martes, 8 de marzo de 2011

GWT 15.167. Comienzan las agitaciones.


Granate y Maray, que iban también a la misma clase, volvían del colegio. Durante el camino de vuelta se dieron cuenta de que algunas calles estaban cortadas. Tuvieron que dar algunos rodeos eludiendo a varios grupos de agitadores que vociferaban consignas contra los “opresores elitistas”. Se enfrentaban a algunos que a su vez proclamaban que no dejarían que Bios se llenase de escoria terráquea. Otros incluso cargaban contra los soberanos terrestres a los que algunos de ambos bandos culpaban de los problemas, pero finalmente los asustados niños lograron llegar a sus hogares. Granate fue el primero, pues su casa les quedaba más cerca. Cuando llamó a la puerta Sandy corrió a abrir, estaba bastante preocupada y le echó la bronca a su hijo.



- ¿Cómo llegas tan tarde? -  Le recriminó al chico, visiblemente molesta e incluso nerviosa. -Tu padre y yo estabamos preocupados por ti...

- Perdona mamá, - se disculpó Granate. - Pero no ha sido culpa nuestra. Había muchas calles cortadas y gentes que protestaban.

- Sí. - Corroboró Maray de forma tímida - es verdad, hemos tenido que ir por otras calles y como no sabíamos bien las direcciones nos hemos perdido.

- Bueno, - dijo la madre del muchacho ya más tranquila y conciliatoriamente. - No pasa nada, venga entrad. Maray llamaré a tu madre desde aquí y así te evitarás una bronca.



            Sandy suspiró aliviada, también se arrepentía ahora de su arrebato. Había sido injusta con los pobres críos pero, la verdad, había estado muy preocupada. Ella y Amatista pudieron llegar bien a sus respectivos domicilios, quizás por pura cuestión de suerte. Llamó enseguida a su amiga y le contó lo sucedido. Ésta pudo hablar con su hija.



-Maray, cariño. ¿Estáis bien?

-Sí, mamá. - Replicó la niña, explicándole. - Había mucha gente por las calles, algunos gritaban y otros quemaban cosas. Pero la mayoría solo miraban.

-Bueno. Ya pasó todo, cielo. Ahora quédate en casa de Sandy hasta que yo vaya a buscarte. ¿Vale? - Le pidió su madre tratando de sonar tranquila. -

-Sí, mami. - Asintió la cría. -

-No te preocupes, Amatista. Maray puede quedarse aquí todo el tiempo que quiera. - Le dijo su amiga interviniendo en la conversación. – Incluso a dormir si fuera necesario.



            Su interlocutora sonrió débilmente agradeciendo aquello para replicar.



-No te preocupes. Iré enseguida. Estamos cerca y no creo que por aquí haya más disturbios



Así convenido, Amatista no tardó en cambiarse y salir a buscar a su hija. Efectivamente, llegó en pocos minutos. Las dos casas estaban muy próximas y afortunadamente, tal y como ella anticipó, en la avenida en la que vivían no había ningún tipo de tumulto. Sandy abrió la puerta y su amiga pasó enseguida agradeciendo no sin alivio.



-Gracias por ocuparte de mi hija.

-No ha sido nada. –Le sonrió su contertulia. -



Los dos niños estaban al lado de Sandy y fue Granate quién, mirando a las adultas, fijamente les preguntó.



-Mamá. ¿Quiénes son los lunáticos?

- ¿Lunáticos? - Se sorprendió Amatista. -

-Supongo que gentes que no están muy bien de la cabeza. - Sonrió Sandy. -

- ¿Entonces la reina Serenity y el rey Endimión están locos? - Preguntó cándidamente Maray. -

- ¿Los reyes? No. ¡Qué va! Pero, ¿a qué viene eso, hija? - Quiso saber la madre de la cría. -

-Es que algunas personas gritaban que no querían a los lunáticos y decían que Serenity y Endimión eran unos inmortales y unos selenitas. ¿Eso es malo? - Quiso saber la niña por toda contestación. –Les llamaban inmorales.- Precisó Granate.-

-Bueno, inmorales y decían que inmortales también.- Matizó la cría a su vez.-



            Sandy y Amatista se miraron más sorprendidas que asustadas. No habían escuchado aquello hasta entonces.



-Y luego otros gritaban que Bios debe ser libre de los terrestres y los selenitas. - Las informó Granate, agregando. - Ni lunáticos, ni terráqueos… O algo así, gritaban. Bios para los biosanos.

- ¡Eso no son más que un montón de tonterías! - Espetó Amatista con visible agitación, aunque enseguida se tranquilizó observando las asustadas caras de los chiquillos. - Perdonad niños. Vosotros no tenéis culpa de nada.

-Es cierto. - Convino Sandy que, más tranquila, les comentó. - Siempre hay chalados que gritan bobadas. No les hagáis caso.

-Es que decían que los reyes de la Tierra nos quieren dominar a todos. Y que nos esclavizarán.  - Comentó Maray casi con un hilo de voz. -



            En esta ocasión Amatista se agachó para tomar a su hija de los hombros y decir con gesto más amable, e incluso sonriente.



-Escucha, cariño. Conocemos a los reyes de la Tierra y a las princesas. Una de ellas, Ami, es la madrina de tu padre y me ayudó cuando os traje al mundo a ti y a Asthel. De siempre ha sido muy amiga de tu abuela Bertie y de tu abuelo Roy. Y el resto de las princesas también.

-Sí, es cierto. La princesa de Júpiter es la madrina de tu padre, Granate. Así como la princesa de Venus lo es del tío Mazoui. - Le informó Sandy a su propio hijo. -

-Y la princesa de Marte es la madrina de la señorita Idina, tu maestra que también es tu tita. ¿Te acuerdas que Asthel y tú la llamabais así cuando erais pequeños? -Terció más afablemente Amatista, dirigiéndose a su hija. - La cría asintió, mirando a su madre con visible asombro. - Así que, ya ves. Son personas muy buenas y agradables. Siempre han trabajado mucho por el bien de todos. – Remachó para sentenciar con toda su convicción. – Jamás nos desearían ningún mal. Al contrario…

- ¿Y por qué esas personas no les quieren? - Preguntó Maray, que ahora sí que estaba hecha un lío. - ¿Cómo se puede odiar a gente buena?



            Las dos madres se miraron desconcertadas, al principio sin saber que podrían contestar a esa pregunta tan inocente como obvia. Y es que… ¿Cómo explicar los entresijos de la política, la ambición y el poder a un par de niños?



-Siempre existe gente ignorante, algunos no saben de lo que hablan y otros simplemente tienen envidia. - Suspiró finalmente Sandy, que, más animosamente sentenció. - Hazle caso a tu madre, Maray. No prestes atención a esas personas. Sólo quieren armar escándalo. Se meterían hasta con Papá Noel para conseguirlo.

- ¡Pues sí que son idiotas!, así no les traerán ningún regalo. - Valoró Granate ante las risas más distendidas ya de las dos adultas. -

- Tenemos que irnos ya. - Suspiró Amatista tomando de la mano a su hija y despidiéndose. - Adiós Sandy, y gracias otra vez.

-No hay de qué. Ya sabes dónde estoy. - Sonrió su amiga abriéndole la puerta. – Para cualquier cosa que necesitéis…



Su interlocutora sonrió y guió a su pequeña por la avenida principal, lejos de cualquier tumulto. Por fin madre e hija retornaron a casa. Ya solamente faltaba Asthel, pero Amatista estaba más tranquila respecto a él. Supuso que no tardaría en regresar. Aunque esperó asimismo a que volviera su esposo, quería contarle todo aquello.



-Supongo que Leval estará enterado. Y sino más vale que lo sepa y actué de algún modo. - Se decía su esposa en tanto se cambiaba con ropa más cómoda. - Y éste hijo mío, espero que no tarde ya…



En ese momento el muchacho en cuestión se encontraba más allá de ese tipo de inquietudes. Llevaba a Madeleine a través de la zona interdimensional a mundos poblados por criaturas extrañas y seres invisibles para los humanos. Ella se deleitaba contemplando paisajes inauditos con retorcidos árboles dorados que brillaban y multitud de criaturas etéreas, aladas o de cualquier otro tipo que revoloteaban graciosamente a su alrededor entre cantos y melodías realmente místicas y armoniosas.



Miro dentro del espejo 
Me veo a mi misma, estoy sobre mí 
Necesito espacio para mis deseos 
Tengo que bucear dentro de mis fantasías 

Sé que tan pronto como llegué 
Todo es posible 
Porque nadie tiene que esconderse 
Más allá de lo invisible 


            La joven observaba sin dar crédito. Todo eso era lo que, siendo niña había oído y leído en los cuentos. Y hasta ahora, siempre había creído que eran solamente eso, relatos de ficción...


(Canto Letón) 
Los bravos y sabios hombres 
llegaron juntos 
a caballo 
Cierra tus ojos


Solo siente y date cuenta 
Es real y no un sueño 
Estoy en ti y tú en mi



-¡Es increíble!- Musitó anonadada.-

-Esto no es más que una pequeña parte de los lugares que he visitado.- Le susurró él.-

Es el momento 
De romper las cadenas de la vida 
Si continuas verás 
Que hay más allá de la realidad 

No te enfades, Señor, 
y no recuerdes la indecencia por siempre: 
Contempla, La Ciudad Sagrada es un desierto: 


Sion es un insano desierto: 
Jerusalén está desolada: 
La casa de tu Santidad y Gloria.



Es el momento 
De romper las cadenas de la vida 
Si continuas verás 
Que hay más allá de la realidad… 



            (Enigma Beyond The Invisible, crédito al autor)



- ¿Pero, cómo es posible? - Exclamó la chica admirada ante todo aquello. -

- Como puedes ver, - le comentó en voz baja Asthel. - El Universo es mucho más complejo de lo que tú te imaginas, Madeleine. Hay innumerables criaturas en él.

- ¿Quiénes son? - Quiso saber ella observando a esas graciosas figuritas aladas. -

-Son hadas. - Le desveló él dejándola atónita. -

- ¿Las hadas de los cuentos? - Replicó su perpleja interlocutora, a lo que el chico asintió. - ¿Los que nos contaba la señorita Idina cuando éramos pequeños? ...- Inquirió nuevamente la chica todavía con asombro e incredulidad. -

-Así es. Y otros muchos seres más que viven en estas dimensiones. - Replicó el joven. -



            Entonces una de esas delicadas figuritas se aproximó a la pareja. Asthel exhibió una llavecita de oro que tenía. Al punto ese mágico ser gorjeó con su voz aguda.



- ¡Eres el Mensajero! Recuerdo haberte dado la llave a nuestro mundo.

- ¡Hola Nenora! - Saludó él recordando a su vez con alegría a aquella diminuta criatura. -



Aunque el hada enseguida le preguntó, con extrañeza en su tono, no exento de cierto grado de reprobación.



- ¿Por qué has traído a un ser mortal contigo?

-Bueno, es que ella significa mucho para mí. Quería mostrarle lo maravilloso que es todo. - Repuso el muchacho. - Para que pueda comprender…

-Ho...hola. - Se presentó la aludida que se sentía muy rara hablando con lo que hasta hacía unos minutos hubiese considerado un ser imaginario. Pero como era educada le preguntó con mucha cortesía. - ¿Cómo estás?...



            El hada sonrió, pese a todo y declaró.



-Veo que es una humana de buen corazón. No te has equivocado en esta ocasión. Pero no debes repetirlo, Mensajero.



Los dos muchachos miraron a la reina de las hadas con los ojos muy abiertos, Madeleine incluso se disculpó azorada.



- Lo siento, no quería invadir tu mundo, ni nada parecido. No creía ni que existiera.

-No fue culpa suya, ha sido idea totalmente mía. Ella no sabía nada de esto. - Intervino Asthel. -

-Sé que no tiene culpa. Por eso mismo os lo digo. - Suspiró Nenora afirmando con tintes de advertencia. - Verás Mensajero, tú has crecido, ya no eres tan puro como lo fuiste cuando eras un niño. No me interpretes mal. No digo que te hayas vuelto malvado, ni nada de eso. Eso sólo que has dejado que el amor humano y tus sentimientos mortales interfieran con tu otra naturaleza. Eso en algunas ocasiones puede ser bueno y en otras malo. En este caso no es grave. Pero podría serlo…

- No comprendo. ¿Por qué habría de ser malo? - Quiso saber el chico, que ahora, junto a Maddie se sentaba en ese bosque florido y hermoso de las hadas. - ¿Acaso es malo querer a alguien?



            Se sucedió un incómodo silencio. El hada parecía estar sopesando esa cuestión. Como si estuviera tratando de buscar la mejor forma de explicarse. Al fin preguntó al joven con extrañeza.



- ¿Es que los dioses no te lo han explicado?

- ¿Dioses? - Musitó una anonadada Maddie. - ¿Qué dioses?

-Es largo de contar. - Repuso su amigo algo apuradamente ahora. – En otro momento te lo diré…



            Ante la cara atónita de su acompañante, Asthel, dirigiéndose ahora a su pequeña contertulia, negó con la cabeza. El hada entonces le contestó.



-Bien, te lo diré yo misma, pues. Verás… hay mundos que deben permanecer separados. El nuestro por ejemplo y el de los humanos, son dimensiones paralelas. – Y centrándose cordialmente en la humana, agregó. - Para vosotros nuestro mundo no existe de verdad. Pensáis que somos fruto de vuestra imaginación. Igual que vuestro propio mundo podría parecer ficticio para otro tipo de criaturas que habitasen en otras dimensiones. Y eso sucede por una razón…

-Y.…si te puedo preguntar… ¿qué razón sería esa? - Quiso saber la atónita chica. -



El hada se rascó un poco su cabecita y pareció meditar antes de responder. Al fin lo hizo casi con tono magistral, como si pretendiera explicar algo muy complicado de forma asequible a su oyente…



-Imagina que tienes varios botes de pinturas. Cada una de un color. ¿Si quisieras mantener cada color para conservar su esencia dejarías que se mezclasen con las de los otros botes?

- ¡No, claro que no! - Opuso Madeleine razonando. - Si dejara que se mezclasen, los colores se perderían…Pero a veces sí que se deben mezclar para pintar. Y crear otros colores nuevos. -Completó agudamente la muchacha remachando. – Eso enriquece la obra.



            Nenora la observó con aprobación. Aquello también era cierto. De modo que replicó a su contertulia.



-Correcto. Eres una humana inteligente. Ahora, en lugar de colores piensa que son dimensiones. Al igual que los colores a veces entran en contacto y se combinan para pintar una realidad muchísimo más variada. Pero eso no puede ocurrir en exceso…o de lo contrario todas las dimensiones se perderían…desaparecerían fundidas en una…lo mismo que los colores. ¿Comprendes? Debe existir un control.



            La chica asintió visiblemente impresionada. ¡Ahora lo entendía! Al igual que Asthel. Entonces fue él quien le preguntó al Hada con tintes de sospecha…



-Y esos seres de la Nada es como si quisieran mezclar todos los botes a la vez…

-Sí. - Convino su diminuta interlocutora para sentenciar con preocupación. - Y además volver negros todos los colores, para que no haya más que oscuridad. Como al inicio…

- ¡Eso sería terrible! -Exclamó Madeleine, queriendo saber con visible curiosidad. - ¿Quiénes son esos seres?

-Mejor di lo que no son...- Musitó Nenora con expresión entre temerosa y abatida. – La negación de toda existencia, lo mismo que el negro es la ausencia de color.

- ¿Qué significa eso? ...- Inquirió la joven con cara de asombro e incluso temor. - ¿Es que acaso estamos en peligro por su causa?



            Aunque Asthel iba a responder, el hada se le adelantó, cortando una florecilla que brotó de un arbusto cercano y ofreciéndosela a su invitada…



- Ahora humana, toma, huele esta rosa, por favor. - Le pidió la reina de las hadas a Maddie con un tinte nuevamente animoso y afable. -

- ¡Ah gracias! - Sonrió la chica creyendo que aquello era un obsequio. - Eres muy amable…



La muchacha se la acercó a la nariz y olía muy bien, su fragancia era exquisita, no obstante, la mareó un poco. Incluso quedó en una especie de estado de letargo, con sus ojos cerrados. Asthel la observó preocupado, aunque Nenora se apresuró a decir.



-No tengas miedo. No le pasará nada. Lo único que sucederá será que olvidará la mayor parte de todo lo que ha visto y oído aquí, pero le quedará un vago recuerdo. Suficiente como para que no esté enfadada contigo. Perdóname, pero no podía hacer otra cosa. Ha escuchado demasiado. Estos son conocimientos que un mortal ordinario no debe tener.

-Lo comprendo. Eres tú la que debe perdonarme, Nenora. Tienes razón, dejé que mis propios intereses sentimentales interfiriesen con mis responsabilidades. No volverá a suceder. - Le prometió Asthel. -

- Estoy convencida de eso. - Le sonrió el hada despidiéndose de forma cariñosa. - Ahora debéis iros. Adiós querido Mensajero y recuerda, cuando llegue el momento de la Transcendencia, allí estaremos para ayudarte.



            El muchacho tomó en brazos a su acompañante que seguía en aquel extraño estado. De hecho, parecía haberse quedado dormida. Al poco se elevó en el aire saliendo de aquel maravilloso mundo y entrando en una zona totalmente blanca, sin nada a su alrededor…al cabo de unos instantes Madeleine lentamente despertó. Estaban en una calle poco transitada, de camino a casa de ella. Su amigo la dejó de pie, y tras centrarse un poco, la muchacha tomó la palabra.



- ¿Dónde estoy? – Quiso saber con expresión aturdida. -

-Vamos de regreso a casa. - Le contestó amablemente él. -

- Es increíble. Tú siempre has podido hacer cosas que nadie más podía, - reconoció la muchacha asombrada, aunque enseguida preguntó. - Pero, ¿por qué me has enseñado esto?... ¿Qué ha sido? Quizás un sueño… pero apenas si recuerdo, esas imágenes.



            De hecho, la joven apenas sí podía acordarse ya de nada. Más que de un bucólico paisaje, en tanto oía la voz de su interlocutor.



- Tú eres muy importante para mí, - le confesó Asthel. -No quiero perderte, ni que te hagan daño. Verás, yo tengo una misión muy importante que cumplir. Pero cuando la realice me gustaría que estuvieras conmigo...

- ¿Qué misión es esa? - Le preguntó Madeleine mirándole inquisitivamente. -

- Ni yo mismo lo sé con seguridad - reconoció Asthel. - Lo único que sé es que tendré que viajar mucho, pero cuando vuelva me gustaría salir contigo ¿Querrías tú?

- ¿Yo? - Contestó Maddie que se ruborizó un poco ante la inesperada propuesta para afirmar sorprendida. - ¡Asthel, con todas las chicas que podrías tener y quieres salir conmigo!

- Sólo conozco a una chica como tú - le respondió él que pensó en lo que Zoen le había dicho. ¡Ahora se daba cuenta de que la diosa tenía razón, en realidad él quería a Madeleine! Y así se lo confesó. -Yo te quiero a ti.



Declaró algo ruborizado. La chica también se puso colorada y sonrió bajando la cabeza. Él enseguida quiso cambiar de tema afirmando…



 - Vamos, es hora de volver a casa. - Para asombro de la joven el muchacho creó otro agujero y ambos salieron en el cuarto de éste a lo que el chico añadió con más desenfado. - Lo difícil será explicarles a mis padres por qué estamos aquí, pero si quieres te trasladaré directamente a tu casa.

- No, gracias…- sonrió ella avergonzada, aun sin acabar de asimilar todo aquello, tanto el viaje como la no menos sorprendente declaración, tan sólo pudo susurrar. - Si a tus padres les sería complicado comprenderlo, no quiero ni imaginar lo que resultaría para los míos si aparecemos delante de ellos en medio el salón. No te preocupes, prefiero ir andando...



Su interlocutor convino en ello. En ese mismo momento Amatista estaba repasando algunos informes en su salón. Hacía poco que retornó con Maray. Suspiró, se afanaba en sus cálculos y los datos sobre los progresos de los hábitats del planeta. También recordó que tenía que hacer una llamada. Enseguida marcó el número de su amiga Idina, pero en esta ocasión no era para hablar con ella. Pese a todo, fue la muchacha quién atendió su requerimiento con su jovial rostro apareciendo en pantalla.



- ¡Hola Amatista! ¿Están ya Maray y Granate en casa? - Se interesó con preocupación. –

-Sí, no te preocupes. Al menos mi hija estuvo con él en casa de Sandy y Coraíon. Ya fui a buscarla y estamos en casa.



En tanto le contaba aquello se escuchaba algo de jaleo tras su amiga, la muchacha se giró dejando ver a través de la pantalla. Amatista sonrió, eran Tom y Loren, los hijos de su interlocutora que estaban jugando a corretear por el salón con manifiesto estruendo.



-Niños. Os he dicho muchas veces que por aquí no debéis hacer carreras. - Les amonestó Idina de forma paciente pero firme. -

-Vale, mamá – replicó Tom en tanto apuntaba a su hermana con una especie de pistola y agregaba con regocijo. - ¡Pum, pum!, ¡estás desintegrada!

- ¡No, no lo estoy! – protestaba Loren que afirmó enfadada. – ¡No vale!, mamá nos estaba riñendo.

- ¡Sí que vale! Ahora eres un montón de partículas desintegradas…  – Exclamó entusiásticamente él. -



El crio comenzó a hacer girar la pistola sobre su dedo, para mayor enfado de la pequeña que, llevándose las manos a las caderas, comenzó a patalear.



-¡Thomas Andrew Johnson, no está bien que desintegres a tu hermana, aunque sea jugando!. ¡Y tú, Loren, ya está bien de quejarte! – Les amonestó Idina, que añadió brazos en jarras para añadir en referencia a los dos críos. – Ahora estoy hablando con Amatista, idos a vuestra habitación y no arméis tanto escándalo.



Los niños obedecieron de mala gana, aunque de camino continuaron con su discusión…



- ¡Estás desintegrada! – se burlaba el niño. –

-No, no es verdad. Además soy un hada mágica y las hadas no pueden desintegrarse. – Negó categóricamente Loren. -

- ¡Jo que no! Con una buena pistola láser todo puede desintegrarse. Hasta un planeta, no digamos un hada tonta con alitas de tul…¡Ja, ja!…– Rebatió burlonamente su hermano con visible regocijo para mayor enfado de la niña –

- ¡No soy tonta, y no juego más! – protestó quejumbrosamente ella. –

- ¡Y a mí que! …- repuso despreocupadamente él. – Ya jugaré yo sólo…



            La cría le sacó la lengua y su hermano le hizo lo propio. De esa guisa se marcharon al fin del salón. Su madre solamente podía suspirar moviendo la cabeza resignada, en tanto su amiga se tronchaba de risa tras la pantalla.



-Esto es jornada intensiva. – Le comentó resignadamente Idina a su amiga añadiendo con algo de azoramiento. – Perdona, te he dejado ahí esperando.

-No te preocupes. - Sonrió Amatista todavía divertida. – Veo que por casa las cosas están animadas.

-Sí chica, no te haces idea – replicó su fatigada amiga que quiso saber. – Bueno, pues tú dirás.

-Verás, es que tenía que hablar con tu marido sobre los datos de este informe. A ver si él ha calculado el impacto medioambiental sobre la zona este del continente Alfa. - Le explicó su interlocutora, yendo al grano. -

-Michael todavía no ha vuelto.- Le informó Idina – Creo que tenía una reunión precisamente sobre las nuevas extracciones de minerales y su impacto en el ecosistema.

-Pues tenemos que coordinarnos lo antes posible, ese es un asunto muy importante. – Recalcó Amatista a su amiga. –

-En cuanto venga le diré que te llame. – Le prometió su interlocutora. –

-No, déjalo, ya se va a hacer tarde, espero que mañana en el trabajo podamos hablar. Por cierto, ¿Tienes alguna noticia de tu casa? - Quiso saber con curiosidad. –

-Mis padres siguen bien. Muy liados, mi padre sigue metido en sus cosas del kárate y estudiando esoterismo, que es su hobbie. Mi madre como yo, con los peques y quedando con mi tía Mimette de vez en cuando y también con sus hermanas. ¡Ah! Y hace poco vio a mi madrina Rei. No sé cómo lo hará, pero está igual de joven que siempre. Debe de ser la longevidad de los habitantes del Milenario de Plata. - Le informó su interlocutora para añadir según recordaba. – Mi hermano Alan y Naya al parecer visitaron la Tierra hace poco con su hija Fiora. Me mandaron holo fotos, ¡está guapísima! - Sonrió Idina afirmando ahora con menor entusiasmo. – Lance, para variar va y viene. Ha prometido venir a visitarnos dentro de poco. A ver si no le surge otra fusión o negocio y lo vuelve a aplazar. Y Nehie está bastante contenta con su niña. La he visto a veces por el espejo, Alice está preciosa y es la princesa heredera del reino de la Luna. Hemos quedado en vernos para que nuestros hijos puedan conocerse y hacerse amigos. A ver cuando tenemos la ocasión…

-Creo que hace pocos años su esposo tuvo aquí. Vino con una princesa de los saiyajin. Leval les recibió, pero yo no pude verles. – Se lamentó Amatista. -

-Sí, Doran estuvo en casa y nos trajo unas Holo fotos. - Recordó su interlocutora. - Se quedó poco tiempo porque tenía asuntos importantes que resolver en la Luna. Y me pareció algo preocupado…pero eso ya fue hará unos años.

- Sí, no me sorprende nada. Eso de ser rey debe de conllevar mucho ajetreo y obligaciones. - Convino Amatista recordando al hilo de aquello. - Ya hablaremos tú y yo. Por cierto. Maray y el hijo de Sandy llegaron tarde por culpa de las agitaciones. Y no veas lo que nos han contado.

- ¿El qué? - Quiso saber Idina con gesto intrigado. -



            Su amiga le resumió brevemente aquello. El rostro de su interlocutora se tornó preocupado, apenas si pudo decir.



-No me gusta nada. Las cosas se están poniendo serias. Nehie me contó hace poco que en la Tierra cada vez había más de esos descontentos. Y mi propia madrina Rei, pese a no querer decirnos nada, sí que parecía algo preocupada. Esos agitadores son cada vez más ruidosos.

-Seguro que hay gente muy poderosa en la sombra, dándoles financiación. En cuanto tengamos un rato libre hablaremos con más calma. También quiero poner al corriente a Leval. Si es que no lo sabe ya - Le comentó Amatista. -

-Bueno, tengo que dejarte. – Le dijo su amiga que había oído lo último algo de pasada, dado que a lo lejos ya estaba escuchando otra riña de sus dos pequeños. – Hasta mañana.



Su interlocutora la despidió con una sonrisa y colgó. Quiso olvidarse de ese desagradable tema de los agitadores y pensó en su amiga. La pobre Idina no paraba nunca de educar niños, cuando no eran los de la guardería y la escuela elemental eran los suyos propios.



-Tiene que ser agotador. Yo solamente tengo dos y eso ya tiene lo suyo. - Se sonrió.-



 Pero se alegraba por ella, por cansada que pudiera parecer era lo que más le gustaba. Suspirando, Amatista se puso las gafas para leer de cerca y repasó los informes. Justo entonces su hija salió de la habitación.



- ¿Qué tal, Maray? - Le preguntó levantándose del sofá del salón para interesarse por la pequeña. - ¿Hiciste ya los deberes?

- Sí, mami, ya aproveché para hacer algunos con Granate en su casa. - Le contestó la niña. – Pero hay un par de cosas que no entiendo.

-Bueno, no pasa nada, cielo. Ahora en que termine con esto te ayudo. – Declaró su madre para decirle más jovialmente a la cría. – Anda, ve a tu habitación y espérame allí. Enseguida iré…



Maray obedeció enseguida. Su madre suspiró aliviada, al menos la niña estaba a salvo con ella. No sabía dónde podría haberse metido su hijo. Ya tardaba, aunque a los pocos minutos Asthel abrió la puerta de su cuarto y salió acompañado de una muchacha alta y rubia. Amatista estaba en ese momento recostada en el sofá del comedor, leyendo esos informes con sus gafas de lectura puestas al más puro estilo de su propia madre, la famosa diseñadora Esmeralda. Quedó evidentemente perpleja. Esa chica, que enseguida reconoció como Madeleine, la saludó en un intento de parecer natural y tratado de no ruborizarse sin conseguirlo.



- Buenas tardes señora Malden, ¿qué tal está usted?

- Bien, gracias...- Replicó la aludida dirigiéndose de inmediato a su hijo, para preguntar visiblemente sorprendida. - Asthel. ¿Habéis estado en tu cuarto todo este tiempo?

- Acabamos de llegar, mamá - le respondió éste con un tono de lo más normal. -



Y aquello en efecto sonó como si fuera lo más lógico del mundo, ¡que ambos salieran de su cuarto, sin haber entrado por la puerta! Aunque pudiera ser pensó Amatista, que, entre la conversación que mantuvo con Idina y sus propias preocupaciones, ni se hubiera percatado de la llegada de esos dos.



-Me debo de estar haciendo mayor.- Pensó perpleja todavía.-

- Se me hace tarde. Encantada de haberla visto. - Tercio apuradamente la muchacha. -

- Sí. Ahora voy a acompañar a Madeleine a su casa. Enseguida vuelvo. - Añadió el chico con patente rubor a su vez. -

- Esperad un poco, - les pidió su interlocutora obviando por el momento ese enojoso asunto de la procedencia de ambos, para proponer. - Que Madeleine llame a sus padres desde aquí, hay mucha agitación en las calles. Tu padre estará a punto de llegar Asthel, él os podrá llevar. Me sentiré mucho más tranquila.



Maddie no tenía muchas ganas de esperar a que el padre de Asthel llegara, le resultaba algo violento.



-Pero señora Malden, creo que no es necesario. Yo puedo irme sola.

-No, si te pasase algo no me lo perdonaría. Las calles son peligrosas ahora mismo.

-Su hijo puede protegerme. ¡Es genial!- Afirmó entonces Madeleine.- No sé cómo lo hace pero puede ir por unos agujeros que llevan a cualquier parte.



            Tanto Asthel como Amatista la miraron con gesto desencajado, él por haber revelado aquello. Y la madre del joven por descubrir que esa chica lo sabía. No tardó en fulminar a su hijo con la mirada.



-Se refiere a atajos que sé tomar, mamá. Me conozco muy bien las calles.- Tuvo que improvisar él.-



            Amatista no era tonta, se daba cuenta de sobra a lo que había aludido esa muchacha. Empero, dejó que esa especie de excusa pasara. Dar a entender que había comprendido eso sería como revelar aquel secreto del todo. La propia Maddie, al percatarse de su desliz, enseguida convino con su amigo.



-Sí, eso quise decir. Él sabe meterse por sitios estrechos y  algún que otro agujero en las vallas que nos han permitido burlar a esa gente.

-Será mucho mejor que esperes aquí. Creo que a tus padres eso les parecerá igual de peligroso que a mí. - Afirmó secamente Amatista que no podía esconder su contrariedad.-



Maddie hubiera preferido irse, pero tuvo que ceder. Habida cuenta de las circunstancias sería lo mejor. Además, vio la mirada que Asthel le dedicó. Estaba claro que había metido la pata.



-Voy a llamar a tu padre.- Le dijo lapidariamente Amatista a su hijo.-

-Lo siento.- Musitó ella.-



 Su envarado compañero de clase no dijo nada. Por su parte, el padre del muchacho estaba aún en el cuartel. Había llamado a Logan para comunicarle lo que sabía y las noticias de las agitaciones en las calles le habían llegado hacía escasos minutos. Dio órdenes de evitar atascos entorno de la base y de alejar de ella a los agitadores. Entonces tuvo una llamada de su mujer que, impaciente, le puso al corriente de cómo estaban las cosas y le pidió que volviera en cuanto le fuese posible. Aunque no mencionó aquello que esa chica había dicho. Él le contestó que antes debía de hablar con Logan para saber que pasaba en el resto del planeta. Cedric en efecto llamó por otra línea después de que Leval terminase de hablar con Amatista.



- Tenemos agitaciones en todo el planeta. Se han detenido a numerosos manifestantes llevándoles a las zonas de seguridad, y ¿sabes lo más gracioso? - Le preguntó Logan a su interlocutor que negó con la cabeza. - Se ha descubierto que la mayoría no son de Bios, no están censados aquí.

- ¿Cómo es posible?,- exclamó Leval incrédulo para aventurar de forma lógica. - ¿Entonces son de la Tierra?...

- Efectivamente. Deben de ser agitadores profesionales. - Afirmó su interlocutor agregando - el general Strips me ha ordenado que les deporte inmediatamente. Ahora mismo se está tratando de terminar con todas las revueltas de esos partidarios de la apertura y de los agitadores contra nuestros soberanos.

- Muy bien. - Convino Leval. -Yo ahora me marcho a mi casa, hay asuntos que debo atender, corto. - Se despidió y colgó, sacó de su cajón un portafolios con documentos y se lo llevó consigo para seguir estudiándolo. – A ver qué saco en claro de esto.- Se dijo.-



            Cuando finalmente, escoltado por una patrulla que despejó el camino, llegó a su casa, se encontró con que estaba allí Madeleine, la amiga de su hijo. Al principio, prefiriendo evitar una situación embarazosa, fingió no saber que ella perteneciera a ese grupo de agitadores. De todos modos, la chica estaba bastante incómoda. Observaba al padre de Asthel de reojo y rehuía su mirada.



-Espero que puedas llevar a Madeleine a su casa.- Le pidió Amatista, recordándole la conversación que habían mantenido.-

-Claro, será un placer.- Convino él.-



            Y es que la chica había llamado a sus padres y ellos, en efecto, estuvieron de acuerdo con la madre de Asthel. Alarmados por las noticias de la holo visión. Incluso propusieron ser ellos los que fuesen a buscarla.



-No se preocupen, mi esposo es militar y puede llevarla de forma rápida y segura. Ustedes mejor no se arriesguen a salir. - Les comunicó Amatista, cuando la madre de Maddie pidió hablar con ella.-



            Así pues tras colgar, la muchacha esperó incómodamente sentada. Ahora seguía dando la impresión de sentirse violenta. Leval se percató y decidió ser franco queriendo acabar con eso.



- Mira...no sé qué os habrán dicho en esas reuniones, no me interesa, el caso es que sus razones no son tan nobles como parecen, eso te lo aseguro. - El militar se hizo con su portafolio y lo abrió para agregar. - Lo que tengo aquí se supone que es confidencial, pero prefiero que lo veas para que te convenzas por ti misma. Son pruebas de que desde la Tierra ha llegado hasta aquí una red de tráfico de drogas sintéticas y otras cosas y ¡qué casualidad!, se han detenido a varios alborotadores del movimiento de apertura que están detrás de todo eso.

- Asthel me ha dicho también que tuviera cuidado. - Repuso Madeleine. -



La azorada chica lanzaba mientras algunas miradas hacia esos papeles, aunque no se fijaba demasiado como para leerlos. Pensaba que, de enterarse de lo que ponía allí, podrían incluso arrestarla. Sin embargo, se daba cuenta de que eran perfectamente reales y que el padre de Asthel no mentía, así que se atrevió a añadir con voz trémula.



- Yo le dije que en la reunión habían amenazado la seguridad de varias personas importantes, incluido usted. – Leval la miró con gesto severo y la muchacha agregó con visible temor. - Tenía miedo por su familia y se lo dije, pero no tengo nada que ver con todo eso, ¡se lo juro!

- Estoy seguro de ello. - Sonrió su interlocutor más relajado para añadir con tono desdramatizador. -No te preocupes, no podrán hacernos nada. Tranquilízate, sé que tú no estás involucrada en eso y que ibas allí de buena fe. Como otras muchas personas. Pero en lo sucesivo será mejor que dejes de estar con esa gente, puede ser peligroso.

- Me uní a ellos porque pedían algo justo. ¿No creé usted que este planeta merece ser disfrutado por toda la humanidad y no sólo por unos pocos?,- le preguntó Madeleine dando por supuesto que así era. -

- Sí, lo creo - afirmó sinceramente Leval para sorpresa de su contertulia. Aunque objetó con voz queda e incluso cansada, tras un largo suspiro -...pero no de golpe. Se debe trabajar mucho todavía para ir trayendo a la gente poco a poco. Este planeta puede ser muy rico y ayudar a la Tierra. Incluso ya se buscan más planetas habitables.... Créeme, mi esposa y yo fuimos de los que participaron en la expedición que llegó a Bios y lo terraformó hace ya más de quince años y no es fácil. Tenemos amigos que han hecho lo propio con Nature. Pero hay un equilibrio muy delicado que salvaguardar. Las cosas deben hacerse con cuidado. Si todo se mezcla de golpe podría ser el caos. Lo comprendes, ¿verdad?



            Madeleine asintió lentamente, sí que lo entendía, le recordaba a algo que había oído hacía poco, pero que no era capaz de precisar ni en dónde ni cuándo. Ahora se daba cuenta de que quizás hubiera juzgado mal al padre de su amigo. Leval, satisfecho de la reacción de aquella muchacha, le dio un paternal toquecito en la barbilla, luego se dispuso a acompañarla junto con Asthel, hasta su casa. Afortunadamente la situación estaba ahora más tranquila tras la intervención de las fuerzas del orden. Durante el viaje en el deslizador, que apenas sí duró unos diez minutos, los tres fueron muy callados. Madeleine se bajó unos metros antes de llegar a casa. Seguía sintiéndose incómoda. pese a todo se despidió con tono amable.



-Gracias señor Malden.

-No hay de qué.- Sonrió levemente Leval.-

-Hasta mañana, Asthel.- Suspiró.-

-Hasta mañana. – Pudo decir él algo cohibido en presencia de su padre.-



Padre e hijo reemprendieron la marcha. Tampoco hablaron. Leval al menos vio que el chico estaba muy introspectivo. Se sonrió suponiendo que eso se debía a esa guapa jovencita.  Aunque estaba ajeno a lo ocurrido antes de su llegada. Así, una vez que estuvieron de vuelta, Amatista llamó a su hijo con tono severo.



-Tenemos que hablar.- Le pidió inflexible.-



            Ante la cara de sorpresa de Leval, su mujer reprendió al hijo de ambos.



-¿Cómo se te ha ocurrido llevar a esa chica contigo en esos viajes?¿Es que no te das cuenta de las consecuencias?

-Lo siento, mamá. Pero no tuve más remedio.- Se excusó él-

-¿Qué las has llevado en tus viajes? ¿Se puede saber qué has hecho?- Quiso saber su padre, entre atónito y alarmado.-



            El muchacho suspiró y resignado les contó lo sucedido. Su madre estaba realmente muy enfadada.



-¿Así que para ligarte a esa chica decidiste que tenías que contarle lo que puedes hacer?. ¡Es increíble! ¿Pero se puede saber en qué estabas pensando?- Exclamó con evidente contrariedad.-

-No dije nada de que vosotros lo supierais. - Se defendió el chico.- Pero lo otro es mi secreto y yo decido a quién se lo puedo contar.

-Hijo, estoy con tu madre. Esa responsabilidad no solamente te compete a ti.- Intervino Leval, con un tinte más moderado pero igualmente reprobatorio.- Madeleine es una chica normal. Ella no está preparada para esto.

-Nenora le borró la mayor parte de sus recuerdos.- Adujo él.-

-¡Pero es obvio que los otros no! - Subrayó Amatista quien con los brazos en jarras sentenció.- Y eso puede ser muy peligroso, para ella y para los demás.

-¿Peligroso por qué? No sé dónde está el peligro.- Exclamó el chico, enfadado ahora a su vez.-

-El peligro está en que ella puede llegar a pensar que siempre vas a estar ahí para salvar la situación, no importa lo que suceda.- Quiso explicarle su padre, añadiendo con un tono más calmado.- Mira hijo, cuanto menos personas se vean involucradas, mucho mejor. Los que somos de tu familia tenemos también capacidades distintas al resto. Y sabemos lo que eso comporta. Para lo bueno y lo malo. Y esa chica no tardó ni un segundo en tener ese desliz con tu madre. ¡Imagina con otras personas a las que les tenga más confianza!

-Me hice la tonta para que pensase que yo ignoro eso que puedes hacer.- Secundó Amatista a su esposo para remachar concernida. - Es la única forma de que crea que está guardando el secreto delante de mí y quizás así, no lo desvele a nadie más.

-No veo cual es el problema.- Insistió el muchacho, afirmando convencido.- Confío en Maddie. No lo va a ir contando por ahí. Y yo puedo hacer cosas que de veras son sorprendentes para cualquiera, pero no las haré delante de nadie más.

-Mira Asthel. Roguemos porque Madeleine no cuente nada.- Suspiró Leval.- Pero hazlo por nosotros. No hables de esto con más amigos tuyos. Por favor.

-Está bien.- Rezongó el chico, pidiendo con visible malestar.- ¿Puedo irme ya?

-Anda vete.- Concedió resignadamente su padre.-



            El muchacho se despidió para irse a su cuarto. Estaba algo cansado y además enfadado. Maray estaba en su habitación jugando y viendo algunas holo revistas de modas, pero oyó esa discusión y escuchó lo que pudo. Ahora, sus padres estaban solos en el salón y oyó a su madre reprochar a su padre.



-¡Parece mentira que seas tan blando con él!

-¿Y qué quieres que haga?- Inquirió Leval, molesto a su vez.- A fin de cuentas, en algo tiene razón, es su decisión.



            Amatista movió la cabeza paseándose nerviosa por el salón. Y replicando a su vez con tono ofendido.



-¡Es lo que me faltaba! ¡Que encima pienses que soy una dictadora!

-No he dicho eso en ningún momento. Pero piénsalo.- Le pidió su esposo.- ¿Qué íbamos a poder hacer? ¿Castigarle en su habitación?

-Pues, por ejemplo, hacerle ver que es una estupidez que revele sus dones por ligarse a una jovencita.- Replicó su mujer cruzándose de brazos.-

-Está en esa edad.- Suspiró Leval armándose de paciencia, para añadir con tinte conciliador.- Cariño, tienes razón, estoy de tu parte, pero enfadarnos con él y actuar con demasiada contundencia será contraproducente.

-¡Y lo dice el súper guerrero que quiso pegarse contra unos dioses todopoderosos para reparar su orgullo! - Le recriminó ella.-

-Sí, lo hice.- Contestó él, molesto ahora.- Y ya admití lo equivocado que estuve. Han pasado muchos años de eso y prometí que nunca más me dejaría llevar. No voy a cometer ese error de nuevo y menos con nuestro hijo.



            Ahora fue Amatista la que suspiró bajando la cabeza. Tuvo que admitir con tinte conciliador.



-Lo siento. Ha sido un golpe bajo. Pero es que estoy asustada por todo lo que está sucediendo. Y lo último que querría es ver a nuestro hijo involucrado en problemas por usar sus poderes.

-Debes tener confianza en él. Estoy convencido de que Asthel se ha dado cuenta de que ha hecho mal. Pero lo hecho, hecho está. A fin de cuentas no dejar de ser un adolescente. - Declaró él, tomándola cariñosamente por los hombros.-  Por eso tenemos que persuadirle, no imponerle nada en algo así. Es la mejor manera de evitar que se meta en líos. A mí también me inquieta el cariz que están tomando algunas cosas.

           

            Leval contó muy brevemente a su esposa algo de lo que Logan le comentó, sin desvelar fuentes, ni secretos oficiales. Ella desde luego, le miró concernida.



-Hablaré con Asthel.- Afirmó Amatista.- Lo haré con calma. No te preocupes.- Se apresuró a añadir, queriendo saber.- Entonces, ¿eso de las naves ilegales lleva pasando desde hace mucho?

- Verás, - le explicó él. - No lo descubrimos hasta hace muy poco, alguien está dejando pasar naves de contrabando al planeta. Ninguna ha entrado nunca por mi sector.

- ¿Crees que Logan pudiera estar implicado en eso? - Inquirió su esposa con una mirada perspicaz para añadir de la misma forma - a fin de cuentas, es el supervisor.

- Aunque se trate de Logan, no creo justo acusarle sin que tengamos pruebas, - repuso Leval que no obstante admitió. - Pero tampoco me fío de él como para contárselo. Necesito hablar con alguien de la Tierra en quien pueda confiar...

- ¿Qué tal Mazoui? - le propuso Amatista. - Él podrá ayudarte, está licenciado del ejército, pero como director de las industrias de mi padrino tendrá contactos muy importantes.

- Sí, puede ser, - convino su esposo que también afirmó. – Había pensado en llamarle sí, hablaré con él en cuanto pueda.

- De paso pregúntale por la familia, - le recordó su mujer. – Estoy muy preocupada por esos agitadores. Si aquí han sido capaces de hacer esto, no quiero ni pensar lo que podrían llegar a realizar allí.

- Lo haré, descuida. - Le aseguró Leval aseverando ahora con cierta inquietud. – Tampoco estoy muy al tanto de que es lo que pasa en la Tierra, pero no me gusta el cariz que están tomando las cosas. Por eso tenemos que extremar la prudencia. Todos nosotros.



            Su esposa solamente asintió en tanto le pasaba los brazos alrededor del cuello.



-Voy a decirles a los niños que se preparen para la cena.- Suspiró ella.-



            Maray corrió de vuelta a su habitación. Aunque no había estado pendiente del todo de esa última parte de la conversación, demasiadas cosas raras que no entendía.  Solamente se centró en lo que atañía a su hermano. Ya tumbada en su cama y con una holo revista vio entrar a su madre.



-Es tarde, deja de leer y a cenar.- Le indicó esta.-

-Sí, mamá.- Convino sumisamente ella.-



            Amatista la miró diríase que con extrañeza. Era raro que su hija no insistiera en leer un poco más, tampoco le dio más importancia, tenía otras cosas en la cabeza, sencillamente quizás Maray estuviese cansada. Con todo lo sucedido había pasado la tarde entera allí sola. Le dio un beso en la mejilla.



-Ve enseguida, cariño.- Le susurró.-



            Luego fue a la habitación de su hijo. El chico estaba sentado en su cama, jugando con los holo juegos. Nada más ver a su madre, enseguida dijo con ironía.



-Como ves, no me he fugado de mi celda.



            Tras dar un largo suspiro, Amatista replicó con tono más calmado.



-Escucha cariño, no quería enfadarme contigo. Puedo comprender hasta cierto punto por qué has hecho eso. Pero no fue lo adecuado.



            Y como Asthel no decía nada, ella misma prosiguió.



-También yo a tu edad hice cosas que luego me parecieron, bueno… nada apropiadas. Y tu abuela Esmeralda bien que me echaba la bronca. Yo no lo entendía entonces, pero ella lo hacía por mi bien. Ella se preocupaba por mí, como yo me preocupo por ti.

-No tienes motivos.- Repuso secamente el chico.- Sé cuidarme.

-Yo pensaba lo mismo a tu edad. Y créeme, después me di cuenta de lo equivocada que estaba.- Contestó su madre.-

-¿Tú podías hacer lo mismo que yo?- Inquirió agudamente Asthel.-

-No, no podía.- Tuvo que admitir Amatista, quien sin embargo supo argumentar con paciente afabilidad.- Pero muchas veces lo importante no es lo que tú puedas hacer, sino como afectará eso a otras personas.



            Su hijo se quedó pensativo, en eso su madre llevaba razón. Lo acababa de experimentar hacía poco, cuando ayudó a Eron. Al fin, admitió con culpabilidad.



-Hice el tonto, lo sé. No debí haberle mostrado a Maddie lo que puedo hacer, pero es que…

-Ya.- Sonrió su madre ahora, pasándole una cariñosa mano por el pelo a la par que añadía.- Esa chica te gusta. Y seguro que tú le gustas a ella. Eso he podido verlo.

-¿Tú crees?- Inquirió el muchacho realmente esperanzado con eso.-

-Claro. – Afirmó Amatista.- Por eso te pido que tengas paciencia y que lleves esto de una forma natural, en la que no tengas que usar las cosas que puedes hacer. Hijo, lo sé por experiencia, igual que tus abuelos lo supieron siempre. Por eso trataron de mantenerme al margen de cualquier cosa que se saliese de la normalidad.

-Aparte de que la abuela es famosa y los paparazis.- Pudo bromear Asthel.-

-Sí, incluso de eso.- Asintió su madre, afirmando ahora con nostalgia.- Y fui feliz de niña. Aunque de adolescente les traje de cabeza. Tengo que reconocerlo. Pero siempre por cosas que cualquier chica  corriente haría. Y nuestro mayor temor es que tú debas afrontar cosas en las que no podamos ayudarte.- Suspiró ella con pesar.-

-No te preocupes, mamá.- Quiso animarla él.-



            El chico se dio cuenta de que su madre sufría realmente con esa posibilidad. La abrazó enseguida afirmando con tintes más afectuosos.



-Te prometo que iré con mucho cuidado, y que no me meteré en líos.

-Confío en ti, cielo.- Sonrió Amatista mucho más aliviada, añadiendo al fin de un modo más despreocupado.- Anda, vamos a cenar.



            Y Asthel asintió. Ya iba teniendo hambre. Al cabo de un rato pudieron cenar en buena armonía y después decidieron acostarse pues se había hecho tarde y les esperaba un día duro. Por fin, a la mañana siguiente, parecía que los agitadores se habían calmado. Una vez detenidos los más peligrosos y los líderes, el movimiento parecía haberse descabezado y el resto se había dispersado. Leval volvió a su base y allí fue llamado por el general Strips. Acudió con rapidez y entró en la reunión. Su superior, que estaba acompañado de Logan, le hizo sentarse prescindiendo de protocolos y le dijo.



- Como ya sabe hemos tenido bastante agitación por aquí y se cree que sólo va a ser el comienzo. Nuestros servicios de inteligencia han descubierto que, desde la Tierra, va a tratar de entrar en Bios un grupo terrorista de los partidarios pro apertura. Su misión será rastrear su cuadrante con la máxima atención. Sospechamos que será por ahí por donde lo intenten. Olvide cualquier otra cosa y dedíquese a eso. El coronel Logan le ayudará coordinándole con los cuadrantes colindantes al suyo.

- Sí, señor. - Añadió el aludido explicándole a Leval -...tenemos fundadas sospechas de que ese grupo tratará de entrar en un plazo de dos días.

- Eso es todo. - Declaró Strips. - Vuelva a su base y permanezca alerta. - Ordenó a su subalterno, éste saludó y se marchó de inmediato. -



            Asthel mientras, concienciado de su responsabilidad, practicaba sus poderes con su hermana. La muchacha aprendía deprisa y ya era capaz de manifestar su energía y crear alguna estrella como hacía el chico a corta edad. 



-Vas muy bien Maray, en cuanto aprendas a abrir pasillos dimensionales ya estarás casi lista.

-Eso es mucho más difícil – opuso la niña que todavía no lo conseguía. –

-No te preocupes. Acabarás por hacerlo y entonces estarás preparada. - Afirmó confiadamente él. -

-Preparada ¿para qué? - Quiso saber su interlocutora con visible curiosidad. –

-Te lo contaré cuando llegue el momento – afirmó enigmáticamente el chico. -



Y por mucho que le insistió ella, Asthel no quiso adelantarle nada más. Él mismo comenzaba a saber cosas respecto de aquella misión que debería llevar a cabo, pero era como si alguien le estuviese dando retazos en su mente y estos fueran agrandándose cada vez más para darle la visión completa. No obstante, todavía no lo tenía del todo claro…y sobre todo, había aprendido la lección, debía ser prudente y no revelar demasiado aún.



-Todo a su tiempo. - Se decía ya con mucha mayor reflexión. - Lo primero es ir reuniendo y preparando a los que me tendrán que ayudar…

-Oye.- Quiso saber entonces Maray.- ¿Papá y mamá te riñeron anoche?. Les oí discutir contigo.- Le confesó la cría.-

-Bueno, se preocupaban por mí, nada más.- Afirmó él restándole importancia. –

-Seguro que fue por esa Maddie.- Comentó despectivamente la niña.-

-Maddie es una chica estupenda. No sé porqué le tienes tanta manía.- Se molestó Asthel.-

-No quiero que tengas problemas por su culpa.- Musitó ahora Maray, dándose cuenta de que esas palabras habían enfadado a su hermano.-

-No fue culpa suya. Fue culpa mía.- Admitió el chico, alegando.- Por eso voy a tener mucho cuidado e ahora en adelante. Y tú también debes tenerlo. Fuera de nosotros, no debes enseñarle lo que sabes hacer a nadie. ¿Prometido?

-Vale.- Convino la niña.-



            Se dieron los dedos sellando esa solmene promesa. Entre tanto Leval seguía investigando en su despacho las pruebas que había reunido. Todo apuntaba a que el responsable del tráfico de drogas tenía acceso a las rutas secretas del ejército, pero ¿quién podría ser? Bueno, como el general Strips le ordenó dejar de lado cualquier otra cosa que no fuese la captura de los terroristas, por el momento archivó los informes. Luego se dedicó a peinar su sector. Al cabo de dos días, tal y como le habían dicho, apareció una nave no identificada en la zona que vigilaba, consiguió abordarla y detener a un peligroso grupo terrorista. Al menos, eso debían ser dado que iban fuertemente armados. El general Strips y Logan le cumplimentaron con efusividad, aunque él recibió las felicitaciones de un modo poco entusiasta. Al llegar a casa Amatista le dijo que había llamado a Sandy, Coraíon y Granate para invitarles a cenar. Durante la velada charlaron de cosas intrascendentes. Después, los chicos se fueron al cuarto de Asthel. Leval entonces les contó a los adultos lo del arresto de los terroristas.



- ¡Oye eso es magnífico! ¡Felicidades!,- le alabó Coraíon. - Has evitado que esos tipos provocasen alguna desgracia.

- Sí, Leval. - Añadió Amatista sintiéndose muy orgullosa. - ¡Es estupendo cariño!

- Enhorabuena, - intervino Sandy con voz más templada pero igualmente alegre y esperanzada al desear. - Espero que estos problemas se solucionen pronto.

- Gracias, pero hay algo que no veo nada claro. - Objetó Leval reflexionando en voz alta para sorpresa de sus oyentes, sobre todo cuando les explicó. - Veréis, esos tipos iban muy bien armados, pero se rindieron sin presentar batalla. Es como si esperasen que fuéramos a atraparles y estuvieran dispuestos a ello. No lo comprendo.

- Será que no querrían que les mataseis. - Conjeturó Coraíon añadiendo con desdén. - Esos terroristas son muy valientes poniendo bombas o atacando a personas indefensas, pero no tienen valor para luchar contra alguien que pueda defenderse.

- No es sólo por eso. Y no te creas. Hay muchos de esos fanáticos que se hubieran suicidado sin dudar, haciendo explotar la nave con todos nosotros dentro. Eso hasta les habría animado a hacerlo con mayor motivo, caer como mártires y llevarnos por delante. - Arguyó su interlocutor nuevamente para remachar con aire pensativo. - Llegaron justo en el momento adecuado y en el sitio donde les esperábamos, ¿cómo es posible que tuviéramos esa información tan precisa? - Máxime con uno de esos grupos que suelen ser impredecibles.

- Eso quiere decir que tenéis buenos informadores, - le animó Sandy sin darle más importancia y agregando despreocupadamente. - ¡Alégrate por ello en lugar de preocuparte!

- Es que hay algo que no me gusta en todo esto, - confesó Leval que insistió. – Es como una corazonada. No sé. Me lo han puesto muy fácil, demasiado fácil. Creo que esos tipos tendrían que haber intentado huir, pero únicamente hicieron un amago de evasión.

- ¿Qué piensas entonces que ocurre, Leval? - Inquirió Amatista con el gesto más serio. - Te conozco, cuando le das tantas vueltas a un asunto es que crees que sucede algo que se te escapa...

-Sí, - admitió él - pienso que es como si hubieran querido distraer mi atención de otra cosa, de algo mucho más importante a lo que quizás me estuviera acercando demasiado. Pero ¿el qué? - Se preguntó su esposo haciendo que todos le mirasen sorprendidos y desconcertados. -

- Si te sirve de algo, no detecto nada anormal. - Afirmó Sandy, que, pese a todo, admitió. - Aunque quizás mis presentimientos ya no son lo que eran. Es como si a medida que voy cumpliendo años fuera perdiendo ese don.

-El primo Mazoui me ha dicho a veces algo similar. - Convino Coraíon. – Sus percepciones también se han ido embotando con la edad.

-Bueno, en todo caso. Más vale que por el momento no le des más vueltas, cariño. - Terció Amatista tratando de animar a su esposo.- Vamos a disfrutar de la velada.



El interpelado asintió con una leve sonrisa, aunque pese a todo seguía pensativo. No obstante, al final concedió.



-Sí, dejemos esto y pasemos un buen rato… ¿Qué tal vosotros y vuestros padres? - Se interesó con un tinte más jovial. -

-Mi padre vendrá pronto. - Le dijo Sandy, sonriendo también. -

-Ha pasado un tiempo con los míos. Se fueron de viaje. - Afirmó Coraíon con tono desenfadado y hasta divertido al sentenciar. - Celebro que se lleven tan bien.



            De este modo los adultos prosiguieron con sus temas de charla. En el cuarto de Asthel, mientras tanto, éste habló con Granate y con su hermana Maray. Les pidió ayuda para cuando tuviera que cumplir con su misión. Al principio los dos se quedaron sin saber que decir, pero el niño contestó al fin en tono decidido.



- ¡Cuenta conmigo para lo que quieras!

- Gracias, Granate...- sonrió Asthel muy contento. - Eres un amigo.

-Cuando mi abuela me habla, suele decirme muchas veces que yo estoy aquí en gran parte gracias a ti. Que pediste al Creador que yo naciera para hacer felices a mis padres y abuelos. Me decía que tal vez un día me pidieses ayuda y que te ayudase, porque ibas a hacer cosas muy importantes. Y yo quiero participar en ellas. - Repuso el crío con satisfacción y orgullo. -

- Yo también te ayudaré hermano, pero, ¿qué tendremos que hacer? - Le preguntó Maray visiblemente interesada para añadir. - Muchas veces te oigo hablar de tu misión, pero nunca me dices de que se trata.

- Ni yo mismo lo sé del todo todavía, - le confesó Asthel comentando. - Solamente sé que será algo muy importante para el orden y la paz en el universo. Además, aún deben venir a enseñarme más cosas. Quizás entonces me lo digan. Pero ahora que vais a ayudarme, debemos empezar a practicar...

- ¿Practicar? –Preguntó Granate con curiosidad. - ¿A qué te refieres?

- Yo le he enseñado a Maray muchas cosas que a mí me han enseñado. A decir verdad, creo que ya enseñé a mi hermana todo lo que he aprendido. Pero tú no las sabes aun, así que deberé enseñarte también. - Le dijo Asthel. -

- ¡Qué bien!, los tres juntos haremos un buen equipo...- aplaudió Maray muy contenta. -

- ¡Vale, pues eso haremos! ¡Desde mañana mismo comenzaremos a enseñarle cosas a Granate! - Dispuso Asthel con el mismo ánimo que su hermana para indicarle a ella. – Como sois de la misma edad y vais juntos al cole tendréis más tiempo para quedar y tú podrás mostrarle las cosas más básicas, así ganaremos tiempo.

- ¡Vale! - Exclamó una entusiasmada chica, deseosa de ser ella la maestra para variar. Así proclamó con orgullo. – ¡Seré como la señorita Idina!…

-Pero ya lo sabéis. Todo en absoluto secreto. Nuestros padres no deben enterarse.



            Por supuesto que sus interlocutores así lo prometieron. Y así pasadas unas horas, Sandy y Coraíon se despidieron y llamaron a Granate para marcharse. Cuando se fueron, Leval y Amatista les dijeron a los chicos que se acostasen. Ellos siguieron reflexionando sobre lo que ocurría. Estaban enfrascados en la conversación cuando sonó el vídeo teléfono. Era de la central de Bios de recepción de mensajes. Fue el encargado quien habló preguntando por Amatista.



- ¿La señora Malden...?,- inquirió la voz de éste - ¿Es usted?...

- Sí, soy yo, ¿qué ocurre para que me llamen a estas horas? - Preguntó ella extrañada. -

- Tiene usted un vídeo mensaje urgente de la Tierra, ¿se lo paso?...

- Sí, claro, por favor páselo. - Le pidió Amatista con deseo de saber que sucedía. -



            El encargado asintió y desapareció de la pantalla, en su lugar apareció el rostro triste de Esmeralda...



- Hija...Leval. Hoy ha muerto Ian, no ha sufrido y se ha ido de forma feliz, con una sonrisa y rodeado de su familia. Sé que no podréis estar presentes en el funeral, pero, me gustaría que vinieseis, si os es posible, a dar el pésame a Satory, Mazoui y las niñas. - Hubo una pausa en la que Esmeralda dominó un amago de sollozo para proseguir. - Amatista, Satory necesita verte y a tu padrino le hubiera gustado que estuvieras con ella en este trance tan difícil. No hace falta que llevéis a los niños, pero si así lo queréis traedlos, y al menos tu padre y yo, Roy y Bertie, podremos ver a nuestros queridos nietos. Adiós, muchos besos, os esperamos pronto. - El mensaje se acabó y la pantalla volvió a apagarse. -



            Los dos esposos se miraron con pesar. Masters había sido un buen hombre, amigo de sus padres desde siempre. Con él habían compartido muchas aventuras en sus luchas para defender la Tierra. Y para Amatista su padrino fue una especie de tío que nunca dejó de ayudarla cuando ella lo necesitó.



- ¡Pobre padrino Ian! - musitó entristecida. - No era tan mayor, no sé por qué ha podido morirse tan pronto.

- Aunque no lo pareciera pese a toda su fortuna, sufrió mucho en su vida, Amatista, - le dijo Leval abrazándola por los hombros tras de ella en tanto enumeraba.  - Primero su mujer, luego Satory, que, aunque que resucitase con aquel milagro, no le quitó a Ian la angustia de creer que la había perdido y la emoción de recuperarla. Su corazón habrá sufrido mucho. En fin, pediré un permiso corto e iremos a ver a la familia. De todas formas, no me vendrá mal alejarme de aquí algunos días y de paso, hablar con Mazoui. Podré adquirir perspectiva de las cosas.

- Yo también lo haré - asintió ella posando sus manos sobre las de su marido - y les preguntaré a los niños que desean hacer. Creo que tendrán ganas de ir para ver a sus abuelos.



            Leval asintió y ambos decidieron irse a dormir y prepararlo todo al día siguiente.



En el reino de Cristal Tokio también se supo la noticia. Los propios soberanos le dieron el pésame a la familia. Después informaron a las princesas en una reunión.



-Pobre Masters, era un buen hombre. - Comentó Minako, añadiendo. - Mi ahijado le apreciaba muchísimo.

-Sí, es una pena, pero es ley de vida. Al menos para los terrestres normales. - Suspiró Rei. -

-Todos lamentamos su pérdida, fue siempre un amigo leal y un gran apoyo para nosotros. - Declaró Endimión, dirigiéndose ahora a Hotaru. - Tú eras la que más unida estaba a la hija de Ian.

-Sí, así es, y me gustaría ir a darle el pésame en persona. - Afirmó. -

-Así sea. Aprovecha para saludar a todos nuestros amigos. - Convino Serenity. -

-Y presta atención al grupo de los más jóvenes. - Le indicó Endimión anticipándole a su interlocutora. - Cosas muy importantes se dirán allí.

- ¿Cosas importantes, cuáles Majestad? - Quiso saber la princesa de Urano. -

-Relativas a la gran tarea que esa nueva generación deberá afrontar. - Le desveló Serenity ahora, añadiendo. - No solamente el Mensajero deberá cumplir con una misión. Habrá más, muchos más, llamados a realizar una importantísima tarea junto a él.



            Las demás princesas escuchaban muy intrigadas y Hotaru prometió estar atenta y darles buena cuenta de cualquier cosa que pudiera observar a su regreso. Así quedó levantada la sesión…








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