martes, 8 de marzo de 2011

GWT 33.185. Concurso señorita Bios

¡No era para menos!, todos saltaron de sorpresa cuando Maray y Esmeralda les dijeron que la chica iba a ser una de las participantes del certamen de Miss Bios. Al mutismo general siguieron las palabras de Amatista. La madre de la chica fue la primera en recobrarse y exclamó con tono de reproche.

- ¡Hija mía! ¿Cómo no nos lo has dicho antes?
- Quería daros una sorpresa, mamá - respondió Maray justificándose. - Me hacía mucha ilusión, sólo se lo conté a la abuela y ella me ha ayudado mucho.
- Bueno, estoy seguro de que tenías ganas de darnos una agradable sorpresa, hija. Pero esto es algo que tendrías que habernos consultado. - Intervino Leval admonitoriamente también. -Tú aun eres menor de edad y no puedes firmar nada sin nuestro consentimiento.
- Pero os lo digo ahora, así podéis darme permiso. - Repuso Maray como si tal cosa. -
- ¡O sea que has hecho una política de hechos consumados! – Exclamó su madre visiblemente irritada. - Ya lo tenías todo pensado para no darnos alternativa.

El resto se la quedó mirando no sin una expresión de sorpresa dibujada en sus rostros. Estaba claro que la niña tendría que haberlo dicho antes, pero Amatista parecía realmente muy enfadada, incluso reprobando a Esmeralda con la mirada el que se hubiera callado. Aunque ésta parecía ahora tan desconcertada como el resto.

- Pero cariño. ¿No se lo habías comentado ya a tus padres? - Se extrañó la diseñadora. – Pensaba que ya lo sabían hace tiempo.
- Es que pensaba darles la sorpresa contigo, abuela. – Replicó apuradamente la muchacha. –

Por la expresión de su madre, Maray podía ver que se iba a desatar una tormenta buena. De modo que rápidamente recurrió a su padre con tono entre quejumbroso y suplicante.

-Papa, ¡por favor!  Es un concurso muy importante.
-Sí hija, ese es precisamente el problema. – Respondió el aludido para estupor del resto, más al aclarar. – Hay muchos que no les bastan las condiciones alcanzadas tras el referéndum de hace años. Quieren convertir este certamen en una especie de reivindicación de la independencia total de Bios. Sin ir más lejos, las chicas que se presentarán son todas nacidas aquí, esa es una de las condiciones. Por no hablar de algunas organizaciones feministas radicales que ya lo han tildado de una ofensa a la dignidad de las mujeres y que han amenazado con boicotearlo de alguna forma.

Incluso a su esposa y suegra les sorprendió que él estuviera tan enterado de las bases del concurso, aunque Leval enseguida les explicó.

-No es ningún secreto. Llevan anunciándolo algún tiempo, y particularmente no me hace ninguna gracia que mi hija participe en algo que puede tener connotaciones políticas tan marcadas. Por eso hemos tenido que investigarlo.
-Leval, por favor. - Terció Esmeralda ahora con gesto inquieto. – Esto no tiene nada que ver con la política.
-Ahí es donde te equivocas, – rebatió su yerno quien sin embargo suspiró para conceder. – Es verdad que Maray y las otras chicas que quieren participar no piensan en eso. Pero hay otros tipos que sí. Y se aprovecharán de la buena fe de las concursantes para hacer su propaganda a su costa.
-Pero el equipo que dirige el concurso viene en su mayor parte de la Tierra. – Opuso su suegra a su vez, afirmando convencida. – Yo al menos conozco a dos de ellos. No tienen nada que ver con reivindicaciones de ningún tipo. Al contrario. Incluso si sois inteligentes podéis hacer que el certamen se vuelva en contra de esos que quieren emplearlo para tales fines. Podría ser una muestra de unión con el planeta madre.

Ahora Leval se quedó pensativo, quizás su suegra tuviera razón. Esmeralda incluso se permitió añadir.

-Yo misma me ofrecí a patrocinarlo para que la ganadora…

      Pero sus palabras se vieron interrumpidas por la intervención de su visiblemente contrariada hija.

-Ya basta, mamá. A mí me importa un bledo si hay política o no detrás de ese concurso. – Declaró Amatista que ahora se dirigió a su hija para sentenciar abruptamente. – ¡Ni lo pienses! En algo estoy de acuerdo con esas feministas radicales, como tú las llamas, Leval. - Afirmó ahora mirando reprobatoriamente a su perplejo marido para remachar. - Mi hija no va a salir ahí para que la estén mirando cuatro viejos babosos. Ya estoy harta de ese tipo de exhibiciones de chicas a mayor gloria del machismo.

Sus palabras dejaron atónitos al resto, a su madre incluso helada de estupefacción. ¿Cómo podía pensar así su propia hija? Aunque Esmeralda no pudo intervenir, su nieta se le adelantó.

-Pero…pero mamá…yo quiero participar…
- ¡Basta!, ¿te atreves a engañarnos de esta forma para que te demos permiso y encima insistes? No quiero oírte decir ni una palabra más al respecto. ¡Vete a tu habitación!, ya hablaremos. – Le ordenó Amatista con tono bastante severo. –

La chica se quedó petrificada, únicamente fue capaz de mover la cabeza y comenzó a llorar, sin esperar a que nadie dijese nada más corrió a encerrarse en su cuarto. Entonces fue la veterana diseñadora la que miró a su hija con reproche y le comentó dolida.

- ¿Cómo has podido decirle eso a tu hija?, ese es su sueño.
-A su edad tiene otras cosas más importantes que hacer que perder su tiempo en un concursito propagandístico, y menos todavía le consiento que haya tratado de jugárnosla. - Replicó Amatista de forma contundente. -
-Pero, cariño. - Terció Diamante que había estado callado y asistiendo con interés, estupor y también pesar a todo aquello. – La pobre niña no pensaba que te estuviera engañando. Únicamente quería darte una sorpresa.
-Hija, no te comprendo, de verdad que no. – Suspiró una abatida Esmeralda moviendo la cabeza con reprobación. – ¡Cómo has podido ponerte así!
- ¡Ya basta, mamá! - Replicó la aludida con patente contrariedad. – Precisamente tú deberías entenderme. Hace no tantos años me decías exactamente lo mismo.
-Yo nunca te dije que no pudieras cumplir tus ilusiones. – Se defendió su atónita madre. –
- ¿Ah no? Todavía recuerdo lo del grupo de música en Paris. ¿Quién dijo que aquello era una estupidez? - Le reprochó su hija añadiendo con amargura.- Lo que pasa es que, como yo no quise ser modelo como tú, ahora quieres utilizar a mi hija para cumplir con tus expectativas.

¡Así que era eso!, Esmeralda la observaba con un gesto de sorpresa y hasta de consternación. A pesar de todo el tiempo transcurrido su hija había tenido aquello clavado durante todos esos años. La veterana diseñadora suspiró y se acercó a ella para declarar de forma conciliatoria.

- ¿Cómo puedes pensar eso? Yo…

            Y aturullada, la diseñadora apenas si pudo agregar, tratando de sonar conciliadora.

-Cariño, al final tú cantaste en ese grupo….
-Porque os supliqué y porqué acepté todas tus condiciones. – Contestó su interlocutora. – Por aquel entonces, no te importaba mucho que a mí me gustase cantar o no. Solamente que aprobase y punto.
-Y tú también me dijiste cosas muy duras. – Le reconvino su madre a su vez. – Cosas que me dolieron.
- ¿Cómo qué?- Quiso saber Amatista que realmente no se acordaba demasiado de esa parte. –
-Me acusaste de haberte abandonado en el internado. – Le recordó Esmeralda también con un tinte dolido en su voz. – Fuiste muy injusta…
-Y lo cierto es que me pasé media infancia allí metida. - Afirmó su hija que, pese a todo, rebajó el tono para admitir. – Luego supe que tenías tus razones. Pero cuando era niña sólo recuerdo haber estado sin ti durante mucho tiempo. En días que eran muy importantes para mí. Dime. ¿Dónde estabas tú para consolarme cuando sufría? ¿O para verme competir? ¿O para arroparme por la noche? ...Pues yo sí que he estado con mis hijos haciendo todo eso. Y trabajo mucho también y he sido justiciera lo mismo que tú. No vengas ahora a decirme como tengo que educarles.

            Ahora sí que ninguno de los presentes se atrevía a pronunciar palabra. Leval miraba a su esposa visiblemente preocupado. Quizás se estuviera excediendo en aquella catarata de reproches, pero él no podía meterse en eso. Diamante a su vez observaba la escena con pesar, lamentándolo por su esposa y por su hija. Él también se sentía culpable. Con sus investigaciones y su trabajo tampoco pudo estar ahí para su niña. No era justo que su mujer cargase con todo aquello ella sola. Entonces fue cuando Esmeralda pudo mirar a su indignada interlocutora y a duras penas replicar.

-Está bien, está bien… - musitó su madre con tono decaído para admitir con lágrimas en los ojos. - ¿Quieres que te lo diga? Lo hare. Eres mucho mejor madre para tus hijos de lo que fui yo contigo. Me equivoqué, hija. ¡Lo siento!, si pudiera vivir mi vida otra vez habríamos pasado más tiempo juntas. Jamás me perdonaré el no haber estado a tu lado en muchos de tus cumpleaños y celebraciones. Ni haber dejado de darte besos de buenas noches. Pero siempre quise lo mejor para ti. También hubiera deseado que fueses modelo como yo e incluso que me sucedieras. Pero tardé en darme cuenta de que tus ilusiones no eran esas. Luego me demostraste que eras una magnífica cantante. Que tenías cualidades para ello. Y fuiste capaz de salir adelante. Como en todo lo demás que has intentado. Pero créeme, ahora no se trata ni de ti, ni de mí. Es tu hija la que adora ser modelo, quiere triunfar. Es algo que le ha gustado desde pequeña, y yo no he tenido que ver con ello. No del modo en que tú crees. ¡Te lo suplico!, no la castigues a ella por mis errores contigo. Sé que te decepcioné, permíteme que, al menos, sea una mejor abuela para Maray que la madre que fui para ti.

Amatista escuchaba sorprendida y envarada. Comenzaba a comprender que no había sido justa. Era cierto que desde muy chiquitita su hija había demostrado que aquel mundo de la ropa y los vestidos le gustaba. Tuvo que vencerse a sí misma para moderar su tono y disculparse. Más al ver lágrimas en los ojos de su madre. Empezó a sentirse realmente mal por lo que había dicho.

-Lo siento mucho, mamá. Perdóname, por favor. – Musitó consternada abrazando con afecto a su interlocutora. – De verdad…no quería herirte. Ahora que también soy madre sé lo duro que a veces es educar a los hijos…
-No, cariño. Es mejor que hayas sacado eso de tu interior. – Pudo responder la veterana diseñadora una vez se secó las lágrimas. – Siento que lo hayas tenido ahí durante tantos años.

La aludida asintió. Era verdad. Su pobre hija no tenía por qué pagar aquello. Aunque no todo lo que había dicho estaba equivocado. Desde luego la niña no actuó bien, pero ella también se había pasado. A fin de cuentas, Maray era una cría y no se percataba de las implicaciones de algunas de esas cosas. Pero ella era una mujer adulta, debía comportarse como tal. De modo que, más tranquila, le pidió a su esposo.

-Leval, haz el favor de llamar a Maray.

Su marido fue sin pérdida de tiempo, tocó en la habitación de su hija y le pidió que saliera. La pobre muchacha tardó unos instantes, estaba sentada en su cama, con la cabeza baja, al levantarla tenía el rostro lleno de lágrimas. Su padre no pudo evitar compadecerse de ella y le dijo con suavidad.

-Anda ven, tu madre quiere hablar contigo.

Ella le siguió de forma sumisa y con la cabeza gacha. Cuando se presentó de nuevo en el salón su madre y su abuela la miraban no sin pesar. Aun así, Amatista le dijo, aunque ahora con voz más serena.

-Hija. ¿Te das cuenta de lo que significa meterse en una profesión así?
-Sí mamá, la abuela me lo ha explicado. Dice que es duro y que requiere mucha dedicación. – Afirmó la chica entre balbuceos asintiendo en tanto se enjugaba las lágrimas con un pañuelo. – Y es verdad.
-Pues no me parece bien. Primero, porque no nos lo habías dicho ni a tu padre, ni a mí. Esas cosas no se pueden ocultar. Y lo que es más importante. ¿Es que no ves que si sales elegida tendrás compromisos que pueden alejarte de tus estudios? ....
-Mamá, yo no voy a dejar de estudiar, puedo ser modelo y sacarme el curso, - le rebatió Maray. -
-Sí claro, eso es lo que tú te crees. Eso mismo pensaba yo cuando… 

Le negó Amatista que pasó de un tono casi cortante a una voz queda, se detuvo de repente a media frase, un pensamiento le asaltó la cabeza. No pudo evitar sonreír levemente, incluso con algo de emotividad, ante la extrañeza de su hija y del resto.

-Esto me es familiar y para ti también ¿verdad, hija? - Terció Esmeralda con voz suave, entonces miró a su nieta y le explicó. - Verás Maray. Tu madre se acuerda ahora de cuando me pidió a mí ser cantante. Tendría tu edad y, si la memoria no me falla, creo que ha usado casi las mismas palabras que utilicé yo entonces.  Por eso se ha callado, porque le has contestado prácticamente lo mismo que ella me respondió a mí. ¡Sólo que tú, eres bastante mejor estudiante y menos cabeza loca de lo que era ella!

La diseñadora se sonrió con nostalgia mientras Amatista se ponía colorada por momentos.

- Mamá, tampoco hace falta que des tantos detalles. - Le pidió algo envarada. -
- Pues voy a darle más. – Afirmó decididamente su madre añadiendo, eso sí, con tono lleno de afecto. –  Verás Maray. Mi hija, tu madre, luchó por lo que deseaba, porque tenía sueños que quería cumplir. Y cuando vino a tu abuelo y a mí y nos dijo que quería embarcarse en la SSP-1, para perderse en el espacio, pudiera ser que, para siempre, yo comprendí que deseaba realizar su sueño. Por mucho que nos doliese perderla, no se trataba de lo que nosotros quisiéramos, sino de lo que ella anhelaba hacer con su vida, lo que de verdad importaba. Y eso que nos avisó con apenas una semana…y realmente eso era mucho más serio que un simple certamen de belleza. Era una decisión trascendental para el resto de su vida. Sin embargo, al final logró ir y tras muchas vicisitudes cumplió su sueño. Y gracias a eso ahora estáis tu hermano y tú aquí, en este planeta que tu madre y otros muchos, con su dedicación y sacrificio, convirtieron en su hogar. Ya lo ves, cariño. – Añadió suspirando con emotividad y una sonrisa en tanto miraba a su emocionada hija para dirigirse a ella. -   Un producto de tus sueños e ilusiones, que tanto luchaste por alcanzar, está aquí ahora deseando cumplir sus propios anhelos y haciéndote enfadar por no haberte avisado con tiempo. ¿Y tú no puedes comprender eso?...

Amatista no pudo evitar que le cayeran las lágrimas al escuchar eso último. Ahora se veía rebasada por aquello. Lo recordaba muy bien. Tras esa intempestiva llamada de Satory, ofreciéndola esa oportunidad in extremis. Ella no durmió esa noche, pero, tras la graduación del que hoy era su esposo se decidió. Y ni siquiera fue ella quién lo contó en primer lugar. Al menos Maray había tenido el coraje de plantarse ante ellos y confesarlo cara a cara. En el caso de Amatista su padre tuvo que enterarse por el padrino Ian. Recordaba lo difícil que fue en el camino de vuelta a casa, sin hablar. Cuando al llegar le confesó a su madre aquello y la expresión en la cara de ésta, que no pudo ni articular palabra. Al principio su padre se negó puesto que no quería que se fuera. Pero cuando todo le parecía perdido y se sentía desolada su madre la apoyó. Y ahora que ella era madre también podía comprenderles y valorar más lo que la suya hizo entonces. ¡El gran sacrificio de dejarla marchar!  Y si se paraba a pensarlo era cierto. Su casa en Bios, su matrimonio y sus propios hijos, eran fruto de la realización de aquel sueño de adolescente que le llevó a dejar todo lo que entonces conocía y embarcarse en aquella loca aventura sin ningún tipo de garantías. ¿Qué problema podía plantearle su propia hija queriendo participar en un simple concurso si lo comparaba con aquello? Volvió a sentirse culpable. Había sido demasiado dura e incluso inflexible. Se había comportado de la misma manera que durante tanto tiempo le había recriminado a su propia madre. De modo que sin pensarlo más abrazó a Maray en tanto le decía con la voz tomada por la emoción.

-Perdóname, mi niña. Sabes que te quiero más que a nada en el mundo, y no voy a quitarte tu sueño.

            La muchacha también lloró de nuevo. Leval asintió con alivio y tanto Esmeralda como su esposo asintieron con una gran sonrisa. En ese momento, sonó el móvil de Diamante que se alejó un poco para contestar…en tanto Maray alegaba.

- Por favor, mamá, perdona si no he hecho bien, pero no había pensado en eso. ¡Me hace tanta ilusión! y la abuela estará conmigo para ayudarme. Ella sabe muy bien lo que se hace.

Amatista asintió resignádamente y respondió ya seria pero aún emocionada.

- Está bien, hija. - Concedió con un suspiro. - Yo sé muy bien lo que es tener una vocación y querer realizar una meta por encima de todo. Si te gusta, no me opondré. Pero desde ahora, cualquier cosa que vayas a hacer nos lo consultas primero a tu padre o a mí, ¿de acuerdo? Primero, porque debe ser así. Segundo, porque queremos ayudarte a realizar tus aspiraciones en todo lo que podamos.
- En eso tu madre tiene razón, ¡mira que te lo dije!, avisa con tiempo a tus padres. - Convino algo admonitoriamente Esmeralda que, pese a ello, sonreía feliz de que todo hubiera acabado bien. -
- Tenía la intención de hacerlo, de veras, pero luego se me pasó, abuela. ¡Lo siento!, quería que fuera una sorpresa bonita. -Se disculpó sentidamente Maray que de inmediato se abrazó a ella y luego a su madre para darles las gracias. -

 Amatista acarició el pelo de su hija y la chica añadió esperanzada.

- ¡Ya verás cómo te sentirás muy orgullosa de mí! Me esforzaré mucho…
- Ya lo estoy, cariño. - Repuso afectuosamente su madre. - Tu padre y yo siempre hemos estado muy orgullosos de ti.
- Estoy seguro de que tendrás mucho éxito, hija. - La animó Leval contento también. -
- Eso os lo puedo asegurar, - corroboró Esmeralda afirmando. - La niña vale, aprende muy deprisa eso es bueno. Sobre todo, en este trabajo, donde las cosas pasan muy rápidamente y hay que saberse adaptar a muchos cambios.
           
            Asthel que no había estado presente, llegó en ese momento, su hermana le dio la noticia y él se alegró mucho deseándola suerte. De todas formas, durante esos días había permanecido más pensativo. Después de la final de baloncesto tuvo un presentimiento que cada vez ganaba más fuerza. Éste le decía que a partir de entonces iba a comenzar la cuenta atrás, su entrenamiento y los preparativos para su misión debían ultimarse ya. Más si cabía tras la conversación que mantuvo con Lance. Recordaba cuando apareció en la habitación del hermano de Idina.

-Veo que has progresado en tus dones. Mensajero. - Le saludó aquel individuo. -
-He estado trabajándolos en estos últimos años. - Repuso Asthel, quien enseguida le preguntó.- ¿Qué es lo que pasa? No sueles pedir ayuda a la ligera.
-No, - admitió su interlocutor, pasando a explicarle. – Por lo general los Guardianes nos las solemos apañar. Pero en este caso no tengo otro remedio. Digamos que alguien que no debía, ha tenido acceso a algunos accesorios que derivan del Libro. Dichos elementos, aunque no sean tan poderosos como éste, tienen una gran capacidad para influenciar en el devenir de las cosas.
-Creo que te entiendo. - Asintió el chico, añadiendo con prevención. - He llegado a sentir algo. ¿Es esta una zona segura?
-Hasta donde yo sé, sí. - Le tranquilizó su contertulio, agregando. – El sujeto en cuestión está mucho más interesado en acontecimientos de otros momentos y lugares. Y como también sabes, hay cosas que no están al alcance de su influencia. Y tú eres una de ellas.
-Entonces, ¿Qué quieres exactamente de mí? - Inquirió Asthel. -
-Sencillamente que te des una vuelta por algunos de esos sitios y momentos en los cuales sí puede actuar. A fin de evitar que las cosas se descontrolen en exceso. - Le pidió Lance. -
- ¿Conoces la identidad de ese sujeto? - Quiso saber el joven. -
-Todavía no, pero cuento con averiguarla pronto. Hasta ahora la ha ocultado bien. - Admitió su interlocutor. -

            Y tras meditar por unos momentos, Asthel asintió, conviniendo.

-Haré lo que pueda. Ten en cuenta que debo atender a mis propios asuntos.
-Lo sé. Por eso trataré de hacer todo lo que esté en mi mano para aliviarte esa carga. – Declaró Lance. -
-Eso podría ser peligroso para ti. - Le advirtió su contertulio. -
-Posiblemente así será. No obstante, debo asumir el riesgo. - Sentenció Lance. -
-Sí, y te doy las gracias por ello. - Repuso Asthel. -

Y poco más hablaron de ese tema, pasaron a darse recuerdos de sus respectivas familias. Al fin Asthel se despidió de su confidente y volvió a su casa. Poco después de aquella enojosa situación que por fortuna se había resuelto bien para Maray. Se alegró por ella y estaba decidido a apoyarla para que realizase sus sueños.

-Tiene derecho a ello, la quiero mucho y quizás esta sea su última oportunidad para lograrlo. Además, por lo poco que sé, será algo fundamental para el devenir de los acontecimientos. Y ya queda muy poco. - Meditó. -

Y es que más tarde, aunque sin saber exactamente cuándo, él debería de contactar con todos los designados para acompañarle y uno de esos elegidos sería su propia hermana. Pero de momento decidió dejarla preparar su concurso sin interferencias y se metió en su habitación. Ya habría tiempo después. Por su parte Diamante regresó al salón, pero su rostro estaba demudado. Su hija fue la primera en notárselo y le preguntó algo inquieta.

-Papa. ¡Estás bien!
-Sí, sí cariño, no te preocupes. – Pudo replicar él que desde luego no parecía estarlo demasiado. –
-Anda cielo, vete a tu habitación, lávate un poco la cara y descansa.  - Le pidió conciliatoriamente su madre a Maray que asintió, en verdad lo necesitaba tras ese berrinche y tantas emociones. –

En cuanto la chica se hubo ido tanto Esmeralda como su hija y su yerno se centraron en Diamante. Fue la esposa de éste quién insistió.

- ¿Qué te ocurre, cariño? Amatista tiene razón. Te sucede algo. A mí no puedes engañarme, lo leo en tu cara.

El aludido asintió admitiendo aquello, tomó asiento en una de las sillas del comedor y les contó.

-Me ha llamado Mazoui. Estaba muy preocupado, algo muy grave ha sucedido en la Tierra.
- ¿Qué ha pasado? - Quiso saber Leval también visiblemente inquieto ahora. Si su primo se lo tomaba tan serio a buen seguro sería algo grave. –
-Hay un grupo de gentes que no son ni anti, ni pro-apertura. A decir verdad, no eran demasiados hasta hacía poco, pero cuentan entre sus filas con gente importante. - Les relató su suegro. -
-Sí, creo que sé a quienes te refieres – afirmó ahora Esmeralda que les desveló. – Se hacen llamar la Plataforma por la Libertad de la Tierra. Suelen actuar muy unidos a esos extremistas religiosos… ¿Cómo se llamaban? - Se preguntó en voz alta. -
- ¿La Congregación para la defensa de la fe? - Le apuntó Leval. –
-Sí, esos, gracias. - Dijo su suegra. -
-Mi hermana Kerria se las ha tenido que ver con ellos, en juzgados e incluso en debates. Son bastante intolerantes y suelen compartir las tesis de esos de la Plataforma. -Declaró su yerno. -
-Sí, es verdad. Ky me ha contado cosas de ellos que son realmente tremendas. - Intervino Amatista. –

            Esmeralda asintió, para ponerles al corriente.

-Pues esos de la Plataforma y sus amigos de la Congregación llevan bastante tiempo afirmando que, a través de los soberanos, los terrestres están sometidos a los dictados de seres extraterrestres. Culpan directamente a la reina Serenity y al rey Endimión de querer sojuzgar a la raza humana.
- ¡Vaya una estupidez! – desdeñó su hija –

Pero fue su padre el que agregó para informarles.

-Afirman que es antinatural que la reina y sus guardianas tengan esa juventud. Muchos de ellos dicen que están igual a como eran cuando Serenity y Endimión fueron proclamados reyes de la Tierra hará más de veinte años. E incluso otros aseguran haber visto a las guerreras hace más de cuarenta años prácticamente con el mismo aspecto.
-Pero eso sí que es verdad. – Terció Leval, comentando. – Vosotros y mis padres nos lo habéis contado muchas veces. La misma princesa Mercurio es mi madrina y ayudó en mi nacimiento. Y está tal y como yo recuerdo haberla visto de crío, cuando venía a visitarnos a casa de mis padres.
-Y seguro que esos tipos están celosos y desean tener el secreto de la eterna juventud o algo así también para ellos, ¿no? - Intervino Amatista suponiendo que de eso se trataba. –
-No, hija. - Rebatió Diamante que les desveló para su sorpresa. – Todo lo contrario. Ellos denuncian eso como antinatural y no quieren ser gobernados por seres así. Aducen que el resto de la humanidad vive cada vez más y que eso desembocará tarde o temprano en guerras por los recursos y en condiciones de vida cada vez más miserables. Esas han sido sus palabras. Acaban de realizar una rueda de prensa en la Tierra a nivel global. Adjuran de cualquier tipo de reconocimiento a los reyes de la Tierra. Dicen que prefieren irse antes de asistir a ese horror. Y que van a concienciar a todos, los terrestres, los biosanos y hasta los naturianos, de que los soberanos en realidad son una manifestación del mal. Mazoui me ha informado de eso.
-Bueno, pues qué le vamos a hacer, otros locos más a los que habrá que ignorar. – Replicó Leval sin parecer preocupado al oír aquello. – Mejor que se vayan…lo que no sé es a dónde. Aquí desde luego no les vamos a acoger. Al menos me opondré a ello si llegara el caso.
-Son unos fanáticos religiosos. - Añadió Amatista. - Kerria me habló de ellos, ya había muchos en Nature cuando le tocó ir a representar a una joven piloto. Sobre todo, los de especie de congregación…
-Sí, así es. Susan me ha informado de eso las veces que hemos hablado. Ella estuvo presente en ese juicio apoyando a su entonces subordinada. Un tal alférez Leví. - Comentó Leval. -
-Sí, sé que algunas de mis modelos en Nature han llegado a tener problemas. La pobre Sonia, cuando retornó de la Tierra. - Recordó entonces Esmeralda. - Después de la muerte de ese actor, que era…bueno, hacía que eran pareja.
-Te refieres a Ben Crew, ¿verdad mamá? - Inquirió Amatista.

Su progenitora asintió, conviniendo en eso.

-Sí, ese era el nombre. ¡Pobrecillo! Descubrieron que era gay y le destrozaron la vida. Algunos cuentan que hasta le empujaron a suicidarse. Yo le vi en un par de ocasiones y me pareció que era una bellísima persona. Siempre ayudando a los desfavorecidos, visitando a niños enfermos. Y Sonia me contó que era como un hermano para ella.
-Esos tipos son unos miserables, ¡están locos! - Declaró Leval compartiendo la indignación y el pesar del resto al escuchar eso. -
-Lo malo es que, con todo lo peligrosos que puedan ser esos fanáticos, este asunto no termina ahí. No son unos meros chiflados fundamentalistas. Tiene apoyos e influencias en puestos de alta responsabilidad, y están por todas partes. – Le dijo su suegro para desvelarles con inquietud. – Por lo que parece esos tipos han desarrollado un proyecto similar a nuestros SSP-1 y SSP-2, posiblemente con tecnología y documentos robados a la Masters Corporation. Algunos incluso eran trabajos e investigaciones mías, de mi hermano y de Souichi. Afirman que si no pueden vivir en la Tierra lo harán en el espacio buscando un planeta para ellos y los que piensen igual.
- ¡Malditos ladrones! – Espetó Leval visiblemente enfadado al oír aquello. -
-Déjalos, si lo único que quieren es irse, pues me parece muy bien. Así se resuelve el problema. - Repuso Esmeralda cruzada de brazos y aseverando. – A enemigo que huye, puente de plata.
-Sí- convino su hija que tampoco veía nada malo en eso. – Son libres de irse cuando quieran de la Tierra, nosotros también lo hicimos. Pero, como dice Leval. Que no se atrevan a acercarse por aquí.
- Lo malo es que todavía no sabéis como han llamado a ese proyecto y como se hace llamar su líder. – Pudo decir su padre con tono entre atónito y hasta temeroso. –

Y ante el expectante silencio de sus interlocutores, Diamante les desveló con voz queda.

-Lo han bautizado como proyecto Némesis. Y su líder, en realidad, nadie sabe quién es. Alega que la muerte es la liberación. Sus propios seguidores al desconocer su identidad o si en realidad existe, le han llegado a denominar el Fantasma de la Muerte.

Ahora fue su mujer la que sintió un escalofrío. ¡Aquello no podía ser verdad! Tanto Leval como Amatista se miraron atónitos y preocupados comenzando a comprender el alcance que aquello podría tener. Fue él quien quiso calmar las cosas y objetó con tono más analítico.

-Bueno, no nos precipitemos, eso puede ser una casualidad.
-Cuando estudiábamos de pequeños la historia de nuestro mundo aprendimos que Serenity desterró a una facción que se oponía a ella y a Endimión. Y fue porque les acusaron del carácter antinatural de su existencia. Se negaron a ser regidos por ellos. Abandonaron el planeta a bordo de una nave. – Les desveló una preocupada Esmeralda. – Exiliados en busca de otro mundo en el que habitar.
-Y esos disidentes fueron nuestros antepasados, llegaron a un mundo al que llamaron Némesis, que en griego era la diosa que perseguía y castigaba a los culpables de algún delito o crimen. – Les comentó Diamante a su vez. -  Némesis era un pequeño planetoide más allá de la nube de Oort, y esos tipos, según me ha contado Mazoui, han estado ahuecando un asteroide de color muy oscuro, con características similares para viajar fuera del Sistema Solar. Nuestros ancestros hicieron lo mismo. El primer rey de Némesis, Corindón, era el abuelo de mi padre. Las crónicas que estudie de niño narraban lo difícil que fue su vida hasta que, paulatinamente fueron construyendo sistemas de cúpulas y soporte vital, y plantando jardines. Utilizaron unos sistemas muy similares a los empleados aquí, en Nature, e incluso en la Luna.  Luego llegó ese maldito Sabio, a las órdenes de ese Fantasma de la Muerte, que empezó por ayudar a mi padre a mejorar todo aquello. Era un ser misterioso y siniestro. Ni siquiera nosotros supimos jamás quién era realmente o de dónde venía. Pero nos engañó a todos.
- ¡Oh, Dios mío! Las cosas son algo distintas, pero en lo esencial el curso de los acontecimientos coincide. - Pudo decir Esmeralda con autentico horror. - ¡No puede repetirse aquello otra vez!…
-Bueno. ¿Y qué si así fuera? - Intervino Leval para afirmar no sin razón. – Entonces en ese pasado, del que decís vinieron, no existían ni Bios, ni Nature, ni mis padres, ni vosotros. ¿No es así? ¿Cómo habrían podido inspirarse en ellos? No puede ser lo mismo…y si lo fuese ya sabemos cómo va a terminar. El mal será vencido, vosotros volveréis y todo finaliza con nosotros aquí. ¿De qué habría que preocuparse? Sería un bucle. No obstante, ahora tenemos la ventaja de saber cómo serían las cosas y de poder anticiparnos.

            Aquello hizo a su suegro acordarse del otro Leval, de ese del futuro que vino a prevenirles. Paradójicamente el otro yo de su yerno, con el que estaba conversando ahora. Quizás el marido de su hija tuviera razón y las cosas, siendo ya conocidas por todos, no fueran a repetirse. Empero, él tenía una terrible sensación. Meditó sobre ello en medio de un espeso silencio y al fin, tomó la palabra.

-No lo sé. - Repuso Diamante con desconcierto, aunque susurró algo que les dejó helados a todos cuando afirmó. – Pero cuando tu primo me lo contó sentí como si alguien caminase sobre mi tumba. Esto es el preludio de algo más, Leval. Algo quizás mucho más terrible. Es como si el destino nos alcanzase de algún modo. Me da la impresión de que fuera una especie de círculo que se cerrara. No, no puedo explicarlo con palabras, pero me asusta. Me da mucho miedo…y creo que los soberanos están muy preocupados también. Esa gente tiene cada vez más apoyos, y en todos los planetas de la alianza. Incluida la propia Luna.
-Estoy seguro de que Neherenia es leal a los reyes. - Sentenció Leval. -
- Y yo también, pero puede que ella a su vez tenga algunos traidores por allí de los que guardarse. - Comentó sombríamente su suegro. -
-Confío en Nehie, es muy inteligente. Sabrá controlar a la perfección cualquier situación comprometida en su reino. - Intervino Amatista. –
-Es una chica muy valerosa y buena persona, sus súbditos la adoran. Lo he podido comprobar las veces que he estado allí, visitando la sucursal que tenemos de Modas Deveraux. - Corroboró Esmeralda. –
-De la que Nehie es fan, al menos eso me contó Idina. - Sonrió Amatista. -

            Aunque una vez más, Diamante tomó la palabra para frenar ese incipiente optimismo.

-Por hábil que Neherenia sea, incluso con la ayuda de su esposo Doran, la Luna puede tener disidentes. Y no hablemos ya de la Tierra. Me temo que si esos individuos cumplen con su amenaza y se marchan no serían un puñado, sino al menos varias decenas de miles, acorde a los cálculos de Mazoui.

Ninguno se atrevió a decir más sobre el asunto. De todos modos, la misma Amatista cambió de conversación para descargar la tensión expresando su deseo de que su hija tuviera una buena participación y de que tenían que decírselo a toda la familia.

-Ya que va a tomar parte en ese certamen, tenemos que estar a su lado y apoyarla. - Sentenció la madre de la concursante. -

Todos convinieron en eso, estaban deseosos de aparcar el enojoso tema de aquellos renegados. Finalmente, los suegros del matrimonio se retiraron al apartamento en el que se alojaban. Allí, Diamante le comentó a su esposa.

-Tengo que hablar con Serenity y Endimión. No sé. Debe de haber algo que se pueda hacer, tenemos que evitar que la historia se repita.
- No sé qué podríamos hacer. – Le contestó ella totalmente desconcertada para confesar con el temor dibujado en su rostro. - Yo también tengo mucho miedo. No he querido decirlo delante de nuestra hija y de su marido. Y seguro que cuando tu hermano Zafiro y las hermanas se enteren pensarán igual que nosotros.
- Quizás los reyes sepan más de esto. Posiblemente ya hayan pensado algo. Siempre van por delante de nosotros.  - Quiso tranquilizar Diamante a su esposa. - Debemos confiar en su sabiduría…

            Ella asintió, aunque débilmente. Durante esos últimos años no habían visto a los monarcas, aunque sí coincidieron a veces con alguna de las princesas planetarias. En actos benéficos y galas. No obstante, no pudieron charlar de forma privada con ningún miembro del Milenario de Plata. Suspiró, la veterana diseñadora quería creer a su esposo. Seguro que todo esto estaba ya previsto de alguna manera por Serenity y Endimión quienes siempre parecían andar un par de pasos por delante de ellos. Lo mejor sería dejarlo estar por el momento. Esmeralda tan solo deseaba ahora centrarse en el certamen y apoyar a su nieta…

-Por ahora es lo único que puedo hacer. Y Maray es quien importa. Tiene que ser su momento. - Suspiró la diseñadora. -

            Así, al día siguiente, una contentísima Maray, le contó la buena noticia a Granate y también a su amiga Claire. Cuando fueron a clase.

- ¡Vaya, enhorabuena! - La felicitó ésta, afirmando con cierto pesar. - Me hubiese gustado presentarme a mí también. Pero creo que no estoy preparada todavía. Y no me parece que mis padres fueran tan comprensivos como los tuyos.
-No creas. A mi madre al principio no le hizo ninguna gracia la idea. - Le contó Maray, proponiéndole desenfadadamente a su amiga. - ¡Oye! ¿Y si le pregunto a mi abuela si pueden inscribirte a ti también? Desde luego, tienes las medidas y eres muy guapa.

            Claire sonrió sintiéndose halagada, desde luego que había crecido mucho hasta convertirse en una joven muy alta (aunque sin serlo tanto como Maray estaba en el metro ochenta de estatura), su pelo era de color castaño, muy sedoso y bonito y, sobre todo, sus ojos azules intensos habían robado más de un corazón de sus compañeros, tanto en la Tierra como en Bios. Sin embargo, ella acaba de llegar y había hablado con sus padres acerca de su vocación. Ambos coincidieron, cuando terminase el instituto y no antes, podría dedicarse a eso. Así pues, le contestó a su interlocutora.

-Tendré que esperar. Mis padres no me dejarían. Cuando el próximo año termine nos habremos graduado y entonces te aseguro que me prepararé para el certamen. Si es que vuelven a hacerlo aquí.
-Espero que sí, dependerá del éxito que tenga éste. - Especuló Maray. -
-Siendo así estoy tranquila. Contigo participando, ¡éxito asegurado! - Sonrió Claire. -

            Maray le dio un abrazo para agradecerle sus palabras y su amiga le prometió estar animándola entre el público.

-Muchas gracias, no te defraudaré. - Afirmó la ilusionada concursante. -
-Ya lo sé. - Asintió su amiga. -

            En la Tierra entre tanto esas informaciones sobre aquellos descontentos no les eran desconocidas a sus reyes. Endimión meditaba nervioso, junto a su esposa.

-Esto me recuerda mucho a lo que sucedió aquella vez. Primero se rebelaron, luego quisieron dar un golpe de estado y cuando les expulsamos…
-Les ofrecí el perdón, pero se negaron. - Afirmó Serenity con tono grave. - Luego sí que bajo el reinado de Corindón y Coraíon las cosas mejoraron, hasta que ese Sabio apareció. Y ahora, nuestros intentos por contactar con ellos y llegar a un entendimiento han fracasado. ¿Te das cuenta? Tal y como sucedió entonces no sabemos a ciencia cierta quién era su líder.
-Pero en esta ocasión hemos descartado que Galaxia tenga nada que ver. - Afirmó su marido. -
-Kakyuu me aseguró que Sailor Galaxia no ha planteado ninguna amenaza. Al contrario, trató de protegerles cuando los seres del olvido atacaron hace años. Ahora es otra más de nuestras aliadas. Y una realmente muy poderosa. - Repuso ella. - Se está ocupando de monitorizar la Vía Láctea, vigilando cualquier movimiento sospechoso.
-Sí, para nuestra tranquilidad tenemos una red muy fuerte de amigos. En la Tierra, la Luna, Nueva Vegeta, Bios, Nature y Kinmoku. - Declaró Endimión. -
-Pero sabes tan bien como yo que, cuando llegue el momento, ni siquiera eso bastará. Y estamos llegando poco a poco al final. Este anuncio de los seguidores del Fantasma de la Muerte es el primer aviso. - Sentenció Serenity. - Dentro de pocos años será el turno del Mensajero y los suyos de comenzar con su misión final. Deberemos estar listos para cuando nos toque a nosotros…
-Llegado el momento, ya sabemos lo que hay que hacer. - Le animó su esposo. -
-Sí, y mucho me temo que también tenemos al enemigo mucho más cerca de lo que sería deseable. - Suspiró la soberana. -

            Y es que ninguno era ajeno a la situación que se daba en la Luna. A pesar de todo, sabían que podían contar con Neherenia y Doran. Sin embargo, el problema estaba precisamente en que los reyes de la Luna Nueva desconocían bastantes cosas que estaban sucediendo en sus propios dominios. De hecho, había pasado ya varios días y, para alegría de Anaris, su hija daba la impresión de estar muy contenta junto con la princesa Alice. Es más, ambas volvían a ser inseparables. Compartiendo confidencias y charlando sin cesar.

-A buen seguro que se estarán intercambiando los datos sobre los chicos que les gustan. - Sonreía la madre de Briseida. -

Al fin, pasadas dos semanas, la condesa, acudiendo a ver a la soberana, le comentó.

-Majestad. He sido muy dichosa disfrutando de vuestra hospitalidad, pero tengo que retornar a mi casa. Añoro a mi esposo y hay muchas obligaciones que me aguardan.
-Lo comprendo, amiga mía. - Asintió Neherenia, añadiendo con afabilidad. - Puedes partir cuando lo consideres oportuno.
-El caso, Majestad, es que mi hija Briseida se encuentra muy a gusto con su alteza la princesa Alice. Quisiera pediros vuestra venia para que ella quedase aquí…
- ¡Por supuesto! - Sonrió Nehie, concediendo con visible contento. - La nombraré dama personal de mi hija. Como tú lo fuiste mía. ¿Te complacería eso?
-Sería un gran honor. - Sonrió Anaris. - Si me lo permitís, me gustaría darle la noticia.
-Claro que sí. - Repuso su interlocutora. - Ve cuando quieras y díselo. Que escuche la noticia de labios de su propia madre.
-Muchas gracias, Majestad. - Replicó su agradecida contertulia. -

            Tras hacerle una reverencia a su reina, la condesa salió de las estancias reales y recorrió parte del palacio. Estaba encantada. La soberana había tenido un hermoso y muy generoso detalle. El puesto de dama personal de la princesa heredera era uno de mucho prestigio. Deseando darle esas nuevas, no tardó en encontrar a su hija. Briseida estaba sentada en uno de los bancos que amueblaban el gran jardín que había a la salida de los aposentos reales.

-Cariño. - La saludó su madre para preguntar jovialmente. - ¿Disfrutando de las vistas?
-Sí, eso hacía. - Sonrió débilmente la aludida. - Su alteza está entrenándose con su padre y ahí no puedo participar.
-Bueno, mejor así. Dispondremos unos minutos para charlar en privado. Verás. - Le dijo la recién llegada. - Tengo grandes noticias que darte.

            Y le puso al corriente de aquello. Briseida sonrió con amplitud, inquiriendo para cerciorarse.

- ¿De veras que te ha dicho eso?
-Sí, cielo. Serás la doncella personal de la princesa. El mismo cargo que tuve yo con su madre. ¿No es maravilloso?
-Por supuesto. - Convino la muchacha, afirmando con tono cargado de modestia e incredulidad. - Es un grandísimo honor. No lo merezco.
- ¡Pues claro que sí! - Afirmó su madre, alegando.- Eres la más allegada a su Alteza la princesa Alice, desde que nacisteis casi habéis sido como hermanas. Pese al tiempo que estuvisteis separadas han bastado unos pocos días para que recobraseis esos lazos de amistad que os unían. Y sé perfectamente que la princesa te tiene en mucha estima.
-Como yo a ella, madre. - Aseveró la muchacha, remachando con un tinte de ironía que pasó totalmente desapercibido a su interlocutora, cuando sentenció. - No sabes hasta qué punto me has complacido con esa noticia. Y seguro que papá estará muy satisfecho también.
-Claro que lo estará. Es un gran honor el que se le ha concedido a nuestra casa. - Convino Anaris, decayendo en su entusiasmo por unos momentos, al añadir. - Por desgracia, eso supondrá que tardarás algún tiempo en volver a vernos, hija.
-Valdrá la pena, eso seguro. Y mi deber es servir a sus majestades y a su Alteza, como me habéis enseñado. - Comentó la joven. -
-Estoy muy orgullosa de ti, mi amor. - Declaró Anaris acariciando una mejilla de su hija. -

            De este modo, la condesa retornó feliz a su hogar en la región meridional de la Luna Nueva. Efectivamente, Alice se alegró a su vez mucho por aquellas nuevas. Tras felicitarse y hacer lo propio con su amiga lo celebraron con una pequeña fiesta. Sin embargo, al concluir el festejo y retirarse a sus habitaciones, Briseida no tardó en utilizar un teléfono que había mantenido oculto. Al marcar un número aguardó pacientemente y cuando un interlocutor se puso ella le informó.

-Sí, mi señor, todo va conforme a lo que predijiste. He tenido un golpe de suerte. Sí, ¿El qué? Soy la nueva Dama personal de la princesa. Sí, cree que estoy encantada por semejante “honor”. Como si servir a unos tiranos pudiera llamarse así. - Espetó ahora con desdén. - No, no sospechan absolutamente nada. Por supuesto, seguiré las instrucciones al pie de la letra. Claro, os mantendré al corriente de todo. Adiós y larga vida a nuestro auténtico soberano…

             Entre tanto en Bios llegó el tan esperado día. Afortunadamente, Amatista y Leval tuvieron tiempo de firmar autorizando la participación de su hija. Para bien o mal, ya todo estaba en marcha, con la Holo televisión en directo. Maray y un nutrido grupo de candidatas se presentaron a las pruebas. Ella estaba acompañada por su abuela que le dio los últimos consejos antes de empezar, puesto que debía dejarla sola para que afrontase las eliminatorias…

- Cariño, recuerda. Anda erguida, pasos amplios y no te contonees demasiado, sonríe de forma natural cuando la ocasión lo requiera, les impresionarás a todos, ¡ya lo verás!

Maray temblaba ligeramente y le confesó a su risueña abuelita.

- Estoy muy nerviosa. Tanta gente me va a estar viendo, no quiero hacerlo mal.
- Pues fuera esos nervios... ¡vamos!,- la animó ésta que le recordó. - Sigue el consejo que te di olvídate de todo, de todo lo que no sea desfilar por la pasarela, sólo existe la pasarela, ¡recuérdalo!

Maray se lo repitió a sí misma en voz baja varias veces y enseguida le inquirió a su abuela con visible nerviosismo y hasta algo de angustia.

- ¿Tú te ponías nerviosa? Quiero decir, cuando empezabas a desfilar.

 Esmeralda la entendía muy bien, sonrió a su nieta de un modo muy tranquilizador y cariñoso en tanto respondía con franqueza.

- Yo, antes de cada desfile siempre estaba de los nervios. Cuando empecé y hasta el día de retirarme.  Y ahora voy a estar más nerviosa que tú, ¡ya lo verás! Puesto que en el momento en que subas a la pasarela te olvidarás de todo lo demás. Deja que sea yo la que se ponga como un flan. - Acarició con mucho cariño una mejilla de su nieta y la palmeó con suavidad indicándole animosa. - Ahora ve cielo y, sobre todo, sé tú misma...

            Y tras asentir a ese último consejo Maray se despidió de su abuela y se dirigió hacia la zona de pruebas. Tenía un nudo en el estómago, casi se caía con los zapatos de tacón y no era precisamente por no saber andar con ellos. Decidió que debía tranquilizarse. ¡Menos mal que su madre le había dado una tila antes de llegar! Tratando de liberar su mente observó a su alrededor, según se aproximaba a la zona veía a bastantes chicas, todas parecían tan nerviosas como ella. Entonces, un hombre delgado de pelo canoso que rondaría la sesentena, se le acercó, Maray sintió que la recorría con los ojos. El individuo en cuestión era bastante más bajo que ella y cuando le dirigió la palabra tuvo que mirarla hacia arriba. Le enseñó los dientes más que sonreírla y le dijo con un tono demasiado meloso para el gusto de la muchacha.

- Hola, soy Horace Morton, uno de los jueces del certamen y el encargado de las chicas, dime tu nombre.
- Me llamó Maray Malden...señor - se presentó ella de forma tímida. -

Horace, con un miniordenador portátil, comprobó si estaba en la lista y una vez lo hizo asintió con una mueca de aprobación para informarla sin dejar de recorrerla con la vista, tal y como la chica había percibido.

- Sí, estás, eres el número treinta y dos. Pasa, están a punto de comenzar las eliminatorias previas. - Le señaló con una mano un largo corredor. - ¡Vaya, eres muy alta! - Afirmó acariciando de forma aparentemente descuidada un muslo de la muchacha, queriendo saber. - ¿Cuánto mides?
-Un metro ochenta y cuatro. - Pudo musitar la tímida jovencita, dado que se había medido recientemente para su ficha de participación. -

            Y, además, en el médico le dijeron hacía un par de meses que todavía le faltaba por crecer un poco. Aunque ella tampoco quería ser una gigantona. Sin embargo, a ese tipo parecía que las chicas altas le gustaban. De hecho, sentenció, con un gesto de visible lascivia que no se molestó en ocultar.

-Maravilloso. Las altas suelen gozar de más posibilidades. Y tú eres de las que más estatura tienen de todas las que he visto hasta ahora. - Le comentó en tanto intentaba acercarse a ella colocándose peligrosamente próximo a su retaguardia. -

Maray se apartó ligeramente en un movimiento reflejo mientras aquel tipo agregaba sin parecer tomarlo en cuenta.

- Bueno. Quédate ahí y espera a que te llamen.

 Se alejó dejando a la muchacha con una inquietante sensación. Quiso quedarse con las últimas palabras de aquel hombre. Aunque ella misma se dijo.

-No lo sé. No es únicamente la estatura lo que cuenta. De hecho, una de mis modelos favoritas, Sonia Calderón, solamente mide un metro setenta y tres. Pero eso no le ha impedido ser de las mejores.

Al menos meditar sobre eso recordando a su admirada Sonia, era mejor que pensar ese incidente. La chica se había sentido realmente incómoda junto a ese individuo, pero más que nada lo atribuyó a sus propios nervios. No quiso creer siquiera en que él la hubiera querido tocar a propósito. Posiblemente fuese uno de esos que no respetaba el espacio personal de los demás.

-Bueno, debo apartar esas cosas de mi cabeza. - Se auto sugirió.-

 Y es que ahora solamente debía centrarse en recordar las consignas de su abuela, y en tanto lo hacía se aproximó a una zona con sillas que debían estar reservadas para las participantes. Se sentó, cerca había más chicas que charlaban entre ellas. Estaba dudando en si aproximarse y entablar conversación, aunque eso siempre le costaba. Era muy tímida para dirigirse a extraños.

-Mi abuela y papá siempre me lo dicen. - Si quiero dedicarme a esto no puedo ser tan vergonzosa, pero es que no lo puedo evitar. - Pensó apurada. -

Por fortuna, no tuvo que seguir preocupándose por eso. Sin que lo advirtiese se le acercó otra de las concursantes. Era una muchacha bastante alta, aunque no tanto como ella, de esbelto cuerpo, ojos azules y pelo rubio ceniza bastante corto.

- Hola, tú también participas, ¿verdad? - Le preguntó con aparente interés. Luego, sin darle ocasión de responder se contestó y se presentó ella misma con jovialidad. - ¡Claro, que preguntas más tontas hago! Si no, no estarías aquí, me llamo Crista Turner.
- Maray Malden, - repuso la interpelada con una amplia sonrisa, contenta de poder hablar con otra chica. - Encantada de conocerte, estaba esperando aquí a que me llamasen.
- Sí, nos queda poco tiempo, yo tengo el número veintisiete. - Repuso ella para querer saber a su vez. - ¿Y tú?
- Yo soy la treinta y dos. - Le dijo a su vez la interpelada quien de inmediato le preguntó con visible interés -.... ¿sabes lo que nos pedirán hacer?
- Supongo que unas pruebas generales. - Respondió aquella chica sin parecer demasiado preocupada para lanzarle a su vez con perspicacia. - Dime una cosa, nunca has participado en un concurso de miss, ¿verdad?
- No, es la primera vez, - reconoció Maray. - Acabo de cumplir los quince años. ¿Tú sí?

Crista replicó aparentemente sin darle importancia.

- ¡Oh bueno!, yo tengo casi diecisiete, ya he participado en un par de ellos...y he logrado quedar entre las finalistas, pero nada más. Es difícil, aunque espero que en esta ocasión será diferente.
- Yo he trabajado mucho, estoy muy ilusionada, ¡ojalá que las dos tengamos suerte!,- deseó Maray con el asentimiento solidario de su contertulia. -

            Su conversación fue interrumpida por un hombre delgado y moreno que les comunicó que debían presentarse ante los jueces. Con presteza ambas se encaminaron hacia allí. Cuando llegaron a la pasarela de las pruebas, una mujer, en el centro de la mesa del jurado, se dirigió a ellas y al resto de las chicas congregadas. Era una modelo muy cotizada. Maray enseguida supo que desfilaba para su abuela y quién era. Y esa mujer se lo confirmó al presentarse con una amable sonrisa.

- Hola, buenos días a todas y bienvenidas, soy Mirna Lidle, seré la presidenta de este jurado. Ahora voy a comentaros lo que va a ser esta gala de Miss Bios. - Se calló por unos segundos dejando que el silencio expectante de todas inundara el lugar, luego prosiguió. -Lo primero será una eliminatoria previa. Desfilaréis, evaluaremos vuestros “books”, luego os haremos unas preguntas, y, posteriormente, una prueba de audición. Comenzaréis según el número que tengáis asignado. Tras esa fase quedarán dieciséis finalistas que serán entre las que se elija a Miss Bios y a sus Damas de Honor. Allí estará la televisión, pero ahora de momento, no. Así que tranquilas, nadie os verá todavía. ¿Alguna duda sobre lo que os acabo de decir? - Inquirió con gesto escrutador. -

Entonces una chica rubia levantó la mano y le preguntó con timidez.

- ¿Tendremos que desfilar en traje de sport, de noche o de baño?...
- Dependerá de vosotras, si queréis mi consejo con el que os encontréis más cómodas. Ese no tiene porqué ser el mejor, pero para quitaros los nervios será más adecuado. - Hubo una pausa y Mirna añadió mientras recorría con la vista los tensos y expectantes rostros de las participantes. - ¿Alguna pregunta más? - Hubo un silencio absoluto, la veterana modelo aguardó algunos instantes por si acaso. - Muy bien – prosiguió con tono sereno. - Tenéis media hora para prepararos. Transcurrido ese intervalo, os iremos llamando por orden. Suerte a todas...

            Dicho esto, las chicas se dirigieron a los probadores que tenían asignados. Maray y Crista se desearon suerte y cada una entró a cambiarse. Pasada la media hora, Maray salió con un traje de sport y Crista con su bañador. Éste era de un color azul cielo que hacía un buen conjunto con sus ojos. Ambas se miraron y se dedicaron elogios mutuamente, pensando de seguro que la otra habría elegido mejor su vestuario que ella misma. Luego, charlaron para tratar de quitarse los nervios.

- Oye. ¿Tú crees que los miembros del jurado serán muy duros? - Le preguntó Maray bastante inquieta. -
- ¡Los de los hombres, duros y elevados cuando nos vean! Eso seguro. - Replicó Crista haciendo un chiste fácil. -

Aquello hizo reír a ambas eliminando mucha tensión. Pasada la reparadora carcajada la muchacha agregó con tono ya serio.

- Mirna seguro que sí. Es modelo profesional y de las mejores de la firma Deveraux. A los demás no los conozco apenas. Solamente por algunas cosas que se comentan. Creo que son gente de aquí, no deben tener mucha idea. - Remachó con aire de conjetura. -
- El que me acompañó hasta la zona de pruebas me pareció algo raro. - Le confesó Maray. – No dejaba de mirarme…era un tal Morton…creo.
- ¡Ese es un viejo verde!,- le advirtió Crista poniendo una expresión despectiva. - No le hagas caso y no dejes que te sobe, ¡lo intenta con todas!, sobre todo con las más inexpertas, ¡ten mucho cuidado con él!

            Maray agradeció el aviso, en ese momento escucharon la megafonía interior, ya estaban llamando al número dieciocho. Después hubo una pausa para almorzar. Las condujeron a un salón con un buffet, aunque apenas si probaron bocado por la inquietud y los nervios que se les agarraban al estómago. Tras un rato se reanudó la audición. Pasaron los minutos. Se llamó al número veinticinco, les quedaba poco. Transcurrió un rato más, fue el turno de la veintiséis. Crista se removía en su asiento.

- Me va a tocar ya. - Susurraba entre dientes para admitir sin paliativos. - Estoy nerviosa...
-Tranquila, lo harás muy bien. - La animó Maray añadiendo no sin pesar. - Me gustaría verte, pero creo que sólo dejan pasar a las aspirantes de una en una...

            Crista asintió esbozando una sonrisita nerviosa, por fin a los diez minutos oyó su número, se levantó y Maray le dio las manos.

- ¡Mucha suerte! - Le deseó con sinceridad. -
- ¡Gracias! - repuso su compañera alejándose por el corredor hacia la zona de pruebas. -

            La muchacha se quedó pensativa. Mirando hacia el pasillo esperó y tras unos diez minutos que se le hicieron muy largos vio reaparecer a Crista. Ésta parecía tranquila ahora. Maray enseguida le preguntó muy ansiosa.

- ¿Qué tal? ¿Cómo te ha ido? ¿Qué te han preguntado?
- Pues verás, - su compañera se sentó respirando hondo para quitarse del todo la tensión y le contó. -Primero te saludan, luego te piden tus medidas, que desfiles y des varias vueltas por la pasarela. Miran tu book y después te preguntan el porqué has elegido el vestido que llevas para desfilar, porqué te has presentado, qué esperas lograr. Al final, toca una prueba de pasos de baile, y por último una prueba de audición. Les cantas una pieza de tu elección. Ellos no te dejan acabar, al menos a mí no me dejaron, espero que sea por falta de tiempo. - Remachó no sin temor puesto que la canción no era precisamente su fuerte. -
- ¿Cómo crees que lo has hecho? - Le inquirió Maray muy interesada. -
 - El desfile bien, he contestado lo que yo pensaba de verdad y el baile no se me ha dado mal. Lo peor la canción, pero bueno, espero que pasaré. - Replicó la muchacha con un tono de aparente objetividad al referirse a sí misma. -
- Bueno, por lo menos ya lo has hecho. Ahora me tocará a mí. - Sentenció Maray que a los pocos minutos escuchó como ya llamaban al número treinta y suspiró visiblemente inquieta. - ¡Me queda muy poco y creo que voy a estallar de los nervios!
- Pues ya sabes, te digo lo mismo que tú a mí, tranquila. De veras que no es para tanto. - Le sonrió Crista, animándola con completa solidaridad.  -

            Los minutos pasaron volando ahora, por fin se escuchó la llamada para el número treinta y dos. Maray se alejó hacia la zona de pruebas después de recibir el apoyo moral de Crista. Tenía un nudo en el estómago que parecía de cemento cuando penetró por el corredor y abrió la puerta, entró y dio unos tímidos buenos días. Mirna se levantó y la saludó con una amable sonrisa.

 - Buenos días. - La modelo, con la evidente destreza, fruto de llevar haciendo eso durante treinta y una aspirantes y varios concursos más, consultó sus notas e inquirió. - Tú eres Maray Malden ¿verdad?
- Sí señora, soy yo. - Respondió la aludida sin dudar. -

Mirna rebatió sin alterar su sonrisa.

- Señorita...si no te importa...

La interpelada pensó espantada tras oír esto.

- ¡Cielos, pues sí que empiezo bien!,- se esforzó por sonreír como su abuela le había dicho y añadió tratando de disimular su envaramiento. - Discúlpeme señorita...

            Además de que, estar hablando en persona con una de las modelos que más admiraba, para ella imponía mucho a su ya de por sí gran timidez.

- No tiene importancia. Tranquila. – Le contestó Mirna jovial y despreocupadamente, haciéndose cargo de la tensión que estaría soportando esa pobre chica. - ¿Es tu primer certamen?
-Sí…es la primera vez que me presento. - Admitió la muchacha que temblaba ligeramente. -
- No te pongas nerviosa. Relájate y todo irá bien. – La animó su evaluadora para agregar ya con serena imparcialidad en su voz. – ¿Cuáles son tus medidas?
-Ochenta y ocho, sesenta y noventa y uno. Mide uno ochenta y cuatro. - Casi musitó la chica. -

            Su encuestadora asintió descuidadamente, lo había comprobado en la ficha de esa jovencita. Aunque fue entonces Horace quién tomó la palabra para preguntar con manifiesto interés.

- ¿Qué número calzas?

            Maray juraría que Mirna se giró para mirar a ese hombre con extrañeza, aunque no pronunció palabra y enseguida volvió a observarla a ella. La chica se quería morir de vergüenza. ¿Por qué le habían preguntado eso? Quizás era evidente que tenía los pies demasiado grandes. Casi balbuceando fue capaz de responder dando la medida en talla europea, como su abuela le había enseñado.

-Un cuarenta y tres…

            Aunque ese tipo y otro miembro del jurado se miraron sin comprender. - Fue Mirna quién les instruyó.

-Viene a ser algo más de un diez de la medida que se emplea aquí.
-Muy grande. - Comentó el otro individuo del jurado. -

            La pobre muchacha se sintió desfallecer. ¿Y si la descartasen por eso? ¡Pero no!, no debía dejarse desalentar por esas cosas. Su abuela se lo había dicho bien claro. Al ser tan alta, sus pies estaban proporcionados a la estatura que tenía. Bueno, ya le preguntaría a Crista por curiosidad. Esa chica era algo más baja que ella.

-Aunque creo que sus pies eran bastante más pequeños que los míos. - Pensó con zozobra. -

            Empero, tenía que centrarse pues la voz suave pero evaluadora de esa famosa modelo, le pidió.

-Vamos a ver, Maray, ¿eres tan amable de desfilar por la pasarela?

            La joven asintió y desfiló dándose varias vueltas como su abuela le había enseñado. Los miembros del jurado intercambiaban comentarios en voz baja en tanto hacían anotaciones. Mirna también obró de esta forma y a los pocos segundos le dijo a la muchacha que ya era suficiente. Luego le pidió que diera unos pasos de baile. Maray los dio de forma muy precisa y elegante, se le daba bien. La modelo la observaba con atención y parecía que con aprobación también. Por fin le indicó que se detuviera y tras señalarle una cercana silla le pidió a la aspirante.

- Siéntate por favor. Vamos a hacerte algunas preguntas.

La muchacha obedeció enseguida, pero sin apresurarse, como le había sugerido su abuela.

- Dinos. - Intervino el otro hombre del jurado, uno regordete, que tomó la palabra. - ¿Por qué has elegido ese vestido para desfilar?
- Es el que más cómoda me hace sentir. - Respondió Maray con soltura. - Era un buen consejo y decidí seguirlo...
- ¿Por qué te has presentado a este concurso?,- preguntó Horace entornando los ojos. -
- ¡Siempre he querido ser modelo desde que era pequeña! - Contestó ella sin disimular su ilusión, al remarcar tratando de mostrarse más ecuánime. - Participar aquí es muy importante para aprender...
- Dime ¿Esperas ganar o quedar bien colocada?,- le inquirió Mirna con tono suspicaz. -
- ¡Claro que me gustaría! - Sonrió sinceramente Maray que insistió en lo que ella consideraba un punto muy importante. – Me refiero a ganar. Pero sé que es muy difícil y sobre todo lo hago para aprender como ya he dicho. No espero clasificarme en ningún puesto en particular, por supuesto que me gustaría ganar. ¿A quién no le gustaría? O si no, cuanto más alto quede, mejor.
- Muy bien, ahora, ¿serías tan amable de cantarnos algo? - Le pidió Mirna agregando con despreocupación. - Lo que tú quieras...
- Por supuesto. – Asintió la muchacha que eligió una canción que había escuchado en casa de sus padres, una de las que su madre había cantado con las Justices, era antigua pero bonita, además de bastante movida.

Sin parar de bailar la parada del bus
A la música funky
Ajetreo, bombeando el músculo
Échale la culpa al boogie

Recuerda los viejos tiempos
Recuerda los O'Jays
Caminando en ritmo, la vida era para vivir

Cuando no puedes encontrar la música
Para bajar y bailar
Todo lo que puedes hacer es retroceder en el tiempo
Bola de confusión
Cuando nada es nuevo y
No hay nada que hacer, retrocede en el tiempo

Sigue caminando
Montar en un tren del amor
Y luego podemos flotar
Nunca te equivocarás

Un paso atrás en el tiempo
Paso atrás
Quiero retroceder, retroceder

(Step back in time. Kylie Minogue. Crédito al artista)

            Y tuvo que hacerlo a capela, dado que no había música. Aunque eso paradójicamente no le daba vergüenza. Desde niña había cantado incluso con su madre que la enseñó a entonar y a modular la voz. De este modo, y cada vez más animada a la par que dejándose llevar a medida que iba progresando en su interpretación, Maray pudo terminar casi toda la canción acompañándola incluso con un poco de baile. Después le dijeron que ya era suficiente y le dieron las gracias por su participación. La muchacha se retiró entonces despidiéndose del jurado. Al salir le contó a Crista como le había ido. Ahora estaba más tranquila y bastante satisfecha. Creyó haberlo hecho bien, no obstante, ya no de dependía de ella. Únicamente quedaba saber la decisión de los jueces.

- ¡Buf! Menudo peso me he quitado de encima. - Sonrió más relajadamente. -
-Claro, lo peor ha pasado ya. - La animó Crista. -
-Bueno, ahora habrá que aguardar a que decidan. - Comentó Maray. -
-Todavía nos queda un buen rato. - Estimó su nueva amiga. -

Tuvieron en efecto que esperar hasta que entrevistaron a todas las participantes, unas sesenta y ocho en total. Con pausa incluida para una merienda, de la que ambas sí que comieron más que en el almuerzo, dado que tenían mucha hambre a esas horas y se sentían más tranquilas. Era ya de noche cuando concluyeron las pruebas. Los nervios reaparecieron, ahora a causa de la impaciencia por saber el resultado. Maray juntaba las manos como si estuviera rezando. ¿Estarían ella y Crista entre las elegidas? Los minutos pasaban lentos y las pobres muchachas no sabían ya de que hablar o en que pensar para quitar la creciente sensación de nerviosismo que se adueñaba de ellas. Maray incluso le llegó a contar esa anécdota que tuvo durante su prueba para preguntarle.

- ¿Y tú qué número calzas, Crista?
-Un ocho y medio. -Repuso ésta sin darle la menor importancia. -
- ¡Ya! - Suspiró Maray mirándose sus propios pies como si acabase de cometer un crimen con ellos. -
- ¡Pero no seas tonta, chica! - Se rio su amiga, afirmando rotunda. - ¿Qué tiene que ver el número que uses con este certamen?
-Como ese tipo me lo preguntó. Supuse que sería otro elemento a considerar. No sé. Es difícil para mí encontrar zapatos bonitos. Puede que lo vean como un problema…el tener estas barcazas - Opuso la muchacha. -
- ¿Problema? Es ese Morton quien tiene un problema. Ese tipejo es de lo más raro, ya te lo dije.  A mí desde luego que no me preguntó eso. – Comentó Crista. -

Maray asintió, incluso recordó la cara que puso Mirna cuando oyó esa pregunta. Seguramente Crista llevaría razón. Quiso olvidarse de eso y tratar de calmarse. Los minutos pasaban y nadie salía a decirles nada.

-Si no viene nadie pronto me va a dar un infarto. - Suspiró la también muy nerviosa Crista. -

Pero al fin el jurado anunció su veredicto. Fue Mirna la que, con una amplia sonrisa, salió como portavoz dirigiéndose a las expectantes y emocionadas participantes.

-Bueno chicas. Tras unas arduas deliberaciones tenemos ya la lista oficial de finalistas para el primer certamen del Concurso Señorita Bios. Debo decir, aunque suene algo manido, que ha sido muy difícil para nosotros, los miembros del jurado, elegir solamente a dieciséis. En general todas habéis demostrado tener un buen nivel. Desgraciadamente las normas son así. Enhorabuena a las que vais a ser llamadas. Y a las otras, no os desaniméis, sois jóvenes y habrá muchos otros concursos. Ahora sin más, pasaré a decir los números de las candidatas seleccionadas.

Y todas contuvieron el aliento en esos últimos y tensos instantes durante los cuales Mirna pasó a pronunciar los números. Tanto Crista como Maray, al igual que el resto de sus compañeras, escuchaban con gran emoción. La primera en saltar de alegría fue Crista, cuando al cabo de seis números, pudo oír el veintisiete.

- ¡Enhorabuena, me alegro mucho por ti! - Se apresuró a felicitarla Maray, que, por unos breves instantes, olvidó sus propios nervios. -
- ¡Gracias, ya verás como también dirán el tuyo! - Le aseguró su amiga, por supuesto imbuida ahora de una gran alegría y optimismo. -

            Pero seguían cayendo las cifras y el número de Maray no llegaba. Algo desalentada, la muchacha se estaba preparando para decir adiós al certamen cuando la voz de Mirna anunció la duodécima cifra de las elegidas

- Treinta y dos. - Cantó la modelo con el mismo tono claro y sobrio que estaba usando hasta el momento. -

Ahora fue Crista la que enseguida abrazó a Maray que estaba como loca de contenta y atónita. Al principio tenía miedo de no haber escuchado bien, de que hubieran dicho cualquier otro número y ella, llevada por el deseo de ser seleccionada, hubiese creído que era el suyo. Pero su risueña amiga se lo confirmó.

- ¡Es el tuyo!  - Le repitió al menos tres veces. -

Ahora era como si flotase en medio de una sensación de incredulidad. Había pasado, ¡lo había conseguido! Por lo menos iba a estar en la final. Ya totalmente relajadas ambas muchachas escucharon los números correspondientes a las otras cuatro agraciadas. Al concluir, se apenaron un poco también por las no elegidas. Entre éstas las reacciones eran muy variables, desde suspiros de resignación, enfado por lo que consideraban una injusticia, hasta lágrimas de decepcionada desolación, pero eso a ellas ya no debería preocuparlas.

- ¡Ya está! - Le comentó Crista con emoción, agregando. - ¡Estamos entre las finalistas, ahora hay que luchar por las nominaciones! Es la casa Deveraux la que patrocina el certamen. Así que, ser elegida en cualquier categoría te garantiza un contrato como modelo o al menos, un curso de formación en la mejor academia Deveraux. Es la mejor de la Tierra Y la señora Deveraux ha prometido que ella misma estará aquí para felicitar a las ganadoras. ¿Te lo puedes imaginar?  ¡La mismísima Esmeralda Deveraux en persona! - Exclamó la ilusionada joven, remachando esperanzada. - ¡Ojalá que esta vez consiga, aunque sea una mención!

Tentada estuvo Maray de decirle que la dueña de esa academia que colaboraba en el patrocinio del concurso no era otra que su abuela Esmeralda. No obstante, se limitó a sonreír asintiendo y prefirió guardar silencio. Decidió que si conseguía algo sería por sus propios méritos, tal y como la madre de su madre le aconsejó.

- ¡Oye! Haz el favor de apartarte. - Escuchó entonces la voz de otra chica. -
-Lo siento. - Se apresuró a disculparse, con la emoción no se había percatado de que bloqueaba una escalera de acceso al escenario. - No me di cuenta…

            Aquella muchacha que la miraba con una expresión entre arisca y desdeñosa, se sonrió. Era alta, aunque evidentemente no como la propia Maray, quizás rodaría el metro setenta y cinco o un poco más.

- ¿Qué pasa, es que ahí arriba se te han congelado las orejas? Ya te lo había dicho al menos dos veces. Llevas un buen rato bloqueándome el paso.
- ¡Eh!, ya te ha dicho que lo sentía. - Terció Crista que parecía conocer a esa otra cuando agregó con tono entre molesto y censurador. - Siempre tienes que estar dando la nota, ¿verdad Rita?
- ¡Anda!, pero mira quién está aquí. - Replicó la aludida para añadir de forma burlona dirigiéndose a su nuevo blanco. - El nivel de este concurso no puede ser muy bueno si tú y esa desgarbada habéis logrado clasificaros.
-Debe de ser eso. De lo contrario jamás te habrían seleccionado a ti tampoco. - Contestó su interlocutora sin arredrarse. -

            La otra chica se limitó a sonreír con desdén y alejarse bajando las escaleras. Maray tardó unos segundos en preguntarle a su amiga en tanto intentaba justificarse.

- ¿Quién es esa? ¿Por qué se ha puesto así? Yo…no quise molestarla, no me había dado cuenta, a veces se me va el santo al cielo…
-No le hagas caso. Es una idiota. Rita Shelton. Me la he encontrado ya en algunos concursos. Va de diva. Para mí que se cree Stephanie Kensington o Sonia Calderón, pero, aunque se da muchos aires no ha logrado más que un par de menciones.
-Desde luego muy amable no es. - Suspiró su contertulia. -
-Olvídala, no merece la pena. Tenemos que centrarnos en la gran final. - Sonrió Crista guiñándole un ojo. - ¡A darlo todo!

 Maray estaba pensando precisamente en eso. De modo que se limitó a asentir con idéntico entusiasmo al de su compañera. Miró su teléfono móvil y vio algunos mensajes de Claire.

- ¿Qué tal? – Le preguntaba su amiga. - ¿Te han seleccionado?

            Con una sonrisa de contento, Maray le envió un emoticón sonriente, un pulgar hacia arriba y respondió.

-Espero que mañana me veas en la final.

            Y al cabo de unos instantes su mensaje fue visto por su amiga quien replicó, con varios emoticones de corazoncitos y sonrisas. Seguidos por la frase…

-Claro, enhorabuena. ¡Eres genial!, mucho ánimo para mañana.

            Tras eso, algunos emoticones más con besos. Maray respondió del mismo modo.

-Ahora a tratar de dormir. - Se dijo. - No sé si podré, pero como mamá y la abuela dicen. Ese es el primer mandamiento de una modelo. Estar descansada…sobre todo para lo que nos aguarda mañana.

Y es que la suerte en efecto estaba echada, y desde luego que, por méritos propios, Crista y ella se contaban entre las dieciséis. Las dos se despidieron dándose las buenas noches. Estaba terminando ese ajetreado día, la gala final se celebraría al día siguiente por la noche y las chicas podrían descansar en unas habitaciones individuales que tenían asignadas las finalistas, sin posibilidad de ver a nadie hasta el desenlace del concurso. Maray pensó que sería mejor no empezar a enviar mensajes a su familia.

-O podría estar charlando con ellos toda la noche. Sobre todo, con la abuela. Ya lo sabrán, no tardarán en comunicarlo. - Se dijo apagando ya el teléfono para tratar de dormir. -

Así fue, en el exterior, cuando se dieron a conocer los nombres de las finalistas, todos se alegraron muchísimo, en especial Esmeralda que se sentía muy orgullosa de su nieta y recordaba con nostalgia sus propios primeros desfiles de modelos. Además, cuando se hizo público el nombre de los componentes del jurado sonrió esperanzada, sobre todo por Mirna. La conocía bien y estaba convencida de que la modelo, que fuera discípula suya, (elegida además por el certamen para suplirla, por sugerencia de ella misma cuando renunció a ser juez), sabría valorar el estilo de Maray que era prácticamente como el suyo, no en vano habían tenido la misma mentora.

-Seguro que la niña tiene posibilidades de quedar muy bien. - Auguraba su abuela, pensando entonces con total objetividad. - De lograr algo podrá ir a la academia. Pero debe ganárselo por sí misma. No pienso intervenir para ayudarla en eso, no le estaría haciendo ningún favor.

            De hecho, ni quiso hablar con Mirna, para evitar que cualquier desliz la traicionase. Además, confiaba en esa modelo, era una de las más competentes y justas que tenía, a la hora de evaluar.

-También podría haber llamado a Keisha, Debra, Sonia o a Stephanie para hacer de jurados. Todas son de mi entera confianza, pero ya tienen mucho de lo que ocuparse. - Reflexionó. -


            Por su parte, Amatista, Leval y Asthel, y el resto de la familia por supuesto, estaban asimismo llenos de orgullo y muy contentos, al igual que todos los demás parientes de las seleccionadas. También Idina, junto a su madre y sus hijos seguían aquello muy interesadas, deseándole suerte a la hija de su amiga. Sandy y Coraíon, junto a su hijo Granate, habían sido invitados a su vez para presenciar la gala al día siguiente. Lo mismo que Mimí, su esposo e hija, de todos ellos sólo Mimet parecía estar muy sumida en sus propios pensamientos sin apenas preocuparse por lo que sucedía a su alrededor y es que, el hecho de saber la verdad sobre sí misma era algo que la había trastornado más de lo que se podía esperar.


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