Asthel miraba a ese hombre, acorde con lo que le
había dicho enseguida dedujo de quién se trataba.
- Entonces tú eres el primo de mi padre. El hijo de
los reyes de Nuevo Vegeta.
- Soy Bralen, sí - repitió éste con orgullo. -Hijo
de Lornd y de Setsuna, que fueron reyes del planeta de Nuevo Vegeta. Y soy
asimismo nieto del legendario Dronaos. Y tú, ¿eres entonces aquel que estaba
destinado a ayudarnos?
El interpelado decidió presentarse a la misma usanza
que su interlocutor y proclamó.
- Ya te lo he dicho. Soy Asthel, hijo de Leval y de
Amatista. Nieto de Roy y de Beruche, de Diamante y Esmeralda. También se me
conoce como el Mensajero. No sé si estaré destinado o no a ayudaros…aunque
puede ser que así esté dispuesto.
- ¡Entonces era cierto! - Exclamó su contertulio con
el asombro presidiendo su semblante. -
Bralen
recordaba bien como le hablaron de aquel legendario individuo. Un ser con
poderes inimaginables. Mucho mayores que los de cualquier saiyajin. Y que,
además, sería en parte miembro de su raza. Hasta sus propios padres
pronunciaban ese nombre con reverencia. Lo recordaba bien, estando en el salón
del trono rodeando junto con otros leales a los monarcas. Tras aquella terrible
prueba…
-Todo ha sido ya señalado. - Declaró Lornd, sentado
en su trono junto a su esposa. Añadiendo con tono oscurecido por el dolor y el
pesar. - Eron pagará sus culpas.
- ¡Pero padre! - Pudo decir el todavía jadeante
joven. – Sigue siendo mi hermano, ¡vuestro hijo!
-Es nuestro hijo, sí. - Intervino la asimismo
consternada reina Meioh, quien pese a todo aseveró con entereza. - Y, sin
embargo, eso no ha pesado en su ánimo a la hora de rebelarse contra nosotros y
nuestro planeta. Habremos de hacer justicia pues, como ante cualquier otro. Esa
es la ley aquí.
-Que conduzcan al prisionero ante nuestra presencia.
- Ordenó Lornd. –
Al
poco, rodeado por un séquito de guardias fuertemente armados y esposado con
gruesos aros de metal, un joven muy alto y de largos cabellos negros, avanzó
hasta el trono que se ubicaba en una gran sala pétrea, en los sótanos del gran
palacio. Algunos le miraron con odio, otros con desprecio e indignación, pero
casi todos con miedo. Únicamente en su hermano y quizás sus padres, pudo
atisbarse la desolación. Ante los monarcas también se adelantó otro saiyajin.
Se trataba de Blintz, el canciller real. Aquel fuerte individuo miraba sin
embargo con aprehensión al reo quien solamente esbozaba una maliciosa sonrisa.
-Se te ha hecho venir aquí para juzgarte por tus
crímenes y demás delitos. En nombre de los soberanos de nuevo Vegeta, contra
cuyo poder legítimo te has rebelado, se te acusa de alta traición y de
asesinato. ¿Cómo te declaras? - Inquirió el Canciller. -
Aquel
enorme individuo no replicó. Tras unos instantes, Blintz repitió la pregunta.
El silencio se prolongó. Los cortesanos se miraban entre sí atónitos e incluso
avergonzados. Algunos murmuraban. Al fin, el rey Lornd, se levantó de su trono
y aproximándose hasta el encausado le inquirió con rotundidad.
-Te han hecho una pregunta. Te ordeno que respondas.
Eron
quiso mantener la mirada de su padre, pero los ojos de éste enseguida le
doblegaron y bajó la vista. Apenas si musitó con tono cortante y casi con un
tinte de regocijo.
-Culpable, por supuesto.
- ¿Tienes algo que decir en tu defensa? - Le
preguntó su entristecido padre, manteniendo sin embargo su duro tono. -
-Que la próxima vez lo haré mejor. - Añadió el
muchacho sin variar su desafiante tono. -
Lornd
le cruzó la cara de una bofetada tal que a punto estuvo de derribarlo al suelo.
Hasta los guardias que lo custodiaban tuvieron que sujetar al prisionero. Al
fin, el airado y dolido, rey declaró.
-No me dejas más salida que condenarte al exilio
perpetuo. Por tus crímenes contra seres inocentes y tu probada traición.
- ¡Un momento! - terció uno de los indignados
guerreros saiyajin. - ¡Majestad, exijo su muerte! Ha matado a muchos de los
nuestros. Incluyendo a miembros de mi familia.
-No habrá más muertes aquí. - Sentenció Lornd
dándose la vuelta para sentarse una vez más en el trono. –
-Esa es la ley de la Ciudad del Sol Poniente.. - Le
recordó otro guerrero. -
-Esa ley fue abolida. - Contestó el soberano. –
-No os preocupéis. Yo la reinstauraré. - Se permitió
el lujo de intervenir un diríase que hasta divertido Eron, para afirmar. -
Cuando vuelva y tome el trono que es mío por derecho. Y seréis los primeros en
saberlo. Os lo prometo.¡Ja,ja,ja!
Varios
de esos saiyajin le miraron con manifiesto odio. Como en el caso del que había
protestado antes, algunos de sus familiares y amigos habían caído bajo el
ataque del reo. Aunque ahora fue la reina quién, levantándose, les ordenó a
todos con voz segura y hasta severa.
- ¡Basta! ¡Silencio!
La condena se cumplirá. Eron, no volverás a ver este planeta. Y somos
demasiado benévolos contigo.
-Sí, madre. - Admitió él, ahora con un tinte de
mayor respeto en su voz. - Ese ha sido el problema de este mundo. Los saiyajin
no deben ser benévolos, deben conquistar. Así se hacía en los tiempos antiguos.
Hemos perdido nuestra esencia. Nos hemos convertido en marionetas de razas más
débiles. No puedes verlo, pero no es culpa tuya. Tú no eres de nuestra raza.
No eres capaz de entenderlo…
Sin
querer replicar a las palabras de su hijo. Setsuna apartó la mirada de él, hizo
un gesto y la guardia se lo llevó. Le dirigieron hasta el interior de un gran
reciento en donde, a través de unas ventanas de muy robusta apariencia, podía
verse una enorme puerta ante la cual se detuvieron. Fue Seira, la guardiana de
la reina quién, tras acompañar a la comitiva, tomó la palabra.
-Ésta es la entrada hacia otra dimensión. Hace
muchos siglos que nuestros antepasados fueron exiliados en ella. Por fortuna
retornamos. Ahora únicamente sirve para desterrar a aquellos que son
considerados peligrosos o traidores a los nuestros. Eron, has sido condenado a
pasar aquí el resto de tus días. Tienes algo que decir antes de que se cumpla
la pena.
-Sólo que… hasta muy pronto. Guarda a tu hija hasta
que yo regrese. - Declaró sarcásticamente el interpelado. -
Tras
unos momentos de espeso silencio, Seira al fin ordenó.
-¡Que la puerta del Daziarn, se abra!
Y
aquella puerta comenzó lentamente a entreabrirse. Enseguida tanto los
guardianes como la propia Seira se apartaron, saliendo de ese reciento.
- ¡No tengo ningún temor a lo que haya aquí dentro!
- Proclamó Eron, agregando con patente maldad. - Pero vosotros sí que lo
tendréis a que no sea capaz de retenerme…Mi padre no podrá protegeros siempre…
Y
tras un resplandor de color cenital, el gran guerrero desapareció tragado por
el interior de aquel extraño espacio que no pudo ser vislumbrado. Al momento la
puerta se cerró. Ahora Bralen miraba a sus padres quienes, sin pronunciar
palabra, se retiraron. Quiso ir con ellos. Particularmente junto a su madre.
Sin embargo, Seira le cerró el paso.
-Quiero estar a su lado. - Le dijo el joven. -
-Ahora no. Debes dejarla sola. A ella y al rey.
-Sí, quédate conmigo. - Le pidió Aiona, la hija de
la guardiana de la reina. –
El
príncipe se resistía, caminaron de hecho siguiendo a los soberanos cuando el
resto de los saiyajin ya no osó continuar. Subieron unas escaleras hasta la
planta noble del palacio. Allí, Un desolado Lornd les dijo a los demás.
-La reina y yo nos retiramos. Blintz, ocúpate de los
asuntos pendientes.
-Como ordenéis, Señor. - Repuso éste inclinándose. -
Lo
mismo hicieron los demás. Así, aguantando a duras penas, Setsuna se dejó tomar
por el brazo. El rey la llevó hasta que ambos desaparecieron caminando por un
largo corredor. Cerrando una puerta tras de ellos. Cuando Bralen y el resto
iban a marcharse les estremeció oír un grito terrible, lleno de dolor y
desesperación. Tentado estuvo el joven príncipe de correr hacia allí. Había
reconocido de inmediato la voz de su madre. Sin embargo, Seira volvió a
sujetarle para decir moviendo la cabeza con la voz tamizada de pesar.
-No, tiene que estar sola. Permite que conserve su
dignidad.
-Pero…- Intentó replicar el muchacho. -
Aunque
le sorprendió ver lágrimas rodando por las mejillas de la severa guardiana,
cuando ésta a duras penas pudo añadir, controlando su voz casi rota por el
dolor.
-Solamente una madre entiende lo que nuestra
soberana está sufriendo ahora.
-Todos sufrimos. Eron era mi hermano. - Contestó un
asimismo desolado Bralen. -
-Sí, lo era. Pero no era tu hijo. No le llevaste
dentro de ti, ni le trajiste al mundo. - Sentenció su interlocutora quien
añadió con tintes compasivos ahora. – Deja que tus padres sufran en privado.
Deja que se comporten como eso, padres, en lugar de reyes. Al menos por un
breve espacio de tiempo. Incluso entre los saiyajin existe el sentimiento de
amor por los hijos y de dolor por su pérdida. Y créeme, esto es peor a que tu
hermano hubiese muerto.
-Lo sé. Ojala que la promesa de un redentor sea
cierta. - Musitó el chico remachando. – Al menos eso espero…
Aiona
también asintió, dándole la mano al joven. Éste finalmente cedió. Así lo
rememoraba ahora tras terminar de contarle todo aquello a Asthel.
- Tu llegada se me profetizó. - Afirmó el soberano.
-
- Pero dime, - inquirió su interlocutor mirando a su
alrededor. - ¿Qué ocurre aquí? ¿Por qué está todo tan arrasado, acaso tu
hermano hizo esto?...
- Fue por culpa de su ambición. - Respondió su
interlocutor con un tono y gesto ahora sombríos según explicaba. - Él era el mayor, se suponía que según la
ley debía reinar. Pero se volvió loco y destruyó todo esto, además de matar a
muchos de los nuestros. Mi padre le desheredó. Pero él se negó…
Asthel
escuchaba atentamente las palabras de aquel hombre y a su mente vinieron las
imágenes de aquello, podía verlo con toda claridad. Aquel guerrero del espacio
lleno de ira y odio, amenazó a su propio hermano, que iba a ser proclamado como
heredero al trono pocos días antes de aquello Eron entró en tromba a través del
blanco corredor de palacio hasta el salón del trono.
-Todo esto que hay aquí, pronto arderá. ¡Esa es la
palabra del rey! – Espetó amenazante. - Tendrás una corona de papel. No te
durará…sólo eres un rey títere. Otra marioneta de Endimión y Serenity.
-No sabes lo que dices. - Se atrevió a replicar su
interlocutor, para acusarle. - ¡Estás sediento de poder!
-Algunos estamos sedientos de poder, otros como tú
os ahogaréis con él. El más fuerte tiene que reinar, esa es la ley aquí. ¡Yo
soy el rey de la ciudad del ocaso! – Sentenció el otro. -
Asthel
retornó de esa especie de visiones cuando su interlocutor le explicó.
-Estás sobre
las ruinas del planeta, en esta parte antes estuvo la corte y el palacio, lo abandonamos
y reconstruimos en la otra punta...
- ¿Y tu hermano? ¿Qué fue de él? - quiso saber
Asthel. -
- Entre mi padre y los demás le desterramos a esa
prisión dimensional. Al principio se le expulsó del planeta, pero seguía
vagando por el Cosmos destruyendo todo lo que encontraba. Al fin, no hubo más
remedio que juzgarle cómo te he contado y aprisionarle en el Daziarn. La puerta
al universo paralelo del que se cree surgieron nuestros antepasados. Allí no le
hacía daño a nadie. Pero supimos hace poco que logró escapar. No sé cómo pudo
lograrlo, pero lo que sí sé es que ahora vendrá a por nosotros...debemos
anticiparnos para encontrarle antes y disponernos a combatir lejos de este
planeta.
- Eso no será necesario. - Le aseguró Asthel
diciéndole también. - Noto su fuerza...ya está llegando, le atraeré aquí con la
mía...
Y
así era. Desde el espacio se podía captar la fuerza de Asthel. Eron, el
violento hermano de Bralen, se sintió atraído por esa energía. El colérico
saiyajin había estado aprisionado en esa especie de dimensión paralela. Al
principio gritó y aulló desplegando todo su poder para tratar de escapar, pero
de nada le sirvió. Tras un periodo de tiempo que no pudo precisar, entre
aquellos intentos desesperados por hallar una vía de escape, se fue calmando.
Estaba resignado a su suerte cuando una extraña voz se dirigió a él en medio de
esa negrura que le rodeaba.
-Hola Eron. – Le saludó esa desconocida presencia
con tono que parecía sarcástico al preguntarle. - ¿Te aburres?
- ¿Quién eres? ¡Da la cara y lucha si te
atreves! – Espetó el guerrero con
visible furia. –
- ¡Ja, ja, ja! Estoy muy por encima de esas
tonterías. No te preocupes, no te he llamado para molestarte, sino para
ayudarte.
- ¿Ayudarme? ¿Acaso podrías sacarme de aquí y
devolverme mi reino? - Le interpeló el cautivo con más incredulidad que enfado.
–
-Podría hacerlo, sí. Al menos liberarte, lo otro
dependerá de ti.
Tras escuchar esto Eron cambió rápidamente su
actitud y adornó sus facciones con una diabólica y calculadora sonrisa, para
preguntar con un tono bastante más suave y calmado.
- ¿Y qué querrías de mí a cambio?
- Esa es la mejor parte para ti. Nada en absoluto, -
fue la sorprendente respuesta, más aún cuando esa voz agregó divertida. –
Simplemente que hagas lo que desees hacer y que cumplas con tu destino. Siendo
todo lo malvado y vengativo que quieras.
-Eso es algo que bien te puedo prometer y que no
dudes que cumpliré. – Aseguró el saiyajin ahora con una sonrisa mayor si cabía,
plena de regocijo. – Puedes confiar en mí, si únicamente se trata de eso.
Quedarás muy satisfecho.
-Entonces ve. – Le indicó aquella voz que, para
asombro de Eron, materializó un agujero a través del cual podía ver estrellas.
-
Sin embargo, el malévolo saiyajin no se fiaba,
aquello podría ser una trampa. Y así lo dijo.
-No puedo respirar en el espacio exterior. Ni
sobrevivir. ¿Acaso intentas matarme?
-Podrás salir sin problemas. - Afirmó su misterioso
interlocutor. – No me interesaría que murieras… ¿dónde estaría la diversión
entonces?...
Y al instante una gran burbuja protectora rodeó al
guerrero. Ahora el agujero se hizo mayor y él pudo reconocer los alrededores de
ese sistema planetario. ¡Era el sistema de Nuevo Vegeta! Cuando quiso darse
cuenta estaba fuera de esa prisión dimensional y muy cerca de su mundo.
- Dime ¿Quién eres, extraño? ¿Por qué deseas
ayudarme a cambio de nada? No lo entiendo. - Quiso saber ahora con genuina
curiosidad. -
-Soy aquel que vela porque las cosas sucedan. Soy la
consciencia que dirige este todo…-Retumbó aquella voz, agregando ya con tono
más apremiante a su interlocutor. - ¿Acaso no deseabais ir a tomar lo que era
tuyo?... ¿A qué esperas? Ve y cumple con tu destino…
El saiyajin entonces asintió. Sin poder refrenarse
rio de puro regocijo y sádico placer saboreando ya su inminente venganza. De
camino arrasó algunos puestos avanzados que tenían los de su raza sin que nadie
pudiera detenerle. No se supo a ciencia cierta si la emprendería primero con
Nature, Kinmoku, la Tierra o Bios, buscando alguna alianza con los destructivos
Arcoily, pueblo rival de los saiyajin, o si simplemente se centraría en su
mundo natal. Eso sucedió haría un par de días y llegó a oídos de Bralen. El rey
sintió entonces una fuente de poder tremenda en las ruinas de palacio y fue
hacía allí encontrándose con Asthel. Ahora ambos sentían como se aproximaba la
energía de su belicoso hermano. A su vez todos los guerreros del espacio
disponibles fueron hacia allí. Pronto todo estuvo lleno de ellos, uniéndose a
su rey, listos a combatir. La tensión e incluso el temor del nutrido grupo de
saiyajin podía mascarse en el ambiente, pero Asthel miraba tranquilo al cielo
cuando vio aterrizar a Eron. Éste miró a todos con desprecio. Y escupió...
- ¡Ha llegado vuestra hora! Esta vez acabaré con
todos vosotros, mi padre ya debe ser viejo y débil ¡Yo en cambio estoy en el
apogeo de mi fuerza! Y los demás no sois rivales para mí.
Eron
tenía un aspecto imponente, medía más de dos metros, poseía una constitución
fortísima, sus brazos y piernas estaban muy musculados y sus largos cabellos
enmarañados le llegaban por los hombros. Tenían aún ese color negro, como las
intenciones de su propietario. Ningún guerrero se atrevía a desafiarle
abiertamente. Sólo Bralen se adelantó, en compañía de una mujer, ésta dijo
llamarse Seren. Asthel la observó reconociéndola de inmediato, era esa la
princesa de los saiyajin que estuvo en su casa y se arrodilló ante él. Pero ahora era más joven. Vestía la armadura
de los de su pueblo. Sin embargo, no vio al guerrero que vino con ella. En
tanto esa mujer se dirigía al recién llegado y le espetaba.
- ¡No metas a nuestro padre en esto!, - le ordenó
con dignidad tanto en su porte sereno como en su voz firme, añadiendo. - Él ya
no tiene las fuerzas necesarias, pero nosotros hemos entrenado día y noche.
Puede que seas superior a cada uno de nosotros por separado. Pero no nos
vencerás a todos juntos.
- ¿Tú? - Se rio Eron señalándola con un dedo
acusador, en tanto agregaba con un tono que estaba entre el desprecio y la
burla. - ¿O vas a traerte a tu maridito terrícola? ¡Qué patético! Si no
insultara a nuestro mundo y a nuestra raza el mezclarte con un ser de tan
lamentable debilidad me daría la risa…
-Eres tú quien nos insulta con tu crueldad y tus
desmanes. - Chilló la joven, que pareció perder el control, aunque enseguida lo
recobró para añadir. - Serás castigado por ello.
- ¿Ah sí? ¿Me vas a castigar en Nombre de Luna,
quizás? - Espetó su interlocutor. - ¿Acaso han venido tus amiguitas las
princesas y esa reina de opereta a
ayudarte? No las veo por aquí.
-No preciso de nadie más. Seré yo quién te haga
pagar tus desmanes en nombre de mi Planeta guardián Plutón y en el de nuestro
pueblo. - Replicó ella ahora con una mirada y tono impasible. -
-Eso me gustaría verlo. - Se sonrió aviesamente él.
- Aunque lo dudo mucho, tú y nuestro hermanito sois débiles. Siempre lo habéis
sido…bajando la cabeza ante esos reyes de pacotilla de la Tierra. Como nuestros
padres, humillando a nuestra raza…Comportándoos como meros sirvientes de los
humanos y de los selenitas. ¡Qué pena me dais! ...Pero ahora me encargaré de
que cambien las cosas.
- No, no lo harás. Esta vez será tu fin, hermano. Si
hemos de morir para detenerte lo haremos, pero tú caerás también. - Añadió
Bralen con tono desafiante y una orgullosa estampa que hacía honor a su
condición de rey. -
Pero Eron no se dejó impresionar por ellos y esbozó
una media sonrisa siniestra para escupir.
- ¡No me hagáis reír! ¡Mirad estúpidos!
Y sin más concentró sus fuerzas y todo el planeta
comenzó a temblar, se transformó en súper guerrero de tercer nivel, con el
brutal gesto primitivo que ello conllevaba al achatarse su frente. Ahora emitía
rayos de dorada energía a tono con el nuevo color de su cabello, que
deslumbraban a todos mientras él se reía a carcajadas. Casi todos sus rivales
palidecieron de terror. La fuerza de ese gigante seguía incrementándose e
incluso llegó a amenazar con sobrepasar el tercer nivel. ¡Algo inédito desde
los días del legendario rey Vegeta!
- ¡Sentid mi poder y temblad!…No sois nada….-Exclamó
en tanto sus cabellos comenzaban a tornarse de color rojo.-
Tanto
Seren como Bralen se miraron entre atónitos e impotentes. ¡Aquella era una
fuerza inmensa! Demasiado incluso para ellos…
-Doran debió venir conmigo. - Musitó la horrorizada
princesa. - Nos habría sido fundamental. Incluso Kiros.
-Tendrán que defender la Luna y Nature - Replicó
Bralen. – Quizás entre los dos puedan detenerle…
-Puede que mi hijo no esté, pero yo sí.- Se adelantó
una mujer saiyajin, que de inmediato se transformó en super guerrera de primer
nivel.-
- Gracias por tu lealtad, Elua.- Sonrió débilmente
Bralen.- Pero necesitamos a más guerreros. Ve a avisar a tu esposo y a todos
cuantos puedas.
-¡Mi señor, no quiero dejaros ahora! - Protestó ella
escuchando de fondo las risas de Eron.-
-Ve, es un mandato del rey.- Le ordenó Seren.- Avisa
a la reina Aiona.
-No.- Intervino Bralen.- Deja a la reina. Tiene que
quedar a alguien con legitimidad para gobernar.
Y
es que la soberana actual estaba en la otra punta del planeta. Los reyes
eméritos no se encontraban en Nuevo Vegeta, quiso el azar que estuvieran
viajando a ver a sus parientes en la Tierra.
-Mucho mejor así.- pensó Bralen.- Mis padres no soportarían
ver esto. Y ese monstruo no les respetaría ni tan siquiera a ellos.
Elua entre tanto miró dubitativamente a su rey y a
la princesa. Él asintió, ella no replicó ya a eso, se limitó a asentir a su vez
y a salir volando de allí, siendo totalmente ignorada por aquel siniestro
individuo que declaró ufano.
-No me merece la pena tratar de detenerla. Aunque
enviaras a buscar a doscientos más como vosotros, nada cambiaría….pero haces
bien en no pedirle a Aiona que venga. Le iba a resultar muy desagradable ver en
qué estado te dejaré.
Bralen no contestó a eso, pasó a centrarse en su
hermano y adversario, pero cuando parecía que la batalla iba a comenzar fue
Asthel el que se acercó al retador. Sin parecer en absoluto inquieto le miró
con rostro inexpresivo. Ante el gesto atónito de los guerreros del espacio, que
desde luego no osaban aproximarse, se plantó delante de un sorprendido Eron que
no podía creer como aquel muchacho desconocido ni se inmutaba ante su
despliegue.
- ¿Y tú quién eres? - le espetó el saiyajin
añadiendo algo sorprendido. - No te conozco, ¿acaso eres algún estúpido que
quiere morir antes que los demás? - Sonrió con malevolencia para agregar
aparentemente divertido. - Eres inteligente, te mataré rápido. Es lo menos que
te mereces por ser tan valiente, ¡ja, ja, ja, ja!
Asthel
se limitó a continuar mirándole fijamente sin pronunciar palabra ni parecer en
absoluto intimidado. Eron cesó en sus carcajadas y viendo que su interlocutor
no respondía le inquirió irritado.
- ¿No dices nada? ¡Di algo y deja de mirarme así! –
El muchacho seguía sin responder lo que pareció enfurecer más a su rival que le
apremió - ¡Habla te digo!
Pero ese chico no decía nada y seguía observándole.
Eron sonrió de nuevo y añadió con un tinte más sarcástico.
- No me hace
gracia matarte tan callado. Por lo menos suplícame un poco.
Seren estaba dispuesta a pedirle a ese extraño
muchacho que se apartase, pero su hermano Bralen la disuadió posando una mano
en el hombro derecho de la mujer. Ella le observó atónita, pero él le susurró.
-Déjale. Es de la familia.
Aunque Eron le observaba ahora con una mezcla de
regocijo, incredulidad e incluso hasta algo de respeto y declaró.
-Al menos eres valiente, eso no lo puedo discutir.
Estúpido, pero valiente. Por lo menos no tiemblas de miedo como todos estos
idiotas.
Por su parte Asthel sólo seguía mirando y por fin le
dijo moviendo la cabeza con desaprobación.
- ¿Qué es lo que has hecho? ...mírate...- repuso por
fin con tono entre compasivo y amonestador. Todos incluso Eron se quedaron
mudos de asombro al oírle declarar. - Me das pena. ¡Sólo eres un pobre infeliz!
Pero ni tan siquiera es culpa tuya. Esto estaba predestinado. Sí, puedo verlo…
todo esto debía de ocurrir así. Y tú, tienes un destino que cumplir…pero no el
que crees…sino uno mucho más importante.
El
aludido tardó unos instantes en recuperarse de la sorpresa, pero esta dio paso
a la ira cuando exclamó…
- ¡Mi destino es gobernar!
Y sin más concesiones atacó con todas sus fuerzas lanzando
su puño contra ese inconsciente. El chico no se movió, no le hizo falta. El
violento saiyajin se quedó paralizado cuando iba a tocarle. Entonces Asthel
brilló con un blanco cegador, sus cabellos tomaron ese color. Eron, con una voz
que nadie le había escuchado nunca, teñida por el temor reverencial, le
preguntó.
- ¿Quién eres tú? .... ¿Qué me has hecho? ¡No puedo
moverme!
- Contempla tu propia maldad y piensa en ello. - Le
ordenó Asthel que le preguntó con un tono más compasivo aún. - ¿Por qué esa
desesperación?...
- Mi, mi fuerza me obliga...debo luchar, destruir,
está en mi cabeza, ¡soy el más fuerte del Cosmos! ¡Debo sacar todo mi poder o
éste acabará conmigo! - Confesó Eron al que las palabras parecían salirle a su
pesar. -...
- Hay poderes en el Universo que tú no puedes ni
imaginar. - Declaró Asthel quien le puso las manos sobre la frente para
afirmar. - Cuanta tensión y cuanto odio contra ti mismo. Esto te fue impuesto
incluso antes de tu nacimiento. Bien, yo te libero ahora. Y tú libérate también
de ello.
Y dicho eso,
frotó sus manos sobre la frente de Eron que dio un grito tan terrible que
paralizó de terror y asombro a todos los presentes excepto a Asthel, más cuando
observaron como una especie de densa humareda escapaba de él, se congestionaba
en una grotesca forma que mostraba unas fauces llenas de colmillos en una
especie de aullido inaudible. Después aquello se desvaneció y el saiyajin cayó
de rodillas al suelo.
- ¿Qué me has hecho? - Pudo apenas balbucear ese
guerrero que parecía estar impactado por el asombro más absoluto.- Noto como si
una gran oscuridad y de rabia dentro de mí hubiese desaparecido…
- Ahora eres libre de tus propios miedos e iras, esa
fuerza que te invadía era producto del mal que te infectaba desde tu
nacimiento. Ese mal ha sido eliminado y tu poder canalizado, ya ha sido
reconducido para el bien. – Declaró el muchacho sonriendo de forma animosa para
decirle en tanto le ofrecía una mano. – Ven conmigo…ahora te mostraré cuál es
tu auténtica misión…
Eron
había sentido un calor intenso y un frío helador a la vez. Todos sus crímenes
habían desfilado ante él, pero como si se tratase de una película en la que no
podía intervenir. Ahora pudo darse cuenta del alcance de sus actos ¡Lo que
antes para él era normal y hasta divertido se había tornado ahora en horrible!
Era como si le hubieran liberado de una inmensa carga, como si hubiera visto
por vez primera la realidad de las cosas. Le habían levantado un velo y podía
discernir por vez primera en su vida el bien del mal. Esa gran fuerza era una
maldición. ¿De qué servía si le condenaba a ser un monstruo odiado por todos?
En cambio, ese muchacho había sido capaz de detenerle sin apenas mover un dedo,
solamente con su energía espiritual basada en la bondad y el perdón. Y supo que
en el Universo existían entidades muchísimo más poderosas de lo que jamás
podría ni soñar, y que ellas le pedían que enmendase sus actos. Se vio
transportado recorriendo a una velocidad que jamás hubo podido ni imaginar los
rincones más alejados del Cosmos y presenciando maravillas. Y la voz de aquel
chico, que sonaba dentro de su mente, le iba refiriendo…
-En el principio El Creador hizo todo el Universo,
los cielos y los mundos. Donde sólo había oscuridad él creó la Luz y después
todo lo que ha existido, existe y existirá...
El saiyajin podía observar pasar las galaxias a su
lado, y comenzó a escuchar unas voces tan puras y cristalinas que eran capaces
de traspasar su corazón y su alma. Alababan la creación que tenía ante sí, y el
saiyajin no pudo impedir que las lágrimas le corrieran por las mejillas. Se
sentía conmovido hasta extremos inimaginables por toda esa belleza
indescriptible, incapaz de asimilar aquello. Sentía como si fuera a fundirse en
ese todo. Y contemplaba ante él, la increíble belleza de criaturas aladas
gigantescas que desprendían asimismo un poder y una majestad inmensa. Cantaban
de un modo tan dulce y poderoso al tiempo que creyó desintegrarse al
escucharlas. Ahora, de pronto, volvía a estar de rodillas en el suelo, junto a
ese muchacho. El desbordado saiyajin podía recobrar el control de sí mismo y lo
hizo llorando amargamente por todo el mal que había hecho en tanto no dejaba de
balbucear entre asombrado y conmovido....
- ¡Es increíble! Jamás sentí una sensación tal de…
¡Majestad!… ¡Poder!… verdadero poder, no tengo palabras para describirlo…no
puedo…
-Eso que has percibido Eron, no era más que una
pequeñísima muestra del gran poder de la Creación. - Le explicó Asthel
sentenciando con tono trascendente. - Tan inconmensurable es que los mortales
no pueden sentirlo en toda su intensidad sino cuando su funden plena y
eternamente en él.
-Quiero fundirme en él. Quiero quedarme allí para
siempre. ¡Es algo maravilloso! Por un brevísimo instante lo entendí…todo. -
Repetía el impactado guerrero ante el asombro de los presentes. - ¡Eso es la
luz!…
-No, todavía no debes. - Le dijo el Mensajero,
añadiendo a modo de consigna. - Tienes una tarea que realizar…pero primero
deberás reparar en lo posible tus pasados actos.
- ¡Dios mío! ...yo no quería hacerlo, no quería
hacerlo - repetía - ¿Qué puedo hacer ahora salvo morir para obtener la paz?
- No, así no obtendrías la paz, sino la condena a
los infiernos. - Le rebatió Asthel con voz amable pero firme para indicarle tal
y como la propia mente de Eron ya había comprendido, para repetirle ahora con
tono más amable. - Expía tus culpas. Recorre el universo ayudando a todo el que
lo precise en vez de atormentarle, construye en vez de destruir. Estabas
enfermo y ahora has sanado. ¡Levanta del suelo!... ¡Has resurgido como alguien
nuevo!… ¡Animus, fultus, salus! Con nuevo ánimo, apoyo y seguridad en ti. -
Le repitió aquellas tres palabras que el desbordado saiyajin había escuchado
durante su trance. - ¡Que se haga la Luz en ti!…
Eron
se levantó con una mirada distinta a la que todos conocían, los guerreros del
espacio se apartaban de él entre atónitos y asustados, cuchicheaban entre sí
sin poder creer lo que veían. Ellos que eran la raza más fuerte del cosmos, al
menos eso habían creído, y que de siempre habían temido a Eron como al más
salvaje y despiadado de todos, le veían ahora ahí, arrodillado y llorando como
un niño, a la par que suplicaba el perdón. ¡Y ese muchacho, en apariencia débil
había logrado eso sin inmutarse apenas! ¿Quién debía ser? Seguramente algún
dios como en las leyendas, creyeron con asombro reverencial, lo que hizo que muchos
de ellos se arrodillasen de inmediato, postrándose ante él. Sin embargo, Asthel
enseguida negó con la cabeza y les disuadió con tono suave.
- No, yo solamente soy un mensajero.
Únicamente Bralen y Seren estaban en
pie sin moverse. Pidiendo perdón, Eron se acercó a ellos y sus hermanos le
abrazaron...
- Ha sido algo maravilloso… - pudo decir el
impactado guerrero del espacio que apenas si podía dejar de llorar tratando de
narrarles a sus anonadados compatriotas. – Me creía el más fuerte y no soy…nada…hay
algo ahí fuera que es…no puedo explicarlo, pero he sentido como si el Universo
mismo, aunque únicamente fuese por un instante, se dignase mostrarse ante mí
con todo su esplendor. Y aquí estaba yo, un necio ignorante, luchando por
lograr cosas vanas…
- Has escuchado las voces de los ángeles del Creador
- le contó Asthel con un conocimiento que ni él mismo comprendía de donde podía
provenirle, aun así, sentenció. – Dices bien. Por unos mínimos instantes has
podido percibir en tu alma la magnificencia de la creación y el poder de los
seres superiores. No podrías haber resistido más. Ya te lo he dicho. Esos
cantos son tan puros y tan inconmensurables para las medidas terrenales que te
habrías disuelto en ellos ante su mera belleza.
Eron no supo que decir, únicamente cayó de rodillas
una vez más y se inclinó hasta que su cabeza tocó el suelo. Todos los demás
guerreros y guerreras observaban la escena con la boca abierta. En tanto el
rudo guerrero apenas si balbuceaba dirigiéndose a Asthel.
- ¿Quién eres tú? ¿Quién eres?... ¡Dominus… mundus…
salvus!… – repetía sin cesar para asombro de todos los presentes. -
- Es un antiguo idioma de la Tierra. - Les explicó
Asthel al anonadado resto de los saiyajin, traduciéndoles. - El Señor Salvador
del Mundo.
- Sí. Ese debes de ser tú. - Pudo decir Seren
visiblemente emocionada, y pese a su condición de princesa de los saiyajin
arrodillándose, a su vez lo mismo que Bralen. Entonces la mujer declaró. - Éste sí es mi hermano. Igual a cuando aún
era un niño que no sentía maldad. ¿Cómo lo has hecho?,- le preguntó a Asthel
con admiración. - ¿Quién eres tú que posees tanto poder? - Preguntó en tanto
las lágrimas le rodaban por las mejillas de puro asombro y felicidad. -
- Ya os lo he dicho. Yo no ni muchísimo menos soy el
Señor, sólo un humilde mensajero de su Gloria. - Respondió con voz queda Asthel sin darle más
importancia, para agregar. - El Creador es el centro del poder y la fuerza, yo
sólo le sirvo a Él. Ahora me doy cuenta de hasta dónde llega mi
responsabilidad. -Suspiró para añadir con tono afable. - Debo partir. Rehaced
todo esto y vivid en paz, y, el día de la Trascendencia final estad a mi lado
igual que el resto de los seres del Cosmos. - Y finalmente añadió dirigiéndose
con tono confortador al saiyajin que había curado, que ahora se atrevió a
levantar la cabeza del suelo y mirarle, aún con el rostro surcado de lágrimas.
- Eron, recorre el espacio ayudando a todo el que lo precise y una vez hayas
purgado tus culpas regresa a este mundo. Entonces, cuando llegue el día, lo
comprenderás todo y sabrás lo que habrás de hacer. Esa es la voluntad del
Creador.
Así le indicó Asthel que efectivamente sentía como
si alguien dentro de sí, o quizás una conciencia hasta entonces dormida en su
interior, que hubiera despertado de pronto, le dictase aquellas instrucciones.
Y Eron sintió en aquel muchacho un poder indescriptiblemente grande. Una aureola de tono inmaculado le envolvía.
Apenas pudo permanecer de rodillas según contestaba.
- Lo haré. Y cuando me reclames contigo estaré...y
mi vida daré por ti y por el Creador que me ha devuelto la paz y la ocasión de
enmendar mis actos. He avergonzado a los míos y a mí mismo con mis infamias,
pero eso no se repetirá jamás. ¡Eso te lo juro por la sangre que llevo en mis
venas! ¡La sangre de la estirpe Deveget!
- Cuenta con nosotros. - Añadió Bralen aun atónito
en tanto al fin se levantaba del suelo, junto al resto. -
- Gracias Mensajero- susurró Seren embargada por la
sorpresa y la felicidad remachando. - ¡Cuando se lo diga a mis padres se
alegrarán tanto!...
- Quedáos en paz y esperar al día de la
Trascendencia. - Se despidió Asthel que abrió un agujero en el espacio y lo
atravesó. El agujero se cerró tras él y el muchacho reapareció en su
habitación. Ahora lo comprendo todo, sí – reflexionó – esto sólo ha sido una
prueba de lo importante que es para todos el que yo cumpla con mi misión. Por
eso esos dos saiyajin vinieron aquí a darme las gracias. Esto sucedió en el
pasado. ¡He viajado también en el tiempo!...
Entre
tanto en el comedor y por completo ajeno a la vivencia de su hijo, Leval
pensaba...no podía estar más preocupado. Ahora, por el propio Asthel sabía que
un grupo de agitadores se reunía periódicamente. No es que eso le extrañase, en
realidad tenía fundadas sospechas de ello. Pero lo más grave era que esa gente
estaba echando sus tentáculos en los jóvenes. Por si fuera poco, el general
Strips le apretaba las tuercas para acabar con los problemas del planeta y
además, hacía poco que en la Tierra se había votado abrir las fronteras de
Bios. Dentro de dos años, todo el mundo podría ir allí, porque, desde el mundo
madre se rebajarían las tarifas de vuelo y se eliminarían los obligados
permisos. Por otra parte, Logan también estaba impaciente y le insistía en que
obtuviera resultados y tampoco podía recurrir a Mazoui, éste había pedido su
licencia y ahora se ocupaba de los negocios de Masters junto con Zafiro y
Diamante. A todo eso se añadían preocupantes rumores que llegaban desde Nature.
Y lo que era todavía peor para él. Su familia estaba sufriendo. Su esposa se
sentía desgarrada por la zozobra y su hijo estaba en una edad muy difícil…
- Y ahora se marcha por ahí de viaje, Dios sabrá a
donde y para hacer qué...y demuestra ser humano y no tan divino como
pensábamos. Quizá ha elegido un mal momento, pero mi deber de padre es estar
junto a él. - Reflexionaba Leval bastante
concernido por todo aquello. -
Afortunadamente
Asthel, meditando en su habitación, se había decidido a continuar con su labor,
pero no quería hacerlo sólo. Pensó que Maray, quién ya sabía muchos de los
trucos que él le había enseñado, podría ayudarle cuando fuese algo más mayor.
Deseó entonces ver a Zoen y la diosa apareció.
- ¿Querías verme? Aquí estoy.
- Ya he solucionado ese problema y me he dado cuenta
del gran poder que tengo, Zoen. - Le confesó Asthel, no sin gratitud. -
- Me alegro. - Sonrió ella con un gesto de
aprobación. - Eso quiere decir que te ha sido revelado por un poder muy
superior a mí, y que yo no tengo nada más que enseñarte.
- Pero, no quiero que te vayas. - Repuso el muchacho
sorprendido por esas palabras, preguntando con inquietud. - ¿No te irás,
verdad?... Recuerda que me prometiste que tomarías algo conmigo.
- Es cierto, y al Mensajero no se le debe engañar. -
Declaró la diosa que hizo aparecer una mesita dentro de la habitación con
sendas botellas de refrescos. -
- Vaya, me esperaba algo más… romántico. - Pudo
musitar el chico. -
Zoen
sonrió, y por respuesta hizo aparecer una vela encendida. Además, había dos
pajitas una en cada botella, sorbió un poco de la suya y afirmó como si hubiera
hecho un gran descubrimiento.
-Es divertido…Soa tenía razón. Me contó que alguna
vez vio a los humanos hacer esto, resulta que así es como el líquido va hacia
sus bocas.
El
muchacho la imitó. Bebieron los dos refrescos y una vez terminados estos, fue
ella la que sentenció con suavidad.
- Debo marcharme ya, mi misión está concluida...
- Es que…creo que estoy enamorado de ti...- le
confesó Asthel mientras le acariciaba el pelo con suavidad. –
Sin embargo, Zoen, con un gesto maternal muy atípico
en ella, sonrió negando con la cabeza y acarició a su vez las mejillas de
Asthel en tanto le rebatía con amabilidad.
- Eso no puede ser...yo soy una diosa. Tú aun eres
humano... aunque sea en parte. Además, yo no entiendo esas cosas. Busca a esa
humana de la que hablabas y ve con ella, será lo mejor.
- No es tan fácil hacer eso...a ti te he amado y
deseo que un día tengamos hijos los dos juntos. Me dijiste que podrías hacerlo
si quisieras. ¡Incluso me lo preguntaste! - Respondió Asthel sintiéndose
desolado. -
- Sí, es cierto que te lo pregunté - admitió Zoen
que sin embargo, confesó - Pero creo que al final no puedo hacerlo. Tu destino
no es estar conmigo. Ya has visto cual es en verdad tu tarea. Tienes una misión
fundamental para el devenir de todo lo creado.
El chico no tuvo más remedio que asentir. Sabía que
así era. La diosa besó entonces a Asthel en los labios con suavidad y se
despidió con una sonrisa, aseverando.
- Adiós Mensajero, volveremos a vernos pronto, muy
pronto, ya lo verás y en tanto lo hacemos, escucha realmente a tu corazón.
Seguro que él te hablará con claridad y, sobre todo, sigue fiel con tu
cometido. Es un equilibrio muy difícil, sí. Pero solamente tú puedes
conseguirlo. - Y dicho esto, saludó con una mano y desapareció dejando al
muchacho bastante apenado. -
Y mientras el chico aun trataba de asimilar
ese adiós, su madre llamó a la puerta de su cuarto. Amatista esperaba que ya
estuviese allí, abrió con cuidado y efectivamente le vio sentado en su cama.
Sonrió aliviada y se alegró de tenerle de vuelta, entró a verle y a tratar de
animarle.
- ¿Cómo estás hijo?...
- He perdido a alguien a quien quería, mamá...- le
reveló él con voz y gesto triste. -
- ¡Oh! - sonrió Amatista creyendo que se trataba de
Madeleine y deseando consolarle le aseguró. -No te aflijas tanto hijo,
pasará...ya verás, ¡debes animarte!
- Mamá, también me he dado cuenta de lo importante
que es mi tarea. Siento haberme burlado de ello antes. Tú tenías razón. Eso
debe ser lo prioritario para mí. No debo pensar en nada más. - Declaró él con
algo de pesar, musitando. – Quizás haya sido mejor así…
Pero su interlocutora movió levemente la cabeza, al
menos le tenía ahí, en casa, a salvo. Deseaba poder abrazarle y mantenerle así,
protegido de todo, para siempre. Sin embargo, se daba perfecta cuenta de que
eso no era posible. Pese a todo al menos ahora podía pasar tiempo con él y
apoyarle. Aprovechar la ocasión de actuar como su madre en tanto le tuviese
junto a ella. De modo que le acarició afectuosamente el pelo para rebatir.
- Cariño, tu tarea será muy importante, pero tu vida
lo es aun más, al menos para mí. Si has tenido un desengaño amoroso, te dolerá,
pero lo superarás. - Se sentó junto a su hijo y le dijo con tono de
complicidad. -Te voy a contar algo. En París, cuando yo tenía tu edad, también me
ocurrió. Salía con un chico del que estaba muy enamorada. Pero tuve que dejar
de verle por los estudios, no me apliqué lo que debía y tus abuelos me dieron
ese ultimátum. ¡Ja, ja me enfadé muchísimo por eso, pero fueron inflexibles! –
Sonrió con nostalgia ahora al recordar aquello y añadió. - Dos semanas después,
cuando aprobé todo y le volví a ver estaba con otra chica. Me dolió mucho
entonces. Pero ya ves, aun no conocía a tu padre.- Volvió a sonreír en esta
ocasión con expresión divertida, añadiendo. - Ahora que lo pienso, ¡cuánto me
alegro de haber sufrido ese desengaño! ...y pensar que entonces fue lo más
trágico del mundo. Pero aquello me llevó a la persona que estaba destinada para
mí.
- Lo entiendo - dijo Asthel que se abrazó con su
madre. - Gracias mamá, ya me encuentro mucho mejor...
Amatista
le dio un cálido beso en la frente y salió de su habitación para decirle a
Leval que su hijo ya estaba de vuelta, ¡en todos los sentidos!, éste se alivió.
Los dos pudieron abrazarse felices de recuperar la calma en su hogar.
-Vuelve a ser un muchacho con todas las dudas y
anhelos de su edad.- Afirmó Leval, que le susurró a su mujer.- Aprovechemos
mientras dure…
Entre
tanto, en el reino de la Luna Nueva los años habían traído muchas novedades,
tal y como Idina les contase a su primo y demás amigos, la ceremonia de los
esponsales fue preciosa. Neherenia antes de esa boda finalmente formalizó su
compromiso con Doran. La soberana llamó a su amiga de toda la vida y, vía
espejo, al fin le confesó.
-¿Sabes una cosa?. Estoy enamorada.
-¿De veras?- Sonrió su interlocutora, con una mezcla
de alegría y de curiosidad, para preguntar incluso con tono divertido.- ¿Y ese
chico lo está también de ti? Apuesto a que sí.
-Si todavía ni te he dicho de quién se trata.- Se
sonrió la soberana.-
Aunque
su amiga, moviendo la cabeza con una media sonrisa, enseguida le comentó.
-Nehie, te conozco desde hace muchos años ya. No
tienes que decírmelo ahora, hace tiempo que lo sé, cada vez que le nombrabas o
hablabas de él. Sobre todo cuando se iba de viaje a su planeta.
La
reina de la Luna no pudo evitar que el rubor la asaltase, Idina al verla en ese
estado sonrió, ahora con ternura, añadiendo.
-No te había visto esa mirada desde que recordabas a
mi primo. Incluso alguna vez creí que la tenías cuando observabas a mi hermano
Lance. Sin embargo, desde que terminamos la universidad, cada vez que hemos
charlado y me has hablado de Doran, me he dado cuenta de cómo te brillaban los
ojos.
-¿Tanto se me notaba?- Pudo musitar la avergonzada
Nehie.-
-Pues bastante, ¡chica!.- Se rio Idina, empleando la
última palabra en castellano, tal y como hacía su común amiga Bea y remachando
con humor.- No me hace falta tener tus poderes de guardiana de los secretos
lunares para darme cuenta. Y supongo que, los más cercanos a ti en la Luna, lo
habrán descubierto hará mucho también.
-La verdad es que Anaris siempre lo supo.- Le
confesó Neherenia, añadiendo.- Y supongo que De la Lune, también. Aunque ya
sabes como es. Jamás se atrevería a decir nada por mor de la discreción y el
tacto.
-Pues creo, amiga mía, que De la Lune ha hecho muy
bien, entre otras cosas porque eso no le compete directamente a él. De modo que
ya va siendo hora de que seas tú la que diga algo.- Valoró su interlocutora.-
-Es cierto.
Aunque te advierto que, si esto llega a buen puerto, vete preparando tus
mejores galas. -Respondió la soberana, agregando con afecto.- Te va a tocar ser
algo importante
-¿Quién yo?- Exclamó la perpleja y encantada Idina.-
-Desde luego, dama de honor de mi boda y madrina de mis futuros hijos. Cuando los
tenga, claro.- Le ofreció Nehie.-
Idina
se sonrió entre divertida y muy contenta, aunque todavía pudo contestar con
humor.
-Eso será si te decides de una vez. Así que, ¡venga!
Sé todo lo valiente que sé que eres. ¡Y a por ese saiyajin! Mucha suerte.- La
animó.-
Neherenia
asintió. Su amiga tenía toda la razón. Tras charlar por unos instantes más y
despedirse tomó la decisión. Lo primero fue llamar a su amado y ponerle al
corriente. Sentados sobre la cama de ella y con las manos entrelazadas, Nehie
le preguntó.
-¿Estás dispuesto? Quisiera anunciarlo ante la
Corte.
-Siempre lo he estado.- Asintió él con una gran
sonrisa. -Si es eso lo que de verdad quieres. Para mí será un honor y un
privilegio el pedirte en matrimonio. Suponiendo que esa costumbre se aplique en
tu reino.
-Deseo que lo hagas más que ninguna otra cosa en el
mundo.- Aseveró ella.-
Y
Doran no se lo hizo repetir, fiel a las tradiciones saiyajin, se arrodilló ante
ella y, tomando una de sus manos entre las suyas, declaró.
-Te pido que me aceptes, y que seas mi compañera, mi
amiga y la madre de mis hijos. Te ofrezco mi amor y mi lealtad y te protegeré
contra todo mal.
Aquellas
palabras emocionaron a Nehie, más cuando su pretendiente sacó algo de entre un
pliegue de su armadura ceremonial. Era una pequeña cajita que él le entregó.
-Te ruego que la abras.- Le solicitó el chico.-
Con
algo de nerviosismo y mucha ilusión, ella lo hizo. Dentro de esa afelpada
cajita vio un precioso anillo de oro, con un brillante de color violeta. Antes
de que pudiera tan siquiera lanzar una exclamación, Doran tomó el anillo y se
lo puso en su dedo anular, para decir.
-Fui a buscar esta piedra en persona, a los confines
de este sistema solar. Mi soberana, la reina Meioh, me contó que cerca de su
antiguo planeta guardián existían muchas gemas como ésta.
-¡Es precioso! - Suspiró ella, recreándose en los
brillos que emitía aquella joya, al reflejar la luz de la estancia.- No sé qué
decir…
-Pues únicamente di que aceptas.- Sonrió él.-
Ella
asintió y se abrazaron, tras besarse largamente charlaron para decidir la mejor
manera de hacer pública su relación ante la corte. Aunque antes, la soberana
hizo llamar a su doncella particular. Fiel a la costumbre ésta llegó y tras
tocar a la puerta le fue indicado que entrase.
-¿Deseabais verme, Majestad?- Inquirió
respetuosamente, en tanto saludaba a su vez con deferencia a Doran.-
Excelencia.
- Sí, Anaris.- Sonrió Nehie, quien estaba de pie y
dándose la mano con su prometido, cuando le dijo a su camarera.- Eres la
persona en la que más confianza tengo para estos asuntos. Quiero que seas la
primera en saberlo oficialmente. El embajador me ha pedido que sea su esposa y
yo he aceptado. Lo haremos público esta misma noche.
La
joven rubia no pudo evitar sonreír con amplitud, enseguida se apresuró a
responder.
-Muchísimas felicidades, Majestad, señor embajador.
Para mí es todo un honor el ser depositaria de vuestra confianza. Permitidme
que os de la enhorabuena en nombre propio y en el de todas vuestras damas.
-Gracias. - Sonrió su interlocutora, añadiendo ahora
con un poco de picardía.- Y espero que muy pronto, ese apuesto joven de la
región meridional que ha venido tanto por aquí últimamente, dé ese mismo paso
con una bella jovencita rubia que yo conozco.
Neherenia
pudo contemplar con una afectuosa sonrisa como su pobre camarera enrojecía a
ojos vistas, bajando la cabeza hasta que su barbilla tocó su antepecho. Fue
Doran quien afirmó, con tono amable y jovial.
-Seguramente que se decidirá pronto. Y le auguro una
gran felicidad, si esa hermosa muchacha le corresponde.
-Lo que vos digáis, Excelencia, Majestad. ¿Deseáis
que prepare alguna cosa para vuestro anuncio?- Fue capaz de musitar la tímida
jovencita.-
-Nada más, muchas gracias.- Replicó la reina,
comentando con afecto.- Tómate el resto del día libre y, si lo deseas, acude al
anuncio que vamos a dar en un par de horas, en el salón de audiencias.
Y
así sucedió, al cabo de ese tiempo, ella hizo acto de presencia de la forma
habitual. Doran aguardó junto con el resto de los cortesanos hasta que la reina
se dirigió a todos levantándose de su trono.
-Queridos súbditos. Debo anunciaros algo muy
importante, que marcará una nueva etapa en nuestro reino.
Y haciendo
una seña con una de sus manos, le indicó a Doran que subiera hasta donde ella
estaba. Eso provocó algunos cuchicheos y exclamaciones de asombro. Nehie
pretendió no reparar en ellas y , dándole la mano a su pretendiente, anunció,
tras aclarase un poco la voz.
-Su excelencia el embajador Doran Derail, me ha
pedido que me convierta en su esposa y yo he aceptado. Nuestro mutuo amor es
sincero y se basa en la confianza y en el deseo de lo mejor para el reino de la
Luna. Así pues, cuando se celebren nuestros esponsales, él se convertirá en rey
consorte.
Hubo
una espeso silencio, muchos cortesanos entre los que se hallaban los miembros
del gobierno algunos se miraron, perplejos. Otros en cambio, daban la impresión
de haber esperado aquello. Fue finalmente De la Lune quien, tomando la palabra,
hizo una leve reverencia declarando.
-En mi nombre y en el del gobierno que presido, os
doy la más cordial y sincera enhorabuena, Majestad, Excelencia.
-Os lo agradezco de todo corazón.- Sonrió la reina,
sabiendo que la palabra de su canciller era fundamental para que aquello fuese
aceptado de inmediato.-
Y
aunque después tuvo una charla bastante larga e incluso algo tensa con su fiel
De la Lune, todo terminó bien. Por supuesto que informó de inmediato a los
soberanos de la Tierra y a las princesas planetarias quienes le dieron su más
cordial enhorabuena.
-Después al fin Briseo se decidió a pedírselo a
Anaris.- Se sonrió Nehie ahora.- Y yo
tuve a Alice. Connie tenía razón, ser madre te cambia la perspectiva.- Meditó
la soberana, pensando en alguna conversación que mantuviese con la madre de su
gran amiga Idina.- Aunque creí que
nuestra dicha iba a ser muy efímera. – Pensó recordando otro momento bastante
más temible y angustioso, no solamente para ella, sino para su propio esposo y
todo el reino.-
Habían pasado unos pocos años desde la boda, las
cosas iban muy bien entre ella y su esposo, que gobernaban con prudencia,
disfrutando a la vez de su pequeña hija Alice. Una tarde, tras despachar unos
asuntos oficiales, la soberana estaba contemplando algunos de los domos
acondicionados como jardines, desde las vistas de sus habitaciones. Fue
precisamente la niña quien se aproximó reclamando su atención, Nehie enseguida
fue con ella dejando aparcados aquellos recuerdos.
-Mami.- Vino corriendo la cría, que lucía esa melena
entre oscura y violácea como la de ella misma, mirándola con esos ojos azules,
tan parecidos a los de ella, para preguntar.- ¿Puedo ir a jugar con Brise a mis
habitaciones?
Neherenia
consultó la hora, todavía era pronto para que su pequeña se fuera a dormir,
asintió sonriente.
-¿Está aquí tu amiga Brise?- Quiso saber con tono
algo sorprendido.- Pensé que estaba en su casa de la región del sur con sus
padres.
-Sí, mami, está aquí. Ha venido con Lady Anaris.- La
informó la cría quien llena de entusiasmo, agregó.- ¿Nos dejas jugar?- Insistió
la pequeña, quien quizás no había reparado en su gesto anterior de
conformidad.-
-Claro, después de tus lecciones. Podéis estudiar
las dos juntas. Y si ves a su madre, dile que venga a saludarme.- Le pidió a su
pequeña.-
-Sí, mami. ¡Voy a buscarla!- Exclamó Alice llena de
entusiasmo.-
La
niña salió corriendo llena de contento, eso alegraba mucho a Nehie, su pequeña
y la hija de Anaris y su marido eran como hermanas.
-Al menos, mi hija tiene una amiguita con quien
jugar desde que nació. Eso es bueno.- Se dijo con visible satisfacción.-
Alguien
tocó a la puerta, ella autorizó el pasó creyendo que sería su antigua doncella,
no obstante era su esposo. Doran acababa de venir de hacer una inspección
rutinaria por la Luna y de charlar con algunos enviados de su planeta natal.
-¡Hola!- Sonrió ella.-
Aunque
su sonrisa desapareció al ver su cara. El saiyajin daba la impresión de mirarla
como si no la viera. Incluso parecía asustado. Neherenia no tardó en querer
saber, llena de inquietud.
-¿Qué sucede?
-Algo terrible. Lo peor que podría ocurrir.- Replicó
lapidariamente este, comentando.- Mi primo Kiros está de camino.
-¿Tu primo? Pero, ¿qué tiene eso de malo?...-Quiso
saber ella sin comprender.-
-No es por él. Kiros ha ido a hablar con Serenity y
Endimión. Ellos me lo han contado, no quisieron ponerle en antecedentes a él
todavía, prefieren que se lo cuente yo. Es algo que es mejor hablarlo entre dos
saiyajin.
-¿Pero se puede saber qué ocurre?- Inquirió la ya
intranquila soberana.-
Su
esposa tardó unos segundos en poder responder inclusos e tomó un vaso de agua,
antes de ser capaz de decir.
-Él está libre…el príncipe Eron, se ha liberado de
su cautiverio. Y puede que venga hacia aquí…
-¿Eron?- Quiso recordar la perpleja Nehie, quien
enseguida cayó en la cuenta, tornándose pálida de horror.- ¡El hijo mayor de
tus soberanos! Ese qué…
-Sí.- La cortó Doran, como si temiera solamente el
escucharlo.- Por favor, recibe tú a mi primo, voy a intentar recabar más
información de algunos saiyajin que han llegado de nuestro planeta. Deben
retornar pronto para ponerse a las órdenes del rey Bralen y de mi hermana.
Su esposa asintió.
Doran tuvo que salir precipitadamente quedando en reunirse con ella y con
Kiros, una vez este llegase, en sus habitaciones privadas. Neherenia se preparó
entonces para recibir a su invitado, al cabo de una hora ya le aguardaba en el
salón del trono. Su fiel De la Lune anunció la llegada del noble embajador
saiyajin en Nature, y primo de su Majestad el rey Doran. Kiros entró en el
salón de audiencias. Neherenia se levantó de su trono enseguida y más agitada
de lo que solía mostrarse le indicó.
-Haz el favor de venir a nuestras estancias privadas.
Tenemos que hablar contigo.
Algo
sorprendido el recién llegado se dejó tomar de una mano por la reina y la
siguió dócilmente. Doran les aguardaba con el rostro descompuesto por el temor.
Kiros no tuvo que preguntar, bastó una lapidaria frase de su primo para que lo
comprendiera…
-¡Está libre, él está libre!…
-¡Te!, ¿te refieres a?....- Pudo apenas balbucir.-
-Sí, se ha liberado, nadie sabe como pero, por los
informes que nos han llegado, escapó de su prisión dimensional. Ha arrasado
puestos de vigilancia enteros sin que nadie pudiera detenerle.- Le contó un muy
preocupado Doran.-
-¿Hacia dónde se dirige?- Inquirió Kiros.-
-No estaban seguros, aquellos que pudieron escapar dicen
que les dejó vivir para que transmitieran el mensaje. -Y tras un espeso
silencio, el rey de la Luna Nueva remachó.- Reclamará lo que es suyo.
-Entonces a buen seguro que irá a Nuevo Vegeta.- Conjeturó
su interlocutor.- Hay que detenerle.
-Lo sé. Pero mi puesto está aquí, en la Luna.- Declaró
Doran.- En caso de que ese loco quisiera venir hacia la Tierra tengo que estar
dispuesto a detenerle.
-¡Eso sería terrible! - Terció una asimismo aterrorizada
Neherenia.- Nuestros súbditos y sobre todo nuestra hija, estarían en un
gravísimo peligro.
Casi
como si hubiera escuchado a su angustiada madre una cría de alrededor de seis
años, de largo pelo moreno ensortijado, entró en la sala. Lucía un vestidito de
tonos pastel con una gargantilla de oro.
-Mamá. ¿Qué pasa?- Pudo preguntar algo desconcertada.-
Y es que
Neherenia había olvidado que su hija se encontraba en la habitación anexa,
repasando algunas lecciones con sus tutores. Estaba en compañía de la hija de
la que fuera su doncella personal, Anaris. Desde que ésta se casó con un noble
de la Luna ya no estaba a su servicio directo, no obstante Neherenia se
complacía en recibirla de visita. La hija de su antigua dama, de nombre
Briseida, rubia como su madre y de larga cabellera lisa, estaba ahora detrás de
su amiguita.
-No pasa nada, cielo. - Sonrió trémulamente su madre al
explicar.- Es que ha venido tu tío Kiros y me ha dado una sorpresa.
-¡Ah! - Contestó la pequeña añadiendo con un tono más
concernido.- Brise y yo hemos terminado las tareas. ¿Podemos ir a jugar?
-Claro que sí.- Asintió la madre de aquella cría.-
-Sí, id a jugar al salón azul.- Les indicó Doran
templando también sus nervios para añadir.- Pero estad dispuestas para la cena.
-Sí, papá.- Contestó Alice quien, muy contenta tomó de la
mano a su amiguita guiándola hacia allá al gritito de.- ¡Vamos! Te enseñaré mi
casa de muñecas nueva.
Neherenia
se quedó mirando a las crías con una sonrisa que enseguida se le congeló en los
labios. Al verlo Kiros declaró.
-No temas nada. Entre Doran y yo nos enfrentaremos a él
si tiene la osadía de acercarse hasta aquí. Y no estamos solos. Hay más
saiyajin en la Tierra.
Aunque
lejos de parecer tranquilizarse por eso, la soberana suspiró rebatiendo.
-Roy está mayor ya. No sería rival para él. Su hijo Leval
está en Bios. Y por lo que Doran me ha contado acerca de ese hombre, los demás
guerreros que quedan en el planeta jamás podrían vencerle. Y aunque pudieran,
el caos y la destrucción que se producirían en el caso de una batalla…todas las
víctimas inocentes que provocaría. - Movió al cabeza ahora para bajar la vista
y suspirando una vez más musitó.- No, no quiero ni tan siquiera pensar en ello.
-Y sin embargo tenemos la obligación de pensar en todas
las posibilidades. Por fortuna para nosotros y desgraciadamente para ti, primo,
mucho me temo que, por el momento, Nature sería para él un objetivo mucho más
accesible y cercano a Nuevo Vegeta.- Intervino Doran.-
El
horrorizado Kiros asintió. Eso era cierto. Estratégicamente, de dar el primer
golpe podría hacerlo mucho más fácilmente allí. Nature no podría resistir
demasiado. Y eso a pesar de contar con la ayuda del planeta Kinmoku o de las
Starlight y las ánimamates. Incluso con el concurso de los cazas varitech y
otras defensas. No obstante, por desgracia, nada de eso sería rival para
aquella bestia. En especial si, por cualquier razón, se aliara con los Arcoily.
De modo que no tardó en decir.
-En tal caso, y si me perdonáis tengo que regresar allí.
Mi mujer y mi hija viven en Nature, junto con muchas personas inocentes a las
que he jurado proteger.
-Sí, debes volver.- Convino la soberana de la Luna Nueva,
reconociendo no sin pesar.- Te necesitan más en Nature.
Y Kiros
se despidió, le desearon la mejor de las suertes rogando para que esa amenaza
pudiese ser conjurada. Y milagrosamente lo fue..
-¡El Mensajero!- Suspiró con alivio Neherenia ahora,
saliendo de esos angustiosos recuerdos.-
Él nos salvó a todos. Detuvo a ese individuo tan poderoso sin la menor
dificultad. Idina no exageraba cuando me contó algunas cosas que hacía siendo
únicamente un niño.
Y sonriendo un poco más animada, volvió a la
realidad de su cargada agenda de trabajo. Mientras tanto en Bios pasaron un par
de días, ya en el instituto, Asthel trató de hablar con Madelaine, pero ella no
quería verle. El muchacho se preguntaba que podría hacer para lograr que le
perdonase. Decidió ir tras ella para cuando tuviera otra reunión de su grupo de
activistas. No tuvo que esperar mucho, al cabo de un par de días más la siguió
hasta el lugar donde se reunían y usando sus recordadas destrezas, se hizo
invisible a ellos. Escuchó con atención al cabecilla que daba el discurso.
- ¡Por fin!, ¡por fin lo hemos conseguido! En la
Tierra se abrirán las fronteras, todo el mundo podrá venir. Ahora esos que
pretendían hacer de este mundo su paraíso particular tendrán que fastidiarse.
Todos
le corearon con júbilo, pero el cabecilla les apaciguó con sus manos y
prosiguió...
- Pero dos años aún son demasiado tiempo. Durante
este periodo pretenden hacer de Bios un mundo independiente. ¡No podemos
permitirlo!, si lo logran cerrarán el planeta a todo el que no sea de su
agrado, ¡tenéis que ayudarme a impedirlo!
Volvieron
a oírse gritos de apoyo y de entusiasmo, el cabecilla les dijo con gritos que
enfervorizaban a sus seguidores...
- Debemos quitar de en medio a todo aquel que
pretenda tal cosa, en esta lista tenéis los nombres ¡El primero ha caído ya!...
El
atónito chico se informó de todo lo que hablaron y decidió decírselo a su
padre. Al llegar a casa Leval le escuchó con atención. Coincidía, hacía ya
varios días que Tert había desaparecido. Leval decidió llamar a los demás
miembros de la junta y al general Strips y poner a todos al corriente de la
situación. Asthel por su parte tenía ahora que hablar con Madeleine, aunque no
se atrevía a pedírselo, pero paradójicamente fue ella la que le llamó y le
pidió quedar en un bar de la ciudad. El chico se puso muy contento y fue allí
creyendo que ella trataba de reconciliarse. Al llegar, su compañera le esperaba
con gesto preocupado, le contó a Asthel que le habían dado una lista de
enemigos de su partido y que su padre estaba en ella.
- Tengo miedo por si quieren haceros daño. - Le
confesó la muchacha. -
- No podrían, aunque quisieran. - Repuso Asthel con
tranquilidad - pero, muchas gracias por avisarnos.
- Entonces me voy ya...eso era lo que quería
decirte. - Respondió Madeleine que parecía estar incómoda. -
- Espera por favor, - le pidió él agregando con todo
su valor. - Si no hablo contigo ahora no podré volver a hacerlo, siempre me
evitas...
- Mira Asthel, - suspiró ella mirando hacia otro
lado. - He querido advertirte, sólo eso...pero tú y yo no tenemos nada en
común, no crees en lo mismo que yo...
- Yo creo en un mundo mejor para todos, en un
universo en paz. Escucha Maddie, si yo pudiera contarte todo lo que he
visto...me creerías - se quedó pensativo por un instante y añadió con júbilo -
¡y podría! ...sólo debes venir conmigo. ¡Te mostraré cosas que jamás has
imaginado!
La muchacha le miró desconcertada, le parecía que él
desvariase, o tratase de inventar el cuento más inverosímil para arreglar las
cosas. De modo que no tardó en negarse.
-No sé de que estás hablando, pero no creo que
debamos seguir con esto...- sentenció Madeleine que salió del local y se
marchó.-
Asthel
la vio alejarse caminando, dudó y por fin se decidió, ¡se lo iba a probar!,
desapareció y reapareció junto a ella en una apartada esquina donde no había
testigos.
- ¿Cómo has aparecido así de pronto? ¿De dónde
sales? - Exclamó ella asombrada. -
- Es parte de todo lo que voy a enseñarte, créeme. -
Le pidió Asthel tendiéndole la mano y Madeleine se la tomó aun dubitativa hasta
que él le recordó. - ¿No te acuerdas de aquella vez en la guardería cuando
arreglé tu pájaro? – La joven asintió sorprendida, era muy pequeña entonces,
pero aquello se le quedó grabado y él añadió. - Pues eso era sólo el principio
de las cosas que puedo llegar a hacer. Ahora sígueme - la invitó amablemente
Asthel que, tras sacar una pequeña llave de oro que llevaba colgada al cuello,
abrió un agujero dimensional ante el asombro de la chica, ambos pasaron por él.
-
Leval
mientras tanto estaba en el despacho de la base, un oficial le comunicó que
había ocurrido algo en el hangar principal, habían saboteado los equipos de
comunicaciones de unos cuantos cazas. De inmediato informó a Logan, éste le
prometió decírselo al general para que se abriera una investigación. Por su
parte, Amatista estaba trabajando con Sandy cuando un grupo de individuos
encapuchados entró en el laboratorio con la intención de capturarla.
- ¡Libremos a Bios de los elitistas! - gritaron
estos mientras se lanzaron contra ambas. -
Lo
que no se esperaban era la respuesta de las dos mujeres. Amatista seguía
estando en buena forma y aún peleaba bien. Con su dominio de las artes
marciales no necesitó transformarse en Justiciera para dar una buena tunda a
los atónitos asaltantes.
-¡Esperad, que voy a librar a este planeta de
vosotros, miserables! - Exclamó Amatista tras golpear sucesivamente a tres de
ellos, permitiéndose agregar incluso con humor.- ¡Esto por tratar de propasaros
con dos pobres mujeres indefensas!
Por su parte Sandy, con la fuerza que le daba su
naturaleza, se deshacía de cualquiera que le salía al paso, incluso sin tener
que variar de apariencia.
-¡Harían falta unos cuantos más como vosotros para
que empezásemos a sudar!- Proclamó la morena científica.-
Y así fue. Entre ambas pusieron fuera de combate al
grupo entero sin demasiada dificultad y luego llamaron a la policía que se hizo
cargo de ellos.
-Bueno. No ha estado del todo mal. - Jadeaba
Amatista, aunque se la notaba incluso animada al afirmar. - ¡Ha sido como en
los viejos tiempos!
Aunque la su compañera no parecía compartir aquel
entusiasmo y le dijo a su amiga con un tinte de inquietud.
- Me temo que las cosas en este mundo están cada día
más inestables...
- Sí, - convino su interlocutora, ahora con la misma
preocupación. - Hay muchas agitaciones últimamente. Espero que no tengamos más
problemas.
- Mucho me temo que los problemas acaban de empezar,
Amatista. - Repuso Sandy con preocupación y queriendo aparcar la cuestión
agregó en tanto consultaba su reloj. - Bueno, es tarde ya, esto nos ha
entretenido. Mi hijo Granate llegará pronto de la escuela y supongo que Maray y
Asthel también.
- Es verdad, deberíamos llamar a Idina para que les
haga esperar un poco. Al menos a los pequeños. – Propuso su interlocutora. –
Para que podamos ir a buscarles. Tal y como están las cosas, no quiero que
salgan solos.
Su compañera convino en eso. Así lo hicieron,
llamaron a la escuela y al poco fue su amiga la que atendió el teléfono.
- ¿Sí? - Inquirió la voz de la maestra. –
-Menos mal que te hemos localizado, Idina. – Repuso
Amatista para ir directamente al grano. – Diles a nuestros hijos que esperen un
poco, vamos a ir por ellos.
-Pero, es que los niños hace un rato que se han ido.
– Opuso la sorprendida chica explicándoles. – Las clases terminaron hará unos
quince minutos. ¿Es que ha ocurrido algo? - Quiso saber con inquietud. –
-Nada que deba preocuparte – replicó Sandy tomando
ahora ella el aparato. – Seguramente los niños estarán a punto de llegar.
Tranquila, es que con nuestras comprobaciones y cálculos se nos había hecho
algo tarde, pero ya nos vamos nosotras también.
-Muy bien. Hasta mañana entonces – se despidió la
maestra afirmando a su vez – tengo que recoger a Tom de clase y a Loren de la
guardería.
-Hasta mañana Idina, dales recuerdos a tus hijos y a
Michael, ya nos veremos – se despidió a su vez Amatista que colgó. –
-Al parecer no ha pasado nada por allí.- Suspiró
Sandy más aliviada. –
-Pues tanto mejor, pero por si acaso vámonos ya para
casa. - Acordó Amatista, deseosa de estar junto a sus hijos en el menor tiempo
posible. – Solamente estaré tranquila cuando les vea allí.
Su amiga convino en eso. También quería reunirse con
su pequeño a toda costa. Por otra parte, no había habido necesidad de alarmar a
la pobre Idina que, además de su trabajo como maestra, debía ocuparse asimismo
de sus propios hijos. De modo que ambas dejaron el laboratorio y se dispusieron
a volver a sus respectivos hogares para recibir a los niños.
-Corre.- Le pidió Amatista.-
-Iremos por alguna avenida poco frecuentada.
Podremos ir más rápido. - Le aconsejó su amiga.-
Y en el palacio de Cristal, en Tokio, Serenity
todavía recordaba cómo años atrás, Seren retornó de su planeta. Estaban en una
reunión ordinaria cuando la princesa de Plutón pidió la venia. Aunque apenas
entró caminando con expresión casi ida.
- ¡Hola Seren! ¿Qué tal todo en Nuevo Vegeta? - Le
preguntó Haruka lejos de su sarcástico tono habitual. -
- ¿Pudisteis solucionar aquello? - Quiso saber
Michiru igualmente preocupada. -
Y
para sorpresa de todos, la joven cayó de rodillas y rompió a llorar. De
inmediato todas sus compañeras se levantaron de sus sillones rodeándola con
manifiesta inquietud.
- ¿Qué ha ocurrido? - Le preguntó Hotaru realmente
asustada de verla así. - ¿Estás bien?
De
hecho, era para alarmarse. Jamás la habían visto de esa manera. Para una mujer
tan fuerte y poderosa, educada en las costumbres saiyajin, aquello era
impensable. Algo realmente terrible tuvo que pasar. Aunque una vez más, en
cuanto pudo dominarse, la chica sonrió entre sus lágrimas y negó con la cabeza.
Apenas sí pudo musitar.
- ¡Fue maravilloso! ¡Lo he visto! ¡He sido testigo
del poder que tiene!
- ¿Quién? - Le preguntó Minako con la misma
expresión de asombro que el resto. -
-El Mensajero… - fue la lacónica réplica que su
emocionada compañera les dio. -
A
trompicones y una vez se hubo calmado, tomó asiento junto a sus compañeras y
les contó lo sucedido. Todas abrían la boca entre admiradas e incrédulas.
Finalmente fue Serenity quien intervino. Hasta entonces la soberana había
permanecido en silencio, escuchando aquello con muchísima atención. Ahora se
permitió susurrar con voz queda.
-Así es… es el Mensajero del Creador. El que ha de
relevarnos…Tiene un gran poder, equivalente al mío, puede que incluso superior,
ni yo misma lo sé…
- Entonces debemos entender que, como de costumbre,
tú estabas al corriente de esto. - Declaró Marte. -
-No del todo. Desde hace unos años solamente tengo
una especie de sensaciones que me van encaminando. Pero nada que pueda ver con
claridad. Al menos no todavía. - Rebatió la reina. -
-Pero, ¿eso quiere decir que?... Pudo comentar
Makoto. -
-Estaremos en las mismas condiciones que el resto,
de aquí al momento en el cual todo deba de resolverse… y ese momento todavía se
hará esperar, pero no tanto como creéis. Al menos a nosotras esos años no nos
supondrán mucho. – Dicho lo cual le ordenó entonces a Seren. - Cuando te
recobres y estés más descansada, hablaremos. Y dentro unos años irás a Bios.
Han establecido contactos con otras civilizaciones. En tu cometido de
representante del reino de Neo Cristal Tokio deberás ofrecer nuestra amistad a
esa cultura. Y una vez allí, tendrás asimismo la ocasión de darles las gracias
al joven Mensajero si así lo estimas oportuno. Pero recuerda una cosa muy
importante. Lo que para ti es pasado, para él todavía será futuro. ¿Entiendes
lo que quiero decir?
-Sí, Majestad. Como guardiana del Tiempo comprendo
perfectamente lo que me decís. - Afirmó la joven con tono respetuoso y lleno de
emoción. -Os juro que cuando llegue el día no haré, ni diré nada indebido en su
presencia.
-Bien, en ti confío. Eres la digna hija de tus
padres. Por cierto, antes pasaras por el reino de la Luna Nueva, posiblemente
Doran se unirá a ti para ese viaje. Lo hablaré con Neherenia cuando llegue el
momento…
-Se hará como vos digáis, Majestad. - Asintió la
aludida. -
Y
así sucedió, en efecto. Ahora, en la soledad de su dormitorio, la reina de la
Tierra lo recordaba. Y sabía que ya quedaban muy pocos años para que todo lo
trazado finalmente se consumara. No obstante, faltaban aún por suceder muchas
cosas en el transcurso de ese tiempo. Algunas ya las conocía, otras quizás las
intuía y también, desde luego, ignoraba muchas de ellas.
-Bueno. Todo llegará… - Suspiró en tanto su esposo se aproximaba
para preguntarle. -
- ¿En qué piensas, cariño? Te noto muy reflexiva.
-En lo que ha de venir. - Replicó ésta con voz
queda. - La consumación…
-Ahora que estamos casi al final es cuando las cosas
serán más complicadas. Dentro de pocos años los acontecimientos se
precipitarán. - Convino él. - En Bios, en Nature, en Nuevo Vegeta, en la Luna,
aquí, en la Tierra.
-Sí, y los elegidos ya han comenzado a surgir… y
deberán seguir haciéndolo. Poco a poco. - Aseveró su esposa. -
-Tal y como estaba pronosticado desde el principio.
- Declaró él. - Los últimos escollos antes de la gran prueba final…únicamente
espero que para entonces todo lo que hemos hecho haya valido la pena.
Su
mujer asintió, lo mismo que él, solamente podía desearlo, pero aquello era algo
que estaba incluso más allá de su alcance…
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