martes, 8 de marzo de 2011

GWT 14.166. La calma antes de la tormenta


Asthel miraba a ese hombre, acorde con lo que le había dicho enseguida dedujo de quién se trataba.



- Entonces tú eres el primo de mi padre. El hijo de los reyes de Nuevo Vegeta.

- Soy Bralen, sí - repitió éste con orgullo. -Hijo de Lornd y de Setsuna, que fueron reyes del planeta de Nuevo Vegeta. Y soy asimismo nieto del legendario Dronaos. Y tú, ¿eres entonces aquel que estaba destinado a ayudarnos?



El interpelado decidió presentarse a la misma usanza que su interlocutor y proclamó.



- Ya te lo he dicho. Soy Asthel, hijo de Leval y de Amatista. Nieto de Roy y de Beruche, de Diamante y Esmeralda. También se me conoce como el Mensajero. No sé si estaré destinado o no a ayudaros…aunque puede ser que así esté dispuesto.

- ¡Entonces era cierto! - Exclamó su contertulio con el asombro presidiendo su semblante. -



            Bralen recordaba bien como le hablaron de aquel legendario individuo. Un ser con poderes inimaginables. Mucho mayores que los de cualquier saiyajin. Y que, además, sería en parte miembro de su raza. Hasta sus propios padres pronunciaban ese nombre con reverencia. Lo recordaba bien, estando en el salón del trono rodeando junto con otros leales a los monarcas. Tras aquella terrible prueba…



-Todo ha sido ya señalado. - Declaró Lornd, sentado en su trono junto a su esposa. Añadiendo con tono oscurecido por el dolor y el pesar. - Eron pagará sus culpas.

- ¡Pero padre! - Pudo decir el todavía jadeante joven. – Sigue siendo mi hermano, ¡vuestro hijo!

-Es nuestro hijo, sí. - Intervino la asimismo consternada reina Meioh, quien pese a todo aseveró con entereza. - Y, sin embargo, eso no ha pesado en su ánimo a la hora de rebelarse contra nosotros y nuestro planeta. Habremos de hacer justicia pues, como ante cualquier otro. Esa es la ley aquí.

-Que conduzcan al prisionero ante nuestra presencia. - Ordenó Lornd. –



            Al poco, rodeado por un séquito de guardias fuertemente armados y esposado con gruesos aros de metal, un joven muy alto y de largos cabellos negros, avanzó hasta el trono que se ubicaba en una gran sala pétrea, en los sótanos del gran palacio. Algunos le miraron con odio, otros con desprecio e indignación, pero casi todos con miedo. Únicamente en su hermano y quizás sus padres, pudo atisbarse la desolación. Ante los monarcas también se adelantó otro saiyajin. Se trataba de Blintz, el canciller real. Aquel fuerte individuo miraba sin embargo con aprehensión al reo quien solamente esbozaba una maliciosa sonrisa.



-Se te ha hecho venir aquí para juzgarte por tus crímenes y demás delitos. En nombre de los soberanos de nuevo Vegeta, contra cuyo poder legítimo te has rebelado, se te acusa de alta traición y de asesinato. ¿Cómo te declaras? - Inquirió el Canciller. -



            Aquel enorme individuo no replicó. Tras unos instantes, Blintz repitió la pregunta. El silencio se prolongó. Los cortesanos se miraban entre sí atónitos e incluso avergonzados. Algunos murmuraban. Al fin, el rey Lornd, se levantó de su trono y aproximándose hasta el encausado le inquirió con rotundidad.



-Te han hecho una pregunta. Te ordeno que respondas.



            Eron quiso mantener la mirada de su padre, pero los ojos de éste enseguida le doblegaron y bajó la vista. Apenas si musitó con tono cortante y casi con un tinte de regocijo.



-Culpable, por supuesto.

- ¿Tienes algo que decir en tu defensa? - Le preguntó su entristecido padre, manteniendo sin embargo su duro tono. -

-Que la próxima vez lo haré mejor. - Añadió el muchacho sin variar su desafiante tono. -



            Lornd le cruzó la cara de una bofetada tal que a punto estuvo de derribarlo al suelo. Hasta los guardias que lo custodiaban tuvieron que sujetar al prisionero. Al fin, el airado y dolido, rey declaró.



-No me dejas más salida que condenarte al exilio perpetuo. Por tus crímenes contra seres inocentes y tu probada traición.

- ¡Un momento! - terció uno de los indignados guerreros saiyajin. - ¡Majestad, exijo su muerte! Ha matado a muchos de los nuestros. Incluyendo a miembros de mi familia.

-No habrá más muertes aquí. - Sentenció Lornd dándose la vuelta para sentarse una vez más en el trono. –

-Esa es la ley de la Ciudad del Sol Poniente.. - Le recordó otro guerrero. -

-Esa ley fue abolida. - Contestó el soberano. –

-No os preocupéis. Yo la reinstauraré. - Se permitió el lujo de intervenir un diríase que hasta divertido Eron, para afirmar. - Cuando vuelva y tome el trono que es mío por derecho. Y seréis los primeros en saberlo. Os lo prometo.¡Ja,ja,ja!



            Varios de esos saiyajin le miraron con manifiesto odio. Como en el caso del que había protestado antes, algunos de sus familiares y amigos habían caído bajo el ataque del reo. Aunque ahora fue la reina quién, levantándose, les ordenó a todos con voz segura y hasta severa.



- ¡Basta! ¡Silencio!  La condena se cumplirá. Eron, no volverás a ver este planeta. Y somos demasiado benévolos contigo.

-Sí, madre. - Admitió él, ahora con un tinte de mayor respeto en su voz. - Ese ha sido el problema de este mundo. Los saiyajin no deben ser benévolos, deben conquistar. Así se hacía en los tiempos antiguos. Hemos perdido nuestra esencia. Nos hemos convertido en marionetas de razas más débiles. No puedes verlo, pero no es culpa tuya. Tú no eres de nuestra raza. No  eres capaz de entenderlo…



            Sin querer replicar a las palabras de su hijo. Setsuna apartó la mirada de él, hizo un gesto y la guardia se lo llevó. Le dirigieron hasta el interior de un gran reciento en donde, a través de unas ventanas de muy robusta apariencia, podía verse una enorme puerta ante la cual se detuvieron. Fue Seira, la guardiana de la reina quién, tras acompañar a la comitiva, tomó la palabra.



-Ésta es la entrada hacia otra dimensión. Hace muchos siglos que nuestros antepasados fueron exiliados en ella. Por fortuna retornamos. Ahora únicamente sirve para desterrar a aquellos que son considerados peligrosos o traidores a los nuestros. Eron, has sido condenado a pasar aquí el resto de tus días. Tienes algo que decir antes de que se cumpla la pena.

-Sólo que… hasta muy pronto. Guarda a tu hija hasta que yo regrese. - Declaró sarcásticamente el interpelado. -



            Tras unos momentos de espeso silencio, Seira al fin ordenó.



-¡Que la puerta del Daziarn, se abra!



            Y aquella puerta comenzó lentamente a entreabrirse. Enseguida tanto los guardianes como la propia Seira se apartaron, saliendo de ese reciento.



- ¡No tengo ningún temor a lo que haya aquí dentro! - Proclamó Eron, agregando con patente maldad. - Pero vosotros sí que lo tendréis a que no sea capaz de retenerme…Mi padre no podrá protegeros siempre…



            Y tras un resplandor de color cenital, el gran guerrero desapareció tragado por el interior de aquel extraño espacio que no pudo ser vislumbrado. Al momento la puerta se cerró. Ahora Bralen miraba a sus padres quienes, sin pronunciar palabra, se retiraron. Quiso ir con ellos. Particularmente junto a su madre. Sin embargo, Seira le cerró el paso.



-Quiero estar a su lado. - Le dijo el joven. -

-Ahora no. Debes dejarla sola. A ella y al rey.

-Sí, quédate conmigo. - Le pidió Aiona, la hija de la guardiana de la reina. –



            El príncipe se resistía, caminaron de hecho siguiendo a los soberanos cuando el resto de los saiyajin ya no osó continuar. Subieron unas escaleras hasta la planta noble del palacio. Allí, Un desolado Lornd les dijo a los demás.



-La reina y yo nos retiramos. Blintz, ocúpate de los asuntos pendientes.

-Como ordenéis, Señor. - Repuso éste inclinándose. -



            Lo mismo hicieron los demás. Así, aguantando a duras penas, Setsuna se dejó tomar por el brazo. El rey la llevó hasta que ambos desaparecieron caminando por un largo corredor. Cerrando una puerta tras de ellos. Cuando Bralen y el resto iban a marcharse les estremeció oír un grito terrible, lleno de dolor y desesperación. Tentado estuvo el joven príncipe de correr hacia allí. Había reconocido de inmediato la voz de su madre. Sin embargo, Seira volvió a sujetarle para decir moviendo la cabeza con la voz tamizada de pesar.



-No, tiene que estar sola. Permite que conserve su dignidad.

-Pero…- Intentó replicar el muchacho. -



            Aunque le sorprendió ver lágrimas rodando por las mejillas de la severa guardiana, cuando ésta a duras penas pudo añadir, controlando su voz casi rota por el dolor.



-Solamente una madre entiende lo que nuestra soberana está sufriendo ahora.

-Todos sufrimos. Eron era mi hermano. - Contestó un asimismo desolado Bralen. -

-Sí, lo era. Pero no era tu hijo. No le llevaste dentro de ti, ni le trajiste al mundo. - Sentenció su interlocutora quien añadió con tintes compasivos ahora. – Deja que tus padres sufran en privado. Deja que se comporten como eso, padres, en lugar de reyes. Al menos por un breve espacio de tiempo. Incluso entre los saiyajin existe el sentimiento de amor por los hijos y de dolor por su pérdida. Y créeme, esto es peor a que tu hermano hubiese muerto.

-Lo sé. Ojala que la promesa de un redentor sea cierta. - Musitó el chico remachando. – Al menos eso espero…



            Aiona también asintió, dándole la mano al joven. Éste finalmente cedió. Así lo rememoraba ahora tras terminar de contarle todo aquello a Asthel.



- Tu llegada se me profetizó. - Afirmó el soberano. -

- Pero dime, - inquirió su interlocutor mirando a su alrededor. - ¿Qué ocurre aquí? ¿Por qué está todo tan arrasado, acaso tu hermano hizo esto?...

- Fue por culpa de su ambición. - Respondió su interlocutor con un tono y gesto ahora sombríos según explicaba.  - Él era el mayor, se suponía que según la ley debía reinar. Pero se volvió loco y destruyó todo esto, además de matar a muchos de los nuestros. Mi padre le desheredó. Pero él se negó…



            Asthel escuchaba atentamente las palabras de aquel hombre y a su mente vinieron las imágenes de aquello, podía verlo con toda claridad. Aquel guerrero del espacio lleno de ira y odio, amenazó a su propio hermano, que iba a ser proclamado como heredero al trono pocos días antes de aquello Eron entró en tromba a través del blanco corredor de palacio hasta el salón del trono.



-Todo esto que hay aquí, pronto arderá. ¡Esa es la palabra del rey! – Espetó amenazante. - Tendrás una corona de papel. No te durará…sólo eres un rey títere. Otra marioneta de Endimión y Serenity.

-No sabes lo que dices. - Se atrevió a replicar su interlocutor, para acusarle. - ¡Estás sediento de poder!

-Algunos estamos sedientos de poder, otros como tú os ahogaréis con él. El más fuerte tiene que reinar, esa es la ley aquí. ¡Yo soy el rey de la ciudad del ocaso! – Sentenció el otro. -



            Asthel retornó de esa especie de visiones cuando su interlocutor le explicó.



 -Estás sobre las ruinas del planeta, en esta parte antes estuvo la corte y el palacio, lo abandonamos y reconstruimos en la otra punta...

- ¿Y tu hermano? ¿Qué fue de él? - quiso saber Asthel. -

- Entre mi padre y los demás le desterramos a esa prisión dimensional. Al principio se le expulsó del planeta, pero seguía vagando por el Cosmos destruyendo todo lo que encontraba. Al fin, no hubo más remedio que juzgarle cómo te he contado y aprisionarle en el Daziarn. La puerta al universo paralelo del que se cree surgieron nuestros antepasados. Allí no le hacía daño a nadie. Pero supimos hace poco que logró escapar. No sé cómo pudo lograrlo, pero lo que sí sé es que ahora vendrá a por nosotros...debemos anticiparnos para encontrarle antes y disponernos a combatir lejos de este planeta.

- Eso no será necesario. - Le aseguró Asthel diciéndole también. - Noto su fuerza...ya está llegando, le atraeré aquí con la mía...

           

            Y así era. Desde el espacio se podía captar la fuerza de Asthel. Eron, el violento hermano de Bralen, se sintió atraído por esa energía. El colérico saiyajin había estado aprisionado en esa especie de dimensión paralela. Al principio gritó y aulló desplegando todo su poder para tratar de escapar, pero de nada le sirvió. Tras un periodo de tiempo que no pudo precisar, entre aquellos intentos desesperados por hallar una vía de escape, se fue calmando. Estaba resignado a su suerte cuando una extraña voz se dirigió a él en medio de esa negrura que le rodeaba.



-Hola Eron. – Le saludó esa desconocida presencia con tono que parecía sarcástico al preguntarle. - ¿Te aburres?

- ¿Quién eres? ¡Da la cara y lucha si te atreves!  – Espetó el guerrero con visible furia. –

- ¡Ja, ja, ja! Estoy muy por encima de esas tonterías. No te preocupes, no te he llamado para molestarte, sino para ayudarte.

- ¿Ayudarme? ¿Acaso podrías sacarme de aquí y devolverme mi reino? - Le interpeló el cautivo con más incredulidad que enfado. –

-Podría hacerlo, sí. Al menos liberarte, lo otro dependerá de ti.



Tras escuchar esto Eron cambió rápidamente su actitud y adornó sus facciones con una diabólica y calculadora sonrisa, para preguntar con un tono bastante más suave y calmado.



- ¿Y qué querrías de mí a cambio?

- Esa es la mejor parte para ti. Nada en absoluto, - fue la sorprendente respuesta, más aún cuando esa voz agregó divertida. – Simplemente que hagas lo que desees hacer y que cumplas con tu destino. Siendo todo lo malvado y vengativo que quieras.

-Eso es algo que bien te puedo prometer y que no dudes que cumpliré. – Aseguró el saiyajin ahora con una sonrisa mayor si cabía, plena de regocijo. – Puedes confiar en mí, si únicamente se trata de eso. Quedarás muy satisfecho.

-Entonces ve. – Le indicó aquella voz que, para asombro de Eron, materializó un agujero a través del cual podía ver estrellas. -



Sin embargo, el malévolo saiyajin no se fiaba, aquello podría ser una trampa. Y así lo dijo.



-No puedo respirar en el espacio exterior. Ni sobrevivir. ¿Acaso intentas matarme?

-Podrás salir sin problemas. - Afirmó su misterioso interlocutor. – No me interesaría que murieras… ¿dónde estaría la diversión entonces?...



Y al instante una gran burbuja protectora rodeó al guerrero. Ahora el agujero se hizo mayor y él pudo reconocer los alrededores de ese sistema planetario. ¡Era el sistema de Nuevo Vegeta! Cuando quiso darse cuenta estaba fuera de esa prisión dimensional y muy cerca de su mundo.



- Dime ¿Quién eres, extraño? ¿Por qué deseas ayudarme a cambio de nada? No lo entiendo. - Quiso saber ahora con genuina curiosidad. -

-Soy aquel que vela porque las cosas sucedan. Soy la consciencia que dirige este todo…-Retumbó aquella voz, agregando ya con tono más apremiante a su interlocutor. - ¿Acaso no deseabais ir a tomar lo que era tuyo?... ¿A qué esperas? Ve y cumple con tu destino…



El saiyajin entonces asintió. Sin poder refrenarse rio de puro regocijo y sádico placer saboreando ya su inminente venganza. De camino arrasó algunos puestos avanzados que tenían los de su raza sin que nadie pudiera detenerle. No se supo a ciencia cierta si la emprendería primero con Nature, Kinmoku, la Tierra o Bios, buscando alguna alianza con los destructivos Arcoily, pueblo rival de los saiyajin, o si simplemente se centraría en su mundo natal. Eso sucedió haría un par de días y llegó a oídos de Bralen. El rey sintió entonces una fuente de poder tremenda en las ruinas de palacio y fue hacía allí encontrándose con Asthel. Ahora ambos sentían como se aproximaba la energía de su belicoso hermano. A su vez todos los guerreros del espacio disponibles fueron hacia allí. Pronto todo estuvo lleno de ellos, uniéndose a su rey, listos a combatir. La tensión e incluso el temor del nutrido grupo de saiyajin podía mascarse en el ambiente, pero Asthel miraba tranquilo al cielo cuando vio aterrizar a Eron. Éste miró a todos con desprecio. Y escupió...



- ¡Ha llegado vuestra hora! Esta vez acabaré con todos vosotros, mi padre ya debe ser viejo y débil ¡Yo en cambio estoy en el apogeo de mi fuerza! Y los demás no sois rivales para mí.



            Eron tenía un aspecto imponente, medía más de dos metros, poseía una constitución fortísima, sus brazos y piernas estaban muy musculados y sus largos cabellos enmarañados le llegaban por los hombros. Tenían aún ese color negro, como las intenciones de su propietario. Ningún guerrero se atrevía a desafiarle abiertamente. Sólo Bralen se adelantó, en compañía de una mujer, ésta dijo llamarse Seren. Asthel la observó reconociéndola de inmediato, era esa la princesa de los saiyajin que estuvo en su casa y se arrodilló ante él.  Pero ahora era más joven. Vestía la armadura de los de su pueblo. Sin embargo, no vio al guerrero que vino con ella. En tanto esa mujer se dirigía al recién llegado y le espetaba.



- ¡No metas a nuestro padre en esto!, - le ordenó con dignidad tanto en su porte sereno como en su voz firme, añadiendo. - Él ya no tiene las fuerzas necesarias, pero nosotros hemos entrenado día y noche. Puede que seas superior a cada uno de nosotros por separado. Pero no nos vencerás a todos juntos.

- ¿Tú? - Se rio Eron señalándola con un dedo acusador, en tanto agregaba con un tono que estaba entre el desprecio y la burla. - ¿O vas a traerte a tu maridito terrícola? ¡Qué patético! Si no insultara a nuestro mundo y a nuestra raza el mezclarte con un ser de tan lamentable debilidad me daría la risa…

-Eres tú quien nos insulta con tu crueldad y tus desmanes. - Chilló la joven, que pareció perder el control, aunque enseguida lo recobró para añadir. - Serás castigado por ello.

- ¿Ah sí? ¿Me vas a castigar en Nombre de Luna, quizás? - Espetó su interlocutor. - ¿Acaso han venido tus amiguitas las princesas y esa reina de opereta  a ayudarte? No las veo por aquí.

-No preciso de nadie más. Seré yo quién te haga pagar tus desmanes en nombre de mi Planeta guardián Plutón y en el de nuestro pueblo. - Replicó ella ahora con una mirada y tono impasible. -

-Eso me gustaría verlo. - Se sonrió aviesamente él. - Aunque lo dudo mucho, tú y nuestro hermanito sois débiles. Siempre lo habéis sido…bajando la cabeza ante esos reyes de pacotilla de la Tierra. Como nuestros padres, humillando a nuestra raza…Comportándoos como meros sirvientes de los humanos y de los selenitas. ¡Qué pena me dais! ...Pero ahora me encargaré de que cambien las cosas.

- No, no lo harás. Esta vez será tu fin, hermano. Si hemos de morir para detenerte lo haremos, pero tú caerás también. - Añadió Bralen con tono desafiante y una orgullosa estampa que hacía honor a su condición de rey.  -

                                             

Pero Eron no se dejó impresionar por ellos y esbozó una media sonrisa siniestra para escupir.



- ¡No me hagáis reír! ¡Mirad estúpidos!



Y sin más concentró sus fuerzas y todo el planeta comenzó a temblar, se transformó en súper guerrero de tercer nivel, con el brutal gesto primitivo que ello conllevaba al achatarse su frente. Ahora emitía rayos de dorada energía a tono con el nuevo color de su cabello, que deslumbraban a todos mientras él se reía a carcajadas. Casi todos sus rivales palidecieron de terror. La fuerza de ese gigante seguía incrementándose e incluso llegó a amenazar con sobrepasar el tercer nivel. ¡Algo inédito desde los días del legendario rey Vegeta!



- ¡Sentid mi poder y temblad!…No sois nada….-Exclamó en tanto sus cabellos comenzaban a tornarse de color rojo.-



            Tanto Seren como Bralen se miraron entre atónitos e impotentes. ¡Aquella era una fuerza inmensa! Demasiado incluso para ellos…



-Doran debió venir conmigo. - Musitó la horrorizada princesa. - Nos habría sido fundamental. Incluso Kiros.

-Tendrán que defender la Luna y Nature - Replicó Bralen. – Quizás entre los dos puedan detenerle…

-Puede que mi hijo no esté, pero yo sí.- Se adelantó una mujer saiyajin, que de inmediato se transformó en super guerrera de primer nivel.-

- Gracias por tu lealtad, Elua.- Sonrió débilmente Bralen.- Pero necesitamos a más guerreros. Ve a avisar a tu esposo y a todos cuantos puedas.

-¡Mi señor, no quiero dejaros ahora! - Protestó ella escuchando de fondo las risas de Eron.-

-Ve, es un mandato del rey.- Le ordenó Seren.- Avisa a la reina Aiona.

-No.- Intervino Bralen.- Deja a la reina. Tiene que quedar a alguien con legitimidad para gobernar.



            Y es que la soberana actual estaba en la otra punta del planeta. Los reyes eméritos no se encontraban en Nuevo Vegeta, quiso el azar que estuvieran viajando a ver a sus parientes en la Tierra.



-Mucho mejor así.- pensó Bralen.- Mis padres no soportarían ver esto. Y ese monstruo no les respetaría ni tan siquiera a ellos.



Elua entre tanto miró dubitativamente a su rey y a la princesa. Él asintió, ella no replicó ya a eso, se limitó a asentir a su vez y a salir volando de allí, siendo totalmente ignorada por aquel siniestro individuo que declaró ufano.



-No me merece la pena tratar de detenerla. Aunque enviaras a buscar a doscientos más como vosotros, nada cambiaría….pero haces bien en no pedirle a Aiona que venga. Le iba a resultar muy desagradable ver en qué estado te dejaré.



Bralen no contestó a eso, pasó a centrarse en su hermano y adversario, pero cuando parecía que la batalla iba a comenzar fue Asthel el que se acercó al retador. Sin parecer en absoluto inquieto le miró con rostro inexpresivo. Ante el gesto atónito de los guerreros del espacio, que desde luego no osaban aproximarse, se plantó delante de un sorprendido Eron que no podía creer como aquel muchacho desconocido ni se inmutaba ante su despliegue.



- ¿Y tú quién eres? - le espetó el saiyajin añadiendo algo sorprendido. - No te conozco, ¿acaso eres algún estúpido que quiere morir antes que los demás? - Sonrió con malevolencia para agregar aparentemente divertido. - Eres inteligente, te mataré rápido. Es lo menos que te mereces por ser tan valiente, ¡ja, ja, ja, ja!



            Asthel se limitó a continuar mirándole fijamente sin pronunciar palabra ni parecer en absoluto intimidado. Eron cesó en sus carcajadas y viendo que su interlocutor no respondía le inquirió irritado.



- ¿No dices nada? ¡Di algo y deja de mirarme así! – El muchacho seguía sin responder lo que pareció enfurecer más a su rival que le apremió - ¡Habla te digo! 



Pero ese chico no decía nada y seguía observándole. Eron sonrió de nuevo y añadió con un tinte más sarcástico.



 - No me hace gracia matarte tan callado. Por lo menos suplícame un poco.



Seren estaba dispuesta a pedirle a ese extraño muchacho que se apartase, pero su hermano Bralen la disuadió posando una mano en el hombro derecho de la mujer. Ella le observó atónita, pero él le susurró.



-Déjale. Es de la familia.



Aunque Eron le observaba ahora con una mezcla de regocijo, incredulidad e incluso hasta algo de respeto y declaró.



-Al menos eres valiente, eso no lo puedo discutir. Estúpido, pero valiente. Por lo menos no tiemblas de miedo como todos estos idiotas.



Por su parte Asthel sólo seguía mirando y por fin le dijo moviendo la cabeza con desaprobación.



- ¿Qué es lo que has hecho? ...mírate...- repuso por fin con tono entre compasivo y amonestador. Todos incluso Eron se quedaron mudos de asombro al oírle declarar. - Me das pena. ¡Sólo eres un pobre infeliz! Pero ni tan siquiera es culpa tuya. Esto estaba predestinado. Sí, puedo verlo… todo esto debía de ocurrir así. Y tú, tienes un destino que cumplir…pero no el que crees…sino uno mucho más importante.



            El aludido tardó unos instantes en recuperarse de la sorpresa, pero esta dio paso a la ira cuando exclamó…



- ¡Mi destino es gobernar!



Y sin más concesiones atacó con todas sus fuerzas lanzando su puño contra ese inconsciente. El chico no se movió, no le hizo falta. El violento saiyajin se quedó paralizado cuando iba a tocarle. Entonces Asthel brilló con un blanco cegador, sus cabellos tomaron ese color. Eron, con una voz que nadie le había escuchado nunca, teñida por el temor reverencial, le preguntó.



- ¿Quién eres tú? .... ¿Qué me has hecho? ¡No puedo moverme!

- Contempla tu propia maldad y piensa en ello. - Le ordenó Asthel que le preguntó con un tono más compasivo aún. - ¿Por qué esa desesperación?...

- Mi, mi fuerza me obliga...debo luchar, destruir, está en mi cabeza, ¡soy el más fuerte del Cosmos! ¡Debo sacar todo mi poder o éste acabará conmigo! - Confesó Eron al que las palabras parecían salirle a su pesar. -...

- Hay poderes en el Universo que tú no puedes ni imaginar. - Declaró Asthel quien le puso las manos sobre la frente para afirmar. - Cuanta tensión y cuanto odio contra ti mismo. Esto te fue impuesto incluso antes de tu nacimiento. Bien, yo te libero ahora. Y tú libérate también de ello.



 Y dicho eso, frotó sus manos sobre la frente de Eron que dio un grito tan terrible que paralizó de terror y asombro a todos los presentes excepto a Asthel, más cuando observaron como una especie de densa humareda escapaba de él, se congestionaba en una grotesca forma que mostraba unas fauces llenas de colmillos en una especie de aullido inaudible. Después aquello se desvaneció y el saiyajin cayó de rodillas al suelo.



- ¿Qué me has hecho? - Pudo apenas balbucear ese guerrero que parecía estar impactado por el asombro más absoluto.- Noto como si una gran oscuridad y de rabia dentro de mí hubiese desaparecido…

- Ahora eres libre de tus propios miedos e iras, esa fuerza que te invadía era producto del mal que te infectaba desde tu nacimiento. Ese mal ha sido eliminado y tu poder canalizado, ya ha sido reconducido para el bien. – Declaró el muchacho sonriendo de forma animosa para decirle en tanto le ofrecía una mano. – Ven conmigo…ahora te mostraré cuál es tu auténtica misión…



            Eron había sentido un calor intenso y un frío helador a la vez. Todos sus crímenes habían desfilado ante él, pero como si se tratase de una película en la que no podía intervenir. Ahora pudo darse cuenta del alcance de sus actos ¡Lo que antes para él era normal y hasta divertido se había tornado ahora en horrible! Era como si le hubieran liberado de una inmensa carga, como si hubiera visto por vez primera la realidad de las cosas. Le habían levantado un velo y podía discernir por vez primera en su vida el bien del mal. Esa gran fuerza era una maldición. ¿De qué servía si le condenaba a ser un monstruo odiado por todos? En cambio, ese muchacho había sido capaz de detenerle sin apenas mover un dedo, solamente con su energía espiritual basada en la bondad y el perdón. Y supo que en el Universo existían entidades muchísimo más poderosas de lo que jamás podría ni soñar, y que ellas le pedían que enmendase sus actos. Se vio transportado recorriendo a una velocidad que jamás hubo podido ni imaginar los rincones más alejados del Cosmos y presenciando maravillas. Y la voz de aquel chico, que sonaba dentro de su mente, le iba refiriendo…



-En el principio El Creador hizo todo el Universo, los cielos y los mundos. Donde sólo había oscuridad él creó la Luz y después todo lo que ha existido, existe y existirá...



El saiyajin podía observar pasar las galaxias a su lado, y comenzó a escuchar unas voces tan puras y cristalinas que eran capaces de traspasar su corazón y su alma. Alababan la creación que tenía ante sí, y el saiyajin no pudo impedir que las lágrimas le corrieran por las mejillas. Se sentía conmovido hasta extremos inimaginables por toda esa belleza indescriptible, incapaz de asimilar aquello. Sentía como si fuera a fundirse en ese todo. Y contemplaba ante él, la increíble belleza de criaturas aladas gigantescas que desprendían asimismo un poder y una majestad inmensa. Cantaban de un modo tan dulce y poderoso al tiempo que creyó desintegrarse al escucharlas. Ahora, de pronto, volvía a estar de rodillas en el suelo, junto a ese muchacho. El desbordado saiyajin podía recobrar el control de sí mismo y lo hizo llorando amargamente por todo el mal que había hecho en tanto no dejaba de balbucear entre asombrado y conmovido....



- ¡Es increíble! Jamás sentí una sensación tal de… ¡Majestad!… ¡Poder!… verdadero poder, no tengo palabras para describirlo…no puedo…

-Eso que has percibido Eron, no era más que una pequeñísima muestra del gran poder de la Creación. - Le explicó Asthel sentenciando con tono trascendente. - Tan inconmensurable es que los mortales no pueden sentirlo en toda su intensidad sino cuando su funden plena y eternamente en él.

-Quiero fundirme en él. Quiero quedarme allí para siempre. ¡Es algo maravilloso! Por un brevísimo instante lo entendí…todo. - Repetía el impactado guerrero ante el asombro de los presentes. - ¡Eso es la luz!…

-No, todavía no debes. - Le dijo el Mensajero, añadiendo a modo de consigna. - Tienes una tarea que realizar…pero primero deberás reparar en lo posible tus pasados actos.

- ¡Dios mío! ...yo no quería hacerlo, no quería hacerlo - repetía - ¿Qué puedo hacer ahora salvo morir para obtener la paz?

- No, así no obtendrías la paz, sino la condena a los infiernos. - Le rebatió Asthel con voz amable pero firme para indicarle tal y como la propia mente de Eron ya había comprendido, para repetirle ahora con tono más amable. - Expía tus culpas. Recorre el universo ayudando a todo el que lo precise en vez de atormentarle, construye en vez de destruir. Estabas enfermo y ahora has sanado. ¡Levanta del suelo!... ¡Has resurgido como alguien nuevo!… ¡Animus, fultus, salus! Con nuevo ánimo, apoyo y seguridad en ti. - Le repitió aquellas tres palabras que el desbordado saiyajin había escuchado durante su trance. - ¡Que se haga la Luz en ti!…



            Eron se levantó con una mirada distinta a la que todos conocían, los guerreros del espacio se apartaban de él entre atónitos y asustados, cuchicheaban entre sí sin poder creer lo que veían. Ellos que eran la raza más fuerte del cosmos, al menos eso habían creído, y que de siempre habían temido a Eron como al más salvaje y despiadado de todos, le veían ahora ahí, arrodillado y llorando como un niño, a la par que suplicaba el perdón. ¡Y ese muchacho, en apariencia débil había logrado eso sin inmutarse apenas! ¿Quién debía ser? Seguramente algún dios como en las leyendas, creyeron con asombro reverencial, lo que hizo que muchos de ellos se arrodillasen de inmediato, postrándose ante él. Sin embargo, Asthel enseguida negó con la cabeza y les disuadió con tono suave.



- No, yo solamente soy un mensajero.



            Únicamente Bralen y Seren estaban en pie sin moverse. Pidiendo perdón, Eron se acercó a ellos y sus hermanos le abrazaron...



- Ha sido algo maravilloso… - pudo decir el impactado guerrero del espacio que apenas si podía dejar de llorar tratando de narrarles a sus anonadados compatriotas. – Me creía el más fuerte y no soy…nada…hay algo ahí fuera que es…no puedo explicarlo, pero he sentido como si el Universo mismo, aunque únicamente fuese por un instante, se dignase mostrarse ante mí con todo su esplendor. Y aquí estaba yo, un necio ignorante, luchando por lograr cosas vanas…

- Has escuchado las voces de los ángeles del Creador - le contó Asthel con un conocimiento que ni él mismo comprendía de donde podía provenirle, aun así, sentenció. – Dices bien. Por unos mínimos instantes has podido percibir en tu alma la magnificencia de la creación y el poder de los seres superiores. No podrías haber resistido más. Ya te lo he dicho. Esos cantos son tan puros y tan inconmensurables para las medidas terrenales que te habrías disuelto en ellos ante su mera belleza.



Eron no supo que decir, únicamente cayó de rodillas una vez más y se inclinó hasta que su cabeza tocó el suelo. Todos los demás guerreros y guerreras observaban la escena con la boca abierta. En tanto el rudo guerrero apenas si balbuceaba dirigiéndose a Asthel.



- ¿Quién eres tú? ¿Quién eres?... ¡Dominus… mundus… salvus!… – repetía sin cesar para asombro de todos los presentes. -

- Es un antiguo idioma de la Tierra. - Les explicó Asthel al anonadado resto de los saiyajin, traduciéndoles. - El Señor Salvador del Mundo.

- Sí. Ese debes de ser tú. - Pudo decir Seren visiblemente emocionada, y pese a su condición de princesa de los saiyajin arrodillándose, a su vez lo mismo que Bralen. Entonces la mujer declaró.  - Éste sí es mi hermano. Igual a cuando aún era un niño que no sentía maldad. ¿Cómo lo has hecho?,- le preguntó a Asthel con admiración. - ¿Quién eres tú que posees tanto poder? - Preguntó en tanto las lágrimas le rodaban por las mejillas de puro asombro y felicidad. -

- Ya os lo he dicho. Yo no ni muchísimo menos soy el Señor, sólo un humilde mensajero de su Gloria. -  Respondió con voz queda Asthel sin darle más importancia, para agregar. - El Creador es el centro del poder y la fuerza, yo sólo le sirvo a Él. Ahora me doy cuenta de hasta dónde llega mi responsabilidad. -Suspiró para añadir con tono afable. - Debo partir. Rehaced todo esto y vivid en paz, y, el día de la Trascendencia final estad a mi lado igual que el resto de los seres del Cosmos. - Y finalmente añadió dirigiéndose con tono confortador al saiyajin que había curado, que ahora se atrevió a levantar la cabeza del suelo y mirarle, aún con el rostro surcado de lágrimas. - Eron, recorre el espacio ayudando a todo el que lo precise y una vez hayas purgado tus culpas regresa a este mundo. Entonces, cuando llegue el día, lo comprenderás todo y sabrás lo que habrás de hacer. Esa es la voluntad del Creador.



Así le indicó Asthel que efectivamente sentía como si alguien dentro de sí, o quizás una conciencia hasta entonces dormida en su interior, que hubiera despertado de pronto, le dictase aquellas instrucciones. Y Eron sintió en aquel muchacho un poder indescriptiblemente grande.  Una aureola de tono inmaculado le envolvía. Apenas pudo permanecer de rodillas según contestaba.



- Lo haré. Y cuando me reclames contigo estaré...y mi vida daré por ti y por el Creador que me ha devuelto la paz y la ocasión de enmendar mis actos. He avergonzado a los míos y a mí mismo con mis infamias, pero eso no se repetirá jamás. ¡Eso te lo juro por la sangre que llevo en mis venas! ¡La sangre de la estirpe Deveget!

- Cuenta con nosotros. - Añadió Bralen aun atónito en tanto al fin se levantaba del suelo, junto al resto. -

- Gracias Mensajero- susurró Seren embargada por la sorpresa y la felicidad remachando. - ¡Cuando se lo diga a mis padres se alegrarán tanto!...

- Quedáos en paz y esperar al día de la Trascendencia. - Se despidió Asthel que abrió un agujero en el espacio y lo atravesó. El agujero se cerró tras él y el muchacho reapareció en su habitación. Ahora lo comprendo todo, sí – reflexionó – esto sólo ha sido una prueba de lo importante que es para todos el que yo cumpla con mi misión. Por eso esos dos saiyajin vinieron aquí a darme las gracias. Esto sucedió en el pasado. ¡He viajado también en el tiempo!...



            Entre tanto en el comedor y por completo ajeno a la vivencia de su hijo, Leval pensaba...no podía estar más preocupado. Ahora, por el propio Asthel sabía que un grupo de agitadores se reunía periódicamente. No es que eso le extrañase, en realidad tenía fundadas sospechas de ello. Pero lo más grave era que esa gente estaba echando sus tentáculos en los jóvenes. Por si fuera poco, el general Strips le apretaba las tuercas para acabar con los problemas del planeta y además, hacía poco que en la Tierra se había votado abrir las fronteras de Bios. Dentro de dos años, todo el mundo podría ir allí, porque, desde el mundo madre se rebajarían las tarifas de vuelo y se eliminarían los obligados permisos. Por otra parte, Logan también estaba impaciente y le insistía en que obtuviera resultados y tampoco podía recurrir a Mazoui, éste había pedido su licencia y ahora se ocupaba de los negocios de Masters junto con Zafiro y Diamante. A todo eso se añadían preocupantes rumores que llegaban desde Nature. Y lo que era todavía peor para él. Su familia estaba sufriendo. Su esposa se sentía desgarrada por la zozobra y su hijo estaba en una edad muy difícil…



- Y ahora se marcha por ahí de viaje, Dios sabrá a donde y para hacer qué...y demuestra ser humano y no tan divino como pensábamos. Quizá ha elegido un mal momento, pero mi deber de padre es estar junto a él. - Reflexionaba Leval bastante  concernido por todo aquello. -



            Afortunadamente Asthel, meditando en su habitación, se había decidido a continuar con su labor, pero no quería hacerlo sólo. Pensó que Maray, quién ya sabía muchos de los trucos que él le había enseñado, podría ayudarle cuando fuese algo más mayor. Deseó entonces ver a Zoen y la diosa apareció.



- ¿Querías verme? Aquí estoy.

- Ya he solucionado ese problema y me he dado cuenta del gran poder que tengo, Zoen. - Le confesó Asthel, no sin gratitud. -

- Me alegro. - Sonrió ella con un gesto de aprobación. - Eso quiere decir que te ha sido revelado por un poder muy superior a mí, y que yo no tengo nada más que enseñarte.

- Pero, no quiero que te vayas. - Repuso el muchacho sorprendido por esas palabras, preguntando con inquietud. - ¿No te irás, verdad?... Recuerda que me prometiste que tomarías algo conmigo.

- Es cierto, y al Mensajero no se le debe engañar. - Declaró la diosa que hizo aparecer una mesita dentro de la habitación con sendas botellas de refrescos. -

- Vaya, me esperaba algo más… romántico. - Pudo musitar el chico. -



            Zoen sonrió, y por respuesta hizo aparecer una vela encendida. Además, había dos pajitas una en cada botella, sorbió un poco de la suya y afirmó como si hubiera hecho un gran descubrimiento.



-Es divertido…Soa tenía razón. Me contó que alguna vez vio a los humanos hacer esto, resulta que así es como el líquido va hacia sus bocas.



            El muchacho la imitó. Bebieron los dos refrescos y una vez terminados estos, fue ella la que sentenció con suavidad.



- Debo marcharme ya, mi misión está concluida...

- Es que…creo que estoy enamorado de ti...- le confesó Asthel mientras le acariciaba el pelo con suavidad. –



Sin embargo, Zoen, con un gesto maternal muy atípico en ella, sonrió negando con la cabeza y acarició a su vez las mejillas de Asthel en tanto le rebatía con amabilidad.



- Eso no puede ser...yo soy una diosa. Tú aun eres humano... aunque sea en parte. Además, yo no entiendo esas cosas. Busca a esa humana de la que hablabas y ve con ella, será lo mejor.

- No es tan fácil hacer eso...a ti te he amado y deseo que un día tengamos hijos los dos juntos. Me dijiste que podrías hacerlo si quisieras. ¡Incluso me lo preguntaste! - Respondió Asthel sintiéndose desolado. -

- Sí, es cierto que te lo pregunté - admitió Zoen que sin embargo, confesó - Pero creo que al final no puedo hacerlo. Tu destino no es estar conmigo. Ya has visto cual es en verdad tu tarea. Tienes una misión fundamental para el devenir de todo lo creado.



El chico no tuvo más remedio que asentir. Sabía que así era. La diosa besó entonces a Asthel en los labios con suavidad y se despidió con una sonrisa, aseverando.



- Adiós Mensajero, volveremos a vernos pronto, muy pronto, ya lo verás y en tanto lo hacemos, escucha realmente a tu corazón. Seguro que él te hablará con claridad y, sobre todo, sigue fiel con tu cometido. Es un equilibrio muy difícil, sí. Pero solamente tú puedes conseguirlo. - Y dicho esto, saludó con una mano y desapareció dejando al muchacho bastante apenado. -



             Y mientras el chico aun trataba de asimilar ese adiós, su madre llamó a la puerta de su cuarto. Amatista esperaba que ya estuviese allí, abrió con cuidado y efectivamente le vio sentado en su cama. Sonrió aliviada y se alegró de tenerle de vuelta, entró a verle y a tratar de animarle.



- ¿Cómo estás hijo?...

- He perdido a alguien a quien quería, mamá...- le reveló él con voz y gesto triste.  -

- ¡Oh! - sonrió Amatista creyendo que se trataba de Madeleine y deseando consolarle le aseguró. -No te aflijas tanto hijo, pasará...ya verás, ¡debes animarte!

- Mamá, también me he dado cuenta de lo importante que es mi tarea. Siento haberme burlado de ello antes. Tú tenías razón. Eso debe ser lo prioritario para mí. No debo pensar en nada más. - Declaró él con algo de pesar, musitando. – Quizás haya sido mejor así…



Pero su interlocutora movió levemente la cabeza, al menos le tenía ahí, en casa, a salvo. Deseaba poder abrazarle y mantenerle así, protegido de todo, para siempre. Sin embargo, se daba perfecta cuenta de que eso no era posible. Pese a todo al menos ahora podía pasar tiempo con él y apoyarle. Aprovechar la ocasión de actuar como su madre en tanto le tuviese junto a ella. De modo que le acarició afectuosamente el pelo para rebatir.



- Cariño, tu tarea será muy importante, pero tu vida lo es aun más, al menos para mí. Si has tenido un desengaño amoroso, te dolerá, pero lo superarás. - Se sentó junto a su hijo y le dijo con tono de complicidad. -Te voy a contar algo. En París, cuando yo tenía tu edad, también me ocurrió. Salía con un chico del que estaba muy enamorada. Pero tuve que dejar de verle por los estudios, no me apliqué lo que debía y tus abuelos me dieron ese ultimátum. ¡Ja, ja me enfadé muchísimo por eso, pero fueron inflexibles! – Sonrió con nostalgia ahora al recordar aquello y añadió. - Dos semanas después, cuando aprobé todo y le volví a ver estaba con otra chica. Me dolió mucho entonces. Pero ya ves, aun no conocía a tu padre.- Volvió a sonreír en esta ocasión con expresión divertida, añadiendo. - Ahora que lo pienso, ¡cuánto me alegro de haber sufrido ese desengaño! ...y pensar que entonces fue lo más trágico del mundo. Pero aquello me llevó a la persona que estaba destinada para mí.

- Lo entiendo - dijo Asthel que se abrazó con su madre. - Gracias mamá, ya me encuentro mucho mejor...



            Amatista le dio un cálido beso en la frente y salió de su habitación para decirle a Leval que su hijo ya estaba de vuelta, ¡en todos los sentidos!, éste se alivió. Los dos pudieron abrazarse felices de recuperar la calma en su hogar.



-Vuelve a ser un muchacho con todas las dudas y anhelos de su edad.- Afirmó Leval, que le susurró a su mujer.- Aprovechemos mientras dure…



            Entre tanto, en el reino de la Luna Nueva los años habían traído muchas novedades, tal y como Idina les contase a su primo y demás amigos, la ceremonia de los esponsales fue preciosa. Neherenia antes de esa boda finalmente formalizó su compromiso con Doran. La soberana llamó a su amiga de toda la vida y, vía espejo, al fin le confesó.



-¿Sabes una cosa?. Estoy enamorada.

-¿De veras?- Sonrió su interlocutora, con una mezcla de alegría y de curiosidad, para preguntar incluso con tono divertido.- ¿Y ese chico lo está también de ti? Apuesto a que sí.

-Si todavía ni te he dicho de quién se trata.- Se sonrió la soberana.-



            Aunque su amiga, moviendo la cabeza con una media sonrisa, enseguida le comentó.



-Nehie, te conozco desde hace muchos años ya. No tienes que decírmelo ahora, hace tiempo que lo sé, cada vez que le nombrabas o hablabas de él. Sobre todo cuando se iba de viaje a su planeta.



            La reina de la Luna no pudo evitar que el rubor la asaltase, Idina al verla en ese estado sonrió, ahora con ternura, añadiendo.



-No te había visto esa mirada desde que recordabas a mi primo. Incluso alguna vez creí que la tenías cuando observabas a mi hermano Lance. Sin embargo, desde que terminamos la universidad, cada vez que hemos charlado y me has hablado de Doran, me he dado cuenta de cómo te brillaban los ojos.

-¿Tanto se me notaba?- Pudo musitar la avergonzada Nehie.-

-Pues bastante, ¡chica!.- Se rio Idina, empleando la última palabra en castellano, tal y como hacía su común amiga Bea y remachando con humor.- No me hace falta tener tus poderes de guardiana de los secretos lunares para darme cuenta. Y supongo que, los más cercanos a ti en la Luna, lo habrán descubierto hará mucho también.

-La verdad es que Anaris siempre lo supo.- Le confesó Neherenia, añadiendo.- Y supongo que De la Lune, también. Aunque ya sabes como es. Jamás se atrevería a decir nada por mor de la discreción y el tacto.

-Pues creo, amiga mía, que De la Lune ha hecho muy bien, entre otras cosas porque eso no le compete directamente a él. De modo que ya va siendo hora de que seas tú la que diga algo.- Valoró su interlocutora.-

 -Es cierto. Aunque te advierto que, si esto llega a buen puerto, vete preparando tus mejores galas. -Respondió la soberana, agregando con afecto.- Te va a tocar ser algo importante

-¿Quién yo?- Exclamó la perpleja y encantada Idina.-

-Desde luego, dama de honor de mi boda y  madrina de mis futuros hijos. Cuando los tenga, claro.- Le ofreció Nehie.-



            Idina se sonrió entre divertida y muy contenta, aunque todavía pudo contestar con humor.



-Eso será si te decides de una vez. Así que, ¡venga! Sé todo lo valiente que sé que eres. ¡Y a por ese saiyajin! Mucha suerte.- La animó.-



            Neherenia asintió. Su amiga tenía toda la razón. Tras charlar por unos instantes más y despedirse tomó la decisión. Lo primero fue llamar a su amado y ponerle al corriente. Sentados sobre la cama de ella y con las manos entrelazadas, Nehie le preguntó.



-¿Estás dispuesto? Quisiera anunciarlo ante la Corte.

-Siempre lo he estado.- Asintió él con una gran sonrisa. -Si es eso lo que de verdad quieres. Para mí será un honor y un privilegio el pedirte en matrimonio. Suponiendo que esa costumbre se aplique en tu reino.

-Deseo que lo hagas más que ninguna otra cosa en el mundo.- Aseveró ella.-



            Y Doran no se lo hizo repetir, fiel a las tradiciones saiyajin, se arrodilló ante ella y, tomando una de sus manos entre las suyas, declaró.



-Te pido que me aceptes, y que seas mi compañera, mi amiga y la madre de mis hijos. Te ofrezco mi amor y mi lealtad y te protegeré contra todo mal.



            Aquellas palabras emocionaron a Nehie, más cuando su pretendiente sacó algo de entre un pliegue de su armadura ceremonial. Era una pequeña cajita que él le entregó.



-Te ruego que la abras.- Le solicitó el chico.-



            Con algo de nerviosismo y mucha ilusión, ella lo hizo. Dentro de esa afelpada cajita vio un precioso anillo de oro, con un brillante de color violeta. Antes de que pudiera tan siquiera lanzar una exclamación, Doran tomó el anillo y se lo puso en su dedo anular, para decir.



-Fui a buscar esta piedra en persona, a los confines de este sistema solar. Mi soberana, la reina Meioh, me contó que cerca de su antiguo planeta guardián existían muchas gemas como ésta.

-¡Es precioso! - Suspiró ella, recreándose en los brillos que emitía aquella joya, al reflejar la luz de la estancia.- No sé qué decir…

-Pues únicamente di que aceptas.- Sonrió él.-



            Ella asintió y se abrazaron, tras besarse largamente charlaron para decidir la mejor manera de hacer pública su relación ante la corte. Aunque antes, la soberana hizo llamar a su doncella particular. Fiel a la costumbre ésta llegó y tras tocar a la puerta le fue indicado que entrase.



-¿Deseabais verme, Majestad?- Inquirió respetuosamente, en tanto saludaba a su vez con deferencia a Doran.- Excelencia.

- Sí, Anaris.- Sonrió Nehie, quien estaba de pie y dándose la mano con su prometido, cuando le dijo a su camarera.- Eres la persona en la que más confianza tengo para estos asuntos. Quiero que seas la primera en saberlo oficialmente. El embajador me ha pedido que sea su esposa y yo he aceptado. Lo haremos público esta misma noche.



            La joven rubia no pudo evitar sonreír con amplitud, enseguida se apresuró a responder.



-Muchísimas felicidades, Majestad, señor embajador. Para mí es todo un honor el ser depositaria de vuestra confianza. Permitidme que os de la enhorabuena en nombre propio y en el de todas vuestras damas.

-Gracias. - Sonrió su interlocutora, añadiendo ahora con un poco de picardía.- Y espero que muy pronto, ese apuesto joven de la región meridional que ha venido tanto por aquí últimamente, dé ese mismo paso con una bella jovencita rubia que yo conozco.



            Neherenia pudo contemplar con una afectuosa sonrisa como su pobre camarera enrojecía a ojos vistas, bajando la cabeza hasta que su barbilla tocó su antepecho. Fue Doran quien afirmó, con tono amable y jovial.



-Seguramente que se decidirá pronto. Y le auguro una gran felicidad, si esa hermosa muchacha le corresponde.

-Lo que vos digáis, Excelencia, Majestad. ¿Deseáis que prepare alguna cosa para vuestro anuncio?- Fue capaz de musitar la tímida jovencita.-

-Nada más, muchas gracias.- Replicó la reina, comentando con afecto.- Tómate el resto del día libre y, si lo deseas, acude al anuncio que vamos a dar en un par de horas, en el salón de audiencias.



            Y así sucedió, al cabo de ese tiempo, ella hizo acto de presencia de la forma habitual. Doran aguardó junto con el resto de los cortesanos hasta que la reina se dirigió a todos levantándose de su trono.



-Queridos súbditos. Debo anunciaros algo muy importante, que marcará una nueva etapa en nuestro reino.



            Y haciendo una seña con una de sus manos, le indicó a Doran que subiera hasta donde ella estaba. Eso provocó algunos cuchicheos y exclamaciones de asombro. Nehie pretendió no reparar en ellas y , dándole la mano a su pretendiente, anunció, tras aclarase un poco la voz.



-Su excelencia el embajador Doran Derail, me ha pedido que me convierta en su esposa y yo he aceptado. Nuestro mutuo amor es sincero y se basa en la confianza y en el deseo de lo mejor para el reino de la Luna. Así pues, cuando se celebren nuestros esponsales, él se convertirá en rey consorte.



            Hubo una espeso silencio, muchos cortesanos entre los que se hallaban los miembros del gobierno algunos se miraron, perplejos. Otros en cambio, daban la impresión de haber esperado aquello. Fue finalmente De la Lune quien, tomando la palabra, hizo una leve reverencia declarando.



-En mi nombre y en el del gobierno que presido, os doy la más cordial y sincera enhorabuena, Majestad, Excelencia.

-Os lo agradezco de todo corazón.- Sonrió la reina, sabiendo que la palabra de su canciller era fundamental para que aquello fuese aceptado de inmediato.-



            Y aunque después tuvo una charla bastante larga e incluso algo tensa con su fiel De la Lune, todo terminó bien. Por supuesto que informó de inmediato a los soberanos de la Tierra y a las princesas planetarias quienes le dieron su más cordial enhorabuena.



-Después al fin Briseo se decidió a pedírselo a Anaris.- Se sonrió Nehie ahora.-  Y yo tuve a Alice. Connie tenía razón, ser madre te cambia la perspectiva.- Meditó la soberana, pensando en alguna conversación que mantuviese con la madre de su gran amiga Idina.-  Aunque creí que nuestra dicha iba a ser muy efímera. – Pensó recordando otro momento bastante más temible y angustioso, no solamente para ella, sino para su propio esposo y todo el reino.-



Habían pasado unos pocos años desde la boda, las cosas iban muy bien entre ella y su esposo, que gobernaban con prudencia, disfrutando a la vez de su pequeña hija Alice. Una tarde, tras despachar unos asuntos oficiales, la soberana estaba contemplando algunos de los domos acondicionados como jardines, desde las vistas de sus habitaciones. Fue precisamente la niña quien se aproximó reclamando su atención, Nehie enseguida fue con ella dejando aparcados aquellos recuerdos.



-Mami.- Vino corriendo la cría, que lucía esa melena entre oscura y violácea como la de ella misma, mirándola con esos ojos azules, tan parecidos a los de ella, para preguntar.- ¿Puedo ir a jugar con Brise a mis habitaciones?



            Neherenia consultó la hora, todavía era pronto para que su pequeña se fuera a dormir, asintió sonriente.



-¿Está aquí tu amiga Brise?- Quiso saber con tono algo sorprendido.- Pensé que estaba en su casa de la región del sur con sus padres.

-Sí, mami, está aquí. Ha venido con Lady Anaris.- La informó la cría quien llena de entusiasmo, agregó.- ¿Nos dejas jugar?- Insistió la pequeña, quien quizás no había reparado en su gesto anterior de conformidad.-

-Claro, después de tus lecciones. Podéis estudiar las dos juntas. Y si ves a su madre, dile que venga a saludarme.- Le pidió a su pequeña.-

-Sí, mami. ¡Voy a buscarla!- Exclamó Alice llena de entusiasmo.-



            La niña salió corriendo llena de contento, eso alegraba mucho a Nehie, su pequeña y la hija de Anaris y su marido eran como hermanas.



-Al menos, mi hija tiene una amiguita con quien jugar desde que nació. Eso es bueno.- Se dijo con visible satisfacción.-



            Alguien tocó a la puerta, ella autorizó el pasó creyendo que sería su antigua doncella, no obstante era su esposo. Doran acababa de venir de hacer una inspección rutinaria por la Luna y de charlar con algunos enviados de su planeta natal.



-¡Hola!- Sonrió ella.-



            Aunque su sonrisa desapareció al ver su cara. El saiyajin daba la impresión de mirarla como si no la viera. Incluso parecía asustado. Neherenia no tardó en querer saber, llena de inquietud.



-¿Qué sucede?

-Algo terrible. Lo peor que podría ocurrir.- Replicó lapidariamente este, comentando.- Mi primo Kiros está de camino.

-¿Tu primo? Pero, ¿qué tiene eso de malo?...-Quiso saber ella sin comprender.-

-No es por él. Kiros ha ido a hablar con Serenity y Endimión. Ellos me lo han contado, no quisieron ponerle en antecedentes a él todavía, prefieren que se lo cuente yo. Es algo que es mejor hablarlo entre dos saiyajin.

-¿Pero se puede saber qué ocurre?- Inquirió la ya intranquila soberana.-



            Su esposa tardó unos segundos en poder responder inclusos e tomó un vaso de agua, antes de ser capaz de decir.



-Él está libre…el príncipe Eron, se ha liberado de su cautiverio. Y puede que venga hacia aquí…

-¿Eron?- Quiso recordar la perpleja Nehie, quien enseguida cayó en la cuenta, tornándose pálida de horror.- ¡El hijo mayor de tus soberanos! Ese qué…

-Sí.- La cortó Doran, como si temiera solamente el escucharlo.- Por favor, recibe tú a mi primo, voy a intentar recabar más información de algunos saiyajin que han llegado de nuestro planeta. Deben retornar pronto para ponerse a las órdenes del rey Bralen y de mi hermana.



Su esposa asintió. Doran tuvo que salir precipitadamente quedando en reunirse con ella y con Kiros, una vez este llegase, en sus habitaciones privadas. Neherenia se preparó entonces para recibir a su invitado, al cabo de una hora ya le aguardaba en el salón del trono. Su fiel De la Lune anunció la llegada del noble embajador saiyajin en Nature, y primo de su Majestad el rey Doran. Kiros entró en el salón de audiencias. Neherenia se levantó de su trono enseguida y más agitada de lo que solía mostrarse le indicó.



-Haz el favor de venir a nuestras estancias privadas. Tenemos que hablar contigo.



            Algo sorprendido el recién llegado se dejó tomar de una mano por la reina y la siguió dócilmente. Doran les aguardaba con el rostro descompuesto por el temor. Kiros no tuvo que preguntar, bastó una lapidaria frase de su primo para que lo comprendiera…



-¡Está libre, él está libre!…

-¡Te!, ¿te refieres a?....- Pudo apenas balbucir.-

-Sí, se ha liberado, nadie sabe como pero, por los informes que nos han llegado, escapó de su prisión dimensional. Ha arrasado puestos de vigilancia enteros sin que nadie pudiera detenerle.- Le contó un muy preocupado Doran.-

-¿Hacia dónde se dirige?- Inquirió Kiros.-

-No estaban seguros, aquellos que pudieron escapar dicen que les dejó vivir para que transmitieran el mensaje. -Y tras un espeso silencio, el rey de la Luna Nueva remachó.- Reclamará lo que es suyo.

-Entonces a buen seguro que irá a Nuevo Vegeta.- Conjeturó su interlocutor.- Hay que detenerle.

-Lo sé. Pero mi puesto está aquí, en la Luna.- Declaró Doran.- En caso de que ese loco quisiera venir hacia la Tierra tengo que estar dispuesto a detenerle.

-¡Eso sería terrible! - Terció una asimismo aterrorizada Neherenia.- Nuestros súbditos y sobre todo nuestra hija, estarían en un gravísimo peligro.



            Casi como si hubiera escuchado a su angustiada madre una cría de alrededor de seis años, de largo pelo moreno ensortijado, entró en la sala. Lucía un vestidito de tonos pastel con una gargantilla de oro.



-Mamá. ¿Qué pasa?- Pudo preguntar algo desconcertada.-



            Y es que Neherenia había olvidado que su hija se encontraba en la habitación anexa, repasando algunas lecciones con sus tutores. Estaba en compañía de la hija de la que fuera su doncella personal, Anaris. Desde que ésta se casó con un noble de la Luna ya no estaba a su servicio directo, no obstante Neherenia se complacía en recibirla de visita. La hija de su antigua dama, de nombre Briseida, rubia como su madre y de larga cabellera lisa, estaba ahora detrás de su amiguita.



-No pasa nada, cielo. - Sonrió trémulamente su madre al explicar.- Es que ha venido tu tío Kiros y me ha dado una sorpresa.

-¡Ah! - Contestó la pequeña añadiendo con un tono más concernido.- Brise y yo hemos terminado las tareas. ¿Podemos ir a jugar?

-Claro que sí.- Asintió la madre de aquella cría.-

-Sí, id a jugar al salón azul.- Les indicó Doran templando también sus nervios para añadir.- Pero estad dispuestas para la cena.

-Sí, papá.- Contestó Alice quien, muy contenta tomó de la mano a su amiguita guiándola hacia allá al gritito de.- ¡Vamos! Te enseñaré mi casa de muñecas nueva.



            Neherenia se quedó mirando a las crías con una sonrisa que enseguida se le congeló en los labios. Al verlo Kiros declaró.



-No temas nada. Entre Doran y yo nos enfrentaremos a él si tiene la osadía de acercarse hasta aquí. Y no estamos solos. Hay más saiyajin en la Tierra.



            Aunque lejos de parecer tranquilizarse por eso, la soberana suspiró rebatiendo.



-Roy está mayor ya. No sería rival para él. Su hijo Leval está en Bios. Y por lo que Doran me ha contado acerca de ese hombre, los demás guerreros que quedan en el planeta jamás podrían vencerle. Y aunque pudieran, el caos y la destrucción que se producirían en el caso de una batalla…todas las víctimas inocentes que provocaría. - Movió al cabeza ahora para bajar la vista y suspirando una vez más musitó.- No, no quiero ni tan siquiera pensar en ello.

-Y sin embargo tenemos la obligación de pensar en todas las posibilidades. Por fortuna para nosotros y desgraciadamente para ti, primo, mucho me temo que, por el momento, Nature sería para él un objetivo mucho más accesible y cercano a Nuevo Vegeta.- Intervino Doran.-



            El horrorizado Kiros asintió. Eso era cierto. Estratégicamente, de dar el primer golpe podría hacerlo mucho más fácilmente allí. Nature no podría resistir demasiado. Y eso a pesar de contar con la ayuda del planeta Kinmoku o de las Starlight y las ánimamates. Incluso con el concurso de los cazas varitech y otras defensas. No obstante, por desgracia, nada de eso sería rival para aquella bestia. En especial si, por cualquier razón, se aliara con los Arcoily. De modo que no tardó en decir.



-En tal caso, y si me perdonáis tengo que regresar allí. Mi mujer y mi hija viven en Nature, junto con muchas personas inocentes a las que he jurado proteger.

-Sí, debes volver.- Convino la soberana de la Luna Nueva, reconociendo no sin pesar.- Te necesitan más en Nature.



            Y Kiros se despidió, le desearon la mejor de las suertes rogando para que esa amenaza pudiese ser conjurada. Y milagrosamente lo fue..



-¡El Mensajero!- Suspiró con alivio Neherenia ahora, saliendo de esos angustiosos recuerdos.-  Él nos salvó a todos. Detuvo a ese individuo tan poderoso sin la menor dificultad. Idina no exageraba cuando me contó algunas cosas que hacía siendo únicamente un niño.



Y sonriendo un poco más animada, volvió a la realidad de su cargada agenda de trabajo. Mientras tanto en Bios pasaron un par de días, ya en el instituto, Asthel trató de hablar con Madelaine, pero ella no quería verle. El muchacho se preguntaba que podría hacer para lograr que le perdonase. Decidió ir tras ella para cuando tuviera otra reunión de su grupo de activistas. No tuvo que esperar mucho, al cabo de un par de días más la siguió hasta el lugar donde se reunían y usando sus recordadas destrezas, se hizo invisible a ellos. Escuchó con atención al cabecilla que daba el discurso.



- ¡Por fin!, ¡por fin lo hemos conseguido! En la Tierra se abrirán las fronteras, todo el mundo podrá venir. Ahora esos que pretendían hacer de este mundo su paraíso particular tendrán que fastidiarse.



            Todos le corearon con júbilo, pero el cabecilla les apaciguó con sus manos y prosiguió...



- Pero dos años aún son demasiado tiempo. Durante este periodo pretenden hacer de Bios un mundo independiente. ¡No podemos permitirlo!, si lo logran cerrarán el planeta a todo el que no sea de su agrado, ¡tenéis que ayudarme a impedirlo!



            Volvieron a oírse gritos de apoyo y de entusiasmo, el cabecilla les dijo con gritos que enfervorizaban a sus seguidores...



- Debemos quitar de en medio a todo aquel que pretenda tal cosa, en esta lista tenéis los nombres ¡El primero ha caído ya!...



            El atónito chico se informó de todo lo que hablaron y decidió decírselo a su padre. Al llegar a casa Leval le escuchó con atención. Coincidía, hacía ya varios días que Tert había desaparecido. Leval decidió llamar a los demás miembros de la junta y al general Strips y poner a todos al corriente de la situación. Asthel por su parte tenía ahora que hablar con Madeleine, aunque no se atrevía a pedírselo, pero paradójicamente fue ella la que le llamó y le pidió quedar en un bar de la ciudad. El chico se puso muy contento y fue allí creyendo que ella trataba de reconciliarse. Al llegar, su compañera le esperaba con gesto preocupado, le contó a Asthel que le habían dado una lista de enemigos de su partido y que su padre estaba en ella.



- Tengo miedo por si quieren haceros daño. - Le confesó la muchacha. -

- No podrían, aunque quisieran. - Repuso Asthel con tranquilidad - pero, muchas gracias por avisarnos.

- Entonces me voy ya...eso era lo que quería decirte. - Respondió Madeleine que parecía estar incómoda. -

- Espera por favor, - le pidió él agregando con todo su valor. - Si no hablo contigo ahora no podré volver a hacerlo, siempre me evitas...

- Mira Asthel, - suspiró ella mirando hacia otro lado. - He querido advertirte, sólo eso...pero tú y yo no tenemos nada en común, no crees en lo mismo que yo...

- Yo creo en un mundo mejor para todos, en un universo en paz. Escucha Maddie, si yo pudiera contarte todo lo que he visto...me creerías - se quedó pensativo por un instante y añadió con júbilo - ¡y podría! ...sólo debes venir conmigo. ¡Te mostraré cosas que jamás has imaginado!



La muchacha le miró desconcertada, le parecía que él desvariase, o tratase de inventar el cuento más inverosímil para arreglar las cosas. De modo que no tardó en negarse.



-No sé de que estás hablando, pero no creo que debamos seguir con esto...- sentenció Madeleine que salió del local y se marchó.-



            Asthel la vio alejarse caminando, dudó y por fin se decidió, ¡se lo iba a probar!, desapareció y reapareció junto a ella en una apartada esquina donde no había testigos.



- ¿Cómo has aparecido así de pronto? ¿De dónde sales? - Exclamó ella asombrada. -

- Es parte de todo lo que voy a enseñarte, créeme. - Le pidió Asthel tendiéndole la mano y Madeleine se la tomó aun dubitativa hasta que él le recordó. - ¿No te acuerdas de aquella vez en la guardería cuando arreglé tu pájaro? – La joven asintió sorprendida, era muy pequeña entonces, pero aquello se le quedó grabado y él añadió. - Pues eso era sólo el principio de las cosas que puedo llegar a hacer. Ahora sígueme - la invitó amablemente Asthel que, tras sacar una pequeña llave de oro que llevaba colgada al cuello, abrió un agujero dimensional ante el asombro de la chica, ambos pasaron por él. -



            Leval mientras tanto estaba en el despacho de la base, un oficial le comunicó que había ocurrido algo en el hangar principal, habían saboteado los equipos de comunicaciones de unos cuantos cazas. De inmediato informó a Logan, éste le prometió decírselo al general para que se abriera una investigación. Por su parte, Amatista estaba trabajando con Sandy cuando un grupo de individuos encapuchados entró en el laboratorio con la intención de capturarla.



- ¡Libremos a Bios de los elitistas! - gritaron estos mientras se lanzaron contra ambas. -



            Lo que no se esperaban era la respuesta de las dos mujeres. Amatista seguía estando en buena forma y aún peleaba bien. Con su dominio de las artes marciales no necesitó transformarse en Justiciera para dar una buena tunda a los atónitos asaltantes.



-¡Esperad, que voy a librar a este planeta de vosotros, miserables! - Exclamó Amatista tras golpear sucesivamente a tres de ellos, permitiéndose agregar incluso con humor.- ¡Esto por tratar de propasaros con dos pobres mujeres indefensas!



Por su parte Sandy, con la fuerza que le daba su naturaleza, se deshacía de cualquiera que le salía al paso, incluso sin tener que variar de apariencia.



-¡Harían falta unos cuantos más como vosotros para que empezásemos a sudar!- Proclamó la morena científica.-



Y así fue. Entre ambas pusieron fuera de combate al grupo entero sin demasiada dificultad y luego llamaron a la policía que se hizo cargo de ellos.



-Bueno. No ha estado del todo mal. - Jadeaba Amatista, aunque se la notaba incluso animada al afirmar. - ¡Ha sido como en los viejos tiempos!



Aunque la su compañera no parecía compartir aquel entusiasmo y le dijo a su amiga con un tinte de inquietud.



- Me temo que las cosas en este mundo están cada día más inestables...

- Sí, - convino su interlocutora, ahora con la misma preocupación. - Hay muchas agitaciones últimamente. Espero que no tengamos más problemas.

- Mucho me temo que los problemas acaban de empezar, Amatista. - Repuso Sandy con preocupación y queriendo aparcar la cuestión agregó en tanto consultaba su reloj. - Bueno, es tarde ya, esto nos ha entretenido. Mi hijo Granate llegará pronto de la escuela y supongo que Maray y Asthel también.

- Es verdad, deberíamos llamar a Idina para que les haga esperar un poco. Al menos a los pequeños. – Propuso su interlocutora. – Para que podamos ir a buscarles. Tal y como están las cosas, no quiero que salgan solos.



Su compañera convino en eso. Así lo hicieron, llamaron a la escuela y al poco fue su amiga la que atendió el teléfono.



- ¿Sí? - Inquirió la voz de la maestra. –

-Menos mal que te hemos localizado, Idina. – Repuso Amatista para ir directamente al grano. – Diles a nuestros hijos que esperen un poco, vamos a ir por ellos.

-Pero, es que los niños hace un rato que se han ido. – Opuso la sorprendida chica explicándoles. – Las clases terminaron hará unos quince minutos. ¿Es que ha ocurrido algo? - Quiso saber con inquietud. –

-Nada que deba preocuparte – replicó Sandy tomando ahora ella el aparato. – Seguramente los niños estarán a punto de llegar. Tranquila, es que con nuestras comprobaciones y cálculos se nos había hecho algo tarde, pero ya nos vamos nosotras también.

-Muy bien. Hasta mañana entonces – se despidió la maestra afirmando a su vez – tengo que recoger a Tom de clase y a Loren de la guardería.

-Hasta mañana Idina, dales recuerdos a tus hijos y a Michael, ya nos veremos – se despidió a su vez Amatista que colgó. –

-Al parecer no ha pasado nada por allí.- Suspiró Sandy más aliviada. –

-Pues tanto mejor, pero por si acaso vámonos ya para casa. - Acordó Amatista, deseosa de estar junto a sus hijos en el menor tiempo posible. – Solamente estaré tranquila cuando les vea allí.



Su amiga convino en eso. También quería reunirse con su pequeño a toda costa. Por otra parte, no había habido necesidad de alarmar a la pobre Idina que, además de su trabajo como maestra, debía ocuparse asimismo de sus propios hijos. De modo que ambas dejaron el laboratorio y se dispusieron a volver a sus respectivos hogares para recibir a los niños.



-Corre.- Le pidió Amatista.-

-Iremos por alguna avenida poco frecuentada. Podremos ir más rápido. - Le aconsejó su amiga.-



Y en el palacio de Cristal, en Tokio, Serenity todavía recordaba cómo años atrás, Seren retornó de su planeta. Estaban en una reunión ordinaria cuando la princesa de Plutón pidió la venia. Aunque apenas entró caminando con expresión casi ida.



- ¡Hola Seren! ¿Qué tal todo en Nuevo Vegeta? - Le preguntó Haruka lejos de su sarcástico tono habitual. -

- ¿Pudisteis solucionar aquello? - Quiso saber Michiru igualmente preocupada. -



            Y para sorpresa de todos, la joven cayó de rodillas y rompió a llorar. De inmediato todas sus compañeras se levantaron de sus sillones rodeándola con manifiesta inquietud.



- ¿Qué ha ocurrido? - Le preguntó Hotaru realmente asustada de verla así. - ¿Estás bien?



            De hecho, era para alarmarse. Jamás la habían visto de esa manera. Para una mujer tan fuerte y poderosa, educada en las costumbres saiyajin, aquello era impensable. Algo realmente terrible tuvo que pasar. Aunque una vez más, en cuanto pudo dominarse, la chica sonrió entre sus lágrimas y negó con la cabeza. Apenas sí pudo musitar.



- ¡Fue maravilloso! ¡Lo he visto! ¡He sido testigo del poder que tiene!

- ¿Quién? - Le preguntó Minako con la misma expresión de asombro que el resto. -

-El Mensajero… - fue la lacónica réplica que su emocionada compañera les dio. -



            A trompicones y una vez se hubo calmado, tomó asiento junto a sus compañeras y les contó lo sucedido. Todas abrían la boca entre admiradas e incrédulas. Finalmente fue Serenity quien intervino. Hasta entonces la soberana había permanecido en silencio, escuchando aquello con muchísima atención. Ahora se permitió susurrar con voz queda.



-Así es… es el Mensajero del Creador. El que ha de relevarnos…Tiene un gran poder, equivalente al mío, puede que incluso superior, ni yo misma lo sé…

- Entonces debemos entender que, como de costumbre, tú estabas al corriente de esto. - Declaró Marte. -

-No del todo. Desde hace unos años solamente tengo una especie de sensaciones que me van encaminando. Pero nada que pueda ver con claridad. Al menos no todavía. - Rebatió la reina. -

-Pero, ¿eso quiere decir que?... Pudo comentar Makoto. -

-Estaremos en las mismas condiciones que el resto, de aquí al momento en el cual todo deba de resolverse… y ese momento todavía se hará esperar, pero no tanto como creéis. Al menos a nosotras esos años no nos supondrán mucho. – Dicho lo cual le ordenó entonces a Seren. - Cuando te recobres y estés más descansada, hablaremos. Y dentro unos años irás a Bios. Han establecido contactos con otras civilizaciones. En tu cometido de representante del reino de Neo Cristal Tokio deberás ofrecer nuestra amistad a esa cultura. Y una vez allí, tendrás asimismo la ocasión de darles las gracias al joven Mensajero si así lo estimas oportuno. Pero recuerda una cosa muy importante. Lo que para ti es pasado, para él todavía será futuro. ¿Entiendes lo que quiero decir?

-Sí, Majestad. Como guardiana del Tiempo comprendo perfectamente lo que me decís. - Afirmó la joven con tono respetuoso y lleno de emoción. -Os juro que cuando llegue el día no haré, ni diré nada indebido en su presencia.

-Bien, en ti confío. Eres la digna hija de tus padres. Por cierto, antes pasaras por el reino de la Luna Nueva, posiblemente Doran se unirá a ti para ese viaje. Lo hablaré con Neherenia cuando llegue el momento…

-Se hará como vos digáis, Majestad. - Asintió la aludida. -



            Y así sucedió, en efecto. Ahora, en la soledad de su dormitorio, la reina de la Tierra lo recordaba. Y sabía que ya quedaban muy pocos años para que todo lo trazado finalmente se consumara. No obstante, faltaban aún por suceder muchas cosas en el transcurso de ese tiempo. Algunas ya las conocía, otras quizás las intuía y también, desde luego, ignoraba muchas de ellas.



-Bueno. Todo llegará…  - Suspiró en tanto su esposo se aproximaba para preguntarle. -

- ¿En qué piensas, cariño? Te noto muy reflexiva.

-En lo que ha de venir. - Replicó ésta con voz queda. - La consumación…

-Ahora que estamos casi al final es cuando las cosas serán más complicadas. Dentro de pocos años los acontecimientos se precipitarán. - Convino él. - En Bios, en Nature, en Nuevo Vegeta, en la Luna, aquí, en la Tierra.

-Sí, y los elegidos ya han comenzado a surgir… y deberán seguir haciéndolo. Poco a poco. - Aseveró su esposa. -

-Tal y como estaba pronosticado desde el principio. - Declaró él. - Los últimos escollos antes de la gran prueba final…únicamente espero que para entonces todo lo que hemos hecho haya valido la pena.



            Su mujer asintió, lo mismo que él, solamente podía desearlo, pero aquello era algo que estaba incluso más allá de su alcance…




                                    anterior                                                 siguiente

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Por favor, si sois tan amables y no os es molestia, comentar vuestras impresiones sobre lo que habéis leído. Me vendría muy bien para mejorar y conocer vuestras opiniones sobre mis historias. Muchas gracias. ;)