Zoen le dijo a Asthel que se durmiese y que ya le
visitaría al día siguiente. La diosa estaba plenamente informada de que, bajo
ninguna circunstancia, debía interferir con el normal desarrollo de la parte humana
del mensajero. Así se lo indicó Georcael cuando la envió.
-En ese estadio de su desarrollo, los humanos
atraviesan una fase turbulenta llamada adolescencia. Sufren muchos cambios que
no pueden controlar. Por eso, deberás tener mucho cuidado. Es fundamental para
nuestra misión que el Mensajero no pierda el uso de sus dones.
-Sí, mi señor Georcael.-
-Posiblemente, tu apariencia hará mella en él. Trata
de que eso no se convierta en un obstáculo. Sé amable y complaciente, pero
guíale de modo adecuado.
-Lo que tú ordenes.- Replicó obedientemente la
diosa.-
Así pues, ahora le dejó para que pudiera dormir. El
muchacho lo intentó, pero pensando en aquella escultural mujer, con esa especie
de vestido ajustado de cuero y botas altas de tacón a juego, apenas pudo
conciliar el sueño. Al fin lo logró y al día siguiente fue a clase de modo
normal. Esa visión ahora casi le parecía que hubiese sido, únicamente eso, un
sueño.
-He debido de alucinar ayer. No creo que eso fuera
real. ¡Ja, ja! ¡Qué salido estoy! - Se sonreía él mismo al recordarla. -
Dejó de pensar en eso porque allí descubrió a Madeleine
que charlaba con su grupo de amigas. La joven le vio acercarse y se separó de
ellas.
- Hola Asthel. ¿Tienes los apuntes de física? - Le
pidió jovialmente la chica. -
- Claro. - Sonrió él contestando nervioso. -Te los
dejo luego...
La muchacha asintió con una media sonrisa que la
embellecía aun más a los ojos de él, y Asthel aprovechó para lanzarse, ¡era ese
momento o nunca!
- Oye Madelaine. ¿Este viernes estarás ocupada?...
- Tengo que ir a una reunión... ¿por qué? - Inquirió
ella extrañada. -
- No - respondió Asthel algo cortado. - No, por nada...
¿qué clase de reunión?,- le preguntó tratando de distraer su atención del
fallido intento de cita. -
- Es una reunión del grupo activista por el libre
acceso a Bios, - le explicó ella que añadió a modo de consejo amistoso. -
¿Sabes? Deberías venir. Ya verás cómo tienen cosas importantes que decir.
- Esos son los que dicen que a Bios pueda entrar
cualquiera ¿no? - Repuso el chico
tratando de hacer memoria sobre lo que había escuchado por ahí. -
- No es sólo eso.
- Contestó su compañera pacientemente como si ya estuviera acostumbrada a que
le expusieran esa misma idea, para aclarar. -Verás, ellos dicen que este planeta
no debe de ser un paraíso reservado únicamente a unos pocos privilegiados...
- Me parece justo. ¿Entonces no te importa que te
acompañe allí?,- dijo él más con la intención de estar con ella, que de
escuchar el aburrido sermón político de cuatro tipos raros. -
- ¡Claro que sí!,- asintió Madeleine entusiasmada. -
Quedaremos en la plaza norte a las ocho. Ahora debo ir a mi clase y no te
olvides de los apuntes. - Le dijo en alto mientras se metía en su aula. -
El
muchacho sonrió feliz y se metió en la suya. No atendió mucho ese día, pensando
cómo estaba en quedar con aquella muchacha. Terminadas las clases, de camino a
casa imaginaba en que eso podría ser el principio de una cita. Cuando llegó
estaba muy contento y su madre se lo notó.
- Que alegre te veo, hijo. ¿Ha ocurrido algo? - Le
preguntó Amatista con una mirada inquisitiva. -
- Nada mamá. - Sonrió él azorado para confesar. - Es
que he quedado con Madeleine...
- ¡Vaya con mi chico!- rio su madre divertida por los colores que se
le notaban. Estaba claro que para su hijo eso era algo más importante de lo que
quería hacer ver. – Es una muchacha muy guapa… ¿Y a dónde vais a ir?...
En
esto se acercó Maray que lo había escuchado todo tras la puerta y le dijo en
tono burlón.
- ¡Asthel tiene una cita!, Asthel tiene una cita....
¡ya tiene novia!
- ¡Cállate ya, tonta! - Le espetó su hermano que se
puso aun más colorado, tanto, que su madre y su hermana se rieron sin poderlo
evitar. -
- Venga Maray. - Intervino conciliatoriamente
Amatista intentando calmar las cosas. - No te metas con tu hermano. Luego te
quejarás de que él se meta contigo. Anda, vamos a comer.
Por suerte, las palabras de su madre obraron de bálsamo,
los chicos se apaciguaron y todos se sentaron a la mesa.
-¿No esperamos a papá?- Quiso saber Asthel.-
-Tu padre tenía hoy una de esas reuniones. No sé si
llegará a comer.- Comentó Amatista.-
De modo que los tres charlaron sobre alguna que otra
cosa dejando de lado ese tema de la cita y entonces llegó Leval. El militar venía
cansado de un día bastante complicado y eso, además de un apreciable bigote que
lucía ya desde hacía tiempo, le hacían parecer bastante más adusto en su ya de
por sí cada vez más serio carácter. Lo cierto era que sus responsabilidades le
llevaban a ser más metódico, ordenado y rutinario que nunca. Menos amante de
cualquier tipo de aventura. Y haciendo honor a su faceta de hombre “tranquilo”,
saludó a su familia y tras lavarse las manos y cambiarse por ropa más cómoda se
sentó a la mesa. Amatista que aun conservaba algunas dosis de su entusiasmo más
juvenil, (sobre todo en temas como el que iba a exponer) le dijo en tono
humorístico mientras su marido se servía algo de pasta.
- ¿Sabes que tu hijo tiene una cita? – Su padre puso
cara de sorpresa mientras Asthel, sintiéndose incómodo, miraba enrojecido hacia
su plato. -
- Vaya. - Inquirió Leval con moderada y serena
curiosidad. - ¿Y con quién es esa cita, hijo?
- Mamá…- dijo Asthel envarado. - Espero que no vayas
contándoselo a todo el mundo por ahí...
- ¡No seas tan vergonzoso, cielo! Estamos en
familia. - Le animó su madre con expresión divertida para pedirle. - Anda, ¡contéstale
a tu padre!...
- Es con Madeleine, papá, - repuso Asthel - La chica
de la clase de al lado.
- Esa niña que iba a tu clase en la guardería. La
recuerdo, era una cría rubita muy mona. Aunque supongo que ya estará crecidita,
ja, ja ¡Mira qué bien! parece que ya os conocéis desde hace mucho tiempo, en fin
- añadió Leval suspirando. - Es una noticia agradable después del día que he tenido.
- ¿Ha sido duro eh, cariño? - Se interesó Amatista.
- ¿Problemas en esa reunión?
- Los de siempre. Estoy harto de esos tipos del
movimiento activista - rezongó Leval. - Desde que comenzaron a significarse en
Bios hará unos dos años no paran de traernos complicaciones...mira que Mazoui
nos lo advirtió.
- ¿Qué han hecho ahora? – Quiso saber su esposa en
tanto servía a los chicos y hacía lo propio con ella misma. –
- Las agitaciones de rigor, romper algo de
mobiliario urbano. ¡En fin! - suspiró largamente él para protestar con cierta
resignación. – Protestan por las leyes de control de inmigración que se
proyectan desde aquí, en Bios. Dicen que no se ajustan a la carta de Derechos
Planetarios ni a la Declaración de los Derechos Humanos, y vete a saber cuántos
códigos de esos más. Tanto insisten que hasta puede que tengan algo de razón. Al
final tendré que hablar un día con mi hermana Kerria a ver si ella me puede
asesorar en ese aspecto.
- Ella se ha movido más por Nature que por aquí, excepto
cuando ha venido de visita. A lo mejor Idina puede hablar con su amiga Nehie
para que le dé novedades. Ella fue la primera en avisarnos hace años. – Le
sugirió su esposa. -
- Desde luego. Con lo tranquilo que era este planeta
hasta hace nada y tener que estar actuando de policía. Parece que haya que
tener más cuidado con los que viven en este mundo que con lo que pueda haber
fuera. - Rezongó él moviendo la cabeza. -
- Pero suelen protestar por cauces más moderados, ¿no?
- Le comentó su mujer. –
- Sí, hacen reuniones que están permitidas, pero hay
otros que prefieren ir más lejos con sus formas de reivindicar.
- ¿Son gente mala, papa? - Terció Maray con algo de
temor en su voz. –
- No todos, cariño - le sonrió su padre, preocupado
ante la posibilidad de haber asustado a su hija. – La mayoría se reúnen
pacíficamente y solamente hablan…
- Papa. - Intervino tímidamente Asthel, confesando
con voz queda. - Madeleine pertenece a ese grupo y me ha invitado a ir a una de
esas reuniones…- De hecho, nuestra cita será ahí.
- ¿Qué? - Su padre se levantó de golpe de la mesa
para agregar con visible contrariedad. - ¿Cómo? ¿Esa chica es una de esos
activistas? Espero que no se te ocurrirá ir con ella. Algunos de esos tipos son
unos locos...
- Pero papá, no piden nada que no sea justo. -
Respondió el chico tratando de defenderla. – Tú mismo has dicho que puede que
tengan algo de razón.
- ¡Eso es lo que tú te crees! - Le espetó su padre
que, ante las caras del resto de su familia, optó por añadir con mayor
moderación y sobre todo, tintes de preocupada advertencia. - Mira hijo, desde
hace ya dos años me las tengo que ver con ellos. Como he dicho antes, no son todos,
pero algunos de ellos, cada vez más, se dedican a sabotear, robar y demás
desmanes con la excusa del libre acceso a Bios. Eso siempre termina mal y
atendiendo a lo que ya ha sucedido en Nature, no me gustaría que algo así
ocurriese aquí también, pero mucho me temo que algunos de esos elementos tienen
ese tipo de planes. Hay bastantes fanáticos y criminales entre ellos que están
a la espera de cualquier excusa para delinquir o promover la anarquía. Dile a
tu amiga que no se mezcle con esos tipos, son peligrosos y nunca se sabe a
quién podría tener a su lado en una de esas reuniones.
Asthel se quedó pensativo y el resto de la
familia estaba callada, al fin se atrevió a proponer.
- Podría ir allí y decirte de lo que estén hablando.
Una reunión no me hará ningún daño. Así estarás informado.
- No puedo permitirlo, es muy peligroso. - Respondió
Leval que añadió. - Además, es ilegal lanzar algunas de las consignas que
abanderan contra las propiedades privadas y a favor del vandalismo. Si lo hacen
estando tú y las patrullas te ven allí, te detendrán.
- Papá - arguyó Asthel despreocupadamente. - He ido
a sitios mucho peores. No me van a asustar unos cuantos fanáticos.
-Hijo, escucha a tu padre. - Le pidió Amatista,
preocupada ahora. - Si es peligroso lo que deberías hacer es decirle a
Madelaine que no fuera…
Aunque
Leval lo estaba meditando, de hecho, su hijo era capaz de ir y venir a su
antojo gracias a esos pasillos que abría. Le preguntó entonces.
- ¿Todavía eres capaz de transportarte como cuando
eras niño?
-Sí papá. Eso no supone ningún problema. - Repuso el
muchacho. - Podría ir allí y salir enseguida si veo que algo se pone peligroso.
Y llevarme a Maddie.
- Bueno, en tal caso, quizás sería mejor que fueses.
De acuerdo…pero tendrás que actuar como yo te diga. – Concedió su padre. -
El caso es que, parándose a pensar eso último y
viendo una buena posibilidad de obtener información de primera mano a parte de
la de los confidentes e infiltrados que ya tenían, a Leval no le pareció tan
mala idea. Además, a buen seguro que las cosas no llegarían a desmandarse demasiado
y él podría “advertir” a las patrullas que “ignorasen” ese sector aduciendo
tener en marcha una investigación secreta. Y siendo su hijo alguien con
características tan especiales, tal y como le acababa de asegurar, seguro que
podría irse de allí cuando quisiera. Recordó en parte esas enigmáticas palabras
del embajador Ewint. Su hijo podía protegerse sólo…
-Gracias papá. - Sonrió él plenamente satisfecho. –
- No es ningún juego, ve con cuidado. - Le advirtió
pese a todo Leval. -
El chico asintió. Se sentía bastante contento. Y al
menos tenía dos motivos de peso para estarlo. Su padre confiaba en él para esa
misión, como si de un agente secreto se tratase. Y además podría estar con
Maddie. De modo que se apresuró a añadir con entusiasmo.
- No te defraudaré. ¡Ya lo verás!
- Dime lo que esos gamberros estén tramando. Pero si
hay problemas desaparece enseguida de allí. - Le indicó Leval ante la
escandalizada mirada de su esposa quien no podía creer lo que escuchaba. -
- Pero ¿cómo puedes dejarle ir? ¿Es que te has
vuelto loco?,- terció Amatista visiblemente enfadada. -
- No hay porqué preocuparse, confía en él - le pidió
su marido. -
- Eso, soy el Mensajero - afirmó Asthel con algo de
mofa preguntándose en voz alta. - ¿Qué me van a hacer?
Pero
para sorpresa de todos Amatista, dando un golpe sobre la mesa y levantándose, le
replicó más que contrariada.
- Mira hijo, no bromees con eso, es algo muy
importante. Muchos seres muy poderosos se han dedicado a enseñarte y protegerte
por alguna razón. Tu padre y yo, al igual que otras buenas personas, tuvimos
que sufrir bastante para evitar que nada te sucediera. Algunos de nuestros
amigos e incluso familiares también tuvieron que sacrificarse mucho durante ese
tiempo. Recuérdalo, ¡no te consiento que te burles de ello!
Nuevamente se produjo un tenso silencio. Maray
miraba en todas direcciones aliviada de que el tema no fuese con ella. Leval
también estaba incómodo, no debía haber permitido que Asthel le convenciera,
pero aun recordaba los prodigios que, siendo niño, había realizado y dudada de
que nadie pudiera dañarle. Aunque en este caso Amatista tenía razón, el chico
seguía siendo su hijo y, además, apenas un crío. Pero ahora era tarde para dar
marcha atrás y no deseaba desdecirse. De todos modos, ordenaría que un grupo de
soldados permaneciera cerca y al acecho, para intervenir en cualquier posible
alboroto. Por su parte, Asthel se arrepintió de haber hablado a la ligera en
ese tema y únicamente pudo decir con tono conciliador.
-Lo siento, mamá. No te enfades, no es para tanto. Te
prometo que tendré mucho cuidado. Madeleine ha ido a varias de esas reuniones y
no le ha pasado nada. Sólo hablan, nada más. Y si yo puedo ayudar a papá y
contarle lo que ocurre, seguro que eso será bueno para todos. A lo mejor
descubrimos algún plan contra la gente de Bios.
Sus
padres no respondieron a eso, pero parecían más apaciguados. Al menos Leval,
desde luego Amatista había torcido su expresión y continuaba muy enfadada, pero
no dijo nada más. Asthel aprovechó esa
especie de tregua para terminar de comer y se levantó agregando, con patentes
deseos de salir de ahí.
- Me voy a mi habitación a estudiar...- y dándose
prisa se fue a su cuarto. –
- Yo ya he terminado, ¿puedo irme ya? - Se atrevió a
preguntar Maray temiéndose que la cosa no había acabado, a juzgar por la
expresión de su madre. –
- Sí, hija- le concedió Leval con tono apagado. -
La muchacha no tardó en levantarse a su vez para
irse a su cuarto. Cuando al fin quedaron a solas Amatista dijo suspirando para
tratar de aliviar su tensión.
- Parecía tener más responsabilidad y conocimiento
cuando sólo era un niño pequeño. Y tú tampoco parezca que tengas mucho más que
él. ¿Cómo se te ha ocurrido aceptar esa absurda propuesta suya? - Le reprochó
su esposa con indignación para sentenciar. - ¿Es que no tienes más espías en tu
base?
- Vale Amatista. Es verdad, no debí aceptar, pero no
te preocupes, todo va a estar controlado. Además, en eso es como él dice. Las
reuniones suelen ser dirigidas por gente mayor, no son muchos y se concentran
en plazas para hablar y arreglar el mundo con discursos. Se creen que no
sabemos dónde quedan, pero tenemos informadores.
- ¿Entonces para que animas a nuestro hijo a que
vaya? - Le objetó ella. –
- No le he animado yo. Ya había quedado con esa
chica y me temo que, si se lo prohibimos, viendo lo que esa muchacha le gusta,
sería capaz de desobedecernos. Al menos así sé dónde va a estar y le tendré
controlado. Además, él tiene percepciones que pueden ayudarle a descubrir cosas
que el resto no seríamos capaces de ver. Y no te enfades, pero en algo le doy
la razón, es el Mensajero y desde antes de nacer ya estaba protegido. Y esto no
será peor que la amenaza de aquellos seres del olvido.
-Esos seres del olvido casi nos destruyen a todos.
¡Casi te eliminan a ti! - Le recordó su mujer con visible enfado e incluso
dolor en su tono. – Nunca en mi vida pasé tanto miedo como entonces. No te
atrevas a tomarlo a la ligera…
Aquello
desembocó en otro violento y tenso silencio. Desde luego Leval se dio cuenta de
hasta qué extremos afectaba eso a su mujer. Era cierto que pasaron por mucho.
-Lo sé, cariño. - Pudo replicar él que trataba de
congraciarse con su esposa. - Tienes toda la razón. Pero estoy muy preocupado. Hace poco me
llegaron informes de Nature.
-¿De Nature?.- Repitió Amatista sorprendida para
añadir.- Mi madre ha estado allí en algunas ocasiones y no me ha dicho que esté
sucediendo nada fuera de lo normal. Y también tu hermana Kerria estuvo hace
años llevando alguno de sus casos.
Su
esposo asintió, sin embargo, ni Esmeralda, ni Kerria tenían porqué saber nada
de la situación de ese planeta, al menos en lo tocante a temas militares y de
seguridad. Pese a eso y con tono conciliador, Leval le refrescó la memoria a su
mujer.
-Ky nos contó hace tiempo el terrible ambiente de
homofobia y represión que se respiraba allí. Hay grupos neoreligiosos muy poderosos
en ese planeta. Y sospechamos que puedan tener conexiones con otros de la
Tierra y de aquí mismo. No es algo que tengamos confirmado pero podrían estar
trabajando de manera coordinada. Eso por no hablar de aquel ataque tan terrible
que sufrieron, por parte de unos renegados Arcoily. Desde entonces, esos tipos,
que te recuerdo fueron quienes nos atacaron a nosotros en la SSP-1 y después a
la SSP-2, no han vuelto a dar señales,
pero no podemos fiarnos. Hay mucho más de lo que parece. Susan Hunter, mi antigua
subordinada en la SSP-1, me ha contado algunas cosas, y créeme, no me han
gustado nada.
Ahora
fue Amatista quién dio la impresión de templar su enfado en tanto reflexionaba.
-No sé nada sobre conspiraciones ni planes secretos.
Eso es cosa tuya. Admito que siempre has sabido qué hacer en ocasiones
similares, pero ahora es diferente., ¡Es nuestro propio hijo quién podría estar
en peligro! ¿Es que no lo comprendes?- Le preguntó con visible desasosiego. -
Leval
no tardó en suspirar para, asintiendo, responder con tinte afectuoso.
-Lo entiendo, pero también sé que nuestro hijo sabrá
cuidarse. Esto no es como aquella vez contra los seres del olvido. Entonces él
nos salvó a todos. Ahora simplemente irá a escuchar cuatro tonterías…y en el
caso de que no lo fueran, saldrá enseguida de allí.
- De todos modos, no me parece nada bien. – Insistió
Amatista afirmando con rotundidad. – Tenía más confianza en él cuando era un
bebé que ahora. Al menos en lo referente a estas cosas.
- Pero mujer- sonrió su esposo - ¿Es que no ves que
está en la edad de buscar chicas? Eso es algo inevitable, todos hemos pasado por
eso. Se hacen muchas tonterías. Sin ir más lejos. ¿Cómo eras tú a su edad?
- Yo tenía responsabilidad - se defendió Amatista,
aunque ahora sonó menos convencida. -
- ¡Venga ya! - Dijo él con sorna. - ¿Responsable tú?
Traías a tus padres de cabeza, ¡acuérdate! Según tú misma me contaste. Te
quedaron dos asignaturas, un lío con un tipo en París, el grupo de música y por
si fuera poco...
- Vale, vale, - concedió su esposa quién desde luego
se acordaba perfectamente y no sin rubor de algunas de las cosas que solía hacer
a esas mismas edades. – No es necesario que te molestes en recordármelo, ya me
acuerdo - reconoció sin poder evitar el sonreírse al fin. - Está bien, quizá
exagero un poco, pero debemos estar atentos a nuestros hijos. Están en una edad
difícil. Me preocupo tanto precisamente por que sé como era yo a su edad y la
cantidad de tonterías que hice. Y lo malo es que entonces no me parecían
tonterías. Creía estar cargada de razón y muy segura de todo lo que hacía. ¿Lo
comprendes? - Remachó con un tinte casi suplicante. - Ahora solamente de pensar
en muchas cosas que hice…no sé. Ni me atrevería a que algunas se me pasaran por
la cabeza. Realmente tuve suerte a veces de no salir peor librada.
-Sí, claro que lo comprendo. Todos hemos hecho cosas
absurdas cuando éramos jóvenes. Pero aquí estamos. Por eso te digo que no debes
preocuparte tanto. - La animó Leval más distendidamente. – Nuestro hijo saldrá
adelante. Mira, si Asthel fuese un chico normal no le habría dejado ir, pero él
tiene un poder y un conocimiento mayores de lo que podemos imaginar. Supera con
mucho los nuestros, y tú eres una Justiciera y yo un super saiyajin. Nos hemos
enfrentado contra seres poderosos y terribles. ¿Cómo iban a poder hacerle daño
cuatro charlatanes a nuestro hijo? ¡confía en él!
- Está bien, pero por muy poderoso y sabio que sea,
sólo tiene quince años y es precisamente eso, mi hijo, no puedo evitar
preocuparme.
- Lo sé cariño, también es hijo mío. - Convino Leval
que guardó silencio puesto que Maray venía de su cuarto. – Y va a estar bien…a
la hora de la verdad confío en que es más juicioso de lo que aparenta ahora.
- ¿Estáis enfadados con Asthel?,- les preguntó la
niña algo tímidamente. -
- No hija, no te preocupes - se apresuró a
tranquilizarla Amatista. - No se trata de eso...
- Solamente nos preocupamos porque nada malo le pase.
– Afirmó su padre. – No te inquietes, cielo.
- Pero Asthel hace muchas cosas increíbles. Esa reunión
para él no será nada peligrosa. – Pudo decir la cría. –
Aunque sus padres se observaron entre sí con un gesto
de sorpresa. De hecho, ¿qué podría saber Maray de las cosas que hacía su
hermano? Decidieron dejarlo pasar. Ellos mismos tenían la culpa, habían hablado
de esas cosas, sin pararse a pensar, delante de la niña. Sólo esperaron que
ésta no le concediera más importancia. Mejor obviar el tema.
- Sí cariño, pero, aunque hayas oído algo sobre las
cosas que tu hermano puede hacer, a veces eso no basta. – Le explicó su madre
acariciándole cariñosamente la mejilla para añadir. – Nosotros os queremos
mucho y no deseamos que nada malo os pueda ocurrir. Por eso tenéis que
obedecernos. El mundo a veces puede ser un sitio muy peligroso. ¡Por favor!
Recuérdalo…
La
niña asintió, sus papás lo sabían todo de modo que si ellos decían eso sería
verdad. Volvió a su cuarto a jugar un poco antes de irse a dormir. Amatista y
Leval decidieron dejar ese tema. Él tenía papeleo por revisar y ella debía
preparar algunas cosas del laboratorio pendientes. Como tenían habitaciones de
sobre en casa, cada uno había montado su propio despacho.
-No sé, esto no me gusta nada. – Pensaba Amatista.-
Al
hilo del recuerdo de su cuñada. Hizo memoria. Aprovechando que Bios era etapa obligada,
su madre fue a verles tanto a la idea como a la vuelta de un viaje que hizo a
Nature para verificar algunas cosas de la sucursal que tenía allí.
-¿Me alegra verte, mamá!- La saludó ella cuando fue
a recogerla al astropuerto.-
-Igualmente, cielo. Estoy deseando ver a los niños.-
Sonrió su progenitora.-
-¿Qué tal por
Nature? Si te lo puedo preguntar.- Quiso saber ella.-¿Conseguiste reclutar a
esas modelos?
-¡Oh, si! Me
he traído a tres. -Comentó tratando de hacer memoria.- Una tal Keisha Oburu, otra
que se llama Debra Azov, muy buenas chicas y estupendas profesionales. Y la más
prometedora de todas en mi opinión, Sonia Calderón. -Le contó su madre agregando
sin embargo con más énfasis.- Por cierto, durante el viaje coincidí con Kerria.
Ella también iba a Nature.
-¿Con Ky?- Se sorprendió Amatista.- No ha dicho que
fuera a venir.
-Ya. Es que me contó que debía de ir directa y sin
hacer escalas. Tenía un caso muy urgente. Debe defender a una oficial militar
que ha agregado a un civil. No sé, no me acuerdo muy bien.- Le explicó su
progenitora.- Creo que su bufete la envió con mucha premura. Me lo comentó
cuando coincidimos en la lanzadera. Luego ya ni la vi. Me fui con esa tal
Brenda, la muchacha que dirige Modas Deveraux de Sagan City…no sé, tengo la impresión
de que me he dejado algo en el tintero con esa chica. Pero no recuerdo qué.
-Tienes muchas cosas en la cabeza, mamá.- Sonrió
Amatista que únicamente se centró en el asunto que Kerria tuviese allí y así lo
comentó.- Muy importante tendría que ser para que Ky ni llamase.
-Lo era al parecer. Un caso bastante difícil.-
Afirmó Esmeralda.-
Y
poco más le contó su madre. Luego de pasar unos días con ellos, inspeccionó la
sede de Modas Deveraux de Vitae, le dio recuerdos de parte de su padre y se
marchó de vuelta a la Tierra. La que sí pasó cuando retornaba de Nature fue la
propia Kerria. Su cuñada se alegró mucho de verla, como no podías ser de otro
modo, y tras saludar a sus sobrinos las dos tomaron algo en una cafetería del
barrio donde Amatista y su familia residían.
-¿Sabes que en Nature, Ginger ha abierto un negocio
realmente próspero?- Le contó Kerria, agregando divertida.- Te tiene en un
pedestal. Con un karaoke con holo fotos tuyas y de tu grupo de compañeros de la
SSP-1.
-Ginger es una chica estupenda. La echo mucho de
menos. Espero poder enviarle un mensaje para que me cuente cómo le va con su
hijo.-
-El pequeño Dean es una monada. Está muy feliz. – Le
dijo su cuñada-
-¿Y a ti qué tal te fue?- Inquirió ella con
curiosidad.-
Aquí
la expresión de Kerria se ensombreció. Tras unos instantes le confesó.
-No muy bien. Perdí el caso. Bueno, fue un juicio
bastante atípico. La culpabilidad estaba clara. Mi estrategia giraba en torno a
exculpar a mi cliente alegando que tenía atenuantes.
-¿Pero qué paso? Mi madre me comentó algo cuando
estuvo aquí. Pero ya sabes cómo es, no se enteró mucho.
-Tampoco pude ser muy explícita. Tema de
confidencialidad.- Matizó Kerria, contándole de seguido.- Ahora, con el caso
cerrado, puedo darte más detalles de los que le di a tu madre. Para empezar, o
mejor dicho, terminar, el final del juicio fue muy extraño. No sé, hay cosas
que aun no comprendo.- Musitó algo desconcertada.-
Amatista
la observó con extrañeza. Su cuñada no solía mostrarse tan dubitativa cuando
hablaba de su trabajo. Era una excelente abogada. Y al fin, Kerria le comentó.
-Para empezar. Al final llamé a una testigo. Una
chica llamada Daphne Kensington. Ella era la novia de mi defendida, la alférez
Sabra Leví. Pero en Nature la moral es muy cerrada. Son como gentes del siglo
diecinueve. Esa chica habló conmigo antes, aunque debo admitir que yo, en un
principio, fui a tratar de sonsacarle información. Incluso me encontré con mi
ex, Maggie, allí.
-¿Ah sí?- Se sorprendió Amatista.-
-Bueno, sería muy largo de contar. Pero te aseguro
que, de no haberlo visto y oído por mí misma, jamás lo hubiese creído. Maggie
me invitó a cenar a su casa, con su esposa y su hija. Tiene una niña realmente
adorable. Pero no se recató de predicarme en contra de las relaciones entre personas
del mismo sexo. ¡Es como si se hubiera convertido en una especie de homófoba!
¡Maggie!, mi ex novia que adoraba enrollarse con otras mujeres. -Sentenció con
una mezcla de malestar y perplejidad.-
-¿Y cómo es posible eso?- Quiso saber ella, realmente
llena de curiosidad.-
-Según ella, murió al dar a luz y fue al Infierno.
Allí vio el alma atormentada de su primer amor, su profesora de literatura. En
fin.- Suspiró Kerria.- Parece una especie de novela. Pero te juro que así fue. Maggie
me dijo, bueno, más bien, me conminó a que me enmendara y dejase mis relaciones
contra natura con otras mujeres. A pesar de que le conté que estoy casada con
Samantha y que tenemos un hijo.
-No puedo creerlo.- Afirmó una estupefacta
Amatista.-
-Pues eso no fue lo único.- Le desveló su cuñada,
recapitulando.- Te estaba comentando que quedé con esa tal Daphne, por
desgracia su novio, el agredido por mi cliente, estaba con ella. Un chico
llamado Martin. Un buen tipo debo de admitir. Aunque me di cuenta enseguida de
que ella no le amaba. Ya me comprendes. Sin embargo, estaban prometidos. Eso
fue algo que olvidé durante el juicio. No entiendo aun como me pudo ocurrir.
-Mujer, tienes mucho en qué pensar. Es lógico que pasaras
por alto algunos detalles.- Quiso excusarla ella.-
-Pero ese era un dato crucial.- Rebatió su
interlocutora moviendo la cabeza, agregando con genuino desconcierto una vez
más.-Aunque lo más extraño es que, al final del juicio, como te decía, la
propia Daphne acudió a mí deseando testificar y admitiendo que estaba enamorada
de Sabra.
-Entonces genial, ¿no?
-No, en un principio yo misma descarté llamarla.
Hasta mi defendida me pidió que no lo hiciera. De testificar, Daphne hubiera
tenido que reconocer su relación con Sabra. Y eso, allí, hubiera significado
para ella el fin de su carrera como maestra y romper con su familia. Al menos
eso saqué en claro.
-Sin embargo, si esa muchacha quiso testificar por
su propia voluntad. Estaba decidida a arriesgar todo eso por tu cliente. ¿No es
así?- Inquirió Amatista.-
-Ahí está lo realmente extraño.- Le contó su
cuñada.- Cuando las vi juntas estaba claro que se amaban. Sin embargo, una vez
que Daphne comenzó a declarar, parecía otra persona. Testificó en contra de
Sabra, la acusó de estar obsesionada por ella. Y vi claramente que estaba
mintiendo.
-¿Cometió perjurio?- Exclamó Amatista con asombro,
para preguntar.- ¿Y no lo denunciaste?
- No podía. ¿En base a qué? Era imposible
demostrarlo con pruebas.- Repuso una frustrada Kerria, que suspirando, añadió.-
Por suerte su prometido, Martin, retiró todos los cargos contra mi defendida, a
cambio de que esta no volviera a estar cerca suya, ni de Daphne. Sabra aceptó,
estaba muy dolida. ¡Pobre chica! ¡No puedo comprender por qué Daphne la apuñaló
así! Es como si en ese planeta pasaran cosas muy extrañas. Me alegra estar aquí
y después de veros a mi hermano, a los niños y a ti, estoy deseando volver con
Sam y con Brian pronto…
Amatista
quedó muy sorprendida. Se acordó de que ya antes, cuando su propia madre
retornó de Nature y pasó a visitarles, dijo andar algo desconcertada, como si
hubiera pasado por alto algo importante allí. Ahora volvió de esos recuerdos.
-Bueno, aquí también pasan cosas raras.- Se dijo.-
Para empezar esas visitas de los dioses a su hijo.
Por suerte, ahora aquello daba la impresión de haber acabado. Hacía años que
Asthel no comentaba nada a ese respecto. Quizás esos mismos seres hubieran intervenido
en Nature para desquiciar a la gente de por allí.
-Alguno de esos juegos infantiles suyos. No me
sorprendería.- Conjeturó encogiéndose de hombros.-
Al fin, dejó aquello de lado y se puso con sus
tareas. Por su parte Asthel trataba de estudiar en su cuarto, pero no se
concentraba lo bastante. Decidió echarse un rato. Entonces apareció Zoen que le
preguntó.
- Te noto nervioso, Mensajero ¿Qué te ocurre?
- Tengo algunos problemas típicos de los humanos, -
le confesó él - no creo que los entiendas.
- Prueba. - Le replicó Zoen sentada a horcajadas
sobre una de las sillas. - Quizá te sorprenda.
Asthel
no podía dejar de mirarla, lo cierto es que esa diosa era muy guapa y provocativa.
De todos modos, se centró en su problema y le contó su cita con Madeleine y lo
que su padre le había dicho, ella le respondió alegremente.
- ¿Qué problema hay? Vete, le dices a tu padre lo que
ocurra y ya está.
- No es eso. - Objetó Asthel con gesto pensativo y
tono culpable. - Es que me siento como alguien que va a espiar...eso lo dije
para convencer a mi padre de que me dejase ir. Pero pienso que estaré
traicionando a Madeleine y no quiero hacer eso...
- Pues díselo a ella y todo resuelto. - Replicó Zoen
despreocupadamente. -
- No puedo, - le contestó un preocupado Asthel. - Se
enfadaría conmigo y no querría verme...
- Los humanos sois tan raros. Siempre alardeando de
lo importante y bonita que es la verdad y luego no queréis decirla. - Declaró
la diosa encogiéndose de hombros para cambiar de tema. - En fin, no te
inquietes ahora por eso, tú y yo tenemos que trabajar...
Zoen
le explicó a su pupilo algunas cosas acerca de cómo controlar sus poderes.
-Debes concéntrate.- Le indicaba la diosa.-
De
hecho el chico lo intentaba, pero era como si no fuese capaz de lograrlo. Su
energía espiritual no fluía.
-No sé porqué no funciona.- Se desesperaba él.-
Zoen
movió la cabeza, ella sí lo sabía y le comentó con tono admonitorio.
-Estás permitiendo que tu naturaleza humana
interfiera. Tus dones están ahí, pero los bloqueas al pensar en otras cosas que
son irrelevantes.
-No son irrelevante, al menos no para mí.- Se
defendió él, con la mente más puesta en su cita que en lo que realmente le
ocupaba en ese instante.-
Zoen
se limitó a encogerse de hombros y pacientemente declaró.
-Como tú quieras, Mensajero, ya seguiremos en otro
momento.
Y desapareció tan inopinadamente como había
aparecido. El chico suspiró dejándose caer en su cama. Estaba confuso, hacía
mucho que ningún dios aparecía y ahora, justo en el peor momento, le venían de
nuevo a recordar esas cosas.
-Al menos esta diosa está muy buena.- Se dijo
sonriendo con algo de picardía.-
Sin embargo, solamente pensaba en Maddie. Así al
menos dejó de lado esas complicadas experiencias místicas y se dedicó a sus
tareas cotidianas. Al fin llegó el viernes y se reunió con Madelaine. Cuando
iba a irse a la reunión, él reflexionó sobre las palabras de la diosa. No
pudiendo en conciencia ocultar la verdad, decidió decirle lo que pensaba.
- Verás... ¿no te importará que le cuente a mi padre
lo que hablen en esa reunión?, ¿verdad?...
- ¿Qué si no me importa? - Replicó Madelaine que
puso una cara de sorpresa y enfado para recriminarle. - Asthel, ¿se lo has
dicho a tus padres?.
El
muchacho no respondió al principio, aunque tras unos instantes lo admitió
asintiendo despacio sin querer mirarla. Aunque cuando lo hizo la cara de su
interlocutora era un poema, entre enfadada y perpleja le reprochó.
- ¿Cómo has podido hacerlo? Tu padre es militar, ¡está
en contra nuestra!, seguro que hacen una redada.
- No, - se apresuró a rebatir el muchacho. - Mi
padre solamente me dijo que le contase lo que ocurriera. Por si había algún
tumulto. No hará nada.
- ¿Cómo se te ocurre?,- le abroncó la chica visiblemente
irritada para sentenciar. - No puedo confiar en ti, será mejor que no vengas
conmigo.
- Pues pasemos de esa reunión, - le propuso Asthel
que añadió intentando parecer desenfadado - te invitaré a tomar algo si
quieres.
- Esa reunión es muy importante. Tú solo querías ir
allí para ligarme. ¡Eres un cerdo! ¡Cómo todos los chicos! ¡Déjame en paz! - le
espetó Madeleine que salió corriendo a toda prisa. Atónito y desconcertado,
Asthel se quedó clavado allí, sin moverse. ¡No quiero verte más! – Fue lo último
que escuchó. -
Cuando
al fin reaccionó se maldijo por su estupidez. Eso le pasaba por querer hacer
bien las cosas. Y es que delante de esa chica se comportaba como un idiota, sin
saber qué hacer. De nada le servían esos dones que se suponía le adornaban, de
modo que volvió a su casa visiblemente furioso. Su madre se lo notó nada más
entrar, ella le preguntó si le sucedía algo, pero Asthel se metió en su
habitación sin decir nada. Amatista pensó que lo más probable es que hubiera
discutido con Madeleine y decidió dejarle a solas. Se recordaba a sí misma adoptando esa
expresión y esa forma de actuar cada vez que tenía algún problema con sus
novios o ligues. Para desesperación de sus pobres padres. Ahora les comprendía
bien.
-Desde luego que no es fácil, no. Papá, Mamá, ¡cuanto
lo siento! – suspiró recordando los disgustos que había dado a sus propios
padres antaño, finalmente lo dejó estar volviendo a sus quehaceres. – En fin...
haré como ellos hacían conmigo…le daré tiempo y seré paciente.
Pero lejos de esas consideraciones la diosa sí que
apareció en su habitación y Asthel volcó su enfado con ella.
- ¿Qué haces aquí? ¡Vete!, tú tienes la culpa, si no
te hubiera hecho caso ella no se habría enfadado conmigo.
- ¿Enfadada? ¿Por qué? - Preguntó Zoen sin entender. - Le dijiste la
verdad, debería estar contenta. ¿Es que los humanos no decís siempre que la
verdad es lo más importante?
- ¡Tú sabrás mucho de agujeros, dimensiones y esas
cosas, pero de humanos no tienes ni idea! - Le recriminó Asthel visiblemente
furioso. -
- Bueno, tampoco me importan lo más mínimo. - Respondió
la diosa con indiferencia. -
- ¡Pero a mí, sí! - Estalló el enfadado Asthel. - Yo
soy humano ¿te enteras? Ya estoy harto de esta historia. Mensajero por aquí,
Mensajero por allá. ¿Qué demonios se supone que tengo que hacer? Quiero ser
como cualquiera y no tener esta estúpida carga...
- Pero Mensajero, - repuso Zoen con un tono
conciliador extraño en ella. -No debes enfadarte por eso…
Lo cierto es que ahora estaba confusa por la reacción
del muchacho y no quería predisponerle negativamente o no podría seguir con su
tarea. Aquello no era lo suyo. Nunca había tenido que justificarse o ser tan
cuidadosa. Solamente delante de su superior. Pero este humano tan atribulado
por esos ridículos problemas era alguien fundamental para la propia existencia
del universo. Y el propio Georcael se lo
había advertido. Si fracasaba no tendría valor de presentarse ante su superior.
Así que le explicó con bastante más paciencia y todo el tono conciliador que
pudo lograr utilizando además un irrefutable argumento.
- Tu labor es muy importante, no debes renunciar.
¿De qué servirían todas las emociones humanas si no existe un universo para
albergar a tu especie?...
- Sí claro. - Reconoció Asthel que se calmó un poco
para suspirar sentando sobre su cama y con los codos apoyados en sus piernas,
para sujetar así su cabeza con las manos y declarar con patente frustración. - Para
mí es duro, acabo de discutir con una chica a la que conozco desde hace mucho
tiempo, desde que éramos muy pequeños y que además me gusta. Y mis poderes no
ayudan para nada en esta ocasión.
- Quizá yo sí que pueda ayudarte, - afirmó Zoen que
pensó saber lo que le ocurría. - Date la vuelta. - Asthel lo hizo, aunque sin
saber por qué, entonces la diosa le tocó con la mano en un hombro para decirle
con una voz que él conocía muy bien… - mírame ahora...
Ante
la sorpresa del chico, ¡la diosa se había transformado en Madelaine! Era
exactamente igual y hablaba con la misma voz.
- Ya tienes a la chica que quieres, - sonrió
pícaramente y le propuso sin pudor -... ¿te gustaría tomarme?...
- ¡Pero, tú no eres ella...no puedo hacer eso!... -
objetó Asthel sintiéndose aturdido, nervioso y avergonzado. -
- Si no supieras que soy yo, no lograrías
distinguirme de ella, haz el amor conmigo y te sentirás mejor, - le ofreció
Zoen recostándose en la cama y añadiendo. - No te preocupes ya tengo experiencia....
Lo
que no iba a decirle, claro, es que años atrás, antes de que él naciera, había
adoptado la forma de su madre y hecho ese acto carnal con su padre. Por suerte,
el Mensajero ya estaba lo bastante cohibido y no precisó darle más explicaciones.
- Como… ella… no… -Pudo balbucear él. -
Asthel, a pesar de no aprobar lo que había hecho
Zoen, estaba muy excitado pues para él los encantos de la diosa no pasaban
inadvertidos. Así que, sin poderse resistir a aquella tentación puesta en bandeja,
le indicó con voz trémula.
- Hazlo con tu propio aspecto.
- Como tú quieras...- respondió ella que volvió a
tomar su apariencia normal -...
-Pero… mi madre nos oirá. - Pudo pretextar en un
último intento por contenerse.-
-No te preocupes por eso. - Le susurró su
interlocutora en tanto comenzaba a tocarle en ciertas partes bastante
sensibles. - No podrá…
El
joven acarició su rostro y sus labios se acercaron a los de ella, la besó de
forma larga y apasionada, se sentía muy atraído por la diosa. Zoen, para su sorpresa,
sintió un ligero escalofrío. Nunca había sentido eso al tener otras relaciones
con humanos, ni siquiera con el padre de Asthel, pero ahora iba a hacer el amor
con el Mensajero. Sin pensarlo más se desnudó y ayudó al chico a hacerlo. Cuando
lo hicieron Zoen gimió de auténtico placer y él tuvo así su primera experiencia
sexual. Al terminar él se vistió y salió del cuarto. Su madre estaba en el
salón, tal y como la diosa dijo no se había enterado de nada, y su hermana y su
padre no estaban en casa ¡menos mal! (pensó el chico) Su improvisada amante
salió también ya vestida y le confesó.
- Nunca había sentido algo así, reconozco que es una
experiencia agradable, pero ahora debemos volver al trabajo.
- Está bien. Pero antes ¿puedo hacerte una pregunta,
Zoen? - le pidió él. -
- Claro que sí - sonrió la diosa que muy
solícitamente le dijo. – Lo que quieras…
- ¿Tú puedes quedarte embarazada? - Inquirió con
temor y preocupación. - Lo digo porque no he usado nada para protegerme...
-Puedo hacer lo que haría cualquier mujer humana si
lo deseo, - le respondió ella sin darle importancia para añadir con mayor
interés, como queriendo complacer al muchacho en cualquiera de sus peticiones.
- ¿Querrías acaso que te diese un hijo al estilo humano?...
- ¡No! - Se apresuró a decir él alarmado. - ¡No, no!
.... que va, al menos por ahora, no...
- No sería la primera en hacerlo, me enteré de que
algunos de mis semejantes tuvieron hijos con humanos, creo que esas historias
están en vuestras leyendas. - Le contó la diosa. – Mitología las llamáis…
Asthel
la miraba ahora y sentía algo especial. En ese instante no se acordaba para
nada de Madeleine. Únicamente de la agradable sensación que había experimentado
al abrazar a Zoen y hacer el amor con ella. Le pidió a ésta que le acompañase a
tomar algo y que, desde luego, no le contara nada a sus padres de esto.
- Será como tú desees. Pero primero, - respondió
ella con un tono seductor. - Debes hacer un pequeño viaje - y abrió un portal dimensional según le
explicaba. - Hay algo que tienes que solucionar, pero haciendo uso sólo de tu
fuerza espiritual...
-No tengo muchas ganas de hacer nada de eso -
rezongó el muchacho que ciertamente no se sentía muy metafísico en esos
momentos, tanto que incluso admitió. - Ni siquiera sé si seré capaz…
-Es muy importante. Los acontecimientos del
espacio-tiempo están profundamente ligados y tú debes intervenir para arreglar
un serio problema. - Le dijo la diosa que ahora teñía su voz con un tinte más
preocupado. - Tienes que hacerlo…
-Y no podríais hacerlo tú. - Le preguntó su interlocutor,
afirmando. - Eres tan poderosa que haces lo que quieres.
-No, Mensajero. - Negó ella, esta vez con más
seriedad. - Esta labor únicamente puedes llevarla a cabo tú, en persona. Y es
algo realmente importante, por favor. - Le pidió de forma bastante más humilde
a lo que solía. Para acto seguido prometer con cierta intriga en su tono. -
Luego podremos salir a eso que los humanos llamáis tomar algo, tengo
curiosidad…
Su
interlocutor asintió, en sus circunstancias actuales eso iba a costarle, pero
quería agradar a la diosa. Y más animado por esa propuesta se concentró.
Enseguida percibió algo, era extraño y a la vez terrible. Un aura maligna, de
mucho poder. Preparándose ya, miró hacia esa abertura dimensional. Zoen asintió
y el chico penetró por el pasadizo. Éste se cerró tras él y la diosa
desapareció. El muchacho apareció en un lugar extraño, un mundo devastado. Con
ruinas de ciudades y restos humanos.
- ¿Dónde estoy?,- se dijo en una atónita voz alta. -
¿Qué es este sitio?
Otra
voz le respondió tras de sí, pertenecía a un hombre de la edad de su padre más
o menos, moreno y que vestía una especie de armadura elástica.
- Yo soy Bralen, rey de los Saiyajin y estás en el
planeta de Nuevo Vegeta. ¿Quién eres tú extranjero?...
- Ese nombre me suena. - Musitó reflexivamente
Asthel sin responder a la última cuestión. - Mi padre me contó algo cuando yo
era pequeño... ¿Eres el hijo de Lornd?
-Así es. ¿Cómo lo sabes? – Quiso saber el
sorprendido guerrero. -
-Mi padre se llama Leval, y mi abuelo paterno es Roy
Malden. Yo me llamo Asthel.
- ¡Asthel! – Repitió el atónito saiyajin. - Entonces
tú, eres…
-Creo recordar también que tienes una hermana,
Seren. ¿No es así?...
-Es cierto. - Convino su interlocutor. -
-Y un hermano mayor. - Remachó el chico. - Sí, oí
hablar de él…
Creyó recordar la historia de un hombre muy alto que
había conocido a su tía segunda Katherine que era prima de su padre, pero
guardó silencio. Eso lo escuchó siendo más pequeño y casi a escondidas, cuando
su tía charlaba una vez con sus padres. Además, se acordaba muy bien de la
visita que les hicieran la princesa de los saiyajin y el rey de la Luna Nueva
haría unos pocos años. Ellos le habían dado las más expresivas gracias por algo
que él hizo relativo a su mundo. ¿O acaso es por algo que iba a hacer ahora? No
estaba seguro. No obstante, algo le decía que no debía hablar de ello demasiado
con ese hombre que le miraba intrigado y hasta con incredulidad.
-Debes de ser alguien muy especial si estás al tanto
de todo eso. - Admitió Bralen que añadió no sin inquietud. – Pero no puedo
responder de tu seguridad, seas quien seas, si mi hermano aparece. Ni tan
siquiera seré capaz de hacerlo de la mía y de la de mi reino.
Asthel le escuchó sin replicar. Podía presentir
ahora una carga de odio y de maldad que iba llenando el ambiente, y no procedía
de aquel hombre. Su interlocutor únicamente mostraba temor y mucha inquietud. Entonces
el chico le dijo, cargado de confianza.
-No debes temer, estoy aquí para ayudaros. Todo se
arreglará.
El saiyajin le miró con una mezcla de incredulidad y
estupor. Ese chico no sabía contra lo que podría enfrentarse. Mientras tanto,
en Bios, Leval, de vuelta a su casa, le
preguntó a Amatista si había vuelto su hijo.
-Vino enfadado, o mucho me equivoco o creo que ha
discutido con esa chica. - Le comentó su esposa. – Me temo que tu brillante
plan se ha echado a perder…- Remachó no sin cierta dosis de alivio y regocijo
al añadir a modo de pulla. – Eso te pasa por fiarte de un espía de quince años
con las hormonas alocadas.
- ¡Estos muchachos! – suspiró su marido moviendo la
cabeza a la par que agregaba. – Bueno…Creo que tienes toda la razón. Casi es
mejor así. De este modo no se meterá en líos.
Su mujer asintió en tanto terminaba de poner al día esos
papeles que se había traído del laboratorio. Por un lado, a ella también le
parecía mejor que las cosas se hubiera solucionado de esa manera. Si Asthel
había tenido una pelea con esa muchacha ya no iría a esa maldita reunión.
Aunque lamentaba que su hijo lo estuviera pasando mal. Leval entre tanto fue al
cuarto del chico, pero al llamar no encontró respuesta, abrió y descubrió que
no había nadie...
- Amatista. - Informó a su mujer. - Asthel no está
en su cuarto, debe de haberse ido a algún sitio. ¿No le has visto salir?...
- No - respondió ella preocupada al oír aquello. - No.…No
le he visto. Espero que no haya ido allí. Vino tan enfadado...
- No lo creo, - repuso Leval con resignación
creyendo saber lo que sucedía. - Más bien se habrá ido en alguno de sus viajes.
Sólo podemos esperar a que vuelva.
Su
mujer asintió, mirándole sin poder reprimir la angustia en su expresión. Leval
la abrazó enseguida. Ella no pudo evitar sollozar.
-¡Pensaba que eso se había terminado!
-Vamos cariño, tranquila. Será otro de esos viajes
que hace con los dioses. Estará bien…
-Y si no lo estuviera tampoco podríamos hacer nada. ¡Eso
es lo que no puedo soportar! - Gimió su esposa. -
-Lo sé, lo entiendo, me sucede igual que a ti, me
veo impotente para protegerle, estoy furioso. Me siento como un inútil. Pero.
¿Qué vamos a lograr lamentándonos? Tú sabes bien que él estaba predestinado
antes de nacer a ser así.
- No me importa a lo que estuviera predestinado o
no. - Pudo replicar ella con amargura. - ¡Es mi hijo, y le quiero! Y no quiero
que le aparten de mi lado. ¡No podría resistirlo!
Y
no fue capaz de evitar romper a llorar. Su marido la abrazó tratando de
confortarla. Él también sufría por esa situación. Siendo ambos una pareja
realmente poderosa y por encima de los estándares humanos eran no obstante impotentes
ante aquello. Pese a todas sus batallas y sus experiencias ahora se sentían
como un simple matrimonio preocupados por su hijo. Como si el chico se marchase
por ahí sin decir nada yendo con malas compañías y les tuviera aguardando
impotentes su llamada o su regreso a casa.
Aunque lo único que podía hacer Leval era mostrarse calmado y confiado
en que todo iría bien. Sobre todo, viendo la congoja que atenazaba a su mujer…
-Lo sé… yo también le quiero. - Repuso suavemente él
tratando de animarla mientras la estrechaba entre sus brazos. - Amatista…somos
sus padres, pero él no puede estar junto a nosotros toda la vida. Nosotros
mismos dejamos a los nuestros. Encontramos el camino que debíamos recorrer. Él
debe hacer lo propio. Ten confianza. Es el ser más poderoso que existe. No
sufrirá ningún daño. Estoy convencido. Tiene una misión, No sé cuál, pero estoy
seguro de que algo tan importante como lo que está destinado a hacer requerirá
un entrenamiento previo. Seguro que está adiestrándose. Y tú sabes que los
dioses le han estado visitando. Y conoces el poder que tienen. No permitirán
que le pase nada a nuestro hijo. Eso es lo único que me hacer estar tranquilo.
Ella
se enjugó las lágrimas y se separó del abrazo de su esposo. Este creyó haberla
calmado, no obstante, su mujer le miró con pesar musitando con tono lleno de
dolor.
-Algún día, Leval, comprenderás a lo que me refiero.
O puede que no. Quizás no sea culpa tuya. Porque yo le he llevado dentro de mí.
Pude sentirle en mi interior. Esa energía me recorrió…Es parte de mi ser. Y
separarle de mi lado es como si me rompieran en pedazos…
Su
esposo la miró con expresión entre sorprendida y preocupada. No obstante, los
dos dejaron el tema, la puerta de casa se abrió y por inercia miraron
esperanzados, aunque descubrieron que era Maray que volvía de ver a unas amigas.
La cría saludó tímidamente, su madre apenas si le dio las buenas tardes y se
marchó a su habitación, no quería que la niña la viese llorar. Leval pudo
sonreír a la pequeña y preguntarle por su día.
-He estado con Lois y con Betty. - Le explicó la cría
afirmando. - Fuimos a ver unos escaparates y había un bolso muy mono de color
rojo.
-Pues ya sabes - le contestó su interlocutor con un
tono entre irónico y divertido. - A base de ahorrar se consiguen milagros, hija
mía…
La
niña suspiró. Al parecer su padre no se daba por aludido. O más bien sí, y le
estaba dando una negativa en toda regla. Aunque ella veía difícil seguir esa
sugerencia. Ya se había gastado casi toda la paga de la semana y estaba claro
que, pese a que ahorrase durante más de un mes, las cuentas no le cuadrarían.
Sobre todo, a la vista del precio que tenía ese bolso. Decidió dejarlo para
mejor ocasión. De todos modos, notaba que el ambiente seguía algo cargado y que
no era el mejor momento para pedir caprichos.
- ¿Y Asthel? ¿No ha vuelto? - Quiso saber la niña. -
¿Está aún con Madeleine?
Su padre la miró ahora con más gravedad y movió la
cabeza. Luego se ausentó hacia el dormitorio. La cría comenzó a preocuparse.
Algo raro ocurría, quizás su hermano se hubiese metido en algún lío. De modo
que fue a su habitación.
-Me gustaría saber si está bien.- Musitó.-
Quedó
perpleja cuando de improviso, una extraña mujer de cabellera azulada apareció
sentada en su cama. Antes de que pudiera decirle nada, ese individua le sonrió
afirmando.
-No temas, hermana del Mensajero. Él estará bien. Ha
tenido que ir a un sitio, para cumplir con una tarea.
-¿Tú eres una diosa?- Quiso saber la niña,
observándola con una mezcla de curiosidad y prevención.-
-Así es, me llamo Zoen. He venido para ayudar a tu
hermano a comprender bien su naturaleza.
-Mi hermano está muy nervioso últimamente.- Comentó
Maray, mirando a la diosa con inquietud.- Se preocupa por gustarle a Madeleine,
una chica de su clase.
-Lo sé.- Asintió su interlocutora desvelando a la
sorprendida niña.- He intentado ayudarle.
Y
ante los perplejos ojos de Maray volvió a tomar la forma de esa humana que
tanto encandilaba al Mensajero y declaró con la mismísima voz de Maddie.
-Soy exactamente igual a ella, pero aun así, tu
hermano no quiere estar conmigo. No lo comprendo.
De
hecho, la diosa recordó que al padre del Mensajero le sucedió exactamente
igual, cuando ella tomó la forma de ese insulsa e irritante mortal que le
gustaba. Y que luego fue precisamente la madre de su pupilo. Estaba decidida a
contarle a la hermana de Asthel lo que habían hecho juntos, en la habitación de
su hermano. Aunque recordó las instrucciones que había recibido cuando había
ido a informar a su superior.
-Nada de involucrar a esa niña humana en esto.- Se
dijo, de modo que le comentó a Maray.- Pues no sé qué más puedo hacer.
Ahora
fue su interlocutora quien sonrió levemente y le explicó.
-Es que las cosas no son tan fáciles. A mi hermano
le gusta Madeleine, no una copia de ella. Aunque no sé que la ve, es una sosa.-
Suspiró con resignación, sentenciando.- Los chicos son realmente extraños.
Eso
hizo reír a Zoen, la diosa asintió solidariamente para confirmar en tanto
recobraba su aspecto habitual.
-Tienes toda la razón. Eres sabia. Como corresponde
a la hermana del Mensajero. Quizás tú puedas ayudarle mejor que yo después de
todo.
-No lo sé.- Repuso Maray, añadiendo.- Me parece que
tendrá que ser mi hermano quien se dé cuenta de eso.
Esas
palabras hicieron reflexionar a Zoen, que asintió espacio en tanto levitaba
para replicar.
-Sí, pudiera ser una prueba que únicamente él deba
superar. Así sea pues. Gracias por tu ayuda…ahora debo irme.
Y
sin más desapareció del mismo modo súbito en el que había aparecido.
-Bueno.- Suspiró Maray.- Espero que Asthel no haga
nada tonto…
Y
dicho esto se dedicó a buscar sus cuadernos para pintar algunos vestidos. Además,
en breve iba a empezar un programa en el canal moda que no se perdía.
-A ver si le hacen alguna entrevista a la abuela
Esmeralda. O mejor aún, a Debra Azov o a Stephanie
Kensington. Steph es mi modelo favorita.
– Deseó ilusionada.-
Y mientras su hija encendía la holo tele de su cuarto,
Leval fue al suyo. Estaba preocupado por su mujer. Entró despacio…
-Amatista.- Llamó a su esposa.- ¿Estás bien,
cariño?- Quiso saber al verla sentada sobre la cama, con la cabeza gacha y
mirando una holo fotografía familiar.-
-No te preocupes.- Musitó ella con un tono más
tranquilo ya.- En el fondo sé que Asthel sabrá cuidarse y que estará bien
protegido.- Pero me pasa como a mi madre, no lo puedo evitar. Ahora la entiendo
bien. Y me doy cuenta de hasta qué punto muchas veces le causé dolor y preocupación
con mis tonterías.
En
esa holo foto aparecían precisamente Diamante y Esmeralda con ella, la entonces
jovencísima Amatista estaba vestida de amazona, en uno de esos concursos
hípicos en los que había participado por esa época, así lo recordó sonriendo
para relatarle a su esposo.
-Aquí yo me sentía muy feliz. Fue de las pocas veces
que los dos pudieron venir a verme. Mi madre estaba muy guapa con ese vestido
negro y ese enorme collar de piedras verdes que llevan su nombre.- Sonrió aludiendo
al look que Esmeralda lucía en la holo foto, remachando.- Vino directa de una
convención en Modas Deveraux. En un vuelo chárter, solamente para verme
participar.
-Y tanto ella como tu padre tienen una expresión de
tremendo orgullo.- Afirmó su marido, sentenciando. – Y no era para menos.
Seguro que quedaste campeona, como de costumbre.
Aunque
ahora Amatista esbozó una sonrisa más amplia y, negando con la cabeza, replicó.
-¡Qué más hubiera querido yo! Quedé la tercera…pero
para mí, tener a mis padres allí apoyándome en ese día, valió más que si
hubiese ganado un oro olímpico.
Leval
se sentó junto a su mujer y le pasó un cariñoso brazo tras los hombros. Quizás
hacía mucho que no se lo decía, pero se sentía muy afortunado de tenerla, de
modo que así lo expresó. Amatista por su parte, declaró con emotividad.
-Gracias cariño. Y ahora, cuando veo a nuestros
hijos, sé lo que mis padres sintieron. Por eso, lo que más miedo me da en este
mundo es que algo malo pudiera sucederles y no estar a su lado para ayudarles.
Por muy poderosos que sean y por muchos dioses que les protejan, esa es nuestra
labor como padres…
Su esposo asintió. En el fondo compartía aquella
sensación. Al fin dejaron aquello para tratar de descansar. Por su parte Maray,
pese a estar viendo ya aquel programa que tanto le gustaba, (con entrevista a su
idolatrada Stephanie incluida) seguía estando algo preocupada. Deseó que su
hermano estuviera bien. De hecho, tal y como le había dicho a esa diosa tan
rara, le notaba algo raro últimamente. Inquieto, nervioso y muy desapegado para
lo que solía. Y tenía que ser por aquella tonta de Madeleine que le había
sorbido el seso. Suspiró, ojalá que Asthel volviese pronto y todo se arreglara.
¡Estos chicos! ¿Por qué se pondrían tan tontos con las mujeres? Se encogió de
hombros y continuó viendo algunos pases de modelos célebres, Mirna, Debra o la mismísima
Steph, a las que se quería parecer.
-Lo que tiene que hacer Asthel es dejar de pensar en
esa boba. - Se dijo la cría haciéndose un solemne propósito con sus inocentes
once años. – Yo nunca dejaré que un chico me haga estar así de mal.
Aunque poco podían imaginar, ni ella ni sus padres,
era que, en ese instante, su hermano estaba muy lejos en el espacio y en el
tiempo y que pronto tendría que enfrentarse a una dura prueba que le revelaría
más sobre sí mismo.
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