-Aquello fue muy hermoso. Y mereció mucho la pena
por ayudar a esos pobres críos. - Se decía la joven, casi a punto de dormirse.-
Las chicas del grupo que iban a actuar en breves
minutos entre tanto, estaban entre bastidores terminando de arreglarse.
-Estoy nerviosa - confesó Amatista acariciando su
barriguita otra vez. -
-Ni que éste fuera el primer concierto que damos.-
Sonrió Katherine. –
- Pues el mío, sí. – Pudo agregar Neherenia que
hasta temblaba un poco. – Jamás había tenido la oportunidad de cantar ante
tanta gente junta.
-Pues piensa que son algunos miembros de tu corte.
Te aplaudirán seguro.- Sonrió Kathy.-
Neherenia
pareció quedarse perpleja. No daba la impresión de estar segura de si ese
comentario había sido en broma o en serio.
-Pero yo te entiendo, Nehie. - Intervino Idina. - A
mí siempre me ocurría, cada vez que actuábamos. Y me sigue pasando todavía. No
te preocupes, es algo normal.
-Claro, lo harás muy bien. Cantas de maravilla, en
serio.- Añadió Katherine consciente de que la soberana de la Luna Nueva quizás
hubiese malinterpretado sus palabras.-
Por
suerte esta sonrió enseguida disipando cualquier sombra de duda en ese aspecto.
Zanjando aquello, fue Kerria quien tomó la palabra y dijo.
-Y esta noche será muy especial para vosotras,
Nehie, e Idina. Además de haber recibido los diplomas, es como si actuarais en
casa.
- Bueno, yo recibiré el mío cuando haga mis
prácticas en septiembre. – La corrigió la reina, que añadió animosa. – Pero tu
prima ya lo tiene y seguro que hoy va a bordar su actuación.
-Desde luego que sí- convino Idina. -Ya nos quedan
cinco minutos, quiero salir ahí y cantar como nunca…
-Lo harás, eso seguro. - La animó Amatista con
determinación. -
Y
así fue, el concierto fue un gran éxito y recaudaron mucho dinero. Después,
Amatista aprovechó para estar un par de días con sus padres, con sus suegros y
su cuñada Kerria. Asimismo ésta le presentó a Samantha, una jovencita de
mediana estatura, cabellos rubios y dulces ojos azules. Casi parecía la
encarnación de una princesa de cuento de hadas. Además de tener un carácter
tranquilo que rozaba la timidez. Así se lo comentó a su cuñada en un momento en
el que estaban a solas.
-Bueno, deberías haberla visto enfadada. ¡Da miedo!-
Sonrió Kerria.-
-Algo así como Idina, ¿quizás?- Aventuró Amatista.-
-Algo así.- Asintió su prima.-
La
propia Samantha se reunión con ellas en el jardín de la casa, tras saludar a
Leval quien estaba charlando con sus padres.
-Hola. ¡Qué buena tarde, hace!- Comentó la muchacha
a modo de saludo, desprendiéndose de una chaqueta de punto que llevaba, para
dirigirse a Amatista.-Encantada de conocerte. Kerria me ha hablado tanto de ti,
que es como si ya fueras una vieja amiga.
-Muchas gracias.- Sonrió la interpelada, complacida
por esas palabras.- Ella también nos habló de ti en Bios.
-Espero que bien.- Repuso su interlocutora con
jovial prevención.-
-¿Como podría hablar de ti de otro modo?- Intervino
Kerria dándole un abrazo por detrás en tanto la besaba en el cuello con suavidad.-
Samantha
se ruborizó, daba la impresión de que no se sentía muy cómoda con esas
demostraciones de afecto ante terceros. Ninguna dijo nada durante unos
segundos. Amatista esbozó una sonrisa de circunstancias y al fin fue ella quien
quiso saber, dirigiéndose a esa muchacha.
-¿Cómo os conocisteis? ¿En la casa de discos?
-Sí, yo era la encargada de llevar la publicidad de
vuestro grupo. – Le contó Sam.- Y cómo únicamente Kerria estaba disponible para
ocuparse de dar su visto bueno, pues nos presentaron y comencé a trabajar con
ella.
-Eso pasó mientras vosotros viajabais en la nave
rumbo a Bios.- Aclaró la aludida.- Sam y yo comenzamos a vernos a menudo y surgió la chispa…
Amatista
asentía con interés, escuchaba esa historia con mucha atención, aunque su
cuñada ya se la refiriese en Bios. Sin embargo, tenía curiosidad por comprobar
si Samantha agregaba o matizaba algún punto de la misma. Al mismo tiempo
observaba de reojo cómo esa joven seguía algo colorada, más cuando Kerria le
dio un beso en los labios para subrayar sus palabras. Samantha enseguida se
separó de su novia sonriendo de manera algo trémula.
-Si me disculpáis unos momentos.- Les pidió a las
dos, dirigiéndose más concretamente a su pareja.- Kerria, creo que tu madre
necesitaba algo de ayuda ahí dentro. Voy a preguntarle, si no os importa.
-Bueno.- Sonrió ligeramente ésta, añadiendo
divertida.- Ve a que te diga que se apaña bien ella sola.
Samantha
asintió y se alejó caminando con cierta premura. Amatista miraba aquello con un
leve desconcierto, aunque su cuñada enseguida suspiró para comentarle con
sinceridad.
-Sam todavía no se siente con demasiada confianza.
Quizás sea culpa mía, no debí besarla delante de ti. La he violentado sin darme
cuenta.
-No te preocupes por eso.- Se apresuró a responder
su interlocutora.- Es normal, os queréis.
-No es por eso.- Contestó su amiga para explicarle.-
Verás. Ya te lo comenté en Bios. Ella proviene de una familia muy religiosa. De
hecho, sus padres no saben que sale conmigo. Únicamente creen que trabaja para
mí. Y me consta que la pobre lo ha pasado mal con ellos por mi causa. No quiere
decírmelo abiertamente pero, por sus reacciones cuando he tocado ese tema, sé
que a sus padres no les gusto nada en absoluto.
-¿Pero, por qué? ¿Acaso te conocen?- Quiso saber
Amatista con estupor.-
Kerria
movió la cabeza suspirando resignada para decir con voz queda.
-Admití que soy lesbiana en un programa de máxima
audiencia. Y ellos debieron verlo. Su padre es predicador. ¡Imagínate!
-No todos los predicadores religiosos tienen por qué
ser intolerantes.- Opuso su contertulia tratando de animarla.-
-No es solamente eso.- Le comentó ahora Kerria con
gesto entristecido, musitando.- Verás. Hay algo que te conté cuando estuve de
visita en Bios…¿recuerdas?
De
todos modos, se detuvo mirando con cautela hacia el interior de la casa.
Amatista lo hizo a su vez. Pudo ver a Samantha charlando con la madre de su
amiga. Esa joven sonreía en tanto Bertie posaba una mano en uno de sus brazos.
Daba la impresión de que las dos estaban manteniendo una grata conversación que
iba a prolongarse, de modo que Kerria, observando una vez más a su cuñada, le
susurró.
-Samantha fue secuestrada por su ex marido. Entre mi
madrina Ami, en su identidad de Sailor Mercurio, y yo misma, como Dama del
Hielo, pudimos liberarla. Ese canalla la había maltratado de una manera
terrible. Era un acosador que estuvo en la cárcel por pegarla.
Amatista
se horrorizó al oír aquello. ¡Sí lo recordaba! Pero su cuñada no le dio
demasiados detalles entonces. A Kerria todavía se le saltaban las lágrimas y
temblaba de furia al recordarlo.
-Y esta vez fue horrible. ¡Ese desgraciado casi la
lisió! Cuando mi madrina y yo pudimos entrar en el lugar donde la tenía
retenida, Sam estaba tirada en el suelo, sangrando y llena de moratones. Y no
pude darle una alubia o las pruebas del delito hubieran desaparecido. ¿Sabes lo
duro que me resultó tener que verla así y no poder hacer nada?...
-¡Es terrible! Lo lamento muchísimo.- Pudo comentar
su amiga que estaba helada al escuchar aquello.-
-Bueno. Esto no te lo conté. Y es muy importante.
Ella no supo que fui yo, como Dama del Hielo, quien la rescató.- Le desveló
Kerria.- Y por ahora prefiero mantener el secreto. Sabes que conocer esas cosas
sobre nosotras es una carga para cualquier persona que nos quiera o sea amiga
nuestra. Por eso tampoco quise revelárselo nunca a Brian.
Por
supuesto que Amatista lo comprendía. Sus seres queridos más próximos sí estaban
al tanto de sus identidades como justicieras, aunque en algunos casos, era
mejor que permanecieran en la ignorancia de ese importante secreto. Así pues,
le prometió afectuosamente a su cuñada.
-Descuida. Por mi parte no diré absolutamente nada.
-Lo sé. Confío en ti como en una hermana.- Sonrió su
interlocutora con visible emotividad.-
-Vamos Ky, no puedes ir dentro así.- Le pidió
Amatista en tanto le ofrecía un pañuelo para que se enjugase las lágrimas.-
-Lo sé.- Admitió ésta en tanto se rehacía para
añadir con mejor talante.- Aunque siempre podré decir que me he emocionado por
los viejos tiempos.
Amatista
le dio un abrazo realmente fraterno y tras serenarse entraron a la casa, dado
que atardecía. La velada allí transcurrió sin novedad. Sentados a la mesa, con
las bromas del inefable Roy quien, por supuesto, no desaprovechó la oportunidad
de meterse un poco con el padre de ella, en tanto cenaban algo de pescado.
-Principito, el próximo día te toca invitar. Espero
que pongas de ese vino chardonté que tienes.
-Chardonnay, se dice Chardonnay, ¡que eres un
cazurro! - Se sonrió Diamante, provocando las risas del resto.-
-Bueno, lo que sea.- Replicó el divertido Roy.- Que
no hablo francés.
-Deberías aprender, papá.- Terció una divertida
Kerria.- Así no te equivocarías.
-¡Habló la del poison! - Rio a su vez Leval.-
Eso
hizo que Amatista se riese con ganas a su vez.
Le explicó a atónita Samantha que estaba sentada a su derecha.
-Eso fue algo muy divertido, cuando yo llegué a este
país, Ky y Leval me llevaron a conocer Nueva York. Estábamos cenando
precisamente en un restaurante francés.
-Sí, y yo miraba la carta. - Intervino una también
jocosa Kerria.- Leí poison en lugar de poisson. ¡Y le pedí al camarero un poco de veneno!
Eso
arrancó también una leve carcajada en Samantha. Ésta si que hablaba bien ese
idioma, lo mismo que el alemán y algo de español. Era sin duda una mujer muy
bien preparada. De hecho, en tanto Leval y su hermana compartían confidencias y
recordaban, Amatista tuvo la ocasión de conversar un poco más con la novia de
su cuñada. Esa joven le causó muy buena impresión. Además de inteligente y con
estudios, era una chica amable, buena y atractiva, que quería de veras a su
amiga.
-De veras, Samantha, podrías ser una gran
adquisición para mi madre.- Declaró con sinceridad.-
-No creas que no lo he pensado, hija.- Repuso
Esmeralda que se sentaba a su izquierda.-
-Por favor. Yo no valdría para ser modelo.- Se
ruborizó esa joven.- No soy tan alta como vosotras. Ni siquiera llego al metro
setenta.
-La estatura es solo un factor más.- Le comentó la
diseñadora.- Tú eres muy hermosa y tienes clase.
-Soy muy vergonzosa.- Pudo decir esa joven, quien en
efecto estaba realmente colorada.-
-Esmeralda lo intentó también conmigo.- Se sonrió
Kerria, para añadir con reconocimiento nada fingido.- Y el mero hecho de que te
lo proponga es un gran honor.
-Lo mío es la economía y el marketing.- Les comentó
Sam a sus interlocutoras.-
-Pues en tal caso. Podrías ser perfecta para ocuparte
de las campañas publicitarias de modas Deveraux en los Estados Unidos,
querida.- Se sonrió pícaramente Esmeralda.-
La
joven abrió la boca con asombro, Amatista sonrió asintiendo, en tanto Kerria
miraba a la madre de su amiga para exclamar dirigiéndose a la diseñadora.
-¿Hablas en serio?
-Chère Kerria, yo nunca bromeo con los negocios.- Repuso
serenamente la interpelada.-
-Si yo fuera tú, no me lo pensaría, Sam. Esmie no
suele hacer la misma oferta dos veces.- Intervino Roy quien estaba justo en la
otra punta de la mesa.-
Esa
pobre muchacha no sabía a donde mirar. A Amatista casi le daba un poco de rubor
por ella. Fue Bertie quien intervino, asintiendo para comentar.
-Esmeralda y yo hemos estado charlando. Y también se
ha dado cuenta de que eres una mujer muy notable, Sam.
-Yo…¡No sé que decir!- Fue capaz de balbucir la
azorada muchacha.-
-Te daré una pista.- Terció jovialmente Diamante.- A
mi esposa no se le puede decir que no.
-Tranquila, chérie, sé que tienes mucho trabajo ahora mismo. No tendría por
qué ser inmediatamente. Tómate algo de tiempo para pensártelo.- Añadió
Esmeralda haciéndose cargo de lo repentino de su oferta, aunque enseguida
matizó con su clásico tono entre meloso y seductor con un leve toque de
advertencia.- Pero no demasiado…
-Muchísimas gracias por pensar en mí.- Musitó finalmente
una entusiasmada Samantha.- Aun debo
solucionar unas cuantas cosas, pero le aseguro que me gustaría.
Así
dejaron aquel tema, aliviando a la pobre muchacha de ser el centro de la
reunión. Amatista estaba segura de que su madre realmente le estaba ofreciendo
un puesto porque había visto su valía, no por ser la novia de Kerria. Se
alegraba por ella. Y sobre todo, Sam se ganó sus simpatías tras aquella
terrible prueba que sufrió. Cuando se despidieron a los pocos días, les deseó a
su cuñada y a Samantha toda la felicidad y arrancó su compromiso para que
visitasen Bios.
-No me podéis decir que no.- Les insistió.-
Kerria
y Samantha se miraron con una mezcla de apuro y divertida complicidad.
Finalmente su cuñada transigió
-Bueno. Te prometo que haremos todo lo posible por
ir a veros. Seguro que a Sam le va a encantar Bios.
-Claro. Estoy deseando conocer vuestro planeta.-
Convino la muchacha.-
-Pues allí os esperamos.- Terció Leval.-
De
este modo ella y su esposo se despidieron de Kerria, Sam y del resto de la
familia y retornaron a la SSP-1.
-Espero que las dos puedan venir pronto. ¿Quién sabe
si a conocerte a ti, cariño?- Pensaba con afecto en tanto se acariciaba su ya
evidente tripita.-
Por
otro lado, sus otras compañeras del grupo estaban muy ocupadas. Tanto Idina,
que regresó a su casa por unos días, como Katherine, que también tenía
compromisos, no pudieron quedarse. De todos modos, la muchacha continuó sin
novedad atendiendo a sus obligaciones y cuidándose cada vez más a medida que
transcurría su embarazo. Paseaba mucho con su marido por aquella avenida que
lucía el nombre de su primo y también por el incipiente bosque que se había
plantado. Grande era su alegría viendo como cada vez creía más frondoso y
estaba más lleno de vida. Ella, con gran entusiasmo también, quería tener un
hermoso jardín y de las primeras cosas que hizo fue el trasplantar las flores
de jazmín que tenía en una maceta. Aquellas que surgieron de las semillas que
le diese su padre cuando se embarcara en el viaje por el espacio. Plantó
algunas que crecieron maravillosamente en ese mundo que ayudó a salvar con sus
canciones, Vegetalia recordó que se llamaba. Y de esas, Giaal le trasplantó
algunas y se las puso en aquella pequeña maceta que Amatista conservaba como un
tesoro desde entonces. Y ciertamente esas flores debían de ser muy especiales
puesto que resistieron y rebrotaron durante todo aquel tiempo. La chica las
puso en algunas jardineras que tenía en su casa de la nave y plantó parte en el
jardín de su futura vivienda, junto con otras plantas. Muchas veces, casi en
cada ocasión que bajaba al planeta a visitar su casa en construcción, salía y
aspiraba su aroma o incluso las acariciaba. Y algo dentro de ella se alegraba.
Quizás incluso su propio hijo podía disfrutar de aquella fragancia. Era como si
esas flores estuvieran dispuestas a
protegerla y cuidarla en reciprocidad. Al menos eso sentía algunas veces al
mirarlas y oler su delicioso perfume.
-Éste sí que es un bello recuerdo de mis padres y de
esos maravillosos seres de aquel mundo. Hijo, cuando nazcas te enseñaré lo bonitas
que son las flores.- Le decía a su futuro retoño en tanto posaba una mano sobre
su abultado vientre.- Tienes que amarlas a ellas y a todas las buenas
criaturas…
Por
su parte, y en lo relativo estrictamente a las obras, la casa de la joven
pareja ya se había terminado de construir. Estaban muy contentos, dentro de
poco les entregarían las llaves y podrían mudarse. Incluso los dioses llevaban
una larga temporada sin dar señales y eso siempre era bueno. Amatista había
tenido alguna visión más pero siempre cuando estaba sola. Se decidió a ir al
psicólogo y éste le dijo algo así como que era producto de sus ganas por tener
el bebé y vivir en un mundo perfecto para él. La muchacha pensó que sería eso y
tanto se convenció a sí misma de ello que dejó de tener visiones en los últimos
dos meses. De hecho, la madrina de Leval, Ami, les hizo otra visita apenas
harían un par de semanas y pudieron enseñarle la casa. La doctora Mizuno quedó
encantada.
-Es un sitio precioso, y la casa es una maravilla. –
Declaró a la vista de todo el lugar.-
-Ya nos queda muy poco para estrenarla, madrina.- Le
decía Leval con patente ilusión, en tanto abrazaba a su esposa por la cintura.-
Contamos hasta los minutos. ¿Verdad, cariño?
Amatista
asintió deseaba tanto o más que su esposo el poder establecerse en aquel mundo
que estaban ayudando a transformar. Entonces Leval comentó, tras guiñarle un
ojo a su esposa que asintió.
-Y querríamos pedirte un gran favor, madrina Ami.
-¿Cuál?- Quiso saber ella con gesto curioso, para
afirmar.- Si está en mi mano contad con ello.
-Nos gustaría que fueras tú quién nos ayudase a
traer al mundo a nuestro hijo. Como hiciste con ellos, cuando nacieron mi
esposo y mi cuñada.- Le desveló Amatista.-
Ami
se emocionó mucho con esa propuesta. Asintió sin dudar. Quizás se precipitase
dado que no sabía lo que Serenity y Endimión fueran a pensar, pero en esta
ocasión creía que ambos lo aprobarían. ¿Quién mejor que una guardiana y
princesa planetaria para traer al mundo a ese bebé? Lo único que esperaba es
que eso pudiera ser posible. Habida cuenta de la amenaza que deberían afrontar.
-Para mí será un honor y una gran alegría.- Sonrió
ampliamente aunque enseguida matizó.- Pero tendréis que decirme cuando se
calcula que saldrás de cuentas, Amatista. Tengo que estar aquí.
Los
jóvenes esposos se miraron divertidos y fue la futura mamá quién estimó.
-Creo que para finales de año, puede que año nuevo a
lo sumo. Más o menos…
-Vente a pasar las fiestas navideñas con nosotros.-
Le pidió Leval.- Así no te lo perderás.
-No sé si podré. Mi madre está ya muy mayor y
siempre las pasamos juntas. Más cuando mi padre falleció hace un año ya. Pese a
que estaban separados ella lo sintió mucho. - Contestó la doctora algo
apurada.- Mantenían una buena relación en los últimos años.
-¡Oh, lo siento! – Repuso Amatista con pesar.-
-¿Y por qué no la traes contigo?- Le propuso el
chico.-
-Está ya mayor y jubilada. No suele viajar mucho, y
éste es un largo viaje.- Suspiró Ami.-
- Es una pena.- Replicó Leval que sin embargo,
agregó.- Ojalá que pudiéramos reunirnos en esa fecha tan señalada.
Y
así quedó la cosa. Al menos pasaron unos días muy agradables con la doctora,
que retornó a la Tierra muy feliz de haberles visto…De hecho, Ami meditaba
sobre otra conversación que mantuvo con ellos. Cuando su ahijado quiso saber.
-¿Qué tal os va todo por la Tierra?...Al parecer al
fin la gente vive en paz.
-Bueno, sabes que siempre hay problemas. Pero en
general las cosas se mantienen bien.- Pudo decir ella.-
-Si necesitas ayuda para lo que sea, cuenta
conmigo.- Se ofreció el chico.-
-Claro.- Sonrió Ami con expresión algo forzada.-
La
doctora desde luego no quería decirles nada sobre esa terrible amenaza que se
iba acercando lenta pero inexorablemente. ¡Ojalá que pudieran detenerla antes
de que los chicos tuvieran conocimiento ni tan siquiera de su existencia!, pero
a juzgar por las conversaciones que había mantenido con Usagi y el resto eso no
se veía muy probable…
-Solamente deseo que vuestro hijo nazca en un lugar
lleno de amor y de paz.- Les deseó a la joven
pareja antes de irse.- Y que siempre podáis estar a su lado.
Entre
tanto, Mazoui y Satory habían comenzado a pensar seriamente en lo de pedir el
traslado, pero no querían hacerlo hasta que el hijo de Leval y Amatista
naciera. De todas formas, el chico tuvo que ir y venir a la Tierra, problemas
de índole más personal le reclamaron allí. Fue algo duro y difícil que le hizo
sufrir aunque no quiso contarles demasiado a sus amigos sobre eso. De todos
modos, al poco de volver su madrina fue a visitarles. Minako Aino, la famosa
cantante y actriz, tuvo buen cuidado de no llamar la atención. Le dio
instrucciones a su ahijado para que fuese a recogerla al astro puerto del
asteroide bajo un nombre falso.
-Mi pseudónimo es Carola. Cuando llegue ese será el
nombre que emplearé…
Así fue. Mazoui la trajo hasta la zona donde
tenía su apartamento en la base. Tras enseñarle algo de la zona militar la
llevó a una cafetería, donde había quedado con Satory. La joven así pudo
conocer en persona a la madrina de su prometido.
-Así que tú eres Satory. Encantada de conocerte. -
Sonrió Minako con su simpatía y desparpajo habitual.-
-Es un placer.- Repuso la tímida muchacha,
atreviéndose a decir.- De pequeña cantaba todas sus canciones.
-Pero tutéame.- Le pidió su interlocutora, afirmando
divertida pese a haber escuchado aquello.- No son tan mayor…
Y
es que de hecho parecía casi más joven que los dos muchachos con los que
estaba. La hija de Masters supuso que las artistas tenían que cuidarse mucho y
que esa sería la razón. Iban a pedir para comer algo. De modo que,
educadamente, Mazoui le preguntó.
-Dime madrina. ¿Qué te gustaría?...
-¡Ser número uno en ventas otra vez! –Rio ella
haciendo la uve con los dedos de una mano y
llevándose la otra al cogote, hasta casi tocar el rojo lazo que llevaba
anudado al pelo. Aunque enseguida sonrió al ver las caras atónitas de su
ahijado y la novia de éste y declaró divertida.- ¡Ah! ¿Para comer? Lo que
quieras, yo como todo lo que me pongan. Excepto las setas que las odio…
Ahora
sí que Satory se rio sin poderlo evitar. Aquella mujer era muy simpática y
natural, para nada cuadraba con la imagen que tenía de ella, llena de glamour,
posando con gesto real y rodeada de fotógrafos. ¡Casi que parecía más una
colegiala alocada que un ídolo! Aunque cuando el chico fue a pedir a la barra,
la expresión de esa mujer se tornó más seria y le comentó con tono de confidencia.
-Soy amiga de la madre de Mazoui desde hace ya
muchos años. Sé por todo lo que tuvo que pasar y sufrir para sacar adelante a
su hijo. Y conozco también la situación de mi ahijado. Por eso me alegro
muchísimo de que haya encontrado a una chica como tú. ¿Eres la hija de Ian
Masters, verdad?
-Sí. Lo soy. -Admitió ella, casi pareciéndole de
repente que hubiese cometido un crimen.-
Aunque
por fortuna esa impresión se desvaneció enseguida dado que su contertulia le
sonrió animosamente para declarar de un modo muy elogioso.
-Tu padre es un buen hombre. Lo ha sido siempre. Al
menos desde que le conocimos. Tuvo mucho que ver con este proyecto y con ayudar
a la pacificación del mundo. Y por lo que veo su hija es otra gran persona. Muy
inteligente, trabajadora y sobre todo con un buen corazón. Que es lo principal.
-Muchas gracias.- Pudo decir la aludida, totalmente
colorada ante aquella catarata de halagos.-
Eres muy amable.
-Verás- le confesó ahora Minako.- No he podido estar
al lado de mis ahijados todo lo que hubiera debido, o lo que me habría gustado.
Por eso me complace ver que Mazoui es feliz aquí contigo y también me hacía
ilusión venir a conocer este sitio. Es de veras enorme y muy impresionante.
-Pues Bios está precioso. Ya verás cuando bajemos.-
Le dijo su interlocutora mucho más animada.-
-Sí, tengo muchas ganas de verlo.- Admitió la
artista.-
Mazoui
regresó entonces con unos tés, un café y algunas pastas. Merendaron y al poco
efectivamente le enseñaron el planeta a Minako abordando una de las naves de
pasajeros que se había establecido, haciendo la ruta regular entre la SSP-1 y
Bios.
-Este lugar es realmente precioso.- Exclamó la
famosa cantante al ver desde una perspectiva aérea los bosques que ya crecían
con profusión en muchas de las grandes parcelas destinadas a tal efecto-
-Pues te gustará más cuando descendamos.- Le comentó
Mazoui en tanto la lanzadera en la que iban se aproximaba a la zona de
aterrizaje.-
-Sí, se han tenido que traer miles de toneladas de
abono desde la Tierra para ir acelerando el proceso. Aunque, en breve, la
propia materia orgánica de los árboles y las plantas que están creciendo aquí,
cumplirá ese cometido.- Le explicó Satory.-
-Ahora sujetaos y abrochaos bien los cinturones.-
Les previno Mazuoi cuando comenzaban a bajar con más rapidez.-
Así
lo hicieron y tras unos instantes en los que la cara de Minako varió de
tonalidad por alguna que otra turbulencia, tocaron el suelo al fin. Salieron
provistos de trajes protectores y subieron a un deslizador del ejército.
-¡Gracias a Dios! - Suspiró una más que aliviada
Minako cuando finalmente se abrió la compuerta de esa nave y pudieron descender
a tierra. - Me dan ganas de besar el suelo.
Allí
aguardaba un vehículo militar. La invitada interrogó a su ahijado con la
mirada. Éste sonrió afirmando.
-Tengo contactos, madrina. Solicité el vehículo un
poco antes de que llegásemos.
Viajaron
raudos recorriendo las zonas más desarrolladas, e incluso los primeros
asentamientos. Minako valoró aquello con aprobación.
-Me parece que este mundo se convertirá en un lugar
muy hermoso y apacible para vivir. ¿De veras no habéis pensado en instalaros
aquí?
-Bueno, verás, madrina.- Contestó Mazoui.- Satory y
yo creemos que es mejor volver a la Tierra. Para estar cerca de nuestras
familias.
-Sí.- Convino su pareja.- Queremos pasar más tiempo
al lado de nuestros seres queridos. Aunque echaremos mucho de menos a nuestros
amigos de aquí.
-Esa es una decisión que únicamente vosotros tenéis
que tomar.- Declaró Minako.- Y por la parte que me toca estaré encantada de
poder veros más a menudo.
Así
prosiguieron con su recorrido, y aprovechando que Satory se acercó a interesarse
por unos proyectos científicos que su grupo de las Fairy Five estaba llevando a
cabo en una parcela de la zona, Mazoui se aproximó a su madrina y le preguntó.
-¿Qué tal sigue Kathy? ¿Has podido verla?
-Sí, estuve con ella..- Le comentó su interlocutora.-
-Me tiene muy preocupado. Ese es otro motivo por el
que quiero volver a la Tierra. Pero no puedo dejar que ni Satory, ni mis
padres, lo sepan.- Le contó el joven.-
-Tranquilo. Me ocuparé de velar por ella.- Le
aseguró Minako.- Además, tu hermana es una chica fuerte. Sé que lo superará.
-Así lo espero.- Asintió su interlocutor.-
Al
fin, una vez Satory regresó junto a ellos, dejaron ese tema. Tras esa excursión
por Bios volvieron a la SSP-1, de allí, al cabo de un par más de días, salió la
lanzadera de la famosa cantante de retorno a la Tierra. La antigua sailor
saludó a Leval, Amatista, Coraíon y Sandy, Alan y Naya antes de volver. Ya en
la nave de vuelta, suspiraba mirando las holofotos que se tomaron juntos y
pensaba.
-Bueno, por lo menos hemos tenido la oportunidad de
pasar un tiempo los dos juntos, ahijado.
Antes de que todo se precipite. Por ahora tendré la ocasión de contarles
a tus padres que todo te va bien. Aunque desgraciadamente nos quede tan poco tiempo…
Por
su parte, Alan había terminado ya su labor en la nave, de la Tierra le habían
ofrecido un excelente trabajo, pero él no quería dejar a Naya. Por suerte,
gracias a las recomendaciones de su padre y sus amigos su novia fue contratada
en un hospital terrestre como doctora. Para alguien como ella, experta en
medicina cósmica, fue fácil sacar los exámenes de la facultad de medicina y
terminar la carrera que había empezado en la Tierra. Esto le daba la
posibilidad de un brillante futuro junto al hombre al que amaba. Así pues,
ellos también se fueron de la nave,
habiendo dejado de lado ya la posibilidad de ir junto a Susan y Giaal
rumbo a la búsqueda de otro planeta colonizable. Aunque, eso sí, dudaban en instalarse en Bios o en la Tierra.
Al final fue el planeta madre quién ganó. De hecho, la oferta del hospital era
demasiado tentadora y la proximidad a los padres de ambos decantó la balanza.
Prometieron regresar para cuando el bebé de Amatista naciera. La joven
alienígena estaba triste por separarse de su hermano. Al igual que él. De hecho,
el momento había llegado. Oficialmente se anunció la partida de esa gran nave.
Ya en la terminal de vuelo, prestos para abordar un cohete que llevase a Giaal
y a Susan a su asteroide, el SSP-2, la despedida fue muy emotiva, pero los dos
presentían que volverían a verse.
-Cuídate mucho, pequeña. – Le pidió él a su hermana,
que al igual que el chico permanecía en su apariencia humana. – Y cuida a papá
y a mamá…
-Lo mismo te digo- sonreía ella acariciándole una
mejilla. – Ten cuidado hay fuera. Nunca se sabe lo que puede suceder.
-Sí hijo, - convino Ann, dirigiéndose también a
Susan que estaba respectivamente junto a
sus padres y su hermana. – Y tú, cuídale mucho también.
-Descuida.- Afirmó la oficial que les pidió a su
vez. – Espero que las cosas os sigan yendo tan bien por aquí.
Susan
también se abrazó a su hermana y Deborah, casi sin poder evitar las lágrimas,
le dijo en lo que parecía un cariñoso reproche.
-Parece que te guste estar lejos de nosotros.
Siempre hay algún lejano planeta más que explorar. Otra estrella distante que
ver.
-Ya me conoces, yo soy así. – Pudo replicarle su
igualmente emocionada hermana para sentenciar. – Pero sabes también que os
quiero mucho. Ya verás cómo volveremos a vernos muy pronto, Debbie.
Su
hermana menor asintió, ¡ojalá pudiera contarle tantas cosas! Pero eso era
imposible. Por lo menos se consolaba con el pensamiento de que todo iría bien.
Al menos eso quería creer y que Susan iba a ser feliz con Giaal. Además, la
acababan de ascender a teniente tan pronto como se ofreció voluntaria para la
misión. Por ese lado al menos su hermana podía estar satisfecha. No obstante,
la misma Deborah tenía una tarea muy importante que hacer junto a su grupo de
compañeros. Pero era algo más confidencial y oscuro que, desde luego, no se
podía publicitar. Siguió conversando un
poco con Susan y después se despidió definitivamente de ella junto con sus
padres. Al poco, tanto la ya teniente segunda Hunter como Giaal, uno de los
flamantes responsables médicos de la misión, les dijeron adiós y embarcaron en
el cohete, rumbo de nuevo a las estrellas.
-¡Que el sagrado árbol les guíe! - Suspiró Annie con
el asentimiento de su esposo.-
-Sé que estarán bien. – Afirmó Ail abrazando a su
mujer.-
Y
tras despedirse gentilmente de la familia de la teniente Hunter, se marcharon
junto a su hija y Alan. De camino charlaron un rato.
-Ahora que podremos vivir en la Tierra, nos veremos
muy a menudo, papá, mamá.- Comentaba Naya tratando de animarles.- Ami fue muy
amable al recomendarme. En cuanto ella intervino, en el hospital casi me
contrataron sin hacer más preguntas.
-Es una de las mejores doctoras del mundo. No me sorprende
nada. Y sabe lo mismo que nosotros. ¡Que eres una gran médico estelar! - Sonrió
Annie.-
-Es una suerte que estemos tan próximos en nuestros
trabajos.- Intervino el novio de la muchacha.-
-Sí, y esperamos veros a menudo. Vamos a pasar un
tiempo en la Tierra y también queremos visitar a tus padres y a tus hermanos,
Alan.- Contestó Ail dirigiéndose al muchacho.-
-Eso seguro. Ellos también tienen muchas ganas de
quedar con vosotros. Y creo que el tío Roy les llamó sugiriendo que deberíais
hacer una de vuestras celebraciones.
-¡Ja, ja! –Rio Ail con la cómplice sonrisa de su esposa,
cuando contestó más jovialmente.- Desde luego que las fiestas que organizaban
tu padre y Roy eran memorables.
-Para eso pueden contar con nosotros cuando
quieran.- Convino Annie.-
Y
con esos buenos propósitos se alejaron rumbo a la casa de los dos jóvenes…
Por
su parte, Sandy y Coraíon, también veían prosperar a buen ritmo su morada, que
estaba bastante cerca de la de sus amigos. Los dos contaban ya los escasos días
que faltaban para su boda. La muchacha estaba optimista y cada día que pasaba
parecía ser más feliz, en esta ocasión nada podría impedirle cumplir su sueño.
Al menos eso esperaba, ya que, cuando estaba sola en la intimidad de su
apartamento de la nave las dudas la asaltaban. Aquello era demasiado hermoso
para ser verdad, y para su desgracia se había acostumbrado a sufrir amargas
decepciones durante toda su vida. No era de extrañar que en ocasiones se viera
asaltada por las dudas pero ella las desterraba rápidamente. En esta ocasión su
prometido sabía perfectamente su origen y naturaleza y el propio Coraíon era
asimismo una persona excepcional, hijo de una dinastía de luchadores y que
junto a su familia tuvo que pagar un alto precio con la pérdida de su hermano
menor. No podría haber nadie que comprendiera mejor a la muchacha, y ella a su
vez podía fácilmente ponerse en el lugar de su prometido y su familia. Seguro
que todo saldría bien. Además, Sandy pensaba mucho en su madre. Estaba
convencida de que para ella este paso tuvo que ser también muy difícil aunque
maravilloso y echaba mucho de menos la posibilidad de los consejos que le
hubiera podido ofrecer. Añoraba también a su padre. Robert seguía en la Tierra
y pese a las ofertas de la chica para que se mudase él le respondía que
prefería seguir viviendo en el planeta. Al menos era feliz en su trabajo y
estaba mucho más tranquilo sabiendo que su querida hija había encontrado la
dicha al fin. No obstante, quedó en visitarla, ella deseaba también tenerle
allí, había muchas cosas de las que quería charlar con él. De todos modos ya no
se sentía sola. Ahora, además de su prometido y sus amigas, también se mantenía
en contacto con su futura suegra y con la madre de Mazoui, y entre ambas la
animaban y la ayudaban mucho en este aspecto. Petz incluso llegó a decirle que,
el día en que se casase con su hijo, estaría encantada en confiarle algo que
consideraba muy importante. Sin embargo, no quiso decir el qué, a pesar de la
curiosidad de la muchacha por saberlo. En resumen, Sandy se sentía feliz y
ligera de ánimo como no lo estuvo desde su tierna infancia, antes de la muerte
de su madre…solo podía desear que las cosas siguieran así durante mucho,
muchísimo tiempo…
-¡Ojalá que esto pudiera durar para siempre.-
Reflexionaba.- Es como recuperar algo de la parte de mi vida que perdí, cuando
mi madre murió.
Asimismo
recordaba con agrado la visita que hacía unos meses les hiciera la madrina de
Coraíon. A las dos semanas de recibir el mensaje que les enviase Makoto, ésta
llegó al asteroide. Allí, ambos fueron a recibirla. Nada más aparecer, aquella
aparentemente joven chica de pelo castaño recogido en una funcional coleta,
vestida eso sí, con elegancia, con una blusa de tonos verdes y un pantalón
canela, se abrazó a su ahijado con fuerza.
-¡Cariño, cuanto me alegro de verte!- Exclamó la
mujer.-
-Lo mismo digo, madrina.- Afirmó él tras separarse
de ese efusivo saludo.- Mira.- Le indicó de inmediato.- Ésta es mi prometida.
Sandy Ann Wallance.
La
joven aludida se aproximó sonriente y estrechó la mano de aquella recién
llegada. Ambas se miraron con sus respectivos ojos verdes e inquisitivos. Sin
embargo Sandy percibió algo. Esa mujer, igual que las madrinas de Leval y de
Mazoui, tenía una fuerza interior tremenda. Casi amenazaba con inundarla con
ella. No obstante, esa impresión pasó en un instante tras soltarse las manos
del saludo. La morena científica entonces pudo decir, con tono cordial.
-Me alegra mucho conocerla, señora Kino. Coraíon
habla mucho de usted…
-Espero que para bien, querida. De ti desde luego
que lo hace…También Petz se ha deshecho en elogios hacia tu persona. Y no es
costumbre suya regalar alabanzas sin más. Tienes que ser una chica realmente
especial. Y muy alta. No suelo estar acostumbrada a ser yo la bajita.
La
aludida se limitó a sonreír, agradeciendo aquello con un leve asentimiento.
Coraíon entonces tomó la maleta de su madrina y les dijo a las dos.
-Vamos a tu hotel. Aunque debiste haber aceptado el
quedarte en mi apartamento.
-No quiero ser una molestia para ti. - Arguyó ella.-
-Tú nunca eres una molestia. Por cierto, ya le conté
a Sandy que eres la mejor repostera del planeta Tierra. Pues aquí tienes a mi
prometida que es la mejor de Bios. ¡Vaya un campeonato que podríais organizar!-
Exclamó divertido.-
-¿Ah sí?- Rio Sandy a su vez en tanto le preguntaba
con simpático retintín.- ¿Y quién sería el juez? ¿Tú?
-Es una posibilidad.- Afirmó él con desparpajo
haciendo que las dos mujeres se rieran. Más si cabe cuando agregó.- Me comería
todas vuestras tartas y declararía un empate.
-Tienes mucha cara. ¿Lo sabías? –Le susurró
melosamente su pareja.-
-Ya de niño, él y su hermano se comían ellos solos
una tarta entera. Una vez se dieron tal atracón que les entró un tremendo dolor
de barriga.- Declaró Makoto.- ¡Rodaban por el suelo como croquetas!
Aunque
Sandy se fijó en que ahora su prometido no se reía. Estaba serio, fue escuchar
ese recuerdo compartido de su hermano y su semblante cambió. Su madrina lo vio
enseguida también, y añadió más apenada.
-Quizás te resulte duro todavía, lo siento, cariño.
-No, no es eso. - Se apresuró a decir el chico que,
visiblemente más animado, le comentó.- Es que he recordado una sorpresa que te
pienso dar en cuanto bajemos a Bios. Ya
lo verás, te gustará.
Makoto
asintió, y de este modo fue a hospedarse, dejando allí su equipaje. Al poco
rato los chicos cumplieron con su labor de guías y la llevaron por el
asteroide, dejando la visita al planeta para el día siguiente. Y, en efecto,
cuando Coraíon y su prometida llevaron a su invitada a la superficie del
planeta lo primero que hicieron fue mostrarle aquella avenida que estaba en
construcción. La veterana Guerrera Júpiter no pudo evitar las lágrimas al leer
el cartel que indicaba, el nombre de su desaparecido ahijado en cuya memoria se
bautizaría.
-Es verdad… me ha gustado mucho. Cariño, ¡me has
hecho muy feliz! - Pudo decir la emocionada mujer que se abrazó a Coraíon, sentenciando.-
Siempre será recordado. Es lo menos que se merecía.
Sandy
les contempló emocionada a su vez. Le apenaba no haber conocido al hermano de
su prometido. De seguro tuvo que ser un gran chico. Gran cantidad de gente le
había querido mucho y le recordaban aun con gran afecto. Después de eso, y al
día siguiente, quedaron en el piso de la propia científica. Allí, las dos
mujeres decidieron hacer el deseo del muchacho realidad. Mano a mano se
dispusieron a preparar una tarta muy especial…
-¿Sabes una cosa?- le decía Coraíon a su pareja.- Mi
madrina tiene la mejor cadena de pastelerías y floristerías del planeta. La
Flowers & Flavours.
-¿Esa cadena es de veras tuya? Creía que era una
broma de Cory. - Se sorprendió la joven, admitiendo con entusiasmo.- En la
Tierra cuando podía iba a comprar allí. ¡Las tartas eran deliciosas y estaban
hechas de forma tradicional, y las flores preciosas! He oído que pensabais
expandiros a este planeta.
-Sí, es algo que llevo considerando un tiempo…-
Declaró la interpelada.- Aunque tendré que pensarlo.- Remachó poniéndose el
delantal.-
-Hazlo. Tendrías mucha clientela.- La animó Sandy
que ya lo tenía puesto.-
-Bueno… y hasta podría ofrecerte un puesto como
gerente. Si no recuerdo mal, tú ya tenías una tarta con tu nombre. ¿Verdad?...-
Inquirió Makoto.-
-Es cierto, ¡ja, ja!- se rio su interlocutora
recordando.- La hice con Ginger, una muchacha realmente encantadora. Entre las
dos preparamos la tarta de bodas de Amatista y Leval. Ahora no sé qué habrá
sido de esa chica. Se marchó de vuelta a la Tierra según creo…
-Bueno, pues ahora te toca hacer una coproducción
conmigo.- Sonrió su contertulia guiñándole un ojo para arengar.- ¿Comenzamos?
Sandy
asintió con entusiasmo. Así, las dos empezaron a sacar ingredientes. Mezclaron
algunos tras batir unos huevos y amasar la pasta de harina. Tras colocar una base de bizcocho usaron
chocolate y nata para ir alfombrando sucesivos pisos. Rematando la tarta con
crema de vainilla y arándanos. Durante la preparación se fueron dando
sugerencias y consejos mutuos sobre tal o cual punto de horneado o qué
ingredientes colocar primero. Coraíon se pasaba de vez en cuando y al mejor
estilo de su difunto hermano menor, preguntaba no sin guasa.
-¿Va a estar esa tarta ya? Tengo hambre…
-¡Anda ya, gamberro! - Le amonestaba jocosamente su
madrina.- Lárgate y déjanos trabajar…
Sandy
se rio y el chico, al cabo de un rato de bromear con ellas, las dejó a su aire.
Lo cierto es que ambas mujeres se coordinaban a la perfección. Estaba claro
que, como dos grandes reposteras, se comprendían muchas veces sin usar
palabras. Aunque, cuando se quedaron solas, Makoto decidió ser franca y le
comentó a esa encantadora muchacha, empleando un tono de más seriedad.
-Verás. No sé si mi ahijado te lo habrá dicho. Pero
además de mujer de negocios y de la madrina de
Cory, soy una Guerrera de la Justicia. La Guerrera Júpiter.
Su
interlocutora la observó sorprendida. De hecho, su novio le había contado cosas
de su familia, ella misma habló con Petz, pero nada le explicaron sobre la
madrina del chico. Solamente que era una mujer estupenda, y muy buena cocinera.
¡Ni tan siquiera le dijeron en un
principio que era la creadora y dueña de esa prestigiosa firma! Y cuando
su prometido se lo comentó después, tal y como Sandy admitiera, pensó que era
una broma de él.
-No, no lo sabía.- Declaró la atónita joven.-
-Lo imaginaba. Bueno, creí que debía decírtelo.-
Afirmó su interlocutora en tanto metía esa tarta al horno y calculaba.- Unos
treinta o treinta y cinco minutos.
-Bueno. También hay cosas sobre mí que usted no
sabe, supongo.- Pudo decir Sandy, algo envarada ahora.-
-Sé que eres huérfana.- Comentó Makoto añadiendo con
tono solidario.- Lo mismo que yo. Perdí a mis padres siendo una niña, en un
accidente. Sé lo que es eso.
-Lo siento mucho.- Fue la consternada réplica de la
muchacha.-
-Me fijé en las fotos que tienes a la entrada de tu
piso. – Comentó la madrina de Coraíon, conjeturando de seguido.- Imagino que
esas dos personas eran tus padres. ¿Verdad?
-Mi padre vive aún, está en la Tierra, trabaja en la
Masters Corporation. Tengo muchas ganas de que venga a Bios a pasar tiempo
conmigo, pero le cuesta mucho dejar la su casa allí.- Le contó ella, remachando
de un modo más sombrío.- Fue mi madre la que murió…
Makoto
miró a la chica fijamente y puso ambas manos sobre los hombros de ésta para
decirle con tono afectuoso y comprensivo.
-Escucha Sandy. No te preocupes. No estoy aquí para
hacer de evaluadora tuya ni nada por el estilo. No tienes que contarme nada que
no desees. Créeme cuando te digo que he visto muchas cosas y librado muchas
batallas. Es poco lo que puede llegar a sorprenderme a estas alturas. Todo
cuanto sé es que mi ahijado te quiere muchísimo y que mi amiga Petz y mi amigo
Zafiro, te consideran ya como a una hija. Y ahora comprendo el porqué. Eso es
más que suficiente para mí.
La
aludida asintió despacio bajando por unos instantes la mirada, sin embargo enseguida
la elevó de nuevo para sostener la de su contertulia y responder con tono
apurado.
-Es usted muy amable. Pero creo que sí debo decirle
algo respecto a mi madre…
Y
con el gesto atento de su contertulia, la chica se atrevió a confesar…
-Ella era una súcubos, vino del Infierno. Y yo he heredado parte de su genética.
-Sí, lo sé.- Afirmó Makoto para asombro de la joven,
aunque antes de que ésta pudiera añadir nada, fue la sailor quién le aseguró.-
Nadie me lo ha dicho. Pero conozco al ahijado de mi amiga Minako. Y tienes la
misma aura que él. Puedo sentirla muy bien. Por eso te repito, lo que nuestra
princesa siempre nos decía. No es el exterior de una persona lo que cuenta, es
su corazón. Y el tuyo es bondadoso. Creo que te has ganado el derecho a ser
feliz y a hacer dichoso a Coraíon. Y ahora que te he conocido regresaré muy
contenta a la Tierra. Porque estoy segura de que lo lograrás, ambos lo haréis.
Ahora
Sandy estaba entre atónita y emocionada. Apenas sí pudo decir.
-Muchas gracias...yo… significa mucho que alguien
como tú me diga eso…mi padre me contó desde que era niña las hazañas de unas
hermosas guerreras que llevaban un lazo al pecho y minifaldas. Decía que eran
las justicieras. Pero también me explicó que mi madre, antes de que yo naciera,
le contaba cosas acerca de otras guerreras mucho más poderosas aún. Contra las
que ni ella deseaba enfrentarse. Y esas eráis tú…y tus compañeras…
-Así es- le sonrió Makoto con jovialidad, afirmando
con un suspiro.- Pero de eso hacen ya bastantes años, querida.
-¿Acaso vosotras sois como los de mi raza? ¿No
envejecéis?- Quiso saber la chica.-
-Envejecemos sí, pero a un ritmo muy lento. Casi tan
despacio como los propios demonios. - Le aclaró su contertulia.-
Ahora
Sandy se sentó en una de las sillas de la cocina, suspirando a su vez y
entrelazando sus manos para dejar reposar su barbilla y sentenciar.
-Esa es otra de las cosas que me preocupan. Quizás
yo tarde mucho en envejecer, pero no mi prometido…
Makoto
asintió solidariamente y tras sentarse al lado de la joven, le confesó.
-Esa es una de las razones, entre otras, por las que
ninguna de nosotras, excepto una y por causas de fuerza mayor, jamás nos hemos
casado. Tenemos una misión que cumplir en esta vida. No podemos emparejarnos
dado que al final mantendremos nuestra juventud por muchísimo tiempo. A veces
cuando veo a los padres de Coraíon o a otros amigos, me entristece que ellos si
acusen el paso de los años. Pero tu caso es diferente. Puedes amar y ser
correspondida, y un día tendrás hijos y les querrás y ellos a ti. Si quieres un
consejo disfruta ahora de lo que la vida te ofrece y olvida lo demás. Ya has
penado bastante sin merecerlo.
Sandy
la miraba sorprendida y llena de admiración. Aquella mujer era muy sabia, le
recordaba a Petz. Estaba claro que eran grandes amigas y que tenían mucho mundo
y experiencia en todos los órdenes de la vida. Simplemente asintió sonriente y
musitó.
-Gracias. Tienes razón. Lo haré.
Entonces
e inopinadamente Makoto tornó su expresión risueña por otra alarmada y exclamó
llevándose las manos a la cabeza al recordar...
-¡La tarta!...
Sandy
reaccionó a su vez con una mezcla de apuro y horror. ¡Con esa intensa
conversación las dos se habían olvidado completamente de aquello! Corrieron al
horno y lo apagaron, quizás algo chamuscado pero indemne en lo esencial sacaron
el pastel…
-Por fortuna, no se pasó demasiado el tiempo.-
Suspiró Makoto.- La mayor parte está bastante aprovechable.
-Conociendo a Cory, creo que le daría igual si se lo
sirviésemos chamuscado.- Sonrió Sandy.-
Makoto se rio de aquel comentario y su interlocutora
hizo lo mismo. Después prepararon el pastel en una bandeja y celebraron una
gran merienda para regocijo de Coraíon que dio cuenta de buena parte de esa
tarta entre las risas de su prometida y su madrina. Desde luego, si le pareció
que estaba algo quemada en alguna parte no lo comentó. De este modo y tras unos
días más Makoto se marchó, alegre de que al menos su ahijado hubiera encontrado
a esa maravillosa muchacha.
-Bueno. Ahora solamente me resta prepararme para el
momento de la verdad.- Suspiró la
princesa de Júpiter cuando, ya en la nave, se dirigía a la Tierra.-
Así las cosas, Leval regresó una
tarde de la base a su casa en la nave. Amatista todavía no estaba, llegaría del
laboratorio dentro de una hora calculaba él, tenía suficiente tiempo. Pasado
ese plazo su esposa volvió puntualmente del trabajo. Al entrar se encontró con
la mesa puesta y una cena que su marido había preparado. La verdad es que al
chico se le daba bien cocinar. Lo había aprendido en la academia para las
pruebas de supervivencia y tuvo ocasión de ir perfeccionando algo la técnica. Su mujer sonrió contemplando el buen aspecto
que presentaban los platos y Leval la saludó con un beso y la invitó a sentarse
afirmando casi con tono de excusa.
- Espero que te guste, he tenido poco tiempo.
- Es perfecto, gracias cariño. Pero, ¿qué celebramos?
- Se sorprendió ella.-
A
decir verdad no recordaba ninguna fecha en especial, pese a esforzarse por
imaginar cualquier evento posible entre ambos. Desde luego no quería meter la
pata y herir los sentimientos de su esposo. Aunque éste la alivió enseguida
cuando declaró, piropeándola con desenfado.
-¿Acaso tenemos que celebrar algo?, eres mi
mujercita querida. Eso ya es bastante celebración.
-Te quiero...- declaró la agasajada no sin alivio
mientras comenzaba a cenar, añadiendo de inmediato con admiración. - ¡Oye, esto
está muy bueno!...
Cuando terminaron la cena, Leval se
levantó y trajo el postre, llevaba una bandeja con su correspondiente tapadera
de metal, la dejó en la mesa y Amatista la observó con curiosidad.
- Vamos, levanta la tapa,- le pidió él agregando con
misterio. - A ver si te gusta, es un postre de mi invención. Me ha costado
bastante…
- No me digas. ¿Desde cuando te dedicas a ser
repostero? - Inquirió ella con una sonrisita. - ¿Es que Sandy y la tía Petz te
han dado clases?
- Bueno, con una chica tan dulce como tú, es
irremediable que me interese por la repostería.- Sonrió Leval añadiendo con
afecto. - Mira a ver si te gusta.
-A ver qué pinta tiene. - Replicó ella.-
La
muchacha levantó la tapa muy halagada por el cumplido y a la vez llena de
curiosidad, cuando vio el interior, soltó una exclamación de sorpresa. Dentro
de la bandeja había una llave. Amatista la empuñó desconcertada y le preguntó a
Leval con mucho interés.
- ¿Para qué
es esta llave?
- Para abrir nuestra casa - respondió su esposo
agregando con un tinte burlón. - ¿Cómo podríamos entrar sino?
-¿La casa de Bios? - Inquirió Amatista entusiasmada.
Leval asintió sonriente, ella se levantó y le abrazó queriendo saber con
alborozo. - ¿Cuándo te la han dado?
- Coraíon me la mandó por transporte regular,-
explicó él con satisfacción. - Me ha
dicho que cuando queramos podremos mudarnos.
-¡Soy tan feliz...ya podremos preparar la habitación
para el niño! - Afirmó su interlocutora que se tocó el vientre, bastante
abultado ya. Después tomó una mano de su marido y se la puso en él mientras le
comentaba llena de alegría. - Ya quedan sólo dos meses para que salga de
cuentas. Tengo muchas ganas y a la vez estoy un poco asustada...
- Pero cariño.- La animó Leval. - No hay razón para
que estés preocupada. Naya, cuando te reconoció antes de irse a la Tierra, y
su sustituta, la doctora Pentiel, han
dicho que todo va perfectamente.
- Sí, lo sé.- Asintió su esposa más tranquila aunque
deseando con voz queda. - Pero tengo tantas ganas de darte un hijo fuerte y
sano como tú y todos tus antepasados...como mis padres y los suyos...
- Claro que lo harás y será mejor que todos
nosotros, ¡ya lo verás! - Le aseguró él que, para quitarle hierro añadió. - Mi
padre me contó que mi madre tenía también esa preocupación.
- Y ella lo consiguió.- Sonrió Amatista añadiendo
acto seguido - no he conocido a nadie que sea como tú. – Tras lo cual se
permitió bromear. - Y no lo digo sólo por...- miró bajo el mantel y ambos se
rieron de forma cómplice. -
Después de cenar ambos se sentaron en
el sofá y vieron una película, cada vez tenían más ganas de pasar veladas
tranquilas. Desde luego no echaban para nada de menos los sobresaltos y las
aventuras. Amatista se sorprendía día a
día de la faceta hogareña de su esposo. Casi le parecía algo irreal. Le había
visto luchando como súper guerrero y como piloto militar, recordaba incluso
aquellos años para ella ahora tan
lejanos, cuando eran vecinos en la Tierra e iba a estudiar con él. Siempre que entraba en la habitación de Leval
el entorno le había transmitido que era ordenado y metódico para todo lo que
hacía. De hecho, ella misma tenía que tomar ejemplo de lo bien que dejaba la
casa y de cómo hacía las limpiezas y otras tareas domésticas. Hablaban de eso
en tanto veían una película sin mucha trascendencia.
-Eres todo un amo de casa. ¡He sabido elegir muy
bien! – reía la muchacha. –
-Desde que éramos pequeños, a Kerria y a mí nos
educaron para saber cuidarnos y apañarnos con estas cosas.- Repuso él.- Mi
madre fue muy estricta en eso. Hasta cuando me enseñaba a jugar al ajedrez.
-¿De veras?- Quiso saber Amatista.-
-Sí, lo recuerdo siendo niño, quizás con ocho o
nueve años. Ella me enseñó antes a mover las piezas y poco a poco a jugar. ¡Y
nunca podía ganarla!- Suspiró como si eso todavía le pesara.-
-Es que tu madre es muy buena jugadora según creo.-
Comentó su esposa.-
-Lo es. Solamente la he visto perder alguna partida
contra mi madrina Ami.- Declaró el chico para sentenciar.- Y a mí, a pesar de
ser un niño, no me perdonaba ni el más mínimo error. Siempre me decía. Leval,
el ajedrez es una metáfora de la vida. Tienes que calcular tus movimientos, ver
tus opciones y reflexionar mucho antes de dar cada paso. Si te equivocas, lo
mismo que en una partida, no te permitirán cambiar el movimiento.
-¡Vaya con Bertie!.- Suspiró Amatista.-
-Al crecer comprendí que mi madre tenía razón.-
Admitió el chico, agregando casi con nostalgia.- Y cada vez que yo perdía o que no me
esforzaba lo suficiente jugando, también comentaba. Hay que jugar para ganar,
sino el juego es una pérdida de tiempo. Pero más importante incluso que ganar
es aprender. Y se aprende más de las derrotas que de las victorias.
-¿También enseñaba a sí a Kerria? No sé yo si tu
hermana tendrá tanta maña como tú. – Comentó la muchacha.-
Aunque
también recordaba que al poco de conocer a la hermana de su esposo e ir a su
cuarto siempre lo tenía muy buen puesto y ordenado. De todos modos nunca la vio
jugando al ajedrez.
-Bueno, Ky ha sido siempre algo más movida. Ya la
conoces, Ni mi madre, ni la madrina Ami lograron que le gustase demasiado el
ajedrez. Pero cuando nos tocaba ayudar en casa los dos lo hacíamos y cada uno
de nosotros éramos capaces de hacer de todo, desde poner lavadoras hasta
cocinar. Pero la cocina y el ajedrez desde luego se me daban mucho mejor a mí.
- Ya lo veo. - Declaró su mujer que no necesitaba
que se lo jurasen. – Aunque yo para eso soy más desastre. Mi madre me enseñó
algunas cosas pero siempre fui muy vaga. – Admitió no sin un cierto rubor. - ¡Y
lo mío no es precisamente el ajedrez!- Se sonrió.- No soy tan lista.
-Para ser alguien tan perezosa no lo has hecho mal.
- La animó él, enumerando para satisfacción de la chica. – ¿Y quién dice que no
eres inteligente? Estás a punto de terminar tu carrera, trabajas en el
laboratorio, vas a tener un bebé y me ayudas en casa. Eso contando con la
última actuación que hiciste en la Tierra con el grupo.
-Eso es porque el hombre al que yo amo me dio muy
buen ejemplo. – Le susurró ella en tanto le besaba en una mejilla. – No puedo
desmerecer…porque lo que sí soy es muy competitiva.
En
ese instante Amatista lanzó una pequeña exclamación, llevándose la mano a la
barriga. Leval la observó con algo de inquietud.
-¿Estás bien?- Quiso saber mirándola concernido. –
-Sí- se apresuró a sonreír su esposa. – Ha sido una
patadita, toca. – Le pidió tras asir una
de sus manos y hacérsela poner sobre su vientre. –
Leval
sonrió encantado, notaba con claridad como algo ahí dentro se movía, con un
jocoso tono de humor le comentó a su esposa.
-¡Espero que no sea que la cena te haya sentado mal!
Su
mujer se rio por la ocurrencia y él la secundó. Tras permanecer acurrucados
durante un rato decidieron dejar aquella película, ambos estaban cansados y se
fueron a dormir. Al día siguiente el muchacho se incorporó junto a Mazoui a su puesto en la
base. Su amigo le dijo a Leval que tenía que comentarle algo importante. Éste
escuchó atentamente mientras su primo hablaba.
- Satory y yo hemos pensado mucho estos últimos
meses y hemos decidido que queremos irnos a la Tierra,- le reveló Mazoui - voy a pedir el traslado.
- ¡Vaya!,- suspiró Leval afirmando con pesar. -
Todos os vais, ¡que solos nos vamos a quedar aquí!, ¿cuándo quieres pedirlo?
- La verdad, hoy mismo - respondió su interlocutor
-...esperaba que tú estuvieses presente.
- Yo, ¿para qué? - Se sorprendió Leval. -
- Quiero a alguien que me avale y me gustaría que
fueses tú.- Sonrió su primo. -
- Claro que sí, por mí encantado, aunque no creo que
lo necesites. Y ya sabes que me apena mucho que os vayáis.
- A mí también, te lo aseguro. - Le confesó
sinceramente Mazoui, añadiendo no obstante con igual talante. - Pero tanto
Satory como yo deseamos volver a la Tierra con nuestros allegados y labrarnos
nuestro futuro allí. Además. Deseo estar cerca de mi familia y de la de ella.
- Os
comprendo bien, Amatista y yo hemos decidido vivir aquí, en Bios. Aunque
entiendo que vosotros prefiráis la Tierra. Pero, de todas formas, sería mejor
que acudieras a un oficial superior para que te avalase. - Le recomendó Leval.
-
- No te preocupes, esto va por recomendaciones de
oficiales valorados por el alto mando. Y tu nombre está en primera fila. No te
pongas triste, ¡ya vendremos a veros! Sobre todo cuando nazca vuestro hijo. Con
los padres que tiene seguro que va a ser alguien fuera de serie.- Le aseguró su
primo con renovado ánimo. -
- Eso es muy halagador, ¡entonces vamos! - Instó
Leval esbozando una sonrisa. -
Durante la charla llegaron a la oficina de Freejar. Éste a su vez se
brindó para acompañarles al despacho de Zorton. Una vez allí, todos firmes
esperaron a que el comandante les
hablara.
- He leído su petición, mayor - declaró el
comandante dirigiéndose a Mazoui con ese tono seco y objetivo que en él era lo
más cercano a un cumplido cuando añadió.
- Me parece que un oficial como usted es difícilmente reemplazable, pero
si es lo que desea tramitaré su petición a mis superiores...
- Muchas gracias, señor - repuso el muchacho. -
- Señor,- terció Freejar - ¿Podría pedirle que
recomendase al teniente Malden para reemplazar al mayor O ‘Brian?
- Mayor, el teniente Malden es demasiado joven aun,-
repuso Zorton que añadió a modo de
argumento más consistente. - Acaba de ascender, hay muchos oficiales que tienen
más antigüedad. Aunque me gustaría, en eso no puedo ayudarle.
- Lo comprendo, señor,- admitió Leval. - Hace poco
que he sido promovido a este rango, eso es cierto.
- Es usted un buen oficial, no se preocupe,
ascenderá deprisa.- Le replicó su superior con un tono bastante amable para
provenir de él al rematar. – Ocasiones no le faltarán.
- Gracias por su atención, señor. Ahora únicamente
me queda presentar mi propia solicitud de traslado.- Terció Freejar
sorprendiendo a su comandante y a los muchachos. -
-¿Usted también? - Inquirió éste agregando con
resignación. - Bueno, me voy a quedar sin mis mejores oficiales. Pierda
cuidado, tramitaré también su petición. A propósito, mayor, ¿cómo están su
mujer y sus hijos? - Se permitió preguntar con lo que parecía un cortés e
incluso amistoso interés. -
-Muy bien, gracias señor.- Contestó escueta pero
agradecidamente el interpelado para interesarse a su vez. - ¿Y su familia?
- Bien, muchas gracias. En la Tierra, con lo que
pasó aquí hará unos meses, decidimos que era más prudente que permanecieran
allí. Aunque quién sabe. Puede que yo mismo les siga a ustedes y regrese
también. En el fondo les comprendo. Se echa de menos el hogar. - Confesó Zorton con un talante muy cercano para lo que era su
costumbre.- Y ya son muchos años apartado de él…
El
comandante entonces firmó en unos cuantos papeles y se los dio a Freejar en
tanto le indicaba.
-Aquí tiene, ponga su solicitud y la haré llegar a
los mandos. Si no desean nada más.- Todos negaron con la cabeza y su comandante
movió indolentemente una de sus manos para sentenciar. -Entonces pueden
retirarse...
Todos
saludaron y se marcharon del despacho, Freejar le dijo a Leval con algo de
malestar e incluso decepción.
- Lo siento, muchacho, he hecho lo posible. Por cierto,
no le hemos solicitado tu traslado a Bios al comandante.
- Otro día, señor,- sonrió Leval. - Creo que por hoy
le hemos agobiado con demasiadas peticiones y no hay que abusar de su
amabilidad.
Freejar
asintió, fingiendo un gesto serio y concernido para aseverar.
- Sí claro, yo también creo que el viejo estaba hoy demasiado
contento y eso siempre me mosquea. Temo que quiera ligar conmigo. Ya sabéis lo
atractivo que soy.
Y
tras las consabidas risas de sus interlocutores retomaron un poco la seriedad
cuando Leval conjeturó.
- Será porque finalmente ha podido volver a ver a su
familia. Y pasar tiempo con ellos.
- Es cierto, - convino Mazoui afirmando.- En el
fondo no es mala persona, pero estaba muy amargado, seguramente creyó que jamás
les volvería a ver cuándo nos perdimos en el espacio.
- La vida es así, chicos. Y ahora que tú Malden, vas
a tener un hijo, lo comprenderás.- Declaró el mayor.-
- Sí, señor.- Admitió el aludido.- Ya empiezo a
hacerme una idea.
Realmente
se percataba hasta qué punto eran importantes sus seres queridos. Cuando fueron
tragados por aquel agujero y se perdieron en el espacio, cada uno a bordo de la
gran nave encajó aquello como pudo. Durante muchos meses creyeron que jamás
retornarían a ver a sus allegados y tuvieron que sostenerse y animarse de la
mejor manera que pudieron. Ahora, muchos de los que participaron en aquel viaje
habían vuelto o deseaban retornar al planeta madre. No obstante, tanto él como
su mujer, habían decidido ser pioneros en un nuevo mundo. Suspiró, aquella
sería otra aventura. Menos mal que esos dioses habían dejado de incordiarles.
Pensaba en eso cuando la ruda voz del mayor le sacó de esas meditaciones.
-Bueno, basta ya de cháchara, ¡vamos a mover el culo
que hay trabajo!,- repuso Freejar
recobrando su brusco tono habitual. -
- Antes de que os vayáis, gracias por apoyarme,- les
dijo Mazoui que se dirigió particularmente al mayor para declarar. - Winston,
has sido muy amable...
-¡Venga ya!,- espetó éste con fingida severidad.
- Es para perderte de vista de una vez,
me distraes demasiado a este chico...
- ¡Ya, me imaginaba que sería por algo de eso! - se
rio Mazoui mientras contestaba. - Bueno, de todas formas, gracias. Luego nos
vemos, Leval.- Se despidió alejándose
por otro corredor hacia su sección. –
-Bueno. Ahí va un buen tipo. - Comentó el mayor
aseverando.- Y dentro de poco será mi turno. ¡Oh sí!, hogar, dulce hogar…
- Señor,- le dijo Leval a Freejar cambiando de tema
o incluso a propósito de lo que su superior acababa de decir. - ¿Sabe que ya nos
han dado las llaves de nuestra casa en el planeta?
- Me alegro por vosotros, oye. No te he preguntado,
¡qué torpeza la mía! ¿Cómo está tu mujer?, ¿cómo lo lleva? - Se interesó el
mayor, esta vez sin disimular un modo cordial. -
- Muy bien, muchas gracias, verá, me gustaría
pedirle. - Leval pareció dudar aunque al fin se decidió a exponer lo que quería
dando un buen rodeo. - Tenemos que decorar la casa y ya hemos elegido los
muebles y demás, pero debemos llevarlos y Amatista estaría muy contenta si yo
le ayudase a ponerlos. Sobre todo porque con su estado no puede hacer
esfuerzos.
-¿Quieres un permiso, muchacho? - Inquirió Freejar
mirándole con los ojos entornados. Leval asintió algo tímidamente y su superior añadió con un gruñido. - ¿Pues
porqué rayos no me lo pides? ¿Te acuerdas de lo que te dije cuando llegaste a
mi sección? ¡Ve al grano!
- Tiene razón, lo siento, ¿me puede dar un par de
días? - Le pidió el chico. -
- Claro que te los puedo dar, y lo haré o Elise me
arrestará a mí. Habla mucho con tu mujer. Seguro que a estas alturas tu esposa
ya le habrá contado lo de vuestra casa. Tómate mejor tres días, trataré de
apañármelas sin ti ¡y qué demonios! , me tengo que ir acostumbrando. Mi
traslado no tardará en llegar.
- Muchas gracias.- Sonrió el muchacho agregando
complacido. - Amatista se alegrará mucho. Y por supuesto que esperamos que
ustedes vengan a cenar cuando estemos instalados.
- Puedes contar con ello. Pero eso del permiso será
mañana,- respondió Freejar tratando de mantener su tono iracundo. - ¡Ahora ve a
ganarte el sueldo!, apáñate una escuadrilla y date una vuelta por el planeta.
- A la orden.- Respondió de inmediato Leval que
saludó dirigiéndose después hacia su
zona de despegue a llamar a los pilotos bajo su mando.-
Freejar se sonrió satisfecho
mientras le veía alejarse, seguro que Elise aprobaría su gesto.
-Tenemos que cuidar a estos muchachos. - Se decía
sin dejar de sonreír, aunque con una nostalgia que se esforzaba por controlar.-
Son realmente excepcionales… ¡ah! les echaré de menos…será difícil encontrar a
alguien a quién se le pueda tomar el pelo de esta forma…
Por
su parte, Leval salió en misión por el planeta, todo estaba en orden y a él le
alegró ver la atmósfera cada vez más densa y azul.
-El panorama está despejado. Espero que siempre sea
así, y que jamás tengamos que batallar en este planeta.- Pensó el chico.-
Ojalá
que la raza humana hubiera aprendido de sus errores del pasado. Aunque, pese a
todo, ya no eran los únicos seres inteligentes conocidos en el universo. Por
desgracia existían más civilizaciones agresivas y hostiles que a buen seguro
les atacarían de tener la ocasión.
-Espero que hayamos derrotado a esos canallas de una
vez por todas. Quiero creer que destruimos su nave nodriza y que eso puso fin a
la guerra.- Meditaba.-
Pensó
en esa misión de la SSP-2. Oficialmente
a la búsqueda de ese planeta cartografiado por los Zirt. Aunque Leval no era
tan ingenuo como para ignorar algunos rumores que se había estado filtrando.
Aquel asteroide transformado en nave era significativamente menor en tamaño que
la SSP-1, aunque estaba considerablemente mejor armado.
-Lástima no haber podido hablar con Susan de eso
hace unos meses antes de que partieran. Ella fue a un cursillo intensivo de
entrenamiento para pilotos, pero tenía prohibido divulgar nada.- Recordó.-
La
ya teniente segunda Hunter en efecto le comentó aquello, diciéndole que era un
asunto clasificado. Leval no quiso indagar más, bastantes cosas tenía en mente.
-En cualquier caso, y sea lo que sea que deban
hacer, les deseo suerte. Nosotros defenderemos Bios de cualquier amenaza. Y, si
hemos podido afrontar la de esos dioses, no creo que haya nada peor.- Se dijo
aliviado.-
Así,
entre esas reflexiones, dio órdenes a sus pilotos de efectuar los recorridos programados
de patrulla. Cuando volvió, Freejar le autorizó a tomarse ya su permiso. Sin
perder tiempo regresó a casa y encontró a
su esposa enfrascada en la febril tarea de ir empaquetando cosas. El
muchacho le dijo que no se esforzase en demasía, que él mismo se encargaría del
traslado y así lo hizo. Pese a que ella comentó, a medio camino entre el
desencanto y la resignación.
-No soy muy buena para quedarme quieta.
Pero
comprendía que, en su estado, no podía hacer según que cosas. Finalmente los
muebles fueron embarcados en una nave de transporte y llegaron al planeta en
pocas horas. Leval y Amatista partieron en otra lanzadera. Al llegar, y fiel a
su palabra, el chico se ocupó de sacar los muebles y colocarlos, pese a que
algunos de ellos tenían mucho volumen y pesaban bastante, pero para él eso no
era problema. En poco tiempo y con su velocidad limpió toda la casa, los
servicios de luz, agua y demás comodidades ya habían sido instalados. Amatista
estaba radiante de felicidad, con presteza y los ademanes heredados de su
propia madre, le indicaba a su marido
donde poner las cosas. Cuando éste concluyó a su satisfacción, se abrazó a él y
ambos danzaron por el salón de su recién estrenada casa. Leval dejó a su mujer
sobre el sofá con cuidado, luego miró por la ventana y vio con asombro que
estaba lloviendo.
-¡Mira, llueve! - Señaló admirado. - Hasta ahora no
había visto algo así en el planeta.
- Desde luego, Sandy, Penélope y Satory han hecho un
gran trabajo.- Sonrió Amatista mirando nostálgicamente por la ventana. - Ojalá
que Penélope y Tracer estén bien. Lo mismo que todos los demás que se han
marchado. - Les recordó con añoranza,
hacía varios meses que se habían ido. -
- Lo estarán.- Aseguró Leval confiando con ella. -
Espero que nos den noticias pronto. Mazoui y Satory también se irán y Freejar y
su familia.- Entonces le contó a su esposa lo ocurrido en el despacho de
Zorton. -
- ¡Ésta Satory! No me lo había dicho, pero algo
notaba yo.- Suspiró Amatista que agregó también con un poso de tristeza. – Y también
Winston y Elise, con sus hijos. Con lo buenos amigos que son.
- Bueno, cada uno tiene que buscar su felicidad allá
donde crea mejor. – Declaró filosóficamente su esposo. -
- Lo sé- convino ella con ese mismo tinte apenado. –
Pero les quiero mucho a todos y me apena que se vayan tan lejos.
- No dejaremos de saber de ellos. Las comunicaciones
son cada vez mejores y siempre tendremos ocasión para vernos de nuevo. – La
animó él que rememoró.- Ahora comprendo mejor a nuestros padres cuando nos
fuimos en la SSP-1. Y eso que entonces podríamos habernos separado para
siempre.
- Tienes razón - admitió la muchacha que,
acariciando su vientre, pudo confesar. – Mi madre también la tenía. Ahora
entiendo lo que significa separarse de alguien tan querido como un hijo o una
hija. Es como si desde que comenzara el embarazo las cosas se hubieran
clarificado mucho para mí en todos los sentidos.- Suspiró añadiendo en tanto
admiraba las vistas al jardín y centraba la atención en sus flores de jazmín. –
Su
esposo no dijo nada, solamente asintió despacio, ambos se mantuvieron
contemplando la lluvia caer y salpicar los cristales de la ventana.
- Esto me encanta, cada vez se parece más a nuestra
casa. - Declaró entonces él tratando de desviar el tema. -
- ¡Es que es nuestra casa, cariño!... ¡nuestro hogar
y el de nuestro hijo! - declaró Amatista con orgullo y felicidad. –
Y
la muchacha, junto a su esposo, disfrutó de ese momento de calma. Con las
lámparas apagadas viendo caer la lluvia, sólo les iluminaban las luces indirectas
del alumbrado nocturno exterior.
- Ha sido un día muy largo.- Suspiró Leval. - Pero
por suerte me quedan otros dos de permiso. Por cierto. Invité a Freejar y a su
familia a cenar en cuanto tengamos la casa a punto.- Sonrió levemente para
afirmar divertido.- No te preocupes, cocinaré yo.
- Te ayudaré un poco. Tampoco soy tan mala en la
cocina.- Sonrió la muchacha, añadiendo con jovialidad y aprobación.- Has hecho
muy bien. ¡Qué menos para agradecerles todo lo que han hecho por nosotros!
- Sí, y podremos pasar una velada agradable. Como
esta tarde, mirando llover. La verdad es que apenas sí puedo creerlo.- Comentó
él regresando a su anterior tema de conversación.- ¡Cuanta paz se respira aquí!
- Es muy hermosa la lluvia, echaba de menos algo
así. Aunque en la nave a veces llueve no es como en un planeta. Y esto es tan
bonito…Me apetece quedarme aquí viendo caer el agua. Hacía mucho que no veía
una lluvia como ésta.- Le dijo ella con voz queda. - Recuerdo que cuando era
pequeña me molestaba que lloviese porque no podía salir a jugar, ahora, en
cambio, me parece algo maravilloso.
- A mí siempre me ha gustado la lluvia, me parece
muy romántica, sobre todo si estoy contigo. - Le susurró él abrazándola por
detrás. -
- Y un día, podremos decirle a nuestro hijo que
nosotros contemplamos la primera lluvia atmosférica de Bios esperándole a él.
El mismo día en que estrenamos nuestro hogar.
Su marido asintió y los dos se quedaron
contemplando caer aquella suave cortina de agua. ¡Amatista deseaba tanto tener
a su hijo y criarlo en su nuevo mundo! Además, sentía que algo les unía a su
futuro bebé y a ella con el planeta.
-No sé cómo explicarlo.- Se decía.- Pero tú, cariño,
debes nacer aquí.
Así
pasaron unos días, por supuesto que la pareja invitó al matrimonio Freejar a
cenar. En esta ocasión vinieron sin los niños que estaban pasando unos días en
la Tierra con sus abuelos. Winston sorprendió al acudir vestido de paisano,
luciendo un blanco traje que contrastaba con su oscuro rostro, aunque le hacía
quedar muy elegante. Su mujer se atavió con un vestido rojo realmente bonito.
Amatista sonrió al reconocer la firma Deveraux. Elise quedó encantada cuando su
anfitriona le reveló que esa gran diseñadora era su madre. Además le prometió
que hablaría con ella para que le enviase algún nuevo modelito. La mujer de
Freejar, realmente encantada, se dirigió a su esposo en tanto comenzaban a
cenar.
-Después de esto, Winston, más te vale cuidar a este
chico. Al menos en tanto seas su superior directo.
-A tus órdenes, cariño. - Pudo replicar no sin sorna
él, haciendo reír a todos.-
- Es lo menos que puedo hacer.- Afirmó Amatista
mirando muy agradecida a esa mujer tan amable para declarar.- Has sido como una
hermana mayor para mí, me has dado tantos consejos que, no sé cómo darte las
gracias.
Llegada
a este punto incluso se emocionó, la propia Elise le tomó de una mano y le
sonrió afirmando con tono cordial y afectuoso.
-Eres una chica estupenda y vas a ser una madre
magnífica. Tenlo por seguro. Formaréis una maravillosa familia.
-Sí, eres una dama de primera. ¡Hasta has logrado
meter en vereda a este alcornoque! - Terció Freejar con su característico humor
socarrón, para desdramatizar aquello, cosa que consiguió.-
Leval
quiso decir algo pero su superior evidentemente no se lo permitió. Se le
anticipó afirmando no sin deleite.
-Por cierto, la cena está exquisita. ¿Acaso ha sido
la señora de la casa a quién debemos agradecerle este manjar?
-No- sonrió Amatista negando con la cabeza a la par
que aclaraba.- Ayudé un poco pero casi todo lo hizo mi marido.
- Eso es lo que llamo yo un esposo dedicado y con
múltiples talentos. - Intervino Elise con una sonrisa de aprobación.-
- Cierto. - Convino el mayor afirmando sin pudor.-
La carne en su punto, la guarnición de champiñones, patatas y guisantes,
deliciosa. ¡Vaya!. Me equivoqué contigo, hijo. ¡Tendría que haberte destinado a
la cantina! ¡Nos hemos perdido unos ranchos deliciosos!
-Muchas gracias señor…creo. - Pudo replicar al fin
el azorado chico en medio de las carcajadas del resto.-
- No me llames señor en tu casa. - Le indicó
jovialmente su jefe tan pronto dejó de reír, para afirmar.- Aquí el señor eres
tú.
- Y la señora, tu esposa. - Remachó Elise pidiéndole
a su interlocutor.- Cuídala siempre bien. Y por nada del mundo te vuelvas tan gruñón
como éste viejo cascarrabias que tengo por marido. - Sentenció jocosamente
mirando a Winston.-
Aunque
el aludido sólo se encogió de hombros con cara de no haber roto un plato, para
provocar más risas entre los comensales. Y así transcurrió la velada. Tras
despedirse el matrimonio Freejar los jóvenes esposos ordenaron un poco la
cocina y no tardaron en irse a dormir. Por supuesto, su superior le dio a Leval
permiso para acudir más tarde al día siguiente. Se justificó alegando que no
tuvo más remedio cuando Elise se lo ordenó. De todos modos, Winston estuvo
encantado de hacerlo, aunque no lo reconocería ni bajo tortura. De esa forma la
pareja de recién casados y futuros padres se afanaban en poner el lavaplatos en
tanto departían animadamente, aun sonriendo tras recordar esa cena.
-Son una pareja estupenda.- Sonreía Leval.-
-Les voy a echar muchísimo de menos.- Convino su
mujer que entonces, recordó.- ¡Ah! El otro día me llegó un mensaje de Ginger…
-¿Ginger? ¿Cómo le va?- Quiso saber Leval, que
también apreciaba bastante a esa muchacha.-
-Debió de confundir la dirección IP de nuestra casa,
me llegó hará dos días. Con todo el ajetreo de la decoración apenas si pude
verlo esta mañana cuando lo reenviaron aquí. ¡Han tardado meses en poder
remitirmelo! Decía que se ha embarcado con su hijo Dean en el SSP-2.
-¡Vaya! ¡Quién lo iba a decir!- Repuso su atónito
esposo para añadir.- Por lo que me contaste Giaal logró regenerarle las
piernas. Aunque, pese a ello, creía que aquella experiencia tan traumática le
habían quitado las ganas de viajar más por el espacio.
- Según me explicaba quería labrarse un provenir por
sí misma. Ha puesto otra cafetería en la nave y desea ver que tal es el mundo
al que se dirigen. Si le gusta me comentaba que quizás se instalaría allí con
el niño. ¡Ojalá le vaya muy bien, igual que nuestros otros amigos!
-Sí, eso deseo yo también. - Le susurró su esposo
abrazándola suavemente por detrás.- Son todos unas personas magníficas.
Y
así quedaron durante un rato, luego terminaron de recoger y se dispusieron a
dormir. Los mismos dioses, a pesar a no intervenir últimamente, observaban a
esa pareja con suma atención. Cada vez mostraban mayor interés e incluso
asombro por aquellas criaturas aparentemente tan frágiles y atrasadas.
-Realmente son unos seres muy extraños. Capaces de
sorprendernos incluso a nosotros.- Admitió Dialen.-
-Sí, cuanto más les observo menos les comprendo.-
Convino Buruk llevándose una de sus grandes manos a la barbilla en actitud
pensativa.-
-Pues creo que después de todo lo que hemos visto ha
llegado el momento de intervenir.- Declaró Zoen.-
-Convendría entonces avisar al señor Georcael.-
Afirmó Redan.-
Zoen
asintió y estaba dispuesta a hacerlo. Sin embargo, éste pareció saberlo de
antemano puesto que no se hizo esperar, su sillón apareció junto a ella y
Dialen para estupor de ambos. Buruk y Soa miraron también sorprendidos la
aparición de su dios superior, aunque Redan si parecía haberle estado
aguardando.
-¿Deseabas verme, Zoen? pues aquí estoy - declaró él
para inquirir. -¿Qué querías contarme?
- Mi señor,- contestó humildemente ella. - Creo que
he descubierto donde está el Mensajero. Sólo tengo una duda de dónde puede ser
exactamente. Debemos hacer que se manifieste para asegurarnos y tengo un plan
para conseguir que eso suceda.
-¿Estás segura de que funcionará?- Quiso saber Soa.-
-No lo estoy, pero creo que tendremos muchas
probabilidades de éxito.- Repuso su interlocutora.-
-El tiempo apremia. Es fundamental que le
localicemos lo antes posible. ¿Verdad, señor Georcael? - Terció Redan.-
El
interpelado asintió con expresión seria.
- Muy bien, debemos ser rápidos, pues hay algo que
debo contaros, de modo que, adelante, Zoen. ¿En qué consiste tu idea? - Le
inquirió Georcael. –
La diosa asintió e hizo una reverencia. Los
demás dioses permanecieron expectantes ante lo que su compañera se dispuso a
decirles.
- Veréis, se trata de que hagamos lo siguiente....
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