martes, 8 de marzo de 2011

GWT 36.188. Eykalea y Georcael


Remontándonos unos minutos atrás del incidente de Amatista con Brian, Asthel, guiado por Georcael, atravesaba una dimensión desconocida. Podía escuchar un titilante sonido que le llegaba de todas partes y ninguna, pero pronto se extinguió pues el dios les hizo aparecer a los dos de repente y sin ningún cambio aparente, en un lugar que el chico conocía bastante bien...



- Oye Georcael,- le indicó el muchacho con cierta decepción. - Ésta es mi habitación. No veo que nos hayamos ido a ninguna parte...

- Mira tu reloj....- repuso tranquilamente el dios. Asthel consultó su reloj de pulsera, marcaba las veintidós cincuenta y seis, la hora en la que habían partido. Georcael le señaló ahora el vídeo reloj que tenía en su mesilla según le preguntaba. - Ahora, ¿qué pone en ese de ahí?



El vídeo reloj marcaba las doce cuarenta y cinco del medio día. El muchacho apenas pensó unos instantes para preguntar.



-¿Esto quiere decir que estamos en el mismo sitio pero unas diez horas antes o quizás otras doce después? – Su acompañante asintió, Asthel miró por la ventana y en efecto, había luz. - Podrías haberme llevado un poco más lejos ¿no crees?- Dijo él sintiéndose poco impresionado. -

- Ahora mismo te complaceré, pero primero tienes que volver un momento a tu tiempo, tu madre ha de verte allí.- Le indicó el dios que chasqueó sus dedos y los dos aparecieron de nuevo en la habitación.



La luz artificial estaba encendida, luego entonces era de noche otra vez. Unos segundos más tarde unos golpes de nudillos se escucharon en la puerta, Asthel preguntó algo desconcertado por esos cambios tan rápidos.



-¿Quién es?...

- Soy mamá,- en efecto escuchó la voz de su madre  que añadía. - Cariño, te traigo algo para que cenes, llevas ahí metido mucho rato.- Asthel abrió la puerta y Georcael desapareció. -

- Gracias mamá, ya tenía un poco de hambre.- Afirmó cordialmente él.-



            Y sin hacerse de rogar recibió de su madre la bandeja que  ésta portaba. En ella, tenía un vaso de leche con unas galletas.



- Desde luego, tu primo y tú estáis estudiando mucho, así, me gusta.- Declaró Amatista con un gesto de aprobación aunque añadió con leve tono de reproche y preocupación. – Pero hubiera sido mejor que os tomaseis algo más consistente. ¿No podríais dejar el estudio por un momento y cenar como es debido?



Asthel negó con la cabeza y le pidió entonces.



- Mamá. Tenemos poco tiempo y mucha materia. Yo voy a estar muy concentrado ahora, no me interrumpas ¿vale?

- Muy bien,- concedió la aludida que, de todas formas, agregó. - Pero  no te preocupes por eso, tendré que marcharme ahora, voy a cenar con tu padre, no creo que tarde en irme, no lo sé. En todo caso, avisaré a tu primo si me voy. ¡Ah! , por cierto. - Añadió al darse cuenta de que casi se le olvidaba. - Ha llamado tu hermana...

-¿Cómo está? - Quiso saber Asthel  con gesto sonriente. - ¿Le va bien en la Ciudad del Sur?...Estaba por Selenia, ¿verdad?

- No lo sé, no fui yo quien habló con ella. Fue Brian, pero a él le dijo que ya volvería a llamar. Por lo que tu primo me ha dicho Maray estaba muy contenta. ¡Ojalá podamos verla pronto! -Suspiró su madre con una mezcla de ternura y algo de tristeza, animándose enseguida al añadir.- Bueno, te dejo estudiar...





Amatista hizo que su hijo se agachase un poco, le besó en la mejilla, abrió la puerta y salió, el muchacho cerró y Georcael reapareció al momento.



- Ahora Mensajero vamos a recorrer de verdad el Espacio y el Tiempo.- Le avisó el dios que volvió a chasquear sus dedos, ambos desaparecieron de inmediato. -



             Para el momento en el que estaba Brian, la partida de su primo se había producido hacía algunos minutos ya, pero el atribulado chico no era consciente de eso, bastante tenía con sus propios problemas. Estaba sentado en su cama sin saber qué hacer, no podía estudiar, ni tampoco se atrevía a salir de su habitación para no ver a Asthel. No sería capaz de mirarle a la cara. También temía el acostarse y despertarse al día siguiente, tener que ver a su tío y a su tía. Ella había sido muy comprensiva pero Brian sabía que las cosas no volverían a ser las mismas entre ambos.



-No creo que pueda seguir aquí, no después de esto.- Pensaba con desolación.-



            Meditaba sobre su vida y las cosas que le habían ocurrido en el último año. Fue terrible, lo de Cindy le había dejado marcado. Tenía que esforzarse por dejarlo atrás. Precisamente en Bios parecía haber encontrado tranquilidad y el cariño y apoyo de su familia. ¡ Y ahora lo había arruinado todo! Por aquel estúpido arrebato. Pero lo que más le dolía era pensar cómo podrían reaccionar sus madres y sus abuelos si se enterasen de lo que había hecho.



-Debo tener confianza en la tía. Seguro que no lo contará.- Se dijo intentando ser más positivo.-



Amatista por su parte se reunió con Leval en un lujoso restaurante de la ciudad. Más tranquila tras el incidente con Brian. Desde luego que no dijo ni una palabra, tal y como le había asegurado a su sobrino y deseó que él tampoco lo confesase al día siguiente, agobiado por la culpabilidad. No había sido para tanto, pero el pobre muchacho se sentía ya demasiado mal como para que Leval o Asthel se enterasen. De este modo, dejó aparcado el tema y charló con su marido de cosas más o menos irrelevantes hasta que su esposo, poniéndose serio, declaró.



-No sé. Las cosas en la Tierra parece que están tomando un mal cariz.

-¿Qué ha ocurrido? – Se interesó ella con gesto preocupado, su marido desde luego parecía estarlo. –

-Esta tarde me han enviado un mensaje desde el cuartel general del UNISON.- Le desveló él añadiendo. – Por eso te he invitado a cenar.

-¡Vaya!- se sonrió su esposa tratando de aportar algo de humor. – Y yo que creía que era porque estabas loco por mí.



Pero su marido ni siquiera se sonrió, Amatista entonces se inquietó aún más. No era normal que él se comportase de esa manera y ella le inquirió con un tinte más inquieto en la voz.



-¿Qué ocurre?

-Verás. Han detectado anomalías muy extrañas en el espacio.

-¿Anomalías como cuando el Olvido nos atacó?- Pudo musitar ella. –

-Si. Y no saben a ciencia cierta si puede ser eso u otro fenómeno desconocido. En cualquier caso es a mucha distancia. Creo que es en Nature desde donde han podido enviar una sonda que nos mandará datos por el canal hiperespacial de urgencia.- Le contó él. – La princesa Kakyuu quedó en informar a nuestros amigos de allí, si es que se produjeran novedades. Al menos eso me comentó Susan la última vez que hablamos.

-¿Y qué podemos hacer?- Quiso saber su mujer con evidente ansiedad. –

-Nada que yo sepa. - Fue la poco tranquilizadora respuesta, pese a ello el militar se esforzó por animar a su esposa y sonriendo ahora le comentó. – Pero tranquila, está tan lejos que ni a la velocidad de la luz podría alcanzarnos hasta dentro de mucho tiempo.

-Entonces, ¿Qué problema hay? ¿Por qué me cuentas esto, Leval?- Le inquirió ella. –

-Porque hay más y quiero que estemos preparados. En la Tierra, por lo que me han dicho también, la gente está cada vez más deseosa de que la Reina Serenity les bendiga a todos con el don de la inmortalidad. Pese a que oficialmente se niega que eso exista han esparcido rumores virales que lo afirman. Y ya sabes, lo cierto es que el Cristal de Plata sí que alarga la media de vida. Pero no llega a esos extremos. Sin embargo la gente cree lo que quiere creer. Incluso ha tenido que protegerse el palacio de Cristal Tokio por miedo a que algunos exaltados tratasen de hacer algo.  Hay incluso algunos grupos terroristas que están en contra de los soberanos. Ya te sabes lo de esos que les acusan de inmortales. A diferencia de la mayoría no quieren que compartan sus dones, quieren expulsarles del planeta. Como esa facción que se exilió. Ese maldito Fantasma de la Muerte que tanto asusta a nuestros padres.

-Sí, eso ya lo hemos hablado. Incluso a veces la pobre Sandy me lo ha comentado. Está muy preocupada, Leval. Teme que, por culpa de su genética, la pudieran confundir con los soberanos o las princesas, y atacaran a su familia aquí.

-Esperemos que no. En este planeta las cosas todavía no llegan a esos extremos.- Suspiró él que prosiguió. – Pero en la Tierra, esos terroristas de los que te hablo han cometido algunos atentados y han provocado víctimas. Entre ellas la esposa de Nephrite Saint Join.

-¡Oh, Dios mío! Los amigos de mis padres. – Pudo exclamar ella llevándose las manos a la boca. – ¡Pobre Nephrite! Y Paul y Samantha, tan amigos de Coraíon…



Su marido asintió con pesar. Y así había sido por desgracia. El deslizador en el que Amanda solía acudir a su tienda de Londres había explotado cuando ella se subió. Tras las pruebas forenses y policiales se supo que una bomba detonó tan pronto ella accionó el vehículo. Nephrite y sus hijos estaban devastados por el dolor y la rabia. El antiguo príncipe de los Cuatro Cielos, estaba ya mayor, pero aun así, deseoso de ajustar cuentas con esos asesinos. Por el contrario sus hijos parecían habérselo tomado con más resignación. Paul llevaba casado con un chico de la alta sociedad británica desde hacía ya algunos años. Tras su ruptura con su anterior novio Hans, por las grandes dificultades que habían tenido para estar juntos por motivos de trabajo, (en realidad mucho de eso fue a causa de las actividades del hijo de Nephrite) Samantha por su parte estaba soltera. Era ella la que se ocupaba más de los negocios familiares. Pese a que los dos llevasen una vida tranquila. Alejados incluso de sus responsabilidades como guardianes de antaño, fueron el blanco de esos terroristas. Al parecer esos canallas habían pensado que, como los Saint Join eran vistos a veces con alguna de las princesas planetarias, debían de compartir su secreto.  Cuando Diamante y Esmeralda lo supieron corrieron a consolar a su viejo amigo y compañero de batallas. Pasaron con él unos días en la capital británica. Por su parte, cuando esa misma tarde Coraíon  fue avisado por Leval, quiso acudir a ver a los hijos de la víctima, que eran también muy buenos amigos. Seguramente partiría en unos días.



-No sé a dónde vamos a llegar. – Musitó Amatista. – Esto es terrible, ¡malditos locos idiotas!, ¿es que no saben quiénes les ayudaron a salvar la Tierra?- Pudo remachar elevando el tono con patente indignación. – Merecían un buen escarmiento… ¡ojalá yo misma pudiera dárselo!…



Leval le indicó que fuese más discreta dado que algunos comensales les habían dirigido unas sorprendidas miradas. Ella asintió tratando de calmarse. Tras unos minutos decidieron variar la conversación hacia temas menos serios. Cenaron durante largo rato y volvieron a casa tarde. Cuando llegaron, los dos chicos estaban ya acostados.



-Y eso no es lo único.- Pensó Leval quien tampoco quiso comentarle nada a su esposa antes de irse a dormir.- Está lo que Susan me contó, sobre ese fragmento de estrella…



En la Tierra las cosas en efecto fueron terribles. Muy duras para Nephrite y sus hijos. Tanto que, tras el funeral y esos días con sus amigos Diamante y Esmeralda, él recorrió algunas de las calles y los lugares por los que había paseado con Amanda desde que se conocieron.



-La estación de King´s Cross.- Musitó pasando cerca de aquella emblemática parada del metro Londinense.



            Recordó como ella le llevó por allí, al poco de conocerse, con su rubia melena suelta. Y comentándole con jovialidad.



-Vamos, Señor Saint Join. ¿Acaso es usted uno de esos sibaritas que nunca ha utilizado el metro?

-He viajado en el de Tokio. Comparado con ese, el inglés me parece una limusina.- Se sonrió él.-



            Y volviendo de esos recuerdos, ahora con bastantes años más, se dijo.



-Justo aquí, esa canción…



            La tenía en su teléfono, era un clásico que gustaba de escuchar cuando pasaba cerca de ese sitio. O sencillamente por nostalgia. Versaba precisamente sobre esa estación.



-El hombre al final de la cola fue enviado, a sentir el golpe del firme gobierno.- Susurró, en tanto la canción proseguía tras ese inicio, recordándole a su perdida esposa.-



Quedándose junto al cartel de peso mosca, por una pelea

Es la misma historia cada noche

He sido herido, nosotros lo hemos sido

Tú dejas el hogar y no regresas




Espera hasta mañana y todavía no hay manera

Leído en un libro o escrito en una carta

Despierto en la mañana

Y aun así no hay garantía



Solamente la última noche, me encontré perdido

Por la estación llamada King´s Cross

Muerto y herido por cada lado

Sabes que es solo cuestión de tiempo

He sido bueno y he sido malo

He sido culpable de estar dando vueltas



Alguien me dijo el lunes, alguien me dijo el sábado

Espera hasta mañana y todavía no hay manera

Leído en un libro o escrito en una carta

Despierto en la mañana

Y aun así no hay garantía



            Y oyendo esa música y aquella letra que le cautivaba desde siempre, todavía anhelaba ver a aparecer a Amanda, tan joven y hermosa como la recordaba, sonriéndole como si hubiera querido darle una sorpresa o todo fuera parte de algún elaborado plan suyo.



Así que fui a echar un vistazo fuera

Por la que se fue

Asesinato caminando alrededor de la manzana

Terminando en King´s Cross

Buena suerte, mala suerte, esperando en una línea



Se necesita más que cuestión de tiempo



Alguien me dijo el lunes, alguien me dijo el sábado

Espera hasta mañana y todavía no hay manera

Leído en un libro o escrito en una carta

Despierto en la mañana

Y aun así no hay garantía



Alguien me dijo el lunes, alguien me dijo el sábado

Espera hasta mañana y todavía no hay manera

Leído en un libro o escrito en una carta

Despierto en la mañana

Y aun así no hay garantía



Y aun así no hay garantía

Y aun así no hay garantía



(Pet Shop Boys. King´s Cross. Crédito al artista)



Tras oír aquella canción, decidió volver a casa. Pero la encontraba demasiado grande y vacía. La amargura de la pérdida de Amanda era demasiada para poder afrontarla allí. Así que viajó a Tokio para tratar de poner distancia. A fin de cuentas no importaba vivir en Londres o en cualquier otro lugar, sobre todo en uno en el que tuviera buenos amigos. Ya estaba retirado y desde hacía años puso el negocio en manos de sus hijos. Ahora, como cualquier otro hombre mayor, el señor Saint Join paseaba por el parque y caminó despacio, recordando a su esposa y sus años de juventud, hasta sentarse en un banco. Los rayos del sol bañaban su rostro ya con arrugas y su pelo, antaño una larga melena castaña, estaba canoso y corto. Sólo y ensimismado miraba hacia ningún lugar perdido en sus pensamientos cuando, una agradable voz de mujer a sus espaldas, le preguntó con amabilidad.



- Disculpe ¿Está ocupado?

-Puede sentarse si quiere, hay sitio. - Repuso educada y apagadamente el anciano sin prestar en un principio demasiada atención a su interlocutora.-



            Sin embargo, cuando esa mujer se sentó junto a él no pudo evitar mirarla. Aquella melena castaña recogida en una coleta, esos ojos verdes, grandes y profundos, y aquella luminosa sonrisa.



-¡Princesa Júpiter! - Pudo decir con visible sorpresa.-

-Mako-chan para ti. O Makoto si lo prefieres.- Replicó ella, añadiendo con afecto.- Me alegra verte, Nephrite.

-No soy una compañía demasiado agradable ahora.- Musitó él apoyando la cabeza entre sus manos entrelazadas.-

-Anda, ven conmigo.- Le pidió amablemente ella.- Cerca de aquí tengo una de mis tiendas. En realidad la primera que abrí. He venido a verla por los viejos tiempos y me gustaría, si no te importa, tener a alguien con quien hablar.

-No tengo demasiadas ganas de charla.- Objetó él, añadiendo ahora con ira entremezclada  de pesar. – Lo único que desearía es ser más joven y poder atrapar a esos malditos bastardos…



            Júpiter asintió comprensivamente. Pasó por eso mismo cuando perdió a su ahijado y pese al tiempo transcurrido, esa herida estaría siempre ahí. Pero aquel no era el camino. Se levantó, apoyando animosamente una de sus manos sobre el hombro derecho de su acompañante, suspiró y le dijo.



-Eso no podrá devolverte a Amanda. Ya sabes cuánto sentimos su pérdida. Solamente deseamos…, bueno, hablando por mí sobre todo, deseo, que puedas superarlo con el tiempo. Pero recuerda que además tienes unos hijos y unos amigos a los que no debes preocupar.

-Me gustaría estar sólo.- Le pidió alicaídamente él.- Por favor…

-Claro.- Convino la princesa para comentar.- Estaré en la tienda de ésta dirección.- Le dio una tarjeta con las señas y le susurró, con tintes llenos de afecto.- Por favor, me gustaría que alguien me acompañase a comer un postre de chocolate. Hace mucho que no pruebo los de aquí. Y te aseguro que la chica que se ocupa de ellos los prepara maravillosamente bien.



            De este modo se alejó caminando despacio. Nephrite la siguió un momento con la mirada y luego volvió a sumirse en sus dolorosos pensamientos…



-¡Ojalá hubiese podido ir con Amanda! Jamás se me ocurrió proponérselo.- Suspiró él.-



            En la misma ciudad de la Tierra, aquellas noticias se habían propagado deprisa. La princesa de Júpiter había salido, y el resto estaban también ocupadas. A los soberanos era casi imposible verles. Eso comentaba Briseida con alguna que otra joven que estaba en el palacio de Cristal, en Tokio.



-Ha sido terrible.- Declaraba una muchacha que trabajaba allí de administrativa, dirigiéndose a ella.- ¡Pobre mujer! Y es que ninguno estamos seguros en la Tierra. ¡Qué suerte tenéis en la Luna! Al parecer allí no han llegado todavía esos fanáticos.

-Sí, es verdad.- Convino desapasionadamente Brise, agregando con un tono que parecía ahora ser de inquietud.- Y rezamos porque nunca suceda nada parecido.



            La otra joven asintió, pero tuvo que dejarla para ir a ocuparse de sus tareas. Briseida se sonrió tras verla alejarse.



-¡Estúpida!- pensó con desprecio.- Nosotros en la Luna vivimos sometidos a la tiranía. Todo por culpa de la reina Serenity. Nos impuso una extranjera en el trono. Pero somos mucho más listos que las facciones terrestres de la Luna Negra. Nada de atentados terroristas tan destructivos. Eso haría que la opinión pública nos diese la espalda. En nuestro caso haremos las cosas poco a poco. Cada día que pasa nos afianzamos en puestos más importantes allí. Llegará el día en el que expongamos a Neherenia la usurpadora y a su esposo, el invasor saiyajin, por lo que realmente son. Y les arrojemos del trono que tan injustamente han ocupado.



            Briseida solamente sabía lo que su padre le contara desde que era una niña. Ellos eran una de las familias más nobles e influyentes de la Luna. No obstante, hacía mucho tiempo, fueron expulsados de ella. Pudieron retornar cuando Serenity y Endimión decidieron repoblarla, todo para darle a esa mocosa de Neherenia un reino propio y cortesanos con los que jugar. Pero esa cría creció y se tomó muy en serio aquel juego. Quizás gobernase bien, e incluso hubiera hecho cosas dignas de admiración en la Luna.



-O al menos de eso presume, cuando han sido otros como mi padre quienes hicieron realmente todo el trabajo. Sí, puede que nos haya tratado bien, pero como quien cuida a sus mascotas o a sus sirvientes…no tengo nada que agradecerle. Ni me arrepiento de lo que vayamos a hacer contra ella.



Lo único que lamentaba era que Alice se hubiese marchado a ese planetucho llamado Bios. Podía comprender el fastidio de la princesa. Eso era más una especie de castigo que otra cosa. Era una cría mimada en efecto, pero pese a todo la apreciaba. Y al parecer, había logrado persuadirla de muchas cosas. Quizás por ello Neherenia la hubiese enviado allí. Esa mujer no era en absoluto estúpida. Por ello, Briseida estuvo más que dispuesta a dejar la Luna e ir a la Tierra por un tiempo cuando su padre se lo ordenó. Para intercambiar información y coordinar actuaciones con sus aliados allá.



-Papá estará satisfecho. En un par de semanas volveré y le informaré de todo. También sería bueno que Alice retornase pronto. Podría seguir con mi tarea y quizás, con el tiempo, hacer de ella uno de los nuestros. No dejaría de ser una ironía que la monarquía en la Luna cayera por obra de su heredera. - Meditó Brise con una mezcla de regocijo y fascinación.-



            En otro plano temporal, Asthel, viajaba con Georcael atravesando ese continuo interdimensional que cruzaba el tiempo y el espacio. Cuando el dios les detuvo, el muchacho vio ante sí un frondoso bosque. A lo lejos, se escuchaba una hermosa voz femenina que entonaba una bella canción que decía:



“¡Nunca, nunca dejas de soñar!

Sueñas con mi mundo visitar.

Evocas otra era y otro lugar.

Remota y perdida en el todo está.



¡Nunca, nunca dejes de soñar!

No olvides que tus anhelos son realidad

Las brisas del tiempo y de la eternidad

Mecerán tu reposo con suavidad



El día y la noche no han de contar

Para quién su alma sepa hacer volar

Los hilos del destino pueden cambiar

Simplemente has de quererlo para hacerlo verdad



Si confías en mí no te habré de fallar

Yo lo sé todo de ti y te puedo guiar

Más allá de tus propios sueños podrás viajar

Si tu espíritu desea dejarse llevar.



La respuesta a tus preguntas en mi saber está.

Deja a tu espíritu hasta mí llegar

La Luz y el Amor siempre te guiarán

Déjame ayudarte en la continua búsqueda de la Verdad



Veo pasar eones sin que haya final.

El brillo de las estrellas para mi sólo es un titilar

La luz y la oscuridad del Cosmos dejan pasar

El murmullo de mi canto, sólo has de escuchar.”



- Ahora voy a presentarte a una vieja, muy vieja amiga mía.- Le susurró Georcael al chico para no tapar aquella voz. -

-¡Cuando tú dices que es vieja debe de tener la tira de eones! - Sonrió jocosamente éste sin poder sin embargo evitar sentirse envuelto y muy agradado por aquella canción. -



            Su contertulio pareció ignorar el comentario y le guió por el denso follaje de las ramas. A través de ese camino, Georcael y Asthel fueron caminando bajo los árboles. El chico se sorprendió de que el dios dejase su sillón. Tras un trecho cubierto ante ellos se abrió un claro y en él se ubicaba un diván con una bella mujer de larga melena pelirroja y ojos verdes. Era ella la que cantaba. Al verla Georcael se mantuvo en un respetuoso silencio y sonrió. Cuando la mujer reparó en ambos concluyó su canción y les miró con simpatía. El dios entonces la saludó con mucha amabilidad.



- Eykalea. Me alegra volver a verte....

- Sí....mucho tiempo, Georcael. Dime,- inquirió ella fijándose ahora más en Asthel. - ¿A qué has venido con tu joven acompañante?...

- Este chico humano es el Mensajero del Creador.- Le explicó su interlocutor. - Mi deber es adiestrarle en los viajes a través del Espacio y del Tiempo y las infinitas dimensiones.

- Encantado de conocerla, señora - Saludó el aludido muy educadamente haciendo una leve inclinación de cabeza. -

- Así que tú eres el Mensajero, ¡vaya! , es una gran responsabilidad la tuya, pero con Georcael tienes buen maestro.- Le aseguró aquella mujer con tono jovial. -

- Y usted quién es, ¿otra diosa? - Inquirió Asthel curioso. -



Eykalea rio de una forma muy cristalina y respondió admitiendo.



- Puedes llamarme así. Soy una diosa muy especial, yo controlo los diversos cursos temporales y doy o cierro el paso a las dimensiones del tiempo y espacio alternativas.

-¿Usted controla lo que debe ocurrir y lo que no? - Le preguntó Asthel realmente atónito. -

- No...Lo que debe ocurrir ocurre, y lo hecho, hecho está. - Corrigió ella para matizar a renglón seguido explicando. - Pero no ocurre una cosa únicamente, sino que el devenir de acontecimientos simultáneos es infinito, yo debo guiar a cada ser del Cosmos por su camino correcto.



Ante la cara de visible desconcierto que exhibía el chico intervino Georcael quien, tras pensar unos segundos, dijo:



- Te pondré un ejemplo. Cuando juegas un partido de eso que llamáis baloncesto a veces has vencido haciendo una canasta en el último instante y a lo mejor has ganado alguna eliminatoria ¿verdad?..

- Sí, alguna que otra vez, muchas veces tiro al  límite del tiempo, - sonrió Asthel satisfecho con lo bien que se le daba eso. -



El dios asintió para comentar al hilo de ese ejemplo.



- Eykalea quiere decir que a la vez, y en otro plano existencial, tú puedes fallar y tu equipo pierde.- Le aclaró Georcael, añadiendo. - Pero eso no tiene que ver nada con tu propio tiempo, allí ocurrirían otros acontecimientos...

- Es una gran cadena.- Añadió la diosa. - Al no ganar ese partido, quizás no jugaríais otro, en vez de jugar, harías cualquier otra cosa. Con ello verías a otras personas e influirías en sus destinos para hacerlos sustancialmente diferentes a como son en tu devenir temporal.

- Ya lo entiendo.- Asintió Asthel con gesto pensativo cuando aseveró. - Hasta el mínimo detalle es mucho más influyente de lo que parece...

- Otro ejemplo más importante le ocurrió a tu propio padre.- Le contó Georcael revelándole para sorpresa del chico. - El Leval de tu tiempo, que está casado con Amatista, y que te tiene a ti y a Maray por hijos, es muy distinto de un Leval que viajó desde su futuro destruido por unos seres cibernéticos al pasado de la Tierra. Allí conoció a tus abuelos y les ayudó a evitar que eso se produjera en tu línea temporal. Pero no podría haberlo hecho de no ser por que así lo quiso Eykalea...

- Entonces yo no existía en ese otro futuro ¿verdad? - Dedujo Asthel. -

- En ese otro futuro tu madre no nació,- le respondió Georcael. -Tu abuelo Diamante fue muerto por esos seres antes de tener a tu madre con tu abuela Esmeralda. Tampoco nació tu tía Kerria... ¿lo ves? Todo era distinto.

- Yo también soy la encargada de hacer que todas esas líneas temporales y dimensiones no se crucen entre sí de modo caótico. - Le desveló la diosa. -

- Entonces... ¿por qué permitiste que todo cambiase? - Inquirió Asthel atónito. -

- Ese futuro alternativo siguió su curso,- le contó Eykalea. - Ese Leval volvió a su tiempo y allí rehizo su vida y se casó con otra mujer que no sería tu madre, sino la de cualquier otro. Pero tú debías nacer y para eso, permitimos que alterase esta línea temporal para crear otro futuro distinto. Tu llegada Asthel, era ya esperada en los altos círculos celestiales desde entonces e incluso desde muchísimo tiempo antes...

-¿Pero por qué?... ¿qué esperáis de mí tan importante que merezca alterar un futuro y desdoblarlo en dos? - Les preguntó el chico realmente impresionado. -

- Ni yo misma lo sé.- Confesó Eykalea añadiendo. - Eso pertenece a los Siete Superiores y al Creador. También estuve presente cuando tus abuelas se convirtieron en personas corrientes. De no haberlo hecho, hubiesen muerto en otras dimensiones y planos diferentes. Muerta tu abuela Beruche, tu abuelo Roy habría sido poseído por el demonio Armagedon y la Tierra habría sido destruida por la invasión demoniaca. Tu abuelo Diamante nunca habría resucitado y sin él tampoco tu abuela Esmeralda, con lo que tu madre jamás habría nacido. Fíjate como un sólo hecho puede ser de una transcendental importancia para el Cosmos entero, todo está entrelazado y existen infinitas posibilidades...

-Una cosa más.- Quiso saber el chico.- Ese misterioso ser, el Demiurgo, ¿Quién es?...

-Los demiurgos son creadores de universos.- Le explicó ahora su interlocutora.- Pero a su vez, ellos, están creados por otros seres…

-Pronto lo entenderás.- Le dijo Georcael.-

-Sí, ahora observa esto. - Le pidió Eykalea.-



La diosa le mostró un caleidoscopio de imágenes familiares que conjuró de la nada. Allí aparecían algunos de los parientes de Asthel, sus abuelos, tíos, primos. Tenían diferentes edades y apariencias y todos hacían cosas distintas en lugares desconocidos, pero la sucesión de vistas era casi instantánea, el muchacho no podía retener nada en concreto. Así su anfitriona, añadió.



- Esto es una ventana al continuo fluir de las diferentes dimensiones temporales que te afectan o te han afectado o afectarán de forma directa o indirecta. Incluso en las que aparecen los seres no creados.

-¡Es increíble! - Exclamó Asthel. - Entonces ¿por qué tanto miedo con esos seres? .Tú podrías hacer que lo que tanto preocupa a esas altas esferas no se produjese.

- Es lo que llevo intentando desde el principio de los tiempos. Esos seres son peligrosos porque actúan como si de polillas en un tejido se trataran. Van royendo las diferentes paredes entre dimensiones provocando que estas puedan mezclarse. Algunas veces esto ha sucedido. Tu abuelo Roy sin ir más lejos, que junto a su amigo Tom, viajó a una dimensión en la que tu abuela y sus hermanas todavía servían a las fuerzas del mal. Allí tuvieron que enfrentarse a un terrible ser que no pertenecía a su realidad. O, como te hemos dicho, en el caso  de tu propio padre Leval. Quién vino de ese futuro tan terrible, dado que alguien lo distorsionó por causa de la Nada. Todo eso debía solucionarse. - Le explicó Eykalea que para mayor asombro de su interlocutor le dijo. - Pero para eso debías nacer tú y convertirte en el Mensajero....

- No comprendo nada, vuelvo a estar como al principio. ¿Y por qué yo? - Insistió Asthel que se encontraba muy perdido. -

- Ya te lo he dicho, no lo sé. Eso va mucho más allá de mi poder. Únicamente sé que se me ordenó hacerlo posible. - Repitió su contertulia esbozando un gesto de sincera ignorancia. – Me lo ordenaron entidades mucho más elevadas que yo.



            El chico asintió, y esa diosa tan especial le comentó entonces algo que ya sabía.



-Has de tener precaución, Mensajero. Los seres increados no son los únicos que ponen en peligro toda la estructura espacio- tempo-dimensional.

-Sé que hay otros. ¿No es así?.- Convino el chico.-

-Son seres creados a los que se les ha concedido un poder que jamás debieron poseer, y que lo emplean para sus propios intereses.- Le aclaró Eykalea.- Durante mucho tiempo ha existido una especie de partida de ajedrez entre nuestros enviados, que tratan de evitar que eso suceda y ellos.

-Pero, a diferencia de los seres de la nada, esos individuos no buscan destruir lo creado, sencillamente intentan variar acontecimientos en pro de su provecho personal. Algunos ni son conscientes de las implicaciones tan graves que eso conlleva.- Añadió Georcael.-

-Por ello, no solamente tú y los elegidos que te acompañen, tendréis que llevar a cabo una importante tarea. Habrá otros que, entre tanto, deberán ejecutar los designios de las esferas superiores que yo les trasmita.

-Lo que no entiendo es que si tú tienes poder para dirigir los acontecimientos de la forma adecuada, necesites a nadie, y menos a unos mortales, para hacerlo.

-No tengo tanta influencia como podrías pensar.- Negó su interlocutora.- Hay elementos muy poderosos, capaces incluso de enfrentarse a mi poder.

- Sí, y Eykalea es una deidad que se encuentra por encima de mí. - Le comentó Georcael quien, tras hacer una leve reverencia a la diosa, añadió. - Debemos irnos ya Mensajero, hay que proseguir a través de los océanos del tiempo. Con tu permiso señora, partimos.- Añadió en tono muy respetuoso mirando a la mujer que asintió -...

- No faltaba más…- concedió ella que miró afectuosamente al desconcertado Asthel y le animó con una sonrisa para decir con más despreocupación. - No temas, aun tendrás que visitar a seres muy poderosos. Ellos te lo explicarán todo. Ahora vete y que tengas buena fortuna en tu devenir temporal.



            Y la diosa retornó a su diván cantando nuevamente aquella melodía, pero ahora con otra letra.



Un sueño interminable, un sueño de ti




Navegando
sobre las olas de mis sueños
hacia otro día


De pie sobre una colina
Y más allá de las nubes
El viento sopla calmo
Y atrapando mis dudas



Un sueño interminable, un sueño de ti

Creo que recibo una señal de ti
Esta noche quiero esconder mis sentimientos también
Como tú haces y quiero estar contigo



Estoy cazando en la noche
Al esclavo de mi sueño

Una escena ilustrada
Asciende en el vapor


Jugamos por las luchas
Juegos emocionales

Aparto mis ojos

Y escondo mi vergüenza


Un sueño interminable, un sueño de ti

Creo que recibo una señal de ti
Esta noche quiero esconder mis sentimientos también
Como tú haces y quiero estar contigo



Mirando las flores

Muriendo



En un caluroso aliento de vida
En un día amaneciendo

Me despierto en primavera
Y beso tu rostro
La dulce y ardiente cosa
Siento tu abrazo




Un sueño interminable, un sueño de ti

Creo que recibo una señal de ti
Esta noche quiero esconder mis sentimientos también
Como tú haces y quiero estar contigo



Un sueño interminable, un sueño de ti

Creo que recibo una señal de ti
Esta noche quiero esconder mis sentimientos también
Como tú haces y quiero estar contigo



Creo que recibo una señal de ti
Como tú haces y quiero estar contigo

Creo que recibo una señal de ti

Como tú haces y quiero estar contigo


(Never ending dreaming. X-perience. Credito al artista)



Y en tanto Asthel la escuchaba cantar, embelesado una vez más, Georcael sujetó de un brazo a su atónito pupilo y ambos desaparecieron de allí, de nuevo cruzando los entresijos espacio - temporales y con ese titilante sonido que era cada vez más fuerte y a la vez armonioso y dulce.



-¿Qué es eso que escuchamos?...- preguntó el  maravillado muchacho -

- Es la música que produce el propio tiempo.- Le explicó su guía.  - El suspiro interminable de los eones que se abren ante nosotros, no trates de comprenderlo, no podrás, sólo escucha...



            Cuando por fin el rumor de la música se fue apagando y Asthel dejó de verse rodeado por ese abanico caleidoscópico dimensional, se dio cuenta de que estaba a las afueras de una ciudad. Mientras la contemplaba maravillado Georcael le informó.



- Hemos retrocedido muchos eones, es la época de la humanidad anterior. Aquí no serás visto ni oído si no despliegas tu aura ni pierdes tu concentración...

-¿Dónde estamos? - Preguntó Asthel mientras se admiraba de las altas torres plateadas de un gigantesco castillo que defendía la ciudad. -

- Escucha atentamente, este lugar ya lo conoces - Le comentó el dios. -

-¿Conocerlo de qué? - Inquirió el muchacho muy desorientado. -

- En tus sueños....



            Cuando Georcael dijo eso Asthel vio aproximarse a un grupo guerreros engalanados con bellas armaduras que parecían de oro. Todos excepto uno, cuando se acercó hacia ellos pudieron verle bien, era de pelo castaño y largo, tanto que le caía por los hombros, tenía los ojos verdes y una mirada que irradiaba majestad. Uno de sus caballeros le dijo.



- Príncipe Asthel. Hemos llegado pronto, daremos una gran alegría a vuestro padre y a la princesa Lorein...



El joven pensó anonadado, percatándose de que aquellas palabras no se dirigían a él.



-Ese es mi abuelo Roy, en su otra vida tenía el mismo nombre que yo....

- Sí y mi corazón está pleno de gozo. Si todo sigue así, acabaremos con esta lucha y podremos vivir todos en paz. - Decía el príncipe con tono esperanzado. – Únicamente deseo que esas fuerzas oscuras no creen complicaciones a nuestros amigos de la Tierra y de la Luna.

- Así sea,- convino el caballero que propuso. – Serenity estaba preocupada, cuando nos llegó su mensaje. Su hija y el príncipe terrestre se han comprometido pero ella sospecha que algo va mal.- El príncipe asintió declarando.-

-Sí, mi padre retornará enseguida a Nuevo Vegeta. Mi hermano Lornd está de regente ahora. A buen seguro preparará una expedición al reino de la Luna por si nos necesitasen. Por mi parte también quisiera enviar a alguien. Mi prometida, como antigua guardiana de la reina, está muy inquieta por la soberana y por la joven princesa.



            Al hilo de estas palabras, Asthel comentó.



-Se refiere a mi abuela Bertie. ¿Podría verla? –Le preguntó al dios.  -

- Claro, vamos y la verás....- le dijo Georcael. –



Ambos desaparecieron y reaparecieron dentro de un bellísimo jardín, en él una joven de larga y hermosa cabellera entre albina y azulada miraba nostálgica más allá de las almenas mientras unos ruiseñores se posaban en sus dedos.



- Asthel, tengo tantas ganas de que te reúnas ya conmigo....- suspiraba ella y en eso se escuchó la voz del príncipe que le respondía. -

- Aquí estoy, tus deseos son la voluntad que me impulsa Lorein, mi Señora del Invierno.



Ella corrió a abrazar a su príncipe llena de alegría a la par que declaraba.



- ¡Tenía tanto miedo de que te hubiese ocurrido algo y de perderte! ¡No quiero que nos separemos nunca más!...He tenido un mal presentimiento. Creo que el mal amenaza a nuestro mundo, y también a los reinos de la Tierra y de la Luna… No sé. Es como si una marea de oscuridad se aproximara anegando al Cosmos entero. Mis hermanas también podrían correr peligro en sus respectivos mundos de adopción.

- Sí, algo he sentido yo también. Pero no temas. Las fuerzas malignas de la Nada no serán capaces de separarnos, te lo juro y aunque lo hiciesen por siglos yo volvería a reunirme contigo.- Aseguró el príncipe Asthel apretándola fuertemente contra su pecho. -



            Asthel escuchó las palabras de su abuelo y asintió, le dijo a Georcael entre admirado y sorprendido.



-¡Y es verdad! A pesar de la distancia y del tiempo volvieron a reunirse...

- Debemos irnos ya. Debes ver más cosas. - Le indicó el dios y ambos desaparecieron de ese idílico jardín para reaparecer en un solar lleno de máquinas de construcción. Allí Asthel escuchó ruidos de luchas y pudo ver a cuatro mujeres ataviadas con unos uniformes que le eran familiares, también los había visto en sueños -...

- Contempla a tu abuela y sus hermanas. Aun como las malignas que fueron - declaró Georcael. -



            Pero había más. Luchaban contra un grupo de chicas en minifaldas y con grandes lazos en el pecho, otra de ellas parecía abrazar a una niña para protegerla del ataque de un individuo de pelo rojizo....



- Esas son las famosas luchadoras de las que tanto he oído hablar a mis abuelas,- reconoció Asthel – Sailor Moon y las demás. ¡Son las princesas planetarias y la reina Serenity!

- Efectivamente.- Asintió Georcael  y tras ver un poco la dura lucha que entablaban el dios adelantó algo en el tiempo, afirmando. – Ahora prosigamos.



            Estaban ahora dentro de un portal, parecía un edifico de casas, algo antiguo para Asthel, quizá de hacía unos cincuenta años. Una chica de pelo entre negro y morado que le recordaba a Idina estaba abriendo un buzón, leía una carta y saltaba de alegría. El dios les hizo aparecer justo en medio de las escaleras. Esa joven se aproximaba y para sorpresa del chico les sonrió cuando pasó entre ambos. Su rostro resplandecía de alegría.



-Disculpen…- Pudo decir la muchacha.-



Después prosiguió su ascenso. Georcael le desveló.



-Como ves, podríamos formar parte de su realidad interactuando con ella. Pero eso no significa que debamos hacerlo.

-Me es muy familiar.- Afirmó su interlocutor.- ¿Quién era esa chica?



            El dios se sonrió para responder.



- Aquí tienes el inicio de tu historia en esta era. Esa que has visto era Cooan, la hermana menor de tu abuela Beruche. Sube corriendo a decirles a sus hermanas que les ha sido concedida una beca de estudios para el extranjero, a ella y a tu abuela...

- Sí, de niño me lo contaron.- Asintió Asthel que, con una ligera sonrisa, agregó. - Mi abuela Bertie me dijo que, de no haber recibido esa beca, nunca habría conocido a mi abuelo al menos en este tiempo y en este mundo.

- Te voy a contar algo que ella no sabe. - Le desveló Georcael. - Esa beca tenía un error. En la original sólo eligieron a Cooan. Tu abuela tenía las notas suficientes para ser seleccionada,  pero al faltar plazas estas se sortearon, a Cooan le tocó, pero no a tu abuela. Aunque allí estabamos nosotros para alterar el destino, a la chica que debería haberle tocado la beca...en fin....tuvo un contratiempo.

-¿No le haríais daño, verdad? - Preguntó Asthel preocupado por esa posibilidad. -

- No.- Sonrió Georcael contándole con despreocupado tono. - Sólo alteramos los números del sorteo. Tu abuela era el 6 y nosotros lo convertimos en el 9, cambiamos el número de ambas. Y de este modo aparentemente tan trivial alteramos la historia.

-Entonces, esa otra pobre chica.- Meditó Asthel.- Su vida fue alterada en la misma medida.

-Como ya te he comentado eso solamente puede hacerse cuando media una causa que lo justifique. La vida de esa joven no se alteró sustancialmente, de haberle tocado a ella, hubiera renunciado al ponerse enfermo uno de sus familiares cercanos. Y esa plaza se hubiera sorteado nuevamente, pero tarde ya para que el momento para tu abuela de llegar a su nuevo destino hubiese sido el adecuado. -Le respondió el dios, indicándole de seguido.- Ahora avancemos un poco más...



            Se desvanecieron y reaparecieron en un aeropuerto, justo cuando Cooan y Beruche bajaban del avión. Las vieron andar hacia unos vehículos antiguos que Asthel recordó eran llamados taxis. Bertie, con los brazos al aire, exclamaba en voz alta, llena de jovial esperanza...



-¡Prepárate Nueva York! las hermanas Malinde llegan dispuestas a conquistarte...

-Mi abuela era muy graciosa.....- comentó un sonriente Asthel al tiempo que bajaba un poco su concentración.-



Bertie miró perpleja en su dirección únicamente durante una fracción de segundo,  lo que él tardó en percatarse de su descuido y restablecer el escudo que ocultaba su aura.



- Sí, lo era, ten cuidado Mensajero, no pierdas tu concentración. Podría verte. - Le recordó para añadir. - Ahora volvamos a dar un pequeño salto.- Le indicó su cicerone temporal.-



Esta vez reaparecieron en el pasillo de un colegio, allí Georcael le indicó una puerta que estaba abierta, daba a una cancha de baloncesto. Con gesto divertido el dios la cerró. Al poco un chico alto y de pelo castaño llegó hasta allí, trató de abrirla pero no pudo.



-¡Maldita sea! – masculló ese joven dándose la vuelta y echando a correr. – ¿Quién habrá sido el idiota que la ha cerrado? ¡Voy a llegar tarde!

-¿Qué has hecho?- le preguntó Asthel al dios. –

-Poner tu propia historia en marcha. – Se sonrió pícaramente éste. -



Al poco rato vieron como ese chico alto y de pelo castaño arrollaba a Beruche. El muchacho se detuvo un momento. Sonrió levemente y dijo con despreocupación a la pobre abuela de Asthel.



- Lo siento. Te ayudaría pero llevo prisa. Otra vez estate más atenta al pasillo, ahora debo irme.- Dicho esto salió corriendo sin más ante la cara de sorpresa y enfado de Bertie. -

- ¡Ahora me acuerdo! Ese era mi abuelo Roy.- Sonrió Asthel divertido. - Mi abuela también me ha contado muchas veces que esa fue la vez primera que le vio, al menos en esta vida.

- Ese encontronazo tampoco fue casual. - Se sonrió Georcael  a su vez mientras le desvelaba. – Como acabas de ver. Cerré la puerta por la que Roy habría pasado sin tener que encontrarse con tu abuela...

- Pero lo único que lograsteis fue que ella se enfadase con él.- Objetó Asthel sin comprender aquella aparentemente incongruente maniobra. -



No obstante, el dios no tardó en explicárselo.



- Tu abuelo era un...- Georcael dudó y buscó la palabra adecuada hasta decir con un ligero titubeo. -¿Cuál es el término que usan los humanos? ¿Se dice ligón? - Asthel asintió y el dios prosiguió. -Pues eso, de no haber ocurrido así, tu abuela habría caído engatusada por él y tu abuelo no habría tenido ningún interés en ella. También hicimos que fueran compañeros de sitio, el nombre de un estudiante que habría estado entre ellos y habría sido compañero de tu abuelo, se traspapeló... 

- Habéis intervenido mucho entonces - dijo Asthel que agregó sin dejar de maravillarse. - ¡Yo creí que todo esto era pura casualidad!

- Casualidad es el nombre que los humanos nos  dais a nosotros y a Eykalea porque no sois conscientes de nuestras intervenciones. - Le contó Georcael añadiendo. - Ahora te enseñaré una cosa más.



            Volviendo a desaparecer reaparecieron en una habitación de hospital, Asthel reconoció a su abuela Bertie, entubada y en una cama, mientras su abuelo y la hermana de ella, Cooan, (la madre de Idina, Alan y Lance) lloraban.



-¿Qué le ocurre a mi abuela? - Inquirió él visiblemente preocupado. -

- Nada que no se pueda solucionar, mira,- señaló Georcael. -



            Asthel vio una figura blanca y luminosa que tocaba ligeramente a la convaleciente, ésta pareció recibir energía y sus constantes vitales mejoraron.



- Ya no percibo en ella ningún mal, - afirmó Asthel sorprendido, queriendo saber. - ¿Quién ha hecho eso?

-Digamos que uno de los entes superiores que han velado por ti y tus ascendientes para que puedas estar aquí en este momento. Ha sido muy considerado dejando que nosotros pudiéramos verle puesto que sus poderes van mucho más allá de nuestro entendimiento. - Le respondió Georcael sin querer aclararle nada más para añadir.  - Ahora volvamos, debes descansar, el viaje a través del tiempo es agotador para los humanos. Y tú lo eres en buena parte. Lo reanudaremos cuando te hayas recuperado. Aún te quedan bastantes cosas por ver.



            Su interlocutor volvió a llevarle a través del caleidoscópico tintineo hasta reaparecer en el cuarto de Asthel. Tal y como le prometió eran las veintidós cuarenta y cinco, ¡no había pasado un sólo minuto! Su peculiar guía se despidió y  el chico decidió cerrar los libros y descansar. Estaba agotado y demasiado repleto de emociones y pensamientos como para estudiar, así que se acostó. Cuando Brian, todavía nervioso por lo que había pasado con su tía, llamó a la puerta de su primo para decirle que Amatista había salido, pensando que él no lo sabría, eran ya las doce y treinta y cinco de la noche. Entró y le vio dormido. Decidió dejarle así, él también se acostó aunque apenas pudo conciliar el sueño hasta un rato después, vencido por la fatiga. Al cabo de una hora, Amatista y Leval volvieron, vieron a su hijo y sobrino dormidos y ellos también se acostaron. Ella se durmió intranquila por Brian y sobre todo por aquellas terribles noticias de la Tierra. Al igual que su propio sobrino tardó en conciliar el sueño, ambos pensaban que ocurriría a la mañana siguiente. Asthel en cambio, durmió tranquilo y sin preocuparse, pero deseando que Georcael le llevase de viaje otra vez para aprender muchas más cosas sobre el apasionante pasado de su familia y tal vez sobre su propio futuro...



-Todavía hay muchas cosas que tengo que aprender.- Se decía en sueños.-



            En Tokio, Nephrite permaneció sentado casi una hora en aquel banco, después retornó dando un paseo a la habitación de su hotel. Quería acostarse temprano y dormir, quizás así soñaría con Amanda y los felices años que compartieron, llenos de aventuras. Sin embargo, algo le impulsó a mirar esa tarjeta. En fin, decidió ir a pasar un rato con la princesa. Él pese a todo era un caballero y sería muy descortés por su parte ignorar aquella invitación y, siendo sincero consigo mismo, deseaba tener algo de compañía. Finalmente llegó a la sede del primer local de Flowers & Flavours. Se sentó junto a una mesa y miró a su alrededor. Unos cuantos clientes se sentaban distribuidos aquí y allá, y otros estaban en la barra haciendo sus pedidos, pero no vio a Makoto. En su lugar, una mujer madura aunque todavía atractiva, de ojos y pelo castaño ligeramente ondulado, peinado con una media melenita que le llegaba al cuello, le sonrió preguntándole, tras acercarse hasta él.



-¿Qué desea tomar, señor?..

-Bueno, yo…verá. Había quedado aquí con una amiga. Me pidió que viniera a probar el postre de chocolate que hacen aquí. –Pudo decir algo aturdido.-

-Sí...- Convino ella, sonriendo ahora con afabilidad, para afirmar.- Le recuerdo. Es usted, el mismo hombre que hace tantos años… ¡El del postre de chocolate!



            Ahora fue Nephrite quién se percató de algo, levantándose como un resorte y afirmando a su vez con sorpresa.



-¡Es usted! Aquella joven… la señorita Osaka.

-¡Vaya! ¡Es increíble! - Pudo decir ella, visiblemente impresionada y atónita.- Se acuerda usted de mi apellido de soltera, con todo el tiempo que ha pasado…

-¿Soltera? Claro. - Pudo decir él con una media sonrisa.- Supongo que se casaría usted…

-Bueno, hace años que me separé. - Le contó la mujer.-

-Pero, por favor. Siéntese.- Le pidió su interlocutor aprestándose a apartarle una silla.-



            Su interlocutora convino en ello, era la encargada de ese local pero su amiga y jefa la princesa Júpiter había ido a visitarla haría cosa de una hora. Naru creyó que sería algo relativo al negocio pero no fue así. Makoto, tras pedirle hablar durante un momento a solas, le comentó en el despacho privado de la dirección.



-Dentro de un rato posiblemente un hombre pasará por aquí. – Le explicó dándole la descripción de Nephrite y apuntándole su nombre en un papel para desvelar a su contertulia.- Es un buen amigo y muy buena persona. Pero ha sufrido mucho recientemente. Quisiera tomar un postre de chocolate con él y darle mi apoyo moral. Pero tengo cosas que hacer. Trataré de venir a tiempo. Si no puedo y llega antes de que yo regrese, por favor, serías tan amable de acompañarle en mi lugar.

-Pero, tengo que atender la cuentas de la cafetería. ¿No puede hacer eso algún camarero? - Pudo objetar la señora Osaka.-

-No te preocupes por eso. Esto es mucho más importante. Y únicamente puedo confiártelo a ti. ¿Me harás ese favor, Naru-chan?

-Claro.- Sonrió ésta dándose cuenta de que, en efecto, aquello parecía ser de mucho interés para su jefa y amiga.- Por ti, cualquier cosa.



             Su interlocutora esbozó una cálida sonrisa y se marchó. Ahora Naru terminaba de recordar aquello cuando su interlocutor le preguntó.



-¿Fue usted feliz? Me refiero durante todos estos años…

-Sí, no pude quejarme, mi marido y yo no tuvimos hijos, pero nos quisimos. Al menos durante bastantes años. Luego nos fuimos distanciando con el trabajo. En fin, unas cosas y otras, poco a poco. Decidimos separarnos para poder vivir nuestras vidas. Pero lo hicimos de modo amistoso. ¿Y usted señor Saint Join?

-Se lo ruego. Llámeme Nephrite.- Le pidió amablemente él, para oscurecer su semblante y decaer en su tono en tanto le contaba.- Desgraciadamente perdí a mi esposa hace poco tiempo.

-Lo siento muchísimo.- Pudo decir ella realmente apenada.-



            Su interlocutor asintió despacio, sonrió débilmente y miró a su contertulia para replicar.



-Gracias. Por lo menos fuimos felices. Tuvimos dos hijos, ellos ya tienen su vida. Se ocupan del negocio familiar y yo… bueno, quise venir aquí a pensar un poco en los viejos tiempos. Lo cierto es que ahora me siento solo, ¿sabe?

-Por favor, llámame Naru.- Le comentó su interlocutora, para afirmar con un talante más jovial.- Pediremos dos postres de chocolate, como aquella vez, y hablaremos. Porque, no sé, tengo la impresión de que su cara, a pesar de los años, me resulta familiar. Y no solamente por aquella ocasión…quizás se reirá, pero… es como si le hubiera conocido antes, casi me parece haberle visto en un sueño. Uno que me produce melancolía y algo de tristeza cuando trato de recordarlo.

-Como King´s Cross.- Suspiró él.-

-¿Decía algo?- Se interesó la mujer quien no le había entendido.-

-Nada. No tenía importancia.- Afirmó él, algo más animado.-



            Nephrite esbozó una sonrisa más alegre en ese instante y los dos pidieron esos famosos postres a una camarera y se pusieron a conversar. Al cabo de un rato hablaban e incluso reían distendidos. Naru le contó que Usagi Tsukino fue, en efecto, su amiga de la infancia y la temprana  adolescencia, ¡Quién habría dicho que llegaría a ser la Reina Serenity de la Tierra! Su atento oyente a su vez le explicó que la conoció luchando contra el mal y que luego él se unió a la causa de proteger al mundo, junto a las guerreras y a otros buenos amigos. En ese momento, tras los cristales del local, Makoto se asomó. Acababa de llegar del paseo que hizo para dar tiempo a que su viejo amigo llegase. Ella estaba convencida de que al final iría.



-Me alegra no haberme equivocado.- Pensó contenta por ello.-



Miró a través del escaparate y sonrió con satisfacción y felicidad. Ella había hecho lo que debía. Ahora, quizás al fin, esos dos podrían estar nuevamente juntos. Al hilo de esas reflexiones y sin percatarse de la presencia de la princesa, el señor Saint Join le comentaba a su contertulia en tanto la miraba fijamente a los ojos.



-No sé. Puede que ahora que nada me retiene en Inglaterra me venga a vivir definitivamente a Tokio. En mi opinión, el postre de chocolate de aquí es el mejor del mundo, así como la compañía para disfrutarlo.



            Naru casi llegó a sonrojarse, aunque ya no era ninguna jovencita y Makoto, tras poder escuchar eso, volvió a sonreír, se dio media vuelta y se alejó…



-Más vale tarde que nunca mis queridos amigos. Solamente me apena que os quede tan poco tiempo.- Suspiró la princesa cuando perdió de vista el local adentrándose en el parque.- Aunque ¿quién sabe? Todavía podríais protagonizar una bonita historia los dos.



Paralelamente a eso en la ciudad donde Maray estaba desfilando era la hora de la cena. La chica estaba tranquila tomándose una ensalada con Crista que, tras cursar un año en la Academia Deveraux en la Tierra, había comenzado a desfilar como profesional y pidió ser enviada a Bios junto a su gran amiga.



-Me han parecido siglos en lugar de horas. – Le decía ésta aludiendo a todo el trabajo sobre y fuera de la pasarela. – Estoy agotada…trajes por aquí, zapatos por allá…Por no hablar del maquillaje y la peluquería. Tu abuela tenía toda la razón, hasta que una no está inmersa en este mundillo no se percata realmente de lo durísimo que es.

-Sí- convino ella más risueñamente. – Me sucede lo mismo. Pero míralo por el lado bueno. Por suerte mañana terminamos. Tendremos tiempo de hacer cosas las dos juntas y luego retornar a Vitae. A ver si puedo visitar a mis padres y a mí hermano, hace mucho que no les veo.



Su amiga convino en ello con entusiasmo. Podrían hacer planes para sus días libres. En eso estaban cuando una de las encargadas avisó a Maray, simplemente le informó de que tenía visita.



-Voy a ver. – Le dijo a su amiga pensando que podría tratarse de sus padres. –



Pero cuando fue a la sala de recepciones que tenían se sorprendió. Allí la aguardaba un chico con uniforme de oficial médico de la flota. Al principio no le reconoció por la media luz que mal iluminaba el recinto, hasta que dio orden al computador de elevar su intensidad.



-¡Alex!- Exclamó llena de alegría.-



            Crista se asomó con curiosidad al oír esa exclamación. ¡Era él!, ese muchacho al que su amiga conoció en Nature, cuando fue allí para un cursillo de algunos meses. Su abuela la envió para que aprendiera junto con Stephanie Kensington y Sonia Calderón, dos de sus mejores modelos. Además, tuvo la oportunidad de conocer y hasta de cantar con Keiko Tomoe. Maray le había contado que fue una estancia realmente estupenda. Pero lo mejor para su querida compañera y amiga fue conocerle a él. Según le relató, se despidieron únicamente como amigos dado que Maray no fue ajena al interés que esa tal Gloria, la hija del embajador saiyajin, tenía puesto en Alex.



-¿De veras te trató así?- Se escandalizó Crista cuando Maray le contó algo de aquella joven saiyajin.-

-Puedo comprenderla. Está claro que ella siente algo por Alex. Y no es una mera amistad. Aunque los de su raza quizás no son muy hábiles a la hora de expresar sus sentimientos.



            Aquí, Crista la oyó suspirar, y su compañera le dedicó una mirada algo apurada cuando le confesó.



-Bueno, también yo tengo sangre saiyajin. Pero no me han educado allí. Debe ser eso. Son gentes muy directas y a veces rudas. Aunque en el fondo no sean malas personas…

-En cualquier caso, no me gustaría que una chica así me tomase manía.- Comentó sinceramente Crista.-



            A lo que su contertulia simplemente sonrió, pero de un modo amable. Maray tampoco le contó lo que ella hizo después, mostrándole a esa chica quien era en realidad. De este modo no le dio más importancia y cambiaron de tema. Ahora viendo a su amiga tan feliz, abrazándose a ese muchacho, se dio cuenta de que estaba bastante enamorada de él.



-Te deseo mucha suerte.- Sonrió Crista, retirándose para dejarles algo de intimidad.-



Maray se abrazó a él, en efecto. Le parecía increíble tenerle allí. Quizás fuera por sus obligaciones académicas. Ya en Nature él le comentó su deseo de entrar en la academia militar y estudiar medicina. Habían pasado unos meses y desde entonces, apenas si tuvieron contacto. Aunque ella no le había olvidado.



-Hola Maray.- Sonrió él, mirándola con idéntico interés, para alabarla.- Estás todavía más hermosa.

-Muchas gracias,- Se sonrojó ella, advirtiendo a su vez.- Y tú parece que al fin te has graduado.- ¿Ya eres oficial, verdad?



Al menos eso creyó al ver sus distintivos. No tenía muy claro si las rayas que llevaba significaban eso o no. Aunque aquello era lo de menos, lo que más captó la atención de la muchacha fue que era muy atractivo, de pelo castaño oscuro y tenía unos ojos almendrados de un tono azul aguamarina realmente preciosos. Pero fue el muchacho quién, tras sonreírle, le preguntó con interés justo al ver que alguna otra modelo entraba en la sala.



-Casi, todavía soy cadete.- Sonrió él.- Y usted sigue siendo Maray Malden. La hija del coronel Leval Malden y la doctora Amatista Lassart.- Bromeó el joven.-

-Sí – admitió ella, divertida, siguiendo esa representación para querer saber a su vez con el mismo tono de chanza. - ¿Y usted es…?

-Cadete de primera  Alex Ginga. - Replicó el chico con un fingido tono entre rimbombante y divertido. – Como recordará, mis padres eran muy amigos de los suyos, Giaal Ginga, médico en Nature, y mi madre es la capitana Susan Hunter de la flota UNISON. He venido a Bios por un traslado para cursar prácticas y me encargaron que les diera recuerdos. Cuando pregunté en esta ciudad me informaron sobre una famosa modelo y cantante llamada Maray Malden. Pensé que podría ser familia. Celebro comprobar que no me equivoqué.

-Pues encantada de conocerle – pudo sonreír ella estrechándole la mano. –



Lo cierto es que el chico era también alto y fornido. Incluso más de lo que ella recordaba, quizás hubiera crecido desde la última vez que se vieron. ¡Tanto mejor! Desde luego, que fuera  de una estatura algo mayor que la de ella era algo que la aliviaba. Maray calculó que sería más o menos como su padre. Al menos a éste no tenía que mirarle hacia abajo como a otros muchos.



-Discúlpame. No quería molestarte. Pensé que quizás tu familia al completo estaría aquí.- Se excusó él, ya con tono normal, añadiendo tras recordar.  – También tenía que saludar a la hermana de mi tío Alan y su familia.

-¡Ah! La familia de Idina. Están muy bien, ellos también viven en mi misma ciudad y barrio. Verás, yo he venido aquí pero estoy solamente por trabajo, en realidad vivo en Vitae, la capital. – Le contó añadiendo con un pretendido deseo de que así fuera.  – Por favor,  si tienes un rato, antes de acudir a tus otras obligaciones, podríamos charlar y me cuentas qué tal va todo en Nature.

-Como quieras. – Sonrió él – Será un placer.



Lo cual le hizo todavía más atractivo para la muchacha que pensó que con ese uniforme azul marino estaba realmente elegante. Al fin, algunas chicas que pasaban por allí y que no se recataban de mirar a ese muchacho con vivo interés, se marcharon. Maray se rio entonces.



-¿Qué te hace tanta gracia?- Quiso saber él.-

-Que se supone que no podemos recibir esta clase de visitas aquí.- Comentó ella.- Verás. Algunas de mis compañeras son más eficientes transmitiendo información que una holo conferencia. Por eso te he seguido la broma.

-¿Broma?- se sonrió él.-

-Sí, eso de ser tan formales, como si no nos conociéramos de nada.- Le aclaró la joven.-



            Turno de Alex para sonreír, asintió divertido admitiendo.



-Tampoco yo las tenía todas conmigo. Si tu padre se entera que he venido a verte, pues no sé, lo mismo me destina a la base más remota del asteroide más alejado que orbite Bios.

-¿Papá?- repitió su interlocutora con gesto risueño.- No, no te preocupes, mi padre es muy comprensivo. Pero mi madre sí que te iba a tener vigilado de cerca.- Añadió con regocijo para remachar.- Más todavía que esa saiyajin. ¿Aún sigue por Nature?

-¿Te refieres a Gloria?- quiso saber el joven.- Bueno, la última vez que estuve en mi mundo natal sí.

-Lo cierto es que cada vez que me miraba sentía que desease matarme.- Suspiró la chica.-



            No quiso aclararle a su interlocutor que esa muchacha detectó algo en ella, algo que la joven modelo sabía hacía tiempo. Incluso el rostro severo y aguerrido de esa saiyajin llegó a mirarla con odio, cosa que apenó a Maray. Sin embargo, no consideró oportuno referirle a su contertulio aquello. No en ese momento. Ni tampoco como le aclaró las cosas.



-Lamento mucho todo aquello.- Replicó su interlocutor con tintes más serios ahora.- Pero nunca hubo nada entre ella y yo. La considero una buena amiga, nada más.

-Claro, siento haberlo comentado. Espero que todo le vaya bien, me daba la impresión de estar sosteniendo una lucha interior muy dura.

-Puede ser. Pero eso es algo que solamente le corresponde solventar a ella.- Sentenció Alex.-

-¿Qué tal están los demás?- Quiso saber la chica deseando volver a un tono más desenfadado.-

-Mi prima Fiora muy bien, también dedicada a sus estudios de la naturaleza. Franklin trabajando con la policía y velando por la seguridad informática de Nature, además de haciendo esas investigaciones suyas sobre cosas tan complicadas.- Le desveló el muchacho que pasó a contarle escuetamente algo más sobre el resto para proponer.- Podríamos salir de aquí y tomar algo para ponernos al día. ¿Te parece?



Desgraciadamente Maray tenía que irse a dormir pronto. Así se lo dio a entender al chico, que volvió a excusarse por su irrupción. No obstante, ella le indicó la dirección de su casa en Vitae agregando de forma esperanzada.



-Pasa a vernos cuando quieras.

-Gracias. Eres muy amable. Espero que volvamos a vernos muy pronto. Adiós. - Replicó él despidiéndose. –



Maray le observó marcharse y suspiró. ¡Vaya! Ese chico había mejorado más si cabía y no estaba nada, pero que nada mal. En cuanto le perdió de vista corrió a contárselo a Crista. ¡De seguro que iban a tener tema de conversación para toda la noche y la mañana siguiente! Y les iban a dar igual los bostezos y las arrugas por no dormir…



-Sólo espero poder volver a verle pronto.- Deseó la muchacha, algo más apenada al pensar.- Quizás no quede demasiado tiempo y cada minuto juntos será importante.



      De vuelta en el palacio, Makoto les contó a sus compañeras aquello. Todas se alegraron por Nephrite y Naru.



-Se merecían algo de felicidad. Al menos durante el tiempo que quede.- Comentó Minako con aprobación al gesto de su amiga.-

-Sí, es verdad.- Convino Serenity para afirmar.- La pobre Naru lo pasó mal cuando perdió a  su hijo en el embarazo. Se culpó de ello y se encerró en sí misma, eso hizo que Umino se alejase refugiándose en el trabajo. Me habría gustado poder ayudarles pero…

-No podías hacer nada.- La consoló Ami.- Eso no dependía de ti.



            La soberana asintió, aunque con tono reflexivo e incluso algo abatido, declaró.



-A veces dudo. Es como si nuestros detractores tuviesen razón en eso. ¿De qué sirve el Cristal de Plata si simplemente ayuda a incrementar el tiempo de vida sin dar nada con lo que poder hacer que ese tiempo sea feliz?

-Usagi.- Le sonrió Rei tomándola ahora de las manos para afirmar.- La gente no puede esperar que tú o el Cristal de Plata o nadie, les solucione todo en esta vida. Sé que para ti ha sido muy duro y que has estado tentada muchas veces de intentar hacer algo más. Pero sabes tan bien como nosotras que eso no te corresponde. Tú encarnas la esperanza para muchos. Eres una razón para continuar luchando por el día a día, pero no debes ser quién libre las batallas de otros en su lugar.

-Es cierto.- Terció la princesa de Saturno.- Hace poco hablé con Mimí. Estaba triste, su hija al fin descubrió quién es en realidad. Pero, a pesar de ello, sus padres le han repetido mil veces que la siguen amando igual que siempre. Quizás pude hacer algo más para evitar eso. Pero también supe como tú, que no me correspondía a mí el intervenir. Mimet deberá hallar su propia alegría de vivir y el significado de su existencia.

- Hotaru tiene razón. Hemos de permitir que sean ellos y no nosotros los que labren su destino.- Comentó Michiru.-

-Sí, bastante hemos hecho ya, y todavía tendremos por hacer muchas cosas.- Añadió la princesa de Urano.-

-También la reina de la Luna Nueva estaba triste. Su hija al parecer no ha salido como ella hubiese anhelado. – Intervino Seren.- Me contó que Alice hubiera deseado venir aquí, a que la instruyéramos…No ir a Bios.

-Tendrá tiempo de ello.- Aseveró Endimión.- Pero creo que allí aprenderá unas lecciones muy valiosas. En cuanto lo haga, será un placer recibirla. Y todavía le queda reservado un papel muy importante que jugar…

-Sí, Alice será importante, lo mismo que otros muchos que tendrán que tomar decisiones cruciales. Sé que tanto la joven princesa como sus amigos lo harán bien. Madurarán, como todos hicimos. Aprenderán de sus errores. Siempre hay algo que aprender. Para mí la primera. Muchas gracias.- Les dijo Serenity al resto de sus amigas y compañeras.- Sois mi apoyo en momentos como éste.



            Y tanto ella como su esposo se retiraron a su cámara privada. Allí él le comentó.



-En Kinmoku, Kakyuu y las Star Light también están preocupadas. Nature está en primera línea. Es el lugar que antes sentirá los efectos. Ya sabes…

-Sí. Lo sé muy bien.- Asintió Serenity en tanto suspiraba.- Allí les tocará ser los primeros en sacrificarse.

-Aquí ya estamos a punto de terminar. Creo que el grupo de los nueve pronto estará listo. Puede que lo esté a tiempo para eso.

-Me gustaría, pero es algo que no depende para nada de nosotros. Como estábamos comentando antes.- Afirmó su esposa.-

-Nosotros ya hemos cumplido con casi todo nuestro cometido. Y dentro de poco deberemos ceder el testigo.- Sentenció Endimión.-

-Así es. Entonces tendremos por fin la posibilidad de ocuparnos de nuestra familia.- Repuso su contertulia, acariciándose el vientre.-



            Su marido asintió con una sonrisa y los dos se tumbaron a descansar en el lecho, aquel había sido un día duro y aún vendrían otros que lo serían todavía más.


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