martes, 8 de marzo de 2011

GWT 21.173. Vuelven las justicieras



- ¡No Idina! Ya no estás en edad de hacer esas cosas...- se escuchó la voz enojada de Michael. -

- Pero ¿Por qué no? - Rebatió ella con sus argumentos. - Soy la más joven de las tres. Si Amatista y Sandy pueden, yo también. Además, a mí tampoco me gusta la idea pero son mis amigas y no las voy a dejar colgadas.

-¿Eres consciente de que tienes dos hijos que cuidar? ¿Acaso yo me he  metido en aventuras? - Le reprochó Michael. -

- Tú sabías como era yo al casarte conmigo,- respondió Idina molesta, añadiendo con ese mismo malestar. -Nunca te oculte nada, ni te prometí que dejaría de ser lo que soy. Mi madre nunca lo hizo y mi padre lo respetó siempre… mi padre – pudo añadir ahora con tristeza -… lo comprendería. Siempre nos comprendió.



Michael suspiró. Sabía que los recuerdos de su esposa estaban frescos pero por eso mismo no era momento de meterse en aquella aventura.



- Pero eran otros tiempos.....- repuso él con voz más conciliatoria.  - Ellos se conocieron y lucharon juntos contra una amenaza muy grave para la humanidad. Eso me lo contaste. Y también que tu madre te traspasó a ti esa responsabilidad, pero cuando fuisteis atacados. No antes, de no ser por esa razón nunca te lo habría dicho. ¿O no?,- replicó agudamente su marido. -

- Sí. Vale,- concedió Idina más calmada para agregar. - Pero Michael, sólo te pido que confíes un poco en mí. ¡Puedo hacerlo! , sé que todavía puedo... - Suspiró entonces suavizando su tono y confesando no sin pesar.- Me gusta tan poco como a ti, había rezado con todas mis fuerzas para no tener que volver a ser una justiciera nunca. Pero no se trata de lo que yo quiera o no quiera hacer. Se trata del futuro de este mundo y de nuestros hijos. No puedo quedarme cruzada de brazos sabiendo que ese peligro está ahí fuera. Me sentiré responsable si algo les ocurre a personas inocentes si no hago nada. ¿Es que no lo comprendes? Podrían ser nuestros hijos los que sufrieran las consecuencias si no actúo.- Le preguntó con una mirada suplicante que hizo ablandarse a su esposo. -

- Bueno, precisamente por eso. Por nuestros hijos te pido que lo reconsideres.- Suspiró Michael sabiendo que no podría disuadirla enfadándose, así que cambió de técnica y con un tono más calmado y al tiempo analítico, aunque con un trasfondo de inquietud, expuso. -Digamos que te entrenas y todo eso, ¿qué podéis hacer tú y tus amigas contra esa banda del crimen organizado? Son traficantes, Idina, matan al que se les opone y les da igual quien sea. Y no solamente a esa persona, también a sus familias y amigos. Si no recuerdo mal me has dicho que han intentado atacar a Asthel. Imagina que averiguasen tu identidad. ¿Estás preparada para lanzar una carga semejante sobre ti misma, sobre mí y los niños? No podríamos vivir tranquilos, podrían atacarnos en cualquier momento, cuando menos lo esperásemos. ¿No te das cuenta?



            Al oír esto al principio su esposa se quedó sin saber que decir, su marido había reaccionado como ella esperaba al saber que iba a volver a convertirse en la Dama del Fuego. Pero debía admitir que eso de que sus posibles enemigos tomasen represalias contra su familia era muy preocupante, aunque al reflexionar un poco encontró una respuesta.



-No me reconocerán. Las justicieras nunca fuimos reconocidas. Además, en cuanto desarticulemos a esas bandas volverá la paz a Bios.- Replicó con seguridad.- Ya no habrá nada que temer.



            Tom, que había estado oyendo algo de la conversación sin acertar a escucharla claramente, llegó preocupado a preguntarles a sus padres.



- Papá, mamá, ¿por qué discutís?... ¿estáis enfadados?...

- No - respondió Idina que se apresuró a tranquilizar a su hijo. - No cariño, sólo tenemos diferentes opiniones sobre algunas cosas, pero hablamos, no discutimos. No te preocupes.

- Venga Tom, no quiero verte preocupado,- terció su padre con más desenfado para explicarle. -Papá y mamá tienen que pensar en cosas que deben hacer y estamos decidiéndolas los dos juntos.

- Vale – sonrió el niño aliviado. - Me alegro, entonces me voy a jugar.- Se disponía a irse cuando Idina le detuvo preguntándole con un tono suspicaz. -

- Espera un momento, ¿has terminado ya tus deberes?...

- Pues - el crío vaciló un poco al contestar un impreciso... - Sí...- Su inquisidora le miró de forma desconfiada y él aun dudó más, como no respondía ella le insistió con severidad.-

- Thomas Andrew Johnson. No trates de mentir a tu madre. ¿Los has terminado o no?



El niño bajó la cabeza. Se sentía avergonzado y pudo confesar con un hilo de voz.



- Bueno, casi todos, me quedan muy pocos...y no sé…

- Pues ponte con ellos antes de ir a jugar. - Le ordenó su interlocutora cortándole sin contemplaciones. -

-¡Jo, mamá!…es que son muy difíciles y además mis amigos me esperan - protestó Tom. -



            Idina le miró ahora con una expresión todavía más seria para sentenciar de forma tajante.



- ¿Sí? ¡Pues que se esperen! Hasta que no termines con tus deberes, tú no sales. Y ya hablaremos luego tú y yo sobre tu intento de engañarnos.

- Hijo, hazle caso a tu madre - ordenó Michael a su vez con un tinte más amable. -



            Tom no tuvo más remedio que subir a terminar sus tareas. Encima se la había cargado bien. Su madre estaba muy enfadada. Ahora se arrepentía de haberse metido a interrumpir a sus padres.



-Me tendría que haber ido sin decir nada. En el colegio van a tener razón. Soy tonto. - Pensó.-



            Entre tanto, ajenos a esos sombríos pensamientos del niño, sus progenitores continuaba con su conversación. Hablando precisamente de Tom.



-Cariño – le pidió Michael a su esposa que ahora estaba visiblemente agitada. - ¿No crees que has sido demasiado dura con él?

-Tiene que aprender a no mentir. No voy a consentir que trate de engañarme. – Replicó ella de forma seca. – No he luchado y sufrido tanto para que mi propio hijo no sepa comportarse.



Michael suspiró moviendo la cabeza, entonces posó sus manos en los hombros de ella y mirándola a los ojos le dijo con tono suave e incluso apenado.



-Idina, se lo mal que lo has estado pasando. Lo duro que ha sido para ti lo de tu padre, pero nuestros hijos no tienen la culpa de eso. ¡Por favor, piénsalo!



Su esposa rehuyó su mirada, en el fondo sabía que su marido tenía razón. Estaba desahogando con los pobres niños gran parte de su dolor y frustración. Bajó la cabeza y admitió con tono apagado.



-No he sido la misma en estos últimos días. Lo sé, lo siento, Mike.

-Tú siempre has sido una mujer de buen corazón y dulce, cariñosa con los niños. Me enamoré de ti, entre otras cosas por eso.



            Su interlocutora asintió despacio. Era cierto, desde su vuelta había agriado bastante su carácter, cosas que antes no tomaba en consideración ahora la irritaban. Incluso a los pobres críos de la escuela les reñía y hasta castigaba por tonterías que simplemente eran deslices infantiles. Otra vez le venía a la mente aquella aciaga noche, cuando rescató a Patty, esa chiquilla maltratada y a otros dos niños, ayudada por Nehie. Entonces su ira y su deseo de venganza la habían convertido en algo cercano a un monstruo. Por fortuna tuvo a su querida amiga para mostrárselo. Ahora ni muchísimo menos era igual, pero se daba perfecta cuenta de que no llevaba el camino adecuado. Sus pequeñines no la recibían como antes, con saludos joviales y sonrisas. Algunos se quedaban por el contrario en silencio cuando la veían entrar, pero en un silencio temeroso. Ella no quería seguir actuando así. Lo que más amaba en el mundo era su familia y a sus pequeños alumnos. Y no quería perder eso. Era una de las razones principales por las que no deseaba volver a ser una justiciera, pero ahora, obligada por la necesidad, y todavía con el pesar del recuerdo de la muerte de su padre, volvía a crisparse. Tras meditar sobre aquello se volvió a su esposo y musitando con un tono más calmado y entristecido admitió.



-Últimamente no he sido la mejor esposa, ni la mejor madre. Tampoco la mejor de las maestras. Sí, tienes toda la razón. Me avergüenzo de mi comportamiento. Mis padres se sentirían muy decepcionados si me viesen actuar así. Te prometo que mejoraré. – Pudo agregar sonriendo de forma tenue y algo forzada, aunque con sus ojos haciéndole aguas. –

-Cariño.- Repuso él elevando ligeramente la barbilla de su esposa con uno de sus dedos.- No seas tan dura contigo misma. Es algo que a todos nos puede ocurrir. Has sufrido mucho y has estado bajo mucha tensión. Pero todo se arreglará. Solamente date tiempo. Mira, te diré lo que vamos a hacer. Si tú crees que es tu deber, te apoyaré…y cuando resuelvas este problema junto con tus compañeras, me has de prometer que te liberarás de todo este lastre.

-Gracias Michael.- Contestó la muchacha con emoción. Para sentenciar con patente agradecimiento en su voz en tanto sonreía, ahora sí que con más alivio. - Te lo prometo…



Su esposo sonrió también, aunque de manera más clara y le dio un afectuoso beso en los labios. Idina se sintió mucho mejor. Michael era un buen hombre, la quería y estaba realmente preocupado por su bienestar. Idina también le amaba. En muchos aspectos le recordaba a su padre. Era paciente y trataba de ver siempre el mejor lado de ella.  La  joven sabía que a veces no era tarea fácil la vida conyugal, sus propios padres tuvieron sus desacuerdos pero se quisieron siempre. Se sentía agradecida de que alguien como su esposo hubiese llegado a su vida. Tras esa reflexión los dos se sentaron en el sofá del salón. Al poco tiempo llegó Loren. La pequeña exhibía un papel en una de sus manos y lo enseñó a sus padres. Estaba muy satisfecha e ilusionada.



- ¡Mami, mira! ¡Papi, mira! he dibujado nuestra casa con el jardín y el sol...

           

            Idina miró encantada el dibujo, para ser una niña de tan pocos años Loren dibujaba muy bien, tenía bastante talento para ello. A su madre le alegró poder cambiar de tema aunque fuera momentáneamente.



- Sí cariño, es muy bonito, enséñaselo a papá.- Le indicó Idina a su hija y Loren, llena de entusiasmo, le dejó ver el dibujo a su padre. -

- ¡Mi niña va a ser una gran pintora! Dibujas muy bien...vaya un Picasso.- Comentó éste.-

-No, es una casa. - Le corrigió la cría , provocando las carcajadas de sus padres.-

 -¿Y quién es ese que está ahí? - Le preguntó animadamente Michael señalando a una esquina donde la pequeña había dibujado una especie de animal, junto a una caseta. -

- Ese es nuestro perro – aseveró ella convencida. -

- Pero hija, si nosotros no tenemos.- Objetó Michael. -

- Por eso - repuso la niña explicando a su padre la situación - ¡Tenemos que tener uno, que sea grande y peludo!

- ¡Pero Loren!  No podemos tener perro, no tendríamos tiempo de cuidarlo.- Objetó Idina con una media sonrisa divertida. -

- Yo lo cuidaría - aseguró la pequeña. - Le daría de comer, le bañaría.

- Sí, ya - dijo su madre con otra sonrisa de incredulidad para completar jocosamente. - Y....le sacarás a pasear y lo llevarás al veterinario.

- Sí, claro. - Afirmó la niña que al poco se quedó pensativa y preguntó. - Mamá ¿qué es peterianario?..





            Sus padres se rieron otra vez....Idina, una vez pudo dejar de hacerlo, le explicó con tono cariñoso a su hija.....



- Veterinario, se dice veterinario. Es una persona que se dedica a cuidar a los animales, como un médico cuida a la gente. Hay que llevar a las mascotas para vacunarlas y que las miren de vez en cuando, hija. Como a las personas, para que tengan siempre buena salud.

- Bueno cariño.- Intervino Michael tratando de zanjar el tema. - Ya lo hablaremos ¿eh?...ahora vete a jugar a tu cuarto, luego te vemos.



            Loren miró alternativamente a sus padres y les insistió a ambos antes de irse...



-¿Me lo prometes, papi?....

-¿El qué, hija? - preguntó el aludido cansinamente. -

-¡Lo del perro! – Le recordó Loren algo impaciente y con una mirada de gran interés inquirió. - ¿Me lo prometes?...

- Te he dicho que ya hablaremos - sentenció Michael que añadió con una media sonrisa jovial. -Hala. Sube a tu cuarto...



            Loren ya no insistió más y subió a su habitación, Idina y Michael la vieron alejarse por las escaleras. La madre de la cría se acordaba de su propia casa, siendo niña. Pensaba en sus perros Tot y Tat, con los que tanto había jugado de pequeña y de adolescente. Sobre todo recordaba la vez que su padre y su madre le trajeron a Tot, cuando era un cachorrito de apenas un par de meses.



-¡Qué alegría me dio aquello.- Suspiraba la mujer en tanto rememoraba.- Era un perrito tan mono…



            Idina estaba en su cuarto jugando con su muñeca Mimí y otros muñecos cuando su madre la llamó.



-Cariño ven, tenemos una sorpresa.



La cría fue corriendo, su padre estaba allí con una caseta muy bonita de color rojo, Alan y Lance también se acercaron y el mayor preguntó.



-Anda papá ¿para qué es esa caseta de perro?

-Es que vamos a tener un invitado. – Le sonrió jovialmente su padre. –

-¿Un invitado?- Quiso saber Idina mirando confusa hacia todos los lados para preguntar.- ¿Dónde está?

-Aquí- replicó su madre con expresión sonriente sacando una cesta de mimbre. –Acércate mi niña…



La cría se aproximó a mirar. Cooan abrió el cesto, metió las manos y con suma delicadeza sacó una especie de bolita peluda que gemía muy ligeramente. Al verlo los niños se quedaron con la boca abierta.



-¡Hala!- exclamó Lance diciendo atónito. – ¡Si es un perrito!

-¡Qué bonito! – Pudo decir su hermana sonriendo de forma luminosa. –



Se atrevió a pasar una mano por encima del animalito que se sentía calentito y suave. Entonces su padre, dejando la caseta firmemente apoyada en el suelo, le dijo con afecto.



-Vamos Idina, ponle en su nueva casa.



No sin emoción y algo temblorosamente la cría tomó al pequeño can de las manos de su madre y con mucho cuidado lo depositó dentro de la casita. Cooan dejó un platito de leche cerca y el animalito se acercó enseguida a beber algo agazapado al principio, avanzando con desconfianza, aunque enseguida dio buena cuenta de la leche con rápidos lametones.



-¡Cómo bebe, debe de tener mucha hambre! – Afirmó Alan –

-¿Ya tiene nombre?- Preguntó Lance. –

-Todavía no.- Repuso Tom, añadiendo divertido.- Habrá que buscarle uno…



A los pocos instantes el perrito dio un pequeño golpe en la caseta y entonces Idina declaró  inspirada al oír ese ruido.



-Podríamos llamarle Tot.

-Sí, suena bien. ¡Y nunca mejor dicho! – Convino alegremente su padre. -



El resto de los miembros de la familia convinieron en ello. Y así le llamaron, durante doce años fue el perro de la familia, incluso Nehie llegó a conocerlo cuando vino por vez primera a su casa, se acordaba de las dos jugando con él, correteando divertidas y de cómo Tot lamía las mejillas de la entonces pequeña soberana, que no dejaba de reír...



-Idina… –se escuchó entonces la voz de Michael. -



Ella salió de sus recuerdos. Parecía desconcertada mirando a su esposo como si no le conociera. Éste le preguntó entre sorprendido y algo inquieto.



-¿Te encuentras bien?

-Sí, perdóname, estaba recordando. Eso es todo – musitó su mujer con voz queda para susurrar para sí – papá…mamá…



            Michael asintió y le  dijo a su esposa con voz conciliatoria y suplicante.



- Cariño. Hace un momento con Loren has vuelto a ser tú. Has sacado tu lado bondadoso y lleno de amor por los tuyos.  Tus hijos te necesitan así, tal como eres. Yo te necesito de esa misma manera. Por favor.  Piénsatelo ¿eh?...recuerda lo que hemos hablado.

- Está bien,- concedió ella dando un suspiro para añadir ya con mejor ánimo. - Lo haré...



            Él le dio otro beso, esta vez en la mejilla y se fue a otra habitación. Idina quedó pensativa. Todo aquello era muy difícil de asimilar para ella. Por un lado tenía los recuerdos y el dolor por la pérdida de su padre, de otro un gran compromiso con las gentes de Bios, incluidos su esposo y sus hijos. Sin embargo, estos mismos tiraban de ella para que no se pusiera en peligro, ni tampoco les arriesgase. La muchacha estaba convencida de que su familia no se vería mezclada y temía mucho más a que el loten se extendiera, amenazando el futuro de Tom y Loren. Pero su marido parecía estar muy inquieto por su seguridad, la de él mismo y la de los niños, si la descubrían. No le podía culpar por eso. Es más, sabía que tenía razón. Realmente era una situación muy complicada, pensaba en ello tratando de decidirse y a su mente venían ahora los recuerdos de cuando conoció a Michael. Ella por aquel entonces, casi había perdido las esperanzas de casarse algún día y de formar una familia...



-¡Desde luego parece que alguien le hubiese puesto ahí!- Sonreía ahora acordándose de aquello.-



Idina, como otro de tantos fines de su jornada, limpiaba el aula de los restos de la clase de manualidades. Suspiraba cansinamente. Era tarde, pero no tenía otra cosa más estimulante que hacer. Pensaba en sus amigas y compañeras todas con sus novios o sus esposos y ella más sola que la una. Además de manchada hasta las orejas.



-¡Me encantan estas manualidades!- Suspiró con sorna hacia sí misma.-



Y es que cada vez que tocaba hacer algo con el barro siempre pasaba lo mismo. ¡Ojalá que se encontrase algún día con un chico guapo con el que salir a estas horas para variar! Quizás fuese culpa suya. No se ocupaba mucho de hacer vida social más allá de sus clases. Pero le era difícil. No podía contar con Amatista ni, con Sandy para salir. Cada una tenía su propia familia que atender. Por otro lado, sus primas Kat y Ky ya no estaban a su lado, sino en la Tierra. Y no era su estilo lanzarse por ahí a ligar. ¡Si al menos hubiera podido salir con Nehie! entre las dos podrían haber ido a discotecas o algo así para conocer chicos guapos. Pero claro, había un pequeño problema. Su querida amiga era la reina de la Luna Nueva. Y tenía muchas otras cosas de las que preocuparse. Estaba distraída pensando en ello cuando escuchó tocar a la puerta de clase, fue a abrir descubriendo precisamente a un muchacho que no estaba nada mal.



-¡Vaya, éste podría ser un buen príncipe azul. Da el perfil, alto, moreno!- Se sonrió para sí en tanto lo pensaba. -

- Disculpe - le dijo el individuo en cuestión. -Buscaba el despacho del director. ¿No es aquí, verdad?

-¡Pues no! - sonrió Idina. - Esta es la clase de los peques. El despacho del director está al fondo del pasillo a la derecha. Pero no creo que ahora esté, ya es tarde.

- ¡Vaya! ¡Qué mala suerte! - se lamentó el chico que alegó. - Como vi luces creí que aun estaría aquí, señorita…

- Idina Rodney - se apresuró a presentarse ella ofreciéndole la mano. - Es un placer, señor…

- Johnson, Michael Johnson,- respondió éste estrechándosela al momento. -



            La joven maestra se dio cuenta un poco tarde de que le había tendido una mano llena de barro, el chico se soltó unos instantes después mirándose la suya que se había puesto perdida también.



-¡Oh, cuánto lo siento!- se disculpó azoradamente Idina. - ¡Perdóneme!, es que estaba limpiando la clase de manualidades y no me acordé...

- No pasa nada. - Se apresuró a decir el muchacho, limpiándose con un pañuelo que sacó de un bolsillo para preguntar. - ¿Cómo es que está usted aquí tan tarde? Si el resto del personal se ha ido no debería seguir trabajando a estas horas.

- Ya, pero es que tengo que limpiar esto para la clase de mañana. - Respondió la chica algo envarada. – Los peques son un encanto pero manchan mucho…y es mi responsabilidad…



Lo cierto es que prefería estar haciendo algo allí que aburrida como una ostra en su casa, pero eso no se lo iba a contar. Y ya que ese chico había aparecido allí, al menos podría darle un poco de conversación. De modo que quiso saber a su vez.



 - ¿Y usted? Venía a ver al director por algo en especial. ¿Tiene algún hijo aquí?

-¡No, que va!- se sonrió Michael asegurando. -Soy joven para eso. ¿No cree?



Y desde luego que así era. La muchacha calculó que posiblemente tendría su misma edad…



- Sí, claro. Disculpe - musitó ella que tenía la inquietante sensación de no parar de meter la pata. – No quise decir…

-¡A decir verdad, creo que los dos somos muy jóvenes para llamarnos de usted! - rio jovialmente Michael sin dejarla terminar. – No te preocupes.

- Sí, es cierto - convino la chica sonriendo más aliviada. -

- El director es un viejo amigo de mi padre y venía a saludarle. - Le explicó su interlocutor. - Acabo de llegar de la Tierra y…

- ¡Es usted profesor!- le cortó Idina visiblemente interesada añadiendo. - Y va a trabajar aquí por casualidad.

-¡No, que va! - se rio nuevamente él, divertido por aquel ímpetu de la chica. -Y te he dicho que no me llames de usted. - Le recordó para contarle de seguido. - Soy licenciado en Ciencias Ambientales y he ganado una oposición al consejo del planeta para estudiar y tratar de controlar el impacto ambiental del desarrollo sobre el mismo.

-¡Qué interesante!- repuso su interlocutora mirándole fijamente a los ojos , desde luego que eran de un tono azul celeste muy bonito, al menos a ella se lo parecían, aunque se centró de inmediato para indicarle. - Pues el director estará aquí mañana a primera hora.

- Muchas gracias - contestó él que, amablemente se ofreció. - ¿Quieres que te ayude?  Ya que no tengo otra cosa que hacer...

-¡Oh gracias! pero no podría aceptar, se pondrá, digo, te pondrás perdido.- Objetó ella con visible apuro. -

- No me preocupa eso. - Sonrió Michael pasando la punta de un pañuelo sobre la nariz de Idina para quitarle un trocito de barro según agregaba divertido. – Al contrario. Será un placer para mí. Así, con un poco de suerte, me  invitarás a tomar algo y podrás contarme como se vive aquí, en Bios.



La muchacha le miró como si no hubiera entendido bien. ¿Cómo que invitarle? Se suponía que los hombres se ofrecían a invitar ellos cuando querían una cita, o quedar con una mujer. Bueno, seguro que algunas la tildarían de machista por pensar de ese modo. Y aquel muchacho debió de leerle el pensamiento puesto que se rio con desenfado para proclamar.



-Digo yo que, después de ayudarte a limpiar este desastre, qué menos que me invites a algo, ¿no?...



            Idina miró a su alrededor. ¡Era cierto! Si hasta había pegotes de arcilla en el techo. No se lo pensó dos veces y aceptó encantada, aunque afirmando con una leve sonrisa que fue aumentando a medida que decía.



-Pero te invito solamente a un refresco. Con mi sueldo no puedo permitirme demasiados excesos…

-¡Ja, ja, ja!…Será más que suficiente.- Respondió su contertulio quitándose la chaqueta para arengar.- Bueno, vamos allá. ¡Operación limpieza en marcha!



Su interlocutora sonrió esta vez de forma amplia. ¡Era su día de suerte!, algún ángel misericordioso había escuchado sus plegarias y un chico guapo le había llovido del cielo. Se aprestó a la limpieza junto a él. Entre los dos fue mucho más fácil y rápido, siguieron charlando de varias cosas en tanto trabajaban de modo que la tarea se hizo mucho más llevadera. Una vez terminaron fueron a tomarse un refresco tras lavarse en los servicios lo mejor que pudieron para quitarse las manchas. Lo pasaron muy bien. A los refrescos siguieron dos hamburguesas y esta vez fue él quien la invitó. La muchacha descubrió que Michael era locuaz, bastante animado y alegre. Le gustaba mucho la naturaleza. Desde luego tenían bastantes cosas en común dado que ella le contó que creció en Portland, cerca de los bosques. Quedaron en verse de nuevo y a esa improvisada cena siguieron otras, y otras. Después algunas salidas hasta que empezó un noviazgo y de allí a los pocos meses, una proposición de boda que ella aceptó, algo le decía que esa podría ser su última y gran oportunidad. Recordaba con nostalgia y no sin alguna lágrima la expresión orgullosa de su padre llevándola al altar y la emoción de su madre. Los padres de Michael también eran buena gente, del Estado de Ohio, si no recordaba mal. Los habían visto por última vez haría un par de meses. No pudieron ir al funeral pero le enviaron sus condolencias, pues también habían apreciado mucho a su consuegro. Tras casarse los dos se fueron de Luna de Miel a Hawái, Idina recordaba que sus padres estuvieron allí. Eso fue hacía ya unos cuantos años y desde luego que no se arrepentía. Michael y ella habían vivido felices y en paz y tenido dos preciosos hijos. Después recordó cuando ella le confesó quién era en realidad. Todavía lo evocaba no sin una sonrisa. A los pocos meses de casarse, decidió que había llegado el momento. Sentada en el sofá le esperó hasta que él llegó.



-Hola cariño – la saludó su esposo contento como siempre de verla. –

-¿Qué tal el día?- le preguntó ella que estaba jugueteando con su collar. –

-Lo de siempre, muchos informes y poco tiempo para salir a ver el paisaje. – Se lamentó él que adoraba el trabajo sobre el terreno. – ¿Tú que tal?...

- Bien, los peques un encanto como siempre.- Replicó ella que enseguida quiso abordar el tema que le preocupaba.- Oye Mike – le dijo ahora con un tono más serio. – Verás, quisiera contarte algo.

-Si es que tenemos que ir a cenar a casa de tus padres, estupendo. Tu madre cocina muy bien. – Sonrió él agregando con humor.- Pero nos pilla algo lejos de Bios.

-Es acerca de mí. He querido contártelo desde que te conocí. No es bueno que tengamos secretos.



La expresión del chico se tornó ahora seria y sentándose junto a su mujer la miró a los ojos y le preguntó.



-¿Qué ocurre, cariño?

-¿Has oído hablar alguna vez de esas mujeres que luchan contra los delincuentes y que han detenido a muchos de ellos?

-Sí, ¡se las llama mujeres policías! – se rio él, puesto que esa pregunta le había descolocado por completo dado que había esperado otra cosa más seria. 

-Me refiero a las justicieras. – Matizó Idina que no había ni tan siquiera sonreído ante ese comentario. –

-Sí, claro. Desde que era un niño. - Afirmó el chico que sin embargo, comentó. - Hace mucho que no se oye nada de ellas. Creo que desde la proclamación de la reina Serenity. Dijeron que eran como una especie de guardianas suyas…

-No, esas eran las guerreras luchadoras, llamadas también sailors. – Le corrigió su esposa. –

-¿No eran las mismas?- Preguntó él sin darle demasiada importancia. –

-No, son amigas, pero no son las mismas mujeres. Las guerreras de la justicia son las actuales princesas planetarias. - Le explicó pacientemente Idina. – Las justicieras no son de su grupo. Aunque a veces colaboraban juntas.

-Bueno, en cualquier caso se habrán retirado hace mucho, teniendo en cuenta que yo ni había nacido y ya actuaban…- Se encogió de hombros él, remachando.- Mis padres me contaron cosas sobre ellas cuando era un crío. Y sonaban a cuentos de super héroes más que a otra cosa.



Idina no quiso prolongar aquello más. A este paso se iban a andar por las ramas y perdería el hilo de la conversación. De modo que se decidió y mirando a su esposo a los ojos le confesó de sopetón.



-Mike, yo soy una de las justicieras. La Dama del Fuego.



Su esposo la observó incrédulo, aunque hizo algo que la chica no esperaba, apenas pudo evitar echarse a reír. Señalándola con regocijo ante la atónita expresión de ella.



-¡Muy bueno…ya te comprendo! Quieres que juguemos a eso esta noche…¿Verdad pillina?



Posiblemente razones no le faltasen a su esposo para tomárselo de esa manera. Lo cierto es que, tras comenzar el noviazgo, ella le confesó una de las veces en las que habían intimado en casa de él que era virgen, que no había mantenido nunca relaciones con un hombre. Al menos hasta ese nivel. Mike fue muy respetuoso y lo comprendió. Fue en la noche de bodas cuando ella se entregó y al principio le dolió mucho pero después, con el tiempo y la práctica, llegó a disfrutar plenamente de las relaciones sexuales con su pareja. Idina empezó a pensar que sus primas habían tenido razón. ¡Lo que se había estado perdiendo en todo ese tiempo! Además, su novio era muy creativo y le encantaba que ambos usaran disfraces, ¡casi más que hacer el amor la pareja a veces interpretaba películas! Muchas veces ella no sabía si alcanzaba un orgasmo o un ataque de risa. Por ello, ahora tenía que soportar estoicamente las carcajadas de su marido que añadió con sorna.



-¡Vale!, ya lo he pillado. Tú…, tú… - no podía continuar por la risa aunque tras un momento finalmente logró decir. – Tú eres la justiciera, con esa minifalda, ese antifaz y esas botas, ¡buff! Yo soy el malo, me atrapas y me castigas en nombre de, creo que era de la Luna, ¿no?... Y me atas con tu látigo…

- Ese lema lo utilizaba Sailor Moon, que es la actual reina Serenity. Y el látigo es de la Dama del Trueno, créeme. Lo sé muy bien. - Le explicó ella con tono resignado para asegurar. – Yo uso un arco de fuego con flechas ardientes. Y castigaba en nombre de la justicia.

-¡Cómo las de Cupido! – volvió a reír Michael que llevándose ambas manos al pecho sentenció. – ¡Oh!, y ya me has alcanzado. ¡Estoy loco por ti, nena! Anda, vamos a la cama… que ya no puedo esperar más.- Remachó llorando de risa.- Anda, castígame un poquito…que he sido muy malo…



Idina suspiró moviendo la cabeza, a su pesar hasta ella misma se reía. No podía culparle. Decidió que eso sólo se podía terminar de una manera. Se levantó, se alejó un par de pasos y aferró su collar ante la atónita mirada de su esposo que ahora le preguntó con desconcierto.



-¿Y ahora qué vas a hacer?



La chica sonrió, y con un tono enigmático le pidió.



-Espera y lo verás. - Y ante el estupor de su marido invocó su poder exclamando. - ¡Corazón Puro del Fuego, dame el Poder!...



Y lo que pasó después Michael no iba a olvidarlo nunca. Tras ver con un gesto desencajado por el asombro como su esposa era envuelta en un haz de luz entre rojiza y anaranjada y giraba sobre sí misma en tanto su ropa desaparecía y era sustituida por aquel antifaz, ese corpiño blanco con ribetes entre malva y rojo y una minifalda a juego, con unas botas rojas de medio tacón hasta la rodilla.



-¡Pero!, ¿pero qué?…pudo balbucear el chico añadiendo. – Si es una broma no tiene gracia...

-Soy la Dama del Fuego. ¿Me crees ahora, cariño?  - Inquirió melosamente su mujer.-



El chico asintió todavía anonadado. Entonces ella materializó su famoso arco ardiente cargado con una saeta cuyo calor Mike podía percibir incluso a dos metros de distancia como estaba.  Idina le apuntó eso sí, sin tensar la cuerda, aunque su marido se asustó de todos modos interponiendo sus manos instintivamente. Ella bajó el arco y tras sonreír ahora con regocijo le inquirió.



-¿Alguna pregunta, cielo?

-Solo una. – Pudo decir él, con humor pese a todo. - ¿No te quemas con eso tan cerca?



Ella sonrió, negando con la cabeza. Y al tiempo respirando aliviada. Había creído en que Michael podría encajar aquello. Al principio tuvo miedo de revelarle el secreto pero debía confiar y apoyarse en él si querían construir una vida en común. Eso era lo que sus padres hicieron siempre y lo que ella quería lograr para formar su propio hogar. Si su esposo la amaba de veras la aceptaría. Se alegró de que su corazonada fuese cierta.



-Anda, siéntate. -Le pidió con tono amable ella, señalando el sofá y afirmando solidariamente.- Comprendo que esto no es fácil de encajar. Yo también quedé alucinada cuando me desvelaron este secreto.



Su marido la escuchaba ahora con enorme atención. Ella le relató algunas de sus batallas y le explicó que aquellos poderes le habían sido legados, no quiso decir por quién, pero Mike no era tonto y pudo suponerlo con facilidad.



-¡Joer!, menos mal que le caí bien a mi suegra. No quiero ni pensar en qué me hubiese podido pasar si le hubiera dicho algo inconveniente a Connie, cuando me llevaste por primera vez a cenar a casa de tus padres. – Suspiró él haciendo ahora sí que su mujer estallase en carcajadas, más cuando  remachó con tono entre humorístico y sinceramente amedrentado. – ¡Seguro que me hubiese flambeado!



Y una vez calmados charlaron durante un buen rato. La muchacha le prometió que se había retirado porque había visto cosas terribles y que únicamente anhelaba vivir en paz y ser feliz. También afirmó que jamás regresaría salvo si se viese forzada a ello porque algo muy grave sucediera.



-Y contigo al fin he encontrado mi felicidad. – Le dijo en tanto le besaba. –



Luego, sonriente, la muchacha le susurró de forma más melosa.



-Y no hay muchos que puedan decir que se han acostado con una justiciera. Conmigo desde luego, de eso solamente puede presumir uno.

-¿Quién?- inquirió cómicamente su esposo para ganarse un capón.-

-A este paso todavía voy a tener que usar mi arco.- Sonrió ella con fingido enfado.-

-No te va a hacer falta… ya me has puesto muy caliente.- Afirmó él de forma pícara.-

-¿Ah sí?- se sonrió la chica a su vez casi para retarle con voz entre melosa y algo lasciva.- Espero que me lo demuestres…



Su marido sonrió asintiendo con plena disposición a ello y esa noche desde luego pasó a su historia conyugal. De hecho Idina aún se ruborizaba solo de pensarlo. ¡Si la hubiesen visto sus primas! ¡Directamente a la cama sin quitarse el uniforme! Bueno, eso lo hizo después. Tras esa noche sin embargo, ella le había prometido a su esposo dejar de ser una justiciera y dedicarse por completo a su vida, su familia y su trabajo. Al menos hasta ahora. Pero la joven sabía que debía luchar nuevamente por defenderle a él, a los niños y al resto de las buenas personas de Bios…



-Bueno. Es una obligación moral. No tengo más remedio. Aunque antes tengo algo que hacer.



            Recordó a su hijo. Llevaba mucho rato sin salir de su habitación. De modo que ella se dirigió hacia ese cuarto. Allí estaba Tom, sentado en su silla, mirando sobre su mesita de trabajo, con el libro abierto y los ejercicios de matemáticas sin terminar.



-¿Aun no has acabado?- le preguntó Idina al niño, más sorprendida que enfadada.- Ya casi va a ser la hora de cenar.



            Pero el crio no contestó, solo al acercase pudo ella ver que había estado llorando y que tenía las mejillas húmedas. Preocupada por eso le levantó con suavidad la barbilla y le preguntó.



-¿Qué te pasa, hijo?

-Es…es que…no los entiendo…- Pudo balbucear el pequeño.-



            Aquello le causó a su madre un profundo pesar. Quizás el niño había tratado de decírselo pero ella, tan centrada en sus propios problemas y con su irritabilidad a flor de piel, ni se había percatado. Tom no era un mal chico, ni mucho menos. Quizás algo movido, pero aunque vaguease a veces siempre hacía sus tareas. De hecho Idina había observado que ciertas cosas le costaban a su hijo. Y eso no era culpa del pobre crio. Pudiera ser algún déficit de aprendizaje o hiperactividad. Y apenas sí se había dado cuenta de eso en los últimos tiempos. Ahora ella se sentía mal, había dejado que su propio enfado la cegase, de modo que, de forma mucho más cariñosa, se sentó a su lado, y tras sonreírle animosamente le dijo…



-No te preocupes cielo, verás…Yo te enseñaré como se hacen. Es muy fácil…

-¿Tú los sabes hacer?- Inquirió el niño casi con tono escéptico.-

-Pues claro - afirmó su interlocutora.- Para algo soy maestra, ¿no? Recuerdo que, cuando era pequeña y algo no me salía bien porque no lo comprendía, tu abuela Cooan siempre me lo explicaba. Y tu abuelo Tom muchas veces se sentaba así, conmigo, igual que lo estoy yo ahora contigo…





            Y tratando de no volverse a emocionar con esos recuerdos se centró en aquellos problemas. Tras dar un vistazo a ese librillo vio que se trataba de quebrados y le explicó al crío…



-Mira Tom, tienes que hacer esto. Cuando te pidan multiplicar las fracciones multiplica entre sí, los números de arriba o numeradores, y después multiplica entre sí los de abajo o denominadores. ¿Lo ves? Y le hizo una rápida demostración con uno de esos problemas.- Y luego si puedes, la simplificas…

-¡Ah! ya lo entiendo.- Exclamó el niño realmente contento, para querer saber entonces.- ¿Y para dividirlas? Es que siempre me hago un lío.

-Para eso tiene que multiplicar, pero en aspa. Observa. - Le pidió su madre, indicándole.- El numerador de una por el denominador de la otra. Así. ¿Ves? O simplemente dale la vuelta a la segunda fracción y así usas la recíproca.



            Tom asintió. Y  su madre se lo detalló paso por paso, escribiéndoselo en un folio aparte para luego animarle.



-Venga, ahora tú…y no tengas miedo si no te salen, yo estoy a tu lado, hijo…



            El pequeño efectivamente supo hacer las más fáciles pero se atascaba en algunas algo más complicadas, las que debía además sumar y tenían denominadores distintos. Su madre le explicó pacientemente como hallar el denominador común y el mínimo común múltiplo. Al fin, tras casi una hora, terminaron.



-Gracias, mamá.- Sonrió el niño, visiblemente feliz.-

-De nada, cariño.- Repuso ella abrazándole con ternura para pedirle, eso sí, de un modo amable pero firme.- Siempre que tengas dudas o no sepas hacer algo acude a tu padre o a mí. Te queremos y estamos para ayudarte. Pero nunca nos mientas. Eso no tiene justificación.

-¡Vale mamá! - Asintió él, que parecía haber aprendido también esa lección.-

-Bueno, ahora puedes ir a jugar con tus amigos. Pero recuerda, en  media hora te quiero aquí para la cena.- Y tras sopesarlo por un instante, matizó con tono más afectuoso.- Digamos mejor en una hora.



            El crio muy contento asintió de nuevo, esta vez con rapidez, y salió corriendo del cuarto.



-¡No corras tanto! – Quiso decir Idina pero se sonrió, casi al terminar la frase. Se recordaba a sí misma haciendo algo parecido cuando quería jugar con sus amigas.- Bueno, por esta vez, no he tenido que convertirme en justiciera para solucionar esto. ¡Quizás esto sea todavía más heroico después de todo! - Se decía más contenta y satisfecha consigo misma según bajaba al salón, se hacía con el video teléfono y marcaba el número de sus amigas en tanto se arengaba.- ¡Ahora vamos a ponernos en marcha!…



            Sin pensárselo más llamó a sus compañeras, pese a todos los posibles riesgos estaba decidida. Amatista fue la primera en recibir la llamada. Su amiga le preguntó cuándo podrían entrenarse. Respondió que primero deberían hablar con Sandy. Idina aceptó esperar hasta tener noticias de su amiga. Ésta, por su parte, tras la conversación mantenida con su familia, estaba preparada para afrontar aquel desafío. Amatista y Leval también tuvieron algunas palabras sobre ello. Su esposo respetaba mucho las decisiones de su mujer y sólo le pidió que no interfiriese en su investigación y que se mantuviese a salvo siendo prudente.



-Desde luego que lo seré.- Le prometió ella.- Los días de ser impulsiva y no pensar antes de atacar, han pasado hace mucho.



Él asintió, confiando en la palabra de su esposa. A su vez debía tener paciencia y esperar a  la señal de sus contactos para poder intervenir. Mientras tanto, y a la tarde siguiente, las tres amigas por fin se reunieron para entrenarse en un local que habían alquilado. Entraron con apariencia normal, una vez seguras de que nadie podría observarlas, cerraron la puerta de acceso y se transformaron. Así, ya como justicieras, decidieron entrenar.



- Vamos a empezar por recordar nuestros poderes y armas.- Indicó Amatista. - Será lo más apropiado...

- Vaya, creo que necesito un par de tallas más de traje, los años no pasan en balde. – Valoró apuradamente Idina mientras se intentaba estirar el uniforme que le apretaba la cintura. -

-¡Pues a mí me va bien! - Comentó Sandy con un no disimulado entusiasmo. - ¡Qué suerte tener la misma talla que Petz!...

-¿Nunca te lo habías probado antes?- le preguntó Amatista sorprendida. -

- La verdad, para una situación real, no.  Y en casa nunca tuve curiosidad hasta el otro día, bueno y unos añitos antes cuando mi suegra me regaló la piedra. - Le respondió Sandy contando a sus amigas como se transformó. -

-¡Qué suerte tienen algunas!- Susurró entre dientes Amatista a Idina que asintió solidariamente, pues a ambas les apretaba el traje, ya que habían adquirido algo de chicha. -

- ¿Decíais algo? - Quiso saber su compañera con visible regocijo, no era tonta y se daba perfecta cuenta de lo que estaban murmurando. - ¿Eh, chicas?...

- No, que nos dejemos de tonterías. - Repuso Amatista quién probó a lanzar un par de rayos que se estrellaron inofensivamente en un madero. - Ahora el boomerang.- Arrojó su arma que volvió a ella sin problemas lo que la hizo declarar con alivio. - Al menos en esto sigo estando en forma...

-¡Allá voy!- exclamó Idina que materializó su arco y tras algunos intentos creó una flecha de fuego que disparó contra el mismo madero incendiándolo. -  ¡Qué bien! , yo también sigo manteniéndome - aseguró saltando de contenta. -

-¡Veamos como lo hago yo! - añadió la Dama del Rayo que, con excesivo entusiasmo, materializó una jabalina y lanzó un rayo de energía muy potente que destrozó una estantería entera -...

- ¡Contrólate Sandy! , nos vas a destrozar el local y vale muy caro. - Le pidió una espantada Amatista al ver aquello. -

- Lo siento,- respondió su azorada compañera al contemplar el estropicio. - Pero entre mis poderes naturales y los de la transformación. No esperaba tanta fuerza, deberé medirme un poco.



            Sus compañeras asintieron con visible gesto de asombro. Así pasaron un par de horas, tras la toma de contacto las chicas decidieron separarse y volver a sus casas, ya seguirían en días sucesivos. Entonces fue cuando Idina recibió una comunicación de Nehie. Al día siguiente ella y Heather estaría allí.



-Cruzaremos mañana por el espejo que tengo en palacio. Te lo digo para que estés avisada. Responde e indícanos a qué hora de Bios te vendría bien.



Idina pensó en ello. Quizás sería mejor cuando sus hijos y esposo no estuvieran. Iba a ser complicado dado que ella también estaría ausente en el trabajo.



-Bueno, ya se me ocurrirá algo. No creo que Heather se sorprenda mucho por viajar a través del espejo, le dirán que es tecnología secreta y esas cosas. Pero me preocupa lo otro…



Y es que la muchacha se alegraba de la visita de ambas aunque suspiró, ¡a ver como arreglaba aquello! Por Neherenia no había ningún problema, incluso podría apoyarlas como Sailor Shadow, pero su amiga Heather era otra historia. Nada sabía de sus identidades secretas.



-Tendré que pedirle a Nehie que nos cubra.- Pensaba tratando de buscar alguna solución.-



Asthel por su parte se reunió con Madeleine y acordaron ir al cine. Vieron la holopelícula de rigor y se dieron algunos besitos en la oscuridad. Ahora no cabía duda de que iban a ser novios. A la salida, él la acompañó a casa. Allí, cuando la despedía, fueron sorprendidos por la madre de ella. Los dos se quedaron bastante cortados, pero la mujer sonrió jovialmente y le preguntó a la muchacha.



- Madeleine ¿quién es este chico tan alto y tan guapo?... ¿Un amigo quizás...?.

- Es Asthel.- Le contestó apuradamente Maddie -¿te acuerdas de él? Iba conmigo a la guardería y ahora está en la clase de al lado.

-¿Cómo está usted, señora? Me alegro de verla - saludó el chico tímidamente. -

- Llámame Estela.- Le pidió la madre de su novia, agregando divertida. - Así que sales con mi niña ¿eh? –



Al oír eso, siendo evidentemente cierto, Asthel se puso algo colorado y  la muchacha también mientras reprobaba a su madre, aunque por otro motivo.



- Mamá, te he dicho que no me llames niña, ya soy mayor. - Le recordó la chica visiblemente avergonzada -...

- Es verdad, hija perdona, pero siempre lo olvido. - Replicó desenfadadamente ésta para dirigirse al muchacho y proponerle. - Oye Asthel, vente a casa un día a cenar.

- No quisiera molestar.- Pudo decir  él sintiéndose verdaderamente incómodo. –Yo…

- No molestas en absoluto,- repuso jovialmente la mujer. - No te preocupes...así conoces a mi marido. Te espero el sábado próximo, díselo a tus padres y vente ¿eh?



Desde luego por la forma en que esa señora tuvo de proponérselo cualquiera se negaba…Asthel tuvo que asentir para declarar.



- Bueno...será un placer. Entonces me voy ya...adiós.- Fue capaz de despedirse el chico que saludó tímidamente con la mano y se marchó. – Encantado de conocerla, señora…



            Una vez que se hubo ido su novio, Madeleine le reprochó a su madre el que le asustase.



- Mamá...yo quería haberme despedido de él...

- Sí, ya me lo imagino, hija.- Sonrió su madre comprensiva. - Yo también tuve tu edad, parece buen muchacho. No te preocupes, presiento que ocasiones mejores tendrás para despedirle. Anda vamos, entremos en casa.

- Mamá.- Le preguntó Madeleine ahora más contenta. -¿De verdad te parece buen chico? - Estela asintió y sonrió mientras cerraba la puerta de la calle tras ellas. -



            En cuanto Asthel llegó a su casa le contó a su madre lo que había ocurrido. Amatista, que había vuelto y se había duchado hacía un rato tras su agotador entrenamiento, escuchó muy atenta, riéndose mucho de la timidez de su hijo. Incluso le confesó con desenfado.



- Yo también estaba muy cortada las primeras veces que iba a casa de tu padre. Por fortuna, tu abuela Bertie siempre lo comprendió y era muy amable conmigo. ¡Hay que ver cómo pasan los años!, de chiquilla quería que la tierra me tragase. Ahora que estoy en la situación de madre y me pongo en el lugar de tu abuela entonces, esto me hace mucha gracia.

- Pues yo no veo el motivo para reírse,- rebatió Asthel bastante sorprendido y algo avergonzado. -

-Habrá que corresponder a esa invitación.-  Afirmó su madre indicándole al chico. - Dile a Madeleine que venga a cenar la semana siguiente...

- Pero mamá,- objetó él sintiéndose cada vez agobiado. - Acabamos de empezar a salir. No es que llevemos siendo novios desde hace un montón de tiempo, ni vamos a casarnos ya, para que queráis que vayamos a cenar.

- Hazme caso, hijo. - Le insistió Amatista, asegurando. - Cuanto antes se conoce a los padres, mejor. Aunque claro, ella ya nos conoce.- Rememoró. -Dime, ¿esa chica sigue metida en esos líos de activistas? - Preguntó ahora ya con un talante más serio. -

- No, mamá - negó Asthel explicándole a su interlocutora. - En cuanto comenzaron los disturbios lo dejó, me contó además que muchos tenían peor humor, creo que lo decía por el Loten.

- Sí,- corroboró su interlocutora confiándole a su vez. - Tu padre me ha contado que está detrás de algo respecto a ellos. Pero ahora tiene ganas de que le llegue alguna cosa que le permitirá acabar con esto de una vez. No sé…pruebas o algo de eso.

- Espero que sea muy pronto, bueno me iré a la cama enseguida, hoy estoy muy cansado. Además, mañana tenemos partido de clasificación. - Le contó Asthel bostezando. -

- Hasta mañana, hijo. Que duermas bien - Le deseó su madre besando al muchacho, que se había inclinado, en la frente. -



            Amatista le vio ir a su habitación y sonrió con patente orgullo. Su hijo ya iba camino de hacerse todo un hombre. ¡Con su primera novia y todo! Aquello le traía muchos y bellos recuerdos de cuando ella misma era una cría. Entonces se creía que ya lo sabía todo. Movió la cabeza riéndose de su propia inexperiencia e ignorancia de entonces.



-No estaría nada mal que mi hijo me llevase hacia atrás en el tiempo para darme unos cuantos consejos a mí misma.- Se sonrió para pensar acto seguido.- Si eso no estuviera prohibido…



Recordó alguna que otra ocasión en las que Leval le hablase sobre paradojas temporales. Sus propios padres le explicaron que, a la luz de sus experiencias, era mejor no jugar con esas cosas. Supuso que así sería y lo dejó correr. Al fin entró al cuarto de su hija Maray para verla. La niña ya dormía desde hacía rato. Su madre en tanto la contemplaba deseó que todo acabase pronto y que pudiesen vivir tranquilos una vez más, como en los primeros años de Bios.



-Fueron tiempos muy felices.- Suspiró Amatista evocando.- Cuando los dioses se fueron, tras rechazar a la nada. Paz y tranquilidad…



Y es que después de tantos sufrimientos y batallas había creído que ese capítulo de su vida había terminado para siempre. Pero ahora no tenía otra opción. Sus hijos eran lo primero y les protegería con todos los medios a su alcance. Suspiró haciéndose del todo consciente de las razones de sus propios padres. No podía estar más de acuerdo con ellos. Ante todo apartar a los niños de cualquier mal. Por desgracia, ella sabía que su propio hijo estaba llamado desde su nacimiento para hacer algo que sería fundamental para todos. No obstante, ojalá que pudiera disfrutar durante el mayor tiempo posible de una vida normal y feliz. Y eso incluía enamorarse, tener novia, llevarla a casa para presentarla. Al menos tenía ahí a Maray que no parecía estar predestinada para nada que no fuera convertirse en una estupenda jovencita repleta de sueños e ilusiones. En fin…en cuanto retornase su marido se lo contaría. No obstante Leval aún no había llegado. Estaría afanándose en investigar, ¡ojalá que pudiera arreglar todo este asunto pronto!          



-Cariño. - Deseaba ella pensando en su esposo, tras acariciar el sedoso pelo castaño de su hija.- Espero que resuelvas esto muy pronto y que podamos ayudarte a hacerlo. Por nuestros hijos y el resto de las personas que vivimos aquí.



            Leval por su parte no tenía motivos para estar muy feliz. Estaba algo impaciente y decidió ir a ver a Juan. Éste no le llamaba y creía que ya tendría que haberlo hecho. Llegó a su hotel y se dirigió a su habitación. Tocó a la puerta y nadie respondió...volvió a llamar, nada. Tampoco hubo respuesta. Empujó la puerta y estaba cerrada. Decidió llamar al conserje del hotel, éste lo lamentó mucho y le dijo que no podía abrirle. Leval le explicó que era un asunto de seguridad militar y le enseñó su acreditación. El intimidado conserje, deseoso de no interferir una investigación militar le abrió, esta vez sí, la puerta. El oficial le pidió que entrase con él. El conserje aceptó, no sin algún resquemor.



-No se preocupe, yo le protejo.- Le aseguró a ese temeroso individuo.-



Y así fue, Leval entró delante, no quería sorpresas ni que ningún inocente sufriera daños en una posible trampa, pero todo estaba muy tranquilo. Despacio abrió la puerta de la suite donde el agente encubierto se alojaba, todo estaba aparentemente en orden. Escuchó tras una puerta un murmullo, como de agua corriendo. El conserje se acercó, era la puerta del baño. La abrió con cuidado y lo que vio le hizo soltar una exclamación.



-¡Dios mío! , venga aquí, venga...- llamó vehementemente al militar que entró deprisa y se detuvo pasmado por lo que vio. -



            Sobre la bañera que sobraba agua y estaba manchada de sangre estaba Juan, o mejor dicho el cuerpo. Atónito, lo miró más de cerca, tenía las venas de las muñecas cortadas y había muerto desangrado. El conserje salió disparado de allí,  presto a llamar a la policía, pero en la mayor de las discreciones. Aquello no era muy recomendable que digamos para su negocio. Leval estaba de acuerdo con eso, no quería que el tema se airease. Ahora sabía que esos tipos en verdad no bromeaban porque estaba seguro de que eso no había sido un suicidio, pero no tendría pruebas para demostrarlo.



- ¡Mierda...mierda! - musitó para preguntarse con rabia. -  ¿Y ahora qué?.... ¡maldita sea! Tengo que hablar con Mazoui. Si esos tipos han asesinado a Juan estamos todos en peligro. Debo volver a casa inmediatamente, pero la policía me hará preguntas. Eso es lo que me faltaba, no puedo decirles lo que estoy investigando, los traficantes tendrán chivatos dentro, estoy seguro.



            Decidió marcharse de allí, se transportó a su casa y se lo contó a Amatista. Ella se sorprendió de verle aparecer de esa forma, sobre todo tan agitado. Por supuesto la mujer olvidó lo que quería contarle. En su lugar escuchó con la boca abierta y horrorizada lo que había sucedido. Su marido le pidió que no hiciese nada hasta que él pensara algo y después volvió al hotel para declarar ante la policía que ya  se había presentado en el lugar y le aguardaba con impaciencia. Para su sorpresa Logan también estaba allí. Y éste les indicó a los policías que detuvieran al perplejo Leval.



- Ha sido él, agentes, puede transportarse a voluntad,- explicó muy oportunamente dado que todos le vieron aparecer allí de la nada. - Por eso la puerta estaba cerrada....no le fue muy difícil retornar y llamar a un testigo para hacerse con una coartada.

- Pero, coronel Logan - le inquirió el  atónito inspector que llevaba la investigación -, ¿está usted seguro? Yo creo que se trata de un suicidio...

-¿Suicidio?- sonrió cédric que rebatió dando un contundente argumento. - No, si observa usted el arma homicida se dará cuenta de que es propiedad del acusado.



            Y así era. Para sorpresa de Leval  que no pudo ni amagar un intento de protesta al verla, el arma homicida era... ¡un machete de campaña de su propiedad! el que tenía en su despacho de adorno. ¡Y sus huellas estaban en él! La policía le detuvo sin que se resistiese y ni tan siquiera pronunciase una palabra. Estaba demasiado perplejo como para hablar. De esta forma le leyeron sus derechos y bien custodiado, le llevaron al calabozo. Logan esbozó una siniestra sonrisa de triunfo y fue junto a ellos.

                                   anterior                                                   siguiente

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Por favor, si sois tan amables y no os es molestia, comentar vuestras impresiones sobre lo que habéis leído. Me vendría muy bien para mejorar y conocer vuestras opiniones sobre mis historias. Muchas gracias. ;)