martes, 8 de marzo de 2011

GWT 31.183. Los valiosos consejos de los abuelos.

Cuando Esmeralda llegó a Bios, unas horas antes, lo primero que hizo junto con su esposo fue ir a visitar a su familia. Charló un rato con su hija y su yerno y  deseó suerte a Asthel para su partido de baloncesto, la semifinal del campeonato preuniversitario que se iba a celebrar en dos días.

-Ánimo cariño. Seguro que ganaréis. – Le dijo con tintes de cariñoso optimismo.-
-Gracias abuela. Al menos eso intentaremos.- Sonrió el muchacho.-
-Va a tener todo el apoyo de la familia.- Intervino jovialmente Leval pasando un afectuoso brazo por los hombros de su hijo.- De modo que más le vale no quedar mal.
-Este chico es como su padre y como nosotros, sus abuelos.- Comentó Diamante.- No se rinde nunca. ¿Verdad?


            El aludido sonrió asintiendo. Tras conversar un poco más con sus parientes se despidió, dado que tenía cosas que hacer. Por su parte Esmeralda hizo lo propio. Tenía un compromiso. Se disponía ya a irse a su hotel cuando Maray, su nieta, se acercó para hablar con ella. Y con bastante prevención y sigilo le pidió si podían charlar a solas.

- Quiero preguntarte algo abuela, me gustaría que me aconsejaras.
- ¡Claro cariño! ¡Vamos a tu cuarto y me lo cuentas!..- le respondió ésta de modo jovial. -   Si no tardamos mucho, tengo una comparecencia que hacer…
-No, no será mucho tiempo.- Afirmó la chica.-


Su interlocutora asintió. Tras asegurarse de que sus padres estaban ocupados en otras cosas Maray llevó a su habitación a Esmeralda. La chica iba en calcetines por la casa pero, aun así, ya era más alta que su abuela que llevaba unos tacones, que aunque no demasiado elevados tampoco eran bajos. La veterana diseñadora se percató de eso y le preguntó a su nieta.

- Maray, ¡estás altísima!... ¿cuánto mides ahora?
- Algo más de seis pies, abuela y sigo creciendo.- Respondió ésta casi con pesar para decir. –Si sigo así no va a haber ningún chico al que no le saque la cabeza. Ya en el cole me llamaban jirafa.- Se lamentó.-


            Su abuela se rio, aunque tratando de no hacer demasiado ruido, de todas formas con la edad había aprendido a ser menos escandalosa. Enseguida miró con afecto a la chica y le comentó.

- Eso viene a ser bastante más de un metro ochenta. Desde luego has superado a tu madre. Pero no te preocupes por eso mi niña. Siempre los habrá más altos que tú. Mira sin ir más lejos a tus abuelos, a tu padre…
-Ya, ¡pero es una lata el crecer tanto! - Se lamentó la muchacha mirándose las piernas ahora para sentenciar.- Ya me es difícil encontrar ropa de mi talla. Y zapatos ni te cuento.
-¡Oh!, tesoro mío, que te inquietes por eso es una herejía teniéndome a mí aquí. Ya sabes que cualquier vestido o complemento que necesites no tienes más que pedírmelo.- Le aseguró su interlocutora para afirmar quitándole hierro al asunto.- Y que tengas esa estatura es lo natural, todavía eres joven y en la familia somos muy altos, hija – le sonrió Esmeralda tratando de animarla. – A ver, ¿qué número calzas?
-Un nueve o un diez, creo…- Musitó de forma insegura, casi como si hubiera cometido un delito.-
-Bueno…con ese tipo de tallas me lio. Nunca corresponden unas con otras. Anda, déjame ver algunos de tus zapatos. - Le pidió la diseñadora.-

            Maray se apresuró a sacar un par de cajas. No tenía demasiados pares pero a su abuela le bastó. Esmeralda le explicó en tanto les daba un vistazo.

-Con mi sede central en París, estoy más hecha a los estándares europeos. A ver… Vale, un cuarenta y tres. –Declaró para afirmar con despreocupación.- Eso no es tanto a juzgar por tu estatura…Si no recuerdo mal tu madre tiene solo medio número menos, al menos en esas horribles botas de montar que gastaba de jovencita.


La chica asintió. De todos modos, le gustase o no, tampoco podía hacer nada por cambiar aquello. Pero se la veía ciertamente entristecida. Con un complejo que iba aumentando de tamaño a la par que ella misma. Su abuela, dándose cuenta enseguida de esa circunstancia, posó sus manos a la altura de los codos de la muchacha y le dijo animosamente.

-Pero no te preocupes por eso, tonta. Tengo muchas modelos que incluso calzan números mayores. Y otras que son tan altas o más que tú. Lo importante no son esas medidas, sino la gracilidad que tengas. Y tú tienes una elegancia en el estilo innata, como tu madre, tu abuela Bertie. Y por supuesto, como yo...- Se sonrió, haciendo que al fin su nieta hiciera lo propio.-
-Gracias abuela.- Dijo la niña más aliviada.-
-¿Y ésta era tu duda, cielo?...-Quiso saber su interlocutora.-
-No, verás…-repuso la jovencita que desde luego tenía otra cosa en mente que le importaba más.- Tengo que decirte algo importante.- Susurró a su sorprendida abuela en tanto cerraba la puerta de su cuarto.- Siéntate por favor.- Le pidió señalando la cama.-

La interpelada lo hizo visiblemente intrigada y su nieta se sentó junto a ella mirándola con expresión algo apurada…

- Quisiera saber una cosa. ¿Has venido a Bios por lo del concurso? - Le preguntó con visible interés. -
- Sí, me han pedido que sea miembro del jurado.- Le  contó a la atenta chica - les he dicho que sí. Ahora precisamente iba a una rueda de prensa.


La muchacha suspiró con gesto resignado y ante la mirada de extrañeza de su abuela confesó con preocupación e incluso una apreciable dosis de vergüenza.

- Verás, es que a mí me gustaría participar. Me he estado preparando para el certamen y....si tú...


Esmeralda se quedó bastante sorprendida, Ahora fue ella quien observó a esa chiquilla con gesto atónito. Pero enseguida se recompuso, le colocó una afectuosa mano a su nieta en la rodilla y le dijo tranquilizándola.

- Ya te comprendo, si yo estoy en el jurado y tú sales elegida en alguna categoría pensarán que yo he tenido algo que ver. Es verdad, pero no me podía imaginar que tú fueras a participar por la edad. ¿Cuántos años tienes?...
- Cumpliré quince dentro de tres semanas y piden esa edad como mínimo para participar, como el plazo de inscripción empieza ahora y termina el mes que viene, ya tendré la edad necesaria para hacerlo. - Le explicó la muchacha. -
- Pero para eso tienes que superar unas pruebas.- Le objetó su abuela que enumeró. - Saber cantar y bailar y tener un libro de fotos....
-Cantar y bailar se me da muy bien. Mamá e Idina me han enseñado.- Le dijo con satisfacción.-
-Estupendo.- Convino Esmeralda, afirmando.- Para eso no podías haber tenido mejores maestras. Pero queda el requisito del Book…
- También lo tengo. He ahorrado durante el último año y me hice un libro. Por si algún día me hacía falta - le dijo su nieta muy ilusionada. - Conozco a un chico y su madre es fotógrafa, me ha cobrado muy poco para lo que costaba, ¿quieres verlo, abuela?
- Claro que sí - dijo sonriente Esmeralda. - Enséñamelo cariño.


Maray se levantó muy emocionada y de su armario, escondido entre su ropa, sacó un libro. Era un álbum de fotos y se lo cedió a su contertulia de forma algo tímida.

- Abuela, si no te gustan dímelo, sé sincera por favor - le pidió con gesto suplicante. -
- No te preocupes, lo seré. Bueno, vamos a ver - declaró la aludida con voz solemne. -


            Abrió el libro y comenzó a mirar las fotos con atención, a medida que pasaba las hojas permanecía en silencio sin hacer el más mínimo comentario. Maray asomaba su cabeza por encima del hombro de su abuela y trataba de ver en su cara algún gesto que le dijera lo que estaba pensando, pero Esmeralda no dejaba entrever nada en su concentrada expresión. Por fin, tras terminar de ver las fotos, cerró el libro con cuidado, suspiró y le dijo a su expectante nieta.

- Hija, por lo que veo esa fotógrafa es buena. ¿Le preguntaste si ha hecho este tipo de trabajo antes?
- Bueno no, sólo me dijo que era fotógrafa de Holo fotos pero que también sabía hacerlas a la antigua usanza. Pero no que hubiese fotografiado a modelos. ¿Pero qué te parezco yo? - Preguntó Maray  impaciente, ansiosa por escuchar la opinión de su abuela. - ¿Crees que he quedado bien?
- Verás,- le expuso Esmeralda sin rodeos. – Para empezar son demasiadas fotos, tendrás más de veinte. No necesitas tantas.
-Quise hacerme todas las que pudiera para poder elegir después.- Se justificó la chica.-


            Su abuela asintió retomando la palabra para hacer una crítica más profesional.

-Procura no ponerlas en desorden, si hay fotos en vertical, no coloques otra en horizontal, no se puede estar girando el Book. Ahora, en cuanto a ti. Te veo muy rígida, estás poco natural.
-Es que estaba nerviosa.- Pudo replicar la  aludida con un hilo de voz.-


            Su interlocutora pareció no escuchar esto último y añadió, con tono reflexivo.

-Tú tienes una cara muy fotogénica Maray y puedes sacarle mucho partido, con un maquillaje adecuado.- La chica sintió una ligera decepción que le iba aumentando según escuchaba las críticas de su abuela que prosiguió. - Te has embadurnado mucho la cara y te brilla demasiado, las posturas que pones tampoco son muy naturales y el vestuario no es del todo idóneo, a ti no te va esa clase de ropa...


Su apurada oyente bajó la cabeza suspirando con pesar. ¡Y eso que ella había quedado encantada cuando se vio!, pero estaba claro que, a los ojos de una profesional como su abuela aquello debía de ser un auténtico desastre. Al parecer no había nada que estuviera bien y musitó apenada y visiblemente avergonzada. Casi le entraban ganas de llorar.

- O sea que no te gustan. Estoy muy mal ¿verdad abuela?...


Esmeralda pasó un brazo por los hombros de su desconsolada nieta, tampoco era cuestión de desanimar así a la pobre chiquilla. Estaba claro que había hecho todo eso con una grandísima ilusión. Era para estar orgullosa, desde luego.  Todo lo hubo de haber realizado a escondidas de sus padres, eso estaba claro, con mucho esfuerzo y tesón. No obstante carecía de los conocimientos, los medios y de la experiencia necesarios. Aunque para eso estaba ella allí. De modo que añadió con un tono más confortador.

- Mira Maray, tú me pediste que fuese sincera, y yo lo he sido. Te he juzgado exactamente igual que a cualquier chica que haya entrevistado para ser modelo de mis diseños, no he sido ni más ni menos dura. Pero, ¡esas chicas no eran mis nietas! Tú sí, y...- pensó un momento y preguntó con interés. - ¿Alguien te ha ayudado para hacerte las fotos? Bueno, me refiero a si has contado con alguna persona que te aconsejase en el vestuario, maquillaje, etc.
- No, nadie - repuso Maray que le desveló. - Lo he sacado todo de revistas de modas y de la Holo tele…viendo desfiles y programas del canal de moda.
- Pues para ser la primera vez y hacerlo por tu cuenta está bastante bien. Las fotos sí que tienen el tamaño reglamentado, creo que son ocho por diez pulgadas. – Alabó su abuela.-


Su interlocutora asintió, aliviada de que al menos había hecho algo bien. De hecho se había ocupado de comprobar todo eso antes de ir a la sesión fotográfica.

- Aunque te falta el composite para presentarte. Y las fotos tienen demasiado contraste. En ellas no se pueden apreciar bien la piel, el tono muscular. Alguna en blanco y negro no vendría mal…


            Y cerrando el libro sobre sus rodillas, Esmeralda le dijo a su entristecida nieta a modo de valoración final.

- En general como fotos están bien y se nota que la fotógrafa es profesional, pero no de este tipo de instantáneas. Pese a que tienes mucho mérito por haberlo hecho tú sola me temo que esto no vale para un certamen y menos para uno de esta importancia, cariño...pero no te desanimes...
- Sí, claro, pero yo… no sé qué puedo hacer.- Sollozó la muchacha realmente abatida.- Me he esforzado mucho para nada…


            Su abuela la abrazó con cariño y la pobre chica no pudo evitar romper a llorar, sintiéndose totalmente alicaída al ver frustrado su gran sueño, apenas si pudo preguntar entre balbuceos.

-¿Crees que no debo ni intentar presentarme, verdad?...


Esmeralda negó con la cabeza y esbozando una confortadora sonrisa, tras hacer que la niña la mirase a la cara, le rebatió en tanto le enjugaba alguna que otra lágrima con un pañuelo.

- Cariño…no te lo tomes así. ¿Quién ha hablado de que no debas presentarte? Sólo he dicho que ese book no me parece adecuado. Pero eso se puede arreglar... ¿qué te has creído, tontina? Cuando empezaba, yo misma tuve que hacerme muchos libros y la mayoría no me gustaban nada, repetí bastantes también.
- Pero un book vale mucho dinero.- Objetó la desanimada muchacha. - Las fotos antiguas son caras. Gasté todos mis ahorros y no quiero pedirles nada a mis padres, ni siquiera por mi cumpleaños, porque iba a darles una sorpresa, abuela.
- Si es por eso - repuso Esmeralda sin darle importancia. – Tranquila, yo te lo pagaré.
-¿Lo dices de verdad? - Exclamó Maray muy contenta. -


Su contertulia sonrió ampliamente y asintió.

- ¡Claro que sí!, eso no es problema y además me encargaré de ayudarte. Déjame a mí y te sacaré lo mejor que tienes. Tus ojos, tu pelo, ¡son preciosos!, eres una chica muy alta y esbelta. Eso hay que aprovecharlo, en estas fotos sales encorvada.- Abrió el álbum y se las señaló explicándole sobre las mismas imágenes. - ¿Lo ves? Una buena modelo debe estar erguida, pero tampoco tiesa como un palo. Tú no andas por la calle como un robot, ni tampoco con chepa, eso es lo primero...yo te enseñaré.- Declaró a modo de clase magistral. – A posar… y a desfilar si hace falta. ¡Pero no como tu padre! Nada de marcar el paso. - Se rio divertida por aquella ocurrencia y la chiquilla la imitó.-


            Y tras aquel momento saludable de risas, ambas volvieron a lo que las ocupaba.

- Pero tenemos poco tiempo.- Objetó Maray que se veía asaltada por un nuevo ímpetu de optimismo, que no deseaba liberar del todo. Por ello preguntó entre preocupada e ilusionada a la vez. - ¿Podrás enseñarme todo eso para las fotos?
- Las fotos son lo de menos, yo misma te acompañaré a la sesión y te diré como debes ponerte...mira.- Esmeralda le explicó a su interlocutora que escuchaba con muchísimo interés. - Tienes que hacerte fotos en trajes de calle, en trajes de baño y trajes de noche. Eso es fundamental. Que exista una variedad. Aquí no tienes fotos más que con vestidos de calle y sólo una con bañador...y unas fotos de retrato, que son imprescindibles y tú no las tienes.
- No tengo vestidos de noche, abuela,- se justificó Maray, visiblemente apurada por aquello. - Todavía no estoy en la edad.
-¡Ay Dios mío!,- exclamó su contertulia levantándose de la cama y elevando los brazos al cielo con teatral jovialidad. - Y pensar que tu madre tenía todos los que pudiera querer a tu edad y me obligaba a batallar con ella cada vez que le pedía que se probase alguno...
-¿Los tienes aún? - Inquirió Maray esperanzada, aunque luego decayó - pero claro, estarán pasados de moda, a estas alturas.
- De eso nada, cariño - le rebatió Esmeralda con seguridad. - Los vestidos de noche clásicos no pasan nunca de moda. Además, aunque así fuera, eso es cíclico...y si yo digo que estén de moda otra vez lo estarán. Soy la diseñadora más famosa de la Tierra así que por eso no te preocupes. Tú eres algo más alta que tu madre, pero quizá eres algo más delgada y tienes menos pecho. Bueno, eso incluso te favorece. – Concluyo fijándose desde luego en ese detalle para sonrojo de su nieta. -  Tranquila, te tomaré medidas y te arreglaré los vestidos yo misma....


Maray abrazó muy feliz a su abuela y casi con ganas de llorar, aunque esta vez de alegría, no se lo podía creer. Exclamó muy reconocida.

-¡Eres maravillosa! ¡Muchas gracias!
- Cariño.- Sonrió Esmeralda complacida y orgullosa también. - Yo haría lo que fuera por ti, tenías que habérmelo dicho antes, pero no te preocupes. Te aseguro que te ayudaré para que puedas presentarte. Aunque no te garantizo nada, eso de ganar e incluso ser simplemente seleccionada, es muy  difícil. Pero si te empleas a fondo y trabajas duro harás un buen papel, sé que lo harás y en eso de cantar, como me has dicho antes, si tu madre te ha ayudado no habrá problema. Ahí sí que yo no puedo hacer nada...
- Sí abuela, me enseñó algo cuando empecé, luego he estado en clases de canto y de baile. Después de aprender con la tía Idina me matriculé en una academia. Soy buena, me lo ha dicho la profesora...- declaró Maray sonriente y bastante orgullosa de ello. –

            Su interlocutora le dedicó una escrutadora mirada a la chica y le pidió, casi con el tono profesional que solía utilizar en las audiciones.

-A ver, Maray, levántate.
-¿Qué me levante?- Repitió la muchacha con extrañeza.-
-Sí, venga.- Insistió su abuela, para indicarle.- Quiero que camines de un lado a otro de la habitación.
           
            La joven se sentía aturdida, no había esperado aquello, pudo apenas musitar.

-Es que me da un poco de vergüenza.
-Pues entonces, olvídate de ser modelo.- Sentenció categóricamente su abuela, para añadir, con un tono más condescendiente.- No tienes nada de qué avergonzarte, y mucho menos estando aquí las dos solas.

            Así las cosas, la jovencita se levantó dejando patente una vez más la gran estatura que tenía. Anduvo un poco hacia el fondo de su cuarto, pero lo hizo un poco encorvada y con pasos cortos y rápidos. Parecía estar deseando que eso terminase.

-¡No, no, no, no!.- Declaró Esmeralda moviendo desaprobatoriamente la cabeza para comentar.- Parece que estuvieras escapándote de un corral después de haber robado unas gallinas. Tienes que caminar como si la pasarela te perteneciese, hijita.
-¿Y cómo hago eso?- Balbució la muy azorada niña, mirando a su abuela con una mezcla de culpabilidad y vergüenza.-


            Tras carraspear un poco y aclararse su garganta, la veterana diseñadora replicó con tono magistral.

-“Poseer la pasarela es en verdad saber cómo caminar sobre ella, ¡de modo que trabaja en este sentido, niña! Da largos pasos y cruza tus pies cuando lo hagas, colocando un pie justo delante del otro de manera que tus caderas se balanceen de lado a lado. Mantén tus hombros atrás y los brazos pegados a tu cuerpo. Tus brazos deberían balancearse sólo de codos hacia abajo; estás caminando sobre la pasarela, no volando sobre ella.( http://www.ehowenespanol.com/consejos-desfilar-pasarelas-moda-info_34462/) A ver, inténtalo otra vez. Y ahora con más tranquilidad. Mantén una cadencia como esta para cada paso.


            Y para evidenciarle a su nieta qué ritmo debía llevar, Esmeralda chasqueó periódicamente sus dedos indicándole.

-Cada chasquido es un paso.

            La apurada muchacha intentó concentrarse en eso, y en efecto, al seguir ese ritmo su andar fue bastante más pausado, al tiempo, su abuela le ordenaba.

-La cabeza alta, no te inclines como si tuvieras chepa. Espalda, cuerpo y cuello rectos. Mirada al frente, si has de inclinarte que sea hacia atrás. Avanza con confianza. No estás intentando pasar a través de un campo de minas.

            La cría pudo sonreír algo nerviosa y su abuela de inmediato le advirtió.

-No tienes porqué sonreír en exceso, estás desfilando, no tratando de ser simpática. Eso déjalo para cuando tengas fama, carisma y experiencia.


            La azorada jovencita cerró los labios como si se los hubiesen pegado con cemento. Enseguida escuchó el consabido reproche de su abuela.

-Tampoco tienes que parecer un muñeco….relaja el gesto. No estás en un concurso de muecas. Imagínate que estás en una clase aburrida de matemáticas o algo que no te interese nada.


            Maray se esforzó por obedecer a todas y cada una de las indicaciones que su abuela le daba. Tras hacerla deambular de un lado a otro de su habitación durante unos minutos, Esmeralda pareció darse por satisfecha. La pobre cría no podía creerlo. ¡Estaba sudando!, se sentía extenuada. Y eso que estuvo caminando sin zapatos. ¡No quería ni imaginar que sucedería cuando se calzase algunos de tacón! Así se lo dijo a su interlocutora.

-Es lo normal, estás tensa y nerviosa, y aunque no lo parezca, esto desgasta mucho. Tienes que estar en forma.- Le explicó su contertulia, que, finalmente, sonrió satisfecha para admitir.- Aunque teniendo en cuenta que es la primera vez que alguien te dirige de un modo profesional, no lo has hecho nada mal.
-¿De verdad?- Exclamó la alegre muchacha queriendo saber esperanzada.- Crees que tendré alguna oportunidad.
-Pues claro que sí. -La animó su igualmente animada abuela para preguntar a su vez.- ¿Sigues queriendo participar?

            La interpelada asintió con energía y visible contento. Su abuela hizo lo propio, aunque de un modo más comedido y  suspiró, afirmando.

- Muy bien, entonces lo primero será decir que no puedo ser jurado....pero, ¿qué les digo? - Comentó Esmeralda mesándose la barbilla en actitud reflexiva según musitaba. - Si no queremos que tus padres se enteren todavía de que tú te presentas. – Debió de ocurrírsele alguna cosa pues añadió con renovados bríos. - Bueno, ya pensaré algo. ¡Déjame eso a mí! tú sigue preparándote, pero no descuides tus estudios ¿eh?,- le advirtió  a su nieta con un tono divertido. –
-¡Qué va! - le aseguró  la chica. - He sacado muy buenas notas, tan buenas que mi padre me prometió comprarme lo que quisiera...
- Eso está bien - asintió Esmeralda muy satisfecha. - Pues nada Maray. El nuevo Book, el composite y las clases serán mi regalo de cumpleaños. Me quedaré aquí, en un apartamento de Bios o mejor, compraré una casita. Total, tu abuelo Diamante ya está jubilado y le da igual. Así estaremos más cerca de vosotros y durante más tiempo. Como el plazo de inscripción dura un mes y a ti te faltan tres semanas para poder apuntarte, tenemos tiempo para hacerlo todo. Pero eso sí, recuerda informar a tus padres con tiempo suficiente. Una cosa es sorprenderles y otra tomarles por sorpresa. Eres menor de edad y pese a todo deben darte su consentimiento para participar.


            La chica asintió muy emocionada ¡Claro que lo haría! Les pediría permiso cuando quedase poco, para dejarles atónitos y deslumbrados. Quería hacer todo eso que le había dicho su abuela y que en su familia se sintieran muy orgullosos de ella. En especial sus padres.

-¡Te quiero mucho abuela, no sé qué habría hecho sin ti! - Dijo Maray alborozada. – Me has salvado…
-¡Para eso mismo estamos las abuelas, cariño! - rio Esmeralda quien, percatándose de la colección de holo discos que su nieta tenía, tomó uno en sus manos y leyó divertida.- Los mejores desfiles de Sonia Calderón, Stephanie Kensington, Debra Azov y Mirna Lidle, entre otras. Vaya, no tienes mal gusto. Son todas excelentes modelos. De hecho, las aprobé yo personalmente. – Y sin que Maray fuera capaz de replicar, su abuela, retomando un tinte más formal, agregó. -Bueno, debo hacer la rueda de prensa y a este paso voy a llegar tarde. Hasta luego, cielo.


Besó a su nieta en la frente y salió del cuarto. Amatista pasaba entonces por el salón. Llevaba unas toallas de baño limpias en las manos, se disponía a guardarlas en un cajón cuando vio salir a su madre y le preguntó curiosa.

- Mamá, ¿se puede saber de qué habéis estado hablando ahí dentro Maray y tú? Os habéis pasado un buen rato. Papá ya casi pensaba que te habías ido al hotel…
- ¡Oh!, de nada en particular hija, cosas entre una abuela y su nieta.- Sonrió ésta  para despedirse. - Pero se me ha ido el santo al cielo, ¡Hacía tanto que no la veía y está hecha toda una mujer! Ahora me tengo que ir, luego nos vemos.


Y Esmeralda salió a toda prisa para la reunión quedando para después con Diamante que decidió irse al hotel para instalarse. Sin embargo su nieto y su yerno le pidieron que se quedase a charlar un poco más. El príncipe de Némesis aceptó encantado. Por su parte Amatista estaba algo desconcertada por la extraña actitud de su madre, aunque le pareció verla muy entusiasmada. Supuso que sería por lo que ella le había dicho. El haber estado con Maray, a la que adoraba y veía en pocas ocasiones. Se alegró por ello y encogiéndose de hombros susurró casi para sí con una media sonrisa.

- Bueno, vale, hasta luego mamá...


Su madre, efectivamente, iba feliz recorriendo el camino de la avenida con el nombre de su sobrino, se acordaba mucho de él. Fue un gran muchacho, travieso sí, siempre traía a la pobre Petz de cabeza. Pero encantador y con un gran corazón. Esmeralda sufrió mucho cuando supo de su pérdida. Sonrió con nostalgia y ternura al ver su imagen en la placa holográfica que presidía su calle. Sin embargo, en esta ocasión sus recuerdos volaron todavía más lejos. Pensaba en Maray y en el destello de ilusión y entusiasmo que tenía en la mirada cuando le confesó todo aquello del book. La veterana diseñadora se recordaba ahora a sí misma, cuando era una jovencita apenas pocos años mayor que su nieta y fue contratada por la prestigiosa firma Deveraux. Su dueña, la diseñadora Alexandra Annette Deveraux la tomó desde el principio bajo su tutela.  En un primer momento las ahora princesas Urano y Neptuno y la reina  madre de los saiyajin, Setsuna, la ayudaron cuando le presentaron sus primeros bocetos a esa afamada diva de la moda. Después, tras años de duro trabajo, Esmeralda destacó como modelo, pero aún más como diseñadora. Sonreía recordando como el propio Ian, que en paz descanse, le compraba sus colecciones. Y también le vino a la mente el momento en el que Alexandra Deveraux la nombró su sucesora. Fue una tarde en la que ella estaba visitando a la anciana en el hospital. La salud de la veterana modista estaba ya muy deteriorada. Esmeralda entró en aquella lujosa habitación privada de hospital y se sentó en una cómoda butaca, junto al lecho de la anciana. Madame Deveraux permanecía con su camisón de la clínica aunque bien arreglada de maquillaje y peluquería, y por supuesto, insistiendo en que debían hacerle la manicura. Antes muerta que desaliñada, decía la anciana. Así se lo comentó a su joven aprendiz.

-Hijita. Me alegra verte. –Le susurró con la voz ya bastante apagada. –
-¿Cómo se encuentra, señora?- Le preguntó la muchacha con patente cariño y respeto. –
-He tenido mejores días. – Replicó su interlocutora para agregar con cierto tinte de reprobación. – Espero que no hayas dejado el trabajo para venir a verme.
-Lo siento, sé que no se debe hacer, pero me he saltado un pase - pudo disculparse la chica que sin embargo, afirmó con rotundidad. – Es que quería verla.


La señora movió un poco la cabeza tratando de aparentar contrariedad, pero enseguida sonrió. Tomando una de las manos de Esmeralda entre las suyas para declarar con pretendido enfado.

-Si no fueras tú y yo no estuviera enferma te habría echado una buena bronca y lo sabes. Lo primero es la obligación. Te lo he dicho cientos de veces. Olvídate de todo lo que no sea la pasarela. Pero la verdad es que me alegra que estés aquí, niña. Siempre he tenido debilidad por ti.


Su contertulia sonrió visiblemente contenta y algo emocionada. Entonces Madame Deveraux fue al grano y le desveló dejándola atónita e impactada.

-En mi testamento te nombro a ti mi sucesora. Tú serás quien se ocupe de mantener el prestigio y el glamour de esta casa.
-¿Yo?- Exclamó Esmeralda sin podérselo creer e incluso objetando. – Pero Monique y Marie son mucho más veteranas que yo… y conocen mejor el mundillo…


Sin embargo la anciana cortó esa declaración negando con la cabeza y sentenció.

-Ninguna de las dos tiene ni el talento ni la pasión suficientes por esto. Tú sí tienes ambas cosas. Ellas solo buscarán el dinero. Pero estoy segura de que tú, mi querida niña, buscarás el estilo y el saber hacer las cosas a la manera Deveraux. Yo misma te he instruido. Sé que no me fallarás.


Dejó de hablar dado que sufrió un repentino ataque de tos. Una preocupada Esmeralda la ayudó a incorporarse y le acercó un vaso con agua del que la enferma bebió apenas un sorbo para proseguir…

-Ninguna es ni la mitad de buena que tú. Y recuerda que, el día de mañana, deberás buscar lo mismo en las chicas a las que elijas. Que tengan talento, que tengan pasión, pero sobre todo, que amen este mundo.- Y suspirando para tomar un poco de aire, Deveraux le preguntó cambiando de tema. - ¿Qué tal está tu esposo el?…. ¿Qué cristal era?
-Diamante, señora – sonrió Esmeralda puesto que la anciana solía hacerle siempre ese tipo de broma. – Muy bien, trabajando mucho.
-¿Y esa pequeña hijita tuya? - Quiso saber la mujer. –
-Amatista está en la guardería ahora. Es una niña muy alegre y está preciosa.- Declaró su madre con patente orgullo, para disculparse. – Me habría gustado traerla, pero los niños, ya se sabe, alborotan mucho…y en el hospital…
-Tu pequeña es encantadora. – Afirmó la señora Deveraux que, con algo de humor, expresó de forma suave. – ¡Pero qué manía tenéis con poneros nombres de piedras!… bueno, quizás un día cuando crezca, tu hijita tome el relevo al frente de esta casa.
-Sería maravilloso, aunque eso tendrá que depender de ella. – Repuso Esmeralda que tampoco deseaba engañar a su mentora. – No quisiera obligarla si ese no fuera su deseo.
-Sí, claro. Como ya te he dicho tantas y tantas veces, querida niña, ante todo, esto es vocación. - Convino ésta para aseverar ahora más seria e incluso con cierto pesar. – Yo empecé a trabajar en esto durante la guerra, siendo una chiquilla que hacía de correo de la resistencia. Después puse mi primera tienda de modas y trabajé muy duro. Nunca me casé, nunca tuve hijos. Quizás sea lo único de lo que pueda arrepentirme. Aunque si volviera a vivir otra vez, posiblemente haría lo mismo. Soy incorregible en eso. No creo que hubiese sido capaz de apartarme ni tan siquiera un poco de mi pasión por la moda. Pero tú, tú tienes una niña estupenda y un magnifico marido. ¡Cuídalos bien! Esmeralda, ma chère, el trabajo es muy importante pero aún lo es más tu familia. No dejes que se repita en ti lo que a mí me ocurrió.
-Sí señora.- Asintió su joven interlocutora asegurando con emotivo tono – le prometo que no la defraudaré.
-Nunca lo hiciste querida, no veo porqué ibas a comenzar ahora - le sonrió débilmente la mujer que parecía estar muy fatigada, y así lo expresó. – Anda, deja ya de escuchar los lamentos de una vieja tonta y vuelve al trabajo. Hasta que no me dejen salir de aquí tienes mucho que hacer… – remachó en tanto pasaba una de sus temblorosas manos por la mejilla de la chica. – Y tienes que hacerlo muy bien, ahora más que nunca. La gente debe empezar a asociar el estilo Deveraux contigo.


La joven sostuvo esa frágil mano con las suyas, apoyada en su mejilla derecha. Alguna lágrima le caía pero se esforzó por que la anciana no se percatase. Después, dejando la mano de la enferma sobre la cama se levantó, y tras darle un beso en la frente se despidió con tono suave y agradecido.

-Que descanse Madame Deveraux. Muchas gracias por todo. No se preocupe, siempre seguiré sus consejos.
-Sé que lo harás, mi querida niña. Sé que lo harás…en ti confío. - Susurró la anciana tratando de reposar.-


Y aquella fue su despedida definitiva. Esmeralda volvió al trabajo y a los dos días le comunicaron desde el hospital el fallecimiento de la anciana. Lloró mucho su pérdida pero fue fiel a su palabra y se las arregló para desfilar e incluso sonreír a los medios de comunicación ese mismo día. Sabía que, desde su nueva pasarela en la Eternidad, la señora Deveraux asentiría con aprobación. Y es que para ella fue una mentora y casi una madre. Al poco, tras el entierro de su mentora, vivió una aventura, acompañada de las guerreras Urano, Neptuno y Plutón, que le hizo comprender muchas cosas.


-Jamás supe a ciencia cierta lo que Madame Deveraux vio en mí. Al menos hasta ese momento, cuando vivimos aquello a su lado, en esos años de su juventud. – Rememoraba con una mezcla de nostalgia y ternura.-


Después tuvo que hacerse cargo de todo, y por qué no recordarlo, tras una dura pugna legal con Monique, que se consideraba la auténtica heredera, hacerse también con las riendas del negocio. Finalmente ganó la batalla y mantuvo el prestigio y el glamour de la Casa Deveraux casi durante los últimos cincuenta años en abierta competición contra su más acérrimo rival, Goldpier y después frente a sus herederos. Ahora que se percataba de su propio estado se juzgaba muy parecida a su antigua maestra y protectora. Su pelo ya había encanecido, aunque ella a veces se tiñese. Su cutis tenía esas arrugas que las cremas trataban de paliar cada vez con menor éxito y su piel desde luego había perdido firmeza. Con todo se mantenía atractiva para su edad. Era lo que ella misma describía como una madurita de muy buen ver. Su esposo, por supuesto había envejecido también, ya no quedaba nada de aquella media melena que tenía en su juventud. El pelo de Diamante eso sí, continuaba siendo blanco, aunque ahora estaba bastante corto y lucía una barba algo grisácea, con las consabidas arrugas en la cara. De todas formas Esmeralda seguía creyendo que su príncipe era el hombre más atractivo del mundo. Ahora ella estaba quizás ante la gran oportunidad de cumplir ese sueño de transmitir su legado a alguien de su propia sangre. Así pensaba cuando en un momento dado se detuvo en medio del paseo y miró al cielo suspirando.

-¡Ay, Madame Deveraux!, cuanto echo de menos sus sabios consejos. Espero ser para mi nieta una mentora tan capaz como usted lo fue para mí…

Y ya sin más concesiones a la nostalgia se aprestó a acudir a su rueda de prensa…

            Mientras tanto, en casa de los Malden, Leval y Asthel charlaban con Diamante.

-Vaya, la abuela Esmeralda tenía prisa.- Comentó el chico.-
-Sí.- Convino su padre.- Me parece que tenía que atender a los medios de comunicación, según creo por lo de ese certamen.
-Pues no sé. - Declaró Diamante mesándose la perilla para afirmar.- Pero la conozco muy bien y tenía esa expresión suya y esa mirada que acostumbra a poner cuando está tramando algo.


Sus contertulios no dijeron nada. Realmente no tenían ni idea de eso. Al poco tiempo llamaron a la puerta. Eran Roy y Beruche que también habían viajado a Bios a ver a la familia. Quisieron acudir sabiendo que sus consuegros iban a estar también allí. Tras los saludos y puestas al día mantuvieron una animada conversación. Su abuelo paterno, con manifiesto interés, le preguntaba a Asthel por el partido que su equipo iba a disputar a la vez que aseguraba.

- Así que os  jugáis el pase a la final pasado mañana. ¡Seguro que ganaréis!, contigo sobre la cancha estoy convencido de ello.
- Nuestros contrarios son muy buenos, no podemos confiarnos, abuelo - le advirtió el chico. -
- Eso es verdad,- convino Roy asintiendo con aprobación. - Nunca menosprecies al rival, pero tampoco te creas inferior a él. Y dime.- Añadió el veterano entrenador queriendo saber. -¿En qué puesto estás jugando?
- Ahora de "cuatro”, sólo hay un chico más alto que yo en el equipo, él mide "dos siete" y juega de “pivot”. Yo mido "dos, dos "y los demás no llegan a los dos metros...
- Vaya, ¿y tus contrarios son muy altos? - Inquirió Roy con interés profesional. -
- Tienen tres torres de "dos metros cinco" o más y son bastante fuertes - respondió Asthel que comentó no sin inquietud. - Será difícil jugarles por dentro...
- Ya veo, ya,...bueno, tú tienes buen tiro y seguro que eres más rápido que ellos. Juégales de alero y entra mucho a canasta, no te pararán. Para hacerlo tendrían que cometer muchas faltas, y sobre todo, sácales de sus posiciones interiores, tira de lejos. - Le aconsejó Roy. – Abre el campo para el rebote.
- Pero Jack me dice que entre con cuidado y juegue bajo tablero.- Objetó Asthel algo confuso. -
-¡Me importa un bledo lo que diga ese viejo chiflado! - Repuso su abuelo despreocupadamente para afirmar de modo categórico. - Contra tipos más altos y fuertes no se puede jugar abiertamente bajo el aro porque te comerás gorros sin parar...es muy complicado ganarles la posición.


Bertie hasta entonces callada, terció ahora contradiciendo a  su esposo.

- Cariño, si su entrenador le dice que juegue así, sabrá por qué lo dice, déjale...
-¡Venga ya! - Exclamó Roy que hizo un aspaviento de rechazo a esa idea con las manos. - Conozco de sobra a Jack. Él en sus tiempos jugaba de alero alto, entraba mal y de lejos tiraba peor. Así que siempre se estaba pegando por dentro, se creé que todo el mundo tiene que hacer lo mismo…
-¡Desde luego, cuando hablas de baloncesto no hay quien te aguante! - Le reprochó Beruche molesta por aquel tono tan exaltado. – Estás hecho un viejo cascarrabias…
- Pero cubito – dijo su marido de un modo más conciliador. - He sido profesional, tanto de  jugador como de entrenador. He visto jugar a miles de chicos y sé como juega mi nieto. Que esté de "cuatro" por necesidades del equipo vale, pero te aseguro que debe hacer lo que le he dicho. Él es versátil, si deja que le limiten de esa forma su equipo no tendrá nada que hacer.


Asthel sonrió contento de las palabras de su abuelo y le aseguró.

- De acuerdo, lo procuraré.
- Así me gusta,- sonrió Roy palmeando la espalda del muchacho, luego se alejó para charlar con Diamante y Leval, exclamando con regocijo. - ¡Eh principito! ¿Te has traído algún buen vino para mojar la cena, so tacaño?


            Beruche sonrió moviendo la cabeza dejando a su esposo y a su consuegro a su aire y se acercó a su nieto acariciándole el rostro con cariño. El muchacho se había dejado una media melena que le caía por los hombros, a Bertie le asemejaba al Asthel de su otra vida, o sea a Roy, en aquellos destellos que aun recordaba. Como si leyera su pensamiento, el chico le dijo a su abuela.

-¿Me parezco a él, verdad?
- Sí hijo.- Admitió Bertie aseverando con voz suave. - Eres su vivo retrato, aunque casi no me acuerde ya de esos tiempos tan lejanos...
- Yo os he visto a veces, en mis sueños - le confesó Asthel. -
-¿Y qué has visto, cariño? - le preguntó ella con tono y mirada nostálgica. -


El interpelado le respondió con una voz muy dulce mientras acariciaba la barbilla de su abuela.

- Vi a un joven príncipe. Era un chico apuesto y vestido con ropajes llenos de luz y a una princesa, bella, muy bella, con vestidos blancos como la nieve, de cabellos casi albinos y ojos azules como el cielo. Le miraba con mucho amor y le despedía desde una alta torre plateada. La señora del invierno, Lorein, princesa de una antigua y mágica raza, una de las protectoras de la Tierra.


 Y lo narró  como si lo estuviera observando en ese mismo instante y mientras hablaba su abuela recordaba también y le brotaban lágrimas de melancolía y felicidad. Tras ellos, por la ventana, se podía contemplar la bella y estrellada noche de Bios, con los cometas cruzando el cielo como si los astros quieran participar de igual modo en esos recuerdos. Después, Beruche hizo una seña al muchacho para que se agachara y le besó en una mejilla. Para susurrarle.

-Tu abuelo aunque no lo parezca es muy sentimental. Todavía echa muchísimo de menos a su amigo Tom. Sin embargo, cuando está contigo, con Brian o con Maray, le noto rejuvenecer. Es feliz de poder compartir sus recuerdos y sus experiencias con vosotros.
-Sí, todos le queremos muchísimo. – Afirmó el joven.- ¿Y tú, abuela? ¿Cómo te sientes?- Quiso saber el muchacho observándola con afecto. –
- Me sucede lo mismo que a tu abuelo. Me siento feliz de estar a vuestro lado. Disfrutar con mis queridos nietos. También extraño mucho a Tommy, y a mis hermanas. Sobre todo a Cooan.
- Pues creo que iba a venir a pasar una temporada aquí, en Bios – le comentó Asthel. –


            Eso hizo sonreír a su abuela. Bertie entonces declaró.

-Junto a su hija y sus nietos estará feliz. Espero verla antes de regresar a la Tierra. Ahora estoy encantada de  pasar unos días con todos vosotros, cariño.
- Lo mismo digo. Maray y yo os queremos mucho.- Le respondió el chico.- Y sabemos lo mucho que os debemos a todos. No queremos decepcionaros…


            Asthel en efecto conocía perfectamente todas las luchas, sacrificios y los momentos tanto buenos como malos que sus abuelos y el resto de los de esa generación habían vivido. De cómo se esforzaron siempre por crear unas familias felices y educaron con todo el amor que pudieron a sus hijos. Los padres de esa tercera generación de la que él fue pionero. Y así todo ello había llevado a él y a su hermana y a otros muchos que compartirían su destino… en eso que Bertie le sacó de aquella reflexión tras suspirar en tanto le pedía no sin melancolía en su tono.

- ¡Ay! Hijo mío. Vosotros jamás nos decepcionaréis. Pero recuerda siempre esto. No sé qué estarás destinado a hacer pero, pase lo que pase, nunca nos olvides.
-Nunca podría hacerlo, abuela. - Le aseguró él, declarando con patente afecto. – Sois lo más importante para mí.


Bertie asintió y se quedó mirando por la ventana, quizás perdida en sus recuerdos de juventud. Asthel, tras darle un sentido beso en la mejilla, decidió dejarla a solas con sus pensamientos, se alejó en dirección a su padre y abuelo.

-Gracias por todo, abuela Bertie, abuela Esmeralda. Abuelos Roy y Diamante. - Pensó el joven con una sonrisa.- Haré todo lo que esté en mi mano por ser digno de todos vosotros y los que estuvieron a vuestro lado.


            Esmeralda por su parte, llegó a salón de congresos y no tardó en citar a los periodistas. Cuando anunció que declinaba la oferta para ser jurado y le preguntaron la razón, sencillamente respondió con una sonrisa y dijo:

- Bueno, mi opinión podría influir quizá en demasía. Considero que deben juzgar las personas de Bios y los expertos de la Tierra. Es hora de que los jóvenes tomen el relevo. Me gustaría ver el certamen y disfrutarlo sin tener la responsabilidad de decidir. Agradezco la cortesía de la organización y les pido disculpas. A cambio estoy dispuesta a ceder modelos de mi colección para los pases de forma totalmente gratuita y a  patrocinar parte del certamen. Como apoyo de la casa Deveraux a las jóvenes promesas de este bello planeta. Y lo que es más. Instituiré algunos premios para ayudar a estas jóvenes promesas de la pasarela.

           
            Todo el mundo reaccionó con estupor y los organizadores, por supuesto, quedaron muy complacidos. ¡Esto era mejor de lo que ellos esperaban! Esmeralda era una cotizadísima diseñadora, las mejores modelos terrestres lucían sus trajes. Esto sin duda daría al título de señorita Bios un gran caché. Los asistentes a esa conferencia aplaudieron y la veterana diseñadora sonrió satisfecha, había conseguido dos cosas importantes. No ofender a sus anfitriones y dejar el campo libre a su nieta sin que nadie pudiera relacionarla con ella. Así, terminó la rueda de prensa pensando que, de esa manera, Maray podría participar y que nadie la acusaría de jugar con ventaja por llevar sus modelos. Pero su nieta llevaría los mejores, los que Esmeralda hiciera para Amatista con todo su cariño hacía ya tantos años.
           
-Sí, tenemos mucho trabajo que hacer.- Se sonreía la veterana diseñadora en cuanto terminó esa rueda de prensa y se marchaba a su hotel.- ¡Manos a la obra!


            Asthel por su parte charló algo más con su padre y sus abuelos. Estos le animaron para el partido y después de despedirse de toda la familia se fueron. Diamante había quedado con Esmeralda en la habitación que habían alquilado y Roy y Beruche se marcharon a su hotel, preferían estar a solas y charlar de los viejos, viejos tiempos.  En el piso en donde se hospedaban, Esmeralda le contó a su marido lo que había hablado con su nieta y su esposo también sonrió lleno de orgullo y nostalgia al escucharla.

- ¡Si la hubieras visto, Diamante! - Decía ella con emoción. - Era como si me estuviera viendo a mí misma cuando empezaba. Con todos los sueños y las esperanzas que tenía en el futuro.
-Ya sabía yo que tramabas algo en cuanto te vi marchar.- Afirmó él no sin regocijo.- Después de tantos años juntos te conozco bien.
-Me hace muchísima ilusión poder ayudarla a realizar sus anhelos.- Replicó su entusiasmada esposa.-
- Igual que nuestra hija cuando quería ser cantante, ¡sólo que entonces tú no te lo tomaste tan bien! - Comentó su marido de forma jovial pero al tiempo reprobatorio. -
- Es cierto, no te lo puedo negar, pero cuando una se hace mayor... Sabes, quizás sea que me ha llegado al corazón. A decir verdad, siempre quise que Amatista hubiera seguido mis pasos. He recordado hoy las últimas palabras que me dijo Madame Deveraux. ¡Cuántas veces soñé que mi hija tomaría el testigo! y que me pediría consejo a mí para que la ayudase y nunca lo conseguí. Ahora es Maray la que desea hacer carrera en este mundo tan difícil.- Suspiró Esmeralda que cambió de tercio para evitar llenarse de melancolía y dijo más despreocupadamente. - La niña lo hará muy bien, estoy segura. Cualidades tiene para ello. Y conste que no lo digo solamente porque sea mi nieta.


            Diamante convino en ello con un asentimiento de cabeza y feliz del semblante tan alegre que veía en su esposa. Roy por su parte, también se sentía muy contento y no dejaba de hablar de Asthel con su mujer.

-¡Ya verás, cubito! Nuestro nieto les va a demostrar como juegan los Malden. Él solo podría ganar el partido y si se deja aconsejar por mí, su equipo no tendrá rival…


Beruche quiso poner gesto serio, pero no pudo evitar sonreír y afirmar incluso divertida.

- ¡Hay que ver cómo eres! ¡Te hace más ilusión a ti que a él!


No obstante su esposo asintió y dejó las bromas durante un momento para admitir con voz más queda.

- Será que, cuando uno se hace viejo quisiera volver otra vez a ser niño. Recuperar esas mismas ilusiones que tenía cuando era joven. Y ya que yo no puedo dar marcha atrás en el tiempo, al menos me gustaría que mi nieto viera cumplido su sueño y el mío, de volver a pasear el apellido Malden por las canchas. ¡Ojalá estuviera Brian también!  ¡Qué pareja harían los dos! - Afirmó ahora con renovado entusiasmo para teñir su tono otra vez con tristeza y melancolía al recordar. – ¡Y cuanto me acuerdo de Tommy y de todas las cosas que hacíamos juntos! Él ya no está…y cuando pienso en eso aún no puedo creerlo.
-Él vivió una vida estupenda, tuvo muchos amigos y fue feliz con el amor de su familia. Y nosotros también lo hemos sido, en los buenos y en los malos momentos. – Replicó su esposa que le informó de un modo más jovial. - ¿Sabes? Asthel me ha dicho que mi hermana Cooan vendrá a pasar un tiempo aquí. Hasta podremos verla si nos quedamos un poco más.
- Sí- asintió Roy. – Con Connie aquí, será como en los viejos tiempos. Ahora, al menos, tanto ella como nosotros tenemos a nuestros hijos y nietos a nuestro lado. Estoy seguro, cubito, de que Asthel, Maray, Brian y los de su generación, están destinados a hacer grandes cosas. A realizar todos los sueños que nos pudieran quedar pendientes a nosotros o a sus padres.


Beruche le miró con profundo afecto y asintió despacio. Era verdad, ¡habían pasado tantas cosas los dos juntos! Comprendía bien a su esposo y en el fondo, deseaba que pudiera ver aquellos deseos convertidos en realidad. ¿Quién sabe? ¡A lo mejor Asthel o Brian podrían convertirse en las nuevas figuras del básquet interplanetario! Es más, antes de venirse a Bios ella misma había charlado un poco con su otro nieto y por lo que éste le contó, ese sueño de verles jugar juntos podría hacerse realidad no tardando mucho. De momento, por si acaso no era así, le había prometido a Brian no decir nada. Sobre todo a su abuelo, para luego no desilusionarlo. Pero Bertie no ignoraba que su marido pensaba en otras muchas cosas, sus expectativas con aquellos dos excepcionales muchachos iban mucho más allá. De igual modo que sus propios hijos tomaron el relevo de ellos, sus nietos lo harían de estos tarde o temprano. A ellos dos, que habían cumplido con creces sus respectivas misiones en este mundo, sólo les restaba tratar de disfrutar lo máximo posible de sus descendientes y de los logros que estos consiguieran, haciendo cuanto estuviera en sus manos por orientarles y ayudarles en lo posible con su larga experiencia de tantos años. Al menos durante el tiempo que todavía les quedara.

-Así es, amor mío.- Pensaba ella con ternura al observar el semblante ilusionado de su esposo.- Hemos vivido tantas y tantas cosas, aventuras y momentos irrepetibles…Y espero que todavía nos queden muchos buenos de ellos por vivir.
-¿Te acuerdas de esta canción?- Le sonrió su esposo, sacándola de aquellas reflexiones tras poner algo en una tablet y abrazarla por detrás con afecto.-


A veces tengo la sensación
De que estoy de vuelta en los viejos días
Hace tanto tiempo
Cuando éramos unos críos, cuando éramos jóvenes

Las cosas parecían tan perfectas
Lo sabes
Los días eran interminables
Estábamos locos
Éramos jóvenes

El sol siempre brillaba
Vivíamos solo para divertirnos

Algunas veces parece que últimamente
Simplemente no lo sé
El resto de mi vida solo ha sido, solo un espectáculo

Esos fueron los días de nuestras vidas
Las cosas malas en la vida fueron muy pocas


Esos días se fueron todos ahora
Pero hay una cosa que es verdad
Cuando te miro y me doy cuenta
De que todavía te quiero

No puedes dar atrasar el reloj
No puedes retroceder la marea
¿No es una pena?

Me gustaría ir para atrás una sola vez
En una montaña rusa
Cuando la vida era solo un juego
No tiene sentido sentarse y pensar en lo que hiciste
Cuando puedes tumbarte y disfrutar a través de tus niños

Algunas veces parece que últimamente
Simplemente no lo sé
Mejor sentarse hacia atrás e ir con la corriente

Esos fueron los días de nuestras vidas
Que han fluido en la rapidez del tiempo
Esos días se fueron todos ahora
Pero hay una cosa que permanece

Cuando te miro y no veo cambio
Esos fueron los días de nuestras vidas
Las cosas malas en la vida fueron muy pocas

Esos días se fueron todos ahora
Pero hay una cosa que es verdad
Cuando te miro y me doy cuenta
De que todavía te quiero

De que todavía te quiero

(These are the days of our lives, QUEEN. Crédito al autor)


            Y fiel a su costumbre él cantó acompañando la canción. Bertie se sonrió entre algo emocionada y divertida. Su marido tenía a veces esas cosas, esos pequeños detalles que en el fondo la encantaban.

-Siempre serás el mismo chiquillo travieso, Roy Malden. – Sonrió cariñosamente su mujer, añadiendo con dulzura.- Nunca podré hacer carrera de ti… ¿Y sabes una cosa?  Me alegro de que sea así…
-Sí cubito.- Repuso él con otra sonrisa algo teñida de melancolía.- Y tal como dice la canción, siempre serás esa hermosa jovencita a mis ojos.  El maestro Freddie tenía toda la razón. Entonces en el Rincón no llegaba a comprenderle cuando me hablaba de esta canción. Ahora sí lo hago. Es el tiempo que se va irremisiblemente…pero, pese a ello, podemos seguir disfrutando a través de nuestros hijos y nietos.
-Es verdad. Y así debe ser.-  Convino Bertie.- Y dándole la mano, ella remachó sintiendo ya el cansancio de ese ajetreado día. - Anda, será mejor que nos vayamos a dormir…


            Su marido asintió. Había sido una larga jornada y deseaba descansar sobre todo con miras al partido del día siguiente. Por su parte, sin imaginar los pensamientos que embargaban a sus abuelos, Maray y Asthel se durmieron muy contentos centrados en sus respectivas aspiraciones. Leval y Amatista, más ignorantes aun de todo, hicieron lo propio no tardando mucho. A la mañana siguiente y ya de vacaciones. Asthel debía de entrenar para preparar el partido. Se marchó enseguida hacia la cancha para reunirse con sus compañeros. Entre tanto su hermana salió a buscar a su abuela Esmeralda. Juntas iban a ir para hacer la sesión fotográfica. Maray llamó a su amigo y éste le dijo que no habría problemas. Su madre tenía la mañana libre. Esmeralda se pertrechó de todo lo necesario y cuando su nieta llegó a su  hotel las dos se pusieron en camino. Al llegar a casa de la fotógrafa ésta no pudo ocultar su sorpresa. Conocía de sobra quién era su ilustre visitante.

-Pero. ¡Usted es!- Fue apenas capaz de susurrar en cuanto abrió la puerta.-


Ese rostro le era inconfundible. Sobre todo siendo una profesional de la fotografía y la imagen. ¡La auténtica gurú de la moda y del estilo en los últimos cuarenta años, estaba ahí, justo en la puerta de su casa!. Aunque la recién llegada se limitó a sonreír sin darse importancia y se presentó muy amablemente.


- Encantada de conocerla señora, soy Esmeralda Lassart Deveraux. Y espero que entre usted y yo haremos con mi nieta un magnífico trabajo...


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