martes, 8 de marzo de 2011

GWT 32.184. El partido decisivo


Esmeralda sonrió divertida ante el estupor de la fotógrafa. Lo primero que hizo después fue decir con mucha amabilidad.



- Perdóneme por  irrumpir en su casa de esta forma. Como ya le he dicho soy la abuela de Maray.

- Sí, ya lo sé. Señora Deveraux. - Pudo replicar aquella mujer casi con balbuceos para presentarse a su vez. - Me llamo Hatty Reims y soy una gran admiradora suya. Le hice las fotos a su nieta.

- Me las enseñó y son muy buenas. Es usted una magnífica profesional. – Alabó Esmeralda que, no obstante agregó. - Pero la niña es inexperta como habrá podido comprobar. Le mueve la ilusión pero aun no tiene la suficiente formación. Debe hacerse un “book” y un “composite” como Dios manda para las pruebas de preselección y yo la ayudaré. Por eso estamos aquí. ¿Podría hacerle usted unas nuevas fotos? - Inquirió para añadir de inmediato con determinación. - Le pagaré lo que haga falta.

-¡No, por Dios! - Se apresuró a replicar Hatty añadiendo visiblemente entusiasmada por esa oportunidad. - Siendo para usted no le costará nada.



            Aunque la veterana diseñadora lo agradeció con una sonrisa, negó con la cabeza y rebatió.



- No deseo tener un trato especial ni para mí, ni para mi nieta. Debe aprender a ganarse la consecución de sus propios anhelos y metas con esfuerzo. Además, hay muchas chiquillas igual de ilusionadas que ella que sí deberán ahorrar mucho para poderse permitir unas fotos a la antigua. Y, por supuesto, usted tiene que ganarse la vida. Le pagaré, y además, en agradecimiento por su generosidad al cobrarle tan poco a Maray en su otra sesión, estaré encantada de regalarle alguno de los vestidos de mi última colección y de recomendarla para cualquier reportaje fotográfico que mi casa de modas tenga que hacer en Bios.



            La mujer no sabía que decir, estaba muda de asombro y apenas pudo responder.



-Estaré muy honrada, muchas gracias señora Deveraux. ¡Le aseguro que no se arrepentirá de confiar en mí!

- Bueno, hace tiempo que soy la señora Lassart, pero no importa. – Sonrió divertida, matizando.- Deveraux sigue siendo mi nombre artístico.

-¡Oh!, lo siento…- Pudo decir aquella mujer de forma algo apurada.- No quería ofenderla.



Esmeralda sonrió de nuevo, sabiendo que, para la mayor parte de la gente, sobre todo la del mundillo de la moda, el apellido que era conocido era el de la casa que dirigía. El que ella misma adoptó al empezar su carrera antes de casarse con Diamante. De manera que, sin darle a aquello más importancia, agregó.



 - No se preocupe, no pasa nada. Y de su capacidad estoy segura, veo que mi nieta tiene ojo para elegir fotógrafos, eso es muy importante para una futura modelo. - Esas palabras hicieron que Maray sonriese algo avergonzada pero al tiempo muy satisfecha. No obstante, su abuela cambió de tono arengando con otro más jovial. - ¡Pues venga!, ¡vamos a trabajar!



Hatty asintió y como un resorte salió disparada a montar su equipo. Entre tanto Esmeralda le daba los últimos consejos y retoques a su nieta en el maquillaje. Maray portaba una maleta en la que llevaba los vestidos y los trajes de baño que iba a ponerse. Y otra bolsa de viaje con los zapatos. Su abuela le indicó que primero harían las fotos de traje de baño y la muchacha se metió en un cuarto contiguo para cambiarse. Entonces llegó Peter, su amigo del colegio. El chico saludó a esa señora y a su madre que había montado el equipo en medio del salón, cosa que le extrañó. No solía hacerlo salvo para ocasiones muy especiales, de modo que esa mujer mayor que estaba ahí sentada en una de las sillas debía ser alguien muy  importante. Pero cuando realmente quedó asombrado fue al ver salir a su compañera de estudios luciendo un bikini azul celeste con motivos de color dorado, soltó entonces un involuntario “guau” que hizo sonreír tanto a su madre como a Esmeralda.



- ¿Estoy guapa? - Le preguntó Maray con una media sonrisa vergonzosa. -

- ¡Estás increíble! ¡Pareces mayor y estás preciosa! - Exclamó Peter que jamás la había visto de esa manera. -



 A decir verdad, habían estado algunas veces en la piscina, él la conocía desde hacía unos tres años  pero en ese tiempo la muchacha se había desarrollado sensiblemente y a él mismo le interesaban bastante más las chicas que en años anteriores. Además, ¡ahora estaba guapísima!, muy bien arreglada con ese maquillaje y peinado de media melena, y sobre todo, luciendo un auténtico cuerpazo con ese bañador.



- Eso es lo que yo llamo una opinión cualificada. - Sonrió la diseñadora visiblemente divertida añadiendo. - Espera a verla en traje de noche, aunque para eso tendrás que aguardar a que se cambie.



            El chico asintió mirando embobado a Maray que se ponía colorada por momentos. Peter desde luego que esperaría lo que hiciera falta. No tenía nada mejor que hacer. En fin, ¡ni aunque lo tuviera! Esmeralda aprovechó para decirle a su nieta combinando la determinación con un tinte distendido.



- Esto te vendrá bien. Tendrás que acostumbrarte a que te mire mucha gente y cada persona va a reaccionar de un modo distinto. La mayoría de ellos no son profesionales y harán como tu amigo, otros incluso llegarán más lejos. Pero tú sí que debes comportarte como una profesional y no evidenciar reacciones que se salgan de tu cometido. En otras palabras, pase lo que pase, para ti sólo existe la pasarela y tu actuación sobre la misma. ¿Comprendido?

- Sí, abuela. - Afirmó ella tratando de centrarse solamente en la sesión. – Sólo la pasarela.



Su instructora asintió satisfecha y de este modo empezaron, no sin que Hatty, pese a todo, le pidiera a su hijo que, por favor, se abstuviera de hacer o decir nada que pudiera poner nerviosa a Maray. La chica fue ejecutando las poses y posturas que su abuela le indicaba.



-Mantente erguida. - Ordenaba Esmeralda como en sus mejores días de coordinadora de modelos. – Ahora gira y ponte de medio lado. Muestra perfil derecho. Muy bien. Esa pose…mantenla ahí…mírame ahora…eso es…



Tras unas cuantas instantáneas, y que Esmeralda comprobase los resultados por la cámara de Hatty, la diseñadora asintió dando el visto bueno.



-Muy bien, vale con estas. Ahora tocan las de vestido de noche.- Le indicó a su nieta.-



 La chica tuvo que ir y venir para cambiarse. Tras el traje de baño, efectivamente se puso un vestido de noche de color azul con zapatos a juego, con los que estaba realmente elegante. Aunque los zapatos no eran suyos. ¡Menos mal que pudo tomarlos prestados de los que tenía su madre! La muchacha apenas pudo calzárselos en tanto se quejaba.



-Me están algo pequeños.

-¿Pequeños, cariño? – Repuso la sorprendida Esmeralda quien, sin embargo, enseguida se percató de lo que pasaba al añadir.- Claro, esos son de tu madre.-

-Es que ninguno de los míos conjuntaban.- Se excusó la pobre chica.- Quise llevarme estos por si acaso me valían.

 -¡Madre mía! – Suspiró su abuela comentando en tanto apuntaba algo en su teléfono.- Lo hablamos en casa pero esto sí que no lo habíamos previsto. Pensé que traerías zapatos tuyos, hija.  Bueno, trataré de que me envíen algunos pares de tu número.





            Maray se sonrojó evidentemente ahora. Sobre todo cuando su compañero la miró atónito.



-¡Jolín!, si calzas un número más que yo.- Declaró impresionado.-



La pobre muchacha enrojeció de vergüenza. Ya sabía de sobra que tenía unos pies enormes para ser chica. Aunque al menos estaban a tono con su estatura. Por fortuna, su abuela intervino con despreocupación.



-No te preocupes, no es para tanto, cielo. Eso es fácil de solucionar, pero ahora tendrás que sufrir un poco.



 La aludida asintió. Soportaría eso sin problemas. Entre tanto Peter apenas podía dejar de observarla algo apartado, con ojos como platos. Tanto su madre como la propia Esmeralda se percataban de ello y se sonreían. Buena señal, pensaba la experta modelo y diseñadora. Desde luego Maray no dejaría indiferente al publico, eso era lo peor que le podría pasar. Aunque, claro, un comité de adultos no iba a ser igual de exigente que un impresionable crío de quince años. Pero al menos era un punto de partida que ayudaría a que su nieta fuese perdiendo la timidez.



-Vamos. - Le indicaba su abuela una y otra vez.- Mira a la cámara, ahora sujétate el pelo. Muy bien, ahora gírate un poco. Recuerda, únicamente existe la cámara. Igual que, cuando desfiles, solamente existirá la pasarela…



La jovencita ejecutaba las poses que su abuela le iba indicando lo mejor que podía. Y al terminar la maratoniana sesión estaba extenuada. Aun así inquirió con ansiedad.



-¡Señora Reims!, ¿cuándo estarán las fotos?

- Pásate mañana mismo y las tendré. - Le aseguró Hatty que añadió con afabilidad. - No te preocupes, con esta técnica antigua saldrán perfectas.

- Lo que no comprendo es el porqué se sigue usando esta técnica existiendo las holofotos o el grabado en tres dimensiones con vídeo.  – Preguntó la muchacha. -

- Cariño, es por tradición. - Le contó su abuela añadiendo con desenfado -. ¡Ya te verán moverte en la pasarela!, que es donde debes hacerlo. Y esto de las fotos fijas en dos dimensiones tiene un encanto y un glamour difícil de superar, te lo digo yo.

- Pues yo también la prefiero en versión real. - Afirmó Peter haciendo que su compañera enrojeciera hasta las orejas y que Esmeralda y Hatty se tronchasen de risa. -



Y tras unos minutos de charla, Maray y su abuela se marcharon. De camino Esmeralda le comentó a su nieta.



- Parece que le gustas a ese muchacho.

- Peter es mi amigo, siempre me anima, cuando le pedí ayuda para las fotos enseguida se lo dijo a su madre.- Repuso cándidamente la chica añadiendo agradecidamente. – Es mi mejor fan. Un chico majo. No como otros que se ríen de mí por mi altura y todo eso…



Esmeralda sonrió para sí, estaba claro que su nieta no era aun capaz de ver esas cosas. A ella le había bastando sólo un instante para advertir lo colado que estaba ese chico por Maray. No parecía importarle que la muchacha fuera un palmo más alta que él. Aunque no le auguraba un buen futuro al chaval. Estaba claro que la muchacha sencillamente le veía como un buen compañero y amigo. Bueno, en eso ella no podía ni debía meterse, lo dejó estar y ambas regresaron a casa de la chica.



-Por cierto, cariño.- Le comentaba a su nieta.- Deberás cuidar mucho tu alimentación. No estoy diciendo que no comas bien en casa pero ya has visto lo exigente que puede llegar a ser una pequeña sesión de fotos.

-¿Pequeña?- se sorprendió la muchacha, afirmando atónita.- ¡Pero si casi hemos estado dos horas sin apenas parar!

-Pues eso no es nada.- Se sonrió maliciosamente su abuela para añadir.- Muchas veces se pueden estar más de cuatro horas. Y ya has notado que los focos dan bastante calor.

-Sí, es cierto. Estaba sudando incluso cuando llevaba el traje de baño.- Admitió la joven.-

-Pues eso es muy malo para el cutis y para tu cuerpo en general. Debes hidratarte mucho y constantemente. Beber agua y que sea mineral a ser posible. Tienes que comer frutas y verduras y en general llevar una dieta muy equilibrada. Dormir tus buenas ocho horas al menos, hacer ejercicio planificado por técnicos expertos y cuidarte mucho la piel. El maquillaje profesional desgasta mucho.



            Maray estaba alucinada mientras escuchaba todas esas premisas. ¡Nunca se imaginó que aquello pudiera ser tan exigente! Su interlocutora pareció leerle el pensamiento cuando la observó de reojo y le comentó con seriedad combinada con un tinte maternal.



-Cariño. Ahora estás a tiempo de pensártelo bien. Te dije que esto es duro. Ya ves que no te engañé. Se necesita mucho trabajo, vocación y tesón para llegar a algo en esta profesión. Lo de hoy ha sido simplemente una pequeña muestra de lo que te espera si en el futuro quieres llegar a ser modelo. Habrá días en los que estarás destrozada, cansadísima y aun así tendrás que mantenerte con gesto alegre, jovial y lleno de entusiasmo para las fotos o caminar sin pausa y estar cambiándote continuamente y a toda velocidad para los desfiles. ¿Es esto realmente lo que quieres?



            La chica guardó unos instantes de silencio. Ahora parecía estar replanteándose aquello. Su abuela la observaba con suma atención. Era un momento crucial. Podría ser que la niña se desanimase ante aquella montaña de condiciones y dificultades que la había planteado. Pero sería mejor que lo hiciese ahora que aún no había comenzado a meterse en el mundillo. Eso era lo correcto. Nada de darle falsas esperanzas. Y, si quería acometer aquella empresa tampoco iba a gozar de favoritismos. Finalmente Maray devolvió la mirada a su interlocutora y sonrió para sentenciar.



-Sí abuela. Me encanta este mundo, quiero esforzarme por ser como tú. Al menos por parecerme. No te decepcionaré abandonando.

-Cariño. – Repuso su alegre contertulia para aseverar.- Tú no me decepcionarás jamás si no quieres ser modelo. No te pares a pensar en lo que a mí me gustaría o no que hicieras. Ni tampoco lo que tus padres quieran. Es tu vida.

-Quiero ser una buena modelo.- Se reafirmó la jovencita con toda su convicción.-Siempre, desde que era pequeña he soñado con eso.

-Muy bien.- Sonrió entonces su abuela, para declarar con entusiasmo.- Pues entonces a partir de ahora, prepárate. ¡Las clases de la academia Deveraux van a comenzar!….y te advierto que son muy duras.



            Y tras esta conversación las dos continuaron su camino de  vuelta al hotel de Esmeralda. En ese momento, en casa de Mimet, ésta ojeaba los programas de varias universidades con interés. Por su parte no tenía decidida la carrera que iba a elegir. En un principio merced a sus fabulosas notas y a su increíble capacidad podía escoger cualquiera, pero su madre le aconsejó que eligiese la que realmente le gustara más. Como no tenía muy claro como interpretar eso del gusto en materia de estudios, ya que a ella le interesaba todo, optó por pensar en sus amigos. Madeleine por ejemplo quería ser médico. A Mimet le pareció una buena idea, podría estudiar medicina y unir eso a sus conocimientos de biomecánica e ingeniería que había adquirido estudiando por su cuenta los trabajos de sus padres y abuelos. De ese modo podría llegar a ser una excelente cirujana. (Jamás le temblaba el pulso). Y sobre todo porque ella misma era un misterio, podría llegar a conocerse mucho mejor y quizás obtener el porqué de sus diferencias de carácter con los otros chicos y chicas de su edad a través de esta vía. De modo que. ¡Ya lo tenía decidido!



-Sí, es algo lógico, con mis capacidades podré ayudar a muchas personas.- Concluyó.-





            Entre tanto habían pasado bastantes cosas en el reino de la Luna. Cuando Anaris y su hija acudieron a la invitación real fueron cordialmente recibidas por la misma reina que las aguardaba en pie, junto a su trono. Las dos hicieron la reverencia de rigor cuando entraron en la sala de audiencias…



-Me alegro muchísimo de teneros aquí.- Declaró la soberana.-

-Es un gran honor y un placer , Majestad.- Afirmó la condesa.-



            Neherenia asintió, para dirigirse a la muchacha que acompañaba a su antigua doncella personal.



-¡Vaya, Briseida! Te has convertido en una jovencita realmente hermosa.

-Muchas gracias, Majestad.- Replicó tímidamente ésta.- Es un honor haber sido invitada por vos.

-Seguro que mi hija estará deseando verte.- Declaró la soberana tras sonreír ante esas palabras, de modo que comentó.- Pasa, por favor, a nuestras estancias privadas. Mi esposo no está, pero Alice habrá terminado ya sus lecciones de historia por hoy. Imagino que  tu llegada será un cambio muy bien recibido en su rutina.

-Lo que vos digáis, Majestad.- Contestó sumisamente la muchacha inclinándose una vez más.-



            Hecho esto tomó el camino que tan bien conocía hacia las habitaciones privadas de la familia Real. Por su parte, su madre aguardó hasta que su reina le dijo.



-Vamos, amiga mía, ven tú también a mis estancias personales. Tenemos mucho de qué hablar.

-Lo que vuestra Majestad disponga.- Asintió la aludida.-



            Anaris siguió a la reina quien enseguida la hizo pasar a esa habitación que la antigua camarera real tan bien recordaba. Allí, tras invitarla a sentarse, le preguntó.



-¿Qué tal os va?. Hace mucho tiempo que hemos tenido noticias vuestras.

-Lamento esa larga espera, Majestad.- Se disculpó Anaris, para relatar.- Mi marido ha estado muy ocupado con los proyectos que le encomendasteis. Y me enorgullece decir que ha obtenido magníficos resultados. Os he traído unas grabaciones y unas holo fotos para que vos misma lo podáis comprobar.

-Estoy impaciente por verlas.- Convino Neherenia.-



            Anaris no la hizo esperar, tras conectar una holo pantalla que la soberana tenía en sus aposentos cargó los datos de video e imágenes. Efectivamente Nehie pudo deleitarse en la contemplación de unas grandes zonas ajardinadas. Varias cúpulas de apreciable tamaño albergaban bosques y jardines, que se intercomunicaban incluso con un pequeño riachuelo. Al poco, tras asentir satisfecha, le dijo a su invitada.



-En cuanto me sea posible estaré encantada de ir a visitar esa maravilla. ¡Gracias Anaris!, habéis hecho un magnífico trabajo.

-Os agradezco muchos vuestras palabras, Majestad.- Repuso su contertulia visiblemente contenta.-



            Neherenia sonrió, veía con claridad el entusiasmo de su antigua doncella. Sin embargo, había notado algo raro cuando ésta y Briseida llegaron. Quizás fuera un error de percepción por su parte. Siendo la guardiana de los misterios lunares podía adentrarse muchas veces en el corazón de las personas y saber si eran o no sinceras. De su invitada no tenía, desde luego, la más mínima duda. Anaris estaba muy feliz y orgullosa de todo lo que ella y su familia estaban llevando a cabo en la región meridional. Y alegre por poder mostrárselo. Su antigua dama la apreciaba sin reservas. Y eso era mutuo. De modo que, con tinte jovial, le comentó, cambiando ya de tema.



-Es normal que estés orgullosa, de eso y de tu hija. Se ha convertido en una muchacha realmente hermosa.

-Sí, Briseida es mi gran alegría.- Confesó Anaris.- Es una buena hija y sabe cumplir con sus deberes.

-¿Tiene ya algún pretendiente?- Quiso saber la reina con una cómplice curiosidad.-

-Bueno, no que yo sepa. Aunque hay chicos de su edad que la rondan.- Sonrió su interlocutora, suspirando de seguido para agregar con nostalgia.- ¡Cómo pasa el tiempo! Hace nada era un bebé.

-Sí, me sucede igual con Alice.- Respondió Nehie, añadiendo ahora con un tono algo más serio.- Y tengo una difícil decisión que tomar respecto de mi hija,  me gustaría pedir tu opinión…

-Vos diréis, Majestad, si puedo ayudaros en algo estaré encantada de hacerlo.- Se brindó solícitamente su interlocutora.-



            Entre tanto, Briseida había accedido al pabellón interior de las estancias reales. Tocó a una puerta con cuidado, enseguida oyó una voz de chica joven replicar.



-¿Quién es?

-Soy Briseida. ¿Dais vuestro permiso, Alteza?



            No tardó mucho en oír unos pasos que se aproximaban con rapidez, la misma princesa abrió la puerta. Brise se sorprendió al verla. Aquella compañera de juegos que recordaba del mismo tamaño que ella la sobrepasaba ahora casi en un palmo. Y no es que llevase tacones, al contrario, lucía unas extrañas ropas, como si estuviera pertrechada para una actividad física o un combate.



-¡Brise!- Exclamó Alice con visible contento.- ¡Cuánto tiempo!. Ven, pasa…



            La perpleja aludida asintió despacio sin dejar de mirar a su interlocutora. Quizás la princesa pensó que se debía precisamente a su atuendo y le explicó.



-Llevo un peto de combate y un uniforme saiyajin. Iba a entrenar. Mi padre no está, pero me ha enseñado algunas cosas. Tengo un recinto especial para practicar. Muchas veces él y yo lo hacemos allí. Ven, te lo mostraré.



            Y dócilmente Briseida se dejó llevar a un gran recinto aislado del resto por paredes acolchadas  que tenía una enorme cúpula transparente. Podía verse la negrura del espacio. Observando aquello, se atrevió a preguntar.



-¿Entrenáis aquí, Alteza? ¿Qué hacéis?

-Pues, por ejemplo, esto.- Sonrió Alice elevándose lentamente en el aire para asombro de su contertulia.- Hace poco que he dominado las técnicas de vuelo.



            Claro, esa chica era hija de un poderoso guerrero saiyajin, no era de extrañar que fuera capaz de tales proezas. Al menos eso pensó Brise quien meditó cuidadosamente. Quizás su plan inicial tuviera que ser alterado. La princesa no daba la impresión de ser como la recordaba. Una niñita cursi y mimada. Ahora daba la impresión de ser una especie de guerrera. Eso le hizo reflexionar. ¿Y si en lugar de una enemiga potencial de su causa pudiera convertirla en una aliada? Convendría ser inteligente y cauta, como le habían enseñado. Así pues, afirmó con un tono de halago y admiración que no tuvo que esforzarse demasiado en lograr.



-¡Alteza, sois realmente increíble! Jamás pude imaginar que alguien fuese capaz de hacer ese tipo de cosas. Es magnífico que el reino pueda contar con una princesa como vos.

-Te lo agradezco, pero todavía no he hecho nada de particular.- Repuso modestamente la aludida.-



            Desde luego, esos elogios tan espontáneos como en apariencia sinceros, le causaron gran satisfacción a Alice. Asimismo se alegraba mucho de ver allí a su amiga de la infancia. Más cuando esta aseguró.



-Estoy convencida de que algún día, lo haréis. Siempre fuisteis muy inteligente, si además tenéis la fuerza de un guerrero del espacio, esa combinación hará maravillas para el reino. La Luna será un lugar aún más próspero y hermoso si cabe, cuando sucedáis a vuestra madre. Claro, dentro de muchos años.- Se apresuró a matizar.-

-Eres muy amable.- Sonrió Alice, quien, volviendo a posarse en el suelo, le dijo con tinte cordial.- Dejaré por hoy este entrenamiento y tomaremos alguna cosa. ¿Te apetece?

-Por supuesto, Alteza.- Sonrió ampliamente la interpelada.- Sois muy gentil. Acepto encantada y agradecida.



            De modo que la princesa guió a su amiga de la infancia a sus habitaciones privadas. Allí no tardó en solicitar que les enviasen un refrigerio. De ese modo, tanto ellas como sus madres pasaron una jornada muy agradable. Tanto fue así, que las recién llegadas aceptaron gustosas el hospedarse en palacio por un tiempo. Al fin, una vez entraron en sus habitaciones, madre e hija departieron.



-¿Qué tal, Briseida?- Quiso saber Anaris.- Seguro que te has alegrado de volver a ver a la princesa.

-Sí, madre.- Convino esta con genuina alegría, admitiendo.- Tenías razón. La imagen que guardaba de ella era totalmente equivocada. Me parece una joven realmente prodigiosa.



            La antigua doncella se sintió muy contenta al escuchar eso. Sonriendo, tomó ambas manos de su hija y le comentó con animación.



-¡Pues claro! Podréis seguir siendo amigas. Aunque ya sabes, tienes que ser consciente de quién eres y de cuál es tu lugar.

-Por supuesto que lo seré. -Sentenció está devolviéndole la sonrisa.-



            Aunque ahora era una expresión calculada y fría. Su progenitora no se dio cuenta de ello y le deseó buenas noches para dirigirse a su alcoba. Briseida a su vez fue a la suya. Allí, tras ponerse en camisón, sacó un pequeño aparato comunicador. No tardó en contactar con alguien y le dijo.



-Creo que tendremos que hacer algún cambio respecto al plan inicial. He visto a la princesa y a mi parecer es alguien que podría sernos muy útil…



Ese mismo día en Bios llegó la nave en la que viajaba Cooan. Estaba deseosa de ver a su hija a su yerno y a sus nietos. A recibirla fueron Idina y su familia, acompañados por Roy y Bertie. Una vez bajó y se sucedieron los abrazos, su hija le preguntó.



-¿Qué tal el viaje, mamá?

-¡Oh!, muy cómodo y muy rápido. – Afirmó animadamente ésta. – La tecnología ha avanzado mucho…

-¿Cómo está mi hermano Lance?- Le preguntó la muchacha. –

-¡Pues muy bien, como puedes ver! – Oyó la alegre voz del aludido tras de ella. –



Idina se llevó una gran sorpresa. ¡Le tenía ahí! Cuando reaccionó ambos se dieron un fuerte abrazo. Ella estaba arrepentida de haberle juzgado tan duramente por esa visión que tuviera años atrás. Aunque nunca se había atrevido ni a mencionárselo. Su pobre hermano había estado junto a  su madre desde que su padre murió. Ahora se ocupaba entre otras cosas de los gimnasios de kárate que Tom abriera. Acabaron siendo tres en total.



-Me alegro de verte, pequeñaja. – Le sonrió cálidamente él usando aquel apelativo cariñoso que usaban desde niños. - ¿Y vosotros qué, pequeñajines?- rio dirigiéndose ahora a sus sobrinos. –



Todos sonrieron con la escena de Lance haciendo cosquillas a su sobrina Loren y agarrando afectuosamente de las orejas a Tom. Roy entonces aprovechó para saludar a su vieja amiga.



-Hola Connie, me alegro mucho de verte.

-Yo también. – Le sonrió ella como en sus mejores días de la universidad. – Te veo igual que siempre.

-¿Cómo estás, hermanita?- saludó a su vez Bertie dándose un largo y cariñoso abrazo con ella. –

-Mejor ahora que estoy junto a todos vosotros. One–chan. – Afirmó la interpelada. –

-Llegas en el momento justo. – Intervino Roy desempolvando su sentido del humor para decirle a su cuñada. – Mañana mi nieto tiene un partido muy importante. ¡Necesitamos animadoras!

-¡Oh! - rio Cooan divertida, alegando. – Pues yo ya no estoy para muchos trotes. Quizás mi hija, que fue una más que digna sucesora mía, pueda ocuparse de eso.

-¡Ay, mamá!- sonrió Idina declarando a su vez. - Creo que eso me pilla muy mayor a estas alturas –

-No os preocupéis. -Intervino su hijo Tom, quién, sin captar el significado de aquello, afirmó convencido. – En  el instituto de Bios tenemos animadoras muy buenas.

-No creo que lo sean tanto como lo fueron tu madre o tu abuela. – Terció Michael esbozando una sonrisa. –

-Desde luego que no – confirmó Bertie dándole un beso a su sobrina y otro a su hermana para sentenciar. – Aquí tenéis a dos leyendas de la Golden State College.

-Eso es lo malo tía, ¡que ya somos leyendas! – Suspiró Idina haciendo que todos se rieran. –

-¿Entonces vendrás a ver jugar a Asthel, abuela?- Le preguntó Loren a Cooan. – Yo también le animaré.

-Claro cielo, no me lo perdería por nada.- Replicó ésta acariciando con gran afecto la barbilla de su nieta.-



Y tras intercambiar algunas palabras más, Roy y Bertie se despidieron dejando que Cooan fuera a instalarse con su familia. Ya se verían al día siguiente. A Lance, tanto Idina como Michael le ofrecieron ir con ellos, pero él declinó amablemente la propuesta. Insistió en que iban a ser muchos y dijo tener una habitación reservada en el hotel central de Bios. Eso sí, convino en cenar con toda la familia, y tras la cena y una amena conversación se fue a dormir a su hotel. Los niños enseguida se acostaron después de darles un beso a su abuela y a sus padres. No obstante, antes de irse a la cama, Loren le comentó a Cooan en tanto le observaba las curiosas formas que tenían los cabellos de su cabeza.



-Abuela, me gusta mucho tu peinado, le pediré a mamá que me haga uno igual.

-¿De veras, cariño?- Sonrió su interlocutora que le prometió con visible contento. – Mañana si quieres te lo haré yo.



Loren estaba muy ilusionada, ese estilo con esos piquitos a los lados y hacia arriba era muy original y le gustaba mucho. Dio palmas y otro beso a su abuela ante las sonrisas de ésta y sus padres. Después de que la cría se despidiera por fin yéndose a la cama, Michael, dándose cuenta de que madre e hija necesitaban un tiempo a solas, les dio también las buenas noches. Así que las dos mujeres quedaron sentadas en el sofá del salón.



-Se parece tanto a ti, cuando tenías su edad. – Suspiró Cooan. –

-Sí es un encanto.- Afirmó Idina con orgullo, sentenciando.- Ella y Tom son lo más valioso para mí.

-Como tú y tus hermanos lo sois para nosotros.- Convino Cooan.-



            Idina la observó no sin cierta sorpresa e incluso inquietud. Su madre hablaba como si su marido siguiese con ella. Por ello no pudo evitar preguntarle.



-¿Cómo estás, mamá?- Quiso saber mirándola ahora con un tinte de tristeza en los ojos. – ¿Lo llevas bien?...

-Estoy bien cariño, de verdad. Y lo estoy porque para mí tu padre sigue a mi lado. Está en mi corazón, le veo en tus hermanos, en ti, en vuestros hijos…que son mis amados nietos. No te preocupes por mí.

-Me preocupa que estés sola. – Le confesó su hija con inquietud en tanto posaba una mano sobre las de su madre. – Allí en la casa de Portland. Sin nadie a tu lado.

-Nunca estoy sola, cielo.- Le sonrió Cooan confensando. – Tu padre y yo vivimos tantos años juntos que, es verdad, a veces echo de menos tenerle a mi lado. Pero luego me doy cuenta de que en realidad me está esperando. Es como si tuviéramos una de esas citas cuando comenzábamos a salir.



Idina asintió, le reconfortaba escuchar eso, no obstante fue su madre la que le dio la vuelta a ese tema cuando le preguntó a su vez.



-¿Y tú, cariño? ¿Lo has superado ya?

-¿Yo?- se sorprendió Idina casi tomada por sorpresa por esa cuestión. – ¡Claro, claro que sí! Ya ha pasado mucho tiempo. - Pudo decir sin mucha convicción. –



Aunque su madre movió la cabeza para rebatir con dulzura en tanto le acariciaba el pelo a su interlocutora.



-Mi niña, yo que te conozco desde siempre, sé que en el fondo de tu corazón todavía lloras. Sé lo especial que eras para tu padre y también lo especial que él era para ti.



Ahora su hija apenas podía mirarla. Las lágrimas inundaban sus ojos. Pudo sin embargo replicar no sin esfuerzo y entre balbuceos.



-Es que, a veces me pregunto… ¿Por qué… tuvo que ocurrirle a él? ¿Por qué?...no se merecía eso. Fue muy injusto… ¡Nos dejó solos, me dejó sola!…



Cooan abrazó a su hija que se desahogó llorando contra su pecho. Acarició con gran afecto y cuidado ese pelo moreno y sedoso que Idina siempre había tenido, aunque ya adornado con alguna cana, y le susurró con mucho cariño.



-Tu padre cumplió bien con su misión en esta vida. Él ya está disfrutando de su jubilación. Y tiene buenos amigos cuidando de él allá arriba. Como los tiene todavía aquí abajo. ¡Créelo cariño! Él está feliz, sin cargas ni preocupaciones. Pero tú tienes todavía mucho que hacer, una familia a la que amar y que te necesita. Debes mirar por ellos. Olvida ese pesar. Papá no te ha dejado, vela por ti desde el Cielo, como siempre hizo cuando estaba físicamente a nuestro lado.



Tras un rato escuchando aquello y sin hablar su hija se calmó, ahora sonreía más aliviada y de forma agradecida pudo responder.



-Sí, mamá, sé que tienes razón, pero a veces cuando recuerdo como era y lo mucho que nos quería… ¡lo que yo le quería!…¡lo que le quiero todavía!…y ya nunca se lo podré decir.- Suspiró entre lágrimas.-

-Tu padre lo sabía. Siempre se lo dijiste de un modo u otro, cariño. Piensa en esos recuerdos con alegría. Son parte del legado de tu padre.- Respondió su contertulia enjugándole las lágrimas con las palmas de las manos y tomando después su cara entre ellos con delicadeza y afecto. – Y transmite lo que puedas a tus hijos. Los dos son maravillosos.

-Sí que lo son. – Pudo sonreír ahora Idina recordándole a su madre para poder zanjar ese tema. – Y me temo que mañana Loren va a querer un peinado nuevo….

-Se lo haré con mucho gusto y aún con más amor. – Contestó Cooan que ahora se permitió el lujo de darle una pequeña pulla a su hija cuando añadió con un tono entre jovial y lleno de retintín. – Al menos mi nieta me lo ha pedido. No como otra niña que yo me sé, que nunca quiso que se lo hiciera. Y no me refiero precisamente a la gentil y hermosa reina Neherenia…



Su hija se rio al recordar aquello. Siendo muy crías, Nehie y ella pasaban tiempo juntas en casa de los padres de Idina. La pequeña reina incluso se dejó moldear el cabello de esa manera por Cooan en alguna ocasión. Aunque ella desde que era pequeña nunca dejó que su madre la peinase con esos horribles piquitos, como los llamaba. ¡No quería parecerse a un gato! Suspiró ahora afirmando con nostalgia.



-Sí, ¡qué hermosos recuerdos! Tienes razón, mamá.



 Finalmente, tras abrazarse un rato, Cooan suspiró y dijo.



-Estoy algo cansada, hija. Ya no soy tan joven, me voy a la cama. Mañana, después de ese partido, habrá que hacer de peluquera.

-Sí, es muy tarde ya. - Convino su interlocutora deseándole. – Hasta mañana, mamá. Que duermas bien.

-Hasta mañana, tesoro. – Replicó ésta dándole un afectuoso beso en la frente. – Que tengas hermosos sueños.

 

            Y las dos se fueron a dormir, aliviadas y más confortadas tras esa conversación, sobre todo Idina quien efectivamente pudo soñar con sus recuerdos y sonreír por vez primera en mucho tiempo.



-Papá - musitaba ya dormida, reviviendo aquellos buenos y viejos tiempos.- Cuanto me alegro de verte…



Al día siguiente, en el hogar de los Malden, Maray se dio prisa en levantarse, arreglarse y volver a casa de Hatty a recoger las fotos. Tal y como ésta le prometió ya estaban listas. La madre de Peter, que se había dedicado a ellas con prioridad sobre lo demás, se las entregó en un gran sobre a la muchacha. De vuelta a casa, la ilusionada jovencita las ordenó en un álbum de fotos y aprovechando que sus padres estaban aún en el trabajo llamó a su abuela para enseñárselas. Esmeralda se pasó por su casa y al examinarlas sonrió complacida para afirmar.



- ¿Ves cielo?  Esto ya es otra cosa.

-¡Ahora sí que tendré una oportunidad!  – Exclamó la chica llena de alegría, en tanto saltaba de contenta.  -



            Maray desde luego estaba más que ilusionada por lo bien que había quedado en las fotos, se notaba la mano de su abuela. Ésta sin embargo, lejos de exaltarse, le recordó su conversación del día anterior. Ahora era cuando iba a empezar la parte más complicada. Su nieta moderó entonces su entusiasmo y la escuchó con suma atención. Esmeralda le comentó que, desde ese momento, la enseñaría a desfilar. La muchacha, sabiendo que aquello sería duro pero muy instructivo, se aprestó a recibir sus clases. Eso sí, antes que nada su abuela le dijo.



- Recuerda lo que hablamos. Tendrás que pedirles permiso a tus padres con tiempo suficiente antes de inscribirte, cariño. Procura no olvidarte de ello.



La chica asintió aunque por ahora, lo más importante era mantener el secreto bien guardado. Aún quedaban varias semanas para el certamen, de modo que su abuela y ella convinieron en verse en la casa que Esmeralda iba a comprar para  dar las clases.



-Descuida.- Prometió levantando la palma de su mano derecha.- Se lo diré a tiempo…





Por su parte, Asthel también estaba trabajando duramente en lo suyo. El chico se había entrenado con sus compañeros cuando sólo restaba un día para la semifinal. Con su equipo repasaba las tácticas, las entradas a canasta y los lanzamientos. Jack les repetía una y otra vez que deberían concentrarse mucho en la defensa, sobre todo en la zona, puesto que sus contrarios eran más altos. Asthel, recordando las palabras de su abuelo,  le preguntó al entrenador si podría jugar más por fuera, pero éste no se lo autorizó argumentando que no tenía a nadie más para su posición. ¡Qué se le iba a hacer!, el chico lucharía en cualquier puesto. De todos modos, se emplearía a fondo.



-Ya sabéis, muchachos. – Recapituló Jack.- Anticipación en la defensa, que no les lleguen balones claros dentro de la zona y mucho contraataque…



      El grupo asintió. Asthel ya estaba, sin embargo, deseando terminar. Por fin, concluido el entrenamiento volvió a casa, luego llamó a su novia y quedaron para salir. Los dos aprovecharon para hablar de muchas cosas, el partido, sus planes y sobre todo sus orientaciones universitarias. El muchacho, no obstante, aun no tenía muy claro lo que iba a estudiar.



-¿Es esa misión lo que te preocupa?- Quiso saber Maddie.-

-Si te soy sincero. Casi me había olvidado de ella últimamente.- Confesó el muchacho.-



            Y es que tras la marcha de Redan, años atrás, nadie había vuelto. El propio Asthel sí tuvo que viajar a algunos lugares, Nature entre ellos, para comprobar algunas cosas. Sin embargo, estas no entraban de lleno en su ámbito de actuación. Sabía de algún modo que tendría que permitir que transcurrieran por sus cauces, sin intervención suya.



-Yo debo centrarme en lo que aquí ocurra.- Meditaba en esas ocasiones.-



De todos modos, lo que más le preocupaba ahora por inmediato era el partido del día siguiente y Maddie, tras darle un largo beso, le prometió que allí estaría para animarle. De este modo se despidieron y Asthel se acostó pronto, aunque tardó en dormirse pensando en la mejor forma de sacar partido a sus cualidades sin contrariar al entrenador. Así llegó el gran día. Ya en la cancha los dos equipos calentaban aguardando con nervios el comienzo del encuentro. Había una considerable muchachada animando a sus respectivos institutos, entre ella todos los amigos de Asthel. También sus padres, sus abuelos y su hermana, demás familiares y por supuesto Madeleine. El chico no se fijó mucho en ellos pues Jack les estaba dando los últimos consejos. Aunque en ese instante una voz conocida para él y para su técnico les saludó. No era otro sino Roy.



- ¡Ey, viejo granuja!- Exclamó el abuelo de Asthel. - ¿Qué patrañas les estás contando a los chavales?



            Jack miró sorprendido a su viejo amigo y exclamó a su vez.



-¡Roy Malden! ¡No me lo puedo creer, muchacho! ¿Cuántos años hacía que no nos veíamos?

-¡No me lo recuerdes! - Respondió éste con jovialidad para calcular - ¿Cuarenta quizás? He perdido la cuenta, pero bueno, dejemos eso. He venido para ver jugar a mi nieto y por supuesto, para veros ganar el campeonato, así que ya podéis eliminar a esos.



Los chavales le miraban sorprendidos, la mayoría eran aficionados al baloncesto  pero no al de hacía tantos años,  no reconocieron el nombre de ese señor cuando Jack les presentó.



- Chicos este es Roy, “el invisible” Malden. Seguro que algunos, los que tengáis conocimientos de paleontología, - agregó con humor, - habréis leído o visto algunos antiguos partidos suyos cuando aun no existía la liga mundial.





El así presentado amagó una colleja hacia su amigo y los muchachos se rieron, eso estaba bien, rebajaría la tensión. De todos modos, hubo uno que sí estaba bien documentado y que dijo con asombro.



- Sí, era el ídolo de mi padre. Siempre me decía que no ha existido un jugador más rápido.



Al oír aquello el resto se quedó impresionado, ¡ese hombre debía de haber sido una leyenda!, aunque fuera hacía muchos años. Lo que sí sabían algunos más era que había sido también entrenador y de equipos muy buenos. Era todo un honor para ellos que alguien que había ganado ligas americanas y mundiales estuviera allí viéndoles. Asthel por supuesto, no necesitaba todo eso, ya estaba orgulloso de su abuelo y eso era mutuo, más cuando Roy le dijo a Jack.



- No conozco el juego de sus compañeros, pero les observaré. Aunque sí te digo una cosa, deja jugar a mi chico como él sabe y seguro que ganaréis a esos aunque sean más altos.- Y añadió dirigiéndose al grupo. - La estatura no lo es todo en este juego, chicos.

-En eso tienes razón. Seguro que los muchachos darán todo lo que tienen. - Afirmó Jack con los entusiastas asentimientos de sus pupilos. -

-Suerte a todos.- Les deseó Roy tras palmear en el hombro a su nieto y darle la mano a su antiguo compañero de universidad.-



Así, el famoso ex jugador y técnico sonrió y se despidió de ellos para volver a su asiento ya que el partido iba a comenzar. Se sentó al lado de Madeleine que, al no estar demasiado lejos del banquillo, había escuchado todo esto. La chica le miraba con gran asombro y respeto, no entendía una palabra de ese deporte, salvo lo que ocasionalmente Asthel le había comentado. Pero el abuelo de su novio debía ser alguien muy importante en ese mundillo, a juzgar por las caras de admiración del equipo. Iba a decir algo cuando Beruche se adelantó comentándole a su esposo con humor.



- ¡Te parecerá raro aun ver a un Malden en la cancha y no ser tú! ¿Verdad?

- Sí, cubito. – Sonrió nostálgicamente él, añadiendo. - Todavía recuerdo aquella vez, cuando debuté en la liga profesional y vinisteis todos a animarme.



Bertie asintió con la añoranza dibujada en el semblante. ¡Cómo olvidar aquella noche! Antes aun de que el Leval del futuro apareciese. Estaban todos, sus hermanas, exceptuando a Kalie, quien por entonces se había marchado a labrarse su propio porvenir, Ami, con Usagi y las demás sailors interiores, Mamoru…y Tom.



-¡Tommy!- Suspiró con nostalgia.- Seguro que no te lo perderás, desde ahí arriba tendrás un buen asiento…



 Pensaba en eso con cariño cuando escuchó a la chica sentada al lado de su esposo, la novia de Asthel cuyo nombre no recordaba, preguntarle a éste con asombro y respeto en la voz.



- Señor Malden, ¡entonces usted jugó en la liga de la Tierra!

-Sí hija, sí, - sonrió él con desenfadado tono paternal agregando casi en tono de reflexión. -Entonces era únicamente la liga de EE.UU. La National Basketball Association.  ¡Hace ya tanto tiempo de aquello! ¡Casi cuarenta años! Luego vino todo eso de la liga unificada mundial ¡en fin! Los tiempos cambian supongo, pero la pasión por el deporte no, gracias a Dios.



            Maddie le escuchó con atención, seguro que ese hombre tendría un montón de historias que contar. Asthel desde luego que le admiraba mucho, siempre que le mencionaba delante de ella aseguraba que no había existido nadie mejor. Y para que su novio hablase de alguien de esa manera, realmente ese hombre tuvo que ser formidable. De todos modos, tanto ella como los demás se centraron pronto en el partido. Éste había comenzado ya, Asthel no tardó mucho en demostrar el porqué de la confianza de su abuelo, logró un meritorio rebote bajo tablero seguido de una canasta. Roy se levantó como un resorte del asiento animando a su nieto.



- ¡Muy bien, muchacho! Demuéstrales cómo se juega ¡Ja, ja! ¡Mi nieto es el mejor! – Exclamó.- -¡El mejor!



Y lo proclamaba sin tapujos ante las sonrisas del público cercano y el sonrojo del resto de su familia, sobre todo, cuando Roy hizo la uve con los dedos de ambas manos. Tanto Madeleine como Bertie miraron avergonzadas a otro lado. 



-Roy, compórtate.- Le pidió admonitoriamente su esposa.- ¡Haz el favor!

-Lo siento, cubito.- Pudo excusarse él con azoramiento.- Es que me encanta ver jugar a nuestro nieto.



Sin embargo su interlocutora sonrió, podía comprender el orgullo que le daba a su marido ver aquello. A Maddie también le hizo gracia y sobre todo comprendió el porqué de ese enorme cariño que su novio le profesaba a su abuelo. Pero el partido continuaba, transcurrió una fase de intercambio de canastas. No obstante, pese a los esfuerzos de Asthel y sus voluntariosos compañeros, los rivales eran buenos además de altos y abrieron una brecha en el marcador. Una ventaja de ocho puntos que se estabilizó durante un tiempo. Jack sudaba visiblemente nervioso, incluso respiraba algo agitado, más cuando las distancias se ampliaron a doce. El equipo contrario defendió con acierto un par de ataques de sus chicos y marcó dos canastas fáciles a la contra, que además, cargaron de faltas a un par de jugadores. Por fortuna no anotaron los adicionales, aun así, el veterano técnico pidió enseguida  tiempo muerto. Había que cortar aquello o las distancias se harían insalvables. Los chicos se reunieron en corro, sentándose en los lugares que les cedieron sus compañeros en el banquillo. Jack tomó hondas bocanadas de aire para poder darles instrucciones, eso no le pasó desapercibido a Asthel.



- Apretad en defensa, cambiad a zona dos, tres. – Les indicó el entrenador. -

-¿Está usted bien, señor?- Le inquirió el muchacho más preocupado ahora por él que por el partido. -

-Sí, y lo estaré más cuando cerréis el pasillo de la zona. ¡Eso parece una autopista!  - Le respondió Jack con visible inquietud y enfado, aunque enseguida agregó con un tono más animoso. - ¡Venga muchachos, aun podemos darle la vuelta a esto, salid ahí y haced lo que os he dicho!



            Los chicos volvieron a la cancha tras el tiempo, Roy por su parte atendía nervioso al partido diciéndoles a las mujeres.



- ¿Lo veis? ¡Ya lo decía yo! Si Asthel sigue jugando en ese puesto no tienen nada que hacer. El chico hace lo que puede pero no basta, él sólo no puede vencer a un equipo entero. Le hacen un dos contra uno bajo la canasta y le es imposible levantar el balón o pasar.

- A lo mejor en el segundo tiempo las cosas van de otro modo. - Repuso Beruche con tono esperanzado. -

- Lo dudo mucho.- Rebatió Roy moviendo la cabeza para sentenciar. - Si esto sigue así, será todavía peor.

- Y esta vez no podemos exigirle al entrenador que saque a Malden. – Terció sarcásticamente Diamante que estaba sentado cerca. –

- Es cierto. –Convino su esposa recordando todavía aquello. - ¡Qué tiempos, verdad!

- Vamos a tener confianza en el equipo. – Intervino Leval  con más moderación. –

- ¡Ay hijo!, que poco has aprendido de lo que te he enseñado de este juego. – Se lamentó teatralmente su padre provocando alguna sonrisa entre sus familiares, más al sentenciar. – De tácticas militares sabrás mucho pero de baloncesto…



Sin embargo las cosas, al menos en lo que restaba del segundo cuarto de encuentro, parecieron no dar excesiva razón a Roy. Si bien no se recuperó mucho terreno, la desventaja estaba en diez puntos. El abuelo de Asthel bajó a la cancha durante el descanso y en un aparte (pese a todo no deseaba desautorizar a su amigo delante de los chicos) le comentó a Jack lo que pensaba, éste le contestó que no tenía más pivots. Además, para agravar la situación, él único jugador más alto que Asthel estaba cargado de faltas. Al reiniciarse el partido las cosas no pudieron ir a peor, a mediados del tercer cuarto, ese mismo jugador cometió la tercera falta, muy rigurosa desde luego, pero protestó y encima le pitaron una falta técnica. En las gradas Roy se llevó las manos a la cabeza, en los partidos universitarios a la quinta personal estabas eliminado. Menos mal que las técnicas, a diferencia de la normativa de la antigua FIBA, no contaban como faltas. En el banco Jack se levantó elevando los brazos al cielo y dirigiéndose al árbitro sancionador con enfado.



- ¡No hombre no!- Exclamó con teatralidad. -



El colegiado le indicó que se sentara, pero Jack aunque obedeciendo enseguida, con muchas tablas, aun protestó más.



- ¡Si ha sido el otro el que le ha arrollado!



La desventaja ahora era de quince puntos y para terminarlo de “arreglar” ese mismo jugador, quizás nervioso por la jugada anterior, cometió falta en ataque. Ahora no podría ni moverse, a la siguiente quedaría eliminado. Jack saltó hecho una furia hacia el árbitro acusándole de persecución. Pero cuando éste iba a sancionarle con una técnica el entrenador se llevó las manos al pecho y luego al brazo izquierdo, fue fulminante, el anciano cayó al suelo luchando por respirar.



- ¡Rápido, llamen a un médico!-. Gritó uno de los miembros de la mesa en tanto jugadores y público clavaban sus atónitas miradas en el entrenador. -



Asthel se acercó enseguida, maldecía no haberse preocupado más por el mister, él había sentido que algo no iba bien, pero con los nervios del partido lo dejó pasar. De todos modos, se alivió, también intuía que iba a salir de ésta, aunque tendrían que llevarle rápidamente a un hospital. Efectivamente, los enfermeros llegaron de inmediato y pusieron en una camilla en tanto le recuperaban con oxígeno y un masaje cardiaco. Muy preocupado, Roy bajó enseguida hasta la pista y pudo acercarse a su amigo el tiempo suficiente como para que éste, débilmente, reuniese la energía suficiente como para musitar.



- Viejo zorro, te los dejo a ti



Sujetando con fuerza la mano de su amigo, Roy asintió y le dijo con tono confortador y animoso.



- Claro, no te preocupes, y reponte enseguida, que tendremos que celebrar la victoria. ¡Ya lo verás!



No hubo tiempo para más. Las asistencias se llevaron a Jack y Roy reunió entonces a los preocupados y desorientados muchachos. Aprovechando esos minutos de parón, se dirigió a ellos y les arengó.



-¡No os inquietéis por Jack, ese viejo chiflado saldrá de ésta, mala hierba nunca muere, os lo digo yo! Eso sí, no voy a ser el guapo que vaya al hospital a decirle que habéis perdido. Me ha confiado este equipo y entre mi cabezonería y la vuestra tenemos que ganar.



Los preocupados chicos le escuchaban sin mucha moral pero las palabras de Roy lograron animarles un poco, más cuando éste añadió convencido.



- Perdemos de diecisiete pero quedan dos minutos de este cuarto y todo el último, es decir, ¡catorce minutos!, y os aseguro que he ganado partidos mucho más complicados que éste. Por suerte en esto la duración es al estilo de la antigua NBA. Tenemos tiempo de sobra. Eso no quiere decir que vaya a ser fácil, pero si hacéis lo que os diga y cuando os lo diga ¡seguro que le damos la vuelta!



En ese instante se acercó hasta él uno de los árbitros y el presidente de la mesa que le preguntó.



-¿Es usted el que se hará cargo del banquillo?



            Roy asintió decidido y el árbitro le  inquirió a su vez.



-¿Tiene licencia federativa para entrenar? Comprenda que, a pesar de la situación, debe estar autorizado.



            Y el interpelado sonrió con gesto desenfadado y sacó su carnet de entrenador, aun en vigor, declarando en tanto el perplejo colegiado lo examinaba.



- ¿Le sirve el de entrenador de la liga mundial?

- Por supuesto, - replicó el árbitro visiblemente impresionado para añadir sin embargo, con recobrada inexpresividad  en su tono. - Tiene un minuto antes de reanudar.



Roy asintió y volvió a reunir el corrillo de los chicos, a estos no les pasó desapercibida la cara de asombro del colegiado, eso les impresionó al tiempo que contribuía a elevar su moral. Ahora trataban de escuchar las órdenes de su nuevo técnico entre la música de ambiente puesta para esa larga pausa y éste no les hizo esperar, empezó a repartir instrucciones...



- Vamos  a ver. Os he estado observando, tenéis buena forma física y sois rápidos. Hay que explotar esas cualidades y os aseguro que esos individuos tendrán la lengua fuera antes de diez minutos. Son más grandes, pero mucho más lentos. Hasta ahora habéis ido a su juego, en estático y eso no puede ser. Desde ahora, ¡vais a correr como demonios! Defensa fuerte y contraataques. En eso Jack tiene toda la razón. Asthel, tú jugarás como te dije, entra y fuerza faltas, balones dentro fuera y tirando sin miedo.

- Sí abuelo, digo entrenador. - Repuso el confundido muchacho que no sabía cómo dirigirse a él. -

- Vale. - Asintió Roy dirigiéndose al chico cargado de personales. - Tú seguirás en cancha, céntrate en cerrar el rebote y defiende como si nada. Estoy convencido de que ahora no te pitarán la quinta aunque estrangules a tu hombre. - Los muchachos sonrieron y su míster añadió. - Bueno, no llegues a ese extremo por si acaso, pero plántate bien en el suelo. Diez a uno a que el próximo ataque  el árbitro le pita falta al otro y no a ti. Tú - añadió dirigiéndose a uno de los aleros. – Por lo que he visto parece que tienes buen tiro exterior. Si hace falta, no dudes y tira. Si fallas nadie se va a enfadar. ¿Verdad chicos?- Todos asintieron concediendo aquello y Roy remachó. - Defensa individual, atentos a sus líneas de pase. Presión al saque y a su base, no la sube demasiado bien. Que no pueda pensar para elaborar jugada. Intentad canastas fáciles. El balance defensivo lo es todo.  Transiciones rápidas. ¡Vamos a ganar por Jack!



            Los chicos chocaron las manos todos a una y corearon el nombre de su convaleciente entrenador. El partido se reanudó y Roy demostró su gran conocimiento del juego, fruto de tantos años de experiencia.



-Ahora sí que está en su elemento. – Sonreía una divertida Bertie comentándoselo a Madeleine que estaba junto a ella, y a Cooan. – Preparaos a verle disfrutar.

-Es verdad- convino su hermana que suspiró con una melancólica sonrisa. - ¡Cómo recuerdo esos partidos en la Golden!, cuando arengaba a sus compañeros. Nosotras las animadoras bailando en los tiempos muertos. Y Tommy y tú aplaudiendo y animando desde la grada.

-Su marido es realmente muy bueno en esto. – Comentó Madeleine a Bertie que asintió con una sonrisa para sentenciar.-

-Esto ha sido más de media vida para él. ¿Verdad Connie?- Y en tanto su hermana asentía, Beruche suspiró agregando también con  melancolía. – Desde que Tommy se fue, no le había visto tan ilusionado. Es como si fuese él mismo otra vez.

-Y ya verás cómo les hará ganar. – Comentó Cooan con otra sonrisa de nostalgia. – Si él no lo consigue, nadie lo hará.



Y eso era lo que parecía. El equipo, inspirado en el tiro y la defensa, logró sorprender al contrario y bajar la diferencia a diez puntos al término del tercer cuarto. Asthel cumplía a la perfección cargando de faltas a los pivots contrarios que pronto se vieron en serios problemas para defenderle. En el último periodo, las diferencias bajaron a seis, pero el equipo rival logró recobrarse un tanto volviéndolas a situar en diez. Quedando algo más de dos minutos Roy convocó a los chicos en su último tiempo muerto y les dijo.



- Llegó la hora de jugársela. Asthel, tienes que lanzar de lejos. Sólo necesitamos un triple y un balón más para que se pongan nerviosos de verdad. Si te marcan, aleros cortan por la zona, pase a dentro y canasta en bandeja, que incluso puede llevar falta incluida. Sé que estáis cansados y cargados de faltas, pero ellos están igual o peor. No lo olvidéis, vosotros no tenéis nada que perder, ellos sí. Defendedles bien los primeros diez segundos y fijo que se precipitarán en cuanto deban lanzar para conservar la ventaja, ¡porque vosotros no vais a fallar! - Les aseguró con tono categórico. -



            Los chicos, imbuidos en esa disposición, salieron al parqué con ganas y decididos a cumplir con las órdenes. Asthel hizo su parte, en el siguiente ataque clavó un triple que hizo saltar de sus asientos a su hinchada. Maray y Granate, incluso lanzaron las palomitas al aire. Loren pegaba saltitos de emoción abrazada a su hermano que estaba igualmente excitado. Madeleine agitó una bufanda del equipo y tanto Amatista como Leval se miraron muy orgullosos y contentos. Lo mismo que Diamante y Esmeralda que sonrieron rememorando las hazañas de otro Malden sobre la cancha en su primer partido como profesional. Pero ahora tocaba defender. ¡Y lo hicieron!, el contrario perdió el balón y hubo una canasta a la contra,  seguida además por una irreflexiva falta del jugador al que habían interceptado el pase. La clásica de la frustración. El escolta  encargado de tirar no erró y colocó al equipo a sólo cuatro puntos, cuando quedaba un minuto y medio. Tras varias jugadas de  intercambio de canastas y la diferencia se mantenía a cuarenta segundos para el final. Asthel esta vez no tiró él, sacó la pelota para un compañero que encestó un nuevo triple. El público ovacionó la jugada, la siguiente posesión del contrario fue cortada en falta por el propio Asthel que eligió bien al rival. Éste, con patente nerviosismo, no pudo anotar ningún lanzamiento. Pero el último tiro libre lo tocó un miembro del equipo y era fuera para los contrarios. Estaban a tan sólo un punto pero con posesión del rival, restaban veinte segundos y el entrenador contrario, comentó el error(a juicio de Roy que se regocijó por ello) de pedir un tiempo cuando aún mantenía la posesión y no anularlo al fallar los tiros libres y salir el balón por la banda. Era lo que necesitaba para planificar un único ataque, así lo hizo...



- Oídme ahora con mucha atención, chicos. - Les pidió para explicarles. - Vamos a por ellos, sacarán del fondo de la pista. Defensa presionante a toda cancha. Hay que ponerles nerviosos para que yerren el saque. Si logran hacerlo bien, hacemos falta nada más la pongan en juego. Lo que no podemos permitir bajo ningún concepto es que nos hagan una puerta atrás. De modo que todos muy atentos a su hombre. Llevamos ya más de cuatro faltas en este cuarto. Cometiendo otra tendrán que ir a la línea. En tal caso el que deba  tirar los lanzamientos libres en su equipo estará hecho un flan. No creo que encestase los dos. Si pese a todo fuese así, nos jugaríamos un triple. Si encesta uno, una canasta normal vale para la prórroga. Y si llegamos ahí estarán perdidos. Siempre es psicológicamente mejor para el que remonta. Así que… ¡Vamos a por ellos! – arengó dando palmadas, los muchachos juntaron sus manos y dieron el grito de guerra de su instituto volviendo a jugar.



            En efecto, el jugador contrario fue a sacar y los muchachos estaban listos para hacer falta. Pero uno de los compañeros de Asthel logró interceptar el balón, la buena fortuna hizo que un contrario tratase de atraparlo pero no lo lograse limitándose a tocarlo y enviándolo fuera. ¡Ahora eran ellos los que tenían el saque! El míster del otro equipo pidió un nuevo tiempo incluso antes de que se les hubiera escapado el balón. Y mientras ese entrenador abroncaba a los suyos para después tomar el pizarrín y marcarles la jugada, Roy reunió de nuevo a los chicos a su alrededor y les explicó.



-Seguro que van a esperar que agotemos el mayor tiempo posible y que nos la vayamos a jugar a un solo lanzamiento. Es lo lógico, pero ya no quedan más tiempos y haremos lo contrario. Escuchad. Ataque rápido, en menos de diez segundos, si fallamos y no hay rebote, falta muy rápida. Como mucho habría que jugarse un triple pero estos deben tener el brazo encogido, no meterán dos tiros. Tendríamos al menos diez segundos para forzar la prórroga. Pero estoy convencido de que no hará falta.



            Así que indicó el plan a seguir y los componentes del equipo saltaron al campo con un sentimiento de gran seguridad. A pesar de lo ajustado del marcador confiaban ciegamente en las palabras de aquel hombre que había vivido un montón de finales como ese. Asthel entonces se concentró para mantenerse calmado. Sus dotes le resultaban muy útiles dándole una ventaja crucial. Para sorpresa de sus adversarios él mismo subió el balón. Botaba justo sobre el medio campo contrario y estos aun no sabían si marcarle con su base o con su defensor natural. Por inercia ambos se lanzaron a presionar y entonces un compañero de Asthel cortó por la zona aprovechando la situación. El pase de éste fue preciso y se convirtió en asistencia, cuando su compañero anotó bajo canasta a tan sólo ocho segundos del final, un par de ellos menos de los previstos por Roy.



- ¡Genial! - Exclamó éste saltando de júbilo y gritándole a los suyos haciendo bocina con las manos. -  ¡Presión al saque, cuidado con la puerta atrás, sin faltas!....



El equipo contrario era un poema, bajos de moral tras esa canasta recibida que les hacía ir por vez primera en todo el partido detrás en el tanteador. Se sentían apurados por los nervios y la falta de tiempos muertos, apenas podían sacar de banda. Estaban ahogados y finalmente pusieron la bola en juego. Uno de ellos botó corriendo hacia la zona enemiga, pero la defensa no le dejaba lanzar con comodidad, sin atreverse a ello hizo un pase a la desesperada hacia otro de los suyos que fue cortado por Asthel. Éste únicamente tuvo que alejarse con la pelota y escuchar la bocina final, para lanzar el balón al aire y abrazarse a sus compañeros  llenos como él de júbilo. Roy se unió a ellos al grito de…



- ¡Muy bien muchachos, ya sabía yo que ganaríais!



Aunque otra le iba por dentro, ¡en su vida había arriesgado tanto en un partido!, había ido de farol pero, afortunadamente todo salió bien. Cuando Jack se enterase  seguro que dudaría entre alabarle o matarle. ¡Si es que no le daba otro ataque al pobre! ¡Pero lo principal es que estaban en la final! De todos modos, Roy también se sentía en las nubes. Esto le había rejuvenecido de una forma maravillosa.



- ¡Como en los mejores tiempos de las finales! - Exclamaba lleno de alegría. -



Las familias de todos bajaron a felicitar a sus chicos, Beruche se llegó también hasta su esposo y le comentó entre divertida y porqué no decirlo, algo preocupada.



- Roy, te va a dar un ataque a ti también. ¡Cálmate!

-¡Qué va! ¡Me siento como si tuviera cuarenta años menos, cubito! - Le aseguró él sin parar de reír mientras la abrazaba. -



Bertie estaba muy contenta. Podía ver como la alegría había regresado a su esposo. Esa felicidad que le faltase desde la muerte de su amigo. Cooan también le abrazó y los tres formaron una piña, como en los mejores tiempos de la Golden. Roy incluso levantó una mano y apuntó con un dedo hacia el techo, estaba claro a quién le dedicaba el triunfo cuando musitó con gran dosis de afecto.



-Ésta te la dedico, paleto de Kansas. Va por ti…hermano.



 Amatista y Leval les miraron con una sonrisa. Él también se alegraba de ver así a su padre. Diamante y Esmeralda por supuesto felicitaron a su nieto y a su exultante consuegro. Lo mismo que Sandy y Coraíon, que habían podido llegar a ver el último cuarto del partido y para recoger a su hijo.



-Ha debido de estar muy reñido.- Comentó Sandy a su amiga Amatista cuando la vio.- Desde luego el último  periodo ha sido muy emocionante.

-¡Ni te haces una idea de cuánto! - Se rio ella.- Aunque si lo hubieras visto al principio… ¡Ha sido una gran remontada!



            Su amiga se sonrió divertida. Ciertamente no había sido testigo de eso, pero lo que sí podía percibir era ese ambiente de gran felicidad. Sobre todo en el grupo de esos victoriosos muchachos y su míster.



-Es usted un buen hombre, eso puedo percibirlo nada más mirarle.- Pensó la morena científica dedicando una mirada amable a Roy, que se abrazaba con alguno de aquellos chicos.- Me alegro mucho, en cuanto pueda le daré la enhorabuena a tu hijo.- Le respondió a su amiga Amatista.-



Entre tanto Maddie, Maray, Granate, Tom y Loren, bajaron también para abrazar a Asthel. Los demás, alegres, pero más comedidos, esperaron. Felicitarían al chico en casa y hacía allí se fueron, ya que ahora era imposible verle en ese momento. Los jugadores deberían ducharse y cambiarse para luego ir al hospital. Así fue, al cabo de unos instantes los chicos se metieron en el vestuario junto con su improvisado entrenador, al que, por sugerencia de su nieto, metieron en la ducha para celebrar el triunfo. Después de ducharse ellos también, fueron a ver a Jack. Estaba mucho mejor, lo suficientemente estable como para conocer la victoria. Los médicos, de todos modos, le pidieron que no se emocionase y  evidentemente le prohibieron dirigir la final. Roy le prometió que  él se haría cargo de eso y que, por supuesto, también ganarían.



-Ahora vejestorio escúchame bien.- Le pedía jovialmente a su amigo.- Espero verte del todo recuperado para celebrar el título.

-Desde luego, cuenta con eso. Y de la fiesta de la victoria me ocuparé yo.- Comentó Jack, esbozando una leve sonrisa.-

-Sí. He de admitir que yo era muy bueno preparándolas pero que tú las montabas como nadie. En eso aprendí de ti. - Aseveró Roy, dándole la mano a su interlocutor en tanto remachaba con un no disimulado afecto.- Ponte bien pronto, amigo.



            Tras dejar a Jack para que se recobrase y festejarlo un poco más, los chicos volvieron cada uno a sus casas. Asthel por su parte, fue a buscar a su novia. Madeleine estaba con Mimet, ésta había presenciado el encuentro en las gradas de atrás sin apenas variar su atento gesto. A ella esas emociones no la afectaban. Aunque podía notar algo, una extraña sensación, sobre todo cuando vio como su amiga abrazaba al chico y le besaba alabándole.



- ¡Vaya partido tan bueno y tú eres el mejor!

- Gracias, pero ha sido cosa de todo el equipo y sobre todo de mi abuelo, ¡él tenía razón, variamos la táctica y les desconcertamos! - Replicó éste con entusiasmo. -



Mimet intervino entonces con su frío tono de costumbre, aunque adornado con una media sonrisa.



- Habéis jugado muy bien, me alegro por vosotros.

- Muchas gracias, celebro que te haya gustado. - Replicó el aludido con una amplia sonrisa de satisfacción. -



La muchacha asintió, pero tanto Asthel como Maddie se estaban dando ya varios besos, dejándola un poco al margen. Ella simplemente aprovechó para alejarse y marcharse en silencio en tanto con su fino oído captaba las palabras del chico a su novia.



- Esta tarde lo celebraremos como es debido tú y yo...



            El eco de esa promesa le quedó en la cabeza a Mimet. Aunque su carácter tan particular no le permitiera evidenciarlo a ella también le gustaría tener un novio como Asthel. No solamente un chico que buscase de ella un contacto físico. Pero emociones como el amor o la alegría le estaban casi vedadas, y no sabía porqué. La joven se esforzaba, pero realmente no las sentía del mismo modo que el resto de la gente. Casi lo hacía como si tratase de aplicar una técnica. Había estado  estudiando todo sobre las mismas, incluso leyendo poesías, y seguía perdida. Llegó a casa y continuó su búsqueda. Esta vez hasta se metió en los archivos particulares de su madre. Unos que Mimí guardaba celosamente aparte y que su hija encontró por casualidad. Y así, mientras sus padres estaban ausentes hizo un descubrimiento, que, incluso para ella, resultó impactante.



-¿Qué podrá ser esto? - Se dijo, desconcertada por una vez.-



            Al regresar a casa Mimí encontró todo su despacho revuelto, infinidad de discos duros y libros esparcidos por la habitación y atónita descubrió a su hija sentada en el suelo, al parecer, consultando un fichero de datos. Fue entonces cuando Mimet miró a su madre. Ésta se quedó de piedra, la chica la observaba con una expresión que jamás había mostrado, las lágrimas le caían por las mejillas y en sus ojos lucía algo similar a la sorpresa, el pesar e incluso el enfado. Parecía dolida cuando se dirigió a su madre con su habitual tono sereno aunque inquisitivo.



- Mamá, ¿quién soy realmente yo? No soy una chica como las demás, ¿verdad?



            Cuando Mimí se recuperó de la impresión enseguida respondió.



- Claro que lo eres, hija ¿Cómo puedes decir esas cosas, cariño?

- Entonces. ¿Por qué puedo hacer cosas como estas?- Preguntó elevando un pesado armario sin apenas esfuerzo para subrayar sus palabras y dejándolo en su lugar con suavidad añadió sin dar tiempo a  su madre para replicar.  -¿Por qué soy tan fría? ¿Por qué no puedo sentir las emociones como los demás? ¿Por qué nadie me quiere?

- Pero hija, todos te quieren, Asthel, Madelaine, Granate, Maray. Tienes muchos amigos. - Le rebatió Mimí que comenzaba a preocuparse seriamente. Su hija jamás se había comportado así. -¿Por qué dices eso ahora?

- Nunca he sabido lo que es querer tal y como ellos lo saben. - Opuso categóricamente Mimet que parecía estar embargada por la pena más honda que nunca hubiera experimentado para confesar. - Jamás podría querer a Asthel como le quiere Madeleine, y ella es mi amiga, pero a mí me gustaría quererle a él como ella lo hace. Y sé que no está bien, no puedo interponerme. Es extraño, haga lo que haga, debería sentirme mal de un modo u otro. Tanto si no puedo estar con Asthel como si estuviera y apartase a Maddie de su lado, y no siento nada más que una duda ante dos posibilidades que me plantean un dilema moral. - Guardó unos instantes de silencio sin que su atónita madre supiera que decir y pasado ese momento la propia Mimet agregó. - Sé perfectamente que cualquier chica normal sufriría, se sentiría culpable o algo así. Y ahora creo que conozco el motivo que me lo impide a mí, al fin...



Y entonces fue cuando Mimí se percató de lo que su hija había estado leyendo. No pudo evitar que sus ojos se inundasen de lágrimas en tanto la chica le preguntaba con voz suave y átona, señalando la pantalla del ordenador...



-¿Es esto verdad? ¿No soy realmente vuestra hija?



            Mimí sólo pudo asentir para admitirlo y cuando pudo conseguir que las palabras no se le atragantasen confesó con voz queda.



- Es cierto, cariño...tienes razón. Pero no de la forma en la que tú crees. No eres una chica corriente, pero yo soy tu madre y papá es tu padre. Aunque no como lo son los padres de otros chicos.



Y  le pidió a la chica que aguardase un poco a que llegara su padre. Por fortuna en este caso, Mimet tampoco sabía ser impaciente. Así pasó una hora y Kenneth llegó. Enseguida fue puesto al corriente por su esposa y comprendiendo que ya era inevitable, decidió junto a ella, contarle a la joven toda su asombrosa historia...



-Muy bien, cielo. Ahora escucha bien lo que te vamos a decir…-Comenzó Mimí tratando de dominar sus propios sentimientos de pesar y angustia.-



Ajenos a este episodio tan trascendental en la vida de su amiga, que nada les dijo de lo que supo por sus padres, en casa de Asthel y Maray pasaron los días. La final se jugó cinco después del anterior encuentro y tal y como Roy prometió, los chicos ganaron, siguiendo una de sus afamadas consignas “dad el alma y el corazón”. No obstante, esta vez lo lograron sin tantas dificultades como en el otro encuentro, que fue la autentica final anticipada. Asthel jugó un gran partido y fue clave en el resultado. Tanto él como sus compañeros dedicaron el triunfo a Jack, que fue de nuevo visitado en el hospital, ya que no pudo ni escuchar la radio por si acaso se emocionaba demasiado y se alegró todo lo que sus médicos le permitieron. Aunque lo que nadie le podía prohibir era el gran orgullo y cariño que sentía por esos muchachos. Lo mismo que Roy.



-Desde luego que, cuando este viejo fósil salga de aquí, ya veréis que fiesta haremos, chicos.- Les aseguraba una y otra vez su improvisado entrenador para regocijo de la plantilla.- Será una de esas de las que nunca se olvidan.



Y esa fiesta se celebró algo después. En efecto fue memorable aunque lejos de las alocadas juergas de la Golden en sus años dorados. Jack, sentado todavía en una silla de ruedas, y su amigo comentaban.



-¿No te trae esto viejos recuerdos de cuando quedábamos después de los partidos?- Le inquirió Roy.-

-Sí, por supuesto.- Sonrió su compañero.- Venían muchas animadoras y otras chicas. Y tú tratabas de ligártelas a todas, ¡bribón!…

-Es verdad.- Admitió su interlocutor, añadiendo no sin un poso de nostalgia.- A veces me pregunto qué sería de todos nuestros antiguos compañeros y amigos.

-Supe de pocos, Ozzie por ejemplo se dedicó a dar clases y acabó siendo director de un colegio, creo que murió hará un par de años.

-Lamento oír eso.- Suspiró Roy realmente apenado.- Era un tipo divertido y bastante tarambana…

-Sé que Melanie y Malcolm trabajaron en la Golden y que se jubilaron hará unos años.- Le contó su compañero.-

-Sí, con ellos hemos mantenido algo el contacto. Tienen dos hijos y un nieto. Su hija mayor fue compañera de universidad y es muy amiga de mi sobrina Idina, la hija de Cooan y de Tommy.- Le relató su contertulio a su vez. -

-Pues ahora que lo mencionas. ¿Qué pasó con Rodney? Juraría haber visto a Connie aquí.- Quiso saber Jack.- Pero a él no he podido verle.



            Ahora fue Roy el que forzó una triste mueca a modo de sonrisa y simplemente replicó.



-Murió hace unos años también…

-¡Vaya!, sé lo amigos que erais, lo siento mucho.- Pudo decir su contertulio sentenciando con total seriedad e incluso afecto.- Era un tipo magnífico.

-Le dediqué el triunfo en la semifinal y en la final, espero que no te importe.- Le confesó su amigo un poco apurado.-

-En absoluto, si había un tipo que se lo mereciese, ese era él.- Convino Jack.-



            Y así se pasaron casi toda la velada charlando y rememorando esos años dorados de su juventud. Entre tanto Asthel, tras celebrar aquello con su novia, volvió a casa. Tras saludar a sus padres y hermana y, ya en su habitación, recibió la llamada de alguien muy particular.



-¿Sí?- Quiso saber atendiendo a su teléfono.-



            Y la réplica que recibió fue bastante reveladora, haciendo que, de inmediato, su interés se volcase hacia su interlocutor.



-Hola Mensajero. Soy Lance. Tengo que hablar contigo.

-Hola.- Respondió él, con tinte sereno y más serio, queriendo saber.- Tú dirás.

-¿Acaso desconoces el motivo de mi llamada?- Pareció sorprenderse su contertulio.-

-Apenas he ojeado el Libro. No lo creo prudente.- Le confesó el chico.-

-Has hecho bien. Y lamento molestarte ahora. Inicialmente no estaba previsto creo, pero han sucedido, o mejor dicho, sucederán cosas que lo ameritan.- Le contestó Lance, matizando con ese característico tono enigmático suyo. - Tanto aquí, como en la Tierra y en Nature. Me estoy ocupando y me encargaré de ellas de la mejor manera que puedo, pero creo que necesitaré tu ayuda.

-Bien, de algo sí que estoy informado. Pero no pude intervenir.

-Hiciste bien.- Aprobó Lance, añadiendo.- Pero ahora es necesario que hablemos.

-Enseguida iré a verte.- Repuso el joven.-

-Estoy en un hotel, te daré mi dirección.- Dijo su interlocutor.-

-No hará falta.- Le aseguró el muchacho.-



            Así era en efecto, Asthel solamente tuvo que concentrarse y abrir uno de esos pasillos que él era capaz de crear para cruzarlo y trasladarse junto con aquel hombre. En cuanto a Maray preparaba su propio momento de gloria. En este caso, a la par de alegrarse mucho por él y su triunfo, lejos de sentirse olvidada o relegada, le vino muy bien que toda la atención de esas semanas estuviera centrada en su hermano. Siguiendo el consejo de su abuela practicó las enseñanzas de ésta de forma discreta pero constante. Celebró su quince cumpleaños al que asistieron sus amigos, incluida Claire. Pese a ello, maray no reveló nada ni aun a  esta.



-Así me lo aconsejó la abuela.- Recordó.- Y no quiero contrariarla en nada.





Eso sí, al día siguiente de tener la edad mínima requerida se inscribió en el concurso. A falta ya de una semana para el comienzo de éste. Esmeralda terminó de aconsejarla y ultimó sus lecciones. Maray pensó que al fin había llegado el momento de desvelarlo. Y por fin, casi todos en casa de la muchacha se llevaron una gran sorpresa cuando ella les anunció su participación en el certamen...



          
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