Remontándonos unos minutos atrás del incidente de
Amatista con Brian, Asthel, guiado por Georcael, atravesaba una dimensión
desconocida. Podía escuchar un titilante sonido que le llegaba de todas partes
y ninguna, pero pronto se extinguió pues el dios les hizo aparecer a los dos de
repente y sin ningún cambio aparente, en un lugar que el chico conocía bastante
bien...
- Oye Georcael,- le indicó el muchacho con cierta
decepción. - Ésta es mi habitación. No veo que nos hayamos ido a ninguna
parte...
- Mira tu reloj....- repuso tranquilamente el dios.
Asthel consultó su reloj de pulsera, marcaba las veintidós cincuenta y seis, la
hora en la que habían partido. Georcael le señaló ahora el vídeo reloj que
tenía en su mesilla según le preguntaba. - Ahora, ¿qué pone en ese de ahí?
El vídeo reloj marcaba las doce cuarenta y cinco del
medio día. El muchacho apenas pensó unos instantes para preguntar.
-¿Esto quiere decir que estamos en el mismo sitio
pero unas diez horas antes o quizás otras doce después? – Su acompañante
asintió, Asthel miró por la ventana y en efecto, había luz. - Podrías haberme
llevado un poco más lejos ¿no crees?- Dijo él sintiéndose poco impresionado. -
- Ahora mismo te complaceré, pero primero tienes que
volver un momento a tu tiempo, tu madre ha de verte allí.- Le indicó el dios
que chasqueó sus dedos y los dos aparecieron de nuevo en la habitación.
La luz artificial estaba encendida, luego entonces
era de noche otra vez. Unos segundos más tarde unos golpes de nudillos se
escucharon en la puerta, Asthel preguntó algo desconcertado por esos cambios
tan rápidos.
-¿Quién es?...
- Soy mamá,- en efecto escuchó la voz de su
madre que añadía. - Cariño, te traigo
algo para que cenes, llevas ahí metido mucho rato.- Asthel abrió la puerta y
Georcael desapareció. -
- Gracias mamá, ya tenía un poco de hambre.- Afirmó
cordialmente él.-
Y sin hacerse de rogar recibió de su
madre la bandeja que ésta portaba. En
ella, tenía un vaso de leche con unas galletas.
- Desde luego, tu primo y tú estáis estudiando mucho,
así, me gusta.- Declaró Amatista con un gesto de aprobación aunque añadió con
leve tono de reproche y preocupación. – Pero hubiera sido mejor que os tomaseis
algo más consistente. ¿No podríais dejar el estudio por un momento y cenar como
es debido?
Asthel negó con la cabeza y le pidió entonces.
- Mamá. Tenemos poco tiempo y mucha materia. Yo voy
a estar muy concentrado ahora, no me interrumpas ¿vale?
- Muy bien,- concedió la aludida que, de todas
formas, agregó. - Pero no te preocupes por
eso, tendré que marcharme ahora, voy a cenar con tu padre, no creo que tarde en
irme, no lo sé. En todo caso, avisaré a tu primo si me voy. ¡Ah! , por cierto.
- Añadió al darse cuenta de que casi se le olvidaba. - Ha llamado tu hermana...
-¿Cómo está? - Quiso saber Asthel con gesto sonriente. - ¿Le va bien en la
Ciudad del Sur?...Estaba por Selenia, ¿verdad?
- No lo sé, no fui yo quien habló con ella. Fue
Brian, pero a él le dijo que ya volvería a llamar. Por lo que tu primo me ha
dicho Maray estaba muy contenta. ¡Ojalá podamos verla pronto! -Suspiró su madre
con una mezcla de ternura y algo de tristeza, animándose enseguida al añadir.- Bueno,
te dejo estudiar...
Amatista hizo que su hijo se agachase un poco, le
besó en la mejilla, abrió la puerta y salió, el muchacho cerró y Georcael reapareció
al momento.
- Ahora Mensajero vamos a recorrer de verdad el
Espacio y el Tiempo.- Le avisó el dios que volvió a chasquear sus dedos, ambos
desaparecieron de inmediato. -
Para el momento en el que estaba Brian, la
partida de su primo se había producido hacía algunos minutos ya, pero el
atribulado chico no era consciente de eso, bastante tenía con sus propios
problemas. Estaba sentado en su cama sin saber qué hacer, no podía estudiar, ni
tampoco se atrevía a salir de su habitación para no ver a Asthel. No sería
capaz de mirarle a la cara. También temía el acostarse y despertarse al día
siguiente, tener que ver a su tío y a su tía. Ella había sido muy comprensiva
pero Brian sabía que las cosas no volverían a ser las mismas entre ambos.
-No creo que pueda seguir aquí, no después de esto.-
Pensaba con desolación.-
Meditaba
sobre su vida y las cosas que le habían ocurrido en el último año. Fue
terrible, lo de Cindy le había dejado marcado. Tenía que esforzarse por dejarlo
atrás. Precisamente en Bios parecía haber encontrado tranquilidad y el cariño y
apoyo de su familia. ¡ Y ahora lo había arruinado todo! Por aquel estúpido
arrebato. Pero lo que más le dolía era pensar cómo podrían reaccionar sus
madres y sus abuelos si se enterasen de lo que había hecho.
-Debo tener confianza en la tía. Seguro que no lo
contará.- Se dijo intentando ser más positivo.-
Amatista por su parte se reunió con Leval en un
lujoso restaurante de la ciudad. Más tranquila tras el incidente con Brian.
Desde luego que no dijo ni una palabra, tal y como le había asegurado a su
sobrino y deseó que él tampoco lo confesase al día siguiente, agobiado por la
culpabilidad. No había sido para tanto, pero el pobre muchacho se sentía ya
demasiado mal como para que Leval o Asthel se enterasen. De este modo, dejó
aparcado el tema y charló con su marido de cosas más o menos irrelevantes hasta
que su esposo, poniéndose serio, declaró.
-No sé. Las cosas en la Tierra parece que están
tomando un mal cariz.
-¿Qué ha ocurrido? – Se interesó ella con gesto
preocupado, su marido desde luego parecía estarlo. –
-Esta tarde me han enviado un mensaje desde el
cuartel general del UNISON.- Le desveló él añadiendo. – Por eso te he invitado
a cenar.
-¡Vaya!- se sonrió su esposa tratando de aportar
algo de humor. – Y yo que creía que era porque estabas loco por mí.
Pero su marido ni siquiera se sonrió, Amatista
entonces se inquietó aún más. No era normal que él se comportase de esa manera
y ella le inquirió con un tinte más inquieto en la voz.
-¿Qué ocurre?
-Verás. Han detectado anomalías muy extrañas en el
espacio.
-¿Anomalías como cuando el Olvido nos atacó?- Pudo
musitar ella. –
-Si. Y no saben a ciencia cierta si puede ser eso u
otro fenómeno desconocido. En cualquier caso es a mucha distancia. Creo que es
en Nature desde donde han podido enviar una sonda que nos mandará datos por el
canal hiperespacial de urgencia.- Le contó él. – La princesa Kakyuu quedó en
informar a nuestros amigos de allí, si es que se produjeran novedades. Al menos
eso me comentó Susan la última vez que hablamos.
-¿Y qué podemos hacer?- Quiso saber su mujer con
evidente ansiedad. –
-Nada que yo sepa. - Fue la poco tranquilizadora
respuesta, pese a ello el militar se esforzó por animar a su esposa y sonriendo
ahora le comentó. – Pero tranquila, está tan lejos que ni a la velocidad de la
luz podría alcanzarnos hasta dentro de mucho tiempo.
-Entonces, ¿Qué problema hay? ¿Por qué me cuentas
esto, Leval?- Le inquirió ella. –
-Porque hay más y quiero que estemos preparados. En
la Tierra, por lo que me han dicho también, la gente está cada vez más deseosa
de que la Reina Serenity les bendiga a todos con el don de la inmortalidad.
Pese a que oficialmente se niega que eso exista han esparcido rumores virales
que lo afirman. Y ya sabes, lo cierto es que el Cristal de Plata sí que alarga
la media de vida. Pero no llega a esos extremos. Sin embargo la gente cree lo
que quiere creer. Incluso ha tenido que protegerse el palacio de Cristal Tokio
por miedo a que algunos exaltados tratasen de hacer algo. Hay incluso algunos grupos terroristas que están
en contra de los soberanos. Ya te sabes lo de esos que les acusan de
inmortales. A diferencia de la mayoría no quieren que compartan sus dones,
quieren expulsarles del planeta. Como esa facción que se exilió. Ese maldito
Fantasma de la Muerte que tanto asusta a nuestros padres.
-Sí, eso ya lo hemos hablado. Incluso a veces la
pobre Sandy me lo ha comentado. Está muy preocupada, Leval. Teme que, por culpa
de su genética, la pudieran confundir con los soberanos o las princesas, y
atacaran a su familia aquí.
-Esperemos que no. En este planeta las cosas todavía
no llegan a esos extremos.- Suspiró él que prosiguió. – Pero en la Tierra, esos
terroristas de los que te hablo han cometido algunos atentados y han provocado
víctimas. Entre ellas la esposa de Nephrite Saint Join.
-¡Oh, Dios mío! Los amigos de mis padres. – Pudo
exclamar ella llevándose las manos a la boca. – ¡Pobre Nephrite! Y Paul y
Samantha, tan amigos de Coraíon…
Su marido asintió con pesar. Y así había sido por
desgracia. El deslizador en el que Amanda solía acudir a su tienda de Londres
había explotado cuando ella se subió. Tras las pruebas forenses y policiales se
supo que una bomba detonó tan pronto ella accionó el vehículo. Nephrite y sus
hijos estaban devastados por el dolor y la rabia. El antiguo príncipe de los
Cuatro Cielos, estaba ya mayor, pero aun así, deseoso de ajustar cuentas con
esos asesinos. Por el contrario sus hijos parecían habérselo tomado con más
resignación. Paul llevaba casado con un chico de la alta sociedad británica
desde hacía ya algunos años. Tras su ruptura con su anterior novio Hans, por
las grandes dificultades que habían tenido para estar juntos por motivos de
trabajo, (en realidad mucho de eso fue a causa de las actividades del hijo de
Nephrite) Samantha por su parte estaba soltera. Era ella la que se ocupaba más
de los negocios familiares. Pese a que los dos llevasen una vida tranquila.
Alejados incluso de sus responsabilidades como guardianes de antaño, fueron el
blanco de esos terroristas. Al parecer esos canallas habían pensado que, como
los Saint Join eran vistos a veces con alguna de las princesas planetarias,
debían de compartir su secreto. Cuando
Diamante y Esmeralda lo supieron corrieron a consolar a su viejo amigo y compañero
de batallas. Pasaron con él unos días en la capital británica. Por su parte,
cuando esa misma tarde Coraíon fue
avisado por Leval, quiso acudir a ver a los hijos de la víctima, que eran
también muy buenos amigos. Seguramente partiría en unos días.
-No sé a dónde vamos a llegar. – Musitó Amatista. –
Esto es terrible, ¡malditos locos idiotas!, ¿es que no saben quiénes les
ayudaron a salvar la Tierra?- Pudo remachar elevando el tono con patente
indignación. – Merecían un buen escarmiento… ¡ojalá yo misma pudiera dárselo!…
Leval le indicó que fuese más discreta dado que
algunos comensales les habían dirigido unas sorprendidas miradas. Ella asintió
tratando de calmarse. Tras unos minutos decidieron variar la conversación hacia
temas menos serios. Cenaron durante largo rato y volvieron a casa tarde. Cuando
llegaron, los dos chicos estaban ya acostados.
-Y eso no es lo único.- Pensó Leval quien tampoco
quiso comentarle nada a su esposa antes de irse a dormir.- Está lo que Susan me
contó, sobre ese fragmento de estrella…
En la Tierra las cosas en efecto fueron terribles.
Muy duras para Nephrite y sus hijos. Tanto que, tras el funeral y esos días con
sus amigos Diamante y Esmeralda, él recorrió algunas de las calles y los
lugares por los que había paseado con Amanda desde que se conocieron.
-La estación de King´s Cross.- Musitó pasando cerca
de aquella emblemática parada del metro Londinense.
Recordó
como ella le llevó por allí, al poco de conocerse, con su rubia melena suelta.
Y comentándole con jovialidad.
-Vamos, Señor Saint Join. ¿Acaso es usted uno de
esos sibaritas que nunca ha utilizado el metro?
-He viajado en el de Tokio. Comparado con ese, el
inglés me parece una limusina.- Se sonrió él.-
Y volviendo
de esos recuerdos, ahora con bastantes años más, se dijo.
-Justo aquí, esa canción…
La
tenía en su teléfono, era un clásico que gustaba de escuchar cuando pasaba
cerca de ese sitio. O sencillamente por nostalgia. Versaba precisamente sobre
esa estación.
-El hombre al final de la cola fue enviado, a sentir
el golpe del firme gobierno.- Susurró, en tanto la canción proseguía tras ese
inicio, recordándole a su perdida esposa.-
Quedándose junto al cartel de peso mosca, por una
pelea
Es la misma historia cada noche
He sido herido, nosotros lo hemos sido
Tú dejas el hogar y no regresas
Espera hasta mañana y todavía no hay manera
Leído en un libro o escrito en una carta
Despierto en la mañana
Y aun así no hay garantía
Solamente la última noche, me encontré perdido
Por la estación llamada King´s Cross
Muerto y herido por cada lado
Sabes que es solo cuestión de tiempo
He sido bueno y he sido malo
He sido culpable de estar dando vueltas
Alguien me dijo el lunes, alguien me dijo el sábado
Espera hasta mañana y todavía no hay manera
Leído en un libro o escrito en una carta
Despierto en la mañana
Y aun así no hay garantía
Y
oyendo esa música y aquella letra que le cautivaba desde siempre, todavía anhelaba
ver a aparecer a Amanda, tan joven y hermosa como la recordaba, sonriéndole como
si hubiera querido darle una sorpresa o todo fuera parte de algún elaborado
plan suyo.
Así que fui a echar un vistazo fuera
Por la que se fue
Asesinato caminando alrededor de la manzana
Terminando
en King´s Cross
Buena suerte, mala
suerte, esperando en una línea
Se necesita más
que cuestión de tiempo
Alguien me dijo el lunes, alguien me dijo el sábado
Espera hasta mañana y todavía no hay manera
Leído en un libro o escrito en una carta
Despierto en la mañana
Y aun así no hay garantía
Alguien me dijo el lunes, alguien me dijo el sábado
Espera hasta mañana y todavía no hay manera
Leído en un libro o escrito en una carta
Despierto en la mañana
Y aun así no hay garantía
Y aun así no hay garantía
Y aun así no hay garantía
(Pet
Shop Boys. King´s Cross. Crédito al
artista)
Tras oír aquella canción, decidió volver a casa. Pero
la encontraba demasiado grande y vacía. La amargura de la pérdida de Amanda era
demasiada para poder afrontarla allí. Así que viajó a Tokio para tratar de
poner distancia. A fin de cuentas no importaba vivir en Londres o en cualquier
otro lugar, sobre todo en uno en el que tuviera buenos amigos. Ya estaba
retirado y desde hacía años puso el negocio en manos de sus hijos. Ahora, como
cualquier otro hombre mayor, el señor Saint Join paseaba por el parque y caminó
despacio, recordando a su esposa y sus años de juventud, hasta sentarse en un
banco. Los rayos del sol bañaban su rostro ya con arrugas y su pelo, antaño una
larga melena castaña, estaba canoso y corto. Sólo y ensimismado miraba hacia
ningún lugar perdido en sus pensamientos cuando, una agradable voz de mujer a
sus espaldas, le preguntó con amabilidad.
- Disculpe ¿Está ocupado?
-Puede sentarse si quiere, hay sitio. - Repuso
educada y apagadamente el anciano sin prestar en un principio demasiada atención
a su interlocutora.-
Sin
embargo, cuando esa mujer se sentó junto a él no pudo evitar mirarla. Aquella
melena castaña recogida en una coleta, esos ojos verdes, grandes y profundos, y
aquella luminosa sonrisa.
-¡Princesa Júpiter! - Pudo decir con visible
sorpresa.-
-Mako-chan para ti. O Makoto si lo prefieres.-
Replicó ella, añadiendo con afecto.- Me alegra verte, Nephrite.
-No soy una compañía demasiado agradable ahora.-
Musitó él apoyando la cabeza entre sus manos entrelazadas.-
-Anda, ven conmigo.- Le pidió amablemente ella.-
Cerca de aquí tengo una de mis tiendas. En realidad la primera que abrí. He
venido a verla por los viejos tiempos y me gustaría, si no te importa, tener a
alguien con quien hablar.
-No tengo demasiadas ganas de charla.- Objetó él,
añadiendo ahora con ira entremezclada de
pesar. – Lo único que desearía es ser más joven y poder atrapar a esos malditos
bastardos…
Júpiter
asintió comprensivamente. Pasó por eso mismo cuando perdió a su ahijado y pese
al tiempo transcurrido, esa herida estaría siempre ahí. Pero aquel no era el
camino. Se levantó, apoyando animosamente una de sus manos sobre el hombro
derecho de su acompañante, suspiró y le dijo.
-Eso no podrá devolverte a Amanda. Ya sabes cuánto
sentimos su pérdida. Solamente deseamos…, bueno, hablando por mí sobre todo, deseo,
que puedas superarlo con el tiempo. Pero recuerda que además tienes unos hijos
y unos amigos a los que no debes preocupar.
-Me gustaría estar sólo.- Le pidió alicaídamente él.-
Por favor…
-Claro.- Convino la princesa para comentar.- Estaré
en la tienda de ésta dirección.- Le dio una tarjeta con las señas y le susurró,
con tintes llenos de afecto.- Por favor, me gustaría que alguien me acompañase
a comer un postre de chocolate. Hace mucho que no pruebo los de aquí. Y te
aseguro que la chica que se ocupa de ellos los prepara maravillosamente bien.
De
este modo se alejó caminando despacio. Nephrite la siguió un momento con la
mirada y luego volvió a sumirse en sus dolorosos pensamientos…
-¡Ojalá hubiese podido ir con Amanda! Jamás se me
ocurrió proponérselo.- Suspiró él.-
En
la misma ciudad de la Tierra, aquellas noticias se habían propagado deprisa. La
princesa de Júpiter había salido, y el resto estaban también ocupadas. A los
soberanos era casi imposible verles. Eso comentaba Briseida con alguna que otra
joven que estaba en el palacio de Cristal, en Tokio.
-Ha sido terrible.- Declaraba una muchacha que
trabajaba allí de administrativa, dirigiéndose a ella.- ¡Pobre mujer! Y es que
ninguno estamos seguros en la Tierra. ¡Qué suerte tenéis en la Luna! Al parecer
allí no han llegado todavía esos fanáticos.
-Sí, es verdad.- Convino desapasionadamente Brise,
agregando con un tono que parecía ahora ser de inquietud.- Y rezamos porque
nunca suceda nada parecido.
La
otra joven asintió, pero tuvo que dejarla para ir a ocuparse de sus tareas.
Briseida se sonrió tras verla alejarse.
-¡Estúpida!- pensó con desprecio.- Nosotros en la
Luna vivimos sometidos a la tiranía. Todo por culpa de la reina Serenity. Nos
impuso una extranjera en el trono. Pero somos mucho más listos que las
facciones terrestres de la Luna Negra. Nada de atentados terroristas tan
destructivos. Eso haría que la opinión pública nos diese la espalda. En nuestro
caso haremos las cosas poco a poco. Cada día que pasa nos afianzamos en puestos
más importantes allí. Llegará el día en el que expongamos a Neherenia la usurpadora
y a su esposo, el invasor saiyajin, por lo que realmente son. Y les arrojemos
del trono que tan injustamente han ocupado.
Briseida
solamente sabía lo que su padre le contara desde que era una niña. Ellos eran
una de las familias más nobles e influyentes de la Luna. No obstante, hacía
mucho tiempo, fueron expulsados de ella. Pudieron retornar cuando Serenity y
Endimión decidieron repoblarla, todo para darle a esa mocosa de Neherenia un
reino propio y cortesanos con los que jugar. Pero esa cría creció y se tomó muy
en serio aquel juego. Quizás gobernase bien, e incluso hubiera hecho cosas
dignas de admiración en la Luna.
-O al menos de eso presume, cuando han sido otros
como mi padre quienes hicieron realmente todo el trabajo. Sí, puede que nos haya
tratado bien, pero como quien cuida a sus mascotas o a sus sirvientes…no tengo
nada que agradecerle. Ni me arrepiento de lo que vayamos a hacer contra ella.
Lo único que lamentaba era que Alice se hubiese
marchado a ese planetucho llamado Bios. Podía comprender el fastidio de la
princesa. Eso era más una especie de castigo que otra cosa. Era una cría mimada
en efecto, pero pese a todo la apreciaba. Y al parecer, había logrado
persuadirla de muchas cosas. Quizás por ello Neherenia la hubiese enviado allí.
Esa mujer no era en absoluto estúpida. Por ello, Briseida estuvo más que
dispuesta a dejar la Luna e ir a la Tierra por un tiempo cuando su padre se lo
ordenó. Para intercambiar información y coordinar actuaciones con sus aliados
allá.
-Papá estará satisfecho. En un par de semanas
volveré y le informaré de todo. También sería bueno que Alice retornase pronto.
Podría seguir con mi tarea y quizás, con el tiempo, hacer de ella uno de los
nuestros. No dejaría de ser una ironía que la monarquía en la Luna cayera por obra
de su heredera. - Meditó Brise con una mezcla de regocijo y fascinación.-
En
otro plano temporal, Asthel, viajaba con Georcael atravesando ese continuo
interdimensional que cruzaba el tiempo y el espacio. Cuando el dios les detuvo,
el muchacho vio ante sí un frondoso bosque. A lo lejos, se escuchaba una
hermosa voz femenina que entonaba una bella canción que decía:
“¡Nunca, nunca dejas de soñar!
Sueñas con mi mundo visitar.
Evocas otra era y otro lugar.
Remota y perdida en el todo está.
¡Nunca, nunca dejes de soñar!
No olvides que tus anhelos son realidad
Las brisas del tiempo y de la eternidad
Mecerán tu reposo con suavidad
El día y la noche no han de contar
Para quién su alma sepa hacer volar
Los hilos del destino pueden cambiar
Simplemente has de quererlo para hacerlo verdad
Si confías en mí no te habré de fallar
Yo lo sé todo de ti y te puedo guiar
Más allá de tus propios sueños podrás viajar
Si tu espíritu desea dejarse llevar.
La respuesta a tus preguntas en mi saber está.
Deja a tu espíritu hasta mí llegar
La Luz y el Amor siempre te guiarán
Déjame ayudarte en la continua búsqueda de la Verdad
Veo pasar eones sin que haya final.
El brillo de las estrellas para mi sólo es un
titilar
La luz y la oscuridad del Cosmos dejan pasar
El murmullo de mi canto, sólo has de escuchar.”
- Ahora voy a presentarte a una vieja, muy vieja
amiga mía.- Le susurró Georcael al chico para no tapar aquella voz. -
-¡Cuando tú dices que es vieja debe de tener la tira
de eones! - Sonrió jocosamente éste sin poder sin embargo evitar sentirse
envuelto y muy agradado por aquella canción. -
Su
contertulio pareció ignorar el comentario y le guió por el denso follaje de las
ramas. A través de ese camino, Georcael y Asthel fueron caminando bajo los
árboles. El chico se sorprendió de que el dios dejase su sillón. Tras un trecho
cubierto ante ellos se abrió un claro y en él se ubicaba un diván con una bella
mujer de larga melena pelirroja y ojos verdes. Era ella la que cantaba. Al
verla Georcael se mantuvo en un respetuoso silencio y sonrió. Cuando la mujer
reparó en ambos concluyó su canción y les miró con simpatía. El dios entonces
la saludó con mucha amabilidad.
- Eykalea. Me alegra volver a verte....
- Sí....mucho tiempo, Georcael. Dime,- inquirió ella
fijándose ahora más en Asthel. - ¿A qué has venido con tu joven acompañante?...
- Este chico humano es el Mensajero del Creador.- Le
explicó su interlocutor. - Mi deber es adiestrarle en los viajes a través del
Espacio y del Tiempo y las infinitas dimensiones.
- Encantado de conocerla, señora - Saludó el aludido
muy educadamente haciendo una leve inclinación de cabeza. -
- Así que tú eres el Mensajero, ¡vaya! , es una gran
responsabilidad la tuya, pero con Georcael tienes buen maestro.- Le aseguró
aquella mujer con tono jovial. -
- Y usted quién es, ¿otra diosa? - Inquirió Asthel
curioso. -
Eykalea rio de una forma muy cristalina y respondió
admitiendo.
- Puedes llamarme así. Soy una diosa muy especial,
yo controlo los diversos cursos temporales y doy o cierro el paso a las
dimensiones del tiempo y espacio alternativas.
-¿Usted controla lo que debe ocurrir y lo que no? -
Le preguntó Asthel realmente atónito. -
- No...Lo que debe ocurrir ocurre, y lo hecho, hecho
está. - Corrigió ella para matizar a renglón seguido explicando. - Pero no
ocurre una cosa únicamente, sino que el devenir de acontecimientos simultáneos
es infinito, yo debo guiar a cada ser del Cosmos por su camino correcto.
Ante la cara de visible desconcierto que exhibía el
chico intervino Georcael quien, tras pensar unos segundos, dijo:
- Te pondré un ejemplo. Cuando juegas un partido de
eso que llamáis baloncesto a veces has vencido haciendo una canasta en el
último instante y a lo mejor has ganado alguna eliminatoria ¿verdad?..
- Sí, alguna que otra vez, muchas veces tiro al límite del tiempo, - sonrió Asthel satisfecho
con lo bien que se le daba eso. -
El dios asintió para comentar al hilo de ese ejemplo.
- Eykalea quiere decir que a la vez, y en otro plano
existencial, tú puedes fallar y tu equipo pierde.- Le aclaró Georcael,
añadiendo. - Pero eso no tiene que ver nada con tu propio tiempo, allí
ocurrirían otros acontecimientos...
- Es una gran cadena.- Añadió la diosa. - Al no
ganar ese partido, quizás no jugaríais otro, en vez de jugar, harías cualquier
otra cosa. Con ello verías a otras personas e influirías en sus destinos para
hacerlos sustancialmente diferentes a como son en tu devenir temporal.
- Ya lo entiendo.- Asintió Asthel con gesto
pensativo cuando aseveró. - Hasta el mínimo detalle es mucho más influyente de
lo que parece...
- Otro ejemplo más importante le ocurrió a tu propio
padre.- Le contó Georcael revelándole para sorpresa del chico. - El Leval de tu
tiempo, que está casado con Amatista, y que te tiene a ti y a Maray por hijos, es
muy distinto de un Leval que viajó desde su futuro destruido por unos seres
cibernéticos al pasado de la Tierra. Allí conoció a tus abuelos y les ayudó a
evitar que eso se produjera en tu línea temporal. Pero no podría haberlo hecho
de no ser por que así lo quiso Eykalea...
- Entonces yo no existía en ese otro futuro ¿verdad?
- Dedujo Asthel. -
- En ese otro futuro tu madre no nació,- le
respondió Georcael. -Tu abuelo Diamante fue muerto por esos seres antes de
tener a tu madre con tu abuela Esmeralda. Tampoco nació tu tía Kerria... ¿lo
ves? Todo era distinto.
- Yo también soy la encargada de hacer que todas
esas líneas temporales y dimensiones no se crucen entre sí de modo caótico. -
Le desveló la diosa. -
- Entonces... ¿por qué permitiste que todo cambiase?
- Inquirió Asthel atónito. -
- Ese futuro alternativo siguió su curso,- le contó
Eykalea. - Ese Leval volvió a su tiempo y allí rehizo su vida y se casó con
otra mujer que no sería tu madre, sino la de cualquier otro. Pero tú debías
nacer y para eso, permitimos que alterase esta línea temporal para crear otro
futuro distinto. Tu llegada Asthel, era ya esperada en los altos círculos
celestiales desde entonces e incluso desde muchísimo tiempo antes...
-¿Pero por qué?... ¿qué esperáis de mí tan
importante que merezca alterar un futuro y desdoblarlo en dos? - Les preguntó el
chico realmente impresionado. -
- Ni yo misma lo sé.- Confesó Eykalea añadiendo. - Eso
pertenece a los Siete Superiores y al Creador. También estuve presente cuando
tus abuelas se convirtieron en personas corrientes. De no haberlo hecho,
hubiesen muerto en otras dimensiones y planos diferentes. Muerta tu abuela Beruche,
tu abuelo Roy habría sido poseído por el demonio Armagedon y la Tierra habría
sido destruida por la invasión demoniaca. Tu abuelo Diamante nunca habría
resucitado y sin él tampoco tu abuela Esmeralda, con lo que tu madre jamás
habría nacido. Fíjate como un sólo hecho puede ser de una transcendental
importancia para el Cosmos entero, todo está entrelazado y existen infinitas
posibilidades...
-Una cosa más.- Quiso saber el chico.- Ese
misterioso ser, el Demiurgo, ¿Quién es?...
-Los demiurgos son creadores de universos.- Le
explicó ahora su interlocutora.- Pero a su vez, ellos, están creados por otros
seres…
-Pronto lo entenderás.- Le dijo Georcael.-
-Sí, ahora observa esto. - Le pidió Eykalea.-
La diosa le mostró un caleidoscopio de imágenes
familiares que conjuró de la nada. Allí aparecían algunos de los parientes de
Asthel, sus abuelos, tíos, primos. Tenían diferentes edades y apariencias y
todos hacían cosas distintas en lugares desconocidos, pero la sucesión de
vistas era casi instantánea, el muchacho no podía retener nada en concreto. Así
su anfitriona, añadió.
- Esto es una ventana al continuo fluir de las
diferentes dimensiones temporales que te afectan o te han afectado o afectarán
de forma directa o indirecta. Incluso en las que aparecen los seres no creados.
-¡Es increíble! - Exclamó Asthel. - Entonces ¿por
qué tanto miedo con esos seres? .Tú podrías hacer que lo que tanto preocupa a
esas altas esferas no se produjese.
- Es lo que llevo intentando desde el principio de
los tiempos. Esos seres son peligrosos porque actúan como si de polillas en un
tejido se trataran. Van royendo las diferentes paredes entre dimensiones
provocando que estas puedan mezclarse. Algunas veces esto ha sucedido. Tu
abuelo Roy sin ir más lejos, que junto a su amigo Tom, viajó a una dimensión en
la que tu abuela y sus hermanas todavía servían a las fuerzas del mal. Allí
tuvieron que enfrentarse a un terrible ser que no pertenecía a su realidad. O,
como te hemos dicho, en el caso de tu
propio padre Leval. Quién vino de ese futuro tan terrible, dado que alguien lo
distorsionó por causa de la Nada. Todo eso debía solucionarse. - Le explicó
Eykalea que para mayor asombro de su interlocutor le dijo. - Pero para eso
debías nacer tú y convertirte en el Mensajero....
- No comprendo nada, vuelvo a estar como al
principio. ¿Y por qué yo? - Insistió Asthel que se encontraba muy perdido. -
- Ya te lo he dicho, no lo sé. Eso va mucho más allá
de mi poder. Únicamente sé que se me ordenó hacerlo posible. - Repitió su
contertulia esbozando un gesto de sincera ignorancia. – Me lo ordenaron
entidades mucho más elevadas que yo.
El
chico asintió, y esa diosa tan especial le comentó entonces algo que ya sabía.
-Has de tener precaución, Mensajero. Los seres
increados no son los únicos que ponen en peligro toda la estructura espacio-
tempo-dimensional.
-Sé que hay otros. ¿No es así?.- Convino el chico.-
-Son seres creados a los que se les ha concedido un
poder que jamás debieron poseer, y que lo emplean para sus propios intereses.-
Le aclaró Eykalea.- Durante mucho tiempo ha existido una especie de partida de
ajedrez entre nuestros enviados, que tratan de evitar que eso suceda y ellos.
-Pero, a diferencia de los seres de la nada, esos
individuos no buscan destruir lo creado, sencillamente intentan variar
acontecimientos en pro de su provecho personal. Algunos ni son conscientes de
las implicaciones tan graves que eso conlleva.- Añadió Georcael.-
-Por ello, no solamente tú y los elegidos que te
acompañen, tendréis que llevar a cabo una importante tarea. Habrá otros que,
entre tanto, deberán ejecutar los designios de las esferas superiores que yo
les trasmita.
-Lo que no entiendo es que si tú tienes poder para
dirigir los acontecimientos de la forma adecuada, necesites a nadie, y menos a
unos mortales, para hacerlo.
-No tengo tanta influencia como podrías pensar.- Negó
su interlocutora.- Hay elementos muy poderosos, capaces incluso de enfrentarse
a mi poder.
- Sí, y Eykalea es una deidad que se encuentra por
encima de mí. - Le comentó Georcael quien, tras hacer una leve reverencia a la
diosa, añadió. - Debemos irnos ya Mensajero, hay que proseguir a través de los
océanos del tiempo. Con tu permiso señora, partimos.- Añadió en tono muy
respetuoso mirando a la mujer que asintió -...
- No faltaba más…- concedió ella que miró
afectuosamente al desconcertado Asthel y le animó con una sonrisa para decir
con más despreocupación. - No temas, aun tendrás que visitar a seres muy
poderosos. Ellos te lo explicarán todo. Ahora vete y que tengas buena fortuna
en tu devenir temporal.
Y
la diosa retornó a su diván cantando nuevamente aquella melodía, pero ahora con
otra letra.
Un sueño
interminable, un sueño de ti
Navegando
sobre las olas de mis sueños
hacia otro día
sobre las olas de mis sueños
hacia otro día
De pie sobre una colina
Y más allá de las nubes
El viento sopla calmo
Y atrapando mis dudas
Un sueño interminable, un sueño de ti
Creo que recibo una señal de ti
Esta noche quiero esconder mis sentimientos también
Como tú haces y quiero estar contigo
Esta noche quiero esconder mis sentimientos también
Como tú haces y quiero estar contigo
Estoy cazando en la noche
Al esclavo de mi sueño
Al esclavo de mi sueño
Una escena ilustrada
Asciende en el vapor
Asciende en el vapor
Jugamos por las luchas
Juegos emocionales
Juegos emocionales
Aparto mis ojos
Y escondo mi vergüenza
Un sueño interminable, un sueño de ti
Creo que recibo una señal de ti
Esta noche quiero esconder mis sentimientos también
Como tú haces y quiero estar contigo
Esta noche quiero esconder mis sentimientos también
Como tú haces y quiero estar contigo
Mirando las flores
Muriendo
En un caluroso aliento de vida
En un día amaneciendo
En un día amaneciendo
Me despierto en primavera
Y beso tu rostro
La dulce y ardiente cosa
Siento tu abrazo
Y beso tu rostro
La dulce y ardiente cosa
Siento tu abrazo
Un sueño interminable, un sueño de ti
Creo que recibo una señal de ti
Esta noche quiero esconder mis sentimientos también
Como tú haces y quiero estar contigo
Esta noche quiero esconder mis sentimientos también
Como tú haces y quiero estar contigo
Un sueño interminable, un sueño de ti
Creo que recibo una señal de ti
Esta noche quiero esconder mis sentimientos también
Como tú haces y quiero estar contigo
Esta noche quiero esconder mis sentimientos también
Como tú haces y quiero estar contigo
Creo que recibo una señal de ti
Como tú haces y quiero estar contigo
Como tú haces y quiero estar contigo
Creo
que recibo una señal de ti
Como tú haces y quiero estar contigo
(Never ending dreaming. X-perience. Credito al artista)
Y en tanto Asthel la escuchaba cantar, embelesado una
vez más, Georcael sujetó de un brazo a su atónito pupilo y ambos desaparecieron
de allí, de nuevo cruzando los entresijos espacio - temporales y con ese
titilante sonido que era cada vez más fuerte y a la vez armonioso y dulce.
-¿Qué es eso que escuchamos?...- preguntó el maravillado muchacho -
- Es la música que produce el propio tiempo.- Le
explicó su guía. - El suspiro
interminable de los eones que se abren ante nosotros, no trates de comprenderlo,
no podrás, sólo escucha...
Cuando
por fin el rumor de la música se fue apagando y Asthel dejó de verse rodeado
por ese abanico caleidoscópico dimensional, se dio cuenta de que estaba a las
afueras de una ciudad. Mientras la contemplaba maravillado Georcael le informó.
- Hemos retrocedido muchos eones, es la época de la
humanidad anterior. Aquí no serás visto ni oído si no despliegas tu aura ni
pierdes tu concentración...
-¿Dónde estamos? - Preguntó Asthel mientras se
admiraba de las altas torres plateadas de un gigantesco castillo que defendía
la ciudad. -
- Escucha atentamente, este lugar ya lo conoces - Le
comentó el dios. -
-¿Conocerlo de qué? - Inquirió el muchacho muy
desorientado. -
- En tus sueños....
Cuando
Georcael dijo eso Asthel vio aproximarse a un grupo guerreros engalanados con
bellas armaduras que parecían de oro. Todos excepto uno, cuando se acercó hacia
ellos pudieron verle bien, era de pelo castaño y largo, tanto que le caía por
los hombros, tenía los ojos verdes y una mirada que irradiaba majestad. Uno de
sus caballeros le dijo.
- Príncipe Asthel. Hemos llegado pronto, daremos una
gran alegría a vuestro padre y a la princesa Lorein...
El joven pensó anonadado, percatándose de que
aquellas palabras no se dirigían a él.
-Ese es mi abuelo Roy, en su otra vida tenía el
mismo nombre que yo....
- Sí y mi corazón está pleno de gozo. Si todo sigue
así, acabaremos con esta lucha y podremos vivir todos en paz. - Decía el príncipe
con tono esperanzado. – Únicamente deseo que esas fuerzas oscuras no creen
complicaciones a nuestros amigos de la Tierra y de la Luna.
- Así sea,- convino el caballero que propuso. – Serenity
estaba preocupada, cuando nos llegó su mensaje. Su hija y el príncipe terrestre
se han comprometido pero ella sospecha que algo va mal.- El príncipe asintió
declarando.-
-Sí, mi padre retornará enseguida a Nuevo Vegeta. Mi
hermano Lornd está de regente ahora. A buen seguro preparará una expedición al
reino de la Luna por si nos necesitasen. Por mi parte también quisiera enviar a
alguien. Mi prometida, como antigua guardiana de la reina, está muy inquieta
por la soberana y por la joven princesa.
Al
hilo de estas palabras, Asthel comentó.
-Se refiere a mi abuela Bertie. ¿Podría verla? –Le
preguntó al dios. -
- Claro, vamos y la verás....- le dijo Georcael. –
Ambos desaparecieron y reaparecieron dentro de un
bellísimo jardín, en él una joven de larga y hermosa cabellera entre albina y
azulada miraba nostálgica más allá de las almenas mientras unos ruiseñores se
posaban en sus dedos.
- Asthel, tengo tantas ganas de que te reúnas ya
conmigo....- suspiraba ella y en eso se escuchó la voz del príncipe que le
respondía. -
- Aquí estoy, tus deseos son la voluntad que me
impulsa Lorein, mi Señora del Invierno.
Ella corrió a abrazar a su príncipe llena de alegría
a la par que declaraba.
- ¡Tenía tanto miedo de que te hubiese ocurrido algo
y de perderte! ¡No quiero que nos separemos nunca más!...He tenido un mal
presentimiento. Creo que el mal amenaza a nuestro mundo, y también a los reinos
de la Tierra y de la Luna… No sé. Es como si una marea de oscuridad se
aproximara anegando al Cosmos entero. Mis hermanas también podrían correr
peligro en sus respectivos mundos de adopción.
- Sí, algo he sentido yo también. Pero no temas. Las
fuerzas malignas de la Nada no serán capaces de separarnos, te lo juro y aunque
lo hiciesen por siglos yo volvería a reunirme contigo.- Aseguró el príncipe
Asthel apretándola fuertemente contra su pecho. -
Asthel
escuchó las palabras de su abuelo y asintió, le dijo a Georcael entre admirado
y sorprendido.
-¡Y es verdad! A pesar de la distancia y del tiempo
volvieron a reunirse...
- Debemos irnos ya. Debes ver más cosas. - Le indicó
el dios y ambos desaparecieron de ese idílico jardín para reaparecer en un
solar lleno de máquinas de construcción. Allí Asthel escuchó ruidos de luchas y
pudo ver a cuatro mujeres ataviadas con unos uniformes que le eran familiares,
también los había visto en sueños -...
- Contempla a tu abuela y sus hermanas. Aun como las
malignas que fueron - declaró Georcael. -
Pero
había más. Luchaban contra un grupo de chicas en minifaldas y con grandes lazos
en el pecho, otra de ellas parecía abrazar a una niña para protegerla del
ataque de un individuo de pelo rojizo....
- Esas son las famosas luchadoras de las que tanto
he oído hablar a mis abuelas,- reconoció Asthel – Sailor Moon y las demás. ¡Son
las princesas planetarias y la reina Serenity!
- Efectivamente.- Asintió Georcael y tras ver un poco la dura lucha que
entablaban el dios adelantó algo en el tiempo, afirmando. – Ahora prosigamos.
Estaban
ahora dentro de un portal, parecía un edifico de casas, algo antiguo para
Asthel, quizá de hacía unos cincuenta años. Una chica de pelo entre negro y
morado que le recordaba a Idina estaba abriendo un buzón, leía una carta y
saltaba de alegría. El dios les hizo aparecer justo en medio de las escaleras.
Esa joven se aproximaba y para sorpresa del chico les sonrió cuando pasó entre
ambos. Su rostro resplandecía de alegría.
-Disculpen…- Pudo decir la muchacha.-
Después prosiguió su ascenso. Georcael le desveló.
-Como ves, podríamos formar parte de su realidad
interactuando con ella. Pero eso no significa que debamos hacerlo.
-Me es muy familiar.- Afirmó su interlocutor.-
¿Quién era esa chica?
El
dios se sonrió para responder.
- Aquí tienes el inicio de tu historia en esta era.
Esa que has visto era Cooan, la hermana menor de tu abuela Beruche. Sube
corriendo a decirles a sus hermanas que les ha sido concedida una beca de
estudios para el extranjero, a ella y a tu abuela...
- Sí, de niño me lo contaron.- Asintió Asthel que,
con una ligera sonrisa, agregó. - Mi abuela Bertie me dijo que, de no haber
recibido esa beca, nunca habría conocido a mi abuelo al menos en este tiempo y
en este mundo.
- Te voy a contar algo que ella no sabe. - Le
desveló Georcael. - Esa beca tenía un error. En la original sólo eligieron a
Cooan. Tu abuela tenía las notas suficientes para ser seleccionada, pero al faltar plazas estas se sortearon, a
Cooan le tocó, pero no a tu abuela. Aunque allí estabamos nosotros para alterar
el destino, a la chica que debería haberle tocado la beca...en fin....tuvo un
contratiempo.
-¿No le haríais daño, verdad? - Preguntó Asthel preocupado
por esa posibilidad. -
- No.- Sonrió Georcael contándole con despreocupado
tono. - Sólo alteramos los números del sorteo. Tu abuela era el 6 y nosotros lo
convertimos en el 9, cambiamos el número de ambas. Y de este modo aparentemente
tan trivial alteramos la historia.
-Entonces, esa otra pobre chica.- Meditó Asthel.- Su
vida fue alterada en la misma medida.
-Como ya te he comentado eso solamente puede hacerse
cuando media una causa que lo justifique. La vida de esa joven no se alteró
sustancialmente, de haberle tocado a ella, hubiera renunciado al ponerse
enfermo uno de sus familiares cercanos. Y esa plaza se hubiera sorteado
nuevamente, pero tarde ya para que el momento para tu abuela de llegar a su
nuevo destino hubiese sido el adecuado. -Le respondió el dios, indicándole de
seguido.- Ahora avancemos un poco más...
Se
desvanecieron y reaparecieron en un aeropuerto, justo cuando Cooan y Beruche
bajaban del avión. Las vieron andar hacia unos vehículos antiguos que Asthel
recordó eran llamados taxis. Bertie, con los brazos al aire, exclamaba en voz
alta, llena de jovial esperanza...
-¡Prepárate Nueva York! las hermanas Malinde llegan
dispuestas a conquistarte...
-Mi abuela era muy graciosa.....- comentó un
sonriente Asthel al tiempo que bajaba un poco su concentración.-
Bertie miró perpleja en su dirección únicamente
durante una fracción de segundo, lo que
él tardó en percatarse de su descuido y restablecer el escudo que ocultaba su
aura.
- Sí, lo era, ten cuidado Mensajero, no pierdas tu
concentración. Podría verte. - Le recordó para añadir. - Ahora volvamos a dar
un pequeño salto.- Le indicó su cicerone temporal.-
Esta vez reaparecieron en el pasillo de un colegio,
allí Georcael le indicó una puerta que estaba abierta, daba a una cancha de
baloncesto. Con gesto divertido el dios la cerró. Al poco un chico alto y de
pelo castaño llegó hasta allí, trató de abrirla pero no pudo.
-¡Maldita sea! – masculló ese joven dándose la
vuelta y echando a correr. – ¿Quién habrá sido el idiota que la ha cerrado?
¡Voy a llegar tarde!
-¿Qué has hecho?- le preguntó Asthel al dios. –
-Poner tu propia historia en marcha. – Se sonrió pícaramente
éste. -
Al poco rato vieron como ese chico alto y de pelo
castaño arrollaba a Beruche. El muchacho se detuvo un momento. Sonrió levemente
y dijo con despreocupación a la pobre abuela de Asthel.
- Lo siento. Te ayudaría pero llevo prisa. Otra vez estate
más atenta al pasillo, ahora debo irme.- Dicho esto salió corriendo sin más
ante la cara de sorpresa y enfado de Bertie. -
- ¡Ahora me acuerdo! Ese era mi abuelo Roy.- Sonrió
Asthel divertido. - Mi abuela también me ha contado muchas veces que esa fue la
vez primera que le vio, al menos en esta vida.
- Ese encontronazo tampoco fue casual. - Se sonrió
Georcael a su vez mientras le desvelaba.
– Como acabas de ver. Cerré la puerta por la que Roy habría pasado sin tener que
encontrarse con tu abuela...
- Pero lo único que lograsteis fue que ella se
enfadase con él.- Objetó Asthel sin comprender aquella aparentemente
incongruente maniobra. -
No obstante, el dios no tardó en explicárselo.
- Tu abuelo era un...- Georcael dudó y buscó la
palabra adecuada hasta decir con un ligero titubeo. -¿Cuál es el término que
usan los humanos? ¿Se dice ligón? - Asthel asintió y el dios prosiguió. -Pues
eso, de no haber ocurrido así, tu abuela habría caído engatusada por él y tu
abuelo no habría tenido ningún interés en ella. También hicimos que fueran
compañeros de sitio, el nombre de un estudiante que habría estado entre ellos y
habría sido compañero de tu abuelo, se traspapeló...
- Habéis intervenido mucho entonces - dijo Asthel
que agregó sin dejar de maravillarse. - ¡Yo creí que todo esto era pura
casualidad!
- Casualidad es el nombre que los humanos nos dais a nosotros y a Eykalea porque no sois
conscientes de nuestras intervenciones. - Le contó Georcael añadiendo. - Ahora
te enseñaré una cosa más.
Volviendo
a desaparecer reaparecieron en una habitación de hospital, Asthel reconoció a
su abuela Bertie, entubada y en una cama, mientras su abuelo y la hermana de
ella, Cooan, (la madre de Idina, Alan y Lance) lloraban.
-¿Qué le ocurre a mi abuela? - Inquirió él
visiblemente preocupado. -
- Nada que no se pueda solucionar, mira,- señaló
Georcael. -
Asthel
vio una figura blanca y luminosa que tocaba ligeramente a la convaleciente, ésta
pareció recibir energía y sus constantes vitales mejoraron.
- Ya no percibo en ella ningún mal, - afirmó Asthel
sorprendido, queriendo saber. - ¿Quién ha hecho eso?
-Digamos que uno de los entes superiores que han
velado por ti y tus ascendientes para que puedas estar aquí en este momento. Ha
sido muy considerado dejando que nosotros pudiéramos verle puesto que sus
poderes van mucho más allá de nuestro entendimiento. - Le respondió Georcael
sin querer aclararle nada más para añadir.
- Ahora volvamos, debes descansar, el viaje a través del tiempo es
agotador para los humanos. Y tú lo eres en buena parte. Lo reanudaremos cuando
te hayas recuperado. Aún te quedan bastantes cosas por ver.
Su
interlocutor volvió a llevarle a través del caleidoscópico tintineo hasta
reaparecer en el cuarto de Asthel. Tal y como le prometió eran las veintidós
cuarenta y cinco, ¡no había pasado un sólo minuto! Su peculiar guía se despidió
y el chico decidió cerrar los libros y
descansar. Estaba agotado y demasiado repleto de emociones y pensamientos como
para estudiar, así que se acostó. Cuando Brian, todavía nervioso por lo que
había pasado con su tía, llamó a la puerta de su primo para decirle que
Amatista había salido, pensando que él no lo sabría, eran ya las doce y treinta
y cinco de la noche. Entró y le vio dormido. Decidió dejarle así, él también se
acostó aunque apenas pudo conciliar el sueño hasta un rato después, vencido por
la fatiga. Al cabo de una hora, Amatista y Leval volvieron, vieron a su hijo y
sobrino dormidos y ellos también se acostaron. Ella se durmió intranquila por
Brian y sobre todo por aquellas terribles noticias de la Tierra. Al igual que
su propio sobrino tardó en conciliar el sueño, ambos pensaban que ocurriría a
la mañana siguiente. Asthel en cambio, durmió tranquilo y sin preocuparse, pero
deseando que Georcael le llevase de viaje otra vez para aprender muchas más
cosas sobre el apasionante pasado de su familia y tal vez sobre su propio
futuro...
-Todavía hay muchas cosas que tengo que aprender.-
Se decía en sueños.-
En
Tokio, Nephrite permaneció sentado casi una hora en aquel banco, después
retornó dando un paseo a la habitación de su hotel. Quería acostarse temprano y
dormir, quizás así soñaría con Amanda y los felices años que compartieron,
llenos de aventuras. Sin embargo, algo le impulsó a mirar esa tarjeta. En fin,
decidió ir a pasar un rato con la princesa. Él pese a todo era un caballero y sería
muy descortés por su parte ignorar aquella invitación y, siendo sincero consigo
mismo, deseaba tener algo de compañía. Finalmente llegó a la sede del primer
local de Flowers & Flavours. Se sentó junto a una mesa y miró a su
alrededor. Unos cuantos clientes se sentaban distribuidos aquí y allá, y otros
estaban en la barra haciendo sus pedidos, pero no vio a Makoto. En su lugar,
una mujer madura aunque todavía atractiva, de ojos y pelo castaño ligeramente
ondulado, peinado con una media melenita que le llegaba al cuello, le sonrió
preguntándole, tras acercarse hasta él.
-¿Qué desea tomar, señor?..
-Bueno, yo…verá. Había quedado aquí con una amiga.
Me pidió que viniera a probar el postre de chocolate que hacen aquí. –Pudo
decir algo aturdido.-
-Sí...- Convino ella, sonriendo ahora con
afabilidad, para afirmar.- Le recuerdo. Es usted, el mismo hombre que hace
tantos años… ¡El del postre de chocolate!
Ahora
fue Nephrite quién se percató de algo, levantándose como un resorte y afirmando
a su vez con sorpresa.
-¡Es usted! Aquella joven… la señorita Osaka.
-¡Vaya! ¡Es increíble! - Pudo decir ella,
visiblemente impresionada y atónita.- Se acuerda usted de mi apellido de
soltera, con todo el tiempo que ha pasado…
-¿Soltera? Claro. - Pudo decir él con una media
sonrisa.- Supongo que se casaría usted…
-Bueno, hace años que me separé. - Le contó la
mujer.-
-Pero, por favor. Siéntese.- Le pidió su
interlocutor aprestándose a apartarle una silla.-
Su
interlocutora convino en ello, era la encargada de ese local pero su amiga y
jefa la princesa Júpiter había ido a visitarla haría cosa de una hora. Naru
creyó que sería algo relativo al negocio pero no fue así. Makoto, tras pedirle
hablar durante un momento a solas, le comentó en el despacho privado de la
dirección.
-Dentro de un rato posiblemente un hombre pasará por
aquí. – Le explicó dándole la descripción de Nephrite y apuntándole su nombre
en un papel para desvelar a su contertulia.- Es un buen amigo y muy buena
persona. Pero ha sufrido mucho recientemente. Quisiera tomar un postre de
chocolate con él y darle mi apoyo moral. Pero tengo cosas que hacer. Trataré de
venir a tiempo. Si no puedo y llega antes de que yo regrese, por favor, serías
tan amable de acompañarle en mi lugar.
-Pero, tengo que atender la cuentas de la cafetería.
¿No puede hacer eso algún camarero? - Pudo objetar la señora Osaka.-
-No te preocupes por eso. Esto es mucho más
importante. Y únicamente puedo confiártelo a ti. ¿Me harás ese favor, Naru-chan?
-Claro.- Sonrió ésta dándose cuenta de que, en
efecto, aquello parecía ser de mucho interés para su jefa y amiga.- Por ti,
cualquier cosa.
Su interlocutora esbozó una cálida sonrisa y
se marchó. Ahora Naru terminaba de recordar aquello cuando su interlocutor le
preguntó.
-¿Fue usted feliz? Me refiero durante todos estos
años…
-Sí, no pude quejarme, mi marido y yo no tuvimos
hijos, pero nos quisimos. Al menos durante bastantes años. Luego nos fuimos
distanciando con el trabajo. En fin, unas cosas y otras, poco a poco. Decidimos
separarnos para poder vivir nuestras vidas. Pero lo hicimos de modo amistoso.
¿Y usted señor Saint Join?
-Se lo ruego. Llámeme Nephrite.- Le pidió
amablemente él, para oscurecer su semblante y decaer en su tono en tanto le
contaba.- Desgraciadamente perdí a mi esposa hace poco tiempo.
-Lo siento muchísimo.- Pudo decir ella realmente
apenada.-
Su
interlocutor asintió despacio, sonrió débilmente y miró a su contertulia para
replicar.
-Gracias. Por lo menos fuimos felices. Tuvimos dos
hijos, ellos ya tienen su vida. Se ocupan del negocio familiar y yo… bueno,
quise venir aquí a pensar un poco en los viejos tiempos. Lo cierto es que ahora
me siento solo, ¿sabe?
-Por favor, llámame Naru.- Le comentó su
interlocutora, para afirmar con un talante más jovial.- Pediremos dos postres
de chocolate, como aquella vez, y hablaremos. Porque, no sé, tengo la impresión
de que su cara, a pesar de los años, me resulta familiar. Y no solamente por
aquella ocasión…quizás se reirá, pero… es como si le hubiera conocido antes,
casi me parece haberle visto en un sueño. Uno que me produce melancolía y algo
de tristeza cuando trato de recordarlo.
-Como
King´s Cross.- Suspiró él.-
-¿Decía algo?- Se
interesó la mujer quien no le había entendido.-
-Nada. No tenía
importancia.- Afirmó él, algo más animado.-
Nephrite esbozó una sonrisa más alegre en ese
instante y los dos pidieron esos famosos postres a una camarera y se pusieron a
conversar. Al cabo de un rato hablaban e incluso reían distendidos. Naru le
contó que Usagi Tsukino fue, en efecto, su amiga de la infancia y la temprana adolescencia, ¡Quién habría dicho que llegaría
a ser la Reina Serenity de la Tierra! Su atento oyente a su vez le explicó que
la conoció luchando contra el mal y que luego él se unió a la causa de proteger
al mundo, junto a las guerreras y a otros buenos amigos. En ese momento, tras
los cristales del local, Makoto se asomó. Acababa de llegar del paseo que hizo
para dar tiempo a que su viejo amigo llegase. Ella estaba convencida de que al
final iría.
-Me alegra no haberme equivocado.- Pensó contenta
por ello.-
Miró a través del escaparate y sonrió con satisfacción
y felicidad. Ella había hecho lo que debía. Ahora, quizás al fin, esos dos
podrían estar nuevamente juntos. Al hilo de esas reflexiones y sin percatarse
de la presencia de la princesa, el señor Saint Join le comentaba a su
contertulia en tanto la miraba fijamente a los ojos.
-No sé. Puede que ahora que nada me retiene en
Inglaterra me venga a vivir definitivamente a Tokio. En mi opinión, el postre
de chocolate de aquí es el mejor del mundo, así como la compañía para
disfrutarlo.
Naru
casi llegó a sonrojarse, aunque ya no era ninguna jovencita y Makoto, tras
poder escuchar eso, volvió a sonreír, se dio media vuelta y se alejó…
-Más vale tarde que nunca mis queridos amigos. Solamente
me apena que os quede tan poco tiempo.- Suspiró la princesa cuando perdió de
vista el local adentrándose en el parque.- Aunque ¿quién sabe? Todavía podríais
protagonizar una bonita historia los dos.
Paralelamente a eso en la ciudad donde Maray estaba
desfilando era la hora de la cena. La chica estaba tranquila tomándose una
ensalada con Crista que, tras cursar un año en la Academia Deveraux en la
Tierra, había comenzado a desfilar como profesional y pidió ser enviada a Bios
junto a su gran amiga.
-Me han parecido siglos en lugar de horas. – Le
decía ésta aludiendo a todo el trabajo sobre y fuera de la pasarela. – Estoy
agotada…trajes por aquí, zapatos por allá…Por no hablar del maquillaje y la
peluquería. Tu abuela tenía toda la razón, hasta que una no está inmersa en
este mundillo no se percata realmente de lo durísimo que es.
-Sí- convino ella más risueñamente. – Me sucede lo
mismo. Pero míralo por el lado bueno. Por suerte mañana terminamos. Tendremos
tiempo de hacer cosas las dos juntas y luego retornar a Vitae. A ver si puedo
visitar a mis padres y a mí hermano, hace mucho que no les veo.
Su amiga convino en ello con entusiasmo. Podrían
hacer planes para sus días libres. En eso estaban cuando una de las encargadas
avisó a Maray, simplemente le informó de que tenía visita.
-Voy a ver. – Le dijo a su amiga pensando que podría
tratarse de sus padres. –
Pero cuando fue a la sala de recepciones que tenían
se sorprendió. Allí la aguardaba un chico con uniforme de oficial médico de la
flota. Al principio no le reconoció por la media luz que mal iluminaba el
recinto, hasta que dio orden al computador de elevar su intensidad.
-¡Alex!- Exclamó llena de alegría.-
Crista
se asomó con curiosidad al oír esa exclamación. ¡Era él!, ese muchacho al que
su amiga conoció en Nature, cuando fue allí para un cursillo de algunos meses.
Su abuela la envió para que aprendiera junto con Stephanie Kensington y Sonia
Calderón, dos de sus mejores modelos. Además, tuvo la oportunidad de conocer y
hasta de cantar con Keiko Tomoe. Maray le había contado que fue una estancia
realmente estupenda. Pero lo mejor para su querida compañera y amiga fue
conocerle a él. Según le relató, se despidieron únicamente como amigos dado que
Maray no fue ajena al interés que esa tal Gloria, la hija del embajador
saiyajin, tenía puesto en Alex.
-¿De veras te trató así?- Se escandalizó Crista
cuando Maray le contó algo de aquella joven saiyajin.-
-Puedo comprenderla. Está claro que ella siente algo
por Alex. Y no es una mera amistad. Aunque los de su raza quizás no son muy
hábiles a la hora de expresar sus sentimientos.
Aquí,
Crista la oyó suspirar, y su compañera le dedicó una mirada algo apurada cuando
le confesó.
-Bueno, también yo tengo sangre saiyajin. Pero no me
han educado allí. Debe ser eso. Son gentes muy directas y a veces rudas. Aunque
en el fondo no sean malas personas…
-En cualquier caso, no me gustaría que una chica así
me tomase manía.- Comentó sinceramente Crista.-
A
lo que su contertulia simplemente sonrió, pero de un modo amable. Maray tampoco
le contó lo que ella hizo después, mostrándole a esa chica quien era en
realidad. De este modo no le dio más importancia y cambiaron de tema. Ahora
viendo a su amiga tan feliz, abrazándose a ese muchacho, se dio cuenta de que estaba
bastante enamorada de él.
-Te deseo mucha suerte.- Sonrió Crista, retirándose
para dejarles algo de intimidad.-
Maray se abrazó a él, en efecto. Le parecía
increíble tenerle allí. Quizás fuera por sus obligaciones académicas. Ya en
Nature él le comentó su deseo de entrar en la academia militar y estudiar
medicina. Habían pasado unos meses y desde entonces, apenas si tuvieron
contacto. Aunque ella no le había olvidado.
-Hola Maray.- Sonrió él, mirándola con idéntico
interés, para alabarla.- Estás todavía más hermosa.
-Muchas gracias,- Se sonrojó ella, advirtiendo a su
vez.- Y tú parece que al fin te has graduado.- ¿Ya eres oficial, verdad?
Al menos eso creyó al ver sus distintivos. No tenía
muy claro si las rayas que llevaba significaban eso o no. Aunque aquello era lo
de menos, lo que más captó la atención de la muchacha fue que era muy
atractivo, de pelo castaño oscuro y tenía unos ojos almendrados de un tono azul
aguamarina realmente preciosos. Pero fue el muchacho quién, tras sonreírle, le
preguntó con interés justo al ver que alguna otra modelo entraba en la sala.
-Casi, todavía soy cadete.- Sonrió él.- Y usted
sigue siendo Maray Malden. La hija del coronel Leval Malden y la doctora Amatista
Lassart.- Bromeó el joven.-
-Sí – admitió ella, divertida, siguiendo esa
representación para querer saber a su vez con el mismo tono de chanza. - ¿Y
usted es…?
-Cadete de primera Alex Ginga. - Replicó el chico con un fingido
tono entre rimbombante y divertido. – Como recordará, mis padres eran muy
amigos de los suyos, Giaal Ginga, médico en Nature, y mi madre es la capitana
Susan Hunter de la flota UNISON. He venido a Bios por un traslado para cursar
prácticas y me encargaron que les diera recuerdos. Cuando pregunté en esta
ciudad me informaron sobre una famosa modelo y cantante llamada Maray Malden. Pensé
que podría ser familia. Celebro comprobar que no me equivoqué.
-Pues encantada de conocerle – pudo sonreír ella
estrechándole la mano. –
Lo cierto es que el chico era también alto y
fornido. Incluso más de lo que ella recordaba, quizás hubiera crecido desde la
última vez que se vieron. ¡Tanto mejor! Desde luego, que fuera de una estatura algo mayor que la de ella era
algo que la aliviaba. Maray calculó que sería más o menos como su padre. Al
menos a éste no tenía que mirarle hacia abajo como a otros muchos.
-Discúlpame. No quería molestarte. Pensé que quizás tu
familia al completo estaría aquí.- Se excusó él, ya con tono normal, añadiendo
tras recordar. – También tenía que
saludar a la hermana de mi tío Alan y su familia.
-¡Ah! La familia de Idina. Están muy bien, ellos
también viven en mi misma ciudad y barrio. Verás, yo he venido aquí pero estoy
solamente por trabajo, en realidad vivo en Vitae, la capital. – Le contó
añadiendo con un pretendido deseo de que así fuera. – Por favor, si tienes un rato, antes de acudir a tus otras
obligaciones, podríamos charlar y me cuentas qué tal va todo en Nature.
-Como quieras. – Sonrió él – Será un placer.
Lo cual le hizo todavía más atractivo para la
muchacha que pensó que con ese uniforme azul marino estaba realmente elegante. Al
fin, algunas chicas que pasaban por allí y que no se recataban de mirar a ese
muchacho con vivo interés, se marcharon. Maray se rio entonces.
-¿Qué te hace tanta gracia?- Quiso saber él.-
-Que se supone que no podemos recibir esta clase de
visitas aquí.- Comentó ella.- Verás. Algunas de mis compañeras son más
eficientes transmitiendo información que una holo conferencia. Por eso te he
seguido la broma.
-¿Broma?- se sonrió él.-
-Sí, eso de ser tan formales, como si no nos
conociéramos de nada.- Le aclaró la joven.-
Turno
de Alex para sonreír, asintió divertido admitiendo.
-Tampoco yo las tenía todas conmigo. Si tu padre se
entera que he venido a verte, pues no sé, lo mismo me destina a la base más
remota del asteroide más alejado que orbite Bios.
-¿Papá?- repitió su interlocutora con gesto
risueño.- No, no te preocupes, mi padre es muy comprensivo. Pero mi madre sí
que te iba a tener vigilado de cerca.- Añadió con regocijo para remachar.- Más
todavía que esa saiyajin. ¿Aún sigue por Nature?
-¿Te refieres a Gloria?- quiso saber el joven.-
Bueno, la última vez que estuve en mi mundo natal sí.
-Lo cierto es que cada vez que me miraba sentía que
desease matarme.- Suspiró la chica.-
No
quiso aclararle a su interlocutor que esa muchacha detectó algo en ella, algo
que la joven modelo sabía hacía tiempo. Incluso el rostro severo y aguerrido de
esa saiyajin llegó a mirarla con odio, cosa que apenó a Maray. Sin embargo, no
consideró oportuno referirle a su contertulio aquello. No en ese momento. Ni
tampoco como le aclaró las cosas.
-Lamento mucho todo aquello.- Replicó su
interlocutor con tintes más serios ahora.- Pero nunca hubo nada entre ella y
yo. La considero una buena amiga, nada más.
-Claro, siento haberlo comentado. Espero que todo le
vaya bien, me daba la impresión de estar sosteniendo una lucha interior muy
dura.
-Puede ser. Pero eso es algo que solamente le
corresponde solventar a ella.- Sentenció Alex.-
-¿Qué tal están los demás?- Quiso saber la chica
deseando volver a un tono más desenfadado.-
-Mi prima Fiora muy bien, también dedicada a sus
estudios de la naturaleza. Franklin trabajando con la policía y velando por la
seguridad informática de Nature, además de haciendo esas investigaciones suyas
sobre cosas tan complicadas.- Le desveló el muchacho que pasó a contarle escuetamente
algo más sobre el resto para proponer.- Podríamos salir de aquí y tomar algo
para ponernos al día. ¿Te parece?
Desgraciadamente Maray tenía que irse a dormir
pronto. Así se lo dio a entender al chico, que volvió a excusarse por su
irrupción. No obstante, ella le indicó la dirección de su casa en Vitae
agregando de forma esperanzada.
-Pasa a vernos cuando quieras.
-Gracias. Eres muy amable. Espero que volvamos a
vernos muy pronto. Adiós. - Replicó él despidiéndose. –
Maray le observó marcharse y suspiró. ¡Vaya! Ese
chico había mejorado más si cabía y no estaba nada, pero que nada mal. En
cuanto le perdió de vista corrió a contárselo a Crista. ¡De seguro que iban a
tener tema de conversación para toda la noche y la mañana siguiente! Y les iban
a dar igual los bostezos y las arrugas por no dormir…
-Sólo espero poder volver a verle pronto.- Deseó la muchacha,
algo más apenada al pensar.- Quizás no quede demasiado tiempo y cada minuto
juntos será importante.
De vuelta
en el palacio, Makoto les contó a sus compañeras aquello. Todas se alegraron
por Nephrite y Naru.
-Se merecían algo de felicidad. Al menos durante el
tiempo que quede.- Comentó Minako con aprobación al gesto de su amiga.-
-Sí, es verdad.- Convino Serenity para afirmar.- La
pobre Naru lo pasó mal cuando perdió a
su hijo en el embarazo. Se culpó de ello y se encerró en sí misma, eso
hizo que Umino se alejase refugiándose en el trabajo. Me habría gustado poder
ayudarles pero…
-No podías hacer nada.- La consoló Ami.- Eso no
dependía de ti.
La
soberana asintió, aunque con tono reflexivo e incluso algo abatido, declaró.
-A veces dudo. Es como si nuestros detractores
tuviesen razón en eso. ¿De qué sirve el Cristal de Plata si simplemente ayuda a
incrementar el tiempo de vida sin dar nada con lo que poder hacer que ese
tiempo sea feliz?
-Usagi.- Le sonrió Rei tomándola ahora de las manos
para afirmar.- La gente no puede esperar que tú o el Cristal de Plata o nadie,
les solucione todo en esta vida. Sé que para ti ha sido muy duro y que has
estado tentada muchas veces de intentar hacer algo más. Pero sabes tan bien
como nosotras que eso no te corresponde. Tú encarnas la esperanza para muchos.
Eres una razón para continuar luchando por el día a día, pero no debes ser
quién libre las batallas de otros en su lugar.
-Es cierto.- Terció la princesa de Saturno.- Hace
poco hablé con Mimí. Estaba triste, su hija al fin descubrió quién es en
realidad. Pero, a pesar de ello, sus padres le han repetido mil veces que la
siguen amando igual que siempre. Quizás pude hacer algo más para evitar eso.
Pero también supe como tú, que no me correspondía a mí el intervenir. Mimet
deberá hallar su propia alegría de vivir y el significado de su existencia.
- Hotaru tiene razón. Hemos de permitir que sean
ellos y no nosotros los que labren su destino.- Comentó Michiru.-
-Sí, bastante hemos hecho ya, y todavía tendremos
por hacer muchas cosas.- Añadió la princesa de Urano.-
-También la reina de la Luna Nueva estaba triste. Su
hija al parecer no ha salido como ella hubiese anhelado. – Intervino Seren.- Me
contó que Alice hubiera deseado venir aquí, a que la instruyéramos…No ir a
Bios.
-Tendrá tiempo de ello.- Aseveró Endimión.- Pero
creo que allí aprenderá unas lecciones muy valiosas. En cuanto lo haga, será un
placer recibirla. Y todavía le queda reservado un papel muy importante que
jugar…
-Sí, Alice será importante, lo mismo que otros
muchos que tendrán que tomar decisiones cruciales. Sé que tanto la joven
princesa como sus amigos lo harán bien. Madurarán, como todos hicimos.
Aprenderán de sus errores. Siempre hay algo que aprender. Para mí la primera. Muchas
gracias.- Les dijo Serenity al resto de sus amigas y compañeras.- Sois mi apoyo
en momentos como éste.
Y
tanto ella como su esposo se retiraron a su cámara privada. Allí él le comentó.
-En Kinmoku, Kakyuu y las Star Light también están preocupadas.
Nature está en primera línea. Es el lugar que antes sentirá los efectos. Ya sabes…
-Sí. Lo sé muy bien.- Asintió Serenity en tanto
suspiraba.- Allí les tocará ser los primeros en sacrificarse.
-Aquí ya estamos a punto de terminar. Creo que el
grupo de los nueve pronto estará listo. Puede que lo esté a tiempo para eso.
-Me gustaría, pero es algo que no depende para nada
de nosotros. Como estábamos comentando antes.- Afirmó su esposa.-
-Nosotros ya hemos cumplido con casi todo nuestro
cometido. Y dentro de poco deberemos ceder el testigo.- Sentenció Endimión.-
-Así es. Entonces tendremos por fin la posibilidad
de ocuparnos de nuestra familia.- Repuso su contertulia, acariciándose el
vientre.-
Su
marido asintió con una sonrisa y los dos se tumbaron a descansar en el lecho,
aquel había sido un día duro y aún vendrían otros que lo serían todavía más.
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