martes, 8 de marzo de 2011

GWT 13.165. Los sentimientos del Mensajero

Zoen le dijo a Asthel que se durmiese y que ya le visitaría al día siguiente. La diosa estaba plenamente informada de que, bajo ninguna circunstancia, debía interferir con el normal desarrollo de la parte humana del mensajero. Así se lo indicó Georcael cuando la envió.



-En ese estadio de su desarrollo, los humanos atraviesan una fase turbulenta llamada adolescencia. Sufren muchos cambios que no pueden controlar. Por eso, deberás tener mucho cuidado. Es fundamental para nuestra misión que el Mensajero no pierda el uso de sus dones.

-Sí, mi señor Georcael.-

-Posiblemente, tu apariencia hará mella en él. Trata de que eso no se convierta en un obstáculo. Sé amable y complaciente, pero guíale de modo adecuado.

-Lo que tú ordenes.- Replicó obedientemente la diosa.-



Así pues, ahora le dejó para que pudiera dormir. El muchacho lo intentó, pero pensando en aquella escultural mujer, con esa especie de vestido ajustado de cuero y botas altas de tacón a juego, apenas pudo conciliar el sueño. Al fin lo logró y al día siguiente fue a clase de modo normal. Esa visión ahora casi le parecía que hubiese sido, únicamente eso, un sueño.



-He debido de alucinar ayer. No creo que eso fuera real. ¡Ja, ja! ¡Qué salido estoy! - Se sonreía él mismo al recordarla. -



Dejó de pensar en eso porque allí descubrió a Madeleine que charlaba con su grupo de amigas. La joven le vio acercarse y se separó de ellas.



- Hola Asthel. ¿Tienes los apuntes de física? - Le pidió jovialmente la chica. -

- Claro. - Sonrió él contestando nervioso. -Te los dejo luego...



La muchacha asintió con una media sonrisa que la embellecía aun más a los ojos de él, y Asthel aprovechó para lanzarse, ¡era ese momento o nunca!



- Oye Madelaine. ¿Este viernes estarás ocupada?...

- Tengo que ir a una reunión... ¿por qué? - Inquirió ella extrañada. -

- No - respondió Asthel algo cortado. - No, por nada... ¿qué clase de reunión?,- le preguntó tratando de distraer su atención del fallido intento de cita. -

- Es una reunión del grupo activista por el libre acceso a Bios, - le explicó ella que añadió a modo de consejo amistoso. - ¿Sabes? Deberías venir. Ya verás cómo tienen cosas importantes que decir.

- Esos son los que dicen que a Bios pueda entrar cualquiera ¿no? -  Repuso el chico tratando de hacer memoria sobre lo que había escuchado por ahí. -

 - No es sólo eso. - Contestó su compañera pacientemente como si ya estuviera acostumbrada a que le expusieran esa misma idea, para aclarar. -Verás, ellos dicen que este planeta no debe de ser un paraíso reservado únicamente a unos pocos privilegiados...

- Me parece justo. ¿Entonces no te importa que te acompañe allí?,- dijo él más con la intención de estar con ella, que de escuchar el aburrido sermón político de cuatro tipos raros. -

- ¡Claro que sí!,- asintió Madeleine entusiasmada. - Quedaremos en la plaza norte a las ocho. Ahora debo ir a mi clase y no te olvides de los apuntes. - Le dijo en alto mientras se metía en su aula. -

           

            El muchacho sonrió feliz y se metió en la suya. No atendió mucho ese día, pensando cómo estaba en quedar con aquella muchacha. Terminadas las clases, de camino a casa imaginaba en que eso podría ser el principio de una cita. Cuando llegó estaba muy contento y su madre se lo notó.



- Que alegre te veo, hijo. ¿Ha ocurrido algo? - Le preguntó Amatista con una mirada inquisitiva. -

- Nada mamá. - Sonrió él azorado para confesar. - Es que he quedado con Madeleine...

- ¡Vaya con mi chico!-  rio su madre divertida por los colores que se le notaban. Estaba claro que para su hijo eso era algo más importante de lo que quería hacer ver. – Es una muchacha muy guapa… ¿Y a dónde vais a ir?...



            En esto se acercó Maray que lo había escuchado todo tras la puerta y le dijo en tono burlón.

           

- ¡Asthel tiene una cita!, Asthel tiene una cita.... ¡ya tiene novia!

- ¡Cállate ya, tonta! - Le espetó su hermano que se puso aun más colorado, tanto, que su madre y su hermana se rieron sin poderlo evitar. -

- Venga Maray. - Intervino conciliatoriamente Amatista intentando calmar las cosas. - No te metas con tu hermano. Luego te quejarás de que él se meta contigo. Anda, vamos a comer.



Por suerte, las palabras de su madre obraron de bálsamo, los chicos se apaciguaron y todos se sentaron a la mesa.



-¿No esperamos a papá?- Quiso saber Asthel.-

-Tu padre tenía hoy una de esas reuniones. No sé si llegará a comer.- Comentó Amatista.-



De modo que los tres charlaron sobre alguna que otra cosa dejando de lado ese tema de la cita y entonces llegó Leval. El militar venía cansado de un día bastante complicado y eso, además de un apreciable bigote que lucía ya desde hacía tiempo, le hacían parecer bastante más adusto en su ya de por sí cada vez más serio carácter. Lo cierto era que sus responsabilidades le llevaban a ser más metódico, ordenado y rutinario que nunca. Menos amante de cualquier tipo de aventura. Y haciendo honor a su faceta de hombre “tranquilo”, saludó a su familia y tras lavarse las manos y cambiarse por ropa más cómoda se sentó a la mesa. Amatista que aun conservaba algunas dosis de su entusiasmo más juvenil, (sobre todo en temas como el que iba a exponer) le dijo en tono humorístico mientras su marido se servía algo de pasta.



- ¿Sabes que tu hijo tiene una cita? – Su padre puso cara de sorpresa mientras Asthel, sintiéndose incómodo, miraba enrojecido hacia su plato. -

- Vaya. - Inquirió Leval con moderada y serena curiosidad. - ¿Y con quién es esa cita, hijo?

- Mamá…- dijo Asthel envarado. - Espero que no vayas contándoselo a todo el mundo por ahí...

- ¡No seas tan vergonzoso, cielo! Estamos en familia. - Le animó su madre con expresión divertida para pedirle. - Anda, ¡contéstale a tu padre!...

- Es con Madeleine, papá, - repuso Asthel - La chica de la clase de al lado.

- Esa niña que iba a tu clase en la guardería. La recuerdo, era una cría rubita muy mona. Aunque supongo que ya estará crecidita, ja, ja ¡Mira qué bien! parece que ya os conocéis desde hace mucho tiempo, en fin - añadió Leval suspirando. - Es una noticia agradable después del día que he tenido.

- ¿Ha sido duro eh, cariño? - Se interesó Amatista. - ¿Problemas en esa reunión?

- Los de siempre. Estoy harto de esos tipos del movimiento activista - rezongó Leval. - Desde que comenzaron a significarse en Bios hará unos dos años no paran de traernos complicaciones...mira que Mazoui nos lo advirtió.

- ¿Qué han hecho ahora? – Quiso saber su esposa en tanto servía a los chicos y hacía lo propio con ella misma. –

- Las agitaciones de rigor, romper algo de mobiliario urbano. ¡En fin! - suspiró largamente él para protestar con cierta resignación. – Protestan por las leyes de control de inmigración que se proyectan desde aquí, en Bios. Dicen que no se ajustan a la carta de Derechos Planetarios ni a la Declaración de los Derechos Humanos, y vete a saber cuántos códigos de esos más. Tanto insisten que hasta puede que tengan algo de razón. Al final tendré que hablar un día con mi hermana Kerria a ver si ella me puede asesorar en ese aspecto.

- Ella se ha movido más por Nature que por aquí, excepto cuando ha venido de visita. A lo mejor Idina puede hablar con su amiga Nehie para que le dé novedades. Ella fue la primera en avisarnos hace años. – Le sugirió su esposa. -

- Desde luego. Con lo tranquilo que era este planeta hasta hace nada y tener que estar actuando de policía. Parece que haya que tener más cuidado con los que viven en este mundo que con lo que pueda haber fuera. - Rezongó él moviendo la cabeza. -

- Pero suelen protestar por cauces más moderados, ¿no? - Le comentó su mujer. –

- Sí, hacen reuniones que están permitidas, pero hay otros que prefieren ir más lejos con sus formas de reivindicar.

- ¿Son gente mala, papa? - Terció Maray con algo de temor en su voz. –

- No todos, cariño - le sonrió su padre, preocupado ante la posibilidad de haber asustado a su hija. – La mayoría se reúnen pacíficamente y solamente hablan…

- Papa. - Intervino tímidamente Asthel, confesando con voz queda. - Madeleine pertenece a ese grupo y me ha invitado a ir a una de esas reuniones…- De hecho, nuestra cita será ahí.

- ¿Qué? - Su padre se levantó de golpe de la mesa para agregar con visible contrariedad. - ¿Cómo? ¿Esa chica es una de esos activistas? Espero que no se te ocurrirá ir con ella. Algunos de esos tipos son unos locos...

- Pero papá, no piden nada que no sea justo. - Respondió el chico tratando de defenderla. – Tú mismo has dicho que puede que tengan algo de razón.

- ¡Eso es lo que tú te crees! - Le espetó su padre que, ante las caras del resto de su familia, optó por añadir con mayor moderación y sobre todo, tintes de preocupada advertencia. - Mira hijo, desde hace ya dos años me las tengo que ver con ellos. Como he dicho antes, no son todos, pero algunos de ellos, cada vez más, se dedican a sabotear, robar y demás desmanes con la excusa del libre acceso a Bios. Eso siempre termina mal y atendiendo a lo que ya ha sucedido en Nature, no me gustaría que algo así ocurriese aquí también, pero mucho me temo que algunos de esos elementos tienen ese tipo de planes. Hay bastantes fanáticos y criminales entre ellos que están a la espera de cualquier excusa para delinquir o promover la anarquía. Dile a tu amiga que no se mezcle con esos tipos, son peligrosos y nunca se sabe a quién podría tener a su lado en una de esas reuniones.



             Asthel se quedó pensativo y el resto de la familia estaba callada, al fin se atrevió a proponer.



- Podría ir allí y decirte de lo que estén hablando. Una reunión no me hará ningún daño. Así estarás informado.

- No puedo permitirlo, es muy peligroso. - Respondió Leval que añadió. - Además, es ilegal lanzar algunas de las consignas que abanderan contra las propiedades privadas y a favor del vandalismo. Si lo hacen estando tú y las patrullas te ven allí, te detendrán.

- Papá - arguyó Asthel despreocupadamente. - He ido a sitios mucho peores. No me van a asustar unos cuantos fanáticos.

-Hijo, escucha a tu padre. - Le pidió Amatista, preocupada ahora. - Si es peligroso lo que deberías hacer es decirle a Madelaine que no fuera…



            Aunque Leval lo estaba meditando, de hecho, su hijo era capaz de ir y venir a su antojo gracias a esos pasillos que abría. Le preguntó entonces.



- ¿Todavía eres capaz de transportarte como cuando eras niño?

-Sí papá. Eso no supone ningún problema. - Repuso el muchacho. - Podría ir allí y salir enseguida si veo que algo se pone peligroso. Y llevarme a Maddie.

- Bueno, en tal caso, quizás sería mejor que fueses. De acuerdo…pero tendrás que actuar como yo te diga. – Concedió su padre. -



El caso es que, parándose a pensar eso último y viendo una buena posibilidad de obtener información de primera mano a parte de la de los confidentes e infiltrados que ya tenían, a Leval no le pareció tan mala idea. Además, a buen seguro que las cosas no llegarían a desmandarse demasiado y él podría “advertir” a las patrullas que “ignorasen” ese sector aduciendo tener en marcha una investigación secreta. Y siendo su hijo alguien con características tan especiales, tal y como le acababa de asegurar, seguro que podría irse de allí cuando quisiera. Recordó en parte esas enigmáticas palabras del embajador Ewint. Su hijo podía protegerse sólo…



-Gracias papá. - Sonrió él plenamente satisfecho. –

- No es ningún juego, ve con cuidado. - Le advirtió pese a todo Leval. -



El chico asintió. Se sentía bastante contento. Y al menos tenía dos motivos de peso para estarlo. Su padre confiaba en él para esa misión, como si de un agente secreto se tratase. Y además podría estar con Maddie. De modo que se apresuró a añadir con entusiasmo.



- No te defraudaré. ¡Ya lo verás!

- Dime lo que esos gamberros estén tramando. Pero si hay problemas desaparece enseguida de allí. - Le indicó Leval ante la escandalizada mirada de su esposa quien no podía creer lo que escuchaba. -

- Pero ¿cómo puedes dejarle ir? ¿Es que te has vuelto loco?,- terció Amatista visiblemente enfadada. -

- No hay porqué preocuparse, confía en él - le pidió su marido. -

- Eso, soy el Mensajero - afirmó Asthel con algo de mofa preguntándose en voz alta. - ¿Qué me van a hacer?



            Pero para sorpresa de todos Amatista, dando un golpe sobre la mesa y levantándose, le replicó más que contrariada.



- Mira hijo, no bromees con eso, es algo muy importante. Muchos seres muy poderosos se han dedicado a enseñarte y protegerte por alguna razón. Tu padre y yo, al igual que otras buenas personas, tuvimos que sufrir bastante para evitar que nada te sucediera. Algunos de nuestros amigos e incluso familiares también tuvieron que sacrificarse mucho durante ese tiempo. Recuérdalo, ¡no te consiento que te burles de ello!



Nuevamente se produjo un tenso silencio. Maray miraba en todas direcciones aliviada de que el tema no fuese con ella. Leval también estaba incómodo, no debía haber permitido que Asthel le convenciera, pero aun recordaba los prodigios que, siendo niño, había realizado y dudada de que nadie pudiera dañarle. Aunque en este caso Amatista tenía razón, el chico seguía siendo su hijo y, además, apenas un crío. Pero ahora era tarde para dar marcha atrás y no deseaba desdecirse. De todos modos, ordenaría que un grupo de soldados permaneciera cerca y al acecho, para intervenir en cualquier posible alboroto. Por su parte, Asthel se arrepintió de haber hablado a la ligera en ese tema y únicamente pudo decir con tono conciliador.



-Lo siento, mamá. No te enfades, no es para tanto. Te prometo que tendré mucho cuidado. Madeleine ha ido a varias de esas reuniones y no le ha pasado nada. Sólo hablan, nada más. Y si yo puedo ayudar a papá y contarle lo que ocurre, seguro que eso será bueno para todos. A lo mejor descubrimos algún plan contra la gente de Bios.



            Sus padres no respondieron a eso, pero parecían más apaciguados. Al menos Leval, desde luego Amatista había torcido su expresión y continuaba muy enfadada, pero no dijo nada más.  Asthel aprovechó esa especie de tregua para terminar de comer y se levantó agregando, con patentes deseos de salir de ahí.



- Me voy a mi habitación a estudiar...- y dándose prisa se fue a su cuarto. –

- Yo ya he terminado, ¿puedo irme ya? - Se atrevió a preguntar Maray temiéndose que la cosa no había acabado, a juzgar por la expresión de su madre. –

- Sí, hija- le concedió Leval con tono apagado. -



La muchacha no tardó en levantarse a su vez para irse a su cuarto. Cuando al fin quedaron a solas Amatista dijo suspirando para tratar de aliviar su tensión.



- Parecía tener más responsabilidad y conocimiento cuando sólo era un niño pequeño. Y tú tampoco parezca que tengas mucho más que él. ¿Cómo se te ha ocurrido aceptar esa absurda propuesta suya? - Le reprochó su esposa con indignación para sentenciar. - ¿Es que no tienes más espías en tu base?

- Vale Amatista. Es verdad, no debí aceptar, pero no te preocupes, todo va a estar controlado. Además, en eso es como él dice. Las reuniones suelen ser dirigidas por gente mayor, no son muchos y se concentran en plazas para hablar y arreglar el mundo con discursos. Se creen que no sabemos dónde quedan, pero tenemos informadores.

- ¿Entonces para que animas a nuestro hijo a que vaya? - Le objetó ella. –

- No le he animado yo. Ya había quedado con esa chica y me temo que, si se lo prohibimos, viendo lo que esa muchacha le gusta, sería capaz de desobedecernos. Al menos así sé dónde va a estar y le tendré controlado. Además, él tiene percepciones que pueden ayudarle a descubrir cosas que el resto no seríamos capaces de ver. Y no te enfades, pero en algo le doy la razón, es el Mensajero y desde antes de nacer ya estaba protegido. Y esto no será peor que la amenaza de aquellos seres del olvido.

-Esos seres del olvido casi nos destruyen a todos. ¡Casi te eliminan a ti! - Le recordó su mujer con visible enfado e incluso dolor en su tono. – Nunca en mi vida pasé tanto miedo como entonces. No te atrevas a tomarlo a la ligera…



            Aquello desembocó en otro violento y tenso silencio. Desde luego Leval se dio cuenta de hasta qué extremos afectaba eso a su mujer. Era cierto que pasaron por mucho.



-Lo sé, cariño. - Pudo replicar él que trataba de congraciarse con su esposa. - Tienes toda la razón.  Pero estoy muy preocupado. Hace poco me llegaron informes de Nature.

-¿De Nature?.- Repitió Amatista sorprendida para añadir.- Mi madre ha estado allí en algunas ocasiones y no me ha dicho que esté sucediendo nada fuera de lo normal. Y también tu hermana Kerria estuvo hace años llevando alguno de sus casos.



            Su esposo asintió, sin embargo, ni Esmeralda, ni Kerria tenían porqué saber nada de la situación de ese planeta, al menos en lo tocante a temas militares y de seguridad. Pese a eso y con tono conciliador, Leval le refrescó la memoria a su mujer.



-Ky nos contó hace tiempo el terrible ambiente de homofobia y represión que se respiraba allí. Hay grupos neoreligiosos muy poderosos en ese planeta. Y sospechamos que puedan tener conexiones con otros de la Tierra y de aquí mismo. No es algo que tengamos confirmado pero podrían estar trabajando de manera coordinada. Eso por no hablar de aquel ataque tan terrible que sufrieron, por parte de unos renegados Arcoily. Desde entonces, esos tipos, que te recuerdo fueron quienes nos atacaron a nosotros en la SSP-1 y después a la SSP-2,  no han vuelto a dar señales, pero no podemos fiarnos. Hay mucho más de lo que parece. Susan Hunter, mi antigua subordinada en la SSP-1, me ha contado algunas cosas, y créeme, no me han gustado nada.



            Ahora fue Amatista quién dio la impresión de templar su enfado en tanto reflexionaba.



-No sé nada sobre conspiraciones ni planes secretos. Eso es cosa tuya. Admito que siempre has sabido qué hacer en ocasiones similares, pero ahora es diferente., ¡Es nuestro propio hijo quién podría estar en peligro! ¿Es que no lo comprendes?- Le preguntó con visible desasosiego. -



            Leval no tardó en suspirar para, asintiendo, responder con tinte afectuoso.



-Lo entiendo, pero también sé que nuestro hijo sabrá cuidarse. Esto no es como aquella vez contra los seres del olvido. Entonces él nos salvó a todos. Ahora simplemente irá a escuchar cuatro tonterías…y en el caso de que no lo fueran, saldrá enseguida de allí.

- De todos modos, no me parece nada bien. – Insistió Amatista afirmando con rotundidad. – Tenía más confianza en él cuando era un bebé que ahora. Al menos en lo referente a estas cosas.

- Pero mujer- sonrió su esposo - ¿Es que no ves que está en la edad de buscar chicas? Eso es algo inevitable, todos hemos pasado por eso. Se hacen muchas tonterías. Sin ir más lejos. ¿Cómo eras tú a su edad?

- Yo tenía responsabilidad - se defendió Amatista, aunque ahora sonó menos convencida. -

- ¡Venga ya! - Dijo él con sorna. - ¿Responsable tú? Traías a tus padres de cabeza, ¡acuérdate! Según tú misma me contaste. Te quedaron dos asignaturas, un lío con un tipo en París, el grupo de música y por si fuera poco...

- Vale, vale, - concedió su esposa quién desde luego se acordaba perfectamente y no sin rubor de algunas de las cosas que solía hacer a esas mismas edades. – No es necesario que te molestes en recordármelo, ya me acuerdo - reconoció sin poder evitar el sonreírse al fin. - Está bien, quizá exagero un poco, pero debemos estar atentos a nuestros hijos. Están en una edad difícil. Me preocupo tanto precisamente por que sé como era yo a su edad y la cantidad de tonterías que hice. Y lo malo es que entonces no me parecían tonterías. Creía estar cargada de razón y muy segura de todo lo que hacía. ¿Lo comprendes? - Remachó con un tinte casi suplicante. - Ahora solamente de pensar en muchas cosas que hice…no sé. Ni me atrevería a que algunas se me pasaran por la cabeza. Realmente tuve suerte a veces de no salir peor librada.

-Sí, claro que lo comprendo. Todos hemos hecho cosas absurdas cuando éramos jóvenes. Pero aquí estamos. Por eso te digo que no debes preocuparte tanto. - La animó Leval más distendidamente. – Nuestro hijo saldrá adelante. Mira, si Asthel fuese un chico normal no le habría dejado ir, pero él tiene un poder y un conocimiento mayores de lo que podemos imaginar. Supera con mucho los nuestros, y tú eres una Justiciera y yo un super saiyajin. Nos hemos enfrentado contra seres poderosos y terribles. ¿Cómo iban a poder hacerle daño cuatro charlatanes a nuestro hijo? ¡confía en él!

- Está bien, pero por muy poderoso y sabio que sea, sólo tiene quince años y es precisamente eso, mi hijo, no puedo evitar preocuparme.

- Lo sé cariño, también es hijo mío. - Convino Leval que guardó silencio puesto que Maray venía de su cuarto. – Y va a estar bien…a la hora de la verdad confío en que es más juicioso de lo que aparenta ahora.

- ¿Estáis enfadados con Asthel?,- les preguntó la niña algo tímidamente. -

- No hija, no te preocupes - se apresuró a tranquilizarla Amatista. - No se trata de eso...

- Solamente nos preocupamos porque nada malo le pase. – Afirmó su padre. – No te inquietes, cielo.

- Pero Asthel hace muchas cosas increíbles. Esa reunión para él no será nada peligrosa. – Pudo decir la cría. –



Aunque sus padres se observaron entre sí con un gesto de sorpresa. De hecho, ¿qué podría saber Maray de las cosas que hacía su hermano? Decidieron dejarlo pasar. Ellos mismos tenían la culpa, habían hablado de esas cosas, sin pararse a pensar, delante de la niña. Sólo esperaron que ésta no le concediera más importancia. Mejor obviar el tema.



- Sí cariño, pero, aunque hayas oído algo sobre las cosas que tu hermano puede hacer, a veces eso no basta. – Le explicó su madre acariciándole cariñosamente la mejilla para añadir. – Nosotros os queremos mucho y no deseamos que nada malo os pueda ocurrir. Por eso tenéis que obedecernos. El mundo a veces puede ser un sitio muy peligroso. ¡Por favor! Recuérdalo…



            La niña asintió, sus papás lo sabían todo de modo que si ellos decían eso sería verdad. Volvió a su cuarto a jugar un poco antes de irse a dormir. Amatista y Leval decidieron dejar ese tema. Él tenía papeleo por revisar y ella debía preparar algunas cosas del laboratorio pendientes. Como tenían habitaciones de sobre en casa, cada uno había montado su propio despacho.



-No sé, esto no me gusta nada. – Pensaba Amatista.-



            Al hilo del recuerdo de su cuñada. Hizo memoria. Aprovechando que Bios era etapa obligada, su madre fue a verles tanto a la idea como a la vuelta de un viaje que hizo a Nature para verificar algunas cosas de la sucursal que tenía allí.



-¿Me alegra verte, mamá!- La saludó ella cuando fue a recogerla al astropuerto.-

-Igualmente, cielo. Estoy deseando ver a los niños.- Sonrió su progenitora.-

-¿Qué  tal por Nature? Si te lo puedo preguntar.- Quiso saber ella.-¿Conseguiste reclutar a esas modelos?

-¡Oh, si!  Me he traído a tres. -Comentó tratando de hacer memoria.- Una tal Keisha Oburu, otra que se llama Debra Azov, muy buenas chicas y estupendas profesionales. Y la más prometedora de todas en mi opinión,  Sonia Calderón. -Le contó su madre agregando sin embargo con más énfasis.- Por cierto, durante el viaje coincidí con Kerria. Ella también iba a Nature.

-¿Con Ky?- Se sorprendió Amatista.- No ha dicho que fuera a venir.

-Ya. Es que me contó que debía de ir directa y sin hacer escalas. Tenía un caso muy urgente. Debe defender a una oficial militar que ha agregado a un civil. No sé, no me acuerdo muy bien.- Le explicó su progenitora.- Creo que su bufete la envió con mucha premura. Me lo comentó cuando coincidimos en la lanzadera. Luego ya ni la vi. Me fui con esa tal Brenda, la muchacha que dirige Modas Deveraux de Sagan City…no sé, tengo la impresión de que me he dejado algo en el tintero con esa chica. Pero no recuerdo qué.

-Tienes muchas cosas en la cabeza, mamá.- Sonrió Amatista que únicamente se centró en el asunto que Kerria tuviese allí y así lo comentó.- Muy importante tendría que ser para que Ky ni llamase.

-Lo era al parecer. Un caso bastante difícil.- Afirmó Esmeralda.-



            Y poco más le contó su madre. Luego de pasar unos días con ellos, inspeccionó la sede de Modas Deveraux de Vitae, le dio recuerdos de parte de su padre y se marchó de vuelta a la Tierra. La que sí pasó cuando retornaba de Nature fue la propia Kerria. Su cuñada se alegró mucho de verla, como no podías ser de otro modo, y tras saludar a sus sobrinos las dos tomaron algo en una cafetería del barrio donde Amatista y su familia residían.



-¿Sabes que en Nature, Ginger ha abierto un negocio realmente próspero?- Le contó Kerria, agregando divertida.- Te tiene en un pedestal. Con un karaoke con holo fotos tuyas y de tu grupo de compañeros de la SSP-1.

-Ginger es una chica estupenda. La echo mucho de menos. Espero poder enviarle un mensaje para que me cuente cómo le va con su hijo.-

-El pequeño Dean es una monada. Está muy feliz. – Le dijo su cuñada-

-¿Y a ti qué tal te fue?- Inquirió ella con curiosidad.-



            Aquí la expresión de Kerria se ensombreció. Tras unos instantes le confesó.



-No muy bien. Perdí el caso. Bueno, fue un juicio bastante atípico. La culpabilidad estaba clara. Mi estrategia giraba en torno a exculpar a mi cliente alegando que tenía atenuantes.

-¿Pero qué paso? Mi madre me comentó algo cuando estuvo aquí. Pero ya sabes cómo es, no se enteró mucho.

-Tampoco pude ser muy explícita. Tema de confidencialidad.- Matizó Kerria, contándole de seguido.- Ahora, con el caso cerrado, puedo darte más detalles de los que le di a tu madre. Para empezar, o mejor dicho, terminar, el final del juicio fue muy extraño. No sé, hay cosas que aun no comprendo.- Musitó algo desconcertada.-



            Amatista la observó con extrañeza. Su cuñada no solía mostrarse tan dubitativa cuando hablaba de su trabajo. Era una excelente abogada. Y al fin, Kerria le comentó.



-Para empezar. Al final llamé a una testigo. Una chica llamada Daphne Kensington. Ella era la novia de mi defendida, la alférez Sabra Leví. Pero en Nature la moral es muy cerrada. Son como gentes del siglo diecinueve. Esa chica habló conmigo antes, aunque debo admitir que yo, en un principio, fui a tratar de sonsacarle información. Incluso me encontré con mi ex, Maggie, allí.

-¿Ah sí?- Se sorprendió Amatista.-

-Bueno, sería muy largo de contar. Pero te aseguro que, de no haberlo visto y oído por mí misma, jamás lo hubiese creído. Maggie me invitó a cenar a su casa, con su esposa y su hija. Tiene una niña realmente adorable. Pero no se recató de predicarme en contra de las relaciones entre personas del mismo sexo. ¡Es como si se hubiera convertido en una especie de homófoba! ¡Maggie!, mi ex novia que adoraba enrollarse con otras mujeres. -Sentenció con una mezcla de malestar y perplejidad.-

-¿Y cómo es posible eso?- Quiso saber ella, realmente llena de curiosidad.-

-Según ella, murió al dar a luz y fue al Infierno. Allí vio el alma atormentada de su primer amor, su profesora de literatura. En fin.- Suspiró Kerria.- Parece una especie de novela. Pero te juro que así fue. Maggie me dijo, bueno, más bien, me conminó a que me enmendara y dejase mis relaciones contra natura con otras mujeres. A pesar de que le conté que estoy casada con Samantha y que tenemos un hijo.

-No puedo creerlo.- Afirmó una estupefacta Amatista.-

-Pues eso no fue lo único.- Le desveló su cuñada, recapitulando.- Te estaba comentando que quedé con esa tal Daphne, por desgracia su novio, el agredido por mi cliente, estaba con ella. Un chico llamado Martin. Un buen tipo debo de admitir. Aunque me di cuenta enseguida de que ella no le amaba. Ya me comprendes. Sin embargo, estaban prometidos. Eso fue algo que olvidé durante el juicio. No entiendo aun como me pudo ocurrir.

-Mujer, tienes mucho en qué pensar. Es lógico que pasaras por alto algunos detalles.- Quiso excusarla ella.-

-Pero ese era un dato crucial.- Rebatió su interlocutora moviendo la cabeza, agregando con genuino desconcierto una vez más.-Aunque lo más extraño es que, al final del juicio, como te decía, la propia Daphne acudió a mí deseando testificar y admitiendo que estaba enamorada de Sabra.

-Entonces genial, ¿no?

-No, en un principio yo misma descarté llamarla. Hasta mi defendida me pidió que no lo hiciera. De testificar, Daphne hubiera tenido que reconocer su relación con Sabra. Y eso, allí, hubiera significado para ella el fin de su carrera como maestra y romper con su familia. Al menos eso saqué en claro.

-Sin embargo, si esa muchacha quiso testificar por su propia voluntad. Estaba decidida a arriesgar todo eso por tu cliente. ¿No es así?- Inquirió Amatista.-

-Ahí está lo realmente extraño.- Le contó su cuñada.- Cuando las vi juntas estaba claro que se amaban. Sin embargo, una vez que Daphne comenzó a declarar, parecía otra persona. Testificó en contra de Sabra, la acusó de estar obsesionada por ella. Y vi claramente que estaba mintiendo.

-¿Cometió perjurio?- Exclamó Amatista con asombro, para preguntar.- ¿Y no lo denunciaste?

- No podía. ¿En base a qué? Era imposible demostrarlo con pruebas.- Repuso una frustrada Kerria, que suspirando, añadió.- Por suerte su prometido, Martin, retiró todos los cargos contra mi defendida, a cambio de que esta no volviera a estar cerca suya, ni de Daphne. Sabra aceptó, estaba muy dolida. ¡Pobre chica! ¡No puedo comprender por qué Daphne la apuñaló así! Es como si en ese planeta pasaran cosas muy extrañas. Me alegra estar aquí y después de veros a mi hermano, a los niños y a ti, estoy deseando volver con Sam y con Brian pronto…



            Amatista quedó muy sorprendida. Se acordó de que ya antes, cuando su propia madre retornó de Nature y pasó a visitarles, dijo andar algo desconcertada, como si hubiera pasado por alto algo importante allí. Ahora volvió de esos recuerdos.



-Bueno, aquí también pasan cosas raras.- Se dijo.-



Para empezar esas visitas de los dioses a su hijo. Por suerte, ahora aquello daba la impresión de haber acabado. Hacía años que Asthel no comentaba nada a ese respecto. Quizás esos mismos seres hubieran intervenido en Nature para desquiciar a la gente de por allí.



-Alguno de esos juegos infantiles suyos. No me sorprendería.- Conjeturó encogiéndose de hombros.-



Al fin, dejó aquello de lado y se puso con sus tareas. Por su parte Asthel trataba de estudiar en su cuarto, pero no se concentraba lo bastante. Decidió echarse un rato. Entonces apareció Zoen que le preguntó.



- Te noto nervioso, Mensajero ¿Qué te ocurre?

- Tengo algunos problemas típicos de los humanos, - le confesó él - no creo que los entiendas.

- Prueba. - Le replicó Zoen sentada a horcajadas sobre una de las sillas. - Quizá te sorprenda.



            Asthel no podía dejar de mirarla, lo cierto es que esa diosa era muy guapa y provocativa. De todos modos, se centró en su problema y le contó su cita con Madeleine y lo que su padre le había dicho, ella le respondió alegremente.



- ¿Qué problema hay? Vete, le dices a tu padre lo que ocurra y ya está.

- No es eso. - Objetó Asthel con gesto pensativo y tono culpable. - Es que me siento como alguien que va a espiar...eso lo dije para convencer a mi padre de que me dejase ir. Pero pienso que estaré traicionando a Madeleine y no quiero hacer eso...

- Pues díselo a ella y todo resuelto. - Replicó Zoen despreocupadamente. -

- No puedo, - le contestó un preocupado Asthel. - Se enfadaría conmigo y no querría verme...

- Los humanos sois tan raros. Siempre alardeando de lo importante y bonita que es la verdad y luego no queréis decirla. - Declaró la diosa encogiéndose de hombros para cambiar de tema. - En fin, no te inquietes ahora por eso, tú y yo tenemos que trabajar...



            Zoen le explicó a su pupilo algunas cosas acerca de cómo controlar sus poderes.



-Debes concéntrate.- Le indicaba la diosa.-



            De hecho el chico lo intentaba, pero era como si no fuese capaz de lograrlo. Su energía espiritual no fluía.



-No sé porqué no funciona.- Se desesperaba él.-



            Zoen movió la cabeza, ella sí lo sabía y le comentó con tono admonitorio.



-Estás permitiendo que tu naturaleza humana interfiera. Tus dones están ahí, pero los bloqueas al pensar en otras cosas que son irrelevantes.

-No son irrelevante, al menos no para mí.- Se defendió él, con la mente más puesta en su cita que en lo que realmente le ocupaba en ese instante.-



            Zoen se limitó a encogerse de hombros y pacientemente declaró.



-Como tú quieras, Mensajero, ya seguiremos en otro momento.



Y desapareció tan inopinadamente como había aparecido. El chico suspiró dejándose caer en su cama. Estaba confuso, hacía mucho que ningún dios aparecía y ahora, justo en el peor momento, le venían de nuevo a recordar esas cosas.



-Al menos esta diosa está muy buena.- Se dijo sonriendo con algo de picardía.-



Sin embargo, solamente pensaba en Maddie. Así al menos dejó de lado esas complicadas experiencias místicas y se dedicó a sus tareas cotidianas. Al fin llegó el viernes y se reunió con Madelaine. Cuando iba a irse a la reunión, él reflexionó sobre las palabras de la diosa. No pudiendo en conciencia ocultar la verdad, decidió decirle lo que pensaba.



- Verás... ¿no te importará que le cuente a mi padre lo que hablen en esa reunión?, ¿verdad?...

- ¿Qué si no me importa? - Replicó Madelaine que puso una cara de sorpresa y enfado para recriminarle. - Asthel, ¿se lo has dicho a tus padres?.



            El muchacho no respondió al principio, aunque tras unos instantes lo admitió asintiendo despacio sin querer mirarla. Aunque cuando lo hizo la cara de su interlocutora era un poema, entre enfadada y perpleja le reprochó.



- ¿Cómo has podido hacerlo? Tu padre es militar, ¡está en contra nuestra!, seguro que hacen una redada.

- No, - se apresuró a rebatir el muchacho. - Mi padre solamente me dijo que le contase lo que ocurriera. Por si había algún tumulto. No hará nada.

- ¿Cómo se te ocurre?,- le abroncó la chica visiblemente irritada para sentenciar. - No puedo confiar en ti, será mejor que no vengas conmigo.

- Pues pasemos de esa reunión, - le propuso Asthel que añadió intentando parecer desenfadado - te invitaré a tomar algo si quieres.

- Esa reunión es muy importante. Tú solo querías ir allí para ligarme. ¡Eres un cerdo! ¡Cómo todos los chicos! ¡Déjame en paz! - le espetó Madeleine que salió corriendo a toda prisa. Atónito y desconcertado, Asthel se quedó clavado allí, sin moverse. ¡No quiero verte más! – Fue lo último que escuchó. -



            Cuando al fin reaccionó se maldijo por su estupidez. Eso le pasaba por querer hacer bien las cosas. Y es que delante de esa chica se comportaba como un idiota, sin saber qué hacer. De nada le servían esos dones que se suponía le adornaban, de modo que volvió a su casa visiblemente furioso. Su madre se lo notó nada más entrar, ella le preguntó si le sucedía algo, pero Asthel se metió en su habitación sin decir nada. Amatista pensó que lo más probable es que hubiera discutido con Madeleine y decidió dejarle a solas.  Se recordaba a sí misma adoptando esa expresión y esa forma de actuar cada vez que tenía algún problema con sus novios o ligues. Para desesperación de sus pobres padres. Ahora les comprendía bien.



-Desde luego que no es fácil, no. Papá, Mamá, ¡cuanto lo siento! – suspiró recordando los disgustos que había dado a sus propios padres antaño, finalmente lo dejó estar volviendo a sus quehaceres. – En fin... haré como ellos hacían conmigo…le daré tiempo y seré paciente.



Pero lejos de esas consideraciones la diosa sí que apareció en su habitación y Asthel volcó su enfado con ella.



- ¿Qué haces aquí? ¡Vete!, tú tienes la culpa, si no te hubiera hecho caso ella no se habría enfadado conmigo.

- ¿Enfadada? ¿Por qué? -  Preguntó Zoen sin entender. - Le dijiste la verdad, debería estar contenta. ¿Es que los humanos no decís siempre que la verdad es lo más importante?

- ¡Tú sabrás mucho de agujeros, dimensiones y esas cosas, pero de humanos no tienes ni idea! - Le recriminó Asthel visiblemente furioso. -

- Bueno, tampoco me importan lo más mínimo. - Respondió la diosa con indiferencia. -

- ¡Pero a mí, sí! - Estalló el enfadado Asthel. - Yo soy humano ¿te enteras? Ya estoy harto de esta historia. Mensajero por aquí, Mensajero por allá. ¿Qué demonios se supone que tengo que hacer? Quiero ser como cualquiera y no tener esta estúpida carga...

- Pero Mensajero, - repuso Zoen con un tono conciliador extraño en ella. -No debes enfadarte por eso…



Lo cierto es que ahora estaba confusa por la reacción del muchacho y no quería predisponerle negativamente o no podría seguir con su tarea. Aquello no era lo suyo. Nunca había tenido que justificarse o ser tan cuidadosa. Solamente delante de su superior. Pero este humano tan atribulado por esos ridículos problemas era alguien fundamental para la propia existencia del universo.  Y el propio Georcael se lo había advertido. Si fracasaba no tendría valor de presentarse ante su superior. Así que le explicó con bastante más paciencia y todo el tono conciliador que pudo lograr utilizando además un irrefutable argumento.



- Tu labor es muy importante, no debes renunciar. ¿De qué servirían todas las emociones humanas si no existe un universo para albergar a tu especie?...

- Sí claro. - Reconoció Asthel que se calmó un poco para suspirar sentando sobre su cama y con los codos apoyados en sus piernas, para sujetar así su cabeza con las manos y declarar con patente frustración. - Para mí es duro, acabo de discutir con una chica a la que conozco desde hace mucho tiempo, desde que éramos muy pequeños y que además me gusta. Y mis poderes no ayudan para nada en esta ocasión.

- Quizá yo sí que pueda ayudarte, - afirmó Zoen que pensó saber lo que le ocurría. - Date la vuelta. - Asthel lo hizo, aunque sin saber por qué, entonces la diosa le tocó con la mano en un hombro para decirle con una voz que él conocía muy bien… - mírame ahora...



            Ante la sorpresa del chico, ¡la diosa se había transformado en Madelaine! Era exactamente igual y hablaba con la misma voz.



- Ya tienes a la chica que quieres, - sonrió pícaramente y le propuso sin pudor -... ¿te gustaría tomarme?...

- ¡Pero, tú no eres ella...no puedo hacer eso!... - objetó Asthel sintiéndose aturdido, nervioso y avergonzado.  -

- Si no supieras que soy yo, no lograrías distinguirme de ella, haz el amor conmigo y te sentirás mejor, - le ofreció Zoen recostándose en la cama y añadiendo. - No te preocupes ya tengo experiencia....



            Lo que no iba a decirle, claro, es que años atrás, antes de que él naciera, había adoptado la forma de su madre y hecho ese acto carnal con su padre. Por suerte, el Mensajero ya estaba lo bastante cohibido y no precisó darle más explicaciones.



- Como… ella… no… -Pudo balbucear él. -



Asthel, a pesar de no aprobar lo que había hecho Zoen, estaba muy excitado pues para él los encantos de la diosa no pasaban inadvertidos. Así que, sin poderse resistir a aquella tentación puesta en bandeja, le indicó con voz trémula.



- Hazlo con tu propio aspecto.

- Como tú quieras...- respondió ella que volvió a tomar su apariencia normal -...

-Pero… mi madre nos oirá. - Pudo pretextar en un último intento por contenerse.-

-No te preocupes por eso. - Le susurró su interlocutora en tanto comenzaba a tocarle en ciertas partes bastante sensibles. - No podrá…



            El joven acarició su rostro y sus labios se acercaron a los de ella, la besó de forma larga y apasionada, se sentía muy atraído por la diosa. Zoen, para su sorpresa, sintió un ligero escalofrío. Nunca había sentido eso al tener otras relaciones con humanos, ni siquiera con el padre de Asthel, pero ahora iba a hacer el amor con el Mensajero. Sin pensarlo más se desnudó y ayudó al chico a hacerlo. Cuando lo hicieron Zoen gimió de auténtico placer y él tuvo así su primera experiencia sexual. Al terminar él se vistió y salió del cuarto. Su madre estaba en el salón, tal y como la diosa dijo no se había enterado de nada, y su hermana y su padre no estaban en casa ¡menos mal! (pensó el chico) Su improvisada amante salió también ya vestida y le confesó.



- Nunca había sentido algo así, reconozco que es una experiencia agradable, pero ahora debemos volver al trabajo.

- Está bien. Pero antes ¿puedo hacerte una pregunta, Zoen? - le pidió él. -

- Claro que sí - sonrió la diosa que muy solícitamente le dijo. – Lo que quieras…

- ¿Tú puedes quedarte embarazada? - Inquirió con temor y preocupación. - Lo digo porque no he usado nada para protegerme...

-Puedo hacer lo que haría cualquier mujer humana si lo deseo, - le respondió ella sin darle importancia para añadir con mayor interés, como queriendo complacer al muchacho en cualquiera de sus peticiones. - ¿Querrías acaso que te diese un hijo al estilo humano?...

- ¡No! - Se apresuró a decir él alarmado. - ¡No, no! .... que va, al menos por ahora, no...

- No sería la primera en hacerlo, me enteré de que algunos de mis semejantes tuvieron hijos con humanos, creo que esas historias están en vuestras leyendas. - Le contó la diosa. – Mitología las llamáis…



            Asthel la miraba ahora y sentía algo especial. En ese instante no se acordaba para nada de Madeleine. Únicamente de la agradable sensación que había experimentado al abrazar a Zoen y hacer el amor con ella. Le pidió a ésta que le acompañase a tomar algo y que, desde luego, no le contara nada a sus padres de esto.



- Será como tú desees. Pero primero, - respondió ella con un tono seductor. - Debes hacer un pequeño viaje -  y abrió un portal dimensional según le explicaba. - Hay algo que tienes que solucionar, pero haciendo uso sólo de tu fuerza espiritual...

-No tengo muchas ganas de hacer nada de eso - rezongó el muchacho que ciertamente no se sentía muy metafísico en esos momentos, tanto que incluso admitió. - Ni siquiera sé si seré capaz…

-Es muy importante. Los acontecimientos del espacio-tiempo están profundamente ligados y tú debes intervenir para arreglar un serio problema. - Le dijo la diosa que ahora teñía su voz con un tinte más preocupado. - Tienes que hacerlo…

-Y no podríais hacerlo tú. - Le preguntó su interlocutor, afirmando. - Eres tan poderosa que haces lo que quieres.

-No, Mensajero. - Negó ella, esta vez con más seriedad. - Esta labor únicamente puedes llevarla a cabo tú, en persona. Y es algo realmente importante, por favor. - Le pidió de forma bastante más humilde a lo que solía. Para acto seguido prometer con cierta intriga en su tono. - Luego podremos salir a eso que los humanos llamáis tomar algo, tengo curiosidad…



            Su interlocutor asintió, en sus circunstancias actuales eso iba a costarle, pero quería agradar a la diosa. Y más animado por esa propuesta se concentró. Enseguida percibió algo, era extraño y a la vez terrible. Un aura maligna, de mucho poder. Preparándose ya, miró hacia esa abertura dimensional. Zoen asintió y el chico penetró por el pasadizo. Éste se cerró tras él y la diosa desapareció. El muchacho apareció en un lugar extraño, un mundo devastado. Con ruinas de ciudades y restos humanos.



- ¿Dónde estoy?,- se dijo en una atónita voz alta. - ¿Qué es este sitio?



            Otra voz le respondió tras de sí, pertenecía a un hombre de la edad de su padre más o menos, moreno y que vestía una especie de armadura elástica.



- Yo soy Bralen, rey de los Saiyajin y estás en el planeta de Nuevo Vegeta. ¿Quién eres tú extranjero?...

- Ese nombre me suena. - Musitó reflexivamente Asthel sin responder a la última cuestión. - Mi padre me contó algo cuando yo era pequeño... ¿Eres el hijo de Lornd?

-Así es. ¿Cómo lo sabes? – Quiso saber el sorprendido guerrero. -

-Mi padre se llama Leval, y mi abuelo paterno es Roy Malden.  Yo me llamo Asthel.

- ¡Asthel! – Repitió el atónito saiyajin. - Entonces tú, eres…

-Creo recordar también que tienes una hermana, Seren. ¿No es así?...

-Es cierto. - Convino su interlocutor. -

-Y un hermano mayor. - Remachó el chico. - Sí, oí hablar de él…



Creyó recordar la historia de un hombre muy alto que había conocido a su tía segunda Katherine que era prima de su padre, pero guardó silencio. Eso lo escuchó siendo más pequeño y casi a escondidas, cuando su tía charlaba una vez con sus padres. Además, se acordaba muy bien de la visita que les hicieran la princesa de los saiyajin y el rey de la Luna Nueva haría unos pocos años. Ellos le habían dado las más expresivas gracias por algo que él hizo relativo a su mundo. ¿O acaso es por algo que iba a hacer ahora? No estaba seguro. No obstante, algo le decía que no debía hablar de ello demasiado con ese hombre que le miraba intrigado y hasta con incredulidad.



-Debes de ser alguien muy especial si estás al tanto de todo eso. - Admitió Bralen que añadió no sin inquietud. – Pero no puedo responder de tu seguridad, seas quien seas, si mi hermano aparece. Ni tan siquiera seré capaz de hacerlo de la mía y de la de mi reino.



Asthel le escuchó sin replicar. Podía presentir ahora una carga de odio y de maldad que iba llenando el ambiente, y no procedía de aquel hombre. Su interlocutor únicamente mostraba temor y mucha inquietud. Entonces el chico le dijo, cargado de confianza.



-No debes temer, estoy aquí para ayudaros. Todo se arreglará.



El saiyajin le miró con una mezcla de incredulidad y estupor. Ese chico no sabía contra lo que podría enfrentarse. Mientras tanto, en Bios,  Leval, de vuelta a su casa, le preguntó a Amatista si había vuelto su hijo.



-Vino enfadado, o mucho me equivoco o creo que ha discutido con esa chica. - Le comentó su esposa. – Me temo que tu brillante plan se ha echado a perder…- Remachó no sin cierta dosis de alivio y regocijo al añadir a modo de pulla. – Eso te pasa por fiarte de un espía de quince años con las hormonas alocadas.

- ¡Estos muchachos! – suspiró su marido moviendo la cabeza a la par que agregaba. – Bueno…Creo que tienes toda la razón. Casi es mejor así. De este modo no se meterá en líos.



Su mujer asintió en tanto terminaba de poner al día esos papeles que se había traído del laboratorio. Por un lado, a ella también le parecía mejor que las cosas se hubiera solucionado de esa manera. Si Asthel había tenido una pelea con esa muchacha ya no iría a esa maldita reunión. Aunque lamentaba que su hijo lo estuviera pasando mal. Leval entre tanto fue al cuarto del chico, pero al llamar no encontró respuesta, abrió y descubrió que no había nadie...



- Amatista. - Informó a su mujer. - Asthel no está en su cuarto, debe de haberse ido a algún sitio. ¿No le has visto salir?...

- No - respondió ella preocupada al oír aquello. - No.…No le he visto. Espero que no haya ido allí. Vino tan enfadado...

- No lo creo, - repuso Leval con resignación creyendo saber lo que sucedía. - Más bien se habrá ido en alguno de sus viajes. Sólo podemos esperar a que vuelva.



            Su mujer asintió, mirándole sin poder reprimir la angustia en su expresión. Leval la abrazó enseguida. Ella no pudo evitar sollozar.



-¡Pensaba que eso se había terminado!

-Vamos cariño, tranquila. Será otro de esos viajes que hace con los dioses. Estará bien…

-Y si no lo estuviera tampoco podríamos hacer nada. ¡Eso es lo que no puedo soportar! - Gimió su esposa. -

-Lo sé, lo entiendo, me sucede igual que a ti, me veo impotente para protegerle, estoy furioso. Me siento como un inútil. Pero. ¿Qué vamos a lograr lamentándonos? Tú sabes bien que él estaba predestinado antes de nacer a ser así.

- No me importa a lo que estuviera predestinado o no. - Pudo replicar ella con amargura. - ¡Es mi hijo, y le quiero! Y no quiero que le aparten de mi lado. ¡No podría resistirlo!



            Y no fue capaz de evitar romper a llorar. Su marido la abrazó tratando de confortarla. Él también sufría por esa situación. Siendo ambos una pareja realmente poderosa y por encima de los estándares humanos eran no obstante impotentes ante aquello. Pese a todas sus batallas y sus experiencias ahora se sentían como un simple matrimonio preocupados por su hijo. Como si el chico se marchase por ahí sin decir nada yendo con malas compañías y les tuviera aguardando impotentes su llamada o su regreso a casa.  Aunque lo único que podía hacer Leval era mostrarse calmado y confiado en que todo iría bien. Sobre todo, viendo la congoja que atenazaba a su mujer…



-Lo sé… yo también le quiero. - Repuso suavemente él tratando de animarla mientras la estrechaba entre sus brazos. - Amatista…somos sus padres, pero él no puede estar junto a nosotros toda la vida. Nosotros mismos dejamos a los nuestros. Encontramos el camino que debíamos recorrer. Él debe hacer lo propio. Ten confianza. Es el ser más poderoso que existe. No sufrirá ningún daño. Estoy convencido. Tiene una misión, No sé cuál, pero estoy seguro de que algo tan importante como lo que está destinado a hacer requerirá un entrenamiento previo. Seguro que está adiestrándose. Y tú sabes que los dioses le han estado visitando. Y conoces el poder que tienen. No permitirán que le pase nada a nuestro hijo. Eso es lo único que me hacer estar tranquilo.



            Ella se enjugó las lágrimas y se separó del abrazo de su esposo. Este creyó haberla calmado, no obstante, su mujer le miró con pesar musitando con tono lleno de dolor.



-Algún día, Leval, comprenderás a lo que me refiero. O puede que no. Quizás no sea culpa tuya. Porque yo le he llevado dentro de mí. Pude sentirle en mi interior. Esa energía me recorrió…Es parte de mi ser. Y separarle de mi lado es como si me rompieran en pedazos…



            Su esposo la miró con expresión entre sorprendida y preocupada. No obstante, los dos dejaron el tema, la puerta de casa se abrió y por inercia miraron esperanzados, aunque descubrieron que era Maray que volvía de ver a unas amigas. La cría saludó tímidamente, su madre apenas si le dio las buenas tardes y se marchó a su habitación, no quería que la niña la viese llorar. Leval pudo sonreír a la pequeña y preguntarle por su día.



-He estado con Lois y con Betty. - Le explicó la cría afirmando. - Fuimos a ver unos escaparates y había un bolso muy mono de color rojo.

-Pues ya sabes - le contestó su interlocutor con un tono entre irónico y divertido. - A base de ahorrar se consiguen milagros, hija mía…



            La niña suspiró. Al parecer su padre no se daba por aludido. O más bien sí, y le estaba dando una negativa en toda regla. Aunque ella veía difícil seguir esa sugerencia. Ya se había gastado casi toda la paga de la semana y estaba claro que, pese a que ahorrase durante más de un mes, las cuentas no le cuadrarían. Sobre todo, a la vista del precio que tenía ese bolso. Decidió dejarlo para mejor ocasión. De todos modos, notaba que el ambiente seguía algo cargado y que no era el mejor momento para pedir caprichos.



- ¿Y Asthel? ¿No ha vuelto? - Quiso saber la niña. - ¿Está aún con Madeleine?



Su padre la miró ahora con más gravedad y movió la cabeza. Luego se ausentó hacia el dormitorio. La cría comenzó a preocuparse. Algo raro ocurría, quizás su hermano se hubiese metido en algún lío. De modo que fue a su habitación.



-Me gustaría saber si está bien.- Musitó.-



            Quedó perpleja cuando de improviso, una extraña mujer de cabellera azulada apareció sentada en su cama. Antes de que pudiera decirle nada, ese individua le sonrió afirmando.



-No temas, hermana del Mensajero. Él estará bien. Ha tenido que ir a un sitio, para cumplir con una tarea.

-¿Tú eres una diosa?- Quiso saber la niña, observándola con una mezcla de curiosidad y prevención.-

-Así es, me llamo Zoen. He venido para ayudar a tu hermano a comprender bien su naturaleza.

-Mi hermano está muy nervioso últimamente.- Comentó Maray, mirando a la diosa con inquietud.- Se preocupa por gustarle a Madeleine, una chica de su clase.

-Lo sé.- Asintió su interlocutora desvelando a la sorprendida niña.- He intentado ayudarle.



            Y ante los perplejos ojos de Maray volvió a tomar la forma de esa humana que tanto encandilaba al Mensajero y declaró con la mismísima voz de Maddie.  



-Soy exactamente igual a ella, pero aun así, tu hermano no quiere estar conmigo. No lo comprendo.



            De hecho, la diosa recordó que al padre del Mensajero le sucedió exactamente igual, cuando ella tomó la forma de ese insulsa e irritante mortal que le gustaba. Y que luego fue precisamente la madre de su pupilo. Estaba decidida a contarle a la hermana de Asthel lo que habían hecho juntos, en la habitación de su hermano. Aunque recordó las instrucciones que había recibido cuando había ido a informar a su superior.



-Nada de involucrar a esa niña humana en esto.- Se dijo, de modo que le comentó a Maray.- Pues no sé qué más puedo hacer.



            Ahora fue su interlocutora quien sonrió levemente y le explicó.



-Es que las cosas no son tan fáciles. A mi hermano le gusta Madeleine, no una copia de ella. Aunque no sé que la ve, es una sosa.- Suspiró con resignación, sentenciando.- Los chicos son realmente extraños.



            Eso hizo reír a Zoen, la diosa asintió solidariamente para confirmar en tanto recobraba su aspecto habitual.



-Tienes toda la razón. Eres sabia. Como corresponde a la hermana del Mensajero. Quizás tú puedas ayudarle mejor que yo después de todo.

-No lo sé.- Repuso Maray, añadiendo.- Me parece que tendrá que ser mi hermano quien se dé cuenta de eso.



            Esas palabras hicieron reflexionar a Zoen, que asintió espacio en tanto levitaba para replicar.



-Sí, pudiera ser una prueba que únicamente él deba superar. Así sea pues. Gracias por tu ayuda…ahora debo irme.



            Y sin más desapareció del mismo modo súbito en el que había aparecido.



-Bueno.- Suspiró Maray.- Espero que Asthel no haga nada tonto…



            Y dicho esto se dedicó a buscar sus cuadernos para pintar algunos vestidos. Además, en breve iba a empezar un programa en el canal moda que no se perdía.



-A ver si le hacen alguna entrevista a la abuela Esmeralda. O mejor aún, a Debra Azov o a Stephanie Kensington. Steph es mi modelo favorita. – Deseó ilusionada.-



            Y mientras su hija encendía la holo tele de su cuarto, Leval fue al suyo. Estaba preocupado por su mujer. Entró despacio…



-Amatista.- Llamó a su esposa.- ¿Estás bien, cariño?- Quiso saber al verla sentada sobre la cama, con la cabeza gacha y mirando una holo fotografía familiar.-

-No te preocupes.- Musitó ella con un tono más tranquilo ya.- En el fondo sé que Asthel sabrá cuidarse y que estará bien protegido.- Pero me pasa como a mi madre, no lo puedo evitar. Ahora la entiendo bien. Y me doy cuenta de hasta qué punto muchas veces le causé dolor y preocupación con mis tonterías.



            En esa holo foto aparecían precisamente Diamante y Esmeralda con ella, la entonces jovencísima Amatista estaba vestida de amazona, en uno de esos concursos hípicos en los que había participado por esa época, así lo recordó sonriendo para relatarle a su esposo.



-Aquí yo me sentía muy feliz. Fue de las pocas veces que los dos pudieron venir a verme. Mi madre estaba muy guapa con ese vestido negro y ese enorme collar de piedras verdes que llevan su nombre.- Sonrió aludiendo al look que Esmeralda lucía en la holo foto, remachando.- Vino directa de una convención en Modas Deveraux. En un vuelo chárter, solamente para verme participar.

-Y tanto ella como tu padre tienen una expresión de tremendo orgullo.- Afirmó su marido, sentenciando. – Y no era para menos. Seguro que quedaste campeona, como de costumbre.



            Aunque ahora Amatista esbozó una sonrisa más amplia y, negando con la cabeza, replicó.



-¡Qué más hubiera querido yo! Quedé la tercera…pero para mí, tener a mis padres allí apoyándome en ese día, valió más que si hubiese ganado un oro olímpico.



            Leval se sentó junto a su mujer y le pasó un cariñoso brazo tras los hombros. Quizás hacía mucho que no se lo decía, pero se sentía muy afortunado de tenerla, de modo que así lo expresó. Amatista por su parte, declaró con emotividad.



-Gracias cariño. Y ahora, cuando veo a nuestros hijos, sé lo que mis padres sintieron. Por eso, lo que más miedo me da en este mundo es que algo malo pudiera sucederles y no estar a su lado para ayudarles. Por muy poderosos que sean y por muchos dioses que les protejan, esa es nuestra labor como padres…



Su esposo asintió. En el fondo compartía aquella sensación. Al fin dejaron aquello para tratar de descansar. Por su parte Maray, pese a estar viendo ya aquel programa que tanto le gustaba, (con entrevista a su idolatrada Stephanie incluida) seguía estando algo preocupada. Deseó que su hermano estuviera bien. De hecho, tal y como le había dicho a esa diosa tan rara, le notaba algo raro últimamente. Inquieto, nervioso y muy desapegado para lo que solía. Y tenía que ser por aquella tonta de Madeleine que le había sorbido el seso. Suspiró, ojalá que Asthel volviese pronto y todo se arreglara. ¡Estos chicos! ¿Por qué se pondrían tan tontos con las mujeres? Se encogió de hombros y continuó viendo algunos pases de modelos célebres, Mirna, Debra o la mismísima Steph, a las que se quería parecer.



-Lo que tiene que hacer Asthel es dejar de pensar en esa boba. - Se dijo la cría haciéndose un solemne propósito con sus inocentes once años. – Yo nunca dejaré que un chico me haga estar así de mal.



Aunque poco podían imaginar, ni ella ni sus padres, era que, en ese instante, su hermano estaba muy lejos en el espacio y en el tiempo y que pronto tendría que enfrentarse a una dura prueba que le revelaría más sobre sí mismo.



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