martes, 8 de marzo de 2011

GWT 20.172. resurgen viejas obligaciones


Mazoui junto con Juan se encargó de revisar algunos discos duros de información que se habían traído de la Tierra y que no habían tenido ocasión de comprobar. Ese agente de la interpol, por un canal clasificado secreto y a través de un sofisticado microordenador- transmisor, pidió datos sobre los superiores de Leval, el resultado le llegaría en pocos minutos.



-¿Crees que tendremos algo?- Quiso saber Mazoui.-

-Eso no puedo decirlo hasta recibir la información.- Afirmó Juan, queriendo saber a su vez.- ¿Acaso sospechas de alguno?

-Menos de mi primo Leval, cualquiera podría estar implicado.- Le contestó este.-



            Su contertulio le dedicó una mirada entre incrédula y sorprendida, para comentar.



-Conociéndote me extraña que liberes a alguien tan rápido de cualquier sospecha.



            Mazoui escuchó atentamente aquellas palabras para responder de forma contundente.



-Leval es más que un primo, un hermano para mí. Hemos luchado juntos confiándonos la vida el uno al otro. Nuestras madres son hermanas y su padre ha sido un maestro para mí. Si hay alguien en quien confiaría con los ojos cerrados es él. Y además, puedo saber muy bien lo que piensa, nunca ha tenido secretos para mí.- Remachó.-

-Como tú digas.- Concedió Juan.-



Y ambos continuaron aguardando esos datos. En casa de su compañero mientras tanto, todos se dispusieron a iniciar un nuevo día. Los chicos se prepararon para ir a sus respectivos colegios y Amatista y Leval a sus trabajos. Asthel tenía una nueva obligación ahora, entrenar con su equipo de baloncesto después de las clases, pero ese día no le tocaba. Se alegró de eso. Así él pudo quedar con Madeleine para tomar algo después de las clases. Cuando se vieron al terminar el instituto la muchacha le preguntó cómo iba con sus entrenamientos.



-¡La verdad es que muy bien!,- le contó él visiblemente animado. - Llevo sólo unos pocos días pero estoy muy contento. Creo que lograremos tener un buen equipo y ¿sabes una cosa? ¡Mi entrenador fue compañero de equipo de mi abuelo cuando estuvieron en la Universidad!

- ¡Así cualquiera! , vas bien recomendado - dijo ella con algo de burla. -

-¡Eh!...que eso no tiene que ver...- se defendió él sintiéndose picado en su orgullo. -Yo me he ganado el puesto.

- ¡No te enfades conmigo, tonto, que es una broma! - Rio Madeleine que le dio un ligero beso en los labios.-



Aquello dejó a su interlocutor bastante aturdido. La miró no sin incredulidad en tanto ella le obsequiaba con una sonrisita que no se sabía a ciencia cierta si era vergonzosa o burlona.



- Eso me ha gustado. Vamos a repetir. - Logró decir al fin y él besó también a la muchacha. Ella se dejó dar un beso más prolongado.-



 Asthel vio que había llegado su oportunidad y no lo dudó, llevaba mucho tiempo aguardando ese momento, y pese a que se notaba algo nervioso quiso lanzarse de una vez, declarándose sin reservas.



-¿Quieres salir conmigo? Me refiero a algo más serio...ser mi novia, ya sabes.- Y mientras se lo proponía, el muchacho se puso algo colorado sin poderlo evitar. -

- Bueno Asthel - respondió Maddie  también con visible sonrojo. - No sé qué decirte...no estoy muy segura…

- Por favor - insistió él. - No lo dudes, tú eres muy importante para mí. Desde que éramos pequeños nos hemos llevado muy bien....me gustas mucho. - Pudo remachar, puesto que era en ese momento o nunca.-

- Pero eso no es lo mismo.- Objetó ella indecisa, le costaba pese a todo aceptar. Aunque a la chica también le gustaba mucho Asthel. Sin embargo, deseaba mantener una cierta independencia y amistad y así se lo dijo. - Somos buenos amigos, no estoy segura de querer arriesgar eso, no  lo sé.



            El chico se quedó algo aturdido, quizás no espera aquello, pensó en la posibilidad del sí, e incluso en la del no. Pero su contertulia no se había definido. Esta situación no la tenía prevista. Ahora no sabía qué hacer. ¿Y si insistía y la chica se enfadaba y le decía que no? Pero, ¿Y si le decía que sí? Aunque podría no volver a pedírselo y entonces ella pensaría que no era cierto que él estuviera interesado… ¡Qué lio! Desde luego, seguía pensando de la misma manera en que lo hacía cuando habló con su madre de este tema. Era muchísimo más fácil comprender misterios del universo y viajar a mundos desconocidos que entender la forma de pensar de las mujeres, se dijo. Pudiera ser que, consultando aquel libro…¡Pero no!, eso no sería honrado. Y en este caso no deseaba una ventaja como esa. Si Maddie le quería o no como para salir con él, era algo que debería averiguar cuando le correspondiera, como todo el mundo.



-Ahora comprendo muchas cosas que me contó Lance.- Se dijo.-



            Y es que tras el funeral por Thomas Rodney, el chico pudo ver una vez más a ese misterioso hombre. El hijo mediano del difunto. Había tenido que cargar con esa responsabilidad en tanto el propio Asthel se hacía lo suficientemente mayor como para tomar el relevo. Así, tras la misa en recuerdo del fallecido, quiso hacer un aparte con su afectado hijo.



-Lamento muchísimo vuestra pérdida. Tu padre era un hombre realmente magnífico.

-Lo sacrificó todo por nosotros, y por el resto de sus amigos.- Pudo decir un consternado Lance.-



            Aunque ahora, tras rehacerse un poco, aquel tipo volvió a retomar un tono más enigmático para  añadir.



-La última vez que nos vimos, te expliqué algunas cosas, creo que estás preparado, pero pese a todo, deseo hacerte una advertencia.

- Dime.- Le pidió un interesado Asthel.-

-Ten muchísimo cuidado con ese libro. Es muy poderoso, y como todo elemento dotado de poder, tienta a quien quiera que lo posea. Puedes informarte de cosas que se supone no deberías conocer. E incluso, con los útiles adecuados, hasta influir en el curso de los acontecimiento. Verás, yo mismo estuve tentado de hacerlo para evitarle este final a mi padre. Sin embargo,  era consciente de que eso no  debía ser cambiado. Es más, hay más, llamémosles objetos, que, siendo menos poderosos que el Libro de los Días, son capaces de alterar los acontecimientos. Y hay individuos con muchos menos escrúpulos que yo o que tú que, de una forma o de otra, han podido apoderarse de algunos. Hasta ahora, entre otras cosas, mi misión ha sido ir tratando de reparar los daños que esas personas han causado. No he logrado hacerlo del todo, y sé que, debido a mis intervenciones, también deberé pagar un precio algún día. No sé cuál será ni cuándo. Por eso Mensajero, te suplico que tengas mucho cuidado. Se prudente. No te dejes tentar. Sea lo que sea, tu misión es trascendental.

-Gracias por el consejo, Lance, iré con mucha precaución.- Le prometió el chico.-



            Así, su interlocutor asintió, al parecer aliviado, para remachar.



-Aun guardo uno de esos elementos de poder, lo preciso para acabar de solucionar algunas cosas. Pero eso no tiene relación directa contigo. Es más, atraeré sobre mí la atención de cualquiera que pudiese poner en peligro tu misión.

-¿Puede ayudarte?- Se ofreció solícitamente Asthel.-

-¡No, no debes mezclarte bajo ninguna circunstancia!  - Sentenció tajantemente su interlocutor.- Te lo repito, eres la prioridad, junto con otros que a su debido momento te acompañarán. Ya sabes quienes son en su mayoría.

-Sí.- Admitió el chico.- Aunque todavía falta alguien. Supongo que su identidad me será revelada cuando corresponda.

-Así es. Por eso, no trates por ejemplo de servirte del Libro para averiguar cosas como esa antes de tiempo.- Le aconsejó Lance.- Ni mucho menos para realizar deseos personales. Por muy encomiables y hermosos que parezcan. He visto algunos casos y sé cómo termina eso. Te puedo asegurar que nunca acaba bien.

-Tienes mi palabra. No me serviré del Libro para tales cosas.

           

            Ahora Lance se permitió esbozar una tenue sonrisa de satisfacción. Asintió y se alejó del muchacho. Hacia él se acercaban a su vez dos mujeres morenas y de ojos azules bastante guapas. Lucían dos elegantes y discretos vestidos negros. Una de ellas, con acento extranjero, le dijo con voz apenada.



-Lo siento mucho.

-Gracias Sabra.- Sonrió él con agradecimiento.-

-Sabes que nos tienes para lo que haga falta.- Añadió la otra.-

-Lo sé, Debbie. Ahora tenemos que irnos. Hay cosas que demandan nuestra atención.



            Ambas mujeres asintieron al unísono, cerca se encontraban dos hombres, uno de pelo rubio ceniza y de la estatura de Lance, otro algo más bajo y de cabello oscuro. Tanto ellos como las dos individuas le dedicaron unas miradas curiosas a Asthel, sin embargo no se dirigieron a él, al contrario, siguieron al hijo del difunto y se perdieron de vista entre la multitud que había asistido al responso.



-Son los guardianes.- Se dijo Asthel entonces, puesto que algo sí que pudo leer en ese libro.- Ellos tienen otras tareas muy importantes de las que ocuparse. No debo interferir en eso. Ni tampoco informarme más de lo necesario en el Libro.



Y es que apenas sí lo ojeó, ahora recordó aquello y en tanto meditaba sobre eso  volvió a casa con Madeleine. Los dos mantenían un incómodo silencio. Finalmente, centrándose ya en el tema que ahora le ocupaba, el joven decidió que había que terminar con aquella situación, se jugaría su última carta. Era algo extremo pero confiaba en que resultase. Eso sí podía hacerlo. Así pues, derivó casi a la vena cómica.



- Si quieres te lo pido de rodillas.- Y sin más, el muchacho se arrodilló en plena calle ante la avergonzada Madeleine. - ¡Por favor, por favor, sal conmigo en serio!....no me levantaré hasta que me digas que sí.

- No hagas eso - le pedía la chica con susurros, roja de vergüenza al darse cuenta de que todos los que pasaban a su lado y al de su improvisado galán se les quedaban mirando y se sonreían mientras cuchicheaban. - Por favor, Asthel...vale...saldré contigo. Quedamos para esta tarde si quieres, pero levántate de ahí.

-¡Biennn!- exclamó su interlocutor que se levantó raudo para agarrar a Madeleine elevándola en sus brazos y proclamar. - ¡Te quiero...te quiero!...- dio vueltas con ella y la chica se rio sin poderlo evitar-...

-¡Qué bobo eres! ¿Cómo se te ocurre hacer esto en plena calle?,- le reprochó ella entre esa risa producto de la sorpresa, la vergüenza, y la incredulidad. -

-¡Oh! , fue un consejo de mi abuelo Roy, por si fallaba todo lo demás. - Le confesó él añadiendo divertido. - A él también le resultó con mi abuela...

-¡Eres un tonto!..- rio Maddie para admitir finalmente con entusiasmo. - ¡Pero me gusta...ja, ja!..



            El chico era muy feliz, pero entonces algo dentro de sí le advirtió de que había peligro. Dejó a Madeleine en el suelo y le dijo con un tono ahora serio, que no se moviera.



-¿Qué pasa, Asthel? - Se extrañó ella de aquel repentino cambio de actitud. -

- No lo sé, pero es algo que me preocupa - le respondió él mirando en derredor. – Hay peligro.

- No será alguna otra de tus bromas.- Dijo su compañera mirándole con divertida reprobación. - ¿También lo hacía tu abuelo?

- No...- sentenció su interlocutor. Entonces vio acercarse hacia ellos a tres individuos de aspecto poco recomendable y le indicó a Maddie. - No te muevas, ponte detrás de mí y si hay problemas ¡aléjate y sal corriendo de aquí! - advirtió a la ahora asustada chica. -



            Los tres tipos se acercaron a pocos metros de él,  en efecto se dirigían a ellos. Desde luego eran fornidos y tenían pintas de matones. Uno, con trazas de muy mal encarado, le espetó al muchacho.



- Tú chaval. ¿Eres Asthel Malden?....

-¿Qué queréis?- les inquirió  el interpelado sin confirmar su identidad. -

- Dile a tu papá que se meta en sus asuntos. - Terció otro de esos tipos que sacó un palo y quiso pegarle, pero el chico solamente tuvo que moverse con celeridad para esquivarlo. -



            Los otros dos sacaron una especie de pistolas de rayos, sin pensárselo dispararon contra él. Pero el muchacho creó un campo energético que le protegió a él y a Madeleine. Los individuos se miraron sorprendidos.



-¡Pero qué leche ha sido eso!...- exclamó el tercer tipo anonadado. -

-¡Vámonos de aquí!...-  Urgió nervioso el segundo a sus compañeros. -



            Los tres individuos se alejaron corriendo y se perdieron por las calles tras montar en un deslizador. En un primer momento de furia, Asthel quiso perseguirles, pero enseguida se calmó preocupándose por Madeleine.



-¿Estás bien?,- preguntó el chico mientras la miraba inquieto, como si algo la hubiera dañado. -

- Sí, no te preocupes - suspiró ella añadiendo con humor aunque visiblemente impresionada por lo que su recién adquirido novio acababa de hacer.- Pero parece que ser tu novia tiene sus riesgos, aparte de estudiar menos para salir.

- Se lo diré a mi padre, él se encargará de arreglar esto. No te preocupes, te acompañaré a casa.- La ofreció él que, sonriendo débilmente para tratar de desdramatizar la situación, sentenció. – Ventajas que tienen mis novias.

-Oye, ¿cómo que tus novias?- Replicó la joven fingiendo reprobación, aunque estaba claro que todavía subyacía mucha tensión por lo que acababa de pasar.-

-A ti te daré tratamiento de V.I.P.- Declaró más desenfadadamente el chico quien abriendo un pasillo dimensional en un lugar apartado, le dijo a su atónita contertulia.- Vamos, te dejará a pocos metros de tu casa.



            Efectivamente, Asthel acompañó a Madeleine. Tal y como le había asegurado a su ya novia la dejó casi a la puerta del domicilio de los padres de la chica, al abrigo de cualquier mirada y se despidió de ella con un beso. Quedaron para la tarde, luego volvió a su casa y le contó a su padre lo sucedido. Leval, como es lógico, se enfadó mucho. Pero comprendiendo que no debía hacerlo notar, trató de tranquilizar al muchacho con palabras serenas.



- No temas hijo...hiciste muy bien en no tratar de seguirles.  Yo me ocuparé de ello, lo solucionaré ahora mismo.- Y dicho esto se fue a ver a Mazoui y a Juan. -



            En casa de Sandy mientras tanto, Granate había llegado de la escuela. Su madre aún no había vuelto del trabajo y era Coraíon el que estaba ya en casa y se encargaba de hacer la comida. El chico se sentó a comer con su padre y ambos hablaron.



-¿Qué tal el colegio, hijo? ¿Vas bien?

- Sí papá.- Asintió él que le informó con visible contento. - ¡En matemáticas he sacado un ocho en el último examen y en lengua un nueve!

- ¡Así me gusta! - Alabó Coraíon - que seas estudioso....- le miró con aprobación y añadió sabiendo que eso alegraría al chico -... ¿sabes una cosa? Tus abuelos vendrán a vernos dentro de unos días.

-¡La abuela Petz y el abuelo Zafiro, qué bien!- exclamó el niño entusiasmado. - ¿Vendrá también el abuelo Robert?..- quiso saber muy interesado. -

- No creo hijo...no nos ha dicho nada.- Le contestó Coraíon que también le propuso -...pero puedes llamarle tú y pedirle que venga, seguro que se alegrará de que su nieto le llame.

- Sí, papá.- Declaró el niño añadiendo no sin patente interés.- ¿Cuándo me vais a llevar al parque de atracciones nuevo?

-Bueno, no sé.- Pudo replicar su padre  mesándose la barbilla.-

- Mamá y tú me dijisteis que me llevaríais si sacaba buenas notas.- Le recordó el crío.-

-Sí, es cierto. - Admitió Coraíon, quien con una sonrisa afirmó. – Cuando venga tu madre se lo dices, seguro que se pondrá muy contenta. Pero ahora, piensa en lo que hemos hablado. Anda, llama al abuelo.



            Granate asintió mientras comía y después cumplió su palabra y llamó a su abuelo dejándole un mensaje. Le pedía que, si no estaba muy ocupado, fuera a verle también. Robert, en efecto, estaba sin nada especial que hacer. Ya jubilado tenía mucho tiempo, sobre todo para pensar y recordar los viejos tiempos con su esposa y con su hija Sandy, cuando ésta era pequeña. Le alegró mucho recibir la llamada de su nieto y decidió ir a Bios. Incluso trasladarse definitivamente allí, pues la idea le había rondado por la cabeza desde hace años. Su propia hija se lo había pedido en más de una ocasión pero él no deseaba dejar su trabajo en la Tierra. Realmente ahora ya eso no importaba. Sin embargo, le gustaba pasear por el mismo parque por el que caminara con su entonces compañera, la que después sería mujer. Allí ambos se conocieron mejor y se enamoraron. No quería perder de vista aquel lugar en el que encontró la felicidad, dónde una vez casados, su mujer le contó que estaba embarazada. Robert se durmió recordando aquellos momentos y esa noche tuvo un sueño, vio a ILaya, quien con una gran sonrisa de afecto le decía que debía irse a vivir a Bios y contarle a su nieto muchas cosas...



-Mi amor- musitaba él en aquel estado onírico, para afirmar.- ¿Dónde estás?



            Paseaba por aquel parque, hacía un día espléndido. Él miraba hacia las parejas que iban de la mano y sonreía. Aquello era bonito, los críos corrían por los alrededores pendientes de sus juegos. Suspiró, todo era perfecto salvo por una cosa…le faltaba ella…



-Cariño. Estoy aquí. - Escuchó entonces la voz de su esposa.-



Robert se giró, a su espalda, medio velada por el brillo del sol estaba ella. Le sonreía, ataviada con ese vestido de color verde claro y ese sombrero que tanto le gustaba. Sus ojos verdes y su cabello castaño, cortado en una media melena, agitándose al son de una leve brisa primaveral.



-¡ILaya!- Pudo decir él acercándose hasta la mujer.-

-Has tardado un poco en venir.- Le sonrió su interlocutora afirmando.- Te he echado de menos.

-¡Cariño!- Exclamó Robert abrazándola con fuerza.-

-¡Vaya, me vas a romper!- Se rio la joven, afirmando entre incrédula y sorprendida.- Ni siquiera las diablesas somos invulnerables. Ten cuidado…



            Él se separó de la muchacha y la observó con tristeza, acarició las mejillas de su esposa con dulzura, algo, incluso dentro de su sueño, le decía que toda esa imagen era irreal. Que aquello no estaba sucediendo. Su interlocutora pareció leerle la mente puesto que su expresión risueña dio paso a otra más grave al declarar.



-En tus sueños siempre estaremos juntos. Puedo comunicarme contigo y nada malo nos puede pasar. Somos jóvenes y nos amamos. Lejos de la tragedia y del mal. Es maravilloso, estar aquí  reunidos y tan felices como antaño. Como cuando yo aún vivía en tu plano existencial. Pero en esta ocasión no hay tiempo para solazarnos con eso, debo decirte algo importante.



            Con toda la atención de su marido en ella, ILaya prosiguió…



-Siento haber tenido que dejaros a Sandy y a ti. Tú  debiste cargar con todo el peso de criar y cuidar de nuestra hija. Y lo hiciste muy bien, dándole todo tu amor y el que hubiera querido darle yo. Fuiste un magnífico esposo y siempre has sido un padre maravilloso. Pero nuestra niña creció convirtiéndose en una magnífica mujer. Ella no precisa de tus cuidados ya.

-Entonces. ¿Me estás diciendo que ya estoy listo para ir contigo para siempre?- Suspiró él, con tinte esperanzado.-



            La que fuera su esposa en vida sonrió. Tardó unos segundos en negar con la cabeza y  responder.



-No todavía. Porque tienes aun un importante cometido…debes instruir a nuestro nieto. El momento ha llegado, Robert. Tiene que estar preparado para lo que le aguardará en un cercano futuro…

- Cualquier cosa, cuéntamela y yo se la transmitiré.- Le respondió él.-

-También le he visitado en sus sueños desde que era pequeño, y he hablado con él. Es un gran muchacho. Tendrá un importante papel que jugar. Pero ahora, a medida que crece me es más difícil contactarle. - Explicó ILaya para aclarar.- Mi vínculo con él es fuerte, pero no tanto como con su madre o contigo. Puesto que él nunca me conoció en vida. Y a nuestra hija Sandy nunca quise perturbarla. Menos aún después de que encontró al fin la felicidad. Solamente la visité, recién nacido Granate. Ella a buen seguro que lo tomó por un sueño o una alucinación. Y es mejor así. Pues me concedieron esa gracia de ver a mi niña tan feliz acunando a su hijo como un favor especial. Y ya no puedo volver a verla.

-Lo siento.- Pudo decir su apenado esposo.- Ojalá que ella pudiera soñar contigo, al menos te tendría en esos momentos.

-Sandy ha soñado con aquellos hermosos recuerdos que construimos los tres juntos.  Lo hizo muchas veces cuando lo necesitaba. Sin embargo, ella ahora es feliz, con su esposo, su hijo y sus suegros. Y por supuesto contigo, mi amor. Tiene el calor de una gran y maravillosa familia. Y eso será así hasta el final.

-Pese a todo te ha echado mucho de menos.- Musitó su interlocutor, aseverando - y sigue pensando en ti.

-Lo sé. Y lo único que lamento es no haber estado junto a ella para verla crecer y compartir todos sus miedos, alegrías, problemas o esperanzas. Pero nuestra hija te tuvo a ti. Siempre supe que sería capaz de salir adelante con tu ayuda. Por eso te digo que ella ya ha cumplido su destino y no debe ser molestada. Sin embargo, ahora es el momento en el que tú, amado esposo, orientes a nuestro nieto…¿Lo harás?



            Robert convino en eso, así su mujer le contó muchas cosas. Cuando finalmente despertó aquel sueño se desvaneció en algunos detalles, pero lo fundamental, los conocimientos que debía inculcar a Granate, permanecieron. Al poco de levantarse de la cama sonrió, tenía un mensaje, era precisamente su nieto, le pedía que, por favor, fuera a visitarle a Bios. Desde luego no pensaba que fuese una casualidad.  Eso era algo que sin duda estaría encantado de hacer.



-Sí, iré y te transmitiré todo el amor y los conocimientos que me comunique tu abuela de la mejor forma que sepa.



            Y así fue. Al cabo de pocos días llegaron Petz y Zafiro. Eran muy felices de poder ver a su nieto y a su hijo. Coraíon les fue a esperar al astropuerto. También querían ver a Sandy, por supuesto y saludar a sus sobrinas y sobrinos. Idina, Amatista, Leval, ¡en fin, a toda la familia que vivía en el planeta! Robert para su sorpresa llegó en el vuelo siguiente y esta vez fue su propia hija la que acudió a recibirle puesto que Coraíon estaba con sus propios padres.



-¡Qué alegría, papá! – Exclamó ella corriendo a abrazarla en cuanto apareció por la terminal del astropuerto.-

-Recibí la invitación de mi nieto y no pude negarme.- Sonrió él, dejándose estrechar por los brazos de su hija.-

           

            Una vez se separaron de aquel abrazo, Robert sonrió, contemplando a su interlocutora.



-Deja que te vea. Estás estupenda, cariño. Los años no parecen transcurrir por ti.



            Ojalá pudiera decir lo mismo por él. Robert se notaba cada vez más cansado, con el pelo cano y un rostro que comenzaba a acusar las arrugas. Pero su hija lucía como la jovencita que se embarcase en la SSP-1 hacía ya tantos años.



-Gracias papá. Tú sigues siendo el hombre más maravilloso del mundo.- Le alabó su interlocutora, aunque matizó con una sonrisa.- Bueno, ahora compartes ese privilegio con mi esposo y mi hijo.

-Como debe ser.- Asintió él.-

-Anda, vamos a casa.- Le dijo ella con tono afectuoso.-



            Sandy quiso incluso ocuparse de la maleta de su padre, pero él se negó cortésmente. Adujo que había droidos que se hacían cargo de eso como así fue. Se la llevaron hasta el deslizador de la chica. Subieron y se dirigieron hacia el hogar de los Lassart- Wallance. De este modo,todos se reunieron en una cena en la que se narraron sus últimas andanzas. Sandy les contó el problema que había surgido con el tráfico de Loten en Bios y de como la hija de Leval y Amatista, Maray, casi fue intoxicada. Petz declaró con indignada preocupación.



-¡Por el amor de Dios! , ya no se va poder estar a salvo de eso ni aquí. Y Leval, ¿qué ha hecho al respecto?

- No nos ha dicho mucho,- repuso Coraíon, añadiendo. - Sólo que Mazoui y alguien de su confianza vinieron aquí a ayudarle para descubrir a los culpables. No puede decirnos más, pues teme que le estén observando.

- Me llamó Amatista ayer - intervino Sandy. - Me contó que intentaron atacar a su hijo, pero Asthel tenía recursos más que suficientes para defenderse. ¡Menos mal!

-¡Algo habría que hacer, no sé a dónde vamos a ir a parar! - Terció Zafiro también indignado. -

- He pensado que las Justicieras podrían intervenir.- Propuso Sandy. –



Petz y Zafiro miraron a su nuera con la sorpresa reflejada en sus rostros. Estaba hablando de eso delante de Granate. El mismo Coraíon comentó, tratando de ser lo más sutil posible.



-Quizás sea un tema que convendría abordar en otro momento, cariño.



            Aunque su esposa pasó un brazo por los hombros del niño y dijo con total seguridad.



-No voy a tener secretos con mi hijo. Confío en él. Sabrá mantenerlo entre nosotros. Igual que ha hecho con mi otra apariencia.



            Eso era así, desde niño Granate pudo ver los rasgos demoniacos de su madre y guardar silencio puesto que sus padres le advirtieron que so no iba a ser entendido por los demás. Así que, con la seguridad que le daba aquello, Sandy agregó insistiendo en ese punto.



- Y seguro que le gustaría ver a las justicieras en acción…Espero que podáis comprenderme. Él siempre ha sabido como soy en realidad y nunca lo ha contado.

-Querida. Es tu vida y es tu familia, haz que lo que juzgues más oportuno.- Replicó finalmente su suegra asintiendo.-

- Pero hija...aparte de eso…ya no eres tan jovencita, ni tú ni las demás... Y precisamente tenéis maridos e hijos. Debéis andaros con mucho cuidado, por favor. - Le advirtió Robert con tono inquieto. -

- Papá, tú mismo lo has dicho en el astropuerto. Me conservo muy bien y estoy en forma,- le respondió despreocupadamente Sandy que agregó con más ánimo. - Ser hija de una diablesa tiene alguna ventaja y Amatista e Idina tampoco son tan mayores....

- Bueno...hoy en día las cosas son un poco diferentes, pero yo recuerdo que mis hermanas y yo aun no nos habíamos retirado a vuestra edad.- La apoyó Petz. -Todavía podéis hacer grandes cosas y no estaría mal que esos indeseables supiesen que aquí hay justicieras dispuestas a acabar con sus desmanes.

- ¡Pues decidido! - afirmó su nuera levantándose enérgicamente de la mesa. - Llamaré a mis amigas y nos pondremos a trabajar. Tengo muchas ganas de estrenarme en serio como justiciera, al menos antes de tener que retirarme.- Sonrió por la ironía, pues nunca había utilizado el collar que su suegra le regalase hacía algunos años salvo para algún entrenamiento o ver cómo le quedaba el conjunto y al hilo de ese remachó.- Nos pondremos a entrenar un poco para no desentonar…

-¡Oye!-  preguntó Granate con el mismo gesto curioso que había mantenido durante toda la conversación de sus mayores.  - ¿Qué es ser una justiciera, mamá?...

- Hijo. Confió en ti y como ya he dicho antes te lo contaré si prometes no decirle nada a nadie, porque eso nos pondría en peligro. Es lo mismo que si les hablaras de como soy yo. ¿Lo comprendes verdad? - Le contestó  ella. Para pedirle con tono afectuoso y también muy enfático. - ¿Me lo prometes?

- Te lo prometo - declaró el crío levantando la mano con solemnidad. -



            Granate incluso esbozó una tímida sonrisa. Él guardaba otros muchos secretos, incluso a sus padres. No veía por qué no iba a poder mantener este también. Su madre a su vez asintió, a ella le bastaba con eso. Así, tanto Sandy como Petz le explicaron al niño lo que eran las justicieras y como esa responsabilidad había pasado de una generación a otra. Granate estaba  asombrado.



-¡Guau!,- exclamó el chico impresionado. - ¡Entonces sois heroínas, como los héroes que leo en los holotebeos!..

- Bueno - dijo  su madre con algo de pompa fingida. - Algo así, ya verás que bien me queda el traje cuando me transforme, hijo.

- Ten cuidado cariño, no sea que el traje te quede pequeño con la edad. Una justiciera con michelines no quedaría demasiado heroico. -  Se rio Coraíon recibiendo de inmediato un capón de su mujer. -

-¿Pero qué dices?...-Exclamó ella con los brazos en jarras, añadiendo.- ¿Dónde tengo yo michelines, eh?... Una cosa es ser voluptuosa y otra que me sobre materia.- Remachó con humor.-



            Todos se rieron con ganas, no venía mal un comentario distendido para suavizar ese importante paso. Sandy entonces dejo a un lado las bromas y se dirigió hacia el vídeo teléfono, llamó a Idina y Amatista, proponiéndolas actuar juntas. Las dos le pidieron un poco de tiempo y hablar de ello en persona. Se notaba que tenían bastante menos entusiasmo que su amiga. Volver como justicieras les exigiría entrenarse nuevamente y, la verdad, ya no eran tan jóvenes. Además, tanto Amatista, como Idina, aun no estaban en condiciones de darles el relevo a sus hijas. Maray tenía tan sólo once años, aunque dentro de poco haría los doce, al igual que Granate. Y Loren, la hija pequeña de Idina, sólo tenía seis. No obstante, aunque pudieran haberlo hecho no lo deseaban. Pero visto el panorama la situación exigía de ellas un esfuerzo, ¡qué remedio!, ese era un trabajo para las justicieras y cuando colgó, Sandy sonrió comunicándole a su familia.



-  Lo hablaremos, no parecían demasiado entusiasmadas con la idea,  pero estoy convencida de que al final aceptarán. ¡Ya estamos en marcha!

- Oye, mamá. - Le pidió Granate con manifiesta curiosidad. -¿Por qué no te transformas a ver como te queda ese traje?



El niño no lo tuvo que repetir, todos estaban deseosos de verlo, sobre todo Sandy que hacía mucho que no invocaba esos poderes. Así que fiel al protocolo, tras apartarse un poco, sujetó su piedra y exclamó.



- ¡Corazón puro del Rayo, dame el poder!



Y tras un colorista efecto de luces y vueltas sobre sí misma, apareció uniformada con ese traje de corpiño blanco,  de verde minifalda, lazo en el pecho y botas hasta las rodillas, que todavía le quedaba bastante bien. Granate miraba a su madre admirado, los otros con satisfacción y orgullo. Petz además evocaba muchos recuerdos de la época en la que era ella la que pronunciaba esas mismas palabras y se convertía en la Dama del Rayo.



- Bueno, de momento, no tendré que agrandarme la talla. - Sonrió Sandy no sin alivio -



Una vez la vieron durante un largo rato, ella revirtió la transformación y prosiguieron la velada. Granate se retiró a jugar y entonces fue Zafiro el que comentó con preocupación…



-No quería decirlo delante del niño pero en la Tierra están sucediendo más cosas.



            Y ante la mirada de extrañeza de su consuegro, su hijo y su nuera, él prosiguió.



-Desde hace varios años ya, tenemos una facción con una fuerza e influencia cada vez mayores. Abogando por la Libertad de la Tierra.

-¿No será la de Bios de la Tierra?- Quiso enmendarle su nuera a lo que Zafiro negó con la cabeza.-

-No. Os aseguro que lo he dicho bien.- Se reafirmó con el grave asentimiento de su esposa.-

-¿Libertad?- Se sorprendió Coraíon para querer saber.- ¿Libertad de qué, de quién?

- No te lo vas a creer, hijo.- Replicó su padre respondiendo.- De los reyes Endimión y Serenity…

-¿Qué?- Exclamó su interlocutor.- ¡Eso es absurdo!…

-Me temo que, por desgracia, tus padres tienen razón, Coraíon. - Terció un cariacontecido Robert.-



            Sandy también miró a su suegro y a su padre perpleja. Apenas podía dar crédito a eso. Ella no conoció en persona a la reina, ni al rey, ni tampoco a las princesas. Bueno, exceptuando a Makoto, la princesa de Júpiter, que era madrina de su esposo. Y desde luego era una persona encantadora, buena, amable y generosa. Y en el caso de sus familiares incluso pelearon codo con codo con ellos para salvar el mundo en varias ocasiones. Asimismo recordaba cuando Amatista, poseída por aquella gran fuerza, rechazó a esos seres del olvido. Lo mismo que Serenity hizo en la Tierra. Y así lo comentó.



-Pero a nadie le puede caber ninguna duda de que ellos nos salvaron a todos.- Afirmó convencida, sentenciando.- Yo estaba ahí cuando sucedió en el caso de Amatista, y os aseguro que jamás lo olvidaré.

-Desgraciadamente hija, el resto de la humanidad no vio lo que vosotros.- Intervino Robert.- Solamente asistieron a una especie de milagro.

-Sí y desde que eso sucediera aumentó mucho el fervor religioso.- Le contestó también Petz para añadir con pesar.- Pero eso no fue todo lo bueno que debiera haber sido. Aunque sí que es cierto que mucha gente sí que creyó de justicia reconocer como reyes a los soberanos del Milenio de Plata.

- Aunque tuvo su parte mala.- Declaró Zafiro.- Aparte de hacer resurgir temas de intolerancia y prejuicios moralistas entre algunos segmentos de la población, no pocos de los líderes de esas corrientes de neoconservadurismo pensaron que era una especie de idolatría.

- ¡Esos dos se arrogan el papel de Dios! Claman algunos.- Exclamó la suegra de Sandy de forma teatral en tanto levantaba los brazos, para ilustrarlo mejor, rematando con tinte entre inquieto y reflexivo.-  Luego está ese asunto de su juventud. Se preguntan cómo es posible que, tras tantos años, la Familia Real y las Princesas Planetarias, no envejezcan apenas. Algunos de esos idiotas incluso llegan a calificarlo de pacto con el Maligno…

-Eso es absurdo y no tiene ningún sentido.- Replicó Sandy entre atónita e indignada.-

-Así es hija, y tú y yo sabemos de sobra lo que eso significa. ¿Verdad?...es algo injusto y terrible.



La interpelada asintió, podía comprender aquello. De hecho, precisamente gracias a sus genes demoniacos poseía tal capacidad. Incluso ella muchas veces hablaba de su propio caso con humor, presumiendo de sus ventajas, pero en el fondo estaba muy preocupada. Ese aparentemente maravilloso don podría convertirse en una maldición. ¿Y si permanecía joven durante décadas a la vez que el resto de sus seres queridos envejecían y morían? La verdad, no se planteó nunca esa posibilidad hasta que ella y Coraíon se enamoraron y se casaron. Después, cuando Granate nació, sí que tuvo más ese pensamiento en la mente. Pero se esforzaba por apartarlo. Al ser  hija de una diablesa y un humano pudiera ser que no fuese capaz de llegar a tanto en su condición de híbrida. Sin embargo, no podía soportar el mero pensamiento de que, primero su padre y sus suegros, (aunque esto era ley de vida) después su esposo y lo que era aún peor, su hijo, se marchitasen y desapareciesen dejándola allí, sola. No consentiría que eso pasase. Y ahora también meditaba con creciente desasosiego. ¿Acaso su propia madre llegó a plantearse aquello alguna vez? ... Ojalá pudiera habérselo preguntando puesto que no recordaba nada en las notas que ella le dejó que tratase de esa cuestión. Quizás no le diese tiempo a escribir sobre ese tema… o quizás tuviera miedo incluso de abordarlo…miró  a su padre quien, por suerte, le prestaba ahora atención a su yerno.



-Seguro que todo se resolverá. Únicamente serán un grupo de fanáticos. La mayoría de los habitantes de la Tierra saben bien lo que los reyes hicieron por ellos. - Intervino Coraíon sacando a su esposa de aquellas lúgubres reflexiones.-

- Confiemos en que sea así.- Sentenció un cariacontecido Zafiro.- Pero por desgracia la gente a veces es muy manipulable y olvida con mucha facilidad lo bueno, aunque no lo malo…

-Sí, es verdad.- Suspiró Petz, afirmando.- No hay nada peor que introducir el miedo y la duda en los corazones y las mentes de las personas. Por desgracia lo sabemos demasiado bien.



Todos se miraron no sin inquietud. Después de eso, ninguno quiso retomar aquel tema. Las conversaciones viraron hacia cuestiones más amables y cotidianas.



-Por cierto.- Comentó Sandy, con una sonrisa ahora.- He tenido novedades de mi amigo Scott.

-¿Ese que vino a nuestra boda?- Quiso saber Coraíon, recordando a su vez.- También nosotros asistimos a la suya con…¿Cómo se llamaba?- Preguntó con tono inseguro.

-Clarisa. – Le recordó pacientemente su esposa, informando a su padre y a sus suegros.-  Una mujer muy simpática, compañera de Ginger, una buena amiga de Amatista y mía. Las dos tienen una cafetería bastante afamada en Nature.  Y su tarta estrella lleva mi nombre. – Se sonrió ahora con visible complacencia.-

-Pues será una tarta muy dulce y deliciosa, hija .- Aseveró un ahora divertido Robert.-

-¿Y qué te cuenta tu amigo?- Quiso saber Petz.-

-Bueno, me comentó que su hijo Franklin está hecho todo un pequeño genio, tiene unos diez u once años y es capaz de manejar ya ordenadores y programas bastante complicados para un crío de su edad. Y también que su hija pequeña es realmente un encanto, se llama Hipatia. Está en educación primaria.

-¡Vaya, la han llamado como la directora de la Gran Biblioteca de Alejandría.- Observó Robert.-

-Pues el nombre fue cosa de su hermano.- Les contó Sandy.-

-Me alegro mucho por ese chico. A juzgar por lo que el doctor Adams y su esposa, la doctora Prentis, me han contado, cuando hemos hablado de temas de trabajo, ese amigo tuyo es realmente un talento en informática. Su hijo debe haber salido a él.- Comentó Zafiro.-

-Allí tienen una buena división de las Fairy Five. Creo que la propia hija menor del doctor Tomoe ha estado yendo y viniendo a ese planeta a trabajar en ella.- Intervino Robert.-

-Mejorando lo presente.- Afirmó Petz con una sonrisa, en clara alusión a su nuera.- La división de Bios no creo que tenga nada que envidiarle a la de Nature, ni aun incluso a la de la Tierra.

-Gracias. - Repuso Sandy hasta pareciendo ruborizarse en tanto añadía.- Es para mí un gran privilegio el trabajar con personas tan inteligentes y preparadas.



Se acordó entonces de Penélope Winters, y, por supuesto, de su gran amiga Satory. Tampoco se olvidaba de Amatista con quién seguía trabajando codo con codo. Y ahora, además de en el laboratorio debería hacerlo una vez más en la lucha contra el mal. Volvió a pensar en la inminente vuelta de las justicieras. Ahora, sólo faltaba que ella y las otras componentes de ese grupo de heroínas pudiesen reunirse, y para eso tendrían que pasar algunos días…



-Dentro de poco, podré aportar algo para mantener la paz.- Pensaba la morena científica, en tanto terminaban de cenar.-



 En cuanto a Robert, durante los días siguientes decidió quedarse a vivir en Bios definitivamente. Vendió lo que tenía en la Tierra y compró una casa cerca de su hija, no era demasiado grande pero si acogedora. Así podría estar junto a ella, Coraíon, y sobre todo, junto a su nieto Granate. Tenía que contarle muchas cosas que ILaya le había dicho a él, cuando ella aún vivía. E incluso las que le había desvelado en sus sueños. Eso alegró muchísimo a Sandy.



-Será maravilloso tenerte aquí, papá.- Declaró ella con entusiasmo tras visitar esa casa.-

-Sí, me siento muy feliz.- Convino él.-

-Bueno, debo irme a trabajar. Luego te veo.- Se despidió la muchacha.-



Robert le dijo adiós con la mano y entró. Sentándose en un sillón a meditar recordó una vez, una conversación con su mujer, era invierno y tras los cristales de su casa se veía la lluvia...Observaba a la diablesa acunar a la pequeña Sandy que sólo contaba con unos dos años de edad. Sonreía al ver el amor con el que su esposa mecía a la hija de ambos entre sus brazos hasta que la niña se durmió. ILaya la dejó en su camita y la arropó, suspirando le dijo a su esposo.



- Cariño...soy tan feliz, contigo y con nuestra hija...y ¡esto es tan diferente del infierno!, tranquilo, agradable y lleno de amor. ¡Me parece increíble que sea verdad! ¡Aún no puedo creer que esté aquí, contigo! ¡Ojalá no me despierte nunca y aparezca allí, en medio de un mar de llamas.- Suspiró cariacontecida.-

- Pues es verdad, querida. Nada tienes que temer. Pagaste un alto precio por redimirte y quedarte aquí. Ahora eres una madre como cualquier otra. No, eso no,- rectificó Robert con una sonrisa de felicidad -, mejor que cualquier otra.

- Pero aun debo decirte muchas cosas.- Objetó ILaya que parecía preocupada, sobre todo al añadir -…tienes que saberlas por si me ocurriera algo...

- No digas eso, ¿qué te iba a ocurrir? - Repuso su esposo intentando tranquilizarla. - Hace varios años que llegó la paz. Ya no va a suceder nada malo...

- A veces no puedo dejar de pensarlo...Robert, por lo menos quiero que sepas algunas cosas importantes. Algo me dice que nuestra hija tendrá que saberlas algún día y que puede que yo no esté para contárselas.- Respondió ella con un gesto algo sombrío. -

- Bueno, ¡vale ya! - le cortó su interlocutor que se enfadó un poco. - No me gusta que digas eso ILaya. Se lo podrás explicar todo tú misma. ¿Para qué preocuparte de esa manera? Sólo consigues asustarme.



            Se produjo un incómodo silencio entonces. Su esposa parecía estar buscando las palabras adecuadas. Y al fin dijo.



- Perdóname, cariño,- le pidió ella con voz amable y conciliadora agregando pese a todo.- Pero me gustaría que tú supieras algo de mi pasado. No quiero tener secretos contigo y quizá tengo miedo de como reacciones, por eso se me ocurre pensar así.

- Nada tienes que temer, ya te lo he dicho. - Repuso Robert más calmado susurrándole con dulzura a su mujer. - Ya conozco tu pasado, nunca me ha preocupado...te quiero a ti, por como eres ahora, no por como eras o lo que hicieses hace mil años, pero si eso te hace sentirte mejor, cuéntamelo.

-No sé por dónde comenzar.- Suspiró ella admitiendo.- Fui muy malvada. Tanto que, cada vez que lo recuerdo no soy capaz de soportarlo.

-El padre Honer te escuchó en confesión, eso me contaste. Y él te absolvió. De modo que, sea lo que sea, ya no debe lastrarte.- Afirmó su marido.-

-Ese sacerdote quedó horrorizado.- Musitó ella.- Y yo… en fin…no tengo valor para narrarte algunas de las cosas que hice.



            Robert no tardó en abrazarla susurrándole con afecto.



-No hace falta que me digas nada más. Al menos de esa parte. El ser que cometió aquellas atrocidades según me dices, desapareció. Ahora únicamente veo a una maravillosa mujer, esposa y madre.



            ILaya miró hacia su dormida hija y suspiró. Tras unos momentos de silencio fue capaz de aseverar.



-¡No quiero que Sandy llegue a descubrir nunca el monstruo que fui! Pero tampoco deseo ocultarle la verdad acerca de sus orígenes. Merece saberlo. Y quizás me falte el valor para mirarle a los ojos a mi hija y poder contarle algunas cosas. Por ello desearía que tú las conocieras antes.

-Muy bien.- Concedió él.- Cuéntame lo que creas que tengo que saber.



            En efecto, ILaya le contó, desde entonces hasta el momento de su muerte, muchas cosas sobre el Averno, costumbres y lugares en los que éste se dividía y le habló de algunos de sus terribles moradores. Ahora Robert comprendía los motivos de su esposa y tras sus últimos sueños en los que su mujer le reveló todavía más de aquellos secretos, sabía que debía contárselo a su nieto, ya que nunca se lo contó todo a su hija...



-Sí, mi amor.- Pensaba con gesto reflexivo.- Pierde cuidado. Te prometo que me ocuparé de explicárselo todo a Granate.

           

            En casa de Amatista y Leval mientras tanto, ésta también pensaba en la seguridad de sus hijos, le preocupaba que volvieran a ser objeto de los ataques de esos tipos. Sobre todo por Maray que había demostrado ser mucho más vulnerable. Tendría que ocuparse de instruirla desde ya, para protegerla. Tampoco le hacía mucha gracia volver a transformarse en la Dama del Viento, habían pasado ya muchos años desde sus últimas actuaciones y ahora era una mujer, joven aun eso sí, pero dedicada por completo a su trabajo y a su familia.



-¡En menudo lio nos quiere meter!- Suspiró con desgana.-



De todos modos, sabía que Sandy tenía razón y que la situación las obligaba a ello. A Idina le sucedía algo similar, ella misma no estaba del todo decidida. Es más, no lo deseaba en absoluto. Había visto demasiada maldad, demasiado horror y no quería que aquello volviese a atraparla. Además ¡cuando Michael lo supiera!, él no se lo iba a tomar nada bien. Y por si aquello fuera poco la muchacha todavía estaba muy entristecida por la muerte de su padre. Pese a que entre Sandy, la propia Amatista y alguna que otra amiga como Nehie, habían tratado de levantarle la moral. Tanto fue así que, haría un par de días, la propia Neherenia apareció reflejada en el espejo de su dormitorio. Idina sonrió al verla. Su amiga y ex compañera de facultad también, pero no estaba sola. A su lado pudo reconocer la imagen de otra de sus amigas más queridas.



-¡Heather!- exclamó Idina, realmente contenta, en cuanto la vio. – ¿Qué haces tú ahí?



La aludida, de pelo rubio ceniza, muy alta y de constitución fuerte, sonrió feliz. Aunque enseguida borró ese gesto sustituyéndolo por otro lleno de pesar para decir.



-Lamenté mucho la pérdida de tu padre. Era un buen hombre. Mis padres te envían sus condolencias. Creo que iban a visitar a tu madre. Desgraciadamente no nos enteramos de lo sucedido hasta después del funeral.

-Gracias, amiga mía. – Pudo decir Idina que todavía se emocionaba aunque quiso cambiar de tema y preguntó. - ¿Cómo te va?

-Pues muy bien. Mis padres van a jubilarse el año que viene y yo estoy trabajando en la guardería que la Golden abrió cerca de la facultad de magisterio. ¿Qué te parece? Además de cuidar de los peques por las tardes me saqué un curso y un master y doy clases en la universidad por las mañanas como profesora auxiliar. Pedagogía infantil.

-Me alegro mucho por ti.- Sonrió Idina visiblemente contenta por ello, sentenciando. – Era lo que tú más deseabas.

-Sí,  al igual que vosotros. Hice mi sueño realidad. – Declaró con visible contento.-

-¿Te habías casado, verdad?- Le preguntó su amiga  creyendo recordarlo de hacía años. –

-Así fue - repuso Heather ahora con menor entusiasmo al desvelarle. – Sin embargo duró poco. Nos divorciamos, incompatibilidad de caracteres o eso creo. Pero tengo un niño muy guapo de cuatro años, se llama John.

-Lamento oír que el matrimonio no te fuese bien. – Comentó su amiga para preguntar nuevamente con patente afecto. - ¿Y qué tal está tu hermano Jimmy?

- Estupendamente. En su residencia. Papá y mamá pasan ahora más tiempo con él. Y yo misma voy siempre que puedo. En fin. Espero que tú seas feliz en Bios, con tu marido y tus hijos.

-Lo soy. Y a mi madre la he visto algo también en estos últimos tiempos. A quién que echo en falta es a mi padre.- Suspiró su interlocutora que, no queriendo recaer en esos tristes recuerdos, afirmó tratando de sonar jovial. – Tienes que venirte un día o podríamos quedar todas con Nehie en su palacio  y hacer una fiesta como en los viejos tiempos de la Golden.

-¡Claro!, puedo ordenar al chambelán que ponga unas latas de cerveza y unos sándwiches para picar. ¡Al viejo De la Lune le iba a encantar la idea! - Rio la soberana.-



Las tres se rieron por la ocurrencia. ¡Habría que imaginar el salón del trono con globos, mesas con comida y demás! Y sobre todo, la cara que pondría precisamente el Noble Caballero Gillard de la Lune ante tal mandato de su reina. En eso que fue Heather la que, reponiéndose antes de las carcajadas, le comentó a Idina.



-Por cierto. Tuve noticias de Bea.

-¿No me digas? Cuenta. ¿Cómo le va?- Le pidió ésta con visible interés.-

-Bien, en España, casada y con dos niñas, creo. – Trató de recordar Heather.- Trabajando en lo que allí llaman un colegio bilingüe. Alucinó cuando supo que Nehie era la reina de la Luna Nueva. Me contó que la veían por la tele en alguna visita de Estado que hizo a la Tierra y que ella les decía a sus hijas y a su marido. ¡Si con esa estudié yo!… y era mi compañera de habitación, ¡ja, ja!… ¡Hasta la enseñé a hacer tortilla de patatas!



Y la aludida terció para decir con jovialidad.



-Sí, es verdad que alguna que otra vez he hecho su receta de tortilla  española y a mi marido y a mi hija les encanta. Ojalá que un día pueda invitarla a ella también a visitarme.

-Y yo también.- Convino Idina riéndose, al admitir.- ¡Aunque eso de lanzarla y darle la vuelta en la sartén no es lo mío!



Y se rio con una mezcla de diversión y afecto pensando en esa muchacha, Bea siempre fue alegre y bastante bulliciosa. La recordaba con cariño. Esa chica se pasaba la vida tratando de enseñarle algo de español. Sus interlocutoras sonrieron al verla así, mirándose de forma cómplice y alegrándose de ello. Idina al fin parecía feliz después de mucho tiempo.. Fue la propia Neherenia la que propuso.



-Puede que nos reunamos, si es que tú nos haces un hueco en Bios por unos días.

-¡Sería maravilloso! – Afirmó su interlocutora. –

-Ahora tenemos que dejarte. Voy a enseñarle a Heather un poco de mi reino.- Le dijo Nehie que agregó. – Casi lo olvido, Alice le manda muchos besotes a Tom y a Loren. Y ya que hablamos del tema, me gustaría llevarla conmigo para que conozca tu planeta.

-Sería estupendo. – Convino Idina que se despidió a su vez. – Bueno chicas. También yo tengo que marcharme. Debo dar clase en la escuela.  

-Ya te llamaré para cuando podamos ir.- Concluyó Nehie saludando con una mano a su amiga que hizo lo propio. -



La reina de la Luna Nueva cortó la comunicación, tanto su rostro como el de Heather ahora se pusieron más serios. Fue ésta última la que comentó con pesar.



-Tenías razón. Está muy triste. Yo también puedo sentirlo en su voz. Su hermano no se equivocaba cuando nos lo dijo. Nos necesita a su lado.

-Sí- convino Nehie. – Ante todo somos sus amigas. Y a parte de lo que Lance nos ha dicho, creo que incluso se queda corto. Lo veo en sus ojos. Ha perdido la alegría de vivir que siempre había tenido. Aunque ahora, cuando se reía pensando en Bea, por unos instantes volvió a ser ella misma. Y me preocupa mucho que ese sentimiento de felicidad y entusiasmo que siempre tuvo y que todavía conserva, se apague.

-No debemos consentirlo.- Afirmó Heather. – Ella no se merece ser desgraciada. Es una chica maravillosa.

-Lo superará, pero lo logrará antes si estamos con ella. – La animó su interlocutora que pasó a decir con un tono más jovial. – Ahora señorita, te voy a mostrar algunos lugares de mi reino realmente hermosos.

-Sí, mi hijo está encantado jugando con tu pequeña y esa amiguita suya, Brise. Creo que eso nos deja un ratito libre a las dos. – Sonrió su amiga. –



Neherenia asintió con una sonrisa. Recordaba que Lance la había contactado al poco de la muerte de su padre. El muchacho estaba visiblemente afectado pero aun así tenía unas instrucciones que darle. No solamente le contó que Idina estaba triste. Además le puso al corriente de la situación de Bios y de que las Justicieras posiblemente volverían a  actuar.  Si Sailor Shadow pudiera estar allí para apoyarlas eso sería una gran ayuda. Por supuesto que eso no se lo había contado a Heather. Ni tampoco a su propio esposo, puesto que Doran hubiese insistido en ir y ocuparse de aquello al estilo saiyajin, algo nada recomendable para esa misión que exigiría mucha cautela. De modo que, tras reflexionar sobre esto, le comentó a su amiga y excompañera.



-Pues vamos a dar una vuelta y luego a buscar a los niños…



Heather estuvo de acuerdo y las dos se fueron a pasear un rato, aprovechando esos escasos momentos de libertad sin críos. Entre tanto, en Bios, tras desaparecer las imágenes de sus amigas del espejo, Idina se preparó para ir también con sus peques, pero con los de la escuela. Ahora se sentía mejor. Miró al cielo como siempre hacía desde el fallecimiento de su padre y sonrió susurrando.



-Bueno papá. Voy a empezar el día. Un beso.



            A su memoria vino uno de esos mágicos momentos que vivieron juntos. Cuando Idina cantó en la Golden, a fin de recaudar fondos para niños maltratados. Entonces pasó también por un trance muy amargo. Como justiciera detuvo a esos criminales. Empero. sus deseos de venganza contra unos malditos explotadores y abusadores de niños casi la llevaron a hacer algo irreparable. Afortunadamente su amiga Nehie, que la acompañaba como Sailor Shadow, lo impidió, su madre Cooan la animó y su padre finalmente, le dio todo ese amor que precisaba para superarlo. Y en aquella actuación, una de las canciones finales fue la versión de la Bella y la Bestia que ambos cantaron juntos.



-¡Cómo podría olvidar eso!- Sonrió la muchacha ahora dejándose llevar por sus recuerdos.-



            Allí estaba Idina, con un bonito vestido color rosado, y su padre que se había engalanado con un smoking para la ocasión. Y fue ella quien comenzó a cantar.



Un cuento tan viejo como el tiempo

Tan verdadero como pueda ser

Apenas amigos

Que lo que cualquiera dobla

Inesperadamente



Y su padre tomó el relevo…



Solo un pequeño cambio

Pequeño por decir algo

Los dos asustados

Ninguno está preparado



Y aquí los dos a coro cantaron…



La Bella y la Bestia

Siempre lo mismo

Siempre una sorpresa

Siempre como antes

Siempre tan seguro

Como el sol saliendo

Ooooh – exclamó él.-

Uuoooh – replicó ella.-

           

Y ella cantaba de la mano de su padre, llegando a veces a abrazarse a él, sintiéndose segura y amada.



Siempre lo mismo

Siempre una sorpresa

Siempre como antes

Siempre tan seguro

Como el sol saliendo



E Idina se hizo cargo de las dos siguientes estrofas…



Cuento viejo como el tiempo

Melodía vieja como la canción



Y aquí su padre se unió a ella entre sonrisas.



Agridulce y extraño

Encontrando que puedes cambiar

Aprendiendo que estabas equivocado



Cierto como el sol – declamó él.-

Cierto como el sol – repitió ella.-



Surgiendo por el este

Canción vieja como el ritmo

Bella y bestia

Canción vieja como el ritmo

Bella y bestia



(Celine Dion & Peabo Bryson. Beauty and beast. Crédito a los artistas)





            La ovación que obtuvieron fue atronadora. Pero eso no le importaba a Idina, lo que sí le hacía sentirse tremendamente feliz era el abrazarse a su padre cuando terminaron de cantar. Y ahora, volviendo de esos recuerdos tan hermosos, tuvo que enjugarse algunas lágrimas antes de ir a la clase con sus peques, no sin antes elevar la vista al cielo y musitar con afecto y nostalgia.



-Estarás orgulloso de mí, papá. Ya lo verás.



Leval por su parte seguía inmerso en sus pesquisas. A la hora convenida llegó al hotel de Juan y Mazoui. Tuvo que preguntar por ellos pues la dirección que le habían dado en el papel no coincidía con el número de la habitación. Mientras, estos habían recibido ya los informes que solicitaran y los resultados eran bastante reveladores. Cuando les encontró al fin y los leyó no estaba del todo sorprendido, ya que se esperaba algo así. No obstante, tuvo que reconocer que aun era peor de lo que él imaginaba.



- Con esto puedo actuar, pero necesito conocimiento y autorización por parte de mis superiores en la Tierra. Por si me exigiera saltarme la cadena de mando. - Explicó Leval a ambos. -

- Lo sé. - Afirmó Mazoui declarando a su vez con prevención. - Yo me vuelvo ahora para allá, conozco a algunos generales y Jefes de Estado que son de fiar y me ayudarán. Su autorización te llegará por conducto secreto y cuando eso ocurra podrás actuar, pero por ahora no te precipites. Juan se quedará contigo para darte más información y él te avisará del momento oportuno para intervenir. Adiós amigo, hago mi equipaje y me marcho ahora mismo, tuvimos que cambiarnos de habitación por seguridad. El hotel pertenece a la cadena de hoteles Masters y como ejecutivo y presidente no me fue difícil conseguir otra suite distinta....

-¿Ya eres presidente? - Se sorprendió Leval preguntando. - ¿Y Diamante, Souichi y Zafiro?...

- Este año ya se han jubilado todos. Lo acordaron así y no me lo habían dicho casi hasta que lo consumaron los muy sinvergüenzas. Un poco más y no me hubiese dado tiempo a organizarles una fiesta de despedida. - Movió la cabeza con fingida desaprobación, aunque sonriendo añadió. -  Tras la muerte de Ian y sobre todo la de Tom, me dijeron que sólo querían disfrutar de sus familias y me han dejado el negocio a mí y a Daniel. Aunque el hermano del tío Tom tampoco está muy dispuesto a ocuparse de eso.

- Lo comprendo – afirmó Leval poniéndose en el lugar de aquel hombre. – Es una carga muy grande y ya son mayores.

-Bueno, debes irte ya, pueden haberte seguido.- Repuso Mazoui que abrazó a su amigo despidiéndose. - Dales recuerdos a todos de mi parte. Adiós primo, cuídate. Tendrás noticias mías, te lo prometo.



            Leval esperó a que su pariente y amigo se hubiese marchado y después se transportó  concentrándose en la energía de Amatista que estaba en casa, así no le localizarían. Se dio cuenta de que podía haber hecho igual para ir a hablar con Mazoui. Maldijo su despiste, así habría sido menos arriesgado. Bueno, ¡qué se le iba a hacer!, lo importante era que todo había salido bien. Al menos eso creyó él...



-Esta vez les atraparé. – Pensaba con optimismo.- Les tomaremos por sorpresa.



            Sin embargo, en una habitación sin identificar sonó un vídeo transmisor, la imagen no era perceptible, sólo una voz distorsionada, que informó a un anónimo interlocutor.



- Se está acercando demasiado, tendremos que actuar de forma más contundente, nuestro aviso al hijo no ha dado resultado...

- Sí, habrá que tomar otras medidas - replicó el otro con la voz distorsionada también. - Muy bien...yo me encargaré de frenarle en lo que pueda, tú ocúpate de actuar,- colgó el aparato y desapareció tras la puerta de la habitación. -



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