Cuando Esmeralda llegó a Bios, unas horas antes, lo
primero que hizo junto con su esposo fue ir a visitar a su familia. Charló un
rato con su hija y su yerno y deseó suerte
a Asthel para su partido de baloncesto, la semifinal del campeonato
preuniversitario que se iba a celebrar en dos días.
-Ánimo cariño. Seguro que ganaréis. – Le dijo con
tintes de cariñoso optimismo.-
-Gracias abuela. Al menos eso intentaremos.- Sonrió
el muchacho.-
-Va a tener todo el apoyo de la familia.- Intervino
jovialmente Leval pasando un afectuoso brazo por los hombros de su hijo.- De
modo que más le vale no quedar mal.
-Este chico es como su padre y como nosotros, sus
abuelos.- Comentó Diamante.- No se rinde nunca. ¿Verdad?
El aludido sonrió asintiendo. Tras
conversar un poco más con sus parientes se despidió, dado que tenía cosas que
hacer. Por su parte Esmeralda hizo lo propio. Tenía un compromiso. Se disponía
ya a irse a su hotel cuando Maray, su nieta, se acercó para hablar con ella. Y
con bastante prevención y sigilo le pidió si podían charlar a solas.
- Quiero preguntarte algo abuela, me gustaría que me
aconsejaras.
- ¡Claro cariño! ¡Vamos a tu cuarto y me lo
cuentas!..- le respondió ésta de modo jovial. - Si no tardamos mucho, tengo una
comparecencia que hacer…
-No, no será mucho tiempo.- Afirmó la chica.-
Su interlocutora asintió. Tras asegurarse de que sus
padres estaban ocupados en otras cosas Maray llevó a su habitación a Esmeralda.
La chica iba en calcetines por la casa pero, aun así, ya era más alta que su
abuela que llevaba unos tacones, que aunque no demasiado elevados tampoco eran
bajos. La veterana diseñadora se percató de eso y le preguntó a su nieta.
- Maray, ¡estás altísima!... ¿cuánto mides ahora?
- Algo más de seis pies, abuela y sigo creciendo.-
Respondió ésta casi con pesar para decir. –Si sigo así no va a haber ningún
chico al que no le saque la cabeza. Ya en el cole me llamaban jirafa.- Se
lamentó.-
Su
abuela se rio, aunque tratando de no hacer demasiado ruido, de todas formas con
la edad había aprendido a ser menos escandalosa. Enseguida miró con afecto a la
chica y le comentó.
- Eso viene a ser bastante más de un metro ochenta.
Desde luego has superado a tu madre. Pero no te preocupes por eso mi niña.
Siempre los habrá más altos que tú. Mira sin ir más lejos a tus abuelos, a tu
padre…
-Ya, ¡pero es una lata el crecer tanto! - Se lamentó
la muchacha mirándose las piernas ahora para sentenciar.- Ya me es difícil
encontrar ropa de mi talla. Y zapatos ni te cuento.
-¡Oh!, tesoro mío, que te inquietes por eso es una
herejía teniéndome a mí aquí. Ya sabes que cualquier vestido o complemento que
necesites no tienes más que pedírmelo.- Le aseguró su interlocutora para
afirmar quitándole hierro al asunto.- Y que tengas esa estatura es lo natural,
todavía eres joven y en la familia somos muy altos, hija – le sonrió Esmeralda
tratando de animarla. – A ver, ¿qué número calzas?
-Un nueve o un diez, creo…- Musitó de forma
insegura, casi como si hubiera cometido un delito.-
-Bueno…con ese tipo de tallas me lio. Nunca
corresponden unas con otras. Anda, déjame ver algunos de tus zapatos. - Le
pidió la diseñadora.-
Maray
se apresuró a sacar un par de cajas. No tenía demasiados pares pero a su abuela
le bastó. Esmeralda le explicó en tanto les daba un vistazo.
-Con mi sede central en París, estoy más hecha a los
estándares europeos. A ver… Vale, un cuarenta y tres. –Declaró para afirmar con
despreocupación.- Eso no es tanto a juzgar por tu estatura…Si no recuerdo mal
tu madre tiene solo medio número menos, al menos en esas horribles botas de
montar que gastaba de jovencita.
La chica asintió. De todos modos, le gustase o no, tampoco
podía hacer nada por cambiar aquello. Pero se la veía ciertamente entristecida.
Con un complejo que iba aumentando de tamaño a la par que ella misma. Su
abuela, dándose cuenta enseguida de esa circunstancia, posó sus manos a la
altura de los codos de la muchacha y le dijo animosamente.
-Pero no te preocupes por eso, tonta. Tengo muchas
modelos que incluso calzan números mayores. Y otras que son tan altas o más que
tú. Lo importante no son esas medidas, sino la gracilidad que tengas. Y tú
tienes una elegancia en el estilo innata, como tu madre, tu abuela Bertie. Y
por supuesto, como yo...- Se sonrió, haciendo que al fin su nieta hiciera lo
propio.-
-Gracias abuela.- Dijo la niña más aliviada.-
-¿Y ésta era tu duda, cielo?...-Quiso saber su
interlocutora.-
-No, verás…-repuso la jovencita que desde luego
tenía otra cosa en mente que le importaba más.- Tengo que decirte algo
importante.- Susurró a su sorprendida abuela en tanto cerraba la puerta de su
cuarto.- Siéntate por favor.- Le pidió señalando la cama.-
La interpelada lo hizo visiblemente intrigada y su
nieta se sentó junto a ella mirándola con expresión algo apurada…
- Quisiera saber una cosa. ¿Has venido a Bios por lo
del concurso? - Le preguntó con visible interés. -
- Sí, me han pedido que sea miembro del jurado.- Le contó a la atenta chica - les he dicho que sí.
Ahora precisamente iba a una rueda de prensa.
La muchacha suspiró con gesto resignado y ante la
mirada de extrañeza de su abuela confesó con preocupación e incluso una
apreciable dosis de vergüenza.
- Verás, es que a mí me gustaría participar. Me he
estado preparando para el certamen y....si tú...
Esmeralda se quedó bastante sorprendida, Ahora fue
ella quien observó a esa chiquilla con gesto atónito. Pero enseguida se
recompuso, le colocó una afectuosa mano a su nieta en la rodilla y le dijo
tranquilizándola.
- Ya te comprendo, si yo estoy en el jurado y tú
sales elegida en alguna categoría pensarán que yo he tenido algo que ver. Es verdad,
pero no me podía imaginar que tú fueras a participar por la edad. ¿Cuántos años
tienes?...
- Cumpliré quince dentro de tres semanas y piden esa
edad como mínimo para participar, como el plazo de inscripción empieza ahora y
termina el mes que viene, ya tendré la edad necesaria para hacerlo. - Le
explicó la muchacha. -
- Pero para eso tienes que superar unas pruebas.- Le
objetó su abuela que enumeró. - Saber cantar y bailar y tener un libro de fotos....
-Cantar y bailar se me da muy bien. Mamá e Idina me
han enseñado.- Le dijo con satisfacción.-
-Estupendo.- Convino Esmeralda, afirmando.- Para eso
no podías haber tenido mejores maestras. Pero queda el requisito del Book…
- También lo tengo. He ahorrado durante el último
año y me hice un libro. Por si algún día me hacía falta - le dijo su nieta muy
ilusionada. - Conozco a un chico y su madre es fotógrafa, me ha cobrado muy
poco para lo que costaba, ¿quieres verlo, abuela?
- Claro que sí - dijo sonriente Esmeralda. - Enséñamelo
cariño.
Maray se levantó muy emocionada y de su armario,
escondido entre su ropa, sacó un libro. Era un álbum de fotos y se lo cedió a
su contertulia de forma algo tímida.
- Abuela, si no te gustan dímelo, sé sincera por
favor - le pidió con gesto suplicante. -
- No te preocupes, lo seré. Bueno, vamos a ver -
declaró la aludida con voz solemne. -
Abrió
el libro y comenzó a mirar las fotos con atención, a medida que pasaba las
hojas permanecía en silencio sin hacer el más mínimo comentario. Maray asomaba
su cabeza por encima del hombro de su abuela y trataba de ver en su cara algún
gesto que le dijera lo que estaba pensando, pero Esmeralda no dejaba entrever
nada en su concentrada expresión. Por fin, tras terminar de ver las fotos,
cerró el libro con cuidado, suspiró y le dijo a su expectante nieta.
- Hija, por lo que veo esa fotógrafa es buena. ¿Le
preguntaste si ha hecho este tipo de trabajo antes?
- Bueno no, sólo me dijo que era fotógrafa de Holo
fotos pero que también sabía hacerlas a la antigua usanza. Pero no que hubiese
fotografiado a modelos. ¿Pero qué te parezco yo? - Preguntó Maray impaciente, ansiosa por escuchar la opinión
de su abuela. - ¿Crees que he quedado bien?
- Verás,- le expuso Esmeralda sin rodeos. – Para empezar
son demasiadas fotos, tendrás más de veinte. No necesitas tantas.
-Quise hacerme todas las que pudiera para poder
elegir después.- Se justificó la chica.-
Su
abuela asintió retomando la palabra para hacer una crítica más profesional.
-Procura no ponerlas en desorden, si hay fotos en
vertical, no coloques otra en horizontal, no se puede estar girando el Book.
Ahora, en cuanto a ti. Te veo muy rígida, estás poco natural.
-Es que estaba nerviosa.- Pudo replicar la aludida con un hilo de voz.-
Su
interlocutora pareció no escuchar esto último y añadió, con tono reflexivo.
-Tú tienes una cara muy fotogénica Maray y puedes
sacarle mucho partido, con un maquillaje adecuado.- La chica sintió una ligera
decepción que le iba aumentando según escuchaba las críticas de su abuela que
prosiguió. - Te has embadurnado mucho la cara y te brilla demasiado, las
posturas que pones tampoco son muy naturales y el vestuario no es del todo idóneo,
a ti no te va esa clase de ropa...
Su apurada oyente bajó la cabeza suspirando con
pesar. ¡Y eso que ella había quedado encantada cuando se vio!, pero estaba
claro que, a los ojos de una profesional como su abuela aquello debía de ser un
auténtico desastre. Al parecer no había nada que estuviera bien y musitó
apenada y visiblemente avergonzada. Casi le entraban ganas de llorar.
- O sea que no te gustan. Estoy muy mal ¿verdad
abuela?...
Esmeralda pasó un brazo por los hombros de su
desconsolada nieta, tampoco era cuestión de desanimar así a la pobre chiquilla.
Estaba claro que había hecho todo eso con una grandísima ilusión. Era para
estar orgullosa, desde luego. Todo lo
hubo de haber realizado a escondidas de sus padres, eso estaba claro, con mucho
esfuerzo y tesón. No obstante carecía de los conocimientos, los medios y de la
experiencia necesarios. Aunque para eso estaba ella allí. De modo que añadió
con un tono más confortador.
- Mira Maray, tú me pediste que fuese sincera, y yo
lo he sido. Te he juzgado exactamente igual que a cualquier chica que haya
entrevistado para ser modelo de mis diseños, no he sido ni más ni menos dura.
Pero, ¡esas chicas no eran mis nietas! Tú sí, y...- pensó un momento y preguntó
con interés. - ¿Alguien te ha ayudado para hacerte las fotos? Bueno, me refiero
a si has contado con alguna persona que te aconsejase en el vestuario,
maquillaje, etc.
- No, nadie - repuso Maray que le desveló. - Lo he sacado
todo de revistas de modas y de la Holo tele…viendo desfiles y programas del
canal de moda.
- Pues para ser la primera vez y hacerlo por tu
cuenta está bastante bien. Las fotos sí que tienen el tamaño reglamentado, creo
que son ocho por diez pulgadas. – Alabó su abuela.-
Su interlocutora asintió, aliviada de que al menos
había hecho algo bien. De hecho se había ocupado de comprobar todo eso antes de
ir a la sesión fotográfica.
- Aunque te falta el composite para presentarte. Y
las fotos tienen demasiado contraste. En ellas no se pueden apreciar bien la
piel, el tono muscular. Alguna en blanco y negro no vendría mal…
Y
cerrando el libro sobre sus rodillas, Esmeralda le dijo a su entristecida nieta
a modo de valoración final.
- En general como fotos están bien y se nota que la
fotógrafa es profesional, pero no de este tipo de instantáneas. Pese a que
tienes mucho mérito por haberlo hecho tú sola me temo que esto no vale para un
certamen y menos para uno de esta importancia, cariño...pero no te desanimes...
- Sí, claro, pero yo… no sé qué puedo hacer.-
Sollozó la muchacha realmente abatida.- Me he esforzado mucho para nada…
Su
abuela la abrazó con cariño y la pobre chica no pudo evitar romper a llorar,
sintiéndose totalmente alicaída al ver frustrado su gran sueño, apenas si pudo
preguntar entre balbuceos.
-¿Crees que no debo ni intentar presentarme,
verdad?...
Esmeralda negó con la cabeza y esbozando una
confortadora sonrisa, tras hacer que la niña la mirase a la cara, le rebatió en
tanto le enjugaba alguna que otra lágrima con un pañuelo.
- Cariño…no te lo tomes así. ¿Quién ha hablado de
que no debas presentarte? Sólo he dicho que ese book no me parece adecuado.
Pero eso se puede arreglar... ¿qué te has creído, tontina? Cuando empezaba, yo
misma tuve que hacerme muchos libros y la mayoría no me gustaban nada, repetí
bastantes también.
- Pero un book vale mucho dinero.- Objetó la
desanimada muchacha. - Las fotos antiguas son caras. Gasté todos mis ahorros y
no quiero pedirles nada a mis padres, ni siquiera por mi cumpleaños, porque iba
a darles una sorpresa, abuela.
- Si es por eso - repuso Esmeralda sin darle
importancia. – Tranquila, yo te lo pagaré.
-¿Lo dices de verdad? - Exclamó Maray muy contenta.
-
Su contertulia sonrió ampliamente y asintió.
- ¡Claro que sí!, eso no es problema y además me
encargaré de ayudarte. Déjame a mí y te sacaré lo mejor que tienes. Tus ojos, tu
pelo, ¡son preciosos!, eres una chica muy alta y esbelta. Eso hay que
aprovecharlo, en estas fotos sales encorvada.- Abrió el álbum y se las señaló
explicándole sobre las mismas imágenes. - ¿Lo ves? Una buena modelo debe estar
erguida, pero tampoco tiesa como un palo. Tú no andas por la calle como un robot,
ni tampoco con chepa, eso es lo primero...yo te enseñaré.- Declaró a modo de
clase magistral. – A posar… y a desfilar si hace falta. ¡Pero no como tu padre!
Nada de marcar el paso. - Se rio divertida por aquella ocurrencia y la
chiquilla la imitó.-
Y
tras aquel momento saludable de risas, ambas volvieron a lo que las ocupaba.
- Pero tenemos poco tiempo.- Objetó Maray que se
veía asaltada por un nuevo ímpetu de optimismo, que no deseaba liberar del
todo. Por ello preguntó entre preocupada e ilusionada a la vez. - ¿Podrás enseñarme
todo eso para las fotos?
- Las fotos son lo de menos, yo misma te acompañaré
a la sesión y te diré como debes ponerte...mira.- Esmeralda le explicó a su
interlocutora que escuchaba con muchísimo interés. - Tienes que hacerte fotos
en trajes de calle, en trajes de baño y trajes de noche. Eso es fundamental. Que
exista una variedad. Aquí no tienes fotos más que con vestidos de calle y sólo
una con bañador...y unas fotos de retrato, que son imprescindibles y tú no las
tienes.
- No tengo vestidos de noche, abuela,- se justificó
Maray, visiblemente apurada por aquello. - Todavía no estoy en la edad.
-¡Ay Dios mío!,- exclamó su contertulia levantándose
de la cama y elevando los brazos al cielo con teatral jovialidad. - Y pensar
que tu madre tenía todos los que pudiera querer a tu edad y me obligaba a
batallar con ella cada vez que le pedía que se probase alguno...
-¿Los tienes aún? - Inquirió Maray esperanzada,
aunque luego decayó - pero claro, estarán pasados de moda, a estas alturas.
- De eso nada, cariño - le rebatió Esmeralda con
seguridad. - Los vestidos de noche clásicos no pasan nunca de moda. Además,
aunque así fuera, eso es cíclico...y si yo digo que estén de moda otra vez lo
estarán. Soy la diseñadora más famosa de la Tierra así que por eso no te
preocupes. Tú eres algo más alta que tu madre, pero quizá eres algo más delgada
y tienes menos pecho. Bueno, eso incluso te favorece. – Concluyo fijándose
desde luego en ese detalle para sonrojo de su nieta. - Tranquila, te tomaré medidas y te arreglaré
los vestidos yo misma....
Maray abrazó muy feliz a su abuela y casi con ganas
de llorar, aunque esta vez de alegría, no se lo podía creer. Exclamó muy reconocida.
-¡Eres maravillosa! ¡Muchas gracias!
- Cariño.- Sonrió Esmeralda complacida y orgullosa
también. - Yo haría lo que fuera por ti, tenías que habérmelo dicho antes, pero
no te preocupes. Te aseguro que te ayudaré para que puedas presentarte. Aunque
no te garantizo nada, eso de ganar e incluso ser simplemente seleccionada, es
muy difícil. Pero si te empleas a fondo
y trabajas duro harás un buen papel, sé que lo harás y en eso de cantar, como
me has dicho antes, si tu madre te ha ayudado no habrá problema. Ahí sí que yo
no puedo hacer nada...
- Sí abuela, me enseñó algo cuando empecé, luego he
estado en clases de canto y de baile. Después de aprender con la tía Idina me
matriculé en una academia. Soy buena, me lo ha dicho la profesora...- declaró
Maray sonriente y bastante orgullosa de ello. –
Su
interlocutora le dedicó una escrutadora mirada a la chica y le pidió, casi con
el tono profesional que solía utilizar en las audiciones.
-A ver, Maray, levántate.
-¿Qué me levante?- Repitió la muchacha con
extrañeza.-
-Sí, venga.- Insistió su abuela, para indicarle.-
Quiero que camines de un lado a otro de la habitación.
La
joven se sentía aturdida, no había esperado aquello, pudo apenas musitar.
-Es que me da un poco de vergüenza.
-Pues entonces, olvídate de ser modelo.- Sentenció categóricamente
su abuela, para añadir, con un tono más condescendiente.- No tienes nada de qué
avergonzarte, y mucho menos estando aquí las dos solas.
Así
las cosas, la jovencita se levantó dejando patente una vez más la gran estatura
que tenía. Anduvo un poco hacia el fondo de su cuarto, pero lo hizo un poco
encorvada y con pasos cortos y rápidos. Parecía estar deseando que eso
terminase.
-¡No, no, no, no!.- Declaró Esmeralda moviendo
desaprobatoriamente la cabeza para comentar.- Parece que estuvieras escapándote
de un corral después de haber robado unas gallinas. Tienes que caminar como si
la pasarela te perteneciese, hijita.
-¿Y cómo hago
eso?- Balbució la muy azorada niña, mirando a su abuela con una mezcla de
culpabilidad y vergüenza.-
Tras carraspear un poco y aclararse
su garganta, la veterana diseñadora replicó con tono magistral.
-“Poseer la pasarela es en verdad saber cómo caminar
sobre ella, ¡de modo que trabaja en este sentido, niña! Da largos pasos y cruza
tus pies cuando lo hagas, colocando un pie justo delante del otro de manera que
tus caderas se balanceen de lado a lado. Mantén tus hombros atrás y los brazos
pegados a tu cuerpo. Tus brazos deberían balancearse sólo de codos hacia abajo;
estás caminando sobre la pasarela, no volando sobre ella.( http://www.ehowenespanol.com/consejos-desfilar-pasarelas-moda-info_34462/)
A ver, inténtalo otra vez. Y ahora con más tranquilidad. Mantén una cadencia
como esta para cada paso.
Y para
evidenciarle a su nieta qué ritmo debía llevar, Esmeralda chasqueó
periódicamente sus dedos indicándole.
-Cada chasquido es un paso.
La
apurada muchacha intentó concentrarse en eso, y en efecto, al seguir ese ritmo
su andar fue bastante más pausado, al tiempo, su abuela le ordenaba.
-La cabeza alta, no te inclines como si tuvieras chepa. Espalda,
cuerpo y cuello rectos. Mirada al frente, si has de inclinarte que sea hacia
atrás. Avanza con confianza. No estás intentando pasar a través de un campo de
minas.
La cría
pudo sonreír algo nerviosa y su abuela de inmediato le advirtió.
-No tienes porqué sonreír en exceso, estás desfilando, no
tratando de ser simpática. Eso déjalo para cuando tengas fama, carisma y
experiencia.
La azorada
jovencita cerró los labios como si se los hubiesen pegado con cemento.
Enseguida escuchó el consabido reproche de su abuela.
-Tampoco tienes que parecer un muñeco….relaja el gesto.
No estás en un concurso de muecas. Imagínate que estás en una clase aburrida de
matemáticas o algo que no te interese nada.
Maray se
esforzó por obedecer a todas y cada una de las indicaciones que su abuela le
daba. Tras hacerla deambular de un lado a otro de su habitación durante unos
minutos, Esmeralda pareció darse por satisfecha. La pobre cría no podía
creerlo. ¡Estaba sudando!, se sentía extenuada. Y eso que estuvo caminando sin
zapatos. ¡No quería ni imaginar que sucedería cuando se calzase algunos de
tacón! Así se lo dijo a su interlocutora.
-Es lo normal, estás tensa y nerviosa, y aunque no lo
parezca, esto desgasta mucho. Tienes que estar en forma.- Le explicó su
contertulia, que, finalmente, sonrió satisfecha para admitir.- Aunque teniendo
en cuenta que es la primera vez que alguien te dirige de un modo profesional, no
lo has hecho nada mal.
-¿De verdad?- Exclamó la alegre muchacha queriendo
saber esperanzada.- Crees que tendré alguna oportunidad.
-Pues claro que sí. -La animó su igualmente animada
abuela para preguntar a su vez.- ¿Sigues queriendo participar?
La
interpelada asintió con energía y visible contento. Su abuela hizo lo propio,
aunque de un modo más comedido y
suspiró, afirmando.
- Muy bien, entonces lo primero será decir que no
puedo ser jurado....pero, ¿qué les digo? - Comentó Esmeralda mesándose la
barbilla en actitud reflexiva según musitaba. - Si no queremos que tus padres
se enteren todavía de que tú te presentas. – Debió de ocurrírsele alguna cosa
pues añadió con renovados bríos. - Bueno, ya pensaré algo. ¡Déjame eso a mí! tú
sigue preparándote, pero no descuides tus estudios ¿eh?,- le advirtió a su nieta con un tono divertido. –
-¡Qué va! - le aseguró la chica. - He sacado muy buenas notas, tan
buenas que mi padre me prometió comprarme lo que quisiera...
- Eso está bien - asintió Esmeralda muy satisfecha.
- Pues nada Maray. El nuevo Book, el composite y las clases serán mi regalo de
cumpleaños. Me quedaré aquí, en un apartamento de Bios o mejor, compraré una
casita. Total, tu abuelo Diamante ya está jubilado y le da igual. Así estaremos
más cerca de vosotros y durante más tiempo. Como el plazo de inscripción dura
un mes y a ti te faltan tres semanas para poder apuntarte, tenemos tiempo para
hacerlo todo. Pero eso sí, recuerda informar a tus padres con tiempo suficiente.
Una cosa es sorprenderles y otra tomarles por sorpresa. Eres menor de edad y pese
a todo deben darte su consentimiento para participar.
La
chica asintió muy emocionada ¡Claro que lo haría! Les pediría permiso cuando
quedase poco, para dejarles atónitos y deslumbrados. Quería hacer todo eso que
le había dicho su abuela y que en su familia se sintieran muy orgullosos de
ella. En especial sus padres.
-¡Te quiero mucho abuela, no sé qué habría hecho sin
ti! - Dijo Maray alborozada. – Me has salvado…
-¡Para eso mismo estamos las abuelas, cariño! - rio
Esmeralda quien, percatándose de la colección de holo discos que su nieta
tenía, tomó uno en sus manos y leyó divertida.- Los mejores desfiles de Sonia
Calderón, Stephanie Kensington, Debra Azov y Mirna Lidle, entre otras. Vaya, no
tienes mal gusto. Son todas excelentes modelos. De hecho, las aprobé yo personalmente.
– Y sin que Maray fuera capaz de replicar, su abuela, retomando un tinte más
formal, agregó. -Bueno, debo hacer la rueda de prensa y a este paso voy a
llegar tarde. Hasta luego, cielo.
Besó a su nieta en la frente y salió del cuarto. Amatista
pasaba entonces por el salón. Llevaba unas toallas de baño limpias en las
manos, se disponía a guardarlas en un cajón cuando vio salir a su madre y le
preguntó curiosa.
- Mamá, ¿se puede saber de qué habéis estado hablando
ahí dentro Maray y tú? Os habéis pasado un buen rato. Papá ya casi pensaba que
te habías ido al hotel…
- ¡Oh!, de nada en particular hija, cosas entre una
abuela y su nieta.- Sonrió ésta para
despedirse. - Pero se me ha ido el santo al cielo, ¡Hacía tanto que no la veía
y está hecha toda una mujer! Ahora me tengo que ir, luego nos vemos.
Y Esmeralda salió a toda prisa para la reunión
quedando para después con Diamante que decidió irse al hotel para instalarse. Sin
embargo su nieto y su yerno le pidieron que se quedase a charlar un poco más.
El príncipe de Némesis aceptó encantado. Por su parte Amatista estaba algo
desconcertada por la extraña actitud de su madre, aunque le pareció verla muy
entusiasmada. Supuso que sería por lo que ella le había dicho. El haber estado
con Maray, a la que adoraba y veía en pocas ocasiones. Se alegró por ello y
encogiéndose de hombros susurró casi para sí con una media sonrisa.
- Bueno, vale, hasta luego mamá...
Su madre, efectivamente, iba feliz recorriendo el
camino de la avenida con el nombre de su sobrino, se acordaba mucho de él. Fue
un gran muchacho, travieso sí, siempre traía a la pobre Petz de cabeza. Pero
encantador y con un gran corazón. Esmeralda sufrió mucho cuando supo de su
pérdida. Sonrió con nostalgia y ternura al ver su imagen en la placa
holográfica que presidía su calle. Sin embargo, en esta ocasión sus recuerdos
volaron todavía más lejos. Pensaba en Maray y en el destello de ilusión y
entusiasmo que tenía en la mirada cuando le confesó todo aquello del book. La
veterana diseñadora se recordaba ahora a sí misma, cuando era una jovencita
apenas pocos años mayor que su nieta y fue contratada por la prestigiosa firma
Deveraux. Su dueña, la diseñadora Alexandra Annette Deveraux la tomó desde el
principio bajo su tutela. En un primer
momento las ahora princesas Urano y Neptuno y la reina madre de los saiyajin, Setsuna, la ayudaron
cuando le presentaron sus primeros bocetos a esa afamada diva de la moda.
Después, tras años de duro trabajo, Esmeralda destacó como modelo, pero aún más
como diseñadora. Sonreía recordando como el propio Ian, que en paz descanse, le
compraba sus colecciones. Y también le vino a la mente el momento en el que
Alexandra Deveraux la nombró su sucesora. Fue una tarde en la que ella estaba
visitando a la anciana en el hospital. La salud de la veterana modista estaba
ya muy deteriorada. Esmeralda entró en aquella lujosa habitación privada de
hospital y se sentó en una cómoda butaca, junto al lecho de la anciana. Madame
Deveraux permanecía con su camisón de la clínica aunque bien arreglada de
maquillaje y peluquería, y por supuesto, insistiendo en que debían hacerle la
manicura. Antes muerta que desaliñada, decía la anciana. Así se lo comentó a su
joven aprendiz.
-Hijita. Me alegra verte. –Le susurró con la voz ya
bastante apagada. –
-¿Cómo se encuentra, señora?- Le preguntó la
muchacha con patente cariño y respeto. –
-He tenido mejores días. – Replicó su interlocutora
para agregar con cierto tinte de reprobación. – Espero que no hayas dejado el
trabajo para venir a verme.
-Lo siento, sé que no se debe hacer, pero me he
saltado un pase - pudo disculparse la chica que sin embargo, afirmó con
rotundidad. – Es que quería verla.
La señora movió un poco la cabeza tratando de
aparentar contrariedad, pero enseguida sonrió. Tomando una de las manos de
Esmeralda entre las suyas para declarar con pretendido enfado.
-Si no fueras tú y yo no estuviera enferma te habría
echado una buena bronca y lo sabes. Lo primero es la obligación. Te lo he dicho
cientos de veces. Olvídate de todo lo que no sea la pasarela. Pero la verdad es
que me alegra que estés aquí, niña. Siempre he tenido debilidad por ti.
Su contertulia sonrió visiblemente contenta y algo
emocionada. Entonces Madame Deveraux fue al grano y le desveló dejándola
atónita e impactada.
-En mi testamento te nombro a ti mi sucesora. Tú
serás quien se ocupe de mantener el prestigio y el glamour de esta casa.
-¿Yo?- Exclamó Esmeralda sin podérselo creer e
incluso objetando. – Pero Monique y Marie son mucho más veteranas que yo… y
conocen mejor el mundillo…
Sin embargo la anciana cortó esa declaración negando
con la cabeza y sentenció.
-Ninguna de las dos tiene ni el talento ni la pasión
suficientes por esto. Tú sí tienes ambas cosas. Ellas solo buscarán el dinero.
Pero estoy segura de que tú, mi querida niña, buscarás el estilo y el saber
hacer las cosas a la manera Deveraux. Yo misma te he instruido. Sé que no me
fallarás.
Dejó de hablar dado que sufrió un repentino ataque
de tos. Una preocupada Esmeralda la ayudó a incorporarse y le acercó un vaso
con agua del que la enferma bebió apenas un sorbo para proseguir…
-Ninguna es ni la mitad de buena que tú. Y recuerda
que, el día de mañana, deberás buscar lo mismo en las chicas a las que elijas.
Que tengan talento, que tengan pasión, pero sobre todo, que amen este mundo.- Y
suspirando para tomar un poco de aire, Deveraux le preguntó cambiando de tema.
- ¿Qué tal está tu esposo el?…. ¿Qué cristal era?
-Diamante, señora – sonrió Esmeralda puesto que la
anciana solía hacerle siempre ese tipo de broma. – Muy bien, trabajando mucho.
-¿Y esa pequeña hijita tuya? - Quiso saber la mujer.
–
-Amatista está en la guardería ahora. Es una niña
muy alegre y está preciosa.- Declaró su madre con patente orgullo, para
disculparse. – Me habría gustado traerla, pero los niños, ya se sabe, alborotan
mucho…y en el hospital…
-Tu pequeña es encantadora. – Afirmó la señora
Deveraux que, con algo de humor, expresó de forma suave. – ¡Pero qué manía tenéis
con poneros nombres de piedras!… bueno, quizás un día cuando crezca, tu hijita
tome el relevo al frente de esta casa.
-Sería maravilloso, aunque eso tendrá que depender
de ella. – Repuso Esmeralda que tampoco deseaba engañar a su mentora. – No
quisiera obligarla si ese no fuera su deseo.
-Sí, claro. Como ya te he dicho tantas y tantas
veces, querida niña, ante todo, esto es vocación. - Convino ésta para aseverar
ahora más seria e incluso con cierto pesar. – Yo empecé a trabajar en esto
durante la guerra, siendo una chiquilla que hacía de correo de la resistencia.
Después puse mi primera tienda de modas y trabajé muy duro. Nunca me casé,
nunca tuve hijos. Quizás sea lo único de lo que pueda arrepentirme. Aunque si volviera
a vivir otra vez, posiblemente haría lo mismo. Soy incorregible en eso. No creo
que hubiese sido capaz de apartarme ni tan siquiera un poco de mi pasión por la
moda. Pero tú, tú tienes una niña estupenda y un magnifico marido. ¡Cuídalos
bien! Esmeralda, ma chère, el trabajo es muy importante pero aún lo es más tu
familia. No dejes que se repita en ti lo que a mí me ocurrió.
-Sí señora.- Asintió su joven interlocutora
asegurando con emotivo tono – le prometo que no la defraudaré.
-Nunca lo hiciste querida, no veo porqué ibas a
comenzar ahora - le sonrió débilmente la mujer que parecía estar muy fatigada,
y así lo expresó. – Anda, deja ya de escuchar los lamentos de una vieja tonta y
vuelve al trabajo. Hasta que no me dejen salir de aquí tienes mucho que hacer…
– remachó en tanto pasaba una de sus temblorosas manos por la mejilla de la
chica. – Y tienes que hacerlo muy bien, ahora más que nunca. La gente debe
empezar a asociar el estilo Deveraux contigo.
La joven sostuvo esa frágil mano con las suyas,
apoyada en su mejilla derecha. Alguna lágrima le caía pero se esforzó por que
la anciana no se percatase. Después, dejando la mano de la enferma sobre la
cama se levantó, y tras darle un beso en la frente se despidió con tono suave y
agradecido.
-Que descanse Madame Deveraux. Muchas gracias por
todo. No se preocupe, siempre seguiré sus consejos.
-Sé que lo harás, mi querida niña. Sé que lo harás…en
ti confío. - Susurró la anciana tratando de reposar.-
Y aquella fue su despedida definitiva. Esmeralda
volvió al trabajo y a los dos días le comunicaron desde el hospital el
fallecimiento de la anciana. Lloró mucho su pérdida pero fue fiel a su palabra
y se las arregló para desfilar e incluso sonreír a los medios de comunicación ese
mismo día. Sabía que, desde su nueva pasarela en la Eternidad, la señora
Deveraux asentiría con aprobación. Y es que para ella fue una mentora y casi
una madre. Al poco, tras el entierro de su mentora, vivió una aventura,
acompañada de las guerreras Urano, Neptuno y Plutón, que le hizo comprender
muchas cosas.
-Jamás supe a ciencia cierta lo que Madame Deveraux
vio en mí. Al menos hasta ese momento, cuando vivimos aquello a su lado, en
esos años de su juventud. – Rememoraba con una mezcla de nostalgia y ternura.-
Después tuvo que hacerse cargo de todo, y por qué no
recordarlo, tras una dura pugna legal con Monique, que se consideraba la auténtica
heredera, hacerse también con las riendas del negocio. Finalmente ganó la
batalla y mantuvo el prestigio y el glamour de la Casa Deveraux casi durante
los últimos cincuenta años en abierta competición contra su más acérrimo rival,
Goldpier y después frente a sus herederos. Ahora que se percataba de su propio
estado se juzgaba muy parecida a su antigua maestra y protectora. Su pelo ya
había encanecido, aunque ella a veces se tiñese. Su cutis tenía esas arrugas
que las cremas trataban de paliar cada vez con menor éxito y su piel desde luego
había perdido firmeza. Con todo se mantenía atractiva para su edad. Era lo que
ella misma describía como una madurita de muy buen ver. Su esposo, por supuesto
había envejecido también, ya no quedaba nada de aquella media melena que tenía
en su juventud. El pelo de Diamante eso sí, continuaba siendo blanco, aunque
ahora estaba bastante corto y lucía una barba algo grisácea, con las consabidas
arrugas en la cara. De todas formas Esmeralda seguía creyendo que su príncipe era
el hombre más atractivo del mundo. Ahora ella estaba quizás ante la gran
oportunidad de cumplir ese sueño de transmitir su legado a alguien de su propia
sangre. Así pensaba cuando en un momento dado se detuvo en medio del paseo y
miró al cielo suspirando.
-¡Ay, Madame Deveraux!, cuanto echo de menos sus sabios
consejos. Espero ser para mi nieta una mentora tan capaz como usted lo fue para
mí…
Y ya sin más concesiones a la nostalgia se aprestó a
acudir a su rueda de prensa…
Mientras
tanto, en casa de los Malden, Leval y Asthel charlaban con Diamante.
-Vaya, la abuela Esmeralda tenía prisa.- Comentó el
chico.-
-Sí.- Convino su padre.- Me parece que tenía que
atender a los medios de comunicación, según creo por lo de ese certamen.
-Pues no sé. - Declaró Diamante mesándose la perilla
para afirmar.- Pero la conozco muy bien y tenía esa expresión suya y esa mirada
que acostumbra a poner cuando está tramando algo.
Sus contertulios no dijeron nada. Realmente no
tenían ni idea de eso. Al poco tiempo llamaron a la puerta. Eran Roy y Beruche
que también habían viajado a Bios a ver a la familia. Quisieron acudir sabiendo
que sus consuegros iban a estar también allí. Tras los saludos y puestas al día
mantuvieron una animada conversación. Su abuelo paterno, con manifiesto
interés, le preguntaba a Asthel por el partido que su equipo iba a disputar a
la vez que aseguraba.
- Así que os
jugáis el pase a la final pasado mañana. ¡Seguro que ganaréis!, contigo
sobre la cancha estoy convencido de ello.
- Nuestros contrarios son muy buenos, no podemos
confiarnos, abuelo - le advirtió el chico. -
- Eso es verdad,- convino Roy asintiendo con
aprobación. - Nunca menosprecies al rival, pero tampoco te creas inferior a él.
Y dime.- Añadió el veterano entrenador queriendo saber. -¿En qué puesto estás
jugando?
- Ahora de "cuatro”, sólo hay un chico más alto
que yo en el equipo, él mide "dos siete" y juega de “pivot”. Yo mido
"dos, dos "y los demás no llegan a los dos metros...
- Vaya, ¿y tus contrarios son muy altos? - Inquirió
Roy con interés profesional. -
- Tienen tres torres de "dos metros cinco"
o más y son bastante fuertes - respondió Asthel que comentó no sin inquietud. -
Será difícil jugarles por dentro...
- Ya veo, ya,...bueno, tú tienes buen tiro y seguro
que eres más rápido que ellos. Juégales de alero y entra mucho a canasta, no te
pararán. Para hacerlo tendrían que cometer muchas faltas, y sobre todo, sácales
de sus posiciones interiores, tira de lejos. - Le aconsejó Roy. – Abre el campo
para el rebote.
- Pero Jack me dice que entre con cuidado y juegue
bajo tablero.- Objetó Asthel algo confuso. -
-¡Me importa un bledo lo que diga ese viejo
chiflado! - Repuso su abuelo despreocupadamente para afirmar de modo
categórico. - Contra tipos más altos y fuertes no se puede jugar abiertamente
bajo el aro porque te comerás gorros sin parar...es muy complicado ganarles la
posición.
Bertie hasta entonces callada, terció ahora
contradiciendo a su esposo.
- Cariño, si su entrenador le dice que juegue así,
sabrá por qué lo dice, déjale...
-¡Venga ya! - Exclamó Roy que hizo un aspaviento de
rechazo a esa idea con las manos. - Conozco de sobra a Jack. Él en sus tiempos
jugaba de alero alto, entraba mal y de lejos tiraba peor. Así que siempre se
estaba pegando por dentro, se creé que todo el mundo tiene que hacer lo mismo…
-¡Desde luego, cuando hablas de baloncesto no hay
quien te aguante! - Le reprochó Beruche molesta por aquel tono tan exaltado. – Estás
hecho un viejo cascarrabias…
- Pero cubito – dijo su marido de un modo más
conciliador. - He sido profesional, tanto de
jugador como de entrenador. He visto jugar a miles de chicos y sé como
juega mi nieto. Que esté de "cuatro" por necesidades del equipo vale,
pero te aseguro que debe hacer lo que le he dicho. Él es versátil, si deja que
le limiten de esa forma su equipo no tendrá nada que hacer.
Asthel sonrió contento de las palabras de su abuelo
y le aseguró.
- De acuerdo, lo procuraré.
- Así me gusta,- sonrió Roy palmeando la espalda del
muchacho, luego se alejó para charlar con Diamante y Leval, exclamando con
regocijo. - ¡Eh principito! ¿Te has traído algún buen vino para mojar la cena,
so tacaño?
Beruche
sonrió moviendo la cabeza dejando a su esposo y a su consuegro a su aire y se
acercó a su nieto acariciándole el rostro con cariño. El muchacho se había
dejado una media melena que le caía por los hombros, a Bertie le asemejaba al
Asthel de su otra vida, o sea a Roy, en aquellos destellos que aun recordaba.
Como si leyera su pensamiento, el chico le dijo a su abuela.
-¿Me parezco a él, verdad?
- Sí hijo.- Admitió Bertie aseverando con voz suave.
- Eres su vivo retrato, aunque casi no me acuerde ya de esos tiempos tan
lejanos...
- Yo os he visto a veces, en mis sueños - le confesó
Asthel. -
-¿Y qué has visto, cariño? - le preguntó ella con
tono y mirada nostálgica. -
El interpelado le respondió con una voz muy dulce
mientras acariciaba la barbilla de su abuela.
- Vi a un joven príncipe. Era un chico apuesto y
vestido con ropajes llenos de luz y a una princesa, bella, muy bella, con
vestidos blancos como la nieve, de cabellos casi albinos y ojos azules como el
cielo. Le miraba con mucho amor y le despedía desde una alta torre plateada. La
señora del invierno, Lorein, princesa de una antigua y mágica raza, una de las
protectoras de la Tierra.
Y lo
narró como si lo estuviera observando en
ese mismo instante y mientras hablaba su abuela recordaba también y le brotaban
lágrimas de melancolía y felicidad. Tras ellos, por la ventana, se podía
contemplar la bella y estrellada noche de Bios, con los cometas cruzando el
cielo como si los astros quieran participar de igual modo en esos recuerdos. Después,
Beruche hizo una seña al muchacho para que se agachara y le besó en una
mejilla. Para susurrarle.
-Tu abuelo aunque no lo parezca es muy sentimental.
Todavía echa muchísimo de menos a su amigo Tom. Sin embargo, cuando está
contigo, con Brian o con Maray, le noto rejuvenecer. Es feliz de poder
compartir sus recuerdos y sus experiencias con vosotros.
-Sí, todos le queremos muchísimo. – Afirmó el
joven.- ¿Y tú, abuela? ¿Cómo te sientes?- Quiso saber el muchacho observándola
con afecto. –
- Me sucede lo mismo que a tu abuelo. Me siento
feliz de estar a vuestro lado. Disfrutar con mis queridos nietos. También
extraño mucho a Tommy, y a mis hermanas. Sobre todo a Cooan.
- Pues creo que iba a venir a pasar una temporada
aquí, en Bios – le comentó Asthel. –
Eso
hizo sonreír a su abuela. Bertie entonces declaró.
-Junto a su hija y sus nietos estará feliz. Espero
verla antes de regresar a la Tierra. Ahora estoy encantada de pasar unos días con todos vosotros, cariño.
- Lo mismo digo. Maray y yo os queremos mucho.- Le
respondió el chico.- Y sabemos lo mucho que os debemos a todos. No queremos
decepcionaros…
Asthel
en efecto conocía perfectamente todas las luchas, sacrificios y los momentos
tanto buenos como malos que sus abuelos y el resto de los de esa generación
habían vivido. De cómo se esforzaron siempre por crear unas familias felices y
educaron con todo el amor que pudieron a sus hijos. Los padres de esa tercera
generación de la que él fue pionero. Y así todo ello había llevado a él y a su
hermana y a otros muchos que compartirían su destino… en eso que Bertie le sacó
de aquella reflexión tras suspirar en tanto le pedía no sin melancolía en su
tono.
- ¡Ay! Hijo mío. Vosotros jamás nos decepcionaréis.
Pero recuerda siempre esto. No sé qué estarás destinado a hacer pero, pase lo
que pase, nunca nos olvides.
-Nunca podría hacerlo, abuela. - Le aseguró él,
declarando con patente afecto. – Sois lo más importante para mí.
Bertie asintió y se quedó mirando por la ventana,
quizás perdida en sus recuerdos de juventud. Asthel, tras darle un sentido beso
en la mejilla, decidió dejarla a solas con sus pensamientos, se alejó en
dirección a su padre y abuelo.
-Gracias por todo, abuela Bertie, abuela Esmeralda.
Abuelos Roy y Diamante. - Pensó el joven con una sonrisa.- Haré todo lo que
esté en mi mano por ser digno de todos vosotros y los que estuvieron a vuestro
lado.
Esmeralda
por su parte, llegó a salón de congresos y no tardó en citar a los periodistas.
Cuando anunció que declinaba la oferta para ser jurado y le preguntaron la razón,
sencillamente respondió con una sonrisa y dijo:
- Bueno, mi opinión podría influir quizá en demasía.
Considero que deben juzgar las personas de Bios y los expertos de la Tierra. Es
hora de que los jóvenes tomen el relevo. Me gustaría ver el certamen y
disfrutarlo sin tener la responsabilidad de decidir. Agradezco la cortesía de
la organización y les pido disculpas. A cambio estoy dispuesta a ceder modelos
de mi colección para los pases de forma totalmente gratuita y a patrocinar parte del certamen. Como apoyo de
la casa Deveraux a las jóvenes promesas de este bello planeta. Y lo que es más.
Instituiré algunos premios para ayudar a estas jóvenes promesas de la pasarela.
Todo
el mundo reaccionó con estupor y los organizadores, por supuesto, quedaron muy
complacidos. ¡Esto era mejor de lo que ellos esperaban! Esmeralda era una
cotizadísima diseñadora, las mejores modelos terrestres lucían sus trajes. Esto
sin duda daría al título de señorita Bios un gran caché. Los asistentes a esa
conferencia aplaudieron y la veterana diseñadora sonrió satisfecha, había
conseguido dos cosas importantes. No ofender a sus anfitriones y dejar el campo
libre a su nieta sin que nadie pudiera relacionarla con ella. Así, terminó la
rueda de prensa pensando que, de esa manera, Maray podría participar y que
nadie la acusaría de jugar con ventaja por llevar sus modelos. Pero su nieta
llevaría los mejores, los que Esmeralda hiciera para Amatista con todo su
cariño hacía ya tantos años.
-Sí, tenemos mucho trabajo que hacer.- Se sonreía la
veterana diseñadora en cuanto terminó esa rueda de prensa y se marchaba a su
hotel.- ¡Manos a la obra!
Asthel
por su parte charló algo más con su padre y sus abuelos. Estos le animaron para
el partido y después de despedirse de toda la familia se fueron. Diamante había
quedado con Esmeralda en la habitación que habían alquilado y Roy y Beruche se
marcharon a su hotel, preferían estar a solas y charlar de los viejos, viejos
tiempos. En el piso en donde se
hospedaban, Esmeralda le contó a su marido lo que había hablado con su nieta y
su esposo también sonrió lleno de orgullo y nostalgia al escucharla.
- ¡Si la hubieras visto, Diamante! - Decía ella con
emoción. - Era como si me estuviera viendo a mí misma cuando empezaba. Con
todos los sueños y las esperanzas que tenía en el futuro.
-Ya sabía yo que tramabas algo en cuanto te vi
marchar.- Afirmó él no sin regocijo.- Después de tantos años juntos te conozco
bien.
-Me hace muchísima ilusión poder ayudarla a realizar
sus anhelos.- Replicó su entusiasmada esposa.-
- Igual que nuestra hija cuando quería ser cantante,
¡sólo que entonces tú no te lo tomaste tan bien! - Comentó su marido de forma
jovial pero al tiempo reprobatorio. -
- Es cierto, no te lo puedo negar, pero cuando una
se hace mayor... Sabes, quizás sea que me ha llegado al corazón. A decir
verdad, siempre quise que Amatista hubiera seguido mis pasos. He recordado hoy
las últimas palabras que me dijo Madame Deveraux. ¡Cuántas veces soñé que mi hija
tomaría el testigo! y que me pediría consejo a mí para que la ayudase y nunca
lo conseguí. Ahora es Maray la que desea hacer carrera en este mundo tan difícil.-
Suspiró Esmeralda que cambió de tercio para evitar llenarse de melancolía y
dijo más despreocupadamente. - La niña lo hará muy bien, estoy segura.
Cualidades tiene para ello. Y conste que no lo digo solamente porque sea mi
nieta.
Diamante
convino en ello con un asentimiento de cabeza y feliz del semblante tan alegre
que veía en su esposa. Roy por su parte, también se sentía muy contento y no
dejaba de hablar de Asthel con su mujer.
-¡Ya verás, cubito! Nuestro nieto les va a demostrar
como juegan los Malden. Él solo podría ganar el partido y si se deja aconsejar
por mí, su equipo no tendrá rival…
Beruche quiso poner gesto serio, pero no pudo evitar
sonreír y afirmar incluso divertida.
- ¡Hay que ver cómo eres! ¡Te hace más ilusión a ti
que a él!
No obstante su esposo asintió y dejó las bromas
durante un momento para admitir con voz más queda.
- Será que, cuando uno se hace viejo quisiera volver
otra vez a ser niño. Recuperar esas mismas ilusiones que tenía cuando era
joven. Y ya que yo no puedo dar marcha atrás en el tiempo, al menos me gustaría
que mi nieto viera cumplido su sueño y el mío, de volver a pasear el apellido
Malden por las canchas. ¡Ojalá estuviera Brian también! ¡Qué pareja harían los dos! - Afirmó ahora
con renovado entusiasmo para teñir su tono otra vez con tristeza y melancolía
al recordar. – ¡Y cuanto me acuerdo de Tommy y de todas las cosas que hacíamos
juntos! Él ya no está…y cuando pienso en eso aún no puedo creerlo.
-Él vivió una vida estupenda, tuvo muchos amigos y
fue feliz con el amor de su familia. Y nosotros también lo hemos sido, en los
buenos y en los malos momentos. – Replicó su esposa que le informó de un modo
más jovial. - ¿Sabes? Asthel me ha dicho que mi hermana Cooan vendrá a pasar un
tiempo aquí. Hasta podremos verla si nos quedamos un poco más.
- Sí- asintió Roy. – Con Connie aquí, será como en
los viejos tiempos. Ahora, al menos, tanto ella como nosotros tenemos a
nuestros hijos y nietos a nuestro lado. Estoy seguro, cubito, de que Asthel,
Maray, Brian y los de su generación, están destinados a hacer grandes cosas. A
realizar todos los sueños que nos pudieran quedar pendientes a nosotros o a sus
padres.
Beruche le miró con profundo afecto y asintió
despacio. Era verdad, ¡habían pasado tantas cosas los dos juntos! Comprendía
bien a su esposo y en el fondo, deseaba que pudiera ver aquellos deseos convertidos
en realidad. ¿Quién sabe? ¡A lo mejor Asthel o Brian podrían convertirse en las
nuevas figuras del básquet interplanetario! Es más, antes de venirse a Bios ella
misma había charlado un poco con su otro nieto y por lo que éste le contó, ese
sueño de verles jugar juntos podría hacerse realidad no tardando mucho. De
momento, por si acaso no era así, le había prometido a Brian no decir nada. Sobre
todo a su abuelo, para luego no desilusionarlo. Pero Bertie no ignoraba que su
marido pensaba en otras muchas cosas, sus expectativas con aquellos dos
excepcionales muchachos iban mucho más allá. De igual modo que sus propios
hijos tomaron el relevo de ellos, sus nietos lo harían de estos tarde o
temprano. A ellos dos, que habían cumplido con creces sus respectivas misiones
en este mundo, sólo les restaba tratar de disfrutar lo máximo posible de sus
descendientes y de los logros que estos consiguieran, haciendo cuanto estuviera
en sus manos por orientarles y ayudarles en lo posible con su larga experiencia
de tantos años. Al menos durante el tiempo que todavía les quedara.
-Así es, amor mío.- Pensaba ella con ternura al
observar el semblante ilusionado de su esposo.- Hemos vivido tantas y tantas
cosas, aventuras y momentos irrepetibles…Y espero que todavía nos queden muchos
buenos de ellos por vivir.
-¿Te acuerdas de esta canción?- Le sonrió su esposo,
sacándola de aquellas reflexiones tras poner algo en una tablet y abrazarla por
detrás con afecto.-
A veces tengo la sensación
De que estoy de vuelta en los viejos días
Hace tanto tiempo
Cuando éramos unos críos, cuando éramos jóvenes
Las cosas parecían tan perfectas
Lo sabes
Los días eran interminables
Estábamos locos
Éramos jóvenes
El sol siempre brillaba
Vivíamos solo para divertirnos
Algunas veces parece que últimamente
Simplemente no lo sé
El resto de mi vida solo ha sido, solo un
espectáculo
Esos fueron los días de nuestras vidas
Las cosas malas en la vida fueron muy pocas
Esos días se fueron todos ahora
Pero hay una cosa que es verdad
Cuando te miro y me doy cuenta
De que todavía te quiero
No puedes dar atrasar el reloj
No puedes retroceder la marea
¿No es una pena?
Me gustaría ir para atrás una sola vez
En una montaña rusa
Cuando la vida era solo un juego
No tiene sentido sentarse y pensar en lo que hiciste
Cuando puedes tumbarte y disfrutar a través de tus
niños
Algunas veces parece que últimamente
Simplemente no lo sé
Mejor sentarse hacia atrás e ir con la corriente
Esos fueron los días de nuestras vidas
Que han fluido en la rapidez del tiempo
Esos días se fueron todos ahora
Pero hay una cosa que permanece
Cuando te miro y no veo cambio
Esos fueron los días de nuestras vidas
Las cosas malas en la vida fueron muy pocas
Esos días se fueron todos ahora
Pero hay una cosa que es verdad
Cuando te miro y me doy cuenta
De que todavía te quiero
De que todavía te quiero
(These
are the days of our lives, QUEEN. Crédito al autor)
Y fiel a su costumbre él cantó
acompañando la canción. Bertie se sonrió entre algo emocionada y divertida. Su
marido tenía a veces esas cosas, esos pequeños detalles que en el fondo la
encantaban.
-Siempre serás el
mismo chiquillo travieso, Roy Malden. – Sonrió cariñosamente su mujer,
añadiendo con dulzura.- Nunca podré hacer carrera de ti… ¿Y sabes una
cosa? Me alegro de que sea así…
-Sí cubito.-
Repuso él con otra sonrisa algo teñida de melancolía.- Y tal como dice la
canción, siempre serás esa hermosa jovencita a mis ojos. El maestro Freddie tenía toda la razón.
Entonces en el Rincón no llegaba a comprenderle cuando me hablaba de esta
canción. Ahora sí lo hago. Es el tiempo que se va irremisiblemente…pero, pese a
ello, podemos seguir disfrutando a través de nuestros hijos y nietos.
-Es verdad. Y así
debe ser.- Convino Bertie.- Y dándole la
mano, ella remachó sintiendo ya el cansancio de ese ajetreado día. - Anda, será
mejor que nos vayamos a dormir…
Su
marido asintió. Había sido una larga jornada y deseaba descansar sobre todo con
miras al partido del día siguiente. Por su parte, sin imaginar los pensamientos que embargaban a sus
abuelos, Maray y Asthel se durmieron muy contentos centrados en sus respectivas
aspiraciones. Leval y Amatista, más ignorantes aun de todo, hicieron lo propio
no tardando mucho. A la mañana siguiente y ya de vacaciones. Asthel debía de
entrenar para preparar el partido. Se marchó enseguida hacia la cancha para
reunirse con sus compañeros. Entre tanto su hermana salió a buscar a su abuela Esmeralda.
Juntas iban a ir para hacer la sesión fotográfica. Maray llamó a su amigo y éste
le dijo que no habría problemas. Su madre tenía la mañana libre. Esmeralda se
pertrechó de todo lo necesario y cuando su nieta llegó a su hotel las dos se pusieron en camino. Al llegar
a casa de la fotógrafa ésta no pudo ocultar su sorpresa. Conocía de sobra quién
era su ilustre visitante.
-Pero. ¡Usted es!- Fue apenas capaz de susurrar en
cuanto abrió la puerta.-
Ese rostro le era inconfundible. Sobre todo siendo
una profesional de la fotografía y la imagen. ¡La auténtica gurú de la moda y
del estilo en los últimos cuarenta años, estaba ahí, justo en la puerta de su
casa!. Aunque la recién llegada se limitó a sonreír sin darse importancia y se
presentó muy amablemente.
- Encantada de conocerla señora, soy Esmeralda
Lassart Deveraux. Y espero que entre usted y yo haremos con mi nieta un
magnífico trabajo...
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