martes, 8 de marzo de 2011

GWT 18.170. El peligro acecha cerca

En Bios las cosas parecían seguir como estaban antes del viaje. No obstante, Leval pudo advertir que había patrullas en las calles. Cuando volviera a la base al día siguiente ya le preguntaría a Logan el porqué. Amatista por su parte también debía reincorporarse a su trabajo, tenía bastantes cosas atrasadas y tanto Asthel como Maray se prepararon para ir al colegio. Era una lata, pero tendrían que madrugar otra vez tras sus fugaces vacaciones en la Tierra. Su madre les dijo que se fueran a acostar temprano. Cuando fue a dar las buenas noches a la niña ésta le dijo entusiasmada.



- ¡Mami! la abuela Beruche me estuvo enseñando algunas fotografías de ella y de la abuela Esmeralda cuando eran jóvenes. ¡Las dos eran muy guapas!... ¿tú crees que yo seré tan guapa como tú y como ellas?, ¿o como tú o la tía Kerria?...

- Por supuesto que sí. Tú ya eres muy bonita, hija. - Le sonrió cariñosamente Amatista acariciándole la frente. -

- Pero quiero ser modelo como la abuela Esmeralda... ¿podré? ...- insistió la niña. -

- Claro - asintió su madre. - Cuando seas un poco más mayor. Seguro que la abuela te enseñará…a mí me enseñaba cosas cuando yo era pequeña. Y en cuanto se lo digas, estoy convencida de que se pondrá muy contenta.

- ¿Y tú? - Le inquirió Maray. - ¿Por qué no fuiste modelo como la abuela?...Me acuerdo que una vez mi amiga Claire te lo preguntó.



            Amatista se tomó unos instantes para responder. Aquella pregunta no le trajo recuerdos muy gratos precisamente. Su madre casi siempre había estado de gira y trabajando sin parar desde que ella tenía uso de razón. A veces, unas pocas solamente, la llevaba a su despacho y hasta recorrían las instalaciones de la casa Deveraux juntas. Allí podía ver chicas muy altas y muy guapas. Entonces, siendo tan niña, sí que deseaba llegar a ser como ellas. Sin embargo, eso le fue pasando con la edad. Sin saber por qué también le vino a la memoria un paseo con sus padres en el Bois de Boulogne, a las afueras de París. Solían llevarla allí cuando era fiesta o ambos tenían días libres. Era un lugar precioso. Amatista corría, jugaba con las hojas, con su conejito de peluche o se escondía tras los árboles. Sus padres fingían no verla, claro. Ahora sonrió. Con la inocencia de esos pocos años, pensaba que era invisible. De hecho, todo parecía misterioso y mágico en esos lejanos tiempos…



-Mami. ¿Por qué sonríes? -Quiso saber Maray sacándola de esos recuerdos. -

-No es nada, cariño. Me acordaba de cuando era pequeña. – Confesó la aludida, para remachar. - Entonces a mí me hacía mucha ilusión crecer y ser una chica como las de la agencia de la abuela. Después, se me pasó…

- ¿Por qué? - Inquirió su hija con curiosidad. -

- Bueno, porque cuando me hice mayor a mí me gustaron más otras cosas...pero me alegro que tú quieras serlo. ¿Y sabes una cosa muy importante para las modelos? - Añadió enigmáticamente su madre queriendo llevar la charla a su terreno -... ¿Una que tu abuela Esmeralda siempre me decía?

- ¿Cuál?... - preguntó la cría muy interesada. -

- Hay que ser muy alta y muy guapa, para ser alta hay que comer bien...y para ser guapa hay que dormir, así no salen ojeras. Anda duérmete - le susurró cariñosamente Amatista que arropó a su hija sonriendo dándole un beso de buenas noches. -

- Buenas noches, mami - respondió Maray mientras se tapaba la cara con las sábanas. -



            La cría pensó que también Claire quería ser modelo. Las dos a veces jugaban a eso en los recreos. Aunque últimamente se veían menos. De hecho, su amiga le comentó con tristeza que posiblemente se iba a mudar de Vitae.



-A papá le van a destinar a la Tierra, y nos tendremos que ir cuando acabe el mes.- Suspiró apenada.-

-¡Jo! ¡Qué rabia! ¿No te podrías quedar?- Inquirió Maray.-

-No, ya me han estado buscando un colegio en la Tierra. Y mis hermanos mayores incluso viven ya allí.



Acordándose de eso se puso un poco triste, pero las dos se prometieron que seguirían practicando mucho para llegar a ser dos famosas modelos y poder verse cuando viajasen de un planeta a otro. Con ese ánimo cerró los ojos. Amatista entre tanto apagó la luz y salió del cuarto. Sonrió moviendo la cabeza despacio. ¡Esta niña! Ahora le había dado por querer ser modelo. El año anterior quería ser maestra como Idina. Y antes de eso, científica como ella misma. En fin, algún día encontraría su auténtica vocación. Lo dejó correr y fue a dar las buenas noches a su hijo. El muchacho parecía estar meditando dado que estaba sentado en el suelo en la clásica postura del loto y un aura blanca salía de él. Su madre se quedó mirando sorprendida y al cabo de unos instantes le preguntó.



- ¿Qué haces, Asthel?...

- Estoy tratando de desarrollar mi energía, mamá. Como los dioses me enseñaron. - Respondió el interpelado. -

- Ya tendrás tiempo para eso, ahora tienes que dormir. Por muy Mensajero que seas debes descansar. Venga, acuéstate ya. - Le pidió su madre. -

-Es verdad. Ellos también lo dicen.- Concedió el muchacho que se metió en la cama. – Mi parte humana debe de estar bien cuidada.



Amatista asintió con aprobación. Al menos esos dioses demostraban algo de sensatez. Lo único que no le gustaba era oír eso de “su parte humana” Ella le consideraba humano por completo. Pese a todo su hijo había madurado mucho y desde luego le notaba más centrado e incluso prudente. Le observó también charlar mucho con su abuelo paterno, de modo que le preguntó.



 - ¿Qué tal con el abuelo Roy?... ¿te ha contado muchas cosas?

- Es muy divertido - afirmó el muchacho, quien tras sonreír, le contó a su madre. - Me ha dicho que tengo que jugar al baloncesto. Que, con lo alto que soy, seguro que se me dará bien...

- Y tú ¿qué harás? - le preguntó Amatista. -

- Me gusta como deporte, pero creo que tengo cosas más importantes que hacer...- Valoró el muchacho. -

- Sí hijo, - convino su madre con voz algo más apagada, aunque enseguida se rehízo y le animó. - Pero no por eso dejes de ser un chico como los demás... ¡diviértete! A propósito. ¿Qué tal con Madeleine, habéis hecho ya las paces?

- Sí, - sonrió Asthel confesándole. - La llevé por algunos de los lugares que he visitado y le expliqué eso que te acabo de decir, que tengo cosas importantes que hacer. Ella lo entiende y ya no está enfadada conmigo. No te preocupes, me ha prometido que guardará el secreto. Supone que la tomarían por loca si lo dijese.

-Sí, sería lo más probable.- Sonrió levemente su aliviada madre.-

           

            Pero Asthel parecía algo contrariado, y añadió.



-Aunque no sé si querrá que salgamos juntos, se lo propuse, pero no me respondió claramente. Dime una cosa, mamá. ¿Por qué sois tan raras las mujeres? – Preguntó con un leve tinte de irritación. -



A su madre no le pareció demasiado bien que el chico le hubiera abierto tanto su corazón a esa muchacha hasta el extremo de revelarle sus poderes. Pero a fin de cuentas, tras haberlo discutido con Leval tuvo que darle la razón a su esposo, era decisión suya. A fin de cuentas, ella no podía saber si eso estaba mal o si por el contrario obedecería a algún misterioso designio más. Suspirando resignada se dispuso a actuar como si no hubiera oído aquello.



-Bueno. ¿Cómo que somos raras? - se sonrió a renglón seguido, para replicar. - De eso nada. Vosotros los chicos sí que sois bastante raritos, hijo.

-Nosotros decimos las cosas claramente. - Opuso él. - Vosotras siempre estáis diciendo una cosa, pero queriendo significar otra…

-¡Pero eso es porque tenemos más de aquí! - Se rio ella tocándose la cabeza, para sentenciar. - A vosotros sin embargo todo os entra por los ojos…



            Aunque por supuesto se calló convenientemente el recuerdo de la primera vez en la que vio al padre de su hijo, claro…



- Puede ser. - Se sonrió entre tanto el chico, aunque añadió, ahora de manera más seria y atribulada. - No, en serio, mamá. A mí me gusta mucho. ¿Qué puedo hacer? ¿Cómo sabré si yo le gusto a ella?

- Dale tiempo, - le aconsejó Amatista. – ya te dije que , en mi opinión le gustas. Pero si de verdad está interesada en ti, seguro que te lo hará notar...ahora duerme que mañana es día de clase.



Y dicho esto también besó y arropó a su hijo. Se alegraba de que Asthel tuviera aquellas dudas y aquellos miedos tan propios de un muchacho de su edad. Así debía de ser y eso la animaba. Al menos en eso era completamente humano. Tan vulnerable como cualquiera. Cuando le dejó descansando ya acostado y fue a buscar a su marido, le encontró trabajando en el ordenador y con una pila de papeles, de modo que, entre divertida y reprobatoria, declaró.



- Leval, me recuerdas a mi padre, cuando venía con trabajo a casa nunca me hacía caso y eso me molestaba mucho, así que ya está bien de trabajar por hoy, - y en tanto sentenciaba esto le tapó la pantalla con una mano. -

- Amatista, - respondió condescendientemente él, tiñendo además su tono con preocupación. - Tengo que revisar estos informes, son de los últimos puntos conocidos de reparto de Loten.

- ¿Qué es eso del Loten? - preguntó ella sin comprender. -

- Una nueva droga alucinógena que produce cambios de humor y trastornos en la personalidad si se consume reiteradamente. Además, crea adicción casi inmediata. Se ha empezado a detectar en Bios. Al irnos a la Tierra había solicitado estos informes, pero es ahora cuando me han llegado y lo que pone aquí es muy alarmante...

- ¿De qué se trata, cariño? - Inquirió ella mostrándose más inquieta. -

- Se vende cerca de institutos y lugares frecuentados por los jóvenes. - Le explicó él, añadiendo con un toque de temor. -No es excesivamente cara así que los chicos pueden hacerse con ella sin casi esfuerzo.

- Pero debe ser la policía la que se encargue de esto, ¿no crees? - Le dijo su esposa con total naturalidad. -

- La policía de Bios está en mantillas, - objetó Leval añadiendo no sin pesar. - Recuerda que aquí hasta hace muy poco no hubo esta clase de problemas. Ha sido el ejército el que de modo provisional se ha encargado de vigilar de vez en cuando y de proporcionar seguridad. Y nos encargábamos de eso, más temiendo un ataque desde el espacio, que cualquier tipo de problema en las ciudades. Pero el planeta ha ido creciendo en población y el control se hace cada vez más difícil. - Suspiró él que añadió bastante preocupado. -No me gusta el cariz que está tomando esto Amatista, hay que advertir a nuestros hijos que tengan cuidado en la calle, sobre todo a Maray que es la más pequeña.



            Su esposa asintió. ¡Por supuesto que lo haría! Pero ya era tarde, estaba cansada, y no deseaba turbarse por más problemas. Al menos esa noche. Ahora sus hijos estaban en sus habitaciones y a salvo. Soñando a buen seguro con sus propias ilusiones. Y eso le llevó a recordar la conversación que mantuvo con Maray.



- ¿Sabes que nuestra hija me ha dicho que quiere ser modelo? - Le contó ella intentando cambiar de tema para aliviar la preocupación de Leval. – Al menos este año, ya veremos el que viene…

- Como tu madre - sonrió él que admitió con un poso de ternura. - Sería bonito...bueno, como tú misma has dicho cariño, son cosas de su edad, no sé si cuando sea mayor seguirá pensando igual.

- A mí personalmente me gustaría que se decantase por otra cosa que requiriera estudiar alguna carrera. No sé, científica, abogada o ingeniero. Ya sabes.

-Es que te has convertido en una madre muy conservadora. - Se sonrió él. Añadiendo jocoso. - Aunque claro, ¡ya vas teniendo una edad!…

- ¡Eso es lo que me faltaba por oír!  - Replicó ella aferrándole afectuosamente el cuello con simulado enojo, pero riéndose para agregar. - ¡Ni se te ocurra llamarme vieja!…

-Jamás se me pasaría por la cabeza. - Replicó Leval con gesto divertido, soltándose del agarre y sentando a su esposa en sus rodillas para agregar a propósito de la hija de ambos. - Aunque para ser modelo hay que estudiar también, ¿no?... No creo que fuera algo tan malo para Maray…

-No, no digo que lo sea. - Se justificó su mujer comentando ahora con un tinte algo más serio. - Tampoco me desagradaría del todo la idea. - Reconoció Amatista que confesó. - A veces tengo la impresión de que decepcioné a mi madre en ese aspecto, de adolescente nunca me gustó ir como ella...

- Eso es normal, - concedió su esposo. - Todos los adolescentes suelen ser rebeldes por naturaleza, no les suele hacer gracia seguir el ejemplo de sus padres, querías ser tú misma...

- Lo sé...pero era tan impetuosa y tan alocada. Supongo que con la edad te das cuenta de eso...

- ¡Ahora eres tú la que hablas como si ya fueras una vieja! - Bromeó Leval. -

- Ya tengo treinta y siete años, cariño. No es que sea una anciana, pero tampoco soy ya ninguna chavala. - Reconoció Amatista muy a su pesar. -

- ¡No te preocupes!, yo te querré incluso con tus arrugas. - Aseveró jocosamente él. -

- ¿Arrugas?,- exclamó Amatista espantada, preguntando mientras se tanteaba la cara a la búsqueda de alguna. - Yo todavía no tengo arrugas. ¿Me has visto arrugas, Leval?, ¿dónde?...

- ¡Ja, ja! ¡Qué no, mujer!, que sólo era una forma de hablar. A lo mejor son las patas de gallo que me han confundido....



Amatista corrió a mirarse al espejo y una vez suspiró tranquila le replicó con desenfado.



- ¡No me fastidies...todavía no tengo nada de eso!

- ¡Era una broma, tonta! - reía Leval verdaderamente divertido - ¡no te pongas así!



Ella agarró un cojín y comenzó a sacudir con él a su marido para vengarse en tanto exclamaba divertida.



- ¿Serás idiota? ¡Ya te daré yo bromas!



            El agredido se defendió utilizando otro. Al poco ya se habían caído al sofá, con él encima. Después de la “dura batalla”, sellaron la paz con unos besos. Ambos se fueron a dormir cansados. Amatista murmuraba ya acostada al hilo de esos comentarios que habían hecho antes de emprenderla a golpes de cojín...



- ¡Qué envidia me da Sandy!, en los últimos quince años no parece haber cambiado nada....

- Mi tía Karaberasu también se conserva muy joven para su edad, y eso que es mayor que mi madre. - Recordó Leval añadiendo con humor. - ¡Será porque tenía una tienda de cosméticos...o quizá por Mazoui!...

- ¿Y qué tiene que ver Mazoui con esto? ...- susurró Amatista ya medio dormida. -

- Él me dijo una vez que los demonios podían ser eternamente jóvenes si así lo deseaban, puede que sus descendientes tengan esa habilidad - conjeturó Leval. –

-Pero tu tía no desciende de ellos. - Opuso su esposa. -

-Pero concibió a mi primo de uno, quizás eso pueda tener alguna relación. - Elucubró su interlocutor que pareció pensar en eso más seriamente. -

-Le preguntaré a Sandy si eso es verdad, y si es así tiene suerte, se va a ahorrar una fortuna en cremas. - Bostezó Amatista. –

- Bueno, la tía Petz te envió a ti unas cuantas, no es para quejarse. – Le recordó él. -

- Sí, es verdad. Y son muy buenas desde luego. - Concedió su esposa que, muy cansada, ya sólo pudo decir. - Hasta mañana.



            Al fin se durmieron y cuando llegó el día siguiente Leval advirtió a sus hijos sobre esa droga. Los chicos le dijeron que no se preocupase, que tendrían cuidado y ambos fueron a sus respectivos colegios. En el instituto, Asthel se alegró de volver a ver a Madeleine, ella estaba más amable con él, parecía haberle perdonado del todo. El muchacho aprovechó la ocasión para invitarla a tomar un refresco. Su compañera aceptó de buena gana. Si era sincera consigo misma a ella también le atraía ese muchacho y hasta ese momento lo único que le había impedido salir con él era aquel asunto de las reuniones. Pero eso ya quedaba atrás, sobre todo, a la vista de las increíbles cosas que podía hacer el chico. Aunque no le gustaba simplemente por eso. Lo cierto era que ya se había fijado en él desde bastante tiempo antes y esperó pacientemente hasta estar segura de que el chico sentía lo mismo y daba el primer paso. Así pues, ahora todo sería más fácil. Eso pensaba Maddie conforme caminaba a su lado sujetando algunos de sus holo cuadernos de apuntes. Asthel charlaba con ella sobre algún tema intrascendente del instituto y los dos se fueron a la cafetería aprovechando el primer recreo, allí ocuparon una mesa y bebieron sendas limonadas. Madeleine, con visible interés, le preguntó si seguía con sus viajes.



- Últimamente he viajado, - admitió él – pero de forma más normal. Solamente fui a la Tierra unos días a ver a mi familia. Estuve con mi primo que vivía en Europa hasta hace poco. Él también será de mi equipo...

- Pero esa misión tuya, ¿cuándo empezará? - Le preguntó Madeleine con curiosidad y extrañeza. -

- No lo sé, espero a dos dioses todavía. Supongo que dentro de poco me lo dirán...- Repuso él queriendo cambiar de tema por lo que preguntó a su vez - ¿y tú?, ¿has ido a alguna reunión más?...

- No - respondió sinceramente ella. - La última vez que fui me asusté, ¿sabes una cosa? Creo que se han celebrado dos reuniones más y conozco a gente que va a ellas. Pero les noto cambiados, de peor humor. Parecen enfadados con todo el mundo.

- ¿Sabes si toman algo?,- le preguntó su interlocutor recordando lo que su padre le había explicado esa mañana. -

- No lo sé...pero me preocupa. - Le confesó Madeleine cuando sonó el timbre del fin de recreo. -Tenemos que volver a clase.

- A la salida nos vemos, ¿de acuerdo? ...- propuso Asthel y la muchacha asintió con una sonrisa.  -Entonces, ¡hasta luego! - se despidió alegremente él, que corrió hacia su clase mientras la chica hacía lo propio rumbo a la suya. -



            Aquello marchaba bien, ¡parecía que al fin esa muchacha se fijaba en él! De modo que Asthel se fue a su aula tan contento. Junto a él se sentaba su amigo Kyle que le preguntó expectante.



- ¡Qué! ¿Ya te has ligado a Maddie?

-Eso espero. - Sonrió él algo azorado. -

- ¡Es un pedazo de pibón!  Date prisa o vendrá otro que se te adelantará. - Sentenció su amigo, que sonrió añadiendo divertido. - Por ejemplo, yo mismo.



            Como réplica Asthel le dio una colleja. Kyle se la devolvió y estuvieron jugueteando así hasta que entró el profesor. De inmediato ambos pasaron a centrarse (o al menos dar la impresión de ello) en la clase. Maray por su parte estaba junto con Granate en su aula de la escuela de primaria. Era una aburrida hora de lengua y ella se entretenía mirando por la ventana. Deseaba salir ya de una vez. Además, Idina no estaba. Había pedido un par de semanas de vacaciones para ir con su familia a visitar a su gran amiga la reina Neherenia y a ver después a sus padres. Llevaba ya más de diez días fuera. La sustituta, la señorita Emerson, era un auténtico rollo. De modo que el timbre de final de las clases se hizo esperar, pero fue muy bien recibido cuando al fin sonó dando estas por concluidas.



- ¡Por fin! - Suspiró un asimismo aburrido Granate. – Pensaba que no se iba a acabar nunca.

-Espero que la seño Idina regrese pronto. - Declaró su compañera en tanto recogía. -

-También tiene derecho a unas vacaciones. - Comentó despreocupadamente su interlocutor. –

- ¡Jo! Pero esta profe es muy rollo. - Afirmó quejumbrosamente la niña. - Todo el rato con dictados y con lecturas aburridas.

-Es normal, estamos terminando la primaria. - Repuso Granate alegando. – El año próximo iremos ya a secundaria.

-Pues que fastidio. Allí tienen que estudiar muchísimo. Mi hermano se pasa la vida aprendiendo cosas a cuál más rara. - Suspiró resignadamente Maray. -

- Es más divertido cuando nos enseña cosas de esos dioses. - Convino Granate añadiendo con algo de pesar. – Aunque últimamente no tiene mucho tiempo.

-Está muy atontado con esa Madeleine. - Le confió su amiga imitando a la perfección el mejor tono de cotilleo que utilizaban los mayores. -

-¡Estamos apañados entonces! No sé qué la verá. Es una sosa. - Declaró su contertulio moviendo la cabeza. –



Su contertulia asintió, eso mismo pensaba. ¡Menos mal que Granate era razonable! Así las cosas, finalmente terminaron de recoger y se marcharon para su casa, pero a la salida del colegio vieron una gran multitud de chicos en fila, hacían cola para un puesto de bebidas que ofrecían degustación gratis. Dos individuos, un hombre y una mujer, ofrecían vasos con prueba gratuita. La mayoría de los que lo probaban querían repetir, ¡estaba delicioso!  decían entusiasmados.



-Mira ¿Qué será? - Le indicó Maray con expresión curiosa. -

-Quizás han sacado una bebida nueva y la están promocionando. - Conjeturó el chico. -

-Podríamos ir a que nos dieran un poco. - Le propuso su compañera. -



            Granate quería irse a casa porque tenía prisa, pero Maray le dijo que ella lo probaría. Tenía sed y ese nuevo refresco parecía estar muy bueno a juzgar por los comentarios de los demás chicos. Su amigo, encogiéndose de hombros, se marchó tras despedirse y ella aguardó en la cola a que le llegase su turno. Valió la pena esperar, cuando le dieron a probar le pareció delicioso, aunque no reconocía el sabor. Pese a sus ruegos por repetir le respondieron lo mismo que al resto. Únicamente un vaso de degustación gratuita. Dentro de poco saldría al mercado. Con gesto desencantado se volvió a casa, le diría a su madre que comprase de ese refresco cuando saliera a la venta. Llegó casi dos horas tarde, Amatista la esperaba en la entrada muy nerviosa. Tan pronto Maray asomó la nariz por la puerta le echó una buena bronca.



- ¿Se puede saber dónde te habías metido? Llamé a casa de Granate hace una hora y él estaba allí, dijo que te habías quedado haciendo cola para probar un refresco... ¿es que no te das cuenta de que nos has dado un susto de muerte a tu padre y a mí?...



            Pero en esta ocasión Maray no parecía afectada por la regañina de su madre, sólo se limitó a decir con una sonrisa de satisfacción.



- Quiero más de ese refresco, está muy bueno. Mamá, compra más. Mucho más - repetía con la mirada perdida. -



            Leval se acercó entonces al oír a Amatista. Había estado dando vueltas e incluso dirigiéndose al colegio. Hasta trató de encontrar el aura de su hija para ubicarla. Sin embargo, no pudo conseguirlo. La niña no emitía mucha y debía de estar rodeada de gente. Retornó a casa pensando en aguardar una hora más y después ordenar que la buscaran. Ahora la observaba con una mezcla de enfado y alivio. Pero una vez escuchó el tono de la respuesta de la niña, y, sobre todo, cuando la miró a los ojos, se asustó.



- Hija, ¿estás bien?,- le preguntó con suavidad acercándose a Maray. -

- ¡Estoy muy bien...y quiero más!,- exigió la chiquilla con voz impertinente. -

- ¡Oye, Maray! ¡No te dirijas a nosotros en ese tono!,- intervino la enfadada Amatista llamándole la atención.



            Aunque para su sorpresa Leval hizo callar a su mujer con un gesto, mientras observaba preocupado a su hija y le preguntaba.



- Dime cariño, ¿quieres más refresco?

- Sí - replicó ella de forma seca e imperativa para sentenciar. – Más, ¡ahora!…

- ¿Qué te pasa, cielo? - le preguntó su madre que ahora sí la observaba bastante asustada a su vez. - ¿Qué pasa con ese refresco?...



            Maray la miró fijamente como si no la conociese, fue su padre quién le pidió con tono suave.



-Anda hija, llévame a donde está ese refresco para que pueda comprarte más. ¿Quieres?



            La niña no se hizo repetir aquello, de inmediato salió corriendo hacia la calle como una exhalación. Leval movió la cabeza como si confirmase algo que temía. Le desveló a Amatista con tono alarmado.



- Algo le ocurre, ¡maldita sea! Espero que no sea lo que estoy pensando...

- ¿El qué? - Exclamó su esposa cada vez más intranquila. - ¡Leval, por favor, no me asustes!

- Podría ser efecto del Loten, les hace perder los nervios y la perspectiva de la realidad fruto de la adicción. Como te dije ayer es una droga que engancha casi nada más se toma. ¡Por eso es tan terrible!

- ¡Dios mío, no!, hay que ir tras ella. ¡En ese estado podría ocurrirle cualquier cosa! - Exclamó Amatista totalmente aterrada. -

- No te preocupes. Voy con ella - trató de tranquilizarla su esposo que se concentró en la energía de su hija. -



Esta vez, por mor de la proximidad entre ambos, pese a notársela bastante inestable pudo captarla bien y se trasladó. Asthel salió entonces de su cuarto. Había llegado antes que su hermana tras salir de clase y tener una cita con Maddie. Lo cierto es que todavía pensaba en eso, así que no se había enterado de nada, sólo de las últimas voces.



- ¿Qué ocurre, mama? - Quiso saber al ver la expresión angustiada de su madre. -

- Hijo, es algo grave. - Amatista le contó lo sucedido para remachar con visible angustia. -Tu padre ha ido a por tu hermana, ¡quiera Dios que no sea por esa droga!

- Madeleine me contó que las personas que la consumían se volvían muy agresivas, -  le comentó Asthel asustado también. - Tenían un carácter muy inestable...

- Avisaré al médico y a Sandy...- Pudo decir Amatista con los nervios a flor de piel. No perdió ni un segundo y corrió desesperada a llamar. -



            Leval por su parte había aparecido junto a su hija que corría, cortándola el paso. Afortunadamente en una callejuela sin nadie alrededor. Maray trató de escapar, pero él la sujetó.



- ¡Déjame ir! - chillaba la cría. - ¡Quiero más! ¡Quiero más!... ¡quiero más!...



La niña se retorcía compulsivamente tratando de soltarse sin parar de repetir aquello atrayendo entonces a algunas personas que pasaban por una calle adyacente. Y ante las miradas atónitas de algún que otro transeúnte.



- Hija por favor, debes tratar de calmarte, te han dado algo que te ha sentado mal, - le decía su asustado padre tratando de mantener una voz paciente y sosegada -...

- ¡Déjame que beba más! - gritaba y sollozaba ella con desesperación sin parecer escucharle. -¡Quiero beber más!





            Leval la sujetó para que no se escapase y cuando se aseguró de que la calle estaba otra vez desierta, ajenos a miradas curiosas, se transportó con ella a su casa. Su mujer había llamado a Sandy que rápidamente se había dirigido allí. Al aparecer su marido tumbaron a la niña, que ahora sufría convulsiones, sobre un sofá. Amatista estaba muy asustada, se había quedado pálida viendo a su hija en ese estado casi de catatonia y no podía ni articular palabra. Pero su amiga la tranquilizó.



- No temas, esto se le pasará, necesita reposo y que la vigiles, con mis dotes curativas trataré de calmarla. - Sandy sujetó la frente de Maray que ardía. Con una mano trató de transmitirle su poder. Casi al instante la niña calmó sus temblores y su sanadora añadió. - Debe descansar, únicamente he podido aliviarla, está bajo el efecto de alguna droga muy fuerte. Esto es como una especie de síndrome de abstinencia.

- ¡Maldición...lo sabía! - escupió Leval con rabia para asegurar lleno de ira. - ¡Voy a acabar con esos malditos traficantes sean quienes sean! ¡No dejaré ni un sólo peñasco del planeta por remover hasta que les encuentre! Y entonces se van a acordar de mí.

-¡Cálmate, por favor! - le pidió su asustada esposa mirando como Maray se agitaba con sudores fríos. - Tenemos que cuidar a nuestra niña...es lo único que importa ahora.

- Sí, Leval, - añadió Sandy con tono más controlado. - No te dejes dominar por los nervios. Debes estar tranquilo, presiento que hay una trama bastante oscura detrás de esto.

- Sí, yo también - convino él asegurando con indignación... ¡y me encargaré de descubrirla y de hacer que se castigue a los culpables!



            Acostaron a Maray y le pusieron una venda fría en la cabeza para aliviar la fiebre que empezaba a apoderarse de ella. Cuando vino el médico confirmó sin dudar el diagnóstico de Sandy y lo único que dijo es que la niña tenía algo de fiebre fruto de la reacción de su organismo para defenderse de aquello y que debía tomar un neutralizador y algún complejo vitamínico con sales para recuperar las que había perdido. Añadió también que, como medida de precaución, fuese a su consulta cuando estuviera recuperada para hacerse unas pruebas.



-No te preocupes, mañana cuida de tu hija, yo te cubriré en el trabajo. Además, como somos las jefas no creo que nadie te vaya a reñir. – Le dijo la morena científica a su apurada amiga tratando de desdramatizar. – Y no te apures, mejorará…

-Gracias, Sandy. – Suspiró su interlocutora a punto de llorar por el temor y la angustia de ver así a su pequeña. – ¡Por Dios! ¿Quién puede ser capaz de hacerle esto a una niña?



Sandy abrazó a su amiga que no pudo evitar romper a llorar. Pero Amatista enseguida se forzó a enjugarse las lágrimas para estar al cuidado de la cría.



-Estoy bien, gracias. - Le dijo a la morena científica. - Gracias por venir…

- ¡Cómo no iba a hacerlo! Anda, cálmate. Maray se pondrá bien. –Le aseguró Sandy añadiendo de modo solícito. - Si necesitáis cualquier cosa, llamadnos enseguida a Coraíon y a mí.



Tras agradecerle de nuevo su ayuda Leval despidió a su amiga a la puerta y le dio recuerdos para su esposo, hijo y demás familia. Maray se durmió y pareció recuperarse pues tenía un sueño tranquilo. Amatista se instaló a su lado, sentada en una silla. Haciéndole beber de vez en cuando lo que el médico le había recetado. Y aunque su marido le insistió en que dejase descansar a la pequeña, la preocupadísima mujer se empeñó en quedarse a velarla. Su marido entró en varias ocasiones durante la noche ofreciéndose a quedarse en su lugar. No obstante, la angustiada madre negó con la cabeza una y otra vez. De este modo estuvo en vigilia junto a su hija tomándole la temperatura y ésta por suerte fue disminuyendo hasta llegar a su estado normal. Al día siguiente la chiquilla se despertó recuperada y vio a su madre dormida junto a ella. Maray le acarició cariñosamente el pelo y Amatista se despertó...



- Buenos días, cielo, ¿estás mejor? - Le preguntó todavía preocupada. -

- Sí - asintió la niña. - Estoy bien, mamá...ya no me molesta nada.

-¡Menos mal! – Suspiró Amatista que abrazó aliviada a su hija dando gracias a Dios y preguntándole de inmediato -, ¿qué te pasó? ¿Recuerdas algo?...

- Sólo que bebí un refresco y que estaba muy rico, luego me vine a casa. - Contestó la chiquilla visiblemente confusa. – No me acuerdo de nada más…

- Ya estás curada, cariño. - Sonrió su interlocutora que, poniéndose más seria le advirtió -, pero la próxima vez no tomes nada que venga de desconocidos. Y menos si lo van regalando…



            La cría asintió, se sentía bien y para mayor contento, su madre le dijo que no fuese al colegio por hoy. Amatista por su parte suspiró con alivio una vez más. Luego fue a buscar a su marido que estaba preparándose para irse a la base, le dijo que Maray estaba mejor. Leval se alegró y fue a ver a su hija.



- ¿Cómo te encuentras, cariño? - Se interesó  afablemente él, acariciando la barbilla y las mejillas de la pequeña. -

- Estoy bien, papi. - Sonrió la interpelada, afirmando. - Mami me ha dicho que hoy no tengo que ir al cole.

-No, hoy no… pero luego llama a algún compañero para ver si tienes que hacer alguna tarea ¿Eh? - Le indicó su padre con una leve sonrisa. - Que esto no son unas vacaciones…



La pequeña convino en ello asintiendo repetidas veces. De todos modos, para ella estaría bien quedarse en casa y poder dormir un rato más. De hecho, declaró.



-Tengo algo de sueño…

-Pues duérmete, mi amor. - Sonrió su madre mesándola el pelo con afecto para declarar.- Te voy a hacer unas tortitas con caramelo para cuando te despiertes…



Maray levantó los brazos encantada, ese era uno de sus platos favoritos. Sus aliviados padres sonrieron. ¡Esa sí que era su niña! De modo que, más tranquilo después de ello, pero igualmente indignado por el incidente, Leval se despidió de ambas y se dirigió a su cuartel. Ahora estaba más decidido que nunca a hacer lo que fuera para resolver el asunto de la red de tráfico de Loten. Llegó a su despacho y comenzó con sus pesquisas. Aunque apenas si llevaba una hora trabajando en ellas cuando tuvo un Holo mensaje de la Tierra. Era su madre, muy sorprendido lo atendió…



- ¿Qué podrá ser? - Se dijo con gesto de extrañeza, aunque algo en la expresión de su madre no le gustaba nada. - No parecen buenas noticias. - Conjeturó, desgraciadamente con acierto. -



Su esposa entre tanto recibió la llamada de Sandy que le preguntó por el estado de la pequeña. Tras agradecerle de nuevo su ayuda del día anterior su amiga le contó que la cría estaba ya bien. Afortunadamente se había recobrado por completo. Tanto que las dos estaban mirando unas holo revistas de modas.



-Bueno, por hoy yo tampoco he mandado a Granate al colegio. Su padre tenía que trabajar en casa y se quedó con él. - Le contó su compañera de trabajo. – Ojalá Idina regrese pronto. Con ella allí me sentiré mucho más tranquila.

-Sí. Se fue a visitar a Nehie con su familia y luego a ver a sus padres. Hacía bastante que no lo hacía. - Le explicó Amatista agregando. – Tom y Cooan todavía no están jubilados, pero tienen mucho tiempo libre. Agradecerán la presencia de los nietos y por lo que me comentó ella antes de marcharse cree que su padre no se encuentra demasiado bien.

- ¡Vaya, lamento oír eso! – suspiró Sandy. – Ojalá que no sea nada serio. – Pudo decir. -



Aunque no tenía un buen presentimiento. No obstante, apenas sí conocía al padre de Idina y no le era posible precisar.



-Esperemos que no. De todos modos, ya nos contará en cuanto regrese. – Comentó su amiga. -





Las dos terminaron de hablar al poco rato deseando que Idina y su familia lo pasaran bien y que el padre de su amiga gozara de buena salud. De hecho, la aludida había ido efectivamente a la Luna. Tal y como le prometió hacía tiempo, Neherenia la recibió como princesa que era.  Tanto fue así que a ella y a su familia se les rindieron honores casi de Estado. Michael se sentía algo nervioso, no estaba desde luego acostumbrado a tales fastos, aunque su esposa le calmó de inmediato.



-No te preocupes, es por el protocolo. En cuanto pueda, Nehie nos hará pasar a sus estancias y charlaremos como personas normales.

-Desde luego, amigas importantes sí que tienes. No te lo puedo discutir – pudo sonreír su esposo con patente nerviosismo. –

-La reina de la Luna, ¡qué guay! – Exclamó Tom que no se cansaba de observar todas aquellas columnas y los bellos tapices y cuadros de las paredes del salón de audiencias en el que aguardaban. – Cuando lo cuente en el cole, alucinarán…

-Oye, mamá. – Intervino Loren que llevaba sus lápices de colores y su cuaderno de dibujos. - ¿Es aquí donde vive esa niña del espejo?

-Sí hija- le sonrió su madre que, recordaba como hacía poco tiempo que su propia hija pudo ver a otra cría en el mismo espejo en el que ella y Nehie solían hablar. – Aquí mismo es…



Aunque esta vez no era la reina de la Luna Nueva de pequeña sino su hija. Neherenia tuvo una única heredera a la que llamó Alice. Desde siempre a la reina le gustó el cuento de Alicia a través del espejo y juzgó que tenía mucho que ver con ella misma. De común acuerdo con su marido, llamaron a su hija como la protagonista. En realidad, su nombre completo era Alice Neherenia Derail Moon Light, su Alteza Serenísima Bella y Gentil, princesa heredera del reino de la Luna Nueva y duquesa de Nuevo Vegeta. Esos títulos obedecían a su herencia materna y a que su padre había sido nombrado duque del planeta de los saiyajin por sus ahora soberanos el rey Bralen y la reina Aiona, (la hermana del propio Doran) a fin de que pudiera desposar a una reina extranjera. Era más o menos de la misma edad de Loren, de largo pelo moreno como sus padres y ojos azules. Cierto día Neherenia la presentó a su amiga a través del espejo e Idina hizo lo propio con sus hijos. Ahora, al fin, los críos podrían conocerse en persona. Tras unos minutos un chambelán de palacio, vestido con librea y una especie de peluca, salió de la sala de audiencias, se dirigió a ellos y declaró con tono rimbombante.



-Les rogamos que pasen, sus Majestades y su Alteza Serenísima les recibirán.



Idina y su familia así lo hicieron tras levantarse de los cómodos sillones en los que habían estado aguardando. Ella sonrió al pasar a otra estancia anexa, la antecámara de recepciones y reconocer al viejo Gillard de la Lune, ese ortodoxo canciller y aposentador real, tan fiel a su amiga.  



-Un honor volver a verla, Alteza. Por favor, les ruego a usted y a su familia que me sigan…- La saludó. -



Enseguida siguió a ese hombre, su esposo e hijos hicieron lo propio. El Chambelán y Canciller Real les franqueó el paso a través de dos grandes y nacaradas puertas. Al entrar, los niños e incluso Michael miraron con la boca abierta. Si habían creído que la sala de espera era algo impresionante se quedaba en nada ante la magnificencia del salón Real de Audiencias. Un techo altísimo con lámparas de araña doradas cuya luz se derramaba en ese mismo tono, alfombras y tapices preciosos con multitud de escenas de la Luna y de animales cubrían el suelo. Y una alfombra roja recorría todo el trayecto desde la entrada hasta el trono que estaba situado a un nivel superior, con tres escalones recubiertos por esa misma alfombra. Allí, en el centro se sentaba la reina, una hermosa mujer de largos cabellos morenos que vestía un largo conjunto de falda plateada y corpiño color verde mar. A su derecha otro trono y en él un hombre, también de pelo e incluso tez algo morena, muy fornido y con un traje oscuro. Y a la izquierda, una niña de quizás cinco o seis años, que lucía un vestido similar al de su madre, pero en tonos malvas y blancos. Tal y como les habían instruido sus padres, los pequeños Tom y Loren se detuvieron a unos pocos metros de esos magníficos reyes y se inclinaron, lo mismo hizo Michael. Idina a su vez hizo otra marcada reverencia en tanto el chambelán, puesto tras de ella y su familia, les presentaba con su característica rimbombancia pese a que solamente estaban ellos y los miembros de la Familia Real.



-Su Alteza Serenísima la princesa de la Luna y baronesa de Némesis, Idina Johnson Rodney y familia.

-Por favor amigos míos, acercaos. - Les pidió Nehie con una amplia sonrisa en tanto se levantaba de su trono y descendía las escaleras. – Prescindamos de tanta etiqueta.



Su amiga se aproximó también, los demás miembros de su familia aun aguardaron algo intimidados por semejante boato. Tras otra reverencia ante la soberana ambas amigas se abrazaron. La misma reina entonces les propuso de forma desenfadada, tal y como Idina había esperado.



-Retirémonos a mis estancias y hablemos con más tranquilidad.



Y tras la reina de la Luna Nueva fueron el rey y la princesa, seguidos de sus invitados. Nada más entrar, Nehie se quitó una especie de tiara que llevaba en la cabeza y suspiró.



-Cada día soporto menos tanto ceremonial…

-Lo mismo digo - convino Doran afirmando con desenfado. – Los saiyajin tenemos menos parafernalia que aquí, ¡y mira que hay ceremonias en mi mundo de origen!

-Me alegro de veros – sonrió Idina. – Hacía mucho que no podíamos reunirnos.



Su marido saludó también a los reyes de la Luna Nueva, en tanto Tom decía con patente entusiasmo.



- ¡Esto es guay! Tenéis un montón de alfombras. Seguro que estáis todo el día pasando el droido aspirador. - Afirmó convencido, puesto que siempre había escuchado a su madre decir que era lo adecuado. –

-Sí, ¡desde luego dan trabajo! – se rio la soberana, divertida por aquella ocurrencia infantil. –



Aunque Idina llamó discretamente la atención de su amiga señalando hacia las niñas. Loren y Alice se miraban la una a la otra, fue la pequeña princesa quién comentó atónita.



- ¡Tú eres la niña del espejo!

-Sí– convino Loren afirmando a su vez. – Y tú salías en el de mi mamá. No sabía que eras de verdad. Creía que eras de un cuento de hadas.

-Claro que soy de verdad –aseguró su interlocutora para presentarse. – Soy la princesa Alice.

- ¡Qué bien!, mi mamá también es princesa – sonrió Loren. –

-La mía es reina – le replicó la otra cría. –

- ¿Y eso es mejor que ser princesa? - Preguntó la niña. –

-Creo que sí – Repuso su contertulia, aunque parecía insegura, sobre todo cuando añadió. – Lo malo es que tiene que estar hablando con mucha gente rara mucho rato. Y es muy aburrido.



Sus dos madres asistían a esa conversación con expresiones sonrientes y plenas de añoranza. Fue Idina la que, con voz queda, le comentó a su amiga.



- ¿No te recuerdan a alguien esas dos?

-Parece mentira lo deprisa que transcurre el tiempo. - Afirmó Nehie que comentó con nostalgia. - ¿Quién sabe? Puede que un día nuestras hijas puedan ir juntas a estudiar a la Golden como hicimos nosotras.

-Sería bonito que las dos fuesen compañeras y tan buenas amigas como tú y yo. - Convino Idina. –





Por su parte su esposo conversaba con el rey. Éste le puso al corriente de algunos asuntos de la Tierra. A Michael no le gustó demasiado el cariz que tomaban las cosas en el planeta. Acorde con lo que el soberano le explicaba, cada vez crecía más un movimiento de fundamentalistas que sostenía que aquellos agujeros negros aparecidos hacía ya tantos años era el aviso del Juicio Final, y que la Tierra tenía un breve plazo para purgar sus pecados. Para ellos Serenity no fue más que una enviada para aplacar la cólera de Dios, pero había dejado que las cosas siguieran igual. El pecado y la abominación proseguían dominando el mundo. Por tanto, ya no les merecía crédito. Es más, en muchos lugares la oposición a los soberanos de la Tierra iba en aumento. Se decía que el único rey del Mundo era Dios mismo. Desde luego al esposo de Idina aquello le espantó, pero decidió no importunar a su mujer con esas nuevas. Aunque ésta, a su vez, recibió noticias poco halagüeñas de su amiga la soberana cuando, cambiando de tema, le comentó.



-En un par de días iremos a la Tierra a ver a mis padres. Hace mucho que no les visito.

-Ya... – suspiró Neherenia que esbozó un gesto de preocupación en su semblante. –

- ¿Qué sucede? - quiso saber Idina que la observó sorprendida, su amiga había tornado su jovial expresión por una de pesar. –

-Veras…- le comentó la reina con tono consternado. – Hace unos días estuve en la Tierra. Me llamó Rei.

- ¿Mi madrina Rei? - Se sorprendió la muchacha. –

-Sí, la princesa Marte, tú sabes lo gran amiga que ha sido siempre de tus padres. Les hizo una visita de cortesía. Bien, habló con tu madre y me contó que tu padre no está bien.

-Algo sabía de eso. Está muy cansado, trabaja demasiado y ha estado estudiando muchas de esas cosas esotéricas que a él siempre le han encantado. Lance me envió un Holo mensaje hará casi un mes. Me comentó que trató de convencer a mi padre de que dejase eso…- Le reveló su interlocutora. – Me dijo también que fuese a ver a mis padres en cuanto pudiera. Pero. ¿Qué le ocurre a mi padre exactamente? ¿Lo sabes tú? – Inquirió la angustiada muchacha. –

-Está raro. Es como si se le fuera la cabeza a veces. - Le explicó Neherenia. – No recuerda que estaba haciendo y, por lo que tu madre y Rei me explicaron, ha tenido que dejar de dar las clases de kárate. A veces se quedaba parado en medio de un kata sin saber cómo seguir. Yo misma estaba delante cuando un día le dijo a tu madre que era la hora de ir a la biblioteca, que habían quedado con Roy y con Bertie para estudiar el examen.

- ¡Pero eso son cosas de hace más de cuarenta años!- Se horrorizó Idina cuya expresión mostraba un gran desasosiego ahora, para querer saber.- ¿Ha visto a algún médico?

-Al parecer tus tíos Roy y Beruche acudieron a verle, durante ese tiempo parecía que nada le pasase. Tu padre estuvo totalmente normal. Pensamos que quizás había tenido mucho estrés o simplemente que todo eso había sido algo pasajero. Pero ayer mismo tu madre llamó al médico y a Rei. Se encontró a tu padre tirado en el suelo, en medio del salón. - Le desveló su amiga con tono y mirada apesadumbrados. -

- ¡Dios mío! – Pudo decir la muchacha llevándose las manos a la boca para afirmar. – Tengo que verle ahora mismo. Lo siento Nehie, si no es molestia, por favor. ¿Permitirías que se quedase aquí a mi familia mientras? Iré y volveré lo más rápido que pueda.

-Lo entiendo perfectamente. No es ninguna molestia en absoluto. – Le aseguró la soberana posando afectuosamente ambas manos sobre los hombros de su intranquila amiga. – Es más, no vas a tardar nada. Tenemos un sistema de tele transporte nuevo. Se me ocurrió precisamente a raíz del nacimiento de mi hija. Modifiqué los espejos del cuarto de tus padres para ajustarlos al mío y puedes pasar por ellos. Es como un mini agujero de gusano. Será como cruzar una puerta para ir a otra habitación.



Su amiga asintió, no le preocupaban mucho esos detalles, ahora solamente quería abrazar a sus padres. En pocas palabras se lo explicó a Michael dejando al margen a sus hijos. Si su padre estaba en ese estado mejor que los críos no lo vieran. Su marido en un principio quiso ir con ella, pero la chica le pidió que se quedase con los niños.



-No quiero que se den cuenta de nada. Ni que piensen que algo va mal.- Le susurró la apurada Idina.-

-Como tú quieras. Ya me contarás.- Replicó su esposo, lamentando aquello.-



Así, la muchacha pudo llamar a casa de sus padres. Fue Cooan la que se puso, su rostro resplandeció al ver a su hija. Idina le comentó que iba a ir para allá. En un momento y sin vacilar, atravesó el espejo del cuarto de la reina saliendo por el de la habitación de sus padres. Allí se abrazó enseguida a su madre que sollozaba de felicidad al verla.



- ¡Hija mía! – Pudo decir Cooan visiblemente afectada por la emoción. –¡Cuánto me alegra que estés aquí!



Tras un rato de estar abrazadas Idina se separó y pudo ver bien a su madre. La pobre estaba muy envejecida, tenía arrugas en su antaño suave y terso cutis y su cabello casi era ya gris. La mujer pudo adivinar los pensamientos de su hija cuando con una sonrisa de circunstancias admitió.



-Estoy muy mayor, ¿verdad? hija mía.

-No, mamá - se apresuró a negar Idina que, de inmediato le preguntó. - ¿Dónde está papá?

-Sentado en el porche – le dijo su interlocutora que ahogó un sollozo para advertirla. – No sé si sabrá quién eres, mi niña.

- Pero ¿qué le pasa?  - quiso saber la inquieta muchacha. –

-Ami estuvo aquí junto con Rei ayer mismo – le reveló su madre confirmando las palabras de Nehie, para contarle con tono resignado, lleno de tristeza. – En cuanto tu padre volvió en sí ella le reconoció con aparatos médicos del Milenio de Plata. Por lo que nos contó sufre un principio de degeneración neuronal. No se sabe si debido a priones o quizás a alguna otra cosa desconocida. Pero es algo irreversible.

-Entonces…- Preguntó la chica dejando en suspenso aquella frase, quizás temía la cuestión que iba a formular tanto como su madre la respuesta, finalmente se armó de valor y concluyó. - ¿Es que no hay nada que se pueda hacer?

-No cariño - suspiró su madre dejando caer sendas lágrimas por sus mejillas. –

-Pero y la reina Serenity, ¿no puede usar el poder del Cristal de Plata?- Insistió la impactada muchacha.-

-Tu amiga Neherenia lo intentó, con su Moon Healing Scalation. Pero me explicó que su poder sanador corrige los traumas o el efecto del mal. Esto desgraciadamente es una enfermedad sí, pero que sigue un curso natural. Contra eso nada pueden hacer. Ni ella, ni aún la propia soberana de la Tierra.

- ¿Cuánto le queda…?- sollozó ahora Idina, que se sentía invadida por una creciente angustia y dolor. –

-No lo sabemos. - Replicó su consternada madre. – Pero me gustaría que todos estuvierais aquí para que os viese. Al menos teneros cerca. No sé si os conocerá, pero de lo que sí estoy segura es que podrá sentir vuestro cariño.



La afectada muchacha asintió, en ese instante sonaba el Holo teléfono y su madre fue a contestar. Ella salió al porche, andando despacio, allí le vio. Su padre estaba sentado en una silla mirando hacia el campo que había más allá, en esa agradable tarde. Se aproximó a él tras enjugarse las lágrimas y haciendo un esfuerzo para ocultar su tristeza, con voz dulce y suave le saludó.



-Hola papá.



Tom se volvió mirándola con una gran sonrisa y dijo como si realmente no le sucediera nada de particular.



-Idina, hija. ¡Qué alegría! ¡Cuando has venido!





La chica sonrió con amplitud ahora, sintiéndose aliviada, no parecía estar tan mal. Su pelo eso sí, era totalmente blanco ya. Pero él siempre fue canoso, incluso de joven. Idina abrazó fuertemente a su padre y le susurró al oído.



-Cuantas ganas tenía de veros a ti y a mamá. Vengo de estar con Nehie.

- ¡Ah sí! esa chiquilla del espejo – sonrió su padre dejándola helada cuando afirmó. – ¡Qué mayor está!, ¿sabes que va a ir a estudiar contigo a la Golden?

-Sí, papá, eso me ha dicho…- pudo sonreírle ella pese a todo, cuando al mirarle a los ojos le vio aquella expresión ausente. – Eso dijo, y me ha hecho mucha ilusión…



La muchacha acarició las mejillas de su padre y no pudo evitar llorar, más cuando éste tomándola ahora por su madre, le comentó jovial.



- ¿Sabes Connie? Roy ha dicho que mañana podríamos ir de visita por Nueva York. Veremos una película y os enseñaremos la ciudad. Espero que Bertie acepte venir. Creo que aún sigue enfadada con él…¡El muy bruto la tiró vestida a la piscina!



Al poco su madre reapareció junto con sus tíos. La llamada había sido de Roy que, al conocer el estado de su amigo y que su sobrina estaba allí, no dudó en transportarse con Beruche. Estos besaron y abrazaron largamente a la chica que no pudo contener sus lágrimas más y enseguida se aproximaron al enfermo que les sonrió visiblemente feliz, como si lo que le acababa de decir a su hija se viera corroborado.



-Vaya, así que la has convencido ¿eh, bribón? Bertie se viene con nosotros. - Afirmó el paciente con gesto risueño. – Vamos a enseñarles la ciudad…

-Así es, amigo- concedió el aludido con una afectuosa sonrisa para añadir enternecido y al tiempo lleno de pesar – ya sabes. Lo que Roy Malden no consiga con las mujeres, no lo logrará nadie.

-Espero que yo tenga tanta suerte con Connie como tú con Bertie. – Expresó su esperanzado interlocutor. – Quizás quiera salir conmigo. Pero me da algo de miedo pedírselo.



Y es que Tom parecía ajeno al hecho de que su esposa estaba junto a él rodeándole con sus brazos por detrás del cuello, que su hija lloraba apartándose para no ser vista abrazándose a Bertie que también derramaba lágrimas de dolor al verle así y que el mismo Roy debía hacer grandes esfuerzos por no llorar. En tanto replicaba emocionado.



-Estoy seguro, compañero. Sé de buena tinta que está loca por ti. Confía en mí.



Y sin poder soportarlo más su amigo de toda la vida se metió en la casa. Desahogándose allí, su esposa fue a abrazarle y trató de confortarle en tanto él sollozaba.



-No puedo verle así…Bertie no puedo…

-Pero debemos estar a su lado y ser fuertes. – Le animó su esposa también con manifiesto tono de tristeza. - Por él y por su familia. No podemos dejar a mi hermana sola.

-Lo sé. - Afirmó su interlocutor secándose las lágrimas y estallando con patente dolor. – Pero es un hermano para mí. No se merece esto, ¡maldita sea!



Y Bertie, dejando caer lágrimas también aun pudo sonreírle para afirmar.



-Ami nos ha dicho que no sufrirá. Le vienen hermosos recuerdos, nada más. Cuando Neherenia estuvo aquí fue lo único que dijo que podrían hacer por él.

-No quise decirles nada a Leval, ni a Amatista, cuando vinieron a vernos. Por no amargar el reencuentro. Todavía pensaba que habría alguna esperanza. – Declaró su marido. –

-Hiciste bien, y sé lo difícil que te resultó fingir delante de todos. Además, es cierto que entonces no estaba tan mal. – Le consoló su mujer afirmando ahora con rotundidad. – Pero ahora debemos decírselo.

-Su hermano Daniel ya lo sabe. Creo que iba a venir junto con Mimette y su hija. - Comentó Roy. –

-Yo me ocuparé de llamar a Leval cuando regresemos a casa. – Le dijo Beruche afirmando animosa. – Quien sabe, quizás Asthel pueda hacer algo para curarle.



Su marido convino en ello con el ánimo renovado y al poco se despidieron de Cooan, Idina y de un sonriente Tom, cuyas palabras antes de que se marchasen fueron.



-Hasta mañana Roy, ya tengo ganas de verte debutar mañana con los Knicks. Nos habrás conseguido entradas, ¿verdad?

-Claro compañero…las mejores entradas de todo el pabellón. - Pudo decir el interpelado evitando por poco llorar allí delante de su amigo de toda la vida. - Estarás a mi lado, como siempre.



Y cerca de allí, aparcado en la carretera, un hombre leía un gran tomo de color granate con letras doradas. Cerró el libro y dejó caer lágrimas de tristeza que empañaron su barba de varios días. Aquel hombre se llamaba Lance Rodney e iba a ver a su familia. Recordaba como hacía ya años, charlaba con su padre sobre esos temas. Éste le había comentado que tenía una pista fundamental. Parecía verlo como si hubiera sucedido ayer.



-Hijo. - Le decía Tom con visible excitación. - ¡Es algo asombroso! Después de tantos años de investigar y descifrar textos he descubierto algo increíble.

- ¿El qué? - Quiso saber su interlocutor, aunque ya se temía  para su desgracia de lo que se trataba. -

-Verás. Cuando estuve en el asteroide visitando a tu hermana até cabos. Mazoui me contó cosas. Se trata de un misterioso libro, al parecer posee enormes poderes. En él se registran todos los acontecimientos, pasados, presentes y futuros. “El Libro de los Días” se llama, Lance…

- ¿Qué clase de poderes tiene ese libro? - Le inquirió el muchacho pretendiendo desconocer aquello. -



            Su excitado padre andaba de un lado a otro hasta que se detuvo y golpeando leve y repetidamente el pecho de su hijo, respondió.



-Es incluso capaz de acabar con el olvido, ¡Es nuestra protección contra la Nada! - Exclamó Tom casi eufórico para sentenciar. - Si pudiéramos tenerlo en nuestro poder el universo no habría de temer jamás un nuevo ataque por parte de esos entes…

-Pero papá. La reina Serenity ya terminó con esa amenaza, junto con Roy, Lornd, la princesa Usagi y la reina Neherenia. Leval y Mazoui nos contaron lo que hizo Amatista en Bios, ¡les rechazaron por completo!…

-Hijo. Tú has estudiado los arcanos como yo… Sabes que eso no fue más que el aplazamiento del momento final. - Objetó su padre con el semblante más grave ahora. - La última batalla se acerca…es algo inexorable.

-Sí, y también he leído que el que trate de profundizar en esos misterios sin tener el permiso de los altos poderes sufrirá las consecuencias. Papá. Te lo pido por favor, ¡deja eso!... - Dijo el joven ahora con tono lleno de temor. -

-No puedo, Lance. Es el destino de todo el Cosmos el que está en juego. - Replicó su interlocutor. - Es algo tan importante que bien merece la pena correr ese riesgo.

-Esos secretos serán protegidos. No te dejarán acceder a ellos, y si lo haces serás castigado. ¡Te   lo suplico! - Volvió a insistir el más que preocupado muchacho, alegando. - Hay otros que deberán ser los encargados de afrontar ese reto. Déjaselo a ellos. No te arriesgues a sufrir las consecuencias de adquirir un conocimiento prohibido.



            Su padre sonrió posando las manos sobre los hombros del chico. Entonces declaró con calma y afectuosidad.



-Hijo, muchas veces se deben correr riesgos por el bien común. Nunca me escondí de ello. Ni cuando era joven luchando junto con tu madre, tus tíos y otros amigos, ni ahora. Y si debo sacrificarme para que tú, Idina, Alan, tu madre y el resto de las personas a las que quiero, estéis a salvo. Tenlo por seguro, no dudaré…He sido muy feliz en esta vida que se me ha concedido y no me arrepiento de nada…



            Lance asintió despacio, pero con gesto desolado. Sabía que era inútil tratar de convencer a su padre, y lo que era peor. ¡Lo había sabido desde antes de intentarlo! Todo estaba ya trazado. ¡Ojalá pudiera haberle enseñado ese libro que iba a ser la causa de su perdición! ...Quizás, bien mirado podría hacerlo. De todos modos, él sabía cómo iba a concluir aquello y al menos su padre se merecía conocer la verdad. No sabía si eso era lo que el Demiurgo deseaba que hiciera o si bien alteraría los hechos de forma crítica y también recibiría su castigo. Pero ya eso no le importaba.  De modo que fue a por su mochila. Su padre le observó extrañado, Más aún cuando él abrió la cremallera y extrajo un grueso libro color burdeos. Entonces, ante la estupefacción de Tom, el muchacho declaró de forma solemne y al tiempo emotiva.



-Este es el premio a todos tus desvelos, papá. Pero debo advertirte una cosa…Si abres este libro tendrás que pagar el precio…Y no solamente tú. Todos sufriremos…lo haremos por ti.



            Tom le miró sin poder pronunciar palabra. ¡Ese libro… ese libro era!... Apenas si podía creerlo, con la mirada interrogó a su hijo. ¿Cómo es posible que Lance lo tuviera en su poder? Entonces el muchacho sonrió y posando una mano en las de su padre le retuvo todavía para que no abriera el libro y le comentó con voz suave y llena de afecto.



-Te lo contaré todo…tú más que nadie mereces saberlo…si es que deseas afrontar las consecuencias, papá. Pero ante todo y diga lo que diga ese libro, yo te quiero, a ti y a todos…si hice lo que hice o lo que haré, es porque no tengo otra opción, por el bien de todo y de todos.



Y así lo hizo. Tom no salía de su asombro, aunque pudo declarar.



-Claro, tiene todo el sentido. ¡Ahora lo entiendo…ahora lo comprendo todo! Hemos sido muy afortunados hijo mío… solamente te pido una cosa, prométeme que cuidarás de todos. Entre tú y tu grupo de amigos especiales. Hasta que llegue la hora… el momento final.

- ¡Te lo prometo!... - Pudo decir el chico, al borde de las lágrimas tras abrazarse fuertemente con su padre. – Sabes que lo haré. ¡Está escrito!…



            Y tras separarse de aquel abrazo, Tom sonrió y tomando aquel volumen entre sus manos lo depositó sobre una mesa y declaró.



-Bueno, vamos a ver por dónde va la historia… seguro que va a ser muy interesante…



            Y Lance dejó que leyese parte de aquellos pasajes. Cuando satisfizo su curiosidad le devolvió el libro. El chico lo guardó otra vez en la mochila y su padre, sintiéndose cansado, se despidió de él, deseaba dormir. Cuando se retiró saliendo de su despacho hacia la habitación. El chico se marchó. Sabiendo que al despertar su padre ya nunca sería el mismo.



-Te quiero, papá. - Pensaba en tanto lloraba lleno de impotencia y pesar. -Siempre te querré…



            Por su parte Tom, tras haber cerrado aquel increíble libro, suspiró. Una vez se lo devolvió a su hijo se metió en su despacho. Mirando entonces al techo y paseando la vista por esas fotos que tenía allíAlgunas de sus padres y su hermano, otras con su amigo Roy y otros compañeros de la Golden. Sin que faltaran tampoco las que tenía con sus compañeros de batallas y fatigas. Con las guerreras ahora conocidas como princesas planetarias y los reyes de la Tierra. Aunque la mayoría eran de él junto a Connie. Tras la graduación en la Universidad, de su boda, su Luna de Miel en Hawái. En fin, muchas en las que ambos salían abrazados y sonrientes. Había sido sin duda una vida maravillosa. También contempló con cariño y tristeza las fotos de sus hijos. Alguna familiar en la que tanto su esposa, como Alan, Lance o Idina, aparecían con él. Con la niña vestida con ese gracioso kimono cuando solamente tenía tres años. Con Lance y Alan de traje y corbata, y también su hija, con un bonito vestido rojo. Todos ellos con la toga y el birrete en sus respectivas graduaciones. Y por supuesto, las fotos con sus nietos, las familias de sus hijos, Alan, Naya y Fiora. Idina, con Michael, los pequeños Tom y Loren. Tras empaparse de todas y cada una de esas imágenes solo pudo sonreír y suspirar…



-Demiurgo, o quién quiera que seas. Ya sólo te pido una cosa, toma de mí lo que quieras, pero, por favor, no me quites estos maravillosos recuerdos. Presérvalos. Son toda mi vida…



Y Lance supo todo esto perfectamente, solamente tenía que leerlo en aquel libro. Y pudo leer también que aquel poderoso y misterioso ente concedería a Thomas Alan Rodney aquel último deseo. Ahora lo recordaba sin poder dejar de derramar lágrimas. Dejando aquella ominosa carga en el coche, aparcó dispuesto a disfrutar de los últimos momentos que tendría junto a su padre…



-Bien lo mereces, papá. Y pese a que me cuesta caro, trataré de que tengas la mejor despedida que puedas imaginar…



            Entre tanto, en el reino de la Luna, Michael estaba con sus hijos. El marido de Idina no sabía bien que hacer. Fue la soberana quien le comentó, con tono amable y consternado.



-Deja que tu esposa tenga unos momentos con sus padres, luego ve con ella. No te preocupes, podemos cuidar a vuestros hijos por unos días.

-Bien, gracias Majestad.- Pudo decir él.-

-Nehie está bien.- Sonrió ella, comentando.- Así me llaman mis amigos.

-Sí.- Intervino Doran.- Podemos dar una vuelta por el palacio. Tengo una holo televisión muy grande donde recibimos señal de la Tierra, si deseas ver alguno de esos deportes humanos. Al menos, a mí me gusta ver ese que llaman Football.

-Se lo agradezco, Majestad.- Rehusó educadamente Michael.- Solamente quisiera saber cómo están mis suegros y mi esposa.

-Claro, lo comprendo. Pero llámame Doran. Como mi mujer ha dicho, os consideramos buenos amigos.



            Y dicho esto se acercó hasta donde estaban los niños y llamó a su hija.



-Alice. ¿Podrías enseñar a Tom y a Loren los jardines?

-Sí, claro papá.- Afirmó la cría, indicando a sus pequeños invitados.- Seguidme, por favor.



            Neherenia vio alejarse a los niños y suspiró. Lo sentía muchísimo por su amiga. Aquello iba a ser muy duro para ella. De modo que, una vez se fueron los críos, le comentó a Michael.



-Te mostraré por dónde debes ir para que puedas reunirte con tu esposa. En cuanto queráis que se os unan vuestros hijos hacédnoslo saber.

-Muchas gracias, Nehie.- Sonrió reconocidamente él.-



            Entre tanto, Alice guiaba a sus pequeños acompañantes a través de un hermoso jardín protegido bajo una gran y gruesa cúpula.



-¡Hala, qué bonito!- Pudo decir Loren.-

-Es muy grande y es como un invernadero.- Afirmó Tom mirando hacia arriba con genuina admiración.-

-Sí, mis padres lo mandaron construir antes de que yo naciera. Les encantan los jardines. Sobre todo a mi madre. Ella siempre ha querido llenar la Luna de espacios verdes. Les gustan mucho las plantas. Estas de aquí son mis favoritas, siempre tienen muchas flores.



            Y la pequeña princesa estaba explicándoles algunas cosas relativas a las plantas que allí había cuando una voz de mujer saludó a Alice.



-¡Alteza! Me alegra veros.



            Todos miraron hacia la fuente de ese sonido para descubrir a una mujer atractiva, de cabello rubio en forma de media melena. Lucía un vestido de tono rosa e iba acompañada de una niña de aproximadamente la edad de Alice, rubia también, aunque con el pelo ondulado que llevaba un vestido de tono verde claro. La hija de Neherenia sonrió agitando una de sus manos con visible contento.



-¡Lady Anaris, Brise!  Hola. Mirad, estos niños son Tom y a Loren, son los hijos de la princesa Idina, que es amiga de mi madre. Chicos, ellas son la condesa Anaris,  dama real y su hija Briseida, mi amiga.

-Buenos días, Alteza.- Se permitió responder aquella niña que tendría aproximadamente la misma edad que Alice.-



            Parecía ser una niña muy bien educada, sonreía muy ampliamente, aunque hubo algo en ella que no le gustó a Loren. De todos modos, no lo evidenció, tal y como la habían enseñado sus padres asintió con muy buenas maneras y repuso con tono algo tímido.



-Encantada de conocerlas.

-Lo mismo digo.- Agregó Tom.-



            Al chico esa muchachita le pareció como una especie de muñequita. Eso le dio que pensar. Se aburría mortalmente estando rodeado de niñas. Hubiese preferido poder jugar con algún chico de su edad.



-¡Jo! Esto es un fastidio, pero habrá que aguantarse. A papá y mamá no les gustaría que nos quejásemos.- Se dijo con resignación.-



            Entre tanto, la mujer adulta declaró con amabilidad.



-El placer es nuestro. Tengo el honor de conocer a vuestra madre, de siempre ha sido una gran amiga de su Majestad la reina.

-Ahora íbamos a regresar con mamá, bueno con la reina.- Le comentó Alice, rectificando de un modo algo apurado.-

-No os preocupéis Alteza, está bien dicho. Ahora no nos encontramos en la corte. En vuestros momentos privados podéis hablar así de su Majestad, por algo es vuestra madre.- Le comentó amablemente Anaris, remachando animosamente.-Vamos con ella pues.



            Y aquella simpática mujer guió esa pequeña comitiva. La soberana les vio aproximarse a través de los ventanales de su habitación, que daban a esa magnífica vista del jardín, sonrió divertida y contenta. Anaris había sido su dama más cercana y a la que más afecto profesaba. Poco después de su compromiso con Doran, esa muchacha se prometió a su vez con un joven aristócrata de la Luna Nueva. Neherenia la liberó de su servicio concediéndoles además a ella y a su esposo el título de condes junto con un territorio a su cargo en la zona austral de la Luna. Al poco ambas quedaron embarazadas casi a la vez. Sus dos hijas habían crecido juntas y se veían a menudo. Hasta se habían educado con los mismos tutores, se llevaban tan bien que eran realmente como hermanas.



-Quizás mi hija tenga en Briseida lo que tuve yo con Idina. Sin embargo, eso no es óbice para que Alice haga una buena amistad con Loren. Como sucedió con Heather y conmigo.



            Suspiró recordando a su amiga de la Golden, la hija de la Jefa de Estudios, durante esos tres años de carrera, unidas a Idina pasaron por muchas alegrías, emociones y por qué no decirlo, tristezas y duras pruebas. No obstante, eso hizo que su amistad se fortaleciera, forjando unos hermosos lazos. De hecho, ahora que lo pensaba, hacía tiempo que no sabía de Heather.



-Tendré que llamarla a ver si nos ponemos al día. Sería genial quedar las tres pero, por desgracia, mucho me temo que Idina no va a estar para eso…



            Y tratando de apartar ese triste pensamiento de su mente, quiso salir al jardín para ir al encuentro de aquel grupo. Su esposo entre tanto, charlaba con Michael, y fiel al estilo directo de su raza, le comentó.



-Admiramos mucho a tus suegros, siempre fueron personas valerosas y honorables. Mi propia madre, la muy noble Seira Saiyanto, guardiana y consejera de la reina Meioh, hablaba muy bien de ellos. Y créeme que ella jamás ha hecho cumplidos acerca de nadie que no los mereciera.

-Es verdad. Desde que conocí a Idina y nos enamoramos, siempre me habló de sus padres, les quiere muchísimo y ahora estará sufriendo.- Admitió Michael, añadiendo con pesar.- Mi mujer idolatra a su padre, lo ha sido todo para ella. Y lo comprendo. Tom es una magnífica persona, es alguien que te cae bien nada más tratarle. Él y su esposa me acogieron como a un hijo más al poco de conocerme.



            Doran asintió, eso pudo constatarlo. No es que conociese mucho a aquella pareja, pero pudo verles en alguna ocasión. Thomas Rodney era el mejor amigo del príncipe Asthel, el hermano menor del rey Lornd. Y Connie la hermana menor de la princesa Lorein. Así se lo contó a su invitado.



-Mis suegros desde luego han sabido ganarse el cariño de la gente. Sin importar de dónde sean.- Declaró Michael.-

-Los saiyajin sabemos reconocer el valor de las personas. No solamente por su fuerza física.- Le dijo Doran, desvelándole.- En el caso de mi familia, descubrimos que los humanos en general son dignos de respeto y algunos incluso, de admiración. Mi primo incluso contrajo nupcias con una terrestre, una enfermera llamada Margaret. Y no hay nadie a quien él ame más que a ella y a su hija Gloria. Incluso la propia princesa Seren, se casó con un terrícola.

- Algo bueno tendremos entonces.- Se permitió sonreír Michael, sentenciando.- Me alegra saber que pensáis que los terrestres merecemos la pena.

-Es por eso, entre otras cosas, que juré defender la Tierra además del reino de la Luna, que ahora es también el mío.- Le contestó su interlocutor.- Mi noble primo Kiros hizo el mismo juramento de salvaguardar Nature, su planeta de adopción. Y lo ha mantenido frente a numerosos enemigos.



            Su contertulio no tuvo ocasión de replicar, la reina se acercó a ellos seguida de una mujer rubia y de sus hijos. Tras presentarle, Neherenia les comentó.



-Ahora podemos ir a tomar el té, si os parece. Haré que lo sirvan en nuestras estancias de protocolo.



            Se refería a la sala que se reservaba para recibir a grandes personalidades. Fueron allí y tras tomar asiento algunos camareros de palacio les sirvieron té con pastas. Tom esbozó una mueca, no le gustaba nada aquello. Su padre al percatarse le dedicó una mirada de reprobación. Al parecer tanto Loren como Alice y Briseida, estaban tomando esa bebida sin hacer el menor gesto de desagrado. No obstante, Neherenia se dio cuenta y sonriente y llena de amabilidad, propuso.



-Si a los niños os apetece beber una taza de cacao caliente, también tenemos de eso.

-¡Sí por favor!- Se apresuró a replicar Tom con una voz, dejando perplejos al resto de los allí presentes.-

-Thomas Andrew Johnson.- Le amonestó su padre, entre apurado y molesto.- Compórtate.



            El crio bajó la cabeza. Alice le miró entre atónita y molesta. ¡Ese niño era realmente un maleducado!, en cambio Briseida se sonrió divertida. Loren por su parte miró hacia la mesa avergonzada. Por suerte la soberana, sin molestarse lo más mínimo, insistió.



-Ahora mismo llamo a los camareros, os traerán chocolate y algunos bollos con mantequilla.

-No os molestéis. - Le pidió un azorado Michael, afirmando.- Mi hijo tiene que saber comportarse, y más aun en un sitio tan importante como este. Estando en presencia de reyes.



            Sin embargo, Neherenia sonrió dirigiéndose al esposo de su amiga con afabilidad.



-Te ruego que intentes olvidar toda referencia a mi título o al de mi familia. Ahora mismo esto es una reunión de amigos con sus hijos. Y si algo me enseñaron los padres de Idina fue que hay momentos en la vida en los que tenemos que ser nosotros mismos y disfrutar de la amistad. Tu hijo Tom no ha hecho nada malo. Y, si te digo la verdad, de pequeña me pasaba lo mismo que a él.- Rio divertida ahora, para admitir.- ¡El té que me ponían no me gustaba nada! Y menos aun cuando Cooan me dio a probar su batido de chocolate casero. ¡Eso sí que estaba rico! Años después me dio la receta.



            Eso hizo reír a Doran que asintió dando fe de aquello. Al poco todos le imitaron riendo divertidos. Pudieron así variar aquellos tentempiés por algo más sabroso y dulce. Los críos quedaron encantados., Alice, Loren, Briseida y no digamos Tom, comieron a dos carrillos y bebieron unas deliciosas tazas de cacao. Neherenia sonrió complacida. Tras departir un poco sobre temas poco trascendentes, al fin, los Johnson se despidieron.



-Muchísimas gracias por vuestra amabilidad. Ahora tenemos que ir con mamá y con los abuelos. ¿verdad chicos?- inquirió Michael a sus hijos.-



            A decir verdad, Tom estaba deseoso de irse. Se aburría mucho entre tanta formalidad, a pesar de que la reina de la Luna era bastante maja. Pero ni la princesa Alice, ni esa otra cría rubita le hacían nada de caso. Por el contrario, a Loren le dio pena. Hubiese estado bien quedarse y jugar un poco, sin embargo, esa tal Brise la miraba con una cara de pocos amigos que enseguida ocultaba, eso sí, cuando un adulto la observaba. De todos modos, tenía ganas también de ver a su madre que parecía estar triste. Así, fueron acompañados por los reyes de la Luna que les llevaron a  su propia habitación, allí, para asombro de todos, sólo tuvieron que cruzar por lo que parecía un espejo para llegar a casa de los abuelos Rodney en la Tierra. Por su parte, y tras despedirles, Neherenia escuchó a su antigua dama hacer lo propio.



-Con la venia de sus Majestades. Mi hija y yo tenemos que irnos ya.

-Es una lástima. ¿No podrías quedarte un poco?- Le pidió la soberana.-

-Quizás unos minutos.- Convino Anaris.-



            Eso alegró a Nehie, hacía tiempo que no tenía ocasión de charlar con su fiel dama. Por su parte, ambas niñas pidieron permiso para ir a jugar a la habitación de Alice antes de que Briseida tuviera que irse. Al verlas salir de la estancia, Anaris declaró.



-Crecen muy rápido. Parece mentira. Juraría que mi hija nació ayer.

-Es verdad.- Asintió Neherenia quien enseguida quiso saber.- ¿Qué tal todo por el cuadrante meridional?

-Muy bien, Majestad. Mi marido trabaja mucho en acondicionar esa zona, tal y como le encargasteis. – Repuso la interpelada con manifiesta alegría.-



            Y es que el esposo de Anaris, de nombre Briseo, tuvo ese encargo cuando se casó con la antigua doncella real. Nehie les concedió ese condado, llamado oficialmente Mare Australe. Y aparejado a tan alto honor, les encomendó el hacerlo más habitable con la construcción de jardines y lagos artificiales. Hasta la fecha aquel encargo estaba siendo cumplido con celeridad y eficacia.



-Es estupendo.- Afirmó una satisfecha reina, que enseguida preguntó.- ¿Sois felices allí?

-Mucho, Majestad.- Aseveró su interlocutora, agregando con sinceridad.- Es un lugar cada vez más hermoso. Pero para nosotros lo más importante es nuestra hija.

-Lo comprendo perfectamente. – Convino Neherenia replicando.- Como Alice lo es para mi marido y para mí…



            Y entre tanto, ajenas a esa conversación, las dos crías se sentaban en la alfombra de la habitación de la princesa, jugando con unas muñecas. Brise entonces le comentó a su anfitriona.



-¿Y esos niños van a venir más?

-No sé, les invitó mi madre. Son los hijos de su amiga.- Repuso Alice.-

-Pues a mí no me han caído bien, ella parece muy aburrida.- Declaró Brise con desdén.-

-Bueno, Loren no está tan mal, pero su hermano sí que es un pesado. Y no tiene modales. - Afirmó la princesa, remachando.- Si nosotras nos hubiéramos portado así, mis padres se habrían enfadado mucho. Pero, como era un invitado, mi madre ha sido muy amable con él.

-¡Parece algo tonto! - Se rio la cría rubia remachando.-  Y además, siendo plebeyo no sabe comportarse. Bueno, eso no es culpa suya.



            Aunque ahora Alice tornó su gesto risueño en otro más apurado susurrándole a su amiga.



-¡Chiss!, que mi madre no te oiga. Se iba a enfadar muchísimo.



            La rubita enseguida guardó un temeroso silencio. Por tontos que fueran esos niños, siendo hijos de una amiga de la reina más le valía no criticar. De hecho, su madre le había dicho muchas veces que no hablase en exceso ni mal acerca de nadie, ni siquiera cuando estuviera a solas con la princesa.



-Su Alteza podría contárselo a su madre. Y eso sería muy malo para nosotros.- Recordó Brise que su madre le avisó.-



Dejaron aquello pues y siguieron jugando. Al rato la voz de Anaris sonó tras la puerta, llamando a su hija.



-Briseida, tenemos que irnos ya…



            La cría salió obedientemente a reunirse con su progenitora. Alice se despidió de ambas y, dejando que su madre las acompañase hasta la salida de sus estancias privadas, regresó a jugar a su habitación. Al poco tiempo y para su asombro, una luz blanca y muy bonita apareció en medio de su cuarto, tenía la forma de una estrella de cinco puntas y de su interior surgió una altísima silueta. La niña se quedó pasmada mirando a aquella aparición…era un chico muy alto, de largos cabellos blancos que enseguida adoptaron un tono castaño, sus ojos parecían haber sido de color dorado, aunque ahora lucían violetas y la niña, tras recobrarse de su asombro, le saludó queriendo saber.



- ¿Eres tú uno de los amigos de mi mamá?





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