Contra las que ni ella deseaba enfrentarse. Y esas eráis tú…y tus compañeras…

-Así es- le sonrió Makoto con jovialidad, afirmando con un suspiro.- Pero de eso hacen ya bastantes años, querida.

-¿Acaso vosotras sois como los de mi raza? ¿No envejecéis?- Quiso saber la chica.-

-Envejecemos sí, pero a un ritmo muy lento. Casi tan despacio como los propios demonios. - Le aclaró su contertulia.-



              Ahora Sandy se sentó en una de las sillas de la cocina, suspirando a su vez y entrelazando sus manos para dejar reposar su barbilla y sentenciar.



-Esa es otra de las cosas que me preocupan. Quizás yo tarde mucho en envejecer, pero no mi prometido…



              Makoto asintió solidariamente y tras sentarse al lado de la joven, le confesó.



-Esa es una de las razones, entre otras, por las que ninguna de nosotras, excepto una y por causas de fuerza mayor, jamás nos hemos casado. Tenemos una misión que cumplir en esta vida. No podemos emparejarnos dado que al final mantendremos nuestra juventud por muchísimo tiempo. A veces cuando veo a los padres de Coraíon o a otros amigos, me entristece que ellos si acusen el paso de los años. Pero tu caso es diferente. Puedes amar y ser correspondida, y un día tendrás hijos y les querrás y ellos a ti. Si quieres un consejo disfruta ahora de lo que la vida te ofrece y olvida lo demás. Ya has penado bastante sin merecerlo.



              Sandy la miraba sorprendida y llena de admiración. Aquella mujer era muy sabia, le recordaba a Petz. Estaba claro que eran grandes amigas y que tenían mucho mundo y experiencia en todos los órdenes de la vida. Simplemente asintió sonriente y musitó.



-Gracias. Tienes razón. Lo haré.



              Entonces e inopinadamente Makoto tornó su expresión risueña por otra alarmada y exclamó llevándose las manos a la cabeza al recordar...



-¡La tarta!...



              Sandy reaccionó a su vez con una mezcla de apuro y horror. ¡Con esa intensa conversación las dos se habían olvidado completamente de aquello! Corrieron al horno y lo apagaron, quizás algo chamuscado pero indemne en lo esencial sacaron el  pastel…



-Por fortuna, no se pasó demasiado el tiempo.- Suspiró Makoto.- La mayor parte está bastante aprovechable.

-Conociendo a Cory, creo que le daría igual si se lo sirviésemos chamuscado.- Sonrió Sandy.-



 Makoto se rio de aquel comentario y su interlocutora hizo lo mismo. Después prepararon el pastel en una bandeja y celebraron una gran merienda para regocijo de Coraíon que dio cuenta de buena parte de esa tarta entre las risas de su prometida y su madrina. Desde luego, si le pareció que estaba algo quemada en alguna parte no lo comentó. De este modo y tras unos días más Makoto se marchó, alegre de que al menos su ahijado hubiera encontrado a esa maravillosa muchacha.



-Bueno. Ahora solamente me resta prepararme para el momento de la verdad.- Suspiró la  princesa de Júpiter cuando, ya en la nave, se dirigía a la Tierra.-



              Así las cosas, Leval regresó una tarde de la base a su casa en la nave. Amatista todavía no estaba, llegaría del laboratorio dentro de una hora calculaba él, tenía suficiente tiempo. Pasado ese plazo su esposa volvió puntualmente del trabajo. Al entrar se encontró con la mesa puesta y una cena que su marido había preparado. La verdad es que al chico se le daba bien cocinar. Lo había aprendido en la academia para las pruebas de supervivencia y tuvo ocasión de ir perfeccionando algo la técnica.  Su mujer sonrió contemplando el buen aspecto que presentaban los platos y Leval la saludó con un beso y la invitó a sentarse afirmando casi con tono de excusa.



- Espero que te guste, he tenido poco tiempo.

- Es perfecto, gracias cariño. Pero, ¿qué celebramos? - Se sorprendió ella.-



              A decir verdad no recordaba ninguna fecha en especial, pese a esforzarse por imaginar cualquier evento posible entre ambos. Desde luego no quería meter la pata y herir los sentimientos de su esposo. Aunque éste la alivió enseguida cuando declaró, piropeándola con desenfado.



-¿Acaso tenemos que celebrar algo?, eres mi mujercita querida. Eso ya es bastante celebración.

-Te quiero...- declaró la agasajada no sin alivio mientras comenzaba a cenar, añadiendo de inmediato con admiración. - ¡Oye, esto está muy bueno!...



            Cuando terminaron la cena, Leval se levantó y trajo el postre, llevaba una bandeja con su correspondiente tapadera de metal, la dejó en la mesa y Amatista la observó con curiosidad.



- Vamos, levanta la tapa,- le pidió él agregando con misterio. - A ver si te gusta, es un postre de mi invención. Me ha costado bastante…

- No me digas. ¿Desde cuando te dedicas a ser repostero? - Inquirió ella con una sonrisita. - ¿Es que Sandy y la tía Petz te han dado clases?

- Bueno, con una chica tan dulce como tú, es irremediable que me interese por la repostería.- Sonrió Leval añadiendo con afecto. - Mira a ver si te gusta.

-A ver qué pinta tiene. - Replicó ella.-



              La muchacha levantó la tapa muy halagada por el cumplido y a la vez llena de curiosidad, cuando vio el interior, soltó una exclamación de sorpresa. Dentro de la bandeja había una llave. Amatista la empuñó desconcertada y le preguntó a Leval con mucho interés.



 - ¿Para qué es esta llave?

- Para abrir nuestra casa - respondió su esposo agregando con un tinte burlón. - ¿Cómo podríamos entrar sino?

-¿La casa de Bios? - Inquirió Amatista entusiasmada. Leval asintió sonriente, ella se levantó y le abrazó queriendo saber con alborozo. - ¿Cuándo te la han dado?

- Coraíon me la mandó por transporte regular,- explicó él  con satisfacción. - Me ha dicho que cuando queramos podremos mudarnos.

-¡Soy tan feliz...ya podremos preparar la habitación para el niño! - Afirmó su interlocutora que se tocó el vientre, bastante abultado ya. Después tomó una mano de su marido y se la puso en él mientras le comentaba llena de alegría. - Ya quedan sólo dos meses para que salga de cuentas. Tengo muchas ganas y a la vez estoy un poco asustada...

- Pero cariño.- La animó Leval. - No hay razón para que estés preocupada. Naya, cuando te reconoció antes de irse a la Tierra, y su  sustituta, la doctora Pentiel, han dicho que todo va perfectamente.

- Sí, lo sé.- Asintió su esposa más tranquila aunque deseando con voz queda. - Pero tengo tantas ganas de darte un hijo fuerte y sano como tú y todos tus antepasados...como mis padres y los suyos...

- Claro que lo harás y será mejor que todos nosotros, ¡ya lo verás! - Le aseguró él que, para quitarle hierro añadió. - Mi padre me contó que mi madre tenía también esa preocupación.

- Y ella lo consiguió.- Sonrió Amatista añadiendo acto seguido - no he conocido a nadie que sea como tú. – Tras lo cual se permitió bromear. - Y no lo digo sólo por...- miró bajo el mantel y ambos se rieron de forma cómplice. -



               Después de cenar ambos se sentaron en el sofá y vieron una película, cada vez tenían más ganas de pasar veladas tranquilas. Desde luego no echaban para nada de menos los sobresaltos y las aventuras.  Amatista se sorprendía día a día de la faceta hogareña de su esposo. Casi le parecía algo irreal. Le había visto luchando como súper guerrero y como piloto militar, recordaba incluso aquellos años  para ella ahora tan lejanos, cuando eran vecinos en la Tierra e iba a estudiar con él.  Siempre que entraba en la habitación de Leval el entorno le había transmitido que era ordenado y metódico para todo lo que hacía. De hecho, ella misma tenía que tomar ejemplo de lo bien que dejaba la casa y de cómo hacía las limpiezas y otras tareas domésticas. Hablaban de eso en tanto veían una película sin mucha trascendencia.



-Eres todo un amo de casa. ¡He sabido elegir muy bien! – reía la muchacha. –

-Desde que éramos pequeños, a Kerria y a mí nos educaron para saber cuidarnos y apañarnos con estas cosas.- Repuso él.- Mi madre fue muy estricta en eso. Hasta cuando me enseñaba a jugar al ajedrez.

-¿De veras?- Quiso saber Amatista.-

-Sí, lo recuerdo siendo niño, quizás con ocho o nueve años. Ella me enseñó antes a mover las piezas y poco a poco a jugar. ¡Y nunca podía ganarla!- Suspiró como si eso todavía le pesara.-

-Es que tu madre es muy buena jugadora según creo.- Comentó su esposa.-

-Lo es. Solamente la he visto perder alguna partida contra mi madrina Ami.- Declaró el chico para sentenciar.- Y a mí, a pesar de ser un niño, no me perdonaba ni el más mínimo error. Siempre me decía. Leval, el ajedrez es una metáfora de la vida. Tienes que calcular tus movimientos, ver tus opciones y reflexionar mucho antes de dar cada paso. Si te equivocas, lo mismo que en una partida, no te permitirán cambiar el movimiento.

-¡Vaya con Bertie!.- Suspiró Amatista.-

-Al crecer comprendí que mi madre tenía razón.- Admitió el chico, agregando casi con nostalgia.-  Y cada vez que yo perdía o que no me esforzaba lo suficiente jugando, también comentaba. Hay que jugar para ganar, sino el juego es una pérdida de tiempo. Pero más importante incluso que ganar es aprender. Y se aprende más de las derrotas que de las victorias.

-¿También enseñaba a sí a Kerria? No sé yo si tu hermana tendrá tanta maña como tú. – Comentó la muchacha.-



              Aunque también recordaba que al poco de conocer a la hermana de su esposo e ir a su cuarto siempre lo tenía muy buen puesto y ordenado. De todos modos nunca la vio jugando al ajedrez.



-Bueno, Ky ha sido siempre algo más movida. Ya la conoces, Ni mi madre, ni la madrina Ami lograron que le gustase demasiado el ajedrez. Pero cuando nos tocaba ayudar en casa los dos lo hacíamos y cada uno de nosotros éramos capaces de hacer de todo, desde poner lavadoras hasta cocinar. Pero la cocina y el ajedrez desde luego se me daban mucho mejor a mí.

- Ya lo veo. - Declaró su mujer que no necesitaba que se lo jurasen. – Aunque yo para eso soy más desastre. Mi madre me enseñó algunas cosas pero siempre fui muy vaga. – Admitió no sin un cierto rubor. - ¡Y lo mío no es precisamente el ajedrez!- Se sonrió.- No soy tan lista.

-Para ser alguien tan perezosa no lo has hecho mal. - La animó él, enumerando para satisfacción de la chica. – ¿Y quién dice que no eres inteligente? Estás a punto de terminar tu carrera, trabajas en el laboratorio, vas a tener un bebé y me ayudas en casa. Eso contando con la última actuación que hiciste en la Tierra con el grupo.

-Eso es porque el hombre al que yo amo me dio muy buen ejemplo. – Le susurró ella en tanto le besaba en una mejilla. – No puedo desmerecer…porque lo que sí soy es muy competitiva.



              En ese instante Amatista lanzó una pequeña exclamación, llevándose la mano a la barriga. Leval la observó con algo de inquietud.



-¿Estás bien?- Quiso saber mirándola concernido. –

-Sí- se apresuró a sonreír su esposa. – Ha sido una patadita, toca. – Le pidió  tras asir una de sus manos y hacérsela poner sobre su vientre. –



              Leval sonrió encantado, notaba con claridad como algo ahí dentro se movía, con un jocoso tono de humor le comentó a su esposa.



-¡Espero que no sea que la cena te haya sentado mal!



              Su mujer se rio por la ocurrencia y él la secundó. Tras permanecer acurrucados durante un rato decidieron dejar aquella película, ambos estaban cansados y se fueron a dormir. Al día siguiente el muchacho se incorporó junto a Mazoui a su puesto en la base. Su amigo le dijo a Leval que tenía que comentarle algo importante. Éste escuchó atentamente mientras su primo hablaba.



- Satory y yo hemos pensado mucho estos últimos meses y hemos decidido que queremos irnos a la Tierra,- le  reveló Mazoui - voy a pedir el traslado.

- ¡Vaya!,- suspiró Leval afirmando con pesar. - Todos os vais, ¡que solos nos vamos a quedar aquí!, ¿cuándo quieres pedirlo?

- La verdad, hoy mismo - respondió su interlocutor -...esperaba que tú estuvieses presente.

- Yo, ¿para qué? - Se sorprendió Leval. -

- Quiero a alguien que me avale y me gustaría que fueses tú.- Sonrió su primo. -

- Claro que sí, por mí encantado, aunque no creo que lo necesites. Y ya sabes que me apena mucho que os vayáis.

- A mí también, te lo aseguro. - Le confesó sinceramente Mazoui, añadiendo no obstante con igual talante. - Pero tanto Satory como yo deseamos volver a la Tierra con nuestros allegados y labrarnos nuestro futuro allí. Además. Deseo estar cerca de mi familia y de la de ella.

 - Os comprendo bien, Amatista y yo hemos decidido vivir aquí, en Bios. Aunque entiendo que vosotros prefiráis la Tierra. Pero, de todas formas, sería mejor que acudieras a un oficial superior para que te avalase. - Le recomendó Leval. -

- No te preocupes, esto va por recomendaciones de oficiales valorados por el alto mando. Y tu nombre está en primera fila. No te pongas triste, ¡ya vendremos a veros! Sobre todo cuando nazca vuestro hijo. Con los padres que tiene seguro que va a ser alguien fuera de serie.- Le aseguró su primo con renovado ánimo. -

- Eso es muy halagador, ¡entonces vamos! - Instó Leval esbozando una sonrisa. -



               Durante la charla llegaron a la oficina de Freejar. Éste a su vez se brindó para acompañarles al despacho de Zorton. Una vez allí, todos firmes esperaron  a que el comandante les hablara.



- He leído su petición, mayor - declaró el comandante dirigiéndose a Mazoui con ese tono seco y objetivo que en él era lo más cercano a un cumplido cuando añadió.  - Me parece que un oficial como usted es difícilmente reemplazable, pero si es lo que desea tramitaré su petición a mis superiores...

- Muchas gracias, señor - repuso el muchacho. -

- Señor,- terció Freejar - ¿Podría pedirle que recomendase al teniente Malden para reemplazar al mayor O ‘Brian?

- Mayor, el teniente Malden es demasiado joven aun,- repuso Zorton que añadió  a modo de argumento más consistente. - Acaba de ascender, hay muchos oficiales que tienen más antigüedad. Aunque me gustaría, en eso no puedo ayudarle.

- Lo comprendo, señor,- admitió Leval. - Hace poco que he sido promovido a este rango, eso es cierto.

- Es usted un buen oficial, no se preocupe, ascenderá deprisa.- Le replicó su superior con un tono bastante amable para provenir de él al rematar. – Ocasiones no le faltarán.

- Gracias por su atención, señor. Ahora únicamente me queda presentar mi propia solicitud de traslado.- Terció Freejar sorprendiendo a su comandante y a los muchachos. -

-¿Usted también? - Inquirió éste agregando con resignación. - Bueno, me voy a quedar sin mis mejores oficiales. Pierda cuidado, tramitaré también su petición. A propósito, mayor, ¿cómo están su mujer y sus hijos? - Se permitió preguntar con lo que parecía un cortés e incluso amistoso interés. -

-Muy bien, gracias señor.- Contestó escueta pero agradecidamente el interpelado para interesarse a su vez. - ¿Y su familia?

- Bien, muchas gracias. En la Tierra, con lo que pasó aquí hará unos meses, decidimos que era más prudente que permanecieran allí. Aunque quién sabe. Puede que yo mismo les siga a ustedes y regrese también. En el fondo les comprendo. Se echa de menos el hogar. -  Confesó Zorton  con un talante muy cercano para lo que era su costumbre.- Y ya son muchos años apartado de él…



              El comandante entonces firmó en unos cuantos papeles y se los dio a Freejar en tanto le indicaba.



-Aquí tiene, ponga su solicitud y la haré llegar a los mandos. Si no desean nada más.- Todos negaron con la cabeza y su comandante movió indolentemente una de sus manos para sentenciar. -Entonces pueden retirarse...



             Todos saludaron y se marcharon del despacho, Freejar le dijo a Leval con algo de malestar e incluso decepción.



- Lo siento, muchacho, he hecho lo posible. Por cierto, no le hemos solicitado tu traslado a Bios al comandante.

- Otro día, señor,- sonrió Leval. - Creo que por hoy le hemos agobiado con demasiadas peticiones y no hay que abusar de su amabilidad.



              Freejar asintió, fingiendo un gesto serio y concernido para aseverar.



- Sí claro, yo también creo que el viejo estaba hoy demasiado contento y eso siempre me mosquea. Temo que quiera ligar conmigo. Ya sabéis lo atractivo que soy.



              Y tras las consabidas risas de sus interlocutores retomaron un poco la seriedad cuando Leval conjeturó.



- Será porque finalmente ha podido volver a ver a su familia. Y pasar tiempo con ellos.

- Es cierto, - convino Mazoui afirmando.- En el fondo no es mala persona, pero estaba muy amargado, seguramente creyó que jamás les volvería a ver cuándo nos perdimos en el espacio.

- La vida es así, chicos. Y ahora que tú Malden, vas a tener un hijo, lo comprenderás.- Declaró el mayor.-

- Sí, señor.- Admitió el aludido.- Ya empiezo a hacerme una idea.



              Realmente se percataba hasta qué punto eran importantes sus seres queridos. Cuando fueron tragados por aquel agujero y se perdieron en el espacio, cada uno a bordo de la gran nave encajó aquello como pudo. Durante muchos meses creyeron que jamás retornarían a ver a sus allegados y tuvieron que sostenerse y animarse de la mejor manera que pudieron. Ahora, muchos de los que participaron en aquel viaje habían vuelto o deseaban retornar al planeta madre. No obstante, tanto él como su mujer, habían decidido ser pioneros en un nuevo mundo. Suspiró, aquella sería otra aventura. Menos mal que esos dioses habían dejado de incordiarles. Pensaba en eso cuando la ruda voz del mayor le sacó de esas meditaciones.



-Bueno, basta ya de cháchara, ¡vamos a mover el culo que hay trabajo!,- repuso Freejar  recobrando su brusco tono habitual. -

- Antes de que os vayáis, gracias por apoyarme,- les dijo Mazoui que se dirigió particularmente al mayor para declarar. - Winston, has sido muy amable...

-¡Venga ya!,- espetó éste con fingida severidad. -  Es para perderte de vista de una vez, me distraes demasiado a este chico...

- ¡Ya, me imaginaba que sería por algo de eso! - se rio Mazoui mientras contestaba. - Bueno, de todas formas, gracias. Luego nos vemos, Leval.- Se  despidió alejándose por otro corredor hacia su sección. –

-Bueno. Ahí va un buen tipo. - Comentó el mayor aseverando.- Y dentro de poco será mi turno. ¡Oh sí!, hogar, dulce hogar…

- Señor,- le dijo Leval a Freejar cambiando de tema o incluso a propósito de lo que su superior acababa de decir. - ¿Sabe que ya nos han dado las llaves de nuestra casa en el planeta?

- Me alegro por vosotros, oye. No te he preguntado, ¡qué torpeza la mía! ¿Cómo está tu mujer?, ¿cómo lo lleva? - Se interesó el mayor, esta vez sin disimular un modo cordial. -

- Muy bien, muchas gracias, verá, me gustaría pedirle. - Leval pareció dudar aunque al fin se decidió a exponer lo que quería dando un buen rodeo. - Tenemos que decorar la casa y ya hemos elegido los muebles y demás, pero debemos llevarlos y Amatista estaría muy contenta si yo le ayudase a ponerlos. Sobre todo porque con su estado no puede hacer esfuerzos.

-¿Quieres un permiso, muchacho? - Inquirió Freejar mirándole con los ojos entornados. Leval asintió algo tímidamente  y su superior añadió con un gruñido. - ¿Pues porqué rayos no me lo pides? ¿Te acuerdas de lo que te dije cuando llegaste a mi sección? ¡Ve al grano!

- Tiene razón, lo siento, ¿me puede dar un par de días? - Le pidió el chico. -

- Claro que te los puedo dar, y lo haré o Elise me arrestará a mí. Habla mucho con tu mujer. Seguro que a estas alturas tu esposa ya le habrá contado lo de vuestra casa. Tómate mejor tres días, trataré de apañármelas sin ti ¡y qué demonios! , me tengo que ir acostumbrando. Mi traslado no tardará en llegar.

- Muchas gracias.- Sonrió el muchacho agregando complacido. - Amatista se alegrará mucho. Y por supuesto que esperamos que ustedes vengan a cenar cuando estemos instalados.

- Puedes contar con ello. Pero eso del permiso será mañana,- respondió Freejar tratando de mantener su tono iracundo. - ¡Ahora ve a ganarte el sueldo!, apáñate una escuadrilla y date una vuelta por el planeta.

- A la orden.- Respondió de inmediato Leval que saludó  dirigiéndose después hacia su zona de despegue a llamar a los pilotos bajo su mando.-



              Freejar se sonrió satisfecho mientras le veía alejarse, seguro que Elise aprobaría su gesto.



-Tenemos que cuidar a estos muchachos. - Se decía sin dejar de sonreír, aunque con una nostalgia que se esforzaba por controlar.- Son realmente excepcionales… ¡ah! les echaré de menos…será difícil encontrar a alguien a quién se le pueda tomar el pelo de esta forma…



              Por su parte, Leval salió en misión por el planeta, todo estaba en orden y a él le alegró ver la atmósfera cada vez más densa y azul.



-El panorama está despejado. Espero que siempre sea así, y que jamás tengamos que batallar en este planeta.- Pensó el chico.-

             

              Ojalá que la raza humana hubiera aprendido de sus errores del pasado. Aunque, pese a todo, ya no eran los únicos seres inteligentes conocidos en el universo. Por desgracia existían más civilizaciones agresivas y hostiles que a buen seguro les atacarían de tener la ocasión.



-Espero que hayamos derrotado a esos canallas de una vez por todas. Quiero creer que destruimos su nave nodriza y que eso puso fin a la guerra.- Meditaba.-



              Pensó en esa misión de la SSP-2.  Oficialmente a la búsqueda de ese planeta cartografiado por los Zirt. Aunque Leval no era tan ingenuo como para ignorar algunos rumores que se había estado filtrando. Aquel asteroide transformado en nave era significativamente menor en tamaño que la SSP-1, aunque estaba considerablemente mejor armado.



-Lástima no haber podido hablar con Susan de eso hace unos meses antes de que partieran. Ella fue a un cursillo intensivo de entrenamiento para pilotos, pero tenía prohibido divulgar nada.- Recordó.-



              La ya teniente segunda Hunter en efecto le comentó aquello, diciéndole que era un asunto clasificado. Leval no quiso indagar más, bastantes cosas tenía en mente.



-En cualquier caso, y sea lo que sea que deban hacer, les deseo suerte. Nosotros defenderemos Bios de cualquier amenaza. Y, si hemos podido afrontar la de esos dioses, no creo que haya nada peor.- Se dijo aliviado.-

             

              Así, entre esas reflexiones, dio órdenes a sus pilotos de efectuar los recorridos programados de patrulla. Cuando volvió, Freejar le autorizó a tomarse ya su permiso. Sin perder tiempo regresó a casa y encontró a  su esposa enfrascada en la febril tarea de ir empaquetando cosas. El muchacho le dijo que no se esforzase en demasía, que él mismo se encargaría del traslado y así lo hizo. Pese a que ella comentó, a medio camino entre el desencanto y la resignación.



-No soy muy buena para quedarme quieta.



              Pero comprendía que, en su estado, no podía hacer según que cosas. Finalmente los muebles fueron embarcados en una nave de transporte y llegaron al planeta en pocas horas. Leval y Amatista partieron en otra lanzadera. Al llegar, y fiel a su palabra, el chico se ocupó de sacar los muebles y colocarlos, pese a que algunos de ellos tenían mucho volumen y pesaban bastante, pero para él eso no era problema. En poco tiempo y con su velocidad limpió toda la casa, los servicios de luz, agua y demás comodidades ya habían sido instalados. Amatista estaba radiante de felicidad, con presteza y los ademanes heredados de su propia madre, le indicaba  a su marido donde poner las cosas. Cuando éste concluyó a su satisfacción, se abrazó a él y ambos danzaron por el salón de su recién estrenada casa. Leval dejó a su mujer sobre el sofá con cuidado, luego miró por la ventana y vio con asombro que estaba lloviendo.



-¡Mira, llueve! - Señaló admirado. - Hasta ahora no había visto algo así en el planeta.

- Desde luego, Sandy, Penélope y Satory han hecho un gran trabajo.- Sonrió Amatista mirando nostálgicamente por la ventana. - Ojalá que Penélope y Tracer estén bien. Lo mismo que todos los demás que se han marchado.  - Les recordó con añoranza, hacía varios meses que se habían ido. -

- Lo estarán.- Aseguró Leval confiando con ella. - Espero que nos den noticias pronto. Mazoui y Satory también se irán y Freejar y su familia.- Entonces le contó a su esposa lo ocurrido en el despacho de Zorton. -

- ¡Ésta Satory! No me lo había dicho, pero algo notaba yo.- Suspiró Amatista que agregó también con un poso de tristeza. – Y también Winston y Elise, con sus hijos. Con lo buenos amigos que son.

- Bueno, cada uno tiene que buscar su felicidad allá donde crea mejor. – Declaró filosóficamente su esposo. -

- Lo sé- convino ella con ese mismo tinte apenado. – Pero les quiero mucho a todos y me apena que se vayan tan lejos.

- No dejaremos de saber de ellos. Las comunicaciones son cada vez mejores y siempre tendremos ocasión para vernos de nuevo. – La animó él que rememoró.- Ahora comprendo mejor a nuestros padres cuando nos fuimos en la SSP-1. Y eso que entonces podríamos habernos separado para siempre.

- Tienes razón - admitió la muchacha que, acariciando su vientre, pudo confesar. – Mi madre también la tenía. Ahora entiendo lo que significa separarse de alguien tan querido como un hijo o una hija. Es como si desde que comenzara el embarazo las cosas se hubieran clarificado mucho para mí en todos los sentidos.- Suspiró añadiendo en tanto admiraba las vistas al jardín y centraba la atención en sus flores de jazmín. –



              Su esposo no dijo nada, solamente asintió despacio, ambos se mantuvieron contemplando la lluvia caer y salpicar los cristales de la ventana.



- Esto me encanta, cada vez se parece más a nuestra casa. - Declaró entonces él tratando de desviar el tema. -

- ¡Es que es nuestra casa, cariño!... ¡nuestro hogar y el de nuestro hijo! - declaró Amatista con orgullo y felicidad. –



              Y la muchacha, junto a su esposo, disfrutó de ese momento de calma. Con las lámparas apagadas viendo caer la lluvia, sólo les iluminaban las luces indirectas del alumbrado nocturno exterior.



- Ha sido un día muy largo.- Suspiró Leval. - Pero por suerte me quedan otros dos de permiso. Por cierto. Invité a Freejar y a su familia a cenar en cuanto tengamos la casa a punto.- Sonrió levemente para afirmar divertido.- No te preocupes, cocinaré yo.

- Te ayudaré un poco. Tampoco soy tan mala en la cocina.- Sonrió la muchacha, añadiendo con jovialidad y aprobación.- Has hecho muy bien. ¡Qué menos para agradecerles todo lo que han hecho por nosotros!

- Sí, y podremos pasar una velada agradable. Como esta tarde, mirando llover. La verdad es que apenas sí puedo creerlo.- Comentó él regresando a su anterior tema de conversación.- ¡Cuanta paz se respira aquí!

- Es muy hermosa la lluvia, echaba de menos algo así. Aunque en la nave a veces llueve no es como en un planeta. Y esto es tan bonito…Me apetece quedarme aquí viendo caer el agua. Hacía mucho que no veía una lluvia como ésta.- Le dijo ella con voz queda. - Recuerdo que cuando era pequeña me molestaba que lloviese porque no podía salir a jugar, ahora, en cambio, me parece algo maravilloso.

- A mí siempre me ha gustado la lluvia, me parece muy romántica, sobre todo si estoy contigo. - Le susurró él abrazándola por detrás. -

- Y un día, podremos decirle a nuestro hijo que nosotros contemplamos la primera lluvia atmosférica de Bios esperándole a él. El mismo día en que estrenamos nuestro hogar.



               Su marido asintió y los dos se quedaron contemplando caer aquella suave cortina de agua. ¡Amatista deseaba tanto tener a su hijo y criarlo en su nuevo mundo! Además, sentía que algo les unía a su futuro bebé y a ella con el planeta.



-No sé cómo explicarlo.- Se decía.- Pero tú, cariño, debes nacer aquí.



              Así pasaron unos días, por supuesto que la pareja invitó al matrimonio Freejar a cenar. En esta ocasión vinieron sin los niños que estaban pasando unos días en la Tierra con sus abuelos. Winston sorprendió al acudir vestido de paisano, luciendo un blanco traje que contrastaba con su oscuro rostro, aunque le hacía quedar muy elegante. Su mujer se atavió con un vestido rojo realmente bonito. Amatista sonrió al reconocer la firma Deveraux. Elise quedó encantada cuando su anfitriona le reveló que esa gran diseñadora era su madre. Además le prometió que hablaría con ella para que le enviase algún nuevo modelito. La mujer de Freejar, realmente encantada, se dirigió a su esposo en tanto comenzaban a cenar.



-Después de esto, Winston, más te vale cuidar a este chico. Al menos en tanto seas su superior directo.

-A tus órdenes, cariño. - Pudo replicar no sin sorna él, haciendo reír a todos.-

- Es lo menos que puedo hacer.- Afirmó Amatista mirando muy agradecida a esa mujer tan amable para declarar.- Has sido como una hermana mayor para mí, me has dado tantos consejos que, no sé cómo darte las gracias.



              Llegada a este punto incluso se emocionó, la propia Elise le tomó de una mano y le sonrió afirmando con tono cordial y afectuoso.



-Eres una chica estupenda y vas a ser una madre magnífica. Tenlo por seguro. Formaréis una maravillosa familia.

-Sí, eres una dama de primera. ¡Hasta has logrado meter en vereda a este alcornoque! - Terció Freejar con su característico humor socarrón, para desdramatizar aquello, cosa que consiguió.-



              Leval quiso decir algo pero su superior evidentemente no se lo permitió. Se le anticipó afirmando no sin deleite.



-Por cierto, la cena está exquisita. ¿Acaso ha sido la señora de la casa a quién debemos agradecerle este manjar?

-No- sonrió Amatista negando con la cabeza a la par que aclaraba.- Ayudé un poco pero casi todo lo hizo mi marido.

- Eso es lo que llamo yo un esposo dedicado y con múltiples talentos. - Intervino Elise con una sonrisa de aprobación.-

- Cierto. - Convino el mayor afirmando sin pudor.- La carne en su punto, la guarnición de champiñones, patatas y guisantes, deliciosa. ¡Vaya!. Me equivoqué contigo, hijo. ¡Tendría que haberte destinado a la cantina! ¡Nos hemos perdido unos ranchos deliciosos!

-Muchas gracias señor…creo. - Pudo replicar al fin el azorado chico en medio de las carcajadas del resto.-

- No me llames señor en tu casa. - Le indicó jovialmente su jefe tan pronto dejó de reír, para afirmar.- Aquí el señor eres tú.

- Y la señora, tu esposa. - Remachó Elise pidiéndole a su interlocutor.- Cuídala siempre bien. Y por nada del mundo te vuelvas tan gruñón como éste viejo cascarrabias que tengo por marido. - Sentenció jocosamente mirando a Winston.-



              Aunque el aludido sólo se encogió de hombros con cara de no haber roto un plato, para provocar más risas entre los comensales. Y así transcurrió la velada. Tras despedirse el matrimonio Freejar los jóvenes esposos ordenaron un poco la cocina y no tardaron en irse a dormir. Por supuesto, su superior le dio a Leval permiso para acudir más tarde al día siguiente. Se justificó alegando que no tuvo más remedio cuando Elise se lo ordenó. De todos modos, Winston estuvo encantado de hacerlo, aunque no lo reconocería ni bajo tortura. De esa forma la pareja de recién casados y futuros padres se afanaban en poner el lavaplatos en tanto departían animadamente, aun sonriendo tras recordar esa cena.



-Son una pareja estupenda.- Sonreía Leval.-

-Les voy a echar muchísimo de menos.- Convino su mujer que entonces, recordó.- ¡Ah! El otro día me llegó un mensaje de Ginger…

-¿Ginger? ¿Cómo le va?- Quiso saber Leval, que también apreciaba bastante a esa muchacha.-

-Debió de confundir la dirección IP de nuestra casa, me llegó hará dos días. Con todo el ajetreo de la decoración apenas si pude verlo esta mañana cuando lo reenviaron aquí. ¡Han tardado meses en poder remitirmelo! Decía que se ha embarcado con su hijo Dean en el SSP-2.

-¡Vaya! ¡Quién lo iba a decir!- Repuso su atónito esposo para añadir.- Por lo que me contaste Giaal logró regenerarle las piernas. Aunque, pese a ello, creía que aquella experiencia tan traumática le habían quitado las ganas de viajar más por el espacio.

- Según me explicaba quería labrarse un provenir por sí misma. Ha puesto otra cafetería en la nave y desea ver que tal es el mundo al que se dirigen. Si le gusta me comentaba que quizás se instalaría allí con el niño. ¡Ojalá le vaya muy bien, igual que nuestros otros amigos!

-Sí, eso deseo yo también. - Le susurró su esposo abrazándola suavemente por detrás.- Son todos unas personas magníficas.



              Y así quedaron durante un rato, luego terminaron de recoger y se dispusieron a dormir. Los mismos dioses, a pesar a no intervenir últimamente, observaban a esa pareja con suma atención. Cada vez mostraban mayor interés e incluso asombro por aquellas criaturas aparentemente tan frágiles y atrasadas.



-Realmente son unos seres muy extraños. Capaces de sorprendernos incluso a nosotros.- Admitió Dialen.-

-Sí, cuanto más les observo menos les comprendo.- Convino Buruk llevándose una de sus grandes manos a la barbilla en actitud pensativa.-

-Pues creo que después de todo lo que hemos visto ha llegado el momento de intervenir.- Declaró Zoen.-

-Convendría entonces avisar al señor Georcael.- Afirmó Redan.-



              Zoen asintió y estaba dispuesta a hacerlo. Sin embargo, éste pareció saberlo de antemano puesto que no se hizo esperar, su sillón apareció junto a ella y Dialen para estupor de ambos. Buruk y Soa miraron también sorprendidos la aparición de su dios superior, aunque Redan si parecía haberle estado aguardando.



-¿Deseabas verme, Zoen? pues aquí estoy - declaró él para inquirir. -¿Qué querías contarme?

- Mi señor,- contestó humildemente ella. - Creo que he descubierto donde está el Mensajero. Sólo tengo una duda de dónde puede ser exactamente. Debemos hacer que se manifieste para asegurarnos y tengo un plan para conseguir que eso suceda.

-¿Estás segura de que funcionará?- Quiso saber Soa.-

-No lo estoy, pero creo que tendremos muchas probabilidades de éxito.- Repuso su interlocutora.-

-El tiempo apremia. Es fundamental que le localicemos lo antes posible. ¿Verdad, señor Georcael? - Terció Redan.-



              El interpelado asintió con expresión seria.



- Muy bien, debemos ser rápidos, pues hay algo que debo contaros, de modo que, adelante, Zoen. ¿En qué consiste tu idea? - Le inquirió Georcael. –



               La diosa asintió e hizo una reverencia. Los demás dioses permanecieron expectantes ante lo que su compañera se dispuso a decirles.



- Veréis, se trata de que hagamos lo siguiente....



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