Las obras del palacio definitivo para la sede de los
soberanos en Tokio estaban casi finalizadas. Un monumental edificio de cristal
que, al margen de dar alojamiento a sus Majestades y las princesas planetarias,
albergaba un centro médico, otro de investigación y despachos y oficinas para
delegaciones y embajadores de todos los países de la Tierra. De este modo se
centralizaban los trámites. La financiación de aquello fue compartida por la
ONU y las empresas de la Masters Corporation. Por supuesto, muchas voces se
alzaron criticando los costes de esa faraónica obra, alegando que podían
destinarse a mejores fines. Aun así, la mayor parte de la opinión pública lo
respaldó. Se publicitaba como un coste en gran parte privado (lo que era
cierto) y también como un pequeño pago a la gran labor de sus Majestades por su
intervención en la salvación de la Tierra. Aunque por ahora, las futuras inquilinas
de aquel gran edificio, se reunían privadamente en el santuario Hikawa, en las
pocas ocasiones en las que eran capaces ya de hacerlo, sin prensa ni ruido
mediático.
-Nos costó mucho cuadrar las agendas para poder
quedar.- Dijo Rei tomando la palabra.- Y celebro que en mi santuario tengamos
tranquilidad. De hecho, estos días lo cerré al público con el pretexto de una
reforma.
Y
para dar verosimilitud a esa explicación oficial, en el Santuario se estaban
haciendo algunas obras. Aunque eran de menor importancia. Por ello no dificultaban
la reunión de las chicas pero sí que mantenía fuera a los posibles curiosos o
visitantes.
-Pero. ¿Tú ya no te ocupas en persona de dirigirlo,
verdad?- Le preguntó Minako.-
-No. Tengo
varios discípulos que lo hacen bien.- Replicó la ex-sacerdotisa.-
-Bueno, dentro de poco, con las obras terminadas,
podremos quedar en el nuevo palacio.- Afirmó Makoto.-
-Aunque personalmente voy a echar de menos las
tardes de sol aquí. - Suspiró Ami. -
Todas
se miraron en silencio durante unos instantes, con evidente sentimiento de
nostalgia.
-Bueno chicas. Vamos a lo que nos ocupa.- Indicó
Serenity, pasando a informar a sus princesas. - Mi esposo está en palacio,
efectivamente supervisando las últimas obras de acabado. Y las exteriores, como
de costumbre, están muy ocupadas. Les dije que no era necesaria su presencia.
Seren viajó a la Luna para charlar con Neherenia de algunos asuntos. Haruka y
Michiru están de gira por algunos países de la Tierra a fin de estrechar lazos
con la juventud a través del deporte, el arte y la igualdad. Y Hotaru anda
colaborando con el grupo de las Fairy- five.
-¿Se puede saber en qué?...- Quiso saber Rei.-
-Pues ni yo misma estoy muy al tanto. - Repuso la
soberana encogiéndose de hombros.- Pero creo que era alusivo a un proyecto muy
importante que tenían entre manos su hermana Keiko y la hija de Mimette y de
Daniel…De todos modos ya sabéis que la princesa de Saturno no habla mucho de
esas cosas.
-Bueno, entiendo que deseé mantener su ámbito
familiar al margen.- Valoró Minako.- Sabiendo lo que es la fama desde hace
años, es un tesoro muy preciado tener vida privada.
-De todas maneras, ya me reuní con el resto de
nuestras amigas y les conté lo que voy a deciros a vosotras ahora.- Dijo
Serenity.- Se trata precisamente de nuestras relaciones con los habitantes de
este planeta.
-¿Hay algún problema?- Quiso saber Makoto con la
curiosa atención de resto puesta en ella en -tanto aseveraba.- Nuestro
comportamiento creo que ha sido impecable hasta la fecha.
-Sí. - Admitió su reina, pese a lo cual matizó. -
Hasta ahora sí. Hemos estado en nuestro puesto. Haciendo lo que se supone que
deberíamos hacer. Pese a ello hay una fracción no desdeñable de países y de
gentes que no nos aceptan.
-Eso es normal.- Trató de decir Minako, añadiendo.-
Cuando era cantante tenía muchos fans, pero había gente a la que no le gustaba
mi música. Y en cuanto a esto, es lo mismo. No puedes caerle bien a todo el mundo, por mucho que te esfuerces.
-Estoy de acuerdo con Mina-chan. - Afirmó Rei con
estoica resignación. - A veces es imposible agradar a todos. Y no podemos estar
tratando de intentarlo a todas horas.
- ¿Y se puede saber en qué hemos ofendido o
desagradado a la gente? - Quiso saber la princesa de Júpiter con cierto malestar.
- ¿Será por haber salvado su planeta, quizás?
-También es el nuestro. - Intervino conciliatoriamente
Ami. – Y hay muchas personas viviendo en él. Lo hicimos porque era lo correcto
y nuestro deber. No podemos echarles eso en cara. Ni esperar que lo agradezcan.
Suspirando
ya más calmada, su compañera asintió.
-Lo siento. Tienes razón. Pero es que a veces me
pongo furiosa. – Admitió Makoto. – Es una injusticia y eso me molesta mucho.
-Sin embargo, hay algunas razones que son más
objetivas y que preocupan mucho a ciertos sectores. - Le comentó su soberana. -
Y
con la atención de todas las demás puesta en ella, Serenity les refirió
aquellos estudios sobre la prolongación de la longevidad. Así como las críticas
por la construcción del palacio, y también los rumores que llegaban sobre los
planteamientos independentistas de Bios. O los crecientes informes acerca de la
progresiva intolerancia religiosa y la rigidez de las costumbres en Nature.
Aunque, volviendo a centrarse en la Tierra, fue ahora Minako quién declaró con
despreocupación, en referencia a los descontentos.
-Pero son muy pocos comparados a la población
mundial. La mayoría está contenta, y además, no protestan, y ya conocéis el dicho,
quién calla, guarda…
-¡Quién calla, otorga! – Se sonrió Ami moviendo la
cabeza para sentenciar entre resignada y divertida.- Hay cosas que nunca
cambiarán. ¡Jamás te aprendes los refranes!
-Bueno mujer.- Terció su compañera restándole
importancia a la par que encogiéndose de hombros.- Ya sabéis lo que quiero
decir.
-Sí, en parte tienes razón, Venus.- Admitió su
soberana, aunque añadiendo ya más seriamente.- Pero mucho que temo que hay
poderes y grupos de presión que tratan de capitalizar ese descontento y
extenderlo en pro de sus intereses.
-¿Y qué podemos hacer? A ese respecto serían los
gobiernos de la Tierra y los organismos legales los que tendrían que actuar.-
Terció Ami.-
-Por ejemplo. Tu ahijada Kerria es abogada...y muy
buena al parecer. Quizás podría asesorarnos.- Le propuso la princesa de Marte.-
Su
compañera asintió, valorando aquella posibilidad, si bien repuso.
- Ella tiene sus propios problemas y además, cuanto
menos tengamos que mezclar a nuestros ahijados y amigos en nuestros asuntos, mucho
mejor. Tú me comprendes Rei y las demás también.
-Es cierto. - Admitió la princesa de Marte. -
-Sabemos perfectamente que ellos ya hacen lo posible
por defendernos siempre que alguien nos critica. - Afirmó Makoto remachando. –
Tenemos su confianza y su cariño, no podemos pedirles más.
-Así es. Por ahora manteneos vigilantes y sed más
cuidadosas aun si cabe en las apariciones que hagáis en público. E incluso en
las privadas.- Les recomendó Serenity añadiendo para dar algo de tranquilidad.-
Hablé hará poco con Seiya y me aseguró que en Nature las cosas están tranquilas
en ese aspecto. Pese a la creciente influencia de la religión allí.
-¿Religión?- Inquirió Rei, centrándose en lo que
parecía estaba acorde con su parcela de intereses.- ¿Qué hay de malo en la
religión?.
-Bueno, en sí nada.- Repuso Minako, quien enseguida
matizó.- Siempre y cuando no se crucen ciertos límites.
-Así es.- Convino Serenity, explicando al resto.- He
recibido informes sobre un grupo que está aumentando mucho su influencia allí.
La Congregación para la fe, creo que se llama. Son muy estrictos con la
moralidad, y eso incide, por ejemplo, en la falta de tolerancia a las
relaciones de personas del mismo sexo. Seiya me contó que le habían llegado
noticias preocupantes.
-Vaya, eso si que es inquietante.- Suspiró Ami,
afirmando ahora.- Creo recordar que mi ahijada estuvo allí hace unos años,
representando a una chica en un juicio. No me contó demasiado, pero sí me
transmitió que la atmosfera en ese planeta está muy enrarecida en ese aspecto.
Las
demás se miraron con preocupación. Era algo triste desde luego, pero Nature no
estaba en su zona de influencia. Así lo expresó Makoto.
-Espero que la princesa Kakyuu pueda hacer que las
cosas cambien para bien en ese planeta.
-Bueno, no todas las noticias son malas.- Intervino
Serenity relatándoles.- Poco antes de marcharse, Seren me trajo novedades de
Nuevo Vegeta, tras haber hablado con sus padres. Todo se ha calmado mucho en el
reino de los saiyajin… al parecer nuestro Mensajero tuvo algo que ver en eso.
Tanto, que la hija de Setsuna quedó realmente muy impresionada. Desearía darle
las gracias en cuanto pudiera. A su debido momento, lo hará…
-Supongo que, por ahora no puedes ser más explícita,
¿verdad?- Inquirió Rei.-
-No, amiga mía… Pero ya os enteraréis.- Le respondió
la interpelada.-
Las
demás se miraron con cierta mezcla de extrañeza y resignación. Cuando Serenity
teñía su tono con ese toque de misterio ya sabían que era inútil tratar de
indagar más. Dejaron el tema y retomaron conversaciones más amenas.
-De modo que hablaste con Seiya, ¿eh? - Se sonrió
Rei tratando de picar a su contertulia como en sus mejores tiempos. -
-Sí, claro. De la actualidad de Nature y de Kinmoku.
– Afirmó Serenity sin caer en eso y comentando de seguido a sus amigas. – Ese
mundo ha crecido mucho en todos los sentidos, población, recursos naturales. Y
tiene un grupo de personas muy valioso. Incluso algunas antiguas Animamates
están allí. Lead Crow, Aluminium Siren, Tin Nyanko y Iron Mouse, son ahora las
sailors oficiales, encargadas de proteger ese planeta. Sin olvidar a algunos
saiyajin muy poderosos como Kiros Derail.
-¿Quién lo iba a decir? Esas chicas estando del lado
del bien.- Sonrió Minako.-
-En este caso fue la propia Galaxia, quien, tras
devolverles sus semillas estelares, las dotó de esos poderes una vez más.- Les
refirió Serenity.-
- Y ese otro tipo, el saiyajin. Su nombre me es
familiar.- Apuntó Rei.-
-Es el embajador de Nuevo Vegeta allá, el primo de
Doran.- Le recordó Makoto quien daba la impresión de alegrarse al hablar de él,
pues no en vano recordó con una no disimulada satisfacción.- Acabó con ese
canalla de Gralas y con sus esbirros. Nunca se lo podremos agradecer lo
bastante.
Las
otras parecieron querer pasar de puntillas sobre eso. Ami incluso suspiró moviendo
la cabeza, su compañera la princesa de Júpiter llegó incluso a mirarla con algo
de malestar.
-¿Qué pasa?- Le preguntó Makoto.- ¿Ahora va a darte
pena ese canalla?
-No, no es eso.- Repuso Ami.- Es que no me agrada
ver como te alegras de que tantos seres murieran.
-¡Parece que olvidas que ese cerdo y sus secuaces
asesinaron a mi ahijado!- Repuso su interlocutora con más irritación y pesar
ahora.- No eran inocentes, eran criminales. Provocaron mucho dolor, no me
alegro de que ninguna persona buena muera, pero sí de que alguien evitara que
canallas como esos siguieran sembrando el terror.
-Está bien, Mako-chan, seguro que Ami-chan no quiso decir
eso. -Medió una concernida Minako.-
Las
demás guardaron silencio, esa discusión les suponía tener que reabrir heridas
muy amargas. Incluso Rei quiso mostrarse conciliadora para hacer ver con más optimismo.
-Mi ahijado Alan me contó que ese saiyajin es un
hombre muy valiente y que salvó muchas vidas. Eso sí es algo de lo que podemos
alegrarnos. ¿Verdad?
Turno
de Makoto para suspirar relajando la tensión y musitar dirigiéndose a su
compañera Ami.
-Lo siento, no quise ponerme así, yo…
-Tranquila Mako-chan, lo comprendo.- Asintió Ami,
dándole un afectuoso apretón en una mano.-
Sus amigas suspiraron aliviadas. Enseguida quisieron
dejar atrás esa polémica y Serenity destacó.
-Bueno, los amigos y aliados que tenemos en Nature formarán
un magnífico equipo si les llegara el momento de actuar.
- ¿Actuar? ¿Contra qué? - Quiso saber Makoto ahora
ya más calmada y no sin interés. -
-Por ahora, dejando de lado los asuntos morales que
se debaten allí, contra nada más que el aburrimiento. - Le aseguró Serenity con
tono jovial. -
Las demás
asintieron, aunque algo les decía que, una vez más, su soberana y amiga callaba
algunas cosas. De este modo prosiguieron conversando de más temas y al cabo de
una media hora más retornaron al palacio…
-Hola cariño.- Suspiró la soberana al reunirse con
su marido.- Ya hablé con las chicas.
-El viejo Santuario Hikawa, ¿eh?- Sonrió Mamoru.-
-Sí, lo echaré de menos cuando tengamos que celebrar
todas las audiencias aquí, las oficiales, y las otras.- Afirmó su esposa.-
-Bueno, deja que te enseñe algunas partes que están
terminadas. Te aseguro que te van a encantar.- Le dijo con tono animoso.-
-Vamos a verlas. Me muero de curiosidad- Admitió
ella.-
En Bios entre tanto, Asthel y Maray fueron al
colegio directamente desde las casas de sus anfitriones. Después de acabado
éste, volvían con Granate que también había salido de clase. El hijo de Sandy y
Coraíon solía pasar mucho rato en el patio con Maray, al ser del mismo curso,
aunque estuvieran en aulas separadas al tener distintos grupos. Pero también le
tenía un gran aprecio a Asthel, al que veía como a una especie de hermano mayor
y le preguntó si quería ir a jugar a su casa después a terminar aquella partida
de holo juegos que dejaron inacabada...
- Vale, se lo
diré a mi madre, espero que diga que sí. Luego te llamo. - Repuso Asthel. -
-¡Genial, ojalá te deje venir!- deseó Granate muy
contento. -
- Yo también quiero ir. - Le pidió Maray a su
hermano. -
- Maray, son juegos de chicos. Tú vete con tus
amigas. - Le respondió condescendientemente Asthel. -
- ¡Le voy a decir a mamá que no me dejas ir contigo!
- Amenazó la niña haciendo pucheros. -
- Pues díselo. Además, bien poco te importaba eso
ayer cuando quisiste ir a casa de la tía Idina.- Repuso el aludido con tono despreocupado para
añadir convencido. - Seguro que mamá dice que tengo razón. – Y como su hermana
seguía torciendo el morro él trató de explicarle con más suavidad y paciencia.
- Mira Maray, no es que no quiera que vengas, es que te vas a aburrir con
nosotros. Además, si te portas bien y no insistes luego te diré un secreto...
La niña
escuchó con interés y se apresuró a pedir con impaciencia.
-¿Qué secreto?... ¡dímelo ya!...
- No, sólo si eres buena - repuso Asthel que le
propuso además con desenfado. - ¡Oye, aprovecha que no estaré, llama a alguna
de tus amigas y quedaros a jugar en casa!
-¡Sí, qué bien! - exclamó Maray que declaró llena de
contento - se lo pediré a mamá.
Y
esa era en verdad una estupenda ocasión. Maray podría tener toda la casa para
ella sola y a sus mejores amiguitas para disfrutar esa tarde. Pensando así ya
no le importó el no ir a jugar con Granate, de modo que volvió sumisamente a
casa junto a su hermano. Cuando ambos llegaron del colegio, Amatista ya estaba
allí. Había terminado su turno y descansaba sentada en el sofá del salón. Al
ver llegar a sus hijos les preguntó por la tarde del día anterior y ambos
repusieron que se lo habían pasado estupendamente. Al hilo de aquello Asthel le
contó que Granate le había invitado. Su madre, tras pensárselo un poco, cedió
respondiéndole afirmativamente para alegría del chico. Aunque le puso como
condición.
- Bueno hijo, yo te dejo, pero tendrá que ser su
madre la que diga si podéis ir o no a su casa. Dos veces seguidas me parecen
demasiadas.
- ¡La voy a llamar y le digo que tú me dejas! ...-
Repuso animadamente el niño que de inmediato llamó a casa de Sandy y fue
precisamente ella la que atendió al teléfono. -
-¡Hola Asthel!,- saludó contenta anticipándose al
niño. -Granate ya me lo ha dicho. ¡Claro que os dejo! Vente a casa. Así
termináis de jugar…
-¡Gracias, tía Sandy! - Exclamó el chico muy
contento para decírselo enseguida a su madre. - Mamá, la tía Sandy dice que
vaya para su casa.
- Pues venga hijo, ve - sonrió Amatista que, sin
embargo, le recordó. - Pero debes estar de vuelta a las nueve como muy tarde,
¿vale?..
- Sí, mamá - asintió el niño que salió disparado de
allí, listo para ir a jugar con su amigo. -
Amatista sonrió al verle tan contento. No en vano se
llevaba muy bien con Granate, pese a la diferencia de edad. Y sabía que Sandy
estaba encantada de tenerles en casa jugando los dos juntos. Su amiga no
olvidaba que fue seguramente por Asthel que pudo tener a su ansiado hijo.
Aunque el niño sí que parecía haber olvidado todo aquello. Lo que a su madre,
aun no dejando de sorprenderla, le parecía algo estupendo. Quizás pese a todos
sus dones acabaría por disfrutar de una vida normal.
-Ahora sí que parece un chico típico de su edad. Lo
que tiene sus pros y sus contras.- Se sonrió.-
Ella desde luego es lo que deseaba. Sus pensamientos
se vieron interrumpidos por la voz de su hija.
- Mamá,- intervino Maray que había estado
escuchando, pidiendo con voz tímida y casi suplicante. -Yo también quiero llamar a mis amigas para
que se vengan.
- Bueno hija, llámalas.- Concedió su madre que, eso
sí, le matizó - ...pero no a muchas ¿eh?...
-¡Voy a llamar a Lois, a Claire y a July y jugaremos
con mi casa de muñecas!...- le respondió la cría visiblemente entusiasmada. -
Amatista sonrió...su hija le recordaba a ella misma
cuando tenía su edad, las veces que no estaba en el internado de París también
le pedía a su madre que le dejase llevar amigas a casa. En honor a sus padres,
ellos casi siempre la dejaban y era algo que recordaba con especial cariño.
Nunca entendía entonces por qué su madre le pedía que no fueran demasiadas niñas,
pero ahora sí. Dentro de poco la casa se llenaría de chillidos, risas y alguna
que otra carrera y así, no había quien hiciese cálculos, ni diseños de nada.
-¡Y eso que son niñas, que suelen ser más
tranquilas!- Pensó.-
Decidió dejar el trabajo para el fin de semana.
Además, ahora que lo recordaba, el sábado ella y Leval habían prometido llevar
a los niños al parque. Se le acumularía la tarea pero mejor no pensar en eso
ahora. ¡Con todo lo que tenía que hacer para preparar la nueva fase de
repoblación del sector suroriental del planeta!
- ¡En menudo lío me he metido! - Suspiró moviendo la
cabeza. -
Sin
embargo, al ver la carita tan alegre de su hija, sonrió una vez más. Todo
merecía la pena si Maray y Asthel eran felices. De modo que lo dejó correr. Era
mejor no estresarse. Al cabo de unos minutos llamaron a la puerta. Fue a abrir
sin mirar pues supuso que serían las amigas de su hija que no vivían demasiado
lejos, su perplejidad fue mayúscula al encontrarse cara a cara con Logan.
- ¡Cuánto tiempo!,- saludó éste sonriente y de
uniforme. - Hola Amatista... ¿cómo te va?...
Una vez recobrada de la sorpresa inicial, ella
respondió envarada.
- Sí, mucho tiempo. ¿Qué haces aquí, Logan?
- Llámame Cedric, por favor...somos viejos… – iba a
decir amigos pero se lo pensó mejor y agregó. -
Conocidos. Venía a verte para saber de ti, Leval me dijo que estabais
casados.
- Sí, lo estamos, desde hace ya más de trece años. -
Recalcó ella con visible satisfacción. -
- Y ¿no eres supersticiosa?- preguntó él con
retintín. -
- Bueno, supongo que no habrás venido sólo para
decirme eso...- respondió Amatista claramente a la defensiva. -
Entonces
llegó Maray que también creyó que eran sus amigas. Logan reparó en ella y dijo
con voz muy amable...
- Vaya ¿quién es esa señorita tan guapa?....
- Es mi hija - respondió Amatista que sujetó a la
niña apoyando sus manos en los hombros de ésta y llevándola hacia ella en modo
protector para presentarla. -Esta es Maray, mi hija pequeña...hija,- le pidió
sin entusiasmo – saluda a este señor, es un conocido de papá y mamá.
- Hola, señor. – Musitó la pequeña de forma tímida,
pues era muy vergonzosa con la gente que no conocía. -
- ¡Qué simpática es tu niña! ¿Sabes que tengo una hija
más o menos de su edad? - le reveló Logan para sorpresa de Amatista. - Bueno,
me alegro de conocerte, pequeña. - Aseguró
jovialmente él acariciándole la barbilla a Maray que le sonrió visiblemente
cortada, en tanto su interlocutor añadía.
- Amatista, ya me marcho, sólo venía a saludarte y de paso a charlar con
Leval sobre las obligaciones de su nuevo cargo. Supongo que no está, así que le
llamaré a su base mañana...
- Mañana va a ser imposible,- respondió ella, esta
vez con la contundente verdad, no exenta de alivio. - Tiene permiso y nos vamos
con los niños al parque de atracciones del planeta.
- Entonces no seré yo el que os estropeé la
diversión familiar. No es nada urgente, el lunes hablaremos. - Dijo él
esbozando su típica media sonrisa. - Hasta luego Amatista, encantado de volver
a verte. Lamento haberme perdido la cena de ayer, ya sabes, el trabajo… -Dicho
esto se agachó y se despidió de Maray. -
Adiós preciosa...
Se dio media vuelta y se fue. Su interlocutora cerró
rápidamente la puerta...
- ¿Es amigo vuestro?,- preguntó Maray curiosa, para
confesar. – Me da un poco de miedo
- Le conocimos hace algunos años, hija. - Repuso evasivamente
su madre que cambió enseguida de tema y de tono, haciéndolo más afable. - Anda cariño, vete a tu habitación a
preparar tus cosas, tus amigas estarán a punto de llegar.
Maray
así lo hizo, olvidándose enseguida de aquel extraño. ¡Ojalá Amatista hubiera
podido hacer lo mismo!
- ¿Qué demonios habrá venido a hacer aquí? - Se
preguntaba sin querer creerse las explicaciones de ese individuo. - No me gusta
nada esto. No le quiero cerca de nuestra casa ni de nuestros hijos.
Seguía meditando sobre aquello cuando al cabo de un
rato llamaron de nuevo, esta vez sí que miró y comprobó que eran las crías. Les
abrió ya con una sonrisa.
-Hola señora Malden. – Saludó alegremente Lois, una
cría morena de pelo corto y rizado. –
-Hola. - Añadió July, una pequeña de cabello castaño
y liso hasta los hombros. –
-Buenas tardes. ¿Cómo está usted?- Quiso saber
Claire, una pequeña de cabellos castaños largos a su vez y ojos azules.-
- ¿Qué tal, niñas? - Repuso afablemente la
interpelada. - Anda, pasad, mi hija está en su cuarto.
Las crías no se lo hicieron repetir, fueron hacia
allá a toda prisa ante la sonrisa de la adulta. Más se alegró Amatista cuando
escuchó el gritito entusiasta de Maray y el de sus amigas haciéndole el coro.
Satisfecha, las dejó a su aire y se metió en la cocina a prepararles algo. Al
cabo de un rato les llevó a las niñas unos bocadillos.
-Muchas gracias, señora Malden.- Le agradeció Claire,
cuando Amatista entró provista de la comida y bebida en algunas bandejas.-
-Si, gracias.- Sonrió a su vez Lois.-
-Es usted muy amable.- Completó July que no quiso
ser menos que el resto.-
Esas
crías eran un encanto. A Amatista le alegraba que su pequeña tuviese amiguitas
como ellas. Muy educadas y agradables. Sobre todo Claire. Creyó recordar que
esa niña era hija de algún compañero de su esposo.
-¿Tu padre es militar, verdad?- Le preguntó tratando
de recordar.-¿Te apellidas Zorton?
-Sí, señora Malden.- Asintió ella.- Mi padre está destinado
en la ciudad Serenity. Pero ha venido de permiso. Luego me vendrá a buscar.-
Sonrió la niña.-
-Me alegro cielo.- Asintió Amatista-. Bueno os dejo
con vuestras cosas.- Añadió viendo como su hija y sus amigas deseaban estar a
solas para jugar y contarse sus chismes.-
Y se marchó del cuarto. Allí, las crías enseguida
empezaron a comerse los bocadillos y beber la limonada.
-Tu madre es muy maja, Maray.- Opinó Lois.- A mí, la
mía no me deja traer tantas amigas a casa.
-Sí, y además es muy famosa.- Comentó July que era muy
aficionada a la música.- ¡Cantaba con las Justices!
-Sí, ella, la señorita Idina y mi tía Kerria.- Completó
la propia Maray.-
-¡Y Katherine O ‘Brian! La reportera y actriz.- Recordó
Lois, que adoraba los cotilleos de la Holo tele.-
-A mí lo que más me alucina de tu madre es que es
hija de madame Deveraux.- Afirmó Claire, añadiendo entusiasmada.- Yo de mayor
quiero ser modelo. ¡Ojalá que me contratase!
-La abuela es guay. Seguro que, si se lo pido. Nos
contrata a todas.- Afirmó inocentemente Maray.-
-¡Sería genial!- Exclamó Claire, realmente feliz al oír
aquello.-
-Yo prefiero ser actriz, como Kathy.- Alegó Lois.-
-Pues a mi me gustaría ser veterinaria.- Declaró
July.-
Y de este modo continuaron charlando de esas cosas y
otras, cambiando de tema para ponerse al día de los últimos chismes del cole. Mientras,
en casa de los Lassart-Wallance , Asthel y Granate estaban jugando en el cuarto
de éste. Sandy les llevó también algo para merendar. Para la morena científica
en efecto, era estupendo tener allí a Asthel y ver lo felices que eran su hijo
y él jugando y hablando de aventuras.
-¿Queréis un poco más?- Les sonrió a ambos muchachos
una vez dejó la bandeja con la comida en una mesita del cuarto de su hijo.-
-No, gracias mamá.- Repuso Granate.-
Sandy asintió, dejando entonces a los dos críos a
solas con sus cosas. Ambos se tomaron aquellas viandas con muchas ganas y
charlaban mientras lo hacían. De hecho el anfitrión, tras asegurarse de que su
madre ya se había ido, le comentó a su amigo.
-¿Sabes una cosa, Asthel? Te voy a contar un
secreto....ayer no tuve tiempo.
- Sí... ¿el qué?,- quiso saber éste visiblemente
interesado. -
- Mi madre y mi padre no lo saben, pero yo a veces
hablo con mi abuela....
-¿Con tu abuela Petz?- conjeturó Asthel. -
- No...Con mi abuela ILaya. – Le desveló Granate
añadiendo con aire misterioso. - Me ha contado muchas cosas....
- ¿Esa abuela tuya que murió cuando tu madre era
pequeña? - Inquirió su interlocutor. -
-Sí. - Afirmó su amigo, como si eso fuera lo más
normal del mundo. -
- Pues yo también hablo con mucha gente extraña. -
Le reveló a su vez Asthel contándole las peripecias con algún que otro dios que
aun podía recordar. - Es divertido, siempre venían cuando me aburría. Me
enseñaban cosas fantásticas. Incluso ahora viene uno muy grande y negro.
- Mi abuela dice que tú, yo y muchos de nuestros
primos, somos gente muy especial, que haremos cosas muy importantes cuando
seamos mayores. - Le respondió Granate. -
- Eso me dicen a mí mis abuelas también - confirmó
su amigo. - Pero papá y mamá hablan ahora poco de eso...creo que no les gusta
mucho el tema.
-¡Un día me gustaría explorar esos sitios a los que
tú vas! - Le confesó su interlocutor con admiración. -
- Claro, eso sería estupendo,- afirmó Asthel prometiéndole
como si tal cosa. - Se lo diré a mis amigos los dioses y un día te vienes con
nosotros.
Aquello
le pareció genial a su amigo. Conviniendo en ello, los niños siguieron haciendo
planes hasta que fueron ya las nueve menos diez. Asthel miró su reloj y dijo
apenado.
- Me tengo que ir, mi madre me dijo que volviese a
casa a las nueve. Mañana vamos a ir al parque de atracciones y no quiero que se
enfade conmigo...
- ¡Jo, qué suerte!- exclamó Granate. - Al parque
nuevo, yo también estoy deseando ir. Espero que mis padres tengan algún día
libre para llevarme los dos juntos. Pues que te lo pases bien, nos veremos otro
día. Hasta luego.
Asthel
se fue despidiéndose de Granate y sus padres.
-Adiós tía Sandy, tío Coraíon.- les dijo en tanto se
acercaba a la salida.-
-Hasta mañana, Asthel.- Replicaron ambos con
afabilidad.-
Al
salir su amigo, Granate se aproximó a sus padres…
-¿Os lo habéis pasado bien, tesoro?- Quiso saber
Sandy.-
-Sí mamá.- Asintió éste con visible contento, para
añadir, eso sí, con un tono algo más reivindicativo.- Asthel me ha contado que
van a ir al nuevo parque…
-¡Vaya! ¿Al de atracciones?- Se interesó Coraíon.-
El
crío asintió, por supuesto que los adulto enseguida captaron el mensaje. Fue
Sandy quién, de modo solícito y cariñoso, acarició las mejillas de su hijo y le
propuso.
-Bueno, en cuanto vuelvan y te cuenten que tal está,
si lo que te dicen es interesante podríamos ir nosotros también. Tengo
curiosidad por conocer ese sitio. Se comenta que tiene un montón de atracciones
muy divertidas.
-¡Sí!- Exclamó el crío elevando sus brazos al aire.-
Eso
hizo sonreír a sus padres, los dos intercambiaron miradas de complicidad. Por supuesto que Amatista se lo había
comentado a su compañera y amiga y que tanto ella, como Coraíon, se habían
estado ocupando de cuadrar sus agendas para pedir un día e ir con su hijo.
-¡Anda que como no le guste a Asthel! .- Se rio el
padre del crío.-
-Espero que sí.- Comentó el niño quedándose
pensativo.- Dicen que es un parque muy chulo…Pero les preguntaré a él y a Maray
cuando les vea el lunes.
Así lo convino con sus padres. Al poco se fue a su
habitación, dado que Sandy le indicó que debía ordenar un poco sus cosas.
Estaba claro que, con la perspectiva de ir a ese parque, Granate estaba
dispuesto a ser todo lo bueno que sus padres quisieran. Al poco, sus
progenitores sonreían sentados en el sofá de la salita de estar. Coraíon le
comentaba a su esposa.
-Me encanta verle tan entusiasmado.
-Sí, es algo maravilloso. Lo mejor que podría
desear. Ver a nuestro hijo feliz.- Asintió su mujer.-
Desde
luego que se sentía muy agradecida por ello. Sandy solamente esperaba que su
padre fuera a verles y que pasase más tiempo con ellos, todo sería perfecto así.
Entonces, su marido le susurró con patente afecto.
-Yo estoy encantado de veros a él y a ti, llenos de
alegría.
-Desde luego, todo lo que sufrimos hasta que Granate
nació, me ha merecido la pena cuando le veo de este modo.- Convino ella.-
Coraíon asintió, abrazando a su mujer y permitiéndose
disfrutar con ella de esos instantes cotidianos de dicha. Por su parte, Asthel llegó
a casa a las nueve y cinco, su madre ya había despedido a las amigas de su hija
y estaba preparando algo en la cocina.
- Muy bien, hijo. - Le dijo Amatista nada más
entrar, obviando esos cinco minutos, pues sabía lo difícil que era dejar a los
amigos cuando se está pasando un buen rato jugando. - Así me gusta, que seas
puntual. ¿Has comido algo en casa de Sandy? - Preguntó para saber a qué
atenerse con la cena. -
- Sí, nos ha dado unos sándwiches y un trozo de
pastel con leche. - Contestó Asthel aun relamiéndose. – Pero ya tengo ganas de cenar.
- Añadió sabiendo de sobra que era eso a lo que su madre se refería. -
-¡Desde luego!, en eso eres igual que tu padre y tus
abuelos - sonrió su madre comentando divertida. - ¡No sé dónde lo echáis!
Su
hijo se encogió de hombros marchándose después a su habitación. Entonces
también llegó Leval, Amatista le saludó jovial. Comentando.
-¿A que no sabes quién ha pasado por aquí y te envió
recuerdos?
Su
marido se encogió de hombros y negó con la cabeza.
-Tu antiguo superior, el.,.. bueno me dijo que ya
era coronel, y que estaba al mando de la ciudad Serenity.- Recordó Amatista.-
Y
es que, hacía ya una hora, las amiguitas de Maray se fueron. Lois y July no
vivían demasiado lejos y se marcharon juntas. Aunque Claire aguardó un poco
más. Sus anfitrionas la hicieron compañía en tanto esperaba a su padre.
-Así que te gustaría ser modelo.- Sonrió Amatista.-
-Sí señora Malden.- Afirmó algo ruborizada.-
-La abuela nos podría contratar.- Intervino una
animada Maray.-
Amatista
se sonrió, suspirando. ¡Si esas pobre supieran lo exigente que era su madre! y
no le constaba que en esos e hubiese ablandado con los años.
-Bueno, si trabajáis mucho y os esforzáis, seguro
que mi madre os tendría en cuenta. Pero tenéis que ser mayores para eso.
-¿Y usted no es modelo?- Quiso saber Claire, con
tinte algo ingenuo.- Es muy alta y muy guapa.
-¡Gracias, pero soy mayor para eso!- Se rio
Amatista.-
-La abuela siempre ha dicho que tú no quisiste ser
modelo.- Terció Maray.-
-Sí, es que a mí me gustaban otras cosas.- Repuso su
madre con naturalidad, remachando.- Y antes hay que estudiar.
Las
niñas asintieron, sobre todo Claire, si la mamá de Maray lo decía. Entonces llamaron
a la puerta. Amatista fue a abrir. Al hacerlo
encontró ante sí a un hombre de su estatura, pelo ya encanecido y bigote.
-Buenas tardes. Soy Nathaniel Zorton, veía a buscar a mi hija Claire.
-Claro, pase por
favor.- Sonrió ella.-
La niña enseguida corrió a abrazarse
a su padre que la estrechó entre sus brazos ante las miradas afables de
Amatista y Maray.
-¿Quiere usted
tomar algo?- Le ofreció la dueña de la casa.-
-No, muchas
gracias. Tenemos que irnos ya. Le agradezco mucho sus atenciones para con mi
hija.
-Es muy amiga de
la mía.- Sonrió Amatista.-
-Espero
corresponder pronto.- Convino su interlocutor, añadiendo.- Dele recuerdos a su
esposo, el coronel Malden. Y felicítele por su ascenso. No tuve ocasión e
charlar con él últimamente desde mi traslado.
-Se los daré
encantada de su parte.- Le aseguró su contertulia.-
Y tras decir adiós educadamente
padre e hija se marcharon, con él llevándola de la mano.
-Vaya.- Sonrió
Leval comentando entre incrédulo y divertido.- Hay que ver lo que ha cambiado
ese hombre. En la SSP-1 era un auténtico hueso.
-Bueno, estar
lejos de su familia, tal y como me contaste, le tuvo que afectar.- Opinó
Amatista, agregando.- Y con esa niña tan dulce que tiene , no me extraña que
hasta el más duro de los militares se enternezca.
-¡Quién lo iba a
decir!- Afirmó Leval.-
Aunque entonces su mujer recordó otra visita más enojosa
y le habló de Logan con un tono más serio.
- No me gusta nada,- opinó su esposo. - No sé lo que
querrá para venir a nuestra casa. Bueno, en una cosa le doy la razón, ya
hablaremos el lunes, este fin de semana es para nosotros y los niños. - Y dicho
eso saludó a Asthel y a Maray para comentar con animación. - ¡Bueno hijos!...mañana tal y como os prometimos,
iremos al parque. Tendremos que levantarnos muy pronto, así que vamos a cenar y
a las once como muy tarde a la cama...
Los
dos críos asintieron con entusiasmo, les hacía mucha ilusión ir al parque, de
modo que cenaron algo ligero y se fueron a dormir sin rechistar. Una vez se
acostaron, Leval y Amatista charlaron un rato más. Éste le contó a su mujer que
había hablado con Mazoui...
- Efectivamente las cosas en la Tierra están
cambiando deprisa,- asintió Leval
confirmando algunos de los temores de su esposa. - La gente pide cada
vez más seguridad, el planeta está deteriorado pese a la ayuda de los reyes
Serenity y Endimión y los esfuerzos de las últimas décadas por mejorarlo.
Además, la población cada vez es mayor. Mazoui me ha dicho que por Nueva York
hay manifestaciones bastante frecuentes y disturbios también. Ahora se debaten
mucho esos temas de la pro apertura y de la legitimidad de los soberanos.
- Tendríamos que llamar a nuestros padres más a
menudo y preguntarles si están bien - propuso Amatista con inquietud. -
- Sí, lo están, no te preocupes. - La tranquilizó
Leval. - Mazoui me contó que ahora él se encarga junto con tu padre y el tío
Zafiro de los negocios de Ian. Me ha dicho también que está pensando en
abandonar el ejército para dedicarse por entero a las empresas de Masters.
- Entonces mi padrino no debe de estar muy bien.-
Musitó Amatista con la expresión ensombrecida, sentenciando. - Siempre se ha
dedicado a sus negocios de una forma muy diligente. Sólo su familia ha estado
por encima de eso.
- Masters es ya muy anciano, era bastante mayor que
nuestros padres cuando le conocieron. ¿Con cuántos años debió de tener a
Satory? - Inquirió su marido pensando en ello. -
- Veamos,- calculó Amatista. -Satory es unos dos
años mayor que yo. Tendrá ahora treinta y seis, creo que Ian tendría la misma
edad que tiene ella ahora, o quizás un par de años más, cuando nació.
- Tampoco es tan mayor,- declaró Leval aunque
enseguida matizó. - Pero el pobre está muy cascado. Mazoui dice que cada día
que pasa le ve más cansado y que sólo parece tener ganas de vivir para estar
con sus nietas.
- ¡Pobre padrino Ian! – le compadeció Amatista con
voz queda. - Ha pasado tantas cosas, pero con esas niñas tan hermosas espero
que recupere un poco la salud. Por cierto, deben estar muy grandes las dos,
¿cuántos años tienen ya las hijas de Mazoui y Satory?, ¿diez?- Aventuró sin
estar demasiado segura. -
- Creo que sí...- afirmó su interlocutor comentando
ya con mayor jovialidad.- Mi primo está muy orgulloso de sus hijas, dice que son
muy listas y sensitivas tal y como lo era él cuando tenía esa edad...
-¿Y no han tenido problemas? Ya sabes,- le aclaró su
esposa. -Transformarse en diablesas o algo así...
- Por lo que él me ha contado, no.- Respondió Leval.
- Pero que yo sepa tampoco el hijo de Sandy y Coraíon tiene ese problema...
- Me alegro por ellos...eso debe ser muy duro para
quien lo sufre. Sandy y Mazoui lo pasaron muy mal los pobres...- Afirmó
Amatista con alivio. -
-Quizás es que todavía son demasiado
pequeños…-Conjeturó su esposo. - Eso comenzó a sucederle a mi primo con la
pubertad.
-Puede ser. A Sandy le pasó lo mismo. - Concedió su
interlocutora que solamente pudo desear en voz alta. - ¡Ojalá que sus hijos no
tengan que pasar por los mismo que ellos!
Siguieron
charlando un poco más y al fin se acostaron. En el cuarto de Asthel, éste
esperó a que sus padres estuviesen dormidos y luego, yendo a la habitación de
su hermana, la despertó.
-¡Eh!- musitó ella aún medio dormida - ¿Qué pasa, Asthel? Tengo sueño y mañana nos
tenemos que levantar pronto para ir al parque. – Protestó agarrada a una de sus
muñecas. -
-¿Recuerdas que te iba a decir un secreto..?.- La
cría asintió despabilándose con rapidez mientras su hermano le indicaba. - Pues
ven a mi cuarto, está a punto de llegar....- ella aceptó y los dos fueron al
cuarto de Asthel, allí esperaba su invitado. Maray casi da un chillido al
verle, pero su hermano la tapó la boca a tiempo en tanto se lo presentaba. -
Éste es Buruk, es un dios, él y sus amigos me han enseñado muchas cosas.
- Hola, hermana del Mensajero.- Saludó afablemente
el aludido que le propuso al valorarla con su mirada.- Tú también tienes
cualidades, ¿te gustaría aprender con nosotros?...
Maray,
asombrada, asintió con la cabeza sin hablar. Buruk le dedicó una amable sonrisa
y prosiguió con Asthel....
-¿Ya dominas la técnica espiritual?...- preguntó el
dios esperanzado en que así fuera. -
- Mira - por toda respuesta Asthel emitió un
resplandor blanco y sus cabellos se volvieron del mismo color mientras él flotó
en el aire. Su instructor asintió satisfecho y Maray miraba pasmada en tanto su
hermano preguntaba. - ¿Lo hago bien, Buruk? Estuve practicando estos días....
- Perfectamente - afirmó el dios con aprobación
alegando -....ya no tengo nada más que enseñarte Mensajero. Pero tú deberás
enseñar a tu hermana. Necesitarás aliados para cumplir con la misión que te
aguarda...y ella será la primera. Ya irás sabiendo quienes son los demás…
- Vale, yo la enseñaré - le aseguró Asthel que
preguntó. - Oye ¿vendrán más dioses?...
- Sí,- repuso él que le avanzó - aún quedan dos más
y luego nuestro dios superior. Lo que no puedo decirte es cuando lo harán. Yo
volveré cuando me necesites en el momento de la Trascendencia. Hasta entonces
Mensajero, hermana del Mensajero. Cuidaos y practicad. - Se despidió también de
Maray y sin más, desapareció. -
La
niña estaba asombrada, Asthel le explicó que él la enseñaría a hacer cosas
sorprendentes, pero que no debía de decírselo a nadie, ni siquiera a sus
padres. Aquel era un gran secreto. Maray le dio su palabra de honor y se fue a
su cuarto. Así llegó el día siguiente, a pesar de costarles despertarse en un
principio, las ganas de ir a su prometido día de diversión se impusieron.
Finalmente se levantaron temprano camino al parque de atracciones. Aquel lugar
estaba emplazado en una zona con vistas a algunas colinas y montañas de Bios.
Mientras se dirigían allí usando un vehículo deslizador, Amatista les explicó a
los niños.
-Ahí al fondo tenéis los montes de Nova Terra. Al
otro lado está el gran Lago Cristal.
-Un día tendríamos que hacer una excursión allí. – Terció
Leval que conducía el aparato mientras afirmaba. – Es un sitio muy bonito,
merece la pena verlo.
Pasaban sobre esa carretera que comunicaba la zona
del parque con la ciudad en la que vivían, llamada Vitae, que era la capital
del planeta. Otras ciudades como Harmony o Serenity (ésta última, obviamente en
honor a la soberana terrestre), estaban a unos cientos de kilómetros. Durante
el trayecto pudieron comprobar el buen trabajo que el primo Coraíon y otros
ingenieros habían llevado a cabo uniendo todas las partes principales del
planeta con esas redes de autopistas de inducción magnética sobre las que
flotaban y se desplazaban los vehículos.
-La Jungla Vegetalia está a doscientos kilómetros al
norte de aquí. – Les contó Amatista con visible satisfacción. – ¡Es preciosa!
Llena de árboles y de flores. Ojalá podamos ir algún día para que la veáis,
hijos.
No era para menos, ella se sentía muy orgullosa de
ese lugar. Había sido un proyecto por entero suyo. Se le ocurrió como respuesta
a la idea de la creación de varios pulmones para el planeta. Además, así
rememoraba aquel mundo en el que cantase hacía ya tantos años, salvando a las
especies que allí vivían. Recordaba también a Giaal y a Mazoui, quienes junto a
su propio esposo, compartieron esos mágicos momentos a su lado. Amatista se
ocupó, apoyada por su equipo de investigación, en repoblar una vasta extensión
de terreno de Bios, que se encontraba limitado por el nacimiento de las
cordilleras del Milenio de Plata y del océano Nuevo Pacifico. Allí, en una
superficie de aproximadamente unos doscientos mil kilómetros cuadrados, se
plantaron especies de árboles, plantas traídas de la Tierra y semillas que ella
recibió de Naya y Giaal hacía bastante tiempo. Incluso algunas de las que esos
seres le regalaron cuando salvó su mundo cantando. Dos años le llevó acometer
ese proyecto y los resultados, pasados cinco ya, comenzaban a ser visibles.
-Los árboles son muy bonitos.- Comentó Maray
contándole a su madre. – La tita Idina nos puso un holo documental sobre el
nacimiento de Vegetalia. ¡Y salías tú, mami! Se lo dije a todas mis compañeras
del cole. - Afirmó la cría visiblemente orgullosa. – ¡Eres súper famosa!
Su madre sonrió, ya casi lo había olvidado, grabaron
ese documental y ella misma hizo casi de presentadora explicando lo relativo a
la repoblación, fecundación de las plantas y equilibrio a lograr en ese nuevo
ecosistema. Incluso llamó a Katherine para que la echase una mano con la
producción. Su amiga y ex compañera de las Justices andaba metida en el mundo
de la televisión y, a parte de un programa propio, tenía amigos en el mundillo
que les ayudaron a hacer un documental bastante bien montado.
-Este mundo es muy hermoso y mi mayor sueño es que
lo sea todavía mucho más para cuando vosotros seáis mayores.- Suspiró Amatista.
–
-Sí. Es nuestro legado para vosotros, hijos. –
Completó Leval. –
-¿Qué es un legado?- Quiso saber Maray con gesto
curioso. –
-Lo que deseamos que sea vuestro cuando seáis
adultos, para que lo cuidéis por nosotros. – Le contestó cariñosamente su
madre. – Así, un día también podrán disfrutarlo vuestros hijos…
A Maray le pareció bien, si su mamá se refería a que
había que regar esos árboles de vez en cuando, ¿por qué no? Se imaginaba a ella
misma yendo con una manguera o con un robot de esos jardineros de los que había
en la ciudad. Aunque fue Asthel el que añadió.
-Eso quiere decir que este bosque estará aquí para
siempre y que a nuestra madre todos la recordarán, aunque pasen muchos siglos.
-¡Qué bien!- convino la niña afirmando sin pudor.-
Serás todavía más famosa, como la abuela Esmeralda que sale en todas las
noticias con actores y cantantes. Y yo regaré todos los árboles para que no se
sequen. - Añadió con su mejor voluntad remachando. No te preocupes, mami. Los cuidaré, aunque no puedas venir.
Aquello
hizo reír a todos, Amatista, que en ese momento no conducía, se giró para darle
un beso a su hija en la mejilla. Su esposo replicó, divertido a su vez con la
inocencia de la cría.
-¡Menudo un trabajo ibas a tener, cariño!
-Es estupendo que mamá haya hecho todo este bosque.-
Apuntó a su vez Asthel.-
-Bueno no fui yo sola. Me ayudaron muchas personas.
Y vuestra tía Sandy y su división de microbiología han trabajado mucho para
mejorar la variedad de plancton vegetal que enriquece los mares del planeta.
Mucha de la belleza de este planeta es obra suya. – Remachó modestamente Amatista.
–
Asthel escuchaba todo aquello, aunque le gustaban
las ciencias como a su madre y los deportes como a su abuelo Roy, tampoco le
asaltaba un gran interés en dedicarse a esas cosas de mayor. Tenía también
mucho talento para las artes, pero lo que más le gustaba era viajar por
aquellas dimensiones tan extrañas que los dioses le habían mostrado. Aunque
ahora lo que deseaba era llegar ya al parque de atracciones y pasarlo en
grande. Finalmente, la familia llegó a su destino y disfrutaron de esas
diversiones. No se dejaron casi ninguna atracción por visitar. Ni que decir
tiene que Leval se sonreía divertido. Cosas como la noria o el carrusel para él
no tenían el menor efecto. Entre sus experiencias como piloto y los entrenamientos
a los que se había visto sometido, era como estar sentado en el sillón de casa
viendo la Holo televisión. Amatista sí que se divertía más, como si fuera otra
cría, chillando con Maray en tanto la abrazaba a cada caída en picado o vuelta
que daban. Asthel por su parte gritaba un poquito, más que nada por
entretenerse y hacer algo el gamberro. Quería aprovechar ahora que no iban a
llamarle la atención por eso. No obstante, tampoco se veía afectado en exceso
por aquello. Pero tuvo buena puntería y le ganó un par de muñecos a su hermana
que, como recompensa, le dio dos grandes besos en las mejillas, dejándole jugar
con uno de esos peluches. Sus padres se reían encantados y muy orgullosos al
presenciar lo bien que se llevaban ambos hermanos. De hecho, pese a que
tuvieran alguna pelea como era natural, solían hacer causa común, por ejemplo,
para lograr venir a este parque de atracciones. Al hilo de ello, Leval le
comentó a su esposa, en tanto le pasaban un brazo por la cintura.
-Nuestros hijos me recuerdan a mi hermana Ky y a mí,
cuando éramos pequeños y mis padres nos llevaban a la feria de Coney Island.
Alguna vez hasta montamos en el Cyclone. – Sonrío añadiendo, tras fijarse en el
perrito de peluche con el que jugaba ahora Asthel y el monito del mismo material
que exhibía Maray.- Mi padre siempre se ocupaba de ganar algún muñeco para
nosotros. Tengo por ahí una foto con él subiéndome a caballo y agarrando a mi
madre casi como te sujeto ahora a ti. Yo debía de tener dos o tres años. Mi
hermana no sale, la pobre era aún muy pequeña y estaba al lado, metida en un
cochecito…
-Sí, son buenos recuerdos. También mis padres me
llevaron al circo y a la feria alguna que otra vez. Creo que en cierta ocasión
actuaron unas artistas muy buenas, no me acuerdo exactamente del nombre que
tenían, pero era un cuarteto de chicas extraordinario. Lo que sí recuerdo es
que yo tendría seis o siete años y me encantaron. Una era acróbata, otra maga,
otra equilibrista y otra domadora. Ahora que lo pienso. Se parecían mucho a las
Sailor Asteroides. - Afirmó Amatista a su vez, tan sonriente como su marido, en
tanto presenciaba la alegría de los niños. -
Después de ese rato de rememorar avisaron a sus
hijos que habían empezado a corretear por ahí y fueron a comerse algunos
perritos calientes. Por supuesto tampoco faltaron los algodones de dulce. A
Maray se le quedó pegada casi todo en la cara y su risueña madre tuvo que andar
quitándole aquello con un pañuelo y abundante agua. Por fin fue la hora de volver.
Al regresar los críos estaban tan cansados que casi se durmieron durante todo
el camino. Ya por la noche, de vuelta en su casa, Asthel, fiel a lo que Buruk
le encargase, comenzó a enseñar a su hermana los trucos que él había
aprendido...
-Bueno Maray. Lo que tienes que hacer es concentrarte.-
Le pidió él.-
-¡Ouoahh!, tengo sueño.- Fue lo único que acertó a
decir la niña con tono cansado.-
Y
como se le cerraban los ojos su hermano suspiró, decidiendo que sería mejor
dejarlo para otra ocasión.
-Entonces mejor mañana. ¡Que descanses! - Le deseó a
la niña que ya se estaba dirigiendo a su habitación.-
Asthel
también estaba cansado y no tardó en dormirse, Maray se acostó realmente
contenta, había sido un día muy divertido y emocionante.
-¡Que lata! Pasado mañana cole otra vez.- Se dijo en
tanto cerraba los ojos y se dormía.-
El
domingo lo pasaron de descanso en familia y cuando llegó el lunes Leval, por su
parte, fue a hablar con Logan. Éste le dio instrucciones de que vigilase el
espacio aéreo con una patrulla de cazas y le contó que al igual que en Nature,
Bios tendría una dotación de cazas modelo varitech, capaces de transformarse en
poderosos robots gigantes y naves orbitales militares para viajes planetarios.
La SSP-1 seguía girando alrededor de Bios, como si de una luna se tratase.
Aunque ahora cumplía las funciones de defensa adelantada. Lo mismo que hacía la
SSP-2 en Nature. Era un secreto oficial, aquellas naves eran poderosas
estaciones de combate. Se suponía que no iba a militarizarse tanto el espacio
cercano al planeta. Sin embargo, se habían establecido contactos con otras
civilizaciones y hasta saber si eran de fiar, esas naves servirían para
garantizar la defensa externa. Leval se sorprendió, pero no hizo más preguntas
y volvió a sus obligaciones que demostró poder cumplir con gran habilidad. Casi
sin cambios aparentes pasaron tres años más. A parte de alguna celebración y
enlace familiar y de amigos importantes, a los que fueron invitados, pudiendo a
veces asistir y otras no, las cosas se mantuvieron sin muchas novedades. Los
niños ya estaban muy mayores, los contactos con esa civilización se hicieron
oficiales y se comenzó un próspero comercio. Leval recibió el encargo de
escoltar y proteger al embajador de esa civilización llamada Ewint, dado que
esos seres lo había solicitado de forma explícita. Eran seres humanoides pero
de un estadio intelectual mucho más avanzado, aunque no tenían gran fuerza
física. No obstante, se podía sentir una especie de aura alrededor suyo. Se
admiraban de lo bello que era ese mundo, aun no tenían contactos importantes
con la Tierra. De hecho pensaron establecer primero comunicación con Bios para
ir preparando a los terrestres. Eso le contó el representante de aquellos alienígenas,
en una reunión secreta que establecieron con él, en la zona norte del planeta.
-Le agradecemos su deferencia y la confianza que han
puesto en nosotros.- Le dijo Leval.-
-Usted y otros como usted, son dignos de esa
confianza.- Le replicó aquel individuo de un modo telepático.- Por eso quisimos
vernos primero a solas.
-¿Y prefieren eso a contactar directamente con los
gobernantes de Bios?- Se sorprendió él.-
Esa pregunta quedó sin respuesta. Lo que sí le contó
aquel embajador a Leval, vía traducción, era que su mundo resplandecía con la
fuerza de la luz y que por eso, entre otras cosas, se habían sentido atraídos
por él. El Ewint le pidió que hicieran lo posible por mantenerla en el futuro
ya que se eclipsaría durante algún tiempo. Eso a Leval le parecía raro, quiso
preguntar a ese ente, bastante más bajo que él y con una cabeza más grande que
la normal proporción humana.
-¿A qué luz se refiere?
-A la luz del Mensajero.- Le desveló telepáticamente
aquel ser, que no despegó sus finos y pequeños labios.- Él nos ha visitado a
nosotros y a incontables mundos.
-¿El Mensajero? - Pretendió desconocer su
interlocutor, preguntando.- ¿Quién es?
-Usted sabe quién es. - Le llegó la réplica aunque
en una forma amable.- No debe temer nada de nosotros, no es necesario que le
proteja. Él sabe guardarse bien, a pesar de lo que a veces usted y su esposa
crean.
Leval
suspiró, estaba claro que el embajador Ewint podía leer sus pensamientos con
toda facilidad. Puede que incluso mejor aún que su primo Mazoui.
-Bueno, eso es algo que me tranquiliza, pero le
ruego que me comprenda. Es mi hijo. Por mi poderoso que digan que es, tanto mi
mujer como yo, no podemos evitar preocuparnos por su bienestar.
-Eso está bien.- Aprobó el embajador. -Demuestra
sentimientos bondadosos de amor, protección y unidad. Lo entendemos. Pero usted
también tendrá que entender, cuando llegue el momento, que habrá cosas que el
Mensajero tendrá que hacer, y deberá hacerlas en otros planos inaccesibles para
ustedes los humanos.
-Sí, eso lo sé.- Musitó Leval.- Lo sabemos desde
antes de que naciera.
El
alienígena asintió despacio. Tras esas palabras intercambiaron impresiones
sobre ambas culturas y pusieron los cimientos para un fructífero entendimiento.
Al concluir las conversaciones, el Ewint le transmitió.
-Es usted noble, y tiene buenas intenciones. Pero no
todos los humanos son así. Cuídese de algunos de ellos. Los tiene más cercanos
de lo que imagina.
Y
Leval asintió a su vez, dándose por avisado. Al fin se despidió de ese ser. Al
poco y sin tener demasiado tiempo para meditar sobre esas advertencias, tuvo que atender otra importante visita. La
Soberana Terrestre envió a la princesa Seren de los saiyajin y princesa de
Plutón, a establecer contactos con estos nuevos amigos de Bios. Como no, Leval
fue designado para recibirla y acompañarla. Además de ser uno de los jefes de
la seguridad exterior de Bios era primo de esa alta personalidad. La princesa
llegó acompañada de un modesto séquito, realmente con ella solamente vino Doran
como personalidad importante. Éste, como recordaba Leval, era el hijo de Calix
y Seira, los guardianes y consejeros de los soberanos de Nuevo Vegeta. Además
de ser el rey consorte de la Luna Nueva y primo del embajador saiyajin de
Nature. Por ello fueron objeto de un recibimiento de honor por parte de las
autoridades locales. Al poco de aterrizar en el astropuerto, Leval se adelantó
junto con el gobernador de Bios, Tert, para saludar a los recién llegados.
-Es un gran honor Alteza, Majestad. – Dijo aquel
tipo de modo obsequioso. –
-El honor es nuestro, nos complace mucho estar aquí
visitando su hermoso planeta. – Pudo sonreír Seren. –
La mujer vestía en ésta ocasión acorde con las galas
del Milenario de Plata. Ella se ocupaba de representar a sus soberanos, en su
papel de Princesa de Plutón. Por su parte, Doran, que llevaba también un
atuendo poco común para un guerrero del espacio, una especie de smoking al
estilo de la Luna, actuaba como embajador de los saiyajin y del reino de la
Luna Nueva, que deseaban asimismo conocer y pactar una alianza también con esa
nueva cultura. Al menos eso dijeron al gobernador y a otras autoridades. Tras
los recibimientos de rigor pudieron al fin ir a sus alojamientos. Leval se
brindó a llevarles a su casa para que vieran a su familia, cosa que tanto Seren
como Doran aceptaron con visible interés. Al llegar resultó que no había nadie.
-Mis hijos están en el colegio y mi esposa en el
trabajo. – Les explicó Leval, que agregó. – Hasta que lleguen podremos hablar
con tranquilidad.
-Sí, te lo agradezco mucho, primo. - Contestó Seren
que le desveló sin tapujos. – Nuestra presencia aquí, aunque de interés para
las relaciones de la Tierra con estos nuevos amigos, no obedece únicamente a
ese propósito.
-No, - convino Doran que le contó. – Tenemos mucho
interés en conocer a tu hijo, al Mensajero.
-Pues no sé si quedaréis algo decepcionados. –
Replicó su interlocutor no sin cierto toque irónico. – Ahora Asthel es un
muchacho muy normal, no hace ningún prodigio. Salvo claro, que obtiene muy
buenas notas. Y debo decir que a mi mujer y a mí nos gusta más que sea así.
-Lo comprendo. - Replicó su prima haciéndose cargo
de eso para comentar no sin visible sentimiento de reconocimiento y emoción. –
Pero deseábamos darle las gracias por lo que hizo en nuestro mundo.
-No te comprendo. ¿Qué ha hecho por vuestro mundo? –
Replicó Leval que la observaba ahora con gesto de sorpresa. - ¿Cuándo ha estado
mi hijo en Nuevo Vegeta?
-Tu hijo nos inspiró a todos. – Completó el guerrero,
que sonrió animosamente para afirmar. – Entre otras cosas, gracias a él pudimos
empezar una época de prosperidad. Para los saiyajin y para mi nuevo reino.
-Sí, supongo que sabrás que Doran es el esposo de la
reina de la Luna Nueva y rey consorte.- Le comentó Seren. –
-¿De Nehie? – Se preguntó en voz alta Leval, para
recordar. - ¡Ah!, me acuerdo de eso. Hará unos cuantos años. No pudimos asistir
a la celebración pero Idina nos lo contó, ella sí que fue con su esposo.
-Antes de partir hacia aquí. Mi esposa, la soberana,
me dio muchos recuerdos para todos vosotros. Sabed que aunque soy monarca
consorte de la Luna Nueva, fuera de los asuntos que atañan a ésta, represento
asimismo a Nuevo Vegeta. De hecho, podré firmar un tratado de paz con esa
cultura que habéis contactado por los dos reinos, el mío de origen y por el de
mi mujer. Que, desde luego, lamenta no haber podido venir. Tenía muchas
ocupaciones…- Remachó el joven.-
-Lástima, seguro que la prima Idina habría estado
muy contenta de verla. Pero no te preocupes, vosotros sois una delegación de
lujo. Los saiyajin siempre tan bien representados. No podría haber mejores
personas al cargo que vosotros. – Concedió Leval recibiendo un asentimiento de
cortés agradecimiento por parte de sus interlocutores. –
Al poco llegó Maray, la niña se sorprendió al ver a
esos dos extraños que Leval presentó como parientes lejanos. Seren enseguida se
dirigió a la pequeña, tras sonreír, le dijo con amabilidad.
-Eres una jovencita muy guapa. Si no me equivoco una
de tus abuelas es la famosa diseñadora Esmeralda, ¿no es así?
-Sí – respondió tímidamente la cría. –
Maray estaba impresionada por esa mujer, era
realmente imponente. Altísima, incluso más que su madre, con esa larga melena
de tono castaño oscuro y su vestido con tonos ocres y verdes haciendo perfecto
juego con su cabello. Seren, quizás dándose cuenta de ello, sonrió inclinándose
un poco para estar a su altura y añadió.
-Mi madre era muy amiga de tu abuela Esmeralda,
cuando la veas dale muchos recuerdos. ¿Sabes? Tengo una hija casi de tu edad.-
-Vale, señora - convino la niña con algo de
vergüenza. –
-Eres una gran chica.- Valoró a su vez Doran.- Yo
también tengo una hija, aunque algo más jovencita que tú…
La
niña no supo que responder a eso. Por suerte su padre acudió al rescate.
-Anda cariño. Vete a tu cuarto si quieres. – Le
indicó Leval que sabía que su hija era muy tímida con los extraños. -
La cría se marchó aliviada, al poco tiempo fue
Asthel quien llegó. Nada más verle, tanto Seren como Doran, intercambiaron
sendas miradas de aprobación. Para manifiesta sorpresa del chico y de su padre
los dos doblaron la rodilla ante él.
-Es un gran honor para mí volver a verte, Mensajero.
– Dijo la princesa con patente respeto en su voz. –
-¿Volver a verme? Pero ¿Quiénes son ustedes?- Quiso
saber el atónito muchacho.-
-¡Por favor, levantaos! – Les pidió Leval tan
atónito y envarado como su propio hijo. –
-Quizás hemos llegado en un momento inoportuno. –
Terció Doran que les explicó. – Mensajero, hiciste algo muy bueno por nuestro
pueblo. No sé si tú lo sabrás o no. Pero eso no cambia aquel hecho.
- ¿Y se puede saber qué fue?- Les preguntó el
muchacho que estaba realmente intrigado. –
-Lamentamos no poder decirlo, al menos todavía. – Se
disculpó Seren afirmando. – Pero como guardiana del tiempo – espacio, te
aseguro que un día sabrás a lo que nos referimos.
-Si usted lo dice...- Pudo musitar el chico con
patente desconcierto reflejado en su cara.-
- Nosotros teníamos muchos deseos de verte y
comprobar si aquello fue realmente posible. Ahora vemos que sí. Debemos irnos
ya.- Repuso amablemente la princesa.-
-¿No deseáis tomar alguna cosa?- Les ofreció Leval por mor de cortesía. –
-No, muchas gracias. Ya nos habéis dado mucho más de
lo que cualquiera podría pedir. Hemos visto al Mensajero. Nos sentimos realmente
honrados. - Le sonrió Doran. – Os pedimos disculpas si os hemos parecido algo
bruscos, y os damos las gracias por todo.
Y haciendo una prolongada inclinación ambos se
despidieron saliendo de la casa de la familia Malden. El atónito Leval miró
inquisitivamente a su hijo pero éste se limitó a encogerse de hombros. No tenía
ni idea de quienes eran esos dos individuos ni tampoco de porqué le estaban tan
reconocidos.
-No les había visto en mi vida. ¡Es que ni sé
quiénes son! - Declaró el atónito chico.-
Su padre suspiró. Aquello le sonaba a algo
relacionado con viajes a través del tejido espacio- temporal, lo dejó estar y se fue a su despacho, tenía
cosas que revisar. Entre tanto los saiyajin se elevaron en el aire volando
raudos hacia su hotel. Aterrizaron en la azotea evitando a las autoridades.
-Es tan magnífico como habíamos pensado.- Sonrió
Seren.- Cuando llegue su momento sé qué hará grandes cosas.
-Realmente tuvo que ser increíble.- Comentó Doran.-
Me lo has contado muchas veces y sigo encontrándolo difícil de creer.
-Sí, ¡ojalá hubieses estado ahí para haberlo visto!-
declaró la princesa.-
-Bueno, al menos ahora podré volver pronto a casa.
Quiero ver cuanto antes a mi esposa y mi hija.
-Eres feliz, se nota.- Sonrió su interlocutora.-
-Antes de volver pasaré a saludar a Idina. Es la
madrina de Alice. Y Neherenia me encargó que la entregase unas holo fotos
nuestras y de la niña.
-También yo deseo ver a mi hija Sandrei cuanto
antes.- Confesó Seren.-
-¿Sigue en la Tierra, verdad? Con los soberanos.
-Sí, al menos en estos días. Aunque supongo que su
padre querrá verla también. - Suspiró ahora la saiyajin remachando con pesar. –
Es complicado ahora. Pero nada más lejos de mi intención que separar a mi
exmarido de ella.
-Lamento esa situación. - Dijo ahora Doran con más
tacto. -
-Era de esperar.- Replicó su contertulia.- Ya sabes
que me enamoré de él y sé que Sean lo estaba de mí. Sin embargo, con los años,
no supo adaptarse a mi vida.
-Es un humano normal. Es comprensible.- Comentó su
interlocutor.-
-Le sigo queriendo, - confesó la princesa.- Y creo
que él a mí también. Y en su favor tengo que decir que, cuando nos conocimos
ignoraba quién era yo. Pensaba que era otra humana trabajando en la Masters
Corporation, como ayudante de la reina Serenity. Cuando ella se hacía llamar
Usagi Tsukino. Y en tanto salimos juntos y yo me comportaba como una terrestre
más, la cosa fue bien. Lo malo fue cuando me propuso matrimonio y acepté. Tuve
que explicarle quién era en realidad. –Suspiró para añadir entristecida.- Al
principio recuerdo que se lo tomó a broma, luego al demostrárselo, pues…vi que
tenía miedo pero pese a todo me amaba. Por ello me casé con él. Las cosas
parecieron funcionar durante un tiempo, sobre todo cuando me quedé embarazada
de Sandrei, pero… luego. Sencillamente él no podía hacerse cargo de las obligaciones
que implicaba estar casado conmigo.
-No todos los humanos pueden encajar estas
verdades.- Afirmó Doran.- ¿Tu hija cómo lo está llevando?
-Es muy pequeña todavía. Pasa tiempo con su padre y
está contenta.- Sonrió ahora Seren.- Cuando está conmigo o en la corte también
la veo bien. Tanto Sean como yo llegamos a un acuerdo cuando nos separamos.
Sandrei está por encima de todo. Debe ser feliz.
-Es verdad, lo mismo pensamos mi esposa y yo sobre
Alice. Nuestra hija es apenas un año menor que la vuestra. Se lo pasan muy bien
juntas.- Sonrió a su vez Doran.- Además de primas son buenas amigas.
-Eso me alegra mucho.- Afirmó su contertulia, quien
añadió cambiando de tema.- ¿Bajamos?
-Sí, me gustaría ver a Idina y a su familia como te
he dicho.- Convino el monarca de la Luna Nueva.-
Seren le despidió cuando ambos bajaron las escaleras
rumbo a sus habitaciones respectivas. La mujer pensaba en esos últimos años y
si bien no pudo decir que no fuera feliz al principio, enseguida comenzó a
pasarlo mal observando el sufrimiento que padecía su esposo y por qué no
admitirlo, su complejo de inferioridad respecto de ella y del resto de los
guerreros del espacio. Pese a todo era un hombre y no encajaba fácilmente que
su mujer fuera mucho más fuerte que él y de un linaje tan elevado. Por no decir
las miradas perplejas e incluso llenas de desdén de las que fue objeto alguna
vez cuando viajó a Nuevo Vegeta. Nadie desde luego se atrevió a decir nada
claramente. Excepción hecha de Eron. Y eso le dolió a ella más que haber recibido
una paliza.
-Lo siento de veras. ¡Ojalá hubiéramos podido
conseguirlo! - Pensaba con un poso de amargura. -
La apenada princesa decidió dejar de pensar en ello
y descansar un rato, esperaría a Doran y cuando éste retornase de esa visita
los dos se marcharían. Por su parte, el saiyajin prosiguió su camino tras pasar
por su cuarto y cambiarse con ropas más discretas, al uso terrícola. Llegó en
poco tiempo al domicilio de la amiga de su esposa. Tenía apuntadas las señas.
Llamó a la puerta.
-Mamá, papá. Están llamando…- Advirtió Tom.-
Idina
se acercó enseguida al escuchar a su hijo. No tardó en mirar por la Holo cámara
del teléfono automático de la entrada y sonreír al reconocer al marido de su
amiga.
-¡Doran!- Exclamó visiblemente feliz al abrir la puerta.-
Pasa, por favor, ¡qué alegría!
-Saludos.- Replicó él observando al crio que estaba
allí mirándole a su vez con extrañeza.- Hola Tom, veo que has crecido mucho.-
Añadió el soberano de la Luna Nueva.-
Aunque
el niño no despegó los labios, parecía sentirse bloqueado.
-¿Qué se dice, hijo?- Le instó suavemente su madre.-
Vamos, ¿dónde está tu educación?
-Hola señor.- Pudo responder el crío algo
amedrentado.-
-Es el marido
de una amiga de mamá.- Le explicó Idina.- Tú no te acordarás, estuvimos de visita
en su casa cuando eras muy pequeño. Mi hijo se llama Thomas Andrew…-Le recordó
a su invitado. - Anda cariño, ver a tu cuarto a jugar mientras yo hablo con
este señor…
El
crío así lo hizo, por su parte Idina ofreció a su visitante sentarse en el sofá
y algo de beber…
-No gracias, realmente estaré poco tiempo. Te he
traído unas holofotos de mi mujer y de nuestra hija Alice.
Se
las mostró para alegría de su anfitriona que pudo ver a su gran amiga abrazada
a una linda niña morena de ojos azules. Era muy parecida a su propia hija
Loren. Precisamente ésta apareció de la mano de su padre. El saiyajin les
saludó y departió brevemente con ellos.
-Dale a Nehie un gran abrazo y un beso de nuestra
parte.- Le pidió su anfitriona.- Espero poder verla pronto. A ella, a ti y a
vuestra hija.
-Sabes que siempre serás bien recibida en nuestro
reino, tanto tú como tu esposo y tus hijos.- Repuso Doran.- Por favor, si
tenéis tiempo nos honraríais viniendo a visitarnos.
-Descuida.- Terció el marido de Idina.- En cuanto nuestros
trabajos y el calendario escolar de los niños lo permita, sería un placer
aceptar vuestra hospitalidad en la Luna.
Su interlocutor asintió sonriente. Desde luego que
Neherenia le había dicho que les extendiera tal invitación. De modo que podía
dar por cumplida su misión. Aunque, claro está, él también apreciaba mucho a la
amiga de su esposa y a la familia de ésta. Ese cometido suyo había sido
realmente agradable. Así charló un poco más con ellos y al cabo de un rato y de
entregarles aquellas fotografías en tres dimensiones se despidió regresando al
hotel. Avisó a Seren que le aguardaba preparada y los dos se marcharon rumbo al
astropuerto.
-Ya está. - Declaró él. -
-Al menos esto está resuelto. - Convino la princesa.
–
-Ahora a ocuparnos de lo siguiente. - Sentenció
Doran en tanto los dos embarcaban en la nave que habría de llevarles de regreso
a la Tierra y la Luna respectivamente.-
-¿Has sabido algo de tu primo Kiros?- Inquirió la
princesa.-
-Sé que sigue en Nature, en su calidad de embajador
y que es feliz con su esposa y su hija.- Le contó Doran a su interlocutora.-
- Me alegra ver que un saiyajin ha sabido ser feliz
con una humana.- Afirmó Seren.-
-Sí, Maggie es una mujer extraordinaria, por lo que
mi primo me contó, tuvieron una forma realmente peculiar de enamorarse. Cuando
ambos competían entre sí por el amor de una mujer.
-¡Vaya!. Eso sí que es algo realmente raro.- Afirmó
la sorprendida princesa.-
-Y ahora llevan casados varios años ya y, según
Kiros, son felices, su hija Gloria Elua al parecer es una niña muy notable. Mi
primo no quiso comentarme mucho sobre eso, pero creo que la cría tiene una
enorme fuerza potencial. Ha despertado el interés de altos poderes. Y cuando
digo altos…
Dejó
aquella frase en suspenso y la princesa no precisó de que le explicasen más,
enseguida pudo replicar con tono agudo y perspicaz.
-¿Algo similar al Mensajero?
- Debe de ser algo parecido, sí. Aunque ignoro hasta
qué punto. Pero Elua y hasta mi propia madre, están muy interesadas en que mi primo la lleve
a Nuevo vegeta, para adiestrarla.- Admitió su interlocutor explicándole a Seren.-
Mi primo quiere hacerlo, pero le preocupa que su esposa no lo vea bien. Ya
sabes, Alteza…
-Sí, lo entiendo mejor que nadie. Para los humanos
muchas de nuestras costumbres parecen bárbaras. No comprenden nuestra pasión
por combatir. Y tienen miedo.- Suspiró recordando sus propias experiencias con
tono triste.- Temen ser heridos, o no ser aceptados e incluso humillados…
Doran se dio cuenta de ello. No deseaba que la
princesa se sintiera incómoda rememorando aquello y ambos dejaron aquel tema. Pasaron
a charlar sobre otras cosas en tanto embarcaban en una lanzadera y su nave
abandonaba Bios. Mientras, en casa de los Malden, Asthel dejó su Tablet en su
habitación y se cambió de ropa. Ya había crecido mucho, era incluso más alto
que su padre y comenzaba a preocuparse más por las chicas y los asuntos propios
de su edad que por su misión. Maray a su vez había estirado bastante, era
asimismo muy alta para su edad. No obstante, aún seguía en su habitación
jugando con sus muñecas. Al menos ella todavía era una niña. Sin embargo, esa
etapa dentro de poco llegaría a su fin. A eso se le sumaba que había aprendido
bastante de su hermano en el campo espiritual. El chico en cambio, parecía
haber perdido mucha de su perspicacia y su clarividencia de antaño. Estaba más
dominado por su naturaleza humana. Ya no se preocupaba demasiado por los
dioses, de hecho, desde que Buruk se fue ninguno había vuelto. Eso iba a
cambiar una noche aunque él todavía era ajeno a ello. Lo cierto es que Asthel,
en el instituto, había estado charlando mucho últimamente con una muchacha
llamada Madeleine. La conocía desde que ambos eran pequeños en la guardería y siempre habían sido amigos, pero ahora las
cosas habían cambiado un poco. El joven la miraba de otra manera. Su compañera
también había crecido mucho y se había convertido en una chica de larga melena
rubia, esbelta, alta y de ojos azules, muy atractiva, en edad a su vez de coquetear
con chicos. A su condiscípulo no le era nada indiferente, pensaba en ella de
modo constante. Así se quedó en su cuarto tratando de decidir qué le diría
mañana a esa muchacha cuando su madre llegó. Tras pasar a saludarle a él y a su
hermana, Amatista escuchó lo sucedido de labios de su esposo.
-No sé qué puedo decirte. – Replicó ella con visible
desconcierto. – Si tu prima Seren y ese otro saiyajin han dicho eso, no creo
que estén de broma.
-Desde luego, los guerreros del espacio no suelen
bromear con esas cosas. Y menos con lo de hacerle reverencias a cualquiera. –
Apuntó Leval quien suspirando, sentenció. – Pero vi claramente que nuestro hijo
no tenía ni idea de lo que le estaban hablando. Y él mismo me lo confirmó.
-Por experiencia he aprendido que este tipo de cosas
es mejor dejarlas como están. – Le comentó su mujer, añadiendo sabiamente.-
Cuando él deba conocer a qué se refieren, lo hará…
Su esposo asintió, estaba totalmente de acuerdo con
eso. La familia pudo pasar así una tarde tranquila, cenaron con temas de
conversación triviales y cada uno se fue a dormir. Asthel ocupaba sus
pensamientos en su compañera de clase. Esa noche, mientras soñaba despierto con
pedirle una cita a Madeleine, alguien apareció de repente junto a su cama. El
chico se incorporó sobresaltado y pudo ver entre la penumbra una silueta
femenina.
-¿Quién es?...- le inquirió con asombro entre
susurros a esa figura mientras encendía la luz, pero ésta no respondió más que
con el sonido de una débil risa. -
Al
encender vio que efectivamente se trataba de una mujer, vestida de forma muy
provocativa y de una gran belleza. Sus ojos eran celestes, su pelo también
tenía una tonalidad azulada y le caía por los hombros. Tenía dos grandes
mechones que se curvaban a la altura de sus orejas. Miró fijamente a Asthel y
le dijo con una voz muy suave.
- Hola Mensajero. - Saludó melosamente
presentándose. - Me llamo Zoen y soy una diosa. He venido a enseñarte...
- Sí - pensó él con malicia. - Ya sé yo lo que me
gustaría que me enseñases.
- ¡Vaya! - le miró ella sonriéndose pícaramente,
Asthel tenía la incómoda sensación de que le leía la mente y en efecto la diosa
añadió. - Veo que también eres muy humano. Celebro que este cuerpo te guste,
pero no he venido para eso. Deberás prestarme atención.
- Eso no será problema,- aseguró su interlocutor
que, lejos de avergonzarse, la miró sonriente. -
La
diosa asintió complacida y se dispuso a
hablar. Así pues, Asthel se preparó para oír lo que Zoen tuviese que decirle.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Por favor, si sois tan amables y no os es molestia, comentar vuestras impresiones sobre lo que habéis leído. Me vendría muy bien para mejorar y conocer vuestras opiniones sobre mis historias. Muchas gracias. ;)