En Bios las cosas parecían seguir como estaban antes
del viaje. No obstante, Leval pudo advertir que había patrullas en las calles.
Cuando volviera a la base al día siguiente ya le preguntaría a Logan el porqué.
Amatista por su parte también debía reincorporarse a su trabajo, tenía
bastantes cosas atrasadas y tanto Asthel como Maray se prepararon para ir al
colegio. Era una lata, pero tendrían que madrugar otra vez tras sus fugaces
vacaciones en la Tierra. Su madre les dijo que se fueran a acostar temprano.
Cuando fue a dar las buenas noches a la niña ésta le dijo entusiasmada.
- ¡Mami! la abuela Beruche me estuvo enseñando
algunas fotografías de ella y de la abuela Esmeralda cuando eran jóvenes. ¡Las
dos eran muy guapas!... ¿tú crees que yo seré tan guapa como tú y como ellas?,
¿o como tú o la tía Kerria?...
- Por supuesto que sí. Tú ya eres muy bonita, hija.
- Le sonrió cariñosamente Amatista acariciándole la frente. -
- Pero quiero ser modelo como la abuela Esmeralda...
¿podré? ...- insistió la niña. -
- Claro - asintió su madre. - Cuando seas un poco
más mayor. Seguro que la abuela te enseñará…a mí me enseñaba cosas cuando yo
era pequeña. Y en cuanto se lo digas, estoy convencida de que se pondrá muy
contenta.
- ¿Y tú? - Le inquirió Maray. - ¿Por qué no fuiste
modelo como la abuela?...Me acuerdo que una vez mi amiga Claire te lo preguntó.
Amatista
se tomó unos instantes para responder. Aquella pregunta no le trajo recuerdos
muy gratos precisamente. Su madre casi siempre había estado de gira y
trabajando sin parar desde que ella tenía uso de razón. A veces, unas pocas
solamente, la llevaba a su despacho y hasta recorrían las instalaciones de la
casa Deveraux juntas. Allí podía ver chicas muy altas y muy guapas. Entonces,
siendo tan niña, sí que deseaba llegar a ser como ellas. Sin embargo, eso le
fue pasando con la edad. Sin saber por qué también le vino a la memoria un
paseo con sus padres en el Bois de Boulogne, a las afueras de París. Solían
llevarla allí cuando era fiesta o ambos tenían días libres. Era un lugar
precioso. Amatista corría, jugaba con las hojas, con su conejito de peluche o
se escondía tras los árboles. Sus padres fingían no verla, claro. Ahora sonrió.
Con la inocencia de esos pocos años, pensaba que era invisible. De hecho, todo
parecía misterioso y mágico en esos lejanos tiempos…
-Mami. ¿Por qué sonríes? -Quiso saber Maray
sacándola de esos recuerdos. -
-No es nada, cariño. Me acordaba de cuando era
pequeña. – Confesó la aludida, para remachar. - Entonces a mí me hacía mucha
ilusión crecer y ser una chica como las de la agencia de la abuela. Después, se
me pasó…
- ¿Por qué? - Inquirió su hija con curiosidad. -
- Bueno, porque cuando me hice mayor a mí me gustaron
más otras cosas...pero me alegro que tú quieras serlo. ¿Y sabes una cosa muy
importante para las modelos? - Añadió enigmáticamente su madre queriendo llevar
la charla a su terreno -... ¿Una que tu abuela Esmeralda siempre me decía?
- ¿Cuál?... - preguntó la cría muy interesada. -
- Hay que ser muy alta y muy guapa, para ser alta
hay que comer bien...y para ser guapa hay que dormir, así no salen ojeras. Anda
duérmete - le susurró cariñosamente Amatista que arropó a su hija sonriendo dándole
un beso de buenas noches. -
- Buenas noches, mami - respondió Maray mientras se
tapaba la cara con las sábanas. -
La
cría pensó que también Claire quería ser modelo. Las dos a veces jugaban a eso
en los recreos. Aunque últimamente se veían menos. De hecho, su amiga le
comentó con tristeza que posiblemente se iba a mudar de Vitae.
-A papá le van a destinar a la Tierra, y nos
tendremos que ir cuando acabe el mes.- Suspiró apenada.-
-¡Jo! ¡Qué rabia! ¿No te podrías quedar?- Inquirió Maray.-
-No, ya me han estado buscando un colegio en la
Tierra. Y mis hermanos mayores incluso viven ya allí.
Acordándose de eso se puso un poco triste, pero las
dos se prometieron que seguirían practicando mucho para llegar a ser dos
famosas modelos y poder verse cuando viajasen de un planeta a otro. Con ese
ánimo cerró los ojos. Amatista entre tanto apagó la luz y salió del cuarto.
Sonrió moviendo la cabeza despacio. ¡Esta niña! Ahora le había dado por querer
ser modelo. El año anterior quería ser maestra como Idina. Y antes de eso,
científica como ella misma. En fin, algún día encontraría su auténtica vocación.
Lo dejó correr y fue a dar las buenas noches a su hijo. El muchacho parecía
estar meditando dado que estaba sentado en el suelo en la clásica postura del
loto y un aura blanca salía de él. Su madre se quedó mirando sorprendida y al
cabo de unos instantes le preguntó.
- ¿Qué haces, Asthel?...
- Estoy tratando de desarrollar mi energía, mamá.
Como los dioses me enseñaron. - Respondió el interpelado. -
- Ya tendrás tiempo para eso, ahora tienes que
dormir. Por muy Mensajero que seas debes descansar. Venga, acuéstate ya. - Le
pidió su madre. -
-Es verdad. Ellos también lo dicen.- Concedió el
muchacho que se metió en la cama. – Mi parte humana debe de estar bien cuidada.
Amatista asintió con aprobación. Al menos esos
dioses demostraban algo de sensatez. Lo único que no le gustaba era oír eso de “su
parte humana” Ella le consideraba humano por completo. Pese a todo su hijo
había madurado mucho y desde luego le notaba más centrado e incluso prudente.
Le observó también charlar mucho con su abuelo paterno, de modo que le
preguntó.
- ¿Qué tal
con el abuelo Roy?... ¿te ha contado muchas cosas?
- Es muy divertido - afirmó el muchacho, quien tras
sonreír, le contó a su madre. - Me ha dicho que tengo que jugar al baloncesto.
Que, con lo alto que soy, seguro que se me dará bien...
- Y tú ¿qué harás? - le preguntó Amatista. -
- Me gusta como deporte, pero creo que tengo cosas
más importantes que hacer...- Valoró el muchacho. -
- Sí hijo, - convino su madre con voz algo más
apagada, aunque enseguida se rehízo y le animó. - Pero no por eso dejes de ser
un chico como los demás... ¡diviértete! A propósito. ¿Qué tal con Madeleine,
habéis hecho ya las paces?
- Sí, - sonrió Asthel confesándole. - La llevé por
algunos de los lugares que he visitado y le expliqué eso que te acabo de decir,
que tengo cosas importantes que hacer. Ella lo entiende y ya no está enfadada conmigo.
No te preocupes, me ha prometido que guardará el secreto. Supone que la tomarían
por loca si lo dijese.
-Sí, sería lo más probable.- Sonrió levemente su
aliviada madre.-
Pero
Asthel parecía algo contrariado, y añadió.
-Aunque no sé si querrá que salgamos juntos, se lo
propuse, pero no me respondió claramente. Dime una cosa, mamá. ¿Por qué sois
tan raras las mujeres? – Preguntó con un leve tinte de irritación. -
A su madre no le pareció demasiado bien que el chico
le hubiera abierto tanto su corazón a esa muchacha hasta el extremo de
revelarle sus poderes. Pero a fin de cuentas, tras haberlo discutido con Leval
tuvo que darle la razón a su esposo, era decisión suya. A fin de cuentas, ella
no podía saber si eso estaba mal o si por el contrario obedecería a algún
misterioso designio más. Suspirando resignada se dispuso a actuar como si no
hubiera oído aquello.
-Bueno. ¿Cómo que somos raras? - se sonrió a renglón
seguido, para replicar. - De eso nada. Vosotros los chicos sí que sois bastante
raritos, hijo.
-Nosotros decimos las cosas claramente. - Opuso él.
- Vosotras siempre estáis diciendo una cosa, pero queriendo significar otra…
-¡Pero eso es porque tenemos más de aquí! - Se rio
ella tocándose la cabeza, para sentenciar. - A vosotros sin embargo todo os entra
por los ojos…
Aunque
por supuesto se calló convenientemente el recuerdo de la primera vez en la que
vio al padre de su hijo, claro…
- Puede ser. - Se sonrió entre tanto el chico,
aunque añadió, ahora de manera más seria y atribulada. - No, en serio, mamá. A
mí me gusta mucho. ¿Qué puedo hacer? ¿Cómo sabré si yo le gusto a ella?
- Dale tiempo, - le aconsejó Amatista. – ya te dije
que , en mi opinión le gustas. Pero si de verdad está interesada en ti, seguro
que te lo hará notar...ahora duerme que mañana es día de clase.
Y dicho esto también besó y arropó a su hijo. Se
alegraba de que Asthel tuviera aquellas dudas y aquellos miedos tan propios de
un muchacho de su edad. Así debía de ser y eso la animaba. Al menos en eso era
completamente humano. Tan vulnerable como cualquiera. Cuando le dejó descansando
ya acostado y fue a buscar a su marido, le encontró trabajando en el ordenador
y con una pila de papeles, de modo que, entre divertida y reprobatoria, declaró.
- Leval, me recuerdas a mi padre, cuando venía con
trabajo a casa nunca me hacía caso y eso me molestaba mucho, así que ya está
bien de trabajar por hoy, - y en tanto sentenciaba esto le tapó la pantalla con
una mano. -
- Amatista, - respondió condescendientemente él,
tiñendo además su tono con preocupación. - Tengo que revisar estos informes,
son de los últimos puntos conocidos de reparto de Loten.
- ¿Qué es eso del Loten? - preguntó ella sin comprender.
-
- Una nueva droga alucinógena que produce cambios de
humor y trastornos en la personalidad si se consume reiteradamente. Además,
crea adicción casi inmediata. Se ha empezado a detectar en Bios. Al irnos a la
Tierra había solicitado estos informes, pero es ahora cuando me han llegado y
lo que pone aquí es muy alarmante...
- ¿De qué se trata, cariño? - Inquirió ella
mostrándose más inquieta. -
- Se vende cerca de institutos y lugares
frecuentados por los jóvenes. - Le explicó él, añadiendo con un toque de temor.
-No es excesivamente cara así que los chicos pueden hacerse con ella sin casi
esfuerzo.
- Pero debe ser la policía la que se encargue de
esto, ¿no crees? - Le dijo su esposa con total naturalidad. -
- La policía de Bios está en mantillas, - objetó
Leval añadiendo no sin pesar. - Recuerda que aquí hasta hace muy poco no hubo
esta clase de problemas. Ha sido el ejército el que de modo provisional se ha
encargado de vigilar de vez en cuando y de proporcionar seguridad. Y nos
encargábamos de eso, más temiendo un ataque desde el espacio, que cualquier
tipo de problema en las ciudades. Pero el planeta ha ido creciendo en población
y el control se hace cada vez más difícil. - Suspiró él que añadió bastante
preocupado. -No me gusta el cariz que está tomando esto Amatista, hay que
advertir a nuestros hijos que tengan cuidado en la calle, sobre todo a Maray
que es la más pequeña.
Su
esposa asintió. ¡Por supuesto que lo haría! Pero ya era tarde, estaba cansada,
y no deseaba turbarse por más problemas. Al menos esa noche. Ahora sus hijos
estaban en sus habitaciones y a salvo. Soñando a buen seguro con sus propias
ilusiones. Y eso le llevó a recordar la conversación que mantuvo con Maray.
- ¿Sabes que nuestra hija me ha dicho que quiere ser
modelo? - Le contó ella intentando cambiar de tema para aliviar la preocupación
de Leval. – Al menos este año, ya veremos el que viene…
- Como tu madre - sonrió él que admitió con un poso
de ternura. - Sería bonito...bueno, como tú misma has dicho cariño, son cosas
de su edad, no sé si cuando sea mayor seguirá pensando igual.
- A mí personalmente me gustaría que se decantase
por otra cosa que requiriera estudiar alguna carrera. No sé, científica,
abogada o ingeniero. Ya sabes.
-Es que te has convertido en una madre muy
conservadora. - Se sonrió él. Añadiendo jocoso. - Aunque claro, ¡ya vas
teniendo una edad!…
- ¡Eso es lo que me faltaba por oír! - Replicó ella aferrándole afectuosamente el
cuello con simulado enojo, pero riéndose para agregar. - ¡Ni se te ocurra
llamarme vieja!…
-Jamás se me pasaría por la cabeza. - Replicó Leval
con gesto divertido, soltándose del agarre y sentando a su esposa en sus
rodillas para agregar a propósito de la hija de ambos. - Aunque para ser modelo
hay que estudiar también, ¿no?... No creo que fuera algo tan malo para Maray…
-No, no digo que lo sea. - Se justificó su mujer
comentando ahora con un tinte algo más serio. - Tampoco me desagradaría del
todo la idea. - Reconoció Amatista que confesó. - A veces tengo la impresión de
que decepcioné a mi madre en ese aspecto, de adolescente nunca me gustó ir como
ella...
- Eso es normal, - concedió su esposo. - Todos los
adolescentes suelen ser rebeldes por naturaleza, no les suele hacer gracia
seguir el ejemplo de sus padres, querías ser tú misma...
- Lo sé...pero era tan impetuosa y tan alocada. Supongo
que con la edad te das cuenta de eso...
- ¡Ahora eres tú la que hablas como si ya fueras una
vieja! - Bromeó Leval. -
- Ya tengo treinta y siete años, cariño. No es que
sea una anciana, pero tampoco soy ya ninguna chavala. - Reconoció Amatista muy
a su pesar. -
- ¡No te preocupes!, yo te querré incluso con tus
arrugas. - Aseveró jocosamente él. -
- ¿Arrugas?,- exclamó Amatista espantada,
preguntando mientras se tanteaba la cara a la búsqueda de alguna. - Yo todavía
no tengo arrugas. ¿Me has visto arrugas, Leval?, ¿dónde?...
- ¡Ja, ja! ¡Qué no, mujer!, que sólo era una forma
de hablar. A lo mejor son las patas de gallo que me han confundido....
Amatista corrió a mirarse al espejo y una vez
suspiró tranquila le replicó con desenfado.
- ¡No me fastidies...todavía no tengo nada de eso!
- ¡Era una broma, tonta! - reía Leval verdaderamente
divertido - ¡no te pongas así!
Ella agarró un cojín y comenzó a sacudir con él a su
marido para vengarse en tanto exclamaba divertida.
- ¿Serás idiota? ¡Ya te daré yo bromas!
El
agredido se defendió utilizando otro. Al poco ya se habían caído al sofá, con
él encima. Después de la “dura batalla”, sellaron la paz con unos besos. Ambos
se fueron a dormir cansados. Amatista murmuraba ya acostada al hilo de esos
comentarios que habían hecho antes de emprenderla a golpes de cojín...
- ¡Qué envidia me da Sandy!, en los últimos quince
años no parece haber cambiado nada....
- Mi tía Karaberasu también se conserva muy joven
para su edad, y eso que es mayor que mi madre. - Recordó Leval añadiendo con
humor. - ¡Será porque tenía una tienda de cosméticos...o quizá por Mazoui!...
- ¿Y qué tiene que ver Mazoui con esto? ...- susurró
Amatista ya medio dormida. -
- Él me dijo una vez que los demonios podían ser
eternamente jóvenes si así lo deseaban, puede que sus descendientes tengan esa habilidad
- conjeturó Leval. –
-Pero tu tía no desciende de ellos. - Opuso su
esposa. -
-Pero concibió a mi primo de uno, quizás eso pueda
tener alguna relación. - Elucubró su interlocutor que pareció pensar en eso más
seriamente. -
-Le preguntaré a Sandy si eso es verdad, y si es así
tiene suerte, se va a ahorrar una fortuna en cremas. - Bostezó Amatista. –
- Bueno, la tía Petz te envió a ti unas cuantas, no
es para quejarse. – Le recordó él. -
- Sí, es verdad. Y son muy buenas desde luego. -
Concedió su esposa que, muy cansada, ya sólo pudo decir. - Hasta mañana.
Al
fin se durmieron y cuando llegó el día siguiente Leval advirtió a sus hijos
sobre esa droga. Los chicos le dijeron que no se preocupase, que tendrían
cuidado y ambos fueron a sus respectivos colegios. En el instituto, Asthel se
alegró de volver a ver a Madeleine, ella estaba más amable con él, parecía haberle
perdonado del todo. El muchacho aprovechó la ocasión para invitarla a tomar un
refresco. Su compañera aceptó de buena gana. Si era sincera consigo misma a
ella también le atraía ese muchacho y hasta ese momento lo único que le había
impedido salir con él era aquel asunto de las reuniones. Pero eso ya quedaba
atrás, sobre todo, a la vista de las increíbles cosas que podía hacer el chico.
Aunque no le gustaba simplemente por eso. Lo cierto era que ya se había fijado
en él desde bastante tiempo antes y esperó pacientemente hasta estar segura de
que el chico sentía lo mismo y daba el primer paso. Así pues, ahora todo sería
más fácil. Eso pensaba Maddie conforme caminaba a su lado sujetando algunos de
sus holo cuadernos de apuntes. Asthel charlaba con ella sobre algún tema
intrascendente del instituto y los dos se fueron a la cafetería aprovechando el
primer recreo, allí ocuparon una mesa y bebieron sendas limonadas. Madeleine,
con visible interés, le preguntó si seguía con sus viajes.
- Últimamente he viajado, - admitió él – pero de
forma más normal. Solamente fui a la Tierra unos días a ver a mi familia. Estuve
con mi primo que vivía en Europa hasta hace poco. Él también será de mi
equipo...
- Pero esa misión tuya, ¿cuándo empezará? - Le
preguntó Madeleine con curiosidad y extrañeza. -
- No lo sé, espero a dos dioses todavía. Supongo que
dentro de poco me lo dirán...- Repuso él queriendo cambiar de tema por lo que
preguntó a su vez - ¿y tú?, ¿has ido a alguna reunión más?...
- No - respondió sinceramente ella. - La última vez
que fui me asusté, ¿sabes una cosa? Creo que se han celebrado dos reuniones más
y conozco a gente que va a ellas. Pero les noto cambiados, de peor humor. Parecen
enfadados con todo el mundo.
- ¿Sabes si toman algo?,- le preguntó su
interlocutor recordando lo que su padre le había explicado esa mañana. -
- No lo sé...pero me preocupa. - Le confesó Madeleine
cuando sonó el timbre del fin de recreo. -Tenemos que volver a clase.
- A la salida nos vemos, ¿de acuerdo? ...- propuso
Asthel y la muchacha asintió con una sonrisa.
-Entonces, ¡hasta luego! - se despidió alegremente él, que corrió hacia
su clase mientras la chica hacía lo propio rumbo a la suya. -
Aquello
marchaba bien, ¡parecía que al fin esa muchacha se fijaba en él! De modo que
Asthel se fue a su aula tan contento. Junto a él se sentaba su amigo Kyle que
le preguntó expectante.
- ¡Qué! ¿Ya te has ligado a Maddie?
-Eso espero. - Sonrió él algo azorado. -
- ¡Es un pedazo de pibón! Date prisa o vendrá otro que se te
adelantará. - Sentenció su amigo, que sonrió añadiendo divertido. - Por
ejemplo, yo mismo.
Como
réplica Asthel le dio una colleja. Kyle se la devolvió y estuvieron jugueteando
así hasta que entró el profesor. De inmediato ambos pasaron a centrarse (o al
menos dar la impresión de ello) en la clase. Maray por su parte estaba junto
con Granate en su aula de la escuela de primaria. Era una aburrida hora de
lengua y ella se entretenía mirando por la ventana. Deseaba salir ya de una vez.
Además, Idina no estaba. Había pedido un par de semanas de vacaciones para ir
con su familia a visitar a su gran amiga la reina Neherenia y a ver después a
sus padres. Llevaba ya más de diez días fuera. La sustituta, la señorita
Emerson, era un auténtico rollo. De modo que el timbre de final de las clases
se hizo esperar, pero fue muy bien recibido cuando al fin sonó dando estas por
concluidas.
- ¡Por fin! - Suspiró un asimismo aburrido Granate.
– Pensaba que no se iba a acabar nunca.
-Espero que la seño Idina regrese pronto. - Declaró
su compañera en tanto recogía. -
-También tiene derecho a unas vacaciones. - Comentó
despreocupadamente su interlocutor. –
- ¡Jo! Pero esta profe es muy rollo. - Afirmó
quejumbrosamente la niña. - Todo el rato con dictados y con lecturas aburridas.
-Es normal, estamos terminando la primaria. - Repuso
Granate alegando. – El año próximo iremos ya a secundaria.
-Pues que fastidio. Allí tienen que estudiar
muchísimo. Mi hermano se pasa la vida aprendiendo cosas a cuál más rara. -
Suspiró resignadamente Maray. -
- Es más divertido cuando nos enseña cosas de esos
dioses. - Convino Granate añadiendo con algo de pesar. – Aunque últimamente no
tiene mucho tiempo.
-Está muy atontado con esa Madeleine. - Le confió su
amiga imitando a la perfección el mejor tono de cotilleo que utilizaban los
mayores. -
-¡Estamos apañados entonces! No sé qué la verá. Es
una sosa. - Declaró su contertulio moviendo la cabeza. –
Su contertulia asintió, eso mismo pensaba. ¡Menos
mal que Granate era razonable! Así las cosas, finalmente terminaron de recoger
y se marcharon para su casa, pero a la salida del colegio vieron una gran
multitud de chicos en fila, hacían cola para un puesto de bebidas que ofrecían
degustación gratis. Dos individuos, un hombre y una mujer, ofrecían vasos con
prueba gratuita. La mayoría de los que lo probaban querían repetir, ¡estaba
delicioso! decían entusiasmados.
-Mira ¿Qué será? - Le indicó Maray con expresión
curiosa. -
-Quizás han sacado una bebida nueva y la están
promocionando. - Conjeturó el chico. -
-Podríamos ir a que nos dieran un poco. - Le propuso
su compañera. -
Granate
quería irse a casa porque tenía prisa, pero Maray le dijo que ella lo probaría.
Tenía sed y ese nuevo refresco parecía estar muy bueno a juzgar por los comentarios
de los demás chicos. Su amigo, encogiéndose de hombros, se marchó tras
despedirse y ella aguardó en la cola a que le llegase su turno. Valió la pena
esperar, cuando le dieron a probar le pareció delicioso, aunque no reconocía el
sabor. Pese a sus ruegos por repetir le respondieron lo mismo que al resto. Únicamente
un vaso de degustación gratuita. Dentro de poco saldría al mercado. Con gesto
desencantado se volvió a casa, le diría a su madre que comprase de ese refresco
cuando saliera a la venta. Llegó casi dos horas tarde, Amatista la esperaba en
la entrada muy nerviosa. Tan pronto Maray asomó la nariz por la puerta le echó
una buena bronca.
- ¿Se puede saber dónde te habías metido? Llamé a
casa de Granate hace una hora y él estaba allí, dijo que te habías quedado
haciendo cola para probar un refresco... ¿es que no te das cuenta de que nos
has dado un susto de muerte a tu padre y a mí?...
Pero
en esta ocasión Maray no parecía afectada por la regañina de su madre, sólo se
limitó a decir con una sonrisa de satisfacción.
- Quiero más de ese refresco, está muy bueno. Mamá,
compra más. Mucho más - repetía con la mirada perdida. -
Leval
se acercó entonces al oír a Amatista. Había estado dando vueltas e incluso
dirigiéndose al colegio. Hasta trató de encontrar el aura de su hija para
ubicarla. Sin embargo, no pudo conseguirlo. La niña no emitía mucha y debía de
estar rodeada de gente. Retornó a casa pensando en aguardar una hora más y
después ordenar que la buscaran. Ahora la observaba con una mezcla de enfado y
alivio. Pero una vez escuchó el tono de la respuesta de la niña, y, sobre todo,
cuando la miró a los ojos, se asustó.
- Hija, ¿estás bien?,- le preguntó con suavidad
acercándose a Maray. -
- ¡Estoy muy bien...y quiero más!,- exigió la chiquilla
con voz impertinente. -
- ¡Oye, Maray! ¡No te dirijas a nosotros en ese
tono!,- intervino la enfadada Amatista llamándole la atención.
Aunque para su sorpresa Leval hizo
callar a su mujer con un gesto, mientras observaba preocupado a su hija y le
preguntaba.
- Dime cariño, ¿quieres más refresco?
- Sí - replicó ella de forma seca e imperativa para
sentenciar. – Más, ¡ahora!…
- ¿Qué te pasa, cielo? - le preguntó su madre que
ahora sí la observaba bastante asustada a su vez. - ¿Qué pasa con ese
refresco?...
Maray
la miró fijamente como si no la conociese, fue su padre quién le pidió con tono
suave.
-Anda hija, llévame a donde está ese refresco para
que pueda comprarte más. ¿Quieres?
La niña no se hizo repetir aquello, de
inmediato salió corriendo hacia la calle como una exhalación. Leval movió la
cabeza como si confirmase algo que temía. Le desveló a Amatista con tono
alarmado.
- Algo le ocurre, ¡maldita sea! Espero que no sea lo
que estoy pensando...
- ¿El qué? - Exclamó su esposa cada vez más intranquila.
- ¡Leval, por favor, no me asustes!
- Podría ser efecto del Loten, les hace perder los
nervios y la perspectiva de la realidad fruto de la adicción. Como te dije ayer
es una droga que engancha casi nada más se toma. ¡Por eso es tan terrible!
- ¡Dios mío, no!, hay que ir tras ella. ¡En ese
estado podría ocurrirle cualquier cosa! - Exclamó Amatista totalmente aterrada.
-
- No te preocupes. Voy con ella - trató de
tranquilizarla su esposo que se concentró en la energía de su hija. -
Esta vez, por mor de la proximidad entre ambos, pese
a notársela bastante inestable pudo captarla bien y se trasladó. Asthel salió
entonces de su cuarto. Había llegado antes que su hermana tras salir de clase y
tener una cita con Maddie. Lo cierto es que todavía pensaba en eso, así que no
se había enterado de nada, sólo de las últimas voces.
- ¿Qué ocurre, mama? - Quiso saber al ver la expresión
angustiada de su madre. -
- Hijo, es algo grave. - Amatista le contó lo
sucedido para remachar con visible angustia. -Tu padre ha ido a por tu hermana,
¡quiera Dios que no sea por esa droga!
- Madeleine me contó que las personas que la consumían
se volvían muy agresivas, - le comentó
Asthel asustado también. - Tenían un carácter muy inestable...
- Avisaré al médico y a Sandy...- Pudo decir Amatista
con los nervios a flor de piel. No perdió ni un segundo y corrió desesperada a llamar.
-
Leval
por su parte había aparecido junto a su hija que corría, cortándola el paso.
Afortunadamente en una callejuela sin nadie alrededor. Maray trató de escapar,
pero él la sujetó.
- ¡Déjame ir! - chillaba la cría. - ¡Quiero más!
¡Quiero más!... ¡quiero más!...
La niña se retorcía compulsivamente tratando de
soltarse sin parar de repetir aquello atrayendo entonces a algunas personas que
pasaban por una calle adyacente. Y ante las miradas atónitas de algún que otro
transeúnte.
- Hija por favor, debes tratar de calmarte, te han
dado algo que te ha sentado mal, - le decía su asustado padre tratando de
mantener una voz paciente y sosegada -...
- ¡Déjame que beba más! - gritaba y sollozaba ella con
desesperación sin parecer escucharle. -¡Quiero beber más!
Leval
la sujetó para que no se escapase y cuando se aseguró de que la calle estaba
otra vez desierta, ajenos a miradas curiosas, se transportó con ella a su casa.
Su mujer había llamado a Sandy que rápidamente se había dirigido allí. Al
aparecer su marido tumbaron a la niña, que ahora sufría convulsiones, sobre un
sofá. Amatista estaba muy asustada, se había quedado pálida viendo a su hija en
ese estado casi de catatonia y no podía ni articular palabra. Pero su amiga la
tranquilizó.
- No temas, esto se le pasará, necesita reposo y que
la vigiles, con mis dotes curativas trataré de calmarla. - Sandy sujetó la
frente de Maray que ardía. Con una mano trató de transmitirle su poder. Casi al
instante la niña calmó sus temblores y su sanadora añadió. - Debe descansar, únicamente
he podido aliviarla, está bajo el efecto de alguna droga muy fuerte. Esto es
como una especie de síndrome de abstinencia.
- ¡Maldición...lo sabía! - escupió Leval con rabia
para asegurar lleno de ira. - ¡Voy a acabar con esos malditos traficantes sean
quienes sean! ¡No dejaré ni un sólo peñasco del planeta por remover hasta que
les encuentre! Y entonces se van a acordar de mí.
-¡Cálmate, por favor! - le pidió su asustada esposa mirando
como Maray se agitaba con sudores fríos. - Tenemos que cuidar a nuestra niña...es
lo único que importa ahora.
- Sí, Leval, - añadió Sandy con tono más controlado.
- No te dejes dominar por los nervios. Debes estar tranquilo, presiento que hay
una trama bastante oscura detrás de esto.
- Sí, yo también - convino él asegurando con indignación...
¡y me encargaré de descubrirla y de hacer que se castigue a los culpables!
Acostaron
a Maray y le pusieron una venda fría en la cabeza para aliviar la fiebre que
empezaba a apoderarse de ella. Cuando vino el médico confirmó sin dudar el
diagnóstico de Sandy y lo único que dijo es que la niña tenía algo de fiebre
fruto de la reacción de su organismo para defenderse de aquello y que debía tomar
un neutralizador y algún complejo vitamínico con sales para recuperar las que
había perdido. Añadió también que, como medida de precaución, fuese a su
consulta cuando estuviera recuperada para hacerse unas pruebas.
-No te preocupes, mañana cuida de tu hija, yo te
cubriré en el trabajo. Además, como somos las jefas no creo que nadie te vaya a
reñir. – Le dijo la morena científica a su apurada amiga tratando de
desdramatizar. – Y no te apures, mejorará…
-Gracias, Sandy. – Suspiró su interlocutora a punto
de llorar por el temor y la angustia de ver así a su pequeña. – ¡Por Dios!
¿Quién puede ser capaz de hacerle esto a una niña?
Sandy abrazó a su amiga que no pudo evitar romper a llorar.
Pero Amatista enseguida se forzó a enjugarse las lágrimas para estar al cuidado
de la cría.
-Estoy bien, gracias. - Le dijo a la morena científica.
- Gracias por venir…
- ¡Cómo no iba a hacerlo! Anda, cálmate. Maray se
pondrá bien. –Le aseguró Sandy añadiendo de modo solícito. - Si necesitáis
cualquier cosa, llamadnos enseguida a Coraíon y a mí.
Tras agradecerle de nuevo su ayuda Leval despidió a
su amiga a la puerta y le dio recuerdos para su esposo, hijo y demás familia. Maray
se durmió y pareció recuperarse pues tenía un sueño tranquilo. Amatista se
instaló a su lado, sentada en una silla. Haciéndole beber de vez en cuando lo
que el médico le había recetado. Y aunque su marido le insistió en que dejase
descansar a la pequeña, la preocupadísima mujer se empeñó en quedarse a velarla.
Su marido entró en varias ocasiones durante la noche ofreciéndose a quedarse en
su lugar. No obstante, la angustiada madre negó con la cabeza una y otra vez.
De este modo estuvo en vigilia junto a su hija tomándole la temperatura y ésta
por suerte fue disminuyendo hasta llegar a su estado normal. Al día siguiente
la chiquilla se despertó recuperada y vio a su madre dormida junto a ella.
Maray le acarició cariñosamente el pelo y Amatista se despertó...
- Buenos días, cielo, ¿estás mejor? - Le preguntó todavía
preocupada. -
- Sí - asintió la niña. - Estoy bien, mamá...ya no
me molesta nada.
-¡Menos mal! – Suspiró Amatista que abrazó aliviada
a su hija dando gracias a Dios y preguntándole de inmediato -, ¿qué te pasó?
¿Recuerdas algo?...
- Sólo que bebí un refresco y que estaba muy rico,
luego me vine a casa. - Contestó la chiquilla visiblemente confusa. – No me
acuerdo de nada más…
- Ya estás curada, cariño. - Sonrió su interlocutora
que, poniéndose más seria le advirtió -, pero la próxima vez no tomes nada que
venga de desconocidos. Y menos si lo van regalando…
La
cría asintió, se sentía bien y para mayor contento, su madre le dijo que no
fuese al colegio por hoy. Amatista por su parte suspiró con alivio una vez más.
Luego fue a buscar a su marido que estaba preparándose para irse a la base, le
dijo que Maray estaba mejor. Leval se alegró y fue a ver a su hija.
- ¿Cómo te encuentras, cariño? - Se interesó afablemente él, acariciando la barbilla y las
mejillas de la pequeña. -
- Estoy bien, papi. - Sonrió la interpelada, afirmando.
- Mami me ha dicho que hoy no tengo que ir al cole.
-No, hoy no… pero luego llama a algún compañero para
ver si tienes que hacer alguna tarea ¿Eh? - Le indicó su padre con una leve sonrisa.
- Que esto no son unas vacaciones…
La pequeña convino en ello asintiendo repetidas
veces. De todos modos, para ella estaría bien quedarse en casa y poder dormir
un rato más. De hecho, declaró.
-Tengo algo de sueño…
-Pues duérmete, mi amor. - Sonrió su madre mesándola
el pelo con afecto para declarar.- Te voy a hacer unas tortitas con caramelo
para cuando te despiertes…
Maray levantó los brazos encantada, ese era uno de sus
platos favoritos. Sus aliviados padres sonrieron. ¡Esa sí que era su niña! De
modo que, más tranquilo después de ello, pero igualmente indignado por el
incidente, Leval se despidió de ambas y se dirigió a su cuartel. Ahora estaba
más decidido que nunca a hacer lo que fuera para resolver el asunto de la red
de tráfico de Loten. Llegó a su despacho y comenzó con sus pesquisas. Aunque
apenas si llevaba una hora trabajando en ellas cuando tuvo un Holo mensaje de
la Tierra. Era su madre, muy sorprendido lo atendió…
- ¿Qué podrá ser? - Se dijo con gesto de extrañeza,
aunque algo en la expresión de su madre no le gustaba nada. - No parecen buenas
noticias. - Conjeturó, desgraciadamente con acierto. -
Su esposa entre tanto recibió la llamada de Sandy
que le preguntó por el estado de la pequeña. Tras agradecerle de nuevo su ayuda
del día anterior su amiga le contó que la cría estaba ya bien. Afortunadamente
se había recobrado por completo. Tanto que las dos estaban mirando unas holo
revistas de modas.
-Bueno, por hoy yo tampoco he mandado a Granate al colegio.
Su padre tenía que trabajar en casa y se quedó con él. - Le contó su compañera
de trabajo. – Ojalá Idina regrese pronto. Con ella allí me sentiré mucho más
tranquila.
-Sí. Se fue a visitar a Nehie con su familia y luego
a ver a sus padres. Hacía bastante que no lo hacía. - Le explicó Amatista
agregando. – Tom y Cooan todavía no están jubilados, pero tienen mucho tiempo
libre. Agradecerán la presencia de los nietos y por lo que me comentó ella
antes de marcharse cree que su padre no se encuentra demasiado bien.
- ¡Vaya, lamento oír eso! – suspiró Sandy. – Ojalá
que no sea nada serio. – Pudo decir. -
Aunque no tenía un buen presentimiento. No obstante,
apenas sí conocía al padre de Idina y no le era posible precisar.
-Esperemos que no. De todos modos, ya nos contará en
cuanto regrese. – Comentó su amiga. -
Las dos terminaron de hablar al poco rato deseando
que Idina y su familia lo pasaran bien y que el padre de su amiga gozara de
buena salud. De hecho, la aludida había ido efectivamente a la Luna. Tal y como
le prometió hacía tiempo, Neherenia la recibió como princesa que era. Tanto fue así que a ella y a su familia se
les rindieron honores casi de Estado. Michael se sentía algo nervioso, no
estaba desde luego acostumbrado a tales fastos, aunque su esposa le calmó de
inmediato.
-No te preocupes, es por el protocolo. En cuanto
pueda, Nehie nos hará pasar a sus estancias y charlaremos como personas
normales.
-Desde luego, amigas importantes sí que tienes. No
te lo puedo discutir – pudo sonreír su esposo con patente nerviosismo. –
-La reina de la Luna, ¡qué guay! – Exclamó Tom que
no se cansaba de observar todas aquellas columnas y los bellos tapices y
cuadros de las paredes del salón de audiencias en el que aguardaban. – Cuando
lo cuente en el cole, alucinarán…
-Oye, mamá. – Intervino Loren que llevaba sus
lápices de colores y su cuaderno de dibujos. - ¿Es aquí donde vive esa niña del
espejo?
-Sí hija- le sonrió su madre que, recordaba como
hacía poco tiempo que su propia hija pudo ver a otra cría en el mismo espejo en
el que ella y Nehie solían hablar. – Aquí mismo es…
Aunque esta vez no era la reina de la Luna Nueva de
pequeña sino su hija. Neherenia tuvo una única heredera a la que llamó Alice.
Desde siempre a la reina le gustó el cuento de Alicia a través del espejo y
juzgó que tenía mucho que ver con ella misma. De común acuerdo con su marido,
llamaron a su hija como la protagonista. En realidad, su nombre completo era
Alice Neherenia Derail Moon Light, su Alteza Serenísima Bella y Gentil, princesa
heredera del reino de la Luna Nueva y duquesa de Nuevo Vegeta. Esos títulos obedecían
a su herencia materna y a que su padre había sido nombrado duque del planeta de
los saiyajin por sus ahora soberanos el rey Bralen y la reina Aiona, (la
hermana del propio Doran) a fin de que pudiera desposar a una reina extranjera.
Era más o menos de la misma edad de Loren, de largo pelo moreno como sus padres
y ojos azules. Cierto día Neherenia la presentó a su amiga a través del espejo
e Idina hizo lo propio con sus hijos. Ahora, al fin, los críos podrían
conocerse en persona. Tras unos minutos un chambelán de palacio, vestido con
librea y una especie de peluca, salió de la sala de audiencias, se dirigió a
ellos y declaró con tono rimbombante.
-Les rogamos que pasen, sus Majestades y su Alteza
Serenísima les recibirán.
Idina y su familia así lo hicieron tras levantarse
de los cómodos sillones en los que habían estado aguardando. Ella sonrió al
pasar a otra estancia anexa, la antecámara de recepciones y reconocer al viejo
Gillard de la Lune, ese ortodoxo canciller y aposentador real, tan fiel a su
amiga.
-Un honor volver a verla, Alteza. Por favor, les
ruego a usted y a su familia que me sigan…- La saludó. -
Enseguida siguió a ese hombre, su esposo e hijos
hicieron lo propio. El Chambelán y Canciller Real les franqueó el paso a través
de dos grandes y nacaradas puertas. Al entrar, los niños e incluso Michael
miraron con la boca abierta. Si habían creído que la sala de espera era algo
impresionante se quedaba en nada ante la magnificencia del salón Real de
Audiencias. Un techo altísimo con lámparas de araña doradas cuya luz se
derramaba en ese mismo tono, alfombras y tapices preciosos con multitud de
escenas de la Luna y de animales cubrían el suelo. Y una alfombra roja recorría
todo el trayecto desde la entrada hasta el trono que estaba situado a un nivel
superior, con tres escalones recubiertos por esa misma alfombra. Allí, en el
centro se sentaba la reina, una hermosa mujer de largos cabellos morenos que
vestía un largo conjunto de falda plateada y corpiño color verde mar. A su
derecha otro trono y en él un hombre, también de pelo e incluso tez algo morena,
muy fornido y con un traje oscuro. Y a la izquierda, una niña de quizás cinco o
seis años, que lucía un vestido similar al de su madre, pero en tonos malvas y blancos.
Tal y como les habían instruido sus padres, los pequeños Tom y Loren se
detuvieron a unos pocos metros de esos magníficos reyes y se inclinaron, lo mismo
hizo Michael. Idina a su vez hizo otra marcada reverencia en tanto el
chambelán, puesto tras de ella y su familia, les presentaba con su
característica rimbombancia pese a que solamente estaban ellos y los miembros
de la Familia Real.
-Su Alteza Serenísima la princesa de la Luna y
baronesa de Némesis, Idina Johnson Rodney y familia.
-Por favor amigos míos, acercaos. - Les pidió Nehie
con una amplia sonrisa en tanto se levantaba de su trono y descendía las
escaleras. – Prescindamos de tanta etiqueta.
Su amiga se aproximó también, los demás miembros de
su familia aun aguardaron algo intimidados por semejante boato. Tras otra
reverencia ante la soberana ambas amigas se abrazaron. La misma reina entonces
les propuso de forma desenfadada, tal y como Idina había esperado.
-Retirémonos a mis estancias y hablemos con más
tranquilidad.
Y tras la reina de la Luna Nueva fueron el rey y la
princesa, seguidos de sus invitados. Nada más entrar, Nehie se quitó una
especie de tiara que llevaba en la cabeza y suspiró.
-Cada día soporto menos tanto ceremonial…
-Lo mismo digo - convino Doran afirmando con
desenfado. – Los saiyajin tenemos menos parafernalia que aquí, ¡y mira que hay
ceremonias en mi mundo de origen!
-Me alegro de veros – sonrió Idina. – Hacía mucho
que no podíamos reunirnos.
Su marido saludó también a los reyes de la Luna
Nueva, en tanto Tom decía con patente entusiasmo.
- ¡Esto es guay! Tenéis un montón de alfombras.
Seguro que estáis todo el día pasando el droido aspirador. - Afirmó convencido,
puesto que siempre había escuchado a su madre decir que era lo adecuado. –
-Sí, ¡desde luego dan trabajo! – se rio la soberana,
divertida por aquella ocurrencia infantil. –
Aunque Idina llamó discretamente la atención de su
amiga señalando hacia las niñas. Loren y Alice se miraban la una a la otra, fue
la pequeña princesa quién comentó atónita.
- ¡Tú eres la niña del espejo!
-Sí– convino Loren afirmando a su vez. – Y tú salías
en el de mi mamá. No sabía que eras de verdad. Creía que eras de un cuento de
hadas.
-Claro que soy de verdad –aseguró su interlocutora
para presentarse. – Soy la princesa Alice.
- ¡Qué bien!, mi mamá también es princesa – sonrió
Loren. –
-La mía es reina – le replicó la otra cría. –
- ¿Y eso es mejor que ser princesa? - Preguntó la
niña. –
-Creo que sí – Repuso su contertulia, aunque parecía
insegura, sobre todo cuando añadió. – Lo malo es que tiene que estar hablando
con mucha gente rara mucho rato. Y es muy aburrido.
Sus dos madres asistían a esa conversación con
expresiones sonrientes y plenas de añoranza. Fue Idina la que, con voz queda,
le comentó a su amiga.
- ¿No te recuerdan a alguien esas dos?
-Parece mentira lo deprisa que transcurre el tiempo.
- Afirmó Nehie que comentó con nostalgia. - ¿Quién sabe? Puede que un día
nuestras hijas puedan ir juntas a estudiar a la Golden como hicimos nosotras.
-Sería bonito que las dos fuesen compañeras y tan
buenas amigas como tú y yo. - Convino Idina. –
Por su parte su esposo conversaba con el rey. Éste
le puso al corriente de algunos asuntos de la Tierra. A Michael no le gustó
demasiado el cariz que tomaban las cosas en el planeta. Acorde con lo que el
soberano le explicaba, cada vez crecía más un movimiento de fundamentalistas
que sostenía que aquellos agujeros negros aparecidos hacía ya tantos años era
el aviso del Juicio Final, y que la Tierra tenía un breve plazo para purgar sus
pecados. Para ellos Serenity no fue más que una enviada para aplacar la cólera
de Dios, pero había dejado que las cosas siguieran igual. El pecado y la
abominación proseguían dominando el mundo. Por tanto, ya no les merecía
crédito. Es más, en muchos lugares la oposición a los soberanos de la Tierra
iba en aumento. Se decía que el único rey del Mundo era Dios mismo. Desde luego
al esposo de Idina aquello le espantó, pero decidió no importunar a su mujer
con esas nuevas. Aunque ésta, a su vez, recibió noticias poco halagüeñas de su
amiga la soberana cuando, cambiando de tema, le comentó.
-En un par de días iremos a la Tierra a ver a mis
padres. Hace mucho que no les visito.
-Ya... – suspiró Neherenia que esbozó un gesto de
preocupación en su semblante. –
- ¿Qué sucede? - quiso saber Idina que la observó
sorprendida, su amiga había tornado su jovial expresión por una de pesar. –
-Veras…- le comentó la reina con tono consternado. –
Hace unos días estuve en la Tierra. Me llamó Rei.
- ¿Mi madrina Rei? - Se sorprendió la muchacha. –
-Sí, la princesa Marte, tú sabes lo gran amiga que
ha sido siempre de tus padres. Les hizo una visita de cortesía. Bien, habló con
tu madre y me contó que tu padre no está bien.
-Algo sabía de eso. Está muy cansado, trabaja
demasiado y ha estado estudiando muchas de esas cosas esotéricas que a él
siempre le han encantado. Lance me envió un Holo mensaje hará casi un mes. Me
comentó que trató de convencer a mi padre de que dejase eso…- Le reveló su
interlocutora. – Me dijo también que fuese a ver a mis padres en cuanto
pudiera. Pero. ¿Qué le ocurre a mi padre exactamente? ¿Lo sabes tú? – Inquirió la
angustiada muchacha. –
-Está raro. Es como si se le fuera la cabeza a veces.
- Le explicó Neherenia. – No recuerda que estaba haciendo y, por lo que tu
madre y Rei me explicaron, ha tenido que dejar de dar las clases de kárate. A
veces se quedaba parado en medio de un kata sin saber cómo seguir. Yo misma estaba
delante cuando un día le dijo a tu madre que era la hora de ir a la biblioteca,
que habían quedado con Roy y con Bertie para estudiar el examen.
- ¡Pero eso son cosas de hace más de cuarenta años!-
Se horrorizó Idina cuya expresión mostraba un gran desasosiego ahora, para
querer saber.- ¿Ha visto a algún médico?
-Al parecer tus tíos Roy y Beruche acudieron a
verle, durante ese tiempo parecía que nada le pasase. Tu padre estuvo
totalmente normal. Pensamos que quizás había tenido mucho estrés o simplemente
que todo eso había sido algo pasajero. Pero ayer mismo tu madre llamó al médico
y a Rei. Se encontró a tu padre tirado en el suelo, en medio del salón. - Le
desveló su amiga con tono y mirada apesadumbrados. -
- ¡Dios mío! – Pudo decir la muchacha llevándose las
manos a la boca para afirmar. – Tengo que verle ahora mismo. Lo siento Nehie,
si no es molestia, por favor. ¿Permitirías que se quedase aquí a mi familia
mientras? Iré y volveré lo más rápido que pueda.
-Lo entiendo perfectamente. No es ninguna molestia
en absoluto. – Le aseguró la soberana posando afectuosamente ambas manos sobre
los hombros de su intranquila amiga. – Es más, no vas a tardar nada. Tenemos un
sistema de tele transporte nuevo. Se me ocurrió precisamente a raíz del
nacimiento de mi hija. Modifiqué los espejos del cuarto de tus padres para
ajustarlos al mío y puedes pasar por ellos. Es como un mini agujero de gusano.
Será como cruzar una puerta para ir a otra habitación.
Su amiga asintió, no le preocupaban mucho esos
detalles, ahora solamente quería abrazar a sus padres. En pocas palabras se lo
explicó a Michael dejando al margen a sus hijos. Si su padre estaba en ese
estado mejor que los críos no lo vieran. Su marido en un principio quiso ir con
ella, pero la chica le pidió que se quedase con los niños.
-No quiero que se den cuenta de nada. Ni que piensen
que algo va mal.- Le susurró la apurada Idina.-
-Como tú quieras. Ya me contarás.- Replicó su
esposo, lamentando aquello.-
Así, la muchacha pudo llamar a casa de sus padres.
Fue Cooan la que se puso, su rostro resplandeció al ver a su hija. Idina le
comentó que iba a ir para allá. En un momento y sin vacilar, atravesó el espejo
del cuarto de la reina saliendo por el de la habitación de sus padres. Allí se
abrazó enseguida a su madre que sollozaba de felicidad al verla.
- ¡Hija mía! – Pudo decir Cooan visiblemente
afectada por la emoción. –¡Cuánto me alegra que estés aquí!
Tras un rato de estar abrazadas Idina se separó y
pudo ver bien a su madre. La pobre estaba muy envejecida, tenía arrugas en su
antaño suave y terso cutis y su cabello casi era ya gris. La mujer pudo
adivinar los pensamientos de su hija cuando con una sonrisa de circunstancias
admitió.
-Estoy muy mayor, ¿verdad? hija mía.
-No, mamá - se apresuró a negar Idina que, de
inmediato le preguntó. - ¿Dónde está papá?
-Sentado en el porche – le dijo su interlocutora que
ahogó un sollozo para advertirla. – No sé si sabrá quién eres, mi niña.
- Pero ¿qué le pasa?
- quiso saber la inquieta muchacha. –
-Ami estuvo aquí junto con Rei ayer mismo – le
reveló su madre confirmando las palabras de Nehie, para contarle con tono
resignado, lleno de tristeza. – En cuanto tu padre volvió en sí ella le reconoció
con aparatos médicos del Milenio de Plata. Por lo que nos contó sufre un
principio de degeneración neuronal. No se sabe si debido a priones o quizás a
alguna otra cosa desconocida. Pero es algo irreversible.
-Entonces…- Preguntó la chica dejando en suspenso
aquella frase, quizás temía la cuestión que iba a formular tanto como su madre
la respuesta, finalmente se armó de valor y concluyó. - ¿Es que no hay nada que
se pueda hacer?
-No cariño - suspiró su madre dejando caer sendas
lágrimas por sus mejillas. –
-Pero y la reina Serenity, ¿no puede usar el poder
del Cristal de Plata?- Insistió la impactada muchacha.-
-Tu amiga Neherenia lo intentó, con su Moon Healing
Scalation. Pero me explicó que su poder sanador corrige los traumas o el efecto
del mal. Esto desgraciadamente es una enfermedad sí, pero que sigue un curso
natural. Contra eso nada pueden hacer. Ni ella, ni aún la propia soberana de la
Tierra.
- ¿Cuánto le queda…?- sollozó ahora Idina, que se
sentía invadida por una creciente angustia y dolor. –
-No lo sabemos. - Replicó su consternada madre. – Pero
me gustaría que todos estuvierais aquí para que os viese. Al menos teneros
cerca. No sé si os conocerá, pero de lo que sí estoy segura es que podrá sentir
vuestro cariño.
La afectada muchacha asintió, en ese instante sonaba
el Holo teléfono y su madre fue a contestar. Ella salió al porche, andando
despacio, allí le vio. Su padre estaba sentado en una silla mirando hacia el
campo que había más allá, en esa agradable tarde. Se aproximó a él tras
enjugarse las lágrimas y haciendo un esfuerzo para ocultar su tristeza, con voz
dulce y suave le saludó.
-Hola papá.
Tom se volvió mirándola con una gran sonrisa y dijo
como si realmente no le sucediera nada de particular.
-Idina, hija. ¡Qué alegría! ¡Cuando has venido!
La chica sonrió con amplitud ahora, sintiéndose
aliviada, no parecía estar tan mal. Su pelo eso sí, era totalmente blanco ya.
Pero él siempre fue canoso, incluso de joven. Idina abrazó fuertemente a su
padre y le susurró al oído.
-Cuantas ganas tenía de veros a ti y a mamá. Vengo
de estar con Nehie.
- ¡Ah sí! esa chiquilla del espejo – sonrió su padre
dejándola helada cuando afirmó. – ¡Qué mayor está!, ¿sabes que va a ir a
estudiar contigo a la Golden?
-Sí, papá, eso me ha dicho…- pudo sonreírle ella pese
a todo, cuando al mirarle a los ojos le vio aquella expresión ausente. – Eso
dijo, y me ha hecho mucha ilusión…
La muchacha acarició las mejillas de su padre y no
pudo evitar llorar, más cuando éste tomándola ahora por su madre, le comentó
jovial.
- ¿Sabes Connie? Roy ha dicho que mañana podríamos
ir de visita por Nueva York. Veremos una película y os enseñaremos la ciudad.
Espero que Bertie acepte venir. Creo que aún sigue enfadada con él…¡El muy
bruto la tiró vestida a la piscina!
Al poco su madre reapareció junto con sus tíos. La
llamada había sido de Roy que, al conocer el estado de su amigo y que su
sobrina estaba allí, no dudó en transportarse con Beruche. Estos besaron y
abrazaron largamente a la chica que no pudo contener sus lágrimas más y
enseguida se aproximaron al enfermo que les sonrió visiblemente feliz, como si
lo que le acababa de decir a su hija se viera corroborado.
-Vaya, así que la has convencido ¿eh, bribón? Bertie
se viene con nosotros. - Afirmó el paciente con gesto risueño. – Vamos a
enseñarles la ciudad…
-Así es, amigo- concedió el aludido con una
afectuosa sonrisa para añadir enternecido y al tiempo lleno de pesar – ya
sabes. Lo que Roy Malden no consiga con las mujeres, no lo logrará nadie.
-Espero que yo tenga tanta suerte con Connie como tú
con Bertie. – Expresó su esperanzado interlocutor. – Quizás quiera salir
conmigo. Pero me da algo de miedo pedírselo.
Y es que Tom parecía ajeno al hecho de que su esposa
estaba junto a él rodeándole con sus brazos por detrás del cuello, que su hija
lloraba apartándose para no ser vista abrazándose a Bertie que también
derramaba lágrimas de dolor al verle así y que el mismo Roy debía hacer grandes
esfuerzos por no llorar. En tanto replicaba emocionado.
-Estoy seguro, compañero. Sé de buena tinta que está
loca por ti. Confía en mí.
Y sin poder soportarlo más su amigo de toda la vida
se metió en la casa. Desahogándose allí, su esposa fue a abrazarle y trató de
confortarle en tanto él sollozaba.
-No puedo verle así…Bertie no puedo…
-Pero debemos estar a su lado y ser fuertes. – Le
animó su esposa también con manifiesto tono de tristeza. - Por él y por su
familia. No podemos dejar a mi hermana sola.
-Lo sé. - Afirmó su interlocutor secándose las
lágrimas y estallando con patente dolor. – Pero es un hermano para mí. No se merece
esto, ¡maldita sea!
Y Bertie, dejando caer lágrimas también aun pudo
sonreírle para afirmar.
-Ami nos ha dicho que no sufrirá. Le vienen hermosos
recuerdos, nada más. Cuando Neherenia estuvo aquí fue lo único que dijo que
podrían hacer por él.
-No quise decirles nada a Leval, ni a Amatista,
cuando vinieron a vernos. Por no amargar el reencuentro. Todavía pensaba que
habría alguna esperanza. – Declaró su marido. –
-Hiciste bien, y sé lo difícil que te resultó fingir
delante de todos. Además, es cierto que entonces no estaba tan mal. – Le
consoló su mujer afirmando ahora con rotundidad. – Pero ahora debemos
decírselo.
-Su hermano Daniel ya lo sabe. Creo que iba a venir
junto con Mimette y su hija. - Comentó Roy. –
-Yo me ocuparé de llamar a Leval cuando regresemos a
casa. – Le dijo Beruche afirmando animosa. – Quien sabe, quizás Asthel pueda
hacer algo para curarle.
Su marido convino en ello con el ánimo renovado y al
poco se despidieron de Cooan, Idina y de un sonriente Tom, cuyas palabras antes
de que se marchasen fueron.
-Hasta mañana Roy, ya tengo ganas de verte debutar
mañana con los Knicks. Nos habrás conseguido entradas, ¿verdad?
-Claro compañero…las mejores entradas de todo el
pabellón. - Pudo decir el interpelado evitando por poco llorar allí delante de
su amigo de toda la vida. - Estarás a mi lado, como siempre.
Y cerca de allí, aparcado en la carretera, un hombre
leía un gran tomo de color granate con letras doradas. Cerró el libro y dejó
caer lágrimas de tristeza que empañaron su barba de varios días. Aquel hombre
se llamaba Lance Rodney e iba a ver a su familia. Recordaba como hacía ya años,
charlaba con su padre sobre esos temas. Éste le había comentado que tenía una
pista fundamental. Parecía verlo como si hubiera sucedido ayer.
-Hijo. - Le decía Tom con visible excitación. - ¡Es
algo asombroso! Después de tantos años de investigar y descifrar textos he
descubierto algo increíble.
- ¿El qué? - Quiso saber su interlocutor, aunque ya
se temía para su desgracia de lo que se
trataba. -
-Verás. Cuando estuve en el asteroide visitando a tu
hermana até cabos. Mazoui me contó cosas. Se trata de un misterioso libro, al
parecer posee enormes poderes. En él se registran todos los acontecimientos,
pasados, presentes y futuros. “El Libro de los Días” se llama, Lance…
- ¿Qué clase de poderes tiene ese libro? - Le
inquirió el muchacho pretendiendo desconocer aquello. -
Su
excitado padre andaba de un lado a otro hasta que se detuvo y golpeando leve y
repetidamente el pecho de su hijo, respondió.
-Es incluso capaz de acabar con el olvido, ¡Es
nuestra protección contra la Nada! - Exclamó Tom casi eufórico para sentenciar.
- Si pudiéramos tenerlo en nuestro poder el universo no habría de temer jamás
un nuevo ataque por parte de esos entes…
-Pero papá. La reina Serenity ya terminó con esa
amenaza, junto con Roy, Lornd, la princesa Usagi y la reina Neherenia. Leval y
Mazoui nos contaron lo que hizo Amatista en Bios, ¡les rechazaron por completo!…
-Hijo. Tú has estudiado los arcanos como yo… Sabes
que eso no fue más que el aplazamiento del momento final. - Objetó su padre con
el semblante más grave ahora. - La última batalla se acerca…es algo inexorable.
-Sí, y también he leído que el que trate de
profundizar en esos misterios sin tener el permiso de los altos poderes sufrirá
las consecuencias. Papá. Te lo pido por favor, ¡deja eso!... - Dijo el joven
ahora con tono lleno de temor. -
-No puedo, Lance. Es el destino de todo el Cosmos el
que está en juego. - Replicó su interlocutor. - Es algo tan importante que bien
merece la pena correr ese riesgo.
-Esos secretos serán protegidos. No te dejarán
acceder a ellos, y si lo haces serás castigado. ¡Te lo suplico! - Volvió a insistir el más que
preocupado muchacho, alegando. - Hay otros que deberán ser los encargados de
afrontar ese reto. Déjaselo a ellos. No te arriesgues a sufrir las
consecuencias de adquirir un conocimiento prohibido.
Su
padre sonrió posando las manos sobre los hombros del chico. Entonces declaró
con calma y afectuosidad.
-Hijo, muchas veces se deben correr riesgos por el
bien común. Nunca me escondí de ello. Ni cuando era joven luchando junto con tu
madre, tus tíos y otros amigos, ni ahora. Y si debo sacrificarme para que tú,
Idina, Alan, tu madre y el resto de las personas a las que quiero, estéis a
salvo. Tenlo por seguro, no dudaré…He sido muy feliz en esta vida que se me ha
concedido y no me arrepiento de nada…
Lance
asintió despacio, pero con gesto desolado. Sabía que era inútil tratar de
convencer a su padre, y lo que era peor. ¡Lo había sabido desde antes de
intentarlo! Todo estaba ya trazado. ¡Ojalá pudiera haberle enseñado ese libro que
iba a ser la causa de su perdición! ...Quizás, bien mirado podría hacerlo. De
todos modos, él sabía cómo iba a concluir aquello y al menos su padre se
merecía conocer la verdad. No sabía si eso era lo que el Demiurgo deseaba que
hiciera o si bien alteraría los hechos de forma crítica y también recibiría su
castigo. Pero ya eso no le importaba. De
modo que fue a por su mochila. Su padre le observó extrañado, Más aún cuando él
abrió la cremallera y extrajo un grueso libro color burdeos. Entonces, ante la
estupefacción de Tom, el muchacho declaró de forma solemne y al tiempo emotiva.
-Este es el premio a todos tus desvelos, papá. Pero
debo advertirte una cosa…Si abres este libro tendrás que pagar el precio…Y no
solamente tú. Todos sufriremos…lo haremos por ti.
Tom
le miró sin poder pronunciar palabra. ¡Ese libro… ese libro era!... Apenas si
podía creerlo, con la mirada interrogó a su hijo. ¿Cómo es posible que Lance lo
tuviera en su poder? Entonces el muchacho sonrió y posando una mano en las de
su padre le retuvo todavía para que no abriera el libro y le comentó con voz
suave y llena de afecto.
-Te lo contaré todo…tú más que nadie mereces
saberlo…si es que deseas afrontar las consecuencias, papá. Pero ante todo y
diga lo que diga ese libro, yo te quiero, a ti y a todos…si hice lo que hice o
lo que haré, es porque no tengo otra opción, por el bien de todo y de todos.
Y así lo hizo. Tom no salía de su asombro, aunque
pudo declarar.
-Claro, tiene todo el sentido. ¡Ahora lo
entiendo…ahora lo comprendo todo! Hemos sido muy afortunados hijo mío… solamente
te pido una cosa, prométeme que cuidarás de todos. Entre tú y tu grupo de
amigos especiales. Hasta que llegue la hora… el momento final.
- ¡Te lo prometo!... - Pudo decir el chico, al borde
de las lágrimas tras abrazarse fuertemente con su padre. – Sabes que lo haré.
¡Está escrito!…
Y
tras separarse de aquel abrazo, Tom sonrió y tomando aquel volumen entre sus
manos lo depositó sobre una mesa y declaró.
-Bueno, vamos a ver por dónde va la historia… seguro
que va a ser muy interesante…
Y
Lance dejó que leyese parte de aquellos pasajes. Cuando satisfizo su curiosidad
le devolvió el libro. El chico lo guardó otra vez en la mochila y su padre, sintiéndose
cansado, se despidió de él, deseaba dormir. Cuando se retiró saliendo de su
despacho hacia la habitación. El chico se marchó. Sabiendo que al despertar su
padre ya nunca sería el mismo.
-Te quiero,
papá. - Pensaba en tanto lloraba lleno de impotencia y pesar. -Siempre te
querré…
Por su parte Tom, tras haber cerrado aquel increíble libro, suspiró. Una vez se lo
devolvió a su hijo se metió en su despacho. Mirando entonces al techo y paseando
la vista por esas fotos que tenía allí. Algunas de sus padres y su hermano, otras con su
amigo Roy y otros compañeros de la Golden. Sin que faltaran tampoco las que
tenía con sus compañeros de batallas y fatigas. Con las guerreras ahora
conocidas como princesas planetarias y los reyes de la Tierra. Aunque la mayoría
eran de él junto a Connie. Tras la graduación en la Universidad, de su boda, su
Luna de Miel en Hawái. En fin, muchas en las que ambos salían abrazados y
sonrientes. Había sido sin duda una vida maravillosa. También contempló con
cariño y tristeza las fotos de sus hijos. Alguna familiar en la que tanto su
esposa, como Alan, Lance o Idina, aparecían con él. Con la niña vestida con ese
gracioso kimono cuando solamente tenía tres años. Con Lance y Alan de traje y
corbata, y también su hija, con un bonito vestido rojo. Todos ellos con la toga
y el birrete en sus respectivas graduaciones. Y por supuesto, las fotos con sus
nietos, las familias de sus hijos, Alan, Naya y Fiora. Idina, con Michael, los
pequeños Tom y Loren. Tras empaparse de todas y cada una de esas imágenes solo
pudo sonreír y suspirar…
-Demiurgo, o quién quiera que seas. Ya sólo te pido
una cosa, toma de mí lo que quieras, pero, por favor, no me quites estos
maravillosos recuerdos. Presérvalos. Son toda mi vida…
Y Lance supo todo esto perfectamente, solamente
tenía que leerlo en aquel libro. Y pudo leer también que aquel poderoso y misterioso
ente concedería a Thomas Alan Rodney aquel último deseo. Ahora lo recordaba sin
poder dejar de derramar lágrimas. Dejando aquella ominosa carga en el coche,
aparcó dispuesto a disfrutar de los últimos momentos que tendría junto a su
padre…
-Bien lo mereces, papá. Y pese a que me cuesta caro,
trataré de que tengas la mejor despedida que puedas imaginar…
Entre
tanto, en el reino de la Luna, Michael estaba con sus hijos. El marido de Idina
no sabía bien que hacer. Fue la soberana quien le comentó, con tono amable y
consternado.
-Deja que tu esposa tenga unos momentos con sus
padres, luego ve con ella. No te preocupes, podemos cuidar a vuestros hijos por
unos días.
-Bien, gracias Majestad.- Pudo decir él.-
-Nehie está bien.- Sonrió ella, comentando.- Así me
llaman mis amigos.
-Sí.- Intervino Doran.- Podemos dar una vuelta por
el palacio. Tengo una holo televisión muy grande donde recibimos señal de la Tierra,
si deseas ver alguno de esos deportes humanos. Al menos, a mí me gusta ver ese
que llaman Football.
-Se lo agradezco, Majestad.- Rehusó educadamente
Michael.- Solamente quisiera saber cómo están mis suegros y mi esposa.
-Claro, lo comprendo. Pero llámame Doran. Como mi
mujer ha dicho, os consideramos buenos amigos.
Y
dicho esto se acercó hasta donde estaban los niños y llamó a su hija.
-Alice. ¿Podrías enseñar a Tom y a Loren los
jardines?
-Sí, claro papá.- Afirmó la cría, indicando a sus
pequeños invitados.- Seguidme, por favor.
Neherenia
vio alejarse a los niños y suspiró. Lo sentía muchísimo por su amiga. Aquello
iba a ser muy duro para ella. De modo que, una vez se fueron los críos, le
comentó a Michael.
-Te mostraré por dónde debes ir para que puedas
reunirte con tu esposa. En cuanto queráis que se os unan vuestros hijos
hacédnoslo saber.
-Muchas gracias, Nehie.- Sonrió reconocidamente él.-
Entre
tanto, Alice guiaba a sus pequeños acompañantes a través de un hermoso jardín
protegido bajo una gran y gruesa cúpula.
-¡Hala, qué bonito!- Pudo decir Loren.-
-Es muy grande y es como un invernadero.- Afirmó Tom
mirando hacia arriba con genuina admiración.-
-Sí, mis padres lo mandaron construir antes de que
yo naciera. Les encantan los jardines. Sobre todo a mi madre. Ella siempre ha
querido llenar la Luna de espacios verdes. Les gustan mucho las plantas. Estas
de aquí son mis favoritas, siempre tienen muchas flores.
Y
la pequeña princesa estaba explicándoles algunas cosas relativas a las plantas
que allí había cuando una voz de mujer saludó a Alice.
-¡Alteza! Me alegra veros.
Todos
miraron hacia la fuente de ese sonido para descubrir a una mujer atractiva, de
cabello rubio en forma de media melena. Lucía un vestido de tono rosa e iba
acompañada de una niña de aproximadamente la edad de Alice, rubia también,
aunque con el pelo ondulado que llevaba un vestido de tono verde claro. La hija
de Neherenia sonrió agitando una de sus manos con visible contento.
-¡Lady Anaris, Brise! Hola. Mirad, estos niños son Tom y a Loren,
son los hijos de la princesa Idina, que es amiga de mi madre. Chicos, ellas son
la condesa Anaris, dama real y su hija
Briseida, mi amiga.
-Buenos días, Alteza.- Se permitió responder aquella
niña que tendría aproximadamente la misma edad que Alice.-
Parecía
ser una niña muy bien educada, sonreía muy ampliamente, aunque hubo algo en
ella que no le gustó a Loren. De todos modos, no lo evidenció, tal y como la
habían enseñado sus padres asintió con muy buenas maneras y repuso con tono
algo tímido.
-Encantada de conocerlas.
-Lo mismo digo.- Agregó Tom.-
Al
chico esa muchachita le pareció como una especie de muñequita. Eso le dio que
pensar. Se aburría mortalmente estando rodeado de niñas. Hubiese preferido
poder jugar con algún chico de su edad.
-¡Jo! Esto es un fastidio, pero habrá que
aguantarse. A papá y mamá no les gustaría que nos quejásemos.- Se dijo con
resignación.-
Entre
tanto, la mujer adulta declaró con amabilidad.
-El placer es nuestro. Tengo el honor de conocer a
vuestra madre, de siempre ha sido una gran amiga de su Majestad la reina.
-Ahora íbamos a regresar con mamá, bueno con la
reina.- Le comentó Alice, rectificando de un modo algo apurado.-
-No os preocupéis Alteza, está bien dicho. Ahora no
nos encontramos en la corte. En vuestros momentos privados podéis hablar así de
su Majestad, por algo es vuestra madre.- Le comentó amablemente Anaris,
remachando animosamente.-Vamos con ella pues.
Y
aquella simpática mujer guió esa pequeña comitiva. La soberana les vio
aproximarse a través de los ventanales de su habitación, que daban a esa
magnífica vista del jardín, sonrió divertida y contenta. Anaris había sido su
dama más cercana y a la que más afecto profesaba. Poco después de su compromiso
con Doran, esa muchacha se prometió a su vez con un joven aristócrata de la
Luna Nueva. Neherenia la liberó de su servicio concediéndoles además a ella y a
su esposo el título de condes junto con un territorio a su cargo en la zona
austral de la Luna. Al poco ambas quedaron embarazadas casi a la vez. Sus dos
hijas habían crecido juntas y se veían a menudo. Hasta se habían educado con
los mismos tutores, se llevaban tan bien que eran realmente como hermanas.
-Quizás mi hija tenga en Briseida lo que tuve yo con
Idina. Sin embargo, eso no es óbice para que Alice haga una buena amistad con
Loren. Como sucedió con Heather y conmigo.
Suspiró
recordando a su amiga de la Golden, la hija de la Jefa de Estudios, durante
esos tres años de carrera, unidas a Idina pasaron por muchas alegrías,
emociones y por qué no decirlo, tristezas y duras pruebas. No obstante, eso
hizo que su amistad se fortaleciera, forjando unos hermosos lazos. De hecho,
ahora que lo pensaba, hacía tiempo que no sabía de Heather.
-Tendré que llamarla a ver si nos ponemos al día.
Sería genial quedar las tres pero, por desgracia, mucho me temo que Idina no va
a estar para eso…
Y tratando
de apartar ese triste pensamiento de su mente, quiso salir al jardín para ir al
encuentro de aquel grupo. Su esposo entre tanto, charlaba con Michael, y fiel
al estilo directo de su raza, le comentó.
-Admiramos mucho a tus suegros, siempre fueron
personas valerosas y honorables. Mi propia madre, la muy noble Seira Saiyanto,
guardiana y consejera de la reina Meioh, hablaba muy bien de ellos. Y créeme
que ella jamás ha hecho cumplidos acerca de nadie que no los mereciera.
-Es verdad. Desde que conocí a Idina y nos
enamoramos, siempre me habló de sus padres, les quiere muchísimo y ahora estará
sufriendo.- Admitió Michael, añadiendo con pesar.- Mi mujer idolatra a su padre,
lo ha sido todo para ella. Y lo comprendo. Tom es una magnífica persona, es
alguien que te cae bien nada más tratarle. Él y su esposa me acogieron como a
un hijo más al poco de conocerme.
Doran
asintió, eso pudo constatarlo. No es que conociese mucho a aquella pareja, pero
pudo verles en alguna ocasión. Thomas Rodney era el mejor amigo del príncipe
Asthel, el hermano menor del rey Lornd. Y Connie la hermana menor de la
princesa Lorein. Así se lo contó a su invitado.
-Mis suegros desde luego han sabido ganarse el
cariño de la gente. Sin importar de dónde sean.- Declaró Michael.-
-Los saiyajin sabemos reconocer el valor de las
personas. No solamente por su fuerza física.- Le dijo Doran, desvelándole.- En
el caso de mi familia, descubrimos que los humanos en general son dignos de
respeto y algunos incluso, de admiración. Mi primo incluso contrajo nupcias con
una terrestre, una enfermera llamada Margaret. Y no hay nadie a quien él ame
más que a ella y a su hija Gloria. Incluso la propia princesa Seren, se casó
con un terrícola.
- Algo bueno tendremos entonces.- Se permitió
sonreír Michael, sentenciando.- Me alegra saber que pensáis que los terrestres
merecemos la pena.
-Es por eso, entre otras cosas, que juré defender la
Tierra además del reino de la Luna, que ahora es también el mío.- Le contestó
su interlocutor.- Mi noble primo Kiros hizo el mismo juramento de salvaguardar
Nature, su planeta de adopción. Y lo ha mantenido frente a numerosos enemigos.
Su
contertulio no tuvo ocasión de replicar, la reina se acercó a ellos seguida de
una mujer rubia y de sus hijos. Tras presentarle, Neherenia les comentó.
-Ahora podemos ir a tomar el té, si os parece. Haré
que lo sirvan en nuestras estancias de protocolo.
Se
refería a la sala que se reservaba para recibir a grandes personalidades. Fueron
allí y tras tomar asiento algunos camareros de palacio les sirvieron té con
pastas. Tom esbozó una mueca, no le gustaba nada aquello. Su padre al
percatarse le dedicó una mirada de reprobación. Al parecer tanto Loren como
Alice y Briseida, estaban tomando esa bebida sin hacer el menor gesto de
desagrado. No obstante, Neherenia se dio cuenta y sonriente y llena de
amabilidad, propuso.
-Si a los niños os apetece beber una taza de cacao
caliente, también tenemos de eso.
-¡Sí por favor!- Se apresuró a replicar Tom con una
voz, dejando perplejos al resto de los allí presentes.-
-Thomas Andrew Johnson.- Le amonestó su padre, entre
apurado y molesto.- Compórtate.
El
crio bajó la cabeza. Alice le miró entre atónita y molesta. ¡Ese niño era
realmente un maleducado!, en cambio Briseida se sonrió divertida. Loren por su
parte miró hacia la mesa avergonzada. Por suerte la soberana, sin molestarse lo
más mínimo, insistió.
-Ahora mismo llamo a los camareros, os traerán
chocolate y algunos bollos con mantequilla.
-No os molestéis. - Le pidió un azorado Michael,
afirmando.- Mi hijo tiene que saber comportarse, y más aun en un sitio tan
importante como este. Estando en presencia de reyes.
Sin
embargo, Neherenia sonrió dirigiéndose al esposo de su amiga con afabilidad.
-Te ruego que intentes olvidar toda referencia a mi
título o al de mi familia. Ahora mismo esto es una reunión de amigos con sus
hijos. Y si algo me enseñaron los padres de Idina fue que hay momentos en la
vida en los que tenemos que ser nosotros mismos y disfrutar de la amistad. Tu
hijo Tom no ha hecho nada malo. Y, si te digo la verdad, de pequeña me pasaba
lo mismo que a él.- Rio divertida ahora, para admitir.- ¡El té que me ponían no
me gustaba nada! Y menos aun cuando Cooan me dio a probar su batido de
chocolate casero. ¡Eso sí que estaba rico! Años después me dio la receta.
Eso
hizo reír a Doran que asintió dando fe de aquello. Al poco todos le imitaron
riendo divertidos. Pudieron así variar aquellos tentempiés por algo más sabroso
y dulce. Los críos quedaron encantados., Alice, Loren, Briseida y no digamos
Tom, comieron a dos carrillos y bebieron unas deliciosas tazas de cacao.
Neherenia sonrió complacida. Tras departir un poco sobre temas poco
trascendentes, al fin, los Johnson se despidieron.
-Muchísimas gracias por vuestra amabilidad. Ahora tenemos
que ir con mamá y con los abuelos. ¿verdad chicos?- inquirió Michael a sus
hijos.-
A
decir verdad, Tom estaba deseoso de irse. Se aburría mucho entre tanta
formalidad, a pesar de que la reina de la Luna era bastante maja. Pero ni la
princesa Alice, ni esa otra cría rubita le hacían nada de caso. Por el
contrario, a Loren le dio pena. Hubiese estado bien quedarse y jugar un poco,
sin embargo, esa tal Brise la miraba con una cara de pocos amigos que enseguida
ocultaba, eso sí, cuando un adulto la observaba. De todos modos, tenía ganas
también de ver a su madre que parecía estar triste. Así, fueron acompañados por
los reyes de la Luna que les llevaron a
su propia habitación, allí, para asombro de todos, sólo tuvieron que
cruzar por lo que parecía un espejo para llegar a casa de los abuelos Rodney en
la Tierra. Por su parte, y tras despedirles, Neherenia escuchó a su antigua
dama hacer lo propio.
-Con la venia de sus Majestades. Mi hija y yo
tenemos que irnos ya.
-Es una lástima. ¿No podrías quedarte un poco?- Le
pidió la soberana.-
-Quizás unos minutos.- Convino Anaris.-
Eso
alegró a Nehie, hacía tiempo que no tenía ocasión de charlar con su fiel dama.
Por su parte, ambas niñas pidieron permiso para ir a jugar a la habitación de
Alice antes de que Briseida tuviera que irse. Al verlas salir de la estancia,
Anaris declaró.
-Crecen muy rápido. Parece mentira. Juraría que mi
hija nació ayer.
-Es verdad.- Asintió Neherenia quien enseguida quiso
saber.- ¿Qué tal todo por el cuadrante meridional?
-Muy bien, Majestad. Mi marido trabaja mucho en
acondicionar esa zona, tal y como le encargasteis. – Repuso la interpelada con
manifiesta alegría.-
Y
es que el esposo de Anaris, de nombre Briseo, tuvo ese encargo cuando se casó
con la antigua doncella real. Nehie les concedió ese condado, llamado
oficialmente Mare Australe. Y aparejado a tan alto honor, les encomendó el
hacerlo más habitable con la construcción de jardines y lagos artificiales. Hasta
la fecha aquel encargo estaba siendo cumplido con celeridad y eficacia.
-Es estupendo.- Afirmó una satisfecha reina, que
enseguida preguntó.- ¿Sois felices allí?
-Mucho, Majestad.- Aseveró su interlocutora,
agregando con sinceridad.- Es un lugar cada vez más hermoso. Pero para nosotros
lo más importante es nuestra hija.
-Lo comprendo perfectamente. – Convino Neherenia
replicando.- Como Alice lo es para mi marido y para mí…
Y
entre tanto, ajenas a esa conversación, las dos crías se sentaban en la
alfombra de la habitación de la princesa, jugando con unas muñecas. Brise
entonces le comentó a su anfitriona.
-¿Y esos niños van a venir más?
-No sé, les invitó mi madre. Son los hijos de su
amiga.- Repuso Alice.-
-Pues a mí no me han caído bien, ella parece muy
aburrida.- Declaró Brise con desdén.-
-Bueno, Loren no está tan mal, pero su hermano sí
que es un pesado. Y no tiene modales. - Afirmó la princesa, remachando.- Si
nosotras nos hubiéramos portado así, mis padres se habrían enfadado mucho. Pero,
como era un invitado, mi madre ha sido muy amable con él.
-¡Parece algo tonto! - Se rio la cría rubia remachando.-
Y además, siendo plebeyo no sabe
comportarse. Bueno, eso no es culpa suya.
Aunque
ahora Alice tornó su gesto risueño en otro más apurado susurrándole a su amiga.
-¡Chiss!, que mi madre no te oiga. Se iba a enfadar
muchísimo.
La
rubita enseguida guardó un temeroso silencio. Por tontos que fueran esos niños,
siendo hijos de una amiga de la reina más le valía no criticar. De hecho, su
madre le había dicho muchas veces que no hablase en exceso ni mal acerca de
nadie, ni siquiera cuando estuviera a solas con la princesa.
-Su Alteza podría contárselo a su madre. Y eso sería
muy malo para nosotros.- Recordó Brise que su madre le avisó.-
Dejaron aquello pues y siguieron jugando. Al rato la
voz de Anaris sonó tras la puerta, llamando a su hija.
-Briseida, tenemos que irnos ya…
La
cría salió obedientemente a reunirse con su progenitora. Alice se despidió de
ambas y, dejando que su madre las acompañase hasta la salida de sus estancias
privadas, regresó a jugar a su habitación. Al poco tiempo y para su asombro,
una luz blanca y muy bonita apareció en medio de su cuarto, tenía la forma de
una estrella de cinco puntas y de su interior surgió una altísima silueta. La
niña se quedó pasmada mirando a aquella aparición…era un chico muy alto, de
largos cabellos blancos que enseguida adoptaron un tono castaño, sus ojos
parecían haber sido de color dorado, aunque ahora lucían violetas y la niña, tras
recobrarse de su asombro, le saludó queriendo saber.
- ¿Eres tú uno de los amigos de mi mamá?
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