Los dioses, fieles a su deber, se dispersaron para
supervisar el planeta y los cuadrantes de la galaxia más cercanos al mismo.
Cuando vigilaba las regiones circundantes del espacio Buruk sintió una
presencia muy poderosa que, sin embargo, no podía identificar. Se acercó hacia
ella y trató de ver de qué podía tratarse. Aunque no pudo apreciar nada, ni
visible ni invisible, en el plano físico ni en el astral.
-¿Qué es esto?- Se preguntó en voz alta el dios.-
De cualquier forma debía decírselo a Georcael. Iba a
llamarle por conexión espiritual cuando frente a él aparecieron tres siluetas
huecas, a través de ellas se veía el mismo espacio, sin embargo, Buruk podía
comprobar que tenían apariencia antropomórfica. Enseguida se encaró con ellas y
les conminó con su atronadora voz.
-¡Sois vosotros! ¡Idos de aquí, idos o provocaréis
la cólera de los dioses!
Pero las oscuras formas no se movieron, era como si
no le escuchasen o simplemente como si le ignorasen por completo, lo que irritó
al gran dios que exclamó con furia.
-¡Os lo advertí!...- exclamó Buruk que hizo un gesto
para rechazarlas hacia el espacio exterior pero las siluetas seguían
inmutables. - No puede ser, ¿es que no os afecta el poder de un dios? - Les
preguntó incrédulo. -
Las siluetas no respondieron pero comenzaron de pronto a bailotear a su
alrededor. El dios trataba de seguirlas pero se movían muy rápido, incluso para
él. Optó por salir del cerco y llamó mentalmente a Georcael. Al momento éste
apareció junto al resto de los dioses que también habían sentido la llamada,
pero las extrañas formas se esfumaron de inmediato sin darles tiempo a
intervenir. El gigante les explicó lo ocurrido.
- Rápido, id con los humanos, esto sólo era una
maniobra para distraernos. Os dije que es lo que tratarían de hacer. - Ordenó
un alarmado Georcael a los dioses que obedecieron desapareciendo al momento. -
Amatista y Leval
entre tanto dormían plácidamente, ella soñaba con un paisaje bucólico rodeado
de bosques frondosos, arroyos de aguas cristalinas que discurrían con un leve
murmullo y el sol atravesando los ramas y creando bellísimos destellos de luz.
Era una sensación de gran paz y felicidad la que sentía, incluso podría jurar
que escuchaba una bella melodía cantada por alguien que tarareaba con una voz
pura y llena de calidez. Se trataba de una voz femenina, que solo pronunciaba
una palabra, futuro. Aquello fue desapareciendo y ella de pronto comenzó a
tener frío. Casi sin darse cuenta un manto de hielo y nieve cubría todo el
lugar. Ya no se oía nada, el cielo estaba negro y en él apareció un gran
agujero que devoraba todo lo que había sobre la Tierra. La muchacha se aferraba
a un árbol corpulento mientras veía que todos los demás eran arrancados de cuajo
y tragados por ese sumidero. De pronto, alrededor de su cuerpo apareció un aura
blanca y una voz, que parecía la de un niño, le dijo.
- Resiste, no te dejes arrastrar por los increados.
Ellos te buscan a ti porque tú me tienes a mí, aguanta sólo un poco más,
muy pronto estaré contigo...
Amatista se aferraba desesperadamente
al gran árbol, pero éste comenzaba a ser arrancado, al fin el troncó cedió y
ella se soltó. Iba directa hacia ese gran agujero y a medida que se acercaba
una gran insensibilidad a todo la invadía. Casi comenzaba a olvidarse de lo que
sucedía y de quién era ella misma. Entonces, dos manos la sujetaron de las
suyas, miró hacia éstas y vio a las diosas agarrarla y tirar con fuerza de
ella.
- ¡Vamos, debes resistir! - le pedía apuradamente
Zoen. -
- Haz un esfuerzo,- añadió Soa. - Nosotras solas no
podremos conseguir sacarte...
- Ya lo sé.- Pudo hablar Amatista angustiada -¡lo
intento, lo intento, pero mi cuerpo no responde!...
- ¡Usa tu espíritu! - la conminó Zoen - concéntrate en
tu bebé. Él te dará la fuerza que precisas. ¡Vamos criatura humana!
La joven poco a poco
retomó el control de sus recuerdos, pensó en su hijo y en como deseaba que éste
naciera, en el amor que sentía hacia él y hacia su esposo, en la familia que
deseaba formar con ellos y eso en efecto le dio fuerzas. Su cuerpo resplandeció
con un aura blanca y las diosas pudieron tirar de ella para ponerla a salvo en
tanto entonaban una especie de letanía de cánticos para ahuyentar a esa especie
de seres. Amatista cerró los ojos y cuando los abrió estaba en su cama, se
incorporó bruscamente bañada en sudor.
-¡Uff! ,- jadeando pudo decir en voz alta. - ¡Vaya
pesadilla! - Miró a Leval que seguía profundamente dormido en tanto añadía con
voz queda, sonriendo aliviada. - Menos mal que sólo ha sido un sueño.
No había terminado de hablar cuando vio al lado de
su cama a las diosas lo cual volvió a sobresaltarla. Soa la calmó posando una
de sus manos sobre el hombro derecho de la muchacha y rebatió con una voz
seria y preocupada, poco habitual en ella.
- No ha sido un sueño. "Ellos" han estado
a punto de llevarte.
-¿Llevarme?, ¿Ellos? ¿Quiénes son? – Quiso saber
Amatista visiblemente sorprendida. -
- Mira allí.- Intervino Zoen con voz grave,
señalándole hacia una de sus ventanas. La aludida se levantó y miró. - Observa
bien, fíjate en el cielo....
Amatista miró y vio una especie de torbellino que se
desvanecía, junto con dos siluetas que le dejaban ver el cielo nocturno a
través de sus cuerpos.
-¡Oh Dios!,- exclamó horrorizada. - ¿Eso es lo que
intentaba absorberme en mi sueño? ¿Lo que me hizo tener tanto frío?
- Son los “Seres del Olvido”.- Le explicó Soa
suspirando aliviada para declarar. - ¡Menos mal que llegamos a tiempo!
- Sí, gracias a nuestros aliados. Nos dieron unos
instantes vitales. Pero la próxima vez ni ellos podrán frenarles. Esos seres
han vuelto y con más fuerza,- terció Zoen con un tono de gran preocupación al
añadir. - Ni siquiera Buruk pudo detenerles, afortunadamente el Mensajero
reaccionó a tiempo y te dio fuerza.
-¿Qué haré si vuelven? ¿Cómo me podré resistir?, -
les preguntó Amatista con los ojos cargados de angustia -…
- Estaremos a tu lado ayudándote en lo que podamos.
- Repuso Soa cariacontecida, sobre todo al remachar con pocos visos de optimismo.-
Pero están ganando en poder. Cada vez se extienden más por el universo. La
próxima vez puede que no lleguemos a tiempo o que sean demasiado poderosos
incluso para nosotras...
Justo en ese
instante Georcael apareció junto a ellas y las diosas se inclinaron
respetuosamente ante su presencia.
-¿Te encuentras bien, Portadora?- Inquirió el recién
llegado a la humana.-
-Sí gracias.- Pudo musitar ella.-
-Han estado a punto de llevársela, señor.- Le
informó Zoen con visible preocupación.-
-De no ser por los humanos que nos ayudaban a
frenarles, no habríamos llegado a tiempo.- Admitió Soa con idéntico talante al
de su compañera.-
-Sí, han jugado un papel importante.- Afirmó el
dios, añadiendo.- He enviado a Buruk, Dialen y Redan a tratar de destruir a esos
seres...
- Es inútil - musitó Amatista con lo que parecía un
convencimiento sobrenatural que le hubiera sido inspirado de repente. - No
podrán, esos seres no han sido creados. Están al margen del tiempo y del
espacio. Y no se puede destruir lo que no existe. ¡Ahora lo comprendo!…- Al oír
aquello las diosas y Georcael la miraron sorprendidos. -
En el espacio mientras tanto
Dialen localizó a esas siluetas y junto con Buruk y Redan lanzó una ofensiva de
estrellas inscritas en un círculo. Era un ataque tan poderoso que haría
desvanecerse una supernova. Sin embargo, esas figuras no se movieron y toda
aquella energía las atravesó sin hacerlas ningún daño para desaparecer como si
jamás hubiese estado ahí. Los dioses se miraron asombrados...
-¿Cómo vamos a destruirlos si no podemos
alcanzarlos?,- se preguntó Buruk en voz alta. –
- No sé qué podemos hacer.- Es una sensación
realmente muy inquietante.- Confesó Dialen.-
- Así se sentían los humanos cuando vosotros les
molestabais.- Le respondió Redan casi con tono de reproche -....
- No es algo divertido...- admitió Buruk. -
Las siluetas parecieron moverse y contratacar, lanzaron contra los dioses algo
que parecía un rayo oscuro, más negro aún que la negrura del espacio. Redan
entonces gritó a sus compañeros con visible alarma...
-¡Rápido volveros intangibles y apartaros de eso!
Dialen y Buruk obedecieron la indicación de Redan y
el rayo de negrura les pasó entre medias, alcanzó algún meteoro y restos de
energía y los hizo desaparecer como si nunca hubiesen existido.
-¡Pero!, ¿qué es eso? - Exclamó Buruk con gesto
atónito. -
- No sé. Pero. ¿No había algo antes ahí?- Inquirió
Dialen con tono dubitativo en su voz. –
- No recuerdo. ¿A dónde te refieres? – Le contestó
Buruk encogiéndose de hombros. -
-¡Fuera lo que fuese, si es que existía algo, lo han
sumido en el olvido!,- le explicó Redan con la misma expresión de asombro que
su compañero. - Más allá de cualquier plano de existencia que conozcamos. Ni
tan siquiera nosotros estamos seguros de recordarlo. Para los humanos sería imposible
hacerlo. Esto se está agravando. Ya no podremos con ellos, será mejor avisar al
señor Georcael.
- Mirad.- Señaló Dialen. - Esos seres están
desapareciendo. –
En efecto, mientras lo comentaba con sus compañeros
las siluetas se metieron por una especie de torbellino que se cerró sobre sí
mismo y se desvaneció.
-¿De dónde vendrán?...- Quiso saber Buruk casi a
modo de cuestión retórica. -
- No lo sé,- respondió Redan - pero creo que
volverán y cada vez son más poderosos. Si el Mensajero no se manifiesta pronto
no podremos protegerle durante mucho tiempo más...
Sus compañeros convinieron en ello y fue Dialen el que les instó.
- Vamos a decírselo a los otros.
Los tres se transportaron al cuarto de Leval y Amatista,
allí seguían Georcael y las diosas. El marido de la Portadora seguía dormido.
Así lo manifestó ella.
-No sobresaltéis a Leval. No quiero que mi esposo
despierte ahora. Él no podría hacer nada. ¡Por favor!- les pidió.-
-No te preocupes por eso.- Repuso Georcael lanzando una
especie de suave destello planteado sobre ese joven para declarar.- Dormirá
profundamente.
Así
pues Dialen, Buruk y Redan informaron de lo sucedido, su superior asintió con
gesto entre meditabundo e inquieto. Al fin en medio del silencio de los otros
dioses, tomó la palabra.
- Portadora - le dijo Georcael a Amatista con tono
grave. -Trataremos de desviar su atención por algunos de tus días. Espero que
eso te dé tiempo suficiente para traer al Mensajero a este plano de existencia.
Más allá de ese plazo no puedo garantizar tu protección. Ahora debemos irnos.-
Desapareció sin más y los dioses le siguieron como era su costumbre.
Amatista respiraba profundamente, se fue
calmando y el nerviosismo fue desvaneciéndose, sustituido por una tremenda
sensación de congoja y temor.
-¿Qué podré
hacer? Si ni tan siquiera los propios dioses no son capaces de asegurar nuestra
defensa. No sé cómo actuar para salvar a mi hijo.- Se decía llena de angustia.-
Se levantó para mirar por la ventana hacia el Cielo,
con una silenciosa plegaria, en busca de una respuesta a ese terrible problema.
Luego miró durante unos instantes a su esposo quien daba la impresión de dormir
plácidamente y ajeno a todo. Amatista sonrió débilmente y optó por tomar un
baño. Estaba sudada y agitada.
-Al menos me relajaré, será bueno para mi bebé.
Quizás sea de lo poco que puedo hacer todavía por él.- Pensó llena de temor y
preocupación.-
Entre tanto, fuera, en el jardín de la casa, Sailor
Shadow respiraba aun agitada. Había empleado todas sus fuerzas en ese ataque
pero no había servido de nada. Lo mismo les ocurría a Seren y a Doran. Fue el
saiyajin quien, todavía anonadado, comentó.
- ¿Qué eran aquellos extraños seres? Les ataqué,
o eso creo, con una onda vital capaz de arrasar este planeta y cuando les
alcanzó desapareció como si nunca hubiera estado ahí. Incluso dudo ya si llegué
a emitir tal energía alguna vez…- Remachó con patente desconcierto. -
- Son nuestros enemigos. – Le respondió Paul que
junto a su hermana estaban también allí, vestidos con sendos trajes
negros que recordaban a los de los ninjas.-
- Los Seres del Olvido. Hacen que lo que exista
desaparezca como si jamás hubiera sido creado. – Remachó el también impactado Lance,
apoyado en un árbol cercano en tanto consultaba su grueso tomo color burdeos y
agregando.- Nosotros estamos protegidos por la magia que he logrado invocar,
pero para el resto sería como si lo que esas criaturas tocasen jamás hubiera
existido. Debemos andarnos con muchísimo cuidado.
- Es algo tan irreal y terrible que hasta los
vampiros me parecen de lo más corriente y ridículo en comparación. – Agregó
Debbie todavía sin poder dar crédito a lo que había visto. -
- Ahora comprendo por qué les llaman así.
¡Todavía no puedo creerlo! Jamás he visto nada igual. –Sentenció la también
desconcertada Seren, transformada todavía en Guerrero Plutón. -
La muchacha recordaba lo sucedido. Estaba durmiendo
en su habitación cuando le despertó su comunicador. Era Lance, la urgía a
vestirse y acudir enseguida a la casa de Leval y Amatista. Únicamente le dijo
una lacónica frase.
- El enemigo se ha presentado, a casa de mi
primo y Amatista, ¡deprisa!
Por su parte ella avisó a Doran. Asimismo Neherenia,
convertida en Sailor Shadow, se les unió. Había logrado salir
sigilosamente de la casa sin que Idina se percatase.
-Bueno, ayudó el irradiarla con un poco de mi cetro
curativo.- Se sonrió débilmente la soberana que dejó a su amiga durmiendo con
una sonrisa en los labios y una paz digna de un recién nacido.-
Así pues todos llegaron en pocos minutos, allí Paul
y Samantha lanzaban disparos con unas pistolas de energía de alta potencia a
unas formas oscuras que se recortaban en el horizonte, a unos metros sobre la
casa de aquellos a los que venían a proteger. Pero esas descargas desaparecían
tan pronto se acercaban a su objetivo. Parecía que jamás hubiesen sido disparadas,
los hermanos se miraron entre ellos con asombro.
-¿Qué ha
pasado?- Preguntó Samantha mirando con desconcierto a aquellas formas.- No
recuerdo lo que he hecho. ¿Qué hago aquí?
-No lo sé.-
Replicó su hermano, a duras penas también, como si se le resistieran las
palabras.- No tengo ni idea de donde estoy…
-¡Moon
Healing Scalation! – Exclamó su compañera Neherenia, sin perder ni un
instante, nada más presenció aquello. - ¡Vamos chicos! ¿Qué os pasa?...
Concentrando su poder purificador Sailor Shadow lo dirigió
también hacia dos formas que ahora parecían adquirir contornos antropomórficos
pero que eran todavía más oscuras que la noche cerrada. Se acercaron a ellos a
la par que descendían casi hasta tocar el suelo. Pero esa ráfaga de energía
plateada de la sailor desapareció como si se hubiese desvanecido en la nada,
absorbida por esos seres.
-Pero, ¿qué?... – pudo decir la guerrera sin
comprender qué había sucedido. – ¿Yo había lanzado un ataque, verdad?- Se
preguntó en voz alta completamente desconcertada, mirando su cetro como si no
supiera lo que había sucedido hacía tan solo unos instantes.- ¿Qué está
pasando? ¿Qué hago aquí?...
- ¡No deben entrar en la casa! – Exclamó Seren
que invocó su cetro granate y lanzó su ataque con voz profunda y potente. – ¡Dead
Scream!
Pero aquella bola de fuego de color carmesí que
lanzó contra sus enemigos corrió la misma suerte que los ataques anteriores. La
muchacha incluso concentró energía haciendo que su larga melena castaña oscura
se tornase dorada y se levantase desafiando la gravedad. Ahora estaba
transformada en súper guerrera. Su compatriota Doren hizo lo propio. Los dos
desprendían una fuerza tremenda que incluso hacía temblar el suelo, pero
paradójicamente eso no parecía percibirse más allá de ese jardín y esos seres
desconocidos se mantenían imperturbables. Entonces ambos súper saiyajin se
miraron y al unísono descargaron contra sus enemigos sendas ondas de energía
dorada. Sin embargo, sucedió lo mismo que antes. Esas poderosas ráfagas
energéticas desaparecieron. Parecía como si jamás hubieran estado allí.
-Alteza.
¿Qué hacemos aquí?- Quiso saber Doran, inquiriendo con respetuoso y
desconcertado tono.- Estábamos en la Luna, ¿verdad?
-Sí- se
dijo Seren tratando de hacer memoria.-
Este lugar…no lo conozco.
- ¡No es posible! ¡Maldita
sea! - masculló Lance que no sabía qué hacer para tratar de detener a esos
seres y estaba igualmente preocupado por sus compañeros. – Escuchadme todos.-
Les ordenó prácticamente en tanto leía algunos pasajes de ese libro.-
- ¡Ahora verán esos cabrones! – Exclamó Deborah
atacándoles con su fusil especial de energía solar concentrada. -
Pero el
rayo apenas sí pudo salir del arma. La chica observaba y no recordaba ni haber
disparado. Tal y como les sucedió a sus amigos incluso miraba alrededor suyo
como si acabase de despertar de un sueño y no reconociera el lugar en el que
estaba. Lance volvió a leer otra parte del libro y sus amigos parecieron
reaccionar. Entonces esas siluetas avanzaron hacia
ellos, se acercaron a un arbolito cercano que… no estaba allí, de hecho ahora
aquel montículo vacío y yermo no daba la sensación de haber tenido nunca nada.
- Pero. ¿Es que no había algo ahí?- Preguntó
Samantha señalando a esa zona con cara de sorpresa y extrañeza. –
- ¿A qué te refieres?- la interrogó su hermano
sin parecer comprender. –
-No, no lo sé
- pudo musitar la muchacha que miraba hacia aquel lugar sin recordar algo que
quería haber dicho. Era sobre una cosa que le había llamado la atención, pero ¿cuál?
-
- ¡Ya basta! – Gritó Seren enarbolando su cetro
y exclamando. – ¡Detente tiempo!
Y al instante, obedeciendo su mandato, todo a su
alrededor pareció congelarse, ella emitía un aura escarlata. Ahora incluso las
hojas que hasta hacía un segundo se agitaban mecidas por la brisa nocturna estaban
petrificadas. Una polilla aparecía clavada en el cielo nocturno, alumbrada por una
lejana farola, como si estuviera congelada en vuelo. Sus amigos estaban también
paralizados en los gestos que tenían cuando ella invocó su mayor poder. Pero,
para horror de Sailor Plutón, esas dos siluetas seguían moviéndose lentamente
hacia la casa. Parecían ignorar ese enorme poder que daba la impresión de no
afectarles y al grupo de luchadores que trataba de detenerlas. La guerrera hizo retornar el curso temporal a la
normalidad, jadeando a costa de ese esfuerzo. Entonces oyó a su compañera
Sailor Shadow cantar el nombre de otro de sus ataques que sufrió el mismo
destino que todos los demás… Lance volvió a declamar otra parte de ese grueso
volumen burdeos y la sailor a recobrar un poco la noción del momento en el que
estaba…
- Nada puede pararles, nada. – Dijo Seren con
un hilo de voz, comentando a sus atónitos compañeros. – Incluso cuando detuve
el tiempo continuaron sin inmutarse en absoluto.
Aunque por suerte Lance, que estaba tan sorprendido
como el resto, se percató de que dos de esas diosas habían aparecido. Justo
cuando sus enemigos se desvanecían entrando en la casa ellas hicieron lo
propio. El muchacho suspiró entonces para decir con tono inquieto.
- Esperemos que ellas puedan detenerles,
aunque sea solamente de momento.
- Sí, gracias a Dios. Al menos por ahora.
- Le contestó Samantha que vio a Amatista levantada y mirando por la
ventana con un semblante lleno de temor. –
El grupo rápidamente se replegó quitándose de su
ángulo de visión. Por lo menos en esta ocasión habían logrado su propósito. Así
se lo expresó Georcael cuando apareció junto a ellos y les dijo con
reconocimiento.
- Gracias a vosotros humanos, mis diosas
guardianas llegaron a tiempo.
- ¿Quién eres?- Quiso saber Nehie que se
mantenía transformada en Sailor Shadow. –
- Soy un dios, pero eso ahora no importa.
- Repuso el aludido para comentarles. – Vuestra ayuda ha sido importante pero
debo pediros que no volváis a intentarlo. Ya habéis visto que vuestros poderes
no afectan a esas criaturas. La próxima vez os ignorarán, eso sí tenéis suerte.
Sino os sumirán en el olvido. Ya habéis podido experimentar que sucede cuando
os someten a su influencia. Aunque ésta haya sido muy leve. Por vuestro propio
bien no os interpongáis entre ellos y su objetivo. Dejadnos eso a nosotros. Esa
es nuestra misión.
Aunque los miembros del grupo se
miraron entre ellos con extrañeza. Fue Doran el que quiso saber.
-No te
comprendo. ¿A qué te refieres? ¿Qué influencia?...
-Yo tampoco
sé de qué estás hablando.- Secundó Debbie encogiéndose de hombros, para
remachar.- Hemos venido aquí a vigilar. Pero no sé el qué.
-Hasta
ahora todo estaba tranquilo…- Añadió Neherenia igualmente desconcertada.-
También Seren miró a sus camaradas,
ahora daba la impresión de que la saiyajin hubiese olvidado lo acontecido hacía
tan solo unos momentos y declaró.
-No sé. No
he visto nada extraño. ¿Vosotros sí?
Georcael centró su atención en
Lance, y no tardó en indicarle.
-Eres el
único que puede ayudar a tus compañeros. Han comenzado a verse afectados por el
olvido.
Lance palideció visiblemente cuando oyó aquello y leyó nuevamente algunos pasajes de ese gran
libro. Ahí se especificaba lo sucedido para sorpresa de sus amigos que ahora
recordaban claramente esos acontecimientos.
-Es
verdad.- Admitió Doran.- Estuvimos tratando de detener a esos seres.-
-Y no pudimos
hacer nada ni con nuestros poderes combinados.- Añadió Neherenia.-
-Sí que sirvió
de algo.- Les corrigió Debbie, alegando.- Ese dios nos lo ha dicho.
Lance convino en eso, para
sentenciar.
- Ya hicimos todo lo que podíamos hacer.
Esos seres sobrepasan con mucho nuestras fuerzas.
- Aun así debemos luchar aunque eso
signifique la muerte. – Rebatió Doran, al que su código de guerrero del espacio
no le permitía retirarse de una manera a su juicio tan vergonzosa. – Es nuestro
deber.
- Es que no nos matarán. Será algo muchísimo
peor. – Le corrigió Lance para sentenciar con visible temor. – Nos harán
desaparecer como si nunca hubiéramos existido. Eso crearía un desequilibrio muy
grave. ¿Qué pasaría con todas las situaciones, actos y sitios en los que hemos
estado y en donde hemos aparecido? ¿Y con todos aquellos con los que hemos
interactuado? Esto es como un castillo de naipes, si quitásemos solamente uno,
se desplomaría.
Aunque al menos él tenía ese libro.
Quizás aquello fuese la única defensa y una especie de reserva de emergencia.
Si alguien era borrado de la existencia pudiera ser que, pese a todo,
permaneciera consignado ahí, entre sus páginas. Como si de una grabación o
copia de seguridad se tratase. Aunque mejor sería no arriesgarse. Lance sabía
que emplearlo en exceso podría ser tan peligroso como la amenaza de esos mismos
seres.
- Dices bien, humano. – Afirmó Georcael
que entonces agregó casi con afecto paternal. – Volved a vuestros lugares. No
podéis hacer más. Al menos no aquí, ni ahora.
Y dicho esto desapareció, dejando a unos agotados y
atónitos humanos, saiyajin y a la soberana de la cara oculta de la Luna,
preguntándose qué eran esos seres tan extraños…Sailor Shadow respiraba aun
agitada. Había empleado todas sus fuerzas en ese ataque pero no había servido
de nada. Lo mismo les ocurría a Seren y a Doran. Fue el saiyajin quien comentó.
- ¿Qué eran aquellos extraños seres? Les ataqué,
o eso creo, con una onda vital capaz de arrasar este planeta y cuando les
alcanzó desapareció como si nunca hubiera estado ahí. Incluso dudo ya si llegué
a emitir tal energía alguna vez…- Remachó con patente desconcierto -
- Son nuestros enemigos. – Le respondió
Paul, que junto a su hermana estaban también allí, vestidos con sendos
trajes negros que recordaban a los de los ninjas. -
- Los Seres del Olvido. Hacen que lo que
exista desaparezca como si jamás hubiera sido creado – Remachó el también
impactado Lance, apoyado en un árbol cercano en tanto consultaba su grueso tomo
color burdeos. –
- Es algo tan irreal y terrible que hasta los
vampiros me parecen de lo más corriente y ridículo en comparación. – Agregó
Debbie todavía sin poder dar crédito a lo que había visto. -
- Ahora comprendo por qué les llaman así.
Todavía no puedo creerlo. Jamás he visto nada igual – Sentenció la también
desconcertada Seren, transformada en Guerrero Plutón. –
- ¡Esperad un momento! – Les pidió Sailor
Shadow a sus compañeros con un gesto de pleno desconcierto al preguntar entre
jadeos entrecortados para recobrar sus fuerzas. - ¿No hemos dicho esto antes?
- Sí, lo cierto es que me resulta familiar. -
Convino Paul. –
- Es como un deja - vú –musitó Samantha –
parece una especie de bucle temporal.
- Debe de ser debido a la presencia de esos
seres. – Sentenció Seren que volvió a su estado normal, dejando de
brillar en tonos dorados -
- Lo mejor será irnos de aquí. Los guardianes
ya nada podemos hacer. Al menos por esta noche. – Les propuso Lance. –
El grupo convino en ello, se marcharon cuidando de
no llamar la atención. Cada uno debería volver a sus casas, a sus ocupaciones y
a sus propias vivencias e historias. Pero todos estaban hondamente preocupados
por lo que pudiera suceder. Solamente les restaba confiar en los dioses y en el
poder del Mensajero. Ahora tendrían que pensar cada uno en sus siguientes
acciones…
-Esto no se
está poniendo nada bien.- Pensaba Lance de camino a su alojamiento.- Ni yo
mismo recuerdo con claridad en qué parte estaba. Tendré que consultar el libro
otra vez…y tendré a buen seguro que usar mi agenda.
Ajena a todo aquello Amatista estaba, aun así, muy
asustada. Pese a darse ese baño relajante que le hizo mucho bien no pudo volver
a dormir, temía soñar nuevamente con esos seres y que esta vez sí que lograsen
llevársela. Para mitigar un poco su angustia sólo podía abrazarse a su marido
que, ignorante de lo sucedido, dormía con gesto relajado. Al parecer, gracias a
la mediación de los dioses, toda esa actividad tan frenética no le había
afectado en lo más mínimo. Ella sonrió
tenuemente y acarició suavemente la espalda y cabello de su esposo ganando así
algo de confianza y fuerza, pero sabía perfectamente que Leval nada
podría hacer frente a aquellos temibles entes.
-Por eso es mejor que permanezcas así, mi amor. No
quiero que nada malo te ocurra a ti también.- Suspiró ella besándole
ligeramente en los labios.-
Así llegó el amanecer y la joven se levantó para ver
la salida del sol. Sintió su tibieza en el rostro y eso pareció contribuir a
que sus temores nocturnos se disipasen como solamente un mal sueño. Estaba así,
sumida en sus propios pensamientos, cuando al cabo de un rato su marido se
despertó.
-¡Ouah! – desperezándose con parsimonia él
trató de abrazar a su mujer, enseguida se incorporó al notar la cama vacía. Vio
a ésta de pie junto a la ventana. - Cariño, ¿ya estás despierta? -
Preguntó extrañado pues Amatista era habitualmente muy dormilona. -
- Sí,- musitó ella que se volvió y le sonrió
débilmente. - Es que no podía dormir, me he levantado hace sólo un momento...
Leval al oír eso se incorporó con rapidez de la cama
y la estrechó cuidadosamente entre sus brazos mientras le preguntaba preocupado
y no sin cierta sospecha.
-¿Te encuentras bien? ¿Ha ocurrido algo esta noche?.
- He tenido una pesadilla, sólo eso,- quiso
tranquilizarle la chica que, dándole mayor jovialidad a su voz agregó. - No te
preocupes y date prisa o llegarás tarde...
- Seguro que estás bien – insistió el concernido muchacho.
–
- Sí, seguro. Anda espabílate o el mayor Freejar te
reñirá. – Le urgió su mujer con un tono más desenfadado -
-Tienes razón,- repuso Leval dando un vistazo al
reloj de su mesilla. - ¡Vaya, son casi las ocho!,- exclamó según salía
disparado hacia el cuarto de baño. -
Amatista
no quiso decirle nada de lo ocurrido, ¿de qué serviría más que para angustiarle
inútilmente? ya que él no podría enfrentarse a unos seres que burlaban hasta a
los mismos dioses. Lo más prudente sería mantenerlo al margen. Si algo le
pasaba a ella, o incluso a su hijo, al menos no deseaba que su marido se
sacrificase en vano. Decidió esperar y confiar en que podría tener el niño a
tiempo. Leval mientras salió de asearse, desayunó y dio un beso a su mujer.
- Hasta luego, cariño...- se despidió él tele
transportándose con la ayuda de la energía de Mazoui que ya debería estar allí.
-
Efectivamente estaba en su despacho y Leval apareció sobre su mesa, esto a su
primo no le hizo ninguna gracia.
-¿Cómo se te ocurre transportarte aquí encima?- Le
recriminó algo molesto. - Casi me desordenas los documentos.
- Lo siento, es que llegaba tarde. Amatista ha
pasado una mala noche y me entretuve.- Se disculpó Leval mientras se bajaba de
la mesa con el mayor cuidado. -
Mazoui olvidó de inmediato su enfado y pasó a querer
saber con el semblante visiblemente inquieto.
- Dime ¿Qué le ha ocurrido? ¿Os han vuelto a atacar
esos extraños seres?
- No, solamente ha sido una pesadilla,- repuso el
interpelado restándole importancia -, pero ella dice que ahora está bien...
- Debes vigilarla, Leval. Aunque los dioses estén
protegiéndola, no te fíes. - Le aconsejó su primo con preocupación. -
- Y no lo hago, pero si los dioses no son capaces de
protegerla ¿qué podría hacer yo?...- dijo éste ahora con un gesto de
frustración e impotencia. - ¿Acaso crees que no lo pienso
continuamente?...
- Puede que tu ayuda pueda ser más valiosa para tu
esposa que la de los dioses. Tenlo presente siempre, tú significas mucho para
ella. Igual que ella y el bebé significan mucho para ti. - Le advirtió Mazoui en
un tono bastante enigmático. -
- Tienes razón. Amatista y nuestro hijo también lo
son todo para mí. - Convino Leval, que de inmediato objetó. - Pero aunque
quisiera no puedo estar todo el día a su lado, debo venir aquí.
- Concéntrate en sentir su energía y si notas algo
que no sea normal te transportas, entonces sí y no sobre mi mesa ¿vale? -
Bromeó su interlocutor para aliviar la tensión. -
- Sí, otra vez tienes razón. Desde luego ¿Qué haría
yo sin ti? - Admitió Leval, más distendido, sonriendo contento de poder
eliminar parte de su inquietud. -
- Bueno,- terció su primo cambiando de tema. - Tenemos
que recibir unas órdenes del comandante Zorton, así que vente conmigo a su
despacho, de paso avisamos a Freejar. Como quien dice, va a ser la última vez
que el nuestro pintoresco mayor tenga que soportar al viejo cascarrabias.
Leval
asintió, alegrándose por su superior inmediato y siguió a su primo. Ambos se
fueron en busca del mayor. Tocando a la puerta del despacho de éste escucharon
el delante de rigor.
- ¿Qué os pasa, chicos? ¿Se ha terminado el
tóner de la Holo fotocopiadora? ¿O es que tengo que ataros los cordones de los
zapatos? - Se sonrió Freejar en cuanto les vio pasar. –
- ¡Qué más quisieras, Winston! Anda, el viejo
quiere vernos. – Le informó Mazoui sonriendo levemente ante aquel comentario de
su colega. –
- ¡Y yo que pensaba que iba a tener un buen día!
– Se lamentó su interlocutor con teatralidad. Aunque enseguida añadió
observando a Leval. -¿Qué tal va tu encantadora esposa?
- Ha pasado una mala noche. – Le comentó él,
agregando sin querer translucir su inquietud. - Debe ser cosa de su estado.
- Y eso que el crío no ha nacido todavía. – Replicó
el mayor comentando no sin jocosidad. – ¡Pues prepárate para cuando se pase la
noche llorando!
Leval asintió, aunque pensaba desde luego que ojalá
todos los problemas se redujeran a eso. Finalmente los tres se encaminaron a
presencia de su comandante. Tras pedir permiso para entrar y adoptar la
posición de firmes, Zorton les informó.
- Ha llegado al fin la confirmación de su
petición de traslado, mayor. – Declaró dirigiéndose a Freejar para sentenciar.
- Desde hoy tiene usted, tiempo de duración de su viaje al margen, una semana de
plazo para presentarse en su nuevo destino en la Tierra. Oficialmente le relevo
de su servicio aquí y le deseo buena suerte.
-Gracias, señor. – Pudo decir el interpelado. –
- Mayor O ‘Brian, pasará usted a ser mi segundo
al mando. Teniente Malden, usted se hará cargo de las tareas del mayor Freejar
cuando éste se traslade y hasta que nos llegue su sustituto.
-Sí, señor – replicaron al unísono Mazoui y Leval. -
Zorton asintió y añadió con un tono amable bastante
raro en él.
-¿Cómo va su esposa, teniente?
- Bien señor, pasando algunas malas noches por
lo avanzado de su embarazo, pero todo lo demás es normal.
-Celebro oírlo. Envíele mis mejores deseos. Bien, es
todo caballeros. – Replicó volviendo a su tono adusto habitual. –
Los tres saludaron y se retiraron.
-Es curioso.- Comentó Freejar, agregando con su característico
humor socarrón.- Ya me parece haber recibido este aviso. Creo que Zorton
intenta ligar conmigo. Por eso me llama a su despacho tantas veces por las
mismas cosas.
-¡Cada día estás peor de la azotea!- Se rio Mazoui.-
Leval
en cambio se quedó pensativo. A él le había dado esa misma impresión. Aunque se
encogió de hombros sin concederle a eso mayor importancia. Así, tras
intercambiar unas palabras cada uno se dirigió a sus ocupaciones. Amatista por
su parte llamó a Satory y a Sandy, quería tener a alguien con quien hablar,
pero ambas estaban en el trabajo. Lo mismo que Idina, puesto que era todavía
horario escolar. Así que tendría que esperar...
-Si algo
detesto es estar sola en un momento como éste.- Suspiró la intranquila chica,
que se dijo tratando de animarse.- No
puedo flaquear ahora. Nos jugamos mucho. No temas, hijo.- Susurró acariciándose
su abultado vientre.- Sé que todo irá bien. Mientras estemos dándonos fuerza el
uno al otro nada nos podrá dañar.
En el laboratorio, las chicas trabajaban
febrilmente. Aunque algo extraño había sucedido. Fue Claudia quien llegó con un
informe de las últimas hectáreas plantadas.
-No lo
comprendo.- Les comentó a las demás, revisando una y otra vez los datos.-
Hubiese jurado que ya llevábamos casi treinta mil hectáreas colonizadas con
cultivos y bosque. Y aquí únicamente aparecen unas diez mil.
-No puede
ser.- Comentó Gwen mirando a su vez los informes, para elucubrar.- Quizás te
hayan pasado solamente el recuento de un hemisferio.
Sus compañeras se acercaron a su vez
a comprobar esos datos. Las dos se quedaron igualmente extrañadas.
-Esto no
cuadra con las mediciones anteriores.- Afirmó también la morena científica,
proponiendo.- Pediremos que reconozcan la zona una vez más.
-Sí, sería
buena idea.- Convino Satory.-
-Puedo ir
yo misma, junto con algunos drones.- Se ofreció Gwen.-
Sus
compañeras asintieron. La joven científica se dispuso a salir en un deslizador
llevando unos drones de vigilancia que tenían para supervisar los trabajos. Se
dirigiría al astropuerto a solicitar que una nave militar la llevase.
-Iré primero al hemisferio austral. Me llevará algunas
horas.- Comentó.-
-Vale, llámanos en cuanto llegues.- Le pidió
Satory.-
Sin
embargo, Sandy a punto estuvo de detenerla. Algunas cosas no le encajaban. Es
más, tenía un creciente sentimiento de que algo no iba bien. Pero no era capaz
de recordar qué. Sintiéndose confusa se limitó a sonreír deseándole buena
suerte a su compañera.
Los dioses por su lado, esta vez
dirigidos personalmente por su superior, comenzaron a abrir nuevos pasos
dimensionales en el universo. Pese al creciente riesgo para el continuo
espacio- tiempo. Georcael pensó que, dadas las circunstancias, era algo
asumible. Eso podría desorientar a esos seres y hacerles perder unos días
humanos más, que a la postre podrían ser preciosos. Era peligroso sí, pero
tenían que darle tiempo a esa humana a traer al Mensajero a toda costa. Eso era
algo que ni el dios podía comprender. Pero ¿a qué esperaba?, ¿no podría traerlo
ya? Las cosas no estaban como para entretenerse.
- Mi señor Georcael,- se aproximó Zoen que le
informó con respetuosa eficiencia. - Ya hemos abierto bastantes pasillos
dimensionales. Algunos dan a épocas remotas, otros a dimensiones paralelas en
las que el Mensajero no podrá ser hallado, seguro que se equivocan y se meten
por alguno....
- Bien.- Asintió éste con gesto complacido
para indicarles a continuación. - Soa y tú volved junto a la humana y no la
perdáis de vista.- Llamó a los demás y también repartió órdenes. - Dialen y
Buruk patrullad por esta zona. Redan, quédate tú encargado de todo, yo trataré
de pedir consejo a los dioses superiores.
- Como tú digas, señor.- Respondió al momento ese
último dios. –
Georcael desapareció, cada uno se dirigió a cumplir
lo que les había encomendado sin pérdida de tiempo. Aquella era una batalla
contra reloj, y el bando que fuera más dinámico a buen seguro se saldría con la
suya. Entre tanto, Gwen llegó al astropuerto y tras mostrar su acreditación
pudo hablar con el comandante Zorton. Éste escuchó su petición para responder.
-Muy bien,
señorita. Si es algo tan grave como eso, pondré a su disposición una nave de
transporte para que la lleve a usted y a sus drones de vigilancia hasta allí.
-Muchas
gracias, comandante.- Repuso ella con tono serio.-
No tardó en abordar la nave prometida
que, en apenas un par de horas, la dejó en un puesto científico del hemisferio
meridional. Una vez allí Gwen dispuso sus drones para hacer un barrido de la
zona. Comenzó enviando uno.
-A ver qué
datos puede recabar. Aquí es donde más discrepancias había en el informe.- Se
dijo.-
Amatista por
su parte no tenía que trabajar ya. Siempre recordaba que su permiso por
maternidad había comenzado hace unos días y eso era algo que, lejos de
agradarla, ahora la sumía en la inquietud más absoluta. Deseaba matar el tiempo
para distraerse de sus temores y permanecer sola en casa no ayudaba
precisamente. Trataba de leer algo, o de ordenar cosas pero estaba demasiado
inquieta y ansiosa para concentrarse, finalmente se tumbó y se acarició con
suavidad su tripa mientras volvía a hablar con su bebé.
- No temas chiquitín, nada ni nadie te hará daño, tu
mamá te lo promete.- Después de afirmar eso se sintió mejor, se decía a sí
misma una y otra vez que podía confiar en que todo saldría bien -...
Finalmente cerró
los ojos, agotada por la mala noche que había pasado y la tensión, tres horas
más tarde Leval llegó a casa y la encontró en el sofá profundamente dormida. La
elevó con suavidad y cariño en brazos y la llevó a la cama. Él no lo sabía,
pero su esposa tenía un plácido sueño, el de ella misma cuando era una niña y
ayudaba a su madre a preparar un pastel de fresa y algunos buñuelos. A su marido
le hizo gracia verla sonreír en sueños, al menos eso era sin ninguna duda una
buena señal y a la pobre le hacía mucha falta ese reposo...
-Duerme y
descansa, cariño. Lo necesitas por ti y por nuestro hijo. Debes de estar
agotadas con tantas preocupaciones. ¡Ojalá pudiese hacer más por ti, por
vosotros! - Le susurró dejándola acostada tras darla un afectuoso beso en la
frente.-
Por su parte Nehie
estaba de regreso en el hotel. No quiso molestar a Idina. Tan pronto como su
amiga terminó su jornada la joven reina fue a buscarla. Antes de que la maestra
saliera la soberana la estuvo observando en la clase de los más pequeños y
sonrió con ternura. Idina jugaba con los niños, les cantaba canciones o incluso
les tomaba con cariño en brazos cuando se caían y lloraban. Desde luego que la veía muy feliz. Aquella
era su verdadera vocación y su vida. Lejos de las batallas y del horror. Lo vio
muy claro cuando rescataron a esos pobres críos de las garras de aquellos
pervertidos. Su amiga era bondadosa y de gran corazón. Neherenia no quería que
perdiera eso. Lance se lo advirtió.
-Hay que preservar su inocencia y su pureza a toda
cosas.- Se decía la reina.- Su hermano me pidió que hiciera cuanto estuviese en
mi mano por protegerla. Y lo haré, no únicamente porque Lance me lo pida, sino
porque ella es mi querida amiga.
Finalmente la maestra salió y ambas decidieron bajar
al planeta, dado que Idina todavía impartía sus clases en la nave. La muchacha
se alegró mucho de ver que Nehie había ido a buscarla, aunque no tanto del tono
de sus palabras.
-Tendré que regresar a mi reino en un par de días.
Ya hice todo lo que debía hacer por aquí.
-¡Vaya!, es una lástima – musitó su interlocutora
afirmando con un cariñoso tinte de voz. – Te voy a echar mucho de menos, mi
querida amiga.
-Y yo a ti. No te imaginas cuánto. – Convino ésta
también con sentido afecto. –
-¿Sabes? Todavía no te he dado las gracias por
salvarme de mí misma al final del curso pasado.
- No lo pienses más. - Le pidió Nehie poniendo
una mano sobre las de su interlocutora. – Estabas furiosa, era normal tras lo
que vimos, pero siempre supiste dónde estaba el límite.
-Gracias a ti y a los niños. Vosotros fuisteis los
que evitasteis que me perdiera. - Sonrió Idina que le relató a su amiga la
conversación que mantuviera con su padre. – Ahora me siento mucho mejor…
Así las dos pasearon por la avenida de Granate,
cumpliendo finalmente aquella promesa que hicieran hacía tiempo. Nehie
disfrutaba de los rayos del sol de aquel mundo que iluminaban una clara mañana.
¡Parecía mentira que, en un entorno así, pudiera esconderse una amenaza tan
grave! Y lo que era peor, ella no podía poner al tanto a su amiga de la misma.
Ya se lo advirtió Lance y ahora entendía el por qué. La Dama del Fuego nada podría
hacer frente a eso. Y la soberana de la Luna no ignoraba que Idina no sentía ya
deseos de seguir convirtiéndose en justiciera. Estaría dispuesta a ello
posiblemente si no tenía otra alternativa. Y de saber lo que estaba en juego a
buen seguro que lo haría. Pero. ¿Para qué involucrarla en una guerra que no
podría ganar? Sería un sacrificio inútil, de su vida e incluso de sus sueños y
su propia alma. O peor, de su existencia y recuerdo mismos. ¡Neherenia jamás
permitiría eso! Mejor dejar las cosas como estaban. Sobre todo tras verla antes
en la escuela con los pequeños. No, el mismo Lance le desveló a Nehie que su hermana
se había ganado una época de paz y de felicidad. Lejos de más preocupaciones.
Al menos durante unos años. Quizás más adelante tendría otros motivos para
sufrir que estarían justificados. Pero por ahora tenía derecho a disfrutar de
la vida. Y en lo que dependiese de ella, se aseguraría de que así fuera.
Pensando en esto le sonrió con ternura a su amiga y las dos continuaron
paseando recordando los viejos tiempos en la Golden y preguntándose por algunas
de sus compañeras de allí, como Heather, Bea o Millie, de las que hacía tiempo
que no sabían nada. Tras hacer propósito de que tendrían que llamarlas para
reunirse alguna vez, concluyeron su paseo y se despidieron volviendo a la nave
y después cada una a sus residencias.
-¡Qué raro!
- Se decía Gwen en aquel puesto avanzado.- Aquí faltan muchas hectáreas de
terreno que ya habíamos puesto en cultivo y colonizado. Enviaré un dron.
Y lo hizo lanzando uno de los dos
que había llevado consigo…
Los guerreros del espacio también habían decidido
dejar el planeta. Caminaban por las calles de ese mundo nuevo en tanto iban
silenciosos y pensativos. Seren deseaba permanecer por allí, pero sabía que,
pese a su deseo de regresar a la Tierra y volver a ver a Sean, sus obligaciones
la impelerían a retornar a Nuevo Vegeta. Al menos de momento. La princesa
quería informar a sus padres y de paso comprobar como seguía la situación. Pese
a lo que le habían dicho Lance y la propia Serenity posiblemente tuvieran un
grave problema allí e incluso hiciera falta su ayuda para terminar de
solventarlo. A pesar de que su otro hermano Bralen, y Aiona, la hermana mayor de
Doran, le habían asegurado antes de partir que ellos se encargarían de todo.
-Sé que debo volver a casa. Pero también sé que la
auténtica batalla se dará aquí. – Fue lo que le dijo al embajador de los saiyajin,
éste se limitó a asentir. -
Los dos continuaron su paseo en tanto ella le
comentaba.
-Este mundo es muy bonito, ojalá que los dioses y la
muchacha humana que alberga al Mensajero puedan vencer a esos seres.
-¡Me siento tan inútil!- Se lamentó Doran. – No
poder hacer nada contra esas criaturas. Si al menos fueran enemigos a los que
se les pudiera atacar de alguna manera.
-Creo que para nosotros son inatacables. – Le confió
la muchacha que pareció tener un destello de intuición cuando afirmó convencida
y algo más confiada. – Pero para el Mensajero, no. Por eso le temen y quieren
impedir que nazca. Así que, pensándolo mejor, hasta que la humana no dé a luz,
debemos todavía permanecer aquí. De hecho, las órdenes fueron protegerle a toda
costa. Mis padres así lo indicaron. Seguro que ellos lo sabían.
Y su interlocutor asintió con energía. Ninguno
deseaba retirarse de aquella manera. Y aunque no fueran de casi ninguna ayuda
algo podrían hacer. Al menos frenar por un tiempo a esos seres. Cada segundo
que le diesen a Amatista para alumbrar al Mensajero podría valer oro. Aún a
costa de sus sacrificios personales. En eso meditaban en tanto se alejaron por
unas céntricas calles paseando sin prisa. Seren entonces rompió algo ese
protocolo en el tono para dirigirse a su interlocutor de modo más desenfadado.
-¿Y qué tal con la reina Neherenia?
-Bien. Las relaciones entre nuestros reinos son
sólidas. Es una fiel aliada.- Afirmó el chico.-
Seren
se permitió sonreír, mirándole divertida para insistir con un tono más amable
aun.
-No me refiero a eso, Doran. Tú sabes lo que quiero
decir…
Ahora
el saiyajin bajó la mirada y suspiró. Apenas sí pudo decir con voz queda y
reflexiva.
-No lo sé. Realmente cuando estoy a su lado siento
algo…quizás es eso de lo que mis padres y los soberanos hablaban tanto.
-Sí, te comprendo muy bien.- Convino ella
confesándole a su vez.- En mis estancias en la Tierra, sobre todo cuando fui a
la Masters Corporation con una falsa identidad, como analista, conocí a un
chico bastante agradable. Y creo sentir eso mismo por él. Es más, me invitó a
salir por ahí… y acepté. Todavía no les he dicho nada a mis padres. No sé si lo
aprobarían. Pero a ti sí te lo puedo confiar.
-Es algo complicado, sí...- Declaró su interlocutor
afirmando con total convicción.- No temáis princesa, vuestro secreto está a
salvo.
-Gracias, Doran.- Sonrió ella agregando con tono
casi maternal ahora.- Y acepta un humilde consejo. No merece la pena que calles
lo que sientes por Neherenia. Sobre todo tal y como están las cosas. Cuando
quizás no tengamos un mañana.
El chico meditó unos segundos sobre
aquellas palabras y asintió, tras lo cual dijo mientras los dos se alejaban a
través del paseo…
-Tenéis
razón. Quizás me decida a decírselo…si es que tengo valor…
Por su parte, Gwen había llegado al
observatorio del que disponían en la región meridional. Tras cotejar sus datos
con lo que allí se indicaba decidió enviar el dron que había llevado consigo.
-Espero que
me de información para saber que ha sucedido. Faltan muchas hectáreas que ya
habíamos cultivado y repoblado. - Se dijo extrañada.-
Samantha y Paul habían encontrado un local bastante
amplio en una zona céntrica de la nueva ciudad de Bios. Allí podrían montar una
tienda. De común acuerdo lo alquilaron y metieron algunos muebles para poder
comenzar a acondicionarlo. Habían mandado un mensaje a sus padres para
informarles y estos les dieron el visto bueno. No obstante, su preocupación
principal recaía en su fallida, o quizás no tanto, misión. Eso discutían ambos,
sentados en sendas sillas que habían traído al recinto.
- ¿Tú crees que esto será el final?- preguntó
Paul. –
- No lo sé. Confiemos en que no.- Repuso su
hermana. –
Él la miró con una leve sonrisa. Ambos habían estado
siempre muy unidos, tanto que casi parecían más novios que hermanos. No
obstante, su relación era, por supuesto, estrictamente fraternal. Apenas se
llevaban sino un par de años. Paul era el mayor pero a veces llegaba a dudarlo.
Su hermana siempre parecía estar en control de todo lo que la rodeaba. Casi
nunca la había visto dudar o ponerse nerviosa. La lucha contra aquellos seres
había sido una de esas pocas excepciones. E incluso entonces había conservado
la sangre fría. Él trataba de mantener su carácter al estilo flemático, como
buen inglés, pero era más dado a dejarse llevar por sus emociones e instintos a
la hora de actuar. Dijo entonces mirando a la muchacha.
- Sea lo que sea a lo que nos enfrentemos lo
bueno es que lo haremos juntos.
- Sé que echas de menos a nuestros padres –
replicó ella admitiendo sin reparos. – Lo mismo que yo.
- ¿Crees que ellos sabrían lo que hacer?
Tuvieron muchas experiencias combatiendo el mal cuando eran jóvenes.
- Pero no se enfrentaron a nada parecido a esto.
De eso estoy segura. – Rebatió Samantha que añadió con objetividad. – Además,
ya no son tan jóvenes, será inútil preocuparles sin necesidad. Lo mejor es que
permanezcamos aquí, al menos hasta que Amatista tenga al bebé.
- ¿Y después?- Quiso saber el chico. –
-Después, ya veremos- le sonrió ligeramente ella. -
¿Acaso tienes prisa por volver a Londres hermanito? ¿Te espera algún novio
allí?- Remató con sarcasmo.-
-Podría ser - afirmó él con otra media sonrisa más
irónica. –
-¿Has sabido algo de Hans últimamente?- Inquirió la
joven con tintes mucho más afectuosos.-
-No.- Suspiró el muchacho.- Tampoco quise llamarle.
No hasta que podamos solucionar esto… No deseo involucrarlo en algo así.
-Pero no dejes pasar la ocasión. Nunca se sabe si
saldremos con bien de esta difícil prueba.- Comentó Samantha.-
-Solamente puedo desear que sea así. – Comentó el
chico.- Quiero ser optimista.
-Tienes razón. ¿Quién sabe? A lo mejor todo sale
bien y después de esto encontramos el amor.- Conjeturó ella con no demasiado
entusiasmo sin embargo.-
-Sé lo que estás pasando.- La animó Paul.- Y no
ignoro que tiene que ser muy duro para ti, verle aquí y no poder estar a su
lado…
-Ha elegido a otra. Y así tenía que ser. Por
desgracia para mí, Sandy es una parte fundamental del destino.- Afirmó la
muchacha con pesar.- Y no tengo nada contra ella, es una gran chica. Sé que le
hará muy feliz. Eso es lo que realmente importa.
- De momento es el resultado de esta
misión lo que debe preocuparnos, si fracasamos ya nada tendrá importancia. Por
qué no habrá nada que pueda tenerla ya. – Sentenció Paul con el grave asentimiento
de su hermana. -
Una vez llegó a su destino, Gwen
miró los datos. Con asombro comprobó que no cuadraban.
-¡Faltan
muchísimas hectáreas! Este sitio estaba plantado y colonizado desde hace
tiempo. Al menos eso creo.- Se dijo dudándolo.- Tendría que haberme traído algún
dron. Bueno, no sé. Creo que teníamos alguno para vigilar.
No lograba acordarse, ¿Por qué no
trajo alguno consigo? Era como sí lo hubiese hecho pero evidentemente no fue el
caso. Desde luego allí no tenía ninguno de esos aparatos.
-Tendré que
observar desde aquí.- Decidió.-
Entonces,
mirando con unos binoculares más allá del puesto observó algo muy raro. O mejor
dicho, no podía ver nada, era como si la oscuridad cubriera todo el horizonte
que ella contemplaba. Y eso siendo de día en esa parte del planeta.
-No
entiendo qué es lo que pasa. – Musitó muy sorprendida.- Llamaré a las chicas.
Contactó enseguida con su móvil. La primera
en contestar fue Satory.
-¡Hola Gwen!
¿Qué tal todo por allí?
-Aquí pasa
algo muy extraño.- Le contó su compañera.- Es como si no hubiese nada…
-¿Nada?-
Replicó su interlocutora sin parecer comprender.- ¿A qué te refieres?...
-Es como sí…
La joven científica iba a añadir
algo pero de pronto sintió muchísimo frío. Era una sensación intensísima. Tanto
que la hizo olvidar qué iba a decir. Incluso qué estaba haciendo allí y quién
era ella…de hecho, no existía…no había nadie en ese desierto puesto, que
tampoco estuvo jamás allí…
-Satory.
¿Qué haces?
Sonó la voz de Sandy que se acercó a su
compañera. Esta miraba a la apagada pantalla del holo comunicador.
-¿Sucede algo?-
Inquirió su morena compañera.-.
-No.-
Repuso Satory que parecía algo desconcertada.-
-¿Esperas
la llamada de alguien?- Quiso saber su interlocutora.-
-No, ¡qué
va! No sé que estoy haciendo delante del holo teléfono.- Se sonrió Satory.-
-¡A mí no
me engañas, monina! Estarás esperando que Mazoui te llame.- Se rio su amiga,
arengándola de forma jovial.- ¡Anda, vamos a trabajar! Que sin Amatista
solamente somos tres.
-¡Sí!, además
de ser únicamente cuatro Fairy Five en Bios, y tener a una de baja, voy yo y me
pongo a vaguear.- Se rio a su vez Satory.-
-Desde
luego. Ya podrían habernos enviado a alguien más desde la Tierra.- Terció
Claudia.-
-¡Y tanto!
Así nuestra amiga Satory podría estar soñando con su Romeo un poco más.- Rio
Sandy.-
-¡Oye!- Replicó
la aludida poniéndose colorada.- No digas eso…
Sandy se rio un poco más al
escucharla y volvió a sus quehaceres. La misma Satory hizo lo propio,
retornando a sus tareas. Desde luego no tenía ni idea de qué había estado
haciendo allí parada…
-Debo de
estar realmente despistada. Más incluso de lo que acostumbro.- Pensó con desenfado.-
Por su
parte, Debbie fue la última en llegar a Bios. Había pasado los últimos años,
desde que se encontrase con su antigua novia, Kerria, luchando contra los seres
de las sombras. El destino había querido que formara parte del grupo de los
guardianes. Aún recordaba cuando, tras una misión de rutina junto con sus
compañeros Kyle y Edmund, liquidando a unos vampiros, estaba tomándose una
cerveza y un chico moreno y bien parecido se le acercó. Llevaba un grueso libro
de color burdeos con letras doradas en la portada. Abriéndolo lo ojeó durante
unos instantes y se plantó junto a ella para decir.
-Deborah
Hunter, ¿verdad?
La muchacha,
que llevaba su largo pelo moreno recogido en una coleta, se permitió una fugaz
sonrisa y respondió con tono sarcástico.
-Reconozco
que como aproximación para ligar es original. ¡Hasta sabes mi nombre! Pero quiero
que sepas que no estoy interesada…
-Lo sé. ¿Te
gustan las mujeres, no es así?- Sonrió el chico a su vez dejándola sorprendida.
–
-¿Se puede
saber quién eres?- Inquirió la muchacha a la que eso de que ese tipo se metiese
así en su vida personal ya no le hacía ninguna gracia. –
Aunque había algo más. Le daba la
impresión de haber visto a ese tipo antes. Pero era incapaz de precisar dónde.
No tuvo tiempo de intentar recordarlo, dado que él se presentó.
-Me llamo
Lance Rodney. Tú combatiste hace un par de años junto a mi hermana Idina y sus
amigas. Las luchadoras justicieras. Y Kerria, por cierto, es mi prima.
-¡Vaya! – Pudo
decir ésta con patente sorpresa y algo envarada, para querer saber. – Disculpa
por no haberte conocido. Espero que las chicas sigan bien. Dime, ¿necesitan
ayuda?
-Ellas y el
resto de la creación. – Le contestó su interlocutor dejándola todavía más
sorprendida al agregar. – Y tú tienes mucho que aportar. Te necesitamos.
Atónita por
lo que había escuchado invitó a ese muchacho a sentarse en otra mesa. Sus
compañeros se limitaron a sonreír, tomando a aquel tipo por otro tonto más que
trataba de ligar con ella y que iba a salir trasquilado.
-Te apuesto
veinte pavos a que este tampoco. Va a durar unos cinco minutos. - Le comentó un
risueño chico moreno llamado Kyle a otro rubio.-
-Vale,
aunque en esta ocasión creo que te vas a equivocar.- Se sonrió a su vez ese
joven observando la escena con sus ojos de tono rojizo.-
Sin importarle
eso en absoluto Lance aceptó la oferta y durante unos largos minutos le contó
bastantes cosas a la asombrada chica. Desde luego que ella no era fácilmente
impresionable pero tan solo tuvo que oír una mínima parte de lo que estaba en
juego para quedarse con la boca abierta. Sus compañeros desde luego estaban
perplejos. Observar a Debbie charlar así con un hombre casi les daba la
impresión de que estuviera realmente interesada en él. Sin embargo, la cosa se
aclaró pronto.
-Muchachos.-
Les pidió ella a sus compañeros con tono serio. - Venid a escuchar esto…
-¿Al fin
has encontrado al hombre de tu vida?- Se rio el rubio.-
-No tenemos
tiempo para tonterías, Lawrence.- Espetó ella que no parecía de humor y si
realmente inquieta.-
Eso hizo que sus dos compañeros se
mirasen con extrañeza. Al fin se reunieron en una mesa en torno de aquel tipo. Para
su sorpresa, al verle mejor, Lawrence pudo reconocerlo.
-¡Tú!- Exclamó
dejando perplejos a su vez a Debbie y a Kyle.- A ti te conozco
-Sí, yo.-
Admitió el aludido, afirmando con tono serio y hasta imperativo.- Ahora cállate
y escucha.
Y cuando logró el silencio y la atención de
todos ese muchacho les explicó que una grave amenaza se cernía sobre el
universo entero. Y les dio pruebas fehacientes de índole sobrenatural. Además,
invitó a Deborah a unirse al grupo de los guardianes asegurándola que ningún
ser de las tinieblas podría ni compararse a lo que tendrían que enfrentar. Los
demás quedaron en ocuparse de los asuntos que la chica pudiera tener pendientes
en sus otras misiones.
-En cuanto
a vosotros.- Les comentó a Kyle y a Lawrence.- También tendré que contar con
vuestra ayuda en su momento.- Estad preparados para cuando llegue la hora.
Ellos
asintieron dispuestos a brindarse para colaborar cuando fuera menester. Deborah
por un lado estaba sorprendida. Ese hombre había sido capaz de captar a Kyle, y
sobre todo a Lawrence, con total facilidad. Hasta su rubio compañero daba la sensación
de estar impresionado con él. Y eso no era nada sencillo. Desde luego que la amenaza
que Lance les esbozó era muy preocupante. Pese a todo Debbie al principio no lo
creyó completamente, pero ahora debía rendirse a la evidencia. Realmente hubiese
preferido mil veces plantarle cara a la reina de los vampiros de nuevo antes que
a esos extraños seres del Olvido. Y además, su hermana Susan había vuelto a
marcharse al espacio. ¡Ojalá esos seres no la alcanzasen allí! ¡Y pensar que
cuando hablaron tuvo que callarse todo lo que sabía! Debbie sufría por ello
pero era consciente de que eso sería lo mejor. Esa no era la batalla de Susan
que, según Lance, estaba destinada a hacer otras cosas. De hecho, había tenido
que salvaguardar la seguridad del resto de las personas y más aun de sus seres
queridos no diciéndoles nada. Sobre todo ahora que su misión estaba próxima a
concluir. Suspiró volviendo a la habitación de su hotel. Esperaría a que su
grupo volviera a reunirse. Aunque no sabía qué más podrían hacer para ayudar…
-¡Ojalá
pudiera hacer más! Espero que tú estés a salvo de ellos, Sue. Pero al parecer
esos bastardos amenazan a todo el universo. Aunque tú seguro que te limitarías
a subir a tu avión y lanzarles todos los misiles que tuvieras. - Pensó,
recordando nuevamente con una mezcla de cariño, simpatía, nostalgia y
preocupación, a su querida hermana mayor.-
Por su lado, Lance ojeó una vez más
el libro. Movió la cabeza con pesar suspirando.
-Ellos
están aquí. Lo han vuelto a hacer, esa pobre muchacha, Gwen, ha sido víctima del
olvido. De seguir así estarán sobre Amatista y el Mensajero antes de que podamos
hacer nada por evitarlo.
Y es que en el
espacio, los extraños seres en efecto habían regresado. Con implacable
celeridad al momento comenzaron a recorrer los pasillos dimensionales que los
dioses habían abierto. Una vez dentro se percataron de la trampa y
trataron de salir lo antes posible. No iban a permitir que nada les apartase
del rastro del Mensajero. En apenas unos instantes ya estaban en Bios, haciendo
desvanecerse hectáreas enteras del planeta a medida que avanzaban. Los dioses
lo sabían, observándolo con impotencia y la preocupación en ellos crecía.
-¿Qué hacemos?- Fue la pregunta de una apurada Soa.-
-Nada.- Sentenció redan, suspirando para decir a sus
también concernidos compañeros.- Pues no hay cosa alguna que podamos hacer
frente a “Ellos”, ahora.
Todos se miraron con creciente inquietud. ¡Ojalá que
Georcael llegase pronto con alguna revelación de los Dioses Superiores que pudiese
ayudarlos! El tiempo se acababa y aquellas extrañas criaturas daban la
sensación de ser tan imparables como implacables en su búsqueda. Los
dioses se interrogaban unos a otros con la mirada sin saber qué hacer. Ya no
quedaban demasiados recursos ni aun para seres de la categoría de Redan y sus
compañeros, en su lucha contra esos extraños y desconocidos enemigos quienes de
forma lenta, pero segura, iban estrechando el cerco sobre su objetivo. En muy
pocos minutos ya habían arrasado el hemisferio meridional de Bios haciendo que
todo se desvaneciera a su paso como si jamás hubiera existido. Ahora, se
acercaban rápida y letalmente a su meta, la Portadora y el Mensajero.
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