Granate y Maray, que iban también a la misma clase,
volvían del colegio. Durante el camino de vuelta se dieron cuenta de que
algunas calles estaban cortadas. Tuvieron que dar algunos rodeos eludiendo a varios
grupos de agitadores que vociferaban consignas contra los “opresores
elitistas”. Se enfrentaban a algunos que a su vez proclamaban que no dejarían
que Bios se llenase de escoria terráquea. Otros incluso cargaban contra los
soberanos terrestres a los que algunos de ambos bandos culpaban de los
problemas, pero finalmente los asustados niños lograron llegar a sus hogares.
Granate fue el primero, pues su casa les quedaba más cerca. Cuando llamó a la
puerta Sandy corrió a abrir, estaba bastante preocupada y le echó la bronca a
su hijo.
- ¿Cómo llegas tan tarde? - Le recriminó al chico, visiblemente molesta e
incluso nerviosa. -Tu padre y yo estabamos preocupados por ti...
- Perdona mamá, - se disculpó Granate. - Pero no ha
sido culpa nuestra. Había muchas calles cortadas y gentes que protestaban.
- Sí. - Corroboró Maray de forma tímida - es verdad,
hemos tenido que ir por otras calles y como no sabíamos bien las direcciones
nos hemos perdido.
- Bueno, - dijo la madre del muchacho ya más
tranquila y conciliatoriamente. - No pasa nada, venga entrad. Maray llamaré a
tu madre desde aquí y así te evitarás una bronca.
Sandy
suspiró aliviada, también se arrepentía ahora de su arrebato. Había sido
injusta con los pobres críos pero, la verdad, había estado muy preocupada. Ella
y Amatista pudieron llegar bien a sus respectivos domicilios, quizás por pura
cuestión de suerte. Llamó enseguida a su amiga y le contó lo sucedido. Ésta
pudo hablar con su hija.
-Maray, cariño. ¿Estáis bien?
-Sí, mamá. - Replicó la niña, explicándole. - Había
mucha gente por las calles, algunos gritaban y otros quemaban cosas. Pero la
mayoría solo miraban.
-Bueno. Ya pasó todo, cielo. Ahora quédate en casa
de Sandy hasta que yo vaya a buscarte. ¿Vale? - Le pidió su madre tratando de
sonar tranquila. -
-Sí, mami. - Asintió la cría. -
-No te preocupes, Amatista. Maray puede quedarse
aquí todo el tiempo que quiera. - Le dijo su amiga interviniendo en la
conversación. – Incluso a dormir si fuera necesario.
Su
interlocutora sonrió débilmente agradeciendo aquello para replicar.
-No te preocupes. Iré enseguida. Estamos cerca y no
creo que por aquí haya más disturbios
Así convenido, Amatista no tardó en cambiarse y
salir a buscar a su hija. Efectivamente, llegó en pocos minutos. Las dos casas estaban
muy próximas y afortunadamente, tal y como ella anticipó, en la avenida en la
que vivían no había ningún tipo de tumulto. Sandy abrió la puerta y su amiga
pasó enseguida agradeciendo no sin alivio.
-Gracias por ocuparte de mi hija.
-No ha sido nada. –Le sonrió su contertulia. -
Los dos niños estaban al lado de Sandy y fue Granate
quién, mirando a las adultas, fijamente les preguntó.
-Mamá. ¿Quiénes son los lunáticos?
- ¿Lunáticos? - Se sorprendió Amatista. -
-Supongo que gentes que no están muy bien de la
cabeza. - Sonrió Sandy. -
- ¿Entonces la reina Serenity y el rey Endimión
están locos? - Preguntó cándidamente Maray. -
- ¿Los reyes? No. ¡Qué va! Pero, ¿a qué viene eso,
hija? - Quiso saber la madre de la cría. -
-Es que algunas personas gritaban que no querían a
los lunáticos y decían que Serenity y Endimión eran unos inmortales y unos
selenitas. ¿Eso es malo? - Quiso saber la niña por toda contestación. –Les
llamaban inmorales.- Precisó Granate.-
-Bueno, inmorales y decían que inmortales también.-
Matizó la cría a su vez.-
Sandy
y Amatista se miraron más sorprendidas que asustadas. No habían escuchado
aquello hasta entonces.
-Y luego otros gritaban que Bios debe ser libre de
los terrestres y los selenitas. - Las informó Granate, agregando. - Ni
lunáticos, ni terráqueos… O algo así, gritaban. Bios para los biosanos.
- ¡Eso no son más que un montón de tonterías! -
Espetó Amatista con visible agitación, aunque enseguida se tranquilizó
observando las asustadas caras de los chiquillos. - Perdonad niños. Vosotros no
tenéis culpa de nada.
-Es cierto. - Convino Sandy que, más tranquila, les
comentó. - Siempre hay chalados que gritan bobadas. No les hagáis caso.
-Es que decían que los reyes de la Tierra nos
quieren dominar a todos. Y que nos esclavizarán. - Comentó Maray casi con un hilo de voz. -
En
esta ocasión Amatista se agachó para tomar a su hija de los hombros y decir con
gesto más amable, e incluso sonriente.
-Escucha, cariño. Conocemos a los reyes de la Tierra
y a las princesas. Una de ellas, Ami, es la madrina de tu padre y me ayudó
cuando os traje al mundo a ti y a Asthel. De siempre ha sido muy amiga de tu
abuela Bertie y de tu abuelo Roy. Y el resto de las princesas también.
-Sí, es cierto. La princesa de Júpiter es la madrina
de tu padre, Granate. Así como la princesa de Venus lo es del tío Mazoui. - Le
informó Sandy a su propio hijo. -
-Y la princesa de Marte es la madrina de la señorita
Idina, tu maestra que también es tu tita. ¿Te acuerdas que Asthel y tú la
llamabais así cuando erais pequeños? -Terció más afablemente Amatista,
dirigiéndose a su hija. - La cría asintió, mirando a su madre con visible
asombro. - Así que, ya ves. Son personas muy buenas y agradables. Siempre han
trabajado mucho por el bien de todos. – Remachó para sentenciar con toda su
convicción. – Jamás nos desearían ningún mal. Al contrario…
- ¿Y por qué esas personas no les quieren? -
Preguntó Maray, que ahora sí que estaba hecha un lío. - ¿Cómo se puede odiar a
gente buena?
Las
dos madres se miraron desconcertadas, al principio sin saber que podrían
contestar a esa pregunta tan inocente como obvia. Y es que… ¿Cómo explicar los
entresijos de la política, la ambición y el poder a un par de niños?
-Siempre existe gente ignorante, algunos no saben de
lo que hablan y otros simplemente tienen envidia. - Suspiró finalmente Sandy,
que, más animosamente sentenció. - Hazle caso a tu madre, Maray. No prestes
atención a esas personas. Sólo quieren armar escándalo. Se meterían hasta con
Papá Noel para conseguirlo.
- ¡Pues sí que son idiotas!, así no les traerán
ningún regalo. - Valoró Granate ante las risas más distendidas ya de las dos
adultas. -
- Tenemos que irnos ya. - Suspiró Amatista tomando
de la mano a su hija y despidiéndose. - Adiós Sandy, y gracias otra vez.
-No hay de qué. Ya sabes dónde estoy. - Sonrió su
amiga abriéndole la puerta. – Para cualquier cosa que necesitéis…
Su interlocutora sonrió y guió a su pequeña por la
avenida principal, lejos de cualquier tumulto. Por fin madre e hija retornaron
a casa. Ya solamente faltaba Asthel, pero Amatista estaba más tranquila
respecto a él. Supuso que no tardaría en regresar. Aunque esperó asimismo a que
volviera su esposo, quería contarle todo aquello.
-Supongo que Leval estará enterado. Y sino más vale
que lo sepa y actué de algún modo. - Se decía su esposa en tanto se cambiaba
con ropa más cómoda. - Y éste hijo mío, espero que no tarde ya…
En ese momento el muchacho en cuestión se encontraba
más allá de ese tipo de inquietudes. Llevaba a Madeleine a través de la zona
interdimensional a mundos poblados por criaturas extrañas y seres invisibles
para los humanos. Ella se deleitaba contemplando paisajes inauditos con
retorcidos árboles dorados que brillaban y multitud de criaturas etéreas,
aladas o de cualquier otro tipo que revoloteaban graciosamente a su alrededor
entre cantos y melodías realmente místicas y armoniosas.
Miro dentro del espejo
Me veo a mi misma, estoy sobre mí
Necesito espacio para mis deseos
Tengo que bucear dentro de mis fantasías
Sé que tan pronto como llegué
Todo es posible
Porque nadie tiene que esconderse
Más allá de lo invisible
Me veo a mi misma, estoy sobre mí
Necesito espacio para mis deseos
Tengo que bucear dentro de mis fantasías
Sé que tan pronto como llegué
Todo es posible
Porque nadie tiene que esconderse
Más allá de lo invisible
La joven observaba sin dar crédito.
Todo eso era lo que, siendo niña había oído y leído en los cuentos. Y hasta
ahora, siempre había creído que eran solamente eso, relatos de ficción...
(Canto Letón)
Los bravos y sabios hombres
llegaron juntos
a caballo
Cierra tus ojos
Solo siente y date cuenta
Es real y no un sueño
Estoy en ti y tú en mi
-¡Es
increíble!- Musitó anonadada.-
-Esto no es más que una pequeña parte de los lugares que he visitado.- Le
susurró él.-
Es el momento
De romper las cadenas de la vida
Si continuas verás
Que hay más allá de la realidad
No te enfades, Señor,
y no recuerdes la indecencia por siempre:
Contempla, La Ciudad Sagrada es un desierto:
Es el momento
De romper las cadenas de la vida
Si continuas verás
Que hay más allá de la realidad
No te enfades, Señor,
y no recuerdes la indecencia por siempre:
Contempla, La Ciudad Sagrada es un desierto:
Sion es un insano desierto:
Jerusalén está desolada:
La casa de tu Santidad y Gloria.
Es el momento
De romper las cadenas de la vida
Si continuas verás
Que hay más allá de la realidad…
De romper las cadenas de la vida
Si continuas verás
Que hay más allá de la realidad…
(Enigma
Beyond The Invisible, crédito al autor)
- ¿Pero, cómo es posible? - Exclamó la chica
admirada ante todo aquello. -
- Como puedes ver, - le comentó en voz baja Asthel.
- El Universo es mucho más complejo de lo que tú te imaginas, Madeleine. Hay
innumerables criaturas en él.
- ¿Quiénes son? - Quiso saber ella observando a esas
graciosas figuritas aladas. -
-Son hadas. - Le desveló él dejándola atónita. -
- ¿Las hadas de los cuentos? - Replicó su perpleja
interlocutora, a lo que el chico asintió. - ¿Los que nos contaba la señorita
Idina cuando éramos pequeños? ...- Inquirió nuevamente la chica todavía con
asombro e incredulidad. -
-Así es. Y otros muchos seres más que viven en estas
dimensiones. - Replicó el joven. -
Entonces
una de esas delicadas figuritas se aproximó a la pareja. Asthel exhibió una
llavecita de oro que tenía. Al punto ese mágico ser gorjeó con su voz aguda.
- ¡Eres el Mensajero! Recuerdo haberte dado la llave
a nuestro mundo.
- ¡Hola Nenora! - Saludó él recordando a su vez con
alegría a aquella diminuta criatura. -
Aunque el hada enseguida le preguntó, con extrañeza
en su tono, no exento de cierto grado de reprobación.
- ¿Por qué has traído a un ser mortal contigo?
-Bueno, es que ella significa mucho para mí. Quería
mostrarle lo maravilloso que es todo. - Repuso el muchacho. - Para que pueda
comprender…
-Ho...hola. - Se presentó la aludida que se sentía
muy rara hablando con lo que hasta hacía unos minutos hubiese considerado un
ser imaginario. Pero como era educada le preguntó con mucha cortesía. - ¿Cómo
estás?...
El
hada sonrió, pese a todo y declaró.
-Veo que es una humana de buen corazón. No te has
equivocado en esta ocasión. Pero no debes repetirlo, Mensajero.
Los dos muchachos miraron a la reina de las hadas
con los ojos muy abiertos, Madeleine incluso se disculpó azorada.
- Lo siento, no quería invadir tu mundo, ni nada
parecido. No creía ni que existiera.
-No fue culpa suya, ha sido idea totalmente mía.
Ella no sabía nada de esto. - Intervino Asthel. -
-Sé que no tiene culpa. Por eso mismo os lo digo. -
Suspiró Nenora afirmando con tintes de advertencia. - Verás Mensajero, tú has
crecido, ya no eres tan puro como lo fuiste cuando eras un niño. No me
interpretes mal. No digo que te hayas vuelto malvado, ni nada de eso. Eso sólo
que has dejado que el amor humano y tus sentimientos mortales interfieran con
tu otra naturaleza. Eso en algunas ocasiones puede ser bueno y en otras malo.
En este caso no es grave. Pero podría serlo…
- No comprendo. ¿Por qué habría de ser malo? - Quiso
saber el chico, que ahora, junto a Maddie se sentaba en ese bosque florido y
hermoso de las hadas. - ¿Acaso es malo querer a alguien?
Se
sucedió un incómodo silencio. El hada parecía estar sopesando esa cuestión.
Como si estuviera tratando de buscar la mejor forma de explicarse. Al fin
preguntó al joven con extrañeza.
- ¿Es que los dioses no te lo han explicado?
- ¿Dioses? - Musitó una anonadada Maddie. - ¿Qué
dioses?
-Es largo de contar. - Repuso su amigo algo
apuradamente ahora. – En otro momento te lo diré…
Ante
la cara atónita de su acompañante, Asthel, dirigiéndose ahora a su pequeña
contertulia, negó con la cabeza. El hada entonces le contestó.
-Bien, te lo diré yo misma, pues. Verás… hay mundos
que deben permanecer separados. El nuestro por ejemplo y el de los humanos, son
dimensiones paralelas. – Y centrándose cordialmente en la humana, agregó. -
Para vosotros nuestro mundo no existe de verdad. Pensáis que somos fruto de
vuestra imaginación. Igual que vuestro propio mundo podría parecer ficticio
para otro tipo de criaturas que habitasen en otras dimensiones. Y eso sucede
por una razón…
-Y.…si te puedo preguntar… ¿qué razón sería esa? -
Quiso saber la atónita chica. -
El hada se rascó un poco su cabecita y pareció
meditar antes de responder. Al fin lo hizo casi con tono magistral, como si
pretendiera explicar algo muy complicado de forma asequible a su oyente…
-Imagina que tienes varios botes de pinturas. Cada
una de un color. ¿Si quisieras mantener cada color para conservar su esencia
dejarías que se mezclasen con las de los otros botes?
- ¡No, claro que no! - Opuso Madeleine razonando. -
Si dejara que se mezclasen, los colores se perderían…Pero a veces sí que se
deben mezclar para pintar. Y crear otros colores nuevos. -Completó agudamente
la muchacha remachando. – Eso enriquece la obra.
Nenora
la observó con aprobación. Aquello también era cierto. De modo que replicó a su
contertulia.
-Correcto. Eres una humana inteligente. Ahora, en
lugar de colores piensa que son dimensiones. Al igual que los colores a veces
entran en contacto y se combinan para pintar una realidad muchísimo más
variada. Pero eso no puede ocurrir en exceso…o de lo contrario todas las
dimensiones se perderían…desaparecerían fundidas en una…lo mismo que los
colores. ¿Comprendes? Debe existir un control.
La
chica asintió visiblemente impresionada. ¡Ahora lo entendía! Al igual que
Asthel. Entonces fue él quien le preguntó al Hada con tintes de sospecha…
-Y esos seres de la Nada es como si quisieran
mezclar todos los botes a la vez…
-Sí. - Convino su diminuta interlocutora para
sentenciar con preocupación. - Y además volver negros todos los colores, para
que no haya más que oscuridad. Como al inicio…
- ¡Eso sería terrible! -Exclamó Madeleine, queriendo
saber con visible curiosidad. - ¿Quiénes son esos seres?
-Mejor di lo que no son...- Musitó Nenora con
expresión entre temerosa y abatida. – La negación de toda existencia, lo mismo
que el negro es la ausencia de color.
- ¿Qué significa eso? ...- Inquirió la joven con
cara de asombro e incluso temor. - ¿Es que acaso estamos en peligro por su
causa?
Aunque
Asthel iba a responder, el hada se le adelantó, cortando una florecilla que
brotó de un arbusto cercano y ofreciéndosela a su invitada…
- Ahora humana, toma, huele esta rosa, por favor. -
Le pidió la reina de las hadas a Maddie con un tinte nuevamente animoso y
afable. -
- ¡Ah gracias! - Sonrió la chica creyendo que
aquello era un obsequio. - Eres muy amable…
La muchacha se la acercó a la nariz y olía muy bien,
su fragancia era exquisita, no obstante, la mareó un poco. Incluso quedó en una
especie de estado de letargo, con sus ojos cerrados. Asthel la observó
preocupado, aunque Nenora se apresuró a decir.
-No tengas miedo. No le pasará nada. Lo único que
sucederá será que olvidará la mayor parte de todo lo que ha visto y oído aquí,
pero le quedará un vago recuerdo. Suficiente como para que no esté enfadada
contigo. Perdóname, pero no podía hacer otra cosa. Ha escuchado demasiado.
Estos son conocimientos que un mortal ordinario no debe tener.
-Lo comprendo. Eres tú la que debe perdonarme,
Nenora. Tienes razón, dejé que mis propios intereses sentimentales
interfiriesen con mis responsabilidades. No volverá a suceder. - Le prometió
Asthel. -
- Estoy convencida de eso. - Le sonrió el hada
despidiéndose de forma cariñosa. - Ahora debéis iros. Adiós querido Mensajero y
recuerda, cuando llegue el momento de la Transcendencia, allí estaremos para
ayudarte.
El
muchacho tomó en brazos a su acompañante que seguía en aquel extraño estado. De
hecho, parecía haberse quedado dormida. Al poco se elevó en el aire saliendo de
aquel maravilloso mundo y entrando en una zona totalmente blanca, sin nada a su
alrededor…al cabo de unos instantes Madeleine lentamente despertó. Estaban en
una calle poco transitada, de camino a casa de ella. Su amigo la dejó de pie, y
tras centrarse un poco, la muchacha tomó la palabra.
- ¿Dónde estoy? – Quiso saber con expresión
aturdida. -
-Vamos de regreso a casa. - Le contestó amablemente
él. -
- Es increíble. Tú siempre has podido hacer cosas
que nadie más podía, - reconoció la muchacha asombrada, aunque enseguida
preguntó. - Pero, ¿por qué me has enseñado esto?... ¿Qué ha sido? Quizás un
sueño… pero apenas si recuerdo, esas imágenes.
De
hecho, la joven apenas sí podía acordarse ya de nada. Más que de un bucólico
paisaje, en tanto oía la voz de su interlocutor.
- Tú eres muy importante para mí, - le confesó
Asthel. -No quiero perderte, ni que te hagan daño. Verás, yo tengo una misión
muy importante que cumplir. Pero cuando la realice me gustaría que estuvieras
conmigo...
- ¿Qué misión es esa? - Le preguntó Madeleine
mirándole inquisitivamente. -
- Ni yo mismo lo sé con seguridad - reconoció
Asthel. - Lo único que sé es que tendré que viajar mucho, pero cuando vuelva me
gustaría salir contigo ¿Querrías tú?
- ¿Yo? - Contestó Maddie que se ruborizó un poco ante
la inesperada propuesta para afirmar sorprendida. - ¡Asthel, con todas las
chicas que podrías tener y quieres salir conmigo!
- Sólo conozco a una chica como tú - le respondió él
que pensó en lo que Zoen le había dicho. ¡Ahora se daba cuenta de que la diosa
tenía razón, en realidad él quería a Madeleine! Y así se lo confesó. -Yo te
quiero a ti.
Declaró algo ruborizado. La chica también se puso
colorada y sonrió bajando la cabeza. Él enseguida quiso cambiar de tema
afirmando…
- Vamos, es
hora de volver a casa. - Para asombro de la joven el muchacho creó otro agujero
y ambos salieron en el cuarto de éste a lo que el chico añadió con más
desenfado. - Lo difícil será explicarles a mis padres por qué estamos aquí,
pero si quieres te trasladaré directamente a tu casa.
- No, gracias…- sonrió ella avergonzada, aun sin
acabar de asimilar todo aquello, tanto el viaje como la no menos sorprendente
declaración, tan sólo pudo susurrar. - Si a tus padres les sería complicado
comprenderlo, no quiero ni imaginar lo que resultaría para los míos si
aparecemos delante de ellos en medio el salón. No te preocupes, prefiero ir
andando...
Su interlocutor convino en ello. En ese mismo
momento Amatista estaba repasando algunos informes en su salón. Hacía poco que
retornó con Maray. Suspiró, se afanaba en sus cálculos y los datos sobre los
progresos de los hábitats del planeta. También recordó que tenía que hacer una
llamada. Enseguida marcó el número de su amiga Idina, pero en esta ocasión no
era para hablar con ella. Pese a todo, fue la muchacha quién atendió su
requerimiento con su jovial rostro apareciendo en pantalla.
- ¡Hola Amatista! ¿Están ya Maray y Granate en casa?
- Se interesó con preocupación. –
-Sí, no te preocupes. Al menos mi hija estuvo con él
en casa de Sandy y Coraíon. Ya fui a buscarla y estamos en casa.
En tanto le contaba aquello se escuchaba algo de
jaleo tras su amiga, la muchacha se giró dejando ver a través de la pantalla.
Amatista sonrió, eran Tom y Loren, los hijos de su interlocutora que estaban
jugando a corretear por el salón con manifiesto estruendo.
-Niños. Os he dicho muchas veces que por aquí no
debéis hacer carreras. - Les amonestó Idina de forma paciente pero firme. -
-Vale, mamá – replicó Tom en tanto apuntaba a su
hermana con una especie de pistola y agregaba con regocijo. - ¡Pum, pum!,
¡estás desintegrada!
- ¡No, no lo estoy! – protestaba Loren que afirmó
enfadada. – ¡No vale!, mamá nos estaba riñendo.
- ¡Sí que vale! Ahora eres un montón de partículas
desintegradas… – Exclamó entusiásticamente
él. -
El crio comenzó a hacer girar la pistola sobre su
dedo, para mayor enfado de la pequeña que, llevándose las manos a las caderas,
comenzó a patalear.
-¡Thomas Andrew Johnson, no está bien que
desintegres a tu hermana, aunque sea jugando!. ¡Y tú, Loren, ya está bien de
quejarte! – Les amonestó Idina, que añadió brazos en jarras para añadir en
referencia a los dos críos. – Ahora estoy hablando con Amatista, idos a vuestra
habitación y no arméis tanto escándalo.
Los niños obedecieron de mala gana, aunque de camino
continuaron con su discusión…
- ¡Estás desintegrada! – se burlaba el niño. –
-No, no es verdad. Además soy un hada mágica y las
hadas no pueden desintegrarse. – Negó categóricamente Loren. -
- ¡Jo que no! Con una buena pistola láser todo puede
desintegrarse. Hasta un planeta, no digamos un hada tonta con alitas de
tul…¡Ja, ja!…– Rebatió burlonamente su hermano con visible regocijo para mayor
enfado de la niña –
- ¡No soy tonta, y no juego más! – protestó
quejumbrosamente ella. –
- ¡Y a mí que! …- repuso despreocupadamente él. – Ya
jugaré yo sólo…
La
cría le sacó la lengua y su hermano le hizo lo propio. De esa guisa se
marcharon al fin del salón. Su madre solamente podía suspirar moviendo la
cabeza resignada, en tanto su amiga se tronchaba de risa tras la pantalla.
-Esto es jornada intensiva. – Le comentó
resignadamente Idina a su amiga añadiendo con algo de azoramiento. – Perdona,
te he dejado ahí esperando.
-No te preocupes. - Sonrió Amatista todavía
divertida. – Veo que por casa las cosas están animadas.
-Sí chica, no te haces idea – replicó su fatigada
amiga que quiso saber. – Bueno, pues tú dirás.
-Verás, es que tenía que hablar con tu marido sobre
los datos de este informe. A ver si él ha calculado el impacto medioambiental
sobre la zona este del continente Alfa. - Le explicó su interlocutora, yendo al
grano. -
-Michael todavía no ha vuelto.- Le informó Idina –
Creo que tenía una reunión precisamente sobre las nuevas extracciones de
minerales y su impacto en el ecosistema.
-Pues tenemos que coordinarnos lo antes posible, ese
es un asunto muy importante. – Recalcó Amatista a su amiga. –
-En cuanto venga le diré que te llame. – Le prometió
su interlocutora. –
-No, déjalo, ya se va a hacer tarde, espero que
mañana en el trabajo podamos hablar. Por cierto, ¿Tienes alguna noticia de tu
casa? - Quiso saber con curiosidad. –
-Mis padres siguen bien. Muy liados, mi padre sigue
metido en sus cosas del kárate y estudiando esoterismo, que es su hobbie. Mi
madre como yo, con los peques y quedando con mi tía Mimette de vez en cuando y
también con sus hermanas. ¡Ah! Y hace poco vio a mi madrina Rei. No sé cómo lo
hará, pero está igual de joven que siempre. Debe de ser la longevidad de los
habitantes del Milenario de Plata. - Le informó su interlocutora para añadir
según recordaba. – Mi hermano Alan y Naya al parecer visitaron la Tierra hace
poco con su hija Fiora. Me mandaron holo fotos, ¡está guapísima! - Sonrió Idina
afirmando ahora con menor entusiasmo. – Lance, para variar va y viene. Ha
prometido venir a visitarnos dentro de poco. A ver si no le surge otra fusión o
negocio y lo vuelve a aplazar. Y Nehie está bastante contenta con su niña. La
he visto a veces por el espejo, Alice está preciosa y es la princesa heredera
del reino de la Luna. Hemos quedado en vernos para que nuestros hijos puedan
conocerse y hacerse amigos. A ver cuando tenemos la ocasión…
-Creo que hace pocos años su esposo tuvo aquí. Vino
con una princesa de los saiyajin. Leval les recibió, pero yo no pude verles. –
Se lamentó Amatista. -
-Sí, Doran estuvo en casa y nos trajo unas Holo
fotos. - Recordó su interlocutora. - Se quedó poco tiempo porque tenía asuntos
importantes que resolver en la Luna. Y me pareció algo preocupado…pero eso ya
fue hará unos años.
- Sí, no me sorprende nada. Eso de ser rey debe de
conllevar mucho ajetreo y obligaciones. - Convino Amatista recordando al hilo
de aquello. - Ya hablaremos tú y yo. Por cierto. Maray y el hijo de Sandy
llegaron tarde por culpa de las agitaciones. Y no veas lo que nos han contado.
- ¿El qué? - Quiso saber Idina con gesto intrigado.
-
Su
amiga le resumió brevemente aquello. El rostro de su interlocutora se tornó
preocupado, apenas si pudo decir.
-No me gusta nada. Las cosas se están poniendo
serias. Nehie me contó hace poco que en la Tierra cada vez había más de esos
descontentos. Y mi propia madrina Rei, pese a no querer decirnos nada, sí que
parecía algo preocupada. Esos agitadores son cada vez más ruidosos.
-Seguro que hay gente muy poderosa en la sombra,
dándoles financiación. En cuanto tengamos un rato libre hablaremos con más
calma. También quiero poner al corriente a Leval. Si es que no lo sabe ya - Le
comentó Amatista. -
-Bueno, tengo que dejarte. – Le dijo su amiga que
había oído lo último algo de pasada, dado que a lo lejos ya estaba escuchando
otra riña de sus dos pequeños. – Hasta mañana.
Su interlocutora la despidió con una sonrisa y
colgó. Quiso olvidarse de ese desagradable tema de los agitadores y pensó en su
amiga. La pobre Idina no paraba nunca de educar niños, cuando no eran los de la
guardería y la escuela elemental eran los suyos propios.
-Tiene que ser agotador. Yo solamente tengo dos y
eso ya tiene lo suyo. - Se sonrió.-
Pero se
alegraba por ella, por cansada que pudiera parecer era lo que más le gustaba.
Suspirando, Amatista se puso las gafas para leer de cerca y repasó los
informes. Justo entonces su hija salió de la habitación.
- ¿Qué tal, Maray? - Le preguntó levantándose del
sofá del salón para interesarse por la pequeña. - ¿Hiciste ya los deberes?
- Sí, mami, ya aproveché para hacer algunos con
Granate en su casa. - Le contestó la niña. – Pero hay un par de cosas que no
entiendo.
-Bueno, no pasa nada, cielo. Ahora en que termine
con esto te ayudo. – Declaró su madre para decirle más jovialmente a la cría. –
Anda, ve a tu habitación y espérame allí. Enseguida iré…
Maray obedeció enseguida. Su madre suspiró aliviada,
al menos la niña estaba a salvo con ella. No sabía dónde podría haberse metido
su hijo. Ya tardaba, aunque a los pocos minutos Asthel abrió la puerta de su
cuarto y salió acompañado de una muchacha alta y rubia. Amatista estaba en ese
momento recostada en el sofá del comedor, leyendo esos informes con sus gafas
de lectura puestas al más puro estilo de su propia madre, la famosa diseñadora
Esmeralda. Quedó evidentemente perpleja. Esa chica, que enseguida reconoció
como Madeleine, la saludó en un intento de parecer natural y tratado de no
ruborizarse sin conseguirlo.
- Buenas tardes señora Malden, ¿qué tal está usted?
- Bien, gracias...- Replicó la aludida dirigiéndose
de inmediato a su hijo, para preguntar visiblemente sorprendida. - Asthel.
¿Habéis estado en tu cuarto todo este tiempo?
- Acabamos de llegar, mamá - le respondió éste con
un tono de lo más normal. -
Y aquello en efecto sonó como si fuera lo más lógico
del mundo, ¡que ambos salieran de su cuarto, sin haber entrado por la puerta!
Aunque pudiera ser pensó Amatista, que, entre la conversación que mantuvo con
Idina y sus propias preocupaciones, ni se hubiera percatado de la llegada de
esos dos.
-Me debo de estar haciendo mayor.- Pensó perpleja
todavía.-
- Se me hace tarde. Encantada de haberla visto. -
Tercio apuradamente la muchacha. -
- Sí. Ahora voy a acompañar a Madeleine a su casa.
Enseguida vuelvo. - Añadió el chico con patente rubor a su vez. -
- Esperad un poco, - les pidió su interlocutora
obviando por el momento ese enojoso asunto de la procedencia de ambos, para
proponer. - Que Madeleine llame a sus padres desde aquí, hay mucha agitación en
las calles. Tu padre estará a punto de llegar Asthel, él os podrá llevar. Me
sentiré mucho más tranquila.
Maddie no tenía muchas ganas de esperar a que el
padre de Asthel llegara, le resultaba algo violento.
-Pero señora Malden, creo que no es necesario. Yo
puedo irme sola.
-No, si te pasase algo no me lo perdonaría. Las
calles son peligrosas ahora mismo.
-Su hijo puede protegerme. ¡Es genial!- Afirmó
entonces Madeleine.- No sé cómo lo hace pero puede ir por unos agujeros que
llevan a cualquier parte.
Tanto
Asthel como Amatista la miraron con gesto desencajado, él por haber revelado
aquello. Y la madre del joven por descubrir que esa chica lo sabía. No tardó en
fulminar a su hijo con la mirada.
-Se refiere a atajos que sé tomar, mamá. Me conozco
muy bien las calles.- Tuvo que improvisar él.-
Amatista
no era tonta, se daba cuenta de sobra a lo que había aludido esa muchacha.
Empero, dejó que esa especie de excusa pasara. Dar a entender que había
comprendido eso sería como revelar aquel secreto del todo. La propia Maddie, al
percatarse de su desliz, enseguida convino con su amigo.
-Sí, eso quise decir. Él sabe meterse por sitios
estrechos y algún que otro agujero en
las vallas que nos han permitido burlar a esa gente.
-Será mucho mejor que esperes aquí. Creo que a tus
padres eso les parecerá igual de peligroso que a mí. - Afirmó secamente
Amatista que no podía esconder su contrariedad.-
Maddie hubiera preferido irse, pero tuvo que ceder.
Habida cuenta de las circunstancias sería lo mejor. Además, vio la mirada que
Asthel le dedicó. Estaba claro que había metido la pata.
-Voy a llamar a tu padre.- Le dijo lapidariamente
Amatista a su hijo.-
-Lo siento.- Musitó ella.-
Su envarado compañero de clase no dijo nada. Por su parte, el
padre del muchacho estaba aún en el cuartel. Había llamado a Logan para
comunicarle lo que sabía y las noticias de las agitaciones en las calles le
habían llegado hacía escasos minutos. Dio órdenes de evitar atascos entorno de
la base y de alejar de ella a los agitadores. Entonces tuvo una llamada de su
mujer que, impaciente, le puso al corriente de cómo estaban las cosas y le
pidió que volviera en cuanto le fuese posible. Aunque no mencionó aquello que
esa chica había dicho. Él le contestó que antes debía de hablar con Logan para
saber que pasaba en el resto del planeta. Cedric en efecto llamó por otra línea
después de que Leval terminase de hablar con Amatista.
- Tenemos agitaciones en todo el planeta. Se han
detenido a numerosos manifestantes llevándoles a las zonas de seguridad, y
¿sabes lo más gracioso? - Le preguntó Logan a su interlocutor que negó con la
cabeza. - Se ha descubierto que la mayoría no son de Bios, no están censados
aquí.
- ¿Cómo es posible?,- exclamó Leval incrédulo para
aventurar de forma lógica. - ¿Entonces son de la Tierra?...
- Efectivamente. Deben de ser agitadores
profesionales. - Afirmó su interlocutor agregando - el general Strips me ha
ordenado que les deporte inmediatamente. Ahora mismo se está tratando de
terminar con todas las revueltas de esos partidarios de la apertura y de los
agitadores contra nuestros soberanos.
- Muy bien. - Convino Leval. -Yo ahora me marcho a
mi casa, hay asuntos que debo atender, corto. - Se despidió y colgó, sacó de su
cajón un portafolios con documentos y se lo llevó consigo para seguir
estudiándolo. – A ver qué saco en claro de esto.- Se dijo.-
Cuando
finalmente, escoltado por una patrulla que despejó el camino, llegó a su casa,
se encontró con que estaba allí Madeleine, la amiga de su hijo. Al principio,
prefiriendo evitar una situación embarazosa, fingió no saber que ella
perteneciera a ese grupo de agitadores. De todos modos, la chica estaba
bastante incómoda. Observaba al padre de Asthel de reojo y rehuía su mirada.
-Espero que puedas llevar a Madeleine a su casa.- Le
pidió Amatista, recordándole la conversación que habían mantenido.-
-Claro, será un placer.- Convino él.-
Y
es que la chica había llamado a sus padres y ellos, en efecto, estuvieron de
acuerdo con la madre de Asthel. Alarmados por las noticias de la holo visión.
Incluso propusieron ser ellos los que fuesen a buscarla.
-No se preocupen, mi esposo es militar y puede
llevarla de forma rápida y segura. Ustedes mejor no se arriesguen a salir. -
Les comunicó Amatista, cuando la madre de Maddie pidió hablar con ella.-
Así
pues tras colgar, la muchacha esperó incómodamente sentada. Ahora seguía dando
la impresión de sentirse violenta. Leval se percató y decidió ser franco
queriendo acabar con eso.
- Mira...no sé qué os habrán dicho en esas
reuniones, no me interesa, el caso es que sus razones no son tan nobles como
parecen, eso te lo aseguro. - El militar se hizo con su portafolio y lo abrió
para agregar. - Lo que tengo aquí se supone que es confidencial, pero prefiero
que lo veas para que te convenzas por ti misma. Son pruebas de que desde la
Tierra ha llegado hasta aquí una red de tráfico de drogas sintéticas y otras
cosas y ¡qué casualidad!, se han detenido a varios alborotadores del movimiento
de apertura que están detrás de todo eso.
- Asthel me ha dicho también que tuviera cuidado. - Repuso
Madeleine. -
La azorada chica lanzaba mientras algunas miradas
hacia esos papeles, aunque no se fijaba demasiado como para leerlos. Pensaba
que, de enterarse de lo que ponía allí, podrían incluso arrestarla. Sin
embargo, se daba cuenta de que eran perfectamente reales y que el padre de
Asthel no mentía, así que se atrevió a añadir con voz trémula.
- Yo le dije que en la reunión habían amenazado la
seguridad de varias personas importantes, incluido usted. – Leval la miró con
gesto severo y la muchacha agregó con visible temor. - Tenía miedo por su
familia y se lo dije, pero no tengo nada que ver con todo eso, ¡se lo juro!
- Estoy seguro de ello. - Sonrió su interlocutor más
relajado para añadir con tono desdramatizador. -No te preocupes, no podrán
hacernos nada. Tranquilízate, sé que tú no estás involucrada en eso y que ibas
allí de buena fe. Como otras muchas personas. Pero en lo sucesivo será mejor
que dejes de estar con esa gente, puede ser peligroso.
- Me uní a ellos porque pedían algo justo. ¿No creé
usted que este planeta merece ser disfrutado por toda la humanidad y no sólo
por unos pocos?,- le preguntó Madeleine dando por supuesto que así era. -
- Sí, lo creo - afirmó sinceramente Leval para
sorpresa de su contertulia. Aunque objetó con voz queda e incluso cansada, tras
un largo suspiro -...pero no de golpe. Se debe trabajar mucho todavía para ir
trayendo a la gente poco a poco. Este planeta puede ser muy rico y ayudar a la
Tierra. Incluso ya se buscan más planetas habitables.... Créeme, mi esposa y yo
fuimos de los que participaron en la expedición que llegó a Bios y lo
terraformó hace ya más de quince años y no es fácil. Tenemos amigos que han
hecho lo propio con Nature. Pero hay un equilibrio muy delicado que
salvaguardar. Las cosas deben hacerse con cuidado. Si todo se mezcla de golpe
podría ser el caos. Lo comprendes, ¿verdad?
Madeleine
asintió lentamente, sí que lo entendía, le recordaba a algo que había oído
hacía poco, pero que no era capaz de precisar ni en dónde ni cuándo. Ahora se
daba cuenta de que quizás hubiera juzgado mal al padre de su amigo. Leval,
satisfecho de la reacción de aquella muchacha, le dio un paternal toquecito en
la barbilla, luego se dispuso a acompañarla junto con Asthel, hasta su casa.
Afortunadamente la situación estaba ahora más tranquila tras la intervención de
las fuerzas del orden. Durante el viaje en el deslizador, que apenas sí duró
unos diez minutos, los tres fueron muy callados. Madeleine se bajó unos metros
antes de llegar a casa. Seguía sintiéndose incómoda. pese a todo se despidió
con tono amable.
-Gracias señor Malden.
-No hay de qué.- Sonrió levemente Leval.-
-Hasta mañana, Asthel.- Suspiró.-
-Hasta mañana. – Pudo decir él algo cohibido en
presencia de su padre.-
Padre e hijo reemprendieron la marcha. Tampoco
hablaron. Leval al menos vio que el chico estaba muy introspectivo. Se sonrió
suponiendo que eso se debía a esa guapa jovencita. Aunque estaba ajeno a lo ocurrido antes de su
llegada. Así, una vez que estuvieron de vuelta, Amatista llamó a su hijo con
tono severo.
-Tenemos que hablar.- Le pidió inflexible.-
Ante
la cara de sorpresa de Leval, su mujer reprendió al hijo de ambos.
-¿Cómo se te ha ocurrido llevar a esa chica contigo
en esos viajes?¿Es que no te das cuenta de las consecuencias?
-Lo siento, mamá. Pero no tuve más remedio.- Se
excusó él-
-¿Qué las has llevado en tus viajes? ¿Se puede saber
qué has hecho?- Quiso saber su padre, entre atónito y alarmado.-
El
muchacho suspiró y resignado les contó lo sucedido. Su madre estaba realmente
muy enfadada.
-¿Así que para ligarte a esa chica decidiste que
tenías que contarle lo que puedes hacer?. ¡Es increíble! ¿Pero se puede saber
en qué estabas pensando?- Exclamó con evidente contrariedad.-
-No dije nada de que vosotros lo supierais. - Se
defendió el chico.- Pero lo otro es mi secreto y yo decido a quién se lo puedo
contar.
-Hijo, estoy con tu madre. Esa responsabilidad no
solamente te compete a ti.- Intervino Leval, con un tinte más moderado pero
igualmente reprobatorio.- Madeleine es una chica normal. Ella no está preparada
para esto.
-Nenora le borró la mayor parte de sus recuerdos.-
Adujo él.-
-¡Pero es obvio que los otros no! - Subrayó Amatista
quien con los brazos en jarras sentenció.- Y eso puede ser muy peligroso, para
ella y para los demás.
-¿Peligroso por qué? No sé dónde está el peligro.-
Exclamó el chico, enfadado ahora a su vez.-
-El peligro está en que ella puede llegar a pensar
que siempre vas a estar ahí para salvar la situación, no importa lo que
suceda.- Quiso explicarle su padre, añadiendo con un tono más calmado.- Mira
hijo, cuanto menos personas se vean involucradas, mucho mejor. Los que somos de
tu familia tenemos también capacidades distintas al resto. Y sabemos lo que eso
comporta. Para lo bueno y lo malo. Y esa chica no tardó ni un segundo en tener
ese desliz con tu madre. ¡Imagina con otras personas a las que les tenga más
confianza!
-Me hice la tonta para que pensase que yo ignoro eso
que puedes hacer.- Secundó Amatista a su esposo para remachar concernida. - Es
la única forma de que crea que está guardando el secreto delante de mí y quizás
así, no lo desvele a nadie más.
-No veo cual es el problema.- Insistió el muchacho,
afirmando convencido.- Confío en Maddie. No lo va a ir contando por ahí. Y yo
puedo hacer cosas que de veras son sorprendentes para cualquiera, pero no las
haré delante de nadie más.
-Mira Asthel. Roguemos porque Madeleine no cuente
nada.- Suspiró Leval.- Pero hazlo por nosotros. No hables de esto con más
amigos tuyos. Por favor.
-Está bien.- Rezongó el chico, pidiendo con visible
malestar.- ¿Puedo irme ya?
-Anda vete.- Concedió resignadamente su padre.-
El
muchacho se despidió para irse a su cuarto. Estaba algo cansado y además
enfadado. Maray estaba en su habitación jugando y viendo algunas holo revistas
de modas, pero oyó esa discusión y escuchó lo que pudo. Ahora, sus padres
estaban solos en el salón y oyó a su madre reprochar a su padre.
-¡Parece mentira que seas tan blando con él!
-¿Y qué quieres que haga?- Inquirió Leval, molesto a
su vez.- A fin de cuentas, en algo tiene razón, es su decisión.
Amatista
movió la cabeza paseándose nerviosa por el salón. Y replicando a su vez con
tono ofendido.
-¡Es lo que me faltaba! ¡Que encima pienses que soy
una dictadora!
-No he dicho eso en ningún momento. Pero piénsalo.-
Le pidió su esposo.- ¿Qué íbamos a poder hacer? ¿Castigarle en su habitación?
-Pues, por ejemplo, hacerle ver que es una estupidez
que revele sus dones por ligarse a una jovencita.- Replicó su mujer cruzándose
de brazos.-
-Está en esa edad.- Suspiró Leval armándose de
paciencia, para añadir con tinte conciliador.- Cariño, tienes razón, estoy de
tu parte, pero enfadarnos con él y actuar con demasiada contundencia será
contraproducente.
-¡Y lo dice el súper guerrero que quiso pegarse
contra unos dioses todopoderosos para reparar su orgullo! - Le recriminó ella.-
-Sí, lo hice.- Contestó él, molesto ahora.- Y ya
admití lo equivocado que estuve. Han pasado muchos años de eso y prometí que
nunca más me dejaría llevar. No voy a cometer ese error de nuevo y menos con
nuestro hijo.
Ahora
fue Amatista la que suspiró bajando la cabeza. Tuvo que admitir con tinte
conciliador.
-Lo siento. Ha sido un golpe bajo. Pero es que estoy
asustada por todo lo que está sucediendo. Y lo último que querría es ver a
nuestro hijo involucrado en problemas por usar sus poderes.
-Debes tener confianza en él. Estoy convencido de
que Asthel se ha dado cuenta de que ha hecho mal. Pero lo hecho, hecho está. A
fin de cuentas no dejar de ser un adolescente. - Declaró él, tomándola
cariñosamente por los hombros.- Por eso tenemos
que persuadirle, no imponerle nada en algo así. Es la mejor manera de evitar
que se meta en líos. A mí también me inquieta el cariz que están tomando
algunas cosas.
Leval
contó muy brevemente a su esposa algo de lo que Logan le comentó, sin desvelar
fuentes, ni secretos oficiales. Ella desde luego, le miró concernida.
-Hablaré con Asthel.- Afirmó Amatista.- Lo haré con
calma. No te preocupes.- Se apresuró a añadir, queriendo saber.- Entonces, ¿eso
de las naves ilegales lleva pasando desde hace mucho?
- Verás, - le explicó él. - No lo descubrimos hasta
hace muy poco, alguien está dejando pasar naves de contrabando al planeta.
Ninguna ha entrado nunca por mi sector.
- ¿Crees que Logan pudiera estar implicado en eso? -
Inquirió su esposa con una mirada perspicaz para añadir de la misma forma - a
fin de cuentas, es el supervisor.
- Aunque se trate de Logan, no creo justo acusarle
sin que tengamos pruebas, - repuso Leval que no obstante admitió. - Pero
tampoco me fío de él como para contárselo. Necesito hablar con alguien de la
Tierra en quien pueda confiar...
- ¿Qué tal Mazoui? - le propuso Amatista. - Él podrá
ayudarte, está licenciado del ejército, pero como director de las industrias de
mi padrino tendrá contactos muy importantes.
- Sí, puede ser, - convino su esposo que también
afirmó. – Había pensado en llamarle sí, hablaré con él en cuanto pueda.
- De paso pregúntale por la familia, - le recordó su
mujer. – Estoy muy preocupada por esos agitadores. Si aquí han sido capaces de
hacer esto, no quiero ni pensar lo que podrían llegar a realizar allí.
- Lo haré, descuida. - Le aseguró Leval aseverando
ahora con cierta inquietud. – Tampoco estoy muy al tanto de que es lo que pasa
en la Tierra, pero no me gusta el cariz que están tomando las cosas. Por eso
tenemos que extremar la prudencia. Todos nosotros.
Su
esposa solamente asintió en tanto le pasaba los brazos alrededor del cuello.
-Voy a decirles a los niños que se preparen para la
cena.- Suspiró ella.-
Maray
corrió de vuelta a su habitación. Aunque no había estado pendiente del todo de
esa última parte de la conversación, demasiadas cosas raras que no
entendía. Solamente se centró en lo que
atañía a su hermano. Ya tumbada en su cama y con una holo revista vio entrar a
su madre.
-Es tarde, deja de leer y a cenar.- Le indicó esta.-
-Sí, mamá.- Convino sumisamente ella.-
Amatista
la miró diríase que con extrañeza. Era raro que su hija no insistiera en leer
un poco más, tampoco le dio más importancia, tenía otras cosas en la cabeza,
sencillamente quizás Maray estuviese cansada. Con todo lo sucedido había pasado
la tarde entera allí sola. Le dio un beso en la mejilla.
-Ve enseguida, cariño.- Le susurró.-
Luego
fue a la habitación de su hijo. El chico estaba sentado en su cama, jugando con
los holo juegos. Nada más ver a su madre, enseguida dijo con ironía.
-Como ves, no me he fugado de mi celda.
Tras
dar un largo suspiro, Amatista replicó con tono más calmado.
-Escucha cariño, no quería enfadarme contigo. Puedo
comprender hasta cierto punto por qué has hecho eso. Pero no fue lo adecuado.
Y
como Asthel no decía nada, ella misma prosiguió.
-También yo a tu edad hice cosas que luego me
parecieron, bueno… nada apropiadas. Y tu abuela Esmeralda bien que me echaba la
bronca. Yo no lo entendía entonces, pero ella lo hacía por mi bien. Ella se
preocupaba por mí, como yo me preocupo por ti.
-No tienes motivos.- Repuso secamente el chico.- Sé
cuidarme.
-Yo pensaba lo mismo a tu edad. Y créeme, después me
di cuenta de lo equivocada que estaba.- Contestó su madre.-
-¿Tú podías hacer lo mismo que yo?- Inquirió
agudamente Asthel.-
-No, no podía.- Tuvo que admitir Amatista, quien sin
embargo supo argumentar con paciente afabilidad.- Pero muchas veces lo
importante no es lo que tú puedas hacer, sino como afectará eso a otras
personas.
Su
hijo se quedó pensativo, en eso su madre llevaba razón. Lo acababa de
experimentar hacía poco, cuando ayudó a Eron. Al fin, admitió con culpabilidad.
-Hice el tonto, lo sé. No debí haberle mostrado a
Maddie lo que puedo hacer, pero es que…
-Ya.- Sonrió su madre ahora, pasándole una cariñosa
mano por el pelo a la par que añadía.- Esa chica te gusta. Y seguro que tú le
gustas a ella. Eso he podido verlo.
-¿Tú crees?- Inquirió el muchacho realmente esperanzado
con eso.-
-Claro. – Afirmó Amatista.- Por eso te pido que
tengas paciencia y que lleves esto de una forma natural, en la que no tengas
que usar las cosas que puedes hacer. Hijo, lo sé por experiencia, igual que tus
abuelos lo supieron siempre. Por eso trataron de mantenerme al margen de
cualquier cosa que se saliese de la normalidad.
-Aparte de que la abuela es famosa y los paparazis.-
Pudo bromear Asthel.-
-Sí, incluso de eso.- Asintió su madre, afirmando
ahora con nostalgia.- Y fui feliz de niña. Aunque de adolescente les traje de
cabeza. Tengo que reconocerlo. Pero siempre por cosas que cualquier chica corriente haría. Y nuestro mayor temor es que
tú debas afrontar cosas en las que no podamos ayudarte.- Suspiró ella con
pesar.-
-No te preocupes, mamá.- Quiso animarla él.-
El
chico se dio cuenta de que su madre sufría realmente con esa posibilidad. La abrazó
enseguida afirmando con tintes más afectuosos.
-Te prometo que iré con mucho cuidado, y que no me
meteré en líos.
-Confío en ti, cielo.- Sonrió Amatista mucho más
aliviada, añadiendo al fin de un modo más despreocupado.- Anda, vamos a cenar.
Y
Asthel asintió. Ya iba teniendo hambre. Al cabo de un rato pudieron cenar en
buena armonía y después decidieron acostarse pues se había hecho tarde y les
esperaba un día duro. Por fin, a la mañana siguiente, parecía que los
agitadores se habían calmado. Una vez detenidos los más peligrosos y los
líderes, el movimiento parecía haberse descabezado y el resto se había
dispersado. Leval volvió a su base y allí fue llamado por el general Strips.
Acudió con rapidez y entró en la reunión. Su superior, que estaba acompañado de
Logan, le hizo sentarse prescindiendo de protocolos y le dijo.
- Como ya sabe hemos tenido bastante agitación por
aquí y se cree que sólo va a ser el comienzo. Nuestros servicios de
inteligencia han descubierto que, desde la Tierra, va a tratar de entrar en
Bios un grupo terrorista de los partidarios pro apertura. Su misión será
rastrear su cuadrante con la máxima atención. Sospechamos que será por ahí por
donde lo intenten. Olvide cualquier otra cosa y dedíquese a eso. El coronel
Logan le ayudará coordinándole con los cuadrantes colindantes al suyo.
- Sí, señor. - Añadió el aludido explicándole a
Leval -...tenemos fundadas sospechas de que ese grupo tratará de entrar en un
plazo de dos días.
- Eso es todo. - Declaró Strips. - Vuelva a su base
y permanezca alerta. - Ordenó a su subalterno, éste saludó y se marchó de
inmediato. -
Asthel
mientras, concienciado de su responsabilidad, practicaba sus poderes con su
hermana. La muchacha aprendía deprisa y ya era capaz de manifestar su energía y
crear alguna estrella como hacía el chico a corta edad.
-Vas muy bien Maray, en cuanto aprendas a abrir
pasillos dimensionales ya estarás casi lista.
-Eso es mucho más difícil – opuso la niña que
todavía no lo conseguía. –
-No te preocupes. Acabarás por hacerlo y entonces
estarás preparada. - Afirmó confiadamente él. -
-Preparada ¿para qué? - Quiso saber su interlocutora
con visible curiosidad. –
-Te lo contaré cuando llegue el momento – afirmó
enigmáticamente el chico. -
Y por mucho que le insistió ella, Asthel no quiso
adelantarle nada más. Él mismo comenzaba a saber cosas respecto de aquella
misión que debería llevar a cabo, pero era como si alguien le estuviese dando
retazos en su mente y estos fueran agrandándose cada vez más para darle la
visión completa. No obstante, todavía no lo tenía del todo claro…y sobre todo,
había aprendido la lección, debía ser prudente y no revelar demasiado aún.
-Todo a su tiempo. - Se decía ya con mucha mayor
reflexión. - Lo primero es ir reuniendo y preparando a los que me tendrán que
ayudar…
-Oye.- Quiso saber entonces Maray.- ¿Papá y mamá te riñeron
anoche?. Les oí discutir contigo.- Le confesó la cría.-
-Bueno, se preocupaban por mí, nada más.- Afirmó él
restándole importancia. –
-Seguro que fue por esa Maddie.- Comentó
despectivamente la niña.-
-Maddie es una chica estupenda. No sé porqué le
tienes tanta manía.- Se molestó Asthel.-
-No quiero que tengas problemas por su culpa.-
Musitó ahora Maray, dándose cuenta de que esas palabras habían enfadado a su
hermano.-
-No fue culpa suya. Fue culpa mía.- Admitió el
chico, alegando.- Por eso voy a tener mucho cuidado e ahora en adelante. Y tú
también debes tenerlo. Fuera de nosotros, no debes enseñarle lo que sabes hacer
a nadie. ¿Prometido?
-Vale.- Convino la niña.-
Se
dieron los dedos sellando esa solmene promesa. Entre tanto Leval seguía
investigando en su despacho las pruebas que había reunido. Todo apuntaba a que
el responsable del tráfico de drogas tenía acceso a las rutas secretas del
ejército, pero ¿quién podría ser? Bueno, como el general Strips le ordenó dejar
de lado cualquier otra cosa que no fuese la captura de los terroristas, por el
momento archivó los informes. Luego se dedicó a peinar su sector. Al cabo de
dos días, tal y como le habían dicho, apareció una nave no identificada en la
zona que vigilaba, consiguió abordarla y detener a un peligroso grupo
terrorista. Al menos, eso debían ser dado que iban fuertemente armados. El
general Strips y Logan le cumplimentaron con efusividad, aunque él recibió las
felicitaciones de un modo poco entusiasta. Al llegar a casa Amatista le dijo
que había llamado a Sandy, Coraíon y Granate para invitarles a cenar. Durante
la velada charlaron de cosas intrascendentes. Después, los chicos se fueron al
cuarto de Asthel. Leval entonces les contó a los adultos lo del arresto de los
terroristas.
- ¡Oye eso es magnífico! ¡Felicidades!,- le alabó
Coraíon. - Has evitado que esos tipos provocasen alguna desgracia.
- Sí, Leval. - Añadió Amatista sintiéndose muy
orgullosa. - ¡Es estupendo cariño!
- Enhorabuena, - intervino Sandy con voz más
templada pero igualmente alegre y esperanzada al desear. - Espero que estos
problemas se solucionen pronto.
- Gracias, pero hay algo que no veo nada claro. -
Objetó Leval reflexionando en voz alta para sorpresa de sus oyentes, sobre todo
cuando les explicó. - Veréis, esos tipos iban muy bien armados, pero se
rindieron sin presentar batalla. Es como si esperasen que fuéramos a atraparles
y estuvieran dispuestos a ello. No lo comprendo.
- Será que no querrían que les mataseis. - Conjeturó
Coraíon añadiendo con desdén. - Esos terroristas son muy valientes poniendo
bombas o atacando a personas indefensas, pero no tienen valor para luchar
contra alguien que pueda defenderse.
- No es sólo por eso. Y no te creas. Hay muchos de
esos fanáticos que se hubieran suicidado sin dudar, haciendo explotar la nave
con todos nosotros dentro. Eso hasta les habría animado a hacerlo con mayor
motivo, caer como mártires y llevarnos por delante. - Arguyó su interlocutor
nuevamente para remachar con aire pensativo. - Llegaron justo en el momento
adecuado y en el sitio donde les esperábamos, ¿cómo es posible que tuviéramos
esa información tan precisa? - Máxime con uno de esos grupos que suelen ser
impredecibles.
- Eso quiere decir que tenéis buenos informadores, -
le animó Sandy sin darle más importancia y agregando despreocupadamente. -
¡Alégrate por ello en lugar de preocuparte!
- Es que hay algo que no me gusta en todo esto, -
confesó Leval que insistió. – Es como una corazonada. No sé. Me lo han puesto
muy fácil, demasiado fácil. Creo que esos tipos tendrían que haber intentado
huir, pero únicamente hicieron un amago de evasión.
- ¿Qué piensas entonces que ocurre, Leval? -
Inquirió Amatista con el gesto más serio. - Te conozco, cuando le das tantas
vueltas a un asunto es que crees que sucede algo que se te escapa...
-Sí, - admitió él - pienso que es como si hubieran
querido distraer mi atención de otra cosa, de algo mucho más importante a lo
que quizás me estuviera acercando demasiado. Pero ¿el qué? - Se preguntó su
esposo haciendo que todos le mirasen sorprendidos y desconcertados. -
- Si te sirve de algo, no detecto nada anormal. -
Afirmó Sandy, que, pese a todo, admitió. - Aunque quizás mis presentimientos ya
no son lo que eran. Es como si a medida que voy cumpliendo años fuera perdiendo
ese don.
-El primo Mazoui me ha dicho a veces algo similar. -
Convino Coraíon. – Sus percepciones también se han ido embotando con la edad.
-Bueno, en todo caso. Más vale que por el momento no
le des más vueltas, cariño. - Terció Amatista tratando de animar a su esposo.-
Vamos a disfrutar de la velada.
El interpelado asintió con una leve sonrisa, aunque
pese a todo seguía pensativo. No obstante, al final concedió.
-Sí, dejemos esto y pasemos un buen rato… ¿Qué tal
vosotros y vuestros padres? - Se interesó con un tinte más jovial. -
-Mi padre vendrá pronto. - Le dijo Sandy, sonriendo
también. -
-Ha pasado un tiempo con los míos. Se fueron de
viaje. - Afirmó Coraíon con tono desenfadado y hasta divertido al sentenciar. -
Celebro que se lleven tan bien.
De
este modo los adultos prosiguieron con sus temas de charla. En el cuarto de
Asthel, mientras tanto, éste habló con Granate y con su hermana Maray. Les
pidió ayuda para cuando tuviera que cumplir con su misión. Al principio los dos
se quedaron sin saber que decir, pero el niño contestó al fin en tono decidido.
- ¡Cuenta conmigo para lo que quieras!
- Gracias, Granate...- sonrió Asthel muy contento. -
Eres un amigo.
-Cuando mi abuela me habla, suele decirme muchas
veces que yo estoy aquí en gran parte gracias a ti. Que pediste al Creador que
yo naciera para hacer felices a mis padres y abuelos. Me decía que tal vez un
día me pidieses ayuda y que te ayudase, porque ibas a hacer cosas muy
importantes. Y yo quiero participar en ellas. - Repuso el crío con satisfacción
y orgullo. -
- Yo también te ayudaré hermano, pero, ¿qué
tendremos que hacer? - Le preguntó Maray visiblemente interesada para añadir. -
Muchas veces te oigo hablar de tu misión, pero nunca me dices de que se trata.
- Ni yo mismo lo sé del todo todavía, - le confesó
Asthel comentando. - Solamente sé que será algo muy importante para el orden y la
paz en el universo. Además, aún deben venir a enseñarme más cosas. Quizás
entonces me lo digan. Pero ahora que vais a ayudarme, debemos empezar a
practicar...
- ¿Practicar? –Preguntó Granate con curiosidad. - ¿A
qué te refieres?
- Yo le he enseñado a Maray muchas cosas que a mí me
han enseñado. A decir verdad, creo que ya enseñé a mi hermana todo lo que he
aprendido. Pero tú no las sabes aun, así que deberé enseñarte también. - Le
dijo Asthel. -
- ¡Qué bien!, los tres juntos haremos un buen
equipo...- aplaudió Maray muy contenta. -
- ¡Vale, pues eso haremos! ¡Desde mañana mismo
comenzaremos a enseñarle cosas a Granate! - Dispuso Asthel con el mismo ánimo
que su hermana para indicarle a ella. – Como sois de la misma edad y vais
juntos al cole tendréis más tiempo para quedar y tú podrás mostrarle las cosas
más básicas, así ganaremos tiempo.
- ¡Vale! - Exclamó una entusiasmada chica, deseosa
de ser ella la maestra para variar. Así proclamó con orgullo. – ¡Seré como la
señorita Idina!…
-Pero ya lo sabéis. Todo en absoluto secreto.
Nuestros padres no deben enterarse.
Por
supuesto que sus interlocutores así lo prometieron. Y así pasadas unas horas,
Sandy y Coraíon se despidieron y llamaron a Granate para marcharse. Cuando se
fueron, Leval y Amatista les dijeron a los chicos que se acostasen. Ellos
siguieron reflexionando sobre lo que ocurría. Estaban enfrascados en la
conversación cuando sonó el vídeo teléfono. Era de la central de Bios de
recepción de mensajes. Fue el encargado quien habló preguntando por Amatista.
- ¿La señora Malden...?,- inquirió la voz de éste -
¿Es usted?...
- Sí, soy yo, ¿qué ocurre para que me llamen a estas
horas? - Preguntó ella extrañada. -
- Tiene usted un vídeo mensaje urgente de la Tierra,
¿se lo paso?...
- Sí, claro, por favor páselo. - Le pidió Amatista
con deseo de saber que sucedía. -
El
encargado asintió y desapareció de la pantalla, en su lugar apareció el rostro
triste de Esmeralda...
- Hija...Leval. Hoy ha muerto Ian, no ha sufrido y
se ha ido de forma feliz, con una sonrisa y rodeado de su familia. Sé que no
podréis estar presentes en el funeral, pero, me gustaría que vinieseis, si os
es posible, a dar el pésame a Satory, Mazoui y las niñas. - Hubo una pausa en
la que Esmeralda dominó un amago de sollozo para proseguir. - Amatista, Satory
necesita verte y a tu padrino le hubiera gustado que estuvieras con ella en
este trance tan difícil. No hace falta que llevéis a los niños, pero si así lo
queréis traedlos, y al menos tu padre y yo, Roy y Bertie, podremos ver a
nuestros queridos nietos. Adiós, muchos besos, os esperamos pronto. - El
mensaje se acabó y la pantalla volvió a apagarse. -
Los
dos esposos se miraron con pesar. Masters había sido un buen hombre, amigo de
sus padres desde siempre. Con él habían compartido muchas aventuras en sus
luchas para defender la Tierra. Y para Amatista su padrino fue una especie de
tío que nunca dejó de ayudarla cuando ella lo necesitó.
- ¡Pobre padrino Ian! - musitó entristecida. - No
era tan mayor, no sé por qué ha podido morirse tan pronto.
- Aunque no lo pareciera pese a toda su fortuna,
sufrió mucho en su vida, Amatista, - le dijo Leval abrazándola por los hombros
tras de ella en tanto enumeraba. -
Primero su mujer, luego Satory, que, aunque que resucitase con aquel milagro,
no le quitó a Ian la angustia de creer que la había perdido y la emoción de
recuperarla. Su corazón habrá sufrido mucho. En fin, pediré un permiso corto e
iremos a ver a la familia. De todas formas, no me vendrá mal alejarme de aquí
algunos días y de paso, hablar con Mazoui. Podré adquirir perspectiva de las
cosas.
- Yo también lo haré - asintió ella posando sus
manos sobre las de su marido - y les preguntaré a los niños que desean hacer.
Creo que tendrán ganas de ir para ver a sus abuelos.
Leval
asintió y ambos decidieron irse a dormir y prepararlo todo al día siguiente.
En el reino de Cristal Tokio también se supo la
noticia. Los propios soberanos le dieron el pésame a la familia. Después
informaron a las princesas en una reunión.
-Pobre Masters, era un buen hombre. - Comentó
Minako, añadiendo. - Mi ahijado le apreciaba muchísimo.
-Sí, es una pena, pero es ley de vida. Al menos para
los terrestres normales. - Suspiró Rei. -
-Todos lamentamos su pérdida, fue siempre un amigo
leal y un gran apoyo para nosotros. - Declaró Endimión, dirigiéndose ahora a
Hotaru. - Tú eras la que más unida estaba a la hija de Ian.
-Sí, así es, y me gustaría ir a darle el pésame en
persona. - Afirmó. -
-Así sea. Aprovecha para saludar a todos nuestros
amigos. - Convino Serenity. -
-Y presta atención al grupo de los más jóvenes. - Le
indicó Endimión anticipándole a su interlocutora. - Cosas muy importantes se dirán
allí.
- ¿Cosas importantes, cuáles Majestad? - Quiso saber
la princesa de Urano. -
-Relativas a la gran tarea que esa nueva generación
deberá afrontar. - Le desveló Serenity ahora, añadiendo. - No solamente el
Mensajero deberá cumplir con una misión. Habrá más, muchos más, llamados a
realizar una importantísima tarea junto a él.
Las
demás princesas escuchaban muy intrigadas y Hotaru prometió estar atenta y
darles buena cuenta de cualquier cosa que pudiera observar a su regreso. Así
quedó levantada la sesión…
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