Mazoui junto con Juan se encargó de revisar algunos
discos duros de información que se habían traído de la Tierra y que no habían
tenido ocasión de comprobar. Ese agente de la interpol, por un canal clasificado
secreto y a través de un sofisticado microordenador- transmisor, pidió datos
sobre los superiores de Leval, el resultado le llegaría en pocos minutos.
-¿Crees que tendremos algo?- Quiso saber Mazoui.-
-Eso no puedo decirlo hasta recibir la información.-
Afirmó Juan, queriendo saber a su vez.- ¿Acaso sospechas de alguno?
-Menos de mi primo Leval, cualquiera podría estar
implicado.- Le contestó este.-
Su
contertulio le dedicó una mirada entre incrédula y sorprendida, para comentar.
-Conociéndote me extraña que liberes a alguien tan
rápido de cualquier sospecha.
Mazoui
escuchó atentamente aquellas palabras para responder de forma contundente.
-Leval es más que un primo, un hermano para mí. Hemos
luchado juntos confiándonos la vida el uno al otro. Nuestras madres son
hermanas y su padre ha sido un maestro para mí. Si hay alguien en quien
confiaría con los ojos cerrados es él. Y además, puedo saber muy bien lo que piensa,
nunca ha tenido secretos para mí.- Remachó.-
-Como tú digas.- Concedió Juan.-
Y ambos continuaron aguardando esos datos. En casa
de su compañero mientras tanto, todos se dispusieron a iniciar un nuevo día.
Los chicos se prepararon para ir a sus respectivos colegios y Amatista y Leval
a sus trabajos. Asthel tenía una nueva obligación ahora, entrenar con su equipo
de baloncesto después de las clases, pero ese día no le tocaba. Se alegró de
eso. Así él pudo quedar con Madeleine para tomar algo después de las clases. Cuando
se vieron al terminar el instituto la muchacha le preguntó cómo iba con sus
entrenamientos.
-¡La verdad es que muy bien!,- le contó él
visiblemente animado. - Llevo sólo unos pocos días pero estoy muy contento. Creo
que lograremos tener un buen equipo y ¿sabes una cosa? ¡Mi entrenador fue
compañero de equipo de mi abuelo cuando estuvieron en la Universidad!
- ¡Así cualquiera! , vas bien recomendado - dijo
ella con algo de burla. -
-¡Eh!...que eso no tiene que ver...- se defendió él
sintiéndose picado en su orgullo. -Yo me he ganado el puesto.
- ¡No te enfades conmigo, tonto, que es una broma! -
Rio Madeleine que le dio un ligero beso en los labios.-
Aquello dejó a su interlocutor bastante aturdido. La
miró no sin incredulidad en tanto ella le obsequiaba con una sonrisita que no
se sabía a ciencia cierta si era vergonzosa o burlona.
- Eso me ha gustado. Vamos a repetir. - Logró decir
al fin y él besó también a la muchacha. Ella se dejó dar un beso más
prolongado.-
Asthel vio
que había llegado su oportunidad y no lo dudó, llevaba mucho tiempo aguardando
ese momento, y pese a que se notaba algo nervioso quiso lanzarse de una vez,
declarándose sin reservas.
-¿Quieres salir conmigo? Me refiero a algo más
serio...ser mi novia, ya sabes.- Y mientras se lo proponía, el muchacho se puso
algo colorado sin poderlo evitar. -
- Bueno Asthel - respondió Maddie también con visible sonrojo. - No sé qué
decirte...no estoy muy segura…
- Por favor - insistió él. - No lo dudes, tú eres
muy importante para mí. Desde que éramos pequeños nos hemos llevado muy
bien....me gustas mucho. - Pudo remachar, puesto que era en ese momento o
nunca.-
- Pero eso no es lo mismo.- Objetó ella indecisa, le
costaba pese a todo aceptar. Aunque a la chica también le gustaba mucho Asthel.
Sin embargo, deseaba mantener una cierta independencia y amistad y así se lo
dijo. - Somos buenos amigos, no estoy segura de querer arriesgar eso, no lo sé.
El
chico se quedó algo aturdido, quizás no espera aquello, pensó en la posibilidad
del sí, e incluso en la del no. Pero su contertulia no se había definido. Esta
situación no la tenía prevista. Ahora no sabía qué hacer. ¿Y si insistía y la
chica se enfadaba y le decía que no? Pero, ¿Y si le decía que sí? Aunque podría
no volver a pedírselo y entonces ella pensaría que no era cierto que él
estuviera interesado… ¡Qué lio! Desde luego, seguía pensando de la misma manera
en que lo hacía cuando habló con su madre de este tema. Era muchísimo más fácil
comprender misterios del universo y viajar a mundos desconocidos que entender
la forma de pensar de las mujeres, se dijo. Pudiera ser que, consultando aquel
libro…¡Pero no!, eso no sería honrado. Y en este caso no deseaba una ventaja
como esa. Si Maddie le quería o no como para salir con él, era algo que debería
averiguar cuando le correspondiera, como todo el mundo.
-Ahora comprendo muchas cosas que me contó Lance.-
Se dijo.-
Y
es que tras el funeral por Thomas Rodney, el chico pudo ver una vez más a ese
misterioso hombre. El hijo mediano del difunto. Había tenido que cargar con esa
responsabilidad en tanto el propio Asthel se hacía lo suficientemente mayor
como para tomar el relevo. Así, tras la misa en recuerdo del fallecido, quiso
hacer un aparte con su afectado hijo.
-Lamento muchísimo vuestra pérdida. Tu padre era un
hombre realmente magnífico.
-Lo sacrificó todo por nosotros, y por el resto de
sus amigos.- Pudo decir un consternado Lance.-
Aunque
ahora, tras rehacerse un poco, aquel tipo volvió a retomar un tono más enigmático
para añadir.
-La última vez que nos vimos, te expliqué algunas
cosas, creo que estás preparado, pero pese a todo, deseo hacerte una
advertencia.
- Dime.- Le pidió un interesado Asthel.-
-Ten muchísimo cuidado con ese libro. Es muy
poderoso, y como todo elemento dotado de poder, tienta a quien quiera que lo
posea. Puedes informarte de cosas que se supone no deberías conocer. E incluso,
con los útiles adecuados, hasta influir en el curso de los acontecimiento.
Verás, yo mismo estuve tentado de hacerlo para evitarle este final a mi padre.
Sin embargo, era consciente de que eso
no debía ser cambiado. Es más, hay más,
llamémosles objetos, que, siendo menos poderosos que el Libro de los Días, son
capaces de alterar los acontecimientos. Y hay individuos con muchos menos
escrúpulos que yo o que tú que, de una forma o de otra, han podido apoderarse
de algunos. Hasta ahora, entre otras cosas, mi misión ha sido ir tratando de
reparar los daños que esas personas han causado. No he logrado hacerlo del
todo, y sé que, debido a mis intervenciones, también deberé pagar un precio
algún día. No sé cuál será ni cuándo. Por eso Mensajero, te suplico que tengas
mucho cuidado. Se prudente. No te dejes tentar. Sea lo que sea, tu misión es
trascendental.
-Gracias por el consejo, Lance, iré con mucha
precaución.- Le prometió el chico.-
Así,
su interlocutor asintió, al parecer aliviado, para remachar.
-Aun guardo uno de esos elementos de poder, lo
preciso para acabar de solucionar algunas cosas. Pero eso no tiene relación
directa contigo. Es más, atraeré sobre mí la atención de cualquiera que pudiese
poner en peligro tu misión.
-¿Puede ayudarte?- Se ofreció solícitamente Asthel.-
-¡No, no debes mezclarte bajo ninguna circunstancia!
- Sentenció tajantemente su
interlocutor.- Te lo repito, eres la prioridad, junto con otros que a su debido
momento te acompañarán. Ya sabes quienes son en su mayoría.
-Sí.- Admitió el chico.- Aunque todavía falta
alguien. Supongo que su identidad me será revelada cuando corresponda.
-Así es. Por eso, no trates por ejemplo de servirte
del Libro para averiguar cosas como esa antes de tiempo.- Le aconsejó Lance.-
Ni mucho menos para realizar deseos personales. Por muy encomiables y hermosos
que parezcan. He visto algunos casos y sé cómo termina eso. Te puedo asegurar
que nunca acaba bien.
-Tienes mi palabra. No me serviré del Libro para
tales cosas.
Ahora
Lance se permitió esbozar una tenue sonrisa de satisfacción. Asintió y se alejó
del muchacho. Hacia él se acercaban a su vez dos mujeres morenas y de ojos
azules bastante guapas. Lucían dos elegantes y discretos vestidos negros. Una
de ellas, con acento extranjero, le dijo con voz apenada.
-Lo siento mucho.
-Gracias Sabra.- Sonrió él con agradecimiento.-
-Sabes que nos tienes para lo que haga falta.-
Añadió la otra.-
-Lo sé, Debbie. Ahora tenemos que irnos. Hay cosas
que demandan nuestra atención.
Ambas
mujeres asintieron al unísono, cerca se encontraban dos hombres, uno de pelo
rubio ceniza y de la estatura de Lance, otro algo más bajo y de cabello oscuro.
Tanto ellos como las dos individuas le dedicaron unas miradas curiosas a
Asthel, sin embargo no se dirigieron a él, al contrario, siguieron al hijo del
difunto y se perdieron de vista entre la multitud que había asistido al
responso.
-Son los guardianes.- Se dijo Asthel entonces,
puesto que algo sí que pudo leer en ese libro.- Ellos tienen otras tareas muy
importantes de las que ocuparse. No debo interferir en eso. Ni tampoco
informarme más de lo necesario en el Libro.
Y es que apenas sí lo ojeó, ahora recordó aquello y
en tanto meditaba sobre eso volvió a
casa con Madeleine. Los dos mantenían un incómodo silencio. Finalmente,
centrándose ya en el tema que ahora le ocupaba, el joven decidió que había que
terminar con aquella situación, se jugaría su última carta. Era algo extremo
pero confiaba en que resultase. Eso sí podía hacerlo. Así pues, derivó casi a
la vena cómica.
- Si quieres te lo pido de rodillas.- Y sin más, el
muchacho se arrodilló en plena calle ante la avergonzada Madeleine. - ¡Por
favor, por favor, sal conmigo en serio!....no me levantaré hasta que me digas
que sí.
- No hagas eso - le pedía la chica con susurros,
roja de vergüenza al darse cuenta de que todos los que pasaban a su lado y al
de su improvisado galán se les quedaban mirando y se sonreían mientras
cuchicheaban. - Por favor, Asthel...vale...saldré contigo. Quedamos para esta
tarde si quieres, pero levántate de ahí.
-¡Biennn!- exclamó su interlocutor que se levantó
raudo para agarrar a Madeleine elevándola en sus brazos y proclamar. - ¡Te
quiero...te quiero!...- dio vueltas con ella y la chica se rio sin poderlo evitar-...
-¡Qué bobo eres! ¿Cómo se te ocurre hacer esto en
plena calle?,- le reprochó ella entre esa risa producto de la sorpresa, la
vergüenza, y la incredulidad. -
-¡Oh! , fue un consejo de mi abuelo Roy, por si
fallaba todo lo demás. - Le confesó él añadiendo divertido. - A él también le
resultó con mi abuela...
-¡Eres un tonto!..- rio Maddie para admitir
finalmente con entusiasmo. - ¡Pero me gusta...ja, ja!..
El
chico era muy feliz, pero entonces algo dentro de sí le advirtió de que había
peligro. Dejó a Madeleine en el suelo y le dijo con un tono ahora serio, que no
se moviera.
-¿Qué pasa, Asthel? - Se extrañó ella de aquel
repentino cambio de actitud. -
- No lo sé, pero es algo que me preocupa - le
respondió él mirando en derredor. – Hay peligro.
- No será alguna otra de tus bromas.- Dijo su
compañera mirándole con divertida reprobación. - ¿También lo hacía tu abuelo?
- No...- sentenció su interlocutor. Entonces vio
acercarse hacia ellos a tres individuos de aspecto poco recomendable y le
indicó a Maddie. - No te muevas, ponte detrás de mí y si hay problemas ¡aléjate
y sal corriendo de aquí! - advirtió a la ahora asustada chica. -
Los
tres tipos se acercaron a pocos metros de él, en efecto se dirigían a ellos. Desde luego
eran fornidos y tenían pintas de matones. Uno, con trazas de muy mal encarado,
le espetó al muchacho.
- Tú chaval. ¿Eres Asthel Malden?....
-¿Qué queréis?- les inquirió el interpelado sin confirmar su identidad. -
- Dile a tu papá que se meta en sus asuntos. -
Terció otro de esos tipos que sacó un palo y quiso pegarle, pero el chico solamente
tuvo que moverse con celeridad para esquivarlo. -
Los
otros dos sacaron una especie de pistolas de rayos, sin pensárselo dispararon
contra él. Pero el muchacho creó un campo energético que le protegió a él y a
Madeleine. Los individuos se miraron sorprendidos.
-¡Pero qué leche ha sido eso!...- exclamó el tercer
tipo anonadado. -
-¡Vámonos de aquí!...- Urgió nervioso el segundo a sus compañeros. -
Los
tres individuos se alejaron corriendo y se perdieron por las calles tras montar
en un deslizador. En un primer momento de furia, Asthel quiso perseguirles,
pero enseguida se calmó preocupándose por Madeleine.
-¿Estás bien?,- preguntó el chico mientras la miraba
inquieto, como si algo la hubiera dañado. -
- Sí, no te preocupes - suspiró ella añadiendo con
humor aunque visiblemente impresionada por lo que su recién adquirido novio
acababa de hacer.- Pero parece que ser tu novia tiene sus riesgos, aparte de
estudiar menos para salir.
- Se lo diré a mi padre, él se encargará de arreglar
esto. No te preocupes, te acompañaré a casa.- La ofreció él que, sonriendo
débilmente para tratar de desdramatizar la situación, sentenció. – Ventajas que
tienen mis novias.
-Oye, ¿cómo que tus novias?- Replicó la joven
fingiendo reprobación, aunque estaba claro que todavía subyacía mucha tensión
por lo que acababa de pasar.-
-A ti te daré tratamiento de V.I.P.- Declaró más
desenfadadamente el chico quien abriendo un pasillo dimensional en un lugar
apartado, le dijo a su atónita contertulia.- Vamos, te dejará a pocos metros de
tu casa.
Efectivamente,
Asthel acompañó a Madeleine. Tal y como le había asegurado a su ya novia la
dejó casi a la puerta del domicilio de los padres de la chica, al abrigo de
cualquier mirada y se despidió de ella con un beso. Quedaron para la tarde, luego
volvió a su casa y le contó a su padre lo sucedido. Leval, como es lógico, se
enfadó mucho. Pero comprendiendo que no debía hacerlo notar, trató de
tranquilizar al muchacho con palabras serenas.
- No temas hijo...hiciste muy bien en no tratar de
seguirles. Yo me ocuparé de ello, lo
solucionaré ahora mismo.- Y dicho esto se fue a ver a Mazoui y a Juan. -
En
casa de Sandy mientras tanto, Granate había llegado de la escuela. Su madre aún
no había vuelto del trabajo y era Coraíon el que estaba ya en casa y se encargaba
de hacer la comida. El chico se sentó a comer con su padre y ambos hablaron.
-¿Qué tal el colegio, hijo? ¿Vas bien?
- Sí papá.- Asintió él que le informó con visible
contento. - ¡En matemáticas he sacado un ocho en el último examen y en lengua
un nueve!
- ¡Así me gusta! - Alabó Coraíon - que seas
estudioso....- le miró con aprobación y añadió sabiendo que eso alegraría al
chico -... ¿sabes una cosa? Tus abuelos vendrán a vernos dentro de unos días.
-¡La abuela Petz y el abuelo Zafiro, qué bien!- exclamó
el niño entusiasmado. - ¿Vendrá también el abuelo Robert?..- quiso saber muy
interesado. -
- No creo hijo...no nos ha dicho nada.- Le contestó
Coraíon que también le propuso -...pero puedes llamarle tú y pedirle que venga,
seguro que se alegrará de que su nieto le llame.
- Sí, papá.- Declaró el niño añadiendo no sin
patente interés.- ¿Cuándo me vais a llevar al parque de atracciones nuevo?
-Bueno, no sé.- Pudo replicar su padre mesándose la barbilla.-
- Mamá y tú me dijisteis que me llevaríais si sacaba
buenas notas.- Le recordó el crío.-
-Sí, es cierto. - Admitió Coraíon, quien con una
sonrisa afirmó. – Cuando venga tu madre se lo dices, seguro que se pondrá muy
contenta. Pero ahora, piensa en lo que hemos hablado. Anda, llama al abuelo.
Granate
asintió mientras comía y después cumplió su palabra y llamó a su abuelo
dejándole un mensaje. Le pedía que, si no estaba muy ocupado, fuera a verle
también. Robert, en efecto, estaba sin nada especial que hacer. Ya jubilado
tenía mucho tiempo, sobre todo para pensar y recordar los viejos tiempos con su
esposa y con su hija Sandy, cuando ésta era pequeña. Le alegró mucho recibir la
llamada de su nieto y decidió ir a Bios. Incluso trasladarse definitivamente allí,
pues la idea le había rondado por la cabeza desde hace años. Su propia hija se
lo había pedido en más de una ocasión pero él no deseaba dejar su trabajo en la
Tierra. Realmente ahora ya eso no importaba. Sin embargo, le gustaba pasear por
el mismo parque por el que caminara con su entonces compañera, la que después
sería mujer. Allí ambos se conocieron mejor y se enamoraron. No quería perder
de vista aquel lugar en el que encontró la felicidad, dónde una vez casados, su
mujer le contó que estaba embarazada. Robert se durmió recordando aquellos
momentos y esa noche tuvo un sueño, vio a ILaya, quien con una gran sonrisa de
afecto le decía que debía irse a vivir a Bios y contarle a su nieto muchas
cosas...
-Mi amor- musitaba él en aquel estado onírico, para
afirmar.- ¿Dónde estás?
Paseaba
por aquel parque, hacía un día espléndido. Él miraba hacia las parejas que iban
de la mano y sonreía. Aquello era bonito, los críos corrían por los alrededores
pendientes de sus juegos. Suspiró, todo era perfecto salvo por una cosa…le
faltaba ella…
-Cariño. Estoy aquí. - Escuchó entonces la voz de su
esposa.-
Robert se giró, a su espalda, medio velada por el
brillo del sol estaba ella. Le sonreía, ataviada con ese vestido de color verde
claro y ese sombrero que tanto le gustaba. Sus ojos verdes y su cabello
castaño, cortado en una media melena, agitándose al son de una leve brisa
primaveral.
-¡ILaya!- Pudo decir él acercándose hasta la mujer.-
-Has tardado un poco en venir.- Le sonrió su
interlocutora afirmando.- Te he echado de menos.
-¡Cariño!- Exclamó Robert abrazándola con fuerza.-
-¡Vaya, me vas a romper!- Se rio la joven, afirmando
entre incrédula y sorprendida.- Ni siquiera las diablesas somos invulnerables.
Ten cuidado…
Él
se separó de la muchacha y la observó con tristeza, acarició las mejillas de su
esposa con dulzura, algo, incluso dentro de su sueño, le decía que toda esa
imagen era irreal. Que aquello no estaba sucediendo. Su interlocutora pareció
leerle la mente puesto que su expresión risueña dio paso a otra más grave al
declarar.
-En tus sueños siempre estaremos juntos. Puedo
comunicarme contigo y nada malo nos puede pasar. Somos jóvenes y nos amamos.
Lejos de la tragedia y del mal. Es maravilloso, estar aquí reunidos y tan felices como antaño. Como cuando
yo aún vivía en tu plano existencial. Pero en esta ocasión no hay tiempo para
solazarnos con eso, debo decirte algo importante.
Con
toda la atención de su marido en ella, ILaya prosiguió…
-Siento haber tenido que dejaros a Sandy y a ti. Tú debiste cargar con todo el peso de criar y cuidar
de nuestra hija. Y lo hiciste muy bien, dándole todo tu amor y el que hubiera
querido darle yo. Fuiste un magnífico esposo y siempre has sido un padre
maravilloso. Pero nuestra niña creció convirtiéndose en una magnífica mujer.
Ella no precisa de tus cuidados ya.
-Entonces. ¿Me estás diciendo que ya estoy listo
para ir contigo para siempre?- Suspiró él, con tinte esperanzado.-
La
que fuera su esposa en vida sonrió. Tardó unos segundos en negar con la cabeza
y responder.
-No todavía. Porque tienes aun un importante
cometido…debes instruir a nuestro nieto. El momento ha llegado, Robert. Tiene
que estar preparado para lo que le aguardará en un cercano futuro…
- Cualquier cosa, cuéntamela y yo se la
transmitiré.- Le respondió él.-
-También le he visitado en sus sueños desde que era
pequeño, y he hablado con él. Es un gran muchacho. Tendrá un importante papel
que jugar. Pero ahora, a medida que crece me es más difícil contactarle. -
Explicó ILaya para aclarar.- Mi vínculo con él es fuerte, pero no tanto como
con su madre o contigo. Puesto que él nunca me conoció en vida. Y a nuestra
hija Sandy nunca quise perturbarla. Menos aún después de que encontró al fin la
felicidad. Solamente la visité, recién nacido Granate. Ella a buen seguro que
lo tomó por un sueño o una alucinación. Y es mejor así. Pues me concedieron esa
gracia de ver a mi niña tan feliz acunando a su hijo como un favor especial. Y
ya no puedo volver a verla.
-Lo siento.- Pudo decir su apenado esposo.- Ojalá
que ella pudiera soñar contigo, al menos te tendría en esos momentos.
-Sandy ha soñado con aquellos hermosos recuerdos que
construimos los tres juntos. Lo hizo
muchas veces cuando lo necesitaba. Sin embargo, ella ahora es feliz, con su
esposo, su hijo y sus suegros. Y por supuesto contigo, mi amor. Tiene el calor
de una gran y maravillosa familia. Y eso será así hasta el final.
-Pese a todo te ha echado mucho de menos.- Musitó su
interlocutor, aseverando - y sigue pensando en ti.
-Lo sé. Y lo único que lamento es no haber estado
junto a ella para verla crecer y compartir todos sus miedos, alegrías,
problemas o esperanzas. Pero nuestra hija te tuvo a ti. Siempre supe que sería
capaz de salir adelante con tu ayuda. Por eso te digo que ella ya ha cumplido
su destino y no debe ser molestada. Sin embargo, ahora es el momento en el que
tú, amado esposo, orientes a nuestro nieto…¿Lo harás?
Robert
convino en eso, así su mujer le contó muchas cosas. Cuando finalmente despertó
aquel sueño se desvaneció en algunos detalles, pero lo fundamental, los
conocimientos que debía inculcar a Granate, permanecieron. Al poco de
levantarse de la cama sonrió, tenía un mensaje, era precisamente su nieto, le
pedía que, por favor, fuera a visitarle a Bios. Desde luego no pensaba que
fuese una casualidad. Eso era algo que
sin duda estaría encantado de hacer.
-Sí, iré y te transmitiré todo el amor y los
conocimientos que me comunique tu abuela de la mejor forma que sepa.
Y
así fue. Al cabo de pocos días llegaron Petz y Zafiro. Eran muy felices de
poder ver a su nieto y a su hijo. Coraíon les fue a esperar al astropuerto.
También querían ver a Sandy, por supuesto y saludar a sus sobrinas y sobrinos.
Idina, Amatista, Leval, ¡en fin, a toda la familia que vivía en el planeta!
Robert para su sorpresa llegó en el vuelo siguiente y esta vez fue su propia
hija la que acudió a recibirle puesto que Coraíon estaba con sus propios padres.
-¡Qué alegría, papá! – Exclamó ella corriendo a
abrazarla en cuanto apareció por la terminal del astropuerto.-
-Recibí la invitación de mi nieto y no pude negarme.-
Sonrió él, dejándose estrechar por los brazos de su hija.-
Una
vez se separaron de aquel abrazo, Robert sonrió, contemplando a su
interlocutora.
-Deja que te vea. Estás estupenda, cariño. Los años
no parecen transcurrir por ti.
Ojalá
pudiera decir lo mismo por él. Robert se notaba cada vez más cansado, con el
pelo cano y un rostro que comenzaba a acusar las arrugas. Pero su hija lucía
como la jovencita que se embarcase en la SSP-1 hacía ya tantos años.
-Gracias papá. Tú sigues siendo el hombre más
maravilloso del mundo.- Le alabó su interlocutora, aunque matizó con una
sonrisa.- Bueno, ahora compartes ese privilegio con mi esposo y mi hijo.
-Como debe ser.- Asintió él.-
-Anda, vamos a casa.- Le dijo ella con tono
afectuoso.-
Sandy
quiso incluso ocuparse de la maleta de su padre, pero él se negó cortésmente.
Adujo que había droidos que se hacían cargo de eso como así fue. Se la llevaron
hasta el deslizador de la chica. Subieron y se dirigieron hacia el hogar de los
Lassart- Wallance. De este modo,todos se reunieron en una cena en la que se
narraron sus últimas andanzas. Sandy les contó el problema que había surgido
con el tráfico de Loten en Bios y de como la hija de Leval y Amatista, Maray,
casi fue intoxicada. Petz declaró con indignada preocupación.
-¡Por el amor de Dios! , ya no se va poder estar a
salvo de eso ni aquí. Y Leval, ¿qué ha hecho al respecto?
- No nos ha dicho mucho,- repuso Coraíon, añadiendo.
- Sólo que Mazoui y alguien de su confianza vinieron aquí a ayudarle para
descubrir a los culpables. No puede decirnos más, pues teme que le estén
observando.
- Me llamó Amatista ayer - intervino Sandy. - Me
contó que intentaron atacar a su hijo, pero Asthel tenía recursos más que
suficientes para defenderse. ¡Menos mal!
-¡Algo habría que hacer, no sé a dónde vamos a ir a
parar! - Terció Zafiro también indignado. -
- He pensado que las Justicieras podrían
intervenir.- Propuso Sandy. –
Petz y Zafiro miraron a su nuera con la sorpresa
reflejada en sus rostros. Estaba hablando de eso delante de Granate. El mismo
Coraíon comentó, tratando de ser lo más sutil posible.
-Quizás sea un tema que convendría abordar en otro
momento, cariño.
Aunque
su esposa pasó un brazo por los hombros del niño y dijo con total seguridad.
-No voy a tener secretos con mi hijo. Confío en él.
Sabrá mantenerlo entre nosotros. Igual que ha hecho con mi otra apariencia.
Eso
era así, desde niño Granate pudo ver los rasgos demoniacos de su madre y
guardar silencio puesto que sus padres le advirtieron que so no iba a ser
entendido por los demás. Así que, con la seguridad que le daba aquello, Sandy
agregó insistiendo en ese punto.
- Y seguro que le gustaría ver a las justicieras en
acción…Espero que podáis comprenderme. Él siempre ha sabido como soy en
realidad y nunca lo ha contado.
-Querida. Es tu vida y es tu familia, haz que lo que
juzgues más oportuno.- Replicó finalmente su suegra asintiendo.-
- Pero hija...aparte de eso…ya no eres tan jovencita,
ni tú ni las demás... Y precisamente tenéis maridos e hijos. Debéis andaros con
mucho cuidado, por favor. - Le advirtió Robert con tono inquieto. -
- Papá, tú mismo lo has dicho en el astropuerto. Me
conservo muy bien y estoy en forma,- le respondió despreocupadamente Sandy que
agregó con más ánimo. - Ser hija de una diablesa tiene alguna ventaja y
Amatista e Idina tampoco son tan mayores....
- Bueno...hoy en día las cosas son un poco
diferentes, pero yo recuerdo que mis hermanas y yo aun no nos habíamos retirado
a vuestra edad.- La apoyó Petz. -Todavía podéis hacer grandes cosas y no
estaría mal que esos indeseables supiesen que aquí hay justicieras dispuestas a
acabar con sus desmanes.
- ¡Pues decidido! - afirmó su nuera levantándose
enérgicamente de la mesa. - Llamaré a mis amigas y nos pondremos a trabajar.
Tengo muchas ganas de estrenarme en serio como justiciera, al menos antes de
tener que retirarme.- Sonrió por la ironía, pues nunca había utilizado el
collar que su suegra le regalase hacía algunos años salvo para algún
entrenamiento o ver cómo le quedaba el conjunto y al hilo de ese remachó.- Nos
pondremos a entrenar un poco para no desentonar…
-¡Oye!- preguntó
Granate con el mismo gesto curioso que había mantenido durante toda la
conversación de sus mayores. - ¿Qué es
ser una justiciera, mamá?...
- Hijo. Confió en ti y como ya he dicho antes te lo
contaré si prometes no decirle nada a nadie, porque eso nos pondría en peligro.
Es lo mismo que si les hablaras de como soy yo. ¿Lo comprendes verdad? - Le
contestó ella. Para pedirle con tono
afectuoso y también muy enfático. - ¿Me lo prometes?
- Te lo prometo - declaró el crío levantando la mano
con solemnidad. -
Granate
incluso esbozó una tímida sonrisa. Él guardaba otros muchos secretos, incluso a
sus padres. No veía por qué no iba a poder mantener este también. Su madre a su
vez asintió, a ella le bastaba con eso. Así, tanto Sandy como Petz le
explicaron al niño lo que eran las justicieras y como esa responsabilidad había
pasado de una generación a otra. Granate estaba
asombrado.
-¡Guau!,- exclamó el chico impresionado. - ¡Entonces
sois heroínas, como los héroes que leo en los holotebeos!..
- Bueno - dijo
su madre con algo de pompa fingida. - Algo así, ya verás que bien me
queda el traje cuando me transforme, hijo.
- Ten cuidado cariño, no sea que el traje te quede
pequeño con la edad. Una justiciera con michelines no quedaría demasiado
heroico. - Se rio Coraíon recibiendo de
inmediato un capón de su mujer. -
-¿Pero qué dices?...-Exclamó ella con los brazos en
jarras, añadiendo.- ¿Dónde tengo yo michelines, eh?... Una cosa es ser
voluptuosa y otra que me sobre materia.- Remachó con humor.-
Todos
se rieron con ganas, no venía mal un comentario distendido para suavizar ese
importante paso. Sandy entonces dejo a un lado las bromas y se dirigió hacia el
vídeo teléfono, llamó a Idina y Amatista, proponiéndolas actuar juntas. Las dos
le pidieron un poco de tiempo y hablar de ello en persona. Se notaba que tenían
bastante menos entusiasmo que su amiga. Volver como justicieras les exigiría
entrenarse nuevamente y, la verdad, ya no eran tan jóvenes. Además, tanto Amatista,
como Idina, aun no estaban en condiciones de darles el relevo a sus hijas. Maray
tenía tan sólo once años, aunque dentro de poco haría los doce, al igual que
Granate. Y Loren, la hija pequeña de Idina, sólo tenía seis. No obstante,
aunque pudieran haberlo hecho no lo deseaban. Pero visto el panorama la
situación exigía de ellas un esfuerzo, ¡qué remedio!, ese era un trabajo para
las justicieras y cuando colgó, Sandy sonrió comunicándole a su familia.
- Lo
hablaremos, no parecían demasiado entusiasmadas con la idea, pero estoy convencida de que al final aceptarán.
¡Ya estamos en marcha!
- Oye, mamá. - Le pidió Granate con manifiesta curiosidad.
-¿Por qué no te transformas a ver como te queda ese traje?
El niño no lo tuvo que repetir, todos estaban
deseosos de verlo, sobre todo Sandy que hacía mucho que no invocaba esos
poderes. Así que fiel al protocolo, tras apartarse un poco, sujetó su piedra y
exclamó.
- ¡Corazón puro del Rayo, dame el poder!
Y tras un colorista efecto de luces y vueltas sobre
sí misma, apareció uniformada con ese traje de corpiño blanco, de verde minifalda, lazo en el pecho y botas
hasta las rodillas, que todavía le quedaba bastante bien. Granate miraba a su
madre admirado, los otros con satisfacción y orgullo. Petz además evocaba
muchos recuerdos de la época en la que era ella la que pronunciaba esas mismas
palabras y se convertía en la Dama del Rayo.
- Bueno, de momento, no tendré que agrandarme la
talla. - Sonrió Sandy no sin alivio -
Una vez la vieron durante un largo rato, ella
revirtió la transformación y prosiguieron la velada. Granate se retiró a jugar
y entonces fue Zafiro el que comentó con preocupación…
-No quería decirlo delante del niño pero en la
Tierra están sucediendo más cosas.
Y
ante la mirada de extrañeza de su consuegro, su hijo y su nuera, él prosiguió.
-Desde hace varios años ya, tenemos una facción con
una fuerza e influencia cada vez mayores. Abogando por la Libertad de la
Tierra.
-¿No será la de Bios de la Tierra?- Quiso enmendarle
su nuera a lo que Zafiro negó con la cabeza.-
-No. Os aseguro que lo he dicho bien.- Se reafirmó
con el grave asentimiento de su esposa.-
-¿Libertad?- Se sorprendió Coraíon para querer
saber.- ¿Libertad de qué, de quién?
- No te lo vas a creer, hijo.- Replicó su padre
respondiendo.- De los reyes Endimión y Serenity…
-¿Qué?- Exclamó su interlocutor.- ¡Eso es absurdo!…
-Me temo que, por desgracia, tus padres tienen
razón, Coraíon. - Terció un cariacontecido Robert.-
Sandy
también miró a su suegro y a su padre perpleja. Apenas podía dar crédito a eso.
Ella no conoció en persona a la reina, ni al rey, ni tampoco a las princesas.
Bueno, exceptuando a Makoto, la princesa de Júpiter, que era madrina de su
esposo. Y desde luego era una persona encantadora, buena, amable y generosa. Y
en el caso de sus familiares incluso pelearon codo con codo con ellos para
salvar el mundo en varias ocasiones. Asimismo recordaba cuando Amatista,
poseída por aquella gran fuerza, rechazó a esos seres del olvido. Lo mismo que
Serenity hizo en la Tierra. Y así lo comentó.
-Pero a nadie le puede caber ninguna duda de que
ellos nos salvaron a todos.- Afirmó convencida, sentenciando.- Yo estaba ahí
cuando sucedió en el caso de Amatista, y os aseguro que jamás lo olvidaré.
-Desgraciadamente hija, el resto de la humanidad no
vio lo que vosotros.- Intervino Robert.- Solamente asistieron a una especie de
milagro.
-Sí y desde que eso sucediera aumentó mucho el
fervor religioso.- Le contestó también Petz para añadir con pesar.- Pero eso no
fue todo lo bueno que debiera haber sido. Aunque sí que es cierto que mucha
gente sí que creyó de justicia reconocer como reyes a los soberanos del Milenio
de Plata.
- Aunque tuvo su parte mala.- Declaró Zafiro.- Aparte
de hacer resurgir temas de intolerancia y prejuicios moralistas entre algunos
segmentos de la población, no pocos de los líderes de esas corrientes de
neoconservadurismo pensaron que era una especie de idolatría.
- ¡Esos dos se arrogan el papel de Dios! Claman
algunos.- Exclamó la suegra de Sandy de forma teatral en tanto levantaba los
brazos, para ilustrarlo mejor, rematando con tinte entre inquieto y reflexivo.-
Luego está ese asunto de su juventud. Se
preguntan cómo es posible que, tras tantos años, la Familia Real y las
Princesas Planetarias, no envejezcan apenas. Algunos de esos idiotas incluso
llegan a calificarlo de pacto con el Maligno…
-Eso es absurdo y no tiene ningún sentido.- Replicó
Sandy entre atónita e indignada.-
-Así es hija, y tú y yo sabemos de sobra lo que eso
significa. ¿Verdad?...es algo injusto y terrible.
La interpelada asintió, podía comprender aquello. De
hecho, precisamente gracias a sus genes demoniacos poseía tal capacidad. Incluso
ella muchas veces hablaba de su propio caso con humor, presumiendo de sus
ventajas, pero en el fondo estaba muy preocupada. Ese aparentemente maravilloso
don podría convertirse en una maldición. ¿Y si permanecía joven durante décadas
a la vez que el resto de sus seres queridos envejecían y morían? La verdad, no
se planteó nunca esa posibilidad hasta que ella y Coraíon se enamoraron y se
casaron. Después, cuando Granate nació, sí que tuvo más ese pensamiento en la
mente. Pero se esforzaba por apartarlo. Al ser hija de una diablesa y un humano pudiera ser
que no fuese capaz de llegar a tanto en su condición de híbrida. Sin embargo,
no podía soportar el mero pensamiento de que, primero su padre y sus suegros,
(aunque esto era ley de vida) después su esposo y lo que era aún peor, su hijo,
se marchitasen y desapareciesen dejándola allí, sola. No consentiría que eso
pasase. Y ahora también meditaba con creciente desasosiego. ¿Acaso su propia
madre llegó a plantearse aquello alguna vez? ... Ojalá pudiera habérselo
preguntando puesto que no recordaba nada en las notas que ella le dejó que
tratase de esa cuestión. Quizás no le diese tiempo a escribir sobre ese tema… o
quizás tuviera miedo incluso de abordarlo…miró
a su padre quien, por suerte, le prestaba ahora atención a su yerno.
-Seguro que todo se resolverá. Únicamente serán un
grupo de fanáticos. La mayoría de los habitantes de la Tierra saben bien lo que
los reyes hicieron por ellos. - Intervino Coraíon sacando a su esposa de
aquellas lúgubres reflexiones.-
- Confiemos en que sea así.- Sentenció un
cariacontecido Zafiro.- Pero por desgracia la gente a veces es muy manipulable
y olvida con mucha facilidad lo bueno, aunque no lo malo…
-Sí, es verdad.- Suspiró Petz, afirmando.- No hay
nada peor que introducir el miedo y la duda en los corazones y las mentes de
las personas. Por desgracia lo sabemos demasiado bien.
Todos se miraron no sin inquietud. Después de eso,
ninguno quiso retomar aquel tema. Las conversaciones viraron hacia cuestiones
más amables y cotidianas.
-Por cierto.- Comentó Sandy, con una sonrisa ahora.-
He tenido novedades de mi amigo Scott.
-¿Ese que vino a nuestra boda?- Quiso saber Coraíon,
recordando a su vez.- También nosotros asistimos a la suya con…¿Cómo se
llamaba?- Preguntó con tono inseguro.
-Clarisa. – Le recordó pacientemente su esposa,
informando a su padre y a sus suegros.-
Una mujer muy simpática, compañera de Ginger, una buena amiga de
Amatista y mía. Las dos tienen una cafetería bastante afamada en Nature. Y su tarta estrella lleva mi nombre. – Se
sonrió ahora con visible complacencia.-
-Pues será una tarta muy dulce y deliciosa, hija .-
Aseveró un ahora divertido Robert.-
-¿Y qué te cuenta tu amigo?- Quiso saber Petz.-
-Bueno, me comentó que su hijo Franklin está hecho
todo un pequeño genio, tiene unos diez u once años y es capaz de manejar ya
ordenadores y programas bastante complicados para un crío de su edad. Y también
que su hija pequeña es realmente un encanto, se llama Hipatia. Está en
educación primaria.
-¡Vaya, la han llamado como la directora de la Gran
Biblioteca de Alejandría.- Observó Robert.-
-Pues el nombre fue cosa de su hermano.- Les contó
Sandy.-
-Me alegro mucho por ese chico. A juzgar por lo que
el doctor Adams y su esposa, la doctora Prentis, me han contado, cuando hemos
hablado de temas de trabajo, ese amigo tuyo es realmente un talento en
informática. Su hijo debe haber salido a él.- Comentó Zafiro.-
-Allí tienen una buena división de las Fairy Five.
Creo que la propia hija menor del doctor Tomoe ha estado yendo y viniendo a ese
planeta a trabajar en ella.- Intervino Robert.-
-Mejorando lo presente.- Afirmó Petz con una
sonrisa, en clara alusión a su nuera.- La división de Bios no creo que tenga
nada que envidiarle a la de Nature, ni aun incluso a la de la Tierra.
-Gracias. - Repuso Sandy hasta pareciendo
ruborizarse en tanto añadía.- Es para mí un gran privilegio el trabajar con
personas tan inteligentes y preparadas.
Se acordó entonces de Penélope Winters, y, por
supuesto, de su gran amiga Satory. Tampoco se olvidaba de Amatista con quién
seguía trabajando codo con codo. Y ahora, además de en el laboratorio debería
hacerlo una vez más en la lucha contra el mal. Volvió a pensar en la inminente
vuelta de las justicieras. Ahora, sólo faltaba que ella y las otras componentes
de ese grupo de heroínas pudiesen reunirse, y para eso tendrían que pasar
algunos días…
-Dentro de poco, podré aportar algo para mantener la
paz.- Pensaba la morena científica, en tanto terminaban de cenar.-
En cuanto a
Robert, durante los días siguientes decidió quedarse a vivir en Bios
definitivamente. Vendió lo que tenía en la Tierra y compró una casa cerca de su
hija, no era demasiado grande pero si acogedora. Así podría estar junto a ella,
Coraíon, y sobre todo, junto a su nieto Granate. Tenía que contarle muchas
cosas que ILaya le había dicho a él, cuando ella aún vivía. E incluso las que
le había desvelado en sus sueños. Eso alegró muchísimo a Sandy.
-Será maravilloso tenerte aquí, papá.- Declaró ella
con entusiasmo tras visitar esa casa.-
-Sí, me siento muy feliz.- Convino él.-
-Bueno, debo irme a trabajar. Luego te veo.- Se
despidió la muchacha.-
Robert le dijo adiós con la mano y entró. Sentándose
en un sillón a meditar recordó una vez, una conversación con su mujer, era
invierno y tras los cristales de su casa se veía la lluvia...Observaba a la
diablesa acunar a la pequeña Sandy que sólo contaba con unos dos años de edad.
Sonreía al ver el amor con el que su esposa mecía a la hija de ambos entre sus
brazos hasta que la niña se durmió. ILaya la dejó en su camita y la arropó,
suspirando le dijo a su esposo.
- Cariño...soy tan feliz, contigo y con nuestra
hija...y ¡esto es tan diferente del infierno!, tranquilo, agradable y lleno de
amor. ¡Me parece increíble que sea verdad! ¡Aún no puedo creer que esté aquí,
contigo! ¡Ojalá no me despierte nunca y aparezca allí, en medio de un mar de
llamas.- Suspiró cariacontecida.-
- Pues es verdad, querida. Nada tienes que temer.
Pagaste un alto precio por redimirte y quedarte aquí. Ahora eres una madre como
cualquier otra. No, eso no,- rectificó Robert con una sonrisa de felicidad -,
mejor que cualquier otra.
- Pero aun debo decirte muchas cosas.- Objetó ILaya
que parecía preocupada, sobre todo al añadir -…tienes que saberlas por si me
ocurriera algo...
- No digas eso, ¿qué te iba a ocurrir? - Repuso su
esposo intentando tranquilizarla. - Hace varios años que llegó la paz. Ya no va
a suceder nada malo...
- A veces no puedo dejar de pensarlo...Robert, por
lo menos quiero que sepas algunas cosas importantes. Algo me dice que nuestra
hija tendrá que saberlas algún día y que puede que yo no esté para
contárselas.- Respondió ella con un gesto algo sombrío. -
- Bueno, ¡vale ya! - le cortó su interlocutor que se
enfadó un poco. - No me gusta que digas eso ILaya. Se lo podrás explicar todo
tú misma. ¿Para qué preocuparte de esa manera? Sólo consigues asustarme.
Se
produjo un incómodo silencio entonces. Su esposa parecía estar buscando las
palabras adecuadas. Y al fin dijo.
- Perdóname, cariño,- le pidió ella con voz amable y
conciliadora agregando pese a todo.- Pero me gustaría que tú supieras algo de
mi pasado. No quiero tener secretos contigo y quizá tengo miedo de como
reacciones, por eso se me ocurre pensar así.
- Nada tienes que temer, ya te lo he dicho. - Repuso
Robert más calmado susurrándole con dulzura a su mujer. - Ya conozco tu pasado,
nunca me ha preocupado...te quiero a ti, por como eres ahora, no por como eras
o lo que hicieses hace mil años, pero si eso te hace sentirte mejor,
cuéntamelo.
-No sé por dónde comenzar.- Suspiró ella
admitiendo.- Fui muy malvada. Tanto que, cada vez que lo recuerdo no soy capaz
de soportarlo.
-El padre Honer te escuchó en confesión, eso me
contaste. Y él te absolvió. De modo que, sea lo que sea, ya no debe lastrarte.-
Afirmó su marido.-
-Ese sacerdote quedó horrorizado.- Musitó ella.- Y
yo… en fin…no tengo valor para narrarte algunas de las cosas que hice.
Robert
no tardó en abrazarla susurrándole con afecto.
-No hace falta que me digas nada más. Al menos de
esa parte. El ser que cometió aquellas atrocidades según me dices, desapareció.
Ahora únicamente veo a una maravillosa mujer, esposa y madre.
ILaya
miró hacia su dormida hija y suspiró. Tras unos momentos de silencio fue capaz
de aseverar.
-¡No quiero que Sandy llegue a descubrir nunca el monstruo
que fui! Pero tampoco deseo ocultarle la verdad acerca de sus orígenes. Merece
saberlo. Y quizás me falte el valor para mirarle a los ojos a mi hija y poder
contarle algunas cosas. Por ello desearía que tú las conocieras antes.
-Muy bien.- Concedió él.- Cuéntame lo que creas que
tengo que saber.
En
efecto, ILaya le contó, desde entonces hasta el momento de su muerte, muchas
cosas sobre el Averno, costumbres y lugares en los que éste se dividía y le
habló de algunos de sus terribles moradores. Ahora Robert comprendía los
motivos de su esposa y tras sus últimos sueños en los que su mujer le reveló
todavía más de aquellos secretos, sabía que debía contárselo a su nieto, ya que
nunca se lo contó todo a su hija...
-Sí, mi amor.- Pensaba con gesto reflexivo.- Pierde
cuidado. Te prometo que me ocuparé de explicárselo todo a Granate.
En
casa de Amatista y Leval mientras tanto, ésta también pensaba en la seguridad
de sus hijos, le preocupaba que volvieran a ser objeto de los ataques de esos
tipos. Sobre todo por Maray que había demostrado ser mucho más vulnerable.
Tendría que ocuparse de instruirla desde ya, para protegerla. Tampoco le hacía
mucha gracia volver a transformarse en la Dama del Viento, habían pasado ya
muchos años desde sus últimas actuaciones y ahora era una mujer, joven aun eso sí,
pero dedicada por completo a su trabajo y a su familia.
-¡En menudo lio nos quiere meter!- Suspiró con
desgana.-
De todos modos, sabía que Sandy tenía razón y que la
situación las obligaba a ello. A Idina le sucedía algo similar, ella misma no
estaba del todo decidida. Es más, no lo deseaba en absoluto. Había visto
demasiada maldad, demasiado horror y no quería que aquello volviese a
atraparla. Además ¡cuando Michael lo supiera!, él no se lo iba a tomar nada
bien. Y por si aquello fuera poco la muchacha todavía estaba muy entristecida
por la muerte de su padre. Pese a que entre Sandy, la propia Amatista y alguna
que otra amiga como Nehie, habían tratado de levantarle la moral. Tanto fue así
que, haría un par de días, la propia Neherenia apareció reflejada en el espejo
de su dormitorio. Idina sonrió al verla. Su amiga y ex compañera de facultad
también, pero no estaba sola. A su lado pudo reconocer la imagen de otra de sus
amigas más queridas.
-¡Heather!- exclamó Idina, realmente contenta, en
cuanto la vio. – ¿Qué haces tú ahí?
La aludida, de pelo rubio ceniza, muy alta y de
constitución fuerte, sonrió feliz. Aunque enseguida borró ese gesto
sustituyéndolo por otro lleno de pesar para decir.
-Lamenté mucho la pérdida de tu padre. Era un buen
hombre. Mis padres te envían sus condolencias. Creo que iban a visitar a tu
madre. Desgraciadamente no nos enteramos de lo sucedido hasta después del
funeral.
-Gracias, amiga mía. – Pudo decir Idina que todavía
se emocionaba aunque quiso cambiar de tema y preguntó. - ¿Cómo te va?
-Pues muy bien. Mis padres van a jubilarse el año
que viene y yo estoy trabajando en la guardería que la Golden abrió cerca de la
facultad de magisterio. ¿Qué te parece? Además de cuidar de los peques por las
tardes me saqué un curso y un master y doy clases en la universidad por las
mañanas como profesora auxiliar. Pedagogía infantil.
-Me alegro mucho por ti.- Sonrió Idina visiblemente
contenta por ello, sentenciando. – Era lo que tú más deseabas.
-Sí, al igual
que vosotros. Hice mi sueño realidad. – Declaró con visible contento.-
-¿Te habías casado, verdad?- Le preguntó su
amiga creyendo recordarlo de hacía años.
–
-Así fue - repuso Heather ahora con menor entusiasmo
al desvelarle. – Sin embargo duró poco. Nos divorciamos, incompatibilidad de
caracteres o eso creo. Pero tengo un niño muy guapo de cuatro años, se llama
John.
-Lamento oír que el matrimonio no te fuese bien. –
Comentó su amiga para preguntar nuevamente con patente afecto. - ¿Y qué tal
está tu hermano Jimmy?
- Estupendamente. En su residencia. Papá y mamá
pasan ahora más tiempo con él. Y yo misma voy siempre que puedo. En fin. Espero
que tú seas feliz en Bios, con tu marido y tus hijos.
-Lo soy. Y a mi madre la he visto algo también en
estos últimos tiempos. A quién que echo en falta es a mi padre.- Suspiró su
interlocutora que, no queriendo recaer en esos tristes recuerdos, afirmó
tratando de sonar jovial. – Tienes que venirte un día o podríamos quedar todas
con Nehie en su palacio y hacer una
fiesta como en los viejos tiempos de la Golden.
-¡Claro!, puedo ordenar al chambelán que ponga unas
latas de cerveza y unos sándwiches para picar. ¡Al viejo De la Lune le iba a
encantar la idea! - Rio la soberana.-
Las tres se rieron por la ocurrencia. ¡Habría que
imaginar el salón del trono con globos, mesas con comida y demás! Y sobre todo,
la cara que pondría precisamente el Noble Caballero Gillard de la Lune ante tal
mandato de su reina. En eso que fue Heather la que, reponiéndose antes de las
carcajadas, le comentó a Idina.
-Por cierto. Tuve noticias de Bea.
-¿No me digas? Cuenta. ¿Cómo le va?- Le pidió ésta
con visible interés.-
-Bien, en España, casada y con dos niñas, creo. –
Trató de recordar Heather.- Trabajando en lo que allí llaman un colegio bilingüe.
Alucinó cuando supo que Nehie era la reina de la Luna Nueva. Me contó que la
veían por la tele en alguna visita de Estado que hizo a la Tierra y que ella les
decía a sus hijas y a su marido. ¡Si con esa estudié yo!… y era mi compañera de
habitación, ¡ja, ja!… ¡Hasta la enseñé a hacer tortilla de patatas!
Y la aludida terció para decir con jovialidad.
-Sí, es verdad que alguna que otra vez he hecho su
receta de tortilla española y a mi
marido y a mi hija les encanta. Ojalá que un día pueda invitarla a ella también
a visitarme.
-Y yo también.- Convino Idina riéndose, al admitir.-
¡Aunque eso de lanzarla y darle la vuelta en la sartén no es lo mío!
Y se rio con una mezcla de diversión y afecto
pensando en esa muchacha, Bea siempre fue alegre y bastante bulliciosa. La recordaba
con cariño. Esa chica se pasaba la vida tratando de enseñarle algo de español.
Sus interlocutoras sonrieron al verla así, mirándose de forma cómplice y alegrándose
de ello. Idina al fin parecía feliz después de mucho tiempo.. Fue la propia
Neherenia la que propuso.
-Puede que nos reunamos, si es que tú nos haces un
hueco en Bios por unos días.
-¡Sería maravilloso! – Afirmó su interlocutora. –
-Ahora tenemos que dejarte. Voy a enseñarle a
Heather un poco de mi reino.- Le dijo Nehie que agregó. – Casi lo olvido, Alice
le manda muchos besotes a Tom y a Loren. Y ya que hablamos del tema, me
gustaría llevarla conmigo para que conozca tu planeta.
-Sería estupendo. – Convino Idina que se despidió a
su vez. – Bueno chicas. También yo tengo que marcharme. Debo dar clase en la
escuela.
-Ya te llamaré para cuando podamos ir.- Concluyó
Nehie saludando con una mano a su amiga que hizo lo propio. -
La reina de la Luna Nueva cortó la comunicación,
tanto su rostro como el de Heather ahora se pusieron más serios. Fue ésta última
la que comentó con pesar.
-Tenías razón. Está muy triste. Yo también puedo
sentirlo en su voz. Su hermano no se equivocaba cuando nos lo dijo. Nos
necesita a su lado.
-Sí- convino Nehie. – Ante todo somos sus amigas. Y
a parte de lo que Lance nos ha dicho, creo que incluso se queda corto. Lo veo
en sus ojos. Ha perdido la alegría de vivir que siempre había tenido. Aunque
ahora, cuando se reía pensando en Bea, por unos instantes volvió a ser ella
misma. Y me preocupa mucho que ese sentimiento de felicidad y entusiasmo que
siempre tuvo y que todavía conserva, se apague.
-No debemos consentirlo.- Afirmó Heather. – Ella no
se merece ser desgraciada. Es una chica maravillosa.
-Lo superará, pero lo logrará antes si estamos con
ella. – La animó su interlocutora que pasó a decir con un tono más jovial. –
Ahora señorita, te voy a mostrar algunos lugares de mi reino realmente
hermosos.
-Sí, mi hijo está encantado jugando con tu pequeña y
esa amiguita suya, Brise. Creo que eso nos deja un ratito libre a las dos. –
Sonrió su amiga. –
Neherenia asintió con una sonrisa. Recordaba que
Lance la había contactado al poco de la muerte de su padre. El muchacho estaba
visiblemente afectado pero aun así tenía unas instrucciones que darle. No
solamente le contó que Idina estaba triste. Además le puso al corriente de la
situación de Bios y de que las Justicieras posiblemente volverían a actuar.
Si Sailor Shadow pudiera estar allí para apoyarlas eso sería una gran
ayuda. Por supuesto que eso no se lo había contado a Heather. Ni tampoco a su
propio esposo, puesto que Doran hubiese insistido en ir y ocuparse de aquello
al estilo saiyajin, algo nada recomendable para esa misión que exigiría mucha
cautela. De modo que, tras reflexionar sobre esto, le comentó a su amiga y
excompañera.
-Pues vamos a dar una vuelta y luego a buscar a los
niños…
Heather estuvo de acuerdo y las dos se fueron a
pasear un rato, aprovechando esos escasos momentos de libertad sin críos. Entre
tanto, en Bios, tras desaparecer las imágenes de sus amigas del espejo, Idina
se preparó para ir también con sus peques, pero con los de la escuela. Ahora se
sentía mejor. Miró al cielo como siempre hacía desde el fallecimiento de su
padre y sonrió susurrando.
-Bueno papá. Voy a empezar el día. Un beso.
A
su memoria vino uno de esos mágicos momentos que vivieron juntos. Cuando Idina
cantó en la Golden, a fin de recaudar fondos para niños maltratados. Entonces
pasó también por un trance muy amargo. Como justiciera detuvo a esos criminales.
Empero. sus deseos de venganza contra unos malditos explotadores y abusadores de
niños casi la llevaron a hacer algo irreparable. Afortunadamente su amiga Nehie,
que la acompañaba como Sailor Shadow, lo impidió, su madre Cooan la animó y su
padre finalmente, le dio todo ese amor que precisaba para superarlo. Y en
aquella actuación, una de las canciones finales fue la versión de la Bella y la
Bestia que ambos cantaron juntos.
-¡Cómo podría olvidar eso!- Sonrió la muchacha ahora
dejándose llevar por sus recuerdos.-
Allí
estaba Idina, con un bonito vestido color rosado, y su padre que se había
engalanado con un smoking para la ocasión. Y fue ella quien comenzó a cantar.
Un cuento tan viejo como el tiempo
Tan verdadero como pueda ser
Apenas amigos
Que lo que cualquiera dobla
Inesperadamente
Y su padre tomó el relevo…
Solo un pequeño cambio
Pequeño por decir algo
Los dos asustados
Ninguno está preparado
Y aquí los dos a coro cantaron…
La Bella y la Bestia
Siempre lo mismo
Siempre una sorpresa
Siempre como antes
Siempre tan seguro
Como el sol saliendo
Ooooh – exclamó él.-
Uuoooh – replicó ella.-
Y ella cantaba de la mano de su padre, llegando a
veces a abrazarse a él, sintiéndose segura y amada.
Siempre lo mismo
Siempre una sorpresa
Siempre como antes
Siempre tan seguro
Como el sol saliendo
E Idina se hizo cargo de las dos siguientes estrofas…
Cuento viejo como el tiempo
Melodía vieja como la canción
Y aquí su padre se unió a ella entre sonrisas.
Agridulce y extraño
Encontrando que puedes cambiar
Aprendiendo que estabas equivocado
Cierto como el sol – declamó él.-
Cierto como el sol – repitió ella.-
Surgiendo por el este
Canción vieja como el ritmo
Bella y bestia
Canción vieja como el ritmo
Bella y bestia
(Celine
Dion & Peabo Bryson. Beauty and beast. Crédito a los artistas)
La ovación que obtuvieron fue atronadora. Pero eso no le importaba a Idina,
lo que sí le hacía sentirse tremendamente feliz era el abrazarse a su padre
cuando terminaron de cantar. Y ahora, volviendo de esos recuerdos tan hermosos,
tuvo que enjugarse algunas lágrimas antes de ir a la clase con sus peques, no
sin antes elevar la vista al cielo y musitar con afecto y nostalgia.
-Estarás orgulloso
de mí, papá. Ya lo verás.
Leval por su parte seguía inmerso en sus pesquisas.
A la hora convenida llegó al hotel de Juan y Mazoui. Tuvo que preguntar por
ellos pues la dirección que le habían dado en el papel no coincidía con el
número de la habitación. Mientras, estos habían recibido ya los informes que
solicitaran y los resultados eran bastante reveladores. Cuando les encontró al
fin y los leyó no estaba del todo sorprendido, ya que se esperaba algo así. No
obstante, tuvo que reconocer que aun era peor de lo que él imaginaba.
- Con esto puedo actuar, pero necesito conocimiento
y autorización por parte de mis superiores en la Tierra. Por si me exigiera
saltarme la cadena de mando. - Explicó Leval a ambos. -
- Lo sé. - Afirmó Mazoui declarando a su vez con
prevención. - Yo me vuelvo ahora para allá, conozco a algunos generales y Jefes
de Estado que son de fiar y me ayudarán. Su autorización te llegará por
conducto secreto y cuando eso ocurra podrás actuar, pero por ahora no te
precipites. Juan se quedará contigo para darte más información y él te avisará
del momento oportuno para intervenir. Adiós amigo, hago mi equipaje y me marcho
ahora mismo, tuvimos que cambiarnos de habitación por seguridad. El hotel
pertenece a la cadena de hoteles Masters y como ejecutivo y presidente no me
fue difícil conseguir otra suite distinta....
-¿Ya eres presidente? - Se sorprendió Leval
preguntando. - ¿Y Diamante, Souichi y Zafiro?...
- Este año ya se han jubilado todos. Lo acordaron
así y no me lo habían dicho casi hasta que lo consumaron los muy sinvergüenzas.
Un poco más y no me hubiese dado tiempo a organizarles una fiesta de despedida.
- Movió la cabeza con fingida desaprobación, aunque sonriendo añadió. - Tras la muerte de Ian y sobre todo la de Tom,
me dijeron que sólo querían disfrutar de sus familias y me han dejado el
negocio a mí y a Daniel. Aunque el hermano del tío Tom tampoco está muy
dispuesto a ocuparse de eso.
- Lo comprendo – afirmó Leval poniéndose en el lugar
de aquel hombre. – Es una carga muy grande y ya son mayores.
-Bueno, debes irte ya, pueden haberte seguido.- Repuso
Mazoui que abrazó a su amigo despidiéndose. - Dales recuerdos a todos de mi
parte. Adiós primo, cuídate. Tendrás noticias mías, te lo prometo.
Leval
esperó a que su pariente y amigo se hubiese marchado y después se transportó concentrándose en la energía de Amatista que
estaba en casa, así no le localizarían. Se dio cuenta de que podía haber hecho
igual para ir a hablar con Mazoui. Maldijo su despiste, así habría sido menos
arriesgado. Bueno, ¡qué se le iba a hacer!, lo importante era que todo había
salido bien. Al menos eso creyó él...
-Esta vez les atraparé. – Pensaba con optimismo.-
Les tomaremos por sorpresa.
Sin
embargo, en una habitación sin identificar sonó un vídeo transmisor, la imagen
no era perceptible, sólo una voz distorsionada, que informó a un anónimo
interlocutor.
- Se está acercando demasiado, tendremos que actuar
de forma más contundente, nuestro aviso al hijo no ha dado resultado...
- Sí, habrá que tomar otras medidas - replicó el
otro con la voz distorsionada también. - Muy bien...yo me encargaré de frenarle
en lo que pueda, tú ocúpate de actuar,- colgó el aparato y desapareció tras la
puerta de la habitación. -
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